Historia de la Revolución Rusa-Volumen II

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    Historia de laRevolucin Rusa

    VOLUMEN II

    Len Trotsky

    Fundacin Federico EngelsMadrid

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    Historia de la Revolucin Rusa IICOLECCIN CLSICOS DEL MARXISMO

    Agradecemos al Ayuntamiento de Atarfe (Granada)

    su colaboracin desinteresada en la publicacinde esta edicin de HISTORIA DE LAREVOLUCINRUSA

    2007, Fundacin Federico Engels

    ISBN Obra Completa: 978-84-96276-40-6ISBN Volumen II: 978-84-96276-39-0Depsito Legal:Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Publicado y distribuido por la Fundacin Federico EngelsC/ Hermanos del Moral 33, bajo 28019 Madrid

    Telfono: 914 283 870 Fax: 914 283 871E-mail: [email protected] Web: www.engels.org

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    NDICE DEL VOLUMEN II

    XXIV. Las Jornadas de Julio. Preparacin y comienzo . . . . . . . . . . . . . 7XXV. Las Jornadas de Julio. El momento culminante y la derrota . . . 29

    XXVI. Podan los bolcheviques tomar el poder en julio? . . . . . . . . . . 53XXVII. El mes de la gran calumnia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    XXVIII. La contrarrevolucin levanta la cabeza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93XXIX. Kerenski y Kornlov

    (Elementos de bonapartismo en la revolucin rusa) . . . . . . . . . 111XXX. La Conferencia Nacional de Mosc . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

    XXXI. El complot de Kerenski . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147XXXII. La sublevacin de Kornlov . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

    XXXIII. La burguesa mide sus fuerzas con la democracia . . . . . . . . . . . 177XXXIV. El ataque contra las masas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197XXXV. Sube la marea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217

    XXXVI. Los bolcheviques y los sviets . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239XXXVII. La ltima coalicin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255

    XXXVIII. El campesinado ante Octubre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275XXXIX. La cuestin nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301

    XL. La salida del Preparlamento y la lucha porel Congreso de los Sviets . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321

    XLI. El Comit Militar Revolucionario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341XLII. Lenin llama a la insurreccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369

    XLIII. El arte de la insurreccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401XLIV. La toma de la capital . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425

    XLV. La toma del palacio de Invierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455XLVI. La insurreccin de Octubre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 481

    XLVII. El congreso de la dictadura sovitica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501XLVIII. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533

    ndice onomstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 537Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 546Prensa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 554

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    XXIV. Las Jornadas de Julio.Preparacin y comienzo

    En 1915 la guerra le cost a Rusia diez mil millones de rublos; de 1916 a 1919mil millones; en la primera mitad de 1917, diez mil quinientos millones. A prin-cipios de 1918, la Deuda Pblica haba de ascender a sesenta mil millones, re-

    presentando casi tanto, por consiguiente, como toda la riqueza nacional, que secalculaba en unos setenta mil millones. El Comit Ejecutivo Central redact unproyecto de proclama abogando por un emprstito de guerra con el pomposonombre de Emprstito de la Libertad; el gobierno, por su parte, llegaba a lafcil conclusin de que sin un nuevo y grandioso emprstito exterior, no slono podra pagar los pedidos hechos al extranjero, sino que no podra siquieracumplir las obligaciones interiores. El pasivo de la balanza comercial crecaconstantemente. Era evidente que los aliados se disponan abandonar el rubloa su propia suerte. El mismo da en que la proclama sobre el Emprstito de laLibertad llenaba la primera pgina deIzvestia de los Sviets, el Mensajero del

    Gobierno dio cuenta de la catastrfica baja del rublo. La prensa de estamparbilletes no daba ya abasto a la inflacin. Estaban a punto de abandonarse losantiguos y slidos signos monetarios, que an guardaban el resplandor de supoder adquisitivo anterior, para poner en circulacin aquellas descoloridas eti-quetas de botellas a las que el pueblo dio en seguida el nombre de kerenskis. Elburgus como el obrero daban a esta palabra, al pronunciarla, cada cual a sumodo, una inflexin de menosprecio.

    Verbalmente, el gobierno abrazaba un programa de reglamentacin de laeconoma, y hasta lleg a crear con este objeto, a fines de junio, una complica-

    da organizacin. Pero en el rgimen de febrero, a las palabras y los hechos lespasaba algo as como al espritu y a la carne del cristiano devoto: que no aca-baban de armonizarse. Los rganos reguladores de la economa, debidamenteseleccionados, se preocupaban ms de preservar a los patronos de los capri-chos de un poder central inconsistente y vacilante que de poner coto a los in-tereses privados. El personal administrativo y tcnico de la industria estaba di-vidido: los sectores ms altos, asustados por las tendencias niveladoras de losobreros, se ponan decididamente al lado de los patronos. Los obreros sentanrepugnancia por los pedidos de guerra, encargados a las fbricas con un ao,o dos, de anticipacin. Pero tambin los patronos iban perdiendo el cario por

    la produccin, que les vala ms inquietudes que beneficios. El cierre delibera-do de las fbricas por los patronos tomaba caracteres sistemticos. La industria

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    metalrgica redujo su produccin en un 40%, la textil en un 20%. Escaseabantodos los artculos necesarios para la vida. Los precios suban al unsono con lainflacin y la crisis de la economa. Los obreros sentan un vivo deseo de poder

    controlar el mecanismo administrativo-comercial oculto a sus ojos y del que de-penda su suerte. Skbelev, ministro de Trabajo, trataba de persuadir a los obre-ros, en manifiestos difusos, de la imposibilidad de su intervencin en la direc-cin de las industrias. El 24 de junio, enIzvestia daban la noticia de que existael propsito de cerrar toda otra serie de fbricas. De las provincias llegaban in-formes anlogos. La situacin de los transportes ferroviarios era an ms gra-ve que la de la industria. La mitad de las locomotoras necesitaban una repara-cin radical; una gran parte del material mvil estaba en el frente y se notabala falta de combustible. El Ministerio de Vas y Comunicaciones se hallaba em-peado en una pugna constante con los obreros y empleados ferroviarios. El

    abastecimiento de la poblacin empeoraba de da en da. En Petrogrado, slohaba reservas de harina para diez o quince das: en los dems centros, la situa-cin no era mucho mejor. La semiparalizacin del material mvil y la amena-za de huelga ferroviaria constituan un peligro constante de hambre. No se vis-lumbraba ninguna salida. No; no era esto, ni mucho menos, lo que los obreroshaban esperado de la revolucin.

    Pero la situacin era an peor, si caba, en el terreno poltico. La indeci-sin es la actitud ms grave que pueden adoptar tanto los gobiernos, las nacio-nes y las clases como los individuos. La revolucin es un modo implacable deresolver los problemas histricos. La poltica ms funesta que puede seguir una

    revolucin es la de las medias tintas: esa poltica guiada slo por el afn de evi-tar los problemas. El revolucionario es como el cirujano que clava el bistur enel cuerpo del enfermo; no puede vacilar. Pues bien, el rgimen dualista, naci-do de la revolucin de Febrero, era la indecisin organizada. Todo se volvacontra el gobierno. Los amigos condicionales se convertan en adversarios, losadversarios tibios en enemigos encarnizados, y los que eran enemigos inermes,se armaban. La contrarrevolucin estaba movilizando de un modo completa-mente descarado, a la luz del da, inspirada por el Comit Central del partidokadete, centro poltico de todos los que tenan algo que perder. El comit de la

    Asociacin de Oficiales destacado en el cuartel general de Mohilev, que repre-sentaba a cerca de cien mil jefes y oficiales descontentos, y el consejo de la Aso-ciacin de Soldados Cosacos, de Petrogrado, eran las dos palancas militares dela contrarrevolucin. La Duma, a pesar de la resolucin votada en junio por elCongreso de los Sviets, decidi continuar sus sesiones privadas. Su comitprovisional serva de tapadera legal a la labor contrarrevolucionaria, generosa-mente alimentada con recursos financieros por los bancos y las embajadas dela Entente. Los conciliadores se vean amenazados por la derecha y por la iz-quierda. El gobierno, inquieto, acordaba confidencialmente consignar un cr-dito para la organizacin de una polica poltica secreta.

    Coincidiendo con todo esto, a mediados de junio, el gobierno seal la fe-cha del 17 de septiembre para las elecciones a la Asamblea Constituyente. La

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    prensa liberal, a pesar de estar representados los kadetes en el ministerio, sos-tena una campaa tenaz contra la fecha sealada oficialmente, en la que, porlo dems, nadie crea y que nadie defenda seriamente. La imagen de la Asam-

    blea Constituyente, tan ntida en los primeros das de marzo, se enturbiaba y seiba desvaneciendo. Todo se volva contra el gobierno, hasta sus pobres buenasintenciones. Hasta el 30 junio no se decidi a abolir la tutela que segua ejer-ciendo la nobleza sobre las aldeas, por medio de los jefes rurales, cuyo slonombre era execrado por el pas desde que Alejandro III los creara. Pero, has-ta esta reforma parcial, tarda y obligada, tena el sello de una denigrante co-barda. Entre tanto, la nobleza se iba reponiendo de su pnico, los terratenien-tes se organizaban y apretaban sus filas. El comit provisional de la Duma se di-rigi a fines de junio al gobierno, exigiendo la adopcin de medidas eficaces yresueltas para proteger a los propietarios contra los campesinos, soliviantados

    por elementos criminales.El 1 de julio se abrieron en Mosc las sesiones del congreso de los propie-tarios de tierras; la aplastante mayora de los congresistas eran elementos de lanobleza. El gobierno haca los ms variados equilibrios, intentando entretenery engaar con palabras tan pronto a los campesinos como a los terratenientes.

    Pero donde las cosas estaban peor era en el frente. La ofensiva, que era yala ltima carta de Kerenski hasta para afrontar los problemas interiores, se agi-taba en las ltimas convulsiones. El soldado no quera seguir guerreando. Losdiplomticos del prncipe Lvov no se atrevan a mirar a la cara a los de la En-tente. El emprstito era de una absoluta necesidad. Para dar sensacin de una

    firmeza que no tena, el gobierno emprendi el ataque contra Finlandia, que,como todos los asuntos sucios, llev a cabo por mediacin de los socialistas. Almismo tiempo, se agravaba el conflicto con Ucrania, en el que la ruptura de-clarada iba hacindose cada vez ms patente.

