Gaston Bachelard - Fragmento de un diario del hombre
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Transcript of Gaston Bachelard - Fragmento de un diario del hombre
[FRAGMENTO DE UN DIARIO DEL
HOMBRE
Por
El texto que viene a continuación es un extracto tomado
fielmente de:
BACHELARD, Gaston. El derecho de soñar. FCE:
Colombia, 1998.
en cuya bibliografía de la página 250 figura como:
“Fragment d‟un journal de l‟homme”, en Mélanges
d’esthétique et de science de l’art offerts à Étienne Souriau,
Librairie Nizet, 1952.
y ha sido traducido por Jorge Ferreiro Santana.
Digitalizado por Diego Derk en marzo de 2010, para todo
espíritu que sea capaz de ver la complejidad de lo
cotidianamente simple desde la inmensidad profunda de una
sensibilidad nocturna.]
234 DIVAGACIONES
mente derecho, verticalmente, por el tiempo de las cosas y
de las personas. El poeta es entonces el guía natural del
metafísico que quiere comprender todas las fuerzas de
uniones instantáneas, la fuga del sacrificio, sin dejarse
dividir por la dualidad filosófica grosera del sujeto y del
objeto, sin dejarse detener por el dualismo del egoísmo y del
deber. El poeta anima una dialéctica más sutil. Revela a la
vez, en el mismo instante, la solidaridad de la forma y de la
persona. Demuestra que la forma es una persona y que la
persona es una forma. La poesía deviene así un instante de la
causa formal, un instante de la potencia personal. Entonces
se desinteresa de aquello que rompe y de aquello que
disuelve, de una duración que dispersa ecos. Busca el
instante. Crea el instante. No necesita sino el instante. Fuera
del instante no hay más que prosa y canción. La poesía
encuentra su dinamismo específico en el tiempo vertical de
un instante inmovilizado. Hay un dinamismo puro de la
poesía pura. Es el dinamismo que se desarrolla verticalmente
en el tiempo de las formas y de las personas.
XXVI. FRAGMENTO DE UN DIARIO DEL
HOMBRE
Ce soir assis sur le bord du crépuscule
Et les pieds balancés au-dessus des vagues
Je regarderai descendre la nuit :
elle se croira toute seule
Et mon cœur me dira :
fais de moi quelque chose
Que je sente si je suis toujours ton cœur.
JULES SUPERVIELLE, Gravitation
I
PARA un filósofo, las primeras páginas de su libro son
difíciles y graves, pues lo comprometen demasiado. El lector
las quiere plenas, claras, rápidas, a efecto de lo cual las tacha
de literatura. El lector quiere también que le parezcan
directas, es decir vinculadas a sus propios problemas, lo que
supone cierto acuerdo de espíritus, el acuerdo de que la tarea
del filósofo es precisamente poner en tela de juicio. Apenas
terminada la primera página y he aquí el hilo en hilera. No
hay tiempo de corregirse, de rectificar, de volver a empezar.
Y, sin embargo, si la filosofía es el estudio de los principios,
¿cómo podrá enseñarse sin las pacientes vueltas a empezar?
En el orden del espíritu, empezar es tener conciencia del
derecho de volver a empezar. La filosofía es una ciencia de
los orígenes deseados. Con esta condición, la filosofía deja
de ser descriptiva para devenir un acto íntimo.
235
236 DIVAGACIONES
Así, ¡cuánta necesidad habría de algunas medidas para
nada! Y del derecho a una larga apertura. Se hablaría
simplemente de la alegría de meditar, a fin de cobrar
conciencia clara de que la meditación es un acto, el acto
filosófico. Habría meditación pura. Se jugaría con las
hermosas palabras abstractas. Se creería. Y luego se dejaría
de creer, felices de vivir otras abstracciones. Vivir
abstracciones, ¡qué movilidad! Todos los pensamientos, los
graves y los finos, los apasionados y los fríos, los racionales
y los imaginarios tendrían un papel en esa meditada partida.
