Georges Haupt: Los marxistas frente a la cuestión nacional

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    GEORGES HAUPT

    Los marx is tas f rente

    a Sa cuesti n nac io nal:

    La h is tor ia de l prob lema

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    La eleccin de este ttulo, o, ms precisamente, la nega-tiva a emplear el trmino englobador de marxismo, tra-duce las premisas de nuestro procedimiento. Trata de expre-sar una puesta a punto fundamental: no puede hablarsede una teora definida, de una doctrina ya fijada del mar-xismo en el terreno nacional, pese a las mltiples tesis ya las num erosas tomas de posicin que se reclaman, de l.

    En la poca de la Segunda Internacional, la ausencia detextos clsicos hace que para los marxistas la cuestin na-cional sea un terreno virtualmente virgen. Algunos de lostericos marxistas, confrontados con situaciones histricasinditas, pusieron manos a la obra: emprendieron anlisisde base, propusieron ampliaciones o innovaciones tericas.Desembocaron en un conjunto de clarificaciones concep-tuales, de tesis, de disposiciones tcticas, de principios pro-gramticos y de soluciones a menudo contradictorias o com-

    plementarias. En contra de un tenaz prejuicio, los marxis-tas de la poca de la Segunda Internacional no se propu-sieron construir ninguna teora general ni dar solucionesglobales al problema de la nacin, aplicables en todas lascircunstancias y en todo lugar, ni fijar en dogmas norma-tivos sus respectivas tesis.

    No carece de significacin el que entre los estudios de-dicados a la cuestin nacional antes de 1914 tan slo unoutilizara el trmino marxismo, atribuyndose de este

    modo, por anticipado, una etiqueta de autenticidad. Se tra-ta del texto de Stalin, que pas a ser clebre un decenio

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    despus de su publicacin. Su autor, una vez lleg al po-der, no tard en conferir a su obra el estatuto de la or-todoxia, de la infalibilidad.

    Esta sacralizacin restringi especialmente el campo delas investigaciones. Todava hoy se atribuye una primacaabsoluta a las contribuciones de Stalin y de Lenin, que cons-tituyen, desde luego, un punto de llegada, pero no un pun-to terminal. En este mismo sentido, se olvida o se pasa ensilencio un hecho capital: su elaboracin, en vsperas de laPrimera Guerra Mundial, se llev a cabo en la estela deuna larga y difcil investigacin y tras modificaciones delcontexto histrico. Oper la traslacin del tema, confinado

    en la marginalidad, hacia el centro de las reflexiones pol-ticas, hasta que adquiri un estatuto terico autnomo enel cuerpo mismo del marxismo.

    El desarrollo del pensamiento marxista en el terreno na-cional no ha sido un movimiento ideolgico lineal. Al con-trario! La trayectoria de esta elaboracin, vinculada a me-nudo con las circunstancias, manchada por generalizacio-nes prematuras, marcada por acerbas polmicas, ha sidola de una investigacin en la que la clarificacin, la progre-sin de la problemtica, se han dado en medio de la di-vergencia, en medio de confrontaciones violentas entre losrepresentantes de las distintas corrientes del pensamientomarxista.

    La dialctica de los debates no se sita, sin embargo, alsolo nivel de la ideologa. Est anclada en el terreno mis-mo de la praxis. Ha sido ante la necesidad de definir unaactitud tctica, de elaborar un programa poltico, que se

    han llevado a cabo los intentos de conceptualizacin, quese han modificado o desarrollado, conservado o adaptado,soluciones apenas esbozadas por los fundadores.

    El itinerario del desciframiento de una cuestin que per-maneci durante mucho tiempo externa o conexa al pen-samiento marxista (cuya realidad ha sido sufrida pero enabsoluto dominada) no es conocido ms que fragmentaria-mente, y aun bajo una luz particular y deformadora. As,la aportacin de Bauer no es conocida, muchas veces, ms

    que por su crtica staliniana, y las posiciones de Rosa Lu-xemburg por el proceso que Lenin incoa contra ellas.

    Nuestro trabajo tra ta de establecer las etapas tericas

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    de este movimiento, de reinsertarlas en su contexto. Cu-les fueron los puntos de apoyo de los pensadores marxistas en el terreno nacional alrededor del cambio de siglo;

    cules fueron los obstculos a superar, la urgencia y lanaturaleza de los problemas a resolver? El esfuerzo que em-prendemos para restituir los datos histricos de los deba-tes, fundamentales para la historia del marxismo, no esningn ejercicio de erudicin. Nuestro propsito es apor-tar elementos de clarificacin en medio de las confusioneso los engaos que se producen bajo la cobertura del mar-xismo o de su autoridad.

    Hay, en particular, neomarxistas nacionalitarios, ex

    getas o epgonos hbiles, que se proponen, en un discursotergiversador en el que la retrica reemplaza el pensa-miento terico, con la ayuda de citas aisladas, de innova-ciones semnticas, de juicios perentorios, adaptar a Marxa los designios nacionalistas. La empresa justificadora ad-quiere las proporciones de Amde en la obra de Ionescoen la que el inquilino (el nacionalismo) acaba por invadirtodo el espacio (el marxismo). La ausencia o la insuficien-cia de investigaciones en profundidad facilita estos proce-

    dimientos y contribuye a su perpetuacin.

    I. E l p r o c e d e r d e l o s f u n d a d o r e s .

    Para descifrar los presupuestos implcitos y explcitos delproceder de Marx y Engels, es preciso no perder de vistaque fue a travs de escritos dispares, circunstanciales, a

    menudo epistolares, como abordaron la cuestin nacional.Legaron, de este modo, un conjunto de puntos de referen-cia, una perspectiva, claramente definidos, pero tambin in-dicaciones desconcertadoras, turbadoras, contradictorias. Es-tos textos no fueron conocidos por los marxistas de la Se-gunda Internacional sino parcial y sucesivamente. Al serdesigualmente accesibles y conocidos hacia el cambio de si-glo momento en que la publicacin de las obras de Marxy Engels estaba apenas esbozada, algunos documentos sig-nificativos, como los documentos sobre Irlanda, quedaron

    prcticamente ignorados. Tan slo unos pocos de los co-

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    laboradores ms cercanos de Engels, ante todo Kautsky, pu-dieron familiarizarse ntimamente con el pensamiento yel proceder de los maestros. Aadamos que los marxistasde la poca de la Segunda Internacional no conocan el di-lema de los marxlogos: referirse al conjunto MarxEngels,o bien distinguir entre sus actitudes respectivas respecto al

    problema nacional (1). Un escrpulo como ste, ju stif ica-ble, sin duda, desde el punto de vista de una edicin cr-tica de los textos, hace correr el peligro de introducir se-

    paraciones artific ia les en lugar de aportar elem entos deexplicacin. Ya que, en ese tndem, gracias a una divisinde tareas y competencias admitida tcitamente, Engels erael especialista de la cuestin nacional. Por lo dems, los

    contemporneos, incluyendo a la misma hija de Marx, atri-buyeron a Marx los escritos de Engels, y viceversa.

    En cambio, incluso una lectura parcial permitira cap-tar algunos rasgos fundamentales:

    La posicin de Marx y Engels descansa sobre unacertidumbre absoluta: la primaca de la clase sobre todaotra categora histrica. La nacin no es ms que una ca-tegora transitoria que corresponde a la necesidad del de-sarrollo del capitalismo y cuyas particularidades y contras-

    tes se irn borrando ya con el desarrollo de la burguesa,hasta desaparecer radicalmente con el advenimiento delprole tariado al poder.

    La ausencia de una posicin terica explcita, la ne-gativa a abordar la problemtica de modo autnomo, deconcederle un estatuto terico; en suma, la marginalizacin de la cuestin nacional en relacin a los temas quese sitan en el centro de su reflexin.

    La reflexin sobre el hecho nacional aun cuando

    las consideraciones generales sean la mayora de las veces

    (1) As procede, por ejemplo, Roman Rosdolsky en su importanteestudio Engels un das Problem der geschichtslosen Vlker. (Die

    Nationalittenfrage in der Revolution 1848-1849 im Lichte der NeuenRheinischen Zeitung.), Arch iv fr Sozialgeschichte, IV, 1964, pp. 87-282. El autor de un reciente ensayo de sntesis lleva an ms lejos estaseparacin. Cf. Horace B. Davis, Nationalism and Socialism. Marxist and Labor Theories of Nationalism to 1917, Monthly Review Press, NewYork, 1967.

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    incidentales o conexas est presente de un modo perma-nente en sus escritos. Si bien es cierto que Marx y Engelssubestiman la importancia que reviste la cuestin nacional

    y se muestran fundamentalmente optimistas en cuanto asu solucin a corto plazo, eso no quiere decir que neglijanla realidad de las naciones, su alcance histrico (2).

    Su posicin no adquiere toda su significacin ms quesi se la refiere a un doble contexto: a) la emergencia y lasexigencias del desarrollo de un movimiento obrero aut-nomo; b) la configuracin histrica e ideolgica de unapoca en la que el hecho nacional, fenmeno reciente sur-gido en la segunda mitad del siglo x v i i i , choca y descon-

    cierta, por su novedad, el pensamiento universalista de lafilosofa de las luces. La relacin con la nacin tiende notan slo a pasar a primer plano respecto a todas las de-ms relaciones, sino incluso a sustituirse a ellas, y la nue-va colectividad del pueblo tiende a encontrar su expre-sin en un Estado nacional (3).

    No es que la significacin del ascenso del sentimientonacional en su calidad de ideologa de la burguesa ascen-dente sea ignorada o subestimada por Marx. En este pro-ceso, lo que toma en cuenta y considera esencial es la con-solidacin de las naciones modernas, factor de la dinmicarevolucionaria en la fase burguesa de la revolucin. En elestadio del capitalismo, el Estado nacional es una forma-cin indispensable, un jaln en la va del internacionalis-mo y de la desaparicin de los antagonismos nacionales.Las modificaciones que se producen en el mapa de Europatienen que favorecer la formacin y consolidacin de gran-

    des naciones viables, de grandes entidades estatales, queson una necesidad histrica, o incluso una condicin de

    progreso, para el mundo civilizado en su conjunto. Sin

    (2) Cf. el estudio ya clsico de Solomon F. Bloom, The World ofNations. A Study of the National Implications in the Work of Karl Marx.Columbia University Press, New York, 1941, 225 p., as como el estudio de Mxime Rodinson Le Marxisme et la Nation, LHomme et la

    Socit, enero-febrero-marzo de 1968.(3) Vanse las observaciones de Eric Hobsbawm en su estudioSome reflections on Nationalism (publicado en traduccin alemanaen Wiener Tagebuch,julio-agosto de 1972, n. 7/8 , pp. 28-32).