    Al no encontrar salida, la energa de las masas se dispersaba en actos ais-lados y secundarios. Los obreros, soldados y campesinos intentaban solucionarpor partes lo que el poder creado por ellos se negaba a resolver en conjunto.No hay nada que tanto fatigue a las masas como la indecisin de los directores.La espera infructuosa las incita a golpear con una fuerza creciente en la puer-

    ta que no se les quiere abrir, o provoca explosiones tumultuosas de indignacin.Ya por los das del Congreso de los Sviets, cuando los delegados de las provin-cias pudieron a duras penas contener la mano de sus jefes levantada sobre Pe-trogrado, los obreros y soldados pudieron convencerse de cules eran los sen-timientos y los propsitos que abrigaban los dirigentes soviticos respecto aellos. Para la mayora de los obreros y soldados de la capital, Tsereteli se habaconvertido, como Kerenski, en una figura execrable, con la cual no se sentanligados por nada comn.

    En la periferia de la revolucin creca la influencia de los anarquistas, loscuales tenan gran predicamento en el comit revolucionario que se haba cons-

    tituido en la casa de campo de Durnovo. Hasta los sectores obreros ms disci-plinados y la masa del partido empezaban a perder la paciencia o a prestar o-

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    dos a los que ya la haban perdido. La manifestacin del 18 de junio demostra los ojos de todo el mundo que aquel gobierno no contaba con base alguna.En qu piensan los de arriba?, se preguntaban los soldados y los obreros, re-

    firindose no slo a los jefes conciliadores, sino tambin a los organismos diri-gentes de los bolcheviques.En las condiciones creadas por la inflacin de los precios, la lucha por los

    salarios enervaba y agotaba a los obreros. En el transcurso del mes de junio es-ta cuestin se plante de un modo especialmente agudo en la fbrica de Put-lov en la que trabajaban 36.000 hombres. El 21 estall la huelga en algunos ta-lleres de esta fbrica. El partido vea claramente la esterilidad de estas explo-siones espordicas. Al da siguiente, una asamblea de delegados de lasorganizaciones obreras ms importantes y de 70 fbricas, dirigida por los bol-cheviques, declaraba que la causa de los obreros de Putlov es la causa de to-

    do el proletariado de la ciudad, y exhortaba a los obreros de la fbrica de Pu-tlov a contener su legtimo descontento. La huelga fue aplazada. Pero en losdoce das siguientes no sobrevino cambio alguno. La masa obrera de las fbri-cas se agitaba, buscando una salida. Cada fbrica tena planteado su conflicto,y todos estos conflictos juntos llegaban a las alturas, al gobierno. El sindicatode brigadas de locomotoras deca en una nota enviada al ministro de Vas y Co-municaciones: Lo declaramos por ltima vez: la paciencia tiene sus lmites. Nonos sentimos con fuerzas para seguir viviendo en esta situacin.... Era unaqueja que naca no slo de la necesidad y el hambre, sino tambin de la dupli-cidad, la indecisin, la falsedad del gobierno. La nota protestaba con especial

    acritud contra los llamamientos constantes que se nos dirigen, apelando al de-ber cvico y a la abstinencia.

    En marzo, el Comit Ejecutivo haba traspasado los poderes al GobiernoProvisional, a condicin de que no se sacaran de Petrogrado las tropas revolu-cionarias. Pero ya nadie se acordaba de eso. La guarnicin haba evolucionadohacia la izquierda, los dirigentes de los sviets, hacia la derecha. La pugna con-tra la guarnicin estaba constantemente a la orden del da. Y si el gobierno nose atreva a sacar todos los regimientos de la capital, so pretexto de necesida-des estratgicas, los ms revolucionarios se vean sistemticamente diezmados

    por la sangra de las compaas enviadas de maniobras. Constantemente esta-ban llegando a la capital noticias relativas a la disolucin en el frente de regi-mientos insubordinados y a la negativa a cumplir las rdenes de ataque que seles daban. Dos divisiones siberianas no haca mucho, los tiradores siberianoseran considerados como los mejores elementos haban sido disueltas por lafuerza. Ante la negativa a cumplir las rdenes que se les haban dado, fueronencausados solamente en el 5 Ejrcito, situado cerca de la capital, 87 oficialesy 12.725 soldados. La guarnicin de Petrogrado, en la cual se acumulaba el des-contento del frente, de la aldea, de los barrios obreros y de los cuarteles, se ha-llaba en un estado de permanente agitacin. Los soldados barbudos de cuaren-

    ta aos exigan con histrica insistencia que se les licenciara, que se les manda-ra a casa para atender a los trabajos del campo. Los regimientos situados en el

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    barrio de Vyborg el 1 de Ametralladoras, el l de Granaderos, el de Mosc,el 180 de Infantera y otros estaban constantemente bajo la ardiente influen-cia de los suburbios proletarios. Millares de obreros desfilaban diariamente por

    delante de los cuarteles; entre ellos, haba no pocos incansables agitadores bol-cheviques. Bajo aquellos sucios muros se celebraban mtines y ms mtines, ca-si sin interrupcin. El 22 de junio, cuando todava no se haba extinguido el ecode las manifestaciones patriticas provocadas por la ofensiva, se atrevi a aven-turarse en la avenida Sampsonievskaya, imprudentemente, un automvil delComit Ejecutivo con unos cartelones que decan: Adelante por Kerenski!. Elregimiento de Mosc detuvo a los agitadores, rompi los carteles y mand elautomvil patritico al regimiento de ametralladoras.

    En general, los soldados eran ms impacientes que los obreros, porque vi-van directamente bajo la amenaza de ser enviados al frente y porque les costa-

    ba mucho ms trabajo asimilar las razones de estrategia poltica. Adems, ten-an un fusil en la mano, y desde febrero, el soldado propenda a exagerar sufuerza. Lihdin, un viejo obrero bolchevique, contaba ms tarde que los solda-dos de 180 Regimiento te decan: Qu hacen los nuestros en el palacio de laKchesinskaya: estn durmiendo? Por qu no echamos nosotros mismos a Ke-renski?. En las asambleas de los regimientos se votaban resoluciones sobre lanecesidad de decidirse, por fin, a emprender el ataque contra el gobierno. Enlos regimientos, se presentaban constantemente delegados de las fbricas y pre-guntaban si los soldados se echaran a la calle. Los soldados del regimiento deametralladoras envan a los cuarteles delegados incitando a los soldados a le-

    vantarse en armas contra la continuacin de la guerra. Los delegados ms im-pacientes aaden: Los regimientos de Pavl y de Mosc y 40.000 obreros de Pu-tlov se lanzarn maana a la calle. Las exhortaciones oficiales del Comit Eje-cutivo no surten ningn efecto. Cada vez se hace ms agudo el peligro de quePetrogrado, no apoyado por el frente y la provincia, sea vencido. El 21 de ju-nio, Lenin, desdePravda, exhorta a los obreros y soldados de Petrogrado a es-perar hasta que los acontecimientos impulsen a las reservas pesadas a ponerseal lado de la capital. Nos hacemos cargo de la amargura, de la excitacin delos obreros de Petrogrado. Pero les decimos: compaeros, en estos momentos

    la accin sera nociva. Al da siguiente, una reunin privada de dirigentes bol-cheviques, que, al parecer eran ms izquierdistas que Lenin, llegaba a la con-clusin de que, a pesar del estado de espritu de los soldados y de las masasobreras, no eran an posible aceptar la batalla: Es mejor esperar a que, con laofensiva iniciada, los partidos dirigentes se cubran definitivamente de oprobio.Entonces, tendremos la partida ganada.

    As lo cuenta Latsis organizador de barriada y uno de los elementos msimportantes por aquellos das. El comit se ve obligado, cada vez con ms fre-cuencia, a enviar a los regimientos y a las fbricas agitadores con el fin de evi-tar que se lancen a una accin prematura. Los bolcheviques de Vyborg, mene-

    ando la cabeza, se lamentan entre s: Tenemos que hacer de manguera paraapagar el fuego.

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    Sin embargo, las incitaciones a lanzarse a la calle no cesaban. Entre ellas,haba no pocas que tenan un carcter evidente de provocacin. La Organiza-cin Militar de los bolcheviques se vio obligada a dirigirse a los soldados y a los

    obreros con un manifiesto en el que se deca: No deis crdito a ningn llama-miento que se os haga en nombre de la Organizacin Militar para que os echisa la calle. La Organizacin Militar no ha hecho ningn llamamiento en estesentido. Y ms adelante, todava con mayor insistencia: Exigid de todo ora-dor que os incite a la accin en nombre de la Organizacin Militar que os pre-sente la credencial con la firma del presidente y del secretario.

    En la famosa plaza del Ancora, de Kronstadt, donde los anarquistas le-vantan la voz cada da con ms firmeza, se prepara un ultimtum tras otro. El23 de junio, los delegados de la citada plaza, prescindiendo del Sviet deKronstadt, exigen del Ministerio de Justicia que ponga en libertad al grupo de

    anarquistas de Petrogrado, amenazando, en caso contrario, con el asalto de lacrcel por los marinos. Al da siguiente, los representantes de Orienbaum de-claran al ministro de Justicia que su guarnicin est tan agitada como la deKronstadt con motivo de las detenciones efectuadas en la casa de campo deDurnovo, y que se estn limpiando ya las ametralladoras. La prensa burgue-sa coga al vuelo estas amenazas y se las meta por las narices a sus aliados con-ciliadores. El 26 de junio llegaban del frente a su batalln de reserva los dele-gados del regimiento de Granaderos de la guardia y declaraban: el regimien-to est contra el Gobierno Provisional y exige que todo el poder pase a lossviets, se niega a tomar parte en la ofensiva ordenada por Kerenski y expresa

    el temor de que el Comit Ejecutivo se haya pasado a los burgueses con los mi-nistros socialistas. El rgano del Comit Ejecutivo dio cuenta de esta visita enun tono de reproche.

    No slo herva como una caldera Kronstadt, sino toda la escuadra del Bl-tico, que tena su base principal en Helsingfors. El mejor elemento con quecontaban los bolcheviques en la escuadra era indiscutiblemente Antnov-Ovse-enko, que haba participado ya, siendo un oficial joven, en la sublevacin de Se-bastopol de 1905. Menchevique durante los aos de la reaccin, emigrante in-ternacionalista durante la guerra, colaborador de Trotsky en Pars en el diario

    Nashe Slovo [Nuestra Palabra], bolchevique a su regreso de la emigracin, hom-bre polticamente vacilante, pero dotado de valor personal, y, aunque impulsi-vo y desordenado, capaz de iniciativa e improvisacin, Antnov-Ovseenko, po-co conocido todava en aquellos aos, ocup en los acontecimientos ulterioresde la revolucin un puesto bastante considerable. En el comit del partido deHelsingfors cuenta en susMemorias comprendamos la necesidad de espe-rar y de organizar una preparacin seria. Tenamos, adems, indicaciones delCC en este sentido. Pero nos dbamos cuenta de que el estallido era inevitabley volvamos inquietos la mirada a Petrogrado. Los elementos explosivos seiban acumulando asimismo aqu de da en da. El segundo regimiento de ame-

    tralladoras, ms rezagado que el primero, adopt una resolucin en favor de latransmisin del poder a los sviets. El tercer regimiento de Infantera se neg

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    a dejar salir a 14 compaas para las maniobras. Las asambleas de los cuartelestomaban un carcter cada vez ms turbulento. En el mitin celebrado el 1 de ju-lio por el regimiento de Granaderos, fue detenido el presidente del comit y se

    impidi hablar a los oradores mencheviques. Abajo la ofensiva! Abajo Kerens-ki! El punto central de la guarnicin eran los soldados del regimiento de ame-tralladoras, que fueron los que abrieron los diques a la avalancha de julio.

