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    E C U D O R

    Debate

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    ECUADORDEBATE 79Quito-Ecuador, Abril del 2010

    PRESENTACION / 3-6

    COYUNTURA

    Diálogo sobre la coyuntura: La disputa por el modelo de desarrollo / 7-18Los cambios institucionales en el Banco Central del EcuadorL(i& R#&e%# / 19-30Conflictividad socio-política: Noviembre 2009-Febrero 2010 / 31-46

    TEMA CENTRAL

    Perfil socio-metabólico de la Economía Ecuatoriana

    Ma%-a C%i&'i"a Vaej# / 47-60Si eres tan progresista ¿por qué destruyes la naturaleza?Neoextractivismo, izquierda y alternativasEd(a%d# G(d+"a& / 61-82Extracción, territorio e inequidades: el gas en el Chaco bolivianoDe"i&e H(!$h%e+& Bebbi"g'#" + A"'h#"+ J. Bebbi"g'#" / 83-104Modelo minero, resistencias sociales y estilos de desarrollo:los marcos de la discusión en la ArgentinaMa%i&'ea S)a!$a + Ma%ia" S#a A)a%e, / 105-126

    Las actividades extractivas en EcuadorMa%ce# Va%ea / 127-150

    DEBATE AGRARIO

    Ruralidad y soberanía alimentaria en América Latina y el CaribeRa!" E&$i"e  / 151-162

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    ANÁLISIS

    El déficit comunicacional de los partidos políticos en Ecuadory su conversión en “partidocracia”Consuelo Albornoz Tinajero  / 163-180Visiones de la Sociedad en la Bolivia Contemporánea:La controversia entre dos grandes concepcionesH. C. F. Ma"&ia / 181-206

    RESEÑAS

    La reproducción de la dominación racial: las experienciasde una familia indígena en Quito / 207-210Las costumbres de los ecuatorianos / 211-214

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    n América del Sur se siguen acu-mulando los más diversos impac-tos ambientales, que van desde la

    contaminación a la deforestación, desdeel deterioro de la calidad ambiental enlas ciudades a la desaparición de espe-cies nativas. Estas tendencias no hancambiado sustancialmente en los últimosaños, con lo que el resultado neto es uncreciente deterioro ambiental.

    La llegada de los gobiernos progre-sistas o de la nueva izquierda significóun recambio político comprometido conabandonar el reduccionismo de mercadoy volcarse hacia otra estrategia de desa-rrollo. En algunos frentes se han dadoavances sustanciales, como sus posturas

    en política internacional y enérgicos pro-gramas de ataque a la pobreza, y de lamisma manera se esperaban cambios enlas políticas ambientales para detenerese deterioro creciente.

    Sin embargo, en casi todos los paísesse han mantenido los énfasis en sectorescomo la minería e hidrocarburos, acen-tuándose un sendero extractivista que asu vez desencadena variados impactossociales y ambientales. Se escuchan dis-cursos con evocaciones verdes, pero lapolítica ambiental es muy débil y se estáconvirtiendo en una de las principalesáreas de disputa y controversia en elseno de la izquierda gobernante con-temporánea.

    Si eres tan progresista ¿Por qué destruyes

    la naturaleza?

    Neoextractivismo, izquierda y alternativas

    Eduardo Gudynas1

    Los gobiernos progresistas de América del Sur se encuentran ante el desafío de dar impulso al desarrollo económico y la justicia social. Ello implica tener en consideración también los impactos ambientales que producen las actividades de tipo extractivo. En las propuestas de los gobiernos y las izquierdas no ha existido una preocupación sustantiva y programática por el cuidado de la naturaleza. Las actuales contradicciones entre los estilos de desarrollo progre- sistas y la temática ambiental provienen de una débil reflexión que no ha incorporado seria- mente la ecología para proponer alternativas de desarrollo.

    E

    1 Investigador principal en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social), Montevideo, Uruguay

    ([email protected]). El autor agradece a Mariela Buonomo, Soledad Ghione y Gerardo Honty porla lectura crítica del manuscrito.

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    En el presente artículo se examinanalgunas facetas de estas tensiones. Seconsideran las contra-dicciones políticasentre las expresiones de izquierda o pro-gresistas, el nuevo extractivismo que co-bijan y sus implicancias socioambientales.Enseguida se examinan algunos puntossobresalientes en el debate político ac-tual, por ejemplo el “socialismo del sigloXXI”, sopesándose si se incorpora o nola dimensión ambiental. Se describe el

    actual regreso a la vieja oposición entreeconomía y ecología, y advierte que elfortalecimiento de la política ambientalno es apenas colocar filtros de aire enchimeneas o plantas de tratamientos deefluentes, sino que implica una fuerte re-visión en conceptos claves. Entre ellos,las ideas sobre la abundancia, las formasde valoración y la perspectiva antropo-

    céntrica, necesitan ser revisadas en elseno del pensamiento progresista.

    El progresismo y el anuncio de cambios

    La nueva izquierda o progresismo enAmérica del Sur es un conjunto hetero-géneo de gobiernos, partidos políticos ycoaliciones. Sus ejemplos notorios sonlos gobiernos de Néstor Kirchner y Cris-

    tina Fernández de Kirchner (Argentina),Evo Morales (Bolivia), Inacio Lula daSilva (Brasil), Rafael Correa (Ecuador),Fernando Lugo (Paraguay), Tabaré Vaz-

    quez, y su sucesor José Mujica (Uru-guay), Hugo Chávez (Venezuela), y lapasada administración de Michelle Ba-chelet (Chile).

    Las similitudes y diferencias son elmotivo de análisis de muchos autores(una buena introducción se puede en-contrar en Saint-Upéry, 2008), pero másallá de ellas, todos se autodefinen o pro-claman como representantes de la nuevaizquierda sudamericana.2 Su llegada al

    gobierno ha estado envuelta en distintosanuncios de cambios sustanciales, o in-cluso radicales. De esta manera, enEcuador, Alianza País defiende una “re-volución ciudadana”, desde Venezuela,Hugo Chávez promueve el “socialismodel siglo XXI”, e incluso en Uruguay, altiempo de asumir la presidencia, TabaréVázquez anunciaba que “temblarían las

    raíces de los árboles”. Aunque el sentidode esas transformaciones cambió de unpaís a otro, y no será lo mismo, porejemplo, la hiperinstitucionalizaciónuruguaya que la vorágine social boli-viana.

