GARCÏA ROCA, Joaquín, Relatos, Metáforas y Dilemas

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    Relatos, metforas y dilemaspara transformar lasexclusiones

    Joaqun Garca Roca

    Publicado en: VIDAL FERNNDEZ, Fernando (dir.),V Informe

    FUHEM de polticas sociales: La exclusin social y el estado

    del bienestar en Espaa, Madrid: FUHEM, 2006, pp. 9-27.

    El Centro de Investigacin para la Paz CIP-Ecosocial)es un espacio dereflexin que analiza los retos de la sostenibilidad, la cohesin social, lacalidad de la democracia y la paz en la sociedad actual, desde unaperspectiva crtica y transdisciplinar.

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    PRLOGO

    RELATOS, METFORAS Y DILEMASPara transformar las exclusiones

    Joaqun Garca Roca

    La persistencia de la exclusin social, como virus mutante en constante transformacin, reha-ce los mapas conceptuales y recrea las prcticas sociales. Cada residencia mental se sostiene

    sobre provisiones de distinta procedencia. Detrs de cada una de ellas hay una metfora quele aporta coherencia y sensibilidad. Las metforas ponen carne al pensamiento y lo arraiganen los sentidos, y de este modo, preceden a los discursos tericos y a las prcticas ciudada-nas. Como dice Jos Luis Borges, la historia no es otra cosa que la modulacin de una met-fora. Urbanizar la experiencia sobre la exclusin es encontrar la representacin colectiva quela sostiene, y marca, de este modo, la direccin misma de la respuesta.

    Las representaciones colectivas inducen comportamientos, orientan la bsqueda y con-forman expectativas individuales. En su interior bullen metforas, que se han construido conel legado de distintas tradiciones. La primera proviene de la trasposicin de la fsica al mundode la exclusin; su visual procede de la comprensin de los objetos y enfatiza el quedar fuera

    y al margen como la piedra angular en el proceso de exclusin. La segunda es una trasposi-

    cin del campo de lo orgnico; su visual procede de la epidemiologa y subraya el estar des-viado como el elemento decisivo del proceso de exclusin. La tercera es una trasposicin delmundo de lo social y subraya la ruptura de los lazos que constituyen la desafiliaciny debi-litamiento de la vida en relacin. El cuarto relato se adentra por la experiencia del naufragioy encuentra all las piezas para comprender la trayectoria del excluido. Finalmente, el siste-ma social ofrece intersticios suficientes para representar los mecanismos estructurales que ori-llan y expulsan a los desechables.

    Cada una de estas exploraciones desvela una parte de la arquitectura de la exclusin. Elsujeto excluidono es un objeto, ni puede ser neutralizado por circunstancias advenidas pordensas que sean; si as fuera no estaramos hablando de los excluidos humanos; puede tras-cender sus circunstancias mediante la creacin de nuevos significados y proyectos vitales. Lascircunstancias excluyentesque conforman las trayectorias, con sus tramas y maraas, tienenms peso de lo que frecuentemente se le atribuye; desplazan al sujeto pero no lo predetermi-nan. Las estructuras excluyentesque conforman el sustrato de una organizacin social que ori-lla y expulsa. Los excluidos son actoresque representan papeles que les han sido asignados,autoresque escriben el guin de su propia trayectoria y agentesque lo ejecutan una veces consentido y otras, sin l.

    Slo cuando se conjuran el sujeto excluido, las circunstancias cautivas y las estructurasexcluyentes hacemos justicia al proceso de exclusin. En cada momento histrico y en cadatrayectoria particular resta establecer la interaccin entre los tres ingredientes y el modo decooperar en cada aventura singular.

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    En el interior de cada representacin colectiva, hay implcita una gua para afrontar yrecuperar situaciones de exclusin social; las expectativas para la accin pertenecen a la pro-pia construccin de la exclusin y estn incrustadas en el mismo proceso. Compiten de estemodo el modelo de intervencin que identificamos como ingeniera social con el modelo

    teraputico, el modelo social con el modelo poltico y el modelo asistencial con el resto.Sin embargo, el uso metafrico comporta serios riesgos que deben controlarse en cada unade las representaciones. Las representaciones sociales no son independientes de la forma en queconstruimos la relacin con el excluido y el lenguaje que utilizamos para ello; entramos comoparte de l y contribuimos a definir y construir este campo. En un mundo en el que las cosasexisten cada vez ms porque se les nombra y gracias a ese nombre, participamos del poder y laresponsabilidad de dar nombre a los excluidos; lo cual tiene implicaciones ticas y polticas.

    Marginalizados

    Algunas representaciones de la exclusin social se han construido sobre metforas espaciales,para indicar la marginalidad, la produccin de la distancia y , en consecuencia, las prcticasde insercin sostenidas por el modelo propio de la ingeniera social. La sociedad se entiendecomo un espacio ordenado, que se construye en torno a un centro y a una periferia. A los delcentro se la atribuye el poder, y a las periferias, la insignificancia. Excluidos son los que que-dan fuera de las puertas de entrada, que conducen, en pleno derecho, a los dinamismos hege-mnicos, que cohesionan la organizacin social. Fuera quedan los que no han podido tras-pasar las puertas de entrada de una sociedad de productores y de consumidores. El trabajo,el consumo, la seguridad y la autonoma individual son los lindes, que determinan el dentroy el fuera.

    Quedarse sin empleo, en una sociedad de productores, significa quedarse sin identidadpersonal; quedarse sin salario en una sociedad de asalariados es perder el estatus social ade-ms de los recursos para sobrevivir. No poder consumir es el grado mximo de exclusin enuna sociedad de consumidores. No gozar de la proteccin en una sociedad en la que la segu-ridad se ha construido como valor esencial es quedar apresado por un destino marginal.

    La produccin social de la distancia

    La distancia en forma de fronteras fsicas y simblicas acompaa a la representacin espacialde las exclusiones. La frontera es el resultado de la institucionalizacin del margen, que sedensifica en la produccin de enclaves territoriales, en la construccin social del extrao y enel ejercicio de mecanismos expulsores.

    Hay un proceso de exclusin que se despliega en ciertos territorios y se encasilla en cier-tos lugares. Se busca en las periferias de las ciudades o en las espaldas del mundo y , en con-secuencia, se intenta abordar desde all. El poder de la metfora densifica la exclusin enespacios concretos y en grupos poblacionales especficos. La exclusin es un modo de iden-tificar a ciertos enclaves territoriales en los que cristalizan de manera dramtica la des-estruc-turacin social, las tasas de desempleo, la ruptura de las solidaridades vecinales, la instalacinen la precariedad y la falta de perspectiva. Hablamos as de barrios marginados, de etniasexcluidas, de sectores poblacionales marginalizados.

