Informe Tabaquismo
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Las emociones negativas predisponen al consumo de tabaco de jóvenes de enseñanza media de colegios municipales.
Indice
Introducción.......................................................................................................................................2
Marco teórico.....................................................................................................................................3
Relevancia..........................................................................................................................................6
Justificación......................................................................................................................................10
Objetivos..........................................................................................................................................11
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Introducción
El tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar
el mundo. Mata a casi 6 millones de personas al año, de las cuales más de 6 millones son
consumidores directos y más de 600.000 son no fumadores expuestos al humo ajeno. Cada
seis segundos, aproximadamente, muere una persona a causa del tabaco, lo que representa
una de cada 10 defunciones de adultos. En última instancia, hasta la mitad de los
consumidores actuales podrían morir por una enfermedad relacionada con el tabaco. Casi el
80% de los más de mil millones de fumadores que hay en el mundo viven en países de
ingresos bajos o medios, donde es mayor la carga de morbilidad y mortalidad asociada al
tabaco (OMS, 2014).
En América Latina sucede que a medida que la tasa masculina disminuye, el tabaquismo
entre las mujeres, especialmente las más jóvenes, está aumentando. En América Latina y el
Caribe hay un 25% de la población, o 145 millones de personas, que fuman. De este
porcentaje un 16% con mujeres jóvenes, comparado con un 8% en Estados Unidos y el
11% a nivel mundial. (González, 2013).
La tendencia de consumo en nuestro país, si bien muestra un leve descenso a partir del año
2004, nos sigue ubicando como el país más fumador de América (OPS, 2010), y el 18º en el
mundo (OMS, 2009). En febrero de 2005, entró en vigencia el Convenio Marco para el
Control del Tabaco (CMCT), primer tratado mundial de salud pública negociado bajo el
auspicio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuyo objetivo es “proteger a las
generaciones presentes y futuras contra las devastadoras consecuencias sanitarias, sociales,
ambientales y económicas producto del consumo de tabaco y de la exposición al humo de
tabaco” (Valenzuela, 2005). En tanto los indicadores de riesgo de tabaquismo de la región
de Coquimbo es de un 10, 63 %, según el programa salud cardiovascular del ministerio de
salud de chile, estas cifras según el Departamento de Estadísticas e Información de Salud,
DEIS (DEIS, 2013).
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Según datos del Octavo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar−2009, realizado
en escolares de 8° Básico a 4° Medio, la edad promedio de inicio del consumo de tabaco es
13,2 años (mujeres) y 13,3 años (varones). Este porcentaje es similar según tipo de colegio,
siendo 13,3 años (municipal), 13,3 años (subvencionado) y 13,4 años (particular).
(MINSAL, 20113).
Las manifestaciones clínicas del tabaquismo dependen de las características individuales de
personalidad de cada individuo, así como de las circunstancias socio-culturales que lo
rodean. (Bellos, Flores, Bellos & Chamorro, 2009).
Marco teórico
TABAQUISMO:
El tabaquismo es una enfermedad crónica que se caracteriza por ser una drogodependencia:
la nicotina, principio activo del tabaco, es una droga adictiva y como tal tiene las
características de otras drogas: tolerancia, dependencia física y psicológica (MINSAL,
2010).
