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FRANCISCO PAREJA ORTIZ Y MANUEL PAREJA ORTIZ APUNTES DE HISTORIA MUNDIAL CONTEMPORÁNEA

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FRANCISCO PAREJA ORTIZ

Y

MANUEL PAREJA ORTIZ

APUNTES DE HISTORIA MUNDIAL

CONTEMPORÁNEA

ÍNDICE GENERAL

I. LA EDAD CONTEMPORÁNEA.

1.- Concepto de Edad Contemporánea.

2.- Características de la Edad Contemporánea.

3.- Etapas de la Edad Contemporánea.

II. CARACTERÍSTICAS IDEOLÓGICAS

1. La cultura de la Modernidad.

2. Crisis de la Cultura de la Modernidad.

III. CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS

1. El liberalismo.

2. Las democracias.

3. Los autoritarismos.

IV. CARACTERÍSTICAS SOCIALES

1. Estructura de la sociedad.

2. Las Revoluciones Demográficas.

3. Las Migraciones.

V. CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS

1. Crecimiento de la economía.

2. Enfrentamiento entre las economías liberal y socialista.

3. Mundialización de la economía.

ALTA EDAD CONTEMPORÁNEA

VI. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN.

1. La Crisis Ideológica y Cultural.

2. La crisis del Modelo Político.

3. La crisis de la Sociedad Estamental.

4. La crisis del Modelo Económico.

VII. INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS BRITÁNICAS DE NORTEAMÉRICA.

1. Génesis colonial.

2. Estructura social y económica de las colonias en vísperas de la

emancipación.

3. Estructura política de las colonias en vísperas de la independencia.

4. La lucha por la Independencia. 1776-1783.

5. La formación de los Estados Unidos de Norteamérica.

VIII. LA REVOLUCIÓN FRANCESA.

1. Los Precedentes.

2. La Prerevolución: 1787-1789

3. La Revolución: 1789-1792.

4. La Sobrerevolución: 1792-1793.

5. La Intrarevolución: 1793-1794.

6. El Cansancio de la Revolución: La Reacción Termidoriana.

IX. NAPOLEÓN Y LA EUROPA NAPOLEÓNICA.

1. Napoleón Bonaparte.

2. El Consulado.

3. El Imperio.

4. Caída y hundimiento del Imperio.

X. LA RESTAURACIÓN EN EUROPA.

1. El Congreso de Viena.

2. El Sistema de Equilibrio Europeo.

3. La Europa de los Congresos.

4. América durante la época de la Restauración.

XI. EMANCIPACIÓN DE IBEROAMÉRICA.

1. Las colonias en vísperas de la independencia.

2. Los precedentes de la independencia.

3. La lucha por la independencia.

4. Consecuencias de la independencia.

XII. LAS REVOLUCIONES LIBERALES EUROPEAS.

1. Las bases ideológicas.

2.- El Ciclo Revolucionario de 1830.

3.- El Ciclo Revolucionario de 1848.

XIII. NACIONALISMOS DE CONSOLIDACIÓN.

1. Iberoamérica.

2. Estados Unidos de Norteamérica.

XIV. NACIONALISMOS UNIFICADORES.

1. La Unificación de Alemania.

2. La Unificación de Italia.

XV. NACIONALISMOS EXPANSIONISTAS

1. El colonialismo.

2. La colonización de África.

3. La colonización de Asia.

BAJA EDAD CONTEMPORÁNEA

XVI. LA PAZ ARMADA: 1870-1914

1. Panorama geopolítico mundial en 1870.

2. Las relaciones internacionales.

3. El Sistema de Bismarck.

4. El Sistema de las Alianzas.

.

XVII. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL: 1914-1918

1. Causas de la Guerra.

2. Desarrollo del conflicto.

3. Consecuencias.

XVIII. LOS TOTALITARISMOS DE ENTREGUERRAS

1. El Comunismo en Rusia.

2. El Nazismo en Alemania.

3. El Fascismo en Italia.

XIX. LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 1939-1945

1. Causas de la Guerra.

2. Características.

3. Desarrollo del conflicto.

4. Consecuencias.

XX. LA GUERRA FRÍA: 1945-1989

1. Causas de la Guerra Fría.

2. Características.

3. Etapas de la Guerra Fría.

XXI. LA DESCOLONIZACIÓN

1. Causas de la Descolonización.

2. La Descolonización de Asia.

3. La Descolonización de África.

4. Consecuencias de la Descolonización.

(CONTRAPORTADA)

La Edad Contemporánea es ante todo época de revoluciones, entendiendo por revolución

un cambio acelerado en el tiempo, que suele trastocar el orden establecido, y emplear generalmente

medios violentos para conseguirlo.

La independencia de las colonias americanas de Gran Bretaña, España y Portugal, la

Revolución Francesa, la Revolución comunista en Rusia y China, la revolución industrial y técnica,

la revolución demográfica, las guerras mundiales…, nos permiten contemplar cómo, en algo más de

dos siglos, la humanidad se ha transformado profundamente.

Desde finales del siglo XVIII se modificarán sensiblemente los modos de pensar y actuar de

las personas, los sistemas y los regímenes políticos, la sociedad y la economía, la educación, el arte,

las comunicaciones...

Estas revoluciones -culturales, políticas, sociales y económicas- comenzarán a gestarse en el

mundo de las ideas a partir del siglo XIV; tomarán cuerpo durante los siglos XV, XVI, XVII y

XVIII, con el humanismo renacentista, la Reforma protestante, el racionalismo y el empirismo; y

alcanzarán su realización durante los siglos XIX y XX.

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FRANCISCO PAREJA ORTIZ, es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad

Complutense de Madrid. Catedrático Titular de Instituto. Coautor de varios manuales de Historia

contemporánea. Ha ejercido la docencia en diversos centros educativos de España.

MANUEL PAREJA ORTIZ, es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de

Granada (España). Profesor Asistente de la Universidad de La Sabana (Colombia). Ha dedicado

buena parte de su actividad profesional a la investigación y docencia universitaria.

I. LA EDAD CONTEMPORÁNEA

1. Concepto de Edad Contemporánea

2. Características de la Edad Contemporánea

3. Etapas de la Edad Contemporánea

1. Concepto de Edad Contemporánea

Desde el punto de vista de la ciencia histórica y desde la perspectiva occidental, el término

Edad Contemporánea se ha venido empleando comúnmente en los países latinos y anglosajones

como unidad de estructura metodológica, para designar el periodo que va de 1789 a nuestros días.

La denominación nace en la historiografía francesa, para quien la Revolución de 1789 constituye el

momento fundamental en la Historia reciente de la humanidad.

En el mundo germánico, el periodo de la Historia que va desde finales del siglo XVIII a

nuestros días, tiende a ser considerado como una continuación de la Edad Moderna, ya que la

Revolución Francesa o la Independencia de las colonias británicas de Norteamérica, son

considerados como hechos históricos importantes, pero simple reflejo de las características de la

Modernidad. La historiografía alemana considera que la Edad Moderna abarca desde el siglo XVI a

nuestros días, y denomina este periodo como la Modernidad.

Esta última concepción comienza tropezando con la sugerencia de lo contemporáneo, como

referida a algo que es actual y nuestro. En este sentido, el término ha hecho fortuna, y aun

reconociéndose sus inconvenientes, resulta difícilmente desterrable.

Sin embargo, el concepto de la historiografía alemana tiene a su favor lo inadecuado que

resultará dentro de cien años el término Edad Contemporánea, para referirse al período de la

Historia que va desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XXI: los hechos históricos del

siglo XIX, por ejemplo, no serán entonces contemporáneos.

En cualquier caso, de momento y mientras no se encuentre un concepto más adecuado para

definir esta parte de la Historia, podríamos definir la Edad Contemporánea como el período que

arranca a finales del siglo XVIII, con la época de las Grandes Revoluciones en el mundo

occidental, y llega hasta nuestros días.

2. Características de la Edad Contemporánea

La Edad Contemporánea es ante todo época de revoluciones, entendiendo por revolución

un cambio acelerado en el tiempo, que suele trastocar el orden establecido, y emplear generalmente

medios violentos para conseguirlo.

La independencia de las colonias americanas de Gran Bretaña, España y Portugal, la

Revolución Francesa, la Revolución comunista en Rusia y China, la revolución industrial y técnica,

la revolución demográfica, las guerras mundiales…, nos permiten contemplar cómo, en algo más de

dos siglos, la humanidad se ha transformado profundamente.

Desde finales del siglo XVIII se modificarán sensiblemente los modos de pensar y actuar de

las personas, los sistemas y los regímenes políticos, la sociedad y la economía, la educación, el arte,

las comunicaciones...

Estas revoluciones -culturales, políticas, sociales y económicas- comenzarán a gestarse en el

mundo de las ideas a partir del siglo XIV; tomarán cuerpo durante los siglos XV, XVI, XVII y

XVIII, con el humanismo renacentista, la Reforma protestante, el racionalismo y el empirismo; y

alcanzarán su realización durante los siglos XIX y XX.

Desde el punto de vista ideológico, podríamos afirmar que la Edad Contemporánea se

caracterizará por las doctrinas liberales y socialistas, que darán pie a una visión individualista o

colectivista de la realidad.

Desde el punto de vista político el mundo occidental durante la Edad Contemporánea se va a

caracterizar por la existencia de tres tipos de regímenes políticos: el liberalismo, las democracias y los

autoritarismos.

Desde el punto de vista de la organización de la sociedad, las revoluciones acabarán con la

estructura jurídica de la sociedad del Antiguo Régimen, fundamentada en los Estamentos -Nobleza,

Clero y Estado Llano-, para instaurar las clases sociales: una organización de la sociedad, no ya en

virtud del linaje o de una misión específica en la sociedad, sino en la capacidad de las personas:

capacidad económica, intelectual, política…

Desde el punto de vista económico, al mercantilismo dominante en los siglos anteriores al

XIX, le sustituirán la economía capitalista y la economía estatalista, que no son sino la aplicación

de la ideologia liberal y socialista a la economía.

3. Etapas de la Edad Contemporánea

Desde un punto de vista metodológico, y desde la perspectiva occidental, podríamos dividir

la Edad Contemporánea en Alta y Baja Edad Contemporánea. La primera podríamos situarla

cronológicamente de 1776 a 1870, la segunda de 1870 a nuestros días.

Se escogen estas fechas por tener un valor simbólico: en 1776 se inicia la guerra por la

independencia de las colonias británicas de norteamérica, y en 1870 se fraguó la unidad de la actual

Alemania e Italia.

3.1. Alta Edad Contemporánea (1776-1870)

Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la Alta Edad Contemporánea

podríamos subdividirla en dos períodos. El primero se caracterizaría por cobijar algunas de las más

importantes revoluciones de la Edad Contemporánea; podríamos denominarlo período de las

Grandes Revoluciones, y situarlo cronológicamente de 1776 a 1815. El segundo periodo se

caracterizaría por ser una época de relativa paz en las relaciones internacionales; podríamos

llamarlo, por tanto, periodo de la Paz Relativa, y situarlo cronológicamente de 1815 a 1870..

Las Grandes Revoluciones (1776-1815)

El año de inicio de la época de las Grandes Revoluciones podemos situarlo en 1776 con la

indepedencia de las colonias británicas de norteamérica, y el año de terminación podríamos

colocarlo en 1815 con el Congreso de Viena.

Desde el punto de vista geográfico, estas revoluciones afectarán principalmente al continente

americano y europeo, de ahí que se llame también este período como el de las Revoluciones

Atlánticas.

Esta etapa se va a caracterizar por una serie de conflictos internacionales de tal envergadura,

que establecerán un nuevo orden mundial en la sociedad, en la política, en la cultura y en la

economía de la mayoría de las naciones occidentales.

Los sucesos de mayor trascendencia serán: la Independencia de las colonias británicas de

Norteamérica (1776-1783), la Revolución Francesa (1789-1799), la etapa napoleónica (1799-1815),

y el inicio de la Independencia de las colonias iberoamericanas (1810-1825).

La Paz relativa ( 1815-1870)

Este período se puede enmarcar entre 1815, etapa de la Restauración, y 1870, año de la

unificación de Alemania e Italia

Desde el punto de vista geográfico, esta etapa de la Alta Edad Contemporánea influirá

prácticamente en todo el mundo.

La etapa de la Paz Relativa se caracterizará porque durante más de medio siglo los conflictos

internacionales serán pocos, aislados, y de corta duración, predominando las relaciones pacíficas

entre las naciones. En buena medida porque las naciones occidentales estarán centradas

principalmente en el intento de implantar los principios del liberalismo y asegurar la consolidación

de esos principios en la política interior.

Los sucesos de mayor trascendencia de esta época serán: la Restauración en Europa (1815-

1830), la independencia de las colonias iberoamericanas (1810-1825), los ciclos revolucionarios

liberales en Europa (1830-1848), los Nacionalismos de consolidación en Iberoamérica (1825-1848)

y Estados Unidos (Guerra de Secesión: 1861-1865), los Nacionalismos unificadores en Italia y

Alemania (1870).

3.2. Baja Edad Contemporánea (1870-...)

Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la Baja Edad Contemporánea

podríamos subdividirla también en dos períodos. El primero se se suele denominar la Paz Armada, y

cronológicamente podríamos enmarcarlo de 1870 a 1914. El segundo periodo podríamos titularlo

etapa de las Grandes Guerras, y situarlo cronológicamente de 1914 a nuestros días.

La Paz Armada (1870-1914)

Suele denominarse periodo de la Paz Armada los años que transcurren entre la unificación de

Alemania e Italia (1870), y el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914).

Geográficamente este fenómeno histórico afectará los cinco continentes.

Se caracterizará por ser una etapa en la que se lleva a cabo una gran apología de la paz, se

multiplican las relaciones entre los Estados por medio de Congresos y Exposiciones Universales, se

restablecen las Olimpíadas como un símbolo de la unidad de los pueblos...

Simultáneamente, se incrementan las desavenencias entre las grandes potencias por la

hegemonía mundial o colonial, que se resolverán diplomáticamente en casi todos los casos. Estas

desavenencias aumentarán la desconfianza entre las naciones, fomentarán una carrera armamentista

sin precedentes -no tanto con el proposito de agredir, sino para mantener en alto el prestigio y los

intereses de la propia nación-, y motivarán la creación o fortalecimiento de alianzas entre las grandes

potencias: alianzas que tienen buen cuidado de aparecer como defensivas, y destinadas precisamente

a salvaguardar la paz.

Los sucesos internacionales más importantes de esta época serán: el enfrentamiento entre

Gran Bretaña y Rusia por la hegemonía mundial; la aparición de una Alemania que primero quiere

consolidar su reciente unión, para convertirse después en la primera potencia europea, y disputar a

continuación la hegemonía mundial a Gran Bretaña y Rusia; el choque de intereses coloniales en

África y Asia entre las grandes potencias; los conflictos nacionalistas en los Balcanes..

Las Grandes Guerras (1914-...)

De 1914 a nuestros días, el mundo se verá inmerso en tres grandes conflictos bélicos, que

han marcado dramáticamente el siglo XX y la historia de la humanidad: la Primera y Segunda

Guerra Mundial, y la Guerra Fría; permitiéndonos hablar de un periodo de Grandes Guerras, por su

intensidad, por su extensión, y por su repercusión sobre la humanidad.

Junto a las Grandes Guerras, encontraremos también en este periodo otros fenómenos

importantes para las relaciones internacionales como los Totalitarismos de entreguerras (1919-

1939), y la Descolonización (1946-...).

Esta etapa de la Historia más reciente será también la época de creación y consolidación de

las grandes instituciones supranacionales -Sociedad de Naciones y Naciones Unidas, entre otras-;

contemplará el hundimiento del bloque comunista europeo y la propia Unión Soviética, abriendo un

nuevo panorama en la Historia de las relaciones internacionales y de la misma humanidad en los

umbrales del tercer milenio.

II. CARACTERÍSTICAS IDEOLÓGICAS DE LA EDAD CONTEMPORANEA

1. La cultura de la Modernidad en la Edad Contemporánea.

2. Crisis de la cultura de la Modernidad.

Para poder entender la Edad Contemporánea conviene tratar de conocer los modos de pensar

en los siglos XVIII, XIX y XX: qué pensaban los intelectuales y los artistas, la gente común, los

gobernantes, los políticos y los hombres de negocios, los militares, los científicos...; porque,

conociendo lo que la gente pensaba, nos resultará más fácil comprender cómo actuaba y por qué.

Desde el punto de vista de las ideas, podríamos decir que los siglos XVIII y XIX se

caracterizarían por lo que algunos autores denominan cultura de la Modernidad, y el siglo XX por

la llamada Crisis de la cultura de la Modernidad.

1. La cultura de la Modernidad en la Edad Contemporánea.

Se puede entender por cultura de la Modernidad el conjunto de doctrinas que, desde el siglo

XVI, pero especialmente durante los siglos XVII, XVIII y XIX, tratan de dar una explicación global

e intrascendente de la realidad.

Los clásicos griegos entendían por realidad todo lo que es, todo lo que existe. Simplificando,

podríamos agrupar todo lo que existe en tres tipos de realidades: la realidad material, la realidad

hominal, y la realidad espiritual.

La realidad material se podría expresar como el conjunto de seres creados, animados o

inanimados -es decir, con vida o no-, que carecen de inteligencia y voluntad: los minerales,

vegetales, animales, etc.

La realidad hominal sería la persona humana: espíritus creados y encarnados, con

entendimiento y voluntad libres.

La realidad espiritual estaría constituida por seres espirituales, con entendimiento y voluntad

libres; todos creados, excepto Dios, que es el Ser por esencia, Creador de todas las criaturas, y Padre

de los hombres.

Pretender dar una explicación intrascendente de la realidad quiere decir prescindir de la

realidad espiritual, y, por tanto, reducir la realidad al mundo material, con todas las consecuencias

que de ahí se derivan.

Desde el punto de vista ideológico, la Modernidad en la Edad Contemporánea se va a

caracterizar por tres corrientes de ideas: el liberalismo filosófico o liberalismo radical (materialismo

práctico), el socialismo científico o marxismo (materialismo teórico), y el cientificismo o

materialismo de la ciencia1. Los tres se enraizarán en las ideas racionalistas y empiristas del siglo

XVII, que se fusionarán durante el siglo XVIII en la Ilustración. Con palabras de Paul Hazard,

podemos afirmar que somos los descendientes directos del siglo XVIII2.

Antes de pasar a estudiar cada una de estas ideologías, conviene especificar el método que se

empleará para su estudio.

Teniendo en cuenta que toda ideología tiende a dar una visión completa de la realidad,

conviene plantearle cuatro preguntas: qué piensa esa ideología sobre Dios, qué piensa sobre la

1 LORDA, Juan Luis. Antropología. Ed. Palabra. Madrid 1996. pp. 18-26.

2 HAZARD, Paul. El pensamiento europeo en el siglo XVIII . Ed. Alianza. Madrid, 1991. p. 9.

persona humana, qué piensa sobre la naturaleza3, y qué piensa sobre la relación que existe entre

Dios, persona y naturaleza.

La respuesta a estas cuestiones nos facilitará un perfil aproximado de las principales

ideologías de la Edad Contemporánea4.

1.1. El liberalismo filosófico

Podríamos definir el liberalismo filosófico como aquella ideología que considera la libertad

del hombre como el derecho fundamental de la persona, al que deben supeditarse los demás

derechos.

Sin embargo, dentro del liberalismo filosófico podemos distinguir un liberalismo radical y un

liberalismo moderado. El primero, define la libertad como el bien supremo y absoluto de la persona,

al que debe quedar sometido todo y todos; el segundo mitigará algo este planteamiento.

El mundo Occidental, y los siglo XVIII y XIX, serán el ámbito en el que nazca y se desa-

rrolle la ideología liberal. Algunas de las causas de su nacimiento y desarrollo podríamos

encontrarlas en la reacción que se fue gestando durante esos siglos ante la falta de libertad en el

ámbito político y económico, ante una estructura de la sociedad que no se acomodaba a las

realidades sociales del momento -especialmente por las aspiraciones de la burguesía urbana-, y en el

caso del liberalismo radical como una reacción contra toda verdad revelada por considerarla

atentatoria de la libertad individual.

Si aplicamos al liberalismo filosófico las preguntas citadas anteriormente, nos encontraremos

el siguiente panorama.

En cuanto a su visión de Dios, la ideología liberal se refugia en un deísmo, que suele

evolucionar hacia un agnosticismo, y que, en algunos casos, termina en ateísmo.

El hombre liberal del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX suele aceptar la existencia de

Dios como Ser Supremo, creador del mundo y del hombre; pero una vez creados éstos, considera

rota la relación entre la persona humana y el mundo con respecto a Dios; la persona humana y el

mundo se independizan de Dios. Esto suele denominárse deísmo5.

El hombre liberal evoluciona ordinariamente del deísmo al agnosticismo: no niega la

existencia de Dios, pero afirma la imposibilidad de conocer su existencia por medio la razón y las

ciencias experimentales, las únicas fuentes de conocimiento para él.

El hombre liberal, del agnosticismo suele pasar en algunos casos al ateísmo, es decir, niega

la existencia de Dios.

Por lo que se refiere a la persona, la ideología liberal subraya el aspecto individual de la

persona -su ser irrepetible y su libertad-, disminuyendo o prescindiendo del otro elemento

constitutivo de la persona: su carácter social, y la consiguiente responsabilidad. Esta visión de la

persona le llevará a buscar en primer lugar el bien individual de la persona, y definirá la libertad

como el bien supremo y absoluto de la persona.

El hombre liberal concibe la naturaleza, el mundo natural, como la única realidad posible, de

la que él mismo formará parte como otro elemento más; en ocasiones, la considera como el primer

principio de todo lo que existe.

3 Entendiendo por naturaleza el mundo y el universo creado.

4 Cfr. REDONDO, Gonzalo. Historia Universal. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984. Tomo XII, p. 14-15.

5 Voltaire comparaba a Dios con un relojero, que fabricaba su reloj, y una vez terminado lo ponía a funcionar y

se olvidaba de él.

La relación entre Dios, persona y naturaleza para el hombre liberal radical se caracterizará

por romper los lazos que unen la persona y la naturaleza con Dios, originando un principio de

desorientación en la persona, que irá en aumento con el transcurrir del tiempo, al perder de vista la

razón última de su existencia: quien es, de dónde viene y para dónde va. A la vez, al quedarse sólo

frente a la naturaleza, adoptará dos actitudes: dejarse dominar por la naturaleza o tratar de

dominarla, abusando de ella.

Como se puede apreciar, tanto la visión del hombre liberal radical sobre Dios, persona y

naturaleza, como la relación existente entre los tres, es reductiva porque pierde de vista que Dios,

además de Creador, es sobre todo Padre; es decir, Dios no sólo crea al hombre y al mundo, sino que

los mantiene en el ser, y se preocupa por cada una de las personas y de las criaturas como un buen

padre se preocupa por el crecimiento material y espiritual de sus hijos.

Su visión de la realidad es reductiva, porque pierde de vista el carácter social de la persona:

la necesidad que tiene de convivir para poder vivir; niega que existan realidades que trasciendan el

ámbito de la naturaleza material; por último, considera que toda la realidad está sujeta a las leyes

naturales, y por tanto las ciencias experimentales son el único medio para conocer la realidad. Esto

nos explicará cómo paulatinamente el hombre liberal radical difundirá una visión materialista de la

vida y de la existencia del hombre.

La ideología liberal radical introduce un cambio de importancia en la concepción del mundo

y de la persona, al suprimir, en aras de la libertad, la dependencia de la persona y de la naturaleza

respecto a Dios, a fin de salvaguardar lo que considera el bien máximo: la libertad humana.

Podríamos concluir afirmando que el hombre liberal radical se caracterizará por ser

deísta, agnóstico o ateo; individualista; naturalista o cientificista.

1.2. El Socialismo

Podríamos definir el socialismo como una ideología que atribuye al Estado absoluta potestad

de ordenar las condiciones de la vida civil, económica y política, extremando la preponderancia del

interés colectivo sobre el particular, porque supone derivados de la colectividad los derechos

individuales6.

Dentro de la ideología socialista encontraremos distintos tipos de socialismo, según la

radicalidad de sus principios. Simplificando podríamos distinguir tres tipos de socialismo:

a) utópico, que se desarrollará a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y sus

principales representantes serán Babeuf, Saint-Simon, Fourier y Owen;

b) científico o marxista: que nacerá a mediados del siglo XIX, y se extenderá con fuerza

durante el siglo XX. Sus creadores serán Marx y Engels. A finales del siglo XIX se dividirá en

ortodoxo (comunista) y revisionista (social-demócrata);

c) libertario o anarquista, que rechaza toda autoridad. Nacerá en el siglo XIX, y sus principales

exponentes serán Proudhon y Bakunin.

El socialismo surge como ideología en el siglo XIX, como realidad social, política y

económica aparecerá en el siglo XX. El mundo Occidental será el ámbito en el que nazca y se desa-

rrolle, aunque extenderá su influencia a todo el mundo.

El socialismo nace como un intento de resolver las graves injusticias sociales que ocasionó el

individualismo de la ideología liberal aplicado a la Revolución industrial y a la economía.

Si preguntamos a la ideología socialista qué piensa sobre Dios, la persona y la naturaleza, y

la relación entre los tres, contemplaremos, en líneas generales la siguiente radiografía.

6 Cfr. Diccionario de Real Academia de la Lengua española, voz socialismo. Madrid 1970.

En cuanto a Dios, la ideología socialista suele partir del ateísmo -niega la existencia de Dios-

, para evolucionar en algunos casos, al antiteísmo: la persecución de Dios y de toda manifestación

de religiosidad, privada o pública, porque considera la religión responsable en buena parte de los

males que sufre la persona, y el máximo obstáculo para su desarrollo y madurez.

En cuanto a la persona, la ideología socialista hace énfasis en su aspecto social, reduciendo

o eliminando el aspecto individual de la persona: el hombre queda reducido a una partícula de la

humanidad, del colectivo humano.

En cuanto a la naturaleza, la ideología socialista parte de una visión materialista de la

realidad. Considera la materia como la única realidad, y el origen de toda la naturaleza; para concluir

que todo ser es pura materia o una propiedad o manifestación de la materia, y que donde no hay

materia no hay ser.

La relación entre Dios, persona y naturaleza para la ideología socialista se caracterizará en

primer término por suprimir la existencia de Dios, y en segundo lugar por subyugar la persona a la

naturaleza.

La visión de la ideología socialista sobre Dios, hombre, y naturaleza, así como las relaciones

entre sí, es reductiva, porque, en el caso de Dios, no sólo deforma la idea de Dios, como hace el

liberalismo radical, sino que parte de la negación de su existencia, y hace cómplice de los males de

la humanidad a toda idea religiosa, lo que provocará en algunos casos la persecución religiosa7.

En el caso de la persona, al eliminar o subestimar su carácter individual, suprimirá la

libertad, considerará derivados de la colectividad los derechos individuales, y atribuirá al Estado

absoluta potestad de ordenar las condiciones de la vida civil, económica y política. En cuanto a la

naturaleza, esta visión reductiva de la realidad, desconoce todas las realidades que escapan al mundo

material: las inmateriales -libertad, belleza, amor, etc.- y las espirituales: Dios, alma, Gracia, etc.

Podemos concluir que el hombre socialista de la Edad Contemporánea se caracterizará por

ser ateo o antiteísta, colectivista y materialista8.

1.3. El cientificismo.

El cientificismo -que no hay que confundir con la ciencia o con la mentalidad científica-

consiste en afirmar que la única realidad es aquella que se puede conocer por las ciencias

experimentales, y el único método para conocerla es el método experimental.

El cientificismo es un fenómeno propio del siglo XIX, especialmente en su segunda mitad,

aunque hunde sus raíces en el naturalismo y el racional-empirismo del hombre ilustrado. También

será el mundo Occidental el ámbito en el que nazca y se desarrolle este modo de pensar.

7 Marx dirá que el hombre es para el hombre el ser supremo. O Dios o el hombre. La "salvación" del hombre

debe fundarse sobre la negación de Dios.

Juan Pablo II afirmará: la negación de Dios priva de su fundamento a la persona y, consiguientemente, la induce a

organizar el orden social prescindiendo de la dignidad y responsabilidad de la persona (Juan Pablo II. Encíclica

Centesimus annus n. 13).

8 Dos salvedades que conviene tener en cuenta:

a) no se puede negar el papel importante que el Estado debe realizar en bien de la sociedad

humana: como garante de derechos y deberes; para llegar donde los individuos o las sociedades

menores no podrían llegar en favor del bien común; es el llamado principio de subsidiariedad; b) el derecho natural a la propiedad privada, también de los medios de producción, no significa reconocer como

lícitas las situaciones de abuso de ese derecho, sino compaginarlo con la obligación de vivir la justicia y la caridad; es el

principio de solidaridad.

Para entender el nacimiento del cientificismo hay que tener en cuenta, en primer lugar, la

segunda revolución científica de la Historia, ocurrida en el siglo XVII9, cuyos principales

representante serán Newton y sus antecesores: Copernico, Kepler y Galileo. Las ciencias naturales o

experimentales alcanzaron un gran desarrollo en esta época gracias a la aparición de estos científicos

y a su mentalidad cristiana: estos científicos eran conscientes del orden que existe en el universo;

que ese orden respondía a unas leyes; y que esas leyes habían sido establecidas por Dios -creador del

universo-, para el bien del hombre. La misión del científico consistía, por tanto, en descubrir esas

leyes puestas por Dios en la naturaleza, utilizando la razón y la experiencia, para aprovechar el

potencial que Dios, a través de la naturaleza, ponía a disposición del hombre, y beneficio de la

humanidad.

En segundo lugar, durante el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX, al romper la

ideologías la relación de la persona y de la naturaleza con Dios, el hombre queda solo frente a la

naturaleza. Algunos científicos considerarán que la explicación del orden universal sólo se

encontrará en la propia naturaleza. Por tanto, para ellos la ciencia no será simplemente el estudio de

los hechos por sus causas, sino el estudio de los hechos por sus causas naturales. De este modo, las

ciencias humanas y especulativas tenderán a ser absorbidas o eliminadas por las ciencias naturales o

experimentales, y sometidas a su método.

Si planteamos al cientificismo qué piensa sobre Dios, la persona y la naturaleza, y la relación

entre los tres, contemplaremos, en líneas generales las siguientes respuestas.

En cuanto a Dios, el Cientificismo será en algunos casos deísta, y principalmente agnóstico,

cuando no ateo.

En cuanto a la persona, la considerarán como el elemento principal de la naturaleza, pero al

fin y al cabo, un elemento más de la naturaleza.

Por lo que se refiere a la naturaleza consideran que es la única realidad existente, porque

sólo ella se puede conocer a través del método experimental.

La relación entre la persona y la naturaleza con Dios es suprimida; y la naturaleza estará por

encima de la persona, puesto que la persona es un elemento más de la naturaleza, más perfecto que

los demás, pero con una diferencia simplemente de grado, no esencial.

Los principales postulados del cientificismo se podrían resumir así:

a) la ciencia será el conocimiento de los hechos por sus causas naturales;

b) el único método de conocimiento válido es el científico: aquel que puede experimentar y

medir un hecho. La verdad tiene que ser mensurable, por lo menos indirectamente; si no, no se

puede considerar como tal;

c) con la ciencia, el hombre alcanzará un saber completo; con ese conocimiento, el hombre

alcanzará el progreso; y, con el progreso, la felicidad.

Está visión cientificista de la realidad es reductiva, intrascendente y determinista, porque:

a) al reducir la ciencia al conocimiento de los hechos por sus causas naturales, reduce la

realidad a la naturaleza, al mundo experimental y cuantitativo; todo lo que no es experimentable o

medible -Dios, inmortalidad del alma, belleza, libertad...- no existe, porque no es científico, y, por

tanto, no es verdadero. Limita el ámbito de lo real a lo material, no trasciende esa realidad.

Confunde lo real con lo que se puede ver o tocar.

b) reduce el concepto y la dignidad de la persona humana al considerarla sólo como un

elemento más de la naturaleza, quizá más desarrollado que los otros seres -animales, vegetales,

minerales-, pero no esencialmente diferente. Equivaldría a considerar esa diferencia como la que

existe entre una piedra y una planta, o entre una planta y un animal; pero no a considerarlo como un

9 Cfr. JAKI, Stanley. Ciencia, Fe, Cultura. Ed. Palabra. Madrid, 1990, p. 149.

ser espiritual encarnado, creado por Dios para conocer y gozar de Dios, y, por tanto, dotado de un

alma inmortal, inteligente y libre;

c) además, esta ideología es reductiva porque descarta las ciencias especulativas y las

ciencias humanas -Filosofía, Teología, Historia, etc.- como caminos distintos y convergentes para

alcanzar la verdad; y los métodos propios de estas ciencias, como medios válidos para alcanzarla.

d) el cientificismo es también determinista, porque, al reducir el ser de la persona humana a

la naturaleza, el actuar del hombre está determinado por las leyes naturales -movimiento de los

astros, leyes de la biología y de la física, etc.-, como si fuera un objeto más de la naturaleza. Niega

implícita o explícitamente la libertad de la persona.

Podemos concluir que el hombre cientificista de la Edad Contemporánea se caracterizará por

ser agnóstico, ateo o deísta; materialista; y optimista.

2. Crisis de la cultura de la Modernidad.

Desde el punto de vista ideológico el siglo XX puede considerarse como la época de crisis de

la cultura de la Modernidad10

. Las ideologías que señorearon la cultura de los siglos XVIII y XIX se

vendrán al piso durante el siglo XX ante una serie de hechos catastróficos, que dejarán al

hombre moderno solo, a la deriva, y sin puntos de referencia, hasta el punto de perder el sentido de

su existencia. En palabras de Valéry la tempestad ha sacudido el barco con tal violencia, que las

lámparas mejor suspendidas han caído al suelo11

.

El hombre moderno había construido el edificio de la cultura moderna sobre los pilares del

materialismo teórico, del materialismo práctico y del materialismo científico12

. Había prescindido de

Dios, había empobrecido el concepto de persona y de naturaleza. Sin embargo, durante los siglos

XVIII y XIX quedó deslumbrado por el fantástico crecimiento del progreso, de lo que él

consideraba el progreso: la mejora de las condiciones materiales de vida, el continuo avance de las

ciencias experimentales y la técnica. Todo esto le llevó a considerar bien sólidos los cimientos sobre

los que estaba construyendo su cultura, su modo de entender y explicar la realidad.

El progreso continuo lo llevó al optimismo; lo condujo a reafirmarse en su convicción de

que la razón y la ciencia experimental son los únicos medios para alcanzar la verdad y el progreso,

transformando la razón en racionalismo, y la ciencia en cientificismo. A estos tres pilares añadió

otros dos, para consolidar la “casa de la cultura de la Modernidad”: el individualismo y el

colectivismo.

Estos cinco fundamentos tendrían su raíz en el materialismo: el optimismo sería la alegría

materialista; el racionalismo, el materialismo de la razón; el cientificismo, el materialismo de la

ciencia; el individualismo, el materialismo de la libertad; el colectivismo, el materialismo de la

sociabilidad.

El optimismo que caracterizó el siglo XIX -heredero del optimismo ilustrado del siglo

XVIII- y que alcanzó su cénit en la primera década del siglo XX, dando lugar a la llamada belle

époque; ese optimismo que cifraba la felicidad del hombre en el progreso material, y que los grandes

avances de la ciencia y la técnica no hacían sino confirmar, se derrumbó estrepitosamente en el siglo

XX. Primero, ante la terrible realidad de las dos Guerras Mundiales, con sus casi 23.000.000 y

10 Lo que, desde hace unos años se viene llamando postmodernidad, no parece ser sino nuevos intentos de

solucionar la crisis de la Modernidad. Sin embargo, como suelen fundamentarse en los mismos principios ideológicos de

la Modernidad, por carecer de una visión trascendente de la persona, parecen estar abocados al fracaso.

11

REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XIII p. 29.

12

LORDA, Juan Luis. Antropología. Ed. Palabra. Madrid, 1996. p. 18.

55.000.000 de muertos, respectivamente; después ante los exterminios sistemáticos del hombre por

medio de los genocidios13

y del aborto. Parecía que se estaba cumpliendo la afirmación de Hobbes:

homo hominis lupus, el hombre se convierte en un lobo para el hombre.

El Racionalismo, la fe única en la Razón, que había sustituido la fe en Dios, se demostraba

que había resuelto buena parte de los problemas materiales, pero había fracasado una y otra vez ante

los problemas propiamente humanos14

. La razón se encuentra desorientada ante la realidad de un

hombre intrascendente, que no es capaz de conocer quien es y el sentido de su vida -de dónde viene

y hacia dónde va-, y sin embargo es capaz de acabar con sus semejantes. El concepto de Dios,

hombre y naturaleza, que pretendieron imponer la Ilustración, el Liberalismo y el Socialismo

durante doscientos años, por medio del individualismo o del colectivismo, se encontró en el siglo

XX con un modelo de hombre y de sociedad que acababa con el mismo hombre y con sus principa-

les derechos: el derecho a la vida y el derecho a la libertad.

El Cientificismo ilustrado y positivista, que se fundamentaba en el mecanicismo

determinista para explicar todos los fenómenos naturales, se encontrará a comienzos del siglo XX

con la teoría cuántica de Planck y con la teoría de la relatividad de Einstein, que afirman que el

universo y la naturaleza son impredecibles, poniendo en crisis al cientificismo. Por otra parte, al

comprobar el hombre moderno que los grandes avances de la ciencia y de la técnica, eran utilizados

para destruir al hombre mismo, comenzó a desconfiar de la ciencia, porque lo que debía ser medio

para su progreso, se estaba convirtiendo en causa de muerte y destrucción.

El individualismo, al considerar la libertad como el bien supremo y absoluto para el hombre

y no como medio para obrar el bien y para alcanzar su auténtico fin trascendente, provocará

injusticias sociales de tal magnitud que desconcertarán al hombre moderno.

El colectivismo, al aniquilar la libertad de la persona, ocasionará nuevos desconciertos en el

hombre moderno, porque contemplará cómo la falta de libertad lo aniquila o lo degrada.

En un primer momento, la conciencia de crisis afectó de manera casi exclusiva a los

intelectuales: filósofos, literatos, historiadores, poetas, etc.; que tratarán de buscar las causas de ese

desmoronamiento de la cultura de la Modernidad, orgullo del hombre occidental. Sin embargo, esta

crisis sólo llegaría a hacerse públicamente presente hasta finales de los años sesenta15

.

La primera mitad del siglo XX y parte de la segunda, se van a gastar en buscar las causas de

ese desastre, y en tratar de poner los remedios que consideran más adecuados. Las soluciones irán

principalmente en tres direcciones: humanista, liberal, y socialista.

La solución humanista trata de frenar el individualismo radical que, al anteponer la libertad

individual como valor supremo y primario, había acabado con toda normatividad política, social,

religiosa y económica; y llevado a sus últimas consecuencias en los nacionalismos, había originado

en buena medida la Primera y Segunda Guerra Mundial. Se pretende, por tanto, poner un poco de

orden en las ideas, en la vida política, social y económica, tratando de conjugar los intereses

individuales con los intereses de los demás.

La solución liberal, buscará la solución en sus mismos principios: hay que llevar la libertad a

sus últimas consecuencias. El prototipo y precursor de este pensamiento será Nietzsche: el super-

hombre es el hombre libre que no admite normas y valores más que de sí mismo. Normas y valores

13 Asesinato de pueblos enteros por razones de Estado. En el siglo XX los genocidios provocarán más muertes

que las dos guerras mundiales; sólo serán superados por el aborto.

14

REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XIII p. 60.

15

REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XIII p. 15.

que él mismo elabora en ruptura deliberada con los elementos que han venido constituyendo el

orden tradicional16

.

La solución socialista tratará de encontrar el remedio a la crisis de la cultura de la

Modernidad aplicando con toda su radicalidad sus ideas colectivistas.

Pero estos intentos de solución, llevados a cabo por las Vanguardias de intelectuales, artistas,

literatos, etc., salvo contadas excepciones, parte de los mismos presupuestos materialistas y antropo-

lógicos de la Modernidad: negar la existencia de Dios; negar al hombre su ser trascendente, y la

libertad del hombre como medio para cumplir su fin trascendente; considerar al hombre, no como

hijo de Dios, sino como individuo radicalmente libre de toda atadura que lo ligue en su origen, en su

desarrollo, y en el fin de su vida. Este concepto reduccionista y materialista del hombre y de la liber-

tad, continuará nublándo la vista al hombre moderno, que seguirá dando palos de ciego.

En últimas, buscará soluciones en las mismas ideologías imperantes el siglo anterior -los

individualismos y colectivismos impregnados de materialismo-, llevándolos a sus extremos, porque

considera que el fracaso se ha debido a no aplicar sus principios totalmente, o a no comenzar a

aplicarlos, como sería el caso del socialismo.

Este no encontrar soluciones satisfactorias a la crisis de la cultura de la Modernidad,

conducirá al hombre contemporáneo a un pesimismo, que se va tornando poco a poco en

escepticismo, para desembocar en indiferentismo. Se manifestará en la preocupación de buscarle

sentido al presente -el pasado y el futuro no cuentan-, sentido que sólo da la felicidad, felicidad que

sólo da el tener. La búsqueda del tener explica en cierto modo fenómenos sociales actuales como el

consumismo, el hedonismo, los autoritarismos...

La cultura de la Modernidad transformó al homo sapiens de la Edad Media -el hombre que

se realiza, que encuentra el sentido de su existencia, conociendo y amando a Dios, y a los demás por

Él-, en homo faber -el hombre que se realiza, que trata de encontrar el sentido de su existencia,

trabajando y amándose a sí mismo-, para terminar por convertirlo en homo habens: el hombre que

se realiza, que trata de encontrar el sentido de su vida, poseyendo.

El actual homo habens se encuentra en una búsqueda continua, porque la felicidad para él -

el tener- se le escapa de continuo, al no colmar su deseo innato de felicidad infinita; en cuanto tiene

lo que pretendía, debe buscar la posesión de otra cosa en la que considera que sí encontrará

satisfacción para su deseo de felicidad. Es, por tanto, una búsqueda continua, que nunca le satisface.

Una pista para encontrar la solución a esta búsqueda continua, afanosa y desgastadora, ya la

dio en el siglo V uno de los grandes pensadores de la humanidad, Agustín de Hipona, al iniciar Las

Confesiones, uno de sus libros más famosos, cuando afirma: nos creaste Señor para Ti, y nuestro

corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.

16 REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XIII p. 54.

III. CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA

1. El liberalismo político.

2. Las democracias.

3. Los autoritarismos.

Desde el punto de vista político el mundo occidental durante la Edad Contemporánea se va a

caracterizar por la existencia de tres tipos de regímenes políticos: el liberalismo, las democracias y los

autoritarismos.

Los regímenes políticos liberales serán característicos de la Alta Edad Contemporánea, los

democráticos de la Baja Edad Contemporánea, y los regímenes autoritarios tanto de la Alta como de la

Baja Edad Contemporánea.

Dentro de los regímenes autoritarios, las dictaduras estarán presentes tanto en el siglo XIX

como en el XX, mientras que los totalitarismos serán propios del siglo XX.

1. EL LIBERALISMO POLÍTICO

Se suele entender por liberalismo político un conjunto de ideas fundamentadas en la

convicción de la primacía de la libertad individual sobre el Estado, y opuestas a sistemas de

gobierno arbitrarios y opresivos.

El liberalismo proclama la mínima intervención del Estado y la máxima libertad privada en

los asuntos públicos.

El liberalismo político se caracterizará principalmente por la exaltación de la libertad y los

derechos del hombre, el Constitucionalismo, la división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial,

el Parlamentarismo, la aparición de incipientes partidos políticos, el acceso al poder político de la

burguesía, y el sufragio censitario.

Los regímenes liberales que surgieron en Europa y América después de la época de las Grandes

Revoluciones, se enfrentarán con rezagos de los antiguos regímenes monárquicos de carácter

autoritario, y regímenes autoritarios de tipo dictatorial; lo primero sucederá principalmente en Europa,

lo segundo sobre todo en Iberoamérica.

1.1 Desarrollo cronológico

El liberalismo político nacerá, se desarrollará y alcanzará su máximo esplendor durante la

Alta Edad Contemporánea.

Desde el punto de vista cronológico, podríamos distinguir, en términos generales, cuatro

etapas: una etapa de formación que se remontaría al siglo XVIII, otra de desarrollo durante la

primera mitad del siglo XIX, una etapa de esplendor hasta el último tercio del siglo XIX, y una

etapa de decadencia a partir del inicio de la Baja Edad Contemporánea.

Lógicamente este proceso no se produce en las mismas fechas y con la misma intensidad en

todos los países occidentales: en unos, el proceso de aplicación del liberalismo político será rápido;

mientras que en otros será lento o incluso no se dará sino hasta bien entrada la Edad

Contemporánea.

Etapa de formación

La aplicación de la ideología liberal en la política dará como resultado el liberalismo político,

que será la corriente política más representativa de la Alta Edad Contemporánea en el mundo

Occidental.

Tres elementos van a incidir notablemente en el nacimiento del liberalismo político durante

el S. XVIII. En primer lugar, comienzan a difundirse ideas liberales de carácter político como

reacción al absolutismo monárquico propio de esa época. Son, entre otras, las ideas propuestas por

Locke, y difundidas por Montesquieu, sobre la división del poder en legislativo, ejecutivo y judicial;

las ideas de Mably sobre el constitucionalismo; las de Rousseau, sobre la soberanía popular.

En segundo lugar, la alta burguesía del siglo XVIII va adquiriendo cada vez mayor peso real

en la sociedad, sin que pueda intervenir directamente en los centros de poder del Estado, reservados

casi exclusivamente a la Nobleza; por tanto, presionará para que cambie el sistema político

existente, de tal forma que le abra cauces jurídicos para acceder a los órganos de gobierno del

Estado.

El tercer elemento serán las llamadas Grandes Revoluciones de finales del siglo XVIII y

comienzos del S. XIX: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa, y la

Independencia de Iberoamérica. Estas revoluciones serán utilizadas principalmente por la alta

burguesía para acceder al poder político, y desde ahí extender sus ideas liberales con rapidez por

toda Europa y América.

Etapa de desarrollo

Si el siglo XVIII contempla el nacimiento de las ideas políticas liberales, el siglo XIX las

verá crecer y desarrollarse; verá esas ideas convertidas en realidades políticas en buena parte de los

países occidentales.

Podemos señalar algunas causas de la propagación de los sistemas políticos liberales en esta

época. La primera podría ser la conquista del poder por parte de la alta burguesía.

La segunda sería consecuencia de la anterior. Al manejar buena parte del poder, la alta

burguesía podrá difundir sus ideas políticas a través de la educación pública, la prensa, literatura,

teatro, etc.; las ideas liberales no quedarán restringidas a pequeños círculos intelectuales o

aristocráticos como sucedió en el siglo XVIII, sino que se difundirán ampliamente y tendrán buena

acogida, especialmente entre las que hoy denominaríamos clases medias.

La tercera causa podríamos encontrarla en la independencia de las colonias iberoamericanas

-Gran Revolución del siglo XIX-, que permitió la instauración de regímenes políticos liberales de

tipo republicano en toda América; y las pequeñas revoluciones europeas de la primera mitad del

siglo XIX -ciclos revolucionarios de 1820, 1830 y 1848-, que facilitaron la consolidación de los

regímenes políticos liberales.

Etapa de esplendor

Si durante la primera mitad del S. XIX el liberalismo político es considerado cada vez más

como el régimen político ideal en el mundo occidental, de 1848 a 1870 se consolidarán los

regímenes políticos en muchos países de Europa y América, y se instaurará en Japón; de modo que,

en los países donde el liberalismo político aún no existe, se desea el liberalismo, y en los países

donde ya es una realidad política, se desea un grado mayor de liberalismo;

Etapa de decadencia

El último tercio del siglo XIX contemplará cómo los regímenes políticos de corte liberal

deberán comenzar a codearse con formas de pensamiento político complementarias como la demo-

cracia, o contrapuestas como el socialismo.

A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX las ideas democráticas irán desplazando

paulatinamente el liberalismo político. El gobierno de los mejores tendrá que dejar paso al gobierno

de la mayoría.

1.2 Desarrollo geográfico

El liberalismo político durante la Alta Edad Contemporánea nacerá y se extenderá

principalmente en América y Europa, y verá las primeras luces en Japón.

En América el liberalismo político se plasmará en sistemas republicanos de corte constitucio-

nal y parlamentario. Sin embargo, encontraremos diferencias notables entre las naciones americanas:

el régimen republicano de los Estados Unidos de Norteamérica será bien distinto a los regímenes

republicanos de algunas naciones iberoamericanas; el primero se caracterizará por tender a la

democracia, los segundos por inclinarse hacia autoritarismos de tipo oligárquico y caudillista.

El liberalismo político en Europa durante este período se plasmará generalmente en sistemas

monárquicos de tipo constitucional y parlamentario17

, imitando en cierta medida el modelo

británico. Sin embargo, encontraremos también diferencias entre unas naciones y otras en cuanto a

la intensidad con que se aplican los principios del liberalismo político.

Generalizando, podríamos establecer que el liberalismo político en Europa es más intenso en

las naciones occidentales, y va perdiendo fuerza conforme nos adentramos hacia el interior del

continente. Cuanto más nos acercamos a la Rusia de los zares, menor fuerza tendrá el liberalismo

político y mayores reminiscencias quedarán de los regímenes monárquicos de carácter absolutista o

autoritario, propios del Antiguo Régimen. Será el caso del Imperio austríaco, del Reino de Prusia,

del Imperio ruso o del Imperio Otomano.

En Japón, la Revolución Meiji llevada a cabo por el mikado Mutsu-Hito en 1867, transformó

con cierta rapidez un Imperio de carácter absolutista, en un Imperio con un régimen político que

permitía la existencia de una Constitución, un Parlamento, y partidos políticos, aunque el mikado

continuaba reteniendo amplios poderes.

2. LAS DEMOCRACIAS

La democracia es un sistema político que institucionaliza la participación del pueblo en la

organización y ejercicio del poder político mediante la intercomunicación o diálogo permanente entre

gobernantes y gobernados, el respeto de la dignidad y libertad de la persona humana, y los derechos de

los grupos intermedios18

, en consonancia con el bien común.

La democracia se caracterizará principalmente por la exaltación de la igualdad y los derechos

del hombre, el Constitucionalismo, la división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial, el

Parlamentarismo, la consolidación de partidos políticos, el acceso al poder político de cualquier

ciudadano, y el sufragio universal.

17 Para hacernos una idea, en 1870 existían en Europa sólo tres Estados sin Constitución política escrita: el

Imperio ruso, el Imperio Otomano y Montenegro.

18

Se entiende por grupos intermedios aquellas instituciones que existen entre el ciudadano y el Estado: la

familia como institución de derecho natural, los sindicatos, las asociaciones, etc.

Si los regímenes liberales van a ser propios de las naciones occidentales y se desarrollaron

principalmente durante el siglo XIX, los regímenes democráticos se extenderán a buena parte del

mundo en el siglo XX.

Los regímenes democráticos sustituirán progresivamente los regímenes liberales, y deberán

enfrentar regímenes autoritarios de corte dictatorial, y sobre todo de corte totalitario.

2.1 Desarrollo cronológico

La democracia nacerá, se desarrollará y alcanzará su máximo esplendor durante la Baja Edad

Contemporánea.

Desde el punto de vista cronológico, se pueden apreciar básicamente cuatro etapas: una etapa

de formación que se remontaría a la Alta Edad Contemporánea, otra de desarrollo durante los

últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, una tercera etapa que podríamos llamar

de esplendor en la segunda mitad del siglo XX, y una etapa que apunta claros signos de decadencia

en los últimos años del siglo XX.

Lógicamente este proceso no se produce en las mismas fechas y con la misma intensidad: en

unos países, el proceso de aplicación de la democracia se llevará a cabo a finales del siglo XIX o

comienzos del XX, mientras que en otros será mucho más tardío; en unos se adoptarán con rapidez

todos los principios democráticos, en otros ese proceso será lento, o se aplicarán sólo algunos

principios democráticos.

Etapa de formación

En la Edad Contemporánea las ideas democráticas verán la luz en los albores del siglo XIX, y

darán sus primeros pasos durante la Alta Edad Contemporánea.

Los motivos de su nacimiento varían de unas naciones a otras, pero podríamos resumirlos en

tres.

El primero sería un intento de generalizar las libertades políticas que detentaban en la época

liberal sólo los mejores, es decir aquellos que eran considerados aptos para gobernar y elegir sus

gobernantes. El criterio de aptitud estaba fundamentado principalmente en la cantidad de impuestos que

el ciudadano debía pagar al Estado.

El segundo motivo podríamos encontrarlo en el progresivo aumento de la clase media y de la

población urbana en los países occidentales, y la proliferación de candidatos políticos, que tratarán de

buscar el respaldo popular para sus aspiraciones.

El tercero, vendría originado por el intento de encauzar los atropellos e injusticias sociales que

originó el individualismo propio del liberalismo económico.

Etapa de desarrollo

Durante el último tercio del siglo XIX los regímenes democráticos se consolidarán en países

como Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia.

La victoria de estas naciones en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y su condición de

principales potencias mundiales, supondrá la extensión19

de los regímenes democráticos a otros países

occidentales.

19 Imposición en algunos casos, como la República de Weimar en Alemania y la República austríaca.

Etapa de esplendor

La Segunda Guerra Mundial y la victoria en el conflicto de las potencias aliadas -Estados

Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña-, supondrá la generalización de los regímenes democráticos en

el mundo occidental y en otras partes del mundo, durante la segunda mitad del siglo XX.

Como sucedió con el liberalismo político en el siglo XIX, la democracia se convertirá ahora en

la panacea de los regímenes políticos; no ya sólo en los países occidentales sino en casi todos los países

del mundo.

En la segunda mitad del siglo XX se suele distinguir entre democracias liberales y populares.

Las primeras se caracterizarán por anteponer la libertad a la igualdad; las segundas, por darle prioridad

a la igualdad sobre la libertad.

Las democracias liberales tendrán su base ideológica en el liberalismo, y por tanto se teñirán de

individualismo; las democracias populares se fundamentarán en la ideología socialista, y por tanto

tenderán al colectivismo.

En las democracias liberales el Estado ocupa un lugar secundario, dejando la mayoría de las

funciones a la iniciativa privada; en las democracias populares el Estado suele asumir más funciones de

las que en realidad le corresponderían.

Las democracias liberales tratarán de buscar el bien común, respetando las libertades

individuales; mientras que el objetivo de las segundas será el bien del Estado, al que debe estar

sometido siempre el bien individual.

Etapa de decadencia

Los últimos años del siglo XX nos muestran una serie de síntomas que permiten pensar en un

progresivo deterioro de los regímenes democráticos. Algunos de estos síntomas se manifiestan en el

aumento del abstencionismo electoral, en la falta de confianza en la clase política, y en la decadencia de

los partidos políticos tradicionales.

2.2 Desarrollo geográfico

Los primeros regímenes políticos de carácter democrático los encontraremos ya a finales del

siglo XIX, en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. La tradición liberal de estos países puede

explicar que estas naciones sean pioneras en adoptar este régimen político.

En América predominarán los regímenes democráticos de corte liberal; sin embargo,

convendría señalar las dificultades que deberá afrontar este régimen político en Iberoamérica

durante el siglo XX con los regímenes autoritarios.

En Europa, durante la primera mitad del siglo XX encontraremos democracias liberales junto

a regímenes autoritarios, y democracias liberales junto a democracias populares en la segunda mitad

del siglo.

En Asia, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas colonias occidentales

alcancen la indepedencia, los regímenes democráticos liberales serán escasos: Japón será el

emblema de este régimen político en Asia; los demás Estados se regirán con democracias populares

-China, India, Vietnam, Corea del Norte- o regímenes autoritarios.

El continente africano se va a caracterizar durante esta época por la ausencia de regímenes

democráticos, y la presencia de regímenes autoritarios.

3. LOS AUTORITARISMOS

Son formas de régimen político en las que se da preferencia al principio de autoridad sobre la

libertad20

. Se contraponen al régimen democrático liberal en cuanto éste trata de lograr un equilibrio

entre libertad y autoridad.

Los regímenes autoritarios van a proliferar tanto en la Alta como en la Baja Edad

Contemporánea, afectarán prácticamente todos los países del mundo, excepto los anglosajones, y serán

frecuentes en las naciones jóvenes.

Dentro de los regímenes autoritarios conviene distinguir las Dictaduras de los Totalitarismos.

Las Dictaduras

Forma de gobierno que invocando el interés público, se ejerce fuera de las leyes constitutivas de

un país21

Las dictaduras se caracterizarán porque el poder del Estado estará en manos de una persona, en

contra del principio liberal-democrático de la división de poderes; ordinariamente el dictador toma el

poder por medios violentos; suprime los derechos y las libertades de los ciudadanos, partidos políticos,

medios de comunicación, agremiaciones, etc.; teóricamente durante un tiempo determinado; para

mejorar una situación de crisis por la que atraviesa una nación22

.

Los regímenes dictatoriales van a proliferar en casi todo el mundo tanto en la Alta como en la

Baja Edad Contemporánea.

En Iberoamérica serán frecuentes tanto en el siglo XIX como en el XX. No así en Estados

Unidos, donde no encontramos esta forma de gobierno.

En Europa encontraremos dictaduras en algunos países tanto en el siglo XIX como en el XX: la

Francia napoleónica, la España de Primo de Rivera, la Polonia de Pildsuski...

Tanto en Asia como en África los regímenes dictatoriales serán frecuentes durante la segunda

mitad del siglo XX, cuando muchas naciones asiáticas o africanas alcancen la independencia.

Los Totalitarismos.

Régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional,

concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la

actuación de otros partidos23

.

Los totalitarismos se van a caracterizar por la concentración del poder del Estado en manos de

un pequeño grupo de personas, en contra del principio de la división de poderes en las ramas legislativa,

ejecutiva y judicial; ordinariamente asumen el control del Estado por la fuerza: sólo en casos

excepcionales utilizarán las vías democráticas24

; suprime los derechos y las libertades de los

ciudadanos, partidos políticos, medios de comunicación, agremiaciones, etc.; para cambiar la situación

de una nación, de una raza o de una clase social.

20 NEGRO PAVON, D. Enciclopedia Rialp, voz autoritarismo.

21

Diccionario de la lengua española voz dictadura. Ed. Real Academia de la Lengua. Madrid, 1970.

22

Las dictaduras o gobiernos autoritarios de tipo personal surgen fácilmente cuando una nación enfrenta una crisis

política, social o económica, y simultáneamente surge una figura con la suficiente autoridad o la suficiente fuerza, que le

permita controlar todos los resortes del poder.

23

Diccionario de la lengua española voz totalitarismo. Ed. Real Academia de la Lengua. Madrid, 1970.

24

Será el caso del partido nazista en la Alemania hitleriana.

Los principales totalitarismos políticos serán tres: el comunismo, el fascismo, y el nazismo; en

la segunda mitad del siglo XX aparecerá un totalitarismo de carácter religioso: el fundamentalismo

islámico.

