Hirschman_laspasiones y Los Intereses

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Albert O. Hirschman Las pasiones y los intereses Argumentos políticos en favor del capitalismo previos a su triunfo

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Las pasiones y los intereses de Albert Hirschman

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  • Albert O. Hirschman

    Las pasiones y los intereses Argumentos polticos en favor del capitalismo previos a su triunfo

  • ALBERT O. HIRSCHMAN

    LAS PASIONES Y LOS INTERESES

    ARGUMENTOS POLTICOS EN FAVOR DEL CAPITALISMO

    PREVIOS A SU TRIUNFO

    TRADUCCIN DE JOAN SOL

    Ediciones Pennsula

    Barcelona

  • La edicin original inglesa de este libro fue publicada por Princeton University Press con el ttulo

    The passions n-nd the interests: Political arg1nnents far capitaliS1n befo1-e its tritnnph.

    ~977 Princeton University Press.

    Reservados todos los derechos.

    Quedan rigurosamente prohihidqs, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o par

  • Prlogo, de Amartya Sen Prefacio a esta edicin Agradedmientos Introduccin

    PRIME;R.A PARTE

    CONTENIDO

    CMO SE CONVOC A LOS INTERESES PARA CONTRARRESTAR

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    21

    A LAS PASIONES 3 l La idea de la gloria y su desmoronamiento 3 3 El hombre Como es en realidad 3 7 Represin y aprovechamiento de las pasiones 39 El principio de la pasin compensatoria 44 Inters e intereses como domadores de las pasiones 54 El inters como nuevo paradigma 65 Atractivos de un mundo gobernado por el inters: pre-

    decibilidad y constancia 7 l Actividad lucrativa y comercio inocentes y doux 79 Actividad lucrativa como pasin calmante 86

    SEGUNDA PARTE CMO SE ESPERABA QUE LA EXPANSIN ECONMICA MEJORASE EL ORDEN POLTICO

    Elementos de una doctrina I. Montesquieu 2. Sir James Steuart 3. J ohn Millar

    9

    91

    95 95

    104 IIO

  • CONTENIDO

    Opiniones relacionadas pero divergentes r. Los fisicratas 2. Adam Smith y el final de una visin

    TERCERA PARTE REFLEXIONES SOBRE UN EPISODIO DE LA I-IISTORIA INTELEC-

    TUAL El punto en que se equivoc la visin de Montes-

    quieu y Steuart La promesa de un mundo gobernado por el inters

    frente a la tica protestante Notas contemporneas

    Notas ndice de nombres y conceptos

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    rx5 rr8 120

    133

    1 35

    155 165

    PRLOGO

    Albert Hirschman es uno de los intelectuales ms destacados de nuestro tiempo. Sus libros han transformado el modo como en-tendemos el desarrollo econmico, las instituciones sociales, el comportamiento humano y la naturaleza e implicaciones de nuestras identidades, le.altades y compromisos. Describir este li-bro como una de las ms decisivas aportaciones de Hirschman es por tanto una declaracin arriesgada. Y lo es ms an porque este es un librcr-en realidad una breve monografia-sobre la historia del pensamiento econmicp, un asunto que recibe escasa aten-cin y goza de un prestigio incluso menor hoy en da, y que casi ha desaparecido de los programas de Ciencias Ecnomicas en la mayora de las universidades ms importantes de todo el mundo. Las pasiones y los intereses no tiene la urgencia poltica que pudiera presentar una contribucin a las decisiones pblicas (tal como ocurre en The strategy of economic development del mismo Hirsch-man) ni la inmediatez radical que generan las exigencias de la razn prctica (como Exit, voice and loyalty mostraba conspicua-mente). Qu hay, pues, de tan especial en este libro?

    INTERESES INOCUOS Y PASIONES DA:f:"INAS

    La respuesta reside no slo en el reconocimiento de que Hirsch-man nos muestra los fundamentos ideolgicos del capitalismo de manera fresca, sino tambin en el hecho destacable de que esta frescura deriva de ideas que cuentan con ms de doscientos aos

    I I

  • AMAR~rYA SEN

    de antigedad. La hiptesis bsica--cuya articulacin y desarro-llo investiga Hirschman-sita la defensa del capitalismo en la creencia de que

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    que despus del relato que se ha contado, es casi doloroso ver cmo Keynes recurre, en su defensa del capitalismo caracters-ticamente mesurada, a los mismos argumentos que usaron el Dr. Johnson y otras figuras del siglo XVIII. El argumento, por su-puesto, contina siendo interesante, a pesar de su falta de nove-dad (como sabemos ahora gracias a Hirschman), y la posible ignorancia de Keynes de la literatura previa no disminuye la relevancia de su investigacin.

    Si el vnculo propuesto es operativo proporcionar con se-guridad una importante justificacin del capitalismo que es sus-tancialmente distinta de la que proviene de la Teora del Equi-librio General y estructuras relacionadas con su hincapi en las preferencias dadas y el aislamiento de los asuntos econ-micos respecto de otras motivaciones. En realidad, Hirschman ha seguido maravillosamente y con mayor alcance esta lnea de razonamiento en su Rival views of market society. Por supuesto, es dificil entender que la proporcin del logro de beneficios y su inclusin en el mercado pueda ser un mtodo general de supri-mir el abuso fundamentalista y las pasiones dainas (por ejem-plo, es improbable que alguna solucin inmediata a los problemas en Bosnia o Ruanda o Burundi pueda surgir de la promocin del inters econmico propio), pero existe un posible vnculo en este punto que no puede ser totalmente ignorado, especial-mente a largo plazo.

    Los vnculos empricos distan de ser simples y claramente remisibles a las circunstancias. Hay cierta sensatez en la idea de que la persecucin interesada del intercambio y el comercio-acompaada de docnmentos de venta-no suele coincidir con la persecucin apasionada de enemigos declarados, acompaa-da de machetes y otras armas de asalto. Y sin embargo, dadas las circunstancias apropiadas, una mafia puede combinar por la fuerza la consecucin de dinero con la violencia y la brutalidad.-Los vnculos empricos son sin duda complejos, y las caracters-ticas condicionadas por las circunstancias necesitan una demos-tracin ms desarrollada.

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    PRLOGO

    INTERS PROPIO COMO NICA MOTIVACIN

    Otro vnculo contemporneo atae a la naturaleza efnera de los supuestos de comportamiento en la teora econmica. El hecho de que una teora que pareca tan convincente y natural a los primeros defensores del capitalismo se muestre tan remo-ta-incluso extraa-hoy en da nos hace recelar de los supues-tos de comportamiento que parecen convincentes y naturales a los tericos contemporneos. La corriente pringE.'.'l_d."__l_":_ te

  • AMARTYA SEN

    esrudio ms pormenorizado de estos importantes aspectos, pero es cierto que se relacionan con otros trabajos de Hirschman. Sin embargo, la muerte de una teora ms antigua sobre los fun-damentos de comportamiento del capitalismo (que se discute en este volumen), defendida con el mismo fervor con que se de-fienden ahora los supuestos acruales, hace recomendable cierta cautela general acerca de las modas que dominan la corriente principal del pensamiento, a menudo efimeramente.

    EL PAPEL DE LA CULTURA

    De hecho, slo cuando la corriente principal de la teora eco-nmica contempornea se ha apuntalado en el presupuesto de la mera persecucin del inters propio han surgido en el mun-do prctico de los negocios y la poltica ciertas declaraciones re-lacionadas con la culrura acerca de los complementos motiva-cionales del capitalismo. Por ejemplo, en el este de Asia se han pronunciado declaraciones conrundentes acerca de la contribu-cin del respeto por el orden, la disciplina y la fidelidad (segn se dice, incluidos en los valores asiticos) a la hora de propiciar el xito del capitalismo. Los ejemplos, que comenza-ron en Japn, se extendieron a los cuatro tigres, y despus al creciente furgn de cola de las emergentes economas de Asia. Las recientes atribuciones a la tica de Confucio, la culrura sa-murai y otras variantes motivacionales han hecho que la tica protestante de Max Weber parezca la cavil

  • AMARTYA SEN

    CONSECUCIONES NO BUSCADAS E INTENCIONES NO REALIZADAS

    El tema fundamental de este trabajo tambin linda con un in-ters comn en el autoconocimiento: Cmo hemos llegado exactamente a donde ahora estamos? La iluminacin que ofre-ce este libro es, en ciertos aspectos, comparable a un descubri-1niento personal e ntimo, COil10 S Se reu11eran los pensamien-tos olvidados de la primera infancia, cuando uno acababa de tomar la firme resolucin de no conducir jams ningn auto-mvil, pero hay algo ms que puede tener una lbil conexin con lo que en realidad ha pasado. Las ideas que se recogen aqu tuvieron una incidencia notable en la justificacin del sistema del capitalismo cuando este estaba en ciernes (invocando la fuerza del inters propio benigno), y, aun cuando las cosas no fueron tal como estaba previsto, las ideas influyeron en lo que pas. Esta es la realidad fundamental de un mundo imaginado que contribuy a crear el mundo real en que ahora vivimos.

    Incluso al margen del alcance del objeto de estudio espec-fico de este libro, existe un amplio inters general en la relacin entre las expectativas que promueven y sustentan cambios im-portantes y profundos sin que en realidad conduzcan a la reali-zacin de estas esperanzas. A diferencia del inters de Smith y Menger y la fascinacin de Hayek por los efectos no buscados pero realizados, Hlrschman muestra la fuerza y la influencia de los efectos buscados pero no realizados. Los segundos son tal vez menos evidentes que los primeros (puesto que los efec-tos no realizados no existen y no son evidentes), pero la in-fluencia de estas esperanzas no realizadas sobrevive con plena vigencia hoy en da.

    Puestos a elegir, yo sealara que la de Hirschman es la ms interesante de las dos comparaciones. Que ciertos efectos de nuestras acciones carezcan de intencionalidad puede, o no, ser muy relevante en un mnndo interdependiente. Nuestras accio-nes tienden a presentar muchos efectos diferentes, y slo algu-nos de estos tuvieron que ver con nosotros inicialmente. Por to-

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    PRLOGO mar un ejemplo sencillo, cuando salgo de casa para comprar el diario me ven muchos desconocidos. Pero ofrecer mi aparien-cia a gente desconocida no fue en absoluto la razn que me mo-vi a salir (yo slo quera comprar el diario); es un efecto no buscado pero realizado. El gran alboroto suscitado en torno a los efectos no buscados de las acciones tal vez sea un poco ar-tificial en algunos casos.

    En cambio, los efectos buscados tuvieron una indudable importancia en las acciones que se empre11dieron co11 vistas, precisamente, a realizar tales intenciones. As, la no culmina-cin de tales efectos buscados es un autntico punto de partida de lo que se esperaba, y es por tanto mucho ms interesante. Si bien el contraste que Hirschman analiza puede parecer una va-riacin del antiguo acerca de los efectos no buscados, en ver-dad tiene un verdadero inters en s mismo, y en ltima instan-cia puede ser ms extraordinario e influyente que la supuesta adivinanza que hicieron famosa Smith, Menger, Hayek y otros.

