Historia de España BACHILLERATO

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El cuaderno Historia de España 2, para segundo curso de Bachillerato, es una obra colectiva concebida, diseñada y creada en el Departamento de Ediciones Educativas de Santillana Educación, S. L., dirigido por Teresa Grence Ruiz y Maite López Sáez. En su elaboración ha participado el siguiente equipo: TEXTO José Manuel Fernández Ros Jesús González Salcedo Vicente León Navarro Germán Ramírez Aledón Andalucía Adela Tarifa Fernández EDICIÓN Gabriela Martín Bermejo Pilar Moralejo Mateos EDITOR EJECUTIVO David Ramírez Muriana DIRECCIÓN DEL PROYECTO Lourdes Etxebarria Orella BACHILLERATO Historia de España

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El cuaderno Historia de España 2, para segundo curso de Bachillerato, es una obra colectiva concebida, diseñada y creada en el Departamento de Ediciones Educativas de Santillana Educación, S. L., dirigido por Teresa Grence Ruiz y Maite López Sáez.

En su elaboración ha participado el siguiente equipo:

TEXTO José Manuel Fernández RosJesús González SalcedoVicente León NavarroGermán Ramírez Aledón

AndalucíaAdela Tarifa Fernández

EDICIÓN Gabriela Martín BermejoPilar Moralejo Mateos

EDITOR EJECUTIVO David Ramírez Muriana

DIRECCIÓN DEL PROYECTO Lourdes Etxebarria Orella

BACHILLERATOHistoria de España

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Fuentes y recursos para comprender la historia de Andalucía

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La presencia de pobladores en las tierras de Andalucía está documentada desde fechas remotas por gran número de fuentes históricas. Para com-prender la Historia hay que localizar e interpretar correctamente sus fuen-tes y aprender a utilizar diversos recursos didácticos.

1.1. Las fuentes de la historia. Concepto y clasificación

Para reconstruir el pasado, los historiadores estudian los testimonios que ofrecen datos sobre la evolución seguida por los seres humanos desde épocas primitivas hasta nuestros días. Estos testimonios son las fuentes de la historia.

Las fuentes históricas son muy variadas: abarcan vestigios materiales, estu-diados por la arqueología, escritos, tradiciones, imágenes, etc. Toda fuente histórica que tiene un soporte material se llama documento. Para elaborar tesis históricas rigurosas hay que investigar el grado de objetividad que tienen las fuentes y contrastar informaciones diversas.

La clasificación de las fuentes de la historia se puede hacer desde diferentes puntos de vista:

Hay documentos basados en la imagen, caso de la iconografía o de un mapa, y hay documentos escritos.

Otra clasificación es la que diferencia las fuentes «históricas», directas o primarias, que serían los documentos elaborados en la misma época en la que se produce el hecho histórico (por ejemplo, un texto constitucio-nal, un decreto, un grabado o un libro antiguo), y las fuentes «historio-gráficas», indirectas o secundarias, que interpretan el pasado a partir de las anteriores y son posteriores a los hechos relatados (cualquier ima-gen o libro de Historia reciente). Las fuentes «histórico-primarias» suelen custodiarse en los archivos y museos, y las fuentes «historiográficas-se-cundarias» se localizan en las bibliotecas.

Se pueden ordenar las fuentes históricas atendiendo al tema prioritario que aborden (política, economía, sociedad, cultura, etc.), al organismo del que emanan y a la naturaleza que tienen (oficiales o particulares; públicas o privadas; jurídicas, histórico-literarias), o según su intencionalidad o so-porte material.

1.2. Recursos para comprender la historia

Para estudiar y comprender la historia se pueden utilizar numerosos recur-sos. Uno de ellos es la lectura de libros. La lectura correcta de un libro re-quiere aplicar ciertos procedimientos: consultar el índice, que ofrece una visión global de la obra, realizar una lectura comprensiva, subrayar con lá-piz las ideas principales y realizar una breve ficha con estos datos: autor, título (subrayado), editorial, lugar y año de publicación y número de pági-nas. Cada ficha llevará un pequeño resumen del tema tratado y una breve crítica sobre el interés que ha despertado al leerlo. Si el libro tiene anexos (cuadros estadísticos, ilustraciones, mapas), se hace constar. Las fichas se clasificarán por orden alfabético, por el primer apellido del autor.

