Imaginarios costeños en Bogotá: la región Caribe vivida ... · Maria, una costeña entre amores...
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Imaginarios costeños en Bogotá: la región Caribe vivida desde la Capital
Autora
Vanessa Cristina Fayad Vargas
Trabajo de grado para optar por el título de Comunicadora social con énfasis
en Periodismo
Directora
Carolina Alonso Caldas
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Carrera de Comunicación Social
Bogotá
2008
Bogotá DC, enero 29 de 2008 Señor: JÜRGEN HORLBECK Decano Académico Facultad de Comunicación y Lenguaje Estimado decano Holbeck:
Presento a continuación el trabajo de grado de Vanessa Cristina Fayad Vargas titulado
Imaginarios costeños en Bogotá: la región Caribe vivida desde la capital. Está usted ante
un trabajo serio, inteligente y pertinente, fruto de una investigación teórica y de campo
realizada en profundidad, con espíritu crítico y mirada atenta y sensible. Leer la
investigación y las crónicas realizadas por Vanessa Fayad resulta una experiencia formativa
e interesante que acerca al lector a una realidad cotidiana rescatada como material
narrativo. En síntesis, considero este trabajo un ejemplo de lo que debe hacer un profesional
de la comunicación no sólo responsable, sino también inteligente y creativo.
Atentamente, Carolina Alonso CC No 52.057.580 de Bogotá Asesora de Trabajo de Grado
Contenido
Introducción 1
Capítulo I: Marco metodológico 6
Herramientas 6
La encuesta 6
La entrevista 9
La crónica 11
Capítulo II: Marco teórico 18
1. La ciudad capital: un territorio en constante cambio 18
2. Fenómeno de la migración 24
2.1. El rol del comunicador social 28
2.2. La Bogotá de los bogotanos 33
2.3. La Bogotá de los inmigrantes 36
2.3.1 ¿Se puede hablar de gueto costeño? 37
Capítulo III: Adaptación de los universitarios de la región Caribe en Bogotá 40
1. Adaptación física 47
2. Adaptación emocional 62
3. Adaptación simbólica 76
4. Conclusiones 80
Capítulo IV: La Costa Caribe: una región vivida desde Bogotá 87
1. Maria, una costeña entre amores y desamores 89
2. Jacky y su lucha por la figura perfecta 100
3. Laura le tiene miedo a la soledad 109
Conclusión 115
Bibliografía 117
1
Introducción
Diariamente llegan a Bogotá personas de todas partes del país buscando nuevas
oportunidades de trabajo; otras, para formarse profesionalmente. De este último grupo
hacen parte jóvenes que recién han finalizado el bachillerato y deben enfrentarse al mundo
universitario para concluir sus expectativas académicas. Esta masa juvenil llega de ciudades
pequeñas e intermedias a vivir en la capital del país, una ciudad de un poco más de 7
millones de habitantes y donde las distancias son más grandes de las que suelen recorrer en
sus lugares de origen, el clima cambia de caliente a frío y la alimentación no es la misma
que consumen en sus hogares.
Bogotá abre las puertas a sus nuevos huéspedes, personas que llegan de todas partes
de Colombia con una carga tradicional propia de sus regiones. Tal es el caso de los
universitarios de la Costa Caribe, jóvenes que llegan a ser parte de la ciudad y traen consigo
una serie de costumbres propias de su cultura caribe como la usanza de tomar una siesta
cada medio día, referirse a las personas de tú y no de usted, hablar con un tono alto de voz,
vestir menor cantidad de ropa, consumir platos con base en productos cosechados en su
tierra y otra serie de comportamientos con los que hacen frente a la urbe que se convierte en
su nuevo hogar. Esta nueva experiencia de vida implica que los universitarios recién
llegados insertan muchas de sus costumbres a la ciudad en la que empiezan a vivir, pero
ello requiere, además, que los costeños se desprendan de una parte de sus prácticas
caribeñas para darle cabida a lo que la cultura bogotana les impone y resulte satisfactorio el
proceso de adaptación a su nuevo entorno, de manera que la vida capitalina no sea un
inconveniente para realizar las metas que se han trazado.
2
De esa experiencia de cambio de ciudad, de la que he sido partícipe, surge la
inquietud de conocer cómo es el proceso de adaptación de los universitarios de la Costa
Caribe en Bogotá, pues ser parte de ese grupo me proporciona herramientas de primera
mano para saber que llegar a una ciudad ajena implica cambios culturales y físicos que
deben estar dispuestos a aceptar, pues la forma de vida de los bogotanos difiere de la de los
habitantes de la Costa Atlántica, quienes tienen una concepción de mundo igualmente
distinta. Vivir en esta ciudad constituye además un rito de desprendimiento del hogar,
porque estos jóvenes llegan solos a un territorio desconocido y se descubren fuera del
entorno familiar que los protege y les impone reglas -que necesariamente ya no tienen que
cumplir-, que los lleva a convertirse en personas autónomas y responsables de sus actos. Es
también una etapa exploratoria en búsqueda de un lugar donde sentirse a gusto, ya que ser
aceptado dentro de un grupo que tenga intereses afines a los suyos les va a permitir
adaptarse con más facilidad a la ciudad.
La investigación está motivada, además, por la creciente presencia de costeños en la
capital, lo que me lleva a pensar que es un grueso de población importante1 que ha hecho de
ella una ciudad acogedora para los que ya la habitan y menos difícil de vivir para los recién
llegados. Ello tiene que ver con el espacio que la cultura de la Costa Caribe ha ganado en
Bogotá, porque su ritmo y colorido han llegado junto con su gente para aportar nuevos
sonidos a la ciudad. Tal es el caso del vallenato, género musical considerado como popular
y corriente, y que, sin embargo, con la denominada ‘nueva ola’, liderada por jóvenes
cantantes como Silvestre Dangond, Peter Manjarrez y el fallecido Kalet Morales, ha ganado
un lugar en las emisoras bogotanas y en el gusto de sus habitantes.
1 Según el Censo general 2005, realizado por el DANE, 205.288 personas costeñas viven en hogares particulares en Bogotá y de esa población 57.801 son jóvenes entre 16 y 28 años.
3
De ahí que la importancia de este trabajo, que nace de una experiencia personal, se da
porque estos jóvenes constituyen una comunidad numerosa dentro de las universidades
bogotanas y han introducido en la ciudad parte de sus costumbres, y se convierten en
individuos constructores-modificadores de la ciudad en tanto que crean espacios donde
pueden reconocerse a sí mismos y ser conocidos por otros. Tal situación genera diversas
reacciones y hace que unos sobrevivan con éxito a la gran urbe y que otros fracasen en el
intento, puesto que la adaptación a la ciudad implica tres aspectos fundamentales: el físico,
el emocional y el simbólico.
Desde la adaptación física es interesante conocer la habilidad de los universitarios de
la Costa Caribe para acomodarse a las condiciones de vida de Bogotá, que implica
amoldarse físicamente a los cambios que ésta impone tanto en hábitos como en costumbres.
Es decir, circunstancias del entorno -como el clima, la alimentación, la movilidad con un
manejo diferente del espacio y del tiempo-, afectan el estado de ánimo, la salud y la
capacidad de producir de estos jóvenes. Además, está el reto de los universitarios de vivir
solos en Bogotá, enfrentando responsabilidades jamás pensadas como administrar su propio
dinero, hacerse cargo del lugar donde viven o aprender a convivir en una residencia.
El segundo aspecto por conocer es la adaptación emocional, una categoría
fundamental dentro de este trabajo porque establece los factores o características
emocionales que le confieren estabilidad a los universitarios caribeños en Bogotá. Abarca
las relaciones tanto amistosas, como familiares y amorosas que les facilitan construir un
círculo social en el cual desenvolverse y poder entablar relaciones basadas en el afecto
personal, desinteresado y acorde con sus afinidades.
Finalmente, la adaptación simbólica entra dentro de estas categorías para determinar
las representaciones sociales de estos individuos, es decir, aquellos símbolos comunes que
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les permiten interactuar entre sí y establecer una visión compartida de la realidad y que,
además, le dan sentido a sus relaciones sociales.
Esta investigación es un trabajo de campo, en el que, a través de la encuesta puedo
recopilar información general acerca de los universitarios de la Costa Caribe en Bogotá que
me de luces para saber, entre otras cosas, qué tipo de alimentos suelen consumir, qué
actividades acostumbran hacer fuera de la universidad, qué tipo de música les gusta
escuchar, con quién viven en Bogotá, qué medio de transporte usan para movilizarse en la
ciudad y a partir de ahí construir, a través de un ensayo, una mirada que evidencie el
comportamiento de éstos jóvenes. Otra herramienta es la entrevista, que será útil para
indagar a profundidad en la vida de tres universitarios costeños a través de los cuales se
construirán distintas historias de adaptación a la ciudad, que serán contadas a través de
crónicas.
Éste es un ejercicio de comunicación en la medida en que contribuyo a construir un
relato de ciudad en donde se puede descubrir que Bogotá ya no es un territorio de sólo
bogotanos, sino que alberga a un sinnúmero de individuos provenientes de todo el territorio
colombiano y los jóvenes caribeños hacen parte de esa diversidad. Por eso considero
necesario ofrecerles la posibilidad de ubicar sus vivencias en un lugar común, Bogotá, ya
que, como ciudadanos que la viven, diariamente le otorgan un nuevo sentido a los espacios
que frecuentan y, a su vez, ésta les impone una forma de vida diferente que transforman su
comportamiento. También, pongo en práctica lo aprendido en mi formación como
comunicadora social y periodista con el empleo de las herramientas periodísticas de la
entrevista y la crónica, que me convierten en una mediadora “de las demandas sociales y las
formas comunitarias de comunicación” que es el papel de todo comunicador, como lo
5
mencionó Jesús Martín Barbero en su discurso pronunciado en el otorgamiento del
Doctorado Honoris Causa de la Pontificia Universidad Javeriana el 4 de mayo de 2005.
La construcción de identidad de los jóvenes costeños que por pretensiones de
formación profesional, llegan a Bogotá, implica dar cuenta de cómo ellos conforman un
colectivo de inmigrantes que buscan ser reconocidos y tenidos en cuenta como ciudadanos
que disfrutan y padecen la ciudad. De ese modo, veo en la crónica una herramienta
periodística favorable desde donde narrar la Bogotá vivida desde la región Caribe, pues el
sentido interpretativo de este género periodístico le permite al autor desarrollar aspectos
secundarios, en apariencia poco relevantes, pero que cobran importancia al develar detalles
no contados de la realidad. Además porque la libertad de jugar con los personajes hace más
creativa e interesante la tarea de mostrar el entramado de relaciones que se construyen en la
ciudad y los usos sociales que le dan los universitarios costeños.
Por eso, esta investigación implica un trabajo de campo para recopilar las
experiencias de los universitarios costeños en Bogotá que, además, requiere la revisión de
la literatura existente acerca del habitante de la costa caribe, sobre la construcción de
imaginarios, sobre migración y adaptación a nuevos territorios que implica, entre otros, el
manejo de conceptos tales como cultura, territorio y costumbre que den luces para
determinar el imaginario que se ha construido sobre el costeño y si de verdad concuerda
con el comportamiento de estos jóvenes hoy.
6
I
Marco metodológico
El trabajo de investigación sobre el proceso de adaptación de los universitarios de la
Costa Caribe en Bogotá busca dar como producto final tres crónicas que evidencien la
experiencia de vida de estas personas en la ciudad.
Para ello es indispensable trazar el marco metodológico de la investigación que
consta del análisis y síntesis de la información obtenida a través de la encuesta y la
entrevista, y también de los datos provenientes de las fuentes bibliográficas leídas.
Herramientas
1. La encuesta
Inicialmente se elabora y se pone en práctica la encuesta, porque a través de este
método de investigación, que “consiste en obtener información acerca de una parte de la
población o muestra” (Munch, 1997: 55), se obtendrán el conjunto de características
comunes de los jóvenes universitarios de la Costa Caribe que estudian en universidades
bogotanas.
Este proceso implica la delimitación de la población que va a ser estudiada, aunque
los resultados se entenderán como generalizados a todo el grupo de universitarios caribeños
que estudian en Bogotá. Para este trabajo, la muestra se tomará de cuatro universidades
privadas de Bogotá e indagará a 100 universitarios costeños sobre aspectos generales de su
adaptación física, emocional y simbólica en la ciudad.
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Este instrumento de medición, tal como lo dice Roberto Hernández Sampieri,
“registra datos observables que representan verdaderamente los conceptos o variables que
el investigador tiene en mente” (Hernández, Fernández y Baptista, 2006: 235).Dicha
recopilación de datos se efectúa mediante un cuestionario que mide los indicadores
propuestos a partir de la hipótesis planteada.
En este caso, el objetivo es conocer el proceso de adaptación de los estudiantes
universitarios de la Costa Caribe en Bogotá, lo que plantea una serie de indicadores tales
como la adaptación física y emocional de los universitarios para identificar las seguridades
y certezas que adquieren y pierden al cambiar de ciudad, y, además, la manera cómo
conciben el entorno que los rodea y las trasformaciones que sufren gracias a él. Ello, a su
vez, tiene que ver con el manejo del tiempo y el espacio, y de las responsabilidades que
implican vivir solos en Bogotá, sin la presencia de los padres y de su círculo social habitual.
Para la elaboración de la encuesta se ha tenido en cuenta la variable de medición
nominal (Hernández, Fernández y Baptista 2006: 250) y considera que “ninguna categoría
tiene mayor jerarquía que la otra, las categorías únicamente reflejan diferencias en la
variable. No hay orden de mayor a menor”. Por ejemplo, se pregunta sobre el sexo de la
persona encuestada.
También, se han tomado las variables que constituyen actitudes (Hernández,
Fernández y Baptista, 2006: 256) tales como:
Escalamiento tipo Likert: “consiste en un conjunto ítems presentados en forma de
afirmaciones o juicios ante los cuales se pide la reacción de los sujetos”. Es decir, que el
sujeto encuestado debe elegir uno de las cinco opciones que le ofrece la escala.
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Ejemplo: En una escala de 1 a 4 enumere su preferencia musical, siendo 1 la preferencia más alta y 4 la menor:
Las afirmaciones pueden ser favorables o positivas y desfavorables o negativas.
Diferencial semántico: “consiste en una serie de adjetivos extremos que califican al
objeto de actitud, ante los cuales se solicita la reacción del sujeto”. O sea, la persona
encuestada debe elegir una de las opciones dentro de una escala de adjetivos bipolares con
la que debe calificar al objeto.
Ejemplo:
De 1 a 5 califique cómo ha sido el cambio de alimentación desde su llegada a Bogotá, siendo 1 muy malo, 2 malo, 3 regular, 4 bueno y 5 muy bueno.
1( ) 2( ) 3( ) 4( ) 5( )
Igualmente, se ha tenido en cuenta el uso de preguntas cerradas o delimitadas para
medir algunas variables de comportamiento de los universitarios costeños en Bogotá.
Ejemplo:
¿Desde la llegada a Bogotá sus responsabilidades han aumentado? Sí ( ) No ( )
En ocasiones una pregunta no es suficiente para recaudar la información necesaria
que responda a una variable, en ese caso se emplean varias preguntas así:
¿Vive con algún familiar en Bogotá? Sí ( ) No ( ) Si la respuesta es sí, diga con quién (padres, tío/a, primo/a, abuelo/a, etc.) __________________________________________________________________ Si la respuesta es no, diga ¿por qué? ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
1 2 3 4 Rock Ska Electrónica Tropipop Tropical Vallenato
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Finalmente, hace parte de este cuestionario el modo de pregunta abierta, que le
permite al encuestador “encontrar y darles nombre a los patrones generales de respuesta
(respuestas similares o comunes), listar estos patrones y asignar un valor numérico o
simbólico a cada patrón” (Hernández, Fernández y Baptista, 2006: 289).
Ejemplo: ¿Qué percepción tiene de Bogotá? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
La finalidad de la encuesta es obtener datos generales sobre los universitarios
costeños en Bogotá y a partir de allí hacer un análisis cualitativo y cuantitativo que
permitan establecer qué estilo de vida tienen y poder sacar las conclusiones sobre su
adaptación a la nueva ciudad. Además, esos resultados serán importantes para seleccionar
un grupo de “personajes” que serán objeto de una entrevista.
2. La entrevista
El segundo paso es la entrevista y consiste en indagar a profundidad el proceso de
adaptación de los universitarios de los costeños de la Costa Caribe colombiana. Se lleva a
cabo una vez hecha la encuesta y se selecciona un grupo de personajes, de acuerdo con las
respuestas dadas en la encuesta, que serán entrevistados para obtener más información para
elaborar las crónicas.
La entrevista para la investigación constituye una parte fundamental del proceso
porque mediante su puesta en práctica se podrá interrogar de manera directa a los jóvenes
universitarios costeños. El contacto personal con ellos es la clave para que el cronista
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construya la mirada desde donde quiere contar el proceso de adaptación del que son parte,
porque definirá qué aspectos va a destacar en el momento de construir el relato.
Desde el punto de vista periodístico la entrevista se define como “aquélla en la que el
periodista se limita a exponer su conversación con un personaje mediante el sistema de
pregunta respuesta (…), se excluyen de ella los comentarios o las descripciones
interpretativas en torno al entrevistado” (Grijelmo, 1997: 50). Este tipo de entrevista,
pensada y elaborada para publicarse, tiende a interrogar a personajes de la vida pública, ya
sea en al ámbito de la política, el deporte o la cultura, con el objeto de conocer los aportes
que éstos pueden hacer al espectador. Grijelmo la denomina como “objetiva” y “ha de estar
encabezada por una entradilla o presentación donde se enmarca al personaje, se cita su edad
–dato siempre fundamental-, se expone su cargo, se relata su trayectoria y se cuenta el
motivo por el cual es entrevistado” (Grijelmo, 1997: 50).
Pero en este trabajo el tipo de entrevista que me compete es aquella que se elabora
desde la mirada del investigador, concebida como un intercambio de información mediante
el cual “una persona (entrevistador) solicita información a otra (entrevistado)” (Munch y
Ángeles, 2005: 62).El éxito de la entrevista radica en la preparación de las preguntas a
partir de una previa investigación entorno al tema y al personaje, lo que en este caso
implica la revisión de bibliografía existente sobre los habitantes de la Costa Caribe en
Bogotá, sobre la construcción de imaginarios, sobre los procesos de migración y
adaptación, y referente, también, a las experiencias de vida en la ciudad que hacen que los
costeños modifiquen su comportamiento.
Por su parte, Loraine Munch concibe dos tipos de entrevista para recolectar
información: la entrevista estructurada o dirigida, y la entrevista no estructurada. De la
entrevista estructurada, dice Munch, que se realiza con un cuestionario y con una cédula
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que se debe llenar a medida que se desarrolla. Las respuestas se transcriben tal y como las
proporciona el entrevistado, por lo tanto, las preguntas se plantean siempre con el mismo
orden (Munich y Ángeles, 2005: 63).
Por el contrario, en la entrevista no estructurada la tarea del entrevistador es la de
realizar preguntas abiertas que le permitan obtener respuestas amplias y, tal como lo dice
Blaxter, “la técnica sirve para recolectar datos imposibles de obtener mediante la
observación y los cuestionarios y permite innumerables variaciones” (Blaxter, Hughes y
Tight, 2004: 208).
En últimas, lo importante de la entrevista radica en el valor que cobra el diálogo con
el personaje, ya que a partir de allí el cronista crea un vínculo de confidencialidad con su
entrevistado para lograr que éste se explaye al contar su experiencia de vida en Bogotá.
Ello, además, le permite al escritor descubrir la peculiaridad de ese personaje que hace
necesario que su historia sea contada.
3. La crónica
El producto final de este trabajo de grado es un conjunto de tres crónicas que den
cuenta de la adaptación de los universitarios de la Costa Caribe en Bogotá, luego de la
recopilación de información a través de la elaboración de cien encuestas y tres entrevistas.
Es importante trabajar el concepto de crónica para entender la finalidad de este
trabajo, pues contar la experiencia de vida de estos jóvenes, desde el punto de vista del
cronista, implica una mirada interpretativa de los hechos, cosa que, aunque no se aparta de
la noticia como tal, realza detalles que ésta no percibe.
Por eso, entendiendo “crónica como un texto que desarrolla el aspecto secundario, o
de color, de un acontecimiento importante, que generalmente ya ha sido objeto de
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tratamiento noticioso" (Santos, 1995: 65), es primordial saber que la profundidad en los
detalles es la base sobre la que se trabajará para rescatar aquello que pierde relevancia
frente a hechos que suelen robarse el protagonismo.
Aquí los personajes cobran vida para contar desde la experiencia propia cómo
perciben el entorno que los rodea y se convierten en el hilo conductor de un entramado de
historias que día a día se tejen en la ciudad. Para ello, es importante la creatividad del
escritor porque a partir de su destreza con la pluma puede contar relatos maravillosos de
hechos en apariencia insignificantes.
Aunque la crónica toma elementos de “la noticia, del reportaje y del análisis”
(Grijelmo, 1997: 82) la visión personal del autor hace que se distinga de los anteriores, a
pesar de que el hecho real prime en su contenido. Es la habilidad del narrador la que hace
que el lector se introduzca en un texto entretenido, donde se da la posibilidad de
sorprenderse.
Partiendo de la idea que en la crónica es primordial la interpretación, ésta no se puede
hacer de manera deliberada, emitiendo juicios sin fundamentos, porque si la labor del
cronista es la de interpretar, debe hacerlo con herramientas sólidas y ello partiendo de
información veraz.
Entretanto, le recomienda Grijelmo al escritor de crónicas “(…) presentar los hechos
con humanidad, sin omnisciencia, de modo que el lector aún tenga la oportunidad de
elogiarlos o censurarlos por sí mismos” (Grijelmo, 1997: 91). Y eso indica que se deben
evitar los juicios de valor, pues le quitan la oportunidad al lector de juzgar los hechos por sí
mismo, lo que deja entrever que no se puede dar por sentado que aquello que se escribe
refleja el pensamiento el espectador, debido a que su percepción está mediada por los
gustos que tenga.
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Lo característico de “la crónica es el elemento personal que le imprime el autor”, dice
Vivaldi. Por eso, no se puede hablar de objetividad periodística, sino de subjetividad, que
se da desde el momento en que el cronista decide contar una historia: elige los elementos
que la conformaran a sabiendas de que todo no se puede abarcar.
