HERENCIA TEXTIL, IDENTIDAD INDÍGENA Y PERSPECTIVA...

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA SAN JUAN BOSCO SEDE TRELEW ARGENTINA TESIS DE LICENCIATURA EN HISTORIA HERENCIA TEXTIL, IDENTIDAD INDÍGENA Y PERSPECTIVA ECONÓMICA DE LA PATAGONIA ARGENTINA. Estudio de un caso: La Comarca de la Meseta Central del Chubut AUTORA: PATRICIA MARIA MENDEZ DIRECTORA DE TESIS: PROF. DEBORA FINKELSTEIN 2008

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA SAN JUAN BOSCO

SEDE TRELEW

ARGENTINA

TESIS DE LICENCIATURA EN HISTORIA

HERENCIA TEXTIL, IDENTIDAD INDÍGENA Y PERSPECTIVA ECONÓMICA

DE LA PATAGONIA ARGENTINA.

Estudio de un caso: La Comarca de la Meseta Central del Chubut

AUTORA: PATRICIA MARIA MENDEZ

DIRECTORA DE TESIS: PROF. DEBORA FINKELSTEIN

2008

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RESUMEN

El presente estudio revela la existencia de una producción textil en la Comarca de la

Meseta Central de la provincia de Chubut de similares características a las descritas en

documentos históricos a partir del siglo XVI y asociada a los antiguos habitantes de la

región de Patagonia, Pampa y Araucanía. Muestra las particularidades técnicas e

instrumentales que tiene esta producción en la actualidad (sus diferentes etapas, desde la

obtención de las materias primas hasta la confección de los tejidos), la transmisión de su

saber, su importancia para la economía de las familias de la región y para la

conformación de su identidad. Por último exhibe los potenciales y las falencias de los

diferentes proyectos implementados en la zona que tienen como objetivo rescatar y

favorecer el desarrollo de esta producción en el presente.

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AGRADECIMIENTOS

Esta investigación, como todas, tiene su propia historia de la cual forman parte personas

que la hicieron posible y sobre quienes deseo dejar testimonio de mi gratitud.

La primera de ellas es Débora Finkelstein, quien me otorgó la posibilidad de trabajar en

su Proyecto Productivo Comarcal cuya denominación actual es “Tierradentro”. Su

conocimiento de los lugares y amplia experiencia de trabajo como docente e

investigadora en la región la hizo una figura conocida y querida por los pobladores,

gracias a lo cual pude recorrer la zona a la vez que acceder a los informantes y figuras

claves para el estudio. También su acompañamiento y gestión permanentes me

brindaron el aliento y los recursos económicos necesarios para seguir adelante con mi

trabajo. Pero ante todo su generosidad me abrió las puertas a la experiencia de un

mundo al que sólo había tenido acceso a través de algunas lecturas y de mi imaginación.

Las vivencias de las que ella me hizo partícipe marcaron una inflexión inmanente en mi

pensamiento y en mi vida, reorientando mis estudios académicos y mi trabajo en la

comunidad.

En segundo lugar, mi agradecimiento es para cada una de las personas que viven en los

campos y pueblos de la Comarca y que me brindaron su tiempo, su hospitalidad y su

afecto. Ellos me proporcionaron gran parte de la información aquí volcada y por ello les

debo esta contribución a la construcción de conocimientos. Sin embargo, y sin duda

alguna, creo que mi mayor gratitud hacia ellos es por lo que me han enseñado acerca del

saber, de la vida y de sus infinitos misterios.

Mi agradecimiento también es para todas aquellas personas que me ayudaron en forma

desinteresada: Marcelo Acebal, María Marta Novella y Marcelo Martino. A través de su

ejemplo, ellos me mostraron que existen personas íntegras, comprometidas con el

bienestar de los demás y que un futuro promisorio es posible.

Finalmente, mi agradecimiento más profundo es para Leonardo por varias razones: por

compartir conmigo cada paso dado en la concreción de mi carrera y en este Proyecto en

particular; por su mirada aguda, crítica y constructiva sobre cada avance realizado. Pero

principalmente por apoyarme, por soportar mis desatenciones, por estimularme, por

encontrar en él un refugio, lo que en pocas palabras significa estar a mi lado

permanentemente. Para él es este logro, el cual quisiera que fuera también suyo.

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RECONOCIMIENTOS

Deseo agradecer aquí el apoyo de algunas instituciones como la Escuela Nº 727 de

Cholila, que gentilmente nos ofreció su respaldo para llevar adelante el Proyecto de

Investigación “Interculturalidad y Arte textil como símbolo de identidad”.

Mi gratitud es también para el Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut, el

cual otorgó un subsidio al equipo que conformo junto a Débora Finkelstein y María

Marta Novella para llevar adelante el citado Proyecto. Parte de los resultados del trabajo

que realizo en ese marco están volcados en el presente texto.

Mi especial reconocimiento es para el Ministerio de Industria, Agricultura y Ganadería

de la Provincia de Chubut, cuyos recursos y respaldo institucional otorgados hicieron

posible la concreción de este trabajo en el marco del proyecto “Tierradentro”.

Asimismo deseo agradecer el apoyo brindado por Julieta Gómez Otero, Silvia López y

Brígida Baeza quienes me sugirieron más de un rumbo y me facilitaron material de

consulta para la elaboración del presente escrito.

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INDICE

1. INTRODUCCION

1.1. Antecedentes de la investigación

1.2. Planteo del problema, objetivos e hipótesis

1.3. Metodología

1.4. Descripción del contenido del informe

1.5. Dificultades y Límites

1.6. Justificación

2. MARCO TEÓRICO

3. ESTADO DE LA CUESTION

4. CONTEXTO FISICO Y SOCIAL DE LA COMARCA DE LA MESETA CENTRAL

DEL CHUBUT

5. LA PRODUCCION TEXTIL

6. LA TRANSMISIÓN DEL SABER TEXTIL

7. LA IDENTIDAD DE LOS TEJIDOS Y DE SUS HACEDORAS

8. EL DESTINO DE LOS TEJIDOS

9. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES

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1. INRODUCCION

1.1 Antecedentes de la investigación

A lo largo de siglos, los grupos aborígenes que transitaron por la región patagónica

debieron adaptarse a las distintas circunstancias que le imponían tanto el contexto

natural como el social. El medio ambiente y sus cambios repercutieron en sus hábitos o

estilo de vida. También el contacto con otros grupos humanos -ya fueran éstos otros

aborígenes, conquistadores o colonos- implicó una relativa modificación en sus

costumbres y una adecuación a las circunstancias generadas por ese contacto. La

incorporación del caballo a su forma de vida, de mercancías de elaboración europea y su

desplazamiento a la región pampeana, entre otros, fueron algunos de los elementos

tangibles que implicaron cambios dentro de su cultura. Sin embargo, en su historia,

existen manifestaciones de características que permanecieron como rasgos inseparables

de su identidad. Los procesos, técnicas y diseños para la elaboración de utensilios de

uso cotidiano aparentan ser algunos de ellos. La tecnología de piedra, alfarería, cestería

y tejido provienen de épocas prehistóricas1 y, con escasas modificaciones, perpetuarse a

lo largo del tiempo como un rasgo distintivo de la cultura de estas comunidades.

Numerosas crónicas de viajeros, exploradores y misioneros dan cuenta, ya a partir del

siglo XVI, de estos saberes y prácticas propias de los aborígenes de la Araucanía y

noroeste de la Patagonia argentina.

Hacia el siglo XIX, y por lo antedicho, la relación entre estos nativos con los

representantes del recientemente conformado Estado Nacional argentino no fue el

primer caso de contacto, negociación y conflicto que los grupos de la región conocieron.

Sin embargo, sí fue una relación que marcó un quiebre en la forma de vida y determinó

el futuro desmembramiento de esos grupos y una desvalorización de su cultura, cuyos

efectos llegan hasta nuestros días.

Numerosas investigaciones señalan las graves consecuencias que la denominada

“Conquista al Desierto” tuvo para las comunidades nativas de la Patagonia. El

apresamiento y traslado a la provincia de Buenos Aires y zonas del norte del país fue el

destino para algunos de sus miembros. La reducción a reservas lo fue para otros. Para

1 Entendemos por prehistoria a un proceso comprendido en un período temporal dentro del cual la ausencia de documentos escritos implica que la información arqueológica, etnológica y geológica -entre otras- sea la adecuada para reconstruírlo.

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quienes tuvieron mejor suerte, la buena relación e intermediación llevada a cabo por sus

caciques ante el gobierno nacional, proporcionó su acceso a algunas tierras marginales

desde el punto de vista productivo. Este último caso permitió la constitución de algunas

de las comunidades que actualmente integran la Comarca de la Meseta Central del

Chubut y que son el objeto de estudio de la presente investigación.

En esta ocasión, entonces, el proceso de adaptación y modificación de algunos de los

elementos culturales de estos grupos evidenciados en otros momentos de contacto se

acentuó, llegando a ser crítica su supervivencia cultural e incluso física: muchos de los

miembros de estos nuevos asentamientos se trasladaron a los núcleos urbanos por

necesidad económica, ya que el campo no garantizaba el desarrollo de sus familias y a

veces ni siquiera su subsistencia, con la consiguiente ruptura de sus costumbres y estilo

de vida.

No obstante la profunda incidencia que estos cambios tuvieron sobre numerosos rasgos

sociales y la calidad de vida de estas comunidades, algunos saberes tradicionales han

mantenido su vigencia. Uno de ellos es la textilería. Actualmente existe una producción

textil de raigambre indígena en la Comarca de la Meseta Central del Chubut que aún no

ha sido analizada en forma científica.

1.2. Planteo del problema, objetivos e hipótesis

Ante la existencia de esta producción textil nos planteamos la siguiente pregunta:

Esta producción textil ¿tiene las mismas características que las que presentan los

documentos históricos para las regiones de la Araucanía, Pampa y Patagonia en

diferentes momentos?

De allí deriva nuestro principal objetivo: investigar la efectiva existencia en la

actualidad de una producción textil en la región de la Meseta Central del Chubut con

particularidades semejantes a las enunciadas en las fuentes históricas.

A partir de este problema y objetivo central planteamos nuestra hipótesis principal:

- Existe una producción textil en la Comarca de la Meseta Central del Chubut que

es heredera de los saberes de los antiguos habitantes de las regiones de

Araucanía, Pampa y Patagonia.

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A raíz de esta primera conjetura, nos formulamos otras preguntas:

Si esta producción textil existe: ¿cuál es su relevancia social? Y más específicamente:

¿qué importancia económica tiene esta producción? ¿cuál es su incidencia en la

conformación identitaria de quienes participan en esa producción? Estos

cuestionamientos, a su vez, nos llevaron al planteamiento de las siguientes hipótesis:

- Esta elaboración textil forma parte de los recursos económicos

conque cuentan las familias que integran las comunidades de la

Meseta Central del Chubut.

- Esta producción textil es uno de los principales elementos que

representa simbólicamente la identidad cultural de quienes

participan en ella.

Por las características de nuestros planteos, el estudio tiene un carácter exploratorio,

descriptivo cuali-cuantitativo y comparativo diacrónico:

Es exploratorio por cuanto nuestro objetivo es examinar un tema de investigación que

no ha sido abordado con anterioridad y sobre el cual sólo existen ideas y proyectos de

índole productiva relacionados.

También es descriptivo porque en él se especifican las características cualitativas de la

producción textil en la zona para poder responder a la primera hipótesis. De la misma

manera es relevante el aspecto cuantitativo, puesto que sin éste no podríamos considerar

la existencia de una real producción sistemática, sino tan solo la presencia de fenómenos

aislados y excepcionales.

Nuestro estudio también es comparativo diacrónico en tanto analiza las características

de la producción textil en la Comarca de la Meseta Central del Chubut y las compara

con las elaboraciones textiles realizadas en tiempos pasados en toda la región

patagónica.

1.3. Metodología

Nuestra metodología de trabajo involucró el uso de fuentes escritas y orales así como

también un trabajo de relevamiento y observación participante sobre el terreno.

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Las fuentes escritas que utilizamos para el análisis histórico propiamente dicho fueron

escritas y publicadas entre las dos últimas décadas del siglo XIX y la sexta del siglo XX

(lo cual será fundamentado en el apartado referido al Marco Teórico). Ellas pueden ser

clasificadas de maneras diferentes:

1- Según su origen: pudimos hallar aquellas confeccionadas por funcionarios

gubernamentales, militares y religiosos; las realizadas por los propios nativos o

relatadas por los mismos pero escritas por foráneos; las que son resultados de trabajos

etnográficos y realizadas por profesionales de disciplinas como la antropología y la

arqueología.

2- Según sus objetivos: dentro de los escritos comparados están aquellos interesados en

contribuir al conocimiento científico mediante la divulgación de las prácticas de

“culturas en extinción” observadas en forma directa por sus autores. Tales son los casos

de los militares y funcionarios que recorrieron la zona entre finales del siglo XIX y

principios del XX; aquellas obras que buscan promover la cultura aborigen para de esa

manera contribuir a su valoración. En esta categoría ubicamos los trabajos de los

nativos; por último, aquellos estudios que incluyen los dos objetivos anteriores y

además pretenden incentivar el desarrollo de las elaboraciones textiles en la Argentina.

3- Para la investigación etnográfica recurrimos a las fuentes orales, las cuales podemos

dividir en directas e indirectas: en las primeras, los relatores cuentan sus vivencias o los

hechos que han presenciado; en las segundas, las personas nos transmiten lo relatado

por terceros.

Estas fuentes orales fueron complementadas con la obtención y estudio de fotografías en

el trabajo de campo y con la consulta a especialistas de otras disciplinas como la

arqueología, antropología, geografía, geología, agronomía, etc.

4- Para el estudio histórico fueron indagados además estudios arqueológicos y

numerosos documentos históricos a partir del siglo XVI como las crónicas de viajeros,

conquistadores y misioneros, escritos de comerciantes y funcionarios estatales así como

también documentos visuales como litografías y fotografías.

La utilización de estos recursos se realizó en diversas etapas:

En una primera fase se efectuó la búsqueda, lectura y análisis de estudios editados e

inéditos sobre la producción textil en el pasado y en la región patagónica argentino-

chilena. Rastreamos información acerca de las técnicas utilizadas en la confección de

los textiles, así como también sus destinos y la relevancia de la producción textil en la

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economía de los grupos aborígenes de la región. Los documentos fueron consultados en

centros de investigación como el Centro Nacional Patagónico (CENPAT), Institución

científica regional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

(CONICET) y el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

(INAPL). También en las Bibliotecas de la localidad de Trelew: Biblioteca “Francisco

Arancibia”, Biblioteca “Milcíades Vignati” y Biblioteca “Agustín Alvarez”. En algunos

Museos y Bibliotecas de la Capital Federal: el Museo de Arte Popular “José

Hernandez”, el Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco”, la

Biblioteca Nacional, el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, la Biblioteca

Municipal, Biblioteca del Congreso de la Nación. En la ciudad de Bahía Blanca: en la

Biblioteca “Bernardino Rivadavia” y la Biblioteca de Humanidades de la Universidad

Nacional del Sur. Y en bibliotecas y centros de investigación de algunas Universidades

de Chile: Biblioteca Central de la Universidad Católica de Temuco y Centro de

Investigaciones Indígenas de la Universidad de la Frontera.

Estas actividades nos permitieron avanzar en la construcción de conocimientos acerca

de la producción textil de la región en el pasado para, a partir de ellos, dirigir con mayor

propiedad el desarrollo del trabajo de campo previsto para la segunda etapa del

proyecto.

La segunda etapa de la investigación implicó un relevamiento de campo de la región de

estudio para determinar en qué lugares se observaba una actividad cuantitativamente

importante -en relación con las demás actividades económicas del lugar- vinculada a la

producción textil: cría del ganado ovino, esquila, hilado, tejido en telar, etc.

El recorrido por los caminos de la zona nos permitió obtener una percepción directa del

entorno natural y del paisaje en el que se desarrolla la producción, válida para la

comprensión de su dinámica y articulación. La obtención de imágenes a través de

fotografías fue un recurso fundamental que empleamos durante el transcurso de todo el

trabajo de campo. Ello nos permitió el registro de la información y su empleo para la

ilustración del escrito y para la elaboración de trabajos de difusión y transferencia.

El trabajo hasta aquí realizado comprendió un plano de análisis espacial y temporal, con

un encuadre socioeconómico actualizado y circunscrito al interés particular de la

investigación. Si bien el estudio fue limitado a las principales localidades de la meseta

central y norte de la provincia del Chubut con un fin exploratorio, las observaciones

realizadas sobre los aspectos socioeconómicos de los pobladores -íntimamente

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vinculados a las acciones del gobierno provincial- nos condujeron a considerar a la

Comarca de la Meseta Central como la región delimitada para el estudio.

La tercera etapa se desarrolló principalmente como un trabajo etnográfico en la zona.

Consideramos que para poder obtener un profundo conocimiento del lugar resultaba

fundamental realizar un trabajo de campo sistemático. Éste implicó estancias

prolongadas, diseños y planificaciones previas, las cuales debieron adecuarse a las

condiciones temporales y a las estaciones anuales debido a la rigurosidad del clima en la

zona y a las malas condiciones de los caminos.

La labor etnográfica fue llevada a cabo en su doble acepción de descripción detallada y

de interpretación. Se relevaron y analizaron aspectos sociales, económicos y políticos de

la vida de los lugareños vinculados a la producción textil. La observación participante

(la convivencia con los miembros de las comunidades), el registro de testimonios orales

mediante entrevistas estructuradas o no (para recoger tradiciones orales o cualquier otro

aspecto de la cultura) e incluso las simples conversaciones fueron las principales

técnicas utilizadas para el trabajo en el lugar.

Mediante el diálogo con diferentes generaciones de crianceros, hiladoras y tejedoras de

distintos lugares obtuvimos el registro de las técnicas de elaboración y de los actuales

destinos de los textiles. Investigamos, además, la manera en que sus saberes sobre la

producción textil fueron adquiridos y transmitidos a las siguientes generaciones.

Obtuvimos información acerca de la relevancia que tiene la producción para quienes

intervienen en ella, tanto en el plano económico como en el social e identitario.

Paralelamente a esta labor etnográfica se efectuaron entrevistas a integrantes y

dirigentes de diferentes organismos estatales y no estatales que tienen incumbencia en la

producción textil de la región. Esto nos permitió visualizar una realidad desde dos

perspectivas diferentes aunque no excluyentes: la de los productores textiles y la de los

organismos que intentan promocionar esta actividad. Por otra parte, las numerosas

entrevistas realizadas y conversaciones mantenidas en los diferentes ámbitos y con

personas dispares nos permitieron contrastar en forma más exhaustiva la información

obtenida.

Al finalizar esta etapa se efectuó un análisis temporal y espacial a partir del registro

documental histórico estudiado y los resultados de investigaciones arqueológicas, el

relevamiento del lugar y los testimonios personales recogidos. Ello nos proporcionó las

características y relevancia económica de la producción para las familias en los

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diferentes momentos históricos, sus continuidades y sus cambios hasta el presente.

También nos permitió conocer la función de la producción textil en la conformación de

la identidad de los hacedores de las elaboraciones textiles.

Durante estas tres primeras etapas, los trabajos de búsqueda y análisis bibliográfico, de

documentos editados e inéditos, de relevamiento del paisaje y etnográfico, se

complementaron con los trabajos de búsqueda, selección y estudio de material que nos

proporcionara una base teórica para la definición y fundamentación de los enunciados

planteados a lo largo de todo el trabajo investigativo. De esta manera, a veces en forma

paralela al relevamiento de la información y otras en forma sucesiva, se fueron

reflexionando, analizando y justificando las conclusiones, y poniéndolas a prueba a

partir de los subsiguientes datos recabados y el material teórico indagado.

Asimismo, a lo largo del proceso investigativo, se realizaron consultas a especialistas en

la temática y a estudiosos de cuestiones afines y relevantes a los tópicos tratados con el

fin de recibir su asesoramiento y crítica.

La cuarta y última etapa de la investigación comprendió el armado, revisión, corrección

y redacción final de este reporte.

1.4. Descripción del contenido del informe

El contenido del informe está dividido en siete capítulos que incluyen la bibliografía

utilizada para cada uno de ellos.

La Introducción contiene un resumen del contenido general, brindando un panorama

sucinto de los antecedentes y justificaciones de la investigación, del marco teórico, el

problema, los objetivos y sus correspondientes hipótesis, una descripción de la

metodología, del tipo de trabajo realizado, sus dificultades y las delimitaciones en

cuanto a su alcance.

El Marco Teórico pretende construir un fundamento en el que se base la investigación,

apoyándose alternativamente en hallazgos, autoridades y evidencia.

En el Estado de la Cuestión se efectúa una revisión de aquellos trabajos que

consideramos constituyen antecedentes en algunos de los aspectos que hacen a nuestra

investigación.

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El capítulo cuatro describe las características geomorfológicas, sociales y económicas

de la región que conforman el marco en el cual se desarrolla la actual elaboración de los

tejidos.

En el apartado cinco se desarrollan los aspectos técnicos y procedimentales de la

producción textil en forma diacrónica.

Las secciones seis, siete y ocho abordan la transmisión de este saber, la identidad de sus

hacedores y el destino de las elaboraciones en el pasado y en el presente

respectivamente.

Los corolarios, recomendaciones, implicaciones y futuras líneas de investigación son

volcados en el capítulo Conclusiones e Implicaciones.

1.5. Dificultades y Límites

Las principales dificultades que se presentaron al momento de iniciar la investigación

fueron: la escasez de documentos históricos escritos que permitieran el análisis histórico

de las elaboraciones textiles en la región; también las características del poblamiento,

del terreno y del clima de la zona de estudio. Lo primero comportó que las exiguas

fuentes históricas escritas debieran ser complementadas con los testimonios orales

secundarios o indirectos. Lo segundo implicó que nuestro trabajo etnográfico se tornase

dificultoso y a veces imposible, provocando que en algunos casos no pudiéramos

realizar entrevistas sucesivas en determinados períodos de tiempo a una misma persona

y luego contrastarlas para mejorar la confiabilidad de los resultados de los muestreos.

En gran parte, esto se vió subsanado por el cotejo de las entrevistas y las conversaciones

sobre un mismo tema entre diferentes individuos.

1.6. Justificación

Estimamos que esta investigación será un valioso aporte para la conservación de la

producción textil en el ámbito provincial y para la difusión de la cultura de sus

habitantes.

También creemos que un estudio de estas características es de gran relevancia social por

sus implicaciones trascendentales para la consecución del bienestar de las personas que

habitan los pueblos y minifundios de la región. Este estudio ofrece información de

utilidad para ser considerada en la proyección de acciones relacionadas con el desarrollo

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sustentable de las comunidades de la zona. Con este fin los resultados logrados en el

presente trabajo han sido destinados e incorporados al proyecto productivo

Tierradentro2, desde donde se continúa trabajando en aspectos tales como:

investigación, intervención directa en procesos organizativos y eminentemente

económico-productivos y transferencia.

Asimismo, consideramos que lo revelado en el presente estudio puede ser utilizado en la

elaboración de contenidos curriculares escolares. Creemos que una buena

implementación de esta información puede favorecer el diseño de políticas educativas

respetuosas de la identidad de los pueblos del interior, razón por la cual fue presentado

el proyecto de investigación ”Interculturalidad y arte textil como símbolo de identidad”

ante el Ministerio de Educación3.

En cuanto al valor teórico, el presente estudio llena un hueco de conocimiento: hasta el

momento en que se escriben estas líneas no existe un estudio etnográfico e histórico

sobre la producción textil en la región. Sólo se han efectuado diagnósticos en el marco

de investigaciones para el área educativa como el de Delia Irusta de Benbassat y de

proyectos productivos como en el mencionado Tierradentro. Asimismo, desde la cátedra

de Patrimonio de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNPSJB sede Esquel se han

diseñado investigaciones que pretenden asignar valor patrimonial a las artesanías

regionales mediante la propuesta de rutas culturales, tales como “Relevamiento del

Patrimonio cultural en el Noroeste de la Cordillera Chubutense” de Débora Finkelstein

y María Marta Novella. Sin embargo, estos estudios están orientados a fines específicos

y diferentes de los históricos y etnográficos, si bien en los mismos se resalta la

necesidad de concretar trabajos tales como el que aquí se presenta.

Es por ello que esta investigación constituye una puerta de entrada para futuras hipótesis

y trabajos, tanto dentro de dichos ámbitos disciplinarios como fuera de ellos. Permitirá,

entre otras cosas, realizar contrastaciones con estudios afines de otras regiones del país

2 Caben destacar algunas particularidades que reúne este proyecto actualmente en curso y al cual se incorpora hasta el momento la información desarrollada en el presente trabajo: su diseño se realizó desde una base participativa, junto a los jefes comunales, ONGs, e instituciones del estado como escuelas, centros de desarrollo social, etc. a partir los intereses de los productores en general y de las artesanas en particular. Su financiamiento proviene del Ministerio de Industria, Agricultura y Ganadería y participan del mismo las Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales (sede Trelew) y Ciencias Económicas (Sede Esquel) de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, así como también la Cooperativa de Productores Cordilleranos del Río Chubut, las Comunas Rurales y Municipios de la Comarca de la Meseta Central. 3 Proyecto en curso elaborado y ejecutado por Débora Finkelstein, María Marta Novella y Patricia Méndez. Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut, 2007.

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y con el área de la Araucanía chilena, en donde hace ya varios años se efectúan

investigaciones de estas características. También será una fuente de referencia y/o

fundamentación para trabajos de otras áreas científicas relacionados con la temática.

En cuanto a su impacto indirecto, el desarrollo de este estudio ha contribuído a la

formación de una estudiante de pre-grado en el trabajo investigativo. Al mismo tiempo

definió un trabajo de extensión universitaria, vinculando a la estudiante con la sociedad

y el medio a través de trabajos de transferencia de conocimientos a las artesanas de la

Comarca de la Meseta Central del Chubut. Pero fundamentalmente el desarrollo de la

investigación permitió a la estudiante escuchar, aprender y reflexionar sobre el

contenido de lo observado y oído en los lugares recorridos. Le permitió identificar los

problemas y las demandas de los pobladores de la región y elaborar, a partir de ellas,

acciones de transferencia. A raíz de esta experiencia, en numerosas ocasiones fue

necesario reorientar las actividades necesarias para la presente investigación, con el fin

de obtener resultados aplicables a proyectos que vinculen el quehacer cultural con el

fenómeno social. De esta manera, el desarrollo de la presente investigación otorgó a

quien esto escribe la posibilidad de formar parte de grupos humanos ajenos a su medio

social e involucrarse con ellos en la elaboración de proyectos elaborados

participativamente y comprometidos, no sólo con su futuro, sino también con su

presente.

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2. MARCO TEÓRICO

La primera cuestión a plantear dentro de este apartado está relacionada con los objetivos

y metodología particulares de la investigación propuesta. Comprendemos que el

abordaje de este tipo de investigaciones implica el empleo de técnicas y procedimientos

provenientes de la Historia, pero también de la Antropología. Estimamos junto a

numerosos autores (Murra, Nacuzzi, Lorandi y Rodríguez Molas, Palermo, Santamaría,

entre otros) que la documentación etnográfica así como también el material

desenterrado por el arqueólogo deben ser fuentes para el historiador abocado a temáticas

particulares.4

Una situación diferente se presenta cuando no se dispone de la documentación

etnográfica necesaria, tal como sucede en el presente estudio. Nuestra perspectiva

teórica al respecto concuerda con la propuesta de Santamaría:

“Puede alegarse que el historiador tradicional carece de la preparación lingüística y

psicológica del etnólogo, dato cierto considerando las actuales organizaciones

académicas de las universidades; pero este subdesarrollo de la historia no representa

un obstáculo insalvable ni compromete sus intereses. Por supuesto, mientras la historia

siga viéndose y siga siendo vista como manipuladora de documentos escritos, los

antropólogos considerarán prudente crear neologismos [etnohistoria] para evitar que

al utilizar técnicas históricas se los considere historiadores.” (Santamaría, 1985:471-

472)

Creemos que las investigaciones mediante el uso de las fuentes orales y fotográficas así

como el relevamiento de las características del terreno de estudio, la observación

participante y los hallazgos arqueológicos junto a la interpretación de todos los datos

obtenidos son tácticas posibles de incluir dentro de los estudios históricos. Tal como

sostiene Trigger, el acercamiento entre la etnografía, la arqueología y la historia “arrasa

no sólo con las distinciones entre estudios basados en datos arquológicos,

etnohistóricos y etnológicos sino también la distinción entre etnología e historia social”

(Trigger, 1987:47-48)

Asimismo 4 Al igual que estos autores, entendemos que la etnohistoria constituye una táctica de investigación que implica el trabajo conjunto entre la historia y la antropología, y no una disciplina o subdisciplina de la historia y/o de la antropología. Por lo tanto, consideramos que la presente investigación no debe ser valorada como un “trabajo etnohistórico” sino como un estudio que emplea tácticas históricas y antropológicas.

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“La historia actual reconoce que la etnología no es una ciencia aparte sino la

contracara necesaria de sus propios patrones de explicación y reconstrucción”

(Santamaría, 1985:471)

De esta manera, entendemos que un avance positivo de los estudios sociales implica la

dilución de los límites entre las disciplinas y el descubrimiento de sus relevantes rasgos

comunes. Creemos que ya no es posible mantener una distinción entre los estudios

antropológicos y los históricos sin la aceptación implícita de la real existencia de

culturas progresistas - con historia y susceptibles de análisis diacrónicos - diferenciadas

de las primitivas - inmutables y sólo susceptibles de estudios sincrónicos -.

Por lo antedicho creemos que en la actualidad, y a raíz de los positivos avances logrados

en la integración de las disciplinas sociales, la dicotomía entre un objeto/sujeto de

estudio histórico y uno antropológico carece de fundamentos válidos. Comprendemos

que la historia y la antropología están asociadas operativamente “por la unidad del

objeto y por la diversidad del método, los que operan de modo absolutamente

complementario.” (Santamaría, 1985:472)

Al momento de definir los conceptos utilizados en esta investigación consideramos

conveniente comenzar por aquellos términos que titulan al trabajo.

El concepto de producción está empleado en un sentido amplio e implica la concepción

y el procesamiento de los bienes y mercancías por medio de la cual el trabajo humano

mejora e incrementa la utilidad o el valor de los bienes, haciéndolos susceptibles de

satisfacer las necesidades humanas.

En la elaboración textil que estudiamos, la producción se inicia con la cría del ganado y

continúa con la extracción de las fibras (lana y pelo) hasta llegar a la elaboración de las

prendas. Estas prendas tienen la particularidad de ser tejidas o textiles.

Y aquí se presenta entonces el segundo término a definir: basándonos en la acepción

ofrecida por Chertudi y Nardi (1961), entendemos por tejido a toda elaboración

producida en forma manual y no seriada, realizada exclusivamente en telar y que se

distingue del trenzado por la formación mecánica del cruce entre los hilos de la

urdimbre y de la trama.

Otro concepto de fundamental importancia en este trabajo es artesanía y su término

relacionado: artesano. Numerosas definiciones han sido propuestas para definirlos, no

resultando satisfactoria ninguna de ellas desde nuestro punto de vista. Es por ello que

nos remitimos a la etimología de la palabra y seguimos el recorrido histórico de la

misma propuesto por Jorge Lupin (2005). Este autor sostiene que Platón fue el primero

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en mencionar por escrito el concepto de arte, al que denominó tecnh (tecne, de donde

deriva la palabra técnica) la cual fue posteriormente latinizada como ars, arte, tal como

la conocemos. Platón no distinguía entre bellas artes y artes aplicadas, la ciencia y la

técnica. Para él la alfarería, la pintura, la agricultura, música o carpintería eran tanto

poesía como técnicas -tecne- de hechura, todo era resultado del dominio de una técnica,

o arte. Toda actividad humana era, y necesitaba, de un tecne, un arte, una ciencia. Sin

embargo diferenciaba el arte y la mera labor. La mera labor, a la que consideraba como

"las bajas artes mecánicas" estaba referido a todo tipo de manufactura que se limitase

exclusivamente a proveer las necesidades corporales de un modo básico. Quien en sus

realizaciones iba más allá de esto, es decir, aquel que además de elaborar algo para

brindar alguna utilidad otorgaba además belleza, y por lo tanto satisfacía "las

necesidades de las almas y de los cuerpos", le consideraba un Artifex, un artífice, un

término que poco a poco fue reemplazado por artesano. Según Lupin, no es casual la

generación de esta denominación, si tenemos en cuenta que el Arte Sano debe producir

un bienestar psicofísico, armonizando el cuerpo y la mente. Artesanía, entonces, es todo

aquello derivado del Arte Sano.

Por lo expuesto hasta aquí, el arte consiste en un saber por el cual el artífice se vale de

instrumentos y materiales para obtener un resultado previamente determinado. Es decir

que Arte consiste en “saber hacer” algo. Este es el fundamento de los oficios. El oficio

consiste en la ejecución de las cosas mediante un cierto Arte. Antiguamente, oficio y

Arte eran indistinguibles. Pero también la obra artística es un recordatorio, un vínculo,

un reflejo, un símbolo de una realidad arquetípica. Es un alimento psíquico, un alimento

espiritual. En este aspecto, el artífice es un intérprete intermediario entre las realidades

del mundo sutil y la manifestación de éstas en el mundo sensible. Esta interpretación no

es absoluta, sino que está condicionada a la naturaleza y a la capacidad tanto de su

propio entendimiento, como del nivel de entendimiento de la sociedad a la que

comunica. En este sentido, el Arte es una representación simbólica de cosas o conceptos

que sólo pueden percibirse a la luz de la sensibilidad, la percepción, el intelecto, la

sutileza y los conocimientos.

Hasta el siglo XVI, Arte y ciencia corrían emparentados, y la ciencia era una modalidad

de Arte. La ciencia tenía una dimensión humana y contemplativa, era un soporte para el

Arte, y viceversa. Con el Renacimiento, las Artes comienzan lenta pero

progresivamente a diferenciarse de las ciencias y toma primacía un pensamiento

inquisitivo y racional. Empieza entonces a hacerse una diferenciación cada vez más

19

nítida entre Arte y ciencia, llegando a ser inclusive actividades sin puntos de conexión

común, como si se tratase de actividades contrapuestas e irreconciliables. El Arte queda

relegado a la emotividad, al emocionalismo, y la Ciencia (ahora con mayúsculas)

corresponde exclusivamente al dominio intelectual.

