Geopolitica y Guerra Global

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GEOPOLITICA Y GUERRA GLOBAL

GEOPOLITICA, GUERRAS Y BALCANES GLOBALESJaime Pastor

El perodo abierto tras el 11-S de 2001 y el paso a primer plano de la lucha por el control de zonas clave como Oriente Medio y de la dimensin armada de la globalizacin neoliberal han conducido a un nuevo inters por la geopoltica en muy distintos mbitos, tanto polticos como acadmicos. Conviene, por tanto, comenzar con un recordatorio de sus orgenes histricos para entender los elementos de continuidad y discontinuidad respecto al panorama actual.

ORIGENES DE LA GEOPOLITICASi bien podramos remontarnos a 1492 como fecha emblemtica a partir de la cual se va formando el imaginario geopoltico moderno y, con l, la tendencia a oponer Occidente frente a Oriente mediante una representacin espacial jerrquica y eurocntrica (Agnew, 2005) y, con ella, a la conquista violenta y comercial por el primero de zonas cada vez ms extensas del planeta, es slo a finales del siglo XIX, con la acentuacin de las rivalidades interimperialistas, cuando la geopoltica irrumpe como estudio del espacio planetario desde la ptica de las grandes potencias. Si el politlogo sueco Rudolf Kjellen es quien introduce el trmino en 1899, son Friedrich Ratzel (con su concepcin biogrfica del Estado y su teora del lebensraum o espacio vital) y Halford J. Mackinder los que ofrecen una visin ms desarrollada de la geopoltica. Este ltimo, identificado abiertamente con los intereses de Gran Bretaa, ofrece una explicacin de la historia mundial basada en la confrontacin entre el poder territorial y el poder martimo a escala mundial a medida que se acaba la poca llamada colombina de configuracin del mundo y descubre la relevancia creciente que tiene el pivote geogrfico de la historia y, en particular, el corazn continental de Eurasia (que l sita en Rusia y su parte sur) como centro clave de inters estratgico dentro de la Isla Mundial que abarcara Africa, Europa y Asia.

Es precisamente al final de la Primera Guerra Mundial cuando Mackinder publica una obra titulada Ideales democrticos y realidad en la que escribe una famosa sentencia que ms tarde ser mencionada en repetidas ocasiones por muchos geoestrategas: Quien gobierne Europa Oriental domina el Corazn Continental; quien gobierne el Corazn Continental domina la Isla Mundo; quien gobierne la Isla Mundo domina el Mundo (Raffestin, 1995). Es a partir de ese anlisis del mapa espacial planetario como Mackinder apunta hacia la necesidad de que la potencia imperial britnica impida que cualquier otra potencia se haga con el control de esa zona del mundo y, ms concretamente, que Alemania se ale con Rusia; resultado de esa estrategia ser la prctica de lo que se conoce como el Gran Juego y, con ella, el esfuerzo britnico por crear Estados-tapn en ese rea, como es el caso de Afganistn.

Alfred Mahan ofrece en ese trnsito del siglo XIX al XX una visin ligada a las ambiciones de la potencia ascendente estadounidense y a una asuncin de las tesis basadas en la superioridad de Occidente frente al resto. En su caso el acento es puesto tambin en la importancia de construir un gran poder martimo capaz de competir no slo con las grandes potencias moribundas (como la espaola, derrotada en 1898 en Cuba y Filipinas) sino tambin con la britnica y alemana, dando as un salto adelante respecto a lo que haba sido la doctrina Monroe respecto a las Amricas.

Pero es sin duda en Alemania donde nos encontramos con un desarrollo mayor de la geopoltica mediante las aportaciones de Karl Haushofer y su fundamentacin ms acabada del concepto de lebensraum o espacio vital, prolongacin de la que anteriormente haba elaborado Ratzel. La aplicacin de esa idea a la situacin de Alemania tras el fin de la Primera Guerra Mundial y la humillacin sufrida por su pas mediante el Tratado de Versalles le conducen al diseo de toda una estrategia dirigida a reconstruir Alemania como gran potencia imperial y a crear las panregiones que deberan estar bajo su dominio. Como resume Raffestin, Haushofer establece una relacin entre, por un lado, la idea ratzeliana biogeogrfica de Lebensraum y, por otro, el concepto nietzscheano de voluntad de potencia, llegando as a establecer la receta que encontrar su aplicacin prctica con la llegada de Hitler al poder. A esto habra que sumar la tesis de los Grossrume o espacios geopolticos de Carl Schmitt, ampliamente desarrollada por este pensador clave de la poltica en trminos de amigo-enemigo, as como de la idea de soberana como aqulla que se manifiesta mediante la capacidad de un Estado para declarar el estado de excepcin en un territorio y sobre una poblacin determinados.

Durante y despus de la Segunda Guerra Mundial encontramos tambin nuevas teoras geopolticas procedentes de estrategas estadounidenses, destacando entre ellos Nicolas Spykman y Robert Strausz-Hup. Ambos introducen el concepto de equilibrio de poder, el cual va a tener relevancia en la poltica exterior estadounidense y, sobre todo, en la visin de la guerra fra. Spykman reivindica adems la importancia que tiene para una potencia martima como la estadounidense el control del rimland o margen continental que se encuentra cerca del corazn continental del que hablaba Mackinder y por ello insiste y ser escuchado- en la importancia de controlar Europa Occidental y Japn en la dcada de los 40, con el fin de ir cercando esa zona.

Antes de ambos geoestrategas haba destacado ya Isaiah Bowman, cuya obra New World, publicada en 1921, reflejaba tambin la influencia de Ratzel dndole a la lucha por el lebensraum una dimensin esencialmente econmica: el crecimiento econmico demandaba una expansin a escala global (Gowan, 2005) y sa deba ser la base, segn el que fue asesor de Wilson y de Roosevelt, para ir tomando el relevo de los imperios europeos.

Durante la larga guerra fra la relativa continuidad del equilibrio de poder (en realidad, un equilibrio de amenazas, como lo defini Walt) entre las dos principales grandes potencias, unida al desprestigio sufrido por el trmino geopoltica a causa de su asociacin con el nazismo, no condujeron a grandes avances en este rea. No obstante, es evidente que en la prctica sigui funcionando en las estrategias que los principales actores de ese perodo disearon y en sus formas de intervencin dentro y fuera de sus zonas de influencia. En cierto modo, tanto la doctrina de la soberana limitada brejneviana como la de seguridad nacional y el concepto de linkage (dirigido a evitar la emergencia de potencias revolucionarias) que introduce Henry Kissinger en sus relaciones con la URSS tienen que ver con esa competencia geopoltica por el control de las distintas partes del planeta. Pero es sin duda con el hundimiento del bloque sovitico y la creciente inestabilidad de la zona del Golfo Prsico y Asia Central cuando se comprueba el retorno de la geopoltica al primer plano: trabajos como los de Zbigniew Brzezinski, elaborados con el fin de que EEUU no desaproveche la ventana de oportunidad que se le abre en este nuevo perodo histrico, son buena prueba de ello.

