Fulvio Tessitore - Vico. La Decadencia y El Ricorso

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Esta actitud doctrinal del filósofo es muy sorprendente en un período en que el pensamiento cartesiano, no era un pensamiento más entre otros. El pensar de Vico es un pensamiento que sólo mucho después fue reconocido. El enfoque de la ciencia física no puede arribar al fondo de lo real. Y en este reconocimiento de la importancia de lo histórico, Vico se anticipa al espíritu del romanticismo.

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  • 67 Cuadernos sobre Vico 23 (2009) / 24 (2010)Sevilla (Espaa). ISSN 1130-7498 Fulvio Tessitore de la trad. Mara Jos Rebollo Espinosa

    VICO, LA DECADENCIA Y EL RICORSO

    Fulvio Tessitore

    A Giuseppe Giarrizzo*

    El tema de la decadencia es central en un filsofo definido, paradjicamente, comopoeta del alba. Y el ricorso es su envs: un pueblo no puede avanzar, no puede levan-tarse y continuar construyendo su historia paso a paso sin haber cado antes, es el ricor-so lo que salva a la civilizacin de la barbarie retornada. Con el profesor Tessitore asis-timos a una reflexin sobre este tema clave en la filosofa, la historia y la jurispruden-cia viquianas, apoyada principalmente en significativos textos de varias de sus obras.PALABRAS CLAVE: decadencia, ricorso, historia ideal eterna, historicismo.

    The issue of decadence is crucial in a philosopher that is paradoxically defined as thepoet of dawn. And the ricorso is its reverse: a nation would not able to advance, standup and keep on building its own history step by step, if it had not fallen before. It isthus the ricorso what saves civilisation from returning to barbarism. In this paper,Professor Tessitore reflects on that subject, a key point in Vicos philosophy, historyand jurisprudence, through the study of different crucial fragments from some of hisworks. Keywords: decadence, ricorso, ideal eternal history, historicism.

    1. Podr ser puesto en duda, una duda bastantefundada, el que toda la filosofa de Vico se inscriba en la intencionalidad poltica deuna participacin consciente en las vicisitudes del Reino de Npoles en el ocaso deldominio espaol, en espera de la reconstitucin del Reino autnomo. Y esto a pesar

    [N.E..- Edicin original en italiano: Vico, la decadenza e il ricorso, Archivio di Storia della Cultura, a. XII, (Npoles) 1999, pp. 3-19. Primera publica-cin en espaol, con permiso del autor.]

    *Me parece casi obvio que mi homenaje a los setenta aos de Giuseppe Giarrizzo sea confiado a unas pginas (que fueron el obje-to de una conferencia en la Fundacin Cini en septiembre de 1997) que, por otra parte, continan un discurso crtico iniciado cuan-do, en marzo de 1968, invit a Giarrizzo a dar un ciclo de conferencias viquianas organizadas en la Universidad de Salerno, dondeentonces era catedrtico. El tema propuesto fue el medievo de Vico, en recuerdo del ensayo de algunos aos antes sobre el medie-vo en Vico, Muratori y Giannone. De esa conferencia naci su ensayo sobre La Politica di Vico, que yo mismo publiqu en Il pen-siero politico y en el volumen colectivo G. Vico nel terzo centenario della nascita editado por la Universidad de Salerno. El recuer-do de estos lejanos orgenes de mi coloquio con Pippo sirve hoy, treinta aos despus, como consagracin de un gran afecto y deuna comunin intelectual constante, apasionada y para m preciosa.

    MJRE - JMS

  • de la opcin, o quizs precisamente gracias a la eleccin de Vico por la filosofapoltica, contra la filosofa monstica o solitaria (si se quieren usar trminosde su propio diccionario) No es, sin embargo, cuestionable el hecho de que toda lafilosofa de la historia viquiana est dominada por el tema de la decadencia con surenovada politicidad, tema coligado a la estrecha conexin, tpica de la modernidadmadura que refleja bajo s, entre el destino de los pueblos y la mejor forma degobierno, es decir, los problemas del derecho natural y de la razn de Estado, o sea,aquello que Vico considera el empeo supremo de su continua y severa medita-cin sobre los Principi di una scienza nuova intorno alla natura delle Nazioni perla quale si ritruovano i principi di altro sistema del diritto naturale delle genti,segn reza el ttulo de la obra que, con razonable abreviacin sugerida por el pro-pio Vico, nosotros designamos como Scienza Nuova Prima, editada en 1725,momento a partir del cual el filsofo consagr a la obra totalmente el resto de suvida, hasta la pstuma Scienza Nuova Terza, de 1744.

    Por consiguiente, una primera y determinante cuestin se impone al intrpre-te, incluso a quien deba afrontar aunque slo sea brevemente un tema de la barrocareflexin viquiana, obra de un inquieto ingenio continuamente agitado y afligi-do por las dificultades, pero no de aquellas, tambin imponentes, que cualquieraencuentra en sus propios trabajos, sino aquellas de quien aspira a poner en claro elprograma de haber elaborado un sistema de la civilizacin, de las repblicas, de lasleyes, de la poesa, de la historia y, en una palabra, de toda la humanidad. Si unsistema de principios aceptados semejante asegura tormentosamente que cadacosa nos consta tanto en sus partes como en todo su conjunto, y eso significa lasabidura viquiana totalmente moderna, que el gran tema de la filosofa es la his-toria de cosas (como Vico define la etimologa en cuanto actividad capaz de traera la luz los principios esenciales existentes en los orgenes), es decir, la fundacingnoseolgica de los saberes positivos1 a partir de los cuales se deriva la construc-cin de la ciencia general y no viceversa2; si eso es verdadero, con mayor razn hayque aclarar preliminarmente por qu el tema de la decadencia es central en el fil-sofo justamente definido como poeta del alba3, quien, como pocos, insisti en laconviccin de que la naturaleza de las cosas no es otra cosa que su nacimiento enciertos tiempos y con ciertas guisas. El hecho es no slo que (y lo ha demostradoespecialmente y junto a otros Giarrizzo) en Vico, como en todos los grandes histo-riadores del siglo XVIII, la polmica pirronista destruy la confianza en la estabili-dad de un difcil equilibrio poltico y social; y an ms, el hecho es, tambin, quela desapasionada meditacin del historiador ha sugerido al filsofo la urgente lec-cin de las cosas, que muestra perennemente la derrota de la razn triunfante, yespecialmente de la razn de una sociedad saciada hasta devenir consumida en supropio refinamiento, que hace olvidar la fatiga de sus largos procesos de formacin.La indecisin escptica advierte sobre el peligro de los derrumbes o cadas de la

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  • civilizacin ya desde el primer golpe4. Frente a ello, ha dicho de nuevo, como siem-pre bien Giarrizzo, Vico se afana en salvar a la humanidad del ricorso; en defini-tiva, el fin ltimo de su obra era evitar la barbarie retornada. Que era, por otrolado, el intento declarado del filsofo cuando afirmaba que el gran descubrimientodel derecho universal debe servir para socorrer a la prudencia humana, dondeella se emplea para que las naciones, que van a caer, no se arruinen del todo o no seapresuren a su ruina. Pero para hacerlo, Vico deba mirar, ms que nunca, hacia losorgenes, los nacimientos, los principios, hacia atrs, es decir, partiendo delriesgo histrico de la cada. Quien fiel a su filosofa poltica aseguraba a losprincipios y las cadas su completa historicidad, o sea, la llave de su compren-sin, donde la filologa, sin confundirse con la erudicin sino, al contrario, utilizn-dola, certifica la filosofa y en ella es verificada.

