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1 Ejemplar gratuito Año 10, número 18, Heroica Puebla de Zaragoza, diciembre de 2007 Herencia de luz y sombra de Adalberto Luyando (1907-2001)* Por Alfonso Yáñez Delgado E l 21 de junio, correspondiente a la en- trada del solsticio de verano, es el día más largo del año, aquel en que la luz del sol brilla con especial intensidad y las sombras a que dan lugar las superficies que se le oponen adquieren densidades especiales. Luz y sombra son convocadas por el sol, que ese día se desplaza más lentamente por el firmamento, y a su paso los objetos, las personas, los paisajes y las edificaciones del hombre se muestran con mayor claridad y revelan detalles ínfimos que de otra manera quedarían ocultos a nuestros ojos. Sin embargo, la revelación de la naturaleza intrín- seca de todo aquello que el sol ilumina no se da de una manera espontánea e inmediata: se requiere de una enorme paciencia para ir siguiendo paso a paso las variaciones que luz y sombra provocan en las texturas, en el volumen, en la forma y la subs- tancia de las cosas, y elegir el instante preciso en que la iluminación óptima se produce para oprimir el obturador de una cámara fotográfica, y de esta manera capturar ese fragmento de eternidad para siempre. Disparar una cámara; todos podemos hacerlo. Pero elegir el momento preciso para hacerlo, de manera tal que la belleza de las cosas se revele en toda su plenitud requiere de una visión artística, de un ojo adiestrado en la percepción de lo ex- traordinario, que por otra parte está presente siempre, aún en las cosas más humildes. A esta labor, callada y paciente, dedicó su vida uno de los más notables fotógrafos del Estado, Puebla. Su nombre: Adalberto Luyando Lares que nació en la ciudad de Puebla el 15 de mayo de 1907. Parte del trabajo premiado por la Secretaría de Cultura, en el certamen histórico biográfico dedicado a Adalberto Luyando Lares, que será publicado en libro del mismo nombre.

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Ejemplar gratuito Año 10, número 18, Heroica Puebla de Zaragoza, diciembre de 2007

Herencia de luz y sombra deAdalberto Luyando (1907-2001)*

Por Alfonso Yáñez Delgado

E l 21 de junio, correspondiente a la en-trada del solsticio de verano, es el día

más largo del año, aquel en que la luz del sol brilla con especial intensidad y las

sombras a que dan lugar las superfi cies que se le oponen adquieren densidades especiales. Luz y sombra son convocadas por el sol, que ese día se desplaza más lentamente por el fi rmamento, y a su paso los objetos, las personas, los paisajes y las edifi caciones del hombre se muestran con mayor claridad y revelan detalles ínfi mos que de otra manera quedarían ocultos a nuestros ojos.

Sin embargo, la revelación de la naturaleza intrín-seca de todo aquello que el sol ilumina no se da de una manera espontánea e inmediata: se requiere de una enorme paciencia para ir siguiendo paso a paso las variaciones que luz y sombra provocan en las texturas, en el volumen, en la forma y la subs-tancia de las cosas, y elegir el instante preciso en que la iluminación óptima se produce para oprimir el obturador de una cámara fotográfi ca, y de esta manera capturar ese fragmento de eternidad para siempre.

Disparar una cámara; todos podemos hacerlo. Pero elegir el momento preciso para hacerlo, de manera tal que la belleza de las cosas se revele en toda su plenitud requiere de una visión artística, de un ojo adiestrado en la percepción de lo ex-traordinario, que por otra parte está presente siempre, aún en las cosas más humildes.

A esta labor, callada y paciente, dedicó su vida uno de los más notables fotógrafos del Estado, Puebla. Su nombre: Adalberto Luyando Lares que nació en la ciudad de Puebla el 15 de mayo de 1907.

Parte del trabajo premiado por la Secretaría de Cultura, en el certamen histórico biográfi co dedicado a Adalberto Luyando Lares, que será publicado en libro del mismo nombre.

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Los archivos son el fundamento mismo de la memoria consciente que tiene el hombre de sí mismo. Bruno Delmas

Orígenes y primera formación

¿Cómo se adquiere esa des-treza? ¿Cómo se hace un fotó-grafo? En el caso de Luyando, en el origen de su peculiar visión están las circunstancias de su nacimiento en un tiempo y un espacio privilegiados. El tiempo: principios del siglo XX; el lugar, Puebla, la ciudad que se dice trazada por los ángeles...