    Ya en los acontecimientos de los primeros meses de la revolucin nos en-contramos con el nombre del primer regimiento de ametralladoras. Este regi-miento, que se hallaba de guarnicin en Orienbaum y se haba trasladado poriniciativa propia a Petrogrado despus de la cada del rgimen zarista para ladefensa de la revolucin, tropez inmediatamente con la resistencia del Comi-t Ejecutivo, quien acord expresar su gratitud al regimiento y reintegrarle aOrienbaum. Los soldados se negaron rotundamente a abandonar la capital:

    Los contrarrevolucionarios pueden atacar al Sviet y restaurar el antiguo r-gimen. El Comit Ejecutivo cedi, y unos cuantos miles de soldados se queda-ron en Petrogrado con sus ametralladoras. Instalados en la Casa del Pueblo, nosaban lo que sera de ellos en lo sucesivo. En el regimiento haba no pocosobreros petrogradeses, y por esto no es casual que fuera el comit de los bol-cheviques el que se preocupara de los soldados de la seccin de ametrallado-ras. Gracias a su intervencin, stos eran pertrechados regularmente con vve-res por la fortaleza de Pedro y Pablo. As quedaba sellada una amistad que notard en convertirse en indestructible. El 21 de julio, el regimiento, reunido enasamblea general, adopt la resolucin siguiente: En lo sucesivo no se manda-

    rn fuerzas al frente ms que en el caso de que la guerra tome un carcter re-volucionario. El 2 de julio, el regimiento organiz en la Casa del Pueblo unmitin de despedida de los ltimos soldados que salan para el frente. Hicie-ron uso de la palabra Lunacharski y Trotsky, posteriormente, los gobernantesintentaron dar a este hecho accidental una importancia extraordinaria. Ennombre del regimiento hablaron el soldado Gilin y el suboficial Laschevich,que era un viejo bolchevique. Los nimos estaban muy excitados. Se anatema-tiz a Kerenski, se jur fidelidad a la revolucin, pero nadie hizo proposicionesconcretas para el prximo futuro. Sin embargo, durante aquellos das se hab-

    an esperado acontecimientos en la ciudad. Las Jornadas de Julio proyectabanya su sombra. Por todas partes, en todos los rincones recuerda Sujnov,en el Sviet, en el palacio Marinski, en las casas particulares, en las plazas y enlos bulevares, en los cuarteles y en las fbricas, se hablaba insistentemente deacciones que tendran lugar de un momento a otro... Nadie saba concretamen-te quin se echara a la calle, ni cmo ni cundo. Pero la ciudad tena la sensa-cin de hallarse en vsperas de una explosin. Y la accin, en efecto, se desen-caden, impulsada desde arriba, desde las esferas dirigentes.

    El mismo da en que Trotsky y Lunacharski hablaban a los soldados delregimiento de ametralladoras de la inconsistencia de la coalicin, los cuatro

    ministros kadetes salan del gobierno. A modo de razn, sealaron el compro-miso, inaceptable para sus pretensiones centralistas, a que haban llegado sus

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    colegas conciliadores con Ucrania. La causa real de aquella ruptura demostra-tiva consista en que los conciliadores no procedan con la rapidez suficiente pa-ra frenar a las masas.

    La eleccin del momento la indic el fracaso de la ofensiva, no reconoci-do an oficialmente, pero que no ofreca la menor duda para los enterados. Losliberales consideraron que haba llegado el momento oportuno de dejar a susaliados de izquierda enfrentarse con la derrota y con los bolcheviques.

    El rumor de la dimisin de los ministros kadetes se propag rpidamen-te por la capital y redujo polticamente todos los conflictos polticos a una solaconsigna, o, ms propiamente, a un alarido: Hay que acabar con el tira y aflo-ja de la coalicin!. Los obreros y los soldados entendan que los problemas desalarios, del precio del pan, de si haba que morir en el frente sin saber por qu,estaban subordinados al problema de saber quin dirigira el pas en lo sucesi-

    vo: si la burguesa o los sviets. En esta actitud de espera haba una parte deilusin, ya que las masas confiaban en obtener, con el cambio de gobierno, lasolucin inmediata de los problemas ms agudos. Pero, a fin de cuentas, ten-an razn: la cuestin del poder decida todo el giro de la revolucin y, por tan-to, trazaba el destino de todos los problemas concretos. Suponer que los kade-tes podan no prever las consecuencias que tendra el acto de sabotaje que rea-lizaban contra los Sviets, significara no apreciar en su justo valor a Miliukov.El jefe del liberalismo aspiraba evidentemente a empujar a los conciliadores auna situacin difcil, de la cual nicamente se podra salir con ayuda de las ba-yonetas: por aquellos das, estaba firmemente convencido de que era posible

    salvar la situacin mediante un golpe audaz de fuerza.El 3 de julio por la maana, unos cuantos millares de ametralladores

    irrumpieron en la reunin de los comits de compaa y de regimiento, eligie-ron a un presidente propio y exigieron que se discutiera inmediatamente lacuestin del levantamiento armado. El mitin tom un carcter turbulento. Lacuestin del frente se confundi con la del poder. El bolchevique Golovin, quepresida, intent contener a la gente proponiendo entrevistarse antes de nadacon los dems regimientos y con la Organizacin Militar. Pero toda alusin a unaplazamiento exasperaba a los soldados. Apareci en la asamblea el anarquista

    Bleichman, figura no de gran magnitud, pero bastante pintoresca del escena-rio de 1917. Bleichman, que dispona de un bagaje ideolgico muy modesto,pero que tena cierta sensibilidad para pulsar el estado de nimo de las masasy era hombre sincero dentro de su inflamada limitacin, hallaba en los mtines,en los que se presentaba con la camisa desabrochada y el pelo alborotado, nopocas simpatas semiirnicas. Los obreros, es verdad, le acogan con reserva,con un poco de impaciencia, sobre todo, los metalrgicos. Pero sus discursosprovocaban una alegre sonrisa en los soldados, los cuales se codeaban y se sen-tan atrados por el aspecto excntrico del orador, su decisin irrazonable y suacento judo-americano, custico, como el vinagre. A fines de junio, Bleichman

    se hallaba como el pez en el agua en todos los mtines improvisados. Siempretena a mano la solucin: hay que echarse a la calle con las armas en la mano.

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    Organizacin? La calle nos organizar. Objetivos? Derribar al Gobierno Pro-visional como se ha hecho con el zar, aunque ningn partido incitara a hacer-lo. En aquellos momentos, discursos de ese tono armonizaban magnficamen-

    te con el estado de espritu de los ametralladores, y no slo con el de ellos. Ha-ba no pocos bolcheviques que no ocultaban su satisfaccin cuando las masassaltaban por encima de sus exhortaciones oficiales. Los obreros avanzados seacordaban de que en febrero los dirigentes se disponan a batirse en retiradaprecisamente en vsperas de la victoria; de que en marzo, la jornada de ochohoras haba sido conquistada por la iniciativa de los de abajo; de que en abril,Miliukov haba sido arrojado del gobierno por los regimientos que salieron es-pontneamente a la calle. El recuerdo de estos hechos estimulaba la tensin deespritu y la impaciencia de las masas.

    La Organizacin Militar de los bolcheviques, a la cual se dio cuenta inme-

    diatamente de que en el mitin de los ametralladores reinaba una temperaturade ebullicin, fue mandando all uno tras otro, a sus agitadores. Rpidamentese present el propio Nevski, director de la Organizacin Militar, por el cualsentan los soldados un cierto respeto. Al parecer, se le prest alguna atencin.Pero el estado de espritu de aquel mitin interminable variaba constantemen-te, lo mismo que su estructura. Fue para nosotros una sorpresa extraordinariacuenta Podvoiski, otro de los dirigentes de la Organizacin Militar cuandoa las siete de la tarde, se present un mensajero enviado para informarnos deque... los ametralladores haban tomado nuevamente la decisin de echarse ala calle. En vez del antiguo comit de regimiento, eligieron a un comit pro-

    visional revolucionario, compuesto de dos representantes por compaa y pre-sidido por el teniente Semaschko.

    Delegados elegidos especialmente recorran ya fbricas y cuarteles en de-manda de apoyo. Naturalmente, los ametralladores no se olvidaron de mandardelegados a Kronstadt. As, por debajo de las organizaciones oficiales, se iba ex-tendiendo temporalmente una nueva red de relaciones entre los regimientos y lasfbricas ms excitadas. Las masas no se proponan romper con el Sviet; al con-trario, queran que ste tomase el poder. Y mucho menos se proponan rompercon el partido bolchevique. Pero les pareca que pecaba de indeciso. Queran ejer-

    cer sobre l presin, amenazar al Comit Ejecutivo, empujar a los bolcheviques.Se crean representaciones improvisadas, nuevas formas de enlace y nue-vos centros de accin, no permanentes, sino para las circunstancias del momen-to. Las variaciones de la situacin y del estado de espritu de las masas se efec-tan de un modo tan rpido y pronunciado, que an una organizacin tan gilcomo el Sviet se retrasa inevitablemente y las masas se ven obligadas cada vezms a crear rganos auxiliares para las necesidades del instante. Merced a es-tas improvisaciones, se filtran no pocas veces elementos accidentales y no siem-pre dignos de confianza. Los que echan lea al fuego son los anarquistas, peroasimismo algunos de los bolcheviques jvenes e impacientes. Indudablemente,

    se filtran tambin provocadores, posiblemente agentes alemanes, pero msprobablemente que nada, agentes de la polica rusa. Cmo deshacer en hilos

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    separados el complejo tejido de los movimientos de masa? Sin embargo, el ca-rcter general de los acontecimientos aparece dibujado con una claridad com-pleta. Petrogrado tena la sensacin de su fuerza, se senta impulsado hacia de-

    lante, sin fijarse en la provincia ni en el frente, y ni el partido bolchevique eracapaz de contenerle. Slo la experiencia poda poner a esto un remedio.Los delegados de los ametralladores, al incitar a los regimientos y a las f-

    bricas a lanzarse a la calle, no se olvidaban de aadir que la accin haba de serarmada. Acaso poda ser de otro modo? Acaso haban de exponerse las ma-sas desarmadas a los golpes de enemigo? Adems, y esto es quiz lo ms impor-tante, haba que demostrar la propia fuerza, pues un soldado sin fusil no es na-da. Sobre este particular, la opinin de los regimientos y de las fbricas era un-nime: si haba que echarse a la calle, haba de ser contando con una reserva deplomo. Los ametralladores no perdan el tiempo: la suerte estaba echada y ha-

    ba que ganar la partida con la mayor rapidez posible.El sumario instruido posteriormente caracteriza en los siguientes trmi-nos la actuacin del teniente Semaschko, uno de los principales dirigentes delregimiento: ...Exiga automviles de las fbricas, los armaba con ametrallado-ras, los mandaba al palacio de Turida y a otros sitios, indicando el trayecto quehaban de seguir; sac personalmente el regimiento a la calle, se fue al batallnde reserva del regimiento de Mosc con el fin de incitarle a secundar la accin,lo cual consigui; prometi a los soldados del regimiento de ametralladoras elapoyo de la Organizacin Militar, manteniendo el contacto con esta organiza-cin, domiciliada en la casa de Kchesinskaya, y con el lder de los bolcheviques,

    Lenin; envi patrullas para establecer un servicio de vigilancia cerca de la Or-ganizacin Militar. Si se alude a Lenin, es para completar el cuadro; Lenin,enfermo, se hallaba retirado en una casa de campo de Finlandia desde el 29 dejunio, y ni ese da ni los siguientes estuvo en Petrogrado.

