HERALDO DEL ISTMO -...

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HERALDO DEL ISTMO R EVI STA I LUST RA DA " "BIEN FAME ET LAISSER DIRE" Director : -- ;GUILLERMO ANDREVE 15 de -M , o de 1905 Propietarios : CHEVALIER,`ÁNDREVE & Cía .

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HERALDO DEL ISTMOREVI STA I LUSTRA DA

" "BIEN FAME ET LAISSER DIRE"

Director : --;GUILLERMO ANDREVE

15 de -M ,o de 1905

Propietarios: CHEVALIER,`ÁNDREVE & Cía .

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AÑO 11.

Panamá, República de Panamá, 15 de Mayo de 1905,

NUM 33

FL HF,RALDO DEL ISTMOrEVISTA ILUSTRADA

Director: GUILLERMO ANDREVE .

"Bien faire et laisser dire ."

Sr=.IUI desde el Callao á Li-LIS~/ ma por sólo conocer-

le, en Febrero de 1888.De á bordo á tierra iba conun chileno que me decfa :—"No vaya usted á verle ; escomo un ogro de terco!"—Yo pensaba para mi coleto :—De un regaúo no ha de pa-sar . . . Y ;cáspita! recordabami Canto épico á las glorias deCldle.

Llevado por un coche queencontré en la calle de Merca-deres, después de caminar unbuen rato por aquellas callesde la alegre ciudad de los vi-rreyes, me encontré á laspuertas de la Biblioteca Na-cional. Entré y, trás pasarlargos corredores, llegué aldepartamento del senor Di-rector. Frente á la puerta desu oficina me detuve un me-mento para admirar el céle-bre cuadro de Montero La.nacerte (le Atalutalpa . Por fin,

valor y adelante . Dos golpecitos en la puer-ta . . . . De un regaífo no ha de pasar . . ..

—";Ob, mi seIIor don Darío Rubén! . . . ."Ante una mesa toda llena de papeles nuevos yviejos, viejos_sobre todo, estaba Ricardo Palmay the recibía con una amable sonrisa, que medaba ánimos, debajo de sus espesos y canososbigotes retorcidos. Figura simpática é intere-sante en verdad! Mediano de cuerpo, ágil ápesar de su gruesa carga de años, ojos brillantesque hablan y párpados movibles que subrayan,á veces, lo que dicen los ojos ; rápido gesto debuen conversador, y palabra fácil y amena, talera el ogro!—"Oh, mi senor don Darío Ru-bén" . . Así me saludó, así, poniendo el apelli-do primero y el nombre después. Mi pobrenombre tiene esa capellanía En diarios sud-americanos he leído: "El escritor que se ocul-ta bajo el pseudónimo de Rubén Darlo . . . ."Sí, unos lo creen pseudónimo, otros lo colocanal revés. como el ingenio de las Tradiciones, yotros, como don Juan Valera, dicen que es unnombre "contrahecho ó fingido"

¿Válgame Dios! Pero dejo para otra vez elcontar por qué mi nombre es judaico y mi ape-llido persa, y vuelvo á don Ricardo. Me hablóde su vida entre papeles antiguos, llenos de pol-vo y polillas ; de literatos chilenos amigos suyos;de su querida Biblioteca, que está restaurándo-se; de la guerra del Pacífico (ahora viene el re-gaíio, pensé . . . . ) ; de tántas cosas más! Luegome llevó á conocer todos los departamentos déledificio, el salón de pinturas y esculturas nacio-nales, el de lectura y los extenslsimos de los li-bros y manuscritos. No pude menos que ex-clamar : ` ¡Rica Biblioteca" , Encendí la pól-vora . Vino el regallo, pero no para mí ; noapareció el ogro sino el hombrecito vibrante ypatriota :—' `Rica antes de que la destrozaran loschilenos! Cuando la ocupación, entraban lossoldados ébrios á robarse los libros . Vea usted,mi seIIor don Darío, vea usted." Se acercó áun estante y tomó un precioso incunable enuna de cuyas páginas estaba escrito, con letrade Palma, que el libro habia sido comprado endos reales ~í vn .r,l,lado dr 17,ib, Me narraba

atrocidades. DIe dijo todo lo que había sufridoen los tiempos terribles. Y al oírle hablar todonervioso, con voz conmovida, yo pensaba : E Aqué hora le llegará su turno á mi Curato épico?No le tocó .

a* *Libros ingleses, libros alemanes, libros ita-

lianos y americanos, libros españoles, 7a viejalegión de clásicos, y casi todos los autores mo-dernos, estaban en aquellas estanterías ; y luego el amarillento archivo colonial, los eronico-nes vetustos, la vasta mina escabrosa de dondeel brillante y oriaginal trabajador peruano sacaá la luz del mundo literario, el grano de oro sinliga que resplandece con brillo alegre en sustradiciones incomparables.

—"Dle da tristeza, me dijo, que la parteamericana sea tan pobre." Y en efecto, hacíanfalta muchas notables obras ehílenas, argenti-nas, venezolanas, colombianas, ecuatorianas y,

RICARDO PALDIA

con especialidad, centro-americanas . Recuerdoque entre los libros de Guatemala encontré al-gunos de autores cubanos . Batres Dlontúfar,el príncipe de los cartenrs en verso, estaba allí;pero no García Goyena, el egregio fabulista,honra de la América Central, aunque nacido enel Ecuador.

Pasamos luego á un gran salón donde estánlos retratos de los Presidentes del Perú, desta-cándose entre ellos el del General Cáceres, ensu caballo guerrero de belfo espumoso y bravaestampa.

. . .Vf también el de aquel indio legen-dario que. correo de guerra, tomado por el ene-migo, se comió las cartas que llevaba, antes queentregarlas, y murió fieramente. Palma tneexplicaba todo, complaciente, afable, citandonombres y fechas, hasta que volvimos á su ofi-cina, donde llama la atención, en una de las pa-redes, un gran cuadro, formado con billetes debanco y sellos de correo peruanos.

Mientras él me hablaba de sus nuevos tra-bajos, y de que él pensaba entrar en arregloscon un editor de Buenos Aires, para publicaruna edición completa de sus tradiciones, yo re-cordaba que, en el principio de mi juventud, mehabia parecido un hermoso sueno irrealizableestar frente á frente con el poeta de las ,hvno-nias, de quien me sabía desde nifío aquello de

¡Parto, oh patria, desterrado!De tu cielo arreboladomis miradas van en pos.

Y en la estelaque riéla

sobre la faz de los mares,ay ! envío á mis hogares

un adiós ;

y con el autor de tanta famosa tradition, cuyonombre ha alabado la prensa del mundo, desdoel Fígaro de París, hasta el último de nuestrosperiódicos. Y vela que el ogro no era tal ogro,sino un corazón bondadoso, una palabra alenta-dora y lisonjera, un conversador jovial, un in-genio en quien, con harta justicia, la América.ve una gloria suya.

En sus juicios literarios se dejan ver susconocimientos del arte y su fina percepción es-tética. El es decidido afiliado á la correcciónclásica, y respeta á la Academia•. Pero com-prende y admira el espíritu ` nuevo que hoyanima á un pequefio, pero triunfante y sober-bio, grupo de escritores y poetas de la Américaespallola : el modernismo. Conviene á saber : laelevación y la demostración en la crítica, con laprohibición de que el maestro de estueha, ano-dino, y el pedagogo - chascarrillero penetren altemplo del arte ; la libertad y el vuelo, el triun-fo de lo bello sobre lo preceptivo, en la prosa;y la novedad en la poesía : dar color, y vida, yaire, y flexibilidad al antiguo verso que sufríaan]dlosis, apretado entre tomados moldes dehierro. Por eso él, el impecable. el orfebrebuscador de joyas viejas, el delicioso anticuariode frases y refranes, aplaude á Díaz Mirón, elpoderoso, y á Gutiérrez Nájera, cuya plumaaristocrática no escribe para la burguesía lite-raria, y á Rafael Obligado, y á Puga y Acal, yal chileno Tondreau, y al salvadoreílo Gavidiay al guatemalteco Domingo Estrada Deleitaoír á Palma tratar de asuntos filosóficos y ar-tísticos, porque se advierte que en aquel cuerpoque se halla á las puertas de la ancianidad, co-rre una sangre viva y joven, y en aquella almaarde un fuego sagrado, que se derrama en cla-ridades de nobilísimo entusiasmo.

***

Es la primera figura literaria que hoy tieneel Perú, junto con mi querido amigo el poetaMárquez, traductor de Shakespeare. Y—á pro-pósito de poetas,~n una de sus cartas me de-cía una vez don Ricardo: "Yo no soy poeta"Ante esta declaración, no hice sino recordar sumagistral traducción de Víctor Hugo, dondeaparece, formidable y aterrador, aquel ojo que,desde lo infinito, está fijo mirando á Caín, entodas partes. En cuanto á sus versos lijeros vjocosos, pocos hay que le aventajen en gracia yfacilidad. Tienen la mayor parte de ellos unalgo encantador, y es la nota limeína

Die despedí de él con pena. Quién sabe sivolveré á verle! Y ya en el coche, que volabacamino del hotel,—donde tenía que verá EloyAlfaro,—con los ojos entrecerrados, satisfechode mi visita, sonreía al pensar en que el ogrono era como me lo pintaba mi amigo el chileno;y guardaba con orgullo en nn memoria, paraconservarlo eternamente, el recuerdo de aquelviejecito amable, de aquel buen amigo, de aquelglorioso príncipe del ingenio.

RunÉ.t DARIO-

1890.

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Ei Heraldo d c-i [strno - 66

wUE el licenciarlo Polo de Oudcgardo, au-t .>r do unaiut^res:mte cróuirzi historialdel Perú que. según Prescott, se conser-

va aria inédita, ltontbre de agudo ingenio y muyamigo de jng:n- can lrs vocablos. Pruébalo elque habiéndose querellado delante ele él dos in-dividuos que s^dieron de golpes, empleando,e, ¡ lino, ruta vara ele medir, v el otro, una pesade cobre, díjole.s el Juez : en este litigio no cabes^nte.nc•ia, porque el asunto se ha ventil :txlo yacon peso y medida.

Cupo al Demonio de los Andes. Franciscode C:uvajal, bautizar con el nombre de trjeda-

rrs .1 los que, en política, se manejan con doitlez y que bailan al son que tocan . En ese si-glo ele revueltas, hubo no pacos, que huyendode c.>mpromete.•se en los bandos, e_spe.aban á.última hora. para exhibirse como partidarios dela cansa que. entre cien, contara con noventav nueve probalidales de éxito.

Polo de Onclegardo bautizó con el nombrede 1,,, qm, eatúet rf la mira á esos palitequeros deevcruc:jada que, en maestros días, . llamamosop•,rhn,isias ó amigos de la víspera, y que, depasa sea cucho, son los que se aduenan de lasmejores tajarlas, ciando autoridad al refrán quedice: nadie sabe para quién trabaja . -

Enviado Ondegardo á Charcas con el ca-rácter de Gobernador por don Pedro de la Gas-ea. se vio en el caso ele investigar el compor-tamiento de los principales vecinos durante laya vencida revolución de Gonzalo Pizarro, pa-ra, premiar en ellos su lealtal y servicios á la

`cansa del rey, ó bien para imponer castigo á1 :s_que resultasen contanimalos con la lepra

'ale la rebeldía . Si bien de estos últimos sólo

L capitán Paiva - era uu indio cruz-querio, de casi gigantesca estatura.Distinguiese por lo hercúleo de su

faorza, por su bravura en el campo de batalla,par su disciplina cuartelera y, sobre todo . porla pobreza de su meollo . Para con él las metá-foras estuvieron siempre de más, y todo lo en-tendía lid pedrea litera.

