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en Colombia, --.,

por Jorge Eliécer Ruiz, con la colaboración de Valentina Marulanda

Publicado en 1976 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, place de Fontenoy, 75700 Paris Impreso por Imprimerie des Presses Universitaires de France, Vendome

ISBN 92-3-301417-7 Edición inglesa 92-3-101417-X

0 Unesco 1976

A D D E N D A

Leyenda del mapa representado en el apéndice 3, pág. 95:

Regionaiización cultural El sombreado señala ocho regiones culturales diferentes en el país. Sin sombrear: las regiones de m u y baja densidad de población y régimen político especial.

(La política cultural en Colombia. París, Unesco, 1976.)

Prefacio

La finalidad de esta colección consiste en mostrar cómo se planean y aplican en diferentes Estados Miembros las políticas culturales. Así como difieren las culturas, difieren también las maneras de enfocarlas;

corresponde a cada Estado Miembro determinar su política cultural y sus métodos de acción con arreglo a su propia concepción de la cultura, su sis- tema socioeconómico, su ideología política y su desarrollo tecnológico. No obstante, los métodos de la política cultural (como los medios de las polí- ticas generales de desarrollo) se enfrentan con algunos problemas comunes; son éstos, en general, de tipo institucional, administrativo y económico; de ahí que se insista cada vez más en la necesidad del intercambio de resultados de experiencias e informaciones al respecto. L a presente colección versa principalmente sobre esos aspectos técnicos de las políticas culturales; cada estudio se ajusta, en la media de lo posible, a un modelo uniforme, con objeto de facilitar las comparaciones. Por lo general, los estudios versan sobre los principios y los métodos de

acción de las políticas culturales, la evaluación de las necesidades culturales, las estructuras y la gestión administrativas, el planeamiento y el financia- miento, la organización de los recursos, la legislación, los presupuestos, las instituciones públicas y privadas, el contenido cultural de la educación, la autonomía y la descentralización cultural, la formación del personal, las infraestructuras institucionales destinadas a satisfacer las necesidades cultu- rales, la conservación del patrimonio cultural, las instituciones de divulgación de las artes, la cooperación cultural internacional y otras cuestiones afines. Los estudios, que se refieren a países con sistemas sociales y económicos

de regiones geográficas y niveles de desarrollo diferentes presentan, por consiguiente, una amplia diversidad de enfoques y métodos de las políticas culturales. En conjunto, pueden facilitar pautas a los países que han de establecer políticas culturales y todos los países, especialmente los que buscan nuevas formulaciones de esas políticas, pueden sacar partido de las experiencias acumuladas.

El presente estudio fue preparado para la Unesco por el doctor Jorge Eliécer Ruiz del Instituto Colombiano de Cultura con la colaboración de Valentina Marulanda.

Las opiniones que en él se expresan son las personales del autor y no reflejan necesariamente el criterio de la Unesco.

Índice

Presentación 9

Proceso histórico de la cultura colombiana 11 Las culturas aborigenes 12 La fundación de las ciudades y la catástrofe demográjica 15 Las primeras manifestaciones culturales neogranadinas 17 El fermento ideológico, cientijico y revolucionario 19 L a independencia política y la consolidación de la educación 21 L a educación y la creación literaria en el siglo XIX 24 La situación social y la creación literaria en el siglo XX. El renacer de las artes plásticas 27

Situación de la cultura 32 L a dirección y la administración de la cultura. El patrimonio cultural y natural L a creación artística 38 Las comunicaciones culturales y el desarrollo cultural 45

32 34

Evaluación de la situación cultural 50 L a posición de la cultura dentro de la ideologia ojicial 51 La administración de la cultura y las posibilidades de acceso y de participación de las distintas clases, regiones y grupos de edad en la actividad cultural 55

Las condiciones demográjicas y el proceso de urbanización 58 Las regiones socioeconómicas y la vocación microcultural 59 La producción y el consumo de bienes culturales y la protección de los creadores culturales Los recursos humanos para la administración y la promoción culturales 68 La situación de la documentación, la información y la investigación culturales 69 La situación del patrimonio cultural y natural del país 70

62

El desarrollo cultural 73 Metas 74 Objetivos 74 Hacia una estrategia cultural 77 Programas 79

Apéndices 91

Presentación

La monografía que bajo el título La política cultural en Colombia ha pre- parado para la Unesco el doctor Jorge Eliécer Ruiz, constituye una síntesis de la evolución sociocultural del país, difícil de lograr en tan corto espacio, una presentación de la actividad cultural en el presente y principalmente de la tarea que el gobierno realiza a través del Instituto Colombiano de Cultura y una presentación de los proyectos en que está comprometida la actual administración. L a circunstancia de que el doctor Jorge Eliécer Ruiz desempeñe actual-

mente la Subdirección de Comunicaciones Culturales del Instituto y que se halle al frente del proyecto de desarrollo y política cultural que se está adelantando con la colaboración técnica de la Unesco, le ha permitido dar a su trabajo una proyección más comprensiva y crítica, que supera la simple enumeración de actividades y programas. Es evidente que el desarrollo cultural como política social ha adquirido en

los últimos años una trascendencia que no era previsible hace dos décadas y que hoy la cultura, entendida como expresión de las potencialidades creadoras del ser humano, plasmadas en actitudes, prácticas, conocimientos y objetos, constituye la base de cualquier proyecto de desarrollo a escala nacional. Superada la consideración de la cultura como una actividad de las clases privilegiadas, como simple objeto de recreación o como materia de investigación antropológica, ha llegado a ser la síntesis de la personalidad de los pueblos y la motivación más profunda para la preservación de su identidad nacional. L a tarea que hoy adelanta el Instituto Colombiano de Cultura corres-

ponde a un propósito, enmarcado dentro de la política general del gobierno, que tiende, en síntesis, a lograr una sociedad más equitativa y justa y más democrática, en la que todos los individuos, cualesquiera que sea su situa- ción, participen activamente en los propósitos nacionales. Como quiera que una política cultural no puede ser estática sino que

debe acomodarse a las cambiantes situaciones de la realidad nacional, es

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m u y probable que alguno de los enfoques aquí consignados sean objeto de modificaciones aconsejadas por las circunstancias o impuestas por la magnitud de los recursos disponibles. No obstante, salvadas las inevitables apreciaciones que corresponden al criterio del autor (como no podría ser de otra manera), la monografía que ha escrito el doctor Ruiz y que será difundida por los canales de comunicación de la Unesco, refleja adecua- damente la política que en materia de cultura está realizando y tiene el propósito de impulsar la actual administración del Instituto Colombiano de Cultura.

Gloria Zea de Uribe directora del Instituto Colombiano de Cultura

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Proceso histórico de la cultura colombiana

Colombia, tal como hoy la conocemos geográfica y políticamente, es el resultado de un proceso histórico que se inició con la disolución de la gran Colombia, en 1830, año de la muerte del Libertador Simón Bolívar, que culminó territorialmente con la separación de Panamá en 1903 y con los tratados de límites que con los países vecinos han celebrado sucesivos gobiernos colombianos en el siglo XX. Políticamente, Colombia vivió durante el siglo pasado un largo periodo de inestabilidad, que se refleja no sola- mente en las incontables revoluciones, guerras civiles y pronunciamientos de toda índole, sino en el frecuente cambio de constituciones y aún del nombre dado al territorio nacional. Nuestro país se llamó primeramente la Nueva Granada, después Confederación Granadina y Estados Unidos de Colombia, hasta adoptar, en 1886, la denominación de República de Colombia. En dicho año también se promulgó la Constitución que, con modificaciones de diversa significación, nos rige en la actualidad. Este proceso de inestabilidad política y de lucha armada que vivió el país

durante el siglo pasado y que aparece como la constante social más destacada en la mayoría de los pueblos de América Latina, tiene causas profundas, íntimamente asociadas con la forma como se llevó a cabo la conquista y la posterior colonización del territorio de Tierra Firme y de Nueva Granada. L a violencia que presidió la lenta penetración y sometimiento de un amplio territorio poblado por tribus indígenas en diferente grado de desarrollo cultural, y de hábitos y costumbres también diferentes, y el despojo de que fueron objeto los naturales de sus tierras y riquezas, crearon un campo propicio para la injusticia social y para la violencia que ha hecho presa de los colombianos aún en épocas recientes del presente siglo. Esta circuns- tancia y la no menos notable del profundo paternalismo y formalismo de las “Leyes de Indias”, que según el decir de la época se obedecían pero no se cumplían, establecen una situación ambigua en la que el reconocimiento del derecho y su negación configuran una suerte de no man land en la que las relaciones sociales pierden sus formas rituales para caer en la

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improvisación, en la anarquía, en la virulencia, unas veces, o en la apatía, la aceptación y la disolución, en otras. Estos contrastes y polaridades sociales y jurídicos parecen corresponder,

por otra parte, y sin que esto pueda ser interpretado como un fácil deter- minismo, a la diversidad de nuestra geografía y de nuestro clima, a la multiplicidad de las razas y al contraste de los caracteres. Estos factores físicos y demográficos y la consideración del transcurso histórico de nuestra sociedad, han configurado una personalidad nacional que, como la de cual- quier otro pueblo del planeta, sería imposible de definir conceptualmente pero que es posible identificar por sus manifestaciones culturales.

L a irrupción del viejo mundo en el nuevo, generó en ambos una tensión y una dinámica social sin precedentes hasta entonces en la historia. Si alguien dijo que “el descubrimiento del nuevo mundo es con mucho el más grande acontecimiento en la historia del viejo”, no sería exagerado afirmar que la conquista del nuevo mundo por el viejo dio origen a la mayor y más sistemática expoliación de la historia y produjo la catástrofe demo- gráfica de mayores repercusiones, causada no solamente por la conquista violenta y por el trabajo esclavista sino por las diferencias culturales y por los cambios biológicos y ecológicos que se produjeron por el contacto de las diferentes razas. Para comprender las peculiaridades de la cultura colombiana y sobre

todo para situar en una perspectiva adecuada las características de una política cultural que marca el énfasis en problemas que ya fueron superados por países que se beneficiaron con nuestras riquezas y que edificaron su prosperidad sobre el drenaje de nuestro excedente económico, es necesario echar una mirada retrospectiva, así sea somera, sobre los principales hitos de nuestro discurrir histórico.

Las culturas aborígenes

D e acuerdo con las más recientes investigaciones arqueológicas y los resul- tados obtenidos con la prueba del carbono 14, se acepta que el hombre vivió en territorio colombiano desde hace aproximadamente 12 400 años.

Cinco grandes regiones naturales (llanura del Atlántico, vertiente del Pacífico, zona andina, Orinoquía y Amazonía) sirvieron de marco al desen- volvimiento de las culturas que encontraron los primeros conquistadores europeos. Estas culturas, lejos de formar un conjunto homogéneo, pre- sentaban características socio-culturales diferentes, condicionadas por la topografía, el clima, el medio ambiente y los accidentes geográficos que dificultaban su interrelación. Así, por ejemplo, los grupos con un nivel socio-económico y cultural más alto se encontraban en la región andina, mientras que en el litoral del Pacífico, los Llanos Orientales y la Amazonía se localizaban los grupos más atrasados.

Establecer el volumen de la población indígena en el momento de la

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Proceso histórico

Conquista ha sido uno de los problemas más difíciles de la historia social colombiana. El cálculo más aproximado parece ser el de una cifra entre 1 y 3 millones de habitantes de los cuales aproximadamente 500 O00 corres- ponden al territorio chibcha. Se han reconocido más de 180 grupos lingüís- ticos, lo que demuestra la falta de unidad cultural, favorecida por el aislamiento en que se mantuvieron unos grupos de otros. Los chibchas fueron no solamente los más numerosos sino que dejaron

vestigios de una sólida cultura cimentada en una organización social y política apenas comparable, para muchos, a la de los incas y los aztecas. Investigaciones modernas, basadas en las crónicas de la conquista, ponen en evidencia que los aborígenes colombianos poseían una noción aproxi- mada de la justicia y normas estructuradas que regulaban la vida de la comunidad, así como también la existencia de instituciones como la pro- piedad colectiva de la tierra, la propiedad individual de los bienes muebles, la especialización regional de la industria, la división de ocupaciones según el sexo, la filiación uterina en el régimen de parentesco, la prohibición del incesto, la integración de tribus y confederaciones, la jefatura militar y el régimen de tributo. La primera agrupación social de los indígenas fue el clan, compuesto por los descendientes de una misma raíz por línea materna y los colaterales sanguíneos. L a unión de varios clanes con una misma lengua o dialecto formaba la tribu, gobernada por un jefe militar o cacique. Las excavaciones arqueológicas de las últimas décadas han puesto al

descubierto importantes vestigios de las culturas precolombinas. Un enorme caudal de objetos encontrados en las tumbas y recogidos hoy en museos y colecciones particulares, dan testimonio del gran sentido estético y elevada inspiración artística de esos pueblos. Estas manifestaciones, representadas en la cerámica, la orfebrería, los grabados rupestres, la escultura lítica, los tejidos y la industria del hueso, tuvieron un carácter eminentemente popular y utilitarista, y al igual que en todos los pueblos primitivos, estuvieron al servicio de prácticas mágico-religiosas. El arte gráfico está expresado en las pinturas y grabados rupestres

dispersos en todo el territorio del país. Fueron ejecutados siguiendo las mismas técnicas y materiales del arte primitivo rupestre de todo el mundo: con pinturas de origen vegetal o bien grabando directamente en la roca. Según los tratadistas especializados, las manifestaciones rupestres colom- bianas deben interpretarse como “ideogramas” es decir, como “símbolos pictóricos que se usan para sugerir objetos o ideas abstractos”. Los indios de Colombia fueron los primeros de América en trabajar la

cerámica, que floreció particularmente en el litoral atlántico, y en la zona del occidente. En Colombia, como en otras partes del mundo, la cerámica parece haber sido una actividad esencialmente femenina. En ella se desta- caron sobre todo los quimbayas, los tayronas y los tumacos no sólo por la belleza de sus formas sino también por las técnicas admirables de fabricación y la variedad de estilos y formas decorativas. En lo que a las técnicas se

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La política cultural en Colombia

refiere, se sabe que utilizaron diversos elementos para obtener la malea- bilidad de las arcillas. L a fabricación de las piezas se hizo mediante el sistema de bandas enrolladas y también del molde. En la decoración emplearon colorantes de origen vegetal cuya fijación se hacía con varios métodos que van desde el simple baño hasta el sistema de pintura negativa o policroma. Los M a d o s y tejidos formaban una industria artesanal realmente impor-

tante en el momento de la llegada de los conquistadores. D e un lado la gran variedad de fibras naturales (algodón, fique, cortezas de árboles) y de otro la necesidad de abrigo, impulsaron el desarrollo de los tejidos que tuvieron además un papel importante como productos de canje en el comercio entre las tribus. Los principales centros textileros se encontraban en la zona oriental, entre los pueblos chibchas, y en la región occidental, en los actuales departamentos de Antioquia y Caldas. En las colecciones arqueológicas pueden verse gran cantidad de usos y estampaderas en arcilla que sirvieron como instrumentos en dicha industria.

Las más importantes manifestaciones en el campo de la escultura están representadas por la estatuaria lítica que se desarrolló en las regiones del alto Magdalena, al sur del país, concentradas especialmente en las poblaciones de Tierradentro y San Agustín. El gran número de estatuas encontradas allí, constituye un conjunto homogéneo que ha venido desper- tando el interés de arqueólogos y antropólogos de todo el mundo. Los enormes monolitos están ubicados junto a las necrópolis, sirviendo de caríatides en los templetes, o en el interior mismo de las tumbas como decoración funeraria. Son deidades que representan el origen de la vida, los atributos de la muerte y los dioses protectores; algunas parecen estar en relación con el culto del jaguar. A pesar de los pasos que ya se han dado hacia el esclarecimiento de algunos problemas relativos a esta cultura, otros siguen aún en el misterio. Otra forma de escultura indígena fue la modelada en arcilla a la que nos referimos de manera general al hablar de la cerámica.

L a riqueza aurífera del territorio del Nuevo Reino de Granada hizo que la mayor parte de las tribus que lo poblaron, explotaran el oro. Las numerosas piezas de orfebrería que guardan hoy el Museo de Oro y las colecciones particulares constituyen apenas la reducida muestra que dejó el saqueo de los conquistadores, quienes convirtieron los preciosos objetos en barras con el sello español para transportarlo a la península y de allí a otros países de Europa. L a industria de la orfebrería tuvo sus principales centros de extracción y elaboración en los valles regados por los grandes ríos, la vertiente del pacífico, la zona cordillerana situada entre esta vertiente y el río Magdalena y algunos sectores de la llanura del Atlántico. Los pueblos quimbayas y sus vecinos desarrollaron la más importante industria de orfebrería de Colombia y América Latina, en la época prehistórica, por lo avanzado de las técnicas metalúrgicas, la belleza de las piezas y la fuerza de su expresión artística. D e las técnicas metalúrgicas vale la pena destacar la “tumbaga” en frío (aleación de cobre y oro, este último en proporciones

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Proceso histórico

inferiores al 30 por ciento) con la cual lograron manufacturar las más espléndidas piezas. Se conocen también otras técnicas secundarias deco- rativas, tales como el hilo fundido, la llamada falsa filigrana, el recorte, el calado, etc. Las herramientas más utilizadas en los trabajos de orfebrería fueron agujas, cinceles, espátulas, cuchillos, sopletes de arcilla o madera, moldes y crisoles de piedra o de arcilla refractaria. Entre los aborígenes colombianos, lo mismo que en todos los pueblos

primitivos, la música fue inseparable de ciertas actividades de la vida, y en la mayoría de los casos tuvo una significación mágico-religiosa. Utilizaron numerosos instrumentos musicaIes que han sido clasificados en cuatro cate- gorías (idiófonos, aerófonos, membranófonos y cordóforos). Son ellos: el arco musical, las trompetas de caracol, el tambor de madera, el de m e m - brana de piel, el bastón de ritmo, la flauta de Pan, las maracas, los casca- beles, las sonajeras, los silbatos, etc. AIgunos de estos instrumentos trataban de imitar los sonidos de la naturaleza, en particular de aquellos animales que hacían parte de sus deidades (felinos, ranas, ciertas aves), y servían para acompañar las ceremonias y danzas rituales que representaban activi- dades cotidianas como escenas de cacería y pesca. Las tribus de la orinoquia y la amazonia conservan aún parte de esos instrumentos1.

La fundación de ciudades y la catástrofe demográfica

“El hecho más significativo de la conquista lo constituyó la fundación de ciudades”. Esta era la forma en que el europeo no solamente protegía su esistencia sino que, con la erección de la villa, establecía una continuidad con su tradición urbana y mediterránea. El proceso de ocupación del actual territorio de Colombia se operó en dos

direcciones casi simultáneas y casi convergentes. Desde la costa atlántica -la sede de operaciones era Santo Domingo- y desde el Siir, en Quito, donde después del descubrimiento del océano Pacífico se había radicado un nuevo núcleo conquistador. En efecto desde la fundación en 1510 de San Sebastián de Urabá y de Santa María la Antigua del Darién (hoy desapa- recidas), se continúa el proceso con la erección de Santa Marta (1525), Cartagena (1533) y la legendaria marcha hasta el corazón de “El Dorado”, en la altiplanicie chibcha y la fundación de Santa Fé de Bogotá, en 1538. En el sur la penetración fue más persistente y acelerada. L a Plata en 1531, Popayán en 1536, Cali en 1536, Anserma en 1538, Pasto en 1539. Y poste- riomente a la fundación de Santa Fé, ésta se erige en centro de la expansión colonizadora del oriente del país. En líneas generales el poblamiento básico

1. Para la presentación de los aspectos culturales y demográficos pre-colombinos hemos seguido principalmente a los investigadores Luis Duque G ó m e z y Jaime Jaramillo Uribe, a quienes expresamos nuestro reconocimiento.

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La política cultural en Colombia

de la región andina y de la costa atlántica se había efectuado en el término de los primeros 70 años del siglo XVI, hazaña inaudita, si se tiene en cuenta que para el año de 1547 ‘“no habitaban más de 800 españoles en el Nuevo Reino”.

Pero en las raíces de este proceso no estaban solamente los factores de protección -y de consiguiente exterminio de las tribus belicosas del norte y del sur-oeste del país- sino la sed del oro, que con gran apremio deman- daban los patrocinadores de la empresa conquistadora. Por otra parte el régimen jurídico de la “encomienda” a que se sometió a

las poblaciones indígenas respondía a la política explícita de desarraigarlas del habitat natural y mantener una fuerza de trabajo disponible para las actividades extractivas, principal y casi exclusivamente mineras. El desa- rraigo a que fueron sometidas sistemáticamente las poblaciones indígenas, los procesos de aculturación, las enfermedades y epidemias llevan a decir a un moderno investigador que “la ocupación europea del suelo americano produjo a todo lo largo y ancho de éste una catástrofe demográfica sin antecedentes en la historia humana”. “Este hecho, que durante largo tiempo estuvo asociado a la “leyenda

negra” española, parece al presente mucho más complejo de lo que suelen presentarlo los argumentos morales vindicativos contra un tipo específico de conquista. L a sola presencia europea -sin aludir a los tipos de violencia o de coacción puramente físicos a que se vieron sometidos los abo- rígenes- bastaba para causar rupturas profundas en el seno de las socie- dades americanas, no sólo en su contexto específicamente social y económico sino también con respecto a sus relaciones ambientales. Desequilibrios que iban desde la célula familiar hasta el sistema de jerarquías más complejas de sociedades que habían alcanzado un elevado grado de evolución, se completaban con una sistemática destrucción de apoyaturas en el mundo de los valores específicos de esas sociedades y el contorno físico que los sustentaba.”

Existen sólidos estudios, basados en la metodología empleada por Borah y Cook para estudiar el fenómeno demográfico en el valle central de México, que permiten inferir las tasas de decrecimiento de la población aborigen durante los siglos XVI y XVII, en los cuales se operó principalmente el fenó- meno de aniquilación. Esas tasas, que para algunos grupos llegan al 9 por ciento anual, cegaron el potencial demográfico de las tribus y grupos indí- genas e impidieron luego su recuperación, aunque la política hubiera cam- biado en la metrópoli. L a realidad escueta es que hoy día solamente existen en nuestro país alrededor de 300 O00 indígenas y algunos grupos están en pro- ceso de extinción1.

1. Hemos seguido, en estas consideraciones al historiador Germán Colmenares en su His- toria económica y social de Colombia -1537-17í9, al cual damos nuestros agradecimientos.

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Proceso histórico

Las primeras manifestaciones culturales neogranadinas

Las primeras manifestaciones de la cultura en el Nuevo Reino se debieron, como era apenas natural, a los españoles que vinieron al Nuevo Mundo al frente de la empresa conquistadora, como es el caso de don Gonzalo Jiménez de Quesada de quien nos ha quedado el Antijorio y a quien se atribuye el Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada, o a exploradores de los nuevos territorios, como es el caso de Martín Fernández de Enciso, a quien se debe una Suma de geografía, en la que, junto a un resumen apre- surado de los conocimientos geográficos y cosmográficos de la época, consigna datos Útiles y curiosos sobre las costumbres de las tribus del litoral caribe y sobre las características de su geografía. Pero tal vez los dos más notables cronistas neogranadinos sean don Juan

de Castellanos (1522-1606) y don Juan Rodríguez Freile (1566-1638). Al primero se deben las Elegías de uarones ilustres de Indias, obra de más de 140 O00 versos en octavas reales en la que se alude a los acontecimientos del siglo XVI en la Nueva Granada y se consignan descripciones de las cos- tumhres de los grupos chibchas entre los que desempeñó su ministerio sacerdotal. El carnero, de Rodríguez Freile, es una crónica picaresca de sucesos de Santa Fé de Bogotá y de los habitantes indígenas de la alti- planicie, en donde se pueden ver las huellas de lo que posteriormente sería la novela costumbrista del siglo XIX. Un caso notable de intuición literaria y de talento natural es el de la

monja Francisca Josefa del Castillo, nacida en Tunja en 1671 y quien escribió, por consejo de sus directores espirituales, su Vida y los Senti- mientos espirituales, obras ambas que están a la altura de la literatura ascética corriente en España en el siglo anterior y que revelan un alma naturaliter christiana, que alcanza en ocasiones la altura de los éxtasis místicos. Y más notable aún es el caso del jesuíta Hernando Domínguez Camargo

quien compone en Santa Fé de Bogotá, de donde era oriundo, su San Ignacio de Loyola, Poema heroico, publicado póstumamente en Madrid, en 1666 y que constituye la más alta expresión del gongorismo americano. Poeta auténtico, de una riqueza verbal y de un colorido extraordinario, su obra sobresale por su originalidad y por la profunda sabiduría de sus elaboraciones. Es natural que la implantación de los valores culturales hispanos tuviera

como base la evangelización. Durante la mayor parte de la Colonia y hasta bien entrado el siglo XVIII, la educación y la religión estuvieron íntimamente ligadas. Desde 1554 se crean las escuelas monásticas que tenían como obje- tivo enseñar a leer y a escribir a los aborígenes. L a enseñanza media surge en 1563, regida por los padres dominicos en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, transformado posteriormente en Colegio Mayor. Luego con la llegada de los jesuítas, surgen muchos más establecimientos secundarios.

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La política cultural en Colombia

L a formación de los colegios siguió al pie de la letra los esquemas de la tra- dición clásica occidental, fundados en las llamadas artes liberales: lógica, retórica, gramática, aritmética, geometría, astronomía y música.

Las universidades Tomística (1580) y Javeriana (1623) y la precaria de San Nicolás (1694) impartían enseñanza en teología, cánones, leyes, filo- sofía y artes, y reclutaban sus estudiantes entre las clases altas, principal- mente de la aristocracia criolla y de los “españoles americanos”. A estas universidades asentadas en la capital de la Real Audiencia, es preciso agregar la Universidad de Popayán, fundada por los jesuítas. El florecimiento de las artes, arquitectura, pintura, escultura y música,

estuvo rígidamente sometido a los cánones metropolitanos. En arquitectura primó el estilo mudéjar, cuyos mejores ejemplos se conservan en Tunja y Cali. El estilo gótico se manifiesta en las primeras construcciones militares de Santa Marta y Cartagena. L a decoración de las iglesias fue un rasgo característico de la arquitectura neogranadina y en donde se dejaron sentir con más fuerza las influencias del barroco, con m u y escasas hibridaciones autóctonas, a contrario sensu de lo que sucedió en México y Quito.

