HISTORIA DE LA VIRTUD QUE BUSCAMOS: DEL · NUSSBAUM, Martha C. Sin fines de lucro: porqué la...
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doi: 10.4025/10jeam.ppeuem.02002
HISTORIA DE LA VIRTUD QUE BUSCAMOS: DEL
ARISTOTELISMO A LA MODERNIDAD.1
BURLANDO, Giannina (Pontificia Universidad Católica de Chile)
Si llegas a ser entendido (sophos genei), entonces todos te serán amigos, todos te serán próximos, porque tú, a tu vez, serás provechoso y bueno, pero si no, entonces nadie te querrá, ni tu padre, ni tu madre, ni tus parientes […] (Platón, Lisis, 210d) “Una vasta cultura aporta muchos principios (pollàs archás)” (Aristóteles, Fragmentos, Perì Paideías)
El tema que nos convoca aquí en la Universidad Estatal de Maringá es
“Conhecimento, Educação e Imagem nas Épocas Antiga e Medieval”. Dentro de este
marco temático me parece oportuno, primero, reconocer que en la discusión actual, sobre
la ciudanía en democracia, es central reconocer una gran crisis en la educación.2 Segundo,
resulta inevitable, desde una perspectiva de la historia de la filosofía, citar lo que nos han
enseñado los máximos teóricos políticos, y de educación en particular, si queremos
comprender por qué la imagen educativa antigua resulta problemática y no del todo
satisfactoria para los ciudadanos de los estados democráticos de hoy. Sin duda la educación
ha sido responsable de la formación del carácter y de la opinión de las personas y,
considerando la educación como poder político -a propósito de La Declaración Universal
del los Derechos Humanos- ésta no puede existir sin respetar los derechos de las personas.3
1 Esta comunicación vierte resultados parciales del Proyecto Fondecyt Nº 1110434. 2 Cfr. NUSSBAUM, Martha C. Sin fines de lucro: porqué la democracia necesita de las humanidades, Madrid: Katz editores, 2010; BERKOWITZ, Peter, El liberalismo y la virtud, Barcelona: Editorial A. Bello, 2001. 3 La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948.
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Sin embargo, observando la historia efectiva de la institución, parece evidente que esta se
propone no solo formar los hábitos de las personas, sino acotar sus conocimientos, de tal
modo que siempre prevalezcan un conjunto de opiniones por sobre otras.4
Nuestro propósito principal en esta comunicación es develar los supuestos teóricos
principales de las doctrinas políticas y educativas del pensamiento filosófico de dos figuras
paradigmáticas que intervienen significativamente en la historia de la educación en las
épocas antigua y moderna: Aristóteles (Estagira, 384-322 a. C.), y John Locke (Wrington,
1632- 1704), respectivamente. Veremos el desplazamiento semántico y funcional que sufre
la noción de virtud en los proyectos políticos educativos de los dos pensadores eminentes.
Nuestro alcance ulterior será abrir la reflexión acerca de si la imagen antigua aristotélica de
la virtud, o su antagonismo y posible aplicación en el liberalismo moderno, tiene algún
poder representacional para reflejar las condiciones actuales de equidad y justicia,
buscadas para la vida ciudadana, por ejemplo, en nuestras democracias estables de Latino
América.
I. Aristóteles, la educación, la cultura y la vida política
Estudiosos de Aristóteles 5 reconocen cabalmente que el examen de las virtudes
sirve no solo como punto de partida para plantear ciertas preguntas básicas sobre la
naturaleza de la virtud en cuanto tal,6 sino también para elucidar cuál es su relación con el
mejor modo de vida. Aristóteles entendía la virtud en general como aquella condición de
4 Cfr. RUSSELL, Bertrand. TheBasic Writings of Bertrand Russell, Education, cap. 45. New York, London, et al.: A Touchstone Book, 1961. 5 Cfr. LORD, Carnes, “Aristóteles”, in: STRAUSS, L. CROPSEY, J. (comp.) Historia de la filosofía política. México: FCE, 2006, pp. 123-157; también, BERKOWITZ, Peter, El liberalismo y la virtud, Barcelona: Editorial A. Bello, 2001, pp. 27-35. 6 Ya en el Sócrates de Platón, la cuestión de la virtud está abordada desde sus distintos núcleos problemáticos. La utilidad de la virtud para el individuo como para la sociedad, por ejemplo, en boca de Sócrates es primordial cuando asevera: “No nace del dinero la virtud, sino de la virtud el dinero y todo lo que es provechoso para el individuo y el pueblo.”(Agrego cursivas) (Apología, 30ab). Por cierto, son tópico las cuestiones de ¿Qué es la virtud? Y ¿Cómo puede ser enseñada la virtud? Vemos que los dialogantes se proponen típicamente la búsqueda de una definición de virtud, pero más allá de proponer y de aceptar una definición, Sócrates habla de la propiedad de la virtud y de lo “enseñable” de la virtud. La llega a entender como “un poder asegurar las cosas buenas”. Y que el deseo de tener cosas buenas, implica poder obtener esas cosas buenas. (Menón, 86d- 100b) Pero es en el contexto de la educación de los hijos, y bajo la convicción de que la educación supone un riesgo para el alma de los jóvenes, donde Sócrates genuinamente plantea que la educación de tal o cual virtud está en relación de parte al todo con la areté en general. (Laques; Protágoras)
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una cosa que le permitía realizar bien cierta determinada tarea, este entendimiento
respondía al sentido griego antiguo del término areté, i.e., un poder de excelencia
funcional.7 En los seres humanos, la virtud se refiere a aquellas cualidades de mente y
carácter que contribuyen a la realización de tareas particulares o al cumplimiento de
objetivos determinados. Aristóteles distingue dos tipos de virtud humana. Una virtud moral
–que rige acciones y emociones- es un rasgo del carácter adquirido mediante el hábito,
implica la elección y se realiza de acuerdo a la recta razón.8 Otra, virtud intelectual, rige el
pensamiento, viene de la enseñanza y se ejerce tanto en el juicio práctico como en la
contemplación teórica. Esta distinción, sin embargo, es considerada confusa, porque las
virtudes morales implican el ejercicio de la razón, y a su vez, la excelencia de la razón
depende del cultivo de las virtudes del carácter. En una especie de fórmula que más bien
parece un juego de palabras, Aristóteles indica que la virtud consiste en hacer lo apropiado,
en el momento apropiado, del modo apropiado, con la gente apropiada, por la razón
apropiada. Lo cual significa que es imposible especificar de antemano en qué consiste la
excelencia en la acción. En la práctica, siempre se requiere del ejercicio de un saber hacer,
o de la capacidad para comprender las circunstancias en su contexto y adecuar nuestros
actos para hacer lo que es apropiado, como comenta Berkowitz.9 No obstante, Aristóteles
destacó con claridad cuáles considera virtudes morales, entre ellas: el coraje, la templanza,