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    Asimismo, la distancia, en contextos de globalizacin, se est produciendo como extra-eza. La sociedad mvil ha convertido al extranjero en parte sustantiva del paisaje social peroha tenido que crear al extrao para canalizar sus temores y frustraciones. Los extraos son losotros, mientras que los extranjeros son parte de nosotros mismos. A los extranjeros se les

    ha vendido la costa del pas porque el dinero no conoce nacionalidades, a los inmigrantes,que buscan piso, se les niega el acceso a la vivienda por su condicin de extraos. Los extran-jeros estn en razn del mercado turstico y encajan con nuestras expectativas. Con los depor-tistas de elite, artistas nacionalizados, jubilados del norte, se utilizan mecanismos de inclu-sin y miles de reclamo. Pero la globalizacin econmica no slo ha trado extranjeros, sinotambin extraos, no slo turistas sino tambin emigrantes econmicos, que no encajan ennuestro mapa cognitivo, moral o esttico. Ya no es tanto la xenofobia (miedo al extranjero)sino la aporofobia (miedo al pobre) No marginamos al inmigrante si es rico, ni al negroque es un jugador de baloncesto, ni al jubilado con patrimonio: marginamos a los pobres. 1

    Una vez producida la distancia, como condicin previa para la exclusin social, se des-

    arrollan los mecanismos de exclusin, que tienen una gran actualidad entre nosotros. La des-aparicin fsica, que se despliega como limpieza tnica o eliminacin del emigrante-extraomediante el naufragio en el mar, helicpteros y lanchas de vigilancia, cmaras de infrarrojos,radares y vallas electrificadas; la Asociacin Marroqu de Familias de Vctimas de laInmigracin clandestina eleva a 10.000 los desaparecidos en el estrecho. Tambin es fre-cuente practicar la demonizacindel extrao, de quienes mostramos los componentes real-mente inaceptables del otro, con relatos alarmistas y sensacionalistas. Se le atribuye el aumen-to de la delincuencia, la responsabilidad del paro, el deterioro de la convivencia. Quiz elmecanismo ms camuflado sea la reduccin instrumentaldel extrao a recurso. Se les quiere yacepta mientras sirvan para algo y lo testifiquen los empresarios; no molestan en los solaresen construccin, ni en las fbricas, ni en los restaurantes, ni cuidando a los ancianos pero hie-ren y ofenden si hay demasiados en los paseos o en las discotecas.

    Prcticas de insercin

    El modelo hegemnico para afrontar la exclusin, cuando triunfa la metfora espacial, se haconstruido con materiales de las ciencias naturales, que ha provocado el sueo de la ingenie-ra social.

    En las representaciones espaciales, se entiende que la lucha contra la exclusin cae departe del que est fuera; es l quien tiene que incorporarse a la sociedad ya que sta no pre-cisa de cambio. Los esfuerzos se dirigen bsicamente a facilitar la insercin por la va delempleo para lo cual establece medidas para la formacin de habilidades sociales, talleres deformacin y empleos ocupacionales.

    La lucha contra la exclusin se dej tentar tempranamente por la seduccin de la inge-niera social en todas sus formas, en especial por el mecanicismo y el positivismo tcnico y,de este modo, se desplaz la sensibilidad y el mundo de los afectos. En nombre de la inge-

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    1. Cortina, A., Aporofobia, en El Pas, marzo de 2000, p. 14.

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    niera social, las profesiones se aliaron con la razn instrumental, calculadora y objetivante y,de este modo, convirtieron su habilidad profesional en un simple posesin de saber tcnico.Se esfumaba as su compromiso con la innovacin, la creatividad y la praxis. Se dotaron deplanos, equipamientos y guas de recursos pero se debilit sentir con las entraas; se deja-

    ron tentar por la dictadura de los protocolos hasta llegar a confundir la accin social con lagestin de un departamento de la administracin. Ganaron en planes pero perdieron en pro-yectos. De este modo se inici el largo proceso hacia la autorreferencialidad en el abordaje dela exclusin.

    Las prcticas se orientan sobre la persona excluida y se intenta trabajar sobre ella, comosi fuera una realidad autnoma, separada de su propia historia y del sistema que la produce.Para logra la insercin intenta ir de lo complejo a lo simple, se apoya sobre la previsin cier-ta. Funciona en el mbito de lo que puede determinarse y alcanzar un control absoluto sobrelos resultados en base al aumento cuantitativo de los recursos.

    Las medidas de insercin obedecen a una lgica de la discriminacin positiva, se acta

    sobre las personas, los grupos especficos y los territorios mediante estrategias sectoriales.Intentan elevar a los que estn peor situados para acortar las distancias en oportunidades.Ofrece recursos subsidiarios a aquellos cuya existencia no est asegurada sobre la base del tra-bajo o de la propiedad; mientras la polticas pro-integracin se orientan a la poblacin engeneral, mediante intervenciones dirigidas al conjunto de la sociedad como tal, solo son posi-bles de manera trasversal y global, mediante la movilizacin de los distintos actores, fomen-to de partenariados, nuevas relaciones entre las administraciones y las iniciativas sociales.

    Lmites de la ingeniera social

    La cada de la distincin entre dentro y fuera, entre lo interno y externo ha creado un vacode sentido y de significado en la erradicacin de la exclusin. Comprender que la exclusinempieza dentro del sistema, exige un salto cualitativo ya que supone captarla en la relacin yno en la imposicin ni en la distancia; significa aceptar otro tipo de intervencin social queno est basada primariamente en el excluido ni en la ayuda para el excluido, sino en la rela-cin misma con l y a travs de l con su propia historia. Las prcticas insertivas olvidan confrecuencia, el carcter intrnsecamente relacional y cooperativo de las prcticas incluyentes.

    Asimismo, la ingeniera social ha favorecido la disociacin ente la cognicin y la sensibi-lidad y ha establecido con la realidad una relacin funcional que lo convierte todo en recur-sos. Nada debe sentir el tcnico que pueda distraerle de sus objetivos, nada debe sentir elprofesional que no pueda expresarse en tcnicas de intervencin, nada debe sentir el trabaja-dor social ante el sufrimiento humano.

    De este modo, las prcticas contra la exclusin corren el riesgo de ser un juego marginal,consistente en hacer lo mnimo en el nivel local para evitar las disfunciones demasiado visi-bles. Con el nacimiento de barrios de accin preferente y polticas sectoriales se puede evitarmuchas explosiones y dramas. De este modo, la gestin territorial se somete a la lgica sist-mica y se preocupa por reordenar los elementos internos del sistema ms bien que en la tras-formacin de los mismos. La intervencin se focaliza en un territorio como huida hacia elnivel local para disimular las polticas globales.

    La representacin, que evoca la existencia de un centro y una periferia, se ha convulsio-nado en las ltimas dcadas. Las representaciones espaciales ya no son apropiadas para expli-

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    car ni para interpretar lo que est ocurriendo en unos sistemas que tienden a carecer de cen-tro, han dejado de tener definidores centrales y los peligros se han disuelto por todo el cuer-po social ya que las amenazas se han des-localizado: los problemas, los conflictos y las exclu-siones no estn domiciliados en ningn espacio sino que son dinamismos que pueden mover-

    se de un lugar a otro, en distintos sectores y en varias reas empricas de la sociedad.

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    Por otra parte las representaciones espaciales ignoran el carcter procesual de la exclusinhoy: entre el que est dentro y el que est fuera, est el que est cayendo. Las fronteras entreel dentro y el fuero son tan verstiles, tenues y lquidas que se traspasan sin darse cuenta. Elque trabaja precariamente hoy est dentro y maana est fuera: entrar y salir es una condi-cin de la movilidad.

    Esta representacin de la exclusin tiene un lmite esencial: se ocupa de los medios quepuede incluso llegar a dominarlos, pero ignora los fines ante los que vive un serio descon-cierto.

    Los desviados

    La idea de patologa, personal o social, disfruta de un alto predicamento en las representa-ciones de la exclusin, sobre la base de la metfora teraputica de la desviacin, que conno-ta salirse fuera de un camino convencional o extraviarse de las pautas consideradas correctas.

    Los socilogos, desde el nacimiento mismo de su disciplina, han credo que la desviacin esun rasgo comn a toda sociedad, ya que est implcita en toda organizacin social y moral.Cada vez que desaparece una desviacin, amanecen otras, segn la temprana observacin deDurkheim en una sociedad de santos, los delitos propiamente dichos serian all desconocidos;pero las faltas originaran all el mismo escndalo. Las exclusiones son una parte intrnseca yvital de la sociedad humana, que no pueden erradicarse.3 La sociedad, en consecuencia, es unafbrica de desviaciones que a la vez muestra un propsito constante en librarse de los fenme-nos desviados. En el intersticio de ambos proyectos, se produce la cohesin social.

