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143 TURISMO revista anual número 1 septiembre 2009 143-174 ISSN 1889-0326 TURISMO Revista de la Escuela Universitaria de Turismo Iriarte Islas, sol, barcos, hoteles y climatoterapia. El turismo en Las Palmas de Gran Canaria hasta la primera Guerra Mundial 1 Fernando Martín Galán* Resumen: En los casi cuarenta años que discurren entre la apertura de la Fonda Europa en 1876 y el cierre de hoteles en 1915 por el inicio de la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar la fase de nacimiento y primera organización del turismo en la isla de Gran Canaria y su ciudad capital, Las Palmas. En el artículo se enmarca el cuadro geográfico e histórico del turismo europeo coetáneo y el encaje de Canarias en él. Se valoran los atractivos y las fortalezas que poseía esta ciudad portuaria para beneficiarse de ese inicial flujo de viajeros o turistas y se aportan detalles del desa- rrollo de la primera generación de establecimientos de hospedaje en la misma. Se explican los efectos de esa nueva actividad económica sobre el desarrollo urbano y las nuevas edificaciones surgidas para atención a ese fenómeno de turismo ini- cial. Palabras claves: Enfermos, viajeros, turismo, urbanismo, inversiones ex- tranjeras, hotel, baños de mar, estación balnearia, Canarias. Abstract: e nearly forty years between the opening of Fonda Europa in 1876 and the closure of hotels at outbreak of the First World War in 1915, saw the birth and development of the first tourist organizations in Gran Canaria, in the capital, Las Palmas. In the article the history and geography of tourism in the Canaries is put in the context of Europe. e strengths and attractions to Las Palmas in the context of tourism and its capacity to benefit from these first tourist and visitors are revealed and the development of the hotel infrastructure is detailed. is new economic activity is discussed which gave rise to new buildings and urban development to satisfy the demands of the tourist phenomenon. Keywords: Invalids, voyager, tourism, urbanism, foreign inversions, hotel, sea bath, seaside, Canary Islands. * Profesor Titular de la Universidad de La Laguna. Email: [email protected]

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Islas, sol, barcos, hoteles y climatoterapia. El turismo en Las Palmas de Gran Canaria hasta la

primera Guerra Mundial

1Fernando Martín Galán*

Resumen:En los casi cuarenta años que discurren entre la apertura de la Fonda Europa en 1876 y el cierre de hoteles en 1915 por el inicio de la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar la fase de nacimiento y primera organización del turismo en la isla de Gran Canaria y su ciudad capital, Las Palmas. En el artículo se enmarca el cuadro geográfico e histórico del turismo europeo coetáneo y el encaje de Canarias en él. Se valoran los atractivos y las fortalezas que poseía esta ciudad portuaria para beneficiarse de ese inicial flujo de viajeros o turistas y se aportan detalles del desa-rrollo de la primera generación de establecimientos de hospedaje en la misma. Se explican los efectos de esa nueva actividad económica sobre el desarrollo urbano y las nuevas edificaciones surgidas para atención a ese fenómeno de turismo ini-cial.Palabras claves: Enfermos, viajeros, turismo, urbanismo, inversiones ex-tranjeras, hotel, baños de mar, estación balnearia, Canarias.

Abstract:The nearly forty years between the opening of Fonda Europa in 1876 and the closure of hotels at outbreak of the First World War in 1915, saw the birth and development of the first tourist organizations in Gran Canaria, in the capital, Las Palmas. In the article the history and geography of tourism in the Canaries is put in the context of Europe. The strengths and attractions to Las Palmas in the context of tourism and its capacity to benefit from these first tourist and visitors are revealed and the development of the hotel infrastructure is detailed. This new economic activity is discussed which gave rise to new buildings and urban development to satisfy the demands of the tourist phenomenon.Keywords: Invalids, voyager, tourism, urbanism, foreign inversions, hotel, sea bath, seaside, Canary Islands.

* Profesor Titular de la Universidad de La Laguna. Email: [email protected]

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1. Introducción

Actualmente Las Palmas es una ciudad portuaria y de turismo –esto en cierta medida–, además es paradigma de ciudad organizada a vivir el mar desde el punto de vista urbanístico.

Hace un siglo, unido a una etapa de extraordinaria prosperidad econó-mica resultado del fabuloso aumento del tráfico de barcos que se dio en su puerto de La Luz y del éxito en el negocio de la exportación de plátanos, tomates y papas hacia los mercados de Inglaterra, Alemania y Francia, tuvo también en sus manos la posibilidad de ser una importante ciudad de turis-mo internacional con una estación balneario organizada para vivir urbana-mente la playa y el mar. Pero tal oportunidad no cuajó entonces como sin embargo podía haberse esperado.

En los cuarenta años que fueron desde 1876, año de la apertura de la Fonda Europa y primer alojamiento con mejores condiciones de hospede-ría en Las Palmas, a 1916 o 1918, años de plena crisis del turismo en Cana-rias a causa de la Guerra Mundial, Las Palmas de Gran Canaria registró la primera fase de su historia del turismo. En esas cuatro décadas en la ciudad se sumaron los siguientes tipos de naturalezas de turismo: un centro o nú-cleo de hospedaje para viajeros en tránsito por negocios o para servicios en las administraciones coloniales del África occidental y del sur; un centro

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de estación internacional de visitantes por motivos de salud (invalids, con padecerse pulmonares en su mayoría), a modo de estación sanatorium; un centro de turismo de recreo y descanso de la forma de vida urbana en sus países de origen y, también, podría haber llegado a ser una estación bal-neario marítimo del tipo seaside británica, riviera italiana, station balneaire francesa o seebad alemana.

Mientras lo primero, segundo y tercero Las Palmas de Gran Canaria lo llegó a ser al completo y se reflejó en su espacio urbano, lo cuarto no fue posible. Por su parte, en la vecina isla de Tenerife en igual época y pareci-das circunstancias, la pequeña ciudad de Puerto de la Cruz en el litoral del Valle de La Orotava llegó a ser plenamente lo segundo y lo tercero, pero no lo primero y cuarto; y la ciudad de Santa Cruz de Tenerife –capital de la provincia española de Canarias– logró ser lo primero y lo segundo, pero no lo tercero y cuarto. Nos limitaremos, en esta ocasión, al estudio de Las Palmas de Gran Canaria.

Figura 1 - Plano de Las Palmas & Puerto de La Luz, en Samler Brown, A. Madeira, Canary Islands and Azores. A practical and complete guide for the use of Tourists and Invalids. Simpkin, Marshall, Hamilton, London 1922.

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2. Variaciones en el turismo que se dio en Las Palmas de Gran Canaria

2.1. Los inicios

Desde 1876 –y durante los ocho años posteriores hasta 1884– en que D. Ramón López Sande abrió su Fonda Europa en el centro del barrio de Triana, en la esquina de las calles San Francisco y Malteses (zona antigua de Las Palmas) y en plena época de la grave crisis económica y social pa-decida en la isla por el hundimiento de las exportaciones de la cochinilla, a esta ciudad llegaban ciertos extranjeros en su mayoría británicos para que-darse algunos meses o más tiempo, aquejados de enfermedades pulmonares y atraídos por las propiedades de su clima atemperado, seco y calido de los inviernos. Para su hospedaje se repartían por las fondas españolas de la población, tales como las de El Herreño, Prats, Europa y otras pensiones de menos categoría distribuidas mayormente por Triana o bien incluso en algunas viviendas alquiladas exprofeso para la ocasión en las localidades de montaña en Tafira o El Monte, principalmente.

En esa época la acogida de visitantes extranjeros con estados de salud quebrantados no era siempre buena en las fondas o pensiones, por la des-confianza que despertaban entre los otros clientes o por los perjuicios que pudiera acarrear a los hospederos, especialmente en caso de fallecimiento ya que generalmente todo lo que hubiera pertenecido o usado el cliente, tísico o similar, era quemado para su destrucción por razones de garantía sanitaria para evitar posibles contagios, incluidas las pertenencias de la habitación en que había residido o se había alojado. Reparemos en la escueta carta que envió el vicecónsul de Inglaterra en Las Palmas, Mr. Horatio Wetherell, al periódico de Londres The Times y publicada el 18 de marzo de 1880 bajo el título de Invalids in the Canary Islands, lo que provocó escándalo en algunos periódicos de Santa Cruz de Tenerife y de Las Palmas por proceder de la autoridad que la firmaba.

LOS ENFERMOS EN LAS ISLAS CANARIASAl Editor del Times.Sr.: El aumento de fáciles comunicaciones entre Europa y estas Islas y la hermosura de este clima, han atraído últimamente un número mayor de forasteros que de costumbre. Y. V. haría un gran favor permitiéndome, que por medio de sus columnas, previniese a todas las personas de salud deli-cada, no venir aquí, no teniendo amistades personales donde alojarse. Los enfermos, especialmente los que se pueda suponer padezcan de tisis, no son recibidos en ninguna fonda, ni pueden alquilar ninguna casa vacía y no

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tienen otro recurso que el Hospital. Varios casos he presenciado en que per-sonas con mala salud pero aparentemente buenas, han sido arrojadas de las fondas en que habían sido recibidas, así que han tenido noticias de que padecían alguna enfermedad aunque no sea contagiosa y han tenido que abandonar la isla con detrimento de su salud.Soy de V. Sr. su servidor, Horatio Wetherell . Vice-cónsul británico.(En El Independiente, 7/4/1880, Las Palmas de Gran Canaria)

En febrero de 1884 abrió sus puertas para acoger clientes más exigentes que los huéspedes de las fondas de Las Palmas el Quiney’s English Hotel, establecido en alquiler en una amplia casona con jardín interior, de tres plantas y construida hacía unos veinte años por D. Luís Navarro Pérez, sobre parcela procedente de la demolición del desamortizado convento de las monjas de la Inmaculada Concepción en la plaza de San Bernardo, por la parte norte del barrio de Triana y próximo a la entrada oficial a Las Pal-mas por los jardines de San Telmo y por el muelle viejo de la ciudad. Su propietario y manager era el londinense Charles Baker Quiney casado con la agraciada Mary Ann Collis. El estreno y los primeros años de este nuevo hotel, dotado de trato y confort británicos, coincidió con los inicios de la construcción del nuevo puerto de refugio de Las Palmas en la bahía de La Luz, por cuenta del ministerio de Fomento, y con el arranque del próspe-ro negocio de dicho puerto como estación internacional de carboneo muy concurrida rápidamente. En los siguientes seis años, hasta 1890, a Las Pal-mas fueron llegando más y más extranjeros con problemas importantes de salud y en su gran mayor parte de nacionalidad británica. El médico inglés Mordey Douglas –uno de los animadores británicos para la construcción de un hotel de alto standig en Las Palmas–, en 1887 había publicitado las ventajas de dicha ciudad como lugar idóneo para abrir un hotel sanatorium (en el Puerto de la Cruz, Tenerife, se había inaugurado unos meses antes, en 1886, el primero de esa naturaleza en las islas de Canarias, The Orotava Gran Hotel posteriormente Hotel Martiánez).