La Geopoltica se ha ido desarrollando, por tanto, como una expresin de las relaciones conflictivas entre grandes potencias y las que aspiran a serlo por el control del territorio, los recursos y posiciones geogrficas importantes, como puertos, canales, sistemas fluviales, oasis y otras fuentes de riqueza e influencia (Klare, 2004). Su asociacin con los conflictos, la violencia y las guerras inter e intraestatales ha sido, por consiguiente, constante, ya que a travs de ellas se han ido definiendo las fronteras territoriales, las soberanas estatales y/o nacionales y, ms en general, la lucha por la hegemona en la economa-mundo y en un sistema de Estados en expansin global.

Por eso tambin ha sido objeto de la geopoltica el estudio de las guerras y de las estrategias desarrolladas en ellas. Su propia definicin ha sido tambin objeto de constantes precisiones, con el fin, entre otras cosas, de distinguirlas de otras formas de violencia poltica. As, coincidiendo con Heriberto Cairo, podramos definir la guerra como una conducta grupal violenta que se organiza a gran escala y es, por supuesto, un conflicto en sentido estricto, pero es, sobre todo,: 1) un conflicto que se desarrolla mediante el uso de armas y que sobrepasa un determinado umbral de violencia, que lo diferencia cuantitativamente de otros tipos de violencia personal; 2) una violencia de tipo poltico, ya que las relaciones de poder y los campos que stas establecen son un componente fundamental de la accin blica; adems, al menos en su expresin moderna, se ejecuta por parte de los Estados o en referencia a los mismos, y3) una conducta territorial, puesto que no slo se desarrolla en un conjunto espacial determinado sino que tambin est presente en el nimo de los contendientes el objetivo de controlar la totalidad o una parte del territorio del adversario (Cairo, 2002). Esta definicin, hecha desde la perspectiva de la geopoltica crtica, tiene su utilidad con el fin de contrastarla con otros fenmenos de violencia y, particularmente, con lo que contemporneamente se ha venido a incluir en la categora de terrorismo. Ha sido y es la tendencia a concebir la lucha contra actores no estatales que recurren a ese mtodo de accin como una guerra cuyo carcter asimtrico y a la vez revelador de la vulnerabilidad del fuerte es una de sus contradicciones ms visibles- la que est transformando la naturaleza de la misma, cuestionando as la ya muy relativa separacin que entre poltica interna y poltica externa ha sido mantenida por parte de los Estados, sobre todo si nos referimos a las grandes potencias y a su esfuerzo constante por mantener su prctica militarista al margen del control ciudadano.

Ha sido precisamente en el marco de las geoestrategias poltico-militares y su evolucin, estrechamente relacionada con los avances tecnolgicos y con la aparicin de las armas nucleares, como han ido apareciendo desde 1945 otros conceptos clave como la doctrina de la contencin de George Kennan (y la necesidad de dotarse de un anillo de alianzas militares contra la fortaleza sovitica y a favor del transnacionalismo de los negocios), la famosa teora del domin (coartada geopoltica de la implicacin estadounidense en la guerra de Vietnam pero tambin de la ocupacin sovitica de Checoslovaquia) o, en fin, la necesidad de estar preparados no slo a ataques preventivos sino tambin preemptivos, tal como se pudo comprobar en la segunda guerra fra del decenio de los 80 del ya pasado siglo.

Pero afortunadamente, de forma paralela a la resurreccin de una geopoltica ligada a las grandes potencias, se ha ido manifestando tambin una Geopoltica crtica que tiene sus antecedentes en pensadores anarquistas como Elise Reclus y, ms tarde, ya en los aos 60, en la escuela de la revista Herodote, bajo la direccin de Yves Lacoste, dirigida a cuestionar la visin que desde el Norte se ofreca de las guerras en el Sur.. Ms recientemente, es en el mundo acadmico anglosajn donde se ha ido extendiendo esta corriente de investigacin teniendo en la actualidad uno de sus medios de expresin en la revista Antipode. Esa geopoltica crtica tiende a definirse como el anlisis de los modos cambiantes de produccin y reproduccin del espacio planetario (en el marco de la economa-mundo, de la configuracin del sistema de Estados y de estructuras sociales clasistas y desiguales), con el fin de convertir la geopoltica, en lugar de un instrumento para la guerra, en una disciplina para alcanzar la paz.

Es esta lnea de investigacin la que ha tratado de insertar el estudio de la poltica de poder en el espacio tanto en una perspectiva ligada a la historia del capitalismo (asociada a la sucesin de las ondas largas de Kondratieff) como a la conformacin de un centro, una periferia y una semiperiferia as como a la importancia creciente de las naciones, regiones, ciudades y clases sociales. Es desde ese enfoque como, por ejemplo, Peter J. Taylor distingue diferentes ciclos de hegemona y rdenes geopolticos mundiales desde finales del siglo XIX o como John Agnew propone tres eras geopolticas: la civilizatoria, de 1815 a 1875; la naturalizada, de 1875 a 1945, y la ideolgica, de 1945 a 1989. No parece necesario dedicarse en este trabajo a explicar estas propuestas, ya que no es el objeto central del mismo, aunque sin duda su mero recordatorio debera ser tenido en cuenta a la hora de analizar la nueva era en la que nos encontramos.

Una perspectiva relativamente distinta es la que nos ofrece David Harvey a partir de un materialismo histrico-geogrfico que aspira a analizar cmo han actuado la lgica de poder poltico-territorial y la lgica de poder capitalista en la conformacin de los espacios geopolticos contemporneos. Desde ese enfoque el imperialismo habra surgido como fusin, no exenta de contradicciones, de ambas lgicas, respondiendo a las peridicas crisis de sobreacumulacin mediante la bsqueda por los grandes Estados de nuevas ventajas competitivas para los capitales excedentes en otros espacios o, cuando stos ya son limitados, a travs de la desposesin o despojo de bienes comunes, como se define desde Latinoamrica (Gilly, 2002). Como veremos ms adelante, esta interpretacin no slo sirve para entender la funcin de la acumulacin primitiva de la que hablaba Marx sino que parece especialmente til tambin para comprender la fase actual en que nos encontramos.

1989-2000: HACIA UNA NUEVA CARTOGRAFIA DE LA POSTGUERRA FRALos aos que transcurrieron de 1989 a 1991 fueron testigos de la cada de la URSS y, con ella, de la amenaza principal que mantena cohesionado al bloque occidental bajo la hegemona estadounidense. Comenzaba as esa dcada con la creacin de un nuevo escenario global cuyos rasgos eran todava difciles de precisar pero que en cualquier caso podan ser definidos en el plano econmico y financiero por el salto hacia una expansin del neoliberalismo en nuevas zonas del planeta, mientras que en el geopoltico y militar se anunciaban modificaciones espaciales sustanciales en una parte significativa de Eurasia bajo la mirada expectante y ambiciosa de Occidente y, sobre todo, de EEUU, cuya superioridad militar frente a sus aliados y otras posibles potencias rivales de mbito regional era innegable.

