INAH_Correo Culturas 88
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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist
d e l a s C u l t u r a s d e l M u n d o
CO
RR
EO
Vol . IX, número 88, 1º de jul io de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural
En este número:
• Carlos Monsiváis: la multitud de uno solo
• Historias de una Ahlambra escondida
• Jorge Semprún y la memoria del mal
• Premio Pulitzer, indocumentado
• La vida y la máquina
• El lugar del hombre en el cosmos
• No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide
2
Correo de las Culturas del Mundo
DirectorLeonel Durán Solís
EditorMariano Flores Castro
≈
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos
y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”.
art.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Celebridad en sí mismo y puntual cronista de su tiempo, el escritor nacido
en la colonia Portales desapareció físicamente hace un año
“AHORA SABEMOS CUÁNTOS AGUJEROS se necesitan para llenar el Albert Hall.”
Con estas palabras los Beatles lograron la más triste descripción de una
sala de conciertos vacía. La ausencia de Carlos Monsiváis abruma de un modo
similar: el omnipresente cronista de nuestros días dejó una inmensa colección
de huecos.
Monsiváis participaba en tantas cosas a la vez que ya se había convertido
en un fenómeno atmosférico. Su relajada manera de comentar la vida en su
conjunto permitió que lo diéramos por sentado.
Las muchas misiones que cumplió no tienen sustituto por la sencilla razón
de que él las inventó. Como Oscar Wilde, Woody Allen o André Malraux,
construyó una personalidad especialísima que formó parte de su obra.
Personas que no lo habían leído, pero conocían por foto o caricatura, se
detenían a saludarlo, atribuyéndole pasiones que no siempre tenía (“¡Arriba
los Pumas!”, le dijeron en una ocasión. “¿Son ecologistas?”, me preguntó).
Misántropo en la vida privada (“los espero en mi casa para una reunión
que comenzará a las 16 horas y acabará a las 16 horas”), era hipergregario
en la vida pública. Llegaba a todas partes con el pelo revuelto por un viento
Carlos Monsiváis: la multitud de uno solopor Juan Villoro
In memoriam
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mental y su infaltable chamarra de mezclilla. Era un testigo tan reconocible
que la realidad sólo actuaba al enterarse de su llegada.
Dialogaba con numerosos desconocidos, procurando que cada intercambio
fuera breve y tuviera un remate cercano a un aforismo.
Su itinerante oralidad —de una mesa redonda a otra—, lo llevó a una
curiosa forma del magisterio. Odiaba dar clases pero le fascinaba dar consejos.
Como buen exponente de la tradición satírica, era un moralista convencido de
tener razón.
Aunque se definía como “un lugar común de la Portales”, la gente lo
consultaba con un respeto digno del oráculo de Delfos (“o de un cajero
automático”, diría él). No trataba de convencer con extensos argumentos;
dictaba sentencia rápida e incontrovertible, al modo de un juez que sí legisla.
El mayor texto de jurisprudencia que conocía era la Biblia. Gracias a su
obsesiva relectura de la versión de Casiodoro de Reina (la “Biblia del Oso” del
siglo XVI), logró una recreación paródica —o una prolongación crítica— de la
leyenda cristiana en Nuevo Catecismo para Indios Remisos.
Esas parábolas ejemplares, escritas en un tono próximo al Monterroso de
La oveja negra y demás fábulas, actualizan la lucha entre el Bien y el Mal: un
santo carismático contrata a un asesor de imagen, el Diablo estudia relaciones
públicas, un iluminado da una conferencia de prensa y el agua bendita se
vende embotellada. Con narcisismo celestial, los portentos ocurren para que
alguien los narre: “Hubo una vez, en el espacio de reserva de las dádivas de
Dios, un Milagro obstinado y servicial con muchas ganas de ser tomado en
cuenta y de causar conmoción y aparecer en las hagiografías”.
No hay celebridades sin cronistas. El oficio de dar fe comienza con el
periodismo trascendente de los evangelistas y llega a la moderna sociedad
del espectáculo.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.Monsiváis se ocupó de ambos polos de ese espectro.
En sus parodias de la hagiografía cristiana se advierte que admira la fuerza
expresiva de lo que critica. En cambio, fue inclemente con la jerarquía
eclesiástica y sus abusos, y defendió con temple ilustrado la cultura laica (uno
de sus últimos libros es, precisamente, El Estado laico y sus malquerientes).
La ironía sólo funciona si también incluye a quien la ejerce. El autor de
Escenas de pudor y liviandad se burlaba gozosamente de sí mismo y solía
decir que el único reconocimiento que le interesaba era el doctorado “honoris
causas perdidas”.
Con Gabriel García Márquez en 2006
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Su enciclopedismo y su voluntad de intervención lo convirtieron en árbitro
del gusto, tanto de lo culto como de lo popular. Su impronta se multiplicó
en los más diversos foros. Fue un eficaz correctivo del dogmatismo de la
izquierda, erudito de todas las emociones que caben entre Tin-Tan y las
vanguardias poéticas, socorrido actor de reparto del cine nacional, asesor
telefónico de la sociedad civil, conferencista non-stop que llegaba con un
fólder donde las ponencias parecían reproducirse en forma más prolífica que
sus 13 o 15 o 17 gatos.
El rango de sus intereses se mide por el título de uno de sus artículos: “Del
rancho al Internet”. Monsiváis vivió como un cosmopolita que aceptaba sin
remilgos el estigma con que se señala a los provincianos: “Es un infeliz: se
sabe todos los estados de la república”.