Algunos libros aparecidos en Gran Bretaña en ese año de 1887 comen-zaron a extender la fama del Puerto de la Cruz y de Las Palmas, principal-mente, como localidades de health resort para pasar la estación del invierno. Así de Isaac Latimer A Summer Climate in Winter. Notes of a Travel in the Islands of Teneriffe and Gran Canary (en Plymouth), de Mordey Douglas Grand Canary as a Health Resort for Consumptives and Othres (en Londres), de Olivia M. Stone Teneriffe & Its Six Satellites (en Londres) o de Harold Lee Madeira & the Canary Islands (en Liverpool). A finales del siguiente año de 1888 llegó de incógnito a Las Palmas, en la primera de sus seis es-

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tancias, el prolífico pianista y organista parisino Camille Saint Saëns, a sus 54 años, por entonces afamado compositor de música en Europa. De ésta y siguientes visitas se proyectaría una favorable propaganda para esta ciudad.

2.2. Impulso en alojamientos para un turismo de más calidad

Aunque en el último mes de 1889 el recién Gran Hotel Santa Catalina, construido a las afueras de la ciudad por el norte, ya recibía los primeros huéspedes fue inaugurado oficialmente en febrero de 1890. Éste fue el pri-mer hotel de lujo en Gran Canaria (comparable al Gran Hotel El Balcón de la Compañía Taoro del Puerto de la Cruz, en Tenerife, inaugurado en diciembre de 1890), proyectado por el prestigioso arquitecto escoses y con despacho en Londres James Marjoribancks Maclaren, para la Canary Is-lands Company Ltd. empresa con alguna relación con la armadora Castle Mail Packet Company creada por el naviero Sir Donald Currie en Liver-pool y que en aquellos años hacía la ruta Londres a Ciudad El Cabo con escalas en Dartmouth, Burdeos, Lisboa o Madeira, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Para la estética arquitectónica del original Hotel Santa Catalina y sus jardines el arquitecto se dejó influir por la moda inglesa de la época que para algunas construcciones, en los establecimientos de seaside en ciudades costeras de los condados del sur de Inglaterra como Hampshire y Sussex, se imitaba el estilo exótico y oriental del famoso Royal Pavillon y sus jardines en Brighton, obra del afamado arquitecto John Nash que fina-lizó en 1826. El año del estreno del Santa Catalina debe considerarse uno de los “años hito” en el fenómeno que se estudia y dentro de la historia del turismo de Gran Canaria. En tal mismo año Samuel Brown sacaba de la imprenta en Londres la primera edición de su muy reeditada Madeira and Canary Islands. A completed guide for the use of invalids and tourists, ofrecien-do indicaciones prácticas muy precisas para hacer viaje a las Islas Canarias. Se puede decir que con el estreno de ese lujoso hotel –con posibilidades para deportes de lawn tenis, golf, paseos por jardines, baños de mar en la playa próxima, etc.– se inició una etapa de impulso de un turismo a lo grande en cuanto a alojamiento en Las Palmas. En tal mismo año abrieron en esta ciudad dos nuevos establecimientos, en la calle mayor de Triana The Imperial Hotel y en la calle de Muro la Fonda Francia.

En 1892 el negocio del turismo se desarrollaba tan boyante que la Elder Demspter and Cº, importante empresa de comercio ligada a la navegación internacional y con sede central en Liverpool, creó la sociedad The Hotel Metropole Company para la explotación de un hotel en Las Palmas vincu-

Figura # - Pte. de recibir texto para este pie de foto

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lado a sus negocios de transporte marítimo y de alojamiento de turistas o viajeros británicos de camino o de regreso de las colonias de África, dicho hotel quedaría establecido inicialmente en un chalé inglés (de James Pino-ock) ya existente en la parte de la vega de Santa Catalina, cercano a la playa del mismo nombre y próximo a un balneario de baños de aguas minerales abierto en 1869. La Elder lo bautizó con el nombre de Metropole por el fa-moso hotel de Brighton inaugurado en julio de 1890 y obra del prestigioso arquitecto liverpuliano Alfred Waterhouse (muy conocido por su edificio para el Museo de Historia Natural en el barrio de South Kensington de Londres). Por aquello años se extendió la moda en Europa ponerle Me-tropole a nuevos hoteles de lujo en varias ciudades de turismo, algunos de los cuales han llegado abiertos hasta hoy, así el de Montecarlo (1886), en la localidad suiza de Como junto al lago (1892), el famoso de Bruselas (1895), el de Blackpool (1905)... El de Las Palmas quedó establecido a medio ca-mino entre la ciudad y el puerto de La Luz como el Santa Catalina y fue inaugurado en noviembre de 1892, tres años después tras una remodelación y ampliación obtuvo el aspecto de conjunto de arquitectura inglesa que siempre se le ha conocido por los testimonios de postales y fotografías de la época, con fachada de entrada a la polvorienta carretera al puerto de La Luz y contrafachada a la magnífica vista sobre la playa de Santa Catalina y la bahía de Las Palmas. Al respecto Francisco González Díaz, en un artículo que dedicó a este hotel en 1903, escribía:

“NUESTROS REPORTAZGOS. EL HOTEL METROPOLE. [...] El edificio se alza próximamente á mitad del trayecto entre Las Palmas y el puerto de La Luz, en un sitio encantador, desde el cual dominase dilatado y espléndido panorama. Mirando al Norte, las montañas violáceas de la Isle-ta, que se perfilan en el fondo azul del cielo, forman el límite del cuadro; al Sur, detrás de una cortina de árboles, el caserío de la ciudad surge apiñado, encaramado en los riscos, blanco y pintoresco; al Naciente, el mar se des-pliega cómo una decoración de ensueño y viene á quebrar sus olas al pie del hotel y á festonar con sus inmaculadas espumas la muralla que por aquella parte lo termina. Al Poniente, aparecen las dunas, el paisaje africano de los Arenales, sembrado acá y allá de elegantes construcciones á la inglesa, vi-llas, chalets, establecimientos agrícolas, é interrumpido bruscamente por la zona vegetal, un delicioso campo ajedrezado donde el plátano y la palmera se yerguen pomposos sobre los plantíos de patatas, maíz y trigo, formando una espaciosa vega que se prolonga hasta Las Palmas.El hotel Metropole queda encerrado en el inmenso semicírculo que tiene por extremos el Puerto y la ciudad. Desde cualquier punto de sus galerías y terrazas puede abarcarse el panorama entero: una marina soberbia con toques de luz deslumbradores, con lejanías prodigiosas. A cada momento,

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el humo de los steamers que buscan fondeadero en la Luz ó que toman el largo, empaña la diafanidad inverosímil de la atmosfera, la cual luego aparece aun más limpia, más clara; surcan el horizonte graciosas velas la-tinas semejantes á grandes gaviotas, pasan rozando con sus lonas las aguas dormidas los barcos de pesca en bandadas.[...]El Metropole Hotel es una construcción de genuino estilo inglés, sencilla y graciosa. Sus techumbres apizarradas, los menudos adornos de su arquitec-tura sin pretensiones en que abunda la madera pintada de blanco con filetes verdes, le dan un aspecto agradabilísimo. Consta de dos cuerpos, y llevará otro más que comenzará á construirse en breve. El conjunto resulta alegre, brillante de color, muy característico. Rodea el edificio un pequeño parque, admirablemente entretenido. [...]”(En Diario Las Palmas, 21/8/1903, Las Palmas de Gran Canaria)

En El Monte Lentiscal (municipio de Santa Brígida) en una casa cana-ria de campo preexistente y delante de una hermosa finca de viñedos con vistas despejadas hacia los paisajes rurales de esa parte de Gran Canaria, sobre unos 500 m. a nivel del mar, se estrenó en 1892 el Quiney’s Bella Vista Hotel (también de Charles Baker Quiney).

Nada de ello era ajeno al gran incremento del tráfico de barcos extranje-ros (ingleses, alemanes, franceses, belgas o italianos principalmente y vapo-res en gran mayoría) que recalaban en las aguas del puerto de La Luz, para comprar carbón como combustible para la propulsión, agua o alimentos frescos con el fin de continuar ruta o para cargar frutos del país para el co-mercio de exportación y descargar artículos industrializados de consumo, o para dejar y tomar turistas o viajeros. En La Luz, desde 1886, el tráfico de buques conocía un acelerado y espectacular crecimiento constante que de-rivaba de operar aquí diversas líneas navieras extranjeras de barcos correos o de barcos de paso que movían por la ciudad a una numerosa población flo-tante. De manera que el turismo en Las Palmas era uno más de sus efectos, así la gran mayoría de turistas británicos llegaban hasta aquí como resulta-do de la combinación de los trayectos de barcos de transporte de carga de frutos desde Canarias para el Reino Unido, que a su vez en sus camarotes hacían de barcos de pasaje para unos clientes especiales los turistas invalids, principalmente desde los puertos de Liverpool o Londres y a precios muy atractivos. Los barcos gestionados por las casas británicas Elder Demspter & Cº primero y la Yeorward Bross Ltd. posteriormente fueron decisivos en ese negocio.

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Las Palmas de 1890 era vista así por Eduard Dolhowsky que estuvo de paso el 23 de mayo del citado año:

“IMPRESIONES DE UN VIAJE. Salí de Santa Cruz en la noche del 22 de Mayo [en el vapor La Meuse de la Compagnie de Navigation Ni-colas Paquet Aîné et Cie], y me desperté delante del Puerto de la Luz.Conocía Las Palmas desde un viaje anterior; sin embargo bajé a tierra y, en compañía de un señor francés, fui a visitar la ciudad. [...] Fuimos, como es justo, antes de todo a la catedral y noté que todavía no estaba acabada. [...]Volvimos a hablar del Teatro y me dijo que le parecía demasiado grande para la población. Yo le objeté que ya que Las Palmas es, sin duda, una población del porvenir, me parecía que era ganar tiempo y dinero haberlo hecho algo mayor; a lo que me contestó el ciudadano francés, que eso estaba por ver; pero que hoy pasa lo siguiente: que si llega una compañía, que ge-neralmente es una medio quebrada compañía italiana, y si da una función, no hay entonces bastantes espectadores y la consecuencia es que la compañía, –inclusos los tenores y barítonos, los bajos y primadonnas– quiebra total-mente y que hay entonces que buscar dinero por medio de suscripciones, para poder, a precio reducido, embarcar al país natal toda aquella macaronada.¡Triste y prosaico “finale”!Yo puedo decir que eso, por de pronto, me ha parecido una exageración, por-que cuando en un pueblo se sacrifica tanto dinero para elevar un templo a la diosa Talía, es que sin duda la deidad tiene allí muchos admiradores.Desgraciadamente no pude esta vez visitar el célebre Museo de aquella ciudad ni ver a su ilustrado fundador y director que estaba “remplissant son mandat de député provincial a Ténériffe”.Tomamos uno de los vehículos que hacen el viaje de la ciudad al Puerto, en cuyo trayecto noté a la derecha, casi a la orilla del mar, una casa de ladrillos rojos, de estilo moderno inglés y por lo tanto de pésimo gusto arquitectónico [se estaba refiriendo al chalé de James Pinoock donde se instaló el Hotel Metropole dos años después].Del mismo defecto adolece el hotel Sta. Catalina, recién fabricado, en el cual se notan, por variar, ciertas pretensiones, pretensiones solamente, de estilo morisco. Me han dicho que por dentro está arreglado con todo el “confort moderno”.Ya cerca del Puerto fuimos a visitar la fábrica de hielo, artículo que hoy se emplea no solamente en usos domésticos sino también en aplicaciones terapéuticas y empieza afortunadamente a contarse también entre nosotros como artículo de primera necesidad.[...]

