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HMC RESUMEN DE LA UNIDAD 4: EL MOVIMIENTO OBRERO 1.1. De artesanos a proletarios Desde mediados del siglo XVIII fueron cambiando, sobre todo en Inglaterra, las condiciones de trabajo. Al implantarse la libertad de producción, que permitió la creación de nuevas manufacturas al margen de toda reglamentación gremial, los antiguos artesanos perdieron todos sus privilegios. Los propietarios fijaban las condiciones de la producción y de contratación laboral. Los trabajadores de las nuevas manufacturas eran campesinos que habían emigrado a la ciudad para conseguir trabajo, y también, población urbana, en especial artesanos arruinados porque no podían competir con la introducción de las nuevas máquinas. Se transformaron en proletarios. Asalariados. El desempleo, los bajos salarios, las jornadas agotadoras y la dura disciplina laboral generaron una creciente conflictividad. Los trabajadores y trabajadoras se hicieron muy pronto conscientes de la explotación a la que eran sometidos. 1.2. Los primeros conflictos y el ludismo En un primer momento, los cambios en el mundo del trabajo provocaron conflictos aislados e incluso motines. Empezaron a surgir asociaciones de trabajadores formadas sobre todo por oficiales artesanos en vías de proletarización. Primero se organizaron los trabajadores de un mismo oficio y a nivel local; posteriormente se fueron uniendo localidades diversas y distintos oficios. Ante la formación de sociedades obreras y las acciones colectivas, la intervención gubernamental adquirió un carácter represivo. Las asociaciones obreras acabaron siendo prohibidas tanto en Francia y en Inglaterra. En este contexto, en las proximidades de Nottingham, el ejército reprimió en 1811 con violencia una manifestación de trabajadores

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RESUMEN DE LA UNIDAD 4: EL MOVIMIENTO OBRERO

1.1. De artesanos a proletarios

Desde mediados del siglo XVIII fueron cambiando, sobre todo en Inglaterra, las condiciones de trabajo. Al implantarse la libertad de producción, que permitió la creación de nuevas manufacturas al margen de toda reglamentación gremial, los antiguos artesanos perdieron todos sus privilegios. Los propietarios fijaban las condiciones de la producción y de contratación laboral.

Los trabajadores de las nuevas manufacturas eran campesinos que habían emigrado a la ciudad para conseguir trabajo, y también, población urbana, en especial artesanos arruinados porque no podían competir con la introducción de las nuevas máquinas. Se transformaron en proletarios. Asalariados.

El desempleo, los bajos salarios, las jornadas agotadoras y la dura disciplina laboral generaron una creciente conflictividad. Los trabajadores y trabajadoras se hicieron muy pronto conscientes de la explotación a la que eran sometidos.

1.2. Los primeros conflictos y el ludismo

En un primer momento, los cambios en el mundo del trabajo provocaron conflictos aislados e incluso motines. Empezaron a surgir asociaciones de trabajadores formadas sobre todo por oficiales artesanos en vías de proletarización. Primero se organizaron los trabajadores de un mismo oficio y a nivel local; posteriormente se fueron uniendo localidades diversas y distintos oficios. Ante la formación de sociedades obreras y las acciones colectivas, la intervención gubernamental adquirió un carácter represivo. Las asociaciones obreras acabaron siendo prohibidas tanto en Francia y en Inglaterra.

En este contexto, en las proximidades de Nottingham, el ejército reprimió en 1811 con violencia una manifestación de trabajadores que se quejaban de la anchura de los nuevos telares para la fabricación de medias, que les obligaba a trabajar más por el mismo salario. Por la noche, y como protesta, fueron incendiados más de 60 telares. La destrucción se asoció a un dirigente, Ned Ludd que pronto adquirió una dimensión mítica. Su nombre fue utilizado para firmar las cartas de amenaza a los propietarios de máquinas. Los luditas consideraban que las máquinas agredían los intereses de los trabajadores porque provocaban el paro y la disminución de los salarios. Con sus acciones, los ludistas pretendían forzar a los patronos a negociar las condiciones de trabajo.

El ludismo se extendió a las regiones industrializadas de Inglaterra y en el continente europeo, desde la Bretaña hasta Alcoy (1820) y Barcelona (1835). Fue objeto de persecución gubernamental (en 1813 fueron ejecutados 18 ludistas) y entró en declive a partir de 1817, si bien en la década de 1830 se reactivó en el campo inglés con ataques a las máquinas trilladoras.

