Horkheimer Max Sociedad, razón y libertad

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Transcript of Horkheimer Max Sociedad, razón y libertad

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COLECCiÓN ESTRUCTURAS y PROCESOSSerie Filosofía

Título original: Aus den Vortréigen und Aufzeichnungen in Deutschland

© Editorial Tralla, S.A., 2005Ferraz, 55. 28008 Madrid

Teléfono: 91 5430361Fax: 91 543 1488

E-mail: [email protected]://www.trolla.es

Disposición de textos según Max Horkheimer,Zur Kritik der instrumentellen Vernunft, Fischer Taschenbuch Verlag GmbH, 1985

© S. Fischer Verlag GmbH, Frankfurt am Main, 1967

Los textos «Konts Philosophie und die Aufkléirung», «Theisrnus-Atheisrnus»y «Reliqion und Philosophie» se encuentran traducidos en Max Horkheimer,

Anhelo de justicia. Teoría crítica y religión, Trolla, Madrid, 2000

© Jacobo Muñoz Veiga, 2005

ISBN: 84-8164-789-6Depósito Legal: M. 46.957-2005

ImpresiónFernóndez Ciudad, S.L.

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ÍNDICE

Introducción: Jacobo Muñoz __ __ __..__ 9

A) FILOSOFÍA

Sobre el concepto de ser humano 23De anima............................................................................................ 49La actualidad de Schopenhauer 59

B) SOCIOLOGÍA

Autoridad y familia en el presente 81El futuro del matrimonio 99Sobre los judíos alemanes 113Sobre la captura de Eichmann 127Alocución a la Alta Cámara 131Señor feudal, cliente, especialista. El final del cuento del cliente co-

mo rey 137Amenazas a la libertad 147

Fuentes .

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AUTORIDAD Y FAMILIA EN EL PRESENTE

(1960)

Cuando hablamos de las grandes revoluciones que han dado origena la era moderna tanto en el viejo como en el nuevo mundo, pensa-mos más bien en el individuo que en la familia. El objetivo sagradopor el que los hombres se alzaron contra los poderes del pasado eranlos derechos del individuo. El hombre, todo hombre cabal, tenía,independientemente de sus características personales, que participarpor igual en la elaboración de las leyes y ser protegido por ellas. Elcombate fue librado contra la opresión por las castas feudales, porlas iglesias y por los dominadores extranjeros. Si las formas jerárqui-cas habían dominado el pasado, el futuro lo sería, por el contrario,por el individuo que se asocia con sus iguales. Aunque representa-ron indiscutiblemente un paso adelante en la atomización de la so-ciedad, los acontecimientos históricos no afectaron en absoluto atodas las formas de la vinculación social del individuo. El comer-ciante se vio liberado de una tutela arcaica, el trabajo forzado fueabolido y las últimas prerrogativas de la nobleza sobre las almas ylos cuerpos de sus siervos fueron eliminadas.

Pero el nacimiento de la civilización moderna no liberó real-mente al individuo particular, sino a la familia burguesa, razón porla que aquélla llevó dentro de sí, desde el primer momento, una pro-funda contradicción. La familia siguió siendo esencialmente una ins-titución feudal, basada en el principio de la «sangre»; era, pues, pro-fundamente irracional, mientras que paralelamente, por el contrario,la sociedad industrializada (que contenía ella misma, obviamente,elementos irracionales en su núcleo esencial) proclamaba la raciona-lidad: el dominio exclusivo del principio de la calculabilidad y del

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libre cambio. Tanto la significación social como las dificultades in-ter~as de la familia hunden sus raíces en esta inconsistencia de lasociedad. El pater familias burgués siempre ha tenido algo de bour:gueois gentilhomme; la «buena familia» de la clase media imitó siem-pre a la aristocracia y no dejó de soñar con un escudo de armas y unagenealogía noble. No hay en absoluto una familia burguesa en elsentido estricto del término; está como tal en contradicción con elprincipio individualista, aunque se trate de una contradicción nece-saria. Desde la época de su emancipación asumió una estructurapseudo-feudal, jerárquica. El hombre, liberado de la servidumbre encasas ajenas, se convirtió en amo de la propia. Los niños, sin embar-go, para quienes el mundo fue una inmensa cárcel durante toda laEdad Media, siguieron siendo esclavos hasta bien entrado el sigloXIX. Cuando se consumó la separación entre el estado y la sociedadentre la vida política y la vida social, la dependencia personal en elhogar burgués siguió subsistiendo.

Fue :1 resultado necesario de las exigencias materiales del pro-ceso social. En la esfera del trabajo manual y de muchas otras fun-ciones e~ la industria y el comercio, la sociedad había alcanzado yaun estadio en el que la entrega inmediata e inquebrantable de losmiembros de la «familia» en el sentido antiguo que no lo eran porlazos de sangre, es decir, los esclavos y siervos, podía ser sustituidaya por el interés racional del obrero mediado por el contrato labo-ral. La relación con el amo, desprovista de los aditamentos patriar-cales, se convirtió en algo puramente externo, cosificado y sometidoal cálculo racional. Los hombres tomaron consciencia de sí mismoscomo sujetos económicos autónomos. Cada individuo tenía que pro-curar por sí mismo. Pero la economía del siglo XIX, caracterizadafundamentalmente por la relación entre el capital y el trabajo, man-tuvo aún en pie la familia como unidad económica funcionante. Nose trata sólo de que la mecanización de las tareas domésticas noest~viera ni ~on mucho en un estadio tan avanzado como hoy -sinolvidar que incluso hoy tales tareas representan un vestigio de for-mas eco~ómicas primitivas-, sino de que las mujeres, los hijos yotros panentes eran además necesarios para la marcha de innumera-bles unidades económicas. Todavía en la era victoriana florecían lostalleres artesanales y las empresas pequeñas o medianas eran domi-nantes: el consorcio gigantesco, el gran almacén y los departamen-tos de ventas organizados por las grandes industrias apenas si esta-ban en sus comienzos. La administración y la gestión de las empresasaún no estaban reguladas y dirigidas científicamente. El éxito de laempresa descansaba en buena medida en la solidaridad de la familia.

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Los hijos del hombre de negocios de la clase media eran, por unlado, imprescindibles en el negocio de su padre y, por otro, tampo-co estaban en situación de encontrar una posición igualmente satis-factoria fuera de la empresa del padre. Los hijos eran ocupados tan-to en la casa como en el negocio. En la clase media la autoridadfamiliar estaba prácticamente intacta.

El poder del padre sobre los miembros, tanto parientes como noparientes, de su casa, de su taller o de sus tierras había desca~sado enla necesidad de la dependencia inmediata para el proceso Vital de lasociedad. Con la disolución de este factor esencial desaparecieron elrespeto de los miembros de la familia al jefe de la casa, su dependen-cia a la familia como un todo y su fidelidad a sus símbolos. Lo queconfiere sentido y relevancia a las disposiciones legales que prote-gen a la familia es el peso social de lo que vienen a proteger. Laparticipación futura de un hijo en la propiedad de su padre consti-tuía un motivo tan fuerte para la obediencia como terrible era paraél la amenaza de ser desheredado. Lo que en el mundo de los propie-tarios de la clase media aparecía como una catástrofe individual,puede ser considerado con mayor serenidad en un mundo en el quetodos son empleados. Actualmente, cuando la maña y la capacidadde maniobra comienzan a desempeñar el papel decisivo en la vidade un hombre, el derecho de desheredar ha perdido gran parte de suimportancia l. Consideraciones similares valen en el caso de las hijas.La economía moderna ofrece en medida creciente millones de pues-tos de trabajo a mujeres cualificadas y no cualificadas, lo que viene asignificar que el trabajo fuera de casa se convierte a sus ojos en algopreciado y respetable. La ruptura con la familia pierde, en conse-cuencia, tanto para la hija como para el hijo su carácter terrible. Estanueva situación resulta ya perceptible en la relación entre padres ehijos mucho antes de que éstos se conviertan en adultos. La autori-dad en el hogar pasa a adquirir así un aspecto irracional.

A pesar de todos estos importantes cambios, las representacio-nes morales y religiosas; las imágenes derivadas de la estructura dela familia patriarcal, siguen constituyendo el núcleo de nuestra cul-tura. El respeto a la ley y el orden en el estado parece ir inextricable-mente ligado al respeto de los hijos a sus padres. Los sentimientos,las actitudes y las convicciones que hunden sus raíces en la familiamantienen unido nuestro sistema cultural. Constituyen un elemento

1. Las transformaciones económicas arriba reseñadas han hecho posible queeste derecho se vea cada vez más recortado por medidas políticas y financieras guber-namentales, hasta el punto de llegar a convertirse en una ilusión.

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del cemento social. Parece de todo punto necesario que la sociedadlos mantenga vivos, dado que de ello depende la vida o muerte de laciviliz~ción en su forma actual. La idea de nación no ha podidocumplir la función de la familia en este sentido. Como sistema defuerzas económicas cooperadoras y competidoras, la nación arrum,bó las unidades de producción del mercantilismo. En situacionesdifíciles, sobre todo en tiempo de peligro, ha probado ser tambiénun objeto de veneración directo. Las fuerzas revolucionarias de lasque surgió la nación en sentido moderno procuran un ejemplo de lacapacidad de los individuos de superar su aislamiento gracias a estaimago. En la vida cotidiana, sin embargo, la autoridad de la naciónparece depender de la autoridad de la familia. El Tercer Reich hasido la única dictadura moderna que ha intentado prescindir siste-máticamente de toda instancia mediadora entre el individuo y elestado llevando el jacobinismo hasta el límite.