El Museo Estanquillo custodia sus colecciones. Si, como sugiere Borges,
ordenar una biblioteca es una forma de ejercer la crítica, reunir objetos
significa comentar el mundo. Sólo una mirada movediza y capaz de leer vastas
cartografías pudo reunir los grabados, las fotos, las caricaturas, las artesanías
y los cachivaches que conforman esa Colección de colecciones, un panorama
alterno, popular, de la vida pública de México.
La avidez monsivaíta para atesorar sólo competía con su avidez para
criticar. En su columna “Por mi madre, bohemios” se propuso, al modo de
Karl Kraus, ahorcar a los infames con sus propias frases.
Toda cita es, por definición, una supresión del contexto. De ahí el absurdo
de que alguien, generalmente un político, se queje de ser “citado fuera de
contexto”. Monsiváis desestabilizó los discursos oficiales detectando pasajes
autoparódicos de las figuras públicas y aportando notas que fungían como
acotaciones para cómicos involuntarios.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
El oceanógrafo Carlos Duarte con el buque Hespérides al fondo. | ELMUNDO.es
Su mayor búsqueda formal ocurrió en el género de la crónica, donde
combinó el ensayo, el sketch teatral y el artículo de fondo con la llana narración
de hechos. Hay, al menos, dos tipos de cronistas: los que se concentran en
lo ocurrido para transformarlo en una historia y los que se concentran en las
opiniones sobre lo ocurrido. Monsiváis es un exponente radical del segundo
grupo. Su gran interlocutor es la Opinión Pública, deidad contemporánea
que sustituye al coro griego. Al escribir sobre Juan Gabriel, Salvador Novo, la
Manifestación del Silencio, Avándaro, Gloria Trevi, el terremoto de 1985 o la
Convención de Aguascalientes en Chiapas, discute y editorializa lo que ve, e
incluye declaraciones (de preferencia anónimas) para crear un relato coral.
En ocasiones, sus “informantes” operan como los heterónimos de Pessoa;
son desdoblamientos de una sola voz. Aunque su tono narrativo es inconfundible,
Monsiváis se sirve de múltiples testigos que suelen ser él mismo.
Los muchos acentos que imitaba al contestar el teléfono pueden ser vistos
como un entrenamiento para la dramaturgia
de sus crónicas, llenas de “voces sueltas”,
cooperativos declarantes salidos de su pluma.
La mayor parte de su obra aún no ha sido
recogida en libros. En sentido estricto, su legado es todavía futuro.
Muchas de las extrañas cosas ocurridas en los últimos meses parecían
buscar su presencia. Como el Milagro que quería ser narrado, los sucesos no
se resignan a su ausencia. En cierta forma, la realidad ocurre en vano.
Llevamos doce meses sin Carlos Monsiváis. Ahora sabemos cuántos agujeros
se necesitan para llenar el Zócalo.
Fuente: Revista Cultura y arte de México, número 12, junio de 2011.
“Cuando uno lee ya no está solo.
Leer es dialogar y cuando se dialoga
la soledad se declara abolida.” C.M.
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Perdido sin capacidad de respuesta entre los recovecos que van a dar a los
baños árabes del palacio de Comares, donde el sultán Yusuf I –seguro
que extraordinariamente acompañado– debía de dejarse llevar por los efluvios
del agua y de los vapores redentores del hammam, uno se hace preguntas.
Preguntas como: ¿no fueron estos sultanes nazaríes de Granada quienes
de verdad inventaron el Estado de bienestar? Otra: ¿en qué pensarían el tal
Yusuf, y luego Mohammed V, y más tarde Isma‘ il II, mientras sus ilustrísimos
cuerpos y almas de reyes al servicio de Alá iban desmayándose bajo los efectos
mareantes del bayt al-wastani, para entendernos, la versión spa del siglo XIV?
Esas sombras poblando desde hace 700 años las escaleras y los pasadizos,
esos misteriosos tragaluces en forma de estrella salpicando las bóvedas de
piedra y dejando entrar como lluvia de oro los haces de sol, y sobre todo
ese silencio de siglos incrustado entre los arrayanes y las acequias, van
conformando, a medida que avanzamos por las estancias y los patios de qalat
al-Hamra (el Castillo Rojo), la versión más embriagadora de la Alhambra.
También la menos convencional: aquella que permanece prohibida a la
mayoría de los millones de mortales (tres millones al año para ser exactos)
que ascienden la colina de la Sabika para contemplar el monumento más
visitado de España. Lugares misteriosos que yacen en el subsuelo de los
palacios nazaríes. Lugares vedados o muy restringidos debido a problemas
de conservación o de acceso que ahora, gracias a los mil y un milagros de las
nuevas tecnologías, que corren más que un galgo, podrán ser visitados por los
turistas de todo el mundo. Perdón, “visitados”.
Tecnología
Historias de una Alhambra escondida
por Borja Hermoso
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. Las comillas se deben a que no se tratará de visitas digamos de carne y
hueso, perdón, de estuco y piedra: la nueva accesibilidad a las zonas prohibidas
de la Alhambra llegará más o menos dentro de un año en forma de un proyecto
que, bajo el título de La Alhambra oculta, permitirá entrar virtualmente en los
paraísos escondidos del monumento. Unas guías interactivas de ultimísima
generación (aún está por definir el modelo, pero es posible que se parezca a
un iPod que el visitante podrá llevar colgado del cuello) harán que el usuario,
previo pago de cinco o seis euros por su alquiler, pueda situarse delante de
las puertas o ventanas de esas estancias clausuradas al turismo y recrearlas
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de manera virtual. También de jugar con ellas: reconstruir, por ejemplo, los
colores de la policromía de los artesonados árabes borrada por el paso de los
siglos y modificarlos a su antojo, o cambiar las fascinantes formas geométricas
(verdaderos tratados de matemáticas al servicio de Dios) de los azulejos
ejecutados por los artesanos del sultán, o recolocar como a uno le venga
en gana esos auténticos laberintos de estalactitas de piedra y yeso en que
consiste la técnica del mozárabe.