L a artesanía pictórica y escultórica -porque no puede hablarse de una verdadera creación- proveía la imaginería para los efectos del culto y de la devoción popular. El control ejercido por la Iglesia sobre las manifes- taciones artísticas enrareció el ambiente creador y obstaculizó la búsqueda de nuevos medios de expresión lo que explica el anonimato que caracteriza casi todo el arte de la época colonial. Algunos nombres se han logrado rescatar de la uniformidad escolástica de

la época: Angelino Medoro y Francisco del Pozo, italianos de tendencias manieristas; Bartolomé de Figueroa, fundador de una escuela de pintura para indios y quien realizó intentos por incluir en sus cuadros características propias; Baltazar de Figueroa, Antonio Acero de la Cruz y Gregorio Vásquez Ceballos, nacido en Santa Fé, con quien la pintura neogranadina alcanza plena madurez y dominio de los medios expresivos.

L a cultura musical neogranadina surge también como transplante de la española y es de carácter predominantemente litúrgico y religioso. Sus manifestaciones fueron producto del trabajo artístico y creador de maestros de capilla, clérigos y frailes y tuvo como campos de florecimiento cuatro sectores principales: a) la música conventual de las comunidades religiosas; b) la música misional que surgió de la enseñanza y adoctrinamiento de los aborígenes; c) música parroquia1 propia de las iglesias de poblaciones criollas y pueblos de indios; d) música eclesiástica propiamente dicha, es decir, litúrgica o ritual, utilizada en las ceremonias de las catedrales en las ciu- dades principales. El conocimiento técnico y documentado de la música neogranadina es un

hecho relativamente reciente, debido a los estudios realizados en el archivo de la catedral de Bogotá por el musicólogo Robert Stevenson. Desde el punto de vista simplemente histórico se poseían informaciones suminis-

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Proceso histbrico

tradas por los cronistas de la Colonia, y en la época actual gracias a los valiosos trabajos del presbítero José Ignacio Perdomo Escobar.

Las investigaciones de Stevenson -desafortunadamente limitadas al archivo catedralicio de Bogotá- han quedado consignadas en su obra L a música colonial en Colombia que contiene además el inventario crítico de ese riquísimo acervo musical en el que figuran obras de Gutiérrez Fernández, Juan de Hcrrera, Juan Jiménez, José Cascante y colecciones de compo- sitores españoles notables como Sebastián Aguilera de Heredia, Rodrigo de Ceballos, Francisco Guerrero, Tomás Luis de Victoria. Los trabajos de transcripción realizados en los últimos años por músicos y

directores de coros han permitido dar a conocer algunas de éstas obras, de carácter polifónico en su mayoría (misas, motetes, magnibicats, villancicos), dúos y tríos vocales, a capella o con acompañamiento de algún instrumento. Paralelamente a estas manifestaciones de música “culta”, de procedencia

europea, se seguían cultivando los géneros de música popular en las fiestas populares y veladas de familia. Con los aportes españoles, indígenas y negros se fueron conformando desde entonces las aires populares colom- bianos tales como el bambuco, la cumbia, el joropo, el pasillo, etc.

El fermento ideológico, científico y revolucionario

Por espacio de casi tres siglos se prolongó el monopolio cultural de la Iglesia en Colombia. Sólo a mediados del siglo XVIII, y como una repercusión de los cambios sufridos en la Corte de España con el advenimiento de los Borbones, llegan a la Nueva Granada vientos de renovación, con los que comienzan a gestarse las nuevas ideas que culminarán con el proceso revolucionario de la indcpcndencia. Tres acontecimientos de capital importancia caracterizan el último tercio

del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX: la reforma educativa propi- ciada por el fiscal Francisco Moreno y Escandón, la constitución de la Expedición Botánica y la Revolución de los Comuneros. El clima ideológico del despotismo ilustrado, cuya más extrema manifes-

tación fue la expulsión de los jesuítas de los dominios de España por orden real de Carlos 111, creó las condiciones propicias para que en el plan de estudios de 1774 se plasmaran tendencias ideológicas contrarias al espíritu teológico y escolástico de la enseñanza colonial. En dicho plan se contemplaba la creación de una universidad pública

más acorde con las necesidades del país y orientada hacia las cuestiones prácticas y hacia el conocimiento, evaluación y explotación racional de los recursos del virreinato. En él se daba prioridad a materias como la física, la química y las matemáticas y se repudiaban las especificaciones metafísicas. Dentro de este clima de renovación se inaugura y constituye, en el

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La política cultural en Colombia

año de 1783, la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, enco- mendada a la dirección de José Celestino Mutis, cuyo magisterio contribuyó, más que ninguno, a crear el clima idiológico de la Independencia. Es célebre la frase inaugural de su cátedra de matemáticas, primera en su género establecida en el continente: “No miremos a nuestra España retrasada, miremos a la Europa sabia.” Esta manifestación de Mutis se concretó en su defensa del sistema copérnicano, de la física de Newton y de la introducción del sistema de Linneo en la enseñanza de las ciencias naturales. Entre el equipo de colaboradores de la Expedición Botánica, probable-

mente la más fecunda experiencia científica que haya tenido el país, es necesario destacar la presencia de Francisco José de Caldas, quien dejó como aporte fundamental un inmenso herbario de más de cinco mil plantas y el material necesario para formar la carta geográfica del virreinato. L a fundación del Semanario del Nuevo Reino de Granada y los trabajos cien- tíficos que allí se publicaron sobre geografía, botánica, zoología, medicina, educación política y filosofía configuran el primer intento sistemático de ofrecer una visión ecológica y antropológica del país. D o n Antonio Gómez Restrepo en su historia de la literatura colombiana,

resume en forma insuperable, las características y alcances de la Expedición Botánica: “Mutis y su grupo realizaron una verdadera revolución intelectual que puede considerarse como presagio de otra de mayor alcance. Del campo científico se pasó sin grande esfuerzo al político. Quienes vieron negada por un sacerdote la autoridad muchas veces secular del sistema de Ptolomeo, respiraron aires de libertad y pensaron que también podía discutirse la solidez de los principios sobre los cuales descansaba el régimen colonial.”

Obra de tal magnitud se cumplió con la colaboración de los colombianos Diego García, Eloy Valenzuela, Pedro Fermín de Vargas, Jorge Tadeo Lozano, Francisco Antonio Zea, José Manuel Restrepo, Salvador Rizo y Francisco Javier Matiz entre otros. Dentro de este clima espiritual, surge el primer brote de insurrección,

preludio de una serie de actos de emancipación que culminarán con la Constitución de la primera república. L a sublevación de los comuneros tuvo su origen inmediato en el cúmulo de impuestos y trabas que afligían la actividad artesanal y mercantil del oriente colombiano, la parte más desa- rrollada, en ese entonces, del país. El movimiento, iniciado en 1781, en la ciudad del Socorro, se difundió rápidamente por el país y los amotinados avanzaron hacia la capital del virreinato en donde lograron la firma de unas L‘capitulaciones’’ que posteriormente fueron desconocidas por el virrey A m a r y Borbón. Aunque frustrada como revolución, ya que no buscaba la independencia, la acción de los comuneros alentó el germen de la eman- cipación y creó entre las masas populares la conciencia de sus derechos ciudadanos. , Es evidente que este fermento científico, ideológico y revolucionario no

hubiera podido tener las repercusiones que tuvo sin el vehículo eficaz de la

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Proccso histórico

imprenta, establecida en 1738, y de su desarrollo natural, el perio- dismo. Entre las publicaciones periódicas más destacadas de la época cabe mencionar el Papel periódico de Santa Fé de Bogotá, fundado y dirigido por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez, El redactor americano y el Alternativo del redactor americano, también animados por Rodríguez. En ocasiones estas manifestaciones periodísticas estuvieron vinculadas

estrechamente a los círculos literarios entre los que se destacan la Tertulia Eutropélica, la del Buen Gusto y la de los Naturalistas, en donde se dieron cita muchos de los conductores de la futura república, entre los cuales descolló por su actividad e ímpetu patriótico el precursor de la Indepen- dencia, don Antonio Nariño. Paralelamente a su labor apostólica y personal, Nariño tradujo e

imprimió por cuenta suya la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, síntesis del pensamiento ilustrado y enciclopedista y funda- mento ideológico de la Revolución Francesa. Otras manifestaciones culturales sobresalientes de finales del siglo XVIII

y principios del XIX fueron la creación de la Biblioteca Nacional, primera en su género en el contincnte, en 1777; la construcción del Colisco de Ramírez, primer teatro del virreinato y la creación del Observatorio Astro- nómico de Santa Fé, el primero de América. El ciclo prerrevolucionario inaugurado en 1767, con la expulsión de los

jesuítas del territorio del virreinato y cerrado con el documento de protesta titulado Representación del Cabildo de Santa Fé a la Suprema Junta Central de España, redactado por don Camilo Torres en 1809, y que se conoce como Memorial de agrauios, constituye uno de los periodos más fecundos de la cultura nacional. Durante este periodo la ciencia, la literatura y las artes, se cultivaron dentro de un amplio contesto ideológico y político, lo que vino a darles una relevancia y un poder de transformación que conmovieron la conciencia nacional y estimularon el cambio de los valores y actitudes colectivas.

L a independencia política y la consolidación de la educación

Durante los veinte años comprendidos entre 1810 y 1830, el país consagra lo mejor de sus energías a la lucha armada contra la monarquía española y a la consolidación de la identidad nacional. Antonio Nariño y Camilo Torres dominan con su personalidad los años iniciales de la primera repú- blica, que se hunde en un baño de sangre en 1819. La lista de los patriotas ejecutados bajo el régimen del terror instaurado por el “Pacificador” Pablo Morillo, incluye nombres ilustres de sabios, escritores, políticos y guerreros que ofrendaron sus vidas para preservar sus ideales. La culminación de la independencia se logra merced al genio de Bolívar,

a su talento como estratega y a su visión política que desborda los límites

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La política cultural en Colombia

nacionales y lo erige como conductor continental. El general Francisco de Paula Santander despliega sus dotes de administrador y consagra sus capacidades a la reconstrucción de la república. Se comprende pues que en estos años todos los esfuerzos de las persona-

lidades más destacadas hayan estado orientados hacia la causa emanci- padora en detrimento de las actividades científicas y culturales. No obstante esta situación, explicable en un periodo revolucionario,

Bolívar, desde sus primeros discursos y proclamas políticas expresa sus preocupaciones por la educación y la cultura, y su convencimiento de que es ésta la tarea primordial que hay que emprender para alcanzar la eman- cipación absoluta de España: “La educación popular -dice- debe ser cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los dos polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades.” Pero es alrededor de 1826 cuando comienza efectivamente un largo

periodo de reformas educativas que se prolongará hasta más allá de 1850 y en el que los gobernantes de uno y otro partido propugnarán por la estructuración de un sistema educativo propio y adaptado a las condiciones y necesidades de la naciente república. Se ponen en marcha planes de democratización de la enseñanza; Bolívar promulga decretos en favor de los indios y los esclavos. Santander fomenta la tolerancia y abre el sistema educativo a los pedagogos ingleses. Dentro de este clima reformista, una de las primeras innovaciones fue el

estahlecimiento de las escuelas de método lancasteriano entonces de moda en Europa. El propio Joseph Lancaster es invitado por Bolívar para dirigir tal empresa. El plan de estudios del general Santander ordena el establecimiento en

toda la república de la educación pública, gratuita y acomodada a las necesidades de cada uno. Se dio así mismo impulso a la educación y la cultura impartidas por centros ajenos a las instituciones universitarias y escolares. Se crearon institutos superiores especializados como la Escuela de Minas, la de Medicina y la Academia Militar. En los colegios del Rosario y San Bartolomé se fundaron las cátedras de anatomía, cirugía, filosofía y otras materias médicas. Por primera vez se exigió el título de doctor para ejercer la medicina. Con el fin de dar un nuevo enfoque a la enseñanza pública, se reco-

miendan y patrocinan oficialmente libros de texto de tendencias positi- vistas, materialistas, utilitaristas, y se reforman los planes de estudio en los campos de la ciencia, la política, las artes, la literatura y la filosofía. Se proscribe el uso del latín en todos los ámbitos de la enseñanza para dar preferencia al castellano y a las lenguas extranjeras modernas como el francés y el inglés. En conclusión, con las reformas del régimen de Santander, que no dejan

de evocar los ideales de Mutis y Moreno y Escandón, se transforma radi- calmente el sistema educativo colombiano, abandonando los cauces del

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Proceso histórico

escolasticismo y las cuestiones abstractas por las realidades prácticas y empíricas. Hacia 1842 el doctor Mariano Ospina Rodríguez presenta su plan de

estudias concebido sobre la base de rígidos reglamentos de disciplina y orden y orientado hacia las cuestiones técnicas y experimentales. Y a José Eusebio Caro había hablado por la misma época de la necesidad de incor- porar a la universidad nuevas carreras de carácter técnico y había asignado a la educación cuatro objetivos principales: el estado industrial del país; su estado político; su estado moral y su estado religioso, con miras a lograr el ideal anglosajón de conjugar el humanista con el técnico, el letrado con el hombre de negocios. Posteriormente y como consecuencia de la revolución francesa del 48, se

produce entonces la reacción radical, con las disposiciones en extremo amplias -antitesis de las precedentes- del liberal José Hilario López. Mediante ley de 1850 quedaron derogadas todas las disposiciones anteriores sobre instrucción pública y se estableció la libertad absoluta de enseñanza. Especial trascendencia tuvo la medida mediante la cual se abolieron los grados académicos y se declaró innecesaria la obtención de un diploma para ejercer cualquier profesión. Se destruía así la jerarquía educativa y se daba el primer paso para el establecimiento de la educación no formal. D e otra parte, se suprimieron las universidades y se destinaron los edificios y rentas de éstas al establecimiento de colegios nacionales. Como continuación de las labores de la Expedición Botánica en cuanto

a las investigaciones geográficas y al análisis de los recursos naturales y humanos del país, se inicia en 1851 la Comisión Corográfica dirigida por el ingeniero Agustín Codazzi y que fue sin duda alguna el hecho más impor- tante en la historia científica y cultural del país en el siglo XIX. Además del extenso trabajo geográfico que dio como resultado la ela-

boración del mapa geográfico del país, la Comisión Corográfica hizo grandes aportes a la cultura particularmente en los terrenos de la arqueología y la antropología. Entre los miembros del grupo que acompañaron a Codazzi en tan magna

empresa figuraron naturalistas, escritores y notables dibujantes que, en una u otra forma contribuyeron al conocimiento del país. Manuel Ancísar dejó consignadas sus observaciones en La peregrinación de Alpha que constituye uno de los libros más importantes que sobre viajes se hayan escrito en Colombia. Su sucesor Santiago Pérez escribió también interesantes descripciones en su libro intitulado Apuntamientos de viaje por Antioquia y por las provincias del sur.

Como culminación de este esfuerzo educativo y científico se funda en Bogotá (1867) la Universidad Nacional de Colombia que se eregirá en el primer centro docente del país, en donde se impartirán las más variadas disciplinas y profesiones liberales y técnicas.

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La política cultural eii Colombia

La educación y la creación literaria en el siglo XIX

Durante el siglo XIX vivió la República una vida agitada, de grandes contrastes y diferencias en lo económico, en donde continuaron acentuán- dose las desigualdades entre la clase dirigente y el resto de la sociedad. El historiador Indalecio Liévano Aguirre acoge la palabra de don Enrique Cortés, secretario del Senado de Plenipotenciarios que juzgó al general Tomás Cipriano de Mosquera, cinco veces presidente de la República para caracterizar la situación: “El pueblo de la República de Colombia se divide en dos clases. La primera la forma aproximadamente un ocho, a lo más un diez por ciento de la totalidad. Ella tiene el monopolio de los destinos (cargos públicos), de la ilustración y de la riqueza. Para ascender a ella basta cierto grado de cultura y cierto grado de riqueza. La otra clase la compone la gran masa que cultiva los campos, que transporta los fardos, que laborea las minas y vive del trabajo de sus manos. Esta clase no sabe leer ni escribir, carece en lo general de resorte moral, es antiprogresiva [...] No se puede decir que la minoría, la clase educada, monopolizadora de la riqueza y el gobierno, sea capaz por los medios de que dispone y los motivos que la impulsan, de contrarrestar los males de una tan completa y tan general ignorancia.” Dentro de esta situación social y dentro de un clima político de extre-

mada beligerancia entre los partidos y facciones en que se dividieron los dirigentes nacionales y que frecuentemente terminaba en revoluciones, guerras civiles generales o parciales y, en algunos casos, en pronunciamientos militares, se fue formando lentamente un movimiento intelectual y literario que, por sus características formales, por el cultivo de las humanidades clásicas, por el respeto del idioma y de las normas que rigen su buen uso, y probablemente por aquella alianza que existió entre el caudillo militar y el escritor y el poeta, entre el hombre de estado y el cultivador del latín y del griego, entre el presidente de la nación y el retórico y el gramático, mereció que Santa Fe de Bogotá fuera llamada LbAtenas Suramericana”, probablemente sin sospechar que este dictado servía también, y de manera excelente, para caracterizar la situación descrita por don Enrique Cortés. El crecimiento demográfico del país había sido muy lento, desde finales

del siglo XVIII. El censo de 1770 arrojó una población de 806 209, mucho menor que el caudal demográfico calculado para la época del descubri- miento. Un siglo después, el décimo censo dio una cifra de 2 951 O00 habi- tantes, lo que determina un crecimiento anual del 1,3 por ciento. La distribución de la población y su densidad eran muy bajas, lo que indica que, en términos generales, la capacidad de consumo y el desarrollo eco- nómico y social eran muy incipientes. Había regiones, como aún en la actualidad, que eran verdaderos desiertos demográficos, y el aislamiento de las regiones por efectos de los factores geográficos y del precario desa-

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Proceso histórico

rrollo de las comunicaciones, era particularmente acentuado. Luis Eduardo Nieto Arteta, en su Economía y cultura en la historia de Colombia, caracte- rizaba el oriente del país como manufacturero y comercial y el occidente como extractivo y esclavista. En este escenario de agitación, aislamiento, desigualdades y carencias se desarrolla, en el siglo XVIII un movimiento cultural de relativa importancia, centrado principalmente en las manifes- taciones literarias -poesía, filosofía, historia y periodismo, principalmente. Y en el cultivo de las ciencias físicas y naturales: la semilla sembrada por la Expedición Botánica continuaba desarrollándose. D e los que vieron transcurrir su niñez y su primera juventud entre

las sagrientas alternativas de las guerras de la independencia y que pueden catalogarse como románticos, merecen destacarse, los poetas José Fernández, Luis Vargas Tejada, José Eusebio Caro, ideólogo católico y defensor del tradicionalismo -de inspiración anglosajona- y Julio Arboleda, poeta épico y lírico y aguerrido luchador político. La tradición poética continúa hasta finales del siglo XIX y principios

del XX, nombres tan destacados como los de Rafael Pombo, quien aseguró su fama con fábulas y apólogos infantiles; José Asunción Silva, refinado lírico y satírico, precursor del modernismo en América; Guillermo Valencia, parnasiano, de elegante lenguaje y forma sabia, y Julio Florex, romántico retardado, de inspiración espontánea y popular. Entre los historiadores, filólogos y pensadores cabe destacar a José

Joaquín Acosta, cuyo Descubrimiento y conquista de Colombia reúne en forma sistemática muchos de los conocimientos establecidos por los cro- nistas, por la Expedición Botánica y por sus investigaciones en Francia c Inglaterra; José Manuel Groot, quien escribió una defensa tradicionalista dc la Iglesia en su Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, iniciada en 1856; Joaquín Posada Gutiérrez, cuyas Memorias histórico-políticas, constituyen una fuente, sino en extremo confiable, sí cuando menos vigorosa y colorida sobre los sucesos en que participó o de los que fue testigo. José María Vergara y Vergara, fundador de El mosaico, que divulgó los valores literarios que a partir de 1858, cultivaron el costumbrismo. Vergara y Vergara fue también el autor de la primera Historia de la literatura en la Nueva Granada, en la que se han inspirado los posteriores historiadores de la literatura colombiana. José María Samper, periodista, ensayista y sociólogo escribió un notable Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas hispanoamericanas, en el que se hace un examen socio-político del movimiento independentista y un estudio compa- rativo de la situación social de las nuevas repúblicas, refiriéndola a la situación de España y de los pueblos anglosajones. Miguel Samper, Santiago Pérez Triana, Salvador Camacho Roldán, Manuel Ancízar y Carlos Arturo Torres, fueron publicistas notables que consagraron su talento al examen de las condiciones políticas, morales y físicas del país y que contribuyeron a inscribirlo en el movimiento del pensamiento mundial, sacándolo de la órbita restringida de la influencia española.

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La política cultural eii Colombia

Pero quien tal vez con mayor eficacia contribuyó a impulsar el movi- miento ideológico y estético colombiano fue el payanés Baldomero Sanín Cano (1861-1957) quien ejerció un fecundo magisterio no solamante sobre varias generaciones de colombianos sino sobre escritories y pensadores de todo el continente. Sus principales obras son: Letras colombianas, La civilización manual y otros ensayos, Divagaciones jilológicas y De mi vida y otras vidas.

La novela, en Colombia se desarrolló a partir de los Cuadros de costumbres, género cultivado en la península por Mariano José de Larra y Mesonero Romanos, principalmente, y que en nuestro país fue impulsado princi- palmente por El mosaico, publicación periódica que alentaba Vergara y Vergara. En estas circunstancias la novela fue localista y descriptiva, una mera prolongación de la crónica o de la descripción de la vida cotidiana. En el género sobresale Tomás Carrasquilla, quien por el vigor del lenguaje,

por su ironía y humor y por la penetración en el análisis de caracteres y situaciones, superó la mera consideración nacional. Sus obras principales son: La marquesa de Yolombó, Grandeza, Frutos de mi tierra, y numerosos cuentos de notable factura. Sitio destacado ocupa la María de Jorge Isaacs, obra de un romanti-

sismo edulcorado, que conmovió la adolescencia de muchos jóvenes del continente y en la que puede verse el régimen del posterior desarrollo de una tendencia privilegiada en el país: la novela romántica. Las publicaciones periódicas fueron numerosas, algunas de corta vida,

destacándose por su calidad El papel periódico ilustrado, dirigido y animado por el polifacético Alberto Urdaneta y El repertorio colombiano, dirigido por Carlos Martínez Silva, político, jurista y sociólogo destacado. Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, filólogos, lingüistas y críticos

destacados, merecen una consideración especial, tanto por la calidad de sus obras, como por haber sido, con Marco Fidel Suárez, los fundadores de una tradición humanística de la cual se enorgullece con razón el país. Caro, quien fue presidente de la República, fue un fecundo polígrafo a quien se deben Estudios de crítica literaria y gramatical, Poesías latinas, Versiones latinas y Estudios constitucionales, a más de numerosos ensayos y obras poéticas. Cuervo fue uno de los grandes filólogos del siglo pasado y su Dic- cionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana (inconcluso), es uno de los grandes monumentos de la filología del siglo XIX y el primero de su género en nuestra lengua. Súarez es un discípulo de Cuervo y sus sueños de Luciano Pulgar son ensayos notables por la pureza del lenguaje y por la ponderación de los conceptos. Al igual que Caro,”ocupó la presi- dencia de la República. Tiempos de tanta agitación ideológica no eran propicios para el cultivo

de las artes, y en efecto la pintura sigue la inspiración costumbrista de las letras, destacándose únicamente el caricaturista José María Espinosa, el retratista Epifanio Garay y el grabador Alberto Urdaneta. El teatro fue

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Proceso histórico

intimo y familiar y sin mayor significación. Entre los músicos cabe men- cionar a Julio Quevedo y a José María Ponce de León. En el siglo XIX, en suma, se afianzaron los conceptos y prácticas educa-

tivas y se definió la personalidad literaria y científica de nuestro país. En el crisol político se fundieron todas las ideologías, como no podía ser menos en un país que había pasado de la independencia colonial a recibir el influjo de los países rectores de la cultura en el gran siglo: Francia, Inglaterra y en menor medida Norteamérica.

La situación social y la creación literaria en el siglo XX. El renacer de las artes plásticas

Con el advenimiento del siglo xx se cierra definitivamente el ciclo de los grandes caudillos, doctores y generales al tiempo, humanistas y guerreros que debicron multiplicar sus energías para preservar la frontera de la civilización, para educar la República y para instaurar el derecho y la cquidad sobre un cúmulo de desigualdades que se reflejan en la repartición de la riqueza y en las deficiencias de un sistema educativo que continuaba siendo elntista, académico, idealista y poco eficaz para propiciar la trans- formación de la economía, e inscribirlo definitivamente en el siglo XX. El hecho es que durante los primeros cincuenta años del siglo, las clases altas del país y muchos de sus dirigentes vieron en la cultura un simple adorno de su abundancia y un lujo que a veces se podía compartir con los de abajo. Esta situación era, entonces, generalizada en Latinoamérica. Nuestro país no podía constituir una excepción, y no la constituyó, porque no era posible dar una dimensión democrática a la cultura cuando la pobreza individual y las carencias sociales eran barreras insuperables, aun para los cstadistas más preocupados por el bienestar social de sus compatriotas. Aun hoy la desigual distribución de la riqueza entre las diferentes capas

de la sociedad y entre las zonas urbanas y las rurales es una barrera que deben tener en cuenta quienes trabajan por democratizar el desarrollo social y la cultura en particular y para lograr una participación efectiva de la comunidad en los proyectos. Miguel Urritia y Albert Berry, en su obra sobre La distribución del

ingreso en Colombia, caracterizan en forma pertinente esta situación: "Como se notará, el grado de concentración del ingreso en el área urbana

es substancial. El 1,s por ciento de la fuerza de trabajo controla aproxima- damente el 15 por ciento del ingreso total, los dos deciles más altos controlan e1 60 por ciento del ingreso y el 30 por ciento de la fuerza de trabajo más pobre gana solamente alrededor del 45 por ciento del ingreso total. "En las áreas rurales, sobra decirlo, el problema de la distribución es

peor ... Allí el 1,s por ciento más rico de la fuerza de trabajo tiene el 27 por ciento del ingreso cuando ese mismo porcentaje tiene sólo el 15 por ciento

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La política cultural en Colombia

en el área urbana, y los dos deciles superiores reciben el 65 por ciento del ingreso, en comparación con el 60 por ciento del área urbana. Sin embargo a causa de la falta de desempleo abierto en el campo, el 30 por ciento más bajo devenga cerca del 8,5 por ciento de todo el ingreso rural, mientras los tres deciles inferiores de los trabajadores urbanos devengan solamente el 4,5 por ciento del ingreso urbano." Respecto a la situación de la educación, tal vez el examen más técnico

y revelador sea el contenido en la exposición de motivos que sustentó la exposición de los decretos 102 y 088, de 1976, reformatorios del sistema educativo colombiano. Decía en esa oportunidad el señor ministro de Educación: "La estructura de un sistema educativo permite, no obstante esta

complejidad, que se la exprese de una manera simple por grados y niveles de escolaridad. "El sistema educativo colombiano ha estado tradicionalmente organizado

en tres niveles, así: primario, secundario, universitario. En términos e@- valentes se habla de educación elemental, media y superior. Este esquema formal no corresponde, sin embargo, a la realidad social. El servicio edu- cativo está de tal manera distorsionado y disperso que a la escuela primaria sólo tiene acceso el 77 por ciento de los niños que entran en edad escolar (siete años de edad); 230 de cada 1 O00 niños no van a la escuela nunca (ausentismo escolar).