-

Era gran amigote de mi padre, y éste mecontó que, cuando yo estaba en la edad del des-

- tete. el capitán Paiva desempehó conmigo, enocasiones, el cargo ele niúera . El robusto mi-litar tenía pasión por acariciar mamones. Erahombre muy bueno. Tener ama fama de tal.suele ser una desdicha. Cuando se dice de unhombrón : fulano es muy bueno, todos traducenque ese fulano es rm posma, que no sirve paramaldita de Dios la cosa, y que no inventó lapólvora, ni el gatillo para sacar muelas . ni elcr.-crí. M abuela decía : la oración del Padre„,a•snv, es muy buena, no puede ser mejor ; pe-ro no sirve pasa la consagración en la misa.

A varios de sus compaheros de armas heoído referir que el capitán Paica ._ lanza en ris-tre. era un verdadero centauro . Valía él solopor un escuadrón.

En Junín ascendió á capitán ; pero aunquecanturrió después á otras muchas acciones deguerra, realizando en ellas proezas . el ascensoá la inmediata clase no llegaba . Sin embargoele quererlo y estimarlo en mucho; sus Gene-rales se resistían á elevarlo á la categoría dejefe .

Cadetes de su regimiento llegaron á coro-neles . Pativa era el capitán eterno. Para élno habían atas allá de los tres galoneites.

Y tan resignado . y contento, y cumplidorde su deber, y lanceados, y pródigo de su san-gre'

¿Por que no ascendía Paiva? Por bruto, y por-que de serlo se había conquista do reputaciónpiraanidal . Vamos á comprobarlo refiriendo,entro anchas historietas que de él se cuentan.lo poco que en la memoria conservamos .

encontró dos que enviar, sin escrápalo, á lahorca, en cambio tampoco halló á naclie dignode, obtener mercedes, que era el licenciado juezrmry exigente en esto de aquilatar el mereci-miento ajeno . Para manga ancha las juntascalificadoras ele nuestros tiempos, en que re-sultan hasta vencedores en un combate, Pró-jimos que se hallaban á. cien leguas de ciistau-cia . Aluy cómodo es hacer caridades á expen-sas del tesoro fiscal, y no del propio.

Después de escuchar el alegato de méritosy servicios de cada vecino, Polo ele Ondegaado,entre risueiío y grave, formulaba objeciones;y como no le contestaban exhibiendo docu-mentos que comprobasen no haber sitio el su-jeto tibio en la defensa de la bandera real, con-cluía el licenciado con estas frases:

—Está visto, ni¡ amigo, que cuesamereedno ha arriesgado un cabello en favor del rey, yque ha militado entre los que natdn d la neira.

No ha sido bobo vuesamerced ; pero, para mi.más gracia merece el enemigo declarado quequien está á la de viva giben venza . Lo pa-gmá su bolsa, y así escarmentará lana, en otra,no estarse ála mira sino comprometerse conSan Miguel ó con el diablo.

Y á todos los de la mira les impuso unamulta para el tesoro de su . majestad, desde cienhasta mil ducados. según la posición y teneresde la persona.

Y fueron tantos los que restiltaron pecado-res de haber estarlo á la catira, que irisó de unmillón ele pesos la suma que Polo de Ondeagar-do remitió á EspaIIa,.con_destino á la real per-sona ele su majestad clon Felipe II.

RICARDO PALMA.

Era., en 1835, el General Salaverry JefeSupremo de la nación persiana y entusiasta ad-mirador de la bizarría de Paiva.

Cuando Salaverry ascendió á teniente, eraya Paiva capitán . Hablábause tú por tú, yelevado aquél al mando ele la República no con-sintió en que el lancero le diese ceremoniosotratamiento.

Paica era su hombre de confianza para te-cla comisión de peligro . Salaverry estaba con-vencido de que su camarada se dejaría matarmil veces, antes que hacerse reo de una desle-altad 6 una cobardía.

Una tarde llamó Salaverry á Paiva . y leelijo: Mira. en tal parte es casi seguro que en-contrarás á clon fulano, y me lo traes preso;pero- si por casualidad no lo encuentras allí,allana su casa.

Tres horas más tarde regresó el capitán ydijo al Jefe Supremo:

—La orden queda cumplida en toda regla.No encontré á ese sujeto donde me, dijiste; pe-ro su casa queda tan llana como la palma demi mano, y se puede sembrar sal sobre el terre-no. No hay pared en pie.

Al lancero se. le había ordenado olhoan- 1„coxa, y como él no entendía de clibujos ni defloreos lingüísticos, cumplió al pie de la letra.

Salaverry, para esconder la risa que le re-tozaba, volvió la espalda, mrrtmtrando:

—¡Pedazo ele bruto!

Tenía Salaverry por asistente un soldadoconocido con el apodo de ISrculí, regular rapistaá cuya navaja fiaba su buba el General.

Cuuculí era un mozo limeilo, nacido en elmismo barrio y en el mismo ano que don Feli-pe Santiago. Juntos habían ntataperreado enla infancia, y el Presidente abrigaba Por élfraternal carhio.

Cuculí era un tuno completo. No sabialeer; pero sabía hacer hablar las cuerdas deuna guitarra, bailar zamacueca, empinar el co-do, acarretm• los dados, y darse de pitúaladascon c,udquG.rih, que le disputase los favores de

una pelandusca. Abusando del afecto de Sala-verry, cometía barrabasada y media. Llegabanlas quejas al Presidente, y éste unas veces en-viaba á su barberillo arrestado ii uil cmu•tel.ó lo plantaba en cepo ele ballesteros ó le arri-maba un pie ele paliza.

—Mira, canalla (le dijo un día don Fclipel.derrepente se me acaba la paciencia . se me ca-lienta la chicha y te fusilo sin misericordia.

El asistentelevantaba los hombros, curoquien dice: tY á mf qué me cuenta Ud.?- -sviríael castigo y, rebelde á toda enmienda . Yo] vía :ílas andadas.

Gorda, muy , gorda debió ser la queja qaecontra Cuculí le dieron una noche á Sah ;re-rry; porque dirigiéndose á Paiva, dijo:

—Llévate ahora mismo á ese brib . ;aa alcuartel ele granaderos y fusílalo entre dos la , .-,..

Media hora después re gresaba el c•apitau.y decía á su general:

—Ya está cumplida la orden.--Bien!—contestó lacónicantcute el J(-1- ~n-

premo.--Pobre muchacho!—continuó Paiva l,>

fusilé en medio de esos faroles.Para Salaverry. conto para mis h•ct .„ ..

entre dox P,eees significaba al rayar el alba . ?L-táfora usual y corriente . Pero . . . . ;cen :!locon metaforit•+s á Paica?

Salaverry, que no se había propuesto - a :•,aterrorizar á su asistente y enviar la ord, a •1 .•

indulto una hora antes de que rayase la altn .ra.volteó la espalda para disimular ama he—,n :- . a,murmurando otra vez:

—Pedazo de bruto!

Desde ese día quedó escm•ntentado ~nC„,•-

rry para no dar á Paiva encargo 6 conti>n al-guna. El hombre- no entendía de acep . tigmada en la frase. Había que lxtm•rb• L . . l ••, :;tos sobre los íes.

Pocos días antes de la batalla dehallábase un batallóndel ejército de s ;d : .c . rryacantonado en Chaclla-pampa. Una .•a,~p:ríúfa boliviana desplegada en guerrilla . - - •_rcsentó sobre una pequefía eminencia y . aw . pa•sin ocasionar dario con sus disparos d,- i al.Provocaba á los salaverrinos. El genera! ! i• ,w,con su escolta á Chaclla-p.•rmpa . descubra . ;” .,,nauxilio del anteojo, una división eneuriza ádiez cuadras de los guerrilleros, y como l . .- ;•:•-las de éstos no alcanzaban ni con mnci,, dcampamento, resolvió dejar que siguiesentando pólvora, dictando medidas para cl

en que el enemigo, acortando distancia . n•-solviera á formalizar combate.

—Dame unos cuantos lanceros—dijo .-I c apitán Paiva—y te ofrezco traerte un b,, h ; au„á la grupa ele mi caballo.

No es preciso—le contestó don Felip•—Pues, hembra, van á creer esos cau_n•-

jos que nos han metido el resuello y qa, 1,-~tenemos miedo.

Y sobre este tema siguió Paiva m.,¡—h,/,) .:y majadereó tanto que. fastidiado ~ :dace-rrv, le elijo:

—Déjame en paz . Haz lQ que quieras.Anda- y hazte matar.

Paiva escogió diez lanceros de la c,.-„lea.cargó reciamente sobre la guerrilla, quo , .,,iitestó con nutricio fuego de fusilaría, la dcw+,u-cortó v dispersó por completo, é iue•lináml . .aeel capitán sobre su instado derecho cogió delcuello á un oficial, enemigo, lo desarutó, c l .,

'puso á la grupa de su caballo.Entónces emprendió el regreso oil campa

mento. Tres lanceros habían muerto el¡ esa beróicaembestida, y los restantes volvían lnv-id .,

Al avistarse con Salaverry gritó Paiva:—iliRuda tocar diana :Viva el Perú'Y cayó del caballo para no levantase In :í>.

Tenía dos balazos en el pecho y lino cu clvientre.

Salaverry le habíaclicho:—anda, hazte nc,-tar—y decir esto á quien todo lo enteud ;a alpie de la letra, era condenarlo á muerte.

Yo no lo afirmo ; pero sospecho qae tial :rverry, al separarse del cadáver, rnuruturaríacomnovido:

—; Valiente bruto!tucAnuo PALBl:1.

Los que estan a la rníra

Al pié de la letra

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El HEraldo dEl lstmo - 6

Primera Comunión(Del libro (a ! frr d, ..,írvda l,,).

-1 1, 11 11))"Wia de u,i Lrraw . . .r.

OMINGO, díade Pentecostes• la granjr~

D fiesta, como decía desde el púlpitonuestro párroco, puesto que esa fe-

cha recordaba al cristiano el principio deexten-sión de la Iglesia . El Espíritu Santo había ba-jado en la forma del fuego que purifica y queiluu>iva. á la cabeza de los Apóstoles, con el finde retempla-r sus corazones y fortalecer susinteligencias para la lucha que debían librarcon el mundo. La buena nueva comenzó á dar-se á todos los hombres con la palabra y elósculo de paz en la mejilla. y la doctrina delSalvador, fecunda y siemprenueva, se abriópaso donde quiera y caló en el espíritu de lasociedad carcomida y vetusta.

Ese fué el día señalado para que las niñasele nuestra aldea, de nuevo á once arios, hiciesenla primera comunión . Recuerdo que la víspera.mi hermana, que era menor que ve rios años, sefué al cuarto de mi madre, y allí, con el pequeñodevocionario de oir misa v la contrición inocenteen el semblante, hizo su examen de concienciay se, preparó debidamente para la re_epción eleun sacramento nuevo que tenía atracciones elemística poesía para su alma de alburas trans-parentes, de perfumes uiás suaves que los delas violetas y heliotropos de nuestro valle. Yono era ttrr muchacho voluntarioso ni rebelde, y,sin embargo• confieso que sentí envidia delantede ni¡ hermana cuando la vi acercarse al con-fesionario con aire de compunción edificante . yrezar después, ante la imagen de los Dolores. el_Irruuráa que el sacerdote le impuso de peni-tencia.