Sin embargo, ese nuevo contexto tambin empez a poner de relieve tres datos que podan debilitar ese desequilibrio entre la superpotencia solitaria y el resto:-la dificultad con que se encontrara EEUU de disciplinar a sus aliados, una vez desaparecida la URSS-el alto nivel de dependencia de EEUU de determinados recursos y, en particular, del petrleo-la necesidad por parte de EEUU de capital extranjero para financiar sus gastos militares y su elevado consumo de masas (Agnew, 2005)

En ese marco general la justificacin de la funcin de gendarme global obliga a la bsqueda de nuevos enemigos por parte del Pentgono y los estrategas de la Casa Blanca empezando por ubicarlos en los rogue States o Estados canallas (principalmente, aqullos que no se plieguen ante EEUU y fabriquen o posean armas de destruccin masiva), el narcotrfico y el terrorismo. Justamente en esa coyuntura se produce la ocupacin de Kuwait por parte de Iraq, presentndose sta como la ocasin perfecta para penetrar definitivamente en la parte continental de una zona clave desde el punto de vista geopoltico global pero, sobre todo, estadounidense. Aunque la importancia que esa regin tena para EEUU viene de lejos (al menos, desde finales de la Segunda Guerra Mundial), baste citar como ejemplo de su revalorizacin en esta nueva etapa la declaracin que tras ese incidente hace el Presidente de EEUU George Bush senior: Nuestro inters, nuestro compromiso en el Golfo no es transitorio. Es anterior a la agresin de Sadam Hussein y le sobrevivir. Mucho tiempo despus de que nuestras tropas vuelvan a casa y esperamos que sea pronto, muy pronto- EEUU seguir teniendo un papel duradero en asistir a las naciones del Golfo Prsico. Nuestro papel ser entonces disuadir de cualquier futura agresin. Nuestro papel es ayudar a nuestros amigos a su propia autodefensa y, algo ms, frenar la proliferacin de armas qumicas, biolgicas y balsticas y, sobre todo, de tecnologas nucleares; pero la importancia geoestratgica de la zona no es negada tampoco dada su dimensin energtica: La situacin en el Golfo nos ayuda a comprender que somos ms vulnerables econmicamente de lo que nunca antes hemos sido. Los Americanos no deben entrar nunca en una crisis econmica o militar con una dependencia excesiva de petrleo extranjero y una carga excesiva de la deuda federal (el subrayado es mo). Es precisamente en 1992 cuando el Proyecto Gua para la Planificacin de la Defensa, elaborado por el Departamento de Estado y el Pentgono, ya bajo el control del sector neoconservador vinculado a Dick Cheney y a Paul Wolfowitz, apuesta por la bsqueda de una Primaca Imperial, basada en la necesidad de prevenir la emergencia de cualquier potencial futuro competidor global y de controlar para ello esa regin; esto ltimo queda suficientemente explicitado en ese Informe cuando se afirma que se trata de asegurar que en Oriente Medio y el sudeste asitico nuestro objetivo global es conservar al extremo el poder dominante en la regin y reservar el acceso al petrleo existente en ella a EEUU y al mundo occidental.

La ocupacin iraqu de Kuwait tuvo una significacin especial precisamente porque revelaba el potencial y los lmites de la nueva era geopoltica que se iba a configurar en el futuro: por un lado, mostraba el intento de Sadam Hussein por aprovechar que se haba descongelado el mapa de la guerra fra y que se estaban desmoronando imperios como el sovitico para intentar remover unas fronteras impuestas desde fuera tras la Primera Guerra Mundial, cuestionando as el principio sagrado de la soberana territorial exclusiva de determinados Estados; pero, por otro, se produca ese ensayo en la regin del mundo potencialmente ms explosiva dentro del panorama que se abra (Peas, 1991). Era esto ltimo lo que EEUU no poda consentir pese a que la iniciativa procediera de su reciente aliado en la guerra entablada con el rgimen revolucionario iran (la verdadera pesadilla de Occidente en esa zona) desde 1981.

En el nuevo diseo geopoltico que se prepara tienen inters dos discursos que continan manteniendo vigencia en la actualidad. Uno es el del choque de civilizaciones, elaborado por Samuel Huntington, y otro, el de Zbigniew Brzezinski, basado en la centralidad de los Balcanes euroasiticos dentro del Gran Tablero Mundial.

El primero ya es ampliamente conocido y se apoya en un intento de encontrar un encaje entre la clasificacin de distintas civilizaciones, por un lado, y los mapas geogrficos de las diferentes regiones del planeta, por otro, resucitando as, como observa Balibar, el concepto de espacios geopolticos desarrollado por Carl Schmitt. Segn Huntington (conocido no slo como politlogo sino tambin por su coautora del famoso Informe de la Trilateral de 1975 sobre la crisis de gobernabilidad de las democracias), habramos entrado en una nueva poca en la que la Cortina de Terciopelo de la Cultura ha sustituido a la Cortina de Acero de la Ideologa. La clasificacin que establece pretende basarse en las diferencias religiosas, si bien termina distinguiendo ocho grupos principales: el occidental (catlicos y protestantes), el musulmn, el chino, el japons, el hind, el cristiano ortodoxo, el latinoamericano y el africano. Seis de esos ocho grupos seran reticentes a los valores occidentales, pero sera la civilizacin de religin cristiana el principal peligro. No hace falta ser especialmente inteligente para intuir que detrs de esa taxonoma se encuentran tambin una valoracin geoestratgica y una consideracin implcita de las diferencias econmicas que existen entre unas zonas y otras.

Nos encontramos as con una interesada deformacin de la realidad puesto que, aun reconociendo la importancia de la dimensin cultural en muchos de los conflictos actuales, stos no se dan slo entre cristianos y musulmanes ni, desde luego, por motivos estrictamente religiosos. Porque tambin dentro de cada una de las religiones dominantes encontramos conflictos internos: as, podramos hablar de las fronteras sangrientas de la cristiandad en los Balcanes o el Cucaso, de las fronteras sangrientas del hindusmo en Cahcemira y Sri-Lanka o, en fin, de las de los grandes Estados europeos o americanos en sus guerras en la periferia o en los fenmenos de violencia poltica que se dan en el seno de sus territorios. En resumen, como muy bien crittic hace tiempo Fred Halliday, existe una diferencia fundamental, no reconocida por Huntington, entre mostrar que los movimientos polticos y sociales apelan a la cultura como justificacin de sus acciones, y sealar que es de veras la cultura, o en un sentido ms amplio la civilizacin, lo que determina la poltica internacional.

En cualquier caso, lo que interesa resaltar aqu es la funcionalidad de este marco interpretativo para sostener que en el mundo de la postguerra fra la supervivencia de Occidente depende de que los estadounidenses reafirmen su identidad occidental y los occidentales acepten su civilizacin como nica y no universal, as como de que se unan para renovarla y preservarla frente a los ataques procedentes de sociedades no occidentales.

El punto en el que muy pronto se observ la dificultad de encajar las diferencias civilizatorias con los mapas espaciales fue el relacionado con el fenmeno de las migraciones a los pases del Centro y, en particular, a EEUU. De ah que en sus trabajos recientes (sobre todo, en Quines somos? Los desafos a la identidad nacional estadounidense) Huntigton haya lanzado el grito de alarma ante la invasin hispana de su pas debido a la crisis de identidad que genera en una sociedad necesariamente asociada, segn l, a la visin wasp.