    La metfora de la desviacin, como una representacin de la exclusin, proviene de lavida orgnica y de una analoga derivada de las ciencias naturales. Se legitima en el ejerciciode la epidemiologa y en las analogas mdicas. Con ella se intenta expresar que todo orga-nismo presenta deficiencias, que le llevan en ltimo trmino a perecer. Las exclusiones ser-an las disfunciones de la sociedad, producidas a causa de su inestabilidad y desorganizacin,que reducen su viabilidad a futuro.

    Las nociones mdicas de salud y enfermedad, normalidad y anormalidad orientan losmarcos conceptuales y las prcticas sociales para representarse la exclusin y/o a la personaexcluida. Salud y enfermedad, normal y patolgico son referentes esenciales en esta repre-sentacin. De este modo, moralidad acaba significando integracin y desviacin, exclusin,con todas las variantes de lo patolgico.

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    2. MELUCCI, A. (1998), La experiencia individual y los temas globales en una sociedad planetaria, en

    AA.VV. Los movimientos sociales. Trotta , Madrid, p. 367.3. Matza, D. (1981), El proceso de desviacin, Taurus, Madrid, pp. 27-28.

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    La produccin social de la desviacin

    La produccin de la desviacin como representacin de la exclusin se ha vinculado ltimamentea tres procesos. En primer lugar se atribuye a la existencia de una predisposicin o afinidad, que

    anida en el sujeto. Detrs de una exclusin hay circunstancias, que empujan, predisponen o con-dicionan como es la constitucin fsica, la raza, la vida familiar, la pobreza, la clase social, el fra-caso educativo, la inmigracin. El principio bsico es que ciertas condiciones antecedentes pre-disponen a las personas o a los grupos a ciertas consecuencias predecibles. Detrs de toda exclu-sin hay un conjunto de condiciones, necesarias y suficientes, que explican la trayectoria deexclusin. Esas circunstancias actan en lo social como las fuerzas de atraccin en la qumica.

    De este modo, se afirma que la pobreza y la inmigracin son dos circunstancias para elflorecimiento de la exclusin. Se reconoce la relacin entre pobreza y patologa, de modo queaqulla es productora de desviacin y marginalidad. De este modo se atribuye a los barriosdegradados una cierta afinidad con el submundo de la exclusin, tanto en la produccin de

    la misma como en la atraccin que ejerce sobre las biografas de la exclusin.En los ltimos aos, se afirma la relacin entre inmigracin y patologa, al atribuirle a lasmigraciones ser hoy la causa mayor de la delincuencia. La actual identificacin entre inmi-gracin y delincuencia deja inocentes las tesis del propio Lombroso. Se aducen abundantesargumentos basados en estadsticas que encierran graves confusiones.

    Junto a la predisposicin y a la afinidad, se subraya un segundo elemento basado en laimplicacin del sujeto y su convencimiento que da comienzo al proceso. Hay un acto de lavoluntad que ser decisivo para llegar a ser excluido al identificarse con el estereotipo social.En la actualidad el mecanismo ms fuerte para producir la identificacin del propio sujetocon la imagen que viene de fuera es el mecanismo de la generalizacin. En el origen de algu-nos procesos de exclusin est la prdida del nombre y con l, la identidad personal. ElHolocausto fue posible porque previamente se reducan los vecinos a los judos, como hoySamir o Mustaf pierden su nombre para convertirse en inmigrantes o en moros.

    Un tercer mecanismo productor de exclusin, en la perspectiva teraputica, se basa en la estig-matizacin. Para llegar a ser excluido tiene un papel esencial la clasificacin, que hace la autori-dad y el poder. En la actualidad, el mecanismo ms potente es conseguir que el excluido se sien-ta culpable de su propia exclusin. Para ello, el proceso de exclusin se reviste de criterios mora-les, hasta representarse en el interior de la contraposicin entre lo normal y la anormal. Recaensobre los excluidos todos aquellos estereotipos que se han construido socialmente para lo que noes consentido por una sociedad. El sujeto excluido es aquel que gravita sobre su propia culpa.

    Prcticas teraputicas

    Alasdair Macintyre ha intentado identificar la trama social de nuestro tiempo en tres figuras:el Esteta rico, que lo tiene todo y se dedica a su bienvivir; el Ejecutivoque toma el avin alamanecer y llega a casa en el de la noche sin tiempo mas que para la empresa, y el Terapeuta,el que domina la tcnica de sanar los desarreglos psquicos, pero sin saber hacia qu horizon-tes seria sano enfocar las energas del paciente.4

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    4. Macintyre, A. (1987),Tras la virtud, Barcelona, Crtica.

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    La representacin teraputica ha creado el modelo clnico de intervencin para la inclu-sin social, que acta directamente sobre la patologa e indirectamente sobre las consecuen-cias. Intenta recuperar la funcin que se ha perdido a base de intervenir sobre los puntosdbiles. Est interesado por lo que no funciona y se preocupa por reducir las disfunciones.

    El modelo clnico se aproxima a los excluidos como dficit y carencia, y les reduce a la nega-tividad; en lugar de considerar que los excluidos tienen tambin soluciones, se les identificacon su propia carencia. T eres el problema y yo la solucin, viene a decir el clnico, enlugar de nosotros somos el problema y nosotros somos la solucin. Acta sobre las perso-nas y no tanto con ellas y a partir de ellas.

    Para la representacin teraputica, la disciplina es el mtodo mas seguro para reducir ladesviacin. Se acerca a la desviacin con el propsito de librarse lo antes posible del fen-meno desviado y de este modo renuncia a simpatizar con el sujeto desviado. Ante la viola-cin de patrones de conducta y de moralidades colectivas, las practicas ms frecuentes son lascorreccionales a fin de que vuelvan a los patrones de los que se han separado. Las personas

    que se desvan resultan molestas e inquietantes.

    Lmite de las prcticas teraputicas

    El concepto de patologa es un falso concepto cuando se aplica al mundo de la exclusin, acausa de sus reminiscencias orgnicas y moralistas. La perspectiva correccional convierte alser humano en objeto, que gravita en torno a su propia carencia y le secuestra sus capacida-des de trasformacin personal y colectiva. Cuando se ha convertido al excluido en objeto,disminuye su capacidad de accin y slo le queda recorrer la trayectoria fijada desde fuera.Olvida que el sujeto se relaciona activamente con sus circunstancias, e incluso puede inter-actuar con ellas e incluso llegar a cambiarlas. La capacidad humana no es slo reactiva, sinoque puede crear nuevas significaciones, hacerse cargo del entorno y cambiar la propia histo-ria vivida. Sin negar la densidad que en ciertas trayectorias vitales tienen las circunstancias ylos factores advenidos, se puede romper podemos romper el destino de exclusin. No hayningn contexto en punto cero, todos estn habitados por algn tipo de posibilidad. No hayningn integrado que no tenga nada que recibir ni ningn excluido que no tenga nada quedar. Intervenir contra la exclusin, es vincularse al desarrollo comunitario, a la autoorgani-zacin, a la bsqueda de salidas protagonizadas por las personas excluidas.

    A la perspectiva correccional le falta sentido de la paradoja y cree que las cosas malas resul-tan de las malas condiciones. Con frecuencia dependemos de las circunstancias y las vida esuna gravitacin en torno a un punto ciego, pero cuando esto sucede, y sucede con frecuen-cia, no estamos ante la estructura humana sino ante una patologa. El derecho de las cir-cunstancias es inducir pero en ningn caso obliga a tomar una direccin determinada. Sepuede resistir y trascender las circunstancias. Y con frecuencia, hay bondad que procede decircunstancias malas y de las malas condiciones pueden surgir buenas acciones

    Al reducir las capacidades subjetivas de los excluidos, la perspectiva correccional dificul-ta la empata y la comprensin hasta hacerla imposible en muchos casos salir del proceso deexclusin. Con un objeto no caben empatas. Y en consecuencia, las prcticas teraputicasson incapaces de comprender el punto de vista del sujeto marginalizado ni el significado quetiene para l la accin desviada. La perspectiva correccional es exterior y no cabe duda que laconsideracin interior del fenmeno, tal como lo vive la persona desviada, tiene ms dere-

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    chos de los que le atribuye las prcticas correccionales. Lo ms perverso de esta representa-cin teraputica de la exclusin es que ella misma fomenta la exclusin ya que sta se ali-menta de la conversin del excluido en objeto.