Corría el año de 1907 cuan-do el matrimonio de Adalberto Luyando Espada, sastre corta-dor y maestro de su ofi cio en la Escuela de Artes y Ofi cios del Estado de Puebla, y Margarita Lares Ortega tuvo a su primo-génito Isidro, al que seguirían seis hermanos: Inés, Guiller-mo, Ana, Josefi na, Guadalu-pe y Carlos. Desde niño, por alguna razón, sus hermanos empezaron a llamar a Isidro Adalberto, como su padre, y el nombre se le quedó. No fue sino hasta 1986, después de un largo proceso judicial, que se le considera legalmente como Adalberto Luyando Lares.

Su hogar estaba en la colo-nia Azcárate, hoy próxima al Parque Ecológico Revolución Mexicana, pero en ese tiempo

en las afueras de la ciudad. Sólo había unas cuantas casas junto a la suya, y con los niños de su edad tenía todo el campo a su disposición. Gustaba de recordar como les vestían, con el pantalón hasta la rodilla, corbata de listón y sombrero de ala ancha; y como, cuando llovía, esperaban a que cayeran las últimas gotas de agua para quitarse los zapatos y meterse a los charcos y andar por el lodo.

Todavía cursaba la primaria, en la escuela “José María Lafra-gua”, cuando empezó a practicar la pintura al óleo. Se inscribió en la Escuela de Bellas Artes (cono-cida también como Casa de las Bóvedas, fundada en 1813, por el presbítero José Antonio Jimé-nez de las Cuevas) y tuvo por maestros a José R. Fuentes y José Márquez (admirable pintor paisa-jista), quien citaba a sus alumnos a las siete de la mañana en El Ga-llito (Avenida Reforma y 11 Sur),de donde partía una pequeña comitiva en excursión, en busca de motivos que reproducir sobre la tela. Pintaban los patios de las vecindades de Puebla, y los do-mingos salían a Totimehuacán, Santa Bárbara y otros pueblos cercanos, a los que se dirigían caminando pues todavía no había transporte público. Así, desde pequeño, fue adiestrando su mi-rada en el arte de seleccionar imá-genes, establecer mentalmente su composición, destacar sus valores cromáticos y sobre todo captar un algo indefi nible, un aura de belle-za para transmitirlo al espectador. Faltaba sólo descubrir que instru-mento sería el más adecuado para llevar a cabo esa labor.

Siendo un adolescente, su padre lo llevó con su amigo, el fotógrafo Josaphat Martínez, quien lo empleó como retoca-dor mientras estudiaba dibujo en la Academia de Bellas Artes,

después trabajo en el estudio fotográfi co de Carlos Rivero. Más tarde pasó a trabajar en el rotograbado de Emilio Téllez Aguirre, ubicado en la 3 Po-niente No. 500. Su paso por el grabado le permitió manejar el daguerrotipo.

Otro hecho que infl uyó en su formación fue la devoción religiosa de su abuela, quien acostumbraba hacerse acom-pañar de él en sus visitas a las iglesias, de las que hay no pocas en la ciudad. Asistían a misa o a rezar el rosario a San Marcos, a San Ramón, a la del Sagrado Corazón de Jesús, en el primer cuadro de la ciu-dad, pero el futuro fotógrafo confiesa que le interesaban más las construcciones que la liturgia “Para mí —decía— los edificios, la arquitectura, tienen una música que yo oigo. Leonardo da Vinci dijo que la arquitectura es música hecha en piedra, y a mí me gusta mucho la música. Será por eso”. De esta vivencia nace su afi ción por interpre-tar la música de piedra que producen particularmente las catedrales antiguas, los equivalentes concretos de una sinfonía coral.

Adalberto Luyando Niembro. Margarita Lares Ortega.

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Los archivos llegan a ser la memoria viva de todo lo que un día se construyó, se defendió, se amó y se soñó. Hermes Tovar

Pero la infl uencia defi nitiva debe haber sido la afi ción que su padre tenía por este arte visual: “Mi pa-dre era afi cionado a la fotografía, y para mí era muy emocionante verlo revelar sus imágenes de una manera absolutamente primitiva. En primer lugar no se conocía el papel fotográfi co, como el de hoy; y no había cuarto obscuro, sino que todas las impresiones se realizaban con la luz del sol. Tenían una especie de prensas, en las que se colocaba simplemente papel y se les agregaba un baño a base de oro. Y luego se exponían al sol. Era una especie de magia ver cómo iban surgiendo poco a poco las imágenes rojizas —por el oro— carac-terísticas de la fotografía del siglo XIX: tenían un halo romántico, tal vez un poco cursi, pero ejer-cían sobre mí una gran fascinación”.

