«HONORIS CAUSA» - Universidad de Alcalá (UAH) … · aquel ser excesivo y grande que fue Ramón...

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UNIVERSIDAD DE ALCALA DOCTORADO «HONORIS CAUSA» DEL EXCMO. SR. D. JUAN VAN-HALEN ACEDO Paraninfo, 4 de febrero de 2002

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UNIVERSIDAD DE

ALCALA

DOCTORADO«HONORIS CAUSA»

DEL EXCMO. SR.

D. JUAN VAN-HALEN ACEDO

Paraninfo, 4 de febrero de 2002

DISCURSO DE INVESTIDURA

PRONUNCIADO POR EL EXCMO. SR. D. mAN VAN-HALEN ACEDO

POESIA: RAZON DE VIDA

A nadie habrá de sorprender que me acoja a don Miguel de Cervantes enel inicio de mis palabras en este acto. Aquel atribulado alcalaíno que,acaso sin esperarlo y sin pretenderlo, acertó a concebir un universo

tanto de su tiempo como del nuestro, y por eso viene siendo contemporáneo detodos los que fueron paridas después de él, dejó escrito que había que considerarla gratitud entre los placeres. Él, que en vida tanto habría para quejas y tan pocopara gratitudes, me señala con piedra de pedernal que debo gozar el placer dela gratitud esta mañana. Gratitud al Departamento de Filología que en su díahizo la propuesta del alto honor que hoy recibo. Gratitud a la Junta de la Facultadde Filosofía y Letras, que la aprobó. Gratitud a la Junta de Gobierno de laUniversidad que generosamente la acogió. Gratitud a la profesora doña DoloresCabañas, que en su Laudatio ha medido mis méritos desde la amistad más quedesde la justicia, cayendo en el pecado de la exageración, que tanto apreciabaaquel ser excesivo y grande que fue Ramón Gómez de la Serna. Dios le perdoneel pecado, pues nace de la generosidad que es cosa buena en casa de los justos.Gratitud, en fin, al Excmo. y Magnífico Sr. Rector, Profesor don Manuel Gala,en quien deseo personificar tantos afectos, tantas cercanías de las que he sidoy soy destinatario, y que desembocan, como río de desprendimientos ygenerosidades, en este viejo Paraninfo.

Juan Carlos Onetti recordó un día aquellas sibilinas palabras del viejoHeráclito: "Si no esperas, no te sobrevendrá lo inesperado". Nadie piense queme refiero a lo inesperado, aunque lo sea, de mi incorporación al ilustre Claustro

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de esta histórica Universidad. En los tiempos que corren, lo inesperado es eserío de desprendimientos y generosidades a que antes aludí. No tengo más equipajede vida, de amor y de poesía que el que tengo. Vicente Aleixandre, que tantapaciencia derramó en aquellas tardes de Velingtonia, 3 entre los jóvenes poetasque acudíamos a él con temblorosos versos en nuestros cuadernos, escribió ensu discurso de ingreso en la Real Academia algo que pudiera parecer obvio: "Elpoeta es el hombre". Sí, el poeta es el hombre y no más que eso. Y nada menos.Superada con creces la mitad del tiempo, uno piensa, también con nuestrocontemporáneo don Miguel de Cervantes, que las ansias crecen y las esperanzasmerman. Por todo ello, mirándome al alma, he de pesar este acto en los quintalesde vuestra largueza y no en mis magros y livianos merecimientos. Quisieraencontrar esas machadianas "pocas palabras verdaderas" para expresar loque en esta pobre reflexión se encierra, pero desisto del intento de buscarlas ydejo en el aire, cogida por los alfileres de la sinceridad, esa única palabraplacentera que cobija uno de los sentimientos más hermosos que al hombre lees dado sentir: "gracias".

Camilo José Cela, que se nos ha ido sin avisar, él que tanto despreciabala improvisación, y que durante cuarenta años me regaló los dones de su amistad,dijo desde esta misma cátedra, recordando el Persiles, que no hay razonamientoque, aunque sea bueno, siendo largo lo parezca. Por ello deseo no estirar miintervención más allá de lo razonable, pues no se ajustaría a razón, después dehaber sido diana de tanta bondad, abusar de vuestra paciencia.

Esta es, si la memoria no me hace trampas, y ya sabemos con LuisBuñuel que la memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestro sentimientoy nuestra acción, y que sólo cuando comenzamos a perderla acertamos avalorarlajustamente, la cuarta vez que hablo en este Paraninfo, entre los murosamados por tantos nombres que acongojan. Las dos primeras veces supusieronhitos gozosos en mi vida: la recepción de la Medalla de la Universidad, y elnombramiento de Socio de Honor de la Asociación de Amigos de la Universidad.La tercera acogió una lectura de mis versos, dentro de un ciclo que tuve elhonor de coordinar con mi amigo el poeta y profesor don Emilio Sola. Pero estaocasión de hoy me ofrece el singularísimo honor de alzar mis palabras desdeesta vieja e ilustre cátedra en la que tan altas voces se han aventado. ¿Cómo nosentir el peso de esta púrpura etérea pero, al cabo, bien cierta? Resulta inevi-table que en este momento no piense en la gloria propia, harto escasa, sino enlas glorias ajenas, en las merecidas famas que aquí tuvieron su cobijo. Y, enespecial, en la nómina de amigos y admiraciones vividas, ya con tantas bajas,que desde aquí mismo alzaron el regalo de su palabra.