Las estadísticas muestran que de cada 100 niños que se matriculan en primero de primaria llegan a tercero 46 y terminan quinto 28. Pero estas cifras engañan. Al desagregarlas resulta que si los niños pertenecen a la zona urbana, de cada 100 niños llegan a tercero 52, a quinto 28. Si los niños pertenecen a la zona rural, de cada 100 niños llegan a tercero 15 y a quinto 5. El grado de participación por escolarización revela en este nivel una cobertura baja y una deserción alta (ineficacia).

D e cada 100 niños que terminan la enseñanza primaria completa (5 grados) en escuelas oficiales, sólo 36 aparecen matriculados en secundaria en planteles oficiales. Entre el nivel primario y el nivel secundario del sistema educativo nacional hay, más que una solución de continuidad, una ruptura. "El rendimiento interno en el nivel secundario es muy similar al del

nivel primario: de 100 alumnos matriculados en primero de secundaria quedan en cuarto 50, y se gradúan bachilleres, en sexto, 31. Según esta- dísticas reiteradas, 330 de cada 1 O00 bachilleres se quedan, en cada promo- ción, sin cupo en la universidad. D e los que ingresan en la universidad, 40 de cada 100 desaparecen de las estadísticas entre primero y tercero.

La ruptura entre los niveles medio y superior es por lo menos tan grave como entre los niveles primario y medio. La distorsión sin embargo, es mayor, porque el comportamiento institucional de la universidad revela una ruptura entre lo que se enseña y la vida, que es de más vastas conse- cuencias que la anterior. Resulta sumamente difícil de justificar esta

?,

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Proceso histórico

deserción del 40 por ciento durante los primeros cuatro semestres de la universidad. ”Por cuanto hace al rendimiento externo de la educación secundaria,

ni los bachilleres que se quedan sin cupo, ni los estudiantes eliminados durante los dos primeros años de carrera universitaria saben ejercer alguna profesión o desempeñar un trabajo suficientemente productivo o remu- nerativo. Es un lugar común hablar del bajo nivel de los estudios secun- darios; de los programas de estudio enciclopédicos, recargados de teoría y sin sentido práctico; de la falta de orientación profesional; de la enseñanza demasiado libresca, sin conexión real con los problemas nacionales; y de la promoción de bachilleres a quienes el grado de bachiller no les sirve ni para poder seguir estudiando.” La situación económica y social aquí consignada de manera esquemática

ha cumplido, como no podría ser de otra manera, en el desarrollo cultural del presente siglo y ha determinado el rumbo de la acción y de la política cultural. El Estado se ha preocupado sistemáticamente por LLcerrar la brecha” y por corregir los desequilibrios que se presentan en las estructuras económicas y sociales, de lo cual son buena prueba la política consignada en el Plan de desarrollo social económico y regional 1975-1978, las reformas educativas y los programas de desarrollo rural integrado (DRI), promul- gados e impulsados por la actual administración.

Con el fin de cerrar el proceso que hemos tratado de hacer, mediante cortes históricos, del decurso cultural del país, consignaremos a continuación algunas apreciaciones sobre el desarrollo de las letras, manifestación la más significativa en un país de tradición hurnanística (bellas letras), como el nuestro. Pero previamente debemos consignar un hecho significativo dentro del movimiento cultural: el renacer del espíritu creador en el campo de las artes plásticas que, como vimos atrás, había estado supeditado a los rígidos cánones coloniales.

Los pioneros de este movimiento en el siglo xx fueron Andrés de Santa María, espíritu refinado, que inscribe su obra dentro del lenguaje impre- sionista; Ricardo Acevedo Bernal, retratista de notable maestría y Francisco A. Cano, pintor y escultor. El contacto con los movimientos europeos impresionistas y expresionistas y principalmente con el muralismo mexi- cano orientó, posteriormente, a creadores de la importancia de Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo, Carlos Correa, Luis Alberto Acuíía, Ramón Barba y Alipio Jaramillo, quienes contribuyeron en gran medida a dar a la creación artística una significación social de que había carecido en épocas ante riores. En el campo de las letras la influencia y la maestría de Baldomero Sanín

Cano, Guillermo Valencia y Tomás Carrasquilla se prolonga, en las letras colombianas casi hasta la mitad del siglo XX. El espíritu crítico y universal del primero; la elegancia formal y los refinamientos de la sensibilidad del segundo, y el apego a la tierra, a los valores tradicionales y el rescate del habla popular, son constantes de nuestras letras que se dan separadamente

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La política cultural en Colombia

en algunos escritores o que se conjugan como instrumentos que un gran talento literario fundirá en una nueva estructura creativa, como es el caso de Gabriel García Márquez. La presencia activa de Sanín Cano influyó mucho para que el ensayo

tuviera un cultivo privilegiado en nuestro país. De algún modo la forma provisional de sus instituciones y la formación de una conciencia laica y anticonfesional encontraban en el ensayo su mejor cauce de expresión. Ensayistas de alta calidad son Germán Arciniegas, Armando Solano, Alberto Lleras, Hernando Téllez, Jorge Zalamea, Jorge Gaitán y Hernando Valencia, animadores estos dos últimos de la revista Mito, que tuvo una influencia decisiva en la apertura de la conciencia nacional y en la ruptura definitiva del monopolio de la península sobre el pensamiento colombiano. En la poesía, no obstante la influencia del Simbolismo y del Parnasia-

nismo franceses y de la apertura hacia las corrientes inglesas y norte- americanas, España continuó marcando su impronta en los creadores colombianos. Al principio del siglo se destacan tres personalidades de acusado vigor, que aún dominan el escenario poético nacional: Luis Carlos López, quien rompió la temática y las formas tradicionales e hizo escarnio de la solemnidad parroquial de los caciques tropicales; León de Greiff, cuya sensibilidad versátil y contradictoria, su caudal verbal y sus formas musi- cales dieron origen a una expresión universal, enraizada, no obstante, en valores típicamente nacionales, Porfirio Barba Jacob (Miguel Angel Osorio), heredero del demonismo bohemio de Baudelaire, Poe y Rimbaud, pero cuya obra es más notable por su caudal expresivo que por su forma artística. A lo largo del siglo se han destacado Rafael Maya, Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, Alvaro Mutis, Eduardo Cote Lamus, y Jorge Gaitán, quienes encarnan la mejor tradición de la poesía hispanoamericana y son también excelentes críticos. En la creación novelesca se han presentado dos rupturas de diversa

significación y que han contribuido de manera ostensible a superar el estan- camiento secular en que se hallaba la narración en Colombia. José Eustasio Rivera, con L a vorágine, dió un golpe eficaz a la literatura del arte por el arte, al dar cabida a la consideración de situaciones sociales en la creación artística. El paisaje, que había sido un elemento exterior y decorativo se entreteje orgánicamente con la sensibilidad de los personajes, formando un clima dramático y angustioso que supera el interés incidental de la peri- pecia. Rivera, al igual que Carrasquilla, tuvo un influjo decisivo en el desarrollo de la novela regionalista en Latinoamérica. Posteriormente Gabriel García Márquez, con Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba y El otoño del patriarca, colocó la novela colombiana en el ámbito nacional al crear un mundo propio, en que no se sabe qué admirar más si su maestría narrativa o la estructura verbal y en donde el sueño y la realidad borran las fronteras de lo cotidiano para sumergir al lector en un mundo mitológico y oniríco que anula a la vez el tiempo y el espacio. La obra de García Márquez es, sin lugar a dudas, la más poderosa y coherente contri-

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Proceso histórico

bución que la literatura colombiana ha hecho al conocimiento de una faceta muy destacada del perfil nacional; y El otoño del patriaca es la obra que rompe definitivamente con un estilo tradicional -occidental de narración que anula las categorías kantianas de espacio y tiempo. Las múltiples tra- ducciones que se han hecho de sus obras a diversos idiomas y la conside- ración que ha merecido de la crítica mundial, lo colocan a vanguardia de la ficción latinoamericana. La historia, la antropología, la economía y la sociología han contribuido,

en sus expresiones científicas y periodísticas, a definir la personalidad del hombrc colombiano y a movilizar una sociedad que ha superado sus formas arcaicas, y se ha inscrito definitivamente en las corrientes de la modernidad, sin perder por ello su autenticidad y su identidad.

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Situación de la cultura

La dirección y la administración de la cultura

La dirección, la administración de la cultura, y la planificación de su desarrollo, están encomendadas en el país al Instituto Colombiano de Cultura (COLCULTURA) creado mediante el decreto n.o 3154 de 1968 y organizado por el decreto 994 de 1969. “El Instituto Colombiano de Cultura (COLCULTURA), adscrito al

Ministerio de Educación Nacional, es un establecimiento público, esto es, un organismo dotado de personería jurídica, autonomía administrativa y patrimonio independiente que se organiza conforme a las normas estable- cidas por el decreto n.o 3154, las reglamentarias de éste y las contenidas en [sus] Estatutos.’’ La estructura del Instituto (véase apéndice n.o 4) comprende la Junta

Directiva, la dirección y sus organismos centrales de administración y asesoría (Secretaría General, Oficina de Planeación, Asesoría de la Dirección para Comunicaciones), y tres subdirecciones: Subdirección de Patrimonio Cultural, Subdirección de Comunicaciones Culturales y Subdirección de Bellas Artes. Las actividades de las tres subdirecciones y el desarrollo de los campos cubiertos por las mismas serán analizados posteriormente. El Instituto Colombiano de Cultura tiene a su cargo “la elaboración, el

desarrollo y la ejecución de los planes de estudio y fomento de las artes y las letras, el cultivo del folkIor nacional, el establecimiento de bibliotecas, museos y centros culturales, y otras actividades en el campo de la cultura, correspondientes a la política general que formule el gobierno nacional, por conducto del Ministerio de Educación Nacional y según las decisiones que tome la Junta Directiva del Instituto”. El establecimiento de un organismo de dirección y administración de la

cultura, en 1968, representó un paso decisivo en el tratamiento que el Estado daría al desarrollo cultural y dada la amplitud de sus objetivos y la multiplicidad de sus funciones constituyó un avance concreto frente a la

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Situación de la cultura

debilidad de la administración cultural hasta entonces existente. No obstante esta afortunada circunstancia, aspectos esenciales del desarrollo y de la actividad cultural siguen bajo la dependencia de otros ministerios y organismos estatales, aunque COLCULTURA tenga ingerencia de diverso orden en su coordinación. Tal es el caso de las comunicaciones sociales, ins- trumento primordial en la conducción de una política de desarrollo cultural, que dependen del Ministerio de Comunicaciones; del turismo cultural y de las artesanías que dependen de la Corporación Nacional de Turismo y de Artesanías de Colombia, adscritas al Ministerio de Desarrollo, y de la pro- tección del patrimonio monumental, bajo el cuidado del Ministerio de Obras Públicas. Esta situación, impuesta por un reparto tradicional de competencias en

la administración pública, se ha salvado gracias a una activa coordinación desplegada por la dirección central y a la estructuración de programas conjuntos que tienden a impulsar áreas de la cultura administradas por otros organismos. N o obstante, es necesario consignar la necesidad que existe de institucionalizar mecanismos más operantes para que las comuni- caciones de masas asuman un papel más activo y coherente dentro del campo de la promoción social y cultural y para que los creadores culturales puedan tener en el Instituto Colombiano de Cultura un defensor de sus derechos, dotado de instrumentos administrativos y financieros de los que hoy carece. Dentro de la estructura orgánica del Instituto, la dirección general ha

asumido directamente programas de importancia estratégica, principal- mente en los aspectos de difusión en el campo nacional e internacional y en el de la capacitación del personal encargado de la gestión cultural, directa- mente adscrito al Instituto. Mención destacada debe hacerse de la organización de la exposición

denominada “El arte colombiano a través de los siglos’’ que agrupa más de 800 obras de diferentes periodos históricos, desde la época precolombina hasta el siglo xx. Esta exposición fue inaugurada el 15 de noviembre de 1975 en el Petit palais de París y posteriormente fue exhibida en Madrid y Barcelona. El año entrante se proyecta exhibirla en L a Habana, México D.F., S5o Paulo y Miami. Participó también el Instituto en el Año Internacional de la Mujer con una ponencia sobre “Producción y difusión culturales” y atendió, bajo la directa supervisión de la dirección, lo rela- cionado con la difusión de nuestros bienes culturales por conducto de las embajadas de Colombia ante los gobiernos extranjeros. Ante la carencia de órganos de difusión propios, la dirección creó e

impulsó un programa radial titulado “Especiales de Colcultura”, que se transmite por la Radiodifusora Nacional para todo el país y que ha alcan- zado 80 emisiones hasta la fecha. D e la misma manera, con la colaboración de la programadora comercial RTI, ha diseñado y transmitido por el canal 7 de televisión un programa bajo el título “Páginas de Colcul- tura”, que destaca aspectos de la creación literaria, de la investigación

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La política cultural en Colombia

arqueológica, del arte y de los acontecimientos significativos de la historia cultural.

También fue creado, en 1975 un órgano de difusión propio de las acti- vidades del Instituto y de la cultura nacional que se denomina Gazeta y cuyo primer número fue lanzado en diciembre de 1975. En coordinación con otras entidades, COLCULTURA realizó cursos de

capacitación, adiestramiento y perfeccionamiento de sus empleados en diferentes áreas de la administración y financió la participación de varias personas en cursos organizados por otras entidades públicas y privadas. Igualmente financió en parte los estudios regulares que realizan buen número de sus empleados. Así mismo, con el ánimo de detectar las necesidades de este campo, se

hizo una encuesta la cual fue respondida por el 90 por ciento de los empleados, y basándose en sus resultados se establecieron las prioridades de los cursos que se realizarán el presente año.

El patrimonio cultural y natural

Uno de los propósitos del Estado colombiano en el aspecto del patrimonio cultural y natural del país es el de asegurar y conservar un marco de vida al individuo que le mantenga en contacto con la naturaleza y con los testi- monios de cultura que dejaron las generaciones anteriores. Así mismo incor- porar las creaciones culturales de las generaciones actuales al acervo que transmitirán a las futuras.

C O L C U L T U R A , desarrolla y aplica una política que consiste en coor- dinar y utilizar sus recursos investigativos y técnicos para lograr un cono- cimiento, una protección, una conservación y una utilización eficaces de su patrimonio cultural. Para esta labor cuenta con algunos organismos espe- cializados y debe coordinar la acción de otros que dependen de ministerios e institutos diferentes. Los organismos dependientes de C O L C U L T U R A , encargados de realizar las labores de investigación y documentación son el Instituto Colombiano de Antropología; el Centro Colombiano de Documen- tación, Información e Investigación del Patrimonio Musical; y la División de Inventario del Patrimonio Cultural. Para efectos de conservación, restauración, acrecentamiento y divul-

gación de los bienes culturales se cuenta con la Biblioteca Nacional, la División de Museos, el Archivo Nacional y el Centro de Restauración. El Instituto Colombiano de Antropología, desarrolla una labor de inves-

tigación, defensa y conservación del patrimonio arqueológico de la nación mediante acciones de vigilancia, protección, y estudio de los sitios y monu- mentos arqueológicos. El país cuenta con zonas de incalculable valor cien- tífico y cultural, antiguos habitat de culturas precolombinas hoy convertidos en parques arqueológicos como los de San Agustín, Tierradentro y Tairona. Debe luchar este organismo contra el saqueo clandestino de sitios arqueo-

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Situación de la cultura

lógicos y la exportación ilícita de bienes culturales. Se ha iniciado un programa de reconocimiento, localización y levantamiento de sitios arqueo- lógicos mediante modernas técnicas de aerofotografía infrarroja.

Grupos de etnólogos trabajan en cinco estaciones antropológicas ubi- cados en las zonas periféricas del país, habitat de grupos en estado tribal, desarrollando programas de investigación interdisciplinaria aplicados en un número de relaciones interétnicas; como también de investigación arqueológica. Los órganos de expresión del Instituto Antropológico son: La revista

colombiana de antropología y la Revista colombiana de folklor, de excelente calidad científica y que han dado impulso a las investigaciones en estos campos. El Centro Colombiano de Documentación, Información e Investigación

del Patrimonio Musical, recientemente creado por C O L C U L T U R A , se encarga de la elaboración del inventario y recopilación de las obras de compositores colombianos, así como de una fonoteca que reúna las expre- siones musicales de las diferentes regiones del país, al servicio de investi- gadores y en la divulgación del legado musical. La División de Inventario del Patrimonio Cultural, tiene a su cargo la

identificación e inventario de los bienes muebles e inmuebles que integran el patrimonio cultural del país. Trabaja en colaboración con los institutos y centros de investigaciones estéticas de las universidades colombianas. Las áreas que cubre son las de arqueología y antropología; pintura y escultura; rnucbles, objetos varios y documentos. Se adelanta un relevantamiento a escala nacional. L a tarea de inventario iniciada hace cerca de seis años ha logrado establecer más de 25 O00 fichas que está divulgando por medio de su Boletín trimestral. El patrimonio bibliográfico del país se encuentra bajo la custodia de la

Biblioteca Nacional y tiene además de la conservación las funciones de incrcniento, catalogación y difusión de la producción bibliográfica nacional. La ley 86 de 1946 es el instrumento legal mediante el cual la Biblioteca exige de los escritores y editores nacionales el depósito legal de sus obras. Se adelantan los trabajos de remodelación y recuperación arquitectónica y técnica de la sede de la Biblioteca, los que estarán concluidos para la cele- bración en el próximo año del segundo centenario de su fundación. Según el concepto de especialistas en archivística latinoamericana, la

riqueza e importancia del patrimonio documental de Colombia, sólo es comparable en el continente al de México. En el Archivo Nacional y otros regionales se ha logrado conservar casi en su totalidad el archivo de la administración colonial española en la Nueva Granada (hoy República de Colombia), así como de la vida republicana. En el marco del diseño de una política archivística para el país se está adelantando el estudio para la crea- ción de un sistema Nacional de Archivos que permita una eficaz recopi- lación, ordenamiento y utilización de los documentos como instrumentos de la administración y de la investigación histórica de la nación.

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La política cultural en Colombia

Cuenta el archivo con equipos de microfilmación y laboratorios de res- tauración de documentos manejados por personal nacional entrenado en centros archivísticos internacionales. El Archivo Nacional también coopera en la formación de personal de archivística con centros de educación superior. Se adelantan además los estudios para dotarlos de una sede con las especi-

ficaciones técnicas para una adecuada conservación de los fondos documen- tales. Simultáneamente se trabaja en una recopilación y clasificación de los fondos archivísticos y documentales con miras a reformular mecanismos que unifiquen y actualicen la ejecución de una política a nivel nacional en esta materia, en forma moderna y segura y utilizando los modernos apoyos de la informática. La coordinación, asesoramiento y organización de los centros museísticos

del país corresponde a la División de Museos de la Subdirección de Patri- monio Cultural. Entre otras actividades, promueve, en colaboración con la Asociación Colombiana de Museos (ACOM), la capacitación del personal vinculado por medio de seminarios y encuentros orientados por expertos internacionales y nacionales. Así mismo, desarrolla en el aspecto divul- gativo una programación permanente de exposiciones itinerantes que reco- rren el territorio nacional sobre temáticas de diverso tipo. En estrecha colaboración con la División de Museos se desarrollan las

actividades del Centro de Restauración. Creado mediante acuerdo entre el gobierno de Colombia e Italia a través del Instituto Italo-Latinoamericano de Roma (IILA), el centro dispone de laboratorios modernamente equi- pados, de física, química, rayos X y fotografía. Un grupo de técnicos y restauradores italianos asesoraron al personal nacional en los procesos de salvamento y recuperación de las obras pictóricas. El Centro se ha ocu- pado especialmente de las obras de los museos adscritos a COLCULTURA y a diversas entidades públicas. Otros organismos estatales y asociaciones académicas y científicas dife-

rentes al Instituto Colombiano de Cultura participan en actividades de investigación, defensa, conservación y restauración del patrimonio cultural del país. En operaciones de conservación y restauración del patrimonio monu-

mental se ocupan dos entidades oficiales: el Ministerio de Obras Públicas y la Corporación Nacional de Turismo adscrita al Ministerio de Desarrollo. En aplicación de los acuerdos de la Séptima Conferencia de Montevideo, el Congreso de la República expidió la ley 163 de 1959 sobre protección y defensa del patrimonio, creando además, el Consejo de Monumentos Nacio- nales, como organismo rector de control monumental, aunque de poca ope- rancia y funcionalidad, toda vez que los instrumentos legales de que dispone son insuficientes para su cometido. Además la integración del Consejo por representantes de diversas instituciones, academias, sociedades de arqui- tectos, museos, dificulta la unidad de acción y sujeta sus determinaciones a complicados trámites burocráticos que en la actualidad se trata de vencer

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Situación de la cultura

mediante la unificación de la legislación y el manejo más eficaz de los recursos económicos. A nivel local las labores de conservación y vigilancia de los monumentos

históricos y públicos recaen legalmente y de facto sobre las autoridades municipales, a las cuales corresponde dar cuenta de expediciones científicas o de la actividad regular de las estaciones antropológicas. El Instituto Caro y Cuervo, adscrito al Ministerio de Educación Nacional

se dedica a la investigación en los campos de la lingüística y la literatura colombiana y elabora en la actualidad un atlas etnolinguístico del país. Su actividad es ejemplar en el campo filológico en Hispanoamérica, y continúa en forma colectiva la actividad que iniciaron sabios humanistas como Ezequiel Uricoechea, Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro en el siglo pasado. Sus publicaciones científicas y literarias y su órgano especializado Thesaurus han alcanzado un firme reconocimiento internacional. L a Academia Colombiana de Historia se ocupa de la investigación de las

fuentes documentales de la historia del país y de la publicación de la obra Historia extensa de Colombia, serio esfuerzo por ordenar e interpretar las fuentes documentales del país y trazar un cuadro orgánico de su desarrollo. El Estado en las últimas décadas ha prestado especial interés a la pro-

tección del patrimonio natural del país, escenario de la actividad cultural del pueblo colombiano. El objetivo cultural ha sido establecer una política de fomento de conservación, mejoramiento y restauración del ambiente y los recursos naturales renovables por diversos medios, docentes, de comu- nicación, etc. El Instituto Nacional dc Recursos Renovables (INDERENA), organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, es el encargado de desarrollar tales políticas. En el marco de estímulo al patrimonio cultural en sus aspectos de inves-

tigación, conservación, acrecentamiento y difusión las acciones de los diferentes organismos no se limitan exclusivamente al patrimonio monu- mental, a los bienes inmuebles o al entorno natural. El patrimonio más importante de un país son sus recursos humanos y en ellos debe, en Gltimo término, desembocar toda acción cultural. A las manifestaciones vivas de la cultura colombiana se dedica buena parte de la actividad investigativa, de promoción y difusión, en sus tradiciones populares, en sus expresiones musicales, artesanales y antropológicas en general. En otra sección se analizan los programas de estímulo al creador cultural y al desarrollo de la comunidad.

ACCIONES ESPECÍFICAS DE COLCULTURA

Formación de personal especializado en técnicas de investigación, restau- ración y conservación de bienes culturales, prehistóricos, coloniales, etc., en los centros latinoamericanos de Cuzco y Churubusco.

Impulso a las actividades del Centro de Restauración, dotándolo de los elementos indispensables y capacitando su personal técnico.

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La política cultural en Colombia

En colaboración con organismos especializados, en el recavamiento de la frondosa legislación que se ha producido en el país en materia de patri- monio cultural, con el fin de buscar su unificación y actualización. Pero sobre todo para lograr que una futura legislación permita establecer instrumentos coercitivos que aseguren una efectiva preservación del patrimonio arqueológico y artístico del saqueo, el robo, la destrucción y la salida clandestina del país de objetos patrimoniales. Esta actividad legal exige obras paralelas en cuanto a recursos financieros y a la uni- ficación de criterios y operaciones en un solo organismo.

Crear un sistema de defensa, vigilancia y protección de los bienes patri- moniales en las diferentes localidades del país, a través de los centros culturales comunitarios, previa una información y toma de conciencia de su valor cultural y social por parte de la población.

Diseño de campañas de divulgación de los valores patrimoniales del país y de su protección, ya iniciada con afiches sobre patrimonio arqueológico.

La creación artística

Consciente de que la cultura no se identifica con el cultivo y difusión de las bellas artes sino de que éstas son apenas una de sus manifestaciones, y en su interés por dar impulso a una cultura del desarrollo -en oposición a la cultura de consumo-, la política del Instituto Colombiano de la Cultura, en este campo específico, se ha venido orientando hacia el estímulo y el establecimiento de las condiciones favorables para la creación artística en música, artes plásticas, teatro, folklor, etc. COLCULTURA adelanta estas actividades a través de la Subdirección de

Bellas Artes, que ejerce sus funciones con el apoyo de las siguientes depen- dencias: División de Enseñanza Artística, División de Supervisión de Centros Culturales, Sección de Artes Plásticas, Sección de Festivales. Para las labores de difusión cuenta con, el Teatro Colón, la Orquesta Sinfónica de Colombia y la Banda Nacional. Obviamente esto no agota la gestión nacional en lo que a las bellas artes se refiere, como veremos más adelante. La División de Enseñanza Artística viene desarrollando sus actividades

en tres frentes: pedagogía artística, Escuela Nacional de Arte Dramático y Centro Piloto de Educación Artística Infantil, con el propósito de cubrir tres aspectos fundamentales de la formación estética: educación formal a toda persona que ingrese en el sistema educativo; programas específicos de educación continuada para formar la sensibilidad individual y colectiva; y cursos profesionales especiales para creadores en los diferentes campos, establecidos en la mayoría de los centros universitarios del país. La Sección de Pedagogía Artística se propone formar, actualizar y capa-

citar personal docente en los diferentes campos del arte (plástica, música, teatro, títeres, etc.) con el fin de que éstos a su vez sirvan de multiplicadores y difusores en escuelas, colegios y centros especializados.