Se dudaría con el espíritu o con el corazón, docta o
cándidamente, metódica o hiperbólicamente, sinceramente o
de farsa. Se preludiarían ya las grandes escenas cuando el
universo y el hombre solo intercambian la luz o el desafío,
cuando el hombre se estrella o desprecia. Se cantaría al
filósofo en los campos, al filósofo en su celda, alborozado,
en lágrimas. El tiempo sería juventud y muerte, sería
silencio. Podría suspenderse. Sería aquel por quien todo
vuelve a empezar, por quien todo se sorprende. Con
frecuencia nos preguntaríamos: ¿dónde estoy? ¿quién soy?
¿En qué espacio imaginario me han encerrado mis lazos?
¿cuál es ese extraño rasgo del pensamiento filosófico que
hace sorprendente lo conocido? ¿cuál ese extraño camino de
los filósofos en donde todo punto es encrucijada? El
pensamiento filosófico es vacilación continua, sumamente
sorda, aun cuando tiene las pomposas seguridades
dogmáticas. Incluso cuando avanza, se repliega hacia sí. Se
le cree uno y él se rompe. ¿No habría que demarcar para el
filósofo la definición barresiana del poeta:
será el filósofo “un alienado que hace alienados”?
DIARIO DEL HOMBRE 237
En efecto, si yo me observo, “yo es otro”. La duplicación del
pensamiento es automáticamente desdoblamiento del ser. En
la penumbra, la conciencia de estar solo siempre es la
nostalgia de ser dos.
Heme aquí entonces como materia de duda, como materia
de dualidad que fermenta, pesada y ligera según se
enriquezca o se evapore, según corra o huya. En mí
meditando –dicha y estupor- el universo viene a
contradecirse. Es materia firme y engañosa. En mí, el
universo entero viene a aislarse, viene a enloquecer hasta
creerse un solo pensamiento.
Pero, apenas reunido, el universo se multiplicaría.
Dialectizando toda unidad y en el umbral de su obra, el
espíritu regularía su meditación polimorfa. Daría a todos
nuestros sentidos, tanto al gusto como a la vista, su tiempo
justo para meditar. Cada sentido nuestro podría tener un
personaje, cada personaje su escenografía. En literatura, la
descripción del decorado siempre es psicología. Habría
cuando menos cinco universos sensibles, cinco sistemas de
soledad sensibles. Todos los fabricantes de universos en
potencia en la vida humana tendrían libertad de dominar su
mundo, de glorificar el imperialismo filosófico del sujeto
solo. ¡Ah! Si el filósofo tuviera el derecho de meditar con
todo su ser, con sus músculos y su deseo; ¡cómo se
desembarazaría de esas meditaciones fingidas en que la
lógica esteriliza la meditación! O, antes bien, ¡cómo pondría
en el lugar que merecen las meditaciones fingidas, las
meditaciones del espíritu de sutileza, del espíritu díscolo,
malicioso, que se empecina en una voluntad de diferenciar, y
que al menos tiene la bella función de relajar la rigidez de
las convicciones bloqueadas!
238 DIVAGACIONES
El universo se revela permeable a todos los tipos de
meditaciones, dispuesto a adoptar el pensamiento más
solitario. Basta con meditar el tiempo suficiente una idea
fantástica para ver al universo realizarla. Sin duda el esbozo
puede ser frágil. Basta una ruptura de soledad para romperlo.
Pero, en sueños más regulares, la soledad es un mundo, la
decoración inmensa de todo el pasado nuestro. Todos
nuestros sueños, el de la selva y del arroyo, de la vendimia y
de la mies, vienen a fijarse allí, al punto, en ese árbol, en ese
haz. Para el filósofo que sueña el menor objeto es una
perspectiva en que se ordenan toda su personalidad, sus
pensamientos más secretos y más solitarios. Ese vaso de
vino pálido, fresco y seco pone en orden toda mi vida en
Champaña. Se cree que yo bebo: me acuerdo… El menor
objeto contemplado fielmente nos aísla y nos multiplica.