En el siglo XVIII comienza en Europa una explotación comercial del recurso artístico

en forma de objetos decorativos o de uso diario, y es entonces cuando surge una nueva

división en el concepto de Arte: la diferenciación entre artista y artesano: el artista es

ahora alguien cuya labor es jerarquizada y que mediante su técnica refinada crea de

manera innovadora transmitiendo algún mensaje, sugiriendo mediante formas aquello

que se hace difícil expresar mediante palabras, explorando y generando temas o medios

de comunicación. El artesano en cambio queda reducido al ámbito de quien domina la

técnica que practica, repite y recrea aquello que toma de los artistas y lo difunde, en el

mejor de los casos. Más adelante pasa a ser simplemente un manufacturador de

productos de neto corte comercial, que no es de su propia creación, sino que le han

impuesto hacer repetitivamente, llegando entonces a la manufactura, es decir, a la

manualidad.

Creemos que es necesario este recorrido por la historia de los términos artesanía y

artesano para poder comprender nuestra definición de los mismos. Desde nuestro punto

de vista, ellos están despojados de esta carga peyorativa impresa en los últimos siglos.

Para nosotros Arte es el saber que sirve de medio para hacer y para el cual se requieren

conocimientos, técnica, destreza, de los instrumentos y elementos, y cuyo fin último no

es algo inconexo con la realidad y las necesidades (que sólo existe per se) sino que es el

sirve como medio de sustento para las necesidades corporales o psíquicas. Su más

elevada expresión aspira a la representación simbólica, que puede ser percibida por el

contemplador a la luz de su percepción, de su emoción y de su intelecto, es decir, según

sus capacidades naturales y/o adquiridas. Aquel que practica el Arte Sano es en

principio un artifex, un artífice, un artesano, un artista, en definitiva un creador, alguien

que hace algo mediante un arte.

Por entender a las artesanías como productos creativos vinculados a las necesidades es

que en nuestra investigación relacionamos el ámbito de las estructuras ideales al

económico. Consideramos que si aislamos el aspecto cultural, “caemos en la distorsión

que los folkloristas conservadores para quienes la problemática artesanal se limita a

preservar las formas, las técnicas y la organización social en las que se arraiga la

identidad étnica” (García Canclini, 1989:117).

20

De ello también deriva nuestra concepción de cultura, a la cual entendemos como un

proceso social de producción y que está inserta en todo hecho socioeconómico.

“Hablar de la cultura como producción supone tomar en cuenta los procesos

productivos, materiales, necesarios para inventar algo, conocerlo o representarlo. En

un sentido general, la producción de cultura surge de las necesidades globales de un

sistema social y está determinada por él. Más específicamente, existe una organización

material propia para cada producción cultural que hace posible su existencia”

(1989:46).

Tal como sostiene Boccara, pensamos que es necesario “condenar definitivamente la

concepción primordialista de la entidad cultural que procede por una identificación

previa de las poblaciones a las cuales se les atribuyen rasgos culturales específicos

vistos como sus posesiones y cuyo mantenimiento queda garantizado de modo endógeno

por el proceso de socialización de modo independiente de los procesos sociohistóricos

y de las interacciones sociales. [Debemos] evitar el peligro de naturalización de la

cultura.” (Boccara, 2000:49).

La cultura no debe ser definida por sus propiedades intrínsecas, por una serie de rasgos

que le serían propios, sino en relación con las culturas que la enfrentan. Consideramos

que la cultura debe ser establecida por su uso y no por su origen, como hecho y no como

esencia, como posición relacional y no como sustancia. Lo relevante es la relación de

diferencia o de contraste respecto de otras culturas, lo cual implica una concepción

dialéctica de las relaciones sociales. También sostenemos, junto con Austin Millán, que

la cultura sólo puede ser comprendida en relación con la geografía, el clima, la historia

y el conjunto de procesos productivos en que se da la misma:

La geografía y el clima otorgan ciertas características propias al grupo humano, el que

debe adaptarse a ellas: desierto, montañas, valles, pampas, etc, y a las características

particulares del clima: húmedo, lluvioso, seco, frío, cálido, etc. pasando éstos a

convertirse en importantísimos proveedores de significados para el diario vivir.

La historia proporciona el marco temporal de la vida cotidiana, ligando los hechos

pasados y sus significados a los fenómenos del presente, dándoles un nuevo sentido

cargado de valores y proyectándolo al futuro imaginario. Como ejemplo, los nombres

de los lugares son evidencia de la importancia del pasado en el presente.

Por su parte, los procesos productivos representan las transformaciones que la gente

realiza para vivir y desarrollarse: en cualquiera de las actividades primarias (extraer

elementos de la naturaleza para uso directo o como materias primas), secundarias (la

21

actividad de transformación de la materia prima en bienes de uso y de consumo) o

terciarias (los servicios de unos para otros). Estas actividades que llamamos procesos

productivos son parte del contexto cultural, porque establecen los significados de los

ambientes en que se producen las relaciones objetivas y subjetivas entre los hombres,

con sus desacuerdos, uniones, estratificaciones, proveyendo también el sentido de la

vida diaria.

De allí que este proceso social de producción que es la cultura sea movilizado por las

personas en función de las diferentes coyunturas políticas. Tal como sostiene Jenkins

(1996), las expresiones de creación y adaptación culturales son ante todo fenómenos

políticos. Ellos remiten tanto a las adaptaciones del grupo como a las construcciones

que se efectúan desde afuera del mismo. Esto nos ayuda a comprender por qué, por

ejemplo, los “tehuelches” del siglo XVII no elaboraban tejidos mientras que los del

siglo XIX sí lo hacían; o por qué los “pampas” descritos por Juan de Garay presentan

caracteres distintos de aquellos “pampas” que enfrentaron al Gral. Roca; o nos permite

comprender, tal como lo dice Boccara (2000), que cuando hablamos de “reches” al

inicio del período colonial y de “mapuches” en el período republicanos chileno, nos

estamos refiriendo a una misma entidad.

Las consideraciones hasta aquí presentadas, junto con las relaciones económicas y

políticas evidenciadas en el estudio sobre el terreno, incidieron en la delimitación de la

región de nuestro interés para la realización del trabajo etnográfico. Estimamos que en

el estudio de esta producción textil no debemos obviar la relación de los artesanos con

el estado provincial, nacional y con otros organismos no estatales. Muy por el contrario,

creemos que es algo fundamental para los objetivos de la investigación: la conformación

de la identidad de los artesanos, la comercialización de los tejidos y el fomento de la

producción están atravesadas permanentemente por lo económico y lo político. Esta

relación entre los artesanos y los organismos involucra la asignación de recursos a

muchas familias así como también la comercialización de sus productos. La asignación

de recursos y la comercialización se organiza mediante divisiones políticas regionales

dentro de la provincia del Chubut que actualmente se denominan Comarcas.5 Por ello

estimamos conveniente considerar a la Comarca de la Meseta Central del Chubut como 5 Evidentemente, esta explicación antecede a la descripción de los hechos y procesos presentados en los capítulos siguientes. Esto es así por razones metodológicas. Tal como afirma García Canclini, “toda explicación se construye en el proceso de observación y descripción y, luego de armar una primera explicación, nuevas observaciones pueden rectificarla […] también es cierto que la observación sin marco teórico es ciega o ilusoria.” (García Canclini, 1989:106)

22

la región de estudio. Tal como sostiene Van Young (1987), la única manera posible de

volver operativo el concepto de región es construírlo a partir de las interacciones

sociales que lo definen como tal en el espacio y en el tiempo, dejando de lado cualquier

delimitación previa que pretenda concebirlo como una totalidad preexistente con rasgos

de homogeneidad preestablecidos. Por otra parte, sostenemos junto a Giddens (1984) y

Halperin Donghi (1963), que es posible pensar el establecimiento de la subdivisión

territorial provincial como un nuevo tipo de frontera en la interacción social, que

contribuye a moldear el campo de la acción social y la identidad de los actores al mismo

tiempo que persisten prácticas sociales antiguas, siendo esta articulación lo que define el

carácter de la estructura regional.

Entonces, si bien consideramos necesario tener en cuenta las características

morfológicas de la geografía, puesto que condicionan y hasta cierto punto determinan la

vida de sus pobladores, delimitamos nuestra región de estudio a partir de su

funcionamiento como tal desde el punto de vista económico y político. Ello es así

porque esta delimitación de universo de análisis es la que permite responder a nuestras

preguntas y verificar nuestras hipótesis. Tal como sostienen Cardoso y Pérez Brignoli,

“la única manera posible de usar con provecho la noción de región consiste en

definirla operacionalmente de acuerdo con ciertas variables e hipótesis, sin pretender

que la opción elegida sea la correcta y única posible.” (Cardoso y Pérez Brignoli,

1984:83)

Una situación diferente se nos presenta al momento de mirar la misma zona en el

pasado y a través de un enfoque de larga duración. No hemos hallado fuentes históricas

primarias que den cuenta de las características de una producción textil en la región de

la actual provincia de Chubut entre los siglos XVI y XX. Pudimos detectar escasas

referencias en algunos escritos del siglo XIX, lo cual evidencia la nulidad de estudios

sobre el tema en la región. Es por ello que para el análisis de los documentos históricos

escritos debimos ampliar la zona de registro, incluyendo las actuales regiones de

Araucanía, Pampa y Patagonia. La razón de esta delimitación radica en que es en esas

regiones en donde corroboramos una relativa uniformidad de características en la

producción textil desde finales del siglo XIX, la cual es planteada por varias

investigaciones etnográficas citadas a lo largo de este trabajo (Millán, 1960; Chertudi y

Nardi, 1961; Nardi y Rolandi, 1978). Esta tradición textil se habría extendido desde la zona de

Araucanía hacia la Pampa y la Patagonia Argentina desde comienzos del siglo XVII (Onelli,

1916; Palermo, 1994).

23

Las diversas fuentes estudiadas6 nos informan que los mismos tejidos en esta amplia

área son realizados en distintos momentos por agrupaciones denominadas con diferentes

epónimos (mapuches, araucanos, pehuenches, pampas, tehuelches, etc), las cuales se

encuentran localizados en diferentes espacios a lo largo del tiempo y en algunos casos

desaparecen por completo. De esta manera, la historia de la región delimitada para el

análisis histórico aparece marcada por la movilidad, las migraciones, los trasplantes de

población y las variaciones culturales, lo que evidencia que no siempre es posible

pensar a la región “en términos de comunidades más o menos estables y homogéneas,

como se puede hacer en el caso de Europa occidental de la misma época” (Cardoso y

Pérez Brignoli, 1984:85). Para Jorge Hidalgo, esta “desconcertante serie de nombres

tribales mencionados por los cronistas y en los documentos históricos en toda esta área

encubre probablemente un considerable grado de identidad étnica.” (Hidalgo, 2003:95-

96). En otra perspectiva, estudios como los de Lidia Nacuzzi (1990) nos dicen que

quienes escribían asignaban identidades a los nativos en base a suposiciones propias y,

en el mejor de los casos, mediante la escrituración de palabras pronunciadas por los

aborígenes. Si bien lo sostenido por Hidalgo es altamente probable, no podemos dejar

de tener en cuenta que la identidad, tanto grupal como individual, se construye en un

proceso dialéctico de contacto con los otros, en donde el otro me identifica y yo me

identifico asumiendo tal identidad o rechazándola. Por lo tanto, es fundamental tener en

cuenta en este proceso el factor de poder. Tal como lo sostiene Jenkins (1996), cuanto

más desigual es el poder entre las partes, más unidireccional es la identificación y la

clasificación social de ella derivada. Por ello las identidades pueden ser sostenidas,

defendidas, impuestas o resistidas. Las identidades son “productos no-estáticos,

dúctiles y fluídos de una lucha política permanente y expresión de un sistema precario

de relación de fuerzas que se van elaborando por medio de negociaciones,

compromisos, movilizaciones” (Boccara, 2000:52).

De allí que consideremos altamente probable la coexistencia de diferentes grupos

humanos en la región patagónica que han sido identificados de distintas maneras en los

escritos examinados, como ya fue explicitado.

6 Los primeros escritos sobre la Patagonia datan del siglo XVI. Entre este siglo y el XIX no hay actas de fundación ni actas capitulares ni visitas. Son escasos los procesos judiciales y las cobranzas. Para esta época sólo las crónicas de navegantes y misioneros constituyen las fuentes de información. A partir del siglo XIX los datos sobre los pueblos de la región son más numerosos y minuciosos, sobre todo a partir de la década de 1870 cuando naturalistas y científicos recorren la zona.

24

De los conceptos de cultura e identidad anteriormente planteados deriva nuestra

definición de tradición, la cual entendemos “como una entidad sociológica y política

cuyas modalidades de evolución se inscriben en las relaciones de fuerzas que vinculan

los distintos agentes sociales: estado y sociedades coloniales, estado y sociedades

nacionales, comunidades campesinas, indígenas o no.” (Boccara, 2000:43).

Desde este enfoque estructural y dinámico, la tradición es “un modelo heurístico de

prácticas de antaño más que una herencia recibida pasivamente y sin reflexión alguna”

(Boccara, 2000:38).

Por lo tanto, si nuestra postura teórica impugna una visión dicotómica de la cultura

(prístina versus contaminada o aculturada), también rechaza el enfoque que opone lo

tradicional a lo moderno. Sin embargo, a lo largo del texto usaremos ocasionalmente la

expresión “tradicional” como una fórmula utilizada “por su valor operatorio, para

identificar fenómenos, no esencias, que existen y necesitan ser nombrados, pese a no

ser determinantes.” (García Canclini, 1989:44).

Hasta aquí presentamos las principales bases teóricas de la presente investigación,

aunque no son todas las necesarias. Optamos por entrelazar los datos y reflexiones a lo

largo del desarrollo del trabajo con la explicación conceptual, permitiendo que la base

empírica se contraste una y otra vez con el trabajo teórico para favorecer una lectura

más ágil y comprensible del texto.

BIBLIOGRAFÍA DEL CAPÍTULO:

Austin Millan, Tomás. “Para comprender el concepto de cultura” en Revista UNAP

Educación y Desarrollo, de la Universidad Arturo Prat, Sede Victoria, IX Región de

"La Araucanía", Año 1, Nº 1, Chile, 2000.

Boccara, Guillaume y Galindo, Silvia (Ed.). Lógica mestiza en América. Instituto de

Estudios Indígenas Universidad de la Frontera, Temuco, Chile, 2000.

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http://nuevomundo.revues.org/document426.html, 2007.

25

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I: Sistemas agrarios e historia colonial, Editorial Crítica, Barcelona, 1984. (Primera

edición, 1979).

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del Instituto Nacional de Investigaciones Folklóricas, Buenos Aires, 1961.

García Canclini, Néstor. Las culturas populares en el capitalismo. Nueva Imagen,

México D.F., 1989. (Primera Edición, 1982)

Giddens, Anthony. La constitución de la sociedad. Amorrortu ediciones SA, 2005

(Primera Edición, 1984).

Halperin Donghi, Tulio. "La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-

1852), en Desarrollo Económico, Volumen 3, Número 1-2, Buenos Aires, 1963.

Hidalgo, Jorge. “Los indios de América del Sur Meridional a mediados del siglo XVI”

en Historia de América Latina, Tomo1: América Latina Colonial: La América

precolombina y la conquista. Bethell, Leslie (Ed.). Editorial Crítica, Grijalbo

Mondadori, Barcelona, 2003. (Primera edición, 1990)

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nueva dimensión de la ciencia”, en ETNIA XXXII, Olavarría, 1984.

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dictados en la ciudad de Mar del Plata sobre Historia del Arte, Galería de arte Manos

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Murra, John. “Las investigaciones en etnohistoria andina y sus posibilidades en el

futuro”, en Formaciones económicas y políticas del mundo andino, IEP, Lima, 1975.

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Nacuzzi, Lidia. Identidades Impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la

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Palermo, Miguel Angel. “La etnohistoria en la Argentina: antecedentes y estado actual”,

en Runa XX (1991-1992), Buenos Aires, 1992.

Palermo, Miguel Angel. “Economía y mujer en el sur argentino”, en Memoria Americana 3: 63-

90. Buenos Aires, Instituto de Ciencias Antropológicas (FFyL) Universidad de Buenos Aires,

1994.

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en Desarrollo Económico, Revista de Ciencias Sociales, v. 25, nro. 99, octubre-

diciembre, Tandil, 1985.

Van Young, Eric. “Haciendo historia regional. Consideraciones metodológicas y

teóricas”, en Anuario IEHS, Tandil, 1987.

27

3. ESTADO DE LA CUESTION

La presente investigación, aunque original, puede ser situada dentro de un conjunto más

amplio de desarrollos científicos que conforman sus antecedentes y a los que hemos

organizado en tres categorías: aquellos trabajos que tratan sobre los tejidos “araucanos”

o “mapuches”; aquellos que estudian algún aspecto de la llamada cultura mapuche y

sobre la cual se diserta en este informe; y por último, aquellos que versan sobre las

culturas no occidentales y su relación con el capitalismo.

El primer trabajo publicado que hemos hallado relacionado con la producción de tejidos

en la región patagónica corresponde a Enrique Kermes y se denomina “Tejidos

pampas”. El mismo fue editado en el año 1893 y en él su autor describe las

características de la producción textil de los indios homónimos ubicados en el valle del

Río Negro, lugar en donde él vivió más de dos años durante su participación en la

campaña “Conquista del Desierto”. Su trabajo detalla el uso de las materias primas, la

forma y el instrumental utilizado en la confección de los tejidos, así como también

quiénes realizaban esta tarea y cuál era el destino de esta producción. Como un antiguo

etnógrafo, Kermes se aboca a ilustrar las particularidades de las “habilidades primitivas”

de los “pampas” para dejar registro del mismo a la ciencia, puesto que considera a

dichas habilidades en peligro de extinción así como también a sus hacedores.

Desde una perspectiva diferente, el clérigo Claude Joseph se centró en el estudio del

arte textil de los “Araucanos” durante la segunda década del siglo XX por su exclusivo

interés técnico y estético, volcando sus hallazgos en su obra Los tejidos araucanos.

Con las características de un trabajo etnográfico, este autor transmite una abundante y

valiosa información recogida en la ciudad de Temuco y en las reducciones de

Maquehua, Cunco, Quitratúe, Budi, Lanalhue, Villarrica y Trancura, todas ellas en

territorio chileno. Esta obra quizá debería ser considerada a la par de aquellos trabajos

antropológicos como los de Dellepiane Cálcena, Millán y Chertudi y Nardi, a los cuales

haremos referencia más adelante. Sin embargo, debido a que fue elaborado fuera del

ámbito académico pero principalmente por constituir una obra de referencia

fundamental para los citados autores y para los posteriores trabajos sobre la textilería en

la región patagónica, decidimos aludir al mismo en esta instancia. Su obra se distingue

de las demás en que justifica su estudio en diferentes lugares por considerar que “cada

región y hasta cada familia tienen sus secretos profesionales” (Joseph, 1931:3).

28

Es decir, Joseph indirectamente afirma que existen particularidades locales e incluso

familiares dentro de lo que denomina los “Araucanos”, lo cual constituye una propuesta

vanguardista entre los estudios de la época y aún entre los posteriores.

Dentro de un texto que comprende el estudio de las prácticas funerarias de las antiguas

civilizaciones de Perú, los motivos ornamentales, los materiales y los instrumentos

utilizados en los tejidos chilenos, paraguayos, brasileros, colombianos, ecuatorianos y

venezolanos, Alfredo Taullard refiere a las prácticas textiles de numerosos aborígenes

del territorio argentino, entre ellos, los “pampas” y los “patagones”. Su obra Tejidos y

ponchos indígenas de Sudamérica, publicada en el año 1949, es sumamente descriptiva

en cuanto al tratamiento de los instrumentos y técnicas utilizadas para la obtención de

las materias primas, el hilado, las tinturas y el tejido. Como puede apreciarse por lo

antedicho, su estudio parte de una previa división política actual y geoétnica de los

aborígenes, y posee además una fuerte orientación difusionista, característica de los

estudios de su época. Considera a los tejidos araucanos propios de Chile y diferentes de

los “pampas” - a quienes supone sus discípulos en materia textil- en ciertos aspectos

tales como los diseños y el urdido de los hilos en el telar. La fundamentación de sus

afirmaciones sobre estos últimos textiles se encuentra en la base documental de escritos

como los de Claude Joseph y Enrique Kermes, careciendo de un estudio etnográfico.

En la misma línea de trabajos basados exclusivamente en documentos escritos, y

concebida como una obra de divulgación para lectores no especializados, se encuentran

los de Ruth Corcuera, Herencia textil andina y Ponchos de las tierras del Plata.

El primero de ellos abarca un estudio de los textiles prehispánicos de toda América del

Sur. Elige al tejido peruano como guía para el análisis de los demás textiles de la vasta

zona fundamentado en que es en esa región desde donde se irradió el arte textil hacia el

resto de Sudamérica. Mediante citas a estudios sobre restos arqueológicos, Corcuera

sostiene que este arte ingresó al actual territorio argentino a través del “Espacio

Andino”. De esta manera, brega por una teoría difusionista en donde los “mapuches”

habrían incorporado su conocimiento textil a partir de su contacto con la civilización

incaica, aunque su enfoque está matizado con otro que asocia los cambios culturales a

los diferentes estilos de vida de los grupos humanos que los empleaban. Si bien centra

su estudio en la historia textil del Perú (desde épocas prehistóricas hasta finales del siglo

XIX), Corcuera realiza algunas referencias a dos tradiciones textiles dentro de nuestro

país: la del “noroeste” y la “patagónica”, las cuales considera que, además de su origen

29

común, comparten la realización de una prenda característica de nuestro territorio: el

poncho.

Como una continuación de su anterior trabajo, Ponchos de las tierras del Plata trata

sobre la forma en que se preparan las materias primas utilizadas en la confección de los

ponchos, el armado de los telares y la realización de los teñidos. La descripción de estos

aspectos coincide plenamente con lo sostenido por Alfredo Taullard, lo cual no es

sorprendente si tenemos en cuenta que ambos utilizan las mismas fuentes como

fundamento, a las cuales Corcuera agrega algunas referencias a documentos más

recientes. Sin embargo, esta autora no establece distinciones entre una tradición

“pampa” y una “araucana” tal como Taullard, sino que en su trabajo aúna los tejidos

llamados “pampas” con los denominados “mapuches” haciendo distinciones únicamente

en el origen geográfico de cada prenda considerada: al describir un poncho se refiere al

mismo como “de origen cordillerano”, “de las pampas argentinas”, Chile o incluso

Provincia de Buenos Aires. Esto parece denotar un alejamiento de la perspectiva

geoétnica y que parte de divisiones políticas actuales adoptada por Taullard.

Concebidas como catálogos de tejidos autóctonos, las obras de Jorge Marí y Enrique

Taranto, Textiles de uso tradicional y de Diana Rolandi y Ricardo Nardi, 1000 años de

tejido en la Argentina, reúnen numerosas fotografías de prendas tejidas en distintos

tipos de telar de todo el país. Ambas refieren al uso de las materias primas, las tareas de

teñido y tejido y el instrumental utilizado para cada caso. En relación a los tejidos que

denominan “mapuches”, no se hallan diferencias con los textos referidos anteriormente.

Por otra parte, ambos trabajos realizan su abordaje a partir del establecimiento de

regiones culturales, tales como “la región del noroeste”, “la región patagónica”, etc.

dentro de las cuales, a su vez, se hallarían distinguibles grupos culturales como los

“quechua-aymará”, “mapuches”, “pilagá”, entre otros e incluso, en el caso de Marí y

Taranto, “rural-mestizo”.

En la modalidad de artículos, y dirigidos a un público especializado, los trabajos de la

autora chilena Margarita Alvarado, “El esplendor del adorno: el poncho y el

chanuntuku” y “Recursos y procedimientos expresivos en el universo textil mapuche:

una estética para el adorno”, se distancia de los anteriores estudios referidos en varios

aspectos. Por una parte, Alvarado enfoca su interés sólo en la “tradición textil

mapuche”; por otra, basa su estudio en fuentes escritas y en un trabajo etnográfico, con

citas a entrevistas realizadas; además, su orientación es estética de tal manera que

vincula las particularidades de cada hilado y la confección de cada prenda a un universo

30

femenino o masculino. Si bien comparte con los demás autores la realización de un

seguimiento por las técnicas e instrumentos de manufactura y las formas de diseño de

los textiles, hace especial hincapié en las modalidades expresivas a las que dan origen.

También desde Chile, Pedro Mege Rosso presenta un recorrido descriptivo de las

principales prendas del universo textil mapuche en su obra Arte Textil Mapuche. A

diferencia de la mayoría de sus trabajos -dedicados especialmente al análisis simbólico

de los diseños- este estudio de Mege Rosso está abocado a describir las características

funcionales y expresivas de las confecciones textiles con una metodología y un lenguaje

que lo caracteriza como una obra de divulgación general. Sin embargo, los procesos de

representación y su significación simbólica tienen una especial relevancia también en

este texto, puesto que para el autor las distinciones entre las prendas están dadas por el

plano simbólico más que por sus propiedades materiales y sus técnicas de confección,

las cuales en muchas ocasiones son las mismas para elaboraciones que poseen diferentes

funciones. Las denominaciones utilizadas por Mege Rosso corresponden a la lengua

mapuche, y su propia traducción al español pocas veces coincide con las

denominaciones aplicadas a las mismas prendas en la región de interés para nuestra

investigación. Las confecciones documentadas parecen responder a un criterio de

selección basado en la tradición más que en el uso actual, puesto que algunas

elaboraciones como los caminitos, tapices y carteras, de gran uso en la zona objeto de

nuestra atención, no son referidas por el autor.

Su trabajo se basa en estudios sobre el terreno en varias regiones chilenas no

especificadas y, además de las cuestiones ya citadas, refiere a la vinculación existente

entre la mujer y el tejido, y a la transmisión de este saber a través de las generaciones.

Los escritos de Alonqueo Piutrín Mapuche Hoy y Clemente Onelli Alfombras y tapices

son obras que pueden caracterizarse por presentar claros objetivos reivindicativos de la

“cultura mapuche” en el primer caso y de los “tejidos criollos o autóctonos”, en el

segundo.

Piutrín escribe desde la perspectiva de un “aborigen chileno”, y fundamenta sus

aseveraciones en informes de familiares y ancianos “mapuches”, así como de las

propias experiencias y citas a escasa bibliografía. Su abordaje de la cuestión textil es

realizado dentro de un marco que abarca todos los aspectos culturales del “pueblo

mapuche”, según su propia denominación.

Por su parte, el trabajo de Onelli tiene la modalidad de un ensayo en el que presenta las

fotografías y describe los textiles que reunió en sus viajes de reconocimiento en el

31

momento en que se trataba la cuestión limítrofe con Chile. Con él propone rehabilitar el

arte del tejido autóctono y su enseñanza así como también incorporar los telares y

confecciones a los museos etnográficos para ser estudiados y para que sirvan para

“revelarnos otras fases de la evolución cultural de razas desaparecidas” (Onelli,

1916:4)

Exalta la tradición textil de la Argentina y lamenta la política seguida por la cultura del

país, que prefiere géneros importados por sobre los que se confeccionan - ya para ese

entonces en forma escasa - en los telares argentinos. Refiere la importancia económica

de los tejidos para quienes las producen y las modalidades comerciales usureras desde

una posición de denuncia y censura. Su obra describe principalmente los textiles de las

provincias del norte del país, con algunas referencias y fotografías de los trabajos

“araucanos” y “tehuelches”, diferenciando los tejidos “criollos” de los “indígenas”.

Las obras aludidas hasta aquí exponen en forma exclusiva o incluida dentro de un

panorama más amplio los procedimientos seguidos y las materias utilizadas para la

confección de los tejidos denominados “mapuches”, “araucanos” y/o “pampas”. En

todos estos trabajos se propone la existencia de características culturales generales en la

realización de los textiles con escasas referencias a las particularidades regionales. En

todos ellos se adopta una perspectiva cultural, en donde a cada cultura, etnia, nación o

pueblo le corresponden determinadas particularidades en la elaboración de los textiles.

Según esta visión, dentro de cada etnia y de cada territorio las características de la

elaboración textil serían uniformes. No es extraño, entonces, que todos estos estudios

sean coincidentes en las descripciones de los utensilios y de los procesos de elaboración

textil. Un enfoque mas matizado a este respecto está presente en los trabajos ya citados

de Claude Joseph, Los tejidos Araucanos y de Ruth Corcuera, Ponchos de la tierra del

Plata.

Sin alejarse de esta perspectiva cultural, aunque entendidos como informes académicos

de trabajos etnográficos regionales, están los trabajos de Carlos Dellepiane Cálcena,

Susana Chertrudi - Ricardo Nardi y María Delia Millán.

Dellepiane Cálcena, en su artículo “Consideraciones sobre la tejeduría de una

comunidad de origen araucano”, publicado hacia 1960, expone sus hallazgos efectuados

en Villa Fidelidad, una reserva aborigen de origen “araucano” en las proximidades de

Azul, provincia de Buenos Aires. En él señala la supervivencia de una técnica textil

realizada sólo por mujeres, la cual está en progresiva disminución debido al elevado

costo de la lana y a la carencia de mercados para colocar los productos. En su trabajo se

32

resalta la importancia económica de esta tarea para esta comunidad y para la

supervivencia de su cultura.

Por su parte, Chertudi y Nardi vuelcan en su obra, Los tejidos araucanos la información

obtenida en un trabajo de campo realizado en el año 1961 en los departamentos

Huiliches y Aluminé (Provincia de Neuquén), en Azul (Provincia de Buenos Aires) y en

Río Negro, provincia en la cual no especifican las localidades o regiones estudiadas.

Los datos allí recabados son complementados y cotejados con el estudio de abundantes

informes arqueológicos, documentos históricos y bibliográficos a la luz de un marco

teórico histórico-cultural. Asimismo, a partir de la información obtenida, proponen

numerosas hipótesis acerca de los orígenes del tejido en telar que denotan una óptica

fuertemente difusionista. Su obra trata exclusiva y profundamente los temas

relacionados con el origen del telar americano, los diferentes tipos de telar y técnicas de

tejido en ellos, las tinturas y los diseños, así como también los destinos históricos y

contemporáneos de los textiles.

En cuanto a los trabajos de María Delia Millán “Tejidos araucanos del Neuquén” y

“Área de expansión del tejido araucano” fueron escritos con una diferencia de treinta

años entre ambos. El primero, del año 1932, si bien refiere a los materiales y técnicas

utilizadas en la confección de los textiles, carece del amplio desarrollo del segundo. En

este último expone la presencia de los textiles “araucanos” en un área que abarca desde

el extremo sur patagónico hasta casi el borde atlántico en la provincia de Buenos Aires

y los bordes cordilleranos de Cuyo. Su obra está basada en un estudio etnográfico

llevado a cabo en el sur mendocino, en el sur de la provincia de Buenos Aires y en la

provincia de Neuquén, además de algunos datos proporcionados por sus colegas y

hallados en fuentes históricas. Para esta autora existe una notable uniformidad en lo

concerniente a la técnica, decoración e instrumental utilizado en la producción textil de

esa zona. No obstante, sostiene que hay diferencias locales en cuanto a la

ornamentación, la cual se expresa mayormente entre “tehuelches” y “araucanos” que

entre las distintas agrupaciones “araucanas” entre sí. Junto a esta perspectiva cultural

destaca en sus trabajos el interés por establecer el origen de esta tradición textil, el cual

probablemente esté determinado por el paradigma difusionista predominante dentro de

los estudios antropológicos nacionales de la época.

En estos cuatro últimos trabajos las descripciones de las técnicas de tejido tienen un alto

grado de detalle y están presentadas de acuerdo a una clasificación efectuada por los

autores. Sus descripciones están acompañadas por numerosas referencias a entendidos

33

en la materia, a documentación arqueológica e histórica y a teorías que apoyan y

fundamentan sus hallazgos y su clasificación, así como también por bocetos, diagramas

y fotografías -realizadas por los mismos autores- de telares y técnicas de tejido.

El marco teórico común de sus trabajos hace que los mismos centren su atención en el

origen y los aspectos técnicos y de diseño de los textiles “araucanos” -considerados

objetivos y verificables- sin hacer referencia alguna a los aspectos simbólicos,

característica que los distancia de estudios tales como los de Mege Rosso y Alvarado, y

a la vez los complementa.

La segunda categoría de estudios que hemos establecido es la que aborda algún aspecto

de la llamada cultura mapuche tratado en nuestra investigación. En ella se encuentra el

trabajo de Angélica Wilson “Textilería mapuche. Arte de mujeres”, quien indaga sobre

el aprendizaje y la enseñanza de la actividad textil del “pueblo mapuche” en la región

chilena, dentro de una línea de investigación denominada “de género”.

La autora sostiene que, desde los tiempos remotos, las mujeres han sido las encargadas

de realizar los tejidos para los integrantes de su pueblo, una afirmación que también se

halla presente en las obras anteriormente referidas. Sin embargo, esta autora también

sostiene que es evidente el desconocimiento del significado y del sentido estético de las

formas y diseños de los textiles por parte de las generaciones actuales, algo que debe

recuperarse debido al importante rol que desempeña la mujer en la transmisión,

permanencia y resistencia de la cultura mapuche.

Su trabajo se basa principalmente en tradiciones orales como los mitos y las canciones

así como también en testimonios orales directos e indirectos.

En la última tipificación de trabajos se encuentra la obra de Néstor García Canclini Las

culturas populares en el capitalismo, la cual tiene como principal objetivo indagar sobre

el destino y el valor de las culturas. De esta cuestión principal derivan otras tales como

la existencia en ellas de lo heredado y lo inventado, los condicionamientos que actúan

sobre la cultura y la función de ésta en la reproducción de las relaciones sociales

objetivas. Aborda estos temas desde un marco teórico marxista, a partir del cual

propone una interpretación de los conflictos culturales en el capitalismo, de la

confrontación entre la cultura antigua de los pueblos nativos y su refuncionalización

actual.

De esta manera, el eje de su estudio está en la estructura del conflicto entre las culturas

populares y las dominantes o hegemónicas. Sin embargo, y paralelamente, García

Canclini aborda la problemática desde una perspectiva diferente: la de la resistencia y la

34

adaptación para lograr la supervivencia de las “comunidades tradicionales” dentro del

capitalismo.