El deseo de f?rta~ecer la familia es prácticamente universal; hayque tomar consciencia, de todos modos, de su problemática básica.Cuando unas ideas que han gozado de veneración durante siglos sonmantenidas rígidamente contra el curso de la historia en lugar de serpreservadas por la vía de su evolución y reformulación, su conteni-do de verdad se diluye y pasan a convertirse en ideologías vacías,sean cuales fueren las fuerzas con cuya ayuda sean mantenidas enpie. Como tendemos a pasar por alto este funesto dilema en la con-sideración de nuestra propia tradición, puede que un ejemplo deotra cultura sirva de ilustración. La familia china dependía en muyamplia medida del cultivo intensivo de la tierra. Poseía una pequeñaparcela de tierra y desarrollaba una gran habilidad en el cultivo de lamisma. La experiencia de las estaciones, de las plagas y de otrospeligros, así como de su posible prevención en las circunstanciaslocales, todo ello era tanto más importante cuanto que el entornosocial permaneció relativamente constante durante siglos. Las rela-ciones cordiales y prolongadas con el vecino, la confianza en lasautoridades locales y el conocimiento de los modos y vías más ade-cuados para tratar con tropas amigas y enemigas, eran de un valorincalculable para el labrador. La edad constituía, a este respecto,una gran ventaja, y al padre se le tributaba, en consecuencia, unsincero respeto. El papel de los antepasados en la religión china serevela como una consecuencia lógica potenciado en favor de los queno eran ya visibles. Cuando esta antigua estructura familiar es des-Uuida por la industrialización, particularmente por la mecanizaciónde la agricultura, la superioridad del padre y el carácter venerablede la ancianidad pierden su significado. Aquel tipo especial de cono-

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cimiento pierde su objeto y los rasgos negativos de la edad adquie-ren un máximo relieve. Aislado de tal experiencia concreta el cultoa los antepasados puede ser propagado e incluso impuesto mediantesanciones sociales o incluso políticas, pero un día esta ideología serevelará como vacía. La historia europea más reciente procura otrosejemploS de evoluciones de este tipo, concernien~es tanto .d~ modoinmediato a la familia como a algunas representaciones religiosas deella derivadas. Nos han enseñado cuán engañosa puede ser la apa-riencia de tradiciones sólidamente basadas en la familia.

Cuanto más terreno pierde la familia como unidad económicaesencial en la civilización occidental, tanto más subraya la sociedadsu forma convencional. Como la relación física entre marido y mujeres lo único que ha quedado de todos los aspectos anteriores de lafamilia, el interés conservador se concentra en ella. El matrimonio eshipostasiado por éste hasta el punto de acabar convirtiéndose familiay matrimonio en sinónimos. Las mujeres dependen más y en ~ayormedida de esta evolución que los hombres. Desde la perspectiva delos rasgos patriarcales básicos de la sociedad que no se han transfor-mado realmente, las mujeres están en posición de desventaja. No sólotienen que adecuarse, ejerciendo una profesión lucrativa, a formas devida moldeadas por y para los hombres, sino que su presencia histó-rica, la confirmación y educación que durante los siglos le fueronimpuestas por una sociedad masculina, la preeminencia irracional queen muchas profesiones es conferida a los hombres y, finalmente, elclima cultural en general, procuran, conjuntamente tomadas, proble-mas adicionales a la mujer que trabaja y dificulta psicológicamente suexistencia. Por estas y otras razones las mujeres tienen el mayor inte-rés en la inviolabilidad de la institución del matrimonio. Por desgra-cia, ninguna propaganda a favor del matrimonio puede ocupar ellugar de la capacidad de imponer respeto y veneración que tuvo lafamilia cuando constituía la realidad más tangible y efectiva de la vidasocial, ninguna puede restablecer la creencia en la condición sublimede la familia, que otorgaba otrora su sentido al matrimonio. La racio-nalidad moderna ha penetrado también en esta esfera. La colabora-ción completa y sin reservas de todas las ramas del estado y de lasautoridades locales, la lucha contra la prostitución, la caracterizacióndenigratoria del amor libre como vicio, las directrices moralistas paralos sueños sintéticos que en la pantalla o a través de las ondas llenanel día, el constante esfuerzo por inyectar romanticismo por motivosprácticos y en medio de una cultura materialista son factores, todosellos, a los que en modo alguno les resulta posible impedir que elmatrimonio se convierta él mismo en una cuestión pragmática. Es

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una relación cada día más práctica. No se educa a los hijos porque losimperativos de la propia vida no podrían ser satisfechos sin ellos, sinopor razones más o menos externas. Rara vez experimentan el calorde ese segundo seno materno que representó la familia en determina-das capas sociales.

Mientras que en una época anterior el individuo sólo se veía a símismo como parte, por así decirlo, de entidades orgánicas que da-ban sentido a su vida y que estaban presentes de modo constante ensus acciones y representaciones, los hombres tienden hoy de hecho aconvertirse en esos átomos sociales en los que la sociedad ha sidopulverizada por las revoluciones burguesas según sus críticos. Enesta época de la sociedad de masas el hombre está solo. Su nombre,que antes le vinculaba a un determinado lugar, a un pasado y a undestino, se ha convertido en una simple marca identificadora, enuna mera etiqueta; su individualidad ha quedado reducida a unaserie de características y capacidades. La neutralidad de la etiquetacorresponde a la fungibilidad del etiquetado. Antes era, en su totali-dad, señor o siervo, caballero o servidor: su substancia humana eradefinida de modo exacto por las variantes de la desigualdad social.Hoy, en cambio, el lugar que ocupa en la jerarquía social no parececonstituir ya una parte de su propia naturaleza; sabe distinguir entresí mismo y su papel en la sociedad.

Pero sea cual fuera la estructura psicológica de este individuo,este «sí mismo» es el sujeto abstracto del interés egoísta, tal como fueproclamado por el pensamiento económico y filosófico del siglo XIX.

En la medida en que se eleva a sí decididamente sobre todas las cate-gorías sociales que pudieran rebajarlo, el yo moderno resulta másacorde con el concepto de humanidad que la autoconsciencia delhombre en cualquier periodo del pasado. Por otro lado, se diferenciamucho más tajantemente de dicho concepto por su carácter abstractoy su insuficiencia. En la evolución de la sociedad este estadio es unaetapa necesaria y lógica. Sólo cuando el yo ha aprendido a autocon-cebirse como el sujeto abstracto de la razón, en contraposición detodo lo concreto, puede identificarse conscientemente con las fuer-zas positivas de la humanidad, ganando así una nueva y superiorconcreción. Respecto de los enclaves orgánicos de la sociedad mo-derna esto tiene como consecuencia la escisión entre forma y conte-nido. En el escenario familiar los actores siguen siendo átomos socia-les, aunque interpretan los papeles de esposos, amas de casa e hijos.

• Ninguna otra institución de nuestra sociedad revela tan clara-mente la naturaleza de la familia moderna como el divorcio. La Re-volución francesa, que anticipó todos los aspectos de la era que se

avecinaba, facilitó tanto el divorcio que el matrimonio fue sustitui-do por un vínculo estrictamente contractual, el único ~ip~ ~e ~el~-ción, en efecto, que coincide de modo estricto con el pnncipio indi-vidualista. En muchos grupos sociales el matrimonio ha sido hoyprácticamente abolido de n~evo medi~nte el instrume~to d~1divor-cio. Los individuos son tan intercambiables en el matnmorno comoen las relaciones económicas. Cada uno de los implicados es perfec-tamente consciente de estar sirviendo un fin particular. Todos son yno dejan de ser un centro abstracto de intereses y talentos.

Los hijos descubren rápidamente el desequilibro existente entreel verdadero carácter de los padres, tal y como viene a resultar acu-ñado por el industrialismo moderno, y su papel en la familia, te-niendo ahí, en amplia medida, su origen el defectuoso desarrollo desu vida emocional, el endurecimiento de su carácter y su prematuropaso a adultos. La interacción entre la familia y la general decad.~n-cia cultural se convierte en un circulus vitiosus. Cuando los hIJOScrecen, desempeñan sus papeles más conscientemente; el cultivo delos lazos familiares se convierte en un objetivo expreso. Pero estaactitud no puede detener el agotamiento de la familia. O bien laatomización de los hombres es superada por obra de transformacio-nes y mutaciones de hondo calado, o bien terminará por ser de hechofunesta para nuestra cultura. Las mismas transformaciones económi-cas que destruyen la familia entrañan el peligro del totalitarismo. Lafamilia en crisis genera las actitudes que predisponen a los seres hu-manos a la sumisión ciega.