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El dueño de la fábrica, joven y activo, de nacionalidad inglesa, me dio todas las explicaciones concernientes a su industria y nos ofreció un refresco de exquisita agua gaseosa, la que nos vino muy bien, pues el calor era bastante fuerte.El camino entre Las Palmas y el Puerto de la Luz es árido y arenoso; están construyendo un tranvía de vapor que seguramente será de gran beneficio para el comercio, pero en cambio Las Palmas perderá mucho en estética.Si se atiende a las condiciones en que esa vía se va a construir, son de temer desgracias futuras, pues no tiene la anchura necesaria.Los que deben alegrarse de ese adelanto, son las pobres, pobres bestias, que conducen carga y pasajeros y son guiadas por inhumanos y crueles cocheros, como he visto pocos en mi vida, a no ser en Málaga, Granada y Valencia –¡triste privilegio!Partí de Las Palmas por la noche y cuando salí a la mañana siguiente a la cubierta del vapor, ya el cielo claro y alegre disipó algo las últimas melan-cólicas impresiones del día anterior.[...]

Su aftmo. s. s. q. b. s. m.Eduardo Dolhowsky. Puerto de Orotava, el 6 de Agosto 1890”.(En Diario de Tenerife, 8/8/1890, Santa Cruz de Tenerife).

Así en los cinco años siguientes a la inauguración del Gran Hotel Santa Catalina, 1890-95, quedaron disponibles como nuevos hoteles para ser ele-gidos por los visitantes, además de los ya citados Metropole y Bella Vista, también el Hotel París en la calle de Santa Clara y que luego pasó a la ma-yor de Triana, el Hotel Colón que posteriormente fue sustituido por el de Inglaterra, el Catalán en la calle Remedios, el Victoria primero en la calle Triana y luego trasladado a la calle Carnicería (posteriormente Mendizá-bal) en Vegueta, el Cuatro Naciones en la calle Remedios o la Fonda Nueva en la calle de Triana. Y en la parte del nuevo barrio del Puerto de La Luz los hoteles La Luz y La Central. Todo ello con independencia de la diversidad de otras fondas y pensiones de menor condición.

Incluso, en 1894, estuvo en estudio la posibilidad de construirse en Las Pal-mas un hotel sanatorium belga que animaba el coronel retirado de esa naciona-lidad y residente en Las Palmas Monsieur E.H. Walton, comerciante industrial y que tanta propaganda había hecho en favor de esta isla a través del periódico Le Précurseur de Amberes, proyecto que posteriormente fue resucitado por el diario de Bruselas Le Soire en diciembre de 1897, pero que no se avanzó.

Lo que un típico turista británico hallaba al alojarse en un hotel de Las Pal-mas o de Tafira o del Monte, para pasar una temporada que le pudiera servir

rojos, de estilo moderno inglés y por lo tanto de pésimo gusto arquitectónico [se estaba refiriendo al hotel Metropole].

Del mismo defecto adolece el hotel Sta. Catalina, recién fabricado, en el cual se notan, por variar, ciertas pretensiones, pretensiones solamente, de estilo morisco.Me han dicho que por dentro está arreglado con todo el “confort moderno”.Ya cerca del Puerto fuimos a visitar la fábrica de hielo, artículo que hoy se emplea no solamente en usos domésticos sino también en aplicaciones terapéuticas y empieza afortunadamente a contarse también entre nosotros como artículo de primera necesidad.

[...]El dueño de la fábrica, joven y activo, de nacionalidad inglesa, me dio todas las explicaciones concernientes a su industria y nos ofreció un refresco de exquisita agua gaseosa, la que nos vino muy bien, pues el calor era bas-tante fuerte.

El camino entre Las Palmas y el Puerto de la Luz es árido y arenoso; están construyendo un tranvía de vapor que seguramente será de gran beneficio para e1 comercio, pero en cambio Las Palmas perderá mucho en estética.

Si se atiende a las condiciones en que esa vía se va a construir, son de temer desgracias futuras, pues no tiene la anchura necesaria.

Los que deben alegrarse de ese adelanto, son las pobres, pobres bestias, que conducen carga y pasajeros y son guiadas por inhumanos y crueles cocheros, como he visto pocos en mi vida, a no ser en Málaga, Granada y Valencia ó¡triste privilegio!Partí de Las Palmas por la noche y cuando salí a la mañana siguiente a la cubierta del vapor, ya el cielo claro y alegre disipó algo las últimas melan-cólicas impresiones del día anterior.

[...]Su aftmo. s. s. q. b. s. m.Eduardo Volhowshy. Puerto de Orotava, el 6 de Agosto 1890”.(Diario de Tenerife, 8 de agosto de 1890).

Así en los cinco años siguientes a la inauguración del Gran Hotel Santa Catalina, 1890-95, quedaron disponibles como nuevos hoteles para ser ele-gidos por los visitantes, además de los ya citados Metropole y Bella Vista, también el hotel París en la calle de Santa Clara y que luego pasó a la mayor de Triana, el hotel Colón que posteriormente fue sustituido por el de Ingla-terra, el Catalán en la calle Remedios, el Victoria primero en la calle Triana y luego trasladado a la calle Carnicería (posteriormente Mendizábal) en

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de reparación parcial o total de su salud, podría ser lo reflejado en este anuncio inserto en una página del Diario de Las Palmas del 12 de junio de 1894:

“HOTEL BELLA VISTA, MONTE. Este nuevo hotel situado a una altura de 1.200 pies sobre el nivel del mar y a distancia de una hora en coche de Las Palmas, se halla abierto para la temporada de verano a precios muy reducidos como son 4s/- 6s/- y 8s/- diarios según la habitación que se ocupe.El distrito del Monte ha sido reconocido como el más sano en la isla; el aire es puro y el panorama en extremo pintoresco.En todas direcciones se encuentran lindos paseos, hallándose el Hotel muy cerca de la Caldera, Atalaya y Sta. Brígida.El coche de hora sale de Las Palmas para el Monte a las 7 y medía de la mañana y 2 y media de la tarde, y del Monte con destino a Las Palmas a las 9 y media de la mañana y 4 de la tarde.En caso que se desee tomar habitaciones se suplica dirigirse al Hotel Inglés, Plaza de San Bernardo, Las Palmas”.

En un suelto del mismo periódico pero del día 12 de marzo anterior, en cambio, se puede palpar la otra horrible cara de la misma moneda:

“MUERTE REPENTINA. En el día de hoy amaneció muerto en el Ho-tel Catalán, y en la habitación que ocupaba, un señor de nacionalidad in-glesa que venia padeciendo de grave enfermedad.El juzgado de 1.° instancia se constituyó en el citado Hotel, instruyendo las oportunas diligencias.La muerte se atribuye a una fuerte hemorragia”.

En paralelo, hacia 1892, estaban teniendo lugar otros dos procesos urba-nos muy significativos para el crecimiento de la ciudad de Las Palmas del futuro: desde 1887 en adelante la conformación inicial del barrio de “los hoteles” –denominación por la tipología de casas unifamiliares de extran-jeros o villas entre huertas y jardines distribuidas en medio de los Hoteles de Santa Catalina y Metropole por la zona de las playas de Santa Catali-na– posteriormente en el siglo XX este sector ha sido conocido por barrio de Ciudad Jardín; y por otro lado, en la ribera de la extensa playa de Las Canteras, en la parte de poniente del istmo de Guanarteme separador del industrial puerto de La Luz, el comienzo de sus primeras construcciones. Playa elegida para veraneo por parte de algunas familias pudientes de Las Palmas. Aquella zona de la Vega de Santa Catalina, en las afueras de Las

Vegueta, el Cuatro Naciones en la calle Remedios o la Fonda Nueva en la calle de Triana. Y en la parte del barrio del Puerto de La Luz los hoteles La Luz y La Central. Todo ello con independencia de la diversidad de otras fondas y pensiones de menor condición.

Incluso, en 1894, estuvo en estudio la posibilidad de construirse en Las Palmas un hotel sanatorium belga que animaba el coronel retirado de esa nacionalidad y residente en Las Palmas Messieurs E.H. Walton, comer-ciante industrial y que tanta propaganda había hecho en favor de esta isla a través del periódico Le Précurseur de Amberes, proyecto que posteriormente fue resucitado por el diario de Bruselas Le Soire en diciembre de 1897, pero que no se avanzó.

Lo que un típico turista británico hallaba al alojarse en un hotel de Las Palmas o de Tafira o del Monte, para pasar una temporada que le pudiera servir de reparación parcial o total de su salud, podría ser lo reflejado en este anuncio inserto en una página del Diario de Las Palmas del 12 de junio de 1894:

“HOTEL BELLA VISTA, MONTE. Este nuevo hotel situado a una altura de 1.200 pies sobre el nivel del mar y a distancia de una hora en coche de Las Palmas, se halla abierto para la temporada de verano a precios muy reducidos como son 4s/- 6s/- y 8s/- diarios según la habitación que se ocupe.

El distrito del Monte ha sido reconocido como el más sano en la isla; el aire es puro y el panorama en extremo pintoresco.

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Palmas y orientada hacia la playa y el mar por la bahía de Las Palmas, con casas “hoteles” de británicos residentes y con turistas alojados en los dos Hoteles ya comentados, tuvo cierta inicial influencia del Brighton de la época por lo que ya se dijo.

2.3. Ciudad invernal de turismo de salud

De esta manera Las Palmas, ciudad secundaria de provincia o no capitalina, estaba consolidándose además de como principal ciudad portuaria de este Archipiélago como ciudad de invierno para turismo de salud, en medio de una fase de la historia de la isla de acusada britanización de su economía.