    Estamos ante las grandes dignidades de la Scienza Nuova Terza, que con-viene releer aunque slo sea porque son principios en torno a los cuales gira tambinesta sumaria reflexin viquiana. La filosofa, dice la V dignidad para servir algnero humano, debe levantar y guiar al hombre cado y dbil, no forzar su natura-leza ni abandonarlo en su corrupcin. Principio segn el cual la caducidad del hom-bre y por tanto su transitar hacia la decadencia es contrastada por un saber que lorescata, por lo que no es til confiarse a los filsofos monsticos o solitarios, comolos estoicos y los epicreos, sino a los filsofos polticos, y principalmente a losplatnicos, los cuales convienen con todos los legisladores en estos tres puntos prin-cipales: que se da providencia divina, que se deben moderar las pasiones humanas yhacerlas humanas virtudes, y que las almas humanas son inmortales.

    Pero, en cuanto educadora del hombre cado, la filosofa considera segnensea la VI dignidad al hombre como debe ser y, sin embargo, no puede apro-vechar sino a poqusimos, que quieren vivir en la repblica de Platn, no zambullir-se en la hez de Rmulo, es decir per anfractuosa vitae (contingencias de la vida)y per agendorum oblicua et incerta (las tortuosidades e incertidumbres de lavida), que ya el De studiorum ratione haba indicado entre los ms historicistas comoincmoda para referir ad aeternum verum. Y por ello a la filosofa viene a auxi-liarla, precisa la continuacin de la VII dignidad, la legislacin, la cual consideraal hombre como es, para hacer buenos usos en la sociedad humana. Slo sobre labase de tan razonada e historizada paidea puede fundarse el gran principio de la VIIIdignidad, segn el cual las cosas fuera de su estado natural ni se desarrollan niduran. Vale decir que es la norma, el criterio de una historia a la vez ideal y real,para la cual sirve as la filosofa, la cual, como declara la X dignidad, contemplala razn, de donde viene la ciencia de lo verdadero, como la filologa, que obser-va la autoridad del humano arbitrio, de donde viene la conciencia de lo cierto. Y porello el mtodo de la as construida filosofa de la historia, que a menudo es una filo-sofa histrica, no puede ser ms que el evitar un doble y convergente error:

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  • haber fallado a medias tanto los filsofos que no verificaron sus razones conla autoridad de los fillogos, como los fillogos que no se cuidaron de veri-ficar su autoridad con la razn de los filsofos5.

    Tenemos delante el tejido de la humana y muy historicista falibilidad, queinduce al poeta del alba a interesarse por el significado del ocaso, de la decadenciade toda sociedad humana. Pero, dnde y sobre qu apoya la propia argumentacin,aqu referida a la formulacin clsica de la reflexin suprema, rendida tan slo porla muerte que sustrae al filsofo, infatigable e inconformable, a nuevas y sucesivasmeditaciones?

    2. Para responder, conviene detenerse en el De nostri temporis studiorum rationede 1708, porque aqu se conjugan los grandes descubrimientos gnoseolgicos iniciales,como por ejemplo, la reivindicacin de la dignidad de lo verosmil junto a lo verdade-ro, con la auroral y sin embargo ya profunda reflexin de las primeras seis Orazioniinaugurali, tejidas todas en torno al nexo prudentia-sapientia, que induce al pobreprofesor de elocuencia de la Universidad de Npoles a ascender idealmente a otractedra de bastante mayor prestigio, hasta hacerse l, modesto titular de una ensean-za menor, Institutor Reipubblicae, porque comprende aquel fuerte sostn del nexoprudentia-sapientia que puede y debe encontrarse en la educacin de los jvenes, yque no quiere que se reduzca a un mero ejercicio retrico para presentarse con bienen la sociedad humana. En otros trminos, Vico entreve ya el problema de laAuctoritas tras el de preservar las condiciones y las razones de las Optima reipublicaeInstituta. Lo que no puede suceder si el pueblo es inculto y, por tanto, no sabe preser-var las leyes de la decadencia, ni mediante el recurso a la fuerza de los hroes. La VOracin tena ya claro que si fortitudo heroica virtus habetur prudentia sit fermedivina, quia mollia fortunae novit tempora et casus in industriam vertit6 (si la forta-leza es entendida como virtud heroica, la sabidura bien podra ser considerada casidivina, pues ella reconoce los tiempos favorables de la fortuna y transforma los casosfortuitos en capacidad de accin). Capacidad de accin que no atae, ni puede, alaimperita multitudo ni al illitteratus astutus y tampoco al doctus imprudens.De hecho, en la vida prctica (vita agendi advierte el De ratione) los ignorantes

    no se ocupan ni de las ms altas ni de las ms pequeas verdades; losanalfabetos astutos advierten las pequeas y no ven las primeras; losdoctos imprudentes juzgan las cosas ms bajas a partir de las ms altas,y viceversa, los sabios las ms altas desde las ms bajas (nam in vitaagenda stulti neque summa, neque infima vera attendunt; illitteratiastuti infima animadvertunt, prima non vident; imprudentes docti exsummis infima, sapientes vero ex infimis summa dirigunt)7.