A medida que la familia ha ido dejando ampliamente de ejercersu forma propia de autoridad sobre sus miembros, se ha convertidoen campo de prácticas de la autoridad como tal. Las viejas fuerzas dela sumisión familiar siguen siendo efectivas, pero fomentan más unespíritu de adaptación que todo lo empapa y una agresividad autori-taria que los intereses mismos de la familia y de sus miembros. Aun-que el totalitarismo en su versión alemana intentó eliminar la familiacomo un eslabón intermedio poco menos que superfluo entre el es-tado total y los átomos sociales, no por ello deja la familia de produ-cir precisamente los objetos adecuados de integración totalitaria. Heaquí la evolución típica: en un primer momento el niño hace en susrelaciones con los padres unas experiencias de amor y de odio quecoinciden, en lo esencial, con las comunes en la era burguesa. Prontodescubre, sin embargo, que el padre no es en absoluto la figura po-derosa, el juez imparcial y el generoso protector que se quiere apa-rentar que es. El hijo ve las cosas de forma realista y se libera de todaslas exigencias y esperanzas mediante las que en sus mejores tiempos

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y en la capas más cultivadas la familia retardaba su adecuación rad'_cal al mundo exterior. La debilidad socialmente condicionada de]padre, ~~e no ~leg~a verse compensada por ocasionales estallidos demasculinidad, impide al hijo identificarse de modo veraz y efectivcon él. En épocas anteriores la imitación llena de amor del homb o

d ,. d resegur? e Simismo, pru ente, que vivía entregado a sus obligacionesconstituía para el individuo la fuente de la autonomía moral. Hoy ,

b· 1hi ,encam io, e iJOque en su proceso de maduración y crecimiento reci-be, en lugar de una imagen, paterna, tan sólo la representación abs-tracta de un poder arbitrario, busca a un padre más fuerte, más po-deroso, un su~er-padre, tal como se lo ofrece el mundo de imágenesy.~epresenta.clOnes del fascismo. Si bien la sumisión autoritaria delhijo a la familia aún mantiene viva toda su fuerza troqueladora en elorden de !os sentimientos la relación con los padres está ya grave-me~te danada. Cuando en el pasado un padre no podía participaractivamente en la educación del hijo, su lugar en la vida emocionalde éste era ocu~ado por un tío, un tutor, un maestro o alguna otrapersona determinada, Por dura y rígida que pudiera ser ésta, tenía almenos algunos rasgos humanos, algunas características y gestos per-sonales que podían ser imitados, algunos pensamientos que podíanser so~es~dos y discutidos. Hoy lo que ocurre es más bien que el padree~s~~titUldopor un colectivo, por la clase, por el equipo, por la aso-ciacion y por el estado. Cuanto más se reduce la dependencia familiara una función puramente psicológica en el alma del niño más abs-tracta e indeterminada pasa a ser ésta en el alma del adolescente: noes raro que de. ello s~rja una disposición general a aceptar cualq~ierclase de autondad, Siempre que sea lo suficientemente fuerte.

Esta evolución se ve reforzada por la transformación a que se havist~.sometido el papel de la madre. No es, por supuesto, que trateal hijo con mayor dureza que en otros tiempos; todo lo contrario.~a.madre moderna ideal planifica la educación de su hijo casi cien-t~ftcamente, desde la dieta equilibrada a la relación no menos equi-librada entre la censura y el elogio, como recomiendan los libros depsicología vulgar. Su actitud hacia el niño se racionaliza hasta en losúltimos detalles; incluso el amor es allegado como un elemento dehigiene pedagógica2

• Nuestra sociedad fomenta en sus capas urba-

nas cultas una actitud «profesional» máximamente práctica, inclusoen aquellas mujeres que sin ganar dinero propio se dedican a ejercertan sólo de amas de casa. Asumen la maternidad como una profe-sión Y su actitud en relación con los hijos es objetiva y pragmática.La espontaneidad de la madre y su protección natural sin límites, asícomo su calor, tienden a desaparecer. La imagen de la madre pierde,por tanto, su aura mística en la consciencia de los hijos pequeños, yel culto a la madre de los adultos deja de ser una mitología, en elsentido estricto de la palabra, para mutar en un conjunto de rígidasconvenciones.

La adopción de las pautas de conducta de una sociedad absolu-tamente cosificada es el precio que las mujeres han pagado por sulimitada aceptación en el mundo económico de los hombres. Lasconsecuencias alcanzan hasta las más tiernas relaciones entre madree hijo. La madre deja de ser una instancia intermedia capaz de miti-gar el choque de su hijo con la dura realidad para convertirse en unsimple portavoz de ésta. Antes proveía al hijo de un sentimiento deseguridad que le permitía desarrollar cierto grado de independen-cia. Sentía que el amor que le inspiraba su madre era correspondidopor ésta, y de algún modo vivía hasta el final de sus días de estefondo emocional. La madre, que estaba separada de la comunidadde los hombres y que ocupaba, a pesar de su idealización, una posi-ción secundaria, representaba un principio distinto al del de la rea-lidad; podía entregarse sinceramente con su hijo a sueños utópicos yera, tanto si éste lo deseaba como si no, su sincera aliada. Había,pues, en la vida del hijo un poder que le permitía desarrollar, para-lelamente, junto a la adaptación al mundo exterior, su propia indivi-dualidad. Si la autoridad de la casa emanaba del padre y se imponía,hasta cierto punto cuanto menos, por vía espiritual, se daba, porotra parte, la circunstancia de que el papel de la madre impedía quetal adaptación se consumara de modo excesivamente rápido y totaly a expensas de la individuación. Actualmente, cuando el niño noexperimenta ya el ilimitado amor de su madre, su propia capacidadde amor permanece subdesarrollada. El niño reprime lo infantil enél (lo que no impide, por supuesto, que más tarde el individuo inten-te comportarse grotescamente como un niño cuando intenta diver-tirse) y se comporta como un pequeño adulto calculador sin egosólido e independiente pero con una inmensa dosis de narcisismo.Su testarudez y, al mismo tiempo, su sometimiento al poder efectivoficiticio le predispone a formas de vida totalitarias.

El culto, lleno de sentimentalismo y sensiblería que es rendidoen los últimos tiempos a la madre en los Estados Unidos y que es

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2. La psicología moderna y, ciertamente, también las revistas más avanzadasson conscientes de este peligro e intentan controlar la racionalidad mediante másraciinalidad. En el cine la madre ilustrada es reconvenida por la amiga bondadosa ycomprensiva, que re introduce a Santa Claus en un nivel superior. Por refinadas y agra-dables que puedan resultar algunas estilizaciones en clave romántica, tienden en reali-dad más bien a aparcar el problema que a resolverlo.

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tomado a menu.do erróneamente como una tendencia al matriarca_do, no contradice su degradación. Habría má bien que entendereste culto como una sobrecompensación ideológica por la abolicióndel papel de la madre. El proceso de organización total de nuestrvida, que transformó la esfera de la vida privada, ocupada anterior~men~e por la fa~ilia, en tiempo libre socialmente controlado, hac?nfIado a las m~J~res el dominio sobre esta esfera de la cutura orga-nizada, un dominio que, sean cuales fueren los bienes que puedaaportar, hace salir también a un primer plano la tradicional situa-ción de atraso de la mujer. Ésta es una de las causas del «mamaís-mo», tal como Philip Wylie lo ha descrito, la «mamá» es la máscaramortuoria de la madre. Allí donde reina de modo ilimitado, refuer-za a menudo, mediante una ciega superactividad, precisamente eseespíritu la opresión autoritaria que una falta de amor de contactooriginario con el hijo fomenta inconscientemente en éste.

El papel que desempeña hoy la familia como ideología ha sidodemostrado en detalle por la investigación empírica. Un estudio de-dicado a la naturaleza y el trasfondo del carácter autoritario en losEstados Unidos guarda relación directa con nuestro problema'.Mediante una combinación de diferentes tipos de cuestionarios, deentrevistas intensivas y de métodos prospectivos dicho estudio bus-ca probar sistemáticamente una relación entre determinados rasgosde carácter y actitudes, por una parte, y las opiniones políticas yeconómicas, abiertamente formuladas, que pueden ser consideradascomo potencialmente fascistas, por otra. Entran aquí prejuicios ra-ciales, glorificación del grupo propio, nacionalismo agresivo, cam-pañas demagógicas contra la clase obrera y un desprecio apenas ve-lado por las instituciones democráticas. El citado estudio intentósacar a la luz las formas específicas del carácter autoritario, tal comopredomina en amplios sectores de la actual clase media.

Los resultados han mostrado que individuos que pueden ser vis-tos como particularmente sensibles a la propaganda fascista susten-tan una ideología que exige una identificación rígida, acrítica, con lafamilia. Se trata, además de personas que muestran claramente queen su primera infancia estuvieron absolutamente sometidos a la au-toridad de la familia.

Al mismo tiempo se revela, sin embargo, lo en última instanciainauténtico de la familia en el hecho de que las personas de talante

• 3. Este estudio fue publicado en 1950 en ueva York bajo el título de TbeAuthoritarian Personality, en el que figuraban como autores Th. W. Adorno, E. Frenkel-Brunswik, D. Levinson y N. Sanford.

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fascista no mantienen relaciones auténticas con sus padres, s~no que

l·nu·tan a aceptados de modo completamente convencIOnal yse 1 .. f . Id d 1rno Es precisamente esta unión de sometImIento y na a aex:te . . .que caracteriza, más que cualquier otra cosa, a los fascIstas poten-

ciales de hoy. .La mayor parte de las personas de talante fascista del estudio,

r no decir todas idealizaban a sus padres. A la pregunta acerca deP? '. 'd d 1 hiqué personalidades consIderaban como las mas gran es e a sto-. un tipo representante de este grupo contestaba que sus padres.

