Hay que cambiar el tonito

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Asistí hace poco a una conferencia de Florence Thomas, organiza- da durante las primeras jornadas de Género, Cultura y Ciudadanía en el auditorio de la Universidad Nacional. Estoy convencida desde hace tiempo de la importancia del discurso que busca la equidad de género y reconozco en la seño- ra Thomas una mujer aguerrida, que ha luchado para que todas las mujeres co- lombianas tengamos la igualdad de dere- chos que nos merecemos, y no unas tan- tas como sucede en la actualidad. El desarrollo sostenible y equitativo de una sociedad solo es posible si las muje- res tienen igualdad de oportunidades, y por lo tanto está directa- mente ligado a su situación, principalmente por ser en muchos ca- sos el centro de gravedad de sus familias. Desde diversos espacios siempre he sostenido que buscar preferentemente opciones labora- les de calidad para las mujeres es más “rentable” socialmente ha- blando, pues en términos generales el ingreso económico de las mujeres se transfiere a su familia de forma prioritaria, no siendo así en la misma medida en el caso de los hombres. Lo anterior es un reflejo de la situación actual y no del deber ser, puesto que la responsabilidad de la crianza y manutención de los hijos debería asumirse siempre como una tarea compartida entre el padre y la madre, lo que desafortunadamente no sucede en nu- merosos hogares colombianos. Hay enormes desequilibrios en cuanto a las oportunidades de desarrollo de las mujeres en Colombia. Existe un fenómeno deno- minado la feminización de la pobreza, que tiene que ver con patro- nes culturales que favorecen la falta de oportunidades, la escasa participación de las mujeres en la toma de decisiones y lo que es más grave aún, la falta de acceso a recursos económicos y de pro- piedad de la tierra. De manera adicional, existe una brecha salarial en detrimento del trabajo femenino, pues se estima que las mujeres reciben en promedio un 20% menos de salario que los hombres para un mismo puesto laboral. Sobre muchas mujeres pesa una doble jornada, una doble función en el trabajo productivo y repro- ductivo, de allí su alta participación en el sector informal, el cual es compatible con sus funciones domésticas. En el ejercicio de los derechos políticos, a pesar de constituir el 52% del potencial de electores, la postulación y elección de las mu- jeres a cargos de representación en Colombia es la más baja de los países latinoamericanos, equiparable en el ranking mundial a la de la República del Congo, y esta situación tiende a empeorar con la Contrarreforma que está actualmente en trámite en el Congreso de la República y que pretende desmontar la cuota mínima del 30% de mujeres en la conformación de listas de aspirantes a cargos de re- presentación de los partidos políticos. La denominada ley de cuotas es una acción afirmativa que busca compensar la falta de igualdad de oportunidades para la participación política de las mujeres, y debe ser una medida transitoria que se mantenga, has- ta que se supere el desequilibrio actual. La inequidad de género no es un asunto que afecta solo a las mujeres, sino a la so- ciedad en general. Los patrones machistas castran la expresión de sentimientos en los hombres, y limitan la felicidad de mu- chas mujeres, pero también de sus hijos, sus esposos, sus hermanos. Ejemplos ilustrativos son el servicio militar obligatorio solo para los hombres, o la estigmatización que se hace de los hombres que se quedan en casa mientras las mujeres son las que tienen la obligación financie- ra del hogar. Solo si entendemos que gran parte de los males que nos aquejan como sociedad tienen su génesis en una concepción exclusivamente masculina del desarrollo, y que si las decisiones se tomaran teniendo en cuenta también los puntos de vista desde lo femenino, podremos promover una comunidad de hombres y muje- res que se complementen en armonía. Siendo una necesidad apremiante que se logre una equidad de género, no deja de inquietarme la forma en la que muchas feministas transmiten su discurso. Recuerdo que alguna vez me correspondió convocar, no con poco esfuerzo, a un grupo de hombres funcionarios de comisarías de la Alcaldía Municipal a una charla sobre los dere- chos de las víctimas de violencia sexual. El tema era muy importan- te, pero la conferencista comenzó su disertación refiriéndose a los hombres como “los tipos”, de una forma tan peyorativa, que rápida- mente la mayoría de invitados del sexo masculino se retiraron del salón, perdiendo así un espacio maravilloso que pretendía sensibili- zarlos sobre la importancia de un tratamiento respetuoso hacia las mujeres víctimas de delitos sexuales en nuestra ciudad. Los expertos en comunicación asertiva, nos enseñan la impor- tancia de la comunicación no verbal. Si lo que decimos no está acompañado del tono y la forma adecuados, el mensaje no llega de forma efectiva al interlocutor. Creo que sería más convincente un discurso de género menos reiterativo en reclamar a los hombres actuales, por los inmensos errores históricos que se han cometido contra las mujeres. En su lugar se debería empezar con una invita- ción cariñosa y propositiva a pensar y actuar de una manera dife- rente. Florence Thomas en la citada conferencia usó el sarcasmo en varias oportunidades, afirmando por ejemplo que sentía ganas de dar cinco cachetadas al taxista que le dice “A donde la llevo, mi reina, mi amor”. Es un asunto urgente. Con todo respeto les pregun- to a las amigas feministas: ¿no sería mejor cambiar el “tonito”? Hay que cambiar el “tonito” Luz Adriana Trujillo Siendo una necesidad apremiante que se logre una equidad de género, no deja de inquietarme la forma en la que muchas feministas transmiten su discurso.