Otro recurso didáctico consiste en realizar un esquema, que es una síntesis presentada de forma lógica y ordenada que consta de epígrafes y subepí-

Doc. 1 Excavación arqueológica en Andalucía. Se trata del yacimiento de la villa romana de El Ruedo, en Almedinilla, Córdoba.

Doc. 2 Mapa alemán de la Baja Andalucía. Fuente primaria basada en la imagen.

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Andalucía

grafes relacionados entre sí, indicando cuáles son las ideas principales y las secundarias. Se llama índice a un esquema que abarca el contenido de todo un tema o un libro completo.

También ayudan a la compresión los organigramas, esquemas más con-cisos que facilitan la memorización al relacionar las ideas básicas mediante signos geométricos. El organigrama ofrece información escrita, pero par-ticipa del lenguaje de otros recursos, como los gráficos, porque sus dos elementos básicos son los epígrafes y los cuadros y líneas direccionales que relacionan las ideas. En este modelo de esquema los detalles secunda-rios deben ignorarse, pues entorpecen la visión de conjunto. En todos los casos es fundamental establecer la secuencia cronológica. Para situar en el tiempo los acontecimientos históricos más relevantes se realizan los ejes cronológicos.

Otro recurso para entender la historia consiste en la composición de un tema a partir de varios documentos (textos escritos, gráficas, fotos). Su do-minio implica alto grado de madurez mental, pues se trata de ordenar e in-tegrar la información recibida dentro del tema histórico que hay que com-poner, ampliándolo con los datos que aportan los diversos documentos de un modo lógico y coherente. Para realizar esta actividad, en la que es funda-mental cuidar la ortografía, la caligrafía y la presentación, se pueden seguir estas pautas:

En una primera fase hay que buscar un título atractivo y adecuado al tema; analizar cada documento, siguiendo las orientaciones habituales; y ordenar toda la información obtenida elaborando un esquema que sirva para componer el tema en cuestión.

En la redacción final debe haber los siguientes apartados: una introduc-ción, la explicación de las ideas principales y el desarrollo de cada epígra-fe del esquema, y finalizar con una valoración que permita realizar estu-dios comparativos pasado-presente y extraer algunas conclusiones. Se debe aportar bibliografía sobre el tema.

El análisis y comentario de documentos iconográficos, mapas, gráfi-cos y otras fuentes del lenguaje visual, tiene técnicas propias para su estu-dio. En los mapas históricos y en las gráficas, muy presentes en la Historia contemporánea, siempre hay que precisar el marco de espacio y tiempo, indicar el tipo (de líneas continuas, o «gráficos de evolución», de barras, sectoriales, etc.), identificar el hecho (título, tema, elementos representados, lugar y fecha), explicar la técnica seguida en su elaboración (signos conven-cionales, leyenda, colores...), comentar y analizar la información que aporta, interpretar su significado histórico y elaborar unas conclusiones y valora-ción final.

El comentario de textos históricos

De gran importancia para la comprensión de la historia es el comentario de textos históricos, porque favorece el razonamiento lógico, la capacidad crítica y la conexión pasado-presente. Las distintas fases que implica rea-lizar un comentario de texto histórico obligan a trabajar con perspecti-vas diacrónicas (desarrollo de un hecho a lo largo del tiempo) y sincró-nicas (explicación de un acontecimiento enmarcado en una coyuntura histórica concreta). También sirve para fomentar la capacidad de sínte-sis y de desarrollo, y para aprender a utilizar el vocabulario histórico.

La primera premisa para hacer un buen comentario histórico es compren-der la información que se estudia, lo que implica no solo memorizar, sino también asimilar los contenidos.

Doc. 3 Interior del Archivo de Indias (Sevilla).

Doc. 4 Fuente histórica primaria. Acta fundacional de Villanueva del Arzobispo (Jaén), 1396.

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Existen distintos tipos de comentarios de textos:

El comentario dirigido consiste en responder a un cuestionario relativo a lo que dice un documento.

El comentario abierto es más complejo y tiene su método propio: hay que distinguir las ideas fundamentales y las secundarias, reconocer la na-turaleza del documento, indicar cuál es el acontecimiento primordial que justifica ese texto, analizar e interpretar lo que dice, remontarse a las cau-sas y explicar las consecuencias que ha tenido el hecho histórico. También hay que elaborar unas conclusiones y aportar una valoración crítica. En definitiva, el objetivo fundamental consiste en penetrar en el mundo del que se ocupa el texto y captar los mensajes que transmite.