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    embargo, la viabilidad real o potencial de una nacin noes sinnimo de su necesidad histrica. Dotarse de un Es-tado nacional o expresar sentimientos nacionales no apor-ta la prueba de la vitalidad de una nacin. Esta reside ni-

    camente en su aptitud para confundir su lucha con el pro-greso social. La unidad nacional no es un objetivo en s,no es ms que un valor instrumental en la medida en quesu realizacin permite a la clase obrera concentrarse ensus verdaderos intereses de clase.

    El joven movimiento obrero haba hecho suyo este or-den de prioridades. En Alemania, los movimientos obrero ynacional, nacidos simultneamente, n eran competidores,sino solidarios, y trataban de armonizar sus objetivos. Mu-

    cho despus de 1848, la unidad alemana fue consideradapor W ilhelm Liebknecht, y luego por todo el movimientoeisenachiano, como algo previo a la emancipacin de lostrabajadores (4).

    Son tanto la visin histrica de Marx y Engels comosu lucha las que ordenan los temas, definen la actitud, ilu-minan el discurso y, sobre todo, los silencios marxianossobre el problema nacional. La interrogacin ir amplin-dose en el curso de los decenios, ser modificada a medi-

    da que se vayan precisando los datos. Cambiar el acen-to, se ampliar el horizonte sin que se pongan en cuestinlas premisas formuladas en el Manifiesto comunista.

    Sin embargo, la reflexin sigue subordinada a la accin.Es la historia en marcha la que dibuja la trama del an-lisis de Marx y Engels y les obliga a definir sus posicio-nes tcticas respecto a un problema considerado contingente,la cuestin de las nacionalidades, pero que a pesar de todoconstituir un momento significativo de su proceder. Lascircunstancias en que esa cuestin irrumpe en la escenaeuropea, en el momento de la revolucin de 1848, las for-mas que adopta, condicionan ampliamente las posicionespolticas de Marx y Engels. Se alinean, por lo dems, conlas de la izquierda europea, para la que la revolucin hu-

    biera debido promover la liberacin y la unificacin delas naciones oprimidas y desgarradas, Alemania, Italia, Po

    (4) Cf. Werner Conze, Dieter Groh, Die Arbeiterbewegung in dernationalen Bewegung, Emst Klett Verlag, Stuttgart, 1966, p. 48.

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    lonia y Hungra. La izquierda es entonces nacional, y sernacional en Europa occidental y central viene a significarser de izquierda, en la medida en que realizar la unidadnacional supone que se tiene que romper el sistema surgi-

    do del congreso de Viena y de la Santa Alianza.Esta posicin, evidentemente, no toma demasiado encuenta las mltiples nacionalidades ms pequeas que

    pueblan el sudeste de Europa y cuya existencia es muypoco conocida o se ve deliberadamente ignorada en nom-bre de una filosofa de la his to ria . Las reivindicaciones delas nacionalidades consideradas como pueblos de cam-pesinos sin burguesa, incapaces de desarrollar una cul-tura y una vida poltica propias se ven subordinadas, si

    no sacrificadas, a los imperativos y los objetivos de la re-volucin europea (5).

    Un contexto histrico enmaraado, la pesada hipotecarusa, eje de la Santa Alianza, la ambigedad de la polticade los revolucionarios sobre todo la del gobierno revo-lucionario dirigido por Kossuth, modificaron, atenindo-nos a las explicaciones de R. Rosdolsky, el curso de losacontecimientos y motivaron las reacciones inicialmente des-confiadas de Marx y Engels ante las nacionalidades, espe-

    cialmente ante los eslavos, y, luego, su condena en trmi-nos violentos y categricos en la Nene Rheinische Zei-tung (6).

    Estos severos juicios referentes a los eslavos del surno conocern revisiones sustanciales en el perodo postrevolucionario. A lo pasional sucede lo racional: un esfuerzode anlisis, una mayor precisin en el proceder, permitirnla cristalizacin de los problemas. En los aos 18501860, el

    (5) Cf. Erik Molnar, La poltica de alianzas del marxismo (1848-1889), Akademiai Kiado, Budapest, 1967, p. 58 (Studia Histrica Aca- demicae Scientiarum hungaricae).

    (6) Rosdolsky resume perfectamente la idea desarrollada y defendida por Engels en la Nene Rheinische Zeitung: El solo hechode una opresin nacional no impone en absoluto a la democracia eltomar partido por la nacionalidad oprimida; ese deber no aparece ms

    que cuando las actividades polticas de esa nacionalidad revisten uncarcter revolucionario y sirven, de este modo, los intereses particula

    res de la democracia; de no ser as, el sedicente movimiento nacional

    no tendra derecho al apoyo, op. cit.,pp. 98-99.

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    estudio de la cuestin de Oriente, en el que Marx y Engels atribuyen, en unos primeros tiempos, a los puebloscristianos del imperio otomano el papel de portaestandar-te de la civilizacin, marca su ruptura con una visin ro-

    mntica de la causa de las naciones oprimidas, visin queno haban abandonado desde 1848. A partir de entonces,Marx y Engels asumen la tarea de neutralizar las tenden-cias de los socialistas a dejarse guiar por el sentimentalis-mo, y los ponen en guardia contra los filisteos que seinflaman por las nacionalidades. El apoyo sentimental dePalmerston a las pequeas naciones provoca sus sarcasmos;el principio de las nacionalidades proclamado por Napo-len III se ve violentamente condenado como una treta

    del paneslavismo.Su posicin se basa en un postulado preciso: la histori-

    cidad de los conceptos de opresin y emancipacin nacio-nal. La emancipacin nacional cuenta menos por s mis-ma que por sus consecuencias. Ni las formas de lucha, comola insurreccin, ni los objetivos proclamados constituyencriterios de enjuiciamiento. Del mismo modo, la importan-cia reside menos en la fuerza motriz y hegemnica de esosmovimientos que en el papel histrico que asumen (7). Du-

    rante los aos 18601870, siguen considerando revoluciona-ria la lucha por la unificacin de Italia y de Alemania, auncuando se cumpla para el inters de clase exclusivo de la

    burguesa y se realice por medio de ejecutores testamen-tarios de 1848 tan conservadores como Bismarck y Cavour.

    Su actitud hacia la causa polaca, que goza de un pre-juicio favorable en la izquierda europea y en el movimientoobrero, permite medir su rechazo de lo emocional, perci-

    b ir la maduracin de los conceptos mutados en posiciones

    de principio. Polonia, que tiene valor de smbolo la acti-tud hacia la causa polaca era, desde 1789, el criterio del com-

    promiso y el ardor revolucionarios, que tiene valor deejemplo identificacin de la causa nacional con la de lademocracia, es vista sobre todo bajo el ngulo polticoy estratgico cuando Marx y Engels postulan la necesidad

    (7) Para una ms amplia demostracin, cf. el estudio de G. Haupt

    y C. Weill, Le legs de Marx et Engels sur la question nationale, StudiStorici, 1974, n. 2.

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    de bronce de su liberacin (8). (El reparto de Poloniaes el cemento que liga entre ellos los tres grandes des

    potism os militares: Rusia, Prusia y Austria. Tan slo elrestablecimiento de Polonia puede romper este ligamen yliquidar, de este modo, el mayor obstculo para la emanci-

    pacin de los pueblos europeos (9).) En dos ocasiones,cuando se dibujan en el horizonte las perspectivas de unarevolucin rusa, Polonia deja de ser una nacin necesaria

    para convertirse en una nacin jodida, ya que pierde sufuncin esencial de muralla contra el zarismo y, por con-siguiente, el restablecimiento de una Polonia independien-te deja de mostrarse como una exigencia histrica.

    Estas oscilaciones no son, sin duda, ms que pasajeras,y la antorcha de la insurreccin polaca echa a un lado elespejismo de la revolucin rusa.

    El rechazo de la abstraccin se manifiesta en la con-cepcin marxiana del derecho de autodeterminacin. Por lodems, el enfrentamiento en torno al programa de la AITredactado por Marx, y que reivindica el restablecimientode Polonia como uno de los objetivos de la poltica obre-ra, pone de relieve la significacin nodal de la problem-

    tica nacional. Marx y Engels hacen suyo el viejo princi-pio de la democracia y de la clase obrera del derecho delas grandes Naciones europeas a la existencia autnoma eindependiente, y lo defienden en el marco de la AIT. Perodan de l una interpretacin que difiere del origen libe-ral del principio de autodeterminacin. Marx y Engels re-chazan su ereccin como principio absoluto, circunscribensu alcance y su puesto entre los objetivos del movimientoobrero. Segn los casos, minimizan o acentan el valor ins-trumental de un principio percibido siempre a travs y por

    (8) Numerossimos estudios se han dedicado al problema de Marx,Engels y Polonia. Para interpretaciones contradictorias, Cf. C. Bobinska,

    Marx und Engels ber polnische Probleme (traduccin del polaco alalemn), Berln, 1958, 308 p., y el prefacio del historiador de Heidel-berg Wemer Conze a Karl Marx, Manuskripte ber die polnische Frage(1863-1864),Mouton, La Haya, 1961, pp. 7-41.

    (9) Karl Marx-F. Engels, Fr Polen, MEW, XVIII, p. 574. Vase

    tambin un discurso anterior de Marx sobre Polonia publicado porM. Rubel en Etudes de Marxologie (Cahiers de VISEA), n. 4, 1961,pp. 79-89.

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    la dinmica revolucionaria. Es antinmico del principio delas nacionalidades que ignora por completo la gran cues-tin del derecho a la existencia nacional de los grandes

    pueblos histricos de Europa ta l como lo fo rmulan tan-

    to Napolen III como Bakunin, para el que toda nacines un hecho natural que debe disponer sin reservas delderecho natural a la independencia de acuerdo con el prin-cipio de la libertad absoluta. Para Marx, el derecho a laautodeterminacin: 1) est circunscrito nicamente a lasnaciones histricas; 2) tiene un valor subordinado, lo cualsignifica, segn la frmula de Kautsky, que el derecho ala autodeterminacin se ve [en Marx] subordinado a lasexigencias de la evolucin general de la que la lucha de

    clase proletaria constituye la principal fuerza motriz (10).A travs de su actitud contrastada ante las reivindica-

    ciones de los eslavos del sur y de Polonia, el proceder deMarx y Engels constituye un sistema coherente que des-cansa en dos ejes: la teora del progreso social y las exi-gencias de la estrategia revolucionaria europea, ejes queson solidarios y complementarios en un discurso cuya uni-dad aseguran.

    La perspectiva en que se sitan Marx y Engels cuando

    abordan la problemtica nacional es la de las transforma-ciones estructurales que implica el desarrollo del capita-lismo: la creacin de grandes entidades nacionales, de gran-des espacios estatales centralizados, como condicin pre-via para un desarrollo histrico que vaya en el sentido delprogreso social. El que la concentracin en grandes Esta-dos implique el que, si se da el caso, comprendan una mul-titud de nacionalidades el algo que nada cambia en los su-

    puestos (no hay ningn pas en Europa que no est com-

    puesto por diferentes nacionalidades colocadas bajo unmismo gobierno... Y, segn todas las probabilidades, as sersiempre (11).).

