iliada, pavadas
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El tema sobre el que deseo discurrir es sobre la ética en el mundo Homérico. Esto
quizás me lleve a otros espacios, como el de los dioses Olímpicos y su relación con los
hombres y la psicología y antropología homérica. Pero, todo esto, siempre intentando
que el eje se vuelva sobre el aspecto ético de los Héroes.
Lo primero que hay que mencionar es que la sociedad homérica es de corte
netamente aristocrático y, a diferencia de otras sociedades donde la casta dominante es la
casta sacerdotal, en esta la casta guerrera tiene preponderancia. Esto es importante ya
que determina el tipo de ética imperante en esta clase guerrera. Uno podría pensar que,
en una sociedad donde los guerreros tienen un estatus subalterno, el valor moral supremo
para ellos sería el de la obediencia. En Homero, esto no es así. Y, de hecho, es la casta
sacerdotal la que tiene un papel secundario.
En el primer capítulo vemos como el adivino calcantes .
Si bien los sacerdotes no tienen el mayor estatus, la cultura no deja de tener un
carácter religioso, solo que una religiosidad ligada en mayor medida a esta casta guerrera.
En cierto sentido, parecen haber ciertos límites que se le imponen a los Héroes hace que
existan ciertos límites que los héroes no deben transgredir, caso contrario la calamidad los
puede golpear. Así, la Ilíada comienza con el relato de ciertos males que se como
consecuencia del rapto de Criseida, hija de un sacerdote de Apolo. Solo en cuanto
Agamenón restituye la misma a su padre, los males cesan en la tropa aquea.
El primer rasgo a destacar en el carácter Aristocrático se pone de manifiesto en el
valor que se asigna a cada individuo en función de su alcurnia. Los Héroes, suelen
presentarse al combate mencionando todo su linaje que en muchos casos puede
remontarse a los dioses mismos. Este factor, si bien importante y claramente remarcado a
lo largo del texto, no es el decisivo al determinar el valor del Héroe. El caso de Héctor, el
Héroe más importante en el bando troyano, es paradigmático, pues no cuenta en su linaje
con ningún Dios. Otro aspecto a destacar es que dentro de esta casta aristocrática
guerrera, las decisiones suelen tomarse en Asambleas o Consejos, donde el valor de las
palabras de los guerreros es igual. Agamenón, en tanto jefe de la partida de los Aqueos,
no es más que un primus inter pares. Su palabra vale tanto como la de Ulises o Aquiles. Se
puede pensar que dentro de esta casta, funciona una especie de democracia, de la que es
excluida el pueblo bajo, que si bien suele escuchar lo que sucede en las asambleas, no
puede participar. Manifiesto es esto en el episodio de Tersites, dentro del canto II de la
Ilíada. Tersites, a quien suponemos un hombre del pueblo, es descrito prácticamente
como un deforme. El toma repentinamente la palabra en la asamblea, y propone volver a
la tierra patria, pues los premios, dice, se los llevara Agamenón y es por su culpa que
Aquiles ya no desea combatir. La reacción del resto del auditorio es de completo rechazo a
sus palabras. En principio podría parecer que se rechaza su consejo por ser insensato,
pero, cuando al principio del mismo canto, Agamenón propone volver a tierra patria, la
reacción no es la misma que contra Tersites. Para este último, el problema no es solo el
consejo que dio, sino que se atribuyo prerrogativas que no le correspondían. La respuesta
de Agamenón, del pueblo y del poeta en su propia descripción de Tersites, muestra la
diferencia de estructura y de rango presente en la sociedad Homerica. En Canto 2, 245:
‘Tersites, parlanchin sin juicio! Aun siendo sonoro orador, moderate y no
pretendas disputar tu solo con los reyes (...) Por eso no deberías poner el nombre de
los reyes en la boca ni proferir injurias ni acechar la ocasión para regresar’
El honor es el valor más alto al que aspira el Héroe. La felicidad, que tan caro papel juega
en la ética aristotélica, no tiene lugar aquí. Los personajes aquí solo sienten un imperativo,
y es el del honor. Tampoco el amor filial, ni el amor a la pareja, tema casi ausente en toda
la Ilíada compiten con él. Con claridad se muestra en el discurso que Andrómaca le dice a
Hector en el Canto VI 405 antes de que este retome la batalla:
‘Desdichado! Tu furia te perderá. Ni siquiera te apiadas de tu tierno niño ni de mí,
infortunada, que pronto viuda de ti quedaré’
A este discurso, además podríamos agregar el que pronuncia a la muerte de Héctor en el
canto XXII 485, donde expone la situación en la que quedan los hijos huérfanos de padres,
que en adelante son tratados en inferioridad de condiciones. El texto, es quizás uno de los
más patéticos de toda la Ilíada. La respuesta de Héctor, tajante, muestra con claridad el
tipo de ética que mueve al Héroe Homérico:
‘También a mi me preocupa todo eso, mujer; pero tremenda vergüenza me dan los
troyanos y troyanas, de rozagantes mantos, si como un cobarde trato de
escabullirme lejos del combate.’
