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El objeto de este trabajo es el caserío, tema de estudio poco 0nada original. Desde hace siglo y medio se suceden monografías deagraristas, sociólogos, etnógrafos, arquitectos, historiadores, econo-mistas, geógrafos, antropólogos, juristas, etc. en las que se abordasu conocimiento. Da la sensación de que todo estuviera ya dicho.Pero por otra parte, el propio cúmulo de estudios y la heterogenei-dad de disciplinas sobre las que ha suscitado interés es un primerindicador del atractivo y la complejidad del caserío.

El mismo término, tanto en euskera: baserria, como en castella-no: caserío, es de contenido ambiguo; puede ser tomado en un sen-tido restringido, haciendo referencia al aspecto más visible: la casa,o por el contrario en otro muy amplio en cuyo caso la noción decaserío subsume diversas estructuras sociales, económicas, cultura-les... En cuanto que construcción arquitectónica, los caseríos sonedificios de época moderna y contemporánea, definidos como casa-bloque de labranza, de piedra y entramado de madera, con tejado ados aguas sobre caballete perpendicular a la fachada principal. Peroincluso si se toma la parte por el todo, habría que reparar en el con-cepto de casa dentro del mundo del caserío:

"Hay un proverbio vasco francés, recogido ya en elsiglo XVII que dice: Herrik bere legue, etxek bere astura_"cada país su propia ley, cada casa su costumbre ".Este proverbio indica muy bien el particularismo legalis-ta y ritualista de los vascos. Pero ante todo revela algosobre lo que he de insistir grandemente. El hecho de que,para ellos, la idea de la "casa" es mucho más expresivaque cualquier otra, como unidad social elemental. Encontraste con lo generalizada que está la voz exe, eche,etche o etxe = casa en todo el ámbito en que se habla ose ha hablado vasco, hay que poner la falta de vocablosprecisos y de uso generalizado que aludan a la familiaelemental propiamente dicha... La familia elemental

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vasca de labradores no es conocida casi nunca por elapellido del padre, como en diversas partes de Europa,sino por el "nombre de la casa" en que vive, nombre quepuede ser de varios tipos (acerca de los cuales no voy adecir nada ahora), y que en muchas ocasiones data dehace cien años, doscientos, trecientos y aun cuatrocientosaños; que fue puesto en la época de su fundador o recons-tructor, el cual nada tiene que ver con la familia actualcon frecuencia... Según mi impresión, la casa con sushabitantes y pertenencias es, ante todo, una especie de"unidad de trabajo" elemental y de esta noción, más omenos claramenente poseída, dependen otras muchas"(Caro Baroja, 1988, p. 149).

Es decir, la propia noción de casa remite a la de caserio comounidad básica de producción económica y reproducción social.Muchas cosas han cambiado desde que una parte importante de lapoblación vasca estuviera ligada al modo de vida que subyace bajoesa idea de caserío y, sin embargo, aún se mantiene vigente en lamemoria social. Sucede que al tomarse por empresa independientey grupo humano que se continúa a sí mismo, el caserío "... presen-ta rasgos característicos de universo 'ideal'; ideal en cuanto comple-to o total, en cuanto se trata de la unidad más sencilla en la que seresuelven los problemas fundamentales de la vida social..." (Arpal,1979, p. 104). En definitiva, el caserío responde al cliché de siste-ma estable que las sociedades urbanas buscan en un mundo ruralpretérito.

Pero la mitificación del caserío tiene una raíz más antigua. Enopinión de Elorza (1975), la imagen positiva y el carácter modélicodel mundo rural generado por el caserío se afianza ya a mediadosdel siglo XIX, alcanzando su máxima expresión en Fermín Caba-llero. Según éste el caserío es una hacienda rústica que consta "...decuatro elementos cardinales: la casa, la heredad labrantía, el ganadoy el monte. Cuentan los edificios habitaciones capaces y cómodaspara personas y animales... En las tierras cultivadas se sucede unarotación incesante de cosechas, preparadas y obtenidas con buenmétodo, órden y con grande inteligencia... El ganado con que exclu-sivamente aran es el bovino, una pareja de bueyes; pero añaden treso cuatro vacas, que relevan a aquellos cuando conviene, que pro-crean, y además suministran abundante leche. En el monte hay cas-

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taños, argomas, helechos y jaras, que proporcionan fruto, combus-tible, cama y basuras... Todo se ayuda allí mutuamente, porque sehan reunido los mejores elementos materiales, el más vivo interés,la más decidida voluntad" (1866, pp. 31-33).