En 1895 la prosperidad en esta ciudad se palpaba en múltiples aspectos y las condiciones del transporte de turistas desde sus países de origen hasta Gran Canaria y su permanencia en ella, tanto en invierno como en verano, eran vistas así por el vicecónsul británico en Las Palmas Mr. Ferguson, en su Informe sobre Gran Canaria, correspondiente a 1895:

“Las comunicaciones con el extranjero han mejorado muchísimo durante los últimos años, especialmente en lo que se refiere al tamaño y a la comodidad de los vapores que hacen escala aquí. De disponer de más capacidad en hote-les de primera clase, así como de barcos correos mayores, con destino al Cabo, Sudamérica y Nueva Zelanda, que hicieran escala aquí con más frecuencia, obtendríamos un incremento de turistas. Como prueba de esto, las ventajas ofrecidas por los vapores de la North German Lloyd que navegan entre este lugar y Southampton han sido muy apreciadas, y con ello su disponibilidad de alojamiento para los puertos intermediarios ha quedado cubierta. La gran necesidad en este lugar es lograr unas comunicaciones más rápidas y constantes con Inglaterra en barcos de primera clase, con alojamiento y servicios de comidas apropiados al transporte de enfermos. Los mayores elogios han sido para los servicios que presta la North German Lloyd, y sería conveniente que algunas de nuestras líneas inglesas de primera clase que pueden competir con el departamento de abastecimiento de comidas de esta compañía, especialmente las que pasan por Southampton, firmaran acuerdos mediante los cuales se comprometan a viajar más rápido y ofrecer un buen servicio semanal a este puerto durante los meses de noviembre, diciembre y enero, en viaje de salida, para regresar en marzo, abril y mayo. Cualquier compañía que en cuatro días se comprometa a ir o venir hacia o desde Southampton y Canarias estaría muy bien apoyada. Las únicas difi-cultades que se plantean para estos barcos de primera clase que recalan aquí rumbo a su país son las viejas normas de cuarentena; aunque los barcos se despachan inmediatamente y son revisados por las autoridades sanitarias del puerto a petición del agente a cualquier hora del día o de la noche, las normas del puerto, desafortunadamente, siguen prohibiendo que los barcos

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se abastezcan de carbón si están en cuarentena. Cuando esta restricción desaparezca, que se espera que sea pronto, como ha sucedido en casi todas las demás estaciones carboneras del mundo, puede que se consiga un aumento importante del comercio de pasajeros y del número de barcos correos que hacen escala aquí, [...]. Es bastante extraño y penoso que una ciudad que ha mostrado por sí misma, y de diversas formas, ser avanzada y dinámica, interfiera de manera negativa, como actualmente lo hace, a la prosperidad de su puerto haciendo hincapié en las limitaciones innecesarias en perjuicio de su tráfico marítimo.[...]Hoteles.-Aunque no quede clasificada dentro de las principales industrias, es correcto afirmar que el capital inglés ha encontrado una salida en la construcción y apertura de dos magníficos hoteles, el Santa Catalina y el Metropole, hoteles estos dos capaces de hospedar a más de 120 huéspedes. Además, se está construyendo un tercer hotel de primera clase en el Mon-te, con los últimos accesorios sanitarios, ideal para el turista de calidad. Además de esto, también se han ampliado otros hoteles y se están abriendo nuevas sucursales en Gáldar y en otras partes de la isla. Actualmente la capacidad de alojamiento es de 500 camas, y durante la temporada pasada se criticó duramente a los hoteles por no disponer de alojamiento suficiente, por lo que muchos turistas se vieron obligados a trasladarse a otras islas del Archipiélago.Alojamiento en casas-chalés.- Hay una gran demanda de casas tipo chalé de distintos tamaños. Si se pudieran construir casas de calidad, se podría hospedar a muchísima más gente durante el invierno en la isla, puesto que a muchos enfermos les resulta muy agotadora la vida en un hotel masificado y perjudicial para su restablecimiento y preferirían, pues, vivir en una casa de huéspedes o en un chalé privado. Las mejores zonas para este tipo de construcción en la ciudad están cubiertas de casas de inferior calidad que, de comprarlas y llevar a cabo un buen plan de construcción, se obtendrían unas ganancias inestimables (los edificios nuevos están dando de un 15 a un 20 por 100 sobre la inversión), además de mejorar muchísimo la ciudad como recurso para los enfermos, para los que, por su inigualable clima, el lugar será cada vez más atractivo.Clima.-El clima de las islas, que tanto ha beneficiado a muchos enfermos que han llegado a tiempo de sacar provecho del mismo, se está apreciando cada vez más. Pero es una lástima que no se haga suficiente hincapié sobre el tema de que el clima veraniego de este lugar en especial es magnífico; de-bido a los vientos alisios del Noroeste, que soplan constantemente, pero sin tormentas ni vendavales, excepto en los lugares protegidos de la parte sur de la isla, el clima es de lo más placentero y tonificante.Son muy pocos los casos en que las curas no han surtido efecto a los enfermos que han permanecido dos inviernos y que, posteriormente, han sido trasla-dados a las tierras altas del interior en los meses de verano”.

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En suma, era tal el desarrollo de la actividad del turismo de salud y sus efectos sobre la vida social y material de la ciudad, que los habitantes más conscientes y preparados comenzaban a comprender que se hacía necesario dar un salto adelante e ir hacia la transformación de esta población en una estación de invierno además de salud, de recreo y ocio tanto para un turis-mo terapéutico como para uno de recreo o placer:

“LAS PALMAS, ESTACIÓN DE INVIERNO. Hace pocos días indi-cábamos en un suelto la necesidad, por todos reconocida, de hacer grata la estancia entre nosotros a la colonia extranjera, ya tan numerosa. Conviene insistir sobre este punto, digno de consideración y estudio.Nuestro clima sin igual atrae a los extranjeros, que afluyen cada año en mayor número buscando alivio a sus dolencias o simplemente reposo; pero el clima sólo no basta para retenerles aquí. No encuentran nada de cuanto con abundancia les ofrecen otras estaciones de invierno: vense obligados a vivir en la reclusión de los hoteles, al cabo fastidiosa, como no empleen sus ocios en excursiones campestres.Tal género de vida, bueno para ser llevado durante un tiempo breve, acaba por hacerse insoportable a nuestros huéspedes, acostumbrados en su mayor parte a los placeres y atractivos múltiples de la existencia en los centros po-pulosos de Europa. Es indudable que acortan por esta causa su permanencia en nuestra tierra y debe tenerse por seguro que, de vuelta la suya, no darán los mejores informes acerca de como se vive en Gran Canaria: dirán que transcurren aquí enteros los meses invernales sin que la sociedad se reúna, sin que se den bailes, conciertos ni ningún otro género de espectáculos, sin que se presenten ocasiones ni facilidades para distraerse cultamente.Dirán que no hay en Las Palmas sociedades o círculos donde se encuentre el movimiento social, como existen aún en ciudades de menos importancia que la nuestra; dirán que todo se reduce a unos paseos dominicales en los jardines de la Alameda, cuyos paseos precisamente terminan cuando ellos, los extranjeros, llegan y que después el retraimiento y la soledad reinan casi sin interrupción, y la gente se pasa las horas ociosas bostezando, sin saber como sacudir el fastidio.Esto dirán, y esto es la verdad, como bien nos consta a todos. Intelectual y socialmente considerada Las Palmas se encuentra bajo cero: la apatía pro-pia de nuestro carácter ha impedido hasta ahora crear ni para nosotros ni para los de afuera los elementos de ornato urbano y de cultura que tanto se echan de menos. Vivimos como en una aldea grande, de puertas aden-tro, vegetando, expiándonos, destrozándonos en las porfías mezquinas de nuestra política local, sin aspirar a nada, sin mirar hacia ninguna parte,

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sin comprender siquiera donde están nuestros verdaderos intereses y donde, por tanto, conviene aplicar nuestras fuerzas.[...]Por patriotismo, pues, ya que no por consideraciones de otro orden menos elevado, dotemos a nuestro país de los elementos de vida que hoy no posee, realizando algo de lo que se está llevando a cabo en Málaga, población pa-recida a Las Palmas por las condiciones de su clima y por aspirar a ser una concurrida estación de invierno”.(En Diario de Las Palmas, 23/11/1895, Las Palmas de Gran Canaria).

En el quinquenio que siguió hasta 1900, a los alojamientos para turistas que ya existían en Las Palmas se les sumaron otros tres: el Hotel and Boar-ding House La Esperanza en Tafira-Monte y la fonda El Rayo en el puerto de La Luz, ambos en 1897, y al año siguiente el Hotel Santa Brígida, nueva gran construcción hotelera establecida con vistas hacia las extensiones de viñedos en el Monte Coello (municipio de Santa Brígida) a 10 kilómetros de distancia de Las Palmas y a unos 550 m. sobre el nivel del mar, en la carretera al centro de la isla. Dirigido por su propietario el muy popular y poliglota suizo nacionalizado español Mr. Alaricus Delmar, gran hostelero y animador del turismo en Gran Canaria. Éste último hotel vino a ser uno de los tres más importantes con que contó Gran Canaria para el turismo, junto al Santa Catalina y al Metropole. Construido nuevo en edificio de tres plantas con una factura característica de hotel inglés de montaña con tejados cruzados, balconadas y galerías abiertas orientadas al sur y con todo lujo y confort. Fue el alojamiento típico de alta calidad en localidad de montaña con sus posibilidades de paseos y excursiones, esmerados trabajos en su cocina y con un verdadero jardín botánico formado por varias miles de plantas (la propaganda anunciaba que 5.000), todo ello constituía su gran atractivo.

Éste fue el último de los grandes hoteles edificados nuevos con capital británico para la explotación del negocio del turismo en la isla, junto a los dos anteriormente citados. De esta manera al comienzo del siglo XX la ciudad de Las Palmas hizo su andadura hasta la gran crisis de la Guerra Europea de 1914, en cuanto a alojamientos para turistas y viajeros, utilizan-do una mayoría de hoteles e instalaciones anexas pertenecientes a la época del último decenio del siglo XIX .

Debido al éxito de viajeros y visitantes que arribaban a Las Palmas a través del puerto de La Luz uno de los erigidos nuevo fue El Rayo, de capital español y establecido en la zona del Puerto en 1902, que aunque

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existía ya como fonda en otra casa desde 1897 cambió de sede y se trasladó a un recién terminado edificio de dos plantas ubicado en posición central en los jardines públicos delante del muelle de Santa Catalina (actual parque del mismo nombre), frente a la entrada a la ciudad llegando desde el citado muelle de desembarque de pasajeros.

Este hotel moderno aunque no de lujo, si bien se localizaba próximo a la playa de Las Canteras, no nació con preferencia para acoger clientes que lo usaran como residencia para darse baños de mar en esa playa, sino con vocación de servir alojamiento y comidas a los forasteros nacionales y extranjeros que tuvieran necesidad de relacionarse con el “mundo” del puerto o como alojamiento de contacto inicial con Las Palmas. Jugaba con la ventaja de ser hotel de recibimiento en la ciudad, pero generalmente los turistas y viajeros eran dirigidos por los intérpretes de los hoteles desde los barcos a los de la Vega de Santa Catalina o a los de Las Palmas, o llegaban ya con la intención de trasladarse directamente a Tafira o El Monte.

Entre tanto, la ciudad capital de la isla había ido dotándose en su mo-dernización con los adelantos de la construcción del puerto de refugio de La Luz (desde 1883), la comunicación con el exterior por cable telegráfi-co (1884), el abastecimiento municipal de agua potable a los caseríos del Puerto de La Luz (1887), del servicio de teléfono (1891), del teatro Tirso de Molina (1890), del tranvía a vapor entre el mercado de Las Palmas y el muelle de Santa Catalina primero (1890) y después hasta el “muelle gran-

Figura 2 - Gran Hotel Santa Catalina en Las Palmas inaugurado en 1890, del arquitecto James Marjoribancks Maclaren. Empleó un estilo que seguía evocaciones del famoso Royal Pavillon y sus jardines en Brighton, del afamado arquitecto John Nash (1826).

política local, sin aspirar a nada, sin mirar hacia ninguna parte, sin comprender siquiera donde están nuestros verdaderos intereses y donde, por tanto, conviene aplicar nuestras fuerzas.