El acuerdo entre el Patronato de la Alhambra y Generalife, la sociedad sin
ánimo de lucro World Monuments Fund y la Fundación American Express se
enmarca en un proyecto de turismo sostenible encaminado no solo a reforzar
y mejorar las posibilidades de visita del monumento, sino a descargar de
tensión el colapso provocado por cerca de 9.000 visitas diarias. Otras formas
de visitar, otras formas de ver y otras formas de entender la historia; y, sobre
todo, la ambición, como reconoce la directora del Patronato, María del Mar
Villafranca, “de captar públicos jóvenes con un proyecto novedoso que
permitirá disfrutar de zonas que actualmente no se visitan, haciéndolas más
accesibles a través de las nuevas tecnologías”. La Fundación American Express
colabora en La Alhambra oculta con 200.000 dólares, y la WMF, con sede en
Nueva York, aportará además otros 300.000 (cantidad que será igualada por
el propio Patronato de la Alhambra) para la restauracion de una de esas joyas
hasta ahora no visitables debido a su mal estado de conservación: el Oratorio
del Partal.
Pero volvamos a al-Hamra y sus misterios. Hoy, cuando el sol ha venido
a aplastar como una plancha de acero la colina donde se yergue el ancestral
castillo rojo de los monarcas nazaríes, se agradece el frescor de las umbrías
escondidas. Por ejemplo, las que encierran las paredes de la Torre de las
Damas, un prodigio erigido por los superdotados alarifes del siglo XIV en la
muralla del recinto de la Alhambra, y cerrado a las visitas.
Nada más atravesar el portón después de que un vigilante haya descorrido
la vieja cerradura, es fácil comprobar cómo el aire penetra por los cuatro
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Foto © Paloma Aguilar
“Es aquí donde se encuentran los únicos azulejos de color púrpura de toda
la Alhambra”, explica con orgullo María del Mar Villafranca, una mujer que
lleva las riendas del Patronato desde hace siete años y que ha sabido no solo
conservar en todo su esplendor el monumento Patrimonio de la Humanidad,
sino actualizarlo sin cesar y lograr que genere noticias: la complejísima
restauración del Patio de los Leones (los 12 leones de mármol blanco de
Macael volverán a su emplazamiento original a finales de año), el hallazgo
reciente de pinturas antropomorfas en el Mirador de Lindaraja, la nueva
puerta de acceso al recinto que construirá Álvaro Siza, la reciente y apoteósica
exposición Matisse y la Alhambra...
costados, y el calor sofocante se torna aire acondicionado de origen natural:
queda claro que, además de enamorados de la estética, los sultanes y sus
arquitectos eran el colmo del pragmatismo.
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Baños reales del palacio de Comares, Granada
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Una del mediodía. El vértigo invade al privilegiado visitante cuando se
asoma a la balconada del llamado Peinador de la Reina, donde el emperador
Carlos V quiso instalar su estudio privado y que acabó convertido en prisión
para nobles con espectaculares vistas al barrio del Albaicín. Es uno de los
enclaves más subyugantes de todo el recinto... y el que más impresionó a
Michelle Obama durante su visita a Granada el pasado verano. Sin embargo,
está cerrado al público debido a la estrechez de su acceso: es otro de esos
lugares prohibidos de la Alhambra escondida. Pasadizos, torres, aljibes, patios,
escaleras. Un mundo oculto que dejará de serlo gracias a la tecnología.
Fuente: El País
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Jorge Semprún y la memoria del mal
por José Emilio Pacheco
Letras
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
JORGE SEMPRÚN MURIÓ EN PARÍS EL 7 DE JUNIO. Un año antes se despidió
del mundo y de la historia con el discurso leído en Buchenwald para
conmemorar los 65 años transcurridos desde que el campo de muerte fue
liberado por sus propios internos y por las tropas del general Patton.
“Ni resignado a morir ni angustiado por la muerte sino furioso,
extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré
aquí”, Semprún, quien en 1945 tenía 22 años, lamentó la desaparición
cronológica de los sobrevivientes que sufrieron en carne propia la experiencia
concentracionaria.
Sin embargo, confió en que la memoria del exterminio queda en manos
de los niños que, ya en plena derrota del nazismo, fueron llevados de
Polonia a Buchenwald ante el avance incontenible del ejército rojo. Dos de
esos niños, Eli Weisel e Imre Kertész, llegarían a obtener con sus testimonios
el Premio Nobel.
El dominio de la lengua
En 1988 Felipe González nombra a Semprún ministro de cultura. Le asignan
un apartamento que está en el barrio del Retiro en la calle Alfonso XI. Enfrente
aún se levanta la casa en que nació a fines de 1923. De ella salió en julio
de 1936 a pasar el verano en Lequeitio, en el país vasco. Allí le tocó vivir el
cuartelazo de Franco.