    Más allá de las diferencias en esosplanos, estos gobiernos coinciden enromper con el énfasis de origen neolibe-ral ensimismado con el mercado comoescenario privilegiado de la política y lagestión3. Se identifican con los sectorespopulares y en algunos casos con aque-llos que se encontraban mas oprimidos

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    2 En el presente texto no se analizarán en detalle las diferencias entre los gobiernos de la nueva izquierda.

    También se apelará a la paciencia del lector en tanto los términos izquierda, progresismo, socialismo y

    otros, se usan con bastante libertad y en el sentido convencional bajo el cual aparecen en América del

    Sur. La caracterización de cada uno, sus superposiciones y diferencias, extenderían más allá de lo per-mitido el presente trabajo.

    3 Aunque en Chile estos y otros cambios descritos más adelante, han sido más mesurados y pausados, en

    tanto la administración Bachelet mostró una continuidad con los anteriores gobiernos de la concertaciónpor la Democracia.

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    (como pueden ser movimientos indíge-nas y campesinos en algunas regionesandinas). Existe un mayor protagonismoestatal, la ola de privatizaciones se de-tuvo y en algunos casos se volvieron anacionalizar empresas que tiempo atrásfueron vendidas. No se oculta el pro-blema de la pobreza, sino que se lo com-bate, incluyendo diversos planesgubernamentales de asistencia moneta-ria focalizada. Existe un intento de pro-

    mover un cierto Estado de Bienestar,creándolo allí donde apenas se insi-nuaba, y en otros casos, fortaleciéndolo.

    La política económica y productivaalcanzó reformas importantes en Vene-zuela pero en los demás países revistemuchos rasgos convencionales. Más alláde las declaraciones, se observan variascontinuidades donde el desarrollo es en-

    tendido como crecimiento económico, ysus componentes centrales están en pro-mover las exportaciones, especialmentede materias primas, y atraer inversiones.Este camino queda rápidamente inmersoen muchas contradicciones ambientalesy sociales, por los impactos que desen-cadena.

    Tolerando la destrucción de la

    Naturaleza

    En todos los países bajo gobiernosprogresistas se ha mantenido, e inclusoreforzado, los sectores extractivos, queincluyen la minería, gas y petróleo, y losmonocultivos de gran cobertura orienta-dos a la exportación. Su participación en

    las economías nacionales es muy alta;por ejemplo, los hidrocarburos casi re-presentan el 90% de las exportacionestotales en Venezuela, y los mineralesmás del 60% en el caso chileno. Estosemprendimientos generan los más diver-sos impactos sociales y ambientales, quevan desde desplazamientos poblaciona-les, afectaciones a la salud, hasta la de-forestación o contaminación del agua. Asu vez, esos efectos generan distintas

    protestas sociales, desde reclamos judi-ciales a bloqueos de rutas o paros cívi-cos.4

    Frente a esta situación es necesariopreguntarse por qué los gobiernos pro-gresistas toleran estos impactos socialesy ambientales. ¿Cuáles son los mecanis-mos o las posturas que les permiten mi-nimizarlos, ignorarlos o desatenderlos?

    Estas interrogantes tienen varias res-puestas.En muchos casos, se insiste en que

    los impactos sociales y ambientales delos emprendimientos extractivos son me-nores, se debate sobre los umbrales deimpacto tolerables o sobre la efectividaddel manejo de emisiones o efluentes.Esto se observa con mucha frecuenciapor ejemplo en Chile, Brasil o Uruguay.

    Esta tendencia puede llevar a límites es-candalosos, tal como se observa en Perú(bajo un gobierno conservador), en elcaso de la ciudad de La Oroya, una delas urbes más contaminadas del planetacomo consecuencia de la minería. Apesar de todo eso, el Ministerio de Saludno la incluye en su lista de sitios sensi-

    4 Sobre los impactos sociales y ambientales del extractivismo en los países progresistas véase a Acosta,

    2009 para Ecuador; Morales y Ribera Arismendi, 2008 para Bolivia; Svampa y Antonelli, 2009 en Ar-gentina; y Gudynas, 2009b con ejemplos para varios países.

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    bles de contaminación y bajo vigilanciaambiental y sanitaria.5 Este tipo de pro-blemas se repite en muchos sitios, y ge-nera una situación donde lascomunidades locales deben cargar contodo el esfuerzo y costo de demostrarque esos impactos ocurren, y tal comose ilustra en el ejemplo de arriba, debenconvencer tanto a la opinión públicacomo al propio gobierno.

    En otros casos, el Estado acentúa su

    centralismo y le basta con dejar de vigi-lar lo que sucede en los rincones másapartados del país. En tanto el extracti-vismo ahora avanza hacia sitios más re-motos en sierras y selvas, aspira a pasardesapercibido. Ejemplos de este pro-blema se ilustran con la pequeña mine-ría informal de extracción de oro o conla deforestación en sitios apartados de la

    Amazonia. En el caso brasileño, el mi-nistro del ambiente de Brasil, CarlosMinc afirmaba en febrero de 2010 que“por primera vez” la deforestación ama-zónica estaba “controlada” y que no seregresaría a los índices de destruccióndel pasado. Su declaración se basaba enla caída de la deforestación a fines de2009. Pero pocas semanas después, gra-cias al estudio de fotos satelitales que

    permiten un seguimiento incluso en lossitios más apartados, una organizaciónciudadana encontró que en realidad latasa de pérdida de bosques creció un22% entre agosto de 2009 y enero de2010, en relación al año anterior (Ha-yashi et al., 2010). En este tema tambiénpersisten los problemas de corrupción,una aplicación defectuosa de la vigilan-

    cia y las sanciones, y la debilidad de losjuzgados para lidiar con los problemasambientales.

    En paralelo, en varios países existenpresiones y acciones para flexibilizar lanormativa ambiental, reducir sus requi-sitos, y ampliar las facilidades para laevaluación del impacto ambiental. Eseembate es intenso en el segundo man-dato de Lula da Silva en Brasil, y llegóincluso a removerse a las autoridades

    ambientales que no firmaban los permi-sos ambientales grandes obras (como lasrepresas en la Amazonia). Otro tanto su-cede en Bolivia, donde el proyecto deuna nueva ley en hidrocarburos remuevelos mecanismos de consentimiento pre-vio local para la explotación petrolera entierras de comunidades campesinas opueblos indígenas, junto a flexibilizar

    otros aspectos ambientales (como las sal-vaguardas para las áreas protegidas)(véase Villegas, 2010).