En el comentario de textos constitucionales, se debe incidir de modo especial en relacionar el contenido de la constitución con la época histórica en la que nace y exponer las circunstancias coyunturales que explican el modelo de Estado que se propugna. También hay que analizar quién la im-pulsó y por qué, cómo fue el proceso constituyente y exponer su articulado, prestando mayor atención a los artículos que recoja el texto del comentario. En la fase de interpretación, valoración crítica y conclusiones, se indicará la vigencia que tuvo esa constitución, los factores positivos y negativos, los obstáculos que tuvo que superar y su proyección pasado-presente.

1.3. Las fuentes históricas para la historia de Andalucía

Fuentes históricas e historiográficas antiguas

En tiempos remotos, algunos escritores griegos y romanos dieron datos concretos que situaban en el espacio y el tiempo culturas y civilizaciones desarrolladas en el sur de la península ibérica, aludiendo, por ejemplo, a rasgos geográficos de la antigua Bética romana, o a las riquezas materiales y al progreso cultural de los habitantes de Tartessos, una civilización que tenía su epicentro en la actual Andalucía occidental. A estos pueblos primi-tivos aludieron Herodoto, Polibio, Estrabón, Plinio, Diodoro de Sicilia, Tito Livio, Tácito, Julio César, Plinio, Avieno y otros autores clásicos. Sus escritos fueron recopilados por historiadores contemporáneos, caso de la colección Fontes Hispaniae Antiquae, que dirigió Schulten, Boch Gimpera y Pericot.

Los restos arqueológicos de la Edad Media son más numerosos y la histo-riografía medieval, cristiana y musulmana, es muy abundante.

De la etapa musulmana se conservan textos escritos por historiadores como Muhammad ben Isa, acaso el primer historiador hispanoárabe, cuyos textos fueron parcialmente recogidos por Ibn Idhari y nos aportan datos interesantes sobre la monarquía visigoda y la toma de España por los mu-sulmanes tras la batalla del Guadalete. También tienen gran valor documen-tal los escritos del historiador y geógrafo al-Razi, destacando su obra Histo-ria de los emires de al-Ándalus. Otras crónicas musulmanas son anónimas, caso de la titulada Colección de tradiciones, del siglo XI, con alusiones a la figura de don Rodrigo y detalles de la conquista hasta el reinado de Abd al-Rahman III. Otro importante historiador musulmán es el cordobés Ibn Hayyan. A partir del siglo XI se diversifican los temas tratados por los cro-nistas musulmanes, desde la visión general de la historia que hizo el alme-riense Abenhobaix, a los famosos libros de viajes de al-Idrisi. Tras las con-quistas cristianas del valle del Guadalquivir, los escritores del reino nazarí de Granada siguieron recopilando datos de su época, caso de la Historia de los Nazaríes de Ibn al-Jatib, o la gran obra filosófica e histórica de Ibn Jal-dún, autor del Libro de los ejemplos.

Doc. 5 Periódico andaluz del siglo XIX. Ejemplar del periódico La Andalucía, del domingo 3 de enero de 1897, publicado en Sevilla.

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Andalucía

De la historiografía cristiana, las obras más importantes referidas a los visigodos las escribió san Isidoro de Sevilla (560-636), autor de las Etimolo-gías. Posterior a este libro son la Crónica bizantina-árabe, del 741, que recoge datos hasta el reinado de Recaredo y la conquista islámica, y la que escribió el obispo Ximénez de Rada por encargo de Fernando III, titulada Historia Góthica. Tras las conquistas en el valle del Guadalquivir destacan las crónicas que escribieron diversos monarcas (Alfonso X, Sancho IV y Fernando VI).

La historiografía moderna y contemporánea

Del siglo XV se conservan algunas crónicas interesantes, escritas ya con más rigor. En época de Enrique IV, el jurado de Sevilla Garci Sánchez escribió unos extensos Anales. De gran valor documental es la obra de Hernando del Pulgar titulada Relación de reyes moros de Granada. De esta época destacan los historiadores Hernando de Baeza y Alfonso de Palencia, que recogieron la versión cristiana de la presencia de los musulmanes en al-Ándalus. Sobre el reinado de los Reyes Católicos y la guerra de Granada hay numerosas historias, como la de Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, quien es autor de la Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, que alude por vez primera a la gesta del descubrimiento de América.