Es importante saber que este género no concibe un estilo único para que las historias
sean relatadas y eso le da libertad al escritor para imponer un sello personal a la hora de
escribir, aunque esa libertad estilística tiene un límite: “el hecho real en torno al cual se
escribe” (Vivaldi, 1993: 132).
Pero entender el porqué ha sido escogido este género para contar la adaptación de los
universitarios costeños en Bogotá implica, además, dar un vistazo a la historia, porque a
partir de sus narraciones se puede construir el relato que incluye a todos los actores que
conforman una Nación, una región o una ciudad y descubrir aquello que los identifica y los
diferencia.
Como tal la palabra “crónica” proviene del griego kronos que significa tiempo, por
eso el inicio de esta forma de narrar se da a partir de las historias contadas por los
conquistadores de América, quienes -para rendirle cuentas a su rey-, elaboraban textos
compuestos de las experiencias vividas en el Nuevo Mundo. Lo característico de ese tipo de
escritos era la linealidad con la que describían los hechos, tomaban forma a partir de la
memoria de sus creadores, quienes se basaban en los chismes de pasillo, los mitos y las
verdades que se tejían en esa época. Daniel Samper en su Antología de grandes reportajes
colombianos hace referencia a cuatro tipos de crónicas: “las crónicas militares, las crónicas
de viajes, los cronicones de villa y los informes funcionariales” (Samper, 2003: 21).
Denominadas como Crónicas de Indias, cada una de ellas relataba el acontecer diario en
América. Las crónicas militares, por ejemplo, contaban las hazañas de los españoles en su
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campaña conquistadora; las crónicas de viajes eran las más llamativas y se hicieron para dar
a conocer en el Viejo Mundo los paisajes, las costumbres y la gente al otro lado del mundo.
Por su parte, los cronicones de villa, que fueron el punto de partida para lo que hoy se
conoce como crónica roja, se encargaban de reconstruir las ocurrencias del diario vivir
dentro de las ciudades como los problemas de salud, las decisiones políticas, la llegada de
visitantes, etc. Finalmente, los informes funcionariales sirvieron como herramienta para que
el emperador Calos V estuviera enterado de las acciones empleadas por sus funcionarios en
las colonias. En tal sentido, Samper considera al cronista de Indias como aquella persona
que “cumple una múltiple misión: relata, describe, descubre, nombra y moraliza” (Samper,
2003: 27). En ese sentido, el arte de escribir crónicas fue una práctica heredada por los
criollos -hijos de la mezcla entre españoles e indígenas- quienes, al no tener la capacidad de
asombrarse con el Nuevo Mundo, tendían a construir relatos más apegados a la realidad y
consecuentes con los intereses de sus semejantes.
Igualmente, la crónica debe entenderse como un género de naturaleza literaria, dado
que se construye a partir de situaciones imaginarias que buscan dar a conocer hechos reales
a partir de personajes que se asemejen a sus lectores. Por eso, el testimonio personal es una
fuente que nutre a la crónica, porque el narrador es testigo permanente de las
transformaciones que sufre la ciudad y está allí para hacerlas evidentes. Los delitos son
otra fuente de la crónica y buscan ahondar en las circunstancias que los provocan, allí el
cronista debe darse a la tarea de indagar cada detalle para que el lector encuentre los
elementos suficientes que lo informen y lo entretengan al mismo tiempo. Otra fuente es el
costumbrismo y hace referencia a las tradiciones bajo las que se forman los individuos, y
tiene que ver con sus creencias, usanzas y relaciones sociales.
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Hoy día, este tipo de relatos se diferencian entre literarios, históricos y periodísticos.
En los primeros, dice Samper, “la actualidad de los hechos carece de importancia, y la
opinión del autor es fundamental: su meta es pulir joyas literarias impregnadas de un
inconfundible aire personal”. Sin embargo, en los segundos y terceros “los hechos son la
clave, y sólo como aliño se permiten las opiniones o impresiones del autor” (Samper, 2003:
40). Fuere cual fuere el tipo de crónica que se quiera escribir es importante tener en cuenta
el modo como se cuenta, pues de ello depende su éxito. El periodista Tomás Eloy Martínez,
por ejemplo, sugiere escribir la crónica desde lo vivido por un personaje, porque “las
noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola
persona, todo lo que hace falta saber” (Martínez, 2002: 117). En tal caso, la tarea del
periodismo hoy es mostrar el modo de vida de las personas y descubrir aquellas
circunstancias que motivan sus cambios. Por eso, este tipo de escritura cae fácilmente en la
subjetividad porque el autor, para lograr mayor efectividad al narrar, necesita hacer una
selección previa de los hechos “(…) es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación
sin que su subjetividad juegue en este relato, sin que elija qué importa o no contar, sin que
decida con qué medios contarlo” (Silva, 2006: 11). Igualmente este autor establece la
diferencia entre un periodista dedicado a contar noticias y un cronista cuando dice que “el
informador puede decir ‘la escena era conmovedora’, el cronista trata de construir esa
escena –y conmover”, lo que quiere decir que el cronista no cuenta, sino que muestra a
través del texto los hechos y las circunstancias dadas alrededor suyo. Para ello se vale de
diversas formas de contar como las que Maryluz Vallejo destaca en su libro La Crónica en
Colombia: Medio Siglo de Oro:
La clásica crónica-glosa, para comentar un hecho sea o no de actualidad. La crónica-relato, que
narra una historia de ficción o con referentes en la realidad, y en la que se puede encontrar el relato
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puro o con impresiones del autor. La crónica-semblanza o retrato, que perfila un personaje vivo o
muerto con un suculento anecdotario (muy común como nota necrológica o tarjeta de despedida). La
crónica-drama, que recrea una situación cómica o tragicómica con varios actos. La crónica-folletín,
que se presenta como serie de lances y aventuras. La crónica-parodia, que a partir del relato en clave
literaria y en tono guasón denuncia una situación real. La crónica-crítica, que convierte los productos
de la creación en el pretexto ideal para definir unos valores estéticos y recrear la experiencia sensible.
La crónica especializada, con sus modalidades más comunes: política, parlamentaria, judicial, social y
deportiva. La crónica autobiográfica, en la que el cronista narra fragmentos de su vida y declara su
credo personal, o se vuelve personaje dramático de la historia. La crónica-comprimido, o en forma
aforística, epigramática o de greguería. La crónica en verso, generalmente en verso cómico, para
denunciar situaciones paradójicas. La crónica-epístola, o carta abierta y en tono íntimo en la que el
cronista comparte con el lector sus reflexiones y experiencias personales (también propia del
consultorio sentimental). Y la crónica-diccionario, una especie de juguete filológico para definir las
palabras con una lógica diferente a la de los diccionarios y generalmente con intención satírica2.
Desde los anteriores tipos de crónica el escritor tiene la oportunidad de crear un texto
de no ficción, a partir de herramientas literarias, que se devela en contra de la inmediatez de
la imagen y lo conciso de la Internet. Deja rezagada a la tecnología al tener un poder de
seducción sobre los lectores y crea el ambiente adecuado para que quien recorre sus líneas
pueda imaginarse la situación que ésta aborda. La mirada del escritor se convierte en la
pantalla por medio de la cual el espectador observa y experimenta una serie de vivencias a
simple vista irrelevantes, pero que cobran gran importancia por la forma detallada con la
que éste cuenta, en ello cobra vital importancia la destreza del escritor para armar la historia
con el propósito de que permanezca vigente a pesar del paso de los años, así lo expresa la
periodista Maryluz Vallejo cuando describe el papel del cronista como aquel que “compone
2 Vallejo, Maryluz (2007). “La crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro”, disponible en: http://www.lablaa.org/lablaavirtual/modosycostmbres/cronicol/prologo.doc, recuperado: 14 de noviembre de 2007.
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una obra coherente que transmite el pensamiento con sus mudanzas y contradicciones, y un
estilo también vivo y de fino acabado, que con el paso del tiempo conserva su frescura” 3.
Por eso, siendo la crónica un género literario y periodístico, la considero como parte
fundamental en la creación de un relato que permite dar voz a un grueso de la población
bogotana que, al no ser originaria de la ciudad, tiene la experiencia de vivir en la Capital.
A través de ella, tanto la investigación como la comunicación, ejes centrales de este trabajo,
se verán reflejadas porque el autor con su destreza y creatividad plasmará en el papel los
datos arrojados a partir del trabajo de campo. Así mismo, las tres crónicas presentadas
buscan convertir el proceso de adaptación de los universitarios costeños en Bogotá en una
memoria colectiva de la ciudad, pues el entramado de relaciones del que son protagonistas
estos jóvenes le dan un nuevo significado al territorio que habitan y contar esas
experiencias es reconocer la importancia de la comunidad costeña en el ámbito capitalino.
3 Ibidem.
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II
Marco teórico
1. La ciudad capital: un territorio en constante cambio
Los humanos, seres sociales por naturaleza, se asocian alrededor de un sistema de
representaciones que le otorgan significado a su existencia y se dan en un entorno de
intercambio de conductas, de gestos y de ideas que no surgen de forma repentina, sino en
“un contexto dentro del cual pueden inscribirse todos esos fenómeno de manera intangible”
(Geertz, 1987: 27). La unión de todos esos significados se entiende como cultura, un
concepto crasamente poblado de símbolos, su materia prima, y permite a los individuos
expresar su comportamiento en comunidad como tradición, costumbre, hábito o usanza.
Tales símbolos trascienden lo material y es en el escenario de la imaginación donde
obtienen su valor, de manera que su significado no se ve en una cosa o se define con una
palabra, sino que abarca muchos sentidos y diversas expresiones por medio de los cuales se
manifiestan.
Pero los acontecimientos sociales, instituciones o procesos sociales inscritos dentro
de la cultura no se pueden tomar como universales, es decir, pensar o generalizar que la
conducta de los hombres es igual frente a situaciones similares. El comportamiento de los
seres humanos varía y ello implica analizar con detalle su proceder para descubrir qué
actitud toman ante circunstancias de la vida en comunidad. Ese, precisamente, es el caso de
los jóvenes de la Costa Caribe que llegan a Bogotá, pues tienen una visión del mundo
diferente de la del bogotano, formada desde la tradición caribe, y vivir en la Capital, una
ciudad ajena a sus costumbres, evidencia que el escenario de la cultura implica diversidad,
19
pues el hecho de que bogotanos y costeños sean parte del mismo país y convivan en la
misma ciudad no implica que actúen de la misma forma. Sin embargo, el concepto de
nación entendido como el “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente
hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”4, no se percata del comportamiento
diverso que se da entre los habitantes de una región y otra, sino que contempla a todos los
ciudadanos como iguales en tanto que provienen, en el caso de Colombia, de una misma
raíz -producto de la mezcla entre españoles, negros e indígenas-, y heredaron prácticas que
hoy día son usadas en todo el territorio sin importar la región, como la importancia que le
otorgan los colombianos a la formación profesional especialmente en las carreras de
derecho, medicina e ingeniería. La definición deja de lado los múltiples escenarios
culturales desde donde habla cada región que conforma la nación, pero en Colombia se
reivindican esas diferencias a través de su Constitución5, porque reconoce dichas
manifestaciones por medio del Artículo 7º que reza: “El Estado reconoce y protege la
diversidad étnica y cultural de la Nación”, y agrega en el Artículo 70 que “La cultura en sus
diversas manifestaciones es fundamento de la nacionalidad. El Estado reconoce la igualdad
y dignidad de todas las que conviven en el país”. Tal reconocimiento de la igualdad de los
habitantes del territorio colombiano implica que tanto derechos y deberes son aplicados de
la misma forma para todos los individuos, sin discriminar la región del país de la que hagan
parte. Por eso, la idea de Nación es una generalidad en el sentido que otorga las mismas
características a todas las personas que la conforman, pone en común reglas que la ayudan a
marchar con cierto orden y coherencia de manera que resulte en beneficio de todos los que
4 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2007) [en línea], disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=región, recuperado: 18 de marzo de 2007. 5 Constitución Política de Colombia (2007) [en línea], disponible en: http://www.cna.gov.co/cont/documentos/legislacion/constitucion.pdf, recuperado: 18 de marzo de 2007.
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de ella hacen parte. Pero, esa puesta en común de leyes tiene su razón de ser en la cultura,
desde allí y por medio de “sistemas de símbolos creados por el hombre, compartidos,
convencionales, y, por cierto, aprendidos, suministran a los seres humanos un marco
significativo dentro del cual pueden orientarse en sus relaciones recíprocas” (Geertz, 1987:
215) tanto con sus semejantes, consigo mismos y con el mundo que los rodea, lo que deja
ver la relación que existe entre estructuras simbólicas y conducta colectiva, ya que fruto de
esa interacción surge el sistema de creencias que tiene en común una comunidad. Es una
información externa a su corporeidad, pero sin la cual no se puede establecer orden a sus
deseos, experiencias, relaciones sociales, etc.
Continuando con el ejemplo colombiano, esta Nación se proclamó con la
Constitución de 1991 como un “Estado social de derecho, organizado en forma de
República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general”6. Se instituyó como una Nación guiada por los principios de libertad e igualdad
que defiende la democracia, ya que reconoce la pluralidad de sus habitantes y sitúa en ellos
la soberanía, por lo tanto tal denominación es necesaria para darle orden a la vida de los
individuos que la conforman. Bajo esa forma de Estado se establece una idiosincrasia con
rasgos comunes a todos los colombianos y colombianas, sin dejar de lado las características
propias de cada región que la integra. Así, la región caribe, pacífica, andina y orinoquía,
junto a las comunidades negras e indígenas comparten una sola idea de nación, la
colombiana, que bajo actos simbólicos como la celebración del 20 de julio y el
6 Constitución Política de Colombia (2007) [en línea], disponible en: http://www.cna.gov.co/cont/documentos/legislacion/constitucion.pdf, recuperado: 18 de marzo de 2007.
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reconocimiento de los símbolos patrios se saben colombianos, pero, a su vez, se reconocen
en la diferencia, entre otras cosas, por sus manifestaciones folclóricas, la diversidad
gastronómica, el acento y la variedad de clima que comprende su territorio.
Por eso, la cultura, al no ser uniforme, sino una conformación de símbolos que varía
su significado de acuerdo con las circunstancias y la ubicación geográfica, halla en el
concepto de región una explicación contundente. La definición como tal reza ser una
“porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de
clima, producción, topografía, administración, gobierno, etc.”7, que cada división territorial
de un estado posee. De ahí que Colombia, siendo un Estado – nación, sea reconocida en su
Constitución como una nación con una diversidad étnica y cultural. Las diferencias se
reafirman en tanto que cada región posee tradiciones distintas, su geografía varía entre
montañas y planicies, entre clima frío y cálido, además que las palabras y la gestualidad
tienen significados que muchas veces entran en contradicción de una ciudad a otra.
El caso del territorio, por ejemplo, es el escenario donde se experimenta la idea de
nación de manera particular. El “territorio fue y sigue siendo un espacio donde hablamos
con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten
referenciarlo como un lugar que aquél nombró con ciertos límites geográficos y
simbólicos” (Silva, 1992: 48).Así lo denomina Armando Silva porque establece un dentro y
un fuera, en el que el extranjero se diferencia por irrumpir en las maneras de ser y
comportarse de un pueblo. Eso es lo que ocurre cuando un costeño de la Costa Caribe llega
a Bogotá, proviene de una región distinta y, a pesar de ser colombiano, trae consigo modos
de ver y vivir el mundo acordes con su formación -como la idea machista de los hombres
7 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2007) [en línea], disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=región, recuperado: 18 de marzo de 2007.
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de tener mujer e hijos fuera del matrimonio, tener la puerta abierta para todo aquel que
llega de visita, así sea de manera inesperada, y tomar la siesta cada medio día-, y desde ese
modo de ser viven la ciudad y la imaginan porque es producto de su cultura, porque es la
realidad en la que están insertos y “porque aquello que cada cual imagina es la visión con la
que piensa el futuro” (Silva, 2003: 39). Una parte de ellos son jóvenes que cursan sus
estudios universitarios en la capital y tienen que enfrentarse a diversas situaciones para
sobrevivir fuera de su entorno original. El factor climático es el primer inconveniente al que
tienen que sobreponerse, pues el cálido clima caribeño se transforma en el frío de la ciudad
capital, esto afecta su forma relacionada con la forma de vestir; ahora deben usar exceso de
ropa para protegerse de la baja temperatura. El segundo, es que geográficamente cambia el
paisaje que acostumbran a ver, el terreno llano es reemplazado por imponentes montañas.
En tercer lugar, la forma de ser del bogotano juega un papel importante, pues es visto
como aquella persona que se muestra pulcra y bien educada con solo percibir su presencia y
no es expresiva y ruidosa a la hora de hablar como el habitante de la Costa Caribe.
Llegar a un territorio nuevo significa enfrentarse a un universo de posibilidades desde
donde los hombres se manifiestan. Ello implica entender el idioma desde el que habla la
ciudad, tanto la ciudad física con sus edificios y calles atiborradas de personas y carros,
como la ciudad imaginada, pensada desde los mismos sujetos que la viven, la sufren, la
gozan y la transforman. Es el espacio donde convergen las diferencias entre los sujetos,
dice Silva, pero es también el espacio desde donde se crean nuevas formas de interpretar la
realidad y, también, de vivirla. El que llega nunca olvida su condición de extranjero, pues
las formas de la ciudad, junto con sus costumbres y valores les son ajenas, y acogerlas sólo
es un proceso de apropiación necesario si quiere sobrevivir dentro del nuevo territorio, lo
23
que no implica el olvido del sistema de significaciones con el que ha crecido, sino una
especie de ensanchamiento de su espectro cultural, ya que entra en otra lógica de
comportamiento y de interpretación de la sociedad. Nunca olvida su otredad porque hay
elementos de la ciudad que se lo recuerdan (el clima frío, la constante lluvia, los extensos
recorridos, los colores grises, etc.) que hace de aquellas experiencias un camino de retorno
constante al territorio de origen en el que la añoranza por el calor de la tierra, la brisa salina
y los descansos de medio día reafirman los valores, las tradiciones y los hábitos adquiridos
en su hogar. Pero el hombre no está exento de transformaciones, pues el nuevo territorio le
ofrece una visión del mundo diferente en el que, aunque se reafirmen unos valores, otros
pueden ser modificados por la influencia de la ciudad. Armando Silva comprende el
fenómeno de cambio que experimenta la ciudad y lo afirma cuando expresa que “la ciudad
no sólo es el lugar del parecer, sino del aparecer” (Silva, 1992: 61), es un escenario urbano
en el que día a día surgen nuevas formas de expresión y de interpretación de los fenómenos
sociales, y se evidencian –en el caso de Bogotá-, como una transformación de grises a
tornasoles en la paleta de colores que la viste. Desde la Costa Caribe, sus habitantes han
traído el folclor de la música vallenata, el porro y la cumbia, lo que demuestra que quienes
llegan a vivir a este territorio le imprimen nuevos significados para, por un lado, recrear
situaciones que le ayuden a reafirmar sus raíces fuera de los límites que le confieren
seguridad y, por el otro, para demostrar que la cultura es un fenómeno en constante cambio.
Pero, el cambio de territorio tiene unas implicaciones más profundas relacionadas
con la complejidad del mundo hoy. El contexto en el que se mueve la humanidad se
encuentra atravesado por la globalización, un fenómeno impulsado por el capitalismo que
aplica sus lógicas económicas mundialmente, pero que cada país, cada región, cada ciudad
24
experimenta de acuerdo con la realidad y los problemas que se les presenta. Fabio Giraldo
Isaza lo aclara cuando habla de la complejidad del lugar y expresa que hoy el escenario en
el que se mueve la humanidad es el de la Glocalización, “el lugar creado así, es el lugar
donde se hace posible la ciudadanía; ésta, habitando físicamente un territorio, también
habita en un espacio imaginario, un espacio, donde esos seres humanos se plantean por
ejemplo, la posibilidad real de vivir en una democracia amplia, donde la mayor libertad
cree una cultura amplia de respeto a las diferencias” (Giraldo, 2003: 80). Desde lo local
los procesos globales actúan y transforman la vida del territorio, pero no tiene una lógica
universal que lo explique, sino que es dentro de la complejidad del hábitat que se pueden
entender aquellos cambios. Una ciudad, entonces, desde el punto de vista de la construcción
imaginaria de lo que representa, es un escenario en el que convive una realidad dada por el
espacio físico y una realidad construida desde los símbolos, en el que las conductas, las
relaciones sociales, los hábitos, las usanzas adquieren sentido, e insertan al territorio en el
panorama mundial al apropiarse de las ideas que se imponen desde la particularidad, es
decir, a través de las circunstancias sociales, políticas y culturales que la atraviesan. Por
eso, la ciudad como territorio es un punto de encuentro donde convergen muchas formas de
pensar y de ser en constante reorganización.
2. Fenómeno de la migración
El sentido de lo “glocal” agrega otro elemento a los cambios culturales que viven los
hombres desde la experiencia del territorio: el de las migraciones. Hoy día se habla de las
culturas híbridas, generadas por la influencia de tradiciones ajenas al territorio, pero que
por la llegada de los migrantes ganan espacio al insertarse dentro de la ciudad. El proceso
migratorio en Colombia se ha caracterizado, en su primera etapa, por el éxodo masivo de
25
los habitantes de las zonas rurales o pequeñas ciudades “a las áreas urbanas en busca de
empleo, vivienda y educación” (Martínez, 2006:31), aquí la migración es voluntaria porque
las personas tienen la oportunidad de elegir y salir de su territorio de manera opcional; la
segunda etapa surgió a raíz del conflicto armado y se denomina <<desplazamiento
forzado>>, ya que las posibilidades de trabajo se ven amenazadas por masacres, secuestros
y cuotas de guerra hechas por grupos al margen de la ley. En los dos casos, la migración
implica una ruptura con las relaciones dadas en el lugar de origen, pues el contacto con la
tierra y la gente se ve afectado por la distancia. Aunque la salida del territorio no es un
problema para los inmigrantes que tienen recursos económicos, como los jóvenes
universitarios costeños, que tienen la posibilidad de viajar con regularidad y llenar el vacío
que les produce estar fuera de su entorno original. A su vez, este proceso no es irreversible
y hay quienes migran de forma parcial, es decir, salen de su lugar de origen por un tiempo
determinado para luego regresar, o desplazarse a un nuevo territorio. En oposición a lo
anterior, aparece la migración definitiva y consiste en “el cambio de la residencia habitual y
la interrupción o transformación intensa de los lazos con el espacio de vida anterior”
(Martínez, 2006: 37), lo que significa para la persona que sale un desprendimiento total del
espacio físico en el que creció. Todo ello hace que el inmigrante enfrente algunas
dificultades al llegar a su destino final, ya que es visto, según Guillermo Sunkel, como una
“amenaza sociocultural” (Martín, 2005: 53) puesto que existen diferencias culturales que
chocan con las de la ciudad receptora e, igualmente, es rechazado porque es percibido como
una “amenaza en el empleo” en la medida en que es una competencia para los lugareños a
la hora de buscar trabajo.