Ante muchos objetos, el ser que sueña siente su soledad.
Ante un solo objeto, el sujeto que sueña siente su
multiplicidad.
Así, en sus mil aspectos, en sus mil intercambios, el
universo y su soñador traducen la acción realizante de una
meditación activa. La meditación solitaria nos devuelve a la
primitividad del mundo. Vale decir que la soledad nos pone
en estado de meditación primigenia. Para clasificar el
pluralismo enorme de todas las meditaciones sensibles, se
necesitaría que el filósofo se aislara en cada una de sus
imágenes. Muy pronto reconocería que todos los aspectos
sensibles son pretextos de cosmologías separadas. Pero él va
demasiado rápido a las grandes síntesis y, en su creencia
verbal en la unidad del mundo, cree no tener sino un mundo
por proyectar. La proteiforme teatralidad del ensueño
cosmológico escapa entonces al filósofo de escuela. En
DIARIO DEL HOMBRE 239
cuanto un alma se encierra bien en su soledad, toda
impresión es oportunidad de un universo. Sin duda, al
revolverse después, sus universos múltiples forman un
mundo complejo. Pero el mundo es intenso antes de ser
complejo. Es intenso en nosotros. Y si se obedeciera a las
imágenes dinámicas, a las imágenes que dinamizan nuestro
ser, se sentiría mejor esa intensidad, esa necesidad íntima de
proyectar un universo. Así, creemos que antes de las grandes
metafísicas sintéticas, sinfónicas, deberían aparecer estudios
elementales en que el asombro del yo y las maravillas del
mundo serían sorprendidas en su correlación más estrecha.
Muy felizmente se devolvería entonces la filosofía a sus
dibujos de niño.
Mediante la soledad se devuelve al filósofo al destino de
la meditación primigenia. Mediante la soledad tiene la
meditación toda la eficacia de la admiración. La meditación
primera es al mismo tiempo receptividad total y
productividad cosmologizante. Por ejemplo, una meditación
matutina inmediatamente es un mundo por despertar. Para
ilustrar el dinamismo ingenuo del ensueño matutino,
volvamos a leer esta anécdota que a Oscar Wilde le gustaba
contar: un santo que se levantaba diariamente mucho antes
del alba rogaba a Dios para que Dios hiciera salir el sol un
día más. Luego, al brillar la aurora, rezaba a Dios para
agradecerle que hubiera accedido a sus ruegos. Cierta noche,
presa de un sueño pesado como plomo, olvidó el santo su
plegaria nocturna. Al despertar, el sol estaba ya muy arriba
del horizonte. Entonces, tras un instante de confusión, el
santo se puso a rezar para agradecer a Dios que, pese a la
culpable negligencia de su servidor, de todos modos hubiera
hecho salir el sol.
240 DIVAGACIONES
II
Para tener un ejemplo de meditación soñadora que
construye un mundo ahondando las impresiones de soledad
de un soñador, tratemos de sorprender las dudas del alma
nocturna junto con los atractivos cósmicos de la noche.
Veamos cómo la soledad organiza en la noche el mundo de
la noche, cómo un ser negro se anima en nosotros cuando,
en nosotros, la noche cobra conciencia de sí. Así tendremos
un primer esbozo de la homografía entre la soledad humana
y el cosmos de un desierto.
Iré, entonces, a meditar esta noche a mi terraza, iré a ver
actuar a la noche, me entregaré por entero a sus formas
envolventes, a sus velos, a la insidiosa materia que colma
todos los ángulos. Trataré de sentir una a una las horas de
este otoño, esas horas activas para madurar el fruto, pero que
pierden poco a poco la fuerza de defender las hojas que
abandonan el árbol. Entonces, esas horas son vida y muerte,
juntas.