El mismo Caballero reconocía, sin embargo, que tales elementoscaracterísticos del caserío ^ casería según su propia preferencia-se encontraban presentes en otras explotaciones de zonas limítrofes.Un siglo después García Fernández insistía en la idea: el caseríopertenece al grupo de esas "... unidades de explotación completas,constituidas por todos los elementos necesarios para la vida rural.Esto es, con la casa y los huertos aledaños, las tierras de cultivo(varias parcelas de cereales y algunos prados) y los derechos -per-tenencias o pertenecidos- para aprovechar en forma comunal losmontes", propias del ámbito atlántico peninsular (1979a, p. 190).

Pero tanto uno como otro autor resaltaban la especificidad delcaserío entre las demás por añadir a su condición de unidad jurídi-ca la de unidad física. A juicio de Caballero era esa cualidad de cotoredondo la que otorgaba al caserío una virtualidad superior a la decualquier otro tipo de hacienda: "Hay quien atribuye principalmen-te la prosperidad agrícola de estas provincias [Bizkaia y Gipuzkoa]a la laboriosidad de sus naturales, a que trabaja el hombre, la mujer,los niños y todo el mundo; se engaña el que así discurre... La causade las causas es la finca rural; que todo el trabajo se aprovecha; queno hay dispersión de fuerzas, de atención y de individuos; que lafamilia es una, porque la tierra y la casa son únicas y solas" (1866,p. 34).

Habrá tiempo de discutir dónde estuvieron y dónde están hoy lasvirtualidades del caserío, pero lo cierto es que la proximidad entrela casa y las tierras de labor ha propiciado una organización tambiénespecífica del espacio rural vasco-atlántico. Y ese era el aspecto queel segundo de los dos autores ponía de relieve: el caserío ordena elespacio rural en "diminutas células" que constituyen un "complejomosaico de infinitas teselas" (1975, p. 36).

Si la casa es una primera evidencia física del caserío, ésta es lasegunda: un paisaje de estructura formal característica que seextiende por toda la vertiente atlántica de Euskal Herria, desdeZuberoa -Soule-, el territorio más oriental, hasta Bizkaia, el másoccidental. Un paisaje de montaña media que parece humanizado auna escala más próxima a la del hombre, que viajeros extranjeros deotros siglos contribuyeron a idealizar: "Luego el solitario camino de

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montaña a Deba por junto a Itziar. Encerrado entre dos series demontes y rodeado de peñascos de extrañas figuras, se cree unotransportado a los Alpes o Pirineos, pero la desolada bravura de laregión se mitiga con la vista de amenas heredades y huertas, con lasque la asiduidad de los habitantes ha coronado hasta las cumbresmás empinadas" (Humboldt, 1975, p. 78).

En los territorios costeros peninsulares, sobre los fondos estre-chos de esos valles con tintes bucólicos, un proceso de industriali-zación violento ha encajado, como con calzador, un paisaje biendistinto: el de las aglomeraciones urbanas en que se suceden sinorden ni concierto áreas residenciales e industriales. La poblaciónque allí se amontona, casi toda la de Bizkaia y Gipuzkoa, sólo tieneque levantar la vista hacia las laderas para reencontrarse con el otroescenario, el del caserío. Esa interpenetración, la vecindad entre "lomejor" del mundo rural y"lo peor" del mundo urbano, acentúa aquíla nostalgia del caserío.

Pero ese mundo idealizado está llamado en la actualidad, comoen todo tiempo, a cumplir funciones no sólo simbólicas sino tam-bién materiales. Porque a la vorágine del desarrollismo industrialsucedió la de una crisis profunda aún no superada. Contra su prin-cipal secuela, el paro, todos los recursos son pocos; así, tras años deolvido, el sector agrario vuelve a tener presencia en la política eco-nómica. Sin embargo, la unidad de producción por la que pasa elsector es el caserío y su crisis es anterior a la de la gran industria,tanto que hemos crecido oyendo hablar de ella.