    UNA PALABRA FINAL

    En este Prlogo he tratado de mostrar algunas de las razones que permiten declarar que este libro no slo es nna destacada contribucin intelectual, sino que tambin se cuenta entre lo mejor de los escritos.de Hirschman. Su inters apunta a la ac-tualidad y a la historia, y su pblico abarca a personas proceden-tes de muchas disciplinas, no slo la economa o la historia eco-nmica. Es una muestra de los asombrosos logros de Hlrschman que los baremos ms estrictos por los que se puede juzgar este li-bro sean los que establecieron sus propias obras. Y estos bare-mos rigurosos los satisface.

    Julio de r996. AMARTYA SEN.

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  • PREFACIO A ESTA EDICIN

    Las pasiones y los intereses ha ocupado durante mucho tiempo, en-tre mis libros, una posicin aislada. Tal como sucede con muchos autores en el campo de las ciencias sociales, y tal como admit en una prolongada entrevista no hace mucho tiempo, a menudo es-crib libros para demostrar que otra persona estaba-o estuvo-equivocada. The strategy of economic development sirvi en buena medida para impugnar varias teoras del crecimiento sostenido. De manera similar, Exit, voice, and loyalty debe mucho al entu-siasmo de haber descubierto argumentos contra el axioma de que la competencia (salida) es el remedio infalible y exclusivo contra todas las efermedades de la organizacin econmica. Pero las cosas fueron de modo muy distinto en Las pasiones y los intereses. Este libro no fue escrito contra nadie t contra tnguna tradicin intelectual en particular. Sin propugnar ni refutar ningn sistema de pensamiento existente, tiene la especial virtud de erigirse libre y desarrollarse libre e independientemente.

    As, en mi ltimo libro, llam la atencin acerca de una ca-racterstica comn de mis ltimos escritos, la tendencia a la autosubversin. En este punto hablo de mi inclinacin a mos-trarme a m mismo (antes que a otros) que he estado equivoca-do o que me he quedado a mitad de camino. Por ejemplo, ade-ms de la dinmca especial de una industrializacin que avanza continuamente a travs de varas conexiones, como describ en The strategy of economic development, examin posteriormente el sndrome contrario, abortivo. o estancado que puede afectar a pases de reciente industrializacin. Anlogamente, en Exit, voi-ce, and loyalty me haba centrado. originalmente en las muchas

    2I

  • PREFACIO A ESTA EDICIN

    situaciones en que cualquier uso vigoroso de la voz es minado por la posibilidad de xito. Pero ms tarde me fascin un im-portante caso histrico donde el xito y la voz se unieron para derrocar una institucin: la Repblica Democrtica Alemana en el curso de los acontecimientos de I 989.

    Volviendo a este libro, sin embargo, esta tendencia a la au-tosubversin no se ha manifestado con relacin a la tesis que present en Las pasiones y los intereses. Ms bien he vuelto a for-mular y he amplificado el punto bsico de este libro en dos tra-bajos posteriores: en The concept of interest: From euphe-mism to tautology y sobre todo en mi conferencia para la fundacin Marc Bloch, Rival views of market society. En ambos artculos (refundidos en mi Rival views of market society and other recent essays, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, l 992 ), las ideas del libro han sido ms ampliamente ilus-tradas y extendidas a los siglos XIX y xx.

    Dada la tozudez con que he perseverado en mi tema funda-mental, tal vez merezca la pena revelar algo acerca de su origen. Recuerdo de forma ntida que me sorprendi indeciblemente, hace muchos aos, la frase de Montesquieu en L'esprit des lois que finalmente escog como epgrafe: Es una suerte para los hom-bres estar en una situacin tal que, aunque las pasiones puedan moverlos a ser malvados [mchants], tienen sin embargo un inte-rs en no serlo. Algunos aos despus di con la proposicin, es-trechamente relacionada con esta y ms institucional, de Sir James Steuart en Inquiry into the principies of politcal economy, se-gn la cual el complicado sistema de la economa moderna [es decir, los intereses] era a la fuerza la brida ms efectiva [que] jams se invent contra la locura del despotismo. En este punto haba un destacado caso de convergencia de las Ilustraciones francesa y escocesa, y decid seguir hasta el interior de su guarida estas ideas acerca de la conexin entre la economa y la poltica. Result ser una historia compleja y oblicua. Su naturaleza rica y ricamente irnica me persuadi de que haba encontrado mi verdad, de modo que nunca necesit modificarla. Abril de r996. ALBERT O. HIRSCHMAN.

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    AGRADECIMIENTOS

    Escrib un primer esbozo de este libro entre r972 y r973, mien-tras era miembro visitante del Institute for Advanced Study, en un permiso sabtico concedido por la Universidad de Harvard. En el curso del ao siguiente, durante el cual tuve que dejar el manuscrito al margen, fui invitado a ingresar de modo perma-nente en el Institute y acept. Acto seguido, entre 1974 y 1975, llev a cabo una sustancial reescritura y ampliacin, y tan slo una pequea adicin entre 1975 y 1976. Soy plenamente cons-ciente de que mi razonamieuto podra ser considerablemente ampliado, reforzado, comentado, dividido y adornado, pero en marzo de este ao tuve la senscin de que haba alcanzado un aceptable grado de madurez y estaba ansioso por mostrar mi creacin, incluyendo los errores, al pblico. Recuerdo a un mi-nistro de Economa colombiano de los aos cincuenta que era bastante impulsivo a la hora de hacer entrar en vigor decretos y que me explic, cuando le recomend prudencia, que careca del presupuesto necesario para emplear a un nutrido equipo de investigacin: Si es cierto que este decreto perjudica a algunos sectores-deca-, ellos harn la investigacin por m cuando el decreto entre en funcionamiento, y si me convencen promul-gar otro decreto!. Es con este espritu con el que saco a la luz este libro, salvo que no puedo prometer a ningn sector ni a nin-gn crtico molestos que escribir otro para ponerme de acuer-do con ellos, aunque dudo que lo quisieran.

    Hablando de crticos potenciales, debo una palabra especial de disculpa a J. G. A. Pocock, cuyo The machiavellian moment

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  • AGRADE.CIMIENTOS

    (Princeton University Press, 1975) toca repetidamente asuntos ntimamente ligados a los temas que yo trato. Aunque he saca-do mucho provecho de varios artculos del profesor Pocock que fueron incorporados posteriormente a un volumen monumen-tal, los argumentos principales de mi libro haban cobrado cuerpo antes de que tuviera oportunidad de leer el suyo. Por esta raz11 mi modo de tratar estos temas no refleja plenamen-te un encuentro con su punto de vista, tal como habra sido de desear.

    Varias personas, ninguna de las cuales es responsable del producto final, me han ayndado con sus consejos y aliento. El intercambio de ideas e informacin entre los socilogos e his-toriadores del Institute ha sido de enorme utilidad; particular-mente beneficiosas fueron las conversaciones con David Bien y Pierre Bourdieu en 1972 y 1973 y con Quentin Skinner y Do-nald Winch en 1974 y 1975. Las impresiones deJudith Shklar y Michael Walzer ante el primer esbozo de 1973 fueron muy importantes para m. Judith Tendler critic este esbozo con considerable minuciosidad y con su acostumbrada perspicacia. Finalmente, Sanford Thatcher, de Princeton University Press, llev a cabo las tareas editoriales y se ocup del manuscrito con notoria competencia, rapidez y buen humor.

    Mayo de 1976. Princeton, N ew Jersey.

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    LAS PASIONES Y LOS INTERESES

  • INTRODUCCIN

    Este ensayo tiene su origen en la incapacidad de la ciencia social contempornea para arrojar luz sobre las consecuencias pol-ticas del crecimiento econmico y, tal vez en mayor medida, en los tan a menudo calamitosos correlatos polticos del creci-miento econmico, independientemente de que tal crecimien-to se produzca bajo auspicios capitalistas, socialistas o mixtos. Las meditaciones acerca de tales conexiones, sospech, debie-ron de ser abundantes en una fase previa de la expansin eco-nmica, concretamente en los siglos XVII y xvm. No existiendo todava en aquel tiempo las disciplinas de las ciencias econ-mica y poltica, no haba fronteras interdisciplinares que atrave-sar. En consecuencia, los filsofos y los economistas polticos podan desenvolverse libremente y especular sin inhibiciones sobre las probables consecuencias de, pongamos, la expansin comercial para la paz, o del crecimiento industrial para la liber-tad. Pareci que mereca la pena volver la mirada hacia sus pen-samientos y especulaciones, aunque ello se debiera slo a nues-tra propia pobreza intelectual, motivada por la esp.ecializacin, en este campo.

    Tal fue la motivacin original del presente ensayo, la idea que me movi a aventurarme en el edificio del pensamiento so-cial de los siglos XVII y xvm. Dada la naturaleza rica y compleja de este edificio, no sorprender que emergiera de l con algo bastante ms amplio y aun ambicioso de lo que haba ido a bus-car. De hecho, las mismas respuestas a las preguntas de que yo parta ofrecieron, como un intrigante producto secundario, un

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  • LAS PASIONES Y LOS INTERESES

    nuevo enfoque de la interpretacin del esprim del capitalis-mo y de su emergencia. Tal vez sea til en este punto bosquejar tal enfoque, y reservar una presentacin ms completa para la ltima parte de este esmdio.

    Un vasto cuerpo de literamra ha contrastado el ideal aristo-crtico y heroico de la Edad Feudal y el Renacimiento con la mentalidad burguesa y la tica protestante en un estadio poste-rior. El declive de una tica y la aparicin de una nueva han sido exhaustivamente estudiados y presentados precisamente corno tales: corno dos procesos histricos diferentes, cada uno de los cuales tiene como protagonista a una clase social diferente, la aristocracia declinante por una parte y la burgnesa emergente por otra. Los historiadores, desde luego, han considerado atrac-tivo presentar la historia corno una lid en cuyo curso un joven desafiante se impone al maduro campen. Pero esta concepcin ha atrado igualmente, o tal vez ms, a los que buscaban un co-nocimiento cientfico de la sociedad y las llamadas leyes del mo-vimiento. Mientras que los anlisis marxistas y weberianos dis-crepan en la importancia relativa de los factores econmicos y extraeconrnicos, ambos entienden la emergencia del capitalis-mo y de su esprim corno un asalto a sistemas de ideas y de relaciones socioeconrnicas preexistentes.

    Un grupo de historiadores ha puesto recientemente en tela de juicio el carcter de clase de la Revolucin francesa. Al tratar aqu de la historia de las ideas no pretendo ser tan iconoclasta; pero, en una-lnea similar, p,.res__yi_ejg en un gi:ad9 mayor

  • PRIMERA PARTE

    CMO SE CONVOC A LOS INTERESES PARA CONTRARRESTAR A LAS PASIONES

  • LA IDEA DE LA GLORIA Y SU DESMORONAMIENTO

    Al principio de la seccin principal de su famoso estudio, Max Weber pregunta: Cmo es posible que esta conducta, tica-mente tolerada en el mejor de los casos, pudiera convertirse con el tiempo en una "profesin" en el sentido de Benjamn Fran-klin?.1 En otras palabras: Por quIas actividades comerciales, bar1carias yotras similarmente lucrativas se hicieron honorables ,:, al .. gn momento de la edad moderna, despus de haber sido

    ' - .

    c9n.denadas~o despreciadas como avidez, nimo de lucro y ava-ricia durante los siglos pasados?

