Hidalgo Etnografias de La Muerte

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    ETNOGRAFAS DE LA MUERTE

    Rituales, desapariciones, VIH/SIDAy resignifcacin de la vida

    Cecilia Hidalgo (compiladora)

    Laura Panizo

    Pablo Wright

    Sabina Regueiro

    Alba Rosa Lanzillotto

    Brbara Martinez

    Flix Schuster

    Pablo Stropparo

    Natalia Vernica Rodrguez

    Mirta Barbieri

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    ndice

    Presentacin 9Cecilia Hidalgo

    Parte I. Desaparicin y muerteCuerpos desaparecidos 15Comentario crtico - Pablo Wright

    Cuerpos desaparecidos. La ubicacin ritual de la muerte desatendida 17por Laura Panizo

    Familia y desaparicin 41

    Comentario crtico - Alba Rosa LanillottoFamilia y desaparicin. Implicancias simblicasde la desaparicin en la amilia 43por Sabina Regueiro

    Parte II. Rituales de la muerte y cambio socialRituales de muerte 85Comentario crtico - Pablo Wright

    Rituales de la muerte en el sector sur de los Valles Calchaques 87

    por Brbara Martnez

    Ritual y cambio social 109Comentario crtico - Fli Schuster

    Ritual y cambio social: dos unerales estudiados por Cliord Geert 111por Cecilia Hidalgo

    Parte III. Resignifcacin de la vidaGrandes intelectuales muertos 121Comentario crtico - Cecilia Hidalgo

    Grandes intelectuales muertos. La gura y la obrade Ral Prebisch como arena de discusin del presente 123por Pablo Stropparo

    Procesos de resignicacin 135Comentario crtico - Mirta Barbieri

    Procesos de resignicacin a partir del diagnstico de VIH/SIDA 137por Natalia Rodrguez

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    Presentacin

    Cecilia Hidalgo

    El conjunto de trabajos reunidos en este volumen corresponde a investi-gaciones etnogrcas propias. En ellas, y a travs de registros de testi-monios e inormacin de campo absolutamente original o en gran medidaindita, se constata cmo diversas eperiencias reeridas a la problemti-ca de la muerte, de alto impacto en la historia argentina contempornea,han implicado una revisin de los estudios antropolgicos y sociolgicos

    desarrollados sobre la temtica, los procesos rituales que se le asocian,o aun concepciones diundidas sobre la resignicacin de la vida queopera en aquellos en quienes la muerte comiena a aparecer en el ho-rionte como epectativa o posibilidad real para s mismos o para susseres queridos.

    Todos los captulos incluyen el comentario crtico de especialistas en latemtica o, en un caso, de Alba Rosa Lanillotto, quien en calidad de a-miliar de desaparecidos orece su perspectiva acerca del enoque cient-co de eperiencias eistenciales y polticas de tal gravedad.

    Dos trabajos iniciales se dedican a la muerte en el conteto de la e-

    periencia de desaparicin de personas por el accionar de las FuerasArmadas de la ltima dictadura militar en Argentina (1976-1983).

    En el primero, Laura Panio analia la importancia que la corporeidadadquiri para los amiliares de los secuestrados y asesinados, dada la ca-racterstica central de la metodologa de la desaparicin de personas queresidi en que luego de los asesinatos no se comunicaran las muertes niaparecieran los cuerpos. De este modo, la alta del cuerpo sign la mane-ra en que los amiliares debieron enrentar la problemtica de la muerte,sin poder realiar los rituales socialmente establecidos hasta la eventualrecuperacin a travs de las ehumaciones.

    En el segundo, las representaciones ms conocidas y diundidas entorno a la gura del desaparecido son complementadas y contrastadaspor Sabina Regueiro con relatos hasta el momento inditos, en los que a-miliares narran su propia eperiencia de desaparicin alrededor de su me-moria acerca de la militancia y posterior secuestro de sus seres queridos,en un tono despojado de los estereotipos que surgen en los documentosde corte jurdico ms diundidos hasta el presente. Regueiro refeionaespecialmente sobre las implicancias simblicas de la desaparicin, en-tendida ahora como un proceso que pone a los amiliares en situacionesmarcadas por las persecuciones, los silencios, las mentiras que deben ur-

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    Cecilia Hidalgo

    dir para sobrevivir y, undamentalmente, por el carcter permanente quetermina adquiriendo la condicin de desaparecido.

    Los dos trabajos siguientes muestran la alta sensibilidad que tienen los

    rituales y prcticas alrededor de la muerte para dar cuenta de las trans-ormaciones sociales del mundo contemporneo.

    Brbara Martne estudia eperiencias relativas a los vnculos entre losvivos y los muertos en los Valles Calchaques. Identica tres contetos enlos que los rituales vinculados con los muertos adquieren una dimensinrelevante. El primero, relacionado con el proceso de la muerte del indivi-duo, donde el velorio y el entierro se erigen en instancias a partir de lascuales el diunto comiena a desplegar una amplia serie de relacionesrecprocas con los vivos. El segundo, que transcurre entre el 1 y 2 denoviembre, es decir el Da de Todos los Santos y de las Almitas, abarcan-

    do rituales en los que los vivos aplacan a los muertos con ceremoniasy orendas, y en los que requieren su mediacin ante la Divinidad paraobtener salud, ertilidad y abundancia. La ltima instancia concierne alas ormas que adquieren los rituales, en tanto evidencia de los procesossociales eperimentados en el rea.

    El trabajo de Cecilia Hidalgo epone la manera en que los rituales u-nerarios se erigen en oco de indagacin privilegiada acerca de los pro-undos cambios sociales acaecidos en la Indonesia de la segunda mitaddel siglo , en dos ejemplos etnogrcos etrados de la obra del clebreantroplogo Cliord Geert.

    Por n, la resignicacin de la vida, que tiene lugar sea luego de lamuerte o aun cuando su posibilidad se hace inminente, son objeto deanlisis de los dos ltimos trabajos.

    Pablo Stropparo presenta distintos momentos de la recuperacin de lagura de Ral Prebisch desde su muerte, en las que la evaluacin de lavida y la obra del destacado y controversial intelectual permiten a diver-sos intrpretes ejercicios variados tendientes a dar legitimidad al propiopensamiento.

    A partir de la narrativa personal de militantes sociales con VIH/SIDA,Natalia Rodrgue analia los procesos de resignicacin de la propia vida

    que suceden al diagnstico. Vivir con VIH, convertirse en un enermocrnico, constituye una eperiencia que necesariamente los impulsa atransitar un complejo y dinmico proceso de revisin y resignicacin delos sistemas de creencias, del pasado, presente y uturo, de reacomo-damientos sobre la propia imagen, sus roles e identidades. La mirada dela autora se centra en la palabra biogrca de sujetos muy particulares,algunos de ellos hoy allecidos, que hicieron de su enermedad y su es-tigma una militancia social y una causa colectiva en momentos en que lasepectativas de sobrevida de la actualidad eran impensables.

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    Presentacin

    Inmenso es nuestro regocijo y gratitud por las creaciones originalespara la tapa y las tres secciones de este volumen realiadas por JulioFlores. Cuando Juan Carlos Manoukian, promotor de obras y coneiones

    inditas, desde su conduccin de Ediciones CICCUS nos propuso la par-ticipacin del artista, cremos por un momento estar soando. Tuvimos deinmediato la sensacin de ser beneciarios de un privilegio singular: quenos acompaara en el recorrido que traan estas etnograas quien ueraautor con Guillermo Keel y Rodolo Aguerreberry de aquel siluetao del21 de septiembre de 1983, hoy indisociable de la bsqueda de verdad yjusticia para las vctimas del terrorismo de Estado y de las luchas de lasMadres de la Plaa de mayo. Julio Flores, el creador de prcticas arts-tico-polticas tan vigorosas, que han logrado hacer presentes las ausen-cias, dando visibilidad a la magnitud de la violencia de la ltima dictadura

    cvico-militar e incitando a una elaboracin colectiva de la desaparicin,ha mostrado una ve ms que sabe como nadie concebir espacios deintercambio grupal. No solo capt el sentido de nuestros tetos sino quesupo destacar que tenemos un largo camino poltico e intelectual que re-correr y que la vida y la esperana tambin son nuestras compaeras.

    Deseamos epresar un reconocimiento muy especial al plantel deEdiciones CICCUS, y a CLACSO, en tanto coeditor de esta obra. Dejamosconstancia de que la realiacin de los trabajos incluidos en este volumense ha enmarcado en la Programacin Cientca UBACyT (FI 202 y 009).

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    Parte I

    Desaparicin y muerte

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    Cuerpos desaparecidos

    Comentario crticoPablo Wright1

    Uno de los aportes de la antropologa al enigma que produce la muertebiolgica es acercarse a esta descubrindola y denindola como hecho

    social y poder, de ese modo, estudiar cmo las dierentes sociedades latratan en esta dimensin. Identicar universales y particulares culturalesen torno al ciclo vital, y dentro del mismo, el papel que le cabe a la muertees una temtica trabajada con detalle en la disciplina. As se observa queal morir una persona se produce una transormacin estructural en lasrelaciones sociales de su universo de parientes, amigos y conocidos. Unnodo de la red social no eiste ms, lo cual produce reacomodamientossistmicos. Tal reestructuracin es muchas veces dolorosa y necesita dela vo colectiva para encontrar el nuevo lugar con una orientacin apro-piada. En este conteto, la investigacin de Laura Panio analia un tema

    que tiene estrecha relacin con la historia poltica reciente argentina y queha dejado consecuencias terribles en la sociedad: el terrorismo de Estadodesarrollado por la ltima dictadura militar. Utiliando herramientas de laantropologa simblica, en especial las nociones de proceso ritual y lasdeniciones sociales de luto y duelo, la autora trata la situacin de losamiliares de desaparecidos que no han recuperado los cuerpos de susdeudos y, asimismo, de aquellos que tuvieron la ortuna de hacerlo. El ejeclave aqu es justamente la materialidad del cuerpo, siendo el argumen-to principal el hecho de que su ausencia obstaculia el reconocimien-to social de la muerte y los procesos simblicos del luto y del duelo.