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Artículo escrito por Luz Adriana Trujillo (En Twitter: @Luzatrujillo) sobre el tonito de algunas feministas.

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LÍNEA DIRECTA C O N E L D I R E C T O R 8811905

En la venganza el más débil es siempre más feroz. BALzAC L A F R A S E

Gonzalo Gallo

LECTuRAS pARA LA vIDA

OASIS

VIERNES 20 DE MAYO DE 2011

Un buen hombre vendía pe-rros calientes. No era estudiado pero amaba su trabajo y le iba muy bien.

Tenía los mejores proveedo-res y vivía en paz con su esposa

que le ayudaba y con su hijo. El ne-gocio prosperaba.

Envió a su hijo a estudiar Econo-mía y, un día, ya graduado con ho-

nores, volvió a casa y a los días le dijo a su padre.

- Papá, vives desconectado de la realidad y no ves televisión. Hay una gran crisis en el mun-do y la situación del país es in-

quietante.Para evitar una quiebra de-

bes subir el precio a los perros, despedir dos de los cuatro em-pleados y comprar productos más baratos.

El papá dudaba pero pensó “mi hijo es estudiado”. Entonces buscó pan y salchichas más baratos y malos, y dejó de inver-tir en avisos.

Pensando en la crisis perdió el entusiasmo, las ventas caye-ron y finalmente quebró.

Un día el padre le dijo al hijo: Tenías razón, qué crisis tan te-rrible. Nunca se dio cuenta que la crisis la habían creado ellos mismos.

Ánderson, el hoy comandante del Frente 36 de las Farc que opera en el norte antioqueño, tiene una historia de amor enmarcada en la guerra. Hace unos años su compañera Rubiela fue gravemente herida durante la toma al corregimiento de San Antonio de Chamí, en Mistrató (Risaralda). Supe de su historia por varios de sus com-pañeros que se desmovilizaron, a quienes conocí durante mi secuestro. El mismo Ánderson fue uno de mis carceleros.

Él fue quien comandó la toma guerri-llera que llevó a su gran amor a la muerte. Después del combate, cuando se reencon-tró con Rubiela, esta, entre estertores, le dijo que lo quería mucho y no quería de-jarlo solo. “Tranquila, tranquila que a usted no me le va a pasar nada”, dijo él. Sin embargo, ella misma admitió que no había muchas esperanzas. “Siento el cuerpo enca-lambrado y sin fuerzas. Ánderson, cuide mucho al niño. Procure que sea un buen hombre”, dijo la malherida guerrillera. Él la conso-ló mientras le limpiaba la sangre con su pañoleta.