Para responder a sus preguntas, el autor analiza la producción, la circulación y el

consumo de artesanías en pueblos de la zona tarasca del estado de Michoacán, México,

entre los años 1977 y 1980. Fundamenta la elección de la elaboración artesanal como

campo de estudio por considerarla una de las producciones que exhibe con mayor

evidencia las contradicciones del proceso social, y que por lo tanto es un campo

propicio para ensayar formas de socialización nuevas y para edificar una nueva cultura.

García Canclini descarta una visión romántica de la cultura y brega por un estudio que

considere los efectos de la ideología capitalista sobre la “cultura popular”. Lejos de

pensar a la “cultura popular” como un conjunto de tradiciones, el autor propone

considerarla como un “instrumento para comprender, reproducir y transformar el

sistema social, para elaborar y construir la hegemonía de cada clase” (García

Canclini, 1989:17).

Sin embargo, a lo largo de su obra puede percibirse una comprensión esencialista de la

cultura en donde es posible distinguir a la “cultura popular” de la hegemónica.

Este trabajo se aleja de los anteriores citados por la diferencia en su temática, si bien

incluye en la misma ciertos aspectos tratados en las obras ya referidas: al analizar “el

proceso de descontextualización y refuncionalización” de las artesanías en los diferentes

ámbitos sociales, García Canclini recorre la vida interna de los pueblos y hace un

seguimiento de los productos de los artesanos desde su elaboración hasta su venta en las

fiestas y mercados. De esta manera, su obra se ubica entre la antropología y la

sociología, y plantea reflexiones políticas y filosóficas sobre la cultura y la identidad, a

la vez que trasciende los aspectos materiales de la producción simbólica.

Hasta aquí han sido presentadas las obras que entendemos constituyen los antecedentes

de la presente investigación. En ellas hemos hallado información valiosa para el

desarrollo de nuestro trabajo, pero también ausencias en el tratamiento de algunos temas

e hipótesis no argumentadas.

Entre las cuestiones tratadas detectamos la carencia de estudios históricos y etnográficos

microregionales referidas a la elaboración textil autóctona en la región patagónica fuera

de la provincia de Neuquén. Incluso en dicha provincia, y como hemos podido apreciar,

los estudios realizados son escasos.

En cuanto a las hipótesis planteadas y no investigadas, hemos notado que si bien en los

escritos más recientes se relaciona a la producción textil autóctona con la identidad, no

35

se especifica de qué manera se vinculan ambas variables ni se ofrecen evidencias para

su fundamentación.

Por otra parte, el marco teórico que subyace en la mayoría de los estudios existentes es

el denominado histórico-cultural o culturalista, en donde se definen a priori los grupos

étnicos o, dicho de otra manera, en donde se propone “un modelo ideal de una forma

empírica recurrente” (Barth, 1975:12).

Desde este punto de vista, el hecho de compartir una cultura común tiene una

importancia central y es una característica primaria y definitiva. La catalogación de

individuos como pertenecientes a una cultura determinada a partir de sus rasgos

externos o por su inclusión física dentro de un grupo humano son, desde esta

perspectiva, factores suficientes para hacerlo partícipe de la misma. Asimismo, tal

visión entiende que cada grupo étnico es una unidad cultural, monolítica, que si bien ha

sufrido cambios a lo largo de la historia gracias a sus contactos con los demás grupos, es

posible identificarlo como un bloque homogéneo. Desde nuestra perspectiva, y tal como

fue explicitado en el Marco Teórico, este enfoque implica un abordaje pre-juiciado de la

investigación a la vez que impide comprender numerosas formas y momentos de

autoidentificación.

El análisis de los antecedentes investigativos hasta aquí expuesto nos permitirá realizar

un uso crítico de los saberes ya construidos para cubrir las falencias detectadas:

completar un vacío temático, fundamentar algunas hipótesis ya realizadas y plantear un

nuevo enfoque teórico.

BIBLIOGRAFIA DEL CAPÍTULO:

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Chile, Santiago de Chile, Chile, p. 12-13, 1999.

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mapuche: una estética para el adorno” en Boletín del Comité Nacional de Conservación

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Wilson, Angélica. Arte de Mujeres. Ediciones CEDEM, Colección Artes y Oficios Nº3,

Santigo de Chile, Chile, 1992.

38

4. CONTEXTO FISICO Y SOCIAL DE LA COMARCA DE LA MESETA CENTRAL

DEL CHUBUT

La Comarca de la Meseta Central del Chubut fue creada como subregión del territorio

de la provincia del Chubut con la sanción de la Ley Provincial Nº 5463 del año 2005.

Está integrada por los Departamentos Cushamen, Gastre, Telsen, Mártires, Paso de

Indios y Languiñeo.7

Provincia de Chubut

Desde el punto de vista fisiográfico, la zona comprende la planicie alta de la Meseta del

Somun Curá (Somuncura) así como también su perímetro cercano. Esta Meseta está

ubicada entre los meridianos 66 y 68 Oeste y los paralelos 41 y 43 Sur, abarcando

25.000 Km2 su superficie alta, de los cuales 15.000 Km2 se hallan en la Provincia de

Río Negro y 10.000 Km2 en la Provincia de Chubut. Si consideramos -tal como

sostienen los expertos- que su geografía incluye las lenguas en las que se irradia hasta

sus extensas llanuras bajas, su configuración se amplía considerablemente llegando a

cubrir la casi totalidad del territorio delimitado como la Comarca de la Meseta Central

del Chubut.

7 Una pequeña porción de este último Departamento, así como significativas superficies del

Departamento Cushamen están localizadas en la Comarca de los Andes.

39

Mapa físico de la zona norte de la Patagonia

en donde puede visualizarse la elevación de la Meseta de Somun Cura y zonas aledañas

La parte superior de esta Meseta se destaca por la casi horizontalidad de su superficie,

aunque también tiene relieves sobreimpuestos (conos volcánicos, sierras, cerros) que se

intercalan con lagunas temporarias y arcillosas. Sus bordes presentan hendiduras

(cañadones) denominadas por los lugareños “rincones” por donde descienden vertientes

y en donde se forman microvalles que generan condiciones menos rigurosas que en la

altiplanicie mesetaria.

Estas vertientes -denominadas “mallines” por los locales- son espacios en los que crecen

junquillos, llaretas, festuca y trébol, y que ofrecen un elevado grado de cobertura del

suelo, razón por la cual son preferidos para la explotación ganadera.

Hacia el perímetro exterior de la Meseta se forman numerosas lagunas temporales por la

existencia de cursos de agua superficiales y subterráneos que derivan de ella. En

tiempos antiguos, estos lugares eran frecuentados por numerosos choiques y guanacos,

constituyendose en prometedores sitios de caza que convocaban a los pueblos que

surcaban la región. No es casual que los restos arqueológicos hallados en la zona

evidencien la existencia de antiguos asentamientos humanos tanto en las cuevas y aleros

de esta Meseta como en las áreas inmediatamente vecinas, fundamentalmente en los

bordes de los “mallines”.

A medida que nos alejamos de la Meseta, el paisaje general integrado por serranías

bajas, colinas y mesetas menores presenta una tendencia a los contornos redondeados y

monótonos interrumpidos por algunos bajos o cuencas cerradas (también llamadas

hidroeólicas) de dimensiones variadas y por escasas corrientes fluviales.

40

Paisaje de la zona

La más importante de estas corrientes es el río Chubut, el cual marca el límite sur de la

Comarca y define la otra gran unidad ambiental de la región: el Valle del río Chubut.

El origen de este río se localiza en la zona antecordillerana de la provincia de Río

Negro, franja montañosa que colecta un importante volumen de agua de las copiosas

precipitaciones de la región generando distintos arroyos que lo alimentan y desde donde

atraviesa la provincia en sentido oeste-este.

Las áreas de la Comarca que utilizan sus aguas para irrigar son escasas y están

localizadas principalmente en las zonas cercanas a la ruta 12, entre las localidades de

Paso del Sapo y Gualjaina, y en una medida mucho menor en la zona de Los Altares.

El clima imperante en la zona es el árido desértico caracterizado por una acentuada

amplitud térmica y permanente sequedad ambiental. Los vientos son frecuentes e

intensos predominando del cuadrante oeste. Las precipitaciones son escasas (inferiores a

los 200 mm anuales) y descienden de oeste a este al igual que el perfil topográfico que

varía alternadamente desde los 700 msnm hasta los 40 metros por debajo del nivel del

mar. Los suelos son áridos, pedregosos y favorecen el desarrollo de una estepa

arbustiva.

Por las características de este espacio geográfico y también por la escasez de

infraestructura, el aprovechamiento que se hace de los recursos naturales en la región se

restringe, casi exclusivamente, a la explotación ovina y en menor medida caprina, con

un sistema de producción extensivo.

Esta producción es llevada a cabo por dos sectores claramente diferenciados: los

medianos - grandes productores, y los pequeños productores o productores

minifundistas.

41

Los medianos y grandes productores no residen en sus unidades económicas. Ellos

ofrecen como principal producto la lana de tipo fina obtenida principalmente de la raza

Merino Australiana.

Los pequeños productores, por el contrario, residen en la zona y cuentan con existencias

ganaderas muy inferiores a los anteriores, siendo el número de su ganado menor a los

mil animales. El 70% de los productores de la provincia de Chubut pertenece a este

sector, de los cuales el 50% posee menos de trescientos animales. De esta manera, el

70% de los productores del Chubut produce menos del 15% del total de la lana de la

provincia (estimada en unos 15.000.000 Kg anuales).8

Pequeño productor, Mina de Indio, Chubut, 2007

Las principales actividades de estos productores minifundistas son, en algunos casos la

cría de ovejas y en otros la de cabras de angora, a lo que se agrega un importante

número de yeguarizos que son utilizados en el trabajo y destinados al consumo.

“Existen productores que sólo se dedican a la cría de caprinos y en promedio pueden

tener unas 160 cabezas; otros tienen una producción mixta entre ovinos y caprinos, un

porcentaje menor de productores tienen un número limitado de bovinos y caprinos, y

8 Paradójicamente, este sector es el que menos asistencia recibe por parte del estado, el cual no ha

implementado políticas públicas satisfactorias capaces de dar respuestas concretas a las numerosas

problemáticas presentes: “Esta asistencia debe tener la particularidad de llegar en forma directa y

efectiva a los beneficiarios, evitando procedimientos administrativos engorrosos tanto para la solicitud

de la asistencia, como para la obtención y control de los fondos aplicados.” AAVV: Proyecto de

reforzamiento de la producción caprina de mohair en el Norte de la Patagonia Argentina. Programa

Mohair, 2007. Gentileza Med. Vet. Marcelo Acebal, Coordinador en la provincia del Chubut del

Programa Mohair.

42

otros sólo crían ovejas”. Entrevista a Marcelo Acebal. Coordinador Provincial del

Programa Mohair en Chubut, 2007.

Algunos de ellos habitan en las zonas rurales en forma dispersa; otros lo hacen en

parajes, aldeas, aldeas escolares, colonias agrícolas pastoriles, municipios o comunas

rurales.

Residencia rural y dependencias. Proximidades de Cushamen, Chubut, 2007.

Sus relaciones comerciales, políticas, civiles y sanitarias se desarrollan en los pequeños

municipios y comunas rurales que constituyen los centros administrativos y de servicios

de la Comarca. Estos centros son Gualjaina, Paso de Indios, Aldea Epulef, Cushamen,

Colan Conhué, Dique Florentino Ameghino, Gan Gan, Gastre, Lagunita Salada, Las

Plumas, Los Altares, Paso del Sapo y Telsen.

Todos los asentamientos están unidos entre sí por numerosas huellas, caminos de tierra,

algunas rutas consolidadas de ripio y una única ruta pavimentada –la nacional número

25- que atraviesa la región de oeste a este. Muchos de estos caminos perduran desde

tiempos prehistóricos, cuando eran transitados por los antiguos pobladores de la

Patagonia. En la actualidad, las características de algunos de ellos vuelve dificultoso e

incluso imposible su tránsito durante la época invernal, provocando que numerosos

lugareños queden aislados. Estas situaciones suelen tornarse críticas si tenemos en

cuenta las humildes condiciones en que viven estos pobladores rurales, quienes en su

mayoría carecen de un servicio básico telefónico y no disponen de servicios sanitarios

que puedan socorrerlos en caso de emergencia.

43

Centros administrativos de la Comarca de la Meseta Central del Chubut

Otros pobladores de la Comarca realizan actividades vinculadas a los organismos

estatales o desempeñan tareas asociadas, como por ejemplo el trabajo doméstico, y

residen en las plantas urbanas de los municipios y comunas rurales antes mencionadas.

Es difícil establecer una distinción categórica entre las personas que habitan en los

centros poblacionales y quienes viven en los campos, puesto que todos ellos tienen entre

sí algún tipo de vínculo parental.

“En general podemos caracterizar la población de estas localidades como nativa

tradicional. Se trata de descendientes mapuches (la mayoría), tehuelches y chilenos.

Existe una antigüedad de asentamiento en la zona que ha posibilitado una gran red en

las relaciones de tipo familiar y de parentesco.” (Irusta, 1986:2)

Sin embargo, es posible sostener que algunos habitantes de estas localidades como los

funcionarios públicos y los comerciantes “se manifiestan como un sector cuyos

intereses se ajustan más a las pautas culturales propias de contextos urbanos.”

(Finkelstein, 2005:53)

Los núcleos urbanos de la Comarca son muy pequeños y se desarrollan en forma lenta e

imprevista por el impulso del sector público y por la población rural que en forma

temporaria o permanente se establece en ellos (como los migrantes por venta o desalojo

de sus tierras).

44

Las aldeas escolares son una forma particular de asentamiento. Durante el ciclo lectivo

los niños junto a sus madres, abuelas o algún pariente femenino se trasladan a estas

aldeas mientras los hombres continúan trabajando en sus pequeñas unidades

económicas. Estas localidades quedan entonces conformadas por un promedio de quince

familias establecidas sólo durante el período escolar, aunque existen casos en los que

ellas se asientan en forma definitiva constituyendo una población estable muy reducida.

Algunos centros urbanos como Epulef y Cushamen, se denominan “Colonias Agrícolas

Pastoriles” y tienen su origen en

“la distribución de tierras destinadas a grupos indígenas sobrevivientes de la llamada

“Conquista del desierto”. Algunos de los grupos fueron ubicados en estas colonias en

el marco de lo estipulado por la ley 1501 según la cual se entregaban superficies

territoriales pequeñas (625 ha) para ser explotadas por cada familia. Las mismas

tuvieron la particularidad de ser una suerte de “reservaciones” ubicadas en tierras

marginales, generalmente rodeadas por grandes unidades económicas latifundistas.”

(Finkelstein, Gavirati y Novella, 2005:15).

Los descendientes de estas familias, junto con otras que ocuparon tierras en forma

espontánea, son en su mayoría los actuales productores minifundistas a los que hemos

hecho referencia anteriormente. Ellos son pobladores de escasos recursos cuyas

explotaciones agropecuarias son consideradas “de subsistencia” debido a que sus

superficies de tierra resultan insuficientes para las prácticas productivas que desarrollan.

Por tal razón los hombres usualmente constituyen la oferta de mano de obra de los

grandes ganaderos del lugar, desempeñándose principalmente como peones.

La tenencia de la tierra en la región presenta algunas particularidades: los grandes y

medianos productores son propietarios de predios claramente diferenciados entre sí,

constituyendo cada uno de ellos una explotación única que funciona en una superficie

de tierra de uso exclusivo. Los productores minifundistas, por el contrario, son en su

mayoría ocupantes de tierras fiscales con permisos precarios y sus lotes carecen de una

clara división: en algunas localidades, como por ejemplo Aldea Epulef, la tenencia es

comunitaria y por lo tanto indivisa; si bien cada productor sostiene un pastoreo

delimitado, los predios no están cercados. En otras localidades, como por ejemplo

Cushamen, la tenencia de la tierra no es comunitaria; sin embargo muchos campos de

pastoreo no están alambrados. Estas características de los minifundios imposibilitan el

uso individual de sus superficies, por lo que pueden ser o no utilizadas simultáneamente

por más de un productor, lo cual contribuye al inadecuado aprovechamiento de los

45

recursos naturales provocando el sobrepastoreo9 y una progresiva degradación de los

terrenos10.

"Gran parte de región Patagónica muestra las consecuencias de un inadecuado manejo

del recurso forrajero y del suelo, confluyendo esta acción antrópica con las

características físicas naturales ya descriptas y con un factor climático de singular

agresividad. El sobrepastoreo, la trashumancia (en la actual situación de tenencia de la

tierra), la extracción de suelo para construcciones viales, la actividad petrolera y la

acción depredadora de algunas especies de la fauna silvestre (en realidad competencia

por alimentos entre especies de la fauna silvestre autóctona, con las especies

introducidas, como es el caso por ejemplo, de la competencia entre el guanaco y los

ovinos), son, en orden de importancia por sus efectos, desestabilizadores de los

ecosistemas, degradándolos hasta mas allá de las posibilidades de recuperación

natural". (Alerta Amarillo, INTA-Consejo Federal Agronómico citado en el sitio web:

Secretaría de Minería de la Nación)

Por otra parte, las expectativas sociales y económicas de los grandes propietarios

especializados en la cría de ovinos son contradictorias con las de los productores

minifundistas: las unidades económicas medianas y grandes ejercen presión sobre la

tierra, desplazando al sector de pobladores nativos a zonas marginales y en general

inadecuadas para la producción:

“El sistema [minifundista] presenta también limitaciones regionales debido a las

variaciones en las condiciones climáticas, oferta forrajera, prelación, organización,

etc. aunque en general, los establecimientos se encuentran en zonas desfavorecidas

desde el punto de vista productivo, con escasas precipitaciones, pobres recursos

forrajeros, con problemas de abastecimiento de agua, expuestos a pérdidas por

consecuencia de factores climáticos y existencia de predadores tales como el zorro y el

puma”. (AAVV, 2007: 18)

9 El sobrepastoreo es la inadecuada relación numérica de carga animal/ha y resulta una consecuencia de la falta de apotreramiento, del déficit y/o mala distribución de las aguadas, del inadecuado uso que se realiza de los sectores de los campos con mejores posibilidades de producción y recuperación, y de la alternancia de ciclos climáticos húmedos y secos que no permite una ajustada carga de pastoreo animal. (Alerta Amarillo – INTA) 10 Este problema de la degradación – histórica – del suelo tiene su principal causa en la falta de propuestas por parte del estado que impliquen eficiencia en el manejo de los predios. Si no se incorporan urgentes mecanismos de remediación ambiental y social se pone en peligro no solo la capacidad productiva de la región sino también la permanencia de una explotación ganadera rentable y sustentable.

46

Familia de un pequeño productor, Laguna Fría, Chubut, 2007

Sumado a ello, la falta de organización de los pequeños productores en sistemas

asociativos que favorezcan la comercialización de sus productos implicó hasta hace

unos años que la única posibilidad de acceso al mercado fuera casi siempre a través de

los “bolicheros” o propietarios de pequeños almacenes de ramos generales. De esta

manera, a la escasa rentabilidad y paulatina degradación de los recursos naturales de las

pequeñas unidades económicas se agregaban las desfavorables condiciones de

comercialización de sus productos, ámbitos éstos caracterizados por la usura y la

ausencia de políticas públicas que permitieran mejorar la situación.

Todos estos factores llevaron al empobrecimiento paulatino de las familias de los

pequeños productores y a la transferencia de sus unidades económicas a manos de

latifundistas y comerciantes.11 A raíz de ello, el panorama económico y poblacional que

se puede observar en la actualidad en la Comarca de la Meseta Central del Chubut es

una migración rural a las grandes ciudades de la provincia y un aumento de la cantidad

de la población en los estratos definidos como pobres e indigentes.12

11 El último registro disponible sobre la división de la propiedad en la Patagonia es el que generó el CNA (Censo Nacional Agropecuario) de 1988, de cuyo análisis se infiere la existencia de una fuerte concentración de la tierra. Esta situación resulta ratificada por los resultados obtenidos en diversos estudios exploratorios posteriores al mencionado CNA, mostrando la continuación de la tendencia hacia una fuerte concentración de las explotaciones agropecuarias. 12 Según el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda de 2001, mientras el número total de habitantes del país aumentó el 11,1% con respecto a 1991, la población rural disminuyó un 7.4%, siendo aún mayor la caída de la población rural dispersa, que bajó el 13,81%. En el caso de la provincia del Chubut, su población asciende a 413.237 habitantes de los cuales 43.427 se radican en áreas rurales y el 31% de ellos (13.723 personas) se encuentra bajo la línea de pobreza. (INDEC 2001 – Banco Mundial)

47

Paralelamente, en los últimos dos años, en algunos lugares se percibe una tendencia a la

recuperación social y económica gracias a algunas acciones llevadas a cabo por los

pobladores y a la implementación de algunos programas productivos eficientes.

Hasta aquí fue presentado el contexto físico y social en donde las familias minifundistas

desarrollan sus actividades: los hombres se dedican al cuidado de los animales, la

esquila, la comercialización de las materias primas y, eventualmente, al trabajo temporal

en las estancias vecinas. Las mujeres, por su parte, se abocan a las tareas domésticas, al

cuidado de sus hijos y a la confección de tejidos que realizan con la lana proveniente de

sus pequeñas unidades económicas o de las de sus vecinos. Es esta actividad textil la

que constituye nuestro centro de interés y la pieza medular de la presente investigación.

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49

5. LA PRODUCCION TEXTIL

Los indicios más antiguos de la elaboración de tejidos en la región de estudio los

encontramos en algunos hallazgos arqueológicos como los de los Cementerios Pitrén en

las proximidades de la ciudad de Temuco (Chile), el sitio Alboyanco en la VIII Región

de Chile y el Cementerio Rebolledo Arriba en la provincia de Neuquén (Argentina). En

los Cementerios Pitrén fueron identificados torteras (relacionadas con la textilería, como

veremos más adelante) junto a otros elementos de cerámica datados entre el 400-1200

d.C. (Ocampo, Mera y Rivas, 2001). En el sitio Alboyanco se hallaron evidencias de la

realización de tejidos con complejas técnicas y diseños vinculados a las culturas del

norte andino con un fechado que ronda entre el 1300-1350 d.C. (Brugnoli y Hoces de la

Guardia, 1995) En cuanto al cementerio hallado en la provincia de Neuquén, fueron

encontrados un tortero de cerámica y fragmentos de tejido junto a otras pertenencias en

el enterratorio de una mujer (Hadjuk, 1997).

También las decoraciones presentes en las pinturas rupestres distribuidas principalmente

en las Provincias de Río Negro y Chubut permiten especular sobre un contacto

temprano entre los nativos de la zona y los de la región del noroeste de nuestro país.

(Schobinger y Gradin, 1985:17) Es sabido que la zona del noroeste argentino posee una

tradición textil que se remonta a épocas incaicas y aún a anteriores (Chertudi y Nardi,

1961; Rolandi y Nardi, 1978; Corcuera, 1987; 1998; entre otros). De allí deriva una

conjetura extendida entre los estudiosos que sostiene que el arte textil llegó a la

Patagonia a través de esos contactos. Ello resulta plausible si tenemos en cuenta que la

Cordillera de los Andes no constituyó un impedimento para el comercio y el traslado de

poblaciones a uno y otro lado de la misma, existiendo tempranos intercambios con los

habitantes de la Araucanía (Chile), del sur peruano y de nuestro noroeste.13

Las materias primas

A través de investigaciones arqueológicas fueron hallados fragmentos de posibles

torteros (pesos de husos de hilar) en sitios de El Hoyo y Cholila (Provincia de Chubut)

datados en 1330 AP, lo que estaría sugiriendo que ya en ese momento los habitantes de

la Patagonia hilaban fibras que provendrían de camélidos, muy posiblemente de

guanacos. Esta hipótesis está reforzada por el hallazgo de un cordel torsionado de pelo

13 Para la Provincia de Chubut ver Gómez Otero y Bellelli, 2006)

50

de guanaco en un enterratorio doble de Península Valdés datado hacia el 880 AP

(Bellelli y Gómez Otero, 2007).

En cuanto a los documentos históricos que versan sobre la región Patagónica, los

primeros de ellos datan del siglo XVI y consisten en crónicas de exploradores y

colonizadores europeos que ofrecen algunas referencias sobre la existencia del arte

textil entre los aborígenes del sur del actual territorio chileno y argentino:

Pedro de Valdivia escribió entre los años 1545 y 1552 que los hombres y las mujeres

del sur de Chile vestían prendas de lana; un soldado y un capitán suyo, Jerónimo de

Bibar y Alonso de Góngora Marmolejo, también refierieron en sus escritos acerca del

uso de mantas de lana que se pasaban por entre las piernas y se ceñían a la cintura.

En el siglo XVII, el capitán Alonso González de Nájera sostenía que las prendas eran

confeccionadas con lana. Hacia la misma época Alonso de Ovalle escribió en su

Histórica relación del Reyno de Chile que los indígenas del sur usaban un calzón que

llegaba hasta la rodilla, ponchos, coloridas vinchas tejidas y mantas.

Si bien estas crónicas de los siglos XVI y XVII no ofrecen descripciones técnicas

precisas sobre la elaboración de los tejidos patagónicos, sí nos dan una idea acerca de

una característica de los mismos que queremos resaltar en este momento: los nativos

realizaban tejidos de lana.

En las dos centurias siguientes es posible encontrar en los escritos mayor cantidad de

referencias a los tejidos de la Patagonia. A lo largo del siglo XVIII predominan las

obras de religiosos que realizan observaciones sobre este arte, mientras que en el siglo

XIX los exploradores científicos, comerciantes y militares son quienes nos proveen la

mayor cantidad de información sobre el tema:

Hacia 1725 el jesuita germano Manuel Herre describía las prendas usadas por los

aborígenes del sur que frecuentaban Buenos Aires para efectuar intercambios. Sostenía

que utilizaban un manto tejido similar a las antiguas casullas de los españoles que

resultaba impermeable y por ello muy útil para las lluvias.

José Toribio Medina, en referencia a los aborígenes del sur de Chile, a quienes

denomina Araucanos, comenta hacia fines del siglo XIX:

”un motivo gravísimo de perturbación que modificó profundamente las costumbres de

los aborígenes, cual es el que se deriva de la introducción de los animales domésticos

en el país por los españoles. Este electo rebaño, dice con razón un ilustre viajero, “ha

ejercido la influencia más marcada sobre todos los pueblos que habitan desde Santiago

51

hasta el Estrecho de Magallanes: no siguen casi ninguno de sus antiguos usos; no se

alimentan de los mismos frutos; no tienen los mismos vestidos””. (Medina, 1882: XIII)

Para la misma época, Enrique Kermes, afirmaba sobre los aborígenes de Río Negro con

quienes convivió:

“La única fibra textil usada por los Pampas es la lana, la lana del guanaco, y, desde la

introducción de la oveja, la de ésta también. Ahora usan casi exclusivamente ésta

última, porque el guanaco ya tiende a desaparecer.” (Kermes, 1893:179)

El testimonio de Claude Joseph, un estudioso de las prácticas textiles de los “araucanos”

en varias reducciones aborígenes de la VIII y IX región de Chile, confirma lo expuesto:

“A la llegada de los Conquistadores los Araucanos andaban ya con toscos vestidos de

lana imitados de los del Perú y otros hechos de pieles de guanacos, de zorros, pumas y

de aves, de trozos de corteza arrancados a los árboles y tejidos de fibras vegetales que

fueron totalmente sustituidos durante la colonia por los de lana […]. Actualmente todos

los Araucanos tienen sus pequeños rebaños de ovejas que les proporcionan la lana

necesaria para la elaboración de sus tejidos.”

Y más adelante agrega:

“Los españoles introdujeron en Chile las ovejas y establecieron telares en Osorno y

otras ciudades desde los primeros años de la Conquista. Los Araucanos no tardaron en

poseerlas también y en utilizar su lana. Estos animales degeneraron con el tiempo y

formaron una raza de cuerpo esbelto y lana larga y gruesa. Los mapuches las llaman

“ofija””. (Joseph, 1931:5)

Entonces, a partir de lo hallado en las fuentes arqueológicas e históricas podemos decir

que:

- Es probable que la elaboración de tejidos en la región patagónica sea deudora de

la tradición textil proveniente del noroeste de nuestro país.

- Hasta la llegada de los españoles, los tejidos eran confeccionados con pelo de

camélidos, muy posiblemente guanacos, denominado “lana” por los europeos.

- Luego de la incorporación del ganado ovino al territorio sudamericano, los

nativos comenzaron a utilizar su lana para la confección de los textiles.

- Luego de ello, el uso de la lana prevaleció por sobre el empleo del pelo de

guanaco.

En nuestro trabajo de campo en la Comarca de la Meseta Central del Chubut, hemos

observado que en la actualidad numerosas mujeres confeccionan tejidos con la lana

52

proveniente de las ovejas criadas en la región y, en menor medida, con el pelo de

guanaco.14

Con respecto a las lanas, las utilizadas pueden ser de dos tipos: la proveniente de las

ovejas Merino, cuya producción principalmente se destina a la industria y para la

exportación; y la obtenida de las ovejas que son el producto de una “cruza” entre

especies de diferentes razas ovinas, tal como refieren algunos documentos históricos ya

citados.

Ejemplares de ganado Merino. Gualjaina, Chubut. 2006

La lana de las ovejas “cruza” es cotizada con un bajo valor en el mercado de la industria

lanar debido a las características de sus fibras y por la particularidad de presentar

numerosos vellones de colores oscuros en algunos casos y manchados de diferentes

tonos en otros. Por esta razón, los pequeños productores se orientan a la cría del ganado

Merino, conformando las ovejas “cruza” un porcentaje mínimo de los rebaños.

14 Esto último se debe principalmente a la vigencia de reglamentaciones emanadas de la dirección de

fauna provincial que prohíben la caza y la utilización del pelo de guanaco, y sólo está permitida la

comercialización de productos realizados con tal materia prima si la misma proviene de criaderos

autorizados por el estado. Es por esto que las prendas confeccionadas con pelo de guanaco se destinan

sólo para uso familiar, aunque en forma mucho más reducida que la lana.

53

Ejemplares de ganado “cruza”. Bajada “El Platero”, El Mirasol, Chubut. 2006

Sin embargo, estas mismas características que resultan negativas para la industria hacen

que tales vellones resulten atractivos para las mujeres que elaboran los tejidos en la

zona, ya que las diferentes tonalidades del vellón permiten obtener hilos en diferentes

gamas del color marrón, evitando la necesidad de teñir los hilos para la realización de

los dibujos en las prendas. Por otra parte, la lana de las ovejas “cruza” ofrece otras

particularidades que la hacen preferida para las artesanas, como una mecha larga y

resistente a la tracción.

Bolsa con vellones de lana de oveja “cruza”. Mina de Indio, Chubut. 2007

En cuanto al uso de un tipo de vellón de lana u otro por las mujeres, esto depende

mayormente de la existencia y posibilidad de abastecimiento de ellas. Sólo unas pocas

artesanas seleccionan el uso de un tipo de lana para la confección de una prenda a la que

se le quiere otorgar particulares características estéticas. Esto es así porque la lana

54

proveniente de las ovejas Merino permite realizar prendas más suaves al tacto y más

“acolchadas”. La de “cruza”, por el contrario, resulta ser más rústica.

Hemos observado que las ovejas “cruza” así como las Merino son criadas en toda la

Comarca. No obstante, en líneas generales podemos sostener que las localidades en

donde existe una mayor concentración de ganado “cruza” son Cushamen, Gualjaina,

Aldea Epulef, Lagunita Salada y Gan Gan.

En cuanto al aprovisionamiento de cada mujer en particular, las situaciones son

dispares. Algunas disponen de su propia majada de ovejas (no superando los rodeos los

diez animales por artesana) y se autoabastecen:

“[Mi marido] bueno, es productor. [Cría] Ovejas, vacas…Yo saco la lana de ahí. Sí, sí,

conseguimos…ya…como doce años hará que tengo oveja pampa así que ya me

consiguieron los animales para trabajar con la lana. Muy buena, sí, sí. Muy buena lana

tengo.” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

Otras, en cambio, deben comprar la lana. Esto sucede cuando no tienen ganado propio y

los hombres se emplean como peones o ejercen algunos oficios en los pueblos cercanos.

En estos casos, las mujeres siempre cuentan con familiares o vecinos cercanos a quienes

les compran los vellones:

“Claro, acá tiene cada cual que conseguirse su… Su lana. Acá nosotros tenemos, acá

dentro del…del pueblo… La tenemos que conseguir. Comprarla. Veinticinco o treinta

pesos sale el vellón.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

Hacia principios del siglo XX, la lana se obtenía mediante la esquila con tijeras y en

contadas ocasiones mediante la esquila con cuchillos, un procedimiento mucho más

antiguo.

En la actualidad, la materia prima proveniente de las ovejas se obtiene mediante la

esquila con tijeras y en escasas ocasiones con máquinas de esquilar. En este caso, las

mujeres reciben los vellones de lana. Pero si la materia prima proviene de los guanacos,

las mujeres reciben los cueros enteros de los animales. En estas ocasiones las mujeres

los esquilan con mucho cuidado o los arrancan con las manos al calor de un hogar.

También es posible que reciban el animal entero y recién muerto, puesto que su cuerpo

caliente facilita la extracción manual de los pelos mediante tirones:

“[Para sacar el pelo de guanaco] lo tironeaba con la mano, así, para que salga enterito,

porque si lo esquilás queda cortito […] o lo sacás calentando el cuero.” Josefa

Chagayo, artesana, Gan Gan, 2008.

55

“Ni bien mataban el guanaco, sacaban ahí nomás [el pelo] antes de que se enfríe, antes

de que abran la panza del guanaco.” Fidelina Alegría, artesana, Gan Gan, 2008.

“Le sacan la lana [al guanaco] antes de abrirle la panza para que no se llene de

sangre la lana, entonces la hilan aparte […]” Mirta López, artesana, Gan Gan, 2008.

“Yo no, porque yo lo esquilo [al guanaco]. Con tijera. Usted puede cortar justo lo que

quiera!”. Natividad González, artesana, Gan Gan, 2008.

Cuero de guanaco secándose al aire libre. Aldea Epulef, Chubut. 2008

En algunas fuentes escritas como la de María Delia Millán de Palavecino, se detalla el

procedimiento seguido para la obtención del pelo de guanaco en la zona sur de la

provincia de Neuquén:

“Para desprender la lana del cuero se corta o se recurre al sistema antiguo, que es

como sigue: vuelto el pelo para adentro por el lado del cuero se embarra y se entierra;

aproximadamente una semana después, se saca, y el pelo y la lana se desprenden

fácilmente.