    En la perspectiva de la historia universal, para Marx yEngels, la cuestin nacional no es ms que un problema

    (10) K. Kautsky, Die Befreiung der Nationen, Dietz, Stuttgart, 1917,p. 9.

    (11) F. Engels, Was hati die Arbeiterklasse mit Polen zu tun?,

    MEW, XVI, p. 157.

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    subalterno cuya solucin vendr dada automticamente enel curso del desarrollo econmico, gracias a las transforma-ciones sociales; las naciones viables superarn todos los

    obstculos, mientras que las reliquias de pueblos se ve-rn condenadas a desaparecer (12).

    Pero el criterio del progreso social no se convierte enoperativo ms que inserto en una coyuntura precisa de lasrelaciones internacionales, clave de bveda de una estra-tegia basada en la perspectiva de una revolucin europeainminente. El pronstico impone el modelo de la revolu-cin, su estrategia, en la que las exigencias de la fuerzahegemnica, el proletariado, determinan el orden de lasprioridades y la naturaleza de las relaciones con los mo-vimientos nacionales. En qu medida y en qu circuns-tancias es deseable el sostenimiento que se conceda a losmovimientos nacionales, y cmo puede insertarse en elmarco del proyecto revolucionario? La respuesta, para Marxy Engels, es la coyuntura. As, sus fluctuaciones respectoa la cuestin polaca estn en funcin de su incidencia enla poltica internacional. Por lo dems, a partir de los

    aos 1860 la cuestin nacional queda confinada al terrenode la poltica exterior del movimiento obrero, que Marxconcibe, sobre todo al fundarse la AIT (Primera Interna-cional, 1864), como un terreno de intervencin activa. Estdirigida ante todo contra la Rusia zarista, la mayor reser-va de la reaccin europea, y los juicios de Marx y Engelssobre los movimientos nacionales se articulan, consiguien-temente, en torno a la poltica del zarismo, segn estos

    movimientos la refuercen o la socaven. Ya en 1848 la exi-gencia para el movimiento obrero de una guerra a muer-te contra el zarismo determina la actitud y los enjuicia-mientos de Engels: Derribar el zarismo, sup rimir esa pe-sadilla que pesa sobre toda Europa, he aqu la que segnnuestra opinin es la condicin primera para la emancipa-cin de las naciones de Europa central y oriental (13).

    (12) Hans Ulrich Wehler propone una sistematizacin de la apro

    ximacin de Marx de la que hemos tomado algunos elementos. Sin embargo, el anlisis de Wehler peca de exceso de estatismo. Cf. H. U.We'hler, Sozialdemokratie und Nationalstaat. Nationalittenfrage inDeutschland 1840-1914, Vandenhoek y Ruprecht, Gttingen, 1971.

    (13) Carta de Engels a Ion Nadejde del 4 de enero de 1888, MEW,

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    Tras la creacin de la AIT, nuevos problemas se aa-den a las certidumbres lineales a medida que va emergien-do toda una problemtica especfica del movimiento obre-ro. Durante los aos 1860, el interrogante central se refiere

    a la relacin entre lucha de clase y lucha nacional en lospases en los que el movimiento obrero se afirm a comomovimiento autnomo y en los que el objetivo nacional noha sido realizado. El interrogante encuentra su prolonga-cin en la Segunda Internacional, entonces en vas de cons-titucin, que se ve confrontada de un modo concreto aexigencias precisas, especialmente a aquellas que quierenconciliar las aspiraciones socialistas con las aspiraciones na-cionales.

    Es a partir del otoo de 1867 cuando la virulencia delabsceso irlands, ese gran crimen viejo de varios siglos,

    produce una traslacin en la problemtica nacional, y cuan-do se dibuja una nueva aproximacin a ella. Es el callejnsin salida en el que est acorralado el movimiento obreropor culpa del problema irlands el que da toda su signi-ficacin al princip io establecido antes de 1848: Un puebloque oprime a otro no puede liberarse a s mismo. Y, des-de esa ptica, Engels habla de la desgracia que constituye

    para un pueblo el hecho de sojuzgar a otro.Un ao antes, en sus instrucciones a los delegados alcongreso de la AIT en Ginebra, Marx observaba, guiadoms por la intuicin que por el anlisis: El movimientoobrero se ver continuamente interrumpido, obstaculizadoy retrasado hasta que esa gran cuestin europea quede re-suelta (14). Es partiendo del caso irlands que se reenfoca la cuestin nacional, que se descubre el doble obstculoque hay que quitar de enmedio al interior y al exterior

    para que el movimiento obrero pueda adquir ir su verdade-ro empuje. 1) Pesa sobre el proletariado de las nacionesdominantes, ya que la fuerza que necesita un pueblo para

    XXXVII, p. 5. En las obras de Marx y Engels, esta carta est traducidaa partir de la versin rumana. El borrador se conserva en el fondo Marx-

    Engels de Amsterdam, IISG.(14) Karl Marx, Instruccin a los delegados del Consejo General

    provisional, para el primer congreso de la AIT (Ginebra, 3-8 de septiembre de 1866).

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    oprimir a otro se vuelve a fin de cuentas en contra suya.2) Paraliza el movimiento obrero de las naciones oprimidas;la lucha por objetivos nacionales enmascara los conflictosentre clases y sustituye la solidaridad de clase por el ego-centrismo nacional. Durante todo el tiempo que un puebloviable est encadenado por un conquistador externo, uti-liza necesariamente todas sus fuerzas, todos sus esfuerzos,toda su energa contra el enemigo exterior; su vida inter-na queda paralizada, es incapaz de obrar por su emancipa-cin social (15).

    La importancia estratgica de la cuestin irlandesa, cuyasolucin les parec, a Marx y a Engels, durante los aos

    1860, la clave de la solucin de la cuestin inglesa, y lade la cuestin inglesa la clave de la solucin de la cues-tin europea, plantea en trminos nuevos la relacin entremovimiento nacional y movimiento obrero. A partir de en-tonces, la lucha de las naciones oprimidas, subdesarrolladas incluso el caso de Irlanda se aborda tambin comocaso colonial, puede servir de detonador para la lucha dela clase obrera, del movimiento obrero de la nacin domi-nante. De ah, para Irlanda e Inglaterra, una inversin de

    prioridades: ya no ser la revolucin social la , que solven-tar el problema nacional, sino que la liberacin de la na-cin oprimida constituye un supuesto previo para la eman-cipacin social de la clase obrera. La nueva concepcin su-

    pone unas relaciones polticas completamente distintas, ba-sadas en una alianza estratgica entre el movimiento nacio-nal y el movimiento obrero (16). Lucha de clase y lucha

    (15) MEW, XVI, p. 574.(16) La coleccin ms completa de escritos de Marx y Engels sobreIrlanda se ha publicado recientemente en Mosc, con un prefacio deL. I. Golman que incluye, en particular, el inventario de todos los manuscritos y notas de Marx y Engels sobre este tema conservados en los archivos soviticos. Cf. Kari Marx y Friedrich Engels, Irelcmd and the

    Irish Question, Progress Publishers, Mosc, 1971, 578 p. El tema est tratado de forma detallada, pero lineal, por el mismo Golman en Die irische Frage in der I Internationale und der Mapf von Marx und Engels fr die Prinzipien des proletarischen Intemationalismus, Aus der

    Geschichte des Kampfes von Marx und Engels fr die proletarischePartei. Eine Sammlung von Arbeiten, Dietz, Berln, 1961, pp. 460-544.Para otro tipo de tratamiento, vase el estimulante estudio de Renato

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    nacional se convierten en complementarias y solidarias sinconfundirse ni superponerse.

    Sin embargo, el caso irlands no constituye un viraje:no es tanto un movimiento evolutivo en la reflexin marxia

    na sobre la cuestin nacional como una ampliacin y unadistinta toma de perspectiva. Las posiciones tericas se aa-den a los datos nuevos creados por el desarrollo del mo-vimiento obrero. Si bien el problema de Irlanda permitedefinir la posicin de principio sobre la correlacin queexiste entre naciones dominantes y naciones oprimidas, y

    perm ite incluso asignar al movimiento nacional nuevas fun-ciones, sigue sin embargo siendo manifiesta la negativa ageneralizar, a integrar sin reservas la dinmica nacional en

    la teora revolucionaria. Engels es explcito cuando, en1882, reafirma la posicin del socialismo internacional: Dosnaciones tan slo, en Europa, tienen no slo el derecho,sino el deber de ser nacionales antes que internacionales:los irlandeses y los polacos. Es en el momento en que sonrealmente nacionales cuando son ms internacionales (17).

    Siguen abiertos los interrogantes a los que Marx y En-gels se vieron confrontados en la poca de la Prim era ,In-ternacional a travs del caso irlands. La rpida expansin

    del movimiento obrero a finales del siglo xix confronta aEngels con los problemas de las relaciones entre la inde-

    pendencia nacional y las exigencias propias del desarro llodel movimiento obrero. Sus tomas de posicin se inscribenen la estrategia marxiana de insercin del movimiento obre-ro en marcos nacionales tal como se defini tras el hun-dimiento de la Comuna de Pars que condujo a la disolu-cin de la AIT. El movimiento obrero, el socialismo, tie-ne que conformarse en el molde de los distintos pases, ysu capacidad de ordenarse en poderosas organizaciones na-cionales tiene que ser el supuesto previo de la reconstitu-cin de la Internacional. Engels explica esta estrategia a

    propsito de la tctica de los socialistas polacos en una

    Levrero Imperialismo e rivoluzione in Marx. La questione Irlandese,Classe, 1972, pp. 71-112.

    (17) Carta de Engels a Kautsky del 7 de febrero de 1882. Friedrich

    Engels Briefwechsel mit Karl Kautsky, Danubina Verlag, Viena, 1955,p. 52.

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    carta privada dirigida a Kautsky, y pblicamente en 1893, enel balance que levanta del camino recorrido desde 1848 (18).En base a los cambios que se han producido en el viejocontinente, pone de relieve dos hechos aparentemente con-tradictorios pero que son, de hecho, complementarios. Porun lado, el mapa de Europa, profundamente remodelado,testimonia el afianzamiento de un mundo de naciones; porotro lado, las mutaciones sensibles que se han producidoen el movimiento obrero se traducen hasta en la estructu-ra de que se ha dotado la nueva Internacional. Engels rea-firma la necesidad histrica de la independencia nacionalen una perspectiva precisa: la de los imperativos del desa-rrollo del movimiento obrero moderno, y concluye: Sinla autonoma y la unidad devueltas a cada nacin, no po-dra cumplirse ni la unin internacional del proletariado, nila tranquila e inteligente cooperacin de esas naciones enfines comunes (19).