Los regímenes totalitarios serán una característica política propia del siglo XX, y los

encontraremos en algunos países de Europa, Asia y África25

.

En Europa el totalitarismo comunista se asentará primero en Rusia con la revolución

bolchevique de 1917, después se extenderá a los países del Este europeo al finalizar la Segunda Guerra

Mundial. El totalitarismo fascista, con Benito Mussolini, será el principal protagonista en la Italia de

entreguerras. El totalitarismo nazista, dirigido por Hitler tomará el poder en Alemania de 1933 hasta

1945.

En Asia encontraremos durante la segunda mitad del siglo XX el totalitarismo comunista

asentado en países como China, Corea y Vietnam; y en las últimas décadas, el fundamentalismo

islámico en países como Irán y Afganistán.

En África, también durante las últimas décadas del siglo XX, se instaurarán regímenes

fundamentalistas de tipo religioso en países como Libia y Sudán.

Algunas diferencias y semejanzas entre los regímenes políticos de la Edad Contemporánea.

En cuanto a la toma del poder y su permanencia en él, los regímenes políticos liberales del

siglo XIX se van a caracterizar porque, con alguna frecuencia, asumen el poder por medios violentos26

,

y ordinariamente se mantienen en él según las normas establecidas por la Constitución. En el caso de

los regímenes democráticos del siglo XX, el acceso y la permanencia en el poder se lleva a cabo según

el Derecho. Los regímenes autoritarios emplearán ordinariamente medios violentos, tanto para la toma

del poder como para su mantenimiento.

En lo que se refiere al ejercicio del poder, los regímenes liberales y democráticos dividirán el

poder del Estado en tres ramas -legislativa, ejecutiva y judicial-, para procurar un equilibrio entre ellas y

evitar que se abuse del poder. En los regímenes autoritarios, los poderes del Estado estarán

concentrados en una persona o en un grupo de personas, según se trate de un régimen dictatorial o

totalitario, respectivamente.

Dentro del ámbito del ejercicio del poder, el respeto a los derechos humanos será otro

elemento que nos permitirá diferenciar los principales regímenes políticos de esta época; y entre los

derechos humanos conviene fijarse especialmente en los dos más importantes: el derecho a la vida y a

la libertad.

Característica común para los regímenes políticos de tipo liberal y democrático será la defensa y

el respeto del derecho a la vida de la persona: desde el momento de la concepción hasta la muerte

natural27

; en los regímenes autoritarios este derecho puede ser suprimido o atropellado.

25 En América, el régimen castrista de Cuba, será un caso atípico.

26

No hay que olvidar que los regímenes políticos liberales son en buena parte fruto de las Grandes y Pequeñas

Revoluciones de la Edad Contemporánea.

27

Sin embargo, en las últimas décadas estamos contemplando cómo, en Estados con regímenes políticos de tipo

liberal-democrático, se atropella el derecho inalienable a la vida, mediante legislaciones que permiten el aborto, la

eutanasia, la eugenesia, la experimentación genética en seres humanos... Podríamos decir que no se trata de regímenes

democráticos propiamente, sino una nueva forma de totalitarismo, el totalitarismo democrático, del que ya el siglo

pasado Alexis de Tocqueville ponía en guardia al mundo occidental. Este nuevo totalitarismo, en el que el poder de unos

pocos o de una mayoría atropella el primer derecho natural de la persona, el derecho a la vida, está provocando efectos

más virulentos que los totalitarismos políticos del siglo XX.

En cuanto al derecho a la libertad, en los regímenes liberales éste ocupará el primer lugar entre

los derechos humanos; en los regímenes democráticos se procurará que el derecho a la libertad no

atropelle el bien común; en los regímenes autoritarios, el derecho a la libertad será suprimido, o

recortado en algunos aspectos, como la libertad de expresión, la libertad de asociación, la libertad de

educación, etc.

El derecho a la libertad de asociación nos explicará la existencia de partidos políticos en los

regímenes liberales y democráticos28

, y la ausencia de estos en los regímenes autoritarios29

.

En cuanto a la participación del pueblo en la política, encontramos que en los regímenes

liberales sólo podrán intervenir -para elegir o ser elegidos- aquellos ciudadanos que reúnan una serie de

requisitos establecidos por la ley: el llamado sufragio censitario; en los regímenes democráticos todos

los ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegidos por medio del sufragio universal; los regímenes

autoritarios se caracterizarán por la ausencia real de participación popular en la política30

.

Podemos distinguir dentro de los regímenes autoritarios las dictaduras y los totalitarismos. Unos

y otros tendrán en común las características que se han citado, pero encontraremos también algunas

diferencias. Las dictaduras se caracterizarán porque el poder es detentado por una sola persona; los

totalitarismos, porque el poder es detentado por un grupo de personas, ordinariamente un partido

político, un grupo religioso, una raza o una etnia31

.

En general, las dictaduras tendrán ordinariamente como objetivo solucionar un problema o una

situación crítica de un país, y, por tanto, un carácter temporal, al menos teóricamente; los totalitarismos,

pretenderán no ya solucionar un problema coyuntural del país, sino cambiar la estructura cultural,

social, política y económica del país, y en algunos casos del mundo entero.

28 En los regímenes liberales del siglo XIX los partidos políticos serán aún incipientes; en los regímenes

democráticos, los partidos políticos se han consolidado y constituyen un elemento característico de las democracias.

29

Aunque algunos de los totalitarismos del siglo XX están representados por un partido político -comunista,

fascista, nazista-, esto no quiere decir que existieran otros partidos políticos diferentes al que detentaba todo el poder.

30

Los plebiscitos sí serán empleados en regímenes autoritarios, sobre todo en las dictaduras, pero más como un

medio de justificación nacional o internacional del régimen político. Además, en estos casos, los ciudadanos sólo podían

decir sí o no a la propuesta del gobierno, y bajo una presión muy fuerte para que apoyasen la propuesta gubernamental.

31

Conviene anotar que los totalitarismos clásicos del siglo XX -comunismo nazismo y fascismo- terminaron

convertidos en dictaduras.

IV. CARACTERÍSTICAS SOCIALES DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA

1. Estructura de la sociedad.

2. Las Revoluciones Demográficas.

3. Las Migraciones.

Desde el punto de vista social, podríamos decir que algunas de las características más

destacadas de la Edad Contemporánea serán un cambio notable en la estructura de la sociedad, un

aumento significativo de la población mundial, y las migraciones.

1. Estructura de la sociedad

Una de las consecuencias de las Grandes Revoluciones de finales del S. XVIII y de la primera

mitad del S. XIX, será la transformación de la estructura de la sociedad.

La sociedad del Antiguo Régimen estaba organizada jurídicamente en tres Estamentos: la

nobleza, el clero y el Estado llano o tercer estado, según el nacimiento y la función -al menos teórica-

que cada uno debía desempeñar en la sociedad.

La nobleza debía gobernar y defender la sociedad; el clero, enseñar; el Estado llano sostener la

nobleza y el clero.

La estructura estamental de la sociedad será reemplazada en la Edad Contemporánea por las

clases sociales. Ya no será la cuna, la sangre o el privilegio quien determine el lugar de una persona en

la sociedad, sino en buena medida la capacidad económica.

Los Estamentos del Antiguo Régimen se convertirán en clase alta, media y baja, dependiendo

principalmente de las condiciones económicas en que se encuentre una persona o una familia.

A la capacidad económica como fundamento de la nueva estructura social, habría que añadir

otro elemento, la flexibilidad. Una persona puede cambiar de nivel social en la Edad Contemporánea

con más facilidad que antes, porque sus capacidades intelectuales, políticas, artísticas, técnicas, etc., le

pueden permitir ascender en la escala social, o un revés económico lo puede situar en una condición

social inferior.

2. Revolución Demográfica

Otra característica social será el aumento acelerado de la población en los dos últimos siglos,

pero especialmente en el siglo XX, que contrastará con el ritmo lento de crecimiento de la población

durante los siglos anteriores.

Si durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la población mundial creció algo más de cien millones

de personas por siglo32

, en el siglo XIX el aumento será de 700 millones, y en el siglo XX de 4.400

millones de habitantes33

.

Esto nos permite hablar de una auténtica revolución demográfica durante la Edad

Contemporánea, y considerarla como uno de los fenómenos más importantes de nuestra época.

32 118 millones durante el siglo XVI, 192 en el siglo XVII, 130 en el siglo XVIII.

33

ZURFLUH, Anselm. Superpoblación. Ed. Rialp. Madrid, 1992. p.57.

1500 1600 1700 1800 1900 1997

0

1000

2000

3000

4000

5000

6000

1500 1600 1700 1800 1900 1997

Evolución de la población mundial

en millones de habitantes

460 578770

900

1600

6000

Fuente: ZURFLUH, Anselm. Superpoblación. Ed. Rialp. Madrid, 1992. p.57.

Dentro de la Revolución Demográfica de la Edad Contemporánea, se podrían distinguir dos

etapas, que corresponderían al siglo XIX y al siglo XX. Algunos autores las denominan Primera y

Segunda Revolución demográfica. Las dos coincidirán en un aumento de la población en términos

absolutos, respecto a siglos anteriores; y se diferenciarán, porque durante el siglo XX se aprecia una

tendencia al control de la natalidad en los llamados países desarrollados.

Este incremento de la población en la Edad Contemporánea variará de unas regiones a otras,

y de un siglo a otro.

Los datos más significativos del crecimiento poblacional por continentes durante la Edad

Contemporánea serán: el sensible aumento relativo de población en Estados Unidos, sobre todo en el

siglo XIX; el aumento de población en América Latina, Oceanía y África, especialmente en el siglo

XX; y la progresiva disminución del crecimiento de la población en Europa.

AUMENTO DE LA POBLACIÓN POR CONTINENTES

(%)

Siglo XVIII XIX XX

ÁFRICA 1 ÁFRICA 0.9 EUROPA 1.7

AMÉRICA ANGLOSAJ. 6 AMÉRICA ANGLOSAJ. 13.5 AMÉRICA ANGLOSAJ. 2.9

AMÉRICA LATINA 1.5 AMÉRICA LATINA 3.3 AMÉRICA LATINA 5.4

ASIA 1.4 ASIA 1.5 ASIA 2.5

EUROPA 1.6 EUROPA 2.3 ÁFRICA 4.4

OCEANÍA 1 OCEANÍA 3 OCEANÍA 3.6

MUNDO 1.3 MUNDO 1.7 MUNDO 2.6

Fuente: CASAS TORRES, José Manuel Población, desarrollo y calidad de vida Ed. Rialp. Madrid 1982, p. 311.

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN POR CONTINENTES

(En millones de habitantes)

Año 1700 1800 1900 1977

AFRICA 100 100 95 424

AMÉRICA (TOTAL) 13 25 144 584

AMERICA ANGLOSAJONA 1 6 81 242

AMERICA LATINA 12 19 63 342

ASIA 414 584 915 2355

EUROPA Y URRS 112 179 423 738

OCEANIA 2 2 6 23

MUNDO 641 890 1583 4124 Fuente: CASAS TORRES, José Manuel Población, desarrollo y calidad de vida Ed. Rialp. Madrid 1982, p. 311.

Las causas más notables de este crecimiento de la población mundial en la Edad

Contemporánea serán básicamente dos: la sensible disminución de las tres mortalidades que

acompañaban anteriormente los ritmos demográficos -mortalidad en el parto, mortalidad infantil y

mortalidad de adolescentes-, gracias a los avances de la medicina, la higiene y las mejores condiciones

de vida de las personas; y el aumento general de la tasa de natalidad en el mundo.

En el crecimiento poblacional de algunos continenetes influirán también las migraciones

internacionales.

Es interesante comprobar cómo Europa, que disminuye desde 1800 el crecimiento

demográfico, va a perder su hegemonía mundial en el siglo XX; mientras Estados Unidos, que

aumenta sensiblemente su crecimiento demográfico en los siglos XVIII y XIX, se convertirá en la

primera potencia mundial en el siglo XX. La Historia parece enseñarnos que existe una relación

estrecha entre aumento de población y desarrollo34

.

3. Las migraciones

Podríamos señalar como tercera característica social de la Edad Contemporánea las

migraciones: el traslado masivo de población de una región a otra buscando mejores condiciones de

vida o de trabajo.

Algunas causas de las migraciones durante la Edad Contemporánea las podemos encontrar en la

revolución demográfica, la revolución industrial, la revolución y las crisis agrícolas, la mejora en los

transportes, la violencia, etc.

Los grandes movimientos migratorios de la Edad Contemporánea serán de tres tipos: migracio-

nes urbanas, migraciones nacionales y migraciones internacionales.

Migraciones urbanas

Serán las más características de esta época. Grandes masas de campesinos emigrarán del campo

a la ciudad buscando mejores condiciones de vida, mayores posibilidades de trabajo y educación,

ingresos más estables, y mayores posibilidades de acceder a los sistemas de salud.

34 ZURFLUH, Anselm. o.c., pp.25-32.

Sin embargo, las ciudades, al no estar preparadas para absorber esa inmigración rural, deberán

afrontar graves problemas de vivienda, de servicios -agua, luz, alcantarillado, transporte, etc.-, y de

adaptación al nuevo hábitat y al nuevo régimen de vida; que no se resolverán hasta después de mucho

tiempo, provocando unas condiciones de vida muy duras para los inmigrantes.

Los cálculos de hoy indican que, durante el período de 1870 a 1918, un séptimo del

crecimiento de la población europea permaneció en el campo, otro séptimo emigró a otras naciones,

y los cinco séptimos restantes se trasladaron a las ciudades35

.

En el cuadro siguiente se puede apreciar el fenómeno de las migraciones urbanas en algunos

países, durante el periodo de 1851 a 1910, con el progresivo aumento de la población en las ciudades,

y la consiguiente disminución de la población rural.

Población rural en % Población urbana en %

1851 1910 1851 1910

Inglaterra y

Gales

47.8 21.9 52.2 78.1

Francia 74.5 55.8 25.5 44.2

Alemania 63.9 40 36.1 60

Rusia 92.2 81.4 7.8 19.6

Estados

Unidos

74.3 54.3 25.7 45.7

Fuente: Javier Paredes. Historia Contemporánea Ed. Actas. Madrid 1990. p. 257.

Migraciones nacionales

Consistirán en el traslado de masas de población dentro de un mismo país, hacia nuevas

regiones antes despobladas o muy poco pobladas, en busca de mejores tierras cultivables o de nuevos

yacimientos minerales.

Durante la Edad Contemporánea, las migraciones nacionales más notables serán tres: la

expansión hacia el Oeste en los Estados Unidos, la expansión hacia Siberia en Rusia, y la expansión

hacia Manchuria en China.

Entre 1823 y 1862 habían llegado a Siberia -hasta entonces colonia penitenciaria- 356.000

deportados. A partir de 1860 se inicia la migración rusa dirigida a Siberia, sin que por esto dejaran de

ser enviados los enemigos del zarismo. En 1914 se calcula que se encontraban establecidos en Siberia

9,6 millones de rusos.

Migraciones internacionales

Son los movimientos de población de un país a otro. Tienen como objetivo buscar mejores

condiciones de vida o de empleo en las llamadas nuevas Europas o países de poblamiento blanco en

América, Oceanía y África.

El principal centro de emigración internacional será Europa. Entre 1840 y 1940 salieron del

Viejo Continente 60 millones de personas.

Los principales puertos de destino serán Estados Unidos y Argentina. Al primer país viajarán

emigrantes de origen anglosajón, germánico y eslavo, al segundo, emigrantes de origen latino. De 1815

35 REDONDO, Gonzalo Historia Universal Ed. Eunsa. Pamplona 1984, T XII p. 116.

a 1914 el número de europeos que emigran es tan alto, que multiplicará por diez la población de

Estados Unidos en ese mismo periodo.

Australia y Nueva Zelanda, en Oceanía, serán otros de los principales países que recogerán la

emigración europea. La población blanca de Australia que, en 1801 era de 5.900 habitantes, en 1858

alcanzó el millón de habitantes, gracias a los descubrimientos de oro.

V CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA

1. Crecimiento de la economía.

2. Enfrentamiento entre las economías liberal y socialista.

3. Mundialización de la economía.

Entre las características económicas de la Edad Contemporánea podríamos destacar tres: un

crecimiento generalizado de la economía, sobre todo en los países occidentales; el enfrentamiento

entre la economía capitalista y socialista; y la mundialización de la economía.

1. Crecimiento de la economía.

Después de siglos de estancamiento económico o de un crecimiento económico débil, desde las

primeras décadas del siglo XIX se aprecia un crecimiento acelerado en la economía mundial,

especialmente en los países occidentales. Este crecimiento económico tendrá sus principales causas en

tres revoluciones, muy ligadas entre sí, que se llevan a cabo durante la segunda mitad del siglo XVIII, y

los siglos XIX y XX: la revolución agrícola, la revolución demográfica, y la revolución industrial.

1.1 La Revolución agrícola

La revolución agrícola contemporánea surgió en Francia a mediados del siglo XVIII con la

escuela fisiocrática de Quesnay. Desde entonces se ha ido desarrollando y extendiendo por todo el

mundo. Se ha manifestado principalmente en el aumento de tierras cultivables y la mejora del

rendimiento de la tierra, gracias a la creatividad humana y los avances tecnológicos aplicados a la

agricultura.

1.2 La Revolución demográfica

La revolución demográfica -cfr. capítulo anterior- aumentó considerablemente la población en

el mundo. El aumento de población incrementó el mercado mundial y la demanda de productos. El

incremento de la demanda de productos exigió un aumento de la producción agropecuaria e industrial.

El desarrollo de la producción agropecuaria e industrial provocó una fuerte reactivación de la

economía36

.

1.3 La Revolución industrial

El cambio que se produjo en nuestro mundo con la introducción de la máquina, puede y debe

ser calificado justamente de verdadera revolución. Un cambio que fue tímido en la segunda mitad

del S. XVIII, que experimentó una aceleración considerable con el inicio del siglo XIX, hasta el

punto que, hacia 1870, se pudo hablar de una segunda revolución industrial37

, y que en la segunda

36 Según algunos de los economistas y demógrafos más prestigiosos del siglo XX (Rostow, Hoffman, Colin Clark,

Alfred Sauvy, Simon, etc.), durante la Edad Contemporánea el crecimiento económico fue aún mayor que el crecimiento

demográfico en términos globales, en contra del pesimismo malthusiano del siglo pasado o del pesimismo neomalthusiano

del siglo XX.

37

REDONDO, Gonzalo. Historia Universal. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984, T. XII p. 36.

mitad del siglo XX alcanzó tal aceleración que algunos autores hablan de una tercera revolución

industrial o revolución tecnológica.

La revolución industrial hizo posible, entre otras cosas, que la economía de los países pudiera

fundamentarse no tanto en el sector primario -la agricultura-, como había sucedido a lo largo de la

Historia, sino en el sector secundario y terciario de la economía: la industria y los servicios.

Esta diversificación de la economía permitió disminuir las crisis económicas que

periódicamente afectaban al mundo, al no depender ya la economía exclusivamente del sector primario,

sujeto a los vaivenes del clima, del resultado de las cosechas, etc.

La Revolución Industrial permitió también la creación de más puestos de trabajo, que sólo el

crecimiento demográfico de la Edad Contemporánea pudo satisfacer; y, como vimos en el capítulo

anterior, fue causa importante de algunas características sociales de los dos últimos siglos.

Las causas del inicio y desarrollo de la Revolución Industrial podriamos sintetizarlas en

cinco:

- una serie de inventos técnicos, como la máquina de vapor, la tejedora volante38

, el motor de

explosión, los satélites y los ordenadores, que revolucionarán la industria y las comunicaciones;

- el descubrimiento y la utilización masiva de nuevos recursos energéticos, como el vapor de

agua, el carbón, el petróleo, la energía eléctrica, el gas, y la energía atómica;

- el ahorro, que facilitó el desarrollo de la banca, y, por tanto, la posibilidad de financiar

grandes inversiones en la industria y en las comunicaciones;

- la progresiva eliminación de aduanas internas y externas, que facilitó el intercambio

comercial y las comunicaciones dentro de los países y entre las naciones;

- la mejora en las comunicaciones y en el sistema de transporte39

.

. Dentro de la Revolución Industrial podríamos distinguir tres periodos: uno que arrancaría en

la segunda mitad del siglo XVIII y se prolongaría hasta el último tercio del s. XIX, que suele

llamarse Primera Revolución Industrial; otro que se extendería durante el último tercio del siglo

XIX y la primera mitad del siglo XX, que se le llama Segunda Revolución Industrial; un tercero que

algunos autores denominan Tercera Revolución Industrial o Revolución Tecnológica.

Analicemos a continuación, las características de estas Revoluciones Industriales.

Primera Revolución Industrial

Geográficamente se va a desarrollar en Gran Bretaña -donde nacerá-, y en algunos países del

continente europeo: Francia, Confederación Germánica (cuenca del Rhur y Silesia) y Bélgica,

coincidiendo con países que poseen buenos yacimientos de carbón.

Se va a caracterizar porque:

- la materia prima energética principal será el carbón;

- la máquina más característica será la de vapor, aplicada a la industria, al ferrocarril y al

barco40

;

- las materias primas más empleadas serán el algodón y el hierro;

- las industrias básicas serán textileras y siderúrgicas;

- la organización empresarial será familiar para la industria textil, y empresas mayores para

la industria siderúrgica;

- los procesos industriales serán lentos.

38 EGUÍA, Carlos. Enciclopedia Rialp, voz Revolución industrial. Ed. Rialp. Madrid, 1984.

39

En 1838 se llevó a cabo la primera travesía del Atlántico en un barco de vapor: duró 18 días.

40

FÖHLEN, Claude. La revolución industrial. Ed. Vicens-vives. Barcelona, 1978, pp. 20-23.

Dentro de la primera revolución industrial podemos distinguir dos períodos: una primera

etapa que podemos situar hasta 1830, y una segunda que llegaría hasta 1870. La diferencia la

establecerá el tipo principal de industria que predominará: la textil durante el primer período, y la

siderúrgica durante el segundo. La primera será de carácter familiar, la segunda de carácter empresa-

rial, porque requiere ya de unas inversiones económicas que una sola familia no puede afrontar. La

expansión del ferrocarril será la causa principal del desarrollo de la industria siderúrgica41

.

Segunda Revolución Industrial

La segunda revolución industrial se llevará a cabo durante el último tercio del s. XIX y la

primera mitad del siglo XX. Se desarrollará en casi todos los países de Europa, y se extenderá a

naciones de otros continentes, principalmente Estados Unidos y Japón.

Se va a caracterizar porque:

- la materia prima energética principal será el petróleo;

- la máquina más característica será el motor de explosión;

- las materias primas más empleadas, el hierro y metales no ferruginosos;

- las industrias básicas serán la siderúrgica, eléctrica y química;

- la organización empresarial será la empresa nacional, y conglomerados de empresas privadas;

- los procesos industriales se acelerarán, mediante la mecanización del trabajo y la elaboración

en serie.

Tercera Revolución Industrial

La Tercera Revolución Industrial o Revolución tecnológica podemos situarla a partir de la

segunda mitad del siglo XX. Influirá en casi todos los países del mundo, pero especialmente en los más

desarrollados económicamente.

Esta revolución impulsará de modo particular el sector terciario de la economía, los servicios.

Un país desarrollado económicamente se caracterizará porque la mayor parte o buena parte de su

población activa trabaja en este sector de la economía.

Gracias al gran desarrollo de la técnica y de las ciencias aplicadas, las esperanzas de vida del

hombre se prolongan. La mejora de las comunicaciones -terrestres, marítimas, aéreas y espaciales-

facilitará el intercambio, no sólo de mercancías entre una región y otra del planeta, sino lo que es más

importante permitirá el intercambio de cultura e información, impulsando poderosamente el desarrollo

de las personas y de los pueblos.

La fuente de energía más representativa de esta revolución será la atómica, y la máquina más

característica el ordenador.

2. Enfrentamiento entre las economías liberal y socialista

La segunda característica económica de la Edad Contemporánea será el enfrentamiento entre

la economía liberal o capitalista y la economía socialista, reflejo del enfrentamiento ideológico que

se lleva a cabo en la Edad Contemporánea entre el liberalismo y el socialismo.

41 PERPIÑÁ RODRÍGUEZ, A. Enciclopedia Rialp, voz capitalismo. Ed. Rialp. Madrid, 1984.

Cada uno de estos dos sistemas económicos ha sufrido modificaciones, sobre todo en el siglo

XX, de manera que es difícil encontrar un sistema capitalista puro o un sistema socialista tal como

lo imaginara Marx42

Economía liberal o capitalista

La economía liberal o capitalista considera que para el desarrollo de la economía se requiere

la máxima libertad, de modo que la única norma que regule la economía sea la ley de la oferta y la

demanda. Todo intento de regular la economía mediante la intervención directa o indirecta del

Estado impide o dificulta el desarrollo económico.

Algunas características de la economía capitalista serán:

- poca o ninguna intervención del Estado en la regulación de la economía;

- defensa del derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción: industrias

estractivas y de elaboración, centros financieros, comercializadoras, servicios públicos, etc.;

- predominio de la empresa privada sobre la empresa estatal o pública;

- asociación de empresas nacionales e internacionales;

- anteponer el interés económico al interés social.

Dentro del contexto histórico de la economía liberal en la Edad Contemporánea se suelen

distinguir tres tipos de capitalismos: industrial, financiero y neocapitalismo. El primero abarcaría

buena parte del s. XIX, el segundo lo encontraremos en la primera mitad del s. XX, y el tercero

después de la Segunda Guerra Mundial.

El capitalismo industrial nacerá al aplicar a la economía una de las características del libera-

lismo radical: el individualismo, la preeminencia absoluta del interés individual sobre el interés

social.

Este planteamiento teórico conducirá al capitalismo industrial o salvaje a considerar la

ganancia como motor esencial del progreso económico; la ley de la oferta y la demanda, la única

reguladora de la economía43

; la propiedad privada sobre los medios de producción, un derecho abso-

luto sin límites ni obligaciones sociales; y el trabajo será considerado simplemente como una

mercancía44

.

Este planteamiento económico, unido a la Primera Revolución Industrial, impulsará la

economía, pero ocasionará también graves costos humanos y sociales.

El capitalismo salvaje, al considerar la ganancia como el objetivo principal de la economía,

ocasionará graves injusticias sociales: salarios por debajo de las necesidades de subsistencia,

jornadas laborales agotadoras (14-15 horas diarias), condiciones infrahumanas en los lugares de

trabajo, tratamiento laboral indiscriminado a mujeres y niños. Esto desarrollará las agremiaciones de

obreros y la aparición de los sindicatos, como un medio para defenderse de las injusticias.

El capitalismo salvaje, al considerar la ganancia como el objetivo principal de la economía,

ocasionará una despiadada competencia industrial, que hacía por lo general muy difícil una generosa

política de salarios.

El capitalismo salvaje, al considerar la ley de la oferta y la demanda como la única

reguladora de la economía, se opondrá a todo intento de regular la economía por parte del Estado, de

42 REVUELTA, Josemaría. Historia del mundo Contemporáeno Ed. Magisterio. Madrid, 1978, p. 310.

43

El paralelismo con la teoría evolucionista es un espejismo muy sugestivo: por la competencia económica se

llegaría a la selección de los más capaces (cfr. REDONDO, Gonzalo, o.c.T XII p. 40)

44

VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín. Enciclopedia Rialp (voz capitalismo). Ed. Rialp. Madrid 1984.

la acción sindical, o de imperativos éticos45

, cerrando las puertas a todo intento de resolver las

injusticias sociales y acrecentando las diferencias sociales46

;

El capitalismo salvaje, al considerar el trabajo como mera mercancía, deshumaniza al

hombre y empobrece su trabajo.

El capitalismo industrial será una de las causas -no la única, ni quizá la más importante- del

colonialismo del siglo XIX, ya que necesitará buscar nuevos mercados para poder vender sus

productos, y nuevas fuentes de materias primas para sus industrias.

El capitalismo salvaje será también la causa de la aparición del socialismo y de la doctrina

social de la iglesia católica; el primero, como reacción violenta ante las injusticias sociales

ocasionadas por el capitalismo salvaje; la segunda, como una luz para alertar y fomentar la solución

pacífica de esas injusticias.

Al capitalismo salvaje le siguió el capitalismo financiero en la primera mitad del siglo XX.

Un intento de ordenar el salvajismo del primer capitalismo, y el desarrollo económico.

Ya no será la industria el foco principal de las ganacias, sino las finanzas -bancos, mercado

de valores, fiduciarias-, que permitirán la creación y mejora de las industrias, de las redes de

comercio y transporte, empresas de servicios, etc.

Muchas empresas se unirán por medio de carteles, trust, holding, creando grandes

monopolios privados o estatales, para enfrentar la competitividad salvaje del periodo anterior.

Se multiplicarán las leyes que regulan el mercado laboral y las condiciones laborales,

tratando de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.

A partir de la Segunda Guerra Mundial aparece un nuevo tipo de capitalismo ligado a la

Tercera Revolución Industrial, el neocapitalismo, que se caracterizará por un intento de resolver los

problemas sociales originados por el capitalismo salvaje y financiero, aceptando una legislación

laboral y cierto incremento de la intervención del Estado en la economía47

.

Este tipo de economía, en la que se trata de conjugar el interés individual con el interés

social, se ha desarrollado principalmente en los países occidentales, ha elevado el nivel de vida de

los trabajadores, y ha reducido, en cierta medida, las diferencias económicas.

Algunos aspectos especialmente llamativos del neocapitalismo son:

- la extensión a grandes masas de la población de la condición de accionistas. Este fenómeno

indica un aumento de la capacidad de ahorro de la clase media y baja;

- el acceso de los trabajadores a la propiedad de las empresas, mediante el regalo de acciones

o la concesión de grandes facilidades para su adquisición;

- la cogestión, es decir, la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas.

El desarrollo de este tipo de capitalismo conduce, según Rostow y otros economistas, a la

configuración de un tipo de sociedad llamada sociedad de consumo o civilización postindustrial,

caracterizada por el bienestar económico conseguido mediante el consumo masivo, hecho posible

porque los bienes y servicios se producen en cantidades masivas48

.

Economía socialista

45 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín, o.c.

46

La riqueza ha afluido a las manos de un pequeño número y la multitud ha sido dejada en la indigencia (León

XIII. Rerum novarum n. 1.

47

PERPIÑÁ RODRÍGUEZ, A. o.c.

48

REVUELTA, Josemaría. o.c. p. 310-311.

Frente a la economía capitalista o liberal surgirá desde mediados del siglo XIX otro tipo de

economía, que se fundamentará en la ideología socialista.

Si el capitalismo considera fundamental para el desarrollo económico fomentar el interés

económico individual y la iniciativa privada, la economía socialista planteará la necesidad de una

intervención directa del Estado en la economía, para anteponer los fines generales a los particulares.

Esto le llevará a la estatalización de la economía, es decir el Estado centraliza, planifica y controla la

economía, y se apropia los medios de producción: industrias, medios de transporte, entidades

financieras, empresas de servicios, etc.

Con los planteamientos de la economía socialista se entiende que el tipo de empresa que

predominará en esos países será la empresa estatal, sin dejar espacio a la empresa privada.

La economía de corte socialista se aplicará en un buen número de naciones en el siglo XX, y

de modo particular después de la Segunda Guerra Mundial. Ordinariamente coincidirá con naciones

que se encontraron bajo un régimen político comunista o socialista.

A finales del siglo XX ha quedado demostrado que el desarrollo económico no atraviesa el

camino de la economía socialista; pero tampoco puede atravesar el camino del capitalismo salvaje,

sin ocasionar graves daños sociales.

Una posible solución podría encontrarse en la llamada economía social de mercado, que

plantea la intervención del Estado para crear el orden de la competencia, pero sin actuar

entorpeciendo el proceso económico de la competencia49

.

3. Mundialización de la economía.

Al finalizar el siglo XX nos encontramos un tercer elemento que caracterizará la economía

de este periodo de la Edad Contemporánea: la mundialización o globalización de la economía. Cada

vez serán mayores los lazos económicos entre las distintas naciones del mundo, y la

interdependencia de sus economías.

Algunos motivos de esta mundialización de la economía podemos encontrarlos en:

- el fracaso del modelo económico socialista;

- el final de la Guerra Fría con el consiguiente hundimiento del bloque de países socialistas

que giraban alrededor de la ex-Unión Soviética;

- la ampliación de los mercados internacionales mediante la integración de grupos de países:

Unión Europea, Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, etc.;

- la mayor importancia que han adquirido los intereses económicos de empresas

multinacionales sobre los intereses económicos de las naciones, representados por el Estado;

- la mejora en la red y sistemas de comunicaciones.

Como visión de conjunto de todo este vertiginoso proceso técnico-industrial que alcanzó a

sacudir buena parte del mundo, se puede anotar el cambio profundo que sufrió la estructura social,

sobre todo en los países occidentales. Además, se consumó una profunda integración del mundo que

condujo a la creación de un mercado único mundial, merced -entre otras cosas- a la mejora en las

comunicaciones tanto marítimas como terrestres, mediante la construcción de barcos más rápidos y

capaces, la construcción de canales marítimos, una red creciente de ferrocarriles servidos por túneles,

que permitieron acortar distancias y abaratar los precios de los transportes50

.

49 VELARDE FUERTES, Juan. Veinte claves para la nueva era Ed. Rialp. Madrid, 1992, p. 166.

50

REDONDO, Gonzalo, o.c. T. XII p. 40.

VI. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN

Para entender la evolución histórica de la Edad Contemporánea, es imprescindible analizar

los elementos que caracterizan el Antiguo Régimen.

El siglo XVIII es el ámbito en el que se van gestando muchos de los acontecimientos que

harán entrar en crisis ese modelo y transformarán la humanidad durante los siglos XIX y XX. El

conocimiento de las características básicas del Antiguo Régimen no tiene sólo un valor introductorio

sino que forma parte de la realidad misma del mundo contemporáneo51

.

Los rasgos básicos del Antiguo Régimen podemos sintetizarlos en los siguientes puntos:

- en lo ideológico-cultural: el carácter tradicional y homogéneo de las ideas;

- en lo político: la forma típica es la monarquía absoluta;

- en la estructura de la sociedad: el dominio de la organización estamental;

- en lo económico: el modelo se apoya exclusivamente en el intervencionismo, la producción

agraria y el carácter artesanal de la producción industrial.

1. La crisis ideológica y cultural

Ideológicamente el Antiguo Régimen aparece caracterizado por dos rasgos: la homogeneidad

del pensamiento y de la cultura y su carácter tradicional52

.

Las ideas fundamentales que tienen los protagonistas de esa época, en nuestra cultura

occidental, acerca de Dios, del hombre, del mundo, de la vida, de la razón misma de ser de las cosas,

son sustancialmente las mismas. Esta realidad supone rechazar la interpretación del s.XVIII como

un siglo dominado por el fenómeno de la Ilustración53

.

Esto significa que en lo político predomina la aceptación del modelo histórico propio. No

hay enfrentamientos ni rechazos a las instituciones. En lo cultural, se aceptan como propias y

enriquecedoras las tradiciones culturales respectivas, que se consideran como la acumulación de un

acervo común que hay que salvaguardar. En cuanto a la religión se da también una aceptación sin

fisuras del cuerpo doctrinal. Las disidencias en este campo suelen ser minoritarias, y por eso,

especialmente llamativas. La inmensa mayoría es consciente del fin religioso del hombre y de su

existencia, por ello de un modo natural las formas de vida están intensamente sacralizadas.

Existe un gran respeto al dogma, al principio de autoridad, a la tradición y a la costumbre.

Los límites entre el bien y el mal aparecen por general bien definidos, igual que entre la verdad y el

error, entre la justicia y la injusticia.

La influencia del pensamiento ilustrado sobre esa realidad antes de 1790 es

cuantitativamente inapreciable, lo cual no quiere decir que esa renovación intelectual no exista ni

que carezca de importancia, pues a la larga supondrá el punto de arranque de la crisis ideológica de

todo el sistema del Antiguo Régimen.

51

ANDRÉS-GALLEGO. J. Historia del Mundo Contemporáneo, Zaragoza, 1978. 52

Esto supone que las disidencias ideológicas y culturales son siempre minoritarias. Por otra parte el vehículo

fundamental de transmisión de las ideas es la tradición, lo cual significa que la comunicación y adopción de hábitos de

pensamiento y comportamiento se efectúa por la mera pertenencia a una colectividad. 53

Es cierto que la transformación cultural que supone la Ilustración va adquiriendo desarrollo entre las fuerzas vivas de

las respectivas sociedades; pero, por otra parte, también es cierto que esa novedad ideológica no consigue anular el

sistema de principios tradicionales, ni influye en la inmensa mayoría del cuerpo social. Por otra parte, el siglo XVIII se

ha considerado como el período de plenitud del Antiguo Régimen.

También es preciso señalar que la Ilustración no puede considerarse un sistema de ideas, una

ideología, sino más bien un conjunto de inquietudes. Éstas solo tienen en común el convencimiento

de una necesaria reforma de las instituciones políticas y de una mejora de la organización de la

sociedad que, analizadas racionalmente, se consideran anticuadas y contrarias a las leyes de la

naturaleza. Mas cuando esa inquietud se plantea en propuestas concretas, los pensadores ilustrados,

no solo no coinciden sino que a veces se contradicen entre sí. Será a lo largo del primer tercio del

siglo XIX cuando este conjunto de

inquietudes se sistematizará en un cuerpo doctrinal que dará origen al liberalismo, convirtiéndose en

una de las fuerzas ideológicas dominantes entre los grupos dirigentes de los Estados.

Tres son las ideas básicas sobre las que se inspiran las propuestas de la Ilustración: felicidad,

razón y naturaleza.

El concepto de felicidad, que es un principio reiterado desde antiguo en la tradición cristiana

bajo la formula: el fin del hombre es la felicidad, es ahora retomado por los "filósofos ilustrados"

planteándose la necesidad de encontrar una forma no transcendente de alcanzar esa felicidad a partir

de un proceso que ha de ser "racional". Sin embargo, muy pronto éste quedará reducido a la idea de

prosperidad material.

De esta manera la exaltación de la razón, como única fuente segura de conocimiento, será el

segundo punto fundamental del pensamiento ilustrado.

A partir de estas bases, búsqueda de la felicidad y exaltación de la razón, el desarrollo de las

ciencias naturales aporta la tercera característica: la exaltación de la Naturaleza.

Newton al formular la ley de gravitación universal, reduce el orden del universo a una ley

general, y para los pensadores ilustrados, sobre todo para Voltaire, tal teoría implica el triunfo de la

razón sobre la ciencia de explicaciones sacralizadas. Con Newton la naturaleza se revela de un lado

como obra racional perfecta, en cuanto producto de la propia Razón divina, y, de otro, como un

conjunto obediente a unas normas de alcance universal. En la búsqueda de la felicidad el hombre

no deberá, por tanto, sino descubrir y ajustarse al orden natural de los diversos ámbitos, en la

seguridad de hallarse entonces ante el orden perfecto.

Estos planteamientos ilustrados de racionalizar todo, tendrán una inmediata repercusión en

el modelo ideológico-cultural, socavando los fundamentos sobre los que se venía apoyando el

edificio del Antiguo Régimen.

En relación con la religión, con pocas excepciones, los ilustrados siguen afirmando la

existencia de Dios, aunque tienden a considerarlo solo como causa primera. Si la Naturaleza es obra

de Dios, su estudio es útil para acercarse a Él o incluso el único modo de hacerlo. No se entiende

otra relación entre el Creador y las criaturas que el mero acto creador. Esta noción de Dios recibe ya

en el mismo siglo XVIII el nombre de deismo.

Por otra parte, si la Naturaleza obedece a un conjunto de leyes de validez universal, las leyes

que rigen el comportamiento moral han de ser también generales y, además, han de estar presentes

en la misma Naturaleza, que es la obra de Dios. El ajustarse a ellas es la única fuente racional de

felicidad para el hombre. Imponiéndose, por tanto, una mera moral natural.

La Revelación, la Ley divina, la ascética, la mística, que suponen un Dios providente,

omnipresente y amoroso y no solamente hacedor, son rechazadas por irracionales, o se intentan

racionalizar.

La lucha entre los nuevos valores y la resistencia de los antiguos provocará la crisis del

modelo ideológico del Antiguo Régimen, dando lugar, además, a la aparición de un cuerpo doctrinal

contrario a ellas54

.

2. La crisis del modelo político

El modelo político del Antiguo Régimen es la Monarquía absoluta, que tiene su origen en la

modernización del Estado a finales del s.XV. Se caracteriza por la concentración de todos los

poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, en la persona del rey, quien no solo reina sino que también

gobierna.

La fundamentación del poder absoluto del monarca se apoyaba tanto en teorías de origen

divino como humano. Entre las primeras encontramos la de Bodino (1530-1596) que en su obra Seis

libros sobre la República, afirmaba que el monarca no tenía más limite en su autoridad que la Ley de

Dios. Bossuet (1627-1704), en su obra Política sacada de las propias palabras de la Sagrada

Escritura, fundamentó el origen divino del poder real en San Pablo, quien en una de sus epístolas,

afirma que todo poder viene de Dios y, por tanto, solo a Él debe rendir cuentas. El inglés Hobbes

(1588-1679) dio un fundamento humano al absolutismo real en su obra Leviathan. Parte de que el

estado natural del hombre es el salvajismo cruel –el hombre es un lobo para el hombre- y que para

evitar la violencia entre los hombres era preciso revestir al monarca de una fuerte autoridad.

Dos teorías intermedias y anteriores a las de Bossuet y Hobbes fueron el pactismo y el

populismo. Du Plessys-Mornay en su obra Vindiciae contra tyrannos (1579) propone la teoría que

se conoce como pactismo. Según ésta, existía un doble pacto: el de Dios con el pueblo, que incluye

al rey, y el del monarca con su pueblo. La autoridad, que procede de Dios, recae en la sociedad en su

conjunto, quien, a su vez, pacta con el Rey el ejercicio personal de la misma, no pudiendo imponer

su criterio absoluto al pueblo, teniendo éste, ante tal imposición el derecho a resistirse. Este

principio inspiraría la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.

El populismo expuesto por Francisco Suarez en su Tractatus de legibus ac Deo legislatore

(1612) y elaborada por eminentes teólogos y juristas españoles, se basaba en tres postulados

fundamentales: la soberanía radica en la comunidad, quien la delega en el rey, quien ha de ejercerla

orientada siempre hacia el bien común; ninguna autoridad puede ser despótica; en caso de

despotismo, el pueblo tiene derecho a la rebeldía e incluso al tiranicidio.y que ha de estar siempre

orientada al bien común. En este caso es ante la sociedad ante quien tiene que rendir cuentas el

monarca.

Sin embargo, en la práctica, las cosas no eran tan sencillas, pues el rey tenía con frecuencia

dificultades para imponer sus decisiones. La misma organización corporativa de la sociedad, donde

existen grupos sociales con funciones y estatutos jurídicos propios, territorios con ámbitos de

autonomía y usos y costumbres peculiares, limitan de hecho el poder real. No obstante, el punto de

partida es la aceptación general del poder absoluto del rey y la consideración de la monarquía como

la mejor forma de gobierno. Según la relación que se establece entre ese poder y los grupos

privilegiados, podemos distinguir varias formas de regímenes políticos propios del Antiguo

Régimen55

:

54

En la gestación de ese pensamiento llamado contrarevolucionario hay que señalar tres raices: la reacción en defensa de

los valores del Antiguo Régimen, una nueva valoración de la propia Historia y la elaboración del concepto moderno de

Nación. 55

J. ANDRÉS-GALLEGO, J. o.c.

- aquellos en los que el predominio nobiliario llega a anular la primacía del monarca, es el

caso de Polonia;

- el predominio de la nobleza es protegido y alentado por la monarquía, es el caso de Rusia;

- Estados donde a partir del esquema: poder absoluto- hegemonía aristocrática, la acción del

gobierno pretende promocionar al estado llano en el plano social y económico, excluyéndolo de

cualquier participación política. Es la forma típica de los estados del Despotismo Ilustrado en

Portugal, Francia, España y en varios Estados italianos;

- Estados donde se repite el esquema anterior, pero el estado llano goza de una cierta

participación en el poder político. Es el caso de Inglaterra, Países Bajos, Suiza y las repúblicas de

Venecia y Génova.

Desde mediados del s.XVIII la influencia de las ideas ilustradas sobre el modelo político

dará origen a un primer intento de adaptación. Pretenden buscar la felicidad de los súbditos sin

contar con ellos. Racionalizar la actividad de gobierno mediante la centralización administrativa,

suprimiendo o privando de efectividad todas las instituciones locales o regionales sin ningún respeto

para su tradición y fuerza histórica. Todo ello provocaría el rechazo y el debilitamiento de la propia

institución monárquica.

Especial importancia tuvo en ese debilitamiento, el intento de la monarquía absoluta de

someter a su autoridad administrativa la Iglesia y sus instituciones para convertirlas en un

instrumento más de su poder, interviniendo en su organización y funcionamiento, es lo que se

conoce como Regalismo, Galicanismo o Josefinismo.

Frente a esa concentración de poder, los ilustrados proponen diversas soluciones.

Montesquieu la división de poderes y la descentralización. Locke propone que la autoridad política

solo tiene sentido en la medida que haga cumplir la ley natural y facilite así la búsqueda de la

felicidad de los hombres. Si este fin del Estado no se cumple se justifica el derecho de resistirse al

poder político.

En cualquier caso el fin del modelo político absolutista se puede establecer en cada nación

con la aparición en ella de una constitución política.

3. La crisis del modelo social

Antes de entrar en el análisis de las causas que determinan la crisis de la Sociedad Estamental,

conviene recordar algunos de los rasgos de este modelo de organización social que está vigente en

Europa hasta finales del s.XVIII y en algunos países incluso hasta finales del s.XIX.

La sociedad del Antiguo Régimen aparece ordenada por estamentos, que se definen por su

función y están dotados de un estatuto jurídico propio. Se diferencian por la suma y calidad de

privilegios y deberes reservados a cada uno, y no por el nivel económico que se tenga, se pertenece a

ellos por ley o por herencia56

.

El todo social se articula, generalmente, en tres cuerpos intermedios entre el individuo y la

sociedad: nobleza, clero y estado llano. La nobleza tenía como misión la defensa, con las armas, de

la sociedad de cualquier peligro interior o exterior. Al clero corresponde la misión de enseñar, no

solo las verdades religiosas, sino también las humanas creando para ello centros de enseñanza, desde

escuelas elementales hasta universidades. El estado llano, que se aprovecha de la actividad de la

nobleza y del clero, trabaja para el mantenimiento de los otros dos estamentos.

En la sociedad estamental podemos señalar dos hechos característicos, el dominio cuantitativo

de los miembros del estado llano y el cualitativo de la nobleza y del clero. En el estado llano las

56

El único estamento abierto es el del clero al que se accede según lo dispuesto por las leyes eclesiásticas.

situaciones son variadísimas, a él pertenecen desde el campesino pobre hasta los grandes

comerciantes o profesionales liberales, con un alto nivel económico.

La tensión entre los estamentos privilegiados, nobleza y clero, y la autoridad real, abriría una de

las fisuras más profundas que habría de quebrantar la estructura aparentemente sólida del Antiguo

Régimen.

Los ilustrados critican en el plano teórico general todo lo que pueda ser modificación del

orden natural, que es de por sí igualitario, por eso rechazarán el orden social estamental al que

consideran antinatural e irracional. El orden estamental impide al hombre buscar su interés con

libertad y en plano de igualdad con los demás hombres.

Sin embargo, tras ese planteamiento doctrinal se escondía otra realidad. Los sectores del

estado llano mejor situados económicamente, no tenían la menor posibilidad de acceder al

desempeño de los cargos políticos, pues esa función correspondía solo al estamento nobiliario. Una

forma de romper esa impermeabilidad social era cambiar el ordenamiento tradicional de la sociedad.

Se propone un modelo social articulado en clases, basado en la igualdad, la libertad y la

propiedad, donde se permita la movilidad de una clase a otra según las capacidades y la dedicación

al trabajo de cada uno.

Por esta razón, numerosas personas que en su mayoría pertenecen al estado llano y que

gozan de un gran nivel económico y cultural, son acérrimas defensores de la Ilustración, y, más

tarde, los veremos participando activamente en los distintos procesos revolucionarios, que darían

término al Antiguo Régimen57

.

4. La crisis del modelo económico

El modelo económico del Antiguo Régimen se caracteriza por ser una economía de

subsistencia, en la que la actividad económica de base agraria está primordialmente dirigida a cubrir

las necesidades básicas.

Cuatro rasgos definen este modelo:

- predominio absoluto de la actividad agraria;

- carácter artesanal de la producción industrial;

- carácter comarcal del mercado;

- el intervencionismo en los procesos económicos, bien por los principios mercantilistas de la

política estatal, bien por el control que en la producción artesanal ejercen las corporaciones y los

gremios.

La agricultura y la ganadería se convierten en la actividad dominante de todo el proceso

económico, de tal manera que el resto de la actividad está en estrecha dependencia de ellas. La

cosecha se convierte en el factor decisivo del que dependerá no solo la producción artesanal y los

intercambios mercantiles, sino también el propio ritmo vital de las

comunidades humanas del Antiguo Régimen. Ferias, fiestas, matrimonios, nacimientos, dependen

directamente de los ciclos agrarios anuales. Por su propia dinámica, métodos de cultivo

tradicionales, bajas tasas de productividad que impedían la formación de excedentes

comercializables, este modelo tendía necesariamente al estancamiento.

En cuanto a la producción artesanal, ésta dependía absolutamente de la agrícola, no solo en

cuanto a que la propia actividad productiva está en relación directa con la agricultura, fabricación de

útiles y aperos, sino que también depende en cuanto al ritmo de su funcionamiento. De tal modo que

57

Lo que el Profesor Comellas ha llamado "la buena burguesía".

en épocas de malas cosechas se paralizaba prácticamente toda actividad artesanal. Además, la

ausencia de mecanización, el escaso desarrollo de la división del trabajo y la falta de especialización

de la mano de obra, determinaban unos niveles de productividad muy bajos.

Por otra parte el propio sistema de producción artesanal apenas si había evolucionado

durante siglos, las técnicas seguían métodos que no habían experimentado el menor cambio desde

la Edad Medía. La forma de trabajo seguía siendo en las ciudades el taller familiar con la

jerarquización de sus miembros en los tres grupos clásicos de Maestros, Oficiales y Aprendices. En

el campo aparece una industria doméstica unida a la agricultura, como actividad económica

complementaria.

La rígida regulación de la actividad artesanal por parte de los gremios y las corporaciones de

oficios, que controlaban la producción de su sector así como el mercado, dejaban poco margen para

la originalidad y la innovación. El sector artesanal que tenía un mayor desarrollo era el textil

La tercera característica del modelo económico del antiguo Régimen: el carácter local y,

como mucho, comarcal del mercado, es una consecuencia de lo anterior. Por una parte, las bajas

tasas de producción, la escasa importancia de lo excedentes y la estrecha dependencia del éxito de la

cosecha, para poder disponer de poder adquisitivo, hacen que el mercado apenas tenga relevancia en

este modelo económico. Además, la deficiente red de comunicaciones, su lentitud y carestía,

impedían con frecuencia el transporte de mercancías y, por tanto, el desarrollo de los intercambios

comerciales58

.

Por último, el intervencionismo actuaba también como un factor añadido al estancamiento

general de la economía del Antiguo Régimen. Básicamente operaba, a través de la política estatal

que se inspiraba en el Mercantilismo. Este suponía la creencia de que la riqueza de un Estado

consistía en la simple acumulación de metales preciosos, especialmente oro.

Para conseguir esto era necesario impedir la salida de tales riquezas como pago por la

compra de productos de otros Estados y, por otro lado, procurar vender a otros productos propios.

Este planteamiento suponía el establecimiento de fuertes controles aduaneros para los productos de

fuera, que se veían obligados a pagar altas tasas arancelarias encareciéndose su precio. De esta

forma se desanimaba a posibles compradores. Esto es lo que se conoce como proteccionismo

económico, que en el momento que lo aplicaban todos los Estados, el resultado era la parálisis de los

intercambios.

La otra forma del intervencionismo en la actividad económica del Antiguo Régimen, se

derivaba de las rígidas reglamentaciones de los gremios y corporaciones de oficios. Éstos agrupaban

obligatoriamente a los que practicaban un oficio determinado, regulando, a la baja, su numero,

controlando la producción, no solo en cuanto a su calidad, sino también en

cuanto a la cantidad, para de este modo tener controlado el mercado.

Las propuestas de los ilustrados frente a esta realidad económica se van a inspirar en dos

principios el de igualdad y el de naturaleza. El primero les llevará a defender la libertad de comercio

y la libertad de trabajo, la primera contra la política intervencionista del Estado y la segunda frente

al monopolio de los gremios. El segundo planteará una doble propuesta. Por una parte, la defensa de

la producción natural, como segura fuente de riqueza, que dará origen a la fisiocracia59

. Por otra, la

58

Hasta tal punto esto era así que aveces ocurría que una comarca pasaba situaciones críticas de escasez de alimentos

por una mala cosecha, cuando en comarcas próximas había algunos excedentes que hubieran podido paliar la situación,

pero la precariedad de las comunicaciones lo impedía. 59

Teoría económica desarrollada por el francés Quesnay, según la cual, el orden natural de las cosas hace que sea la

agricultura la principal fuente de riqueza, porque es la única que produce rendimientos netos, es decir, siempre se

obtiene más de lo que se siembra. La industria se limita a reelaborar los productos de la naturaleza, mientras que el

sector terciario solo los intercambia.

formulación de la ley "natural" de la oferta y la demanda, propuesta por Adam Smith en 1776, como

resultado del convencimiento de que la economía también está regida por leyes naturales que existen

por sí mismas. La acción del hombre, por tanto, se debe limitar al descubrimiento de esas leyes y

seguirlas, sin intervenir para nada en ellas.

Las consecuencias posteriores de estas propuestas ilustradas darán lugar al liberalismo

económico, que constituye una de las características económicas del Nuevo Régimen, que

estudiamos más adelante.

VII. LA INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS BRITÁNICAS DE NORTEAMÉRICA

1. Génesis colonial.

2. Estructura social y económica de las colonias en visperas de la

emancipación.

3. Causas del proceso emancipador.

4. La lucha por la independencia: 1776-1783.

5. La formación de los Estados Unidos de Norteamérica.

La emancipación de las trece colonias británicas de Norteamérica, se considera la primera

revolución de las Edad Contemporánea. Fue un proceso complejo, en el que se manifiesta por vez

primera, de modo eficaz, el derecho del pueblo a rechazar la legítima autoridad, por considerar que

no cumple sus fines propios.

El desarrollo económico, social y político general de Europa, de la que las colonias británicas

se consideran un fragmento, y en particular de Gran Bretaña durante el siglo XVIII, permitieron un

importante desarrollo social y económico y una creciente prosperidad.

La consiguiente madurez como cuerpo social, despertó en los colonos británicos el deseo de

emancipación. No fue el último acto desesperado de resistencia de unos colonos explotados, sino el

primer acto de defensa de las posibilidades de desarrollo de una nueva economía autónoma y

nacional.

La independencia y el nacimiento de los Estados Unidos de Norteamérica será la

consecuencia de la lucha de emigrantes europeos, en su mayoría británicos, fundidos en el crisol

anglosajón, por su autodeterminación. Estamos ante la historia de un pueblo que nace y se

desarrolla en su totalidad en la Edad Contemporánea. Una historia en la que el factor dominante no

es el tiempo sino el espacio, que le dará una peculiar originalidad como nación.

1. Genesis colonial

El desarrollo colonial de los territorios de Norteamérica responde a planteamientos diversos.

No obstante, uno de los rasgos que lo definen, y al mismo tiempo lo diferencian de la otra empresa

colonial, la iberoamericana, estriba en que en ningún caso se plantean procesos de asimilación de la

población indígena. La colonización anglosajona de América del norte se hace sistemáticamente

contra los indígenas, logrando su casi total desaparición, mediante procesos de conquista y avance

colonizador.

Desde el punto de vista jurídico, las colonias británicas de Norteamérica eran de tres tipos.

Las de propietario, que dependían de un súbdito inglés en virtud de la concesión de una cédula de

propiedad. Fue el caso de Maryland y Pennsylvania. Las de carta o compañía: Connecticut y Rhode

Island. Las nueve restantes estaban administradas directamente por la corona británica.

A partir de 1585 la presencia inglesa se extendía por el litoral al norte de Florida, donde

Walter Raleigh, estableció una plantación a la que denominó Virginia, imponiendo a los nativos

leyes, usos y costumbres inglesas.

A partir del siglo XVII, Inglaterra organiza la colonización sistemática de la costa atlántica,

mediante la explotación de plantaciones, sobre todo de tabaco. El segundo asentamiento importante

dio origen a Massachusetts. Sus causas fueron distintas. Se trataba de un grupo de familias

puritanas, de origen social modesto, que huyen de la intransigencia religiosa inglesa, con la

intención de establecerse en unas tierras donde realizar sus ideales religiosos. El grupo, que será

conocido como los padres peregrinos, llegó a finales de 1620. La prosperidad de la plantación

que pusieron en marcha impulsó a la corona inglesa a confirmarla como colonia real en 1629. En

1640 contaba con 20.000 habitantes.

Años antes había iniciado una nueva fase expansiva que dio lugar a nuevas colonias: Maine

en 1630, Connecticut y Rhode Island en 1636 y Nueva Hampshire en 1638, que recibirán el nombre

de Nueva Inglaterra.

La tercera zona de colonización se desarrolla al sur de Nueva Inglaterra. En este caso el

noble católico Cecil Calvert, en 1634, funda la colonia de Maryland, tierra de María, también

huyendo de la intransigencia protestante de la metrópoli, aunque aquí también encontrará al

principio el rechazo de las colonias protestantes de Nueva Inglaterra.

La hegemonía colonial de los británicos no impidió los asentamientos de colonos

procedentes de Francia y Holanda. Estos establecieron una colonia en 1626, Nueva Amsterdam en la

isla de Manhattan, en la desembocadura del Hudson, donde la Compañía holandesa de las Indias

Occidentales comerciaba con pieles. Los franceses, desde Canadá, penetraron en la zona de los

Grandes Lagos, el Ohio y el Mississipi.

De esta forma durante el siglo XVII se fueron estableciendo los principales enclaves

coloniales que durante el siglo siguiente habrían de protagonizar el proceso de emancipación y el

nacimiento de los Estados Unidos.

2. Estructura social y económica de las colonias en visperas de la emancipación

En el último tercio del siglo XVIII, las colonias británicas se extendían unos 2.000

kilómetros a lo largo de la costa atlántica, desde Nueva Hampshire en el norte hasta Georgia en el

sur, habiéndose triplicado la superficie colonizada desde 1700.

En vísperas de la emancipación la heterogeneidad era el rasgo característico de las trece

colonias. Independientes entre sí, mal comunicadas por tierra y con relaciones entre ellas no siempre

cordiales. Solo coinciden en su hostilidad hacia el indígena, y cuando todas ellas sean colonias

reales y el poder del monarca centralice la administración colonial, evitando enfrentamiento entre

ellas, se sentirán inglesas y todas colaborarán decididamente por expulsar a suecos, franceses y

holandeses.