¿Es una hoja que cae en la noche un recuerdo que busca el
olvido? Querer el olvido es la manera más aguda de
acordarse. ¿Es en verdad un leve sufrimiento que se
desprende como hoja marchita la prueba de que el corazón
se calma? Al nivel del tilo que acaricia la terraza, cerca del
murmullo de sus ramas, olvido mi tarea humana y los
cuidados del día: siento formularse en mí la meditación
olvidadiza, una meditación que deja invadir los objetos por
la bruma, que en la noche se desinteresa de sus ejemplos.
¿Soy feliz de ver simplificarse el universo? ¿Soy feliz de
estar menos cerca de mis imágenes, más aislado por una
visión borrosa, más solo? ¿Soy feliz de
DIARIO DEL HOMBRE 241
estar solo en el otoño de mi vida?... La soledad en el mundo
es al punto una vejez por edad.
Así en la paz, a toda edad, aparece muy regularmente una
referencia al pasado, que hace viejo al ser más joven.
Comienza entonces un diálogo sordo de voces apagadas
entre la tranquilidad y la soledad. ¿Es tanta tranquilidad en
la noche deleite sentido de ser o seguridad meditada de ser?
¿Es esta noche un aire que levanta o un aire que respira?
Todo respira en mí y fuera de mí. Un ritmo en que yo
participo arrastra a este universo en paz. La luna de hoy
tiene una luz de antaño. La luz nocturna de una noche
tranquila posee volumen y duración. También la sombra. La
noche protege con su soledad los arbustos y los árboles. Una
unidad, un equilibrio se posan sobre la ciudad dormida. La
luz suave y la noche, mezcladas, reconciliadas, velan sobre
el jardín que sueña.
Creeré entonces esta noche en el reposo de las cosas en la
sombra. Daré mi dicha y mi paz, daré mi renuncia a este
universo simple y tranquilo. Pero, mientras sueño tan
dulcemente, algunos soplos despiertan una pena dormida.
Mi alma filosofal quiere trasmutar el universo. ¿Voy a dudar
con mi pena, como corazón cartesiano, dando a un lamento
perdido un sentido universal? ¡Oh corazón, defiende tu paz!
¡Oh noche, defiende tu certidumbre!
Pero, ¿dónde actúa entonces esa duda que acaba de surgir?
¿de dónde sale esa voz que, desde el fondo de la noche,
murmura suavemente: “Para todo este universo, no eres sino
un extraño”? Vamos, ¿es acaso un programa muy grande
asociarse simplemente a la noche invasora, igualar
lentamente las tinieblas de su ser con las tinieblas de la
242 DIVAGACIONES
noche, aprender a ignorar, a ignorarse, olvidar un poco
mejor antiguas penas, muy antiguas penas en un mundo que
olvida sus formas y sus colores? No ver sino lo negro, no
hablar sino al silencio, ser una noche en la noche, ejercitarse
para no pensar más en un mundo que no piensa es sin
embargo la meditación cósmica de la noche calmada y
calmante. Esa meditación debería unir fácilmente nuestro ser
mínimo a un universo mínimo. Pero he aquí que yo dudo
incluso por debajo del mínimo de duda, en una duda no
formulada, en una duda inconsciente, material y filtrante que
perturba una materia tranquila. La noche negra ya no es
claramente negra. En mí, la soledad se agita. La noche te
niega su soledad evidente y su presencia. Ya no es perfecta
la homografía de la soledad humana y del cosmos nocturno.
Vuelves a ser presa de una pena antigua, vuelves a la
conciencia de tu soledad humana, de una soledad que quiere
marcar con una huella imborrable a un ser que sabe cambiar.
Creías soñar y te acuerdas. Estás solo. Estuviste solo. Estarás
solo. Tu duración es la soledad. Tu soledad es tu muerte
misma que dura en tu vida y bajo tu vida.
Entonces, sé filósofo, sé estoico. Y vuelve a empezar tu
meditación diciéndote a la manera de tu maestro, a mi
manera schopenhaueriana: “La noche es mi soledad, la
noche es mi voluntad de soledad.” También ella es
representación y voluntad, mi voluntad nocturna.
