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Intimidad de tierra y agua: en los orígenes del cuento hondureño Aunque pueda parecer peregrino indagar los comienzos de la prosa breve de ficción en la desapercibida Honduras, no me parece mal, como filólogo, salir de las complacientes «literaturas de cartelera», buscar por Los vericuetos de esas otras hermanas pobres cuyo olvido, a priort no siempre se justifica. En el caso de que me ocuparé. y casi pudiera hacerse extensible a to- da la Centroamérica del periodo, uno no llega a darse cuenta de cómo la circunstancia política puede constreñir la creación literaria hasta que no lo comprueba personalmente. Así, hojeando la extensa antología recopi- lada por Rómulo E. Durón, Honduras literaria (1896), que abarca desde los escritores de la independencia (1821) hasta los nacidos en la década de 1860. nos será difícil hallar alguno entre cuyas obras se lea siquiera el título de un anodino cuento, u otra prosa de ficción. hubo, sin embar- go, algunos poetas en las filas de estos (en su mayoría) abogádos. perio- distas, rectores, secretarios, ministros y presidentes, lo cual parece eviden- ciar una marcada distinción entre las funciones concedidas a prosa y ver- so hasta bien pasada la mitad del siglo. No quiere esto decir que la prosa no se cultivara a tenor de una estética, pues justamente por eso se publi- can antologías de prosa «literaria», sino que ésta rehuye los temas de imaginación. cediéndolos al verso. Juan Ramón Molina. en un artículo sobre Desarrollo de la prensa centroamericana, señala que toda la literatura que contiene el periodismo de eso bella época de nuestra historia. —la emanci- pación— esm llena de una especie de vértigo patriótico y de borrachera políti- ca (Antología de prosa y verso, p. 196). Se comprende, por ello, que debamos esperar a 1968 para ver publica- da la primera Antología del cuenro hondureño. En ella, aunque el prolo- guista, Arturo Quesada, apunte que el gusto por el género cuentistico provie- ne de nuestros ancestros (p. 9) —refiriéndose a mayas, aztecas e incas—, y coincidiendo con la conclusión anterior, lo cierto es que O. Acosta y R. Anales de l/teratura h/spanoamer/cana, núm. 21. Editorial Complutense, Madrid, 1992

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Intimidad de tierra y agua:en los orígenesdel cuento hondureño

Aunquepuedaparecerperegrinoindagarlos comienzosde la prosabrevede ficción en la desapercibidaHonduras,no me parecemal, comofilólogo, salir de las complacientes«literaturasde cartelera»,buscarporLos vericuetosde esasotras hermanaspobrescuyo olvido, a priort nosiemprese justifica.

En el casode queme ocuparé.y casipudierahacerseextensiblea to-da la Centroaméricadel periodo,uno no llega a darsecuentade cómo lacircunstanciapolítica puedeconstreñirla creaciónliteraria hastaque nolo compruebapersonalmente.Así, hojeandola extensaantologíarecopi-lada por Rómulo E. Durón, Hondurasliteraria (1896), que abarcadesdelos escritoresde la independencia(1821) hastalos nacidosen la décadade 1860.nos serádifícil hallar alguno entrecuyasobrasse lea siquieraeltítulo de un anodino cuento,u otra prosade ficción. Sí hubo, sin embar-go, algunospoetasen las filas de estos(en su mayoría)abogádos.perio-distas,rectores,secretarios,ministros y presidentes,lo cual pareceeviden-ciar unamarcadadistinciónentrelas funcionesconcedidasa prosay ver-sohastabien pasadala mitad del siglo. No quiereesto decirque la prosano se cultivara a tenorde unaestética,puesjustamentepor esose publi-can antologíasde prosa «literaria», sino que ésta rehuye los temas deimaginación.cediéndolosal verso. JuanRamónMolina. en un artículosobreDesarrollo de la prensa centroamericana, señalaque toda la literaturaquecontieneel periodismo de eso bella épocade nuestra historia. —la emanci-pación—esm llena de una especie de vértigo patriótico y de borrachera políti-ca (Antología de prosay verso,p. 196).

Se comprende,por ello, quedebamosesperara 1968 paraver publica-da la primera Antología del cuenro hondureño. En ella, aunqueel prolo-guista,Arturo Quesada,apuntequeel gustopor el génerocuentisticoprovie-ne de nuestros ancestros (p. 9) —refiriéndosea mayas,aztecase incas—, ycoincidiendocon la conclusiónanterior,lo cierto es que O. Acostay R.