    De este modo, Laura Panio propone un concepto de inters para esteanlisis y el de otras situaciones similares, que es el de la muerte desaten-dida, donde la ausencia del cuerpo impide la puesta en prctica de losmecanismos colectivos que permiten lidiar con el dolor de la prdida delser querido. No se da el reconocimiento pblico necesario, permanecien-do el dolor, la pena y la incertidumbre en la esera privada. El desaparecidose ubica as en un espacio de liminalidad orada, el cual tambin aectaa sus amiliares de diversos modos. Lejos de verse como entidades neu-

    1 Pablo Wright es doctor en Ciencias Antropolgicas (UBA, CONICET). E-mail: .

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    Pablo Wright

    tras, los cuerpos muertos son cuerpos signicantes, condensan muchossentidos simblicos que una antropologa de la muerte debe trabajar.

    Este trabajo muestra la importancia capital que tienen los rituales

    mortuorios, que por medio de dispositivos simblicos complejos per-miten, como dice la autora, que la muerte pueda ser habitada y evi-tar de esta orma el desierto de signicado que su alta produce. Estecaptulo es una muestra inicial de una investigacin sistemtica quebrindar herramientas tericas y metodolgicas para comprendercon mayor sensibilidad social y cultural el drama que viven los amilia-res que esperan recuperar el cuerpo de sus parientes desaparecidos.

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    Cuerpos desaparecidos. La ubicacin ritual

    de la muerte desatendida

    Laura Panizo2

    Introduccin

    En este trabajo se analian eperiencias reeridas a la problemtica de lamuerte que operaron en la vida de amiliares de los desaparecidos se-cuestrados y asesinados por el accionar de las Fueras Armadas de laltima dictadura militar en Argentina (1976-1983). Preguntarnos por la e-periencia de los amiliares3 de los desaparecidos nos ha llevado a revisary complementar de alguna manera los estudios antropolgicos desarro-llados sobre la muerte, los procesos rituales, los ciclos vitales y la corpo-reidad. Esto se debe principalmente a la caracterstica de la metodologa

    de la desaparicin de personas llevada a cabo por el autodenominadoProceso de Reorganiacin Nacional: luego de los asesinatos no se co-municaron las muertes ni aparecieron los cuerpos, obligando a los ami-liares a escapar de lo que dictan las ormas tradicionales.

    La alta del cuerpo ha sido tomada, pues, como eje central, intentandocaracteriar las maneras en que los amiliares han enrentado la proble-mtica de la muerte ante la imposibilidad de realiar los rituales mortuo-rios socialmente establecidos.4

    2 Laura Panizo es licenciada en Ciencias Antropolgicas con orientacin sociocultural, doctoranda enAntropologa Social de la Facultad de Filosoa y Letras de la UBA, becaria del CONICET y docente de laEscuela de Humanidades (UNSAM). En este trabajo se exponen resultados de la investigacin correspondi-ente a su Tesis de Licenciatura dirigida por Pablo Wright (Panizo, 2003). E-mail: .

    3 De aqu en ms hablaremos de amiliares para reerirnos a los amiliares de los desaparecidos de la ltimadictadura militar en Argentina.

    4 Entendemos como ormas tradicionales de enrentar a la muerte a aquellos rituales de luto socialmente

    establecidos como el velatorio y el entierro. Ms adelante nos explayaremos sobre este tema.

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    Laura Panizo

    La antropologa y la muerte

    La inquietud por las crisis vitales y por el estudio de la conducta humana

    en las situaciones lmite ha sido clave en las refeiones e investigacio-nes tanto de la antropologa clsica como contempornea (Panio, 2005).Frente a la inevitabilidad de la muerte biolgica, desde sus inicios la an-tropologa se ha preocupado por realiar trabajos comparativos buscandorasgos o componentes universales subyacentes a las dierencias cultura-les (c. Hert, 1990; Van Gennep, 1960; Mauss, 1979; Malinowski, 1993).Las distinciones ormuladas por Robert Hert, retomadas por Arnold VanGennep y complementadas en tiempos recientes por Vctor Turner revis-ten especial importancia y vigencia para nuestros propsitos. En eecto,en su trabajo pionero Contribucin a un estudio sobre la representacin

    colectiva de la muerte, Hert investig las dobles eequias en las prcti-cas unerarias de pueblos del archipilago malayo, donde los cadveresde jees y gente rica eran primero sepultados provisionalmente en un asilotemporal y solo despus de un perodo ms o menos largo reciban laseequias denitivas. Hert muestra que por su signicacin para la con-ciencia social, la muerte se constituye en un objeto privilegiado de las re-presentaciones colectivas. Si bien representa un cambio en el estado delindividuo, implica a la ve una modicacin prounda de la actitud mentalde la sociedad. De esta manera, el ritual mortuorio organiara las emo-ciones privadas a travs de dos ases: la de disgregacin, representada

    por la permanencia temporaria del cuerpo, y la de reinstalacin, dondela colectividad emerge triunante sobre la muerte (vase tambin Blochy Parry, 1982). Pocos aos ms tarde, Van Gennep reali importantescontribuciones reeridas al proceso ritual y, al igual que Hert, distinguidierentes ases en los rituales mortuorios. Denomin ritos de pasaje aaquellos donde, como en el caso de la muerte, el individuo atraviesa uncierto tipo de cambio de lugar, posicin social o estado. Los subdividi entres etapas sucesivas: rituales de separacin(ritos preliminales), de transi-cin (ritos liminales) y de agregacin (ritos posliminales). El procedimientobsico es siempre el mismo: el individuo se separa de un grupo determi-

    nado y en consecuencia debe entrar, esperar y salir del perodo de transi-cin para luego ser incorporado a otro grupo. Tericamente es necesarioque se den todas estas etapas. Si bien los ritos de separacin, transiciny agregacin tienen lugar en relacin con los propsitos especcos de lasituacin de paso de cada individuo en particular, las dierencias se daranen la sustancia de los detalles y no en sus lneas generales. Retomandolos aportes de Van Gennep, Vctor Turner desarroll ulteriormente las pro-piedades socioculturales de la ase de transicin, que denomin liminal.Como veremos ms adelante, su concepto de liminalidad resultar deespecial pertinencia para el anlisis del caso de los desaparecidos.

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    Tampoco pueden dejar de mencionarse los aportes de autores comoPhilippe Aris (1983, 1984), Norbert Elias (1987), Louis-Vincent Thomas(1993) y Nigel Barley (2000), que han orecido trabajos descriptivos y

    comparativos de reerencia ineludible sobre la problemtica de la muerteen dierentes culturas. Alejados de la bsqueda de rasgos universales hanllamado la atencin sobre la sociedad occidental, cada uno a su mane-ra. Desde una perspectiva transcultural y comparativa, Thomas conrontalas creencias y actitudes respecto de la muerte de sociedades arica-nas tradicionales actuales con las de la moderna sociedad industrial,y pone de relieve sus divergencias. La sociedad occidental tiende a noaceptar ni asumir la muerte y con ello se dierencia notoriamente de lasaricanas, que no solo no la niegan sino que la arman, integrndola ensu sistema cultural. Segn Thomas, solo captando y asumiendo la muerte

    el hombre puede apreciar mejor la vida. Con similar actitud comparativa,Barley eplora la enorme variedad de maneras en que dierentes culturasresponden a la muerte, lo que le sirve como plataorma para realiar unacrtica de la sociedad occidental. Desde una perspectiva diacrnica, Arisanalia el pensamiento en torno a la muerte en Occidente, marcando suscambios en el curso de la historia. Muestra as cmo cuando la historiadel pensamiento occidental ha pasado por sentimientos de amiliaridadcon la muerte, durante la poca moderna, esta se ha vuelto problemticay ha comenado a alejarse del mundo de las cosas ms amiliares.

    An cuando estos trabajos son una uente importante de refein para

    entender de qu manera la humanidad se ha enrentado a la muerte a lolargo de la historia y en dierentes contetos culturales, el presente artcu-lo retoma solo parcialmente sus enoques. No pretende ser comparativosino que se propone entender la actitud rente a la muerte de un grupoparticular de individuos en un conteto histrico y social determinado.Adems, las descripciones de los rituales mortuorios de aquellos trabajosdan por sentado y resaltan la importancia de la presencia del cuerpo sindescribir o tener en cuenta los casos en que la muerte no se produce encondiciones normales y el cuerpo del diunto est ausente. En otraspalabras, las comparaciones no incluyen el eamen de situaciones en que

    el acercamiento a la muerte se desva de lo estndar. Nuestro anlisis, encambio, toma como eje central la alta del cuerpo e intenta mostrar dequ modo tal situacin lmite pone en riesgo las categoras sociales,5 sus-citando actitudes y prcticas que escapan al marco de la normalidad ode lo socialmente establecido.

    5 Dice Marshall Sahlins (1988: 10, 11) que aunque la cultura sea de un orden signicativo, en la accin los

    signicados siempre corren un riesgo emprico.

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    Laura Panizo

    Acerca del luto y el duelo

    De suma importancia para nuestro anlisis resulta retomar la distincin

    analtica entre duelo y luto que realiaron Cordeu, Illia y Montevechio(1994). En tanto proceso preminentemente psicolgico, el duelo es elconjunto de prcticas materiales, mentales y simblicas reerentes al eviviente y que estn sobre todo a cargo de los allegados supervivientes(1994: 135). El luto, en cambio, hace reerencia a los procedimientos ri-tuales colectivos que permiten la reintegracin de los deudos en la co-munidad de vivientes. Ambos campos (psicolgico y social) estn nti-mamente relacionados ya que los mecanismos sociales del luto revistensuma importancia para la resolucin de las crisis individuales del duelo yviceversa.

    El teto La muerte derrotada. Antropologa de la muerte y el duelo(2007) de Alonso M. Di Nola tambin contribuye a la comprensin de lasdierencias entre los procesos de duelo y luto. En un ehaustivo anlisispara delinear las principales caractersticas que separan y enlaan estosprocesos (al igual que Cordeu, Illia y Montevechio), se considera que elduelo corresponde ms al mbito psquico y emocional, en tanto el lutolo hace ms al mbito de las prcticas sociales que epresan el due-lo eperimentado por una persona. De este modo, tanto el duelo comoel luto seran a la ve sociales y psicolgicos en tanto procesos que seretroalimentan recprocamente. En tal sentido, como enmeno social e

    individual, el duelo abarcara los diversos comportamientos de luto y loselementos internos y angustiosos que acompaan al luto constituiran laase de duelo.