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1.3. El socialismo utópico

Frente a la emergente sociedad capitalista, producto de la Revolución Industrial, se alzaron voces críticas que denunciaban las injusticias del nuevo sistema y que idearon otras formas de organizar la sociedad. Fueron propuestas innovadoras que, durante la primera mitad del siglo XIX, configuraron lo que se denominaría el socialismo utópico. Los modelos sociales que propugnaban y los medios para llevarlos a cabo presentaban diferencias.

Algunos, como Babeuf y Blanqui, consideraban que la igualdad social sólo podía alcanzarse por medio de la acción violenta de una minoría que impondría una dictadura revolucionaria. Pero la mayoría creía en una pacífica transformación social a través de la difusión de las ideas, de la educación y del propio ejemplo.

1.4. La forja del sindicalismo

Con la experiencia de su lucha y el soporte de las ideas del socialismo utópico, los obreros sintieron la necesidad de crear organizaciones propias, independientes de los grupos burgueses. Así, se fueron constituyendo agrupaciones estables de trabajadores.

El primer tipo de organización obrera fueron las Sociedades de Socorro Mutuo, a menudo clandestinas. Actuaban como sociedades de resistencia y estaban, en muchas ocasiones, formadas por antiguos artesanos. Ayudaban a los trabajadores en caso de enfermedad o paro y organizaron las primeras huelgas gracias al cobro de cuotas, que permitían crear cajas de resistencia. A pesar de las prohibiciones, la formación de uniones locales de sociedades obreras se extendió. Sus acciones, junto a las movilizaciones radicales, consiguieron la abolición en Gran Bretaña de las Combination Acts (1824) y la consolidación del derecho de asociación.

Pronto se planteó la necesidad de coordinar a todos los sindicatos de un país. Hubo diversos intentos entre los cuales destaca en Inglaterra la creación de la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo (1830), formada por asociaciones de la construcción, textiles, metalúrgicas y mineras. Se dotó de un semanario The Volee of the People y apoyó la campaña a favor de la reforma electoral que incorporase el sufragio universal. Pero no se consiguió ya que la ley de reforma aprobada en 1832 no otorgó el voto a los obreros.

El fracaso de la acción política acabó con la Asociación, abrió un período de discusiones que llevaron a la formación a nivel nacional, de la Great Trade Union (GTU). Esta organización agrupó a la mayoría de sindicatos, impulsó acciones reivindicativas y alentó la creación de coogerativas de producción como medio para avanzar hacia una nueva sociedad. La reacción del gobierno, de los empresarios y el fracaso de las cooperativas acabó con la GTU. Las dificultades para conseguir una organización que agrupase a nivel nacional los distintos sindicatos persistían.

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1.5. El carlismo

Fue en Gran Bretaña donde, por primera vez, el movimiento obrero se organizó alrededor de un proyecto político propio: el cartismo. En su configuración tuvo un papel importante la experiencia de los obreros de la Great Trade Union. La persecución a la que fueron sometidos sus miembros convenció a los dirigentes obreros de la necesidad de participar en política para poder cambiar las leyes y poder intervenir en las relaciones laborales.

En 1836, un grupo de obreros fundó la asociación Working Men's Association, que elaboró la llamada Carta del Pueblo, inspiradora de la acción colectiva de los trabajadores hasta 1848. Los objetivos del movimiento cartista eran: el sufragio universal masculino y secreto, un sueldo para los diputados que posibilitase a los trabajadores el ejercicio de la política y la reunión anual del legislativo.

Pero finalmente la Carta fue rechazada por el Parlamento y los cartistas no consiguieron imponer sus objetivos pero obtuvieron éxitos parciales, al implementarse una primera reducción de la jornada laboral a 10 horas, y conseguir la movilización y concienciación de amplias capas de trabajadores.

1.6. La experiencia revolucionaria de 1848

En 1848, el protagonismo obrero se desplazó desde Inglaterra al continente, donde encontró, en la revolución de París, un punto de inflexión para el futuro del movimiento obrero. En febrero, los trabajadores franceses lucharon junto a la burguesía liberal contra las fuerzas conservadoras y tuvieron una importante participación en la caída de la monarquía y en la implantación de la II República francesa. Pero sus demandas de reformas sociales se toparon con la oposición de la burguesía. Los aliados de febrero se convirtieron claramente en antagonistas en junio, ya que el gobierno suprimió todas las reformas sociales y por ello se desencadenó una revuelta popular que fue duramente reprimida por el ejército.