Pero llegó el estertor final y Ánderson no tuvo más qué hacer que dar la orden de alistar a los heridos y los cadáveres. Volvieron al

campamento, esta vez con el sinsabor del fracaso y el dolor de la tragedia. Los guerrilleros caídos en combate fueron velados con guardia de honor. Como es costumbre amarraron los cadáveres, los

taparon con sus cobijas y les echaron tie-rra. El ritual terminó con una cruz de palo y el himno de las Farc. Ese lugar fue llama-do desde entonces Los Mártires, a pocos kilómetros de San Antonio de Chamí.

Ánderson se aferró al recuerdo de su compañera y se propuso estar a su lado como fuera. Cuatro meses después, el Ejército ocupó la zona donde se encontra-ba sepultado el cadáver; así que él cumplió su promesa de amor. Le ordenó a varios guerrilleros ir a Los Mártires, desenterrar

a Rubiela y llevársela. Los muchachos cumplieron la orden, burlaron sigilosamente el

cerco del Ejército y con palas sacaron el cadáver. El cuerpo se encon-traba intacto. Cuando llegaron con él en una hamaca, el comandan-te les salió al paso. Gritaba como un loco y no cesaba de llorar. Ese comportamiento sorprendió a la tropa que hasta ese momento no era consciente del efecto que había causado en su jefe, el más admi-

rado y fuerte guerrero, la muerte de su compañera. De nuevo Ánderson llamó a honores militares y una vez el cadá-

ver estuvo bajo tierra, acompañó su dolor con varias botellas de brandy Domeq, exigió que sonara música guasca y lloró. El ritual de desentierro se repitió una vez más en otro campamento llamado Chapín, y muy cerca de un sitio conocido como la tierra fría, por la vía que conduce de Riosucio (Caldas) a Jardín (Antioquia). Dos años después de la muerte de Rubiela, su esposo mandó a matar al poli-cía que la hirió durante el combate.

Hay una canción que posiblemente acompañe su recuerdo. Según decían sus compañeros, Ánderson la escribió en medio de su dolor y se la hizo llegar en ese entonces a su conocido, el cantante Luis Alberto Posada, cuyo padre tenía una finca de café en Santuario Risaralda. Se titula Rubiela y en los créditos del álbum Ayer, hoy y siempre, se reconoce la autoría de Ánderson. Anderson es reconoci-do entonces por la disquera como compositor.

“¡Oigan la canción de Ánderson y Rubiela!”, decían los guerrille-ros durante mi cautiverio, cuando en el radio sonaban las primeras notas: Momentos felices que pasamos tú y yo. /Solo el recuerdo de este amor quedó. /Recuerdos muy tristes de un amor perdido. /La semilla que sembramos. /Nuestro hijo ya sin madre y aquí luchando solo me encuentro yo.

“Momentos felices que pasamos tú y yo” (II)

Óscar Tulio Lizcano G.

Los guerrilleros caídos en combate fueron velados con guardia de honor. Como es costumbre ama-rraron los cadáveres, los taparon con sus cobijas y

les echaron tierra.

Todos los días los me-dios informa-tivos traen no-ticias más ate-rradoras sobre ese fu-nesto merca-do en el cual una mafia de pícaros me-

diante toda clase de artimañas, convirtieron al sector de la salud; con el agravante del silencio complaciente, o mejor, cómplice, de la alta dirigencia estatal; campos de golf, negocios en Dubai, México y Panamá, constituyeron injusta y aberrante desviación de recur-sos poniendo en riesgo la prestación del servicio y por ende com-prometiendo en materia grave la vida de miles de colombianos; es de tal magnitud el desfalco de la salud, que la Fiscal General lo considera tan dañino como la violencia o el terrorismo y según los investigadores judiciales “supera cualquier escándalo de corrup-ción que haya conocido el país”.