El caserío no se adecúa a los actuales imperativos de la agricul-tura. Esa misma falla presentan buena parte de las explotacioneseuropeas, en particular las ubicadas en las llamadas Areas de Agri-cultura de Montaña, donde la problemática se multiplica. Pensandoen ellas lleva algún tiempo explorándose el recurso de la pluriacti-vidad. Por eso, si el Plan estratégico rural vasco 1992-1996 teníapor objetivo la modernización de las explotaciones, además de laadecuada gestión del medio natural, el actual -Plan para el desa-rrollo del medio rural vasco 1997-2000- mantiene esas dos líneasde fuerza, pero incluye una tercera: la del desarrollo rural, por la quese apuesta hasta el punto de haberse legislado al respecto -Ley deDesarrollo Rural 10/1998.

Y si en torno al caserío se crean nuevas expectativas, otro tantosucede con el terreno en que se asienta. La congestión urbana, ade-más de haber agudizado la crisis económica, ha acarreado un nota-

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ble deterioro de la calidad de vida; el espacio rural se convierte enrecurso mediante el que superar el modelo caduco de la ciudadindustrial densa. Sobre esa parte del territorio/paisaje, que en térmi-nos comparativos puede llegar a parecer no expoliado, ha de tenercabida una nueva tipología residencial de baja denŝidad y en con-tacto con la naturaleza, así como las áreas que acojan las activida-des económicas de nuevo cuño. Un proceso que ha comenzado amaterializarse ya y cuyo favorecimiento y canalización aparecenentre las metas de la nueva política territorial -Directr.ices de Orde-nación Territorial (1997)-, al entender que se trata de una necesi-dad económica y social. .

Todo esto se está planteando en una sociedad que dispone de unterritorio muy pequeño, pero en todo caso "territorio", es decir,espacio sobre el que no es fácil hacer "borrón y cuenta nueva". Enese sentido, uno y otro objetivos, el de la política agraria que pre-tende unidades de producción eficaces -sea por la vía de la moder-nización, sea por la de la pluriactividad- y el de la política de orde-nación que busca la corrección del modelo territorial, parecen pasarpor el caserío. Por el caserío como unidad de producción dominan-te en el espacio rural vasco-atlántico y por el caserío como gestorfundamental de tal espacio. Bajo esa presunción, este trabajo inten-ta analizar las potencialidades y limitaciones que el caserío presen-ta frente a esos dos retos, según sus condiciones estructurales y,quizá más importante, su dinámica y tendencias a la sazón del con-texto socioeconómico en que se halla inmerso.

Tal análisis quedará restringido al ámbito del caserío en la ver-tiente atlántica peninsular (véase mapa adjunto). La razón queempuja a tomar esta decisión es la distinta evolución que el caseríoha registrado en las tierras francesas, manifiesta ya a mediados delsiglo XIX cuando, de acuerdo con Léfebvre (1933), la roturación demontes comunales propició su redimensionamiento, frente a lo queen los territorios peninsulares acaeció. Centrado el trabajo en la ver-tiente peninsular, aún es preciso realizar algunas aclaraciones. Lamayor parte del área del caserío viene aquí dada por los TerritoriosHistóricos de Gipuzkoa y Bizkaia a los que deben añadirse losvalles alaveses°y navarros que vierten al Cantábrico: comarca Can-tábrica Alavesa, valle de Aramaiona y la Navarra Húmeda delNoroeste, sector este último que por cuestiones de operatividad a lahora de manejar estadísticas quedará furera del espacio considera-do. Por otra parte, la comarca de las Encartaciones, en el extremo

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occidental de Bizkaia, no pertenece al área del caserío; ya a media-dos del siglo XIX el Diccionario Geográfcco de Madoz señalabaque "... en nada se parece el laboreo de tierras que se hace en laparte oriental [de Bizkaia]... al que se practica en el O. en los vallesde las Encartaciones" (1991b, p. 223).