Analesde l/teraturah/spanoamer/cana,núm. 21. Editorial Complutense,Madrid, 1992

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Sosano encuentranescritoresde relatoshastallegadala generaciónmo-dernista,precisamentecuandola prosaacogeel caudalimaginariode lapoesía.(Otra cuestiónes que la tradiciónoral sí fuera, en efecto,muyricaen esta materia).Por otro lado entendemostambién por qué estos auto-res, a quienestocaría romper el hielo, tras una generacióndiezmadaporla guerra,se quejarontanto de la escasaimportanciaconcedidaa la cul-tura en su paísy. en estesentido,cabereconocerlesa JuanRamónMoli-na y. sobretodo, a FroylánTurcios un mérito suplementariono desdeña-ble.

EL ABISMO, LA MONTAÑA

JuanRamónMolina (Comayagliela.1875),continúasiendoun desco-nocido, sin embargode haber sido señaladopor Miguel Angel Asturiascomopoetagemelode RubénDarío,paralelismoqueya otrosautoresha-bíansecundado(desdeJ. William Chaney)e indagaríanaún en estudioscomparativos(Julio Escoto).De sus datosbibliográficos él mismoreseñóen su poemaAutobiografia los siguientes:

Nací en el fondo azul de lasmontañashondureñas,..Detestolasciudades.U..)Desdemi infancia fui meditabundo.triste de muerte.La melancoliafué mi mejor queridaen estemundopequeño.y sigue siendotodavía.

U..)Las miseriasdel medio: ansiasde gloriaque llegatarde;estarorganizadoparala lucha y parala victoria,y ser, a pesarde eso,un fracasado.

He abrevadomis ansiasde sapienciaen toda fuentevenenosao pura,en los amargospozosde la cienciay enel raudalde la literatura.

Si bien coincidenen su mayorpartecon el esquemadel hombremo-demista.estosdatosrevelan, además,unamayor cercaníaal espíritu ro-mántico,no ya por la sensibleriaquedesencadenó,sino por sugozode lanaturaleza.(su repudiode lo urbanoen cuantodisciplina),y por el signi-ficado pleno queconcedea la misión social dcl poetacomosalvaguardade las libertades.Pero estascaracterísticas,advierte Darío. son imputa-bIesa la generalidadde escritorescentroamencanosdel periodo.

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En lo concernienteal pensamientode Molina, ademásde la biografíaperfilada por Eliseo PérezCadalso,cabe destacarel comentariohechopor Julio Escoto,en prólogo a la edición de ¡‘MC dc 1982, sobrela evolu-ción del escritoren cuantoa la idea de Dios,asícomosobresustemasre-currentes:la literatura, la religión y los EstadosUnidos. Con todo cabríadestacarque no se reducea éstosla obrade nuestropoeta,cuyasensibili-dad abarcanumerososasuntossocialesy humanosen los que sedestaca.al igual queen tantoscoetáneossuyos,la nostalgiade unainfanciaperdi-da tanto como la falta de confianza en la labor del hombre, en su«progreso>’.

Con respectoa la obra deJuanRamónMolina se haceprecisoadver-tir que no llegó a publicar libro algunoy quefue, precisamente.su amigoFroylán Turcios quien la recopiló bajo el título que aquél. al parecer,lehabíacomentado:Tierras maresy cielos, en 1913. Dentrode estevolumen,tras un primer apartadode poesía,incluyó Turcios algunasprosasdel au-tor. cronteas.opiniones,artículos,prosaspoéticasy algúncuento.Y aun-que se hacedifícil, como siempre,discernirdóndeacabala prosapoéticay comienzael cuento,creoque debemosestablecereriteriosobjetivos a lahora de acercarnosal análisisdel texto. Esto me lleva a imponerla es-tructura básicadel géneroteórico-histórico«Cuento»y a exigir un míni-mo de trama.Aún así confiesomis dudassobresi es lícito o no incluirbajo este epígrafe prosascomo El niño ciego o Connuvio de iiboras. De-jando apartecuestionesestructurales,consideroquepuedenser resalta-dos los títulos siguientes,representativosde su tareacuentistica:Muertede Dionisio, La rosa, La intrusa, La renuncia del escribientey El Chele, es-tos cuatroúltimos recuperadosen Antología de prosay verso,de 1972. yenJuan Ram6n Molina narrador, de 1979. lo que da pie a suponerqueaúnquedanalgunoscuentossuyosaún esparcidosen revistas.

