Franco y La Iglesia

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  • Luis Surez Fernndez

    Luis Surez Fernndez

    FRANCO Y LA IGLESIALas relaciones con el Vaticano

    BIBLIOTHECAHOMOLEGENS

    Homo Legens, 2011

    Paseo de la Castellana, 36-38 28046 Grupo Intereconoma

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    BIBLIOTHECA HOMOLEGENS MATRITI - MMXI68

    F r a n c o y l a I g l e s i a

    Luis Surez Fernndez

    FRANCO Y LA IGLESIA

    Las relaciones con el Vaticano

    Diseo de la cubierta: Eva Olaya

    38 28046 Madrid

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    BIBLIOTHECA HOMOLEGENS MMXI

    PGINA | 2

    FRANCO Y LA IGLESIA

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  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 3

    INTRODUCCIN

    Advertencia previa a mis lectores. Este libro es un plagio, aunque no incurre en delito ya que se trata de emplear una obra que yo mismo he redactado y publicado bajo el ttulo de Franco crnica de un tiempo. En consecuencia, todo el aparato crtico sobre el que este nuevo texto debe buscarse en los seis volmenes que forman dicha obra. Pero en este tiempo me ha parecido que reviste cierta utilidad hacer un resumen de todos los datos que se refieren a las relaciones entre Iglesia y Estado, ya que se estn produciendo divergencias en la opinin de los autores que pueden afectar al conocimiento objetivo. Se incluyen, en consecuencia, documentos que, a mi juicio, resultan imprescindibles. Trato de ceirme a la norma de alejarme de cualquier juicio de valor, atenindome a lo que los historiadores deben proporcionar; es decir, un relato bien explicado de los sucesos, y dejando al lector la tarea de extraer las consecuencias.

    En 1931, al sustituirse en Espaa la Monarqua por la Repblica, la Iglesia trat de mantener buenas relaciones con el Estado cuya legitimidad reconoca, conservando en Madrid la nunciatura. Salvo algunas excepciones como Mgica y el cardenal Segura, que ms tarde se presentaran como contrarios a Franco, los obispos se mantuvieron dentro de esta lnea y lo mismo hicieron las organizaciones apostlicas. Pero dicha oferta fue rechazada y desde mayo de ese ao comenzaron violentas persecuciones que alcanzaran especial gravedad en octubre de 1934 y, despus, durante la Guerra Civil. Se suprimi la Compaa de Jess, se implantaron normas de un laicismo radical y se declar oficialmente que Espaa haba dejado de ser catlica en el sentido que se le daba a esta palabra durante la Monarqua. El Concordato de 1851 fue suspendido, algo que tambin convena a la Santa Sede, pero el Gobierno se reservaba una ltima palabra en el nombramiento de los obispos, a los que poda expulsar como sucedi con Mgica o Segura o negar la residencia, como se hizo con Pildain.

    En consecuencia, al producirse el alzamiento del 18 de julio de 1936, la Iglesia se encontr en una situacin de hecho: gozaba de proteccin y libertad en el bando que se llamaba a s mismo nacional, pero tena cerradas todas las puertas en la zona republicana donde miles de personas murieron por el solo hecho de ser catlicas. Hubo una excepcin en Vizcaya, en donde, sin embargo, cuarenta y cinco sacerdotes fueron asesinados al no hallarse amparados en las filas del separatismo. En los primeros meses de la guerra, antes de que Franco llegara al poder, los militares tambin juzgaron sumariamente y ejecutaron a nueve sacerdotes que llevaban el uniforme de los gudaris.

    La Santa Sede se mostr al principio muy dubitativa respecto al Alzamiento, tratando de mantener la nunciatura en Madrid y alguna frmula de reconocimiento. No pudo conseguirlo: todos los obispos de la zona republicana fueron asesinados salvo el de Menorca que falleci de muerte natural y Vidal y Barraquer, que fue rescatado por el presidente de la Generalidad, Companys. La influencia comunista fue muy notable y pudo anunciar que la Iglesia haba dejado de existir. En consecuencia, hemos de partir de un hecho: no tuvo opcin. A pesar de todo, el Vaticano esper hasta la cada de Bilbao ya en el verano de 1937 para designar un representante diplomtico ante la Junta de Defensa.

    El obispo de Salamanca y futuro primado, Pl y Deniel, defini entonces la Guerra Civil como una cruzada ya que estaba en juego la fe cristiana. El arzobispo de Toledo, Gom, redact con sus colegas espaoles una carta conjunta que fue aprobada por el Papa, explicando a los otros prelados de Europa lo que estaba sucediendo. En los sectores polticos sumados al Alzamiento predominaban los grupos catlicos, monrquicos y tradicionalistas. Estos reclamaron que, al suprimirse la Repblica, deba ser observado el Concordato. Desde esta perspectiva, la Junta de Defensa y luego el primer Gobierno, comenzaron a devolver a la Iglesia todas aquellas condiciones favorables. Especialmente se produjo la restauracin de la Compaa de Jess, que pas a desempear un papel de gran importancia. Los obispos no ocultaban, de cuando en cuando, la angustia que les produca

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 4 ver que tambin en la zona nacional se cometan violencias. Pero en este aspecto su influencia fue escasa, salvo en lo referido a la salvaguardia del clero.

    La Santa Sede rechaz rotundamente la demanda de restablecer el Concordato porque no quera el retorno al derecho de presentacin que permita al Rey nombrar obispos y grandes beneficiados. Franco y sus consejeros resistieron un cierto tiempo, pero en 1943 acabaron aceptando la frmula propuesta por el Vaticano de las seisenas, que explicaremos con detalle, de modo que al Estado quedaba nicamente el recurso de escoger entre los tres propuestos, no al primero, como era norma, sino al segundo. Por otra parte haba el temor de que como consecuencia de la victoria se implantase en Espaa un rgimen totalitario. Su insistencia en este punto fue eficaz. El totalitarismo, como Lenin lo define, consiste en someter el Estado a la voluntad del Partido. Aqu sucedi lo contrario: el Movimiento fue sometido al Estado. Es ms correcto definir el nuevo rgimen como autoritarismo.

    Ahora bien, este autoritarismo estaba sometido a la doctrina social y moral de la Iglesia, lo que daba al Vaticano una indudable influencia. Fue esta la que permiti disolver los acuerdos culturales con el Reich, que se consideraban peligrosos para la fe catlica. Influy tambin para que a pesar de la propaganda periodstica Espaa no incurriese en la persecucin contra los judos; al contrario, se salvaron directamente las vidas de varios millares de ellos, poniendo en peligro incluso a nuestros diplomticos. Y cuando, en los aos en torno a 1956, Arrese intent montar una Constitucin de partido nico, los cardenales, siguiendo rdenes de la Santa Sede, lo impidieron. A esta forma de gobierno se asignaba una rigurosa confesionalidad catlica que constaba incluso como segundo artculo en los Principios Fundamentales del Movimiento. Algunos autores recurren al trmino nacional-catolicismo, pero sera ms correcto hablar de un catolicismo nacional ya que al primero de ambos trminos se asignaba la condicin de sustantivo y no calificativo.

    Desde 1951, las cosas comenzaron a cambiar. Muchos clrigos pretendan que la Iglesia deba tener sus propios sindicatos, fuera de la Organizacin Sindical, y que la ausencia de censura se aplicase tambin a la prensa diaria de signo catlico. Se extendi una onda de resistencia a la autoridad de los obispos a quienes se acusaba de estar al servicio del Rgimen. Esta es la razn de que en nuestro trabajo hayamos tenido que establecer dos partes separadas por la fecha de 1953, firma del nuevo Concordato. En este documento, la Iglesia obtena todas las ventajas y el Estado conservaba nicamente aquella especie de facultad selectiva que le otorgaban las tercenas.

    El Concilio Vaticano II seal la libertad religiosa es decir, la ausencia de mencin de la confesionaldad del Estado como una condicin indispensable para el crecimiento de la Iglesia que estaba llegando a los ltimos rincones del mundo. Pablo VI, que no quera renunciar a los derechos reconocidos, pidi a Franco que espontneamente renunciara al derecho de presentacin. Pero el Jefe del Estado se neg: el concordato era documento fundamental aprobado por las Cortes y, en consecuencia, su modificacin, a la que se mostraba dispuesto, tena que hacerse mediante la negociacin de un nuevo texto con idntico requisito. Las relaciones con el Vaticano se endurecieron, y de esto vamos a tratar a continuacin con detenimiento.

    Aparte de algunos extremistas que reclamaban una especie de sumisin de la Iglesia al Estado, la opinin catlica se dividi en dos bandos: de un lado, aquellos que crean que para asegurar el futuro en la transicin era indispensable contar con un concordato, y de otro, quienes pensaban que tal firma sera una especie de apoyo al Rgimen que estaba condenado a desaparecer cuando Espaa entrase en la Comunidad Europea. Al final, ganando tiempo, triunfaron los segundos. Es imprescindible reconocer que ambas partes tenan sus razones. El Pontificado no neg nunca el agradecimiento que deba a Franco, pero intent crear un futuro que diese a la Iglesia libertad. Ninguna de las dos propuestas poda evitar tambin los inconvenientes.

    Aqu no se hace un juicio; trataremos de explicar las razones de unos y de otros, seguros de que el conocimiento detallado permitir a muchos formarse un juicio correcto de cmo fueron las cosas. Es importante el conocimiento de estas relaciones, puesto que han sido importantes para la vida espaola y de modo especial para la Iglesia, que est muy necesitada en nuestros das de que se diga y se ensee la verdad.

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    PRIMERA PARTE

    EL TRAZADO DE UNAS RELACIONES COMPLETAS

    I. ACTITUD DE LA IGLESIA ANTE EL ALZAMIENTO

    1. La conducta de Franco a lo largo de sus casi cuarenta aos de ejercicio del poder, incluyendo en ella documentos privados como su testamento, se ajusta a la conviccin de que Espaa era y deba se-guir siendo catlica. Y l se comport en todo momento como tal. A este respecto se situaba en la lnea opuesta del Presidente don Manuel Azaa, que haba interpretado el acontecimiento del 14 de abril como un giro radical afirmando que Espaa ha dejado de ser catlica. Estas palabras no han sido correctamente interpretadas ya en su da, pues se referan al final de una forma de Estado, la Monarqua catlica, pero los que comulgaban con sus ideas entendieron que era preciso perseguir y destruir a la Iglesia y, as, desde pocas semanas ms tarde, se inici una persecucin violenta que ni siquiera fue frenada desde las alturas gubernamentales. Ces en parte al triunfar Lerroux en 1933, pero desde la victoria del Frente Popular y antes con la Revolucin de octubre en Asturias, se recrudeci. De modo que los republicanos entendieron que la Guerra Civil deba tener un matiz religioso: cerraron o destruyeron las iglesias, persiguieron y asesinaron al clero y a los religiosos y en agosto de 1936 los procuradores espaoles que asistan en Mosc al Congreso de los Sin Dios que aceptaba la tesis marxista de es cientficamente demostrable que Dios no existe pudieron resumir su victoria diciendo: Hemos suprimido sus sacerdotes, las iglesias y el culto de modo que la Iglesia ha sido completamente aniquilada.