Sobre ese espacio tratará de analizarse el caserío en su condiciónde explotación agraria, atendiendo siempre a la dimensión territorialque tal naturaleza lleva aparejada. A esa vertiente espacial se aña-dirá la temporal, sin la que difícilmente podrían comprenderse ni laorganización del territorio, ni la de las estructuras que la propician.En el caso concreto del caserío, remontar el análisis en el tiempo nopresenta únicamente la virtualidad de conocerlo en su genética;habida cuenta de su carácter mítico-simbólico, podría suceder quelas disposiciones que respecto a él se adopten no estuvieran única-mente condicionadas por su estructura y dinámica reales, sino tam-bién por la forma imaginaria gue han ido adquiriendo. Por otraparte, no está demás reparar en que la tensión por el uso del territo-rio y la asignación de los recursos ha existido siempre.

Desde la perspectiva geoespacial y diacrónica adoptada, el case-río va a presentarse como la unidad de decisión y acción que es,siendo que ambos procesos vienen dados por una lógica complejaque excede planteamientos mecánicos simples. Este intento pasapor establecer el caserío-tipo. "Cada caserío es distinto, hemos oídoafirmar con fecuencia. Sí y No, sería la respuesta adecuada. Sí en sucaracterística detallada, en la inacabable casuística de la realidad;pero No, en sus elementos esenciales y determinantes" (Etxezarre-ta, 1977, p. 15). Cabe efectivamente la posibilidad de establecer uncaserío-tipo en cuanto a sus componentes formales y también encuanto a su funcionamiento o modo de gestión. Pero tal posibilidadsólo es factible bajo la perspectiva estática, la de la foto fija. En eltiempo, tanto la componente estructural como la funcional varíanpor fuerza.

Douglass topó antes que nosotros con este problema al plantear-se aprehender, desde el punto de vista antropológico, el caserío delas seis primeras décadas del siglo XX; su opción fue construir untipo para cada una de las tres secuencias cronológi ŝas que estable-ció en el período, advirtiendo que cada uno de ellos era, "... en cier-to modo, una extrapolación artificial de una estructura fija y de unconjunto de prácticas deducidas del continuo fluir ..." (1977, vol. I,p. 41). También es esa la alternativa que en este trabajo se adopta,

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sin embazgo, el riesgo en que se incurre es mucho mayor, puestoque el hito temporal que se abarca, los ocho siglos que van desde lasprimeras referencias a caseríos en época bajo medieval hasta laactualidad, centuplica sobradamente al elegido por el mencionadoautor, sin que quepa la posibilidad de aumentar en esa misma pro-porción los tipos de caserío.

De hecho, también en esta ocasión se propondrán únicamentetres caseríos; el intento por atrapar el continuo fluir de cada uno deellos se realizará a partir de la evolución de la agricultura durante elperíodo de vigencia del caserío en cuestión, en cuanto que ésta esproducto de su devenir como explotación agraria. Pero además, seprocurará insertar lo agrario tanto en el contexto económico generalcomo en el social, de modo que la estructura y también las decisio-nes y acciones que al caserío quepa atribuir puedan interpretarse enel escenario en que tuvieron o tienen lugar. Escenario que se sopor-ta en un ámbito de potencialidades determinadas, que serán valora-das y aprovechadas de acuerdo con intereses cambiantes y no siem-pre convergentes.

Este tipo de planteamiento conlleva algunos problemas; uno deellos es que la mayor parte de los aspectos pasan a ser tratadosdesde una doble óptica: la macro y la micro. Es decir, los grandestemas como la economía, la sociedad y el territorio se analizan pri-mero desde una panorámica general paza después intentar traspa-sazse a un pequeño caserío. Este hecho obliga a éfectuar reiteracio-nes; muchas cuestiones no quedan definitivamente cerradas alplantearse por primera vez, sino que se posponen deliberadamentealgunas de sus vertientes para presentarlas después bajo la perspec-tiva del caserío. Con todo, se ha preferido asumir ese riesgo al cons-tatar que de otro modo, por ejemplo abordando sectorialmente losaspectos estructurales, productivos... las interrelaciones dinámicasque entre ellos se establecen en la escala del caserío quedaban des-dibujadas.