En medio de su relativa pompa la iglesiase me presentaba como una cíe esas jóvenes mo-destas que ocultan su hermosura en el rincónde una humilde buhardilla, trabajando quincehoras diarias. para ahorrar unos pocos realesconque comprar el vestido de gala que cadaario se hace indispensable estrenar en la fiestadel santo Patrono. Era tal ]a limpieza que re-saltaba en el lugar santo, que las mujeres, obli-gadas á arrodillarse en el pavimento descubier-to, lo hacían sin el menor escrúpulo, sin ropa-ra r siquiera en que el polvo del calzado man-chase los sencillos trajes de holanda y trruseli-na, aseados y lustrosos por el almidón y laplancha. Festones de musgo cruzaban desdeel altar mayor hasta el coro. semejando corti-najes broneíneos, y los helechos y zarzarosasformab•m coronas al pie de las banderas deblanco y rojo cruzadas sobre los pilares pinta-dos de amarillo terroso.

Sobre la mesa del altar se hallaba colocadoun retablo ele regular tamaño, obra ele autistadesconocido, que representaba el grupo de losApóstoles en el Cenáculo, presididos por la San-tísima Vírgen . Todavía tengo presente la fiso-nomía de los primeros . aquel aire de estupe-facción jamás sentida al ver suspendidas sobresas frentes las lenguas del fuego divino y mis-terioso. El olor del incienso trascendía en elrecinto. mezclado al de las flores que las gentesdevotas habían regado en magnífica profusiónpor tortas partes ; los cirios, colocatlos delantedel , tabernáculo . chisporroteaban á intervaloscomo si respiraseu una atmósfera húmeda. y lapequeña custodia de plata dorada. con el sagra-do disco expuesto á la adoración ele los fieles.despedía. asu las vacilaciones de la luz. reflejosque tenían la intensidad de las cosan sa„Uradats.Lit rayo de sol se había colado á través denua de las ventanas é ilra á queorarse. en la ca-bez., del sacerdote. sentado en su silla forradaen damasco. mientras se cantaba el Glaa-ia, Y Bu

ton turit, de limpieza inmaculada y de palidezmate transparente, brillaba también conto undisco santo que hablaba de vigilias y de virtu-ales heroicas.

Al pie del presbiterio no había sino tinamultitud de cabecitas rubias y negras- cubier-tas con el velo de las novias. Y novias eran.

en realidad, las qne iban á desposarse con Je -sueristo por la primera vez, lleváudole las p"-

inicias ele su inocente pureza. Eran las niñasque iban á, comulgar.

Cierta in>pacieucia, propia de la edad, agi-taba sus cabezas en un oleaje continuo, y unmm'nutllo sordo, casi imperceptible, salla á ra-tos dele' alidido grupo . Bastaba la mirada deenojo que le dirigía alguna madre que estabaallí cerca cuidando riel orden, para que cesaseel cuchicheo y todas volvieran á guardar reli-gioso silencio.

Cuando llegó la hora ansiada de la comu-nión, el sacerdote se volvió al pueblo, extendiólas manos, bendijo las niñas y comenzó á rezarel L4nthtrr.r. La gente repitió en un rumor con-fuso, semejante al de una gran colmena: 1S,parar&u, w, cnufirso Ó Dios y las nirias deltraje blanco y del velo de novia comenzaron ásubir las gradas del comulgatorio y á arrodi-llarse ante el enrejillado de madera torneadaUn himno, suave al principio, que fué acen-tuándose en crescendo magnífico hasta apaoga rlas notas vacilantes del viejo órgano, hizo es.tremecer á los asistentes, y el sacerdote, prece-dido del acólito que llevaba en la mano un cirioencendido, comenzó á repartir elpau eucarístico.

(-'arpus Domiai >tost>•i .Teso-Clu isti cnstotlintuuixaou h<am. iu ritmo alervaraa—decía el sacer-dote haciendo la señal de la cruz con la sagradaforma sobre la boca ele cada niña . Amén, res-pondía el ayudante, y el pueblo exclamaba áuna sola voz, con esa monotonía inseparable(lelas repeticiones: "¡Bendito y alabado sea,el Santísimo Sacramento del Altar!" Los espí-ritus religiosos se replegaban en sí mismos enpresencia del alto misterio que se cumplía en"aquel momento solemne de ¡ .ross grandezas divi-nas; los corazones más indiferentes se conmo-vieron, y lágrimas de cristiana alegría resbala-ron en silencio por las mejillas de las madresque asistían al _consorcio eucarístico ele lasprendas de su alúia.

Terminada la comunión, el sacerdote volvióá extender las manos sobre las niñas para ben-decirlas y exhortarlas con palabras de verda-dera unción á que amaran á Dios y á sus pa-dres. El himno terminó, y leído que fué el úl-timo evangelio, la gente comenzó á salir enmudo recogimiento.

Después del ofrecimiento de la comunión,las niñas se cubrieron la cara con el velo, toma-ron el amarillento cirio adornado con una pe-queña corona de azahares y gasas, y se retira-ron, llevando en el corazón la más santa de lasalegrías.

Habían recibido á Dios en su pecho, dig-;no alcázar de quien acepta siempre con agrado:las ofrendas del candor y de la inocencia Sus.ojos chispeaban v sus mejillas se encendían deregocijo. Pensaban en la bondad infinita delSeñor, pero á ese pensamiento se agregaba tara—-bién otro profano que venía á completar la di-cha de aquellos instantes de re&giosa piedad.El beso de sus padres, el abrazo conque las re-cibirían al volver á casa los hermanos y pa-rientes . los regalos de ellos y de sus amigos el crucifijo de marfil ; la cruz de azabache concantoneras relucientes de plata bruñida; lasimágenes de los santos que irían á adornar eltestero ele sus camas ¡,rara vigilar sus sueñoscomo guardianes riel Altísimo ; las viñetas conmiosotis ele raso y santas máximas en caracte-res de oro; las coronas ele pensamientos ater-ciopelados y de rosas blancas y fragantesTorio eso y mucho más estaría aguarodánrlolas ásu vuelta de la iglesia como digno recuerdo deldía feliz de la primera comunión.

Y mientras esas ideas ele felicidad cruzabanpor la mente de las niñas aristocráticas y ricasdel lugar. allí, muy cerca ele ellas, en tu rincónde, la sílenciosa iglesia, se desarrollaba un dra-ma c orimovedor, el drama siempre igual y siem-pre nuevo de los dolores humanos.

Metida en un áugulo del altar de las Ani-mas. tina ele las comulgantes lloraba sin hacerruido y se enjugaba los ojos con el velo ordina-rio que caía de su frente. A juzgar por la hu-inildad riel vestido, era sin duda la más pobredo las niñas que habían ido á comulgar . Masno era su llauto de emulación ni de envidia:lloraba porque no tenía padres que se alegrarancon ella en el primer día solemne de su vida;porque pensaba en el trato brutal que la aguar-

daba en casa de la tía, que la recogió cuandoquedó huérfana, en aquella casa que tenia paraella recuerdos dolorosos que le atenaceaban in-cesantes y donde debía vivir indefinidamente,sin esperanza de compasión ni ele lástima ; llo-raba sí, lloraba también porque nadie sehabía acordado de ella para darle el más insig-nificante regalo que le recordase la fecha del díaaquel tan grato para su alma atribulada y en-ferma. Todas sus compaúeras llevaban á suscasas un libro, una cruz, una viñeta conque elseñor cura 6 la maestra las había obsequiado.Sólo ella no tenía ni una estampa ni una flor,y ni siquiera en su espíritu resonaba el eco deuna palabra de ternura que compensara los díasamargos de su niñez esquiva y sombría,

Largo rato permaneció escondida en aquelsitio. La iglesia iba quedando vacía. Sóloante un altar una mujer vestida de negro,acompañada de una niña de las que acababande comulgar, permanecía arrodillada, • .mascu-llando las últimas oraciones . Cuando el sacris-tán, impaciente por cerrar la iglesia, dió la se-ñal sacudiendo el manojo de llaves que llevabaen la mano, la mujer, seguida de la niña, se le-vantó para salir. Al traspasar una de las puer-tas laterales, vieron á la chica acurrucada, ren-dirla, por el llanto y el sueño.

—Margarita— . .margarita . . . . t Por qué es-tás ahí? Levántate, que van á cerrar la iglesia.

Y mientras esto decía la niña que le habla-ba, tirábale suavemente del brazo con que en-bría la cata, que expresaba cansancio y fatiga.

—María!—exclamó Margarita, abriendo des-mesuradamente los ojos con muestra de sobre-salto. ¿Todavía tú en la iglesia? Me iba que-dando dormida . . .No sé qué tenía . . . . Vámonos.

Y salió en compañía de su amiga y de laseñora del traje negro.

—Sí, decía Margarita con voz entrecortarlapor lad lágrimas, yo soy muy desgraciada. íMtía no me quiere. Todos los días me castiga . . ..Si yo pudiera encontrar otra casa donde vi-vir! . . .Oye,_ ¿no te han dado á tí recuerdos denuestra primera comunión? Creo que soy laúnica que no ha alcanzado nada, ni siquierauna vitela de la lumaculada en su grata deLourdes. ¿Qué te pareceR Hasta la maestra,la señorita que dice quererme por mi compor-tamiento y aplicación, se ha olvidado de mí . _ . .

—¡Cómo! ¿que no te han dado nada. cuan-do la maestra tenía una porción de láminas be-llísimas para repartirlas entre nosotras, sus dis-cípulas? ¿ Sabes que eso es una injusticia y queme desagrada mucho? Mafiana se lo digo á lamaestra, aunque me obligue á hacer veinte pla-nas. No me gustaría que me castigase, pero selo digo, porque lo que contigo se ha hecho medisgusta profundamente . . . . Si . tú eres más des-graciada que yo—continuó con acento enterne-cido—porque tu tía te pega á menudo, ¿verdad?Yo, como tú, soy también huérfana ; mas tengola fortuna de que la señora que me recogió(esta que viene aquí con nosotras), que es ape-nas parienta lejana de mi madre, no me tratamal, por el contrario, me quiere como si fuerasuhija. '

Cuanto llegaron al punto donde debíau se-pararse, liaría sacó de su devocionario uu n—gistro que tenía impreso en colores muy suavesuna cruz de oro 'en fondo negro sobre un cálizen cuyo borde .' estaba una paloma blanca be-biondo el licor -que sacaba de él y con la miradafija en la cruz. La base del cáliz aparecía en-vuelta en una nube de tintes opalinos y plomizos.

—Tbma—le dijo poniéndoselo en la mano .—Este me lo regaló el señor cura ayer cuandofuí á confesarme. Consérvalo como el recuer-do ele tu primera comunión.

Las rios niñas se besaron para despe :irse.Un estrecho abrazo las unió un breve instantede comunicación íntima. Margarita, entre te-merosa y complaciente, alargó la niauo paradespedirse de la señora que hacía veces demadre de su amiga, al trismo tiempo que leíapara sí el siguiente pasaje de la la¡itacihu queen letras de oro se hallaba grabado en la pre-ciosa vitela:

De adE Y(tc(r)r« a.gaa como defueate viva el pe-qltrTu, y el rico, y los que are sirven (le Lacaa volun-tad r/ liLrenu:at<•, rrci Lirrírr. ~ruirr. por ¡,enría.

s .rLO.róN Povcc AGUILERA .