Pienso en ellos, y me pesan como un fardo hermoso. En Dámaso Alonso,siempre presente con su cariño en el chalet, ya derrotado, de Alberto Alcocer.

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En Gerardo Diego, que presidía desde un silencioso magisterio la tertulia delCafé Gijón de mis veinte años, silencio rasgado por su finísima ironía y sugracia a menudo ignorada por muchos. En Jorge Luis Borges, en Buenos Airesy en Madrid, que te medía desde el sarmiento de sus manos y te escudriñaba,yo sé que era así, desde sus ojos de sombra. En Luis Rosales, hombre cabalcomo ninguno, lector de mis versos con indulgencia plenaria. En Rafael Alberti,tan generoso, en Roma, en Madrid, en El Puerto, marinero de tantos destierros,que derramó siempre su cercanía en el odre atónito de mi admiración. En AntonioBuero Vallejo, que me apoyó, siendo yo tan joven y él ya tan sabio, desde suestatura de hombre que no conocía el rencor. En Camilo José Cela, que sedecía mi tío de provincias, permanente valedor mío desde su tantas vecesreconocida simpatía por mi antepasado el conspirador decimonónico a quienhabía biografiado Baraja, su admirado cascarrabias. En José Hierro, entrañablesiempre, del que he aprendido tantas cosas y acaso no la menor de ellas que elpoema nace del dolor. En Francisco Umbral, que un día hace, ay, casi cuarentaaños, me llevó a la tertulia de los poetas del Café Gijón y allí me hizo sitio a sudiestra -ya entonces estar a su siniestra no era fácil-, y con el que tanto breguépor un entrañable Madrid en el que no habían crecido aún esos gigantes dehormigón y cristal, pero en cuyos rincones se derramaba la ternura. En DerekWalcott, Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras por esta Universidad,subvirtiendo su lengua, domándola y al tiempo liberándola, aquel que dejó escrito"un hombre que ha conocido los desiertos, cree en los pozos", que viene a serlo mismo que decir que un hombre que ha conocido la tiranía cree en la libertad.y en José García Nieto, que no pudo ya, ensimismado en las nubes de laenfermedad, en un universo de infancias, ocupar físicamente esta cátedra yhabló a todos por voz vicaria.

Ellos ocupan los primeros mi emoción esta mañana. Pero quisiera dedicarunos minutos por menudo, de entre todos ellos, a José García Nieto, con quientanto quise. A García Nieto le dediqué mi primer librito de los diecinueve años,y durante largo tiempo -si es que el tiempo tiene más medida que la que leaporta la emoción y la autenticidad con la que se consuma -, el tiempo quediscurre desde mis dieciocho años hasta su muerte, que no marca su fallecimientosino su primera muerte, la que supuso el cornalón sobre su cerebro, nuestrarelación fue para mí un sostenido regalo. Sobre García Nieto, con motivo de suingreso en la Real Academia, con motivo de su Premio Cervantes, con motivode su desaparición definitiva, se apilaron juicios y prejuicios, a veces crecidosdesde el estereotipo, el sesgo o el desconocimiento. Merecen ser recordadasaquí por su limpieza las palabras de Pere Gimferrer: "Aquella revista fue ejemplar(se refiere a "Poesía Española", fundada y dirigida por nuestro poeta). Todostuvimos allí cabida: los transterrados y los de la península, los periférico s y losde Madrid, los ilustres y los desconocidos". Cuenta Gimferrer cómo GarciaNieto le publicó en "Poesía Española" un poema que habría de figurar años

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más tarde en su fundamental "Arde el mar", y considera que al publicarlo diomuestras de "generosidad y audacia".

Generosidad y audacia son dos notas que cuadran perfectamente con latrayectoria vital, con el talante humano y poético de José García Nieto. Siempreme he negado a aceptar que se oculte la realidad de una obra tan rica y tanamplia como la de nuestro poeta tras el velo fácil e injusto de "garcilasista", de"oficialista" o de "sonetista", todo ello esgrimido, a menudo, como descalificación.La trayectoria, la visión de conjunto de la poesía de García Nieto, muestran allector su capacidad de enriquecimiento formal y temático, su evolución sinquiebros ni saltos en el aire. En 1966 García Nieto publica "Memorias yCompromisos" y asume -sin renuncias- un paso en su obra que resultaríainjusto desconocer. Aquella entrega poética prueba su audacia y, en lo que a mírespecta, además, su generosidad, ya que fui elegido por el poeta para presentarla,desde mis poco más de veinte años, lo que ya era una decisión audaz.