    Llamaremos rituales concernientes al luto a los rituales mortuorios co-lectivos, como el velatorio y el entierro. El hecho de que los rituales mor-tuorios acompaen al proceso de duelo, no implica que ambos concluyana la ve. La rapide con que termine el proceso de duelo depender decada individuo en particular y de la relacin especial que este haya tenidocon el muerto. Mientras que los rituales relativos al luto ocurren en generaldurante los primeros das del deceso, los procesos relativos al duelo pue-

    den prolongarse por meses o aos. Si bien, como dice Di Nola, en tantoel luto eprese la situacin interna de duelo y, por ende, lo acompaa ensu evolucin hasta el n, lo que nos interesa destacar es que el duelose inscribe en una dinmica undamentalmente intrapsquica, mientras elluto se inscribe en una dinmica en torno al comportamiento, con actos yrituales pblicos que epresan la situacin interna del duelo.

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    Creencias de vida y muerte

    Pareciera que vida y muerte son dos polos opuestos, donde una es a

    costa de no ser la otra. Sin embargo, las prcticas rituales y creenciasreligiosas nos dan cuenta de que vida y muerte, lejos de ser dos polosopuestos, se usionan. En primer lugar, la muerte orma parte de la vida yhace que le d cierto sentido a esta. Basta con recordar que en vida es-tamos constantemente epuestos a enrentar la muerte de los seres quenos rodean y que esto hace que nos ormemos ideas especcas acercade la vida y de nuestra propia muerte. Por lo tanto, y en segundo lugar, lavida orma parte de la muerte. Las ideas de continuacin de la vida des-pus de la muerte constituyen un rasgo comn en muchas religiones, enlas que se le da sentido a la muerte de acuerdo con las creencias particu-

    lares de cada una de ellas. Si repasamos las religiones ms universales,como el hinduismo, cristianismo y judasmo, advertiremos que tambincontemplan, desde dierentes justicaciones, la continuidad de la vidadespus de la muerte y construyen en torno a esas ideas ciertas prcticasmortuorias especcas.

    En el Occidente cristiano se impuso ya desde el siglo iii la idea deJuicio Final. Los templos labrados de las iglesias representan los tribuna-les, donde Cristo, el jue, est rodeado de su corte, los apstoles (Aris,1984); cada hombre es sentenciado segn su balance de vida entre lasbuenas y malas acciones que han sido apuntadas en un libro, y donde la

    posibilidad de escapar a la condenacin por el pecado se da adems delsacramento, a travs de la conesin.

    En muchos sistemas religiosos, entonces, la vida no termina con lamuerte biolgica, ya sea debido a la creencia en el espritu eterno, el almasobreviviente, el ciclo de vida y muerte, la muerte por etapas, o por nocio-nes de reencarnacin y regeneracin donde la muerte puede regenerar lavida (Bloch y Parry, 1982).

    La creencia en la vida despus de la muerte conduce a la necesidadde rendir culto a los muertos. Si retomamos la literatura clsica, recor-daremos que Antgona, hija de Edipo y hermana de Ismea, Eteocles y

    Polinices, es condenada a muerte por el rey, tras haber dado sepultura asu hermano Polinices cubriendo con polvo seco el cadver y celebrandolas sagradas ceremonias. Este haba muerto el mismo da que su otrohermano, Eteocles, que haba luchado por su ciudad, mereciendo entierroy sepulcro. Polinices, que haba peleado en el bando de los enemigos,traicionando con ello a su patria, no sera honrado con sepultura por or-den del rey.

    En la antigua religin andina, la creencia en la vida eterna haca quelos indgenas tuvieran ecesivo cuidado con los muertos para garantiarque estos no pasaran hambre ni sed en el otro mundo. As, ciertos bailes

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    Laura Panizo

    y cantos rituales podan acompaar los velorios donde se esperaba almuerto reciente que, luego de participar de la esta, se separaba de ellospara siempre. Si los parientes se descuidaban del culto al diunto, este

    poda molestarse y tornarse peligroso. Ello inspiraba la realiacin de acti-vidades especcas como la colocacin de objetos en el retro, el lavadode la ropa del diunto como orma de puricacin, la orenda de alimentosen las tumbas, etc. (Taylor, 2000).

    Thomas sostiene que los ritos que muestran el apego y respeto que sesiente por el muerto nos redimen ante la culpa, como el temor al muertoy a la muerte es inseparable de la angustia-culpabilidad, la solicitud quemostramos por el muerto o los gastos en que incurrimos por su causacontribuyen a tranquiliarnos (1991: 121). Ruth Benedict (1971) sea-la que los Pueblo (grupos nativos del sudoeste norteamericano) tratan

    a la muerte como una prdida importante y han desarrollado tcnicasminuciosas para superarla con rapide; por ejemplo, cortan un mechndel cabello del diunto y hacen una umigacin para puricar a los quese afigen demasiado. Durante los rituales de luto, el sacerdote traa uncamino de harina para que el muerto entre por l, lo alimentan por ltimave y lo despiden. Entierran sus objetos personales y hacen prcticasrituales para romper ormalmente con el muerto (Benedict, 1971: 100).Estas y otras prcticas tienen la uncin de despedir al muerto, aliviar alos deudos del dolor y concluir el duelo.

    Sean cuales ueran las ormas de las dierentes sociedades para en-

    rentar a la muerte, en muchas culturas el duelo termina con la transor-macin del diunto en antepasado. Si bien estos procesos de transor-macin no revisten un carcter universal, una ve convertido en tal, elantepasado entra en un universo completamente alejado de la realidad deeste mundo, por lo que queda despojado de sus aspectos amenaantesy asume una uncin positiva de proteccin y seguridad para el grupo delos vivos (Di Nola, 2007: 24).

    Muerte, cuerpo y ritual

    Llegada la muerte, al igual que en otros estados distintos del ciclo vital,el individuo atraviesa un proceso en el cual es etrado de un grupo parapasar a ormar parte de otro. En este proceso, los rituales de luto cumplenunciones bien especcas. Una de ellas es brindar un espacio social don-de la muerte pueda ser habitada. La comunidad herero,6 por ejemplo, usala palabra ondiro (muerte) para designar un espacio delimitado, en el cualla muerte es habitada por deudos y visitantes. Es decir, la misma palabra

    6 Herero es una de las minoras tnicas de Botswana, repblica situada en rica del Sur.

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    muerte implica un espacio sico y un momento social: la gente va a lamuerte, va a llorar la muerte, va a saludar a la muerte (Durham, 2002:157). De este modo los rituales colectivos reeridos al luto no solo tienen

    la uncin de rendir culto a los muertos, sino que habilitan tambin un es-pacio (de solidaridad) donde deudos y allegados pueden habitar la muer-te. Los rituales colectivos ubican al muerto en la muerte (tanto espacialcomo categricamente) y a los deudos en el espacio que corresponde alos deudos dentro de la estructura de las relaciones sociales.

    En la mayora de los casos, en estas instancias rituales el cuerpo cum-ple un rol undamental y en tanto smbolo ritual se convierte en un actorde accin social. Siguiendo a Turner (1997: 22), llamaremos smbolo do-minante a este cuerpo, ya que no solo es el medio para el cumplimientode los nes del ritual, sino que tambin concierne a los principios y valo-

    res de la organiacin social. O sea que, por un lado, el cuerpo epresa ala muerte en s la muerte sica, provocando los sentimientos asociadosa ello y, por otro lado, su presencia en un encuentro social especicaclaramente la categora de muerto (del sujeto ritual) y la de deudo, que co-rresponde a su amiliar o persona allegada, quien atraviesa una situacinespecial que requiere apoyo y contencin de sus parientes y amigos.

    Habamos visto que Van Gennep distingue tres ases dierentes y su-cesivas en los ritos de pasaje. En la ase de separacin se producen lasconductas simblicas por las que se epresa la separacin del individuode su estructura anterior. Durante el perodo liminal, las caractersticas

    del individuo son ambiguas, no tiene ni los atributos de su pasado ni delestado al cual est por pertenecer. En otras palabras, las personas limi-nales se caracterian por no estar ni en un sitio ni en otro, y mientras durael rito no tienen lugar dentro de la sociedad. Es en la tercera ase, la deagregacin, cuando se cumple el pasaje. Dado que cuando se produceun deceso hay una ruptura en la estructura de las relaciones sociales,en los rituales mortuorios se dan, en general, dos tipos de ritos de paso:aquellos que integran a los sobrevivientes en la sociedad y aquellos queintegran al muerto al mundo de los muertos. En muchos casos, los pero-dos de transicin que implican al sobreviviente son la contraparte de los

    perodos de transicin que conciernen al muerto y la conclusin de unocoincide con la conclusin del otro, es decir, cuando el muerto se incor-pora al mundo de los muertos (Van Gennep, 1960: 147). As, los ritualesde paso que acompaan al duelo permiten que los deudos se reintegrenen la sociedad.

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    La muerte desatendida

    En el caso de los desaparecidos, la alta del cuerpo no solo no permite

    un reconocimiento real y social de la muerte, sino que obtura, en tanto nose busque un sustituto, la realiacin de los rituales concernientes al lutotales como el velatorio y el entierro, en los que es precisamente el cuerpolo que lleva y gua la accin. Aquellos amiliares que no tuvieron la posi-bilidad de identicar y recuperar el cuerpo de su ser querido, debieronenrentar su muerte eventual de una manera dierente a lo que establecela orma tradicional. En muchos casos, la ausencia del cuerpo y la altade evidencias de la muerte hicieron que el proceso quedara suspendidoen un estado de liminalidad orada. El rito queda sin concluir, de modoque la nocin de desaparecido remite a la idea de suspensin: no se es,

    aunque se est por ser. El desaparecido que es a la ve un muerto, unvivo o no es ni muerto ni vivo nunca llega a integrarse en el mundo de losmuertos. En paralelo, los deudos dicultosamente logran reintegrarse enla vida social, restableciendo el vnculo quebrantado.

    En particular, la alta de un cuerpo que represente la muerte y puedaser colocado en un espacio sico donde realiar los rituales sociales, dalugar a lo que he denominado muerte desatendida, pues se carece de unespacio o lugar donde atender tanto al muerto como a los deudos. Lamuerte desatendida es aquella que por no involucrar un reconocimientosocial, no es enrentada segn maneras esperables y claras: no hay un

    muerto al que se le pueda rendir culto ni se producen las prcticas ritua-les que brindan apoyo y contencin a los deudos. En otras palabras, lamuerte no conlleva ni un espacio sico ni un momento social. El desapa-recido permanece al margen, al lmite de lo que podra ser, pero no es, ypor ello no se realian las ases de agregacin que concluyen el ritual depaso, cuando el muerto se integra en el mundo de los muertos y el deudose reintegra adecuadamente en la vida social luego de un quiebre en lasrelaciones ordinarias.