    'Eleiiorme cuerpo de literatura crtica sobre La tica protes-tante ha advertido un error incluso en este punto de partida de la indagacin de Weber. El espritu del capitalismo, se ha apuntado, exista entre los mercaderes en un tiempo tan lejano como los siglos XIV y xv, y una actitud positiva hacia ciertas ca-tegoras de actividades crematsticas podra detectarse en los es-critos de los escolsticos.'

    Sin embargo, la pregunta de Weber est justificada si se for-mula de forma comparativa. Con independencia de la aproba-cin que se concediera al comercio y otros modos de obtener dinero, estos ocupaban un lugar inferior en la escala de valores medieval respecto de muchas otras actividades, en particular la lucha por alcanzar la gloria. En realidad, es a travs de un breve bosquejo de la idea de la gloria en la Edad Media y el Renaci-miento como tratar de reproducir el sentimiento de maravilla acerca de la gnesis del espritu del capitalismo.

    Al comienzo de la era cristiana, san Agustn haba propor-

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    PRIMERA PARTE

    cionado las guas fundamentales para el pensamiento medieval al denunciar el [ansia de c!iner()yfs p()5esi0rie~ corno uno de los tres principales-.p~cados d~l hombre cado, siendo los otros dos

    . el ansia de poder (libido dominandi) y la lujuria sexual. 3 En gene-ral, san Agustn es plenamente ecunime en su condena de estas tres inclinaciones o pasiones humanas. Si admite circunstancias atenuantes en alguna de las tres, es para la libido dominandi cuando se combina con un fuerte deseo de honor y gloria. As, san Agustn habla de la virtud civil>~ que caracteriza a los pri-meros romanos,

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    PRIMERA PARTE

    trarias a ello. 1 Durante mucho tiempo se pens que el mensaje de los dramas ele Moliere era la exaltacin de las virtudes bur-guesas, pero tambin se ha demostrado que esta interpretacin es insostenible. r r

    En s misma, por tanto, la demolicin del ideal heroico slo podra haber restablecido la igualdad en ignominia que san Agustn haba querido aplicar al amor por el dinero y el ansia del poder y la gloria (por no mencionar propiamente la lujuria). El hecho es, desde luego, que menos de un siglo despus el em-puje adquisitivo y las actividades relacionadas con l, tales como el comercio, la banca y en ltima instancia la industria, llegaron a ser ampliamente celebradas, por razones diversas. Pero este enorme cambio no result ele una simple victoria de una ideo-loga plenamente armada sobre otra. El verdadero relato es mu-cho ms complejo e indirecto.

    EL HOMBRE

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    PRIMERA PARTE

    con los cuerpos que caan y los planetas. As, Hobbes, que bas su teora de la naturaleza humana en Galileo,' 3 dedica los diez primeros captulos del Leviathan a la naturaleza del hombre an-tes de abordar la de la Repblica. Pero fue Spinoz:;i quien reite-r, con particular agudeza y vehemencia,' los cargos de Ma-quiavelo contra los pensadores utpicos del pasado, esta vez en relacin con el comportamiento humano individual. En el pa-rgrafo inicial del Tractatus politicus ataca a los filsofos que no conciben a los hombres tal cual son, sino como ellos quisieran que fuesen. Y esta distincin entre pensamiento positivo y normativo aparece de nuevo en la tica, donde Spnoza opone a aquellos que prefieren detestar y burlarse de los afectos y las acciones humanos su famoso proyecto de considerar las ac-ciones y los apetitos humanos del mismo modo que si estuviera considerando lneas, planos y cuerpos. '4

    Que el hombre como es en realidad es el sujeto adecuado de lo que hoy se llama ciencia poltica continu afinnndo-se-a veces casi por inercia-en el siglo xvm. Vico, que haba leido a Spinoza, lo sigui fielmente en este aspecto, si no en otros. Escribe en la Scienza nuova:

    La filosofa considera al hombre tal como debe ser y as no puede disfru-tar de ella sino el escaso nmero de los que quieren vivir en la repblica de Platn, y no arrastrarse en.tre la hez de Rmulo. La legislacin consi-dera al hoffibre tal como es, para utilizarle bien en la sociedad 11umana. 15

    Incluso Rousseau, cuyo parecer acerca de la naturaleza huma-na estaba muy alejado de los de Maquiavelo y Hobbes, rinde tri-buto a la idea al iniciar el Contrato social con la frase: Tomando a los hombres como son y las leyes como podran ser, deseo indagar s puede hallarse un principio de gobierno legtimo y cierto.

    Leo Strauss, en Spinoza's critique ofreligion (Nueva York: Schoken, r965), p. 277, observa el hecho sorprendente de que el tono de Spinoza sea mucho ms incisivo que el de Maquiavelo. Lo atribuye a la circunstancia de que, siendo en primer lugar filsofo, Spinoza estaba nlucho ms iinplicado perso-nalmente en el pensa1niento utpico que Maquiavelo, cientfico poltico.

    REPRESIN Y APROVECHAMIENTO DE LAS PASIONES

    L.'UlbrJimadora insistencia en observar al hombre como es en realidad tiene una explicacin sencil.l.a. En el Renacimiento surgi la sensacin, convertida en firme conviccin durante el siglo xvn, de que ya no se poda confiar a la filosofa moraliza-dora y a los preceptos religiosos la restriccin de las pasiones destructivas de los hombres. Haba que enco11trar nuevas ma-neras yla bsqueda comenz, de manera bastante lgica, con una detallada y sincera diseccin de la naturaleza humana. Hubo algunos que, como ~'!;B,()_chefoucauld, hurgaron en sus recodos y proclamaron sus despfadados descubrimientos con tal gusto que la diseccin parece en verdad un fin en s mismo. Pero en general se emprendi para descubrir maneras de dar forma al modelo de acciones huma.nas ms efectivas que la..exhortacin moralista o la amenaza de la condenacin. Y, naturalmente, la bsqueda tuvo xito; de hecho, se pueden distinguir al meno~ tres lnea~d~ .a.r_gunierifac!On que se pro-pusieron como '!lternativas a.!a ~gg:fi:;inza ,-,n eldomnio reli-gioso. r.;a alternativa ms obvia, que en realidad es.anterior al ~?Yfo~kiifo ide()lt)gi~o qn

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    PRIMERA PARTE

    son meras retribuciones por los pecados del Hombre Cado. Los sistemas polticos de san Agustn y Calvino estn en al-

    gunos aspectos ntimamente relacionados con el que se propug-na en el Leviathan. Pero la invencin capital de Hobbes es su

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    peculiar cncepto transaccional del Pacto, cuyo espritu es bas-tante ajeno a aquellos sistemas autoritarios previos. Notoria-mente difcil de etiquetar, el pensamiento de Hobbes ser ana-lizado en una categora diferente.

    La solucin represiva al problema planteado por el reco-nocimiento de las pasiones incontroladas del hombre presen-ta grandes dificultades. Qu sucede si el soberano no hace bien su trabajo debido a la indulgencia, la crueldad o alguna otra flaqueza? Una vez se formula la pregunta, la posibilidad del establecimiento de un soberano apropiadamente represivo o de una autoridad parece ser tan plausible como la posibili-dad de que los hombres reprimirn sus pasiones a causa de las exhortaciones de los filsofos moralistas o los clrigos. Como se afirma que la segunda perspectiva es intil, la solucin re-presiva resulta estar en contradiccin con sus propias premi-sas. Imaginar una autoridad ex machina que de alguna manera suprimir e impedir que los hombres se daen entre s debi-do a sus pasiones significa, en efecto, querer desembarazarse, ms que resolver, de las autnticas dificultades que se han des-cubierto. Tal vez sea por ello por lo que la solucin represiva no sobrevivi al anlisis pormenorizado de las pasiones en el siglo XVII.

    Una solucin que est ms acorde con estos descubrimien-tos y preocupaciones.psicolgicos consiste en la idea de aproye-char las pasiones en vez de simplemente reprimirlas. De nuevo el Estado, o la sociedad, es convocado para llevar a cabo este liiro; {>~ro '1lora no slo com~ ~~ b~l~~rte represi~o, sino \'\1111. ,\i"il~ii'1~;;-furn:tdor, como un medio civilizador. Las especulacio-nes ace'~;;; de tl transformacin de las pasiones perjudiciales en algo constructivo pueden encontrarse ya en el siglo XVII. An-ticipando la Mano Invisible de Adam Smith, Pascal abona la grandeza del hombre en el hecho de que ha conseguido for-

    REPRESIN Y APROVECHAMIENTO DE LAS PASIONES

    mar a partir de la concupiscencia un trato admirable y un or-den tan maravilloso.b

    A comienzos del siglo xvm Giambattista',Vico .articul en mayor medida la idea, si bien la impregn, como es caracters-tico, del gusto de un descubrimiento alentador:

    De la ferocidad, de la avaricia y de la ambici11, que son los tres gran-des vicios que afectan a todo el gnero humano, [la sociedad] hace la milicia, el comercio y la poltica, y con ellas 1~ fortaleza, la _opulencia y la sabidura de las repblicas; y de estos tres grandes vicios, que cierta-mente arruinaran la estirpe humana en la tierra, surge la felicidad ci-vil. Este axioma pruba que la providencia. divina existe y que es una mente legisladora la que, de las pasio11es de los hombres, encarr1inadas siempre a la utilidad privada y por las que stos vivan co1no bestias fe-roces en la soledad, ha hecho los rdenes civiles, mediante los cuales viven en sociedad humana. 17

    Esta es, con toda evidencia, una de aquellas declaraciones a las que Vico debe su fama de pensador extraordinariamente fr-til. La Astucia de la Razn de Hegel, el concepto freudiano de sublimacin y, de nuevo, la Mano Invisible de Adam Smith pueden leerse en estas dos enjundiosas oraciones. Pero no hay elaboracin alguna y no se nos ilumina en cuanto a las condi-ciones bajo las cuales se produce realmente aquella maravillosa metamorfosis de las pasiones destructivas en virtudes.

    La idea de aprovechar las pasiones de los hombres, de ha-cerlos trabajar con vistas al bienestar general, fue ampliada a un alcance considerablemente mayor por un coetneo ingls de

    b Penses, nms. 502 y 503 (edicin de Brunschvicg). La idea de que una socie-dad cohesionada por el amor propio ms que por la caridad puede ser viable a pesar de ser Pecaminosa se encuentra entre algunos destacadOS jansenistas co-etneos de Pascal, como Nicole y Domat. Vase Gilbert Chinard, En Jisant Pascal (Lille: Giarel, 1948), pp. 97-118, y D. W. Smith, Helvetius: A study in persecution (Oxford: Clarendon Press, 1965), pp. 122-125. Un atinado estudio reciente de Nicole se incluye en Nannerl O. Keohane, -

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    PRIMERA PARTE

    Vico, Bernard ~~ndevi11$? A menudo considerado como pre-cursor del laisse~":a!re;Mandeville invoc en realidad, a travs de La fbula de las abejas, la Direccin Cualificada del Poltico Hbil como condicin necesaria y agente para la conversin de los vicios privados en beneficios pblicos. Puesto que, con todo, no revelaba el modus operandi del Poltico, conti-nuaba existiendo un misterio considerable en torno a las su-puestas transformaciones benficas y paradjicas. Slo en el caso de un

  • EL PRINCIPIO DE LA PASIN COMPENSATORIA

    Dada la abrumadora realidad del hombre inquieto, apasionado y compulsivo, las soluciones represiva y aprovechadora carecan de capacidad de persuasin. La solucin represiva era una ma-nera de suponer zanjado el problema, mientras que el mayor.re-alismo de la solucin aprovechadora quedaba desbaratado por un elemento de transformacin alqumica ms bien enfrentado con el entusiasmo cientficd de la poca.