Diversidad de interesesAl terminar la primaria el maestro Luyando con-tinuó estudiando en la Academia de Bellas Artes de Puebla. Ingresó de once años y se graduó en 1928, a los veintiuno. Durante esos años cambió su gusto del óleo por la acuarela. Fue su maestro de fotografía el célebre artista plástico Josaphat Martínez. Ahí adquirió los conocimientos técnicos que dieron sustento a su agudeza visual.

Pero era necesario ampliar los horizontes de la vida, y decidió emigrar al Distrito Federal dán-dose la coincidencia de que, el día de su arribo, 17 de julio de 1928, José León Toral (miembro de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa) asesinó, en el restaurant “La Bombilla”, en San Án-gel, al candidato presidencial Álvaro Obregón.

En México, Luyando se ocupó de negocios fotográfi cos, entre ellos La Rusia Azul, propiedad de judíos rusos, ubicado en la Avenida Hidalgo, cerca de la Alameda, asi como en otros establecimientos fotográfi cos, ubicados en la Avenida Insur-gentes y la calle de Yucatán.

Después se empleó como fotógrafo para la compañía petrolera “El Águila” con asiento en Minatitlán, es-tado de Veracruz, donde permaneció un buen tiempo, para después trasladarse a Mérida, Yucatán, donde tra-

baja para una empresa teatral como mago, emigrando fi nalmente a los Estados Unidos, donde tuvo varios empleos.

Regresó a su ciudad natal en 1935, a los veintiocho años. ¿Qué lo traía de regreso? La crítica de arte Raquel Tibol supone lo siguiente:

“Quizás la particular habilidad de “Quizás la particular habilidad de “visión, el sentimiento implícito en las imágenes de Luyando se derivan de su condición de poblano que se aleja del terru-ño durante veintiocho años, y después

de ambular por ciudades de México y los Estados Uni-dos, e incursionar en la electrónica, regresa al punto de partida, porque ha comprendido que su ámbito es Puebla, y sus instrumentos las cámaras fi jas de seis por seis o de seis por nueve, y su materia la luz sobre las piedras, las maderas, los azulejos, los estucos, los yesos. Sus fotografías no describen la naturaleza, sino los productos del trabajo humano: son arte del arte, se encuentre éste en templos majestuosos, en ollas de barro, en fuentes recoletas o escaleras de humildes vi-viendas. Además de la calidad manual del cuidado en el proceso de impresión, sus fotografías tienen el aura de quien desea compartir la admiración y contagiar el aprecio por lo fotografi ado”.

Por esta época Adalberto Luyando se unió a María Antonieta Bueno Lazcano, habiendo pro-creado con ella a sus hijos Guillermo Luyando Bueno, en 1936; Margarita Georgina y Rafael de los mismos apellidos, en 1940 y 1942, respecti-vamente; en México el primero y los otros en Puebla.

En su regreso al terruño, Luyando puso las bases de lo que llegaría a ser su gran obra visual. En primer lugar, alquiló el estudio fotográfi co California, que tenía en la sala de recepción, además del mobiliario de cedro, una pintura

grande de Porfi rio Díaz, ves-tido de militar; el estudio se ubicaba en la Calle de la Alcan-tarilla (5 de mayo 1000, entre 10 tarilla (5 de mayo 1000, entre 10 tarilla (y 12 poniente, a cuatro calles de la zona de tolerancia, próxi-ma al Barrio de San Antonio) en el que poco a poco se fue haciendo de amplia clientela. Ahí llegó a retratarse la señora Gamboa quien, posiblemente por interés de rentar, le dijo al maestro: “Pero señor Luyando, “Pero señor Luyando, “este lugar no va de acuerdo con

Antes de ir a New York.

Afuera de RC Víctor, en Nueva York.

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Los archivos cosntituyen la posibilidad de conservar la memoria de nuestra sociedad, de conservar en los documentos las acciones de los hombres y la vida de las instituciones. Gustavo Villanueva.

su categoría”, y le ofreció un lo-cal en el interior del número 5 de la calle de Mercaderes (hoy 2 Norte); aceptó la oferta, sin embargo es de hacer notar que en esta misma calle existía y existe el estudio fotográfi co Hollywood, al que acudían personajes encumbrados.