Este sistema es conocido no solamente en el Sur, sino que lo he visto practicar hasta

mucho más al norte.” (Millán de Palavecino, 1960:125)

Por lo expuesto anteriormente es posible afirmar que las materias primas utilizadas en la

confección de los textiles en la Comarca de la Meseta Central del Chubut son las

mismas que las empleadas siglos atrás, desde el arribo de los europeos a las tierras

patagónicas: el pelo de guanaco y la lana de oveja.

Las técnicas empleadas en la actualidad en la extracción del pelo de guanaco difieren a

las del pasado en que hoy ya no se entierran los cueros.

56

En cuanto a los procedimientos empleados en la obtención de la lana, éstos son los

mismos que en la antigüedad, aunque se han incorporado instrumentos como las tijeras

y las máquinas de esquilar que facilitan y optimizan la realización de esta tarea.

El hilado

Hacia finales del siglo XIX, Kermes escribía que luego de la esquila, la lana

“que se destina al hilado se lava primero con jabón común, después se procede a

desengrasarla. Para este fin, se introduce la lana en orines en estado de fermentación;

el amoníaco cáustico que se ha formado por la descomposición de la orina disuelve la

grasa, dejando la lana, después de otro lavado en agua pura, completamente

desengrasada […] Después del lavado, se procede a preparar la lana para el hilado,

trabajo puramente manual. No conocen instrumento alguno para cardar.”

Y agrega:

“El hilado se efectúa también de la manera más primitiva; se estira la lana conforme al

grosor del hilo que se pretende hacer, fijando el extremo del hilo en un huso, al cual se

imprime con la mano un movimiento de rotación que se transmite al hilo torciéndolo.

Cuando una mujer, con este procedimiento poco expeditivo, acaba de hilar la cantidad

de hilo necesaria para el tejido que intenta fabricar, procede a teñir parte del hilo.”

(Kermes, 1896:179-180)

Claude Joseph, en la segunda década del siglo XX describía esta labor:

“Para desengrasar la lana y disolver las sales de que está impregnada la lavan

repetidas veces en agua tibia y en seguida en agua fría y corriente al estero vecino.

Extraen a mano parte de los cuerpos extraños adheridos […] Después de repetidos

lavados la extienden a todo sol y viento para secarla.

La lana seca, lavada en la forma indicada, contiene todavía muchas materias extrañas

que son eliminadas al “trunucar” esto es al desenredar los hilos. En otra manipulación

llamada “ruhuecalen” (rascar lana) que corresponde a la carda separan los hilos y los

disponen estirándolos paralelamente en fajas regulares para el hilado.” (Joseph,

1931:7)

Este autor también nos ofrece una descripción sobre el instrumento utilizado para el

hilado de la lana, al cual denomina “coliu”:

“Este aparato es un huso que no difiere de los ordinarios sino por su aspecto primitivo:

una varilla cilíndrica, larga de 30 a 40 centímetros, atenuada en punta en ambas

57

extremidades que atraviesa ajustadamente por el centro de una piedra discoidal

horadada y de bordes pulimentados.” (Joseph, 1931:8)

Y relata la tarea de hilado:

“De pie, en medio de su rebaño de ovejas, acurrucada al lado de su cerco cuando el

tiempo es bueno, o sentada sobre un tosco tronco delante del fuego, la hiladora

mapuche enrosca tiras de lana limpia alrededor de su brazo izquierdo, tira con su

mano derecha un cierto número de fibras e imprime un enérgico movimiento de

rotación al “coliu” [huso] con el pulgar y el índice. Este movimiento trenza las fibras

en un hilo continuo que se alarga constantemente con las nuevas fibras que la mano

desprende del copo. Cuando el huso colgante se aproxima al suelo por alargamiento

del hilo, la hiladora lo arrolla encima y prosigue su tarea con presteza estirando las

fibras y torciéndolas alternativamente.” (Joseph, 1931:8)

Mujeres hilando. Cholchol, Chile. (Joseph, 1931:7)

Hoy en día, en la Comarca de la Meseta Central del Chubut, el hilado se efectúa en

forma casi idéntica a la descripta en los documentos históricos: una vez obtenido el

vellón de lana o de pelo, las mujeres lo sacuden para sacarle el exceso de tierra y lo

ponen a secar al sol, una tarea que generalmente se realiza en primavera o verano,

cuando obtienen la materia. A continuación separan las lanas o pelos de las diferentes

regiones del cuerpo del animal colocándolos en bolsas o paños independientes, según

las características y el color de sus fibras (lomo, panza y flancos).15 Luego realizan el

15 Según estas particularidades de la materia prima se podrán realizar distintos tipos de hilados y, por lo tanto, obtener hilos de diferentes características, tal como se verá más adelante.

58

“escarmenado” que es una operación que consiste en separar uniformemente las fibras

con los dedos y que debe efectuarse con mucho cuidado para evitar que las mismas se

quiebren.

A diferencia de lo que nos dicen las fuentes escritas, el hilado se efectúa con el vellón

de lana sin lavar: la lana o el pelo se lavan sólo luego del hilado. La razón de ello estriba

en que al lavarlos pierden la “veri” -como la llaman las artesanas- que es la lanolina que

facilita la adherencia de las hebras:

“Para que entonces [Sic] se hace más rápido el hilo. Porque sino con la lana lavada le

sacásl la veri y…cuesta más para estirarse y después para hilar.” Entrevista a Ivana

Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

Ello diferencia la región de la Comarca de la Meseta Central de otras del país y de Chile

en donde, según todos los autores consultados, el vellón es lavado y cardado antes de

comenzar su hilado.

En la actualidad, los instrumentos utilizados para hilar son el huso y la rueca. Con el

huso, los dos movimientos mecánicos que conlleva el hilado, el torcido y el cargado,

son independientes aunque consecutivos: primero se tuerce y luego se carga (como se

verá más adelante); con la rueca ambos movimientos se realizan a la vez y es por ello

que el trabajo resulta más rápido.

En cuanto al grosor del vellón para hilar, si el hilado se realiza con rueca, es

conveniente que la tira de vellón sea fina, para facilitar el paso por su ranura. Si, por el

contrario, se hila con huso, con el estiramiento de las zonas muy compactas o enruladas

del vellón es suficiente.

Las ruecas son técnicamente un torno para hilar. Las utilizadas por las mujeres de la

región son de madera, de confección rústica y funcionan a pedal.

59

Rueca. Cushamen, Chubut, 2007.

En algunos lugares como Aldea Epulef comenzaron a emplearlas hace

aproximadamente veinte años, cuando se las entregaron algunas organizaciones

gubernamentales y no gubernamentales que apoyan esta elaboración textil en la región.

A partir de ese momento, las ruecas tuvieron una amplia aceptación por parte de las

mujeres:

“Yo cuando empecé a enseñar a hilar ya…toda la mayoría quería hilar a rueca. Ahora

se hila más a rueca que con huso[…] Y porque rinde más, va más rápido. Es más fácil

también. En cambio a, a huso te molesta la espalda. Yo sabía sentir dolor de espalda

cuando hilaba a huso. Y después compré rueca. Que hace como veinte años ya que

tengo la rueca ahí. Eh! Me alivió un montón!” Entrevista a Florinda Huentecoy,

artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

Sin embargo, algunas mujeres, principalmente las más ancianas, prefieren continuar

utilizando el huso.

La técnica de hilado con huso es la más antigua en la región. El huso que allí se utiliza

consiste en una varilla redonda de madera, de unos 30 cm de largo a la cual se le

encastra, a presión y en la parte inferior, una tortera. Esta tortera es un disco de piedra

(también hemos visto de barro cocido, papa, unión vertebral –tallada- de vaca o caballo,

y madera) con un orificio central que queda adosado a la varilla cuya función es darle

peso al uso y favorecer el giro. La parte inferior del palo del huso finaliza en punta para

facilitar su deslizamiento sobre el suelo.

60

Huso. Cushamen, Chubut. 2007

En cuanto al procedimiento de hilado, éste coincide totalmente con la descripción

realizada por Claude Joseph. Baste agregar que al hacer girar el huso, las hiladoras

mantienen la hebra bien derecha tomando como punto de apoyo el costado de su pierna

para evitar que ésta se enrede en el extremo superior del instrumento. También intentan

enrollar el hilo en la parte más baja del palo para mantener el peso en la parte inferior

del huso y facilitar su giro.

Hilado con huso. Cushamen, Chubut. 2007

61

Una vez formado un ovillo lo suficientemente grande puede emplearse otro huso y

tortera o dejarle el palillo al huso y quitarle la tortera para colocarla en otro.

“Cada cual hila a su modo. Yo hilo en dos husos, yo hilo y ovillo y después vuelvo a

hilar [en otro huso], entonces hilo una sola vez, después lo tuerzo. Yo hilo en dos husos,

cuando están los dos husos llenos los ovillo juntos y después que los ovillo juntos, que

tengo las dos hebras, recién ahí los tuerzo. Pero ahí ya está…es un solo ovillo con las

dos…con las dos hebras juntas.” Mirta López, artesana, Gan Gan, 2008.

El hilo obtenido es de una sola hebra. Pero para que el hilo soporte la tensión de la

urdimbre en el telar y sus numerosos movimientos de roce durante el tejido, debe tener

resistencia y elasticidad:

“Pero nosotros el telar nuestro, que nosotros usamos tiene…o sea, uno trabaja con los

hilos muy tirantes, entonces los hilos, entonces los hilos, con los hilos así, viste, de un

solo cabo no te, no te resiste.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra,

Cushamen, 2007.

Entonces, para lograr una mayor resistencia se atan dos cabos finos de una sola hebra en

un nuevo huso, de mayor tamaño, y se lo hace girar en el sentido contrario al impreso

para el hilado. A este proceso se lo denomina “torcido”. Contrariamente a lo que

numerosos documentos escritos sostienen, hemos observado que el giro del huso para el

hilado no necesariamente se realiza en el sentido de las agujas del reloj. Algunas

artesanas zurdas lo efectúan en el sentido antihorario. Posteriormente, si se efectúa el

“torcido”, éste necesariamente debe realizarse en el sentido contrario al impreso en el

hilado.

Si el hilo es lo suficientemente grueso y resistente como para soportar las exigencias del

tejido en el telar, el “torcido” no es necesario.

El grosor, el número de las hebras y el estado de torsión de un cabo se relacionan con el

grado de resistencia y con la estética que se pretende lograr en la prenda a tejer. Cuando

los cabos se juntan y se tuercen, las mujeres dicen que la lana se “ablanda”. Esto es así

porque el proceso de hilado inicial hacia un lado y el posterior “torcido” hacia el otro

provocan que se pierda la torsión del hilo y que el producto final resulte más maleable.

Asimismo, también están relacionados con la calidad del vellón utilizado y con la

habilidad de la hiladora.

El hilado puede ser de tres tipos: fino, mediano y grueso, según las clases de tejidos que

las artesanas deseen hacer:

62

“Para la confección de chamal y chiripa, se hila delgadito o fino; para la confección de

manta o poncho, se hila a medio grosor y para tejer las frazadas o pontros, se hila

grueso.” (Alonqueo Piutrín, 1975:124)

“Los atributos de lo femenino encarnan las cualidades que debe tener una fibra para el

tejido fino, delicado pero resistente: como el de los ponchos y fajas. Para el tejido

denso y de textura robusta, como el de las frazadas, los atributos de lo masculino

representan las propiedades para esta fibra. También se busca que el artefacto tejido

tenga una determinada estética final.” (Alvarado, 1998:32)

La calidad del hilado se percibe en el diámetro invariable del hilo y en la ausencia de la

denominada “chilla”. La “chilla” es una fibra gruesa y larga que generalmente se

presenta en la parte externa del pelo o lana del animal. El diámetro constante otorga a la

prenda confeccionada una uniformidad en su textura y facilita la realización del tejido.

La ausencia o presencia de la “chilla” concede a la vestimenta un mayor o menor

confort al momento del contacto con la piel, debido al escozor que produce.16

Durante el invierno, en la casa de las mujeres que hilan suele verse un cajoncito que

contiene un huso con el vellón junto a la cocina a leña o “económica”. Esta ubicación

del vellón y el huso junto al calor no es casual sino que cumple la función de mantener

tibia la lana para ablandar la “veri” o lanolina que posee el vellón y el hilo hilado sin

lavar. Ello favorece el desplazamiento de la guedeja entre los dedos de la hilandera y la

unión de las fibras en el momento del hilado, facilitando la tarea en la época invernal.

Durante el verano, el sol y la temperatura más cálida del ambiente cumplen la misma

función.

16 “Las fibras mayores a un diámetro de 30,5 micrones tienen suficiente rigidez como para producir picazón en la piel que entra en contacto con ella. Cuanto más bajo es este valor, más confortable es la fibra.” Comunicación personal con Martín Abad, medico veterinario del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), Ingeniero Jacobacci, Provincia de Río Negro, 2007.

63

Cajoncito con vellón de lana junto a la cocina. Mina de Indio, Chubut. 2007

El hilado puede realizarlo quien también realiza el tejido o puede ser una tarea

especializada, es decir, puede llevarlo a cabo quien sólo se involucre en esta etapa de la

producción textil. Generalmente, quienes hilan y no tejen son aquellas mujeres que no

saben tejer. Ellas pueden especializarse en esta etapa porque existen tejedoras a las

cuales no les agrada realizar esta tarea o que prefieren utilizar su tiempo en la

confección del tejido. Estas últimas son generalmente mujeres llamadas “maestras

tejedoras”, es decir, que son reconocidas por sus pares como tales:

“Aprendí a hilar, pero hilar ahora no…como, viste, sé hilar pero no…no me da el

tiempo para hilar. Y no me gusta… Sí porque me gusta más tejer, así que viste, prefiero

comprar la lana hilada o mandarla a hilar, pero no…tejer, tejo nomás.[Compramos el

hilo] lavado y todo. […]Por eso el hilado…en caso de que porai [Sic] viste que alguien

te venda hilo que no está bien lavado y entonces yo por ejemplo tengo que lavar.

Lavarla bien antes de tejer.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen,

2007.

“Y ahora a lo último he mandado a hilar porque no me da el tiempo para tejer.

Entonces mando a hilar, pago el hilado. Tengo una señora que me hila, pago los hilos.

Yo solamente hago los tejidos.” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Otras artesanas realizan las dos tareas:

64

“Desde muy chica ya vengo hilando, tejiendo […]Diez, once años, ya sabía agarrar el

huso. Aparte empecé a hilar a rueca.” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de

Ñorquinco, 2007.

Asimismo hay otras mujeres que, además del hilado y del tejido, realizan la esquila de

sus ovejas:

“Yo hago todo, esquilo, hilo y tejo porque como vivo en el campo lejos no tengo con

quien hacer cosas juntas y a veces los hombres cuando esquilan, por apurados, cortan

toda la lana”. Carolina Meli, artesana y maestra, Mina de Indio, 2007.

Las tejedoras también pueden adquirir la lana hilada en los pueblos más cercanos:

“Acá tenés que salir a ver por casa. O sea. Vos vas a ver, por ejemplo, una señora que

hila y le…le das el hilado. O por ejemplo a una señora que vende un vellón de lana y

vas y lo ves.

Le comprás el vellón y se lo llevás a otra señora para que te lo hile. Porque ahora ya

acá nos conocemos todos, viste. Quién hila, quien, quien, quien qué se yo, quién vende

hilado, quién vende hilo, porque a mí me vienen a vender el hilo acá, viste. Sí, sí. Como

yo y mi suegra las dos tejemos, ella teje en palillo, viste. Y yo tejo a telar, así que vienen

para acá y seguro que nosotros compramos… [Es gente] de acá nomás. De acá o

alguno del campo, igual. […] A no ser que hay una feria o algún encuentro así que vos

vas y ves si hay algo que te sirve o un hilo que te sirva. Si alguien llevó hilo, vas y

comprás. Pero no…no se hace muy seguido igual. Los encuentros y eso.” Entrevista a

Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

Los lugares en donde se advirtió una mayor cantidad de mujeres especializadas en la

tarea de hilado son Gan-Gan (treinta mujeres) y Aldea Epulef (diez mujeres). En la

primera localidad el hilado se efectúa exclusivamente con huso debido a que aún no se

ha incorporado la utilización de ruecas. En la segunda, por el contrario, la rueca es el

instrumento más empleado para esta tarea.

65

Hilado con huso. Gan Gan, Chubut. 2008.

El hilado es tradicionalmente realizado por mujeres, aunque según se ha podido

constatar a través de algunas entrevistas efectuadas, son numerosos los esposos e hijos

varones que hilan e incluso tejen dentro del ámbito doméstico. Sin embargo, su tarea es

esporádica, es decir, la realizan en su tiempo libre para ayudar a las mujeres de la casa

en la elaboración de las prendas.

“[Mis hijos] todos ellos saben hilar. Tengo cinco varones y una sola nena tengo y

todos…Todos saben hilar! Uno solo no sabe hilar, pero sabe tejer! Es lo mismo para

hacer telares. Porque con tal de tener hilos, el ya hace su pelera.” Entrevista a Florinda

Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

“[Mis hijos] son todos varones, pero sabés cómo laborean? Yo tengo los tres, el más

chiquito que sabe laborear, que aprendió, y después tengo el otro…que también

aprendió. Parece que porque son varones ellos no tienen por qué aprender. Aprenden

todo! Ellos me ayudan. Si tengo que armar algo ellos me ayudan [ininteligible] Y al que

no le gusta hace soga.

Y mi marido también está aprendiendo [a laborear]. Mi marido me ayuda a hilar. Sí, el

me ayuda un montón! A hilar lo que es hilo fino lo hace todo él. Yo lo tejo y hago las

cosas. Lo que él quiere que le haga, le hago. Y porai [Sic] lo hago yo nomás y lo vendo

yo. No…eso de ayudarme, me ayuda un montón. […] porque mi familia es así, tengo a

mis hijos que me ayudan, que saben todo…mi marido que también me ayuda, que

trabaja… y cuando les sobra tiempo me ayudan. Porque antes no tenía tanto, pero

ahora, porai [Sic] cuando tienen tiempo me ayudan a mí. El trata de buscarme el mejor

hilado…” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

66

Se plantea la duda de si esta actividad por parte de los hombres es reciente o de larga

data, puesto que en general ellos no manifiestan públicamente que realizan estos

trabajos. Resulta tentador a este respecto hacer referencia a un apunte de Garcilazo de la

Vega sobre los incas:

“Las indias eran tan amigas de hilar y tan enemigas de perder el tiempo, que yendo y

viniendo de las aldeas a la ciudad y aún pasando a visitarse de un barrio a otro en

ocasiones forzosas, llevaban recaudo para dos maneras de hilado, es decir, para hilar y

torcer. En algunas provincias apartadas de Cuzco que aún no estaban bien cultivadas

por los reyes incas, iban las mujeres a trabajar al campo y los hombres quedaban en

casa a hilar y tejer”. (Garcilazo de la Vega, 1609:376)

Por lo antedicho, ponemos en duda la afirmación de Enrique Taranto y Jorge Marí en

relación al tema:

“Como queda explicitado, en esta etnia [la mapuche] todo lo relacionado con el tejido

pertenece al ámbito femenino, cosa que no sucede en el altiplano, donde toda la familia

hila, incluidos los hombres.” (Taranto y Marí, 2001:16)

En la región de estudio parece ser socialmente aceptado que las actividades relacionadas

con la confección de los tejidos pertenezcan exclusivamente al universo femenino. Sin

embargo, por el orgullo con el que las mujeres relatan la ayuda que reciben de sus

compañeros e hijos y por la participación de varios hombres en el Concurso de Hilado

desarrollado en Cushamen en el año dos mil siete, entendemos que esta percepción está

siendo modificada en la actualidad.

67

Hombre hilando a rueca en el Concurso de Hilado desarrollado en Cushamen, Chubut. 2007

A partir de lo hallado en los documentos históricos, en algunos trabajos arqueológicos y

en nuestro trabajo etnográfico podemos concluir que los procedimientos y utensilios

empleados en la realización del hilado mantienen una continuidad con el pasado. Si bien

sólo podemos realizar conjeturas acerca de los procedimientos empleados en épocas

prehistóricas, por lo detallado al comienzo de este apartado podemos aseverar que el

instrumento utilizado era el mismo: el huso.

Sin embargo, esta continuidad presenta una variante y una reciente incorporación:

- la variante está dada por la ausencia del lavado del vellón (de lana y de pelo)

antes de ser hilado.

- la reciente incorporación es la rueca, un instrumento que según las artesanas

resulta más cómodo y optimiza la ejecución de la tarea.

El teñido

La lana hilada puede emplearse para tejer en su color natural (original) o teñida. Si va a

ser utilizada sin teñir, se la lava cuidadosamente para ser directamente empleada en el

tejido. Si el hilo de lana va a teñirse, este también es lavado pero, como se verá más

adelante, su procedimiento diferirá dependiendo de la cantidad de agua con la que se

cuente.

68

En el pasado, según nos informan las fuentes escritas, la lana también era teñida.

Willson (1992:38), Zapater (1978:55) y Corcuera (1987:90) reseñan una crónica del

capitán Alonso González de Nájera del año 1608 en donde se hace referencia a las

tinturas que utilizaban las mujeres mapuches en el actual territorio de Chile:

“Dan con raíces a sus hilados todos colores perfectísimos, y así hacen los vestidos de

varias listas, el negro para el cual no tienen raíces, lo dan muy bueno, cociendo lo que

han de teñir en cieno negro repodrido”.

En un escrito fechado hacia 1772, Sánchez Labrador expone:

“De la ociosidad de los Serranos, Puelches y Thuelchus, ó Patagones, son excepción

los Muluches, Picunches, y Sanquelches, á quienes en Buenos Ayres llaman Aucas, y no

hay duda, que son como una misma Nación con los Aucas, ó Araucanos de Chile. Estos

Indios trabajan sus sementeras, aunque reducidas. Siembran varias especies de ganos,

como trigo, Habas, Frisoles, etc. Las mugeres [Sic] hilan lana de ovejas, texen [Sic]

muy vistosos ponchos, y mantas. Sacan sus obras pulidas con diferencia de lisos, que

forman labores bellas, y de buenos colores; tiñendo ellas mimas la lana.” (Sánchez

Labrador, 1936:38)

Falkner, en un escrito publicado en 1774, comenta que los mapuches criaban a las

ovejas principalmente por su interés en la lana. A diferencia de los Tehuelhets y

Chechehets estos indios “también fabrican ó tejen (…) unos hermosos mantos de hilo

de lana, teñidos con mucho arte y de diversos colores.” (Falkner, 1911:135)

La siguiente referencia a los tintes utilizados en los tejidos de la patagonia la hallamos

en el trabajo de Enrique Kermes, hacia finales del siglo XIX:

“Los colores usados por los Indios son, en primer lugar, los naturales: el guanaco tiene

en el vientre lana blanca, rubia en los costados, y más oscura en el lomo; cada uno de

estos colores es hilado por separado, para ser distribuído en el tejido en fajas de

distintos matices, muchas veces con bastante buen gusto. Para el mismo fin, procura

siempre el Indio tener entre sus ovejas algunas negras.

No conocen procedimientos para blanquear, pero sí para teñir. En primer lugar, tiñen

con raíces que contienen mordiente, y con las que se consiguen colores que imitan los

de la lana de guanaco; así mismo con otras raíces tiñen de amarillo, y, con vegetales

que no me revelaron, tiñen de verde y de carmesí.” (Kermes, 1896:179-180)

En la actualidad, en la Comarca de la Meseta Central del Chubut, las artesanas

continúan utilizando la lana y el pelo en sus tonos naturales:

69

“La abuela por ejemplo la cola [del guanaco] la juntaba, cuando tenía una cantidad de

colas que le salía un ovillo de hilo marrón, las limpiaba y [Sic] hilaba la lana de cola

nomás y le salía hilo marrón. Y después, con la lana del lomo y eso le salía color

marrón claro. Le sacaba tres color [Sic] de hilo.” Mirta López, artesana, Gan Gan,

2008.

“Y tengo lana de todos los colores marrón [Sic] …como doce años hará que tengo

oveja pampa [“cruza] entonces esa no necesito teñirla…” Norma Jaramillo, artesana,

Costa de Ñorquinco, 2007.

Asimismo, utilizan elementos naturales para teñir entre los que se encuentran plantas

propias de la región como el palo de piche, la flor de charcao y la raíz del calafate.

También emplean algunos vegetales que obtienen en los almacenes de los pueblos,

como por ejemplo la yerba mate, la cebolla y la remolacha. De igual manera hacen uso

de algunas maderas de árboles destinadas a la construcción y que provienen de otros

lugares, como por ejemplo la del lapacho.

Desde principios del siglo XX se hizo común que muchas tejedoras comenzaran a

utilizar anilinas sintéticas, que obtenían en las ciudades o a través de los vendedores

ambulantes que visitaban sus comunidades:

“En reducciones próximas a las ciudades tiñen hoy día con colores de anilina que

compran en las boticas y farmacias…mezclan algunas plantas con los colores de

anilina para aumentar la fijeza de estos últimos. Es muy de sentir el abandono de las

tinturas por medio de las plantas. Estos colores, la mayoría sustantivos, de tonos tan

suaves y tan variados resisten indelebles a la acción prolongada de la luz y del agua lo

que les da una superioridad marcada sobre los colores de anilina.

Los tejidos araucanos teñidos a la manera antigua son preferidos de los conocedores a

lo modernos y los de las reducciones apartadas de las ciudades a los de la vecindad.

La escasez de plantas, destruídas por los roces a fuego, el mayor tiempo y trabajo

gastados en la extracción de las tintas, son las causas que contribuyen paulatinamente

al abandono completo de los colores naturales.” (Joseph, 1931:12)

Alfredo Taullard sostenía al respecto:

“En la costa del Pacífico y especialmente en las zonas apartadas de los centros

comerciales, las tejedoras siguen aún empleando tintes extraídos de las plantas; pero

en las reducciones próximas a las ciudades tiñen hoy día con anilinas, que compran en

las farmacias o a mercachifles ambulantes, lo que es verdaderamente de sentir, ya que

estas últimas pierden pronto el color, por lo cual las prendas teñidas a la manera

70

antigua, esto es, con substancias vegetales, son las preferidas por las personas

entendidas.

A ello han contribuido no sólo razones de comodidad del indio, pues muchos tintes

vegetales requieren una preparación lenta y difícil, e igualmente la escasez de ciertas

plantas que, ya sea por las frecuentes quemazones de montes o por su mayor consumo,

han desaparecido del todo.” (Taullard, 1949:68)

En la Comarca de la Meseta Central del Chubut todas las artesanas continúan

empleando el modo tradicional de teñido, el cual resulta muy efectivo. El procedimiento

consiste en ordenar los hilos de lana en madejas con ataduras en ocho, lo cual permite

mantener cierta separación entre las vueltas de la madeja y dejar los hilos lo

suficientemente flojos como para facilitar la absorción pareja de la tintura a lo largo de

todo el hilado. Ya lo decía Claude Joseph:

“El hilo dispuesto en madeja se conserva mejor ordenado en las manipulaciones del

lavado, de la fijación de la tinta y se seca con rapidez, ventajas que compensan el

tiempo gastado en prepararlo”. (Joseph, 1931:10)

Luego, la lana es perfectamente lavada con jabones neutros o detergentes suaves, y

enjuagada abundantemente para liberarla del polvo y de la lanolina.

A continuación se procede al “mordentado”, que consiste en agregar una sustancia o

“mordiente” al agua en que se va a teñir la lana para conferir una mayor penetración del

tinte y persistencia del color. El mordiente puede aplicarse junto con la tintura, antes

que esta o después. Cuando el agua es escasa, o no se quiere perder tiempo, o es preciso

ahorrar combustible, se continúa usando para el teñido el mismo baño utilizado para el

“mordentado”. De la misma manera, puede emplearse la preparación en forma sucesiva

para el “mordentado” y teñido de varias madejas hasta que la infusión va perdiendo

capacidad de teñido.

Actualmente, los principales mordientes usados son la sal, el vinagre y el sulfato de

cobre. Antiguamente, el mordiente utilizado era la orina fermentada:

“Del palo mayor del toldo, cuelgan una bolsa que destila grasa y otra cuyo olor

sospechoso me detiene en buscar averiguaciones mayores; supe más tarde que allí

dentro se conserva y fermenta un líquido orgánico, contribución de cada una [de las

mujeres], y que sirve de mordiente para dar fijeza a los colores vegetales que usan para

teñir sus tejidos.” (Onelli, 1977:87)

Claude Joseph relataba al respecto:

71

“Cuando las tintas no se combinan directamente con las fibras de lana los araucanos

usan como mordente la orina fermentada. Actualmente emplean también el alumbre y

determinadas plantas como los Oxalis para fijar ciertos colores”. (Joseph, 1931:22)

Y Alfredo Taullard:

“Como mordiente para fijar la mayor parte de los tintes vegetales utilizan la orina

fermentada que en cantidad suficiente van acumulando en recipientes especiales.”

(Taullard, 1949:70)17

El proceso de “mordentado” y teñido se realiza en un recipiente, por lo general una olla,

en donde se coloca una suficiente cantidad de agua como para que la lana quede

completamente sumergida y con espacio suficiente para que las madejas se abran y las

hebras no se aprieten entre sí. Esto permite que el agua con la tintura circule entre los

hilos logrando de esta manera una coloración uniforme. También es importante que la

lana enmadejada esté mojada en forma pareja antes de sumergirse en esta preparación

para que absorba el color de la misma forma. Luego el recipiente se pone al fuego y se

lleva el agua a una temperatura de aproximadamente 65ºC, evitando su ebullición, ya

que el agua muy caliente vuelve quebradizas a las fibras de los hilos.

Teñido de la lana con cáscara de cebolla. Cushamen, Chubut. 2007

17 Intrigados por este uso en la antigüedad, consultamos a especialistas en bioquímica quienes nos

informaron que la orina contiene principios activos que favorecen la fijación de los tintes, tales como la

urea y los demás compuestos nitrogenados. La fermentación de la orina, potencia la acción de estos

elementos químicos.

72

La lana sumergida en esta preparación se revuelve con suavidad cada quince o veinte

minutos para lograr una penetración pareja de la sustancia y se mantiene dentro de ella

por espacio de aproximadamente 45 minutos. Este mismo procedimiento era descrito

por Claude Joseph en 1928, aunque en su relato el agua sí es llevada al punto de

ebullición y el tiempo que se mantiene la lana en ella depende de los elementos

utilizados para darle el color:

“Calientan agua en sus cántaros de creda (metahue) o en ollas colgadas de una viga

por un alambre sobre el fuego y obtienen en estos recipientes la concentración de la

materia colorante por repetidas adiciones de fragmentos vegetales en reemplazo de los

que están agotados y por la constante evaporación del agua que reduce el volumen de

la tinta a la décima parte del líquido con que se inició la operación”. (Joseph, 1931:21)

Una vez concluido el proceso de teñido, la madeja se enjuaga repetidamente hasta que

el agua sale completamente clara. Luego se la deja secar al aire libre y a la sombra en

verano, o junto a la cocina a leña en los días fríos.

La tarea de teñido de los hilos la realizan tanto las mujeres que sólo hilan como aquellas

que sólo tejen. Por supuesto que quienes realizan ambas labores también tiñen sus lanas.

Esto implica que los hilos de lana pueden ser vendidos por las hiladoras sin teñir o

pueden ser adquiridos ya teñidos. Hemos observado que comúnmente se prefiere vender

los hilos sin teñir y que la tejedora le confiera a las hebras el color que ella desea para su

tejido.

De esta manera, las localidades en donde se realiza mayormente la tarea de teñido

coinciden con aquellas en donde predominan los trabajos de hilado y tejido.

No hemos observado el teñido de las prendas luego de tejidas (denominada plangi), tal

como lo describen numerosos documentos históricos así como tampoco el teñido de la

urdimbre mediante ataduras (llamada ikat).18 La misma percepción es compartida por

las personas de diferentes organizaciones que trabajan en la región. En conversaciones

sostenidas con las artesanas, todas nos dijeron que esa técnica la empleaban sus abuelas

y que la vieron realizar, pero que ellas las desconocen. Asimismo nos comunicaron que

es una tarea dificultosa y que los dibujos obtenidos a partir de esta forma de teñido no

son “tan prolijos” como los realizados con los hilos teñidos antes de colocar en el telar.

Atribuyen a estas razones el principal motivo por el cual no aprendieron la técnica.

18 No abordamos las particularidades de estos métodos por considerarlos comprendidos dentro de las técnicas de los diseños de las prendas textiles, ya que en lo que respecta al teñido de la materia, éste es realizado de la forma ya detallada.

73

Entonces, en cuanto al procedimiento de tinción de los hilos, podemos afirmar que en la

actualidad y en la zona de estudio se continúan empleando los elementos y métodos

utilizados en la antigüedad: las hebras son teñidas con productos vegetales y minerales

que se hierven en agua para que desprendan su color. También cada tejedora utiliza las

especies que se hallan en la zona que habita, aunque en el presente la mayor

oportunidad de adquirir productos de zonas lejanas amplió el espectro de materias

naturales utilizadas en la tinción. Asimismo, la posibilidad de empleo de nuevos

“mordientes” condujo al desuso de la orina.

En cuanto a la utilización de las anilinas, la misma puede ser considerada una

incorporación reciente -si tomamos como referencia los documentos históricos más

antiguos- o un saber tradicional -si tenemos en cuenta que su empleo se remonta a más

de un siglo atrás-.

El tejido

Luego de hilar la lana o el pelo y de su teñido -en caso de ser necesario- se procede a

efectuar su tejido.

D’Orbigny, en su viaje por América del sur entre los años 1826 y 1833, hacía la

siguiente descripción de la realización de esta tarea por los aborígenes:

“Sus telares son también de la mayor simplicidad, horizontales y en todo parecidos a

los de los Incas; lo que me ha fortalecido en la opinión de que han aprendido la

tejeduría de éstos. Estos telares consisten en dos maderos [morceaux], cuya longitud es

proporcional al ancho del tejido, y sobre los cuales se extienden los hilos; estos

largueros [montants] están más o menos separados, según la amplitud que se quiere

dar a la pieza, y mantenidos [tendus] por medio de hilos que se sujetan a estacas fijadas

en el suelo. Por el centro se pasan hilos que separan la trama [Sic] en dos y permiten

alternativamente el pasaje a los que van a formar el tejido, los que se ajustan por medio

de palitos con los que la operaria golpea entre las dos capas de la trama [Sic], después

de haber pasado por yací [Sic] cada hilo. Este modo de tejer no puede ser más lento; de

este modo es necesario un tiempo infinito para terminar un poncho o hasta la mas

delgada cinta, y no es raro ver trabajar sin descanso semanas enteras en una pieza que

nuestra industria terminaría sin dificultad en un día. Entre los Aucas, los de las

montañas, como los Pehuenches, son los más famosos para este género de

fabricación.” (Chertudi y Nardi, 1961:115)

74

William Mac Cann, en sus comentarios sobre los araucanos de Tapalquén hacia

mediados del siglo XIX, describió al tejido en telar como un trabajo engorroso y lento,

en donde era necesario pasar el hilo a través de la urdimbre con los dedos.

