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Di Gregori, Mara Cristina; Rueda, Leopoldo;
Mattarollo, Livio (coords.)
El conocimiento como prctica:
Investigacin,valoracin, cienciay difusin
CITA SUGERIDA:
Di Gregori, M.C., Rueda, L., Mattarollo, L., coords. (2014). El conocimiento como
prctica: Investigacin, valoracin, ciencia y difusin [en lnea]. La Plata : Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin. En
Memoria Acadmica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.360/pm.360.pdf
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/ -
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Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin
Universidad Nacional de La Plata
2014
El conocimiento como prctica.Investigacin, valoracin, ciencia y difusin.
Mara Cristina Di GregoriLeopoldo RuedaLivio Mattarollo
coordinadores
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Esta publicacin ha sido sometida a evaluacin interna y externa orga-
nizada por la Secretara de Investigacin de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata.
Diseo: D.C.V. Federico Banzato
Arte de tapa: Chantal Paula RosengurtCorreccin de estilos: Alicia Lorenzo
Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina
2014 Universidad Nacional de La Plata
Estudios/Investigaciones 48
Fecha de catalogacin: 29/05/2014
Licencia Creative Commons 2.5 a menos que se indique lo contrario
El conocimiento como prctica. Investigacin, valoracin, ciencia y difu-sin / Mara Cristina Di Gregori ... [et.al.] ; coordinado por Mara Cristina DiGregori ; Leopoldo Rueda ; Livio Mattarollo. - 1a ed. - La Plata : UniversidadNacional de
La Plata, 2014.E-Book.
ISBN 978-950-34-1101-8
1. Filosofa del Conocimiento . I. Di Gregori, Mara Cristina II. Di Gregori,Mara Cristina, coord. III. Rueda, Leopoldo, coord. IV. Mattarollo, Livio, coord.
CDD 121
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Universidad Nacional de La PlataFacultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin
Decano
Dr. Anbal Viguera
Vicedecano
Dr. Mauricio Chama
Secretaria de Asuntos Acadmicos
Prof. Ana Julia Ramrez
Secretario de Posgrado
Dr. Fabio Espsito
Secretaria de Investigacin
Dra. Susana Ortale
Secretario de Extensin Universitaria
Mg. Jernimo Pinedo
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NDICE
Prlogo ...................................................................................................... 7
Introduccin ............................................................................................. 11
PRIMERA PARTE
La pregunta por los lmites de la ciencia
Alfredo Marcos .......................................................................................... 31
Creencia pragmtica. Justicacin y valores epistmicos
segn el pragmatismo clsico
Evelyn Vargas .............................................................................................. 56
El problema de la reexividad de los estudios de la ciencia:
una perspectiva deweyana
Federico E. Lpez ....................................................................................... 70
Enseanza de las ciencias naturales: de los productos
a las prcticas
Hernn Miguel.......................................................................................... 90
Experiencia e Inteligencia: la relacin medios-nes en la losofa
de la educacin de John Dewey
Horacio Hctor Mercau ............................................................................ 118
El boicot a Elsevier y sus implicaciones respecto del acceso
a las publicaciones cientcasMiguel Fuentes ...........................................................................................137
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Hacia una losofa poltica del conocimiento cientco
Ricardo J. Gmez ..................................................................................... 149
Dimensiones colectivas del conocimiento en la Modernidad
Silvia Manzo ..............................................................................................169
Filosofa del conocimiento y racionalidad: Lacey vs. Douglas
en torno al ideal de ciencia libre de valores
Victoria Paz Snchez Garca .................................................................... 184
Compreenso e Signicado
Wagner de Campos Sanz ........................................................................... 198
O signicado do Autoconhecimento e RacionalidadeWaldomiro J. Silva Filho ........................................................................ 208
SEGUNDA PARTE
Conocimiento simblico de Leibniz a Husserl
Jairo J. da Silva, Abel Lassalle Casanave, Javier Legris,
Oscar M. Esquisabel .............................................................................. 234
Los autores ............................................................................................... 264
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Prlogo
Los trabajos que rene este volumen son algunos de los que, en su ver-
sin preliminar, fueran ledos en el contexto del III Coloquio Internacional
de Filosofa del Conocimiento. Este Coloquio continu los realizados en
2008 y 2010, y se desarroll en agosto de 2012 en la Facultad de Humani-
dades y Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata
(FaHCE-UNLP).
Auspiciados en todos los casos por el Departamento de Filosofa, el
Doctorado en Filosofa y el Instituto de Investigaciones en Humanidades y
Ciencias Sociales (IdIHCS-UNLP-Conicet), los Coloquios tuvieron como
precedente y promotor al Proyecto de Investigacin radicado en el mbito del
Programa Nacional de Incentivos tituladoDe la experiencia al arte, la cien-cia y la democracia. Acerca del pragmatismo y su incidencia en la losofa
reciente (H454), dirigido por la Dra. Mara Cristina Di Gregori y codirigido
por la Dra. Evelyn Vargas y la Profesora Cecilia Duran. En la versin realiza-
da en 2012 cont adems con el auspicio y la participacin de los miembros
del Proyecto acreditado en el marco de un convenio de cooperacin interna-
cional, (CAFP BA 042-12, CAPES-SPU), radicado en el Doctorado en Filo-
sofa de la FaHCE-UNLP y en las Universidades de Salvador de Baha, Santa
Mara y Gois, de la vecina Repblica de Brasil.
La actividad se pens desde sus comienzos como un mbito en el que de
un modo prioritario, aunque no excluyente, se pusieran en discusin cuestio-
nes relativas al conocimiento humano, incluyendo el conocimiento cientco,
entendido en trminos de accin, depraxis.
Resulta casi ocioso recordar que estas cuestiones son de antigua data en
la tradicin losca. La concepcin prctica de la razn y del conocimiento
registra honorables antecedentes en el marco de la losofa aristotlica y tam-bin en la tradicin kantiana, sin negar sus profundas diferencias.
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En el decurso de la losofa contempornea se hizo visible que la pers-
pectiva ligada a la idea del conocimiento comopraxisha ido ocupando un
lugar de creciente inters en el anlisis losco del conocimiento y de la
losofa de la ciencia. En esta suerte de resurgir temtico durante el sigloXX, la tradicin pragmatista clsica y el neo-pragmatismo contemporneo
han aportado y an tienen mucho para decir al respecto. No menos corres-
ponde decir de la tradicin frankfurtiana, la prolca herencia de la obra de
Wittgenstein, la denominada nueva losofa de la ciencia -en particular de
Kuhn en adelante-, la sociologa del conocimiento, los estudios de ciencia,
tecnologa y sociedad, los relativos a la denominada tecnociencia, etc., tradi-
ciones o corrientes de pensamiento que en la actualidad interactan, debaten,
se diferencian o se complementan. El lector podr reconocer en los trabajosque integran el volumen algunos de dichos debates, crticas y novedosas pers-
pectivas. Baste por ahora mencionar que en ellos se discute el inters por la
indagacin del conocimiento en trminos de accin individual y colectiva,
su vinculacin con la idea de que la ciencia es tambin accin y lenguaje,
la reexin sobre su carcter situado y valorativo en diversas direcciones y
perspectivas, el lugar de la metfora y lo que se ha dado en llamar el valor de
las emociones en ciencia, el creciente reconocimiento del valor de la difusiny comunicacin del conocimiento, nuevos marcos tericos para la educacin
en ciencia.
Queda claro que la agenda de los Coloquios se ha ido ampliando desde
la primera a la tercera versin de los mismos, y se ha ido abriendo a una
multiplicidad de enfoques. Parte de la rica espesura lograda en los debates
generados armoniza con las palabras de Alfredo Marcos cuando dice,
De hecho se est produciendo una profunda transformacin en la re-
exin losca sobre la ciencia. Se est dando una ampliacin de la
misma en cuanto a los contextos tratados y en cuanto a las tradiciones
loscas en las que se apoya. Ya no se trata slo el contexto de justi-
cacin, sino tambin el contexto de descubrimiento, el de enseanza
y comunicacin de la ciencia, el de aplicacin Ya no se estudian
slo cuestiones lgico-lingsticas, sino tambin cuestiones de tipo
tico, poltico, ontolgico, epistemolgico, incluso relacionadas conla potica de las teoras (Conferencia indita, I Coloquio Internacio-
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nal de Filosofa del Conocimiento, FaHCE, UNLP. Mayo de 2008)
Nos resta agradecer la valiosa presencia y colaboracin del querido cole-
ga y amigo, Alfredo Marcos, de la Universidad de Valladolid, quien compar-ti la idea desde el inicio y colabor en la organizacin de los eventos. Tam-
bin a colegas que nos acompaan desde hace mucho tiempo y han estado
presentes en nuestros encuentros en La Plata: Len Oliv (IIF-UNAM), Ana
Rosa Prez Ransanz (IIF-UNAM) y Ricardo Gmez (Universidad Estatal de
Los ngeles-California) genuino maestro de muchas generaciones de l-
sofos platenses y no platenses, querido amigo que nos sigue acompaando
y brindando su generosidad para nosotros y para las jvenes generaciones
de nuestra Universidad. Asimismo agradecemos a Oscar Esquisabel, HernnMiguel, Miguel Fuentes, Griselda Gaiada, Javier Legris, Abel Lassalle y Jos
Crisstomo de Souza. Junto a ellos, nuestra gratitud para con los colegas
brasileos que nos acompaaron en la tercera versin del Coloquio: Walter
Sanz, Waldomiro de Silva Filho y Jairo da Silva.
Nuestro agradecimiento a colegas especialistas en disciplinas no los-
cas que nos ofrecieron sus aportes, interesados en reconocer con nosotros los
puntos de cruce de nuestras inquietudes y especicidades; todo ello para unamejor comprensin del conocimiento en general y de la actividad cientca
en particular, en un mundo de cambios que requiere y espera aportes de la
losofa en dilogo, comprometidos con el orecimiento de la vida humana.
Gracias entonces a Jorge Franchi, Paula Porta, Jos Cccaro, Jos Luis de
Diego, Anbal Viguera, Pablo Kreimer y Carlos Giordano, entre otros.