ADOLESCENCIA:
Constituye una etapa de cambios en todos los aspectos de la personalidad, transición entre
el ser niño y el llegar a ser adulto, como consecuencia de estos importantes cambios y
adquisiciones de capacidades, el concepto que tiene el joven de sí mismo y su relación con
el mundo cambia, generando tensiones y preocupaciones que muchas veces lo llevan a
manifestar conductas desadaptativas o incomprensibles para los adultos no obstante el
grado en que estos cambios afecten la vida personal y social dependen de las habilidades y
experiencias ya adquiridas en la infancia y de las actitudes de quienes lo rodean en ese
momento. (Mylene Irribarne, 2005),
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En esta etapa aparecen nuevas modalidades de pensamiento que van desde un pensamiento
lógico –formal que se desarrolla al inicio de la adolescencia hasta el pensamiento
hipotético-deductivo que le permite al adolecente analizar distintas alternativas de solución
a los problemas, desligándose de lo visible o concreto contrastando diferente posibilidades
o hipótesis. En lo psicológico estos cambios estos cambios traen consigo nuevas
experiencias y vivencias acerca de si mismo y de los demás, transformaciones afectivas y
cambios en la estructura de la personalidad (Mylene Irribarne, 2005),
Esta es una etapa de desorganización de la personalidad y de inestabilidad en las
conductas, manifestada en oscilaciones entre la extraversión y la impulsividad y la
introversión o preocupación por los cambios que al joven le están ocurriendo (Mylene
Irribarne, 2005),
En los aspectos biológicos el joven debe aprender a dominar y coordinar su configuración
corporal que considere sus posibilidades de reproducción de la especie. En lo psicológico
debe reorganizar su personalidad a partir de nuevos impulsos y motivaciones, de un nuevo
estilo de pensamiento, de una reformulación propia de la jerarquía de valores y de las
exigencias sociales respecto a sus papeles adultos. Todo ello lo llevara a formular un plan
de vida y definir su identidad. En lo social debe lograr la independencia (esencialmente
psicológica) de su familia, definir su papel en la sociedad y sus concepciones de mundo
logrando adaptarse como adulto a la sociedad (Mylene Irribarne, 2005),
Las emociones negativas.
El término "emociones negativas" ha cobrado mucha fuerza en los últimos años y se refiere
a las emociones que producen una experiencia emocional desagradable, como son la
ansiedad, la ira y la tristeza-depresión, las tres emociones negativas más importantes
(Bejarano & Alderete, 2009). Hoy en día hay datos suficientes para afirmar que las
emociones positivas potencian la salud, mientras que las emociones negativas tienden a
disminuirla (Martínez Sánchez y Fernández Castro, 1994; Fernández Abascal y Palmero,
1999). Por ejemplo, en periodos de estrés en los que un individuo debe responder a una alta
demanda del ambiente, se desarrollan muchas reacciones emocionales negativas las que
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pueden desarrollar ciertas enfermedades relacionadas con el Sistema Inmune (como la
gripe, u otras infecciones ocasionadas por virus oportunistas), o adquirir determinados
hábitos poco saludables, que a la larga pueden minar la salud. En cambio, el buen humor, la
risa, la felicidad, ayudan a mantener, e incluso, recuperar la salud (Bejarano & Alderete,
2009).
Ansiedad: El término ansiedadproviene del latían anxietas, congoja o aflicción. Consiste
en un estado de malestar psicofísico caracterizado por una sensación de inquietud,
intranquilidad, inseguridad o desosiego ante lo que se vivencia como una amenaza
inminente y de causa indefinida. La diferencia básica entre la ansiedad normal y la
patológica, es que ésta última se basa en una valoración irreal o distorsionada de la
amenaza. Cuando la ansiedades muy severa y aguda, puede llegar a paralizar al individuo,
transformándose en pánico. (Virues, 2005).
Ira: La ira es una emoción básica y universal. Básica porque está al servicio de nuestra
supervivencia a partir de tres funciones; la facilitación del desarrollo rápido de conductas
de defensa-ataque, la vigorización de nuestra conducta y la regulación de la interacción
social. Universal porque cualquier miembro de la especie sano experimenta ira. Por lo
tanto, enfadarse no sólo es normal sino también necesario. Sin embargo, cuando la ira es
demasiado frecuente en nuestras vidas o desproporcional, aparecen los problemas. Por eso,
además de experimentarla, debemos aprender a controlar la ira y saber cómo expresarla.
(Fernández López, 2009).
Tristeza: La tristeza forma parte de las emociones y abarca los sentimientos de soledad,
apatía, autocompasión, desconsuelo, melancolía, pesimismo y desánimo, entre otros. Se
dice que la persona está triste cuando, a nivel cognitivo, se produce una falta de interés y de
motivación por actividades que antes eran satisfactorias y se vislumbra la realidad desde un
ángulo negativo; sólo se ve lo malo de las situaciones o, cuando a nivel conductual, la
persona suele restringir las actividades físicas haciendo muy poco o nada, presenta
modificaciones en las facciones faciales y en la postura (Cuervo Martínez, Jzzedin
Bouquet, 2006).