Pese a los excesos retricos y al carcter provocador de muchas de las referencias con que adorna este autor su argumentacin, su audiencia en amplios estratos de la sociedad estadounidense no debe ser subestimada, ya que escribe y dice en voz alta el temor que se expresa en la sociedad estadounidense a una crisis de identidad nacional que fuera restando legitimidad al proyecto imperial y a su destino manifiesto de salvar al mundo de los nuevos peligros. Pero, adems, el hecho de que ya no haya fronteras territoriales delimitadas y de que el enemigo o el sospechoso potencial- se encuentre dentro del propio pas da mayor fuerza persuasiva al discurso que ha ido abrindose paso despus del 11-S de 2001 a favor de una guerra global contra el terrorismo, entendido precisamente como un actor desterritorializado pero que a su vez puede atacar en cualquier lugar del planeta.

La asociacin entre ambos discursos el del choque de civilizaciones y el del terrorismo-, pese a los desmentidos constantes de los lderes polticos e incluso a las bonitas y confusas palabras a favor de una alianza de civilizaciones, parece bastante creble para determinados sectores de las sociedades del Norte. La primera contribuye a generar una conciencia de civilizacin amenazada en su cohesin interna por los otros, los extranjeros, siendo particularmente asumible esa tesis en una nacin joven como la estadounidense, modelada segn la referencia wasp dominante y bajo la influencia de unas tesis integristas que la consideran destinada por Dios a defender sus valores en todo el planeta. La segunda presenta a un enemigo capaz de atacar en cualquier lugar del mundo y, sobre todo, en el corazn del capitalismo. No hace falta recorrer mucho trecho para convencerse de que quienes tengan que ver con otras civilizaciones sean los primeros sospechosos de posible connivencia con los terroristas. El problema est en que, debido al fenmeno creciente de los flujos migratorios del Sur al Norte, la dificultad de delimitar los espacios entre los asimilables a la cultura occidental y los que deberan estar sometidos al Derecho Penal del enemigo es cada vez ms evidente: para superar esos problemas est, sin embargo, la prctica de la seleccin por pases, lenguas y religiones de esas migraciones, con los cupos consiguientes, cada vez ms en boga en EEUU y la UE, as como las limitaciones al derecho de asilo y al refugio poltico y la tendencia a crear centros de internamiento fuera incluso de las fronteras de esos Estados.

Pero, adems, extendiendo el concepto de guerra a esa lucha contra el terrorismo, se da un paso ms hacia una idea de guerra total en el espacio planetario, pese a su carcter extraordinariamente asimtrico, pero con la firme disposicin a sobrepasar un determinado umbral de violencia por parte de la gran potencia y sin considerar ningn territorio fuera de su alcance. No es casual que muchos hayan observado en este salto la generalizacin del concepto de espacio vital y la asuncin de la visin schmittiana de la guerra como estado, es decir, de aqulla basada en que el enemigo existe aunque hayan concluido las hostilidades y operaciones militares directas y agudas. En resumen, la guerra ha de ser permanente e indefinida porque el enemigo va a durar mucho tiempo, aunque la accin blica concreta finalice en un territorio determinado.

Una de las dificultades que ha tenido esta necesidad de justificar la amenaza del terrorismo ha sido la propia definicin de ste. El 15 de junio de 1994 el Departamento de Defensa estadounidense propona la siguiente frmula: terrorismo sera una utilizacin calculada de la violencia o de la amenaza de una accin violenta cuyo fin es coaccionar o intimidar a gobiernos o a sociedades en la consecucin de objetivos que son generalmente de naturaleza poltica, religiosa o ideolgica. Noam Chomsky nos ha recordado la controversia que suscit esta propuesta ya que se tema que fuera utilizada tambin contra determinadas acciones de las tropas estadounidenses o de la CIA fuera de su territorio. Por eso en diciembre de 2001 (despus del 11-S y de la invasin de Afganistn y siempre con la cautela de no verse conducidos ante el Tribunal Penal Internacional) se aadi el adjetivo ilegal a la utilizacin calculada de la violencia en esa definicin.

Pero la discusin ha proseguido en el marco de la ONU hasta el punto de que sigue sin haber consenso entre las grandes potencias sobre esta cuestin. Slo recientemente, en la Cumbre de Madrid de marzo de 2005, parece haberse avanzado en el acercamiento de posiciones en torno a la definicin del grupo de alto nivel de la ONU segn la cual terrorismo sera cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente cuando el propsito de dicho acto, por su naturaleza o su contexto, sea intimidar a una poblacin u obligar a un gobierno o a una organizacin internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo. Sin embargo, en esa misma reunin surgieron algunas voces crticas llamando la atencin sobre la necesidad de considerar que, puesto que el terrorismo es slo una forma de violencia poltica, haba que tener en cuenta que quienes lo ejercan en ms de una ocasin no slo eran determinados grupos armados sino tambin gobiernos y Estados y, en particular, el estadounidense, el israel o el ruso.

El doble rasero o la doble moral que hay detrs de la guerra global contra el terrorismo, as como su tendencia a basarse en la ideologa racista de la superioridad de Occidente y de la inclusin del resto dentro de la categora de sospechosos potenciales, tambin estn contribuyendo a deteriorar la credibilidad de esos valores universales de la libertad y la democracia que hasta ahora haban servido al imperialismo norteamericano para disfrazar, como concluye Harvey, su dominio como liderazgo.

Por eso vale la pena contrastar las tesis anteriores con otra visin, ms realista, como la que nos ofrece Brzezinski en una obra cuyo ttulo ya es suficientemente expresivo: El gran tablero mundial. La supremaca estadounidense y sus imperativos geoestratgicos. En ella reafirma la importancia de Eurasia como el tablero en el que la lucha por la primaca global sigue jugndose y esa lucha involucra la geoestrategia. Dentro de ese extenso continente destaca lo que define como los Balcanes euroasiticos: la zona de Europa Sudoriental, Asia Central y partes de Asia del Sur, el rea del Golfo Prsico y Oriente Prximo, debido a que en esa regin hay una enorme concentracin de reservas de gas y petrleo, adems de importantes minerales e incluso de oro. El objetivo de EEUU debera ser impedir a toda costa que en esa zona se formase una coalicin antihegemnica entre Rusia, China e Irn. En sus conclusiones este exasesor de Carter reafirma el papel de su pas como nacin indispensable en el mundo pero insiste en la necesidad de contar con aliados para asegurar esa funcin y, en particular, con Francia y Alemania.

Nos encontramos , por tanto, ante unas tesis que recuperan la vieja nocin del corazn continental de Mackinder, pero insertndolas ahora en un escenario geoestratgico ms complejo en donde se apuesta por combinar fuerza y consenso para asegurarse la supremaca estadounidense y dividir a los posibles competidores a medio plazo.