Nuestra gratitud a amigos y colegas con quienes compartimos el trabajo
diario, en algunos casos desde hace muchos aos: Evelyn Vargas, Cecilia
Duran, Alicia Filpe, Aurelia Di Berardino, Alberto Prez, Silvia Solas, Silvia
Manzo, Andrs Hebrard, Federico Lpez, Victoria Snchez, Andrea Vidal y
Horacio Mercau.
Tambin hacemos llegar nuestro agradecimiento a Chantal Paula Rosen-
gurt, quien ha realizado la ilustracin de tapa y contratapa, y a los alumnos de
las carreras del Profesorado y Licenciatura en Filosofa de nuestra casa de Al-
tos Estudios, Juan Pablo Faria, Livio Mattarollo, Leopoldo Rueda, Tatiana
Starolselsky, Marilina Hernndez, Ludmila Hlebovich y Patricio Pardo, quie-nes han colaborado con nosotros en la organizacin del evento. Para nalizar,
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agradecemos especialmente a nuestra Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educacin y a nuestra Universidad Nacional de La Plata.
Mara Cristina Di GregoriLa Plata, 20 de noviembre de 2013
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Introduccin
Presentamos en este volumen una serie de trabajos en los que se re-
exiona sobre el problema del conocimiento desde una perspectiva los-
ca. En muchos de ellosse parte de la formulacin de diversas crticas a las
concepciones tradicionales del conocimiento en general y del conocimiento
cientco en particular. En varios de los aportes incluidos se identican y
exploran las consecuencias de sus limitaciones, inconsistencias o debilidades
y se recurre a nuevos modos de abordaje que no desconocen su deuda con la
tradicin losca misma. Todo esto para llegar a nuevas y ms adecuadas
respuestas desde la losofa hacia las problemticas especcas que plantea
nuestro tiempo, para dar cuenta de una mejor comprensin de la actividad
cognoscitiva humana y cientca en particular.En la primera parte del libro y en diverso grado, los aportes reunidos
deenden tesis comprometidas con ideas que remiten a una concepcin prc-
tica del conocimiento, o al menos que destacan algn perl interpretativo de
carcter prctico. El espectro de ideas y discusiones es amplio y variado. En
algunos casos apuntan a rehabilitar el valor de la experiencia humana y de la
accin en los procesos de conocimiento acentuando la importancia, por ejem-
plo, de la recuperacin de la prudencia como categora epistmica relevante;
otros enfatizan la necesidad de priorizar nuestras discusiones en torno a los
valores epistmicos y no epistmicos, criticando aquellas versiones en las
que el carcter valorativamente neutro del conocimiento cientco pretendi
constituir un bastin infranqueable. La cuestin de la racionalidad tampoco
est ausente. Se poneadiscusin una nocin de racionalidad ampliada que
incluye aspectos ligados a la vida afectiva y emocional de los seres humanos,
as como tambin lo que se entiende por su carcter social y situado. Por otro
lado, se somete a debate desde una perspectiva ms analtica el alcance de lacrtica a los procesos individuales -de autoconocimiento- y sus consecuencias
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para la idea de racionalidad clsica.
Se aborda tambin el sentido atribuible a las dimensiones colectivas de
la produccin y aceptacin del conocimiento, tanto como la pertinencia epis-
tmica de lo contextual en sus diversas acepciones y particularidades. Enbuena medida, la aceptacin de las mencionadas dimensionesse piensa, en
algunos de los trabajos ofrecidos, en directa vinculacin con el valor de los
procesos de difusin de los trabajos cientcos, en particular en la actualidad,
as como tambin la necesaria modicacin en los procesos -por lo comn
vigentes- relativos a las prcticas pedaggicas vinculadas a la denominada
alfabetizacin cientca.
En la segunda parte del libro incluimos un extenso trabajo que retoma
una cuestin clsica de la losofa, la relativa al valor del conocimiento sim-blico. El mismo pretende ser una contribucin para la comprensin concep-
tual de dicho conocimiento y sus usos, y revisa la temtica desde Leibniz a
Husserl, pasando por Kant, Frege y el lgebra de la lgica.
A continuacin ofrecemos al lector unas breves consideraciones que lo
orientarn en cuanto al contenido mencionado, as como tambin con respec-
to aalgunas de las ideas defendidas en el contexto de cada trabajo.
En la primera parte del libro, el texto de Alfredo Marcospropone pre-guntarnos por los lmites de la ciencia de un modo muy abierto, con pocos
prejuicios y como motivo de franca reexin e investigacin losca. El
ttulo mismo de su trabajo, La pregunta por los lmites de la ciencia, nos
invita a pensar en el propio lmite, en la metfora del lmite para que []
probemos despus a pensar la ciencia desde esa metfora, adelantando que
luego podremos [] darnos cuenta de que la metfora del lmite es fruct-
fera y claricadora, seguramente verdadera, si bien parcial y necesitada de
complemento cuando se aplica a la ciencia.
Marcos propone entender al lmite como una entidad concreta, inmersa
en un contexto de accin y, por lo mismo, relativa a un agente que aporta un
espacio de posibilidades, de acciones -posibles o efectivas- y en consecuen-
cia de actitudes, objetivos y deberes, de sentimientos y valores que depen-
den de una cierta ontologa. Se puede estar cmodo o incmodo dentro los
lmites; vale decir, podemos sentir que los lmites que nos conguran cons-
trien, de manera correcta o incorrecta. La palabra misma, en su signicadooriginal, [] reere a una entidad concreta, fsica, con espesor, transitable,
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actuable. Se trata de una entidad espacial geogrca que luego se desplaza
metafricamente hacia el mbito de lo temporal. Sin embargo, Marcos no
descuida el hecho de que la palabra lmites ha sufrido otros desplazamientos,
hacia la esferade las abstracciones, hacia la zona de las capacidades, hacia laidea de frontera, aquella que separa el orden del caos, hacia la nocinde hori-
zonte -el lmite como una entidad a la vista y nunca totalmente a la mano,
el horizonte como un lmite visual huidizo, inalcanzable, lo cual no quiere
decir que no afecte a nuestra accin, al menos como objetivo, etc. Nuestro
autor aborda luego la pregunta acerca de los lmites de la ciencia. Advierte
que despus delo expuesto no se trata ya tan solo de que los tenga o no. Pero
para el caso de que los tenga, tendr que preguntarse desde qu versin de la
metfora del lmite podemos pensar la ciencia con mayor acierto. Y en casode que la ciencia tenga cierto tipo de lmites, tendremos que preguntarnos si
eso es bueno o es malo, si es deseable o no.
Al aplicar la metfora del lmite a la ciencia, Marcos recurre al dilogo
entre Rescher y Gadamer, dos autores que considera idneos para la labor
que se propone y cuyas posiciones le resultan mutuamente complementarias.
En su recorrido por el pensamiento de Rescher, Marcos identica los l-
mites de la ciencia mirando desde el interior de la misma. As, circunscribelmites a los que denomina constitutivos (dentro de ellos est la ciencia como
realidad y posibilidad, la ciencia inserta en el mundo de la vida), tericos (la
ciencia tericamente posible), prcticos (la ciencia prcticamente posible), y
lmites por falibilidad (la ciencia efectiva). Luego de un cuidadoso examen
de cada caso, el autor enfatiza la importancia de explorar de la mano de Ga-
damer lo que ha denominado lmites constitutivos de la ciencia. Le interesa
pensar las relaciones de la ciencia con su entorno, con los otros aspectos de la
vida humana. Adopta entonces la perspectiva de [] mirar desde el exterior
hacia los lmites de la tecnociencia. Y ese anlisis lo realiza en dilogo con
Gadamer. Considerando el carcter negativo que este atribuye a los lmites
constitutivos impuestos a la ciencia desde la tecnociencia -la tecnociencia
no basta para fundar una civilizacin, para dar base a una forma de vida.
Esa es una de sus limitaciones- Marcos rescata lo que considera una pro-
metedora estrategia del lsofo alemn: la de intentar la rehabilitacin de
otras zonas del conocimiento, de la accin y de la experiencia humana. Muyespecialmente [] a la revalorizacin de la sabidura prctica ophronesis.
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Nuestro autor naliza defendiendo el carcter complementario de los aportes
de Rescher y Gadamer.
En Creencia pragmtica. Justicacin y valores epistmicos segn el
pragmatismo clsicoEvelyn Vargasse pregunta acerca de la posibilidad desostener creencias racionales, aun en el caso en el que no se apoyan en evi-
dencia suciente, en confrontacin con la tradicin losca. Recordando
los antecedentes kantianos al respecto, nos dice que el mismo Kant
[] dene la creencia pragmtica como aquella que sirve de base a la ac-
cin pero que, sin embargo, slo es acompaada de conviccin subjetiva
(A 824/ B 852). Es legtimo aceptar creencias aun cuando no contamos
con evidencia suciente teniendo en cuenta la importancia de la accina seguir.
Luego recoge la tesis, defendida por varios estudiosos contemporneos,
segn la cual el pragmatismo americano constituira un ejemplo claro de ge-
neralizacin de la relacin sostenida entre accin y creencia que formulara
Kant, e indaga acerca de la sostenibilidad de la armacin segn la cual el
pragmatismo americano concibe como pragmtica a toda creencia, incluyen-do a las cientcas. Para el desarrollo de su trabajo, en un primer momento,
Vargas toma como punto de partida las tesis formuladas por William James
en su famosa obraLa Voluntad de Creer(1896), tesis que se constituyen asi-
mismo como clara respuesta a los planteos de William Kingdon Clifford en
The Ethics of Belief(1877). Al respecto, concluye sealando coincidencias y
disidencias entre Kant y James: si bien ambos coinciden en sostener que tene-
mos control voluntario sobre aquellas actitudes doxsticas que pueden y de-
ben decidirse en base a nuestra naturaleza pasional y sin evidencia suciente,
dieren en lo concerniente a la suerte de las hiptesis cientcas: para James
quedan incluidas en el caso, mientras que Kant rechaza esa posibilidad. En un
segundo momento, Vargas analiza la misma problemtica en el contexto de la
obra de Charles Sanders Peirce. Seala que [a]unque Peirce elogi el ensayo
de James por su estilo y lucidez, expres sus reservas respecto a la idea de
que nuestra naturaleza no-intelectual puede determinar lo que creemos. Sin
embargo, Vargas se muestra algo escptica respecto de estas armaciones ini-ciales de Peirce y ofrece argumentacin que la lleva a sostener que para este
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autor las hiptesis cientcas en realidad pueden considerarse meras opinio-
nes en la medida en que el cientco no gua su accin por ellas, es decir en
tanto que no les competen los asuntos vitalmente importantes; sin embargo
Vargas ubica la diferencia sustancial entre ambos lsofos en el plano deldescubrimiento de hiptesis, ya que el mencionado proceso, arma, no esca-
pa a la lgica pues a la induccin y la deduccin debe aadirse la abduccin.