    Pero en todo lo restante, el lenguaje conciso del funcionario militar da unaidea muy aproximada de la preparacin febril a que se entregaban los ametra-lladores. En el patio del cuartel se efectuaba un trabajo no menos ardiente. Alos soldados que no tenan armas se les daba fusiles, y a algunos de ellos, bom-bas y en cada uno de los camiones trados de las fbricas se instalaban tres ame-

    tralladoras. El regimiento quera echarse a la calle completamente equipado.En las fbricas ocurra poco ms o menos lo mismo: llegaban delegadosdel regimiento de ametralladoras o de la fbrica cercana e invitaban a los obre-ros a lanzarse a la calle. Se dira que les estaban esperando desde haca muchotiempo: el trabajo se interrumpa inmediatamente. Un obrero de la fbrica Re-nault cuenta: Despus de comer se presentaron unos cuantos soldados del re-gimiento de ametralladoras, pidiendo que les diramos camiones. A pesar dela protesta de nuestro grupo bolchevique, no hubo ms remedio que entregarlos automviles. Los soldados instalaron inmediatamente en los camiones unasMaxim [ametralladoras] y emprendieron la marcha hacia la Nevski. No fue ya

    posible contener a nuestros obreros... Todos ellos salieron al patio, sin quitarsela ropa de trabajo....

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    Hay que suponer que las protestas de los bolcheviques de las fbricas no ten-dran siempre un carcter insistente. Fue en la fbrica Putlov donde se desarro-ll una lucha ms prolongada. Cerca de las dos de la tarde circul por los talle-

    res el rumor de que haba llegado una delegacin del regimiento de ametralla-doras y que convocaba a un mitin.Diez mil obreros salieron al patio. Los ametralladores decan, entre gritos

    de aprobacin de los obreros, que haban recibido orden de marchar al frenteel 4 de julio, pero que ellos haban decidido dirigirse no al frente alemn, con-tra el proletariado de Alemania, sino contra los ministros capitalistas. Los ni-mos se excitaron. Vamos, vamos!, gritaban los obreros. El secretario del co-mit de fbrica, un bolchevique, propuso que se consultara previamente al par-tido. Protesta de todos: Fuera, fuera! Otra vez queris dar largas al asunto...No se puede seguir viviendo as.... Hacia las seis, llegaron los representantes

    del Comit Ejecutivo, pero stos no consiguieron, ni mucho menos, influenciara los obreros.El mitin, nervioso, tenaz, en el que participaba una masa de miles de hom-

    bres que buscaba una salida y no permita se tratara de convencerle de que nola haba, prosegua sin que se le viera el fin. Se propone enviar una delegacinal Comit Ejecutivo: nuevo aplazamiento. La reunin segua sin disolverse. En-tre tanto, llega un grupo de obreros y soldados con la noticia de que el barriode Vyborg se ha puesto ya en marcha hacia el palacio de Turida. No hay mo-do ya de contener a la gente. Se resuelve echarse a la calle. Yefinov, un obrerode la fbrica de Putlov, se precipit al comit de barriada del partido para pre-

    guntar: Qu hemos de hacer?. Le contestaron: No nos lanzaremos a la ca-lle, pero no podemos dejar a los obreros abandonados a su suerte; no tenemosmas remedio que ir con ellos. En aquel momento, apareci el miembro del co-mit de barriada, Chudin, con la noticia de que en todas las barriadas, los obre-ros se lanzaban a la calle y de que los miembros del partido se veran obligadosa mantener el orden. As era como los bolcheviques se vean arrastrados porel movimiento, buscando una justificacin de sus actos, que se hallaban en con-tradiccin manifiesta con las resoluciones oficiales del partido.

    A las siete de la tarde se interrumpi completamente la vida industrial de

    la ciudad. En las fbricas se iban organizando y equipando destacamentos de laguardia roja.Entre la masa de miles de obreros cuenta Metelev, uno de los trabaja-

    dores de Vyborg se movan, haciendo resonar los cerrojos de los fusiles, cen-tenares de jvenes de la guardia roja. Unos, colocaban paquetes de cartuchosen las cartucheras; otros, se apretaban los cinturones; otros, se ataban las mo-chilas a la espalda; otros, calaban la bayoneta, y los obreros que no tenan ar-mas ayudaban a los guardias rojos a equiparse....

    La avenida Sampsonievskaya, arteria principal de la barriada de Vyborg, es-t atestada de gente. A derecha e izquierda de dicha va, compactas columnas de

    obreros. Por el centro avanza el regimiento de ametralladoras, columna vertebralde la manifestacin. Al frente de cada compaa, camiones con ametralladoras

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    Maxim. Detrs del regimiento, obreros; en la retaguardia, cubriendo la mani-festacin, fuerzas del regimiento de Mosc. Cada destacamento lleva una ban-dera con la divisa: Todo el poder a los sviets!. La procesin luctuosa de

    marzo o la manifestacin de Primero de Mayo, estaban, seguramente, ms con-curridas. Pero la manifestacin de julio era incomparablemente ms decidida,ms amenazadora y ms homognea. Bajo las banderas rojas slo avanzabanobreros y soldados escribe uno de los que tomaron parte en ella. Brillanpor su ausencia las escarapelas de los funcionarios, los botones relucientes delos estudiantes, los sombreros de las seoras simpatizantes, todo lo que lucaen las manifestaciones cuatro meses atrs, en febrero. En el movimiento de hoyno hay nada de esto; hoy no se lanzan a la calle ms que los esclavos del capi-tal. Como antes, corran velozmente por las calles, en distintas direcciones, au-tomviles con obreros y soldados armados: delegados, agitadores, explorado-

    res, agentes de enlace, destacamentos para sacar a la calle a los obreros y regi-mientos, todos con los fusiles apuntando hacia delante. Los camiones erizadosde armas resucitaban el espectculo de las jornadas de Febrero, electrizando alos unos y aterrorizando a los otros. El kadete Nabokov escribe: Los mismosrostros insensatos, adustos, feroces, que todos recordbamos de las jornadas defebrero, es decir, de los das de aquella misma revolucin que los liberales cali-ficaban de gloriosa e incruenta. A las nueve, siete regimientos avanzaban yasobre el palacio de Turida. Por el camino, se unan a ellos las columnas deobreros de las fbricas y nuevas unidades de militares. El movimiento del regi-miento de ametralladoras tuvo una fuerza de contagio inmensa. Se iniciaban

    las Jornadas de Julio.Empezaron los mtines en las calles. Resonaron disparos en distintos sitios.

    Segn relata el obrero Korotkov, en la avenida Liteinaya, fueron sacados de unsubterrneo una ametralladora y un oficial, al que se fusil en el acto. Circu-lan toda clase de rumores, la manifestacin provoca el pnico por todas partes.Los telfonos de los barrios centrales, sobrecogidos de terror, transmiten lasversiones ms fantsticas. Se deca que cerca de las ocho de la tarde, un auto-mvil blindado se haba dirigido velozmente hacia la estacin de Varsovia enbusca de Kerenski, quien precisamente sala ese da para el frente, con el fin de

    detenerle; pero que el automvil haba llegado a la estacin con retraso, pocosmomentos despus de la salida del tren. Posteriormente, haba de sealarsems de una vez este episodio como prueba acreditativo de la existencia de uncomplot. Nadie pudo precisar, sin embargo, quin iba en el automvil y quinhaba descubierto sus misteriosos propsitos.

    Aquel atardecer circulaban en todas direcciones automviles con hombresarmados, y probablemente tambin por los alrededores de la estacin de Var-sovia. En muchos sitios, se lanzaban palabras fuertes contra Kerenski. Fue loque, por lo visto, sirvi de pretexto al mito; aunque tambin cabe pensar quefue inventado de cabo a rabo.

    Izvestia trazaba el siguiente esquema de los acontecimientos del 3 de ju-lio: A las cinco de la tarde salieron armados a la calle el primer regimiento de

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    ametralladoras, parte de los regimientos de Mosc, de Granaderos y de Pavl,a los cuales se unieron grupos de obreros... A las ocho, empezaron a afluir de-lante del palacio de la Ksechinskaya fuerzas de los regimientos, armados y

    equipados, con banderas rojas y cartelones en los cuales se peda la entrega delpoder a los sviets. Desde el balcn, se pronunciaron discursos... A las diez ymedia se dio un mitin en el patio del palacio de Turida... Una parte de losregimientos mandaron una delegacin al Comit Central Ejecutivo, al cualformularon las siguientes demandas: separacin de los diez ministros burgue-ses; todo el poder al Sviet; suspensin de la ofensiva; confiscacin de las im-prentas de los peridicos burgueses; nacionalizacin de la tierra; control de laproduccin. Dejando a un lado las modificaciones secundarias, tales como:Una parte de los regimientos, en vez de los regimientos, grupos de obre-ros, en vez de fbricas enteras, se puede decir que el rgano de Dan-Tsere-

    teli no deforma, en sus lneas generales, la verdad de lo ocurrido, y que, enparticular, seala acertadamente los dos focos de la manifestacin: la villa dela Kchesinskaya y el palacio de Turida. Ideolgica y fsicamente, el movi-miento giraba alrededor de estos dos centros antagnicos: a la casa de la Kche-sinskaya se acuda en busca de indicaciones de direccin, de discursos orien-tadores, al palacio de Turida a formular peticiones e incluso a amenazar conla fuerza de que se dispona.

