Inteligencia emocional un acercamiento teórico

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Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico Autor: Iris María Gómez Nodarse La teoría de la administración ha tenido un desarrollo sorprendente en los últimos 50 años, como resultado de haberse reconocido la importancia de las relaciones humanas en la búsqueda de mayor eficacia y eficiencia en el funcionamiento de las organizaciones. Esta nueva percepción del papel de los recursos humanos en el éxito empresarial, ha sido catalizada por el hecho de que ha sido ésta una época de grandes y constantes cambios en todas las esferas de la vida económica y social de la humanidad, así como de significativos avances en el desarrollo tecnológico, lo que paradójicamente ha llevado a centrar en el capital humano, las diferencias competitivas de las organizaciones. Estos cambios - cada día más grandes, más rápidos, más violentos, mucho más traumáticos - ligados a un ambiente de gran incertidumbre y de una competitividad que no se había tenido antes, debido al surgimiento de una economía globalizada, han impuesto nuevas exigencias a las organizaciones, las cuales se sienten compelidas a buscar a toda costa desarrollo y talento, cualidades que han demostrado ser claves dentro de las organizaciones protagonistas. En estas décadas el incremento de la actividad productiva aceleró el desarrollo de las labores administrativas; la necesidad de contar con personal especializado ha aumentado a medida que los métodos, productos, y servicios de las empresas se han hecho más complejos, y

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Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico

Autor: Iris María Gómez Nodarse

 

La teoría de la administración ha tenido un desarrollo sorprendente en los últimos 50 años,

como resultado de haberse reconocido la importancia de las relaciones humanas en la

búsqueda de mayor eficacia y eficiencia en el funcionamiento de las organizaciones. Esta

nueva percepción del papel de los recursos humanos en el éxito empresarial, ha sido

catalizada por el hecho de que ha sido ésta una época de grandes y constantes cambios en

todas las esferas de la vida económica y social de la humanidad, así como de significativos

avances en el desarrollo tecnológico, lo que paradójicamente ha llevado a centrar en el capital

humano, las diferencias competitivas de las organizaciones.

Estos cambios - cada día más grandes, más rápidos, más violentos, mucho más traumáticos -

ligados a un ambiente de gran incertidumbre y de una competitividad que no se había tenido

antes, debido al surgimiento de una economía globalizada, han impuesto nuevas exigencias a

las organizaciones, las cuales se sienten compelidas a buscar a toda costa desarrollo y

talento, cualidades que han demostrado ser claves dentro de las organizaciones

protagonistas.

En estas décadas el incremento de la actividad productiva aceleró el desarrollo de las labores

administrativas; la necesidad de contar con personal especializado ha aumentado a medida

que los métodos, productos, y servicios de las empresas se han hecho más complejos, y más

complejas las relaciones con otras empresas, con los consumidores, los suministradores y el

entorno, en general. Como consecuencia, los especialistas y teóricos de la administración, se

han visto impelidos a la investigación, enfocando sus estudios desde diferentes ópticas, lo que

ha determinado el surgimiento de varias escuelas o criterios con relación a la teoría

administrativa, la mayoría de las cuales han colocado al hombre en el centro de la

organización, en tanto se ha demostrado que el capital humano y los recursos intangibles,

marcan la diferencia en los resultados de la gestión empresarial en el contexto empresarial

moderno.

Las organizaciones que han logrado ser exitosas en este contexto, han sustentado su éxito en

una gestión de capital humano, orientada según el criterio de sus empleados son seres

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humanos que tienen necesidades, aspiraciones y metas, aunque no las manifiesten de forma

explícita. Una de las necesidades principales es la de lograr emociones positivas, sentimientos

de logro y reconocimiento personal, y de filiación y aceptación por el colectivo empresarial;

necesidades estas que deben ser satisfechas, ya que ello determina y organiza todos los

procesos mentales y determina un comportamiento integral direccionado con motivación al

logro.

Dentro del contexto de estas necesidades también se incluyen el mantenimiento físico, la

seguridad, el desarrollo de las competencias, habilidades y destrezas, percepción de

reconocimiento por el desempeño logrado, poder, éxito y expectativas de mejora; desde luego

esta no es una lista completa de las necesidades físicas, psicológicas y espirituales del ser

humano, pero si representan factores que son comunes en el contexto laboral.

En los últimos años se les ha dado a los factores emocionales la importancia debida en

relación con su incidencia en el óptimo desempeño de las actividades profesionales y

directivas, llegando a considerarlas como un elemento indispensable del éxito empresarial.