Desde el punto de vista social y económico podemos señalar algunos rasgos propios

de las colonias en vísperas de la independencia.

Las colonias del Norte

Bajo la denominación de Nueva Inglaterra e integradas por Nueva Hampshire,

Massachusetts, Vermont, Maine, Rhode Island y Connecticut.

Predomina en ellas la agricultura y el comercio. Sus habitantes proceden de los grupos

congregacionistas y puritanos que se establecen a principios del siglo XVII. En un principio no

reciben las tierras a titulo individual sino que son las comunidades las titulares de la propiedad

quienes las distribuyen entre sus miembros.

Los colonos participaban desde el principio de un modo directo y democrático en las

cuestiones de la organización colonial. En las zonas costeras pronto surgieron importante núcleos

urbanos que desarrollaban un creciente y prospero comercio, con las Antillas y con la metrópoli.

Experimentaron un fuerte crecimiento demográfico, de tal modo que entre 1700 y 1750

pasaron de 100.000 habitantes a 500.000, de los cuales solo 19.000 eran esclavos.

Las colonias del Sur

Integradas por Maryland, Virginia, Carolina del Norte y del Sur y Georgia.

Su desarrollo social y económico vino determinado por el procedimiento de adjudicación de

tierras, que se hacia directamente a los colonos a título individual. El sistema de explotación de

grandes plantaciones determinó un hábitat disperso y la utilización de abundante mano de obra, en

su mayoría esclava. La actividad agrícola de estas grandes plantaciones se centró en el tabaco, el

azúcar y el algodón.

El crecimiento demográfico fue espectacular. En 1763 con 735.000 habitantes había

sextuplicado la población de 1700. De ella un 38 % eran esclavos. En estas colonias surgió una rica

y refinada aristocracia terrateniente, emuladora de la nobleza rural inglesa. Disponen de un gran

poder económico y en sus plantaciones disponen de un poder total.

Las colonias del Centro

Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania y Delaware formaban una zona de transición entre

las dos anteriores.

La actividad dominante también era la agraria aunque la situación variaba de una a otra.

Desde los grandes latifundios en Nueva York hasta las explotaciones más pequeñas en

Pennsylvania.

La particularidad de estas colonias era que los ingleses estaban en minoría. Su población era

un conjunto variopinto de irlandeses, escoceses, hugonotes franceses, holandeses, alemanes y

suizos. Otro rasgo, consecuencia del anterior, era que en estas colonias existía una gran tolerancia

religiosa frente a la intransigencia de los puritanos del norte y los anglicanos del sur.

También aquí el incremento demográfico fue espectacular, pasando en los primeros 63 años

del siglo de 53.000 habitantes a 410.000, con una población de esclavos escasa.

Por último caracteriza a estas colonias centrales el desarrollo de grandes núcleos urbanos.

Nueva York y Filadelfia eran algunas de las concentraciones urbanas más grandes de todo el

imperio británico.

Las instituciones de gobierno colonial eran idénticas para las trece colonias. A la cabeza de

cada colonia se encontraba el gobernador, encargado de hacer cumplir las leyes británicas y las

coloniales, asesorado por un consejo de gobierno.

La asamblea colonial, compuesta por los representantes de los ciudadanos, tenía como

función principal el control de la hacienda y la aprobación de nuevos impuestos; a lo largo del siglo

XVIII fue adquiriendo cada vez mayor conciencia de su papel, por mimetismo con la Cámara de los

Comunes, de limitar las prerrogativas del gobernador. La influencia de las teorías de Locke,

Montesquieu y Rousseau, fueron cada vez más evidentes.

Frente al criterio británico de que dichas asambleas eran una graciosa concesión real que

podía ser revocada en cualquier momento, los colonos mantenían que su poder residía en el mutuo

consentimiento de los gobernados. Poco a poco cada colonia fue adquiriendo una fuerte conciencia

regional.

En cuanto a la sociedad colonial podemos establecer los siguientes rasgos:

- la distribución de bienes y la jerarquización social no eran tan evidentes aquí como en

Europa;

- existía una minoría de grandes propietarios, y una amplia clase media tanto en las ciudades

como en el campo; artesanos y agricultores participaban de un bienestar material en aumento;

- todos participan de los ideales de laboriosidad, deseos de propiedad y esperanza de mejora

económica.

Por tanto, lo que impulsará a los americanos a la lucha por su independencia no será la

opresión política de una monarquía absoluta, ni una situación de ruina económica. La razón

fundamental será el rechazo a la política colonial de la metrópoli que se intentó implantar a partir de

1763.

La emancipación norteamericana fue una revolución en contra de la pretensión de la

monarquía constitucional inglesa de romper el pacto colonial. De ahí que la lucha no condujera a un

derrumbamiento del orden social ni a una transformación de la sociedad.

3. Causas del proceso emancipador

A partir de 1763, con la firma en París de la paz, tras la guerra de los Siete Años, Gran

Bretaña obtiene una serie de ventajas territoriales: Canadá, Florida y el traslado de la frontera al otro

lado del Mississipi. Sin embargo, los cuantiosos gastos que había supuesto la guerra, llevaron a la

corona británica a tomar una serie de medidas que venían a romper la relativa autonomía que

disfrutaban los colonos americanos.

Jorge III, rey de Gran Bretaña, pretende no solo sanear su hacienda después de la guerra de

los Siete Años, sino también recuperar el pleno uso de su Prerrogativa Regia, demostrando su

autoridad sobre las Trece Colonias e imponiendo esa autoridad sobre los nuevos territorios

norteamericanos ganados a Francia tras la guerra. Esta actitud dará lugar a una cadena de decisiones

que culminarán con la perdida para Gran Bretaña de sus colonias en la América septentrional.

En octubre de 1763, prohibe a los colonos establecerse en los territorios al oeste de los

Apalaches, impidiendo que los nuevos territorios recibidos tras la guerra fuesen incorporados a las

colonias. Por otra parte, el comercio de las colonias, sobre el que se apoyaba su economía, se vio

amenazado. Se establecieron una serie de disposiciones, con el fin de compensar los gastos de la

guerra, que ampliaban la lista de artículos que, procedentes de las colonias o destinados a ellas,

deberían pasar forzosamente por los mercados de la metrópoli y ser transportados obligatoriamente

en barcos ingleses. Se aumentó el control aduanero para que dichas medidas fuesen efectivas.

Con objeto de obligar a los americanos a contribuir en la reconstrucción de la flota británica,

el Parlamento votó la Ley del Timbre, en 1765, que imponía una tasa a todos los documentos

jurídicos y que despertó una oleada de protestas en las colonias. La resistencia contra la ley del

timbre y los impuestos sobre el azúcar, mostró que una gran parte de los comerciantes, los políticos

y amplias capas de la población no estaban dispuestas a someterse por más tiempo a los intereses

económicos de la metrópoli. Se argumentó que no podían establecerse nuevos impuestos en las

colonias sin la aprobación de la respectiva asamblea colonial, pues al no tener los colonos

representación en el Parlamento de Londres, estas instituciones suplían esa representación.

En vista de la reacción colonial, el impuesto fue revocado en 1766. Sin embargo, las

autoridades inglesas no estaban dispuestas a reconocer semejante papel a las asambleas coloniales.

En 1767 de nuevo se establecen nuevos impuestos, en este caso sobre el vidrio, el plomo, el

papel y el té. A pesar de que económicamente suponían poca cosa, se pretendía con ellas reafirmar

el derecho de la metrópoli a imponer tributos a sus colonias para contribuir a los gastos de su propia

defensa. Esta vez la reacción colonial fue general. Los comerciantes acuerdan no importar productos

ingleses, y la protesta de las asambleas coloniales fue más violenta.

En 1770, Londres suspendió esos impuestos, manteniendo como una advertencia de su

soberanía el impuesto que gravaba el té. La reacción en Boston fue violenta saldándose con cinco

colonos muertos tras el enfrentamiento con las tropas de la guarnición inglesa.

Al descontento general en las colonias, vino a sumarse la aparición de una minoría

intelectual, inspirada por las doctrinas de la Ilustración, que pusieron en marcha una serie de comités

de correspondencia, para informar con rapidez sobre los acontecimientos que se fueran produciendo

en los distintos territorios coloniales e influir en la opinión pública. Entre sus miembros destacarán

Franklin, John y Samuel Adams, Washington y Jefferson, que pronto aparecerán dirigiendo el

proceso de independencia colonial.

En este clima de abierta rebelión tuvo lugar el pintoresco incidente, en el que un grupo de

colonos, disfrazados de indios, asaltaron por sorpresa tres barcos ingleses anclados en el puerto de

Boston y arrojaron el cargamento de té al agua. Este acontecimiento provocó la reacción de la

corona y del Parlamento de Londres, clausurando el puerto de Boston y ocupando militarmente la

ciudad. Con estas medidas creyeron aislar el foco rebelde, sin embargo, la rápida comunicación de

los incidentes a través de los comités de correspondencia, hizo que una gran parte de influyentes

comerciantes y políticos de otras colonias se solidarizaran con los de Massachusetts.

Ese mismo año de 1774, otra ley, esta vez sobre el Quebec, enrarece aún más el ambiente

entre Gran Bretaña y sus colonos americanos. Los colonos franceses del Canadá, al pasar éste a la

corona británica, ven reconocidos el uso de su lengua, religión e instituciones, frustrando las

esperanzas de fusión de las colonias anglosajonas situadas al sur de aquellas. Desde diversas

ciudades se pide a las asambleas de colonos que elijan delegados para celebrar un Congreso

Continental con el fin de discutir una actitud común. Éste se celebrará en Filadelfia entre septiembre

y octubre de 1774, en él participan todas las colonias excepto Georgia. Se acordó enviar al rey, al

Parlamento y al pueblo de Gran Bretaña una declaración de principios y una lista de agravios. Se

decidió boicotear todos los productos ingleses, y organizar de algún modo la defensa de las trece

colonias.

La respuesta de la metrópoli fue recordar a los colonos la soberanía indiscutible del rey y del

Parlamento.

En abril de 1775, un nuevo intento de control de Boston por parte de la guarnición británica,

se encontró con el rechazo abierto de la población, organizada en milicias de voluntarios que

terminó con la derrota y huida de los soldados ingleses. La noticia se extendió rápidamente a través

de los comités de correspondencia, redactada en un tono de exaltación patriótica y revolucionaria.

En mayo se celebra un segundo Congreso Continental, celebrado también en Filadelfia, y sin

la presencia de Georgia, en la que se acuerda crear un ejercito y nombrar a George Washington,

plantador de Virginia y veterano de la guerra de los Siete Años, comandante en jefe. La actitud de

Jorge III, declarando rebeldes a los colonos impidió cualquier posible negociación.

En enero de 1776, mediante una proclama, Thomas Paine, exhorta a los colonos a la lucha

abierta por la independencia y a la formación de un gobierno republicano.

En el tercer Congreso Continental celebrado en julio de 1776, y vencidas algunas resistencia,

el día 4, Thomas Jefferson propone una Declaración de Independencia, de denso contenido ilustrado,

que es aprobada por unanimidad. En ella, fundamentándose en el derecho natural racional, se

justifica la soberanía popular como base legítima del nuevo poder político. Se exponen como

motivos para la separación de las colonias, la ruptura por parte de la corona de los tratados de

soberanía y el incumplimiento de los deberes del rey.

4. La lucha por la independencia. 1776-1783.

Los insurgentes se encontraban al principio en una situación de inferioridad. Además,

mientras combatían, habían de continuar con el proceso emancipador. No tenían un gobierno central

y las colonias se mostraban celosas de su autoridad y poco propicias a soportar el esfuerzo

financiero de la guerra.

Por otra parte, los colonos se hallaban aislados en el terreno diplomático, puesto que el

derecho internacional era poco favorable a los rebeldes en tiempos de paz, por eso la intervención de

Francia a favor de los colonos británicos sería determinante. La rivalidad entre Francia e Inglaterra,

agravada tras la derrota francesa en la guerra de los Siete Años y la consiguiente pérdida territorial

en Norteamérica, facilito el apoyo francés a los colonos rebeldes.

A partir de 1775, Francia envía armas y prestamos. El apoyo de la flota francesa a los

rebeldes, permitió a los colonos oponer resistencia a la supremacía de la marina de guerra británica.

Una vez producida la ruptura, los colonos tuvieron que superar no pocas dificultades. En

primer lugar, hacer frente a una guerra de inciertos resultados frente a un ejercito que había

demostrado sobradamente su capacidad militar. Los ingleses, reforzados con más de 17.000

mercenarios alemanes, contaban con el apoyo de los colonos que permanecían leales a la corona

británica y con los indios, quienes temían por la nueva situación. Sin embargo, su mejor

conocimiento del terreno y la utilización de la táctica de guerrillas, dificultaron la lucha de las tropas

inglesas.

Durante este periodo los colonos británicos obtuvieron notables éxitos frente a las tropas

regulares inglesas. En octubre de 1777 los norteamericanos al mando del general Gates, obligaron a

capitular en Saratoga a las fuerzas del inglés Burgoyne. Esta victoria tuvo consecuencias decisivas

para la consecución de los objetivos americanos, pues Luis XVI reconoció a las Trece Colonias y

firmó con ellas un tratado comercial, al que se unieron España y Holanda. Esto suponía el

reconocimiento internacional y diplomático de la Independencia.

Los ingleses se mantenían firmes en Nueva York y Filadelfia, pero se vieron obligados a

abandonar Boston. En 1780, el apoyo francés culmina con la llegada a Rhode Island de una fuerza

militar que se unió al ejercito de Washington y obtuvieron en 1781 la resonante victoria de

Yorktown. El ejercito ingles, rodeado y sin posibilidad de recibir ayuda,

por el bloqueo de la escuadra francesa, capituló el 20 de octubre de 1781. Este fracaso desanimó a

los ingleses.

El gobierno de Londres negoció y reconoció la independencia de las Trece Colonias, en la

paz que se firmó en París y Versalles en 1783.

5. La formación de los Estados Unidos de Norteamérica

Tras la independencia los norteamericanos tenían que hacer frente a dos hechos decisivos: la

creación de una nueva nación conformada por trece Estados, y la ampliación del nuevo país, que

poseía vastísimos territorios al oeste.

El primer obejtivo era crear un gobierno federal fuerte, que tratase de mantener la unidad

nacional de las trece colonias; el segundo, extender su dominio territorial y organizar ese vasto

territorio.

Ya en 1776, en la convención de Virginia, se sustituyó el estatuto colonial por una

constitución estatal, que garantizaba la soberanía del pueblo basada en unos derechos democráticos

fundamentales; la división de poderes y el carácter electivo de todos los cargos públicos,

prohibiéndose los cargos públicos hereditarios; separación entre las iglesias y el estado; libertad de

prensa.

A partir de 1777 el resto de las colonias siguió el ejemplo de Virginia, excepto Connecticut y

Rhode Island, que mantuvieron sus cartas fundacionales.

En 1778 se promulgó la Ley de la Confederación, que fue la primera tentativa para construir

un bloque homogéneo, pero no dio resultado. En 1781, con los Artículos de la Confederación, se

intento de nuevo establecer una primera constitución de la federación estatal. La negativa de los

estados a renunciar a su soberanía y a su autonomía, dificultaba la solución que planteaban los

problemas de la guerra e impedían adoptar medidas comunes en política exterior, por lo cual

también fracasó.

Los intentos que siguieron para dar una forma política a las Trece Colonias se vieron

obstaculizados por la aparición de dos posturas contrarias. Los partidarios de conservar la

independencia política y administrativa de cada Estado, que daría origen al partido republicano-

democrático, y los partidarios de un gobierno centralizado, los federalistas.

En 1787, se celebró la convención de Filadelfia a la que asistieron delegados de todos los

estados menos de Rhode Island. La mediación de Franklin y Madison entre unos y otros permitió un

acuerdo. El resultado fue el establecimiento de una República Federal Presidencial y la

promulgación de la Constitución de los Estados Unidos, que entró en vigor

en 1789.

La ley fundamental norteamericana consagraba la división de poderes. Establecía un sistema

de control mutuo por el cual los ciudadanos eran a la vez súbditos de su Estado y de la Unión. Los

asuntos relacionados con la defensa, la moneda, el comercio exterior y las relaciones

internacionales, eran competencia exclusiva del Gobierno Federal de la Unión. A los Estados

quedaba reservada la gestión de todo lo referente a comunicaciones, política interior, culto, policía,

justicia, educación.

Los tres poderes quedaban configurados según el siguiente esquema. El Presidente, titular

del poder ejecutivo, actuaba como Jefe de Estado y Primer ministro. El candidato era designado por

los partidos políticos, y elegido mediante sufragio indirecto por los compromisarios de los Estados.

Su mandato se extendía por cuatro años y podía ser destituido por comisión de delito grave.

Sometido en su gestión política al control del Congreso y del Tribunal Supremo en las cuestiones de

constitucionalidad de sus decisiones.

El poder legislativo residía en dos cámaras indisolubles: la Cámara de representantes o

Congreso y el Senado. La Cámara de representantes era elegida cada dos años mediante sufragio

directo. Cada Estado tenía un numero de representantes proporcional a supoblación. El Senado

estaba integrado por dos representantes de cada de Estado de la Unión. Su mandato era por seis

años, renovándose un tercio de la Cámara cada dos años. El Presidente con su voto suspensivo y el

Tribunal Supremo, como garante constitucional, controlaban el poder legislativo.

El Tribunal Supremo acogía el poder judicial. Actúaba, además, como tribunal de garantías

constitucionales, amparando al ciudadano y controlando la constitucionalidad de los actos de los

otros dos poderes. Estaba integrado por nueve miembros vitalicios nombrados por el Presidente.

Otra de las funciones capitales del Tribunal Supremo era conocer y decidir sobre los conflictos entre

el poder federal y el estatal.

Por último, se estableció la posibilidad de formular enmiendas a esta Constitución, a través

del Congreso. Esta flexibilidad fue una de las principales razones del éxito y la estabilidad de la

Constitución de 1787. Su pragmatismo y su integración en los ideales ilustrados de la época,

hicieron que rápidamente fuera reconocida y admirada por todos lo europeos que pretendían

reformar el Antiguo Régimen.

Una de las consecuencias más trascendentales de la Independencia será la influencia decisiva

que ejercerá en el desencadenamiento de las revoluciones atlánticas europeas y en el proceso

emancipador de los territorios hispanoamericanos.

Con el nuevo orden político, se llevaron a cabo algunas reformas sociales. Se confiscaron y

repartieron las tierras de propiedad real, y la de los colonos que permanecieron leales a Inglaterra. Se

abolió el derecho de primogenitura y la vinculación de la propiedad al heredero. Se garantizó la

libertad de religión, de expresión y de reunión.

El 30 de abril de 1789 fue elegido Washington primer Presidente de los Estados Unidos.

De 1775 a 1815 el proceso de decisión política siguió en manos del sector social alto y

medio, que habían rechazado el poderío colonial, y seguían manteniendo su influencia. Durante

medio siglo permaneció homogénea la clase política dirigente que se constituyó a partir de la

Declaración de Independencia.

En el desarrollo del nuevo Estado, desde su independencia hasta la guerra civil en 1861, se

pueden distinguir dos periodos. El primero, que abarca las presidencias de Washington, Adams,

Jefferson y Madison, de 1789 a 1817, supone la consolidación de las nuevas instituciones. La

ampliación del espacio territorial y una política internacional que mantiene la neutralidad en los

conflictos europeos a la vez que relaciones unas veces de paz otras violentas con Inglaterra.

El segundo periodo, desde Madison hasta Lincoln, está caracterizado en política exterior por

el aislacionismo de los Estados Unidos. En el interior, por la formación de dos posiciones basadas

en diferencias económicas, sociales y políticas, entre los Estados del norte y los sureños, diferencias

que van agravándose en la misma medida que la Unión incorpora nuevos estados.

La política de Washington, frente a las dificultades de la postguerra y las opiniones de los

partidos, se inclinó por la línea federalista, con la pretensión de consolidar la unión en el interior y

acometer la construcción del nuevo Estado con decisión. Estableció una capitalidad federal en

Maryland, creó el Banco de los Estados Unidos, estableció el dólar como moneda y unificó grupos

financieros y comerciales, estableciendo el primer sistema impositivo general. Se reconocieron tres

nuevos estados: Vermont, Kentucky y Tennessee, iniciándose la expansión hacia el Oeste. En

política exterior se restablecen las relaciones con Inglaterra y se mantiene la neutralidad ante el

estallido revolucionario francés, a pesar de la opinión contraria de Jefferson.

La política de los tres presidentes siguientes siguió regida por las mismas líneas generales.

Aumentaron las diferencias entre federalistas y antifederalistas. La neutralidad durante las guerras

napoleónicas supuso un incremento de la prosperidad económica y varios conflictos con Inglaterra

por el bloqueo continental. En 1804, fruto de la expansión hacia el Oeste se incorpora a la Unión un

nuevo estado: Ohio.

VIII. LA REVOLUCIÓN FRANCESA

1. Los precedentes.

2. La Prerevolución: 1787-1789.

3. La Revolución: 1789-1792.

4. La Sobrerevolución: 1792-1793.

5. La Intrarevolución: 1793-1794.

6. El Cansancio de la Revolución: La Reacción Termidoriana.

Es uno de los temas más debatidos por la historiografía. Desde los mismos tiempos de los

sucesos aparecen dos grandes líneas interpretativas. Una que pone el acento en el factor político e

ideológico. Otra que lo hace en su naturaleza estructural y social.

Burke, en 1790, se inclina por la primera en su obra Reflexiones sobre la Revolución en

Francia. Barnave, en 1792, se inclina por la segunda en Introducción a la Revolución Francesa.

Dentro de la primera línea interpretativa se acentúa la insistencia en explicar el proceso

revolucionario como el resultado de una o varias conspiraciones organizadas por elementos

imbuidos por las doctrinas de la Ilustración, en las que tendría un papel destacado las logias

masónicas.

En cuanto al carácter social de la revolución las explicaciones son variadas. Desde considerar

como causa el enfrentamiento entre el campesinado y la Nobleza (A.Young). El enfrentamiento

entre la nobleza y la administración, según opina Tocqueville. Enfrentamiento entre la nobleza y la

burguesía (Barnave). Y en todos los casos como respuesta a una profunda crisis económica.

Desde una perspectiva puramente mecanicista, lineal y marxista, Jaures, explica que la causa

de la revolución reside en la potencialidad económica e intelectual de la burguesía que ha alcanzado

la madurez, consagrando este poder en la ley mediante la revolución. Mathiez, habla de revolución

nobiliaria. La actitud tenaz de la nobleza a oponerse a todo intento de reforma, a rechazar

obstinadamente el compartir la preeminencia con la alta burguesía, explicaría el carácter violento de

la revolución, y que la llegada de la burguesía al poder se produjera por un brusco cambio

cualitativo. Sin embargo, ambos reconocen que no fue obra única de la burguesía, reconociendo la

complejidad de la historia revolucionaria.

Más tarde, Labrousse, desde una perspectiva cuantitativa, precisa el planteamiento de la

crisis económica y sus implicaciones sociales, a partir de dos hechos: el desarrollo del comercio y la

industria pone el poder económico en manos del tercer estado que jurídicamente sigue supeditado a

la nobleza en el plano político; la presión demográfica agrava la situación social ante la crisis de

abastecimientos, en un sistema que depende exclusivamente de la actividad agrícola.

A partir de las precisiones de Labrousse, encontramos dos interpretaciones diversas. La de

Lefebvre, Soboul, Hosbawn y otros, que continúan la tradición de la escuela marxista, reduciendo la

Revolución a un episodio de la lucha de clases.

Soboul afirma que el objetivo fundamental del movimiento campesino, coincide con los fines

de la revolución burguesa: la destrucción de las relaciones feudales de producción.

Lefebvre, por su parte, rechaza la idea de que la actividad revolucionaria de los campesinos

fuese un reflejo en el campo de los movimientos urbanos, esencialmente dirigida y de acuerdo con la

burguesía, contra el feudalismo y el poder real. Defiende que el movimiento campesino es autónomo

en sus orígenes, en sus procedimientos, en sus crisis y en sus tendencias, en el cuadro general de la

revolución burguesa.

Otra línea interpretativa de la historiografía contemporánea, al margen de planteamientos

ideológicos de escuela, ha cuestionado el concepto marxista de revolución burguesa. Cobban en su

obra El mito de la Revolución francesa, pone en duda el mismo concepto de revolución,

significando que hubo unos cuantos cambios fundamentales, pero no la sustitución de un orden

social por otro.

Respecto al concepto burgués aplicado a la revolución está siendo cuestionado. Taylor llega

a poner en duda la existencia de la burguesía en un Estado en que la industria y las finanzas están

dominadas por la nobleza. Gran parte de la burguesía se ha ennoblecido, y la burguesía francesa

había invertido en el campo o en la venalidad de los cargos. Por este motivo, Richet propone la

sustitución del termino burgués por el de élite ilustrada al referirse a los miembros del Tercer Estado

en la Asamblea Constituyente que realizan la "revolución legal".

Más recientemente, Chaussinand-Nogaret, Richet y Furet, al hilo de los Congresos sobre la

Revolución, con motivo del bicentenario en 1989, han puesto de manifiesto la pluralidad de causas,

algunas sin relación entre sí, y, por tanto, la complejidad explicativa del planteamiento y desarrollo

de la Revolución. Han demostrado que el capitalismo se inició ya durante el antiguo Régimen,

negando el carácter fundamental que se había atribuido a la Revolución como mecanismo que

permitió el paso del feudalismo al capitalismo. También que los intereses de la burguesía y la

nobleza no solo no eran opuestos, sino que eran similares, negando el concepto de luchas de clases.

En este sentido Furet establece que la crisis económica, aún siendo la base material de la

revolución, en ningún caso agota la explicación de una realidad social en conflicto, que responde a

causas mucho más complejas, en las que el factor político e ideológico no sería el menor. La

sociedad francesa experimentará un enfrentamiento entre individuos y grupos, mas que entre clases

sociales como tales. Se dan enfrentamientos entre nobles, pero también entre alta y baja nobleza,

parisinos contra provincianos, ricos contra pobres, habitantes de las ciudades contra los del campo.

Años antes, Vicens Vives destacaba el peso de las ideas en el desencadenamiento

revolucionario. Afirmaba que la revolución había ganado los espíritus antes del desencadenarse

como fenómeno histórico.

Por último, Pálmer y Godechot, habían propuesto la sustitución del término revolución

burguesa por el de Revoluciones Atlánticas, incluyendo las que se producen entre 1760 y 1850 que

afectan a casi todos los países europeos occidentales y a las antiguas colonias americanas españolas

y británicas.

1. Los precedentes

Dada la complejidad del proceso revolucionario francés, en el que en su origen se

acumularán tres revoluciones diferentes, podemos establecer cuatro grandes factores que

provocarían una situación crítica en todos los ordenes de la vida francesa: una preparación

ideológica; una estructura social anacrónica; una crisis política e institucional; una grave crisis

económica.

Las Ideas

El racionalismo ilustrado había ido penetrando a lo largo del s. XVIII entre las minorías

cultas francesas, aumentando su influencia a partir del último tercio del siglo. La duda, la ironía, el

librepensamiento, el deismo, la crítica, y tantas otras manifestaciones de la Ilustración triunfan entre

las minorías cultas de la sociedad francesa desde 1770.

Los Clubes, cafés, sociedades literarias y academias, se convirtieron en focos de discusión y

difusión del pensamiento de los filósofos ilustrados, que aportarán el aparato intelectual del proceso

revolucionario. La crítica de las instituciones, sobre todo a la Iglesia Católica, efectuada por

Voltaire. La doctrina de la soberanía nacional de Rousseau. La división de poderes propuesta por

Montesquieu. Las críticas de Condorcet o Sieyes a la estructura social, dan consistencia ideológica a

las pretensiones de cambio encontrando cada vez más adeptos entre la nobleza, la burguesía

comerciante y financiera y en algunos sectores eclesiásticos.

La masonería desempeñará un papel importante en la difusión de estas ideas. Las logias se

convierten en importantes focos de adoctrinamiento y discusión de las nuevas ideas.

Estos planteamientos ideológicos se resumían en la aspiración a la libertad política y a la

igualdad personal, según el modelo de Inglaterra y sobre todo el de la naciente república

norteamericana.

La Sociedad

En Francia, en vísperas de la Revolución, son cada vez mayores las críticas a un modelo

social que se considera anacrónico. El reconocimiento de privilegios, sobre todo las exenciones

fiscales, para grupos sociales –nobleza y clero – que ya no respondían a sus funciones tradicionales,

aparecía como una situación de agravio para el resto de la sociedad.

La nobleza, cuya posición se fundamentaba en el nacimiento y la riqueza territorial,

conservaba el primer rango en la jerarquía social. Presentaba, no obstante, una gran variedad de

situaciones, por su origen, por su situación económica y social, lo que explicará, que se den

divergencias e incluso enfrentamientos, al tener intereses, frecuentemente, opuestos. A finales del

siglo XVIII, una parte de esta nobleza topaba con graves dificultades económicas, en parte porque

los sectores más productivos, comercio e industria, están en manos de la burguesía, mientras que la

nobleza sigue dependiendo de la economía rural.

El clero disponía de dos fuentes principales de ingresos: las rentas de las propiedades y el

diezmo. También en este grupo social las rentas totales disminuyen a lo largo del Setecientos. En su

seno se dan situaciones muy diversas. El clero rural y los párrocos vivían en una situación cercana a

la indigencia. Por otra parte, a finales del siglo el clero francés atravesaba una fuerte crisis

vocacional y una cierta relajación moral, particularmente entre el clero regular. La participación de

clérigos en los acontecimientos revolucionarios será notable.

La situación del tercer Estado, era por su parte, variadísima. Desde la alta burguesía

integrada por los profesionales liberales, grandes comerciantes y grandes propietarios agrícolas, con

alto poder adquisitivo, hasta los más modestos campesinos y artesanos. Estos últimos constituían en

París y en las grandes ciudades, una gran masa popular, que veía perder, cada vez más, la capacidad

de cubrir sus necesidades vitales, a causa de la crisis económica.

Los campesinos constituían la principal fuerza productiva de Francia. Suponían el 80% de la

población total. En su mayoría eran asalariados, bajo diversas formas jurídicas, de los grandes

propietarios. Tenían, además, que afrontar el mayor esfuerzo fiscal del Estado a través de impuestos

directos e indirectos de toda clase.

El abate Sieyes en su folleto ¿Qué es el Tercer Estado? resume el sentir del pensamiento

ilustrado sobre la organización social. Sin embargo, es preciso señalar, que en la práctica no se está

pidiendo una participación del pueblo en el concierto social, sino una mayor participación en la

sociedad y en la política del grupo minoritario, dentro del Estado Llano, que ya tiene una

preponderancia en el terreno económico. Será este grupo selecto del Tercer Estado el que dirija la

Revolución y saque provecho de ella.

La Crisis Política

A finales del siglo XVIII, la debilidad de la monarquía y la crisis del Estado francés, eran

evidentes. El Estado era incapaz de resolver los problemas nacionales e internacionales que había

planteados. Por una parte, la caótica y enmarañada administración territorial; por otra, el desorden y

la ineficacia de la administración central.

El rey no convocaba los Estados Generales desde 1614 y no existía en París ningún

organismo que unificara la acción gubernamental. El buen funcionamiento de los Consejos reales se

apoyaba exclusivamente en la acción del monarca y cuando la autoridad de este se debilitó, todo el

sistema se vino abajo.

La administración de justicia, cuyos cargos se heredaban o compraban, era inoperante y

arbitraria ante las innumerables situaciones jurídicas de personas, estamentos y regiones. El sistema

fiscal era injusto y desigual. La recaudación era ineficaz y suponía un enorme esfuerzo a la

administración. Por otra parte, las exenciones fiscales de nobleza y clero, hacía recaer todo el peso

recaudatorio sobre el Estado llano, quien prosacerdoteba eludir, siempre que podía, sus obligaciones

fiscales. Lo cual impedirá sanear la economía financiera del Estado, sobre todo en los momentos de

crisis económica.

Por último, Luis XVI, hombre bondadoso y de buenas intenciones, querido por el pueblo,

tenía, sin embargo, pocas dotes políticas y era fácil de manejar. Mal aconsejado, se obstina en

mantener unas instituciones agotadas y no aceptar ninguna reforma, lo que le llevará, finalmente, a

perder la vida a manos de los revolucionarios en la fase más exaltada de la Revolución.

La Crisis Económica

En vísperas de la Revolución la situación de la hacienda real era de quiebra total. Se gastaba

más de lo que se recaudaba. El constante crecimiento del déficit del Estado durante el S. XVIII se

debía a varios factores. Por un lado, el elevado coste económico de las empresas

internacionales de Luis XIV y sus sucesores. Por otro, los elevados gastos de la corte de Versalles.

Para financiar esos gastos se acudía a la deuda pública cuyo volumen había alcanzado niveles

elevadísimos y la hacienda real no podía hacer frente a los intereses devengados.

El recurso normal hubiera sido acudir a un aumento de los impuestos para intentar sanear la

situación financiera. Pero la estructura tributaria vigente, resultaba por completo incapaz de

solucionar el problema. Por una parte, el tercer estado era el único sector social que soportaba la

carga fiscal del Estado, quedando eximidas las demás categorías sociales. Por otra, la enorme

complejidad del sistema en sí, lleno de excepciones, diferencias locales y figuras impositivas

diversas. Todo ello hacía imposible buscar una solución mediante un aumento de los impuestos.

Los ministros económicos de Luis XVI, Necker, Calonne y Brienne, proponen varias

soluciones para sanear la hacienda real. Necker, en 1781, propuso un recorte drástico de los gastos

de la corte considerados escandalosos. La enemistad que por ello se ganó en la corte, empezando por

la misma reina, le obligó a abandonar el puesto. En 1786, Calonne es nombrado responsable de las

finanzas reales. Entre las medidas que proponía figuraba el establecimiento de una "subvención

territorial" que deberían pagar todos los súbditos del reino, incluidos la nobleza y el clero. Calonne,

para dar forma legal a su propuesta pensó someterlo a la aprobación de una asamblea de Notables,

convocada para ello a principios de 1787, evitándose así el trámite más arriesgado de convocar los

Estados Generales, que no se

convocaban desde hacía más de ciento setenta años. Esto suponía acabar con las exenciones

tributarias de los estamentos privilegiados. Pero tanto la nobleza como el clero se niegan de plano a

tributar.

El fracaso de Calonne dio paso a Brienne. Este siguió considerando que la única solución era

extender la responsabilidad fiscal a todos los habitantes de Francia, tropezando de nuevo con el

mismo obstáculo, la oposición cerrada de los estamentos privilegiados, esta vez tras someter la

cuestión al Parlamento de París. Además, se planteó de modo claro, que solo los Estados Generales,

debidamente convocados, podían admitir el nuevo impuesto. El enfrentamiento del Parlamento de

París con el rey abría una grave crisis institucional, que, además, no resolvía el problema financiero.

Por otra parte, la situación económica general se vio agravada en 1788 por la pésima

cosecha de cereales. El precio medio del trigo experimentó una subida que no benefició a nadie. Los

productores no tienen reservas comerciables y el consumidor padece auténtica hambre. El

hundimiento de la Francia rural lleva el colapso a la industria artesana y al comercio en las ciudades,

donde también se dejan notar los efectos de la escasez de alimentos. El malestar social se extiende

por toda Francia.

2. La prerevolución: 1787-1789

La situación que acabamos de ver, determinará dos movimientos diversos en el seno de la

sociedad francesa, que se consideran la fase prerevolucionaria del proceso. Uno de ellos estará

protagonizado por la nobleza, el otro por el pueblo. Ambos por motivos bien distintos.

La negativa del Parlamento de París a secundar las propuestas de Brienne provocó que el rey

desterrara al Parlamento a la ciudad de Troyes durante el verano de 1787. El clima de

enfrentamiento en la asamblea obligó al rey a adoptar una postura de imprudente absolutismo real.

En mayo de 1788 retiró a los parlamentarios sus funciones judiciales. Esta medida repercutió de

inmediato en los demás Parlamentos, los cuales se reúnen y rechazan las propuestas de Brienne y la

actitud del rey, solicitando la urgente convocatoria de Estados Generales.

La situación general era de una auténtica subversión de los privilegiados, que fue pronto

secundada por los miembros ilustrados del estado llano. La efervescencia política en París era

notable y su eco llegaba también a las provincias.

Por otra parte, se producen una serie de motines populares en París y en las ciudades de

provincias, motivados por la carestía y escasez de alimentos. El campo también experimenta

revueltas populares por las mismas razones.

Por último, surgen también protestas contra los impuestos, al trascender la postura de los

parlamentos.

El rey tuvo que claudicar y convocó los Estados Generales para primeros de mayo de 1789.

Brienne se vio obligado a dimitir.

En los procesos electorales previos se produjo una movilización de los grupos reformistas,

que empiezan a ser denominados patriotas, sobre todo en las asambleas que habían de elegir a los

representantes del tercer estado. Juristas, funcionarios, propietarios rurales, intelectuales y los

miembros más activos de las sociedades de pensamiento, decididos partidarios de las reformas,

integraron la representación del estado llano, quedando fuera artesanos y campesinos.

Los representantes elegidos lo eran del estamento correspondiente y no tenían capacidad

individual de decidir por su cuenta. Su mandato estaba imperativamente sujeto a lo que se decidía en

las asambleas previas cuyos acuerdos se recogían en unos documentos específicos llamados

cuadernos de quejas. Las cuestiones más reiteradas hacían referencia a cuestiones fiscales, derechos

señoriales y a las desigualdades civiles, en ningún caso se pone en cuestión a la monarquía ni a Luis

XVI, en quien los campesinos, sobre todo, confían plenamente.

Al mismo tiempo empieza a plantearse una cuestión de procedimiento. El numero de

representantes de cada uno de los tres estados era el mismo. Sin embargo, la evidencia de que los

miembros del tercer estado representaban a la inmensa mayoría de la nación, les lleva a reclamar

que el número de sus representantes sea, como mínimo, igual a la suma de los otros dos estamentos.

Además, para que tal medida sea efectiva a la hora de tomar decisiones, reclaman una notable

innovación: que las votaciones no sean por estamentos sino por individuos.

Luis XVI acepta duplicar el número de representantes del tercer estado, pero no se pronuncia

sobre la forma de las votaciones, sobre todo porque el estamento nobiliario se negaba en absoluto a

aceptar la votación por cabezas. La decisión se tomaría por los propios Estados Generales.

El cinco de mayo se produce la apertura oficial de los Estados Generales en Versalles. Los

representantes del tercer estado, conscientes de su fuerza, plantearon desde el principio la cuestión

del voto y la de deliberar en común. La mayor parte de los privilegiados se opusieron rotundamente.

El 17 de junio, a propuesta del clérigo Sieyes, considerando que el tercer estado representaba

el 96 % de la nación, se declara constituida la Asamblea Nacional.

3. La revolución: 1789-1792

La Revolución en Versalles

La decisión de los miembros del tercer Estado de declararse en Asamblea Nacional, fue

secundada por una sexta parte de los nobles y la mitad del estamento clerical. Tres días más tarde el

rey presionado por la reina y estimulado por la oposición de la nobleza, clausuró el salón de sesiones

y declaró nulas las decisiones del estado llano. Éste reaccionó reuniéndose en un salón cercano,

jurando sus miembros no separarse hasta redactar una constitución para Francia.

El día 27 de junio, una semana después, el rey cede y reconoce la legalidad de la Asamblea

Nacional, ordenando la integración de los tres estados en una sola asamblea.

El 9 de junio la asamblea se proclama Asamblea Nacional Constituyente. La revolución se

consumaba en el marco jurídico. La soberanía nacional sustituía el absolutismo real.

Luis XVI quiso disolver la asamblea por la fuerza. Concentro tropas en los alrededores de

Versalles.

La Revolución en París

Las noticias de movimientos de tropas en Versalles llegaron a París. La burguesía parisina

hizo creer a la población que se trataba de un complot aristocrático. Ésta se lanzó a la calle en busca

de armas. A este movimiento se unieron entre el 12 y el 17 de julio protestas populares en contra de

la escasez y carestía del pan.

El 14 de julio la insurrección parisina culminó con el asalto de la Bastilla, arsenal y prisión

del Estado, que simbolizaba el absolutismo real. La burguesía tomó el Ayuntamiento de París y creó

la Guardia Nacional que puso bajo el mando de La Fayette.

Estos movimientos que en su origen nada tienen que ver con el desarrollo de los

acontecimientos en Versalles, terminarán por influir en las discusiones de la Asamblea radicalizando

sus posturas.

Los Motines campesinos

Desde primeros de julio se había creado, fuera de París, una situación de pánico colectivo

que se conoce como "el gran miedo". Consecuencia, por una parte del temor al bandidaje, y por otra

de los rumores que iban llegando a provincias de los acontecimientos de París, que hacían temer una

reacción nobiliaria contra los campesinos.

En el campo estallaron una serie de motines que se inician también por la carestía de los

alimentos, pero que pronto derivarán en una protesta generalizada y, en muchos casos, violenta

contra los derechos señoriales de la nobleza terrateniente. Los campesinos asaltaron los castillos

para destruir los documentos donde se recogían el inventario de los derechos señoriales y los

archivos de la justicia señorial. También se asaltaron las oficinas del fisco.

La obra revolucionaria de la Asamblea Nacional

Formalmente la acción legal del nuevo régimen revolucionario se inicia con los acuerdos

tomados en la Asamblea Nacional Constituyente, desde el 17 de junio de 1789 hasta el 30 de

septiembre de 1791, y en la Asamblea Legislativa, hasta septiembre de 1792.

La Asamblea Constituyente desarrolla una obra legislativa de doble vertiente. Se anulan los

fundamentos jurídicos del Antiguo Régimen y se establecen los cimientos del nuevo.

El 4 de agosto decreta la abolición de los derechos señoriales, supresión de los diezmos y del

régimen de privilegios declarando la igualdad ante los impuestos, con la pretensión de apaciguar la

las revueltas campesinas.

En cuanto al problema financiero, la asamblea intenta resolver el problema con los bienes del

clero, expropiándolos y poniéndolos a disposición de la Nación y con su respaldo emitiendo los

asignados, que en principio eran bonos del Estado que devengaban interés, después simple papel

moneda. Sin embargo, la inflación iba en aumento al ritmo de las nuevas emisiones de asignados.

De este modo la situación financiera del estado caminaba hacia el caos, mientras que algunos

particulares empezaron a enriquecerse.

La Asamblea completó su reforma económica con un conjunto de leyes encaminadas a la

liberalización de la producción y del comercio, se suprimieron los monopolios, las corporaciones y

los gremios, se permitió el cerramiento de los campos y se suprimieron las aduanas interiores y los

peajes.

El primer objetivo será dar a la Revolución una cobertura legal, para ello se va a plantear la

discusión de los principales marcos legales en los que desarrollar y consolidar su actividad: la

declaración de Derechos, la Constitución civil del clero y la Constitución de 1791.

En primer lugar, para definir la revolución en un programa doctrinal, inspirándose en la

declaración de los colonos británicos de Norteamérica, la Asamblea se planteó la discusión de tres

proyectos: el de Mirabeau, el de La Fayette y el de Sieyes. Se elige el primero y tras una discusión

de varios días se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en cuyo

preámbulo se resume el pensamiento ilustrado. El reconocimiento deísta del Ser Supremo, la bondad

original del hombre, la fe en la eficacia de la razón y de la verdad, y la pretensión de su validez

universal.

Los principios agrupados en 17 artículos se refieren a tres objetos diferentes. Los derechos

del hombre propiamente dichos ocupan ocho artículos, que recogen la libertad individual, la libertad

de pensamiento y expresión y el derecho a la propiedad.

La Igualdad, que se considera adquirida desde el nacimiento y permanece durante toda la

vida. Toda distinción social ha de basarse en la utilidad común. La ley será igual para todos.

El Derecho Público. Se establece el principio de la soberanía nacional, considerando la ley

como expresión de la voluntad general y la división de poderes como piedra angular de todo

ordenamiento constitucional.

La negativa de Luis XVI a sancionar la Declaración provoca una manifestación en París, que

el 5 de octubre de 1789, se dirige a Versalles y obliga al rey y a la familia real a trasladarse al

palacio de las Tullerias en París, donde quedará prácticamente detenida.

La Constitución civil del clero pretende reformar, siguiendo la mejor tradición galicana, la

situación de un grupo social tan influyente en la sociedad francesa. Suprime los beneficios, los

cabildos y cuarenta y ocho obispados. Los arzobispados quedan reducidos a diez. Se establece que

solo habrá un sacerdote por cada 10.000 habitantes. Se suprimen las ordenes contemplativas y los

votos solemnes de los religiosos no tienen ningún reconocimiento civil.

Los Obispos y los sacerdotes serán elegidos en las asambleas electorales del departamento y

del distrito, el Papa sería meramente informado de las designaciones. El Estado se hará cargo del

sostenimiento material del clero. Tanto los sacerdotes como los obispos prestarán juramento a la

nación, a la ley y al rey.

Luis XVI, aprueba la Constitución Civil del clero en 1790, mientras que el Papa Pío VI la

condena en 1791. Esto provocará la división del clero, entre la minoría que aceptó la situación y se

prestó a jurar lo establecido, sacerdotes juramentados, y los que se negaron, sacerdotes refractarios.

La ruptura con Roma provocó un autentico cisma.

La Constitución de 1791 será el tercer gran acto jurídico del la Asamblea Nacional.

Apoyándose en el principio de soberanía nacional se establece el régimen representativo. Todos los

poderes serán ejercidos por delegados elegidos por la nación. La elección se efectúa en dos grados:

los ciudadanos activos del cantón eligen a los electores y estos a su vez

designan en el departamento a los diputados, jueces, obispos, miembros de la Asamblea

departamental, etc.

El otro principio sobre el que se apoya la Constitución es el de la división de poderes. El

poder legislativo ejercido por una sola cámara de 745 miembros, indisoluble y por un periodo de dos

años. Sus miembros son inviolables. El poder ejecutivo reside en la monarquía, con una naturaleza

distinta. La nación única soberana, delega en el rey, éste conserva su inviolabilidad. Nombra y

revoca ministros y está encargado de la política exterior. Se le reconoce el derecho de veto a las

leyes acordadas por la asamblea. El poder Judicial tendrá carácter electivo y temporal. Se

reorganizan las divisiones territoriales para la administración de justicia. Desde los jueces de paz en

los cantones, hasta el Tribunal Supremo Nacional.

Por último la Constitución establece la nueva división administrativa de Francia, quedando

dividida en comunas, cantones, distritos y departamentos. El sistema fiscal queda reducido a tres

contribuciones: Territorial, sobre las posesiones rústicas y urbanas, personal, sobre las posesiones

mobiliarias y la tercera sobre la actividad comercial e industrial. El estado se reserva los derechos

de Registro, timbre y aduanas.

Aprobada la Constitución el 30 de septiembre de 1791 y jurada por el rey, la Asamblea

constituyente se disuelve para dar paso a la Asamblea legislativa, en la que no podía figurar ningún

miembro de la constituyente. Esto determinó la aparición de gente de segunda fila, en unas

elecciones que se caracterizaron por la alta abstención.

Los miembros de la nueva Asamblea se vieron muy influenciados por los partidos y los

clubes políticos que se habían ido configurando durante la constituyente.

4. La sobrerevolución: 1792-1793

A esta etapa de la Revolución francesa se la ha considerado como una revolución dentro de

la revolución, de carácter más extremista que la anterior y mucho más sangrienta. Tres

acontecimientos permitieron el cambio cualitativo que experimentó el proceso revolucionario. El

intento de huida del rey, la elección de la Asamblea Legislativa y la guerra exterior.

En abril de 1791, por una cuestión de conciencia, el rey se enfrenta a los jefes de la

Revolución con los que ya era imposible cualquier entendimiento. Esto decide al rey intentar huir de

Francia con su familia y ponerse bajo la protección de las potencias europeas. El 25 de junio de

1791 la comitiva real, en secreto y disfrazada salió del palacio de las Tullerias. Sin embargo, en

Varennes, cerca ya de la frontera belga fueron descubiertos y obligados a volver a París conducidos

por la Guardia Nacional y en medio de la burla y la humillación del pueblo.

La Asamblea Legislativa se constituyó el 1 de octubre de 1791 y actuó hasta el 20 de

septiembre de 1792. Desde sus inicios tendrá que enfrentar tres problemas. Por una parte la desunión

y radicalización de los grupos políticos, que produce un desplazamiento en las posiciones

ideológicas de los nuevos representantes. Por otra parte, las primeras manifestaciones claramente

contrarias de las monarquías europeas, que empiezan a percibir el grave peligro que corre Luis XVI

y la monarquía francesa, y que desembocarán en la guerra. Por último, el desconcierto y la pasividad

del rey, frente a una situación que le desbordaba por completo.

Frente a la amenaza de guerra exterior, surgen en la asamblea dos posturas. La de los

jacobinos, partidarios de consolidar la revolución en Francia antes de llevarla a otras naciones

europeas. La de los girondinos, partidarios de exportar la revolución sin demora a los demás países

europeos, convencidos que la revolución no podría triunfar si Francia se encerraba en sí misma,

sometida a la presión exterior de las potencias absolutistas.

Los decretos por los cuales la asamblea determina el secuestro de los bienes de los nobles

que habían huido de la revolución, la deportación del clero que se había negado a jurar la

Constitución civil del clero, y la formación en los alrededores de París de un campamento de

voluntarios revolucionarios, determinan un fuerte choque entre la Asamblea Legislativa y el rey.

El veto real a esas medidas provoca una manifestación multitudinaria el 20 de junio de 1792

que culmina con en el asalto a las Tullerias, residencia del rey, al que se le obliga a firmar los

decretos.

Las potencias europeas alarmadas por los sucesos deciden intervenir. La guerra parece

inevitable. Un imprudente manifiesto del duque de Brunswick, jefe del ejercito prusiano y austríaco,

amenazando destruir París si se ejerce violencia sobre Luis XVI, provoca que la Asamblea

Legislativa declare la patria en peligro. Se produce una movilización popular a favor de participar en

una guerra contra la amenaza de los ejércitos extranjeros.

El desarrollo de los acontecimientos de 1792 puso de manifiesto la existencia de un doble

poder revolucionario. Los que se encontraban instalados en el poder, en su mayoría girondinos,

pretendiendo desarrollar el proceso dentro de la legalidad revolucionaria. Y los no instalados en el

poder, pero dominando el aparato revolucionario a través de los clubes y los periódicos, defendiendo

posturas más radicales.

El 10 de agosto de 1792, los jacobinos expulsan a los miembros girondinos de la comuna de

París y se proclaman como comuna insurreccional, extendiéndose la anarquía y el terror por toda la

ciudad. Se inicia el cerco a las Tullerias y el rey y su familia se acogen a la protección de la

Asamblea Legislativa. La residencia real es saqueada y la guardia del rey es aniquilada tras recibir

del propio rey la orden de deponer las armas. La comuna jacobina de París reclama la disolución de

la Asamblea Legislativa y suspender las funciones del monarca.

Dos días después, el 12 de agosto de 1792, la familia real es encerrada en la torre del

Temple. Acto seguido la Asamblea Legislativa se autodisuelve siendo sustituida por un nuevo

organismo representativo, la Convención Nacional.

La proclamación de la comuna insurreccional de París supone el inicio de la actividad

dictatorial de los jacobinos. Se inician dos etapas diferentes: la primera, desde agosto de 1792 hasta

enero de 1793, caracterizada por el primer terror, la proclamación de la Convención republicana, y

la ejecución de Luis XVI; la segunda, desde enero a junio de 1793, en la que los girondinos intentan

reconducir el proceso revolucionario.

En medio del desorden en París y cuando la situación en el exterior parecía más

comprometida en el plano militar, los ejércitos revolucionarios obtuvieron la victoria de Valmy

sobre los prusianos el 20 de septiembre de 1792.

Ese mismo día, la Convención inicia una reforma de la Constitución de 1791. Establece una

república, recayendo el poder ejecutivo en la propia Convención, que delegará en una serie de

comités que actuarán con energía. Por su carácter anárquico y terrorista se destacará el de Salud

Pública, en el que pronto se haría tristemente famoso su principal director Robespierre.

El 21 de enero de 1793, después de un rápido proceso, Luis XVI es condenado a muerte por

la Convención, lo que provocará la creación de una coalición internacional liderada por Gran

Bretaña., y las primeras derrotas del ejercito revolucionario. En el interior, los campesinos realistas

se levantan en armas contra la Convención. Los girondinos, que se habían opuesto a la ejecución del

rey fueron perseguidos.

5. La intrarevolución. 1793-1794

En junio de 1793, un golpe de estado dirigido por los jacobinos contra la Convención,

declara enemigos de la revolución a los girondinos. El 2 de junio una fuerza de choque de 20.000

hombres organizada por los jacobinos más radicales se dirige y cerca la Convención y exigen la

entrega inmediata de veintinueve diputados girondinos, que semanas más tarde fueron ejecutados en

la guillotina tras un juicio que duró treinta minutos. Se constituye la segunda Convención que

deroga la constitución republicana de 1792 sustituyéndola el 24 de junio por una nueva, la

denominada Constitución del año 1, que suprime el culto religioso católico y lo sustituye por el culto

a la diosa razón. Se establece un nuevo calendario, se cambia el nombre a los meses. Se reconoce el

sufragio universal y directo. Todo el poder ejecutivo se deposita en el Comité de Salud Pública a

cuyo frente está Robespierre.

Frente a las gravísimas amenazas del exterior se decreta la movilización general y el

concepto de guerra total. La reacción militar de los ejércitos revolucionarios transforma las derrotas

en victorias y las potencias de la coalición excepto Austria e Inglaterra, firman la paz con la

Convención.

Todas estas circunstancias desencadenan un período de terror. Las cárceles se llenan de

sospechosos y la guillotina funciona sin cesar, todo ello bajo el control de un Tribunal

Revolucionario y con la Ley de Sospechosos como soporte legal.

Ya no quedaban moderados. Tanto la Convención como los comités estaban en manos de

elementos extremistas. Ahora la Revolución dará un paso más y veremos a los jacobinos intentando

controlar a los elementos más radicales, quienes reaccionarán eliminando a los que consideran tibios

en la ejecución de los planes revolucionarios.

Durante la primavera de 1794 se produce el enfrentamiento definitivo entre los

revolucionarios extremistas a base de la liquidación mutua. El 24 de marzo son guillotinados por

orden de Robespierre los representantes del ala más radical, que estaba utilizando el descontento

popular por la escasez de alimentos en contra del Comité de Salud Pública. Al mismo tiempo y para

evitar que las ejecuciones anteriores se entendieran como un corrimiento de la revolución hacía la

derecha, Robespierre hace de las diferencias con Dantón, más moderado, motivo suficiente para

conducirlo al cadalso.

De abril a agosto de 1794 la dictadura jacobina y el Terror alcanzan su máximo apogeo. En

un mes y sólo en París las ejecuciones públicas se cobraron 1300 víctimas. Todos temían por su

vida, incluyendo los miembros de la Convención, que perdían su inmunidad parlamentaria.

6. El cansancio de la revolución. La reacción termidoriana

A finales de julio de 1794, Robespierre y sus partidarios se habían quedado solos. En el seno

de la Convención surgió un movimiento de rechazo a tanta violencia e inseguridad, que fue capaz de

aunar intereses diversos, que pronto se transformaron en una conspiración contra Robespierre.

El 27 de julio, (9 de termidor, según la cronología revolucionaria) Robespierre y sus

partidarios son detenidos en la sede de la Convención. El pueblo, cansado, no hizo nada por

defender al líder jacobino, la Guardia Nacional se unió a los conspiradores. Al día siguiente

Robespierre y los demás detenidos fueron guillotinados.

El 29 de julio son ejecutados 71 jacobinos más. Se disuelve la Convención y el Comité de

Salud Pública. Se clausuran los clubes jacobinos y son depuestos los miembros de la Comuna de

París.

La Revolución, como proceso, había terminado, a pesar de que ni los propios autores del

golpe contra Robespierre fueron conscientes de ello. Pretendían reconducir una situación que

consideraban había ido demasiado lejos, acabar con el sistema del Terror y consolidar los logros

revolucionarios.

A partir de ahora se planteará la necesidad de cambiar el ordenamiento constitucional

buscando planteamientos más moderados y un reforzamiento del poder ejecutivo acabando con el

sistema asambleario y el poder de la calle de los últimos años de la Revolución. Todas estas

pretensiones se verán recogidas en la Constitución de 1795, (año III), que sustituirá ala del año

(1791).

Se establece un sistema bicameral, formado por el Consejo de los Quinientos, y un Consejo

de los Ancianos; el primero elaboraría las leyes, y el segundo las proclamaría. El poder ejecutivo

residiría en un Directorio de cinco miembros elegidos por el legislativo, renovándose un director

cada año. Se reforma la organización administrativa territorial, suprimiendo los pequeños distritos

municipales.

La política del Directorio, caracterizada por la inestabilidad, tendrá que buscar el equilibrio

entre las posturas conservadoras que intentarán buscar la revancha y las extremistas que no se

resignan a perder el papel protagonista que habían desempeñado hasta ahora. Por otra parte, tendrá

que seguir intentando solucionar el grave problema económico y financiero al mismo tiempo que

afrontar la amenaza militar de las potencias europeas, sobre todo a partir de 1799, con la formación

de la Segunda Coalición antifrancesa.

IX. NAPOLEÓN Y LA EUROPA NAPOLEÓNICA

1. Napoleón Bonaparte.

2. El Consulado.

3. El Imperio.

4. Caída y hundimiento del Imperio.

Como ya hemos visto, el corto espacio de tiempo que va de 1789 a 1815, contempla una

veloz sucesión de acontecimientos de honda repercusión en el mundo occidental europeo y

americano, a partir del epicentro francés.

La Revolución francesa conmocionará, los fundamentos del Antiguo Régimen, sin embargo,

las repercusiones del fenómeno napoleónico, a partir de 1799, fueron bien directas para la casi

totalidad del continente europeo y americano.

La Época Napoleónica se divide, por lo general, en dos etapas: Consulado e Imperio. El

Consulado es una época de conciliación, de pacificación, de ordenación interior, de vuelta a la

normalidad tras tantos sobresaltos. El Imperio supone otra dimensión y otras necesidades. Se

alcanzan las mayores glorias de Napoleón pero también los mayores sacrificios para Francia. La

causa nacional va quedando diluida en la causa de Napoleón. A la vez que la aventura se agiganta,

pierde sentido, y a esa aventura hay que sacrificarlo todo.

1. Napoleón Bonaparte

El período que tradicionalmente la historiografía ha denominado Europa Napoleónica y que

se extiende de 1799 a 1815, tiene como principal protagonista a Napoleón Bonaparte, personaje

apenas conocido en la Francia de 1799.