    Para percibir los limites de las metforas teraputicas podemos aludir a la consideracin

    biomdica con la cual Roberto Esposito concluye su Immunitas contraponiendo la metforade lucha a muerte a la metfora de lucha a vida. La primera se ha construido con la expe-riencia clnica que se adquiere contra la invasin externa de bacterias que es propio de unbuen sistema inmunitario: contra los excluido hay que usar todas las tcnicas posibles sinreparar que frecuentemente aquella estrategia produce mayores males. La imagen opuesta dela batalla a vida como se juega en el vientre materno a lo largo de un embarazo. Es este lti-mo caso, la confrontacin con otro, con un cuerpo distinto dentro del propio cuerpo, no seplantea como destruccin sino que es un encuentro creativo, vital en el sentido ms genui-no. Es este el modelo de relacin con la alteridad, en la poca en la que los confines entredentro y fuera se han hecho tenues e inexistentes. En lugar de incompatibilidad nacer algo

    nuevo al abordar la alteridad. El otro es la forma misma que asume el s mismo cuando lointerno se cruza con lo externo, lo propio con lo extrao, lo inmune con lo comn.5

    Los vulnerables

    La exclusin se manifiesta como desafiliacin para indicar la ruptura de las redes familiares,el debilitamiento de las relaciones sociales, la fragilidad de los lazos de proximidad. Serexcluido significa la quiebra de los tejidos, que conforman el subsuelo de la vida humana yaseguran la proteccin, la confianza y la transmisin del sentido. Alude a la desconexin delos dinamismo sociales, de los intercambios productivo, o de la comunicacin. Como sialguien se quedara en el andn, al partir el tren, con apenas equipaje.

    Las narraciones sobre la vulnerabilidad se han construido desde la experiencia de las cats-trofes. Cuando el dao es proporcional a la intensidad del golpe menos las resistencias, sealude a la vulnerabilidad y muestra la importancia que tienen las resistencias para amortiguarel dao, que producen.

    La produccin social de la desafiliacin

    Hay una vulnerabilidad que forma parte de los prstamos bsicos de la existencia humana:la falta de alimento, la carencia de hogar, la ausencia de energa vital y reconocimiento domi-cilian a los seres humanos en la zona de la vulnerabilidad, en permanente viraje hacia laexclusin.

    Hay componentes de la vulnerabilidad que pertenecen a la naturaleza humana. Vivir esestar permanentemente expuesto a las amenazas internas y externas: cuanto ms intensa es lainseguridad, el miedo y la incertidumbre, ms se siente la intensidad de la vida. Se aprecia lapresencia de la vida cuando est amenazada. Se percibe la presencia del cuerpo cuando lo esta-

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    5. Esposito, R. (2002), Immunitas. Einaudi, Turn, 2002, p. 297.

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    mos perdiendo. En consecuencia, la vulnerabilidad presencializa la vida misma y es un recor-datorio de que estamos vivos. Como expres el poeta ingls John Donne nadie duerme en elcarro que le lleva al patbulo es decir, cuando ests en el carro que te lleva a la horca, no teechas una siesta. En los mundos de la vida, la vulnerabilidad actan como seal de alarma que

    advierte y avisa del peligro; el timbre que comunica, la voz de que cualquier cosa puede ocu-rrir. Acompaa a todo lo humano; tener cuerpo y estar vivo es quedar expuesto a todo aquelloque puede daarnos y quedar amenazado por todo aquello que no es previsible y puede des-truirnos. Avisa de que todo puede ser destruido a travs de la muerte fsica, que destruye la vida,de la muerte social, que destruye la relacin, de la muerte squica, que destruye las conviccio-nes. Avisa de la existencia de lo absurdo, de lo inesperado, de lo sorprendente como portadorde peligro y amenaza. Avisa de la estructura corporal e indigente de la existencia , que exige sincesar su diario tributo de alimentos, de luz y aire para seguir latiendo.

    Otras vulnerabilidades son advenidas. La miseria, la violencia, la crueldad, la enfermedadsocial, el sin-sentido de la vida son factores que sitan a la vida al borde del acantilado y la

    siembran de pesadillas, insatisfacciones e incertidumbres. La vulnerabilidad no slo se pro-duce como un rasgo sustantivo de lo humano, sino que extiende sus dominios por todo elcuerpo social. Las actuales transformaciones de los factores de estabilidad han ampliado loprecario a toda la sociedad de modo que atraviesa algunas de las zonas antes estabilizadas porel empleo seguro o la promocin social. La precariedad amanece all donde se alternanempleo y no-empleo, actividad e inactividad, oportunidades e certidumbres. De este modo,hay un mecanismo que convierte la precariedad en destino. No existe slo una periferia pre-caria sino tambin una desestabilizacin de los estables. Este mecanismo muestras sus peo-res garras en jvenes desfavorecidos, hijos de inmigrantes, habitantes de los arrabales, quevagan de pasanta en pasanta.6

    En los intersticios de ambas vulnerabilidades se produce la insignificancia e inutilidadsocial. La insignificancia convierte a personas y grupos en intiles para el mundo, en super-numerarios que flotan en una especie de tierra de nadie social, no integrados e inintegrables.Los intiles para el mundo pueden optar entre la resignacin y la violencia espordica, larabia que casi siempre se autodestruye (Castel, p. 413). La presencia cada vez mas intensa, deindividuos ubicados como en situacin de flotacin en la estructura social, sin encontrar unlugar, siluetas inseguras, en los mrgenes del trabajo y en los limites de las formas de inter-cambio socialmente consagradas se sustancia en personas en desempleo prolongado, habi-tantes de los barrios desheredados, beneficiarios del salario mnimo de insercin, victimas delas reconversaciones industriales, jvenes de pasanta en pasanta, ocupados en pequeas tare-as provisionales. (Castel, p. 13).

    Prcticas de resilencia

    Las prcticas ms acreditadas para abordar este tipo de exclusin, se orientan a fortalecer lasresistencias mediante la reconstruccin de las redes sociales.

    Desde esta perspectiva, se ha construido el modelo social, que se sostiene sobre un tipode intervencin que se distancia de la ingeniera social para acercarse desde otros parmetros

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    6. Castel, R. (1995), Les metamorphoses de la question sociale, Pars, Fayard.