Su padre, José María de Semprún, fue ensayista, poeta, profesor de
jurisprudencia y católico republicano, fundador con José Bergamín de la revista
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Cruz y Raya. Diplomático, ministro de la república en el exilio, Semprún padre
se relacionó con los intelectuales franceses de la revista Esprit que ayudaron a
que él y sus hijos sobrevivieran en el destierro.
Su madre, Susana Maura, murió cuando Jorge Semprún tenía nueve años.
Era hija del gran político conservador Antonio Maura, varias veces jefe de
gobierno de Alfonso XIII. Parte de los privilegios familiares fue contar con
institutrices. Una de ellas, Anette, les enseñó alemán a los niños Semprún
Maura. Al poco tiempo se convirtió en su madrastra. En una vida llena de
paradojas Semprún debió a esta mujer, a quien detestaba, el dominio de una
lengua a la que en gran parte se puede atribuir su sobrevivencia en el campo
de exterminio. Cultura y barbarie: Buchenwald fue erigido frente a Weimar, la
capital de la admirable literatura alemana, la ciudad de Bach y Goethe. En los
campos que después fueron de muerte, Goethe conversó con Schiller y más
tarde con Eckermann, el inventor de la entrevista literaria.
En Adios, luz de veranos… (1998) Semprún describió el París de 1939
y su descubrimiento de la cultura francesa. Llegaba de dos años en Bélgica
donde había estudiado en una escuela neerlandesa. Para tener a cabalidad
la experiencia europea a Semprún le hacía falta saber qué se siente ser
refugiado. Era parte de los vencidos, de los rojos que entraban masivamente
en Francia y despertaban la xenofobia generalizada. Una panadera a la que
pide un croissant se burla de su acento. Semprún se vengará de ese desprecio,
esa crueldad gratuita, y se convertirá en uno de los grandes prosistas de
esa lengua. Descubre lo que se puede hacer con ella en los libros de André
Malraux y en Paludes, un texto hoy poco leído de André Gide.
El olor y el tormento
Estudiante de filosofía en la Sorbona, se inscribe en el Partido Comunista y es
miembro de la Resistencia. Capturado por la Gestapo es sometido a tortura.
Hay dos cosas que jamás podrá olvidar: el olor a carne quemada de los hornos
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
crematorios y la sensación del tormento que los inquisidores llamaron “la
toca”. En México se designa como “el submarino” y se ha vuelto a practicar
en Guantánamo: la inmersión total en agua hasta que la víctima siente estallar
todo su sistema respiratorio.
Pasarán muchos años antes de que Semprún pueda enfrentarse a sus
memorias del horror. En 1963, a los casi 20 años de su salida de Buchenwald,
aparece su primera novela, El largo viaje, que describe la vivencia purgatorial (el
infierno viene después) del recorrido en tren hacia el campo. En él dos veces se
salva de la muerte. La primera cuando lo inscriben como “estucador”, en vez
de “estudiante”. Los SS, que regían la “Solución final”, mataban a su llegada
a todos los que consideraban intelectuales. La segunda, cuando la Gestapo
pide información sobre el prisionero matrícula 44.904 y los comunistas
infiltrados en la administración de Buchenwald ocultan al joven español tras
la identidad de otro preso muerto. Todo esto se encuentra narrado en Viviré
con su nombre, moriré con el mío (2001).
Buchenwald después
La organización clandestina antifascista del campo logró que Semprún
trabajara en labores administrativas. Se libró del exterminio y aun en sus
precarias condiciones de vida (alimentación casi inexistente, el compartir su
litera con otro joven interno, las espantosas condiciones higiénicas) la pasó
menos mal que la inmensa mayoría de los prisioneros.
El hecho de salir vivo de Buchenwald provocó una feroz corriente
difamatoria encabezada por su propio hermano. Semprún no pudo haber sido
colaboracionista sin que lo impugnaran los demás sobrevivientes del lager. No
se conciben discursos como el de 2010 o el de años atrás en el Teatro Nacional
de Weimar sin que las otras víctimas de Buchenwald se hubieran levantado a
increparlo. Imposible salvarse de la furia anticolaboracionista francesa ni de la
depuración antinazi alemana. Con todo, el odio de la derecha española llegó
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al grado de escribir en los titulares de los periódicos “un kapo nazi, ministro
de cultura español.”
No ha habido en la historia una derrota comparable a la catástrofe
hitleriana. Cuando los orgullosos ejércitos que en 1940 se habían adueñado de
Europa fueron deshechos por la doble ofensiva soviética y aliada, los jerarcas
nazis buscaron la paz por separado, abandonaron a Hitler casi moribundo
en su búnker y las ciudades alemanas quedaron destruidas por bombardeos
no menos salvajes que los de la Luftwaffe. Entonces los prisioneros de
Buchenwald se levantaron contra sus verdugos y los despojaron de su última
arma: el panzerfaust, es decir el cañón individual antitanque que en los demás
idiomas se llama bazuka. Uno de los que se sublevaron en Buchenwald y
avanzaron sobre Weimar armados de bazukas fue Jorge Semprún.
Para siempre el mañana
El principio de esperanza que rige nuestras vidas dicta que tras el infierno no
puede haber otro infierno. La victoria total sobre el nazismo era el alba de
un nuevo día, la promesa de un mundo en que aquellos horrores nunca iban
a repetirse y todo estaría bajo el dominio de las aspiraciones que sintetizó la
revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad.