[...]Por patriotismo, pues, ya que no por consideraciones de otro orden menos elevado, dotemos a nuestro país de los elementos de vida que hoy no posee, realizando algo de lo que se está llevando a cabo en Málaga, población parecida a Las Palmas por las condiciones de su clima y por aspirar a ser una concurrida estación de invierno”.(En Diario de Las Palmas, 23 de noviembre de 1895, editorial).

En el quinquenio que siguió hasta 1900, a los alojamientos para turistas que ya existían en Las Palmas se les sumaron otros tres: el hotel and Boarding La Es-peranza en Tafira-Monte y la fonda El Rayo en el puerto de La Luz, ambos en 1897, y al año siguiente el hotel Santa Brígida, construido sobre una extensión de viñedos en el Monte Coello (municipio de Santa Brígida) a 10 kilómetros de distancia de Las Palmas y a unos 500 m. sobre el nivel del mar, en la carretera al centro de la isla. Dirigido por su propietario el muy popular y poliglota suizo nacionalizado español Mr. Alaricus Delmar, gran hostelero y animador del tu-rismo en Gran Canaria. Éste último de los hoteles vino a ser uno de los tres más importantes con que contó Gran Canaria para el turismo, junto al Santa Catalina y al Metropole. Construido nuevo en edificio de cuatro plantas con una factura característica de hotel inglés con tejados cruzados y con todo lujo y confort. Fue el alojamiento típico de alta calidad en localidad de montaña con sus posibilida-des de paseos y excursiones, esmerados trabajos de su cocina y con un verdadero jardín botánico formado por varias miles de plantas (la propaganda anunciaba que 5.000), todo ello constituía su gran atractivo.

Éste fue el último de los grandes hoteles construidos nuevos con capital bri-tánico para la explotación del negocio del turismo en la isla, junto a los dos an-

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de” o dique rompeolas de La Luz, el servicio de alumbrado eléctrico para uso de alumbrado público como para consumo doméstico (1899), etc.

En la playa de Las Canteras a la vez que se iban instalando institu-ciones socio-sanitarias prioritariamente para cuidados de la salud como el Seamen’s Church Institute (1890), el Queen Victoria Hospital for Seamen (1891) o la casa-asilo San José del Dr. Apolinario construido en parte en 1895, se levantaron las primeras casas de recreo, casetas de madera sobre la arena para los cambios de ropa en los baños de mar, etc. que sirvieron para formar la primera colonia de estancia en los veraneos de esa playa por parte de la sociedad local. Las Canteras finisecular, aún semidespoblada, por lo general no era pisada nunca o casi nunca por el turista, ni tenía urbana-mente bien organizado su acceso cómodo, por lo tanto por muchos años todavía sería ignorada por la gran mayoría de aquellos. Véase por ejemplo que, sorprendentemente para nosotros hoy, en las ediciones de las Guías de S. Brown no se indicaba nada a cerca de la misma, ni como motivo de visita o disfrute, ni como posible excursión, ni como oportunidad para baños de mar (tal se comprueba en la edición número 11 de 1919).

2.4. Apogeo. Hacia una ciudad de invierno también de turismo de recreo

1900, fecha a posteriori de lo que fue y significó para España la guerra del 98 contra los Estados Unidos de América por su implicación en la guerra de la Independencia de Cuba, fue otro de los “años hito” en el estudio sobre el turismo de Las Palmas de Gran Canaria en su primera fase. A partir de aquí la tendencia fue de creciente apogeo en el turismo que nos llegaba y a la vez se fue exteriorizando un cambio en la naturaleza del turista que buscaba algo más que únicamente un alojamiento con confort para una estancia en este clima que le restableciera su salud mermada. Las guerras de Cuba y con Estados Unidos habían acabado; en Las Palmas por sus relacio-nes internacionales fáciles a través de su muy dinámico puerto se sintió la alegría de superar aquella crisis y estado social depresivo, lo que unido a las buenas expectativas del negocio del turismo empujó a algunos círculos a un ilusionamiento con la posibilidad de mejorar el modelo de turismo que aquí se tenía, a base de satisfacer una demanda de turistas preferentemente de salud. Las Palmas, ahora, con las oportunidades que le brindaba su especial medio geográfico natural, con la prosperidad económica que conocía en-tonces y con unos actores sociales que empezaban a concienciarse, optaría en los siguientes años por pensar y dar pasos para tratar de convertirse en ciudad con estación de invierno para turismo de salud y de recreo, preten-

teriormente citados. De esta manera al comienzo del siglo XX la ciudad de Las Palmas hizo su andadura hasta la gran crisis de la Guerra Europea de 1914, en cuanto a aloja-mientos para turistas y viajeros se refiere, utilizando los hoteles e instalaciones anexas pertenecientes a la época del último decenio del siglo XIX . Entre 1900 y 1918 apenas se estrenaron hoteles de nueva construcción a pesar de que entre 1900 y 1907 Las Palmas vivió su “época de oro” en cuanto a turismo, salvo el nuevo “El Rayo” de capital español y establecido en la zona del Puerto en 1902, el Victoria de Tafira que comenzó en 1908 y el Farghers de Las Canteras que parece abrió en 1918.

Debido al éxito de viajeros y visitantes que arribaban al puerto de La Luz el nuevo El Rayo, que ya existía como fonda en otra casa desde 1897, cambió de sede y se trasladó a un recién terminado edificio de dos plantas ubicado en posición central en los jardines públicos delante del muelle de Santa Catalina (actual parque del mismo nombre), frente a la entrada a la ciudad llegando desde el citado muelle de desembarque de pasajeros.

Este hotel moderno aunque no de lujo, si bien se localizaba próximo a la playa de Las Canteras, no nació con preferencia para acoger clientes que lo usaran como residencia por su interés en darse baños de mar en esa playa, sino con vocación de servir alojamiento y comidas a los forasteros nacionales y extranjeros que tuvieran necesidad de relacionarse con el “mundo” del puerto o como alojamiento de contacto inicial con Las Palmas. Juga-ba con la ventaja de ser hotel de recibimiento en la ciudad, pero generalmente los turistas y viajeros eran dirigidos desde los barcos por los intérpretes de los hoteles a los de la vega de Santa Catalina o a los de Las Palmas, o ya llegaban con la intención de trasladarse a Tafira o El Monte.

Entre tanto, la ciudad capital de la isla contaba ya en su modernización con los ade-lantos de la telegrafía sin hilo, del servicio de teléfono (1891), del teatro Tirso de Molina (1890), del tranvía a vapor entre el mercado de Las Palmas y el muelle de Santa Cata-lina primero (1890) y después hasta el “muelle grande” o dique rompeolas de La Luz, el servicio de alumbrado eléctrico para uso de alumbrado público como para consumo doméstico (1898), etc.

En la playa de Las Canteras a la vez que se iban instalando instituciones sanitarias con oferta de atención a cuidados de salud como el Seamenís Institute (1890), el Queen Victoria Hospital for Seamen (1891) o la casa-asilo San José del Dr. Apolinario cons-truido en parte en 1895, se levantaron las primeras casas de recreo, casetas de madera sobre la arena para los cambios de ropa en los baños de mar, etc. que sirvieron para for-mar la primera colonia de estancia en los veraneos de esa playa por parte de la sociedad local. Las Canteras finisecular, aún semidespoblada, por lo general no era pisada nunca o casi nunca por el turista, ni tenía urbanamente bien organizado su acceso cómodo, por lo tanto por muchos años todavía sería ignorada por la gran mayoría de aquellos. Véase

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diendo asemejarse a lo que era ya una Málaga, un San Sebastián, una Niza, o un Biarritz, por ejemplo y que en Las Palmas fueron tomados como pa-radigmas a emular en lo posible.

Los años de 1900 a 1907, durante la temporada invernal entre los meses de noviembre y diciembre a abril o mayo, fueron de llenos absolutos o casi en los alojamientos hoteleros, con un máximo en 1906. Con frecuencia la situación de overbooking se repitió en los hoteles ingleses teniéndose que buscar alternativas para los clientes sin cama.

Esa situación boyante en cuanto a arribadas de huéspedes lo fue también por el incremento constante de viajeros comerciales o industriales que lle-gaban a trabajar a la ciudad o al puerto, o de pasajeros de transito en barcos de paso que usaban el puerto de La Luz y que permanecían haciendo vida en tierra sólo unos pocos días. A consecuencia de ello entre los hoteles es-pañoles sí se dieron variaciones significativas. Así en los ocho años que de-nominamos período de apogeo (1900-1907) aparecieron unos seis negocios nuevos como hoteles: el Gran Canaria en la calle León y Castillo (1900), el Nacional en la calle S. Pedro de Triana (1901), La Montañesa en la calle Triana (1902), La Unión (1902) con la afamada pastelería La Madrileña también en la calle Triana (1905), La Marina junto al muelle Santa Catali-na (1904), el Inglaterra al inicio de la calle León y Castillo junto a la anti-gua portada de Triana (1905), el Madrid próximo a las plazas de Cairasco y de la Democracia (1905). Otros dos aparecieron a continuación, el Brithis Restaurant-Hotel en la calle Mendizabal en Vegueta y el Hotel Victoria en Tafira (1908). Y otros cambiaron de sede e hicieron reformas: el ya citado El Rayo en los jardines junto al muelle de Santa Catalina, el Colón pasó a la calle de Pérez Galdós o el París que se trasladó a la calle de León y Castillo. En la céntrica plaza de San Bernardo de Triana, al antiguo Hotel Inglés de Quiney le hicieron reformas y pasó a denominarse Continental (1902) y éste mismo fue vendido a Otto Netzer en 1907, lo que produjo la segregación del Hotel Inglés –el decano de los británicos en Las Palmas– que pasó a ocupar un edificio de tres plantas en la esquina de la calle Viera y Clavijo con la misma plaza.

Los años de 1906 y 1907 fueron años cimeros para el turismo en Las Palmas. Posiblemente el número máximo de extranjeros, en su mayoría bri-tánicos y alemanes, hospedados en los hoteles de Gran Canaria ya en la ciudad como en Tafira o El Monte, en condición de estancia de temporada o algo más corta, pudieron sumar alrededor de unos 3.000 o 3.500 para cada uno de esos dos años, estimación considerada como “pico anual” para toda la serie temporal del período que se estudia. A su vez en marzo S.M.

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Alfonso XIII, joven y aún soltero Rey de España, visitó con su séquito las Islas Canarias y esta ciudad. El vicecónsul británico en Las Palmas, Sr. Ya-nes, hacía la siguiente valoración en su informe sobre la situación de la isla para dicho año:

“Durante el año 1906 no ha habido ningún cambio de importancia en el comercio general de la isla de Gran Canaria, aunque por todas partes se aprecian síntomas inconfundibles de creciente prosperidad comercial y agrícola, siendo ésta quizás más evidente en las regiones del campo que en Las Palmas y el Puerto de La Luz.