Nace en Ajaccio (Córcega) en 1769, hijo de una familia acomodada, inicia su carrera militar

a los diez años en la Academia Preparatoria de Brienne. En 1784, pasó por la Escuela Militar de

París donde se hizo artillero. Sin hacer una brillante carrera salió en 1785 con el empleo de

subteniente de artillería. Tras una serie de destinos oscuros y una larga licencia en Córcega, se

incorporó a la guarnición de Auxonne, cerca de Dijon.

El estallido revolucionario de 1789, le dio la oportunidad de huir del tedio de la vida en

guarnición. Abrazó la causa revolucionaria, aunque no participó en acontecimientos de envergadura.

En 1793 participa en el sitio de Toulón, donde pondría de manifiesto sus dotes tácticas y

estratégicas. El éxito militar le supuso el ascenso a general de brigada.

Tras el golpe de Termidor (27-VII-1794) no tuvo reparo en mostrar sus simpatías por el

Directorio, como antes lo había hecho con los jacobinos. Por encargo del Directorio, sofocará, con

notable celo, la revuelta realista de 1795, lo que le valdrá el nombramiento de Jefe del Ejercito

Interior. Sin embargo, su permanencia en París, foco constante de tensiones políticas entre el

Directorio, los realistas y los jacobinos, no le atraía demasiado. Por ello solicitó y obtuvo del

Directorio, la jefatura del ejercito de Italia, en marzo de 1796.

Las campañas de Italia (1796-1797) le permiten poner por obra sus extraordinarias dotes de

organización, disciplinando un ejercito mal dotado y heterogéneo, y desarrollar un extraordinario

sentido común en los aspectos tácticos y estratégicos causando el asombro en Francia y en toda

Europa por los resultados obtenidos: 14 batallas, 14 victorias, que suponían el control de todo el

norte de Italia. Además, la paz de Campo Formio, que significaba un extraordinario éxito

diplomático, le permitió regresar a París en medio del reconocimiento popular y la desconfianza del

Directorio.

Éste último, receloso de los triunfos del joven general, no dudará en facilitarle el apoyo

necesario para un nuevo proyecto: la expedición a Egipto. Consideraban que era una buena forma de

tenerlo alejado de Francia.

En el verano de 1799 las noticias de las derrotas francesas frente a la Segunda Coalición y las

constantes conspiraciones en el interior, le convencen de que ha llegado su hora. Regresará a Francia

no solo para salvarla sino también para establecer un régimen nuevo bajo su propia autoridad.

2. Brumario

El estado de debilidad a que había llegado el Directorio en la coyuntura de 1799, en la que

los fracasos en el interior y en el exterior se suceden, convenció a los directores de la necesidad de

dar un golpe de timón que permitiera cambiar la situación. Al haber recurrido otras veces a los

militares, hacia previsible que también un militar seria la cabeza del golpe. Sieyes había previsto al

general Joubert, pero este moriría en Italia. La sorprendente llegada de Napoleón, burlando la flota

inglesa del Mediterráneo, despejó todas las dudas.

Sieyes pretendía obtener de las cámaras legislativas una reforma de la Constitución, que

redujera el ejecutivo a dos cónsules, uno para el interior y otro para los asuntos exteriores, y que

además aumentara su poder en detrimento del legislativo, lo cual suponía la oposición de las

Asambleas.

La conjura se inicia el 18 de brumario (9 de noviembre) de 1799 en un proceso que siguió los

siguientes pasos: Sieyes y Ducos preparan el plan con Napoleón y su hermano Luciano, que era

presidente de la Asamblea de los Quinientos, Barras dimite, al igual que Sieyes y Ducos. Los otros

dos directores, Gohier y Moulin, contrarios al proyecto, son retenidos y puestos bajo vigilancia

militar en sus propios domicilios. Al mismo tiempo se hace correr el rumor de un complot jacobino

y por motivos de seguridad se convocan a los Ancianos y a los Quinientos en el castillo de Saint

Cloud, en las afueras de París. La presencia de un destacamento militar al mando del general Murat

se justifica como una medida de protección. A partir de aquí, el objetivo era obligar a los Ancianos y

a los Quinientos a proclamar un nuevo periodo constituyente y a continuación disolverse.

El 19 de brumario (10 de noviembre) Napoleón se dirigió, con poca habilidad, a una y otra

asamblea, obteniendo el rechazo de ambas cámaras, que lo declaran fuera de la ley. La entrada de

los granaderos de Murat en la asamblea de los Quinientos, consumó el golpe de estado.

Los organizadores del golpe confiaban que siguiera el mismo proceso que los anteriores, la

retirada de los militares y la recuperación de la iniciativa por los políticos, pero las intenciones de

Napoleón eran otras.

Cuando un grupo de los Ancianos decidió entregar el poder a una Junta Consular Ejecutiva,

Bonaparte pidió formar parte de ella junto a Sieyes y Ducos.

3. El Consulado

Será durante el corto periodo del consulado provisional, cuando Napoleón explotará el éxito

de Brumario en su favor, aprovechando que las circunstancias eran favorables. Por un lado, la

indiferencia de la masa popular por el desencanto que tanto la Revolución como la República habían

provocado, al demostrarse incapaces de resolver sus más inmediatos problemas. Por otro, los

monárquicos creyeron ver en Napoleón el restaurador de la monarquía. En todo caso no parecía que

el héroe de Italia y de Egipto tuviera ningún rival capaz de oponerse a su prestigio y a sus planes.

Institucionalización del Consulado

Una comisión de miembros adictos, procedentes de los Quinientos y de los Ancianos, se

encargó de redactar la nueva Constitución, bajo la directa inspiración de Bonaparte, a partir de un

proyecto de Sieyes, con la pretensión de que fuera corta y oscura, y, por tanto, susceptible de amplia

interpretación.

El resultado sería la Constitución del año VIII, que daría forma legal al Consulado. El nuevo

régimen se proclama republicano. El poder ejecutivo reside en el Consulado que adopta la forma de

un triunvirato, aunque será el Primer Cónsul el que tenga las máximas atribuciones ejecutivas y

buena parte de las legislativas, quedando los dos Consules restantes como asesores y consejeros. Los

Cónsules se nombran por diez años pudiendo ser reelegibles. El ejecutivo se apoyaría, además, en

una docena de ministros que se reparten las distintas parcelas de la administración, aunque nunca

funcionaron como corporación y sus competencias se vieron siempre limitadas por el Consejo de

Estado, instrumento al servicio del Primer Cónsul, dividido en cinco secciones: guerra, marina,

interior, hacienda y legislación.

El creciente poder del ejecutivo suponía una notable limitación del legislativo, que quedaba

integrado por un Cuerpo Legislativo formado por trescientos miembros, nombrados por el Senado

de entre las listas de Notables, pero con la única misión de aprobar o rechazar las leyes, sin entrar en

ninguna clase de discusión sobre las mismas. La otra institución legislativa era el Tribunado,

integrado por cien miembros, que podía discutir los proyectos de ley, pero no aprobarlos ni

rechazarlos. Más importancia tendría el llamado Senado Conservador, cuyos miembros, en numero

de sesenta, eran inamovibles tras su nombramiento por el Primer Cónsul, y estaban encargados de

estudiar, aprobar o rechazar, cualquier proyecto de reforma de las leyes fundamentales, actuando

como guardianes de la Constitución.

Se establece el sufragio universal, pero Sieyes consigue hacerlo ineficaz, mediante el sistema

de listas de Notables, que se hacia a tres niveles: municipal, departamental y nacional, mediante

elección indirecta. Los notables acabarían formando una aristocracia de nuevo cuño, desempeñando

un papel fundamental, al monopolizar los cargos de la administración en los tres niveles citados. El

Primer Cónsul elegía de entre los Notables Nacionales, alrededor de seis mil, a los miembros del

Consejo de Estado, y el Senado, a los del Tribunado y el Cuerpo Legislativo.

La nueva Constitución carece de declaración de derechos del hombre, no aparece la menor

referencia a la soberanía popular y presenta rasgos más autoritarios y centralistas que las anteriores

(1791, 1793 y 1795). Sin embargo, sometida a referéndum popular será aprobada ampliamente.

Pacificación interior

Napoleón sabía que, para ganarse definitivamente la voluntad de los franceses, tenia que

conseguir el doble objetivo de pacificar los ánimos en el interior y acabar con los conflictos bélicos

en el exterior.

Tres aspectos aparecían especialmente urgentes en cuanto al primer objetivo, por un lado, la

reorganización económica de Francia, en segundo lugar, la pacificación política y la progresiva

incorporación de los opositores al régimen, por ultimo, la pacificación religiosa.

Reorganización económica

Bonaparte que no se sentía especialmente atraído por los temas económicos supo, sin

embargo, rodearse de especialistas eficaces, que acometieran la tarea del saneamiento económico y

financiero. La falta de recursos financieros llevará a reformar el sistema económico en cuatro

direcciones.

En primer lugar, implantar un nuevo sistema de recaudación, y crear los cuerpos de

funcionarios necesarios para hacer eficaz el cobro de los impuestos. En segundo lugar, la creación

en 1800 del Banco de Francia. A instancias de Napoleón se produce la asociación de varios bancos,

para constituir una entidad, que sin ser propiamente un banco nacional, tuviera al menos cierta

entidad estatal, con el objeto de negociar los créditos, administrar los fondos del Estado y, sobre

todo a partir de 1803, emitir moneda. En tercer lugar se intentará liquidar la deuda del Estado,

convirtiendo la mayor parte en Títulos de renta, cuyos beneficios se pagarían en numerario y no en

papel. Por último la moneda será estabilizada, y en marzo de 1803 empieza a circular el franco de

germinal cuya estabilidad permanecerá hasta 1928.

Pacificación Política

Napoleón intentará eliminar los focos de oposición política mediante una hábil dosificación

de concesiones y medidas represivas. Intentará ganarse a unos y a otros incorporándolos a los

distintos órganos del Estado, empezando por el propio Consulado. Así una vez aprobada la

Constitución y tras la dimisión de Sieyes y Ducos, Bonaparte nombrará como segundo cónsul a

Cambácères, antiguo revolucionario, diputado de la Convención y, en su momento, favorable a la

ejecución de Luis XVI, y como tercer cónsul a Lebrun, partidario del Antiguo Régimen y decidido

monárquico.

La elección de los ministros se hace con los mismos criterios, encargará a Fouché la policía y

a Talleyrand, antiguo obispo de Autun, las relaciones exteriores. En la administración de las

prefecturas y en las asambleas, coinciden antiguos revolucionarios y antiguos realistas.

Así mismo, buscará facilitar la vuelta de los emigrados, tanto realistas como jacobinos

ofreciendo una amnistía, que será aceptada por la mayoría. Evita todo aquello que pudiera

desagradar a unos y a otros y que no signifique una merma de su autoridad, aunque tampoco dudará

en utilizar la fuerza para someter a los que se le oponen y hacer valer su firme decisión de asentar su

poder personal sobre la máxima estabilidad interior.

Pacificación Religiosa. El Concordato de 1801.

Para concluir el restablecimiento de la paz interior Bonaparte tenía que dar solución

definitiva al problema religioso, que desde el comienzo de la Revolución no había cesado de

agravarse: la mayoría de los Obispos en el exilio, el clero escindido entre juramentados y

refractarios, desorientación entre muchos católicos en relación con la venta de bienes de la Iglesia,

persecuciones, incluso bajo la moderación del Directorio.

Por otra parte las religiones racionalistas, el culto decadario y la teofilantropia, eran

absolutamente minoritarias, la Iglesia Católica seguía siendo la de la mayoría de los

franceses.

Napoleón quiso acabar con esta situación, mas que por una actitud religiosa personal, por un

sentido práctico y por razones de Estado. Las negociaciones con Roma fueron largas y complicadas.

Pío VII, elegido en marzo de 1800, mostró desde el primer momento una actitud conciliadora y

sinceramente deseoso de que Francia normalizara sus relaciones con Roma. El acuerdo definitivo se

firmó el 15 de julio de 1801.

Napoleón había impuesto dos condiciones previas a cualquier acuerdo: la renovación total

del Episcopado francés sustituido con obispos designados por el Primer Cónsul e instituidos

canónicamente por la Santa Sede y la sanación canónica de la venta de los bienes nacionalizados

propiedad de la Iglesia, a cambio de regular la asignación pagada por el Estado al clero.

Esto significaba por parte del Papa, aceptar una importante dosis de regalismo, que se

completaría con otros aspectos como la prohibición de publicar cualquier documento pontificio o de

celebrar sínodos o concilios nacionales sin la expresa autorización del Primer Cónsul. En

contrapartida se reconoce a la Iglesia la capacidad de recibir donaciones y que los lugares de culto

no enajenados le sean devueltos. Se reconoce que la religión Católica no es la del Estado, pero sí la

de la mayoría de los franceses.

Otros aspectos también recogidos en el Concordato hacen referencia al numero de obispos

quedando establecido en 60, asimismo se reordenan las diócesis, haciéndolas coincidir

prácticamente con la división departamental introducida por Napoleón, se restaura el calendario

gregoriano e implícitamente se reconoce la libertad de cultos y el laicismo del Estado.

Este acuerdo, además de contribuir de algún modo a la pacificación de las conciencias,

supuso ante todo, en la línea de las ambiciones de Bonaparte, contar con el clero como un nuevo

instrumento de su poder personal. A la vez que suponía la consagración de una serie de

planteamientos de origen revolucionario: la ausencia de religión oficial, el mantenimiento de la

libertad de cultos, y la perdida de cualquier privilegio estamental para el clero.

También es cierto que Pío VII pudo sentirse satisfecho de haber terminado con la división en

la Iglesia francesa, permitiendo el Concordato que ésta encontrara de nuevo el reconocimiento y la

seguridad.

Si en conjunto, los franceses acogieron con alivio este nuevo capitulo de la pacificación

interior, surgirán, sin embargo, por motivaciones bien distintas, dos núcleos de oposición que

protestarán por el Concordato.

Por una parte, se rechazará en medios realistas y tradicionalistas, donde algunos obispos del

Antiguo Régimen se resistieron mucho tiempo a dimitir, rechazando el Breve pontificioTam Multa,

de agosto de 1801, en el que el Papa les pedía su renuncia. Algunos llegaron en su negativa a

constituir la cismática Pequeña Iglesia, que sobreviviría hasta mediado el s. XX.

Por otra parte, los republicanos radicales y anticlericales, que se sienten herederos de la

Enciclopedia y depositarios del espíritu revolucionario, presentes en las asambleas y en el ejército,

se indignan al ver al Primer Cónsul ceder en el reconocimiento de la Iglesia católica. También desde

el Consejo de Estado y sobre todo desde el Tribunado se alzan voces en contra del Concordato, que

llegan a inquietar a Napoleón.

Siguiendo los consejos de Talleyrand y con animo de calmar las protestas republicanas,

adjunta al Concordato los llamados Artículos Orgánicos, que afirmaban la soberanía del Estado en

todo lo referente al culto, a los derechos y deberes de los obispos y clérigos, así como la

obligatoriedad de enseñar en los Seminarios la Declaración Galicana de 1682.

Napoleón, hábilmente, presentó ambos documentos, Concordato y Artículos Orgánicos,

como un todo para su aprobación por las Cámaras. En vano protestaría Pío VII por lo que

consideraba una violación del espíritu del Concordato. Finalmente, uno y otro, entraron en vigor en

abril de 1802.

Pacificación exterior

El segundo gran objetivo de Bonaparte, como Primer Cónsul, fue el de buscar la paz con las

potencias de la Segunda Coalición que aun se mantenían beligerantes, obligando a Francia a seguir

sosteniendo, después de nueve años, un esfuerzo bélico, del que lo franceses querían salir cuanto

antes. Sin embargo, Napoleón no concebía una paz que no fuera consecuencia de la victoria. No era

posible mantener las fronteras naturales y abandonar al mismo tiempo las conquistas realizadas en

Italia.

Era preciso, por tanto, demostrar a Francia, que si la guerra continuaba era por culpa de los

enemigos. Bonaparte, siendo ya Primer Cónsul, había dirigido sendas cartas al rey de Inglaterra,

Jorge III, y al emperador de Austria, Francisco II, expresando sus intenciones de paz. Ambos

soberanos le hicieron el favor de rechazar sus ofrecimientos.

La Paz con Austria: Luneville.

La lucha contra Austria para obligarla a firmar la paz, se desarrolla en dos fases. Una tendrá

lugar en Italia y la otra en el frente del Rin. En Italia solo Génova permanecía en poder de Francia.

Defendida por el general Masséna del cerco a que estaba sometida por el ejercito austríaco.

Bonaparte concibe un plan de una audacia extraordinaria: atravesando el paso alpino del Gran San

Bernardo, cubierto aun por la nieve, intenta sorprender por la retaguardia al mariscal austríaco

Melás. Pero la maniobra era peligrosa. Parte de la caballería se retrasó, varias unidades se

dispersaron y no se pudo disponer de la artillería. El ejercito francés llegó al Piamonte en

condiciones poco favorables. El resultado de la batalla de Marengo, el 14 de junio de 1800, fue la

consecuencia de un notable golpe de fortuna, pues todo el planteamiento que hizo Napoleón, lo hizo

sobre supuestos erróneos.

Como consecuencia de Marengo los austríacos se retiraron, aunque sin abandonar

definitivamente el Milanesado. Sin embargo, los resultados victoriosos del ejercito francés del Rin

en las batallas de Stokasch y Hohenlinden, permitieron al general Moreau, alcanzar la línea del

Danubio, llegando a las puertas de Viena, lo que obligará a los austríacos a firmar el armisticio de

Steyer, que suponía el fin de la guerra.

El tratado de paz definitivo, la paz de Luneville, se firmó el 9 de febrero de 1801. Suponía la

confirmación y consolidación de los términos de la paz de Campo Formio, reconociendo Austria la

cesión a Francia de la margen izquierda del Rin, pero sobre todo, Francia veía reconocida su

influencia por todo el norte y centro de Italia. Todo lo cual aseguraba el objetivo francés del

mantenimiento de las fronteras naturales.

La Paz con Inglaterra: Amiens.

Haría falta algo menos de un año, para que los ingleses aceptaran también la paz con Francia.

A pesar de que los franceses en Egipto habían fracasado en su intento de desgastar a Inglaterra, la

constitución de la Liga de los Neutrales, organizada por el zar Pablo I, e integrada además de Rusia,

por Dinamarca, Suecia, y Prusia, en contra de Inglaterra, con el objetivo de cerrar el Báltico a la

flota inglesa, suponía para Inglaterra un duro golpe.

En la propia Inglaterra, la crisis económica y financiera, consecuencia del coste de una larga

guerra, la interrupción del comercio por el Báltico, la subida de los precios del trigo, consecuencia

de una serie de malas cosechas, hacen surgir voces exigiendo el fin de las hostilidades. Por otra

parte, Napoleón inicia una serie de preparativos, que ostensiblemente dan a entender una próxima

invasión de Gran Bretaña. Todo lo cual venia a reforzar el convencimiento de que el único camino

posible era firmar la paz con Francia.

Una crisis de Gobierno sustituye en el poder al fogoso e intransigente Pitt, por el moderado

Addington, con el que será más fácil negociar. Los resultados de las negociaciones se plasman en la

paz de Amiens, que se firma el 25 de marzo de 1802, que no será tan favorable para Francia, como

esperaba Bonaparte.

La liga de los Neutrales fue bruscamente disuelta, cuando se iniciaron las conversaciones, en

marzo de 1801, como consecuencia de dos acontecimientos simultáneos: el asesinato del zar Pablo I

y el bombardeo ingles de Copenhague, perdiendo fuerza las posiciones franceses.

En virtud del tratado, Inglaterra se anexiona Ceilán y Trinidad, Francia e Inglaterra renuncian

a Egipto que se entrega a Turquía, Francia evacuaría los puertos napolitanos, Inglaterra devuelve

Malta a los caballeros de San Juan de Jerusalén, siendo precisamente el incumplimiento de este

punto, el motivo por el que en 1805 se reanudaría la guerra. Sobre las transformaciones territoriales

operadas por Francia en el continente, no se dice nada, lo cual se entendería como un

reconocimiento implícito del status quo. En cualquier caso el tratado de Amiens, no garantizaba

una paz duradera, pero tanto en Francia como en Inglaterra la noticia fue acogida con satisfacción.

De este modo, tras diez años, terminarían las guerras revolucionarias, culminando el proceso

de pacificación exterior al mismo tiempo que el Primer Cónsul había logrado la pacificación

interior. La situación, pues, era favorable para dar los pasos siguientes en la

consecución de los planes de Napoleón.

4. El Imperio

Instalación del Imperio

Los éxitos de Napoleón en la pacificación interior y exterior, le habían dado gran prestigio en

Francia. Burgueses y campesinos viven una nueva era de prosperidad, consecuencia de la

reactivación del comercio y la industria, y de las medidas para evitar el paro, que se verán

beneficiadas por una coyuntura favorable. Con una demografía en ascenso y una alza lenta pero

continua de los precios y salarios. Para favorecer el proceso,

Napoleón recurrió a un instrumento clásico del Antiguo Régimen: el proteccionismo, al mismo

tiempo que establece acuerdos comerciales con Nápoles, España, Portugal, Rusia y Turquía, no lo

hace con Inglaterra a la que, por el contrario, intentará hacerle la competencia en el comercio

marítimo.

Los éxitos en el exterior y en el interior van a poner en marcha un mecanismo que concluirá

con la asunción de los máximos poderes por Napoleón. Inspirado por el propio Napoleón, el

Segundo Cónsul, Cambácères, animó a un tribuno, a que tras la solemne lectura del tratado de paz

de Amiens, sugiriera enviar felicitaciones al Primer Cónsul. El Tribunado decide proponer al

Senado, algún gesto de reconocimiento hacia Napoleón. El

Senado, con una importante presencia de antiguos revolucionarios, solo propuso una prórroga del

mandato del Primer Cónsul por diez años más. A los franceses les pareció cicatera la propuesta del

Senado, y mucho más a las ambiciones del propio Bonaparte. El Consejo de Estado propuso un

plebiscito para que el mandato del Primer Cónsul fuera vitalicio. La respuesta popular, como era de

esperar, fue abrumadoramente favorable.

Los resultados de la consulta se recogieron en un Senado-Consulto Orgánico (4.VIII.1802)

que de hecho dio origen a una nueva Constitución la del año X. Las reformas institucionales

suponían una mayor centralización y acrecentamiento del poder ejecutivo. El Cuerpo Legislativo y

el Tribunado, que habían reiterado su oposición a las reformas, perdieron influencia al mismo

tiempo que se robustecía el papel del Consejo de Estado y del Senado. Este último recibió el poder

constituyente, la facultad de disolver las

otras dos Asambleas y la de casar los fallos de los Tribunales. No obstante, Napoleón se reservaba el

derecho de nombrar 40 senadores, es decir, la mitad de sus miembros. con lo que el control del

Senado estaba asegurado. Un Consejo Privado se encargaba de redactar y preparar los Senado-

Consultos. El sistema electoral de listas de Notables fue sustituido por la creación de Colegios

Electorales.

Napoleón se preocupó, además, de crear los instrumentos adecuados para estructurar una

sociedad que terminara por ser el soporte más firme a sus ambiciosos proyectos políticos. En este

sentido tres instituciones serán especialmente promovidas por Bonaparte con ese fin.

En primer lugar, la elaboración de un Código Civil, que estaría redactado en 1804, y que será

la obra de Napoleón con mayor duración histórica. Concebido en función de las clases medias

urbanas y rurales, consagra la libertad individual y la igualdad ante la ley, protege el derecho a la

propiedad, restaura la importancia de la familia. Se trató de simplificar la complejidad y la variedad

de las leyes del Antiguo Régimen.

En segundo lugar, La Legión de Honor, institución cuya finalidad era premiar los méritos de

los ciudadanos que se distinguían en algún aspecto. Sirvió para crear un cuerpo social de elite, que

dio origen a una nobleza democrática, estrechamente vinculada al régimen y en la que Bonaparte se

apoyó en numerosas ocasiones.

Por último, los Liceos, con los que Bonaparte pretende, a través de la instrucción secundaria,

estructurar de un modo centralizado la formación de las élites de la Administración, el Gobierno y el

Ejercito. Organizados con una disciplina casi militar y un rígido plan de estudios, pronto se

convirtieron en una plataforma social del Régimen Consular.

Si la paz había llevado al Consulado vitalicio, la guerra llevaría ahora al Imperio. Dos

elementos intervienen en la ruptura de la paz con Inglaterra y en el simultáneo refuerzo del poder

personal de Bonaparte, con el pretexto de hacer frente a una guerra inminente.

Por una parte, el incumplimiento de algunas evacuaciones establecidas en la paz de Amiens

y por otra, el decidido apoyo de Inglaterra a una conspiración en la que intervienen elementos

monárquicos, partidarios de restaurar a los Borbones, y republicanos contrarios a la política de

Napoleón. En Febrero de 1804 se descubrió el complot y sus principales miembros detenidos fueron

ejecutados o deportados.

En Marzo del mismo año el Senado votó una moción en la que se aprobó el carácter

hereditario del consulado. En abril propone al Tribunado el titulo de Emperador para Napoleón, al

que se confiaba el gobierno de la República Francesa, sobre la base del respeto de la igualdad, la

libertad y los derechos del pueblo. El 18 de mayo el Senado aprobaba un Senado-Consulto

instituyendo el nuevo régimen imperial. Sometido a plebiscito popular fue ratificado ampliamente,

dando origen a la llamada Constitución del año XII.

No satisfecho con el apoyo popular, Napoleón busca una espectacular fuente de legitimidad:

la Unción Real, siguiendo una antigua tradición de la Iglesia y de la Monarquía francesa. Pero

tampoco se contenta con recibir la Consagración, como los reyes de Francia, de manos del

Arzobispo de Reims, sino que, tras laboriosas negociaciones, hace venir al mismo Papa a París. El 2

de diciembre de 1804 Napoleón seria consagrado emperador por el Papa Pío VII en la catedral de

París, autocoronándose como tal en una ceremonia fastuosa.

Pero la Constitución del año XII significaba mucho más. Cierra todo el proceso

constitucional iniciado en plena Revolución, a partir de la Constituyente de 1791. Y lo cierra de la

forma más sorprendente. La centralización del poder típica del Consulado remata ahora en una

estructura monárquica y aristocrática del Estado. El propio Napoleón había dicho que un monarca

no es nada si no lo es todo.

El Emperador asume en su persona los tres poderes. Directamente el Poder Ejecutivo.

Indirectamente el Poder Judicial, a través de una Alta Corte Imperial, y el Poder Legislativo, no solo

por su facultad de emitir Senado-Consultos, sino también por el control que ejerce sobre las

Asambleas legislativas y los Colegios electorales, que de hecho le quedan sometidos. El Senado

queda como garante de unas supuestas libertades individuales y de prensa. El Cuerpo Legislativo

queda reducido a una cámara de discusión secreta de las leyes, sólo cuando se le convoca para ello,

y el presidente es designado por el propio Emperador. El Tribunado queda sin apenas funciones

hasta que finalmente sea suprimido en 1807.

Los Colegios electorales se consolidan como cuerpos intermediarios al servicio de Napoleón

en manos de la alta burguesía y de los miembros de la Legión de Honor. Al mismo tiempo se ha

creado una Corte imperial, integrada por los Príncipes de la familia, los Napoleónidas, los altos

funcionarios, una serie de dignidades honoríficas tomadas de la antigua Corte Carolingia, y los altos

Oficiales y Mariscales del Imperio.

Expansión Imperial

Entre 1804 y 1811 se desarrolla lo que se ha llamado la fase expansiva del Imperio

napoleónico. Se trata de la expansión geográfica del propio Estado francés, que culminará en 1811,

iniciándose a partir de ese momento una etapa regresiva, que concluirá con la desaparición del

Sistema Napoleónico.

La fase expansiva coincide esencialmente con las guerras de Francia contra la Tercera,

Cuarta y Quinta Coaliciones.

Ya explicamos los motivos por los que se reanudaron las hostilidades entre Francia e

Inglaterra tras la efímera paz de Amiens. Pues bien, al mismo tiempo que se inician las hostilidades

el resto de las potencias europeas toman posición diplomática frente a Francia. En unos casos, en

contra de Francia por el desacuerdo con la política de Napoleón, sobre todo en Italia; en otros, a

favor de Francia, como respuesta positiva a los requerimientos de alianza del propio Napoleón.

Dentro del proyecto francés de invadir Gran Bretaña, Napoleón busca el apoyo de la flota

española, que se concreta en el Tratado de París de enero de 1805. Sin embargo, en el intento de

distraer la flota británica, mientras se organizaba la invasión, franceses y españoles son derrotados

por el almirante británico Nelson en Trafalgar, en octubre del mismo año.

El peligro que se cernía sobre Gran Bretaña la llevará a desplegar su propia estrategia

diplomática. Buscará el aislamiento de Francia mediante las correspondientes alianzas. De este

modo surgirá la Tercera Coalición que se constituye, entre abril y octubre de 1805, por Inglaterra,

Rusia, Austria, Nápoles y Suecia, con la intención de presentar batalla en el continente europeo, y

obligar así a Napoleón para que abandone su proyecto de invadir las islas británicas.

La rápida reacción de Napoleón, antes de que la concentración de tropas aliadas pudiera

llevarse a cabo, facilitó una serie de victorias francesas -Ulm sobre los austríacos, Austerlitz sobre

austríacos y rusos-, que determinan la firma, a finales de diciembre de 1805, del Tratado de

Presburgo (Bratislava) entre Francia y Austria. Esta última se ve obligada a ceder sus territorios

italianos del Adriático: Venecia, Istria y Dalmacia, además

de Baviera, Baden y Wurtemberg, territorios alemanes de Austria, que servirán para que los Estados

germánicos aliados de Napoleón, junto con el Gran Ducado de Berg, y otros doce Principados

menores alemanes, se constituya en 1806, bajo el protectorado de Francia, la Confederación del Rin,

que significaba el fin del antiguo Imperio Germánico y la simplificación del mapa político de

Alemania.

En Nápoles impone a su hermano José como rey, y los Borbones huyen a Sicilia, buscando la

protección de la flota inglesa.

La derrota de Austria y la creación de la Confederación del Rin, aumentaron la importancia

de Prusia, como territorio tapón, para la seguridad de Rusia, que aun continuaba en guerra con

Francia. En los intentos posteriores del zar y de Napoleón para atraerse a Prusia, Federico Guillermo

III se inclina por la alianza con Rusia. En la decisión

intervendrían dos motivos. El espíritu contrarrevolucionario de los prusianos y el temor al

enfrentamiento con Rusia y Gran Bretaña.

Surgía así la Cuarta Coalición, integrada por Rusia Prusia y Gran Bretaña. En quince días de

una guerra relámpago, el ejercito prusiano fue completamente destruido en Jena y Auerstaedt, el 14

de octubre de 1806; el 27, las tropas francesas entraban en Berlín. Los restos del ejercito prusiano se

unen al ruso y presentan batalla en Eylau, febrero de 1807, que tuvo resultado indeciso. Pero la

derrota de Friedland, Junio de 1807, decide a los aliados continentales a firmar el armisticio de

Tilsit, seguido de dos tratados de paz, con Rusia y Prusia.

Como consecuencia, Prusia pierde todos sus territorios de la izquierda del Elba, con los que

se constituye el reino de Westfalia, para el que se nombra rey a Jerónimo, el menor de los hermanos

de Napoleón, integrándose en la Confederación Renana. Prusia cede todos los territorios que había

arrebatado a Polonia desde 1772, con los que se crea el Gran Ducado de Varsovia, que será

integrado también en la Confederación del Rin.

En cuanto a Rusia sus perdidas serán relativamente pequeñas. Cede a Francia las islas

Jónicas y Kotor y devuelve a Turquía los principados rumanos de Moldavia y Valaquia a cambio de

obligar al Sultán a firmar la paz con Rusia. Por último, Rusia se convierte formalmente en aliada de

Francia con el encargo de mediar ante Inglaterra, y por un protocolo secreto se compromete, en caso

de rechazo británico a la paz, a apoyar el bloqueo continental fracés a Gran Bretaña.

La derrota de la Cuarta Coalición dejaba de nuevo a Francia y a Inglaterra frente a frente.

Desde Trafalgar ese encuentro no había sido directo. La habilidad diplomática de Gran Bretaña,

había conseguido impedir la invasión de las Islas, trasladando los frentes de batalla al Continente,

aunque eso suponía ceder a Rusia el protagonismo en la lucha contra Napoleón. La única respuesta

que el Emperador puede dar es la del aislamiento total de Inglaterra, aislamiento diplomático, pero

sobre todo económico. Esta era una medida que desde 1803 Napoleón intentaba aplicar, mediante la

prohibición de relaciones comerciales con Inglaterra.

En 1806, un Decreto firmado por Napoleón en Berlín, impedía la entrada de mercancías

británicas, no solo en Francia, sino también en todos los países aliados y ocupados, donde se

estableció un bloqueo total a todo producto procedente de Gran Bretaña o de sus colonias. La

medida consiguió, en 1808, un descenso del 25 % en las exportaciones británicas. Sin embargo, el

bloqueo no era total porque aún había zonas del continente europeo no controladas por Francia, que

mantenían intercambios con los británicos. Por ello Napoleón decidirá intervenir en esos territorios.

En Italia se anexionará Toscana y Ancona y ocupará los Estados Pontificios.

En virtud del Tratado de Fontainebleau con España y de las propias ambiciones de Godoy,

los ejércitos franceses hacen su aparición en la Península Ibérica al mando de Junot, con la excusa

de ocupar Portugal que mantenía su comercio con Gran Bretaña. En noviembre de 1807, Lisboa es

ocupada y la Familia real portuguesa huye a Brasil.

Una serie de problemas internos entre la Familia real española y el propio Godoy, hicieron

pensar a Napoleón en la posibilidad de ocupar también España y provocar un cambio de dinastía.

Para preparar el terreno, envió un nuevo ejercito al mando de Dupont y concentró en los Pirineos

otros dos ejércitos al mando de Moncey y de Mouton, listos para actuar en el momento que fuese

preciso. En mayo de 1808, se inicia un movimiento popular de defensa del territorio español frente a

la presencia francesa, que partiendo de Madrid se extenderá rápidamente por todo el país.

En principio parecía que la lucha seria desigual, pero la tenacidad y una táctica de continuo

hostigamiento, a través de la guerra de guerrillas y de un perfecto conocimiento del terreno,

permitieron tener en jaque constante, aunque sin resultados decisivos, a los ejércitos franceses. La

situación provocó en Inglaterra la inmediata decisión de intervenir en la Península con el

desembarco de Wellington en Portugal. Con todo, en 1812, las tropas imperiales dominan toda

España salvo Cádiz.

El ejemplo de España y el apoyo de la recién creada Quinta Coalición, integrada ahora por

Prusia, Austria y el Reino Unido, provocan una serie de levantamientos nacionales durante 1809 en

los Estados germánicos y en Italia, que serán sofocados sin dificultad, provocando además una

nueva derrota de Austria que se verá obligada a firmar una nueva paz con Francia. Pero lo decisivo

de los levantamientos fue que el bloqueo a Inglaterra se relaja y a la larga fracasa, al tener que

dispersar Napoleón sus tropas para sofocarlos.

Apogeo Territorial del Imperio Francés. 1810-1811

Entre 1810 y 1811, el Imperio alcanza la plenitud de la hegemonía continental y su máximo

desarrollo territorial. La estructura del Gran Imperio quedaba definida por el Imperio francés, los

Estados satélites, y los Estados aliados, que habían sucedido a las Repúblicas hermanas.

El Imperio, propiamente dicho, correspondía al territorio francés, que rebasaba con creces las

fronteras naturales. Se extendía entre el Atlántico, el Rin, Nápoles, el Mediterráneo y los Pirineos.

Contaba con 130 divisiones departamentales y, además de París, con ciudades tan importantes como

Roma, Amsterdam o Hamburgo.

Los Estados satélites estaban constituidos por los territorios vinculados directamente al

Emperador, los Estados vasallos y los Protectorados. Entre los primeros se encontraba el reino de

Italia y las Provincias Ilíricas; entre los Estados vasallos, el reino de Nápoles y el Gran Ducado de

Toscana, el reino de Westfalia, el Gran Ducado de Berg y de Francfort, y el reino de España; por

último, entre los Protectorados, se encontraban el Gran Ducado de Varsovia, la Confederación

Helvética y la Confederación del Rin.

En el resto de Europa se encontraban los Estados aliados, que lo eran, al menos formalmente,

en virtud de los tratados de paz impuestos por Napoleón, como era el caso de Rusia, Dinamarca,

Suecia, la propia Austria, y desde 1812, Prusia. Solo Inglaterra continuaba en la lucha.

4. Caída y hundimiento del Imperio

A partir de 1812 se inicia una inflexión en el proceso expansivo del Imperio napoleónico, en

el que tendrán una importancia decisiva, la aventura rusa de Napoleón, consecuencia de su creciente

desconfianza respecto del zar Alejandro I y el rebrote de levantamientos populares de carácter

nacionalista.

La Campaña de Rusia

A pesar de que formalmente existía un Tratado, desde Tilsit, por el que Rusia se encontraba

aliada a Francia, las quejas y los reproches mutuos eran constantes. Napoleón había decidido acabar

con dicha situación, considerando que la coyuntura era favorable para asestar el golpe definitivo a

los rusos.

Austria, tras el fracaso de la Quinta Coalición, se encontraba formalmente aliada a Francia.

Prusia había firmado con Napoleón, en febrero de 1812, una alianza defensiva y ofensiva, aunque

ambas potencias habían hecho llegar secretamente al zar, que dichos acuerdos habían sido impuestos

por la presión francesa.

En Junio de 1812 el ejercito Imperial, integrado por unos 600.000 soldados, comienza a

cruzar el Niemen. La lentitud de la marcha por las dificultades de abastecimiento, provocadas por el

sistemático incendio de las mieses por los campesinos rusos en retirada, el retroceso de las tropas

rusas hacia el interior del país, que impidieron los planes estratégicos de Napoleón de resolver la

operación en una batalla temprana y definitiva, y por ultimo, el incendio de Moscú que anuló sus

posibilidades de aprovisionamiento y abrigo, dejaron a Bonaparte en el corazón de Rusia inerme

ante el duro invierno ruso.

Decidida la retirada el 19 de octubre, las condiciones climáticas y el constante hostigamiento

ruso por la retaguardia y los flancos del ejercito Imperial, convirtieron la operación en un desastre

total. Diezmado por el hambre, el frío y la presión rusa, el ejercito estuvo a punto de capitular a

orillas del Beresina, que finalmente pudo ser franqueado, no sin aumentar aún más las pérdidas. El 9

de diciembre los supervivientes llegan a Vilnius.

De los 600.000 hombres que cruzaron el Niemen en Junio de 1912, apenas 100.000 habían

conseguido llegar a Lituania seis meses después; los demás habían muerto o desaparecido durante

la retirada.

Las Guerras de Liberación y la Sexta Coalición

El fracaso napoleónico animó a prusianos y austríacos a entablar conversaciones con Rusia,

rompiendo los acuerdos vigentes con Francia. En 1813 surgía la Sexta Coalición, al mismo tiempo

que Prusia declaraba la guerra a Francia.

En el interior de Francia, el desastre de Rusia elevó voces pidiendo que Napoleón firmara la

paz. Pero las intenciones de Napoleón eran bien distintas, quiso una vez más probar su suerte. Pasó

el invierno de 1813 en París y puso en marcha la preparación de otra campaña.

Los ecos del desastre napoleónico en Rusia también llegaron a los territorios que habían

intentado, sin conseguirlo, sacudirse el yugo francés. Los movimientos nacionalistas se reanimaron

y empezaron a tomar la iniciativa bajo la forma de guerras de liberación.

En España, donde los franceses nunca consiguieron acabar con la insurrección que estalló en

1808, la persistente ayuda británica, la eficacia de las guerrillas en el constante desgaste del ejercito

francés, y la disminución de sus efectivos por la necesidad de atender otros frentes, permiten que

desde finales de 1812, y durante 1813, los éxitos españoles se sucedan uno tras otro. Los ejércitos

Napoleónicos se baten en retirada y son derrotados finalmente en Vitoria y San Marcial.

En Alemania, la alianza suscrita entre Prusia y Rusia que supone la promesa de apoyo por

parte de ambos Estados y el creciente fervor nacionalista, conducen a una nueva proliferación de los

levantamientos populares desde marzo de 1813, que animan a su vez a Austria a incorporarse a la

beligerancia contra Napoleón. En junio se suma Inglaterra. Y en el enfrentamiento general que tiene

lugar en la batalla de Leipzig, las tropas francesas son derrotadas y han de abandonar los territorios

del antiguo Imperio Germánico.

En el invierno de 1813-1814, los mismos aliados, ahora con la adhesión de Holanda, llevan

la guerra a Francia. Soldados austríacos entran en París en marzo de 1814. En los primeros días de

abril, Napoleón abdica y el Senado francés toma la decisión de llamar al poder a Luis XVIII, quien

entablará negociaciones con las potencias vencedoras, que culminarán en el Tratado de París, que no

será especialmente costoso para Francia. De hecho los aliados se conformaron con reducir el

territorio francés a los limites de 1792, con algunos retoques, y convocar un congreso internacional

que acordase el modo de restaurar, en la medida de lo posible, el orden existente con anterioridad al

estallido revolucionario francés de 1789.

Napoleón tras el desesperado intento de los Cien Días, fue derrotado definitivamente en

Waterloo, y deportado a la isla de Santa Elena, en el centro del Atlántico Sur.

X. LA RESTAURACIÓN EN EUROPA

1. El Congreso de Viena.

2. El Sistema de Equilibrio Europeo.

3. La Europa de los Congresos.

4. América durante la época de la Restauración.

En la Historia Contemporánea europea recibe el nombre de Restauración el

aparente intento del restablecimiento institucional del Antiguo Régimen realizado entre

1814 y 1815. En sentido amplio se entiende la fase de la historia política que se funda

directamente en tal restablecimiento y que abarca desde las fechas indicadas hasta un

término menos preciso y distinto para cada país situado entre las revoluciones de 1830

y 1848, en que el Antiguo Régimen quiebra definitivamente, al menos en el plano

político. La Restauración sólo puede aplicarse a Europa, pues en Gran Bretaña,

América o Asia, no se restaura nada.

En 1815, tras la derrota definitiva de Napoleón y la firma del tratado de paz en

Viena parecía que la Revolución francesa había terminado y se había contenido su obra

disgregadora. Los estados europeos vencedores intentarán reorganizar la vida política de

acuerdo con principios tradicionales y legitimistas. Aparentemente el conservadurismo

europeo había triunfado.

Sin embargo las consecuencias del fenómeno revolucionario francés, en muchos

aspectos, eran irreversibles: las transformaciones sociales, los cambios de mentalidad,

las reformas en la estructura de la propiedad, en los derechos de los ciudadanos y en las

leyes, habían transformado profundamente la conciencia europea de tal modo que la

voluntad de los gobernantes no podía ignorar, ni mucho menos eliminar.

Por eso, el impulso revolucionario, aunque discurriendo ahora por cauces

subterráneos, persistirá en mantener los logros que había aportado la revolución, pese a

la reticencia de las Potencias continentales. Ello dará lugar a los estallidos

revolucionarios de 1820, 1830 y 1848, inspirados por el liberalismo y el nacionalismo,

que recogían en parte los planteamientos revolucionarios.

La derrota de Napoleón daba fin a un largo periodo de guerras y de convulsiones

políticas y sociales que habían afectado a Europa. No se comprendería esta época sin el

fenómeno del cansancio revolucionario y el anhelo de paz de orden y de normalidad que

se adueñó del ánimo de los europeos. Éste fue el clima sicológico general que rodeó el

intento restaurador producido en los distintos Estados europeos tras el hundimiento del

sistema napoleónico.

En América, donde el Nuevo Régimen no sustituye a un Antiguo Régimen

autóctono, se percibe también una corriente de moderación, y hasta Brasil se convierte

en un fastuoso imperio.

Las potencias vencedoras expresan desde el primer momento la pretensión de

destruir el imperialismo francés e impedir la expansión de las ideas revolucionarias de

1789.

Para lograrlo se fijarán dos objetivos fundamentales. Por un lado, conseguir un

relativo equilibrio de fuerzas entre las naciones europeas, sobre la base de una

reordenación del trazado de las fronteras de la Europa napoleónica, pero sin tener en

cuenta diferencias lingüísticas, culturales y religiosas, es decir omitiendo todo sentido

nacional. Por otro, terminar con los cambios políticos y sociales que el dominio francés

había originado o favorecido, sobre la base de la restauración de las dinastías legítimas

en aquellos Estados en que habían sido eliminadas por el imperialismo napoleónico.

1. El Congreso de Viena

El 30 de mayo de 1814, las cuatro potencias que habían derrotado a Napoleón -

Rusia, Austria, Gran Bretaña y Prusia- firman con Francia la Primera Paz de París, por

la que, entre otros acuerdos, se restaura a los Borbones en el trono de Francia, se

estipula el retiro de Francia a las fronteras de 1792, y Napoleón es obligado a retirarse a

la isla de Elba; no se le exige a Francia ninguna indemnización de guerra.

Estas benévolas condiciones de paz parecían necesarias para asegurar en el trono

a Luis XVIII. En este tratado se anunciaba la reunión de un congreso internacional para

resolver la distribución de otros territorios que directa o indirectamente controlaba el

imperio napoleónico, y otras cuestiones europeas más generales. En unos casos se

tratará de reorganizar las fronteras y en otros solamente de una restauración dinástica.

Sin embargo, antes de la inauguración del congreso, a propuesta de Gran

Bretaña, se creó en el norte de Francia un fuerte Estado tapón, formado por Bélgica y

las Provincias Unidas.

Con la intención de forjar un convenio de paz general, en los últimos días de

septiembre de 1814 se reúnen en Viena el emperador Francisco I de Austria, el zar

Alejandro I, Federico Guillermo de Prusia y más de doscientos personajes de primer

orden, entre los que destacan Metternich, Canciller de Austria, Nesselrode ministro de

asuntos exteriores de Rusia, Castlereagh ministro de asuntos exteriores del Reino

Unido, el príncipe de Hardenberg como canciller prusiano y Talleyrand por Francia.

Se trataba de recomponer una vez más la fisonomía de Europa, y tratar de darle

estabilidad. Para esto era necesario establecer un difícil equilibrio entre restauración e

innovación. El nuevo ordenamiento territorial salido del Congreso no fue una

reproducción exacta del mapa político europeo existente hasta 1789.

Para hacer más operativas las discusiones y evitar las sesiones plenarias, se

crearon diez comisiones que iban tratando temas específicos, de tal modo que sólo tuvo

lugar una asamblea plenaria para firmar el acta final del congreso.

El desarrollo de las negociaciones permite distinguir dos fases: la etapa de

negociaciones propiamente dicha, desde septiembre de 1814 hasta febrero de 1815, y la

etapa de establecimiento de acuerdos concretos, entre febrero y junio de ese mismo año.

Los Principios del Congreso de Viena

El Congreso de Viena se va a fundamentar en tres principios: la legitimidad, el

equilibrio y el intervencionismo.

El principio de legitimidad establecía que los derechos de los soberanos están

por encima de todos los cambios operados durante la época revolucionaria y

napoleónica. No hay paz sin soberanos legítimos en los Estados. Legitimidad en el

ejercicio de su autoridad y en la titularidad patrimonial de los territorios que de derecho

les pertenecían. La legitimidad se había considerado en el Antiguo Régimen un

principio indiscutible sin necesidad de justificación, pero en 1815, después de la

experiencia revolucionaria, los regímenes monárquicos y sus doctrinarios se ven en la

necesidad de fundamentarlo teóricamente. El legitimismo dinástico se sostiene en el

valor reconocido de la duración. Es legítimo el régimen que ha durado, que representa la

tradición, que tiene detrás de él una larga historia.

A lo largo del siglo XIX, el principio de legitimidad, con ese fundamento

historicista, será la base del pensamiento contrarrevolucionario y de la política de los

regímenes conservadores. Por esta razón el principio de la soberanía nacional se

considera una usurpación y un ataque directo al principio de legitimidad.

Sin embargo la obra concreta de la Restauración en este aspecto, como ya se ha

dicho, no supone una simple vuelta atrás en el tiempo. El absolutismo monárquico no se

restaura en ningún sitio. En Francia el propio Luis XVIII otorga una Carta

constitucional, eso si, salvando el principio de su soberanía, pues se trata de una

concesión en virtud de su libre voluntad y no el reconocimiento de un derecho de sus

súbditos. Lo mismo ocurre en el nuevo reino de los Países Bajos, en Noruega, e incluso

el zar, cabeza de un régimen claramente absolutista, concede una constitución al recién

creado Gran ducado de Varsovia.

El segundo principio del Congreso de Viena trataba de establecer un equilibrio

de poder entre los Estados europeos, para evitar nuevas guerras.

Este principio será defendido por Gran Bretaña desde el siglo XVIII y propuesto

ahora por su Primer Ministro, Castlereagh. Los genuinos intereses nacionales que

habían aflorado durante la época revolucionaria y napoleónica, podían crear en Europa

un equilibrio de fuerzas que haría la guerra inviable.

Rusia y Gran Bretaña invocaban los intereses colectivos de Europa. En realidad

trataban de evitar la hegemonía de un Estado. Por eso, el nuevo mapa europeo que surge

del congreso de Viena no es una simple vuelta a la situación de 1789. Al fortalecimiento

de Rusia en el Este correspondió el de Prusia en el Oeste. Para compensar la primacía

prusiana en el Norte, Austria adquirió nuevos territorios en el Sur, y así sucesivamente.

El tercer principio del Congreso de Viena era el de la Solidaridad entre los

Estados o Intervencionismo. Consistía en la posibilidad de las potencias europeas de

intervenir en un Estado para garantizar los derechos del príncipe y la estabilidad interna

en caso de verse amenazada por cualquier brote revolucionario. Se considera que la

estabilidad o inestabilidad de un Estado afectaba también a sus vecinos.

El nuevo mapa europeo

Desde el punto de vista territorial, y sobre la base del principio de equilibrio, los

dos problemas fundamentales, aparte de la vuelta de Francia a sus fronteras anteriores a

1789, lo constituían las cuestiones de Polonia y Sajonia, territorios ocupados por Rusia

y ambicionados también por Prusia.

Prusia quería anexionarse Sajonia a cambio de aceptar la reorganización de

Polonia con parte de los antiguos territorios polacos controlados por Prusia.

En esta situación, la habilidad diplomática de Talleyrand convierte a Francia, la

potencia derrotada, en elemento decisivo para establecer un equilibrio entre las

potencias europeas comenzando a apoyar públicamente en el congreso a Gran Bretaña y

Austria. El 3 de enero de 1815, firma con Austria e Gran Bretaña un tratado secreto, en

términos de defensa militar, ante una posible guerra contra Rusia y Prusia.

Tras una serie de discusiones y tensiones que en algún momento pusieron en

peligro la paz y las relaciones entre las potencias vencedoras, el 11 de febrero de 1815

se llegó a una solución, sobre la base de concesiones mutuas que hicieron posible la

firma del protocolo sobre Sajonia y Polonia. Este acuerdo permitió acabar con la fase

más tensa del Congreso y entrar en una fase resolutiva con los siguientes acuerdos.

A Prusia se incorporarían Renania, parte de Sajonia y la Posnania polaca.

Austria ampliaba su dominio polaco con la región de Galitzia, y recibía el reino

Lombardo-Véneto, Tirol y la Iliria.

Bélgica quedaba anexionada a Holanda formando el reino de los Países Bajos.

Los Estados alemanes fueron reorganizados mediante la creación de la

Confederación Germánica. Los 350 pequeños estados germánicos quedaron reducidos a

34 principados y 4 ciudades libres, dirigidos por una dieta con representación de todos

los Estados bajo la presidencia de Austria.

Rusia se anexionó Finlandia y la mayor parte de Polonia.

Suecia se anexionó Noruega.

Dinamarca incorporó el ducado de Holstein.

Los Estados italianos también sufrieron notables cambios. Ya hemos hecho

referencia al reino Lombardo-Véneto que se incorpora a Austria. El gran ducado de

Toscana y los ducados de Módena y Parma son ocupados por príncipes austríacos. El

reino de Cerdeña recupera la isla de su nombre e incorpora el Piamonte, Saboya, Niza y

la Liguria. En Nápoles son restaurados los Borbones. Por último se restauran las

fronteras de los estados Pontificios a los limites anteriores a la revolución.

Suiza volvió a su configuración cantonal y se reconoció su neutralidad.

España vio reconocidos los derechos de Fernando VII al trono, pese a que aun

vivía Carlos IV, antiguo aliado de Napoleón. Sin embargo no fueron atendidas sus

reclamaciones territoriales y la solicitud de ayuda para poner paz en sus territorios de

América, lo que permitiría a Gran Bretaña convertirse en la potencia hegemónica

colonial.

Gran Bretaña no recibe ninguna compensación territorial en el continente, que

por otra parte no buscaba, pero se le reconoce su hegemonía marítima obteniendo

algunos puntos estratégicos en el Mediterráneo, el Atlántico y en el Índico.

Por último, Francia tras la aventura de los cien días protagonizada por Napoleón,

y en virtud del segundo tratado de París de 20 de noviembre de 1815, pierde Saboya y

varias plazas estratégicas en sus fronteras norte y noroeste, además queda bloqueada por

la creación de estados tapón. Se establecen guarniciones militares de las potencias

coaligadas, y se le obliga a pagar 700 millones de francos como indemnización de

guerra. Las intenciones que llevaban a las grandes potencias a establecer este

nuevo mapa de Europa perseguían dos fines: contener cualquier veleidad expansionista

de Francia, y compensar territorialmente a los Estados que habían sufrido más

directamente las guerras y la expansión napoleónica.

Todos estos acuerdos se recogen en el Acta final del Congreso firmada el 9 de

junio de 1815. Sin embargo, no se tuvieron en cuenta las aspiraciones nacionalistas de

algunos pueblos europeos, despertadas por el principio de las nacionalidades,

proclamado por el ideario revolucionario francés y por el rechazo al invasor francés

durante la expansión del imperio napoleónico.

Los estallidos nacionalistas cambiarían de nuevo en los años siguientes el mapa

de Europa, produciendo levantamientos revoluciones y enfrentamientos frecuentes y

sangrientos.

2. El Sistema de equilibrio europeo: la Santa Alianza y la Cuádruple Alianza.

La persistencia del peligro revolucionario había de ponerse de manifiesto antes

de la firma del Acta final de Viena. En febrero de 1815, Napoleón abandona con su

guarnición la isla de Elba, donde había sido confinado, con la intención de llegar a París

y hacerse de nuevo con el poder. Las potencias reunidas en Viena movilizan de

inmediato sus ejércitos que terminarán por derrotar definitivamente a Napoleón en la

batalla de Waterloo.

Este último intento de Napoleón y los tres principios del Congreso de Viena ya

citados -de modo particular el de intervencionismo- plantearon a las potencias europeas

la urgencia de crear un sistema de seguridad frente a futuros intentos revolucionarios.

El sistema de seguridad se concretó en dos puntos. El primero fue la creación de

un sistema de Directorio, es decir, la concertación de las Potencias para garantizar el

orden que surgió del Congreso de Viena. En un principio participaron los Estados

vencedores de Napoleón: Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia Poco después, en virtud

del principio de equilibrio, se incorporó también Francia.

El segundo punto lo constituyó la convocatoria periódica de congresos o

conferencias entre las grandes potencias, para analizar el desarrollo de la situación

política de Europa y la adopción mancomunada de las medidas adecuadas cuando la

situación pareciera poner en peligro la obra de Viena. En ocho años se celebrarían seis

grandes Congresos Internacionales. Sin embargo, las cancillerías europeas estaban

empeñadas en frenar lo irrefrenable: nacionalismo, librecambismo y constitucionalismo.

La Santa Alianza

Fue propuesta por el zar de Rusia Alejandro I, durante el Congreso de Viena. Se

trataba de un proyecto, impregnado de un vago idealismo místico, de paz perpetua entre

los Estados, sobre la base de los principios cristianos de la justicia, la caridad y la paz,

de tal modo que los gobiernos y pueblos habrían de sentirse y actuar en sus relaciones

mutuas como miembros de una misma nación cristiana. Pretendía que fuera la Carta

ideológica del nuevo régimen, el fundamento político y moral de la Restauración.

La propuesta del zar, era una mera declaración de principios que no contenía

cláusula alguna de obligado cumplimiento. Era lo suficientemente vaga como para que

no tuvieran inconveniente en firmarla los representantes de las potencias el 26 de

septiembre de 1815. Nadie la tomó en serio.

Solo se abstuvieron el Imperio turco, que no podía adherirse a un orden

cristiano, y el Papa, que no podía aceptar una iniciativa de paz religiosa elaborada por

los políticos y menos a propuesta de un cismático ortodoxo. Gran Bretaña también la

rechazó, por el hecho de que su régimen parlamentario impedía compromisos

personales del monarca en las relaciones internacionales.

La Cuádruple Alianza

Estaba claro que el proyecto del zar no era más que una vaga declaración de

intenciones, sin una operatividad real para resolver los problemas a que se enfrentaba el

Congreso de Viena. De hecho no hubo ninguna actuación internacional de las potencias

en virtud del tratado de la Santa Alianza.

Por eso era preciso seguir buscando algún instrumento diplomático que

permitiera a las potencias europeas actuar de común acuerdo. Ese instrumento,

propuesto por Gran Bretaña y ratificado por Prusia, Rusia y Austria, sería la creación de

un sistema de vigilancia e intervención, con la finalidad de impedir cualquier tentativa

de desquite francés, controlando también, de ese modo, a Rusia cuyas ambiciones

expansionistas temía de un modo particularGran Bretaña. Así quedaba constituida la

Cuádruple Alianza.

A propuesta del zar, en lugar de una alianza dirigida exclusivamente contra

Francia, se consideró ampliar el acuerdo en los siguientes términos: las cuatro potencias

se garantizaban mutuamente la integridad de sus territorios; y se reconocía el derecho a

ejercer una vigilancia en los asuntos internos de los Estados, y a intervenir

colectivamente para reprimir cualquier tentativa revolucionaria. Para coordinar su

acción, los gobiernos de la Cuádruple celebrarían conferencias periódicas.

Sin embargo, la posición de Gran Bretaña, que contará con el apoyo de Austria,

hará fracasar las propuestas de Rusia. Sólo se garantizarán las fronteras fijadas por el

segundo tratado de París, rechazando el proyecto de intervención colectiva para

garantizar la estabilidad interior de los Estados; sólo cabría intervenir cuando la paz

general fuera amenazada por revueltas revolucionarias.

En el fondo, Gran Bretaña, dotada de un régimen constitucional, no estaba

dispuesta a convertirse en garante de los regímenes absolutistas del continente y

únicamente estaba dispuesta a actuar cuando viese peligrar sus intereses. Sí se recoge en

el tratado la celebración de conferencias, no sólo para evitar brotes revolucionarios que

posuieran en peligro la paz internacional, sino también para examinar los grandes

intereses comunes, con especial referencia a los que favorecían la prosperidad de los

pueblos.