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Particularmente, se ha encontrado una clara asociación entre la elevada prevalencia del
consumo de tabaco y ciertos trastornos de ansiedad, como el trastorno de pánico, el
trastorno por estrés, el trastorno de ansiedad generalizado y la fobia social. La única
excepción la constituye el trastorno obsesivo compulsivo, cuya comorbilidad con el
consumo de tabaco (8-22%) parece ser tan baja debido a las características propias de dicho
trastorno (e.g., miedo a la enfermedad, la contaminación, etc.), aunque dicha especulación
debería ser rigurosamente examinada en futuras investigaciones. (Wood, Cano-Vindel,
Iruarrizaga & Dongil , 2009).
Depresión: Particularmente, se ha encontrado una clara asociación entre la elevada
prevalencia del consumo de tabaco y ciertos trastornos de ansiedad, como el trastorno de
pánico, el trastorno por estrés, el trastorno de ansiedad generalizado y la fobia social. La
única excepción la constituye el trastorno obsesivo compulsivo, cuya comorbilidad con el
consumo de tabaco (8-22%) parece ser tan baja debido a las características propias de dicho
trastorno (e.g., miedo a la enfermedad, la contaminación, etc.), aunque dicha especulación
debería ser rigurosamente examinada en futuras investigaciones. (Wood, Cano-Vindel,
Iruarrizaga & Dongil , 2009).
Relevancia.
Las primeras terapias psicológicas que mostraron ser eficaces para dejar de fumar fueron
las conductuales. Comenzaron utilizándose las de tipo aversivo (ej., fumar rápido); luego
fueron seguidas o complementadas con otras como la autoobservación, la relajación, el
control de estímulos, la reducción gradual de ingesta de nicotina y alquitrán; etc. Años más
tarde, aparecieron los tratamientos psicológicos multicomponentes y de prevención de la
recaída (Becoña, 2006; 2010; Hartmann-Boyce, Stead, Cahill y Lancaster, 2013). Otros
tratamientos recientes son el manejo de contingencias con incentivos, la terapia cognitiva-
conductual basada en la afectividad, la realidad virtual, la terapia de exposición, la terapia
de activación conductual y la terapia de aceptación y compromiso. De todos ellos, los
tratamientos psicológicos que mayor relevancia han cobrado en las últimas dos décadas
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han sido los denominados multimodales, multicomponentes, “paquetes de tratamiento” o
“tratamientos protocolizados” (Becoña, Fernández, López-Durán, Martínez, Martínez &
Rodríguez, 2014).
La guía de Fiore et al. (2008), de referencia en muchos países para conocer la eficacia del
tratamiento de fumadores, indica una odds ratio (OR) de 1.7 para el consejo conductual
individual y de 1.3 para el grupal. Además, a mayor tiempo de contacto (OR=3.2 para 91-
300 minutos) y mayor número de sesiones (OR=1.9 para 4-8 sesiones, y OR=2.3 para más
de 8 sesiones) mayor eficacia. Dentro de las técnicas psicológicas muestran tener una OR
superior a 1 las siguientes: reducción gradual de cigarrillos (OR=1.1), manejo del afecto
negativo (OR=1.2), apoyo social durante el tratamiento (OR=1.3), apoyo social fuera del
tratamiento (OR=1.5), entrenamiento en solución de problemas (OR=1.5), otros
procedimientos aversivos (OR=1.7) y la técnica de fumar rápido (OR=2.0).
Dentro de las intervenciones conductuales para dejar de fumar destacan la terapia grupal
(RR = 1.98), el consejo individual (RR = 1.36) y los procedimientos de autoayuda (RR =
1.45), entre otros.
Un gran número de estudios indica que no existe suficiente evidencia sobre la
combinación de un tratamiento psicológico para dejar de fumar y un fármaco “eficaz” para
dejar de fumar mejore la eficacia de usar sólo el tratamiento psicológico (Fernández,
García-Vera y Sanz, 2014; García y Sanz, 2006; Secades, Díez y Fernández, 2009).