la generosidad, la liberalidad, la magnanimidad y la justicia.10
7 Según Aristóteles en la Ética Nicomaquea: Decir que una persona es buena quiere decir que sobresale en su función: razona bien; vive de acuerdo a la razón. Y cuando las cosas en general sobresalen en su función son llamada virtuosas (areté). Entiende que la virtud es una disposición a comportarse de manera correcta. Cuando una persona es valiente, no solo muestra confianza confrontando el peligro, sino que piensa que el coraje es bueno y su conducta valiente lo hace feliz. Esto en parte significa vivir una buena vida. Así, cuando alguien florece (despliega madurez o energeia), exhibe su mejor función. En general Aristóteles establece una equivalencia entre el bien, la bondad moral, la virtud, la felicidad (eudaimonia), el bienestar y el éxito. Específicamente, “Lo bueno para el hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, o si hay más de un tipo de virtud, de acuerdo con el mejor tipo y el más alto.” (EN L. I) Así que “la virtud es una disposición de propósito, reside en un medio que es relativo a nosotros y es determinada por un principio racional, por el cual el hombre prudente lo determinaría.” La virtud moral – que concierne al ámbito de la acción y pasión- queda entendida como un estado del carácter adquirido por el hábito. Es una habilidad adquirida cuyos componentes están naturalmente en nosotros. La aprendemos ejercitándonos. La virtud es asunto de un saber haciendo o de un saber hacer. 8 Ética nicomaquea, Libros II-VI en general. 9 Cfr. Peter Berkowitz, El liberalismo y la virtud, Barcelona: Editorial A. Bello, 2001, p. 30. 10 Una afirmación central de la Política de Aristóteles es que no se puede tener racionalidad práctica o phronimos -en la vida de la polis- sin ser justo. Las cualidades de un buen ciudadano en la polis son las siguientes: que uno debe tener conocimiento y habilidad para gobernar y ser gobernado; que uno debe tener la habilidad para ejercitar virtudes específicas (tanto la manera en que uno gobierna como la manera en que
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En el Libro VII de la Política, Aristóteles examina los diversos tipos de gobierno –que el
gobierno de hombres libres es más noble y conforme a la virtud que el gobierno despótico
(Política VII 1333b)- y considera la cuestión de cuál es el mejor modo de vida para
individuos y ciudades. Aquí hallamos su doctrina política capital relacionada a la
educación y la cultura, vale decir: que cada tipo de gobierno depende de ciudadanos
dotados de virtudes que se relacionan con las necesidades y propósitos del gobierno. Nota
que en la mayoría de los gobiernos, las virtudes del buen ciudadano difieren de las virtudes
del buen individuo, porque los gobiernos concretos de facto suelen exaltar formas de vida
parcial, incompleta, mientras que el buen individuo busca un modo de vida mejor que
requiere de toda la gama de las virtudes. Como en la Ética, nos vuelve a repetir que la
felicidad es equivalente a la vida virtuosa, pero que esta se puede buscar tanto en los
uno se deje gobernar necesitan virtudes). La δικαιοσúνη (Dikaiosune), en sentido amplio, es el estado de lo que debe ser, la rectitud, la condición aceptada por el dios: integridad, virtud, pureza de vida, rectitud, rectitud de pensamiento, sentimiento y acción. En sentido estricto, la justicia o la virtud que da a cada cual lo que lo que es debido. La δικαιοσύνη aplicada ampliamente para todo lo que la ley requiera ejercida por uno a todos los ciudadanos. La Δικαιοσύνη aplicada en sentido estricto como una virtud particular, a su vez, se puede referir a: (i) la justicia correctiva que funciona para restaurar el orden que ha sido alterado; (ii) la justicia distributiva que consiste en la obediencia al principio de la distribución que define el orden protegido por la justicia correctiva; (iii) la justicia que se adscribe absolutamente (según el principio de distribución) es el mejor tipo de ciudad. Para Aristóteles el mejor tipo de ciudad es aristocrática: o sea los premios son según la virtud. (105) Un constitución política que es diseñada para promover la virtud debe preocuparse de la estructura ocupacional; tendrá un orden jerárquico; la jerarquía se basa en el aprender y enseñar; la vida humana (organizada en 4 etapas) requiere de uno aprender para entender el principio de distribución y mantenerse obligado por ese. Según la interpretación de MacIntire, el concepto de justicia distributiva en Aristóteles es básico porque: (i) es primero en definición, ya que el principio de JD de dar a cada uno su justo merecido está incluido de alguna manera en otros sentidos de la definición de justicia, y (ii) es menos complejo ya que incluye menos factores a considerar que otros sentidos de justicia. MacIntire compara otros sentidos de justicia en los primeros VIII capítulos de su WJWR (), por ej. 1. la justicia para gobernar: que incluye acciones justas; 2. Sentido homérico de justicia: de acuerdo al orden predestinado de las cosas. Cada uno tiene un papel que cumplir diseñado por los dioses, incluyendo la función del esclavo. Ser justo significa cumplir este papel designado y ser virtuoso es cumplirlo bien; 3. sentido post- homérico de justicia: se relaciona a ‘excelencia’ y ‘efectividad’. La justicia en excelencia es imponerse restricciones a uno mismo para cumplir los más altos estándares de lo que es debido; la justicia en efectividad era conseguida por la adherencia a la regla gobernada por el modo de vida social-política, y por los castigos a quienes infringen las reglas; la justicia correctiva: se ocupa de aplicar castigos o penalidades apropiadas a los que infringen las reglas o son personas injustas (enkratic). En suma, en el sentido platónico de Justicia hay una ‘Forma de Justicia’ que es perfecta y toda justicia humana es una débil copia imperfecta de esa Forma. Esta Justicia es intemporal, impersonal y sin perspectiva. Uno debe ser educado en matemática y dialéctica antes de poder entender la Justicia y ser justo. En el sentido aristotélico de justicia: uno debe ser propiamente educado y disciplinado para ser virtuoso, y la virtud social primaria es la justicia; la justicia es virtud del ciudadano maduro y disciplinado de la polis, y consiste en un medio entre dos vicios, el de ‘no dar lo merecido’ y en el de ‘dar más de lo merecido’. La justicia distributiva es básica, argumenta MacIntire, porque por contraste la JD está básicamente determinando la cantidad de las cosas de valor, determinando la contribución relativa de esas cosas merecidas, y dividiendo los bienes de acuerdo a lo anterior. Todos los sentidos descritos requieren que cada uno obtenga lo que es merecido.