El acuerdo será firmado el 20 de noviembre de 1815, convirtiéndose en

Quíntuple Alianza, cuando en 1818, sea admitida Francia. Será la Cuádruple Alianza y

no la Santa Alianza, quien que regirá las relaciones internacionales de occidente entre

1815 y 1830.

3. La Europa de los Congresos

El articulo 6 del Acta final de Viena estipulaba que las potencias signatarias de

la Cuádruple Alianza se obligaban a reunirse periódicamente para deliberar sobre

asuntos de interés común en relación con la situación europea, o para prevenir

eventuales conflictos y adoptar las medidas que en cada caso se consideraran más

convenientes para el mantenimiento de la paz general. El canciller austríaco Metternich

será el principal impulsor de este sistema de Congresos para regular las relaciones

internacionales.

El Congreso de Aquisgrán

La serie de reuniones internacionales, tras la finalización del Congreso de Viena,

se inicia en septiembre de 1818, en Aquisgrán. El asunto principal fue la normalización

de las relaciones con Francia. Se estipularon los últimos detalles concernientes al pago

de la indemnización de guerra establecida en el segundo tratado de París, tras lo cual se

acordó la retirada de suelo francés de todas las tropas de ocupación establecidas tras el

episodio de los Cien Días. Por último Francia sería aceptada como miembro del

concierto de las grandes potencias, por lo que la Cuádruple se convirtió en Quíntuple

Alianza, o Pentarquía. En Aquisgrán se resolvió también el enconado enfrentamiento

planteado entre Dinamarca y Suecia.

Sin embargo lo más significativo de este congreso de Aquisgrán fue la aparición

de divergencias ideológicas entre las grandes potencias, principalmente entre Austria y

Gran Bretaña, sobre cual habrían de ser los fundamentos para el mantenimiento del

orden internacional. Austria, con Metternich como inspirador, insistía en que la paz de

Europa solo sería una realidad sobre la base de una homogeneidad de los sistemas

políticos de los Estados según el modelo del Antiguo Régimen restaurado. Gran

Bretaña, por su parte, defendía que la paz y el equilibrio podían mantenerse con

independencia de los sistemas políticos de los Estados. Ni siquiera Francia, recién

incorporada, estaba dispuesta a conceder ese matiz absolutista al espíritu de la Alianza.

Por su parte, tanto Prusia como Rusia, veían con agrado la postura austríaca, pues para

ellos la alianza significaba ante todo, una garantía del mantenimiento del orden vigente

frente a cualquier veleidad liberal o nacionalista.

El Congreso de Troppau

Entre marzo de 1819 y octubre de 1822, se celebraron varios Congresos en los

que la divergencia entre Gran Bretaña y las potencias continentales fue en aumento,

sobre todo, por la aplicación del principio de intervención ante la fase de agitación que

afectó sobre todo a los países mediterráneos.

En enero de 1820 se sublevaban en España los liberales, y obligaron a Fernando

VII jurar la Constitución de 1812. Poco después, por influencia de los acontecimientos

españoles, sucedía lo mismo en Portugal. A finales de año el rey de Nápoles, Fernando

IV, se veía obligado a aceptar un régimen constitucional inspirado en la Constitución

española de 1812. En marzo de 1821, se produce en el Piamonte una nueva sublevación

de corte liberal y nacionalista, exigiendo al rey Víctor Manuel I la implantación de una

constitución y declarando la guerra a Austria. Poco después se produciría un

levantamiento liberal y nacionalista en Grecia con la pretensión de sacudirse el dominio

turco y constituirse en nación independiente.

En el Congreso de Troppau, reunido en octubre de 1820, las potencias

autorizaron una acción militar de las fuerzas austríacas en Italia, a pesar de la oposición

de Gran Bretaña a cualquier intervención. Esta última rechazaba que la Alianza se

convirtiera en gendarme para vigilar los asuntos internos de los Estados, al considerar

que su única función era proteger Europa de un poder militar revolucionario similar al

napoleónico y no la de frenar el desarrollo de las ideas liberales.

El Congreso de Laybach

En el Congreso de Laybach, continuación del anterior, celebrado en enero de

1821, una vez más las potencias, con la reticencia de Gran Bretaña y Francia, afirmaron

su decisión de intervenir allí donde un régimen legítimo corriese peligro de ser

derrocado. Austria recibió plenos poderes para continuar su intervención en Italia,

restaurando en Nápoles y Piamonte la plena soberanía real.

En abril de 1821 tenía lugar el estallido revolucionario en Grecia, que, en un

principio, contó con el apoyo del zar, no tanto por simpatía al movimiento nacionalista y

liberal griego, como por ser una buena oportunidad de desestabilizar la hegemonía turca

en los Balcanes.

Por otra parte la cuestión de España seguía vigente, agravada por la masiva

presencia de liberales italianos huidos de la represión austríaca, que pretendían extender

la revolución liberal por toda Europa a través de las sociedades secretas. Estaba además

el asunto de una posible intervención de las potencias en Hispanoamérica, para

restablecer la autoridad de Fernando VII.

El Congreso de Verona

A la vista de la situación política europea se celebró un nuevo Congreso en

Verona a partir de octubre de 1822. Austria convenció a Rusia de que no siguiera

apoyando a los patriotas griegos, con lo que pareció sofocada la intentona nacionalista

helena.

El caso de España parecía más complicado de resolver, aunque Metternich

estaba decidido a cortar por lo sano. Austria tenía sus ejércitos en Italia, y no podía

intervenir al mismo tiempo en España. Rusia estaba dispuesta a enviar un ejercito de

200.000 hombres, pero esto provocó la alarma de las Potencias ante la posibilidad de un

ejercito ruso cruzando toda Europa hasta llegar a España, por lo que esa solución se

descartó. Gran Bretaña, en su línea habitual no era partidaria de ninguna intervención

militar en España, al considerar que no existía ningún peligro real para la paz en

Europa. En cuanto a una intervención en Hispanoamérica, Gran Bretaña se negó en

rotundo, amenazando, incluso, con intervenir militarmente en contra de tal posibilidad.

Esta actitud de los británicos respondía al temor de poner en peligro su floreciente

tráfico comercial en territorios americanos, iniciado desde el comienzo mismo del

proceso de independencia.

El Congreso decidió enviar una nota al gobierno liberal español advirtiendo que

en caso de no producirse una moderación en su política y un respeto a la soberanía de

Fernando VII se produciría una intervención militar por parte de las potencias,

acordándose que sería un ejercito francés el que intervendría. Así, en el verano de 1823,

tras la respuesta arrogante del gobierno español, y pese a la reiterada oposición de Gran

Bretaña, que llegó a levantar el embargo de armas impuesto a España, un ejercito

francés, en una operación militar que contó con el apoyo de los partidarios de Fernando

VII y ninguna resistencia seria, restauró a éste en su plena soberanía Esta decisión

supuso la definitiva ruptura del sistema europeo de solidaridad que surgió del Congreso

de Viena, quedando en evidencia que cada país iba a actuar según sus propios intereses.

La Crisis del Sistema de Congresos

Después del Congreso de Verona, Gran Bretaña se retiró definitivamente de la

Alianza; Francia salió robustecida y seguiría una política cada vez más centrada en sus

propios asuntos; Rusia quedó descontenta por las pocas posibilidades que se le ofrecían

en el concierto europeo; Austria se había visto respaldada por las potencias en la

defensa de sus pretensiones italianas; y Prusia, por el momento, quedaba en una

situación de expectativa política entre los dos grandes imperios centrales: el Austríaco y

el Ruso.

4. América durante la época de la Restauración

Al mismo tiempo que se desarrollan en Europa estos acontecimientos, la

América hispana continúa luchando por su emancipación, y los nuevos Estados

introducen en su organización política instituciones liberales.

Los procesos que llevan a la independencia de las colonias iberoamericanas,

podían haberse entendido entre las monarquías europeas de esta época como procesos

revolucionarios a los que se hubiera podido aplicar el espíritu restaurador del Congreso

de Viena.

Sin embargo, las circunstancias que habían puesto en marcha, a partir de 1810,

los movimientos de independencia en las colonias iberoamericanas respondían a

planteamientos completamente diferentes a los que se producían en Europa.

Los habitantes de las colonias, en su mayor parte criollos, eran una minoría entre

los cuadros dirigentes de la sociedad y de la actividad económica. Ante esta situación,

pretendían liberarse de un régimen administrativo y militar, que concedía

preponderancia a los funcionarios venidos de la metrópolis, y de un régimen económico

que aseguraba a España un monopolio comercial.

Cierto es que esas reivindicaciones se sustentarían en principios liberales y

estaban influidas por la sacudida revolucionaria francesa. Pero el detonante de los

movimientos emancipadores fue precisamente el rechazo al dominio francés tras la farsa

de Bayona y la usurpación del trono español por José Bonaparte, que darían lugar a la

gran crisis de 1808-1810.

En cuanto a la actuación concreta de las potencias europeas en los territorios

americanos podemos señalar que en el Congreso de Viena se ratificó la adquisición de

la Louisiana por los Estados Unidos pese a las protestas de España, que alegó la

ilegalidad de la venta realizada por Napoleón en 1803, en razón de que España había

devuelto a Francia ese territorio en 1800 con la condición expresa de que no lo

enajenaría.

Por lo que se refiere a la independencia de las colonias iberoamericanas, las

potencias de la Restauración veían con recelo la sublevación contra las autoridades

legítimas. Desde 1817 los norteamericanos habían adoptado una postura claramente

favorable a los independentistas, por eso en el Congreso de Aquisgrán se planteó el

temor a que Estados Unidos reconociera la nueva república del Río de la Plata, y que

una federación de repúblicas se extendiera por todo el continente americano. Gran

Bretaña que también favorecía, aunque indirectamente, la emancipación, propuso en

1817 una mediación conjunta de todas las potencias; mediación que fue rechazada tanto

por el gobierno de Fernando VII como por los Estados Unidos.

Pese a los reiterados esfuerzos diplomáticos de Fernando VII para que las

Potencias de la Pentarquía, aplicaran los principios de legitimidad e intervención en la

cuestión de los territorios americanos, no obtuvo resultado positivo. La actitud de

Francia y Gran Bretaña era contraria a cualquier intervención en ultramar, motivada en

buena parte por cuestiones de orden político y económico. Austria y Prusia, aunque no

sentían ninguna simpatía por el quebrantamiento de la autoridad de Fernando VII en sus

territorios ultramarinos, carecían de interés suficiente para poner en marcha el esfuerzo

bélico necesario para reducir por la fuerza los levantamientos americanos. Sólo el zar

de Rusia se mostró dispuesto a intervenir a favor de España, aunque desistió ante la

cerrada oposición de Gran Bretaña, que estaba dispuesta a impedir a toda costa, incluso

con las armas, cualquier intervención militar de las potencias en los territorios

iberoamericanos.

XI LA INDEPENDENCIA DE IBEROAMÉRICA

1. Las colonias en vísperas de la independencia.

2. Los precedentes de la indepedencia.

3. La lucha por la independencia.

4. Consecuencias de la independencia.

Al comenzar el siglo XIX, el imperio colonial de España en América lo componían una

serie de entidades administrativas con unas dimensiones territoriales inmensas. El amplio

espacio geográfico que iba desde México a la Patagonia, excluyendo Brasil, se dividía en cuatro

virreinatos: Nueva España, Perú, Nueva Granada y Río de la Plata, además de cuatro capitanías

generales: la de Guatemala, Venezuela, Chile y La Habana.

La emancipación de estos territorios americanos se desarrolla en líneas generales entre

1808 y 1825. Estas fechas coinciden con los años en que Europa se ve también convulsionada

por una serie de acontecimientos como los últimos años del imperio napoleónico, el intento de

las potencias, a partir de 1815, de restaurar el orden europeo anterior a la Revolución de Francia,

y los primeros estallidos revolucionarios de corte liberal y nacionalista de los años 20 del siglo

XIX.

Durante la Alta Edad Contemporánea se pueden considerar dos ciclos revolucionarios en

el mundo occidental. Un primer ciclo, que engloba la independencia de las trece colonias

británicas de Norteamérica y la Revolución Francesa de 1789; y un segundo ciclo, en el que se

incluirían la independencia de las colonias iberoamericanas y las revoluciones liberales europeas

de 1820, 1830 y 1848.

Se ha debatido mucho, sobre la naturaleza de los procesos revolucionarios e

independentistas, que se inician a finales del siglo XVIII y que afectan de manera directa o

indirecta a América y Europa.

La naturaleza del proceso emancipador americano, que durante mucho tiempo la

historiografía ha intentado explicar en clave maniquea, presenta una gran complejidad. Unos

han dicho que se trataría de la revolución liberal llevada a Hispanoamérica como consecuencia

de la proliferación de las nuevas ideas progresistas. Para otros, se trataría de una reacción

tradicional en defensa del usurpado Fernando VII, frente a las reformas ilustradas, racionalistas y

afrancesadas, del usurpador José Bonaparte.

Hay quienes defienden el peso de lo ideológico en el proceso, mientras que otros han

considerado insignificante su influencia. Los partidarios del populismo se opusieron a los que

consideraban que el fenómeno emancipador fue el resultado de la decisión unilateral de minorías,

que verían así cumplidas sus aspiraciones de protagonismo político, frente a los funcionarios de

la metrópoli.

Ante tales discrepancias, que la historiografía de los últimos años ha ido matizando con

menos apasionamiento60

, es un hecho que el proceso emancipador Hispanoamericano permitió la

formación de una serie de repúblicas organizadas políticamente según el modelo del Nuevo

Régimen.

60

Un ejemplo: las sublevaciones ocurridas en la segunda mitad del siglo XVIII frente al reformismo de Carlos III, así

como la famosa carta dirigida a Miranda, el 24 de febrero de 1782, por los miembros más importantes del criollismo

caraqueño, pidiendole ayuda para sacudirse el dominío español, se han considerado como antecedentes del movimiento

emancipador y como prueba del ansia de independencia. Sin embargo, lo primero fue una simple reacción contra el

incremento de la presión fiscal y la segunda una falsedad del propio Miranda con el objeto de presentarse en Londres

como el depositario de las ansias emancipadoras de la sociedad mantuana.

En rigor, la emancipación produce el paso de una unidad colonial administrativa,

económica, social, política y cultural -aun dentro de radicales diversidades-, a una diversidad de

tipo nacional, en la que, sin embargo existen importantes fuentes cohesivas.

En cualquier caso, la emancipación supuso un alto coste tanto para la metrópoli como

para las nacientes repúblicas; para aquélla, porque supuso, entre otras cosas, perder buena parte

de su prestigio internacional, y causa importante de su hundimiento económico; para éstas,

porque condujo a una fragmentación insoluble y les dejó planteados graves problemas políticos

para su posterior andadura como naciones independientes.

1. Las colonias en vísperas de la independencia.

La sociedad

La política española de considerar los territorios del inmenso continente americano como

prolongación de la metrópoli, con la división administrativa de reinos y provincias ultramarinas,

reproduciendo en su mentalidad, instituciones, cultura y costumbres, por fuerza tenía que

conducir a una madurez y a un desarrollo, que en el siglo XVIII era evidente, reflejándose en el

esplendor de las principales ciudades. La prosperidad, estabilidad y orden de los territorios

americanos, podía hacer pensar que eran razones poderosas para no temer ninguna crisis.

Si España se hubiera limitado a una explotación económica del territorio, aislando a la

población indígena y renovando continuamente la española, acaso el dominio político se hubiera

prolongado más tiempo. Pero la emigración continua y el mestizaje dieron lugar al desarrollo de

una sociedad compleja.

La sociedad aparecía rígidamente estratificada. En los territorios de los virreinatos más

antiguos aparecía una gran población de color, indios, negros o mestizos, con un nivel

económico bajo. La gente distinguida, era relativamente minoritaria, y casi todos eran blancos o

casi blancos. Unas pocas familias mestizas distinguidas mantenían su relevancia social en

Nueva España y en el Perú. Este grupo social comprendía los altos funcionarios, eclesiásticos,

abogados, médicos, grandes propietarios, comerciantes y en algunos lugares unos cuantos

maestros artesanos prósperos.

Por otra parte, entre la minoría blanca existía una diferenciación, más de hecho que de

derecho, la que se daba entre los españoles de América, los criollos, y los españoles peninsulares,

"gachupines" o "chapetones", en su mayoría funcionarios o eclesiásticos, que desempeñaban en

las Indias cerca del 80 % de los altos puestos de gobierno.

Dando algunas cifras podemos decir que hacia 1800, la América Hispana tenía unos 17

millones de habitantes, de los que apenas 4 eran de raza blanca, de entre ellos, entre 150.000 y

200.000 eran españoles peninsulares, el resto eran criollos de varias o muchas generaciones.

Otro de los rasgos propios de la sociedad hispanoamericana era el mestizaje. La escasez

de prejuicios raciales de los españoles, había dado lugar a una complicadísima mezcla. Mestizos,

descendientes de español e indio, mulatos, cuando eran de español y negro, zambos, pardos

cuarterones, etc. Este hecho venia a superponerse y a complicar la estratificación de la sociedad

colonial.

En relación con la emancipación, el principal protagonista del proceso será la minoría

criolla. Y esto por dos razones. De una parte, los criollos enriquecidos por el comercio y la

propiedad territorial, y formados intelectualmente en principios ilustrados y liberales, aspiraban

al usufructo del poder, desde el que proceder a las necesarias reformas del aparato administrativo

y al desarrollo de la vida económica, haciendo desaparecer los monopolios de la metrópoli.

Su enfrentamiento con la Administración peninsular se basaba en el rechazo tanto de la

política reformista de los Borbones, que acentuó las cargas fiscales y la centralización, como de

la política proteccionista en favor de los indígenas frente a las exacciones de los criollos.

Por último, sus aspiraciones al desempeño de cargos en la administración quedaban

reducidas a la administración local, sobre todo en los Cabildos y en menor medida en las

Audiencias, y en las milicias populares. Esto explicará que el enfrentamiento entre los Cabildos

y las Intendencias fuese uno de los motores más activos del movimiento emancipador.

La cúspide de la minoría criolla estaba formada por los patricios, que se consideraban los

herederos de los conquistadores y ejercían una gran influencia en el contexto social. En las

ciudades formaban oligarquías cerradas y controlaban la mayoría de las actividades del gobierno

local. Profesaban una lealtad tradicional al lejano rey y trataban con deferencia a los virreyes,

pero al resto de los funcionarios peninsulares los miraban con desprecio. Los roces eran

especialmente agudos entre el ejército y la milicia provincial.

La participación del resto de los grupos sociales en el movimiento emancipador fue

prácticamente nulo, quizá algunos grupos de mestizos, pero más por su dependencia social y

económica de los criollos que por un convencimiento de la necesidad de la emancipación. A los

indios les resulta incomprensible el significado y las ideas que impulsarán la Independencia.

También quedarán al margen los negros, en su mayoría esclavos y sin ninguna consistencia

social. Solo el caso de México constituye una excepción. Aquí se alzan gentes del pueblo,

mestizos, y hasta indios, y también excepcionalmente se registran hechos de masas. Lo que

resulta difícil es pensar que estas masas, que daban vivas a Fernando VII y a la Virgen de

Guadalupe, supieran lo que era la emancipación respecto de España.

La base social de la Emancipación estuvo, por tanto, en la lucha de dos burguesías

enriquecidas, la criolla y la peninsular, pero con intereses contrapuestos. Esta rivalidad unida a

un creciente sentido patriótico, preparó las bases ideológicas de la ruptura.

La economía

Durante el siglo XVIII, las colonias españolas seguían obligadas a comerciar sólo con la

Metrópoli (España), a través del monopolio que ejercía la Casa de Contratación. Monopolio que

desapareció de hecho a partir de 1778 en virtud de la pragmática de Carlos III que establecía el

libre comercio entre América y España, que determinó el rápido enriquecimiento de muchos

comerciantes criollos. Riqueza que en parte serviría para financiar el movimiento

independentista.

Sin embargo, América quedaba excluida del acceso directo a los mercados

internacionales. En 1797, los terratenientes y comerciantes criollos pedían mayor libertad de

comercio con los extranjeros y rechazaban el monopolio de la metrópoli.

En este contexto se entiende el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña a la empresa

independentista, por su interés en desplazar a España y sustituirla en el control político y

económico del espacio americano.

La rivalidad económica entre los criollos y los peninsulares fue otro factor poderoso en el

desarrollo de un sentimiento de rechazo hacia la metrópoli. Sin embargo, la rivalidad principal

más evidente no era tanto entre la colonia y la metrópoli como entre poderosos grupos de

hombres de clase media, los grupos criollos de Lima y México y el grupo peninsular de Sevilla.

Se peleaban continuamente, no solo para aventajar al otro en los tratos comerciales, sino para

asegurar los favores legislativos de la Corona. El grupo español procuraba fortalecer el

monopolio legal de Sevilla, los criollos se esforzaban por debilitarlo mientras retenían sus

ventajas locales.

Por su parte os criollos se dieron cuenta que el único medio eficaz para lograr un

desarrollo económico autónomo consistía en usurpar el poder político de los funcionarios

españoles. A esa actitud respondieron las sociedades económicas de amigos del país, los

consulados de comercio y los cabildos.

Las ideas

La caracterización histórica de este periodo es el resultado de un largo proceso previo de

formación ambiental sobre dos supuestos básicos. En primer lugar la formación interna de una

conciencia emancipadora y, en segundo lugar, la coincidencia con el ciclo revolucionario general

que arranca con la Independencia de las colonias británicas de norteamérica, y sigue con la

revolución en Francia, en donde algunos líderes independentistas, como Miranda, habían

participado directamente.

Es evidente la vinculación de los movimientos independentistas iberoamericanos con las

ideas y pensamientos ilustrados nacidos en Europa durante el siglo XVIII. En la realización

práctica de aquellos principios sirvió de pauta el ejemplo de la emancipación de las colonias

británicas de Norteamérica que acababan de conquistar su independencia.

En la América española y portuguesa las "luces" habían penetrado a pesar de los

controles de la corona. La burguesía y la nobleza criolla leían las obras de los filósofos franceses.

No solo eran bien conocidos Diderot y Franklin, sino también Rousseau y Raynal.

En 1793 Nariño publicó en Bogotá una traducción de la Declaración de los derechos del

hombre y del ciudadano, de la que se publicaron varios centenares de ejemplares y que despertó

la curiosidad de los criollos que eran casi los únicos que sabían leer, aunque provocó la reacción

inmediata de las autoridades. El 1 de noviembre de 1794, el capitán general de Caracas ordenó el

embargo del mismo, Nariño fue arrestado junto con una docena de amigos y dos médicos

franceses. Condenado fue deportado a España, pasando después a Francia e Inglaterra, donde se

convertiría en uno de los defensores de la emancipación.

En Quito, el médico Santa Cruz Espejo, uno de los pocos indios que habían logrado

cursar estudios superiores, fue arrestado y encarcelado en 1792. En la cárcel coincidió con

Nariño. Al salir de la cárcel volvió a Quito donde fundó un periódico y una especie de club, la

Escuela de la Concordia, donde se podían leer obras llegadas de Francia o de Estados Unidos. En

1795 elaboró un plan de liberación de las colonias americanas, lo cual le costó un nuevo

encarcelamiento, durante el cual murió.

En Méjico, el cura Miguel Hidalgo leía con avidez las noticias de Francia. Otros criollos

que habían viajado a Europa y participaron en la Revolución soñaban con la emancipación; así el

argentino Belgrano que se encontraba en España en 1789,y, sobre todo, el venezolano Miranda,

que sirvió en la Marina francesa y asistió a las primeras victorias francesas de 1792. A partir de

1797 se instaló en Inglaterra donde preparó activamente el levantamiento de las colonias

españolas de América, con la ayuda del gobierno británico.

En los puertos de la costa atlántica, desde Veracruz a Buenos Aires, las diversas logias

masónicas conocieron un gran auge61

convirtiéndose en focos de difusión de la ideología

librepensadora e ilustrada. Bien es verdad que su influjo se limitaba a la minoría intelectual de la

sociedad criolla, pero el peso social de este grupo era muy fuerte y su influencia fue decisiva en

61

CHEVALIER, François. América Latina, de la Independencia a nuestros días Barcelona, 1979, p.8.

el proceso emancipador. Sus miembros eran en su mayoría funcionarios de inclinación liberal y

un pequeño numero de comerciantes y propietarios con pretensiones intelectuales, incluían tanto

a criollos como a españoles peninsulares.

Destacaría por su intensa actividad la Gran Logia Americana, fundada por Miranda62

en

Londres en 1797, por donde pasaron muchos de los dirigentes de la emancipación. También

ejerció una gran influencia la logia Lautaró, que algunos sitúan en Cádiz, en la que habrían

recibido las ideas revolucionarias y liberales los principales caudillos de la Independencia63

.

También tuvieron cierta importancia, sobre todo en Venezuela y Río de La Plata, los

clubes jacobinos, destacando el que dirigía en Caracas Simón Carreño, un decidido roussoniano,

y maestro de Bolívar.

Las Sociedades Económicas de Amigos del País iban fomentando la idea de que las

propuestas de los enciclopedistas, tanto en España como en América, eran, con ciertas

limitaciones, respetables. Estas instituciones, que en principio tenían una finalidad práctica:

mejora de la agricultura, de la educación popular y de los problemas económicos y sociales, se

convirtieron en vehículos de transmisión de las ideas liberales, a través de sus excelentes

bibliotecas, en las que no faltaban los tomos de la Enciclopedia, a la que todas estaban suscritas.

Por último referir el papel difusor de las ideas ilustradas y liberales de los periódicos, que

a finales del siglo XVIII habían adquirido un enorme auge en todos los virreinatos Un factor de

antiespañolismo fue la difusión de la leyenda negra, muy bien aceptada entre los intelectuales

americanos del siglo XVIII, especialmente la obra de Robertson, que presentaba a los

peninsulares como crueles opresores, egoístas explotadores del Nuevo Continente, fanáticos,

oscurantistas y destructores de las viejas culturas indígenas. Este sentimiento o prejuicio

antiespañol contribuyó, al contrario de lo ocurrido entre Estados Unidos y Gran Bretaña, a

mantener durante muchos años el apartamiento y hasta el odio a la madre patria, simbolizado

incluso en la letra de alguno de los nuevos himnos nacionales64

.

2. Los precedentes de la indepedencia.

Es cierto que los numerosos motines que se registran en los territorios americanos, como

rechazo a la política fiscal de los Borbones durante el siglo XVIII fueron creando un sentimiento

colectivo, al menos entre las minorías criollas, de que eran necesarias reformas y que estas serían

definitivas si eran ellos los propios protagonistas de las mismas.

La revuelta de los Comuneros

En este sentido podemos considerar como primer episodio significativo de la

prerevolución la revuelta de los Comuneros de Socorro, en la parte nororiental del Nuevo Reino

de Granada o actual Colombia. El nombre viene dado por su carácter comunal-municipal, y por

haber sido su centro la ciudad de Socorro. La causa estuvo en los nuevos impuestos fijados y las

formas coactivas empleadas para recaudarlos, que causaron un fuerte descontento entre los

artesanos, que además de molestos por la privilegiada competencia peninsular se sentían

ahogados por una presión fiscal excesiva. El resultado fue el levantamiento en 1780 de un mal

62

Otros autores aseguran que fue fundada por San Martín. Cfr. J.L.Comellas, De las Revoluciones al Liberalismo.

Pamplona, 1982, p.353. 63

COMELLAS, op.cit. p.348 64

COMELLAS, op.cit. p.350.

armado ejercito de 2000 hombres, que avanzaron sobre Bogotá y pusieron en alarma al virrey

Flórez, que logró un armisticio con los sublevados gracias a la mediación del arzobispo

Caballero y Góngora, en junio de 1781. Los comuneros lograron ciertos reconocimientos en sus

peticiones, sin embargo el virrey entendió que eran excesivas y rompió con lo capitulado. Se

reanudaron las hostilidades y los principales cabecillas de los comuneros fueron presos, y cuatro

de ellos ejecutados.

Francisco Miranda

El segundo episodio está íntimamente unido al nombre de Francisco Miranda. Nacido en

Venezuela, hijo de una familia caraqueña de ricos comerciantes. Militar, con inquietudes

intelectuales, luchó en Europa, Africa y América, a favor de los españoles; en los territorios

españoles de Pensacola, a favor de los norteamericanos; contra los ingleses en los ejércitos de

Washington; a favor de los franceses en la invasión de Bélgica; y a favor de los ingleses en las

Antillas. Finalmente luchó contra los españoles en defensa de su nueva patria, Venezuela,

aunque terminó entregado por los venezolanos a los propios españoles. En 1783 huyó a los

Estados Unidos, recorriendo más tarde Europa, donde fue afirmando sus ideas liberales. En 1790

decide romper con España y convertirse en firme promotor de la independencia de

Hispanoamérica y especialmente de

Venezuela.

Con la ayuda secreta de los ingleses que financiaron la operación, embarcó Miranda en

1805 para los Estados Unidos, donde también recibió apoyo, y preparó una expedición militar a

Venezuela, con la intención de dar un golpe de mano separatista que fracasó en abril de 1806 y

en un segundo intento en agosto del mismo año, pero fueron un acicate para la posterior

agitación.

Los conflictos napoleónicos

Las guerras europeas de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX aumentaron el

malestar en las colonias iberoamericanas. Las regiones costeras vivían en permanente alerta. En

México se temía una agresión de Gran Bretaña o de los Estados Unidos. Las milicias fueron

concentradas y la población se sintió orgullosa de una fuerza que era suya. En junio de 1807, los

ingleses desembarcaron en La Plata y tomaron Buenos Aires, pero se vieron obligados a

capitular ante las milicias locales, mandadas por el general Liniers, militar francés al servicio de

España, y una población que las apoyaba. El resultado era una toma de conciencia por parte de

los criollos, que empezaban a pensar que podían defenderse sin la protección española.

La derrota de la flota española en Trafalgar en 1805 ante la escuadra británica, supuso la

ruptura del control directo de la metrópoli sobre las colonias americanas. Ante esta situación los

criollos americanos comenzaron a organizarse económica y militarmente, para defenderse,

además, del creciente intervencionismo británico.

La invasión de España por las tropas napoleónicas en 1808 provocó una conmoción

inmensa en toda Iberoamérica. Se planteó muy pronto si podría mantenerse en América una

legalidad española frente al intruso francés en la metrópoli o era inevitable erigir una legalidad

americana, independiente de una España que había dejado de ser la misma. En ello tuvo especial

importancia el viejo concepto patrimonial: los territorios americanos no eran de España sino del

rey de España. Desaparecido éste, quedaba disuelto el pacto vinculante, y los americanos

recibían, por ley natural, la plena soberanía65

.

El vacío de poder creado en la metrópoli tras la invasión francesa en 1808, trató de ser

suplido por las Juntas, de ámbito local y provincial, y la constitución en España de una Junta

Central, en nombre del cautivo Fernando VII. En los territorios americanos la política de las

Juntas se reprodujo a partir de los Cabildos, el rechazo a José Bonaparte fue unánime así como

las manifestaciones de lealtad a Fernando VII.

3. La lucha por la independencia.

3.1. Primera etapa (1810-1816)

Venezuela66

Una de las regiones que pronto tomó partido hacia la emancipación fue la Capitanía

General de Caracas, a pesar de adoptar el nombre de Junta Conservadora de los Derechos de

Fernando VII. En ella figuraban destacados miembros de la aristocracia quienes expulsaron al

capitán general Emparán y se arrogaron la plena soberanía. En 1810 la Junta caraqueña puso en

marcha un mecanismo para elegir un Congreso General que se reunió el 2 de marzo de 1811, y el

5 de julio declaró la independencia de las Provincias Unidas de Venezuela. A fines de año quedó

promulgada una constitución federal.

Pero la independencia tampoco quedaba asegurada por simples declaraciones; aún

permanecían funcionarios y militares españoles, y grupos de mestizos comenzaron a desconfiar

de los nuevos dirigentes.

Por otra parte los independentistas venezolanos comenzaron sus disidencias internas -

Bolívar y Miranda no estaban de acuerdo con la nueva constitución-, y disponían de escasas

fuerzas movilizables. De este modo, pronto la guarnición española al mando de Monteverde

intervino, y casi sin lucha, puso fin al primer intento serio de emancipación.

Los errores de Monteverde, con represalias innecesarias contra los criollos y su actitud

contraria a los mestizos y mulatos, provocaron que la mayor parte de la burocracia española se

pusiera en contra de Monteverde y diese lugar a un nuevo brote insurreccional, a comienzos de

1813.

Mariño y Bolívar organizaron un ejército y tras una serie de operaciones militares

entraban triunfalmente en Caracas el 23 de agosto de 1813. Sin embargo los españoles no

estaban dispuestos a ceder fácilmente. Las violencias se generalizaron por una y otra parte.

Un nuevo factor surgió en el conflicto. Las clases modestas y los mestizos tomaron ahora

decidido partido por los españoles. En los llanos del Orinoco, los llaneros, excelentes jinetes y

gente intrépida, se pusieron al mando de Boves67

, para luchar contra los orgullosos mantuanos de

la costa por quienes se sentían explotados. Éste derrotó a Bolívar y Mariño. El 10 de julio de

1814 entraba Boves en Valencia y el 16 lo hacia en Caracas. Los insurgentes se retiraron hacia

65

GIMENEZ FERNANDEZ, M. Las Doctrinas populistas en la independencia de Hispanoamérica Sevilla, 1967. 66

La complejidad del proceso emancipador hace imposible seguir paso a paso todos y cada uno de los acontecimientos.

En esta parte seguimos a la letra, sitentizando en lo posible, al profesor Comellas, op.cit. pp. 354 y ss. 67

José Tomás Boves había llegado a Venezuela desde Asturias. Se estableció como pequeño comerciante. Cuando se le

exigió que se presentara como "voluntario" en las filas insurgentes, boves se negó y fue encarcelado, quemada su tienda

y confiscados todos sus bienes. Logró huir de prisión y se lanzó a una acción implacable contra Bolívar.

Cumaná, embarcando más tarde hacia Cartagena. Toda Venezuela quedaba dominada por los

partidarios de la soberanía española.

Colombia

También en el virreinato de Nueva Granada, muy pronto surgieron movimientos

emancipadores. La primera Junta que llegó a asumir plenos poderes fue la de Quito en 1809, que

constituyó una Junta Legislativa integrada por la aristocracia criolla que no contaba con excesivo

apoyo popular. El virrey de Perú, Abascal, envió tropas a Ecuador, y Quito cayó fácilmente. En

1810 hay una segunda sublevación, que en 1812 se institucionaliza promulgando la Constitución

del Estado Libre de Quito. Pero la falta de fuerzas internas para sostenerse permitió de nuevo el

éxito de las fuerzas del virrey Abascal.

En Nueva Granada y siguiendo el ejemplo de Quito se produjo una insurrección que se

propagó por Cundinamarca, Tunja, Bogotá y Cartagena. El virrey trató de controlar la situación

proclamándose presidente de la Junta, pero pronto fue expulsado, quedando desbordado por los

extremistas de uno y otro bando. Mientras en Santa Fe de Bogotá se reunía un congreso

constituyente, las diversas provincias se hacían independientes unas de otras. Para solucionar

esto se constituyó en 1811 un Acta de Federación de las Provincias Unidas de Nueva de

Granada, que nadie respetó. Los españoles dueños ya de Quito fueron controlando los altiplanos

neogranadinos. En diciembre de 1812 los españoles controlaban de nuevo Bogotá.

Quedaba Cartagena, que se había declarado independiente tanto de España como de los

insurgentes bogotanos. Desde allí, Bolívar, derrotado en Venezuela, trató de organizar una

ofensiva hacia el interior de Nueva Granada, para dominar de nuevo la zona bogotana, y lanzarse

luego a la liberación de Venezuela.

En noviembre de 1814 fue nombrado Capitán General de la Federación del Estado de

Colombia, y aunque obtuvo algunos éxitos, tropezó tanto con la desunión de los insurgentes

como la contraofensiva de los españoles. Estos le empujaron de nuevo hacia la costa, mientras la

propia Cartagena negaba la autoridad del caudillo. Bolívar descorazonado se retiraba a Jamaica.

Casi al mismo tiempo desembarcaba en Santa Marta el general español Morillo para

hacerse cargo de la situación. La guerra de la independencia había terminado en España, y

Fernando VII, repuesto en el trono, estaba decidido a acabar con los focos de independentismo

americano. Morillo llegó acompañado de un ejercito de 10.000 hombres bien instruidos, y una

pequeña pero eficaz flota naval. El recién llegado, de talante liberal, combinó los hechos de

armas con la negociación. Desplegó sus fuerzas por Nueva Granada y Venezuela, castigó a los

independentistas contumaces y perdonó a los demás. En 1816, la lucha por la independencia en

la zona Norte del continente sudamericano parecía definitivamente fracasada.

Chile

La insurrección chilena se manifestó como en todas partes al filo de la crisis de poder en

la metrópoli, y, en este caso, también por la noticias que llegaban de Buenos Aires. El Cabildo de

Santiago se constituyó en Junta con un carácter moderado y poco definido aún en cuanto a su

fidelidad a España.

Poco a poco fueron definiéndose dos partidos: uno español, partidario de la metrópoli, sin

excluir formas de autogobierno, y otro nacional, partidario de la emancipación aunque

reconociendo la autoridad de Fernando VII. Estos últimos fueron cobrando ventaja en la política

de la Junta, destacando pronto Bernardo O'Higgins.

Un grupo de españoles al mando del coronel Figueroa, se alzó contra los insurrectos, pero

fue derrotado y fusilado. La Junta se transformó entonces en Directorio Ejecutivo, y transfirió su

autoridad en 1811 a un Congreso, formado por diputados elegidos en las distintas provincias, en

el que se mantuvo un ambiente de cierta moderación y ambigüedad ambiente que se rompió con

el pronunciamiento de los radicales hermanos Carrera, decididos a proclamar la total

independencia de Chile.

El virrey del Perú, envió entonces al general Pareja, quien poco a poco fue conquistando

territorios del norte de Chile ante la ineptitud militar de los Carrera. O'Higgins, negoció con los

españoles sobre la base del reconocimiento de la autoridad de Fernando VII por los chilenos a

cambio de la retirada de las tropas de Pareja a Perú. Sin embargo, un nuevo intento de Carrera

frustró las negociaciones, y O'Higgins se vio obligado a hacer la guerra abierta. Derrotado por

los españoles en el encuentro de Rancagua, hubo de huir. En octubre de 1814, los españoles

entraban en Santiago, terminando de este modo el primer intento emancipador.

Buenos Aires

A pesar de que en esta región el movimiento comenzó tan moderadamente como en

Chile, acabaría constituyendo el eje decisivo de la emancipación americana, pues sería el único

de esta etapa inicial que no fracasó, y a larga inclinaría la balanza en favor de los

independentistas.

El movimiento fue obra, sobre todo, de los propietarios y comerciantes de la costa, que ya

habían tenido la experiencia de rechazar la invasión de un ejercito inglés ante la huida del

pusilánime virrey español.

Cuando se conoció la noticia de la invasión napoleónica en España. Liniers se rodeó de

miembros de la burguesía criolla moderada entre los que se encontraba Manuel Belgrano

partidario de buscar la autonomía por medios pacíficos.

Tras una serie de episodios la Junta Central española nombró nuevo virrey del Río de la

Plata a Hidalgo de Cisneros, quien trató de entenderse con criollos y españolistas y limar

asperezas.

Cuando en 1810 se supo que los franceses se encontraban en Andalucía y que se había

disuelto la Junta Central, los boanerenses consideraban que los vínculos con la metrópoli habían

dejado de existir. Para formar una Junta de Gobierno el virrey reunió al Cabildo y constituyó una

de carácter contemporizador. Pero los patriotas estaban dispuestos a la ruptura total y exigieron

la formación de una Junta elegida mediante Cabildo Abierto, es decir, por elección popular. El

Cabildo depuso al virrey y nombró una Junta Suprema, en nombre de la soberanía popular. Tal

fue la Revolución de Mayo, que consagró la independencia de Argentina.

Sin embargo, ni Uruguay ni Paraguay estaban dispuestas a aceptar la soberanía de los

platenses. De aquí que surgieran enfrentamientos civiles entre ellos. Mientras, el general español

Elio, vencía a los patriotas y cercaba Buenos Aires. Sin embargo, cuando la situación era más

comprometida para los independentistas, una maniobra del embajador inglés, Stranford, logró la

retirada de los españoles, permitiendo que los platenses cobraran nuevas fuerzas.

En enero de 1813 se reunió una Asamblea Constituyente, que adoptó medidas soberanas,

eligió la nueva bandera nacional y acuñó monedas republicanas. Al mismo tiempo, un joven

general, José de San Martín, convertía los dispersos grupos de combatientes en un verdadero y

eficaz ejército que se disponía a cruzar los Andes.

México

El caso de México, escapa al cuadro general descrito hasta aquí. Ni las intenciones, ni los

acontecimientos, ni los grupos sociales protagonistas, ni las ideologías coinciden con el resto de

los levantamientos de esta etapa inicial de la emancipación.

En México, el elemento indígena era muy fuerte y más consciente de su identidad, y el

mestizaje tenía una fuerza especial. La burguesía criolla presentaba un perfil mucho más débil

que en el resto de los territorios americanos, superada ampliamente por una vieja aristocracia,

enriquecida desde los tiempos de la conquista, dueña de enormes extensiones de terreno, y

conservadora por naturaleza.

Aunque aquí también llegaron las nuevas ideas del siglo XVIII, estas adquirieron muy

pronto una orientación más social que política. Esto explica que el cura de Dolores, Manuel

Hidalgo y Costilla, influido por las ideas ilustradas pusiera en marcha un movimiento, que más

que pedir transformaciones de tipo político, exigía mejora en las condiciones de vida de los más

humildes.

En septiembre de 1810 se inicia el movimiento con el llamado "grito de Dolores", que se

hizo en nombre de la Virgen de Guadalupe y del rey Fernando VII. Se exigía la libertad pero

entendida como libertad personal, supresión de la esclavitud y de la dependencia de los grandes

estancieros.

El enemigo era más la aristocracia criolla que el poder político español. Ello explica que

al cura Hidalgo lo siguiera una multitud de unos 100.000 hombres en su mayoría indios y

mestizos. Los insurrectos entraron en Guadalajara donde se apoderaron de los caudales públicos

y establecieron un gobierno provisional.

Tanto el poder virreinal como la sociedad criolla se opusieron al movimiento. El general

Calleja con solo 6.000 hombres derrotó a la variopinta tropa en 1811. Un segundo intento

protagonizado por otro cura, José María Morelos, también terminó en fracaso.

En 1814 toda la sociedad criolla y los funcionarios mexicanos reconocían la autoridad de

Fernando VII, restablecido en el trono de Madrid. La revolución parecía haber fracasado

definitivamente.

3.2. Segunda etapa (1816-1820)

Hacia 1816 parecía que todos los intentos emancipadores habían sido controlados y las

inmensas provincias de ultramar parecían pacificadas. Aún quedaba un foco autonomista en el

Río de la Plata, pero las diferencias entre los criollos parecían condenarlo al fracaso.

Sin embargo ese mismo año, San Martín al atravesar los Andes con su ejercito dio al

movimiento unas dimensiones insospechadas. Entre tanto, Bolívar, con la ayuda de Inglaterra y

Estados Unidos, había vuelto a desembarcar en Venezuela, obligando a Morillo a ponerse a la

defensiva.

No puede decirse que este segundo impulso de la emancipación sea obra exclusiva de los

dos grandes libertadores, pero es ahora cuando su figura adquiere su máxima grandeza. En enero

de 1817, San Martín hizo pasar a sus tropas, por diferentes desfiladeros andinos, cuando los

españoles se dieron cuenta, todo el ejercito del libertador convergía hacia Chacabuco, cerca de

Santiago de Chile, donde obtuvo una importante victoria el 12 de febrero de 1817. Una vez en la

capital de Chile los americanos proclamaban la independencia de Chile un año después, el 12 de

febrero de 1818, quedando O'Higgins al mando supremo de la nueva república. Este soñaba con

una república democrática e igualitaria pero tropezaba con la resistencia de los grandes

terratenientes. Cuatro constituciones hicieron falta en Chile para que el régimen quedara

asentado con un mínimo de coherencia.

Entretanto, en el Caribe, Bolívar había decidido pasar de nuevo a la acción. Con ayuda de

los ingleses efectuó su primer intento de invasión en julio de 1816, que resultó un completo

fracaso. El último día del año 1816, desembarcó en Barcelona (Venezuela) desde donde se

dirigió hacia la Guayana y desde aquí hacia los llanos del Orinoco. En la segunda mitad de 1817

dominó Angostura, punto clave entre la Venezuela interior y el litoral. En febrero de 1819 reunió

el Congreso de Angostura donde presentó un proyecto de Constitución, que era socialmente

igualitaria y políticamente autoritaria. Articulaba el poder en un Presidente con plenos poderes y

un Senado hereditario, que mantendría la hegemonía de las viejas familias mantuanas. Sin

embargo el texto constitucional fue ampliamente recortado en contra del criterio de Bolívar.

Sin embargo Morillo y las tropas españolas impedían cualquier progreso hacia la costa.

Entonces Bolívar ideó una maniobra para alcanzar Nueva Granada por la espalda y sorprenderla

desguarnecida, y desde allí lanzarse por la costa sobre Venezuela. El 7 de agosto de 1819,

Bolívar derrotó en Boyacá a las tropas españolas. El virrey Sámano huyó de Bogotá, donde el

libertador entró a los pocos días.

Los accesos a la costa por el valle del Magdalena estaban aún controlados por los

españoles, así como Cartagena y Santa Marta. Extenderse hacia Maracaibo se presentaba como

una empresa superior a las fuerzas de Bolívar. Éste dejó a Francisco Santander al mando de

Bogotá y regresó a la cuenca del Orinoco. El 17 de diciembre de 1819, el Congreso de Angostura

votó por aclamación la unión de Nueva Granada y Venezuela en la gran República de Colombia.

La situación militar vino a cambiar radicalmente con la revolución liberal que se produjo

en la península en 1820. El nuevo gobierno dio a Morillo la orden de negociar con los

americanos. Sin embargo, una sublevación en Maracaibo dio a Bolívar la oportunidad de lanzar

la ofensiva final. En abril de 1821, rompió las defensas de unos españoles desmoralizados por la

política de la metrópoli, y el 24 de junio en la batalla de Carabobo derrotó a los españoles y le

permitió la conquista de Caracas y de toda la costa. La Gran Colombia parecía ya una realidad

definida.

3.3. Tercera etapa (1820-1825)

Hacia 1820, Perú estaba cercada por el norte y por el sur por los ejércitos

independentistas. En México la misma aristocracia criolla que había aplastado las intentonas de

Hidalgo y Morelos, se sublevaba contra el nuevo régimen liberal español. Al cabo de seis años,

caían los últimos baluartes fieles a la metrópoli en el continente americano: los Vierreinatos de

Perú y México.

La noticia de los sucesos españoles de 1820, se recibió en México con desconcierto. El

virrey Ruiz de Apodaca hizo proclamar la Constitución liberal española en mayo de 1820. Pronto

empezaron a llegar ordenes del gobierno de Madrid que contrariaban a los que hasta entonces

habían apoyado el poder español, especialmente las leyes anticlericales, la abolición de los

mayorazgos y la supresión de los fueros. La insurrección mexicana será la respuesta del

tradicionalismo y del conservadurismo criollo a las reformas liberales impuestas desde España.

En febrero de 1821, un acérrimo partidario de Fernando VII, el general Itúrbide,

proclamó una monarquía independiente en Nueva España, y se convocó un congreso para

elaborar una Constitución. El 19 de mayo Itúrbide fue proclamado emperador. Los errores

cometidos por Itúrbide provocaron la sublevación de un militar criollo, el general Santa Ana, a

finales de 1822. Itúrbide hubo de abdicar en marzo de 1823.

La confusión sobre el camino a seguir y las diferencias ideológicas entre los mexicanos

detuvieron el proceso emancipador. Finalmente un congreso constituyente elaboró una nueva

Constitución en octubre de 1824. México se constituía sobre la base de diecinueve estados, se

concedían libertades sin renunciar a la autoridad, se mantenía el

dominio de la oligarquía criolla, con ciertas concesiones a la igualdad de derechos, se protegía la

Iglesia y se respetaba la tradición. No hubo reacción antiespañolista y un liberal moderado,

Lucas Alamán fue elegido primer presidente de México.

Los ecos de la emancipación de Nueva España se extendieron a la Capitanía General de

Guatemala, donde el 15 de septiembre de 1821, se firmó el acta de independencia. Siguió un

breve periodo de incorporación a México, que concluyó en junio de 1823. En esa fecha las

provincias de la Capitanía General de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa

Rica decidieron que eran libres de España y de México, constituyéndose en Estado independiente

bajo el nombre de Provincias Unidas del Centro de América.

El acto final de la emancipación americana fue el asalto a Perú. El viejo virreinato fue el

que menos ansias independentistas mostró a lo largo del proceso. Además la posibilidad de caer

en la órbita de Buenos Aires hacía que muchos peruanos prefirieran depender de la

administración española que de la argentina. Esto explica que la liberación del Perú, dirigida

desde Chile por San Martín encontrara con tan poca ayuda.

En febrero de 1819, Chile y Argentina se pusieron de acuerdo para realizar la campaña de

Perú. San Martín planteó la operación mediante una hábil política que alternaba la actuación

militar, aunque evitando el enfrentamiento directo con los españoles, y la negociación, sobre

todo pensando en ganarse a los criollos peruanos, para que fuesen ellos mismos los que

proclamasen la independencia.

En 1821 el nuevo virrey La Serna decidió negociar con San Martín. Este admitía una

vinculación de la dinastía española, mediante la entronización en América de varios príncipes de

la casa de Borbón, pero en entidades nacionales independientes. Al no llegar a un acuerdo se

rompieron las negociaciones. La Serna tuvo que evacuar Lima el 6 de julio de 1821, y el mismo

mes un Cabildo Abierto de la capital peruana declaraba la independencia.

Mientras tanto, en 1820, la ciudad de Guayaquil (Ecuador) se había sublevado y

declarado independiente. Las tropas españolas del virreinato del Perú contraatacaron y el intento

fracasó. Sin embargo, Bolívar dueño ya de la Gran Colombia se decidió a intervenir en la zona,

invadiendo el virreinato peruano por el norte. Entre 1821 y 1822 tuvo lugar la liberación de lo

que hoy es el Ecuador. La victoria de Pichincha, en 1822, permitió poco después la liberación de

Quito y Guayaquil. Las fuerzas de San Martín y Bolívar se ponían así en contacto.

Bolívar continuó la campaña para lograr la independencia de los territorios del antiguo

virreinato de Perú, que aún permanecían bajo dominio español. Estos últimos habían

reconquistado Lima en junio de 1823. El gobierno criollo refugiado en El Callao entró en crisis,

Bolívar nombró nuevo jefe de gobierno a su lugarteniente Sucre y él fue nombrado "Dictador".

En agosto de 1824 Bolívar planteó batalla a los españoles y tras una serie de victorias, en

diciembre liberó Lima. El 8 de ese mismo mes se planteó la batalla definitiva en Ayacucho, en la

que las tropas españolas fueron definitivamente derrotadas. La batalla de Ayacucho se convirtió

en el símbolo del fin del imperio español en América.

En 1825 se proclamó la república de Bolivia, tomando su nombre del libertador, que

elevó a Sucre a la presidencia. A partir de este momento, las diferencias entre los nuevos

territorios independientes iniciarían una larga etapa de consolidación que estudiaremos más

adelante.

4. Consecuencias de la independencia.

En julio de 1822 se celebraron entrevistas entre San Martín y Bolívar con el objetivo de

establecer criterios comunes que permitieran la consolidación de los procesos emancipadores.

Sin embargo, desde el primer momento se pusieron de manifiesto las profundas diferencias entre

los modelos que cada uno defendía como el más adecuado para la nueva realidad americana.

Bolívar soñaba con la Gran Colombia, entidad que debería abarcar todo el espacio

americano, gobernada por una Constitución única de carácter republicano aunque con un poder

fuerte.

San Martín, menos ambiciosos, veía la necesidad de articular las antiguas provincias de

ultramar en varias naciones independientes, y no rechazaba la forma monárquica al considerar

que se correspondía mejor que una república democrática a las condiciones sociales y culturales

de Hispanoamérica. Cada Estado podía estar regido por un príncipe de la rama borbónica,

independiente uno de otro, pero vinculados todos por un pacto de familia.

No hubo acuerdo posible.

Como ocurre con todo gran fenómeno histórico, la emancipación presenta aspectos

positivos y aspectos negativos. Entre los primeros señalaremos uno de dimensiones universales.

Concluido después de tres siglos el ciclo de transculturación, a través del cual España trasplantó

al otro lado del Atlántico su fe religiosa, su lengua y su cultura, sus instituciones y una parte

considerable de su potencial demográfico, llegan a la madurez e irrumpen en la historia nuevas

naciones que hoy constituyen, en su conjunto, una de las grandes fuerzas universales del futuro:

Iberoamérica.

En cuanto a los aspectos negativos señalemos tres, motivados por las circunstancias

históricas concretas en que la emancipación tuvo lugar. Primero, la forma violenta, cruenta,

determinante de formidables e innecesarios sufrimientos colectivos en que fue llevada a cabo, al

menos hasta 1820.

Segundo, la tendencia a la disgregación que va a prevalecer en el mundo

hispanoamericano una vez lograda la independencia. Los antiguos virreinatos no sólo van a

servir de asiento a otras tantas repúblicas independientes entre sí, sino que incluso del tronco de

cada uno de aquellos van a desgajarse determinadas regiones periféricas, constituyendo otras

tantas repúblicas soberanas. Así ocurrirá con Uruguay, con Paraguay y con el Alto Perú,

segregados, este último como Bolivia, del antiguo virreinato del Río de la Plata. Con Chile

separado del Perú. Con el Virreinato de Nueva Granada fragmentado en tres repúblicas

independientes desde 1831. Con la atomización de América Central. Esta fragmentación tendría

consecuencias incalculables frente a la gran potencia norteamericana, que consolidará su

cohesión tras la crisis de la guerra de Secesión.

Por último asistimos en las jóvenes repúblicas americanas, inmediatamente después de la

emancipación, a una lucha por el poder bajo la forma de pronunciamientos militares, que dará

origen al caudillismo y que conferirá uno de los rasgos más característicos de la historia

contemporánea de Iberoamérica, una inestabilidad política y constitucional casi crónica.

Inestabilidad interna y desunión frente al exterior, he aquí la doble raíz de la debilidad que va a

manifestar el mundo iberoamericano durante la Edad Contemporánea.

XII LAS REVOLUCIONES LIBERALES EUROPEAS

1.- Las bases ideológicas.

2.- El Ciclo Revolucionario de 1830.

3.- El Ciclo Revolucionario de 1848.

1. Las bases ideológicas.

La Europa que surge en 1815, tras el Congreso de Viena, suponía una restauración del

principio de legitimidad. Las potencias europeas pretenden un doble objetivo: evitar futuros

estallidos revolucionarios como el ocurrido en Francia en 1789 y establecer un equilibrio entre ellas

para evitar la hegemonía de una sobre las otras.

Sin embargo, a partir de 1820, la Europa restaurada se verá sacudida por diversas oleadas

revolucionarias. Dos factores intervendrán en ellas: la pretensión de los liberales de establecer

regímenes constitucionales, y la aparición del sentimiento nacionalista como arma de lucha política

contra el Antiguo Régimen.

Liberalismo y nacionalismo aparecen, pues, como los fundamentos ideológicos en los

procesos revolucionarios del s.XIX. Liberalismo como referencia fundamental en aquellos procesos

revolucionarios que pretenden conseguir regímenes parlamentarios, con un predominio, por tanto,

de los postulados liberales.

Nacionalismo cuando el objetivo fundamental es la reafirmación de un pueblo, como entidad

estatal independiente. Sin embargo, hay que señalar que en muchos de estos procesos

revolucionarios no es fácil distinguir liberalismo y nacionalismo, porque sencillamente aparecen

identificados.

Casi todas estas revoluciones tienen algo en común: van dirigidas contra el orden restaurado

en 1815. Contra el régimen político, el orden social y, a veces, contra la dominación extranjera.

Casi todas luchan por la libertad, la participación política y social, la independencia o la unidad

nacional, y a partir de 1848, por la participación popular en las cuestiones políticas, en una

reivindicación que pretendía acabar con el protagonismo exclusivo de la burguesía en las cuestiones

políticas de los Estados.

Las oleadas de 1820 y 1830 tienen un claro componente liberal. Se producen en nombre de la

libertad contra la supervivencia de formas del Antiguo Régimen. En toda Europa e Iberoamérica, los

revolucionarios se consideraban como pequeñas minorías selectas de la emancipación y el progreso,

trabajando en favor de una masa de gentes ignorantes, que sin duda recibirían bien la liberación,

pero de la que no podía esperarse que tomasen mucha parte en su preparación.

El liberalismo aparece en el s.XIX como una doctrina subversiva, como una fuerza

revolucionaria, cuyo avance implica el rechazo de la autoridad y de las instituciones que han sido

restablecidas por la Restauración, y un ideal por el que merece la pena sacrificar generosamente la

hacienda y la vida si es preciso. Frente a esta visión idealista del liberalismo aparece una visión

sociológica que tiene en cuenta los protagonistas y las fuerzas sociales implicadas. Desde este punto

de vista el liberalismo aparece como la expresión de los intereses de un determinado grupo social, y

es significativo que allí donde se ha desarrollado una importante burguesía es donde con mayor

arraigo se establecen los principios del liberalismo doctrinario.

La conjunción entre ideal y realidad, la convergencia de aspiraciones intelectuales y

sentimentales, con intereses materiales concretos, configuran el perfil y la fuerza del liberalismo

entre 1815 y 1848. Reducido a una simple filosofía política no hubiera movido a tanta gente;

confundido con la defensa pura y simple de intereses, no habría suscitado adhesiones desinteresadas

que llegasen al sacrificio supremo.

De dos formas actuará el liberalismo en su transformación de Europa desde 1815. En

Inglaterra, y Países Escandinavos transformó, poco a poco, el régimen y la sociedad por medio de

reformas. En el resto de los países, forzado por la resistencia obstinada de los defensores del orden

establecido, que rechazan cualquier tipo de concesión, el liberalismo recurrió al modo

revolucionario.

Además, el clima y la sensibilidad romántica, y la mitificación de la Revolución Francesa,

orienta también hacia soluciones revolucionarias. Sus propósitos políticos convergían en obtener la

libertad constitucional y la independencia nacional para sus respectivos países. La revolución liberal

toma forma de conspiración militar. Los oficiales del ejército, en su mayoría miembros de la

burguesía, serán un foco de liberalismo y también su instrumento.

Ya hemos dicho, que la burguesía europea, tras el Congreso de Viena, se había convertido en

la depositaria de dos reivindicaciones fundamentales legadas por la Revolución Francesa: el

principio de las nacionalidades según el cual cada nación tenía derecho a un Estado propio, y el

principio constitucional, que defendía la participación de la burguesía en el gobierno del Estado;

ambos fundamentados en la idea de la voluntad general que desembocaría en la de la soberanía

nacional.

2.- El Ciclo Revolucionario de 1830.