Con esto se introduce el tema de la vergüenza en la ética guerrera. Con perdón de
Pinkler, Doods explica que esta cultura es una cultura de la vergüenza en contraposición
de una cultura de la culpa. Si bien es discutible el carácter del ethos heroico en tanto
ethos de la vergüenza, es de notar dos cosas. La culpa no parece estar presente en ellos. El
único personaje que expresa un sentimiento cercano a la culpa, pues suele auto
recriminarse es Helena. Los héroes no sienten culpa, para ello se requiere cierta
interioridad que los Héroes no parecen tener. Los Héroes homéricos suelen actuar de
modo que aquellos hechos que los ennoblecen puedan ser vistos por todos. Por el otro
lado, suelen recriminarse que sus acciones indignas puedan llegar a ser vistas, por lo que
toman las resoluciones contrarias movidos por este motivo. Los Héroes nunca quieren ser
vistos en acciones de cobardía. La respuesta de Héctor a Andrómaca es un ejemplo de
esto. Pero además tenemos el caso de la propia cólera de Aquiles, que se desencadena, no
porque este ame a Briseida, sino porque Agamenón lo hirió en su dignidad de ser el más
fuerte de los Aqueos, y lo hizo en plena asamblea. Por demás, cuando la paz se restablece
entre Agamenón y Aquiles, Agamenón otorga multitud de regalos a Aquiles, y ordena que
se lo haga a la vista de todos y también jura en presencia de todos, que él no ha tomado
carnalmente a Briseida, pues, dice Agamenón, de esta manera otorga mayor dignidad a
Aquiles. El Honor para los héroes homéricos está entonces íntimamente ligado a la
exposición pública. Por ello, creo que no es tanto un ética de la interioridad, sino de la
exterioridad, y en este sentido, lo que apunta Doods quizás no sea incorrecto. Por demás,
los héroes no reprimen la expresión de sus sentimientos. Los vemos actuar de las formas
más crueles, víctimas de la cólera y la ira, pero además los vemos llorar o compadecerse
con total facilidad. En este sentido, las emociones, incluso en el caso del llanto, suelen
dignificar al Héroe.
En ausencia de la culpa, los héroes no se encuentran atados a ninguna norma de
hierro como el decálogo cristiano. Los héroes parecen ser capaces de cualquier acto. No se
dejan convencer ni por suplicas, que aparecen asiduamente en el texto, pero con escaso
resultado para el suplicante. Estos no se encuentran protegidos por los dioses, sino al
mero arbitrio del héroe. Tampoco desde una perspectiva moderna, se deben a una
nación. Si bien combaten por un bando, este no parece ser el motivo último por el que
entran en la contienda. Aquiles, deshonrado en su dignidad, no repara en el resultado
desastroso que será su accionar para los aqueos. De hecho, en su ánimo, esta catástrofe
para el bando aqueo es buscado por él, pues es el único medio que tiene para
restablecerse en su dignidad de ser el más fuerte de los Aqueos. El argumento central con
el que Fénix busca convencerlo de que retorne a la pelea va incluso en la misma línea. Este
si bien sugiere que vuelva por el bien de los aqueos, luego recomienda a Aquiles retornar
y aceptar los regalos que ofrece Agamenón, pues si después sale cuando reine el caos,
entonces no recibirá nada y será debidamente honrado.