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  • De tal modo que, mientras stos ltimos toman decisiones tiles a largo plazo y encuanto naturalmente posibles (consilia expediunt in temporis longitudinem, quantumnatura fieri potest, profutura)8, los doctos imprudentes permanecen empeados enlas contingencias de la vida (per anfractuosa vitae perrumpunt)9. Lo que significaque no es suficiente ser docto si no se es prudente, quia prudentia ex rerum cir-cumstantiis, quae infinitae sunt, sua capit consilia10. Todo ello induce a sostener elhecho de una fundacin basada en un mtodo exacto a seguir en los estudios (valedecir el rectum, facilem ad perpetuum in addiscendis ordinem que la VI Oracinexpone11, casi anticipando el De studiorum ratione del ao siguiente). Por el con-trario, la nueva crtica, de impostacin cartesiana, no slo desatiende la vida civilcon ventaja para las ciencias naturales (naturali doctrinae) y, por consiguiente,justo el terreno de la sapientia-prudentia, sino que deja perder la pluralidad de loshechos humanos, los cuales son dominados por la ocasin y por la eleccin, queson incertsimas (rerum humanarum dominae sint occasio et electio, quae incertissimaesunt) y por ello no pueden medirse con el criterio de esta rectilnea y rgida regla men-tal (non ex ista recta mentis regula, qua rigida est, hominum facta aestimari possunt),dado que [] las acciones de la vida prctica son validadas de conformidad con losmomentos y las contingencias de las cosas, es decir, con las llamadas circunstancias(quando igitur vitae agenda ex rerum momentis et appendicibus, quae circumstantiaedicuntur, aestimantur). En sntesis, la nueva crtica no se preocupa por el desorden de lahistoria, convencida de que basta el orden de una muy lgica razn. Reconocer el desor-den, sin embargo, no significa negar que incluso la vida histrica tiene (y necesita) deun orden que valide la accin. Slo que en tal validacin son expertos solamente lossabios prudentes, capaces de mirar a lo eterno verdadero, incluso entre la tortuo-sidad y las incertidumbres de la vida prctica, gracias a la formacin recibida, lacual, entre ingenium y eloquentia, utiliza el sentido comn, que se genera a par-tir de lo verosmil y que es intermedio entre lo verdadero y lo falso12. El sentidocomn representa la historizacin de la vida humana, o sea, aquello que la raznharta de s desatiende como insignificante, obsesa por el rpido perseguir la clari-dad aritmtica y la distincin geomtrica. De tal manera que la polmica de Vicocontra Descartes es la polmica contra una civilizacin ahta y estril, que dilapiday no inventa, y que, por eso, est destinada a perecer en el primer asalto. No es,por tanto, casual y no es uno de tantos desequilibrios de las obras maestras viquia-nas, impuestos al sistema barroco por la fuerza irrefrenable de una reflexin nuncaapaciguada- el particular espacio reservado en el De ratione a la jurisprudencia. Lajurisprudencia, en efecto, es la ciencia de lo justo, la ciencia de ordenar y con-servar los Estados13, que mide la mordacidad de los sabios prudentes en el gobier-no de la imperita multitudo: ex legislatione philosophia, sostiene Vico, y porello la educacin y el estudio deben convertir al hombre en capax contemplandi,pero tambin faciendi, es decir, deben convertirlo ad sciendum seu faciendum14.

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    En tal contexto, la confrontacin entre el nuevo mtodo cartesiano y la antigua filoso-fa de los jurisconsultos-filsofos griegos y romanos estalla a travs de la primerareconstruccin viquiana de la historia romana antigua, en la cual el tema de la deca-dencia es dominante.

    La pgina final del captulo del De ratione sobre el estudio del derecho yde la jurisprudencia enuncia el significado que, en un sector vital de la sociedad,tiene la elocuencia, cuando no est corrompida, en relacin con la jurisprudencia, asu vez y recprocamente no debilitada. La jurisprudencia romana, segn ejempli-fica Vico, rgida (jurisprudentia rigida) hasta que la repblica fue creciendo enpoder, se hizo cada vez ms indulgente y relajada (laxa) de mano en mano mientrasque el imperio declinaba. Fue en principio la sabidura en virtud de la cual elEstado romano se consolid (Haec enim principio consulium fuit, quo principatusRomanus invalesceret). Y fue tal porque el estudio del derecho, gracias a la elocuen-cia instrumento del ingenium y por tanto del conocer y del inventar (scio et facio)ense a los juristas y abogados a anteponer la equidad civil (aequitas civilis) a lapersonal. Ms tarde, al contrario, la misma jurisprudencia fue el remedio, quedio (al Estado) estabilidad mientras decaa; por ltimo (fue) el mal que lo hizoprecipitarse a la ruina. Una elocuencia corrompida (y as pudo ser la que, proce-diendo por silogismos racionalistas, da la razn indistintamente a los justos y alos culpables) hace a la jurisprudencia relajada y, por consiguiente, es la causadel declinar del poder poltico (potentiae romanae corruptae fuerit caussapotissima), ya que,

    al dar tanto desarrollo al derecho privado, los ciudadanos son incita-dos a considerar el derecho nada ms que por su utilidad personal y ano preocuparse ulteriormente de lo pblico (Iure privato tantoperepromoto, cives nihil ius esse dein putarunt, nisi suam ipsorum utili-tatem; nec ultra publici commodi studiosi)15.

    El ejemplo de la Roma antigua indica bien el camino a recorrer, sobre labase de un recto mtodo de estudio, que significa el rescate de la imperita multitudoy la transformacin de los docti imprudentes en sapientes, o sea, cultivadores de laprudentia. Exigencia sta en la cual Vico crey siempre, hasta el fin de su reflexin,cuando en la Scienza Nouva Terza afirmaba que sin un orden de sabios los Estadosparecen repblicas a la vista, pero son cuerpos muertos sin alma16.

    De tal manera, con ventaja grandsima del Estado, la filosofa delderecho, es decir, la doctrina poltica, volver a unirse con la jurispru-dencia; las leyes adquirirn una mayor autoridad e inviolabilidad; flo-recer de nuevo, adaptada al rgimen monrquico, la antigua elocuen-cia, la cual, como el derecho pblico confiere dignidad, autoridad,

  • majestad al derecho privado, superando igualmente a la elocuencia queest hoy en uso,

    o sea, dice Vico, la elocuencia corrompida practicada por escpticos y sofistas, enperjuicio de la aequitas civilis.

    Todo ello significa que el Vico historiador ya se encuentra ante la alternati-va de privilegiar al moderno Estado monrquico respecto a las repblicas aristocr-ticas (como la veneciana) destinadas a la decadencia, as como sucedi en la Romaantigua con la repblica popular con el paso de la jurisprudentia rigida a la laxa. Asu vez, el Vico filsofo que, dentro de poco, en el De antiquisssima, traducir elsensus communis de la inventio en la antesala del gran principio gnoseolgico delverum-factum, y que, en soberbia progresin de ideas, pocos aos despus tambinencontrar a Grocio en el De rebus gestis Antonii Caraphaei y lo discutir, a fondo,en los grandes libros del De uno y del De constantia encontrar ms operativo fijarterica e histricamente (a travs del continuo y nunca abandonado repensar sobrela Historia de Roma en singular superposicin con el sistema medieval de los feu-dos) la ley reguladora de la seriacin de origines, incrementa, status, devolucioneset interitus, segn dice el De mente heroica de 173717, ora repitiendo, ora antici-pando los surgimientos, progresos, estados, decadencias y fines de la ScienzaNuova. Ante esta conquistada conciencia, nuestro discurso puede concentrarseaunque slo sea por razones de brevedad en el significado viquiano de la deca-dencia en su rtmico sobreponerse al significado del ricorso, no sin desvos queimpiden afirmar la identidad de los dos momentos.