[la, , d 1 IEste culto a los padres descansa, en l~ ~ayona ~ os ~asos, en a

dmiración por un padre rígido y pUOltIVO. No dejan, CIertame?te,~e percibirse algunos rastros de hostilidad f~ente a él, pero, COnSI?e-

da globalmente la resistencia a la autondad paterna ha sufndora' I débilna mutación pasando a dirigirse exclusivamente contra os e 1 es~ oprimidos. 'El reconoci~~ento de la fa~~lia viene así, en ~o~s~-cuencia, a ponerse al serVICIOde la expresión, por 'parte del m?IVI-duo de su narcisismo social. Los padres, los conocIdos y los miem-bro: del propio grupo son todos «gente maravillosa»; ~os ~tros, encambio, «no están al mismo nivel», son ridículos y ordmanos: Conla ayuda de la rígida distinción entre los que son «co~o uno ~sm.o»y el resto del mundo, y por medio de ella, las tendencias auto~l,tar~asde los fascistas potenciales asumen un momento de a?straccIOn m-humana, de glorificación de la autoridad como tal, sl.n repres~nta-ción alguna del objetivo al que la autoridad debe s~rvlr. El caract~rautoritario reacciona de modo totalmente convencIOnal y estereoti-pado. La imagen del padre es la de una persona resp~table severa,justa, triunfadora, centrada en sí mis~a, pero ~n ocaSIOnes genero-sa. La imagen de la madre es construida a partir ~e los r~sg?s con-vencionales de la feminidad, del tipo de la habilidad practica, d,elbuen aspecto externo, de la limpieza y de la.sal~d. D~nde antes a~ndesempeñaban un papel importante la conciencia, la mdependen~Iaindividual y la posibilidad de resistencia a la presión del, CO?f?rmIS-mo social ahora pasan a un primer plano, como patron UOlCOdemedida ;1 éxito la popularidad y la influencia, junto con la tenazaspiración del sujeto a progresar mediante la identi.ficación inco.ndi-cional con cuanto en la realidad ejerce el poder. Ninguna autondadespiritual, sea religiosa, moral o filosófica es aceptada 'por mor deella misma· sólo es reconocido lo existente. Lo que es «Impopular»,lo que es rechazado por el poder, tiene que permanecer también, ypor siempre, en la impotencia .

En tanto que el carácter autoritario o sadomasoquista no es enmodo alguno un fenómeno nuevo -puede ser observado a lo largo

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d.e,la historia entera del a sociedad burguesav=, su peculiar cond].cron abstracta y su endurecimiento resultan harto sintomáticos dun ~u~do ~ue se aferra a la autoridad nacional una vez que la sus~rancia Intenor de la familia se ha disuelto. La glorificación abstra tde la familia se corresponde con una casi absoluta falta de relaci~ ac?ncreta, bien positiva, bien negativa, con los padres. La vida emo~cional global ?el carác.ter autoritario arroja, en consecuencia, rasgosde superñcíalídad y frialdad que guardan similitud con algunos ras-gos obs~rvables en el caso de determinados psicóticos. Entre estosr~~gos figura, co~~retame?te, un desprecio general por la compa-sion, una co~paslOn del tipo precisamente de lo que resulta sobretodo perceptible en el amor de la madre por su hijo.

La estructura de la vinculación emocional de los individuos consus. pa?~es fue examinada con la mayor precisión en las entrevistas.COInCidiendo con la imagen global del carácter autoritario quedóprobado q~e su ~ebelión inicial contra el padre es reprimida y pasa aser mantenida Viva tan sólo a un nivel inconsciente, pasando única-mente a un primer plano en una determinada variante del carácterdel «tipo del ciclista», centrado en la autoridad. Más allá de ello las~~isión al padre sigue actuando todavía hoy como un modelo de-CiSiVOen la formación de las convicciones sociales y políticas. A~enudo se manifiesta en agresividad. En los jóvenes el rechazo cons-ciente del amor materno se reveló también como muy importante.!?urante. su adaptación temprana a las exigencias de la vida el joventiene la, i~preslOn de .que, en raz?n de su sexo, la madre representaalgo débil y despreciable. Percibe la ambivalencia latente en suideologización oficial y la considera como un miembro de una razainferior. La frialdad y superficialidad del carácter autoritario son amenudo una consecuencia emocional de este rechazo. Dureza irn-placabilidad y una exagerada apariencia de masculinidad, qu; lle-van directamente a ideologías políticas fascistas, hunden sus raícesen la relación perturbada con la madre o quizá más todavía en laausencia de una relación genuina con ella. Pero ésta no es posible-mente la consecuencia más importante de la relación deformadaentre madre e hijo. Lo que más afectado parece por ella es la tole-rancia del individuo respecto del otro sexo. Un tono emocional an-tifemenino, que descansa en el rechazo de la madre, marca la pautapara el ulterior rechazo de cuanto se valora como «diferente». Los

•4. Cf. la parte sociopsicológica de Erich Frornm en los Studien über Autoritiit

und Fami/ie, Schriften des Instituts für Sozialforschung, ed. de M. Horkheimer vol.V, Paris, 1936, pp. 77-135. '

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AUTORIDAD Y FAMILIA EN EL PRESENTE

rupos rechazados por los fascistas por su carácter ajeno o no pro-g io como, sobre todo, los judíos, pasan a ser a menudo caracteriza-~os' por la presunta posesión de rasgos «femeninos» como la debili-dad, el sentimentalismo o la falta de auto disciplina y sensualidad. Eldesprecio por determinados rasgos del otro sexo, tan pronto comoestos se manifiestan en miembros del propio, parece venir regular-mente unido a una intolerancia generalizada frente a todo lo que esdiferente. Este resultado permite suponer que existe una relaciónmuy profunda entre homosexualidad, vinculación a la ~utori?ad ydecadencia de la familia, tal como lo vemos hoy. La estricta dicoto-mía entre masculinidad y feminidad, así como el tabú sobre cual-quier posible transición psicológica de ~quélla a ~s~a.corres~onde ala tendencia general a pensar en términos de divisiones bipolaresestrictas y estereotipos.

La siguiente lista contiene muchos elementos y rasgos particula-res cuya relación profunda con la estructura de la familia modernano puede ser discutida en este estudio; puede, de todos modos, re-sultar útil para ilustrar lo que sabemos, gracias a una serie de traba-jos empíricos, sobre los rasgos del carácter autoritario. Va de suyoque este complicado fenómeno no puede ser adecuadamente mos-trado mediante tipo alguno de enumeración; exige, por el contra-rio un sistema conceptual más dinámico. Nuestra intención no ha, . .sido la de definir, ni siquiera tentativamente, en términos precisoslos diferentes rasgos individuales; algunos de ellos se superponen,otros parecen entrar en contradicción unos con otros. El orden de lalista es casual y no representa concatenación ordenada alguna porrazones de relevancia o frecuencia. Debe ser tenido bien presenteque de los datos empíricos no se desprende que un individuo posee-dor de uno o varios de estos rasgos haya de ser necesariamente unfascista potencial, ni tampoco que un fascista tenga que ostentadostodos. Consideramos, de todos modos, que si estos rasgos aparecenen un grupo con una frecuencia moderadamente mayor que en otro,entonces la probabilidad de ser efectivo e influido por la propagan-da totalitaria es mayor en el primer grupo que en el segundo:

- El carácter autoritario se aferra rígidamente a valores con-vencionales a expensas de toda decisión moral autónoma. (Los ju-díos son «agresivos»; esto le resulta suficiente como justificación delas medidas más severas.)

- Piensa en términos de blanco y negro. Blanco es el grupopropio; negro, el otro, el grupo ajeno. Todo lo constituido de mododiferente es violentamente rechazado.

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- Odia cuanto es débil, y lo caracteriza como una «carga» (losparados) o como un «cuerpo extraño» (los judíos).

- Se opone violentamente a toda autocrítica; no indaga nuncasus propios motivos, sino que achaca siempre a otras personas o acircunstancias externas, físicas o «naturales» la culpa que pueda co-rresponderle por sus errores.

- Piensa en estereotipos: los irlandeses son coléricos y perezo-sos, los judíos astutos y falsos, etc. El individuo aparece como meroejemplar de su especie.

- Subraya los rasgos inmutables (por ejemplo, las predisposi-ciones hereditarias) frente a los determinantes sociales.

- Piensa mediante conceptos jerárquicos y a tenor de ellos: «losde arriba, los de abajo», etcétera.

- El pseudoconservador, esto es, insiste en el mantenimientodel statu quo, de la libre empresa y similares; pero su afán de revan-cha y venganza respecto de todos sus contrincantes políticos revelaclaramente su afinidad en el despotismo: «Hay que hacer necesaria-mente algo».

- Cree en el «promedio», con el que se identifica frente al inte-lectual, el snob, etcétera.

- No percibe otro patrón de medida para el valor humano queel éxito, la popularidad y criterios similares.

- A la vez que su propio sistema de valores revela su afán depoder, acusa siempre al grupo extraño de aspirar al poder, de intri-gar y cosas similares. (Véase en ello un ejemplo de su actitud «pro-yectiva» general.)

- Sólo atribuye importancia a la religión por razones pragmáti-cas, concretamente como medio para mantener controlados a otros.Es esencialmente antirreligioso y «naturalista» en el sentido del reco-nocimiento de la selección natural como único principio verdadero.

- Es autoritario hasta la médula; esto es, acepta la autoridadpor la autoridad misma y exige su aplicación rigurosa. Su rebeliónreprimida contra la autoridad pasa a ser dirigida exclusivamentecontra los débiles.

- En lo que afecta al sexo, sobrevalora el ideal de lo «normal».El hombre valora la masculinidad por encima de cualquier otra cosa,a la mujer le incumbiría encarnar el ideal de la feminidad.

- Tiende a rechazar a las personas de fuerte impronta subjeti-va, dotadas de fantasía y de ternura.

• - Los pobres no le inspiran la menor compasión. Su vida senti-mental es en lo esencial fría y superficial.

- Su tendencia a la exteriorización le hace receptivo a toda

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AUTORIDAD Y FAMILIA EN EL PRESENTE

clase de supersticiones, salvo, claro es, en los casos de un elevadonivel cultural.

- Desprecia, en términos generales, a los seres humanos, creeen su maldad natural y hace suya a menudo una filosofía cínica queestá en contradicción con su sintonía convencional con los «valoresideales».