    También se advierte que si bien la leyvigente en Bolivia es heredada desde losgobiernos neoliberales, a juicio de Ville-gas (2010), el nuevo proyecto del go-bierno de Morales es peor. El analistapredice un “enorme incremento en la ex-tensión de las industrias extractivas en elterritorio nacional”, y agrega que significa“que estamos ante un futuro de impactosy riesgos sin precedentes sobre todo el te-rritorio nacional y la población”.

    Bajo estas posturas, todos los gobier-nos, incluidos los progresistas, junto avastos sectores académicos, empresaria-les y del resto de la sociedad, compartenla visión de una América del Sur repleta

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    5 Resolución ministerial 094-2010/MINSA, 12 febrero 2010; reporte de Clima de Cambios, Pontificia Uni-

    versidad Católica del Perú.

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    de riquezas ecológicas, con holgadosmárgenes para la ampliación de las acti-vidades humanas. Se sostiene que sonrecursos que estarían lejos de agotarse,los ecosistemas locales poseerían enor-mes capacidades de amortiguación (unejemplo típico: los ríos son tan grandes ycaudalosos, que la contaminación se di-luiría en ellos), y aquí no se repetirían losproblemas ambientales de los países in-dustrializados. Esta actitud se puede

    ejemplificar con la prédica venezolanade contar con las mas grandes reservasde hidrocarburos de América Latina, y suapresuramiento en utilizarlas, donde eldebate de sus implicaciones ambientalesse desvanece (véase a García Gaudilla,2009).

    En la misma línea se encuentran lasmetáforas sobre la riqueza que nos rodea

    y que necesariamente debe ser utilizadaintensa y eficientemente. En el casoecuatoriano, el presidente Rafael Correarepite las alusiones a “no ser mendigossentados sobre un saco de oro”, dondesería una tontería o irresponsabilidad noaprovechar esa riqueza. Ha usado repe-tidamente esa imagen para fundamentarmuy distintas cosas: la Ley de minería(enero 2009), justificar la explotación pe-trolera del ITT si no se obtenía una com-pensación internacional (febrero 2009),en presentar a la minería como fuente derecursos para atacar la pobreza (junio2009), y como impulso decisivo al desa-rrollo (noviembre 2009).6

    También se viene apelando a solu-ciones tecnológicas que se consideraneficientes y completas, con las cuales sereducirían o anularían los impactos am-bientales. Estas incluyen nuevas tecno-logías que, en varios casos pueden tenerun gran valor, pero que de todas mane-ras no cambian el balance ambiental ne-gativo. Algunas de ellas pecan de ungran optimismo, como los recientes apo-yos del presidente Lula da Silva, y su mi-

    nistro del ambiente, C. Minc a lo quedenomina como “represas plataforma”:grandes represas hidroeléctricas en laAmazonia que serían construidas comosi fueran “plataformas” marinas de ex-plotación petrolera, aisladas en ese océa-no de selva tropicales, donde laspersonas y los insumos van y vienen conhelicópteros7. Es evidente que esta pro-

    puesta es ciega a los efectos negativosdel represamiento del río, los cambios enlos ciclos hidrológicos o la desapariciónde miles de hectáreas de bosque tropicalbajo el lago de la represa. Pero a pesarde todas estas evidentes limitaciones,esta idea es presentada como si fuerauna propuesta seria por sus defensores.

    Otro flanco de tolerancia con los im-pactos sociales y ambientales se desen-vuelve alrededor de procedimientos depublicidad y marketing, tales como laresponsabilidad social empresarial (RSE),el uso de las certificaciones ISO de laserie 14 000, los códigos de conducta,etc. Este tipo de herramientas tienen al-

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    6 Basado respectivamente en El Universo , 16 enero 2009; agencia EFE 21 febrero 2009; Radio Coopera-tiva de Chile, 6 junio 2009; y agencia Reuters, 5 noviembre 2009.

    7 Véase “Complexo Hidrelétrico do rio Tapajós”, por Telma Monteiro, 3 marzo 2010, en www.amazô-nia.org.br.

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    incrementos constantes en sus exporta-ciones y recepción de inversión extran-jera. Por cierto que en ello el Estadojuega otros papeles más activos, y laforma bajo la cual se distribuyen los ex-cedentes tiene algunas diferencias. Peromás allá de eso, el punto es que se reor-ganiza el estilo de desarrollo nueva-mente alrededor del crecimientoeconómico y el flujo de capitales. Con-secuentemente, ya no es aceptable dis-

    cutir ni las metas de inversión ni las deexportación, y solo se podrá debatirsobre cómo se usarán los excedentescaptados por el Estado.

    Un ejemplo muy claro de esta pos-tura lo ofrece el nuevo presidente deUruguay, José “Pepe” Mujica, quien másallá de su imagen radical, acaba de sos-

    tener que “necesitamos inversión deafuera”, y no debe haber polémicassobre esto ya que ese capital es indis-pensable. La discusión que se toleradebe ser sobre cómo usará el Estado losbeneficios que la inversión genere; diceMujica: “después, con los logros de la in-versión, con los impuestos que deja y losmárgenes de ganancia, podemos discutirsi lo estamos gastando mal o bien, esosí”.9

    Se consolida, poco a poco, un estilode desarrollo donde la izquierda criollarompe con varios componentes de supropia historia, y paulatinamente mu-chos aspectos clave del desarrollo dejande ser discutidos. Por cierto que man-tiene sus críticas a las reformas de mer-cado y contra los anteriores gobiernos de

    inspiración neoliberal, y que el Estado

    capte una mucho mayor proporción dela renta originada en los recursos natu-rales, pero un análisis más detenido y ri-guroso muestra que es muy poco lo quese discute sobre estas estrategias, ymenos todavía sobre la posibilidad de irmás allá de estas formas de capitalismosocialmente compensadas.

    En efecto, se ha desembocado en un“capitalismo benévolo”: se aceptan lascondiciones básicas del capitalismo,

    pero se entiende que pueden existir re-formas y ajustes que podrían reducir oamortiguar algunos de sus efectos nega-tivos más claros, tales como la pobreza yla desigualdad (un punto que se analizacon más detalle en Gudynas, 2010). In-cluso frente a la actual crisis económicaglobal, esta corriente considera que sedebe acentuar y acelerar el extracti-

    vismo, para que sus exportaciones com-pensen los problemas financieros delEstado.