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    ms prximos a la sabidura prctica. El hacer de la tcnica, que se sustancia en la ingenierasocial, tiene pretensiones de validez general y se sustenta sobre un proyecto disponible, quese ejecuta al modo de la deduccin; el hacer de la sabidura prctica, que se sustancia en elmodelo social, supone la deliberacin consigo mismo y con los otros y se sustenta sobre la

    decisin entre diversas posibilidades.En la ingeniera social, las necesidades bsicas son asumidas como carencias, que se des-pliegan en demandas: se tienen necesidades porque se carecen de los medios para satisfacer-las; en el modelo social las necesidades son asumidas tambin comopotencialidades, que danlugar a la bsqueda y a la participacin. Si los primeros esperan la solucin de los problemasy la satisfaccin de sus necesidad por parte de un agente externo hacia el cual derivan sus rei-vindicaciones, los segundos las esperan del auto-desarrollo de los propios sujetos organizadosy del propio esfuerzo. En la ingeniera social se estiman primariamente las relaciones jerr-quicas y la disciplina de las organizaciones, mientras que en el modelo social se valora la coo-peracin y la participacin. Los recursos son las propias personas, con su capacidad de inno-

    vacin y cooperacin; lo cual les sita en un lugar privilegiado para enfrentarse a los retos dela globalizacin econmica. La transmisin de valores civilizatorios, culturales y moralesgana importancia. En adelante se elevarn considerablemente los requisitos de cualificaciny las empresas dependern cada vez ms de la cooperacin de sus empleados y de la disposi-cin al compromiso.7

    Mientras la tcnica es el conocimiento de lo fabricable, capaz de alcanzar su propia per-feccin a travs de la eleccin del material y de los medios correctos, la sabidura prctica porsu parte se ocupa de la aplicacin de los medios a los fines correctos. La tcnica se hermanacon la ciencia y la sabidura prctica con la autoconciencia. La distincin aristotlica entretejneyphronesisquera marcar los lmites entre ambas operaciones. La tejnees enseable yaprendible y su eficacia no depende de la clase de persona que se sea en lo moral o en lo pol-tico. Lo contrario ocurre con el saber y con la razn que iluminan y guan la situacin prc-tica del ser humano: hay tambin en l un saber general que puede ser enseado, pero no hayuna relacin lgica entre la ley y el caso particular.8

    El modelo social se acredita en la vinculacin interna al ethos,9 una sabidura humana que,en comparacin con la ingeniera social es una nesciencia. Bajo el dominio de la ingenierase supedit la prctica a la metodologa de la ciencia annima y olvidaron la complejidad delo social. El modelo social rompe el esquema perverso por el cual el experto tiene la soluciny el excluido tiene el problema. En la intervencin social, se debe soportar el lmite de todacompetencia prctica que ya fue subrayado por los clsicos griegos, el piloto lleva los pasaje-ros a tierra, pero no puede saber si eso va a ser bueno para ellos.

    Las prcticas de intervencin, que promueve esta perspectiva, se distancian de la ingenie-ra social y el modelo teraputico. En el modelo social, los efectos de la intervencin no sontotalmente previsibles ni se pueden lograr a ciencia cierta los resultados esperados. Hay rea-lidades que son imprevisibles a causa de su complejidad; las causas son mltiples, las solu-ciones pueden ser diversas y los resultados se escapan muchas veces al control. En el mundo

    18

    7. Lafontaine, O. y Muller C. (1998), No hay que tener miedo a la globalizacin, Editorial Biblioteca Nue-va, Madrid, pp. 221-222.

    8. Gadamer. H.G.(1967), ber die Planung der Zukunft, Tubinga, 1967, p. 164.9. dem (1977), Philosophie in SelstdarstellungenIII, Hamburgo, pp. 59-100.

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    de lo social, la complejidad es el estado natural de la realidad en la que cada momento creanuevas indeterminaciones y abre amplias probabilidades. En el mbito de lo social se va delo complejo a lo complejo. Y confa en el papel activo y decisivo de las comunidades en lagestin de sus propios riesgos; la poblacin es a la vez sujeto y objeto. Sin su protagonismo

    no hay solucin posible a ningn problema social.

    10

    El modelo social postula una forma derelacionarse los sujetos sociales entre s, que consiste en obtener un mayor nivel de interac-cin a travs de mayores reciprocidades y estrategias de complementariedad que produzcanun enriquecimiento mutuo.

    Natalio Kisnerman, desde la exquisita sensibilidad del trabajo social, ha sugerido la met-fora de la conjura para significar la necesaria fortaleza para vencer juntos los obstculos quese oponen a la erradicacin de las exclusiones.11 Conjurados en la lucha para alcanzar unasociedad integrada e inclusiva.

    Lmites del modelo socialLa exclusin se inscribe en la trayectoria histrica de las desigualdades sociales, pero a su vezimplica las fracturas en el tejido social. Ambos se sustancian en la precariedad del sujeto pro-ductor de sentidos para la vida. En la medida que el modelo social olvida la capacidad delsujeto a romper el destino, convierte la exclusin en algo natural e inevitable; deja de ser unacuestin poltica para convertirse en un simple hecho, irreversible e irresistible, inherente alas sociedades avanzadas del siglo XXI.

    En las exclusiones se condensan tres desgarros: la dimisin de la responsabilidad pblica,que muestra el fracaso de las polticas sociales, laborales y educativas; la ruptura de los con-textos de proximidad, que marcan la opacidad de lo cotidiano; y el debilitamiento de losdinamismos vitales que configuran el pulso vital de las personas. Son expulsados de los dere-chos sociales, desarraigados de las redes, que dan libertad y seguridad, y biografas interrum-pidas que vulneran las energas vitales. El modelo social ha de dar razn de situaciones vin-culadas a las desigualdades estructurales, a determinados elementos relacionales y a los fac-tores de ndole individual.

    Los excluidos son simultneamente actores, que representan papeles que les han sido asig-nados y en los que estn encasillados. Pero tambin son autoresque escriben los guiones desu propia vida y agentesque los ejecutan. Las tres dimensiones interactan. Conviven comoel Quijote y Sancho.; utopas unidas al desencanto, libertades fecundando los destinos.Utopa significa no rendirse a las cosas tal como son y luchar por las cosas tal como debieranser; saber que al mundo, como dice un verso de Brecht, le hace buena falta que lo cambieny lo rediman, pero, como sugiere Cioran despus habr que cambiar lo cambiado (1981).Don Quijote, por si solo, sin Sancho sera penoso y peligroso, porque confunde el sueo conla realidad. Don Quijote necesita a Sancho para percibir el olor a establo de Aldonza, loscolores, los sabores, los alimentos, la sangre, el sudor y el placer sensual de la existencia, sinlos cuales la utopa sera una prisin asfixiante (Magris, pp. 11-17).

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    10.Garca Roca, J. (1992), Pblico y privado en la accin social, Ed. Popular. Madrid.11. Kisnerman, N. Reunin de conjurados, Lumen humanitas, Buenos Aires, p. 7.

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    Los nufragos

    La exclusin se representa tambin, en clave existencial, desde la narracin del naufragio enla medida que afecta a la subjetividad y a la forma de emocionar la realidad. Los procesos de

    exclusin conocen los sentimientos de impotencia y afectan a los dinamismos vitales.El naufragio visualiza los procesos de exclusin desde la perspectiva del sujeto excluido.Qu sucede en el naufragio para que pueda representar la vivencia del excluido? Le es esen-cial el sentimiento de prdida, de impotencia, de soledad, de falta de horizonte. Los exclui-dos, como nufragos, comparten la quiebra de los dinamismos fundamentales del ser vivo:la confianza, la identidad, la reciprocidad, la autoestima.

    La produccin existencial del naufragio

    Diez das a la deriva en una balsa, sin comer ni beber, soportando el hambre y la sed, le hanservido a Gabriel Garca Mrquez para desentraar la experiencia real del naufragio.12 Ochomiembros de la tripulacin del destructor Caldas, haban desaparecido a causa de una tor-menta en el mar Caribe. Al cabo de cuatro das, los marineros perdidos fueron declaradosoficialmente muertos; sin embargo, una semana ms tarde, uno de ellos apareci moribun-do en una playa desierta del Norte de Colombia. Por qu y cmo Luis Alejandro Velasco,con sus 20 aos, pudo sobrevivir?

    En el origen de todo naufragio est la fatiga con la desesperacin, deca el nufrago delCaldas:Ests tan cansado que no sabes siquiera que est amaneciendo. La desesperanza esla compaera inseparable del naufragio, bien porque se pierden las fuerzas, bien porque decaeel nimo. Por el contrario, la voluntad es la compaera de la supervivencia, porque da ener-ga para emprender y disposicin para mantenerse en el empeo.