En el fondo de esa pústula también se han encontrado políticos venales que actuaron como “lobistas” para el reconocimiento de millonarias reclamaciones cuestionadas por ilegales; los nexos paramilitares también hicieron parte de esta inhumana pesadilla, de la cual nadie, en el anterior gobierno se dio cuenta, es lo que dicen, todos eran unos “buenos muchachos”.

Si hay una región del país que me conmueva hasta las lágrimas, particularmente su población infantil, es Chocó, una tierra burla-da por todos los gobiernos, visitada únicamente en campaña pre-sidencial, cuando, invariablemente, los candidatos se esmeran en salir fotografiados cargando niños de estómagos prominentes producto de insalubridad y malnutrición; descalzos, preguntando mil cosas con su triste y silenciosa mirada, esos mismos niños a los cuales no les llegó la bienestarina porque fue negociada como alimento para cerdos; allí también llegaron los tentáculos del des-calabro de la salud. El director de la Policía, general Óscar Naran-jo, anunció otro capítulo del robo: “Estamos avanzando para probar la conducta de particulares, de funcionarios y de exfuncio-narios que podrían tener contacto con las bandas criminales, es-pecialmente en regiones distintas a Bogotá; situaciones como las que se están ventilando en el Chocó”. Conocer que las bandas cri-minales “Águilas Negras” y “los Rastrojos” también son menciona-das (El Tiempo 17, 5,11) produce una mezcla de estupor y asco. Miércoles 18 de mayo, 6.12 a.m. acabo de ver en primera pagina de LA PATRIA “Hospital Infantil, en venta”, “la falta de pago de las EPS acabó con su futuro”, ¡qué dolor!

“Pesar que causa el recuerdo de algún bien perdido”, una de las definiciones de la nostalgia, es lo que experimenta el señor expre-sidente Uribe, después de haber gobernado al país con un poder omnímodo durante ocho años; sus constantes trinos, esa ya ino-cultable guerra fría por la forma como el presidente Santos de una manera prudente pero enfática deja claro que es él, quien gobier-na, así lo demuestran; ahora la discusión sobre la existencia del conflicto armado interno, revive un debate que, en medio de la asfixiante corrupción que nos ahoga y de la cual, ahí sí no dice esta boca es mía, carece de sentido.

Ahora la nostalgia la siento yo y bien profunda; el ingenioso Lorenzo Madrigal titula su reciente columna “Verdes sin clorofila” refiriéndose a la aceptación del apoyo de la U a la candidatura de Peñalosa, concretamente de su eximio representante el señor ex-presidente Uribe, ¡Qué híbrido extraño!, le sobra razón a Mockus para expresar que no se ve en la misma tarima con Uribe, qué pena que esta jugada desdibuje plenamente el inolvidable lema “no todo vale”.

De injusticiasy nostalgias

Alba Quintero de Sarasty

Le sobra razón a Mockus para expresar que no se ve en la misma tarima con Uribe, qué pena que esta jugada desdibuje plenamen-te el inolvidable lema “no todo vale”.

Asistí hace poco a una conferencia de Florence Thomas, organiza-da durante las primeras jornadas de Género, Cultura y Ciudadanía en el auditorio de la Universidad Nacional. Estoy convencida desde hace tiempo de la importancia del discurso que busca la equidad de género y reconozco en la seño-ra Thomas una mujer aguerrida, que ha luchado para que todas las mujeres co-lombianas tengamos la igualdad de dere-chos que nos merecemos, y no unas tan-tas como sucede en la actualidad.

El desarrollo sostenible y equitativo de una sociedad solo es posible si las muje-res tienen igualdad de oportunidades, y por lo tanto está directa-mente ligado a su situación, principalmente por ser en muchos ca-sos el centro de gravedad de sus familias. Desde diversos espacios siempre he sostenido que buscar preferentemente opciones labora-les de calidad para las mujeres es más “rentable” socialmente ha-blando, pues en términos generales el ingreso económico de las mujeres se transfiere a su familia de forma prioritaria, no siendo así en la misma medida en el caso de los hombres.