    A las tres de la tarde se presentaron en la conferencia local de los bolche-viques, reunida aquel da en el palacio de la Kchesinskaya, dos delegados delregimiento de ametralladoras para comunicar que este regimiento haba deci-

    dido echarse a la calle. Nadie lo esperaba ni lo quera. Tomski declar: Los re-gimientos que se lanzan a la calle no han obrado como compaeros al no invi-tar al comit de nuestro partido a examinar previamente la cuestin. El Comi-t Central propone a la conferencia: primero, lanzar un manifiesto con el finde contener a las masas; segundo, redactar un mensaje al Comit Ejecutivo pi-diendo que tome el poder en sus manos. En estos momentos, no se puede ha-blar de accin si no se desea una nueva revolucin. Tomski, viejo obrero bol-chevique, que haba sellado su fidelidad al partido con luengos aos de presi-dio, posteriormente cabeza visible de los sindicatos, se inclinaba ms bien, por

    su carcter, a contener la accin que a incitar a la misma. Pero en circunstan-cias tales, no haca ms que desarrollar el pensamiento de Lenin: En estos mo-mentos no se puede hablar de accin si no se desea una nueva revolucin. Nohay que olvidar que los conciliadores haban calificado de complot hasta la ten-tativa de manifestacin pacfica del 10 de junio. La aplastante mayora de laconferencia se solidariz con Tomski. Era preciso retrasar a toda costa el des-enlace. La ofensiva en el frente tena en tensin a todo el pas. Su fracaso esta-ba descontado, as como el propsito del gobierno de hacer recaer la responsa-bilidad de la derrota sobre los bolcheviques. Haba que dar tiempo a los conci-liadores para que se desacreditaran definitivamente. Volodarski, en nombre de

    la conferencia, contest a los delegados del regimiento de ametralladoras en elsentido de que ste deba someterse a la decisin del partido.

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    A las cuatro, el Comit Central ratifica la resolucin de la conferencia. Losmiembros de la misma recorren los barrios obreros y las fbricas con el fin decontener la accin de las masas. Se enva aPravda un manifiesto, inspirado en

    el mismo espritu, para que aparezca al da siguiente en primera pgina. Seconfa a Stalin la misin de poner en conocimiento de la sesin comn de losComits Ejecutivos el acuerdo del partido. Por tanto, los propsitos de los bol-cheviques no dejan lugar a duda. El Comit Ejecutivo se dirigi a los obrerosy soldados con un manifiesto en el cual se deca: Gente desconocida... os in-cita a echaros a la calle con las armas en la mano, afirmando con ello que elllamamiento no haba sido hecho por ninguno de los partidos soviticos. Perolos dos Comits Centrales de los partidos y de los sviets proponan, y las ma-sas disponan.

    A las ocho se present ante el palacio de la Kchesinskaya el regimiento de

    ametralladoras, y, tras l, el de Mosc. Nevski, Laschevich y Podvoiski, bolche-viques que gozaban de popularidad, intentaron desde el balcn persuadir a losregimientos de que se reintegraran a sus cuarteles. Desde abajo no se oan msque gritos de Fuera!.

    Hasta entonces, desde el balcn de los bolcheviques no se haban odojams gritos semejantes de los soldados. Era un sntoma inquietante. Detrsde los regimientos aparecieron los obreros de las fbricas: Todo el poder alos sviets!. Abajo los diez ministros capitalistas!. Eran las banderas del 18de junio. Pero ahora, rodeadas de bayonetas. La manifestacin se converta enun hecho de enorme importancia. Qu hacer? Era concebible que los bol-

    cheviques permanecieran al margen? Los miembros del comit de Petrogra-do, con los delegados a la conferencia y los representantes de los regimien-tos, toman el acuerdo siguiente: anular las decisiones tomadas, poner trmi-no a los esfuerzos estriles para contener el movimiento, orientar este ltimoen el sentido de que la crisis gubernamental se resuelva en beneficio del pue-blo; con este fin, incitar a los soldados y a los obreros a dirigirse pacficamen-te al palacio de Turida, a elegir delegados y presentar sus demandas, pormediacin de los mismos, al Comit Ejecutivo. Los miembros del ComitCentral que se hallaban presentes sancionaron la rectificacin de la tctica

    acordada.La nueva resolucin, proclamada desde el balcn, es acogida con gritos dejbilo y conLa Marsellesa. El movimiento ha sido sancionado por el partido: losametralladores pueden respirar tranquilos. Una parte del regimiento se dirigeinmediatamente a la fortaleza de Pedro y Pablo para tratar de ganarse la guar-nicin, y, en caso de necesidad, proteger el palacio de la Kchesinskaya, separa-do de la fortaleza por el angosto canal de Kronverski.

    Los primeros grupos de manifestantes entraron, como en pas extranjero,en la avenida Nevski, arteria de la burguesa, de la burocracia y de la oficiali-dad. Desde las aceras, las ventanas y los balcones, miles de ojos atisban hostil-

    mente a los manifestantes. A un regimiento sigue una fbrica; a una fbrica, unregimiento. Van llegando cada vez nuevas masas. Todas las banderas gritan en

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    letras oro sobre fondo rojo lo mismo: Todo el poder a los sviets!. La mani-festacin se apodera de la Nevski y afluye como un ro desbordado hacia el pa-lacio de Turida. Los carteles con el lema de Abajo la guerra!, son los que

    provocan una hostilidad ms aguda por parte de los oficiales, entre los cualeshay no pocos invlidos. El estudiante, la colegiala, el funcionario intentan ha-cer comprender a los soldados, con grandes gestos y voz quebrada, que losagentes alemanes que acechan a sus espaldas quieren dejar entrar en Petrogra-do a los soldados de Guillermo para que estrangulen la libertad. A los orado-res les parecen irrefutables sus propios argumentos. Estn engaados por losespas!, dicen los funcionarios, refirindose a los obreros, que, con gesto som-bro, ensean los dientes. Han sido arrastrados por los fanticos!, contestanlos ms indulgentes. Son unos ignorantes!, dicen los unos y los otros. Perolos obreros tienen su criterio. No fueron precisamente espas alemanes los que

    les imbuyeron las ideas que hoy les han echado a la calle. Los manifestantesechan a un lado, con malas maneras, a los mentores impertinentes, y siguen sucamino. Esto pone fuera de s a los patriotas de la Nevski.

    Algunos grupos, capitaneados en la mayor parte de los casos por invlidosy Caballeros de la Cruz de San Jorge, se lanzan sobre algunos manifestantes eintentan arrebatarles las banderas. Se producen colisiones aqu y all. Suenandisparos sueltos. De dnde parten? De una ventana? Del palacio de Anich-kin? El arroyo contesta con una descarga hacia arriba, sin blanco fijo. Duranteunos momentos reina en la calle la confusin. Cerca de medianoche relataun obrero de la fbrica Vulcn, cuando pasaba por la Nevski el regimiento de

    Granaderos, cerca de la biblioteca pblica se abri, no se sabe de dnde, el fue-go, que dur algunos minutos. Se produjo el pnico. Los obreros se dispersa-ron por las calles inmediatas. Los soldados se tiraron al suelo; no en vano mu-chos de ellos haban pasado por la escuela de la guerra.

    Aquella Nevski de medianoche, con soldados de la Guardia y de Granade-ros, echados en el arroyo, mientras sonaban las descargas, ofreca un espect-culo fantstico. Ni Puschkin ni Ggol, cantores de la Nevski, se la representa-ban as! Sin embargo, el espectculo, fantstico al parecer, era realidad: en elarroyo quedaron varios muertos y heridos.

    En el palacio de Turida haba aquel da una agitacin especial. En vistade la dimisin de los kadetes, ambos Comits Ejecutivos, el de los obreros y sol-dados y el de los campesinos, discutan el informe de Tsereteli sobre la mane-ra de lavar el abrigo de la coalicin sin mojar la lana. Seguramente se habraacabado por descubrir el secreto de semejante operacin, de no haberlo impe-dido los suburbios inquietos.

    Los avisos telefnicos relativos a la accin preparada por el regimiento deametralladoras provocan muecas de rabia y de pesar en los rostros de los je-fes. Es posible que los soldados y los obreros no puedan esperar hasta que losperidicos publiquen la salvadera resolucin? Miradas de reojo de la mayora

    hacia los bolcheviques. Pero tambin para ellos es, esta vez, la manifestacinalgo inesperado. Kmenev y otros representantes del partido presentes acceden

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    incluso a recorrer las fbricas y los cuarteles, despus de la sesin diurna, conobjeto de contener a las masas. Posteriormente, este gesto habra de ser inter-pretado por los conciliadores como un ardid de guerra.

    Los Comits Ejecutivos redactaron un manifiesto en el cual, como de cos-tumbre, toda accin era calificada de traicin contra la revolucin. Pero cmohaba de resolverse la crisis del poder? Se encontr una salida: dejar el gabine-te tal como haba quedado despus de la dimisin de los kadetes, aplazando lasolucin definitiva de la cuestin hasta que fueran llamados los miembros pro-vinciales del Comit Ejecutivo. Aplazar las cosas, ganar tiempo para las propiasvacilaciones. Acaso no es sta la ms prudente de todas las polticas?

    Los conciliadores slo consideraban imposible dejar pasar el tiempo cuan-do se trataba de luchar contra las masas. Se puso inmediatamente en movimien-to el aparato oficial para armarse contra la insurreccin, que fue el nombre que

    se dio a la manifestacin desde el primer momento. Los jefes buscaban por to-das partes fuerzas armadas para la defensa del gobierno y del Comit Ejecutivo.Distintas instituciones militares recibieron rdenes firmadas por Chjeidze

    y otros miembros de la mesa pidiendo que se mandaran al palacio de Turida au-tomviles blindados, caones de tres pulgadas y proyectiles. Al mismo tiempo,casi todos los regimientos recibieron la orden de mandar destacamentos arma-dos para la defensa del palacio. Por si esto fuera poco, se telegrafi aquel mismoda al frente, al 5 Ejrcito, que era el que se hallaba ms cerca de la capital, or-denando el envo a Petrogrado de una divisin de Caballera, de una brigadade Infantera y de automviles blindados.

    El menchevique Voitinski, al cual se haba confiado la misin de protegeral Comit Ejecutivo, ha dicho, en sus relatos retrospectivos, con toda franque-za, cul era en aquellos das la situacin real:

    El 3 de julio fue consagrado enteramente a la adopcin de medidas pa-ra proteger, aunque no fuera ms que con unas cuantas compaas, el palaciode Turida... Hubo un momento en que no disponamos absolutamente deninguna fuerza. En las puertas del palacio de Turida no haba ms que seishombres, incapaces de contener a la multitud....