La reordenación del mapa europeo por el Congreso de Viena y la aplicación del principio

legitimista, que suponía prescindir de las realidades nacionales, anteponiendo el derecho de los

príncipes al derecho de los pueblos, provocarán una situación que tarde o temprano terminará por

explotar.

Coincidiendo con los ciclos revolucionarios de 1820 y 1830, cuyo denominador común será

luchar contra el orden establecido por las potencias absolutistas, una serie de estallidos de carácter

nacionalista recorrerán buena parte de Europa. Unos tendrán éxito, como en el caso de Grecia y

Bélgica, otros fracasarán ante la oposición cerrada de las potencias europeas.

Desde 1820, y en relación directa con el ordenamiento del mapa europeo que surge tras el

Congreso de Viena, surgirán nuevos motivos de enfrentamiento contra el orden restaurado e

influirán en los acontecimientos revolucionarios de 1830. Es lo que se ha llamado las cuatro

distorsiones geográficas, que plantearán un nuevo problema: la ruptura de la unidad religiosa. Estas

serían:

- el reconocimiento de la vinculación de Irlanda al Reino Unido que dejó a los católicos

irlandeses sometidos al anglicanismo oficial;

- la mezcla de los católicos de los Países Bajos del sur con los calvinistas de Holanda, dentro

del nuevo reino creado en Viena;

- la dependencia casi absoluta de los católicos de Polonia respecto a los ortodoxos de Rusia;

- la ampliación de los dominios de una Prusia luterana que englobó una Renania y Westfalia

esencialmente católicas.

Esta simple enumeración permite fijar algunos de los puntos en que se verificarán

alteraciones importantes a los planes del Congreso de Viena en torno a 1830. Es sintomático que

otras perturbaciones geográficas tuvieran una importancia menor justamente por no distorsionar el

ámbito de la unidad religiosa. Tales son los casos de la unión personal que se estableció entre los

reinos de Noruega y Suecia, o el dominio danés sobre Holstein, Schleswig y Lauemburg. Esto no

quiere decir que, a la larga, estas distorsiones de Viena no tuvieran también repercusiones a lo largo

del siglo XIX. Pero solo cuando el principio de unidad religiosa fuera sustituido por el de la nueva

unidad derivada del sentimiento nacional.

En este ciclo revolucionario también intervendrán de un modo importante motivos

económicos. La crisis económica que se inicia desde 1828, con salarios bajos y carestías, coincidirá

con la crisis política. Los revolucionarios liberales aprovecharán el descontento popular, en su

propio interés político.

La revolución de 1830 en Francia

En 1824 ocupa el trono francés Carlos X, hermano de Luis XVI y de Luis XVIII. Acaba con las

intentonas liberales de 1820, e intenta restablecer las formas absolutistas del Antiguo Régimen. Para

ello prescinde de cualquier equilibrio político, y se apoya en los llamados ultras, la facción más

radical entre los realistas.

Como primera medida deroga la Carta Otorgada y promueve la aprobación de una serie de

leyes en beneficio de la nobleza y otras que suponían una restauración de las ordenes religiosas, el

retorno a Francia de los Jesuitas y el reconocimiento de la primacía de la Iglesia en la enseñanza.

Los liberales inician una campaña de rechazo de tales medidas, apoyados en la prensa y en

las sociedades secretas. En 1827, la Guardia Nacional fue disuelta, lo que significaba una

provocación a la burguesía de París. Las elecciones de 1827, constituyeron un éxito para la

oposición liberal. El primer ministro Villèle dimitió y Carlos X se vio obligado a formar un gobierno

mas moderado encabezado por Martignac, mientras que era nombrado presidente de la Cámara el

liberal Royer-Collard.

Martignac, en un intento de aminorar la oposición liberal más radical, revoca una serie de

medidas anteriores, prohibiendo al clero la tutela de la enseñanza primaria, limitando el numero de

alumnos en los seminarios y cerrando varios colegios de jesuitas. Sin embargo, la política de

Martignac seguía pareciendo insuficiente a los liberales más radicales, lo que llevaría a una división

de los propios liberales. Carlos X , no desaprovecha esta ocasión y obliga a dimitir a Martignac,

sustituyéndolo por el príncipe de Polignac, quien proclamó su intención de restaurar el Antiguo

Régimen.

Inmediatamente se organizó la oposición encabezada por La Fayette. Las dos Cámaras se

dirigieron al rey desaprobando el gabinete Polignac. Éste último respondió, con el beneplácito de

Carlos X, recortando la libertad de prensa y disolviendo las Cámaras.

Las nuevas elecciones celebradas en julio de 1830 resultaron un desastre para los ultras, que

quedaron en absoluta minoría, 150 escaños de 420. Pero en vez de dimitir, Polignac anuló las

elecciones y convocó otras para septiembre, suprimiendo de paso la libertad de prensa. Este golpe de

fuerza, encontró inmediata respuesta en las calles de París, donde durante varios días las barricadas

y el asalto a edificios como el Louvre y las

Tullerias, convirtieron la ciudad en un foco de agitación revolucionaria.

La Fayette se puso al frente de la Guardia Nacional. En el Ayuntamiento de París se instaló

un gobierno provisional, con la intención de proclamar la República. En una hábil maniobra el

liberal Thiers, rechazando a Carlos X pero también a la república, propuso para el trono al duque de

Orleans. En el propio Ayuntamiento de París, La Fayette proclama al duque de Orleans,

lugarteniente general del reino, Carlos X viendo que no tiene nada que hacer abdica en favor del

duque de Orleans.

En agosto, mientras Carlos X se marchaba al exilio a Inglaterra, las dos Cámaras, reunidas

conjuntamente, proclamaban solemnemente a Luis Felipe de Orleans como rey de los franceses.

Éste inicia una política reformista en la que tienen cabida las reivindicaciones del liberalismo

moderado, incluso, en una concesión a los republicanos, se acepta la bandera tricolor como símbolo

de la nueva monarquía constitucional. Sin embargo, el éxito revolucionario fue pasajero. Luis Felipe

no supo o no quiso estar a la altura de las circunstancias y pronto vendrían retrocesos en la política

de sus gobiernos que culminarían en un nuevo estallido revolucionario en 1848.

La actitud de las potencias de la Pentarquía, ante el estallido revolucionario francés fue de

pasividad. El nuevo rey iniciaría una hábil política diplomática que conduciría al reconocimiento

progresivo del nuevo estado de cosas, primero por Gran Bretaña y después por el resto de las

potencias de la Quíntuple Alianza.

La Independencia de Grecia.

El deseo de los griegos de liberarse del dominio turco, empezó a cuajar en 1812 con la

aparición de una serie de sociedades secretas, cuya misión era fortalecer y extender el sentimiento

nacionalista heleno. Confiaron primero en la ayuda de Napoleón que no se produjo. Más tarde,

esperaron lo mismo del zar ruso Alejandro I, quien organizó una expedición en 1821, que terminó

en fracaso.

Ese mismo año, se iniciaron una serie de levantamientos e insurrecciones en contra del dominio

turco. En 1822, los sublevados, dominando ya suficiente territorio griego, convocaron un congreso,

donde proclamaron la independencia de Grecia y redactaron una Constitución. Sin embargo,

rivalidades internas y la contraofensiva del Sultán, llevaron el levantamiento al fracaso.

En 1826, el nuevo zar de Rusia, Nicolás I, decidió prestar ayuda a los griegos, contra el

legítimo poder turco, justificando la intervención por motivos religiosos, intereses económicos y por

razones estratégicas. Exigió a Turquía que concediese a los griegos un gobierno autónomo, aunque

bajo la soberanía del Sultán. Rechazada la exigencia rusa, el zar se dispuso a intervenir militarmente.

Francia e Inglaterra se ofrecieron para participar en el proceso. Tras una serie de

enfrentamientos militares entre turcos y rusos, se firmó, en 1829, la paz de Andrinópolis, por la que

Grecia alcanzaba la independencia y se constituía en reino, siendo coronado rey Otón I, hijo de Luis

de Baviera.

La independencia de Bélgica.

Cuando el Congreso de Viena decide crear artificialmente un Estado tapón que impidiera a

Francia expandirse por el norte, establece que holandeses y belgas formen tal Estado. Pero no en un

plano de igualdad, sino con una clara ventaja para los holandeses, y sin tener en cuenta, que las

diferencias serían decisivas para que, muy pronto, surgiese un movimiento de rechazo de los belgas

con un marcado carácter nacionalista.

En primer lugar, diferencias religiosas: una Bélgica católica frente a una Holanda protestante.

En segundo lugar, diferencias lingüísticas importantes. En tercer lugar, diferencias políticas: los

belgas sometidos al poder del rey holandés, Guillermo I de Nasau, y con una ley electoral que

favorecía a los holandeses, quienes a pesar de ser numéricamente inferiores a los belgas, se

reservaban la mitad de los escaños y las cuatro quintas partes de los cargos públicos. Por último,

existían importantes diferencias económicas: los holandeses, con un importante comercio, eran

defensores de posturas librecambistas, los belgas, con una importante agricultura y una pequeña

industria, partidarios del proteccionismo frente a la competencia extranjera.

El absolutista Guillermo I no tuvo la suficiente habilidad política, para conciliar intereses y

actuar de arbitro entre los dos grupos enfrentados. Los belgas se acercarán a posturas liberales, pues

entendían que la discriminación que sufrían se debía a la política absolutista y regalista de Guillermo

Y. Esto explica que tenga lugar el consiguiente, y paradójico, entendimiento entre los católicos y

los liberales belgas.

El 25 de agosto de 1830, un mes después del estallido revolucionario de París, se produce un

levantamiento popular y se forma un Gobierno Provisional. Durante agosto y septiembre, católicos y

liberales belgas lucharon, en las calles de Bruselas, contra las tropas holandesas a las que consiguen

expulsar.

En principio, la Quíntuple Alianza, a propuesta de Prusia, se hace cargo de la cuestión, para

defender la autoridad legítima de Guillermo I, frente a un movimiento contrario al régimen

restaurado, pero las grandes potencias no se ponen de acuerdo. La amenaza de Francia de intervenir

en favor de Bélgica, puso de manifiesto una vez más, el fracaso de la alianza contrarevolucionaria

del Congreso de Viena.

Surgía un nuevo planteamiento del orden internacional europeo, en el que las grandes

potencias se dividieron en dos bloques, filoliberal y antiliberal respectivamente. Prusia se dispone a

intervenir en favor de los holandeses con el apoyo de Austria y Rusia. Inglaterra se opone, y

Francia envía un ejército en apoyo de los belgas. Solo Rusia, pese a todo, organizó un ejército con la

decidida intención de apoyar a Guillermo I frente a los belgas, pero el estallido de una sublevación

en Polonia le hizo cambiar de planes.

En estas circunstancias el éxito del movimiento belga estaba asegurado. En la Conferencia de

Londres, diciembre de 1830, se reconoció la independencia de los belgas. En 1831 redactan una

Constitución y se ofrece la corona a Leopoldo de Sajonia-Coburgo, declarándose el nuevo Estado

neutral.

Los fracasos revolucionarios nacionalistas de 1830.

El impacto de la independencia de Bélgica, repercute de inmediato en otros territorios

europeos. Polonia, Italia y Alemania contemplan, en torno a 1830, estallidos liberal-nacionalistas.

Sin embargo, tras una primera etapa de incertidumbre, fracasarán por falta de madurez

interna y sobre todo por la presión externa de las grandes potencias del bloque antiliberal: Rusia,

Austria y Prusia.

Polonia

Después del Congreso de Viena, Polonia había quedado fragmentada y ocupada. Rusia había

recibido la mayor extensión de territorio polaco bajo la forma de un reino satélite. Austria y Prusia

también recibieron su parte. Esta división suponía para los polacos tener que enfrentarse a las tres

principales potencias restauradoras, a la hora de luchar por su independencia.

Después de una serie de circunstancias, en noviembre de 1830, se produce una insurrección

en Varsovia alentada por las sociedades secretas, que se extiende por toda Polonia. El ejército ruso,

sorprendido, se retira de la capital. En febrero de 1831, un Gobierno provisional, proclama la

independencia de Polonia y solicita ayuda a Francia. La inhibición de Francia e Inglaterra y la

misma división interna de las fuerzas polacas, facilitan la reacción rusa. Un ejército integrado por

austríacos, prusianos y rusos aplastaron el intento independentista en mayo de 1831. El reino de

Polonia pasa a ser una simple provincia del Imperio ruso, y Nicolás I inició la rusificación de

Polonia.

Italia

En la península italiana, la llama liberal-nacionalista se mantenía viva desde 1820, a pesar de

la férrea ocupación austríaca. La promesa de apoyo efectivo por parte de Francia, tras las jornadas

revolucionarias de julio, incita a los patriotas italianos a sublevarse a finales de 1830. En el centro

de Italia, la sacudida fue intensa. En Parma y Módena, fueron derrocados María Luisa de Parma y

Francisco IV. En los Estados Pontificios, Gregorio XVI recurre a Austria para contener la

revolución. La Francia de Luis Felipe protesta por la intervención de Austria, pero no presta apoyo a

los sublevados. Los italianos no pueden resistir solos al ejército austríaco y la insurrección fracasa.

Alemania

También aquí se acusa la agitación nacionalista y liberal, acentuada por el ejemplo de

Bélgica, sobre todo en los pequeños estados centrales. La fragmentación de la Confederación

Germánica, facilitaba la rivalidad de Prusia y de Austria por hacerse con su control. Sin embargo, no

dudarán en olvidarse de sus diferencias para ahogar cualquier intento revolucionario.

En septiembre de 1830 se inician una serie de alzamientos en la Alemania central que, a

partir de Brunswick, se propagan por Hesse-Cassel, Hannover y Sajonia, extendiéndose mas tarde

por algunos territorios del sur. Se imponen ordenamientos constitucionales y, a partir de 1832, se

introducen planteamientos nacionalistas integradores, para unificar los territorios alemanes.

En 1833 los estudiantes y liberales radicales dieron un golpe de mano contra la Dieta de la

Confederación en Francfort. Prusia y Austria se asustan, y preparan una intervención conjunta

contra las agitaciones nacionalistas, aplicando una serie de medidas políticas, de carácter represivo,

que serán suficientes para detener el proceso, aunque el sentimiento nacionalista alemán ya no

desaparecería.

3. El ciclo revolucionario de 1848.

A pesar de los logros liberales y nacionalistas conseguidos en las oleadas revolucionarias de

1820 y 1830, la situación política general en Europa en 1840 seguía siendo de predominio de las

formas políticas propias del Antiguo Régimen, matizadas en algún caso por ciertas concesiones al

liberalismo. En toda Italia, Austria, Rusia, Polonia, la mayor parte de los Estados Germánicos,

incluida Prusia, los territorios balcánicos, excepto Grecia, las ideas liberales y nacionalistas habían

sido sistemáticamente reprimidas y combatidas.

A partir de 1848 buena parte de los países europeos, con la excepción de los Países

escandinavos, Rusia, Turquía, Inglaterra y la península Ibérica, resultaron conmovidos por una serie

de movimientos revolucionarios. Se discute si esta oleada revolucionaria fue un movimiento

espontaneo o estuvo de algún modo preparada, en el sentido que existiera un acuerdo previo entre

los revolucionarios de varios países para descargar una serie de golpes simultáneos. Parece mas bien

que, aun existiendo una evidente relación entre los revolucionarios a través de las sociedades

secretas y de la correspondencia epistolar, se trataba de un simple conocimiento mutuo de la

existencia de proyectos revolucionarios, lo que Droz ha llamado cosmopolitismo revolucionario y

solidaridad entre los liberales.

Las revoluciones de 1848, fueron sin duda revoluciones liberales, pero actuaron sobre

situaciones muy diversas. También es cierto que en la mayoría de ellas se hizo presente el factor

nacionalista, que, sin embargo, presenta caracteres distintos en Alemania, en el Imperio Austro-

Húngaro y en Italia.

La novedad en las revoluciones de 1848 será la irrupción del conflicto social. Primero, el

enfrentamiento entre la alta y la baja burguesía; y más tarde, el enfrentamiento entre la burqguesía y

el proletariado. Un proletariado que aparece ya concentrado en las grandes ciudades, formado por

los obreros de las fabricas y el artesanado de los suburbios, que manifestaba ya una cierta conciencia

de clase.

La novedad no era la existencia de una clase obrera, sino el hecho de que tomara conciencia

de su miseria y de su fuerza. En este sentido es ya tópico el diagnostico de Tocqueville, quien en

enero de 1848 afirma que las agitaciones de los obreros han dejado de ser políticas propiamente

dichas para presentarse como sociales. No se trata ya de cambiar tal o cual ley, o ministro, o

gobierno, sino la misma sociedad a partir del resquebrajamiento de sus bases, sobre todo, aquellas

que hacen referencia a la distribución de los bienes y la propiedad.

Como se ha señalado, se trata de la aparición del "Cuarto Estado". Las masas, que halagadas

por los políticos republicanos y por los demagogos de toda especie, entre los cuales los socialistas

románticos, se sintieron elevadas, a partir de 1848, a la dignidad preferente en la nueva religión

democrática. Era el pueblo, y esta palabra llenaba la boca de los místicos socialistas y establecía un

nuevo culto: el de las masas como factor fundamental del progreso histórico.

Causas de las revoluciones de 1848

Toda la historiografía está de acuerdo en que el estallido revolucionario de 1848, estuvo

precedido de unos años de crisis en un triple nivel: crisis económica, social y política. Las

diferencias surgen a la hora de interpretar la naturaleza de las crisis y la mayor o menor importancia

de unas sobre otras.

Crisis económica

Entre 1846 y 1847 aparecen tres hechos que responden a una situación de crisis económica:

inflación general, paro y como consecuencia descontento y agitación social. Crisis económica que

presenta, a su vez, una triple dimensión, manifestándose como una crisis agrícola de tipo antiguo,

como una crisis financiera y como una crisis industrial, aunque no necesariamente por ese orden, ni

en todos sitios tienen el mismo peso.

Una crisis agrícola provocada por una plaga en la cosecha de papa, alimento de primera

necesidad, que destruyó la casi totalidad de la cosecha en Irlanda, Norte de Francia, Países Bajos y

Alemania.

La necesidad de sustituir la papa por el trigo, hace que el precio de éste se encarezca.

Encarecimiento, que se hace aún mayor, como consecuencia de la sequía de los años 1846-47, que

provoca malas cosechas, agravándose, aún más, por la falta de reservas del año anterior. En muchos

sitios el precio del pan se duplicó.

Como aun en estos años, en la mayor parte de Europa, la economía se apoya en gran medida en

la agricultura, la crisis agraria, provoca la crisis financiera.

Los Estados se ven en la necesidad de librar partidas extraordinarias para importar artículos de

primera necesidad, lo cual suponía disminuir de manera importante el ahorro público y un aumento

de la presión fiscal.

Esto provoca una perdida de confianza por parte de los ahorradores que retiran sus depósitos,

provocando la quiebra de muchas casas de banca, y, además, porque todo el gasto se orienta hacia el

consumo de los encarecidos productos de primera necesidad.

La falta de dinero repercute de inmediato en la industria manufacturera. El sector textil, en

1847, ve como se reduce el consumo de paños en un 30%. La consecuencia fue un colapso de la

producción, que se saldó con cierres, reducción de plantillas, rebajas de salarios, y paro, en un

momento en que los precios de los artículos de primera necesidad se habían disparado.

La disminución de las inversiones y del crédito también afecta de un modo especial a la

industria del ferrocarril, que arrastra a su vez a la siderurgia, agravando aun más la crisis de las

grandes entidades de crédito europeas, que tenían en el ferrocarril uno de sus mayores objetivos

financieros.

Crisis social

En el origen de las revoluciones de 1848 existe un importante factor social de fondo. La

existencia de una crisis estructural de la sociedad, que se puede definir con carácter general, como

una proletarización de importantes capas sociales.

En primer lugar, como consecuencia de los cambios del modelo demográfico. Con un

crecimiento de la población que alcanza su ápice entre 1840 y 1850, con el consiguiente aumento de

la mano de obra y su correlativo abaratamiento.

En segundo lugar, resultado de la extensión de la revolución industrial, que provoca un

aumento de la emigración del campo a la ciudad y la consiguiente aparición de núcleos sociales

desarraigados, en los que predomina la miseria y la marginación. Además, se produce un

empeoramiento de las condiciones de vida de los obreros, entre 1820 y 1848

por las nuevas formas de trabajo en las fábricas y el desarrollo del maquinismo, que entre 1840 y

1850 alcanza un gran incremento en casi todos los países europeos.

Todas estas circunstancias plantearon nuevos problemas que amenazaron acabar con la

estructura social. La situación descrita, se verá agravada, de modo particular, por la crisis económica

general que se desarrolla entre 1846 y 1847.

En este contexto, no era de extrañar la difusión virulenta de las ideas socializantes de Blanc,

Proudhon, Cabet, Marx, etc., entre los obreros europeos, durante los años cuarenta. Pero, además, la

pequeña burguesía se organiza para combatir a la burguesía que había sabido alcanzar una situación

de privilegio, y contra un régimen que no ofrece garantías de seguridad, coincidiendo, en un

principio, con los obreros en su enfrentamiento con el poder.

La lucha se emprendió contra el egoísmo de las clases dirigentes. No cabe la menor duda, como

ha señalado Droz, que en la óptica de los hombres del cuarenta y ocho la emancipación política y

nacional estaba ligada a la destrucción de un sistema social vinculado al absolutismo y al

particularismo.

Crisis política

Se ha señalado que la situación política que enmarca las revoluciones de 1848, puede definirse

en términos generales, como falta de libertad.

En los países con régimen liberal, el sistema censitario, es decir, el derecho electoral vinculado

a la propiedad o al origen, había quedado desbordado. Es el caso de Francia, donde las expectativas

de 1830 se perdieron ante el desarrollo de la reacción y de Gran Bretaña, donde sin llegar a las

violencias revolucionarias del continente se inician importantes movimientos sociales y populares

con la pretensión de mayores cotas de libertad y participación política.

Se inicia una amplia difusión de las ideas democráticas, que tendrá en el sufragio universal su

principal reivindicación.

La situación en Alemania y en los países centroeuropeos determinó que el planteamiento de la

crisis política, previa al impacto de la revolución de 1848, fuese distinto. La revolución industrial

había favorecido el desarrollo de una fuerte burguesía. Sin embargo, el liberalismo era una simple

aspiración en algunos estados alemanes occidentales, en el resto predominan las formas del Antiguo

Régimen.

La efervescencia política se daba en algunos partidos políticos y en cierta prensa de oposición,

pero, sobre todo en las Universidades, en las sociedades secretas, en las ligas de estudiantes y en

algunos ambientes burgueses, que consideraban, que la implantación de formas políticas liberales

favorecería sus intereses económicos.

En Hungría, donde no existía una burguesía, era la baja nobleza la que se oponía a la alta con

reivindicaciones liberales. Es preciso señalar que en el ámbito germánico, además de los

planteamientos liberales ya citados, aparece como un factor de primera importancia en los procesos

revolucionarios el nacionalismo, entendido como exaltación patriótica en las naciones ya

constituidas como Estados.

En los Estados de Alemania del norte tiene un carácter integrador, sin embargo, en el Imperio

Austro-Húngaro las revueltas nacionalistas tienen un carácter desintegrador. Este mismo esquema de

solapamiento de planteamientos liberales y nacionalistas se da también en la península italiana

durante el desarrollo de los procesos de 1848.

La revolución de 1848 en Francia

Al poco tiempo de la proclamación de Luis Felipe de Orleans como rey constitucional de

Francia, tras los movimientos revolucionarios de 1830, se iniciaron una serie de retrocesos en la

política de sus gobiernos que defraudaron a los partidarios de reformas más radicales.

A lo largo de casi dieciocho años de reinado, no supo resolver los problemas que le planteaban

los grupos políticos. Por un lado, los legitimistas, partidarios de los Borbones. Por otro, los

republicanos con una oposición sistemática, sabiéndose apoyados por un sector de la burguesía,

descontenta al verse alejada de toda responsabilidad política.

La oposición de los liberales más moderados también se fue haciendo más firme, exigiendo a

partir de 1843, extender el derecho al sufragio y reformar la administración, recogiendo también el

sentir de la pequeña y mediana burguesía.

Los socialistas, mejor organizados que en 1830, elaboraron doctrinas más concretas y

vulgarizaron su pensamiento en los periódicos, que empezaron a alcanzar a los medios obreros.

Por último, muchos descontentos en el Parlamento y entre la burguesía dirigente, aunque no

tenían un programa diferente al del primer ministro Guizot, también presentaron un frente de

oposición, aunque se hubieran conformado con un simple cambio de gobierno.

Luis Felipe y su gobierno había subestimado a sus adversarios. Pero también es cierto que los

miembros de esta heterogénea coalición se conocían muy mal entre sí, tenían intereses bien distintos

e ignoraban sus fuerzas recíprocas.

A partir de 1847 y al hilo de la crisis económica estas diferentes oposiciones redoblaron sus

esfuerzos, manifestándose también la agitación popular, que sin duda creaba el ambiente favorable

para el estallido revolucionario.

En febrero de 1848 los acontecimientos se precipitaron. Los liberales desarrollaban sus

campañas de oposición al gobierno mediante la celebración de multitudinarios banquetes en donde

se pronunciaban discursos en los que se criticaban a los gobiernos. Cuando el gobierno de Guizot

determinó prohibir uno de estos banquetes previsto para el día 22, en París, se originaron una serie

de disturbios y algaradas, la Guardia Nacional no se mostró dispuesta a intervenir ni a enfrentarse a

los manifestantes.

La noche del 23 de febrero tuvieron lugar los primeros enfrentamientos entre los manifestantes

y tropas del ejército enviadas a sofocar los desordenes, caen las primeras víctimas y los

levantamientos se extienden por todo París. En la mañana del día 24 los rebeldes asaltan las

Tullerias, y la Guardia Nacional abucheó al rey. Luis Felipe asustado abdica esa misma mañana y

huye de Francia.

Los dirigentes republicanos, que habían desempeñado un papel fundamental en la agitación

revolucionaria, después de ocupar el Ayuntamiento de París y la Prefectura de policía, se dirigen a la

Cámara de Diputados. Allí se procedió a elegir un Gobierno Provisional formado por siete diputados

radicales liderados por Lamartine y Ledru-Rollin, integrándose a última hora tres representantes

socialistas, entre los cuales estaba Louis Blanc.

Bajo la presión popular, la primera medida del Gobierno provisional fue proclamar la

República, y convocar elecciones para una Asamblea Constituyente, por sufragio universal de todos

los franceses varones mayores de veintiún años, lo que suponía ampliar el cuerpo electoral de

250.000 a nueve millones.

El Gobierno provisional pretendió situarse dentro de la tradición revolucionaria de 1789,

alejándose de sus aspectos tiránicos, sangrientos y militares. Las provincias aceptaron los hechos sin

resistencia alguna.

Nadie lamentó en Francia la caída de la monarquía orleanista, aunque los liberales moderados,

que con sus maniobras también habían contribuido a la caída del rey y del régimen censitario,

estaban asustados ante el cariz que tomaron los acontecimientos.

Los sucesos de París tuvieron inmediata repercusión en Europa provocando inquietud.

Lamartine redactó un Manifiesto a las Naciones, publicado el 5 de marzo, en el que se proclamaba

el principio de la soberanía popular y el derecho de cada nación a elegir su propio destino.

El manifiesto buscaba tranquilizar a Palmerston y frenar la coalición antifrancesa que intentaba

organizar Federico Guillermo IV de Prusia y el zar ruso Nicolás I.

Tras la euforia revolucionaria, el Gobierno se vio obligado a dar una orientación social a la

República, tomando una serie de medidas de difícil viabilidad.

Se comprometió a garantizar a los obreros la subsistencia por medio del trabajo, asegurando el

empleo a todos los ciudadanos, para ello el 26 de febrero, redujo la jornada laboral de 12 a 10 horas.

Creó los Talleres Nacionales en París y en algunas grandes ciudades. Por último, se constituyó la

Comisión de Gobierno para los Trabajadores con sede en Luxemburgo y presidida por el socialista

Blanc.

Los Talleres Nacionales pronto fracasaron y serían una de las principales fuentes de frustración

de los obreros apoyados por los socialistas, pues lo único que consiguieron fue aumentar la

inflación, al ser en su mayoría costosos e improductivos.

A mediados de marzo hay asignados 20.000 trabajadores a los Talleres de París, a comienzos

de junio 110.000, una cuarta parte de ellos procedentes de provincias.

En cuanto a la Comisión de Gobierno de los Trabajadores, con sede en Luxemburgo, propuso

la formación de sociedades cooperativas, la fijación de tarifas y la organización colectiva de las

explotaciones agrarias.

Algunos días mas tarde, el Gobierno estableció otra serie de medidas de carácter político, entre

ellas la absoluta libertad de prensa y de asociación, se abolió la pena de muerte por delitos políticos,

la esclavitud y el encarcelamiento por deudas. Todas estas medidas fueron calmando la situación de

París.

Desde el primer momento se hacen patentes tres fuerzas políticas cuya lucha va a constituir la

trama de la historia de Francia desde la caída de Luis Felipe hasta la Comuna.

Por un lado, el Partido del orden, formado por miembros dela alta burguesía y poco favorables

a la república, pero sobre todo dispuestos a cualquier cosa, incluida la violencia, para evitar la

revolución social.

Por otra parte, los republicanos enfocaban el problema desde el ángulo político y creían que el

sufragio universal, las elecciones y las Asambleas Nacionales resolverían todas las dificultades.

Por último, los socialistas querían ir mas lejos, confiaban en que a través de la democracia

política se pudieran establecer las nuevas estructuras de una república socialista. Conscientes de que

era necesario un cierto tiempo para ganar a la opinión, intentan por todos los medios retrasar las

elecciones, presionando al gobierno para que fuera más allá en las reformas.

Los clubes, los periódicos y las sociedades secretas mantenían la agitación. Los ataques más

virulentos eran lanzados contra el régimen de propiedad, la jerarquización social y las tradiciones.

La revolución en Francia había convertido la crisis económica en catástrofe. Se produjeron

retiradas masivas de depósitos bancarios, la bolsa de París se desplomó, los créditos quedaron

paralizados y se cerraron numerosas fábricas y talleres.

La masa de pequeños propietarios, rurales o parisinos, los comerciantes y la pequeña

burguesía, se hallaban profundamente inquietos y dispuestos a intervenir.

El 23 de abril los franceses acuden en un 84% a votar a los diputados constituyentes. El

escrutinio se hacia por lista departamental. La lista se elegía por mayoría simple y no había segunda

vuelta.

De los 900 diputados a elegir, mas de 500 fueron para republicanos moderados,

mayoritariamente agrupados en el Partido del orden, 200 diputados monárquicos, de los cuales 130

eran legitimistas, los republicanos radicales y socialistas no alcanzaron más de 100 escaños y

ninguno de sus jefes fue elegido.

Esta Asamblea eligió pronto un Gobierno en el que destacaría su ministro de la Guerra el

general Cavaignac.

Los revolucionarios más radicales, desilusionados por el resultado habían organizado el 15

de mayo una manifestación que invadió la Asamblea Nacional. Fueron expulsados sin

contemplaciones por la Guardia Nacional, siendo detenidos y encarcelados los jefes mas

significados del movimiento.

El 21 de junio la Asamblea aprobó dos medidas que provocarían un formidable levantamiento

obrero en París. Por un lado, el desmantelamiento de los Talleres Nacionales, por otro, la obligación

de los obreros, entre 18 y 25 años, de ingresar en el ejército. El resto debía abandonar París y

dirigirse a las provincias ya fuera para la construcción de vías férreas o para desecar zonas

pantanosas.

La lucha duró cuatro días, del 22 al 26 de junio, y fue terrible. Más de 12.000 sublevados

fueron detenidos y 4.000 de ellos fueron deportados a Argelia, además de producirse un elevado

numero de muertos y heridos.

A partir de las jornadas de junio, los obreros tenderán a actuar solos en contra de la

burguesía. Con la pretensión de cambiar completamente el régimen, consagrándose, a partir de

entonces, el mito de la lucha de clases como arma política, que años después la Comuna de 1871 se

encargaría de reafirmar.

Cavaignac había actuado con dureza con la intención de restaurar el orden, pero seguía

siendo un republicano convencido. La tarea más importante de la Asamblea durante su gobierno, en

los meses de verano y otoño, fue elaborar una Constitución. Aprobada el 14 de noviembre de 1848.

El preámbulo definía los derechos y deberes del hombre y del ciudadano: en él se enunciaban

las principales libertades y la obligación de la República de proteger a la familia y la propiedad y de

ayudar a los desamparados mediante asistencia y trabajo.

El poder Legislativo estaba representado por una sola Cámara de 750 diputados elegidos por

sufragio universal masculino, asistida por un Consejo de Estado, nombrado por aquélla.

El poder Ejecutivo estaba constituido por un presidente elegido por sufragio universal

masculino y cuyo mandato, no renovable, duraría cuatro años, designaría a los ministros y

dispondría de la fuerza armada.

Se fijó la elección presidencial para el 10 de diciembre de 1848; la izquierda y el centro estaban

representados por tres candidatos: Raspail, Ledru-Rollin y Lamartine. Cavaignac debía haber

logrado la unión entre los republicanos moderados y el Partido del orden, pero se le reprochaba su

espíritu laico, su deseo de establecer un servicio militar igual para todos y su evidente postura

antimonárquica.

Fue entonces cuando hizo su aparición Luis Napoleón Bonaparte, que había participado en las

agitaciones carbonarias de 1830 en Italia, y había sido elegido diputado en las elecciones

constituyentes.

De inmediato se convirtió en el candidato del Partido del orden, integrado mayoritariamente

por conservadores, legitimistas y bonapartistas. Este partido se había convertido en el más

organizado y poderoso, y el único que contaba con una red de comités por todo el territorio.

Luis Napoleón obtuvo 5.500.000 votos, muy por delante de Cavaignac con un millón y medio

de votos. El demócrata Ledru-Rollin no pasó de 400 mil.

En las elecciones de la Asamblea Legislativa celebradas el 13 de mayo de 1849, solo fueron

reelegidos 300 diputados de la Constituyente. El Partido del orden obtuvo 500 escaños, pero los

radicales obtuvieron 180 escaños, entre ambos apenas quedaban moderados. El triunfo de los

radicales que aumentaron de modo significativo el numero de diputados, les hizo pensar que un

nuevo golpe de Estado les devolvería el poder.

Lo intentaron el 13 de junio y el resultado fue un fracaso total. El pueblo no los apoyó y

debido a las numerosas detenciones, la izquierda quedó sin lideres y provocó, además, el

endurecimiento de la represión gubernamental, quedando suspendido durante un año el derecho de

asociación, y se definieron nuevos delitos de prensa.

A finales de 1849 se pudo considerar normalizada la situación en Francia. A partir de este

momento fue creciendo el antagonismo entre Luis Napoleón y la Asamblea. La pluralidad de

corrientes políticas, una vez sofocado el peligro de los radicalismos, hacía muy difícil conseguir

mayorías estables.

Ya en el otoño de 1850 parecía inevitable la desaparición de la II República como

consecuencia de esos conflictos, lo cual ocurriría a finales de 1852.

La Revolución de 1848 en Italia

Los acontecimientos de febrero y junio de 1848 en Francia así como la reacción y posterior

normalización de la situación tuvieron su inmediata réplica en numerosos países europeos, con

desarrollo y resultados diferentes, pero indudablemente arrastrados por el ejemplo francés.

A la vez que se registraba la ya citada reacción defensiva de Prusia y Rusia frente al estallido

revolucionario francés de febrero y que Lamartine trató de neutralizar proclamando la aceptación del

orden europeo y sus deseos de paz, los acontecimientos de París beneficiaron, en otros lugares, a los

liberales.

Antes de los acontecimientos franceses de 1848, se produjo en Italia un movimiento general

en favor de la adopción de constituciones. Este movimiento desembocaría en agitaciones en Milán,

formación de un Gobierno provisional en Sicilia -resultado de un movimiento separatista-,

promulgación de una Constitución en Nápoles, en respuesta a las manifestaciones populares.

En Turín, Carlos Alberto de Saboya promulgó un Estatuto y formó un Gobierno

constitucional presidido por Cesare Balbo que adoptó la bandera tricolor verde blanca y roja,

símbolo de los liberales.

En Roma, Pío IX nombró un gobierno para los Estados Pontificios en el que por primera vez

tuvieron mayoría los laicos y prometió una Constitución.

Sin embargo, las noticias de la Revolución de febrero en Francia, dieron un segundo aire al

movimiento liberal y de emancipación italiano, que afectó a Milán y provocó la retirada del ejército

austríaco. En los ducados, gobiernos insurreccionales derrocaron a los soberanos, y en Venecia se

proclamó la República y se sublevaron contra los austríacos.

Ni la Europa liberal, ni Alemania prestaron apoyo a los italianos, lo que permitió la

contraofensiva austríaca, y la derrota de los liberales italianos en todos los frentes. Esto suponía el

fin de la revolución de 1848 y la restauración de los soberanos depuestos, que borraron todo rastro

de liberalismo excepto en el Piamonte, aunque aquí quedó bastante debilitado.

La Revolución de 1848 en Alemania

En los Estados alemanes se había producido un importante desarrollo industrial que tuvo un

doble efecto. Hizo surgir una creciente burguesía de negocios, que al soportar cada vez peor el

control burocrático del sistema, apoyó una evolución política hacia formas más liberales. Por otra

parte, el nacimiento de una clase obrera, en las grandes ciudades, pronto planteará reivindicaciones

de todo tipo, alentados por teóricos del socialismo revolucionario.

La crisis económica de 1846-1847 acentuará el radicalismo de los planteamientos políticos y

sociales de unos y otros, que se manifestarán, con finalidades bien distintas, en el estallido

revolucionario de 1848.

Los obreros, exigiendo el fin de los privilegios y las desigualdades sociales. La burguesía

reclamando regímenes liberales y constitucionales, y por último, la aparición en algunos estados de

un importante sentimiento nacionalista, que cristalizará en la creación del Parlamento de Francfort.

La inmediata reacción de los gobiernos de Austria y Prusia llevó al fracaso todos los intentos

revolucionarios, lo que en buena parte se explica por el miedo de la burguesía ante el radicalismo de

obreros y demócratas en sus reivindicaciones sociales y laborales. Esta burguesía prefirió un

compromiso con las antiguas clases dirigentes, renunciando al

poder político a cambio de la seguridad de sus intereses económicos.

El impacto de la revolución francesa de 1848 afectó, en primer lugar, al centro y sur de

Alemania, donde se produjeron dos serie de sublevaciones. En las ciudades, los burgueses liberales,

con el apoyo de artesanos y obreros, consiguieron de los príncipes reformas constitucionales. En las

zonas rurales, los levantamientos de los campesinos pusieron fin al régimen señorial.

En el oeste de Alemania entre el 1 y el 12 de marzo, siguiendo el ejemplo del Gran Ducado

de Baden, la burguesía logró el nombramiento de Ministerios liberales en Hesse-Darmstadt, Hesse-

Kassel, Nassau, Francfort, Wurttemberg, Brunswick y Turingia.

En Prusia, las provincias del oeste iniciaron la agitación al llegar la noticia de la revolución

de París; en Berlín, donde se sucedían las manifestaciones callejeras, los enfrentamientos con las

tropas desencadenaron la insurrección; el rey cedió y nombró un Ministerio liberal.

La irrupción de corrientes democráticas y socialistas, que se apoyaban en la agitación obrera,

asustaba a la burguesía. Esta, sacrificó sus ambiciones políticas y el compromiso liberal impuesto a

los soberanos, por miedo a la revolución social. Convirtiéndose, finalmente, en aliados del

restablecimiento del orden monárquico y aristocrático y firmes partidarios del aplastamiento de toda

intentona revolucionaria.

También en las provincias prusianas occidentales, se volvió a replantear la cuestión de la

unidad alemana. Tanto la Dieta de la Confederación como los gobiernos de Prusia, Baviera y

Wurttemberg, comenzaron a estudiar una reforma de la Constitución en ese sentido.

En cuanto al intento unificador del Parlamento de Francfort, la aparición de posturas

radicales defensoras de una república democrática y unitaria, frenó la iniciativa. Además, las

diferencias entre los partidarios de la Pequeña Alemania, encabezados por Prusia, que suponía la

exclusión de Austria, y los partidarios de la Gran Alemania bajo el patrocinio de Austria, bloquearon

cualquier otra iniciativa del Parlamento.

Finalmente el rechazo de Federico Guillermo IV, rey de Prusia, al trono imperial con

carácter hereditario, que le ofreció el Parlamento supuso su inmediata disolución e hicieron fracasar

una vez más las pretensiones de unificación alemana.

La Revolución de 1848 en Austria

El impacto de las revoluciones de 1848 en Europa Central se manifiesta en el momento en

que afectó a Viena, corazón del Imperio Austro-Húngaro y del Antiguo Régimen. Manifestaciones

de burgueses y estudiantes recorren las calles de Viena y Praga. En las reuniones de la Dieta

Húngara se pronuncian encendidos discursos en los que se exige la supresión del impuesto de

capitación, el trabajo obligatorio de los siervos en las tierras señoriales, y la formación de un

gobierno húngaro basado en una representación nacional.

Kossuth, dirigente liberal húngaro hizo llegar a Metternich estas peticiones el 3 de marzo de

1848. El día 11 los checos reclamaron lo mismo para Bohemia. El día 13 de marzo se reúne la Dieta

Baja austríaca en Viena, lo que supuso la culminación de la crisis del Imperio.

Los manifestantes en Viena chocaron con las tropas, la sublevación se generalizó en todos

los suburbios de Viena. El emperador cedió, el ejército se retiró, y Metternich después de dimitir

huyó el día 14 a Londres. La agitación y la violencia continuaron y el emperador Fernando I se vio

obligado para calmarla a conceder la libertad de prensa y la creación de una Guardia Nacional

burguesa. Prometió igualmente una Constitución. Sin embargo, los revolucionarios exigieron más,

los estudiantes organizados paramilitármente en la Legión académica, exigieron la convocatoria de

una Asamblea nacional constituyente elegida por sufragio universal.

Fernando I que se había replegado con la corte en Insbruck, accedió a todo. Los liberales no

se preocuparon de conseguir los medios necesarios para consolidar sus conquistas y dejaron en

manos de los ministros, de la burocracia y de la nobleza el trabajo de establecer un régimen

constitucional.

La agitación de los estudiantes y de los demócratas, descontentos con las concesiones

obtenidas, se vio agravada por la efervescencia de las masas populares. Esto provocó, al igual que en

Alemania, una ruptura entre la burguesía y el pueblo, que condujo el 23 de agosto al aplastamiento

de los obreros vieneses por la Guardia Nacional.

Los acontecimientos que se desarrollaban en Viena llegaron a Presburgo, donde se

encontraba la Dieta húngara. Kossuth empujó a la Dieta a aprobar el programa liberal que una

comisión llevó a Viena para su confirmación. Se formó un gobierno de coalición y se procedió a

indemnizar a los propietarios por la abolición de los derechos señoriales. Con el consentimiento del

emperador, la Dieta elaboró una Constitución que transformó Hungría en un Estado nacional y

liberal, aunque suscitó la oposición de los rumanos, croatas, serbios y eslovacos, que se vieron

sometidos desde entonces al centralismo magiar.

El conflicto armado que estalló entre croatas y húngaros provocó la ruptura entre Viena y

Presburgo, que a la larga provocaría la reacción imperial. En la primavera de 1849, la Asamblea

constituyente austríaca fue disuelta y se promulgó una Constitución unitaria para todo el Imperio,

que nunca seria aplicada. La reacción de los húngaros a lo sucedido en Viena fue proclamar la

República, pero sucumbieron ante los ejércitos austríaco, croata y ruso.

Consecuencias de las revoluciones de 1848

Puede decirse que el balance de los movimientos revolucionarios que afectan Europa, a partir

de 1848, se redujo a la implantación en Francia del sufragio universal masculino, a pesar de las

restricciones impuestas por los gobiernos de Luis Napoleón. La consagración, también en Francia,

del principio de la soberanía nacional.

Italia conservó, en el reino del Piamonte, el Estatuto Real otorgado por Carlos Alberto, y una

cierta tolerancia en la defensa de planteamientos liberales. También se mantuvo el espíritu

nacionalista, que a la larga concluiría con la unificación italiana.

En algunos estados alemanes, se mantuvieron vigentes algunas constituciones liberales,

promulgadas durante la efervescencia revolucionaria.

De forma indirecta, en otros países europeos que no sufrieron embates revolucionarios,

también se produjeron reformas políticas. En Bélgica se amplió la base electoral y se llevó a cabo

una reforma administrativa. En los Países Bajos se promulgó una Constitución y se estableció un

régimen parlamentario.

En cuanto a las perspectivas de democratización política y social, que en algún momento

pareció que podrían haberse llevado a cabo, terminaron fracasando en todos los sitios, sacrificadas

en aras de la moderación y de la consolidación de la burguesía europea.

XIII NACIONALISMOS DE CONSOLIDACIÓN

1. Iberoamérica.

2. Estados Unidos de Norteamérica.

1. Iberoamérica

Tras los procesos de Independencia, las colonias españolas de América presentarán durante

el siglo XIX un mosaico complejo en plena efervescencia política y constitucional. Poseedoras las

nuevas Repúblicas de riquísmos territorios y con poca densidad de población, fueron víctimas en

parte, de la ambición imperialista de su poderoso vecino y de defectos propios de su inmadurez

política. Durante buena parte del siglo XIX, seguirán un ritmo trepidante de alteraciones político-

constitucionales y sociales, de modificación de fronteras, de intentos de hegemonía de unas sobre

otras, y todo ello en medio de un constante cambio entre formas constitucionales civilistas o

caudillistas, que impidieron una pronta consolidación nacional tanto política, como económica y

social.

Las intervenciones extranjeras

Tras la revolución liberal de 1820 en España, Fernando VII había recuperado el poder

absoluto, y reclamaba sin éxito la ayuda de las potencias europeas de la Restauración, para recuperar

su autoridad sobre los territorios americanos.

En 1820, James Monroe fue elegido por segunda vez presidente de los Estados Unidos. Los

acontecimientos que se estaban desarrollando en Iberoamérica y que condujeron a la Independencia,

eran seguidos por los norteamericanos con el máximo interés. En 1822, la tendencia de la política

exterior de los Estados Unidos en relación con Sudamérica era la de proceder al reconocimiento de

los nuevos Estados americanos. En marzo de 1822, el presidente de los Estados Unidos reconoció y

apoyó la independencia de las nuevas repúblicas. El Congreso ratificó el reconocimiento y poco

después se estableció el intercambio de embajadores con Colombia, Chile, México y Provincias

Unidas del Río de la Plata. El presidente Monroe el 2 de diciembre de 1923, declaró que los

territorios americanos del norte y del sur habían dejado de estar abiertos a cualquier intervención

europea, añadiendo que cualquier clase de intervención en contra de las nacientes repúblicas

americanas se consideraría un acto de agresión contra los propios Estados Unidos.

En esta declaración se vislumbran dos ideas: de un lado que el continente americano queda

cerrado, en lo sucesivo, a cualquier colonización por parte de ninguna potencia europea, y de otro,

hacía una advertencia contra la tentación de intervenir en las recién emancipadas colonias españolas,

para tartar de restablecer los presupuestos intervencionistas firmados por las potencias europeas en

el Congreso de Viena.

Gran Bretaña, que formaba parte de las potencias de la Restauración, no estaba dispuesta a

atender las peticiones de Fernando VII, en el sentido de organizar una fuerza multinacional que

restaurase sus derechos en América. Pero tampoco estaba dispuesta a consentir que los Estados

Unidos monopolizaran los beneficios que suponían el reconocimiento de la independencia de las

repúblicas hispanoamericanas. El primer ministro inglés, Canning, hizo saber que Gran Bretaña se

reservaba entera libertad de acción respecto a las colonias españolas y que reconocería su

independencia si España no era capaz de someterlas de nuevo a su autoridad.

Francia sí estaba dispuesta a intervenir en América a favor de Fernando VII, pero ante la

actitud tomada por Gran Bretaña y los Estados Unidos, renunció a toda idea de intervención en

América.

El día 1 de enero de 1825 Gran Bretaña reconocía la independencia de las nuevas repúblicas

americanas estableciendo tratados de comercio con Argentina, Colombia y México. Tras Gran

Bretaña, los demás países europeos siguieron el mismo camino, la propia España, convencida por la

evidencia de que no obtendría ninguna ayuda europea, reconoció de hecho la situación. La primera

república que obtuvo el reconocimiento oficial de España fue México, en 1836. Las demás fueron

reconocidas una tras otra durante el reinado de Isabel II. La santa Sede recomendó al clero la

aceptación del nuevo Estado de cosas.

Los sistemas de gobierno

Los ideales liberales y democráticos, legados por la independencia de los Estados Unidos y

la Revolución francesa, fueron adoptados como modelo, y aun radicalizados por los

patriotas de la emancipación, los cuales relegaron al olvido las instituciones históricas españolas,

consideradas como arcaicas o reaccionarias. Sin apoyo en el pasado y sin encajar en las nuevas

formas liberales y parlamentarias del presente, los Estados hispanoamericanos cayeron durante la

primera etapa de su independencia en una profunda anarquía política68

, que se manifestó no solo en

las luchas por el poder, sino en las contiendas revolucionarias para la redistribución de la riqueza

pública y privada69

.

Pocos de los objetivos políticos perseguidos por la independencia se llevaron a cabo una vez

obtenida la emancipación. No se establecieron regímenes democráticos ni se atendió la participación

popular en la vida política. Además, la herencia hispánica de instituciones municipales y judiciales

populares, que fueron eficaces instrumentos en la lucha por la independencia, se vació de contenido

y Audiencias y Cabildos dejaron de cumplir sus objetivos al perder toda su autonomía.

La alta clase media, liberal o conservadora, mediante sufragios más o menos sanos,

gobernará en Hispanoamérica durante el siglo XIX entre anarquía y dictadura. El antagonismo

político de liberales y conservadores hacía muy dificil la tarea de decidir una de las tres formas de

estructuración política posibles: monarquía, república presidencialista y república democrática. La

mayoría de los Libertadores y gran parte de la alta burguesía criolla, defendían los dos primeros

sistemas, mientras que el tercer modelo era defendido por la clase media.

En toda América, salvo en un par de casos, se impusieron regímenes republicanos dotados de

constituciones, donde el predominio del ejecutivo y por tanto el presidencialismo, fue lo habitual. Al

llegar a la segunda mitad del siglo XIX, la forma del Estado deja de ser una preocupación, y en la

vida política ingresan otros problemas en busca de solución.

El fracaso de las federaciones

Bolívar pensaba que, tras la precaria estabilidad en que quedaban los nuevos territorios

independientes, la solución política estaría en el establecimiento de una república autoritaria, con un

presidente vitalicio y un reducido cuerpo electoral. Por eso, pretenderá la construcción de una gran

68

Que ha sido calificada de liberalismo oligárquico. (Cfr. MORALES PADRÓN, Francisco. Historia General de

América. Madrid, 1962, pag. 178) 69

VICENS VIVES, J. Historia General Moderna. Barcelona, 1981, p.428

entidad nacional americana, la Gran Colombia, cuyas bases serían la unión de Colombia, Venezuela,

Perú, Ecuador y Bolivia.

En muchas de las Repúblicas las iniciales Constituciones liberales fueron abolidas y

sustituidas por otras que seguían las directrices de Bolívar quien además fue elegido presidente de

Bolivia, Perú y Colombia. Animado por estos éxitos iniciales convoca, en 1826, a todas las nuevas

repúblicas a un Congreso en Panamá, destinado a establecer las bases de una unión panamericana

más profunda. Pero solo asistieron representantes de Colombia, Perú, México y Provincias Unidas

de Centroamérica, así como observadores ingleses y holandeses. La incomparecencia del resto,

sobre todo de Argentina, Brasil y Chile, determinaron el fracaso del Congreso.

En el Congreso de Panamá fracasó la tentativa de Bolívar de establecer una América

republicana unida, poniéndose de relieve que el plan de Bolívar sobrepasaba con mucho las

posibilidades políticas de su tiempo. Tampoco encontró facilidades por parte de Gran Bretaña, que

consideraba que una unidad política panamericana no sería fácilmente dominable en el terreno

comercial.

También fracasó la idea de una república autoritaria y aristocrática. Los liberales y los

partidarios del régimen monárquico rechazaban semejante modelo. Los militares tampoco estaban

dispuestos a perder el poder ganado en la guerra de la Independencia y convertirse en meros

instrumentos de una república aristocrática.

A pesar de todos lo esfuerzos de Bolívar para mantener unidos, al menos los países que

componían la Gran Colombia, tras unos ocho años de inestabilidad ésta se disgregó en 1830.

Cada uno de los territorios de la Gran Colombia se alejaron del proyecto de Bolívar y se

formaron tres Estados independientes. Venezuela, bajo la presidencia de José Antonio Paez.

Ecuador, bajo la de Juan José Flores, y Colombia, bajo la de Francisco de Paula Santander. Bolívar,

agotado y decepcionado, murió en diciembre de 1830.

También fue difícil y efímera la existencia de las Provincias Unidas de Centroamérica, que

se constituyeron en 1823, al separarse Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica,

de México. Decidieron que cada una de elllas se regiría por un gobierno presidido por un jefe

ejecutivo constitucional, mientras en la cabeza de la Federación y por encima de los jefes ejecutivos

provinciales figuraba el presidente de las Provincias Unidas. Pronto surgieron diferencias entre el

presidente de la Federación, Manuel José Arce, y el jefe ejecutivo de Guatemala y sobrevino la

guerra civil.

Francisco Morazán, hondureño y unionista, al frente de las fuerzas liberales luchó contra

Arce, penetró en la capital federal y asumió poderes ejecutivos. En 1830 quedaba designado

presidente de la Federación, a la que gobernó con mano dura reprimiendo enérgicamente los intentos

separatistas. Contra Morazán se alzó Rafael Carrera, sostenido por elementos conservadores, al

frente de varios millares de indios. Cuando en 1839 expiró el mandato de Morazán, nadie trató de

elegir sucesor. Los movimientos separatistas y las luchas

internas habían disuelto, casi por completo, la Federación, de la que en 1838 se había separado

Nicaragua, seguida después por Honduras y Costa Rica. En 1839, Morazán, defensor de la

Federación, fue elegido jefe ejecutivo del Salvador, y en vista de ello Guatemala y Honduras,

separatistas, declararon la guerra a El Salvador, que ganaron en 1840 expatriándose Morazán al

Perú.

Sin embargo, en 1842, Morazán desembarcó de nuevo en El Salvador para trasladarse

después a Costa Rica, donde fue proclamado jefe del Estado. Un destacamento de tropas sublevadas

lo hizo prisionero, siendo fusilado en septiembre de 1842, fecha que marca la desaparición definitiva

de la Federación centroamericana. Las cinco provincias se declararon Repúblicas independientes.

Los conflictos interamericanos. La consolidación de las repúblicas

Al terminar las guerras de independencia las milicias criollas eran verdaderos ejércitos

regulares, auténticos centros de poder al servicio de las variadas tendencias políticas o de los

caudillos que las representaban. Los afanes por consolidar el poder central y asegurar el orden

interno condujeron al fortalecimiento político de las nuevas castas militares. Surgió también una

nueva y poderosa clase rural que confirma su dominio sobre la tierra, o adquiere nuevos títulos, por

sus servicios durante los procesos de la emancipación. La importancia de este grupo social no será

solo económica sino también política, pues serán los que aporten su potencial económico a las

continuas guerras civiles. No obstante, de estos largos enfrentamientos y crisis políticas habrían de

surgir una a una las repúblicas americanas, iniciando un largo proceso de consolidación nacional.

En los años que van de 1830 a 1870, se pueden distinguir dos grandes etapas: la del

nacionalismo liberal, hasta 1848, en la que primará la pugna entre tradición y revolución, y la de la

supremacía del principio nacional de inspiración liberal, de 1850 a 1870. Iniciandose a partir de

1870, la fase de expansión económica de la mayoría de las repúblicas americanas, con una primera

etapa de expansión capitalista, hasta 1890 y una segunda en la que el impulso viene del

imperialismo, hasta 1918.

El largo y desigual proceso de consolidación nacional queda reflejado en la breve relación

histórica de las distintas repúblicas durante el siglo XIX.

Bolivia

El alto Perú como nación independiente fue la consecuencia de la batalla de Ayacucho y de

la fidelidad de Sucre a Bolivar, cuyo nombre se tomó para designar al nuevo Estado, surgido en

1825 de la Asamblea de Chuquisaca70

.

A los pocos años de la muerte de Bolívar, Bolivia y Perú se debatían, en los años treinta,

entre la crisis económica y las rencillas internas, en las que participaban los distintos intereses

políticos, económicos y militares.

En 1836, Andrés Santa Cruz, presidente boliviano impone a Perú una confederación con su

país, y muestra su hostilidad hacia la Confederación Argentina y Chile, provocando una declaración

de guerra del gobierno chileno, dirigido por Diego Portales, que consideraba la actitud de Santa

Cruz una grave amenaza, no sólo para la supremacía de Chile en el Pacífico, sino también para la

propia independencia de Chile, que corría el peligro de verse absorbida por la Confederación

Boliviano-Peruana.

En 1837, un primer ataque chileno contra Perú es rechazado; pero en 1839 los chilenos

triunfan en Yungay, y colocan a Agustín Gamarra en el gobierno de Lima. Santa Cruz se refugia en

un navío inglés y regresa a Bolivia.

Dos años más tarde, Perú se lanza en guerra contra Bolivia. El resultado fue la caída de

Gamarra y Santa Cruz. El derrocamiento de Santa Cruz supuso el término de la Confederación de

los Andes. Bolivia se separó de Perú, y adoptó un régimen descentralizador y liberal.

Tras su derrota en 1839, Santa Cruz conspiraba en el destierro para volver a Bolivia y asumir

nuevamente el poder. Temeroso de que santa Cruz lograse resucitar la extinta Confederación de los

Andes, Perú invadió Bolivia con un ejercito al mando de su presidente. Pero esta agresión tuvo la

70

Dentro de la Asamblea se perfilaron tres tendencias: los defensores de la independencia, los que defendían la unión

con el Perú y los partidarios de la unión con Argentina. La votación dio mayoría a los independentistas.

virtud de solucionar todas las diferencias políticas entre los bolivianos, quienes agrupados en torno

al general Ballivián derrotaron a los invasores en Ingavi, en 1841.

Bolivia eligió presidente a Balliván, que gobernó entre constantes rebeliones, que se acentuaron

durante los gobiernos posteriores.

En 1879, siendo presidente de la república Daza se produce lo que los historiadores

bolivianos llamaron la guerra injusta, por la que Chile se apoderó del litoral boliviano, dejando a

Bolivia como país interior sin salida al mar.

Perú

Después de su independencia, y de la federación con Bolivia, Perú pasó un período

anárquico hasta que Ramón Castilla subió al poder de 1845 a 1851, inaugurando una etapa de

reformas legislativas y gubernamentales. Reoganizó la Hacienda, comenzó la construcción de

caminos y ferrocarriles. Firmó en 1847 un tratado de amistad con Bolivia y convocó el Congreso

Americanista celebrado en Lima.