Semprún se entregó en cuerpo y alma a la causa que incluía la veneración
sin límites al Padre de los Pueblos. Stalinista fervoroso, pasó por alto la tragedia
de que los sobrevivientes rusos de los campos fueran por ese hecho mismo
internados en el Gulag. El presente sombrío no bastaba a ocultar que la URSS
era el mañana radiante, la aurora de los pueblos. La creencia general de la época
la sintetizó más tarde un muy querido y admirado escritor hispanoamericano:
“Los países capitalistas cometen crímenes; los países socialistas sólo tienen
accidentes de viaje.” Ser de izquierda significaba callar en aras del mañana
ante todo lo que parecía y estaba mal. La consigna interiorizada resultaba:
“No se puede dar armas al enemigo.” La lucidez doliente de José Revueltas
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
respondió tras padecer también su calvario stalinista: “Quien da armas al
enemigo es el que comete las atrocidades, no el que protesta contra ellas.”
Desde su base en París, llegó a ser un alto dirigente del Partido Comunista
español. Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y Santiago Carrillo confiaron en él al
punto de encargarle la coordinación de la lucha antifranquista en España. Con
el seudónimo de Federico Sánchez y varios otros, Semprún vivió la zozobra de la
clandestinidad. Minuto a minuto estuvo en peligro de muerte como demuestra
el hecho de que Julián Grimau, quien lo sustituyó en esa responsabilidad, al
caer prisionero en 1963, fue de inmediato fusilado por Franco.
La crónica íntima y pública de estos años se explaya en la Autobiografía de
Federico Sánchez (1977), la novela sin ficción que encuentra su continuidad
en Federico Sánchez se despide de ustedes (1993) y en muchas otras obras,
incluso en novelas como La montaña blanca (1986) y Veinte años y un día
(1993) en que Semprún, en tanto Federico Sánchez, es una presencia espectral
que nunca llega a corporizarse.
Nunca más y ¡otra vez!
De esta inmensa obra memorialística y autobiográfica que recorre casi todo
el siglo XX, la pieza central es La escritura o la vida (1995). Semprún escribe
cuanto había olvidado o querido olvidar hasta aquel momento. Enseguida
se da cuenta de que ese día, 11 de abril es el aniversario de la liberación de
Buchenwald y, lo sabrá la mañana siguiente, la fecha en que Primo Levi se ha
suicidado, muchos años después de haber salido de Auschwitz.
Por las víctimas silenciadas, por Levi y por otros suicidas como Walter
Benjamin y Paul Celan, Semprún siente la obligación de escribir este libro sin
el cual no podremos entender lo que sucedió durante esos años en Europa y
en el mundo.
La vastedad e importancia de esta obra exige cuando menos una segunda
nota. No se trata de juzgar ni definir sino de atraer más lectores hacia los libros
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de Semprún. Él negó la idea según la cual es imposible escribir después del
Holocausto. Lo que perturba es la certeza de que lo que creímos iba a ser el
“nunca más” se ha convertido y sigue transformándose en el “¡otra vez!”.
Este año mismo la imagen de los niños gitanos deportados de Francia devuelve
a las fotos de los niños judíos que los nazis concentraron en el Velódromo de
Invierno en París y de allí embarcaron en trenes de ganado con destino a las
cámaras y los hornos de Auschwitz. Creímos por una parte que esos horrores
estaban en el pasado y, por otra, que su lejanía nunca iba a alcanzarnos. En
el México de las narcofosas, la fiesta de las balas y las decapitaciones parece
más necesario que nunca leer a Jorge Semprún.
Fuente: Revista Proceso
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Ganador de un premio Pulitzer se revela indocumentado en Estados Unidos
The Associated Press. Un prestigioso periodista que publicó artículos
en uno de los principales diarios de Estados Unidos y ganador de un
premio Pulitzer en 2008 reveló un gran secreto que tenía guardado durante
años: es un inmigrante indocumentado como tantos otros miles que viven
escondidos en el país.
José Antonio Vargas llegó a Estados Unidos en 1993 cuando tenía 12
años. Su madre lo envió a Mountain View, California, para romper el cerco
de la pobreza en su natal Filipinas, narra en un reportaje escrito por Vargas y
publicado en la página digital de The New York Times.
Ingresó a la escuela y comenzó, poco a poco, a insertarse en la sociedad
estadounidense. Pero nunca le dijeron que su estado migratorio era
indocumentado. Lo descubrió años más tarde, cuando cumplió los 18 y se
acercó a una oficina del Departamento de Vehículos y Motores (DMV) a
gestionar una licencia de manejo.
Según cuenta en su reportaje titulado “Mi vida como un inmigrante
indocumentado”, el empleado del DMV al ver la Tarjeta de Social Security le
dijo que era falsa y que no volviera a intentarlo.
Cuando regresó a casa encaró a su abuelo y éste le dijo la verdad, que era
un indocumentado. A partir de ahí empezó a vivir una vida llena de secretos,
limitaciones, renuncias, pero también de retos, esperanzas proezas.
Vargas comprendió que se hallaba en un limbo, como muchos otros, miles,
quizás millones de jóvenes que ingresaron siendo niños a Estados Unidos y
jamás imaginaron que eran extranjeros sin papeles.
Migrantes
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Continuó estudiando, alcanzando éxitos en la secundaria, uno tras otro.
Pero cuando quiso ir por primera vez a la universidad no pudo, porque era
indocumentado.
Contó que en los últimos 14 años “me gradué en la secundaria y la
universidad, y construí una carrera como periodista entrevistando a algunos
de los personajes más famosos del país”. Agregó que, de alguna manera y en
la superficie, logró vivir “el sueño americano”, pero con muchos sacrificios y
también renuncias.