El éxito de las empresas líderes ha demostrado que el énfasis debe ponerse en el desarrollo

de las capacidades personales que hacen posible que cada trabajador pueda desempeñarse

con éxito emocionalmente, es decir, que cada empleado tenga modos de afrontamiento de la

vida personal y laboral y de las relaciones interpersonales, que los hagan alcanzar resultados

de excelencia, con un alto nivel de motivación. En otras palabras, que cada trabajador sienta

placer por el trabajo que realiza, y que este sea percibido por el mismo como un elemento

gratificante en su vida, y no como un medio de subsistencia.

Este estado emocional, induce un alto grado de motivación por la tarea que se realiza y un

compromiso con los resultados colectivos, que se ha constituido en el elemento distintivo de

las empresas protagonistas respecto al resto de las organizaciones económicas. Por estas

razones, es cada día más recurrente que los directivos se preocupen por desarrollar en sus

trabajadores las capacidades emocionales, lo cual además de los beneficios ya enunciados en

términos de motivación y compromiso, resulta altamente ventajoso para las relaciones con los

clientes y proveedores, haciéndolas mutuamente ventajosas, mediante un proceso de

negociación signado por la inteligencia emocional.

Este hecho se corrobora cuando, al rastrear datos sobre los talentos de los desempeños

estelares a lo largo de varias décadas, se destacan dos habilidades: la formación de equipos y

la adaptación al cambio, por tanto comienzan a aparecer como rasgos de los trabajadores

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estrellas, competencias diferentes a las que se venían gestionando hasta entonces,

relacionadas con las habilidades emocionales. “Las aptitudes que se necesitan para triunfar

comienzan con la potencia intelectual, pero también se necesita aptitud emocional para

aprovechar a fondo el talento. Si no obtenemos todo el potencial de la gente es por ineptitud

emocional”. (Lennick, 1998) El desarrollo de la Inteligencia Emocional dota al individuo de la

capacidad de conocer y comprender, tanto sus propias emociones y sentimientos, como los

de los demás, brindando habilidades para manejar los mismos y lograr que interfieran en la

actividad laboral sólo de manera positiva.

La Inteligencia emocional es una forma de relacionarse con el mundo que pone el punto focal

en los sentimientos, involucrando habilidades tales como: el control de los impulsos, la

conciencia emocional, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad

mental, etc. Estas habilidades dan lugar a la formación de rasgos de carácter y valores que

resultan indispensables para adaptación social efectiva y creativa.

Para comprender claramente como se ha llegado a formular la definición anterior resulta

interesante hacer un recorrido breve por el desarrollo de la inteligencia humana. La historia de

la inteligencia humana puede explicarse como el empeño del cerebro humano en buscar

formas eficientes de comunicarse consigo mismo. Cuando el primer ser humano trazó la

primera línea, precipitó una revolución en la conciencia humana; una revolución cuyo estadio

evolutivo más reciente está constituido por el mapa mental.

Una vez que los seres humanos se dieron cuenta de que eran capaces de exteriorizar sus

"imágenes mentales" internas, la evolución fue más rápida. Con las primeras representaciones

hechas por los primitivos aborígenes australianos en las cavernas, los primeros trazos se

fueron convirtiendo paulatinamente en pinturas. A medida que las civilizaciones

evolucionaban, las imágenes comenzaron a condensarse en símbolos y, más tarde, en

alfabetos y guiones; así sucedió con los caracteres chinos o los jeroglíficos egipcios. Con el

desarrollo del pensamiento occidental y la creciente influencia del imperio romano, se

completó la transición de la imagen a la letra.

Posteriormente, a lo largo de dos mil años de evolución, el poder nada desdeñable de la letra

adquirió primicia sobre la momentáneamente menospreciada imagen. Así pues, los primeros

seres humanos que hicieron marcas estaban señalando, literalmente, un salto gigantesco en

la evolución de nuestra inteligencia, porque así exteriorizaban los primeros indicios de nuestro

mundo mental.

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Al hacerlo, no sólo fijaban sus pensamientos en el tiempo y en el espacio, sino que además

capacitaban el pensamiento para que pudiera abarcar esas mismas dimensiones. Entonces, la

inteligencia humana ya pudo empezar a comunicarse consigo misma a través de las

extensiones infinitas del tiempo y del espacio.