EnEl problema de la reexividad de los estudios de la ciencia: una pers-
pectiva deweyana Federico Lpezaborda el problema de la reexividad de
los estudios de la ciencia. Si bien toma como punto de partida para su anlisis
la cuestin de la reexividad como un problema acerca de la posible auto-
desacreditacin de la sociologa de la ciencia, ofrece una perspectiva distinta
de abordar la cuestin recurriendo a los aportes de Pierre Bourdieu y JohnDewey, dos autores que, sostiene Lpez, plantean el problema desde un punto
de vista distinto y superador (y que a veces han sido poco atendidos, en espe-
cial en el caso de John Dewey)
Dicha perspectiva, en ambos casos, sita el problema de la reexividad
en el cruce de una estrategia que intenta vincular el concepto con la idea
de cmo hacer que los mtodos empleados por los estudios sociales de la
ciencia sirvan para mejorar la prctica misma de los estudios de la ciencia.Luego de formular un detallado anlisis crtico del enfoque de Bourdieu,
Lpez seala que la visin de este autor incurrira en una nueva forma de
internalismoque concentra su mirada en el mundo institucional de la cien-
cia, las comunidades o los campos, buscando lgicas internas que no tienen
sucientemente en cuenta su vnculo con lo que est por fuera. Bourdieu
tambin sostendra una perspectiva representacionalista del conocimiento
cientco, esto es, su aceptacin de que el conocimiento es bsicamente una
forma de representar el mundo. Por ltimo, Lpez alude a la idea de Bou-
rdieu respecto de la separacin entre lo cientco y lo social como un modo
de volver socialmente til al conocimiento producido por una casta cientca
autnoma del entorno en el que trabaja. En este sentido, la de Bourdieu es una
mirada no-democrtica de lo que l mismo llama uso social de la ciencia.
Se trata, en opinin del autor de este trabajo, de una idea poco consistente,
de una mirada
tecnocrticade la participacin de la ciencia en los problemas sociales,
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que no problematiza, por ejemplo, la participacin del pblico en la de-
nicin de los problemas a ser abordados por la ciencia, ni en la denicin
e identicacin por parte de la ciencia de algo como un problema social.
Luego de esto recurre a los aportes de John Dewey, postulando que all
logran superarse las consecuencias sealadas en el contexto de la obra de
Bourdieu. En efecto, Lpez sostiene que el punto de partida de Dewey -aquel
segn el cual en la ciencia, tanto como en (casi) cualquier otra actividad hu-
mana, intervienen aspectos tradicionalmente considerados racionales como
aspectos ligados a las emociones, los deseos y especialmente los valores-
constituye una tesis con derivaciones que confronta las armaciones de Bou-
rdieu y la superan. No solo se deriva de ella que cuando un inters socialinterviene en la ciencia, no lo hace como algo extrao a la ciencia misma sino
como algo inherente a la actividad cientca, sino que queda claro que para
la ciencia, contra Bourdieu, la bsqueda de una legtima autonoma no tiene
tanta relacin con el hecho de regirse por las reglas que la propia ciencia se
regula sino con una mayor vinculacin con nes y valores que los ciuda-
danos, incluidos los cientcos, consideren, luego de una examen pblico y
razonado, dignos de ser perseguidos.El artculoEnseanza de las ciencias naturales: de los productos a las
prcticas de Hernn Miguelseala en primer trmino que la alfabetizacin
cientca de los ciudadanos se ha centrado tradicionalmente en seleccionar
aquellos conocimientos indispensables para su desempeo en una sociedad
cada vez ms atravesada por los productos de la ciencia y la tecnologa: teo-
ras y artefactos, respectivamente.
Esta perspectiva determin que se le haya dado mayor relevancia a la
transmisin del conocimiento respaldado por la comunidad cientca, por so-
bre el proceso a travs del cual ese conocimiento lleg a construirse y vali-
darse como tarea compleja y colectiva.
Semejante orientacin tuvo una notable inuencia sobre las actividades
vinculadas a la enseanza de las ciencias naturales en los distintos niveles
educativos; en efecto, Miguel argumenta que el proceso mismo de la ense-
anza escolar se ha visto focalizado
fundamentalmente en la enseanza de las teoras vigentes y del funcio-
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namiento de ciertos artefactos de acuerdo a esos principios tericos. Aun
cuando estos contenidos conceptuales son de importancia, se ha dejado
en un segundo plano de inters el estudio de las prcticas cientcas.
En otras palabras, la enseanza ha tenido como tarea central y preponde-
rante el estudio de las teoras vigentes. En el contexto de esta ltima posicin
se pone de maniesto el desarrollo de ciertas capacidades a las que Miguel
identica como las capacidades de representacin de la realidad natural que
la teora ha mostrado, teoras como mapas de la realidad. Sin desatender
las importantes crticas que suscita la posicin terica fundamentadorade la
concepcin de la ciencia vinculada a la idea representacionalista del cono-
cimiento cientco, Miguel analiza cuidadosamente el correlatopedaggicoinherente a dicha concepcin, al que denomina alfabetizacin cientca cen-
trada en contenidos conceptualesy cuya tarea central y deudora de la con-
cepcin cientca mencionada ser la de transmitir el contenido conceptual
de las teoras vigentes.
La enseanza de las ciencias, parcelada en disciplinas, conducir a los
estudiantes a comprender la mecnica, la electricidad, la gentica, la termo-
dinmica, la evolucin biolgica, etctera, cada una por separado. Sin negarel indiscutible valor de dicha actividad, Miguel cuestiona cierto carcter fa-
talmente reduccionista de dicha posicin; en efecto, nos dice que
[] mientras que la investigacin cientca se focaliza en los campos de
inters todava no totalmente comprendidos ni tecnolgicamente domi-
nados adecuadamente, la enseanza de la ciencia se circunscribe, en una
autocensura educativa inadmisible, a los campos en que sera impensable
obtener novedades. El resultado es el ya obvio desinters de los estu-
diantes por el estudio de las ciencias naturales, en favor de otros desafos
cognitivos planteados ms abiertamente como tareas inconclusas, situa-
ciones polmicas o invitaciones a la creatividad.
Frente a este panorama, Miguel introduce los cambios o nuevas perspec-
tivas planteadas por la denominada Nueva Filosofa de las Ciencias, que se
aanza primero como crtica a la visin previa y tradicional y que nalmentedomina el escenario con sus novedades. En la consideracin del autor, han
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ocurrido tres grandes corrimientos en la reexin losca de la nueva lo-
sofa de las ciencias -fuertemente auspiciados por la misma Historia de las
Ciencias-: de las teoras a los modelos, del presunto mtodo cientco a las
prcticas cientcas y de la realidad descubierta a la realidad construida.Miguel se acerca a la culminacin de su trabajo preguntndose de qu
manera debe cambiar la forma en que se concibe la alfabetizacin cientca
desde los novedosos aportes sealados, dado que, si alguien pretendiera man-
tenerla como antes, debe saber que ya no contar con el respaldo losco
que otrora le diera validez. Al enfrentar la pregunta sealada, Miguel con-
cluye que una nueva perspectiva, orientada entre otras cosas a las prcticas
cientcas, ofrecera la ventaja de presentar a la ciencia como una actividad
humana ms, desmantelando parcialmente la polaridad ciencia-humanismo,polaridad que enmascara la falacia de ver a la ciencia y a la tecnologa como
si fueran algo ajeno a la humanidad, como si fueran simples desvos de una
presunta naturaleza humana. Por otra parte, y segn entendemos, presentar
a la ciencia como una actividad humana entre otras reforzara el valor de la
actitud creativa tanto en los cientcos como en los procesos de enseanza de
la ciencia, al tiempo que el acento puesto en las prcticas facilitara la inter-
vencin del ciudadano en el control democrtico de la ciencia y la tecnologa.Horacio Mercau,en suExperiencia e Inteligencia: la relacin medios-
nesen la losofa de la educacin de John Dewey, sostiene que en trminos
del mencionado autor el quehacer losco debe entenderse como un camino
de reconstruccin de la experiencia a travs de la proyeccin de nes o idea-
les, como un quehacer inteligente y creativo que pretende alcanzar niveles
ms profundos de signicacin de la experiencia. Enfatiza adems que, en
dicho contexto, la educacin ofrece materiales privilegiados para ejempli-
car la validez de esta tesis y para mostrar el carcter valorativo y prctico de
esta actividad y de la experiencia en general. Desde esta perspectiva Mercau
deende su tesis segn la cual la original y novedosa relacin entre medios-
nes propuesta por el lsofo norteamericano y su respectiva correlacin
con el hacer losco y educativo constituyen, por un lado, ejes centrales
para delimitar la tesis de la unidad de la experiencia sostenida por Dewey
-en la experiencia se unican, de manera continua y equilibrada, la teora y la
prctica, la accin y la idea, la visin de lo actual y presente con la previsindel porvenir, la ciencia y la vida- y por otro, la inevitable consecuencia que
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de ella se desprende, a saber, la imposibilidad de distinguir entre medios y
nes, tesis que se ha sostenido reiteradamente en la losofa tradicional. En
ese sentido, el autor naliza sosteniendo que
fuera de la relacin entre medios y nes no existe una problemtica de
la evaluacin. Cabe destacar que esto no se aplica slo a la tica sino
tambin al arte, donde la creacin de valores estticos exige la puesta en
prctica de medios adecuados.