La experiencia del fracaso llevó a las asociaciones obreras a plantearse si una república burguesa podría asumir los intereses de los trabajadores o si era necesaria una alternativa obrera autónoma. Así se cuestionó el sentido de la acción política y sindical, y se abrieron las puertas a nuevos planteamientos doctrinales poniendo fin a la actuación interclasista desarrollada hasta entonces.

2.1. El marxismo

Karl Marx y Friedrich Engels, a mediados del siglo XIX, tacharon el pensamiento socialista de utópico y elaboraron una teoría que era un programa de acción para cambiar la sociedad: el

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socialismo científico. Su doctrina tuvo un primer referente en el Manifiesto Comunista, publicado en Londres en vísperas de la revolución de 1848.

El análisis de la realidad política y social, el estudio del capitalismo y la práctica política de Marx, en la organización de sociedades obreras, posibilitaron la elaboración de la teoría marxista.

Principales características del marxismo:

-El análisis del pasado a través de la lucha de clases, es decir, del antagonismo entre opresores y oprimidos considerado el motor del desarrollo histórico. Esta contradicción se originaba en las relaciones sociales de cada etapa histórica: el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo, en el que la oposición básica se situaba entre la burguesía y los obreros industriales.

-La crítica del presente en función del análisis del sistema capitalista. Marx explicó en El capital que la explotación burguesa es condición inherente al capitalismo. Es decir, el trabajo del obrero genera un beneficio superior al salario que percibe (plusvalía), que permanece en manos del capitalista, quien reinvierte una parte en mejorar los medios de producción y se apropia del resto.

-Por otra parte, la voluntad de incrementar el beneficio supone una constante innovación tecnológica para aumentar la producción pero ello lleva a constantes crisis de sobreproducción. De éstas crisis salen reforzadas las grandes empresas eliminando a las más débiles.

La necesidad de superar este presente se asocia a un proyecto de futuro, la sociedad comunista a la que se llegaría con la toma del poder político por los trabajadores. Se abriría de esta forma una situación transitoria de dictadura del proletariado para conseguir, más tarde, la desaparición de todas las clases y construir una sociedad igualitaria.

2.2. El anarquismo

El primer referente del anarquismo fue Proudhon. Consideraba la propiedad un robo y defendió un sistema social basado en el trabajo autónomo y en la expansión del mutualismo y del cooperativismo. Así, de forma gradual se superaría el capitalismo, al margen de toda organización política y ;e toda autoridad, y por medio de la libre asociación de los individuos. La difusíión y discusión de estas ideas por activistas vinculados a las luchas reivindicativas y revolucionarias daría fuerza al anarquismo.

En esta trayectoria, el ruso Bakunin desempeñó un papel decisivo. Planteó que la revolución estaría protagonizada por todos los sectores oprimidos de la sociedad (campesinos, artesanos, proletariado industrial...), y sería el resultado de la lucha espontánea de las masas contra la explotación. Su objetivo era la destrucción del Estado y la creación de una sociedad igualitaria a partir de la libre asociación de las comunas, que eran las unidades asociativas más pequeñas de la sociedad. Su influencia se extendió principalmente por Suiza. Italia, Bélgica y España.

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Con la base del pensamiento de estos dirigentes anarquistas se configuraba un ideario libertario que proponía la anarquía como modelo de sociedad, asentada en la libertad individual, la solidaridad social, la crítica a la propiedad privada, la defensa de la propiedad colectiva, y la oposición a todo tipo de organización jerárquica, a la religión, a la política y al Estado. Los medios para destruir el orden burgués y llegar a esta sociedad sin clases presentaron diferencias importantes entre los distintos pensadores anarquistas.

3.1. La Asociación Internacional de Trabajadores. Primera Internacional.

La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fue creada en Londres (1864) por delegados de asociaciones obreras inglesas y francesas, y emigrantes políticos italianos y alemanes. Posteriormente, incorporó sociedades obreras de distintos países. Se organizó en secciones nacionales y tenía un Consejo General dirigido por Marx, que redactó los estatutos y el manifiesto inaugural donde se establecían sus principios básicos: la emancipación de la clase obrera debía ser obra de los trabajadores mismos, que conquistarían el poder político para acabar con la sociedad burguesa e implantar el socialismo.