En su evolución, los símbolos, las imágenes y los códigos terminaron por configurar la

escritura, y ese principalísimo avance fue la clave de la aparición y de la evolución de

civilizaciones destacadas, tales como las de Mesopotamia y de China, cuyos habitantes

disfrutaron de evidentes ventajas sobre aquellos otros pueblos que todavía estaban por llegar

al estadio de la escritura, y por ese motivo no tuvieron acceso a la sabiduría y al conocimiento

que nos legaron las grandes mentes del pasado.

Tal y como las aguas de un ancho río tienden a acelerarse cuando se ve forzado a discurrir

por un cauce estrecho, la tendencia a reunir información ha ido acelerándose a lo largo de los

siglos, hasta dar origen a la actual "explosión informativa". En épocas recientes, esta

explosión ha sido causada, en parte, por el supuesto de que la escritura es el único vehículo

adecuado para el aprendizaje, el análisis y la diseminación de la información.

Si efectivamente escribir es la mejor manera de adueñarse de tal información, de analizarla y

de transmitirla, ¿por qué hay tantas personas que tienen problemas en los campos del

aprendizaje, el pensamiento, la creatividad y la memoria? ¿por qué se quejan de una

incapacidad básica, de pérdida de la confianza en sí mismas, de disminución del interés y de

reducción de sus poderes de concentración, memoria y pensamiento?

Entre las reacciones habituales ante tales problemas cabe incluir la auto denigración, la

disminución del rendimiento, la apatía y la aceptación de reglas rígidas y dogmáticas, factores

todos que obstaculizan aún más el funcionamiento natural del cerebro. Se han convertido la

palabra, la oración, la lógica y el número en los pilares fundamentales de la civilización, con lo

cual se ha obligado al cerebro a valerse de modos de expresión que lo limitan, pero que de

acuerdo a los supuestos actuales de partida son los únicos correctos.

Los grandes cerebros que usaron efectivamente una mayor proporción de su capacidad

natural y que, a diferencia de sus contemporáneos que usaban un pensamiento más lineal,

estaban empezando a apropiarse intuitivamente de los principios del pensamiento irradiante y

de la cartografía mental, revelaron una nueva manera de enfocar la inteligencia humana: la

inteligencia emocional.

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La inteligencia emocional es un campo de estudio que surgió en la década de los 90 como

reacción al enfoque de inteligencias meramente cognitivas, sumando críticas a los detractores

de los test de inteligencia, tradicionales. El concepto de inteligencia emocional ha despertado

el interés de muchos autores, debido a que es un tema relativamente reciente y que aún se

encuentra en etapa de madurez.

A principios de la pasada década, Salovey y Mayer (1990) acuñaron para la inteligencia

personal, la denominación de Inteligencia Emocional, a la que definieron como: “la capacidad

para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de

discriminar entre ellos y de usar esa información para la orientación de la acción y el

pensamiento propio”.

Los mismos autores reformularon posteriormente esta definición, pues reconocieron que

resultaba insuficiente en algunas situaciones, ya que incidía solamente en la regulación de las

emociones, omitiendo la relación entre el pensamiento y el sentimiento. Para soslayar las

carencias encontradas, propusieron la siguiente definición:

La inteligencia emocional relaciona la habilidad para percibir con precisión, valorar y expresar

emociones, relaciona también las habilidades para acceder y/o generar sentimientos cuando

facilitan el pensamiento, también la habilidad para entender la emoción y el conocimiento

emocional, incluye también la habilidad para regular emociones que promuevan el crecimiento

emocional e intelectual. (Mayer, et al., 1997)

El mérito de estos autores como señala (Martin, et al., 2000), está en haber identificado cinco

capacidades parciales diferentes como elementos integrantes de la competencia emocional:

reconocer las propias emociones, saber manejar las propias emociones, utilizar el potencial

existente, saber ponerse en el lugar de los demás, crear relaciones sociales. Estas cualidades

emocionales pueden aprenderse y desarrollarse mediante el esfuerzo por captar de manera

consciente las propias emociones y las de los demás.

El concepto de Inteligencia Emocional irrumpió en el mundo empresarial en la década de los

noventa, cuando su gestor Daniel Goleman (1996) editó su primer libro sobre el particular.

Desde entonces esta nueva manera de enfocar las cualidades necesarias para el éxito o el

fracaso de los líderes y ejecutivos ha ganado un número considerable de adeptos, debido a su

probada eficacia en la mejora del desempeño de las organizaciones y en el incremento de la

eficacia del liderazgo en las mismas.

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Se considera que fue Goleman uno de los primeros en conceptualizar la inteligencia

emocional, planteando que es una meta-habilidad que determina el grado de destreza que se

pueda conseguir en el dominio de nuestras otras facultades. Este autor considera que la

misma es el más importante de los factores que intervienen en el ajuste personal, en el éxito

en las relaciones personales y en el rendimiento en el trabajo.