    Y ms adelante: El primer da de la manifestacin slo disponamos de

    100 hombres; no contbamos con nada ms. Mandamos comisarios a todos losregimientos con la peticin de que nos facilitaran soldados para organizar elservicio de centinelas... Pero cada regimiento volva la vista hacia el vecino pa-ra ver cmo haba de proceder. Era preciso acabar a toda costa con este escan-daloso estado de cosas, y llamamos tropas del frente. Sera difcil, aun propo-nindoselo, imaginar una stira ms malvola contra los conciliadores. Cente-nares de miles de manifestantes exigen la entrega del poder a los sviets.Chjeidze, que se halla al frente del sistema sovitico, y que es por ello mismoel candidato a la presidencia, busca por todas partes fuerzas militares para lan-zarlas contra los manifestantes. El grandioso movimiento en favor de la demo-

    cracia es calificado por los jefes de sta como un ataque de bandas armadascontra la democracia.

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    En aquel mismo palacio de Turida se hallaba reunida, despus de una pro-longada pausa, la seccin obrera del Sviet, la cual, en el transcurso de dos me-ses, mediante elecciones parciales en las fbricas, se haba renovado hasta tal pun-

    to, que el Comit Ejecutivo tema, no sin fundamento, que los bolcheviques do-minaran en la misma. La reunin de la seccin, artificialmente aplazada, yconvocada, al fin, por los propios conciliadores unos das antes, coincidi casual-mente con la manifestacin armada: los peridicos vean asimismo en esto la ma-no de los bolcheviques. Zinviev desarroll en su discurso, en una forma convin-cente, la idea de que los conciliadores, aliados de la burguesa, no queran ni sa-ban luchar contra la contrarrevolucin, pues entendan por tal las fechorasaisladas de las Centurias Negras y no la cohesin poltica de las clases poseedo-ras, con el fin de aplastar a los sviets, centros de resistencia de los trabajadores.

    El discurso dio en el blanco. Los mencheviques, al darse cuenta de que por

    primera vez se hallaban en minora en los sviets, propusieron no tomar nin-gn acuerdo y recorrer los barrios obreros con el fin de mantener el orden. Pe-ro ya era tarde! la noticia de que han llegado al palacio de Turida los obrerosarmados y los soldados del regimiento de ametralladoras provoca en la sala unaextraordinaria excitacin. Aparece en la tribuna Kmenev. Nosotros diceno hemos incitado a la accin; pero las masas populares se han lanzado a la ca-lle por propia iniciativa... Y puesto que las masas han salido, nuestro sitio estjunto a ellas... Nuestra misin consiste ahora en dar el movimiento un carcterorganizado. Kmenev termina su discurso proponiendo que se designe unacomisin de 25 miembros encargada de dirigir el movimiento. Trotsky apoya

    esta peticin. Chjeidze teme a la comisin bolchevique e insiste intilmente pa-ra que la cuestin pase al Comit Ejecutivo. Los debates toman un carcter tu-multuoso. Convencidos definitivamente de que no tienen ms que el tercio delos votos, los mencheviques y los socialrevolucionarios abandonan la sala. Estatctica se convierte en la tctica favorita de los demcratas: empiezan a boicote-ar los Sviets a partir del momento en que pierden la mayora en ellos. La reso-lucin en que se incita al Comit Central Ejecutivo a hacerse cargo del poder esaprobada por 276 votos. No hay oposicin. Se procede inmediatamente a elegirlos 15 vocales de la comisin. Se reservan 10 puestos para la minora, puestos

    que nadie ocupar. El hecho de que saliese elegida una comisin bolcheviquesignificaba, para amigos y adversarios, que la seccin obrera del Sviet de Petro-grado se converta, a partir de aquel momento, en la base del bolchevismo. Sehaba dado un gran paso. En abril, la influencia de los bolcheviques se exten-da aproximadamente a la tercera parte de los obreros petersburgueses; poraquellos das representaban en el Sviet un sector insignificante. Ahora, a prin-cipios de julio, los bolcheviques tienen en la seccin obrera cerca de los dos ter-cios de delegados: esto significaba que su influencia entre las masas haba ad-quirido un carcter decisivo.

    De las calles adyacentes al palacio de Turida afluyen columnas de obre-

    ros, obreras y soldados con banderas, cantos y msica. Aparece la artillera li-gera, cuyo jefe provoca el entusiasmo general al declarar que todas las bateras

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    de su divisin estn con los obreros. La calle en que est emplazado el palacio deTurida y el muelle correspondiente al mismo estn atestados de gente. Todoel mundo quiere acercarse a la tribuna situada en la puerta principal del pala-

    cio. Se presenta a los manifestantes Chjeidze, con el aspecto malhumorado delhombre a quien se ha arrancado intilmente de sus ocupaciones. El popularpresidente de los sviets es acogido con un silencio hostil. Con voz cansada yronca, Chjeidze repite los lugares comunes habituales, que todo el mundo sesabe ya de memoria. No se dispensa mejor acogida a Voitinski, que ha acudidoen su auxilio. En cambio, Trotsky segn cuenta Miliukov, que declar quehaba llegado el momento de que el poder pasara a los Sviets, fue acogido conruidosos aplausos.... Esta frase es falsa a sabiendas. Ningn bolchevique dijoentonces que haba llegado el momento. Un cerrajero de la fbrica Dinflou,situada en la barriada de Petrogrado, deca ms tarde, hablando del mitin ce-

    lebrado bajo los muros del palacio de Turida: Me acuerdo del discurso deTrotsky, quien deca que no haba llegado an el momento de tomar el poder.Este cerrajero reproduce el espritu de mi discurso ms fielmente que el profe-sor de Historia. Por los oradores bolcheviques, los manifestantes se enterarondel triunfo que acababa de ser alcanzado en la seccin obrera del Sviet, y estehecho les dio una satisfaccin casi tangible, como si hubieran entrado ya en lapoca del rgimen sovitico.

    Poco antes de medianoche se abri nuevamente la sesin mixta de los Co-mits Ejecutivos: en aquel momento los granaderos se echaban al suelo en laavenida Nevski. A propuesta de Dan, se decidi que slo puedan asistir a la reu-

    nin los que se comprometiesen de antemano a defender y poner en prcticalos acuerdos tomados. Esto era algo nuevo! Los mencheviques intentaban con-vertir el Sviet, declarado por ellos Parlamento de los obreros y soldados, enrgano administrativo de la mayora conciliadora. Cuando se queden en mino-ra lo cual ocurrir dentro de dos meses, los conciliadores defendern apa-sionadamente la democracia sovitica. Hoy, como en general en todos los mo-mentos decisivos de la vida social, la democracia queda arrinconada. Algunosmezhrayontsi abandonaron la reunin protestando; bolcheviques no haba nin-guno: estaban en el palacio de la Kchesinskaya deliberando sobre la conducta

    que haba de seguirse al da siguiente. Ms tarde, los mezhrayontsiy los bolche-viques se presentaron en la sala y declararon que nadie poda despojarles delmandato que les haban dado los electores. La mayora se call, y la proposi-cin de Dan cay insensiblemente en el olvido. La reunin fue larga como unaagona. Los conciliadores intentan persuadirse mutuamente, con voz dbil, dela razn que les asiste. Tsereteli, en calidad de ministro de Correos y Telgra-fos, se lamenta de los empleados subalternos: Hasta este momento no me heenterado de la huelga de Correos y Telgrafos.... Por lo que a las reivindica-ciones polticas se refiere, su consigna es tambin la de Todo el poder a lossviets!. Los delegados de los manifestantes que rodeaban el palacio de Tu-

    rida exigieron que se les permitiera el acceso a la reunin. Se les dej entrarcon inquietud y malevolencia. Los delegados crean sinceramente que esta vez

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    los conciliadores no podran dejar de acoger favorablemente sus aspiraciones.Acaso los peridicos menchevistas y socialrevolucionarios de hoy, excitadospor la dimisin de los kadetes, no denuncian las intrigas y el sabotaje de sus

    aliados burgueses? Adems, la seccin obrera se ha pronunciado por la entre-ga del poder a los sviets. Qu se espera? Pero los ardientes llamamientos, enlos cuales la indignacin respira an esperanza, caen impotentes en la atms-fera estancada del Parlamento conciliador.

    A los jefes no les preocupa ms que una idea: cmo librarse lo ms rpi-damente posible de aquellos huspedes indeseables. Se les invita a tomar asien-to en la galera: sera demasiado imprudente echarlos a la calle, al lado de losmanifestantes. Desde la galera, los ametralladores escuchan asombrados losdebates que se estaban desarrollando y que no perseguan ms fin que ganartiempo, a fin de que pudieran llegar los regimientos de confianza. En las ca-

    lles est el pueblo revolucionario dice Dan, pero este pueblo hace obracontrarrevolucionaria.... Dan se ve apoyado por Abramovich, uno de los lde-res de la Liga juda, un pedante conservador cuyos instintos se sentan ofen-didos por la revolucin. Estamos en presencia de un complot, afirma, faltan-do a toda evidencia, y propone a los bolcheviques que declaren abiertamenteque la cosa es obra suya. Tsereteli profundiza el problema: Salir a la calle conla demanda de Todo el poder a los sviets significa sostener a estos ltimos.Si los sviets quisieran, el poder pasara a sus manos. Ningn obstculo se opo-ne a su voluntad... Manifestaciones como sta hacen el luego no a la revolucin,sino a la contrarrevolucin. Los delegados no acababan de comprender este ra-

    zonamiento. Les pareca que sus elevados jefes no estaban en su sano juicio. Alfinal, la asamblea confirm una vez ms, con 11 votos en contra, que la mani-festacin armada era una pualada trapera al ejrcito revolucionario, etctera.La reunin termin a las cinco de la madrugada.

    Poco a poco las masas fueron retirndose a sus barriadas. Durante toda lanoche recorrieron la ciudad automviles armados, estableciendo el contactoentre los regimientos, las fbricas y los centros de barriada.

    Como en Febrero, las masas, por la noche, hacan el balance del da. Peroahora lo hacan con la participacin de un complejo sistema de organizaciones

    de fbrica, de partido, militares, que estaban reunidos con carcter permanen-te. En las barriadas se opinaba como algo que no admita ya discusin, que elmovimiento no poda detenerse a medio camino. El Comit Ejecutivo aplaz laresolucin acerca del traspaso del poder. Las masas interpretaron esto comouna vacilacin. La conclusin era clara: haba que apretar ms.