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Situación de la cultura

La Escuela de Arte Drámatico imparte estudios superiores de teatro en las modalidades de actuación, dirección y escenografía, al mismo tiempo que realiza investigaciones y seminarios sobre técnicas teatrales, fomenta y difunde la actividad teatral. En el año de 1975 contó con cuarenta y dos alumnos que realizaron el montaje de dos obras. El Centro Piloto de Educación Artística Infantil viene subsanando, así

sea en mínima parte -teniendo en cuenta que su acción sólo se circunscribe por el momento a la ciudad de Bogotá- el gran déficit que existe en el país de programas que permitan a los niños y adolescentes realizar sus posibilidades creadoras. Con programas teóricos y de taller y a través de las bellas artes como medio de recreación y expansión se está dando a un grupo de niños y adolescentes la oportunidad de expresar su sensibilidad y adquirir el dominio de los materiales y las técnicas creativas. Por otra parte se está trabajando en la creación de una escuela nacional

de danza moderna en la que también se dará importancia al cultivo de la danza popular colombiana, ya que por una parte existe en el país un movimiento activo pero disperso que cultiva la danza clásica y que en algunos casos tiene una formación moderna y, por otra, las manifestaciones de la danza popular son muy ricas y variadas. Para garantizar el funcionamiento de los centros de enseñanza artística,

examinar la orientación de sus programas y la idoneidad del personal docente, etc., existe la División de Supervisión de Centros Culturales. En adelante a más de la labor de vigilancia propiamente dicha, se preocupará por el estímulo a la creación artística y velará por proporcionar a los crea- dores las condiciones y estímulos para su trabajo. Corresponde a la Sección de Artes Plásticas estimular y difundir los

valores nacionales en el terreno de las artes visuales, organizar certámenes dentro del país y propiciar la participación de los creadores nacionales en bienales y concursos internacionales. Como parte de la política de descen- tralización que viene realizando el Instituto, a partir de 1975 se resolvió llevar el Salón de Artes Visuales, que es el evento más importante de las artes plásticas colombianas, a las distintas zonas del país a través de seis salones regionales realizados en diferentes ciudades y con los cuales se integrará la muestra del salón nacional. En once ciudades tuvo un número de 35 300 visitantes. L a Sección de Folklor y Festivales tiene como funciones promover,

estimular y difundir las manifestaciones folklóricas colombianas; realizar encuentros, festivales y concursos artísticos y culturales; recopilar y difundir las tradiciones nacionales. El Teatro Colón de Bogotá es, desde hace un siglo, el principal centro de

difusión de espectáculos culturales y artísticos nacionales y estraiijeros. En marzo de este año se concluyó la remodelación completa a que había sido sometido desde el año de 1973. Por espacio de muchos años ha sido sede de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Colombia además de

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La política cultural en Colombia

escenario para las numerosas presentaciones, solistas, conjuntos operáticos, compañías teatrales nacionales o que visitan el país. La Orquesta Sinfónica de Colombia fue constituida en 1936 como

orquesta nacional del Estado. Hasta la fundación de COLCULTURA estuvo adscrita al Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Edu- cación. H a cumplido a través de estos años una importante labor como difusora de la música culta universal y como estímulo al quehacer musical colombiano en general. Últimamente ha extendido su campo de acción a sectores más populares, por medio de conciertos didácticos, programas de televisión, etc. En el año 1975 presentó 30 conciertos en el Auditorio de la Universidad Nacional con un promedio de 2 O00 asistentes por función; 16 conciertos en otras ciudades del país; 7 grabaciones para televisión y 20 conciertos didácticos para cerca de 10 O00 niños. Ademas de la difusión de las obras de compositores universales, la orquesta se ha propuesto dar estímulo a los nuevos compositores colombianos incluyendo sus obras en su programación ordinaria. La Banda Nacional desempeña una labor de difusión netamente popular

con conciertos al aire libre, en plazas públicas, barrios, escuelas, particular- mente en Bogotá y ciudades aledañas. El número total de conciertos realizados en 1975 fue de 100.

Analizamos ahora muy someramente el estado actual de las manifestaciones culturales específicas en el campo de la creación artística en las que tenga, o no, ingenrencia COLCULTURA.

ARTES PLÁSTICAS

En las últimas décadas las artes plásticas han cobrado en Colombia una importancia inusitada dentro de las manifestaciones artísticas, no sólo por el gran número de creadores destacados que han surgido sino también por el incremento de galerías y museos y por el interés creciente del público por esta forma de expresión. Los artistas colombianos trabajan con los más variados medios (dibujo, pintura, grabado, escultura, cerámica y textiles) y la obra de algunos de ellos ha alcanzado una personalidad definida, como en el caso de Fernando Botero, Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Luis Caballero, Augusto Rivera, Pedro Alcántara, Lucy Tejada, Beatriz González y Felisa Burztyn, entre otros. Con todo, la participación colombiana en eventos extranjeros, como

son las bienales de Venecia, San Pablo y las exposiciones en diferentes ciudades de Europa ha sido reconocida y galardonada por su seriedad y profesionalismo. El país cuenta con unos treinta centros de formación en artes plásticas,

gubernamentales y privados; salas permanentes de exposición como el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo de la Uni- versidad Nacional, el Museo del Banco de la República, la Tertulia de

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Situación de la cultura

Cali, además de numerosas galerías en las principales ciudades del país. Desde 1940 se viene organizando anualmente el Salón Nacional de Artes

Visuales que, como ya se dijo, se ha descentralizado ahora en salones regionales. La ciudad de Medellín ha sido sede de la Bienal Internacional organizada por una empresa privada, Coltejer, y Cali de la Bienal Americana de Artes Gráficas. El gobierno colombiano por medio de leyes y decretos trata de apoyar y

estimular la creación artística. Así por ejemplo, desde 1961 los edificios nacionales deben tener como ornato una obra plástica. Es de destacar igualmente la acción de la empresa privada mediante la

adquisición de obras y colecciones, el otorgamiento de premios y el auspicio de concursos y exposiciones. Importante labor cumple en este sentido el sector de la banca.

ARQUITECTURA Y URBANISMO

Como ya se dijo en el primer capítulo, tanto la arquitectura como el urba- nismo, en la época de la colonia siguen los esquemas europeos y especial- mente los españoles. El mismo fenómeno se presenta en la era republicana y a lo largo de todo el siglo XIX con el predominio del estilo neoclásico en los edificios públicos y monumentos y las influencias inglesa y francesa en la arquitectura doméstica. Sólo en el presente siglo la arquitectura colombiana empieza a adquirir caracteres más o menos propios. Hasta 1936, cuando surgen las primeras escuelas de arquitectura, ésta fue labor confiada a los ingenieros. En los últimos años la creación arquitectónica se nutre con las influencias de las corrientes imperantes en Europa y los Estados Unidos de América y los programas de formación profesional son el reflejo de las escuelas más destacadas: la alemana, la escandinava, la francesa, laitaliana y la brasilelia. Por lo que respecta al urbanismo éste ha recibido el impacto directo

de visitas de urhanistas reconocidos mundialmente como Le Courbussier y José Luis Sert. La preocupación por la preservación del diseño urbano ha tomado impulso en los últimos años merced al establecimiento de cáte- dras en las principales universidades (Nacional, Antioquia, Andes), a la creación de institutos de desarrollo urbano como el IDU de Bogotá, a la intervención del Departamento Nacional de Planeación y a instituciones particulares que se preocupan por el estudio de los flujos migratorios internos y por la regulación del habitat urbano. Entre los arquitectos formados en el país o que han recibido las influencias

de los grandes arquitectos modernos como Gropius, Le Courbussier, Mendelhson, Nervi, Oud, etc., sobresalen Rogelio Salmona, Gabriel Serrano, Fernando Martínez, Arturo Robledo, Hernán Vieco, y otros que trabajan en el campo del diseño urbano como Luis Raúl Rodríguez, Patricio Samper, Guillermo Mojica, Ramiro Cardona y Alberto Mendoza.

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La política cultural en Colombia

TEATRO

A partir de 1955 se inicia en Colombia un movimiento teatral de caracte- rísticas modernas que supera las limitaciones del teatro familiar y costum- brista de finales del siglo XIX y principios del xx y rompe los moldes del teatro romántico y folletinesco español. En este año se crea en Bogotá la primera escuela de teatro, adscrita a la televisión, y en Cali la Escuela Departamental de Teatro, adscrita a la Sección de Bellas Artes. El grupo patrocinado por la Extensión Cultural de Bogotá, ‘“1 Buho” y el Teatro Experimental de Cali (TEC) renuevan el ambiente y ponen al alcance de un público restringido pero muy activo las manifestaciones del teatro clásico y del teatro de vanguardia. En la década del 70 se realizan las primeras experiencias de creación colectiva con obras como Nosotros los comunes y La ciudad dorada, dirigidas por Santiago García; y L a denuncia por el TEC de Enrique Buenaventura.

Por lo que se refiere a la consolidación, divulgación y conocimiento internacional del movimiento teatral colombiano, es importante mencionar, según el maestro Buenaventura, el papel que en este aspecto desempeñaron los festivales nacionales de teatro realizados en Bogotá entre 1957 y 1968; los festivales nacionales de teatro universitario celebrados en distintas ciudades del país y el Festival Latinoamericano de Teatro, primero univer- sitario y posteriormente de teatro de búsqueda y experimentación que se celebró en Manizales de 1968 a 1973. En estos festivales se tuvo oportunidad de confrontar el movimiento teatral nacional con el de otros países, y este confrontamiento fue altamente satisfactorio para los distintos grupos nacio- nales que en ellos participaron. El nuevo movimiento teatral crece rápidamente y “surgen grupos en

colegios, escuelas, universidades, capitales, pueblos, aldeas y barrios. Los grupos independientes con una cierta trayectoria se consolidan, y así es como a finales de 1969 surge la Corporación Colombiana de Teatro que en la actualidad reúne 85 grupos en todo el país y comprende 4 regio- nales: regional de Bogotá, regional de occidente (Cali), regional de oriente (Bucaramanga) y la regional de la costa atlántica (Barranquilla)”.

L a carencia de dramaturgos y las urgencias de la vida ciudadana y política estimularon en diversa forma el espíritu creador de directores y actores y dieron origen a un fenómeno de radical importancia: la creación colectiva. Así mismo han favorecido la participación popular en la creación teatral y han permitido una permanente circulación ideológica, temática y técnica en el movimiento teatral. Si hoy día el país cuenta con más de 100 grupos teatrales y el movi-

miento teatral ha alcanzado un amplio reconocimiento internacional esto se debe, además de los factores anotados, de carácter social, político y estético, a la actividad de personalidades de la categoría de Enrique Buenaventura, Santiago García, Jorge Alí Triana, Carlos José Reyes y Jairo Aníbal Niño, entre otros, y al estímulo que mediante subsidio le

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Situación de la cultura

ha otorgado el Instituto Colombiano de Cultura respetando la libertad creadora y promoviendo la participación de las diversas regiones en la conducción del movimiento teatral. En el último Festival Nacional del Nuevo Teatro, organizado conjun-

tamente por el Instituto colombiano de Cultura y por la Corporación Colombiana de Teatro tomaron parte 98 grupos y 1 113 actores que presen- taron obras en cinco ciudades capitales a las que asistieron cerca de 100 O00 espectadores. La muestra nacional que tuvo lugar posteriormente en Bogotá, reunió 16 grupos, 195 actores y se presentó en 12 salas de la capital, ante un público de 43 800 personas. Los éxitos obtenidos por el teatro colombiano en festivales y certámenes

internacionales y el impacto que ha tenido en el cambio de las actitudes de la comunidad hacia las actividades culturales en general, son una experiencia que debe tomarse en cuenta para la promoción de otros campos de la cultura. N o obstante, es necesario consignar, que si los recursos humanos y el talento existen y están bien orientados, los recursos eco- nómicos y el número y condiciones de las salas serán objeto de una preocupación especial.

MÚSICA

Como vimos anteriormente, sólo a finales del siglo XIX se inician las acti- vidades musicales en el país, gracias al esfuerzo de talentos aislados entre los cualcs merece una mención especial el maestro Antonio María Valencia. En este siglo y gracias a la creación de conservatorios independientes u anexos a las principales universidades, y al impacto de la radio, en los medios cultos primero y luego a nivel popular, la música ha tenido un desarrollo si no comparable al de las artes plásticas o el teatro, sí por lo menos digno de una consideración especial. Talentos como el del maestro Guillermo Uribe Holguín, de una depurada sensibilidad y de un dominio notable del leguaje musical moderno, y el de Adolfo Mejía, contribuyeron a abrir el camino a talentos que hoy se hallan en plena productividad. Entre estos se destacan Fabio González Zuleta, Blas Emilio Atheortúa, Luis Antonio Escobar (también dedicado a la investigación musical), Jesús Pinzón Urrea, Germán Borda y Francisco Zumayué quienes en diversa medida conjugan el dominio de los medios modernos de expresión coi1 el cultivo de temas y aires nacionales. Entre los instrumentistas y directores cuyos nombres han logrado superar

las fronteras nacionales y en ocasiones han alcanzado niveles de excelencia internacional, sobresalen los violinistas Carlos Villa, Luis Biava y Frank Preuss; el clavicembalista Rafael Puyana, los pianistas Blanca Uribe, Eduardo de Heredia y Mireya Arboleda; y los directores Sergio Acevedo y Jaime León y el organista Rodrigo Valencia. El movimiento musical colombiano debe mucho en su desarrollo más

inmediato a la presencia del maestro Olav Roots al frente de la Orquesta Sinfónica de Colombia y de la Coral Bach, y a la labor de crítica y difusión

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La política cultural en Colombia

de los musicólogos Otto de Greiff, Andrés Pardo Tovar, Manuel Drezner y Hernando Caro Mendoza. Otros factores que han contribuido a consolidar la música como una preocupación colectiva que supere el recinto exclusivo de las salas de concierto, fue el auge que tuvieron en la década del 60 las corales universitarias, los orfeones y los coros apoyados por las empresas oficiales y privadas.

H o y el país cuenta con un movimiento musical serio en Bogotá (Orquesta Sinfónica de Colombia, Coral Bach, Orquesta Filarmónica de Bogotá y numerosos grupos de cámara), Ibagué con el Conservatorio de Música, Cali, Popayán (festivales de música religiosa de carácter inter- nacional) y Medellín (Conservatorio de la Universidad de Antioquia y Orquesta de Cámara). L a labor pedagógica en los conservatorios y centros especializados se desarrolla en la mayoría de las ciudades capitales de los departamentos y de ella se espera que gracias a las reformas educativas recientes y a la acción formadora y promotora de COLCULTURA se consolide el movimiento musical en el país.

MANIFESTACIONES POPULARES

L a confluencia de grupos étnicos, así como también la diversidad de climas y regiones han contribuido a que el folklor colombiano sea uno de los más ricos y variados del continente. En las cinco regiones naturales del país han florecido manifestaciones folklóricas m u y características, entre las cuales pueden reconocerse, por ejemplo, más de 100 danzas indígenas, unas 14 mestizas, 18 mulatas y 6 chocoanas; numerosas canciones, formas dramatizadas y tradiciones. El crecimiento vertiginoso de los medios de comunicación en los últimos

años es, entre otros, uno de los factores que han ido sofocando y deterio- rando todas esas formas de expresión popular al reemplazarlas por los patrones culturales estandarizados que imponen la radio, la televisión, el disco, etc. L a acción del gobierno se está encaminando esencialmente a tratar de

rescatar y fomentar el acervo folklórico del país y a evitar por todos los medios su desaparición. Los programas oficiales de la educación han incorporado la enseñanza del folklor a todos los niveles escolares y es constante en las universidades y centros especializados la preocupación por este tipo de investigaciones. El Instituto Colombiano de Antropología ha podido asumir con éxito

esta tarea de rescate y convertirse en centro piloto gracias a un calificado equipo humano, a los materiales de investigación de que dispone y a los dos importantes órganos de difusión que ya hemos mencionado y que le han permitido realizar un inventario folklórico de Colombia y el archivo literario, musical y coreográfico.

Se debe un reconocimiento especial por su contribución al estudio y difusión del folklor colombiano a los investigadores Guillermo Abadía

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Situación de la cultura

Morales (Compendio general del folklore colombiano y La música folklórica colombiana) y José Ignacio Perdomo Escobar (Historia de la música en Colombia). Entre los museos consagrados a guardar el patrimonio folklórico figuran

el Museo de Artes y Tradiciones Populares y el Museo Etnológico. Las formas artesanales, también de gran riqueza y variedad, ya sea en

su modalidad artística o simplemente utilitaria, constituyen un renglón importante dentro de las expresiones populares. Para coordinar y fomentar la producción artesanal del país, funciona desde hace algunos años Arte- sanías de Colombia como dependencia del Ministerio de Desarrollo Eco- nómico. Promover ferias, mercados y concursos; distribuir los artículos y velar por su calidad; en fin, servir de intermediario entre el productor y el comerciante, son entre otras, las funciones que está desempeñando el mencionado organismo.

Las comunicaciones culturales y el desarrollo cultural

La Subdirección de Comunicaciones Culturales tiene a su cargo la movili- zación del patrimonio cultural del país, su desarrollo dentro de la comunidad y su difusión en los campos nacional e internacional. Su actividad se ade- lanta en tres sectores prioritarios: a) el de las publicaciones; b) el del desarrollo cultural de la comunidad; c) el de la estructuración de políticas y programas con la asesoría internacional, principalmente de la Unesco, de la OEA y de los países con los que Colombia ha suscrito convenios de intercambio cultural. En cumplimiento de sus propios estatutos y de la Ley del Libro (ley 34

de 1953), el Instituto diseñó desde su fundación un ambicioso programa de publicaciones que se ha venido cumpliendo dentro de un clima de aceptación cada vez más estimulante. Este programa tiene dos etapas características: una primera que se propuso hacer ediciones masivas a muy bajo costo, y dentro de la cual se editaron más de 160 títulos en cinco años, y en la que se dio cabida a múltiples temas, desde la literatura creativa y la historia hasta la ciencia y a la técnica; y una segunda etapa, actualmente en desa- rrollo, en la que se ha dado prioridad a la divulgación del patrimonio literario, histórico y científico del país. Dentro de este programa el Instituto publica cuatro series diferentes: la

“Colección popular”, cuyo precio es de cerca de 0,30 dólares de los Estados Unidos; la “Colección autores nacionales” cuyo precio es de 1,50 dólares; la “Biblioteca básica colombiana’’ y las “Ediciones especiales”. En la “Colección popular7’ se da cabida a las manifestaciones actuales de

la creación literaria y su tiraje oscila entre los 10 O00 y los 20 O00 ejem- plares. Desde su iniciación, en mayo de 1976, hasta la fecha se han editado 17 títulos.

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La política cultural en Colombia

L a “Colección autores nacionales” reúne aquellas obras de escritores de mayor aceptación y de prestigio establecido o incluye reediciones de obras agotadas, cuya demanda se ha establecido previamente. Esta colección ha publicado hasta la fecha 16 títulos, en ediciones que oscilan entre 2 O00 y 3 O00 ejemplares.

L a “Biblioteca básica” ha sido diseñada para proporcionar a los estudiosos colombianos y extranjeros una visión coherente de la realidad física, económica, social política y cultural del país, y se ofrece al público en series de 10 volúmenes con un tiraje de 5 O00 ejemplares de cada serie.

L a primera serie apareció en abril del presente año y se agotó casi inme- diatamente. L a segunda serie aparecerá en noviembre del presente año. Su precio es de 10 dólares de los Estados Unidos.

Las “Ediciones especiales” han acogido 4 obras de significación en los campos de historia, la investigación sociológica y la investigación antropo- lógica, que van a sectores especializados de lectores e investigadores. A pesar de que el mercado del libro no está tecnificado en el país,

COLCULTURA ha logrado una distribución eficaz de sus publicaciones y casi todas ellas se hallan agotadas en la actualidad. Así mismo es necesario hacer incapié en el hecho de que la industria edi-

torial se ha desarrollado con un ritmo creciente en los últimos años y que existen editoriales privadas, como Bedout y Carvajal y semioficiales como la del Banco Popular que vienen contribuyendo a la difusión de los valores literarios del país.

U n a de las preocupaciones del Instituto ha sido la de diseñar una política de abaratamiento del libro, de mejoramiento de su comercialización, y de estímulo a los creadores literarios, mediante el reconocimiento de sus dere- chos; la creación de premios nacionales y el patrocinio de concursos para diversos géneros.

Simultáneamente con la difusión del libro, COLCULTURA patrocina la edición de discos de música de compositores universales, que los producen empresas comerciales y se distribuyen con el sello de COLCULTURA a precios que representan la tercera parte de su valor en el mercado nacional. También inició en el presente año una serie de discos con música de compo- sitores colombianos, que se rige por los mismos criterios de la anterior.

EL DESARROLLO CULTURAL D E LA C O M U N I D A D

L a División de Desarrollo Cultural de la Comunidad fue creada mediante acuerdo n.o 003 de la Junta Directiva del Instituto Colombiano de Cultura en el año de 1974. Inició sus actividades en enero de 1975 y desde entonces ha venido cumpliendo con el objetivo de promover la participación de los diversos sectores de la población, para conseguir que las comunidades impulsen su desarrollo cultural, de forma que éste pueda llevarse por cauces propios y auténticos.

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Situación de la cultura

Para la consecución de sus fines, la División cuenta, en su organización, con las secciones de centros culturales y bibliotecas públicas y con una unidad de divulgación y equipos móviles. A través de la Sección de Centros Culturales, la División realiza estudios

sobre las necesidades culturales de las diversas poblaciones del país; motiva a las comunidades sobre los beneficios que emanan del establecimiento de centros culturales para el desarrollo de la región; las informa sobre los requisitos necesarios y la forma de llevar a cabo la organización y la crea- ción de los centros. Así mismo, les proporciona ayuda técnica y económica; capacitación para el personal encargado de su funcionamiento; dotación bibliográfica; materiales audiovisuales; mobiliario y equipo, y programa con ellas actividades encaminadas a promover la participación de los miembros de la comunidad en la gestión cultural de la misma. Desde su creación, la División a través de la Sección de Centros Cultu-

rales, ha incorporado 18 centros (“casas de cultura”), qne habían sido creados por el Instituto en años anteriores; ha motivado e informado a más de 100 comunidades y promovido la creación de 17 centros más, los cuales ya han sido dotados en su totalidad y recibido ayudas técnicas, económicas y capacitación de C O L C U L T U R A . Actualmente el programa trabaja en la terminación del diagnóstico de

la situación de los diversos centros culturales que funcionan en el país, en el inventario de sus recursos humanos y en la implementación del proyecto de regionalización propuesto por el plan de política cultural, COLCULTURA-Unesco. A través de la Sección de Bibliotecas, la División orienta la actividad de

30 bibliotecas piiblicas y de las 25 bibliotecas instaladas en las “casas de cultura’’ distribuidas en 18 departamentos, 2 intendencias y 2 comisarías del país; realiza estudios sobre las necesidades bibliográficas de las mismas y sobre clases de usuarios, y recomienda al Instituto la creación de nuevas bibliotecas y la actualización de las ya existentes. Igualmente, les presta asesoría técnica y programa cursos de capacitación para el personal al ser- vicio de las mismas. Actualmente la Sección de Bibliotecas además de las actividades des-

critas, atiende lo relacionado con la Ley del Libro (ley 34 de 1973), y ade- lanta diferentes estudios tendientes a detectar la situación de las bibliotecas públicas en el país, y a determinar una política que garantice la creación y funcionamiento de una red nacional de bibliotecas públicas integrada a un sistema nacional de información. Desde su creación, la División de Desarrollo Cultural, a través de la

Sección de Bibliotecas ha procesado 1 882 títulos; 3 436 revistas con sus correspondientes fichas analíticas de artículos, duplicado 5 599 esténsiles, reproducido 152 668 fichas, entregado a las bibliotecas públicas 27 989 volú- menes y realizado dos cursos de capacitación para bibliotecarios al servicio de bibliotecas públicas. D e igual manera, la Sección ha atendido numerosas solicitudes de

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La política cultural en Colombia

asistencia técnica y donado un total de 86 O00 volúmenes, a diversas instituciones, colegios y entidades sin ánimo de lucro en diferentes muni- cipios del país. Por conducto de la Unidad de Divulgación y Equipos Móviles, la Divi-

sión ha efectuado, en su año y medio de funcionamiento, 325 proyecciones de películas didácticas y recreativas en diferentes centros escolares e insti- tuciones culturales del país, 92 presentaciones de espectáculos artístico- musicales y teatrales en parques y barrios de diferentes poblaciones y ha promovido 30 muestras pictóricas circulantes.

LOS MEDIOS DE COMUNICACI~N

Los medios de comunicación social representan, dentro del desarrollo cultural, el punto crítico desde el cual puede inducirse un cambio que estimule y preserve la identidad nacional. Dentro del respeto y la protec- ción que la Constitución y las leyes les otorgan, la prensa, la radio, la tele- visión y el cine constituyen los vehículos más importantes de intercambio y difusión en el mundo moderno. En Colombia la prensa ha tenido tradicionalmente un rol decisivo en la

vida pública y desde fines del siglo XVIII hasta el presente se ha caracte- rizado por la excelente calidad literaria de su contenido y por su vinculación a los problemas sociales y políticos del país. En la actualidad circulan en el país 40 diarios cuyo tiraje se aproxima a

1 500 O00 ejemplares y con un potencial de cubrimiento de cerca de 5 mi- llones de lectores. Los 8 diarios de mayor circulación y que disponen de mayores recursos técnicos, humanos e intelectuales se editan en las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín y alcanzan un relativo cubrimiento nacional. La radio ha sido el medio de comunicación de más explosivo crecimiento

en el país. En la actualidad operan 348 emisoras, de las cuales 140 se hallan situadas en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Existen 9 cadenas radiales que agrupan 270 emisoras, lo que indica el grado de concentración de poder del medio. El sistema de radiodifusión cubre la totalidad del país y se estima que el 93 por ciento de los hogares situados en las zonas urbanas tienen uno o más radiorreceptores. En cambio en las zonas rurales el cubrimiento apenas alcanza un 70 por ciento de la población. D e los 3 canales de televisión existentes en el país, todos de propiedad del

Estado, uno está dedicado con exclusividad a la programación y difusión educativa y cubre el departamento de Cundinamarca y regiones aledañas y seis capitales de departamentos. Los otros dos están arrendados a pro- gramadoras del sector privado: tres programadoras privadas cubren más de la mitad del tiempo de transmisión de los dos canales comerciales.