    El sentimiento de exclusin afecta igualmente a la relacin con los otros. Cuando se estslo en el mar, a las ocho de la noche y sin esperanza, se piensa que no hay ninguna lgicaen las palabras del instructor. El primer sentimiento del nufrago es la de estar absoluta-mente solo en la mitad del mar. El naufragio nos precipita en un abismo , en una soledadinfinita (p. 42).

    El naufragio es, asimismo, el cierre del horizonte, que se expresa en forma de resigna-cin e impotencia. Se cree que ante los problemas no hay soluciones reales. La exclusinest minada por los desnimos y por la falta de perspectiva. El nufrago tiene confundidoel sentido de la orientacin y pierde los puntos de referencia : No tena la menor ideasobre mi direccin y mi posicin, no saba si la balsa avanzaba hacia la costa o haca el inte-rior (p.54).

    La exclusin connota fragilidad fsica e incapacidad squica para realizar eleccionesautnomas; una fragilidad que se representa como un continuo que va desde la falta deautosuficiencia econmica que sufren los pobres tradicionales y los jvenes con trabajosprecarios, hasta la dependencia squica vinculada a la edad y a determinados estados depre-sivos de conciencia.

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    12. Garca Mrquez G. (1981), Relato de un nufrago(pginas en el interior del texto).

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    Ernesto Sbato en su testamento espiritual se refiere a esos muchachos y chicas desorien-tados, que se acercan en ocasiones tmidamente y, en otras, como los que buscan en el mar,despus de un naufragio, precarios restos de madera.13

    Prcticas de acompaamiento

    Las metforas existenciales han servido igualmente para construir buenas practicas en la esfe-ra de las exclusiones. Segn el Informe a la Unesco de la Comisin Internacional sobre Laeducacin para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors, la educacin para la inclusin con-siste en proporcionar las cartas nuticas de un mundo complejo y en perpetua agitacin yal mismo tiempo, la brjula para poder navegar por l.14

    Lejos del modelo clnico (metfora terapeuta) y de la ingeniera social (metfora espacial)nacen las prcticas de acompaamiento, que se basan en la relacin de ayuda y se despliegan

    en cercana y proximidad. Como estrategia, el acompaamiento desarrolla el principio deindeterminacinque hace imprevisible los resultados esperados; el principio de complejidadque impide un control exhaustivo de la situacin por parte del tcnico y el principio de impli-cacinque vincula la intervencin a los procesos de superacin personal. El acompaamien-to abre el conocimiento al llamado tico, a la empata de un sufrimiento compartido; lasrazones se sentimentalizan, all donde se mira al ser humano singular y vinculado, alldonde fenece el antiguo paradigma que sostena un ideal de razn que obliga a pasar de largopor la opacidad del sufrimiento humano.

    El acompaamiento, que puede vencer el destino existencial de la exclusin, no se con-forma con la racionalidad instrumental, sino que postula otro tipo de sabidura, que zaran-dea la prepotencia de ciertas racionalidades tcnicas. que han entronizado una objetividadque para ser legitima tiene que prescindir de los afectos y enfatizar el ejercicio profesional queno anula los sentimientos. Ms bien incorpora la experiencia vital como vehculo del cono-cimiento, entrelazando sus diferentes formas de conocimiento. La cartografa no suprime laincertidumbre, sino que guarda en su corazn un ncleo de perplejidad. ya que todo estenredado de esperanzas y citas, ofensas y desaires.15

    En la medida que la exclusin expropia los dinamismos vitales, las prcticas inclusivasintentan superar el determinismo y la impotencia y vincular as al sujeto con el mundo desus posibilidades y oportunidades. Decid, comenta el nufrago del Caldas, que con lo nicoque contaba para salvarme era con mi voluntad y con los restos de mis fuerzas. Siempreencontr un recurso para sobrevivir, un punto de apoyo, por insignificante que fuera paraseguir esperando (pp. 64-65), una veces era, en medio de aquella soledad infinita, ver la luzde un barco (p. 42), otras veces era el reflejo de la luna en las olas , otras el ruido de unosaviones (p. 46 ) la presencia de la gaviotas (p. 58), o el cambio en el color del agua (p.83). Hay un instante en que ya no se siente la sed ni el hambre; pero an no se pierden lasesperanzas (p. 57).

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    13. Sbato, E. (1999),Antes del fin, Seix Barral. Biblioteca Breve, Barcelona, p. 170.14. Delors et al. (1996), La educacin encierra un tesoro, Santillana, Madrid, p. 95.

    15. Guattari, F. Refundar las prcticas sociales, en Le Monde Diplomatique., 12, 1996. Marina, J. A.(1994), tica para nufragos,Anagrama, Barcelona. (1996), El laberinto sentimental,Anagrama. Barcelona, p. 17.

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    La inclusin, por el contrario, es una energa que activa, un impulso insaciable; existeporque las cosas pueden ser de distinta manera y est en nuestras manos cambiarlas y mejo-rarlas. Segua mirando primero el reloj, luego el horizonte (p. 42). La insercin cae de partede las oportunidades; antes de dejarse llevar por el presentimiento de la catstrofe, acentan

    la capacidad de llegar a puerto. aspira a crear e inventar posibilidades nuevas y posee una con-nivencia esencial con la creatividad y la anticipacin.El nufrago del Caldasse sent a escrutar el horizonte por todos lados; con la misma

    esperanza con que esa tarde esper ver aviones en el horizonte, estuve esa madrugada bus-cando luces de barcos; mir con tanta intensidad, que en un momento el cielo se llen depuntos luminosos (p. 44).

    La intervencin social de acompaamiento se identifica con el arte de la navegacin quedetermina su trayecto en funcin de las seales que se perciben en el propio camino; haypuerto (finalidades) pero no se sabe el camino (medios). Las prcticas de acompaamientohermanan las convicciones con las responsabilidades, incorporan los afectos a la razn y prac-

    tican una sabidura hecha simultneamente de informacin y de sentimientos, de razn y deafectos, de inteligencia y de emociones, una inteligencia emocional que incluye el autodo-minio, el celo y la persistencia. El acompaamiento, como la navegacin, requiere de unaespecial sabidura que integra la emocin al clculo, el tacto a la deliberacin, el sentidocomn a la planificacin, la intuicin a la observacin reglada.

    Qu se puede esperar del acompaamiento? La experiencia vital, construida en un barrioperifrico de Argel, ha permitido a Albert Camus en su obra pstuma e inacabada titulada Elprimer hombre, para orientar la respuesta. Camus vuelve a Argelia a la bsqueda de su infancia,de la que nunca se haba curado, a ese secreto de luz, de clida pobreza que lo haba ayudadoa vivir y a vencerlo todo (p. 44). A aquel espacio, que hoy llamaramos no-lugar, se lo repre-senta como una

    fortaleza sin puentes levadizos. Una fortaleza como un cncer aciago, exhi-

    biendo sus ganglios de miseria y fealdad, una vida encerrada en s misma (pp. 127-128).Quin y cmo puede romper el destino de exclusin? Cuando buscaba su infancia,

    Albert Camus se encuentra con la figura del maestro uno de esos seres que justifican elmundo, que ayudan a vivir con su sola presencia (p. 39). A l le atribuye haber roto su des-tino de excluido en la medida que slo la escuela proporcionaba lo que con tanta pasinamaban y no encontraban en casa, donde la pobreza y la ignorancia volvan la vida ms dura,ms desolada, como encerrada en s misma.