    Esta situación está comenzando acrujir en varios sitios. Esos emprendi-mientos extractivos mantienen o agravanlos impactos sociales, y por esa razón,más tarde o más temprano, aparecen ose reactivan diferentes conflictos socia-les. Esas reacciones son distintas entrelos diferentes países, y al menos algunastendencias se pueden señalar.

    Posiblemente los dos casos donde eldebate esté más restringido sean Uru-guay y Venezuela. En el primero, por unlado existe una gran institucionalizaciónpartidaria y un amplio Estado benefactor(en escala latinoamericana), y por otrolado, la izquierda local no disimula: no

    le interesa el tema ambiental y lo inter-

    68 E DUARDO G UDYNAS  / Si eres tan progresista ¿Por qué destruyes la naturaleza?Neoextractivismo, izquierda y alternativas

    9 El Observador , Montevideo, 12 febrero 2010.

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    preta como una oposición con la pro-ducción10. En Venezuela, las organiza-ciones ambientalistas están debilitadas,y la vorágine política del país arroja estascuestiones en un segundo plano, dondepersiste el fuerte peso cultural de la ri-queza encerrada en el petróleo.

    En Bolivia está recomenzando pocoa poco el debate ambiental, a partir dealgunas advertencias y protestas que vie-nen del medio rural. Pero sigue enfren-

    tando muchas restricciones, dada lahegemonía política del MAS (Movi-miento al Socialismo) y sus aliados, y lafacilidad con la cual se tilda a muchasde esas expresiones como antirevolucio-narias.

    En Argentina, Brasil, Chile y Para-guay el tema alcanza una mayor discu-sión, aunque en cada caso por distintos

    motivos y diferentes manifestaciones.Por ejemplo, en Argentina se mantiene,con algunos picos, protestas ante la ex-pansión minera, y se ha generado unamayor conciencia sobre los problemasdebido a los monocultivos extensivos desoja. En Brasil existen temas o áreas deconflicto, como pueden ser la construc-ción de represas en ríos amazónicos, ladeforestación, la expansión de cultivosen el Cerrado, o las mineradoras en elnordeste. El tema forestal y minero se ex-presa en Chile, y bajo otra forma, en Pa-raguay, con una más clara asociación ademandas sobre pobreza y derechos hu-manos.

    Finalmente, es posible que las polé-micas más intensas y avanzadas estén te-niendo lugar en Ecuador, cubriendo unamplio espectro de cuestiones que vandesde la protección de la biodiversidad,a propuestas innovadoras como la deuna moratoria petrolera en la Amazonia.

    Izquierda y ecología

    Las actuales contradicciones entre

    los estilos de desarrollos progresistas y latemática ambiental, no pueden expli-carse apenas por una ausencia de un de-bate ecológico en el pensamiento deizquierda. Por lo tanto es necesario re-pasar algunos elementos resultantes deldebate ambientalista.

    La problemática ambiental tiene unalarga historia y ganó creciente relevan-

    cia, por lo menos desde la década de1960. Rápidamente se convirtió en unasunto político, y una parte de la iz-quierda se sintió identificada con ella.Pero en varios casos aprovechó el dis-curso verde como una fuente de nuevascríticas al capitalismo, antes que en ela-borar alternativas de desarrollo. Porejemplo, en un influyente texto de 1972,sobre socialismo y ecología, editado por

    la Fundación Bertrand Russell para laPaz, Ken Coates, sostenía que el socia-lismo tradicional tiene dos respuestas ala problemática ambiental: una crítica ala economía de mercado y su adverten-cia sobre el despojo capitalista de la pro-

    ECUADOR DEBATE / TEMA CENTRAL 69

    10 El Frente Amplio de Uruguay es posiblemente el primer partido de izquierda que en el siglo XXI, en su

    programa electoral para las elecciones de 2009 no presentó una sección ambiental. Mientras otros par-tidos en otros países exhiben ambiciosas promesas electorales que después dejan de cumplir, en el caso

    uruguayo ni siquiera se disimula. El Frente Amplio en los últimos años ha derivado a posiciones de apoyo

    a los transgénicos, la intensificación agrícola, el uso de la energía nuclear y la transferencia a privadosdel monitoreo ambiental.

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    ductividad del suelo y el trabajador (Coa-tes, 1976).

    El esfuerzo dedicado a cuestionar alcapitalismo no siempre dejó tiempo paracomprender que la incorporación de as-pectos ambientales también exigía uncambio dentro de la propia izquierda.Allí donde se inició esa necesaria reno-vación, se desembocó en formulacionesdonde la izquierda verde se presentabacomo “muy lejos a la izquierda de la iz-

    quierda” (tal como sostenía René Du-mont, 1980). Esa línea de reflexióncuestionaba al capitalismo pero tambiéna los regímenes políticos bajo el comu-nismo soviético, China e incluso Cuba.También se reconocía que un socialismoverde pasa no solo por cambios políticosy económicos, sino también por unatransformación cultural, donde debemos

    “ser más” en lugar de “tener más” (paravolver a usar palabras de Dumont).Sin embargo, no todos esos aspectos

    fueron retomados en América Latina. Porel contrario, parte del debate latinoame-ricano estuvo marcado por el debatedonde se enfrentó el concepto de límitesecológicos al crecimiento, presentado en1972 en un reporte encargado por elClub de Roma (Meadows et al., 1972).En aquel tiempo se entendió que postu-lar esos límites era un nuevo maltusia-nismo que en la práctica terminaría conrestricciones sobre las opciones de desa-rrollo en el sur. El ataque más organizado

    provino de un grupo de intelectuales deizquierda agrupados en la Fundación Ba-riloche, que bajo la coordinación deAmilcar Herrera (1975) elaboraron unestudio alternativo denominado “Mo-delo Mundial Latinoamericano”.