    Si bien la estrategia marxiana se concreta a travs de larealidad de los distintos movimientos, en el plano organiza-tivo, en la constitucin de partidos socialdemcratas estruc-turados a escala nacional, la problemtica apenas iniciadapor Marx y Engels sigue siendo, en cambio, terreno de con-troversia en los planos poltico y terico. Sus indicaciones

    puntuales no son de una naturaleza apta para poner fin alas vacilaciones, a las dificultades tcticas: conciliar exigen-cias divergentes surgidas en situaciones precisas.

    II. D i f i c u l t a d e s c o n c e p t u a l e s y a n a l t ic a s .

    El tenor de la herencia marxiana en el terreno nacionalha dejado la puerta abierta de par en par tanto a las expli

    (18) Especialmente en el prefacio a las ediciones polaca e italianadel Manifiesto comunista.

    (19) Engels seala, en una carta a Lafargue del 20 de junio de 1893(Correspondance de F. Engels avec Paul et Laura Lafargue, yol. III,p. 286): La unin internacional no puede existir ms que entre las

    naciones cuya existencia, autonoma e independencia, en lo que se refiere a los asuntos interiores, estn, pues, incluidas en el trmino mismo

    de internacionalismo

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    L

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    caciones abusivas como a los procederes creativos. Las re-ferencias a los fundadores han alimentado las controversiasentre socialistas, marxistas o no, y han adoptado a menudola forma de una lucha del espritu del marxismo contra suletra. La asimilacin de su herencia tena que pasar porla revisin de sus concepciones envejecidas. La situacinfue perfectamente resumida por Kautsky en 1896: Tantosobre la cuestin de Oriente como sobre la de Polonia, opi-no que la vieja posicin de Marx se ha hecho insostenible

    y lo mismo su posicin respecto a los checos. Sera to-talmente no marxista el cerrar los ojos ante los hechos y

    persisti r en el punto de vista superado de Marx (20). RosaLuxemburg iba todava ms lejos: segn ella, haba querevisar las viejas ideas de Marx sobre la cuestin nacio-nal con objeto de aplicar el mtodo y los principios fun-damentales de la doctrina marxista al terreno nacional.Esta seleccin fundamental absorbe los esfuerzos de losmarxistas durante una primera etapa. Pero en la tramade esas investigaciones que se inician encontramos ya unaexigencia ,cada vez ms aprem iante: cmo dom inar esarealidad mvil y diversificada que incluye el trmino glo-

    bal y general de cuestin nacional, realidad a la que los

    socialistas se ven confrontados tanto al exterior como alinterior del movimiento obrero? El socialismo internacio-nal no estaba bien preparado para esta doble irrupcin delmomento nacional en sus preocupaciones. Para lograr asu-mirlo, a integrarlo en su discurso y en su campo terico, losmarxistas tuvieron que superar dificultades y obstculosde orden conceptual, analtico y mental. Esos obstculosy esas dificultades, anclados en las condiciones histricas

    precisas, ordenan los temas, im peran sobre los objetivos

    a partir de los cuales se orienta la investigacin marxistacolectiva.

    1. La pr im era dificultad se traduce en la gran miseriaterminolgica que ha bloqueado los intentos de clarifica-cin. Es significativo que en las distintas lenguas europeas

    (20) Carta de Katsky a Adler del 12 de noviembre de 1896, VictorAdler, Briefwechsel m it August Bebel und Karl Kautsky, Viena, 1954,p. 221.

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    las nociones de pueblo, nacin, Estado, tengan con-notaciones muy diversas, cosa que constituye una fuentede confusin agravada por el vocabulario especfico decada movimiento nacional (21).

    Los instrumentos conceptuales de que dispone el movi-miento obrero en el siglo xx son reveladores tanto del com-

    portamiento como del campo terico. El vocabulario a me-nudo desconcertante de Marx y Engels en el terreno na-cional, las nociones a la vez epignicas e innovadoras queutilizan, reflejan una andadura difcil. La terminologa queemplean, tomada, la mayora de las veces, del difuso voca-

    bulario de la poca, de la semntica liberal, expresa lainmadurez del contexto histrico y desvela de este modo

    un instrumental mental tributario del campo histrico,del horizonte intelectual de su poca. As, Marx emplea elconcepto de nacin en la acepcin corriente en el siglo xixde ese trmino (en francs y en ingls), para expresar lasociedad civil en una identificacin entre nacinsociedadEstado (22). La nacin recubre el concepto de Estadona-cin tal como se forj durante la revolucin francesa, asi-milando las fronteras estatales a las fronteras naturales,lingsticas. Sin que la distincin entre nacin .y naciona-lidad quede claramente establecida, Marx y Engels desig-nan con este ltimo trmino una formacin que precede ala nacin y que puede darle nacimiento sin que, sin embar-go, haya de llegar en toda circunstancia a desarrollarse ennacin y a constituirse en Estado. Es posible, sin duda, en-contrar diferencias entre Marx y Engels en la utilizacinde los conceptos, pero se trata ms de una separacin ter

    (21) Este fenmeno no est circunscrito al siglo XIX. Tal comoconstata Pierre Vilar, la inquietante vacilacin del pensamiento histrico y sociolgico ante el fenmeno nacin, el empleo discutible omanifiestamente abusivo de los trminos nacin, nacional, nacionalismo, patriotismo o patria [y nosotros aadimos: nacionalidad,etnia, minora nacional o fenmeno nacional (G. H.)], sigue todava hoy obstaculizando la investigacin. Cf. Pierre Vilar, La Catalogne danslEspagne moderne, vol. I, Pars, 1962, p. 29.

    (22) Para un anlisis de conjunto de los conceptos que recubre laterminologa marxiana, cf. Hans Mommsen, Nationalismus, Nationali

    ttenfrage, Sowjetsystem und demokratische Gesellschaft, t. IV, Herder,Friburgo, 1971, pp. 552-53.

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    minolgica que de una divergencia fundamental en relacinal contenido. Bajo la pluma de Marx, los trminos ms frecuentes son los de naciones revolucionarias-naciones contrarrevolucionarias, mientras que Engels emplea preferen

    temente la terminologa hegeliana: naciones histricas-na-ciones sin historia (geschichtslose), trmino este ltimo conel que designa pueblos que en el pasado no han sidocapaces de constituir Estados y que no tienen ya la fuerza suficiente para conquistar en el futuro su independencianacional, nacionalidades enjuiciadas como contrarrevolucionarias en tanto que formaciones naturales, agrarias. Porser naciones brbaras, tienen que ser forzadas a la civilizacin, arrebatadas a su existencia de pueblos de agri

    cultores y pastores, cosa que implica su desnacionalizacin, ya que se vern obligadas a seguir las huellas deuna nacin ms fuerte y, por consiguiente, a sucumbirante mi proceso inevitable de asimilacin. La distincin entre las' dos categoras se basa pues en una oposicin entrenaciones industriales modernas y naciones campesinas.Tiene por corolario la demarcacin entre: A) naciones viables, portadoras del desarrollo histrico, es decir, grandesnaciones de Europa claramente definidas, y B) naciones

    no viables o retrgradas, que incluyen tanto a naciones occidentales que se consideran extinguidas como a etnias o nacionalidades de Europa central y oriental que, debido aldesarrollo desigual de la historia, han permanecido en elestadio patriarcal o feudal, sin capacidad para desarrollarse en naciones.

    El vocabulario se enriquecer, se har marxista a partir de los aos 1860, a travs de la nueva problemticaabierta por Irlanda. Marx y Engels introducen la distincincapital entre naciones oprimidas y naciones dominantes.Esta adquisicin no modificar ni borrar las categorasoriginales. El emparejamiento naciones histricas/nacionessin historia sigue encontrndose en filigrana en los textosde Engels hasta su muerte, con variadas connotaciones,unas veces como juicio de valor, otras como tema de reflexin, otras como concepto, pero siempre como toma deposicin poltica (23). Cuando Engels tiende a precisar los

    (23) Cf. G. Haup y C Weill, ar t . c i tStud i Stor i c i , 1974 n, 2.

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    trminos, lo hace sin profundizar el concepto, que conservatoda su ambigidad, todava ms acentuada por la pluralidad de los empleos que de l hace. Penetra de este modoen el arsenal y en el vocabulario de la Segunda Internacional, y una percepcin parcial del fenmeno nacional favorecer su desviacin hacia una interpretacin social-dar-winista. Aunque la mayora de los pensadores marxistas dela poca de la Segunda Internacional, como Kautsky y RosaLuxemburg, Lenin y Stalin, abandonan pura y simplementeesta terminologa, Otto Bauer vuelve a emplearla, si bienen una acepcin totalmente distinta. Ve en la oposicinde naciones histricas/naciones sin historia un corolariode los antagonismos de clases. A diferencia de Engels, cuyadefinicin considera errnea, Bauer no piensa que las naciones sin historia estn condenadas a desaparecer; muy alcontrario: son fuerzas que se unen al proletariado en lacategora de aquellas que hacen la historia. Su despertares una de las innumerables manifestaciones del desarrollodel capitalismo, que crea las condiciones de su auge y desu transformacin en naciones-agentes de la historia (24).

    La ausencia de un marco conceptual marxista capaz deexplicar el fenmeno nacional se hizo sentir de forma apremiante desde fines del siglo xix. A partir de entonces seimpone el imperativo de un esfuerzo de conceptualizacindiferenciada. Las primeras clarificaciones son la obra deKautsky, cuya indiscutible contribucin se mide por los enriquecimientos aportados y por las puntualizaciones diseminadas a travs de sus mltiples artculos. Kautsky, queformula teoras, abre parntesis y proporciona indicaciones sin comprometerse en una sistematizacin, seguir siendo durante largo tiempo una referencia indispensable. Lamayora de los marxistas, entre ellos Lenin, se basarn enKautsky o se ampararn en su autoridad. As, a partir defines del siglo xix, la palabra nacionalidad, distinta de lade nacin, se introduce en la terminologa, del mismo modoque se precisa la utilizacin de la palabra etnia una entidad tnica con una lengua diferenciada que constituye unanacionalidad en devenir o ya realizada. En cambio, la uti-

    (24) Cf. Otto Bauer, Di e Nati onal i ttenfr age u nd d i e Sozia l demo-kratie, Vierta, 1907.