- Subraya siempre lo «positivo» y rechaza por «destructivos-las actitudes críticas; en su fantasía espontánea revela, sin embargo,poseer fuertes tendencias destructivas. Piensa mediante conceptostomados de las visiones que subrayan la decadencia del mundo y vepor todas partes la acción de «las fuerzas del mal».

- Se interesa más, por lo general, por los medios que por losfines.

- Las cosas son más importantes para él que los hombres y aéstos los percibe más bien como instrumentos u obstáculos, es decir,cosas.

- Oculta tras personalizaciones su actitud estereotipada e inhu-mana. Cuando busca culpas o culpable, no piensa en una serie obje-tiva de acontecimientos, sino en personas incapaces, carentes dehonor, completas. Contrariamente, espera todo lo bueno de hom-bres fuertes, de «caudillos».

- Preconiza la pureza sexual, la moralidad o, cuanto menos, lanormalidad, pero está a la vez obsesionado por imágenes sexuales yve por todas partes «vicio». Cuando habla de las fuerzas del mal,tiende a referirse detalladamente a orgías, perversiones sexuales ysimilares.

- Idealiza a sus padres. Pero con ello se limita a ocultar débil-mente su animosidad. No conoce vínculos emocionales fuertes.

- Los conceptos de «intercambio» y «contraprestación- domi-nan su pensamiento y a menudo se queja de no haber recibido lomismo que dio.

- «Lo que puede sacar de la gente» le interesa más que cual-quier posible afecto verdadero. Es un «manipulador».

- Está, por lo menos superficialmente, «bien adaptado»; sussíntomas son más bien psicóticos que neuróticos. Cree en una seriede ideas que, aunque generalmente aceptadas por quienes son de sumismo tipo, se aproximan en casos externos a representaciones de-lirantes (conspiración internacional).

- Confiere una importancia exagerada al ideal de pureza, or-den, limpieza y rasgos similares.

- Se queja de las motivaciones bajas, materialistas, de los de-más, pero él mismo piensa muy a menudo en el dinero.

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- Se declara oficialmente partidario del optimismo; el pesimis-mo es decadente.

- A pesar de su desprecio general por sus contemporáneos nosólo niega sus propios conflictos interiores, sino también las discor-dias en la familia y en el grupo al que cree pertenecer. Todos songente «maravillosa».

- Se preocupa de modo permanente por su propio status socialy por el de su familia.

Otra investigación sobre los rasgos y predisposiciones autorita-rios en los niños' procuró informaciones adicionales sobre la com-pleja relación existente entre familia y sociedad. Sus resultados per-miten suponer que la imagen general del carácter autoritariamenteorientado vale ya incluso para niños de entre nueve y catorce años.En un punto importante entraron, sin embargo, en contradicciónlos resultados provinientes de esta investigación con las hipótesisderivadas del estudio arriba citado realizado con adultos. Se habíasupuesto que los niños que se someten voluntariamente a la discipli-na de la casa paterna y de la escuela eran, al mismo tiempo, los queostentaban más rasgos autoritarios de carácter, en todo lo que losniños más tercos y rebeldes se revelarían como decididamente an-tiautoritarios. Esta hipótesis ha resultado ser falsa. Los muchachos ymuchachas «buenos», los niños no agresivos en lo esencial son inclu-so los que menos muestran los rasgos de nuestra lista. Son los niñosdifíciles y rebeldes los que atacan lo débil y glorifican lo fuerte. Elconvencionalismo del carácter autoritariamente orientado, su incli-nación a lo correcto y a hacer «lo que hay que hacer», parece for-marse durante la adolescencia o incluso más tarde, cuando la in-fluencia de la realidad a favor de los valores convencionales se hacetodopoderosa. Los fascistas potenciales parecen ser, a tenor de ello,los que en su infancia eran rudos, groseros y «poco cultivados». Sufalta de una auténtica catexis afectiva familiar les lleva a transferir elsentido de la autoridad que adquirieron antes a su «banda» y a acep-tar su código moral de arrojo y brutalidad sin oponer la menor resis-tencia moral al mismo.

Una serie de observaciones ocasionales de «bandas» de este tipocorroboraron este supuesto. Es probable que la agresividad de estoSniños, de la que más tarde no se desprenden, sino que las reprimen yracionalizan en mayor o menor grado, hunda sus raíces en la de-•

5. Esta investigación era un proyecto conjunto del Insrirute of Social Researchy del Institute of Child Welfare en Berkeley.

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aparición de las funciones positivas, protectoras, de la familia. Es-~os niños se comportan como pequeños salvajes, porque no se lesbrinda ningún sostén anímico, razón por la que piensan que tienensiempre que ingeniárselas «por sí mismos». En un mundo duro y opa-CO desconfían de cualquiera como si se tratara de un enemigo y suprimer reacción es el ataque. Vuelve~ .al principio cínico de la inci-piente filosofía burguesa: horno homiru lupus. L? que causa ~upad:-cimiento no es, pues, probablemente una familia fuerte, Silla masbien una carencia de vínculos familiares. La concepción conserva-dora de las causas de la criminalidad juvenil apunta, en este sentido,a algunos factores sociales básicos, frecuentemente ignorados porteorías psicológicas más diferenciales y avanzadas. Si la familia comoideología fomenta un autoritarismo represivo, parece claro quecomo realidad la familia es el obstáculo más fiable y efectivo contrala recaída en la barbarie que amenaza a todo individuo durante suevolución.

Los nacionalsocialistas, que supieron explotar tan refinadamen-te los mecanismos sociales y psicológicos a que nos hemos referidoaquí, fueron también conscientes de la contradicción interna entrela familia en sentido genuino y el mundo bárbaro que ellos represen-taban. Aunque exaltaron la ideología de la familia como instituciónindispensable para una sociedad constituida sobre la base de la san-gre, desconfiaron, en realidad, de la familia y la atacaron en cuantorefugio protector frente a la sociedad de masas. La consideraroncomo un conspirador virtual contra el estado totalitario. Su actitudrespecto de la familia se asemeja a su ambivalente política frente a lareligión, la libre empresa y el estado constitucional. La cuestión quehoy ocupa el primer plano es la de si la compleja interacción deaquellas fuerzas fue algo único o más bien el anuncio de una tenden-cia histórica general.

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(1966)

Quien se preocupe por el futuro del matrimonio deberá procedertanto a un análisis de sus tendencias actuales como a recordar susformas anteriores. En lo relativo a la dimensión histórica, tendréque limitarme a unas reflexiones breves y sobremanera subjetivas,dejando a un lado problemas importantes. En cuanto a la estadísti-ca de divorcios, por otra parte, apenas me referiré a ella, aunquecon la mirada puesta en el futuro merecería, sin duda, ser seriamen-te debatida.

Lo que al filo del cambio de siglo todavía regía para muchoscomo justa imagen del matrimonio, al igual que los conceptos desantidad y orden jerárquico de marido, esposa e hijos a ella vincula-dos, relativizado hace ya mucho tiempo por los espíritus críticos,tiene hoy validez como fenómeno social que se transforma constan-temente con la evolución de la sociedad. La cuestión de quién resul-ta realmente determinante en los periodos históricos en la elecciónde cónyuge en el matrimonio mismo, la mujer, el marido o sus pa-dres, dependía del tipo de sociedad, de las tribus primitivas, recolec-toras o cazadoras, sedentarias, dedicadas al pastoreo o fundadoresde ciudades. Las tribus nómadas de pastores, patriarcales por razo-nes obvias, sólo reconocían la autoridad del jefe. Era traspasada alhijo; las hijas eran asignadas por éste según su libre parecer. La dura-ción y difusión de la forma de vida contraria, el matriarcado, no esmenos discutida hoy que los restantes fenómenos históricos másantiguos, como la promiscuidad o el comunismo primitivo. Por lomenos en lo que afecta a buen número de pueblos la monogarniaparece haber sido una prescripción relativamente tardía. Moisés,

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por no hablar ya de los patriarcas, tuvo varias mujeres, y el pueblocon los parientes al frente, sólo comenzó a murmurar cuando tomócomo esposa también a una negra l.

Si la monogamia constituye hoy una de las varias formas dematrimonio existentes sobre la tierra, las representaciones morales yjurídicas a ella vinculadas no son, por otra parte, en absoluto origi-narias, habiendo coexistido lógicamente en la Biblia y en ciertomodo también durante la Antigüedad grecolatina junto con otras.Según L. H. Morgan y otros autores, por ejemplo, el comercio sexualentre hermano y hermana era percibido como algo obvio y naturalen la sociedad primitiva. Incluso en civilizaciones superiores no eravisto como un crimen, sino como un mérito. En el antiguo Egipto,donde la mujer gozaba inicialmente, cuanto menos dentro de la capadominante, de los mayores honores y derechos de propiedad, el ma-trimonio entre hermano y hermana era considerado como el mejor,es más, era especialmente santo en el caso de que quienes lo contra-yeran fueran ya a su vez hijos de hermanos. Incluso el hombre senci-llo percibía la unión entre hermanas y hermanos como la más racio-nal, y de acuerdo con una serie de investigaciones ésta era «la regla,no la excepción». «Para dar satisfacción al prejuicio vernáculo» es-cribe James Frazer en La rama dorada «los conquistadores macedo-nios hicieron abiertamente suya la costumbre de sus predecesoresegipcios-'. Cifra la razón del incesto en «el deseo de los hermanosde conservar ellos mismos la propiedad familiar que, según derecho,pertenecía a las hermanase', impidiendo así que pasara, contraria-mente, a manos de extraños, a los maridos de sus hermanas. Todoun ejemplo de la relación existente entre hábitos y costumbres yrealidad material.