El protagonismo de Andalucía en el descubrimiento y conquista de Améri-ca atrajo a Sevilla y a otras ciudades a numerosos cronistas, viajeros y co-merciantes, quienes dejaron valiosos testimonios escritos. Otros libros se deben a personajes que viajaron a América. Entre estos autores cabe men-cionar a Antonio de Solís, Pedro Mártir de Anglería y los dominicos fray Bartolomé de las Casas, sevillano, y fray Domingo de Vico, nacido en Úbe-da, que escribió numerosos libros en lenguas indígenas.

De esta época se conservan también crónicas en las que se puede estudiar el patrimonio histórico-artístico andaluz, caso de las escritas por Pedro de Mexia, Ambrosio de Morales y Luis de Mármol, autor de la obra Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada. Menos rigor tie-nen las historias locales que proliferan en los siglos XVII y XVIII, escritas generalmente por clérigos y marcadas por la mentalidad contrarreformista.

En el siglo XIX Andalucía tuvo bastante protagonismo en la historia de Espa-ña, por los cargos políticos que algunos andaluces ocuparon y por la atrac-ción que despertaba esta tierra en los viajeros románticos. Esto se refleja en la abundante historiografía que se conserva de esta época. Entre ella la obra de mayor relevancia fue la Historia de Andalucía de Joaquín Guichot. Siguen proliferando ahora los estudios de historia regional y local, muy útiles para conocer la historia de las ciudades andaluzas más importantes, aunque es-critas por lo general con métodos científicos poco rigurosos.

De mayor importancia es la prensa de la época, caso de las revistas Andalu-cía y Bética, inspiradas en el ideario nacionalista. Este sentimiento andalu-cista cobra su mayor expresión en las publicaciones que realizó Blas Infan-te a comienzos del siglo XX, como su obra El ideal andaluz, de 1915.

Hasta mediados del siglo XX no hubo publicaciones globales de relevancia sobre la historia de Andalucía, aunque sí se aprecia la influencia de escuelas históricas en el mayor rigor científico con que se escriben algunas crónicas locales y regionales; también proliferan los periódicos y revistas. Entre los primeros estudios locales referidos a Andalucía hay que destacar los publi-cados sobre Sevilla por el historiador Antonio Domínguez Ortiz. Este inves-tigador, y otros como A. Lacomba, J. M. Cuenca Toribio, C. Álvarez Santaló y M. Moreno Alonso, por citar algunos ejemplos, dieron alto nivel científico a la historia andaluza reciente.

Doc. 7 Fuente histórica secundaria. Libro del historiador Antonio Domínguez Ortiz.

Doc. 6 Página de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla.

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Los primeros pobladores2

2.1. El Paleolítico

Durante el Paleolítico Inferior, Andalucía fue poblada por homínidos procedentes de África. Los yacimientos más importantes que se han encontrado están en las ori-llas de los ríos, especialmente el Guadalquivir, Guadalete y Guadalimar, y datan, como mínimo, de más de 600.000 años de antigüedad, aunque algunos restos fósiles, como el conocido como «Hombre de Orce» (Granada), retrasan esta fecha al millón de años.

En el Paleolítico Medio, hasta 40.000 años de antigüedad, se han localizado importantes yacimientos en Carihuela, (Piñar, Granada), Gibraltar, el entorno de la laguna de la Janda en Cádiz, y en varias poblaciones de la actual provincia de Jaén. Los útiles de piedra tallada de estos primitivos humanos nómadas, tipo Neandertal, se fue-ron perfeccionando, y algunos signos indican que se preocupaban de la vida de ultratumba.

En el Paleolítico Superior (40.000 a 8.000 a.C.), aunque el clima era muy duro y los grupos humanos debían refu-giarse en cavernas, se incrementó la ocupación humana del territorio y se localizan nuevos yacimientos en las provincias de Málaga y Almería. Estos Homo sapiens, del tipo Cromagnon, fabrican útiles más pequeños y precisos. Son autores de pinturas rupestres, como las encontradas en la cueva de la Pileta de Málaga, donde se representa la figura humana y son monocromas, lo que las diferencia de las del norte de España.