En "Memorias y compromisos" incluyó aquel poema estremecedor,titulado "1936-1939", que con tanto afecto recordaba, con moti vo de la muertede García Nieto, Víctor García de la Concha. El poeta contestaba así a quienesle acusaban de "evasionisrno". Escribe:

"Yo sé lo que es el miedo, y el hambre, y el hambre de mi madre, y el miedode mi madre;

yo sé lo que es temer la muerte, porque la muerte era cualquier cosa, cual-quier equivocación o una sospecha; ( ... )

Yo sé lo que es enfermar en una celda, y defecar entre ratas que luegopasaban junto a tu cabeza por la noche ...

¿Qué me decís ahora los que creíais que sólo me han movido a cantar loslirios de un campo imaginario, y la rosa de papel, y la novia como Diosmanda ... ?

¿Qué me decís los que me vísteis pronto limpio y peinado, como un niñoque quiere llegar con puntualidad al colegio sin que nadie adivine elestrago de su corazón familiar? ( ... )

Gracias, Señor, por haberme dejado sin heridas en el alma y en el cuerpo,por haberme dado la salida sin odio,

por no tener lista de enemigos, ni lugares donde llorar por el propio des-amparo ..

Yo sé lo que es amor; de lo demás no sé."

y el poema de García Nieto continúa hasta su final con tan firmey bello aliento.

En 1943 apareció bajo su dirección el primer número de la revista"Garcilaso", que dejaría de publicarse en 1946; una existencia de tres años

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escasos que tendría una repercusión que no cabe velar. En la nómina de suscolaboradores figuraron poetas reconocidos ya entonces y nombres nuevosque conseguirían brillo posterior, de acá y de allá, de esta o la otra adscripción:Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado, Dámaso Alonso, Gerardo Diego,Vicente Aleixandre, Carmen Conde, Rafael Morales, Leopoldo de Luis, JoséHierro, Carlos Bousoño, Gloria Fuertes, José Luis Cano, Enrique Azcoaga,Enrique Llovet, Carlos Edmundo De Ory. Conservo la colección de "Garcilaso"y el índice de sus colaboradores evidencia la actitud tolerante, abierta, de sudirector, si no nos hacemos esa trampa en el solitario que supondría aplicar lamirada de principios del siglo XXI sobre el paisaje de principios de la década delos cuarenta.

En 1952 se publicó el primer número de "Poesía Española", cuya segundaépoca se iniciaría en 1957. García Nieto abrió también aquellas páginas a todaslas tendencias y a todos los nombres, como testimonia desde su experienciaGimferrer. García Nieto no entendió nunca la poesía como exclusión, y suatención a los poetas jóvenes es comúnmente reconocida. Otros se instalaronen el anatema, la capilla o el clan, otorgando o retirando credenciales ycalificaciones poéticas a su gusto o acomodo. José García Nieto nunca lo hizo.

Ciertamente García Nieto fue un gran sonetista, acaso durante muchotiempo nuestro primer sonetista, y a veces esta condición se ha aventado comoun reproche. En una carta al poeta ("Cartas Literarias", Barcelona, Bruguera,1977), Juan Ramón Jiménez escribía sobre "Sonetos por mi hija": "¡Qué hermososson! A veces me pregunto ¿en qué nos aventajan los llamados clásicos anosotros? ¿En qué bellezas han ido más cerca de la belleza esos clásicos?Sonetos como esos suyos, el segundo, el cuarto, todos ¿no son como los deGarcilaso, Lope, Góngora, Quevedo, Calderón, o mejores, más enteramentemejores ...?" Aún no hace mucho me sorprendí -mi capacidad de asombro escada vez más escasa- ante algún juicio crítico que para alabar justamente ellibro "Memorias y compromisos", escribía: "donde por primera vez (...) renuncióa tanto soneto y tanta décima, para utilizar un versículo noble, bien musculado,fuerte de dicción y de sentido", como si el soneto no fuese verso noble, y noestuviese bien musculado, y no fuese fuerte de dicción y de sentido, cuando elpoeta lo consigue arbolar magistralmente como es el caso de los sonetos deGarcía Nieto.

El soneto es el gótico de la poesía, y no debe sorprender que asuste aendebles arquitectos del verso. Muchos huyen del soneto como el ratón delgato probablemente porque alguna vez se han enfrentado a él y les saliócojitranco. No me fío de los hoy no escasos adversarios del soneto. Que enseñenpor debajo de la puerta la patita de uno, que se vea si son capaces de conseguirescribir uno aceptable, y que luego denuesten el soneto lo que quieran. Si no,que callen para siempre. El soneto es intemporal; no pasa. Ocurre que hay

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poetas que no llegan. Carlos Murciano, otro gran sonetista, proclama: "Sonetos,todavía. Y siempre." Además, García Nieto alcanzó enorme aliento en el versolibre, en poemas extensos, en poemas que, en ocasiones, conforman libros,como "El parque pequeño", "Elegía en Covaleda" o "La hora undécima".