[...]Tráfico marítimo. El Anexo 1 indica una ligera disminución del tráfico marítimo frente a 1905, que se puede deber a que durante una gran parte del año varios puertos sudamericanos han estado vendiendo carbón a pre-cios muy bajos debido a la competencia local. El descenso en vapores arri-bados se verificó principalmente en los de tipo irregular o volanderos; ello no obstante, se ha vendido más carbón que en 1905. El depósito de carbón de la empresa alemana Woermann Line en el Puerto de La Luz empezó a suministrar carbón a vapores en enero de 1906, y el aumento del tráfico marítimo alemán que arriba con regularidad puede explicar el aumento en los embarques de carbón.

Figura 3 - Metropole Hotel en Las Palmas, inaugurado en 1892. Fue bautizado con ese nombre por imitación del de Brighton inaugurado en julio de 1890. Por aquello años se extendió como moda en Europa ponerle dicho nombre a muchos nuevos hoteles de lujo en ciudades de turismo.

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Visitantes. Durante 1906 los visitantes británicos y alemanes a la isla fue-ron más numerosos que de costumbre; todos los hoteles disfrutaron de una temporada de invierno excepcionalmente buena y larga.Los caprichosos climas de Europa propician el que cada año haya un nú-mero creciente de buscadores de sol y de salud que visitan Gran Canaria todos los inviernos, y gran parte de la prosperidad que ahora se vive aquí se debe a estos visitantes y a las comodidades que ofrecen las navieras cuyos vapores arriban aquí.Esta fuente de riqueza y de ganancias en una comunidad no demasiado numerosa hasta ahora no ha sido ni fomentada ni desarrollada, y podrían hacerse muchas mejoras, así como proporcionar atracciones para los turistas que sumadas a las ventajas naturales y climáticas harían de la isla de Gran Canaria, efectuando una pequeña inversión, uno de los mejores centros de salud, para aquellos que no tengan inconveniente en viajar por mar unos cuantos días”.

Tres años antes el incisivo escritor y periodista Francisco González Díaz, en uno de sus habituales artículos sobre el Turismo y Gran Canaria, señalaba la constatación de que la naturaleza del turista que arribaba a Las Palmas estaba cambiando claramente y que el modelo de destino turístico de Las Palmas como estación de invierno sólo de salud estaba en vías de estancarse y agotarse:

“FIN DE TEMPORADA. Ha podido observare durante el curso de los últimos años un aumento notable en nuestra colonia de invierno que, ade-más, va mejorando mucho en calidad y significación.Hasta hace poco tiempo, componíase casi exclusivamente de familias acomo-dadas de la clase media inglesa. Venían a Canarias no solo por lo llamativo del inmejorable clima, sino también por la ventaja del vivir económico: eran burgueses ordenaditos y parsimoniosos que no pudiendo hacerse costosa invernada en las estaciones célebres donde el fausto se ostenta deslumbrador, tomaban filosóficamente el rumbo de las islas...Harto conocemos ese tipo de modesto turista británico, simpático en medio de su seriedad y su despreocupación, vestido siempre de campo, poseído de la fiebre del continuo movimiento. En el transcurso de los meses inverna-les, nos lo encontramos por donde quiera, y cuando desaparece con el bolso vacío, a pesar de su relativa moderación en el gasto, deja tras sí un reguero de esterlinas. Preguntádselo a fondistas, tartaneros, cambulloneros y demás prójimos que con él tienen relación y trato comercial.Pero el personal ha cambiado. Sin haber desaparecido la clase de inver-nante a quien cuadran las breves señas apuntadas, es la verdad que la inmigración extranjera tiende a seleccionarse. La última temporada, cuyo

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término se aproxima, quedará señalada por la presencia de personalidades de la belleza y del escándalo.Esto último no implica precisamente selección; pero ¿hemos de ser tan pu-ritanos, tan catonianos, que nos enfurruñemos para rechazar con mal hu-mor de moralistas predicadores esos elementos peligrosos? ¡Bah! No siendo posible su incorporación a nuestra sociedad el daño que ocasionen será poco menos que nulo. Lo importante es que gasten, que consuman, que derramen el oro manos llenas, que difundan por el mundo la buena fama de nuestro país para que tras ellos vengan en tropel los triunfadores de la riqueza, los relucientes Nawabs.Pasa el carro de la cortesana que deslumbra a la multitud con su hermosura majestuosa e insolente; pero sus ruedas no triturarán muchos corazones. Se mantiene en la incomunicación de las diosas, y solo se sabe que existe porque se entreve su perfil divino y porque de sus mano cae y corre el oro.Al hacerse humanas, demasiado humanas, gastan por valor de más de qui-nientos francos diarios. Este dato es suficiente para perdonarlas, primero y para adorarlas después.Lleguen los privilegiados de la fortuna, las potencias del lujo y del derroche y pensemos ya formalmente en hacerle grata la residencia, amable la hos-pitalidad.De ello hablaré en la segunda parte de este artículo”.(En Diario de Las Palmas, 15/4/1903, Las Palmas de Gran Canaria)

2.5. Cambio de ciclo, tendencia de caída en el turismo. No fue posible ser ciudad estación balnearia de playa

Los franceses Louis Proust (abogado y político) y Charles Joseph Pitard (botánico) hicieron un viaje de estudios a Canarias en 1905. De las posibi-lidades para el turismo de la ciudad de Las Palmas dejaron esta impresión:

“Hoy llegan a Las Palmas con tanta facilidad como antaño se iba a Niza o a Monte-Carlo, un lugar para quedarse en la costa Azul, gente achacosa y también los privilegiados de la fortuna, que no se asustan por unos días de navegación, se rinden a las Canarias y descienden con preferencia en Las Palmas, seguros de encontrar, no sólo una temperatura de una exquisita dulzura, sino además hoteles donde, a pesar de la moderación del precio, hay todo el confort europeo deseable.

Desde alta mar, el aspecto de Las Palmas es de lo más pintoresco. Las pri-meras casas están casi bañadas por el agua, hasta tal punto fueron edificadas cerca de la orilla, y las otras se escalonan en gradas sobre los flancos de la montaña. Todas poseen bellas azoteas, conservan su blancura primitiva.

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Algunas, sin embargo, están pintadas de colores vivos y alegres: el azul se asocia al blanco, el amarillo al rojo, el verde al violeta; pero, la masa blanca resalta sobre el color sombrío del suelo volcánico de la isla. Esta imponente masa de construcciones, está amenizada por una multitud de magníficas palmeras, que acaban de dar a esta ciudad su sello de exotismo. Señoreándo-la toda, la catedral, edificada en la parte alta, erige orgullosamente sus dos campanarios en forma de cúpula, de un aspecto elegante y severo a la vez.

[...]Continuando el paseo, se puede regresar, por la recién construida carretera que va del puerto de La Luz a Tamaraceite para unirse con la de Arucas, o simplemente recorriendo la magnífica playa de arena [la de Las Canteras], que se extiende al norte del istmo y que va del Roque Matavino al barran-co de San Lorenzo. Este sería, mediante algunos trabajos, uno de los más bellos emplazamientos balnearios que se pueda pensar. Durante más de dos kilómetros, se camina sobre una arena blanca y fina, que viene a bañar tranquilamente el mar, cuyo ímpetu está frenado por una barra de rocas, situada a unos 100 metros delante. Está abrigada al este, por los tres conos volcánicos de la Isleta, al oeste y al sur, por las dunas de arena que rodean Las Palmas”.(Proust, L. y Pitard, J. Les Îles Canaries. Description de l´archipel. 2 Vol. París. 1908. E. Guilmoto. Libraire des Sciences Naturalles Paul Klinck Sieck.. Traducción propia).

A partir de 1907 y 1908 la suerte comenzó a variar para Las Palmas como destino turístico. Principalmente a causa del aumento progresivo del costo de la vida en esta ciudad (comida, excursiones, gastos de turista, etc.), de la falta de mejoras, alicientes sociales y recreativos como renovados atractivos urbanos hacia el turista o extranjero, de dificultades económicas posiblemente entre los clientes británicos, etc., todo contribuyó a producir un retraimiento progresivo del numero de turistas que antes llegaban para la temporada de invierno, y a partir de ahora limitándose sólo a estancias de una semana o 10 días a lo máximo para posteriormente, a partir de 1912, una gran mayoría lo fueron del tipo de visitante por un día, entre la mañana y la tarde, por escala de sus buques de crucero en nuestro puerto, lo que les daba tiempo únicamente para una rápida visita por las calles de Las Palmas y hacer compras o una excursión hasta Santa Brígida y almuerzo en alguno de los hoteles ingleses en la ruta. Un cambio de ciclo con tendencia a la caída del número de turistas comenzó a manifestarse diafanamente en Las Palmas y la inquietud como la alarma aparecieron en el horizonte de los círculos afectados en la ciudad.

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El año de 1908 fue el triste año del incendio de Hotel Metropole, que lo dejó destruido en gran parte. El hotel británico puntero de Las Palmas en hospedaje, actividades e iniciativas en modernización del turismo en Gran Canaria, dinamizado por el holding económico del grupo Elder Dempster & Company, con su promotor principal a la cabeza el liverpuliano Sir Al-fred Lewis Jones, tuvo que cerrar las puertas. Al siguiente año pudo abrirlas para la temporada de invierno. Un repetido cierre y su reapertura hubo de efectuarse en 1911. Y, finalmente, para la temporada de invierno de 1913 se echó el cerrojo al negocio por falta de suficientes clientes contratados para hospedarse en el hotel. Al año sobrevino la Gran Guerra de Europa...

El vicecónsul británico en Las Palmas Mr. Peter Swanston escribió en su memoria del informe sobre el año 1908:

“El año 1908 ha sido de crisis general del comercio en la isla de Gran Canaria.

[...]En 1908 hubo un gran descenso del número de visitantes y los hoteles de toda la isla vivieron una temporada de invierno floja. Ello sólo se puede explicar por el hecho de que, a pesar de las ventajas naturales y climáticas, no se hace absolutamente nada para desarrollar la isla como balneario de salud y centro de vacaciones que proporcione atractivos a los turistas”.

Dos años antes, en el Informe Consular correspondiente a 1906 el cón-sul de Gran Bretaña en Canarias con sede en Santa Cruz de Tenerife, Mr Croker, decía respecto a los problemas de los extranjeros británicos en su estado de vida en las Islas:

“Coste de la vida. La caída del agio en oro también ha producido un au-mento considerable del coste de la vida. A pesar del mayor valor de la peseta no se ha realizado ningún tipo de rebaja en los alquileres de las casas, en los sueldos de los criados ni en el precio de productos locales. Muy al contrario, los precios de muchos de ellos han aumentado considerablemente y cierta-mente puede decirse otro tanto de los alquileres de las casas y los salarios de los empleados. E igual han hecho los importadores que, en vez de reducir el precio al por menor de los artículos importados, siguen calculando el agio en oro en torno al 40 por 100 cuando el índice del cierre del año fue de sólo 8,70 por 100, dando lugar con ello a un cambio total en las condiciones de vida. Las islas han pasado de ser un lugar relativamente barato para vivir a convertirse gradualmente durante los últimos años en un sitio excesiva-mente caro”.