El Honor es un valor tan elevado, que este incluso se manifiesta en el trato que se
brinda al héroe después de muerto. Recordemos que el propio Aquiles, prioriza ir a Troya
sabiendo que el resultado será una vida corta, pero una fama eterna. Pues la fama, para
los Héroes Homéricos solo es alcanzable mediante acciones nobles y Heroicas. Además, lo
vemos en las exequias que se tributan. Cuando Patroclo muere, Aquiles repite
constantemente, que el único honor que le queda al muerto son las exequias. El Honor
trasciende la propia vida, pero lo hace sin recurrir al mito de la vida después de la muerte.
El guerrero vive una vida de Honor, a sabiendas de que su fama lo trascenderá, pero esta
ética no recurre al mito del alma inmortal, ni del Dios. De otro modo, es difícil de explicar
las peleas que se dan alrededor de los cuerpos de Sarpedón y de Patroclo. La necesidad de
ultrajar su cuerpo por parte de un bando, y el de recuperarlo para realizar las exequias,
parece injustificable en el marco de una guerra. Para los Héroes, no hay prioridad por el
resultado de la guerra. Los cuerpos son un botín invaluable que es necesario conseguir
para dar fama o infamia al Héroe caído. Para los que lo sobrevivieron, es un acto de
indignidad dejar el cuerpo en las manos del bando opuesto.
Es de remarcar que esta ausencia de una ley universal que someta a los héroes se
expresa también en su relación con los dioses Olímpicos y con la religión. Los Dioses
intervienen de diversos modos en la pelea. A veces lo hacen directamente, otras lo hacen
personificados en otras personas, en otras infunden ánimo, furia o locura a los Héroes. En
todos los casos, se ve que la relación con los dioses es más cercana que la del dios hebreo
cristiano. Estos dioses se manifiestan constantemente en cada hecho que acaece. Parecen
en algún punto, sobre determinar el transcurrir de la acción. Están incluso en una cuerda
de un arco que se rompe, en una lanza que se desvía. Pero estas intervenciones nunca
revisten un carácter moral. Los dioses no castigan transgresiones a un orden moral
superior que necesita restablecerse. Los Héroes no sienten miedo por los dioses Olímpicos
como en otras religiones, suelen recriminarlos o maldecirlos cuando algo no los favorece.
Pero si el miedo a los dioses no es tal, esto no significa que no los respeten y no los
honren. Esto quizás tenga que ver con la falta de preminencia de la casta sacerdotal
dentro de estas sociedades. Y así las acciones de los dioses no revisten un carácter moral,
tampoco lo hacen las recriminaciones que los héroes le lanzan. Estos nunca se
preguntarían él porque del mal en el mundo. Hay un momento excepcional, que no puede
encontrar donde Menelao parece recriminar a los Dioses que estos favorecen a los
troyanos siendo estos innobles y amantes de la guerra. La diferencia con el dios cristiano
que castiga las transgresiones de los hombres cuando quieren imitarlo en su divinidad no
puede ser mas notable. Para el Heroe homérico no existe ese problema, pues no hay
limite a transgredir. La distancia entre los hombres y los dioses es insalvable.
Si bien los dioses no preescriben un norma de conducta a seguir, si quieren ser honrados.
Las misma honra que caracteriza al héroe, es aplicable a los dioses. Sacrificios y
Hecatombes son ofrecidos a los dioses para ganar su apoyo.