Para Shapiro (1997) el término inteligencia emocional se identifica con las cualidades

emocionales necesarias para el logro del éxito, entre las cuales se pueden incluir: la empatía,

la expresión y la comprensión de los sentimientos, el control del genio, la independencia, la

capacidad de adaptación, la simpatía, la capacidad para resolver los problemas en forma

interpersonal, la persistencia, la cordialidad, la amabilidad y el respeto. (Cooper, et al., 1997),

definen la inteligencia emocional como la aptitud para captar, entender, y aplicar eficazmente

la fuerza y la perspicacia de las emociones en tanto que fuente de energía humana,

información de relaciones e influencias.

Para (Simmons, et al., 1997) es el conjunto de necesidades emocionales, de impulsos, y de

valores verdaderos de una persona, y dirige toda su conducta visible. (Weisinger, 1998) ,

refiere que “la inteligencia emocional es, en pocas palabras, el uso inteligente de las

emociones: de forma intencional, hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros,

utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de

manera que mejoren nuestros resultados”. Por su parte (Bar-On, 1997) plantea que es un

conjunto de capacidades, competencias y habilidades no cognitivas que influencian la

habilidad propia de tener éxito al afrontar las demandas y presiones del medio ambiente.

A través de todas estas definiciones, se observan dos enfoques o modalidades de entender la inteligencia emocional:

1. Refiere la capacidad cognitiva vinculada al ámbito de la inteligencia.

2. Refiere el ámbito de la personalidad como conjunto integrado de disposiciones o tendencias

de comportamiento, tales como asertividad, optimismo, baja impulsividad, sociabilidad, entre

otras.

Teniendo en cuenta los conceptos anteriores, es posible plantear que aunque semejantes,

cada autor presenta en su teoría alguna peculiaridad que convierte su criterio en único, pero

de lo que sí no cabe dudas es que las emociones juegan un papel muy importante en el

correcto desenvolvimiento de la vida en general y más aún en su éxito, los autores coinciden

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en las aptitudes para reconocer y regular las emociones propias y de los demás. Pavón (2009)

considera que inteligencia emocional es la capacidad que posee una persona para reconocer,

sentir, controlar y modificar las emociones, tanto en el ámbito personal como en el social, en

consonancia con el entorno.

Para desarrollar la inteligencia emocional en la organización es necesario que todos los

implicados en la materialización de la misión y el cumplimiento de los objetivos estratégicos,

desarrollen la propia. Este es un motivo que permite plantear que la clave del éxito en el

desarrollo de la Inteligencia Emocional en la organización está precisamente en el crecimiento

personal de cada uno de los implicados y en el esfuerzo que cada uno de ellos ponga en su

empeño, así como en el reconocimiento del cambio individual y su accionar para una mejora

continua de sus competencias.

Desarrollar la inteligencia emocional ayuda a gestionar las emociones, de forma que se

aproveche el potencial en función del logro de los objetivos personales y organizacionales, así

como permite comprender a los demás de una manera más consciente y humana. No basta el

conocimiento teórico sobre la inteligencia emocional para su desarrollo, por tal razón las

organizaciones conscientes de su impacto en el desempeño del capital humano llevan a cabo

programas para su impulso.

Cada emoción ofrece una disposición definida a actuar; cada una nos señala una dirección

que ha funcionado bien para ocuparse de los desafíos repetidos de la vida humana. Dado que

estas situaciones se repiten una y otra vez a lo largo de la historia de la evolución, el valor de

supervivencia de nuestro repertorio emocional fue confirmado por el hecho de que quedaron

grabadas en los nervios como tendencias innatas y automáticas del corazón humano.

Pero mientras nuestras emociones han sido guías sabias en la evolución a largo plazo, las

nuevas realidades que la civilización presenta han surgido con tanta rapidez que la lenta

marcha de la evolución no puede mantener el ritmo. En efecto, las primeras leyes y

declaraciones de la ética- el Código de Hammurabi, los Diez Mandamientos de los Hebreos,

los Edictos del emperador Ashoka- pueden interpretarse como intentos para dominar, someter

y domesticar la vida emocional. Como describió Freud en El malestar en la cultura, la sociedad

ha tenido que imponerse sin reglas destinadas a someter las corrientes de excesos

emocionales que surgen libremente en su interior.