    En esa reacción ya se encuentranmuchas ideas que reaparecerán una yotra vez años después. Si bien contieneelementos compartibles, como cuestio-nar la imitación del desarrollo seguido

    por los países industrializados y recha-zar el consumismo, de todos modos esemodelo está repleto del optimismo desa-rrollista convencional, defiende el uso dela energía nuclear y hasta una expansiónagrícola que es ciega a sus efectos en lasáreas naturales. Una evaluación generaldel reporte indica que sus componentesecológicos eran muy débiles.11

    Pero hoy sabemos que muchas de lasadvertencias del informe del Club deRoma sobre los límites del crecimientoson ciertas (sin dejar de reconocer mo-dificaciones y correcciones en algunosaspectos). Estamos enfrentados a recur-sos naturales que son finitos y capacida-des ecosistémicas también acotadas, talcomo lo demuestran problemas contem-poráneos como el cambio climático o elinminente declinar del petróleo.

    Desde aquellos años, la crecienteevidencia de estos problemas ha nutridomuchas corrientes políticas, y entre ellasel conjunto de partidos verdes (de escasa

    70 E DUARDO G UDYNAS  / Si eres tan progresista ¿Por qué destruyes la naturaleza?Neoextractivismo, izquierda y alternativas

    11 El Modelo Mundial Latinoamericano rechazaba las posturas de los estudios predictivos elaborados en lospaíses industrializados, y postulaba un abordaje normativo que partía de “un cambio hacia una socie-

    dad básicamente socialista, basada en la igualdad y la plena participación de todos los seres humanos

    en las decisiones sociales. El consumo material y el crecimiento económico se regulan de manera quepermitan lograr una sociedad intrínsecamente compatible con el medio ambiente” (Herrera, 1975).

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    penetración en América del Sur), y los di-ferentes grupos políticos de izquierda12.Un repaso de esas etapas escapa al pre-sente artículo, aunque es necesario su-brayar los aportes más recientes eimportantes.

    Entre las manifestaciones recientes sedebe recodar a la llamada “Tercera Vía”.Esta postura tuvo amplia difusión en Eu-ropa, especialmente en gobiernos comoel de Tony Blair, liderado por el Partido

    Laborista en Inglaterra, y de GerhardSchroeder, del Partido Social DemócrataAlemán (donde actuaron coaligados conel partido Los Verdes). Sus aportes inci-dieron en los debates políticos de la iz-quierda sudamericana hacia fines de ladécada de 1990 (especialmente en lospaíses del Cono Sur), aunque tambiéndespertaron muchas críticas locales.

    El punto interesante para el presenteanálisis es que la Tercera Vía incorporóvarios temas ambientales, y más allá desus aciertos o equivocaciones, lo ciertoes que su reflexión ecológica fue en al-gunos casos bastante detallada. Por unlado, se recogían algunos de los recla-mos de los Partidos Verdes europeos, ypor otro, se defendía una modernizaciónen varios frentes, entre los que se en-contraban las cuestiones ambientales.Esta corriente abordó asuntos como lostransgénicos, la calidad de los alimentos,los controles ambientales, e incluso pro-ponía introducir una dimensión ambien-tal en cuestiones de alta complejidad,

    como el manejo del riesgo (véase porejemplo a Giddens, 1999). Sin embargo,esa discusión no se reflejó en los debatessudamericanos, ni siquiera en los regí-menes socialdemócratas más cercanos(Brasil, Chile y Uruguay). Las razonesson variadas, y entre ellas se encuentrandesacuerdos con otros componentes dela Tercera Vía, tales como su optimismocon la globalización y su conservadu-rismo filosófico.

    Ambiente y socialismo del siglo XXI

    Un cambio más radical y con unclaro anclaje sudamericano, está repre-sentado por las reflexiones acerca del lla-mado “socialismo del siglo XXI”. Eserótulo es usado por varios analistas yunos cuantos políticos, y se ha transfor-

    mado en algo bastante amplio, por mo-mentos impreciso, aunque cada vez conmás frecuencia se admite que es un pro-ceso en construcción. Para el presenteanálisis es necesario examinar si esta no-vedosa corriente asume los problemasambientales de América del Sur.

    Apelando a las formulaciones de susmás conocidos promotores, es pertinentecomenzar por Atilio Borón que ofrece un

    buen ejemplo de las posturas en juego, yes un conocido académico y militante.Borón (2008) considera que es indispen-sable una transición al socialismo, yaque nos encontraríamos en una “encru-cijada civilizatoria”, y aunque se alude

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    12 Sobre la izquierda, entendida en un amplio sentido, y los temas ambientales, se pueden revisar los apor-

    tes de Pepper, 1993; Bryant y Bailey, 1997; Dobson, 1997; Lowy, 2005; Valencia Sáiz, 2006; otras refe-rencias se presentan más adelante. En el caso especifico de Ecuador ha existido una temprana reflexión;

    los “Foros en Ecología Política” organizados por el CEP, es un claro ejemplo de ello. También se debe

    advertir que no todos los partidos verdes se identifican necesariamente con la izquierda, y algunos son

    conservadores.

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    según este autor), se deberían enfocar enla sustentabilidad y el ecologismo, aun-que no define esos componentes, ni es-tudia sus implicancias.

    Una postura más moderada, peromás detallada, es presentada por el chi-leno Tomás Moulian, en su “quinta vía”al socialismo del siglo XXI. Se comienzapor reconocer las fallas y fracasos de laizquierda socialdemócrata, para postularuna estrategia de cambio que es distinta

    tanto de la revolución como de la re-forma, y que Moulian denomina “trans-formación”. Ese camino es democrático,evita la destrucción del Estado anterior, yes un proceso gradual y de largo plazo,dotado de un sesgo libertario (Moulian,2000). Bajo esta visión, el socialismosería en primer lugar la “socializacióndel poder político” bajo una democracia

    participativa, una nueva economía y uncambio cultural hacia el ser y la comu-nidad. Pero en este caso tampoco seofrece un análisis detallado de la cues-tión ambiental. Parecería que en estapropuesta de corte comunitario y cultu-ral, si bien hay una mayor profundiza-ción en algunas dimensiones deldesarrollo (como la económica), no seanaliza ni su base ecológica ni tampoco

    la diversidad cultural en las relacionesentre sociedad y naturaleza.

    En cuanto a los presidentes, las refe-rencias al socialismo del siglo XXI apa-recen por ejemplo en Correa, Morales yChávez. Pero en casi todos los casos,esas expresiones están atadas a distintascoyunturas políticas, por lo que es másapropiado examinar el desempeño de

    sus administraciones (tal como se haceen otras secciones del presente artículo).Puede concluirse entonces que la

    vertiente del socialismo del siglo XXI, al

    menos por ahora, no incluye la temáticaambiental entre sus temas sustantivos, oapenas lo menciona. No es una cuestiónque esté en su horizonte de temas rele-vantes. Es más, más allá de las críticas alcapitalismo, también surgen muchasdudas sobre cómo construyen una alter-nativa de desarrollo post-capitalista.