    El mismo material con que trabajaron los moralistas de.! si-: glo XVII-la descripcin e investigacin pormenorizadas de las \ pasiones--estaba destinado a sugerir una tercera solucin: No 1 ser posible discriminar entre las pasiones y combatir el fuego

    Jcon fuego: utilizar un conjunto de pasiones relativamente inocuas Tpara compensar otro conjunto ms peligroso y destructivo o, tal ! vez, debilitar y domar las pasiones mediante luchas recproca-} mente destructivas a la manera de divide et impera? Parece un pen-

    samiento simple y obvio una vez se ha desesperado de la eficacia de la moralizacin, pero, a pesar de la sugerencia perdurable de san Agustn, era probablemente ms difcil descubrirlo que llevar a cabo el proyecto de atacar todas las pasiones simultneamente. Las pasiones principales haban estado durante mucho tiempo s-lidam

  • PRIMERA PARTE

    hon1bre para que sea honesto y se adapte a estos propsitos, lo omiten del todo .. .' 8

    Atmque la crtica se ha hecho habitual desde Maquiavelo, el smil es notoriamente sugerente y pocas pginas ms adelante Bacon trata de llevar a cabo a su manera la tarea que ha bosque-jado. Lo hace con la estratagema de ensalzar a los poetas e his-toriadores-a diferencia de los filsofos-por haber

    pintado de una manera muy vvida cmo se despiertan e incitan las pa-siOnes; cmo se calman y reprimen; [ ... ] cmo se inanifiestan, cmo funcionan, cm.o varan, cmo se renen y refuerzan, cmo se inclu-yen las unas en las otras, y cmo pugnan entre ellas y se enfrentan, y otras particularidades similares; entre las cuales esta ltima es e~pecialmente til en asuntos de moral y civiles; cmo [digo] poner el afecto contra el afecto y dominar el uno con el otro: del mis1no modo que para ca-zar usamos la bestia contra la bestia y l1acemos volar un pjaro contra otro pjaro. [ ... )Porque as como en el gobierno de los Estados es a ve" ces i1ecesario dominar una faccin con otra, as sucede e11 el gobierno interior. 19

    Este vigoroso pargrafo, particularmente su ltima parte, tiene todos los rasgos de basarse no tant en los logros de los poetas e historiadores como en la intensa experiencia personal de Bacon como poltico y hombre de Estado. La idea de con-trolar las pasiones colocando una frente a otra es, adems, muy congruente con el sesgo irreverente y experimental de su pen-samiento. Por otra parte, su formulacin no parece haber sido particularmente influyente en su tiempo. Slo los modernos eruditos han llamado la atencin sobre l para presentar a Ba-con en este aspecto como un precursor.de Spinoza y Hume, que dieron a la idea un lugar mucho ms central en sus sis-teihas. z

    Al elaborar su teora de las pasiones en la tica, Spinoza pre-senta dos proposiciones que son esenciales para el desarrollo de su razonamiento:

    EL PRINCIPIO DE LA PASIN COMPENSATORIA

    Un afecto no puede ser reprimido .ni suprimido sino por medio de un afecto coritrario y ms fuerte que el que ha de ser reprimido. i l

    y

    El conocimiento verdadero del bien y el mal no puede reprimir nin-gn afecto en la medida en que ese conocimiento es verdadero, sin.o slo en la medida e_n que es considerado l mismo como un afec~o. 2 z

    A primera vista parece extrao que Spinoza, con su tendencia a la metafsica y su relativa falta de implicacin en la vida activa, haya profesado la misma doctrina que Bacon. En realidad lo hizo por razones bastante diferentes. ]'.\J"ada pudo ser 111s ajeno _a su mente que, el pensamient() [ ... ] no gozamos de ella (la felicidad) porque reprimamos nuestras con-cupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras con-cupiscencias porque gozamos de ella.z 3

    El primer gran filsofo que dio un,Jugar prioritario a la idea de que las pasiones slo pueden ser combatidas con xito median-te otras pasiones no tena, pues, ninguna intencin de trasladar esta idea al reino de la moral prctica o de la industria poltica, si bien tuvo una vvida apreciacin de tales posibilidades. h De

    h Co1no se demuestra, por ejemplo, en la siguiente oracin: Por afectos con-trarios entender, en adelante, los que arrastran al hombre en distintos senti-

    47

  • PRIMERA PARTE

    hecho, esta idea no reaparece en !as obras polticas de Spinoza, que por otra parte no carecen de sugerencias prcticas sobre cmo hacer que las peculiaridades de la naturaleza humana operen en favor de la sociedad.

    Aunque Hume denunciara la horrorosa filosofa de Spi-noza, las ideas de aqul acerca de las pasiones y su relacin con la razn son notablemente parecidas a las de este.'4 La diferen-cia es que Hu~e fu~!!?-A~-E~dis:.al.?:LP1:()C:l'1D?:r la i~pe.~~:1l>!licl'1cl deJ:is.P~~i()i:i"s':l?:J?:?in; la razn es, y debera ser slo, la esclava de las pasiones es uno de sus pronunciamientos ms co-nocidos. En vista de esta posicin extrema, Hume tuvo imperio-sa necesidad del pensamiento consolador de que una pasin pue-de funcionar como el contrapeso de otra. De hecho, lo proclama en el mismo pargrafo crucial: Nada puede oponerse al impul-so de la pasin, o retardarlo, salvo un impulso contrario. ' 5

    A diferencia de Spinoza, Hume quiso aplicar su descubri-miento. Lo hizo inmediatamente en el Libro III del Tratado al discutir el origen de la sociedad. Hablando de la avidez [ ... ] de adquirir bienes y posesiones, la considera tan poten-cialmente destructiva y tambin una pasin tan singularmente poderosa que la nica manera de controlarla es conseguir que se compense a s misma. No parece una operacin fcil de lle-var a cabo, pero Hume resuelve el problema de la siguiente manera:

    No hay ninguna pasin, por tanto, capaz de controlar el afecto intere-sado sino el mismo afecto, por medio de un cambio en su direccin. Pero este cambio debe necesariamente tener lugar con el mnimo de reflexin; porque es evidente que la pasin queda mucho ms satisfe-cha reprimindola que en libertad, y que, en cuanto a la preservaci6n de la sociedad, progresamos mucho ms adquiriendo posesiones que perman.eciendo en una condicin solitaria y triste ( ... ].z6

    dos) aunque sean del mismo gnero, como la gula y la avaricia___:que son clases de amor-, y contrarios no por naturaleza, sino por accidente>>. tica, Parte IV, Definiciones.

    EL PRINCIPIO DE LA PASIN

    Desde luego, se podra replicar que reconocer la necesidad de cierto tipo de razn o reflexin, aunque sea

  • PRIMERA PARTE

    Esta polmica sugiere que.~ idei: ... de d~~2:3:E . .!Cl prog::e'!Q_$.

  • PRIMERA PARTE

    Un hombre avaricioso, que tal vez pudiera .cumplir el mandato, espe-rando el momento en que debe ceder los emolumentos de que go~a, sentira la propensin, que no sera fcil de resistir para un hombre como ste, de sacar el xnayor provecho de la oportunidad de que goza-ba mientras existi, y acaso no sentira escrpulos en recurrir a los m-todos n1s corruptos para hacer la cosecha ta.n abundante como transi-toria; pero el mismo hombre, probablemente, con una perspectiva diferente ante l, se podra contentar con los incentivos regulares de su situacin, y tal vez se 1nostrara incluso reacio a arriesgarse a las con-secuencias de un abuso de sys posibilidades. Su avaricia podra ser u.na

    . prevencin contra su av3:r1Cia. Aadamos a esto que el misxno hombre podra ser vano y ambicioso, adems de avaricioso. Si le fuera dado es-

    perar la prolongacin de sus honores por su buena conducta, tal vez dudara ei1 sacrificar el afn por stos al afn por ganancias. Pero con la perspectiVa de acercarse a u11a desaparicin inevitable, sera probable que .. su avaricia se imp1Jsiera a su cautela, su vanidad o su ambicin.

    Las ltimas frases muestran un autntico virtuosismo en el ma-nejo de la idea de la compensacin, tanto que dejan al lector moderno, poco habituado a estas lneas, un poco jadeante.

    Un ejemplo ms conocido de razonamiento que parece muy similar est en el nmero 5 I de The. Federalist, donde la divisin de poderes entre las diversas ramas del gobierno es elocuente-mente justificada en la declaracin de que hay que hacer que la

    JC:: ambicin. contrarreste la ambicin. El significado de esta es ,'.:]' que se espera que ia ambicin de una rama del gobierno con-

    "-"< trarreste la de otra, una situacin muy diferente de la anterior, : C' en que se ve a las pasiones pugnando por expulsarla en el esce-

    nario de una sola alma. Pero tal vez sea significativo que el prin-cipio de la divisin de poderes recibiera las vestimentas de otra: la idea relativamente reciente de los controles y balances cobr mayor capacidad de persuasin al ser presentada como una apli-cacin del principio ampliamente aceptado y plenamente cono-cido de la pasin compensatoria.

    No fue una estratagema premeditada, por supuesto. De he-cho, el autor de aquella frase (Harnilton o Madison) parece ha-ber resultado la primera vctima de la confusin que propici,

    52

    EL PRINCIPIO DE LA PASIN COMPENSA".J'ORIA

    puesto que contina: Tal vez.sea una reflexin sobre la natur\l~ leza humana que tales modelos sean necesarios para controlar los abusos del gobierno. Pero qu es el propio gobierno si no la ms i;,_,_portante de las reflexiones sobre la naturaleza huma-na?>>. Bien, ciertamente es una

  • .

    INTERS E INTERESES COMO DOMADORES DE LAS PASIONES

    Una vez la estrategia de lanzar pasin contra pasin fue conce-bida y considerada aceptable y aun prometedora, se lzo desea-ble un paso ms en la secuencia de razonamiento que aqu se describe: para que la estrategia pudiera aplicarse, para que fuera

  • PRIMERA PARTE

    Maquiavelo se sita de nuevo en la fuente de la que mana-ron las ideas que examinamos, porque inici la cadena de pen-samiento que se desarroll en la nocin de enfrentar pasiones contra pasiones. Como veremos, estas dos corrientes discurrie-ron de manera separada durante mucho tiempo, pero al final confluyeron, s bien con algunos resultados destacados.