    Desaparicin

    Quien haya ledo Esperando a Godot, seguramente habr sentido la des-esperacin que provoca la permanente espera de algo que nunca llega.Al menos esa ue mi eperiencia personal al aguardar constantementea lo largo del teto que llegara ese hombre o antasma, espritu o rey, acumplir lo prometido a los protagonistas, dos pobres personajes que nohacen ms que ocupar su tiempo en una espera. Cunto ms desespe-rante es la espera de un ser querido que se ha ido, no ha vuelto y no sesabe si est muerto o vivo. La duda acerca de la eistencia que acecha a

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    Cuerpos desaparecidos...

    los deudos lleva a la ambigedad y al mantenimiento de una esperana,hasta tanto no aparecan evidencias empricas que tracen el mapa de ladura realidad.

    Aun cuando se reconoca a la muerte como posibilidad casi certera,la esperana se mantiene. Ilustra la situacin La Odisea de Homero, enla que Penlope admite pblicamente la muerte de su amado esposorente a sus pretendientes, pasados ya varios aos de su partida, con lassiguientes palabras:

    Jvenes pretendientes mos! Ya que ha muerto el divino Odiseo, aguardadpara instalar mi boda que acabe este lieno (Homero, La Odisea).

    Sigue manteniendo en su interior la esperana del regreso de Odiseo, y

    por ello deshace por la noche el tejido labrado durante el da. Del mismomodo, como lo sugieren algunos amiliares, aquel que desaparece y noda evidencia de su muerte, se convierte en una especie de antasma quepermite dejar siempre abierta la posibilidad del regreso:

    Y yo no la pierdo, la esperana, viste [...] Yo pas mucho, y s que hay cosasque pasan, la esperana es lo ltimo que se pierde no?... La esperana deque apareciera, pero es muy dicil, pero pienso... est, la puerta abierta est(C., 15/05/2003).

    As, la categora desaparecido hace reerencia a aquellas personas quese encuentran en el umbral entre la vida y la muerte:

    [...] Tener una persona que es desaparecida, no la tens; sabs que no la tensni viva ni muerta, entends? (D., 14/06/2003).

    Esta categora que nace hija de la ambigedad, en principio era si-nnimo de bsqueda. Lo pone en evidencia la consigna aparicin convida que cre en 1980 la agrupacin Madres de Plaa de Mayo7 que,ante la alta de eplicacin por parte del Gobierno sobre lo ocurrido con

    sus hijos, signicaba reclamar que se los restituyeran. No se quera hablartodava de la muerte:

    [...] En el 80 armamos nuestra consigna de aparicin con vida. Porque cuan-do le dieron el premio Nobel a Adolo Pre Esquivel, Emilio Mignone habasalido con l e iba diciendo por toda Europa que los desaparecidos estaban

    7 La agrupacin Madres de Plaza de Mayo ue organizada por mujeres que tenan a sus hijos desaparecidosy tomaron contacto entre s mientras realizaban gestiones para encontrarlos. Comienzan a reunirse desde1977. En 1986, se escinde del movimiento original un grupo que se autodenomina Madres de Plaza de MayoLnea Fundadora, por considerar que ya no tenan todas las mismas ormas de lucha y eso no les permita

    continuar juntas en una nica.

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    muertos [...] Pero nosotras no queramos darle esa oportunidad a la dictadurade que ya emperamos nosotros a decir que estaban muertos cuando todavanadie nos haba dicho qu haba pasado con ellos.8

    La consigna ue tomando cada ve ms un contenido poltico sim-blico a medida que se haca evidente que los desaparecidos estabanmuertos:

    [...] Nuestro primer grito ue aparicin con vida, luego nos dimos cuenta deque no iban a aparecer, que los estaban matando, que haba campos de con-centracin, que haba tortura [...].9

    [...] Aparicin con vida porque se los llevaron vivos. De qu otra orma los

    debemos reclamar?10

    A medida que pasaron los aos, el descubrimiento de los centros clan-destinos de detencin,11 el hallago de osas NN y el relato de sobrevi-vientes detenidos ue acercando a los amiliares a la idea de la muerte y ala posterior necesidad, en muchos casos, de localiar el cuerpo, es decir,la evidencia de la muerte, que diera n a la prolongada bsqueda. Paraaquellos que tuvieron la posibilidad de encontrar los cuerpos, la ratica-cin de la muerte no solamente signic sacar a la persona de la categorade desaparecido, sino que implic el reconocimiento social de la muerte:

    [...] yo siempre dije yo soy madre de desaparecido... vos sabs que ahorano lo puedo decir? Y tampoco puedo decir yo ui madre de desaparecido.Ahora digo yo soy Madre de Plaa de Mayo (H., 17/08/2003).

    [...] Ya no pensamos que est desaparecido, sino que est en un lugar jo,nosotros tenemos en la mente que ya no est desaparecido. Lo encontramos,muerto, pero lo encontramos (D., 14/03/2003).

    8 De Bonaini, Hebe, Historia de las Madres de Plaza de Mayo, .9 De Bonani, Hebe (2001), Entrevista a Hebe por Radio Zapote, en Ciudad de Mxico, .

    10 De Bonani, Hebe, Por qu parece utpica la consigna de aparicin con vida?, .

    11 La caracterstica de la metodologa de la desaparicin de personas ue que despus del secuestro se perdatoda reerencia del secuestrado y el secuestrador, y se intentaba borrar todo rastro de las acciones cometidaspara impedir el acceso a cualquier inormacin verdadera sobre lo sucedido. Los CCD (centros clandestinos dedetencin) constituyeron la base de la poltica de desaparicin de personas. La desaparicin comenzaba con elingreso en estos centros mediante la supresin de todo nexo con el exterior. El procedimiento comn utilizado luegode la detencin y la exposicin de los desaparecidos a torturantes interrogatorios, era su asesinato. Los mtodoselegidos para deshacerse de los cuerpos ueron: arrojarlos al ro o al mar, inhumarlos en osas comunes en lugaresdesconocidos o inhumarlos en cementerios como NN, en osas comunes e individuales. La metodologa empleada

    dependa del centro clandestino en el que se encontraba el prisionero.

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    [...] Me dijeron que mi hija est paseando por Europa, ac est mi hija, me en-tregaron los restos (A., 22/01/2003).

    Al desaparecido en tanto persona liminal le corresponde una muer-te desatendida en la cual la transicin, caracterstica de los rituales depaso, se convierte en condicin permanente. Ms an, como constaen el siguiente testimonio, en algunos casos al desaparecido se lo rela-ciona con una persona convaleciente, que si bien est por morir, lograrestablecerse.

    [...] Lo mismo que una persona que vive enerma y est aos y aos postra-da en una cama y se te muere, la surs en el momento en que se te muri ya la ve tens una tranquilidad, una pa que decs: yo estaba suriendo a la

    par de esa persona y esa persona estaba suriendo y no se mora nunca (D.,14/03/2003).

    El estado de suspensin hace tambin que la desaparicin se mani-este como algo que qued jado en el tiempo sin poder resolverse. Unamiliar epresa simblicamente esta suspensin como si una imagen sehubiera congelado en aquel perodo y todo hubiese quedado tal cual:

    [...] vos vens a mi casa y ve todo as, que est sin terminar... como si hu-biera bajado una persiana y se hubiera subido la otra. Incluso estamos sin

    muebles porque regalamos parte de ellos, todo porque pensbamos amueblaresto de otra orma, y bueno, se baj la cortina y empeamos de nuevo [...] (C.,15/05/2003).

    La casa que qued sin terminar, suspendida en el tiempo que estpor ser pero no es es el espacio sico donde habita la liminalidad deldesaparecido, representndolo.

    El estado de liminalidad

    Los ejemplos de estados de liminalidad abundan en la literatura etnogr-ca. Segn Turner (1997), las personas liminales ya no estn clasicadas altiempo que todava no estn clasicadas. Durante los rituales mortuorios,en la ase liminal los sujetos rituales no estn ni vivos ni muertos, pero asu ve estn vivos y muertos. Nigel Barley (2000) orece un claro ejemplode liminalidad entre los toraya de Indonesia, que acostumbran mantenerdentro de la casa durante varios aos el cuerpo del diunto (a quien con-sideran durmiendo) hasta que este la abandona, permitiendo que secomplete el ciclo ritual. Del mismo modo, la sepultura provisional de los

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    pueblos del archipilago malayo estudiados por Hert, da cuenta de unperodo en el que se considera que todava la muerte no se ha consumadoy se trata al diunto como si estuviera vivo. Es la posterior sepultura deni-

    tiva la que marca su acceso al mundo de los muertos, lo que Van Gennepllama ase de agregacin. Asimismo, en el primer momento del velatorio,el diunto trobriands recibe la vigilia de su viuda sumergido en una tum-ba. Recin a la noche siguiente del deceso su cuerpo es ehumado, sele etraen algunos huesos y solo luego de una segunda ehumacin loshuesos son depositados en un lugar denitivo (Malinowski, 1975: 149).

    Cuando Turner describe el estado de liminalidad por el que pasan losjvenes ndembu en los rituales de circuncisin (1997), los sita en un es-tado de ambigedad y paradoja. Generalmente se los recluye de maneratotal o parcial, lejos del mbito de los estados y estatus culturalmente

    denidos y ordenados. No estn ni aqu ni all, tal ve no estn en ningnsitio. De tal manera, los seres liminales no tienen nada, ni estatus, ni ran-go, ni situacin de parentesco. Otra caracterstica que tienen los netosndembu en el estado de liminalidad es que el grupo es una comunidadde camaradera que trasciende distinciones de rango, edad y parentesco:

    Gran parte de las conductas recogidas por los etngraos en las situacionesde reclusin caen bajo el principio uno para todos, todos para uno (Turner,1997: 112).