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individuos como en la ciudad.11 De aquí surge la pregunta sobre si la felicidad o virtud del
individuo es la misma de la ciudad. Su discurso plantea que:
Hay una disputa entre quienes convienen en que el modo de vida más digno de elección es el que va acompañado por la virtud, sobre si el modo de vida político y activo es digno de elección, o antes bien aquel que está divorciado de todas las cosas externas –el que incluye, por ejemplo, cierto tipo de estudio- que algunos afirman que es el único modo de vida filosófico, pues es evidente que estos dos modos de vida son los que suelen ser intencionalmente elegidos por aquellos seres humanos que son más ambiciosos con vistas a la virtud, tanto en tiempos antiguos como en el presente; los dos a que me refiero son el político y el filosófico. (Política, VII 2 1324ª 25-32)
11 Aristóteles argumenta que “El hombre es por naturaleza un animal político, y que quien por naturaleza y no por azar, vive sin ciudad, es de un rango inferior o superior al hombre, como aquel al que reprocha Homero, ‘sin clan, sin ley, sin hogar’, porque el que es tal por naturaleza es también amante de la guerra, como una pieza aislada en el juego de damas. La razón por la cual el hombre es un animal político, más que la abeja y que cualquier animal gregario, es evidente. En efecto, tal como decimos, la naturaleza no hace nada en vano. Propio y exclusivo de los hombres respecto de los demás animales es el que solo ellos tienen la percepción de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto… y es la comunidad de quienes tienen tales percepciones la que constituye una casa y una ciudad. Y continúa, así, la ciudad es anterior por naturaleza a la casa y a cada uno de nosotros como individuos […]“ (Política, L. I, cap. 2, 1253ª) Aristóteles afirma que todos los hombres por naturaleza requieren formar parte de las funciones del estado. El hombre es un animal social, y dada esta condición, el estado acostumbra a vincular a los hombres entre sí de una manera funcional. El hombre por sí mismo es incapaz de tratar con otros hombres sin el estado. Esto se refleja en el hecho de la preexistencia del estado “la sociedad es algo en la naturaleza que precede al individuo” (Política, L. I, cap. 2 1252d) Según Aristóteles “si todos los hombres fueran amigos, la justicia sería innecesaria”, y por otra parte, “las demandas de justicia parecen aumentar con la intensidad de la amistad, lo que implica que la amistad y la justicia existe entre personas semejantes y tiene igual extensión.” (Etica l. VIII, 1160ª) Parece obvio a partir de estos textos inferir que Aristóteles cree que es una obligación para todos ser buenos ciudadanos, pero no se sigue evidentemente que todos los buenos ciudadanos sean buenas personas, incluso si todos los buenos hombres son buenos ciudadanos. Al examinar la posición de Aristóteles sobre el buen hombre, notamos lo que ha dicho Mortimer Adler: “Las personas que habitualmente hacen elecciones incorrectas también son personas injustas que dañan a otros y a la sociedad en la que viven. La razón de esto es que aquellos que firmemente se proponen alcanzar la buena vida para ellos mismos regularmente hacen elecciones para realizar ese propósito. Las elecciones así dirigidas también estarán dirigidas a una real buena vida para los demás y para el bienestar de la sociedad en la cual otros comparten.” (Aristotle for Everybody, 1978, p. 107-8) El buen hombre para Aristóteles es quien hace las elecciones correctas para su propia vida. El resultado de hacer elecciones correctas beneficiará no solo al individuo, sino a la estructura social en la que vive. Por tanto, el buen hombre es quien vive plenamente y actúa por un propósito. Así, para Aristóteles tener un plan correcto y llevarlo a cabo es tener una buena vida y ser buena persona. Pero ¿Qué es ser buen ciudadano en términos aristotélicos? Primero afirma que el hombre, al ser un animal social, no encontrará total plenitud e interacción social máxima en las condiciones de la vida familiar y tribal. El hombre debe vivir en la polis para alcanzar plenitud social. Por tanto, la buena vida es la vida civilizada. Para Aristóteles ser buen ciudadano es una combinación de adherir a las demandas de la amistad y de la justicia. Los otros tienen el derecho de esperar de nosotros que mantengamos nuestras promesas, que devolvamos lo que nos prestan, que no robemos, que no dañemos ni asesinemos, que no intervengamos en la vida de otros cuando la vida de los otros no interfieren en la nuestra. (Ética, L VIII caps. 2-6)
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A primera vista, las dos cuestiones aquí planteadas, y luego abordadas por Aristóteles, son:
por una parte, si el mejor modo de vida es el de la participación activa del individuo en la
vida política de la ciudad o en la vida filosófica y, por otra, cuál gobierno de la ciudad se
puede considerar mejor. En el Libro X de la Ética nicomaquea, Aristóteles afirmaba que el
modo de vida filosófico es superior para quienes son capaces de él; aunque no nos señala si
este hecho tiene consecuencias políticas directas. Pero es evidente que en su tratado