A pesar de estas limitaciones sociales, las pasiones aplastan a la razón una y otra vez. Esta

característica de la naturaleza humana surge de la arquitectura básica de la vida mental. En

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términos de diseño biológico para el circuito neurológico básico de la emoción, aquello con lo

que se nace es lo que funcionó mejor en las 50,000 últimas generaciones humanas, no en las

500 últimas... y sin duda no en las cinco últimas.

Las lentas y deliberadas fuerzas de la evolución que han dado forma a las emociones han

hecho su trabajo en el curso de un millón de años; los 10,000 últimos años –a pesar de haber

sido testigos del rápido crecimiento de la civilización humana y de la explosión de la población

humana, que pasó de cinco millones a cinco mil millones- han dejado pocas huellas en las

plantillas biológicas de la vida emocional del hombre.

Se sostiene que existen cientos de emociones, junto con combinaciones, variables,

mutaciones y matices. El argumento de que existe un puñado de emociones centrales se basa

en cierta medida en el descubrimiento de Paul Ekman, según el cual las expresiones faciales

para cuatro de ellas (temor, ira, tristeza, placer) son reconocidas por personas de culturas de

todo el mundo.

Emociones primarias reconocidas preferentemente con sus familias:

Ira: furia, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad,

fastidio, irritabilidad, hostilidad y, tal vez en el extremo, violencia, y odio patológicos.

Tristeza: congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento,

desesperación y, en casos patológicos, depresión grave.

Temor: ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela,

incertidumbre, pavor, miedo, terror, en un nivel psicopatológico, fobia y pánico.

Placer: felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión orgullo, placer sensual,

estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis y, en el

extremo, manía.

Amor: aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, adoración, infatuación,

ágape (amor espiritual).

Sorpresa: conmoción, asombro, desconcierto.

Disgusto: desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, disgusto, repulsión.

Vergüenza: culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación, arrepentimiento,

mortificación y contrición.

De acuerdo a los postulados de Ekman se debe considerar a las emociones en términos de

familias y dimensiones, tomando las principales familias –ira, tristeza, temor, placer, amor,

vergüenza, etcétera- como casos pertinentes a los infinitos matices de nuestra vida emocional.

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Cada una de estas familias tiene un núcleo emocional básico, con sus parientes formando

ondas a partir de este núcleo en incontables mutaciones. En la periferia de este conjunto de

ondas se encuentran los estados de ánimo, que como se conoce son mas apagados y

pasajeros. Más allá de los estados de ánimo se encuentra el temperamento, la prontitud para

evocar una emoción o estado de ánimo determinado que hace que la gente sea melancólica,

tímida o alegre. Todavía más allá de estas disposiciones emocionales se encuentran los

evidentes trastornos de la emoción, tales como la depresión clínica o la ansiedad incesante,

en la que alguien se siente constantemente atrapado en un estado negativo.

Se dice que el hombre dispone una mente emocional y otra racional, la primera es mucho más

rápida actúa sin ponerse a pensar en lo que está haciendo, descarta la reflexión deliberada y

analítica que es el sello de la mente pensante; las acciones que surgen de la mente emocional

acarrean una sensación de certeza especialmente fuerte, una consecuencia de una forma

sencilla y simplificada de ver las cosas que pueden ser absolutamente desconcertantes para

la mente racional.

Cuando ha pasado la tormenta, o incluso en medio de la respuesta, nos sorprendemos

pensando: “¿Para qué hice esto?” Una señal de que la mente racional está despertando,

aunque no con la rapidez de la mente emocional. Este rápido modo de percepción sacrifica la

exactitud a favor de la velocidad, dependiendo de las primeras impresiones, reaccionando al

cuadro general o a los aspectos más sorprendentes. Asimila las cosas de inmediato, como un

todo, reaccionando sin tomarse el tiempo necesario para un análisis reflexivo.

Los elementos vívidos pueden determinar esa impresión, efectuando una cuidadosa

evaluación de los detalles. La gran ventaja es que la mente emocional puede interpretar una

realidad emocional (él está furioso conmigo; ella está mintiendo; esto lo entristece) en un

instante, emitiendo los juicios intuitivos que nos dicen con quién debemos ser cautelosos, en

quién podemos confiar, quién está afligido. De acuerdo con el criterio de algunos estudiosos

del tema, la mente emocional opera como un “radar” para percibir el peligro, subrayando que

de haber dependido solo de la mente racional, el hombre no hubiera subsistido; sin embargo,

estos juicios intuitivos, en tanto se efectúan en un abrir y cerrar de ojos, pueden conducir a

errores o ser absolutamente falsos.