El matrimonio monógamo con exclusión del incesto caracterizala nueva civilización occidental. La familia a él vinculada ha idotransformándose a lo largo de los siglos. Las transformaciones delúltimo siglo, sobre todo el paso de la familia extensa a la reducida almatrimonio y a los hijos, son discutidas hoy por doquier. Los abue-los, los tíos y las tías, los primos y primas, incluso los hijos e hijasadultos, que en otro tiempo mantenían una estrecha vinculación enlas propias ciudades, apenas si guardan hoy una laxa relación. Lasviudas mayores y, sobre todo, el viudo que no tienen a su disposi-ción un patrimonio considerable están por lo general solos, a pesar

• 1. Números 12, 1.2. The Golden Bough, New York 1955, N/2, p. 214.3. tus., p. 215.

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de las residencias de la tercera edad y de los Women Clubs, en unmundo caracterizado por el matrimonio. La familia reducida es sóloun momento de la generalización de la Lonely Crowd, de la soledaden el todo nacionalizado. Pero antes de caracterizar aquí las evolu-ciones que han ido en esa dirección, detengámonos en las propues-tas y representaciones que intentaron anticipar, en un sentido posi-tivo, el objetivo de las transformaciones; detengámonos, en fin, enlos esbozos de una utopía.

No puede decirse que antes del siglo XVI, en que Tomás Morousó por vez primera el término que fue en seguida asumido por laslenguas europeas, no existieran pensadores volcados a describir delmodo más exacto posible una sociedad perfecta. Las utopías formanparte ya del pensamiento clásico.

Es necesario que los mejores hombres se unan sexual mente a lasmejores mujeres la mayor parte de las veces; y lo contrario, los másmalos con las más malas; y hay que criar a los hijos de los primeros,no a los de los segundos, si se quiere que el rebaño permanezca puroy noble; y todo esto ha de permanecer desconocido, salvo para lospropios gobernantes,

hoy diríamos: para la administración que lo organiza.

... En cuanto al número de matrimonios, lo encomendaremos a losgobernantes, para que preserven al máximo posible la misma canti-dad de hombres, habida cuenta de las guerras, enfermedades y todaslas cosas de esa índole ... Y a los jóvenes que son buenos en la guerrao en alguna otra cosa, habrían de series tributados honores y otrospremios. Pero deberá también, especialmente, acordárseles una ma-yor libertad para acostarse con mujeres, de modo que con un pre-texto engendren la mayor cantidad posible de niños".

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Los niños de pecho de la primera clase de padres son separados delos de la segunda:

En lo que hace a los hijos de los mejores [...] serán llevados [por loscomisarios y las comisarias] a una guardería junto a institutrices quehabitarán en una parte especial de la ciudad; en cuanto a los peores,y a cualquiera de los otros que nazca defectuoso, serán escondidos,como corresponde, en un lugar inaccesible y desconocido: así se pro-cederá, si es que se quiere que la raza de los guardianes [la élite] semantenga pura. [Los comisarios] se ocuparán también de la crianza,

4. Plat6n, República, V, 458a-460b.

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llevando a las madres que tengan los pechos rebosantes a la guarde-ría, procurando con el mayor cuidado posible que ninguna de ellasreconozca a su hijo, y si aquéllas no bastan, buscarán otras'.

Insistamos nuevamente: esto no figura en ningún plan del Ter-cer Reich, ni en caricaturas del futuro del tipo de las de Huxley uOrwell, sino en la República de Platón, la obra máximamente apre-ciada del gran filósofo.

En la obra de Tomas Moro, cuyo modelo fue la República plató-nica, reinan, de acuerdo con su genuino talante cristiano, métodosmenos totalitarios. Ante los brutales comienzos de la sociedad in-dustrial, que privó de toda ayuda a los pobres arrojados de sus cho-zas y condenados a vagar por el país para hacinarlos en las manufac-turas, Moro esbozó un moderado modelo socialista que intentabaconservar algo de la tradición de la Edad Media y que correspondíaal modesto nivel de las fuerzas productivas de su propio tiempo.Asumía como obvia la monogamia, aunque para él el matrimoniono era, como para el utopista posterior Morelly, «obligatorio» (Codede la nature). En los años ochenta y noventa los socialdemócratasquerían, al igual que los utopistas, que en la sociedad justa el matri-monio fuera conservado. Es «un contrato privado ... como fue elmatrimonio un contrato privado hasta la Edad Media. El socialismono crea aquí nada nuevo, se limita a reinstaurar a un nivel culturalsuperior y en el marco de formas sociales nuevas ... algo que poseíavalidez general antes de que la propiedad privada dominara la socie-dad-", En el propio Moro el adulterio es severamente castigado, enalgunos casos incluso con la muerte, aunque la pena de muerte, quetuvo él mismo que sufrir a consecuencia de su propia actitud firme,le parecía un recurso jurídico máximamente deplorable. A la vistade la dureza de las leyes cualquiera tenía cuanto menos que saber,antes del matrimonio, lo que hacía. A ambos, al hombre y a la mu-jer, se les reconocía en la utopía el derecho de ver desnudo al elegi-do o a la elegida. Cuando más de cien años después Francis Baconescribió su propia utopía, la New Atlantis, sustituyó el procedimien-to un tanto complicado de Moro por baños colectivos.

Pero me he detenido demasiado en los pensadores utópicos. Miintención no era otra que mostrar, con unas pocas pinceladas y aten-diendo a algunas particularidades, que la actual versión del matri-monio aparece, sea a la luz de la realidad histórica, sea a la de la idea

• 5. lbid., 460c-d.6. A. Bebel, Die Frau und der Sozialismus, Srurrgart, 1901, pp. 427 ss. (trad.

casto de R. Vicente, La mujer y el socialismo, Akal, Madrid, 1977).

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EL FUTURO DEL MATRIMONIO

teórica pretérita, por no hablar ya de la bibliografía actual, tantocomo transitoria y pasajera cuanto como relativamente cons~nte.En última instancia, la función del matrimonio en e~todo ~oClalentransformación resulta ser de modo permanente la mstan.cla d.eter-minante de sus cambios, tanto los imaginados por los idealistas,como los reales. En la era burguesa, cuando la regulación de I~.nata-lidad no era actual, la educación y el entrenamiento de los hiJOS?ecara a su inserción psicológica, intelectual .y profesion~l en la SOCl:-dad era, juntamente con el cuidado matenal de los m.l~mos, ~omasimportante. Inseparable de todo ello er~, la int~gr~clOn SOCiald:1marido. «Plus vous auvez d'hommes manes, mo~ns II y aura. de en-mes», dice Voltaire", y continúa: «Echese una mirada al registro depenas; por cada cien solteros colgados o flagelados hay un padr~. defamilia ... Éstos no quieren tener que avergonzarse ante sus hiJOS,temen dejarles la vergüenza como herencia». Con el progreso de laIlustración el matrimonio se convierte cada vez más claramente enun instrumento.

Al igual que otros momentos o element~s constituti~?s de lasociedad, la relación entre los sexos es determmada y planificada ?emodo creciente con vistas a su utilidad para el estado de cosas exis-tente. En la época de Nietzsche, por ejemplo, el aumento de la .po-blación aún era importante por razones militares y de otro tipo.Entre las medidas gubernamentales que preveía figuraban: N

Un aumento de la carga impositiva ..., también un aumento del se.rvi-cio en la guerra para los solteros de una determinada edad y crecien-te (dentro de la comunidad). Ventajas de todo tipo para los ~adresque ponen en el mundo abundantes muchachos: en, d.etermm~dascircunstancias una mayoría de votos; un protocolo médico, previo atodo matrimonio y firmado por las autoridades de la comumd~d: enél varias preguntas que deben ser respondidas por los prometidos ylos médicos «<historia farniliar»); como remedio contra la prosnru-ción (o su dignificación): matrimonios a plazo legalizados (por unosaños, por unos meses), con garantías para los hijos".

La finalidad social le parece, coincidiendo en ello con Platón,tan decisiva que propone que «un determinado número de h?mbresde confianza de la comunidad se responsabilicen y salgan fiadoresde todos los matrimonios: como asunto de la comunidad». La inex-

7. (<<Cuantos más hombres casados haya, menos crímenes habrá».) Dictionnai-re Philosophique, arto «Mariage».

8. F. Nietzsche, Gesammelte Werke, Musarion-Ausgabe, München, 1928, vol.

XVI, pp. 422 s.

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tricable conexión entre razón y burocracia es una ley interna a lafilosofía europea, por no decir a toda filosofía, por mucho que sereclame de la libertad. Los idealistas y materialistas han esperado dela historia la superación de la contradicción, una historia que, en miopinión, tiende hoy más bien a allanada. La vida que discurre orde-nadamente según normas y preceptos es percibida como libertad, lalibertad como reacción segura a signos.

En los decenios contemporáneos la historia social rusa ha mos-trado lo decisivamente que depende la figura del matrimonio defines sociales. En los primeros años tras la revolución, cuando aúntenía vida la idea de la superación de las rígidas formas burguesas enuna sociedad superior, la celebración, no sólo religiosa, sino tam-bién civil del matrimonio, así como el divorcio, la inscripción, enfin, en el registro, pasaban por ser una formalidad irrelevante. Pién-sese en el libro de la señora Kolontai, la diplomática soviética yheraldo del amor libre. Lo que en Polonia está hoy de nuevo, o aún,oficialmente permitido a toda mujer, la intervención médica en losprimeros meses tras la concepción, estaba originariamente permiti-do bajo Lenin a cualquiera. La importancia del matrimonio retroce-dió; la educación de la descendencia tenía que corresponder al par-tido, al estado y a las instituciones creadas a tal efecto.