El primerode los citados.Muerte de Dionisio, presentaunaestructuraidéntica a la de La muerte de Salomé,cuento publicadopor Dario en1891. Comoen éstedel nicaragúense.el relato estáenmarcado,sirviendoel primer nivel de la narraciónparadesmentirla supuestaversiónhistóri-ca de cierto acontecimientopretéritoexplicitado en el título. Paraello setoma comobaseun antiguopergamino encontrado en una empolvada biblio-teca (¡‘MC, 1982. p. 222), (recursoheredadode las primerasobrasfantásti-casal estilo del Manuscrit troavéá Saragosse, de Jan Potocki. aunquedelarga tradición)en el que,naturalmente,los hechosserefieren tal y comofueron en realidad. Delegadoel discursoen el contenidodel legajo, senos recreaun ambientede salónregio en el quegrandeshombresgriegosy cartaginesesrodeana Dionisio, el tirano esplénd/doy capr/choso(ibid.),quien les ha ofrecido un suculentobanquete.La descripción,parnasianaen el estilo, recaefinalmenteen la espadaquependedel techoamenaza-doramentey que, segúnel cínicodéspota,es el símbolode la fortuna. Co-

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mo en el cuentorubenianoel desenlaceecharámanode la vivificaciónfantásticade un objeto inanimado,y si en aquélera un collar con formade semiente,aquí es la espadala queretorciósecomosi tuv/erav/da, cayen-do sobre la mesa y ondulando, serpiente defuego, después de lanzar un silvidosiniestro (p. 224). El resultado,esperable,es el castigo del personajeper-verso,castigode tintes religiososen Darío, máspolítico en Molina.

Aún más tópicosmodernistasse concentranen sus relatos La rosa yLa intrusa, dondeaumentanlas recurrenciassimbolistas.En el primerode ellosnosencontramosconunarecreaciónde leyendaetiológica,géne-ro tambiéncultivado por Darío. En el segundo,por un lado las referen-ciasmitológicas,históricasy literariasque se englobaríanen el marcadointelectualismodel movimiento,por otro la captaciónde conceptosuni-versalesen los que sedestilan diversascreenciasy un cierto orden de va-lores.Entreéstosla muertepredominacomo ideacentral,no sólo figura-da en sus signos(la vela, el grillo, un aire gélido...), sino realmentepre-sentida,objetiva en su serinsustancial:La /ntruso de Maeterlinck, menoscorpórea que un fantasma, había salido por donde entró (Juan Ramón Molinanarrador, 1979, p. 14). Es interesantedestacar,asimismo, la conjunciónenfermedad(+dolor-l-muerte)—belleza.tan barrocay claramenteidentiti-cable con santossufrientesque no hay reparosen comparara la jovenmuertacon una dulce cristesa de un marfil antiguo (ibid). Peroesque en elmodernismo,además,esta paradójicasimbiosis salía ampararsebajo elcampo simbólico del amor, en la línea becquerianade aspiracióna loimposible. En el casode Molina es posible.aunqueno necesariamentedado lo recurrentedel tema,queestanarracióntuviera algo quever conla tempranamuerte de su primeramujer, si bien ignoro la fechaen quefue escrita.Por último es de advertiraquí la presentaciónde esanaturale-za absolutamenteajenaal dolor del personaje,cruel en un lujuriante es-plendor. perspectivaque es tambiéntópico generacional.y queposible-menteencontrabasu alientoen el vitalismo nietzscheano.

La renuncia del escribiente (Capítulo olvidado de una novela perdida)nos introduceen un ámbito máspróximo al mundonovismo.dado su la-ceranteverismo, el de la ruda y prepotenteburocraciaadministrativo-policial. Sin dudaera un terrenoqueJuanRamónconocíay por el quesentía un manifiesto rechazo:no sólo habíaabandonadola carreradederecho,también dimitiría en 1898 como Subsecretariode Fomento enfavor de las letras.Así reflejadoen el texto,no es desatinadosuponerqueentrelas razonesde su propia renunciaestuvieranlas miseriasde aquellavida monótona sin horizontes, sin ideales, sin un cambio que le hiciera esperaruna existencia más de acuerdo con su carácter (ibid. p. 40). La narraciónesinteresanteporcuantollega a mostraral lector las diferentesperspectivasde los personajessin dejarsellevar por unaidentificaciónmonocordeconel protagonista,como ejemplificala critica inicial queel viejo porteroha-

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ce de la impuntualidady de la falta de dedicacióndel escribiente,antesde que el narradorcentreen éste su miradaparapasarluego al conflictoquese estárepresentandoen la oficina. En el desarrollode éstedosmuje-resson envíadasa la cárcely confiscadassusúnicaspertenenciaspor ha-ber sido sorprendidascomprandoa los indios productosparael comercio.