    La reunin nocturna de los bolcheviques ymezhrayontsi, que tena lugar enel palacio de Turida a la vez que la de los Comits Ejecutivos, sacaba tambinel balance del da e intentaba anticipar lo que traera consigo el da siguiente.Los informes de las barriadas atestiguaban que la manifestacin no haba he-cho ms que poner en movimiento a las masas, planteando ante ellas por pri-

    mera vez en toda su agudeza el problema del poder. Maana, las fbricas y losregimientos querrn obtener una contestacin y no habr fuerza humana capaz

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    de retenerlos en los suburbios. No se discuta si deba o no tomarse el poder,como haban de afirmar ms tarde los adversarios, sino si deba hacerse o nouna tentativa para liquidar la manifestacin o ponerse al frente de la misma al

    da siguiente.A hora avanzada de la noche, hacia las tres, llegaban al palacio de Turi-da los obreros de la fbrica Putlov, una masa de 30.000 hombres, muchos deellos con sus mujeres y nios. La manifestacin se puso en marcha a las once, ypor el camino se unieron a los manifestantes otras fbricas. En el portal de Nar-va haba tanta gente, a pesar de lo avanzado de la hora que se hubiera dichoque la barriada haba quedado completamente vaca. Las mujeres gritaban:Todo el mundo tiene que ir... Nosotras guardaremos las casas!.... Del campa-nario de Spasa partieron unos disparos, al parecer de ametralladora. Desdeabajo se hizo una descarga contra el campanario. En Gostini Dvor se lanzaron

    contra los manifestantes un grupo de estudiantes y dejunkers, que les arrebata-ron un carteln. Los obreros ofrecieron resistencia, se produjo un gran tumul-to, sonaron disparos, y al autor de estas lneas le rompieron la cabeza y le piso-tearon el pecho y los costados. Nos cuenta esto el obrero Yefimov, ya conocidodel lector. Atravesando la ciudad, ya silenciosa, los obreros de Putlov llegaronpor fin al palacio de Turida. Gracias a la insistente intervencin de Ryazanov,muy ntimamente ligado en aquel entonces con los sindicatos, la delegacin dela fbrica fue recibida por el Comit Ejecutivo. La masa obrera, hambrienta yterriblemente fatigada, se sent a esperar en la calle y en el jardn, con la espe-ranza de obtener una contestacin. Estos obreros de la fbrica de Putlov, acam-

    pados a las tres de la madrugada en los alrededores del palacio de Turida, enel que los lderes de la democracia esperaban la llegada de tropas del frente, esuno de los espectculos ms conmovedores de la revolucin en el perodo tur-bulento que va desde Febrero a Octubre. Doce aos antes, no pocos de estosobreros haban tomado parte en la manifestacin de enero ante el palacio deInvierno, con imgenes y estandartes. En aquellos doce aos haban pasado si-glos enteros. En el transcurso de los cuatro meses prximos transcurrieron otroscuantos ms.

    Sobre la reunin de los lderes y organizadores bolcheviques que discuten

    sobre lo que ha de hacerse al da siguiente flota la sombra grvida de los obre-ros de la fbrica de Putlov, acampados en plena calle. Maana los obreros de lafbrica de Putlov no irn al trabajo. Cmo van a trabajar despus de una no-che pasada en vela? Entre tanto, es llamado Zinviev por telfono, Rasklnikovcomunica, desde Kronstadt, que maana a primera hora la guarnicin de la for-taleza se dirigir a Petrogrado, y que no hay nada ni nadie capaz de contenerla.Desde el otro extremo del hilo telefnico, el joven oficial pregunta: Es posibleque el Comit Central le ordene dejar abandonados a los marinos, desacreditn-dose completamente a sus ojos?. A la imagen de los obreros de la fbrica de Pu-tlov acampados delante del palacio de Turida se une a otra, no menos impre-

    sionante: la de los marinos de la isla, que en esta noche de vela se aprestan aapoyar a los obreros y soldados de Petrogrado. No, la cosa es demasiado clara.

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    No se puede seguir vacilando. Trotsky pregunta por ltima vez: Y si se inten-tara dar a la manifestacin el carcter de una manifestacin sin armas? No, nide eso se puede ya siquiera hablar. Un pelotn dejunkers bastara para disper-

    sar, como a un rebao de ovejas, a millares de hombres desarmados. Los solda-dos y obreros acogeran indignados, considerndola como una encerrona, se-mejante proposicin. La contestacin es categrica y convincente. Por unanimi-dad se decide incitar maana a las masas, en nombre del partido, a continuarla manifestacin. Zinviev corre al telfono, donde espera frentico Rasklni-kov, para comunicarle la noticia que le permitir respirar con desahogo. Se re-dacta inmediatamente un manifiesto a los obreros y soldados: a la calle! El ma-nifiesto del Comit Central, que haba sido escrito durante el da, y en el quese invitaba a las masas a cesar la manifestacin, es sacado de las prensas; peroya es tarde para reemplazarlo por el nuevo texto. La pgina blanca dePravda

    ser maana un indicio mortal contra los bolcheviques. Evidentemente, en elltimo momento, asustados, han retirado el llamamiento a la insurreccin, o,acaso al revs: han renunciado a su llamamiento a la manifestacin pacfica pa-ra incitar a la insurreccin. La verdadera resolucin de los bolcheviques apare-ci en una hoja que invitaba a los obreros y soldados a expresar su voluntadante los Comits Ejecutivos reunidos, mediante una manifestacin pacfica y or-ganizada. No, aquello no era precisamente un llamamiento a la insurreccin.

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    XXV. Las Jornadas de Julio.El momento culminantey la derrota

    A partir de este momento, la direccin inmediata del movimiento pasa a ma-

    nos del comit del partido de Petrogrado, cuyo principal agitador era Volodars-ki. De movilizar a la guarnicin se encarg la Organizacin Militar. Ya desdemarzo se hallaban al frente de la misma dos viejos bolcheviques, a los cuales de-bi mucho la Organizacin en su ulterior desarrollo, uno de ellos era Podvois-ki, figura brillante y original en las filas del bolchevismo, con los rasgos carac-tersticos del revolucionario ruso de viejo estilo. Procedente del seminario, erahombre de gran energa, aunque no disciplinado, con imaginacin creadora,que, justo es reconocerlo, degeneraba fcilmente en fantasa. Ms tarde, cuan-do Lenin pronunciaba la palabrapodvoiskismo, en sus labios haba cierta ironabonachona, no exenta de advertencia. Pero los lados dbiles de esta naturalezaapasionada haban de manifestarse principalmente despus de la toma del po-der, cuando la abundancia de posibilidades y recursos daba impulsos excesivosa la energa dilapidadora de Podvoiski y a su pasin por las empresas decorati-vas. En las circunstancias creadas por la lucha revolucionaria en torno al poder,su decisin optimista, su abnegacin y su incansable actividad le hacan un di-rector insustituible de las masas de soldados en pleno despertar.

    Nevski, ese ex privat docente, ms prosaico que Podvoiski y no menos adic-to al partido que l, no tena nada de espritu organizador, y slo por una des-dichada casualidad lleg a ser, un ao ms tarde, por poco tiempo, ministro so-

    vitico de Vas y Comunicaciones. La atraccin que ejerca sobre los soldadosera debida a su sencillez, a su carcter comunicativo y a su trato afable.Alrededor de estos directores pululaba un grupo de auxiliares directos,

    formado por soldados y jvenes oficiales, algunos de los cuales estaban llama-dos a desempear ms tarde un importante papel. En la noche del 4 de julio,la Organizacin Militar pasa de golpe a ocupar el primer plano. Podvoiski, queasume sin gran trabajo las funciones de mando, improvisa a su lado un estadomayor. Se cursan rdenes e instrucciones breves a todas las fuerzas de la guar-nicin. Se colocan automviles blindados en los puentes que unen a los subur-bios con el centro y en los puntos estratgicos de las arterias principales, a fin

    de proteger a los manifestantes contra posibles ataques. Por la noche, los sol-dados del regimiento de ametralladoras haban apostado ya centinelas propios

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    en la fortaleza de Pedro y Pablo. Por telfono y emisarios especiales se notifica lamanifestacin del da siguiente a las organizaciones de Orienbaum, Peterhof,Krasni-Selo y otros puntos prximos a la capital. Huelga decir que la direccin

    poltica general del movimiento quedaba reservada al Comit Central.Los ametralladores no regresaron a sus barracones hasta el amanecer, fa-tigados y ateridos, a pesar de estar en el mes de julio. La lluvia nocturna habacalado hasta los huesos a los obreros de Putlov. Los manifestantes se renencerca de las once de la maana. Las fuerzas militares no entran en escena has-ta ms tarde. Hoy, el primer Regimiento de ametralladoras se ha echado tam-bin a la calle en toda su integridad. Pero ya no desempea el papel de insti-gador que desempeara en la vspera. El primer plano lo ocupan hoy los obre-ros de las fbricas. Se unen al movimiento los que en el da anterior se habanquedado al margen. All donde los dirigentes titubean o se resisten, la juventud

    obrera obliga al vocal de turno del comit de fbrica a hacer sonar la sirena pa-ra dar la seal de paralizar el trabajo. En la fbrica del Bltico, donde predo-minaban los mencheviques y socialrevolucionarios, de los cinco mil obreros quetrabajan en la misma secundan el movimiento cerca de cuatro mil. En la fbri-ca de calzado Skorojod, que durante mucho tiempo haba sido considerada co-mo el reducto de los socialrevolucionarios, el estado de espritu de los obrerosse haba cambiado tan rpidamente, que el diputado de la fbrica, un socialre-volucionario, estuvo algunos das sin poder aparecer por all. Estaban en huel-ga todas las fbricas; por todas partes se celebraban mtines. Se elegan dirigen-tes de la manifestacin y delegados encargados de presentar las reivindicacio-

    nes del Comit Ejecutivo. Cientos de miles de hombres volvieron a ponerse enmarcha hacia el palacio de Turida, y docenas de miles de manifestantes vol-vieron a encaminarse hacia la villa de la Kchesinskaya. El movimiento de hoyes ms imponente y est mejor organizado que el de ayer: se ve la mano diri-gente del partido. La atmsfera es tambin ms candente; los soldados y losobreros quieren provocar el desenlace de la crisis. El gobierno, angustiado, es-pera. Su impotencia es an ms evidente que ayer. El Comit Ejecutivo esperatropas leales y recibe noticias de todas partes anunciando que avanzan sobre lacapital fuerzas militares hostiles. De Kronstadt, de Novi-Peterhof, de Krasni-Se-

    lo, del fuerte de Krasnaya Gorka, de toda la periferia prxima, por mar y portierra, avanzan marinos y soldados, con bandas de msica, con armas, y, lo quees peor, con cartelones bolcheviques. Algunos regimientos, exactamente lo mis-mo que en Febrero, traen por delante a sus oficiales, como si entraran en ac-cin bajo su mando.