    3. Pero, partamos de nuevo del De ratione teniendo bien presentes dos con-quistas que la oracin consagra, destinadas no a desaparecer, sino todo lo contrario,a retornar en la madura reflexin viquiana. La primera es la centralidad de la imperitamultitudo en las preocupaciones confiadas por Vico a los discursos inaugurales de losaos acadmicos de la Universidad napolitana en una poca de inolvidable trabajopoltico, social y cultural: el final del virreinato espaol, el parntesis austraco, osea, el fin del reino gobernado provincianamente cada vez ms en espera de unarenovada autonoma y, por tanto, de un completo dominio, sin tutela y con propialibertad: dominio, libertad, tutela, los temas del De uno18. Esta preocupacin con-juga cada vez ms las cuestiones del nuevo saber para vencer la imperitia multitudo yconseguir la prudentia de una aequitas civilis, con los problemas de la fundacin lgi-ca del nuevo saber y, por tanto, las cuestiones de la revolucionaria gnoseologa viquia-na. A esto se aade el otro elemento sustentador del De ratione, la confrontacinentre la situacin contempornea al filsofo y la reflexin sobre la historia de laRoma antigua, una reflexin imprescindible para los desvelos de la gran historio-grafa del XVIII sobre la decadencia de los imperios, a partir de las Causes de

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  • Montesquieu y hasta el Decline and Fall de Gibbon. En esta reflexin de Vico loque no se olvida es que l ha condensado la historia de la Roma antigua, desde laafirmacin de la repblica a la decadencia del imperio, entre jurisprudentia rigiday la jurisprudentia laxa, es decir, entre una edad en la cual prevaleca el derechopblico (conocido por todos) sobre el privado (conservado en secreto) y otra en lacual la situacin se invierte, ya que la jurisprudencia se convierte de ciencia de lojusto en jurisprudencia particular y flexible19, o sea, deviene preceptstica, unars de la equidad natural, que a Vico poco placa con respecto a la equidad civil.

    Estas ideas se ven enriquecidas gracias a la mediacin de Grocio y de tan-tos otros a los que he aludido ms arriba en relacin a la gran reflexin hecha entreel De rebus gestis y el De uno por un elemento que caracteriza la bsqueda viquia-na del nuevo principio de un nuevo derecho de gentes, capaz de dar significado ticoa la razn de estado: la idea humana (por decirlo, precisamente, con una solemne fr-mula viquiana) de la piedad. Esta Ciencia dice con magnfica concisin laConclusin de la obra, sobre una eterna repblica natural, cada cual ptima en suespecie, por la divina providencia ordenada lleva consigo indivisiblemente elestudio de la piedad, y que si no se es po, no se puede realmente ser sabio20. Ahorabien qu significa y de dnde proviene esta intervencin del estudio de la piedaden la reflexin viquiana sobre la historia ideal de las leyes eternas, sobre las cualesdiscurren los hechos de todas las naciones, en sus surgimientos, progresos, estados,decadencias y fines?21. Para comprender la naturaleza del Estado es precisoentender los tiempos y las guisas del nacimiento, y eso no puede ser reencon-trado ms que entre los principios de la historia sagrada,

    desesperados por poder confluir en el primer principio comn de lahumanidad entre la frescura de las cosas [] de los romanos, entre lasjactancias de los griegos, entre las incompletas de los egipcios comosus pirmides, y por fin entre las totalmente oscuras del Oriente22.

    Y, sin embargo, Vico no escapa al riesgo del paralelismo entre historia sagrada e his-toria profana, que, como demuestran los errores de Grocio, de Selden y dePuffendorf23, ha convertido casi en una empresa desesperada el poder al menoscomenzar a entender las guisas, para despus desplegarlas, desde el derechonatural de las naciones24, en el caso de que se parta de hiptesis laicas. La infelizrazn de ello ha sido porque nos ha faltado hasta ahora una ciencia que fuese, a lavez, historia y filosofa de la humanidad, en lugar de confiarse a las vulgares, asalteradas, fragmentadas y esparcidas tradiciones de los fillogos y a las incongruen-cias histricas de los filsofos, atrados por la edad civilizada tanto como para no veraquella de la cual provenan las religiones y las leyes, en medio de las cuales llegantambin dichos filsofos25. Este error, sin embargo, encuentra fundamento justa-

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    mente en lo que la historia certifica, o sea, que el mundo de las naciones gentiles hasido ciertamente hecho por los hombres. Lo que comporta un inmenso ocano dedudas dentro del cual slo una insignificante porcin de tierra puede servir deapoyo: es decir, que los principios del mundo de las naciones gentiles

    se deben reencontrar dentro de la naturaleza de nuestra mente humana yen la fuerza de nuestro entendimiento, elevando la metafsica de la mentehumana [] a contemplar el sentido comn del gnero humano26.

    En otros trminos: hay que establecer un anillo de enlace con el paralelismo entre lahistoria sacra y la historia profana destinado de por s a producir un horrible abismoentre el querer de Dios y el querer de los hombres. A ello viene a ayudar la ideahumana de la piedad, que para Vico significa a la vez temor de Dios y sabidura dehombres conscientes27. Sobre esa base, el paralelismo no se elimina, pero deviene casiinofensivo porque la religin transcurre en la humanidad de los gentiles y prepara lafundacin de una teologa distinta: s, an una teologa, pero teologa civil razonadade la providencia divina28, que rige el curso y el ricorso de las naciones. En otros tr-minos, la historia profana adquiere una sacralidad propia. El vagabundeo ferino de loshombres-bestias en la gran selva de la gentilidad no encuentra otro remedio que laveneracin de la religin, porque con las fbulas las naciones gentiles fueron funda-das por todas partes29, aquella religin que en la historia sagrada de los hebreos esprincipio connatural, natural y no conquistado. Este respeto aceptado naturalmentederiva del temor al cielo fulminante, miedo que aterra a las mentes, por lo que hayque evitar que su soberbia, no atemperada por la religin, las lleve al atesmo30.Pero este aterramiento no abate la dbil naturaleza humana, sino que ms bien laeleva, porque esclarece la mente, porque, con claridad y distincin de ideas, formasus raciocinios, preparando la moral potica, o sea, aquella que induce a los hom-bres a refugiarse en las grutas y all contener la lascivia bestial de ejercitarla de caraal cielo, de lo cual los primeros hombres tenan un grandsimo horror31. Esto sig-nifica que ellos usaron a cubierto la sensualidad humana, escondidamente, es decir,con pudicia; y as comenzaron a sentir el pudor, que Scrates deca que era el colorde la virtud 32. Ahora bien, si religin y pudor son los vnculos que mantuvieron uni-das a las naciones, arruinadas por la audacia y por la impiedad, la piedad esvulgarmente la madre de todas las morales, econmicas y civiles virtudes33. De talmanera, la piedad y la religin hicieron a los primeros hombres naturalmente prudentes,que se auxiliaban con los auspicios de Jpiter: justos de la primera justicia (que no seentrometan en las cosas de los otros); atemperados adems, contentos con una solamujer para toda su vida. Y, como veremos seguidamente, los hizo fuertes, industrio-sos y magnnimos, que fueron las virtudes de la edad de oro34. Es decir, que se pre-para el surgimiento de las agregaciones familiares y ciudadanas sobre la base del