Otro problema que presenta este modo de análisis es el de lainformación, que si más o menos abundante siempre existe desde laperspectiva global o macro, muy pocas veces se encuentra referidaa lo individual, a lo micro. Es decir, contamos con datos referidos ala producción total de todos los caseríos pero no al producto unita-rio de cada uno de ellos, ni a los recursos de que dispone para obte-nerlo, ni al modo en que lo logra, ni a las razones que le llevan adecantarse por esa producción y no otra... Es verdad que para el

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período más reciente se dispone de los Censos Agrarios, que reiie-ren la información a la explotación. Pero a pesar de la similitudexistente entre el concepto de explotación y el de caserío, éste esdifícilmente discernible a partir de las informaciones censales, deuna parte porque presenta una estructura particular al disponer detierras de labor y de monte, y de otra porque el caserío no se cons-tituye en el tipo único de explotación agraria del ámbito vasco-atlántico, contra lo a veces pronosticado.

En esta tesitura, la solución que casi todos los estudiosos delcaserío han adoptado ha sido el trabajo de campo, donde la encues-ta ha pasado a convertirse en hen-amienta fundamental. Sin embar-go, las posibilidades que en este sentido presenta la investigaciónprivada son siempre restringidas. La metodología bajo la que eneste caso ha tratado de superarse esa cortapisa se explicita en otraparte del trabajo (Anexo), ahora .únicamente se adelantará que lainformación obtenida a partir de formularios y entrevistas ha resul-tado de una extraordinaria validez, permitiendo incluso un mayoraprovechamiento de las informaciones recogidas en los CensosAgrarios, frente a lo que en un primer momento podía entreverse.

El conocimiento de ciertas claves interpretativas a partir de laencuesta ha permitido establecer los parámetros bajo los que lasinformaciones estadísticas debían ser segregadas y analizadas; así,muchas veces una y otra fuentes han llegado a convertirse en testmutuo de validación, lo que no significa que en alguna que otra oca-sión no se haya impuesto la contradicción entre ambas. Por eso, esecúmulo de estudios sobre el caserío al que más arriba se hacía refe-rencia ha sido valiosísimo; probablemente se constituye en la prin-cipal fuente de información para este trabajo, en el que las investi-gaciones de escala local han aportado esas pequeñas noticiasesclarecedoras que por fuerza no aparecen en los grandes tratadossobre el caserío. Entre estos últimos, no hace falta decir que la obrade Julio Caro Baroja ocupa un lugar preferente; este trabajo estáimpregnado por ella.

Desde el punto de vista formal, el trabajo ha quedado divididoen dos partes: la primera de ellas abarca desde el origen del caseríohasta mediar el siglo XX, y la segunda desde esa fecha a la actuali-dad. Con esta división cronológica se pretende insertar el caserío enese gran proceso de cambio que acarreó la superación del sistemade producción agraria tradicional a partir del desarrollo del capita-lismo industrial. Pero el devenir de la industria siempre ha contado

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con un peso extraordinario en el del caserío, al punto que nos atre-vemos a calificar los tres tipos propuestos según esa variable.

De esta manera, la primera parte del trabajo lleva por título: Loscaseríos protoindustrial e industrial. El caserío protoindustrial, alque se dedica el primer capítulo, está profundamente ligado a la side-rurgia rural, a las ferrerías. Así se ha entendido a partir de la infor-mación que las investigaciones históricas proporcionan; deliberada-mente se ha buscado que las referencias bibliográficas se constituyanen el banco de datos a partir del cual se construye el caserio bajo elenfoque que este trabajo busca. La vigencia del caserío protoindus-trial se establece hasta mediados del siglo XIX, cuando se registranlos primeros síntomas de industrialización moderna. De ese momen-to parte el segundo capítulo, el que trata sobre el caserío industrialque se mantiene a lo largo de un siglo, hasta los años 1950. Las fuen-tes bibliográficas continúan siendo fundamentales, sin embargo, sedispone ya de algunas series^estadísticas y también de la informaciónproporcionada por la encuesta, que al haberse referido no sólo almomento actual, sino también a mediados del siglo XX, ha permiti-do un mejor acercamiento a ese caserío.

En la segunda parte del trabajo, El ^ caserío? postindustrial, losacontecimientos se agolpan: la crisis de la agricultura tradicional yde la moderna, la aceleración del proceso industrializador y su pos-terior crisis, la integración en la Unión Europea, la terciarización dela economía... Todo ello trastocará decisivamente el mundo rural yel sector agrario en particular; a su análisis, que se aborda desde lasfuentes estadísticas clásicas en estos casos, se dedica el capítulo ter-cero. El caserio postindustrial, el que a raíz de todo ello va pe^-lándose hoy, es el tema del cuarto capítulo. Los Censos Agrariospero sobre todo la encuesta dan pie a la elaboración de este últimocaserío que, no obstante, se precede de otro: el caserío industrial atiempo parcial. Un caserío de tránsito construído en la difícil solda-dura entre el industrial y el postindustrial, y que básicamente secorresponde con "El caserío vasco" de Etxezarreta (1977).