Pero los revolucionarios se habían equivocado. El llamado «so-cialismo en un solo país» de Stalin, el reconocimiento soterrado deque no había que contar con la revolución proletaria mundial y, conello, la renuncia a lo que Marx y Lenin llamaban comunismo, pusoun final a la libertad civil; en la retrasada Rusia, en realidad, a lavoluntad de acrecentada. Cuanto más decididamente se convertía elpotencial técnico-militar en el verdadero objeto de la competenciaen Occidente, tanto menos podían ser toleradas extravagancias enotros ámbitos. La concepción abierta y tolerante del matrimonioentraba en contradicción con la función del mismo en el estado to-talmente movilizado no basado en el bienestar. La tasa de nacimien-tos había decrecido, el abandono de la juventud aumentó pavorosa-mente, la familia, como célula educativa pasó a convertirse enimprescindible. El libertinaje se había acabado. Se imponía inclusorestaurar la propia autoridad dentro de la familia, y a tenor de lanueva situación, en relación, sobre todo, con el marido. Dadas lasgigantescas tareas económicas, la mujer pasaba a ser de todo puntonecesaria tanto en el hogar como en la fábrica. Tenía que cooperar~ la educación y en la obtención del salario familiar. En la Rusiaactual los divorcios no son deseados. La familia -el matrimonio-es restablecida con mucha más fuerza que en Occidente; por supues-

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to, bajo el control del estado total. Este llega hasta los últimos deta-lles. A diferencia, claro es, de lo que ocurría en la época de la tomadel poder o en el Tercer Reich, la vigilancia de los padres por loshijos resulta menos necesaria. El espionaje de los padres por los hi-jos ha formado parte, por lo general, de las dictaduras. Desde Savo-narola, probablemente ya desde antes, hasta Hitler y los soviets, latraición de los hijos ha desempeñado un papel importante en lasdictaduras, ya que la vieja generación no era de fiar y los hijos esta-ban ya bajo el hechizo de lo nuevo. En la Rusia actual, sin embargo,el poder puede confiar ampliamente en el matrimonio estabilizado,matriarcalmente orientado. «La madre», puede leerse en un artículode la Literaturnaja Gazeta de diciembre de 19559, «es un ser sagra-do y tiene que ser honrosamente tratada en la familia, en primeralínea por el padre. En la familia la palabra de la madre es ley. Suautoridad es inatacable». Tan reforzado está el matrimonio quequien quiera hacer allí carrera hará bien en no barajar siquiera laposibilidad de un divorcio, por otra parte sumamente costoso.

En China, por el contrario, donde en otro tiempo la gran fami-lia patriarcal determinaba, sobre la base en definitiva de la econo-mía agraria intensiva, la vida de la nación y su religión, el matrimo-nio ha perdido hoy terreno. Más que las transformaciones de lasformas de trabajo e incluso que la rígida educación colectiva es lanecesidad de frenar el ingente aumento de la población lo que hainfluido al respecto. Se difunden y generalizan el retraso del matri-monio, la contracepción, la interrupción del embarazo. En la medi-da en que los informes puedan ser fiables, la mayor parte de la ju-ventud no se ha limitado a tomar nota y a actuar de acuerdo con lasintenciones del gobierno, sino que ha internalizado intelectual y sen-timentalmente las directrices. El erotismo ha perdido importancia,el interés, incluso de las muchachas jóvenes, no se centra tanto en elmatrimonio como en la «construcción del socialismo», en la briga-da, en la comuna, en el estado?". Lo que ocurre en China me parece,en muchos sentidos, más significativo para el futuro de Occidenteque los procesos en curso en la Unión Soviética, que cada vez seasemeja más a él. Que el periodo de la individualidad sea superadoen cierta medida por actualmente irracional, que la amistad entreparticulares valga como secundaria en la ascensión de lo colectivo,incluidos el pragmatismo asumido en la carne y en la sangre y elpensamiento puramente utilitario que se manifiesta en cada palabra

9. Cita tomada de K. Mehnet, Der Sowjetmensch, Srurrgart, 1959, p. 86.10. Cf. H. Hamm, Das Reich der 700 Millionen, Düsseldorf, 1965.

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de los líderes chinos, todo ello está en el horizonte de Occidentpor esforzadamente que se intente mirar hacia otro sitio. e,

Permítanme dilucidar brevemente los tres elementos recién cita-dos: el aumento en importancia del colectivo frente a la persona 1transformación de las relaciones humanas, el pensamiento de lo 6titSobre la evolución del matrimonio no ejercen la menor influencia:El retroceso de la individualidad no significa que vengan a desapare_cer las diferencias de rasgos individuales. Cuanto más pase sin ern-?argo,.la educación en Europa y América de la familia a jardines demfancI~, escuelas e institu~iones, y no sólo a ellos, sino a los gruposque allí se forman, deportivos y de otro tipo, menos interés habríaen preservar y desarrollar matices personales y diferencias. Lo ca-racterístico de particularidades psíquicas del individuo singular tie-ne de forma creciente un efecto contraproducente, resulta raro. Lasdiferencias legítimas surgen de la especialización laboral, son impre-sas en la correspondiente forma de vida a través del sector ocupacio-nal. ~o.n e! ~umento de la colectivización, con el paso de la compe-t~n~la individua] a la grupal, el debate entre posiciones políticasdistintas y, en general, entre convicciones dispares pierde relevanciapara el individuo, las confesiones significan marcas identificatorias:el gobierno se convierte en administración omniabarcadora. En lu~gar de afectar a ideas cosmovisionales, las discusiones giran cada vez~ás en torno a las conveniencias, a hechos comprobables, a lo expe-nmentalmente decidible. Cuanto más regulada esté la sociedad tan-to más instrumentales son las relaciones humanas, tanto mas carentede sentido la entrega al individuo singular. El apetito de placersexual, como el de comida y bebida, ampliamente regulado en elfuturo mediante adelantos químicos, será satisfecho sin diferencia-~i?n ~e. mayor p~so. En las postrimerías del periodo burgués y de sumjusncia específica, con la victoria de la época técnica de él resul-tante, el aura de la persona se apaga. Mediante la presentación noelegida y la conversión activa en imágenes públicas de las estrellascinematográficas, de los líderes manchados de sangre, de las prince-sas en busca de marido, mediante la laboriosa personificación en losmedios de comunicación de masas, a los que, obviamente, ya noqueda otra cosa a mano, viene, por así decido, a confirmarse el finalde la persona en sentido genuino.

La decreciente importancia de la amistad es una consecuenciade ello. Si el individuo singular no entra en contradicción con otros

tindividuos o, si hubiera lugar a ello, con la sociedad existente, en-tonces la amistad pierde, con el peso práctico, también su seriedad.Queda a lo sumo como un hobby, como una distracción para el

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tiempo libre, por satisfactoria que pueda igualmente ser. Exacta-mente lo mismo sucede con lo que se llama amor. Cuando el matri-monio burgués aún estaba relativamente intacto en las capas socialesen las que tenía vigencia y significado -y con vistas a los herederosdel propio linaje- presuponía en la muchacha la pureza, en el hom-bre joven, la solicitud y el cortejo. Lo inicialmente negado o, encualquier caso, dificultado, se convertía precisamente por eso, sobretodo mediante la correspondiente educación, en algo anhelado, va-lioso, pleno. Si la cultura en general y como tal, según han enseñadode Kant a Freud tantos pensadores, se debe ampliamente a la prohi-bición sexual, el amor entre los sexos depende sin lugar a dudas deltabú. Que con los años y los decenios el amor no se apague en oca-siones en el matrimonio con la superación de la prohibición, sinoque gane en profundidad, es cosa que depende de la constelaciónespecífica en cada caso. Los intereses comunes de los que decidieronunir sus vidas han de imponerse y prevalecer en la dura y fría reali-dad; la preocupación por los hijos, la conciencia de que la propiavida va más allá de sí misma a través de ellos, la evolución de laexperiencia singular, creciente, compartida con el otro y el recuerdopueden convertir el amor en una amistad en la que lo sexual aúntenga un papel a pesar de la decadencia de los impulsos sexuales.Con la colectivización de la sociedad, con su poderosa dinámica,que regula cada vez más la vida de todos, el ámbito de juego para laconfiguración de la propia vida y de los intereses comunes específi-cos se estrecha. El elevado nivel de vida en los países industrial iza-dos, las mejoras y avances en la existencia material, la circunstanciade que el confort técnico resulte accesible a cada vez más familias, sepaga, con todo el aparente aumento de esparcimiento, con una uni-formización creciente.

