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http://ocw.um.es/gat/contenidos/jvgjimenez/ Educacion_Fisica_Primaria_I_y_II/material_clase/ creacin_de_hbitos.html Creación de hábitos De forma bastante consensuada se considera la infancia como el período evolutivo ideal para la adquisición de un estilo de vida saludable, dado que el mismo se adquiere porque el niño/a repite conductas como comportamiento habitual sin plantearse la conveniencia o no de las mismas. En la adolescencia dichos hábitos sufren claras modificaciones al convertirse el comportamiento en algo más racional y meditado, así como opuesto al modelo que desea imponer el adulto (Mendoza y cols., 1994). De este modo, los niños realizarán una actividad física regular si la perciben como una experiencia positiva en su entorno (Harris y Cale, 1997). Para ello, será necesario un estado emocional positivo determinado por una buena percepción del logro personal y unas propuestas de desafío realistas. Si la práctica de ejercicio físico que se realiza genera una mayor sensación de salud y bienestar, puede contribuir a que se formen actitudes positivas hacia la actividad física, lo que puede afianzar los hábitos de práctica de ejercicio físico. Por el contrario, las actitudes negativas hacia la actividad física, provocan la ausencia de práctica de ejercicio físico, lo que genera un peor estado general de salud y bienestar (Sánchez Bañuelos, 1996). Los escolares comienzan a abandonar la práctica físico-deportiva en la adolescencia, y junto a la infancia constituyen los períodos clave en la vida de la persona para adquirir y consolidar hábitos saludables que tengan continuidad en la edad adulta (Sallis y cols., 2000). El tercer ciclo de Educación Primaria, es un momento muy adecuado para iniciar intervenciones preventivas, ya que en esta edad el niño está muy influido por el entorno y se producen un gran número de relaciones sociales, que influyen de manera muy importante en el inicio de determinadas conductas relacionadas con la salud (Delgado, 1999).

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http://ocw.um.es/gat/contenidos/jvgjimenez/Educacion_Fisica_Primaria_I_y_II/material_clase/creacin_de_hbitos.html

Creación de hábitos

De forma bastante consensuada se considera la infancia como el período evolutivo ideal para la adquisición de un estilo de vida saludable, dado que el mismo se adquiere porque el niño/a repite conductas como comportamiento habitual sin plantearse la conveniencia o no de las mismas. En la adolescencia dichos hábitos sufren claras modificaciones al convertirse el comportamiento en algo más racional y meditado, así como opuesto al modelo que desea imponer el adulto (Mendoza y cols., 1994). De este modo, los niños realizarán una actividad física regular si la perciben como una experiencia positiva en su entorno (Harris y Cale, 1997). Para ello, será necesario un estado emocional positivo determinado por una buena percepción del logro personal y unas propuestas de desafío realistas.

Si la práctica de ejercicio físico que se realiza genera una mayor sensación de salud y bienestar, puede contribuir a que se formen actitudes positivas hacia la actividad física, lo que puede afianzar los hábitos de práctica de ejercicio físico. Por el contrario, las actitudes negativas hacia la actividad física, provocan la ausencia de práctica de ejercicio físico, lo que genera un peor estado general de salud y bienestar (Sánchez Bañuelos, 1996).

Los escolares comienzan a abandonar la práctica físico-deportiva en la adolescencia, y junto a la infancia constituyen los períodos clave en la vida de la persona para adquirir y consolidar hábitos saludables que tengan continuidad en la edad adulta (Sallis y cols., 2000). El tercer ciclo de Educación Primaria, es un momento muy adecuado para iniciar intervenciones preventivas, ya que en esta edad el niño está muy influido por el entorno y se producen un gran número de relaciones sociales, que influyen de manera muy importante en el inicio de determinadas conductas relacionadas con la salud (Delgado, 1999).

Sánchez Bañuelos (1996) planteó que cuanto mejores son las relaciones emocionales (agradable, divertida, bueno,...) entre el individuo y la práctica físico-deportiva, más conexión existirá hacia dicha práctica, siendo menor esta conexión cuando estas relaciones son de tipo utilitario (sano, útil,...). En este sentido, este autor encontró que el deporte tiene mayor significado y una valoración emocional más positivas que las clases de Educación Física.

El objetivo es incluir la práctica de ejercicio físico en el estilo de vida de una persona. Éste está determinado por cuatro grandes tipos de factores que interaccionan entre sí (Mendoza y cols., 1994):

- Características individuales: personalidad, intereses, educación recibida...

- Características del entorno microsocial en que se desenvuelve el individuo: vivienda, familia, amigos, ambiente laboral o estudiantil...

- Factores macrosociales: sistema social, la cultura imperante, los medios de comunicación...