Premio a los mejores
Vargas ganó el premio Pulitzer en 2008 por reportajes relacionados con la
política presidencial estadounidense y el tiroteo en el Tecnológico de Virginia,
ocurrido en 2007, cuando un alumno ingresó a salones de clases y mató a
sangre fría a varios de sus compañeros.
En una entrevista concedida a la cadena ABC, Vargas dijo que reveló su
identidad como indocumentado para sumarse a la campaña de presión al
Congreso para que debata y apruebe el proyecto de ley Dream Act, que daría
residencia permanente a miles de jóvenes como él y que han desarrollado una
carrera exitosa.
“Estoy cansado de huir”, escribió en el ensayo donde compartió su
increíble historia. “No quiero más esa vida”, agregó.
Entre otros logros alcanzados en su corta carrera periodística, Vargas logró
una exclusiva con el fundador de la red social Facebook, Mark Zuckerberg.
Luchador incansable
Ahora que reveló el mayor de sus secretos, Vargas se convierte en un lucha-
dor más del Dream Act. Lanzó una campaña en internet en la página www.
defineamerican.com para buscar que miles de estudiantes hispanos indocu-
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mentados se legalicen, que sueñen, que se
conviertan en ciudadanos prósperos.
En un dejo que revela profunda tristeza,
Vargas escribió que pese a los éxitos
alcanzados “sigo siendo un inmigrante
indocumentado” y apuntó que eso significa
“vivir un tipo de realidad distinta” a la que
viven el resto de los estadounidenses.
Añadió que los indocumentados
“apenas pueden confiar en la gente”,
incluso “en las personas más próximas”.
Algunos de sus mayores sacrificios han
sido renunciar a excelentes ofertas de
trabajo en los mejores periódicos porque
no tiene papeles. Pero resalta que si el
Congreso aprueba el Dream Act, abriría las
puertas de la ciudadanía a miles de jóvenes que, como él, ingresaron al país y
se convirtieron en indocumentados sin que lo supieran.
El Dream Act o Acta del Sueño se encuentra sobre la mesa de debates del
Congreso. Si se aprueba, daría residencia a unos 850 mil jóvenes talentosos
como Vargas.
Para ser aprobado, el proyecto necesita un mínimo de 60 votos en el
Senado (de 100) y 218 en la Cámara de Representantes (de 435). En diciembre
fue aprobado con lo justo por la Cámara y una semana más tarde el Senado
lo rechazó por falta de un acuerdo bipartidista previo.
Durante las votaciones de diciembre los demócratas controlaban ambas
cámaras del Congreso. Pero tras la elección de medio tiempo del año pasado
los republicanos reconquistaron el control de la Cámara de Representantes y
han advertido que no respaldarán ningún beneficio migratorio que otorgue
una “amnistía” a los indocumentados.
25
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Los republicanos conservadores insisten en que la legalización de
estudiantes indocumentados constituye una amnistía y otorgarles la residencia
podría causar un incremento de la inmigración indocumentada, argumento
que han venido barajando en los últimos dos años.
El Presidente Barack Obama, un firme defensor del Dream Act, dijo
recientemente en El Paso, Texas, que su administración ya cumplió con el
compromiso de asegurar las fronteras del país como lo habían pedido los
republicanos como condición previa a debatir la reforma migratoria. Y que ya
era hora de que el Congreso discutiera y aprobara la ansiada reforma a las
leyes de inmigración, que incluye el Dream Act.
La primera vez que el Congreso recibió el proyecto fue en 2001. Desde
entonces nunca ha contado con el respaldo bipartidista necesario para
convertirlo en ley. En 11 años, miles de jóvenes han sido deportados sin poder
alcanzar el esquivo sueño americano que les inculcaron sus padres.
Fuentes: AP/ © 2011 Univision Communications Inc./Editado por el Correo
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La vida y la máquinapor José Luis Pardo
Como enseñaba Claude Lévi-Strauss, técnica y cultura son las dos dimensio-
nes irreductibles de toda sociedad humana. Gracias a la primera, centrada en
la fabricación de instrumentos, los hombres ganan penosa y paulatinamente
terreno a la naturaleza, transformando un medio hostil en utilidad y adap-
tándose a él para poder habitarlo y sobrevivir a su inhospitalidad; gracias a
la segunda, cuyo núcleo es el lenguaje, erigen un mundo propio, un orden
simbólico de significaciones en el que emergen esas “inutilidades” específicas
que son los ritos funerarios, la moral o las obras de arte. Y seguramente forma
también parte de esta enseñanza el hecho de que no estamos en condiciones
de elegir una de esas dos dimensiones en detrimento de la otra. Se ha dicho
muchas veces que vivimos en una civilización dominada por la tecnología, y es
cierto que la tecnología es algo diferente de la técnica; lo es aún más cuando
toda una época histórica la convierte en su principio directivo, puesto que se
trata de una lógica que mira únicamente a la eficacia de los resultados, que
entiende sólo de medios y es ciega para los fines, y que al volverse hegemóni-
ca se independiza de la esfera discursiva de los asuntos humanos y se vuelve
cálculo contable, poniendo en marcha un proceso destructivo que esclaviza
y mecaniza a los hombres, convirtiéndolos en simples engranajes sometidos
a una racionalidad “superior”, cruel e incomprensible, autodefinida por las
necesidades inmanentes del sistema. Conocemos las encarnaciones de esta
Megamáquina (por decirlo con las palabras de Lewis Mumford), desde la
erección de pirámides y zigurats en los imperios despóticos arcaicos hasta los
refinamientos modernos y positivistas de la “racionalización burocrática” (Max
Ideas
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Weber), de la “sociedad disciplinaria” (Michel Foucault) o de la “administra-
ción total” (Adorno), ferozmente caricaturizadas por los doctores Mabuse y
Caligari, por el Hermano Mayor de Orwell, por el “control mental” del William
Burroughs y, rayando en lo genial, por los Tiempos modernos de Chaplin.