    También es llamativo que en esaselaboraciones sudamericanas del socia-lismo del siglo XXI no aprovecharan la

    intensa reflexión sobre marxismo y eco-logía (por ejemplo, sobre una “segundacontradicción” del capitalismo debida ala crisis ambiental, por O’Connor, 1998,o la relectura ecológica de Marx por Fos-ter, 2004). La influencia de esos análisispropios del hemisferio norte sobre losdebates sudamericanos han sido muy li-mitadas, tanto en promover los temas

    ambientales, como en las cuestiones po-líticas clásicas.Uno de los pocos casos en aden-

    trarse en ese terreno es Michael Löwy,sociólogo brasileño radicado desde hacemucho tiempo en París. Löwy publicó enel 2005 un contundente ensayo sobreecología y socialismo, donde sostieneque se debe revisar críticamente la con-cepción marxista de fuerzas productivasy romper totalmente con la ideología delprogreso. Se denuncia el capitalismocomo incompatible con la protecciónambiental, y se lanza un programa deecosocialismo con varios componenteséticos.

    Desde otra perspectiva, no puededejar de mencionarse a los aportes delcolombiano Orlando Fals Borda (2007),

    quien sostiene que ese socialismo delsiglo XXI debe ser denominado como“raizal” y “ecológico”, en tanto debe“tomar en cuenta las raíces histórico-cul-

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    turales y de ambiente natural de nuestrospueblos de base”. A su juicio, el socia-lismo de América Latina es diferente deleuropeo, y en tanto es “tropical” la in-corporación de los pueblos originarios(que en su concepto incluye a indígenas,negros, campesinos, colonos, etc.),brinda un sentido más entendible y de-fendible a esa propuesta. Sin embargoFals Borda no elabora con más detalleesa dimensión, y la agrupación política

    donde militaba (Polo Democrático Alter-nativo), tampoco puede calificarse como“roja y verde”.

    Más recientemente, en Bolivia se estádesarrollando un complejo y sofisticadocuerpo de reflexiones y análisis a partirdel nuevo protagonismo político de mo-vimientos sociales campesinos e indíge-nas. Si bien muchas veces se invoca la

    cuestión ambiental en el diseño de la“plurinacionalidad” boliviana, las elabo-raciones específicas todavía son pocas.Un buen ejemplo son los recientes textosde Luis Tapia (por ejemplo Tapia, 2009),donde el acento está en cuestiones polí-ticas. Pero de todos modos asoma lacuestión ambiental, por ejemplo, alabordar las relaciones entre el tiempopolítico y social y los ciclos de la natu-raleza. Postula una “legislación sensata”que permita “que los procesos de trans-formación de la naturaleza no destruyanel medio ambiente” pero que tampoco“descomponga las condiciones de viday sociabilidad”. La intuición es clara,pero el tema está apenas elaborado. En

    una evaluación esquemática, y a riesgode ser injusta, esa corriente entiende quela temática ambiental es importante,pero por ahora no ha logrado generaruna reflexión ecológica sustantiva, de-pende mucho de los ejemplos antropo-lógicos, y faltan las conexiones entreecología y política.

    Esta breve revisión deja en evidenciaque entre algunas de las más importanteslíneas de reflexión política de la iz-

    quierda sudamericana, la presencia de ladimensión ambiental es marginal.13 In-cluso el intento de renovar el socialismohacia el siglo XXI, al menos por ahora,no ha logrado incorporar la temática am-biental de forma sustantiva.

    El regreso a la oposición entre econo-mía y ecología

    A pesar de las dificultades para lidiarcon el tema ambiental, de todas mane-ras las cuestiones sobre el manejo de losrecursos naturales, aparecen una y otravez en el debate. Como no se ha desa-rrollado un debate más profundo, el pro-gresismo tiende a enfocarse en un planomás superficial, entendiendo los temasambientales como una inevitable oposi-

    ción entre economía y ecología, comotrabas al desarrollo y como obstáculos asus políticas sociales. Esta supuesta opo-sición implica retroceder unos treintaaños en las discusiones en ecología po-lítica. Ese era el tema propio de la dé-cada de 1970.

    74 E DUARDO G UDYNAS  / Si eres tan progresista ¿Por qué destruyes la naturaleza?Neoextractivismo, izquierda y alternativas

    13 Asimismo, también parece observarse (¿una vez más?) una falta de diálogo dentro de las corrientes de

    izquierda. Por ejemplo, las elaboraciones teóricas del socialismo del siglo XXI parecería que discurrenen compartimientos estancos sin dialogar entre ellas; Borón y Dieterich no se citan mutuamente y a su

    vez la consideración detallada de otros autores sudamericanos también es limitada.

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    En efecto, en aquel tiempo el resul-tado de la publicación de los “Límites alcrecimiento” fue dejar en claro que laidea de crecimiento económico conti-nuado era imposible por los límites am-bientales (Meadows et al., 1972). Por lotanto, quedó planteada una oposiciónentre el desarrollo económico como cre-cimiento, y las capacidades de sustenta-ción ambiental del planeta. Ese debateduró más de diez años, hasta que a fines

    de la década de 1980 fue reformuladobajo un intento de disolver esa oposi-ción, defendiendo que la conservacióndel ambiente se convertía en una condi-ción para el desarrollo. En otras palabras:no hay economías posibles sin una baseecológica.

    Esta concepción no ha estado exentade problemas, debido a que vastos sec-

    tores que entendían el desarrollo apenascomo crecimiento económico, presenta-ron a la conservación como necesariapara asegurar y mantener el crecimientoeconómico. El mejor ejemplo de estecambio es la formulación clásica de de-sarrollo sostenible ofrecida por la Comi-sión Mundial en Medio Ambiente yDesarrollo de Naciones Unidas, en“Nuestro Futuro Común” (CMMAD,1987). La oposición ecología versus con-servación de los años setenta se disolvióbajo una ecología para el “crecimientoeconómico”.