En medio de esa tensin entre las propuestas neoconservadoras y civilizatorias que apuestan por una Primaca Imperial, por un lado, y las realistas preocupadas por el riesgo de coaliciones antihegemnicas, por otro, se movi la administracin Clinton en el decenio de los 90. No obstante, el consenso bipartidista interno se mantuvo fuerte, como se reflej en la definicin de cules eran las amenazas a afrontar: los Estados gamberros que ignoran las reglas del Derecho Internacional, la extensin de las armas de destruccin masiva, el establecimiento de barreras comerciales artificiales y la interrupcin del aprovisionamiento en recursos crticos como el petrleo, tal como afirm un asesor de Clinton, John P. White,.

La tesis de que, como sostendra otro asesor de Clinton, Michael Kantor, nuestra seguridad militar y nuestra seguridad econmica no pueden ser separadas se vera corroborada por muy diversos think tanks como Thomas Friedman quien, en su A Manifesto For A Fast World, en marzo de 1999, sostendra sin ambigedades que la mano invisible del mercado no marchar nunca sin un puo oculto (...). El puo oculto que garantiza un mundo seguro para las tecnologas y Silicon Valley se llama el Ejrcito, las Fuerzas Areas, Navales y Marines de Estados Unidos; en el mismo documento aadira que la globalizacin no elimina la geopoltica. Por eso una globalizacin duradera requiere todava una estructura de poder geopoltica estable que no puede ser simplemente mantenida sin el compromiso activo de Estados Unidos (...). McDonalds no puede crecer sin McDonnell Douglas, el constructor del F-15.

Mientras tanto, las intervenciones militares falsamente humanitarias en la guerra de Bosnia (1992-1995) y en Kosovo (1999) proporcionaron las coartadas adecuadas para que, gracias a la introduccin del argumento jurdico del derecho de injerencia en la soberana de otros Estados en nombre de la defensa de los derechos humanos, EEUU afirmara su superioridad militar ante Europa y Rusia y, a su vez, pudiera dar la imagen de imperio benvolo, con el beneplcito final de la ONU. Ese proceso coincidira adems con un amplio consenso interimperialista sobre la definicin del nuevo concepto estratgico de la OTAN y su apertura a la opcin de la defensa adelantada fuera de zona, pensando as en su ampliacin y en la extensin de sus zonas de intervencin a otras regiones.

DESPUES DEL 11-S 2001: VULNERABILIDAD INTERNA Y GUERRA PERMANENTE GLOBALEn un contexto en el que la globalizacin made in USA va chocando tanto con sus primeras crisis financieras intrasistmicas y con un movimiento de protesta en el Norte a partir del xito alcanzado en el bloqueo a la cumbre de la OMC en Seattle a finales de 1999 como con el rechazo creciente de los pueblos rabes a la ocupacin israel de Palestina y a la amenaza permanente de una nueva agresin contra Iraq, se produce la matanza del 11-S en el corazn mismo del Imperio.

La naturaleza excepcional de ese atentado, as como la reivindicacin de su autora por Al Qaeda y Bin Laden definen simblicamente tanto la vulnerabilidad con la que tiene que convivir la gran potencia gendarme de la globalizacin como la dificultad de enfrentarse a un actor desterritorializado que se reclama de un discurso simtrico al de Huntington, basado en este caso en la superioridad de la civilizacin islmica frente al resto.

La simpata que encontr la matanza del 11-S en el mundo rabe y asitico, pero tambin en otras partes del Sur, reflejaba dramticamente el alcance del rencor global que se estaba extendiendo frente a la arrogancia global del Norte, tal como lo ha descrito Fred Halliday: Si hay un hecho que toda la opinin occidental informada debe tener en cuenta es lo que cabe denominar rencor global, la enorme brecha existente entre el mundo occidental desarrollado y las extensas zonas de crisis y rabia que nos rodean, no slo en Oriente Medio sino tambin en Amrica Latina, Africa y Asia.

La confirmacin de la capacidad destructiva de las redes transnacionales de grupos armados, identificados como terrorismo de alcance global permite no obstante a la nueva administracin estadoundiense de George W. Bush poner en pie la estrategia que ya desde al menos 1997, con el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, se haba estado propugnando: dar el paso hacia una Primaca Imperial aprovechndose de la solidaridad mostrada por sus aliados, aprovechando a fondo la Revolucin en los Asuntos Militares, aumentando el gasto en defensa (llegando a alcanzar el equivalente a los 25 pases que le siguen), su capacidad militar para emprender varias guerras simultneas y reforzando su presencia en el Golfo Prsico. La Resolucin 1.360 del Consejo de Seguridad de la ONU y la disposicin de los Estados europeos aliados a aplicar la clusula de solidaridad d el artculo 5 de la OTAN otorgan el respaldo jurdico a esa concepcin cada vez ms arbitraria del derecho a la legtima defensa de EEUU.

Se consagra as pblicamente la doctrina de la guerra preventiva e indefinida contra el terrorismo (cuya definicin es, como hemos visto antes, cada vez ms controvertida) y los Estados canallas del Eje del Mal (Iraq, Irn y Corea del Norte) que les apoyan o cuentan con armas de destruccin masiva.

Aunque ya Clinton haba bombardeado Sudn y Afganistn en 1998, la nueva agresin militar emprendida contra este ltimo pas a partir del 7 de octubre de 2001 ser el primer paso decisivo en ese camino, con la excusa de la existencia de una dictadura talibn que parece proteger a Bin Laden, logrando as asentarse en un pas ubicado dentro del viejo corazn continental y clave en la lucha por el control de los accesos a los recursos del Mar Caspio.

El relativo xito de esa operacin blica, legitimada por la ONU, se convierte en un estmulo para el ncleo dirigente de la Casa Blanca dentro de la orientacin marcada por el documento adoptado en 2002, titulado Estrategia de Seguridad Nacional. En el mismo se volva, junto con las ideas de ataque pre-emptivo o anticipatorio y de compulsin, a la de guerra total, principalmente centrada en el arco de inestabilidad que se extendera, segn reconocera Paul Wolfowitz, desde el hemisferio occidental hacia Africa del Norte y el litoral de Asia oriental y que incluye reas con Estados fallidos que son caldo de cultivo del terrorismo. De esta forma veramos una fusin de los conceptos del margen continental de Mahan y del corazn continental de Mackinder , incluidos prcticamente ambos en lo que Saul Cohen ha definido como shatterbelts o cinturones de quiebra. Corolario de esa re-visin ser el rediseo de la presencia militar estadounidense en ms de 140 pases (dejando en segundo plano Europa Occidental y mirando abiertamente a las repblicas caucsicas exsoviticas) con el fin de poder golpear en cualquier parte del mundo, al mismo tiempo que se reafirma la necesidad de avanzar en la construccin de un sistema de defensa antimisiles nucleares.

Pero ser sin duda la Guerra de Iraq iniciada el 19 de marzo de 2003 la que se convertir en la expresin ms acabada de la nueva estrategia estadounidense. Mucho se ha escrito ya sobre esta cuestin y no se pretende aqu abordar en profundidad todos los elementos de controversia que han girado a su alrededor. Me limitar nicamente a indicar cules han podido ser los factores principales que pudieron incidir en la decisin de iniciar esa guerra.