    Estas caractersticas se dan en la situacin liminal de los desapareci-dos. Por una parte, pertenecen al orden de lo interestructural, no estn nivivos ni muertos, pero estn vivos y muertos al mismo tiempo; no estnni aqu ni all y tal ve no estn en ninguna parte. En palabras de Turner,la liminalidad es el reino de la posibilidad pura (1997: 107). A su turno,los amiliares de los desaparecidos se encuentran tambin por uera de loestructurado, ordenado o establecido. Se denen y no se denen al mis-mo tiempo como deudos rente a la sociedad. El estado de camaradera,presente tambin en la posicin liminal de los desaparecidos, reviste dosaspectos importantes de resaltar. Por un lado, permite laos de unin

    entre los amiliares, constituyndolos como grupo especco de lucha yreorando vnculos de solidaridad entre ellos. El sentimiento de solida-ridad, dice Rorty, se ortalece cuando se considera que aquel con el queepresamos ser solidarios es uno de nosotros. Ese nosotros puedeincluir a personas que antes considerbamos como otros, como ellos,pero que hoy se nos asemejan en lo reerente al dolor y la humillacin(Rorty, 1996: 241).

    [...] Tambin me conmovi muchsimo ver a los hijos de desaparecidos, dever... yo pensaba, esto es una gran amilia unida [...] (S. L., 19/02/2005).

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    [...] Y en la plaa ramos todas iguales [...] a todas nos haban llevado a loshijos, a todas nos pasaba lo mismo [...] y era como que no haba ningn tipo dedistanciamiento. Por eso es que nos sentamos bien.12

    Esta camaradera no autoria distinciones. A partir de 1986, las Madrescomenaron un proceso de denicin poltica que ellas llamaron la so-cialiacin de la maternidad:

    [...] Lentamente comenamos a sentirnos madres de todos los desaparecidos.

    [...] Poco a poco nos uimos despojando en la Plaa de Mayo de la oto denuestro hijo o hija particular para llevar el rostro de cualquier otro hijo.13

    [...] Cuando rechaamos la ehumacin con todo lo que tiene la aceptacin dela muerte, tambin lo hicimos porque esa es una lucha individual, individualista[...].14

    La gura del desaparecido comiena a conundirse con un hecho co-lectivo, lo que va en contrario de contribuir a un proceso de reconoci-miento social de la muerte individual. Segn Le Breton (2002), a dieren-cia de las sociedades tradicionales de composicin comunitaria donde elcuerpo se conunde con el cosmos de la naturalea y la comunidad, enlas sociedades occidentales el cuerpo unciona como lmite ronterio que

    delimita entre los otros la presencia del sujeto. Es actor de individuacin.Dado el estado de socialiacin de la maternidad que pretenden mante-ner algunas madres de desaparecidos, se entiende su negativa a encon-trar e identicar los cuerpos de sus hijos, ya que el cuerpo se convertiraen la rontera que dierenciara a un desaparecido de otro desaparecido,y a las Madres entre s.

    Sin embargo, cuando las placas recordatorias, monumentos y manies-taciones en memoria de los desaparecidos no se articulan con espaciosespeccos que contrarresten la conmemoracin colectiva y rearmen lamuerte individual, la liminalidad y la transicin siguen presentes. Es decir,

    aquel desaparecido no est muerto, no tiene cuerpo y, por lo tanto, no tie-ne un lugar en el cementerio. Pero tampoco est vivo y por ende requierede un espacio sico y social donde se le rinda culto y se lo recuerde,encontrando en los emplaamientos memoriales dispersos en el territorioespacios sociales donde permanecer de manera transitoria. La personaliminal no queda descansando simblicamente en un lugar nico y jo,

    12 De Bona ni, Hebe,De Bonani, Hebe, Op. cit., supra nota 9.

    13 De Bonani, Hebe, Ibdem.

    14 De Bonani, Hebe, Ibdem.

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    como los cementerios, sino que queda suspendida en uno y otro lugar almismo tiempo, segn la oportunidad en que se lo recuerde:

    Los amiliares no tienen un monumento nico para realiar el culto a la muerte,sino tiempos ragmentarios relacionados con momentos determinados (Catela,2001: 158).

    Aun cuando en general estas placas y monumentos, como tambinlos espacios sicos recreados para hacer reerencia a la desaparicin,cumplen la necesaria uncin de recordar un suceso histrico, colecti-vo, no satisacen la de rearmar o representar muertes individuales:

    [...] Pero qu importa si estn ac, si estn en todos lados, si el pueblo las ama,

    los ama, las ve, tenemos sus otos, no importa qu nombres, nuestra lucha escolectiva, nuestros hijos tienen miles de nombres, hay muchos nombres, milesy miles, son todos nuestros.15

    As como la desaparicin no permite una concentracin de tiempoy espacio que demarque un inicio y un n (Catela, 2001: 121), el des-aparecido como sujeto liminal resulta representado en espacios tambinliminales. Monumentos como el Parque de la Memoria, la marcha de losjueves de las Madres de Plaa de Mayo, los rituales en el ro, entre otros,son espacios colectivos donde se recuerdan hechos igualmente colecti-

    vos. Por cierto, las maniestaciones, los rituales polticos, los monumen-tos y placas recordatorias, dotan de un espacio sico a la persona liminal.Estos espacios sociales transorman un problema individual en una cues-tin colectiva, inscribiendo a los desaparecidos en una identidad comny reorando laos de solidaridad entre miembros de las amilias que hanatravesado situaciones similares. Sin embargo, muchos de estos ritualesreueran el espacio liminal al demarcar pblicamente el estado social deldesaparecido dentro de una identidad comn.

    La realidad soada

    Al no haberse tenido un cuerpo que lo ubicara espacialmente en la vida oen la muerte dentro de la sociedad, el desaparecido es susceptible de servisto como un ser poderoso, omnipresente, que as como da respuestas yabre caminos de bsqueda, en muchos casos genera intranquilidad.

    15 De Bona ni, HebeDe Bonani, Hebe. Op. cit., supra nota 8.

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    Es un sin cuerpo, sea un ngel, un antasma o un espritu que muchasveces se presenta ante los amiliares transgurado, por uera del nivel dela realidad emprica:

    [...] Cuando a m me impact mucho lo de Franca que supe que termin en elro, ella me deca, porque ella tuvo ac una especie de visin [...] ella dice quevio un muchacho que lleg, y ese hombre era Horacio, que tena la ropa emba-rrada y le mostr un agujero en la tierra, y le dijo ah (H., 11/12/2002).

    [...] Yo siempre deca, mi ngel, yo s que ests conmigo, como que la tenaas, sobre las espaldas [...] (A., 22/01/2003).

    [...] Yo creo que se han transormado evidentemente en una cosa mtica y una

    necesidad de ubicarlos en un lugar preerencial. Como proceso histrico setransorman en mito. El mito es intocable, y eso es peligroso [...] Es un antas-ma... y es omnipresente. Est en todos lados (A. P., 23/05/2003).

    Estos testimonios dan cuenta de que ante una situacin etraordinaria,impensable, como lo es la desaparicin de personas, se producen res-puestas etraordinarias, que intentan hacer inteligible esa dura realidad.Tales respuestas son coherentes dentro del conteto en el que surgen, yaque el desorden provocado por la dictadura donde los esquemas cono-cidos no sirven para dar cuenta de la realidad suscita la bsqueda de un

    orden propio. Si bien en las entrevistas realiadas la primera reaccin delos amiliares era rechaar la idea de que el desaparecido estuviera vivo,a medida que avanaba la conversacin, en muchos casos quedaba enevidencia la esperana de vida, aunque uera remota o se epresara almenos en una inquietante duda. Al desaparecido se lo busca muerto y selo busca vivo al mismo tiempo, y las epectativas se dirigen hacia amboslados. Cuando aquellos amiliares que estn en el umbral entre la vida y lamuerte luchan por salir de l, se les proponen nuevos espacios de la reali-dad para eplicar lo ineplicable, por ejemplo, las consultas a videntes.Es como si la realidad se abriese, generando nuevas actitudes y prcticas

    que escapan del marco de la normalidad y lo socialmente establecido:

    [...] S, son cosas intranseribles, diciles para comentar, son como crculos quese van cerrando y son crculos en los que cres o no cres. Si a m me decsqu concretamente, te tengo que decir muchas de las percepciones que unotiene. Yo te tengo que decir que no, raonadamente no, pero las sents, y si nolas decs, las ests negando (H., 11/12/2002).

    Que el desaparecido se presente en persona o que se lo sienta sobrelas espaldas, como si uera un ngel, son eperiencias que pueden en-

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    trar en lo que Marshall Sahlins (1988) llama estructuras perormativas,en tanto no responden a un sistema constituido sino que tienen carctercontingente.

    Sahlins intent superar la oposicin terica entre estructura e historia,alegando que dado que la cultura se produce histricamente en la accin,la estructura es ella misma un objeto histrico. La distincin ideal tpicaentre estructuras perormativas y prescriptivas permite prestar atencina las prcticas contingentes en contraste con las ormas institucionalesconstituidas. Segn Sahlins los rdenes perormativos tienden a asimi-larse a circunstancias contingentes, mientras que en los prescriptivos, encambio, los sucesos se valoran por su similitud con el sistema instituido,negndoseles su carcter circunstancial (Sahlins, 1988: 113). Las prcti-cas, representaciones y actitudes rente al desaparecido que acabamos

    de describir, constituiran rdenes perormativos en los que, como se hasubrayado, la alta del cuerpo ha puesto en riesgo las categoras sociales,alejndolas de lo que los amiliares mismos consideraban normal antesde la desaparicin.

    Cabe consignar que las generaciones de hermanos de desaparecidosse distinguen netamente de las de sus padres en lo que respecta al temade los videntes. Casi todos los hermanos entrevistados se maniestaronescpticos hacia la creencia en poderes sobrenaturales16 y declararon nohaber ido nunca a consultar a videntes. Sus relatos indican que siempreueron los padres los encargados de buscar al amiliar desaparecido, tal

    ve protegiendo a los jvenes de eventuales secuestros ulteriores. En lamayora de los casos acudir a los videntes ue uno de los ltimos recursosa que accedieron los padres, una ve agotados todos los caminos. Porello, es posible relacionar el escepticismo de los hermanos con su actitudrelativamente pasiva en relacin con la bsqueda del desaparecido: otrosen el hogar se encargaban de hacerlo, aun en lugares que antes no ha-bran siquiera considerado:

    Nosotros no lo buscamos cuando desapareci. Nosotros perdimos a nues-tro padre de chicos, entonces al perder a nuestro padre qui l despus de

    todo esto se hubiera encaminado a buscar a mi hermano, como padre (D.,14/03/2002).