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  • principio de la sabidura que es la piedad35.Vico se une as al principio del surgimiento de la sociedad humana y lo sus-

    tenta largamente en el segundo libro de la Scienza Nuova Terza, dedicado a la sabi-dura potica, que, no por casualidad, es el ms extenso, articulado y complejo detoda la obra y con el cual se reencuentran los libros primero y segundo de la ScienzaNuova Prima de 1725. Definido el surgimiento, es ms fcil describir el progresary el mantenerse de los grupos humanos cuyos estadios son aquellos de las ciudades,de las repblicas aristocrticas y populares y, finalmente, de las monarquas. Enefecto, si el surgimiento se acompaa de las infinitas dudas y con las criticadasincertidumbres del paso de la ferinidad a la humanidad, las fases sucesivas del pro-gresar y del durar de las formas de gobierno siguen la normatividad teleolgica dela historia ideal eterna, que no admite un transcurrir distinto en razn de su intrn-seca linealidad racional. Por esto Vico puede ser ms conciso, aunque acrecentandola profundidad de su diseo. Veamos.

    El sentimiento del pudor, obligando a entrar en las grutas y a quedarse allcon la mujer antes elegida, induce a una primera estabilidad que conjuga los instin-tos naturales de defensa (por el miedo) y de supervivencia con una incierta y, enmuchos sentidos, inconsciente eticidad. Eso define una divisin entre los fuertesque se hacen pos y devienen hroes y los gigantes despiadados que permane-cen en la infame comunin de las cosas y de las mujeres36. Los primeros encami-naron la definicin del sentido y del lugar de la convivencia, que Vico describe enpginas de altsima historizacin potica del primitivismo y de sus elementos tipo-lgicos (desde la eleccin de la localizacin al nacimiento de las primeras costum-bres y de los primeros dioses, etc.). Valga por todas esta nica cita que permite fijarotro pasaje en la progresin viquiana y, a la par, dar una prueba de la fuerza histo-rizante de esta reflexin.

    Estando esos hroes encerrados dentro de tierras circunscritas, yhabiendo crecido en nmero sus familias, no bastndoles los frutosespontneos de la naturaleza y temiendo, para tener abundancia deellos, salir de los confines a los que ellos mismos se haban limitadopor las cadenas de la religin por las que los gigantes estaban encade-nados bajo los montes, y habindoles la religin misma insinuadoprender fuego a las selvas para tener la vista del cielo, de donde lesvendran los auspicios, se dieron con mucha, larga y dura fatiga enreducir las tierras a cultivos y a sembrar el grano37.

    Como comentario de este fragmento viene al caso notar la compacta intersec-cin del primitivo sentir religioso con el laicismo traducido en una originaria formade convivencia establecida junto con los modos de supervivencia.

    Los segundos, los gigantes impos, a su vez,

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  • para salvarse de los violentos de Hobbes (como las fieras, afectadaspor el intenssimo fro, algunas veces van a protegerse dentro de loslugares habitados), recurrieron a las zonas de los fuertes; y all estosferoces, que ya estaban unidos en sociedades familiares, mataban a losviolentos que haban penetrado en sus tierras, y reciban bajo su pro-teccin a los pobres refugiados entre ellos38.

    De tal modo, si por una parte se tiene confirmacin de cunto los hombresprimitivos necesitaran de los fortsimos frenos de horrendas religiones para ir dela libertad bestial a la humana sociedad39, por otra parte se comprende cmo sefundaron, antes de las ciudades40, las familias de los fmulos41. Familias nume-rosas, hechas de hijos libres y de fmulos esclavos, los cuales sealan tambinel nacimiento de un imperio privado42 y de un sistema de rdenes que prelu-dia las ciudades organizadas y su forma aristocrtica. Pero pronto se hace explci-to, una vez que la normatividad casi natural del proceso no anula y ni siquiera ate-na la muy histrica dinamicidad de ese mismo progresar, al igual que aquella nor-matividad pierde el carcter de la necesidad natural para adquirir el del orden hist-rico. Efectivamente, la ampliacin de las familias y del sistema fundado sobre ello,junto al tedio de los fmulos de vivir en tal estado servil al principio de unalarga edad naturalmente los llev a amotinarse contra esos hroes43. Reflejamente,con imperiosa necesidad, debieron los hroes por naturaleza verse impulsados aunirse en rdenes, para resistir a las multitudes de fmulos sublevados, y esto sig-nifica que ellos se hicieron reyes para regir y

    salieron a partir de s mismos los senados reinantes, o sea, de tantosreyes como familias; los cuales, sin humano discernimiento o consejo,se encontraron con que haban unido los intereses privados de cada unoen intereses comunes, en lo que se denomina patria44.

    Estamos en la poca de las ciudades heroicas, de estado aristocrtico seve-rsimo45, surgidas a partir de las familias de los fmulos. As se constituyeronexplica Vico

    las primeras ciudades formadas slo por nobles que las comandaban.Pero, como fueron necesitando tambin de algunos que les sirvieran,los hroes fueron obligados por un sentido comn de utilidad a tenercontenta a la multitud de clientes sublevados, y les mandaron las pri-meras embajadas, que por el derecho de gentes se mandan por lossoberanos. Y las mandaron con la primera ley agraria que nace en elmundo, con la cual, como fuertes, dejaron a los clientes lo menos posi-ble, que fue el dominio bonitario de los campos que les haban asigna-

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  • do los hroes; y as puede ser verdadero que Ceres recobr las miesesy las leyes. Semejante ley fue dictada por este derecho natural de gen-tes; que procurando el dominio a continuacin de la potestad, y tenien-do los fmulos una vida precaria con esos hroes, los cuales se la habansalvado con sus asilos, derecho era y razn que tuviesen un dominioigualmente precario, que ellos gozaran en tanto que a los hroes lesplaciese mantenerlos en posesin de los campos que les haban asigna-do. As se avinieron los fmulos a constituir las primeras plebes de lasciudades heroicas46.