La primera razn obedece a motivos geopolticos y geoestratgicos: como ya se ha indicado antes, la ubicacin de Iraq en la zona en torno a los Balcanes euroasiticos y el papel del rgimen de Sadam Hussein en la continuidad de la inestabilidad de una regin en la que persiste el conflicto palestino-israel y existen otros regmenes como Siria e Irn, considerados parte del Eje del Mal, haca necesario culminar el trabajo iniciado en 1991. Pero adems la utilizacin de ese ataque como manifestacin de la voluntad de EEUU de afirmar su primaca frente a sus aliados europeos pareca oportuna, con el fin de hacer ver a stos que tenan que resignarse ante ella; en resumen, el efecto demostracin era necesario, con el fin de reflejar as que EEUU est dispuesto a transformar en su beneficio el Gran Oriente Medio mediante la futura creacin de un pivote poltico-militar y en el mbito energtico a travs del tringulo Turqua-Israel-Irak.

La segunda, aunque ligada a la anterior, afecta a la lucha por el control de los recursos energticos en ese pas y, ms all de esto, a la necesidad de competir en mejores condiciones con la UE y con el euro- en el plano comercial y monetario. Aqu es donde se expresa ms claramente la tensin entre la lgica poltico-territorial de la superpotencia y la lgica del poder capitalista en general, ya que se ve sometida a prueba la capacidad de aqulla para aparecer como la nacin indispensable dispuesta a asegurar que Iraq se inserte dentro de la dinmica de privatizacin global de bienes comunes y evitar as el declive del Rgimen Dlar-Wall Street.

La tercera tiene que ver con la funcin de legitimacin interna ante la sociedad estadounidense con el fin de demostrar su capacidad para superar el sndrome de vulnerabilidad generado tras el 11-S, queriendo evitar as cualquier analoga con la experiencia vivida en el pasado en Vietnam. Es aqu donde se refuerzan los efectos ms negativos del estilo paranoide de la poltica exterior norteamericana, reforzados con los elementos ms mesinicos e integristas del discurso neoconservador, en una poblacin domesticada por el miedo. El corolario interno biopoltico ha sido y es ese nuevo maccarthysmo dispuesto a legitimar una legislacin cada vez ms represiva de libertades y derechos fundamentales, tal como se refleja en la criminalizacin de la disidencia interna, en la Patriot Act, en Guantnamo y en Abu Graib y en el refuerzo de un complejo industrial-penal, cada vez ms privatizado.

Este conjunto de razones (y no, desde luego, las que fueron ejes sucesivos del discurso oficial: la existencia de armas de destruccin masiva, los vnculos de Sadam con Al Qaeda o, en fin, la liberacin del pas) fue el que hizo de este conflicto una guerra elegida (no tanto por el lugar como por el momento poltico) y no consensuada con potencias aliadas relevantes en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, marcando en este caso una diferencia tctica importante respecto a la etapa presidida por Clinton.

El hecho de que los neoconservadores estadounidenses no lograran el apoyo de Francia y Alemania a la guerra emprendida en Iraq supuso sin duda un dficit de legitimidad ante la opinin pblica mundial, agravado por el impacto meditico que tuvieron las movilizaciones del 15 de febrero en muchas partes del planeta y, en particular, en los pases cuyos gobiernos se adhirieron a la coalition of willing promovida por Bush. Sin embargo, la relativa victoria militar alcanzada y la posterior legitimacin de la ocupacin por el Consejo de Seguridad de la ONU marcaron una reconduccin de las relaciones con sus aliados que se vio no obstante empaada por la resistencia que posteriormente se ha ido expresando en el interior de Iraq.

Ms recientemente, la reeleccin de Bush junior, el grado superior al previsible de participacin en las elecciones celebradas bajo la ocupacin en Iraq (aunque persistan incgnitas importantes sobre el comportamiento de la mayora chi ante la continuidad de las fuerzas militares estadounidenses), el anuncio de la retirada gradual de Siria en el Lbano y la descongelacin del dilogo entre lderes israeles y palestinos parecen estar contribuyendo a la superacin de escollos importantes en el avance del proyecto "transformacionalista del neoconservadurismo estadounidense. Sin embargo, la gran debilidad de esta disposicin a seguir basndose en la idea de Primaca Imperial se encuentra, adems de en el rencor global que sigue creando y en su canalizacin a travs de populismos integristas, en su fragilidad econmica interna reflejada, sobre todo, en su declive industrial y su creciente endeudamiento comercial y fiscal- en comparacin con sus objetivos tanto geopolticos como geoeconmicos. Porque, como apunta Michael Mann, el imperio estadounidense resulta ser un gigante militar, un conductor desde el asiento de atrs de la economa, un esquizofrnico poltico y un fantasma ideolgico (2004).

Es aqu donde entra la discusin sobre hasta qu punto se va a producir un giro parcial hacia la reformulacin de las relaciones de EEUU con Francia y Alemania e indirectamente con la UE-, apoyndose para ello Bush en su casi incondicional aliado britnico. No obstante, el discurso de reeleccin del Presidente estadounidense slo marc un cambio hacia una ampliacin de los pases Eje del Mal, calificados ahora de modelos de tirana que habra que derrocar: Irn, Cuba, Corea del Norte, Myanmar, Siria, Bieolorrusia y Zimbabue. De esta forma se pretende volver a la retrica de la defensa de la libertad (la de las democracias de mercado), dirigida a buscar una nueva legitimacin de sus proyectos, sin por ello poder ocultar su doble rasero al dejar fuera a regmenes dictatoriales como los de Arabia Saud y los Emiratos Arabes Unidos.

Sin embargo, trabajos recientes de think tanks neoconservadores (como el de William Kristol y Robert Kagan en Peligros presentes) siguen insistiendo en el derecho de EEUU a usar la fuerza armada de forma anticipada y preventiva aunque no exista certidumbre respecto del tiempo y del lugar del ataque preventivo, en nombre de la defensa de unos valores universales, es decir, de las libertades americanas recibidas de Dios. El papel de la ONU y del respeto al Derecho Internacional y al Tribunal Penal Internacional- no parece que vaya a ser revalorizado por una administracin cuya principal fuerza sigue estando en la debilidad de sus posibles competidores para tomarle el relevo desde el punto de vista geopoltico y militar en la zona ms caliente del globo.

En el contexto de la redefinicin de la tctica a aplicar en la nueva fase tiene inters el nuevo trabajo de Zbigniew Brzezinski cuyo ttulo es bastante expresivo: The Choice. Global Domination or Global Leadership, publicado tras la guerra de Iraq. La preocupacin central que recorre el documento es la de buscar un modelo compartido por demcratas y republicanos estadounidenses que evite los riesgos de la tendencia a la dominacin practicada por Bush junior: la alternativa estara en un liderazgo consensual, especialmente con Europa, lo que permitira precisamente que Amrica se legitimara como la nica superpotencia mundial.