Proyectando sus penas sobre el mundo, el hombre disfruta al
menos del gusto salobre de la proyección. Sé pues activo en
el acto de tu nada. Sabe disminuir al mundo y a tu ser con
intensidad. Comprende que la vida puede disminuir de ser
aumentando de intensidad. La noche activa, la noche
proyectada será entonces un poco de mi ser oscuro y
DIARIO DEL HOMBRE 243
profundo que ennegrecerá los árboles. Dos seres negros en la
existencia negra: una misma nada que respira.
Pero esta sublevación es breve. El ser preso en las
ondulaciones de la soledad dichosa y de la soledad
desdichada ve volverse todas sus “proyecciones”. Todas las
dichas, todos los ánimos sufren un choque en reciprocidad.
Sí; este árbol, este tilo que se estremece está lleno de ramas,
lleno de hojas aún vivas. ¡y ninguna es para ti! Para que una
sola de sus hojas sea tuya, se necesitaría que la cortara y te la
diera un ser humano. Todo don viene de un tú. El mundo
entero no puede dar sin un tú. Los soplos de la noche pasan
sobre ti. Estás solo, solo en la noche negra. Solo en la noche
negra: frase de novela infantil, frase pobre, frase hecha, ¡y
tan cierta!
¿No se relajará el alma romántica que hay en mí? Cuando
las imágenes se apagan, ¡con qué facilidad se oye un mundo
de murmullos! Esta noche tiene también voces carnales.
¿Cómo no oír en los jardines vecinos ese batir de alas, el
amor de las aves nocturnas? ¿Puede el oído negar, como el
ojo con un parpadeo, ese universo homogéneo del amor
murmurado que reúne casi en la misma voz el lamento
colérico y agudo de los gatos y el amor demasiado dulce y
redondo de las palomas?
Pero un grito demasiado agudo basta para sacarnos de los
sueños. De pronto se siente terror. No sé por qué, en mi
memoria revive un poema de Supervielle:
Cimetière aérien, céleste poussière…
Con toda mi alma, lo traduzco a la imagen auditiva
de mi noche. Ese negro cementerio es aéreo y
244 DIVAGACIONES
móvil. En el aire negro, llenando el inhumano firmamento
Lorsque le vent vient du ciel
J’entends le piétinement
De la vie et de la mort qui troquent leurs prisonniers
Dans les carrefours errants.
Qué importan entonces las brisas que soplan en este
prolongado otoño. Qué importan los mil mensajes de una
naturaleza en fiesta, el bello ejemplo de los frutos pesados,
de las flores tardías. Para mí esta noche está vacía y muda.
He perdido la patria de la dicha. Ya no soy sino una soledad
para curar.
III
No hay en ello declaración sobre la naturaleza insensible e
indiferente, puesto que no había sentimientos por confiar. La
prueba de tu soledad viene en esta hora en que comulgas con
la paz de las cosas en una noche apacible. Se sostiene en este
instante sutil, cruel y claro como el absurdo -¡como una
flecha!- en que la ondulación de la soledad dichosa y la
soledad desdichada viene a concentrarse al punto de que
condensas lo absurdo del dolor humano en una contradicción:
la soledad dichosa es una soledad desdichada. El corazón
más tranquilo ante la noche más indiferente viene de
ahondar su abismo. Por una cosa de nada, a propósito de
nada, en mi corazón en calma, la palabra pequeña de la
soledad, esa sola palabra acaba de cambiar de humor. Son
raras, ¡pero qué humanas!, las palabras cuya doble
sensibilidad es tan clara, ¡cuyo “valor” es tan frágil!
DIARIO DEL HOMBRE 245
Pero si esa contradicción que desencanta al ser se anuncia
en sentido opuesto con el tono del ánimo, ¿por qué cobra
otra vida: la soledad desdichada es una soledad dichosa? La
desdicha tiene un sentido, una función, una nobleza. En
cuanto la mediación dispone a la vez de la idealidad y de la
imagen, en cuanto cambia de registro yendo de la convicción
amarga a la convicción valiente, las contradicciones dan
otras síntesis humanas.
