Gobernador del Estado tortugas... · ver a los animales raros y personas fantásticas que tanto...
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GOBIERNO DEL ESTADO DE VERACRUZ DE IGNACIO DE LA LLAVE
Cuitláhuac García JiménezGobernador del Estado
Eric Cisneros BurgosSecretario de Gobierno
Israel Hernández RoldánDirector General de la Editora de Gobierno
Octavo Concurso de Cuento Infantil 2018Categoría infantil y juvenilSegundo lugarTítulo de la obra: Las tortugas también pueden volarAutora: María Emilia Mejía de la Torre Directora de arte: Alejandra Palmeros Montúfar (Universidad Gestalt de Diseño)Ilustraciones: Víctor Loyo Tello (Universidad Gestalt de Diseño)
Primera edición: 2019ISBN: 978-607-8489-60-2
Derechos reservadosEditora de Gobierno del Estado de VeracruzKm 16.5 de la carretera federal Xalapa-VeracruzC.P. 91639, Emiliano Zapata, Veracruz, México
Impreso y hecho en México
María Emilia Mejía de la Torre
Víctor Loyo TelloIlustrador
volarL
Aún recuerdo perfectamente la primera vez que
entré a un circo. Siempre le rogaba a mi mamá que quería
ver a los animales raros y personas fantásticas que tanto
anunciaban en periódicos, radio y televisión.
Nunca supe si me tomó por loco, mentiroso, soñador
o simplemente ingenuo, pero el caso fue que no podía
convencerla. Ir al circo se convirtió en mi meta y si no la
lograba, entonces haría que el circo viniera a mí.
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Así fue como creé mi pequeño circo familiar. Me nombré a mí
mismo “el dueño” y usé la casa de mi abuelita como carpa para
montar mi gran espectáculo.
En el primer acto aparecen mi tío Morrón y su
hijo Pimento, como los jaguares más feroces,
grandes, rápidos y fuertes. Pero para todo
jaguar salvaje existe la domadora más valiente
y ruda; ella es la tía Chilina, una mujer que,
aunque solo mide 1.53 metros, es la más
picosa de toda la familia. Nadie puede
con ella.
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Los jaguares feroces se retiran después
de realizar unos cuantos trucos. Entonces entra
en escena un hombre con ropas muy elegantes,
cuyo don es hacer magia monetaria, la cual
consiste en que si alguien tiene problemas
económicos, él los resuelve de inmediato con
tan solo un papelito, una pluma y un
artefacto con el que realiza la magia:
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un toque a su cajita aplanada con teclas y arregla
los problemas. A este gran mago se le conoce como
el primo mayor Casinonte, y no existe cuestión
económica que no pueda enfrentar, además, es
muy bueno sacando monedas de las orejas de
otras personas. Al finalizar su acto, guarda la
cajita aplanada en un maletín, junto con unos
papeles, lo cierra con un “clac”, lo toma, lo
alza, hace una reverencia hacia el público y
desaparece.
Los aplausos no paran. La gente emocionada pide ver
más, así que la función continúa y entra al escenario el gigante
de las montañas de Alticurio; en este lugar las vacas son tan
grandes que si ordeñas varias a la vez, en menos de cinco
minutos se crean ríos de leche. El nombre de nuestro gigante
es Longano, mide aproximadamente 2.4 metros, es considerado el
familiar más alto, además de ser el tío más divertido porque al
cargarte en la espalda, ves todo más pequeño.
En la presentación nos demuestra que no solo es el más alto, sino
también el más fuerte. Con una mano carga a tres niños y un gato; en
la espalda lleva a su hija Bugambilia, quien no es la más alta, pero sí
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una de las más pesadas del grupo y, para ponerlo aún
más interesante, con los tres niños y un gato en la
mano, realiza malabares sin dejar caer a nadie. Para
coronar el acto, su hija se para sobre él y se apoya en un pie
mientras hace una reverencia. El gigante camina para salir del
escenario, continúa con los malabares y su hija en un pie.
Longano, su hija, los niños y el gato desaparecen
en las sombras. A lo lejos, se escuchan ruidos de
alguien tocando el tambor de una forma muy
escandalosa, también se oyen risas, pero todavía
no hay nadie en el escenario. Después de esperar un
momento, entran tres monos para hacer reír a todos
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con sus juegos y trucos. Este gran trío está
conformado por los hermanos Tribilines:
Trímides, Tricólito y Tripétrico. Ellos son
los primos más traviesos, además de ser
los menores de la familia.