26
Pero la migración involucra a pobres y a ricos; los primeros se ubican en las zonas
deprimidas de la ciudad y los segundos, en sectores acomodados. En el caso de Bogotá, por
ejemplo, los que llegaron por “razones de violencia sólo pertenecen a los tres primeros
estratos (...). En los estratos inferiores, el trabajo es la principal razón, mientras que en los
superiores, el trabajo pesa tanto como los estudios o como el traslado familiar. Los
migrantes del estrato 5 se diferencian de los demás porque, en su mayoría, se trasladaron a
Bogotá a estudiar” (Uribe, 2006: 175). Por eso migrar es hoy un fenómeno común que
involucra una mezcla de culturas (que incluye lo popular y lo culto).
Bogotá, es una ciudad que vive el fenómeno de la migración de manera constante,
ello por su condición de ciudad capital. En ella se concentra el poder económico y político;
esto hace que llegue gente de todas partes del país en busca de un mejor nivel de vida.
Quienes migran a la capital traen consigo una carga cultural que cala el concepto de ciudad
y la transforma, así mismo da paso a la creación de nuevos códigos desde donde interpretar
a los individuos que viven en ella. En tal sentido, la construcción de la ciudad se da en el
ámbito de la subjetividad, desde aquello que viven sus moradores en tanto que la
intervienen para crear una imagen de urbe que los incluya dentro de su estructura. La
creación de relatos es la forma de intervenirla y reconstruirla, ya que se cuentan las
vivencias, los secretos y hasta las mentiras que implica la construcción del imaginario
urbano. El habitante de la Costa Caribe hace parte de esas transformaciones y trae consigo
conductas sociales que inserta en su nuevo territorio. Se encarga de crear un lugar común
donde le sea posible ser conocido por sus semejantes y reconocido por sus vecinos. Puntos
de encuentro en los que la música, la comida, los colores, el habla, los chistes, la
gestualidad irrumpen para aportar nuevos significados a la Capital. En el caso de la música,
27
por ejemplo, el vallenato ha sido un factor determinante de la influencia costeña en Bogotá.
El gusto por este género traspasó la frontera que diferencia a cachacos y costeños. Escuchar
vallenato es una experiencia que hace desaparecer los estratos e involucra tanto a la elite
como a los sectores populares.
La ciudad también interviene en la conducta del inmigrante, pues le impone un estilo
de vida nuevo que cambia sus hábitos. Por consiguiente, físicamente estas personas tienen
que enfrentar obstáculos como el clima, por ejemplo, que les acarrea problemas de salud
como gripa, fiebre y dificultades respiratorias, no tan comunes en su vida en la costa y
padecidas con intensidad por la baja temperatura de Bogotá. A ello se le suma el factor
emocional, que suele ser una dificultad porque el estado de ánimo de quienes llegan se ve
afectado y decae por el hecho de estar solos en la Capital, de no tener con quien conversar,
de no encontrar a la familia al llegar a casa y de tener que hacer actividades domésticas -
como cocinar o lavar-, que en su hogar no eran una obligación. Otro inconveniente radica
en la relaciones que entablan en la ciudad, pues encontrar personas afines con lo gustos
caribeños de estos jóvenes universitarios implica una búsqueda, muchas veces fallida, de
amistades sinceras que les ayuden a sentirse a gusto en Bogotá y les confieran seguridad a
la hora de descubrirla. Por eso el proceso de adaptación a la capital es, para los
provincianos, una etapa marcada por las dificultades, que poco a poco van desapareciendo
en la medida en que encuentran aspectos de la Capital que los hacen sentirse en un
ambiente más cercano a su tierra. Por ejemplo, restaurantes de comida costeña, sitios de
rumba donde predomina la música tropical (vallenato, merengue, salsa), puntos de
encuentro dentro de la universidad que congrega a los estudiantes costeños, reuniones
familiares donde predomine el acento y la comida típica del la costa, etc.
28
2.1 Rol del comunicador social
El papel del comunicador hoy día es el de mediar entre la sociedad y los que
protagonizan cambios dentro de ella, con el fin de entender las transformaciones que se
presentan y la manera cómo enfrentarlas. Bien lo dice Jesús Martín Barbero cuando expresa
que el comunicador es aquel que busca “la legitimidad intelectual, esto es la posibilidad
de que la comunicación sea un lugar estratégico desde el que pensar la sociedad” (Martín,
2003: 211), ya que implica una tarea antropológica que, más allá de las transformaciones
tecnológicas, provoca cambios culturales de los que el especialista en esta área es testigo:
“cambios que sacan a flote estratos profundos de la memoria colectiva al mismo tiempo que
movilizan imaginarios fragmentados y deshistorizadores” (Martín, 2003: 207). Es una tarea
que, además, exige tomar distancia de la inmediatez con la que se registran hoy los hechos
y darle más importancia al contexto histórico para que pueda entender y hacer entender al
ciudadano común las vicisitudes que día a día se registran a su alrededor, pues desde los
medios se construye una realidad que pone en común características propias de una ciudad,
de una región, de un país, que trascienden fronteras y a través de las cuales se identifican y
son identificados sus habitantes.
El comunicador social debe pensar en los sujetos, porque es en ellos donde se
evidencian los cambios que se dan en la sociedad. A partir de su comportamiento, de la
manera cómo asumen formas de vida impuestas a través de los medios, es que realmente se
puede conocer y entender los patrones de conducta que ésta adopta. Igualmente, el
comunicador juega un papel moralizante desde donde se legitiman los valores y la
conciencia de lo público, para que los ciudadanos no olviden el respeto por sus semejantes.
Lo que implica que además de comunicar, tiene la función de crear espacios de tolerancia,
29
donde los individuos puedan aceptar los fenómenos sociales de los que hacen parte y, a su
vez, sean comprensivos con las consecuencias de esos fenómenos. En ese sentido, por
ejemplo, la homosexualidad es percibida como una forma más de expresión de los seres
humanos gracias a que los medios de comunicación le han dado un lugar dentro de los
comportamientos “normales” establecidos por la sociedad y la telenovela ha jugado un
papel fundamental al incorporar dentro de su trama personajes que en su rol de gays se
muestran graciosos y suelen ser el componente cómico dentro de la historia, una tendencia
que busca legitimarlos dentro de la sociedad. Por otra parte, dice Jesús Martín Barbero que
“desde la comunicación se trabajan procesos y dimensiones que incorporan preguntas y
saberes históricos, antropológicos, estéticos, al mismo tiempo que la sociología, la
antropología y la ciencia política se empiezan a hacer cargo, ya no de forma marginal, de
los medios y de los modos como operan las industrias culturales” (Martín, 2003: 216). Lo
que reivindica el rol de la comunicación, no como simple transmisión de mensajes, sino
como una rama de la ciencia social que se ocupa de estudiar fenómenos desencadenados
por la influencia de la tecnología en los hombres. Así, se asimilan transformaciones desde
lo económico, lo político y lo cultural que hacen que los seres humanos asuman actitudes
consumistas frente a la oferta mediática. Un ejemplo claro de los cambios económicos es la
moda, tendencias que cambian constantemente y que muy bien saben explotar los medios al
convertir a los individuos en meros esclavos de sus constantes novedades; éste es un ámbito
que involucra tanto los procesos de circulación de capital, a través de la información que
puede influir en el comportamiento de los consumidores, como las consecuencias sociales
que ese consumo puede generar como, por ejemplo, las diferencias de clase. En el ámbito
de lo político, la comunicación toma valor al evaluar cómo los agentes políticos se
muestran y son mostrados ante los medios y cómo esa exposición interviene en la
30
percepción que de ellos tiene la opinión pública. Es un escenario en el que se libra una
batalla por legitimar su capacidad de aunar a los ciudadanos alrededor del “sentimiento de
pertenencia a una comunidad” (Martín, 2003: 222). Por último se encuentra el ámbito
cultural, tema que más interesa a este trabajo, y desde la comunicación es concebido como
“espacio estratégico de creación y apropiación cultural, de activación de la competencia y
experiencia creativa de la gente, y de reconocimiento de las diferencias, es decir de lo que
culturalmente son y hacen los otros” (Martín, 2003: 223). Así, la comunicación deja de lado
el mero funcionamiento de los aparatos tecnológicos para convertirlos en maneras de
percibir y vivir el mundo, donde la prioridad son los escenarios por medio de los cuales se
expresa una comunidad, una etnia, una región o una localidad y que hoy en día suelen ser
motivo de grandes enfrentamientos entre los hombres.
En el caso de los universitarios de la Costa Caribe en Bogotá, la comunicación juega
un papel determinante para legitimar su propio espacio dentro de la ciudad. Es a partir del
manejo que los medios de comunicación le dan a la cultura costeña que se puede conocer
quiénes son estas personas y cómo son percibidas por los demás. Es una construcción que
se ha dado a través de los años no sólo a través del arte y de la literatura, sino de las
telenovelas, el cine, la radio, la música (transmisiones deportivas), entre otros, que han
contribuido a crear un estereotipo del habitante de la Costa Atlántica, al abarcar las
generalidades de su forma de ser, pero que no logra captar del todo quiénes son estas
personas. A partir de estas representaciones se concibe al costeño como un sujeto alegre,
extrovertido, que habla duro y rápido, perezoso, parrandero, corrupto, hospitalario,
colaborador, tranquilo, generoso, mujeriego, machista, creativo, ingenioso, franco entre
otras características. Sus mujeres son consideradas bellas, con un tipo de belleza
31
voluptuosa, sensual y exótica; se les considera vitales y lo reflejan en su forma de
expresarse, de bailar y de elegir sus atuendos y accesorios.
En la literatura, por ejemplo, Gabriel García Márquez, al evocar sus recuerdos de la
infancia recrea el imaginario de costeño en el interior del país así:
“Los internos costeños, con nuestro prestigio merecido de gritones y malcriados, teníamos la buena
educación de bailar como artistas la música de moda y el buen gusto de enamorarnos a muerte” (García, 2002:
240).
Mientras que en la música, el folclor vallenato lo delata como aquel que prende la
fiesta y es enamoradizo, tal como lo dice una estrofa de la canción “El costeño” del
compositor Romualdo Brito e interpretada por el cantante Peter Manjarrez:
Ay yo soy el costeño alegre siempre dispuesto pa parrandear
El que cuando se enamora lo hace del alma y emocionado
El mismo que se emborracha con una botellitas de Old Parr
Y que no puede ver falda porque enseguida está enamorado
A través de la televisión, se han hecho indagaciones acerca de diversas culturas
regionales; innumerables telenovelas han dado cuenta de las idiosincrasias “paisa”,
“valluna” y “costeña”. Esta última ha sido, quizás, la más representada en diversas
producciones. Desde las ya legendarias “Tuyo es mi corazón”, “Escalona”, “Las Juanas”,
“Guajira”, etc. hasta la más reciente y más caracterizadora de todas: “La costeña y el
cachaco”. Esta telenovela se encargó de recrear el imaginario del habitante de la Costa
Caribe como la antitesis del cachaco. En la producción de RCN, el ambiente laboral de los
32
costeños se vive a ritmo de música y la presencia de un jefe cachaco (interpretado por Jorge
Enrique Abello) interrumpe esa cotidianidad relajada y conflictiva. A ritmo de vallenato,
los costeños hacían sus labores, práctica que al cachaco le parecía inconcebible. Sin
embargo, este personaje “de puertas cerradas” se enamoró de la espontaneidad, honestidad
y belleza de una costeña responsable y trabajadora. Juntos enfrentaron dificultades
ocasionadas, principalmente, por las diferencias culturales que quisieron reconciliar con su
amor.
Tales definiciones, del ser costeño, son las que se manejan como referencia del
habitante de la Costa Caribe, que muchas veces ha pasado por indeseable en la capital de la
república al alterar de forma desprevenida su tranquilidad. Sin embargo, la historia que se
escribe hoy es distinta, pues ser caribe en Bogotá es sinónimo de alegría y diversión,
sentimientos que se respiran en el ambiente de la ciudad -no como una arbitraria
incrustación de los que llegan de provincia, sino como una actividad que emana de la
ciudad misma-, y contagia a sus habitantes sin importar su región de origen. Desde la
comunicación, el fenómeno de apropiación de las costumbres de los costeños se puede
entender como un proceso de hibridación de la cultura capitalina, que acoge como propio
aquello que llega a su territorio para darle un nombre y un lugar desde donde se pueda
expresar. A través de la radio, la prensa y la televisión se ha legitimado este proceso con la
aceptación de los ritmos tropicales propios de esa región que tanto gustan en el interior del
país y son los encargados de amenizar las fiestas. El despliegue del Carnaval de
Barranquilla es un ejemplo de ello, porque los medios, sobre todo la televisión, le dedican
un espacio importante y su cobertura se traslada a la Capital donde esa celebración goza de
total aceptación hasta el punto de tener sede propia, los costeños que allá viven,
33
especialmente los barranquilleros, se visten para la ocasión y convierten a Bogotá en la
segunda casa de esa festividad. Por eso, quienes emigran hacia Bogotá, provenientes de la
costa norte colombiana, tienen la facilidad de llegar a una ciudad que ya los acoge como
propios, y el proceso de adaptación no resulta tan traumático porque se ha forjado un
terreno incluyente, que no le da la espalda a los que llegan, sino que se encarga de hacerlos
sentir más cercanos a casa. Así, Bogotá ofrece una gama amplia de actividades y productos
del Caribe que hace que los costeños extrañen un poco menos su región.
2.2 La Bogotá de los bogotanos
Los bogotanos, gentilicio dado a los oriundos de la capital del país, concentran una
carga imaginaria desde donde viven la ciudad y le otorgan a los espacios significados
simbólicos que trascienden de generación en generación. Por eso, importa conocer Bogotá
y a sus habitantes para entender su interacción con aquellos que llegan a vivirla.
De los bogotanos se dice que son personas recatadas, exigentes y trabajadoras “(…)
Su modo de ser corresponde al de habitantes de montaña, a la gente de clima frío, y se
acentúa con la imparable y abrumadora llegada de inmigrantes de provincia” (Silva
2003:156), dice Armando Silva, pero no cabe duda de que la incesante llegada de
provincianos a su ciudad los ha llevado a convertirse en seres cálidos, amables y cogedores,
que poco a poco han dejado de ser indiferentes con el extranjero. Ahora es hospitalario y
tolerante con aquello que desconoce. Todo ello porque Bogotá se ha convertido en una
ciudad de inmigrantes, gente que viene y que va, que vive a su modo lo que la sociedad les
impone.
34
Son personas hogareñas que le dan gran importancia a la unión familiar como
requisito para vivir en grupo, ya que su círculo social depende mucho de eso. El fin de
semana es el escenario propicio para que esa unidad se reafirme y las salidas a lugares
cercanos a Bogotá son muy frecuentes. Sin embargo, los centros comerciales y restaurantes
también son de uso común, aunque no tan deseados como salir de viaje para despejar la
mente y descansar del envolvente estrés producido por largas jornadas de trabajo. Pero
como viajar no es una posibilidad para todos, la ciclovía se ha convertido en parte
fundamental de los hábitos capitalinos ya que es un espacio pensado para que se dediquen a
sí mismos y tengan un cuerpo y una mente sana, además porque esta actividad de los
domingos, según Armando Silva, “remite a imaginarias playas bogotanas” (Silva, 2003:
137) por el deseo de su habitantes de salir del clima frío y lluvioso a lugares soleados y que
le den la tranquilidad de no pensar en obligación alguna. También, es una forma de
revelarse contra el frío bogotano y toda la carga moral que ello implica, pues el clima ha
hecho del capitalino una persona cerrada en tanto que teme mostrar su cuerpo y lo esconde
bajo varias capas de ropa, y porque los círculos sociales que frecuentan se limitan a la
familia y a los amigos cosechados desde la infancia.
Por su parte, Bogotá es una ciudad de contrastes, la pobreza y la riqueza se ven
expuestas en los seis estratos en que se encuentra dividida. Mientras los cuatro primeros
son sectores pobres y de clase media, los dos últimos son los más ricos y los de menor
proporción. Es así que la noción “norte” y “sur” tiene fuertes cargas sociales en la que el
imaginario juega un papel importante al delimitar estos dos sentidos. El norte es percibido
como el lugar de estrato alto, que se caracteriza por edificaciones lujosas, centros
comerciales y restaurantes costosos; mientras que el sur, con sus parques y centros
35
comerciales, es asociado a estratos 1,2 y 3 donde se desarrolla y se vive una ciudad a bajo
costo, ello porque tanto familias cachacas y provincianas pudientes se “(…) instalaban en el
norte para dejar el sur a la también creciente masa de obreros atraídos por las pujantes
industrias de la cerveza, la construcción” (Silva, 2003: 45). A pesar del evidente clasismo,
la ciudad es rica culturalmente. Las artes se han tomado sus calles y, por eso, parques,
plazoletas, centros comerciales se han convertido en escenarios emergentes para que el
teatro, la danza, la pintura se abran un espacio dentro de la agenda ciudadana, lo que
permite a bogotanos y visitantes deleitarse con presentaciones artísticas que solían ser de
difícil acceso por el costo y la cobertura restringida, y hoy se ofrecen de manera gratuita.
Por eso el arte no es hoy cuestión de estrato, sino de gusto, por eso eventos como el
Festival Iberoamericano de Teatro goza de gran acogida en Bogotá.
Las estructuras arquitectónicas también son importantes como ciudad, ello lo
demuestra el hecho de que para los bogotanos ciertas edificaciones son asumidas como
patrimonio. Monserrate, la iglesia del Veinte de Julio, las Torres del Parque y la Torre
Colpatria son algunos de ellos. Reconocidos como emblemas de la ciudad, unos por
cuestiones religiosas, otros por razones turísticas, adornan el espacio físico y se convierten
en referentes geográficos que, junto con los verdes cerros de la ciudad, permiten una fácil
ubicación de sus calles y son tomados de igual forma por quienes llegan para hacer más
fácil su estancia en la ciudad. Igualmente, el desplazamiento de sus habitantes muestra
cómo es la ciudad, ya que se da de acuerdo con sus condiciones socioeconómicas como el
trabajo, la compra de alimentos y bienes de consumo, la asistencia a instituciones
educativas, centros de salud y a lugares de distracción como parques, discotecas,
restaurantes o centros comerciales.
36
2.3 La Bogotá de los inmigrantes
Bogotá, por ser la capital de Colombia, concentra los tres poderes que mueven el país
(el ejecutivo, el judicial y el legislativo), a su vez es fuente de trabajo por tener un
movimiento industrial y empresarial amplio y reúne universidades que gozan de gran
prestigio nacional. Ello es razón suficiente para que lleguen personas de todas partes del
país en busca de oportunidades de trabajo y de estudio que les ofrezcan un mejor futuro. De
hecho, Consuelo Uribe descubrió las razones por las cuales los colombianos migran a
Bogotá y “las respuestas apuntan al aspecto laboral con la mayor proporción (la mitad de la
muestra), al familiar (una cuarta parte) y al de estudio (un 15%)” (Uribe, 2006:175).
Quienes llegan lo hacen en calidad de inmigrantes y se ubican en la ciudad de acuerdo con
sus intereses y nivel socioeconómico, atendiendo a la lógica norte-sur que ubica en el norte
a los más pudientes y en el sur a los de menores recursos.
La Capital del país es una ciudad diversa porque se ha visto obligada a aceptar a los
provincianos que llegan de todo el territorio nacional. Viven en Bogotá a su modo, es decir
desde la tradición con la que han crecido, e igualmente la imaginan desde su realidad
porque le imprimen un nuevo sentido al implantar lugares y actitudes que son de uso
común para ellos y le confieren seguridad. Se puede decir que todo el país se resume en
Bogotá porque hay alternativas para que quienes la habitan y la visitan se sientan a gusto al
encontrar manifestaciones culturales de su región. El caso de los costeños evidencia esa
realidad ya que traen consigo toda una tradición que implica los valores dados en la familia
y en la escuela, la alimentación basada en los productos de la tierra, el folclor -a través del
vallenato, la cumbia y el porro-, la forma de vestir dada por el clima caliente y la
gestualidad desparpajada que llama la atención de quienes los rodean. Ello no le ha sido
indiferente al bogotano que ha optado por aprender de sus huéspedes y como dice el
37
escritor Armando Silva ahora “(…) le encanta la salsa traída de Cali, el vallenato que
aprendió de su ídolo samario Carlos Vives y el pop y las baladas juveniles de la cantante
barranquillera Shakira. Si se habla de comida, ahora al bogotanos le apetecen los platos de
mar y el arroz con coco, y si se trata de moda, distintos sectores sociales visten como si
vivieran en tierra caliente (…)” (Silva, 2003:156).
2.3.1 ¿Se puede hablar de “gueto costeño”?