¿No es esa fragilidad, esa trasmutación de los valores de
la soledad prueba de que la soledad es el revelador
fundamental del valor metafísico de toda sensibilidad
humana? En todos los sentimientos, en todas las pasiones, en
todas las voluntades, la pequeña palabra determina por sí
misma ondulaciones sin fin. Tan comúnmente estudiada por
los filósofos, la duda permanece mucho más exterior a
nuestro ser que la impresión de soledad, de abandono y
desconcierto. Si filosofar es, como creemos, mantenerse no
sólo en estado de meditación permanente, sino además en
estado de meditación primigenia, en todas las circunstancias
psicológicas es necesario reintroducir la soledad inicial.
Deslizar en todos nuestros sentimientos la alegría o el temor
a la soledad es poner ese sentimiento en la oscilación de un
ritmoanálisis. Mediante la conversión de la desesperanza en
valor, mediante súbitos hastíos de felicidad, nace en el ser
humano solitario una tonalidad de vida que sucesivamente se
calma y se aviva, que irrita o regocija. A menudo ocultos por
la vida social, esos ritmos trastornan el ser íntimo. Un
metafísico debería descubrir sus resonancias profundas.
Pero nuestros conocimientos metafísicos del ritmo son
escasos y superficiales. Confundimos los ritmos vivos con
246 DIVAGACIONES
las ondulaciones de humor. El ritmoanálisis, 1
cuya función
consiste en desembarazarnos de las agitaciones contingentes,
nos devuelve, por ello mismo, a las alternativas de una vida
verdaderamente dinámica. Mediante el ritmoanálisis y
gracias a los ritmos profundos bien restituidos, las
ambivalencias, que el psicoanálisis caracteriza como
inconsecuencias, pueden ser integradas y dominadas.
Aparecen entonces los ambivalores, es decir, valores
opuestos que dinamizan nuestro ser hacia sus dos bordes
extremos, por el lado de la infelicidad y por el lado de las
alegrías. La soledad es necesaria para desligarnos de los
ritmos ocasionales. Poniéndonos frente a nosotros mismos,
la soledad nos lleva a hablar con nosotros mismos, a vivir así
una meditación ondulante que repercute por todas partes sus
propias contradicciones y que intenta sin fin una síntesis
dialéctica íntima. El filósofo se contradice mejor cuando está
solo.
IV
¿Es ése entonces tu mensaje de vida, oh pobre sueño
hueco? ¿Es tu destino de filósofo encontrar tu claridad en tus
contradicciones íntimas? ¿Estás condenado a definir tu ser
por sus vacilaciones, sus ondulaciones y sus incertidumbres?
¿Debes buscar tu guía y tu consuelo entre las sombras de la
noche?
Responderé con una página de Rilke.
A su drama Ahora y en la hora de nuestra muerte,
1 En un capítulo de nuestra Dialectique de la durée hemos expuesto los
principios del ritmoanálisis de Pinheiro dos Santos.
DIARIO DEL HOMBRE 247
Rilke agregaba: 2 “Y tú, levantas los ojos y me dices: „Oh
amigo mío, hombre del pueblo, no has cumplido tu
palabra…‟ En el primer cuaderno de Achicoreas me habías
prometido luz y consuelo, y aquí nos „pintas la noche y el
sufrimiento‟.” Yo replico:
“Hombre del pueblo, ¡Oh amigo mío!, escucha esta
pequeña historia. Dos almas solitarias se encuentran en el
mundo. Una de ellas se lamenta e implora consuelo a la
desconocida. Y la desconocida se inclina hacia ella y
murmura dulcemente: También para mí es de noche.”
¿No es acaso un consuelo?
2 Traducción de J.-F. Angelloz.