Por tanto afecto como me regaló, por tanto afecto como regaló a tantos,resulta muy dolorosa la cicatería de algunos ante una voz tan limpia, una de lasobras más estimables de la poesía contemporánea, como es la de José GarcíaNieto. Cuando el tiempo que, según nos recordó Muñoz Molina, Chaplinconsideraba el mejor autor porque encuentra siempre el final adecuado, cuandoese gran rasero de vanidades que habrá de justipreciar los valores, hunda tantacreación poética de la mercadotecnia o de los clanes, entre lo que se salve delbalance figurará la obra de García Nieto. En la para mí tan honrosa ocasión deocupar esta Cátedra desde la que él, en el limbo de su enfermedad, no pudohablar cuando recibió de manos de Su Majestad el Rey el merecido PremioCervantes de 1996, he querido dedicarle mi especial recuerdo y homenaje en-tre demasiadas deformaciones y silencios. Pepe: allá donde estés con tu muertea cuestas, habitando la edad de las respuestas, sé que te habrán alegrado mispalabras, aunque tú, que pasaste por la vida de puntillas, vencedor y, al tiempo,vencido, como todo ser cabal, y huiste de la autocomplacencia tanto como delbombo debido a los ajenos, nunca me hubieses perdonado dedicártelas en vida.No he podido consultarte, yeso me ha permitido jugar con ventaja. Con losmuertos, salvo en el fabuloso caso de los espiritistas, no es posible dialogar.

La Facultad de Filosofía y Letras, en primer lugar, y la Junta de Gobiernode la Univesidad de Alcalá, en decisiva instancia, me han colocado en este tranceprincipalmente, o así lo creo, por mi condición de poeta. He frecuentado otrosgéneros, pero si tuviera que decir en el que me encuentro más con mi sombra y miluz diría que en la poesía. De modo que debo, aunque sólo sea por responder a tantoafecto, reflexionar sobre la poesía, sobre mi mirada a la poesía.

No creo en las poéticas. Evolucionan con la obra misma, y suponen unasucesión de abstracciones,juicios, prejuicios y probablemente máscaras. Teorizarsobre la poesía queda para los profesores y, en todo caso, para los poetasprofesores, y si esa teoría se debe al propio autor, suele comportar una suertede narcisismo y de autocontemplación complaciente. Recuerdo con el fervorque leí hace muchos años el magistral libro de Carlos Bousoño "Teoría de laexpresión poética". Si no le admirase tanto como poeta, bastaría ese grueso einteligente volumen para que mi admiración no tuviese límites. La poesía, enprincipio indefinible por sus muchas definiciones, es un conjuro de comunicación,de solidaridad, de complicidad, de entrega, donde tiene su papel esencial eldestinatario, el lector. Aunque, bueno es confesarlo, el poeta escribe en principiopara sí mismo, derramándose de sí mismo. La materia de la emoción poética esel lenguaje, la palabra, que se ama, según nos dejó dicho Cela, como a veces se

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ama a una mujer, con frenesí, pasión e inconveniencia. Proust apuntó que laobra de arte es un amor desdichado que fatalmente presagia otros. El poetalleva esa palabra hecha sugerencia, guiño, palmada desencadenante en lasespaldas del alma, hasta el lector, que recibe el haz de espigas del poema desdesu propia interpretación, desde su estado de templanza o, mejor, de destemplanza.

El lenguaje poético no es utilitario; se urde en función estética; es tantoexpresión como comunicación. De alguna manera el proceso poético es mágico.Es una indagación de lo oscuro. El menester del creador es un sondeo de looscuro. Nada de esto es nuevo, pero es. Por ello pienso que, en buena medida,mi primera preocupación es el encuentro de la claridad, de la sencillez, desdeesa enmarañada realidad que es la palabra poética. A veces la sencillez llegadesde el supremo artificio. Cemuda daba luz: "La poesía fija a la belleza efímera".Estas y otras muchas obviedades suelen figurar en las poéticas. Los poemasse justifican por sí mismos o no se justifican nunca. Los poemas deben hablar-o callar- por sus autores. Como autor pido a los dioses que mi poesía resultenatural con lo que puedo hacer y con lo que estoy viviendo. José Hierro declaróun día: "Lo que yo he escrito son fotografías de momentos de mi vida", yGerardo Diego: "El poeta es, al menos, el pequeño dios de su pequeño mundo".¿Para qué repetir lo sabido? Que un poema es señor y esclavo de uno al mismotiempo. Ese misterio es un don mágico, como escribió aquel inolvidable niñogrande que fue Claudio Rodríguez. Escribir y leer son actos encadenados.Están ahí. La fórmula resulta o no resulta, yeso solamente se sabe cuando seha producido el fin último de la lectura. Que el lector lea y se emocione y seidentifique -o no- con aquello que lee. ¿Para qué teorizar sobre algo tan sencilloo acaso tan complejo?