    Sin embargo, como demuestra la documentacin ahora proporcionada por los Archivos Vaticanos, claramente examinada por Vicente Crcel Orti, tanto la Santa Sede como la jerarqua espaola haban aceptado la legalidad de la Repblica ofrecindose a colaborar con ella. La supresin del Concordato vigente fue aceptada por el Vaticano sin protesta, ya que pona fin a una vinculacin entre el Altar y el Trono que no pareca muy adecuada en pleno siglo XX. La oferta fue rechazada, la Constitucin incluy clusulas persecutorias y las persecuciones se afirmaron, como arriba indicamos. En 1933, los obispos espaoles se vieron obligados a publicar un documento de denuncia pues no se trataba a la Iglesia como a persona jurdica respetada, sino como a un peligro. Cuando Segura, arzobispo de Toledo, fue expulsado de Espaa, el Vaticano se limit a disponer el nombramiento de un nuevo primado, Isidoro Gom.

    La Iglesia no tuvo participacin en el alzamiento militar si bien la mayora de los catlicos se sum a l, partiendo de la experiencia vivida. El Vaticano trat de mantener la nunciatura a pesar de que su iglesia fue terriblemente saqueada, y retras el reconocimiento de la Junta de Defensa que formaron los militares. Pero se encontr ante un hecho: mientras que en la zona que a s misma se llamaba nacional el culto catlico segua funcionando y las fuerzas sublevadas o incorporadas al movimiento contaban con capellanes y servicios religiosos, en el lado de enfrente bastaba con ser considerado como activo catlico para ser conducido a la muerte; ni siquiera los muy ancianos o los muy jvenes pudieron escapar a este destino. Todos los obispos existentes en zona republicana fueron asesinados, excepto dos, el balear que estaba ciego y hospitalizado, y falleci de muerte natural y el de Tarragona, Vidal y Barraquer, que fue salvado en el ltimo momento por Companys y enviado al destierro en Italia.

    Nos encontramos, pues, en una situacin de hecho en que no se permiti a la Iglesia elegir. Haba una excepcin: el Pas Vasco, gobernado ahora por Jos Antonio Aguirre, el nacionalista, a quien

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 6 apoyaban bastantes clrigos. Aqu las iglesias siguieron funcionando, aunque ello no impidi que varias decenas de sacerdotes fueran asesinados por las milicias marxistas que apoyaban a los separatistas en el poder. Siete sacerdotes sobre esto volveremos fueron condenados a muerte y ejecutados por los militares en la primera etapa de la guerra. El 6 de agosto de 1936, el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, y el de Vitoria, Mateo Mgica, que haba sufrido destierro por los republicanos, decidieron publicar una carta conjunta explicando a sus sbditos vascos el error que estaban cometiendo al unirse a quienes proyectaban simplemente la destruccin de la Iglesia. Es posible que en la redaccin de esta carta interviniera Gom, que se haba salvado al hallarse disfrutando de unas vacaciones en Tarazona y hall refugio en Pamplona, refugio a la sazn para muchos perseguidos. En Navarra dominaban los carlistas incorporados al alzamiento. Aguirre, por su parte, sostena que aquella no era una guerra religiosa sino una ilegtima sublevacin contra la Repblica a la que l deba defender.

    Como ahora no haba nuncio en Espaa y la Santa Sede se abstena de pronunciarse en relacin con el alzamiento, Gom, primado de Toledo y cabeza de la Iglesia espaola segn la tradicin, hubo de asumir en aquellas circunstancias difciles la representacin de toda ella, contactando con los militares e informando a la Secretara de Estado. La carta del 6 de agosto estaba dirigida nicamente a los dirigentes vascos y a sus fieles. En Bilbao se dijo que se trataba de una fal-sificacin y algunos sacerdotes separatistas tranquilizaron a sus dirigentes afirmando que excedan con ello las funciones que corresponden a los obispos. Mgica entonces se acerc a los micrfonos de Radio Vitoria y pronunci estas contundentes palabras: Nos, con la autoridad de que nos hallamos investidos, en la forma categrica de un precepto que deriva de la doctrina clara e ineludible de la Iglesia, os decimos non licet. Sin embargo, como en uso de sus funciones intentara defender tambin a aquellos de sus fieles que militaban en el nacionalismo vasco, no tardara en chocar con los militares, segn indicaremos ms adelante.

    2. En este momento, la Junta de Defensa segua presidida por el general Cabanellas y Franco no era otra cosa que el jefe del Ejrcito de frica, el ms importante en aquella ocasin. El 13 de agosto, cuando era evidente que se haba pasado de un alzamiento a una guerra civil, Gom remiti a Pacelli el primer informe acerca de la situacin. A la jerarqua no se le haba concedido la menor opcin: desde las elecciones de febrero, el propsito del Frente Popular era acabar con la Iglesia y esto sucedera en el caso de que obtuviese la victoria. Tales eran los hechos incontrastables: en un bando se permita el culto catlico con toda amplitud y en el otro se suprima de un modo radical. No trataba el cardenal de presentar un panorama idlico: una guerra civil incurre siempre en violencias en ambos bandos. Haba en el informe tres preocupaciones.

    En primer trmino el caso del gobierno nacionalista vasco que se declaraba catlico, incurriendo en contradiccin ya que si triunfaba la causa a la que apoyaba, sin duda el catolicismo sera desarraigado tambin all. Las persecuciones haban comenzado en 1931 y significaban, especialmente ahora, daos considerables, de modo que el gran problema futuro iba a ser precisamente la reconstruccin. Tambin la situacin interna en el bando nacional suscitaba preocupaciones, ya que eran muy fuertes las influencias paganizantes, es decir, nazis segn la expresin de la Iglesia, que venan del centro de Europa y que aspiraban a imponer un laicismo del Estado como ciertos sectores falangistas preconizaban. Falta ver el alcance que se dar a esta proposicin. Es importante recordar que a finales de agosto el Fhrer haba ordenado a Von Blomberg prestar toda la ayuda a Franco la mencin de la persona era expresa para que pudiera conseguir la victoria, ya que Francia y sobre todo la URSS se haban convertido en patrocinadores de los que a s mismos se consideraban rojos.

    Tambin Gom mostraba especial confianza en Franco, pues se comportaba en todos los aspectos como catlico practicante retornando, en cuanto de l dependa, a la confesionalidad del Estado. Sin embargo, al posesionarse de la Jefatura del Estado el 1 de octubre de 1936, Franco incluy en su discurso un texto que pareci mal a Gom, porque vea en l una inclinacin hacia ese laicismo: El Estado nuevo, sin ser confesional, respetar la religin de la mayora del pueblo

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 7 espaol, sin que esto suponga intromisin de ninguna potestad dentro del Estado. Preocupaban a la jerarqua, y de modo especial al Vaticano, las lneas de crecimiento de las corrientes que fomentaban el totalitarismo. La presencia de unidades alemanas e italianas poda significar una influencia poltica, como en la otra zona el apoyo de la URSS significaba un crecimiento del Partido Comunista, que hasta entonces haba sido poco significativo. Sin embargo, en la Junta Tcnica que sustitua a la de Defensa asumiendo funciones de gobierno, el predominio de los catlicos era absoluto. Cuando Franco se instal en Salamanca, hizo uso del palacio episcopal que le cedi el obispo Enrique Pl y Deniel, y all diariamente el P. Bulart celebraba misa a la que el Generalsimo asista. Una de las primeras decisiones consisti, lgicamente, en el restablecimiento de la Compa-a de Jess. Es importante recordar aqu que cuando Jos Antonio Primo de Rivera fue ejecutado, llevaba en su mano un crucifijo y lo hizo como catlico.

    La hermana de Jos Antonio, que consigui llegar a la zona nacional, imprimira un fuerte espritu religioso a la Seccin Femenina; en esta tarea se vera especialmente ayudada por un benedictino, fray Justo Prez de Urbel, historiador de relieve. Ante las protestas de los obispos, Franco orden modificar el texto del discurso de Burgos que se envi a la prensa, de modo que la confesionalidad permaneciera. Haban transcurrido dos meses y medio desde el alzamiento y el Vaticano segua sin negar legitimidad a la Repblica, aunque iba tomando buena nota de los tremendos daos que la Iglesia catlica sufra.

    Antes de solicitar una entrevista con Franco, Gom haba vuelto a Toledo (3 de octubre), ahora en poder de los militares, y pudo hacer una evaluacin de los daos sufridos: aquella dicesis, por las circunstancias que acompaaron a la lucha, haba sido una de las ms duramente tratadas, de modo que el porcentaje de mrtires alcanzaba aqu niveles muy elevados Gom dio cuenta de todo ello al cardenal Pacelli en un nuevo informe fechado el 24 de octubre. Pero este documento se propona otro objetivo ms importante: tranquilizar a la Santa Sede respecto a la influencia de nazis o fascistas. La nueva Junta Tcnica estaba formada exclusivamente por rigurosos catlicos sin que entrasen en ella los falangistas. De una manera especial se refera a Franco como catlico prctico de toda la vida. Y aada: Mi opinin personal es que ser un gran colaborador de la obra de la Iglesia desde el alto sitio que ocupa. Volva a insistir en su desconfianza respecto a Falange porque vea crecer la influencia de la ideologa que en trminos vaticanos se calificaba de neopaganismo.

    3. Preocupaba de un modo especial a la Santa Sede el problema del Pas Vasco. Como Juan Pablo Fusi e Ignacio Olabarra han aclarado, el PNV se haba presentado al comienzo de la Repblica como un partido autonomista, cristiano y popular semejante a lo que iba a significar luego la democracia cristiana: Pero se hallaba en abierta ruptura con la CEDA porque en 1934 esta haba hecho fracasar un proyecto de Estatuto que finalmente sera aceptado el 1 de octubre de 1936 por unas Cortes reducidas al Frente Popular, el mismo da precisamente en que Franco asuma la Jefatura del Estado. Indalecio Prieto haba conseguido de este modo que el Gobierno de Aguirre se mantuviera dentro de la Repblica. Pero las divisiones en la poblacin vasca eran muy profundas. lava se situ al lado del alzamiento, y Guipzcoa pudo ser pronto dominada por los militares, de modo que Aguirre haba conseguido consolidarse nicamente en Vizcaya. Pero este Gobierno, pese al fracaso de Mgica, a quien los republicanos consideraban un viejo carlista, segua considerndose catlico.