Político, Aristóteles está observando el modo de vida filosófico -como modelo- en vistas
de fenómenos políticos. Hay, dice, algunos aristócratas que prefieren una vida de actividad
política, y otros deseosos de realizar hechos virtuosos, se mantienen apartados de toda
participación en política y prefieren “más espacio para la acción de parte de individuos
privados.” (Política, VII, 2 1324ª 41b2). La solución de Aristóteles al dilema planteado es
bastante ambigua. Por una parte, le parece insatisfactorio que los hombres virtuosos se
aparten de la política, en general concluye que el mejor modo de vida para la ciudad y los
individuos por igual es la vida práctica activa. Pero luego se aclara su intención que no es
sino la de redefinir esa vida práctica activa, de manera que influya en la orientación de la
mejor ciudad. Pero ¿Cuál es ese mejor modo de vida práctica según Aristóteles? Insiste
que los ciudadanos del mejor gobierno deben poder cumplir con el negocio de la política e
ir a la guerra, pero es más importante que puedan permanecer en paz y disponer de tiempo
libre. La felicidad en el sentido de la Ética, no iba con el negocio, sino con el ocio. Por
tanto, el mejor gobierno depende de la presencia de toda una gama de virtudes: la del valor,
la resistencia son necesarios para la política y la guerra; la moderación, la prudencia y la
justicia son necesarias para la ocupación y el ocio, pero igualmente útiles para la paz;
también es necesaria la filosofía (Política VII 15 1344d 11-34). ¿Quiere decir esto que
Aristóteles coincide con la visión del mejor gobierno de reyes-filósofos planteado en la
Republica de Platón? En la ponderada opinión de Carnes Lord, no se puede inferir tal
conclusión. Aristóteles se toma gran trabajo en mostrar que el mejor modo de vida para los
hombres en general es la vida práctica o política, pero en la educación que vislumbra para
los ciudadanos en general del mejor gobierno no presupone una capacidad de todos ellos
para la filosofía (véase Política VII 14 1333ª 27-30). De hecho, Aristóteles parece haber
defendido que la filosofía es un real impedimento para los monarcas, a diferencia de
quienes filosofan auténticamente. De ahí que no haya buenas razones para creer que
Aristóteles pudo pensar el gobierno de los filósofos como posibilidad política histórica. Me
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parece muy acertado, sin embargo, hacer la siguiente distinción: cuando Aristóteles habla
de filosofía, en el contexto político, está entendiendo el término no en un sentido estricto, o
sea, en tanto ciencia e investigación teórica especulativa, sino en un sentido amplio del
término del cual ‘cultura’ [o incluso ‘humanidades’] sería una alternativa más acertada.12
Cuando en el Libro II de la Política, Aristóteles “critica a Platón por depender de un
sistema institucionalizado de comunismo para asegurar la unidad y felicidad del régimen
de la República, y no de la “educación”, o sea de “costumbres, filosofía y leyes” (Política
II 5 1263b 37-40), no olvida que el propio Platón había dependido de la filosofía en el
sentido lato. La filosofía en este último sentido, consiste ante todo en el apacible cultivo de
la música y la poesía.”13 En este caso, podemos decir que Aristóteles es platónico cuando
admite que la filosofía se asocia al arte. Si atendemos efectivamente a algunos Fragmentos,
precisamente en el Sobre Filosofía, vemos que Aristóteles postula cinco etapas de proceso
humano en el saber, dice: “partiendo de los diversos sentidos que tiene la palabra sabiduría
(sophia): este término se utiliza para designar determinadas habilidades como la siembra o
la molienda, que el hombre tuvo que desarrollar, en primer lugar, para la satisfacción de
sus necesidades; a continuación, la sabiduría quedó asociada al descubrimiento de las artes
y, en tercer lugar, al desarrollo de las virtudes políticas que permiten el establecimiento de
las leyes, en cuarto lugar, se aplicó al estudio de la naturaleza y, finalmente, la sabiduría
suprema hace referencia a una ciencia que tiene como objeto entidades supra cósmicas e
inmutables.”14 Al tratar la cuestión de la educación y la cultura en su reflexión Política,
Aristóteles tampoco olvida las artes como objetivo de la vida mejor. Parece no admitir un
carácter utilitario en las artes en general, aunque propone como principal instrumento de
educación la poesía trágica, cuyo fin es causar una catarsis en las pasiones del alma.
(Política VIII 7 1342ª 10-15) Agrega que la educación, moral o intelectual, no es
exclusivamente para los jóvenes, o que la cultura de los hombres maduros debe servir
como tipo de educación en la virtud. Lo que importa destacar es que para Aristóteles -y
antes para el Sócrates de Platón- la educación, tanto de los jóvenes como de los hombres
12 Lo cual corresponde a lo que sostiene en los fragmentos Sobre la Educación, compilados por Rose y Ross (Plutarco, Mor. Charlas de sobremesa; 734D (Hubert), así: “[…] dando pruebas de lo que dice Aristóteles cuando afirma que una vasta cultura aporta muchos principios.” (Agrego cursivas) Fragmentos, Madrid: Ed. Gredos, 2005, p. 226. 13 C. LORD, p. 156. 14 ARISTÓTELES, Fragmentos, Sobre la Filosofía, Madrid: Ed. Gredos, 2005, p. 260.