En su aporte a este libro, Miguel Fuentesanaliza el denominado boicot a
Elsevier, ocurrido en enero del ao 2012, enfatizando sus orgenes e implica-
ciones. Entre otras cuestiones, nos recuerda que las objeciones ms importan-tes hechas a Elsevier en el sitio generado por Neylon son que cobra precios
exorbitantes para las suscripciones y que, a la luz de estos altos precios, la
nica opcin realista para muchas bibliotecas es llegar a un acuerdo, comprar
grandes paquetes que incluirn muchas revistas que en realidad no necesi-
tan. Elsevier hace as grandes ganancias explotando el hecho de que algunas
de sus publicaciones son esenciales. Asimismo, apoya medidas como SOPA,
PIPA y la Ley de Trabajos de Investigacin, que tienen por objeto restringirel libre intercambio de informacin.
En las conclusiones de su anlisis respecto de lo expuesto, Fuentes pro-
pone entender que la discusin precedente involucra la discusin entre pu-
blicaciones provenientes del sector privado y publicaciones procedentes del
sector pblico. En este punto sostiene su coincidencia con los planteos de
Javier Echeverra acerca de los cambios ocurridos en el quehacer cientco
mismo y evala esta tesis en funcin de aclarar su punto de vista sobre lo que
es hoy la actividad cientca, as como la conveniencia de denominarla, tal
como lo hace Echeverra, en trminos de tecnociencia. Fuentes hipotetiza que
dadas algunas caractersticas de la actividad cientca actual, debera enten-
derse a la ciencia como una ciencia de mercado, dondelas nuevas tendencias
y los nichos ms rentables estn estipulados por el supuesto libre accionar de
su dinmica. En trminos de Echeverra, [...] los objetivos de la ciencia y la
ingeniera siguen existiendo, aunque subordinadosa otros, es decir el propio
conocimiento cientco pasa a serun instrumento, un medio para el logrode otros objetivos; por ejemplo, objetivos militares, empresariales, econ-
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micos, polticos o sociales (Echevarra, 2005: 11). Fuentes sugiere nuestra
necesidad de reexin sobre estos tems as como tambin propone la misma
actitud para con los resultados conocidos respecto del uso del Open Access
Green y Golden -muchos de ellos manejados por Elsevier- por parte de lacomunidad cientca internacional y argentina en particular. Respecto de este
punto nos acerca informacin que muestra que el 70% de las publicaciones
cientcas argentinas registra visibilidad internacional y sugiere una revisin
ya que [] va en la direccin opuesta a polticas de publicacin que estn
siendo actualmente discutidas.
Los puntos as expuestos requieren, a su juicio, de una profunda discu-
sin acerca de modelos a seguir para la presentacin, discusin y publicacin
de material cientco. Entre otras muchas razones porque no podemos pensaruna sociedad democrtica en la cual grupos editoriales con un alto ndice de
benecio sean los encargados no solo de diseminar gran cantidad de cono-
cimiento cientco nuevo sino tambin de revisarlo, aprobarlo, etc. En esta
bsqueda de modelos aceptables, concluye sugiriendo, como una alternativa
a pensar algunas de las condiciones enunciadas por John Dewey respecto
de la problemtica, a saber: procurar la libertad de investigacin social y de
la divulgacin de sus conclusiones; fomentar la investigacin crtica de lasideas tradicionalmente aceptadas para evitar que, por inercia, los grupos de
poder acten a travs de la aceptacin acrtica de dichas ideas; difundir los
resultados de la investigacin social, o,lo que es lo mismo,aportar elementos
para la formacin de la opinin pblica.
Ricardo J. Gmez considera ineludible la discusin sobre la profunda
renovacin de la concepcin del conocimiento cientcoocurrida especial-
mente en los ltimos aos. Estos cambios tienen una larga historia, de cuya
trayectoria nos ofrece un detallado examen comenzando por la dcada de
1920-1930 y llegando a nuestros das. Gmez sostiene que el cambio crucial
y desencadenante de toda una nueva concepcin del conocimiento cientco
lo constituye la idea de la dimensin valorativa de la ciencia, en oposicin
al carcter valorativamente neutro del conocimiento sostenido por la versin
empirista, dominante en el mundo anglosajn desde la revolucin moderna
en ciencias.
En esta ltima posicin, nos recuerda, las hiptesis y teoras cientcas sejusticaban en base al uso exclusivo de la buena lgica y la evidencia emp-
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rica. Y aunque se reconoci la existencia de valores epistmicos (adecuacin
emprica, simplicidad, etc.) se neg radicalmente la existencia de valores no
epistmicos, es decir de valores variables segn contextos.
Gmez ofrece undetallado recorrido histrico por lsofos paradigm-ticos para el desarrollo de la losofa de las ciencias en el siglo XX, comen -
zando por Carnap y siguiendo por Neurath, Philipp Frank, Thomas Kuhn,
Paul Feyerabend y Philipp Kitcher. En este desarrollo identica los diversos
grados de compromiso de los mencionados autores con relacin a la imposi-
bilidad de evitar la dimensin valorativa en cada una de ellos.
Concluye que:
[] (i) a medida que avanzamos en el tiempo hay un creciente reconoci-miento por cada uno de los autores discutidos de la presencia de valores
no epistmicos en todo contexto de la investigacin cientca, as como
(ii) el abandono de la dicotoma contexto de descubrimiento - contexto
de justicacin, de la nocin unidimensional de teora y su reemplazo
por nociones de unidad de anlisis ms amplias, abarcadoras y multidi-
mensionales como las de paradigma, teoras en proliferacin y prctica
cientca, muy especialmente (iii) la ineludible presencia de la polis ocontexto social con sus instituciones como marco de referencia ms am-
plio parasituaren el mismo la investigacin cientca relacionando sus
objetivos y valores con los de dichapolis,y (iv) no debemos olvidar que
estamos hablando de una tendencia y no de un desarrollo necesario sin
excepciones.
En la tercera parte de su artculo se reere al nuevo modo de pensar la
relacin entre ciencia, valores y objetividad, planteando que la presencia de
valores de carcter contextual [] no atenta ni contra la objetividad ni con-
tra la racionalidad, sino que la enriquecen, haciendo explcita la dimensin
prctica de las mismas. La razn y la objetividad cientca se reconocen as
como necesariamente prctico-evaluativas. En coincidencia con Longino y
Putnam, destaca la importancia de la denominada racionalidad de nes, vale
decir la identicacin de dichos nes en acuerdo con lo que se desea, si es
deseable, o lo que se preera, si es preferible. Todos ellos consistentes, a suvez, o funcionales a lo que considera un n ltimo irrenunciable, a saber: la
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reproduccin de la vida humana en plenitud.
Por ltimo concluye sealando en qu sentido la losofa de la ciencia,
tal como la pone a discusin, no es poltica y en qu sentido s lo es. En el
primer caso sostiene que
1. No concibe a las ciencias como valorativamente neutras (como meros
instrumentos) para alcanzar nes polticos.
2. No identica a las ciencias como polticas por otros medios.
3. Es a-partidaria (no presupone ni implica posicin poltica alguna).
4. No es fundacionalista (y menos de postura o teora poltica alguna).
En el segundo caso, arma el legtimo carcter poltico de la losofa dela ciencia en base a los siguientes puntos:
(1) Contextual, pues los valores que intervienen en las prcticas cient-
cas son contextuales, o sea operan de acuerdo a las caractersticas cir-
cunstanciales del contexto social, econmico y poltico.
(2) Ello vale para todos los componentes o momentos de las prcticas
cientcas desde su objetivo y preguntas signicativas hasta los modosde aceptar o rechazar las sentencias de dichas prcticas.
(3) Inclusiva, porque no deja de lado las posturas que critica tomando
ventaja de lo riguroso y las limitaciones de todo tipo, especialmente la
funcionalidad o disfuncionalidad de cada una respecto de su contexto.
(4) Dinmica, porque toma en cuenta el cambio de las circunstancias
del entorno poltico-social y especialmente de sus valores, objetivos, etc.
(5) Poltica y socialmente relevante al tomar en cuenta el contexto pol-
tico-social y su relacin con los valores que guan a los cientcos en su
investigacin. Y fundamentalmente,
(6) Considera a las ciencias como producto de la actividad humana, en
contextos humanos, tomando en cuenta los valores de dichos contextos.
Es decir es una losofa de las ciencias que est siempre polticamente
situada. Ms claramente: es una losofa de las ciencias con sujeto cog-
noscente y actuante polticamente situado en su circunstancia histrica.
Por ello, reconoce que las ciencias constituyen hoy el rgimen de ver-dad (Foucault) lo que hace que tenga el Poder que ostenta.
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Silvia Manzosostiene en su trabajo que durante el perodo que abarca el
ltimo tramo del siglo XVI y los siglos XVII y XVIII, se fueron desarrollan-
do ciertas formas de pensar y de hacer que le imprimieron al conocimiento
cientco dimensiones colectivas. Especica que esta novedad ocurri en elpaso de una concepcin y una prctica en que ciertos aspectos del conoci-
miento de la naturaleza eran vinculados con un individuo solitario (o a lo
sumo con un grupo reducido y selecto) hacia una nueva perspectiva que re-
present una apertura de la ciencia a una pluralidad creciente de individuos.
La mencionada modicacin implic cambios relacionados con tres elemen-
tos constitutivos del conocimiento cientco: su produccin o descubrimien-
to, su transmisin y su nalidad. Manzo propone interpretar que en el marco
del mencionado proceso se inaugur una suerte de colectivizacin del co-nocimiento, aunque con lmites. En efecto, sostiene que si bien ese trnsito
puede verse en trminos de adhesin a una suerte de ideal de universalizacin
del conocimiento mismo, esto no se concret por razones de diversa ndole y
la ciencia continu siendo una ciencia para pocos en lo que corresponde a la
produccin, transmisin y nes del conocimiento cientco.
La autora ilustra su tesis tomando como caso la concepcin de Francis
Bacon. Sostiene que el caso de Bacon es particularmente signicativo pordos razones: la primera de ellas porque fue el [...] lsofo moderno que
con mayor conviccin y elocuencia se empe en delinear un modelo de
ciencia colectiva; la segunda se debe a que [] su propuesta inspir y
motiv a instituciones y cientcos que tomaron como modelo el proyecto
baconiano [].