    An segua reunido el gobierno relata Miliukov, cuando se recibi lanoticia de que en la Nevski haba tiroteo. Decidieron continuar reunidos en elestado mayor. All estaban el prncipe Lvov, Tsereteli, el ministro de Justicia Pe-reverzev, dos ayudantes del ministro de la Guerra. Hubo un momento en quela situacin del gobierno pareca desesperada. Los soldados de los regimientos

    de Preobrazhenski, Semenov e Ismail, que no estaban con los bolcheviques, de-clararon al gobierno que se mantendran neutrales. En la plaza de Palacio,

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    para la defensa del estado mayor, no haba ms que invlidos y algunos cente-nares de cosacos. El da 4, por la maana, el general Polovtsiev anunciaba quePetrogrado iba a quedar limpio de tropas armadas, y ordenaba severamente a

    la poblacin que cerrase los portales y no saliera a la calle no siendo en caso deextrema necesidad.Aquella terrible orden no pas de ser una vacua amenaza. El jefe de las tropas

    de la regin slo pudo lanzar contra los manifestantes a pequeos destacamentos dejunkersy de cosacos, que durante todo el da provocaron tiroteos sin ton ni son y san-grientas escaramuzas. El abanderado del Primer Regimiento del Don, que guarda-ba el palacio de Invierno, declar lo siguiente ante la comisin investigadora: Sehaba dado la orden de desarmar a los pequeos grupos que pasaran por delan-te, fueran los que fueran los que los compusieran, y asimismo a los automvi-les armados. Cumpliendo esta orden, de vez en cuando nos formbamos en fi-

    la cerca de palacio y procedamos al desarme. El simple relato de este cosaconos da una idea inequvoca de la correlacin de fuerzas y del carcter de la lu-cha. Las tropas rebeldes salen de los cuarteles formadas en compaas y regi-mientos, tomaban posesin de las calles y de las plazas. Las fuerzas del gobier-no operan por medio de emboscadas, ataques por sorpresa realizados por des-tacamentos poco numerosos, es decir, por los mtodos con que suelen operarlos guerrilleros insurrectos. El cambio de papeles se explica por la circunstan-cia de que casi todas las fuerzas armadas del gobierno le son hostiles o en elmejor de los casos, guardan una actitud neutral. El gobierno vive de la confian-za que le otorga el Comit Ejecutivo, el cual, por su parte, se apoya en la con-

    fianza que abrigan las masas de que acabarn por variar de criterio y tomar,por fin, el poder.

    Lo que dio mayor impulso a la manifestacin fue el hecho de que apare-cieran los marinos de Kronstadt en la palestra de Petrogrado. El da anterior,los delegados del regimiento de ametralladoras haban ya realizado una granpropaganda entre la guarnicin de la fortaleza martima. De un modo inespe-rado para las organizaciones locales, en la plaza del Ancora se celebr un mi-tin por iniciativa de unos anarquistas llegados de Petrogrado. Los oradores in-citaban a acudir en auxilio de la capital. El estudiante de medicina Roschal, uno

    de los jvenes hroes de Kronstadt y el nio mimado de la plaza del Ancora,intent pronunciar un discurso moderado. Miles de voces le interrumpieron.Roschal, acostumbrado a que se le acogiera de un modo muy distinto, tuvo queretirarse de la tribuna. Hasta la noche no se supo en Petrogrado que los bolche-viques invitaban a las masas a echarse a la calle. Esto resolva la cuestin. Lossocialrevolucionarios de izquierda en Kronstadt no los haba ni poda haberde derecha! declararon que se proponan tomar parte en la manifestacin.Esta gente formaba parte de un mismo partido con Kerenski, quien, en aque-llos mismos momentos, reuna tropas en el frente para aplastar a los manifes-tantes. El estado de espritu dominante en la asamblea nocturna de las organi-

    zaciones de Kronstadt era tal, que incluso el tmido comisario del GobiernoProvisional, Parchevski, vot en favor de la marcha sobre Petrogrado. Se traz un

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    plan, se movilizaron los medios de transporte martimo, se entregaron 75 pudsde municiones. A las doce de la noche, cerca de diez mil marinos, soldados yobreros armados, entraban en la embocadura del Neva, conducidos por remol-

    cadores y vapores de pasajeros. Despus de desembarcar en ambas orillas delro, se unen a la manifestacin, fusil al hombro y al son de las orquestas. De-trs, los marinos y soldados, van las columnas de obreros de los barrios de Pe-trogrado y de la isla de Vasili, entre los cuales avanzan tambin destacamentosde la guardia roja. A los lados, automviles blindados; flotando por encima delas cabezas, banderas y cartelones innumerables.

    El palacio de la Kchesinskaya est a dos pasos. Pequeo, enjuto, negro co-mo la pez, Sverdlov, uno de los principales organizadores del partido, incorpo-rado al Comit Central en la conferencia de abril, da rdenes desde el balcncon su poderosa voz de bajo: Hacer avanzar la cabeza de la manifestacin,

    apretad las filas, contened las filas de atrs. Desde el balcn, saluda a los ma-nifestantes Lunacharski, siempre dispuesto a contagiarse del estado de espri-tu de los que le rodean, imponente de aspecto, de voz y de elocuencia decla-matoria, no muy seguro, pero frecuentemente insustituible. Desde abajo leaplauden ruidosamente. Pero a quien sobre todo queran or los manifestantesera a Lenin al cual, dicho sea de paso, haban hecho venir por la maana desu refugio de Finlandia y los marinos expresaron con tanta insistencia su de-seo, que, a pesar de su mal estado de salud, Lenin no pudo negarse a satisfa-cerlo. Una ola de entusiasmo desbordante acogi la aparicin del jefe en el bal-cn. Lenin, impaciente y esperando, con cierta confusin, como siempre, que

    cesaran las aclamaciones, empez a hablar antes de que stas se acallaran. Sudiscurso, que, durante varias semanas enteras, la prensa enemiga haba de ter-giversar en todos los tonos, estaba hecho de unas cuantas frases simples: salu-do a los manifestantes, expresin de la seguridad de que la consigna todo elpoder a los Sviets acabar por triunfar; llamamiento a la serenidad y a la fir-meza. La manifestacin se pone nuevamente en marcha en medio de las acla-maciones y a los acordes de las bandas. Entre esta introduccin jubilosa y la eta-pa siguiente, en la cual se derram la sangre, se desarrolla un episodio curio-so. Los jefes de los socialrevolucionarios de izquierda de Kronstadt slo al

    llegar al campo de Marte se dieron cuenta del enorme carteln del ComitCentral de los bolcheviques que iba a la cabeza de la manifestacin y que habahecho su aparicin despus de la pausa ante el palacio de la Kchesinskaya. Im-pulsados por sus celos polticos, exigieron que este carteln fuese retirado. Losbolcheviques se negaron a ello. Entonces, los socialrevolucionarios declararonque se retiraban. Pero ninguno de los marinos y soldados sigui a los jefes... To-da la poltica de los socialrevolucionarios de izquierda estaba hecha de vacila-ciones caprichosas como sta, a veces cmicas, a veces trgicas.

    En la esquina de la Nevski y la Liteinaya, la retaguardia de la manifesta-cin se vio inesperadamente tiroteada. Resultaron heridas algunas personas. En

    la esquina de la Liteinaya y de la Panteleimonovskaya, el tiroteo fue ms inten-so. El caudillo de Kronstadt, Rasklnikov, recuerda la impresin que produjo en

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    los manifestantes la ignorancia de dnde parta el golpe. Dnde est el ene-migo? Desde dnde dispara?. Los marinos cogieron los fusiles y empez untiroteo desordenado, en que algunos hombres cayeron muertos o heridos. Slo

    con gran dificultad fue posible restablecer algo parecido al orden. La manifes-tacin se puso nuevamente en marcha a los acordes de las bandas, pero no que-daba ya ni rastro del estado de espritu jubiloso del principio. Por todas par-tes se crea ver el enemigo oculto. Los fusiles no colgaban ya pacficamente delhombro, sino que se llevaban empuados y a punto de disparar.

    Durante el da hubo no pocos incidentes sangrientos en distintos puntosde la ciudad. Una parte de estos sucesos hay que atribuirlos a la confusin, a losequvocos, a los disparos hechos al azar, al pnico. Estas casualidades trgicasconstituyen una especie de gasto extraordinario de la revolucin, que es, a suvez, un gasto extraordinario de la evolucin histrica. Pero es incontestable, co-

    mo se vio en aquellos das, y se confirm posteriormente, que en los aconteci-mientos de julio, la provocacin sangrienta desempe su papel... Cuando lossoldados manifestantes cuenta Podvoiski pasaban por la Nevski y los ba-rrios contiguos, habitados principalmente por la burguesa, empezaron a mani-festarse sntomas de mal augurio: disparos extraos, hechos no se saba de dn-de ni por quin... En un principio, la perplejidad se apoder de las columnas;despus, los menos firmes y serenos empezaron a disparar a diestro y siniestro,de un modo desordenado. EnIzvestia, peridico oficial, el menchevique Kan-torovich describa del siguiente modo el ataque de que haba sido vctima unade las columnas obreras: Avanzaba por la calle Sadovaya una multitud de

    60.000 obreros de numerosas fbricas. Al pasar por delante de la iglesia, se pu-sieron a repicar las campanas, y como obedeciendo a una seal, desde los teja-dos de las casas inmediatas se abri sobre los manifestantes un fuego de ame-tralladoras y de fusiles, cuando la muchedumbre corri al otro lado de la calle,partieron asimismo disparos de los tejados y las azoteas. All donde en febre-ro se haban instalado losfaraones de Protopopov, con sus ametralladoras, ope-raban ahora los miembros de las organizaciones oficiales, los cuales se propo-nan, no sin xito, sembrar el pnico y provocar colisiones entre las fuerzas mi-litares mediante el tiroteo de los manifestantes. Al procederse al registro de las

    casas desde donde se haba disparado, se encontraron ametralladoras y, algu-nas veces, se sorprendi a los que hacan fuego.Sin embargo, la causa principal del derramamiento de sangre fueron los

    destacamentos gubernamentales, impotentes para dominar el movimiento, pe-ro suficientes para la provocacin. Cerca de las ocho de la noche, cuando lamanifestacin estaba en su apogeo, dos centurias de cosacos se dirigieron conartillera ligera al palacio de Turida, con el fin de protegerlo. Los cosacos,que, al pasar por las calles, se negaban obstinadamente a entablar conversacincon los manifestantes, lo cual era ya un mal sntoma, se apoderaron, donde lesfue posible, de los automviles blindados y desarmaron a pequeos grupos

    sueltos. Los caones de los cosacos en las calles, ocupados por los obreros y solda-dos, fueron considerados como un reto intolerable. Todo haca prever el choque.

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    del poder y, refirindose a lo