Me preocupa sobre todo que mis poemas sean auténticos desde suconcepción. Luego viene lo demás. Lo que se dice, y cómo se dice. Es, desdeluego, un menester misterioso. Ángel González lo expresó bellamente. "Escribirun poema: marcar la piel del agua". Luis Alberto de Cuenca, tan querido ysiempre tan cercano, tomó prestado medio verso cuando tituló así -"La piel delagua"- una antología de mi obra que tuvo la amabilidad de preparar. Escribir unpoema es escudriñar lo imposible. Acariciar la utopía. Siempre al límite.

La creación poética es una forma de conocimiento. Hay una realidadsobre la que el poeta indaga desde el lenguaje. El acto de su expresión suponela plenitud del conocimiento de esa realidad, o es deseable que esa plenitud seproduzca. No creo ser el primero en pensar esto ni, obviamente, seré el último.No conozco lo que convierto en poesía hasta que el proceso concluye. Hierro loexpresó así: "El poeta, al comenzar un poema, no sabe cuál será su desarrollo ysu fin. No se sabe el poema. Descubrirá lo que quería decir cuando hayaterminado". Luis Rosales definió al poeta como "un náufrago en tierra firme".

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y es que la realidad se clarifica para el poeta. Puedo asegurar que en el géneronarrativo, tan distinto, tan distante, ocurre también así. Mi tan limitada experienciacomo novelista me enseñó que la trama y los personajes se mueven a su caprichoy se producen situaciones que el autor no controla, que van sorprendiéndole.No sería imprudente decir que una novela, al fin, se escribe a sí misma. Algunavez me lo habían comentado Camilo José Cela y Elena Quiroga, pero hube decerciorarme, como Santo Tomás, cuando metí el dedo en la llaga de mi hastaahora única novela.

La emoción compartida, el sentimiento cómplice entre autor y lector, esun invisible cordel de la poesía. Es una magia. No todos son dados a alcanzarla,y acaso por ello la poesía llega, salvo ricas y tranquilizadoras excepciones, a undestinatario reducido. Recordemos aquello de que la poesía sólo la leen lospoetas, "a la inmensa minoría", "a la minoría siempre", etcétera. No es del todoexacto, por fortuna, pero esa misma limitación no se expresa sobre la novela,por ejemplo, ni sobre otras manifestaciones del arte. Nunca se ha aventuradoque la pintura sólo interese a los pintores, o la música sólo la gocen los músicos,o la escultura la disfruten en exclusiva los escultores. De la poesía, sí, y por algoserá. No debemos hacemos, de momento, demasiadas ilusiones.

Una poética ha de ser una suerte de confesión. Yo confieso que no tengonada especial que confesar. La confesión única crece en la poesía que unohace. Busco, además de la naturalidad y de la claridad, como quedó dicho, lacoherencia. Aquel unamuniano "piensa el sentimiento, siente el pensamiento"no me disgusta. "Todo en mi obra son fragmentos de una gran confesión", queescribió, confesándose, Goethe.

Nunca he sabido por dónde iban las modas poéticas, y por ello no supenunca -ni sé- si estaba -o estoy- de moda. Sin embargo, hace muchos añosPierre Cardin me dijo en París que "moda es lo que pasa de moda". Acaso otraobviedad. Francisco Nieva, una de mis más sostenidas admiraciones, ha escrito:"Debiéramos tener bien en cuenta que nuestras razones y palabras vannecesariamente pasando de moda a medida que las pronunciamos". ¿Qué valorde permanencia debemos dar a ese estar poéticamente en la moda?

Prácticamente todos mis libros, que han tenido mayor o menor fortunapor esos mundos de críticos y lectores, son intimistas, aunque hay excepciones.y quiero marcar, como con lágrimas de sangre, precisamente una de esasexcepciones: "Cuaderno de Asia", un libro de 1973 escrito al regreso de miprimera estancia en Vietnam, en la que mi lazarillo a distancia fue de lujo: LuisMaría Anson, experiencia no sólo periodística, en la que me sobrecogió tanto eldesgarramiento bélico de un país como el enterramiento de lo autóctono a golpesde "coca-cola" y de dólares. Allí dejé nombres de los que no quiero acordarmey piezas del puzle de la vida que ya nunca encajarán.

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Creo en el compromiso poético con la realidad, con el lector y con elpropio creador. Y en la coherencia de ese compromiso. Y en la autenticidad.Por eso desprecio la poesía escrita al mero viento de una especie de "prét-a-porter"; poesía artificios a, sucedánea, como de plastilina. ¿Qué es lo que selleva y que es lo que no se lleva? No lo sé. En todo caso la poesía no debealzarse al aire de ciertos bochornosos desfiles de modelos. La poesía es, paramí, verdad, aire limpio. Es razón de vida.