Manzo recorre e identica en el contexto de la obra de Bacon las ins-
tancias que caracterizan el proceso de colectivizacin mencionado, a saber,
produccin, transmisin y nes del conocimiento. En relacin a los procesos
de produccin sostiene que hay [] dos elementos en Bacon en los que
se puede reconocer una apertura hacia una ciencia colectiva: el mtodo y la
organizacin del trabajo cientco. Vale aclarar, de acuerdo con Manzo, que
el segundo elemento mencionado requiere o exige el nanciamiento pblico
de la empresa cientca y en consecuencia maniesta la relacin que en el
proyecto baconiano adquieren la ciencia y la poltica. La conclusin de este
punto sostiene que respecto a la produccin del conocimiento Bacon colec-tiviz la ciencia -en el sentido de incrementar el universo de sujetos capaces
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de producirla- en base adems a un mtodo universal, y tambin al propon-
er la organizacin colectiva del trabajo cientco incluyendo al Estado como
ingrediente necesario para tales desarrollos.
Con respecto a la transmisin del conocimiento cientco, Manzo dis-tingue dos mbitos: [] por un lado, la enseanza para la formacin de nue-
vas generaciones de cientcos y, por otro, la publicacin o divulgacin de los
resultados de la investigacin cientca al resto de la sociedad. En su anli-
sis de este puntoconcluye que en cuanto a la transmisin del conocimiento la
propuesta de Bacon extiende el mbito de la enseanza a todos aquellos que
son pasibles de producir conocimiento, cuestin que permite reconocer su
propuesta en una clave ms inclusiva que sus antecesores. Sin embargo, su te-
sis segn la cual los descubrimientos cientcos no siempre han de difundirsea toda la sociedad limita el universo de la actividad. En efecto,
[] la extensin de individuos que pueden conocer los avances cient-
cos depender de las decisiones que a este respecto tome la comunidad
cientca en acuerdo con el Estado que la sustenta. El control de la in-
formacin contribuye a evitar que otras naciones conozcan los resultados
de las investigaciones del propio pas y es necesario en el marco de unalgica competitiva entre las naciones. Las naciones ms poderosas sern
las que mejor ciencia posean.
Por ltimo, Manzo aborda la cuestin relativa a la nalidad del conoci-
miento cientco en la propuesta de Bacon. Sostiene que la meta de la nueva
ciencia baconiana debe consistir en beneciar con obras materiales a toda
la humanidad. Esta tesis remite a dos propuestas francamente novedosas: la
bsqueda de la utilidad y el n lantrpico de la ciencia. En su anlisis, la
autora muestra que si bien el proyecto de Bacon expresamente [] expande
el horizonte de los beneciarios de la ciencia y postula que todos los hombres
deben gozar de ellos,dicho ideal no se concilia fcilmente con el proyec-
to imperial de Bacon, que postula dos espacios de dominio: el imperio del
hombre por sobre la naturaleza (ciencia mediante) y el imperio de algunos
hombres sobre otros (ideal que se maniesta en la monarqua a la que Bacon
sirvi como funcionario pblico a largo de su vida adulta).El artculo de Victoria Paz Snchez Garcaconfronta dos posiciones en
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torno a la tesis del carcter valorativo o no de la ciencia. Por un ladoexplicita
la idea de Hugh Lacey, quien deende la tesis de la neutralidad valorativa
de la ciencia y sostiene que la misma constituye un genuino valor o un ideal
de carcter positivo. Por el otro, desarrolla la posicin de Heather Douglas,quien por el contrario arma que dicha tesis no solo es inalcanzable como
ideal sino que constituye en s misma un caso de ideal malo. Snchez Gar-
ca se propone mostrar la complejidad intrnseca a la problemtica, su valor
como cuestin losca y sus posibles efectos.
Rerindose a Lacey, nos recuerda que la idea de una ciencia libre de
valores implica el compromiso con tres caractersticas constitutivas de di-
cha posicin: neutralidad, imparcialidad y autonoma.La autora analiza las
reexiones de Lacey respecto de dichas caractersticas, mostrando las obje-ciones del propio autor a las mismas y concluyendo que estereconoce expl-
citamente una variedad de modos en que los valores y la ciencia entran en
contacto. Sin embargo, sostiene, para Lacey
[] reconocer que los valores juegan diversos roles en relacin con la
ciencia no resulta incompatible con adherir a la idea de una ciencia libre
de valores; es decir, no es suciente para impugnar las tesis de neutrali-dad, imparcialidad y autonoma.
Snchez Garca concluye que nalmente dicho autor se compromete con
que ciencia libre de valores quedara limitada a ciencia libre de valores no-
epistmicos, es decir, a negar la presencia de valores no-epistmicos en las
fases internas de la ciencia.
En un segundo momento el artculo confronta las conclusiones mencio-
nadas ms arriba con la posicin de Heather Douglas. En efecto, Douglas
arma que la tesis de Lacey, en tanto ideal, no solo es inalcanzable e insoste-
nible sino que simplemente constituye un ideal malo. Sostiene que en muchas
reas de la ciencia, particularmente en aquellasen funcin de las cualesse
recurre a ella para el asesoramiento en la toma de decisiones de polticas p-
blicas, la tesis de la ciencia libre de valores no constituye ni un ideal ni una
ilusin, sino directamente ciencia inaceptable.
Snchez Garca concluye armando que en ltima instancia la discusinno gira centralmente en torno a la ausencia o presencia de valores en ciencia,
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sino que ms bien apunta a resolver cules valores son los que deben asociar-
se al concepto de ciencia misma. Y naliza:
En este sentido, se torna crucial el poder dar cuenta, primeramente, dequ valores se adscriben a la idea de ciencia, es decir, cul es el (mejor?)
ideal de ciencia a perseguir y quines son considerados sujetos legiti-
mados para discutir dicha cuestin. Luego, cabe la pregunta acerca de
cules son los valores que se considera legtimo que estn presentes en
el desenvolvimiento efectivo de la actividad cientca; y cmo y quines
los regulan o deberan regularlos.
En su trabajo Compreenso e signicado, Wagner de Campos Sanzexpone una interpretacin metodolgica del principio del tercero excluido o
tertium non datur, mediante la cual intenta superar las dicultades en las que
recae el justicacionismo de M. Dummett, quien, a su vez, rechaza la validez
irrestricta del mencionado principio, partiendo de una semntica de carcter
constructivista. En efecto, Dummett intenta dirimir la antinomia metafsica
entre el realismo y el antirrealismo recurriendo a una teora justicacionis-
ta del signicado. As, concluye la inaplicabilidad del tertium non daturaenunciados sobre el pasado y el futuro, sobre la base de su rechazo del prin-
cipio de bivalencia. Sanz rechaza el alcance de las conclusiones de Dummett,
fundndose en la separacin entre el principio de bivalencia y el de tertium
non datur. A diferencia del primero, el tertium non daturposee un carcter
metodolgico o regulativo, condicin que se verica en la prctica lingstica
habitual, en la medida en que los hablantes utilizan el mencionado principio
en los razonamientos que involucran armaciones acerca del pasado y del
futuro. De todas maneras, concluye el autor, la aplicacin del tertium non
daturrespecto del pasado genera, en principio, menos problemas que en sus
aplicaciones a enunciados sobre el futuro. En cualquier caso, tanto en el pri-
mero como en el segundo, el problema loscamente relevante radica en la
especicacin de las condiciones de aplicabilidad del principio.
La posibilidad del autoconocimiento y su vinculacin con la racionalidad
es el tema central de O signicado do autoconhecimiento e racionalidade, de
Waldomiro J. Silva Filho. En efecto, en este trabajo el autor se propone exa-minar este tpico clsico de la epistemologa, que ha devenido objeto central
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de anlisis en la losofa analtica contempornea. El ncleo de su propuesta
consiste en examinar la cuestin del autoconocimiento, en particular desde
el punto de vista de su clsica conexin con la racionalidad humana, a la luz
de las objeciones que provienen del externismo semntico o anti-individua-lismo. De hecho, este ltimo parece tener como consecuencia el escepticismo
acerca del autoconocimiento, que consiste en sostener, bsicamente, que un
sujeto S no tiene conocimiento de sus propios estados intencionales. Dado
que la tradicin losca, especialmente desde Descartes, ha establecido una
estrecha conexin entre autoconocimiento y racionalidad, un ataque al pri-
mero pone en jaque la concepcin del sujeto como un agente racional. As, la
posibilidad del escepticismo acerca del autoconocimiento surge de un argu-
mento que, en sntesis, discurre de la siguiente manera: el conocimiento tieneun carcter luminoso, es decir, implica el saber del saber. Ello se conecta
de modo directo con la transparencia semntica (M. Dummett), en el sentido
de que el autoconocimiento implica la posibilidad de discriminar a priorilos
signicados de los conceptos que intervienen en nuestras creencias. Por esa
razn, una posicin que ataque la transparencia semntica pone en duda nues-
tra capacidad de autoconocimiento y as, tambin, nuestra racionalidad. Esto
es lo que hace, precisamente, el externismo o anti-individualismo semntico.En efecto, esta posicin, defendida entre otros por H. Putnam y T. Burge,
niega el acceso a prioria nuestros contenidos mentales, a partir de la idea de
que los contenidos semnticos dependen de las relaciones del sujeto con el
mundo extramental, o, dicho de otro modo, los pensamientos de un sujeto no
estn completamente individualizados por sus estados intrnsecos, sino par-
cialmente por la prctica lingstica comunitaria. As, la negacin de la trans-
parencia semntica afecta la capacidad reexiva en cuanto tal y, por tanto, se
recae en el escepticismo acerca del autoconocimiento. En esta perspectiva,
el autor seala que dicho escepticismodepende de la aceptacin de que la
ausencia de conocimiento de contenido semntico afecta la racionalidad. Esta
armacin, sin embargo, se ve contrarrestada por la posicin compatibilista,
segn la cual la ausencia de conocimiento semntico completo no afecta en
principio la racionalidad. El autor se inclina por el compatibilismo, enfati-
zando que ni el anti-individualismo ni el autoconocimiento pueden negarse
categricamente. Recurriendo a una novela de P. Auster (Invisible), concluyeque es posible aceptar un autoconocimiento que depende de una transparen-
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cia semntica frgil e imperfecta.