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PARTE PRIMERA:

LOS CASERÍOS PROTOINDUSTRIALE INDUSTRIAL

"^erra de montañas, de bosques boreales, queha dejado en el idioma una cantidad enorme de fitó-nimos, es decir de palabras alusivas a la vegetación,e incluso palabras fundamenta[es que se refieren agrupos grandes de vegetación, como pueden ser lasque se llaman las "basaburuak"; el concepto funda-mental de "baso" o de "basa ", de bosque, está gra-vitando constantemente en la toponimia, y dentro deél hay un ente que ha quedado como determinadohasta nuestro siglo, que es el "baserritar"... "

(Caro Baroja, 1974, p. 22).

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La periodización de las distintas fases en las que se estructuraesta primera parte del trabajo es la que ya empleara el GeógrafoLéfébvre (1933) y en la que, por otra parte, encajan sin mayoresbrusquedades el conjunto de las aportaciones realizadas desde otrosmuchos campos además del de la Geografía, en particular desde losde la Historia, la Antropología, la Sociología, Etnografía... A partirde ellas es hoy posible enriquecer y, en ocasiones también matizar,esa obra pionera -Les modes de vie dans les Pyrénées atlantiquesorientales- por lo que a la génesis y desarrollo de la estructura"caserío" respecta. El autor realiza una aproximación a los antiguosmodos de vida agricola y pastoril cuya vigencia establece para unperíodo que arrancando en la Edad Media culmina a mediados delsiglo XIX, sin que ello obste para que durante ese prolongado lapsotemporal se registre una notoria evolución, incluso una revolución:la del maíz.

En el caso del presente trabajo se considera durante la mismasecuencia cronológica la configuración del que hemos dado en lla-mar caserío protoindustrial, porque aunque su origen se vincula alde la agricultura estable y su difusión a la del maíz, este caseríoestará siempre al lado de la siderurgia rural. En este sentido, debehacerse referencia a las reflexiones de Fdez. de Pinedo (1988) res-pecto a la adecuación del caso vasco al modelo protoindustrial; esdecir, al desarrollo de actividades artesanales dirigidas al mercadoexterior durante la época de paro estacional agrario. El autor señalaque el carácter complementario entre la agricultura y la actividadsiderúrgica pudo quizá existir con anterioridad a la adopción de laenergía hidráulica y el uso masivo de la vena de Somorrostro en lasferrerías. Una vez generalizados ambos hechos, y en particularantes de la adopción del maíz, la cosecha de trigo coincidía con laépoca de mayor intensidad de trabajo en el carboneo y las veneras,que como el transporte eran actividades veraniegas. Esa falta decomplementariedad, que quizá no hace del todo pertinente la califi-cación del caserío como protoindustrial, no impidió, sin embargo,

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que fueran labradores quienés desarrollaran las actividades deextracción, carboneo y acarreo; la reducida base territorial del case-río lo permitió (Uriarte Ayo, 1988).

El caserío protoindustrial da paso a la configuración del indus-trial una vez mediado el siglo XIX "... oú le machinisme triomphantbouleversa les conditions de vie du monde contemporain" (1933,p. 185), en palabras de Léfebvre, testigo del desarrollo de este case-río, configurado a favor del mercado de consumo que la industriali-zación del territorio propició. En los albores de la década de 1930el autor dejó abierto a grandes expectativas aquel nuevo modo devida y con él el del caserío en que se fundamentaba, si bien uno yotro sólo podrán soportar el paso de veinte años más y ello median-te el concurso de la Guerra Civil que se desataría poco después deque su investigación fuera dada a conocer. Por tanto, al cabo de cienaños, es decir, rebasada la primera mitad del siglo XX, se cierra elciclo correspondiente al caserío industrial que bruscamente se reve-lará como estructura obsoleta.

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