    Cuando Jos Antonio Aguirre prest juramento como primer lehendakari el 6 de octubre de 1936, utiliz una frmula en que manifestaba su obediencia a la Iglesia Catlica. En realidad se consideraba ya presidente de un pas independiente que estableca una alianza con otro Estado, la Repblica espaola. La Junta de Defensa, que haba tomado medidas drsticas contra los clrigos que figuraban en las filas de su ejrcito, reclam de Mgica una condena radical que este, pese a las insistentes demandas, no poda extremar. Y entonces decidi la expulsin del obispo, como antes haba hecho el gobierno de la Repblica. Profundamente irritado, el prelado abandon Espaa el 14 de octubre, y desde este momento se sum a la opinin de los nacionalistas combatiendo a Franco y a su gobierno militar.

    El clero vasco que no se haba sumado a los nacionalistas fue encarcelado y se le impidi ejercer

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 8 sus funciones. Aguirre envi a Roma a un cannigo de Vitoria, Alberto Onaindia que acabara adoptando el seudnimo de Padre Olaso, con un documento en que trataba de convencer a la Santa Sede de que los vascos no haban hecho otra cosa que defenderse de la agresin de los militares sublevados contra el legtimo gobierno de la Repblica: No creemos deca que los vascos hayan de ir unidos con quienes pretenden privarlos de sus derechos y conculcar sus tradicio-nales costumbres y tradiciones. Sin embargo, eran muchos los vascos que militaban en las brigadas navarras. Cuando Onaindia lleg a Roma, haca prcticamente un mes que Po XI se haba declarado en contra de la Repblica. Fue en la audiencia pblica en Castelgandolfo, donde muchos fugitivos espaoles se hallaban presentes cuando calific a los rojos de fieras salvajes y crueles desprovistos de la misma naturaleza humana, aun la ms miserable (14 de septiembre de 1936). Por primera vez se haba calificado de mrtires a las vctimas de la persecucin espaola.

    Este era el problema serio con que se enfrentaba Franco en el momento de asumir el poder. Como la Junta de Defensa, pensaba que Mgica deba completar sus intervenciones haciendo expresa condena del nacionalismo, pero sustitua el trmino exigencia por el de ruego, esta vez ante las autoridades romanas. Mgica no poda hacerlo, pues ello significara una injerencia de su autoridad puramente eclesistica en una cuestin poltica. Antes de que Franco fuera proclamado, una de las ltimas decisiones tomadas por la Junta de Defensa haba sido reclamar la expulsin del obispo. Gom, aunque juzgaba peligroso enfrentarse con las fuerzas militares, nica garanta, consideraba tambin intolerable que la Junta de Defensa tomara tal decisin. l propona que Mgica viajara a Roma buscando a travs de la Secretara alguna clase de negociacin. Fracas. Mgica culpara a Gom porque no le haba defendido. Pero el cardenal tampoco poda meterse en un callejn sin salida: condenar a los nicos que en aquellos momentos defendan a la Iglesia resultaba un contrasentido imperdonable. Pacelli pensaba que la nica salida razonable era una negociacin en que hiciesen algunas concesiones a Aguirre a cambio de deponer las armas. Se intent en los meses siguientes, pero Onaindia no se mostraba menos riguroso: el Estatuto de Guernica, reconocimiento de una semiindependencia, era condicin indispensable.

    El modelo vasco tuvo imitadores. La Generalidad de Catalua y el Consejo de Asturias y Len y Palencia de Belarmino Toms actuaban con el mismo grado de independencia. Se emiti incluso moneda propia. La situacin era muy seria. Cuando a finales de octubre, Gom celebr la primera de sus entrevistas con Franco, le present datos de los que aquel no tena noticia. Nueve sacerdotes vascos que formaban en las compaas de gudaris, capturados por la columna de Alfonso Beorlegui, formada en su mayor parte por carlistas tambin vascongados, haban sido condenados a muerte y ejecutados sin que Fidel Dvila hubiese accedido al indulto que Gom le haba solicitado. Solo una de estas ejecuciones haba tenido lugar despus del 1 de octubre. Franco se irrit la noticia destrua uno de sus principales argumentos y contest al primado: Tenga su eminencia la seguridad de que esto queda cortado inmediatamente.

    Gom no pudo informar a la Santa Sede de esta conversacin hasta el 8 de noviembre, pero la carta lleg a Roma despus de que algunos religiosos y eclesisticos nacionalistas hubieran comunicado estas noticias en la Secretara de Estado; alegaban que no haba diferencia entre un bando y el otro. El Papa, que cuando recibi a Mgica se mostr bastante fro era la segunda vez que provocaba un conflictoacept las explicaciones de Gom. A Roma llegaron adems otras noticias: en el territorio gobernado por Aguirre, las milicias rojas haban asesinado a cuarenta y siete sacerdotes de modo que la comparacin numrica tambin en este caso resultaba significativa. Franco cumplira en este punto su palabra. Los castigos que en adelante se dispusieron para el clero nacionalista se acomodaban a los preceptos del derecho cannico, implicando sobre todo el traslado a otras dicesis. La propaganda nunca lograra superar la enorme diferencia en el nmero de vctimas. Sin embargo, es preciso tener en cuenta las terribles secuelas del odio. Franco, cumpliendo la palabra dada a Gom, envi un telegrama a los mandos militares, el 6 de noviembre, prohibiendo juzgar a eclesisticos. Pues bien, los dos ltimos de la lista fueron ejecutados en la madrugada del 7, como si no se hubiese recibido la orden.

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 9 4. En el bando nacional, la principal atencin a los asuntos relacionados con la Iglesia, corresponda,

    como es de suponer, a los tradicionalistas. Y estos, defensores a ultranza de la Monarqua catlica, entendan que haba de restablecerse el Concordato de 1851, denunciado por la Repblica, algo que ni Po XI ni Pacelli estaban dispuestos a admitir. En la nueva coyuntura que se estaba viviendo, el llamado derecho de presentacin en el fondo, nombramiento directo por parte del Jefe de Estado entraaba un peligro. El cardenal Segura, que reclamaba su restauracin, pensaba de la misma manera. Gom, no; estaba de acuerdo con la lnea vaticana y lo importante era conseguir una renovacin en la preparacin y personalidad de los obispos.

    Franco envi a Roma al marqus de Magaz, todava en calidad de agente oficioso. Como el embajador de la Repblica, Luis Zulueta, haba abandonado su puesto, el marqus pudo instalarse en el palacio de la plaza de Espaa el 12 de octubre, izando la bandera bicolor en un da tan sealado para su pas. Ms violencia tuvieron que ejercer los agregados militares para expulsar a Ignacio Aguirre de Crcer, embajador ante el Quirinal. Magaz crea que su misin tena nicamente dos lneas: obtener el reconocimiento de la Santa Sede y restablecer la vigencia del concordato. Pero Pacelli, que contaba con el apoyo de Vidal y Barraquer y tambin el de Gom, vea las cosas de otro modo. Un reconocimiento prematuro de la legitimidad del gobierno de Franco poda causar mucho dao a los catlicos que an estaban en la zona roja, y el retorno del sistema de representacin no era en modo alguno aceptable.

    El 20 de septiembre de 1936, Gom escribi a Pacelli comunicndole su intencin de viajar a Roma para dar cuenta de sus gestiones y a su vez recibir directrices. Pero los cambios acaecidos, fin de la Junta de Defensa y Jefatura asumida por Franco, le movieron a retrasar dos meses el viaje. Antes de marchar envi a su secretario, Luis Despujol, a Burgos y a Salamanca para aclarar la postura de las nuevas autoridades sobre tres puntos: a) la libertad de la enseanza religiosa en relacin con la civil; b) qu atencin espiritual iba a otorgarse a las fuerzas armadas, y c) el retorno de Vidal y Barraquer a Espaa. En los dos primeros, la respuesta fue muy satisfactoria, pues se hara cuanto la Iglesia reclamase. Pero en el tercero, tanto Sangrniz como Joaqun Bau, catlicos de tendencia tradicionalista, respondieron negativamente. Vidal estaba considerado como nacionalista y haba tratado de negociar en todo con la Repblica de modo que su retorno en aquellos momentos poda resultar contraproducente; no pareca bien que un cardenal fuese reprobado desde los sectores radicales del alzamiento.

    Gom, vuelto a Pamplona public una carta pastoral, El caso de Espaa, cuyo texto no fue previamente consultado con nadie, y que trataba de fijar, a los ojos del mundo catlico europeo, cul era la posicin de la jerarqua. Sus argumentos coinciden con los que en Roma expondra al Papa. El comunismo internacional haba puesto en marcha un plan para sustituir, mediante el Frente Popular, la Repblica por una dictadura marxista. El alzamiento militar se lo haba impedido. La Guerra Civil, aunque salpicada, como todas, por violencia y crueldad, era la ltima esperanza que quedaba a la Iglesia para sobrevivir, de modo que haba que poner la atencin en la caridad y en todo aquello que pudiera favorecer el restablecimiento del catolicismo. La Santa Sede an no haba roto sus relaciones con la Repblica, si bien la nunciatura era solo una casa y la iglesia de San Mi-guel estaba seriamente daada.

    Tras dos das de viaje, Gom lleg a Roma el 10 de diciembre e hizo entrega a Pacelli de un gran paquete de documentos que corroboraban lo que iba a exponer. En la zona roja, la Iglesia estaba sufriendo la persecucin ms cruel y sistemtica de todos los tiempos. No era conveniente restaurar el Concordato de 1851, aunque s abrir negociaciones para fijar los puntos principales de la relacin, entre los que el cardenal colocaba, en primer trmino, la educacin catlica. Se poda confiar en Franco, que era un catlico que cada da asista a misa y rezaba el rosario, aunque su gestin se hallaba limitada por las difciles circunstancias. Explic a Pacelli que el falangismo no era nazi, pues sus miembros tienen considerable fondo de fe cristiana y de sentido de patria, si bien le preocupaban mucho dos aspectos, la creciente influencia nazi y fascista, y la copiosa llegada a sus filas de socialistas y sindicalistas que podan cambiar las cosas. En cuanto a Franco, era enemigo irreconciliable de la Masonera. No haba otra legitimidad para l que la que naca del catolicismo.

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 10 Gom, en sus primeras conversaciones con el secretario de Estado no ocult que le preocupaba el

    futuro por las corrientes que en Europa se estaban detectando. No haba duda desde luego de que las leyes antirreligiosas de la Repblica iban a ser derogadas, pero no estaba conforme con la poltica marcada por Magaz. A su juicio alguna responsabilidad de lo ocurrido deba atribuirse al clero que, en lugar de volcarse sobre la vida de piedad, la caridad y la renovacin intelectual, se haba preocupado con exceso de la poltica. Aun sin mencionar nombres, era indudable que no se conformaba con las lneas de conducta de Mgica, Segura o Vidal. Cuando la guerra llegase a su terminacin, la Iglesia tendra que enfrentarse con una doble tarea: la de una mejor formacin de los futuros sacerdotes en los seminarios y la de movilizar a los laicos a travs de una poderosa Accin Catlica. Eran palabras que a Pacelli le gustaba or.