En 1941 en los estudios California se inició una peña de amigos que con el tiempo fundaron en el local fotográfi co de 2 norte 5 el Chichos Club, al que pertenecieron don Luis En-rique Erro, fundador del Observatorio Nacional de Tonantzintla; Juan Presno, bibliotecario; Ama-do Millán, contador; Jorge Naude, que trabajaba en el Ayuntamiento; Ismael Carvajal, fotógrafo; Domingo Taboada, afi cionado a la astronomía, y el ingeniero textil Walter Reinhard.

“Todas las tardes —relata el maestro Luyan-do— el primero que llegaba al Chichos Club encendía la lámpara de alcohol para hacer el té. Copa, jamás. Platicábamos de cosas de Puebla, de astronomía, física, matemáticas... De política muy poco. Pero cuando llegaba don Luis Enrique era día de fi esta para nosotros. Era un hombre cultísimo, de fácil palabra: nos ilustraba con su charla. Como puede verse, llevaba una vida muy amena y muy tranquila, pero todavía tenía sed de aventuras, así es que en 1949 le traspasé la foto-grafía a Ismael Carvajal y me fui a la televisión”.

En compañía de éstos y otros amigos, Luyando fue incursionando en los más diversos terrenos. A lo largo de su vida fue afi cionado a los deportes (esgrima, tiro al blanco, arquería, ciclismo, gim-nasia) las artes aplicadas (ebanistería, encuader-nación) y aún la radiotelefonía. Cabe mencionar que como practicante de esgrima obtuvo el segun-do lugar en los Juegos Deportivos convocados por el Departamento del Distrito Federal, en 1932, y que en 1992 fundó en Puebla un club de Arquería, llamado Cuetlaxcoapan, que tuvo como tiradores iniciales a Guillermo Juárez, Salvador Ortiz, An-tonio Arroyo y Manuel Reynoso. Para agosto de 1979 el club lo integraban entre 30 y 40 arqueros, quienes practicaban su disciplina en la barraca La Calavera, atrás del cerro de Amalucan.

“Fui radioafi cionado —recuerda—. Mis siglas eran XE1-X2. Presente examen de telegrafía para que me dieran el permiso. Quien me afi cionó fue Juan Presno; él mismo y el grabador Roberto Ro-

jas fueron los iniciadores de la radioafi ción en Puebla a nivel amateur, porque entonces no había fonía, sólo telegrafía”.

Precursor de la televisión mexicana

A fi nales del año de 1949 los señores Rómulo O’Farrill pa-dre y Rómulo O’Farrill hijo, prósperos empresarios de ori-gen poblano que operaban en México una agencia automotriz y poseían el diario de circu-lación nacional “Novedades”,

obtuvieron de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas una licencia para operar una transmisora de televisión, la primera en México. La televisora fue conocida como XHTV Canal 4. Para echar a andar la nueva empresa buscaron entre sus conocidos quienes pudieran ayudarlos a desarrollar la parte técnica. Uno de los primeros en ser elegidos fue el ingeniero Oscar Fresse, en-cargado del mantenimiento de los transmisores y receptores de radio de una importante compañía de aviación, quien se trasladó a Estados Unidos para adquirir el equipo para construir la planta de televisión.

De regreso a México hubo de ocuparse de se-leccionar al personal técnico, llamando para tal efecto al ingeniero Carlos Topete y a sus amigos poblanos Adalberto Luyando y Ricardo Marín Levi por sus antecedentes de radio-afi cionados. Los cuatro fueron enviados a Nueva York de inme-diato, para capacitarse en los laboratorios de la RCA Víctor. El equipo arribó a esa ciudad el 24 de diciembre de 1949, e inició su preparación en los primeros días de 1950. Luyando, dados sus conocimientos fotográfi cos, fue capacitado para

Luyando en Manhattan.

Jefe de cámaras.

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Los archivos constituyen la expresión más completa de la actuación humana en todos los aspectos de las relaciones de los hombre y las instituciones. José Manuel Mata Castillón

fungir como camarógrafo de televisión, pero también recibió entrenamiento electrónico y a desempeñarse como... mago.