    En realidad, Maquiavelo no bautiz a su criamra. Prescribi un comportamiento caracterstico para los gobernantes de Es-tado, pero no los subsumi bajo una sola expresin. Posterior-mente sus escritos inspiraron los trminos gemelos, inicialmen-te sinnimos, interesse y ragione di stato, que alcanzaron amplia boga en la segunda parte del siglo xv1, como muestra el impor-tante esmdio de Meinecke. 36 Estos conceptos haban de batallar en dos frentes: por una parte, eran obviamente una declaracin de independencia respecto de los preceptos moralizadores y las reglas que haban constimido el pilar de la filosofa poltica pre-via a Maquiavelo; pero al mismo tiempo apuntaban a una iden-tificacin de una voluntad sofisticada, racional, no sacudida por las pasiones y los impulsos pasajeros,37 que proporcionara al prncipe una gua clara y segura.

    La principal batalla de Maquavelo, el fundador del nuevo arte de gobernar, se produjo, por supuesto, en el primer fren-te, aunque Menecke muestra que no se olvid en absoluto del segundo.38 Las restricciones que implicaba para los go-bernantes el concepto de inters en tanto que gua para la accin empezaron a destacarse conforme este viajaba desde Italia a Francia e Inglaterra. Se destacan ntidamente en la fa-mosa frase inicial del ensayo On the interest of princes and sta-tes ofChristendom del duque de Roban, hombre de Estado hu-gonote:

    Les princes commandent aux peuples, et l'intret commande aux - k pr1nces.

    k Los prncipes gobiernan a sus pueblos y el inters gobierna a los prncipes.

  • PRIMERA PARTE

    con el principio de la virtud y la religin; ( ... ] estas pasones particula-res son tanto tentaciones de actuar imprude11temente en relacin con nuestro inters terrenal cuanto de actuar con n1aldad.40

    Para el prncipe, pues, la nueva doctrina era casi tan repre-sora como la vieja. Adems, pronto se mostr ms bien poco funcional: mientras que los parmetros tradicionales del com-portamiento virtuoso eran difciles de satisfacer, el inters resultaba igualmente difcil de definir. Era sencillo decir en trminos generales que el inters de un rey es mantener y aumentar el poder y la riqueza de su reino, pero este principio apenas proporcionaba reglas para la decisin precisas en si-tuaciones concretas.

    La historia de los intentos de establecer tales reglas es tor-tuosa y frustrante, como M.einecke muestra magistralmente. Sin embargo, aunque el concepto de inters qued bastante es-tancado en su dominio original (el prncipe del Estado), pros-per notablemente cuando fue aplicado a grupos o individuos en el seno del Estado. En este punto se consider como una ca-tegora particularmente til y esperanzadora la mezcolanza del beneficio propio y la racionalidad que se haba desarrollado co-mo la quintaesencia del comportamiento motivado por el inte-rs en las discusiones en torno al arte de gobernar.

    La transicin desde el inters del gobernante a los intereses de diversos grupos entre los gobernados se produjo de maneras algo diferentes en Inglaterra y Francia. En Inglaterra el con-cepto de inters en singular que haba de guiar a los prncipes y hombres de Estado y que posteriormente se convirti en el in-ters nacional evidentemente fue importado de Francia e Ita-lia a principios del siglo xvn.m On the interest ofprinces and states

    m J. A. W. Gunn, Politics and the public interest in the seventeenth century (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1969), p. 36 y pssim. He sacado gran provecho de la abundante informacin que este volumen contiene acerca del concepto de e intereses en la Inglaterra del siglo xvn. Vase tambin el artculo de Gunn "lnterest will not lle": A seventeenth-century poli ti cal maxim, Journal of the His-tory ofldeas, 29 (oct.-dic. 1968), pp. 551-564. Un excelente anlisis de los asuntos

    \ 1

    E

    ofChristendom, de Rohan, fue particularmente influyente. Ense-guida se tradujo y suscit muchos comentarios. Una de las fra-ses sucintas de Rohan en el pargrafo inicial-l'intrer seul ne peut jamais manquer (situado despus de Le prince pcut se tromper, son conseil peut etre corrompu, mais ... )-est en el origen de la mxima El inters no mentir, que adquiri un notable predicamento en la Inglaterra del siglo XVII."

    En su ensayo, Rohan haba definido el inters en trminos de dinasta o de poltica exterior. Fue la revolucin y la guerra civil en Inglaterra a mediados de siglo XVII lo que necesaria-mente impuso una orientacin ms local y colectiva al concep-to. El inters de Inglaterra ya rio se discuta en relacin con Espaa o Francia, sino ms bien en relacin con los principales protagonistas de estas luchas intestinas. Anlogamente, tras la Restauracin, las discusiones en torno a la tolerancia religiosa trataban el inters de Inglaterra en relacin con los intereses de los presbiterianos, los catlicos, los cuqueros y otros. Fue des-pus, hacia finales de siglo, con la estabilidad poltica reinstau-rada y un grado de tolerancia religiosa asegurado, cuando los intereses de los grupos y los individuos se discutieron cada vez ms en tanto que aspiraciones econmicas. A ~omienzos de si-glo xvm vemos que Shaftesbury define el inters como el de-seo de aquellas conveniencias de que estamos bien provistos y nos mantienen y habla de la posesin de riqueza como

    n La mxima fue utilizada como ttulo de un importante panfleto de Marcha-mont Nedham, un vicario y poltico experto y flexible as como gran admira-dor y frecuente beneficiario de Maquiavelo y Rohan. Vanse las obras de Gunn y Raab que acabo de citar.

    0 Raab escribe al final de una larga nota bibliogrfica a pie de pgina acer-ca del inters: ~ue al final de este periodo [es decir, en la ltima dcada del siglo XVII] cuando el "inters" adquiri un significado( ... ] especficamente eco-nmico. The English face ofMachiavelli, p. 237. Gunn dice de modo ms ge-neral: El inters viaj desde las cmaras conciliares al mercado muy rpda-mente,Politics, p. 42.

    relacionados figura en Felix Raab, The English face ofMachiavel/i; A changing inter-pretation, r500-r700 (Londres' Routledge and K.egan Paul, 1964), PP 157-158.

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  • PRIMERA PARTE

    aquella pas1on que es considerada peculiarmente nteresan-te. 4' De manera parecida, Hume utiliza los trminos pasin del inters o el afecto interesado como sinnimos de la avidez de adquirir bienes y posesiones o el amor de la ga-nancia. 4' Esta evolucin del trmino tal vez recibi el apoyo de un cambio convergente en el significado de inters pblico; mucho se convirti en un ingrediente cada vez ms impor-tante de esta expresin. P

    En Francia, las condiciones polticas de le grand siecle eran di-. fcilmente favorables alma consideracin sistemtica de los inte-reses privados o de grupo en su relacin con el inters pblico. Sin embargo, la trayectoria del trmino intret fue parecida a la de su primo ingls. La idea de inters tal como haba sido desa-rrollada por la literatura poltica desde Maquiavelo-la idea de un entendimiento disciplinado de lo que requiere aumentar el poder, la influencia y la riqueza-comenz a usarse pblicamen-te a principios del siglo xvn y pronto fue utilizada por los gran-des moralistas y otros escritores del periodo en su meticulosa di-seccin de la naturaleza humana individual. Como el escenario en que se movan estos escritores sola ser la corte de Luis XIV , los actores estaban interesados en idnticas categoras que el propio soberano: no slo en la riqueza, sino tambin y tal vez principalmente en el poder y la influencia. De ah que el inters se utilizara a menudo con un significado muy amplio. Pero inclu-so entonces-y ste es el punto de convergencia de las historias inglesa y francesa--este significado se estaba limitando, por me-dio de algn proce.so, a la persecucin del provecho material y econmico. Ello puede inferirse de la Advertencia al lector>> con que La Rochefoucauld prolog la segunda edicin (1666) de sus Maximes:

    P Gunn, Politics, cap. 5 y p. 265. Ello no es incompatible.con la conocida demos-tracin de Viner de que poder y abundancia eran objetivos de poltica externa idnticos y de igual importancia durante la poca ~ercantilista. VaseJacob Vi-ner, , WorldPo!itics, 1 (1948), reimpreso en D. C .. Coleman, ed., Revisions in mercatitilism (Londres: Methuen, 1969), pp. 61,..91.

    60

    . i

    E Por la palabra inters no entiendo sie~npre un inters relacionado con la riqueza [un intrt de bien], sino ms bien uno relacionado con el honor y la gloria.43

    Esta advertencia contra los malentendidos era el nico punto de verdadera sustancia en un prefacio muy corto; claramente, para el lector medio de las Maximes, el trmino inters haba empezado a asumir el sentido ms restringido de provecho eco-nmico.

    Ms o menos al mismo tiempo J ean de Silhon, el secretario y apologista de Richelieu, tambin advirti y deplor esta evo-lucin del significado en un tratado en que subraya el positivo papel desempeado por el inters en el mantenimiento de la vida y la sociedad. Enumera diversos intereses-inters de la conciencia, inters del honor, inters de la salud, inters de la riqueza y otros varios intereses>>--y luego atribuye la connota-cin desfavorable ligada a expresiones como un homme intress al hecho de que el nombre del inters ha permanecido vincu-lado exclusivamente, no s por qu [ie ne sais comment] al inters de la riqueza [intret du bien ou des richesses].44

    Cmo puede explicarse, de hecho, este cambio? Tal vez se debi a la vieja asociacin del inters y el prstamo de dinero; este significado de inters precede en varios siglos al que aqu se analiza. Posiblemente, tambin, la especial afinidad del clculo racional implcita en el concepto de inters con la naturaleza de las actividades econmicas explica que estas actividades mono-polizaran finalmente los contenidos del concepto. Al volver ala Francia del siglo XVII, tambin se puede conjeturar que, con el poder .tan concentrado y en apariencia tan estable en aquel tiempo, los intereses econmicos constituyeran la nica parte de la totalidad de las aspiraciones de una persona corriente en que podan verse las fluctuaciones importantes.

    De hecho, Adam Smith estableci este ltimo punto como proposicin general al analizar lo que consideraba la principal motivacin del hombre, esto es, el deseo de mejorar nuestra condicin>>:

    61

  • .

    i

    PRIMERA PARTE

    Un aumento de la fortuna es el medio por el cual la mayor parte de los hombres se propone y desea mejorar su condicin. Es eJ medio ms vulgar y ms obvio ... 45

    Quiz no es necesaria ninguna otra explicacin para la limita-ci11 del trmino una vez los comienzos del creci-miento econmico hicieron del aumento de la fortuna una posibilidad real para una creciente cantidad de personas. q

    Ahora todo ha quedado bastante aclarado: cuando los inte-reses de los hombres fueron confrontados con sus pasiones, esta oposicin pudo tener significados bastante diferentes segn si los intereses eran entendidos en el sentido ms amplio o ms restringido. Una mxima como El inters no mentir fue ori-ginariamente una exhortacin a perseguir todas las aspiraciones propias de manera ordenada y razonable; esta propugnaba la in-clusin de un elemento de eficacia calculada, as como de pru-dencia, en el comportamiento humano, fuera cual fuese la pa-sin que lo motivaba fundamentalmente. Pero a causa del cambio semntico del trmino intereses consignado hace un momento, la oposicin entre intereses y pasiones pudo signifi-car o comunicar tambin una idea diferente, mucho ms peli-

    . grosa para los valores tradicionales: que un conjunto de pasio-nes, hasta entonces conocidas de maneras tan diversas como codicia, avaricia o nimo de lucro, poda ser empleado tilmen-

    q tuvo una trayectoria semntica.similar. En los escritos de Ma-quiavelo, quien tom el trmino de Polibio, corruzione significaba deterioro de la calidad del gobierno, con independencia de la razn por la que pudiera ocu-rrir. Todava se utilizaba el trmino con este significado inclusivo en la Ingla-terra del siglo XVIII, aunque entonces tambin se lleg a identificar con el so-borno. Finalmente el significado monetario desaloj el extramonetari~ casi por completo. Sucedi lo mismo coi1 el trmino fortuna>->, que Adam Smith utiliza, en el pasaJe que acabo decitar, en el estricto sentido monetario opues-to al mucho ms generalizado significado de fortuna en Maquiavelo. Vase J. G. A. Pococ:k,

  • PRIMERA PARTE

    tral y no marcado permitiera eliminar o atenuar el estigma vin-culado a las viejas etiquetas. Proporciona una explicacin ms slida nuestra demostracin de que el trmino intereses con-tena en realidad-y por tanto la conceda a la obtencin de di-nero-una connotacin positiva y curativa derivada de su re-ciente y estrecha asociacin con la idea de una manera ms iluminada de conducir los asuntos humanos, tanto privados como pblicos.