    El 12 de diciembre de 1936, Gom fue recibido en audiencia por el Papa y descubri de inmediato algunos matices: el Vaticano estaba muy preocupado por las derivaciones de la poltica internacional y no poda reducirse a contemplar el entusiasmo de quienes en la Guerra Civil vean un alzamiento en favor de la religin. Era el momento en que empezaba a comprobarse el peligro que significaba Hitler, incumplidor del concordato y por consiguiente colocndose fuera de la ley. Mgica apoyaba ahora a los nacionalistas vascos y denunciaba las ejecuciones de sacerdotes. Gom tambin reprob estos actos, pero explicando que haban sido decisiones unilaterales de algunos jefes militares que los haban detenido con las armas en la mano; todo esto estaba ahora prctica-mente resuelto. Por su parte, Vidal y Barraquer, sin negar las violencias, segua confiando en alguna clase de acuerdo con la Generalidad que permitiera poner las cosas en su sitio. Tambin descubri el primado que por parte del clero francs se estaban ejerciendo presiones que presentaban como legtimo al Gobierno de la Repblica y a los sublevados como peligrosa plataforma para la expansin del nacionalsindicalismo.

    5. Al regresar a su residencia, el cardenal tom la pluma y escribi un largo informe que hasta el 15 de diciembre no fue puesto en manos de Pacelli. Parta de un dato esencial: la Iglesia no es un organismo poltico sino una comunidad de fieles, Cuerpo mstico de Cristo cuya cabeza visible es el sucesor de Pedro, y no puede perderse por los pasillos de la diplomacia. Lo que se estaba jugando en Espaa era algo ms que una cuestin poltica. Si no se hubiese producido el alzamiento, ese Gobierno legtimo de la Repblica segn aconsejaban los franceses sera tan solo una copia del rgimen imperante en la Unin Sovitica. Era esto deseable para la diplomacia vaticana o para los catlicos franceses? El argumento era tan contundente que Pacelli llev las pginas al Papa y convino con l en la necesidad de ofrecer a Franco un mensaje de aliento.

    Este mensaje iba acompaado por una bendicin apostlica al Jefe del Estado. Prcticamente vena a decir que aunque la Iglesia ha de estar con la autoridad contra la anarqua y con la religin contra el atesmo, hacer un reconocimiento radical en estos momentos poda significar un dao irreparable para los catlicos que an se hallaban bajo dominio de la Repblica. No sabemos si se referan a los vascos o a los catalanes que estaban ya organizando una Iglesia en el silencio o a los miles que permanecan en las crceles o escondidos, a veces en condiciones infrahumanas. El da 19 de diciembre, Pacelli entreg a Gom un documento de gran importancia: era la credencial, firmada por el Papa, que le aseguraba la calidad de representante oficioso del Vaticano. Las instrucciones que se le dieron eran tambin claras: ir discutiendo y restaurando uno a uno los artculos del viejo concordato que la Iglesia necesitaba para su libertad. La autoridad del primado de Espaa se consolidaba. Incluso tras el nombramiento de un nuncio, recurrira a la convocatoria de una Conferencia de metropolitanos que l presida con gran rigor.

    En reciprocidad, Magaz pasaba a ser representante oficioso del gobierno de Burgos. No sabemos hasta qu punto fue informado de estas conversaciones; en su despacho del da 21 se mostraba cariacontecido porque el primado no iba por la lnea que l esperaba. El 22 hizo un comentario negativo: eso de nombrar un representante oficioso era una especie de falacia de la diplomacia vaticana, que segua manteniendo a monseor Sericano en Madrid como si estuviese encargado de

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 11 la nunciatura. Y en Pars, Luis de Zulueta segua titulndose embajador de Espaa ante la Santa Sede y no le desmentan. Magaz estaba de acuerdo con las lneas de un viejo tradicionalismo. Atribua al Vaticano la idea de contar con un observador en cada uno de los bandos para poder seguir la poltica que ha desarrollado la Accin Catlica siguiendo las inspiraciones del Vaticano y del nuncio monseor Tedeschini, iniciada ya en los ltimos tiempos de la Monarqua en Espaa, la poltica, en una palabra, de la democracia cristiana, que tanto ha contribuido al derrumbamiento de Espaa.

    Estas palabras reflejaban un sentimiento que compartan los tradicionalistas, tan importantes en el bando nacional y que deseaban el retorno a la alianza entre el Altar y el Trono, as como la vigencia del concordato, algo que el Vaticano y de modo especial Pacelli no estaran dispuestos a asumir. En el Anuario Pontificio de 1937 segua figurando Luis de Zulueta como embajador de Espaa ausente, al lado de Silvio Sericano, encargado de negocios en Madrid ad interim, pero ya se mencionaba a Gom y a Magaz en su nueva condicin de encargados oficiosos.

    6. Podemos decir que en las relaciones entre la Iglesia y el rgimen de Franco existe una especie de prlogo que concluye cuando se publican las dos encclicas que condenan expresamente a los dos totalitarismos, el nazi y el comunista. No se trataba an de llegar a un reconocimiento oficial, pero en la bendicin remitida al Generalsimo figuran unas palabras de las que debemos tomar buena nota: a Franco, lo mismo que a cuantos contribuyen a la obra de salvacin del honor de Dios. No se trataba de bendecir un sistema hacia el que el propio Gom formulaba reservas, sino a las personas que dentro de l estaban sirviendo a la Iglesia. En su mensaje de Navidad, el Papa se mostr ms expresivo an. Espaa se vea envuelta en un proceso revolucionario del que el catolicismo es vctima inocente ya que en donde el marxismo se impone, el cristianismo, en el fondo todas las religiones, es perseguido. Y la persecucin espaola superaba en crueldad a cuantas se haban conocido.

    Algunos historiadores insisten en decir que en principio la poltica de la Iglesia, guiada por Tedeschini y Vidal y Barraquer, segua buscando, in extremis, un entendimiento con la Repblica, pero esto ya no era posible. Se abra paso el propsito de Gom: aceptar y aprovechar las nuevas circunstancias para consolidar la fe catlica, haciendo que el nuevo rgimen que de la guerra iba a surgir, se comprometiera con la Iglesia y no al contrario. Se trataba simplemente de apoyarse en una actitud pasiva, frente a la persecucin, que los republicanos no estaban dispuestos a detener, sacando de los males tambin buenos resultados. A diferencia de la Junta de Defensa, Franco se mostraba ahora ms comprometido con el catolicismo, que vena profesando desde sus orgenes.

    El 29 de diciembre de 1936, Franco y Gom celebraron una larga e importante entrevista. El Generalsimo adquiri dos compromisos: todas las libertades y privilegios de que la Iglesia haba gozado en Espaa le seran reconocidos; en adelante, cualquier decisin que se adoptara y que pudiera afectar a la Iglesia sera negociada previamente con la jerarqua. Cuando Gom le plante el caso del obispo Pildain, rechazado por la Repblica, contest que habida cuenta de que no aparecen contra l cargos probados de carcter poltico y haberse hecho el nombramiento con anterioridad al actual Movimiento Nacional se le iba a reconocer plenitud de funciones dentro de su dicesis de Las Palmas de Gran Canaria. Pildain, que proceda del nacionalismo vasco, se mostrara reticente ante el nuevo rgimen. En cambio Franco recomend a Gom que pidiera a Mgica que continuara en el extranjero, pues no poda garantizar que se produjesen reacciones adversas contra l si regresaba a Vitoria.

    Gom dio cuenta de lo que haba conseguido en esta primera negociacin a los dems obispos espaoles, dentro o fuera de Espaa, y recibi respuestas que demostraban la satisfaccin por las gestiones. El primado no se mostraba excesivamente optimista; habra que librar nuevas batallas antes de conseguir que la Iglesia recobrara en Espaa su posicin. Hemos de destacar un prrafo de la carta de Vidal y Barraquer, que haba fijado su residencia en Italia. Rogaba a Gom se digne expresar, verbal y reservadamente, solo a la persona cerca de la cual ejerce su misin altsima es decir, a Franco mis salutaciones y homenajes de simpata y afecto y mis sinceros votos de que se

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 12 logre cuanto antes alcanzar y establecer en nuestra Espaa una paz sincera y perdurable. Y conclua mego a Dios por el triunfo de la causa de la Iglesia. Desconozco la respuesta de Mgica. An no se haban extremado los odios hacia los nacionalistas vascongados.

    El 31 de diciembre de 1936, el general Gil Yuste, que actuaba como secretario de Guerra, dispuso el restablecimiento de las vicaras castrenses en la forma en que se hallaban reconocidas en el extinto concordato. Gom pas una nota a Franco (3 de enero de 1937): era menester no precipitarse, pues este era un asunto que se estaba tratando en Roma y no era posible reactivar el concordato. Al mismo tiempo orden a Gregorio Modrego, que estaba manteniendo contactos con los catlicos de Madrid, corriendo con ello grandes riesgos, que en su calidad de obispo se hiciera cargo de la vicara castrense, designando a dos sacerdotes de su entera confianza para que le ayudasen en este cometido; se deba dar asistencia espiritual a las tropas nacionales. El 23 de febrero, en uno de sus informes a Roma, Gom aadi que tras un nuevo contacto con Franco el asunto estaba resuelto. La Iglesia seleccionara y designara a los capellanes de las Fuerzas Armadas.

    Esto no era absolutamente cierto. La Junta Tcnica, que estaba influida por los informes desfavorables que Magaz enviaba desde Roma, destacando especialmente que no se tomaban medidas contra los catlicos vascos, trat de oponer dificultades. De modo que hasta el 6 de mayo no se cerr el pleito. Franco reconoci en Modrego el Vicario General Castrense y tambin el derecho de este la misin, mejor de ir seleccionando el cuerpo de capellanes. Un triunfo de Roma que en este punto permita que se diera al olvido el concordato.

    7. Es muy significativo que la decisin del Vaticano de establecer plenas relaciones diplomticas con el rgimen de Franco tuviera lugar despus de la conquista o liberacin de Vizcaya. El gobierno creado por Aguirre, aunque ahora se haba reducido en el espacio, segua presentndose como catlico y esto influa en muchos sectores europeos. La publicacin de las dos encclicas Mit brennender Sorge, condenando el nazismo, y Divini Redemptoris, que anatematizaba al comunismo guardan cierta relacin con la decisin tomada en Salamanca el 22 de marzo de 1937: fijando las posiciones en el centro para inmovilizar al enemigo, se iba a emprender la ofensiva en el norte, comenzando por el Pas Vasco. La vanguardia en esta ofensiva correspondera a las brigadas tradicionalistas que contaban con vascos y navarros, nuevos cruzados de la Causa que rezaban el rosario todas las tardes e invocaban la misericordia de Dios incluso sobre sus enemigos.