En efecto, en sus ratos libres, Luyando visitaba las tiendas de magia, se relacionaba con prestidigi-tadores afi cionados y profesionales y adquiría una buena cantidad de libros e implementos “mági-cos”. Al regresar a México, con sus compañeros de trabajo practicaba sus trucos y actos ilusionistas como parte de sus tertulias.

“Cuando regresamos del entrenamiento, en el mes de marzo —recuerda Luyando—, el señor O’Farrill me dijo: ‘Mire, Luyando, no hay caso de que esté en México haciendo gastos; váyase a Puebla y cuando llegue el equipo nosotros le avisa-mos”. Adalberto fue requerido al poco tiempo y se reincorporó a su equipo, que se encontraba ya en el `primer domicilio de la televisora, los pisos 13 y 14 del Edifi cio de la Lotería Nacional, en la avenida Ejido (hoy Juárez), instalando la antena y el resto del equipo.

“Se nos anunció que íbamos a salir al aire el 15 de julio —refi ere Luyando—. Inmediatamente preparé las luces del estudio y entre todos hicimos una escenografía muy sencilla para que alguno de los locutores dijera algunas palabras y luego entrara un documental. La cita fue para las seis de la tarde. Se les proporcionaron televisores Admiral al señor presidente, Lic. Miguel Alemán, a los señores O’Farrill y algunos otros funcionarios. Pero poco antes de las seis hubo un desperfecto en el transmisor y los ingenieros se abocaron a hacer los ajustes necesarios y ello se prolongó hasta las nueve de la noche.

“En el estudio estábamos todos, primero muy nerviosos, pero poco a poco fuimos entrando en un estado de aburrimiento. El locutor fue substi-tuido por un muchacho, de apellido Miranda, que la hacía de utilero. Este se colocó frente a las tres cámaras que estaban listas, manejadas por mí, mi hermano Carlos Luyando y Juan Martínez.

Miranda, un poco aburrido y como buen muchacho, dicharachero y alegre, empezó a decir que todo aquello era una... y se puso a hacer señas majaderas... De pronto, alguien gritó el típico “¡Si-“¡Si-“lencio, estamos en el aire!” –y el pobre de Miranda, captado mientras hacía un “violín”, empalideció y se quedó muy erguido, viendo asustado hacia las cámaras. Después nos dijo: “No me importa que me “No me importa que me “vieran los que fueran pero ¿y si me vieron los O’Farrill ’Farrill ’y le cuentan a mi papá? ¿Qué hago?”. Todavía no estaba consciente de que quien lo había visto era el Presidente de la República”.

Así, el primer camarógrafo de Latinoamérica fue don Adalberto Luyando; la primera imagen que transmitió fue ¡un indecente violín! ; el primer secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Televisión, también lo fue Luyando que se opuso a la propuesta de Jorge Negrete de que se incorporaran a la Asociación Nacional de Actores (Anda).

Al programa inaugural ofi cial, transmitido el 26 de julio de 1950, asistió como testigo de honor el ingeniero Agustín García López, Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas.

Cabe mencionar que la empresa Televisión de México, conformada para operar el Canal 4 de televisión, fue todo un éxito. Según reporte de Carlos O’Farrill, sobrino de don Rómulo O’Farrill senior, publicista y locutor del mismo, de regreso a México tras un viaje de negocios a la ciudad de Puebla informó se había logrado recaudar dos millones quinientos mil pesos por concepto de la venta de “spots“spots“ ” entre empresarios y comerciantes poblanos. Dichas campañas publicitarias por me-dio electrónico eran elaboradas por el realizador de “slides“slides“ ” Melchor Ayala, el dibujante Francisco Camarena y el camarógrafo Adalberto Luyando.

El profesor Albert, mago e ilusionistaDe la experiencia televisiva de Adalberto Luyando resta sólo destacar su participación como mago en la programación del Canal 4. Resulta que, una vez echada a andar la programación de este canal pio-nero, se encontró con que era un monstruo difícil de satisfacer: consumía programa tras programa y era necesario estarlo alimentando sin parar. La demanda de nuevas series parecía no tener fi n, y en esas circunstancias Rómulo O’Farril recordó la habilidad de Luyando para la prestidigitación. Pensar y hacer fue sólo una acción: “Camino a lo que pomposamente llamábamos estudio —se-ñala Luyando— me lanzaron una capa española. “¿Cómo lo anuncio?“¿Cómo lo anuncio?“ ”, urgía el locutor. “El Profesor

Luis Rivera Terrazas, y Alfonso Vélez Pliego, rector y secretario general, respectivamente, de la UAP presiden un reconocimiento a Luyando.