Secades-Villa et al. (2009) compararon la utilización del parche de nicotina añadido o no
al consejo, autoayuda y tratamiento psicológico. Los resultados indicaron claramente que
el parche de nicotina no implicaba una mayor eficacia que usar sólo consejo (abstinencia a
los 12 meses: 12,9% consejo, 12,5% consejo + parches), autoayuda (27,6%, autoayuda,
30.9% autoayuda + parches) o tratamiento psicológico (41,4% tratamiento psicológico,
40,0% tratamiento psicológico + parches). En este último caso, al año de seguimiento, la
eficacia del tratamiento psicológico solo o combinado con parches de nicotina resultó
aproximadamente la misma. En la misma línea, Fernández et al. (2014) también
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encontraron que los parches de nicotina no aumentaban la eficacia de un tratamiento
psicológico eficaz para dejar de fumar.
Finalmente, en el estudio de Spring et al. (2007) compararon fumadores eutímicos, con o
sin historia de depresión mayor, utilizando un grupo de placebo + tratamiento conductual
en grupo y otro de fluoxetina + tratamiento conductual en grupo. El tratamiento psicoló-
gico incluía técnicas cognitivo-conductuales, junto con técnicas de entrevista motivacional
y técnicas de prevención de la recaída y manejo del craving. A los 6 meses, en el grupo
con historia de depresión mayor había un 20% de abstinencia en el grupo de fluoxetina y
un 40% en el placebo, mientras que el grupo de fumadores sin historia de depresión mayor
había un 30% con fluoxetina y un 49% con placebo. Esto significa que con sólo
tratamiento psicológico había un 49% de abstinencia a los 6 meses y que la fluoxetina
interfiere con la eficacia del mismo. Consideramos que esto ocurre porque el tratamiento
psicológico está estructurado, se aplican técnicas eficaces y se adecua a las conductas del
fumador en las fases por las que pasa el proceso de dejar de fumar.
Son pocos los adolescentes que quieren dejar de fumar (Beco- ña, 2006), aquellos que han
acudido a tratamiento han conseguido dejar de fumar sólo con tratamientos cognitivo-
conductuales (Sussman,Sun y Dent, 2006). La utilización de fármacos (parches de
nicotina) no incrementa la eficacia de aplicar solo el tratamiento conductual (ej., Stotts,
Roberson, Hanna y Smith, 2003). Los tratamientos más utilizados en ellos han sido el
entrenamiento en autocontrol, en habilidades de afrontamiento, en solución de problemas y
en técnicas de incremento de la motivación para afrontar adecuadamente el síndrome de
abstinencia.
Los resultados indican que estas intervenciones son eficaces cuando el nivel de
intervención es alto (intensidad 4 en la revisión de Rigotti, Munafo, Murphy y Stead,
2012), que ocurre en aquellos casos en los que se aplica consejo de tipo conductual, solo o
combinado con otras estrategias, independientemente del tipo de trastorno por el que están
hospitalizados. Donde el tratamiento psicológico es especialmente eficaz es en pacientes
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con enfermedad cardíaca coronaria; en el metaanálisis de Barth, Critchley y Bengel (2006)
obtienen una OR de 1.95.
Sabemos que las personas que padecen un trastorno mental tienen una mayor probabilidad
de ser fumadores, por lo que se les debería recomendar dejar de fumar (Ranney et al.,
2006).
Sabemos que la nicotina tiene una clara función antidepresiva (Salín-Pascual et al., 1996).