Para ello sugiere resolver una serie de dilemas, empezando por el que afecta al Nuevo Desorden Global, tal como se refleja en los nuevos Balcanes globales que se extenderan desde el canal de Suez hasta XinJiang y desde la frontera ruso-kazaka hasta el sur de Afganistn. Es all donde est la clave de la seguridad global del planeta y, por tanto, de EEUU. Para afrontar los problemas que suscita la regin ms voltil y peligrosa del mundo y teniendo en cuenta los desafos internos con que tropiezan los aliados actuales o potenciales de EEUU Turqua, Israel, India y Rusia- Brzezinski propone la necesidad de alcanzar un consenso estratgico con Europa que le ayude a asumir tres tareas centrales: resolver el conflicto rabe-israel, transformar la ecuacin estratgica en la produccin petrolera de la regin del Golfo Prsico al Asia Central y comprometer a los gobiernos clave de la regin para que lleguen a acuerdos destinados a contener la proliferacin de armas de destruccin masiva y del terrorismo epidmico.

La prioridad atribuida por Brzezinski al reajuste de las relaciones con Europa se ve apoyada adems por la constatacin de que, dada la limitada capacidad militar de sta ltima, su papel slo podra ser complementario y no autnomo respecto a EEUU y ms, por tanto, en el plano financiero que en el estrictamente militar. Con mayor razn esto debera ser as teniendo en cuenta los lmites de otros posibles aliados como Rusia (cuyos lmites se estn viendo constantemente en Chechenia) o competidores estratgicos como China (cuyo papel en el impulso de un pan-asianismo a medio plazo no debera ser infravalorado).

Se trata sin duda de una agenda de trabajo que este exasesor de Carter propone dentro de un proyecto de liderazgo sensato de los asuntos mundiales que parta del reconocimiento de la turbulencia global y de la imposibilidad de afrontarla en solitario si se quieren evitar los riesgos de la toma de conciencia de la humanidad de las intolerables disparidades en la condicin humana.

Las reflexiones de Brzezinski tienen especial relevancia porque parten de una visin neorrealista que tiene en cuenta tanto las diferentes relaciones de fuerzas entre las distintas grandes potencias y las que aspiran a serlo como las consecuencias que la globalizacin neoliberal estn provocando. En este sentido llama la atencin el desacuerdo que expresa respecto a la definicin de la nueva amenaza. Segn este analista, identificar el terrorismo como el enemigo supone ignorar alegremente el hecho de que el terrorismo es una tcnica letal de intimidacin empleada por individuos, grupos y estados. Nadie emprende una guerra contra una tctica o una tcnica. Nadie, por ejemplo, habra declarado a comienzos de la Segunda Guerra Mundial que iba a hacer la guerra contra la blitzkrieg. Lo importante es, en su opinin, saber desarrollar una estrategia poltica que sirva para debilitar al complejo de fuerzas polticas y culturales que dan origen al terrorismo y para ello evitar que la implicacin estadounidense en Oriente Medio sirva de pretexto para nuevos ataques terroristas contra Amrica.

Pero el anlisis de Brzezinski no se detiene en el estudio de la centralidad estratgica de los Balcanes globales sino que atiende adems a los efectos que est teniendo una globalizacin con la etiqueta made in USA en el desarrollo de lo que llama contra-credo antiglobalista (opuesto a la primaca poltica USA) y antiglobalizacin (crtico de los efectos econmicos y culturales de la globalizacin). Su temor de que ese movimiento ocupe el vaco dejado por el colapso del comunismo le sirve tambin para reforzar su argumentacin a favor de ese liderazgo consensual, condicin imprescindible para continuar extendiendo el comercio libre y la movilidad del capital pero sin tratar de imponerlos indiscriminadamente sin tener en cuenta las restricciones locales.

Nos encontramos as ante una nueva encrucijada histrica en la que la tendencia a un Nuevo Desorden Global parece acentuarse como consecuencia tanto de la globalizacin neoliberal como de la imposible estabilidad hegemnica que quiere darle el gendarme poltico-militar estadunidense y de la mezcla explosiva que tiene todo ello en los Balcanes globales.

Se abre ahora el interrogante sobre si asistiremos a la clsica crisis de sobreextensin geoestratgica que ha afectado a todo Imperio cuando quiere intervenir y controlar ms zonas de las que su infraestructura econmica, social y poltica puede soportar; o, por el contrario, si se va a producir ese paso gradual hacia un liderazgo consensual que permitiera atenuar el desgaste de esa superpotencia a cambio de una gestin compartida con otras potencias del control de zonas como la del Gran Oriente Medio, tal como parece apuntarse desde la propia Unin Europea.ES LA UNION EUROPEA UNA ALTERNATIVA?Las posiciones que adoptaron gobiernos como el francs y el alemn ante la guerra de Iraq crearon muchas ilusiones en la poblacin europea y tambin en sectores pacifistas de la sociedad estadounidense- respecto a la posibilidad de que surgiera una poltica exterior y de defensa de la UE capaz de contrarrestar los proyectos geopolticos y militares de Bush junior. Sin embargo, con la distancia y la experiencia del tiempo recorrido desde que empez aquella guerra, el balance que cabe hacer es que, ms all de las retricas diferentes y del distinto acento que se pone en el papel mayor o menor del Derecho Internacional, lo que estamos viendo es un proceso de reacomodo de las relaciones entre EEUU y la UE con vistas a volver, en el mejor de los casos, al multilateralismo centralizado de la etapa clintoniana, siempre sobre la base de asumir en comn la guerra global contra el terrorismo.

Es fcil comprobar todo esto no slo por la legitimacin que de la ocupacin de Iraq han hecho las potencias europeas presentes en el Consejo de Seguridad de la ONU sino tambin por lo que se refleja tanto en el Tratado Constitucional europeo como en el documento Una Europa segura en un mundo mejor, aprobado en Bruselas en diciembre de 2003.

Antes habra que recordar, de nuevo de acuerdo con David Harvey, que la UE constituye ciertamente una potencia hegemnica regional, pero su potencialidad para desafiar a EEUU se ve actualmente confinada a las esferas de la produccin y las finanzas. Su lgica de poder poltico-territorial (con mayor razn cuando no estn claras sus fronteras externas y, en cambio, internamente es cada vez ms heterognea y desigual) est, por tanto, muy por detrs de la derivada del poder capitalista que contiene en su interior y a intentar acortar esa distancia estn orientados los textos mencionados. Sin embargo, si analizamos su contenido, veremos que la aspiracin a reforzar su capacidad geopoltica y militar aparece claramente compatible con el reconocimiento de la hegemona estadounidense.

En el documento aprobado a finales de 2003 se empieza precisamente por aceptar la posicin dominante que como potencia militar tiene EEUU para a continuacin apelar a que no hay pas que pueda hacer frente en solitario a los complejos problemas del mundo de hoy. A rengln seguido se mencionan los problemas del hambre y las pandemias pero se subordina el desarrollo a la seguridad y se pasa a reconocer abiertamente que la dependencia energtica es motivo de especial inquietud en Europa , que es el mayor importador de petrleo y de gas del mundo, mencionando el hecho de que las importaciones de energa proceden del Golfo Prsico, de Rusia y del Norte de Africa.

Pero paradjicamente, tras ese anlisis realista, se alude luego a las principales amenazas coincidiendo casi totalmente con las definidas por EEUU: el terrorismo, la proliferacin de armas de destruccin masiva, los conflictos regionales, la descomposicin del Estado por el mal gobierno y la delincuencia organizada (evidentemente, sin incluir en sta a la practicada por el capital financiero, los parasos fiscales y la corrupcin creciente de las elites polticas).