De alguna manera se han formado en Bogotá grupos que vinculan a aquellos que
tienen en común una ciudad o una región, como por ejemplo la Costa Caribe, y reúnen a un
sinnúmero de personas entorno a prácticas sociales compartidas que se vuelven habituales a
partir de la decisión de dichos grupos. Ello lleva a pensar que dichas congregaciones
constituyen verdaderos guetos porque quienes las conforman pertenecen a una misma
cultura y comparten una misma tradición. La definición como tal entiende que gueto es “un
área separada para la vivienda de un determinado origen étnico, cultural o religioso,
voluntaria o involuntariamente, en mayor o menor reclusión”8 dentro de una ciudad. Dicha
definición, llevada a la realidad, en una ciudad como Bogotá, puede encajar en el
comportamiento de los costeños, porque, a partir de la puesta en práctica de costumbres
propias de su región, buscan reafirmar los valores de la tierra caribe en la que crecieron y
que no desean perder por la distancia. Por ejemplo, el campeonato de fútbol llamado “La
Copa del Burro”, que se disputa entre universitarios costeños, es un pretexto, que se vale
del deporte, para poner de presente la “costeñidad” y se caracteriza por la ausencia de
recato a la hora de hablar, siendo reemplazado por una forma ruidosa y desparpajada. Es un
8 Wikipedia (2007) [en línea], disponible en: http.//es.wikipedia.org/wiki/Gueto, recuperado: 14 de octubre de 2007.
38
espacio que les permite mostrarse tal y como son, al estar rodeados de semejantes, y no
sentirse el centro de las críticas por la forma como se comportan. Se podría decir que es un
simulacro de su entorno original, limitado sólo para costeños, donde la otredad se expresa
en aquellos que no son de la Costa Caribe. Sin embargo, la definición de gueto, dada
anteriormente, difiere un poco de las congregaciones de los costeños que viven en Bogotá,
porque ellos no tienden a ser una comunidad totalmente aislada de los demás. Por el
contrario, suelen compartir con los bogotanos muchas de sus costumbres. Tal es el caso de
los sitios de rumba costeña como ‘La Trampa Vallenata’, ‘El poder Vallenato’, ‘La
Leyenda’, entre otros, que se caracterizan por el predominio del vallenato como atracción
principal, acompañado de otros géneros caribeños como la cumbia y el regguetón, que pone
de presente el gusto de los caribeños por los ritmos cadentes y tienen las puertas abiertas
para todo tipo de personas. En ese caso, no se podría hablar de gueto como tal, sino de
‘semiguetos’ en la medida en que limitan el espectro musical de acuerdo con sus gustos,
pero no niegan la entrada a personas de otras regiones que tienen afinidad con la cultura
costeña. Lo mismo sucede con los restaurantes de comida típica de la Costa Atlántica.
‘Donde Yiya’ y ‘El Muelle Mackenzie’ son otro ejemplo de lo que denomino ‘semiguetos’,
pues los platos que ofrecen al público son netamente costeños y se han constituido en
espacios concurridos por personas de la Costa Caribe que buscan en la comida y en el
ambiente de esos sitios acercarse a la cultura a la que pertenecen y que se niegan a olvidar.
Igualmente, estos restaurantes, gozan de aceptación por parte de los bogotanos y de gente
de otras regiones de Colombia que manifiestan su gusto por la gastronomía caribeña al
concurrirlos y deleitarse, por ejemplo, con una bandeja de pescado, arroz con coco, patacón
y ensalada.
39
Estos ejemplos, son espacios delimitados por los costeños dentro de la ciudad para
romper con las costumbres de la sociedad bogotana que se imponen como una uniformidad
a la que estas personas deben adaptarse. De alguna manera, rompen con la idea de una
Bogotá homogénea para entrar en la lógica de una Bogotá diversa, donde los
comportamientos culturales de cada región ponen de manifiesto su presencia y con ello
garantizan la permanencia de su identidad. Marco Martiniello expresa muy bien este
planteamiento cuando habla de la multiculturalidad y la conservación de las costumbres de
los inmigrantes: “Este afán de conservar la cultura en el país de inmigración da lugar a un
aumento de la diversidad cultural: lenguas <<extranjeras>>, costumbres alimentarias,
religiones, etc. (…) El asentamiento de los inmigrantes amplía el abanico cultural de la
sociedad y el suyo propio, unas veces con facilidad y otras de un modo más difícil y
conflictivo” (Martiniello, 1998: 20).
Igualmente, Martiniello advierte que los inmigrantes no están exentos de ser atraídos
por el medio en el que deciden vivir y esa experiencia hace que adapten su cultura a la
nueva ciudad. El caso de los costeños refleja a una comunidad abierta, que busca que su
identidad sea reconocida y por ese propósito se acogen a las reglas que Bogotá les impone,
pero al mismo tiempo reclaman reconocimiento y respeto de los demás. En ese proceso
conforman espacios de encuentro que integra al entorno su tradición, lo que no les permite
olvidar su origen, y, a la vez, dan la bienvenida a los bogotanos para que aprendan de las
costumbres del Caribe.
40
III
Adaptación de los universitarios de la Costa Caribe en Bogotá
Comprender el proceso de adaptación de los universitarios de la Costa Caribe en
Bogotá implica conocer cómo asumen su vida en esta ciudad, pues llegan a vivir en un
nuevo entorno en el que necesariamente deben amoldarse a otra forma de vida que le
impone cambios físicos, emocionales y simbólicos. Es un proceso en el que se desprenden
de su núcleo familiar y asumen la tarea de vivir solos, haciéndose responsables, entre otras
cosas, de su tiempo, de su dinero, de su espacio y de las obligaciones académicas.
Por eso, para este trabajo se encuestaron a cien universitarios costeños, entre hombres
y mujeres, pertenecientes a cuatro universidades privadas distribuidas entre el norte y el
centro de Bogotá. Las universidades elegidas, de acuerdo con la ubicación norte-centro de
la ciudad, fueron la Universidad El Bosque, la Universidad Sergio Arboleda, la Pontificia
Universidad Javeriana y la Universidad Externado de Colombia. En cada una de ellas
fueron encuestados 25 estudiantes, para un total de cien, que arrojaron información acerca
de su proceso de adaptación física, emocional y simbólica.
Inicialmente se estableció la información personal de los universitarios costeños
como sexo, edad, ciudad de origen, universidad y carrera que estudian así:
A partir de la información del Gráfico 1 se puede establecer el sexo y la edad de los
universitarios costeños encuestados. Se observa que el rango de edad de estos jóvenes
oscila entre en los 16 y los 28 años, siendo las mujeres quienes tienen la menor edad y los
hombres la mayor. Igualmente, se observa que la mayoría de los estudiantes tienen 18 y 22
años, siendo la población masculina de 18 años mayoritaria con un 11%, seguida de la de
41
22 con un 9%. Sin embargo, los papeles se invierten al llegar a los 19 y 21 años de edad,
donde el sexo femenino predomina con 10% a los 19 años y con un 7% a los 21 años.
Sexo y edad
2
3
6
10
8
7
8
5
1
2
11
5
8
5
9
3
2
3
1 1
0
2
4
6
8
10
12
16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 28
F M
Gráfico 1
En ese sentido se puede decir que las mujeres inician su vida universitaria a una edad
más temprana que los hombres, es decir a partir de los 16 años, y la finalizan igualmente
más temprano. Por otra parte, los hombres empiezan a estudiar una carrera a partir de los 17
años y por consiguiente tienen una finalización tardía.
42
Departamento
0
5
10
15
20
25
Sucre Cesar Bolívar Córdoba Magdalena Atlántico Guajira
Total 5 20 17 19 9 16 14
Sucre Cesar Bolívar Córdoba Magdalena Atlántico Guajira
Gráfico 2
Igualmente, se observa que Bogotá alberga estudiantes costeños provenientes de los
siete Departamentos que conforman la Costa Caribe y, como lo muestra el Gráfico 2, Cesar
es el Departamento que más expulsa jóvenes estudiantes hacia la Capital. En segundo lugar
se ubica Córdoba, mientras que en tercer y cuarto lugar de expulsión están Bolívar y
Atlántico. Guajira, con el 14%, es el quinto Departamento, Magdalena es el sexto y por
último está Sucre que aporta un 5% de la población universitaria costeña.
En ese mismo orden (ver Gráfico 3), se logró establecer que Cesar, Córdoba y
Magdalena son los Departamentos que expulsan mayor cantidad de estudiantes femeninas
que masculinos hacia la Capital. Por su parte, de Bolívar y Sucre salen mayoritariamente
hombres que mujeres, mientras que Atlántico y Guajira expulsan la misma cantidad de
estudiantes de ambos géneros.
43
Sexo y Departamento
1
12
6
10
6
87
4
8
11
9
3
87
0
2
4
6
8
10
12
14
Sucre Cesar Bolívar Córdoba Magdalena Atlántico Guajira
F M
Gráfico 3
En el Gráficos 4 se establece el sexo de los estudiantes costeños según la universidad.
De los 25 encuestados en cada universidad, se observa que la población femenina es mayor
en la Universidad El Bosque, es decir que 16 de los 25 encuestados fueron mujeres; en las
universidades Javeriana y Sergio Arboleda la cantidad de población masculina y femenina
encuestada fue la misma -14 hombres y 11 mujeres-, lo que permite ver que los hombres
prefieren estudiar en esas dos universidades más que las mujeres. La misma tendencia se
mantiene en la Universidad Externado, donde 13 de los 25 encuestados fueron hombres y
12 mujeres.
44
Sexo y universidad
16
1211 11
9
1314 14
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
El Bosque Externado Javeriana Sergio Arboleda
F M
Gráfico 4
Departamento y Universidad
2
1
2
4
3
7
6
2
5
7
3
6
3
2
8
3
2
3
1
3
5
4
4
5
7
1
1
0 2 4 6 8 10
El Bosque
Externado
Javeriana
Sergio Arboleda
Sucre Cesar Bolívar Córdoba Magdalena Atlántico Guajira
Gráfico 5
En el Gráfico 5 se relaciona el Departamento de origen de los costeños y la
universidad a la que pertenecen, lo que permite conocer la institución educativa preferida
de los jóvenes de cada Departamento. Así, la Universidad Sergio Arboleda es la primera
opción para los estudiantes provenientes de los departamentos de Córdoba y Sucre,
mientras que la Javeriana alberga a los de Cesar y Bolívar. Por su parte, los costeños de la
45
Guajira y el Atlántico prefieren estudiar en la Universidad Externado, y los de Sucre en la
Universidad El Bosque.
Entre tanto, el Gráfico 6 contiene información sobre las carreras que estos jóvenes
eligen estudiar y evidencia que Derecho (35%) es la profesión favorita de los costeños,
Administración de Empresas (17%) es la segunda, mientras que Ingeniería Industrial (11%)
y Comunicación Social (7%) le siguen en tercer y cuarto lugar de preferencia. Finanzas
(6%) es la quinta profesión más estudiada, seguidas por Medicina (4%) e Ingeniería de
Sistemas (4%) como sexta opción, Odontología (3%) y Diseño Industrial son la séptima
alternativa e Ingeniería Ambiental la octava. Por su parte, Psicología, Marketing y
Negocios, Ingeniería Electrónica, Economía, Ciencia Política y Arquitectura son las
profesiones menos estudiadas por los jóvenes costeños ubicándose todas en el noveno
lugar.
Carrera
0 5 10 15 20 25 30 35 40
Admon
Arq
Bact
Biol
C. Pol
Com
Der
Dis. ind
Econ
F/zas
Ing. Amb
Ing. Elect
Ing. Ind
Ing. Sist
Mark
Med
Odont
Psico
Gráfico 6
46
Sexo y carrera
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
20
Ad
mo
n
Co
m
Dis
. in
d
Me
d
Ing. In
d
Ing. S
ist
Od
on
t
Ing. A
mb
Bio
l
De
r
F/z
as
Ba
ct
Arq
Ing. E
lect
Psic
o
C. P
ol
Ma
rk
Eco
n
F M
Gráfico 7
Siendo Derecho la carrera favorita de los costeños, el Gráfico 7 muestra que hay más
hombres (19%) que mujeres (16%) dedicados a estudiar esta profesión y lo mismo sucede
con Administración de Empresas donde los hombres (14%) la prefieren más que las
mujeres (3%). Por su parte, Ingeniería Industrial la estudian más mujeres (6%) que hombres
(5%), y Comunicación Social es estudiada en su mayoría por mujeres (7%). Igualmente,
Finanzas es una carrera preferida más por el sexo femenino (5%) que por el masculino
(1%), mientras que Medicina e Ingeniería de Sistemas está mayormente dentro del gusto de
los hombres (3%). Profesiones como Ingeniería Industrial (3%), Odontología (3%),
Ingeniería Ambiental (2%), Bacteriología (1%), Psicología (1%) y Ciencia Política (1%)
son estudiadas por la población femenina, mientras que la masculina prefiere Biología
(1%), Arquitectura (1%), Ingeniería Electrónica (1%), Marketing (1%) y Economía (1%).
47
1. Adaptación física
Esta parte de la encuesta indaga sobre la adaptación física de los universitarios
costeños en Bogotá. Ello implica conocer si han cambiado sus hábitos alimenticios, sus
horarios, sus rutinas, su movilidad y la forma de vestirse.
A la pregunta ¿Ha cambiado su alimentación desde su llegada a Bogotá? (ver Gráfico
8) el 80% de los encuestados considera que sí, mientras que el 20% restante piensa que no.
Igualmente, el 43% de los que respondieron que sí califican el cambio de alimentación
como regular, el 17% lo califica como bueno, otro 9% considera que ha sido malo, mientras
que el 6% piensa que es muy malo y el 5% restante dice que es muy bueno. Entre tanto, de
aquellos que respondieron no, el 8% califica el cambio como bueno, el 6% dice que es
regular, el 5% lo considera muy bueno y tan solo el 1% piensa que es muy malo.
Cambio de alimentación
85
1
6
17
9
5 6
43
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
Bueno Muy
bueno
Muy malo Regular Bueno Malo Muy
bueno
Muy malo Regular
No Sí
Gráfico 8
Otro aspecto sobre el que se indagó fue acerca de la comida preferida de los
universitarios costeños y tal como lo muestra el Gráfico 9 la comida casera (44%) es la más
apetecida por estos jóvenes, la comida típica de la región (36%) es el segundo plato
48
preferido y en tercer lugar de favoritismo se ubica la comida rápida (19%). Finalmente, sólo
el 1% de la población encuestada manifiesta gustarle todo tipo de comida. También, este
gráfico establece la comida favorita de los jóvenes costeños según el sexo y se observa que
del 44% de los que prefieren comida casera 24% son mujeres y 20% son hombres, de
aquellos que manifestaron tener preferencia por la comida típica de su región 14% son
mujeres y 22% son hombres, mientras que del 19% de los que les gusta la comida rápida
11% pertenecen al sexo femenino y 8% al sexo masculino. El 1% restante dice que le gusta
todo tipo de comida y es de sexo masculino.
Comida preferida
24
11
14
1
20
8
22
0
5
10
15
20
25
30
Comida casera Comida rápida Comida típica de
su región
Todas las
anteriores
F M
Gráfico 9
A los cien universitarios de la Costa Caribe también se les preguntó sobre la opción
que escogen a la hora de comer (ver Gráfico 10) entre pedir domicilio, cocinar e ir a un
restaurante. Se observa que la mayoría de ellos opta por pedir domicilio (43%), la segunda
alternativa es cocinar (32%), la tercera es ir a un restaurante (24%) y hay quienes prefieren
otra opción (1%). De aquellos que eligieron pedir domicilio y cocinar se observa que son
49
las mujeres quienes en su mayoría recurren a esas dos opciones, mientras que los hombres
que van a un restaurante o tienen otra alternativa son la mayoría.
¿Qué opción escoge a la hora de comer?
23
17
10
20
1514
1
0
5
10
15
20
25
Pide domicilio Prefiere cocinar Va a un restaurante Otra
F M
Gráfico 10
Entre tanto, el Gráfico 11 muestra el tipo de comida que suelen preparar los
universitarios costeños. La comida casera (43%) es la primera opción de hombres y
mujeres, siendo las mujeres quienes más la escogen; le sigue la comida rápida (15%) donde
los hombres la prefieren preparar más que las mujeres; mientras que la comida típica de la
región (14%) se ubica en tercer lugar y los hombres son quienes más la cocinan. Otro 2%
manifiesta cocinar de todo y pertenecen al género masculino. Sin embargo, hay quienes
dicen no cocinar (25%) siendo más hombres que mujeres quienes no lo hacen. Se observa
entonces que de aquellos que cocinan son las mujeres (39%) quienes más lo hacen,
mientras que el porcentaje de hombres es menor (35%).
50
Tipo de comida que suele preparar
27
75
11
16
8 9
2
14
1
0
5
10
15
20
25
30
Comida
casera
Comida
rápida
Comida
típica de su
región
De todo No cocina No responde
F M
Gráfico 11
¿Usa alimentos de su región?
17
5
28
19
3
28
0
5
10
15
20
25
30
Le es indiferente No Sí
F M
Gráfico 12
Finalmente, se le preguntó a los cien universitarios costeños si usan alimentos típicos
de su región a la hora de cocinar (ver Gráfico 12). El 40% de la población encuestada
respondió que sí, el 36% manifestó serle indiferente, mientras que el 8% restante dijo que
no los usa. De aquellos que dijeron que sí 20% eran mujeres y el otro 20% hombres,
51
quienes manifestaron indiferencia 17% eran mujeres y 19% hombres, mientras que los que
respondieron que no el 5% eran mujeres y el 3% hombres.
Por otra parte, el segundo aspecto sobre el que se indagó en la adaptación física fue el
manejo de los horarios. Así a la pregunta ¿Cuánto tiempo gasta para llegar a la universidad
desde su casa?, los universitarios costeños respondieron lo siguiente (ver gráfico 13):
Tiempo empleado en llegar a la universidad
18
6
1
1312
11
9
5
16
7
2
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
20
15 min 30 min 1 h o + 30 min 1 h o + 15 min 30 min 1 h o + 15 min 30 min 1 h o +
El Bosque Externado Javeriana Sergio Arboleda
Gráfico 13
De los 25 universitarios que estudian en la Universidad El Bosque 18 demoran 15
minutos en llegar a la universidad, a 6 les toma 30 minutos y una sola persona tarda una
hora. Por su parte, de aquellos que estudian en el Externado 13 tardan media hora para
llegar a la universidad y los 12 restantes demoran una hora o más para hacerlo. De la
Javeriana, 11 personas tardan 15 minutos para llegar, 9 llegan en media hora y 5 gastan 1
hora o más. Finalmente, 16 costeños que estudian en la Sergio Arboleda demoran 15
minutos, otros 7 tardan media hora y 2 más demoran una hora o más para llegar a la
universidad.
52
Puntualidad
2 2
9 10
2 2 3 4 4
12
2
13
7
3
2 2
73 3
6
1 10
5
10
15
20
25
ns/n
r
Pu
nt
ns/n
r
resp
Dis
t
Pu
nt
Ad
ap
Org
Pe
reza
Trá
fico
ns/n
r
Dis
t
No
co
no
ce
No
ad
ap
Igual Mejor Peor
F M
Gráfico 14
Igualmente, se les preguntó sobre su puntualidad para saber si ha mejorado,
empeorado o se ha mantenido igual que cuando vivían en la Costa Caribe. El 6% de la
población encuestada considera que su puntualidad se ha mantenido igual, el 50%
manifiesta que ha mejorado y el 44% restante dice que es peor.
Del 6% que considera mantener la misma puntualidad el 2% dice que siempre ha sido
puntual y son de sexo femenino, el 4% restante no sabe o no responde y son hombres y
mujeres por igual. El 50% de la población que dice haber mejorado su puntualidad tiene
motivos diferentes: el 22% no sabe o no responde, el 17% dice tener más responsabilidades
que requieren estar a tiempo en todo, mientras que el 5% dice que el motivo que los hace
ser puntuales es la distancia que hay de un lugar a otro. Un 2%, perteneciente al sexo
masculino, dice que le gusta ser puntual y otro 2%, del mismo género, considera que su
puntualidad se debe a que se ha adaptado al ritmo de vida de Bogotá. El 2% restante son
mujeres y explican que su puntualidad se debe a que organizan mejor su tiempo.
Aquellos que consideran haber empeorado su puntualidad tienen diferentes razones
que lo explican. La distancia es la causa principal con el 18% (12% mujeres y 6%
53
hombres), le sigue la pereza en segundo lugar con el 10% (3% mujeres y 7% hombres) y de
tercero está el tráfico de la Capital con el 7% (4% mujeres y 3% hombres). Otro 7% no
sabe o no responde el por qué de su impuntualidad, mientras que el 2% restante son
hombres que no conocen la ciudad y no se adaptan a ella.
La responsabilidad fue otro aspecto indagado en la encuesta y permite medir las
prácticas o usos que los universitarios costeños frecuentemente realizan en la Capital. Por
eso, tal como lo muestra el Gráfico 15, se les preguntó si han aumentado sus
responsabilidades y la mayoría respondió que sí, es decir que el 98% de los encuestados
admiten haber asumido más responsabilidades desde su llegada a Bogotá y sólo el 2% dice
no tener mayores responsabilidades de las que tenían cuando vivían en la Costa Caribe. De
lo anterior, se observa que tanto los que respondieron que sí como los que dijeron que no
fueron exactamente el mismo número de hombres y mujeres, es decir, que 49 hombres y 49
mujeres admitieron tener mayor responsabilidad, mientras que a 1 mujer y a 1 hombre no
les han aumentado sus responsabilidades.
54
Desde la llegada a Bogotá, ¿han aumentado sus
responsabilidades?
1
49
1
49
0
10
20
30
40
50
60
No Sí
F M
Gráfico 15
Responsabilidades adquiridas
13
28
5
10
4 4
1
31
4
0
5
10
15
20
25
30
35
Manejo de
dinero
Manejo de
dinero y manejo
de horarios
Manejo de
dinero, manejo
de horarios,
pago de
arriendo
Manejo de
dinero, manejo
de horarios,
pago de
servicios
Manejo de
dinero, pago de
arriendo, pago
de servicios
Manejo de
horarios
Ninguno Todas las
anteriores
Manejo de
dinero y pago
de servicios
Gráfico 16
En el Gráfico 16 se especifican las responsabilidades adquiridas por los universitarios
costeños una vez instalados en Bogotá como manejo de dinero, manejo de horarios, pago de
servicios y pago de arriendo. Se obtuvo como resultado que el 31% maneja dinero y
55
horarios, y paga arriendo y servicios; el 28% es responsable por el manejo de su dinero y de
su horario, mientras que el 13% de ellos ha tenido que responsabilizarse solo del manejo de
su dinero. Por su parte, el 10% de la población encuestada se encarga del manejo de su
dinero, de su horario y del pago de los servicios (agua, luz, teléfono, gas, televisión por
cable) y el 5% lo hace con su dinero, con su horario y con el pago del arriendo. El 4%,
además de manejar dinero, paga servicios y arriendo y otro 4% tiene que hacerse cargo de
su dinero y del pago de servicio. Solo el 1% de los encuestados manifiesta no tener ninguna
responsabilidad.