    El debate alrededor de estas cuestio-nes avanzó a tropezones en América La-tina a lo largo de la década de 1990 einicios de la del 2000, ya que las refor-mas de mercado minimizaron la temá-

    tica ambiental y forjaron una posturareduccionista del desarrollo. Bajo esealiento se defendieron las soluciones de

    tipo empresarial y mercantil para la te-mática ambiental, tales como los merca-dos de bienes o servicios ambientales,algunos de los cuales se ejemplificaronarriba. La transformación de la Natura-leza en una mercancía se acentuó toda-vía más y con ello el conflicto ecologíaversus conservación parecía desvane-cerse, ya que se podía incluir el am-biente dentro de la economíaconvencional de mercado. No se niegan

    muchos problemas ambientales, sinoque se les busca una solución convir-tiéndolos en negocios. Actualmente seinsiste en ese mensaje, por ejemplodesde el Programa de las Naciones Uni-das para el Medio Ambiente (PNUMA):“ser verde para crecer”, apelando a me-canismos de mercado más ajustados yuna “economía de los ecosistemas”

    (UNEP, 2010).Esas posturas merecen muchas ob-servaciones y críticas. De hecho, hayuna discusión en marcha sobre la realeficacia de la mercantilización de la Na-turaleza, el papel de las políticas públi-cas, las presiones del consumo, etc. Másallá de esos contenidos, resulta impac-tante que la crítica de izquierda al re-duccionismo de mercado se detuvierajusto antes de abordar la temática am-biental, y con ello dejó aceptada en loshechos la mercantilización de la Natura-leza. Se critica el capitalismo global,pero se busca participar en el mercadoglobal, por ejemplo vendiendo bonos decaptación de carbono; se anuncian lasalternativas, pero se fortalece una eco-nomía de enclaves de extracción de re-

    cursos naturales, y así sucesivamente.Algunas viejas advertencias, propias

    de la década de 1970, mantienen una

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    lusión frente a la izquierda gobernante.Hay un creciente malestar con esta si-tuación. Tanto desde los espacios de re-flexión, como en la militancia social, oen la cotidianidad de las comunidadeslocales, una y otra vez se escucha decir:si estos gobiernos anuncian la renova-ción, apelan a la justicia y la solidaridad,¿por qué siguen destruyendo la Natura-leza?

    Ecología y renovación política

    En el siglo XXI cualquier alternativade izquierda, sea socialista o no, nopuede obviar los temas ambientales. Suincorporación no es apenas un ingre-diente más en un largo repertorio de crí-ticas al capitalismo, sino que debe seruno de los temas centrales en cualquier

    pensamiento renovador. Es más, los di-versos intentos actuales de caracterizarel socialismo del nuevo milenio, serántodos incompletos si carecen de esa di-mensión y, por lo tanto, una tarea ur-gente es que sus defensores ponganmanos a la obra para incorporarlos.

    Además, esa incorporación no es so-lamente un componente más que seagregará a una larga lista de atributos.

    Por el contrario, al sumar esos aspectosse hace necesario revisar varios atributosdel ideario de izquierda, incluso algunasde sus ideas básicas. Aún aceptando unasocialdemocracia moderada, no puededefenderse la construcción de un Estadode Bienestar a partir de la destrucción dela Naturaleza.

    Es necesario comenzar por un cam-

    bio de actitud y abandonar el negacio-nismo ecológico. Los problemasambientales, la contaminación, la defo-restación, la basura urbana, y tantos

    otros, son reales, graves, y afectan amucha gente. Ya no es posible tolerar lasposturas de izquierda que repiten los dis-cursos de una década atrás, minimi-zando u ocultando ese deterioroambiental.

    Seguidamente se debe reconocer laexistencia de límites ecológicos. No esposible continuar con la defensa de unaproducción expansiva y crecimientoeconómico perpetuo, ya que no hay re-

    cursos para ello y el planeta no soporta-ría sus efectos. Por lo tanto, la idea de laabundancia y el crecimiento ilimitado delas fuerzas productivas, propia del mar-xismo clásico, debe ser reemplazada porla de la escasez. Esto no quiere decir queno existan serios problemas de distribu-ción y acceso, pero esa situación nopuede llevarnos a ignorar la real presen-

    cia de límites ecológicos. La defensa deun cambio político orientado a una so-ciedad de la abundancia ya no es posible(sobre las implicancias de este puntopara el socialismo véase, por ejemplo,Ovejero Lucas, 2005). Los recursos sonfinitos, ya sea la tierra agrícola disponi-ble como el stock de hidrocarburos, y asísucesivamente. Pero también son limita-das las capacidades de los ecosistemas,

    como cursos de agua o bosques, en li-diar con los impactos ambientales. En al-gunos casos se pueden empujar esoslímites, por ejemplo apelando a la ferti-lización y el riego, pero esto a su vez ge-nera otros impactos ambientales. Es asíque de una manera u otra la escasezvuelve a aparecer.

    En América del Sur, el progresismo

    viene esquivando la noción de escasezen tanto los acervos de recursos natura-les del continente son todavía muy am-plios. Pero las señales de limitación ya

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    están comenzando a aparecer en variosfrentes, tales como la disponibilidad debuenos suelos agrícolas, las reservasrealmente disponibles de hidrocarburos,o las capacidades de amortiguación decontaminantes en suelos y aguas (porejemplo, nitratos en aguas subterráneas).Por otro lado, muchos de los recursosque se pueden extraer están en lugaresmás remotos, y entonces el acceso aellos genera otra sucesión de impactos

    ambientales (como la apertura de cami-nos hacia los pozos de petróleo en laAmazonia). Estos límites ya no puedenser ignorados y cualquier programa derenovación de la izquierda debe incor-porarlos.

    Una renovación verde de la iz-quierda también requiere nuevas refle-xiones sobre las nociones de igualdad y

    justicia. Recordemos, con Bobbio(2001), que la igualdad es una de laspreocupaciones que define a la iz-quierda. Compartiendo el rechazo morala la desigualdad, toda la tradición de iz-quierda siempre puso en primer plano alos más pobres, los asalariados, los mar-ginales, y son justamente ellos los quecasi siempre tienen que lidiar con las pe-ores condiciones de deterioro ambiental,

    viviendo en sitios contaminados, conmalas condiciones de salubridad laboral,o bajo altos riesgos ambientales. Por lotanto, cualquier programa de izquierdaen el siglo XXI debe incorporar un enér-gico plan de acción en justicia ambien-tal (un área casi ausente en la mayorparte de los gobiernos progresistas).