Tras el accidentado gobierno de Echenique, Castilla volvió a hacerse cargo del poder, entre

1855 y 1862, para adoptar medidas tan importantes como la abolición de la esclavitud y la firma de

acuerdos con el Brasil, sobre navegación fluvial. La política interna se caracterizará por la rivalidad

entre Castilla y Vivanco, representantes de liberales y conservadores.

A partir de 1868 y hasta 1879, se inicia una etapa de crisis económica y hacendística que

llevó al Perú a la bancarrota. Políticamente esta etapa se caracterizará por el predominio de un

civilismo aristocrático que primero lucha contra el caudillismo militarista y luego contra el civilismo

popular.

Ecuador

Los primeros pasos de Ecuador como Estado soberano se dieron bajo el mando del

venezolano, Juan José Flores, unas veces como presidente constitucional otras como caudillo

militar. No supo afrontar el caos político y administartivo y tampoco resovió los problemas

económicos y sociales.

Entre 1830 y 1835 se desarrolló una guerra civil entre conservadores y liberales

ecuatorianos. Estos últimos se adueñaron del país, para ser rechazados en 1839, y recuperar el poder

en 1845. Así, y hasta 1859, los enfrentamientos civiles fueron permanentes y la inestabilidad de los

gobiernos endémica.

De 1859 a 1875, subió al poder el alcalde de Quito y rector de su universidad, García

Moreno, quién reformó las instituciones republicanas basándose en la doctrina católica y buscó el

apoyo de Francia, España y la Santa Sede.

Después de algunas nuevas intentonas liberales, pronto sofocadas, la nación conoció un

período de paz y progreso.

Venezuela

Sobre las ruinas de la Gran Colombia, Venezuela iniciaría su andadura en medio de una

interminable serie de dificultades. Primero, la dictadura militar del general Paez entre 1831 y 1834.

Después, los conflictos civiles, en los que los caudillos victoriosos tras la guerra de la

Independencia, exigían, por las buenas o por las malas, el mando como premio a los servicios

prEstados.

Todo el siglo XIX y parte del XX, la historia política de Venezuela es una serie de

cuartelazos tendentes a derrocar regímenes y alcanzar poderes, mientras el pueblo asiste como

testigo mudo a ese juego político. A partir de 1848 se estableció un régimen de fuerza en la

dictadura de Monagas. Éste estableció una política de repoblación del país, favoreciendo la

inmigración, emprendió trabajos de modernización, otorgó privilegios a las compañías de

navegación fluvial y de ferrocarriles. Para salvar la unidad del país, y al mismo tiempo continuar en

el poder, Monagas promulgó en 1857 una Constitución unitaria que implantaba legalmente su poder

personal. Pero un año después sus enemigos liberales y conservadores, se sublevaban y lo

derrocaban, implantando el sufragio universal.

Tratando de asegurarse el poder en Caracas y demás ciudades, los liberales dotaron a las

provincias de legislaciones que las convertían en Estados casi autónomos. Ante la ausencia de un

poder central fuerte, prosiguió esta política disgregadora apoyada por las diferencias sociales

existentes entra las ciudades costeras y el interior, y se promulgó la Constitución de 1864, que

dividió la República en veinte Estados independientes, cada uno con su gobierno democrático y

responsable.

Una nueva revolución en 1868, suprimió el estatuto federativo y restauró el régimen unitario

apoyado en la dictadura.

Colombia

Tras la ruptura de la Gran Colombia y superados los conflictos fronterizos con Ecuador y

Venezuela, la actual república de Colombia, se constituyó en Estado independiente con el nombre de

República de Nueva Granada, bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander, entre 1832 y

1837.

En 1843, los conservadores promulgaron una Constitución centralizadora con el beneplácito

de la Iglesia, que era reconocida como religión oficial de la República, aun cuando reducía los

privilegios del clero. Bajo este régimen se construyeron carreteras, se introdujo la navegación a

vapor, y una reforma financiera dotó al a República de una moneda sana.

En 1845 comienza su influencia el general Mosquera, primero como presidente de la

República, y luego como jefe de la política liberal. En 1849, los conservadores eran derrotados por

los liberales, alcanzando la presidencia José Hilario Lopez, iniciando un claro viraje hacia el

laicismo anticlerical en los asuntos religiosos, que tendrá su principal manifestación en la expulsión,

en 1852, del arzobispo de Bogotá, Obando.

Los liberales, en 1853, implantaban una nueva Constitución que establecía el sufragio

universal, la libertad de prensa, y la emancipación de los esclavos -ya en 1847 había sido prohibida

la trata de esclavos-. Se concedió a las provincias el derecho a elegir a sus gobernadores y

reglamentar sus estatutos legislativos, dividiéndose así la nación en provincias autónomas.

Sin embargo la política anticlerical provocó en 1857, una nueva subida al poder de los

conservadores, que promulgaron la Constitución de 1858, implantando el sistema federativo en la

nueva nación, que pasaba a llamarse Confederación Granadina, compuesta de ocho Estados. En la

práctica esta organización federal no dio los resultados esperados, y estalló una sangrienta guerra

civil que terminó con el triunfo de los liberales.

Inspirados por Mosquera, que se había declarado dictador, los liberales implantaron una

nueva Constitución, la de 1863, y dieron a la nación un nuevo nombre: Estados Unidos de

Colombia; practicaron una política liberal extrema que condujo a separar la Iglesia del Estado,

incautándole todos sus bienes.

A partir de 1867, se suceden gobiernos conservadores, durante los cuales se trató con

Lesseps la construcción del canal de Panamá, que formaba parte de la República. Tambien destacó

la presidencia de Rafael Nuñez, entre 1880 y 1895, durante la cual España reconoció a Colombia

como nación independiente. En 1898, comenzó otra guerra civil que duró tres años.

Argentina

Los cincuenta primeros años de la historia de Argentina independiente fueron también años

de crisis, determinados por la oposición entre las provincias y Buenos Aires, que dio lugar a dos

corrientes políticas, la de los partidarios del centralismo, que querían una nación gobernada desde

Buenos Aires, y los del federalismo, partidarios de la autonomía de las provincias.

Mientras se desintegraba la Gran Colombia, en 1826 la república Argentina -ausente del

congreso de Panamá- adoptaba una Constitución liberal y centralizadora. A continuación, intentó

anexionarse la Banda Oriental, su antigua provincia de Uruguay.

La invasión de Uruguay provocó la inmediata réplica de Brasil, que declaró la guerra a

Argentina. Esta contienda fue de corta duración, porque Gran Bretaña medió entre Brasil y

Argentina para que firmasen la paz, y reconociesen la existencia de la República de Uruguay, que

disponía de un gran puerto atlántico y era más fácil de someter a su influencia comercial. Bajo la

presión británica Argentina y Brasil reconocieron en 1828 la independencia de Uruguay, que en

1830 promulgó una Constitución inspirada en la de los Estados Unidos.

En Argentina, con el apoyo de los grandes propietarios y comerciantes fue elegido, en 1829,

Rosas como gobernador de la provincia de Buenos Aires, que durante veinte años intentó someter,

tiránicamente, al resto de las provincias. Más tarde fue designado director de

Relaciones Exteriores de todas las provincias al serle conferido separadamente tal poder por cada

una de ellas. A partir del plebiscito de 1835 que puso en sus manos todos los resortes del poder en

defensa de la causa federal, Rosas gobernó con mano de hierro, desatando una persecución

implacable contra los unitarios. Esto provocó la emigración de no pocos intelectuales, así como el

incremento de una oposición que lo combatió sin éxito, hasta que, finalmente, el gobernador de

Entre Ríos, Justo José de Urquiza, se puso al frente de los descontentos y en alianza con Brasil y

Uruguay venció a Rosas, en 1852, recibiendo el título de Director provisional de la Confederación

Argentina, sin que de hecho se lograra la unidad. En 1853, convocó el Congreso Constituyente de

Santa Fe, que promulgó la Constitución de 1853, en la que se tuvieron en cuenta las dos tendencias,

la unitaria y la federal. El gobierno sería representativo, republicano y federal, reconociéndose la

autonomía de las provincias dentro de un régimen común, estableciéndose Paraná como capital

provisional. La provincia de Buenos Aires, con mucho, la más poblada y la más activa, se negó a

integrarse como una pieza más en la organización acordada y se separó de la federación

constituyéndose en Estado independiente, al frente del cual se puso Bartolomé Mitre. El triunfo final

de Mitre, en 1861, terminó con todas las diferencias y trajo la unión definitiva de las provincias,

consolidándose

la integridad territorial de la República, e iniciandose una larga era de normalidad constitucional.

Todo ello permitió iniciar la modernización del país, tanto en la costa como en el interior, ayudada

por la construcción de ferrocarriles y la explotación ganadera de la Pampa, que daría a la Argentina

uno de los primeros lugares en la producción mundial de carne.

Chile

También Chile se abrió paso por el camino de la guerra civil, hasta su independencia en

1830, sin embargo no tuvo ni la duración ni la violencia que se observó en otros territorios. La

evolución chilena en el siglo XIX puede sintetizarse en tres palabras: estabilidad, presidencialismo y

parlamentarismo.

En 1830 alcanzó la presidencia de la República el general Joaquin Prieto, aunque será Diego

Portales, hombre de gran energía, quien pronto se convirtió en arbitro de la política chilena, junto

con Andrés Bello. Se logró sanear la administración, dando principio a la organización del país. Se

formó una Guardia Nacional subordinada al poder constituido, y se impulsó el proceso necesario

para que, en 1833, se dotara el país de una Constitución que implantaba el régimen representativo, y

que habría de durar hasta 1925. Ésta confería al presidente un importante poder y establecía

mecanismos para asegurar la preponderancia del civilismo y evitar la injerencia del poder militar en

el gobierno y en la política. La Iglesia y los mayorazgos se respetaron y se fomentaba la mineria y el

comercio para incrementar la prosperidad general. Aunque la difusión de la enseñanza permitió

ampliar el cuerpo electoral, el sistema garantizaba el predominio político de los grandes

terratenientes, bajo cuya influencia transcurrió el régimen hasta 1860, manteniendo la paz interior y

permitiendo su desarrollo económico con una sana política financiera.

Con su victoria sobre el Perú de Santa Cruz, se abrió para Chile una época de rápido

desarrollo. Durante el mandato del General Bulnes, entre 1841 y 1851, supo rodearse de un

importante grupo de intelectuales que animaron el progreso cultural del país, al mismo tiempo

fomentó la industrialización con la construcción de barcos, lineas de ferrocarriles y firmó con

Argentina un tratado que le daba acceso al estrecho de Magallanes, en el que fundó el puerto de

Punta Arenas, abriendose así la ruta atlántica para Chile.

Después de 1851, la obra de Bulnes la continuó Manuel Montt, entre 1851 y 1861, quien

promulgó un Código Civil. Una acertada política de innmigración atrajo a Chile una emigración

muy intensa de alemanes y vasconavarros, que fortalecieron las viejas aportaciones coloniales,

poniendo en explotación las riquezas ganaderas, mineras y agrícolas del país, así como las reservas

de nitratos con que Chile ha abonado las tierras de medio mundo.

A partir de 1861 la república entraba en franco período de estabilidad política al ascender

Pérez, por vía legal, a la presidencia.

Uruguay

Tras su independencia se fueron formando los dos partidos tradicionales uruguayos, el

colorado, de influencia brasileña y conservador, y el blanco, de influjo argentino y liberal. En 1839

el gobierno liberal de Uruguay, a instancias de ingleses y franceses, que deseaban acabar con la

dictadura de Rosas, pactó con los liberales porteños y declaró la guerra a Argentina. Esto fue

aprovechado por los conservadores uruguayos para derrocar a los liberales y facilitar la subida al

poder del dictador Oribe. Éste firmó una alianza con Rosas, iniciando una inplacable tiranía que

provocaría una serie de cruentas guerras civiles que duraron nueve años.

En Europa se inició una campaña en apoyo de los liberales uruguayos, y una brigada de

voluntarios, mandada por el carbonario italiano Garibaldi, embarcó para apoyar a los liberales

uruguayos, que con esta ayuda triunfaban en 1850. A partir de entonces Uruguay inició su desarrollo

económico y construyó sus primeros ferrocarriles.

La instalación en 1859 de las fábricas Liebig de conservas de carne, que hasta entonces no se

aprovechaba, ya que la ganaderia estaba orientada a la producción de pieles, fue decisiva para la

vida económica del Uruguay, convirtiéndose desde entonces en país exportador.

Paraguay

La antigua gobernación, aislada en el centro del continente y sin comunicaciones con el

exterior, se organizó en un régimen de dictadura absoluta bajo la presidencia de José Gaspar

Rodríguez Francia, quien prohibió toda relación con el extranjero, manteniendo al Paraguay en un

total aislamiento. A pesar de la tiranía, Rodriguez Francia fue considerado por el pueblo como el

fundador de la nación.

En 1862 tomó el poder el general Francisco Solano López, admirador de Napoleón III, quien

deseando convertir Paraguay en una nación con ambiciones, conquistó en 1865, el Alto Paraguay, lo

que provocó la inmediata respuesta de Brasil, Argentina y Uruguay, dando comienzo la llamada

Guerra Grande, en la que murió Solano y el país quedó arrasado con enormes perdidas

demográficas.

Hasta 1935, los conflictos fronterizos, sobre todo con Bolivia, fueron permanentes,

impidiendo cualquier desarrollo económico, político y social.

Guatemala

En América Central, a la ruptura de la Confederación siguieron violentas luchas intestinas,

destacándose, en 1850, el conflicto surgido entre Guatemala, sometida a la dictadura conservadora

de Carrera, y una efímera confederación formada por Honduras, El Salvador y Nicaragua, gobernada

por liberales. Venció Guatemala y Carrera fue nombrado presidente vitalicio en 1854. Dio a la

república una Constitución conservadora que solo fue disfraz de su dictadura que ejerció hasta 1865

en que falleció.

Le sucedió Rufino Barrios, quien gobernó Guatemala entre 1873 y 1885, éste quiso rehacer

la Federación e invadió El Salvador, pero fue derrotado y muerto.

Bajo el largo gobierno de Manuesl Estrada, 1898-1920, se alcanzó cierta estabilidad y se

levantó el nivel cultural del país.

Costa Rica

Fue el menos turbulento de los países centroamericanos a partir de su independencia en

1838, en la que pronto surgieron los dos partidos tradicionales, el conservador y el liberal.

En 1847, Costa Rica instauró una Constitución conservadora bajo la protección de la Iglesia

Católica. Se estableció que la capital de la República iría rotando entre varias ciudades, centrándose

finalmente en San José. El primer conflicto civil no habría de regristrarse hasta 1948.

El Salvador

Rota la Confederación de las Provincias Unidas, El Salvador proclamó su independencia en

1841, con Lindo Zelaya, constituyendose la República, que se verá recorrida en los siguientes

sesenta años por conflictos civiles y golpes de Estado. Se sucedieron una serie de presidentes, que

en su mayor parte murieron violentamente.

Las bases para una relativa estabilidad no se pondrán hasta la presidencia de Menéndez,

1885-1890, quien dará una nueva Constitución al país, la de 1888, que permitiría un cierto

desarrollo económico y social.

Honduras

También en el antiguo territorio minero, se dio una historia de continuas turbulencias, sin

ninguna cohesión política, en medio de guerras y violencias. Su autonomía de la Confederación

Centroamericana se produjo en 1838, estableciendose la República con su presidente Ferrera. El otro

rasgo que caracterizará a la nueva República será el periódico enfrentamiento militar con sus

vecinos. Así, en 1871, guerra contra Guatemala, en 1894 y 1907, contra Nicaragua, que prolongarían

la inestabilidad política hasta 1932, en que fue elegido Presidente Tiburcio Carías Andino que se

mantuvo en el poder durante un largo período.

Nicaragua

La posición estratégica de Nicaragua entre los dos grandes oceanos hicieron pensar dede

antiguo la posibilidad de construir en su territorio un canal interoceánico, por el que se interesaron a

partir de 1830, Holanda, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Estos intereses extraños,

marcarán la historia interna de Nicaragua, sobre todo a partir de 1850, en que los norteamericanos

consolidan su presencia y fomentan la debilidad interna para alcanzar mejor sus intereses

económicos.

México

Desde el fusilamiento de Itúrbide en 1824, entra la República mexicana en una etapa de

anarquía que fue aprovechada por los norteamericanos, quienes en virtud de la doctrina Monroe71

,

terminarían por apoderarse de la mitad del territorio mexicano. Fomentando permanentemente la

debilidad interna de México a través de innumerables guerras civiles que durarían hasta 1861.

Los disturbios que estallaron en Texas en 1836, entre mexicanos e inmigrantes

norteamericanos, culminaron en 1845 cuando los norteamericanos de Texas votaron su

incorporación a los Estados Unidos, dando lugar en 1846 a una guerra entre México y los Estados

Unidos. Estas dificultades indujeron al presidente Santa Anna a promulgar una Constitución que le

concedía poderes dictatoriales, que no resolvieron nada. La guerra finalizó con la paz de Guadalupe-

Hidalgo, en 1848, por la que México le cedía a Estados Unidos los territorios de Texas, Nuevo

México y la Alta California, a cambio de una indemnizació de 15 millones de dólares.

Finalizado el conflicto, México intento resolver otros problemas interiores, pero los

antagonismos políticos, fomentados por los Estados Unidos, continuaron con mayor violencia y las

luchas entre conservadores y liberales se recrudecieron y estallaron varias guerras civiles.

Restaurado el régimen federal tras el derrocamiento del dictador Santa Anna, surgieron

luchas entre los liberales moderados y los radicales. En 1857 se promulgó una nueva Constitución

de carácter liberal, que sirvió de base a las llamadas Leyes de Reforma, que pretendían mejorar las

condiciones sociales, económicas y políticas de la mayor parte de la población y limitar las de las

clases privilegiadas. Se aprobaron también una serie de leyes anticlericales, propuestas por los

liberales más radicales, sobre todo la que desamortizó las propiedades y bienes de la Iglesia, que

desataron la oposición contra el gobierno, dando lugar a varias insurrecciones.

En estas circunstancias Benito Juárez, abogado de origen indio, de gran talento pero

inplacable como político liberal radical, dio un golpe de Estado y derrocó, en 1858, al presidente de

la República, a quien se consideraba tibio en la aplicación de las reformas. Entre tanto surgió otro

71

Esta doctrina tenía como consecuencia el principio llamado destino manifiesto según el cual Estados Unidos tendía,

por leyes históricas inevitables, a extenderse sobre todas aquellas tierras que quedaban bajo su ámbito de influencia.

gobierno apoyado por los conservadores que designaba presidente a Félix Zuloaga, encendiéndose

una cruenta guerra civil, llamada de los Tres Años.

Esta guerra concluyó con la intervención europea, de España, Francia y Gran Bretaña,

mediante una operación pacificadora que culminaría con el experimento, que tampoco resolvería

nada, del emperador Maximiliano, con la oposición de Juárez y los liberales radicales que eran

contrarios a cualquier forma monárquica para México.

La oposición de Juárez culminaría con el fusilamiento de Maximiliano en Querétaro en 1867

y la proclamación de Juárez como Presidente. Sin embargo la inestabilidad política y

social de México no terminaría. Hasta 1940 la República vivió en casi permanente revolución

política.

2. Estados Unidos de Norteamérica.

La época que va desde la guerra contra Gran Bretaña (1812) hasta la guerra de Secesión

(1861) estará dominada por la formación de una conciencia nacional y el choque de ésta con los

intereses regionales.

La idea de afirmación nacional iba a pasar por un alejamiento de Europa de forma brusca. La

guerra de 1812 contra Gran Bretaña puso de manifiesto la debilidad inherente al sistema de gobierno

norteamericano. Combinar republicanismo y federalismo, y mantener al mismo tiempo la posición

de los Estados Unidos en cuanto potencia independiente, no era tarea fácil.

El partido federalista se hallaba en decadencia, se había roto la resistencia india al este del

Missipi, y nuevas y extensas áreas se habían abierto a la colonización. Estados Unidos se sentía

distinto de Europa, independiente y libre. Esto explica que se dejaran de lado algunos de los

importantes problemas que se habían planteado en relación con la cuestión de si los Estados Unidos

constituían una confederación de Estados o una sola nación unificada.

La Constitución de los Estados Unidos establecía que cuando la autoridad federal y la estatal

entraban en conflicto, prevalecía la ley federal, siempre que la cuestión debatida cayera dentro de la

competencia federal, siendo el Tribunal Supremo el órgano al que correspondía dirimir esa cuestión.

Sin embargo, el problema se planteaba, si se ponía en duda la obligación de los norteamericanos de

aceptar la autoridad de la Constitución72

.

Estas cuestiones básicas de derecho político, dieron origen a que el sistema de gobierno

norteamericano pudiera contemplarse desde dos puntos de vista bastante dispares. Como un pacto

indisoluble, que había de mantenerse incluso por la fuerza de las armas, o como un acuerdo

dependiente de la buena voluntad de los Estados individuales y, por tanto, revisable cuando

pareciese oportuno a un Estado o a un grupo de Estados.

De haber optado la totalidad de los norteamericanos por uno o por otro, no se habría

producido conflicto alguno, pero lo grave fue que a medida que transcurría el tiempo las opiniones

se polarizaban por regiones, que a la larga llevaría a un cruento enfrentamiento civil entre los

Estados del norte y los del sur. Cuya consecuencia inmedianta fue la definitiva consolidación

nacional de los Estados Unidos.

Los Estados Unidos nacieron de una revolución, cristalizaron en una sociedad libre de

frontera e integraron una gigantesca inmigración multicultural y multiétnica. La capacidad de

72

Jefferson y Madison en sus Resoluciones de Virginia de 1798, y los contrarios a la guerra de 1812, en Nueva Gran

Bretaña, ya habían planteado esta cuestión, alegando que jamás el pueblo había dado su consentimiento, ya que éste

procedia de los Estados por separado y no de la voluntad general del pueblo Estadounidense. Cfr. ADAMS, W.P. Los

Estados Unidos de América. Madrid. 1979.

integrar y solucionar problemas, aparentemente insolubles, permitieron al fin conseguir una gran

estabilidad y que las instituciones quedaran muy bien enraizadas en el cuerpo social.

Las Diferencias Sociales y Económicas

El rápido desarrollo económico de los Estados Unidos, planteó una serie de diferencias

sociales entre el Norte y el Sur. En el Norte, la burguesía industrial y mercantil se había alzado como

el grupo dominate, y en la sociedad, constituida sobre principios liberales, no se admitían más

distinciones de derecho que las creadas por el mérito individual y la riqueza procedente del esfuerzo

personal.

Los Estados del Sur aparecían organizados en un régimen patrimonial basado en la

esclavitud. Las posibilidades cada vez mayores que se abrían a la exportación de algodón, que desde

1810 sustituyó al tabaco como cultivo principal, impulsaban a los propietarios rurales a ampliar las

plantaciones, lo que solo podía lograrse con el incremento de mano de obra esclava. Por otra parte

esta especialización en el cultivo de algodón reducía considerablemente la producción de víveres,

con lo cual el Sur dependía cada vez más de los suministros del Norte para su abastecimiento.

Por otra parte, el Norte era partidario del proteccionismo, que favorecería la industria

norteamericana frente a la europea, mientras que el sur era partidario del librecambismo, que haría

bajar los precios del algodón, facilitando así su exportación. En 1834, para que el Congreso,

dominado por los Estados del Norte, no implantara medidas proteccionistas, los Estados del Sur

plantearon la autonomía de los Estados, negando al Congreso la facultad de votar medidas

proteccionistas para toda la Confederación. También se opusieron a la creación de un banco

Nacional de carácter federal, así como que el gobierno central llevase la dirección de la construcción

de ferrocarriles y canales.

La presión de los Estados sudistas llevó entre 1841 y 1857 a cinco presidentes procedentes

de los Estados del Sur73

.

La Cuestión de la esclavitud

La Constitución de los Estados Unidos no había prohibido la esclavitud. Se pensaba que el

normal desarrollo económico del país acabaría con ella, pero al producirse el fenómeno contrario, y

para evitar choques entre adversarios y partidarios de la esclavitud, se dispuso en 1787 que ésta

fuese permitida en los Estados fundados al sur del Ohio y prohibida al norte de dicho río. Así se

pudo mantener, de momento, el equilibrio entre los Estados del Norte y los del Sur. Equilibrio que

se buscaba con la creación de nuevos Estados libres al Norte cada vez que se creaba uno al Sur.

De este modo, si entre 1812 y 1845, se crearon en el Sur los Estados de Luisiana, Mississipi,

Alabama, Missouri, Arkansas, Florida y Texas, en el Norte aparecían Indiana, Illinois, Michigan y

Wisconsin. Más allá del Misisipi no se fijaba demarcación alguna entre territorios esclavistas y

libres.

Desde 1820, el problema de la esclavitud suscitó amplios debates en el Congreso. El

reconocimiento del nuevo Estado de Maine como Estado libre en 1820 fue condicionado por los

sudistas a que Missouri se considerara Estado esclavista, en 1821. Estos acuerdos aplazaron el

conflicto entre Estados, pero legitimó la creación de bandos irreconciliables que prepararon la crisis

que habría de estallar treinta años más tarde.

En 1850, tras la anexión de California y Nuevo México, el presidente Fillmore, procedente

del sur consiguió que se llegase al acuerdo de prohibir la esclavitud en los nuevos Estados, a cambio

73

Tyler (1841-1845), Polk (1845-1849), Taylor (1849-1850), Fillmore (1850-1853) y Franklin Pierce (1853-1857).

de obligar a los tribunales la devolución de los esclavos fugitivos. Convocado de nuevo el Congreso

en 1854 para definirse a favor o en contra de la esclavitud, triunfó el Sur, que con el apoyo del

presidente Buchanan (1857-1861) obtuvo un voto favorable a la instauración de la esclavitud,

acentuando aún mas las posturas cada vez más irreconciliables entre el Norte y el Sur.

Este enfrentamiento, repercutió de un modo particular en los dos grandes partidos de ámbito

nacional, que se fracturaron internamente, según su zona de influencia y por tanto en su toma de

postura en relación con la esclavitud. En 1853 el sistema político de los Estados Unidos había

dejado de ser bipartidista. También afectó a las confesiones protestantes que fueron perdiendo su

unidad, rompiendose entre las que justificaban en el Sur la esclavitud, y las que en el Norte la

rechazaban74

.

La Expansión hacia el Oeste

La expansión hacia el Oeste constituye otro de los factores determinantes de la consolidación

nacional de los Estados Unidos. El movimiento colonizador hacia el Oeste había tenido que superar

dos grandes escollos, los indios y el transporte. Uno y otro fueron superados abriendose enormes

posibilidades para la colonización de esas inmensas extensiones de tierra.

Se ha dicho75

, hablando sobre la significación de la frontera en la historia norteamericana,

que la existencia de un área de tierras libres y el avance de la colonización hacia el Oeste explican el

desarrollo norteamericano, y que la democracia americana es fundamentalmente el resultado de las

experiencias del pueblo americano en su relación con el Oeste. Fue la frontera, el espíritu de los

pioneros, celosamente igualitarios e individualistas, lo que dio a los Estados Unidos un ideal moral y

una visión de esperanza. Generó una comunidad democrática, en la que el sufragio universal y los

cargos electivos eran el principal valor político. Por último dio lugar a una sociedad dinámica y

abierta, cuyo rasgo distintivo fue la oportunidad del individuo para prosperar, y cuya ambición

última fue la movilidad social y el bienestar general. La frontera tendría importantes efectos

económicos sobre la industrialización norteamericana.

La Guerra de Secesión

La crisis financiera de 1857 planteó de modo apremiante la cuestión de los derechos

proteccionistas. Los Estados del Norte, cada vez más industrializados y más directamente afectados

por la crisis, exigían cada vez con más fuerza la adopción de medidas proteccionistas mediante la

imposición de aranceles aduaneros, que facilitarían la unión de la industria del nordeste con la

agricultura del noroeste. Por su parte, los del Sur deseosos de recuperar las pérdidas de 1857,

exigían lo contrario, para aumentar las exportaciones de algodón, y seguir comprando suministros a

otros países a precios más bajos que los que les suministraba el Norte. A esto vino a añadirse un

recrudecimiento en las discusiones sobre la esclavitud.

Los Estados del Sur empezaron a considerar seriamente que su independencia frente al poder

federal era la única solución a sus problemas. Para ello se aprovechó la campaña de elección

presidencial de 1860, a la que se presentaba a la reelección Jefferson Davis, quien expuso al Senado

el programa de los sudistas: subordinación del gobierno federal a la soberanía de los Estados, y

prohibición por parte de los legisladores y del Congreso de suprimir la esclavitud.

74

Cfr. W.P: ADAMS, op. cit.p.88. 75

TURNER, F.J. Frontier and Section: Selected Essays. Englewood Cliffs, New Jersey, 1961.

Los Estados del Norte apoyaron la candidatura de Lincoln, que defendía el mantenimiento

del proteccionismo, la entrega de tierras a los colonos del Oeste, y la prohibición de la esclavitud,

salvo en los Estados donde ya estuviera implantada.

Las elecciones fueron ganadas por Lincoln. Para los Estados del Sur supuso un duro golpe.

Por primera vez en la historia norteamericana un presidente había resultado elegido sin el concurso

sudista76

.

Carolina del Sur se negó a aceptar el resultado y convocó a sus electores para una

convención secesionista. Esta asamblea adoptó en 1860 con un solo voto en contra una Declaración

de Independencia, que abolió el acta de incorporación a la Unión de 1788 y declaró disuelta su unión

a los Estados Unidos. El resto de los Estados sudistas fueron adoptando la misma actitud y en

febrero de 1861, Mississipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisina y Tejas, junto con Carolina del Sur,

formaban la Confederación del Sur, independiente de la Unión.

El 8 de febrero de 1861 crearon un gobierno provisional bajo una nueva Constitución y, al

día siguiente, eligieron a Jefferson Davis como primer presidente de la Confederación de Estados de

América.

El recién elegido Presidente Lincoln, se negó a aceptar la secesión, argumentando que en una

democracia, la minoría debe aceptar la decisión de la mayoría. Los sudistas, en respuesta se

apoderaron de un fuerte que dominaba el puerto de Charleston.

Lincoln movilizó un ejercito de 75.000 voluntarios y la respuesta de los sudistas fue

inmediata: Carolina del Norte, Virginia, Tennesse y Arkansas se unieron a la Confederación sudista,

mientras que Delaware, Maryland, Kentucky y Missouri, Estados sureños, se ponían del lado de los

Estados del Norte.

Desde sus comienzos la lucha adquirió una dureza casi despiadada, y una amplitud que ponía

de manifiesto las profundas diferencias entre dos sistemas sociales. La democracia conquistadora de

la masa frente al patriarcalismo liberal y selecto, el progreso arrollador frente a la tradición

conservadora, la industria frente a la agricultura. Eran dos formas de entender la vida.

El Sur movilizó un ejercito de 850.000 hombres, por medio del reclutamiento forzoso,

mientras el Norte puso en pie de guerra un ejercito de dos millones de combatientes.

El gobierno de la Unión decretó el bloqueo marítimo de los Estados sudistas, lo que

significaba cerrar la entrada de suministros e impedir la salida de algodón, su principal fuente de

ingresos.

Los dos primeros años de guerra fueron favorables al Sur, pero en 1863 el Norte tomó la

iniciativa. Su primer acto fue, en enero de 1863, aprobar una ley que abolía la esclavitud en todos

los Estados rebeldes que iban ocupando los ejercitos de la Unión. La toma del valle de Mississipi

por los ejercitos unionistas supuso el principio del fin de la Confederación, pues cortaba el

abastecimiento de los ejércitos sudistas. Finalmente el ejercito de la Unión se apoderó de Richmond,

que era la capital de la Confederación, obligando a los sudistas a capitular en abril de 1865.

Algunos días despues, Lincoln, que había sido reelegido en 1864 caía asesinado.

La consolidación nacional de los Estados Unidos

La victoria de los ejercitos de la Unión suponía la implantación en todos los Estados

norteamericanos de una misma unidad civilizadora fundada sobre la libertad individual, considerada

76

Hasta esos momentos los sudistas controlaban más de la tercera parte del colegio electoral. (Cfr. W.P. ADAMS,

op.cit., p 91)

desde el punto de vista social más que político y que iba a ser definitiva, convirtiéndose, además, a

corto plazo en su más poderoso representante.

Se había consolidado la unidad del país, comprometida por el movimiento sudista, y se había

conseguido un enorme avance social con la abolición de la esclavitud, pero los daños

materiales y morales de la guerra no eran fáciles de restañar; sin embargo, pronto se superaron las

dificultades.

Los enormes recursos naturales y el desarrollo de las nuevas fuentes de energías que

extendieron la industrialización al Sur, permitieron a los Estados Unidos alcanzar un poderío

económico inigualable. En estas circunstancias no era de extrañar que una nueva oleada, gigantesca,

de emigrantes acudieran en masa desde el viejo continente, lo que vino a reforzar aún más el

potencial economico del país.

Entre 1870 y 1910 llegaron a los Estados Unidos veinte millones de emigrantes77

, que de

alguna manera vinieron a romper el viejo esquema social dominado por el poblador anglosajón,

emprendedor, pero tradicional y celoso de la conservación de las típicas virtudes familiares de los

viejos colonizadores. El peligro de que el país se convirtiera en una Babel, también fue conjurado.

América era capaz de americanizarlo todo, y supo digerir aquella enorme riada de gentes hasta

asimilarlas a su propio ser y carácter78

.

En este aspecto desempeñó un papel muy importante la implantación general de la

instrucción elemental gratuita y obligatoria, que permitió, en las ciudades y en el campo, que

millones de niños descendientes de colonos o inmigrantes, aprendieran a leer y escribir, y la

geografía y la historia del país que habitaban, recibiendo identicas doctrinas cívicas y patrióticas en

un mismo idioma y con una uniformidad de criterio absoluta.

77

En esos años llegaron: irlandeses, italianos, polacos, chinos, portugueses, rusos, judios, húngaros, rumanos, noruegos,

flamencos y caucasianos. 78

Es lo que se ha denominado melting-pot o crisol, cuyo resultado no es una mescolanza amorfa, sino la definición de

una personalidad común en la que se mantienen algunos de los elementos culturales característicos de cada grupo.

XIV NACIONALISMOS UNIFICADORES

1. La Unificación de Alemania.

2. La Unificación de Italia.

1. La unificación de Alemania

1.1. Los primeros intentos

Durante la época del apogeo imperial napoleónico se producirán una serie de

acontecimientos en el ámbito germánico que a la larga llevarían a la constitución de un Estado

alemán unitario.

En 1805, a iniciativa de Napoleón, se realiza la sustitución del antiguo Sacro Imperio

Germánico por una Confederación del Rin, cuyos príncipes, vinculados a la dinastía napoleónica,

pretendían una modernización de sus Estados siguiendo el modelo francés.

Sin embargo, las pretensiones napoleónicas no prosperaron y provocaron una intensa

reacción patriótica y nacionalista apoyada teóricamente por pensadores como Herder.

Entre 1812 y 1814, en el declinar de las ambiciones napoleónicas, se producen las llamadas

guerras de liberación contra los franceses, en las que los ejércitos alemanes se verán acompañados

por el apoyo de un vivo movimiento nacionalista y liberal, que despertará la inquietud entre los

partidarios de Antiguo Régimen, sobre todo cuando a la caída de Napoleón se acometen importantes

reformas liberales en Prusia.

El canciller austríaco Metternich, preocupado ante todo de restablecer entre los Estados

alemanes el dominio de Austria, y evitar la hegemonía de Prusia, el otro gran Estado alemán,

propondrá en 1815 durante las sesiones del Congreso de Viena la reorganización de los Estados

alemanes bajo la forma de una Confederación de 39 Estados con una sola institución común, la

Dieta, integrada por los representantes de los respectivos Estados y presidida por Austria.

Aunque en la práctica resultaría inoperante la Dieta, pues era necesaria la unanimidad para

cualquier decisión importante, el objetivo de Metternich era neutralizar en los territorios alemanes

cualquier desarrollo nacionalista o liberal que propugnase la construcción de un Estado unitario. Por

eso influirá en Prusia para anular las reformas liberales llevadas a cabo.

Sin embargo la semilla de la idea nacional y liberal había quedado esparcida y pese a la

oposición de los gobernantes aflorará en forma de constituciones, aunque de duración efímera, en las

oleadas revolucionarias europeas de 1820 y 1830.

1.2. La unidad económica: el Zollverein

Aunque el nacionalismo romántico alemán no llegó a cuajar en ninguna realización política

duradera, las circunstancias económicas permitirán el desarrollo de una serie de procesos que

finalmente posibilitarán la unificación. El principal impulso procedió de la política económica de

Prusia, que quiere hacer frente a la afluencia masiva de productos ingleses y evitar así el

estancamiento económico prusiano que además se veía aumentado por la cantidad de aduanas

interiores entre los Estados de la Confederación que frenaban todo desarrollo comercial.

En 1834 se constituye con el patrocinio de Prusia una unión aduanera -Zolverein- entre la

mayoría de los Estados alemanes, de la que queda excluida Austria. Paralelamente se produce

un importante desarrollo industrial que hace surgir, por una parte, una creciente burguesía de

negocios, que soporta cada vez peor el control burocrático del sistema, y promueve una evolución

política hacia formas más liberales, y por otra, el nacimiento de una clase obrera en las grandes

ciudades, que pronto planteará reivindicaciones de todo tipo, alentados por teóricos del socialismo

revolucionario.

La crisis económica de 1846-1847 acentuará el radicalismo de los planteamientos

políticos y sociales de unos y otros, que se manifestarán, con finalidades bien distintas, en el

estallido revolucionario de 1848.

Los obreros, exigiendo el fin de los privilegios y las desigualdades sociales, la burguesía

reclamando regímenes liberales y constitucionales, y la aparición en algunos Estados de un

importante sentimiento nacionalista, cristalizará en la creación del Parlamento de Francfort.

Sin embargo la inmediata reacción de los gobiernos de Austria y Prusia llevarán al fracaso

todos los intentos revolucionarios, que en buena parte se explican por el miedo de la burguesía ante

el radicalismo de obreros y demócratas en sus reivindicaciones sociales, laborales y políticas. Esta

burguesía prefirió un compromiso con las antiguas clases dirigentes, renunciando al poder político a

cambio de la seguridad de sus intereses económicos.

En cuanto al intento unificador del Parlamento de Francfort, las diferencias entre los

partidarios de la Pequeña Alemania, que suponía la exclusión de Austria, encabezados por Prusia, y

los partidarios de la Gran Alemania bajo el patrocinio de Austria, bloquearon cualquier otra

iniciativa del Parlamento.

Finalmente el rechazo de Federico Guillermo IV, rey de Prusia, al trono imperial con

carácter hereditario, que le ofreció el Parlamento supuso su inmediata disolución.

En 1850 se reanudará el camino de la unidad por la vía económica impulsada y planificada

desde arriba. Prusia aprovechó el fracaso revolucionario para imponer su política económica

continuando y ampliando el Zollverein.

1.3. Los planteamientos unificadores de Bismarck

Otto von Bismarck (1815-1898), canciller de Prusia desde 1862, será el artífice que

finalmente logre la unificación de Alemania. Éste se había dado cuenta que era inevitable el

conflicto entre Prusia y Austria, y abordará el proceso unificador desarrollando una política realista,

inaccesible a la pasión nacionalista y bajo el único criterio de la razón de Estado. Solo una derrota

militar de Austria permitiría a Prusia llevar a cabo la unificación de Alemania.

Sus ideas políticas sobre el problema alemán, opuestas a las de Metternich, giran en torno a

tres principios: unitario, liberal y nacional. Unitario, porque piensa que la multiplicidad de Estados

favorece la hegemonía de Austria. Liberal, no tanto porque sea un ferviente partidario del

liberalismo, sino porque con un gran sentido práctico, cree que es mejor el sistema constitucional

para garantizar la estabilidad política y el apoyo de los sectores sociales frente a las formas

absolutistas de Austria. Nacional, porque se opone a las concepciones supranacionales e imperiales

de Austria.

Para llevar a cabo sus planes, Bismarck tenía que conseguir dos objetivos. El primero era

aislar a Austria diplomáticamente; para esto, busca el apoyo de Francia, y consigue distanciar a

Rusia de los austríacos. El segundo era la reorganización del ejército prusinao, que le permitiera

disponer de la suficiente superioridad militar en el inevitable enfrentamiento con Austria; para esto

se apoyará en dos excelentes generales prusianos: Von Roon y Von Moltke.

Ahora ya sólo faltaba buscar la ocasión para proceder a la unificación, aunque para ello

tuviera que provocar militarmente a Austria. La ocasión se presentó con motivo de la llamada guerra

de los Ducados, que iniciaría las llamadas guerras de unificación.

1.4. Las guerras unificadoras

La Guerra de los Ducados

Los Ducados del sur de Dinamarca, Schleswig, Holstein y Lauemburgo, de población

alemana, habían quedado desde 1815 bajo el dominio de la corona danesa, sin formar parte de

Dinamarca, e incorporados a la Confederación Germánica. Los intentos de anexión por parte del rey

danés, en 1863, provocarán la reacción militar de Prusia y Austria contra Dinamarca.

En 1864 ambas potencias derrotan sin dificultad a los daneses, que por la Paz de Viena les

ceden los tres Ducados. Pero en la Convención de Gastein, en 1865, por la que Austria y Prusia

negocian el reparto de los Ducados, encontrará Bismarck la ocasión que buscaba para provocar que

Austria declare la guerra a Prusia en 1866.

La Guerra Austro-Prusiana

Declarada la guerra, los ejércitos prusianos invaden los Estados alemanes de Hannover,

Hesse y Sajonia, aliados de Austria, y derrotan al ejército austríaco en Sadowa. La guerra había

durado siete semanas.

Por la paz de Praga, Prusia se incorpora Hannover, Hesse, Schleswig y Holstein y

obliga a Austria a ceder el Véneto al recién nacido reino de Italia, aliado de Prusia.

La derrota de Austria suponía su total marginación en el proceso de la unidad alemana, tal

como lo había previsto Bismarck, quien inicia la reorganización de los Estados alemanes,

suprimiendo la Confederación Germánica y creando una Confederación del Norte de Alemania, que

agrupaba 21 Estados. Su Presidente será el rey de Prusia y Bismarck su canciller. La Constitución

federal de 1867 establecíaque la nueva Confederación se regiría por dos organismos: el Bundesrat o

Consejo Federal y el Reichstag, parlamento elegido por sufragio universal. En realidad no se trataba

de un régimen parlamentario, pues las decisiones del Parlamento quedaban sometidas al veto del

Consejo Federal.

Aún quedaban algunos problemas por resolver de cara a la unificación alemana. Por un lado

la oposición de los Estados del Sur de Alemania, especialmente Baviera y Wurttemberg, reacios a

aceptar la prusificación de Alemania, y por otro las reticencias de Francia y de Napoleón III, por la

configuración de la nueva Alemania como una gran potencia europea, y por el incumplimiento de

Bismarck a Napoleón III sobre las compensaciones territoriales.

La Guerra Franco-Prusiana

Bismarck, que sabía que el enfrentamiento con Francia era inevitable, no quiso que

Austria quedara excesivamente perjudicada tras la paz de Praga, pensando en una futura alianza

austroprusiana.

Como había hecho antes con Austria, Bismarck preparó el aislamiento diplomático de

Francia. Buscó la neutralidad de Rusia. Italia, molesta con Francia por la presencia en Roma de un

ejército francés, que impedía la anexión de la urbe, se mantendría al margen del conflicto. Inglaterra,

seguía manteniendo su política de no intervenir en los asuntos continentales, sin percatarse que la

nueva Alemania rompía el equilibrio continental. Contaba con la neutralidad de Austria por temor a

una intervención de Rusia en los territorios balcánicos de su Imperio. Por último, Bismarck,

apoyándose en el sentimiento antifrancés de los Estados alemanes del sur, consiguió unirlos a su

causa. La batalla diplomática había sido ganada, ahora se trataba de buscar un motivo para declarar

la guerra a Francia. El pretexto fue el problema sucesorio y dinástico que se

había planteado en España tras el derrocamiento de Isabel II y el fracaso de la I República. Francia

se opuso a que un príncipe prusiano fuera el candidato a rey de España. Guillermo I, rey de Prusia,

rechazó el ofrecimiento español, pero la exigencia de Francia de que el rey de Prusia garantizase por

escrito que no aceptaría, fue utilizado por Bismarck, exagerando las tintas, como un insulto a los

prusianos y motivo suficiente para declarar la guerra a Francia.

De nuevo, la poderosa maquinaria de guerra prusiana no encontró obstáculo en el ejército

francés, que fue derrotado en Sedan (1870) y el mismo Napoleón III fue hecho prisionero. En enero

de 1871 las tropas alemanas ocupaban París. Francia perdió Alsacia y Lorena y tuvo que pagar una

elevada indemnización de guerra a los alemanes. Aprovechando el éxito militar contra Francia,

Bismarck consiguió con habilidad que los Estados alemanes del sur se incorporaran al recién creado

Imperio alemán. De este modo el proceso de unificación diseñado por Bismarck quedaba concluido,

constituyéndose el nuevo Estado alemán como la primera potencia continental europea.

2. La unidad italiana

2.1 El desarrollo de la conciencia nacional

El movimiento nacionalista y liberal italiano, como en tantos otros sitios, arranca de la época

napoleónica, sobre todo por el rechazo que provocaba la presencia en Italia de los ejércitos

franceses. Esta primera toma de conciencia de la identidad nacional, intentará traducirse en una

realidad estatal.

Tras el Congreso de Viena (1815), Italia quedó dividida en siete Estados independientes: En

el Norte peninsular, el reino de Piamonte bajo la casa de Saboya, y el reino Lombardo-Véneto bajo

el dominio directo de Austria; en el Centro, los Ducados de Parma, Módena y Toscana, regidos por

príncipes austríacos, y los Estados Pontificios con las Marcas bajo la soberanía del Papa; en el Sur,

el reino de las Dos Sicilias en donde se habían repuesto en el trono a los Borbones.

Esto suponía una dificultad mayor para los patriotas italianos, que deseaban que Italia dejara

de ser una simple expresión geográfica, para formar un Estado nacional.

Ya hemos visto como, al hilo de los estallidos revolucionarios de la primera mitad del s.XIX,

surgen intentos, fracasados, de constituirse en un Estado nacional y liberal. En todos ellos

desempeñaran un importante papel los intelectuales y las sociedades secretas.

Historiadores, literatos y músicos, popularizan y difunden la riqueza cultural y las pasadas

grandezas de Italia desde la antigüedad clásica, como algo propio y común, fomentando el

sentimiento nacionalista, que irá conformando la conciencia colectiva.

Por otra parte, los liberales, empujados por la represión absolutista de los reinos italianos, se

agruparán en sociedades secretas, desde donde, con una intención conspiradora y de exaltación

romántica, participarán en todos los levantamientos. De todas ellas tendrá especial importancia la

sociedad de los Carbonarios que acogerá en su seno a miembros de la pequeña burguesía y del

ejército de toda Italia.

El fracaso de los intentos revolucionarios de 1820 y 1830, puso de manifiesto la ineficacia

del movimiento carbonario en la consecución de los objetivos liberales y nacionalistas, y la

necesidad de buscar nuevas fórmulas, que no se apoyasen en conspiraciones aisladas, sino en la

adhesión general de todos los estamentos sociales a un proyecto común.

2.2. Los proyectos unificadores

Tres soluciones se consideraron y discutieron para llevar a cabo el proceso unificador. Todas

coincidían en la necesidad de acabar con el dominio austríaco, como paso previo al proceso de

unificación. Pero esto no sería posible sin la colaboración de alguna de las potencias europeas. Las

diferencias surgían, en la forma de llevar a cabo el proceso, y en el resultado final del nuevo Estado

italiano.

Por una parte, el proyecto defendido por el antiguo carbonario Mazzini, en el que se mezclan

las ideas nacionalistas, con las utopías revolucionarias, en un ejemplo típico de la irracionalidad

romántica y la consideración del pueblo como una fuerza natural irresistible, propugnando una

República unitaria, instaurada por la insurrección de las masas.

Los sectores liberales y nacionalistas mas moderados, se apartaron de la táctica

insurreccional de Mazzini y buscaron una solución política a la cuestión italiana. Desde esta

perspectiva, el abate Gioberti propondrá una Confederación presidida por el Papa, al considerar que

el prestigio y la autoridad moral del papado, aglutinaría a todos los italianos frente a la dominación

extranjera. Este proyecto alcanzó un enorme éxito, que se vio aumentado, cuando fue elegido Papa,

en 1846, Pío IX, a quien se consideraba favorable al Risorgimento de Italia. Sin embargo, los

acontecimientos revolucionarios del ciclo de 1848, que afectan también a los Estados Pontificios,

hacen que Pío IX renuncie a cualquier papel político en el proceso unificador.

Los piamonteses Cesare Balbo y Massimo d'Azeglio, proponen una tercera alternativa, que

sea la casa de Saboya, a partir del reino de Piamonte, quien dirija el proceso de unificación nacional.

Tras los fracasos, en Italia, de la oleada revolucionaria de 1848, sólo quedaba la posibilidad

propuesta por Balbo y d'Azeglio, mucho mas pragmática y menos utópica, y que será a la postre la

que triunfe.

2.3. El proceso de unificación

La Preparación: 1849-1859

Tras el aplastamiento austríaco, de la insurrección italiana de 1848, el pequeño reino del

Piamonte restaura sus fuerzas, antes de reanudar la lucha por la independencia nacional. Primero

d'Azeglio y después Cavour al frente del Gobierno, inician una política de consolidación interior.

Camilo Benso, Conde de Cavour, combinará la diplomacia y la propaganda para preparar el

proceso unificador, con el apoyo del rey Víctor Manuel II. Cavour, de origen aristocrático y militar,

y con una sólida formación económica y política, ejerció un poderoso influjo sobre el país. Logró

una mayoría de gobierno, en 1853, gracias a la alianza parlamentaria entre el centro-derecha y el

centro-izquierda, que permitió consolidar un moderado régimen constitucional en el Piamonte.

Llevó a cabo una política de reformas interiores, fomentó el librecambismo e introdujo el ferrocarril,

además, aplicó una política de acogida para todos aquellos patriotas, que corrían peligro por sus

ideas en los demás Estados italianos. Todo esto despertó, por toda Italia, una corriente de simpatía

hacia la casa de Saboya, que Cavour supo aprovechar para sus planes unificadores.

Cavour había comprendido que no podía intentarse la aventura nacionalista, y expulsar a los

austríacos, sólo con algaradas revolucionarias y populares, era preciso contar con la ayuda de una

gran potencia. Por este motivo desplegara su actividad diplomática buscando la amistad con Francia.

El 21 de Julio de 1858, Napoleón III y Cavour, se reunirán secretamente en Plombières,

estableciendo un plan de intervención en Italia. Francia aportaría una importante cantidad de dinero,

y un ejército de doscientos mil hombres contra Austria. Napoleón III pretendía además que, una

vez liberada de Austria, Italia se estructurara como una federación de tres Estados bajo la influencia

de Francia. El norte de Italia quedaría bajo la casa de Saboya. Los Estados Pontificios quedarían

reducidos a Roma y sus alrededores; el resto de los territorios pontificios, junto a los Ducados de

Toscana, Módena y Parma, constituirían el reino de Italia Central, al frente del cual estaría su primo

Jerónimo Napoleón. El reino de las Dos Sicilias quedaría en manos de los Borbones. Pío IX seria el

presidente honorario de la Confederación italiana. Por último, Francia recibiría, como

compensación, Saboya y Niza.

Cavour acepta, pues era el único modo de contar con la ayuda de Francia para expulsar a los

austríacos de Lombardía y el Véneto.

Las guerras de anexión: 1859-1871

El 25 de abril de 1859, estalla la guerra y el ejército franco-piamontés, en poco tiempo,

vence a los austríacos en Magenta y Solferino, provocando la retirada austríaca de Lombardía.

En los primeros días de Julio, Napoleón III, ante la perplejidad general, firma la paz con

Austria. Al parecer, temía que los prusianos atacaran Francia y, sobre todo, se asustó por la

extensión del sentimiento nacionalista unitario, que recorría toda Italia pidiendo la anexión al

Piamonte, y chocando con su proyecto de confederación.

Ante la retirada francesa, Cavour dimitió, momento que aprovechó Garibaldi, antiguo

carbonario y prototipo de revolucionario romántico, para extender insurrecciones por toda Italia,

llegando incluso a ocupar el reino de las Dos Sicilias, al frente de un cuerpo de voluntarios.

A los pocos meses volvió Cavour al gobierno, redoblando sus gestiones diplomáticas al

mismo tiempo que aprovechaba el sentimiento de frustración antifrancés de los italianos. Incitó a

que por medio de plebiscitos los ducados de Parma Módena y Toscana pidieran su incorporación al

Piamonte, y tras negociar con Garibaldi, también Sicilia y Nápoles piden su anexión al reino

piamontés.

El 14 de marzo de 1861 el Parlamento italiano proclamó en Turín rey de Italia a Víctor

Manuel II. Cavour moriría repentinamente unos meses después. Quedaba aún sin resolver la

incorporación del Véneto, que seguía en manos austríacas, y el espinoso problema de los Estados

Pontificios. Las dos cuestiones se resolverían a remolque del proceso de unificación alemana.

La primera cuestión se resolvió en 1866 por la paz de Viena. Italia que había apoyado a

Prusia en la guerra contra Austria, recuperó el Véneto tras la derrota de ésta en Sadowa.

El problema de los Estados Pontificios, la llamada cuestión romana, fue más complicado.

Francia no estaba dispuesta a consentir que los Estados Pontificios fueran incorporados al recién

creado reino de Italia, y habían establecido una importante guarnición en Roma para proteger al

Papa. Sin embargo, cuando estalla la guerra franco-prusiana en 1870 y se produce la derrota

francesa en Sedán, los italianos ocupan Roma. En 1871 Víctor Manuel II entra en Roma como

rey de Italia, pasando ésta a ser oficialmente la capital del nuevo reino. El proceso de unificación de

Italia había concluido.

135

XV NACIONALISMOS EXPANSIONISTAS

1. El Colonialismo.

2. Colonialismo en África.

3. Colonialismo en Asia.

1. El Colonialismo

Una de las características de la Edad Contemporánea serán los nacionalismos. Fenómeno que

afectará durante esta época no sólo a Europa -como había sucedido durante la Edad Moderna-, sino que

irrumpirá también en los demás continentes.

A lo largo de la Edad Contemporánea, en América y Europa, en Asia, África y Oceanía, vamos

a encontrar distintos tipos de Nacionalismos: unificadores, disgregadores, de consolidación y

expansionistas.

Los Nacionalismos unificadores, disgregadores y de consolidación, se fundamentarán en el

derecho a la autodeterminación de los pueblos. Los nacionalismos expansionistas se justificarán en el

supuesto derecho de expansión de las grandes naciones.

Los nacionalismos expansionistas de la Edad Contemporánea darán lugar, entre otros, al

fenómeno histórico conocido como Colonialismo. Fenómeno que se caracterizará por el intento de

algunas naciones de Europa, Estados Unidos y Japón, de ampliar su área de influencia en el mundo,

principalmente hacia el interior del continente africano y puntos perífericos de Asia, durante el último

tercio del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX.

El colonialismo será un factor importante en las relaciones internacionales durante estos años,

porque será foco de conflictos frecuentes entre las grandes potencias79

, al chocar sus intereses en los

territorios coloniales.

Causas del Colonialismo.

No se entendería bien el fenómeno del colonialismo sin tener en cuenta que, durante esos años,

la política internacional ocupará un lugar preponderante en las potencias colonizadoras, ya que la

estabilidad política interior en esos países permitirá a los gobiernos mirar hacia el exterior.

El prestigio internacional y el símbolo de poder que daba a las potencias la posesión de colonias

será otra de las causas que explicarán el Colonialismo. Prestigio internacional fruto del nacionalismo,

entendido como sentimiento de grandeza nacional.

Las necesidades de orden estratégico, para defender los propios espacios coloniales y las rutas

de comunicación con la metrópoli impulsarán también el colonialismo80

.

Otra causa del colonialismo será el gran desarrollo industrial de algunas de las grandes

potencias durante la segunda mitad del S. XIX, que, al aumentar su producción, les exigirá mayor

cantidad de materias primas, ampliar los mercados, y proteger la propia industria nacional de la

competitividad de la industria de las otras naciones mediante el proteccionismo económico.

79 Para Bismarck el colonialismo será un medio de tener entretenida a Francia, fomentando su

colonización en Africa. Para Gran Bretana, Rusia, Italia, Estados Unidos y Japón, será un medio de manifestar

su poderío ante las demás naciones.

80 COMELLAS, José Luis. Enciclopedia Rialp. Voz Colonialismo. Ed. Rialp. Madrid, 1989.

Las exploraciones y descubrimientos geográficos de la segunda mitad del S. XIX -sobre todo en

África- facilitará el colonialismo, así como la mejora de los transportes y medios de comunicación con

el uso del barco de vapor, la red telegráfica, el servicio de correos, la invención del teléfono (1876),

etc.81

.

La misión "civilizadora" del europeo le llevará también a exportar su educación, lengua,

religión, sanidad, etc., a pueblos menos civilizados82

.

Tipos de colonias

Las colonias podían ser de varios tipos, según fuese el dominio o el uso que la potencia ejercía

sobre el territorio colonial.

En el primer caso encontramos: colonias stricto sensu, protectorados y áreas de influencia.

Las colonias stricto sensu, se caracterizaban porque el gobierno directo del territorio lo ejercía

el país colonizador. Este tipo de colonias lo vamos a encontrar principalmente en el África

subsahariana, y la India después de la coronación de la reina Victoria como emperatriz de ese territorio

(1877).

Los protectorados eran el resultado de un pacto entre la potencia colonizadora y el país

colonizado. La metrópoli permitía el gobierno y las instituciones propias del país, pero lo controlaba

militarmente y lo explotaba económicamente83

.

En las áreas de influencia, los países colonizados mantenían su independencia política y

administrativa a cambio de ofrecer algunos privilegios a la potencia colonizadora: oportunidades

comerciales, facilidades para las inversiones, etc. Este fue el caso de China o Persia84

.

Las colonias podían ser también de tres tipos, según fuese el uso de la potencia sobre el

territorio colonial: colonias de venta, colonias de explotación85

, y colonias estratégicas.

Las primeras solían ser puertos marítimos por los que se podía introducir en un país las

mercancías manufacturadas en la metrópolis: es el caso de los puertos chinos abiertos al comercio

británico, francés, alemán y ruso.

Las colonias de explotación, como el Congo o Malasia, servían para obtener materias primas

para la metrópolis.

Las colonias estratégicas solían ser territorios pequeños, pero de gran importancia para el

control y dominio de las rutas marítimas: Gibraltar, Malta, Singapur, Hong-Kong o las Malvinas.