Revendedoras!¿Y quéteníaeso?¿Nohabíauna porción de tenderosy ten-derasal por menor,quehacíanlo mismo,quenegociabanimpunementeenmayorescala?¿Noestabaentoncesel agiode moda?¿Notraficabanjudíos ycomisionistascon el sueldo de los empleados.favorecidospor el gobierno,que de propósitono pagabapuntualmenteel presupuesto?Esoeramil vecespeor, porqueempobrecíala nación,arruinabaa todaslas familias, precipi-taba en la miseriaa muchosinfelices.Ellos, los agiotistas.no iban ala cár-cel, no irán nunca...(p. 38).

Así continúael autorevidenciandoun compromisopolítico, quetam-biénle valdría la cárcel, el exilio, pero queno por ello dejó nuncade de-fenderabiertamente.La imagenúltima del relato,empero,exponesimbó-licamenteel hondopesimismosentidopor Molina respectode un cambioen el sistema:volv/ó achasquearel látigo, volvió el conductor a lanzar blasfe-mias, toKio el carro a deslizarse trabajosamente por los enmohecidos rieles(p. 43).

FinalmenteEl Chele,más criollista por tema y por lenguaje,suponeun nuevo giro en la cuentísticadel autor, quien, con apenascuatrorela-tos, ha recorrido las más relevantesdireccionesdel movimiento moder-nista, desdeGutiérrezNájera hastaQuiroga.El Chele,probablementeel«mejor>’ de suscuentos—es decir, el quemásse acercaa la sensibilidadactual—, es un entrelazadode carnalidad y de muerte, (conceptosqueidentifica el escritoren otras prosassuyascomo Dialogandocon el agua).En esta ocasiónel narrador suelta definitivamente de la mano a la histo-ria y permite que se desenvuelvasola, una historia de celos brutalesqueharánal excarcelado«chele» llegar a morir espumarajeandode rabiayalcohol antela puertade su mulataTomasa,queya estácon otro. La mu-jer es, propiamente,presenciaerótica:La hembrase acercó, rimando conlas caderas, de amplio paréntesis, la estrofa del amor carnal (ibid. y>. 44): Ellaiba a desaparecer zangoloteando la pulpa de krs redondas posaderas (p. 46): Ydescubrió el busto, agitando al aire el trapo, mientras sus ubre.,; sudorosas porla emocion, temblaban en la camisa como sifuesen de gelatina ibid.)... Nadamas alejado de eseotro Eros afiebrantede puro inasible que era repre-sentadopor adolescentesimpúberes,tan perfectascomo etéreasy enfer-mizas; algo mucho máscercanoa la realidadvital de Molina, alcohólicoempedernidoy luego morfinómano,byroniano dandyde cenáculosy ta-bernas,y sin embargodueño de una tan grandecapacidadde registrosque merecióla admiracióndel propio Darío, quien en algunaocasiónre-conoció la superioridaddel hondureño.Tal vez por negligencia,posible-

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mentede modovoluntario,JuanRamónMolina murió en El Salvador,acausade una sobredosis,un primero de noviembre —mesde difuntos—de 1908.

DEL AMOR Y DE LA MUERTE

De la misma edadquesucompañero,peroabstemiotodasuvida, nomenosamantede detallestipo aguaPerrier,y poseedorde una obrabas-tante másextensa,Froylán Turcios (Juticalpa.1975) significó el baluartemodernistaen Centro América. Aunque ocupóvarios cargospolíticos.llegandoa Ministro de Gobernación.encaminósiempresusesfuerzosha-cía la divulgaciónde una literatura decalidadatravésde fundacionesco-mo la del Ateneode Honduras,y de cuidadasrevistascomoEsfinge. en laque daríacabidaa los esentoresespañolesmásrelevantes(Valle Inclán.los hermanosMachado...).Sobresusdatosbiográficosél mismo publica-ría unasMemoriasescritas,posiblemente,entre1935 y 1939,y llenasde in-teresantesdatossobre los más importantesautoresde aquel periodo. Enellas sonconsideradaspor igual su carreraliteraria y suscampañascívi-cas, a vista de las cualesconfiesano estardispuestoa admitir primacíaentresus contemporáneoshondureños.