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maduros, tiene directa relación con el reconocimiento de las virtudes de sus hombres. Pero,
especialmente ¿Cuál es la relación entre las virtudes de los hombres y el gobierno?
Queda claro que para los mencionados antiguos eminentes filósofos las virtudes adquieren
plena razón política de ser, puesto que de ellas depende el buen funcionamiento de una
ciudad bien organizada, y el modo mismo de vida política. Así, como el Sócrates de Platón
en la República, Aristóteles en la Política, asocia un tipo de carácter ciudadano particular a
cada tipo de gobierno. Aunque hay una diferencia: Aristóteles subraya que los gobiernos
producen ciudadanos a su imagen y semejanza; mientras que Sócrates lúcidamente ve más
allá: que los gobiernos producen un tipo de ciudadanos opositores al gobierno y
responsables de su colapso. (República, 543ª-576d) “El apego oligárquico a la riqueza
produce ciudadanos cuyos vicios apresuran el deslizamiento hacia la democracia. Y el
amor democrático por la libertad y la igualdad alienta rasgos de carácter que abren las
puertas de la tiranía. […]” (Berkowitz, p. 207) A pesar de la aparente contradicción entre la
afirmación aristotélica –que los gobiernos tienden a producir ciudadanos a su imagen y
semejanza- y el argumento platónico que los gobiernos tienden a formar ciudadanos que
socavan los principios del gobierno y causan su destrucción, el Sócrates de Platón y
Aristóteles están básicamente de acuerdo en lo concerniente a la relación entre las virtudes
y el gobierno. En el Libro V de la Política, como nota Berkowitz, comentando las causas
que mantienen y destruyen los gobiernos, Aristóteles ilumina el principio de la
reconciliación al hacer una observación platónica sobre la importancia de la educación
para la política:
La mayor de todas las cosas que se han mencionado, con miras a obtener regímenes duraderos, es la educación relacionada con los regímenes, aunque ahora sea desdeñada por todos. Pues no hay beneficio en las leyes más benéficas, aunque éstas hayan sido aprobadas por todos los que participan en política, si ellos no están educados en los hábitos del régimen. Con espíritu popular, si las leyes son populares; con espíritu oligárquico, si las leyes son oligárquicas. Así como se descontrolan los individuos, también se descontrolan las ciudades. Pero ser educado en coherencia con el régimen no es hacer las cosas de que disfrutan los oligarcas o los que quieren democracia, sino las cosas por las cuales los primeros podrán dirigir una oligarquía y los segundos tener un régimen que se rija democráticamente. (Política, 1310ª12-17)
La clave, como comenta Berkowitz, “es comprender que los gobiernos, al contrarrestar
mediante la educación la tendencia a producir ciudadanos a su imagen y semejanza, pueden
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eludir el peligro de plantar en los ciudadanos las semillas de la destrucción del gobierno.”
(p. 207) Una misión fundamental de la educación, por tanto, es formar ciudadanos que en
cierta medida se opongan al molde del gobierno. La educación política, la educación
relacionada con el gobierno se hace urgente, porque en general los gobiernos inculcan a los
ciudadanos sus vicios más distintivos antes que las virtudes necesarias para su
preservación. Aristóteles enseña que las oligarquías declinan al producir ciudadanos que
adoran demasiado el lujo, y las democracias perecen por formar ciudadanos que aman en
extremo la libertad de actuar a su antojo. La educación, que según Aristóteles, es el mejor
recurso para mantener los gobiernos, debe oponerse significativamente a la tendencia
dominante del gobierno, que es formar ciudadanos con un entusiasmo inmoderado por su
principio rector. El principio rector deja de ser una guía efectiva si se permite que sea la
única guía del gobierno. El gobierno efectivo de las oligarquías, por ejemplo, requiere
ciudadanos que miren más allá de la riqueza y propiedad y que tengan en cuenta los
reclamos de libertad e igualdad. Y la estabilidad de las democracias requiere ciudadanos
disciplinados que planifiquen beneficios a largo plazo y resistan la tendencia democrática
de extender la idea de igualdad a todas las dimensiones de la vida. (pp. 207-9)
II. Locke, educación en la vida política liberal
El tratamiento de la virtud, aparece “manifiestamente inevitable en la filosofía política
antigua y medieval, porque la virtud entendida como la promoción de la excelencia
humana es considerada el objetivo supremo de la política. En cambio, la filosofía política
moderna tiende a rechazar esos elevados objetivos por considerarlos imprácticos,
engañosos y peligrosos. En vez de buscar la promoción de la perfección humana a través
de la política, la tradición liberal interpreta que el objetivo de la política es la protección de
la libertad personal. La tradición liberal entiende que la libertad es el objetivo de la
política, porque lo considera más alcanzable y más justo que la promoción de la virtud.”