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A raíz de este panorama en los años siguientes, entre 1909 y 1911, en Las Palmas por cuenta de las autoridades municipales y de sus fuerzas vivas loca-les se concibieron y emprendieron nuevas iniciativas que buscaban reanimar el lánguido negocio del turismo en la ciudad y en lo poco que afectaba a algunas localidades del interior de la isla. Así en 1909, con la alcaldía de Francisco Bethencourt Armas se creó una Comisión municipal de Fomento del Turismo dinamizada por el entusiasta concejal y prohombre de la ciudad D. Carlos Na-varro Ruiz; nació la Sociedad Fomento de Gran Canaria, fundada por elemen-tos destacados de la burguesía local para el impulso y desarrollo del turismo; también se estudió la posibilidad de una Gran Vía litoral sugerida por la Junta de Obras del Puerto de Las Palmas a través de su presidente D. Luis Vande-valle y Quintana (marqués de Guisla Ghiselin), a extenderse entre el muelle de Las Palmas y el puerto de La Luz hasta el muelle de Santa Catalina, y para que se destinara como vía de servicio y tráfico terrestre de las mercancías, con lo cual se permitiría descongestionar y reparar duraderamente la polvorienta carretera general de Las Palmas al Puerto.

En 1910 salió a la calle el Semanario Canarias Turista dirigido por el periodista y empresario Gustavo Navarro Nieto (vinculado al Club Náutico de Gran Canaria y al diario La Provincia); se constituyó la Junta de Turismo para “convertir esta ciudad en un gran centro de turismo mundial”; se inau-guró el tranvía eléctrico entre Las Palmas y El Puerto; el varias veces citado Francisco González Díaz publicó su espléndido libro Cultura y Turismo.

Y en 1911 el capitán de ingenieros D. Adolfo de San Martín, sometió a juicio del Ayuntamiento el ensanchar la población hacia el mar y la cons-trucción de una gran vía o paseo marítimo, que se preveía llamar de Reina Victoria, entre el muelle de San Telmo en la parte histórica de Las Palmas y el “castillo” de Santa Catalina junto a la playa de las Alcaravaneras.

Aún y con todo, la caída del turismo en Las Palmas fue imparable. No hizo falta que se nos cayera encima una guerra mundial, como se ha enten-dido tradicionalmente. En 1912 el modelo de destino turístico que se había conformado a partir de la inauguración del Hotel Santa Catalina, allá por 1890, estaba caduco y el turismo se marchaba de la isla. Las Palmas con sus 70.000 habitantes reales se tambaleaba en ese sector. Mucho se había hablado y escrito sobre la necesidad de un giro de timón en la oferta turística de la ciu-dad de Las Palmas para incrementar o retener a los turistas que nos visitaban en cada nueva temporada, pero la gran transformación nunca llegó.

“DE TURISMO. ¿Porqué han sido abandonados todos los proyectos que se concibieron para fomentar el turismo? ¿Porqué esa actividad y esa preocu-pación de sólo un día desaparecieron sin dejar rastro alguno?

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Ya sería hora de abordar este problema con el concurso de todos. No hay otro de mayor importancia en nuestro país, pues él nos proporcionaría medios permanentes de fundar y mantener una gran riqueza. Cansados estamos de decirlo, de probarlo; cansados también de presentar ejemplos y cifras, datos estadísticos é informaciones que demuestran cuan enormes provechos sacan de esa explotación otros pueblos quizás menos favorecidos que el nuestro por la naturaleza, pero más previsores y más emprendedores.Aquí, ¿que iniciativas hemos realizado para explotar debidamente ese ele-mento de prosperidad? Ninguna: no han de tomarse en cuenta las palabras, sino las obras. Y de turismo se ha hablado mucho en Las Palmas, quizá demasiado, pero nos hemos satisfecho con hablar, dejando que la palabrería se la llevara el viento.Mientras, en Santa Cruz de Tenerife laboran en favor de la atracción de forasteros con obras prácticas, y mientras, también, la concurrencia de turistas disminuye en Gran Canaria. De la nación y del extranjero nos llegan diariamente noticias que revelan el interés con que en todas partes se atiende a ese fin de progreso, engrandecimiento económico y cultural.En un artículo recientemente publicado en El Apóstol por nuestro antiguo compañero, fraternal amigo mió, Febles Mora, y reproducido por La Pro-vincia, se hace detallada historia del gran número de esfuerzos llevados a cabo en distintos puntos de la Península para beneficiar el espléndido filón del turismo, cantera copiosísima, mina inagotable. Se nos presenta, además, en ese artículo el contraste harto revelador entre la acción da Tenerife en ese sentido y nuestras increíbles omisiones y abstenciones.No ha muchos días decíamos que aquí hay una serie de problemas trascen-dentales, urgentes, que nos están solicitando y que nada tienen que ver con la política; problemas que se relacionen muy directamente con el porvenir de la isla, problemas que se nos imponen como objetivos de la actividad común. Uno de esos problemas, acaso el primero, es el que nos dicta estos renglones.Abandonarlo equivale a abandonar lo que más nos interesa.No ha faltado propaganda en pro del turismo, como no ha faltado en pro de la repoblación forestal, ni de otros asuntos primordiales, cuya trascendencia y carácter perentorio se reconocen unánimemente. Lo que ha faltado, lo que falta, es energía y perseverancia para abordarlos, para resolverlos de una vez.[...]

No durmamos más. Despertemos ¿Qué piensa de los que duermen el des-pierto, culto, entusiasta y caballeroso comandante Peñuelas, presidente de Cultura y Turismo?”. Francisco González Díaz(En Diario de Las Palmas, 9/8/1912, Las Palmas de Gran Canaria)

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Todavía con más decepción fue recibida la nueva temporada de invierno en noviembre de 1912. Entonces el Diario de Las Palmas en una nota pu-blicada el día 4 del citado mes, resumía la situación así:

“POR EL TURISMO ¿HASTA CUÁNDO?. [...] Los turistas nos aban-donan; los hoteles se cierran; la colonia extranjera se va para no volver. Esta es hoy la realidad tristísima, de la que no debemos culpar más que a nosotros mismos; a nosotros, que nos empeñamos en cerrarnos el camino del porvenir.El buen clima no basta. En esta población desprovista de atractivos, en esta nuestra existencia social tediosa e insulsa, los extranjeros se aburren soberanamente. Añádase los defectuosos medios de comunicación interior, el pésimo estado de las carreteras, sobre todo de la del Puerto, que aísla y ahuyenta a nuestros escasos visitantes, y se comprenderá por qué este año no vienen turistas.En vez de efectuar un reclamo ingenioso, continuo, y desenvolver méto-dos de atracción, hemos mantenido una actitud de indiferencia frente al negocio del turismo, sin que nos moviera y estimulara ni aun el ejemplo de lo que hacen otros pueblos cercanos, más activos que el nuestro, y más emprendedores.Mientras aquí carecen de todo valor el tiempo y la experiencia, en Tenerife trabajan con ahínco para beneficiar el tesoro del turismo cosmopolita. Y mientras allá se labora por la cultura y por el engrandecimiento preparando reformas, transformando las condiciones de la vida, llamando y halagan-do a los viajeros, aquí ¡contraste doloroso! los turistas nos abandonan; los hoteles se cierran...Vivimos el minuto que pasa, sin aspiraciones, sin perspectivas; vale decir que realmente no vivimos. En lo que toca al orden de adelantos que nos ocupa, todo está igual, parece que fue ayer... ¿Hasta cuándo?”.

En 1913 la coyuntura económica de la isla conoció un año de conside-rable prosperidad, el comercio y las industrias habían obtenido muy buenos resultados respecto a los últimos años. Así las exportaciones de produc-tos agrícolas, plátanos, tomates y papas principalmente, habían aumentado notablemente y los precios alcanzados en los mercados de Europa fueron muy buenos, mucho mejor que en 1912, de forma que los propietarios y la población de las zonas agrícolas de la isla se beneficiaron de esa gran bo-nanza. El mismo tráfico de barcos por el puerto de La Luz en Las Palmas aumentó en aproximadamente unas 1.000.000 toneladas más respecto al año anterior, por todo lo cual decía el vicecónsul Swanston “el comercio de

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la isla vive una situación sumamente satisfactoria”. Sin embargo respecto a la valoración que hacía del estado del turismo se dolía en estos términos:

“Visitantes. Es de lamentar que no se pueda hacer algo para hacer la isla más atractiva a los visitantes. Hace solo unos años hubo muchos turistas que pasaron aquí la mayor parte del invierno al sol; sin embargo, los hoteles ahora rara vez están llenos, y en todo caso, por un período muy corto.Ahora la mayor parte de los que nos visitan son turistas que sólo se quedan una semana o 10 días, y se vuelven en el siguiente vapor de la línea con la que han viajado.La falta de diversiones y el mal estado de las carreteras, especialmente la que va del Puerto a Las Palmas, son algunas de las causas de este estado de cosas”.

En medio de tal panorama una zona de extensión de la ciudad de Las Pal-mas en la separada playa de Las Canteras, durante los diez primeros años del siglo XX, sí había comenzado a tomar forma como espacio en vías de coloni-zación urbana por construcciones residenciales de recreo y populares cada vez más abundantes y por los intentos de urbanizar el borde de la playa con un paseo peatonal, que terminase por darle definitiva categoría de “playa dentro de la ciudad”. Desde la década anterior la playa era ya lugar de residencia para familias de la burguesía de Las Palmas que la usaban como localidad de vera-neo entre julio y septiembre. La zona llevaba tal ritmo de ocupación que hasta el Ayuntamiento en 1901 hablaba ya de “nueva barriada en la playa de Las Canteras”. Así, en 1904 el segundo arquitecto municipal Fernando Navarro presentó un estudio preliminar de posible proyecto de paseo sobre la playa y para el que incluso se acordó solicitar autorización al Gobierno para el deslinde de la zona marítima terrestre que sería afectada, pero no tuvo continuidad esa iniciativa por entonces. Sí aparecieron más casas de recreo y casetas de madera para cambios de ropa en los baños de mar, se hicieron muros de contención hacia la playa y hasta en 1913 fue aprobado el primer proyecto de hotel para tu-ristas y veraneantes en Las Canteras, clientes que buscasen disfrutar de la playa, del baño de mar y de las bellezas de esa costa. Fue elaborado por el arquitecto Fernando Navarro, a ubicarse en la parte central y más prestigiada socialmente de la playa. Debió construirse en los años de la Guerra Mundial y se inaugu-ró en 1918. Aún con todo Las Canteras seguía siendo la mejor playa de Las Palmas, muy bella y atractiva, pero lejana para los habitantes de la ciudad, mal comunicada y con algunos problemas de seguridad ciudadana, no era todavía ni de lejos un foco de centralidad urbana como actualmente lo es.