La lógica de la mente emocional es asociativa; toma elementos que simbolizan una realidad, o

dispara un recuerdo de la misma, para ser igual a esa realidad. Esta lógica de la mente

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emocional está bien descrita por Freud en su concepto de proceso primario de pensamiento;

es la lógica de la religión y la poesía, la psicosis y los niños, el sueño y el mito.

Si la mente emocional sigue esta lógica y estas reglas, con un elemento que representa a

otro, las cosas no necesariamente deben estar definidas por su identidad objetiva: lo que

importa es cómo son percibidas; las cosas son lo que parecen, pero por tal razón, puede que

sean percibidas como mucho más importante que lo que realmente son.

Esto conduce a la postura contra-intuitiva de que los sentimientos son típicamente

indispensables para las decisiones racionales; éstos nos señalan la dirección correcta, dónde

la pura lógica puede ser mejor utilizada. Así, a las emociones les importa la racionalidad. En la

danza de sentimientos y pensamiento, la facultad emocional guía las decisiones

momentáneas, trabajando en colaboración con la mente racional y permitiendo –o

imposibilitando- el pensamiento mismo. De la misma manera, el cerebro pensante desempeña

un papel ejecutivo en las emociones, salvo en aquellos momentos en que las emociones

quedan fuera de control y el cerebro emocional pierde sus frenos.

Todo lo cual refuerza la noción de que en efecto, el ser humano dispone de dos mentes y dos

tipos de inteligencias diferentes, una racional y otra emocional, las cuales interactúan

determinando el desempeño y su éxito, lo que implica que sólo el cociente intelectual no

basta, es preciso también desarrollar las competencias propias de la inteligencia emocional.

En efecto, el intelecto no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional. Por lo

general, la complementariedad del sistema límbico y la neo-corteza, de la amígdala y los

lóbulos pre-frontales, significa que cada uno de ellos es un socio pleno de la vida mental.

Cuando estos socios interactúan positivamente, la inteligencia emocional aumenta, lo mismo

que la capacidad intelectual.

Esto invierte la antigua comprensión de la tensión entre razón y sentimiento: no se trata de

que se quiera suprimir a la razón y poner en su lugar a la emoción, sino encontrar el equilibrio

inteligente entre ambas. El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de la

tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Para

hacerlo positivamente en la vida, primero se debe comprender más precisamente qué significa

la emoción de manera inteligente.

La inteligencia emocional integra el conjunto de habilidades tales como ser capaz de

motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación,

regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar; mostrar

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empatía y abrigar esperanzas. La inteligencia emocional puede aprenderse, desarrollarse y/o

modificarse ya que las aptitudes emocionales fundamentales pueden en efecto ser aprendidas

y mejoradas siempre que se estructure un programa a tales efectos.

Los principios de la Inteligencia Emocional, de acuerdo con el criterio de Goleman (1995), son los siguientes:

1. Recepción: Cualquier cosa que se incorpore por cualquiera de los sentidos.

2. Retención: Corresponde a la memoria, que incluye la retentiva (o capacidad de almacenar

información) y el recuerdo, la capacidad de acceder a esa información almacenada.

3. Análisis: Función que incluye el reconocimiento de pautas y el procesamiento de la

información.

4. Emisión: Cualquier forma de comunicación o acto creativo, incluso del pensamiento.

5. Control: Función requerida a la totalidad de las funciones mentales y físicas.

Estos cinco principios se refuerzan entre sí. Por ejemplo, es más fácil recibir datos si uno está

interesado y motivado, y si el proceso de recepción es compatible con las funciones

cerebrales. Tras haber recibido la información de manera eficiente, es más fácil retenerla y

analizarla. A la inversa, una retención y un análisis eficientes incrementaran nuestra

capacidad de recibir información. De modo similar, el análisis que abarca una disposición

compleja de las tareas de procesamiento de información, exige una capacidad para retener

(recordar y asociar) aquello que se ha recibido. Es obvio que la calidad de análisis se verá

afectada por la capacidad para recibir y retener la información.

Estas tres funciones convergen en la cuarta es decir la emisión o expresión ya sea mediante

el mapa mental, el discurso, el gesto u otros recursos, de aquella que se ha recibido, retenido

y analizado. La quinta categoría, la del control, se refiere a la actividad general del cerebro por

la cual éste se constituye en "desertor" de todas las funciones mentales y físicas, incluyendo la

salud general, actitud y las condiciones ambientales. Esta categoría es de particular

importancia porque una mente y un cuerpo sanos son esenciales para que los otros cuatro

principios funcionen (recibir, retener, analizar y emitir) y puedan operar en la plenitud de su

potencial.