Los primeros congresos de la AIT se celebraron en Ginebra, Lausana y Bruselas. Se adoptaron acuerdos para impulsar las movilizaciones obreras en cada país y se definieron unas medidas que influyeron en las reivindicaciones obreras: reducción de la jornada laboral, supresión del trabajo infantil, mejora de las condiciones laborales de la mujer, desaparición del ejército permanente, socialización de los medios de producción, y el recurso a la huelga como el medio más eficaz para conseguir estos objetivos.

Estos acuerdos no impedían la existencia de discrepancias internas que llevaron al enfrentamiento abierto, desde 1869, entre Marx y Bakunin. Marx controlaba la AIT a través del Consejo General y gran parte de los acuerdos de la AIT reflejaban sus posiciones. Frente a él, Bakunin defendía la abolición del Estado y no su conquista, y se mostraba hostil a cualquier autoridad política. Acusaba a Marx de dictatorial y propugnaba la autonomía de las secciones y la pérdida de poder del Consejo General. Las delegaciones de los países más industrializados apoyaban las ideas de Marx y las de los países más agrícolas daban apoyo a las tesis de Bakunin.

3.2. La Comuna de París

A partir de 1868, la Internacional vivió con preocupación la creciente tensión política y militar entre Francia y Alemania e hizo un llamamiento al movimiento obrero para que mostrara la clara oposición a la guerra. Pero el conflicto estalló en julio de 1870. Francia fue derrotada en la batalla de Sedán y el ejército alemán llegó a las puertas de París, lo cual provocó el hundimiento del imperio de NapoIeón III, que quedó prisionero de Bismarck. Se formó en 1871 un gobierno encabezado por Thiers, de carácter conservador, que preparaba la capitulación ante los alemanes. Las clases populares de París no aceptaron ni al nuevo gobierno, ni sus intenciones de capitular, y

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se produjo una insurrección popular. El gobierno tuvo que abandonar la ciudad y refugiarse en Versalles.

En este contexto de vacío de poder, y para organizar la defensa frente a los alemanes, se realizaron unas elecciones que llevaron a la : institución de la Comuna de París (marzo-mayo 1871): un gobierno popular que respondía al ideal de una república democrática y social. La Comuna organizó la resistencia de París y emprendió un conjunto de reformas que se convirtieron en el referente para el movimiento obrero y democrático: nacionalización de los bienes del clero, la reforma de la justicia, substitución del ejército por milicias populares. abolición de la policía, entrega de las empresas abandonadas a cooperativas obreras y un proyecto de enseñanza laica y gratuita.

En mayo, las tropas de Versalles y los prusianos consiguieron tomar París. El bombardeo sobre la ciudad se inició el 1 de mayo y el 21 la recuperaron definitivamente tras una semana de lucha. La represión fue rarísima, con miles de fusilamientos, detenciones y deportaciones. El obrerismo francés quedó desarticulado y tardaría años en recuperarse.

3.3. Crisis y disolución de la Internacional

El enfrentamiento ideológico entre Bakunin y Marx estaba incubando una crisis en la AIT, que la guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna precipitaron de forma irreversible. La participación de los internacionalistas en la Comuna de París había sido minoritaria, pero la AIT, acusada de instigar la insurrección, fue ¡legalizada y sus miembros resultaron perseguidos.

La ruptura entre los dos sectores se formalizó en el Congreso de La Haya (1872), cuando la mayoría marxista ratificó la decisión de proceder a la formación de partidos obreros nacionales como nueva forma de organización propia del proletariado. Los bakuninistas no aceptaron la resolución, fueron expulsados y formaron una nueva organización: la Internacional Antiautoritaria, que perduró hasta 1581. La AIT oficial, muy debilitada, se trasladó a Nueva York, donde languideció hasta 1876, año en que se disolvió. Se había consolidado la primera gran escisión en el movimiento obrero entre marxistas y anarquistas.

En definitiva, aunque el número de sus adheridos fue reducido, la AIT ejerció esencialmente una influencia moral, por su carácter de tribuna de discusión pública de ideas sobre la emancipación de los obreros y por la elaboración de un programa común para todos los Trabajadores. Además puso las bases para la creación futura de los partidos socialdemócratas.