    [...] Ya amiliarmente decamos bueno, uno se ocupa, los dems no: tienenque atender a sus hijos, uno recin nacido [...] Yo dej todo lo que estaba ha-ciendo, abandon todo y me dediqu totalmente a esto (C., 12/05/2003).

    16 Entiendo lo sobrenatural tomando la denicin de Durkheim (1968: 30) como todo orden de cosas quesupera el alcance de nuestro entendimiento y pertenece al mundo del misterio, de los incognoscibles,

    incomprensibles.

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    Lo que podramos llamar la divisin amiliar de tareas, propuso di-erentes caminos de bsqueda a los amiliares y, por lo tanto, dierentesmaneras de enrentar la realidad e interpretarla. En general, la alta de un

    cuerpo que epresara la muerte y, por ende, la no eectiviacin de losrituales de luto y duelo concit en todos ellos actitudes y prcticas uerade lo ordinario. As, en muchos casos, los desaparecidos ueron vistoscomo seres conscientes, omnipresentes, cuya presencia dudosa pare-ca hacerse real en cualquier rostro o lugar. Se les atribuan, entonces,poderes sobrenaturales y se armaba que aparecan para dar seales ysugerir caminos de bsqueda. Como la actitud de buscar la intervencinde videntes, cuando nunca antes se haba credo en esas cosas, setrata de eperiencias vividas en contetos especiales donde se hace ne-cesario entender lo que desde la realidad emprica ordinaria no se puede

    eplicar:

    [...] Yo antes iba a videntes, pero nadie me deca que la haban matado, habrido a los dos, tres, cuatro meses (A., 04/08/2002).

    [...] Haba un estudiante holands que era hijo de un jee polica de una ciudaden Holanda, l conoca a un vidente y entonces le dimos una buanda de Dod[...] Y el tipo respondi que estaba muy lejos y se le escapaba, digamos, no lellegaban las ondas [...] Lo que pasa es que se agotan todos los caminos (D. P.,21/10/2002).

    Exhumacin

    En un espacio social donde la verdad acerca de la muerte es buscada ydonde la posibilidad de su raticacin se construye sobre la esperana,la labor del Equipo Argentino de Antropologa Forense ha venido cum-pliendo la uncin undamental de conducir los trabajos de bsqueda,ehumacin e identicacin de restos seos de las vctimas del terroris-mo de estado. Realian la tarea de desenterrar, sacar a lu lo olvidado

    y abandonado, para luego restituir el nombre a aquellos cuerpos perdi-dos en la historia de la represin, cuerpos que necesitan ser nombrados.Desde el campo de la bioantropologa utilian las tcnicas y el mtodopropios de la arqueologa para la recuperacin de los cuerpos inhuma-dos en tierra. Conjugan sentimiento y ciencia para construir signicados,eplicar y responder incgnitas, por lo que no es de etraar que el pro-ducto de su trabajo vaya dejando la huella de un reconocimiento socialinconmensurable:

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    [...] Yo jams me podra haber soado que podra encontrar los restos. Pero,mi primera reaccin ante ellos ue decirles gracias a Dios que son ustedes losque me traen esta noticia!, porque es desde la boca y desde los braos de un

    amigo [...] para m ue buensimo que hayan sido ellos, con esa calide, uealgo hermoso [...] me parece mentira, para m ue un rescate importantsimo,es como que algo se llen en m [...] En la placa de Horacio le puse: graciasa Dios y al Equipo de Antropologa Forense, hoy descanss aqu, entre lostuyos! [...] estoy tremendamente reconocida a los antroplogos por su trabajo(H., 11/12/2002).

    [...] Todo esto es un milagro [...] encontrarla gracias al trabajo de los antrop-logos orenses [...] ellos siempre tan maravillosos han sido, y con tanta dulura(A., 22/01/2003).

    Que la ehumacin de los cuerpos inhumados en la dictadura est enmanos de personas tan comprometidas y especialiadas permite recupe-rar los esqueletos de la orma ms completa posible, sin que se pierdaevidencia asociada a los restos ni a su ubicacin dentro de la osa. En elproceso de la ehumacin se intenta lograr la recuperacin de la orma ycondiciones en que quedara el cuerpo al momento de ser inhumado conel mimo de precisin.

    La recuperacin de un cuerpo a travs de las ehumaciones, que sueleincluir inormacin sobre lo acontecido, implica un acercamiento claro a la

    muerte, por la ubicacin espacial del cuerpo y la consiguiente posibilidadde que se realicen los rituales mortuorios socialmente establecidos. Enalgunos casos, las ehumaciones son presenciadas por los amiliares,miembros de organismos de Derechos Humanos, miembros del aparatojurdico que estn a cargo del caso, entre otros, lo que comporta asimis-mo un reconocimiento social de la muerte. De este modo el enmeno dela muerte vuelve a poder ser articulado en una diversidad de prcticasdiscursivas de la sociedad. Traando un paralelo con lo que Claudia Felddene como escenario de la memoria, es decir, al espacio en el que sehace ver, or a un pblico determinado un relato verosmil sobre el pasado

    (2002: 5), en el caso de los desaparecidos podramos hablar del escenariode la muerte para dar cuenta del espacio y los rituales que posibilitan quedierentes actores sociales den nombre y legitimen con distintos gradosde autoridad una muerte antes innombrada.

    El hecho de que el cuerpo del desaparecido sea encontrado, salga ala lu, represente la muerte y pueda ser colocado donde le correspondeestar, puede implicar tambin un acto de limpiea, purea de la tortura,regreso a un orden anterior. En su anlisis sobre las ideas primitivas acer-ca de la contaminacin, Mary Douglas (1973) seala la asociacin entrela idea de suciedad y lo que est uera de lugar, y arma que lo poco

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    Cuerpos desaparecidos...

    claro o contradictorio tiende a ser considerado como ritualmente sucio.Dado que los cuerpos de los desaparecidos estn o han estado durantemuchos aos uera de lugar por su carcter de personas liminales, para-

    djicas, contradictorias, que son y no son al mismo tiempo, el contetoremite a la calidad de impurea:

    [...] Ahora, qu brbaro! la gente que ha secuestrado, que ha matado, que loha torturado y lo ha tirado as como un perro (D., 14/03/2003).

    [...] Y yo siempre pensaba, dnde estarn los restos de mi hija, dnde estarn...tirados por ah (A., 22/01/2003).

    [...] Yo sent mucha tristea porque sent que haca 25 aos que l estaba ah

    tirado, abandonado, yo sent un vaco tremendo... de esa soledad, de esa or-ma (D., 14/03/2003).

    Por ello, las ehumaciones pueden implicar, adems, un acto de lim-piea, de eliminacin de la impurea de la tortura, y de regreso simblicoa un orden anterior a la desaparicin.

    Consideraciones nales

    Sobre la desaparicin

    En un principio, la categora de desaparecido entraba en el marco de lo noestructurado, de lo interestructural, es decir, era aquella persona que nopoda insertarse en ninguna categora socialmente reconocida. Sin em-bargo, a medida que pasaron los aos, se ue convirtiendo en una catego-ra social, smbolo de un hecho trgico y particular en la historia argentinaque anima a la bsqueda del conocimiento, la verdad y la justicia.

    La palabra desaparecido nos remite al pasado pero nos hace pensaren el presente: si la pronunciamos o escuchamos, la asociamos a pala-

    bras tales como lucha, represin, violencia, terrorismo, tortura, militancia,militares, guerrilla, subversin, ideales, esperana, Madres de Plaa deMayo, entre otras. Bien lo epresa Catela:

    La categora desaparecido propuls un sistema de clasicacin dierente, e-ca para la persona que se posiciona en torno a esta gura, como orma deenunciacin de un drama tanto privado como hacia la arena pblica (Catela,2001: 116).

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    Segn Sahlins (1988), los conceptos bsicos pasan por sucesivas eta-pas de combinacin y recombinacin produciendo en ese proceso trmi-nos originales y sintticos. Hoy el concepto de desaparecido hace ree-

    rencia a quienes siguen ocultos, sustrados de la realidad compartida. Eldesaparecido no remite a la muerte sino a lo inhabitado, es el no lugar.De all que tanto la ehumacin e identicacin de los cuerpos como lavigencia misma del trmino desaparecido contribuyan de manera nica ala reconstruccin de la memoria colectiva de los argentinos.

    Sobre el cuerpo y el ritual

    Teniendo en cuenta entonces que los rituales colectivos son de suma

    importancia para la realiacin de los rituales de duelo y que la alta delcuerpo los obstaculia, podemos preguntarnos por qu ran no se hadado entre los amiliares y el resto de la sociedad la actitud de suplemen-tar al cuerpo con otro smbolo que gue la accin ritual. Para ello es preci-so indagar sobre la relacin cuerpo-persona y observar de qu manera lanocin de persona y ciertas representaciones sobre el cuerpo determinanla viabilidad o no de algunas prcticas, entre ellas, la de suplementar alcuerpo en los rituales mortuorios. Si ocaliamos sobre las prcticas cor-porales, cabe destacar cmo se reordenan las identidades individuales enlos dierentes grupos de amiliares con posterioridad a la recuperacin de

    los cuerpos (ehumaciones o restituciones de hijos-desaparecidos). SilviaCitro (2006) ha sealado que la materialidad del cuerpo y su eperienciaprctica estn atravesadas por los signicados culturales, de all la deno-minacin cuerpos signicantes que da a la constitucin material-simb-lica de la corporalidad. Si concibiramos a los cuerpos muertos comocuerpos signicantes y destacramos en ellos tanto su carcter estruc-turante como perormativo, podramos pensar las operaciones ejercidassobre los cuerpos de los desaparecidos (sean identicaciones, velatorios,entierros) como procesos rituales que logran reacomodar las categorasdentro de la estructura de las relaciones sociales ordinarias.