    La mirada ecológica sobre la justicia

    también tiene presente las limitacionesimpuestas por la escasez, de donde elideal socialista de la igualdad requiereser reexaminado. En efecto, si la prose-

    cución de la igualdad apunta a tener losmismos niveles de alto consumo de ma-teria y energía de los países industriali-zados, es evidente que no hay recursosdisponibles para asegurar ese fin. Unabordaje meramente redistributivo de lajusticia es insuficiente. “Si no hay detodo ni para todos, si no estamos en unasociedad de la abundancia, aparecen losproblemas de la distribución: ¿qué sedebe distribuir?, ¿con qué criterios?, ¿a

    quién?” – alerta Ovejero Lucas (2005).Asimismo, existe en América Latina

    una gran diversidad cultural que se ex-presa en distintas valoraciones sobre lacalidad de vida, y sobre las relaciones delos humanos con la Naturaleza. En estecaso, se enfrenta el desafío de la multi-culturalidad también en un plano am-biental de manera de atender a las

    diversas tradiciones culturales en el con-tinente.Resulta claro entonces, que un pro-

    gresismo contemporáneo no se puedehacer ni contra la Naturaleza, ni por aña-didura, contra las diferentes expresionesculturales que reclaman otra relacióncon el entorno. Por lo tanto, todo lleva auna nueva reflexión sobre la justicia, ysobre los procesos políticos para enfren-

    tar esas limitaciones ecológicas. Esta dis-cusión política debe profundizar susaspectos democráticos para navegar enesta pluralidad de valoraciones y per-cepciones. Asimismo, la izquierda con-temporánea debe incorporar a la justiciaambiental, y ésta debe tener el mismorango que la justicia social. El chantajedonde, por ejemplo, se defiende el ex-

    tractivismo como necesario para aliviarla pobreza, no tiene sentido, ya que lajusticia social no puede darse sin unajusticia ambiental.

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    Etica, biocentrismo y desarrollo

    Otro cambio sustancial debe tenerlugar en el campo de la ética. Si bienmuchas discusiones sobre la izquierdaabordan el problema de los valores, lamayor parte de ellas lo hace en un planoinstrumental y sobre todo, enfocandocuestiones morales. Existe una ciertacoincidencia en criticar el reduccio-nismo de la valoración económica y en

    cuestionar el mercado. En el caso de al-gunas reflexiones dentro del ecosocia-lismo, esto llevó a abandonar el actualénfasis en los valores de cambio para pri-vilegiar los valores de uso, vinculándo-los directamente a la satisfacción de lasnecesidades humanas básicas (por ejem-plo, Riechmann, 2006).

    Pero el problema es que, aún bajo el

    valor de uso, se insiste en concebir a laNaturaleza como una canasta de recur-sos que son valorados en función de lautilidad humana. Persiste entonces unabordaje claramente antropocéntrico, yesa postura es la que sirve como co-lumna vertebral para las diferentes for-mas de la ideología del progreso,incluida la representada por el progre-sismo contemporáneo. Se tolera la des-

    trucción ambiental ya que ésta esconcebida como una mediación para losfines humanos. Sigue presente el man-dato de conquistar y dominar la Natura-leza que hunde sus raíces en lamodernidad europea, y que se ha repro-ducido de las más variadas formas desdela época de la colonia. Un ejemplo desu vitalidad actual, son las declaraciones

    del presidente Rafael Correa ante los cor-tes de energía eléctrica resultantes de lasequía que sufrió Ecuador a fines de2009. Frente a lo que consideraba una

    adversidad ambiental, en uno de sus dis-cursos proclamó: “Si la naturaleza conesta sequía se opone a la revolución ciu-dadana, lucharemos y juntos la vencere-mos, tengan la seguridad” (noviembre2009).

    En el terreno ético, entendido comoel debate sobre las formas de valoración,se desenvuelve otro complejo desafíopara la izquierda. Será necesario aban-donar el antropocentrismo para ir más

    allá de los valores de uso y de cambio, yaceptar los valores intrínsecos de la Na-turaleza. Esta es una transición al bio-centrismo. No se niegan las valoracionesde uso y de cambio, sino que se reco-noce que además de ellas, existe unvalor propio en el ambiente y en lasdemás formas de vida, independiente dela utilidad humana. Por lo tanto, la es-

    cala de valoración se diversifica, y es asíque verdaderamente se rompe con lamercantilización de la Naturaleza.

    Ese debate se está instalando. Uno delos mejores ejemplos es el reconoci-miento de los derechos propios de la Na-turaleza en la nueva Constitución deEcuador. Allí se abre las puertas al bio-centrismo, rompiéndose con la exclusi-vidad antropocéntrica. Como resultadola Naturaleza debe ser defendida en símisma, independientemente de las po-tenciales utilidades o beneficios para laspersonas. Esta Naturaleza, sujeto de de-rechos, permite apuntar a perspectivasde desarrollo alternas a la de la moder-nidad, bajo cambios más radicales. Esecamino hace que la justicia social seaambiental, pero también es una justiciaecológica, en tanto se debe asegurar lapreservación del entorno natural por susvalores propios (Gudynas, 2009a).

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    La nueva izquierda debe ser enton-ces menos “progresista”, como expresiónde la ideología del progreso, y más bio-céntrica. Ese camino comienza a reco-rrerse desde los borradores de desarrolloalternativo de tipo post-extractivista, yaque se alejan de un materialismo instru-mentalizador, se vuelven a enfocar en lacalidad de vida como buen vivir, y se ali-menta una nueva sensibilidad para unajusticia que es social y ambiental. Sin

    duda que esos ensayos generan enormestensiones dentro de la izquierda actual,en tanto ponen en discusión muchas desus bases conceptuales, y más allá deellas, también cuestionan la tradicióncultural de la modernidad. Pero ese de-bate y estos ensayos son indispensablespara mantener el empuje renovador dela izquierda y su compromiso con la jus-

    ticia. Se llega de esta manera a una si-tuación donde, en el siglo XXI, si tellamas progresista, socialista, revolucio-nario o alternativo, debes dejar de des-truir la Naturaleza y comenzar aprotegerla. Hoy mismo, sin excusas, y sinpausa.

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  • 8/19/2019 Gudynas_Si Eres Tan Progresista Por Que Destruye

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