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    lizacin del trmino de Estado plurilingual (Vieisprachig)no desaparece en beneficio dl trmino ms preciso de Es-tado multinacional, sino que cede el lugar al de Estado denacionalidades. El concepto de cuestin nacional, tal como

    se incrusta en el vocabulario del movimiento obrero, revisteun sentido restrictivo: se aplica al embrollo de los Estadosmultinacionales, da cuenta de sus componentes especficos,los diferencia, englobando sin separarlo el problema de laliberacin de las naciones dominadas y la solucin de la es-

    pinosa cuestin de las minoras nacionales. No adquir ir unsentido ms general ms que en vsperas de la guerra de 1914,en el curso de un debate sobre la definicin marxista de lanacin y del fenmeno nacional. A partir de ah, la cuestinnacional y la cuestin de las nacionalidades se diferencianen el vocabulario de los tericos. Sin embargo, pese a laampliacin y a la precisin de la nocin, su empleo limita-dor o incluso confuso persistir, y la palabra seguir siendoempleada en una diversidad de acepciones.

    2. Las precisiones, e incluso las innovaciones terminolgicas, no recubren forzosamente clarificaciones analticas.

    De hecho, las modificaciones sufridas por el vocabulariomarxista a finales del siglo xix no expresan, al menos antesde 1907, ningn esfuerzo de conceptualizacin consciente ysostenido.

    Ahora bien: no se trata tan slo de una confusin termi-nolgica. De hecho, los conceptos incompletos, paradojales,empricos, revelados por el vocabulario de los marxistas,traducen la dificultad de aprehender el fenmeno de formaanaltica, del mismo modo que la eleccin de categoras es

    ante todo consecuencia de una visin histrica y de un pai-saje mental. Pienso que nuestros principios no son absolu-tamente vlidos ms que en el caso de los pueblos de nues-tro medio cultural, constata Kautsky en 1882 en una cartaa Engels (25). El medio cultural designa, bajo la pluma deKautsky, el marco de reflexin de Marx y Engels sobre eldesarrollo de las naciones modernas determinado por el

    (25) Carta de Kautsky del 11 de mayo de 1882, Friedrich EngelsBriefwechsel mit Karl Kautsky, herausgegeben und nearbeitet von Be-nedikt Kautsky, Danubia Verlag, Viena, 1955, p. 56.

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    campo histrico. El nico modelo de formacin nacional co-nocido en la poca es el modelo occidental: EstadoLengua

    Nacin. Los rasgos del desarrollo y las tendencias constata-das en la consolidacin de las grandes naciones en Occidente

    les sirven de criterios a travs de los cuales juzgan la rea-lidad y las diferencias nacionales como datos sustancialesde la historia. Marx y Engels se sienten irritados por las

    pequeas naciones marginales que no encajan con su mo-delo de desarrollo o que son difciles de integrar en l. Estees el caso de las nacionalidades que emergen en sociedadesde tipo agrario o preindustrial, o el que se da en socieda-des en vas de transformacin, como los vastos imperiosmultitnicos de Europa central y oriental, cuya evolucin

    diverge del Occidente desarrollado de modo enteramenteburgus. No conciben la posibilidad de la emergencia deun segundo modelo, que, sin embargo, toma cuerpo en Eu-ropa del este a finales del siglo xix bajo la forma de Lengua

    NacinEstado; hasta el punto de no reconocer lo que estteniendo lugar.

    Kautsky, que, en 1887, cinco aos despus de Renan, tratade aportar una primera respuesta marxista a la pregunta:Qu es una nacin?, sigue siendo fiel al modelo clsico.

    La primera versin de la teora histricoeconmica queformula entonces, partiendo de elementos tomados de Marxy Engels, se basa en rasgos despejados a partir del anlisisde las sociedades occidentales: el Estado nacional es elinstrumento principal de la formacin de la nacin moderna,es producto del desarrollo del modo de produccin capita-lista, el mercader es el agente histrico de su formacin, yla lengua, autntica materia prima por la que se produce lavinculacin y la cohesin de la nacin, aquello que le con-

    fiere su identidad (26).Las primicias de una ampliacin de la percepcin delnuevo fenmeno se revelan en el descubrimiento empricode la complejidad y la especificidad de la cuestin nacionalen los Estados multinacionales. Kautsky, ms intuitivo queanaltico, tiene el mrito de insistir en este fenmeno y ad-mitir tcitamente la no concordancia entre el esquema ex

    (26) K. Kautsky, Die moderne Nationalitt, Neue Zeit, V, 1887,pp. 442-451.

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    plicativo que haba propuesto en su estudio, la nacionali-

    dad moderna, y el proceso que se esboza en Europa deleste y del sudeste. Se contenta con subrayar: [la nacin]

    es nna entidad social que en distintos perodos puede emer-ger en las condiciones ms diferentes, que reviste las msdiferentes formas, modificndose y desarrollndose constan-te e incesantemente (27).

    Pone el acento, sin embargo, en las dificultades analti-cas y polticas que presentan los conflictos en los Estadosmultinacionales, en los que ve la esencia de las cuestionesnacionales actuales. Se trata, para l, de cosa vivida, deuna familiaridad personal con unas realidades que escapan

    por completo a los socialistas occidentales y que son recha-zadas por numerosos marxistas de Europa oriental, por in-

    ternacionalistas intransigentes como Rosa Luxemburg. Estacomplejidad no cuadra con sus perspectivas y sus juicios

    del hecho nacional, en el que no ven ms que un fenmenocultural que no concuerda con una interpretacin unilineardel desarrollo del capitalismo.

    Kautsky, por su parte, utiliza en plural el trmino decuestin nacional. Habla de las mltiples cuestiones nacio-

    nales en Europa oriental para subrayar la enorme diversi-dad de relaciones y de situaciones en el interior de los Es-tados multinacionales. Da constancia, de este modo, de unode los datos fundamentales: el intrincamiento de las fron-teras lingsticas, tnicas, nacionales en un vasto espacioque va desde el Danubio has ta le m ar Caspio, desde los Al-

    pes hasta el Cucaso, desde Europa Central hasta Asia Me-nor, en el que las regiones mononacionales son escasas, y

    en el que es casi impensable la delimitacin de fronteras

    precisas entre las dis tintas etnias que all cohabitan. Las de-marcaciones lingsticas, religiosas, econmicas, sociales, seentremezclan ms a menudo que no se superponen: la au-sencia de homogeneidad tnica, e incluso de minoras com-

    pactas, la ausencia de todo carcte r estanco entre las na

    (27) Especialmente en su artculo sobre la cuestin nacional enRusia reproducido como anexo en el libro de V. Medem, Sotsicddemo-

    kratia i natstonalny vopros, San Petersburgo, 1906, p. 58.

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    cionalidades, son a la vez fuente de tensiones y de simbio-sis (28).

    El mapa etnogrfico y la diversidad de las situacionesque de l se desprenden no son ms que uno de los as-

    pectos de las dificultades a superar. De entrada, los datos

    fundamentales de carcter histrico, econmico, demogrfi-co, cultural, los caracteres esenciales de las sociedades, no

    son los mismos en Austria que en Hungra, en Rusia que enlos Balcanes, por no hablar del Imperio Otomano. En se-gundo lugar, incluso en el interior de esos Estados, el desa-rrollo desigual y contrastado de las naciones oprimidas des-

    de una Bohemia o una Polonia rusa altamente industriali-

    zadas hasta las regiones atrasadas, hasta la economa precapitalista y la estructura social arcaica acenta las dife-rencias, falsea los esfuerzos p or discernir un denom inadorcomn. Ahora bien, la elaboracin terica, la reflexin pol-tica estn vinculadas indisolublemente a la praxis de la

    cuestin nacional en unos contextos y imas realidades tandiferentes (29). Este hecho excluye toda teorizacin generalizadora e impone soluciones diferenciadas o divergentes quetrascienden las pticas ideolgicas o las elecciones tcticas.As, el crisol de la civilizacin danubiana, por un lado, y lasrealidades balcnicas por otro, explican las divergencias en-

    tre la opcin yugoslava de los socialistas eslavos del sur del

    (28) Para una visin de conjunto de la situacin y las estadsticasde las nacionalidades en Rusia, puede consultarse Hugh Seton-Watson,

    The Decline of Imperial Russia, 1855-1914,University Paperbacks, Lon

    dres, 1964, y, sobre todo, R. Pipes, The Formation of the Soviet Union.Comunism and Nationalism, Harvard University Press, 1954. SobreAustria, disponemos de un estimulante estudio de Peter F. Sugar, TheNature of non-germanic Societies under Habsburg Rule, Slavic Review,vol. XXII, n. 1, marzo de 1963. Sobre Hungra, se encuentran infor

    maciones tiles en Ch. Vincenty, Les nationalits en Hongrie, Ginebra,1918.

    (29) As, Lenin subraya la diferencia entre las particularidades dela cuestin nacional en Austria y en Rusia, precisando que las relacio

    nes entre nacionalidades son absolutamente distintas [y] las condicio

    nes particulares de Rusia... son exactamente inversas... Cf. V. I. Lenin, Oeuvres, Editions Sociales, Pars, 1959, pp. 430-431.

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    imperio austraco y la de la Federacin balcnica postuladapor los marxistas de esa pennsula (30).

    La diversidad, pero tambin la emergencia, desfasada en

    el tiempo, del problema nacional y las formas que adoptacontribuyen a prolongar la ausencia de una doctrina socia-lista netamente afirmada. A partir de mediados del siglo xix,la cuestin nacional, las tensiones que crea, dominan toda lavida poltica de AustriaHungra, hasta el punto de que sudesintegracin se perfila como inminente hacia el cambio desiglo. En Rusia, en cambio, los grandes objetivos socialesy polticos de la revolucin democrticoburguesa, ante todola cuestin agraria, eclipsan por completo la problemticanacional, que sigue siendo una cuestin secundaria hastala revolucin de 1905. De ello resulta una diferencia consi-derable en cuanto al peso especfico que adquiere en losdistintos pases la reflexin sobre la cuestin nacional enel pensamiento marxista, desigualdades en los grados deelaboracin de la reflexin, desfases entre los distintos ni-veles de pensamiento, inadecuaciones en la percepcin, apre-ciacin de realidades histricas diversas y divisiones en tor-

    no a las soluciones a promover. Esto se traduce, en espe-cial, en el desmoronamiento de los esfuerzos por dominarla cuestin, en el efecto acumulativo de los problemas y enel carcter repetitivo de los temas en los que se polariza lainvestigacin y se centran los debates.

    3. Despejar las divergencias y convergencias en la actitud de los representantes de las distintas corrientes mar-xistas frente a la cuestin nacional significa, ante todo, des-

    pejar los fenmenos de transformacin de las mentalidadesy las sensibilidades. La indiferencia, la incomprensin anteel problema nacional, la negativa a abordarlo, que predomi-nan hasta finales del siglo xix, son datos muy reveladores.En el momento en que la teora marxista rebota contra elmovimiento nacional, sigue siendo una excepcin entre lossocialistas el inicio de una comprensin de la importancia

    poltica del fenmeno, incluso all donde se ven confronta-

    do) Cf. S. S. Stavrianos, Balkan Federation. A History of ihe Mo-vement toward Balkan Unity in the Modem Times, Archon Books,Hamden, Connecticut, 1964.