    En todo el territorio republicano, incluyendo las provincias vecinas de Vizcaya, el culto religioso estaba suprimido, aunque no faltaban valientes que, en secreto, trataran de impartir los sacramentos. Vizcaya era una excepcin: seguan abiertas las iglesias y un sector del clero, nacionalista desde luego, poda celebrar los oficios. Para el Vaticano esta situacin significaba perplejidad. Hasta dnde deban llevarse las decisiones condenatorias sin provocar una revuelta interna? Los vascos contaban en este caso con el apoyo de sectores catlicos franceses. En marzo y junio de 1937 Franois Mauriac y Jacques Maritain publicaron sendos manifiestos sosteniendo que la Repblica deba ser defendida porque sostena y significaba la democracia, mientras que los militares conducan al pas hacia el totalitarismo fascista mucho las preocupaciones que para el futuro de Francia poda significar una alianza entre Alemania e Italia, que combatan juntas en la guerra de Espaa.

    El 22 de diciembre de 1936, el presidente Aguirre haba pronunciado un discurso, que fue reproducido por la prensa extranjera. Sostena la tesis de que la guerra [...] no es una guerra religiosa como ha querido hacerse ver; es una guerra econmica y de tipo econmico arcaico. Se trataba de un recurso a la propaganda, pero hemos de sealar un dato que tambin a la Santa Sede llam la atencin. Ese discurso fue prohibido por el Gobierno de la Repblica a los peridicos de su zona. Es clara la idea: no era aceptable desde su punto de vista que no se tratara de una guerra religiosa; en diciembre de 1936, la destruccin de la religin formaba parte de sus objetivos principales.

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 13 Gom, tras recabar la autorizacin del Vaticano, envi una carta a los obispos del mundo entero

    (10 de enero de 1937). Hizo llegar una copia de la misma al presidente Aguirre sugiriendo que la hiciese publicar en Bilbao: Negamos en redondo que esta sea una guerra de clases. Por el contrario, es el amor al Dios de nuestros padres, el que de acuerdo con la tesis del cardenal ha movido a la Espaa pobre y campesina a alzarse en armas mientras que el odio a Dios predicado por los marxistas, se haca dueo de la Espaa rica. Reprochaba a Aguirre que guardara silencio sobre lo que estaba ocurriendo en el territorio dominado por su Repblica: Leemos que ya han ardido algunos templos en Vizcaya. A ltima hora anuncia la radio el asesinato de algunos sacerdotes por los comunistas.

    El primado no poda ni tampoco pretenda soslayar la cuestin de los sacerdotes vascos juzgados y ejecutados por los militares. Aquellos sacerdotes sucumbieron por algo que no cabe consignar en este escrito ya que se trataba de una persecucin poltica y no religiosa, pero la jerarqua no call en este caso. Si no acudi con l a la tribuna clamorosa de la prensa es porque hubiera sido menos eficaz y sin duda poco conveniente para la Iglesia mezclarse en cuestiones polticas: Pero yo puedo sealarle el da y el momento en que se trunca bruscamente el fusilamiento de sacerdotes. Hay aqu cierto tono de orgullo, pues era l quien haba conseguido detener, definitivamente, tales violencias. En cambio, deje que le pregunte a mi vez, seor Aguirre: por qu su silencio, el de usted y el de sus adictos, ante esta verdadera hecatombe de sacerdotes y religiosos, flor de intelectualidad y santidad de nuestra clereca, que en la Espaa roja han sido fusilados, horriblemente maltratados por muchos miles, sin proceso, por el nico delito de ser personas consagradas a Dios?. El cardenal presentaba una cifra: 201 sacerdotes haban sido sa-crificados en su dicesis de Toledo y careca de datos acerca de otras dicesis

    Las palabras del cardenal resultaban evidentemente muy duras, pero no poda actuar de otro modo ya que estaba siguiendo las directrices de las autoridades vaticanas, que deseaban lograr que los nacionalistas vascos, dueos del poder, abandonasen el campo de la Repblica, terrible perseguidora, buscando alguna clase de acuerdos. Gom apuntaba en esta lnea a su convencimiento de que si los comunistas llegaran a apoderarse de Vasconia tambin aqu la Iglesia sera erradicada. Por eso el mensaje conclua con esta propuesta: Busque coincidencias y excogite medios y halle una frmula eficaz y suave de devolver a su pueblo la paz perdida. Gom saba que muchos de los altos dirigentes del alzamiento rechazaban de plano cualquier negociacin. La guarnicin de Bilbao haba sufrido muy duras represalias precisamente por haber confiado en que no llegara a producirse una alianza entre nacionalistas y marxistas.

    8. Franco, en cambio, hubiera preterido alguna clase de capitulacin, para l muy ventajosa. En su entrevista con el cardenal, el 29 de diciembre de 1936, se quej de la pasividad de la Sede romana porque una desautorizacin pontificia poda resultar decisiva para que los vascos, que se declaraban catlicos, renunciasen a la lucha. Pero l estaba nicamente dispuesto a garantizar personas y bienes mientras que Aguirre exiga, como condicin indispensable el mantenimiento del Estatuto que en octubre de 1936 aprobaron las Cortes de la Repblica compuestas exclusivamente por diputados del Frente Popular. Esto era algo que el Generalsimo no poda ni quera admitir. En este momento, los nacionales controlaban ya las tres cuartas partes del territorio vascongado.

    Las cosas resultaban ms complejas de lo que algunos altos eclesisticos imaginaban. Gom inform detalladamente a Pacelli de su entrevista del 29 de diciembre, y el secretario de Estado, en un importante documento del 11 de enero, destap una parte al menos de lo que eran los propsitos vaticanos. Estaba dispuesto a actuar como intermediario para el logro de una capitulacin, pero esto exiga que se hiciesen concesiones que pudieran despertar el agradecimiento de los nacionalistas. Solo as era posible una intervencin ya que como el Gobierno vasco de Bilbao est ms que nunca controlado por los comunistas en realidad figuraban en l cinco peneuvistas, tres socialistas, un comunista y dos republicanos es de temer que tambin un acto de la Santa Sede quedara sin efecto o quizs empeorara la situacin multiplicando todava ms las vctimas. Se trata de un argumento importante que el propio Pacelli explicaba as: Otra cosa sera si el general

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 14 Franco se decidiese a hacer alguna concesin a las aspiraciones de los vascos. Se estaba incurriendo en algunos contrasentidos pues si era cierto que los marxistas controlaban la situacin, de nada serviran las concesiones a los autonomistas. Por otra parte, todos los colaboradores de Franco coincidan en la necesidad de hacer tabla rasa de la legislacin republicana y en especial de la separatista. Espaa tena que ser una, grande y libre.

    Franco conoci el documento de Pacelli, prcticamente dirigido a l, y extrajo una consecuencia: qu gran crdito lograra el Vaticano ante los separatistas vascos y tambin ante los catalanes si por su mediacin lograban afirmar la autonoma. Por eso la respuesta que dio a Gom fue muy fra: no era ni prudente ni factible aquella propuesta. En el Cuartel General de Salamanca se baraj otra opcin: liberar Vizcaya lo antes posible haciendo desaparecer aquel Gobierno. Pero el 30 de enero de 1937, la Secretara de Estado ampli su propuesta: la Santa Sed se declaraba dispuesta a enviar una carta al clero vasco exigiendo la ruptura con el Frente Popular si Franco se decida ofrecer generosas condiciones en relacin con la autonoma del territorio. Esta era precisamente la propuesta que Gom deba presentar en el Cuartel General. Por esta va se segua retrasando el reco-nocimiento de la nueva Junta de Defensa.

    Gom inform a Pacelli (4 de febrero) que cumplira puntualmente las rdenes, pero que crea muy difcil que los militares aceptasen tales condiciones; acababa de llegar la noticia de que el 4 de enero, como represalia por un bombardeo, las milicias haban asaltado las crceles bilbanas asesinando a 280 personas, de modo que no se crea que los nacionalistas pudieran controlar la situacin. Pacelli deslizaba en las instrucciones una nueva idea, la de que fuesen los obispos espaoles quienes tomasen la iniciativa de redactar una carta colectiva explicando a sus colegas del extranjero cul era la verdadera situacin que se estaba dando en Espaa. Gom acept en principio la idea: si la jerarqua espaola se mostraba unnime, sus argumentos pesaran sobre los dems sectores de la Iglesia catlica.

    El primado, en su calidad de representante oficioso de la Santa Sede, plante estas cuestiones a Franco en dos entrevistas celebradas los das 12 y 16 de febrero. El lapso se explica porque el Generalsimo quera meditar cuidadosamente la respuesta. En ella parta de una afirmacin: el Partido Nacionalista Vasco no representaba al pueblo vasco; aun aceptando como buenos los datos electorales de febrero del 36, apenas si una tercera parte de sus moradores lo haba apoyado y eran muchos los que militaban ahora en el alzamiento, aparte de que Aguirre era obedecido en solo una de las tres provincias. Se apoyaba en una ley que haban aprobado las Cortes despus de que la derecha hubiera sido violentamente excluida de ellas. Deba desengaarse la Santa Sede: aun suponiendo que los nacionalistas estuviesen dispuestos a una capitulacin por separado, sus aliados marxistas, verdaderos dueos de la situacin, no se lo consentiran.

    Pacelli acept estos argumentos y en su despacho de 27 de febrero, sin modificar sus ideas, hizo a Gom otro encargo: deba conseguir que las autoridades militares extremasen su clemencia con los nacionalistas vascos ya que a fin de cuentas se trataba de catlicos a los que la Iglesia deba proteger. Gom, que ya haba conseguido impedir las represalias contra el clero, recibi tambin de Franco una confidencia con el empeo de que la transmitiera a Roma: Mola y los otros directores del Movimiento se mostraban especialmente irritados con los peneuvistas porque estos al principio haban ofrecido su colaboracin, pero luego fueron atrados por Indalecio Prieto y de ah las tremendas represalias contra los militares en Bilbao.

    Aquel ao, la Cuaresma comenzaba el 10 de febrero; faltaban exactamente cuarenta das para que Franco firmara la orden de su Estado Mayor: adelante a por Vizcaya. El cardenal decidi publicar una de sus cartas pastorales, aquella que lleva por ttulo La Cuaresma de Espaa. En vano buscaramos en ella resentimiento. Cuando la guerra concluyese, deca Gom, todos, en uno u otro bando, tendrn oportunidad de comprobar los quebrantos que han sufrido. Pero al mismo tiempo ser la hora de reflexionar, pues un drama como este no es otra cosa que consecuencia del pecado. No sealaba, como hace siempre la izquierda, a los del lado de enfrente, sino a todos, a los polticos que sembraron el odio entre los ciudadanos, a los ricos que solo pretendan acumular beneficios, y a los obreros que se dejaron arrastrar por doctrinas del odio que solo podan conducir a su propia destruccin. Una guerra es, tambin y sobre todo, tiempo de penitencia que obliga a

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 15 meditar sobre los propios errores. Y conclua: Cuando la contienda haya llegado a su fin, los catlicos se encontrarn ante la verdadera prueba: de la respuesta moral que sean capaces de dar depender el futuro de Espaa. Toda esta doctrina, que forma parte de la raz catlica, era rechazada absolutamente por el marxismo, pero tampoco en el otro bando abundaban los que estaban dispuestos a escucharla.