Ya en la segunda parte del volumen, los autores de Conocimiento simb-
lico de Leibniz a Husserl, O. M. Esquisabel, A. Lassalle Casanave, J. Le-
gris y J. J. da Silva, todos ellos integrantes del GCFCF, proponen un abor-daje de la reexin sobre las ciencias formales, la lgica y la matemtica, a
partir del concepto leibniziano del conocimiento simblico. De este modo,
se examina en primer lugar el papel preponderante que le otorg Leibniz a
los sistemas semiticos en lo que respecta a la obtencin y fundamentacin
de nuestro conocimiento, especialmente en lgica y matemtica, para luego
pasar a analizar esa misma problemtica en autores que constituyen hitos
destacados en la concepcin de la lgica y la matemtica desde el siglo XVIII
hasta comienzos del siglo XX. As, segn Leibniz, el conocimiento simb-lico es el que se obtiene mediante sistemas semiticos que renen como ca-
ractersticas principales cinco funciones fundamentales: la subrogacin, la
representacin estructural o ctesis, el carcter computacional, la indepen-
dencia respecto del signicado y el carcter psicotcnico. De este modo, las
funciones que Leibniz les concede a los sistemas simblicos constituyen el
hilo conductor para examinar las concepciones que sostuvieron Kant, Boole,
Frege y Husserl acerca del conocimiento simblico en las ciencias formales.En el caso de Kant, se comprueba una cierta continuidad con las ideas leibni-
zianas en la primera etapa de su pensamiento, en especial en su obra precrti-
ca Investigacin acerca de la nitidez de los principios de la teologa natural
y la moral(1764), mientras que en la Crtica de la razn pura(1781-1787)
se verican cambios signicativos respecto de esa primera obra. Tambin se
dan continuidades y rupturas dentro de la tradicin del conocimiento simb-
lico en el nacimiento de la lgica simblica en el siglo XIX. As, tomando a
Boole y a Frege como dos guras emblemticas de la lgica del siglo XIX,
se observa que en el primero se acentan los aspectos estructurales, mien-
tras que en el segundo se verica una concepcin hasta cierto punto opuesta,
en la medida en que la notacin conceptual (Begriffsschrift, 1879) inaugura
una nueva tradicin en el conocimiento simblico, que se puede denominar
la tradicin del anlisis semntico. Los diversos aspectos del conocimiento
simblico aparecen tambin en los intentos de Husserl por aclarar y funda-
mentar el conocimiento proporcionado por las teoras matemticas. Ya desdesu obra seminal,Filosofa de la aritmtica, Husserl intenta justicar el co-
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nocimiento que obtenemos mediante las teoras matemticas en la medida
en que contienen expresiones para entidades u objetos imaginarios (por
ejemplo, los nmeros complejos). Al respecto, sus soluciones a esta cuestin
van evolucionando coherentemente desde la poca deFilosofa de la aritm-ticay alcanzan su perfeccin hacia 1901. En sntesis, Husserl diferencia entre
teoras interpretadas, teoras interpretadas que reciben una extensin formal
y, nalmente, teoras no interpretadas puras. Respecto de estas ltimas, en
Investigaciones lgicasel lsofosostiene que nos proporcionan un cono-
cimiento puramente formal o estructural, independiente de todo contenido,
dando lugar as a la ontologa formal.
Mara Cristina Di GregoriOscar Esquisabel
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PRIMERA PARTE
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La pregunta por los lmites de la ciencia
Alfredo Marcos
Introduccin1El ttulo de este texto presenta claras hechuras heideggerianas. Con esta
frmula he pretendido ganar grados de libertad en el camino de la investiga-
cin. Quiz el ttulo ms obvio hubiera sido Los lmites de la ciencia, pero
este rtulo incluye ya una armacin. Da por supuesto que la ciencia s tiene l-
mites. Una variante en forma interrogativa, como Cules son los lmites de la
ciencia?, tambin tiene el mismo defecto: da a entender de entrada que la cien-
cia tiene lmites, cosa que de momento preferira dejar en suspenso. Podramosponer nuestra indagacin bajo la gua de una pregunta previa: Tiene lmites
la ciencia?. Pero esta pregunta parece exigir una respuesta -quiz demasiado
simple- en trminos de s o no. Adems, supone que estamos ya en posesin de
una idea clara de lmite y de ciencia, lo cual es mucho suponer.
En cambio, La pregunta por los lmites de la ciencia carga con pocos pre-
juicios y ofrece sencillamente un motivo de reexin, de investigacin los-
ca, un trayecto muy abierto. Nos pide que pensemos sobre la propia metfora
del lmite que se inscribe, a su vez, en una tupida red de metforas y se ramica
en diversas acepciones. Y nos sugiere que probemos despus a pensar la ciencia
desde esa metfora. Con el correr de la exposicin nos daremos cuenta de que
la metfora del lmite es fructfera y claricadora, seguramente verdadera, si
bien parcial y necesitada de complemento cuando se aplica a la ciencia.
Para pensar la ciencia desde la metfora del lmite, propongo que dialo-
1Puede verse una versin posterior en ingls del presente texto en Gonzalez, W. J. (ed), TheLimits of Science, Netbiblo, A Corua, 2014
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guemos con Nicholas Rescher (1928- ) y con Hans-Georg Gadamer (1900-
2002). Ambos autores han meditado y escrito de manera sensata y amplia-
mente respetada sobre la pregunta por los lmites de la ciencia. Ambos son
nacidos en Alemania, pero Rescher ha desarrollado su carrera en Pittsburghy puede ser considerado como un lsofo de la ciencia anglosajn, aproxi-
madamente en la tradicin pragmatista; mientras que Gadamer es un conti-
nental, inuido por Heidegger y centrado en la hermenutica. La seleccin
de ambos como interlocutores tiene una clara ventaja: sus dos perspectivas
resultan complementarias. Podramos decir que el primero piensa los lmites
de la ciencia desde la ciencia misma, desde dentro, desde el punto de vista de
quien est principalmente interesado por la ciencia. El segundo, en cambio,
mira la ciencia desde fuera, desde un inters ms general por la civilizacinen su conjunto.
Por ltimo, incluir un resumen conclusivo que permitir recapitular las
principales ideas adquiridas durante la investigacin.
Pensar el lmiteLa palabra lmite viene del latn limes-limitis. En dicha lengua se re-
ere al sendero que separa una nca de otra. Como tal, es terreno de nadie,transitable por todos. Este origen etimolgico aporta a nuestra palabra ac-
tual ciertos rasgos semnticos que conviene considerar. El lmite congura y
constituye la nca, le da forma, contribuye a su identicacin. Sin lmite, no
existe propiamente tal entidad. El lmite de una nca la distingue de otras, la
separa, pero al mismo tiempo la comunica, pues no deja de ser un camino.
Como camino que es, posee un cierto espesor fsico, geogrco; no es una
mera lnea geomtrica. Su espesor fsico permite que lo pensemos con zo-
nas borrosas, no ntidamente demarcadas, territorios ambiguos, aptos para lacolaboracin o para el conicto. El lmite como sendero no es simplemente
una entidad a la vista, dispuesta para nuestra contemplacin. Es tambin
una entidad a la mano, que invita a la accin de caminar, de recorrer, de
penetrar, de explorar, de atravesar o rebasar... Es ms, se trata de una entidad
que surge de nuestra accin, que nace ya en relacin con un agente. Como
dice el conocido verso del poeta espaol Antonio Machado, se hace camino
al andar (2001: 186).Un lmite, en principio, no es una lnea abstracta, sino una entidad con-
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creta inmersa en un contexto de accin, relativa a un agente. El agente aporta
un espacio de posibilidades, de acciones posibles -algunas de ellas efectivas-,
de actitudes, de objetivos y deberes, de sentimientos y valores que dependen
de una cierta ontologa. Uno puede sentirse a gusto dentro de sus propioslmites. Los que me conguran estn donde deben estar. Hacen justicia a la
naturaleza de las cosas. O, por el contrario, podemos sentir los lmites como
constricciones incorrectas, quiz impuestas injustamente. En este segundo
caso, nuestra actitud nos impele a traspasarlos. El lmite es visto como algo
positivo, valioso, que contribuye a constituir una entidad, a traerla al ser, o
bien como algo negativo, que injustamente la constrie.
Como se ve, junto con el concepto de lmite nos llega un universo de ac-
titudes, de sentimientos y valores conectados con presupuestos ontolgicos.Por eso algunos lmites son vividos por el agente como autorrealizacin o
perfeccin -llega a ser el que eres, escribi Pndaro- y otros como constric-
cin o frustracin. Veremos posteriormente la importancia que tienen estas
consideraciones cuando hablemos de los lmites de la ciencia.
Pero aun podemos rescatar un rasgo ms que nos llega desde el origen
mismo de la palabra lmite. Como hemos visto, se reere a una entidad
concreta, fsica, con espesor, transitable, actuable. Hay que reparar, ade-ms, en que estamos originariamente ante una entidad espacial. Este rasgo es
tan obvio como interesante. Y lo es porque el signicado de la palabra lmi-
te se desplaza metafricamente hacia el mbito de lo temporal. Y, como sue-
le suceder, lo que nace de un desplazamiento metafrico acaba cuajando en
mera convencin. As, elDiccionario de la Real Academia Espaola(DRAE)
recoge como tercera acepcin de la referida palabra la siguiente: Extremo a
que llega un determinado tiempo. Al igual que n o trmino, la palabra
lmite pronto comienza a jugar en la cuarta dimensin.
Tambin sufre un desplazamiento similar hacia el mundo de las abstrac-
ciones. All, los senderos pierden su geogrco espesor, su actuabilidad,
para quedarse o bien en meras lneas geomtricas intransitables, o bien en
lmites matemticos por denicin inalcanzables.