(Berkowitz, p.24)
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A Locke se lo ha llamado el filósofo de los Estados Unidos.15 Padre de la
democracia liberal moderna.16 Él mismo participó de la política liberal de los Whigs –el
partido del parlamento opuesto al de los Tory o del rey. La mayor pretensión de Locke era
la de librar al género humano de toda forma de poder absoluto, arbitrario o de todo
despotismo personalista.17 Su doctrina política se enuncia en términos de: que todo
gobierno está limitado en sus poderes y existe sólo por el consentimiento de sus
gobernados. Funda esta doctrina en uno de los principios antropológicos más notables, esto
es: todos los hombres nacen libres. De hecho, y ante todo, Locke defiende la libertad
humana. Entiende la libertad como capacidad del individuo para suspender no solo el
juicio, sino sus deseos particulares y deliberar sobre las distintas opciones a seguir.18 No
habla de un ‘libre arbitrio’ que pertenezca al intelecto o la voluntad, como defendió la
tradición escolástica, sino innovadora y simplemente de ‘Liberty’, un poder hacer (Power
of doing) que pertenece a la persona.19
15 Cfr. Robert A. GOLWIN, “John Locke”, in: STRAUSS, L. CROPSEY, J. (comp.) Historia de la filosofía política. México: FCE, 2006, pp. 451-485. 16 Locke legó obras inspiradoras en los ámbitos de la filosofía, la política y la educación: en el Ensayo sobre el intelecto humano, hizo del empirismo un sistema crítico; en los Tratados sobre el gobierno civil estableció los principios del liberalismo y de las concepciones modernas del Estado; y en Pensamientos sobre la educación centró la doctrina y obra educativa en el niño, en vez de los programas y planes escolares. 17 Según la noción del Estado moderno, los órganos estatales no sólo estarán constituidos según la voluntad de la mayoría -pues no existen monarquías de derecho divino, y los órganos legislativos deben ser democráticamente representativos-, sino que deberán funcionar según el principio de la división de poderes, según el cual el que legisla no gobierna; el que gobierna no legisla; el que juzga no legisla; el que tiene poderes legislativos no juzga. Eran los principios del estado liberal de Montesquieu -que intentaban impedir toda arbitrariedad- y que pasan a los estados democráticos modernos. 18 Para asegurar la libertad personal de todos, la tradición liberal ha formulado un conjunto de temas interrelacionados que incluyen: los derechos individuales, la tolerancia, la libertad de pensamiento y deliberación, el interés personal bien entendido, la separación entre lo privado y lo público y la primacía de la elección individual. Cfr. Berkowitz, p. 25 19 El tema de la libertad humana es central en la filosofía de Locke. La idea de ‘Libertad’ significa un poder de la mente sobre las acciones humanas. En sus palabras nos dice: “Every one, I think, finds in himself a power to begin or forbear, continue or put an end to the several actions in Himself. From the (…) extent of his power of the mind over the actions of the man (…) arise the ideas of Liberty and Necessity”. “So that the idea of Liberty, is the idea of a Power in any agent to do or forbear any particular action, according to the determination or thought of the mind, whereby either of them is preferred to the other; where either of them is not in the Power of the Agent to be produced by him according to his volition, there he is not at Liberty, that Agent is under necessity. So that Liberty cannot be, where there is no Thought, no Volition, no Will; but there may he Thought, there may be Will, there may be Volition, where there is no Liberty”. (JOHN LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding. London: Penguin Books,1997, II XXI, 8-10). Sin embargo, Locke enunciará y defenderá más acabadamente la noción de libertad política en Two Treatises of Government (1690).
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Su planteamiento con respecto a la virtud revela una preocupación de los
pensadores racionalistas del Siglo XVII,20 pero se ve marcadamente influida por la visión
crítica de F. Bacon21 y T. Hobbes,22 por lo cual también él se opone a la concepción
aristotélica de la virtud entendida como “the highest Perfection of human Nature”.23 Sin
embargo, esto no quiere decir que Locke elimina el uso y la aplicación de las virtudes en su
enseñanza política. En efecto, en sus Pensamientos sobre la educación () elabora una
concepción disciplinar de la educación: defiende una educación consagrada a la virtud que
comienza en la infancia, se prolonga hasta la juventud y prepara a los individuos para
prosperar en una sociedad libre, como nota Berkowitz. Vemos que en el cap. III del Libro I
del Essay se dedica a redefinir la virtud. Niega que los principios morales en general -entre
los que incluye las virtudes- sean innatos, afirma:
I cannot see how the Third, viz., Vertue join’d with Piety, is the best worship of
God, can be an innate Principle.24
Hobbes había hecho equivalentes las leyes de la naturaleza con las virtudes morales, por
esto pensó que la filosofía moral es la ciencia de la virtud y el vicio; Locke adopta esa
20 En las tendencias racionalistas modernas de las psicologías morales de F. Suárez y R. Descartes se puede notar que suplementan los poderes de la razón y la voluntad con un catálogo práctico de técnicas y ejercicios que permitirían redirigir, guiar y cultivar las disposiciones psicológicas. Según Descartes, si lo que llamamos virtudes son “hábitos en el alma que nos disponen a tener ciertos pensamientos”. Tales hábitos podemos cultivarlos y perfeccionarlos en nosotros mismos. Para esto necesitamos aplicar la resolución de la voluntad y varios ejercicios, algunos de los cuales la gente que tiene discernimiento podrá aplicarlos a sí mismos. (The Passion of the Soul, (en CSM, 1985, vol. II 161). Piensan que hay un ámbito más allá de la pura razón que está ocupado por algunas operaciones precisas de la voluntad, por “el ejercicio de la virtud”, como dice Descartes, y por el campo de la vida activa recta, es decir, por el campo de la praxis o la acción que es moral (moralis) o recta en el uso (rectitudo en usu) como sostiene Suárez. (Cfr. DM XLIV 13 27) Véase G. Burlando, “La passione nella vita virtuosa: etica di Suarez e Descartes”, artículo inédito. 21 22 Thomas Hobbes critica la interpretación escolástica cristiana de Aristóteles, a la cual denomina “aristotelidad”. A ella atribuye una concepción de la virtud que enfatiza en la perfección humana fundada, a su vez, en una metafísica inviable. Cfr. Leviathan, cap. 46. 23 J. LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding, Op. cit., I III 5, 68. 24 J. LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding, Op. cit., I III 18, 78. Si existieran ideas y principios innatos deberían poseerlas sin execpción todos los espíritus humanos, y todos del mismo modo; no obstante, los niños, los salvajes y los idiotas no manifiestan poseer ni aplicar los principios de identidad, de no contradicción, la idea de Dios, etc. y los principios morales de justo e injusto, de bien y mal varían de individuo en individuo y de un pueblo a otro. Tampoco es lícito sostener que estos principios los poseemos y aplicamos sin saberlo, inconcientemente, sería una actividad inconciente de la conciencia, lo cual es absurdo. Si no se sabe que se tiene, no está en la mente. Según el empirismo de Locke, las únicas fuentes del lo que hay en la mente son la sensación y la reflexión.