Dentro de los hábitos de los jóvenes, escuchar música juega un papel fundamental,
por eso se les pidió que enumeraran su preferencia musical en una escala de 1 a 4, siendo 1
la preferencia más alta y 4 la menor. Los géneros musicales entre los que tenían que
escoger eran: vallenato, tropical, tropipop, electrónica, rock y ska. De acuerdo con los
gráficos siguientes, se observa que el vallenato es la música preferida de los universitarios
costeños, pues 69 de los cien encuestados escogieron este género como su favorito. El
segundo género más escuchado es la música tropical, porque de cien costeños 47 lo
escalafonaron en la posición número 2. El tropipop goza del tercer lugar de popularidad
debido a que 36 jóvenes lo escogieron como su tercera opción, mientras que el ska, el rock
y la electrónica se ubican en último lugar de preferencia.
56
Vallenato
69
4
9
18
0
10
20
30
40
50
60
70
80
1 2 3 4
1 2 3 4
Tropical
18
47
18
11
6
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
1 2 3 4 ns/nr
1 2 3 4 ns/nr
Tropipop
11
29
36
15
9
0
5
10
15
20
25
30
35
40
1 2 3 4 ns/nr
1 2 3 4 ns/nr
Electrónica
7
14
31 31
17
0
5
10
15
20
25
30
35
1 2 3 4 ns/nr
1 2 3 4 ns/nr
Rock
9
1315
43
20
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
1 2 3 4 ns/nr
1 2 3 4 ns/nr
Ska
8 7 6
48
31
0
10
20
30
40
50
60
1 2 3 4 ns/nr
1 2 3 4 ns/nr
57
Los universitarios de la Costa Caribe tienen diversas formas de emplear su tiempo
libre, por eso ante la pregunta ¿Qué actividad o actividades realiza en su tiempo libre fuera
de la Universidad? (ver Gráfico 18), el 75% de ellos respondió que la actividad más común
es ver televisión y otros (se hace la claridad que ver televisión es la actividad que todas
estas personas realizan y la pueden hacer al tiempo que chatean, escuchan música o leen),
un 5% sólo ve televisión, mientras otro 5% escucha música y chatea. Un 3% solo practica
deporte, mientras que otro 3% mezcla su actividad deportiva con escuchar música, chatear
o ver televisión. El Chat es otra actividad que ocupa a un 3% de la población encuestada,
leer apenas le interesa al 2% y escuchar música solo le interesa a un 1%. Finalmente, un 2%
manifiesta realizar otras actividades y el 1% restante dice llevar a cabo todas las actividades
(ver televisión, chatear, escuchar música, leer y practicar deporte).
Actividad tiempo libre
3
3
1
2
1
5
75
5
3
2
0 10 20 30 40 50 60 70 80
chat
deporte
Leer
música
Otro
Todas
tv
tv y otros
música y chat
Dep y otro
Gráfico 18
58
Sitio frecuentado en la universidad
2
15
31 2 2
4
14
6
1
1
10
1
2
11
2
1
12
1
9
0
10
20
30
40
50
60
Ninguno Piso 9F Caf Cancha Fac Bib Internet Balcones Esc Ascens
El Bosque Externado Javeriana Sergio Arboleda
Gráfico 19
Igualmente, estos jóvenes pasan horas de su tiempo libre dentro del campus
universitario – tiempo denominado “hueco” y que interfiere entre una clase y otra-, y
encuentran actividades en las que ocuparse como leer, estudiar o hablar con los amigos. Por
eso, se le preguntó a los encuestados acerca de los sitios que suelen frecuentar en la
universidad cuando tienen tiempo libre. Según el Gráfico 19, los estudiantes de la
universidad de El Bosque prefieren estar en la cafetería (15%), en segundo lugar la cancha
de fútbol (3%), le sigue la sala de Internet (2%), mientras que otros manifiestan no
frecuentar ningún lugar (2%) y el 1% restante frecuenta la facultad. Aquellos que estudian
en el Externado les gusta estar en la cafetería (14%) en primer lugar, otros prefieren la
biblioteca (6%), hay quienes dicen no tener un sitio definido (4%) y otros concurren los
balcones (1%). Por su parte, las escaleritas (11%) es el lugar predilecto de los javerianos, la
cafetería (10%) es el segundo y la biblioteca (2%) el tercero, en cuarto lugar prefieren la
59
facultad (1%) y hay quienes no frecuentan ninguno (1%). Finalmente, los costeños de la
Sergio Arboleda suelen frecuentar en su mayoría la biblioteca (12%), los ascensores (9%)
es su segunda opción, mientras que algunos no tienen sitio definido (2%), otros prefieren el
piso 9F (1%) y el resto la biblioteca (1%).
Dentro de la adaptación física a Bogotá los universitarios costeños tienen que
amoldarse al ritmo que la ciudad les impone en cuanto a la movilidad, por eso a la hora de
calificar el desplazamiento en Bogotá entre bueno, regular, malo y muy malo (ver Gráfico
20) el 53% de la población encuestada considera que es regular, el 22% piensa que es
bueno, el 14% lo cree malo y el 11% restante dice que es muy malo.
Bueno Malo Muy malo Regular
22
1411
53
0
10
20
30
40
50
60
Calificación del desplazamiento en Bogotá
Bueno
Malo
Muy malo
Regular
Gráfico 20
Continuando con la movilidad, el Gráfico 21 muestra que a la hora de movilizarse el
89% de la población encuestada utiliza transporte público (bus, transmilenio, taxi), el 10%
tiene vehículo propio y sólo el 1% prefiere caminar.
60
A la hora de movilizarse en Bogotá Usted
110
89
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
Camina Vehículo propio Transp púb
Camina
Vehículo propio
Transp púb
Gráfico 21
El clima bogotano hace que los jóvenes costeños cambien su atuendo ligero por
piezas más complejas y pesadas, pues es una condición inevitable para adaptarse a la vida
capitalina. Para saber hasta qué punto les ha afectado esa situación se les hizo la siguiente
pregunta: ¿Viste ropa de clima cálido en Bogotá? (Ver Gráfico 22 y 23). El 50% de los
encuestados dijo que sí, siendo mayormente hombres que mujeres quienes lo hacen. El 37%
dijo que no y en este caso las mujeres fueron mayoría, por su parte a el 13% restante le es
indiferente usar o no ropa de clima cálido en Bogotá. En tal sentido, el clima no es un
inconveniente para que los costeños usen prendas poco abrigadoras y son los hombres a
quienes menos les afecta (18 hombres de 50 encuestados). Por su parte, el frío capitalino es
asimilado con más dificultad por las mujeres a las que se les dificulta vestir ropa menos
abrigadora (28 de 50 mujeres encuestadas).
61
¿Viste ropa de clima cálido en Bogotá?
6
24207
13
30
0
10
20
30
40
50
60
Le es indiferente No Sí
M
F
Gráfico 22
¿El clima bogotano le impide vestirse con ropa de clima
cálido?
4
18
28
8
24
18
0
5
10
15
20
25
30
Le es indiferente No Sí
F
M
Gráfico 23
A la pregunta ¿Qué colores suele tener en su guardarropa?, los universitarios
caribeños tienen una variedad de colores en su armario, por eso el 79% de la población dice
tener tanto colores claros como oscuros, solo el 13% prefiere los oscuros o fríos, mientras
el 8% restante prefiere usar colores claros o cálidos. Entre hombres y mujeres, son ellas
62
(42%) quienes en su mayoría optan por ambos colores, mientras que los hombres pueden
preferir solo los colores claros o cálidos y oscuros o fríos más que las mujeres.
¿Qué colores suele tener dentro de su guardarropa?
42
35
37
5
8
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
Ambos Claros o cálidos Oscuros o fríos
F
M
Gráfico 24
2. Adaptación emocional
Desprenderse de la familia y los amigos es una difícil tarea que asumen los
universitarios de la Costa Caribe cuando deciden estudiar en Bogotá. Es un proceso en el
que entablan nuevas relaciones amistosas, familiares y amorosas que hacen que su vida en
la Capital no sea difícil. De ahí que se les preguntó a estos jóvenes sobre su adaptación
emocional para conocer la manera cómo han asumido el cambio de vida.
En la primera etapa se le preguntó a los cien encuestados acerca de las relaciones
familiares, es decir, si tienen o no familia en Bogotá, si viven o no con esa familia y si la
suelen o no visitar.
63
De acuerdo con el Gráfico 25 los universitarios costeños respondieron
mayoritariamente que sí ante la pregunta ¿Tiene familia en Bogotá?, es decir que el 92% de
los encuestados admiten tener familia en Bogotá y sólo el 8% restante dice no tener ningún
familiar.
¿Tiene familia en Bogotá?
8
92
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
No Sí
No Sí
Gráfico 25
A la pregunta ¿Vive con algún familiar? (Ver Gráfico 26), el 42% de los
universitarios costeños dijo que no y los motivos por que no lo hacen es para tener mayor
independencia, evitar conflictos y vivir cerca de la universidad. El 58% restante respondió
que sí y de ese porcentaje el 27% vive con al menos un hermano/a, el 14% con un primo/a,
el 5% con sus padres y el 4% con un tío/a. El 3% vive con al menos un hermano/a y un
64
primo/a, el 2% convive con su mamá y hermanos, mientras que otro 2% lo hace con sus
tíos, primos y hermanos, sólo el 1% vive con la abuela.
¿Vive con algún familiar?
42
1
27
3 2
5
14
42
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
No flia
Abuela
Herm
ano/a
Herm
ano/a
y p
rim
o/a
Ma
má
y
herm
anos
Padre
s
Pri
mo
/a
Tío
/a
Tío
s,
pri
mo
s,
herm
anos
No Sí
Gráfico 26
También se les preguntó acerca de la frecuencia con que visitan a sus familiares en
Bogotá (ver Gráfico 27). En el gráfico se observa que, entre los que respondieron sí tener
familia en la capital, el 24% lo hace una vez al mes, el 23% nunca los visita, el 22% una
vez a la semana, mientras que el 17% frecuenta a sus familiares una vez cada dos meses.
Un 6% no respondió la pregunta y el 8% restante simplemente no responde porque no tiene
familia en la Capital. Esta pregunta incluye a aquellos que no viven con sus familiares y a
65
aquellos que sí lo hacen debido a que estos últimos tienen parientes en la ciudad con
quienes no conviven.
Frecuencia de visita a familiares
86
2324
17
22
0
5
10
15
20
25
30
nr nr Nunca Una vez al
mes
Una vez
cada dos
meses
Una vez por
semana
No Sí
Gráfico 27
La segunda etapa de la adaptación emocional tiene que ver con las relaciones
amorosas y se indaga sobre ésta para saber la importancia que tiene para los costeños tener
un compañero/a sentimental.
Inicialmente, a la pregunta ¿tiene novio o novia? (Ver Gráfico 28), el 53% de estos
jóvenes respondió no tener una relación amorosa, mientras que el 47% restante dijo que sí.
Se observa en el gráfico que del 53% que dijo no la mayoría son hombres, es decir el 29%,
66
y las mujeres el 24%. Por su parte, de aquellos que respondieron sí (47%) el 26%
pertenecen al sexo femenino, mientras que el 21% al masculino.
¿Tiene novio/a?
24
26
29
21
0
5
10
15
20
25
30
35
No Sí
F M
Gráfico 28
El gráfico 29 complementa el anterior, pues indaga sobre la estabilidad del noviazgo
de aquellos que dijeron tener una pareja. Aquellos que simplemente dijeron no tener
novio/a no respondieron la pregunta, mientras que de los que admitieron tener una relación
amorosa al momento de responder la encuesta el 40% dijo sí era estable su relación, el 4%
respondió que no y el 3% no tenía claridad y prefirió optar por no sabe, no responde. Se
observa que el género femenino es capaz de mantener un noviazgo más estable que el
67
género masculino, pues el 22% de ellas respondió tener una relación estable con su pareja,
en comparación con el 18% de ellos dijo lo mismo.
Estabilidad del noviazgo
2 2
22
24
21
18
29
0
5
10
15
20
25
30
35
No ns/nr Sí No novio/a
F M
Gráfico 29
Novio/a Bogotano/a
33
1
16
33
17
0
5
10
15
20
25
30
35
No nr Sí
F M
Gráfico 30
68
También se le preguntó a los cien encuestados si tienen o han tenido novio/a
bogotano/o. Según el Gráfico 30 el No es del 66%, mientras que el Sí es del 33%, sólo el
1% no respondió la pregunta. Se observa que los dos géneros, el femenino y el masculino,
respondieron exactamente igual en cuanto al No, pero los hombres fueron mayoría respecto
al Sí, es decir que más hombres (17%) que mujeres (16%) tienen o han tenido una pareja
bogotana.
El gráfico 31 muestra la respuesta a la pregunta: “En una escala de 1 a 5 diga cuán
importante es para usted tener una relación amorosa viviendo en Bogotá, siendo 1 nada
importante, 2 poco importante, 3 importante, 4 muy importante y 5 extremadamente
importante”.
Importancia de la relación amorosa
10
23
31
18 18
0
5
10
15
20
25
30
35
1 2 3 4 5
1 2 3 4 5
Gráfico 31
El 31% de los encuestados considera importante tener una relación amorosa y por eso
escogieron la opción número tres, el 23% piensa que es poco importante y optaron la
69
alternativa número dos, un 18% dice que es muy importante y marcaron el número cuatro,
el otro 18% dice que es extremadamente importante y eligieron la opción número 5,
mientras que el último 10% piensa que el noviazgo es nada importante y marcaron el
número uno.
Otra pregunta que se hizo acerca de la relación amorosa de los universitarios costeños
fue: ¿Se siente más seguro(a) en Bogotá teniendo novio(a)? (Ver Gráfico 32) La respuesta
ante este interrogante dio como resultado que al 54% de la población encuestada le es
indiferente tal condición, el 32% considera que se sí se siente más seguro/a teniendo
novio/a en Bogotá, mientras que el 14% restante dijo que no.
Seguridad-Noviazgo
54
14
32
0
10
20
30
40
50
60
Le es indiferente No Sí
Le es indiferente No Sí
Gráfico 32
La amistad es otro aspecto dentro de la categoría de la adaptación emocional que
interesa conocer, pues a partir de ésta es que los universitarios de la Costa Caribe adquieren
la confianza necesaria para vivir en Bogotá.
70
Por eso, a la pregunta “En una escala de 1 a 5 diga cuán importante es para usted
tener amigos en Bogotá, siendo 1 nada importante, 2 poco importante, 3 importante, 4 muy
importante y 5 extremadamente importante”, la mayoría de estos jóvenes (ver Gráfico 33),
es decir el 47% de ellos, considera como extremadamente importante tener amigos en
Bogotá y marcaron la opción número cinco. El 38% de ellos piensa que es muy importante
y optaron por la opción número 4, mientras que el 10% lo considera solo importante y
eligieron la alternativa número tres. Por su parte, el 3% de los costeños manifestaron que
los amigos son poco importantes y marcaron la opción número dos, y el 2% restante piensa
que los amigos son para nada importantes y marcaron la alternativa número uno.
Importancia de la amistad
2 3
10
38
47
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
1 2 3 4 5
1 2 3 4 5
Gráfico 33
Respecto a la amistad se le preguntó a los universitarios costeños sobre la manera
como conocieron sus amigos y las opciones eran: a) estudiaron conmigo en el colegio; b)
71
somos de la misma ciudad; c) estudian conmigo en la universidad; d) somos de la misma
universidad, pero no estudiamos juntos; e) otro amigo me los presentó; f) todas las
anteriores. De acuerdo a ese listado los encuestados podían escoger una o más opciones
para responder la pregunta.
Como se observa en la tabla, 26 de los cien encuestados escogieron la opción f, es
decir, que todas las opciones de la lista respondían a la manera en que hizo los amigos que
tiene en Bogotá. 22 costeños afirmaron conocer a sus amigos porque estudiaron con ellos
en el colegio, son de la misma ciudad y, además, marcaron una de las opciones restantes
que en este caso se denominó otra (vale aclarar que quienes tienen en común dos opciones
y difieren en la tercera se agruparon en la misma casilla). Las opciones b, c y otra fueron
elegidas por 16 encuestados, lo que quiere decir que son de la misma ciudad, estudian con
¿Cómo conoció a sus amigos?
Opciones Total Estudiaron conmigo en el colegio y otro amigo me los presentó 1
Estudiaron conmigo en el colegio, somos de la misma ciudad y otra 22
Estudiaron conmigo en el colegio, estudian conmigo en la universidad y otra 10
Somos de la misma ciudad 1
Somos de la misma ciudad, estudian conmigo en la universidad y otro 16
Somos de la ciudad y otro amigo me los presentó 3
Estudian conmigo en la universidad 10
Estudian conmigo en la universidad y otro 8
Somos de la misma universidad, pero no estudiamos lo mismo 1 Somos de la misma universidad, pero no estudiamos lo mismo y otro amigo me los presentó 1
Otro amigo me los presentó 1
Todas 26
Total general 100
72
ellos en la universidad y, además, marcaron otra de las opciones de la lista. Por su parte, 10
respondieron conocer a sus amigos porque estudian con ellos en la universidad, es decir que
optaron por la opción c, mientras que otros 8 jóvenes, además de haber dicho conocer a sus
amigos porque estudian con ellos en la universidad, escogieron otra de las opciones. Sólo
tres personas dijeron conocer a sus amigos porque son de la misma ciudad, pero no estudian
juntos, o sea que optaron por la alternativa d.
Seguridad-Amigos costeños
24
3
73
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Le es indiferente No Sí
Le es indiferente No Sí
Gráfico 34
El Gráfico 34 muestra que la amistad entre costeños les confiere más seguridad a
estos jóvenes. Se observa que el 73% de los encuestados respondió sí ante la pregunta ¿Se
73
siente más seguro/a en Bogotá teniendo amigos costeños? Sólo el 3% respondió que no,
mientras el 24% restante dijo que les es indiferente tener o no amigos de la Costa.
De acuerdo con la pregunta ¿De dónde son originarios los amigos que tiene? En una
escala de 1 a 5 cinco ubique cuáles son la mayoría, teniendo en cuenta que 1 constituye la
menor cantidad de amigos y 5 la mayor cantidad.
Se observa que de la Costa Atlántica son originarios la mayor cantidad de amigos de
los costeños, luego le siguen los bogotanos, mientras que del Eje Cafetero, los Llanos
Orientales y de la Costa Pacífica tienen poco amigos.
Amigos-Costa Atlántica
3 4
9
15
67
2
0
10
20
30
40
50
60
70
80
1 2 3 4 5 nr
Gráfico 35
74
Amigos-Bogotá
16 16
2221
12
13
0
5
10
15
20
25
1 2 3 4 5 nr
Amigos-Eje Cafetero
28
19
14
6
1
32
0
5
10
15
20
25
30
35
1 2 3 4 5 nr
Amigos-Llanos
36
15 15
4
30
0
5
10
15
20
25
30
35
40
1 2 3 4 nr
Amigos-Costa Pacífica
39
7
9
34
38
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
1 2 3 4 5 nr
Dentro de la adaptación emocional también se le preguntó a los universitarios de la
Costa Atlántica sobre su relación con los bogotanos para conocer cómo es la interacción
con los anfitriones de la ciudad que los alberga (Bogotá).
En principio se les preguntó si tienen o no amigos bogotanos y se observa (ver
Gráfico 36) que 95 de los cien encuestados respondió que sí, mientras que los 5 restantes
dijeron no tener amigos “rolos”.
75
Relación con los Bogotanos
1
4
47
4
16
1
27
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
50
Mala Regular Buena Mala Muy
Buena
Muy mala Regular
No Sí
Gráfico 36
Igualmente se les pidió que calificaran de 1 a 5 la relación que tienen con los
bogotanos, siendo 1 muy mala, 2 mala, 3 regular, 4 buena y 5 muy buena. Si se observa el
gráfico nuevamente vemos que aquellos que dijeron no tener amigos bogotanos conciben la
relación con estas personas como regular (4%) y mala (1%). De otro lado, aquellos que
manifestaron tener amigos de la Capital consideran en primer lugar que es una buena
relación (47%), en segundo lugar piensan que es regular (27%) y en tercer lugar dicen que
es muy buena (16%). La opción mala (4%) ocupa el cuarto lugar y el quinto la opción muy
mala (1%).
Una última pregunta que se le hizo a los universitarios costeños acerca de su relación
con los bogotanos buscaba saber lo que piensan estos jóvenes sobre los “rolos” entre las
76
siguientes opciones: aburridos, divertidos, amigables, nada amigables, buenos amigos y
malos amigos.
De acuerdo con la información
relacionada en la tabla, 42 de los cien
encuestados otorgan calificativos
positivos a los bogotanos, es decir, que
escogieron una o más opciones entre
divertidos, amigables y buenos amigos para expresar lo que piensan de ellos. Por su parte,
11 costeños, además de percibir a los bogotanos como amigables y buenos amigos, dijeron
que son aburridos. El resto de la muestra, 47 exactamente, le concedieron calificativos
negativos a los bogotanos y piensan que son aburridos, nada amigables y malos amigos.
De lo anterior se observa que el calificativo de aburridos es el más común y, por lo
tanto, es así como la mayoría de los costeños conciben a los cachacos. El segundo
calificativo que más predomina es positivo y se obtuvo de aquellos que piensan que los
bogotanos son amigables y buenos amigos o solo amigables o buenos amigos; mientras que
el tercer calificativo es negativo y proviene de aquellos que dijeron que los cachacos son
nada amigables o malos amigos, o las dos opciones. Finalmente, la minoría de los costeños
consideran a los bogotanos como personas divertidas.
3. Adaptación simbólica
La adaptación simbólica es la última de las tres categorías sobre la que se indagó para
conocer el proceso de adaptación de los universitarios costeños. Ésta, tiene que ver
Calificativo de los bogotanos Total
Divertidos, amigables, buenos amigos 42
Aburridos, amigables, buenos amigos 11
Aburridos, nada amigables, malos amigos 47
Total general 100
77
directamente con la relación de estos jóvenes con la ciudad y permite saber la idea de
ciudad que tenían antes de vivir en Bogotá y la que tienen ahora que la han vivido.