Antes me referí al por lo común reducido lector de la poesía, salvo rarasexcepciones, gozosas y gloriosas, que ha dado la historia de la literatura. Así elprodigio que supone el éxito, tan merecido, de "Cuaderno de Nueva York", delenorme poeta que es José Hierro. Pero pienso que la poesía se mueve en elámbito que debe, y a veces me pregunto si un día aquello de la "inmensa minoría"sucumbirá desde una realidad distinta de lo que entendemos hoy por poesía, acambio del plato de lentejas de las mayorías. Me he preguntado si estamoscaminando hacia una transformación del medio y vamos -regresamos- haciaun futuro de poesía oral. O a la poesía cibernética. ¿Resultará cierta aquellaafirmación de Anaís Nin: "creo que la literatura tal como la hemos conocido vaa morir"? Y si se produjese esa muerte ¿qué resurrección puede esperarse?Pero esta es harina de distinto costal, y ese costal no es de la ocasión.

Sería honesto ofrecer mi opinión sobre la poesía que se hace, o al menoscómo avizoro yo lo que ocurre en otros andamios. Y voy a hacerlo, aunquepueda resultar poéticamente incorrecto. No valoraré su fondo sino sus esquinas,sus aledaños, sus zaguanes.

Se hace buena poesía, muy estimable, pero a veces tiene que lucharcontracorriente, sobre todo entre los más jóvenes, los que llegan con ilusión aunas trochas que mi generación recorrió hace décadas. Y a esto, que es unaspecto que debería preocupar a quienes amamos la poesía, habré de referirmebrevemente. No hace mucho se reflexionaba aquí y allá sobre un supuestocanon en la novela, y la poesía no se libra del mismo acoso. Pero acontece quela novela es un género de gran público, de más lectores o, lo que no es igual, demás compradores de libros. Mueve poderosos intereses económicos ycomerciales, y a menudo ese canon resulta más escandaloso. Por eso se hacemás evidente que en la poesía. Ese canon silencia y aúpa. No es raro que unopueda sentirse desorientado con algún reconocimiento mareante que resultapoco comprensible si atendemos a los valores poéticos reales. No es extrañoque nombres repetidos hasta el ridículo asienten su fama en valores extraliterariosy sean apoyados por meros motivos de cercanía ideológica o editorial. A eso seune la realidad de poetas estimables condenados al silencio, sin antes habersetomado sus anatemizadores la precaución de acercarse con objetividad a susobras. A menudo se jalea de oído y se condena de oído. Todo esto tiene quever con cierto "capillismo" que padece, en algunos ámbitos, la literatura. Además,

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tampoco nos libramos de cierta pedantería crítica aderezada, a tiempos, detizonazos o de almíbares.

El canon, a estas alturas, ni se crea ni se destruye, solamente setransforma. Y se fortalece, entre el papanatismo de los unos y el amén medrosode los otros. Léanse ciertas antologías y nada sorprenderá. Hay nombres quese repiten siempre y nombres que no aparecen nunca, porque algunos antólogosbuscan el nombre y no la obra. Es más cómodo, pues supone un blindaje,avenirse que abrir caminos. Como muestra valga un botón. Se ha publicado nohace mucho una antología de sonetos del siglo XX en la que figuramos un buennúmero de sonetistas, pero en la que también aparecen autores con poemasque no son sonetos ni desde un entendimiento experimental amplísimo. Peroesos poetas que acaso nunca escribieron un soneto, porque no les dió la realgana, tenían necesariamente que estar presentes en la antología porque así loexigía el canon. Narciso Alonso Cortés hizo hablar así a un soneto, ofendido portanta confusión:

" Con mengua de mi fama y mi decoro,hay quien toma -¡villano!- el nombre mío.No es soneto quien viste otro atavíoaunque lo afirme así garrulo coro".

Cosas así, entre otras picarescas literarias, suponen pequeñas trampasal lector y promueven su confusión. Confío en que la poesía continúe siendo, ensu generalidad, minoritaria, porque si no lo fuera asistiríamos al misteriosofenómeno de que personajes o personajillos populares se convirtieran de prontoen poetas jaleados, en cuanto alguna editorial los considerase comercialmenterentables. Ya ha ocurrido en la novela. El mundo editorial llamado comercial,que padece una concentración preocupante, atiende a los libros vendidos no alos libros leídos, y su único fin es sanear su balance de resultados no nuestroespíritu. El hecho de asegurar que por Reyes, por el santo o el cumpleaños,regalemos un libro a la tía Enriqueta, lo lea o lo exhiba en su sala de estar, colmasus anhelos. Desde su punto de vista es lógico, pero no debemos dejar que nosden gato por liebre. Regalar unas buenas bolsas de monedas a un personajepopular por una novela plagiada no favorece a la literatura, pero llena páginasde periódicos y espacios de radio y de televisión, y si la obra no llega a vendersepor el premio que un jurado canónico le ha otorgado, se vende por el escándaloposterior. Y aquí paz y después gloria.