D e acuerdo con estimaciones confiables el número de telerreceptores oscila entre 1 800 O00 y 2 millones y su distribución es muy desigual, ya que en las clases altas de las áreas urbanas el cubrimiento llega al 99 por ciento de los hogares, mientras que en las zonas rurales -por falta de

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Situación de la cultura

electrificación o por carencia de capacidad de compra- el cubrimiento no llega al 4 por ciento. El 45 por ciento de la programación es importada y los programas de

mayor sintonía, por lo menos en las clases bajas, son las telenovelas. Por lo que respecta al cine, en el país existen 395 salas de las cuales más del

40 por ciento se encuentran en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. El número calculado de espectadores por sala y por semana es de 11 500 personas y la programación, exceptuados los corto-metrajes es totalmente extranjera.

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Evaluación de la situación cultural

La descripción de la evolución cultural en largo término y su examen detallado en el pasado inmediato, nos proveen de los criterios necesarios para la crítica y para la formulación de finalidades y objetivos a mediano y largo plazo. Es evidente que la estructura del sistema cultural y su administración

gubernamental manifiestan al observador atento de la compleja y contra- dictoria realidad social, económica y política, debilidades básicas que condicionan, en cierto modo, las opciones que se propongan y determinan el grado de eficacia de las realizaciones que emanen de los proyectos concretos que se estructuren. Estas debilidades básicas que deben tener en cuenta no solamente los

técnicos en planeamiento sino los administradores, a cualquier nivel en que actúen, y los mismos lectores de este trabajo, son de dos órdenes: de orden político, y consisten en que al lado de una actitud paternalista y casi fetichista por la cultura, existente en ciertas capas directoras de la sociedad, en las instancias gubernamentales se relega, por fuerza de las circunstancias económicas, a segundo plano, el estímulo de las actividades culturales como tales, para beneficiar y privilegiar la educación formal; de otro lado, existen debilidades de orden operativo, en la infraestructura administrativa, que imponen que el análisis sociológico de instituciones y actitudes deba moverse en un terreno provisional por falta de datos estadísticos confiables, en muchos órdenes, y de información sistemática para la investigación. Estos dos órdenes de limitaciones que luego se analizan sistemáticamente,

son inherentes a todo sistema en formación y reflejan la ambigüedad carac- terística de la vida colombiana en su amplio decurso histórico. Ambigüedad que evoluciona en muchas ocasiones hacia el pluralismo contradictorio y anárquico, que hace nugatorios los esfuerzos, y presenta un talante social de impaciencia y angustia, fácilmente comprobable en la literatura tecno- lógica sobre planeación, en la que los mismos títulos de los planes reflejan una actitud voluntarista, una urgencia pragmática de erradicar desigual-

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Evaluación de la situación cultural

dades o de salvar incongruencias: “Las cuatro estrategias”, “Pura cerrar la brecha’,, o “Hacia el pleno empleo”, son denominaciones que delatan la actitud prevalente en América Latina ante una realidad que se quiere modificar a toda costa. Con el objeto de no sacrificar la coherencia en favor de un agotamiento

en el análisis, allí donde había fuentes disponibles, como es el caso del sistema educativo en su conjunto o de la composición demográfica del país, hemos preferido, en este tercer capítulo, hacer una crítica general y comprehnsiva, sin caer en detalles que, si bien pertinentes, no aportarían elcmentos de juicio diferentes a los del diagnóstico. Intentaremos, pues, iniciar una evaluación sistemática de la realidad

socio-cultural, que nos ponga en camino de establecer las finalidades y los objetivos implícitos y explícitos de la política cultural del país.

La posición de la cultura dentro de la ideología oficial

Como vimos anteriormente, la cultura ha sido objeto de reverencia en Colombia, hasta el punto de que el dictado de “c~lta’~ dada a una persona, a una ciudad o a una región es un título de excelencia que excusa la pobreza, la inactividad y aún la improductividad intelectual. D o n Antonio Gómez Restrepo, en su Historia de la literatura colombiana presenta algunas opiniones que reflejan muy bien la actitud de los colombianos hacia dos manifestaciones de la cultura: las letras y la ley. Caracterizando su obra, y comparándola con la de Vergara y Vergara, dice: “Este libro no tiene carácter apologético ni tendencia confesional; pero de su lectura resultará que, tomada en conjunto, la cultura colombiana y en especial su literatura, aparecen hondamente marcadas con un sello cristiano y castizo, en que se mezclan las influencias atávicas de la raza española con las recibidas de otros pueblos, especialmente de Francia, que de la Independencia para acá y aún desde los iíltimos tiempos de la Colonia ha presidido el desarrollo intelectual del continente. Se distinguen también las letras colombianas en que siempre han sido servidoras de la libertad y del patriotismo; han sido escuela de idealismo, de nobleza moral, y han procurado estar en contacto permanente con la vida nacional. Lo castizo se ha manifestado en una tendencia a mantener un tipo correcto del lenguaje; sin imitación servil ni estrechez de criterio para procurar el enriquecimiento del idioma. Pero no sería justo -como lo ha hecho algún escritor extranjero- el considerar esta afición como el rasgo predominante y característico de la literatura colombiana. Mucho importa en el arte la calidad de la lengua; pero no podría reducirse a esto solo la significación de una literatura que ha tenido entre sus cultivadores a varones eminentes, de alto pensar y de profundo sentir.” Mrís adelante agrega: “Lo que sí es un hecho -y de ello nos gloriamos- es que nuestra cultura tiene un sello eminentemente literario.,’

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La política cultural en Colombia

Y para destacar el sello legalista de nuestra personalidad cultural, afirma, refiriéndose a Jiménez de Quesada, que “aun cuando nacido en España pertenece a Colombia, no sólo por haber sido conquistador del Nuevo Reino de Granada, sino porque imprimió de manera indeleble los rasgos típicos de su persona en la nación que fundó. Su profesión fue la de hombre de leyes; y este país ha sido profundamente legalista, enamorado de las fór- mulas de la ley escrita y amigo del régimen civil en el gobierno”. El cultivo de las letras, de la gramática, de la teología y de las leyes privó

en las universidades coloniales y republicanas y desde la Relación de Mando del virrey Caballero y Góngora, hasta nuestros días, es continuado el clamor de los hombres de visión en pro de una enseñanza universitaria más realista y pragmática, lejana de cánones y latines. Cuando en el siglo pasado, durante los gobiernos de José Ignacio de

Márquez y Pedro Alcántara Herrán (1838-1842), se promovieron sucesivas reformas de la educación, las cámaras provinciales fueron las primeras en protestar contra las reformas que el gobierno se propuso, protesta que el Dr. Ospina Rodríguez, secretario del Interior, interpretaba, en la siguiente forma: “Esto manifiesta suficientemente que la opinión pública en favor de la enseñanza de las ciencias de aplicación industrial puede menos todavía en la República que la preocupación que favorece la multiplicación de médicos, abogados y teólogos ... Pero siendo incuestionable la conveniencia de generalizar la enseñanza de las ciencias de aplicación industrial, el Congreso y la administración debieran perseverar en la idea de dirigir a ella los establecimientos públicos, como durante esta época se ha procurado.” Y una centuria después, el presidente Alfonso López Pumarejo, restaurador de la Universidad Nacional de Colombia, decía en su discurso de posesión: “Nuestras universidades son escuelas académicas, desconectadas de los problemas y de los hechos colombianos, que nos obligan con desoladora frecuencia a buscar en los profesionales extranjeros el recurso que los nuestros no puedan ofrecernos para el progreso material o científico de la nación. Por su parte, el Estado desarrolla su actividad sobre un país des- conocido, cuyas posibilidades ignoran generalmente los gobernantes, y sobre el cual se han tejido todo género de leyendas. Los políticos también desconocemos el terreno social que sirve de campo para nuestros experi- mentos. Y en esa general incertidumbre sobre nuestra propia vida, perdemos el tiempo entregándonos a divagaciones, a conjeturas, a las teorías más empíricas sin que la estadística o las ciencias naturales y sociales nos abrevien y faciliten el trabajo que en las condiciones actuales es fatalmente ineficaz. De este concepto que probablemente tratarán de desvirtuar los liti-

gantes, que tienen siempre la excepción en los labios para negar los hechos colombianos, viene la idea que m e he formado de que el próximo gobierno debe llenar principalmente una función de educación nacional.” D e este escrutinio parcial del pasado podemos extraer un balance pro-

visional que caracteriza nuestra trayectoria cultural como literaria, forma-

9,

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Evaluación de la situación cultural

lista, legalista y apartada de las realidades materiales y sociales de una nacionalidad víctima de carencias y despojos, que la colocan en el rango de aquellas que aún luchan por encontrar el camino de un desarrollo sos- tenido y equilibrado. Estas características negativas tienen afortunada- mente un anverso positivo que puede ser encauzado, mediante políticas y estrategias, para lograr una sólida identidad nacional y el compromiso de las grandes masas, en el cultivo de valores sociales y culturales más acordes con nuestra situación histórica. La preeminencia dada a los valores lite- rarios, al respeto por las leyes y por las formas, cuando éstas encarnan un contenido de humanismo, justicia y equidad, es lo que ha permitido que el país gane la batalla permanente entre “civilización y barbarie”, de que hablaba Sarmiento en el siglo pasado, y que ha sido una constante his- tórica de la mayoría de nuestras sociedades. Solamente si se proscribe el predominio de lo afectivo, de lo irracional y de lo místico de la conducta social consuetudinaria se logrará un orden sólido, afincado en la elección consciente de propósitos racionalmente aceptados. Continuando con nuestro proceso analítico, podemos ver que hasta hace

apenas unas décadas, la cultura era vista por las clases dirigentes como un patrimonio exclusivo de las élites, como el fruto de la holgura económica y del ocio creador, ocio que solamente estaba al alcance de quienes habían conseguido cierto alto grado de educación formal, que iba íntimamente unido a un ingreso económico también alto. En cierto modo, en lo que se refiere a las manifestaciones culturales, éstas se dividían entre alta cultura o cultura eulta y cultura popular o expresiones ingenuas de las clases bajas o de las comunidades indígenas. Esta dicotomía era frecuente en la ciencia antropológica a fines del siglo pasado y tiene una expresión bien conspicua cn la división entre “tribus inferiores” y “naciones superiores’’ de que hablaba Edward B. Taylor, en 1871. Así mismo, en algunos sectores dirigentes, el concepto de cultura está

viciado de connotaciones arcaicas y es considerado como algo superfluo o lujoso o improductivo. Solamente cuando se la considera como un sub- producto de la actividad educativo formal o como un añadido de los pro- gramas regulares de estudio, viene la cultura a ocupar un lugar, junto con los deportes, dentro de las actividades escolares, y esto porque aún no se ha esclarecido, ni siquiera conceptualmente, el rol que desempeñan las actividades culturales, dentro de la vida expresiva y productiva de las sociedades. Esta ambigüedad conceptual y existencial, cuyas raíces más profundas

pueden encontrarse en la estructura de la vida económica y social del país, refleja una dicotomía que solamente puede salvarse si se concibe la cultura como el conjunto orgánico de las manifestaciones creadoras de una sociedad, como aquella infraestructura de bienes, actividades y acti- tudes que conforman la fisonomía de un pueblo. A una concepción seme- jante se está llegando apenas en los últimos años, gracias a un incremento de las investigaciones sociales y a las mayores posibilidades de difusión que

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La política cultural en Colombia

han tenido las expresiones culturales de los distintos grupos sociales y regionales. Pero no obstante estos esfuerzos, es muy probable que tanto hoy, como mañana, debamos suscribir las palabras de Baldomero Sanín Cano: “... verdaderamente nacionales no hay más culturas que las de los pueblos salvajes, sin comunicación con las otras civilizaciones~’. Pero, superadas estas consideraciones de tipo general, y concretán-

donos a las expresiones formales de líderes gubernamentales y políticos, encontramos que la insersión de la cultura dentro de los procesos globales de planeación es un imperativo aceptado cada vez en mayor medida por los encargados de formular las políticas nacionales. Cuando en 1966 se celebró el Primer Congreso Nacional de la Cultura

Colombiana, sus participantes hicieron entre otras las siguientes decla- raciones: “3. Presentar a la consideración del gobierno nacional y por su intermedio

al Parlamento, la propuesta de que dentro de los planes de desarrollo no sólo se deben tener en cuenta los conceptos económicos, como quiera que los culturales son los que con mayor significación y trascendencia determinan el grado de adelanto de un pueblo, y por lo mismo, solicitar que en los referidos planes se tengan en cuenta los altos designios de la cultura patria y el concurso que al progreso del país pueden prestar los hombres y los factores de la cultura colombiana.”

Más tarde, en 1968, cuando se creó el Instituto Colombiano de Cultura, como un establecimiento público, con autonomía administrativa y patri- monio independiente, se fijaron sus objetivos de la siguiente forma: “Corresponde a COLCULTURA la elaboración, el desarrollo y la

ejecución de los planes de estímulo y fomento de las artes y de las letras, el cultivo del folklor nacional; la conservación, el incremento y la vigilancia del patrimonio cultural del país en todas sus expresiones; el establecimiento y estímulo de las bibliotecas, museos y centro culturales y la divulgación de la cultura nacional, especialmente en el sector rural y urbano popular.” En los sucesivos planes de desarrollo adoptados por el gobierno nacional

a partir de 1961 en que fue adoptado el primer plan regional de desarrollo, dentro del marco de la Alianza para el Progreso, el gobierno ha venido consignando un cuidado cada vez mayor a 1.0s aspectos relativos al desa- rrollo social. Así, por ejemplo, el plan de 1971, denominado “Las cuatro estrategias”, hacía énfasis en el desarrollo integral y en él se daba particular relevancia a los aspectos de salud, educación y vivienda, como factores básicos del bienestar, concepto este último que presidía la concepción de un desarrollo integral. Pero fue en 1975, con el plan de desarrollo social, económico y regional -1975-1978- intitulado “Para cerrar la brecha”, y principalmente en las leyes y decretos sobre reforma educativa, expedida en 1976, cuando se abrió paso al concepto de cultura como un componente básico de las acciones encaminadas a “cambiar la calidad de crecimiento (de la economía), para asegurar que éste transforme el estilo de vida ...” del cincuenta por ciento más pobre de la sociedad colombiana y para

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Eyaluación de la situación cultural

lograr “un desarrollo regionalmente más equilibrado que tendrá profundas repercusiones sobre la calidad de la vida de las futuras generaciones”. En el análisis del sector educativo, el mencionado plan se refiere a los

principales problemas que afectan el sistema educativo en la siguiente forma: “Desigualdades sociales y económicas existentes en la población colom-

biana con su secuela de diferencias culturales ... 9, Carencia de investigación básica y aplicada, particularmente de inves-

tigación socio-educativa y curricular (lo que) trae como consecuencia el desconocimiento de las características culturales ... ”Falta de coordinación en las acciones en el campo de la educación

funcional de los adultos y en los programas de educación formal e informal dados a través de medios masivos de comunicación ... ”Baja calidad académica y pedagógica del personal docente ... ”Distribución inequitativa de los servicios del Estado entre las zonas

urbanas y rurales. ”La deficiente e inoportuna información estadística sobre el sector

dificulta la adecuada p!aneación y diseño de soluciones.” Todos estos desequilihrios serán atacados dentro de una acción coor-

dinada que prevé un aumento substancial en el gasto público para educación, la descentralización de la administración educativa y la naciona- lización de la educación primaria y secundaria. Estas políticas fueron implementadas mediante la ley 43 de 1975 y los decretos n.o5 088 de 1976 y 102 del mismo año, que descentralizan la administración de los planteles nacionales de educación y reestructuran el sistema educativo. Tenemos, pues, que la cultura merece una amplia consideración a nivel

social y político, hasta el punto de que la propia Constitución Nacional en su artículo 41 establece que “El Estado tendrá [...] la suprema ins- pección y vigilancia de los institutos docentes, públicos y privados, en orden a procurar el cumplimiento de los fines sociales de la cultura, y la mejor formación intelectual, moral y física de los educandos”. Esta preemi- nencia deberá, no obstante, reflejarse en los planes y programas de orden nacional, regional y local para que se cumpla el propósito del gobierno de brindar “oportunidad de acceso a la cultura a todos los jóvenes colom- bianos” (Exposición de motivos del ministro de Educación Nacional, para sustentar ante el Congreso el proyecto de ley n.o 43 de 1975).

L a administración de la cultura y las posibilidades de acceso y de participación de las distintas clases, regiones y grupos de edad en la actividad cultural

Hasta 1968, la promoción y la administración de la cultura en el orden nacional estaba al cuidado de una dependencia secundaria del Ministerio de Educación Nacional. En dicho año se creó el Instituto Colombiano de

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La política cultural en Colombia

Cultura (COLCULTURA), por medio del decreto n.o 3154, expedido en uso de especiales facultades que le fueron conferidas al gobierno por el Congreso. El paso dado en ese entonces, representó un intento serio por dotar

al país de un organismo administrativo con suficiente autonomía y patrimonio, para llevar a cabo una gestión cultural de significación nacional. Esta acción legislativa ha tenido repercusiones muy provechosas, pero

es evidente que aún es necesario robustecer en mayor medida los meca- nismos de administración y promoción cultural y, más urgente aún, crear canales de coordinación entre el nivel nacional y los niveles regionales y locales de gestión cultural. Si bien es cierto que la estructura de la gestión administrativa de la

educación, la ciencia y la cultura difieren de un país a otro, no es menos cierto que, en los últimos lustros, y gracias a la acción coordinada de la Unesco y de los Estados Miembros, se está abriendo paso la tendencia de dar a la administración cultural un alto rango dentro de la estructura burocrática del Estado. En la actualidad más de treinta países tienen ministerios de cultura y en algunos otros, como en Bélgica o Irak, un mismo ministerio agrupa la educación y la cultura, la educación y la información. Pero hasta ahora la tendencia tradicional ha sido la de ubicar la gestión cultural dentro de los organismos educativos, como es el caso de Colombia. No obstante la decisión política de dar a la administración de la cultura

un alto rango dentro de las competencias del Estado, ni el Ministerio de Educación, ni el Instituto Colombiano de Cultura, abarcan todos los aspectos que directamente se relacionan con la promoción y difusión de la cultura, como es el caso de la radio, la televisión y las artes del espectáculo, dependientes del Ministerio de Comunicaciones; o las artesanías y el turismo cultural, dependientes del Ministerio de Desarrollo; o el control del patri- monio monumental, adscrito al cuidado del Ministerio de Obras Públicas. Esta situación demanda de los diferentes organismos un mayor esfuerzo de coordinación y disminuye, consecuentemente, la productividad de las asignaciones presupuestales. En el nivel regional (departamentos) y en el local (municipios), la ges-

tión cultural está adscrita a organismos dependientes de las secretarías de educación, reflejando el ordenamiento que se presenta en el nivel nacional. Esta situación ha creado, tradicionalmente, un fuerte centralismo en la

administración cultural (corregido, como ya se vio en lo que respecta a la educación), centralismo que no corresponde a una voluntad política expresa sino a carencia de recursos para llevar la acción hasta las clases, regiones y comunidades marginales. Y esto último es evidente porque, aunque el artículo 3.0 de los Estatutos de C O L C U L T U R A , autoriza el establecimiento de “dependencias en otras localidades del país”, distintas de la capital,

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Evaluación de la situación cultural

hasta ahora se están dando los primeros pasos para hacer efectiva una descentralización en la administración y en la planificación culturales. Esta circunstancia plantea problemas de acceso a la cultura de muy

diversos órdenes. En primer lugar el acceso es diferente en las zonas urbanas y en las rurales. En segundo lugar, existen graves desigualdades de opor- tunidad entre aquellas ciudades que han sufrido un fuerte proceso de urbanización y aquellas cuyo ritmo de crecimiento es menos explosivo, ya que en las primeras proliferan los barrios marginales, verdaderas micro- culturas en donde los patrones degradados de conducta, la anomia social y la carencia de servicios infraestructurales, hacen nugatorios los esfuerzos por mejorar la calidad de la vida. En tercer lugar, las debilidades adminis- trativas y el centralismo impiden que las comunidades participen como agentes y gestores de la actividad cultural, limitando su acción a la de simples consumidores de bienes culturales exportados desde los centros productores, que suelen ser la capital del país o aquellas ciudades de mayor potencial económico y demográfico. En esta forma, a pesar de la diversidad sociocultural del país y a pesar

de la multiplicidad de sus manifestaciones folklóricas o simplemente popu- lares, se está presentando una uniformidad ficticia de gustos y costumbres, orientada y propiciada desde los centros de poder de las comunicaciones de masas, contrarrestada sólo en mínima parte por los festivales folklóricos, por los salones regionales de artes visuales o por los festivales de teatro, que en los últimos años han sido las mayores fuentes de la creación colectiva y de la experimentación artística. Si tenemos en cuenta que el promedio de escolaridad de los colombianos es de 2-4 años, y si aceptamos que el índice de analfabetismo es superior al 30 por ciento, debemos encarar la realidad de que cerca de la mitad de la población colombiana no tiene acceso a la cultura literaria (que como vimos es la predominante en el país) y que un número aún mayor, por razones geográficas o de ingreso, no puede acceder a las manifestaciones plásticas o musicales, a no ser aquellas degradadas que les imponen quienes manipulan los mercados nacionales e internacionales del disco. Otra circunstancia que debe tenerse en cuenta para mejorar el acceso

de la población a la cultura es la de que Colombia tiene en la actualidad más del 25 por ciento de la población entre los cinco y los catorce años de edad y la producción de bienes culturales para este rango de edades prácti- camente no existe en el país. En cuanto al cine dependemos totalmente de la producción extranjera; en televisión las franjas culturales para niños y adolescentes no están lo suficientemente desarrolladas, o dependen en buena parte de fuentes internacionales, y el teatro infantil y los títeres apenas comienzan a organizarse en el país y sólo en los centros urbanos más importantes como Bogotá, Medellín y Cali.

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La política cultural en Colombia

Las condiciones demográficas y el proceso de urbanización

Tal como se vio en el segundo capítulo de este trabajo, la pirámide de edades de la población colombiana corresponde a la de un país en el que aún no se ha operado la transición demográfica. Los índices de mortalidad son relativamente bajos, como corresponde a un país que ha hecho rápidos y evidentes progresos en medicina y en salubridad pública -aunque la mortalidad infantil sea aún alta; y la natalidad es superior al 40 por mil, lo que arroja una tasa de crecimiento anual de la población que fluctúa alrededor del 3 por ciento en la actualidad, superior al promedio de la región que es del orden del 2,8 por ciento y mucho mayor que la media mundial que es de 2 por ciento. Y a son bien conocidos los efectos que sobre la demanda por servicios

-principalmente por educación, salud, vivienda y empleo-, plantea el rápido crecimiento de la población. Lo que sí es necesario relevar es que este fenómeno demográfico genera condiciones específicas que es preciso tener muy en cuenta al formular políticas culturales, ya que de otra manera se ignorarían factores sociales, políticos y morales que inciden sobre la conducta y sobre las actitudes de las comunidades y los individuos. Por otra parte la dinámica demográfica tiene en América Latina, y

concretamente en Colombia, una característica específica que la diferencia de la evolución clásica de la urbanización de los países desarrollados. Este fenómeno, que también describimos con algún detalle en el capítulo ante- rior, es de tal magnitud que si entre 1938 y 1973 la población rural creció, en términos relativos, de 100 a 135 por ciento, la población urbana en cambio aumentó de 100 a 477 por ciento. En términos absolutos las cabe- ceras municipales, en el mismo periodo, aumentaron su población de 2 692 117 a 12 847 461 habitantes. H o y en día la composición rural- urbana de la población colombiana, casi se ha invertido con relación a 1938 y está compuesta de la siguiente forma: población rural 36,9 por ciento, población urbana 63,l por ciento. (Datos de los respectivos censos.) Pero donde es más notable el crecimiento acelerado de la población

urbana es en las grandes ciudades, como Bogotá, Medellín y Cali, que superan el millón de habitantes y aún en las ciudades intermedias como Bucaramanga, Pereira o Armenia, en donde la tasa de crecimiento supera el 7 por ciento anual y en algunos periodos intercensales ha llegado al 9 por ciento anual. Esta situación que ha sido analizada detalladamente en los últimos años

(Cfr. “Primera reunión de trabajo sobre políticas de migración y distri- bución de la población en América Latina”), plantea consecuencias de orden social y psicológico que deben ser tenidas en cuenta por el planificador y por el administrador cultural, para adecuar sus políticas y sus acciones a la dinámica poblacional. Algunas de las consecuencias más sólidamente establecidas por los investigadores sociales son las siguientes:

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Evaluación de la situación cultural

L a urbanización en América Latina es diferente a la que se produjo en Europa, Norteamérica y la Unión Soviética ya que no está acompañada de un incremento correlativo de la industrialización.

La inmigración de las zonas rurales a las urbanas, que es la causa más protuberante del proceso de urbanización, tiende a ser selectiva, es decir que los migrantes suelen ser más jóvenes, tener un más alto grado de iniciativa y de educación y revelar mejores aptitudes para adaptarse a los procesos de ‘ Lmodernización”.

La urbanización plantea agudos problemas de demanda por servicios (salud, educación, vivienda, empleo, etc.) demanda que por su concentración y por la velocidad de su incremento sólo puede ser satisfecha parcialmente.

L a anterior circunstancia genera situaciones conflictivas y de anomia social que muchas veces conducen a la degradación del medio urbano y aún a su ‘‘ruralización”. En efecto, la margiiialidad social (barrios de invasión, cinturones de pobreza, etc.) de ciudades como Bogotá o Cali, representan un reto no solamente para el planificador urbano sino para el adminis- trador y el político.