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La posibilidad de hacer historia está en relación directa con la riqueza documentalLuis González

Albert”, sugirió una voz. Y así nació una nueva estrella de la televisión mexicana, en un programa hebdomadario que tuvo tal éxito que los mismos ejecutivos del canal lo sintonizaban.

Advertido de esto, O’Farrill se animó a verlo, pero su reacción fue exclamar: “¡Pero cómo puede ser Luyando tan torpe! ¡Ya dejó ver que está haciendo trucos con un huevo artificial!” Y es que no sabía que el éxito del nuevo mago se debía precisamente a que, una vez ejecutado un truco, procedía a explicar a los televidentes cómo es que lo hacía: es decir, procedía exactamente a la inversa que todos los magos cono-cidos, que guardaban celosamente sus manipulacio-nes, dejándolas en el misterio. Y el público agradecía que lo trataran como adulto, y pudiera incluso repetir los asombrosos resultados que producía una chistera aparentemente prodigiosa.

“Hay varias formas de presentar un truco —ex-plicaba Luyando, mientras sus dedos trazaban un abracadabra en el aire—. Una que da buenos re-sultados es cuando el mago simula torpeza: Por ejemplo, mostrar un huevo, donde las manos descuidadas dejan ver el agujero donde asoma la punta de una seda. Después, el ilusionista descu-bre intencionalmente la artimaña y dice al público: “Bueno, incluso los grandes magos se equivocan, pero para salir del paso tenemos la magia”. A continuación cierra una de las manos, sopla con fuerza sobre ella, coloca un vaso y con toda ceremonia parte el mismo huevo, de donde lentamente caen clara y yema, para asombro del público”.

Regreso a Puebla, y a la fotografíaCinco años estuvo laborando el maestro Luyando en la televisión metropolitana, como Jefe de Cá-maras y Alumbrado (primer cargo de este título en América Latina) a la vez que atendía un estudio fotográfico que montó en la Avenida Insurgen-tes. Luego, ignoramos por qué motivo, decidió regresar otra vez a su Puebla natal, en 1955, a los 48 años de edad. Instaló un nuevo estudio en 3 Poniente 105, después en Portal Hidalgo 14 y finalmente en Reforma 310 “... sin que nadie me patrocinara empecé a tomar fotos de la extraor-dinaria arquitectura barroca de Puebla. Recorrí la ciudad a pie, cargando mi equipo, buscando casas, conventos, templos; el barroco, los toques mudéjar, la huella del neoclásico o de la influencia del morisco; los rincones, las escaleras, y los det-alles, pero sobre todo buscando a los hombres que hicieron todo esto y a quienes nadie nombra.

“Me enamoré de la arquitectura de Puebla y de su historia —cuenta el maestro—, pero llegó un

día en que me pregunté “¿Dónde están los yeseros? ¿Los doradores? ¿Dónde está toda esa gente que hizo la Capilla del Rosario, denominada la octava maravilla? ¿Quiénes fueron esos hombres que hici-eron esto con sus manos y ya nadie nombra?

“En la arquitectura, estos hombres anónimos incluyeron muchas cosas simbólicas, esotéricas, que no son del dominio público. Ahí están repre-sentados los cuatro elementos de la naturaleza: la tierra, el aire, el fuego y el agua; en los mascarones se representa al dios Eolo-Ehécatl, sirenas y una serie de pelícanos muy estilizados que no se notan a simple vista. Yo me identifiqué con este tipo de simbolismo del que es muy delicado hablar, pero aquellos hombres sabían perfectamente lo que estaban haciendo y porqué”.

En una ocasión se empeñó en fotografiar el escudo de piedra que está en la parte trasera del templo de San Juan del Río. Luyando tenía la hipó-tesis de que la orla que rodea el escudo de la orden franciscana, es Tláloc. Madeleine Molet, arqueólo-ga, corroboró la explicación del Cronista gráfico de Puebla: “Fue como llenar un hueco en su álbum de imágenes poblanas. De esta manera nos descubrió, por años, detalles inéditos en nuestros edificios, asi como el lenguaje simbólico de Puebla”.