    En los aos siguientes, mientras las sombras de los totalitarismos se extendan por Europa, penetrando tambin en los otros Estados, la Iglesia iba a encontrarse ante una perspectiva muy dolorosa que reclamaba la convocatoria de un Concilio. Po XII comenz a prepararlo. En el caso espaol, la situacin era ms delicada todava: es difcil que las vctimas de la violencia se decidan a superarla, recurriendo a esa verdadera y fructuosa penitencia, que es condicin indispensable para la condonacin de daos.

    9. Desde el 31 de marzo de 1937 estaba en marcha la ofensiva sobre Vizcaya, que iba a demostrar que los nacionales superaban en calidad militar a los nacionalistas, que contaban con mayor nmero de soldados. Javier de Salas, gran especialista en el tema, seal que por primera vez se otorg al arma area una especie de independencia en la accin. Pero esto significaba italianos y alemanes. Estaba al mando de la Legin Cndor un primo del Barn Rojo, Wolfram von Richthofen. Fueron los italianos los causantes del gran error del bombardeo de Guernica, pese a que la propaganda culp a los alemanes. Aunque no fue el peor de los bombardeos sufridos, hizo un terrible dao a la causa de Franco, porque se estaba dando la sensacin de que se extremaba la dureza en relacin con los vascos. Y fueron vascos y navarros los que tomaron posesin de la villa foral montando guardia en torno al rbol, signo de las antiguas libertades forales.

    No estamos en condiciones de sospechar que el error de Guernica, incrementado por las manifestaciones que se hicieron desde el bando nacional, haya influido en las relaciones con el Vaticano. Por otra parte, los brigadistas navarros y vascos del carlismo hicieron de la conquista de la villa y de la custodia del rbol un signo de victoria. Magaz, desde Roma, vena informando de la influencia que catlicos vascos y franceses estaban adquiriendo en eI Vaticano. El 7 de abril, tres semanas antes del bombardeo, Gom explicaba en uno de sus despachos a Pacelli donde estaba la posibilidad de error. No era correcto hacer caso de los catlicos franceses; aunque no les gustase, Franco iba a ganar la guerra. l estaba manteniendo relaciones muy cordiales con el Generalsimo, pero si la Iglesia se empeaba en mantener la posicin ambigua, poda favorecer, dentro del Movimiento, aquellas corrientes que deseaban que el rgimen poltico espaol derivase hacia el nacionalsocialismo. Si triunfaba el Frente Popular, como deseaban aquellos consejeros, la Iglesia sera barrida. De modo que a esta le convena prestar apoyo a Franco, para afirmar el predominio catlico y evitar los dos peligros que sobre ella se cernan. Por otra parte la cada de Bilbao le pareca inminente, a pesar de los desesperados esfuerzos de Aguirre. Pronto no habra nada que defender.

    El 1 de mayo de 1937 pudo Gom comunicar a Pacelli la gran noticia; a punto de extinguirse el catolicismo separatista, Franco, unilateralmente, haba puesto en vigor aquella clusula del concordato que determinaba que los delitos cometidos por sacerdotes solo podan ser castigados mediante un acuerdo con el prelado de la dicesis correspondiente, en este caso Vitoria. Pacelli felicit a Gom y le anim para que continuara sus gestiones en favor de los vascos (6 de mayo). Gom estaba ya consultando con los otros metropolitanos y algunos obispos para que le ayudasen en el empeo de conseguir que la Santa Sede hiciese reconocimiento oficial del gobierno militar, ahora que se haban superado las disidencias con la Falange hedillista. Solo hubo una voz discrepante, la de Ilundain, que argumentaba que esto poda conducir a un recrudecimiento de las persecuciones en la zona roja. Presion al mismo tiempo a Franco para que se enviara un telegrama a Magaz (8 de mayo) garantizando por escrito que se respetara la vida de los vascos prisioneros y tambin su libertad, a menos que pesaran sobre ellos delitos comunes.

    El 9 de mayo Pacelli recibi a Magaz en su despacho oficial: sobre la mesa tena el informe de Gom y una copia del telegrama que haba recibido el representante diplomtico. Antes de entrar en

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 16 el despacho, Magaz se encontr con el antiguo embajador de la Repblica, Pita Romero, que le ofreci su ayuda. Parece bastante significativa la coincidencia. El secretario de Estado, segn Magaz, estuvo ms cordial y abierto que en otras ocasiones. Explic cules eran las dos principales preocupaciones a la hora de pasar de un reconocimiento de facto, que ya exista, a otro de iure: al publicar la encclica Mit brennender Sorge, la Santa Sede haba roto prcticamente sus relaciones con el nacionalsocialismo, que era condenado, aunque no con Alemania; tema que, dadas las presiones del Partido sobre Falange Espaola, se tachara a la Iglesia de enemiga de Alemania. Por otra parte se tema que una negativa radical hacia la Repblica incrementara la dureza de la persecucin. Esta, como sabemos, era la tesis de Vidal y Barraquer, que abrigaba esperanzas de un restablecimiento del catolicismo en Catalua.

    Pocos das ms tarde, Tedeschini, Maglione y Canali explicaron a Magaz que se haba celebrado una reunin de la Comisin de Asuntos Ordinarios y que en ella se haba llegado a una decisin importante. El reconocimiento de iure deba producirse cuando se conocieran los resultados de la misin encomendada al cardenal Pizzardo, relacionada con el problema vasco. Naturalmente, esto llevaba a la conclusin de que la poltica vaticana se hallaba supeditada a esos esfuerzos. Unos das antes, en todo caso con anterioridad al 21 de mayo, en una de sus entrevistas con Franco, el cardenal, sin mencionar la encclica, que en Espaa se estaba silenciando, abord el problema que de manera especial preocupaba a la Iglesia catlica: la prensa, influida profundamente por las agencias alemanas, estaba desarrollando una germanofilia excesiva. Prometiendo influir para conseguir cierta moderacin, el Generalsimo pronunci una frase que resuma su poltica: No consentir en Espaa tendencia alguna que se concrete en un sentido de racismo pagano, de forma hitleriana; cada pas tiene su tradicin y su historia y las nuestras son profundamente elaboradas por el catolicismo; no podemos apartarnos de la postura que ello nos impone. Gom se encargara de que una versin espaola de la famosa encclica condenatoria del nazismo se difundiera por Espaa; hubo de emplear una traduccin francesa porque l no manejaba el alemn.

    10. Trataremos de explicar hasta donde nos lo permite la documentacin disponible, que en la actualidad se procura olvidar el curso de las negociaciones que, por iniciativa vaticana, pretendan lograr un entendimiento en forma de capitulacin con condiciones, y se intentaron con el nacionalismo vasco. El 23 de enero de 1937 un religioso que operaba en nombre de la nunciatura en Pars, tom contacto con la embajada italiana en aquella capital, en relacin con ampliar las negociaciones acerca del intercambio de prisioneros, a un verdadero acuerdo de paz. El agente oficioso del Gobierno vasco, Jos Mara de Izaurieta, se haba adelantado a tomar contacto con la nunciatura. De hecho, antes del 11 de febrero de 1937, el nuncio Valeri e Izaurieta haban convenido en utilizar los servicios del embajador italiano Cantaluppo para averiguar, por va italiana, qu condiciones estaba dispuesto a ofrecer Franco en caso de una negociacin de paz por separado.

    As pues, en los momentos anteriores al comienzo de la ofensiva, hubo contactos de los que no estamos muy bien informados pero en los que la Iglesia mostraba un gran inters, entre otras razones porque quera apartar a los peneuvistas que se declaraban catlicos de ese crimen de hecho que era ayudar a los rojos. El jesuita padre Pereda y Antonio Gonzlez, que militaban en el Movimiento nacional, consiguieron establecer contacto con Julio Juregui y descubrieron que el principal obstculo vena del lado de los colaboradores de Aguirre: haban conseguido su objetivo, el Estatuto de Guernica, que era ms que una simple autonoma foral, y no estaban dispuestos a renunciar. En San Sebastin, Jos Mara de Areilza tuvo una conversacin con el cnsul italiano Cavalcantti y le dijo que la mediacin de un pas tan significativo como Italia poda dar paso a una solucin. Pero vino despus el bombardeo de Guernica, que los nacionalistas presentaron como la seal de que en nada poda confiarse: iban a ser cruelmente destruidas las libertades vascas. Pacelli decidi entonces dar un paso adelante enviando nuevas instrucciones a Gom.

    Este viaj a Vitoria para celebrar, en una sala del Hotel Frontn, una conversacin con Mola. El Vaticano quera saber, en aquellas vsperas del avance sobre Bilbao era el 6 de mayo cules

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 17 eran las condiciones que los militares estaban dispuestos a otorgar. El general formul seis condiciones que solo se referan al trato que se dara a los prisioneros y a las facilidades a los dirigentes para que se exiliasen. Pero en presencia de Gom tom el telfono para comunicar a Franco lo que haba ofertado. Y el Generalsimo aadi otras dos condiciones que eran, desde su punto de vista, una concesin a las gestiones de la Iglesia: a) En el orden poltico se conceder a Vizcaya la descentralizacin administrativa en forma anloga a otras regiones favorecidas (sin duda pensaba en Navarra), y b) En el orden social se ofrece una justicia progresiva dentro de las posibilidades de la economa nacional, segn el espritu de la encclica Rerum novarum.

    Durante el mes de mayo la lnea escogida por Franco no vari. El da 31 de dicho mes Fidel Dvila entreg a Gom un documento firmado en que se incluan las ocho condiciones mencionadas, pero aadi de palabra que en todo caso Aguirre tendra que exiliarse garantizndose las condiciones para la salida. Ya el da 7 aquella propuesta de capitulacin fue transmitida al Vaticano. En consecuencia, Pacelli, el da 8 curs un telegrama a Aguirre por la va de Pars, con la esperanza de que el lehendakari aceptase las condiciones que podan ahorrar muchas vidas humanas. Tanto el dirigente vasco como el P. Alberto Onaindia, que pilotaba a los catlicos vascos, sostuvieron que nunca haban recibido semejante comunicado. Los peridicos republicanos en sus nmeros del 10 de mayo, y los vascos del da 12 (se trataba de Euzkadi Roja y de El liberal) insistieron en que la noticia de la mediacin vaticana era una falsificacin de la propaganda enemiga. En sus memorias, Largo Caballero nos revela que efectivamente recibi dos telegramas, el 8 y 12 de mayo, pero que los conserv en secreto por razones de estrategia. Gom, teniendo noticia de que el P. Onaindia se hallaba en San Juan de Luz, le pidi que all le esperase para poder conversar. Pero cuando el primado lleg a la ciudad francesa supo que el sacerdote se haba ausentado, rehuyendo la entrevista. Llegamos de este modo a la conclusin de que los nacionalistas rehuyeron cualquier posible acuerdo porque la independencia del Pas Vasco era, para ellos, objetivo prioritario.