La migración rural-urbana determina variaciones considerables en la com- posición de la población por edades y por sesos, que es necesario tencr en cuenta en el diseño de los planes y programas de desarrollo.

Igualmente la migración interna aumenta las diferencias de status cultural entre habitantes de la misma ciudad y aún del mismo barrio y dificulta la comprensión de los mensajes culturales.

La urbanización, ante la carencia de oportunidades de empleo, genera un mayor ocio social e individual que debe ser cubierto por actividades económicamente ‘ ‘no productivas”.

Este complejo de circunstancias y características demanda una atención particular del Estado, no solamente en lo que se refiere a la planificación económica y social y al diseño urbano, sino a los aspectos cualitativos de la educación, de la recreación, del deporte y de la cultura en general. Y deter- mina la necesidad de que se preste atención a un proceso en el que las actividades culturales son fundamentales para el cambio de actitudes y prácticas individuales y sociales. Solamente en la medida en que los valores culturales sean conocidos y

encauzados y en que el estado tome las medidas necesarias para mejorar el acceso de la población (rural y urbana) a la cultura, podrán regularse los flujos migratorios y corregirse los desequilibrios que se están presentando y que de otra manera continuarán agravándose en el futuro.

Las regiones socio-económicas y la vocación microcultural

Como examinamos en el primer capítulo, el territorio de la Nueva Granada en la época del descubrimiento y de la colonización, estaba poblado por

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La política cultural en Colombia

diversas tribus y ‘“naciones” de diferente desarrollo histórico y cultural. La desigual distribución de la población indígena; el diferente impacto de los procesos de aculturación cuando no de exterminio de dicha población; la magnitud variable del caudal demográfico de blancos y negros que llegó al territorio recién descubierto y la diversidad de zonas geográficas y cli- máticas determinaron, a lo largo de más de cuatro siglos, que Colombia se constituyera como un mosaico regional, caracterizado por la diversidad étnica, económica, social y cultural. Esta diversidad, como es obvio, ha sido la causa de que durante su decurso

histórico los diferentes regímenes políticos hayan tratado de organizar el territorio en divisiones político-administrativas que reflejan en mayor o menor medida las condiciones materiales y sociales del espacio que aglu- tinan. Sin embargo, es notorio que la división departamental responde más a estos últimos criterios que a los propiamente socio-económicos y cultu- rales, lo que se traduce en ocasiones en la división política de regiones que presentan, desde el punto de vista material, una homogeneidad aparente o, por el contrario, la reunión bajo una misma unidad administrativa de conglomerados físicos y humanos de características disímiles. La historia, desde la época colonial, ha impreso su sello sobre el territorio

de la actual Colombia, determinando una tendencia hacia el cambio per- manente, no sólo en las denominaciones (capitanías, audiencias, provincias, departamentos, etc.) sino en la distribución espacial y en la repartición de las competencias y en la mayor o menor autonomía que se otorgaba a las unidades político-administrativas. Durante la época republicana cerca de treinta decretos, leyes o consti-

tuciones han modificado la división político-administrativa del país. Estas disposiciones que anexaban unidades territoriales, atendían más d criterios ideológicos y políticos que a consideraciones técnicas. La ideología del laissez-faire determinó, como ha demostrado William P. M c Greevey en su Historia económica de Colombia, 1845-1930, “una continua ambigüedad acerca del papel que debía jugar el gobierno central. Esta situación era herencia directa de las dos tendencias que caracterizaron la política bor- bónica: por un lado, el deseo de encauzar el crecimiento económico de las colonias de manera que éste sirviera mejor a los intereses de la Corona y, por otro, la percepción de que un cierto grado de autonomía local era esencial para el logro de algún desarrollo”. Y más adelante afirma: “Colombia no tuvo un dirigente político, después de Santander, en el decenio de 1830, capaz de instaurar el centralismo hasta que Rafael Núñez pudo forzar la adopción de la Constitución de 1886. Los experimentos con el federalismo -particularmente en los años 1863-1880- dejaron al gobierno central debilitado y lo hicieron irrelevante para cualquier intento de planear el desarrollo económico. Aún las funciones de guardián del orden público fueron en gran parte transferidas a los gobiernos regionales.” Factores de diverso tipo influyeron a través del proceso político en la

modificación de la estructura administrativa del país: el grado de impor-

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Evaluación de la situación cultural

tancia del liderazgo regional, los intereses de grupos o partidos, la ingerencia eclesiástica, el criterio arbitrista de los administradores regionales que querían ver aumentar las rentas de una región o provincia, las cuotas burocráticas y el rechazo de un excesivo centralismo fueron y son factores que pesan en la estructura de la actual división político-administrativa del país. Los investigadores Miguel Fornaguera y Ernesto Guhl en un trabajo titu-

lado “Colombia, ordenación del territorio en base del epicentro regional”, tipifican y califican este proceso de regionalización de la siguiente forma: “Ciertamente existían dos tipos de regionalización: unas basadas en criterios político-administrativos [...] Los fenómenos demográficos están muy par- ticularmente vinculados a la organización, funcionamiento y proceso his- tórico de la sociedad, a los que son propios de la antropología cultural y a la economía. Todos ellos han dejado profundas huellas sobre el territorio colombiano y contribuyen a sus interrelaciones y articulación en algo menos del 50 por ciento de su superficie, que está altamente culturizado y den- samente poblado a escala nacional. Como los problemas demográficos por su volumen se centran en tales áreas, las regionalizaciones basadas en criterios físicos y biológicos resultaban poco o nada adecuadas para su aplicación. ”Por otra parte la división político-administrativa del país que en sus

lineamientos generales establece una regionalización a dos niveles -depar- tamentos, intendencias y comisarías en unos, municipios en otros- tam- poco se ajustaba a nuestras necesidades (comprensih de los fenómenos demográficos), a pesar de que para efectos de la recopilación estadística, fuese imprescindible tomarla en consideración. ”Evidentemente la división político-administrativa colombiana es el

resultado de fenómenos humanos, pero buena parte de ellos pertenecen al pasado y hoy han perdido parcial o totalmente su importancia. Las rápidas transformaciones sociales y económicas de los últimos años han contribuido a hacer muy hetereogéneas esas viejas unidades territoriales unas veces, y otras, al lado de sus fronteras, se han estructurado otras nuevas, más homogéneas, que permanecen poco definidas, mal conocidas y que no han sido reconocidas ni delimitadas formalmente. ”En síntesis la división político-administrativa resulta obsoleta, para

efectos del análisis y descripción de los fenómenos humanos que se pro- ducen hoy sobre nuestro territorio. Son síntomas claros de esta afirmación: la reciente creación de varios nuevos departamentos, las tendencias a modificar legalmente el régimen municipal y departamental, la creación de corporaciones regionales, etc.” Lo que los precitados investigadores anotan es relevante para el aná-

lisis de los fenómenos culturales dentro del actual contexto político- administrativo. Investigadores como Vergara y Vergara (quien hace más de un siglo ya establecía una tipología “impresionista” de los pobladores de las distintas regiones del país), Nieto Arteta, López de Mesa, Segundo

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La política cultural en Colombia

Berna1 y Virginia Gutiérrez de Pineda, coinciden en caracterizar a Colombia, desde sus diferentes perspectivas, como un país pluricultural, con sub- culturas regionales identificables en sus rasgos y que los obstáculos que impone la geografía tienden a preservar. No obstante, es apenas natural que la irrupción de los medios masivos de comunicación en la vida pro- vincial tienda a propiciar los intercambios y a difundir valores y actitudes más allá de los límites que los sustentan y les confieren autenticidad. Todas estas circunstancias inciden en la conducción de la política cultural

y demandan una particular atención del planificador y del administrador. Una política que busca reforzar la identidad cultural del país no puede ignorar la diversidad de sus manifestaciones ni puede forzar una unifor- midad superficial, que no corresponda a expresiones de una sensibilidad auténtica. De la misma manera el estímulo a los creadores, los subsidios que se otorguen para obras de infraestructura y la política de difusión de las manifestaciones culturales se acordarán a esta pluralidad de la sensibilidad y de la forma, con el objeto de proporcionar escenarios adecuados para la expresión de la creatividad individual y social. En este orden de ideas es preciso, al formular y desarrollar las políticas,

tener en cuenta los siguientes factores: Que tanto la Constitución Nacional como la ley autorizan, para efectos de la educación y de la cultura la creación de unidades territoriales diferentes a las político-administrativas actualmente existentes.

Que una regionalización para efectos de la administración cultural no solamente resulta conveniente desde el punto de vista del mejor empleo de los recursos, sino que incide favorablemente en la participación efectiva de la comunidad en la actividad cultural y en la programación de acciones calificadas para las distintas áreas rurales o urbanas, mar- ginales, de desarrollo relativo diferente, etc.

Que debe fomentarse e impulsarse, tal como se ha venido haciendo hasta ahora, el intercambio de bienes culturales entre las diferentes regiones, entre la periferia y el centro y viceversa, para mejorar el conocimiento interregional. Este intercambio incluye exposiciones viajeras, festivales de teatro, festivales folklóricos y programas de radio y televisión.

Se considera que las investigaciones básicas de los fenómenos culturales son indispensables para tener un conocimiento científico de la realidad y para el fortalecimiento de la identidad cultural.

La producción y el consumo de bienes culturales y la protección de los creadores culturales

La estructura de la producción de bienes culturales corresponde a la estruc- tura de la producción de un país en transición. El concepto de “bellas artes” predomina en la consideración que se da a las manifestaciones de la cultura y sólo hasta épocas muy recientes se está abriendo paso una

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Evaluación de la si tuación cultural

concepción más amplia de la cultura como la expresión de las potenciali- dades creadoras de los individuos y de las comunidades, que se concreta en actitudes, hábitos y productos acabados y que representa “una fuerza enorme que afecta a todos los seres humanos, social e individualmente”. En el segundo capítulo de este trabajo se presentó una descripción

cuantitativa de la producción, distribución y consumo de los bienes cultu- rales de mayor significación social. Aquí trataremos de valorar concep- tualmente y de comparar el estado de la oferta con la de una demanda potencial ya que, como se ha repetido tantas veces, el estado de las inves- tigaciones culturales no permite establecer comparaciones y hacer infe- rencias empíricas sobre estadísticas más sólidamente establecidas. Así mismo no nos referimos aquí a todo el universo cultural sino a aquellos aspectos más sobresalientes dentro del perfil cultural del país. El primer hecho que llama poderosamente la atención del sociólogo es el

de la tremenda desigualdad entre los consumos en educación, cultura, recreación y otros conceptos similares entre las áreas rurales y las urbanas. Con base en los datos disponibles en la encuesta nacional de hogares, realizada por el Departamento Nacional de Estadística en 1971, se puede ver como el 42 por ciento de la población correspondiente a las áreas rurales gastaba solamente el 8,5 por ciento en adquisición de este tipo de bienes, mientras el 58 por ciento de la población insumía el 91,s por ciento del gasto total, que era del orden de los 6 873 980,5 millones y que repre- sentaba el 6,2 por ciento de los consumos totales. Esta profunda desi- gualdad es casi análoga a la existente en el sector de la salud pública. D e ahí que los planteamientos hásicos hechos por el gobierno en el plan de desarrollo 1975-1978, resulten apenas lógicos si se quiere lograr una sociedad más igualitaria, en donde las oportunidades cstén más equitativamente distribuidas. Esta capacidad de compra restringida y desigualmente distribuida, co-

rresponde a una oferta igualmente limitada y concentrada en las áreas urbanas y en particular en las capitales de los departamentos y de la nación. Analizaremos esquemáticamente los siguientes aspectos: mercado del

libro y bihliotecas; teatros, artes plásticas, radio, cine y televisión. Este análisis parcial indicará una tendencia generalizada, que no es ilegítimo extrapolar y que nos indica el énfasis que es necesario dar y que efectiva- mente se está dando a la política de desarrollo cultural. Informaciones contenidas en el Statistical yearbook. 1973, editado por la

Unesco y otras recogidas directamente en el CERLAL, nos muestran cómo Colombia editó, en 1972, 848 títulos, mientras Argentina editó 4 578 y Brasil 8 579. En 1975 el número de títulos editados había sobrepasado los 1 000. Los tirajes habituales en el país, exceptuando los textos escolares, no superan los 3 O00 ejemplares y en la mayoría de los casos oscilan entre 1 O00 y 2 O00 ejemplares. Las importaciones de libros y revistas han ido aumentando en forma constante entre 1973 y 1975, lapso en el que pasaron

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La política cultural en Colombia

de 456 a 705 millones de dólares de los Estados Unidos, aumento que compensa con dificultad el aumento vegetativo de la población y los mayores costos de los libros e impresos. Durante el periodo considerado, el Instituto Colombiano de Cultura produjo un impacto considerable en el mercado del libro, con ediciones semanales de alto tiraje, superiores a los 50 O00 ejemplares, en algunos casos, y no inferiores a los 10 O00 para su “Colección popular”. Pero lo más significativo de este esfuerzo se orienta hacia la distribución del libro a todas las capas de la población y a regiones geográficamente apartadas de los centros tradicionales de consumo. Un esfuerzo similar realizan el Banco Popular con su “Biblioteca” y la editorial Bedout con sus bolsilibros. Aún es prematuro hacer una evaluación del impacto que producirá la Ley del Libro (ley 34 de 1973), que crea estímulos para la producción editorial y que favorece la libre circulación de los impresos de toda índole y estimula y protege a los creadores culturales. En todo caso es necesario consignar que: u) el mercado del libro es reducido para el volumen demográfico del país y frente a su tradición literaria; b) los canales de distribución -las revistas tienen un mercado notablemente tecnificado- son precarios y sólo cubren los centros urbanos de mayor magnitud; c) los costos del libro son excesivos y no son comparables con los de otros países en iguales condiciones de desarrollo; d) proliferan los bccomics” y las revistas de baja calidad y de contenido enajenante.

Por lo que dice relación al sistema bibliotecario del país, éste se halla en un momento favorable de planificación, desarrollo y modernización y, aunque los recursos no son suficientes, de continuarse la política plasmada en el decreto 2733 de 1973 y en el 102 de 1976, se podrá lograr a mediano plazo un desarrollo equilibrado de las bibliotecas escolares, públicas, uni- versitarias y especializadas dentro de un sistema nacional de información.

Las competencias, dentro de este sistema nacional de información se han repartido en la siguiente forma: el Ministerio de Educación Nacional atiende al fomento de las bibliotecas escolares (3 600 aproximadamente); el Instituto Colombiano de Cultura promueve el desarrollo de la red de bibliotecas públicas (370, en la actualidad); el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior coordina la red de bibliotecas universitarias (83 unidades); y el Fondo Colombiano de Investiga- ciones Científicas y Proyectos Especiales “Francisco José de Caldas”, COLCIENCIAS, dedica sus esfuerzos y recursos al fomento de investiga- ciones y proyectos que facilitan la creación y funcionamiento de la red de bibliotecas especializadas y centros de documentación.

Dado el proceso que ha seguido el establecimiento del servicio nacional de información y los vínculos técnicos de coordinación y el reparto ade- cuado de funciones y competencias, resulta previsible, en el mediano plazo, una mejor implantación de los servicios bibliotecarios y de información y, por consiguiente un mejoramiento substancial de las condiciones para la investigación.

Por lo que respecta al teatro, la historia de su desarrollo, resumida en el

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Evaluación de la situación cultural

segundo capítulo, muestra cómo a partir del impulso que recibió a finales de la década del 50, su desarrollo ha sido sostenido. En este desarrollo han influido diferentes factores de índole político y social y propiamente artís- tico, entre los que cabe destacar la activa participación de la universidad en el movimiento teatral y la existencia de individualidades con una notable capacidad de liderazgo, entre las que se destacan Enrique Buenaventura, Santiago García, Jorge Alí Triana y Carlos José Reyes. La inclinación por la creación colectiva y la afortunada selección de temas y obras que respondan a las preocupaciones ciudadanas han permitido que el teatro sea una de las manifestaciones culturales más favorecidas en Colombia y que ha merecido mayor reconocimiento en el campo internacional. El Festival Nacional del Nuevo Teatro, inciado en 1975, mediante la

colaboración entre el Instituto Colombiano de Cultura y la Corporación Colombiana de Teatro resultó una excelente manifestación de lo que puede hacer la conjunción de las iniciativas pública y privada. Los cinco festivales regionales -en Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Barranquilla- que reunieron 98 grupos teatrales con más de 1100 actores, sentaron un magnífico precedente de lo que puede lograrse con una descentralización adecuada de actividades y con una participación eficaz de los grupos independientes, con el apoyo oficial y el subsidio económico del Estado. Al igual que el teatro, las artes plásticas y principalmente la pintura,

han adquirido una gran importancia entre las manifestaciones culturales, no solamente nacional sino internacionalmente. Los salones nacionales, la creación de museos como el Museo de Arte Moderno, la apertura de nume- rosas galerías privadas o institucionales como la galería de la Biblioteca Luis Angel Arango, del Banco de la República, el paulatino establecimiento de una crítica más sistemática y científica y la irrupción en el ámbito internacional de un grupo de artistas, entre los cuales se destacan Alejandro Obregón, Fernando Botero, Edgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar y Enrique Grau, constituyen factores que explican el auge de una mani- festación artística que en la primera parte del siglo xx contó, ciertamente con individualidades descollantes, pero aisladas. Hoy las artes visuales tienen un amplio reconocimiento en todo el país y no solamente en la capital y existe un mercado establecido de las obras de los artistas nacionales. En este campo también se ha operado un favorable fenómeno, propiciado

por C O L C U L T U R A , a través del Salón Nacional de Artes Visuales. Este certamen, al igual que el de teatro, se realiza en ciudades de diferentes regiones del país y su organización es de competencia de las autoridades locales. Con las obras seleccionadas en Cartagena, Bucaramanga, Tunja, Ibagué, Medellín y Cali, se integra el Salón Nacional. En esta forma los artistas y el público de las diversas regiones del país tienen acceso a las manifestaciones plásticas, que de otra forma verían limitado su impacto a las élites tradicionales. Las exposiciones circulantes patrocinadas por C O L C U L T U R A , los

concursos de pintura infantil y los programas de educación artística merecen

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La política cultural en Colombia

una consideración especial por la influencia que tienen no solamente en el conocimiento y en la formación de la sensibilidad, sino en la preparación de los cuadros para la acción cultural en este campo específico. En una sociedad en proceso de transición el impacto que los medios de

comunicación social producen es mucho mayor que en aquellas sociedades que han alcanzado un alto grado de modernización. En efecto, en estas últimas los valores, las actitudes y el comportamiento han ido estructu- rándose a lo largo de los siglos y las comunicaciones sociales han venido a socializarlas o a incrementar su eficacia dentro de procesos previamente establecidos. Ni la identidad cultural ni la personalidad socio-política de las naciones desarrolladas se han visto en peligro por la irrupción de los mass media. Al fin y al cabo para dichos países no hubo algo que pudiera llamarse irrupción, sino un paulatino dominio y expansión de instrumentos que ya estaban embrionariamente inscritos en su estructura tecnológica y social. En los países en vías de desarrollo, dependientes de los centros de poder

internacional, el cine, la radio y la televisión, principalmente, son instru- mentos por cuya posesión y control se libra una verdadera lucha política y de poder, no sólo a nivel internacional. D e ahí que exista, prácticamente, una unanimidad de criterios acerca de la importancia que tienen el uso de los medios y los mensajes que transmiten, dentro de cualquier proceso cultural. En Colombia el desarrollo de la radio ha sido más vertiginoso que en

cualquier otro país de la región, y actualmente cubre todo el territorio nacional. Los cálculos efectuados para el 31 de diciembre de 1975, indican que existen en el país 348 emisoras y aproximadamente 5 millones de receptores. L a mayoría de las emisoras están agrupadas en las 9 cadenas que funcionan en el país. A pesar de que el Estatuto de Radiodifusión, integrado por varias leyes

y decretos expedidos a lo largo de 21 años, contiene normas que tienden a estimular la cultura y la educación por medio de la radio y a pesar de que el Estado “otorga licencias para el uso de frecuencias”, reservándose el derecho de vigilar la programación y estimular ciertos aspectos de la misma -música de autores nacionales, pongamos por caso-, lo cierto es que las emisoras culturales y educativas propiamente tales, son muy pocas -unas 6 en el país- y el Estado sólamente tiene una Radiodifusora Nacional.

Por otra parte, las exploraciones realizadas sobre el terreno indican que existe una actitud receptiva por parte de los programadores para mejorar la calidad de los programas y para reemplazar los productos espúreos -música popular internacional, telenovelas, programas de violencia y crimen- por programas culturales, recreativos e informativos realizados en forma más artística y técnica. Esta circunstancia plantea un verdadero reto a la oferta, sobre todo si se tiene en cuenta que el país dispone de la infraestructura necesaria para inducir un cambio en esta dirección.

Además, el Ministerio de Comunicaciones del que depende el control y

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Evaluación de la situación cultural

el estímulo de la radio, la televisión y el cinc ha diseñado un programa, de inmediata aplicación, para controlar los aspectos que inciden en la progra- mación como son: el uso del idioma, las radionovelas, los programas culturales y docentes, los programas deportivos, los periodísticos o infor- mativos, los humorísticos, los anuncios publicitarios y la idoneidad del personal que trabaja en la radio. Por lo que respecta a la televisión, el medio se ha desarrollado muy

rápidamente ya que en la actualidad las tres cadenas existentes cubren cerca del 60 por ciento más poblado del territorio nacional. Existen aproxi- madamente 2 millones de telerreceptores, desigualmente distribuidos en las distintas capas de la población y en el medio urbano y el rural. En las clases altas la cobertura alcanza al 99 por ciento de la población, mientras en las áreas rurales aquélla alcanza solamente el 3,8 por ciento de los hogares. L a desigualdad de la cobertura, el alto número de programas extran-

jeros (45 por ciento), y la deficiente programación cultural, plantean pro- blemas que el Estado está encarando a través de modificaciones en las condiciones de las licitaciones de los espacios que se otorgan a las diferentes programadoras. La producción nacional de cine es muy exigua y su calidad es muy desigual.

Esta producción se concentra sobre todo en el cortometraje, del que se han producido, en los últimos 3 años, cerca de 160 obras, algunas de las cuales han alcanzado galardones en festivales internacionales. Solamente existen 395 salas de proyección en el territorio nacional de

las cuales cl 49 por ciento están localizadas en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, las cuatro principales ciudades del país. El promedio semanal de espectadores por sala se calcula en 11 500, lo que daría un gran total de 238 millones de espectadores anuales, en el país. Aquí la concentración es aún mayor en las zonas urbanas y en las ciudades de mayor potencial demográfico. Así mismo es necesario anotar que el medio, para su difusión, depende en su totalidad de la producción extranjera, principalmente de la procedente de los Estados Unidos de América, Francia, Italia y México, situación que plantea serios problemas de penetración y enajenación cultural. Este breve análisis de la situación de la oferta de algunos bienes culturales

de mayor demanda, indica que el Estado debe crear los organismos y los mecanismos adecuados para la producción y distribución de bienes cultu- rales y para la protección de los creadores culturales. D e otra manera el proceso de alienación y de consiguiente la pérdida de la identidad cultural podrían crear situaciones irreversibles, nocivas para el cumplimiento de los propósitos nacionales de defensa, no sólo del patrimonio artístico y natural, sino del moral y económico del país.

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La política cultural en Colombia

Los recursos humanos para la administración y la promoción culturales

El escollo mayor con que generalmente se tropieza, en los países de menor desarrollo relativo, para la conducción de los programas de desarrollo eco- nómico y social, es el de la escasez y deficiente calificación de los recursos humanos. Y a hemos visto la magnitud y la persistencia de los esfuerzos que en los últimos 20 años ha hecho el país en materia de educación y de capacitación técnica, en los diferentes campos, principalmente en los de la salud, la agricultura y la industria. Estos esfuerzos respondieron a nece- sidades reales y contribuyeron en su orden a deprimir la tasa de morta- lidad y mejorar el saneamiento ambiental; a tecnificar la agricultura y mejorar la productividad del sector agropecuario y a promover un plan de sustitución de importaciones y de incremento de las exportaciones no tradicionales. El reclutamiento de cuadros para la administración y la producción

cultural, dentro de la administración pública, ha sido una tarea reciente, por lo menos en su forma institucionalizada, y coincide prácticamente con la creación del Instituto Colombiano de Cultura. A pesar de que la demanda de recursos humanos para esta actividad

solamente se ha hecho real desde una fecha tan reciente como 1968, ya es evidente que dichos recursos son escasos y que en el caso de que existieran en número suficiente no podrían ser captados para desarrollar tareas cultu- rales full time sino que tendrían que combinar sus actividades con las de otros sectores como la educación, la salud o la extensión agrícola. Si partimos del esquema teórico de que un administrador o un promotor

no pueden ser objeto de una formación académica similar, en su estruc- tura, a la que se imparte a un arquitecto o a un agrónomo, sino que debe impartirse una capacitación a aquellos bculturólogos” que desarrollan roles formales o informales en la sociedad, tenemos que para lograr mejor aprove- chamiento de las oportunidades para la transmisión de los mensajes cultu- rales, es necesario diseñar programas específicos de capacitación para aquellos promotores sociales (de acción comunal, de extensión agrícola, de salud y nutrición, de medio ambiente y de comunicaciones) que desarrollan su trabajo en las comunidades de base. En el inmediato pasado COLCULTURA ha realizado cursos de perfec-

cionamiento para su personal administrativo y para los bibliotecarios y promotores de las ‘kasas de cultura” diseminados a lo largo y ancho del país. Si en la actualidad existen 34 bibliotecas públicas que dependen inmedia-

tamente del Instituto y en el futuro la red habrá de ampliarse hasta cubrir 380 bibliotecas existentes; y si en la actualidad hay 120 casas de cultura en diferentes fases de formación, es preciso impartir al personal no capa- citado los conocimientos técnicos necesarios para que desarrollen sus tareas en forma productiva y con sujeción a una política general, lo suficiente-

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Evaluación de la situación cultural

mente flexible para que se adapte a las características regionales y locales en donde desarrollan su actividad. En la misma forma deberá hacerse con los 234 ejecutivos y técnicos que

actualmente cumplen funciones en la administración cultural y con aquellos necesarios para las tareas de descentralización que se han iniciado y que se incrementarán a mediano plazo, hasta cubrir todo el país. Así mismo la situación refleja debilidades institucionales en los campos

específicos de la educación y de la promoción artística, en donde si bien existe una larga tradición, es necesario reforzarla y corregir su orientación para quitarle el lastre de academismo y formalismo que heredara de la aplicación de viejos conceptos individualistas y elitistas de las “bellas artes”. Consideramos que si bien existen experiencias de capacitación en el

campo nacional e internacional, es necesario institucionaliearlos y darles una continuidad que permita crear un status profesional para el trabajador de la cultura. COLCULTURA tiene conciencia de que su acción en este campo es

prioritaria y esto se refleja en el porcentaje de su presupuesto dedicado a la promoción, divulgación y capacitación, que supera el 25 por ciento del total de las apropiaciones de la actual vigencia.