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`l HC-7–aicio de-1 Istmo - 68

El heri oso 1ui~nplo de Chitré<

ala{5

í

Flaeía cerca de seis años que no visitaba al pro-,,,~`t

ti , , ?,. ° gresista pueblo de Chitré, y podéis juzgar cuán

y z „~ a - r_

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que á él hice, cuando al entrar por la calle princiFu

á

p 11 divisé las gallardas torres del bello templo-- r>

,-` ~-

católico construido por el sefior Belarmino Urrio-

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1 . bajo la imnediata dirección del contraído é ilus-<-< 5

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tado Presbítero de esa parroquia doctor 1Melitón

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M•urtm.

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Mi admiración no tuvo límites y desde luegoY

1 :..,`~1

~

' ~ , ~-u-} ~.'c-,- me propuse obtener una vista fotos=ráfica de él ylos datos posibles para dar á conocer al país, desdelas columnas de Er. HERALDO DEL ISTMO cuánto

Y

pueden el tesón de un buen cura y los esfuerzos

a? ,'v`

< ` de un pueblo laborioso y trabajador.

ry a

M

Según los informes que pude obtener la colo-`-' x-

~•-

catión y bendición de la primera piedra del templo

3

-

se efectuó el 8 de _Marzo de 18 cJ7.

,r

p tom- F

Ya antes se había principiado por derribar el` viejo templo que allí había y para huir de los te-

, '-

rribles soles del verano el trabajo se efectuó du-cante la noche.

DIL••LITóN MARTIN, Pbro .

Sin embargo de los buenos deseos del curapárroco y ele sus feligreses la obra no adelantaba

por causa de los directores de ella . Se nombró entonces como tesorero á don Bla.s Telloy se encomendó la dirección de los trabajos al maestro Belarmino Urriola.

El trabajo hecho hasta la fecha. se hacalculado por ingenieros competentes encincuenta mil pesos. Pero con seguridad

ino se ha llegado á gastar ni la tercera

,4 A

Jparte de esta suma, gracias •í la notablesagacidad y dotes económicas desplegadaspor el padre Melitón.

Buena parte del trabajo se ha efectuado por el sistema de Jnrrtus, tan usado 1 -

t~ ~''~

' " .en los pueblos de nuestra tierra., y que

1?~ itodos nuestros lectores conocen segura

t-1• t ] `.

•~1;~3 1 Y PYmente.

lDMás ele trescientas jantus se han cele-

r

~brado ,y á ellas, justo es decirlo, acudía el

1x>”

1 ~i~ 1

pueb lo en mas ávido de prestar su con-

^-•--~~

' ,ñc ,tiene Ite á la obI i

j =J

{I a cal, faUl Icada en el lugar, mediante

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la conducción de la materia prima desde le

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jo nes puntos ha entrado por buena parte en

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la obra. Se calcula en más de treinta mil

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cquint.aes la cantidad gastada .

° °' ~` s _

xLos ladrillos . donados por clon Balbina

Y

z 1Moreno, suben á treinta. mil-iNI ás de trescientas cincuenta piezas d

7

a

maderas incorruptibles han sido bajadasde irs montafas, siendo el acarreo de esta

Cn.•IRÉ .—4EMPLO fiN CONSTRUCCIÓN.

InaP_era, de D, cal y de las piedras, obra de titanes.

Al] ter- -,"

i»llo asl ecto y de estilo Renacimiento tiene veintitrés Inetres de a .n-choPorcuarenticinco de largo. Iras agudas torres"se ele-

4

y

van á veintiún metros hasta el remate de la cruz.c

Indudablemente el pueblo de Chitré tiene justot

á,

motivo de agradecimiento para con su párroco. Sin elu~

_

- r ~ . :

inacabable entusiasmo, sin la persistencia incansable delI Idre Melitón Martín, el teln Ilo nunca se hubiera le-

yes:

1 `

1cantado. Era necesario una voluntad firme como la suyay unafé inmensa, ele esas que transportan montañas,

e ~..t

' T'

Para coronar la obra.~v

v

Presentarnos hoy junto con una vista del templo4a .. x a

los retratos del Pbro. Melitón y del maestro director

°~`^-

'`'.

de la obra Belarminu Úrriolx ..•r3rt

w

t\cerca del padre Melitón poco tenemos que decir.•,

l;s PeI•son:l bien conocida en la Repúblíca á la que guar-da simular cariño.

v

'

Probo e ilustrado, es á la vez de genio alegre y fran-ú co, y esta cualidad ha dado pábulo á sus enemigos (que

éL como todos los que se, elevan, los tiene) para tacharsu c:rnducta (lile no está de acuerdo con la idea falsa queellos se han forinado de los ministros de una. religión.

Melib5n es escritor galano y poeta fácil de corte clá-sito.

Belarmino Urriola, hijo de Chitré, sin haber salidoá parte alguna ni poseer más estudios que los de escue-laprínia•ia, es el. arquitecto constructor del llearmoso

Adios !(A DIARfa nosA P . DE DE LA OsseJ

( INÉDITA ).

Allá en la márgen floridaOne baña el Rimac undoso,Y al arrullo caprichosoDe su inquieto murmurar,Botón de rosa temnranaSus pétalos entreabríaY los besos recibíaDe la aurora al despertar.

L e entonaban dulces cantosLas aves en la enramadaY la brisa enamoradaLa mecía con amor,De la vida en los umbrales,Como reina de las llores,Sofiaba tiernos amoresEn su inocente candor.

Desole leiana riberaVino un céfiro amoroso.Y arrebató presurosoEntre sus pliegues la flor:Y en otros nuevos pensilesLa rosa halló nuevo encanto,Y encontró cariño santo•Y eiendo contra el dolor,

Pero á la flor le faltabaEl calor del patrio suelo.Y el céfiro alzó su vuelo,Y con él se fué la flor:1 en el jardín solitario,Que su ausencia oscurecía,un - paloma gemíaY lloraba un ruiseñor.

JERáNINIO OS .SA-

templo de esa población.Es honrado padre de familia. y con ab-

negación y constancia ha fundado un ht garrespetable. Frisa en los cincuenta años a suverdadero oficio es el de carpintero.

Observando el padre Melitón lo nitichoquesehacían pagar los primeros dirocto-res de la obra y lo muy poco que ésta ado-lantaba. habló con Urriola para ver si que-ría hacerse car go de ella ; una vez acopladoeste compromiso se le envió á esta capitalcon el objeto de tomar datos ó inforniariones que le pudieran ayudar para tan landaUle fin.

Belarmino Urriola ha trabajado um lamayor abnegación y está dispuesto á so

guir en la obra emprendida con el entusiusIno que lo enaltece, pues como répetinnts, á.una. honradez acrisolada reune el intorésde ser uno de los hijos de esa simpática publación que mejor secundan los titánicosesfuerzos del padre \Melitón Martín.

Urriola tomó parte en la construc•c-ióndel único y hermoso cementerio público quetiene el pueblo de Chitré, siendo el ceso de.advertir que hasta la fecha, tanto cl co-menteriocorno eltemplo son los mejoros detoda. la Provincia deLos Santos y no Ies vanen zaga., después de los de Pananuíy Colón,á los principales del resto ele la República.

JIL r- S?~NCHI C Z.

BELAEMINO URRIOLA

D :r .otorda la o7r.t dtl c_ :n!~lo Ja : (•hiu'é.

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El Kraraldo dE1 Istmo - 69

C

(DE HANTS BETnGE) .Traducción del alemán pata Er. HERALDO net Ist^,to.

1 nuel mañana de tn-vierno llegué á laesta^ión del ferroca-

Sev-illa.entras cruzaba las en-la dudad observé ens equinas carteles queabau la representa-ara, esa moche de la,Carmen.- de Bizet.luego se une ocurrió

o iría á ella, puese be estado dispuestolesperdu iar oportmi-ver una vez más esamaestra de las artesl y dranática . Y esta¡,la verla en la propia: la ciudad que vióuctores ojos de la en-ora gitana que todosrazones varoniles iu-a y en donde el ¡tifor-> José, trastornadoa negros rizos (le aque-la rubia Micaela ol-

Me hespedé en el Hotelde Rotna_

La habitación que mefué designada daba hácia unjardin sembrado de narau-jos de los que colg<~l:)au ra-

Dios de act:uhts frattas . En el centro h:ibfa unafuente y no lejos uu banco de mármol de altoespalda•, tras el cual carecía un arbusto ele gar

-denias en flor. Aquí y allí, bajo _el follaje,vefause figuras alegóricas de mármol . ' Era unverdadero jar<liu al estilo español . Sólo faltabaaquella profusión de flores tau notable en la es-tación de verano.

Cuando después de almorzar abandoné elHotel . en, ont-té á la entrarla una bella nntjer.Esto no es extraño en Sevilla, pero la bellezaele ésta me impresionó sobremanera. ¿Seria an-daluza? \T O era posible asegurarlo . pero susojos, hermosos conTo almendras• al ser observa-dos parecían huhar con su orgullo y casi lo in-dio abau. Llevara una mantilla de. seda negrasobre su catbeilo del mismo color y detrás deara oreja Utt clavel rojo . El vetido era tam-bién negro. Yo une detuve en el untlrral si-gitiéndoia con la vista . Ella subió sin miraratrás . ;Cuán otaUlloso su andar! y su 1M)rte:;cuán imp.inderable_^tente orñailloso! oh, sí!Ella debía ser andaluza.

Salí á la calle y lile mezclé con los tran-seuut: s . satisferlio con el hallazgo de ese día.Pnnalmentc entré con el propósito de, tomar a!-gún Allí. mien-tras vagaua nti vista por el cspa' ipso salón, fr.;—pecó coca la he1•mu$a dama. qUe había encontra-do yo tuommutos antes á la pne-rta del lintel.Estaba en co .npañía de dos senores qne por sussombreros alones y a~éitarhts raras podían to-mase por toreros.

Pregunté al sí•v_uute, gni(u cra la damacan lit mantilla rnegra v el clavel en lit oraj+r.

- — Esa es Doña Lsl Lisia Domingo, " eon-

testh él, "la Prim:ulo:na del Tcatr,t San ber-nardo. Hoy bax+o ella de Ca .neo. "

--Es (b; S'ov .l la i '—"De Cádiz. señor. No vé. tuste] las rejas

Así solo las tienen laa nntclm<]uis de albi- '--"La be visto on el Hotel de Roana : i• viro

allí?"— `1Sí señor. ,'A tiempo que sostenía yo rsta c(ntversacióu

wn el crinkle . se levan a •.,u y salieron pus des-cono,idos. La Balbi11a delanir, -1 1

11 '"n"11'

uno ni á otro lado. ron el orenll!o de ata Trina .

Yo abandonné también el Café y me dirigí á mihabitación en el hotel vecino, pensando en ella.Salí á ni¡ ventana y contemplé el solitario jar-dín en donde el sol calentaba las gardenias yvacía el banco de mármol.

Abajo tocar on á comer. Cuando bajé es-taban ya sentadas, junto ácana largamesa unasdoce G quince personas entre ramos de olorosasflores . Inmediata. á un extremo de la mesa ypróxima á. una ventana estaba sentarla la Bal-bina. Su vestido era el mismo, sin faltar elclavel rojo.

El hotelero me condujo á la mesa y pre-sentándome por ni¡ nombre á los comensalesnie señaló el sitio opuesto al que ocupaba laBalbina.