    Es innegable el progreso conseguido, tanto que ya se configura un primerderecho natural de gentes. Sin embargo, todava no se puede afirmar aqu cul esla dureza del dominio y la rigidez de la ley. Por un lado, las necesidades de la vida(las anfractuosa vitae del De ratione) obligan a los plebeyos de las primerasnaciones brbaras a diseminarse por los campos y quedarse all para contribuircuanto fuera necesario al sostenimiento de sus seores47; por otro lado la mismacomposicin socio-ideolgica (por decirlo as) de las repblicas aristocrticas losdebilita, porque stas son distintas en su interior, casi divididas entre hombres y bes-tias, seores y siervos, sabios y multitudes, en una palabra, civis et hostis48. En elcentro queda un elemento constante de cambio, de transformacin, que siemprellama la atencin partcipe de Vico, la fuerza de la imperita multitudo, que se inten-ta convertir en perita y por tanto prudente. Eterna propiedad de la historia,dice Vico, es la de los plebeyos de querer siempre cambiar los Estados, como siem-pre los cambian; y de los nobles siempre de conservarlos49. Precisamente esta dia-lctica impone entonces el paso ulterior a las repblicas populares. Los noblessometan sus mismos campos a graves usuras y frecuentes usurpaciones50, esdecir, abusaban de ellos para satisfacer sus propias necesidades crecientes y volvie-ron, despus de haberla salvado, a insultar a la pobre plebe de los fmulos. As,el senado debi imponer a los plebeyos el pagar el censo al erario, que antes paga-ban slo los nobles, sin preocuparse de hacer una equiparacin tal como para poderdecir que el censo fue la base de la libertad popular51. Semejante rgimen dedesigualdad provoc grandes movimientos y revueltas de la plebe romana52. Ydespus los hombres plebeyos, una vez que reconocen ser de igual naturaleza quelos nobles, naturalmente no soportan el no estar igualados a ellos en razn civil53.Las repblicas aristocrticas se convirtieron en populares. Y aqu la reflexin deVico se detiene a subrayar la amplitud de la dialctica interna de este estadio delproceso; dialctica tan fuerte como para debilitar, si no anular, la necesidad del geo-mtrico, normativo, progresar lineal. El hecho es como Vico comprende que elproceso se encamina al propio cumplimiento, al cumplimiento de su primeraparte (surgimientos, progresos, estados), que la norma descubre la propia racionali-

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  • dad y se hace derecho universal de gentes. El cumplimiento impone sin embargouna dramtica eleccin: el proceso se detiene, quiz, al alcanzar la completitud delfin? Y es posible la permanencia sin transformar, hasta traicionar la idea misma deproceso, que es cuanto ha construido, en el cambio irrefrenable de las multitudes, elderecho universal de gentes? La decadencia y la cada devienen quiz la condicinde salvacin de la historia? Pero, de esta forma, un terrible problema aparece en lareflexin de Vico, tanto como para transformarla y transformar con ella a su propioautor. Volvamos un momento al estadio de las repblicas populares para intentar dardespus una respuesta a los interrogantes de Vico o los que nosotros hemos propues-to con Vico.

    Las plebes de las ciudades heroicas, convertidas en numerosas y tam-bin aguerridas [] y asistidas por la fuerza (que es su multitud),comenzaron a ordenar leyes sin la autoridad de los senados.

    De tal modo, se transformaron las repblicas, y de aristocrticas se tornaron popu-lares54. Vico resalta toda la importancia de dicha forma de la edad de los hombresen presencia de las caractersticas de las repblicas aristocrticas de la edad de losdioses. A la severidad de estos gobiernos duros y crueles se contrapone labenignidad55 de las repblicas populares, al secreto de las repblicas aristocrti-cas la apertura de las repblicas populares, las cuales, respecto al espritu de sacri-ficio del herosmo, estn connotadas por los caracteres humansimos de tener afec-to por la comodidad, ternura por los hijos, amor por las esposas y deseo por lavida56. Con estas cualidades se consagra la tercera especie de razn, tras larazn divina y la razn de estado, o sea, la razn natural, llamada por losjurisconsultos aequitas naturalis57.

    Me parece innegable la ntima participacin de Vico en esta forma human-sima de convivencia, a la cual l aproxima la forma sucesiva de las monarquas.Aqu se consigue la muy histrica libertad de la utilidad individual que no se hacearbitrio sino principio de igualdad universal. En las repblicas libres escribeVico los pueblos, por el bien particular de cada uno, que es igual en todos, sinquererlo, son llevados a ordenar leyes universales, y por ello naturalmente las dese-an benignamente flexibles hacia las ltimas circunstancias de los hechos, es decir,hacia las exigencias de la historia humansima y poco heroica (si no por la fatigaque cuesta el sublime principio de la igualdad) de hombres muy histricos en carney hueso. Tal historia es representada por el serio poema58 del derecho romanoantiguo, que consagra la eticidad de la razn de estado, hasta transformarla en filo-sofa, en la metafsica de la mente de los filsofos polticos. Ya que ciertamen-te fueron primero las leyes, despus los filsofos escribe Vico en una pgina parainscribir entre las ms solemnes de la modernidad,

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  • es necesario que Scrates, al observar que los ciudadanos ateniensesal elaborar las leyes se iban uniendo en una idea conforme a una utili-dad igual comn a todos, comenz a esbozar los gneros inteligibles,o sea los universales abstractos con la induccin59.

    Despus de l,

    Platn, al reflexionar que en tales asambleas pblicas las mentes delos hombres particulares, [] se apasiona cada cul en su propia utili-dad, se conformaban en una idea desapasionada de comn utilidad[], se alz a meditar las ideas inteligibles ptimas de las mentes cre-adas, divisas de esas mentes creadas, las cuales no pueden existir enotros ms que en Dios, y se elev a formar al hroe filosfico, quedomina con placer las pasiones60.

    Por tanto, nuevamente hroes, pero hroes bastante distintos de aquellos de la edadde los dioses. Estos hroes extraen su herosmo de la utilidad propia de cada uno,que se atempera en el respeto de la pareja utilidad de otros. Lo que significa que elherosmo consiste en descubrir el muy histrico criterio, la medida concretsima dela razn filosfica confiada al Platn de Vico, que es filsofo poltico y no mons-tico, el descubridor de la metafsica del Ser, porque este Ser suyo es, segn sugierela lucidsima lectura viquiana, el ser de cada uno de los existentes ahora capaces dehacer resaltar humanamente la vida, con benignidad y clemencia, lejos de las enor-mes selvas de la bestialidad. De aqu la magnfica conclusin de Vico.

    De todo lo que se concluye que de la plaza de Atenas salieron talesprincipios de metafsica, de lgica, de moral. Y de la advertencia deSoln dada a los atenienses: Nosce te ipsum [] salieron las repbli-cas populares, de las repblicas populares las leyes, y de las leyes salila filosofa:

    ex legislatione philosohia:

    que si no hubiesen existido religiones, y por tanto repblicas, nohabran salido al mundo filsofos61.