La situación de la documentación, la información y la investigación culturales

A pesar de que Colombia, desde épocas tan lejanas como el virreinato de la Nueva Granada, a finales del siglo XVIII, tiene una marcada vocación por el cultivo de la ciencia y por el trabajo de investigación, no por eso puede constituir una excepción a la situación generalizada en que se hallan las investigaciones específicamente culturales. Si bien diversos campos de los que configuran el amplio universo de la cultura como la lingüística, con el Instituto Caro y Cuervo, o la antropología y la arqueología con el Instituto Antropológico Nacional, o las artes en sus múltiples manifestaciones, son objeto de permanentes y fructíferas investigaciones, no es menos cierto que la cultura, no como manifestación humana -objeto de la antropología cultural- sino como actividad social que puede ser dirigida, orientada o estimulada y que, a su vez, puede generar cambios en las actitudes y prácticas de los individuos y de las sociedades, tan sólo recientemente ha sido objeto de cuidados específicos por los “cdturólogos”. Hace apenas 40 años resultaba atrevido hablar de política científica.

Diversas circunstancias, entre otras, y no la menos eficaz, la guerra, abrieron camino a una práctica que hoy demanda la atención y los niás elevados presupestos de las naciones más desarrolladas. El concepto de política cultural es aún más nuevo y por lo tanto debe esperar su tiempo para abrirse paso, para acuñar su terminología, para elaborar sus instru- mentos, para probar su eficacia.

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La política cultural en Colombia

Colombia se halla entre los países que están tratando de dar a la cultura el puesto que le corresponde dentro de los factores de progreso y de bie- nestar humano. Pero los responsables de la administración cultural tienen la certidumbre de que para lograr la mayor eficacia en sus esfuerzos, deben planificarlos cuidadosamente. Y para ello deben contar con investi- gaciones serias y confiables que permitan hacer un diagnóstico correcto de la situación y estructurar, a partir de dicho diagnóstico, los programas que estimulen, corrijan o generen actitudes, prácticas o manifestaciones más positivas y liberadoras.

Dentro del servicio nacional de información, establecido legalmente en el país, corresponde a COLCULTURA un rol de capital importancia en relación con la conservación del patrimonio archivístico, la tecnificación y desarrollo de las bibliotecas públicas y el enriquecimiento y moderni- zación de la Biblioteca Nacional. Pero no se limita a esto su acción, ya que tiene conciencia de las debilidades del sistema de documentación e infor- mación cultural. Y en este campo ya ha dado un primer paso al crear un centro especializado en el campo musical que, al mismo tiempo que rescate y preserve el patrimonio musical del país, sirva de apoyo para los investigadores en este aspecto del arte.

Los esfuerzos realizados en los últimos años por el Departamento Nacional de Estadística en el campo de las estadísticas educativas han servido para reforzar la planificación de la educación y para medir el impacto que su incremento tiene en el desarrollo de la sociedad. Los centros de documen- tación especializados de algunas universidades, como la de los Andes, o la del Valle, han estimulado las investigaciones en demografía y salubridad. En igual forma es de esperarse que la disponibilidad de estadísticas cultu- rales, y la reunión y sistematización de la documentación sobre política y desarrollo cultural, estimularán un conocimiento más amplio y profundo de nuestra realidad. D e esta manera se logrará, como resultado final, un afianzamiento de la identidad cultural del país y una mayor libertad y mejores condiciones para las expresiones creadoras.

L a situación del patrimonio cultural y natural del país

Dentro de la estructura del Instituto Colombiano de Cultura se ha dado una particular relevancia a las dependencias administrativas y técnicas encargadas de vigilar, utilizar y enriquecer el patrimonio monumental y artístico del país. También se ha dotado al Instituto Antropológico de los instrumentos

básicos para conocer y preservar no solamente el patrimonio arqueológico sino el humano, representado por los grupos indígenas que han sobrevivido a la catástrofe demográfica que sufrieron los pueblos aborígenes durante la conquista y la colonización.

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Evaluación de la situación cultural

No obstante estos esfuerzos es necesario reconocer que aún queda mucho camino por recorrer en lo que se relaciona con la identificación del patri- monio cultural, y aún más por lo que atañe a la preservación de una riqueza cultural que ha sido objeto de agresiones y depredaciones sistemáticas por parte de nacionales y extranjeros. D e ahí que ya se hayan emprendido acciones legislativas y técnicas en los campos del inventario del patrimonio nacional y de la preservación de1 patrimonio monumental y artístico. Pero nuevos conceptos se están abriendo camino en este campo y estos

nuevos conceptos necesitan instrumentos también nuevos para concretarse. Tal es el caso del levantamiento de un inventario de los recursos humanos existentes para la promoción de las artes, las letras y las manualidades. El patrimonio vivo, aquel constituido por los creadores y animadores cultu- rales, está siendo objeto de un cuidado por lo menos igual al que se presta a las creaciones del pasado. D e igual manera existen grupos de urbaiiistas y ecólogos que concentran

sus esfuerzos en la preservación del habitat humano, tanto en las ciudades como en los campos. L a preservación del medio humano, tanto natural como artificial -aquel

que se ha creado gracias al artificio del hombre- debe ser entendido y tratado como un todo, como un sistema en el que las relaciones e interde- pendencias son las que dan valor a la estructura global. La degradación del medio ambiente -la pobreza de las zonas urbanas

marginales, la contaminación de las grandes ciudades, la destrucción de los recursos naturales o su uso irracional- constituye una agresión permanente que deprime las condiciones de vida y hace nugatorios los esfuerzos que se realizan en los campos de la salud, de la recreación, del deporte y de la cultura. D e ahí que se imponga una acción coordinada entre los institutos de desarrollo urbano de las grandes ciudades, el Instituto de Desarrollo de Recursos Naturales Renovables y el Instituto Colombiano de Cultura. Esta acción debe ser educativa y protectora al mismo tiempo y debe dirigirse a los sectores económicos de la producción y del consumo, en forma sistemática. Esta gama de preocupaciones, implícitas en la actividad desarrollada por

los diversos organismos estatales, se han hecho explícitas en diversas opor- tunidades, pero tal vez la manifestación que refleja de manera más clara la situación existente es la Declaración del Primer Congreso Nacional de Bienes Culturales celebrado en la ciudad de Bucaramanga, y que en su parte pertinente, dice: 1. Existe en Colombia un número de entidades oficiales y privadas que

contemplan dentro de sus programas, obras de conservación y restau- ración de bienes culturales. Algunos de tales organismos son: Minis- terio de Obras Públicas, Instituto Colombiano de Cultura, Corporación Nacional de Turismo, Instituto Nacional de Recursos Naturales Reno- vables, Artesanías de Colombia, Banco de la República, municipios, academias de historia y otras asociaciones de carácter religioso O civil.

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La política cultural en Colombia

2. Dentro de los intereses de dichos organismos, asociaciones e individuos, se presentan con frecuencia encuentros de criterios sobre la problemática de la conservación de los bienes culturales. También existe una marcada divergencia de finalidades que no siempre coinciden con los planteamientos aceptados en este campo, ni con los procedimientos técnicos contemporáneos.

3. Es palpable la carencia de instrumentos legales y administrativos ade- cuados, para ejercer el debido control de los trabajos que los organismos, asociaciones e individuos efectúan en todo el país.

4. Es evidente la falta de control real y efectivo en la defensa del patrimonio cultural. Resulta también inadecuada la utilización de recursos técnicos necesarios y los servicios de quienes poseen preparación profesional.

D e entonces a hoy la situación ha cambiado favorablemente con la creación del Centro de Restauración y con el establecimiento de mecanismos de coordinación entre las diversas instituciones que desarrollan actividades de conservación y de protección. No obstante, es evidente que C O L C U L T U R A , debe persistir en su empeño de que se dote al país de un instrumento jurídico adecuado para la protección de su patrimonio cultural y para que se le proporcionen los instrumentos técnicos y administrativos necesarios para cumplir su misión.

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Figura zoomorfa. Museo del Oro. Bogotá.

4 Est San

atuas Ague

prehistóricas, dn.

Iglesia del Cnrriieri. rrtahlo. Popyán (región de Cauca).

Plaza de Mongui (regi6ii d e Boyaca).

Artesanía.

Biblioteca Luis Angel Arrango, Bogotá.

cd .- .- o

El desarrollo cultural

La acción del Estado en el campo de la cultura se ejercita por conducto del Instituto Colombiano de Cultura, al que compete, según la ley, “la elabo- ración, el desarrollo y la ejecución de los planes” en los distintos aspectos de la actividad cultural y su coordinación, a través de la Oficina de Pla- neación del Sector Educativo, con el Plan General de Desarrollo. Si bien es cierto que Colombia fue el primer país latinoamericano que

estructuró un plan de desarrollo, en 1961, no es menos cierto que entonces la planificación cultural se limitaba a aquellos aspectos cuantitativos de la educación, inmediatamente susceptibles de concretarse en asignaciones presupuestales, como la construcción de aulas, la provisión de plazas magisteriales o la formación y capacitación de maestros. Desde entonces los aspectos sociales de la planificación, y particularmente

los relacionados con la educación y con el cambio de actitudes y compor- tamientos para lograr un mejor dominio sobre el medio ecosocial, han recibido una mayor atención y han logrado un gradual perfeccionamiento de sus instrumentos. Este proceso obedece a un cambio radical en la concep- ción del desarrollo, que ya no es mirado únicamente como el crecimiento de ciertas variables económicas, medible por el incremento del PNB, sino como el logro equilibrado de aquellas condiciones sociales, económicas, políticas y morales que aseguren el bienestar colectivo e individual. A medida que esta concepción se vaya afianzando en las ciencias humanas

y en la vida colectiva, se dará mayor importancia a los valores culturales como conditio sine qua non del progreso de los pueblos. Es por esto por lo que Colombia ha adherido, sin rehatos, a la corriente que a escala mundial busca integrar la cultura, en forma orgánica, dentro de los planes de desarrollo de cada país, o de regiones geopolíticas, como es el caso de la zona andina, en donde el Convenio Andrés Bello desempeña un papcl de capital importancia. En esta coyuntura favorable y tomando en consideración los factores

físicos, humanos, históricos, sociales y económicos que configuran nuestra

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La política cultural en Colombia

nacionalidad, el Instituto Colombiano de Cultura ha estructurado un Plan de Desarrollo Cultural, cuyas metas, objetivos y programas se resumen a continuación:

Metas

Las metas implícitas en la acción cultural emanan lógicamente del enun- ciado central del plan de desarrollo social, económico y regional -1975- 1978-, “Para Cerrar la Brecha”, adoptado por el actual gobierno y que busca “cambiar la calidad del crecimiento ... para asegurar que este cambie el estilo de vida”. Estas metas, que son coherentes con la acción del gobierno en otros campos de actividad, buscan, como dice el jefe del Estado colombiano en la presentación del plan de desarrollo, ‘kerrar las brechas que el modelo tradicional de desarrollo ha creado. Se espera reducir la brecha entre el campo y la ciudad, la brecha entre los barrios ricos y los barrios pobres, la brecha entre quienes tienen acceso a los servicios de salud y educación, y los analfabetas y desnutridos”.

Para hacer compatible su actividad con la del conjunto de los otros sectores sociales, el Instituto Colombiano de Cultura, adelantará sus pro- gramas a mediano y largo plazo, de acuerdo con los siguientes principios: Reducir las desigualdades culturales que se presentan en la sociedad. Estimular la actividad de las fuerzas productivas. Enriquecer el patrimonio cultural de los colombianos. Estas metas de acción que tienden a democratizar efectivamente la cultura, a integrarla con la vida cotidiana del trabajador y a acrecentar su poten- cialidad de transformación y de cambio, se han encarnado en objetivos a mediano y largo plazo, sobre los que se trabaja desde 1974, cuando se inició la estructuración de un plan de desarrollo cultural, con la cooperación de la Unesco y la participación de otros organismos internacionales, como la OEA.

Objetivos

Crear en el país, y principalmente entre los organismos de decisión del Estado, la conciencia sobre la necesidad de incorporar los planes cultu- rales a los planes generales de desarrollo

Desde la reunión de Mónaco, en 1967, sobre “Políticas culturales” (patro- cinada por la Unesco) se ha hecho más evidente que “debe haber simulta- neidad entre el desarrollo económico y social y el desarrollo cultural” y que la cultura no es un agregado, ni un subproducto de otras actividades, esas sí esenciales, como el fomento de la educación o la protección de la salud. El quehacer cultural es la actividad social por excelencia ya que reúne y magnifica todos los valores y concentra las potencialidades crea- doras de un pueblo.

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El desarrollo cultural

Así como los planes de desarrollo resultaban unilaterales y desequili- brados sin el componente social, de la misma manera hoy se ha encontrado que para darles una dimensión realmente humana es necesario contemplar en ellos, de manera orgánica, el componente cultural. Cuando el país adquiera conciencia de esta necesidad se habrá superado el estudio de la “cultura-objeto”, de la cultura “complemento7’, por el de la cultura “expre- sión” y “conciencia”.

Descentralizar los planes culturales para lograr la participación de las regiones y comunidades -especialmente de las marginales- tanto en la ejecución de los programas como en la identificación de sus propias necesidades

Dentro de los programas gubernamentales en marcha, la descentralización tiene una alta prioridad. Pero, en el caso de la cultura, es necesario que el organismo de dirección (COLCULTURA) fortalezca sus mecanismos administrativos, para que el proceso descentralizador se cumpla sin menos- cabo de la coherencia política. La descentralización no solamente estimula la participación sino que la

reclama. Y la descentralización propiciará la democratización, sólo en la medida en que los agentes culturales de las zonas y clases hasta ahora marginadas de los procesos de decisión, tengan un rol de protagonistas en la formulación de las políticas, y en su ejecución.

Proteger y estimular al creador cultural y fomentar la producción de bienes

Se ha reconocido que la protección del patrimonio monumental e histórico del país es indispensable para reforzar la conciencia nacional y para lograr una identidad cultural. No es menos importante establecer las condiciones sociales y económicas

adccuadas para que los creadores culturales puedan desarrollar sus activi- dades y para que tengan el reconocimiento que se da a otros agentes de la vida social. Por otra parte, es necesario dar satisfacción a la demanda por ciertos

bienes culturales cuya producción es insuficiente, o costosa, o de baja calidad. Tales son los casos del libro, del disco, de los programas radiales, de los programas de televisión, de los títeres, de las ayudas educativas para la educación formal e informal, etc.

Reunir en un solo ente jurídico y operativo todos los recursos dispersos y canalizarlos para cubrir zonas prioritarias de la actividad cultural (caso de los medios de comunicación social mediante la producción dc programas de radio y televisión de buena calidad que desplacen a las producciones espúreas), o del consumo insatisfecho (caso del libro, las revistas O los discos) producirá un impacto decisivo en todas las actividades sociales que tienden a la preservación y mejoramiento del medio ambiente y de la calidad de la vida.

culturales para satisfacer las necesidades sentidas de la sociedad

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La política cultural en Colombia

Incorporar a la niñez y a la juventud a las actividades culturales Nuestro país es un país joven. Su estructura demográfica revela un alto porcentaje (aproximadamente 60 por ciento) de personas con menos de: veinticinco años. Esta situación requiere un tratamiento especial ya que representa un hecho inusitado en la historia de la humanidad. El caudal demográfico y la velocidad con que fluye y se incorpora a la vida social, genera situaciones morales, políticas y económicas que es necesario atender con actitudes y programas nuevos.

Crear los instrumentos necesarios para la planificación y administración

A pesar de que en el país existe ya una destacada tradición en el campo de la investigación social, no sucede lo mismo con la investigación cultural propiamente dicha. D e ahí que las estadísticas culturales; las investiga- ciones sobre hábitos sociales y sobre motivaciones de la conducta, etc., no estén siempre a disposición del planificador y del administrador cultural. Es por esto, y por la repercusión que estos trabajos tienen en otros campos de la investigación científica, por lo que el Estado apoyará en forma siste- mática este tipo de trabajos.

técnica de la cultura

Capacitar los recursos humanos para la planificación, dirección y adminis- tración de la cultura

Participar con el Ministerio de Educación y otros organismos interesados en la elaboración de los programas y en la capacitación de los maestros en el campo de la educación artística

Tecnijicar y actualizar instrumentos para la conservación del patrimonio cultural como la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional, el Museo Nacional y la División de Inventario del Patrimonio Cultural

Estimular las investigaciones antropológicas e históricas Los últimos objetivos enunciados persiguen hacer más eficaces y produc- tivas las actividades estatales y privadas en el campo de la cultura. Es evidente que el mayor patrimonio de una nación lo constituyen sus gentes y que éstas son más valiosas en la medida en que tengan mayores conoci- mientos y mayor dominio del medio en que viven.

L a promoción cultural es una tarea que exige múltiples capacidades y aptitudes, que resulta casi imposible hablar de la formación de líderes culturales. Estos líderes actúan en la sociedad sin que ésta les expida ningún título formal. Pero su acción tendrá mayor repercusión en la medida en que se les haya capacitado en ciertas técnicas modernas de promoción, de comunicación o de administración, según el rol que desem- peñen informalmente o aquel que se les haya asignado por el Estado. Y se trata de capacitar no solamente aquellos cuadros que desarrollan tareas específicamente relacionadas con la cultura sino de captar para la promoción cultural a quienes ejerzan tareas en cualquier campo de la promoción social: la política es dar una dimensión cultural a todos los cuadros que

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El desarrollo cultural

trabajan en tareas de desarrollo, ya sean visitadores sociales, extensionistas agrícolas, promotorcs de salud, maestros, etc. Solamente si se hace de la cultura una tarea infraestructura1 estará integrada a la vida, a la actividad productiva y no será mirada como un lujo costoso que puede posponerse para cuando sobren recursos o falten plazas de trabajo. D e la misma manera las potencialidades creadoras en el campo del arte

no deben ser cultivadas únicamente en quienes son o aspiran a ser profe- sionales de la música, de la pintura o de la danza. El cultivo y la apreciación de las artes son una función de la sensibilidad humana y en tal medida deben estar vinculadas a la tarea formadora de la educación y principal- mente de la educación de la niñez y de la adolescencia. En el pasado la educación artística estuvo confinada a los conservatorios de música y a las escuelas de bellas artes. La reforma educativa en marcha y las actividades del Instituto Colombiano de Cultura aspiran a ligar la enseñanza primaria y secundaria con la educación de la sensibilidad; de ahí que den tanta importancia a la formación de maestros en las distintas manifestaciones del arte. No obstante estas consideraciones, es necesario tener en cuenta, para no

repetir los errores del pasado, que la educación artística no comprende solamente las bellas artes sino que abarca las artesanías, las artes gráficas, el cine, la televisión, el diseño industrial y aún aquellas disciplinas que tienden a destacar el medio ambiente como valor estético. Es por esto por lo que la enseñanza escolar, la formación de la sensibi-

lidad colectiva y la educación de los artistas, profesionales o aficionados, deben ser abocadas dentro de un concepto común que las haga más soli- darias y fructíferas. También se ha puesto especial cuidado en mejorar la planta física y en

modernizar la concepción y la administración de aquellas instituciones que tienen por finalidad preservar el patrimonio cultural del país, como la Biblioteca y el Archivo nacionales. Pero esa tarea sólo puede cumplirse cabalmente si este patrimonio monumental, artístico o documental ha sido establecido y valorado en forma científica. Por esto es por lo que se ha prestado y se seguirá prestando una atención preferente a la investigación que tienda a establecer en forma fehaciente cuáles son nuestros orígenes, cuál nuestra herencia y cuál nuestro patrimonio cultural.

Hacia una estrategia cultural

Los objetivos definidos en los puntos anteriores corresponden puntual- mente a líneas de acción prioritarias que el Estado viene adelantando en los diferentes campos de la cultura, y que en ocasiones han sido definidos explícitamente en los programas que cada año debe someter el Instituto Colombiano de Cultura al Ministerio de Educación y a los organismos centrales de planeación. En algunos casos dichos objetivos se desprenden

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La política cultural en Colombia

de los soportes teóricos implícitos en las actividades ordinarias y que este trabajo tiende a explicitar en forma coherente. Si bien es cierto que no existe una formulación global de política cultural,

como sí existe en el campo de la economía y de la educación, pongamos por caso; no es menos cierto que esta situación corresponde a un estado de desarrollo de nuestro país, comparable al de otros países de la región. El esfuerzo que el Estado adelanta en la actualidad por conducto de

C O L C U L T U R A , responde a un movimiento de la opinión mundial que ha logrado, merced al esfuerzo de organismos internacionales como la Unesco y sus Estados Miembros, precisar el papel que compete a la cultura dentro de los procesos de desarrollo integral de una comunidad determinada. Si aceptamos, como es apenas obvio, la existencia de factores endógenos

y exógenos que impiden la participación a escala social y democrática en los procesos culturales; y si estos procesos culturales se ven muchas veces entorpecidos o desnaturalizados por las debilidades internas o por los dese- quilibrios de la estructura social y económica o por la ingerencia de formas culturales extrañas es apenas natural que se otorgue prioridad, en la pro- moción de la cultura, a aquellos aspectos que pueden tener un mayor poder multiplicador de las expresiones culturales. Si el Estado busca, a través de su plan de desarrollo, estimular la participación ciudadana en las acciones de desarrollo, es porque existe el convencimiento explícito de que la actividad privada debe ser encausada, dirigida y estimulada para lograr resultados que sean coherentes con una política general de parti- cipación y de compromiso. Estos planteamientos teóricos nos indican que los programas diseñados para satisfacer necesidades prioritarias deben cumplir con los siguientes requisitos: u) corresponder a una necesidad política del Estado y de la comunidad; b) representar la continuidad de una línea de acción que se quiere robustecer, o modificar si se encuentra que no es compatible con otros aspectos del desarrollo social; c) buscar que el esfuerzo técnico y humano repercuta en áreas marginales de la sociedad o en aspectos deprimidos de la actividad cultural y que este impacto genere, indirectamente, cambios favorables en otros sectores y d) lograr una continuidad en la acción, aún si es necesario modificar los programas en su dirección o en su enfasis. Los cinco programas en cuyo impulso y culminación se halla actualmente

empeñado el Instituto Colombiano de Cultura corresponden al examen de la situación que se ha hecho en el tercer capítulo de este trabajo y reflejan los objetivos que se han enumerado anteriormente. Algunos de ellos implican mera acción jurídico-administrativa, como es

el caso del reforzamiento de los mecanismos de la administración central de la cultura y de su descentralización; otros exigen esfuerzos económicos y técnicos, como es el caso del programa que tiende a satisfacer una demanda creciente de bienes culturales; otros, en fin, tienden a proporcionar los recursos humanos y científicos necesarios para adelantar técnicamente la administración y la promoción de la cultura.

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El desarrollo cultural

Dichos programas se adelantan coordinadamente y en forma simultánea, ya que corresponden a actividades que ordinariamente viene adelantando el Instituto y que se trata ahora de estructurar dentro de un marco teórico de mayor coherencia y eficacia. Lo anteriormente dicho no implica que actividades de tanta importancia

como las de protección del patrimonio cultural y natural del país o de estímulo a las manifestaciones artísticas tradicionales, o las de atención a ia circuiacion internacionai de bienes cuituraies, sean desatendidas o aban- donadas. Se buscará en todo caso que estas actividades continúen en su ritmo normal hasta que, una vez generadas las condiciones que se des- prenden de las acciones prioritarias propuestas, puedan estimularse en una forma más activa a mediano plazo. Por último, es necesario recalcar en la circunstancia de que, trabajando

con recursos escasos, se trata de aprovechar para la acción cultural los recursos humanos y técnicos de otros sectores, vale decir la infraestructura existente en el país en otros campos de la actividad social, como son la salud, las comunicaciones, la agricultura y obviamente la educación. Si hemos encontrado que prácticamente existen “dos colombias”, es

apenas natural que las políticas culturales se ajusten a las diseñadas a nivel nacional en “Para cerrar la brecha” y que se reflejan principalmente en el Programa de Desarrollo Rural Integrado y en el Programa de Inte- gración de Servicios y Participación Comunitaria en Zonas Marginadas Urbanas. El esfuerzo que hará, en los próximos años el Instituto Colonibiano dc

Cultura con el apoyo de organismos internacionales como la Unesco y la OEA, y mediante la promoción de los esfuerzos comunitarios, permitirá lograr el despegue en la vía del desarrollo cultural integrado. Se trata de concentrar recursos financieros, técnicos y humanos en cinco sectores clave, con gran poder multiplicador, para crear el clima adecuado para la actividad cultural. Si este propósito se logra, el país habrá dado un paso en firme hacia el logro de una sociedad equilibrada y productiva.

Programas

PRIMER PROGRAMA: FORTALECIMIENTO DE LOS ORGANISMOS DE D I R E C C I ~ N Y A D M I N I S T R A C I ~ N DE LA CULTURA

Objetivos Dotar al Instituto Colombiano de Cultura de los instrumentos jurídicos necesarios para dirigir y coordinar todas las actividades relacionadas con la conservación y defensa del patrimonio cultural; con la protec- ción de los creadores culturales y con la divulgación y promoción de la cultura.

Reforzar los cuadros administrativos y técnicos del Instituto.

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La política cultural en Colombia

Promover la estructuración, a escala regional y local, de organismos res- ponsables, dentro de su jurisdicción, de la administración y promoción de la cultura.

Integrar los planes de desarrollo cultural a los planes de desarrollo del país.

Actividades Elaborar planes de desarrollo cultural de periodicidad concordante con los

Impulsar el proyecto de ley sobre defensa del patrimonio cultural. Promover y asesorar técnicamente la elaboración de un estatuto del creador

cultural. Coordinar institucionalmente su acción con los organismos responsables de las comunicaciones sociales.