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    EL INTERS COMO NUEVO PARADIGMA

    La idea de una oposicin entre los intereses y las pasiones apa-reci por primera vez, que yo sepa, con la obra de Roban antes consignada, la cual se ocupa en su totalidad de los gobernantes y los hombres de Estado. En dcadas sucesivas la dicotorra fue examinada por diversos escritores ingleses y franceses que la aplicaron a la conducta humana en general.

    La circunstancia que propici la discusin fue un fenmeno que se ha hecho familiar en la historia intelecrual: una vez apare-cida la idea del inters, se convirti en una autntica moda pasa-jera as como un paradigma (en el sentido de Kuhn) y la mayor parte de las acciones humanas se explic de repente por el inters propio, a veces hasta el punto de la tautologa. La Rochefoucauld subsumi las pasiones y casi todas las virrudes en el inters pro-pio, y en Inglaterra Hobbes emprendi una empresa similarmen-te reduccionista. En consonancia con estos desarrollos la mxima original de El inters no mentir, que posea el significado normativo de que el inters deba ser atinadamente advertido y despus seguido con preferencia a otras concebibles vas de ac-cin inspiradas por motivos diferentes, se convirti a finales de siglo en el positivo proverbio El inters gobierna el mundo.48 El encaprichamiento por el inters como clave para el entendi-miento de la accin humana se posterg al siglo xvm, cuando Helvecio, a pesar de su exaltacin de las pasiones, proclam:

    Igual que el mundo fsico es gobernado por las leyes del movimiento, as el universo moral es gobernado por las leyes del inters.49

    65

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    PRIMERA PARTE

    Como ocurre frecuentemente con conceptos que son sbi-tamente colocados en el centro de la escena-clase, elite, desa-rrollo econmico, por citar slo algunos ejemplos recientes-, el inters pareca una nocin tan evidente que nadie se tom la molestia de definirlo con precisin. Ni nadie explic el lugar que ocupaba en relacin con las dos categoras que haban do-minado el anlisis de la motivacin humana desde Platn, esto es, las pasiones por una parte y la razn por otra. Pero es preci-samente contra los antecedentes de esta dicotoma tradicional como puede entenderse la emergencia de una tercera categora a finales de siglo XVI y principios del xvn. Una vez que se juzg destructiva la pasin e ineficaz la razn, el parecer de que la actividad humana se poda describir exhaustivamente atribu-yndola a una o a otra, entraaba una opinin excesivamente sombra acerca de la humanidad. Por tanto, se comunic un mensaje de esperanza al introducir como una cua el inters en-tre las dos categoras tradicionales de la motivacin humana. Se entenda que el inters participaba, en efecto, de la mejor natu-raleza de cada una, como la pasin del amor propio enaltecida y limitada por la razn, y como la razn dirigida y vivificada por la pasin. Se consider que la forma hbrida de accin humana resultante estaba exenta tanto de la naturaleza destructiva de la pasin como de la ineficacia de la razn. No extraar que la doc-trina del inters fuera recibida entonces como un verdadero mensaje de salvacin! Las razones especficas de su considera-ble atractivo sern examinadas detalladamente en la prxima seccin.r

    r Louis Hartz adopta por tanto un punto de vista ahistrico cuando habla del > y con-trapone esta opinin pesimista de la naturaleza humana con el parecer feu-dal sombro acerca del hombre que entiende que este est slo preparado para la dominacin exterior>>, 'The liberal tradition in Anierica (Nueva York: HarcOurt, Brace and World, 1955), p. 80. Originariamente la idea de que el hombre est gobernado por el inters no fue considerada sombra en ab-soluto.

    66

    EL INTERS COMO NUEVO PARADIGMA

    No todo el mundo se convenci de que estaba resuelta la to-talidad de los problemas. Haba quienes, en primer lugar, se re-sisan a los incentivos de la nueva doctrina y la rechazaban en bloque. En tanto que fervoroso admirador de san Agustn, Bos-suet vea poca diferencia entre la pasin y el inters. Para l ei inters y la pasin corrompen al hombre, y advierte contra las tentaciones de la corte real por ser esta el imperio del inters y el teatro de las pasiones. 50

    Pero una postura tan negativa era la excepcin. En general los crticos de la nueva doctrina se limitaban a dudar que el inte-rs, en el sentido de amor propio razonable y deliberado, pu-diera igualarse con las pasiones. Tal era la opinin de Spinoza:

    Busca cada uno, sin duda, su inters; pero ni es la razn regla y canon de nuestros deseos, e.n la mayora de los casos, 11i ella decide sobre la uti1idad de las cosas, sino que, ms bie11, so11 la pasin y las afeccio-nes ciegas del alma sin cuidado de los dems objetos ni del porve-nir. 5r

    En otras partes se encuentran rplicas a la preeminencia del inters, no tanto debido a la interferencia aplastante de las pa-siones cuanto a causa, simplemente, de la incapacidad de los hombres para percibir sus intereses. Pero la inferencia fue de nuevo que un estado en que los intereses fueran percibidos con claridad y seguidos sera el ms deseable, como en esta irnica observacin del marqus de Halifax:

    Si hay que suponer que los hombres siguen siempre sus verdaderos iI1-tereses, ello debe de ser prueba de que Dios Todopoderoso elabora la humanidad de una manera nueva; debe de haber una nrieva arcilla, la vieja lnater.a nunca form6 una tal criatura infalible.52

    En Francia el cardenal de Retz salud la nueva doctrina, pero advirti con fina agudeza psicolgica contra la margina-cin de las pasiones:

  • PRIMERA PARTE

    La mxin1a ms correcta para evaluar atinadamente las intenciones de los hombres es examinar sus intereses, que son el motivo ms comn de sus acciones. Pero un poltico verdaderamente sagaz no rechaza del todo las conjeturas qlle se pueden extraer de las pasiones del hombre, puesto que las pasiones penetran a veces con bastante libertad en los motivos que impulsan los asuntos de Estado rns importantes, y casi siempre logran simular que lo l1acen inconscientemente.!i

    Como Spinoza y Halifax, Retz parece sentir todava que la intrusin de las pasiones hace que el mundo sea un lugar mucho menos ordenado de lo que lo sera si lo gobernara slo el in-ters. Algunas dcadas despus La Bruyere comparte a grandes rasgos la opinin de Retz acerca del peso que hay que asignar a los intereses y las pasiones como determinadores del comporta-miento humano al tiempo que reconoce explcitamente la exis-tencia del nuevo mnage a trois:

    . Nada es ms fcil para la pasin que engaar a la razn: su gran triun-fo es ganar la 1nano al inters. 53

    Tal vez sea significativo que La Bruyere adopte aqui una postu-ra de objetividad clnica; a difetencia de las dos opiniones pre-viamente citadas, no expresa ningn reparo en absoluto ante la posible victoria de las pasiones sobre los intereses.

    En el siglo xvm el parecer de que el inters tiene una im-

    s Cardenal de Retz, Mmoires (Pars: Pliade, NRF, 1956), pp. 1008-1009. En otra parte Retz escribe de modo similar: En los tiempos [ ... ) en que vivimos h,ay que vincular las inclinaciones de los hombres a sus intereses y hacer uso .de esta combinacin para emitir un juicio de su comportamiento probable, ibid., p. 984. Una opnin sorprendentemente parecida es expresada ms de un siglo despus por Alexander Hamilton, otro poltico practicante (y reflexivo): Aun-que las naciones, en general, estn gobernadas por lo que suponen que es su in-ters, estar imperfectamente versado en la naturaleza humana quien [ ... ) ignore que las disposiciones (amables o adversas) pueden moldear o sesgar insensiblemente las opiniones acerca del inters propio. Citado en Gerald Stourzh, Alexander Hamilton and the idea of Republican goverrnnent (Stanford, Calif.: Stanford University Press, 1970), p. 92.

    68

    EL INTERS COMO NUEVO PARADIGMA

    portancia primordial estaba sujeto a una crtica mucho ms acerba. A continuacin aparecen dos declaraciones tpicas, la primera de Shaftesbury, la segunda del obispo Butler:

    Habis odo[ ... ] como dicho corriente que el inters gobierna el nzundo. Pero, segn creo, qien observe de cerca las accio11es de aqul adver-tir que la pasin, el humor, el capricho, el celo, la faccin y otros rnil re-sortes, que son contrarios al inters propio, tienen una parte igualmen-te considerable en los movimientos de esta mquina.54

    Lo ve1nos a diario [el a1nor propio razonable) superado 110 slo por las pasio11es ms tempestuosas, sino por la curiosidad, la verge11za, e] amor de la imitacin, por todo, incluso la indolencia; especialmente si el inters, el inte:s temporal que es el fin de tal a1nor propio, est a cierta distancia. Tan errados estn los libertinos cuando afirman que los gobiernan totalmente el inters y el amor propio. 55

    El nuevo nfasis de estos dos pasajes ha de interpretarse a la luz del cambio considerable que tuvo lugar en la actitud hacia las pasiones entre los siglos XVII y XVIII. En un primer momen-to se consideraron totalmente perversas y destructivas, como en la siguiente frase de un catecismo francs: El Reino de Francia no es una tirana, en la que la conducta del Soberano estara guiada nicamente por sus pasiones. 56 Pero paulatinamente, hacia finales de siglo XVII y con ms plenitud en el curso del si-glo XVIII, las pasiones fueron rehabilitadas como la esencia de la vida y de su potencial fuerza creadora. En el periodo anterior, cuando la proposicin de que la conducta del hombre est to-talmente determinada por sus intereses era criticada argumen-tando que an se haba de considerar la pasin, la crtica supo-na que el mundo es un lugar peor de lo que implicaba esta proposicin. Pero con la rehabilitacin de las pasiones en el si-glo xvm, el ideal crtico pudo afirmar entonces que un mundo en que las pasiones son activas y prevalecen de vez en cuando es un lugar mejor que aquel en el que slo el inters lleva la voz cantante. La yuxtaposicin por parte de Shaftesbury y Butler de la pasin con emociones tan inofensivas e incluso tiles como el