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perspectiva nominalista de las virtudes y admite que son límites o medidas reguladoras de
la ley de la naturaleza, sostiene:
The true Boundaries of the Law of Nature, which ought to be the Rule of
Vertue and Vice, were very well preserved.25
Las virtudes son reglas de todo tipo de ley, y por consiguiente, moralmente superiores a la
ley.26 Locke demuestra la necesidad e importancia de las virtudes para el ejercicio legítimo
del poder político. Como ha comentado ampliamente Berkowitz, su descripción del poder
legislativo, poder supremo de la república, supone virtud en los legisladores. Pero también
supone que dicha virtud nunca será abundante. El poder legislativo […] está en principio
limitado por el bien por el cual se constituye el gobierno y se ejerce el poder político: la
preservación de la vida, la libertad y la propiedad, o bien público. La virtud es igualmente
esencial para acciones típicas del poder ejecutivo: donde la ley guarda silencio, o se vuelve
contraria al propósito para el cual se elaboró, el ejecutivo no solo puede, sino que debe usar
su prerrogativa y ejercer la discreción para defender el bien público. Debe actuar a partir de
un juicio razonado, que no esté determinado por la ley, sino regido por el mismo bien que
rige la elaboración de las leyes. […] También en el poder legislativo –el que menos peso
tiene en la teoría política de Locke- las virtudes personales, como la prudencia y la
sabiduría, son indispensables. (p. 116-120) En cuanto a la virtud y la finalidad del gobierno
civil, la virtud del pueblo es la última barrera contra despotismo, es decir, un estado de
guerra introducido por el gobierno. Cuando el gobierno abusa de la confianza del pueblo,
el pueblo queda formalmente exento, según Locke, de la obligación de obedecer al
gobernante.27 ¿Pero quién puede decir en qué punto el gobierno ha traicionado su
confianza? Según Locke los individuos tienes capacidad para autogobernarse; el pueblo es
árbitro, no el gobierno, cuando se trata de dirimir controversias concernientes al modo en
que el gobierno ha respetado la confianza popular. Los juicios privados de la gente
constituyen un carácter ineludible de la política legítima, aunque también del estado de
25 J. LOCKE, Ibid. II XXVIII 11, 356. 26 “Whether, I say, we take that Rule from the Fashion of the Country, or the Will of a Law-maker, the Mind is easily able to observe the Relation any Action hath to it; and to Judge, whether the Action agrees, or disagrees with the Rule: and so hath a Notion of Moral Goodness or Evil…and therefore, is often called Moral Rectitude.” (JOHN LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding, Op. Cit.II XXVIII 14. 357- 8). 27 Second Treatise, §232.
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naturaleza. Locke defiende un derecho a resistencia que estipula que cada individuo retiene
su juicio privado ante la cuestión fundamental de si el gobierno establecido está
representando su confianza. El ejercicio de juicio privado en la vida pública, y por ende, su
teoría política exige un mayor grado de prudencia y sabiduría en los ciudadanos. El
ejercicio del derecho a resistencia siempre requerirá que los ciudadanos emitan un juicio
acerca del bien público y los medios para garantizarlo, un juicio que no está sometido a la
ley vigente sino que es juez de ella, y que no está determinado por la imparcialidad de los
procedimientos establecidos, sino que asegura dicha imparcialidad. Esto significa que la
política, para Locke, depende de la virtud. El pueblo debe estar siempre preparado para
ejercer la prudencia y la sabiduría, para juzgar si sus representantes –de los poderes
legislativo, ejecutivo y federativo- han ejercido esa prudencia y esa sabiduría en aras del
bien público –es decir, de la protección de la vida, de la libertad y del patrimonio.
En suma, para Locke la función del gobierno no es promover la excelencia humana
ni salvar almas, sino promover el bien público y este depende de que los ciudadanos
practiquen la virtud en la vida privada y aporten virtudes sociales y morales específicas a la
vida política. Locke sostiene que la abnegación, la liberalidad, la justicia, el coraje, la
civilidad, la tolerancia, la sinceridad son las virtudes útiles para la vida pública; su claro
énfasis es que todas estas virtudes se adquieren en la educación en el ámbito privado de
vida, o sea, en el seno de la familia constituida biparentalmente e hijos.28 El planteamiento
lockeano para la educación moral y, más generalmente, su solución del problema de la
fuente de la virtud en gobiernos protectores y promotores de la libertad, supone una
28 Locke es conocido como figura representante de la concepción disciplinar de la educación. Conoció la obra de Montaigne, pero no los escritos de Komensky, quien representaba la pedagogía del método. Locke propone que la pedagogía adapte sus métodos y programas y sea conveniente al educando. Comienza el primado de la psicología por sobre la pedagogía. El pensamiento pedagógico de Locke se reúne en tres de sus obras: Pensamientos sobre la educación; Guía del intelecto, Diario. Todas ellas suponen su obra filosófica fundamental, El Ensayo acerca del intelecto humano. En Los Pensamientos distingue tres aspectos de la educación: físico, cuya finalidad es la fortaleza del cuerpo; intelectual, cuya finalidad es el saber; moral, cuya finalidad es la virtud y la formación del carácter. Destaca que la educación moral es la verdadera última finalidad de toda educación. La instrucción se distingue de la educación, siendo la primera el medio para alcanzar la educación verdadera y propia. Para Locke, el saber es un instrumento, no un fin. “Prefiero mucho más, nos dice, un hombre virtuoso y capaz en la vida que un hombre simplemente docto”. “La virtud es la meta más alta y más digna a que nos debe dirigir la educación”; la tarea de la educación no es hacer a los jóvenes perfectos en esta o aquella ciencia, sino abrir y disponer las mentes para hacerlas capaces de cualquier ciencia a que se quiera aplicar.” Sin embargo, hay que educarse para ser útil -estudiar aquello que sirve-. Los tres elementos distintivos de su sistema educativo se resumen en: educación física, el endurecimiento; educación intelectual, el utilitarismo; educación moral, el sentido del honor. Se puede decir que para Locke la finalidad última de la educación es la formación del carácter y de la facultad de juzgar. Cfr. A. Agazzi, Historia de la filosofía y de la pedagogía, Tomo II, Valencia: Ed. Marfil, 1966.