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La inteligencia emocional incluye las áreas de conocer las propias emociones, manejar

emociones, motivarse a uno mismo, reconocer emociones en otros y manejar relaciones

(Goleman, 1995), por lo que puede afirmarse que las competencias emocionales permiten al

hombre un manejo adecuado de sus emociones que propicia el éxito en su vida social y

personal. De acuerdo con el criterio de Salovey, las principales esferas que deben tomarse en

consideración en relación con la inteligencia emocional son las siguientes:

Conocer las propias emociones. Capacidad de controlar sentimientos en un momento a otro

fundamental para la penetración psicológica y la comprensión de uno mismo.

Manejar las emociones. Para que los sentimientos sean adecuados, capacidad de serenarse,

de librarse de la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas. Quien carece de esta

capacidad lucha constantemente contra sentimientos de aflicción y los que la poseen se

recuperan con mayor rapidez de los reveses y trastornos de la vida.

La propia motivación. Es ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para

prestar atención, para la auto-motivación y el dominio, y para la creatividad. El auto dominio

emocional es postergar la gratificación y contener la impulsividad y sirve de base para toda

clase de logros.

Reconocer emociones en los demás. Es la empatía basada en la auto conciencia emocional

les permite adaptarse a las sutiles señales sociales que indican lo que otros necesitan o

quieren, es la "habilidad fundamental" de las personas y despierta el altruismo.

Manejar las relaciones. El arte de manejar las emociones de los demás, competencia e

incompetencia social.

En la actualidad la inteligencia emocional es reconocida como un factor clave para tener éxito

en la organización, es por ello que son numerosos los autores que se han dedicado este tema,

a pesar de ser un tema relativamente joven en el contexto mundial. En Europa ha cobrado

especial relevancia el tema de la inteligencia emocional y su importancia para alcanzar el éxito

en la vida, especialmente en el sector educacional, a tal punto que en la provincia de

Guipúzcoa, ubicada en la comunidad autónoma del país Vasco, se aprobó un programa que

rediseña todo el sistema educacional de la enseñanza primaria, contemplando en este la

alfabetización emocional, desde la enseñanza primaria.

En América este tema ha tenido una connotación total, debido principalmente, a que sus

principales forjadores son de origen norteamericano, sin embargo existen asociaciones para el

desarrollo de la inteligencia emocional en Argentina y en Puerto Rico. Las principales

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aplicaciones del tema se encuentran en los docentes y en los estudiantes, acerca de cómo

educar de forma tal que se provoque el desarrollo emocional de los estudiantes.

También es posible apreciar un incremento de las investigaciones relacionadas con este tema

encaminado hacia las organizaciones, debido a que los enfoques modernos de gestión de las

empresas y de la dirección, han convertido al hombre y sus relaciones entre sí, en el centro de

la misma, es por eso que en muchos estudios se vinculan estas investigaciones a otros temas

como la cultura organizacional, los valores y la gestión del cambio, entre otros.

Los estudios relacionados con la inteligencia emocional, se concentran en general en la

determinación del grado de desarrollo de las competencias emocionales. Las competencias

emocionales que más se repitieron como decisivas en el éxito de los líderes y sus empresas,

fueron clasificados en cuatro categorías, las cuales se explican seguidamente:

Auto-conciencia: La habilidad para reconocer y comprender los propios estados emocionales,

sentimientos, rasgos, así como su efecto en las demás personas. Las competencias que se

miden y desarrollan en esta categoría son: la auto-confianza, la capacidad para despertar

estados emocionales alegres y llenos de buen humor.

Auto-regulación: La habilidad para controlar y re-direccionar impulsos y estados emocionales

negativos, unido a la capacidad para suspender juicios y pensar antes de actuar. Las

competencias que se miden y desarrollan en esta categoría son: Auto-control, confiabilidad,

conciencia, adaptabilidad, orientación a resultados e iniciativa.

Empatía: Las habilidades para sentir y palpar las necesidades de otros y de la propia

organización, unida a la apertura para servir y cubrir las inquietudes de quienes le rodean. En

esta categoría se miden y desarrollan: la empatía, la conciencia organizacional y la orientación

al servicio.

Socialización: Engloba el dominio de estrategias y formas de relacionarse afectiva y

efectivamente con las demás personas, creando redes de relaciones, construyendo climas

agradables, abiertos y efectivos en sus conversaciones. Las competencias en esta categoría

son: desarrollo de persona, liderazgo, influencia, comunicación, gerencia del cambio, manejo

de conflictos, construcción de redes y la cooperación en equipo.