Por ltimo, observemos el desplazamiento de lo que fuera un servicial
sendero hacia la esfera de la capacidades. De nuevo elDRAE: Extremo que
pueden alcanzar lo fsico y lo anmico. Ahora tambin las capacidades decualquier entidad pueden tener lmites. Se trata de otra metfora, claro est,
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pero que ha llegado tambin a jarse como convencin en nuestra lengua.
Si el viaje que hemos hecho a lo largo del limeslatino ha sido enrique-
cedor, otro tanto podemos esperar de un periplo por el horiongriego, que los
diccionarios al uso traducen por lmite o frontera. Aqu -o ms bien aho-ra-, la metfora temporal salta a la vista. Nuestras horascontadas son lmites
del tiempo. Constrien y encarcelan su ujo, s, pero a cambio le dan orden y
sentido. Las Horas (Horai), en la mitologa griega, eran las diosas que ponan
orden y regularidad en la naturaleza, que gestionaban el benco sucederse
de las estaciones. Desde esta perspectiva, son precisamente los lmites los
que nos separan del caos y de la confusin.
No lejos de horion estn las palabras griegas horama y horasis (vista,
visin), as como horizo (limitar), en la cual vislumbramos ya nuestro ho-rizonte. Aqu s el lmite es una entidad a la vista y nunca totalmente a
la mano. El horizonte es un lmite visual huidizo, inalcanzable, lo cual no
quiere decir que no afecte a nuestra accin, al menos como objetivo. Como ha
sostenido George Lakoff, vamos construyendo nuestro mundo con metforas
que tienen una base corporal y activa (Lakoff y Johnson, 2003). El horizonte
es la lnea hasta la cual alcanza la vista. Pero, por obvios motivos anatmicos
y funcionales, nuestra vista marca la direccin en la que caminamos, es decir,hacia el frente. Por eso la nocin de horizonte no es solo visual, sino tambin
agencial, del mismo modo que la nocin de frontera, emparentada con la de
frente. Ambas, horizonte y frontera, se han aplicado con profusin a la ciencia.
Por poner solo un par de ejemplos signicativos y mutuamente contra-
dictorios: Vannevar Bush, por entonces director de la Ofce of Scientic Re-
search and Development, enviaba en julio de 1945 un informe al Presiden-
te de los Estados Unidos con el signicativo ttulo de Science, The Endless
Frontier. Por su parte, Bentley Glass, quien fuera presidente de la American
Association for the Advancement of Science(AAAS), dirigi a esta asocia-
cin en 1970 un discurso titulado Science: Endless Horizons or Golden
Age?, que conclua con la aseveracin de que ya no existen horizontes in-
nitos para la ciencia.
Una vez pasadas a travs del latn, palabras griegas como horionhan ser-
vido para nombrar otras formas de limitacin, como por ejemplo las orillas.
Cuando volvamos la vista hacia los lmites de la ciencia, tal vez nos convengarecordar la famosa cita de Newton: Slo he sido como un nio jugando a la
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orilla del mar (sea-shore) [] mientras que el gran ocano de la verdad per-
maneca sin descubrir ante m (Brewster, 1855, vol. 2: 407).2O el conocido
relato de San Agustn del cual esta imagen bien podra proceder.
Pero antes de centrarnos en la ciencia, exploremos aun otra de las fuentesde nuestra nocin de lmite. Se trata de la palabra griegaperas. Dicho trmi-
no, probablemente relacionado conpery conperi, con nuestro periodo y
permetro, trae a la mente de cualquier lsofo el venerable concepto de
apeiron(lo ilimitado). El apeironviene, a su vez, rodeado de connotaciones
de todo tipo. Negativas, por su indeterminacin y difcil comprensin. Posi-
tivas, por su fertilidad y potencia.
Vemos ahora que pensar los lmites de la ciencia no equivale simple-
mente a preguntarnos si la ciencia tiene o no lmites. Quiz, en un ciertosentido de la metfora s los tenga, y en otro, no. En caso de que los tenga,
deberamos saber de qu tipo son, o sea, desde qu versin de la metfora
del lmite podemos pensar la ciencia con mayor acierto. Es ms, ser preciso
plantearnos la cuestin del valor de los lmites. Es decir, en caso de que la
ciencia tenga cierto tipo de lmites, tendremos que preguntarnos si eso es
bueno o es malo, si es deseable o no. La respuesta a esta ltima cuestin
abrir inexorablemente nuevas preguntas acerca de nuestras acciones: quhemos de hacer respecto de los supuestos lmites de la ciencia?, han de ser
respetados?, incluso impuestos?; y si fuera as, desde qu instancias? Han
de ser rebasados, conquistados, vencidos? Es bueno que tracemos lmites
geomtricos perfectos, o nos convienen lmites geogrcos transitables,
con espesor, o incluso difusos?
Pensar la ciencia desde la metfora del lmiteEl grado cero de la metfora del lmite, es decir su versin ms conven-
cional o neutra, nos invita a pensar los lmites geogrcos de la ciencia. Un
grado ligeramente ms metafrico est ocupado por la interpretacin temporal
del lmite. As, cuando nos preguntamos por los lmites de la ciencia, podemos
referirnos a sus lmites espacio-temporales. Como entidad histrica efectiva, la
2Las obras etimolgicas que he podido consultar no relacionan el trmino inglsshorecon
el griego horion. Su evidente similitud, pues, parece debida a una mera coincidencia, justiciapotica tal vez.
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ciencia se ha desarrollado en ciertas regiones del planeta Tierra a lo largo de
un cierto tiempo. No pretendo ahora jar esos lmites. La cuestin del origen
histrico de la ciencia es tarea que compete ms bien a la historia. Y, por lo que
respecta al futuro, sabemos que, como toda empresa humana, tendr un nal,pero no podemos predecir el momento en que llegar. Es evidente -y quiz
trivial- que en este sentido la ciencia s tiene lmites espaciales y temporales.
Como labor losca, nos interesa ms pensar si la ciencia entendida
como un cierto tipo de conocimiento y de accin humana tiene lmites. Y aqu
la palabra lmites se emplea ya en un sentido ms metafrico, pues no tiene
que ver con los lmites espacio-temporales de la ciencia efectiva, sino con los
lmites de toda ciencia posible, con los que impone a la ciencia su propia na-
turaleza y su entorno. Si no nos referimos a fronteras fsicas ni cronolgicas,en qu clase de lmites pensamos entonces?
Recordemos que la metfora del lmite pronto se ampla y se desplaza ha-
cia mbitos ms abstractos. As, comenzamos a imaginar la ciencia como una
de las regiones de la esfera del saber. Los modernos, y especialmente Kant,
distinguieron tres regiones principales dentro de dicha esfera: la ciencia, el
arte y la moral. Se trata, claro est, de un desplazamiento de la terminologa
espacial, o ms especcamente geogrca, hacia el mbito de los conteni-dos del saber. La ciencia limita, as, con el arte y con la moral. Esta forma
geogrca de entender el saber la encontramos en numerosos textos, desde
los comienzos de la Modernidad hasta la actualidad. La metfora de la esfera
ha sido prolongada en nuestros das por el lsofo alemn Peter Sloterdijk,
quien da el ttulo conjunto deEsferas(Sphren, 1998-2004) a una inuyente
triloga. En la misma lnea, Rescher (1994: 62)3cita un texto del fsico y Pre-
mio Nobel Richard Feynman (1918-1988). En dicho texto, el autor compara
los descubrimientos de la ciencia fsica moderna con el descubrimiento de
Amrica. Con la exploracin de la Tierra, los horizontes del Occidente mo-
derno se ampliaron. Dicha tarea congur muy profundamente la forma de
pensar de la Modernidad, ofreci modelos sobre los que teorizar acerca del
saber y de la ciencia.4
3Citar el texto de Rescher siguiendo la traduccin al espaol de Leonardo Rodrguez
Dupl, publicada en la editorial Tecnos.4Un detallado estudio de estas conexiones entre la exploracin de la Tierra y el modo de
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Por otro lado, la propia esfera del saber no carece de lmites. De otro modo
no podramos hablar de ella como esfera. Se encuentra dentro del mundo de la
vida (Lebenswelt). Limita con otros muchos aspectos de la vida humana.5
Pensar la ciencia desde la metfora del lmite supone, pues, reexionarsobre un complejo entramado de lmites internos y externos, lmites de distin-
ta naturaleza, de diverso valor, y relacionados tambin en diferentes modos
con nuestra propia accin. Trataremos de abordar esta tarea en dilogo con
Rescher y con Gadamer. Hay que aclarar que este dilogo no busca principal-
mente exponer el pensamiento de estos dos autores, sino abordar -contando
con su ayuda como interlocutores y guas- nuestra tarea central, que consiste
precisamente en pensar los lmites de la ciencia.
Los lmites de la ciencia: una mirada desde el interiorNicholas Rescher dedic un libro entero a la cuestin de los lmites de
la ciencia. El texto resulta muy claricador. Sostiene, en primer lugar, que la
ciencia no lo es todo, que fuera de la ciencia hay formas de conocimiento y de
praxis perfectamente vlidas y racionales. Existen reas en las que tenemos
intereses cognitivos y prcticos y que caen completamente fuera de la pro-
vincia de la ciencia. El autor nos habla aqu de restricciones territoriales.En sus propias palabras: No hay duda de que la ciencia natural est sujeta a
incapacidades externas a su dominio. Debemos reconocer que varios impor-
tantes problemas evaluativos y cognitivos quedan completamente fuera del
campo de la ciencia tal como la conocemos (Rescher, 1994: 247). Pensar lo
contrario sera tanto como suscribir a la ideologa cienticista.
pensar el conocimiento puede verse en los escritos del historiador mexicano Ren Cecea:
partir de la n du XVe sicle se constate un processus de dsenclavement de lOccident euro-pen sur la base des voyages maritimes qui dpassent les limites historiques de dlimitation dela ralit propre lOccident mdival [] Nous nous sommes concentrs montrer le rapportentre louverture de lhorizon europen de dlimitation du lieu dexistence humaine et lessor
dun nouveau discours historique ; nous y avons tent de souligner lexistence au XVIe sicledun souci renouvel pour lexprience et, partir de l, sur la forme de construction des savoirs(Cecea, 2010: 67).