Hablo de poesía, y no sé cómo afronté tal atrevimiento entre estos muros,rodeado por nombres que a poco que se piensen, que se ensueñen, erizan loscabellos y pueblan de encontradas emociones el ánimo más templado. Como sital cosa, como las buenas nuevas que acaban disfrazadas de naturalidad cuando

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se prodigan, nos encontramos en este Paraninfo donde toda sabiduría ha tenidohabitación. La Universidad de Alcalá, Patrimonio de la Humanidad con el viejonúcleo urbano alcalaíno, como Ciudad Universitaria y Ciudad de la Lengua, nostrae a las sienes, con la fuerza emocional más intensa, la historia de un esfuerzocolectivo. Nada se regala. Un esfuerzo que nace de la propia historia de laUniversidad, desde los remotos Estudios Generales, fundados por Sancho IVen 1293, a la Universidad cisneriana, creada en 1499 y que impartió sus primerasclases en 1508. Estas lejanas luces no deben llevamos a olvidar las sombras.Una vez pude escribir del eclipse de Alcalá.

Esta ciudad, planificada ya desde un concepto de Universidad, fuedeclinándose, apagándose. En 1836 la Universidad se traslada a Madrid. Lasdesamortizaciones de Mendizábal cambian de manos buena parte de la propiedadalcalaína y los edificios universitarios se vacían y caen vencidos. De esedesasosiego ciudadano, que asiste incrédulo al apagón intelectual de Alcalá,surge en 1851 la Sociedad de Condueños, una experiencia singular, acasoirrepetible. Ciudadanos de todas las capas sociales, desde antiguos profesoresa artesanos y comerciantes, se unen y van comprando mancomunadamenteuna buena parte de los históricos edificios universitarios, los conservandesocupados, los destinan a usos que los mantienen en pie, y confían en algoque entonces suponía no más que una ilusión: el retorno de la Universidad a suciudad.

Los Condueños fueron visionarios. Pero el visionario no siempre es unextraviado; muchas veces resulta un precursor. Baroja denunció en el prólogode "El mundo es ansí" que "España es un país realista en donde las gentesduermen demasiado y sueñan poco". A menudo las páginas menos tediosas dela Historia han respondido a geniales ensoñaciones. Un país con una crisis deimaginación, de sueños, es comúnmente un país sin nervio, sin afanes pródigos.Cisneros fue un soñador, pero un soñador capaz de hacer realidad sus sueños.Ese concepto suyo del Colegio-Universidad, del Convento-Universidad, delSeminario-Universidad, incluso del Hospital-Universidad, influyó en otrasfundaciones universitarias de España, de Europa y, sobre todo, de América.Durante los siglos XVII y XVIII, y aún en el XIX, el modelo complutense fueasimilado y en lo esencial reproducido. La Universidad cisneriana, en cuyocorazón estamos, es la primera que responde al concepto de "ciudaduniversitaria" que habría de alcanzar tanta fuerza siglos después.

Desde la fértil realidad universitaria de Alcalá se alza su importanciacomo palanca del idioma castellano. Son los gramático s y los retórico scomplutenses quienes normalizan nuestra lengua, la fijan y la enriquecen. Brillanlos nombres de Juan de Valdés, de Hervás y Panduro, de Nebrija, entre tantosotros, y surge, como feliz desembocadura, ese monumento de la iniciativa

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personalísima de Cisneros, la "Biblia Políglota", donde se alza el genial trabajode Brocar. La visión del cardenal hace que lleguen a Alcalá los mejores maes-tros de su tiempo y, tras su fama, brillantes discípulos que habrían de convertirseun día en genios del pensamiento y de la pluma. Sobre estos muros, aquí losveis, se recogen los nombres de algunos de aquellos inmortales estudiantes.Casi marea su lectura.

Cisneros participa en la vertebración del nuevo Estado, en su diseño jurídico,en el asentamiento de su legitimidad, que no duda en defender con las armas cuandola siente peligrar. El hábil político que late bajo el hábito franciscano sabe que laAdministración de un tan vasto imperio precisa dirigentes, hombres preparadospara el Gobierno y la Iglesia. Y convoca en Alcalá a quienes, asimilando los saberes,habrían de convertirse en continuadores de su obra. Pronto la Universidad no essólo el alma de la ciudad, sino también su cuerpo, de modo que núcleo ciudadano ytejido universitario se confunden. Cisneros, que duerme pero sueña, como siglosmás tarde deseara Baraja para los españoles, aporta a Alcalá temperamento ydecisión. Y humanidad. Cuenta López de Toro en su discurso de ingreso en laAcademia de la Historia que, siendo identificado el carácter del cardenal con laatribución -nunca confirmada- de la célebre frase: "Estos son mis poderes", resultandesconocidos otros aspectos más humanos de su personalidad como que "haciacortesía aAntonio de Nebrija quitándose un poco el sombrero vedijudo que traía" y,como refiere Alvar Gómez, "siempre que el cardenal iba al Colegio, encaminabapor allí (por la casa de Nebrija) y estábase un rato hablando con él en la calle".Siglos después la fundación cisneriana se eclipsaría, como todos sabemos. Pero lasimiente estaba sembrada.