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- El medio físico geográfico, que influye en las condiciones de vida imperantes en la sociedad y, a su vez, sufre modificaciones por la acción humana.

Puesto que determinadas características individuales como la edad, el género, la raza, la genética, etc., no son modificables, los esfuerzos para lograr aumentar el porcentaje de personas activas se ha centrado en conocer y comprender los predictores o determinantes de la práctica de actividad física. Para Kohl y Hobbs (1998) es preciso analizar la influencia que ejercen determinados factores sobre la práctica de actividad física, que resumen del siguiente modo:

1) Factores fisiológicos y de desarrollo: crecimiento, maduración, condición física, limitaciones físicas, etc.

2) Factores ambientales: acceso a equipamientos, facilidades de acceso, seguridad, estación del año, etc.

3) Factores psico-sociales y demográficos: autoeficacia, conocimientos, actitudes, influencia de los padres, modelos, influencia de los amigos, estatus económico, educación, género, edad, etc.

Sallis y cols. (2000) establecieron las variables que correlacionaban con la práctica de actividad física en niños de 3 a 12 años. Las variables analizadas se agruparon en factores demográficos y biológicos (sexo, raza, etc.), factores emocionales, psicológicos y cognitivos (imagen corporal, competencia percibida, intención de practicar actividad física, etc.), atributos y habilidades comportamentales (consumo tabaco y alcohol, dieta, etc.), factores sociales y culturales (actividad física de los padres, normas, etc.) y factores ambientales físicos (estación del año, acceso a programas de actividad física, etc.). Estos autores encontraron una asociación positiva entre la práctica de actividad física y ser varón, tener padres con sobrepeso, las preferencias de actividad física, la intención de realizar actividad física, la actividad física previa, una dieta sana, la facilidad de acceso a programas de actividad física y el tiempo que se pasa en espacios abiertos. También encontraron una correlación negativa entre las barreras percibidas para realizar actividad física y su práctica.

En este sentido, Taylor y cols. (1999) valoraron cómo influían determinadas experiencias durante la infancia en los hábitos de ejercicio físico en la edad adulta. A 105 hombres entre 32 y 60 años se les encuestó acerca de sus experiencias, práctica deportiva y aspectos psico-sociales de la práctica en su infancia (6-12 años), así como acerca de su práctica actual. Basándose en un análisis correlacional y de regresión, ser forzado a practicar ejercicio físico durante la infancia tenía un impacto negativo en la práctica de actividad física de adulto.

Los niños que participan en actividades físicas son los que presentan una actitud más positiva hacia la misma. Los padres parecen tener una fuerte influencia en el comportamiento físico de sus hijos. Esto puede ser debido a un mecanismo de apoyo directo o indirecto (sirviendo como modelos), o bien la combinación de ambos. Cuando estos niños alcanzan la adolescencia, la influencia del grupo de amigos parece sustituir a la influencia de los padres (Kohl y Hobbs, 1998).

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En el año 2001, "Task Force on Community Preventive Services" publicó sus recomendaciones para promover la práctica de actividad física, basadas en la evidencia científica. En base a una profunda revisión bibliográfica, estas recomendaciones proporcionan una guía para aumentar el nivel de actividad física. En base a dicha revisión realizan una clasificación de actuaciones que podrían llevarse a cabo para incrementar la actividad física entre la población joven. Todas ellas podrían llevarse a cabo desde los centros escolares, tanto en estos mismos como en el entorno que los rodea:

- Campañas comunitarias, basadas en mensajes bien visibles a través de la televisión, radio, periódicos, etc., donde se aporten consejos sobre la práctica de actividad física.

- Avisos en puntos de decisión, basados en colocar carteles junto a los ascensores donde se anime a usar las escaleras para obtener beneficios en cuanto a la mejora de la salud o la pérdida de peso.

- Incrementar las horas de educación física escolar, en un intento de incrementar la cantidad de actividad física durante las clases y fuera de las mismas.

- Soporte social en marcos comunitarios, basado en la creación de redes sociales en un marco de amistad para realizar actividad física en compañía.

- Programas individuales de cambio comportamental, basados en su adaptación a los intereses y motivaciones de cada persona y la enseñanza de las habilidades comportamentales necesarias para incrementar la actividad física en las actividades de la vida diaria.

- Creación y desarrollo de instalaciones para la práctica de actividad física, basado en diseñar y construir entornos adecuados y cercanos para la práctica de todo tipo de actividades físico-recreativas.

La clase de Educación Física como agente creador de hábitos

En diversos estudios nacionales e internacionales se ha prestado una gran atención al papel de las clases de Educación Física (EF), ya que su carácter obligatorio las convierten en un marco incomparable para intentar lograr una actitud positiva hacia la práctica del ejercicio físico. Un programa de EF de suficiente cantidad y calidad puede aumentar significativamente la actividad física moderada y/o intensa en la edad escolar. Las escuelas tienen el potencial de influenciar la actividad física habitual de los niños, incrementando la participación en actividades deportivas extraescolares, favoreciendo un desplazamiento activo al centro escolar así como proporcionando el equipamiento y supervisión adecuados a los jóvenes (Trudeau y Shephard, 2004).