2.2. El Neolítico

En la revolución neolítica (8.000-4.000 a.C.) surge la prime-ra forma de sedentarismo, se practica la ganadería y la agricultura, se inventa la cerámica y la piedra pulimentada y se dan los primeros pasos hacia una sociedad compleja, con división del trabajo y mayor sentido de la propiedad.

De esta época, destacan en Andalucía pinturas rupestres más esquemáticas en Vélez-Blanco (Almería), Ronda (Málaga), Tarifa (Cádiz) y Moclín (Granada), y objetos de cerámica «cardial»* extendidos por toda la costa y algu-nas zonas del interior. En Almería se localizan poblados con cabañas circulares, como el hallado en El Garcel. En cuevas como las de Nerja (Málaga) y la de los Murciéla-gos (Córdoba), se han encontrado restos humanos y úti-les muy variados.

Todo ello demuestra que el progreso humano en Anda-lucía durante las épocas históricas más remotas es ma-yor que en otros lugares peninsulares, por su posición estratégica, la benignidad del clima y las riquezas natu-rales, agrícolas y ganaderas.

Doc. 8 Pinturas rupestres de la cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga). Representan una cabra y un pez.

*Cardial: Cerámica decorada con impresiones del borde sinuoso y dentado de una concha de berberecho, llamado Cardium.

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Andalucía

2.3. La Edad de los Metales

La Edad de los primeros Metales, Cobre y Bronce, fue de gran progreso en Almería, por su riqueza minera y buen clima. Hasta aquí llegaron durante más de tres mil años comerciantes orientales para buscar el preciado tesoro de los metales, dejando a cambio aportaciones culturales desconocidas en el resto de la Península.

Así surgió la llamada cultura de Los Millares (2700-1800 a.C.), vinculada a la metalurgia del cobre, en el valle del río Andarax, con grandes poblados amurallados, campos próximos dedicados a la agricultura y necrópolis construidas con grandes megalitos en los que se acumu-la una gran cantidad de objetos personales de los difun-tos. El más grande de estos poblados, en Los Millares, dio nombre a una extensa zona cultural de rasgos simila-res a la almeriense, como se aprecia siguiendo la ruta de los monumentos megalíticos andaluces de Málaga (cue-va de Menga en Antequera), Sevilla (Aljarafe o Morón), Huelva, Granada y Córdoba, entre otros lugares.

Esta costumbre de enterrar a los muertos en tumbas co-lectivas de piedra cambió con la cultura del vaso cam-paniforme, aportada por un pueblo nómada centroeu-ropeo desde el 2000 a.C., que también introdujo como novedad el uso generalizado del cobre y algunas joyas de oro. Aunque estos nuevos pobladores acabaron con la cultura de Los Millares, su presencia en Andalucía tra-jo más progreso.

Lo mismo sucedió con la llamada cultura de El Argar (1600 a.C.), que procedía de oriente y se extendió por numerosas zonas peninsulares, incluida Andalucía, des-tacando por su importancia el poblado almeriense que da nombre a esta cultura, considerada la primera urba-na y de gran depuración cultural. Uno de sus rasgos ca-racterísticos es la costumbre de enterrar a sus muertos con ricos ajuares en vasijas de cerámica.

Doc. 10 Cueva de Menga (Antequera, Málaga).

Doc. 9 Poblado de Los Millares (Almería).

Doc. 11 Los enterramientos de El Argar.

La cultura argárica se diferencia de la megalítica, a la que suplantó en el sudeste, ante todo por el rito funerario, que ahora es de enterramiento individual, o a lo sumo familiar; estos enterramientos se practicaban dentro de los poblados, en el subsuelo de las viviendas, en hoyos, cistas de piedra o tinajas.

Los ajuares son muy uni-formes: espada, puñal y un cuenco en los mas-culinos; estilete, puñal y dos cuencos en los feme-ninos. Hay también obje-tos de adorno: diademas de plata y oro, brazale-tes, aretes y anillos de plata, en espiral o simple círculo. Los esqueletos aparecen contraídos y teñidos de un color rojo que parece ser debido a las telas con que eran envueltos los cadáveres.

J. VALIENTE MALLA, La segunda Edad del Bronce