Gregario Marañón, esa cumbre de plurales sabidurías, dijo aquí, conocasión del XV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, enseptiembre de 1956, unas palabras que leídas hoy producen cierto escalofrío.Son éstas: "Y renuevo mi sueño de que vuelva esta Universidad a ser focode luz del pensamiento español. Cuando se iniciaba el proyecto de CiudadUniversitaria de Madrid, yo me atreví a decir a sus entusiastas y generososgestores, entre ellos don Alfonso XIII, que esa gran obra, símbolo de unaEspaña que quería renacer, debía construirse en Alcalá de Henares, entorno del Colegio de San Ildefonso. Mi voz era y es insignificante, y notenía por qué ser escuchada. Pero yo he guardado siempre la nostalgia -lanostalgia más aguda que es la de los deseos fervientes que no se realizarán-de que un día estos claustros venerables y los claustros nuevos, infundidosdel lustre de esta gloriosa antigüedad, volvieran a poblarse con una multitudpolíglota, hecha de tradición y de modernidad, de la generosa hermandadcon todos y para todos, sin la cual la ciencia no tiene, no ya posibilidades deperdurar, sino ni siquiera razón de ser".

Murió don Gregario sin ver hecho realidad su sueño. Pero él también fueun visionario que resultó precursor. En 1977, con una España que comenzaba a

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cambiar de piel, vuelve la Universidad aA1calá, y entonces se encuentra con ellegado de aquellos otros visionarios geniales del siglo XIX, los Condueños. Desdeentonces un esfuerzo colectivo, en el que ha tenido tanto que ver la intuición yel tesón de nuestro Rector Magnífico, el Profesor Gala, ha respondido, desde lamodernidad lanzada en la esquina de los siglos XX y XXI, a la pértiga hincadaen tierra hace cinco siglos por la intuición y el tesón de Cisneros.

Es esta vieja e ilustre Universidad, alzada en la tierra que vio naceral primero de nuestros genios literarios, aquél que hizo morir, arrepentido ycuerdo, como Alonso Quijano el Bueno, al esforzado soñador don Quijote,pero nos enseñó para los siglos que es necio conformamos con lo quetenemos; que soñar es vivir; que es posible cambiar el mundo, hacerlo másjusto, más libre; que la rebeldía contra lo cómodo y lo útil es nada menosque la razón que va del corazón a la cabeza, y no al revés; que el universoserá como queramos construirlo porque, al cabo, somos nuestro universo.La bendita enajenación de Don Quijote nos sigue redimiendo a todos cadadía. Y ya nos dijo Erasmo, el gran presente, que "la locura es el origen delas hazañas de todos los héroes".

y es esta Universidad, con tanta sabia vida entre sus muros, la que merecibe como uno más de los suyos, en su Facultad de Filosofía y Letras. Ycomo la Historia guarda entre sus pliegues muy jugosas y, a veces, enrevesadassorpresas, cuenta el académico de la Historia don Vicente de la Fuente, alumnoy luego rector del Colegio de Málaga, en su obra "Historia de las SociedadesSecretas", edición de 1874, que en 1818 existía en el Colegio de Málaga unalogia masónica muy activa formada tanto por profesores de la Universidadcomo por oficiales del Colegio de Ingenieros, y allí llegó camino de la fronterafrancesa, maltrecho acaso de acometer molinos de viento, fugado de loscalabozos de la Inquisición de Corte, el entonces teniente coronel Juan VanHalen, acogido por su íntimo amigo don Facundo Infante. Pasó el conspiradorunos días en el Colegio de Málaga, hoy Facultad de Filosofía y Letras,reponiéndose de sus cuitas, y esta curiosidad histórica no deja de ser gratapara mí en este día.

En el "Refranero Español", que es la sabiduría del pueblo encuadernada,compilado por don Luis Martínez Kleiser, que se pasó la vida desgranandodichos, aparece un refrán pintiparado para esta ocasión: "No mires al don sinoal dador". No miro tanto la honra que me otorgáis, con hacerlo mucho, sino quemiro sobre todo a quienes la habéis discernido en mi favor.

Hace unas semanas compré en un puestecillo de la aldea china de Ying-ke una teja plana de tosca cerámica. En sus ideogramas, según me dijeron, seleía: "La verdad del poema sólo puede buscarse en el corazón". Esa ha sido y

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es mi búsqueda. Desde esta mañana, en mi corazón, allá donde se arbola elverso, es decir: en el recinto de la verdad, habitará para siempre mi compromisopersonal con este tan ilustre monumento a la sabiduría que es la Universidad deAlcalá, y en ella entro con emoción reverente, como entraría un cura de aldeaen el Colegio Cardenalicio.

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