Hacia finales del mismo siglo, Enrique Kermes sostenía que

“El telar de los Pampas consiste en 4 palos derechos, los cuales son atados en

escuadra, así es que forman un marco algo mayor que el tejido que se trata de hacer.”

(Kermes, 1893:3)

En la segunda década del siglo XX, Claude Joseph afirmaba:

“El Huitral o telar araucano es un aparato sencillo que consta esencialmente de un

marco rectangular de madera formado por 4 palos más o menos derechos que se

cruzan a ángulos rectos. Estos palos están sólidamente amarrados en los cruces de los

cuatro ángulos con lianas […], con cuerdas de junco trenzado o con tiras de tejido. Los

dos palos más largos que alcanzan a los dos metros y medio o tres, están destinados a

soportar todo el peso del telar, apoyados por su extremos más grueso en el suelo y por

el otro contra el techo de la ruca [casa].” (Joseph, 1931:22)

En todos los lugares de la Comarca de la Meseta Central del Chubut que hemos

recorrido, el telar que se utiliza casi con exclusividad es el denominado “vertical con

urdimbre vertical” (Chertudi Nardi, 1961: 110; Millán de Palavecino, 1961: 437) o

“telar mapuche” 19 o “telar araucano” (Joseph, 1931:5) en Chile. La información

brindada por los informantes de aquellos lugares a los cuales no pudimos acceder,

también nos dice que el telar vertical con urdimbre vertical es el de uso característico en

la región. Según nos comentaron numerosas artesanas, el “telar vertical con urdimbre

horizontal” (Chertudi y Nardi, 1961:112) o “telar de palillos, de cañas o de coihue”

(Millán de Palavecino, 1961:437) también ha sido utilizado en el pasado, aunque hoy lo

es con mucha menor frecuencia.

19 Utilizaremos esta denominación para el tipo de telar observado en la región debido a su extendido uso dentro del ámbito textil de nuestro país. Coincidimos con María Delia Millán en que “la diferencia entre telar vertical y telar horizontal […] carece de sentido técnico. Se trata solamente de colocar vertical u horizontalmente el bastidor de maderas delgadas o gruesas (travesaños), más ello no afecta de ninguna manera al sistema de entrecruzamiento de los planos de hilos de la urdimbre o del tramado […] [Esta denominación] parece que se trata de un traslado al telar americano de la distinción de los telares usados en la tapicería. Se hace llamándoles de alto lizo y de bajo lizo con referencia a la posición vertical u horizontal del marco, pero el resultado del tejido no es afectado. Puede decirse, eso sí, que en algunas regiones prevalece la costumbre de parar el bastidor y en otras, la de colocarlo en posición horizontal. Sería ésta la única implicación cultural del hecho.” (Millán: 1963, 446)

75

Todos los telares “mapuches” que hemos observado constan de un marco rectangular

fabricado con cuatro palos de grosor variable: dos parantes y dos travesaños que se

entrecruzan en ángulos rectos y que se sujetan por medio de sogas, lanas o tientos de

cuero en el cruce conformando un marco o bastidor de tamaño proporcional a la pieza

que se va a tejer. El travesaño inferior se apoya en el suelo y el superior en una pared,

en un cerco o en un árbol, logrando una posición oblicua. También consta de un

separador que se ata a los parantes.

“[El telar no es] nada raro…son dos palos, dos palos para pararse, y dos palos que

tenés que atravesar, y…hilo, y listo! Tiento…cuatro tientos. Y ya está!” Entrevista a

Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

Telar “mapuche” en el que se está tejiendo un poncho. Cushamen, Chubut. 2007

Los palos que conforman el telar suelen ser ramas extraídas de los árboles o cualquier

palo de madera lo suficientemente fuerte y recto como para soportar el peso del tejido.

No obstante, las maderas preferidas por las tejedoras son las de laura y ciprés, especies

arbóreas que se encuentran en la zona de cordillera de las provincias de Neuquén, Río

Negro y Chubut.

76

Muchas mujeres conservan en sus casas antiguos palos de telares heredados de sus

madres y abuelas que esperan transmitir a sus hijas.20 Estos elementos se encuentran

cargados de simbología:

…“el abuelo Ñancuche trajo a mi abuela estos palos y yo aprendí a tejer con ellos y

espero que los usen mis hijas porque cinco días de a caballo anduvo el viejo para

encontrarlos y traerlos!” Entrevista realizada por Débora Finkelstein a Julia

Nahuelquir, Ingeniero Jacobacci, Río Negro, 1994.

También hemos encontrado telares realizados con palos escuadrados y con orificios en

los parantes para calzar las clavijas destinadas a sostener el separador. Sin embargo, en

la Comarca de la Meseta Central estos telares sólo se utilizan para enseñar a los grupos

de mujeres aprendices, puesto que todos los telares que hemos observado

confeccionados de esta manera no mantienen la rigidez ni perpendicularidad entre sus

parantes y travesaños, por lo que se mueven al tejer. Por otra parte, cuando una

aprendiza ya se considera una artesana deja de emplearlo debido a que el mismo carece

de prestigio entre ellas.

Telares “mapuches” con palos escuadrados y con clavijas. Colán Conhué, Chubut. 2008

Según hemos podido constatar, en la etapa de tejido hay dos pasos fundamentales: el

urdido21 y el tejido propiamente dicho. El urdido es el primer paso para comenzar a 20 El telar que actualmente se expone en las instalaciones del museo Leleque pertenece a la familia de la

artesana y maestra Ivana Curilen y de igual manera fue atravesando generaciones de mujeres familiares:

Ivana lo heredó de su abuela quien a su vez lo recibió de su propia abuela.

77

elaborar una pieza en el telar, y consiste en colocar la lana hilada en el mismo. Este

proceso es especialmente importante para el telar vertical porque las piezas textiles en

ellos confeccionadas son de “faz de urdimbre” (Chertudi Nardi, 1961: 110), es decir su

cara visible está constituida por los hilos verticales. De esta manera, la apariencia final

del textil (forma, tamaño e iconografía) se determina en el urdido. Esta particularidad

también fue planteada por Joseph:

“El urdido tiene gran importancia en ciertos tejidos mapuches para producir efectos

longitudinales y determinados matices con los hilos. Según los efectos buscados lo

hacen simple, doble o triple, unicolor o con fajas de varios colores.

La disposición de los hilos de diferentes colores, así como su número es objeto entonces

de un cálculo sobre el cual se concentra toda la atención de la tejedora que tiene en

todo momento presente a la imaginación el plan general que se ha trazado.” (Joseph,

1931:24)

Los hilos de la urdimbre se colocan de manera muy compacta de abajo hacia arriba y de

adelante hacia atrás, a través del travesaño superior e inferior, y se cruzan en el medio

del telar, formando un ocho alargado: los hilos pares quedan en un plano y los impares

en otro. Entre los hilos pares e impares se introduce una varilla de madera, el separador,

que los aparta en partes iguales.

21 Cabe aclarar que las palabras urdido y urdimbre no son utilizadas por las tejedoras de la región. A la

mayoría de ellas incluso les resulta desconocida. Las artesanas denominan a esta tarea “armar el tejido” o

“colocar los hilos”.

78

Detalle de un telar “mapuche” en el que se observa parte del tejido, la urdimbre sin tejer, el lizo

y el separador. Cushamen, Chubut. 2007

Al finalizar de realizar la urdimbre, la tejedora pasa un hilo entre los hilos pares e

impares y recoge todos los que se encuentran encima, reuniéndolos en grupos de igual

tamaño mediante fuertes ataduras llamadas “lizos”. Estos “lizos” son cuerdas auxiliares

que movidas manualmente facilitan el cruce de los hilos sin tener que hacerlo uno por

uno. Algunos telares pueden poseer lizos fijados o enhebrados en una vara o caña

llamada “tonon” para poder accionarlos a todos con un solo movimiento. Para sostener

el “tonon” se colocan a ambos costados del telar dos parantes suplementarios sujetados

a los palos laterales.

Detalle de un telar “mapuche” en el que se observa el tonon con los lizos enhebrados.

Cushamen, Chubut. 2007

En ocasiones de tejerse una prenda de gran tamaño, la tarea de urdido es realizada entre

dos tejedoras o una tejedora y su aprendiza.

En algunos casos, una vez finalizada esta operación, la tejedora retira los hilos de lana

urdidos del travesaño inferior y superior del telar y con otra hebra de lana los vuelve a

atar uno a uno a los mismos travesaños. Esto permite retirar la pieza tejida del telar al

finalizar su tejido sin necesidad de desarmar el telar. En otros casos, se obvia este paso y

se desarma el telar al finalizar el tejido de la prenda.

El tejido propiamente dicho consiste en cruzar en forma recurrente los hilos de urdimbre

aprisionando en cada cruzada al hilo de la trama. Para hacerlo, con una mano se maneja

el “tonon”, con el cual se levantan los hilos sujetos a los “lizos” y con la otra se empuja

los hilos sueltos, abriendo entre los pares y los impares un espacio por el cual pasa una

regla chata de madera, llamada “ñerehue”, que se utiliza para golpear y aprisionar la

79

trama: con las dos manos se la toma por las extremidades y se dan golpes secos a lo

ancho del tejido. Esta pala de madera tiene un espesor de 1 a 2 cm y una ancho de 4 a 6

cm. Uno de sus bordes es ancho y liso y el otro bien fino. Ambos extremos son

redondeados. Algunas tejedoras poseen “ñerehues” de diversos largos, de acuerdo con

el ancho de la pieza a realizar, pero en general su medida oscila entre los 30 y 60 cm.

Kermes se refería al uso de este instrumento de la siguiente manera:

“Para batir la trama en la urdimbre, se usa una regla prismática cuneiforme. Esta

regla hay que sacarla fuera del telar cada vez, antes de levantar uno de los peines, para

introducirla después de nuevo.”(Kermes, 1893:182)

Asimismo, Joseph sostenía:

“[El Ñerehue es una] tablita de madera algo pisciforme para apretar la trama

(tihuehue) en el tejido. El “Ñerehue” hace oficio de batiente o maza. La tejedora lo ase

con ambas manos y aplica en él una serie de golpes enérgicos en todo el ancho del

tejido.” (Joseph, 1931:25)

En la actualidad, una artesana de la zona nos daba la siguiente explicación:

“Para ir apretando el hilo tenés una, una madera… rewe [Sic] le dicen. […]

Eh…después está el…tolón [Sic], el…uno de los palos que atraviesa se llama clou…el

otro no me acuerdo muy bien el nombre, pero después ahí vos hacés todo el…o sea

todos los palos, las cosas, tienen su, su nombre. Nada más que yo porai [Sic] todavía

algunos no los sé, pero, pero bastante…” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

Detalle de un telar “mapuche” en el que se observa la urdimbre sin tejer,

el lizo y el ñerehue. Cushamen, Chubut. 2007

80

Al igual que el telar, estos instrumentos son, por lo general, transmitidos de madres a

hijas.

“El telar es vertical, sí, sí. Ese es el único. Sí, sí, sí. El único que se usa por acá. O sea

es el que…en realidad lo que, es como una, algo que…que se hacía antes y nosotros lo

seguimos haciendo ahora porque incluso los telares que yo tengo son de…eran de mi

abuela, viste. Los palos y esas cosas.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra,

Cushamen, 2007.

Cuando el tejido está adelantado, se lo enrolla alrededor del palo transversal inferior,

puesto que se lo va confeccionando de abajo hacia arriba.

Se ha constatado que aunque algunas piezas pueden ser sencillas y rápidas de elaborar,

las más grandes y “laboreadas” pueden llevar varios meses de trabajo. Asimismo,

ciertas piezas de pequeño tamaño pueden resultar muy difíciles de elaborar por la

complejidad de su diseño y terminaciones efectuadas en dimensiones reducidas.

“El tejido, cualquiera que sea adelanta lentamente, repitiendo miles de veces en forma

alternada el cruce de la serie par e impar, y el paso y aprieto del “tihuehue” o trama,

siempre en la forma indicada.

Sentada o arrodillada sobre su esterita, o acurrucada en el suelo delante de su telar,

rodeada de sus pelotas de lana o de sus otros enseres, la mujer araucana prosigue con

una paciencia incansable durante semanas y hasta meses en ciertos casos, el tejido

empezado, interrumpiéndolos sólo para dedicarse a otros quehaceres domésticos. La

confección de un tejido bien hecho por medio del telar mapuche requiere de parte de la

tejedora tiempo, fuerza y habilidad, factores que se hallan reunidos en las mujeres de

esta raza tan robusta, tenaz y sufrida”. (Joseph, 1931:27)

La descripción minuciosa que realizó Pascual Coña en 1936 del telar vertical y las

técnicas de tejido utilizadas por su esposa en Chile igualmente coinciden con lo que

pudimos observar en el estudio sobre el terreno.

Asimismo, en su obra Kermes detalló el procedimiento de armado del bastidor y

colocación de la urdimbre en el telar así como también los utensilios utilizados y la

técnica de tejido. Su extensa descripción concuerda con lo que actualmente se realiza en

la región de estudio. La única diferencia que pudimos hallar al respecto es que Kermes

sostiene que el telar es invertido al llegar a la mitad de la realización del tejido:

“entonces se da vuelta al marco del telar y se principia de nuevo desde el otro extremo

hacia la mitad hecha” (Kermes, 1896:183)

81

Diagrama del telar “de los Pampas” (Kermes, 1896:181)

Una descripción similar la hallamos en Joseph:

“La tejedora no prosigue el enlace del hilo de trama con los de la urdimbre hasta el

colohe superior, se detiene antes y toma sus disposiciones para terminar el tejido no en

la extremidad opuesta a la por la cual lo empezó sino en una zona intermedia. Desata

los colohes, los invierte y amarra el que estaba abajo con el tejido arrollado arriba y el

otro abajo. Con el hilo de la trama enlaza los de urdimbre paralelamente y cerca del

colohe inferior al empezar el tejido y teje hacia arriba en dirección a la porción ya

tejida” (Joseph, 1931:26)

Tejido en telar vertical o araucano en Truf-Truf, Chile (Joseph, 1931:23)

Por su parte, Alfredo Taullard presenta una fotografía en donde el tejido se encuentra

invertido y reproduce las palabras textuales de Kermes anteriormente expuestas.

82

Asimismo denomina a este telar ”tehuelche” por haberse hallado entre aborígenes

identificados con ese nombre.

“Telar tehuelche” (Taullard, 1949:92)

De esta manera, la única diferencia que hemos podido hallar entre lo observado en el

trabajo de campo y los documentos históricos es que en el pasado, entre finales del siglo

XIX y las primeras décadas del XX, el tejido era invertido al llegar a la mitad de su

confección. Esta rotación podía implicar invertir todo el marco o sólo la ubicación de

sus travesaños. En la actualidad esto no es así, sino que a medida que se avanza con el

tejido, el mismo es enrollado en el travesaño inferior, desatando y descendiendo la

altura del travesaño superior hasta una posición que resulta cómoda para la ejecución de

la tarea por la tejedora.

83

Operación de tejido en telar “mapuche”. Cushamen, Chubut. 2007

El otro tipo de telar citado al comienzo de este apartado es el denominado “telar vertical

con urdimbre horizontal” o “telar de palillos, de cañas o de coihue”. Este telar sólo lo

hemos hallado en la localidad de Lagunita Salada.22 La artesana que lo emplea lo

denomina telar “para hacer tejido pampa” o telar “para faja pampa”23.

El bastidor utilizado para colocar la urdimbre consiste en un armazón con caños de

hierro que parecen provenir de un utensilio originalmente destinado a otro uso. Su

longitud vertical es considerablemente mayor que la horizontal, tal como puede

observarse en las siguientes fotografías:

Telar “para tejido pampa”. Lagunita Salada, Chubut. 2008

La urdimbre es vertical y el paso de la trama es horizontal, tal como en el telar

“mapuche”. Sin embargo, el resto de la técnica empleada para el tejido y el resultado del

mismo coincide con las descripciones realizadas por varios antropólogos, estudiosos,

viajeros y aborígenes de otros tiempos.

El antecedente más antiguo de la confección de este tipo de tejidos lo hallamos en una

una litografía de Carlos Pellegrini denominada “Recuerdo del Río de la Plata”,

22 Según nos comentaron algunos informantes, en la localidad de Yala Laubat reside un hombre que

realiza tejidos en este tipo de telar. Sin embargo, hasta el momento no hemos podido contactarnos con él.

23 Utilizaremos esta denominación debido a su extendido uso en el ámbito textil de nuestro país.

84

publicada en 1841 por “Litografía de las Artes” en donde se puede ver a una pareja de

aborígenes. La mujer está tejiendo en un “telar de palillos” y el hombre trenza tientos de

cuero.

“Recuerdo del Río de la Plata”. Litografía (Pellegrini: 1841)

A finales del mismo siglo, Kermes describía la técnica del tejido en el telar “para faja

pampa”:

“Estos tejidos, como se comprende, las Indias sólo los hacían para el uso de la propia

familia; para los hombres: ponchos, chiripaes y fajas para sostener estos últimos, y

estas fajas de una anchura de 3 a 6 centímetros y un largo de 2 a 3 metros. Para mayor

durabilidad se fabricaban de una manera especial. Se tejen con dos urdimbres

completas que forman dos tejidos separados; la unión entre ambos se obtiene, porque

pasan, según varía el dibujo, hilos de una urdimbre a la otra; los dibujos que presentan

estas fajas también aparecen arriba y en el revés de colores distintos y alternados.”

(Kermes, 1893:185)

En la biografía del cacique Pascual Coña, Moesbach sostenía que

“los cinturones de hombres y mujeres, las vendas para la cabeza y la faja antigua para

las huahuas [niñas] se tejían en telares tendidos a lo largo del suelo”. (Moesbach,

1931:230)

El siguiente testimonio que hallamos sobre el uso de esta técnica procede de la

patagonia chilena y es de Joseph. Este estudioso denominaba ”trarihues” a los tejidos

85

confeccionados en este telar y su descripción de dichas prendas es coincidente con las

de las fajas en Argentina:

“Como el trarihue tiene un largo dedos a tres metros, la tejedora no puede

cómodamente hacer el urdido sobre el telar ordinario. Lo hace con un dispositivo

especial. Planta en el suelo cuatro palos de colihue en línea recta, tres

aproximadamente a 40 centímetros unos de otros y el cuarto a dos metros de distancia.

La altura ordinaria de los palos encima del suelo es de 50 centímetros […] La

urdimbre de los trarihues es siempre doble […] Las decoraciones aparecen por ambos

lados en el tejido y las figuras que coinciden perfectamente son de distinto color.”

(Joseph, 1931:37)

Sin embargo, la fotografía de la confección de un trarihue que presenta Joseph a

continuación no coincide con su descripción del telar:

“Trarihue sobre el telar ordinario” (Joseph, 1931:36)

Y a continuación agrega:

“El telar formado por los cuatro palos de colihue tan cómodo para el urdido no lo es

tanto para continuar el tejido. Los hilos de la urdimbre se hallan superpuestos

horizontalmente cerca del suelo en una posición desfavorable para la obrera, y como

ella hace frecuentemente el urdido fuera de su ruca [casa] necesita entrarlo y colocarlo

sobre el huitral ordinario [telar “mapuche”]. Sustituye los colohes plantados en el suelo

por otros más gruesos que amarra sobre los palos oblicuos del huitral [telar]” (Joseph,

1931:38)

De esta manera, el urdido en un bastidor facilitaba el traslado del telar.

86

Las características de los “trarihues” descriptos por Claude Joseph y esta fotografía del

telar coinciden con lo que pudimos observar durante nuestro trabajo de campo en

Lagunita Salada.

Asimismo, la descripción que ofrece Millán de Palavecino sobre la técnica empleada

para la confección de las “fajas pampas” también coincide con lo que observamos en el

terreno y lo comunicado por informantes: la urdimbre se arrolla en ocho alrededor de

los caños horizontales formando un doble paso o calada. Tiene un solo lizo que toma los

hilos de la capa posterior del segmento opuesto a aquél por donde se comienza el tejido.

La trama se pasa arrollada en un palito y se ajusta con una pequeña pala. Se utilizan una

serie de palitos con los que se tienen preparados varios cruces de hilos. Dichos palitos

se introducen en forma seriada y se los saca de a uno mientras se efectúa el cruce de la

trama. A medida que se va tejiendo, se va girando la urdimbre sobre los caños

horizontales, de arriba hacia abajo. Para finalizar, los hilos de la urdimbre se cortan en

un espacio que se deja sin tejer, los cuales son retorcidos para constituirse en flecos.

Esta técnica produce un tejido de malla tubular, en donde los dibujos de cada una de

estas dos superficies son coincidentes pero tienen colores diferentes.

“Ranquelina de Gral. Belgrano teje en telar de coihue, una faja de doble faz […]” 24

(Millán, 1961:418)

Taullard se basa en la descripción de Joseph sobre los “trarihues” pero ofrece la

siguiente fotografía para ilustrar su confección:

24 Millán de Palavecino encontró este tipo de telar con estacas clavadas en el suelo en Luján de Cuyo, San

Carlos y Malargüe (Mendoza) y en General Belgrano (Buenos Aires).

87

“Tejiendo un “trarihue” (faja)” (Taullard, 1949:79)

A partir de lo hallado en los documentos expuestos, evidenciamos que la técnica

empleada en la confección de las “fajas pampas” y de los “trarihues” es la misma. Sólo

la posición de los telares no es coincidente.

Operación de tejido en telar “para faja pampa”. Lagunita Salada, Chubut, 2008

Sobre su procedimiento Chertudi y Nardi sostienen:

“este telar […] tiene muchos inconvenientes, que hemos experimentado personalmente:

el acortamiento de la urdimbre causado por los cruces repetidos de los hilos, a medida

que se teje, obliga a acercarlas estacas; el peso de los palitos y del lizo, la simple

gravedad –si la urdimbre no está suficientemente tensa- ocasiona el deslizamiento de

los hilos; la posición es incómoda para el manejo de la pala, que se mueve en dirección

lateral.” (Chertudi y Nardi, 1961:114)

88

Estas observaciones coinciden con lo que nos comunicó la artesana de Lagunita Salada,

para quien la confección del tejido en el tipo de marco utilizado por ella le resulta más

práctico y cómodo. Ella aprendió esta técnica de su cuñada, quien también empleaba un

bastidor vertical. De allí surge nuestra hipótesis que sostiene que la verticalidad u

horizontalidad del bastidor y de la urdimbre pueden variar para permitir una ejecución

más cómoda de la tarea. Por otra parte, y como lo expusimos al comienzo de este

apartado, la verticalidad u horizontalidad del marco o de la urdimbre carece de un

sentido técnico. Lo que efectivamente distingue a la elaboración de los “trarihues

dobles” o “fajas pampas” del telar más difundido es el paso doble de la urdimbre, la

cual conforma cuatro planos mientras que en el telar “mapuche” la urdimbre conforma

sólo dos planos:

Telar “mapuche” en donde pueden apreciarse los dos planos de la urdimbre (Mastandrea,

2007:53)

Telar “para tejido pampa” en donde pueden apreciarse los cuatro planos de la urdimbre

(Chertudi y Nardi, 1961:149)

89

Los resultados obtenidos nos permiten aseverar que Cushamen y Aldea Epulef son los

sitios que destacan por su actividad de tejido dentro del área de estudio. En Cushamen,

más de cuarenta mujeres se dedican a esta tarea, mientras que en Aldea Epulef, el

denominado Club de Madres nuclea a alrededor de quince.

Se han advertido dos formas de trabajo: la más generalizada es aquella en la que las

mujeres hilan, tiñen y tejen en sus casas formando estas tareas parte de su actividad

hogareña. La realización del tejido en el telar se intercala con la crianza de los hijos, la

limpieza de la casa, la elaboración de la comida, etc:

P: Trabajás en tu casa?

I: Sí, acá nomás.

P: El telar lo tenés acá? Tenés todo acá?

I: Sí, tengo todo…todo acá.

Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

P: …Y vos tejés en tu casa?

N: Sí, sí, en particular.

P: Tenés telar en tu casa?

N: Sí, sí. Hago el laburo en particular, en mi hogar.

P: Está bien, y cuándo, cuándo trabajas? Es decir, vos tenés un horario todos los días

para sentarte, o cuando tenés ganas, tenés tiempo…

N: Cuando tengo ganas, me dedico a hacer…nadie me obliga, así que…

Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

“Yo no sé si me acostumbré tanto que ya hago de todo un poco…ponele que a la

mañana limpio la casa y a la tarde me armo el telar y tejo. O porai [Sic] a la mañana

dejo armado el telar y a la tarde limpio todo, lavo y…Ya estoy… no sé…me manejo

yo…Sí, yo manejo mi tiempo.” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Los telares pueden encontrarse dentro de la casa de las artesanas, en dependencias

cercanas de la casa (como construcciones más precarias o que constituyeron la primera

vivienda familiar y que actualmente es un anexo de la vivienda) o inclusive al aire libre:

“[El telar] lo tengo afuerita, en la casa de atrás. Sí, antes cuando no tenía lugar, lo

dejaba afuera porque no tenía dónde tejer. Viste que porai [Sic] la casa es chica y no

da. Si hay gente tenés que andar con el telar pa’ [Sic] allá y pa’ [Sic] acá. Y al hacer el

movimiento las sogas se corrían, se ladiaban [Sic] ¡No! Preferible armarlo en un lugar

y dejarlo quieto ahí. […] y en este tiempo, así en verano también tejo afuera. ¡Sí!

Cuando están los días lindos así, hay que aprovechar. […]

90

O sea que tejo en la casa de atrás. Nunca me voy a la pieza. Ahora en invierno sí,

porque tengo la única cocina ahí y está más calentito.” Entrevista a Mónica Lino,

artesana, El Tropezón, 2008.

“…como yo tengo una casita así que era de primera, entonces, hace calor entonces voy

ahí, entonces no molesta. El telar está solo [risa]. ¡Porque es grande!” Entrevista a

Isabel Cayecul, artesana, Aldea Epulef, 2008.

Los telares también pueden ser armados y desarmados de acuerdo a si se lo está

utilizando o no, y en relación al espacio disponible:

“Yo el telar lo armo y lo desarmo porque ocupa mucho lugar y tengo poco espacio […]

Sí, tejo siempre adentro.”Paula Torres, artesana, Lagunita Salada, 2008.

Telar ubicado en una habitación cercana a la residencia de una artesana y maestra.

Mina de Indio, Chubut. 2007

Telar ubicado en la cocina de la casa de una artesana. Cushamen, Chubut. 2007

91

“Mujer tejiendo a telar dentro de Toldo. Orillas del Río Sehuen, Santa Cruz, 1895. “

(Onelli, 1916: 24)

Esta forma de trabajo, en que la actividad textil forma parte de las tareas domésticas, es

realizada por la mayoría de las artesanas durante todo el año. Sin embargo, en los casos

en que las mujeres colaboran con la crianza del ganado familiar, la producción de

tejidos está condicionada por las labores propias de la actividad ganadera:

“…porai [Sic] en invierno tejo más porque viste que ya casi no hay cosas para hacer:

que atender los animales, los chivitos. En cambio en verano no porque tengo la esquila,

que viene la otra esquila, que viene la señalada…Y ahí tenés que parar un poco de

tiempo, pero siempre estoy haciendo algo. Nunca dejás de hacer, de tejer…” Entrevista

a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

La segunda forma de trabajo se ha observado en la Colonia Pastoril Cushamen y en la

Reserva Aldea Epulef. En esos lugares algunas mujeres concurren a una casa cedida

por las respectivas Comunas para realizar las diversas tareas relacionadas con esta

producción. Estas mujeres residen en el pueblo y algunas de ellas son beneficiarias de

los denominados “Planes Trabajar” que el gobierno provincial otorga a aquellas

personas de escasos recursos y sin empleo. Tal como lo estipulan las reglamentaciones

nacionales vigentes sobre estos Planes, las mujeres deben realizar alguna tarea a cambio

del pago mensual otorgado por el estado. Para ellas, esa tarea consiste en la ejecución de

una actividad que saben realizar desde muy chicas: la elaboración de tejidos.

Estas artesanas concurren diariamente y en un horario estipulado y fijo a la casa que

ellas denominaron “La Casa de las Artesanas” en Cushamen y que el gobierno

92

provincial denominó en su momento “El Club de Madres” en Aldea Epulef.

Paralelamente casi todas ellas continúan efectuando las tareas textiles en sus hogares,

alternándolas con las actividades domésticas tal como lo hacen las demás mujeres.

Esta contraprestación de un plan de empleo representa entonces una ayuda y una suerte

de justificación -principalmente ante la familia de estas mujeres y la sociedad en

general- de la importancia de su tarea textil. Por otra parte, los productos realizados en

el contexto de estos “Planes Trabajar” les pertenecen a las artesanas, por lo que, además

del dinero recibido por el estado, estas mujeres venden esas confecciones.

“[Algunas mujeres] trabajan ahí. Van a hilar, y de ahí cobran su…su plata. […] te

están pagando y sobre eso uno vende los tejidos que te dan plata.¡Ojalá nosotros antes

hubiéramos tenido esa ayuda!” Entrevista a Florinda Huentecoy, artesana y maestra,

Aldea Epulef, 2008.

Asimismo, algunas mujeres que asisten a “La Casa de las Artesanas” en Cushamen y al

“Club de Madres” en Aldea Epulef no cobran planes de empleo. Esto es así porque allí

cuentan con la posibilidad de aprender de las demás artesanas y de utilizar los

instrumentos e insumos aprovechables en ese lugar, además de disponer de un espacio

para trabajar.

Lo expuesto hasta aquí sobre la elaboración de los tejidos evidencia que las técnicas y

los procedimientos empleados en la confección de los mismos mantienen una

continuidad con el pasado, presentándose algunas modificaciones como la

invariabilidad (no-rotación) del telar “mapuche” a medida que avanza el tejido y la

utilización de un bastidor vertical para la realización de las ”fajas pampas”. La primera

de estas adaptaciones permite una economía de trabajo; la segunda, una mayor

comodidad para la artesana en la ejecución de la tarea.

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96

ENTREVISTAS DEL CAPITULO:

Alegría, Fidelina. Gan Gan, 2008.

Cayecul, Isabel. Aldea Epulef, 2008.

Curilen, Ivana. Cushamen, 2007.

Crespo, Agustina. Lagunita Salada, 2008.

Chagayo, Josefa. Gan Gan, 2008.

González, Natividad. Gan Gan, 2008.

Huentecoy, Florinda. Aldea Epulef, 2008.

Jaramillo, Norma. Costa de Ñorquinco, 2007.

Lino, Mónica. El Tropezón, 2008.

López, Mirta. Gan Gan, 2008.

Meli, Carolina. Mina de Indio, 2007.

Torres, Paula. Lagunita Salada, 2008.

97

6. LA TRANSMISIÓN DEL SABER TEXTIL

Numerosos documentos dan cuenta de que, entre los aborígenes de la región patagónica,

las elaboraciones textiles eran realizadas exclusivamente por las mujeres.

En un escrito del año 1608, Alonso González de Nájera sostenía que el trabajo de las

mujeres era “hilar y tejer lana de que visten en telares que arman de pocos palos y

artificio.” (González de Nájera, 1608:136)

Hacia mediados del siglo XVIII Falkner relataba:

“[Las mujeres] acarrean la leña, el agua, cocinan, hacen, componen y barren los

toldos, soban y cosen los cueros y también las pieles menudas de que fabrican sus

mantas ó carapas, é hilan y tejen ponchos ó macuns [poncho]”. (Falkner, 1911:109)

También Antonio Sors consignó hacia la misma época que en Chile cada mes las

mujeres mapuches debían entregarles a sus maridos un poncho o manta. (Zapater,

1978:63)

En la siguiente centuria, Guillermo Cox expresaba al referirse a la toldería de Inacayal:

“La ocupación de las indias en la toldería, además de cuidar sus hijos, es tejer ponchos

i frazadas de lana teñida con añil i tierras de color, que les vienen del sur de la

Patagónica, i también preparar los cueros de guanaco.” (Cox, 1863:206)

Asimismo, Kermes comentaba:

“llamaron en alto grado mi atención los trabajos textiles de las mujeres.” (Kermes,

1893:178)

A comienzos del siglo XX, Moesbach escribía la experiencia del cacique Pascual Coña

en Chile:

“Después de casados trabajamos los dos. Yo barbechaba y sembraba de todo un poco.

Ella se quedaba en casa, preparaba muy variadas comidas y trabajaba también en

tejidos. Hacia mantas, frazadas, debajeros, y cubiertas de montura, según los hilos que

había preparado; además sabía hacer telas finas con dibujos. (Moesbach, 1936:135)

Hacia la misma época Joseph sostenía:

“La ocupación habitual de las araucanas en las rucas [casas] es la confección de

tejidos o la reparación de materiales para tejer.” (Joseph, 1931:9)

También Milcíades Vignati, al referirse a los mapuches de la Patagonia, afirmaba que:

“la ocupación de las indias en las tolderías, además de cuidar a sus hijos era tejer

ponchos y frazadas de lana”. (Vignati, s/f: 309)

98

En la actualidad, aún pueden verse a algunas mujeres de la región acarrear agua desde

un arroyo cercano hasta su casa, juntar leña en el campo, cuidar a las ovejas, hacer la

huerta y regarla “a balde”, cocinar, hacer quesos con leche de oveja, limpiar, lavar la

ropa de toda la familia y, además, confeccionar textiles en sus telares.

En la mayoría de los casos, el saber sobre las técnicas y procedimientos de la

elaboración textil se transmite de generación en generación y dentro del ámbito familiar,

de madres a hijas, de abuelas a nietas, tal como sucedía en el pasado, según algunos

autores:

“las tejedoras araucanas de hoy día conocen muy bien todas las plantas de su región,

[…] transmitiéndose de generación en generación sus nombres y propiedades.”