; Allí estábamos ella y yo, frente á frente!Ella parecía interesada en tina conversa-

ción con su vecino, un fornido valenciano. elcual le hacía repetidos cumplimientos. protes-tando estar impaciente por oirla cantar esa no-che el aria " /'a nunca >tnrirí de gitto+oa, " y tara-reando el patético aire devoraba una gruesaalcachofa. La Balbina reía y le ofrecía pensarsólo en él cuando estuviera cantándola . Luegolanzaba él sus tiernas mirarlas á un trozo desollo que acababan de traer, lo que provocabala risa de los concurrentes.

La Balbina tomaba poca parte en la con-versación general, limitándose á lanzan unaque otra. expresión aguda que los otros demos-traban apreciar y recibían como verdaderos(pones.

Al final ele la comida, habiéndose tratadonuevamente de la representación de "Carmen"anunciada para esa noche, elijo un señor deCórdoba:

—"fiamos á estar esta noche en ascuas,porque la dama que ha de hacer de Carmen esardiente como una llama."

— "No," atrevíme yo .h replicar . "esta Car-men es una señora con un alma de hielo."

El senor de Córdoba, lleno de asombro,calló . También los demás oyeron admiradosmi observación sin atreverse nadie á objetarla.Sólo la Balbina mirándome fijamente, rujo:

—Usted tiene razón, señor, esta Carmenes una mujer con alma de lúelo. Así lo veránustedes esta noche y prepárense, no para arder,sino más bien para helarse."

—"Celebro que sea usted (le mi opinión,"la dije, "así ya sé que he de pasar esta nochealg(m is horas ele placer ."

--"Luna carmen sin fuego!" observó al-nniien. "No. no: no digas semejante cosa! Ytú dices ser una nntchacha de Cádiz!"

--yo soy una muchacha (le Cádiz y sécomo debo pesonifica• á Carmen," replicó ella.

--"Tú gtiieres exl)erinnentar, " repuso otro.¡Una Carmen sin pasión!" exchcnó nn

tercero. 'joli! Balbina, yo te daré la que á títe haga falta!"

-"Yo no he querido significar," agregóella Uu tanto azaada, "que Carteen sea aunmujer sin pasión, sino que esa nu nna pasiónc >lo . a su vida bajo una costra de ]cielo á travésde la cual no es posible connpadec:erla . "

Yo noe incliné en señal de aprobación aña-diendo:

--Y bajo esa costra de hielo es forzosoqne, limera . "

—"Es forzoso qne muera," repitió ella entono lánguido.

],ti comida había terminado . La Balbinase. levantó y se despidió con un gracioso ; Adios!Qué sorpresa para mí cuando inclinándose noe

alargó sil unauo diciéndome:---" ¿ya usted realinente, al teatro esta no-

che?„--"Sf," repuse, tornando su blanquísima

mento qne oprimí suavennento : '`quiero vercorno muere, Can•nren con Sti corazón de hielo ."

Salieron todos unos tras otros y yo pasé aljardín en donde brillaba un débil sol de invier-no. Me senté en el mnmoreo banco de altoespaldar á inmediaciones de la fuente, dejándo-me cobijar por los ramos ele gardenias . Lasrojas flores interpuestas entre el sol y yo irra-diaban su color sobre mí . Entonces comencé ásoñar con la, Balbina. Pensé cuan grato mesería que estuviera sentada á mi lado para po-der decirla 'cuan bella era, qué encantadora-mente bella y cuan feliz me habia hecho dán-dome á estrechar su mano. Y pensé:

—Si pudiera decirla cuánto la ámo y cuán-to la he amado desde el momento que la ví y sipudiera estrechar nuevamente sus manos, esassuaves y blanquísimas mitnecitas, y contem-plando su dulce sonrisa de felicidad, estrecharlacontra mi pecho palpitante; pero de nocheha de ser v cuando las estrellas brillen

El sueño era ingenuo y finalmente no pudemenos que burlarme de mí mismo. i1le levan-té, subí á mi cuarto y traté de dormir un parde horas, más me fué imposible. Me imagina-ba ver siempre delante á la bella Balbina ; sumano entre las unías y creía contemplar las ar-quearlas cejas como sólo las tienen las mucha-chas de Cádiz . Cuando me levanté sentíameaún más cansado que antes y resolví ciar un pa-seo al aire libre á lo largo del Guadalquivir.Caminando por una de las solitarias calles queá ese río conducen. contemplé, sorprendido, de-Lante ele mí en el balcón de una de aquellas ca-sas á la Balbina al lado de un joven buen mozo.

Ambos miraban hácia la calle y platicaban.Ella tenía esta vez un vestido gris y un pañue-lo rojo en derredor del cuello. Entre los labiossujetaba un blanco botón de rosa peto el clavelno estaba demás . Cuando estuvecasi debajo delbalcón saludé. Ella se inclinó y dejó caer elbotón de rosa. Fuese ello intencional ó casual,la rosa yacía á mis pies y naturalmente hubede alzarla. Luego saludé agradecido y ella seinclinó, seria y pálida Mientras tanto el jo-ven había desaparecido. Al foral de la callevolví de unevo la cabeza y también ella habíaentrado.

Continúe mi paseo con la rosa en la mano.En seguida comencé á pensar en la Balbina.t Cómo estaba ella en ese balcón y quién era eljoven que á su lado estaba? Luego me veníaná la imaginación los dos toreros con quienes es-tuvo esa mañana en el Café América.

Mis pensamientos se extraviaban ; pero, nó;Balbina no era una mujer cualquiera díasg qué podía ser esta mujer? Y no me era dablellegar á una conclusión. Que era bella, sí, ex-traordinariamente bella, y pálida y esbelta yque tenía manos suaves y que la amaba, estosólo sabía yo.

¡Me paseé en la ribera del Gualalquivirhasta entrada la noche. Después noe fuí alTeatro ._

Se tocó la abertura, se alzó el telón y se dióprincipio á la representación . Yo aguardabacoli illnpaciencna el momento en que debía apa-recer Carmen. Al fin la música la ammcia.Ella cruza uu pequeño puente y desciende tran-quila y orgullosa, trayendo entre sus labios unclavel. Su voz no era poderosa pero sí sonora.

El aria —Bis aa. boxgrur de bSrilla" la cantóde manera seductora entre dormirla y melancó-lica, con la ternura de una niña.

Cuando con el aria "E7 muor vació (lo llita-nox " se empeñaba en trastornar el seso á los se-villanos, pensé yo que en algún palco un forni-do valenciano el oírlo aguzaba, y que con la ca-beza llevaba el compás de la delicada canción.

El desempeño de su papel fué tal cual lohacían esperar sus promesas, hechas en lamesaesa mañana. En soporte había siempre algole real y sus movimientos denotaban frialdad.

En sus arranques de afecto jamás so salióG

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El .i-ieraldo dEl Istmo - 70

de los límite..- de lo racional y sÓlo una quo otravez noté incertidumbre en su andar y con-tracciones de las urun,s, quo acosaban 1111 ner-vioso y aoitsdo estado de finiufo . Su vestidoera seuc•illo y ajustarlo á su esbelta figura . Desu desordenada cabellera pendía un rojo botónde rosa.

En las angcstias de la escena final errandoacosada por el pula] de Jos3 comprende que vaá morir . su talento llegaba. por decirlo así, alelinmx y el entusiasmo del público no halló lí-mites colmándola de aplausos.

Después ele esta escena y siempre que losaplausos riel pliblico la, hacías volver á las ta-blas, pride observar en ella cierto agotamientoy que sis labios estabau pálidos y turbios susojos. Tina vez se inclinó hácia el palco que yoocupaba pero ¡qué inciertamente:

El telón cayó por última vez y el públicose precipitó á la calle.

Yo emprendí lentamente el camino del ho-tel . El canto de la Ballima y los movimientosele su cuerpo no se separaban de mí no momen-to. Había aún animación en las calles de Se-villa y en las tabernas se oían alegres jaleos contodo su acompalamiento de palmas, guitarrasy ctstaluelas.

La luna brillaba esplendente.Llegado al hotel, subí á mi cuarto, encendí

-la lámpara, me acomodé muellemente en el di-ván v pensé una vez más en la función del Tea-tro San Fernando. Cada movimiento. cadamitrada ele la Balbina se me venía á la imagina-ción nnevamente . Así permanecí hasta altaslloras de la noche, cavilando. Finalmente. in-c:>modándome el aire que por la abierta venta-na entraba, me alcé y trastavillando, casi ensuelos, la cerré . Por la entreabierta celosíaeché una mirarla al jardín en donde aún alum-braba el resplandor de la luna . La fuente co-rría lanzando un tenue rocío que resaltaba,brfll•ante, sobre la oscura base de piedra y aúnme pareció ver á alguien sentado en el banco

de mármol, cuyo traje paaetia brillar como lasetwtidnras de ama bada : pero no observé más.1"aitáudome la energia para sacudir el suel .>gric ya tse invadía con fuerza avasalladora.

Me diriji á tientas al diván, me eAi6 vpronto est rive dormido. No bi6 por cierto nnr.n, .ño restaurador . pites no bien me hube dor-, ; :ido corncm•é á sonct,, con la Balbina, de tn :o-

tau clara y vfvi la que aun hoy nic parececu.t rcadida-t . Por lo Innn:;s no recuerdo eu miMida h:dnrr tenido sueno tan clar o y en que losmás minnrios,s detalles se are hayan gravadode u,anora tan iudeloble en la nleauoria, y poresto se 11re ,tarfe en unís de uan ocasión pre-gnuta.rna, {c q li utismo:

pa c snofi :). Ó reali flad r'soló (1111- nstái,acws a.uab,F scntxulus en cl

barreo do 11141-11101 . Era auca I],, _ :ho a bund-tut •ea florc ;s v esta :âas, La P, :d : ,_na gafa „, traj :r

ele l }nnmuy tal ciad lo había llevado en el últi-mo acto, de serla blanca; zapatos del nrfsmo co-lor y en la cabeza una mantilla también blan-ca . Yo le había colocarlo en el pecho un reniode gardenias tomado del árbol que crecía porsobre el banco . Aun me parece contemplar hasrojas flores entrelazarlas con hojas . La lunavino por sobre el muro del jardín y subió lenta-mente á la cresta de una palma. Las estrellasresplandecían, la fuente esparcía cuentas deplata y un pesado vapor se cernía en nuestroderredor, que amenazaba trastornar á luí com-paíiera sus sentidos . Mi brazo estrechaba sutalle y su mejilla descansaba sobre la "ría Per-manecíamos en silencio. como en un sueno, ad-nriraudo la tranquilidad de la noche y el capri-choso serpentear de las aguas de la fuente.

Cuando desperté era ya de día . Mi cabezaestaba pesada y mis miembros entumecidos.Me trasladé á la cama y permanecí acostadohasta medio día . Dormir no me fué posibleporque el suelo de esa noche no me abandona-ba. Me parecía que éste había sido una reali-dad y no me resignaba á creer que era en eldiván que había despertado y no en el banco demármol, bajo el árbol de gardenias.

Cuando tocaron á almorzar me levanté ybajé . Al entrar al comedor mi vista se dirigióprimero al sitio que debía ocupar la Balbimt.;Estaba vacío!

La conversación de los comensales me pa-reció animada como siempre . Tomé asiento enel lugar de costumbre.

—"Y bien," dije. ¿En dónde está hoynuestra Carmen?