En un gran número de estudios que se han realizado en los últimos años se ha evidenciado
una importante relación entre fumar y depresión (ej., Luger, Suls y Vander Weg, 2014), así
como el hecho de que en los programas clínicos de un 30 a un 60% de las personas que
acuden a dejar de fumar han tenido una historia previa de depresión mayor (Wilhelm,
Wedgwood, Niven y Hay-Lambkin, 2006) lo que está relacionado con un peor pronóstico
en el abandono del tabaco. Hughes (2008) ha sugerido que puede haber un elemento
común que predispone a ciertos individuos tanto para la depresión como para fumar, entre
los que apunta la baja autoestima, baja habilidad asertiva o alguna causa genética. En un
estudio reciente de nuestro grupo (Becoña, López-Durán, Fernández del Río y Martí- nez,
2014) es la historia previa de depresión la que explica el descenso de la eficacia del
tratamiento en los últimos años. Algo semejante a lo indicado para la depresión ocurre con
los trastornos de ansiedad. Por ejemplo, Johnson et al. (2000) evaluaron en una muestra
representativa de jóvenes de Nueva York la prevalencia de consumo de tabaco y de
distintos trastornos mentales a los 16 años y, posteriormente, a los 22. Encontraron
relación entre fumar 20 o más cigarrillos/día durante la adolescencia y padecer distintos
trastornos de ansiedad en la adultez temprana como agorafobia (OR = 6.79), trastorno de
ansiedad generalizada (OR = 5.53) y trastorno de pánico (OR = 15.58). Sin embargo, no
encontraron relación con el trastorno de ansiedad social (OR = 0.44). Esto les llevó a
concluir que ser un fumador duro durante la adolescencia está asociado con el incremento
en el riesgo de padecer un trastorno de ansiedad en la vida adulta. Por el contrario, los
adolescentes con trastornos de ansiedad no tienen un riesgo elevado de convertirse en
fumadores crónicos durante la adultez joven. En la línea de lo anterior, los estudios
encuentran consistentemente una relación entre fumar y tener mayor número de ataques de
pánico (Moylan, Jacka, Pasco y Berk, 2012).
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Justificación.
Se elige como población objetivo a jóvenes por los altos índices de tabaquismo en ellos.
Según los estudios de La Asociación Americana del Cáncer y la Fundación Mundial del
Pulmón reveló que las adolescentes chilenas, entre 13 y 15 años, son las más fumadoras
del mundo (Revista Salud UC, 2012).
Según datos del ministerio de salud a menor edad inicio del tabaco hay una mayor
posibilidad de hacerse adicto a la nicotina, además entre un 80 % y 90% de los fumadores
adultos inicio consumo antes de los 18 años (Minsal, 2013).
La importancia de este trabajo radica en que es importante detectar el consumo de tabaco
en las etapas iniciales, cuando el adolescente es un consumidor ocasional, para poder
intervenir de una forma más eficaz (Díaz Gómez, Gómez García, Ruiz García, 2006)
La ventaja que ofrece la escuela es que permite acceder a un elevado número de jóvenes antes de
que se inicien las conductas de riesgo, que una vez establecidas son difíciles de modificar. Por
ejemplo, se sabe que la adicción a la nicotina generalmente aparece a los 2 años de haber iniciado el
hábito de fumar; por ello, si se actúa en la etapa inicial, cuando los adolescentes están comenzando
a fumar, les resultara más fácil dejarlo eficaz (Díaz Gómez, Gómez García, Ruiz García,
2006).
Una estrategia poco utilizada, pero eficaz, es el empleo de compañeros escolares
especialmente entrenados para actuar como educadores, ya que lo que ellos dicen tienen
resultados más creíble para los demás alumnos, emplean el mismo lenguaje y pueden actuar
como modelos positivos eficaz (Díaz Gómez, Gómez García, Ruiz García 2006).
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Objetivos
General:
Describir el efecto de las emociones negativas en el consumo de tabaco de los
adolecentes de un colegio municipal.
Específicos:
Describir como el consumo del tabaco compensa las emociones negativas que afectan a
los adolecentes de un colegio municipal.
HIPÓTESIS.
Hay incidencia de las emociones negativas en la edad de inicio del consumo y la
dependencia del tabaco
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BIBLIOGRAFÍA
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http://apps.elsevier.es/watermark/ctl_servlet?
_f=10&pident_articulo=13083276&pident_usuario=0&pcontactid&pident_revista=6&t
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tabaquismo_quien_consume_a_quien.act
http://www.chilelibredetabaco.cl/tabaco-y-tabaquismo-en-chile/
http://www.chilelibredetabaco.cl/descargas/centrodoc/
Diagnostico_y_tratamiento_psicosocial_del_tabaquismo_Chile_Bello_2009.pdf
http://www.chilelibredetabaco.cl/wp-content/uploads/2012/10/Tabaquismo-en-Jovenes-
Chilenos.pdf
http://www.chilelibredetabaco.cl/descargas/centrodoc/
Encuesta_Mundial_Jovenes_Chile_2001.pdf
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