Después de que los monos realizan unos cuantos
trucos, se les unen dos tucanes para un último acto. El dúo
de tucanes está compuesto por los gemelos Atl y
Quetzal, quienes cantan mientras los monos bailan
y hacen más monadas. Las personas sueltan
aplausos y risas, además de gestos de ternura
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por la presentación de los animales. Cuando
finalizan, los monos corren fuera del escenario y los
tucanes vuelan hacia la salida para que comience el
acto siguiente.
Entra a escena el hombre invisible. Este espectacular
personaje es mi abuelo, quien hacía los tacos más ricos de
todo el país e incluso del mundo (creo que eso lo habría
hecho más famoso). Antes de ser el hombre invisible, en la
familia se le conocía como el abuelito José y, según mis
primos mayores, tíos, tías y mis papás, él siempre está
presente, aunque ya no lo podamos ver o escuchar.
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mientras que hay otra niña pequeña que, al no tener nada, debe
trabajar de muchas formas para comprar comida y darle
educación a su único hermano. Después de un tiempo, se topa con la
niña rica, choca con ella y espera un insulto o un comentario
denigrante, pero en vez de eso, la ayuda a levantarse,
sacude sus ropas y le da un buen trabajo en su hogar,
rompiendo así con el estereotipo de las personas con
dinero. El hombre invisible da una lección de vida al
público y se retira del escenario.
Nunca entendí la referencia, así que por eso se convirtió en el
hombre invisible. En su número vemos cómo las cosas se
acomodan solas; cuando se dejan de mover, significa que la
presentación está lista para comenzar. Encima de una mesa hay
una casita de muñecas, al lado dos títeres y accesorios para que
luzcan como gente de la vida cotidiana. La música de
fondo comienza y el hombre invisible hace actuar a los
muñecos para contar una obra, sin ninguna voz.
La historia empieza con una niña rica e inocente,
ajena a toda maldad y conflicto fuera de su casa,
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Como última presentación entra mi abuelita
Rosa, “la mujer más antigua del mundo”. Ella tiene
más de cien años de edad y, aun así, goza de una salud
y fuerza inquebrantables; sin embargo, a mi abuelita no le
gusta esa presentación y rectifica diciendo que no, que ella es
una tortuga. Para convencerme de aquel nombre tan poco
entusiasta, me dice que es uno de los animales más
exóticos y con más años, tantos como ella. Al final lo
logra, pues la idea del nuevo nombre me parece
impresionante, además de que sería inusual
tener una tortuga en el circo.
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Los espectadores se llenan de ternura al verla; se ha vuelto la
sensación número uno. Un rotundo éxito, pensé.
Pasaron los días. Estar en mi circo
familiar y dar presentaciones se volvió una
rutina un poco tediosa; mi ánimo y ganas de
actuar como si estuviera en uno real se
esfumaron. Mis padres lo notaron y, al
fin, a mis quince años, por primera vez
visité un circo de verdad.
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Antes de que la función empezara y
entráramos a la carpa, mis padres me dijeron
que si era mucho para mí, podía salirme y nos
retiraríamos de inmediato. Nunca creí que en
verdad eso fuera a pasar, puesto que ir al circo
era mi mayor sueño.
No esperaba que, al cruzar esas cortinas, mi
definición de circo se esfumaría. El lugar desprendía
un aura pesada y adentro todo estaba descuidado y
oscuro. El primer acto empezó con unos jaguares que,
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a diferencia de como los presenté en mi casa o los imaginé,
tenían la mirada triste y lloraban por estar ahí. Todos los
animales estaban encadenados y devastados.
—Solo están para satisfacer a los espectadores —dijo
uno de los trabajadores del circo, que veía la función
atrás de nosotros.
No aguanté más, salí corriendo y mis papás detrás de
mí trataban de alcanzarme. Mi mundo de animales
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después ella dejó el bote con el que mojaba las
plantas y se sentó conmigo. Huele a rosas y miel
—pensé—, ¡qué sensación de paz! Mi cabeza olvidó
por completo el circo y me perdí en ese momento
de tranquilidad. Solo éramos mi abuelita y yo.