Incrementar los recursos humanos para la investigación, la promoción y difusión cultural.

Dar asistencia técnica a los departamentos y municipios que se propongan crear o modernizar los organismos de promoción y administración cultural, regionales o locales.

planes generales.

SEGUNDO PROGRAMA: D E S C E N T R A L I Z A C I ~ N DE LA ACTIVIDAD C U L T U R A L

Objetivos Lograr una participación efectiva de la comunidad, principalmente de las

comunidades urbanas marginadas y de las zonas rurales, en las activi- dades culturales.

Favorecer la participación de la comunidad en el diseño de los programas y en la administración y ejecución de los mismos.

Estructurar programas culturales adecuados para las distintas zonas socio- culturales en que se divide el país.

Impulsar la comunicación interregional y hacer conocer en el país los valores culturales de cada región.

Favorecer la comunicación en sentido vertical y en sentido horizontal.

Actividades Determinar mediante estudios socioculturales las distintas regiones cultu- rales del país (véase apéndice 3).

Crear en cada una de las ocho regiones identificadas un centro cultural regional y una red de centros culturales adscritos a1 centro regional, que tendrán diferentes estructuras y actividades según su ubicación: urbanas, urbanas marginales, indígenas y rurales.

Dotar a los centros regionales de la capacidad promocional y administrativa que los adecúe para ser agentes del Instituto en la respectiva región.

Encomendar a dichos centros y a las casas de cultura la vigilancia del patrimonio artístico y natural de su jurisdicción.

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El desarrollo cultural

Realizar en las distintas regiones cursos de capacitación básica de pro- motores cuyo contenido responda a las características y necesidades de la región.

Estructura Cada centro regional tendrá una sede provista por las autoridades regionales o locales. El equipamiento (muebles, bibliotecas, ayudas audiovisuales, emiiinos de comi.inicación, etc.) ser5 provisto por COLCULTURA; El personal directivo y administrativo será nombrado por el Instituto

preferentemente seleccionado entre personal capacitado de la región. El personal de apoyo y de servicios será provisto por las autoridades regionales o locales o por la comunidad.

Funciones del centro regional 1. Actuar como punto de enlace entre la región y el Instituto Colombiano

2. Estudiar los problemas y necesidades culturales de la región. 3. Promover en la comunidad y en los individuos una actitud positiva

frente a sus necesidades inmediatas y estimular en ellos la participación en la solución de sus problemas.

4. Contribuir a la protección y utilización del patrimonio arqueológico, artístico e histórico de la región.

5. Contribuir a la conservación, divulgación y desarrollo del folklor, las artesanía y las manifestaciones tradicionales artísticas de la región.

6. Prestar asistencia técnica, promover la capacitación de recursos humanos y vigilar la utilización del subsidio y aportes que el Estado otorgue para la cultura.

- -1 ---1- - - -~ -

de Cultura.

7. Impulsar la difusión de las manifestaciones culturales. 8. Coordinar y promover las actividades culturales de las “casas de

cultura’’ que funcionen en la región.

TERCER PROGRAMA: C R E A C I ~ N DE U N ENTE JU R Í D I C O P A R A LA P R O D U C C I ~ N , D I S T R I B U C I ~ N Y C O M E R C I A L I Z A C I ~ N DE BIENES CULTURALES (PROCULTURA)

Objetivos Reunir los recursos financieros del Instituto Colombiano de Cultura y otros organismos del gobierno de diferentes niveles y de instituciones privadas, con el objeto de asociarlos para producción de todo tipo de bienes cultu- rales que demanda el país para su desarrollo.

Dotar al ente jurídico que se cree de la suficiente capacidad financiera, administrativa, técnica y operativa para responder a la demanda en todas las regiones del país y principalmente en aquellas que hasta ahora han sido marginadas del acceso a los bienes culturales.

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La política cultural en Colombia

Establecer canales adecuados de distribución y comercialización de dichos bienes y subsidiar, indirectamente, a los consumidores de productos cuya demanda haya sido distorsionada por una oferta no calificada.

Prestar asistencia técnica a otros productores de bienes culturales y orga- nismos regionales que se acojan a la política de COLCULTURA.

Actividades Determinar el monto de los recursos que las diferentes instituciones públicas y privadas insumen en la producción de bienes culturales.

Determinar la forma jurídica (empresas de economía mixta, fondo rota- torio, etc.), de la entidad que asumirá a nivel nacional la producción de los bienes culturales.

Promover la suscripción de acciones o de aportes para la creación de la sociedad.

Realizar estudios básicos sobre mercadeo y sobre oferta y demanda de productos básicos como libros, discos, cassettes, reproducciones pic- tóricas, comics, programas de radio y televisión, afiches, etc.

Establecer sistemas diferenciales de producción para cubrir mercados regionales, principalmente dentro del Convenio Andrés Bello, suscrito entre los países afiliados al Pacto Andino.

Estructura El Centro de Producción de Bienes Culturales (PROCULTURA), tendrá la estructura de una empresa de economía mixta en la cual el Instituto Colombiano de Cultura conserve el control político, con miras a favorecer los objetivos de desarrollo cultural general adoptados por el gobierno. Básicamente PROCULTURA tendrá tres grandes áreas de actividades:

producción, mercadeo, investigaciones. Las áreas de producción que demandan atención inmediata serán las

siguientes: producción de libros e impresos; producción de discos y cassettes; reproducción de obras pictóricas y de las artes visuales, en general, de artistas colombianos; producción de programas de radio y televisión.

Funciones de PROCULTURA Actuar como organismo de producción del Instituto Colombiano de Cultura, en materia de aquellos bienes culturales que actualmente viene difundiendo y de otros que demande el mercadeo o que le soliciten los organismos cooperados.

Comprometer a la industria privada en programas de cooperación que tiendan a la mejor utilización de la capacidad instalada en el país.

Intervenir en la regulación del mercado de los bienes culturales mediante la oferta de productos de alta calidad a costo compatible con la capacidad de compra de las grandes masas.

Elevar en forma paulatina la calidad de la programación cultural y recrea- tiva de los medios de comunicación social.

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El desarrollo cultural

CUARTO PROGRAMA: F O R M A C I ~ N DE RECURSOS H U M A N O S

El convencimiento de que los recursos humanos constituyen el factor más importante para la puesta en marcha del plan de política cultural, ha impuesto al Instituto la formulación de un programa de capacitación para promotores culturales en ejercicio. El programa de capacitación está enmarcado dentro de los lineamientos

generales del plan de desarrollo cultural elaborado por el Instituto con asesoría de la Unesco.

O bjetiuos Contribuir al establecimiento de una infraestructura humana a escala nacional como apoyo y enlace para la actividad cultural del Instituto, dentro de una política de descentralización, estímulo de la creatividad, despertar del pensamiento crítico y búsqueda de la participación activa del mayor número de colombianos en la vida cultural de las comunidades.

Proporcionar a los agentes culturales reales y potenciales de las comuni- dades de base los instrumentos y el adiestramiento adecuados y acordes con las necesidades y condiciones socioculturales de su región o localidad, que los capaciten para llevar a cabo una labor auténtica y efectiva de promoción y desarrollo cultural.

Lograr, a través de los promotores adiestrados, una multiplicación de la actividad promocional, mediante la capacitación por parte de ellos de nuevos agentes culturales.

Elaborar y probar modelos metodológicos de adiestramiento de recursos humanos en las diferentes áreas de la gestión cultural, tales como: administradores, promotores, directores de centros, etc.

Diseñar y experimentar materiales audiovisuales y otras ayudas didácticas para una información y capacitación permanente del personal egresado.

Desarrollar un sistema de evaluación. Crear mecanismos institucionales, en coordinación con centros docentes, que permitan la profesionalización de los agentes culturales capacitados.

Para llevar a cabo estos objetivos el Instituto ha previsto la creación de un centro de capacitación adscrito a la División de Desarrollo Cultural de la Comunidad, unidad dependiente de la Sub-Dirección de Comunicaciones.

Funciones del centro Investigar sobre los recursos humanos existentes en el país y detectar las necesidades de capacitación y perfeccionamiento de los mismos.

Formular, a escala nacional, planes de capacitación y actualización de promotores culturales que se hallen o no al servicio de los diferentes centros y casas de cultura que funcionen en el país.

Organizar cursos y seminarios de acuerdo con los programas formulados. Elaborar los respectivos programas de estudios.

83

La política cultural en Colombia

Supervisar y evaluar los planes y programas de capacitación. Elaborar manuales, ayudas audiovisuales y otros materiales didácticos

para los distintos programas. Actuar como elemento de enlace entre los promotores, los instructores y la División de Desarrollo Cultural de la Comunidad en lo que a problemas técnico-docentes se refiere.

Estructura y operación Para el cumplimiento de sus funciones el centro de capacitación contará con la siguiente estructura: una dirección; una coordinación de promo- tores; una coordinación de instructores y ayudas técnicas.

L a dirección general y las oficinas coordinadoras contarán con el personal auxiliar y de servicios necesarios.

L a dirección general programará, coordinará, controlará y evaluará las actividades del centro y actuará como elemento de enlace entre los promo- tores, los instructores y la División de Desarrollo Cultural de la Comunidad.

L a coordinación de promotores efectuará, conjuntamente con la dirección general del centro, las investigaciones sobre los recursos humanos existentes; detectará sus necesidades de capacitación y formación, llevará el registro de todos los promotores capacitados y del progreso de sus actividades; mantendrá con ellos la comunicación periódica necesaria y les hará llegar todo el material de promoción que requieran para el desarrollo de sus actividades.

L a coordinación de instructores y ayudas técnicas coordinará, conjun- tamente con la dirección general del centro, la formación y adiestramiento de los instructores encargados de impartir el entrenamiento a los promo- tores; sugerirá, de acuerdo con la experiencia, los sistemas más adecuados para el entrenamiento y seguimiento de los agentes culturales; efectuará la evaluación correspondiente de los diferentes programas que se ejecuten y diseñará el material didáctico y las ayudas audiovisuales que los pro- gramas requieran.

Metas y actividades a corto y mediano plazo Corto plazo: organización de cursos intensivos de capacitación para pro- motores culturales en servicio, de conformidad con los objetivos señalados anteriormente.

A mediano plazo: diversificación y especialización de los programas de capacitación en áreas particulares de la actividad cultural, tales como administradores, directores de centros, bibliotecas, etc.

Creación de mecanismos que permitan la profesionalización de los agentes culturales capacitados mediante cursos de actualización y complementación mediante una adecuada coordinación con organismos docentes como el ICFES, preferencialmente con su programa de ‘ ‘universidad a distancia”.

Las actividades señaladas a corto plazo y descritas como “organización de cursos intensivos de capacitación para promotores culturales en servicio”,

a4

El desarrollo cultural

tendrán una duración de 3 años y comprenderán los siguientes puntos: organización del centro; culminación del inventario de promotores cultu- rales en ejercicio y del diagnóstico sobre sus necesidades de capacitación; selección de instructores; realización de un seminario de adiestramiento de los instructores encargados de impartir entrenamiento a los promotores culturales; selección de promotores participantes, prefiriendo aquellos que hayan realizado algunas actividades, que posean un historial promocional y que muestren interés y una verdadera vocación por la promoción y el desarrollo cultural comunitario; realización del primer curso nacional para promotores culturales en ejercicio, el cual tendrá una duración de 3 meses; supervisión y asesoramiento en el terreno de los promotores capacitados, durante los 8 meses siguientes a la culminación del curso; seminario de evaluación del curso; realización durante el segundo año de cuatro semi- narios regionales en cuatro de las ocho regiones en las cuales se ha dividido el país; realización durante el tercer año de cuatro seminarios regionales en las cuatro regiones restantes de las ocho en las que se ha dividido el país; seminario de evaluación del programa. Los sondeos adelantados permiten prever que al seminario nacional asis-

tirán 40 promotores culturales en ejercicio y a los ocho seminarios regio- nales 240, lo cual indica que una vez finalizado el programa, el Instituto habrá capacitado 280 promotores en todo el país. El nivel de los cursos de capacitación será básico, su régimen de dedica-

ción exclusiva y el nivel de exigencias, además del compromiso de regresar para trabajar en la región, comprende el ser ciudadano colombiano, oriundo de la región de origen o residente por más de 5 años en la misma, tener título de bachiller o normalista y una edad comprendida entre los veinte y los treinta y cinco años.

Programas de estudio Estructura del primer curso de capacitación de promotores culturales. Primer ciclo: Discusión: intercambio de ideas y valoración de experiencias a fin de que los participantes se conozcan entre si y adquieran conciencia de la capacitación que necesitan.

Antropología cultural; la acción cultural y el desarrollo integrado; la realidad nacional: conocimiento del medio colombiano: físico, social, económico, político y cultural; la cultura colombiana: panorama his- tórico, estado actual, diagnóstico de la situación; la política cultural del Estado y su organismo ejecutor (COLCULTURA).

La comunidad; el diagnóstico de la realidad como punto de partida para la formulación de una política cultural local; metodología de la investi- gación; el proceso de formulación de una política cultural local; el promotor cultural: a) objetivos centrales de la promoción; b) metodología

Segundo ciclo:

Tercer ciclo:

85

La política cultural en Colombia

y técnicas de la promoción; c) métodos de trabajo en grupos; d) psico- logía social; e) técnicas de comunicación social; f) técnicas de relaciones humanas y relaciones públicas.

El centro cultural como sede de operaciones de la actividad promocional y del desarrollo cultural comunitario; el centro cultural y sus actividades: u) el patrimonio cultural; 6) la promoción de la participación comuni- taria en el desarrollo cultural; c) el estímulo de la creatividad, el despertar del pensamiento crítico y la formación de una conciencia nacional; d) las manifestaciones tradicionales y típicas de laregión, el folklor regional y las artesanías; e) el creador cultural, la educación permanente y la enseñanza artística; f) el desarrollo cultural y la especialización.

El proceso de creación del centro cultural; las instalaciones del centro cultural como elementos de apoyo de la acción cultural (museo, biblioteca, archivo, sala de exposiciones, auditorio, aulas, talleres, cafetería, pro- ducción de bienes culturales, librería, almacén artesanal, etc.); adminis- tración cultural; legislación cultural.

Cuarto ciclo:

Quinto ciclo:

QUINTO PROGRAMA: CENTRO DE D O C U M E N T A C I ~ N , I N F O R M A C I ~ N E I N V E S T I G A C I ~ N CULTURAL

Objetivos Ampliación del conocimiento sobre desarrollo cultural, por medio de la búsqueda, recolección y procesamiento de la documentación cultural.

Racionalización del planeamiento cultural por medio de estudios e investi- gaciones prácticas solicitadas.

Evaluación de las actividades culturales en proceso. Producción de instrumentos metodológicos.

Funciones Documentación

Recoger la documentación que sobre política cultural se ha producido y se produce en el país y a nivel internacional (constituir un fondo biblio- gráfico especializado en política cultural).

Centralizar el registro de la información y documentación del sector cultural (de las unidades que lo integran: música, antropología, enseñanza artística, etc.).

Tener al alcance de la administración pública y posteriormente al de los usuarios que lo demanden en el país, la documentación mencionada en “documentación”.

Preparar, elaborar y difundirlas herramientas bibliográficas (catálogos, resúmenes, bibliografías especializadas, boletines informativos, etc.) que

Información

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El desarrollo cultural

faciliten el acceso a los documentos y a la información en ellos contenida acerca de la política cultural del país. Adaptar para el país las normas de procesamiento técnico de los

documentos y de manipulación de la información contenida en el centro, con base en las experiencias que en documentación especializada han tenido organismos nacionales como COLCIENCIAS, ICFES, etc., e inter- nacionales como Unesco, O E A , etc. Procurar adecuada difusión y utilización de la información cultural

y de los resultados de las investigaciones en el campo.

Realizar investigaciones que apoyen, evalúen y critiquen el desarrollo de la política cultural en el país. Promover la coordinación de programas de investigación de los orga-

nismos vinculados al desarrollo cultural del sector oficial entre sí, y de éstos con el sector privado.

Contribuir con el Departamento Nacional de Estadísticas al levanta- miento y publicación de las estadísticas culturales que apoyen las inves- tigaciones y el mismo desarrollo cultural.

Investigaciones

Estadísticas

Estructura y operación del centro Para dar cumplimiento a los objetivos y funciones propuestos, el centro debe ser una dependencia adscrita directamente a la Dirección General del Instituto Colombiano de Cultura, de manera que su actividad coordinadora pueda cubrir todos los sectores de patrimonio, divulgación y promoción cultural. En su primera etapa, el centro estaría constituido por el siguiente personal: Un director a cuyo cargo estaría la organización general del centro, los

contactos institucionales que permitan trabajar coordinadamente con los organismos nacionales e internacionales y la definición del enfoque que el centro tendrá; por consiguiente, la definición del tipo de material biblio- gráfico básico que el centro debe adquirir. Es recomendable que esta persona fuera un documentalista especializado o tuviera un nivel académico de posgrado en ciencias sociales, conocimientos en bibliotecología e idiomas. Un bibliotecólogo, encargado del procesamiento técnico del fondo y de

las operaciones imprescindibles para la manipulación, recuperación y difu- sión de la información. Junto con el director preparará los sistemas de clasificación, catalogación e indización de la información. Su capacitación: licenciado en bibliotecología y buen conocimiento de

idiomas. Investigadores que garanticen la continuidad de la labor de investigación

que se inició con motivo de la preparación del Proyecto de Desarrollo Cultural y quienes colaborarán con el director y bibliotecólogo en la deter- minación de las áreas especializadas que la documentación del centro debe cubrir.

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La política cultural en Colombia

Personal auxiliar (secretaria, mensajero) que facilite las labores de reco- lección de documentación, distribución e intercambio de información, etc.

Para una segunda etapa se recomienda la vinculación de un documen- talista especializado en las técnicas de la manipulación y difusión de la información. Simultáneamente, la ampliación del equipo multidisciplinario de investigadores.

L a primera etapa (aproximadamente los dos primeros años) puede considerarse de experimentación y durante ella el centro funcionará en la parte del edificio del Ministerio de Educación, junto con las dependencias de la Subdirección de Comunicaciones Culturales. Posteriormente y de acuerdo con los servicios que se presten y se proyecten, y la labor general que desarrolla el centro, se estudiará la posibilidad de su traslado.

Actividades a corto, mediano y largo plazo A corto plazo: Estudio de los recursos documentarios en el área cultura, existentes en los

sectores público y privado del país y realización del correspondiente inventario.

Reconocimiento de los usuarios reales y potenciales, con base en las nece- sidades que de información cultural se detectan en el presente diagnóstico.

Selección y adquisición de los documentos primarios y secundarios nacio- nales e internacionales y procesamiento de los mismos. Evaluación y descarte de la documentación existente.

Elaboración o determinación de los sistemas de clasificación, codificación, indización de los documentos y la información.

Definición de los principales focos de investigación y promoción de las mismas. Entre otros: impacto de los medios de comunicación en el desarrollo cultural; centros culturales y bibliotecas; inventario nacional de los recursos institucionales y humanos en el campo de cultura; enseñanza artística; directorio permanente de las investigaciones en progreso; legislación cultural.

A mediano plazo: Divulgación amplia de los servicios de información que el centro estará en

condiciones de prestar: publicación de bibliografías especializadas en el área cultura; publicación de índices de revistas y periódicos especia- lizados; divulgación selectiva de la información; selecciones de prensa e informes del sector; ofrecimientos de servicios de reprografía.

Acceso del público al centro (si en la primera etapa, las condiciones per- miten iniciar este acceso, debe hacerse).

Ofrecimiento de asesorías a los centros de documentación especializados en música, antropología, pedagogía y enseñanza artística, etc.

Elaboración de herramientas de evaluación de los servicios prestados por el centro.

Ampliación del campo y el grupo de investigaciones. Puede iniciarse el cubrimiento de los siguientes tópicos, con base en las investigaciones ya

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El desarrollo cultural

existentes sobre ellos: estadísticas culturales; hábitos de lectura; pro- ducción y distribución del libro; participación de la empresa privada en la gestión cultural.

A largo plazo: Profundizar en la conceptualización del área de la cultura, por medio del análisis de la documentación reunida y las herramientas e instrumentos metodológicos preparados.

A través de las publicaciones e investigaciones del centro, hacer posible la racionalización de la planeación cultural del país.

Extendcr la labor coordinadora del centro a los países del área latino- americana.

89

Apéndices

Apéndices

1 XIV censo nacional de población. Distribución de la población por edad y sexo según estimación para 1975

Edades ~~ ~~

0-4 5-9 10-14 15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65-69 70-74 75-79 80-84 85 y m á s TOTAL

Total No.

3 408 145 3 733 148 3 508 622 2 839 890 2 139 052 1 634 249 1 329 268 1 240 690 1 046 822 841 603 724 618 500 734 459 800 280 652 239 786 110 351 74 050 62 020

24 200 O00

Hombres No.

1 665 752 1 904 823 1 762 279 1 236 698 979 305 759 461 633 668 573 711 505 524 397 365 355 042 246 884 223 371 137 550 112 861 49 377 31 742 24 689

11 756 360 _..___

Mujeres No. .. ~-

1624 185 1 860 325 1 745 843 1503 192 1 159 747 874 788 695 600 666 979 541 298 444 238 369 576 253 850 236 429 143 102 126 925 60 974 42 308 37 331

12 443 640 -_.___

Fuente: Información basada en el censo de 1973 (muestra de avance).

93

2 División político-administrativa

Caribe Liiiiite departarnental_r,

C a m a l departamental a

4 Instituto Colombiano de Cultura

Oticina de Relaciones Públicas

Junta Directil 1--r -

1 Auditoría 1

Comité

1

L-j Sub-dirección

Sección de Etnología

Seccidn de Descripción y Ciasificación

Laboratorio de Restauración de Documentos

Biblioteca Nacional

Sección de Selección y Adquisición

Sección de Procesos Técnicos

- - - -,Sección de Servicios al Público

-.Seccibn de Hemeroteca

- ,

-v- División de Museos -- Museos de C O L C U L T U R A '

iDivisión de Inventario del Patrimonio Cultural -

l :j Sub-dirección de Comunica 1

División de Publicaciones

División de Ventas

Sección de Bodega y Transpi 1

I

Comité Coordinación Operativo

1

n de División de Presupuesto al y Contabilidad

Comité Coordinación

División de Servicios Comisión Administrativos

e Control y Sección de Sección de iÓn del Pasaduria Contabilidad iuesto

es Culturales J-

Sección d e 4lmacén

F

Sección de Artes Plásticas

Sección de Festivales

Teatro Colón

Orquesta SinfÓnica de Colombia

Banda Nacional

- - - -

~ -

Cultura I omunidad t I I I t I

I I

I 1

1 1 1 1 1 I 1 1

1 Sub-dirección de Bellas Artes

Comité Coordinación Operativo 1. Museo Nacional

Museo Arte Colonial Museo Jorge E. Gaitan Museo 20 de Julio MuseQ Juan del Corral

1,

I

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rB.141 CC.76/XIX.41/S

Políticas culturales: estudios y documentos

E n esta colecci6n1

RéjZexions préalablss sur les La politique culturelle aux dats-Unis, par Charles C. Mark Les droits culturels en tant que droits de l'homme La politique culturelle au Japon, par Nobuya Shikaumi Aspects de la politique culturellefrangaise, par le Service des études et recherches du Ministhre des

La politique culturelle en Tunisie, par Ra6k Said La politique culturelle en Grande-Bretagne, par Michael Green et Michael Wiiding, en consultation

La politique culturelle en Union des républiques socialistes soviéiiques, par A. A. Zvorykine,

La politique culturelle en Tchécoslwaquie, par Miroslav Marek, avec le concours de Milan

La politique culturelle en Ztalie. Étude effectuée par les soins de la Commission nationale

La politique culturelle en Yougoslavie, par Stevan Majstorovi6 La politique culturelle en Bulgarie, par Kostadine Popov Política cultural de Cuba, por Lisandro Otero, con el concurso de Francisco Martínez

Quebues aspects des politiques cultur+les en Znde, par Kapila Malik Vatsyayan La politique culturelle en Finlande. Etude effectuée par les soins de la Commission nationale

La politique culturelle en Égypte, par Magdi Wahba La politique culturelle en Pologne, par Stanislaw Witold Balicki, Jerzy Kossak et

La politique culturells en Zran, par Djamchid Behnam La politique culturelle au Nigéria, par T. A. Fasuyi La politique culturelle Sri Lanka, par H. H. Bandara Le r6b de la culture dans les loisirs en Nouvelle-Zélande, par Bernard W. Smyth La politique culturelle au Sénégal, par Mamadou Seyni M'Bengue La politique culturelle en République fédérale d'dllemagne La politique culturelle en indonésie. Étude réalisée par la Direction générale de la culture,

La politique culturelle en Israel, par Jos,eph Michman La politique culturelle aux Philippines. Etude rédigée sous les auspices de la Commission

La politique culturelle au Libéria, par Kenneth Y. Best La politique culturelle en Roumanie,, par Ion Dodu Balan La politique culturelle en Hongrie. Etude menée sous les auspices de la Commission nationale

L a poZitique culturelle en République-Unie de Tamanie, par L. A. Mbughuni La politique culturelle au Kenya, par Kivuto Ndeti La politique culturelle en Républiprre démocratique allemande, par Hans Koch La politique culturelle en République-Unie du Cameroun, par J. C. Bahoken et

Aspects de la politique culturelle au Togo, par K. M. Aithnard La politique culturelle en République du Zaire. ktude préparée sous la direction du

La politique culturelle en Afghanistan, par Shafie Rahel La politique culturelle au Ghana. ktude préparée par la Division culturelle du Ministhre

La política cultural en Colombia, por Jorge Eliécer Ruiz, con la colaboración

olitiques culturelles

affaires culturelles, Paris

avec le professeur Richard Hoggart

avec le concours de N. 1. Goloubtsova et E. 1. Rabinovitch

Hromádka et Josef Chroust

italienne pour 1'Unesco

Hinojosa

finlandaise pour 1'Unesco

Mimslaw Zulawski

Ministhre de l'éducation et de la culture de la République d'hdonésie

nationale des Philippines pour l'unesco

hongroise pour l'Unesco

Engeiberte Atangana

Dr Bokonga Elanga Botombele

de I'éducation et de la culture, Accra

de Valentina Marulanda

1. Todos los títulos se han publicado también en inglés.