Fueradel amor ningunapasiónha dominadonunca mi voltmntad (1980, p.395): sin embargonuncajamásencontré«un amigo» en el total conceptodel término (...) Amadasy amantesinnumerables.rubiaso morenas,mórbi-dasy gráciles,conarcanossaboresdiversos,condiversasdeliciasen su car-nc y en su espíritu colmaronde placery felicidad mi corazónapasionado(ibid. p. 397).

A diferenciadel carácterpocoperseveranteo desorganizadode Moli-na, Turciosdiseñósu obra de modo previsor.

Su primer libro,Mariposas,aparecióen 1896 y en su prólogo se advier-ten algunosdetallescuriosos.Por un lado leemosque se trata de un librovirgen aún a las ponzoñosas emanaciones del pesimismo negro (p. IV), negati-yo fotográfico de todaunavisión de épocabañadaen Schopenhauer.enel cual habíaquehundirlos codosconsermedianamenteintelectual;porotro no oculta el público al quepreferentementese dirige: despenará lasmás ardientes simpatías en el amable gremio de las lectoras (p.V.). El propioautor lo reconoceen unaprosaa modo de epílogo: En Mariposashay unperfumefemenil, un aromade mujer hermosa (y>. 289), (conceptosquelleva-rían a pensaren la necesidadde crearuna «androcrítica’>,aún, y es cu-noso. inexistente).Del libro importa, másque nada, la constatacióndeciertos lugarescomunesque lo hacenhijo de su tiempo, esa identifica-ción de la nueva literatura con el escepticismoy la autodefensaconsi-guientequeblandeTurctos:

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Decadenteno he sido jamás. Si en algunosde mis versoso cuentosse ad-viertemarcadatendenciahaciaesaescuela,esono pruebasino quehe cedi-do al ritmo musicalel encadenamientoartísticode mis ideas,tratándosedeasuntosligeros o vulgares,en quenadanecesitabade estrofasbélicas...(PP.290-1).

Tambiénesa evocacióncontinuadel amory sus sentimientosasocia-dos,como el hastíotrasel gocefisico, y la preferenciapor una sensuali-dad del espíritu,paraacabarconsiderandoquela máscompletaventurasólo puedealcanzarseen la unión de lo fisico con lo moral (Intimas, p.120). Seacomo sea,ya por camaleonismode lector, ya por pura eferves-cenciaadolescente,su sensualismocastamentevoluptuosose inclina ha-eta lo queentoncesera consideradoun principio de neurastenia,si bienno dejaTurcios de advertircómo su verdaderamusaaltiva y nobilísima,esla musa de Mirón en Mejico, de Montalvo en el Ecuador de Vargas Vila, nos-tálgico y proscrito del suelo colombiano (...) de los que llevan la protesta, elanatema y la maldición para los tiranos (y>. 289).

Esta dobledirecciónconfiguradesdeel principio lo que serásuestéti-ca. el arte como medio de progresodel espíritu personaly comodefensade la libertad y la patria.Y paracumplir con la segunda,una vez que suprimer libro apechabacon la idea del arte comojuego frívolo-sentimen-tal en el queabundandedicatoriasparaalbun de señorita,declaratenerel proyectode un segundolibro másviril y combativo. Este,Renglones,apa-recidoen 1899 y misceláneocomo era habitual,tienede combativociertobrillo de armadurascolumbradoen cantos a épicos héroes,tales Napo-león o Bolívar, a quienesse enalteceparasu ejemploal modode las ha-giografías,peroen tonopoético. En él. la prosamássemejantea un cuen-lo seriaFantasíasmarinas,donde,desfilede espectros,brotandel crespús-culo personificacionesconceptualescomola Aspiración.el Desaliento,laEsperanza,el Escepticismo,etc., etc., en unagestualizaciónhierática,co-mo de pasosprocesionales.En realidad este imaginadoautobarrocoseacercamása las prosasde Baudelaire,emparentadascon las de NervaloAloysius Bertrand, un géneroen sí mismasdadassus importantessecue-las.Asimismo,parecidocarácterfantasista-simbolistatiene Los sepulcros,en quea partir de la visión detres tumbasnosacercael autora las tresfi-gurasquemás atractivasle parecen:el Héroe, el Poetay la Virgen, idea-lismo d’annunzianoquese remarcaen esta indirectaexposiciónde prin-cipios moralesy estéticos.