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    dos directamente con l, all donde la cuestin nacional sesita en el centro mismo de la poltica, de la praxis. Igualque en la poca de la AIT, la mayora de los socialistas

    niega la necesidad de incluir este problema entre sus preo-cupaciones, de concederle una atencin especial. Se conten-tan con anlisis fortuitos que provienen de una visin sim-

    plista, desconociendo el momento nacional y su im portanciapara el movimiento obrero. En 1906, denunciando esta indife-rencia, el lder bundista Medem resume perfectamente la si-tuacin: En el terreno de la cuestin nacional, la socialdemocracia ha producido mucho menos que para no importacul de las dems cuestiones polticas importantes. Mientrasen la elaboracin de los sabios, de los polticos y de los pe-riodistas burgueses el problema nacional daba lugar a un con-siderable nmero de escritos que desarrollaban, profundiza-

    ban y propagaban el punto de vista burgus., con una apli-cacin constante, la prensa socialdemcrata, por su parte,se ocup y se sigue ocupando de ella en un grado incompa-rablemente menor, y no cuenta ms que con un nmero res-tringido de escritos que traten de desentraarla de forma

    bsica y seria; adems, esos pocos escritos estn lejos dehaber agotado esa cuestin difcil y complicada. Muy a me-

    nudo, no slo quedan sin elaborar, desde un punto de vistapuramente socialdemcrata, los detalles de la poltica con-creta, sino que lo mismo ocurre con algunos conceptos ge-nerales, con las premisas que constituyen el fundamento del

    planteamiento de la cuestin; resulta chocante encontrar enlos escritos socialdemcratas ecos de los conceptos y lastendencias dominantes en el mundo burgus, que se hanabierto camino en el campo proletario a travs de esa bre-cha apenas tapada que tiene en su fortaleza terica (31).

    Son mltiples las barreras que cercan el campo de lapercepcin de la socialdemocracia y la colocan a remolquedel pensamiento burgus. Entre ellas, son particularmentesensibles la influencia de una mentalidad forjada en el pe-rodo inicial del movimiento obrero, y la tenaz estabilidadde los comportamientos, las sensibilidades, los hbitos men-tales.

    As, el internacionalismo utpico o cosmopolitismo

    (31) V. Medem, op. cit., pp. 3-4.

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    utpico (32), tina actitud fijada en la segunda mitad del si-glo xix, que considera la indiferencia nacional, la negativade abordar el momento nacional como un sinnimo del in-ternacionalismo, se muestra tenazmente enraizado en la

    estructura mental socialdemcrata. Esta actitud, considera-da por Otto Bauer como la ms precaria y primitiva delas tomas de posicin ante las luchas nacionales del mundo

    burgus, alimentada por motivaciones diferentes, adoptaformas y expresiones variadas. Sus manifestaciones van des-de la negativa a tomar en consideracin una problemticarevelada por la burguesa que no concierne ms que a lasclases dominantes hasta la subestimacin de un fenmenoque se considera histricamente superado y artificialmente

    mantenido por la burguesa. Detrs de esta pantalla, sobrela que se proyecta a menudo un obrerismo rgido, se ocultael desconcierto de los militantes ante un fenmeno externoal movimiento obrero al que se ven confrontados, del mis-mo modo que se camufla el nacionalismo de los socialistasde las naciones dominantes (33). Detrs del internacionalis-mo utpico se abriga un movimiento replegado sobre smismo, desprovisto de toda ' concepcin propia en relacina la cuestin nacional y aquejado del inmovilismo de una

    mentalidad colectiva prisionera de las ilusiones heredadasde la burguesa liberal, y condicionado por el universalismodemocrtico. Ya que, siendo una actitud significativa, elcosmopolitismo utpico no es el tejido de la mentalidadcolectiva, hecho de elementos prestados por la filosofa delas luces del siglo xvm o por la ideologa liberal de 1848.De ah la perpetuacin de una aproximacin ticoliberal ala cuestin nacional, una concepcin de la solidaridad inter-nacional que presupone la igualdad abstracta de los dere

    (32) Le trminos son, respectivamente, de A. Labriola y OttoBauer.

    (33) A este respecto, el ejemplo del partido socialdemcrata hngaro es absolutamente significativo. Sobre su poltica en el terreno nacional, puede consultarse un estudio de Irne Marton, Les milieux socialistes et progressistes de Hongrie et la question des nationalits(1900-1914), Revue d Histoire moderne e t contemporaine, XV, abril-

    junio de 1968, pp. 241-272, y, sobre todo, el reciente libro de JanosKende, A Magyaroszagi szoc ialdem okrata part*nemzetisegi politkaja1903-1919, Akademiai Kiado, Budapest, 1973, 123 p.

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    chos nacionales, la conviccin de que el programa de lademocracia resolver automticamente esta cuestin subal-terna. Se la define esencialmente como un problema lingsticocultural, y este juicio impone las soluciones preco-nizadas (34).

    La ambivalencia especfica de la mentalidad tradicio-nal se revela en la interaccin recproca de sus distintoselementos constitutivos. Frecuentemente, estas dos actitudesantinmicas, el internacionalismo utpico y la emotividadnacional bajo su forma jacobina o del cuarenta y ocho, de-sembocan en el mismo resultado: se niega la cuestin na-cional, se la evaca de las preocupaciones profundas de lossocialistas. De ah la ambigedad de las sensibilidades ves-

    tigiales que expresa la ideologa eclctica subyacente, unaadaptacin socialista de la idea del universalismo democr-tico: el sueo de un porvenir en que los pueblos sean unagran familia que viva fraternalmente, o el de un mundo con-vertido en patria universal de naciones independientes yamigas (Jaurs).

    Esta concepcin se encuentra tambin en la actitud ha-cia las naciones oprimidas de la Segunda Internacional, que

    se define como defensora de todos los oprimidos sin distin-cin de culto o de raza. En los considerandos de su con-dena de la opresin nacional, la Segunda Internacional est

    guiada no tanto por principios basados en el internaciona-lismo como por consideraciones humanitarias y por una sim-pata natural hacia los pueblos civilizados oprimidos.Tan slo las motivaciones sufrirn cambios. La idea de unafraternizacin de los pueblos se ver reemplazada por lasnociones de justicia y progreso humano. Para que poda-

    mos simpatizar con la lucha de emancipacin, e incluso con-sagrarle nuestras fuerzas, es preciso que sea portadora deun inters cultural; todo pueblo capaz de una vida culturalnacional, declara Bernstein, ha de ser digno del inters y dela simpata de la socialdemocracia, siempre que no se pre-sente como un obstculo para el libre desarrollo de los

    (34) Cf. Hans Ulrich Wehler, op. cit., as como el estudio de HansMommsen, Nationalitatenfrage und Arbeiterbewegung, Trveris, 1971,pp. 7 y ss.

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    grandes pueblos de cultura europeos altamente civiliza-dos (35).

    A finales del siglo xix, entre unos pocos tericos marxis

    tas como Kautsky y Rosa Luxemburg, se abre paso la con-viccin de que el pensamiento socialdemcrata sigue sopor-tando el peso de una visin utpica e idealista, de resi-duos de las ideologas del pasado en el terreno nacional.Para que se decante la herencia marxiana es preciso salirde los senderos tradicionales, vencer resistencias; tareatanto ms ardua cuanto que incluso los marxistas, comoRosa Luxemburg, que emprenden esta ruptura son tributa-rios de esa visin contra la que se rebelan (36). Pese a esos

    asaltos, la mentalidad tradicional resiste; los esfuerzos porsustituir la aproximacin ticoliberal por el proceder marxista no hacen ms que acentuar este sincretismo. El univer-salismo marxista, que postula la supremaca de la clasesobre la nacin y se propone sustituir todas las formas denacionalismo por un internacionalismo que es la fusin detodas las naciones en una unidad superior, no elimina eluniversalismo democrtico, sino que se funde con l. Lasactitudes de Marx quedan absorbidas por la estructura men-tal dominante, y slo se asimilan los juicios compatibles conlos prejuicios. Aun cuando las tomas de posicin se multi-

    pliquen, no cambia el comportamiento fundamental. El mo-vimiento de investigacin que est arrancando no desem-

    boca forzosamente en la comprensin del alcance poltico yde la importancia terica de la cuestin nacional. Tan sloun corto nmero de militantes marxistas, en su mayora in-telectuales, le prestan atencin, y aun bajo una perspectivalimitada. Durante largo tiempo Kautsky sigue siendo el ni-co que reflexion sobre los aspectos tericos de la cues-tin de las nacionalidades, que intenta tmidamente unaclarificacin (37).

    (35) E. Bemstein, Die deutsche Sozialdemokratie und die trkis-chen Wrren, Neue Zeit, XV, I, 1896-1897, p. 110.

    (36) Cf. G. Haupt, Dynamisme et conservatisme de l'idologie.Rosa Luxemburg lore des recherches marxistes sur la question na-tionale ; ed. alemana en Rosa Luxemburg, Die. Bestimmung des Sozia-lismus, Suhrkamp, Frankfort, 1974.

    (37) H. U. Wehler, op. cit, p. 215.

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    Hay que esperar hasta la revolucin de 1905 para que seproduzcan cambios notables en la esfera ideolgica y paraver surgir la corriente de ideas favorable a un examen en

    profundidad del conjunto de la problemtica. La revolucinrusa fue uno de los principales agentes de una toma deconciencia. Sirve a la vez de revelador y de acelerador, y da

    a luz un proceso irreversible del que desvela la amplitud ycuyas mutaciones precipita. Contribuye de este modo amultiplicar los focos de reflexin. Si bien hasta entoncestan slo en el Imperio Austrohngaro se ha planteado [la

    cuestin nacional] de forma candente... hoy le toca el turnoa Rusia, constata Rosa Luxemburg; a estos dos focos seaade el de los Balcanes. La acumulacin de acontecimien-tos externos al movimiento obrero, la extensin en el espa-cio del problema nacional, su agravacin, el ascenso de losmovimientos nacionales, provocan una nueva observacin yllevan a una reevaluacin de las premisas. Tras la huella delos acontecimientos, los interrogantes marxistas, los deba-tes, desbordan las fronteras de los Estados multinacionalesy adquieren dimensiones internacionales. Tal como constataen 1907 Otto Bauer, en todos los Estados del medio cul-tural europeo, la posicin del partido obrero socialdemcrata ante las cuestiones nacionales se sita en el centro de lasdiscusiones (38).