5Ha de ser materia para otra jornada, pero cada vez me parece ms claro que deberamosempezar a prescindir de esta entidad kantiana, la esfera del saber. En realidad, tanto saber -y tanto
hacer- hay, por ejemplo, en la tecnologa, la comunicacin, la religin o el deporte como en laciencia, el arte o la moral.
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Como vemos, Rescher piensa en trminos de territorios, dominios y pro-
vincias, con sus lmites, restricciones o fronteras. La ciencia ocupa uno de
estos dominios, pero ms all del mismo tambin hay vida. Ms all, aadira
yo, est el resto del mundo de la vida. A este tipo de lmites, que conguranel perl de la ciencia sobre el trasfondo del mundo de la vida,podramos de-
nominarlos lmites constitutivos.6Qu caractersticas asignamos a este tipo
de lmite? En mi opinin, se trata de un lmite borroso, ms geogrco
que geomtrico, pues siempre habr contenidos cognitivos y acciones de
dudosa asignacin. Es un lmite transitable, pues debe haber paso desde la
ciencia hacia la vida y viceversa, y positivo, en el sentido de que ms que una
constriccin es una conguracin o conformacin. Es este tipo de lmite lo
que constituye y da forma a la ciencia.En Rescher, las caractersticas de este lmite no estn del todo claras.
Por un lado, es obvio que lo concibe en clave positiva, como un lmite cons-
titutivo. No tendra sentido que la ciencia intentase ocupar espacios ms all
del mismo, pues lo hara a costa de su propia naturaleza. Rescher piensaesta
clase de extralimitacin claramente como un exceso cienticista. Pero, por
otro lado, en alguna ocasin se reere a este lmite como una restriccin
(Rescher, 1994: 244). Ha de entenderse que se trata de una restriccin au-toimpuesta y correcta.
Adems, y en cuanto a la comunicacin entre la ciencia y el resto del
mundo de la vida, la posicin de Rescher solo es, en mi opinin, parcialmente
satisfactoria. Admite que ha de haber salidas desde la ciencia a la vida. De
hecho, arma en diversas ocasiones que el criterio de evaluacin de la ciencia
no puede ser sino su utilidad prctica (Cf. Rescher, 1994: 29, 66, 189). En
efecto, esta forma de pensar est muy en consonancia con su losofa de fon-
do pragmatista. Pero no acepta que haya trco en sentido contrario, desde el
mundo de la vida hacia la ciencia. La ciencia, arma en un curioso in crescen-
do, es autnoma, autosuciente, soberana (Cf. Rescher, 1994: 246-247). Pero
si el limesdelimita tanto como comunica, si ha de ser permeable y transitable,
habr de serlo en los dos sentidos. La ciencia tendr que aceptar demandas,
6Me permitir en adelante modicar la terminologa utilizada por Rescher. l habla deimpotencias, incapacidades, lmitesy decienciasde la ciencia. En realidad todos estos trminos
reeren a distintos tipos de lmites. Sera interesante, pues, que el trmino mismo indicase dequ clase de lmite se trata. El cambio terminolgico que adopto pretende cumplir esta funcin.
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apoyos y tambin, por qu no, restricciones procedentes de otros mbitos. Por
ejemplo, deberamos admitir que en muchas ocasiones -aunque no en todas,
claro est- el sentido comn o la sensibilidad esttica han resultado buenos
jueces en materia cientca, por no hablar de las restricciones ticas que sonen algunos casos perfectamente pertinentes.
Observemos, por ltimo, antes de pasar al segundo tipo de lmites, que la
ciencia -y en general la clsica esfera del saber- ha de ser visualizada, segn
propongo, en el interior del mundo de la vida, como parte integrante del mis-
mo y no en yuxtaposicin a este. La ciencia es una parte de la accin humana.
Esta integracin y conexin con el resto del mundo de la vida ser abordada
ms abajo en dilogo con el pensamiento de Gadamer. Pero, de momento, es
un paso importante el que nos permite dar Rescher, al reconocer la existenciade los lmites constitutivos de la ciencia y la legitimidad de algunos saberes
y haceres situados fuera de los mismos. Solo desde una posicin no cienti-
cista, como esta, tiene sentido la integracin y conexin que propondremos.
Tratemos ahora sobre el segundo tipo de lmites. Para ello vamos a con-
siderar solo problemas propios de la ciencia, dejando ya al margen los que
caen fuera de su territorio. Se podra pensar que existen razones tericas
para armar que la ciencia nunca dar cabal solucin a todos los problemasde su dominio. Estas razones tericas marcaran un segundo tipo de lmite,
los lmites tericosde la ciencia. Fuera de los mismos quedaran los pro-
blemas cientcos que la ciencia, por razones tericas, nunca conseguir
abordar y menos an solucionar. En el interior tendramos los problemas
que la ciencia, al menos en teora, podra llegar a abordar con xito. Sera
el territorio de la ciencia tericamente posible. Pues bien, Rescher argu-
menta largamente en el sentido de que tales lmites tericos no existen (Cf.
1994: caps. 6 y 7). No hay, segn l, razones tericas para pensar que algn
problema perteneciente al dominio de la ciencia natural quede por siempre
jams ms all de sus capacidades. Entre otras cosas, porque no podemos
predecir la ciencia futura, ni sus contenidos, ni sus mtodos (Cf. Rescher,
1994: 20, 142, 162).7Dicho de otra manera, si dentro de los lmites cons-
titutivos est la ciencia, y dentro de los lmites tericos la ciencia terica-
7Obsrvese que la expresin no podemos predecir la ciencia futura ha de ser formuladaen tiempo presente para no incurrir en paradoja.
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mente posible, para Rescher ambas coincidiran: la ciencia tericamente
posible se identicara simplemente con la ciencia.
No obstante, esta tesis ha sido ampliamente debatida. Pongamos un ejem-
plo que ilustra el tipo de objeciones que se pueden interponer ante la misma.El matemtico Gregory J. Chaitin ha demostrado, inspirndose en los traba-
jos de Gdel y Turing, que el carcter aleatorio de una secuencia matemtica
no puede ser demostrado, que es indecidible. Esto tiene consecuencias sobre
las ciencias de la naturaleza, como ha puesto de maniesto recientemente el
fsico de la Universidad Complutense Fernando Sols (2011). A partir de la
demostracin de Chaitin, se podra inferir que la cuestin de la presencia o
ausencia de nalidad en la naturaleza resulta tambin indecidible, pues nunca
sabremos si una secuencia de fenmenos naturales se produce al azar o biense orienta hacia un n. Qu diramos entonces?, que el problema del azar y
la nalidad es ajeno a las ciencias naturales, o que pertenece al dominio de las
mismas pero resulta inabordable por razones puramente tericas? Si optamos
por lo primero, la posicin de Rescher se mantiene, pero no as si armamos
lo segundo.
En cualquier caso, lo que nos interesa aqu no es tanto si existen o no
lmites tericos, sino el propio concepto de lmite terico. Estos lmites, encaso de existir, tendran un matiz ms restrictivo que constitutivo, y probable-
mente unos perles ms geomtricos que geogrcos. Rescher contribu-
ye a esclarecerlo distinguiendo los lmites tericos de los lmites prcticos.
Estos constituyen el tercer tipo de lmites de la ciencia (Cf. Rescher, 1994:
caps. 8 y 9). La ciencia no alcanza a muchos de los problemas que estn
dentro de su dominio por motivos de carcter prctico. Por ejemplo, las ca-
pacidades del Large Hadron Colliderdel CERN marcan un lmite prctico.
Se trata del mayor y ms potente acelerador de partculas del mundo. Si un
experimento rebasa las capacidades de esta instalacin, sencillamente no se
puede hacer por el momento.
Con frecuencia dichos lmites, segn sugiere Rescher, pueden ser redu-
cidos a trminos econmicos. El dinero y los recursos humanos invertidos en
ciencia son, obviamente, limitados. Esto hace que ciertos problemas aborda-
bles en teora no sean de hecho estudiados. Pero no siempre los lmites prc-
ticos son traducibles a dinero. Por ejemplo, yo incluira entre las limitacionesprcticas de la ciencia natural a las que derivan de la ausencia de ciertos
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desarrollos matemticos. Hay momentos histricos en los que la matemtica
que requerira una parte de la ciencia natural no est disponible. Esto supone
para la ciencia natural un lmite prctico que no depende solo de la inversin
econmica. Los lmites prcticos pueden ser tambin de carcter lingsti-co, moral, social, poltico, ecolgico... Quiz no todos sean reconducibles a
trminos econmicos. Cada uno de ellos tiene su propia especicidad, que
requerira un extenso tratamiento que no podemos abordar aqu. A ttulo de
simple indicacin, podemos recordar que la ciencia se puede ver limitada por
la pobreza del lenguaje coetneo. Su avance depender entonces de la crea-
tividad lingstica, que se da las ms de las veces por metaforizacin. Por su
parte, los lmites morales tambin se incluyen entre los de carcter prctico.
La ciencia, en su fase de investigacin o de aplicacin, muchas vecespuederebasar esos lmites, que, sin embargo, no debenser rebasados. Estos lmites
morales estn interconectados con otros de tipo poltico, social o ecolgico,
que en algunos casos deben ser superados y en otros respetados.
En suma, la ciencia tericamente posible se ve limitada por factores prc-
ticos, que determinan cul ser la ciencia prcticamente posible. Sabemos que
parte de la ciencia posible en teora nunca ser posible en la prctica. Pero no
podemos saber de antemano qu parte ser esa. Segn Rescher, no hay modo deprecisar qu problemas concretos quedarn al margen del desarrollo cientco.
Problemas que hoy estn ms all de los lmites prcticos, quiz no lo estn
maana. Lo que hoy vemos como inabordable, quiz maana sea factible. No
podemos saberlo. Estamos ante un lmite de tipo horizonte. Siempre est ah,
pero se desplaza conforme avanzamos. Este tipo de lmite responde en su des-
plazamiento a lo que Rescher llama principio kantiano de propagacin de las
pregunt