Lo anterior es un reflejo de la situación actual y no del deber ser, puesto que la responsabilidad de la crianza y manutención de los hijos debería asumirse siempre como una tarea compartida entre el padre y la madre, lo que desafortunadamente no sucede en nu-merosos hogares colombianos.

Hay enormes desequilibrios en cuanto a las oportunidades de desarrollo de las mujeres en Colombia. Existe un fenómeno deno-minado la feminización de la pobreza, que tiene que ver con patro-nes culturales que favorecen la falta de oportunidades, la escasa participación de las mujeres en la toma de decisiones y lo que es más grave aún, la falta de acceso a recursos económicos y de pro-piedad de la tierra. De manera adicional, existe una brecha salarial en detrimento del trabajo femenino, pues se estima que las mujeres reciben en promedio un 20% menos de salario que los hombres para un mismo puesto laboral. Sobre muchas mujeres pesa una doble jornada, una doble función en el trabajo productivo y repro-ductivo, de allí su alta participación en el sector informal, el cual es compatible con sus funciones domésticas.

En el ejercicio de los derechos políticos, a pesar de constituir el 52% del potencial de electores, la postulación y elección de las mu-jeres a cargos de representación en Colombia es la más baja de los países latinoamericanos, equiparable en el ranking mundial a la de la República del Congo, y esta situación tiende a empeorar con la Contrarreforma que está actualmente en trámite en el Congreso de la República y que pretende desmontar la cuota mínima del 30% de mujeres en la conformación de listas de aspirantes a cargos de re-

presentación de los partidos políticos. La denominada ley de cuotas es una acción afirmativa que busca compensar la falta de igualdad

de oportunidades para la participación política de las mujeres, y debe ser una medida transitoria que se mantenga, has-ta que se supere el desequilibrio actual.

La inequidad de género no es un asunto que afecta solo a las mujeres, sino a la so-ciedad en general. Los patrones machistas castran la expresión de sentimientos en los hombres, y limitan la felicidad de mu-chas mujeres, pero también de sus hijos, sus esposos, sus hermanos. Ejemplos

ilustrativos son el servicio militar obligatorio solo para los hombres, o la estigmatización que se hace de los hombres que se quedan en casa mientras las mujeres son las que tienen la obligación financie-ra del hogar. Solo si entendemos que gran parte de los males que nos aquejan como sociedad tienen su génesis en una concepción exclusivamente masculina del desarrollo, y que si las decisiones se tomaran teniendo en cuenta también los puntos de vista desde lo femenino, podremos promover una comunidad de hombres y muje-res que se complementen en armonía.

Siendo una necesidad apremiante que se logre una equidad de género, no deja de inquietarme la forma en la que muchas feministas transmiten su discurso. Recuerdo que alguna vez me correspondió convocar, no con poco esfuerzo, a un grupo de hombres funcionarios de comisarías de la Alcaldía Municipal a una charla sobre los dere-chos de las víctimas de violencia sexual. El tema era muy importan-te, pero la conferencista comenzó su disertación refiriéndose a los hombres como “los tipos”, de una forma tan peyorativa, que rápida-mente la mayoría de invitados del sexo masculino se retiraron del salón, perdiendo así un espacio maravilloso que pretendía sensibili-zarlos sobre la importancia de un tratamiento respetuoso hacia las mujeres víctimas de delitos sexuales en nuestra ciudad.