Continuandosu doble labor, como poetay como prosista-cuentista,apareceráen 1904 Hojas de otoño, encabezadopor la serie de relatosCuentoscrueles,obvio homenajeal «raro» Villiers, del que les falta el hu-mor tronteo.Estos,como la prácticatotalidadde los aparecidosen obrasposteriores(Tierra maternaL 1911, y Prosasnuevas; 1914) seránfinalmenterecopiladosen el volumen Cuentosdel amory de la muerte,de 1930.

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A pesarde conteneren torno a los setentacuentosy seréstosde diver-sosperíodos,estaobra globalizadorapresentauna extraordinariahomo-geneidad,si bien plagadade matices.DesdeEl fantasmablanco, primerrelato de la seriey que fuera publicadoindependientepor su mayor lon-gitud, hastalos brevísimoscuentosfinales, la homogeneidaden el estilorevela una gran seguridadestética,en la línea que explanabaen Guate-mala SantiagoArguello. rezagadoteórico, sobreel aspectosacerdotaldelartista y el rito de la creacióncomo

expresiónde la Unidad en la Variedadpor la Harmonía—pitagorismo—:todo ese empeñode encontrarla Realidaddentrode la ilusión de los fenó-menos(platonismo);todo eseanhelode hallarcorrespondenciasintimas delas cosas,de las ideas,de lasemociones,basadasen la teoria de la Substan-cia Unica (spinosismo):todo esebuscarlo de arribaen lo de abajo,fundadoen el métodode la semejanza(hermetismo);y todo eseevocarde lasformasestéticaspor medio de sonidosverbalesunidos en músicasde versoy estro-fa, derivadode la doctrinaquemira en los fenómenosefectosde simplesvi-bracionesy en lasvariedadesmorfológicascambiosde direcciónde la Ener-gía (wagnerismo)...(Modernismo y modernistas.p. 103).

Siguiendo el principio romántico, instaladoen la base de nuestra«modernidad»,el modernismo, dejando el realismo aparente de las formas. ybuscando los recodos del matiz penumbral, de los misterios de la Psiquis inter-na, dejaba el exterior no-yo, para buscar elyo (ibid. y>. 116). y en lo recónditode esasubjetividadmotriz/matriz sientenalcanzarel eje del universo. Eltítulo mismo del conjunto prosístico se afirma en este esencialismo:Amor, por un lado,basesimbólicadel moviínientovital, principio máxi-mo de lo sensibleen cuantovía relacionalde los seres;por otro, Muerte.útero germinantede cuya paradójicainmovilidad brota el desequilibriode la vida.Eran los mismostotemsconceptualesquehabíanacogidopa-ra síotros autores,talesQuiroga o Gíliraldes.

Lo cierto es quecuentosde unasola melodía amorosa,sin timbre al-gunoqueles vincule al campoasociativode la muerte,no encontraremosdemasiados.Acaso,sin afán de desarrollarunacompletadesmembracióntemática,Tesorode amor, Zulay, Minutos intensos,El caracolazul, Primeramor... Porel contrario, abundanlos quepudieranser calificadoscomonostálgico-sentimentales,cuyo asuntoviene a relacionarsede algún mo-do conla fugacidaddel amor,lo que.por su parte,determinaesecaráctersuyo de remembranzas.En ellos vemosdesfilarya pasionesde viaje delas que hayquedespedirse,generalmenteinglesitasacotnpañadasde susmamás(Tristezade otoño, Farewell, Fúnebreritmo), ya lozanascampesi-nas perdidasen la adolescencia(Silencio campesino,Florecita de Almen-dro, Floresdejaramago,El himno embriagador),siempreen la cuerdaflo-ja, mitad placermitad aflicción, que representala memoria,la cual, sipor una partepuedeatravesarinclusola región de la muerte,por otra noes nuncasino recuperaciónfingida del pasado.