    69

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    PRIMERA PARTE

    humor y la curiosidad sugiere tal interpretacin. Est arraigada en el rechazo ilustrado del punto de vista trgico y pesimista del hombre y la soci.edad tan caracterstico del siglo xvn. El nuevo punto de vista, que entiende que las pasiones mejoran un mun-do gobernado por el solo inters, es plenamente organizado por Hume:

    ( ... ] las razones de Estado, que se supone que por s mismas influyen en los concilios de los monarcas, i10 siempre son los motivos que predo-1ninan; [ ... ] las opinio11es n1e11os severas de la gratitud, la amistad, la generosidad a menudo pueden, tanto ei1 los prncipes como entre per-sonas privadas, contrapesar estas consideraciones egostas. 57

    Naturalmente, una vez se redujo el significado de los inte~ reses al beneficio material, la idea de que Los intei:eses go-biernan el mundo estaba destinada a perder gran parte de su atractivo previo. De hecho, la frase se convierte en un lamento, o en una denuncia de cinismo, cuando un personaje del drama Wallenstein 's Tod exclama:

    Denn nur vom Nutzen wird die Welt regiert.r

    Ello es, sin lugar a dudas, una traduccin del proverbio del siglo XVII, que Schiller probablemente deseaba incorporar a un dra-ma que se ocupaba de acontecimientos de este periodo. El ni-co problema era que el significado derogatorio que imbua al di-cho-acorde con las corrientes ideolgicas del siglo XVIII-jera totalmente diferente del que tena en el tiempo de Wallenstein!

    r Acto I, escena 6, verso 3 7:

  • PRIMERA PARTE

    Ideas semejantes pueden hallarse en la literatura posterior de la Restauracin que propugna la tolerancia religiosa. Dice un fo-lleto:

    [ ... ] conjeturar que las acciones de las muchedumbres sern contrarias a sus propios intereses ... es despojar de toda seguridad a los asuntos humanos.60

    Posteriormente Sir James Steuart haba de emplear el mismo razonamiento para argumentar que el comportamiento indvi-dual gobernado por el inters propio es preferible no slo algo-bierno de las pasiones sino incluso al comportamiento virtuoso y, particularmente, en cuanto al inters pblico ante los go-bernados:

    Si se produjeran milagros a diario, las leyes de la naturaleza dejaran de ser leyes: y si todo el mundo actuara con vistas al bien general, y se ol-vidara de s mismo, el hombre de Estado quedara sumido en el des-concierto. [ ... ]

    [ ... ] si un pueblo se hiciera desinteresado en gran medida no habra posibilidad de gobernarlo. Cada cual considerara el inters de su pas bajo una luz diferente, y muchos podran contribuir a su ruina esfor-zndose por procurarle beneficios. 61

    Por una parte, pues, si un hombre persigue su inters har bien, porque, por definicin, el inters no le mentir o enga-ar:6' este era el autntico sentido del proverbio. Por otra parte, existe una ventaja para los dems en esta persecucin individual del inters, puesto que su actuacin se hace conse-cuentemente transparente y predecible, casi tanto como la de una persona totalmente virtuosa. De esta manera la posibilidad de un beneficio mutuo emergi de la accin prevista del inters en la poltica, bastante antes de que se convirtiera en cuestin de doctrina en la economa.

    Hubo, por supuesto, unas cuantas arduas dificultades en re-lacin con este concepto. Por citar una, la moderna objecin de

    72

    ~1

    PREDECIBILIDAD Y CONSTANCIA

    que la impredecibilidad es poder ya se haba proclamado por entonces. Aunque se adhiri en lneas generales a la doctrina del inters, Samuel Butler sostuvo que los hombres estpidos e incapaces en el gobierno

    tie11en una ventaja respecto de los que son ms sabios, la cual no es ba-lad: porque ningn hombre puede adivinar, ni i1naginar de antem.ano, qu curso seguirn probablemente en cualquier asunto q11e se presen-te, mientras que no es difcil prever, en funcin de sus intereses, lo que seguran1ente concebirn los ins sabios.63

    Una objecin de ms peso a la posibilidad de un beneficio mutuo surgido de una situacin en que todas las partes persi-guen constantemente sus intereses respectivos se deriv del he-cho de que en la poltica internacional los intereses de las prin-cipales partes a menudo se oponen diametralmente entre s. Que los intereses de un partido son la imagen refleja de los intereses de su principal rival lo demostr, por ejemplo, en el caso de Francia y Espaa, el ensayo de Rohan hasta la saciedad. Incluso en aquellas circunstancias, sin embargo, se pens que ambas par-tes tenan algo que ganar gracias a la adhesin a ciertas reglas del juego y a la eliminacin del comportamiento apasionado, im-plicadas en la persecucin racional del inters.

    La probabilidad de un beneficio general aument un poco cuando se aplic la doctrina a la poltica local. Al igual que el mismo trmino inters, la nocin de un balance de intereses se traslad en Inglaterra de su contexto original ligado al arte de gobernar-donde produjo el concepto de balance de po-der>>--al conflictivo escenario local. Despus de la Restaura-cin y durante el debate sobre la tolerancia religiosa, se deba-tieron mucho los beneficios que para el inters pblico podra acarrear la convivencia de una diversidad de intereses y cierta tensin entre ellos. 64

    Pero los beneficios que haban de derivarse de la predecibi-lidad de la conducta humana basada en el inters se hicieron an ms predominantes cuando el concepto se emple en com-

    73

  • PRIMERA PARTE

    binacin con las actividades econmicas de los individuos. Aun-que slo se debiera a la gran cantidad de actores, la oposicin de intereses implicada en el comercio no poda ser, ni por asomo, tan total, importante o amenazadora como lo sera en el caso de dos estados vecinos o de pocos grupos polticos o confesionales rivales dentro de los estados. La consecuencia de la accin pre-decible de los individuos en consonancia con sus intereses eco-nmicos no fue por tanto un balance incmodo, sino una fuer-te red de relaciones interdependientes. As, se esperaba que la expansin del comercio local creara comunidades ms cohesio-nadas mientras que el comercio exterior co11tribuira a evitar guerras entre ellos.

    En este punto puede insertarse una rpida observacin so- . bre la historiografa de las doctrinas econmicas. Los escritos sobre la doctrina mercantilista han abonado la idea de que el pensamiento econmico previo a Hume y Adam Smith consi-deraba el comercio exactamente como un juego cuyo balance fi-nal era cero, en que las ganancias se acumulaban en el pas de-bido a una exportacin mayor que la importacin, mientras que el pas en la situacin opuesta sufra una prdida equivalente. Pero cualquiera que atienda a la totalidad de las consideracio-nes sobre el comercio y el intercambio expresadas en los escri-tos de los siglos xvn y xvm, y no slo al debate sobre el balance comercial, concluir que en general se esperaba la aparicin de efectos beneficiosos globales a partir de la expansin del co-mercio. Muchos de estos efectos eran polticos, sociales y hasta morales antes que puramente econmicos; algunos de ellos se-rn analizados en las secciones siguientes de este ensayo.

    La predecibilidad en su forma ms elemental es constancia, y es esta cualidad la que tal vez fue el motivo ms importante del buen recibimiento que se dispens a la idea de un mundo gober-nado por el inters. A menudo se haba destacado la naturaleza errtica y fluctuante del comportamiento ms apasionado, la cual se consideraba una de sus caractersticas ms criticables y peligrosas. Las pasiones eran diversas (Hobbes), caprichosas, fcilmente agotables y sbitamente reiniciadas. Segn Spinoza:

    74

    PREDECIBILIDAD Y CONSTANCIA

    Los hombres puede11 diferir en naturaleza en la n1eclida en que sufren [ ... ] pasiones; y, en esa misma 1nedida, un hon1bre es voluble e incons-tante.65

    En realidad, la consideracin de la inconstancia como difi-cultad esencial a la hora de crear un orden social viable surgida despus del extremo pesimismo de Maquiavelo y Hobbes acer-ca de la naturaleza humana (y acerca del resultante estado de naturaleza), dio paso a opiniones ms moderadas en la segun-da mitad del siglo xvn. Una de las doctrinas ms importantes del contrato social del siglo xvn, la de Pufendorf, todava haca alguna referencia, a la manera de Hobbes, al deseo y ambicin insaciables del hombre, pero basba la necesidad de un pacto principalmente en la inconstancia y la falta de fiabilidad del hombre, en el hecho de que la relacin tpica de un hombre con otro era la de "un amigo.inconstante">>. 66

    Esta doctrina fue igualmente abrazada por Locke, quien ha-ba admitido explcitamente la influencia de Pufendorf en su pensamiento poltico.67 Locke construy un estado de natura-leza que es, si no idlico, como algunos crticos lo han llama-do, al menos 11otoriamente no p~imitivo, co11teniendo como contiene propiedad privada, herencia, comercio y hasta dinero. Pero precisamente debido a este carcter curiosamente avan-

    " zado del estado de naturaleza de Locke resulta necesario ase-gurarlo firmemente con un pacto que asegure la permanencia de sus logros. El pacto lockeano pretende suprimir las incon-veniencias a que [los hombres] estn expuestos [en el estado de naturaleza] debido al ejercicio irregular e incierto del Poder que cada Hombre tiene para castigar las transgresiones de otros ... .68 En otras partes Locke dice que la Libertad del Homb.re bajo Gobierno significa no estar sujeto a la Volun-tad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro hom-bre. 69 La incertidumbre es general en la inconstancia del hom-bre particularmente, por tanto se convierte en el archienemigo que ha de ser exorcizado. Aunque Locke no recurre al inters para contener la inconstancia, existe una clara afinidad entre la

    75

  • PRIMERA PARTE

    Repblica que trata de construir y la imagen del siglo xvn de u; mundo dirigido por el inters. Porque se esperaba o supoma que en la persecucin de sus intereses los hombres seran cons-tantes, perseverantes y metdicos, en total contraste con el comportamiento estereotipado de los hombres burlados Y cega-dos por sus pasiones.

    Este aspecto de la cuestin tambin n_os ayu?a a eJ:'t~nder la identificacin final del inters en su ampho sentido ongmal con una pasin en particular, el amor hacia el dinero. Porque las ca-ractersticas percibidas de esta pasin, que la ~olocaba ~l m_a_;-gen de las otras, eran precisamente la constancia, la obstinac1on y la igualdad a travs de los das y de las personas. En uno ~e sus ensayos, :Hume habla de la avaricia-sin preocuparse de disfra-zarla como --como de una pasin obstinada;70 en otro argumenta:

    La avaricia o el deseo de ganancia, es una pasin universal que opera ' u

    en todo momento, en todas partes, y sobre todas las personas.