No estamos en condiciones de elegir una de esas dos
dimensiones, técnica y cultura, en detrimento de la otra
El ocaso de lo humano reviste la forma de la
desnaturalización por la invasión de microorganismos
colonizadores
Pero no es menos cierto que también sabemos hasta qué punto la defensa
romántica de lo “natural”, de lo “orgánico” y hasta de lo “humano” frente
a la máquina, y el enaltecimiento de la “cultura”, de la “identidad” o de
la “lengua”, lejos de servir de freno a las cadenas de la Megamáquina,
encajaron perfectamente en esos monumentos siniestros de la racionalidad
instrumental que fueron los totalitarismos del siglo XX, cuya sombra se
extendió sobre el “mundo libre” en la época de disuasión termonuclear
hasta tal punto que no siempre resultaba fácil distinguirlo de ellos. Y, como
nos muestran aún con una ingenuidad descarada las metáforas recurrentes
de Marinetti y sus contemporáneos, en las cuales las fronteras entre lo vivo
y lo mecánico se difuminan constantemente, el mundo nacido de aquellas
catástrofes parece caracterizarse más bien por una oscura y escurridiza
continuidad entre lo biológico y lo tecnológico, entre lo cultural y lo
técnico, que define algunos de los híbridos que mejor caracterizan nuestros
tiempos, como la biotecnología, la biopolítica o la bioética. Las mutaciones
contemporáneas de la técnica y la cultura han hecho que aquellas grandes
máquinas, que en otro tiempo constituyeron temibles y reales amenazas,
hayan llegado a ser para nosotros hoy casi un anacronismo, pues es como
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si tanto la gran pirámide burocrática como la cadena de montaje de Henry
Ford y la sala de montaje de su tocayo John, tanto el coro de bailarinas de
Broadway como los rascacielos de Manhattan, tanto la cadena de mandos
de los grandes ejércitos como la torre Eiffel, se hubieran desintegrado en una
red desjerarquizada, dispersa, deslocalizada y descentralizada –a la cual sirven
de soporte imaginario tanto Internet y sus redes sociales como Al Qaeda y su
fantasmal anti-organización– que ha fomentado la obsolescencia de aquellos
macroordenadores que llenaban las pantallas cinematográficas de las películas
de ciencia-ficción de la década de 1960 al mismo tiempo que la hipertrofia de
la nanotecnología, no solamente en la proliferación de dispositivos portátiles
o manuales de comunicación, sino también en la de microprocesadores
implantados en los organismos vivos que desafían los límites entre lo nacido y
lo prefabricado. De tal manera que el ocaso de lo humano ya no reviste para
nosotros la forma de la conversión de los cuerpos civiles en piezas de una
hiper-máquina gigantesca, sino la de su desnaturalización por la invasión de
esos microorganismos colonizadores que reorganizan localmente y desde el
interior sus funciones y redefinen su estructura de forma puntual y variable
según las circunstancias.
Hemos aprendido por tanto un nuevo miedo: el de la disolución de las
estructuras piramidales por efecto de la desregulación, la centrifugación
y la destrucción de todos aquellos seres titánicos que, como las Torres
Gemelas (que Mumford consideraba con razón como un vacuo “homenaje al
gigantismo”), han sido derribados por los nuevos amos del mundo dejando
una zona cero entregada a las “micromáquinas” de los salteadores de
caminos y en la que ya nadie se atreve a edificar. En las últimas páginas de
La ciudad en la historia, Mumford atisbaba la posibilidad de un “final de las
ciudades” como esos lugares de acogida para los extranjeros exiliados de su
cultura y de sus técnicas. Un final que no venía de la mano de una “gran
máquina” sino, al contrario, de lo que Patrick Geddes llamó la conurbación,
un “tejido urbano relativamente indiferenciado, sin relación alguna con un
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
núcleo interiormente coherente o con un límite exterior de cualquier clase”,
como un ejército derrotado y desorganizado, sin jefes, que huye en todas
direcciones al grito de “Sálvese quien pueda”. Y, si Geddes estaba en lo cierto
al suponer que existe una estrecha conexión entre la disposición espacial del
hábitat y los modos de vida de los habitantes, puede que el crecimiento de
esta periferia descualificada defina también unas circunstancias culturales y
técnicas inquietantes, no solamente para el porvenir de las ciudades, sino de la
ciudadanía que conformaba su razón de fondo. Pues así como la conurbación
no parece una alternativa a la polis (ese sitio en donde los hombres se reúnen,
no ya para sobrevivir, sino para intentar llevar una vida digna, libre y feliz),
tampoco la tecnocultura parece una alternativa creíble a la política.