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Otros relatos,sin salir del ámbito amoroso,se deslizanhaciala trage-dia. bien seapor razonesde celoso adulterios(Día de invierno, Elysabeth,En la sombra profunda),por defensade la honra (Viejo dolor, Juan deBreuze),por pasioneseróticasbrutalesquedesembocanen violación (Undramacampestre,Las garrasdel tigre, Idilio roto), por ser un amor ilícito(de incesto:El tío Roberto;entreun sacerdotey unamonja: Amor sacríle-go) o simplementeporquela muerteu otra circunstanciadescubreal ena-moradoel engañoen que ha vivido (Paulina,La novia de Ludovico). Enestosdosúltimos el desengañova referido, además,al traicionamientodeuna amistadtenidapor inquebrantable.Cabe mencionarcon ello la im-portancia.ya señalada,queFroylánTurcios concedíaa estesentimiento,origen de un lazo que.al igual queel amoroso.unira a los implicadosdemanerapeculiaresténdondeestén(El casode Ernesto,Un presagio).

Del mismo modo tampocohay excesivostextos univocamentetrági-cosa la manerade El parricida,(queme hacerecordara la PardoBazán).La muerteaparecemayoritariamenteligada al amor,ora parallevarseala frágil amadaenferma(Florecitade almendro,Flores de jaramago),orabajo la forma del suicidio por desengañoo en señalde absolutaentrega(Un encuentrofatal, El pálido pasajero,Nochebuenaen altamar), aunquealgunasvecestambién,sin estarelación,en la violencia del asesinatomáso menosmerecido(La dádivadevuelta,Un gañán).

Como dije antes,no pretendoser exhaustivoen estasomerarevisión;mc conformarécon queel lectorse hagauna ligera idea. Y paraconcluir,pues.con la narrativabrevede FroylánTurcios(cuyasnovelasEl vampiroy Annabel Lee desgraciadamenteme ha sido imposibleencontrar)no pue-do pasarpor alto ciertos detallesde interés.El primeroes relativo al usoque hace de lo fantástico,básicamentepara defenderla comunicaciónentreestemundoy el másallá (El fantasmablanco, El casode Ernesto,Unpresagio),aunquetambién para ilustrar casosde magia tradicional (Elasesino)e incluso milagros (En la ruta de oriente).Independientementedelas tesisdefendidasen relatoscomo El mago,donde lo fantásticoes unameraexcusaparaabordarun problemametafísico,no cabedudarde queel autor,como Darío.tenía fe en algunasparaciencias.lo cual confiesaensusmemoriascon motivo de habervisitado a cierta sabiahúngaraen Pa-ns. El segundova referido a determinadosvisosofrecidospor relatoses-pecialmentesugerentes,tales como Parejaexótica, de un curiosohumornegrosemejanteal deAlphonseAllais, o Los dos prisioneros,cuyaestruc-tura fragmentariaal máximo y narradoen presentele confierenun espí-ritu de guión cinematográfico,algo vanguardista.

Tal vez como índicede la separaciónqueel hombredel Modernismopodíaestablecervoluntariamenteentrevida y obra,entremundoprácticoy mundo estético,y para salvarlo de la acusaciónde aislacionismoquetradicionalmentese le imputa. debamosreflexionar sobreel hecho deque estemismo hombrequeescribeun sinfín de cuentitossentimentalesfuerael primeroen rebelarsecontra la intrusión yanqui en CentroAmé-

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nea,hastael punto de hacerseportavoz de Sandinode Nicaraguaantesde que éstenegociasecon la política.

Algo másjóvenesqueJuan RamónMolina y Froylán Turcios, peroigualmenteapoyoo basede la prosade ficción hondureña,son Luis An-drés Zúñiga (1878-1964)y RafaelHeliodoro Valle (1891-1959).

Zúñiga fue, junto a Turcios, de los primeros en asimilar la culturafrancesa,llegandoa estudiarDerechoen la Sorbonne.Allí en Pariscono-ció a RubénDarío, del que fue, durantealgún tiempo. secretarioperso-nal. En Honduras,ademásde ocuparsede revistascomo Germinalo Ate-neo de Honduras, llegó a ser directordel Archivo y de la BibliotecaNacio-nal. Cabecitar entresus primerasobras:Aguilas conquistadoras(1913).Fá-bulas (1919) y El banquete (1920), dondereúneverso,prosay su obradra-mática de 1914 Los conspiradores De este último libro entresacamoscuentoscomo El banquete,que le da título, ambientadoen unaRomade-cadente.por el estilode la reflejadaen El satiricón, cuyo autorcita, y te-ntendocomo fondo el desarrollodel primer cristianismo;En el reino delas sombras,ascensoimaginariopor los siete círculosdel infiernohastaelOlimpo o Cielo en un absolutosincretismoartístico-religioso;y las fábu-las, en dondedistintosanimalessignifican tipologíashumanas:El sapoyla estrella,sobrela polaridad irreconciliableentrelo angélicoy lo pedes-tre; y Una fiestaen la corte, dondese resumela enseñanzasiguiente:Lossoberanos, por mansos que sean, no siempre toleran que impunemente se lesdiga la verdad... (p. 316).