    Se ha llegado quiz es lcito preguntarse al punto eterno del estado per-fecto de las naciones62, que Vico, en la Scienza Nuova Prima, asigna a cuando lasabidura vulgar del gnero humano, la cual comenz a partir de las religiones y delas leyes, [] se perfeccion y complet con las ciencias, con las disciplinas y conel arte?63. Entonces (de tal guisa, dice Vico),

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  • de la sabidura vulgar, que es la ciencia de las divinas cosas de las reli-giones y humanas de las leyes, sali la sabidura renovada de las divi-nas cosas metafsicas, de las verdades matemticas y de los principiosde la fsica, y de las cosas humanas que se concluyen de las morales,econmicas y civiles filosofas, por las cuales los buenos filsofosestudiaron, todos igualmente, formar, por mximas de eterna verdad,aquella mente de hroes que el pueblo ateniense explicaba en las asam-bleas con el sentido comn de la utilidad pblica, donde elaboraba lasleyes justas, que no son otra cosa que la mente de legisladores despro-vista (privada) de afectos o de pasiones64.

    Y aqu se determina el acm, o sea el estado perfecto de las naciones, quese goza cuando las ciencias, las disciplinas y las artes, as como todas tienen el sera partir de las religiones y de las leyes, as todas sirven a las leyes y a las religio-nes. Sin embargo, en la misma Scienza Nuova Prima, Vico haba entrevisto detrsy junto al acm, o sea un estado de perfeccin, el riesgo de la cada, que condu-ce precisamente los grados y los extremos en los cuales, como cualquier otracosa mortal, debe esa humanidad de las naciones correr y terminar. Igualmente leresultaba claro que permanecer en el estado de perfeccin sera equivalente alpararse (la palabra es de Vico) de las naciones en ciertas mximas, tal que,quedarse fuera de esas mximas aceptadas sera el verdadero error, o sea, un andarvagando, no de hombre, sino de fiera65. Pero esto es ciertamente un error en pre-sencia del deseo que tienen naturalmente todos los hombres de vivir eternamente,tanto que, respecto a ello, la cada es como el castigo por el deseado conocimientodel porvenir, que es, por el contrario, propio de la mente infinita y eterna de Dios,y no puede ser de los hombres, los cuales sin embargo nutrieron esta aspiracintanto que so pena de haber [] deseado conocer el porvenir fue condenada todala humana generacin a fatigas, dolores y muerte66. Pero sta es precisamente lahistoria de los hombres y Vico sabe que de ella hay que ocuparse y dar razn. Mashistricamente, en la Scienza Nuova Terza, el retorno de un tema antiguo del Deratione, convenientemente transformado y enriquecido, indica el negativo de lasrepblicas populares y las razones de su decadencia.

    Con la libertad popular [] sucedi que el dominio civil perdi elpropio significado de dominio pblico [] y se dispers por todoslos dominios privados de esos ciudadanos romanos67.

    Y ya que en las repblicas libres todos miran por sus intereses privados68, para suconservacin sirve confiarse a un solo seor, dando as lugar a la tirana, cuyas leyesson disolutas69; seguidamente vinieron las penas benignas, practicadas en lasrepblicas populares, donde manda la multitud, la cual, porque es de dbiles, est

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    Vico, la decadencia y el ricorso

  • naturalmente inclinada a la confusin70. Qu quiere decir esta verstil naturalezade las repblicas populares y de las monarquas inexorablemente expuestas sobre elplano inclinado de la decadencia, no obstante los muchos elementos positivos, noobstante haber alcanzado el acm? Quiere decir que, en sntesis, si no ineluctable,como era la ley de los pasos lineales desde la ferinidad a las monarquas, la cadaes una necesidad impuesta por la fragilidad de la naturaleza humana que contrastacon la aspiracin a la eternidad que, sin embargo, es de Dios y no puede ser de loshombres y que por ello es imposible, por cuanto equivaldra a parar el movimientode la historia, que es la vida, no de Dios, sino de la humana gentilidad. Dicho deotro modo, la decadencia que, si no otra cosa, asegura el movimiento es la culpapor una aspiracin superior a la fuerza de la humanidad y a las formas de sus gobier-nos y es tambin, sin embargo, el instrumento que salda la gran conquista de Vico,o sea la historizacin que el derecho natural de gentes conquista ante la posibilidadtanto de la permanencia como de la cada. Y es aqu donde interviene el ricorso, elcual para conjugar la necesaria normatividad del derecho natural con la historicidadde la teologa civil razonada, al que Vico confa el sentido y el significado de la his-toria ideal eterna de las naciones en su curso y todava ms en su ricorso. Vico, queha ejemplificado la barbarie retornada y refleja sobre la primera utilizando para leerlos feudos los acontecimientos de la historia romana antigua, no por ello sobreponela segunda sobre la primera, el ricorso sobre el curso. Entre la una y la otra fase delproceso ideal eterno est, en efecto, la cesura de la revolucin cristiana, tras la cualya nada es como en la originaria gentilidad. Pues, comienza el captulo primerodel libro V dedicado al ricorso de las cosas humanas en el resurgir que hacen lasnaciones

    habiendo esclarecido y confirmado por vas sobrehumanas la verdadde la religin cristiana con la virtud de los mrtires en contra del poderromano, con la doctrina de los Padres y con los milagros en contra dela vana sabidura griega, habiendo surgido despus naciones armadas,que tenan que combatir por todas partes la verdadera divinidad de suAutor, permiti ste que naciese un nuevo orden de humanidad entrelas naciones71.

    Despus de ello, el retorno no es un eterno retorno de lo mismo.Ciertamente se da una providencial heterognesis de los fines que Vico delinea72

    con unos pocos trazos potentes y eficaces que sirven para concluir que si las nacio-nes quieren dispersarse a s mismas, se encaminan, sin embargo a salvarlas losavances en las soledades, de donde, cual fnix, nuevamente resurgen73. Pero esteresurgir del atontamiento y de la estupidez de las groseras sutilezas de losingenios maliciosos, enmohecidos durante largos siglos de barbarie74, vienegarantizado solamente por las necesarias utilidades de la vida, que dan calor a la

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  • renovada piedad, a la renovada fe, a la renovada verdad que son los natura-les fundamentos de la justicia75. Ya que lo que hizo todo esto o sea el progresarde la historia ideal eterna fue mente pura, porque lo hicieron los hombres coninteligencia; no fue azar, porque lo hicieron eligiendo; no fue casualidad, porqueperpetuamente, hacindolo siempre as, salen las mismas cosas76. Por tanto, elricorso no coincide con la decadencia, sino, al contrario, es lo que rescata de la ine-vitabilidad de sta. Con ello Vico confirmaba la polmica de su derecho natural degentes contra viejos y nuevos escpticos (ya fuesen estoicos o epicreos) y a la vezconsignaba a la inquieta modernidad, de la que haba elaborado una gran interpre-tacin, su nueva filosofa, que es un muy historicista sistema de la civilidad, delas repblicas, de las leyes, de la poesa, de la historia y, en una palabra, de toda lahumanidad77.