    En el Tratado Hume haba contrastado explcitamente el , caracterizado como y

  • PRIMERA PARTE

    samiento poshobbesiano por la inconstancia del hombre, esta misma insaciabilidad se convirti en una virtud porque implica-ba constancia. Sin embargo, para que este cambio radi.c,al en la evaluacin llegara a convencer y efectuara una suspension tem-poral de modelos de pensamiento y juicio profundamente arrai-gados, fue necesario otorg.ar al ~

  • PRIMERA PARTE

    importancia ideolgica bien entrada la segunda mitad del siglo entre los escritores escoceses, particularmente Adam Ferguson, y en Francia con Mably y Morelly. Durante buena par,te del si-glo, tanto en Inglaterra como en Francia, la. evaluac10~ donu-nante del amor por la ganancia fue pos1nva, s1 bien algo desdeosa como en el pasaje de R.asselas citado ms arriba (los rabes do~inaban el pas meramente para hacerse ricos). . ,

    El Dr. Johnson es tambin responsable de una observac1on afn, famosa y, en nuestro contexto, particularmente reveladora:

    Hay pocas empresas en que un hornbre pueda emplearse ms ino-centemente que en la obtencin de dinero. 7-t

    Este epigrama explica en detalle ptro cmputo en que el c~mportamiento y la obtencin de dine.ro monvados por el m:eres se consideraban superiores al otdmario comporta1.mento ori~ntado por la pasin. Las pasiones eran salvajes y pe~1grosas, mientras que el cuidado de los intereses materiales prop10s era mocente ~, como se dira hoy, inocuo. Este es un componente poco conoci-do pero particularmente revelador del complejo de ideas some-tido a debate. Que la bsqueda de logros comerciales y lucrativos se con-sidere inofensiva e inocua puede entenderse como consecuen-cia indirecta del ideal aristocrtico que imper durante tanto tiempo. Como se ha observado antes, c'.:'ando la f~ ei: este ide~l haba sido gravemente sacudida y el heroe habia sido .derri-bado el comerciante durante mucho tiempo calumruado no ascendi de forma correspondiente en la escala del prestigio: la idea de que era un tipo mezquino, repugnante e indigno de confianza subsisti durante mucho tiempo.

    le, en Neil McKendrick, ed., Hstorical perspectives: Studes n English thought and socety in honourofJ. H. Plumb (Londres: Europa, 1974), PP 93-2 1 8; Y J. G. A. Pocock,

  • PRIMERA PARTE

    Ms tarde, otro trmino, a primera vista incluso ms extra-o, se puso de moda. Se habl mucho, desde finales de siglo xvn en adelante, de la douceur del comercio: una palabra noto-riamente difcil de traducir a otras lenguas (as, por ejemplo, en la douce France), transmite dulzura, suavidad, calma y amabili-dad y es el antnimo de violencia. La primera mencin de esta calificacin del comercio que he podido encontrar se halla en Le paifait ngociant de J acques Savary, el libro de texto del siglo xvn para hombres de negocios:

    [La Divina Providencia] no ha querido que todo lo necesario para la vida se encuentre ei1 el mis1no sitio. Ha dispersado sus dones para que los hon1breS comercien juntos y para que la.necesidad m{itua que tie-11en de ayudarse establezca vnculos de amistad entre ellos. Este conti-nuo intercanibio de las comodidades de la vida constituye el co1nercio y este co-

    me~'"cio contribuye a todas las anzabilidades [doucettr] de la vida. 78

    Este pasaje expone por primera vez la idea de un inters favorable de la providencia en el comercio internacional que Jacob Viner ha seguido hasta el siglo IV d.C.,79 pero la ltima frase sobre douceur, subrayada por Savary, pertenece en gran medida a la poca en que escriba.

    El exponente de ms influencia de la doctrina del doux com-merce fue Montesquieu. En el primer captulo de la parte del Es-prit des lois que se ocupa de los asuntos econmicos declara:

    [ ... ] es casi una regla general que all donde hay costumbres apacibles [moeurs douces] existe el comercio, y que all donde 11ay comercio hay Costumbres apacibles.80

    Y en un pasaje posterior del mismo captulo repite:

    El comercio [ ... ] pule y hace apacibles [adoucit] los usos brbaros tal como podemos ver a diario.

    No resulta claro en Montesquieu si se espera que ..el efecto inductor de douceur del comercio sea provocado por los cambios

    82

    ACTIVIDAD LUCRATIVA Y COMERCIO

    que el comercio produce entre las personas relacionadas con actividades comerciales o, de modo ms general, entre todos los que usan y consumen los bienes que el comercio ha posibilita-do. En cualquier caso, el trmino en su sentido ms amplio tuvo una carrera exitosa fuera de Francia. Veintin aos despus de la publicacin de la obra de Montesquieu, la frase ahora citada se encuentra casi al pie de la letra en la obra del historiador esco-cs William Robertson, quien escribe en su View of the progress ofsociety in Europe (1769):

    El com~rcio tiende a suprimir aquellos prejuicios que mantienen las disti11ciones y la animosidad e11tre las naciones. Suaviza y pule los mo-dales de los hombres.'

    La expresin las naciones pulidas, en oposicin a las rudas y brbaras, se hizo de uso comn en Inglaterra y Es-cocia haca la segunda mitad del siglo xvm. Designaba los pa-ses de Europa occidental cuya creciente riqueza se perciba claramente que tena mucho que ver con la expansin del co-mercio. El trmino pulido muy bien pudo ser elegido por su afinidad con adouc: de esta manera la douceur del comercio po-dra haber sido indirectamente responsable del primer intento de expresar una dicotoma que reapareci despus bajo etique-tas tales como avanzado-retrasado, desarrollado-subdesa-rrollado, etctera.

    El origen del epteto doux se encuentra probablemente en el significado 'no comercial' de commerce: adems de 'comercio' la palabra denotaba con frecuencia 'conversacin animada y repetida' y otras formas de relacin social educada y tratos en-tre personas (frecuentemente entre dos personas de sexo opues-

    ~ Esta obi-a, que constituye el prefacio a la Histo1y of the reign of the Emperor Charles V, ha sido recientemente editada con una introduccin por Felix Gil-bert (University of Chicago Press, 1972). El pasaje citado est en 1a p. 67. En las Pruebas e ilustraciones>->- adjuntadas a su ensayo Robertson se refiere a la introduccin de Montesquieu a la parte del Esprit des lois que se ocupa del co-rnercio (vase p. 165), aunque no a la precisa frase que adopta de esta obra.

  • PRIMERA PARTE

    to).Y Fue con esta conexin con que el trmino doux se us a me-nudo junto a commerce. Por ejemplo, las reglas internas de un coltege parisiense promulgadas en I 769 contienen la frase:

    Pl1esto que han de vivir en sociedad al abandonar .el CollJge, los alu1n-nos sern {nstruidos en una primera etapa e.n la prctica de una rela-cin amable, fcil y honesta [un co'fftmerce doux, ais et honnte].81

    As, el trmino incluy en su trayectoria

  • ACTIVIDAD LUCRATIVA COMO PASIN CALMANTE

    En el curso del siglo XVIII la actitud positiva haa las .activi_d~-d econmicas fue reforzada por nuevas corrientes ideologi-es b , . . d l cas. Aunque estuviera arraigada en las soro nas .P'.1;10nes . e siglo XVII acerca de la naturaleza h,'."mana,_ sobrevivio i:iotona-mente al acerbo ataque que se lanzo en la epoca posterior con-tra tales opiniones. . .

    Las opiniones previas acerca de los mtereses y las pasiones estaban sujetas a varias crticas. Por mencionar una; como ya se ha mostrado, la proposicin de que el hombre ~st~ totalmente gobernado por el inters 0 el amor pr.op10 fue energic~mente r.e-batida. Al rrsmo tiempo,. se establecieron nuevas y diversas dis-tinciones entre las pasiones para demostrar que algur;a~ de ellas eran menos dainas que otras, si es que no tan cate~oncamer.ite beneficiosas. De esta rn.anera la oposicin entre pasiones b~~gnas y dainas (con algunos tipos de i:r~~ensiones ~dqmsitivas clasificadas entre las primeras) se convirtlo en el eq':1;'alente. del siglo XVIII, especialmente en Inglaterra, de la oposic:on del _siglo XVII entre los intereses y laspasiones; pero ambas dicotornias se entreveraron y coexistieron durante un periodo prolc_mii:ado.

    La nueva lnea de pensamiento fue desarrollada, principal-mente como reaccin crtica al pensamiento de Hob~es, por la llamada escuela sentimental de los filsofos moral~~ mgle~es '! escoceses, desde Shaftesbury a Hutcheson y Hume. La pnnci-

    bl> Aun ue Adam Smith fue un destacado miembro de la escuela, su Teora de los senthni~tos morales no se ocup de las distinciones particulares que Shaftes-86

    ACTIVIDAD LUCRATIV'A COMO PASIN CALMANTE

    pal aportacin de Shaftesbury fue la rehabilitacin o redescu-brimiento de lo que llama los afectos naturales, como la be-nevolencia y la generosidad. Despus de trazar una distincin entre suimpacto en el bien privado y pblico, no le resulta dif-cil mostrar que estos buenos sentimientos sirven a ambos. Shaf-tesbmy se centra despus en los afectos o pasiones menos ad-mirables y los divide entre afectos para sfo o pasiones para s, que estn encaminados, y pueden encaminar, al bien priva-do pero no necesariament.e al pblico, y los afectos antinatu-rales (crueldad, envidia, etc.), que no alcanzan ni el bien p-blico ni el privado. Dentro de cada categora distingue adems entre afectos moderados e inmoderados. Resulta interesante ver lo que ocurre cuando trata de encajar las actividades econ-micas en este esquema conceptual. Las coloca bajo la rbrica de pasiones para s, pero luego las exarrna por separado.

    Si la consideraci11 [por la adquisicin de riqueza] es 1noderada, y en un grado razonable; si no ocasona tina persecucin apasionada, n.o hay nada en este caso que no sea co1npatible con la vrtud, y aun ade-cuado y beneficioso para la sociedad. Pero si llega a convertirse en au-tntica pasin, el dao y perjuicio que hace al pblico no son inayores que los que causa a la propa persona. sta es en realidad una opreso-ra de s, y pesa ms sobre s misma que lo que pueda hacerlo sobre la humanidad.8;_

    Obviamente, pues, la actividad lucrativa no encaja en la catego-ra intermedia de pasin para s: cuando se persigue con mo-deracin, llega a alcanzar la categora de afecto natural, que consigue tanto el bien privado como el pblico, mientras que se rebaja a afecto antinatural, que no logra ninguno de los dos, cuando es demasiado condescendiente.

    Francis Hutcheson simplifica el esquema de Shaftesbury y distingue entre pasiones benevolentes y egostas, por una parte,

    bury y Hutcheson en especial llevaron hasta un extremo considerable. De ma-nera similar, ignor la distincin entre las pasiones y .los intereses; vase ms abajo, pp. IIO-IIZ.

    87

  • PRIMERA PARTE

    y movimientos de la voluntad tranquilos y violentos por otra. Entre los pocos ejemplos que ofrece para ilustrar el segundo contraste, cita tambin las actividades econmicas:

    [ ... ] el deseo tranquilo de riqueza mueve, aunque sea con renuencia, a hacer grandes gastos cuando estos son necesarios para un buen nego-cio o un empleo be11eficioso; mientras que la pasin de la avaricia es adversa a estos gastos.83

    El criterio segn el cual I-Iutcheson separa aqu el

  • SEGUNDA PAR~rE

    CMO SE ESPERABA QUE LA EXPANSIN ECONMICA MEJORASE EL ORDEN POLTICO

  • ; 'il
  • SEGUNDA PARTE