Por su parteRafaelHeliodoro Valle, a quien sedebeel importantees-tudio bibliográfico sobreJuanRamónMolina que se recogeen las reedi-cionesde su obra de 1937 y 1947.comenzóa publicaren 1911. Y lo hacecon un libro misceláneo.El rosaldel ermitaño,de absolutaraigambremo-dernista,excesivo incluso. Sin embargo.estecarácterpreciosistapareceque no tuvo eco más allá deAnecdotariode mi abuelo (1915). dondeco-mienzasu giro hacia la sencillez. Más tardesu prosase perfilaría en li-bros de viajes, como México imponderable(1936), Tierras de pan llevar(1939). Visión del Perú (1945)o Flor deMesoamérica (1955), sin descuidarsutareade poeta,historiador,bibliógrafo y político.

Sobresu estiloen El rosaldel ermitañocomentaRafael López:

Como los runas,Heliodoro Valle tiene el amor de laspalabras.y comoellos.creeque éstasescondenunadivinidad; y como un buen fraile enamontdode cosasblancase impolutas,prefiere aquéllas que más excelsasson enblancura,o lasquetienen esplendorde piedraspreciosas,o lasque perfu-man congenerosidadesde violeta(cd. 1920. p. 5).

Y si cito los comentariosdeestepanegiristaal uso es porquesus palabrassoncomo unatrasposiciónorganizadadel lenguajey los temasqueauxi-han al entoncesinexpertoescritor.Al compararlocon un fraile amantede lo bello el autor quedaproyectadoal interior de su obra, como uno

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más de sus personajes.En efecto abundanen ella los santosvaronesyprelados,todosenamoradosdel lujo. en abiertaoposiciónal eremitismosugeridopor el título. Es representativoLa figura de Monseñor,mera es-tampa de esteperegrinotipo de religioso-poeta-millonario:

El adora a Dios tantocomoa lasNueveMusas;prefiereuna misaen basíli-ca a una humilde peregrinación;se burla del bajo cleroquepadeceel malde la pobreza;y en el púlpito enciendeestrellascon un simple sermónenque irradianel latin. el griegoy el hebreo,las tres lenguassagradas(p. 33).

El diabolismodel personajedecadente,comovemos,ha sido aquísus-tituido por un angelismode oropel y bastantegratuito. Cabepensarquetanto «coruscar»encubrieraun cierto fondo paródico,perome faltan da-tos para afirmarlo. En conjunto poco añadeValle con estos primeroscuentosque, para mayor hieratismo,suele ambientaren el pasado.Lasgemasde la beata—que recuerda,en simple,el relatode LugonesGemasdolorosas—.La amatistaolvidada,Nostalgiade abolengo,La capade granao Los gerifaltesdel blasón se resumenen una idénticaexaltaciónde la ri-quezacomo forma de rodearsede cosasbellas,idolatría quejustifica. a lamanerade ciertos gruposreligiososcontemporáneos,haciendohincapiéen la relaciónentreBellezay Espiritualidad.

Si de algún modo hemosde destacarunaconclusiónquealgo aportea la comprensiónhistóricadel movimiento modernistaen CentroAméri-ca.es fácil darsecuentade quetanto JuanRamónMolina como FroylánTurcios pasaron,en su períodode estudiantes,por la Guatemalaqueho-llara Darío. Aquí dirigía el nicaragúenseen 1890 El correo de la tarde;existía una SociedadLiteraria que integrabanArturo Ambrogi. FlavioGuillén. Rafael Piños,etc.,y se respiraba,en fin, una inquietud culturalqueprendióinevitablementeen la apasionadasensibilidadde los hondu-reflos. preparadospor naturalezapara enarbolar,como destacabaValera.el sensualismode la nuevareligión. Y la semilla germinóvelozmenteentan rico suelo.

PEDROPABLO VIÑUALESUniversidadComplutensede Madrid

(España)

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