Cuanto menor es el papel que desempeña la especificidad delindividuo en la configuración de su propia vida, cuanto más fungi-bles pasan a ser los jóvenes en la sociedad dirigida y crecientementeplanificada, tanto más realista, sobrio y conformista es el pensamien-to que desarrollan. Los juicios sobre la juventud actual centrados enlas costumbres de los teenagers, en la sexualidad libre, en el entusias-mo por los Beatles y cosas similares me parecen, en la medida en quegiran en torno a ello, superficiales. El que la juventud no oponga asus emociones, en parte desesperadas, obstáculos demasiado gran-des y que desprecie los tabúes no la convierte, a pesar de todo, enmás irracional que las generaciones anteriores; está, por el contra-rio, más vacía de ilusiones, es más fría, más consciente de lo que leconviene. Acepta lo necesario, rechaza como superstición, como ro-

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manncismo cursi, lo que no puede ser probado como adecuado.Precisamente porque queda poco que sublimar toman cuerpo losestallidos de la interioridad insatisfecha, no desarrollada. Los fenó-menos de barbarie resultarían mucho menos característicos si lasescuelas, y de ellas a la Universidad, no contaran necesariamenteentre sus educadores sólo a aquéllos que únicamente saben transmi-tir material, datos u métodos útiles e inútiles, y abrieran, por el con-trario, sus puestos a los capaces de transmitir algo diferente, precisa-mente eso que en otro tiempo se llamaba formación cultural. Allídonde aún hay disponibles pedagogos capaces de ello, va de suyoque falta un auditorio receptivo. Las carencias educativas hundensus raíces en la situación social transformada. La contradictoria com-binación de pragmatismo y caída fácil en la seducción es un resulta-do altamente comprensible. El agudo joven cínico, que perciba lasviejas canciones como anacrónicamente sentimentales, no deja derendirse a menudo al slogan disfrazado de avanzado.

A la vieja civilización lleva un puente cuyos pilares se debilitancada vez más. La falta de ilusiones, el crudo realismo, la ausencia delsueño vinculado a la persona significan tanto frialdad como tambiénla tendencia a una satisfacción poco diferenciada de los impulsossexuales y emparentados con ellos. La juventud no lleva la moral enla sangre. Tan pronto como la religión es considerada, con justicia osin ella, como algo meramente allegado desde fuera, sobrevenido,simple convención, no se comprende por qué, si se hace abstracciónde la policía y el código penal, el poder y la crueldad no pueden serun placer respetable. En los países totalitarios el nacionalismo, encuanto sustitutivo de la religión, puede llevar a que el compatriotasea respetado al menos hasta su designación como traidor. En lacivilización occidental las antiguas religiones del colectivismo nohan sido sustituidas aún del todo, aunque no sin excepciones, por elnacionalismo de izquierdas o de derechas, que es lo mismo. La ideadel alma individual inmortal que en otro tiempo subyacía tanto alrespeto por el prójimo como a la fe en el propio destino ha perdido,sin embargo, su poder en la mayor parte de la juventud.

Con ello he indicado ya mi representación del futuro del matri-monio. Por mucho que sus formas burguesas pueda perdurar aún, laconsciencia de una unión que es, en cada caso, única, el significadodel apellido, la voluntad de configurar la vida de acuerdo con cuan-to viene a él unido y concuerda con él y, si es posible, de prolongar-Iv a través de los hijos, está en trance de desaparición. La toma deconciencia de la dependencia respecto de la sociedad, de que la rea-lización y las funciones de cara a fines sociales son, todas ellas, pri-

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marias respecto de las centradas en la persona, en una palabra, de lanecesidad de adaptarse a lo existente lleva a la pérdida de sentido delas viejas categorías individualistas. La equiparación de la mujer alhombre, su actividad profesional, la emancipación mucho más rápi-da de los hijos, traen ya consigo una transformación de la atmósferadel hogar. En América no es raro que el padre sienta que se ha que-dado ya retrasado frente al hijo. Como la existencia sin más, el ma-trimonio tiende a convertirse en algo cada vez más racional, másfuncional y más sobrio.

Negar la evolución sería demasiado simple. El matrimonio noestá en proceso de transformar su sentido tan sólo en la estela de lanueva deidad, lo colectivo; también en países de mayor liberalidadel idea del siglo XIX se revela ya como inadecuado. Pienso en Escan-dinavia, en Suecia sobre todo. Yves de Saint-Agnes habla de unaRévolution sexuelle+. Las relaciones sexuales prematrimoniales, aligual que las consecuencias, no son consideradas ya en absolutocomo inmorales; el matrimonio, sin embargo se ve dificultado porrazones materiales, piénsese en la escasez de viviendas. Incluso lamayor parte de la iglesia ha encontrado el modo de coexistir allíperfectamente, como con otros muchos frutos de la Modernidad,con el amor libre. El hijo nacido de una unión extra matrimonial noes considerado ya como ilegítimo, sino que en su condición de natu-ral es equiparado legalmente con el vástago matrimonial. En loslibros escolares se habla de familias dirigidas por una pareja matri-monial, pero también de otras que sólo constan de madre e hijo. Lostrabajadores sociales, los funcionarios del estado de bienestar, asu-men ampliamente las cargas que los hijos representan para la mujer,incluso en el caso de las familias regulares. La promiscuidad entre lajuventud, acorde con la propaganda a favor de los medios anticon-ceptivos, está muy difundida; no menos, por supuesto, que las enfer-medades de transmisión sexual. La libertad llega tan lejos, que quienbusca un contacto en un anuncio no sólo no tiene que presentarsecomo candidato matrimonial, sino que ni siquiera tiene que hacerlacomo candidato a una relación estable normal. No conozco ningunainvestigación empírica acerca de la influencia de este progreso sobrela relación humana incondicional; mi hipótesis es que la nueva libe-ralidad, como el colectivismo, por otra parte, no le resulta favora-ble. En ambos casos se anuncia lo mismo, desencantamiento de loefímero, único, irrepetible.

11. Paris, 1965.

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Des?e los años veinte. es el arte, más que la filosofía, quien haconvertido en tema proplO la inanidad de lo individual singultanto desde ~l punto de vista de la forma como desde el del conte~~~do. La~ cornentes posteriores al expresionismo y, cuanto menos, elsurrealismo y, por supuesto, la métrica atonal no se entregan a nin-gún existen~e y en la medida en que preservan lo transitorio, elloocurre mediante la negación, mediante la configuración de unidadestética por me?io de.l,os despe~az~d.os elementos del mundo vivo ymuerto. La refiguración de lo individual se ha convertido en algocarente de verdad artística, en asunto del tiempo libre, del altavozde la fotografía. En qué medida el arte sentenció con ello a la vez sujuicio, tendiendo a convertirse en mero ornamento, es cosa que noestoy en condiciones de dilucidar aquí. Mediante su propia evolu-ción anticipa la de lo humano; expresando la disolución del yo, delalma, de todo cuanto tuvo validez como eterno, lleva a su propianegación. Actúa como componente funcional de lo existente. En lamedida en que la pintura lleva con necesidad inmanente, desde aque-lla fase crítica -respecto de la que Kandinsky, Max Ernst, el primerPicasso resultan característicos- a lo totalmente abstracto, y ahorapasa de nuevo a lo buscadamente figurativo, los nuevos cuadrosconstituyen simplemente un adorno mural; son, cuanto menos porlos pudientes, aceptados. El momento de lo absoluto desaparece delarte enteramente libre como del matrimonio libre. Los cuadros abs-tractos pertenecen a la instalación funcional, los matrimonios sinprejuicios a la existencia adaptada. El retorno es imposible. La fide-lidad indisoluble entre dos seres humanos como felicidad y sentidode sus vidas pasa a convertirse con cada percepción más amplia delo condicionado de la persona y de cuanto a ella corresponde, enmero delirio, no menos que la eternización del paisaje y del peque-ño campesino en el óleo. El futuro que puede corresponderles tantoa los valores estéticos como al matrimonio es comprado al precio deuna reducción de su importancia y significado.

Las particularidades concretas de la evolución dependen del pro-ceso social y político. En qué medida y por cuanto tiempo las formasde las relaciones matrimoniales en los estados .totalitarios resultaránválidas en los países europeos y americanos, es cosa no previsible,como tampoco lo son las regulaciones conformadas con matices nue-vos o las instituciones de otro tipo que puedan surgir. Lo que sí meparece seguro es que la autoridad de los padres sobre los hijos, sobre

,todo la del padre, disminuirá rápidamente. Su experiencia profesio-nal y vital pierde en importancia, los hijos se convierten más rápida-mente en adultos, el control de los jóvenes por los padres resulta

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cada vez más difícil. La educación pasa cada vez más a manos noólo de la escuela, que ya de por sí cumple tareas que son de orden

~rofesional más b~en ~~e formativas en sentid?~enuino, sin~ de losmedios de comonrcacion de masas, de la televisión, de la radio y delcine. Para los padres se ha convertido en una tarea irrealizable. En lamedida en que el marido y la esposa tienen una profesión, los añosen 10 que ésta ha de ocuparse de su descendencia se ~onvier~~n enuna interrupción de su carrera. Después, los que no tienen hIJOSsehan situado muy por delante de ella y tiene que comenzar de nuevoo está sola. No es sólo la ya citada estrecha vinculación con los res-tantes parientes lo que se convierte en algo cada vez más laxo., sinola propia relación de los padres con los hijos pront.o profesIOna~-mente activos. Hoy el estado tiene ya en cuenta, mediante la segun-dad social, esta circunstancia; asume, aunque por lo general en me-dida aún modesta, lo que en los viejos tiempos estaba reservado a loshijos, a saber, la manutención de los padres profesionalmente yainactivos. El padre no es ya el único en sobrellevar las cargas. Lasfunciones del matrimonio disminuyen. Este proceso influye sobre elpeso del matrimonio en la consciencia de las personas. La n~~vaevolución evita cosas mucho más graves, a que daba lugar el sólidomatrimonio burgués de otrora, la tiranía de los maridos sobre mujere hijos, la infelicidad, cuando la relación matrimonial, sentida comocentral consistía en una cadena de renuncias. Piénsese en las trage-dias que al filo del cambio de siglo procuraban a la gran litera~urauno de sus temas, por ejemplo, La danza de los muertos de Strind-berg. El precio de la vida irá en el futuro mucho más a cargo deconstelaciones distintas al matrimonio.

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