    Hace su aparicin un nuevo lenguaje, surgen nuevos in-terrogantes. La misma estructura de la Segunda Internacio-nal se percibe como expresin del hecho nacional, que sereconoce hasta en la terminologa. La denominacin de sec-cin para designar al partido socialista de un pas deter-

    minado afiliado a la Internacional se sustituye por la denacin. La relacin entre las esferas de actividad nacionale internacional de la clase obrera se convierte, por lo dems,en tema de reflexin, tal como lo formula Christian Rakovski: En cierto sentido, incluso el socialismo ms inter-nacionalista procede por vas nacionales en la medida enque cada partido socialista est organizado de forma nacio-nal antes de estarlo de forma internacional. Muestra accinest necesariamente limitada, hasta cierto punto, por las

    (38) Otto Bauer, op. cit., p. 7.

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    fronteras etnogrficas o polticas (39). El tema de la salva-guardia de los intereses nacionales por parte de la claseobrera logra carta de ciudadana, y se multiplican las pre-

    cisiones sobre la relacin entre socialdemocracia y patria:Los socialistas piensan, y con todo derecho, que la exis-tencia de patrias autnomas es necesaria para la humani-dad... [No tratan] de destruir las naciones, sino que luchan

    por asegurar la paz entre los pueblos, ya que es la sola ga-ranta del progreso... Deseamos salvaguardar la independen-cia de todas y cada una de las naciones, ya que, de otromodo, no ser posible establecer verdaderos vnculos dura-deros entre los pueblos, vnculos en los que cada nacin

    aportar el tributo de su propia cultura en el concierto dela civilizacin humana (40). Este lenguaje contrasta con elque empleaban dos decenios antes Wilhelm Liebknecht oJules Guesde: No hay naciones, hoy sobre todo... no hayms que clases. Para nosotros, socialistas, no hay cues-tin de las nacionalidades, no conocemos ms que dos na-ciones: la nacin de los capitalistas, de la burguesa, de laclase poseedora, por un lado, y por el otro la nacin de los

    pro letarios, de la masa de los desheredados, de la clase tra-

    bajadora. Las naciones, tericamente hablando, son unaetapa en la va de la unidad humana (41).

    Estas modificaciones en el vocabulario, en la temtica,en la direccin de las nuevas investigaciones, aunque reve-ladoras, son insuficientes, e incluso engaosas. Dan testimo-nio, desde luego, de la ampliacin del horizonte poltico, deuna sensibilizacin ante la cuestin; pero el paso a unanueva percepcin no comporta por ello cambios profundosen la estructura mental. La voluntad de asumir la cuestin

    nacional entre cierto nmero de tericos no es asimilada por

    (39) Romana Muncitoare, 1905, 5 noviembre.(40) En estos trminos se expresa el socialista rumano M. Gh. Bujor

    en el folleto Antimilitarismul, Bucarest, 1912, pp. 50-51.(41) Artculo de Guesde en Le Citoyen del 3 de abril de 1882;

    Discours de Wilhelm Liebknecht au Congrs de Marseille (1892), inLe socialisme et la guerre, Paris, s.f., pp. 11-12. Prefacio de Jules Guesde a J. Vingtras, Socialisme et patriotisme, Lille, 1900, pp. 3-5. Vasetambin el estudio de Michel Winock, Socialisme et patriotisme en

    France (1891-1894), Revue dHistoire moderne et contemporaine, julio-septiembre de 1973, p. 410 y ss.

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    el conjunto del movimiento, por una amplia fraccin de mi-litantes: as, la corriente que se califica a s misma de in-temacionalista intransigente, tendencia particularmente acu-

    sada entre los marxistas de las nacionalidades oprimidas.Lenin lo descubre en el interior de su propio partido : Enlas naciones oprimidas, la aparicin de un partido inde-

    pendiente del proletariado conduce a veces a una lucha tanexacerbada contra el nacionalismo de la nacionalidad con-cernida que la perspectiva se ve deformada y que se olvidael nacionalismo de la nacin dominante (42). Los intema-cionalistas intransigentes ilustran, en particular, el hechode que las actitudes fundamentales siguen incambiadas, in-cluso cuando, al nivel de las opciones tcticas o en el planoterico, se acusan las diferencias. Ya que si es cierto queel pensamiento marxista se aplica, incluso despus de 1905,en promover una poltica que le sea propia en el terrenonacional, este proceder queda circunscrito e hipotecado porla influencia de las exigencias tcticas.

    4. La percepcin del fenmeno nacional pasa ante todo,

    hasta 1914, por las exigencias de la dinmica interna delmovimiento obrero, caracterizada por un rpido crecimientotanto horizontal como vertical.

    Vertical: La transformacin del socialismo de sectaideolgica en gran partido de accin convertido en factordominante en la vida social de los mayores pases civiliza-dos, por utilizar la apreciacin de Rosa Luxemburg.

    Horizonta l: La expansin geogrfica del socialismo a es-cala europea y extraeuropea, que pasa, segn los trminos

    de Otto Bauer, de los Estados nacionales a los Estados denacionalidades, de las naciones histricas a las naciones sinhistoria.

    La cuestin nacional, contemplada desde las cimas alcan-zadas por el movimiento obrero en un lapso de tiempo tan

    breve, se muestra sencillamente como un obstculo, como unproblema menor, localizado en el espacio, relegado al nivelde las preocupaciones tcticas de la poltica inmediata.

    A finales del siglo xix, cuando el desarrollo acelerado del

    capitalismo conlleva en AustriaHungra una conciencia tal

    (42) V. I. Lenin, Oeuvres, t. XX, p. 477.

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    de las nacionalidades histricas o nuevas y exacerba hastatal punto las tensiones nacionales que permite que se pre-vea el estallido del Estado multinacional (43), la amplitudacrecentada de la cuestin nacional y, ms an, su impactoen el desarrollo del movimiento obrero, los problemas quese derivan de su expansin, colocan a los militantes socia-listas frente a su realidad y estn en la raz de sus reaccio-nes. Son las exigencias organizativas y los imperativos tc-ticos los que imponen la necesidad de tomar en considera-cin la cuestin nacional, provocan las confrontaciones, for-man la trama de la reflexin y presiden las opciones (44).La cuestin nacional sigue siendo un problema interno, aresolver por cada partido concernido, y permanece externa

    a las preocupaciones del socialismo internacional.En ese tiempo de auge y de rpidas mutaciones que

    atraviesa el movimiento obrero hacia el cambio de siglo, loscomportamientos y las perspectivas tericas estn doble-mente desfasadas en relacin a las tendencias del capita-lismo. Su evolucin hacia el imperialismo se produce sinque el/pensamiento marxista logre integrar en su anlisisesta fase de desarrollo. El campo histrico sigue siendo Eu-ropa (y ms precisamente Europa occidental), mientras que

    el sistema imperialista a escala mundial revela nuevas fuer-zas histricas, y hace que estallen, desbloquendolas, lasenergas del movimiento de liberacin nacional de los pue-

    blos sin historia o de los continentes extraeuropeos. Sinduda, la ambigedad de los objetivos y de las alianzas delos movimientos nacionales en Europa oriental y las muta-ciones contradictorias que sufren en su composicin y ensu ideologa contribuyen a oscurecer el anlisis y los crite-rios de enjuiciamiento. Las relaciones entre movimientos na-

    cionales y movimiento obrero, que se confrontan en el vastoespacio de Europa central y oriental, se manifiestan de unacomplejidad tanto mayor cuanto que la expansin del ca

    (43) Vase V. Tapi, Monarchie et peuples du Danube, Fayard, Paris, 1969, y Fran Zwitter, Les problmes nationaux dans la Monarchiedes Habsbourg, Belgrado, 1960.

    (44) Vase la obra fundamental de Hans Mommsen,Die Sozialdemokratie und die Nationalittenfrage im Habsburgischen Vielvlkerstaat Europa Verlag, Viena, 1963.

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    pitalismo en esas regiones atrasadas comporta grandes trastocamientos. A menudo, la emergencia de la conciencia na-cional y de la conciencia social es concomitante, pero ese

    fenmeno desemboca en las ms diversas situaciones. Losvnculos entre el movimiento nacional y le movimiento so-cialista pueden parecer indisolubles. El socialismo es el me-dio de defensa contra la opresin nacional y social de queson vctimas los trabajadores de las naciones oprimidas por

    parte de las naciones dominantes. A menudo, sin embargo,la relacin entre movimiento nacional y movimiento obrero,que, implantados en las nacionalidades, beben ambos de lasmismas fuentes sociales, desemboca en un antagonismo co-

    riceo, en una accin paralela y rival.Las relaciones entre esos dos principales agentes de las

    mutaciones, condicionadas tanto por el desfase en el desa-rrollo como por la diversidad de las situaciones histricas,sociales y tnicas, van desde la complementariedad, la com-

    petencia, las rivalidades, la hostilidad declarada, hasta lasustitucin de los objetivos socialistas por objetivos nacio-nales o el disfraz de los movimientos nacionales bajo ropa-jes socialistas. v

    Estos datos sitan el campo de reflexin, los imperati-vos y los lmites histricos del pensamiento marxista en elcambio de siglo. Los intentos puntuales de comprender ladinmica de las fuerzas nacionales en Europa del este severn durante largo tiempo hipotecados por el espectro delnacionalismo tal como se desarrolla en Europa occidental,hasta el punto de perpetuar la equivocacin sobre las aspi-raciones de las naciones oprimidas. Al terminarse la forma-

    cin de los grandes Estados nacionales y quedar realizadasu unidad, el nacionalismo se ha convertido en la ideologamilitante de la derecha; se lo ve com el principal peligropara el socialismo, que busca, con la ayuda de la Inte rna-cional, unos antdotos en el internacionalismo. Los trastocamientos sufridos por el mapa de Europa son consideradospor los socialistas como definitivos, o todo lo ms como su-je tos a reaju stes menores. El embrollo de los Estados na-cionales en los que las tensiones nacionales alimentan mo-

    vimientos nacionales no se percibe en trminos nacionales,sino sociales, y no se describe en trminos de estallido,sino de transformaciones democrticas a realizar. Sus posl

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    ciones y su aproximacin se basan en las modificacionesfundamentales del contexto histrico desde los comienzosdel movimiento obrero en Europa central, cuando las aspi-

    raciones socialistas y nacionales no eran antinmicas, sinocomplementarias, cuando la idea nacional serva de ideo-loga movilizadora contra la resistencia feudal y las fuerzasconservadoras.