Fuente: Babelia
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El lugar del hombre en el cosmos
El Lugar del Hombre en el cosmos; La Gran Historia
y el futuro de la humanidad –“Big History”–, un
término que propuso David Christian en Mapas del
tiempo, sitúa nuestro pasado en la evolución del
cosmos, con la finalidad de examinar los asuntos
humanos en una perspectiva más amplia, para
identificar procesos y pautas que nos permitan
dar sentido a la diversidad aparentemente
caótica de los acontecimientos que surgen de las
interacciones entre los seres humanos, tal como
lo necesitamos para comprender las complejas realidades sociales
de nuestro tiempo. Lo que Fred Spier aporta en este libro es, no sólo
una visión global del proceso, sino también una fundamentación
teórica, que nos propone basar la “Gran Historia” en el estudio
de la evolución de las diversas formas de complejidad que se han
ido sucediendo desde los orígenes del tiempo hasta las sociedades
humanas. R. I. Moore, profesor emérito de la Universidad de
Newcastle, asegura que “este es el método en que toda la historia
humana debiera investigarse, enseñarse y discutirse”.
Fred Spier, Empezó estudiando bioquímica y se interesó por
la ecologia, pero al no poder realizar estudios de su interés en
Holanda dio un giro a su carrera al estudiar antropología cultural. Es
profesor titular de Gran Historia en la Universiteit van Amsterdam y
en la Eindhoven University of Technology. Es autor de varios libros,
entre ellos Religious Regims in Peru (1994).
Fuente: www.redesparalaciencia.com/
Libros
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
El primer número de la nueva colección de
libros Álbum de La Fábrica Editorial, que
publicará dos volúmenes al año dedicados a
autores contemporáneos, está dedicado a la
obra de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide,
reconocida por muchos como la fotógrafa más
importante de América Latina.
La colección, que reúne trabajos cortos
y escogidos, álbumes de un momento que
funcionan como cuentos o novelas cortas de
destacados artistas internacionales, abre con su
primer título No hay nadie, compuesto por 25 fotografías de los diferentes
viajes que Iturbide ha realizado a India entre 1997 y 2010.
Las fotografías, en blanco y negro, han sido tomadas en ciudades como
Benarés, Bombay o Calcuta, y en ellas se ponen de manifiesto las constantes
artísticas de Iturbide, caracterizada por una excepcional fuerza y belleza visual,
así como por un estilo fotográfico basado en el interés por la cultura, los
rituales y la vida cotidiana.
En las fotografías de No hay nadie, en las que los individuos están siempre
ausentes, se aprecia el concepto de la fotografía documental de la artista,
en la que se hace visible la relación entre hombre y naturaleza, individuo y
cultura, lo real y lo psicológico. El libro contiene un texto inédito de Òscar
No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide
Fotografía
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Pujol, director del Instituto Cervantes de Nueva Delhi, titulado Las apariencias
engañan, en el que reflexiona acerca de la eternidad. Esta edición se limita a
una única tirada de 2000 ejemplares.
Mirada simbólica y poética
Nacida en Ciudad de México en 1942, Graciela Iturbide ingresa en 1969
en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad
Autónoma de México, donde tuvo como maestro de fotografía a Manuel
Álvarez Bravo, quien posteriormente la invitó a ser su asistente.
En 1979 empezó un trabajo sobre los indios zapotecas de Juchitán
por el que se le concedió el Premio Eugene Smith en 1987. Su obra, que
funde el interés por la cultura tradicional con una mirada absolutamente
contemporánea, simbólica y poética, le ha valido un enorme reconocimiento
tanto en su país como fuera de él.
Iturbide recibió la Beca Guggenheim en 1988, y con su trabajo ha obtenido,
entre otros, el Gran Premio Internacional de Hokkaido (Japón) en 1990, el
premio de Les Rencontres d´Arles de 1991, el Hasselblad en 2008, el Premio
Nacional de Ciencias y Artes de México en 2009 y el premio PHotoEspaña 2010.
En los mejores centros de arte
Además, ha expuesto en los centros de arte más importantes del mundo, como
el Pompidou de París en 1982, el Museo de Arte Moderno de San Francisco
en 1990 o el Museo de la Fotografía de Seattle en 1991. Su exposición más
reciente es Graciela Iturbide, Retrospectiva (1969-2008), organizada en 2009
por la Fundación Mapfre en Madrid, que ha viajado por diversas instituciones,
como el Centro José Guerrero de Granada (España), el Museo de Fotografía
de Winterthur (Suiza), la Pinacoteca de São Paulo (Brasil), el Museo de Arte
Moderno de la ciudad de México y Les Rencontres d´Arles 2011 (Francia).
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Entre los libros de autor que
ha publicado destacan Juchitán
de las mujeres (Eds. Toledo,
1989), Images of the Spirit
(Aperture, 1997), Graciela
Iturbide (Phaidon, 2001),
Pájaros (Twin Palms Publishers,
2002), Torrijos: The Man and
The Myth (Umbrage Editions,
2007) y Asor (Steidl, 2009).
Otros datos sobre Graciela
Iturbide:
Graciela Iturbide y Chema
Conesa, Premios PHotoEspaña
2010.
• Tesoros de la fotografía latinoamericana en Foto Colectania
• Graciela Iturbide en Suiza
• Entrevista con Graciela Iturbide:”La pasión guía mis ojos”
• Graciela Iturbide, poética documental
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Visite nuestro sitio: http://correodelasculturas.wordpress.com
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Directorio
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
DIRECTOR GENERALALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ
SECRETARIO TÉCNICOMIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY
SECRETARIO ADMINISTRATIVOEUGENIO REZA SOSA
COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONESLOURDES HERRASTI
DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURASY DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
LEONEL DURÁN SOLÍS
EDITORMARIANO FLORES CASTRO
ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DELCENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.
MÉXICO, D.F., 1º DE JULIO DE 2011.