    Ahora don Manuel Azaa haba fijado su residencia en Barcelona y comenzaba a recoger notas para su importante libro sobre la guerra que titulara Veladas de Benicarl. Estaba ya convencido de que era imposible ganarla y su prolongacin significaba el incremento en los daos. Como a todas las personas con fuerte experiencia, la contienda civil vena a significar dura violencia y represalias que las autoridades no estaban en condiciones de frenar. Es siempre cmodo para la propaganda culpar a los que ocupan los primeros puestos sin comprender las limitaciones que, en la prctica, rodean el ejercicio del poder. El 12 de mayo se celebraba en Londres la coronacin de Jorge VI y el Gobierno de la Repblica iba a estar representado en aquel acto por don Julin Besteiro; el presidente le encomend que sondeara a Anthony Eden sobre ese tema concreto de hasta qu punto era posible una mediacin que lograra superar el drama espaol mediante una paz negociada para evitar que existieran vencedores y vencidos. Es significativo que, para aquel evento, el Vaticano hubiera escogido al cardenal Pizzardo, a quien Pacelli haba dado el encargo de ocuparse del problema de los catlicos en Vasconia y tambin en Espaa.

    Los alemanes, a travs de sus servicios de informacin, tuvieron noticias, probablemente vagas, acerca de estas gestiones. El embajador Von Faupel celebr una entrevista con Franco el 22 de mayo para plantear dos cuestiones. La primera era que, segn los nazis, haba una excesiva intromisin vaticana. Franco le tranquiliz; no habra negociaciones y precisamente al da siguiente se iba a cursar la orden de asalto sobre Bilbao. La segunda se centraba en la encclica Mit brennender Sorge, que los alemanes declaraban intolerable. Franco le explic que haba pedido a Gom que guardara silencio tanto sobre la encclica como sobre la respuesta alemana. Lo cual no era exactamente cierto, pues su texto ya estaba circulando por las publicaciones eclesisticas.

    11. Fracasado el intento de entrevistarse con Onaindia, Gom continu viaje a Lourdes donde estaba previsto su encuentro con Pizzardo. Le aguardaba una profunda decepcin. Pizzardo, muy influido por los catlicos franceses, crea que una victoria de los nacionales significara la influencia decisiva de los nazis y fascistas, que se atribuiran la victoria, de modo que para la Iglesia lo ms conveniente era una paz negociada y de ella haba tratado en Londres con Anthony Eden. La

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 18 propuesta era que se consiguiera un alto el fuego, encargndose el Comit de No Intervencin de nombrar un gobierno neutral, el cual organizara elecciones generales, salvando as la democracia y tambin la Repblica. Gom se qued de una pieza: esto era lo que se responda a las decenas de millares de mrtires. Puestos en la mentalidad del primado, que acababa de comprobar cmo el clero de su dicesis haba sido cruelmente barrido, se comprende su desolacin ante esta propuesta, avalada por la Masonera.

    Gom explic a Pizzardo que, de acuerdo con las instrucciones recibidas de Roma, no poda entrar en cuestiones polticas y s nicamente formular tres preguntas decisivas. Ya no le quedaba duda de que la ausencia de Onaindia era deliberada. Quera que se le aclarase si la Santa Sede estaba dispuesta a otorgar el reconocimiento a Franco y a su Junta Tcnica, qu leyes deban ser suprimidas segn criterio de la Iglesia, y qu se propona hacer para la salvacin de los catlicos vascos ahora que se anunciaba para plazo muy breve la conquista de Bilbao. Sin que nada se le hubiese aclarado, el primado regres a Pamplona, donde tena fijada su residencia y desde aqu envi por escrito a Pizzardo un juicio acerca de de su lnea de conducta. Un armisticio en este momento salvara a los rojos de una derrota inexorable y hara creer a los catlicos espaoles que la Iglesia los abandonaba. Pizzardo haba pedido en Londres que se le entregase una lista con los sacerdotes y religiosos que estaban an en zona roja para tratar de protegerlos. Con cierta irona se preguntaba el primado si se trataba de facilitar la tarea de los perseguidores que no deseaban otra cosa que poder localizar a los que estaban ocultos.

    El 23 de mayo, los nacionales, que conocan las brechas del cinturn de hierro de Bilbao, iniciaron el duro ataque. El da 31 de dicho mes, Dvila visit a Gom para convencerle de que no haba trminos para la negociacin: Franco haba ofrecido otorgar a Vizcaya el mismo rgimen foral que tenan lava y Navarra, provincias fieles, y no poda ir ms lejos. Pero desde Francia el P. Onaindia animaba a los vascos catlicos como l, a apurar la resistencia haciendo de Bilbao un nuevo Madrid. De hecho, los nacionalistas se afirmaban en una posicin: el Estatuto de Guernica era reconocimiento de un derecho al que no se poda ni deba renunciar, pues ms pronto o ms tarde habra que volver a l. Gom segua insistiendo cerca del Cuartel General tratando de conseguir nuevas condiciones y garantas para los vascos. De acuerdo con los datos electorales, solo una tercera parte de la poblacin vascongada estaba a favor de los nacionalistas.

    Gom, que preparaba entonces la carta colectiva de los obispos, trataba tambin de convencer a la Santa Sede de que Franco era ltima esperanza para la libertad de la Iglesia y no deba ser identificado con los nazis y los fascistas totalitarios. Esto resultaba sin duda difcil. Uniformes, desfiles, saludo brazo en alto y, sobre todo, la propaganda de los peridicos dominada ntegramente por las agencias alemanas hacan pensar que detrs de todo ello estaban tambin los movimientos que en Alemania e Italia, por ahora, gozaban de un prestigio que se iba comunicando a otros pases. Sin embargo, hemos de apuntar un dato: la conducta observada por Franco, su sumisin a los postulados de la Iglesia y las condiciones que haba llegado a ofrecer, incrementaron la confianza que Pacelli comenzaba a depositar en el Generalsimo. No era tanto decidir que le gustase o no: sin duda tena razn Gom de que aquella era la suprema esperanza de la Iglesia. Haba que aprovecharla. El Gobierno de Valencia cerraba hermticamente sus puertas y la persecucin religiosa tampoco ceda un pice. Un catlico vasco estaba incluido en l, Manuel de Irujo, pero sus advertencias y peticiones caan en el vaco.

    Se cerraba de este modo el primer captulo. La Iglesia, que no haba intervenido en el alzamiento militar, se haba convertido en la vctima principal de la zona roja. El Vaticano intent mantener relaciones con ambos bandos, admitiendo incluso la posibilidad de una paz negociada. Pero Largo Caballero haba dejado claras las cosas: nunca, para nada, el retorno a la religin. Por consiguiente no quedaba otra alternativa que someterse a las autoridades del otro bando que afirmaban su disposicin a seguir la doctrina y las orientaciones de la Iglesia, librando una batalla distinta: evitar que el totalitarismo pudiera extenderse tambin a Espaa.

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 19

    II. ESTABLECIMIENTO DE RELACIONES OFICIALES

    1. Desde enero de 1937, el Vaticano, que se senta apremiado por la mala voluntad de Hitler y por el temor a una posible reaccin de los sectores eclesisticos vascos afines al nacionalismo, renunci a la idea, formulada en principio, de hacer una declaracin oficial acerca de las persecuciones en la zona roja espaola. En lugar de esto Pacelli pas a Gom el encargo de conseguir de los obispos espaoles una carta colectiva que, dejando a un lado las cuestiones polticas, explicase a sus colegas de Europa cules eran las circunstancias. Se trataba de ensear, con todos los miramientos y la mayor delicadeza que reclama tan delicado caso, la verdad sobre la cooperacin de los catlicos con los comunistas. La referencia era, sin duda, a la situacin que se viva en el Pas Vasco.

    El 23 de febrero, despus de haber consultado a los obispos que vivan en la zona libre, el primado respondi que una carta referida en concreto al problema vasco, pareca inoportuna: an estaba vigente la que Mgica y Olaechea escribieran al comienzo de la guerra y a la que sus sbditos directos estaban obligados. En cambio sera oportuno que se redactase una carta colectiva de todos los obispos explicando no solo cul era la situacin sino especialmente qu medidas deban tomarse para la restauracin de la Iglesia en Espaa. Dicha carta debera ser examinada y aprobada por el Vaticano. No poda tratarse de un gesto unilateral de los prelados espaoles Gom daba mucha importancia a que firmasen todos sin excepcin.

    El 10 de marzo Pacelli respondi. Haba consultado con el Papa y todos estaban conformes con las dos propuestas, suspender las referencias al problema vasco y redactar, en cambio, esa carta colectiva que deba despejar las dudas de los obispos europeos. Gom trat de ganar tiempo. Todos los obispos de la zona nacional estaban indudablemente de acuerdo, pero l estaba interesado especialmente en conocer las opiniones de los dos que se hallaban en el exilio, Vidal y Barraquer, cardenal de Tarragona, y Mgica de Vitoria, expulsado por los militares que no le permitan volver a su sede. Barraquer, desde Italia, respondi negativamente el 16 de marzo: una carta de este tipo poda perjudicar a sus fieles que an estaban en la zona roja, endureciendo una persecucin, que se estaba tratando de superar. Mgica, el 17, dijo que le pareca bien, pero por las mismas razones, convena esperar.

    Vinieron luego las negociaciones con los vascos de que hemos hablado, causa de que todos los asuntos relacionados con el Vaticano, sufrieran una demora. Sin embargo, cuando Gom se entrevist con Pizzardo en Lourdes saba que contaba con el respaldo de todos los obispos a la hora de denunciar la persecucin desatada y solo dos de ellos opinaban que era preciso dejar pasar un poco de tiempo antes de hacer la pblica manifestacin de su condena. En la entrevista que el primado celebr con Franco, entre los das 10 y 12 de mayo de 1937 supo que el Generalsimo estaba seguro de la inmediata cada de Bilbao y que comprenda bien que el Vaticano demorara el reconocimiento hasta que no hubiera catlicos tolerados en la zona roja. Pero mostraba su preocupacin por la actitud favorable a los republicanos que mostraba la prensa de Francia y Blgica. Fue entonces cuando Gom le comunic el proyecto de carta conjunta que sera enviada a todos los obispos de la cristiandad para evitar errores y falsas interpretaciones. Cuando el texto ya estaba prcticamente decidido por los metropolitanos, Vidal y Barraquer hizo una propuesta acorde con la situacin de las dicesis catalanas: era preferible una comunicacin privada a todos los cardenales y obispos del mundo a fin de darles a conocer todo lo que atae a la situacin religiosa de nuestra Patria y a los horrendos crmenes en ella cometidos contra todo lo ms santo y sagrado.