    Desde la experiencia de Camus, su maestro era el puente levadizo por donde poda tran-sitar desde su pobreza. La escuela no slo les ofreca una evasin de la vida de familia, sinoque en la clase del seor Bernard por lo menos la escuela alimentaba en ellos un hambre msesencial todava para el nio que para el hombre, que es el hambre de descubrir. En las otrasclases les enseaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso; les pre-sentaban un alimento ya preparado rogndoles que tuvieran a bien tragarlo (p. 128).

    Del maestro le vino a Camus el nico gesto paternal, a la vez meditado y decisivo, quehubo en su vida de nio. Pues el seor Bernard, su maestro de la ltima clase de primaria,haba puesto todo su peso de hombre, en un momento dado, para modificar el destino deese nio que dependa de l, y en efecto, lo haba modificado (p. 120).

    Desde la experiencia de Camus, el potencial del don y de reconocimiento se manifiestancomo senda de incorporacin. Ms an, el maestro no se dedicaba solamente a ensearleslo que le pagaban para que enseara: los acoga con simplicidad en su vida personal, la vivacon ellos contndoles su infancia y la historia de otros nios que haba conocido, les expo-

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    na sus propios puntos de vistas, no sus ideas (p. 128). En su clase sentan por primera vezque existan y que eran objeto de la ms alta consideracin: se los juzgaba dignos de descu-brir el mundo.

    La senda de la inclusin pasa por recuperar el potencial de la memoria.; el que haba cre-

    cido en una pobreza desnuda como la muerte necesita recuperar la memoria de los pobres.Esa memoria que como l mismo dice tiene pocos puntos de referencia en el espacio, pues-to que rara vez dejan el lugar donde viven, y tambin menos puntos de referencia en el tiem-po de una vida uniforme y gris, tienen, claro est, la memoria del corazn que es la ms segu-ra, dicen, pero el corazn se gasta con la pena y el trabajo, olvida ms rpido bajo el peso dela fatiga (p. 75). La memoria en el excluido no es un ejercicio de nostalgia sino de vincula-cin a sus races.

    Lmites de las prcticas de acompaamiento

    Las representaciones existenciales adolecen de dos graves olvidos. Al enfatizar los elementosde la subjetividad se devalan los componentes estructurales y contextuales de la misma. Laexclusin no se resuelve como una aventura individual sino como un complejo de tramas quese despliegan, se retroalimentan e interactan constantemente. Resolver el problema conparmetros excesivamente individuales, no hace justicia a la realidad de la exclusin.

    El lugar donde se articulan lo existencial y lo estructural son los objetivos de vida; comoreconoci Primo Levy desde su experiencia en los campos de exterminio nazi: la desolaciny la muerte slo se superan a travs de objetivos de vida: Casi nunca tuve tiempo que dedi-car a la muerte; tena otras cosas en las que pensar, encontrar un poco de pan, descansar deltrabajo demoledor, remendarme los zapatos, robar una escoba, interpretar los gestos y lascaras que me rodeaban. Los objetivos de la vida son la mejor defensa contra la muerte: noslo en el Lager (p. 127).

    Cuando hay objetivos de vida, la decepcin personal adquiere un nuevo relieve; la proxi-midad a los heridos como hecho cotidiano y horrendo y la cercana a los ms desvalidos ydespojados es un camino hacia el cambio estructural. Lo secundario y superficial se evapora,las opciones ideolgicas y religiosas se hacen irrelevantes, el lugar de nacimiento, la clasesocial y la raza cuentan ms bien poco. Cuando los grandes pisotean a los dbiles, objetivosde vida son su defensa; cuando el herido est indefenso, objetivo de vida es asistirle. Y de estemodo, amanece una realidad nueva.

    Ese inevitable punto de inseguridad es, como afirma Emilio Lled, estmulo y acicatehacia esas otras metas que llenan el horizonte ideal en el que se conforta y orienta la vida. Undescontento que nos ensea el sentido ms apasionante de cada empresa humana, y que nosempuja constantemente en la direccin de una personal felicidad, imposible si no tiende, dealguna forma, a la compaa y felicidad de los dems. Una utopa paradjicamente a mano,y que slo puede alcanzarse en el reconocimiento y aceptacin de la insalvable finitud denuestra generosa infelicidad (Lled, E. 2005 p. 15).

    La representacin asistencial ha planeado sobre las profesiones sociales, abocados a solu-cionar el problema en tiempo corto y desde la centralidad de la urgencia. Con frecuencia, lacohesin social exige que se resuelvan con rapidez ciertas situaciones a fin de que no pertur-ben la paz social. Esta representacin ha planeado constantemente sobre las profesionessociales para sugerir su identidad y su competencia; Fabio Folgheraiter sugiere que el exper-

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    to se ve a s mismo como un un guardin de la puerta o un conserje de los servicios socia-les, de este modo garantiza que las provisiones existentes lleguen a los ciudadanos que tie-nen derecho o lo necesitan.16

    Los rechazados

    La produccin industrial ha proporcionado a Z. Bauman, los elementos para construir lametfora de ndole poltica, que permite entender la densidad estructural de la exclusin. Laimagen de los residuos industriales representa a los excluidos por el modelo de desarrollo aescala local y planetaria. De las fbricas parten a diario dos tipos de camiones: unos se diri-gen a los almacenes y los otros a los vertederos, los dos lugares emblemticos de la moderni-dad. Los residuos industriales, que acompaaron desde el principio a la produccin moder-na, necesitan vertederos de basura. No hay una fbrica sin su basurero, no hay un taller arts-

    tico sin sus basurero, no hay sociedad sin su basurero. Los residuos se han construido en uningrediente indispensable del proceso productivo, del proceso creativo y del proceso social.Se subraya en la representacin poltica la vinculacin entre exclusin y proceso social,

    acenta el carcter interactivo y su vinculacin dinmica a procesos estructurales. Conocer laexclusin slo es posible desde el sistema social que la produce o mejor dicho, como sugiereHorkheimer, para conocer un cuarto oscuro, es necesario acercarse a la pared. La exclusines el gran revelador de los sistemas sociales, lo que muestra sus profundidades y sus contra-dicciones. La exclusin es como un cuchillo clavado al futuro, a travs de l se ve lo queest escondido y hay cosas que slo se ven si se clava el cuchillo.

    La produccin poltica de los sobrantes

    La imagen de lo desechable tiene su representacin colectiva en el proceso moderno que pusoen movimiento cantidades ingentes y en constante aumento, de seres humanos desplazadosde sus lugares, expoliados de sus propios sueos, despojados de aquella dignidad sustentadasobre adecuados modos y medios de supervivencia, tanto en el sentido biolgico como socio-cultural . Este movimiento se visibiliza a diario en las mares de residuos humanos empobre-cidos que emigran de sus pases, en la multitud de jvenes que, como reconoce ErnestoSbato, buscan en el naufragio algunos restos de madera, en la inmensidad de personas quepadecen la depresin de no encontrar sentido a las cosas.

    La exclusin se produce como un efecto agregado a la construccin del orden social y alprogreso econmico; los excluidos son las vctimas colaterales del progreso. La produccin deresiduos humanos o, para ser ms exactos, seres humanos residuales (los excedentes y super-fluos) es una compaera inevitable e inseparable de la modernizacin.

    Junto a la forzosidad de la exclusin, la representacin poltica, subraya, asimismo, su carc-ter desechable y superfluo. Los excluidos son personas asignadas a la categora de lo desechable.Ser superfluo significa ser supernumerario, innecesario, carente de uso. Los otros no te necesi-

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    16. Folgheraiter, F. (1998), Teoria e metodologia del servizio sociales. La prospettiva di rete. FrancoAngeli,Miln, p. 401.