Si se observan los gráficos 37 y 38, se ve la percepción que tenían de Bogotá antes y
después de vivir en ella.
Percepción de Bogotá antes
16
11
7
17
3
8
17
21
0 5 10 15 20 25
Aburrida
De oport
Diversa
Estr
Fría
Ninguna
Peligrosa
Agradable
Gráfico 37
El Gráfico 37 muestra la percepción que tenían los universitarios costeños de Bogotá
antes de habitarla. La mayoría, es decir el 21% de los encuestados, pensaban que era una
ciudad agradable, un 17% la concebía peligrosa, mientras que el otro 17% la imaginaba
estresante. De aburrida la concebía el 16% de los costeños, el 11% pensaba que era una
ciudad de oportunidades de estudio y de trabajo, pero el 8% no tenía ninguna percepción,
mientras que el 7% dijo que la imaginaban diversa culturalmente. Finalmente, el 3%
restante de la muestra tenía la idea de una ciudad fría.
78
Percepción de Bogotá hoy
3
24
29
4
17
9
3
5
2
4
0 5 10 15 20 25 30 35
Aburrida
Agradable
De oport
Dificil
Diversa
Estr
Fría
Grande
ns/nr
Peligrosa
Gráfico 38
Entre tanto, el Gráfico 38 muestra que se han presentado cambios acerca de la idea
de ciudad con la que llegaron estos jóvenes a la Capital. Hoy, la mayoría de estos jóvenes,
el 29% de la muestra, percibe a Bogotá como una ciudad de oportunidades y desplaza al
segundo lugar la idea de ciudad agradable que era la idea más común. La idea de ciudad
diversa ha aumentado entre los jóvenes costeños y 10% más de la población encuestada
piensa que Bogotá alberga una multiplicidad de culturas, es decir el 17%. Lo contrario
sucede con aquellos que pensaban a Bogotá como una ciudad estresante, pues un 8% menos
cree que así lo sea para un total del 9% hoy. Entre tanto, dos nuevas percepciones de ciudad
aparecen, la de ciudad grande y la de ciudad difícil, es decir que aquel 8% que no tenía
ninguna idea de Bogotá ahora la conciben como una de esas dos. Se mantiene el 3% que
percibe a la ciudad fría, mientras que un último 2% no sabe y no respondió la pregunta.
79
¿Qué hará al finalizar sus estudios?
1011
2 1
10
3 4
30
3 3
23
0
5
10
15
20
25
30
35
Oport
Flia
No
le
gu
sta
ns/n
r
Oport
Le
gu
sta
ns/n
r
Oport
No
le
gu
sta
ns/n
r
Oport
ns Regresa Se queda Viaja
Gráfico 39
Por último, se le preguntó a los universitarios costeños acerca de su futuro y lo que
piensan hacer apenas finalicen sus estudios. De acuerdo con el Gráfico 39, el 37% de los
encuestados piensa quedarse en Bogotá, primeramente, en búsqueda de oportunidades de
trabajo o para continuar con sus estudios (postgrado o especialización) y en segundo lugar
porque les gusta la ciudad. El 29% de los costeños quiere viajar en primera medida para
buscar trabajo o especializarse y en segundo lugar porque no les gusta Bogotá. El 24%
desea regresar a su ciudad y alude como primera razón la necesidad de estar cerca de su
familia, como segunda dicen tener oportunidades de empleo, mientras que otros justifican
su regreso al decir que no les gusta Bogotá.
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4. Conclusiones
Adaptarse a un nuevo lugar implica aceptar los cambios que ello conlleva y los
universitarios de la Costa Caribe conocen esa experiencia. El desprendimiento del hogar y
de la ciudad de origen es la primera etapa de ese proceso, el cual sigue su curso con la
llegada a Bogotá y concluye con la apropiación de las costumbres que ésta les impone.
Según la encuesta hecha a cien universitarios costeños (50 hombres y 50 mujeres) de
las universidades El Bosque, Sergio Arboleda, Javeriana y Externado, las carreras que más
estudian son Derecho, Administración de Empresas e Ingeniería Industrial, mientras que
menos acogida tienen son Arquitectura, Ingeniería Electrónica y Economía. También se
estableció que Cesar es el Departamento que más expulsa estudiantes universitarios hacia
Bogotá, seguido de Córdoba y Atlántico, mientras que de Sucre proviene la menor
cantidad. Además, se observa que la mayoría de estos jóvenes emprenden sus estudios
superiores sin haber cumplido los 18 años edad, siendo las mujeres menores que los
hombres. Ello indica que adquieren una carga mayor de responsabilidades que cualquier
chico o chica de su edad y los hace actuar con el grado de madurez suficiente para lograr
culminar sus estudios con éxito. Es una tarea en la que el manejo de dinero y de horarios
son las principales responsabilidades que tienen que sortear y que van aumentando de
acuerdo con el estilo de vida que deciden tener, pues aquellos que viven solos asumen la
tarea de sostener la casa donde viven y ello implica un aumento de sus obligaciones como
el pago de arriendo y de servicios (agua, luz, teléfono, televisión por cable, empleada, etc.).
Adaptarse implica, además, amoldarse al tamaño de la ciudad, pues estos jóvenes
provienen de ciudades pequeñas e intermedias donde las distancias son menores en relación
con las de Bogotá. Por eso, ubican su residencia cerca de la universidad para no tener
dificultades a la hora de movilizarse. De las cuatro universidades escogidas para la muestra
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(Sergio Arboleda, El Bosque, Javeriana y Externado), aquellos que estudian en la
universidad El Bosque son los que menos tardan en llegar a clase (18 de 25 encuestados) e
invierten 15 minutos para hacerlo. Lo mismo sucede con la Sergio Arboleda donde la
mayoría (16 de 25 encuestados) tardan exactamente el mismo tiempo. Cosa contraria pasa
con los costeños que estudian en las universidades Javeriana y Externado, pues demoran
entre treinta minutos y más de una hora para llegar. La razón para que esto suceda es la
ubicación de la universidad, ya que aquellas que están ubicadas al norte (El Bosque y
Sergio) le otorgan la facilidad a estos jóvenes de buscar un lugar cercano donde vivir por
ser sectores residenciales, mientras que aquellas que se ubican hacia el centro (Javeriana y
Externado) no permiten tener esa misma comodidad.
Igualmente, factores como las grandes distancias y las responsabilidades académicas
han hecho mejorar la puntualidad de la mayoría de los costeños (56%), mientras que el
tráfico junto con las distancias y la pereza, ocasionada por el frío capitalino, han sido la
causa de la impuntualidad de otros (44%). Lo que se observa entonces es que aquellos que
mejoran su puntualidad es porque logran adaptarse con facilidad a la ciudad, procuran no
dejarse afectar por la lejanía que hay de un lugar a otro, organizan su tiempo y comprenden
las responsabilidades que tienen a cargo. Por su parte, quienes tienen problemas para llegar
a tiempo es porque no se han adaptado del todo a la ciudad y no saben distribuir su tiempo
adecuadamente.
A parte de las distancias y las responsabilidades los universitarios de la Costa Caribe
han tenido que asumir otros cambios, como en la alimentación. Se estableció que ésta
definitivamente cambia al llegar a Bogotá y ese cambio es negativo porque los costeños
dejan de consumir los alimentos a los que estaban habituados. Es un proceso de
redescubrimiento de los alimentos donde la comida casera se vuelve el plato favorito de
82
estos jóvenes. Alejados de la facilidad de encontrar un plato de comida al llegar a casa
emprenden la tarea de resolver su alimentación y en ese proceso la mayoría prefiere pedir
un domicilio o ir a un restaurante, mientras que aquellos que optan por cocinar prefieren
preparar carne, pollo, pastas o una ensalada. La comida típica costeña como el arroz con
coco, el pescado, el mote de queso o el sancocho son platos añorados por los costeños y en
el afán por degustarlos emprenden la tarea de prepararlos -bajo instrucciones telefónicas de
la madre o de la abuela- o se dan a la tarea de encontrar un restaurante que se los provea.
Por su parte, el rol de universitarios los lleva poner en práctica actividades propias de
ese ambiente. El tiempo libre que tienen en la universidad lo aprovechan para reunirse con
sus amigos o para estudiar. Aquellos que prefieren estar con sus amigos escogen la
cafetería como punto de encuentro o lugares específicos que han demarcado como su
territorio y que todos reconocen como el sitio de reunión de los costeños. Por ejemplo, los
que estudian en la Javeriana suelen reunirse en ‘las escaleritas’, los de la Sergio Arboleda
en ‘los ascensores’ y los del Externado en ‘los balcones’. Tales lugares se pueden concebir
como auténticos guetos universitarios, pues son espacios adonde concurren únicamente
aquellos que son de la Costa Atlántica y donde se pone de presente la costeñidad. Los
temas que tratan son diversos y por lo general tienen que ver con su región como la música
vallenata, la comida costeña, sus ciudades de origen, la rumba, el amor, etc. En ese sentido,
a la hora de hacer amigos tienen más facilidad de interactuar con personas de su propia
región y, por eso, la mayoría de sus amistades son de la Costa Caribe (67%). Sin embargo,
no tienen inconveniente en entablar relaciones amistosas con personas de otras regiones y
los bogotanos (21%) son su segunda mayor cantidad de amigos, a pesar de considerar que
son personas aburridas por ser la antitesis de su forma de ser extrovertida, ruidosa y
parrandera.
83
Por otra parte, dentro de las rutinas que a diario practican, los costeños suelen dedicar
la mayor parte de su tiempo a ver televisión y la combinan con otras actividades como
navegar en Internet, leer y/o escuchar música; y dentro de los géneros musicales que
escuchan el vallenato es su favorito, seguido de otros ritmos caribeños tales como la música
tropical y el tropipop. Pocos tienen el hábito de practicar deporte y pasan la mayor parte de
su tiempo dedicados a actividades sedentarias.
Otro aspecto que implica cambios físicos es el vestido, pues el frío Bogotano los
obliga a cambiar su forma de vestir y su cuerpo se ve más abrigado que de costumbre. Sin
embargo, ello no les impide a estos jóvenes llevar atuendos menos cubiertos y son los
hombres quienes menos tienen dificultad para hacerlo, mientras que las mujeres prefieren
usar prendas más cubiertas. Pero a la hora de escoger el color de su vestuario, tanto
hombres como mujeres coinciden en tener tanto colores cálidos como oscuros en su
guardarropa, lo que demuestra que la Bogotá colorida de hoy se debe en gran parte a sus
habitantes, quienes han dejado de lado la idea de ciudad gris de antaño y le dan vida a
través de los colores vivos de sus atuendos.
Diferente a los cambios físicos, el proceso de adaptación de los universitarios
costeños implica transformaciones emocionales dadas por las relaciones familiares y
amistosas que establecen en Bogotá. La relación familiar es la primera en constituirse por
ser el primer vínculo que establecen los costeños al llegar a la Capital, pues sean parientes
lejanos o cercanos son las personas a las que primero se acude para conocer la ciudad.
Muchos de los jóvenes que llegan a cursar sus estudios universitarios en Bogotá lo hacen
porque tienen algún familiar que vive en esa ciudad, por eso el 92% de la muestra afirmó
tener al menos un tío en la Capital. Contrario a lo que se piensa no todos los costeños (42%
de la muestra) viven con sus parientes, sino que prefieren vivir acompañados de amigos
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para evitar conflictos como, por ejemplo, que los tíos quieran manejarles su tiempo e
imponerles reglas que no están dispuestos a cumplir; además, porque el deseo de ser
independientes les exige alejarse de todas aquellas personas que hagan llegar a oídos de sus
padres quejas por el comportamiento que asumen. Sin embargo, la mayoría de los que
conviven con algún familiar lo hacen con hermanos (27%) o primos (14%) que llegan a
Bogotá en las mismas condiciones, como estudiantes. Tanto los que conviven con parientes
como los que no suelen visitar a sus familiares con cierta frecuencia y hay otros que nunca
lo hacen. El 24% lo hace una vez al mes, el 23% nunca los visita, el 22% una vez a la
semana, mientras que el 17% frecuenta a sus familiares una vez cada dos meses. De lo
anterior se concluye que la mayoría de los universitarios costeños prefiere mantener el
vínculo con sus familiares a través de visitas que implican generalmente invitaciones a
comer o encuentros en fechas especiales como cumpleaños, grados, bautizos o momentos
menos gratos como la convalecencia o muerte de algún miembro de la familia.
Las relaciones amorosas es otro aspecto de la adaptación emocional que
experimentan los universitarios costeños en Bogotá, pues el vínculo afectivo que logran
tener con otra persona, cuando se vuelve fuerte, les transmite la seguridad necesaria para
amoldarse con más facilidad al nuevo entorno, ya que la pareja le ofrece el apoyo necesario
para equilibrar la carencia de afecto hogareño. En ese sentido, tanto los que dijeron tener
novio/a como los que no, al momento de responder la encuesta, valoran el noviazgo como
importante (31%), muy importante (18%) y extremadamente importante (18%). Sin
embargo, el noviazgo (32%) no le confiere la misma seguridad a los costeños que la que le
otorga tener amigos costeños (73%) y por eso los amigos son la base fundamental para que
los jóvenes de la Costa Caribe se adapten con menos dificultades a la vida bogotana, pues
con ellos se construye un vínculo afectivo dado por la experiencia de vivir y conocer la
85
ciudad que los acoge, y descubrir en ella intereses comunes que hacen más estrecha esa
relación.
Finalmente, la relación que se establece con la ciudad además de abarcar el aspecto
físico y emocional también se da en el ámbito simbólico, pues los universitarios del caribe
colombiano llegan a Bogotá cargados de una serie de imaginarios sobre la ciudad que se
legitiman o pierden su valor cuando la conocen. Es un proceso de descubrimiento de los
espacios y las formas de la Capital que inicia con las historias de aquellos que ya la
conocen y le ofrecen la percepción que de ella tienen. Por lo general, estos jóvenes llegan
con una idea de ciudad agradable (21%), peligrosa (17%), estresante (17%) y aburrida
(16%), pero pronto se dan cuenta de que más que agradable Bogotá es una ciudad que
ofrece muchas oportunidades educativas y laborales (29%). Además, la descubren como
una ciudad diversa culturalmente, pues alberga a personas de todo el país y es posible
conocer la tradición de cada una de las regiones a través del contacto con ellos, quienes se
convierten en embajadores de su tierra y portadores de una tradición que se integra a la de
la Capital.
Por consiguiente, conocer la ciudad genera nuevos intereses para los universitarios
costeños, porque la experiencia de vivir en una ciudad diversa y con una cultura abierta a
otros modos de pensar despierta en ellos inquietudes sobre su futuro una vez culminados
sus estudios universitarios. La búsqueda de trabajo o de seguir estudiando motiva a los
costeños a continuar la búsqueda de oportunidades en el extranjero o en Bogotá, mientras
que otros piensan volver a su ciudad tras oportunidades de trabajo prometedoras o por
simple apego a la familia y a la región.
De lo anterior, se concluye que los universitarios costeños experimentan un proceso
de adaptación a la ciudad en el que no pierden su identidad caribe. Ello se alcanza, en gran
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parte, porque establecen relaciones amistosas con personas de su propia región y eso les
permite sentirse en un ambiente más cálido, familiar y seguro. También se logra a través de
la puesta en marcha de prácticas caribeñas como la preparación de platos típicos de su
región, el uso de atuendos coloridos y poco abrigados, y el gusto que tienen por escuchar y
bailar vallenato, y otros género tropicales. A su vez, estos jóvenes logran adaptarse a
Bogotá, pues aceptan que están en una ciudad culturalmente distinta, donde los espacios
son más reducidos, las distancias son más largas y la forma de ser de su gente es menos
extrovertida que la de ellos. Finalmente, tienen la facilidad de establecer buenas relaciones
con lo bogotanos. Pero lo más importante es la unidad que tienen entre ellos, pues es la
manera más efectiva de hacer que sus tradiciones permanezcan a pesar de la distancia.
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IV
La Costa Caribe: una región vivida en Bogotá
Contar el proceso de adaptación de los universitarios costeños en Bogotá es una
manera de darle voz a un grueso de población que habita la ciudad, pero de la que poco se
sabe, a pesar de que la interfiere, la transforma y le da nuevos significados a sus espacios
tanto físicos como simbólicos. A partir de la investigación de campo (la encuesta y la
entrevista) se pudo constituir una mirada general del comportamiento de estos jóvenes tales
como sus hábitos, sus rutinas, sus responsabilidades y las relaciones afectuosas que
establecen. Sin embargo, aquella es una mirada anónima, más común y menos diciente de
quiénes son estas personas y cómo viven la ciudad. Por eso, es importante el rol que el
comunicador social y periodista desempeña, porque es este quien indaga, investiga y hace
interesante para los lectores temas cotidianos. En este caso, la aproximación personal del
periodista permite comprender mejor lo que significa la transición de la Costa a Bogotá y es
la crónica la mejor herramienta para lograrlo. A partir de ésta, se crea un relato de lo que es
ser costeño en Bogotá desde lo particular, es decir, a través de historias de jóvenes -que en
su rol de universitarios-, han tenido que adaptarse a la Capital y lo han hecho de diversas
maneras. Es una forma de acercar al lector a la experiencia de vida que han tenido estos
costeños y, también, la más fácil para hacer entender todo lo que implica ese proceso, pues
contar lo que una persona ha vivido permite que los espectadores puedan identificarse con
ellos o imaginarse las situaciones por las que estos han pasado.
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Así, para este trabajo se elaboraron tres crónicas que cuentan cómo ha sido el proceso
de adaptación de tres universitarias costeñas a partir del amor, la alimentación y el desamor.
La primera de ellas, María, una costeña entre amores y desamores, cuenta la historia
de María Cristina, una monteriana que ha vivido su proceso de adaptación a Bogotá a través
del noviazgo. Los hombres que han pasado por su vida han marcado su existencia hasta el
punto de descubrir con cada uno de ellos su espacio dentro de la ciudad.
Jackeline es la protagonista de la segunda crónica. Jacky y su lucha por la figura
perfecta, cuenta la historia de una costeña con problemas de alimentación dados por su
obsesión por estar delgada y su proceso de adaptación a la ciudad ha estado atravesado,
desde el principio, por los problemas que esto le ha desencadenado.
Finalmente, en la crónica Laura le tiene miedo a la soledad, encontramos la historia
de una joven que ha vivido su proceso de adaptación a Bogotá a partir de un amor obsesivo
y dependiente, del cual escapa al descubrir la importancia que tienen los amigos para ella.
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1. María, una costeña entre amores y desamores
Un fuerte portazo rompió la tranquilidad del edificio esa tarde. Los vecinos
acostumbrados a un silencio casi ensordecedor, salieron despavoridos en búsqueda del
responsable de aquel estruendo que había interrumpido su tan adorada calma. Pero la salida
fue en vano, porque ninguna sorpresa aguardaba a su asomo en el pasillo.
Del otro lado de la puerta, la incógnita responsable de aquella intranquilidad, se
sumergía en un llanto silencioso que apenas se delataba por la tristeza de su rostro. La
diminuta silueta de María Cristina, postrada en un rincón de su habitación, apenas se podía
percibir en medio de la inmensidad de su cuarto que ese día parecía más grande que de
costumbre. Más de una hora estuvo sentada en el suelo sin musitar palabra, tiempo que le
bastó para derramar las lágrimas que jamás pensó tener dentro de su ser. Un piso más abajo
Jerónimo se preparaba para salir con rumbo desconocido. Esa tarde dos corazones que
latían al unísono empezaron a palpitar de forma descordinada por primera vez en tres años.
La estabilidad en el amor pasó a la historia en la vida de María Cristina porque ella
así lo quiso. Tres meses divagando entre el apego que sentía por Jerónimo y el
estancamiento en el que se encontraba inmersa la llevaron a tomar aquella difícil decisión.
Decepcionada por el tiempo que malgastaba con su novio, un día tocó a su puerta.
Jerónimo, que esta vez no la esperaba con un beso, presintió que aquella visita no traía
buenas nuevas y por eso su saludo fue más seco que de costumbre. Esa tarde María Cristina
abrió su corazón para decirle a Jero, como lo llamaba de cariño, que su noviazgo ya no
podía continuar. Las razones que justificaban aquella ruptura se basaron en las necesidades
y expectativas que, como mujer, María Cristina tenía del hombre que estuviera a su lado.
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Nunca puso en duda el amor que por él sentía, sino su capacidad para aportarle cosas
nuevas de las cuales ella pudiera aprender algo; para él el estudio no era importante y le
estaba contagiando parte de esa pereza a María Cristina.
Un tanto desconcertado, Jerónimo trató de negociar aquella determinación con María,
pero fue en vano; su decisión ya estaba tomada. Se desencadenó una discusión de la que
María Cristina prefirió huir de inmediato -cual niña regañada por su padre- y un portazo fue
el último adiós que le dio a su amado Jerónimo.
Tenía que hacerlo, decía, porque no sentía que avanzaba y él ya no me aportaba
nada interesante para mi vida y yo no tenía ganas de estudiar, como antes.
Fue un tiempo de constantes altercados que se aminoraban por los escasos encuentros
pasionales que surgían de la nada. Cualquier momento del día era prudente para que la
discusión aflorara como surgen las disputas acaloradas de los políticos en pleno debate
electoral. Por eso el deseo de aquella ‘costeña’, con gustos de ‘cachaca’, de conocer el
mundo y descubrir sus excentricidades fue demasiado grande en comparación con el
encierro al que estaba condenada con el músico manizalita que alguna vez cautivó su
corazón.
María Cristina, una mujer apasionada por la buena lectura y por las aventuras que
devora en cada libro que descubre, confiesa que ser ‘costeña’ no ha sido impedimento para
que sus dotes de intelectual consagrada encajen a la perfección en una ciudad doce veces
más grande y más poblada que su natal Montería. Ocho años han pasado desde que llegó
por primera vez a Bogotá a estudiar Derecho en la Universidad Externado de Colombia,
esta carrera no llenó sus expectativas, así que la cambió por Comunicación Social en la
Javeriana, donde descubrió realmente quién era y lo que quería hacer con su vida.