    Vale contrastar aunque sea someramente el caso de los desapareci-dos con el de los muertos en la Guerra de Malvinas sostenida en 1982entre Argentina y Gran Bretaa, prestando especial atencin al caso delos desaparecidos en combate. Tmese en cuenta que se trata de dosprocesos que sucedieron contemporneamente bajo un rgimen dicta-torial y que terminaron con 650 muertos y desaparecidos vctimas de laguerra y 30.000 desaparecidos vctimas de la represin militar. A die-rencia de lo que hemos analiado en el caso de los desaparecidos, en elde la Guerra de Malvinas, a pesar de las desapariciones de muchos delos cuerpos y de que no todas las tumbas en el cementerio de Darwin

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    contienen cuerpos identicados (de las 237 tumbas de soldados argen-tinos cados en combate, menos de la mitad guran con su nombre), lasociedad siempre epres reconocimiento a los muertos en combate y no

    tendi a asociarlos con sujetos liminales que se encuentran en un espaciointerestructural entre la vida y la muerte. De hecho, se ha construido enla Plaa San Martn, rente a la terminal Retiro, un monumento nacionala los muertos en el Atlntico Sur, calicado ocialmente como cenotao,es decir, un monumento unerario que si bien no guarda los restos de loshomenajeados, orece un espacio donde los amiliares pueden llevar fo-res y orendas a sus seres queridos. Podramos decir que en el caso delos amiliares de la Guerra de Malvinas, la tradicin de guerra ha conlle-vado un sistema de reconocimiento social de la muerte de los cados, ensu condicin de hroes, a travs de condecoraciones, misas, cenotaos,

    monumentos y otros rituales de muerte relativos a los confictos armados.En tal sentido, y destacando la pertinencia y signicatividad de los apor-tes de la antropologa, esperamos haber abierto un debate conceptualsobre la importancia de la uncin del cuerpo del diunto en los ritualesmortuorios, as como sobre la posibilidad mostrada en casos especcosde sustituir el cuerpo como gua de la accin ritual.

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    Familia y desaparicin

    Comentario crticoAlba Rosa Lanzillotto17

    Le con atencin este trabajo y, aunque lo mo no es esto de estudiar oanaliar desde lo psico o sociolgico, no se me escapa la proundidad yla seriedad con que Sabina lo lleva a cabo. Cada refein, cada cita, cadaejemplo me ueron mostrando situaciones vividas por m, como hermana

    de dos jvenes desaparecidas con sus esposos y el hijo en el vientre deuna de ellas. Estas situaciones se produjeron con amiliares y amigos.Pude mirarlas desde otro ngulo al leerlas y creo que eso ocurre porquecada uno personalmente las siente y las epresa desde su propia epe-riencia, su manera de amar a sus desaparecidos, la relacin con ellos ensu tiempo. La autora del trabajo, en cambio, las mira con ojos de inves-tigadora, desde auera, como debe hacerlo un cientco, un proesionalde la materia.

    Puedo decir sin temor a equivocarme que el aporte de Sabina es claro,sesudo, revela un amplio conocimiento del tema, enriquecido, sin duda,

    por su participacin como entrevistadora del Archivo Biogrco Familiarde APM (Abuelas de Plaa de Mayo), no habla desde la rialdad de un es-critorio ni solamente sobre la base de lo que otros escribieron, se apoyaen ellos, s, pero lo medular de sus conceptos est sostenido por la praisque, evidentemente, cal hondo en su pensamiento y en su sentimiento.

    Es importante para comprender algunas actitudes que muchas vecesmiramos con espritu cientco sin aceptar que cada persona es distinta y,como tal, tiene dierentes maneras de enrentar la vida y la muerte, cuantoms la desaparicin, cesa perversa gura inaugurada por el terrorismo deEstado que estremece y desgarra an despus de 30 aos.

    Palabras como mentira, persecucin, miedo, secretos, silencios, eilio,destruccin y otras son tan amiliares para quienes tenemos desapareci-dos a seres muy amados y convivimos con otros en iguales circunstanciascuyas reacciones, sin embargo, no son siempre similares a las nuestras.

    Desde mi escasa idoneidad en este tipo de ensayos, quiero decir queme parece muy bueno e interesante este que reali Sabina y ello no mesorprende porque soy permanente testigo de la madure y compromisocon que cumple a diario sus tareas.

    17 Alba Rosa Lanzillotto es Secretaria de la Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo y luchadora incansable en

    la bsqueda de la verdad, la justicia y la memoria.

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    Familia y desaparicin. Implicancias

    simblicas de la desaparicin en la amilia

    Sabina Regueiro18

    En este captulo se analian las representaciones en torno a la gura deldesaparecido que surgen de los relatos de sus amiliares.19 Por un lado,me detendr en el proceso y los mltiples pasajes por los cuales el prota-

    gonista de tales relatos se convierte narrativamente en desaparecido. Eneecto, se muestra cmo luego de ser secuestrado, y en contraste con losrelatos acerca de su militancia, el desaparecido pierde protagonismo enla historia o ms bien es su ausencia en tanto orma particular de pre-sencia la que lo gana. A partir del secuestro son los amiliares quienes seconvierten en personajes centrales y tal cambio de estatus se transormaen uno de los temas principales de su narracin.20

    Por otro lado, refeionar sobre las implicancias simblicas de la des-aparicin, analiando las teoras nativas acerca de las consecuenciasque ha tenido en la amilia. En este sentido, podemos decir que la des-

    aparicin es eperimentada como un cambio y no solo como un vaco.Pararaseando a Portelli (1989: 5, 6) en su trabajo sobre la muerte deTrastulli, la idea ha sido analiar el modo en que el hecho del secuestro hasido interpretado en la larga duracin de la memoria de los amiliares.Con ello intentamos reconstruir cmo a este acontecimiento le es asig-nada la tarea de representar simblicamente procesos articulados y sub-terrneos, yendo ms all de la materialidad visible del acontecimiento,atravesando los hechos para descubrir su signicado.

    18 Sabina Regueiro es licenciada en Ciencias Antropolgicas con orientacin sociocultural, doctoranda enAntropologa Social de la Facultad de Filosoa y Letras de la UBA y becaria del CONICET. En este trabajo seexponen resultados de la investigacin correspondiente a su Tesis de Licenciatura dirigida por Cecilia Hidalgo(Regueiro, 2005). E-mail: .

    19 Los narradores son amiliares de desaparecidos que no pertenecen a agrupaciones de DerechosHumanos. Sus testimonios ueron generados en el mbito domstico, en el marco del Archivo BiogrcoFamiliar de APM. Se los ha elegido pues suelen tener interpretaciones heterodoxas de la poltica, en relacincon el discurso pblico de los organismos. Se recorta as un campo poco trabajado, probablemente porqueal no estar nucleados en instituciones de acceso pblico, estos narradores no suelen ser contactados.

    20 Es importante aclarar que la prctica compartida por la gran mayora de los amiliares luego del secuestroes la bsqueda, aspecto de la experiencia de los amiliares, ampliamente documentado y extensamenteanalizado desde las ciencias sociales en el que no me detendr en este trabajo. Tampoco se orece aqu un

    anlisis exhaustivo de las prcticas y representaciones posteriores a la desaparicin.

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    Sabina Regueiro

    La narracin

    El punto de vista del narrador se epresa implcitamente mediante tramas

    narrativas (Ochs y Capps, 1996) o intrigas (Ricoeur, 1984). Es analiandoesas tramas y no solo el contenido eplcito de lo narrado el modo en quepodemos reconstruir las teoras nativas acerca de las consecuencias dela desaparicin sobre la amilia. La desaparicin rompe con el ideal decontinuidad amiliar, de la sucesin de generaciones.

    La desaparicin es el giro problemtico en torno al cual se muevenlas narrativas analiadas, que cumplen la uncin de eplicar las desvia-ciones de lo cannico (Bruner, 1998), las consecuencias inesperadas,sea la ruptura del ciclo natural que implica la muerte o desaparicin dejvenes, de mujeres embaraadas o que acaban de parir, o el quiebre del

    orden cronolgico esperado de decesos de las distintas generaciones.

    La militancia

    Uno de los rasgos esenciales de la desaparicin es su naturalea poltica,imprescindible para entender lo ocurrido con la amilia despus del se-cuestro. Por eso, he optado por hablar de militantes para reerirme a losdesaparecidos antes del secuestro y para ello parto de una concepcinde militancia (categora social utiliada por los desaparecidos para denir

    su prctica poltica) coincidente con la que orece Feierstein en tanto ca-tegora analtica.

    Las vctimas del genocidio en Argentina se caracterian directamente por sumilitancia[a muy diversos niveles, con muy diversas opciones ideolgicas, enuna sorprendente variedad de mbitos], entendiendo en sentido amplio a esteconcepto de militancia. Un sentido que permite incluir tanto al cuadro pol-tico-militar de las organiaciones armadas de iquierda como al delegado debrica, al miembro de un centro estudiantil secundario o al vecino que pilotealas eperiencias del club barrial de la ona. Esta capacidad de accin poltica

    ampliada es la que puso en la mira el Proceso de Reorganiacin Nacional enArgentina (Feierstein, 2001).

    No siempre ser utiliada por los narradores, es decir, solo a vecesaparecer en los relatos como categora nativa. Sin embargo, de una uotra manera, en los relatos sobre la vida de los desaparecidos los narra-dores hacen reerencia a su prctica poltica, al menos a travs de la evo-cacin de determinados valores y prcticas que entiendo correspondenal campo semntico de la militancia. Todas las narraciones seleccionadaspara ser incluidas en este trabajo tienen como protagonistas a militantes

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    desaparecidos de Montoneros y del PRT (Partido Revolucionario de losTrabajadores). Es sabido que generalmente los desaparecidos pertene-can a alguna organiacin poltica en la que se enmarcaban sus repre-

    sentaciones y prcticas polticas, segn la palabra de sus amiliares, ami-gos o compaeros de militancia. El contenido y uso de militancia comocategora nativa no ser especcamente trabajado aqu, describiendocon ella una orma particular de hacer poltica de algunas organiacionespolticas de iquierda en los aos 70 en la Argentina. Segn Feierstein,ueron los valores de autonoma crtica, reciprocidad, solidaridad en tantoorma particular de relacin social y prctica colectiva, los consideradossubversivos por los genocidas, ms all de la constitucin de las organi-aciones de iquierda como uera social, poltica, militar, que hacia el 24de maro de 1976 ya haba sido quebrada.