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    tan; pueden arreglrselas igual de bien, si no mejor, sin ti. Una vez desechadas las cosas, nadiequiere tener que pensar ms en ellas. Lo excluido ya no pertenece al mundo de lo real, es losobrante, lo insignificante lo que no es. Su mxima aspiracin es poder ser reciclado para lo cualprocurar como condicin mnima del reciclaje, que el material est en buenas condiciones y

    disponible para cualquier uso. Es la razn por la cual el mercado de trabajo incorpora a losexcluidos en formas atpicas, siempre que exista una disponibilidad bsica.De ordinario, lo sobrante se hace invisible; pasamos por el lado de los escombros y no

    miramos. El secuestro de la mirada constituye un elemento sustantivo de la produccin pol-tica de los excluidos. Su espacio es residir en ninguna parte, con la consiguiente prdida devisibilidad social, autoestima personal y proyectos vitales. Despojados de dignidad como tra-bajadores, de autoestima como personas y de reconocimiento como ciudadanos, son autn-ticos supernumerarios invisibles en la ciudad. Se retiran los bancos en los jardines, en las esta-ciones de trenes, incluso se cierran los urinarios pblicos para evitar que se conviertan en losnuevos domicilios de los excluidos.

    Prcticas de cooperacin

    En toda representacin colectiva se insinan implcitamente tambin las sendas de retorno ylas medidas necesarias para la inclusin, aunque. Segn advierte Bauman (p. 30) para quien-quiera que fuere una vez excluido y destinado a la basura, no existen sendas evidentes pararecuperar la condicin de miembro de pleno derecho (p. 30).17 No es en consecuencia nin-guna ingeniera social lo que se necesita para generar buenas prcticas en la erradicacin dela exclusin sino aquellas prcticas que en palabras de Kierkegaard tienen el coraje de soste-ner la duda.

    Los residuos son aquellas cosas que fueron usadas y descartadas, que tuvieron valor yahora no lo tienen. La primera operacin, que puede convertirse en una buena prctica, con-siste en desactivarlas como mercancas y objetos para recuperarlas de este modo en sujetosactivos de su propio destino, en personas capaces de tomar su vida y la vida del mundo comotarea propia. La exclusin deja de ser forzosa e inevitable para recuperar la capacidad de tras-formacin. Por esta razn, las buenas prcticas, proponen que no se puede superar, resolvero mitigar por la va impositiva, sea por coaccin fsica, moral, jurdica o administrativa sinoque precisa una solucin que pase por la colaboracin. Por la va de la imposicin se puedetratar el SIDA pero no prevenirlo, se puede controlar el crecimiento demogrfico pero nohumanizarlo. La imposicin puede ser adecuada para formular un tratamiento o disear unaingeniera social pero dejan los problemas sociales sin resolver y lo que es peor dejan la deci-sin sobre los problemas en manos de organizaciones externas, de sistemas expertos ajenos alas circunstancias histricas o de grupos de presin internacionales.

    Slo un enfoque cooperante est en condiciones de abordar los problemas sociales. Elenfoque de la cooperacin en lugar de recurrir a presiones condenatorias, o a restriccioneslegales, o a coacciones morales, aspira a fundarse en las decisiones racionales de hombres ymujeres, a quienes se le ofrece un amplio margen de eleccin, garantas de seguridad perso-nal y colectiva, y la posibilidad de informarse a travs de un dilogo abierto y de debates

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    17. Bauman, Z. (2004), Vidas desperdiciadas, Paids, Barcelona, p. 30.

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    pblicos de amplia difusin. El enfoque de la cooperacin inmuniza a las prcticas de inser-cin frente a todo caudillismo o mesianismo social y en su lugar le remite a crear estructurasque posibiliten y amplen la responsabilidad comn, a conformar lugares, instituciones ymecanismos que permita la colaboracin, aunque sea a travs de la confrontacin, la nego-

    ciacin y el dilogo.Desde la representacin poltica, la lucha contra la exclusin es una aventura colectiva quepivota sobre el ejercicio de la accin conjunta. No es manteniendo el mito del capitn delbarco como podr sobrevivir la embarcacin, sino insertndose en el seno de un movimien-to que se sustenta sobre la colaboracin. La preocupacin mayor en las prcticas cooperan-tes consiste en activar los dinamismos comunitarios, despertar lo que est dormido en lasociedad, devolver el protagonismo y sus potencialidades a los residuales; de este modo sepostula una forma de relacionarse los sujetos sociales entre s, que consiste en obtener unmayor nivel de interaccin a travs de mayores reciprocidades. La energa que nace de la rela-cin, del hacer-con, sitan las propuestas alternativas en una sustancial y esencial horizonta-

    lidad de la intervencin.Las prcticas cooperantes son inductoras de procesos. No hay soluciones puntuales, sinorespuestas secuenciales en forma de eslabn. Caminar con procesos largos y aceptar que enlo provisional hay tambin verdad, es nuestra forma humana de ser verdaderos. La resisten-cia va unida al coraje y no a la permanente indecisin que nos condena a situarnos en el crucede caminos que nos condena a la inquietud o a la inseguridad. Quienes hemos sido educa-dos en la alternativa del todo o nada, en el idealismo ingenuo o en el purismo ms inocentesolemos confundir la tica con la afirmacin abstracta de los principios. Asumir la compleji-dad es parte del xito, ya que nos hace estimar las propuestas provisionales. Las solucionestotales y definitivas no son para los humanos ya que exige el activo discernimiento de buscary concretar presencias nuevas y provisionales.

    El mayor desafo para la perspectiva poltica es su capacidad o no de aunar la poltica conla tica, de integrar el pensamiento y la accin.18 Por la ticase construyen proyectos vitalesvaliosos, que unen la eficacia del saber y la justicia del hacer; por la tica, se construye a lavez una sociedad cohesionada y una sociedad buena; por la tica, se hermanan los hbitosdel corazn con las energas para rescatar escombros de la historia.19

    Lmites de la representacin poltica

    Las representaciones polticas de la exclusin sobredimensionan la confianza en el podertanto en la produccin como la erradicacin de la misma. Son muchos los que confan quesu erradicacin solo es posible en el mbito de lo poltico.

    Fue Hannah Arendt quien advirti con mayor agudeza los limites del poder para afron-tar los problemas sociales.20 Seal que el uso del poder causa lo contrario de aquello quequiere conseguir, incluso lleg a dudar que sea compatible con la conservacin de la vida

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    18. Cfr. Garca Roca, J., La tica de las profesiones sociales, en La tica de las profesiones, VD. Estella (enimprenta).

    19. Bellah, R. N. et al. (1989), Hbitos del corazn, Alianza, Madrid.20. Arendt, H. (1993), Was ist Politik, Piper, Mnich.

  • 7/26/2019 GARCA ROCA, Joaqun, Relatos, Metforas y Dilemas

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    Hay un uso de poder que es insensato cuando se reduce a tcnica de dominio. Por otra parte,no hace justicia a los tres elementos esenciales en la produccin de la exclusin. La represen-tacin de la exclusin y sus prcticas alternativas ha de ser capaz de expresar un proceso din-mico, que se produce en la relacin misma, ya que el estado actual de la exclusin no es una

    cualidad, condicin o circunstancia advenida, sino un proceso sostenido por mecanismos deproduccin. La exclusin no es una estacin-trmino sino un itinerario procesual.En segundo lugar ha de ser capaz de mostrar su carcter interactivo. La exclusin no es

    una aventura individual sino una interaccin que nace en el intersticio. La exclusin quieredecir relacin y en consecuencia la inclusin es un modo de ser-en, ser-para y ser-a travs de.En la superacin de la exclusin se requiere que se muevan todos, incluidas las propias per-sonas excluidas. La energa incluyente nace de la relacin en el hacer-con, en el estar en medi-do, no supra ni al lado ni en otra parte.

    Con frecuencia, se cree que contra la exclusin todo est legitimado. Sin embargo haypolticas sociales e intervenciones que ellas mismas son productoras de exclusin.

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