    [Trad. del italiano por Mara Jos Rebollo Espinosa]

    Notas1. De aqu en adelante, salvo aviso diferente, sigo la bella edicin de las Opere de Vico (Miln, 1990)

    a cargo de A. Battistini. Cfr. De mente heroica, vol. I, pp. 381-382.2. Ibid., p. 391.3. As G. CAPOGRASSI, Lattualit di Vico (1943), en las Opere, Miln, 1958, vol. IV, p. 400. 4. Cfr. VICO, De mente heroica, cit. p. 397.5. ID., Scienza Nuova Terza (1744), en Opere, I, 129, 130, 131, 134, 138, 140 (pp. 496-497)6. ID., Le orazioni inaugurali I-VI, ed. crtica al cuidado de G.G. Visconti, Bolonia, 1982, en Opere di

    G. Vico, ed. crtica del Centro di Studi Vichiani, Npoles, 1982, vol. I. Vase p. 168 (texto latino) y p. 169 (trad.it. de Visconti)

    7. ID., De nostri temporis studiorum ratione, en Opere, I, p. 132 (texto latino) y p. 133 (tr. it.de M. DiBenedetto, ya en Opere filosofiche, a cargo de P. Cristofolini, Florencia, 1971)

    8. Ibid.9. Ibid.10. Ibid., pp. 154 y 155.11. ID., Le orazioni inaugurali, cit., pp. 188 y 189.12. De nostri temporis..., cit., pp. 130 (131), 132 (133), 104 (105)13. Ibid., pp. 176 (177) y 180 (181)14. ID., De antiqusima italorum sapientia, en Le orazioni inaugurali, il De Antiquissima e le polemiche, a

    cargo de G. Gentile y F. Nicolini, en Opere, a cargo de F. Nicolini, vol. I, Bari, 1914 (reproduccin anasttica, 1968),pp. 183, 192.

    15. ID., De nostri temporis, cit., pp. 192 (193), 194 (195). El tema de la jurisprudencia rgida que seconvierte en benigna retorna en la Scienza Nuova Prima (1725), en Opere, II, parg. 202 (p. 1080) y 206 (p. 1082).

    16. ID., Scienza Nuova Terza, cit., parg. 630 (p. 730)17. ID., De mente heroica, cit., p. 384 (385), tr. it. de F. Nicolini, en Opere, Miln.18. Cfr. G. CAPOGRASSI, Dominio, libert e tutela nel De Uno (1925), en Opere, cit., vol. IV, pp. 11-28.19. VICO, De nostri temporis, cit., p. 176 (177)20. ID., Scienza Nuova Terza, cit., 1097 (p. 961) y 1112 (p. 971)21. Ibid., 1096 (p. 957)22. ID., Scienza Nuova Prima, en Opere, II, 25 (p. 997) y cfr. 405 (pp. 1177-1178)23. Ibid., 25 (p. 987)24. Ibid., 42 (p. 1002)

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  • 25. Ibid., 23 (pp. 990-991)26. Ibid., 40 (p. 1000)27. ID., De mente heroica, cit., p. 374.28. ID., Scienza Nuova Terza, cit., 342 (p. 548).29. Ibid., 362 (p. 559).30. Ibid., 502 (p. 641).31. Ibid., 504 (p. 644).32. Ibid., 504 (p. 645).33. Ibid., 503 (p. 644).34. Ibid., 516 (p. 651).35. Ibid., 391 (p. 580).36. Ibid., 553 (p. 677).37. Ibid., 539 (pp. 667-668).38. Ibid., 553 (p. 677).39. Ibid., 554 (p. 678).40. Ibid., 556 (p. 679).41. Ibid., 582 (p. 695).42. Ibid., 583 (p. 696).43. Ibid., 583 (pp. 696 y 697).44. Ibid., 584 (p. 697).45. Ibid., 684 (p. 759).46. Ibid., 597 (p. 707).47. Ibid., 608 (p. 715).48. Ibid., 609 y ss. (pp. 716 y ss.).49. Ibid., 609 (p. 716).50. Ibid., 619 (p. 721).51. Ibid., 619 (p. 722).52. Ibidem.53. Ibid., 1087 (p. 953).54. Ibid., 1006 (p. 909).55. Ibid., 950 (p. 874) y 1015 (p. 914).56. Ibid., 951 (p. 875).57. Ibid., 951 (p. 875) y cfr. 947 y ss. (pp. 873 y ss.).58. Ibid., 1037 (p. 926).59. Ibid., 1040 (pp. 927-928).60. Ibid., 1041 (p. 928).61. Ibid., 1043 (p. 929).62. ID., Scienza Nuova Prima, cit., 247 (p. 1099).63. Ibid., 10 (p. 984).64. Ibid., 247 (p. 1099).65. Ibid., 11 (p. 985).66. Ibid., 8 (p. 983).67. ID., Scienza Nuova Terza, cit., 621 (p. 723).68. Ibid., 1008 (p. 911).69. Ibid., 1015 (p. 914).70. Ibid., 1022 (p. 919).71. Ibid., 1047 (p. 934).72. Cfr. ibid., 1108 (p. 969).73. Ibidem.74. Ibid., 1106 (p. 967).75. Ibid., 1106 (p. 968).76. Ibid., 1108 (p. 969).77. He preferido, ms all de las indicaciones de las pginas de Vico, no hacer referencias a la literatu-

    ra secundaria, en razn a la relevancia del tema en Vico, tanto como para poder decir que ese es el tema de Vico.He tenido presentes, prevalente si no exclusivamente, dos contribuciones clsicas de la literatura viquiana reciente

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  • (el llamado nuevo curso de los estudios viquianos), P. PIOVANI, Ex legislatione philosophia: sopra un tema di Vico(1960, ahora en La filosofia del diritto come scienza filosofica, Miln, 1963, pp. 197-256) y G. GIARRIZZO, La poli-tica di Vico (1968, ahora en Vico. La politica e la storia, Npoles, 1981, pp. 55-122). Debo aadir que, cuanto msvuelvo sobre Vico (incluso tras un aparente alejamiento, porque mi constante inters no ha sido explcito), ms evi-dente me parece la original relevancia de las propuestas de Piovani (cuyas principales contribuciones viquianas seleen en el volumen La filosofia nuova di Vico, a mi cuidado, Npoles, 1990) que hacen lamentar la sntesis progra-mada y truncada por la muerte precoz del estudioso. Tambin se recuerda a R. CAPORALI, Vico: la decadenza elo Stato (en Filosofia politica, IX, 1995, 1, pp. 27-49, del cual se encuentra algn complemento en el libroHeroes Gentium. Sapienza e politica in Vico, Bolonia, 1992). El de Caporali es, en efecto, un ensayo inteligente,cuya lectura resulta difcil, al menos para mi gusto, por el obsesivo recurso al guin para dividir las partes consti-tuyentes de una palabra, que es lo menos viquiano que pueda concebirse ante la coherencia histrica que Vico atri-buye a las palabras sostenidas siempre por una conceptualizacin etimolgica que es historia de cosas y no deformas, al contrario de cuanto sucede en la neoanaltica y heideggeriana extenuacin de la palabra, descompuestaen atencin a funambulescos juegos jergales.

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