    La liminalidad

    La idea de pasaje a la desaparicin parte de la perspectiva de VctorTurner, quien se basa a su ve en la teora de Arnold Van Gennep. Eneecto, Van Gennep haba identicado la ase liminal de los ritos de pa-saje, ritos que acompaan todo cambio de lugar, estado, posicin socialy edad (Turner, 1969: 101, 102). Turner retom la teora de Van Gennepy propuso una descripcin ms eplcita y sistemtica de las ases del ri-

    tual, sosteniendo que todos los ritos de paso o transicin se caracterianpor las siguientes tres ases:

    1. Separacin: es la conducta simblica por la que se epresa la se-paracin del individuo y/o grupo de un punto anterior jo en la estructurasocial, de un conjunto de condiciones culturales (un estado), es decir, deatributos preliminales. En nuestro caso esto es lo que se da con el se-cuestro y se epresa narrativamente en la imagen de la ltima ve.

    2. Liminalidad: en la etapa intermedia del margen o limen (umbral) lascaractersticas del sujeto ritual, el pasajero, son ambiguas, ya que atra-viesa un entorno cultural que tiene pocos o ninguno de los atributos del

    estado pasado o venidero. En tal sentido, la desaparicin implica la sus-pensin simblica de un estado ambiguo que no se resuelve en la muerte.Esta dimensin resulta crucial, pues es en ella donde acaecen tanto loseilios simblicos, los secretos y mentiras como los silencios, y ello tan-to en lo que hace al nuevo estatus de los amiliares como a las propiasrepresentaciones en torno al desaparecido. Esto nos permitir hablar deuna liminalidad narrativa.21

    21 Tambin la militancia y la clandestinidad pueden pensarse como liminales, a partir de los relatos de amil-

    iares, por la ruptura simblica-cultural que implican.

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    3. Agregacin: el estatus permanente de los militantes ser el de des-aparecidos, lo que no autoria a aludir a una ase de reagregacin propia-mente dicha, especialmente dada la ausencia del cuerpo (c. Panio en

    este mismo volumen).Partiendo de este planteo general, me concentrar en las representa-

    ciones de la amilia y el desaparecido a partir del pasaje a la liminalidad.

    Los motivos narrativos del pasaje

    El pasaje, la transormacin narrativa de la gura del desaparecido y suamilia, ser considerado a partir de los motivos narrativos que se descri-ben a continuacin.22

    Cmo me enter? del secuestro, sea a partir de la propia epe-riencia o de un relato de otros, para el narrador marca un hito que otorgasignicado especial a la ltima ve que lo vi, jando esa eperiencia aposteriori en la memoria y constituyendo uno de los motivos que epre-san la transicin narrativa a la desaparicin.

    Una ve traspasado el umbral del secuestro, la amilia completa setransorma a distintos niveles, pues cambian sus relaciones hacia dentroy hacia uera. En primer lugar, a veces algunos de sus miembros sonperseguidos de distintas ormas (allanamientos, interrogatorios, intimida-ciones), lo que obliga a la amilia a desplegar una serie de estrategias de

    evasin. Entre ellas la mudana es la ms comn, a n de evitar otros po-sibles desaparecidos, lo que los lleva a pensarse como sobrevivientes.Esto se vincula con un eilio interno o simblico, es decir, con el aisla-miento voluntario-involuntario de los crculos sociales primos. Al con-vertirse en amiliares de desaparecidos son objeto de discriminacin.Por ello, puede armarse que la amilia previa a la desaparicin tambindesaparece en varios sentidos, a lo que se suma la transormacin de lapersonalidad de sus miembros o aun las enermedades causadas por ladesaparicin, cuyo corolario puede llegar a ser la muerte.

    En estrecha relacin con lo descripto, advertimos que a la desaparicin

    sica del amiliar le corresponde la desaparicin simblica del desapare-cido dentro del hogar, quien puede llegar a convertirse en un tema tab.Incluso cuando los secretos y las mentiras no suelen sostenerse por logeneral hacia el interior de la amilia nuclear, salvo con los nios, s lohacen con respecto a la amilia etendida, convirtindose en un temavedado para los no amiliares.

    22 Esta recurrencia de otros motivos compartidos por los narradores, no solo es producto de una experienciacomn, a nivel tnico, de clase y cultural, sino especialmente de la experiencia especca de la desaparicin.Esto es as porque existe en los seres humanos una disposicin a organizar la experiencia de orma narrativa

    mediante estructuras de tramas (Bruner, 1998).

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    La desaparicin simblica tiene su correlato en el silencio narrativodentro del hogar y se constata cuando ocaliamos la atencin en el actomismo de narrar. En eecto, se advierte en algunos casos que a los ami-

    liares les resulta imposible hablar sobre el desaparecido, salvo tangen-cialmente. Parte de la interpretacin de esta suspensin simblica deldesaparecido, correlato de la emprica, es la orma en la cual la eperien-cia de la desaparicin se refeja en la narracin. Tiene que ver con unduelo muy particular, con la irresolucin de una ausencia, con una presen-cia especial del desaparecido en otros lugares.

    El pasaje a la desaparicin: La ltima vez que lo vi

    La ltima ve que lo vi es una rase recuentemente usada por los ami-liares. Se dene en relacin al momento del secuestro y muchas veces alas condiciones de clandestinidad que, al tornar inrecuentes los contac-tos, tambin marcan aquel encuentro en la memoria.

    Elena ha registrado en su recuerdo la ltima ve que vio a sus herma-nos desaparecidos y a su cuada: epresa que la ltima ve de su her-mana Magdalena est en estrecha relacin con las causas inmediatas desu desaparicin. Su hermana, violando normas bsicas de seguridad, vaa la casa de su mam el da de la madre y la secuestran. Recuerda tam-bin la ltima conversacin con su hermano Carlos, quien consideraba la

    posibilidad de irse del pas, pero es secuestrado a la semana. En amboscasos, Elena maniesta haber percibido la peligrosidad de la situacinde sus hermanos, lo que aparece en su relato como una especie de anti-cipacin de los hechos: recuerda cmo la ltima ve se qued mirandoa su cuada y hermana menor cuando se alejaban caminando, cosa quenunca antes haba hecho. A lo largo de las dos entrevistas que mantuvecon ella este motivo apareci espontneamente.

    Incluso Natalia, con escasos cuatro aos, tiene registro de las ltimasveces que vio no solo a su madre sino a sus tos desaparecidos, recor-dando, en el caso de Carlos, a una persona que se haba transormado

    sicamente, como parte de las condiciones de clandestinidad. En el casode su madre, la ltima ve se conecta narrativamente con otros elemen-tos de esa etapa, tales como esconder a sus hijas en casa de compae-ros y amiliares, despus de esa ve que ella me llev a la casa de mi ta,creo que no la volv a ver.23 La ltima ve puede tambin estar ubicada

    23 Siguiendo a Halbwachs (1950) pensemos en los recuerdos que podran restituir la gura y la persona deesta madre tal como su hija la conoci: su amilia materna le cuenta cosas sobre ella y eso le da la impresin deque los recuerdos aumentan. Sin embargo, se trata de una ilusin retrospectiva pues son en realidad recuerdosnuevos, impresiones recientes. Adems, el recuerdo nunca dej de evolucionar, ella cambi y su punto de vistase transorm (Halbwachs, 1950: 52). Este es un principio que vale para todos los narradores, pero, especial-

    mente para los hijos que llegaron a conocer a sus padres desaparecidos y pueden recordarlos, aunque hayan

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    Sabina Regueiro

    en un conteto de cotidianeidad, de trivialidad, o conectada con un actode aecto. Tal es el caso de Ricardo, en cuyo relato no est presente lacategora de desaparicin o al menos no ocupa un lugar importante.

    La ltima ve que vi a mi hermano (Pedro) ue una ve que me ue a ver, que yoestaba haciendo la colimba, me dej unos mangos (Ricardo).

    En ocasiones se marca el ltimo contacto realiado o noticia recibidaen ausencia:

    [...] la ltima carta, despus nunca ms tuve noticias (Raael).

    Creo que la jacin de la ltima ve debe ubicarse en el conteto

    de la narracin de un nuevo pasaje, el pasaje a la desaparicin, siendoesta la ltima marca de la vida en la memoria de sus amiliares, un pasoantes de cruar el umbral. El militante queda suspendido en el pasaje a ladesaparicin. Es decir, el agente construye esta ltima ve desde unatrama que no se corresponde con la eperiencia del acontecimiento de lamuerte, aunque de alguna orma parecera reemplaarla: la ltima vequeda marcada cuando el amiliar est vivo, pero reviste la intensidademocional de la muerte, y se resignica a posteriori a partir de la diusinde las condiciones del cautiverio. Vemos cmo la narracin de la desapa-ricin implica a una persona viva que es, en cierta manera, tratada como

    muerta.24

    La desaparicin emprica del mbito domstico: el contexto narrativode la desaparicin

    Para los narradores, el acto de secuestro es sinnimo de desapa-ricin, categora que en este trabajo se reiere a un proceso social-amiliar ms amplio. Son epresiones recurrentes: se lo llevaron,

    sido muy pequeos en el momento del secuestro. Muchas veces no es un recuerdo directo sino el recuerdo dela imagen que se orm a partir de los relatos que le han contado. De all la desilusin de esta narradora, quenos haba dicho que se acordaba mucho de su madre. Pero no era as, por momentos no distingua entrelo que le haba contado la compaera de su madre y lo que ella crea haber vivido, reinterpretando recuerdosragmentarios en uncin de nuevos acontecimientos o acetas de la historia conocidas en su adolescencia.

    24 Hertz (1990: 101) nos dice que la orma siniestra en que algunos individuos son arrancados de estemundo los separa para siempre de sus amiliares en una exclusin irremediable, pues la ltima imagen delindividuo tal como la muerte lo dej es la que queda impresa con ms uerza en la memoria de los sobrevivi-

    entes. Por ser singular y estar cargada de una emocin especial, no podr ser nunca enteramente abolida.

  • 8/7/2019 Hidalgo Etnografias de La Muerte

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    Familia y desaparicin...

    lo vinieron a buscar, se me ueron, lo agarran.25 Eisten algunasconstantes en cuanto a los contetos en los que aparecen las catego-ras asociadas al secuestro, que si bien son variados no son ininitos.

    Por lo comn se vinculan a la edad, conllevan una relein sobre lajuventud de los militantes:

    Las cosas despus se sucedieron tan rpido y ellos tan jvenes, Hernn creoque tena 21 aos cuando lo llevaron (Hilda).

    Mara asume que la edad promedio de los desaparecidos es ms bajaque la de su hijo al momento de su desaparicin y dice:

    Cuando lo llevaron tena 33 aos, era grande (Mara).

    La educacin y la proesin aparecen como datos asocia