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Desprendida de los tacones y las formalidades de una academia extremadamente
conservadora, convirtió los cómodos jeans y los informales Convers en sus prendas de
vestir favoritas. La sensación de estar libre de ataduras y de estrictas reglas de etiqueta fue
el inicio de una carrera forjada por la satisfacción de haber encontrado en la Literatura, más
que en el Periodismo, la razón de su existencia.
Luego de un tiempo de tener el estereotípico ‘look’ perfectamente arreglado de las
mujeres de la Costa, dejó al descubierto su negra cabellera recién liberada del rubio
estridente con el que llegó a Bogotá, cosa que hoy reconoce de manera burlesca mientras
revela la evidencia de su época de rizos de oro al sacar su cédula de ciudadanía y mostrar la
foto donde aparece una María Cristina de épocas pasadas.
El cambio vino con el pan debajo del brazo -como reza el viejo dicho de que cada
niño que nace trae consigo la buena fortuna-, porque con su nueva apariencia y la dicha de
tener un alma máter donde sentirse a gusto, María Cristina conoció a Jerónimo. Una
relación apasionada que nació de un cruce de miradas mientras cada uno tenía una pareja
diferente. Un bar fue el sitio del primer encuentro que despertó la mutua atracción. Esa
noche María Cristina llegó a un bar de la 93 acompañada de su pareja de turno, un músico
que tocaba, al igual que Jerónimo, en la misma banda; eran muy buenos amigos.
La coquetería fue el arma para conquistar el corazón de ese hombre, nos mirábamos
mucho- confiesa María Cristina mientras se mira encantada el rojo vivaz que colorea sus
uñas cortas.
La cercanía de sus casas los sumergió en un pronto romance que vivían
apasionadamente entre el tercer y cuarto piso de su edificio, y que su portero delataba
cuando alguien llegaba a buscar a María Cristina y antes de tocar a su puerta prefería
molestar a su novio con la certeza de encontrarla allí.
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Por eso María Cristina declara sin pena que el amor ha sido un actor constante en su
vida, producto, dice ella misma, de las dificultades que tenía para tener novio cuando vivía
en Montería. Bogotá se convirtió en el epicentro de sus relaciones amorosas, un refugio en
el que ha podido desahogar las pasiones reprimidas que desde el colegio aguardaban por ser
liberadas y que sus padres tenían todo el cuidado de frustrar ante el primer síntoma.
Desde su llegada a la Capital, María Cristina develó su desenfrenado gusto por los
hombres. A los quince días de estar en la ciudad, su innato coqueteo de mujer costeña le
bastó para hacerse de la compañía de un novio bogotano. Una aventura amorosa que pronto
llegó a su fin por sus irreconciliables diferencias regionales. Pero halló en el alma vallenata
de un valduparense9 llamado Ciro Castro la perfecta compañía para su época de pueblerina
recién llegada a la capital.
Ciro era un hombre jocoso y alegre, el típico joven de la Costa Caribe a quien le
gustaba el vallenato y demostraba ser más ‘costeño’ cuando los ‘cachacos’ se ufanaban de
ser de la capital con el propósito de hacerle sentir menos por su origen provinciano.
Con Ciro, dice María Cristina mientras arregla el escote de su blusa, la relación se
dio más por la pura necesidad de estar a lado de una persona que me entendiera y no me
criticara por mi forma de ser o de hablar, él era costeño y yo también así que teníamos en
común ser de la costa.
Así las interminables jornadas de estudio de Derecho Romano se convirtieron en
testigos de un romance que se prolongó por un año y seis meses, y que no dio tiempo para
percibir el final que pronto llegaría para María Cristina y Ciro. En una noche de parranda
en casa de Luis Gabriel, un amigo de colegio de María Cristina, el desencanto empezó a
9 Gentilicio de las personas que son originarias de la ciudad de Valledupar, la capital del Departamento del Cesar.
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rondar su corazón, al tiempo que Ciro le cantaba unos versos de amor a ritmo de acordeón.
Su concentración se alejaba del canto que emanaba de los labios de su novio, mientras su
mirada trataba de disimular su ausencia. En ese momento, sentada en el sofá de la sala de
su amigo, María Cristina empezó a cuestionar las razones que la hacían estar junto a un
hombre al que le encantaba el vallenato, una música de la que ella nunca fue amante y que,
hasta ese momento, soportó sólo por complacer a su amado. Entonces empezó a descubrir
en Ciro a un hombre lleno de defectos y que poco coincidía con la idea de novio que quería
para ella.
María Cristina fue quien tomó la decisión de terminar, porque el vallenato no era lo
suyo y estar al lado de un hombre que vivía la vida al son de las notas de un acordeón era
demasiado tortuoso para ella. En ese momento descubrió que la afinidad no era cuestión de
regiones, sino de gustos y los suyos y los de Ciro se encontraban tan distantes como el Sol
del planeta Tierra.
La ruptura de ese romance coincidió con la decisión de cambiar de carrera y de
universidad. Sentada en la mesa y tomando el desayuno con su padre le dijo que estaba
cansada de estudiar Derecho. El padre, despavorido, llamó a su mujer, que salió a las
carreras de la cocina con el delantal aún puesto, para enterarla de la noticia que a María
Cristina le costó dar a conocer. Días de reflexión invadieron la casa en Montería para que
María reconsiderara su decisión. En realidad, ella sólo contaba los días para volver a
Bogotá y salir del calor infernal de la sabana cordobesa. La convicción de aquella desertora
de las aulas de Derecho, superó la persistencia de sus padres, quienes tuvieron que aceptar
que las pretensiones de su única hija se hicieran realidad.
En julio de 2003 la informalidad se adueñó de su guardarropa y como intelectual que
es emprendió la conquista de una carrera desprestigiada por su relación con las reinas
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belleza. Su pasión por la lectura se hacía evidente por los comentarios que emitía en clase,
lo que le ganó la simpatía de sus compañeros. Su corazón no se quedó quieto en ningún
momento y sus necios ojos hacían un constante barrido en búsqueda del hombre de sus
sueños. Pero, encontró a ese chico en un bar y lo terminó despidiendo tres años después, un
piso debajo de su casa.
Aunque estaba abatida por el rompimiento con Jerónimo, María Cristina no cesó en la
búsqueda de su hombre ideal. Por eso se confiesa enamoradiza y de corazón loco. El amor
hoy la mantiene en un camino de exploración permanente. Poco tiempo después conoció a
‘Juanpi’, el hombre con quien emprendió su aventura por las ruinas de San Agustín y con
quien descubrió su gusto por los vegetales. Con unos cuantos kilos de menos se encontraba
enamorada de aquel hombre, un estudiante de ciencia política vegetariano que, aparte de ser
costeño, compartía con ella la pasión por la lectura.
María Cristina abría los ojos y encontraba la delgadez de su compañero -muy similar
a su contextura de niña a punto del desarrollo- haciéndole compañía, ella lo contemplaba
aún soñolienta pero con la satisfacción de haber encontrado el amor. Al día siguiente sus
ojos despertaban a la fuerza por los incandescentes rayos de sol que indiscriminadamente
alumbraban su cara. Superado el sueño descubrió al culpable de su prematuro despertar, la
figura semidesnuda de Juan Pablo, mirando a través de la ventana, le causó sorpresa,
porque la sensación que invadió su ser no fue la misma de la mañana anterior, sino la de
tener a su lado a un desconocido. Ahora ella miraba a su ‘Juanpi’ desilusionada porque su
corazón ya no latía con la misma fuerza con que lo hizo la primera vez que sus labios
hicieron contacto, en ese instante supo que no quería pasar su vida alimentándose con
vegetales y que la ausencia de carne en su plato era un sacrificio demasiado grande para su
voraz apetito carnívoro.
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Luego de ese adiós repentino, los ojos de María Cristina volvieron a cerrarse y a su
apertura era Andrés quien se encontraba a su lado, una sonrisa de felicidad emanaba
espontáneamente de su rostro porque él sí era el hombre que la hacía feliz. No le importó
que fuera menor que ella ni mucho menos que fuera cachaco, al contrario le encantaba,
porque el hecho de que no supiera bailar bien la salsa era una ventaja para ella que no
heredó los dotes costeños de ser una buena bailarina. Lo que le importaba, como ella misma
decía, era que Andrés es lindo y tiene buenos sentimientos. Pero su felicidad se desvaneció
por la contrariedad de haber encontrado en él a un niño que buscaba con quien comentar
sus problemas familiares. María Cristina se convirtió en su refugio para los problemas
ocurridos en su casa y más que un novio se portaba como un infante confundido y
problemático. Ella, no tenía tiempo para hacer el papel de mamá, sino el de una mujer en
busca de los brazos de Cupido, por eso no dudó en abandonarlo muy a pesar de su temor de
quedarse sola una vez más. Así despertó de aquel fantasioso romance que le duró el tiempo
suficiente para agotar el encanto del enamoramiento y las pasiones sentidas.
Una vez más volvió a cerrar sus ojos para entregarse a las mieles del amor, ahora el
hombre de sus sueños llevaba por nombre Jairo. Un romance que se gestó tiempo atrás
cuando, camino a clase, María Cristina se topó con él y cruzaron unas cuantas palabras
propiciadas por la atracción que ella le había producido. El tiempo pasó, pero el destino se
encargó de reunirlos en medio de los encuentros inesperados en la universidad. Su
emocionante encuentro coincidió con la llegada de Benicio a la vida de María Cristina, un
gato persa de ojos igual de rasgados que los de Jairo, pero con la ventaja de ser el gato de la
casa y el compañero permanente de María. Los enamorados rápidamente se vieron
inmersos en un idílico amor, un sueño profundo del que ella no quería despertar y que
gozaba con la misma intensidad con la que el reo disfruta de su día de visita en la cárcel.
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Sin embargo, Jairo se encontraba muy lejos de tener las cualidades de su hombre perfecto,
pronto descubrió que los 3 años que él le aventajaba en edad no lo hacían más maduro que
ella y una vez más tuvo que abrir los ojos para darse cuenta de que la persona con quien
compartía su vida no era más que un ser lleno de complejos, que no contrastaba con la
forma descomplicada como ella asumía la vida. Por eso, María Cristina apresuró su
despertar y la despedida no dio espera.
Cada paso que María Cristina daba en el amor le permitía descubrirse a sí misma.
Con Ciro supo que no era una costeña como las demás, de aquellas a quienes les gusta el
vallenato y estar rodeada de gente.
Nunca he sido de las personas a las que le gusta andar en condumios o con la patota,
por eso me defino como una costeña atípica, de esas que prefiere estar sola leyendo un
libro que armando desorden en la calle. Confiesa con toda tranquilidad María Cristina, al
tiempo que toma el teléfono y llama a su madre para contarle que, por primera vez desde
que tuvo su primer celular, había dejado botado aquel aparato en el asiento trasero del taxi
que la acababa de dejar en la puerta de la casa de una amiga.
Por eso vivir con personas extrañas fue una dificultad que tuvo que sortear por dos
años en Bogotá antes de tener su propio espacio. He vivido en todas las modalidades del
estudiante extranjero. Viví en casa de familia, viví con amigos de mis papás… y me iba de
esos sitios por circunstancias, no era porque saliera de pelea ni nada de eso: la amiga de
mi mamá se tenía que ir para Estados Unidos; donde los otros amigos de mi papá sí estaba
como incómoda porque había mucha gente; luego viví en un apartamento con otros
estudiantes, me tocaba compartir cuarto, la comida era horrible y mi papás pagaban un
montón de plata y no tenía privacidad… cada semestre me iba mudando y mi mamá acá
buscándome casa dónde vivir.
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Maria sin tilde, como le dicen de cariño todos los que la conocen, es una mujer
diminuta, de rasgos latinos y aunque su cuerpo no la delata como costeña, dice ella misma
que por su delgadez y la ausencia de un protuberante derrier y de un busto grande -típico
de las mujeres de su tierra-, parece haberse adaptado con facilidad a la vida en la capital.
Por eso, se siente más de esta ciudad que de su tierra natal, porque lejos de la limitada
oferta cultural de Montería descubrió que la vida tiene muchas formas de gozarse -más allá
del vallenato, la fiesta y las visitas obligadas con papá y mamá que no hacían más que
aburrirla- a través del teatro, el cine, la música y todas aquellas actividades que combinaban
a la perfección con su fama de lectora empedernida. Así pues, para ella la región no es un
inconveniente a la hora de enamorarse; antepone el corazón antes que las razones y en el
camino descubre a la persona a quien le entrega su corazón.
Con Jerónimo, el hombre con quien más tiempo ha durado, aprendió que es una
mujer con un enorme apetito de conocimiento que devora todo a su paso y para eso necesita
estar con alguien a quien, igual que a ella, le interese descubrir el mundo y se maraville con
el mágico universo de la literatura que tanto le encanta. Descubrir la Bogotá cultural está
dentro de los planes de María Cristina, es una actividad que la apasiona más que días y
noches enteras de encierro, por eso una relación basada en la monotonía no está dentro de
sus planes. Pero disfrutar abiertamente del amor ha sido posible con su llegada a Bogotá,
porque estar sola en la ciudad implicó, para María Cristina, alejarse del juicio moralizante
de la autoridad paterna que censura todo cuanto le parece inapropiado e impone reglas que
fuera de casa no tienen validez alguna. Así, dormir con su novio no le parece escandaloso y
lo considera una práctica normal de una pareja que se quiere y desea aprovechar todo su
tiempo juntas.
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Pero no todo es felicidad y dicha, porque disfrutar del amor no es lo único que María
Cristina adquirió al salir de su hogar. Aprender a comer ha sido una tarea que ha tenido que
enfrentar, después de diecisiete años de vida evitando las verduras y todo alimento que le
parecía desagradable.
Cuando vivía con mis padres era bastante consentida. Lo que me gustaba lo comía,
cosas muy restringidas, lo que no me gustaba no lo comía, lo reemplazaban por otra cosa.
Era bastante caprichosa…llegué acá y la primera experiencia que tuve fue la de un novio
que tuve, rolo, de familia súper fifí, además, y fuimos a un restaurante italiano, recuerdo, y
me dan un antipasto y yo no comía ni media verdura. Entonces me tocó por pura
vergüenza, por no quedar mal, comer y eso fue lo peor que me pudo pasar. Contaba María
Cristina mientras probaba la primera bocanada de la Ensalada César que había pedido para
almorzar.
Desde aquella anecdótica experiencia empezó a apreciar las propiedades naturales de
las verduras hasta el punto de enamorarse de un vegetariano, pero no lo suficiente para
dejar de lado el exquisito sabor de la carne. Sin embargo, María Cristina de la cocina
prefiere no hablar. Siempre fue negada para la culinaria y lo máximo que llegó a hacer fue
un curso improvisado de pastelería que no llegó a ninguna parte. Eso no es un dolor de
cabeza para ella y lo ha resuelto con sólo pedir un domicilio o hacer que su empleada le
prepare algo de comer.
María Cristina, que prefiere vestirse con colores vivos como si estuviera en la costa,
es una mujer enamoradiza, que en su constante búsqueda del amor no ha tenido miedo de
tomar el riesgo de intentarlo una y otra vez. Aunque aún no encuentra a su hombre perfecto,
aquellos que han compartido un rato de su tiempo con ella le han permitido descubrirse
como una mujer independiente que goza de su soledad, que llevada por sus pasiones no
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reprocha sus desaciertos en el amor, sino que a partir de ellos toma fuerzas para
redescubrirse una y otra vez.
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2. Jacky y su lucha por la figura perfecta
Un dolor de cabeza se le había desencadenado esa tarde. Jackeline, parecía portadora
de la peor enfermedad cuando la ví derrumbada en la cama sin querer pronunciar palabra.
Su padre llamaba insistentemente a su celular y ella lo ignoraba para no darle explicaciones
sobre el dolor de cabeza que la aquejaba. Entonces me sorprendió la vibración de mi
teléfono, el padre de Jacky había optado por llamarme a mí al ver que no tenía respuesta de
su hija. No tuve más opción que contestar y después del saludo protocolario se apresuró a
preguntarme por la niña de sus ojos, en ese momento tuve que mentir y decir que no estaba
en casa para no ganarme la antipatía de mi amiga. Ése era un cuadro que se repetía una y
otra vez por el deseo desenfrenado de Jackeline por recuperar su delgadez.
Antes de llegar a Bogotá, Jackeline dividía su tiempo entre el colegio y el gimnasio.
Mantener su esbeltez era su prioridad para evitar que la gordura se tomara su cuerpo y
delatara aquella condición hereditaria que muchas veces ha deseado no tener. Con esa
rutina llegó a Bogotá, tenía 16 años cuando la conocí en la Universidad El Bosque.
Recuerdo que llegué a vivir con ella por la cercanía que había entre su casa y la
Universidad. Me encontré con una niña consentida –la menor de tres hermanos-, con un
sentido de responsabilidad que la hacía brillar en la clase y formada con los valores típicos
de las familias costeñas que le inculcaron la importancia de la pureza de la mujer y del
amor por su cuerpo.
Bogotá implicó para ella un cambio de 180 grados en su vida. Pronto empezó a
descubrir que todas las horas de sudor y cansancio invertidas en Montería se iban a la
basura porque se estaba engordando y no tenía tiempo para ir al gimnasio, sino para
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estudiar. Sin embargo, acordamos entrar a un gimnasio cercano al apartamento con el fin de
no perder la rutina adquirida tiempo atrás. Unas diez cuadras nos separaban de aquella
máquina de cuerpos hermosos, diariamente hacíamos el recorrido motivadas por el sueño
de tener la figura perfecta. La rutina implicaba sacrificios como madrugar para ir al
gimnasio antes de clase o llegar tarde a casa después de una extenuante jornada de escalada
de montañas imaginarias en la sala de spinning. Así anduvimos Jacky y yo los primeros dos
meses, pero las obligaciones universitarias pronto empezaron a interferir. Rápidamente dejé
de hacer ejercicio, mientras que ella trataba de cumplirle a su cuerpo tan rigurosamente
como lo hacía con la universidad. Pero lo segundo se impuso sobre lo primero y las idas al
gimnasio fueron cada vez más intermitentes. Aún así, ella tenía un as bajo la manga: la
dieta empezó a tomar más importancia en su vida.
Su celular volvió a timbrar. Agobiada por la insistencia de su padre decidió contestar
para darle las explicaciones correspondientes. Aquél día, Jackeline no había probado
bocado desde la mañana y eso le desencadenó una migraña desesperante. Sin embargo,
tuvo la habilidad para disfrazar aquella feroz dieta con la falta de plata para tener un
mercado decente. Del otro lado del teléfono, la voz preocupada de su papá se escuchaba
culpable por la carencia de su hija y cortó la llamada con la promesa de consignarle dinero.
Indudablemente Jackeline era muy astuta para envolver a su padre, de esa manera se libraba
de un regaño y obtenía la plata suficiente para financiar cuanto tratamiento para adelgazar
hubiese.
Ese mismo día, ya entrada la noche, su hermano Carlos llegó preocupado a la casa
por el estado en que Jackeline se encontraba, ella y yo estábamos conversando, en la
habitación que compartíamos, cuando él abrió la puerta para preguntarle cómo estaba.
Contó que su papá lo había llamado agobiado por el estado de salud de Jackeline y lo hizo
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salir más temprano del trabajo para que atendiera la enfermedad de su hermana menor.
Carlos, apenas la vio, supo que el problema de hambre que tenía no era por falta de plata
sino por sus locas dietas. Inmediatamente llamó a su papá para hacerle saber lo que
sucedía. En ese momento Jackeline se supo descubierta y argumentó que estar delgada era
una prioridad para ella porque no podía perder el físico que había obtenido en Montería. Su
papá asumió aquella actitud como un problema de vanidad femenina y, aunque presto a
satisfacer sus caprichos, le dio una reprimenda que, más que un regaño, pareció un arrullo a
los oídos de su hija.
Al igual que el desorden alimenticio que padecía, mantenía en perfecto caos la casa
donde vivía. Su habitación, aquella que compartía conmigo, sólo recuperaba orden cuando
la empleada llegaba los sábados a asear el apartamento. Entre libros, papeles, zapatos y
ropa tirada por doquier se movía con la naturalidad de tener todo en su puesto. Una que otra
vez le entraba el arrebato por organizar su desorden para que yo no me sintiera incómoda,
pero era cuestión de horas para que la habitación se convirtiera nuevamente en un tiradero.
Pero ¿qué se podía esperar de ella? Acababa de salir de su casa -donde todo se lo hacían-
para enfrentar una vida menos cómoda y hechos tan simples como arreglar una cama se
habían convertido en su pesadilla porque jamás estaba dentro de sus obligaciones
matutinas.
Al vivir en Bogotá no era la primera vez que Jackeline se alejaba de sus padres. A los
8 años ingresó al Gimnasio Vallegrande de Montería, allí empezó a vivir la experiencia de
estar lejos de su hogar y amparada tan solo por el cuidado de su hermano, que cursaba la
secundaria en el mismo colegio, se fue acostumbrando a una vida menos hogareña de la que
tenía cuando estudiaba en Lorica, a 45 minutos de la capital de Departamento de Córdoba,
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donde vivía con su familia. Por eso, llegar a Bogotá y estar aún más lejos de su familia no
la afectó tanto como perder su delgada figura.
El clima y la poca destreza para combinar los alimentos se convirtieron en obstáculos
para Jackeline. El sobrepeso comenzó a rondarla y pronto empezó a ganar los kilos que
durante muchos años había evitado con ejercicio. Fuera de los temas de la universidad,
pasaba horas enteras en busca de dietas o cualquier método para bajar de peso rápidamente.
Muchas veces la veía comer solo manzanas en todo el día y cuando su hermano le
preguntaba si quería almorzar salía con la excusa de que no tenía hambre. Pasaba días
enteros a punta de frutas, mientras su organismo se preparaba para hacerle huelga y exigirle
comida de verdad. Un sábado se despertó con un hambre voraz y, para sorpresa mía, ese día
decidió comer bandeja paisa, fuimos a un restaurante y pidió la más grande, y con ansiedad
hizo desaparecer en cuestión de minutos los ocho ingredientes que componían aquel
suculento plato.