Todos me miraron atónitos.--Pero querido amigo—"El no lo sabe aún .”—"Pero qué ha sucedido?" pregunté.—"Resuelva usted si puede ese enigma : la

Balbiva ha muerto ."—"La Balbina ha muerto ?! "—"Hoy la han encontrado

en el jardín, sabe usted? Teníaaún el vestido conque hizo anochede (icr -morn, de seda blanca, zapa-tos y mantilla del mismo color.En el pecho tenía un ramo de gar-denias y la fuente corría ."

—"El médico cree que hamuerto del corazón."

—`•Ella fuE siempre un miste-rio. como ha sitIo su muerte ."

El valenciano, quien en estemomento descuartizaba una galli-na, meneó su cabeza afirmativa-inente y comenzó á tararear lamúsica del aria — El aaor ,ario deJiln,u,s. ,'

MANUEL E . AMADOR.

En un albumI leranosa como call rosadirer, que eres, y no ol,stante

hall" III ira :q,cn capciosa,quc lit rosa mats radiantesolo es hermosa un instantey te siempre eres hermosa.

LOas P. CILL:ANOVA .

Roinerldnas~03101as golondrinas de lit . :m

ción espanola, al aa•ercar,. . . . 1invierno frío y hlínu+L, d . . .,

tris tierras cálidas. las fautilia- epa-abandonaron la capital allá por F :a1•-ro, en busca del aire puro c :dn•la-ble de los campos, después d .- namausencia relativamente lama . r••t . .r-uan á la ciudad con el deseo pla- :~ : Llede concurrir á las festividad :- ~,-ciales que tanto halagan el ---piritay fortifican el alma para hu- i,, ' :rasdiarias de la vida.

Los ojos, ya cansados de e .-• 1»,rtodas partes los estragos de nu : .-ru

` no largo y la belleza regia d,•

-,1ardiente, ansían eusinrisnlah• , r . .,ra

con la contemplación de otros J.-á la fresca blusa del veraneante sucedi-ni r :nvpronto la pechera almidonada del cahail . r• . d .•frac y á la kimona indiscreta que aleja . . :rei-nar al descuido las formns aspasiauasles . reemplazará de fijo la l7o,rd„•, I•_ :nn•ale delicado lino adornada con encajes -•

,•

,r": las gorrillas—especie ele boinas ,+pat, • : : :-que en los "llanos del Club° se usaron d, :~ .aae•las noches de luna, ceden su puesto llar,

.L•

humildad á otros adornos para los cal»•` vlos brazos venusinos, y lis pecheras hie r a . . -b :ladas se preparan ya para los escotes ara . r . •, sde los bailes del "Internacional "

Ha llegado, pues, la estación del u,-. • n ."con sus lluvias frías é impertinenn•- ;••a•.también trayendo en su alforja sus fi,•-r . : •l .-llciosas con sus placeres no del Uaio efbu . r —

Dislxrngámonos, ya, pia ra las veri» : ylas recepciones ; para los paseos y baib- paralas tertulias de familia y para las fiwcior: _ I••;rttales.

Sobre la blanca cuartilla saturarla t . . alcaescrita será tan sólo fiel retrato de lo q .- -nceda y Dios sea con nosotr .,s

Desde Hamburgo el corresponsal Ir . r-,rr .,y artÍstico de El HERALDO DEL ISTMO, 11,a >lanuel E. Amador, nos remite, traducido i . .r FIespecialmente para este quincenario, m, Im--cioso cuento sobre impresiones de la ti,-r r . . d,-Cervantes, del célebre literato gernl2t11,e ll n,Bethge.

Recomendamos á mlestros amigos latura del artículo en referencia y dana— alcompanero de labores y amigo siempre- : inable-nuestns más sinceras gracias por su eali•, . .,envío.

+ +Eu Madrid la Compartía ^lluerroro Ib-n

dota" privilegiada de la aristocra cia en it " .apor parte—ha emprendido lit brea de rv: iwiiorel teatro clásico peninsular antilmo, tau..: . e•n]acoal hall obtoufdo 6sito notable los do, aratistas espanoles llamados con razón bo_v .lía I . .sreyes de lit esCena.

Dw, :I trmw G ln firrrv, dr/ sis•,. faunas:, tragedia de Don Angel Saavedra, ba sido rc•pr . °ntala en el "Teatro Espanol• Con el mísnn . ca

tusfasnro yfervor artÍstico de los buenos tn•D.pos do a(11161 gran actor que se ]Iau ', lü ta,'.1Calvo quien encarnando el valeroso v desv,•ni ncado Dmt .1/crin, supo obtener grandes tricnfos escónicos.

/),,a ahwr,, G h1- jru•rxn dr/ sL/" fall rscncllada en el "Espanol• con el regoci jode siccgn+•.pon• que esa es obra quo no tiene oeaso : .lurreuno bellezas y atesorar galas y por que :i todos los plíblicos--ya sean latinos : todos aluna:ya sajones ; tallos practicalisnto -eic ulpr, - roamueven las trágicas aventuras del cuantoradocaballero indiano.

En Panamá—ya que el Gobierao vá :í cons-truir un nuevo toatro--debe pousalae desdeahora ou la manera ale lotear funcionar ea . l(k)ulpanfas que no solo distr•adgan ol aUdilori".silao que tambien lo instruyan ; hacer toatro yno mediúu en la memora. mamo se tobo obbca•r

Ir IJIRAS DE L .1 ANTIGUA PANAII .L--LOS ACPTALESbIORA DORES .

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EI HEraldo dEl 15tmo - 71

la venida ele . buenas Compaüías. es tarea noconcluída.

Al Ejecutivo le toca ver el modo de inclui ren el próximo Presupuesto una partirla parasubvencionar empresas teatrales que á juicioele los aptos en la materia merezcan esta gra-cia.

De la cosecha ele Aurelio Máximo son lossiguientes renglones que copio de su cartera:

"La Iglesia Católica universal dedica comocs sabido una semana entera todos los años ála representación del drama del Calvario—lamuerte de Jesús de Nazareth, el Divino—ocu-rrido hace ahora nril novecientos cinco años.De este modo mantiene viva la fé en los cora-zones de los fieles y sostiene su poder tan muda-mente atacarlo en los tiempos de incredulidadque corren. -

Entre nosotros la celebración de esta sema-na• apellidarla santa, ha revestido como en añosanteriores gran pompa y solemnidad. Los tem-plos adornarlos con profusión, ilur"incidos y lla-nuutivos. bablando á los sentidos ; las ceremoniasdel culto. con tordos sus misterios, imponentes,y conmovedores ; y.los creyentes, la gr•arr mul-titud de los creyentes, los Bienaventurados deque habla el profeta. ora tristes—el ViérnesSanto—ora alegres—el Sábado de Gloria—inos-trando orgullosos la felicidad de creer- de creeren algo. ele adorar á la Divinidad impenetrableó incognoscible.

¡Ah, los creyentes! ¡La inmensa multitudde los creyentes!"

En Lrr FslrrAu d,. I'rnuoxrí del Sábado, sec-ción de cables, leo la noticia de la nmerte—ocu-rrida enMadrid—del poeta Manuel Reyna.

El aviso lacónico no dice cómo ha ocurrirlola desgracia, pero al ver el nombre del mimarlode las musas á mi memoria viene el recuerdodel magistral soneto que, como hermoso bri-llante entre riquísimo polvo de oro, se destacaen su famosa composición : 4,11r11 ea 1,1 Encunad.

i Habrá muerto el poeta. lleno de riquezapecuniaria?

¡Habrá acaso tenido quien en la hora an-gnisti,sa (lela agonía le remoje los labios cona,:,ma y le refresque el alma con el rocío bien-hechor de lágrimas sinceras?

Nada sabemos aún ; no hay un solo detalle.Así quiero vivir! . . . . Y cuando muera,Fabricad mi ataúd con la maderaDe vuestro dulce bandolín sonoro.

colocad sobre mi cuerpo heladaUn sud-ario ma,,nffico formadoCon vuestros chales de brocado v oro.

Tal dijo el poeta á las hermosas, pero acasosu muerte ya pasaron los tiempos de Tirteo-habrá sido triste . pobre, solitaria y amargacomo la de Verlaine.

Y ahora—;oh lectorcitas!--de ustedes unaoración por el alma de Manuel Reyna, el inte-lectual quo, tonto sapo alabar los méritos indis-cutibles del bello sexo.

En el teatro "La Gaite" de París se lla ex-trenado hace, poco con inmenso éxito la come-dia trágica en cinco actos y en verso, titulada

oriñ ral ele Catulle Dienclés.La obra tiene algcmos trozos de unísica del

Maestro Reynaldo Hol la, y annglie es }mande,pues figuran en el reparto cincuentiún perso-sonajes, sin contar comparsas ni figurantes.sola, cnatro actores lleva" los principales rolesy de éstos dos han conseguido triunfo conrple-co :--Juan Coquelin, protagonista, y Gilda Dar-ty en el papel de Ninón ele Lenclós.

Un r r•onista dice con respecto á este ex-trono:

"A la altura de la versificación, fantástica-mente esplendorosa cono una cascarla de pe-drería, ha estado el trabajo de Coquelin, mo-delo indiscutible de arte refinado, justamenteaplaudirlo en el gesto, en la recitación inimi-table, en la acción maestra.

Gilda Darty, espléndidamente bella, badecianuado inuy bien, presentándonos urna

Nipón de Lenclós, capaz de conquistar ef mu"-do con su perpetua sonrisa.

illademoiselle Sylvie, en el papel de Fran-coise D'Aubigne, la esposa de Scarron, y elactor Capellani, en el papel ele Villarceaux:, elpretendiente afortimado de Francoise, se hanesforzarlo para contribuir al éxito de la inter-preta;ción ."

He aquí, á graneles rasgos el argumento dela obra aplaudida:

"La acción de la obra comienza en unafiesta popular carnavalesca, en 1637. Scarron,el poeta satírico y procaz—Cognelin—aparecedisfrazado de mono . Búrlase de la fe religiosa,y lo increpa una niña; la multitud lo coge, llé-vaselo y lo arroja al río. La mojadur a produ-ce á Searron la parálisis que sufrió hasta mo-rir .

En el segundo acto, 1647, Scarron, en-fermo, baldado, pero siempre burlón. aparecesobre un sillón de ruedas en el momento enque acaba de casarse con Francoise D'Atrbigne,

la niña que diez años antes lo reprendió seve-ramente y que después de la muerte del - poetallegó á ser la célebre madame de Maintenon.

Mientras comen los invitados, Scarron im-provisa y canta un epitalamio grosero . SrY•au-coise le arroja la misma dura arase de recon-vención que en el primer acto, en la escenade Carnaval . y el esposo, colérico, mándale re-tirarse, y él se queda solo con Ninón, contán-dole, en una escena interesantísima, como seha casarlo con la niña. Al fin, solos ya los es-posos, ella empuja el sillón hasta el borde dellecho, ayuda al enfermo á acostarse, y acercán-dose á la ventura con una lámpara, hace señasque por alguna insinuación de un aparte pa-recen dirigidas á su pretendiente Villarceaux.

Tercer acto. Searron y su esposa habitanima linda casa en el campo. Ella tiene citascon Villarceaux . Entérase Scarron por con-fidencia de un librero, y sobreponiéndose á laparálisis, en un supremo esfuerzo, coge la es-pada, abandona el sillón, corre al dormitorioen busca dé la esposa v no la encuentra.