Las investigaciones llevadas a cabo en entornos educativos y más concretamente dentro de las clases de educación física, indican que uno de los problemas que más preocupan a los profesores es el relacionado con aumentar la motivación del alumnado en pro de una adherencia a la práctica físico-deportiva. Desde un prisma fisiológico, con las dos o tres sesiones (dependiendo del ciclo)

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semanales de E.F. no se generan los procesos fisiológicos de supercompensación necesarios para mejorar la salud, y por tanto, el ejercicio físico realizado durante las clases obligatorias de Educación Física es insuficiente para el desarrollo de una condición física orientada hacia la salud (Sánchez Bañuelos, 1996). Por ello, es preciso que exista una práctica extraescolar y extracurricular para lograr los beneficios físicos y psico-sociales que se relacionan con el ejercicio físico. Esta práctica adicional debe ser promocionada desde las clases de E.F. Moreno y Cervelló (2003), en un estudio realizado con 1000 alumnos de tercer ciclo de Primaria, indican que el disfrute en las clases de Educación Física, está íntimamente ligado a la participación en actividades deportivas extraescolares. Además, concluyen diciendo que los alumnos que consideran la Educación Física como más importante son los que practican más actividad físico-deportiva.

Mendoza y cols. (1994), en el informe sobre las "Conductas de los Escolares Españoles Relacionadas con la Salud", en alumnos de 11 a 15 años, encuentran que el alumnado que afirma que las clases de Educación Física les gusta mucho, es el que presenta mayores índices de participación deportiva diaria y semanal. El agrado y diversión que producen las clases de educación Física va disminuyendo conforme aumenta la edad (Moreno y Cervelló, 2003).

Sánchez Bañuelos (1996) indica que desde la perspectiva de la Educación para la salud, uno de los propósitos más importantes y básicos de la E.F. es desarrollar actitudes positivas hacia el ejercicio físico que generen la suficiente adherencia a la práctica del mismo. En la línea de las consideraciones establecidas en el Real Decreto 286/2007, al área de Educación Física se plantea un triple objetivo en cuanto a la salud:

1. Generar actitudes positivas hacia el ejercicio físico (Carácter actitudinal).

2. Dotar al alumnado de una operatividad motriz básica (Carácter procedimental).

3. Dar a conocer y hacer comprender las características y efectos del ejercicio físico (Carácter conceptual).

La Educación Física escolar debe basarse en las posibilidades reales de los alumnos (Le Boulch, 1991), circunstancia que generará una respuesta motriz adaptada de los alumnos y sensaciones de

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éxito en la resolución de la tarea. Según Pozo (1989), para conseguir estos objetivos es necesario tener en cuenta una serie de condiciones:

- Observar el nivel de competencia y conocimiento de los alumnos mediante procedimientos directos (test, pruebas, baterías) o procedimientos más cualitativos y contextualizados, lo cual permitirá constatar en situación real su competencia motriz.

- Elaborar tareas que estén relacionadas con el conocimiento anterior.

- Diseñar y crear tareas motrices que estimulen en el alumno sus recursos perceptivo-motrices, ofreciéndoles abundantes y variadas oportunidades de prácticas (Ruiz Pérez, 1995).

El profesor de educación física es un agente con influencia en la motivación de los estudiantes y en el clima de clase. Según Fox (1988), analizar la influencia del profesorado en la motivación de los alumnos durante las clases de educación física puede ayudar a los profesores a mejorar la calidad de sus interacciones y aumentar las experiencias positivas de sus alumnos. En esta línea, Aicinema (1991) destaca la importancia del comportamiento del profesor en el desarrollo de actitudes positivas por parte de los alumnos hacia la Educación Física.

Las malas experiencias en la clase de educación física, ya sean motivadas por el profesor o por los compañeros de clase, representan uno de los factores que influyen en las decisiones de no participación en actividad física por parte de los jóvenes (Devís y Peiró, 1992). El profesorado debe abordar una educación en valores de tolerancia y respeto y favorecer un clima de clase adecuado, en el que no tenga cabida la marginación de ningún alumno, ya sea por razón de género, etnia, nivel de habilidad o apariencia física.

El grado de satisfacción hacia la Educación Física se verá condicionado por factores como el contenido del currículo, la práctica deportiva, tanto del alumno como de su familia, el género del profesor y del alumno, la fuerte socialización del fenómeno físico-deportivo favorecida por los medios de comunicación y principalmente la importancia que los alumnos le conceden a la Educación Física dependiendo de las características del profesor (Ruiz, 2000).