En sus libros de imágenes Patios y rincones de Puebla (1981) y Puebla monumental, del mismo año Luyando revive su encuentro con los patios mudéjares, las escaleras, las lajas y los balcones que un día vio y fotografió. “¡Miren que maravilla de escalera y el descascarado de esas lajas; son cosas que adquieren su belleza al ser fotogra-fiadas”, parece decirnos! Señala detalles: “¡Miren esa bruja pintada por Villalpando, el Rubens de México!”, ante una obra en la Catedral. “¿Verdad que no la habían visto? Lo mismo sucede con esa águila bicéfala en aquella contrallave, ¡miren ese

El alcalde Antonio Rojas Flores, acompañado del rector interino de la UAP Jean Pandal, entregan testimonio de la obra fotográfica.

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El archivo es la memoria de las instituciones, es también la memoria histórica de las sociedades es el lugar que guarda la obra viva de los hombres muertos. Luis Núñez Contreras

coro mudéjar y ese órgano con sus ángeles, y esas jambas, ese ciprés ¡qué maravilla de trabajo!; y observe los rincones del edificio Carolino en la Universidad, la iglesia del Calvario o la Huerta del Obispo: ahí busqué la belleza reservada para la fotografía”.

Los conventos y los templos de Huejotzingo, Tecamachalco, Tepeaca y Cholula; Atlixco Tecali, Tochimilco y otros alrededores de Puebla fotografío Luyando, para quien “... no sólo en las grandes obras del barroco encuentra uno el impacto: buscaba yo hasta en la cabeza de los clavos, porque ahí también está la mano de quienes los forjaron”.

“La cámara soy yo”Homologando a Gustave Flaubert, quien procla-mó “¡Madame Bovary soy yo!”, Adalberto Luyando podría haberse asimilado a su instrumento de tra-bajo. Una y otra vez aclaró que “Normalmente se considera que la fotografía es una cosa mecánica, que la cámara lo hace todo y no es verdad: La cámara es una extensión de mi manera de sentir y de pensar y no un aparato.

“Cada fotografía es reflejo no sólo de lo que vi, sino de lo que sentí. En la fotografía arquitectónica hago lo que yo quiero, lo que yo siento. Las fotos de Catedral, las que aparecen en el libro, en algunos casos me llevaron veinte años, una gran cantidad de tiempo. Las iglesias tienen ventanales que re-ciben de una manera muy especial la luz, en alguna época del año. Entonces yo me daba mis vueltas esperando ese momento. Iba a ver, y me esperaba uno o dos meses para lograr esos brillos, ese alum-brado perfecto. Hay una hora determinada para tomar cada foto. Hay imágenes para las que se dispone de diez minutos, dos veces al año.

“Quizás por eso entre mis fotografías favoritas se encuentran las de Catedral, esa en que se ve la escalera que va al púlpito, la base de la columna y los barrotes, o sea otra de la puerta del coro, ape-nas iluminada con un poquito de sol. Son efectos que sólo se logran dos veces al año. Hay rejas que solo durante algunos momentos tienen unos brillos perfectos, que son los que uno busca”.

Otro aspecto importante de la fotografía es el emplazamiento de la cámara, que en su obra su-pone a veces verdaderas proezas físicas. Cuentan que para retratar cúpulas se trepaba a las azoteas y caminaba por las orillas ante los ojos asombrados de los transeúntes. Para tomar una foto de las cúpulas de la Catedral de Puebla se subió a una antena que había en la azotea del Cine Puebla. De algo le servía su entrenamiento de gimnasia.

“A mí las fotos nocturnas me gustan mucho. Hay una de la calle que pasa por el frente de la iglesia de Analco, que la tomé como a las dos de la mañana: Fue para una exposición que se llamó Puebla de noche, en la Casa de la Cultura. Y tengo una foto muy buena del Barrio del Artista, donde está la fuente. Fue de una noche en que había llovido: estaba el suelo mojado y se notaban los reflejos en el agua de las lajas. Las fotos nocturnas son muy bonitas: hay luz, hay sombras.

“En mis recorridos por la ciudad, esta ciudad cargada de material inagotable para los artistas de la lente, encontré una vieja casona de estilo barroco en la esquina que forman la 2 Oriente y la 6 Norte, con un barandal y una escalera, a la que solamente en mayo, a través de una claraboya, entra la luz solar y por consiguiente solamente en ese mes puede tomarse la fotografía. Pasó mayo y pasó la oportunidad, y tuve que esperar doce meses para obtenerla. Aquí la guardo”.