Después de un tiempo, me paré y le di las
gracias porque, aunque no salió palabra alguna de su
boca, sentí que me había recordado los buenos
momentos que hay en la vida. “Las tortugas
también son sabias”, resonaba
en mi mente.
exóticos y personas fantásticas se
derrumbó con la desagradable y atroz
realidad.
“¿Sabías que las tortugas también somos
sabias?”, las palabras de mi abuelita llegaron como un
rayo a mis oídos y me sacaron de mis pensamientos.
Me acerqué hasta el cuarto de mi abuelita; ella
regaba las flores de su ventana y volteó a verme con una sonrisa que
le iluminaba el rostro. Las tortugas también son hermosas y radiantes,
pensé. Me hizo señas para que me sentara en su cama y así lo hice,
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Los días trascurrieron y volví a montar mi espectáculo
familiar, pero quité a la domadora de jaguares; no quería sentir
como si ahora yo estuviera reprimiendo animales o algo por el
estilo.
Nos divertíamos y reíamos, los días me parecían
fenomenales, hasta que de nuevo llegó el circo y lo
empezaron a anunciar; recuerdos desagradables
invadieron mi mente y lo único en que
pensaba era en los animales privados de su
libertad.
Los años pasaron, el circo iba y regresaba...
No lo soportaba. “Quedarse sentado sin
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hacer nada no cambiará nada”, repetía en mi cabeza todo
el tiempo. Así que me propuse hacer algo respecto a la
explotación animal, profundicé en mis estudios para
tener un lugar dentro de la sociedad y realizar mi
propuesta contra este abuso.
Mientras el tiempo siguió su curso, el circo
familiar se disolvía poco a poco, y mi abuelita, la
que me tranquilizaba y daba consejos de
vida, se sentía cada vez más y más
cansada. Después de dos años de
casi lograrlo, mi proyecto pasó desapercibido a la vista de las
personas; la gente es egoista, solo piensa en sí misma. Caí en
la desesperación, no aguantaba más. “Ojalá pudiera volar
fuera de este mundo”, imaginaba. Tan solo quería
dejar de existir.
Un día, mi madre me llamó
diciendo que mi abuelita Rosa
quería verme por última vez. Corrí al
hospital, como un jaguar hambriento
que caza a su presa; jamás había
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estado tan desesperado por llegar a un
lugar o ver a alguien. Me atendieron, me
registré y me llevaron hasta el cuarto de
mi abuelita. Al entrar, sentí el olor de
flores y miel que tanto me gustaba. Me
senté y esperé a que ella reaccionara y
volteara a verme.
—Las tortugas también podemos volar
—dijo en un susurro.
—Eso es imposible —respondí después de
pensar un momento.
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—Al fin podré lograrlo —dije, gozoso.
Mi proyecto llegó a un departamento de protección animal y
aunque eran pocas las leyes al respecto, intenté poner en él cada
detalle, de acuerdo con la experiencia que tuve en el circo, para
que los animales fueran respetados.
De inmediato informé la buena noticia a mis padres y después a
todos los demás integrantes del circo. Corrí al cuarto de mi
abuelita, lo abrí y, al percibir el tenue olor de flores y miel, volteé
y miré de frente a esa encantadora mujer, di un paso hacia
adelante, me senté en su cama y con un leve suspiro, dije:
—Las tortugas también pueden volar.
Aquella hermosa persona con cabellos
plateados y dulce aroma me miró un tanto
decepcionada, vio hacia la ventana, dio un
suspiro y se quedó dormida. Noté cómo el
viento movía las cortinas y cómo unas
lágrimas cálidas brotaban de mis ojos y caían
hasta el suelo.
Después de su partida estuve deprimido
hasta que, una tarde, recibí una carta en la
que me avisaron que mi propuesta contra
el maltrato animal fue aceptada. Miré al
cielo, estaba hermoso.
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Las tortugas también pueden volar de María Emilia Mejía de la Torre se imprimió en junio de 2019 en la
Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, siendo Gobernador del Estado, Cuitláhuac García Jiménez
y Director General de la Editora de Gobierno, Israel Hernández Roldán. Coordinación y edición: Víctor
Manuel Marín González. Cuidado de la edición: María Elena Contreras Costeño. Ilustraciones: Víctor
Loyo Tello de la Universidad Gestalt de Diseño. Formación y diseño de portada: Gladys Patricia Morales
Martínez. El tiraje consta de 300 ejemplares más sobrantes para reposición.