En el cuarto acto, Scarron furioso, espadaen mano, sorprende en casa de Ñinón deLenciós una entrevista amorosa de Francoisey Villarceaux . Francoise injuria al poeta.

—Puesto que eres bufón, le dice . véngatecon epigramas.

Scarron cae inerte. Cuando lo levantany lo ponen en el sillón, hay una larga escenamuda en que Coquelin ha obtenido aplausosfrenéticos. -En el quinto acto muere Scarron,mez-clando á sus terribles dolores sátiras y bu-las sangrientas, entre risas, delirios, espasmosv contorsiones, que han sido una labor mara-villosa de C:oqueliu."

Y la noche del extreno, desde su asientoen platea, Madame Catnlle Mendés, -llerla deentusiasmo por el éxito obtenido, aplaudió ca-lurosamente la obra Ab su esposo y despuésen Le 1'íllrero ella en persona ha publicado unartículo en el que relata como fué escrito .Sea.-rra,,

En los intelectuales, cumpliéndose la leyde las compensaciones, así como perciben conmayor intensidad que los temperamentos vul-gares, los placeres, también en ellos el dolor—ya sea moral ó físico—es más poderoso y de-ja casi siempre huella indeleble.

Más que los años, talvez los sufrimientosy las desilusiones han cambiado el aspecto fí-sico del poeta, pero ese mismo sufrir ha forta-

lecido su cerebro y hoy resulta mu-cho más fecundo y más admirableque cuando lanzó á los cuatro vien-tos de la publicidad su famoso li-bro Azul.

1Ahora, antes de poner punto fi-

F143 } ¿ 1

nal á estas Ro,IERIANAS. viene á,, {r mi memoria el recuerdo dulcísiuro

del sol de mi terruño y del Hatoalegre y tranquilo en donde pasé lo-

"i .._

da mr niñez.

x

Allí he estarlo liare apenas tres~- -- ~ ` semanas por pocas horas : como

siempre el sol de mi tierra, un sol= -- - hermoso, radiante y pur o, un sol que

hace la atmósfera mucho más diáfa-na y los paisajes mucho más hala-

'

galenos y artísticos, iluminaba lavasta montaña que sobre el fon-do plácido y tranquilo de un cielosiempre azul, muestra las desigual-

dades de su terreno que los árboles cen-tenarios adornan y entre los cuales sedestaca, como mancha de oro sobre uninmenso-campo de esmeralda,- el GirrLuucu:el cerro de las superticiones y las creencias,el cerr o que todos los años, el Viernes Santo,irradia entre el bloqueo oscuro de la montañanegra al ser incendiado por alguno de los ve-cinos;queá su falda pasan tranquilos su vidaplácida de vaqueros ó de cazadores.

1 Sol saludable ; sol hermoso de mi tierra;cuánto de extraño !

En el honras•, mientras tú prestabas tus lu-ces de oro al campo, mi espíritu paulatinamen-te fué evocando uno por uno los recuerdos deaquellos años felices de mi niñez, , ale-gre y tranquila, cuando la preocupaciónde un porvenir desconocido no mortificabael cerebro ni el alma sentía el acicate del deseopoderoso de realizar ideales ele amor v de en-grandecimiento personal.

Todo en el hogar está lo mismo que en eseentónces y sinembargo, al llegar á él,—no séporqué—la tristeza seaalbergó en rni sér y, comonunca, comprendí ~' cruel de verme sólo, ho-rriblemente sólo, con esa soledad desastrosa.y matadora de que nos habla Maupassant, quellega muchas veces á atrofiar los sentimientosnobles.

Y mientras meditaba mirando el llano quetú ;oh sol! quemabas con tus rayos ele oro, sa-cóme de pronto de rni abstracción con run baoen la frente y el sonido grato de su voz -de - paz,mi madre, la mujer fuerte ele bondad infinita.que aún logra hacerme olvidar las horas amar-gas ele mi vida y une clá brios para las luchasdiarias . . . .

i/~i~LYt

Desde París á su hermana Lola de Tur-cios, Ruben Darío le envía una tarjeta postalcon sil retrato y en ella se lee lo siguiente quecopio de Geule _1',<ecrc

Este viajero que vesEs tu hermano errante. PuesAún suspira y aún existe.No como le conociste.Sino como ahora es :

-Viejo, feo, gordo y triste.

RUINaS DE LA ANTIGUA PAVAMA . —EL VIADUCTO

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F•i Hc-r-aldo dEl lstmo 72

Sobre "Arpas Cubanas"El cultivo ele la Poesía en un país depende

indudablemente, á nuestro modo de ver, decausas físicas y morales nruy complejas. Deaquí resulta desde luego que determinados paí-ses sean más feeuralos en poesía granele y bellaque otros . Pero no es esto ciertamente afirmarque la inspiración sea exclusivo clon de razas 6naciones especiales, pues en ningún caso es estolo que queremos manifestar.

Entre las causas que decimos citaremos al-gunas ; las que en nuestra opinión influyen demodo más directo en el cultivo poético . Las be-llezas naturales de un país figuran desde luegoen primera línea de manera innegable. Es casiaxiomático que un cielo sin nubes, una atmós-fera transparente, aire puro, sol radiante, pai-sajes espléndidos de lagos tersos, arboledas cu-biertas de verdor, pájarosyllores, entusiasman,despiertan ecos dormidos y son fuente perennede inspiración.

De acuerdo con esto, Italia cuenta mayornúmero de poetas que ningún otro país, enten-diéndose que hablamos de verdaderos poetas yno de copleros ni rimadores de relumbrón ; Es-paña y Francia más que Alemania y Dinamar-ca, é Inglaterra más que Suecia y Rusia.

Otra causa influyente es lahistoria . La he-roica, sobre todo, es un rico venero de poesía.Incluímos aquí también, por ser este su lugar,hi Fábula. ya que en el transcurso del tiempo loreal y lo fingido se confunden de tal modo enla tradición popular que obran con igual poderen la mente del pueblo. La historia heroica hadado á la Humanidad grandes poetas : Homero,Virgilio, Camoens, Tasso, Corneille, Racine.

La Religión y el Amor entran por buenaharte en el bagaje de todo poeta hasta media-dos del siglo pasado . Es sólo de entonces paraacá que un soplo de indiferentismo pasa sobrelas liras de celebrados poetas modernos . LaReligión y el Amor, las fuerzas contentivas ypropulsoras, han inspirado los cantos de Pe-trarca, Dante, Milton, IDopstock, Goethe yotros.

Como complemento de todas estas cosasviene finalmente la cultura, sin la cual todas lasdemás valdrían bien poco.

Los pueblos cultos, en que el hombre sedespoja lo más posible de su corteza ruda y desus instintos bárbaros, son más sentimentalesdesde luego que los que no gozan de este bene-ficio. Y como sin sentimiento no puede haberpoesía, se desprende al momento la verdad denuestra afirmación.

Cuba, la hermosa Antilla, es tierra fecundapara la Poesía. Reune ella todas las causas quearriba dejamos apuntadas : belleza natural, I is-toria guerrera, pueblo religioso, mujeres her-mosísimas capaces de inspirar• grandes pasio-nes, cultura intelectual . . . . Ha tenido poetasnotables de gran nombradía en Hispano–Amé-rica y aun en la madre España, como Plácido,Heredia, Dlilanés, Zenea y Palma . Es, pues,tiew a de heroísmo, tierra de amor, tierra de be-lleza sin igual.

Dadas estas circunstancias, una Antologíade poetas jovenes de Cuba debía interesarnosen extremo y así fué efectivamente . Apenascayó en nuestras manos el libro—ARPAS CUBA-NAs—cuando deteniéndonos solamente el tiem-po preciso para leer el prólogo ele Conde $ostiaqno. dicho sea de paso, releímos luego pues esbellísimo como todo lo que sale de su pluma,nos entregamos al delicioso y delicado placerde saborear la jugosa poesía que contienen suscuatrocientas páginas.

Juzgar• nosotros sobre el valor de una joyade 'tanto mérito sería una temeridad. No hare-mos, pues . más que emitir acerca de ella mues-tra opinión, que bien sabemos desde luego quetiene un valor relativamente ínfimo.

De los veintinueve poetas que ocupanpuesto en el libro, casi todos nos impresionanfavorablemente. Sin embargo, creemos queparos de ellos llegarán á cansar á la Fama : tal

vez Ricardo del Illonte, tal vez Bonifacio Byrne,tal vez Marmel Serafin Pichardo, Hernándezi/liyares, Aurelia Castillo, Federico Uhrbach,Lola Rodríguez de Tió

Esta selección de nombres no obedece á unmero capricho nuestro. Con prolijo cuidadohemos estudiado todas las composiciones del li-bro; no ha sido meramente una lectura rápidala que nos ha. permitido formar juicio, sino unexámen detenido de cada una de ellas . Y ánuestro modo de pensar son los nombrados,poetas por el sentimiento, por la inspiración, por-el estudio ypor el gusto, los que en mejores con-diciones se presentan para escalar la cumbre.

La musa que inspira. á los veintinueve esco-gidos es dulce y sentimental, pocas veces triste6 trágica, casi nunca juguetona . La nota pa-triótica abunda en cambio y hay muy pocosde ellos que dejen de darla, llegando en veces álo magnífico como Bonifacio Byrne en su Decara al finar, ó como Fernando de Zayas en suOda al 27 de _Arovienibre.

Nuestra admiración por los bardos de Cubano nos engaña, sin embargo. Confesamos, pues,que si bien todos ellos son notables como poe-tas, casi ninguno alcanza á ser artista : su inspi-ración se desborda en consonantes más 6 menosdifíciles como los ríos en las épocas de grandesavenidas . Pero el pulimento de la frase, la so-noridad onomatopéyica, el consonante delicado,raro, los adjetivos exactos, los complementossugestivos que dan fuerza á la. idea, no abun-dan. Muy poco del alma de Casal, el. maestrodel estilo en la Cuba moderna, hay en el libro.Queda apenas uno que otro girón en los versosde Hernández AByares, de Pichardo, de Byrne,de René Lopez y de la delicada Dulce MaríaBorrero, la niadonita de la Inspiración como lallama Conde Bostia.

Se nota desde luego que an parte de losautores no tienen ideal determinado . Escribenpor capricho, obedeciendo á estados de almadiversos, sin ajustarse á escuelas ni á reglas,con una amplitud de vuelo muy de aplaudir siantes se hubieren preparado convenientementepara alcanzar la victoria.

iQue nuestras opiniones son concluyentes?No tal ; son no más la exposición de nuestrocriterio, unipersonal y sujeto á error. Podemosir descaminados, pero no es nuestra compañerala malicia. Y en ningún caso pretendemos mi-poner este criterio, sino simplemente darlo áconocer.

Una cosa ha llamado nuestra atención vi-vamente y es el no ver figurar en el libro alConde $ostia. (Aniceto Valdivia) más que comoprologuista. Por los periódicos de Cuba sabe .mos de él que es un buen poeta, que ha escritoversos muy bellos y que su poema Melancolíainspirado en el cuadro del Durero, le ha validofelicitaciones calurosas y consideraciones deverdadero artista.

hayais Cubanas nos sirve para juzgar másbien de la poesía cubana en general . Es ma-nifestación de una época y acusa en la hermo-sa Antilla un nivel intelectual elevado . IInamano hábil, escogiendo aquí y allá en el jardínpoético, las más bellas rosas. los jazminesmás olientes, los claveles gallardos, las elemáti-des y los miosotis, ha formado este divino ra-millete . Al aspirar el grato perfume que de élse escapa, nos hemos sentido transportados áesa hermosa tierra de Cuba que tiene todasnuestras simpatías . Y aún ahora, colocado so-bre nuestra mesa de trabajo, mostrando comobanderas victoriosas las altas letras rojas del tí-tulo llamativo, nos habla de ilusiones, de amo-res, de ideales, de todo lo grande y lo noble queen el país del susitero cultivan los poetaspara deleite propio y satisfacción bu guesa delas masas anónimas, que pocas veces los com-prenden y nunca prem an dignamente sus des-velos .