(Taullard, 1949:68)

“De abuelas a madres e hijas, se transmite una sabiduría que es el legado de antiguas

generaciones, y que ha permitido la continuidad de una tradición cultural que identifica

a los mapuche y en particular a sus mujeres, por ser éstas las artífices de esas

creaciones.” (Willson, 1992:7)

Actualmente, la forma de aprendizaje se basa en la imitación gestual. Esta manera de

aprender es denominada por las artesanas “aprender mirando”. Sólo cuando resulta

estrictamente necesario la aprendiza recibe instrucciones explícitas o ayuda por parte de

sus mayores. Esto nos remite a los antiguos sistemas de enseñanza, en donde las

ancianas y las mujeres adultas eran el referente de las jóvenes para alcanzar los atributos

femeninos. En este orden social los ancianos representan la sabiduría, son valorados y

respetados por ser ellos quienes establecen una continuidad entre el pasado y el

presente.

El saber se transmite en el ámbito doméstico y en los momentos de realización de los

tejidos. Es decir, hacer y transmisión del saber van juntos, lo cual conlleva algunas

dificultades y mucha paciencia, tal como lo expresaba Claude Joseph:

“El aprendizaje en la ruca [casa] ofrece serias dificultades. Las tejedoras gastan una o

dos semanas para confeccionar un choapino [cojinillo], otro tanto emplean para

confeccionar una manta o un lama [alfombra] y varios días necesitan para terminar un

trarihue [faja] y esto en los casos más favorables. Muchas veces interrumpen el trabajo

en el momento preciso en que el observador quisiera estudiar un detalle con más

atención […] Diez veces al día interrumpe su labor para entregarse a otros quehaceres

urgentes y diez veces lo reanuda.” (Joseph, 1931:4)

99

La observación y la práctica cotidiana de tareas menores como la preparación de la lana

o la ayuda en el armado del urdido marcan el inicio de este proceso de aprendizaje:

“I: [Comencé a tejer] hace un montón, en realidad empecé a tejer de cuando era

chiquitita, viste, cuando le ayudaba a mi mamá a tejer, viste, porque ella tejía y yo le

ayudaba a armar y…y también a tejer pero después empecé a tejer más o menos a los

diecisiete, dieciocho a tejer, viste, continuo.

P: […] Y cuando trabajabas con tu mamá, ¿qué hacías? mirabas y…

I: Y…miraba y ayudaba porque ella siempre hacía ponchos así que le ayudaba a cruzar

los hilos. […] Claro, porque viste que hay que estar mucho así agachada y eso le hacía

doler la cintura a mi mamá así que a eso le ayudaba. O sea ahí aprendí en realidad a

armar el telar, cómo se atan los telares, qué se usa para que…porque los telares se

atan con tientos, viste, para que no se…para que no se… corran, y entonces todo eso lo

aprendí ahí con ella.[…] [Mi abuela] tejía, laboreaba, hacía matras y esas cosas, y, y

mi mamá también tejía, hacía peleras, matrones, ponchos, y yo , viste, ahora, ella dice

ahora ya no teje más, ahora ya es, ya es una señora de edad que ya no quiere hacer

más nada de telar. Me dice… tiene que hacer algo y dice “que lo haga ella ahora”,

“que lo haga mi hija” [risas] así que…

[Mi hija] porai [Sic] a veces va y me agarra los, los ovillos de hilo, viste, o una cañita,

[risas] o yo estoy tejiendo y dice “yo voy a tejer, mamá” dice y se pone en la rodilla y

yo digo ojalá que le guste.[…] O sea es el que…en realidad lo que, es como una, algo

que…que se hacía antes y nosotros lo seguimos haciendo ahora porque incluso los

telares que yo tengo son de…eran de mi abuela, viste. Los palos y esas cosas.”

Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Desde muy chica ya vengo hilando, tejiendo, que ya vengo descendencia de mi pa...de

mi madre, de mi bisabuela, de mi abuela, de mi tatarabuela que fueron muy mapuches

ellos aquí y siempre trabajaron a telar, a teñido con yuyos y yo sigo, como a raíz de

ellos sigo yo hoy en día… […] Yo aprendí de ellas, sí. […] Desde chica, sí. Diez, once

años, ya sabía agarrar el huso. Aparte empecé a hilar a rueca.” Entrevista a Norma

Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

“Yo aprendí sola a tejer, mirando a mi mamá. Cuando era chica solamente miraba. De

grande empecé a practicar sola acordándome lo que había visto y primero me salía

todo mal, después de a poco me fue saliendo, siempre miraba cuando otras mujeres

tejían y así me ayudaba”. Carolina Meli, artesana y maestra, Mina de Indio, 2007.

100

“[A mi mamá] la miraba y ella porai [Sic] se quedaba al lado mío, yo me quedaba

tejiendo y ella se quedaba al lado mío y me decía cómo tenía que cruzar. Igual que

para armar, igual. Y para hilar era lo mismo. Ella te miraba todo el tiempo, a ver si vos

lo hacías bien o no. O si te quedaba muy grueso te decía “¡no, eso tenés que

adelgazarlo más!” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

En muchos casos la transmisión de este saber fue truncado, es decir, las generaciones de

mujeres más jóvenes dejaron de recibirlo. Las principales razones parecen ser dos: sus

madres y abuelas no desearon transmitírselo o estas mujeres jóvenes no desearon

aprenderlo cuando eran niñas. Ambas razones responden al descrédito en el que

cayeron todos los saberes de raigambre indígena desde hace ya muchos años.

En conversaciones mantenidas con varias artesanas, nos comentaron que hasta hace

poco tiempo no se les enseñaba a sus hijas este arte porque temían que por eso las niñas

fuesen discriminadas. Por otra parte, algunas mujeres nos dijeron que a ellas no les

había interesado aprender cuando eran niñas porque veían que no iban a ser reconocidas

ni valoradas por eso, muy por el contrario.

Actualmente, no todas las mujeres se interesan ni practican la elaboración textil. Esta

tarea también depende del gusto personal:

“… porque tampoco es una cosa de obligación, te tiene que gustar. Te tiene que gustar.

Por ejemplo a mí mi mamá no, no…ella no me obligó ni nada, yo…a mí me gustaba, y

nosotros somos tres hermanas y la única que teje a telar soy yo.[…]Y…dicen que los

chicos no quisieron, porque viste, por ejemplo Amelia, la chica de ella no quería tejer, y

ahora Mariel que ya es grande se le ocurrió empezar a tejer. Pero dice que las otras

chicas por más que le dijeron que aprenda, y no, no quisieron. Pero no siguen porque

no les gusta. Por eso es una cosa que te tiene que gustar.” Entrevista a Ivana Curilen,

artesana y maestra, Cushamen, 2007.

Sin embargo, como vimos anteriormente, los documentos históricos nos dan a entender

que todas las mujeres de los grupos nativos de la zona realizaban esta tarea.

Debido al gran interés expresado por numerosas mujeres de la región y a la estrategia

económica proyectada desde el gobierno nacional y provincial (lo cual será analizado en

los siguientes apartados), se han implementado desde el año 2004 talleres de enseñanza

de tejido a telar en algunos pueblos de la zona de la Comarca de la Meseta Central del

Chubut. Estos talleres son organizados, en algunos casos, por entes gubernamentales

como el PSA (Programa Social Agropecuario), por la Secretaría de Cultura de la

Provincia de Chubut y también por el proyecto Tierradentro.

101

En su mayoría son dirigidos por maestras tejedoras, quienes son elegidas por las mismas

mujeres y alumnas que inician tales capacitaciones. Resultan una excepción los talleres

organizados por la Secretaría de Cultura de la Provincia del Chubut, los cuales son

dirigidos por formadores seleccionados por los funcionarios de tal organismo.

Por otra parte, durante los últimos años y en el marco de los talleres organizados por el

PSA y Tierradentro, han sido las mismas mujeres artesanas (y aquellas que aspiran a

serlo) quienes se reúnen, organizan y acuerdan solicitar la implementación de talleres de

enseñanza y capacitaciones en forma periódica a los investigadores y técnicos en la

región. A estos talleres organizados por las mujeres adultas asisten también niñas y

adolescentes que en su hogar no cuentan con quien les transmita las técnicas y

procedimientos de las elaboraciones textiles. Asimismo se ha podido observar la

asistencia de niños y jóvenes varones interesados en el aprendizaje del tejido.

Niño copiando y estudiando los dibujos que se realizan en los tejidos a telar durante una

capacitación en Paso del Sapo, Chubut. 2007

Consultadas sobre su experiencia, dos maestras artesanas nos relataron lo siguiente:

“Había un varón. Allá en Las Plumas había varios chicos, varón [Sic]. Ese chico vos

sabés que aprendió…y las otras señoras no enganchaban nada y el viste enseguida

enganchó el armado todo de…del telar. El único que armaba era él, el varón. Y una

chica de diez años, que después le estaba enseñando a las otras señoras grandes.”

Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Hace unos años [yo enseñaba a tejer a telar] pero hace unos años ya…debe hacer

como más de diez años y…a una directora se le ocurrió la idea de que enseñara a hacer

102

estos trabajitos, así…en el horario de clases, ¿eh? Entonces lo hacía yo. Estaba el Club

de Madres que era un local chiquitito y ahí trabajábamos con los chicos. Les enseñaba

a tejer, a hilar, y así, pero…teníamos una actividad muy linda, muy entretenida, y los

chicos se entusiasmaban. Había chicas que aprendieron a tejer en telar…pero se

fueron. Se hicieron grandes y se fueron a la ciudad, a empezar allá. Una está en

Comodoro, la otra está en Trelew…” Agustina Crespo, artesana y maestra, Lagunita

Salada, 2008.

Esta modalidad de aprendizaje que a primera vista puede parecer disociado de la

tradicional transmisión del saber textil, no resulta ser así desde nuestra perspectiva.

Como sostiene Angélica Willson (1992), en el pasado han existido dos formas de

aprendizaje de la labor textil en la región patagónica: una consiste en la transmisión del

saber de madres a hijas, o parientas de distintas generaciones; la otra radica en la

enseñanza de una maestra especializada:

“Estas maestras, generalmente son mujeres adultas o de avanzada edad que se

destacan dentro de su comunidad por sus habilidades como tejedoras y por su

disposición para enseñar. Para acceder a la enseñanza de una ñimife [maestra], es

necesario convenir con anterioridad la forma de pago y el modo en que ésta se

realizará: si será un sistema de internado o un traslado diario por el lapso de una o dos

semanas a la casa de su maestra. En ambos casos, la joven debe llevar preparados

todos los materiales requeridos y sus propios instrumentos textiles. Una vez allí, se

incorpora a los quehaceres cotidianos de su maestra, para luego acceder a sus

enseñanzas. El método empleado por la ñimife, consiste en la aplicación práctica de los

conocimientos. Es decir, va elaborando un tejido y la joven lo realiza paralelamente en

su telar. La maestra la guía y sigue atentamente todo el proceso de aprendizaje, el cual

finaliza cuando la joven logra confeccionar un muestrario o una prenda tejida con la

técnica de su maestra. En ese momento se debe realizar el pago a la ñimife, el cual

puede ser en dinero o en especies.” (Willson, 1992:9)

Pedro Mege Rosso dice al respecto:

“Una gran tejedora-duwekafe- adopta a una alumna, le enseña de todo y, después, al

final de su proceso de aprendizaje general, le enseña a tejer. Por último, le enseña a

expresarse debidamente en su telar.” (Mege Rosso, 1990:9)

Hacia mediados del siglo XX Alfredo Taullard relataba:

103

“Cuando la “baqueana” está confeccionando uno de esos hermosos “trarihues”, la

rodean por lo común numerosas aprendizas, que desean perfeccionarse en esa

especialidad de tejido.” (Taullard, 1949:79)

También Claude Joseph sostenía:

“La maestra o “vaqueana” [Sic] se halla rodeada a veces de ayudantes, aprendices y

simples curiosos, lo que da a su trabajo la importancia de un acontecimiento en la

reducción. Varias sesiones no son de más para dominar la técnica de este intrincado

tejido.” (Joseph, 1931:37)

Este autor también refería acerca de la enseñanza en instituciones estatales y religiosas:

“Recibí muy útiles indicaciones en la casa de la Providencia de Temuco y en la casa

Stella Maris de Puerto Saavedra establecimientos donde educan a numerosos indígenas

de ambos sexos las Reverendas Madres de la Providencia y de la Santa Cruz

respectivamente y donde se les enseña esta clase de trabajos [los tejidos a telar].”

(Joseph, 1931:4)

Estas modalidades de aprendizaje observadas durante el trabajo en el terreno nos

recuerda un concepto ampliamente difundido entre los estudiosos de las ciencias

sociales: aquel que sostiene que en las grandes sociedades humanas son principalmente

la familia, la escuela y los medios de comunicación quienes administran y transmiten la

cultura; en las comunidades o grupos humanos más pequeños y tradicionales, en

cambio, estas funciones suelen estar mezcladas con otras de índole económica y social.

Tanto la enseñanza impartida dentro del ámbito familiar como la efectuada en cursos o

capacitaciones dejan ver que el desarrollo cultural se efectúa en el mismo proceso de

producción, y viceversa. Es por esto que en la transmisión de los saberes textiles el

desarrollo económico es indisociable del cultural.

Las mujeres que se inician en esta actividad textil realizan prendas sencillas de

confeccionar. Tal es el caso de las piezas de un solo color, o de aquellas prendas en

donde el color se obtiene simplemente por el retorcido de hilos de lana empleados,

utilizando un cabo de un color y otro cabo de color diferente. Las listas, bandas o rayas

longitudinales de distintos colores también constituyen un decorado sencillo de realizar.

Una decoración un poco más compleja es la llamada “peinecilla” o “peinecillo”, que

consiste en listas longitudinales formada por una serie de bandas transversales de dos

colores alternados. Este diseño es realizado en una segunda etapa, luego de que la

aprendiza es capaz de realizar por sí misma el liso o rayado.

104

Aprendiza realizando la decoración denominada “peinecillo”. Paso del Sapo, Chubut. 2007

La confección de diseños “con labor” o “laboreados”, en cambio, requiere de la

habilidad de una artesana versada en este arte, pues es la técnica de decoración más

compleja: combina una forma particular de urdido con la elaboración de los dibujos a

partir de la selección manual de las hebras en cada vuelta de tejido. Esto hace que la

realización del mismo resulte más lento y requiera mucha concentración en todo su

desarrollo. Es aquí donde se aprecia el uso de esquemas geométricos con patrones

lógicos que permiten la aplicación de diagramas sistematizados. Esta es la última etapa

del aprendizaje del tejido en telar. Cuando las artesanas se inician en esta técnica

realizan previamente sobre papel el dibujo y el gráfico de hilos y vueltas contadas para

poder realizar el diseño. Las tejedoras experimentadas, en cambio, “laborean” con gran

habilidad y rapidez sin ninguna muestra a la vista, pensando de antemano el dibujo que

se formará a medida que avanza el tejido:

“La confección de un “choapino” adornado con dibujos de distintos colores, que son

los que más fabrican para la venta, es aún más difícil, lenta y complicada, tanto más

que como las tejedoras mapuches no suelen hacer, como otras, un dibujo previo de los

adornos que van a tejer, tienen que valerse puramente de su imaginación y de la

memoria, desarrollándolo a medida que lo crea su mente.” (Taullard, 1949:79)

“Yo antes sí, antes lo hacía, cuando empecé a trabajar, sí. Agarraba un cuadernito y

empezaba, lo hacía todo como un…como lo iba a hacer. Ahora ya no, porque ahora

ya…ya es como que tengo todo [Breve silencio, risa] ya lo tengo todo en la… ¡Sí! “A

este trabajo le hago tal dibujo”, y empiezo.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

105

En el plano simbólico, la primera prenda tejida por la aprendiza es un paso importante

para entrar a la vida adulta: demuestra que sabe trabajar y que puede valerse por sí

misma.

“A hilar me enseñó mi mamá…A hilar. Y después empecé con lo… no era que

trabajaba muy, muy firme…¡una vez que me casé sí, ya empecé a trabajar en los

telares! Antes lo único que hacía era hilar, sí. Después recién ví que era…que era

necesario trabajar. Para ayudar así…para los chicos, ya para…este…criar a los

chicos…Era una ayuda muy…muy grande. En cambio cuando era soltera no.” Florinda

Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

En el plano económico, la venta de primer tejido le permite incursionar en el mercado y

transar sus productos para obtener las "faltas" para el grupo familiar:

“Lo hago porque me gusta y otra es porque…o sea, es… es mi trabajo en realidad.

Vivo de esto. O sea… prácticamente eh…es…mi ingreso que tengo todo, cada vez que

vendo mis trabajos.

P: Mirá vos. Cuando comenzaste de chica, ¿también vendías?

Y, porai [Sic] viste…hacía un trabajito, y porai [Sic] lo vendía, bueno, estaba…Si lo

vendía bien, y si no lo vendía igual lo regalaba…De primera, casi todos mis trabajos

los regalaba! Hasta que aprendí a trabajar bien, viste, y…y…me empezaron a comprar,

a recibir aunque sea, a recibir pedidos, y ahí empecé a hacer para vender.” Entrevista

a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Bueno, y hasta ahora todavía le sigo dando duro [risas] porque eso es lo que me da

para darle el pan a mis hijos, ¿no?, vendo artesanías y, bueno, con eso ayudo a mi

esposo también a que entren unos fondos.” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana,

Costa de Ñorquinco, 2007.

Pero además de la evidente estrategia económica que persigue la producción artesanal,

la elaboración de un textil significa para las artesanas mucho más que eso. Cuando la

mujer teje, lo hace con amor, con pasión y con esmero:

“Porque yo siempre dije, viste, que uno con las, con las artesanías, con los dibujos y

esas cosas es como que vos creás algo. Estás creando algo y le ponés mucho…mucho

empeño, mucho… mucho amor a los trabajos, porque yo hago el trabajo y viste, me

gusta como me queda “¡uy, que lindo que me quedó!”, viste. Y parece que no me dan

ganas de venderlo, me dan ganas de quedármelo para mí [risas] pero, pero viste, hay

cosas que…que sí o sí lo tengo que vender. Y lo vendo y digo, “bueno, algún día voy a

106

tener mi casa, viste, llena de artesanías con…con puros trabajos míos”…y cosas

que…que ahora todavía no…no puedo dejar para mí […]. Pero…sí, un poco sí porque

viste que…la gente viene y “¡uy, y eso lo hacés vos!?”. Sí…es algo que ya, viste, ya

me…si no estoy tejiendo me siento mal [risa].” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

“Que yo nomás también porai [Sic] este…digo, yo porai [Sic] pienso “yo no voy a

hacer más tejido” pero…igual los chicos me dicen “no trabajés más mami, ya

demasiado trabajaste” [risa].¡No, pero yo no puedo dejar de…de trabajar! Porque me

da ganas de… ¡trabajar y seguir! [risa]¡Me gusta!¡Me gusta!” Entrevista a Florinda

Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

Entonces la prenda confeccionada es producto de un saber técnico heredado de sus

ancestros, pero también de su creatividad, de su inspiración y de sus emociones, y que

se evidencia en el modo en que une y combina los distintos diseños y colores. Como

sostiene Greslebin:

“La tejeduría es una de aquellas manifestaciones de la industria humana que nacida

directamente de la necesidad de atemperar las inclemencias del ambiente, ofrece luego

un vasto y adecuado campo para que el artista desenvuelva en ella su fantasía

creadora, ya inspirándose directamente en la naturaleza muerta o animada, o

alcanzando también a expresar ideas abstractas, religiosas o totémicas por medio de

símbolos.” (Greslebin, 1958:58-59)

El aprendizaje de la confección de textiles también ocupa un lugar importante en el

proceso de socialización femenina. Años atrás, las mujeres eran muy valoradas por

realizar esta tarea:

“Los indios aprecian a sus mujeres según la habilidad que tienen para tejer, porque

con esto contribuyen a cubrir los gastos del hogar y esa habilidad influye también en el

precio total que el novio debe pagar al padre de su futura esposa.” (Taullard, 1949:93)

En la actualidad, las artesanas saben que contribuyen a mantener sus tradiciones, y que

por ello son reconocidas:

“Sí, sí. Sí porque yo siempre digo: aparte de que nosotros trabajamos, vivimos de esto,

defendemos la cultura de uno. O sea, lo nuestro en realidad [silencio] y hay mucha

gente que te valora por eso. […]Porque uno es como que defiende lo…o sea defiende la

cultura de una manera de que…eh…o sea…así como viste que algunos hablan en, en la

lengua mapuche, ellos si, si ellos viste, se lo enseñan a otro es como que están

107

sembrando, es como que nosotros también hacemos lo mismo.” Entrevista a Ivana

Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“…esas van a ser las cosas que le voy a dejar sembradas para ellos [mis hijos]. Ojalá

sigan su…como yo seguí a mi…familia ¿no? a mi bisabuela, a mi tatarabuela, a mi

madre…que hasta hoy lo sigo yo.” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de

Ñorquinco, 2007.

Las mujeres, entonces, son las responsables de la continuidad de una tradición textil que

se remonta a tiempos lejanos y que llega hasta nuestros días por medio de la transmisión

oral a través de generaciones. Estos saberes actúan como una antigua matriz común

desde la cual emergen diversas creaciones, productos del intelecto y de la labor

individual. Si bien en los últimos años ha estado presente la acción del estado para

favorecer la difusión de estos saberes, es indudable que por lo antedicho existe una

continuidad entre el pasado y el presente en la forma en que el mismo es legado.

BIBLIOGRAFÍA DE ESTE CAPÍTULO:

Alvarado, Margarita. “La tradición textil mapuche y el arte del tejido”, Catálogo 26°

Muestra Internacional de Artesanía Tradicional, Pontifica Universidad Católica de

Chile, Santiago de Chile, Chile, p. 12-13, 1999.

Cox, Guillermo. Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia, 1862-1863.

Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1863.

Falkner, Tomás. Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América

del Sur. Imprenta de Coni Hermanos, Buenos Aires, 1911. (Primera edición en inglés,

1774)

González de Nájera, Alonso. Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile.

Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1971. (Escrito en 1614)

Greslebin, Héctor. Introducción al estudio del arte autóctono de la América del Sur.

Suplemento de la Revista de Educación. Ministerio de Educación de la Provincia de

Buenos Aires, La Plata, 1958.

108

Joseph, Claude. Los tejidos Araucanos. Imprenta San Francisco, Padre Las Casas,

Santiago de Chile, Chile, 1931.

Kermes, Enrique. “Tejidos Pampas”, en Revista del Jardín Zoológico de Buenos Aires,

tomo I, entrega IV, Buenos Aires, 1893.

Mege Rosso, Pedro. Arte textil mapuche. Ministerio de Educación, Departamento de

Extensión Cultural y Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago de Chile, Chile,

1990.

Moesbach, Ernesto. Vida y costumbres de los indígenas en la segunda mitad del siglo

XIX, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, Chile, 1936.

Taullard, Alfredo. Tejidos y ponchos indígenas de Sudamérica. Editorial Guillermo

Kraft Limitada, Buenos Aires, 1949.

Vignati, Milcíades A. “Etnografía y Arqueología. Usos, costumbres y cultura de los

aborígenes de Buenos Aires, La Pampa y Patagonia: Período Colonial”. Historia

Argentina 5. Plaza y Janés S.A., Buenos Aires, s/f.

Willson, Angélica. Arte de Mujeres. Ediciones CEDEM, Colección Artes y Oficios Nº3,

Santigo de Chile, Chile, 1992.

Zapater, Horacio. Aborígenes chilenos a través de cronistas y viajeros. Editorial Andrés

Bello, Santiago de Chile, 1978.

ENTREVISTAS DEL CAPITULO:

Curilen, Ivana. Cushamen, 2007.

Crespo, Agustina. Lagunita Salada, 2008.

Huentecoy, Florinda. Aldea Epulef, 2008.

109

Jaramillo, Norma. Costa de Ñorquinco, 2007.

Lino, Mónica. El Tropezón, 2008.

Meli, Carolina. Mina de Indio, 2007.

110

7. LA IDENTIDAD DE LOS TEJIDOS Y DE SUS HACEDORAS

Estimamos que la cuestión de la identidad de las artesanas debe ser abordada desde una

perspectiva estructural y no simplemente como un fenómeno cultural. La problemática

de la identidad de las personas y de los grupos se halla inserta en la realidad de su

entorno: familia, comunidad, país, etc. Por lo tanto, su tratamiento no debe estar

desvinculado del contexto de las relaciones sociales, políticas y económicas. La

identidad se basa en rasgos propios diferenciales y perdurables, pero también es una

construcción social que sólo puede ser comprendida dentro de las relaciones

estructurales.

Asimismo, entendemos que el sentido de los objetos tampoco puede estudiarse en forma

aislada sino que debe ser analizado dentro de las relaciones sociales. Consideramos que

un objeto no es portador de una única identidad, sino que ésta depende del contexto en

el que se encuentra.

En capítulos anteriores analizamos las técnicas y procedimientos empleados en la

confección de los tejidos, así como también su permanencia y adaptación. La

construcción social de estas realizaciones es lo que presentaremos en los siguientes

párrafos.

La realización de las artesanías textiles es de fundamental importancia para las

artesanas. Esta producción cumple un rol primordial en la recuperación y afirmación de

su propia identidad. A través de esta tarea, ellas se sienten partícipes en la valoración y

transmisión a las futuras generaciones de los saberes heredados de sus ancestros:

“…hacer esto, el labor, lo sabía yo y mi cuñada, nada más. Y después, andando así,

después me dije…me puse yo que tenía que aprender bien para poder enseñarle a los

otros, porque sino así se terminaba…porque guardarme para uno nomás lo que sabe no

sirve. Total, si una vez que aprendan, si saben agradecer, agradecen, y sino lo mismo

[risas]”. Entrevista a Florinda Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

Ellas se reconocen como miembros de una misma comunidad25, con una historia y una

identidad en común, más allá de las diferencias y desacuerdos. Con esta producción

25 Lejos de la concepción romántica intelectual europea, tomamos los conceptos de comunidad de Cohen (1985) y Jenkins (1996), quienes la definen como “una construcción y una significación de una máscara de similitud entre los miembros de un grupo”, como “una presencia simbólica poderosa en la vida de la gente”, en términos de la cual los miembros organizan sus vidas, comprenden su entorno y la cualidad de sus relaciones sociales. También seguimos a García Canclini cuando entendemos a las comunidades como aquellos “agrupamientos en donde lo colectivo tiene más fuerza que en las sociedades “modernas””, sin dejar de considerar sus contradicciones internas.

111

textil las mujeres regeneran y fortalecen los lazos con los ancestros, entre ellas y su

comunidad, y los vínculos internos de toda la comunidad. Su trabajo genera afinidades

entre las nuevas participantes y refuerza aquellas ya existentes:

“…aprendimos a conocer también, porque yo he ido a enseñar a laborear, a hilar por

todas partes […] ¡Claro! ¡Porque uno está trabajando, está conversando, está

compartiendo un mate…algo, y es lindo! [risa]¡Claro! ¡Les levanta el ánimo el salir a

otro lado y parece que vinieran con más ganas de trabajar…y lo hacen! A mí me ha

pasado eso.” Entrevista a Florinda Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

“Y yo…más de las veces que he estado en las reuniones [de hilado y tejido] y eso…yo

veo acá esa capacidad de la mujer también […] se va generando estas cosas [los

hilados y los tejidos] que te tienen que valorar, porque antes no fue así…y nos

ayudamos entre nosotras.” Ercilia Fuentes, artesana, Gan Gan, 2008.

Hiladoras reunidas. Gan Gan, Chubut. 2006

Y es esta unión comunitaria las que muchas veces les provee la fuerza necesaria para

enfrentar a un futuro percibido como inseguro.

“Nosotras éramos muy pocas las que trabajábamos. Era yo y mi cuñada que…Después

hicimos tra…hicimos como un grupo de…de…artesanas. Y ahí este… después…Porque

112

no teníamos lugar, no teníamos lana, no teníamos nada para empezar a hilar, porque

eran pocos los animales que teníamos y tan solo era la lana para vender, porque para

hilar no serv…no…no servía. Entonces nos donaron lana. Donaron…el gobierno…no

sé quién fue. Y ahí tuvimos una ayuda, y así empezamos a trabajar. […] Para juntarnos

nosotros y para poder vender y tener plata. Para poder vender los trabajos que

teníamos. Para trabajar juntas y para poder tener… como vivir mejor… Aprendíamos

entre nosotros…” Entrevista a Florinda Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef,

2008.

Para estas mujeres, la producción textil se presenta como un canal vivo de transmisión

de componentes básicos de un sistema de valores, costumbres y relaciones

interpersonales a la vez que un ámbito resguardado, a través del tiempo, de la sociedad

dominante:

“Sí! [la elaboración de artesanías] es muy importante, así mis hijos van… mi hija van a

seguir, creo que va a ser un bien para ellos también para… hoy no sabemos si…que

destino vamos a tener el día de mañana para ellos…hoy están en el colegio, son muy

chicos todavía, el día de mañana quizá les pueda servir esto a ellos…” Entrevista a

Norma Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

Pero las artesanías textiles también constituyen un recurso económico para quienes las

realizan. Como será expuesto en el apartado “El destino de los tejidos”, la producción

textil es también un complemento en los escasos ingresos familiares y, en algunos

casos, una alternativa para la supervivencia. Sin requerir gran inversión en materiales,

máquinas ni formación de fuerza de trabajo calificada, aumenta las ganancias de las

familias de la Comarca mediante la ocupación de mujeres y niños. Por otra parte, hace

posible mantener unida a la familia en el lugar del que siempre se sintieron parte. De

esta manera, y como en el pasado, las confecciones textiles continúan conformando un

sistema con la unidad doméstica de producción y apuntalando su “estilo de vida”26.

En la mayoría de los casos, estas artesanías son elaboradas para la venta fuera de sus

comunidades. Todas las artesanas con las que conversamos son conscientes de que

producen más tejidos para vender que para uso de su familia o vecinos. Perciben que lo 26 Entendemos por “estilo de vida” a los sistemas de disposiciones, los esquemas básicos de percepción, comprensión y acción que moldean al individuo en un grupo social y generan prácticas. Bourdieu (1988) denomina “habitus” a esos sistemas de disposiciones, los cuales son estructurados por las condiciones sociales y estructuran las pautas de apreciación y prácticas de las personas. Estas dos capacidades del “habitus” conforman lo que este autor denomina el “estilo de vida” y hacen que el conjunto de las prácticas de una persona o de un grupo sea sistemático y sistemáticamente distinto de las prácticas de otro.

113

que ganan con esas ventas les sirve para subsistir y, en las mejores situaciones, para

darles una educación formal a sus hijos, para incrementar el consumo de bienes

publicitados por televisión o vistos alguna vez en los centros urbanos.

“¡Sí! Porque yo con eso le ayudo a mi marido a…o sea, tenemos dos chicos estudiando

así que él atendía a uno y yo atendía al otro.

Y en el mercado me iba bien la venta. Así que yo todos los meses le tenía la plata para

mi hijo ahí, de lo del mercado.” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Entonces ellas tejen para vender. Y si bien es importante el objeto que se crea, más

importantes resultan las circunstancias económicas y, por lo tanto, el interés en que el

comprador encuentre atractivo el producto que realizan. Ellas saben que las elecciones

de la mayoría de los compradores están guiadas por las características estéticas propias

del sector hegemónico más que por una fidelidad cultural o de significado. De allí que

se produzca una resignificación y refuncionalización de estos productos destinados a la

venta fuera de sus comunidades.

“Y hay diferencias este…de los tejidos viejos que hacían antes…por ejemplo, de cosas

que sean para mujeres y que sean para varones… Por ejemplo en…siempre la mujer te

elige un color clarito. Elige un color clarito… que se yo, y el varón siempre te elige un

color oscuro. […] Y siempre lo que más te piden o lo que pasa es eso…Por ejemplo si

la mujer quiere un poncho, te pide un poncho blanco.” Entrevista a Ivana Curilen,

artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Si viene un winca [blanco-extranjero] y me pide que le haga un poncho con

corazoncitos, se lo hago…Si sé el labor, se lo hago…” Entrevista a Norma Jaramillo,

artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

Por lo tanto, podemos decir que estas elaboraciones textiles reúnen en sus atributos una

herencia del pasado (a partir de lo analizado en el capítulo sobre la producción) a la vez

que son una adaptación a las actuales circunstancias históricas. De esta manera, los

tejidos representan para las artesanas una identidad de la que se sienten parte y también

un medio a través del cual obtienen uno necesarios ingresos.

Estas particularidades convierten a los textiles en una eficaz estrategia cultural:

- Por ser un importante medio para la construcción de la identidad personal.

- Por favorecer la perpetuación de saberes y prácticas ancestrales.

- Por favorecer el crecimiento y la autoestima de las personas que participan en ella.

- Por conformar un recurso para la supervivencia económica de las familias.

114

Sin embrago, esta producción textil no siempre tuvo la particularidad de ser una

estrategia cultural. Existen en la actualidad, y hace ya unos años en la Argentina, las

condiciones para que así sea.

Para que una identidad funcione como una estrategia cultural, es necesario:

- que represente a un determinado sector.

- que recabe adhesiones para la misma.

Asimismo, la activación de una identidad no puede realizarla cualquier individuo o

institución. Es necesario contar con poder. Cuanto mayor sea el poder del ente que

active una determinada identidad, mayores y de mejor calidad serán las adhesiones, las

cuales a su vez legitimarán políticas de estado y acciones concretas (Llorens Pratz,

2004).

La promoción de una identidad “mapuche” en la Comarca de la Meseta Central del

Chubut por parte de organismos del estado nacional y provincial es un claro ejemplo de

este tipo de activaciones. La activación de esta identidad “mapuche” encuentra en la

herencia de los saberes artesanales de la mayoría de las personas que pueblan la

Comarca una herramienta para resolver las bajas ganancias obtenidas de la producción

minifundista y reducir el éxodo de sus escasos pobladores a las ciudades. Así, herencia

cultural y situación económica actual se combinan para originar una política estatal que

apunta a rescatar y promocionar la producción textil “mapuche” como parte de la

estrategia de creación de empleos y fuentes complementarias de ingresos para las

familias rurales. Esta política provincial y también nacional está estrechamente ligada al

crecimiento en los últimos años del turismo extranjero en las principales ciudades de la

provincia, un tema que será ampliado en el capítulo sobre “El destino de los tejidos”.