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institución familiar estable y próspera: padres con una generosa reserva de virtud moral y
una inmensa concentración de tiempo y fuertes recursos económicos para la educación
moral de los hijos. Educación moral de la que en definitiva depende el gobierno liberal de
Locke.
III. Notas conclusivas
Examinar la historia de las virtudes vinculadas a las teorías políticas de Aristóteles
y Locke nos ha parecido relevante para las discusiones teóricas y los problemas
contingentes que enfrenta nuestra vida ciudadana en democrática hoy. Comprender los
desarrollos teórico-históricos de la noción de virtud, destacar su aplicación en el ámbito de
la praxis política antigua y moderna nos permite evaluar una posible conveniente
innovación para nuestra vida de ciudadanos en democracia estable hoy.
Lo que podemos inferir del estudio de Berkowitz sobre El liberalismo y la virtud
que hasta aquí hemos seguido, es que el tema de la virtud es relevante para los gobiernos
contemporáneos herederos del liberalismo lockeano. Lo que puede interesarnos hoy del
estudio de la historia de las virtudes es que nos permite constatar que las teorías políticas
antiguas y modernas admitieron un vínculo estrecho entre la virtud de los ciudadanos y el
gobierno. Y esto nos hace reflexionar sobre el carácter y límites –moral y legal- que adopta
esta vinculación en las democracias de hoy.
Aunque el examen de las virtudes tanto en Aristóteles como en Locke incluyó una
importante discrepancia acerca de su naturaleza, significado y fuente última; ambos
mantuvieron la convicción de que cumplen una función en el modo de organización
política y en el logro de los objetivos políticos. Según Platón y Aristóteles la conservación
de un tipo de gobierno depende del ejercicio de virtudes específicas. Sin embargo, debido a
la selección de los principios que pretenden exacerbar y hacer prevalecer, los gobiernos
consiguen más fácilmente provocar los vicios que precisamente amenazan la continuidad y
subvierten los propios objetivos propuestos. Berkowitz nos hace ver que el desafío práctico
y más urgente que hoy enfrentan las democracias liberales no consiste en descubrir cómo
transformarse en un gobierno diferente o incluso mejor, sino cómo educar para la defensa
de los principios liberales y así alcanzar los propósitos para los cuales se forman los
estados liberales.
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Actualmente experimentamos complejas y numerosas problemáticas que enfrentan
los sistemas democráticos liberales de Latinoamérica. En mi parecer, desde las
humanidades tenemos la ocasión de innovar recreando una imagen educativa. Una imagen
que cumpla la función o la misión de enseñar para desarrollar la mente y el carácter recto
de los individuos, sin embargo, el desarrollo de la mente independiente y el carácter
individual hoy, no depende únicamente del acceso a un saber técnico, ni a la práctica de
una pura moral del honor, sino que requiere de políticas responsables que se comprometan
en un tipo de educación que enseñe sentimientos solidarios y sociales que considere las
relaciones de respeto entre los individuos. Tal función educativa, por lo demás, no puede
recaer en la sola estructura de la familia tradicional -como sugirió Locke para la sociedad
inglesa del Siglo XVII-, puesto que la institución familiar biparental ha sufrido
modificaciones considerables en nuestra sociedad actual. La imagen educativa de hoy
precisa fortalecer, comunicar y coordinar los sentimientos y valores defensores de nuestro
carácter genuino y de nuestras comunidades frente a una cultura comercial que expresa
solo algunas de nuestras necesidades pero, a la vez, amenaza nuestra libertad. Esta imagen
educativa necesita configurarse como alternativa a la actual imagen de mercado –o sea la
imagen que coordina mudamente nuestros esfuerzos a través de los precios- pues hoy
constatamos que no esa imagen la única que procura realmente nuestro bienestar. Educar
para la ciudadanía en democracia significa fortalecer las capacidades intelectuales y las
competencias idóneas no únicamente para nuestro crecimiento económico, sino sobre todo
para nuestro crecimiento político- social. A este crecimiento político-social pueden aportar
el arte, la historia, la filosofía, la religión, la ciencia o las humanidades en general, al
difundir y promover precisamente una imagen sensible de nosotros mismos; la imagen que
nos permita estrechar lazos continentales latinoamericanos que nos unen naturalmente.29
Esa imagen sensible podrá reflejar principios altruistas de amistad, de inclusión, de no
segregación, incluyendo un acuerdo de gratuidad en la educación pública de los
ciudadanos latinoamericanos.
29 Latinoamérica aparece como un centro geográfico reconocido para la consecución de proyectos educativos adecuados, tanto por sus características geopolíticas como sociales. Estas han sido destacadas recientemente por el ex presidente Lula da Silva en términos de su biodiversidad única, reservas energéticas e hídricas, democracia estable, relaciones económicas y culturales unida por una lengua común y un corredor bio-oceánico.
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Desde luego, en un ámbito de discusión teórica, donde parece evidente que la ética
es philosophia prima y, que por ende, el mundo humano se ordena pragmáticamente a
través de conceptos de derecho, obligaciones, justicia, equidad, vergüenza, culpabilidad,
orgullo, honor, ofensa, valores y antivalores, entonces se podría decir que una de las tareas
de comentaristas y estudiosos es la de explorar concepciones e imágenes que aportan a
tales asuntos para mostrarnos el lugar que ocuparon en la historia pero, a su vez, cómo
pueden iluminarnos en una dirección metódica para innovar con miras a la vida práctica de
hoy.