A la hora de determinar los espacios geopolticos en donde se encontraran esas amenazas tambin la UE asume una visin cada vez ms amplia: En esta poca de globalizacin las amenazas lejanas pueden ser tan inquietantes como las cercanas. Tanto las actividades de Corea del Norte como los riesgos nucleares del sur de Asia y la proliferacin de armamento en Oriente Prximo son motivos de preocupacin para Europa. De este diagnstico se deduce que con las nuevas amenazas la primera lnea de defensa estar a menudo en el extranjero para ms adelante afirmar que tenemos que desarrollar una estrategia que favorezca la intervencin temprana, rpida y, en caso necesario, contundente. Una Unin de 25 miembros, cuyo gasto en defensa superar los 160.000 millones de euros, debera poder realizar varias operaciones simultneamente. Podemos aportar un valor aadido especial llevando a cabo operaciones en las que intervengan capacidades tanto militares como civiles. No faltan las amenazas veladas a pases que se han situado al margen de la sociedad internacional (sin referirse, por supuesto, a EEUU, Israel o Rusia)ni tampoco una llamamda a los gobiernos para que incrementen sus gastos militares: Para que nuestros ejrcitos se conviertan en fuerzas mviles ms flexibles, capaces de hacer frente a las nuevas amenazas, sern necesarios mayores recursos para la defensa y un uso ms eficaz de dichos recursos. Todo ello, por supuesto, dentro del marco de la preservacin de las relaciones transatlnticas en la OTAN y mediante una asociacin eficaz y equilibrada con Estados Unidos.

En resumen, el proyecto de la UE sera el de empezar a construir efectivamente un pilar militar del eje transtalntico con el fin de mostrarse ante EEUU con la disposicin a compartir el control geoestratgico de determinadas zonas del planeta y especialmente del corazn continental euroasitico. A ese propsito estara destinado tambin el Tratado Constitucional europeo, en el caso de que sea finalmente ratificado, ya que en l se asume el compromiso de que sus estados miembros debern mejorar progresivamente sus capacidades militares, tendrn que desarrollar sus misiones de forma compatible con una OTAN bajo hegemona estadounidense y nicamente escaparan de ese marco las que tuvieran que ver con una clusula de solidaridad frente a cualquier ataque terrorista o una catstrofe de origen humano. La mencin que en ese Tratado se hace a la cooperacin estructurada permanente que puedan poner en pie aquellos pases con mayores capacidades militares ha servido a algunos para sostener que por esa va se podra avanzar hacia una Europa militar autnoma. Pero, dejando aparte la desconfianza ante un presunto militarismo benvolo que por ese camino pudiera ponerse en pie, no hay que olvidar que incluso para que esas cooperaciones puedan llevarse a cabo hace falta el consenso de todos los Estados miembros, empezando por el britnico, fiel aliado de EEUU.

Mejor sera, como apunta Etienne Balibar, apostar por Europa como tierra de la diversidad, como modelo transversal de espacios superpuestos: el euroatlntico, el euromediterrneo y el euroasitico. La apertura a quienes estn en las otras orillas o fronteras, mediante la desmilitarizacin de los territorios y la superacin de la oposicin entre nacionales y extranjeros, sera la verdadera contribucin a una poltica de exterior y de seguridad alternativa a la estadounidense. En cambio, tanto respecto al lado mediterrneo como al asitico lo que estamos viendo es la voluntad de la UE de llegar a un acuerdo con el lado atlntico, bajo control de EEUU, en el marco de la Iniciativa del Gran Oriente Medio, ahora en discusin en el seno de la OTAN.

No parece pues que las cosas vayan a ir en un sentido distinto a ste teniendo en cuenta los intereses que predominan en una UE que tambin ha sido uno de los motores de la globalizacin neoliberal y se esfuerza por blindar sta frente al dficit de legitimidad que encuentra en pases clave como Francia. No hay, por tanto, alternativa europesta al proyecto geopoltico estadounidense sino, ms bien, bsqueda de una mejor relacin de fuerzas y de una ms hbil y consensuada combinacin de la diplomacia y la fuerza (el soft power y el hard power postulados por Joseph Nye) a sabiendas de que EEUU necesita de la contribucin, al menos financiera, de sus socios.

Los interrogantes sobre las posibles alternativas a la geopoltica estadounidense se diirigen, ms bien, hacia Asia y, en particular, a la posibilidad de que a medio plazo, pese a sus diferencias, pases como China y Japn limiiten al menos el alcance de los cambios que en el mapa de los Balcanes globales quiere hacer Bush junior. A medio plazo se abrira as la hiptesis de un panasianismo que, sin embargo, no supondra un cuestionamiento del paradigma neoliberal depredador y sobreexplotador que predomina en esos pases.

Tampoco la ONU aparece como la plataforma a partir de la cual se pudiera ir configurando un contrapeso desde algunas de las potencias medias mediante una revalorizacin de la Asamblea General en detrimento del Consejo de Seguridad. La condicin subalterna de esa institucin respecto a Estados Unidos y a las Instituciones Financieras (FMI, BM) y las organizaciones comerciales internacionales (OMC) est suficientemente comprobada como para seguir teniendo ilusiones en ella. La gobernanza global no parece que vaya a pasar por ella sino por ese entramado de poderes dispuesto a gestionar las diferencias que entre los distintos ejes de la trada imperialista vayan surgiendo en detrimento del Sur y de las mayoras sociales del Norte.

Pero la atencin prestada en este trabajo a la importancia geoestratgica de regiones como las del Golfo Prsico y el Asia Central no significa olvidar los cambios que se estn produciendo en otras zonas del mundo como Amrica Latina (tambin importante, como en el caso de Venezuela y Bolivia, por sus recursos energticos) o Africa (en donde casos como el de Guinea Ecuatorial, ahora rica en petrleo y especialmente protegida por EEUU y las multinacionales, no son ya excepcionales). La tendencia del sistema jerrquico de Estados a verse sustituida por bloques regionales o panregiones bajo la hegemona de una u otra gran potencia es cada vez ms evidente y ese proceso est haciendo que las escalas de las luchas se tengan que dar tanto a nivel local como regional y global. Si a todo esto se unen cambios en la correlacin de fuerzas internas en el plano social que luego se van reflejando en el electoral, como estamos viendo en el Cono Sur de las Amricas, y, sobre todo, la relativa consolidacin de esa diversidad de redes de movilizacin que aspiran a construir sus propios espacios geopolticos y pblicos en esas diferentes escalas, no tiene ningn sentido concluir que la tarea de los y las de abajo tenga que consistir en apostar por el mal menor apoyando a otras grandes potencias frente a EEUU. Frente a esa geopoltica interimperialista y sin por ello subestimar las contradicciones que les atraviesan- deberemos ir construyendo una geopoltica de las resistencias y de la esperanza, capaz de unir en espacios comunes las necesarias luchas contra la explotacin con las cada vez ms potentes por la reapropiacin de los bienes comunes de la humanidad y del planeta.

ABRIL 2005