Hilvanando recuerdos, el maestro Luyando continua: “Si tomas una foto con luz plana, no hay volumen. Pero si hay sombras, das volu-men, que es lo que yo busco en mis fotos. Por eso tengo que esperar una época del año. Hay edificios que puedes tomar cuando el sol sale muy al sur. Las fachadas que dan al norte tienes que tomarlas hasta la primavera, cuando el sol va a medio camino. Hay que estar listo porque solo dispones de unos cuantos días para captarlas en toda su intensidad”.

Al leer este último párrafo hay que recordar la estrecha amistad de Luyando con los Luis Enrique Erro y Guillermo Haro, por años asentados en el Observatorio de Tonantzintla; así como su per-sonal afición a la astronomía. Ese es el origen de la sabiduría del maestro en torno a la naturaleza y temporalidad de la luz.

Manuel Barlett Díaz, gobernador del estado, entrega reconocimiento, acompañado de Pedro Ángel Palou y Héctor Azar.

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Rector: Enrique Agüera Ibáñez Secretario general: José Ramón Eguibar CuencaTiempo Universitario

Director: Alfonso Yáñez Delgado, Diseño gráfi co: Armando López Vázquez. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Litografía Magno Graf. El costo por ejemplar de 8 páginas es de noventa y ocho centavos más IVA. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Responsable de distribución: Marcos Medrano Flores. Los autores son responsables por los textos publicados. Esta publicación se puede adquirir en La Casa de la Memoria Universitaria, Avenida Reforma 531. Puebla, Pue. teléfono: 2 32 74 79. Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria. E-mail: [email protected] Distribución gratuita.

2 de octubre ¿No se olvida?Por Walter Fernando Vallejo Romero.

El 2 de octubre de 1968 se realizó una brutal represión en contra del Movimiento Estudiantil y Popular Pro Libertades Democráticas, en la que murió una gran cantidad de estudiantes universitarios y politécnicos así como gente del pueblo cuyo número jamás pudo ser defi nitivamente determinado.

Este acontecimiento, conside-rado como el principal parteaguas de la historia moderna de México es conmemorado anualmente por las organizaciones progresistas del país al grito de ¡2 de octubre, no se olvida! ¿Qué tan cierto es esto? ¿Es verdad que no se olvida? Ponga a prueba esta afirmación respondiendo las preguntas que aparecen a continuación

Si responde correctamente, en el área sombreada aparecerá el nombre de la colonia en la que ocurrieron los hechos conmemorados.

A las primeras veinte personas que se presenten con el cuestionario resuelto en el Archivo Histórico Universitario, ubicado en la avenida Reforma 531, Casa de la Memoria Universitaria, se le obsequiará un disco compacto que contiene la presentación en Power Point del Breviario de Antecedentes Históricos de la BUAP, elaborado por Walter Fernando Vallejo Romero.

Preguntas:1. Sector estudiantil que se convirtió en el pivote del

movimiento 1968 y que fue la principal víctima de la represión.

2. Plaza de la ciudad de México en la que se produjo la primera represión a estudiantes, y que fue donde se encendió la chispa con la que se inició el movimiento de 1968.

3. Presidente de México que ordenó la represión del movimiento estudiantil y popular y que, después del 2 de octubre de 1968, declaró “el responsable soy yo”.

4. Apellido de la intelectual que escribió el libro La Noche

de Tlatelolco, obra en la que recogió los testimonios de quienes fueron parte de los acontecimientos de ese día.

5. Cuerpo policiaco especializado en represión que fue permanentemente utilizado por el gobierno en contra de los estudiantes universitarios y politécnicos.

6. Cuerpo del Ejército Mexicano cuyos miembros se identifi caban entre sí por un guante blanco y que fueron parte esencial de los hechos del 2 de octubre de 1968.

7. Forma de negociación que reiteradamente propusieron los estudiantes para solucionar el confl icto y que fue permanentemente ignorada por el gobierno.

8. Apellido de uno de los jefes policíacos cuya destitución demandaba el Movimiento Estudiantil y Popular Pro Libertades Democráticas de 1968.

9. Plaza de la Unidad Tlatelolco en la que se consumó la masacre del 2 de octubre de 1968.

10. Forma fascista de delito que se consignaba en los artículos 145 y 145 bis del Código Penal y que se utilizaba para reprimir los movimientos sociales, cuya derogación era una de las demandas centrales del Movimiento de 1968.

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