4.1. Los avances del sindicalismo

El mundo del trabajo experimentó importantes transformaciones desde 1880. El crecimiento del capitalismo produjo un extraordinario aumento del proletariado industrial, que en algunos países

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de la Europa occidental superó por primera vez a la población agraria. La difusión del socialismo favoreció la constitución de un nuevo sindicalismo mucho más masivo. Así en Inglaterra, en los inicios del siglo XX, había más de cuatro millones de trabajadores adheridos a los sindicatos, y más de dos millones en Alemania. Al aumentar su capacidad de presión, ya que las huelgas podían movilizar a miles de obreros, se fue imponiendo la práctica de la negociación colectiva entre sindicatos y patronos, para fijar salarios y condiciones de trabajo.

También muchos sindicalistas empezaron a exigir la intervención del Estado para arbitrar los conflictos, frenar los abusos patronales y garantizar una legislación laboral. Como resultado de esta presión se produjeron las primeras legislaciones laborales, con mejoras respecto al trabajo de niños y mujeres, la creación de seguros obligatorios, y la reducción de la jornada laboral.

4.2. Partidos y sindicatos socialistas

Recogiendo la experiencia de la Primera Internacional, se empezaron a crear partidos políticos obreros. El primero y más importante, :ue sería el punto de referencia del socialismo europeo, fue el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), fundado en 1875. De inspiración marxista, su programa de 1891, establecía objetivos a dos niveles.

En Inglaterra, el punto de partida no fue el partido político, sino los sindicatos, los cuales tras una larga experiencia de lucha, se habían consolidado a nivel nacional (Trade Unions Council), con tres millones de afiliados a finales del siglo XIX. Las aspiraciones de reformas políticas eran canalizadas a través de los liberales. Pero hacia 1900, algunos círculos sindicales empezaron a plantearse la necesidad de crear una organización política propia. De esta iniciativa surgió el Partido Laborista (1905), que se consolidó en 1906 al obtener casi 30 escaños en la Cámara de los Comunes y que, en 1918, optó por una clara orientación socialista.

4.3. Los caminos del socialismo

El desarrollo del socialismo estuvo acompañado, a partir de 1890, de una polémica cada vez más intensa que llegó a afectar al conjunto del movimiento y que surgió en el seno del Partido Socialdemócrata Alemán. Por un lado, su propio crecimiento, que se acompañó de la expansión hacia sectores de las clases medias, favoreció el predominio de la práctica parlamentaria en detrimento de la acción revolucionaria. La obtención de reformas inmediatas adquiría cada vez mayor relevancia y se convirtió en una meta en sí misma. Por otro lado, el fuerte crecimiento económico que se inició en aquella década parecía alejar la perspectiva de la crisis del capitalismo y eliminar el horizonte de la revolución.

Esta situación alimentó el revisionismo de los postulados de Karl Marx, cuyo principal impulsor fue el alemán Eduard Bernstein. En primer lugar, cuestionó el análisis del capitalismo realizado por Marx y constató que la riqueza, lejos de concentrarse en pocas manos, se iba extendiendo y un sector de los obreros había mejorado sus condiciones de vida. En segundo lugar, Bernstein sostenía que la participación política de la clase obrera había conllevado unas reformas sociales

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que iban transformando la sociedad y también la democratizaban. En consecuencia, apostaba por la vía parlamentaria para llegar de manera gradual al socialismo, lo que chocaba con la vocación revolucionaria de otros sectores socialistas.

Pero la posición de Bernstein tuvo un apoyo minoritario. El sector mayoritario alemán, representado por Karl Kautsky, mantenía una retórica revolucionaria pero atendía de forma preferente las prácticas reformistas. Otros como Rosa Luxemburg defendían que sólo se podía llegar al socialismo a través de la revolución proletaria. Fuera de Alemania, el ruso Vladímir Ilich Lenin fue la personalidad más relevante de esta tendencia izquierdista y encabezó la escisión bolchevique que protagonizaría la Revolución soviética de 1917.

En Francia Guesde y Jean Jaurès se debatían entre el radicalismo del primero en no aliarse nunca con los demás grupos, y la colaboración con los demás sectores que veía el segundo.