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Llegó julio de 1914 y Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, des-atándose la tragedia en Europa con la extensión de la primera guerra mun-dial de la historia. El turismo desapareció de Las Palmas y a los meses, en 1915, echaron el cierre dos hoteles más el Santa Catalina como ya lo había hecho antes el Metropole (en 1913) y el Santa Brígida, posteriormente a inicios de 1918 el Bella Vista. De los hoteles ingleses sólo sobrevivieron abiertos los de la plaza de San Bernardo, el Continental de Otto Netzer y el Inglés de Charles B. Quiney. Los hoteles españoles, mal que bien, con-tinuaron abiertos.

El peligro extremo de que los barcos pudieran ser atacados durante sus travesías en operaciones de guerra, ocasionadas por el conflicto entre las potencias internacionales, y muy particularmente la inseguridad a la que se exponían los buques británicos ante los submarinos alemanes que pulula-ban por las aguas atlánticas, ahuyentaron a gran parte del tráfico que nos visitaba antes de 1914. El puerto de La Luz en su tráfico decayó conside-rablemente. La calamidad se extendió en la vida de Las Palmas en muchos aspectos.

Una vez firmado el armisticio de Rethondes por el gobierno de la nueva República alemana –el 11 de noviembre de 1918– llegó la paz. A las dos semana y días, el 29 de noviembre de 1918, el Diario de Las Palmas publi-caba en una de sus páginas la siguiente gran noticia:

“De esta tarde a mañana como hemos dicho, llegará a este puerto el vapor inglés Andorinha de la compañía de Yeoward con un cargamento de mer-cancías para esta plaza. Es el primer vapor inglés que reanuda el comercio desde hace dos años, y viene de nuevo a dar salida a nuestros frutos. Con este motivo se preparan aquí actos de regocijo.Se anunciará con cohetes y repiques desde que el buque sea avistado. Varios remolcadores saldrán fuera del puerto para darle escolta. El tranvía estará a disposición del público por que nada habrá que pagarse. El comercio tam-bién cerrará, en mayor parte.Las autoridades y comisiones pasarán a bordo a saludar al capitán. En el jardín de Santa Catalina del Puerto habrá paseo con música. En el Hotel Quiney se dará un banquete al capitán y oficiales del buque y en el Círcu-lo Mercantil se prepara un champagne para la tripulación. El muelle de Santa Catalina se está engalanando.–En el Club Náutico habrá reunión, y a bordo del Andorinha serán obse-quiadas las autoridades.Todo cuanto se haga para festejar este hecho que significa la vida par a el puerto, la agricultura y el comercio, nos parece justificadísimo”.

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2.6. El turismo después de la Gran Guerra

“LLEGA LA INGLESA BONITA. En un coche de turistas, en medio de seis cotorras de distintas edades, ha pasado por la ciudad una inglesa bonita. La inglesa bonita de antes de la guerra. Esa inglesa que es siempre la misma, la eterna miss, graciosa y linda, de los periódicos de modas, esa mujercita encantadora que en las revistas ilustradas aparece siempre como hija de un ministro, de un general o de un Lord inglés.La inglesita ha pasado sonriente junto a aquellas caras arrugadas de sus compañeras que miraban al través de unos lentes de sufragistas entre cu-riosas y molestas, el sol del Atlántico sobre el mar. La inglesa llevaba un cesto de naranjas, en la falda. Ha leído, contenta, palmoteando casi, los anuncios de los bancos y de las Casas consignatarias británicas. Aquellos letreros que son como compatriotas suyos, simpáticos, a los cuales saludaba con una mirada alegre y feliz.Empiezan a llegar ingleses. Los barcos que vienen y van a la costa occiden-tal del África traen unos cuantos tipos que son nuestros huéspedes unos días. Hasta hace poco tiempo sólo eran señores respetables y enrojecidos, damas feas y raras y alguna que otra miss Harriet extraviada, que pasea a la ori-lla del mar su grotesca melancolía. Pero hoy, la inglesa bonita ha cambiado de golpe el espectáculo de los viajeros. Los ojos azules, los cabellos de lino, la risa y el cesto de las naranjas que llevaba abrazado como si fuera un baby han sido como la nueva alegoría del nuevo abril.La inglesita ha pasado... En las tiendas de los indios entró con su risa y sus naranjas y volvió a salir con un chal de plata sobre los hombros, más luminosa y más alegre.Se ha bañado de sol, como si no lo hubiera visto nunca, como si se lo quisiera llevar escondido para los días de Londres, y sacarlo allá de improviso, sobre la gran ciudad, y arrojarlo entre la multitud desconcertada. Y reírse ella, después, desde una ventana, como se ríe ahora locamente, en medio de las grises cotorras que la acompañan, graves.La inglesita ha pasado. No ha hecho más que pasar. Ha estado con el sol de la mañana y se volvió a marchar a su barco cuando la tarde avanzo. La ciudad quedose silenciosa y aburrida. La inglesa bonita no pudo quedarse. Los hoteles ingleses no se han abierto todavía y es seguro que cuando se abran de nuevo, ya esta inglesita no tendrá ganas de salir de su niebla. Está bien el sol -pensará allá tranquila-, está bien el sol, después de todo, pero para verlo un rato nada más, como se ve el oriente antiguo, curiosos y sorprendidos. El sol dirá - la inglesita a sus amigas en la hora del té -, el sol es muy bonito, como una laca china. Yo he visto el sol atlántico. Es así: el mar y sobre el mar, como una lluvia luminosa, el sol”.Alonso Quesada.(En La Publicidad, 29/5/1919, Barcelona).

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En Las Palmas de Gran Canaria, tras la contienda mundial, los hoteles ingleses tardaron en volver a recibir huéspedes. Algunos durante años sólo abrieron puntualmente para celebraciones de banquetes, bailes o Tea Dan-zants. Varios de ellos cambiaron de dueño.

De lo que ocurrió el cuadro que hemos podido componer da idea de ello. Para el verano de 1918 el nuevo Hotel Fargas (españolización de Farghers), recién estrenado al pie de las arenas de la playa de Las Canteras, alojaba huéspedes y veraneantes, a partir de 1924 pasó a llamarse Hotel Towers. Mientras el Metropole volvió a recibir huéspedes en la temporada de 1921, en cambio el Santa Catalina no se abrió para explotación de alojamientos de viajeros y turistas hasta 1950. Estos todos en Las Palmas.

En la localidad de El Monte el Bella Vista nunca volvió a abrir como hotel y en 1919 la Compañía de Jesús lo arrendó en alquiler, para posterior-mente adquirirlo. El Santa Brígida desde 1920 volvió a ser utilizado para banquetes y bailes y a partir de 1925 comenzó a acoger huéspedes.

Ahora, en la nueva época, buena parte de los clientes que escogían alo-jarse en estos hoteles (los que quince años antes recibían extranjeros en estancia de temporada de invierno para mejora de sus estados de salud o en viaje de distracción y recreo) eran habitantes isleños adinerados que alqui-laban habitación en alojamiento para pasar “lunas de miel” tras sus bodas, o para restablecer sus debilitados estados de salud o para regalarse unas semanas de veraneo.

Lejos quedaron aquellos años de los inicios y primer desarrollo del turismo por motivo de salud y de recreo o de las visitas de personajes de prestigio a Las Palmas de Gran Canaria por razones profesionales o por placer. En los hote-les y calles de esta ciudad se pasearon y fueron contempladas personalidades relevantes de la Europa de aquella época, ya de la ciencia como de la empresa, del arte, el periodismo, las armas o de la aristocracia y la realeza. Científicos como el antropólogo francés René Verneau, el vizconde Amaury de Ghellincr d’Elseghem-Vaernewyck (presidente de la Académie royale d’archéologie de Belgique), el botánico Charles Joseph Pitard, el patólogo Sir Rubert Boyce (Dean of School of Tropical Medicine de Liverpool); o escritores como el belga Jules Leclercq, el matrimonio inglés de Olivia y John Stone, Charles Edwards, Eduard Dolhowsky, Guillermo Belmonte y Müller poeta cordobés, el abogado y político francés Louis Proust, la escritora inglesa Mrs. Margaret d’Este, las hermanas Florence (escritora) y Elle (ilustradora) du Cane, Miguel de Una-muno, Salvador Rueda, o músico como Camile Saint Saëns, arquitecto como Mariano Belmás Estrada; periodistas como Isaac Latimer director de The Wes-

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tern Daily Mercury de Plymouth, el belga Léon Dommartin con su seudónimo literario de Jean d’Ardenne y a la vez redactor jefe de La Chronique de Bruse-las, José Ortega Munilla director de El Imparcial de Madrid, John R. Raphael redactor jefe del The African World de Liverpool; o militares y altos cargos en colonias británicas como el explorador Richard Francis Burton, el coronel Al-fred Burton Ellis, el mayor general Sir Francis Scott, el exgobernador de la colonia inglesa de Lagos Sir Gilbert Carter, el almirante inglés J.B. Sulivan, el general Strickland, el vice-almirante de la Armada británica Sir Francis Powell, el comandante Panfait Hector Goéz y Pitar de la fragata escuela francesa Mel-pómene, el Dr. Enrico Stassano aventurero y explorador en África al servi-cio de Italia; o figuras de la aristocracia y la realeza como el príncipe Enrique de Borbón, el príncipe Enrique Mauricio de Battemberg (hijo del futuro rey de Inglaterra Eduardo VII y padre de la esposa de Alfonso XIII Dª Victoria Eugenia de Battemberg), el príncipe Christian Víctor de Schleswig-Holstein nieto de la reina Victoria de Inglaterra é hijo del Príncipe Christian de Dina-marca, el rey de Bélgica Leopoldo II, el duque Juan Alberto de Mecklamburgo Schwerin y su esposa la princesa Isabel de Sajonia-Weimar, el príncipe polaco Alexis de Cretchet, el príncipe Alberto I de Mónaco, la infanta D.ª Eulalia de Borbón (hija de la reina de España Isabel II), el rey de España Alfonso XIII y el infante D. Fernando de Baviera y Borbón con su esposa la infanta D.ª María Teresa, el príncipe Leopoldo de Battenberg hijo menor de la princesa Beatriz de Sajonia-Coburgo-Gotha y nieto de la reina Victoria de Inglaterra, el conde de Frankenberg, etc. Ministros, empresarios, millonarios...

Aquél turismo anterior a la Gran Guerra definitivamente pasó a la his-toria y no sólo en el caso de Las Palmas de Gran Canaria.

Bibliografía

Boyer, Marc. » L’invention du tourisme. Découvert Gallimard, Art de Vivre. 1996.Cruz Caballero, Antonio. » El siglo de turismo de Gran Canaria (1900-2000). Fundación Canaria Mafre-Guanarteme. 2001.González Cruz, María Isabel. » La convivencia anglocanaria: Estudio sociocultural y lingüístico (1880-1914). Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria. 1995.González Díaz, Francisco. » Cultura y Turismo. Edición y estudio preliminar, José Manuel Marrero Henríquez. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria. 2007.González Lemus, Nicolás y Miranda Bejarano, Pedro G. » El turismo en la histo-ria de Canarias. Viajeros y turistas desde la antigüedad hasta nuestros días. Nivaria Ediciones. Canarias. 2002.

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Recibido: 05.03.2009Aceptado: 10.06.2009