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Según Luke (1991) el curriculum de Educación Física escolar es una influencia importante y determinante a la hora de conseguir actitudes positivas hacia la práctica de actividad física en los niños. Moreno y Cervelló (2003), en un estudio realizado con alumnos del tercer ciclo acerca del pensamiento de estos hacia el área de Educación Física, obtiene como resultados más significativos que el 90,1% considera importante o muy importante la asignatura y que los alumnos cuyos padres realizan actividad física, al 87,1% le gusta mucho la Educación Física. Para Gómez López y cols. (2006), el porcentaje de alumnos a los que les gusta el área de Educación física es de 93,6%, siendo un 81,6% los alumnos que no cambiarían la clase de Educación física por otra y un 59,8% los que la consideran como la asignatura que más le gusta. Según Perula de Torres y cols. (1998), con alumnos de 6º curso de primaria, señala la disminución del porcentaje de alumnos que les gustan las clases de Educación Física conforme avanza la edad o curso estudiado, pasando del 87% en 6º curso al 78% en 2º de la E.S.O.

Trudeau y cols. (1999) valoraron mediante cuestionario la influencia de un programa de Educación Física en primaria (5 horas cada semana durante 6 años) sobre los niveles de actividad física, actitudes hacia la misma y la percepción de barreras para su práctica cuando estos escolares son adultos. En este estudio, se utilizó un grupo control que siguió un programa de Educación Física de una sesión semanal de 40 minutos. El programa se aplicó entre los años 1970 y 1977 y la evaluación de sus resultados se realizó entre 1995 y 1996. En el estudio participaron un total de 720 personas (386 mujeres y 334 hombres), de los cuales 147 formaban parte del grupo experimental (76 mujeres y 71 hombres). Sus conclusiones muestran que una Educación Física diaria en la etapa de primaria tiene un efecto positivo a largo plazo en los hábitos de práctica de actividad física de las mujeres, pero no en los hombres. En estos, se observó una influencia positiva del programa sobre el consumo de tabaco, reduciéndose su consumo regular de forma significativa.

Por su parte, Moreno, Rodríguez y Gutiérrez (1996), resaltan que a mayor número de sesiones de Educación Física a la semana (3 sesiones), el alumnado valora más la asignatura y al profesor, cree en la utilidad de la Educación Física para su futuro, se encuentra identificado con el profesorado y con la asignatura, considera que la organización de la asignatura concuerda con su forma de ver la Educación Física, y prefiere la práctica de las actividades físicas frente a otras actividades, en comparación con los alumnos que reciben menos sesiones a la semana.

Para favorecer y generar una actitud positiva del alumnado, el profesor debe utilizar, basándose en los intereses actuales de los jóvenes, unos contenidos divertidos, entretenidos, interesantes, variados y no excesivamente competitivos (sin caer en el error de convertir las sesiones en pasatiempos inútiles o recreos), en un ambiente agradable, estimulante y no hostil, donde su

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comportamiento sea activo con feedback continuos (para que el alumno perciba sus logros y habilidades) y atenciones con los alumnos (Sánchez Bañuelos, 1996).

El centro educativo debería convertirse en el espacio físico y social donde se consoliden los hábitos duraderos de Educación para la salud, a través de vivenciar cada día el concepto de salud dinámica). Una escuela promotora de estilos de vida activos, debería conseguir (Peiró y Devís, 2001):

En cuanto al curriculum

- Asegurar un mínimo de 2 h. semanales de educación física, recursos y personal cualificado.

- Favorecer mayor contribución del profesorado en las actividades extracurriculares.

- Proporcionar programas extracurriculares con actividades variadas, divertidas e inclusivas.

- Desarrollar proyectos curriculares transversales con el fin de conseguir ciudadanos más activos y críticos

En cuanto al ambiente

- Proporcionar áreas de juego adecuadas y seguras, y promocionar la realización de actividad física en ellas.

- Hacer accesible el material e instalaciones a la hora del recreo y de la comida.

- Favorecer que alumnado y profesorado vayan en bici o andando a la escuela.

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- Proporcionar vestuarios y duchas adecuados para alumnado y profesorado

Respecto a la comunidad

- Concienciar y conseguir el apoyo de padres y autoridades locales en las estrategias de promoción de actividad física realizadas en la escuela.

- Proporcionar a todo el alumnado información precisa y actualizada sobre las oportunidades de actividad en su comunidad (pueblo, barrio, etc.)

- Desarrollar acuerdos con las entidades locales (gimnasios, clubs deportivos, etc.) para aumentar oportunidades de actividad física al alumnado y asegurar oferta de programas saludables.

- Formar a padres y madres para su contribución en actividades extraescolares.