Los expertos en comunicación asertiva, nos enseñan la impor-tancia de la comunicación no verbal. Si lo que decimos no está acompañado del tono y la forma adecuados, el mensaje no llega de forma efectiva al interlocutor. Creo que sería más convincente un discurso de género menos reiterativo en reclamar a los hombres actuales, por los inmensos errores históricos que se han cometido contra las mujeres. En su lugar se debería empezar con una invita-ción cariñosa y propositiva a pensar y actuar de una manera dife-rente. Florence Thomas en la citada conferencia usó el sarcasmo en varias oportunidades, afirmando por ejemplo que sentía ganas de dar cinco cachetadas al taxista que le dice “A donde la llevo, mi reina, mi amor”. Es un asunto urgente. Con todo respeto les pregun-to a las amigas feministas: ¿no sería mejor cambiar el “tonito”?

Hay que cambiar el “tonito”

Luz Adriana Trujillo

Siendo una necesidad apremiante que se logre una equidad de género, no deja de inquietarme la forma en la que muchas feministas transmiten su discurso.

% Que paguen Sería bueno que les can-

celaran los salarios a los trabajadores de Assbasalud, llevan 3 meses sin pago y cuando uno va a reclamar los medicamentos no se los entregan y cambian las citas como protesta.

Usuaria del servicio

% No se colabora Día a día vemos cómo

Manizales es la ciudad más abandonada para todo. Las escobas de Emas las vemos barra que barra, pero sin embargo vive llena de mugre porque la ciudadanía no co-labora. Los perros son pun-to aparte, sus propietarios

no llevan ni bolsa ni pala. El comparendo ambiental fue una payasada. Aguas de Manizales vive pendiente de la imagen y la calidad del servicio, no es justo que se diga lo contrario.

Una ciudadana

% Sin escarnio Me gustan los columnis-

tas y analistas que explican con claridad meridiana lo que pasa en determinadas variables, sin atentar contra el respeto que debemos a las personas, por el solo hecho de ser seres humanos. No me gustan aquellos columnistas o analistas que se arrogan facultades judiciales; como

aquellos que escriben con rabia que no pueden disimu-lar, contra sus semejantes; llegando ellos a sentirse “mo-delos de exportación”. Caerle a las personas con el instinto de un ave de rapiña sobre su presa no es aceptado por el derecho. Es claro que los en-cargados de impartir justicia castigaran las acciones delin-cuenciales de las personas en la forma de ejercer su vida en los destellos oficiales o priva-dos. Es lógico que los delin-cuentes deben recibir la san-ción de los jueces sin escar-nio de ninguna clase. Nadie tiene derecho a someter a un ser humano al público ludi-brio. Es decir al desprecio,

mofa, escarnio. Rogelio Vallejo Obando

% Gélidadiscriminación

A los extranjeros que van a conocer el Parque Natural de los Nevados les cobran bas-tante más que a los naciona-les. A los encargados de fijar los precios se les está derra-mando la inteligencia y están espantando a los turistas.

Un ciudadano

% Luces y sombras Ampuloso y grandilo-

cuente el estilo de don Roge-lio Marulanda en el Correo Abierto del 18 de mayo. Muy bien por haber destacado al

poeta Ángel, pero muy mal al escribir el nombre y ape-llido de quien narró anécdo-tas de Bolívar, y al confundir revelación con rebelión.

Un lector

% Ceibas y samanes La sección Caldenses del 18

de mayo dice que fueron sem-bradas ceibas donde hubo es-clavos y nombra los munici-pios de Gigante, Guacarí y Supía. La ceiba de Supía no vive sino en la foto; el árbol de Guacarí no era ceiba sino sa-mán, y solo pervive en las monedas de $500. Sería bue-no saber si el árbol de Gigante pervive y si es ceiba o samán.

Un observador

% Abandonados Algunos comerciantes de

la ciudad estamos altamente preocupados por la pasivi-dad demostrada por los gre-mios como Fenalco y la Cá-mara de Comercio en este mes de mayo, tradicional mes de las madres, donde siempre hemos tenido acom-pañamiento de unas campa-ñas bien organizadas y es-tructuras para mejorar los resultados comerciales en esta fecha, pero este año ha sido absolutamente triste la ausencia. No hemos visto ningún tipo de campaña, nos han dejado abandona-dos.

Jaime Ceballos López