GRAMÁTICA Y GEOGRAFÍA DEL AMOR PEDAGÓGICO

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GRAMÁTICA Y GEOGRAFÍA DEL AMOR PEDAGÓGICO La geografía del deseo, es la gramática de tus besos Gerardo Meneses Díaz ¿Cómo se escribe y dónde habita el amor pedagógico? No hay receta, ni respuesta que alcance, pero la pregunta es una delicia, es trampolín de muchas más preguntas e imágenes: ¿qué escribe el amor en la pedagogía?, ¿es la pedagogía posible fuera del amor?, ¿dónde nace y donde mueren los sentimientos en el trayecto de la formación? Reiteremos: ¿cómo se escribe y dónde, el amor pedagógico? Menuda interrogante. El amor es una escritura singular, irrepetible y abierta, polifónica y policromática. Es domicilio de sorpresas e intensidades, sinfonía de colores, pintura de sonoridades inconmensurables. El amor es historia, ensortijado derrotero sin pies ni cabeza, altamente significativo; es la historia de lo sin muerte, y, por ello, poema, ensueño por alcanzar, cascada de imágenes, ilusión creciente, nudo tormentoso y caramelo, barquito de anhelos, es sinfonía de sentimientos, abrevadero de sentidos y sin-sentidos; es metáfora, gramática y geografía. La pedagogía, por su parte, es un extraño ser. Tan capaz de someter como de edificar. Como si fuera la banda de Moebius, su discurso gira caprichosamente en el dentro y fuera del ser, y lo mismo condiciona existencias a golpe de aprendizajes, que mueve a la conciencia y proyecta prácticas de libertad, como las pensaba Foucault. Imaginemos —porque éste es un asunto de imaginación, de imágenes, de imaginarios—, cómo es cuando el amor y la pedagogía se juntan y dan lugar al amor pedagógico. Éste puede ser tanto un haz luminoso y enceguecedor como una práctica dark, melancólica y triste. Su naturaleza está

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GRAMÁTICA Y GEOGRAFÍA DEL AMOR PEDAGÓGICO

La geografía del deseo, es la gramática de tus besos

Gerardo Meneses Díaz

¿Cómo se escribe y dónde habita el amor pedagógico? No hay receta, ni respuesta que alcance, pero la pregunta es una delicia, es trampolín de muchas más preguntas e imágenes: ¿qué escribe el amor en la pedagogía?, ¿es la pedagogía posible fuera del amor?, ¿dónde nace y donde mueren los sentimientos en el trayecto de la formación? Reiteremos: ¿cómo se escribe y dónde, el amor pedagógico? Menuda interrogante. El amor es una escritura singular, irrepetible y abierta, polifónica y policromática. Es domicilio de sorpresas e intensidades, sinfonía de colores, pintura de sonoridades inconmensurables. El amor es historia, ensortijado derrotero sin pies ni cabeza, altamente significativo; es la historia de lo sin muerte, y, por ello, poema, ensueño por alcanzar, cascada de imágenes, ilusión creciente, nudo tormentoso y caramelo, barquito de anhelos, es sinfonía de sentimientos, abrevadero de sentidos y sin-sentidos; es metáfora, gramática y geografía. La pedagogía, por su parte, es un extraño ser. Tan capaz de someter como de edificar. Como si fuera la banda de Moebius, su discurso gira caprichosamente en el dentro y fuera del ser, y lo mismo condiciona existencias a golpe de aprendizajes, que mueve a la conciencia y proyecta prácticas de libertad, como las pensaba Foucault.Imaginemos —porque éste es un asunto de imaginación, de imágenes, de imaginarios—, cómo es cuando el amor y la pedagogía se juntan y dan lugar al amor pedagógico. Éste puede ser tanto un haz luminoso y enceguecedor como una práctica dark, melancólica y triste. Su naturaleza está cerca de los demonios socráticos y los arcángeles de la contradicción, porque el amor pedagógico es siempre claroscuro. Y, es que sentimientos y emociones no se dan solos, tampoco en forma lógica ni descontaminada. Cargan la cruz de lo humano y son muy vulnerables, ya que son partícipes de lo que somos. El eros pedagógico puede ser una fuerza poderosa o una miniatura de algo que ya no es sino mera nostalgia, estúpido Cupido, controversial bondad, malicia tierna. Como dice Kristeva en su Elogio de amor: “el riesgo de un discurso de amor, de un discurso amoroso, proviene sin duda sobre todo de la incertidumbre de su objeto”.1

Amor pedagógico es incertidumbre de objeto ante los objetos, sujetos, encarna poder, saber y deseo y eso es siempre riesgoso e ineludible.

1 Kristeva, J. Historias de amor, Siglo XXI, México, 2009, p.

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Digamos. Digamos que el amor pedagógico es una metáfora como lo es todo amor. Realiza mudanzas al hacer que lo que experimentamos juegue a excederse de sentido, tal vez por una angustia a que nada sea verdadero o que impere la muerte.El amor pedagógico activa su palpitar en un sitio privilegiado: el de la interacción de los sujetos pedagógicos, sujetos partícipes de todo proceso formativo, sujetos de la relación educativa. Así que ocurre en todas partes, en todo lugar, en la escuela y más allá de la escuela. En cualquier espacio institucional, que es el mundo donde se hablan lo económico, lo político y lo ideológico, donde lo material y lo intangible, lo imaginario y lo ontológico, donde ser y tiempo conviven.Amor pedagógico es un recoveco que pertenece al mundo imaginal y relacional de la formación. Por ende, posee sus enigmas y contrasentidos. La formación es un proceso a veces circular, a menudo dialéctico, y siempre disruptivo. No es acumulativo, ni veloz, está lleno de bucles. No es lineal ni fuera de lo experencial, ni sin sobresaltos y fantasmas; tiene negatividad y positividad, pliegues y despliegues, márgenes, huellas y cenizas. La formación es el complejo proceso de constitución del sujeto (especialmente en cuanto al psiquismo y su relación con el todo social) y del modo en que los sujetos asimilan críticamente la cultura. Y, esto es siempre amalgama contradictoria de fuerzas, entreveradas en la dialéctica de la determinación/indeterminación. El sujeto es lo que subyace, lo constituido procesualmente, sujeto a predicado, a la predicación que de él se haga. Predicado es predicación y predicamento, decir constitutivo (transparente, translúcido u opaco), precariedad amenazante. Formación es relación, con efectos de sentido, como todo encuentro entre sujetos; no ocurre fuera del interactuar, supone y presupone vinculación entre sujetos, sea como encuentro o desencuentro; como anclaje o desligamiento, transferencia y contratransferencia, amor y odio.

Muéstrame. Para Inés Dussel, en la pedagogía “el ‘amor’ es objeto de sospecha, de alabanza acrítica o bien de domesticación tecnocrática —vía el concepto de inteligencia emocional—, pero hay pocas reflexiones en estas nuevas líneas que vienen surgiendo en la teoría social”.2

2 Dussel, I. “Del amor y la pedagogía. Notas sobre las dificultades de un vínculo” en Frigerio, G. y G. Diker, Educar: figuras y efectos del amor, Del Estante, Argentina, 2006, pp. 145-146