    El 8 de junio de 1937 el primado dio cuenta a Pacelli que, hecha la consulta, haba una decisin afirmativa respecto a la publicacin de la carta colectiva; tena en su poder todas las indicaciones de los obispos y por consiguiente estaba en condiciones de redactar el borrador. De hecho este fue

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 20 remitido a la Secretara de Estado y a los obispos para que hiciesen sugerencias o rectificaciones. De todas formas no se publicara otro texto que el que Pacelli aprobara o enmendara.

    Faltaban apenas horas para la conquista de Bilbao, cuando el 18 de junio, Gom recibi un telegrama del Vaticano: haba que presionar a los vencedores para que ahorrasen vidas humanas. Con l en la mano el cardenal lleg al despacho de Franco que le asegur que el caso de Mlaga no se repetira; haba cursado rdenes a Dvila en tal sentido y depositaba en l su confianza. Respecto a los sacerdotes comprometidos con el separatismo nada se hara sin previo acuerdo con la autoridad eclesistica competente. Los datos de que disponemos son reveladores: 300 ejecuciones en el Pas Vasco y 2.000 en Asturias, marcan una muy clara diferencia. Cuando la Radio Nacional dio la noticia de la cada de Bilbao, cerr la emisin entonando el Gernikako Arbola, para ayuda a los tradicionalistas. Esto no impidi juicios adversos como el que se calificase a Vizcaya y Guipzcoa de provincias traidoras para diferenciarlas de lava y Navarra que iba a conservar su administracin foral.

    2. La Santa Sede no tena ms remedio que reconocer que Franco, incluso en el espinoso tema planteado por sus negociaciones con los nacionalistas vascos, haba mostrado un grado apreciable de concesiones. Surga ahora el problema de los nios vascos que haban sido evacuados en especial a Inglaterra para librarlos del dao de la guerra. El Vaticano actu tambin en este tema para que regresaran a su tierra y hubo de reconocer que ni en este caso ni en el de los sacerdotes politizados, se le haban puesto inconvenientes. Ms an: Magaz, que era considerado como demasiado spero, fue recibido en audiencia por el Papa el 22 de junio para despedirse pues se le enviaba a Berln. De todo esto, as como de sus conversaciones con Franco sobre una posible negociacin de paz como proponan los britnicos inform Gom el 25 de junio. Ya no exista Gobierno vasco salvo en el exilio.

    En una larga conversacin, celebrada el 18 de junio, el Generalsimo haba desengaado a Gom respecto a las perspectivas de una negociacin como indicara Pizzardo. No estaba dispuesto a hacer concesiones de modo que la guerra solo poda terminar con la rendicin sin condiciones del Frente Popular; se modo que las facilidades ofrecidas en Vascongadas eran una excepcin debida al inters de la Iglesia y no se repetiran en modo alguno. El 8 de julio Gom recibi un telegrama de Pacelli: el Vaticano estaba ahora decidido a reconocer la legitimidad del gobierno de Franco, pero antes quera precisar cul sera la suerte de los sacerdotes que figuraban en el bando vencido. Gom se puso rgido: sin duda en Roma ignoraban los treinta nombres de sacerdotes asesinados bajo el poder de Aguirre en realidad se trataba de cuarenta y siete que no podan compararse con los castigos ejecutados en el otro bando. Y recordaba que haba llegado a un acuerdo con los militares: los sacerdotes separatistas seran simplemente incardinados en otras dicesis con acuerdo de sus obispos y seguiran desempeando sus funciones pastorales.

    Es importante dar estas noticias sin hacer juicios de valor ya que posteriormente se han dado versiones que no responden a la realidad. No se han reconocido los grandes servicios que Gom prest en aquellas circunstancias tanto a la Iglesia como a los valores humanos. Antes de que concluyera el mes de junio, el primado haba recibido las observaciones insignificantes de los obispos al texto de la carta colectiva que se fech el 1 de julio y fue publicada el da 9 del mismo mes. Siguiendo las tesis de Pl y Deniel (Las dos Ciudades) se reconoca la legitimidad del Alzamiento frente a la violencia revolucionaria, pero no se ocultaban las preocupaciones por el tipo de Rgimen que pudiera implantarse. Claramente se reconoca que no haba para la Iglesia otra esperanza que la victoria del bando nacional, lo cual significaba tambin el comienzo de fuertes trabajos para la restauracin del reino de Dios.

    Durante los siguientes veinte aos, la Iglesia ofreci un respaldo firme al Movimiento nacional evitando de este modo que incurriera en el totalitarismo neopagano que se estaba difundiendo por Europa: el catolicismo pasaba a ser, sobre todo en la Seccin Femenina, doctrina medular; de acuerdo con esta situacin, Espaa se librara del gran dao de la persecucin a los judos, aunque no de la que se practicaba contra la Masonera, ya que esta era considerada en los medios catlicos

  • Luis Surez Fernndez F r a n c o y l a I g l e s i a PGINA | 21 como el mayor peligro. La carta colectiva recibi el respaldo de novecientos obispos del mundo en-tero entre los que destacaban el de Pars, cardenal Verdier, el de Westminster y el P. Ledochowski que era general de los jesuitas. No faltaron las resistencias del clero vasco: en octubre de 1937 se public en Pars un folleto que firmaba un sacerdote bajo el seudnimo de ngel Zumeta, al cual calific Pacelli de aseveraciones calumniosas. Es importante destacar que el texto de la carta colectiva haba sido revisado y ratificado por la Secretara de Estado. La actitud de Vidal y Barraquer era muy distinta: el 21 de febrero haba escrito a Pacelli, deseo vivamente que triunfe Franco y le explic cmo por medio de Gom haba hecho llegar a este su adhesin. Todava el 29 de septiembre y luego el 31 de marzo de 1938 haba dejado por escrito bien expresado su pensamiento que coincida con el de la Santa Sede: la nica esperanza estaba en la victoria de Franco.

    Para el bando republicano la situacin presentaba tambin perspectivas preocupantes. Negrn decidi entregar la cartera de Justicia a un catlico vasco, Manuel de Irujo, con el intento de que estableciera contacto con la Nunciatura, que an segua en Madrid a cargo de un mero secretario, Ariz Elcarte, pero los radicales izquierdistas lo hicieron imposible. Se autoriz a los vascos refugiados en Barcelona a celebrar culto en una sola iglesia a la que los otros fieles no se atrevan a asistir. Pero tanto en Madrid como en Barcelona se estaba reorganizando el culto privado utilizando domicilios que no estuviesen bajo el peligro de los registros. En Madrid fue nombrado vicario Jos Mara Garca la Higuera que a travs de la embajada francesa mantena contacto con su obispo Eijo Garay. Uno de los domicilios empleados era curiosamente el de Fernando de los Ros, ahora embajador en Estados Unidos y cabeza de la Institucin Libre de Enseanza; su casa, en Diego de Len 25 estaba dotada de capilla privada.

    Irujo fracas en sus gestiones y al final hubo de presentar su dimisin: era imposible que el Frente Popular rectificase. El ministro estableci contacto con Vidal y Barraquer y con el vicario de este que actuaba en Barcelona, Torrent, el cual le explic que para sus fieles era preferible seguir como hasta ahora con un culto privado cada vez ms frecuente sin incurrir en el peligro que significaba declararse catlicos practicantes. De hecho, esta era entonces la situacin. La tendencia en nuestros das, incluso desde sectores catlicos, a criticar la actitud de apoyo de la Iglesia al movimiento constituye un error. Desde marzo de 1936 se haba reanudado la persecucin religiosa, reactivada y las autoridades republicanas en ningn momento aceptaron una rectificacin de tal modo que a la Iglesia no le quedaba otra opcin. Decretos del Gobierno Giral, de 17 de julio y 12 de agosto haban dispuesto la suspensin del culto catlico en todo el territorio y la confiscacin de iglesias y edificios religiosos para dedicarlos a tareas de inters pblico. Pocos de estos edificios escaparon al incendio y la destruccin. Imprudentemente Azaa coment estos decretos diciendo: ahora es cuando, de veras, se ha proclamado la Repblica. El presidente Aguirre, el 1 de octubre, ante las Cortes que le entregaban el Estatuto, se refiri a las persecuciones contra los catlicos de determinada significacin, pero aclar su postura: condenamos porque no tenemos ms remedio que condenar, aunque comprendemos muchas veces los excesos propios de las muchedumbres.

    La propaganda republicana presentaba a la Iglesia como responsable de las injusticias sociales de modo que era imprescindible acabar con ella para conquistar la libertad. Ms de siete mil iglesias y edificios religiosos fueron destruidos en Catalua contando siempre con la autorizacin de las autoridades. Un periodista pregunt a Companys si era posible el restablecimiento del culto catlico en Espaa y l respondi que no vea cmo, ya que no quedaba sitio donde celebrarlo. La persecucin religiosa en Valencia comenz con la llegada de una Comisin especial creada en Madrid el 21 de julio. No se juzgaba las conductas sino la fe. Los religiosos ms benefactores sufrieron la ms dura persecucin. La Iglesia, aunque predicase luego el perdn, no poda olvidar que se trataba de verdaderos mrtires de la fe, procediendo a canonizaciones numerosas que an continan. Los nacionalistas vascos trataran de sostener otro argumento: haban sido vctimas de sus propios errores al escoger el bando equivocado. No faltaron, sin embargo, los conversos al marxismo como el cannigo de Crdoba, Jos Manuel Gallego Rocafull, o el vicario de San Gins de Madrid, Leocadio Lobo, que hicieron fuera de Espaa propaganda en favor del Frente Popular.

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    3. Para el Papa la cuestin se presentaba con absoluta claridad La persecucin religiosa en Espaa alcanzaba lmites difciles de superar. Negrn estaba comprendiendo los daos que para la Repblica significaba aquella actitud pero no estaba ya en condiciones de rectificarla. Por su parte Franco haba conseguido modificar el maximalismo que al principio le reclamaron los tradicionalistas: sustituy a Magaz en Roma, un diplomtico bilbano de nombre glorioso, Pablo de Churruca, marqus de Aycinena. El 26 de junio, retomando el hilo de sus propios informes, hizo una advertencia al Vaticano: cuanto ms se retrasara el establecimiento de un nuncio en Salamanca mayor sera el peligro de una infiltracin nacionalsocialista en Falange. Haba que prestar apoyo a Franco que no pretenda otra cosa que intensificar cada vez ms el sentido cristiano de la legislacin y de la vida social. Tomado Bilbao ya no era necesario ganar ms tiempo.

    Aquel ao 1937 era Santo Compostelano por coincidir la fiesta del 25 de julio con un domi