A partir de lo antedicho, resulta imposible sostener una visión primordialista y estática

de la cultura. La cultura se adapta, se reestructura al contexto económico, cultural y

político: más precisamente el significado y la funcionalidad de los objetos y prácticas se

reorganizan de acuerdo a los intereses del poder.

Esta reubicación de las artesanías textiles en la región le otorga un nuevo sentido a los

tejidos desde la perspectiva del Estado: ya no son sólo reliquias de pueblos en peligro de

extinción; tampoco son sólo símbolos de la identidad nacional. Si bien actualmente

siguen cumpliendo parcialmente esas funciones, ha cambiado su lugar en las relaciones

sociales y en la definición de la identidad. También cambiaron su papel económico y

cultural. Es por ello que podemos decir que las artesanías textiles son un recurso

económico e ideológico del Estado.

115

En la actualidad, no resulta difícil recabar adhesiones para la asunción de la identidad

“mapuche”, puesto que existen las condiciones adecuadas para ello:

- existen en el acervo cultural de las artesanas y de sus familias numerosos saberes que

se remontan a tiempos lejanos y son transmitidos de generación en generación

principalmente dentro del ámbito familiar.

- las prácticas derivadas de esos saberes forman parte de la vida diaria de las artesanas y

de sus familias.

- los proyectos y acciones provenientes de diferentes sectores del gobierno estatal

favorecen la ejecución de actividades que estimulan el desarrollo de esa identidad.

- este estímulo proveniente del estado se evidencia en el aumento de posibilidades de

mejoras en el ámbito social (un mejor posicionamiento en relación al resto de la

sociedad nacional e internacional) y cultural (una mayor valoración del acervo cultural)

de las artesanas.

A partir de ello, resulta comprensible que actualmente todas las artesanas con quienes

hemos conversado se identifiquen como artesanas “mapuches”:

“Mi, mi abuela, la mamá de mi abuela era, era…ella no sabía mucho igual de, de, o

sea, no era descendiente de mapuche. Ella me…era cautiva.

Entonces ella no…perdió…lo que aprendió lo aprendió acá, viste, de gente de acá.

Y mi abuelo por ejemplo era…también tenía…era chileno. Así que imaginate vos

que…como para escarbar así mucho no… Por ejemplo mi mamá no sabe hablar en

mapuche, sabe algunas palabras así nomás, porque si hubiese sabido hablar mapuche

estoy segura que nosotras también sabíamos. Porque ella, viste, todo lo que sabía lo

aprendimos nosotros. Porque no sabía, por eso no aprendimos, sino […]

Sí, por ejemplo yo…eh…sé que soy descendiente de mapuche porque mis abuelos, por

ejemplo, mi abuelo, él hablaba mapuche y era mapuche. Según él era mapuche. Y…

bueno, mi viejo también se siente mapuche…” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

Hace pocos años atrás, esta identidad “mapuche” era ocultada o incluso negada. Ser

“mapuche” o “descendiente de mapuche” era asumir una identidad denigrante y

estigmatizada por los sectores hegemónicos27 locales y globales.

27 “La hegemonía es entendida - a diferencia de la dominación, que se ejerce sobre adversarios y mediante la violencia- como un proceso de dirección política e ideológica en el que una clase o sector logra una apropiación preferencial de las instancias de poder en alianza con otras clases, admitiendo espacios donde

116

“Y yo he escuchado que antes…que…les daba vergüenza la… que le iban a decir qué se

yo…que era indio, paisano […] Pero uno no…no tiene por qué sentir vergüenza, si

uno…es la sangre de uno. A mí no…a mí si me llegan a decir algo…es un orgullo! Para

mí es….llevar la sangre de mapuches es un orgullo. [Unos años atrás] me parece que no

o bien que uno sería…sería cobarde, no sé. No querían enfrentarse nomás. Porque viste

que se sentía vergüenza.” Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Como consecuencia, los saberes y prácticas que conformaban su acervo cultural, como

las artesanías textiles, eran desvalorados y considerados un antiguo resabio de los

antepasados que sólo “las abuelas” o “sus mayores” estimaban y realizaban.

“Porque la mayoría de las señoras que van, todas son descendientes de mapuches,

todas son…su abuela tejía, laboreaba, pero ellas son…no saben nada de artesanías.

Muy poco saben.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Y se fue dejando, dejando, hasta que se fue perdiendo. Y llega un tiempo que se pierde

todo y no, no le dan más valor…Les daba vergüenza. Y ahora que son grandes se

lamentan, porque ya algunas aprenden y otras ya no…” Mónica Lino, artesana, El

Tropezón, 2008.

“Sí, sí, sí. Acá… se ve que le están tomando mucho [Sic] importancia a la artesanía.

Antes no…Eh…ya han venido gente de otros lados y dicen eso, así que…sí, se venden

muchas cosas. Antes no…” Entrevista a Ceferina Nahueltripay, El Tropezón, 2008.

[Hace unos años atrás] No, no se le daba…no valía la artesanía como vale ahora… No

se vendía. No le tenían la importancia. Claro.” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana,

Costa de Ñorquinco, 2007.

El ensayo “Alfombras y Tapices” escrito por Clemente Onelli constituye una evidencia

del descrédito y abandono que ya a principios del siglo XX sufrió la “actividad textil de

los autóctonos”, siendo el principal objetivo de su obra la recuperación y valoración de

la misma.

Una consecuencia de este desprestigio que sufrieron todos los saberes nativos fue la

interrupción de la transmisión de los mismos. Las generaciones de jóvenes ya no

estaban interesadas en aprender, y menos aún en practicarlos. Con una fuerte carga

peyorativa, estas prácticas no ofrecían ningún rédito social ni económico. Por tal razón, los grupos subalternos desarrollan prácticas independientes y no siempre "funcionales" para la reproducción del sistema.” (García Canclini, 1984: 72). “La hegemonía, el consumo y la organización popular para satisfacer sus necesidades deben ser analizados como instancias, funciones o dispositivos (en el sentido foucaultiano) más que como ámbitos institucionales o propiedades de clases estrictamente recortados” (García Canclini, 1984: 74).

117

muchas mujeres prefirieron trasladarse a las grandes ciudades de la provincia en busca

de mejores condiciones de vida, trabajando en empleos no calificados. Aquello que

hacían sus madres y abuelas ya no era percibido como una actividad valorada, ni

siquiera como una opción, sino como la imposibilidad de hacer algo mejor.

“Muchas mujeres van a vivir a los pueblos con los hijos, entonces las familias se

empiezan a…el campo se empieza a deshabitar, entonces la mujer se va a vivir con los

hijos, se pierde esta cosa de la, de la familia, con la abuela que hila, que la… eso se

empieza, se empieza a cortar. Entonces ahí, viste, ya después quieren volver a tejer

y…” Entrevista a Silvia López, Referente de comercialización y de evaluación de

Proyectos, PSA sede Esquel, Esquel, 2007.

Como se expresó anteriormente, la activación en los últimos años de una identidad

“mapuche” valorada y cuyo acervo es prioritario proteger, es el fundamento del cambio

de percepción operado en las personas externas a estos grupos humanos. La cultura de

todos los pueblos considerados originarios, entre ellos el “mapuche”, fue objeto de

interés de estudio y preservación por parte de diferentes instituciones sociales, desde las

altas casas de estudio hasta las Secretarías de Producción y Promoción Social. Como

consecuencia de ello, la producción de tejidos comenzó a ser percibida como un ámbito

destacado dentro de la cultura de estos pueblos por su capacidad de reproducir valores

culturales y estéticos específicos. La prenda textil empezó a ser considerada un medio

creativo válido y fundamental de representación de la identidad cultural de los pueblos

originarios. Más aún, se les otorgó a estas elaboraciones una particular grandeza y

distinción por las siguientes razones principales:

- su antiguo abolengo: por ser estas elaboraciones herederas de saberes antiguos.

- su laboriosidad: estas confecciones demandan un trabajo de detalle que en algunas

ocasiones llevan meses para realizarse.

- su exclusividad: las prendas son únicas, no existen dos tejidos iguales.

- la pureza de sus materias primas: los materiales utilizados para la confección de los

tejidos provienen directamente de la naturaleza, sin procesamientos industriales de

ningún tipo. De allí el interés de quienes promueven estas artesanías en que no se

utilicen anilinas para el teñido de la lana.

- la sencillez de los instrumentos utilizados en la confección: los utensilios usados

remiten al imaginario del artesanado, trabajando con sus propias manos en su hogar o en

pequeños talleres familiares, otorgándole una especial atención y dedicación a cada

pieza realizada.

118

En la consideración de los tejidos por los foráneos de las comunidades de la Comarca se

exageran los elementos folklóricos y se resaltan los elementos distintivos de los

mismos. Ello ocasiona que los textiles reciban una especial carga simbólica28 por parte

de estos agentes externos, que no proviene de los tejidos en sí mismos, como elementos,

sino que está relacionada con los valores sociales hegemónicos. Si bien materialmente

se trata del mismo objeto, social y culturalmente no es el mismo.

Como se expuso al comienzo del capítulo, la prenda confeccionada tiene un sentido para

las artesanas que lo realizan, probablemente compartido por los miembros de su

comunidad. Pero para los otros externos a esos grupos el sentido es frecuentemente

diferente. Y esto es así porque estamos hablando de sistemas simbólicos distintos. Tanto

como la identidad de las personas, el sentido de objetos no puede estudiarse en forma

aislada, sino que debe ser abordado dentro de las relaciones sociales. Vimos lo que

significan las artesanías textiles para las artesanas y los miembros de sus comunidades;

advertimos ahora el desplazamiento de sentido que se produce cuando se considera la

visión de los foráneos. Este desplazamiento de sentido es necesario para recabar las

adhesiones a una determinada identidad y para legitimar las acciones que la fomentan.

Esta visión de los ajenos tuvo una fuerte incidencia en la percepción que los miembros

de las comunidades de la Comarca de la Meseta Central tienen de las artesanías textiles

y de las artesanas. Como consecuencia, esto incidió en la apreciación que las artesanas

tienen de sí mismas. Como sostiene Jenkins en una cita a Mead: “no podemos vernos a

nosotros mismos en totalidad sin también vernos como otra gente nos ve.” (Jenkins,

1996:54) La identidad no es nunca unilateral. Por el contrario, la identidad es el

producto de una relación dialéctica entre la autodefinición (la definición que nos damos

nosotros mismos, internamente) y la definición dada por otros (quienes nos identifican

externamente). Estas dos identificaciones pueden coincidir o no. En caso de no hacerlo

se encontrarán en constante negociación por el predominio de una u otra.

Pero puede ocurrir que un individuo o una comunidad interiorice la rotulación dada por

otros, particularmente si esos otros cuentan con mayor poder. Si ese rótulo resulta

negativo, puede generar resistencia en los rotulados. Si sus efectos son positivos, será

asumido satisfactoriamente por los identificados de tal manera. En estos casos en que

existe una diferencia considerable de poder para asignar identidades, la dialéctica se 28 Tal como sostiene Llorens Prats “La principal virtualidad de un símbolo es su capacidad para expresar de una forma sintética y emocionalmente efectiva una relación entre ideas y valores.” (Llorens Prats, 2004:29).

119

vuelve más unilateral y la identidad resultante se vuelve menos negociable. (Jenkins,

1996)

Resulta comprensible, por lo inmediatamente antedicho y lo expresado en los párrafos

anteriores, que en la actualidad la identidad “mapuche” sea ampliamente asumida por

las artesanas de la región. La identificación realizada por los otros, tanto los que

pertenecen a su comunidad como los que no, les otorga una relevancia social de la que

hasta el momento carecieron. La artesana “mapuche” es identificada hoy como una

heredera de saberes y prácticas antiguas que mediante la confección de sus tejidos

mantiene viva “una cultura en peligro de extinción.”Ante este rótulo externo sumamente

positivo, ellas asumen orgullosas tal identidad:

I:“Soy una descendiente de mapuches, porque en realidad, eso es lo que…eso es lo que

siento…Y soy una artesana…”

P: “¿O sos una tejedora…?”

I: “¡Artesana! Me gusta […] Sí, sí. Sí porque yo siempre digo: aparte de que nosotros

trabajamos, vivimos de esto, defendemos la cultura de uno. O sea, lo nuestro en

realidad [silencio] y hay mucha gente que te valora por eso. Porque uno es como que

defiende lo…o sea defiende la cultura…” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

“Bueno, mi papá no es muy…realmente Jaramillo e’ [Sic] muy…nosotros somos más

español ¿no? Jaramillo no es ya muy mapuche…somos más winca [Sic] ya. Ya nos

falta los ojitos verdes… [risas] pero ya somos más españoles nosotros…Ahora sí, mi

abuelo es Nahuelquipay, sí, ahora sí. Significa sangre de tigre [risa] […] yo soy una

artesana mapuche…” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco,

2007.

Resulta necesario aclarar, sin embrago, que la identidad de estas mujeres no es siempre

la misma. Esta identidad cambia según los contextos en los que las artesanas tienen que

desenvolverse. La identidad, de esta manera, es construida en las transacciones con los

demás, en cada momento y lugar. Un ejemplo ilustra esta idea:

Ivana Curilen, una maestra artesana de Cushamen, nos comentaba que ella se considera

una artesana “mapuche” y que así se identifica al momento de conocer a la gente de

otros lugares. Sin embargo, en ocasión de viajar a Buenos Aires, las personas de ese

lugar interpretaban que ella vivía en un toldo y sin las comodidades que había traído la

civilización occidental, tales como la energía eléctrica, el gas envasado, entre otras

cosas. Ella pudo darse cuenta de que la identidad “mapuche” en muchos contextos aún

120

es percibida como desvalorizante. A raíz de ello decidió alterar la denominación de su

identidad: ella era ahora una artesana “descendiente de mapuches”:

“Nos imaginan a nosotros viste, así…por eso es que…sí, sí, sí. Pero, yo tengo lo mismo,

si nosotros ya…”¿cómo, cómo se alumbran? ¿Qué luz usan?”. “¿Qué…?” En realidad

la gente piensa, piensa, porque ve…escucha por ejemplo decir…”son mapuches”. Y los

mapuches directamente son todos, viste…según antiguamente tenían sus costumbres, su

forma de vivir y…piensan que seguimos todos igual. Que no cambió nada. Por eso,

porai [Sic] es mejor decirles somos descendientes de mapuches. Tenemos otra forma de

vida, otra forma de…de… Que no cambió nada. Por eso, porai [Sic] es mejor decirles

somos descendientes de mapuches. Tenemos otra forma de vida, otra forma de…de…

No es igual que como antes […] porque vos decís un indio antes no tenía la tele, un

indio antes no…no que se yo, ¡no andaba en auto! Y ahora la mayoría viste ya

está…está muy modernizado, como para decir “yo soy una mapuche verdadera””.

Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

A partir de este testimonio es posible traer a cuenta algunas ideas planteadas por Barth y

retomadas por Jenkins: una cosa es llevar el nombre de una identidad y algo muy

diferente es sobrellevar dicha identidad, es decir, experimentarla. Algunos individuos

pueden compartir una misma identidad nominal, en este caso, considerarse “mapuches”.

Pero esta denominación puede significar y tener consecuencias muy diferentes en la

práctica. Y estas consecuencias pueden llevar a reelaborar la identidad nominal, tal

como le sucedió a Ivana. Asimismo, la identidad nominal puede acarrear ciertas

exigencias en las interrelaciones sociales de una artesana. En contextos específicos,

identificarse como una artesana “mapuche” tiene sus requerimientos, tales como hablar

la lengua mapuche:

“Porque a nosotros viste no…por ejemplo nos viene gente que nos dice “ a ver vos sos

mapuche?”, sí soy mapuche, “a ver hablame un poco” dice, y viste, y vos te quedás ahí

porque uno no…no sabe […] Por que no sabés no…Entonces por ahí esa es la cosa que

por ahí te da de decir yo…yo en realidad no…no soy mapuche entera completa porque

me falta hablar, me falta…qué se yo, viste. Entonces, es preferible decir soy

descendiente de mapuche, sé algunas cosas que hacían nuestros abuelos, porque yo

siempre lo que hago yo viene de…de antes, de mis abuelos, de esas cosas…Pero si me

preguntás de qué quiere significar esto en mapuche no te lo puedo decir porque no…no

lo pude aprender. […] Cuando vos salís afuera, por ejemplo, a mí me ha tocado que yo

ha ido a Buenos Aires, a Trelew, así a exponer o a vender, eso es, cuando viene gente

121

así y te pregunta, te quedás ahí…decís mirá, yo trabajo, pero no sé…eso son…los

trabajos de nosotros casi siempre dicen “artesanía mapuche”, viste, el cartel así se ve.

Entonces vienen y te preguntan “¿qué significa esto en, en mapuche?” Suponete [Sic]

o, o que le hable un poco en mapuche, y vos no, no entendés nada…” Entrevista a Ivana

Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Si soy artesana lo tengo que aprender [el idioma]. Es como cualquier laburo [Sic]

esto. Es como…Si usted es docente tiene que saber todos…lo que el chico tiene que

aprender. Entonces yo como artesana sí o sí lo tengo que aprender a hablar, los

significados de los labores, ¿no? Sé dibujar, te dibujo cualquier cosa en el labor. Te

dibujo un guanaco, una cabeza de caballo, pero…tengo que hablar en lengua. Vamo

[Sic] a ablandar y pal [Sic] otro año vamo [Sic] a ver si lo…” Entrevista a Norma

Jaramillo, artesana, Costa de Ñorquinco, 2007.

Por lo tanto, las identidades son realizaciones prácticas, son procesos. Debido a que

usualmente nos encontramos en situaciones inesperadas, las identidades no primarias

(es decir, aquellas que no son asumidas tempranamente en la vida, tales como el sexo)

también son contingentes. Ello resulta útil y aún vital en muchas circunstancias de la

vida, puesto que permiten reubicarnos permanentemente en diferentes posiciones de

poder. La identidad se construye cada día y a lo largo del tiempo, y en esa construcción

se aúnan factores internos y externos tanto de las personas como del grupo. El asumir la

identidad de una artesana “mapuche” funciona como un generador de poder para

posicionarse y reposicionarse circunstancialmente ante los demás. De allí que la

identificación social, tanto individual como colectiva, sea inherentemente política.

Todo lo dicho confirma lo aseverado al comienzo de este apartado: no es posible captar

la complejidad de las identidades si las comprendemos solamente como parte de la

cultura.

122

Residencia del Cacique Mariano Epulef. Aldea Epulef, Chubut. 2006

BIBLIOGRAFÍA DEL CAPÍTULO:

Alvarado, Margarita. “Recursos y procedimientos expresivos en el universo textil

mapuche: una estética para el adorno”. Boletín del Comité Nacional de Conservación

textil Nº 3, Santiago de Chile, Chile, 1998.

Barth, Frederik (Comp.). Los grupos étnicos y sus fronteras. La organización social de

las diferencias culturales. Fondo de Cultura Económica, México, 1975.

Boccara, Guillaume y Galindo, Silvia (Ed.). Lógica mestiza en América. Instituto de

Estudios Indígenas Universidad de la Frontera, Temuco, Chile, 2000.

Boccara, Guillaume. “Mundos Nuevos en la frontera del Nuevo Mundo”, en

http://nuevomundo.revues.org/document426.html

Bourdieu, Pierre. Cosas dichas. Gedisa, Buenos Aires, 1988.

Cohen, Anthony. The symbolic construction of community. Ellys Horwood Limited,

Sussex, and Tavistock Publications, London, 1985.

123

García Canclini, Néstor. Las culturas populares en el capitalismo. Nueva Imagen,

México D.F., 1989. (Primera Edición, 1982)

Hidalgo, Cecilia y Tamango, Liliana. Etnicidad e Identidad. Centro Editor de América

Latina S.A., Buenos Aires, 1992.

Jenkins, Richard. Social identity. Routledge, Londres, 1996.

Prats, Llorens. Antropología y Patrimonio. Ariel Antropología, Editorial Ariel S.A.,

Barcelona, 2004. (Primera edición, 1997)

ENTREVISTAS DEL CAPÍTULO:

Curilen, Ivana. Cushamen, 2007.

Huentecoy, Florinda. Aldea Epulef. 2008

Jaramillo, Norma. Costa de Ñorquinco, 2007.

Lino, Mónica. El Tropezón, 2008.

López, Silvia. Esquel, 2007.

Nahueltripay, Ceferina. El Tropezón, 2008.

124

8. EL DESTINO DE LOS TEJIDOS

Los tejidos elaborados por las artesanas de la región se destinan para uso doméstico así

como también para regalo, venta o trueque.

En cuanto al destino doméstico, las fuentes del siglo XIX tales como las obras de

Kermes y Mac Cann nos dicen que las mujeres aborígenes de Río Negro y Tapalquén

tejían prendas para ellas, sus maridos y sus hijos. (Kermes, 1896:185 y Mac Cann, 1939

(1847):107)

Juan Carlos Morel, hacia 1841, realizó algunas litografías entre las que se encuentra la

denominada ”Indios Pampas” en donde puede observarse las prendas tejidas que

utilizaban los aborígenes del sur del país que llegaban hasta las proximidades de Buenos

Aires. En ella se aprecian los diseños “de listas” y su confección “de cuatro orillas”

(cerrados en todos los lados, sin costuras ni dobladillos) característicos de los tejidos

“mapuches”.

125

“Indios Pampas”. Litografía (Morel, 1841)

En la actualidad, muchas veces algunas prendas son destinadas para el uso en el hogar

por presentar algunas características particulares como terminaciones desprolijas, nudos

en su confección, teñido defectuoso o la utilización de una lana hilada irregularmente.

De esta manera, previendo una dificultad en su venta o el pago de un precio muy

inferior al esperado se determina que la “pilcha”29 realizada quede para el propio uso.

“¡No! ¡Si está mal hecho nadie lo quiere! Te pagan poquito…no…Igual que esta lana

hilada tan gruesa…sirve pa’ [Sic] pelera nomás. Entonces si no la quieren o me dan

poquito, me la quedo yo nomás.” Entrevista a Ceferina Nahueltripay, El Tropezón,

2008.

“Porque ponele [Sic] que, si vos hacés un trabajo bien hecho, ellos compran la prenda

nomás y el dibujo que tenga no entusiasma. Pero si vos hiciste el dibujito bonito pero si

está todo mal hecha, ponele [Sic] que esté todo flojito, eso no te lo valorizan. Claro,

nadie te lo compra tampoco porque ellos se dan cuenta de los defectos.[…]

[Las prendas que no estaban bien terminadas] las usaba yo en mi casa. Sí. Lo usaba yo

o le daba a los chicos para que lo pongan…en la orilla de la cama, o… cosas así…”

Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

En otros casos, la necesidad hace que se confeccionen tejidos para el uso en el propio

hogar -sobre todo de mantas para la cama y alfombras- y también para el apero -como

cojinillos, matras y peleras-.

29 Palabra utilizada en la zona como sinónimo de prenda.

126

“¡Y por ahí hacía también para los chicos todo lo que necesitábamos! […] ¡Para

abrigo! Ponchos y matra [Sic]…Matrones también…Lo que hacía falta. […]Sí. Pero

ahora ya, ya no vendo peleras, porai [Sic] hago para los muchachos nomás, para uno,

para la casa.” Entrevista a Florinda Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef,

2008.

“Claro, para hacerle la pelera y esas cosas [a mi marido]. Y también yo tengo cuatro

hijos, y ya también ellos empezaron que querían peleras, que querían barrigueras…Así

que sí o sí tengo que tejer. Claro, sino lo tenían que comprar ellos.” Entrevista a

Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Hoy día las artesanas y sus familias visten prendas de diseños provenientes de la moda

extranjera y confeccionadas con materiales de origen industrial. Sin embargo, algunas

mujeres nos han relatado que cuando eran pequeñas utilizaban las prendas realizadas

por sus madres y abuelas:

“Yo hilé toda mi vida…desde chica…porque mi mamá cuando nos crió, nos crió con

ropa de lana, y me enseñó a hilar, a criar los chicos, y así…Sí! Y antes que venían esas

bolsas de harina que traían la tela blanca…con esa nos hacía la ropa interior ella…y

después nos hacía los ponchos…” Ercilla Fuentes, artesana, Gan Gan, 2008.

No hemos visto el uso de aquella indumentaria descripta en los documentos del siglo

XIX ni en épocas anteriores. Sólo los ponchos, las mantas, las fajas y los cintos se

continúan usando en la actualidad. Esta práctica ya la describía Kermes en 1893:

“No conozco los vestidos o trajes originales porque ya se visten a la moderna; ahora

solamente hacen uso de las fajas antes descriptas para adornar sus caballos.”

También Onelli en 1916 nos ofrece la siguiente fotografía que describe así:

“La familia indígena que aparece en el otro cliché es la misma que vivía en ese toldo

con telar y bien demuestra por su vestimenta que para el uso propio gasta las telas de

los telares mecánicos europeos, mientras que a la izquierda ese pedazo de hombre

europeo, a caballo, que yo adrede no quise enfocar, para obtener tan sólo el grupo

indígena, demuestra en el fragmento de la montura que aparece en la fotografía que es

el cristiano, más rico y por lo tanto más lujoso, el que usa como matra el producto de

los telares indígenas.” (Onelli, 1916:24)

127

Vestimenta de familia aborigen. “Orillas del Río Sehuen, Santa Cruz. 1895” (Onelli, 1916: 24)

Hoy en día, en algunas ocasiones especiales como cumpleaños, casamientos,

nacimientos, etc. estas confecciones son otorgadas como regalos a familiares o vecinos

que gustan de estos presentes:

“Si sé que le gusta una artesanía, sí [se la regalo]. Sino, no. Pero…de que mi familia sí,

tiene varios trabajos que he hecho yo, sí. Porque incluso ellos me compran para tener y

para decir después, esto lo hace mi hermana…mi hermana, casi la mayoría la tiene

ella.

[…] Porque por ejemplo mis sobrinos eh…usan ponchitos, viste. Eh…los ponchitos

que…eh…entonces ellos con eso dicen… Esto lo hace Ivana. Y a mí me sirve porque

viste que después de ahí vienen los encargues…” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y

maestra, Cushamen, 2007.

Dos textos escritos hacia finales del siglo XIX dan cuenta de la importancia que

acreditaban los textiles como obsequios:

Lucio V. Mansilla relata en Una excursión a los indios ranqueles (publicada en 1870)

que el cacique Mariano Rosas le obsequió su poncho, realizado por su mujer principal,

prometiéndole que en caso de guerra entre los huincas y los Pampas, a él no lo matarían

siempre que llevase puesto el poncho regalado. Relata Mansilla:

“El poncho tejido por la mujer principal es entre los indios un gaje de amor; es como el

anillo nupcial entre los cristianos.

Cuando salí del toldo y me vieron con el poncho del cacique, una expresión de sorpresa

se pintó en todas las fisonomías” (Mansilla, 2006 (1870): 96)

128

Estanislao Zeballos en su Viaje al país de los Araucanos (publicado en 1881) habla del

recado que recibió como regalo de su amigo el coronel Leyria, a su paso por Azul:

“Compónese de un cuerito de oveja que se pone sobre el lomo del animal, del lado de

la carnaza, para evitar que el sudor moje las bajeras que le siguen.

Las bajeras son dos o tres jergas y preferentemente lo que se llama marras, tejido

grueso de lana de 1m por 0m50, salido del telar de los indios, de gran mérito y

demanda, que protegen al caballo y sirven de excelente y abrigado colchón al viajero.“

(Zeballos, 1994: 148)

Numerosos relatos a partir del siglo XVI evidencian el destino de los tejidos como

medio de cambio entre los diferentes grupos aborígenes y, a partir del establecimiento

de las colonias, entre éstos y los colonos:

Algunas cartas de Juan de Garay de 1582 y 1583, recogidas por Eduardo Madero,

narran un viaje de exploración por mar a una distancia de más de 60 o 70 leguas del

puerto de Buenos Aires en donde hallaron aborígenes que se abrigaban con “ropa de

lana muy buena” que conseguían en la Cordillera. (Madero, 1939:271 citado por

Chertudi y Nardi, 1962:169)

Furlong cita una cuenta que los jesuitas tenían con un pulpero hacia el año 1747 en

donde se registran los productos remitidos por los Pampas para ser vendidos en Buenos

Aires. Entre ellos hay una entrega de

“106 pares de botas, 6 guacipiguas [¿?], cien riendas, 10 ponchos, una manta”;

también “22 ponchos, 30 piedras besares, 96 pares de botas, 19 riendas, 4 guacipiguas,

1 cuero de tigre y 2 mandiles”; y posteriormente“57 ponchos, 193 pares de botas, 18

plumeros, 60 riendas y otro saco más de ellas sin abrirse. Un saco de porotos, 8

guacipiguas, 1 cuero de guanaco, 5 mandiles, 1 manta, 30 piedras besares. En sept.

1746 se le entregaron 55 pares de botas, 15 guacipiguas y 5 pares de estribos de

bronce”. (Furlong, 1954: 55-58).

Sanchez Labrador, en 1772, sostiene que los españoles iban a entregar aguardiente a los

indios a sus propias tierras en forma de pago de los tejidos de lana, ponchos y mantas.

Asegura que los indios puelches no tejían la lana, sino que la compraban a los mapuches

y pehuenches para mantener el comercio con los españoles. (Sánchez Labrador,

1936:40, 164, 165, 175, 177).

En su nota número 41 de la obra de Sanchez Labrador, Furlong refiere que los indios

Pampas llevaban a los Aucas o araucanos yeguas que cambiaban por ponchos, los

cuales a su vez los canjeaban a los españoles por vino y aguardiente (1936:200).

129

En su relato de su viaje por América entre 1781 y 1801, Azara sostiene que él no vió a

los llamados Aucas, pero le han dicho que los indios Pampas compraban o permutaban

ponchos de lana a los indios de la cordillera de Chile, los cuales, junto con otros

artículos propios los vendían o permutaban en Buenos Aires. (Chertudi y Nardi, 1962:

170).

Gillespie, oficial británico prisionero entre 1806-07 en Buenos Aires afirma que en

Salto de Areco los indios pampas vendían “ponchos de estambre fuerte, teñidos de

negro y rojo, concluidos como para desafiar la lluvia” (Gillespie, 1962:170)

Vidal también refiere al intercambio entre Pampas y criollos en Buenos Aires. (Vidal,

1962:170)

En su Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, Darwin escribió en 1833:

“En las tiendas ví muchos artículos, tales como aparejos de montar, cintos y polainas

tejidos por las indias. Los dibujos eran realmente preciosos y los colores brillantes, y

en cuanto a la obra de mano, alcanzaba tal grado de perfección que un comerciante

inglés de Buenos Aires los creyó fabricados en Inglaterra, hasta que halló las bolas

sujetas con cuerdas hechas de tendones” (Darwin, 1833:145).

En el pasado, además del uso dentro del hogar y para el apero, los tejidos tenían otros

destinos como el trueque o la venta para obtener aquellas provisiones que las familias

no podían producir.

Barbará escribe en el año 1856 que la mujer tiene la obligación de hilar y tejer para

vestir al marido y a sus hijos. Pero sostiene también que venden estos tejidos para

comprar comestibles, principalmente aguardiente. Tanto este autor como Moussy hacen

referencia al comercio entre pampas y criollos en Buenos Aires, e incluso Moussy

sostiene que antiguamente algunos pampas se asociaban con un comerciante para

exponer sus productos en las pulperías de Buenos Aires. Para el momento en que él

escribía (1860) ya no era común esta usanza, y en cambio los vendedores ambulantes

iban a comprar la mercadería al territorio indio entregando a cambio artículos de

fabricación extranjera. (Chertudi y Nardi, 1962:172)

Como podemos apreciar, es una idea errónea aquella que sostiene que la confección de

tejidos en los tiempos previos a la colonización europea estaba destinada

exclusivamente al uso de la familia o miembros de la comunidad.

Pascual Coña, en su autobiografía escrita por Moesbach hacia 1936 relata:

130

“Nuestros compañeros argentinos adquirieron de un caballero un piño de yeguas;

nuestros mocetones vendieron sus tejidos y compraron también yeguas.” (Moesbach,

1936:322)

Ya en el silgo XX, Taullard sostiene:

“Los araucanos dan el nombre de “choapino” o “chanuntuco” que quiere decir

“echar al suelo” a unas hermosas alfombras, muy solicitadas por los turistas que

visitan el país vecino.” (Taullard, 1949:78)

Y más adelante agrega:

“Los tejidos pampas son de una resistencia extraordinaria y por esto son muy

buscados.” (1949:93)

Y no sólo los tejidos eran destinados al intercambio, también la materia prima podía

tener el mismo fin, tal como sucede en la actualidad:

“Hacia los meses de Octubre y Noviembre trasquila su rebaño, vende una parte de su

lana y guarda la otra para las necesidades de la ruca y para la confección de tejidos

destinados a la venta.” (Joseph, 1931:6)

“En primavera esquilan las ovejas, venden o intercambian la lana, reservándose una

parte para las necesidades de la “ruca” [casa] y muy principalmente para la

confección de tejidos destinados a la venta.” (Taullard, 1949:67)

Venta de vellones de lana en verano. Aldea Epulef, Chubut. 2008

Hoy en día los tejidos continúan siendo un bien de cambio para satisfacer algunas

necesidades familiares:

131

“Lo hago porque me gusta y otra es porque…o sea, es… es mi trabajo en realidad.

Vivo de esto. O sea… prácticamente eh…es…mi ingreso que tengo, todo, cada vez que

vendo mis trabajos.” Entrevista a Ivana Curilen, artesana y maestra, Cushamen, 2007.

“Pero eso para hacer para nosotros primero empecé…Después como ví que ya era ya

más…necesitábamos…entonces hacía matrones para vender.” Entrevista a Florinda

Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

En algunas ocasiones, las artesanas confeccionan textiles que, según han podido

corroborar a través de su experiencia y la de sus pares, son mayormente solicitados por

los compradores.

“Y…salir así y bueno, ver lo que sale más o….cuales son los laburos que salen más, si

son la…alfombra, si son los poncho… son las matras, los tapiz…hago…hago de todo

un poco, así surtido lo hago…Hago patine [Sic], hago alfombra [Sic], tejo caminito

[Sic][…] Hago lo que se vende…” Entrevista a Norma Jaramillo, artesana, Costa de

Ñorquinco, 2007.