Temporadas largas sin comer eran seguidas por épocas placenteras en las que resolvía
alimentarse bien. Sin embargo, ese desorden alimenticio pronto hizo aparecer en Jackeline
un problema más grande que un simple dolor de cabeza. Un martes, a las 9 p.m. fue a parar
a la Clínica Santa Fe por un dolor que la aquejaba, el médico que la atendió le declaró
colitis desencadenada por un problema de estreñimiento mal tratado. Por la tarde empezó a
sentir los estragos de su inestable apetito, no podía eliminar los alimentos que había
consumido hacía cinco días y, pensando en que aquel malestar se solucionaría con comer
algo que le regulara su organismo, se dedicó a llenar su estómago de granadillas y lácteos.
Jackeline encontró en la cura el comienzo de su enfermedad. Un poco incómoda por tener
el estómago inflamado se puso el uniforme, se vio en el espejo, tomó su bolso, abrió la
puerta y bajó los cuatro pisos de su edificio rumbo a clase de dos de la tarde. Había
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caminado las dos cuadras que la separaban de la universidad, cuando la encontré en la
puerta e inmediatamente la cuestioné por su ausencia aquella mañana, sólo me dijo que no
se sentía bien. Sentada en la parte de atrás del salón junto con sus amigos más cercanos, el
‘Costeño’ y Edith, trató de poner atención a lo que decía profesor, pero en ese momento su
estreñimiento comenzó a hacer metástasis. Tan pronto finalizó la clase Jackeline decidió
dejar de lado su responsabilidad académica para atender el mal estado de su cuerpo. No
hallaba una posición que la ayudara a sentirse mejor: al sentarse experimentaba un
profundo dolor porque todo el peso de su cuerpo recaía sobre el colon, si se acostaba boca
abajo era peor porque su hinchado estómago no soportaba tal presión, lograba una
estabilidad momentánea cuando se acostaba de lado, pero era cuestión de minutos para que
el dolor encontrara la manera de hacerla sufrir. Al borde del llanto, Jackeline llamó a su
papá y entre los dos decidieron que lo mejor era que fuera a la clínica. Desde ese instante
las llamadas de su padre se incrementaron y permanentemente bombardeaba a Jackeline
con preguntas que le dieran como respuesta buenas noticias de su estado de salud. Yo era
su única compañía en el pabellón de urgencias de la clínica; aquel olor insoportable a
medicamentos me provocaba salir corriendo de allí. Un lavado estomacal le dio fin a la
pesadilla de mi amiga. Una enfermera, ya mayor, fue la encargada de aplicarle aquella
dolorosa cura que fue, para Jacky, una inesperada y necesaria agresión a su intimidad.
Desde aquel tortuoso episodio Carlos, su hermano, estaba pendiente de que ella
consumiera las tres comidas diarias por instrucciones de su padre. También estaba yo, su
compañera de cuarto, que le insistía en que se alimentara bien y dejara de matarse de
hambre.
Quizá ese fue el campanazo para que Jackeline despertara de esa obsesión o quizá fue
la visita a un cirujano lo que la convenció de que operarse era la mejor forma de quitarse
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ese peso de encima. Anduvo con esa idea varios meses, mientras se le despertaba un
apasionado gusto por el vallenato. Rápidamente la descubrí hecha una experta en el tema,
con facilidad identificaba la diferencia entre un son, un paseo, un merengue y una puya.
Además de saberse los distintos aires del vallenato, mostraba predilección por la música de
Silvestre Dangond de quien asegura ser su seguidora número uno.
Su hermano Carlos, que la conoce muy bien, aún no sale de la sorpresa de ver a su
hermana convertida en una ‘vallenatóloga’, como la denominó por saber más de vallenato
que él. Y es que Jackeline no daba señales de estar así de cerca de apasionarse por el folclor
de la Costa Caribe y, en cambio, mostraba apatía por ese género musical que le parecía
‘corroncho’. Fue en Bogotá donde afloró ese interés, porque en su época de colegiala el
“pop” llenaba todas sus expectativas en cuanto a música se refiere. Su afición por el
vallenato la ha tomado con la misma seriedad con la que emprende cada proyecto en su
vida, por eso se ha ganado la amistad de músicos y cantantes que hoy la identifican como
una seguidora acérrima.
‘El Rey’ es su amigo más cercano dentro del mundo vallenato. Con él, Jackeline
construyó una amistad entrañable luego de que tuvo la oportunidad de estar en el escenario
en el que Silvestre Dangond daba su espectáculo. Su amigo tocaba la guacharaca y al
término de la tanda intercambiaron algunas palabras con las que ella le manifestó su
felicidad por estar en aquel toque. A partir de allí las llamadas iban y venían, así ella se
mantenía al tanto de los movimientos de su ídolo, Silvestre. La felicidad la embargaba cada
vez que ‘El Rey’ le anunciaba su llegada a Bogotá, se le abría la oportunidad de gozar de
una buena parranda vallenata por cuenta de su amigo que la dejaba entrar gratis a sus
presentaciones. Aquella era una travesía, porque debía esperar el momento en que su
cantante favorito entrara al sitio del espectáculo para camuflarse como una más de los
106
integrantes de su conjunto musical. Pero el inconveniente más grande era su padre, a pesar
de estar fuera de la ciudad llamaba constantemente a Jackeline para enterarse de sus
movimientos y ella pecó por ingenua las primeras veces al contarle lo que planeaba hacer.
Jackeline aprendió a mentir para que la sobreprotectora ausencia de su padre no
afectara sus intereses. Así pudo disfrutar grandiosas parrandas que se extendían hasta la
madrugada. Sin embargo, aún tenía que lidiar con la presencia de su hermano que, por no
responsabilizarse de lo que le pudiera pasar, prefería contarle a su papá los movimientos de
ella. Fue una lucha constante para lograr la libertad de hacer lo que ella quería. Más de una
vez se sumergió en agitadas discusiones telefónicas con su padre y la rabia la invadía hasta
el punto de gritarlo.
Una vez, recuerdo, apagó el celular para que no la llamaran mientras estábamos con
unos amigos en un bar. Esa noche se desentendió de lo que pudiera pensar su familia y se
dedicó a disfrutar de la rumba. Aunque sabía lo que iba a pasar a su llegada a casa, la
sensación de tener la libertad de hacer lo que deseaba no le permitió sentir arrepentimiento
alguno. Apenas salimos del sitio se apresuró a prender el celular y la llamada de Carlos lo
hizo sonar inmediatamente. ¿Dónde estas?, de forma tajante preguntó. Ella, algo inquieta,
le respondió que iba saliendo de la casa de su amiga Patrick. Apenas había tomado un taxi
rumbo al regaño trasnochado de su hermano y en el camino planeaba junto conmigo la
excusa para esconder el verdadero motivo de su tardanza.
Un día el dolor de cabeza volvió a alterar su tranquilidad y una vez más se las arregló
para que su papá le enviara dinero. La pereza por cocinar agravaba su situación, más aún
cuando la pila de platos y ollas sucias no le permitía siquiera encontrar una cuchara limpia
dentro de la cocina. Sin embargo, no hacía esfuerzo alguno por limpiar.
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El amor no estuvo exento del desorden en que estaba convertida la vida de Jackeline.
Enamorada de Luís Miguel, un barranquillero que conoció en su época de colegiala,
descubrió la amarga experiencia del engaño. Luego de un año de relación forjada por la
distancia, él en Bogotá y ella en Montería, Jackeline vio la posibilidad de estar con su novio
a su llegada a Bogotá. Fue un amorío a espaldas de su familia, pero que con el tiempo se
hizo evidente y su padre no tuvo más remedio que aceptarlo. Muchas veces me convertí en
la cómplice de los encuentros furtivos entre ellos dos. Cuando su hermano estaba en el
apartamento, salíamos juntas con el pretexto de estudiar donde una amiga, pero yo sólo la
acompañaba hasta su encuentro con Luís Miguel y esperaba su llamada para estar juntas de
regreso a casa. Una y otra vez empleábamos la misma fórmula, hasta que un día Jacky
recibió la llamada de una mujer que decía ser la novia de Luís Miguel, en ese instante se
nubló la felicidad de su rostro. La desconfianza empezó a rondar su cabeza y la llevó a
atender un nuevo llamado en el que le advertían que su novio estaría con otra mujer en un
centro comercial. Acudió al lugar y sus ojos incrédulos vieron aquello que se negaba a
aceptar. Yo desconocía aquella circunstancia e ingenuamente le pregunté por Luís Miguel y
ella, con lágrimas en los ojos, me contó su pena. Aún no salía del asombro cuando me
confesó que había sido una estúpida, una tarada, una ingenua por haberse enamorado de
un tipo que no la tomaba en serio. Unas horas antes confrontó a su novio junto a la mujer
que lo acompañaba y el golpe fue más grande cuando apareció una tercera.
Es que no éramos dos, sino tres. El estúpido ese se burló de mí, pero yo sí lo insulté y
trató de pararme. Decía Jackeline envuelta entre la cobijas y con una cara que irradiaba
rabia e impotencia por haber sido engañada
Desde aquella ruptura Jacky le dio la espalda a los hombres por un buen tiempo,
aunque intentaba ocultar su tristeza por lo que le había hecho Luís Miguel era evidente que
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su corazón seguía roto en mil pedazos. Por eso decidió dedicarse de tiempo completo a la
universidad, siempre sacaba las mejores notas y todos sus compañeros, incluso yo, la
buscábamos para que nos explicara los ejercicios de física.
Hoy tiene 19, sigue concentrada en la universidad y la obsesión por bajar de peso la
acompaña siempre. Ya no vivo con ella, pero cada vez que me la encuentro llego a la
misma conclusión: su vida es un completo desorden, come a deshoras, aún deja la cama sin
arreglar y la pila de platos crece y crece sin parar. Pero ya trabaja, quizá eso le ayude a
poner en orden su vida, porque las responsabilidades que adquirió son grandes y requieren
madurez de su parte.
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3. Laura le tiene miedo a la soledad
Tres años dependiendo de un amor nocivo fueron suficientes para que Laura
despertara de ese letargo que la tenía siempre entre el amor y el odio. Enrique era su amigo
de toda la vida hasta que en unas vacaciones de mitad de año el ambiente cartagenero hizo
despertar la química entre los dos. Él no era el novio convencional que toda madre quiere
para su hija, siempre fue el chico diferente de la clase y los constantes conflictos y
problemas con las drogas lo tenían sumido en un mundo de perdición. Quizá por eso se
enamoró de Laura, la mujer que lo vio con ojos amorosos y no con la mirada crítica de
aquellos que juzgan a quienes se dejan tentar por los narcóticos.
Era la segunda vez que se le escuchaba a Laura hablar de un novio y la felicidad que
la embargaba era inmensa, a tal punto que fue celebrada por sus padres quienes no la
habían visto tan sonriente desde la ruptura con su novio sanandresano. Es que Laura, a
pesar de ser una persona extrovertida y tierna, no tenía éxito con los hombres porque su
cuerpo no se adapta al imaginario de la mujer perfecta; es, como dicen las mamás,
“rellenita”. Por eso, se enamoró locamente de Enrique, el hombre que la vio como mujer y
no como la gordita divertida, buena gente, la mejor amiga de todos y la que nunca hace un
levante.
Para la época en que se enamoraron, Laura había decido prolongar su estadía en
Cartagena por un semestre, no quería volver a Bogotá donde apenas había culminado su
tercer semestre de Comunicación Social en la Javeriana. Era un momento en el que
atravesaba por una crisis existencial que no la dejaba ver con claridad lo que quería hacer
con su vida, descubrió que la Comunicación no era lo suyo y quería volcar todas sus
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energías en algo que la dejara poner en práctica su potencial creativo, por eso decidió
estudiar Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena. Aquellos seis
meses fueron pura felicidad, alcanzada más por el noviazgo que tenía con Enrique que por
haber encontrado en la Tadeo el sitio perfecto para demostrar y pulir sus habilidades.
La noticia de que Enrique viajaría a Bogotá a estudiar Ingeniería de Sonido
nuevamente turbó el panorama de Laura, la perfección de vivir en Cartagena se tornó
problemática porque se descubrió nuevamente sin una razón para querer seguir sus
estudios. Con unos padres flexibles, sobre todo su madre, no tuvo inconveniente alguno
para convencerlos de volver a Bogotá y nuevamente se reintegró a la Javeriana y, aunque
justificó su regreso con el bajo nivel educativo que estaba recibiendo en Cartagena, su
verdadera razón fue el viaje de su novio a la Capital.
Así, empezó el verdadero idilio de amor entre Laura y Enrique. Con una convivencia
menos austera y cada vez más intensa, la vida en Bogotá se convirtió para Laura en una
mezcla de idas y venidas entre la universidad y su adorado tormento. Para ella los amigos
pasaron a un segundo plano, sólo tenía tiempo para dedicarle a su novio y las obligaciones
universitarias eran atendidas con afán. Contaba con la complicidad de Cristina, la dueña de
la casa donde vivía, y pasaba la noche junto con Enrique sin que su madre se enterara.
Transcurrían días sin volver a casa y con una llamada le anunciaba a Cristina que se
ausentaría, sólo volvía por ropa y nuevamente se apresuraba al encuentro con su amado.
Después de año y medio de relación, Laura ya no vivía en la residencia de Cristina.
Había arrendado un apartamento que compartía con una compañera de la Universidad y que
le servía para doble propósito. Por un lado, alojaba a su madre las veces que le tocaba
chequeo médico en el Hospital Militar para evaluar que el cáncer no volviera a tomar su
cuerpo y, por el otro, era el escenario de los apasionados encuentros con Enrique.
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Sin embargo, el siguiente año y medio de relación tuvo sus altibajos y terminaron por
darle fin al noviazgo entre Laura y Enrique. Él, a pesar de sentir un profundo amor por ella,
no se negaba la oportunidad de poner sus ojos en otras mujeres. Cada vez que llegaban las
vacaciones el comportamiento de Enrique cambiaba y del amor que se profesaban en
Bogotá pasaban al odio por las constantes peleas que protagonizaban en Cartagena. Estas
escenas se repetían dos veces al año, en vacaciones de junio y en vacaciones diciembre por
causa de las infidelidades de Enrique. Pero Laura estaba tan necesitada de amor que era
capaz de perdonar sus faltas. El temor por estar sola en Bogotá, sin la compañía de alguien
que la hiciera sentir importante, la hacía volver una y otra vez al refugio que Enrique le
brindaba. Aquello, se había convertido en un círculo vicioso que la sumergía en una
contradictoria relación que se debatía entre el amor y el odio.
La dependencia que tenía por ese noviazgo pronto se convirtió en una trampa casi
mortal. Las infidelidades de Enrique la estaban volviendo loca hasta el punto de querer
morir, nunca lo intentó, pero más de una vez se le pasó por la cabeza la posibilidad de
suicidarse. Así lo plasmó en una carta que escribió en un momento de desesperación. Sola
en su habitación, Laura lloraba y lloraba, no concebía la vida sin su novio, todo su mundo
giraba alrededor de él y la idea de no tenerlo la hacía sentir insignificante, desamparada,
sola. Sentimientos de rabia, tristeza, desesperación e impotencia la cegaron hasta el punto
de pensar que su vida no valía nada, no era suficiente tener unos padres y un hermano que
la quisieran, su vida era Enrique y nada más. Se criticaba a sí misma, que todo era culpa de
ella por no ser la niña bonita y delgada.
¿Quién va a querer a una gorda fea como yo? Se reprochaba.
Por fortuna, aquella carta sólo fue una manera de desahogarse, de sacar toda la rabia y
la tristeza que la carcomían por dentro. Es un secreto que sólo ella conoce, que no comparte
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con nadie y que guarda los sentimientos más dolorosos que jamás había sentido. Quién sabe
cuántas veces más habrá querido morir, porque aquella carta era la evidencia de uno solo de
los tantos momentos penosos que tuvo que pasar por culpa de Enrique.
Hoy, ya sanadas las heridas por aquella relación enfermiza, Laura cuenta que el amor
la tenía cegada y no veía lo manipulable que era ella para Enrique, pues desde que se supo
el centro de su vida emprendía la reconciliación a partir de amenazas que la convencían de
que ningún otro hombre la iba a querer. Entonces, el amor se convirtió en dependencia, en
apego por la única persona que creía que estaba interesada por ella. Y sí, él estaba
interesado en ella, en la estabilidad que le daba estando en Bogotá, de la vida llena de
comodidades que sin Laura no se podía dar, pues las salidas a comer, a cine, a rumbear eran
pagadas por ella. Laura se había convertido en la benefactora de Enrique.
Cada vez que me busca es para solucionar problemas de plata y yo no puedo estar
haciendo el papel de su mamá todo el tiempo, decía Laura mientras recordaba una de las
tantas veces que había terminado con Enrique y él se apareció en su casa para que le
prestara plata porque su papá no le había consignado.
Aquella era una relación de dependencia mutua. La de Laura era por afecto y
compañía, mientras que la de Enrique, aunque quizás sí sentía afecto por ella, necesitaba
más su dinero y su capacidad para solucionarle los problemas.
Un día ella dijo ya no más. Se había cansado de recoger los pedazos de su corazón
roto y se dedicó a revivir las viejas amistades que había olvidado por estar consagrada al
amor. Empezó a salir, todos los días tenía planes que mantenían su mente ocupada y la
hacían olvidarse por momentos de su adorado tormento. Sin embargo, al llegar la noche se
descubría sola, sin nadie que le diera un abrazo o le dijera alguna palabra de cariño y el
llanto se adueñaba de ella. Así paso el último mes antes de finalizar el semestre, pero llegar
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a Cartagena y reencontrarse con su familia y con sus amigos de infancia le dio las fuerzas
para no mirar hacia atrás. Entonces, llegó el momento en que Enrique ya no le hacía falta,
ya no extrañaba su compañía, ni sus besos, ni sus abrazos, había logrado la paz que
necesitaba para querer seguir viviendo.
Pero la ruptura fue dolorosa y no porque ella estuviera todavía muriendo de amor por
él, sino por el último encuentro en el que se dieron el adiós definitivo. La conversación que
comenzó con un irónico hola ¿cómo estas?, pronto se volvió ofensiva. Enrique le comenzó
a reprochar lo fácil que lo había olvidado, mientras que ella le echaba en cara las tantas
veces que la había engañado. Pero las ofensas no fueron solo para ellos dos y el tema
familiar salió a relucir. Enrique siempre fue su punto de apoyo cuando se presentaban
dificultades en su casa, Laura le contaba los problemas de sus padres y él sólo la escuchaba
y la animaba cuando la veía acongojada por esas circunstancias. La última vez que eso
pasó, Diego, su hermano, había perdido el año y su papá, preso de la ira, perdió el control
con la noticia hasta el punto de agarrarlo a golpes. Aquel era el escenario en Cartagena,
mientras ella, en Bogotá, protagonizaba su propio drama al estar presa de la impotencia de
no poder hacer nada para remediar lo sucedido. Fueron momentos de angustia en los que
sintió odio por su papá y pesar por su hermano y su mamá quienes estaban a merced del
carácter furibundo de él. Las cosas no estaban muy bien con Enrique, pero acudió a él como
la tabla salvación que la ayudaría a pensar con claridad. Sin embargo, eso no fue así, pues
él estaba de vacaciones en Cartagena y tomó una actitud desinteresada frente a los
problemas de Laura, tenía amigos y planes en mente que le resultaron más importantes. En
esa última pelea, la gota que llenó el vaso, entre insultos que iban y venían, fue que Enrique
se atrevió a decirle lo que en voz baja pensaba de su familia. A su madre la trató de
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cobarde, a su hermano de tonto y a su padre de troglodita. Aquello fue suficiente para que
Laura no lo volviera a ver más.
Ahora disfruta plenamente de la compañía de sus amigos, sale, baila, canta y se
divierte. Siente que no necesita a Enrique para poder vivir, ya no se le va el aire por no
tenerlo cerca y hasta planes de trabajo tiene en mente. La publicidad sigue siendo su pasión
y ahora que no tiene novio que le ocupe todo su tiempo, quizá la tome con seriedad.
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Conclusión
Conocer el proceso de adaptación de los universitarios de la Costa Caribe en Bogotá
fue un proceso de investigación que permitió descubrir como asumen estos jóvenes la vida
en la Capital e implicó la recolección de información a través de herramientas
investigativas y periodísticas tales como la encuesta y la entrevista.
A través de la encuesta se conoció que los universitarios costeños que estudian en
Bogotá suelen ser muy unidos y acostumbran a agruparse alrededor de prácticas o temas
que ponen en común su origen, tales como escuchar, bailar y cantar vallenato; hablar de la
comida que les gusta o de los sitios que visitan cuando viajan a la Costa. Ello se evidenció
al momento de realizar la encuesta, porque quienes la diligenciaron se encontraban juntos a
la hora de hacerlo y entre ellos mismos convocaban a otros costeños para que lo hicieran.
Se pudo conocer el carácter receptivo y colaborador que se da entre ellos y la importancia
que le otorgan a la amistad como base fundamental para sobrevivir a los cambios físicos,
emocionales y simbólicos que experimentan al llegar a Bogotá, puesto que es un camino en
el que adquieren mayor responsabilidad a una edad temprana y el buen manejo de ellas les
garantiza el éxito académico.
Por su parte, la puesta en práctica de la entrevista permitió conocer a profundidad el
carácter de tres de los cien encuestados. Personas que han tenido diferentes experiencias a
partir de las cuales se han amoldado a la ciudad y que les han permitido descubrir sus
miedos, sus virtudes, sus defectos, sus amores y sus odios. Es un redescubrimiento en el
que los jóvenes costeños miden sus capacidades para sortear dificultades amorosas,
amistosas, académicas o físicas que les permiten conocer sus debilidades y fortalezas.
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Por eso, el valor de este trabajo radica en sus protagonistas, los jóvenes costeños.
Personas que emprenden el camino hacia la adultez desde muy temprano, pues salen de su
región, aún siendo unos adolescentes, en búsqueda de mejores oportunidades de estudio y
en el camino descubren que esa es solo la primera de muchas de las metas que quieren
alcanzar.
Finalmente, este trabajo fue un proceso de aprendizaje que puso a prueba mis
capacidades como periodista, pues requirió de mí un compromiso por contar buenas relatos
y volver interesante un tema, en apariencia común, pero que a partir de la investigación
develó un escenario rico en historias que necesitaban ser contadas.
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