Es preciso subrayar que si bien las competencias emocionales pueden desarrollar, y

mejorarse, no existen métodos mágicos ni cursos o talleres de uno o dos días que propicien

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este proceso. De acuerdo al criterio de estudiosos y especialistas del tema, para desarrollar

las competencias emocionales en una organización, hay llevar a cabo un proceso de

entrenamiento con un especialista, que dirija y facilite la interacción entre todos los

involucrados en dicho proceso. Este autor considera que deben desarrollarse cursos con una

duración mínima de seis meses, en los cuales los participantes se ven motivados y exigidos a

auto – observarse en su interacción con otros, contemplan la presencia de un coach o

facilitador que actúa como espejo del comportamiento y además con sesiones de aprendizaje

y práctica de las competencias en la vida real del participante.

Todo esto basado en un detallado diagnóstico validado, que permita determinar el perfil

deseado, el perfil actual y las acciones para reducir el gap entre estos dos perfiles.

A los que apenas están aprendiendo a gerenciar sus estados anímicos y sus emociones,

confesando lo difícil que en algunos momentos se torna ser congruente con lo que uno está

aprendiendo sobre esta valiosa inteligencia, resulta grato invitar a aquellos líderes que desean

alcanzar altos niveles de satisfacción y efectividad en sus grupos de acción, a incursionar

sobre el tema.

Para contribuir al desarrollo de la Inteligencia Emocional se recomienda la práctica del Método

de las 7S para ser Competitivo (las 7S de la personalidad competitiva y feliz):

1. Saludable: Cuida su salud, se ejercita y alimenta adecuadamente para contar con la

energía requerida en su trabajo intelectual, emocional y físico. Realiza un chequeo médico

frecuente para prevenir y atender cualquier potencial afección. Está lleno de vitalidad y

contagia energía.

2. Sereno: Gerencia las respuestas emocionales que generan sus sentimientos y estados de

ánimo, es firme cuando ha de serlo, pero emplea auto – control, paciencia y tacto en su

actuar. Evita que su amígdala cerebelosa produzca arranques de ira que afecten sus

relaciones humanas. Disfruta de la tranquilidad y domina técnicas de auto – relajación.

3. Sincero: Actúa en sus conversaciones y acciones basado en la ética, honestidad y justicia.

Es abierto para expresar sus puntos de vista, empleando su verdad asertiva y

respetuosamente, con franqueza y firmeza pero con consideración.

4. Sencillo: Se maneja en sus relaciones personales y profesionales con humildad y

simplicidad, no deja de conocer su valor y sus logros, pero reconoce que puede aprender de

Page 15: Inteligencia emocional un acercamiento teórico

todo ser humano y que sus éxitos se los debe a otras personas. Evita la pompa y los lujos

excesivos, pues sabe darle el justo valor a lo material, dentro de un clima de abundancia y

prosperidad.

5. Simpático: Es cortés, amable, educado en su hablar, evita los vicios comunicacionales del

cinismo, sarcasmo, burla, humillación, discriminación, generalización y juicios sin sustentación.

Busca ser asertivo, pero considerado y respetuoso del clima de sus conversaciones, fluyendo

con buen humor, alegría y disfrute en su interacción humana.

6. Servicial: Emplea el poder de la retribución y del servicio para llegar dentro de las

necesidades de otros, haciéndose cargo de las inquietudes de quienes le rodean en su

familia, trabajo y vecindad. Sabe que a través del servicio logra una elevación espiritual que le

beneficia en otros ámbitos de su vida, por lo que ve al servicio como algo honroso y valioso

para su vida y la de los demás.

7. Sinérgico: Coopera y crea climas de cooperación y ayuda mutua en sus equipos de trabajo,

tanto en la familia, el gremio o la empresa. Se maneja a si mismo como una parte clave de un

equipo y no como una pieza indispensable. Esto le hace tomar consciencia de la importancia

de la coordinación, el apoyo, a la humildad para aprender, la visión común, la creatividad y la

libertad para generar impecabilidad en las acciones que toman los diferentes equipos

humanos a los que pertenece.

La competitividad de una persona, depende de su equilibrio intelectual – lingüístico, emocional

y corporal, de manera que el desarrollo de estas 7S pueden contribuir a elevar los niveles de

perfección en los procesos diarios, ayudándolos a vivir la vida que merecen y desean.