En otras oportunidades, las prendas se elaboran a partir de pedidos directos que hacen

los clientes:

“Yo tejo todo, todo el tiempo, porque ahora había pensado en dejar un tiempo de

trabajar pero tengo mucho encargue. Tengo un chico que está allá en… en Río Turbio,

que fue con fajas y qué se yo cuánto…carteras…así que llevó el trabajo mío y entonces

fue a hacer propaganda. Y entonces me viene mucho encargue. Sí, así que ahora hago

lo que me piden nomás, tengo no sé cuántas…una faja hice, me faltan dos todavía

[risa], y además de eso alfombra, así que estoy…” Entrevista a Florinda Huentecoy,

artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

En los numerosos casos observados pudimos constatar que son exclusivamente las

mujeres quienes comercializan sus confecciones. Algunas formas de comercializar

continúan la antigua usanza, es decir, la venta o trueque se realiza en los boliches de los

campos, en los comercios de las ciudades, a comerciantes que circulan por la región, a

pobladores de la zona y a visitantes circunstanciales. En la mayoría de estos casos la

balanza de los beneficios está en un solo lado, una realidad que cuenta con lejanos

antecedentes:

“Los almaceneros reciben también muchos tejidos en pago de artículos de primera

necesidad y es fácil imaginar que sea a vil precio.” (Kermes, 1893:186)

Las características de las ventas de los textiles elaborados en la Comarca de la Meseta

Central del Chubut son las siguientes:

132

• “Boliches”30 en los pueblos o en el campo

La venta directa ocupa un mínimo lugar entre los recursos de comercialización de los

artesanos de la región. Pocos se encuentran en condiciones de asistir a ferias periódicas,

principalmente por la falta de recursos, por las inclemencias del tiempo y consecuentes

condiciones de los caminos. En contadas ocasiones practican el trueque con algunas

estancias vecinas y con “boliches” principalmente por provisiones. Estos trueques

resultan casi siempre beneficiosos únicamente para el bolichero:

“Cuando empezamos este…cuando empezamos vivíamos…por ahí vendíamos y por ahí

este…cambiábamos así por…por cosas que necesitábamos. […] Porque ellos…como

cuando uno necesita le pagan lo que ellos quieren. No lo que uno quiere…Eso es lo que

pasaba bastante.” Florinda Huentecoy, artesana y maestra, Aldea Epulef, 2008.

• Comerciantes de las principales ciudades de la provincia del Chubut y

provincias vecinas

Por lo antedicho, los textiles son vendidos en muchas ocasiones a comerciantes

oportunistas que van a la región a adquirir artesanías y que ven en la pobreza y en las

necesidades básicas insatisfechas de muchas artesanas una oportunidad para comprar

sus productos a un precio irrisorio.

“Y yo…que…por ejemplo si ellos vienen y yo les oferto y ellos no tienen ningún pero

para pagarme yo…ahora si ellos empiezan con que “no…esto es muy caro…que esto

no es tanto trabajo, que esto no te cuesta nada”, ahí ya no. Pero no me gustan los

modales así porque a uno le cuesta todo. Desde que te sentás a hilar la lana tenés

que…hasta terminarla, hasta hacer el telar. Así que…es por eso que, digo yo, el que te

desvaloriza el trabajo es como que…¡bah!¡Te lo desvalorizan porque ellos no saben lo

que es! ¡Lo que es estar ahí sentado y cuántas horas de trabajo!” Entrevista a Mónica

Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Estos compradores tienen sus comercios en las principales ciudades turísticas de la

provincia y provincias vecinas, tales como El Bolsón, Esquel, Bariloche y San Martín

de los Andes. En dichos comercios las prendas usualmente son vendidas a un precio que

duplica, triplica y en muchos casos cuadruplica el precio pagado a las artesanas.

30 Denominación local de los Almacenes de Ramos Generales.

133

• Personas que viven en la región y compradores que circulan por la zona

Las artesanas suelen recibir “encargues” o pedidos de confecciones por parte de los

trabajadores rurales para uso propio. Comúnmente las elaboraciones encargadas por

estas personas suelen ser ponchos, fajas y chalecos, así como también las peleras que

forman parte del apero.

“Las peleras, sí, se venden acá en la zona en donde estoy yo. Encargan porai [Sic].

[…]Sí, sí. Siempre se venden. Hay patrones que me encargan peleras, otros

barrigueras…” Entrevista a Mónica Lino, artesana, El Tropezón, 2008.

Otra forma de compra es la que realizan aquellas personas que gustan de las artesanías,

quienes contactan a algunas artesanas y les encargan trabajos para su propio disfrute.

Generalmente, en estos dos casos no existe la usura. Pero estas compras son

circunstanciales y sin garantía de continuidad.

• Ferias y comercios de las ciudades más cercanas a los sitios de residencia de las

artesanas

Algunas artesanas cuentan con la posibilidad de realizar viajes a las ciudades más

cercanas a sus residencias y vender allí sus artesanías en forma directa, es decir, a los

consumidores finales y evitar de esta manera a los intermediarios. Estas mujeres

elaboran sus tejidos durante el otoño y el invierno y, llegada la primavera, los llevan a

vender a las ferias y comercios de las ciudades cercanas. Esta movilidad estacional para

realizar los intercambios parece tener sus antecedentes, según nos cuenta Alfredo

Taullard:

“A veces se asocian algunas familias y, en medio de todo género de privaciones,

trabajan tal vez un año entero, para después, con sus tejidos, cargar un caballo y

venderlos en la provincia de Buenos Aires o cambiándolos por yeguas.” (Taullard,

1949:93)

Sin embargo, la mayoría de las artesanas, al no disponer de capacidad autónoma de

gestión, ven restringida su posibilidad de abrirse hacia otros mercados y por ello están

obligadas a realizar intercambios que, como se explicitó anteriormente, se caracterizan

por el abuso y la usura por parte de los compradores. A raíz de esto, han surgido en los

últimos años varias propuestas desde organismos oficiales nacionales y provinciales, así

como también proyectos de individuos preocupados por la problemática, que han sido

implementados con recursos, continuidad y resultados disímiles:

• La Casa de las Artesanas de Nahuelpan

134

Es una antigua casa del ferrocarril que se halla ubicada en el paraje Nahuelpan, cerca de

la ciudad de Esquel, y que actualmente es la Estación de tren Nahuelpan del Viejo

Expreso Patagónico. Esta casa comenzó a funcionar en el año 1996 a instancias del PSA

(Programa Social Agropecuario) y de la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad

de Esquel. En el año 1999 se inauguró el actual edificio de la Casa como salón de

exposición y ventas con aportes de la Provincia del Chubut y de la Administración del

Viejo Expreso Patagónico.

Desde ese momento y hasta el año 2002 funcionó en ese lugar el Mercado Artesanal

Chubutense, sostenido por el Programa de Desarrollo e Incentivo Artesanal de la

Provincia (PRODIA) y el PSA. Este mercado era una boca de expendio de productos

artesanales confeccionados con distintas materias primas por artesanos de toda la

provincia. En la actualidad sólo tiene en exposición productos textiles.

En esta Casa de las Artesanas se comercializan hilados y tejidos “elaborados por unas

40 artesanas provenientes de […] los parajes cordilleranos de Lago Rosario, Los

Cipreses (Depto. Futaleufú); Cushamen y parajes aledaños, Gualjaina y parajes

aledaños (Depto. Cushamen); Aldea Epulef y Colan Conhué (Depto. Languiñeo) y de la

ciudad de Esquel.” (López y Monzón, 2007:84-85).

El sistema de venta de los tejidos en este lugar fue, en un comienzo, a consignación a un

grupo de artesanas encargadas de la atención y venta en el lugar. Las prendas eran, y

actualmente continúan siendo, enviadas desde los diferentes lugares de residencia de las

mujeres a la sede del PSA en Esquel y de allí son trasladadas a Nahuelpan.

El PSA cumplió durante todo el tiempo funciones de asesoramiento sin intervenir en la

comercialización directa. Actualmente, la atención y venta está a cargo de una única

artesana que vive en el paraje Nahuelpan, Clotilde Huenchuman y de su sobrino,

quienes efectúan los traslados de productos desde Esquel a Nahuelpan y del dinero de

las ventas desde Nahuelpan a Esquel.

El sistema de adquisición de las artesanías sigue siendo la consignación, lo cual

ocasiona algunos inconvenientes tales como:

- Desconfianza de las artesanas por dejar sus productos sin recibir nada a cambio

en el momento, así como tampoco la garantía de venta.

- No satisfacción de la necesidad de contar con dinero en el momento de la

entrega de la prenda y de esta manera poder cubrir algunos requerimientos

inmediatos.

135

“Hubo épocas en donde no se vendía nada. Entonces, como no se vendía nada había

prendas que estaban colgadas ahí meses, no se vendía nada.

[…] Y entonces las artesanas…se generaba toda una cuestión de desconfianza […] En

el mes de enero, una semana estuvo cerrado el mercado porque no había artesanías y

había tantos turistas, tanta gente que la demanda superaba ampliamente a la oferta.”

Entrevista a Silvia López, Referente de comercialización y de evaluación de Proyectos,

PSA sede Esquel, Esquel, 2007.

Otra dificultad que se plantea en este destino es el envío de las prendas a la Casa y del

dinero obtenido por la venta a las artesanas. Las distancias que median entre los lugares

de residencia de éstas y la Casa de Nahuelpan, la carencia en muchos parajes de

transporte público que los vincule a las localidades incluso más cercanas, la usual

imposibilidad de contar con recursos particulares para movilizarse y el habitual clima

riguroso de la región, son factores que dificultan tanto el traslado de las artesanas y sus

productos como el dinero obtenido por los mismos. Es por ello que se hace necesaria la

intervención de los trabajadores del PSA para estos desplazamientos. Sin embargo, esta

tarea no siempre es posible de llevarla a cabo en forma sistemática y continua.

La deficiencia de este sistema en un aspecto tan fundamental ocasiona que el mismo

pierda relevancia para muchas artesanas de la zona, quienes ven frustrado el logro del

principal objetivo de su producción: el aporte de dinero para la supervivencia familiar.

Por otra parte, quienes adquieren los productos en este destino son turistas, y sus

compras se orientan casi exclusivamente a las pequeñas y medianas confecciones

realizadas a “dos agujas” o a “palillo”, tales como medias, gorros y sweters. Las

elaboraciones a telar resultan más difíciles de vender, principalmente las de gran tamaño

como los ponchos, las alfombras y los tapices grandes por su elevado costo en relación

a las citadas. Además, la mayor parte de las prendas confeccionadas a telar están

pensadas para su uso en el ámbito rural, tales como las matras, las peleras, las fajas, etc.

Si bien estas confecciones pueden ser adaptadas para su uso en una casa urbana (los

cojinillos y peleras se usan como alfombras, las matras como grandes tapices, etc), los

turistas principalmente desean un recuerdo de la zona o un pequeño regalo para llevar a

sus seres queridos, por lo que una inversión en este tipo de prendas les resulta excesivo.

Los precios de las elaboraciones son definidos por las mismas artesanas con la

orientación de trabajadores del PSA, quienes realizan estudios de mercado y de costos

para tal fin. Muchas veces la artesana decide que el precio de su prenda es negociable,

es decir, que está dispuesta a venderla a un precio menor si el comprador así lo solicita,

136

siempre y cuando esta rebaja no sea abusiva. Esta negociación se da casi

exclusivamente en las prendas tejidas en telar, las cuales, como se dijo anteriormente,

son las más costosas. Quien lleva a cabo dicha negociación es la persona encargada de

la atención de la Casa de las artesanas de Nahuelpan.

Al precio de la prenda estipulado por su realizadora se le agrega entre un 10 y un 15%,

el cual es destinado para el mantenimiento de la Casa y para gastos de movilidad de la

persona encargada de la atención a los visitantes:

“Sacan un porcentaje que es para mantenimiento de la casa.[…] [Secretaría de]

Cultura siempre les dice que no, que no tienen que sacar, pero en realidad, como nunca

les terminan de mandar para que se mantengan, sacan un porcentaje con el cual la

vendedora paga los viajes a Esquel para traer las…para buscar las artesanías y para

pagar…y paga, bueno…las cosas de la luz, el tema de los papeles que necesitan para

usar en la casa, la limpieza, la leña, porque por ahí se quedan colgadas sin leña…”

Entrevista a Silvia López, Referente de comercialización y de evaluación de Proyectos,

PSA sede Esquel, Esquel, 2007.

A partir del año 2003, con la finalización de la convertibilidad en la economía del país,

la gran afluencia de turistas al mercado de Nahuelpan permitió un aumento sostenido de

las ventas, las cuales se incrementan considerablemente en los meses vacacionales. Por

otra parte, La Casa de las Artesanas constituye un punto de venta estratégico al no tener

competidores, una situación que sí se da en las ciudades en donde hay numerosos

comercios dedicados a la venta de productos regionales de diferentes confecciones.

Sin embargo, el crecimiento en las ventas sólo se da en las elaboraciones

confeccionadas a “palillo”, continuando estancada la venta de las realizadas a telar. Por

tal razón, muchas artesanas se vuelcan cada vez más a la realización de aquellos tejidos

que tienen más posibilidades de ser vendidos.

• El Museo Leleque

A raíz de un proyecto presentado -y ejecutado- por Débora Finkelstein en el año 2000 a

la Fundación Ameghino, dicha Fundación inició la compra de artesanías,

principalmente -aunque no exclusivamente- provenientes de la región de Cushamen

para ser vendidas en las instalaciones del Museo Leleque, ubicado en el paraje

homónimo a la vera de la ruta 40. Este sistema consistía en la compra contra entrega y

con pago en efectivo de las confecciones realizadas por las artesanas. Para su venta a los

visitantes del Museo, se agregaba un 20% al precio establecido por las artesanas: el 15%

137

del mismo era destinado a los caseros del Museo y el 5% restante era proveído a la

Fundación, el cual era utilizado para solventar los gastos de los traslados a los parajes,

casas dispersas en los campos y pueblos del Departamento Cushamen, y de esa manera

efectuar la compra de los productos a las artesanas.

Con recursos propios provenientes de la venta de entradas al Museo, la Fundación

también financió numerosas capacitaciones dictadas por artesanas reconocidas por las

comunidades locales y permitió la recuperación de algunas prendas y diseños que se

habían dejado de realizar en la región, tales como los ponchos con terminaciones y

diseños de gran calidad, los cojinillos y las matras. Asimismo otorgó becas a las

mujeres interesadas en el aprendizaje de las tareas textiles y facultó la compra de

insumos tales como lana, ruecas, leña y jabón. Pero por sobre todo, la acción de esta

Fundación apuntaló y favoreció formas organizativas propias de las artesanas.

Los productos vendidos por la Fundación eran principalmente aquellos confeccionados

en telar, tales como ponchos, alfombras, tapices, peleras, cojinillos, fajas, etc.

Asimismo, algunas confecciones fueron adquiridas por la misma entidad para su

exposición en las diferentes salas del Museo.

La venta de artesanías a este destino mantuvo su continuidad durante siete años, luego

de los cuales -y debido a los efectos contables de la Fundación- fue necesario que las

artesanas emitieran facturas al momento de vender sus elaboraciones a la misma. Esta es

una de las razones por las que las artesanas se integraron a una cooperativa conformada

por los productores minifundistas de la región (la Cooperativa Agropecuaria de

Productores Cordilleranos del Río Chubut”) y al “Proyecto Tierradentro” (del cual se

hablará más adelante). Esto les permitió a las artesanas – y les permite en la actualidad -

vender sus productos con facturas y a la vez centralizar sus elaboraciones bajo una única

marca. De esta manera, la Fundación Ameghino ya no lleva a cabo gestiones

relacionadas con la compra de productos en el territorio y a cada artesana en forma

individual, sino que se constituyó en un comprador directo de “Tierradentro”, un

proyecto en cuya elaboración participaron los productores y artesanos/as de la región.

Paralelamente, en la actualidad, la Fundación sigue colaborando con el sector a través

de algunas compras de insumos y acciones de capacitación.

• Secretaría de Cultura de la Provincia de Chubut

En el año 2004, y a través de la ley provincial 5226, se creó el Programa de Desarrollo e

Incentivo Artesanal (PRODIA), el cual en la actualidad es llevado a cabo por la citada

138

Secretaría. Si bien dicho Programa estaba siendo implementado hacía ya diez años por

la Secretaría de Desarrollo Social provincial, la promulgación de la ley del año 2004 le

dio un carácter legal al mismo a la vez que fue asignado a la actual Secretaría de Cultura

provincial.

Según nos informaron algunas artesanas, trabajadores sociales e investigadores de la

región así como también la Jefa del Departamento de Artesanías de la citada Secretaría,

Sra. Susana Bustos, las compras realizadas por el PRODIA a los artesanos de toda la

provincia a lo largo de esos diez años fueron escasas. Por otra parte, no quedaron

registros de esa gestión que puedan ser utilizados como estudios de reconocimiento o

diagnóstico, así como tampoco los resultados de los supuestos relevamientos

efectuados.

En la actual gestión, el PRODIA orienta su accionar hacia la formación de nuevos

artesanos y la creación de una salida laboral para los mismos. Sus objetivos ulteriores

son evitar el despoblamiento de la provincia por la emigración de las generaciones más

jóvenes y la promoción de las pequeñas localidades como centros productores de

artesanías. Para estos fines, y junto con fondos provenientes del Consejo Federal de

Inversiones, financia numerosas capacitaciones que se llevan a cabo en diversas

localidades de la Meseta y colabora con el otorgamiento de materias primas y

herramientas de trabajo.

Hasta el momento, el PRODIA dispone de una única boca de expendio de artesanías

que se encuentra en su actual sede, en la ciudad de Rawson. Los productos allí

exhibidos para su venta al público en general son adquiridos a los artesanos y artesanas

de toda la provincia de Chubut, incluyendo las grandes ciudades. Las ventas realizadas

en ese lugar son facturadas gracias a una autorización especial de la AFIP

(Administración General de Ingresos Públicos) que otorgó al Programa un CUIT (Clave

Unica de Identificación Tributaria) exento de tributación, lo cual le permite a PRODIA

realizar ventas a comercios y distribuidores.

La actual gestión del Programa ha realizado una sola compra a los artesanos y artesanas

provinciales de cincuenta mil pesos que fue efectivizada por etapas en el año 2006 y

tuvo una duración total de cinco meses. Esta primera y única compra fue llevada a cabo

por funcionarios provinciales, algunos de ellos relacionados con la Secretaría de

Cultura. La modalidad de esta compra fue la siguiente: mediante anuncios radiales se les

informó a los pobladores de cada región la fecha y hora de la visita de esos funcionarios

a los centros poblacionales. En esos anuncios se les solicitaba a los respectivos

139

pobladores que llevasen sus productos artesanales para venderlos a dichos funcionarios.

Las compras fueron efectuadas con dinero en efectivo, el cual fue entregado en ese

momento. Sin embargo, esta acción no tuvo continuidad.

Actualmente algunos artesanos se trasladan hasta Rawson para ofrecer sus productos a

la Secretaría pero ven frustradas sus expectativas de venta porque este organismo dejó

de recibir recursos para tal fin.

“…para eso nosotros necesitamos otro sistema operativo contable y para eso

estaba…el secretario está trabajando para que el programa tenga una cuenta especial.

Entonces, con una cuenta especial, el programa puede comprar, vender, comprar,

vender…que esa cuenta sea para compra de artesanías nada más. Todo lo demás se

maneja con el presupuesto de la Secretaría, pero para lo que es compra de artesanías,

compra y venta que haya una cuenta que le va a dar más margen. Entonces vos

comprás, por lo menos, cuatro medias, no tenés que esperar que abran un expediente

para empezar a comprar artesanías de nuevo. Vos tenés el dinero y vas reponiendo o

vas buscando el producto que te están pidiendo. Entonces a eso se apunta, que todavía

no lo tenemos.” Entrevista a Susana Bustos, Jefa del Departamento de Artesanías de la

Secretaría de Cultura de Chubut, Rawson, 2007.

• Tierradentro

Debido a las múltiples dificultades observadas en la comercialización de los productos

artesanales elaborados en la región de la Comarca de la Meseta Central del Chubut y a

instancias de una solicitud concreta de distintos artesanos, jefes comunales y

funcionarios del gobierno provincia, Débora Finkelstein diseñó y presentó al Ministerio

de la Producción Provincial en el año 2005 un proyecto denominado “Desarrollo de

Artesanías de Alta Calidad con Diseños Basados en la Cultura e Identidad Comarcal”.

Este proyecto fue conformado a partir de una base participativa, es decir, se recorrieron

los diferentes pueblos y parajes de la región para consultar a sus pobladores sobre sus

necesidades y demandas, y en base a ellas -y junto al conocimiento acumulado por el

trabajo efectuado en el marco de las acciones de la Fundación Ameghino- fue diseñado.

El mismo fue aprobado ese mismo año, pero los primeros recursos de su financiamiento

fueron recibidos recién en el mes de agosto del año 2006, luego de numerosas trabas

burocráticas y un importante recorte en su presupuesto.

Hasta el momento, entre otros numerosos desarrollos -tales como los subsidios

otorgados a las artesanas para que puedan capacitarse en el cálculo de los precios de sus

140

productos, la construcción y consolidación de una cadena de valor en la producción

textil en la comarca y la compra de instrumentos para la elaboración de los tejidos-

dicho proyecto permitió la prefinanciación de gran cantidad de artesanías en la región,

entre ellas las textiles. Esta prefiananciación consiste en la entrega del 100% del precio

del producto a las artesanas en el momento en que ellas entregan su confección, aunque

su venta real es realizada al momento de ser facturada.

En el marco de este proyecto también se desarrolló el diseño de una marca

(Tierradentro) que representa a las elaboraciones artesanales de quienes se agrupan en la

“Cooperativa Agropecuaria de Productores Coordilleranos”, citada anteriormente. A

través de la marca Tierradentro, entonces, se centralizan y facturan los productos

elaborados por los artesanos y artesanas de la Comarca. Esta organización permite

también realizar adelantos de prefinanciación cuando los artesanos/as necesitan dinero,

quienes a su vez se comprometen a entregar sus elaboraciones en los plazos convenidos.

Por otra parte, el proyecto “Desarrollo de Artesanías de Alta Calidad con Diseños

Basados en la Cultura e Identidad Comarcal” también permitió el otorgamiento de una

pasantía a quien esto escribe para obtener información actual e histórica sobre las

elaboraciones textiles en la región. La obtención y elaboración de dicha información ha

sido y es empleada para múltiples fines: para la confección de los textos que acompañan

a los elementos promocionales de la marca de la cooperativa de los artesanos; para la

realización de cartillas impresas informativas destinadas a los artesanos de la zona; para

la confección de informes utilizados en el proyecto con el fin de diseñar intervenciones

en la Comarca que respeten la idiosincrasia de las artesanas, entre otros.

Las ventas de las artesanías son realizadas a través de bocas de expendio como el

Museo Leleque, de una cartera de clientes propia -consistente tanto individuos

particulares como casas de comercio dedicadas a la comercialización de este tipo de

prendas en distintos puntos del país- y de un local en el “Centro de Actividades de

Montaña La Hoya” en Esquel que funcionó durante la temporada invernal 2007.

Junto a las ventas de las confecciones textiles realizadas en la región de estudio se

ofreció a las personas parte de la información volcada en el presente trabajo con el

objetivo de divulgar la importancia social (cultural y económica) de tal producción

textil.

Si bien continúan siendo numerosos los inconvenientes para el correcto y pleno

desarrollo del proyecto, se continúan buscando otros mercados posibles para la venta de

las artesanías textiles que permitan una continuidad de la producción y favorezcan de

141

esta manera el mantenimiento del acervo cultural de las artesanas y su desarrollo

económico sostenible.

Como se puede inferir de lo hallado hasta el momento y descrito anteriormente, desde

los altos organismos oficiales que tienen injerencia en la actividad artesanal de la zona

se realiza la promoción de actividades que favorecen el desarrollo autogestionado y

sustentable de los artesanos. Sin embrago, la falta de trabajo en conjunto entre los

distintos organismos que trabajan en el tema, las numerosas exigencias burocráticas

emanadas desde la organización estatal y la discontinuidad en la asignación de recursos

anunciados desde los organismos oficiales menoscaban el cumplimiento de los logros

propuestos. Paralelamente, se favorecen actividades que sirven para promover una

buena imagen de la gestión oficial de turno pero que poco inciden en la mejora de la

calidad de vida de los pequeños productores y artesanos/as de la Meseta Central del

Chubut. Muchas de las acciones llevadas a cabo desde el estado provincial tienen como

objetivo la obtención de resultados a corto plazo, como las actividades de asistencia que

satisfacen algunas necesidades en lo inmediato pero que dejan sin resolver problemas

profundos y de larga data, logrando una dependencia de las familias más humildes de la

caridad estatal y generando un clientelismo basado siempre en la necesidad de satisfacer

los requerimientos básicos para la supervivencia.

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ENTREVISTAS DEL CAPÍTULO:

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9. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES

A partir de lo expuesto a lo largo de este trabajo estamos en condiciones de responder a

la pregunta principal que motivó el desarrollo del mismo: ¿Existe en la Comarca de la

Meseta Central del Chubut una producción textil de similares características a las

descriptas por las fuentes escritas en la antigüedad para las regiones de Araucanía,

Pampa y Patagonia?

Sí, hemos corroborado la perdurabilidad en el tiempo de los elementos, las técnicas y

los instrumentos descriptos en los documentos arqueológicos e históricos, aunque con

algunas variaciones, las cuales están dadas por:

- la incorporación de utensilios de producción reciente y foránea que facilitan

algunas labores, como las ruecas, las anilinas y el bastidor metálico empleado en

la confección del tejido pampa.

- la realización de algunos procesos, tales como la extracción del pelo de guanaco

sin recurrir al enterramiento del cuero (sobre lo cual hay documentado un único

caso), el lavado de la lana luego de su hilado y la ausencia de rotación del telar

“mapuche” durante la confección del tejido.

145

- la ejecución, en algunas ocasiones, de la actividad textil en lugares asignados por

el estado para tal fin.

De esta manera, evidenciamos que la actual producción textil en la región presenta

rasgos de permanencia y cambio en relación con los documentos históricos analizados.

En cuanto a la utilización de las anilinas industriales, su incorporación en la producción

textil desde las primeras décadas del siglo XX puede ser considerada tanto como una

incorporación reciente -si tenemos en cuenta lo descrito por los documentos históricos

más antiguos- pero también como parte del saber tradicional de las artesanas, si

consideramos que su uso se remonta a más de un siglo atrás. Por lo tanto, este empleo

de las anilinas puede ser considerado un cambio como así también una permanencia,

dependiendo ello del enfoque con el que se aborde la cuestión.

Hoy como en el pasado, la elaboración de los tejidos es efectuada por las mujeres,

quienes transmiten sus conocimientos en forma oral y mediante la imitación gestual, de

generación en generación, usualmente dentro del ámbito familiar. Si bien el interés por

el aprendizaje de estos conocimientos se vió fuertemente mermado por el descrédito en

que cayeron ya en el siglo XIX todas las actividades relacionadas con las culturas

aborígenes, en años recientes ha renacido dicho interés fundamentalmente por su

valoración desde los ámbitos del poder. Ello ha favorecido el mantenimiento de un

canal vivo de transmisión de componentes básicos antiguos vinculados al sistema de

valores y a las pautas cognitivas de estas comunidades.

Otro de los objetivos de esta investigación fue la detección de los lugares de la Comarca

de la Meseta Central en donde se concentran la mayor cantidad de mujeres dedicadas a

la actividad textil: se ha podido determinar que en la actualidad ellos son las

proximidades de las Comunas Rurales Cushamen, Aldea Epulef y Gan Gan. En las dos

primeras se realizan actividades de hilado, teñido y tejido mientras que en Gan Gan sólo

se realizan hilados. Si bien en el resto de la región también se identificaron artesanas

dedicadas a esta producción, la proporción en relación a la población de cada lugar es

menor.

En cuanto al proceso textil, hemos observado que se encuentra conformado por varias

etapas: la obtención de las materias primas, el hilado, el teñido y el tejido. En cada una

de estas etapas intervienen la aplicación práctica de ciertos conocimientos técnicos así

como también aspectos importantes de la creatividad. Si bien las técnicas, los

instrumentos y los procedimientos utilizados por las mujeres de los distintos lugares de

la región son los mismos, cada trabajo denota ciertas particularidades asociadas a la

146

"especialidad" textil que posee, tanto en términos del dominio de una técnica como de

su habilidad para la realización de una tarea específica y de la estética de su labor.

Aunque no es posible aseverar que exista una especialización de las mujeres en cada

una de las etapas que conforman la cadena de producción textil, hoy parece

vislumbrarse una tendencia hacia eso.

Por otra parte, detectamos que en esta producción entran en juego aspectos importantes

de la existencia de las mujeres como lo económico, lo social y lo cultural, por lo que la

elaboración de los tejidos se integra como un “hábito” a todas las acciones de sus vidas.

Como en el pasado, la confección de los textiles les otorga a las mujeres un especial

reconocimiento por parte de sus pares comunitarios. Asimismo, resulta un disparador

afectivo poderoso que crea fuertes lazos entre las artesanas, quienes se reconocen como

miembros de una misma comunidad, con una historia en común y con una identidad

propia.

Esta identidad se revela como heredada pero también como construída –no inventada- a

partir de la relación entre sus valores, las situaciones históricas y los intereses, tanto del

poder político como de las artesanas. Es por ello que decimos que las identidades

exceden el ámbito de la cultura para ubicarse en la compleja trama de las relaciones

sociales, políticas y económicas, consideradas en su tiempo y en su espacio.

De la misma manera, la identidad de los textiles es refuncionalizada y resignificada en

función de los intereses de las artesanas y de los sectores sociales hegemónicos. Los

tejidos poseen un sentido para las artesanas que es diferente del que le otorgan las

personas ajenas a sus comunidades. Sin embargo, al momento de acordar una identidad,

los textiles son denominados “mapuches”, una identificación que -como fue explicitado-

resulta favorable a ambas partes.

En cuanto al aspecto económico, hemos detectado que hoy como en el pasado, las

artesanías textiles constituyen un recurso suplementario de los ingresos de las familias

campesinas de la región de la Comarca de la Meseta Central del Chubut. Algunos de sus

destinos continúan siendo los mismos: la familia, los “boliches”, las personas que

trabajan en las zonas rurales más próximas y los comercios de las ciudades. Otros son

de origen reciente, como los museos o los organismos estatales. En estos últimos casos,

así como con los comercios urbanos, el impulso para la compra de textiles está dado por

el incremento del turismo nacional, pero por sobre todo, extranjero. Hemos percibido

que la preferencia estética de los compradores incide fuertemente en la confección de

los tejidos: las artesanas quieren vender su producción y para lograr ese objetivo deben

147

adaptarse a los gustos de sus clientes –en diferentes grados de acuerdo a los valores

personales- lo cual nos retrotrae al tema ya tratado de la identidad: estos textiles son una

herencia ancestral al tiempo que una adaptación a las actuales circunstancias de sus

hacedoras. De esta manera, acervo cultural e intereses económicos se combinan y

adecuan mutuamente para generar la actual identidad de las artesanas y de sus

elaboraciones.

Son varios los planes que han sido implementados desde algunas entidades

gubernamentales y no gubernamentales para ampliar las posibilidades de venta de los

productos textiles: La Casa de las Artesanas de Nahuelpan, El Museo Leleque, La

Secretaría de Cultura de la Provincia de Chubut y Tierradentro son los proyectos que,

según hemos detectado, se encuentran funcionando en la actualidad. En general, las

acciones llevadas a cabo por estos proyectos favorecen el desarrollo autogestionado y

sustentable de los artesanos. Sin embargo, al momento de implementar las propuestas,

se ha observado que existen dificultades en la distribución de los recursos para lograr

algunos fines planteados. Uno de ellos es la continuidad en la compra -a un precio justo-

de los productos artesanales, un aspecto de fundamental importancia para la

supervivencia económica de las familias de la región y también de sus saberes. Es así

que, si bien se percibe un aumento en la valoración de la actividad textil autóctona y de

quienes las realizan, y existe un crecimiento en la calidad de vida de los pequeños

productores y artesanos/as de la Comarca de la Meseta Central del Chubut, en la

actualidad este desarrollo no cuenta con la seguridad de su continuidad debido

principalmente a la burocracia estatal, la cual dificulta la prosecución de las acciones

proyectadas desde algunas de las entidades ya citadas.

Entonces, a lo largo del trabajo estudiamos y comparamos las características del proceso

de producción textil, la transmisión de este saber y el destino de sus productos en la

Comarca de la Meseta Central del Chubut en la actualidad y en el pasado; abordamos el

tema de la identidad y la problemática del desarrollo de las comunidades estudiadas

desde un punto de vista que las enmarca dentro del contexto de las relaciones políticas,

económicas y sociales propias de la sociedad nacional y también internacional. Esto fue

así planteado porque entendemos que quienes se reconocen como indígenas o

descendientes de ellos son parte de la sociedad toda y no un fenómeno marginal, y que

por lo tanto no puede delinearse una política indígena sin insertarla en la cuestión más

amplia de las políticas públicas. Si bien resulta claro que existen especificidades que

hacen que puedan considerarse la existencia de grupos sociales diferentes, se entiende

148

que el suponerlos cerrados en sí mismos, cohesionados y homogéneos (tal como se los

ha abordado hasta hace algunos años desde los estudios académicos) puede tener varias

implicancias: por un lado, evadir el compromiso de entender que somos parte de la

misma sociedad que el grupo en cuestión; por otro lado, impedir la comprensión de

numerosas de sus problemáticas, corriendo el riesgo de explicar su situación de

subordinación en base a las diferencias, legitimando así de alguna manera la

desigualdad.

Esta es la razón principal por la que consideramos de fundamental importancia llevar a

cabo -junto al actual desarrollo del proyecto productivo Tierradentro- la difusión y

adaptación de los resultados de esta investigación a los medios educacionales y de

comunicación. Creemos que es necesario dar a conocer la existencia actual de una

producción textil en la Comarca de la Meseta Central del Chubut de características

particulares cuyo origen se remonta a tiempos lejanos y cuya importancia, hoy como en

el pasado, es fundamental para la supervivencia económica y cultural de las familias que

participan en ella. Asimismo, creemos que es substancial promover la comprensión de

que esta producción ha logrado perdurar y es construída día a día a lo largo de la

historia, y que por lo tanto está enmarcada y condicionada por relaciones estructurales.

De esta manera, esperamos evidenciar que la cuestión indígena no se agota en el respeto

a las diferencias culturales, sino que implica la definición y ejecución de políticas que

garanticen el mantenimiento del estilo de vida de estas familias y su acceso a un futuro

promisorio.

149

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ENTREVISTAS:

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