Gerardo Lewisme comuniqué con él lo suficiente para apre-

ciarlo hasta poder formar un concepto de su per-

sona. No fu de sus íntimos, v, sin embargo, casiestoy- seguro de que lo estimé mejor qu,- otrosque lo fueron.

Nuestras conversaciones no pasaron nuncade contados instantes, interruTpidas c,>i .irn,-pre por las atenciones que debla prestar á susfaenas cuotidianas relacionadas con el c onrercio:pero fué suficiente eso para que de mí se hicieraestimar como amigo-

Fué un hombre que merece honrarse con elcalificativo de bueno. No tuvo odios ni pino ase-chanzas á nadie, en sus negocios, á pe,ar de estemedio de mercantilismo farisaico en que vivi-mos . Fué sensible al amor de su familia : fué ensu trato un caballero siempre . Qué má,? Ali.si todos los hombres pudieran llevar esa ejecutoría á la tumba !

IIna vez, evocando sus recuerdos de nif:n, mehabló, conmovido, de su maestro de primera en-señanza: un hombre que hizo bien y que lh-ró niisangre: el Doctor Higinio Aguilera . Dedo esemomento pude apreciarlo mejor, no porque setratara de honrar una memoria venerable paramí, sino por él mismo . i Son tan pocos I,i, hom-bres que saben recordar!

Fuí, con dolor, á acompañarlo al lecho de susueño último . Ahora hago público el tc,tin . ..niode mi sentimiento . El sabe, desde allí de laeternidad, que el tributo mío á su memoria noha sido el más pobre, porque nada ha tenido delos que sabe hacer la vanidad de lo terreno.

SAL61dON PONCE alt; U IL 1 :1 ;-1.

Tlayo: 1905.

r(otasSOUVExrR q7 the Panama Re ublo- •,,,,1 u„

Canal Zone, se titula un precioso álbum do ri .tasdel Istmo, editado por el señor A. Bicn . : .,u,ki,quien ha tenido la fineza de regalarno, un ~-jciii-plar .

El álbum interesantísimo para los c~tranje-ros que deseen conocer siquiera someramente loque es nuestra tierra, se vende al precia . de .3centavos oro americano en la •l éas _ q-,«-y delseñor Bienkonski.

-

EL sEÑOR don Juan B . Sosa, Secretare, de lahonorable corporación municipal del di,tritocapital, nos baobsequiado galantemente c,m unacopia litográfica en colores del plano de 'ra ciu-dad levantado últimamente por el hábil dibujan-te don Carlos Bertoncini.

Muy agradecidos al señor Secretario por suvalioso obsequio.

NuESTRO distinguido ami go y colaboradordoctor Salomón Ponce Aguilera tendrá paraprensas en breve un hermoso volumen de cuen-tos escogidos, valiosa cosecha que pródi,, :unenteofrece al público el notable intelectual . Y anuestros lectores tienen una idea de ]as belleza,que el nuevo libro encerrará, pues en esa Re-vista hemos publicado algunos bellos cuento, delos que han de integrarlo . Primera Conuutito,, queaparece ahora, es uno de ellas.

No dudamos ni un momento que el públicodará acogida favorable al libro del doctor t'onceAguilera, cuyos méritos literarios, bien conoci-dos, la justificarían con creces.

Por nuestra parte, aguardamos con an,ia elvolúmen. Es tan pobre la producción entre nos-otros, que la sola noticia de la publicación es su-ficiente para interesarnos, y si el libro es de unafirma tan valiosa en el mundo literario como Ladel Doctor Ponce Aguilera, facil es ligm-ar,c laimpresión que la buena nueva nos ha enriado.

EL gracioso chiquitín ERNESTO ENRR2PE, en-canto del hogar de nuestro buen amigo don .luanEhrman, murió el Viernes 1'l del presente ines,víctima de un ataque al cerebro.

Para los padres del angelito que por tristecapricho de la Suerte Mala voló al ciclo, muestraexpresión de condolencia .

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FOLLETIN DE "EL HERALDO DEL ISTMO. ",9

Blanca de VarellesNOVELA OE PASIÓN

--~ DE JEAN DE LA HIDE im ---

CAPITULO SEGUNDO.

II

Omnia vincit Amor.

VIRGILIO.

(Contimíación).

Esas manchas violentas de sangre ex-citaron extremeciendo á Blanca.

—Ah! pensó inmediatamente, el libroque me puso Luisa! si lo leyera?

Sin levantarse, extendió el brazo, atra-jo el saco cerca de sí y cogió un libro quedesembarazó de su envoltura . Mas á lavista de aquel volumen saliendo de la bi-blioteca tantas veces hojeada la víspera,como una especie de ensordecedora nubede moscas zumbadoras, todos sus pensa-mientos de angustia la sobrecogieron denuevo, revivió su turbación, sus pesquisas,su placer en besar sus carnes, su insomnio,y al amanecer, la animación de sus ojos, elresplandor de su rostro, todo . Y fué conmano temblorosa que abrió el libro . El tí-tulo, Salambó, la calmó por su misterio mis-mo. Volvió negligentemente algunas pá-ginas, lo cerró con un movimiento de impa-ciencia y luego, abriéndolo de nuevo, sinmirar el número de la página en que sehallaba, leyó. Leyó, y sus ojos más vivos,se fijaban sobre las líneas . y su cabeza seinclinaba en un movimiento de excesivaatención, y sus labios murmuraban las pa-labras rápidamente, en una convulsión detodo su cuerpo . Desúbito,dejandoescaparel libro, á varios intervalos, y con la miradavaga, dijo:

—Moloch ! tú me quemas ! Moloch,_Moloch ! W Ine quenas !

Quién era Molocll ? . . . . Bah ! qué, im-porta' Blanca había. leído y Manca.había sentido pasar sobre sí una. ráfaga defue-0 que la. había. rodeado ; penetrado,alumbrado.

—Moloch, Moloch, tú me, quemas ! . . ..Y a!go en efecto la quemaba, algo que subíadesde el vientre hasta Iagarga nta., que lier-iía en su cerebro y la enloquecía! Tomóde nuevo el libroy releyó can voz alta:

—" Iyo le vayas! piedad! te cano! leamo!"

Y luego:

—"SáZamUG estaba. invadida. poi• una lan-guídez que la hacía perder toda concZéncía . desi misma. Algo de íntimo ?l de superior d lavez, vena. orden de los Dioses la obligaba allí áaGandonarse; sentía. una. como nube que la.solevantaba 11 desfalleciente se echó en el lechosobj*e la piel del león. Matho le asió las talo-nes, la cadenita de oro se quebró, y los dos ex-tremos, al escaparse, golpearon. Las sábanmssisal cZos rebotacZa•asvívoras. F,l zaivnph calló,la enn:oZviG, y ella apercibió laJigara. de llathoeneorsándose sobre sa pecho.

—Moloch! tú iiíe quemas! 11 loas besos (leísoldado, más devoradores que las llanura, larecorrían, arrebatándola en nn haracdn, presapor la.juerza riel ,Sol.U`

Qué comprendía Blanca de todo aque-llo :' Nada; la mayor parte de las palabrasse le figuraban por la primera vez, otras ex-presiones, tanto así la sorprendían, peroella sentía, adivinaba, sabíal . . . . Aquelloera, pues, el completo abandono de la mujery la posesión entera del hombre, el fue-go ! . . . . La nube que le velaba antes el hori-zonte del amor se desgarraba al fin, --y elcielo se mostraba, rosado y azul, resplande-ciente de divina luz, con paisajes de sueno !Aquello era, en un diluvio de besos un hu-racán de llamas que corrían sobre el cuer-po, lamiéndolo, penetrándolo, devorándolo!Aquello era una gloria, un triunfo, un— gocesupremo ! Un envolvimiento, un arroba-miento, un éxtasis de todo el ser ! Quécosa tan inexplicable y terrible, tan infinita-mente dulce y suave también . . . . fuego ybesos . . . . besosy fuego! . . . . Y, por un mi-nuto, la vírgen tuvo sed de ese éxtasis yde esos besos ; evocó esas voluptuosidadesintensas, vertiginosas, insólitas, y, con am-bas manos sobre el pecho para comprimirlos latidos del corazón, buscó, buscó

Calmado y tranquilo, Jacobo dormía. ásu lado. En el sueño, su rostro había adqui-rido con líneas más acentuadas su ordinariabelleza de estatua antigua . Los codos enel aire, las manos sobre la cabeza, extendi-do en toda. su longitud, dormía, y su gar-ganta, que la envoltura. de turista dejaba ádescubierto, se levantaba y bajaba á impul-sos del movimiento rítmico de su respira-ción. Blanca tuvo la irresistible tentaciónde acostarse á su lado y de apoyar su me-jilla contra la mejilla de Jacobo, é incons-cientemente, lo hizo . Después, lentamen-te, volviendo la. cabeza con precauciones in-finitas, acercó sus labios álos del joven y losbesó

Traducción de EVERARDO VELARDE

El viento, un viento muy suave, dejába-se sentir. Pasando por el bosque, traía á

,Blanca todos los perfumes combinados deárboles y de plantas á un mismo tiempo queuna frescura exquisita, hecha más efectivay sensible por el discreto murmullo de lafuente. Descontenta de su beso, calmadaademás por ese viento que le rozaba el ros-tro y le secaba el sudor de la frente, se le-vantó, dió algunos pasos y luego sintió so-bre sí el peso de un intolerable fastidio . Ala vista de sus brazos desnudos, un pudorsúbito le hizo bajar las mangas y cubrir suscarnes. Durante la comida, habíase des-abrochado la blusa ; la abotonó de nuevopensando'que Jacobo al despertar, podíacontemplar su pecho . Caminando á lo lar-go de la orilla del bosque, encontró una pe-quena balsa de cristalina y límpida aguaformada por una corriente; se miró en ellay, por la primera vez en su vida se concep-tuóbella. Por una coquetería jamás tenida,se arregló con los dedos los bucles del ca-bello, se fijó que la corona de elimátides semarchitabay cortó, colocándola algo arribade la oreja izquierda, una flor de granada,la más hermosay la más roja que pudo ha-llar. Después, satisfecha y gozosa, volviódonde Jacobo que, despierto ya, se habíasentado. Por algunos instantes la contem-pló atentamente.

—Cuán bella sois ! dijo . Jamás os ha-bIa visto tan hermosa.

Y con algo de socarronería burlesca:

—Os voy á hablar como un poeta, ana-dió. Decidme, no habéis robaborlas flores?no le habéis arrebatado.su belleza?Ved, están marchitas y tristes y vos estaislozana y alegre, como cuando ellas vivían.Porqué sois tan bella?

Se había levantado y habíá puesto lasmanos sobre los hombros de Blanca mirán-dola fijamente.

—Vuestros labios, repuso, son como

(CoWinuará).

RIO ,

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