    La importancia de las tensiones nacionales, y, en primerlugar, el desencadenamiento de la desdichada y estpidadiscordia nacional en AustriaHungra a finales del si-glo xix (45), condicionan ampliamente las actitudes defen-sivas de los socialistas, alimentan las resistencias, la des-

    confianza ante los movimientos nacionales, y el temor decualquier desnaturalizacin de las reivindicaciones de clase

    por parte de las reivindicaciones nacionales. Las exigenciasintrnsecas del movimiento obrero impondrn las opcionesy justificarn el proceder. Hay que dotar al movimientoobrero de una forma de organizacin que trascienda la di-visin nacional, o, por el contrario, hay que darle una es-tructura elstica que permita allanarla y, por ello mismo,

    prefigure la solucin enfocada? Este es el dilema que po-lariza le debates e introduce las divisiones fundamentales.Si los polacos de las tres partes de Polonia se organi-

    zan segn el principio de las nacionalidades para la libera-cin estatal de Polonia, por qu las distintas nacionalida-des de Austria no habran de actuar del mismo modo, porqu los alsacianos no habran de organizarse en comn conlos franceses, etc? En una palabra, quedara abierta de paren par la puerta para las luchas nacionales y las organiza-

    ciones nacionales. En lugar de la organizacin de los trabajadores en funcin de los supuestos polticos y estatales,se rendira homenaje al principio de la organizacin segnla nacionalidad, procedimiento que a menudo toma mal ca-riz desde el comienzo. En lugar de programas polticos con-formes a los intereses de clase, se elaboraran programas na-cionales. El sabotaje del combate poltico unitario llevado a

    (45) La expresin es de Vctor Adler. Para el contexto poltico ehistrico de los movimientos nacionales centrfugos, es aconsejable remitirse a la importante obra de Leo Valiani, La Dissoluzione dellAustria Ungheria, II Saggiatore, Miln, 1966, pp. 9-98.

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    cabo por el proletariado en cada Estado se vera consagradoya en su inicio por una cadena de estriles luchas naciona-les (46). Este argumento, invocado por Rosa Luxemburg

    con ocasin del debate sobre la cuestin polaca en 1896,nos sita en el corazn del problema; en tomo a l estallanlas disensiones, se crea la problemtica, comn a los marxistas de todos los pases en que se ven confrontados conla cuestin de las nacionalidades. Cul podr ser el im-

    pacto del hecho nacional en la estructura organizativa y enla tctica de los partidos concernidos? La juncin de esasdos exigencias, solidarias en la perspectiva de las tareasinmediatas por cumplir, convertir en ineluctable la elabo-

    racin de un programa poltico y presidir su orientacin.

    5. Los debates recurrentes en torno a las formas de or-ganizacin relegan a la penumbra las mltiples y complejasdimensiones sociales, en especial las mutaciones que hantenido lugar en la estructura de la clase obrera de los Es-tados multinacionales, y, en primer lugar, en las relacionesentre los obreros de las naciones oprimidas y los de lasnaciones dominantes. Ahora bien, esta dimensin social es

    capital para que se cumpla la distincin esencial entre ob-jetivo nacional y proceso nacionalista que se producir enel interior mismo del movimiento obrero.

    Esas mutaciones nacionales en el interior de la claseobrera, sin duda, no se plantean en idnticos trminos enlos distintos Estados multinacionales, aun cuando se obser-ven tendencias similares. Limitmonos a citar el ejemplode AustriaHungra. El proceso de industrializacin y 'deurbanizacin comporta la implantacin de la industria en

    regiones hasta entonces esencialmente agrarias, y provocala migracin de mano de obra de las regiones agrarias ha-cia los centros industriales. Este doble proceso genera pro-fundos trastocamientos demogrficos y sociales que afectanla estructura econmica y social de todas las nacionalidadesdel Imperio, convertidas en una inmensa reserva de fuerzade trabajo (47). La poblacin de la capital, Viena, en plena

    (46) Rosa Luxemburg, Gesammelte Werke, Dietz, Berln, 1970,t. 1/1, p. 41.(47) Para una visin de conjunto tanto de las causas econmicas

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    expansin, cuenta, desde finales del siglo xxi, con una cuar-ta parte de checos, en su gran mayora obreros proceden-tes de Bohemia y de Moravia. Praga, que antes era, por

    su cultura, una ciudad alemana, ve convertirse en predomi-nante el elemento checo. En cuanto a Trieste, una ciudadmultitnica que conoce un notable crecimiento, recibe unaafluencia masiva de mano de obra eslovena. El trastocamiento ms notable se produce en BohemiaMoravia, dondeestn situados los grandes centros industriales del Imperio,y donde la poblacin urbana es predominantemente alemana,mientras que en el campo es mayoritaria la nacionalidadcheca (48). Ahora bien, el censo de 1910 traduce ya unos

    cambios estructurales en marchaEl desarrollo industrial no comporta una nivelacin. Acen-

    ta, por el contrario , el desfase en tre las regiones industria-les del oeste y las regiones agrarias del sur y el sudeste. Laforma principal de opresin nacional sigue siendo la explo-tacin social (49), que encuentra su expresin en la desi-gualdad regional de los salarios y del nivel de vida. El obre-ro alemn de Austria, maypritario en el movimiento orga-

    nizado, mejor remunerado, ms altamente cualificado, gozade una situacin privilegiada, especialmente en los planoseconmico, social y cultural. La doble condicin de oprimi-dos que viven los obreros procedentes de las nacionalidadesexplica su alto grado de politizacin, de conciencia polticay social. En las regiones que los reciben siguen siendo (o sehacen) muy a menudo conscientes de su lengua, de su iden

    de la lucha de las nacionalidades como de la posicin del partido so- cialdemcrata austraco, vase el estudio de Jacques Droz, Cislethanie :les masses laborieuses et le problme national, in Mouvements natio

    naux dindpendance et classes populaires aux XIXa et XXe sicles enOccident et en Orient, Colin, Paris, 1971,1.1, pp. 74-92.

    (48) Sobre la situacin en Bohemia-Moravia, vase Elizabeth Wis-keman, Czechs and Germans. A Study of the Struggle in the Historic

    Provinces of Bohemia and Moravia, Oxford University Press, 1938, pp.51-70.

    (49) La obra de referenda sigue siendo el estudio clsico de Oskar

    laszi, The Dissolution of the Hasburg Monarchy, Chicago, 1929. Sepuede consultar tambin el volumen colectivo, La dsintgration de lamonarchie austro-hongroise, 1900-1918, Ediciones de la Academia dela R.S.R., Bucarest, 1965.

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    tidad nacional, que coincide con su condicin de proletarios.El alemn sigue siendo la lengua de la burguesa, y el buenhablar es la condicin del ascenso social. Ser checo, en

    Viena, significa ser proletario. En esta sociedad comparti-mentada, la identidad nacional se confunde con la identidadsocial; tanto ms cuanto que, gracias a una mayor extensin de la instruccin, este fenmeno elitstico empieza aconvertirse, desde comienzos del siglo xix, en un fenmenode masas. El problema de la igualdad lingstica y de la enseanza, es decir, de la resistencia a los esfuerzos de acul-turalizacin y de desintegracin, es, por lo dems, una de las

    grandes reivindicaciones del movimiento obrero.Los cambios en el ritmo del desarrollo industrial y losque comporta en la estructura de la clase obrera tendrnprofundas consecuencias. Vctor Adler, en una carta a Bebelde enero de 1911, constata: El desarrollo industrial estcon los eslavos... desde hace una decena de aos, la industria se ha extendido a los territorios checos, antes exclusivamente agrarios, y la evolucin es rpida. Este proceso

    comporta la disminucin de la afluencia de elementos checosen territorio alemn, pero tambin el fin de la asimilacinde los eslavos y su creciente peso entre los obreros organizados... [Si bien por el momento no se cuenta ms que conel] 30 a 35 %, dentro de diez aos sern el 60 %. Por aadidura, incluso los cientos de miles de asimilados en Vienase acuerdan de que son checos... En una palabra, nosotros,los alemanes, no debemos nuestra posicin dirigente [en el

    movimiento obrero organizado] ms que a la cualidad. Lacantidad nos desfavorece de ao en ao (50). Adler constata una inversin de las tendencias, con mltiples consecuencias. Las mutaciones que se han producido en la composicin social y nacional de la clase obrera, en su estructura ysu naturaleza, harn estallar los conflictos latentes entre loscomponentes nacionales de la socialdemocracia austraca,inicialmente neutralizados en el plano organizativo o con

    trapesados por las tendencias intemacionalistas del movimiento. En los aos 1870-1880, cuando se inicia la emergencia poltica de la socialdemocracia, la figura central del mo-

    (50) Vctor Adler, Briefwechsel..., p. 557, carta a Bebel del 2 deenero de 1911, p. 518.

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    vimiento es el artesano, el cual, por su formacin y su experiencia profesional, por su puesto en la produccin y sugran movilidad, es indiferente, o incluso insensible, antelas seducciones nacionalistas. El nacimiento de una concien

    cia de clase se traduce en primer lugar por la emancipacindel movimiento obrero de las nacionalidades en relacin almovimiento nacional de la burguesa.

    El crecimiento extremadamente rpido del movimientoobrero de Cisletania a finales del siglo xix se ve acompaado por el crecimiento de las tensiones nacionales en sus filas. No es sino al precio de grandes dificultades que elpartido socialdemcrata logra superar las divergencias nacionales en su seno (51). Los nuevos reclutas los obreros

    de la industria sufren la fuerza de atraccin que ejerce ladinmica nacional ms acentuadamente que no son sensiblesa los objetivos unitarios de la socialdemocracia. Y ello tantoms cuanto que esta ltima se revela incapaz de seguir llevando a la vez la lucha por la realizacin de sus aspiraciones sociales y sus aspiraciones nacionales. As, por ejemplo,en Bohemia, a mediados de los aos 1890, las fracciones conquistadas por el nacionalismo aumentan considerablemente,y el 30 % de los obreros organizados caen bajo la influenciade las organizaciones nacionalistas alemanas y checas. Lasrivalidades sociales en el seno de la clase obrera, entreobreros cualificados alemanes y peones procedentes de lasnacionalidades, por ejemplo la competencia provocada porla aparicin de una mano de obra inmigrada barata, revisten una forma nacional y exacerban la hostilidad. Esas rivalidades se prolongan en las relaciones entre las organizaciones socialistas de las distintas nacionalidades. La domina

    cin de la nacin alemana en relacin a todas las demsnacionalidades de Cisletania en los planos econmico y cultural, los desiguales grados de desarrollo de las diferentes etnias, repercuten tambin en las relaciones entre losmovimientos obreros de las distintas regiones y suscitantpicas actitudes de superioridad: de los alemanes en re-

    (51) Segn la constatacin del informe anual de la polica sobre el

    desarrollo del movimiento obrero en Austria; cf. Zdenek Solle, Delnicke

    Hnuti v Ceskych Zemich koncem minuleho stoleti (1887-1897), Praga,1951.

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    lacin a los checos, de los polacos en relacin a los rutenos,de los italianos en relacin a los eslovenos.

    A partir de ah, las relaciones entre las organizacionessocialistas de las naciones opresoras hegemnicas y de las

    naciones oprimidas minoritarias en el movimiento organizado no tienen como regulador la ideologa comn que la