4.4. Las prácticas del anarquismo

En el anarquismo, que arraigó principalmente en España, Italia y Francia, también se perfilaron caminos diversos. En el Congreso de Londres se aprobó el uso de la violencia individual para divulgar el ideario anarquista e aducir a las masas a la revolución. La práctica de la propaganda por suponía atentados contra los representantes del Estado, de la Iglesia y de la burguesía, considerados responsables de la miseria ir los trabajadores. La represión, el aislamiento y la impotencia ante una burguesía cada vez más poderosa explicarían unos actos terroristas que comportaron el asesinato de muchas personalidades políticas de la época.

La corriente más radical del anarquismo, el anarcocomunismo, tuvo sus principales representantes en Kropotkin y Enrico Malatesta. Desde una perspectiva de enaltecimiento de la con-iucta individual, se oponían a la formación de sindicatos y defendían una sociedad sin clases y la propiedad colectiva de los medios de producción y de los bienes de consumo.

Finalmente, tendencias contrarias a la práctica terrorista y al individualismo y partidarias de la acción colectiva fueron configurando una corriente sindicalista que perseguía el objetivo de una sociedad sin clases, con la lucha reivindicativa entendida como un enfrentamiento directo con los propietarios. En Francia. esta corriente se vinculó al sindicalismo socialista y dio origen al anarcosindicalismo. En la Carta de Amiens (1906) se definió el sindicalismo revolucionario, autónomo de los partidos políticos, basado en la acción directa de los obreros frente a los patronos y en la huelga general como instrumento revolucionario de cambio social. En esta línea cabe situar a la CGT en Francia y a la CNT en España.

5.1. Fundación y objetivos. Segunda internacional.

La Segunda Internacional se fundó en París durante los actos conmemorativos del centenario de la Revolución francesa (1889). Se configuró como una organización homogénea ideológicamente ya que sólo incorporó partidos socialistas.

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Las resoluciones adoptadas en el Congreso fundacional reclamaban leyes para la protección de los trabajadores, la jornada laboral de 8 horas y la abolición del trabajo infantil. Condenaron la guerra, a la que consideraban consecuencia del orden capitalista, y llamaron a los trabajadores a afiliarse en los partidos socialistas. A partir de aquí, la Internacional estableció una serie de principios que se mantendrían a lo largo del siglo: la extensión de la democracia, la evolución pacífica hacia la toma del poder político, la regulación del mercado laboral, el fin de la discriminación sexual y de las demás desigualdades.

La Segunda Internacional creó algunos de los símbolos del movimiento obrero como el himno y la celebración del 1.° de mayo, Día de los Trabajadores. La también llamada Internacional Socialista agrupaba a millones de trabajadores y sus debates tuvieron una notable repercusión. Impulsó una gran diversidad de organismos, entre los que cabe destacar la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reflejo de su influencia en el incipiente movimiento feminista, o la Federación Internacional de la Juventud Socialista.

5.3. Crisis y división del movimiento socialista

Las divergencias anteriores cristalizaron en dos concepciones opuestas sobre lo que debía ser el movimiento socialista: revolucionario o reformista según Rosa Luxemburg. Esta dualidad se agravó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Dentro de los partidos se forjaron tres grandes grupos cuyo enfrentamiento culminaría en escisiones. Por una parte estaban los patriotas, partidarios de la guerra al asumir los criterios de defensa nacional preconizada por los partidos burgueses; por otra, los pacifistas moderados, contrarios a la guerra y que defendían la neutralidad; y finalmente, los revolucionarios que, como Rosa Luxemburg, Lenin o el italiano Antonio Gramsci, pretendían la conversión de la guerra en revolución proletaria.

Las tesis revolucionarias fueron materializadas por los bolcheviques dirigidos por Lenin, que conquistaron el poder en Rusia, en 1917. Entonces se rompió definitivamente la unidad del movimiento socialista. La Revolución rusa se convirtió en el nuevo punto de referencia que obligó a las diversas tendencias socialistas a tomar posición. Se formalizaba así la escisión comunista y la decisión soviética de organizar una nueva Internacional (el Komintern) incidió en todos los grupos socialistas. La Internacional Socialista tal como había existido hasta 1914 había recibido el tiro de gracia y, a partir de entonces, su reconstitución se debería abordar sobre bases distintas.