2. El Colonialismo en África

81 PALACIOS BAÑUELOS, Luis. Historia Universal T. XVI, p. 3206-3207. Ed. Instituto Galach.

Barcelona, 1992.

82 PALACIOS BAÑUELOS, Luis. ibid. p. 3206-3207.

83 PALACIOS BAÑUELOS, Luis. o.c. p. 3207.

84 REDONDO, Gonzalo. Historia Universal T. XII p. 261. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984.

85 COMELLAS, José Luis. Enciclopedia Rialp. Voz Colonialismo. Ed. Rialp. Madrid, 1989.

Un factor geográfico -el desierto del Sahara- va a separar en dos mundos el continente africano:

el África blanca del Norte, o mediterránea; y el África negra del Centro y Sur, o subsahariana.

En tiempos de Heródoto (Siglo V a.C.), la única parte conocida de África era Egipto.

Seiscientos años después, en tiempos de Ptolomeo (Siglo II d.C.), ya será conocido todo el norte de

África.

Las primeras noticias sobre el África negra llegaron a Occidente durante la Edad Media, por

medio de las invasiones árabes al continente africano.

Posteriormente, en el S. XV, los descubrimientos portugueses a lo largo de la costa occidental

africana, en su intento de buscar la ruta marítima a las Indias orientales, ampliarán algo el conocimiento

de esas tierras y de sus gentes.

El siglo XVII contemplará el comienzo de la intervención holandesa en África, con el

establecimiento de la colonia de El Cabo, en la actual Sudáfrica, que servirá de apoyo a sus navíos que

se dirigen hacia las colonias que establecieron en las Indias Orientales.

En el siglo XVIII será el comercio de esclavos llevado a cabo por holandeses, franceses y sobre

todo ingleses, así como el interés británico en la ruta oceánica hacia la India86

, lo que atraiga la atención

de algunos países europeos por el continente africano. Durante todo este tiempo, la mayoría de los

asentamientos occidentales se reducirán a puntos de comercio en la costa africana.

A comienzos del siglo XIX, el África mediterránea ya era bien conocida desde hacía siglos. La

mayor parte se encontraba bajo dominio del Imperio turco. Sin embargo, la mayor parte del África

negra aún era desconocida para el mundo occidental.

Será durante la segunda mitad del S. XIX cuando se explore y se conozca con más detalle esta

zona del continente africano, gracias a la tarea de famosos exploradores como Livingstone, Stanley,

Cecil Rodhes, etc. Estas exploraciones abrirán la puerta al colonialismo de los países europeos en

África.

El plan del rey belga Leopoldo II de explorar y civilizar el África central, así como los intereses

internacionales de Bismarck, motivó la convocatoria de la Conferencia de Berlín en 1885, que marcará

un hito importante en la historia del Colonialismo. En esa reunión internacional, las potencias europeas

se repartirán entre ellas el continente africano.

A Gran Bretaña le corresponderá el África Oriental, desde la ciudad de El Cairo (Egipto) a la

ciudad de El Cabo (Sudáfrica); Francia ocupará la mitad norte del África Occidental, desde Marruecos

hasta Gabón; Alemania dispondrá de varios enclaves al Suroccidente (Togo, Camerún, Namibia), y

Tanganika (actual Tanzania) al Oriente; Italia ocupará Eritrea y Somalia; Bélgica se asentará en el

Congo; Portugal, en Angola y Mozambique.

Este reparto colonial tuvo que enfrentar dos dificultades: la oposición de los nativos de esas

zonas a las potencias colonizadoras; y los intereses comunes de algunas potencias en determinadas

puntos geográficos de África.

El primer obstáculo ordinariamente fue superado por las potencias colonizadoras gracias a la

actuación de sus ejércitos, que contaban con una preparación táctica y estratégica muy superior a las

tribus que debían enfrentar, y su armamento era de mejor calidad87

; el segundo problema fue resuelto

ordinariamente de modo diplomático.

86

La colonia de El Cabo había sido creada por los Países Bajos en 1652. Conquistada por los británicos a finales

del S. XVIII, el Congreso de Viena (1815) ratificó su pertenencia al Reino Unido. (cfr. REDONDO, Gonzalo. Historia

Universal T. XII p. 245. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984).

87 En la batalla de Ondurman, el 2-IX-1898, las tropas anglo-egipcias se enfrentaron a los derviches de Sudán,

que defendían Jartum, su capital. Los derviches tuvieron 10.000 muertos y más de 5.000 heridos; las tropas anglo-egipcias

Los principales choques de intereses coloniales en África surgirán entre Gran Bretaña y Francia.

El imperio británico soñará con establecer una serie de colonias desde el norte al sur de África, mientras

que Francia querrá disponer de colonias desde el occidente al oriente de África. Al cruzarse los

intereses británicos y franceses se producirá un foco de tensión entre las dos potencias. Ese punto

tiene un nombre y se llama Fashoda. Una pequeña población en Sudán, donde se encontraron los

ejércitos coloniales británicos y franceses en 1898. El conflicto se resolvió diplomáticamente a favor de

Gran Bretaña.

En menor medida, también chocarán los intereses coloniales de algunas potencias europeas en

el norte de África: Francia, Italia, Gran Bretaña, y, de algún modo, Alemania, tratarán de hacer valer

sus derechos en esa zona.

El sueño británico de establecer una serie de colonias desde el Mediterráneo a la ciudad del

Cabo, así como el hallazgo de diamantes y oro en la región del Transvaal, topará con los intereses de

los boers, colonos europeos de ascendencia holandesa, que habían sido desplazados previamente del sur

de África por los británicos, provocando la llamada guerra de los boers, que se resolverá a favor de

Gran Bretaña..

3. Colonización de Asia

El movimiento colonial europeo hacia Asia lo inician los portugueses en el S. XV,

estableciendo bases en la llamada ruta de las especias (Ormuz, Goa, Malaca, etc.); en India, les ceden

Bombay, y en China Macao.

En el S. XVI los españoles descubren y colonizan Filipinas. Rusia inicia la expansión hacia

Siberia.

A principios del S. XVII los portugueses son suplantados en parte de Asia por los holandeses,

que establecen su centro de operaciones en la isla de Java; desde ahí crean activas factorías en el litoral

asiático (Siam, Annam, China), hasta Japón. En esa misma época, los franceses logran instalar factorías

en la costa occidental de India, y los ingleses en la costa oriental.

En el S. XVIII los británicos aprovechan la descomposición interna de la India para adentrarse

en el país. Además, la guerra de los siete años (1756-1763), que enfrentará a Francia con Gran Bretaña,

también en las colonias, le permitirá a esta última aumentar sus posesiones en la India a costa de las

colonias francesas. Los rusos, en su expansión hacia el este, ocupan la región de Alaska en el norte de

América.

Ya en el S. XIX, además de la presencia británica, holandesa, española y portuguesa en Asia,

los franceses se instalarán en Indochina, a partir de 1862; Rusia se lanzará a la búsqueda de una salida

navegable al océano Pacífico y al Índico, a través de Manchuria y el Turquestán. A finales del siglo,

Estados Unidos iniciará su expansión por el Pacífico ocupando las ilas Hawai, Guam y el archipiélago

de las Filipinas, en 1898; Japón, después de la revolución Meiji (1867), comienza a mirar de nuevo

hacia el continente asiático, pero no será sino hasta el siglo XX cuando comience a actuar como

potencia colonizadora.

También en Asia encontraremos choques de intereses coloniales como en África; sin embargo,

aquí encontraremos una novedad histórica: la intervención de Japón y Estados Unidos, junto a las

potencias europeas.

50 muertos y 200 heridos. Esta diferencia tan grande, en buena parte se debió al armamento moderno que emplearon los

británicos (cfr. REDONDO, Gonzalo. Historia Universal T. XII p. 368. Ed. Eunsa. pamplona, 1984).

En su intento de buscar mares navegables en el océano Pacífico e Índico, Rusia se encontrará

con la oposición británica y japonesa; esta última originará la guerra ruso-japonesa (1904-1905), en la

que el Imperio japonés derrotará al ejército y la flota del zar.

Los intereses coloniales enfrentarán también a Estados Unidos con España en el archipiélago de

las islas Filipinas en 1898, quedando estas últimas en manos norteamericanas.

El expansionismo colonizador de Japón se enfrentará con el decadente imperio chino,

arrancándole parte de su territorio: la península de Corea, Manchuria, Formosa, etc.

XVI LA PAZ ARMADA

1. Panorama geopolítico mundial en 1870.

2. Las relaciones internacionales.

3. El Sistema de Bismarck.

4. El Sistema de las Alianzas.

Desde que terminan las guerras napoleónicas en 1815, hasta el inicio de la Primera

Guerra Mundial en 1914, Europa vive un período de paz internacional tan duradero, que no

tenía precedentes.

Una de las causas de esta paz tan prolongada sería el sistema de equilibrio internacional

establecido en el Congreso de Viena (1815). Además, de 1830 a 1870, la mayoría de los gobiernos

daban mucha importancia a la política interior, ya que estaban estrenando regímenes liberales y

debían consolidarlos. Por otra parte, la mentalidad realista de la época consideraba la guerra

como un mal negocio.

Sólo una consideración superficial de este período puede llevar a hablar de él como de un

tiempo de paz, porque, si no se registran grandes guerras ni grandes revoluciones, será una Paz

Relativa desde 1815 hasta 1870, y una Paz Armada hasta 1914.

Paz Relativa hasta 1870, porque los enfrentamientos bélicos internacionales serán

escasos88

, breves89

y localizados90

. Sin embargo, su repercusión geopolítica será grande, porque

permitirán, entre otras cosas la unificación alemana e italiana, así como el declive de los Imperios

turco y austro-húngaro91

.

Paz Armada desde 1870, porque las desavenencias internacionales, aunque serán

frecuentes -sobre todo en los Balcanes, Africa, y Asia-, las potencias tratarán de resolverlas a

través de la diplomacia en congresos internacionales92

.

Paz Armada, porque las naciones se arman como nunca lo habían hecho93

, no con el

propósito de agredir, sino para mantener su prestigio internacional, y para la defensa tanto de su

integridad territorial como de sus intereses coloniales y económicos.

88 Sólo encontraremos cuatro guerras internacionales de algún relieve: Guerra de Crimea (1853), Guerra

austro-piamontesa (1859), Guerra autro-prusiana (1866), y Guerra franco-prusiana (1870).

89 La duración de estas guerras será breve: uno o dos años como máximo.

90

Los conflictos se localizarán en zonas muy determinadas del planeta: península de Crimea y

Centroeuropa; y en cada uno de ellos sólo intervendrán pocas naciones.

91

Así es como en 1870 se nos ofrece un nuevo mapa de Europa. Alemania ocupa una posición central, supera

en población a Francia y Gran Bretaña, y dispone del mejor ejército del mundo. Otra nueva nación, Italia, surge con

menor potencia, pero Gran Bretaña y Francia han de contar con ella para todos los asuntos mediterráneos. Austria

deja de tener influencia en el mundo germano, pero no por eso queda suprimida como potencia, constituida en

imperio dual (Austria-Hungría), y con afanes expansionistas sobre los principados eslavos o territorios de soberanía

poco definida en los Balcanes. Francia quedó militarmente vencida, pero, sin otra pérdida territorial que Alsacia-

Lorena, se recuperaría muy pronto económica y militarmente. Gran Bretaña, primera potencia naval, comercial y

financiera del mundo, se expandía por las regiones más remotas del planeta. Al mismo tiempo, dos nuevas potencias

extraeuropeas, Estados Unidos y Japón, comenzaban a hablar fuerte desde lejanos horizontes. Un nuevo panorama se

abría en el ámbito de las relaciones internacionales. (Cfr COMELLAS, José Luis. Historia Universal

Contemporánea, p. 262. Ed. Tempo. Madrid, 1994)

92

En 1878 el Congreso de Berlín pondrá fin a la Primera Guerra Balcánica. La Conferencia de Berlín en

1885 determinará el reparto colonial de Africa. La Conferencia de Algeciras -1906- finalizará el conflicto sobre

Marruecos entre Francia y Alemania.

93

La instrucción militar obligatoria se implantó en Austria en 1868, en Alemania en 1870, en Francia en

1872, en Rusia en 1874 y en Italia en 1875 (Cfr. COMELLAS, José Luis. o.c. p. 262)

Paz Armada, porque las potencias se alian en bloques. Alianzas que tienen buen cuidado

de aparecer como defensivas, y destinadas precisamente a salvaguardar la paz94

.

Dentro de estos cuarenta y cuatro años de la Paz Armada, se pueden advertir dos etapas

en las relaciones internacionales: el Sistema de Bismarck (1870-1890), y el Sistema de las Alianzas

(1890-1914).

1. Panorama geopolítico mundial en 1870

Antes de introducirnos en la Paz Armada, conviene echar un vistazo a la situación política

mundial.

Durante el período de la Paz Armada (1870-1914), a grandes rasgos, la situación política

en cada uno de los Continentes era la siguiente.

América en 1870 se encontraba dividida en diecinueve Estados independientes95

, y algunas

colonias europeas, entre las que destacaban por su extensión territorial Canadá -que dependía de

Gran Bretaña-, Cuba, Puerto Rico y las Guayanas.

Las nuevas naciones americanas se encontraban bajo el régimen político republicano,

excepto Brasil que mantuvo el régimen monárquico hasta 1889.

La influencia de los Estados Unidos de norteamérica en las nuevas naciones, los conflictos

fronterizos entre las naciones iberoamericanas para delimitar sus fronteras, y los procesos de

independencia de algunas de las colonias todavía existentes, determinarán en buena parte las

relaciones internacionales en este continente.

Europa se encontraba dividida en quince Estados independientes y tres principados

autónomos; casi todos, bajo el régimen político monárquico.

Cinco eran considerados como grandes potencias: el Reino Unido de Gran Bretaña e

Irlanda, la República de Francia, el II Imperio Alemán, el Imperio de los Habsburgo, conforma-

do como Monarquía Dual de Austria-Hungría, y el Imperio Ruso.

Italia y el Imperio Turco ocupaban un lugar intermedio entre las grandes potencias y las

potencias menores.

Los otros ocho Estados independientes o potencias menores eran los reinos de Suecia-No-

ruega, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Portugal, España, y Grecia, y la república Suiza.

Los tres principados autónomos, pero no soberanos, por estar integrados dentro del Impe-

rio turco, eran Rumania, Serbia y Montenegro.

En Asia, además de los Imperios Japonés, Chino, Turco y Persa, y del reino de Siam

(actual Tailandia), varias potencias europeas se repartían el resto del territorio como colonias.

India, Pakistán, Bangladesh, Birmania, Malasia y Hong-Kong, dependían de Gran Bretaña;

Indochina (Vietnam, Laos y Camboya), de Francia; Indonesia, de Holanda; y Filipinas de

España.

De los cuatro Imperios asiáticos, sólo el japonés pudo hacer frente a la influencia

colonizadora de las potencias occidentales; el Imperio Chino, el Persa y el Imperio Turco, se

encontraban en decadencia, y, por tanto, se vieron afectados por los intereses coloniales

occidentales, que marcarán las relaciones internacionales en esta zona.

94 Cfr. COMELLAS, José Luis. o.c. p. 262.

95

Estados Unidos y México en América del Norte; Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y

Costa Rica en América Central; Haití y Santo Domingo en el Caribe; Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú,

Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile y Argentina en América del Sur.

En Africa sólo existían dos países independientes: Abisinia (actual Etiopía) y Liberia; el

resto del continente se lo repartían entre Gran Bretaña, Francia, Portugal, Bélgica, Alemania,

Italia y España.

La Conferencia de Berlín (1885) marcará un hito en el reparto colonial de África entre las

potencias europeas, y el inicio de los conflictos coloniales africanos entre éstas.

Oceanía, con Australia y Nueva Zelanda, dependía principalmente de Gran Bretaña.

2. Las relaciones internacionales

Durante el período de la Paz Armada (1870-1914), las relaciones internacionales van a

girar principalmente alrededor de cinco líneas: la rivalidad entre Gran Bretaña y Rusia por el

dominio del mundo; la rivalidad colonial entre Gran Bretaña y Francia en África y en el sudeste

asiático; el enfrentamiento de intereses entre el Imperio ruso y el austríaco en la península de los

Balcanes; la aparición de una Alemania poderosa, con ansias de expansión mundial; y por último

la irrupción de Estados Unidos96

y Japón en el escenario mundial.

Rivalidades entre Gran Bretaña y Rusia

Durante el último tercio del siglo XIX y primeros años del siglo XX, Gran Bretaña será la

primera potencia mundial desde el punto de vista político y económico. Su poderío se debía, en

buena parte, al dominio indiscutible que ejercía en los mares desde hacía casi un siglo, gracias al

poder de su flota, y a la red de pequeñas colonias estratégicas que fue tejiendo durante siglos a lo

largo del océano Atlántico e Índico, del mar Mediterráneo y Caribe, de las costas africanas y

asiáticas. Dominio que le permitió acrecentar poco a poco su imperio colonial en Asia, África y

Oceanía; e influir -también con su diplomacia y su poderío económico- en las cuestiones

internacionales de la época, que pudieran poner en peligro sus intereses.

En América contaba con el segundo país más extenso del mundo, Canadá; algunas

colonias en el Caribe -Bahamas, Jamaica, etc.-, en Centroamérica -Bélice-, y en Sudamérica:

Guayana e islas Malvinas.

La mitad oriental de África -desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo- estaba bajo su

dominio, así como algunas colonias en África Occidental: la actual Nigeria, Ghana, Sierra Leona

y Gambia.

En Asia conservaba la perla de sus colonias: el Imperio de la India; la actual Birmania,

Malasia, Sry Lanca, y un grupo de pequeños territorios pero muy importantes desde el punto de

vista estratégico y comercial: Singapur, Hong-Kong, etc.

Su economía era de las más poderosas, gracias al gran desarrollo industrial, comercial, y

financiero durante el siglo XIX.

La segunda potencia mundial en esa época era la Rusia de los zares. Un Imperio

constituido por un territorio inmeso, amasado desde finales del siglo XVI, que se extendía desde

centroeuropa al Pacífico, desde el Océano Glaciar Ártico al Mar Negro, haciendo de Rusia el país

96 No dejan de ser sintomáticos los siguientes hechos: la paz que puso fin a la guerra ruso-japonesa (1905)

se firmó en Portsmouth (Estados Unidos) bajo el padrinazgo del Presidente Theodore Roosevelt; en la

conferencia de Algeciras (1906), Estados Unidos se sentó en la mesa de negociaciones junto con las grandes

potencias europeas -Gran Bretaña, Francia, Rusia, Alemania, Austria-Hungría, Italia-, para resolver la primera

crisis marroquí; durante la revolución rusa de 1905, Estados Unidos puso a disposición del zar el crucero de

guerra Minneápolis -anclado en Cronstadt- por si deseaba abandonar el país.

más extenso del mundo, y uno de los más poblados. Su numerosa población le permitía, entre

otras cosas, disponer del ejército más numeroso del planeta.

Sin embargo, a finales dle siglo XIX, Rusia se encontraba atrasada respecto a Gran

Bretaña en el campo político, industrial, cultural, así como en las comunicaciones tanto terrestres

como marítimas.

La Rusia de los zares ejercía su influencia en el continente euroasiático, pero carecía de los

puertos necesarios para que su flota dominara los mares y pudiera competir con Gran Bretaña

por la hegemonía mundial. Los miles de kilómetros de costa rusa se mantenían congelados la

mayor parte del año, al estar situados en latitudes muy septentrionales. Esto llevó al imperio de

los zares, casi desde sus inicios, a la búsqueda de salidas a mares navegables durante todo el año,

para que su presencia fuese efectiva en todo el mundo, y pudiera competir con la hegemonía

británica.

La búsqueda de salidas marítimas por parte de Rusia marcará profundamente las

relaciones entre Gran Bretaña y Francia durante el período de la Paz Armada.

Tres serán los puntos por donde el Imperio ruso tratará de lograr su viejo objetivo: el mar

Mediterráneo, a través de la zona de los Estrechos que comunican con el Mar Negro, y que en ese

momento se encontraban en poder del Imperio turco; el Océano Índico, a través del Imperio

persa; y el Océano Pacífico, a través de China.

Ante las tentativas rusas de salir a mares navegables, Gran Bretaña se opondrá directa o

indirectamente tratando de cerrar esas posibles salidas del imperio ruso, que podrían poner en

peligro su hegemonía mundial.

Rivalidades entre Gran Bretaña y Francia

Los intereses británicos y franceses chocarán en África y en el Sudeste asiático. El motivo:

la expansión colonial.

En 1884-1885, Bismarck convoca la Conferencia de Berlín para reglamentar la

colonización de África entre las potencias europeas, y resolver los conflictos nacidos por la

irrupción de estas potencias en ese continente. En el fondo, Bismarck pretendía mantener

ocupadas a Francia y Gran Bretaña fuera del continente europeo, para poder dedicarse con

tranquilidad a consolidar el recién nacido II Imperio alemán.

La Conferencia de Berlín supuso en la práctica el reparto de África entre Gran Bretaña y

Francia. Los términos de los distintos acuerdos bilaterales eran algo genéricos -entre otras cosas,

porque no se conocía con detalle la geografía del interior de África-, y, por tanto, serían motivo

de futuras querellas fronterizas entre las potencias europeas.

Por otra parte, Gran Bretaña soñaba con establecer en África una serie de colonias

comunicadas entre sí, que unieran la ciudad de El Cairo con la ciudad de El Cabo; es decir, un

conjunto de territoros que unieran de norte a sur los dos puntos claves de su comunicación con la

India: el canal de Suez y el cabo de Buena Esperanza.

A su vez, Francia soñaba con una serie de colonias que unieran el océano Atlántico con el

Índico, es decir, que atravesasen África de Occidente a Oriente.

Se puede desprender que esas dos líneas de expansión colonial cuando se cruzasen

provocarían un enfrentamiento entre Gran Bretaña y Francia. Esto es lo que sucedió en 1898 con

el incidente de Fashoda, que, aunque no fue el único, si se puede considerar el más representativo

de las rivalidades anglofrancesas en África.

Rivalidades entre Rusia y Austria

La península de los Balcanes será el escenario principal del enfrentamiento de intereses

expansionistas entre el Imperio ruso y el austríaco.

A finales de siglo XIX la mayor parte de esta región seguía formando parte del Imperio

turco. Sin embargo, era un Imperio decadente, que difícilmente podía enfrentar los movimientos

nacionalistas búlgaros, servios, rumanos y montenegrinos.

Por otra parte, después de la unificación alemana (1870), el Imperio austríaco al quedar

desplazado del centro de Europa dirigió su mirada hacia el sur, hacia la península balcánica,

donde ya disponía de algunas regiones como Eslovenia, Croacia, y desde 1878 administraba

Bosnia-Herzegovina.

Durante el último tercio del siglo XIX y primeros años del siglo XX, Rusia había

impulsado su expansión por Siberia, en busca de una salida al océano Pacífico97

. Cuando en 1905

el Imperio japonés derrota a las tropas del zar en Manchuria, y le cierra la salida marítima al

Pacífico, Nicolás II vuelve su mirada también hacia la península de los Balcanes, para tratar de

forzar una vez más la salida al Mar Mediterráneo a costa del Imperio turco.

La afinidad étnica y religiosa con los eslavos del sur o yugoeslavos, la tradición histórica

rusa del siglo XIX, y la debilidad del Imperio turco, convertían al zar ante las nacionalidades

balcánicas en el salvador y libertador del yugo otomano.

De este modo, nos vamos a encontrar dos Imperios -Rusia y Austria- con miras

expansionistas hacia la misma zona, y, por tanto, motivo de choques entre ellos.

Alemania, nueva potencia mundial

Después de la unificación alemana (1870), Bismarck, Canciller del II Imperio alemán, se

dedica a la consolidación de la nueva nación; su política exterior se limita a mantener el

equilibrio en Europa bajo supervisión alemana, y mantener aislada a Francia para evitar

cualquier intento de desquite de esta última después de la guerra franco-prusiana (1870).

Sin embargo, cuando en 1890, dos años después de subir al trono imperial, Guillermo II

acepte la renuncia de Bismarck como Canciller, la política exterior alemana cambiará de rumbo.

Guillermo II considera que el poderío alemán le hace merecedor de un papel más importante en

las relaciones internacionales, y decide que a partir de ese momento, se deberá contar con el

parecer del Imperio alemán en las cuestiones internacionales.

De este modo, la Weltpolitik -la política mundial alemana- terminará por embrollarlo

todo. Ya no será sólo un enfrentamiento entre Gran Bretaña y Rusia por la hegemonía mundial,

sino que al entrar Alemania en la pugna pondrá en peligro el difícil equilibrio internacional,

dando paso a la Primera Guerra Mundial.

Estados Unidos y Japón en el escenario mundial

Después de finalizar la conquista del Oeste, Estados Unidos inicia en el último tercio del

siglo XX su expansión fuera del contienente americano. 1898 será un año clave, porque además

de ocupar Cuba y Puerto Rico en el Mar Caribe, se adueñará del archipiélago de las Filipinas, de

las Hawai, y de la isla de Guam, en el océano Pacífico. Iniciará así su expansión hacia el resto del

continenente americano, y hacia el Extremo Oriente, entrando a competir con las grandes

97 La construcción del transiberiano se llevó a cobo de 1891 al 1904.

potencias europeas, siendo aún una nación joven con apenas cien años de vida, pero con una

vitalidad y empuje sólo comparables al Imperio japonés y al II Imperio alemán.

Por su parte, Japón, después de la revolución Meiji (1867), se rejuvenece. El nuevo

Imperio del Sol Naciente comenzará también durante el último tercio del siglo XIX su expansión

hacia el continente asiático, enfrentándose al decrépito Imperio chino y al Imperio ruso (1904-

1905), arrebantándoles Formosa -actual Taiwan-, Corea, la isla de Sajalin, Manchuria, etc.

Con el desarrollo alcanzado por Japón y Estados Unidos, el centro de gravedad de la

política internacional que, hasta el S. XVI, había girado en torno al Mediterráneo, y que, desde el

siglo XVI hasta el S. XX, lo había hecho alrededor del Océano Atlántico, a partir del S. XX se va

a desplazar hacia el Océano Pacífico.

3. El Sistema de Bismarck (1870-1890).

Los veinte años que Bismarck ocupa la Cancillería del Imperio Alemán se van a

caracterizar por el predominio de la diplomacia alemana en el ámbito europeo, gracias a la

habilidad de este político y al poder demostrado por el ejército alemán durante las guerras que

concluyeron con la unificación alemana.

Una vez llevada a cabo la unificación alemana en 1871, el objetivo principal de Bismarck

será la consolidación interna e internacional del nuevo Imperio Alemán, fundamento de la

unidad nacional.

Para lograr mantener y acrecentar el prestigio internacional alcanzado por Alemania

durante el proceso de unificación, Bismarck considera imprescindible aislar a Francia del resto

de Europa -sobre todo del Imperio ruso98

y austríaco-, de modo que no pueda tomarse la

revancha después de haberla derrotado en la guerra franco-prusiana (1870), y haber anexionado

a Alemania las regiones fronterizas francesas de Alsacia y Lorena, territorios en los que se

cimentaba jurídicamente el II Imperio alemán, y, por tanto, la unidad alemana.

Bismarck tejerá, con una habilidad y paciencia increíbles, una serie de alianzas con Rusia

y Austria, para mantener aislada a Francia; alianzas que debió recomponer con frecuencia,

puesto que los intereses de Rusia y Austria chocaban con frecuencia en los Balcanes.

Además, Bismarck fomentó la expansión colonialista de Francia en África, como un medio

para mantenerla alejada de los asuntos europeos, y enfrentarla así con los intereses coloniales de

Gran Bretaña.

Bismarck era consciente también de la necesidad de mantener la paz en Europa, para

lograr el asentamiento y la hegemonía continental del Imperio alemán. Esto le llevará a

presentarse ante los ojos de los observadores como un hombre duro -el Canciller de Hierro-, que

blandía externamente de buen grado la amenaza de la fuerza99

, pero que, en su interior buscaba

afanosamente la paz.

Las sucesivas componendas diplomáticas de Bismarck, sus tres sistemas, constituyen en

cierto sentido una obra política maestra. Mantener durante veinte años el aislamiento de Francia

agrupando en torno suyo Estados a menudo violentamente opuestos el uno frente al otro -como el

Imperio ruso y el Imperio austríaco-, es el resultado de una energía poco común, de una

98 Esto explica la condición que impuso Bismarck, después de la caída de Napoleón III, de establecer en

Francia un régimen republicano, tan contrario a sus ideas políticas pero sobre todo a las del zar de Rusia.

99

Cfr. DUROSELLE, Jean Baptiste. Europa de 1815 a nuestros días p. 45. Ed. Labor. Barcelona, 1974.

ductilidad prácticamente única y de una imaginación extraordinaria, que le permitieron

descubrir soluciones diplomáticas nuevas y originales100

.

3. El Sistema de las Alianzas (1890-1914)

Durante los casi veinticinco años que transcurren entre la caída de Bismarck como

Canciller alemán en 1890 y el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, las relaciones

internacionales sufrirán cambios notables. Las alianzas entre las grande potencias europeas

fluctuarán según los intereses de Alemania y Gran Bretaña.

Con la caída de Bismarck, el nuevo Emperador alemán Guillermo II logra imponer sus

puntos de vista en la diplomacia alemana, lanzándose a una política exterior mundial -weltpolitik-

, que traspasa el horizonte europeo de la política exterior de Bismarck. Esto le llevará a descuidar

los dos pilares en los que se fundamentaba la política exterior de Bismarck: mantener aislada

internacionalmente a Francia, y contar con la alianza de Rusia y Austria.

En 1892 Francia logra romper el cerco diplomático al que había sido sometida por

Bismarck, y establece un acuerdo financiero y militar con el Imperio ruso, constituyendo la Doble

Entente.

Ante esto, Guillermo II tratará de aliarse con Gran Bretaña, para convertir la Triple

Alianza -constituida por Alemania, Austria e Italia- en cuádruple alianza. Sin embargo, el

gobierno británico prefirió mantenerse en su política de splendid isolation.

Ante la indiferencia británica, Alemania se acercará a Francia y Rusia. Esto obligará al

gobierno británico a cambiar de rumbo y tratar de acercarse a Alemania, ya que Gran Bretaña

se encontraba enfrentanda con Rusia en Asia, y con Francia en África y el Sudeste asiático por

cuestiones coloniales. Si Alemania se unía a Rusia y Francia, Gran Bretaña quedaría aislada

internacionalmente.

Pero es ahora cuando la Alemania de Guillermo II no hace caso de los intentos británicos

de acercamiento, porque considera imposible que los británicos lleguen a un entendimiento con

franceses y rusos. Sin ambargo, en 1904 Gran Bretaña establece una Entente Cordial con

Francia, que indirectamente la unirá también a Rusia, puesto que franceses y rusos eran aliados

desde 1892.

Estos cambios en los sistemas de alianzas se explican no sólo por los objetivos de

Guillermo II en el campo de la política exterior, sino también por la mentalidad de muchos

políticos, empapada de ideología liberal-radical, positivista y evolucionista.

La ideología liberal-radical se manifiestará anteponiendo los intereses particulares de la

propia nación, a los intereses generales de las naciones. Esta ideología, unida al capitalismo de la

época, originará el fenómeno colonialista.

La ideología positivista fundamentará las relaciones internaciones, no en el derecho, sino

en el poder de cada nación -demográfico, industrial, militar y colonial101

-, que se puede resumir

en la frase: tanto tienes, tanto puedes.

Los principios evolucionistas se reflejarán en la defensa de lo que consideran una

consecuencia de la ley natural: el Estado materialmente más fuerte deberá imponerse al mate-

rialmente más débil.

100 Cfr. DUROSELLE, Jean Baptiste. o.c.

101

Cfr. COMELLAS, José Luis. o.c. p. 262

De este modo nos vamos a encontrar a principios del S. XX con dos bloques antagónicos:

la Triple Alianza y la Triple Entente. La primera, compuesta por el Imperio Alemán, el Imperio

Austro-Húngaro e Italia (esta última será reemplazado a finales de 1914 por el Imperio Turco);

la segunda, por Francia, Rusia y Gran Bretaña.

Este antagonismo larvado se manifestará con toda su fuerza como un conflicto bélico en

agosto de 1914, cuando los intereses encontrados de las potencias se concentren en la llamada

Cuestión de Oriente.

XVIII LOS TOTALITARISMOS DE ENTREGUERRAS

1. El comunismo en Rusia.

2. El Fascismo en Italia.

3. El Nazismo en Alemania.

Durante el S. XX podemos destacar básicamente dos sistemas políticos en el mundo: los

regímenes autoritarios y los regímenes democráticos. Entre los regíemens autoritarios podemos

diferenciar las dictaduras y los totalitarismos.

Las dictaduras son regímenes de gobierno caracterizados por la concentración temporal -al

menos en teoría- del poder del Estado en manos de una sola persona, para tratar de resolver una

situación de crisis política y económica en una nación. La toma del poder, y su mantenimiento, suele

ser por medios violentos y atropella derechos y libertades.

Los totalitarismos son regímenes de gobierno de carácter autoritario que se caracterizan por la

concentración del poder del Estado en manos de un grupo de personas reunidas alrededor de una

ideología, para tratar de cambiar la realidad de un país o del mundo en función de esa ideología. La

toma del poder unas veces sigue las vías democráticas, otras emplea medios violentos, y siempre utiliza

estos últimos para mantenerse en el poder, suprimiendo o disminuyendo los derechos y las libertades de

los ciudadanos, partidos políticos, medios de comunicación, agremiaciones, etc.

En Europa, durante el período de entreguerras (1919-1939), se pueden distinguir dos etapas

separadas por la frontera de los años treinta: la etapa de los dictadores, y la etapa de los totalitarismos.

En la primera, el protagonismo corresponde a los dictadores como Pilsusdki en Polonia, Mustafá Kemal

en Turquía o Primo de Rivera en España, por citar los más conocidos102

. En la segunda, el panorama es

más sombrío al manifestarse en toda su crueldad algunos de los totalitarismos del siglo XX: el comunis-

mo en Rusia, el fascismo en Italia, y el nazismo en Alemania103

.

La cultura de la Modernidad, al interpretar al hombre no como persona sino como un elemento

más de la colectividad, de la nación o de la raza, anula la persona y facilita que el Estado, al asumir más

poder del que le corresponde, interprete los derechos del hombre como una concesión que le hace, y no

como algo inherente a la persona. De este modo, el hombre quedará sometido a la tiranía totalitaria.104

.

1. El comunismo en Rusia.

El comunismo es uno de los totalitarismos emblemáticos del siglo XX. Se fundamenta en la

ideología marxista-leninista. Pretende acabar con la propiedad privada, colectivizar los medios de

producción e instaurar una sociedad sin clases. Se asentará primero en Rusia, después de la revolución

bolchevique de 1917, y por su carácter internacionalista o expansionista se extenderá a otras naciones.

Lenin será el principal protagonista de su instauración en Rusia.

1.1 Crisis del zarismo.

102 Las dictaduras en Iberoamérica tienen un marco cronológico y espacial mucho más amplio. Colombia fue el

único país en el que durante el período de entreguerras la sucesión presidencial se llevó a cabo dentro de la legalidad.

103

En Iberoamérica, durante el período de entreguerras, salvo brotes aislados y de poca importancia, no se

presentaron totalitarimos.

104

PAREDES ALONSO, Javier. o.c. p. 368.

Nicolás II (1868-1918), el último zar de Rusia, heredaría a los veintiséis años de edad un

Imperio que se había ido conformando desde el siglo XVI, y que se extendía desde el mar Báltico al

océano Pacífico, desde el océano Glacial Artico al mar Negro; un Imperio que contaba con 120 nacio-

nalidades: desde fineses a mongoles, de polacos a tártaros, de uzbecos a armenios105

.

Si comparamos la Rusia que heredó Nicolás II a fines del S. XIX con los demás países occi-

dentales de esa época, encontraremos un Imperio con una población numerosa y un gran potencial de

recursos naturales, pero sumido en un gran atraso social, político y económico.

La estructura de la sociedad rusa era muy rudimentaria: el zar, la nobleza, los campesinos y

obreros. Los campesinos tenían una serie de obligaciones para con los señores, ya fuera en especie o en

dinero106

; eran en la práctica propiedad de la nobleza, formaban parte de su patrimonio, junto con las

tierras.

El grado de analfabetismo, era muy superior al de cualquier otro país. Sólo una minoría de la

nobleza sabía leer y escribir.

Desde el punto de vista político, la autocracia zarista107

apenas había sido rozada por los vientos

del liberalismo político, que ya por esa época había transformado sensiblemente el panorama político

europeo. En este terreno se daba otro tipo de servidumbre: el de la nobleza hacia el zar. Razón de más

para que los siervos apoyasen al zar, como un medio de contrarrestar el peso de la autoridad de la

nobleza sobre ellos.

La economía era la propia de una sociedad rural, con técnicas muy atrasadas. La riqueza la

seguían fundamentando en la tierra, cuando en los demás países occidentales, el liberalismo económico

y la revolución industrial, cada vez más fundamentaban la riqueza en el trabajo y en los bienes en

movimiento: el capital, las mercancías, etc.

Causas remotas

Los vientos liberales europeos comienzan a llegar a Rusia después de 1815, cuando las

campañas antinapoleónicas han finalizado, y han permitido poner en contacto la oficialidad rusa con las

ideas liberales occidentales. Después de las campañas contra Napoleón, será un buen número de jóve-

nes rusos que irán a Europa a cursar estudios universitarios, quienes se imbuirán también de esas

mismas ideas liberales. No hay que olvidar que, tanto los oficiales como los estudiantes, pertenecen a la

nobleza rusa. Esto provocará paulatinamente en la nobleza aspiraciones a un régimen constitucional,

que los libere de la servidumbre del zar.

Las reformas llevadas a cabo por el Zar Alejandro II (1855-1881), tratando de remediar la

grave situación en la que se encontraba Rusia desde el punto de vista social, político y económico108

, se

convertirían a la larga en motivos para la caída del régimen autocrático de los zares, porque no fueron

reformas sustanciales. Para la muestra un botón: una de las reformas sociales más importantes de

Alejandro II fue la abolición de la servidumbre en Rusia. Esta medida supuso para la nobleza, y para el

mismo zar, una notable pérdida de poder sobre las personas que vivían en sus tierras: hasta ese

momento, los siervos dependían administrativa y judicialmente directamente de sus señores. Ante esta

105 COWLES, Virginia. El último zar p. 7. Ed. Juventud. Barcelona, 1979.

106

NÉRÉ, Jacques. Historia Contemporánea p. 333. Ed. Labor. Barcelona, 1977.

107

Sistema de gobierno en el que la voluntad de un solo hombre es la suprema ley.

108

Las reformas fueron básicamente tres: la abolición de la servidumbre, la reforma agraria, y la institución de los

zemstvos, asambleas locales y provinciales en las que estaban representadas teóricamente todas las clases sociales.

situación que consideraron injusta, parte de la nobleza rusa quiso disminuir la autoridad que el zar

ejercía sobre ellos, y le pidió la constitución de una Asamblea Nacional. Alejandro II se negó a la

petición, para mantener íntegramente su autoridad sobre la nobleza.

Durante el reinado de Alejandro III (1881-1894) -el penúltimo zar- y los primeros años de

Nicolás II, tiene lugar una gran expansión de la enseñanza primaria y secundaria en Rusia. Esto

facilitó el conocimiento de los regímenes políticos existentes en los países occidentales, y la toma de

conciencia de los derechos personales frente al Estado.

Entre 1896 y 1914 se produjo un movimiento migratorio de grandes proporciones: unos tres

millones y medio de campesinos emigraron hacia Siberia: Rusia buscaba la expansión hacia el Pacífico.

Este hecho inició la formación de un sistema democrático en las comunidades rusas de Siberia,

alejadas del poder imperial, comparable al que se instauró en las colonias británicas de Estados Unidos

antes de su independencia, y muy distinto del sistema político y social tradicional en Rusia109

.

De 1890 a 1905 se produce un brusco crecimiento industrial en Rusia, debido en buena parte a

la construcción de ferrocarriles110

, y la aparición de una nueva clase social, el proletariado urbano,

que alcanzaba los tres millones en vísperas de la I Guerra Mundial111

, y que será un campo abonado

donde germinen fácilmente las ideas socialistas.

La creación de organizaciones políticas secretas, como el Partido Socialdemócrata Ruso en

1898 y el Partido Socialirevolucionario en 1900, que unieron a parte de los que querían acabar con el

régimen de los zares, e instaurar una sociedad socialista, empleando medios como el movimiento

obrero y campesino, así como el terrorismo.

Causas próximas

Los años del siglo XX previos a 1917 contemplaron en Rusia una serie de acontecimientos, que

terminaron por derribar el viejo edificio del régimen zarista; de modo similar a lo que sucedió en

Francia con la Revolución de 1789 y el Antiguo Régimen. Estos sucesos fueron básicamente: la guerra

ruso-japonesa de 1904-1905, la Revolución de 1905, y la Primera Guerra Mundial.

La guerra ruso-japonesa de 1904-1905

Desde hacía años los intereses coloniales de Rusia y Japón estaban chocando en territorio chino,

concretamente en la región de Manchuria. El 4 de febrero de 1904, sin previo aviso, Japón atacó la base

naval rusa en Port-Arthur, en aguas del océano Pacífico. Durante los meses siguientes, el ejército y la

flota imperial japonesa derrotaron a los ejércitos del zar, y destruyeron la flota rusa del Pacífico, y la

flota rusa del Báltico que acudió en su ayuda.

Esta derrota, con la pérdida de prestigio que supuso para el zar, agravó la situación interna del

Imperio ruso, y permitió el relativo éxito de la Revolcuión rusa de 1905.

La Revolución de 1905

109 NÉRÉ, Jacques. o.c. p. 336, 337.

110

El Transiberiano, que uniría Moscú con el océano Pacífico, se construyó entre 1891 y 1904.

111

NÉRÉ, Jacques. o.c. p. 339.

Hacía tiempo que las agitaciones laborales en el campo y en las principales ciudades, así como

los atentados terroristas y los magnicidios, se fueron intensificando en el Imperio ruso 112

.

El 22 de enero de 1905, mientras aún estaba indecisa la guerra con Japón en el Extremo Oriente,

una multitud de 200.000 personas, dirigida por el pope Georgy A. Gapon -creador del sindicato obrero

más importante del Imperio, que agrupaba a buena parte de los trabajadores de San Petersburgo-,

intentó llegar al zar Nicolás II para presentarle algunas peticiones populares como la jornada de ocho

horas; la fijación del salario mínimo en un rublo diario; el repudio de la burocracia; y la convocatoria de

una Asamblea Constituyente. El ejército disolvió la manifestacón a tiros. Hubo unos 250 muertos. En

este inicio de la revolución de 1905 no intervnieron los socialdemócratas marxistas que se encontraban

en el exilio. Los acontecimientos del domingo sangriento les cogieron de sorpresa113

.

Sin embargo, por encima de las huelgas, de las revueltas campesinas y de los asesinatos

terroristas, la acción revolucionaria más importante en Rusia -al menos desde el comienzo del reinado

de Nicolás II y hasta 1907, en que fue disuelta la segunda Duma- estuvo dirigida por los liberales rusos,

entre los que se encontraban un buen grupo de nobles que pretendían una monarquía Constitucional y

Parlamentaria. Su actividad se había iniciado con los zemstvos114

. Su segundo paso fue la constitución

de las asociaciones profesionales que se agruparon en la Unión de uniones (25-IV-1905). De aquí, los

liberales más radicalizados pasarían a formar el partido constitucional demócrata (K.D.) en octubre de

1905, el único partido político ruso en el sentido occidental del término115

.

La presión popular, y sobre todo la presión de la alta burguesía y de la nobleza liberal, obligaron

a Nicolás II a tomar algunas medidas liberalizadoras en el terreno político, como la apertura de la Duma

-el Parlamento ruso-, y el Manifiesto de Octubre: el zar renunciaba al poder personal. El resultado

aparente de la revolución de 1905 fue la transformación de Rusia en un Imperio parlamentario similar

al de otros Estados europeos116

. Sin embargo, la Duma fue disuelta en sucesivas ocasiones por el

gobierno, y fue perdiendo cada vez más fuerza.

La Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial (1914-1918), y las sucesivas derrotas sufridas por el ejército ruso

ante los alemanes, terminaron de agravar los problemas internos de Rusia117

. Lenin había escrito a

Gorki en 1913: una guerra entre Austria y Rusia sería muy útil para la Revolución118

112 Para hacernos una idea aproximada, cuando Stolypin fue nombrado presidente del Consejo de Ministros de

Nicolás II en 1906, por todos lados había caos y violencia. Durante 1906 y 1907, más de 1.000 funcionarios de policía y

administradores de los Zemstvo cayeron asesinados. Numerosas casas solariegas eran incendiadas y docenas de bancos roba-

dos con objeto de aportar fondos para los grupos revolucionarios: social-demócratas y social-revolucionarios. (COWLES,

Virginia. El último Zar. Ed. Juventud. Barcelona, 1979, pp. 79-80)

113

REDONDO, Gonzalo. o.c. p. 394.

114

En 1870, se confían a los zemstvos, especies de consejos generales, ciertas responsabilidades locales

concernientes a las vías públicas, asistencia, hospitales e instrucción. Una élite cultivada experimentará con ellos el

liberalismo, pero éste no triunfa realmente en Rusia hasta la revolución de 1905 con el partido constitucional demócrata.

(REMOND, René. Introducción a la Historia de nuestro tiempo. El siglo XIX. Ed. Vicens-Vives. Barcelona, 1983, p. 32)

115

REDONDO, Gonzalo. Historia Universal. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984, T. XII p. 394.

116

REDONDO, Gonzalo o.c. p. 395.

117

La Primera Guerra Mundial supuso, entre otras cosas, una serie de desastres militares de tal magnitud que, de los

12 millones de rusos movilizados, entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos, sumaron 9'150.000: el 76,3% del total

(SHIRER, William L. Historia de la Segunda Guerra Mundial y del III Reich. Ed. Océano. Barcelona, 1980, T. I p. 35)

118

MUNILLA, O. Gil. Enciclopedia Rialp, voz Revolución Rusa. Ed. Rialp. Madrid, 1984.

El zar Nicolás II, al tratar de poner remedio al desastre militar, cometió dos errores, que

incidieron negativamente en la institución monárquica, porque afectaron directamente al zar y a la zari-

na Alexandra.

El primero fue la decisión de Nicolás II de ponerse directamente a dirigir las operaciones mili-

tares, sin que por esto la situación militar mejorase. El segundo error consistió en delegar en la zarina el

gobierno civil, durante su ausencia en el frente. La zarina Alexandra, muy influenciada por un perso-

naje extravagante, Rasputín, permitió que éste manejase asuntos del Estado, ganándose la enemistad del

Gobierno, de la Duma, y del pueblo.

1.2 Las Revoluciones de 1917

En 1917 estallaron en Rusia dos Revoluciones: la liberal en el mes de febrero, y la bolchevique

en octubre. La primera ocasionó la caída del zar y del régimen autocrático en Rusia, y fue la antesala de

la toma del poder por parte del partido bolchevique y de Lenin que lo dirigía. A la Revolución liberal de

febrero, le sucederá, por tanto, la sobrerrevolución comunista de octubre. Algo parecido a lo que suce-

dió con la Revolución Francesa en 1792, aunque con notables diferencias.

La Revolución de febrero fue obra casi exclusiva de los liberales. Su plan consistía en hacer que

estallaran desórdenes en S. Petersburgo, para que el zar abdicase en su hijo bajo la regencia del Gran

Duque Miguel. El dinero necesario lo obtuvieron de un rico industrial de Ucrania, que puso a su

disposición cinco millones de rublos, a cambio del Ministerio de Hacienda en el primer gobierno

liberal. Detrás estaba también el apoyo de Gran Bretaña y Francia, que veían con simpatía cualquier

cambio que tendiera a separar del Gobierno a los elementos germanófilos que rodeaban a la Zarina119

.

La Revolución se inició en febrero, cuando comenzaron a esparcirse rumores en S. Petersburgo

-al parecer falsos- de que pronto faltaría el pan; a esto se unió una serie de huelgas de obreros en la

misma ciudad, y el amotinamiento de dos regimientos de la Guardia imperial. Los desórdenes

populares se generalizaron. Estos desórdenes contaron con la colaboración de los soviets: los consejos

de obreros, soldados y campesinos, centralizados por Trotski durante la Revolución de 1905120

.

Ante los desórdenes y la ausencia del zar, en la Duma se estableció un Comite de emergencia

dirigido por los liberales, y paralelamente un Soviet o Comité de diputados obreros dirigido por los

bolcheviques. Las indecisiones de Nicolás II ante los acontecimientos de S. Petersburgo condujeron a

su abdicación. Entonces se formó un Gobierno Provisional en el que intervinieron monárquicos,

liberales y socialistas. El Principe Lvov primero y el liberal Kerenski después, estarán al frente del

gobierno ruso durante la etapa de la Revolución liberal. En septiembre es proclamada la República

Rusa.

Con el apoyo del Comité Militar Revolucionario de Trotsky, Lenin dio un golpe de Estado en

octubre de 1917 -la Revolución soviética de Octubre-, derribando el Gobierno de Kerenski, que no

contaba ya con el respaldo del ejército. Para el golpe de Estado, Lenin se apoyó fundamentalmente en

dos elementos: el Partido bolchevique y el ejército; y para conseguir el apoyo del pueblo, prometía tres

cosas: acabar con la intervención de Rusia en la Primera Guerra Mundial, distribuir la tierra entre los

campesinos, y la independencia de las nacionalidades del Imperio ruso; las aspiraciones máximas del

pueblo en esos momentos.

119 PUENTE, Juan Manuel. Enciclopedia Rialp, voz Revolución Rusa. Ed. Rialp. Madrid, 1987.

120

ALVAREZ SANTALÓ, L. C. Enciclopedia Rialp, voz Unión Soviética. Ed. Rialp. Madrid, 1987.

1.3 La época de Lenin (1917-1924)

Los acontecimientos de octubre de 1917 determinaron la toma del poder por parte del partido

bolchevique, y el comienzo del totalitarismo comunista en Rusia. Se estableció un sistema de vida que,

hasta 1989, despojó a millones de personas de sus derechos humanos más elementales -el derecho a la

vida y el derecho a la libertad religiosa, política, de expresión, de educación, etc.-, reduciéndolos a la

miseria espiritual y material.

El totalitarismo comunista en Rusia pronto se convirtió en una dictadura personal encarnada

primero por Lenin (1918-1924), después por Stalin hasta su muerte en 1953. Durante los años que

Lenin estuvo al frente del poder, se pueden distinguir dos períodos: la etapa del comunismo de guerra

(1918-1921), y la etapa de la nueva política económica (NEP) (1921-1924).

El comunismo de guerra (1918-1921)

Después de la Revolución soviética de octubre, Lenin tuvo que enfrentar simultáneamente dos

problemas importantes e íntimamente ligados: sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial, tratando de

llegar a un acuerdo con Alemania; y afrontar la guerra civil que se había declarado en Rusia entre los

partidarios y enemigos de los bolcheviques.

En marzo de 1918 Alemania y Rusia firmaron la paz de Brest-Litovsk. A cambio de la paz,

Lenin cedió a las exigencias alemanas -provisionalmente y con ánimo de recuperar- una cuarta parte del

territorio imperial, que incluía Polonia, Ucrania, Bielorrusia, los Estados Bálticos -Estonia, Letonia y

Lituania-, y las repúblicas del Cáucaso -Georgia, Armenia y Azerbaiyán-; estas nacionaliades se

conviertieron en Repúblicas independientes121

. Esto supuso para Rusia ceder 62 millones de habitantes

-la tercera parte de su población-, la tercera parte de su tierra laborable y la mitad de sus industrias122

.

A pesar de la Revolución de Octubre, en 1918, sólo una parte del territorio y de las ciudades

rusas estaban controladas por los bolcheviques, que continuaban siendo minoría aplastante, pero con

una organización férrea y eficiente. Los partidarios del zar o de la República liberal, ayudados por las

potencias que combatían contra Alemania en la Primera Guerra Mundial, lucharon contra el ejército

rojo, tratando de restaurar el régimen zarista, o un régimen liberal, en Rusia, que fuese partidario de

continuar la guerra contra Alemania. Sin embargo, la falta de entendimiento y organización entre los

enemigos del comunismo en Rusia, y un ejército bolchevique cada vez más numeroso y mejor

organizado, le dio la victoria a estos últimos en 1921, y la oportunidad de recuperar parte de los

territorios cedidos en la paz de Brest-Litovsk.

Durante la etapa del Comunismo de Guerra, Lenin se hizo con todos los resortes del poder para

consolidar la Revolución de Octubre. Con esta idea, encauzó la política interior hacia cuatro objetivos:

primero, eliminar toda oposición en el país contra el partido bolchevique; segundo, concentrar todo el

poder del Estado en el Partido; tercero, suprimir toda oposición dentro del Partido bolchevique; y

cuarto, concentrar todo el poder del Partido en su persona123

. Para lograrlo, Lenin suprimió las

libertades y derechos de los ciudadanos e instauró un régimen de terror en Rusia.

121 El objetivo de Alemania consistía en establecer una barrera de Estados, que mantuvieran a Rusia apartada de

las fronteras alemanas (cfr. RENOUVIN, Pierre. La primera Guerra Mundial. Ed. Orbis. Barcelona, 1985, p. 35).

122

Cfr. MOOREHEAD, Alan. La Revolución rusa. Ed. Destino. Barcelona, 1958, p. 308.

123

Hasta el mandato de Gorvachov (1988-1991), estos han sido los cuatro puntos cardinales que orientaron la

política interior de los dirigentes de la URSS.

En las semanas siguientes a la Revolución de Octubre el gobierno de Comisarios del pueblo con

Lenin a la cabeza emanó una serie de decretos-leyes por los que se suprimían los periódicos opuestos al

nuevo Gobierno: todos, excepto Pravda e Isveztia; prohibía el derecho a la huelga por considerarlo

ahora un crimen contra el pueblo; prohibía el derecho a la propiedad privada sobre la tierra; nacionali-

zaba los bancos y las fábricas, la marina mercante y las empresas especiales; anulaba las deudas del

Estado; se confiscaban los bienes de la Iglesia; y se prohibía la enseñanza religiosa en las escuelas124

.

Pero el decreto más importante fue el que instauró los tribunales revolucionarios, y disolvía el

Comité Militar Revolucionario de Trotsky; en su lugar, creaba la policía política -NKGB-, que, a los

tres años, contaba ya con 250.000 agentes, tan eficaces que, sólo por delitos políticos eran capaces de

ejecutar miles de personas al mes.

La nueva política económica (NEP) (1921-1924)

Después de los años del Comunismo de Guerra, la situación económica de Rusia era

desastrosa. Para tratar de solucionar ese problema, Lenin logró improvisar en menos de un año -de

marzo a diciembre de 1921- dos cosas contradictorias: un sistema político totalitario y un sistema

económico de relativo libre mercado. La nueva política económica logró buenos resultados para la

economía, y permitió entre otras cosas la creación de la Unión Soviética (URSS) el 6 de julio de

1923.

Sin embargo, en el orden político, cultural y religioso, este período se caracterizó por una

lucha encarnizada contra todos y contra todo lo que pudiera hacer sombra al poder centralizado del

Partido, denominado ahora Partido Comunista.

En enero de 1924 murió Lenin a los 53 años de edad a consecuencia de una trágica

enfermedad.

1.4 La época de Stalin (1924-1953)

En 1922 Lenin había hecho nombrar a Stalin secretario general del Comité Central del

partido comunista. Desde ese cargo, tratará de hacerse con todo el poder a la muerte de Lenin, en

una lucha encarnizada con Trotsky, su principal opositor dentro del partido comunista. Una vez

expulsado Trotsky del Partido y de la Unión Soviética, Stalin mantuvo las líneas fundamentales de

política interior de Lenin e instauró los Planes Quinquenales a la economía soviética (1928-1932,

1933-1937, 1938-1941). El liberalismo económico de la NEP desapareció, para dejar paso al

totalitarismo económico. Los planes quinquenales obedecían a una economía planificada y dirigida

por el Estado, a la que debían supeditarse todos los centros económicos: fábricas, empresas, bancos,

etc.

Afianzado en el poder y con éste en sus manos, Stalin se lanzó a la eliminación sistemática

de todos sus opositores, y de los opositores al Partido. Se inició una nueva etapa de terror en Rusia,

que sólo sería atisbada después de la muerte de Stalin en 1953. Millones de personas murieron o

fueron deportadas. Los campos de concentración se multiplicaron. Según cálculos moderados se

estima que, entre 1931 y 1935, murieron de 8 a 10 millones de personas de hambre en la URSS,

consecuencia de la colectivización forzosa decretada por Stalin, y siete millones fueron deportados,

encarcelados o retenidos en campos de concentración125

.

124 Cfr. MOOREHEAD, Alan. o.c. p. 288.

125

REDONDO, Gonzalo o.c. T. XIII p.238.

2. El Fascismo en Italia.

El fascismo será otro de los totalitarismos del siglo XX. No tendrá una ideología bien

determinada y estructurada; se fundamentará en la supremacía del Estado sobre todo y sobre todos, y en

los sentimientos nacionalistas. Unas palabras de Mussolini, su principal representante, resumen la

doctrina: todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado126

; palabras que parecen

recoger el eco del programa de acción de Lenin para el partido bolchevique. Este totalitarismo nacerá y

se establecerá en la Italia de entreguerras.

1.1 Nacimiento

La Italia que surge de la Primera Guerra Mundial formando parte de las naciones vencedoras, se

encontrará durante los años siguientes ante una grave crisis social, política y económica. El régimen

democrático era inestable. El gobierno, ineficaz y falto de autoridad, porque debía afrontar el rechazo

de poderosos partidos de izquierda -en especial el comunista- y de derecha: un grupo importante de

ultranacionalistas -los arditi-, formado por ex-combatientes y representantes de la pequeña burguesía,

que consideran injusto el trato que recibió Italia en los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra

Mundial, y del que hace culpable al Gobierno, así como de los desórdenes internos que sufre el país.

El descontento generalizado de buena parte de los italianos cristalizó en la persona de un

dirigente, Benito Mussolini, que prometía establecer la autoridad en Italia, con la autoridad el orden,

con el orden el desarrollo, y con el desarrollo la felicidad de los italianos, así como hacer de Italia una

gran potencia como lo fue siglos atrás el Imperio Romano.

A partir de 1919, Mussolini establecerá con gran rapidez en toda Italia grupos de acción -los

fascios-, para restaurar el orden interno, que comunistas, socialistas y sindicatos, trataban de alterar y a

los que el gobierno parecía incapaz de hacer frente. Mussolini reclutará sus fascios principalmmente

entre los arditi, y utilizarán la violencia como medio para implantar el orden.

En octubre de 1921 Mussolini organiza una marcha de todos los fascios italianos sobre Roma,

como arma para presionar al gobierno. Ante el peligro de un posible enfrentamiento entre los fascios y

el ejército, el rey de Italia, Víctor Manuel III, nombra primer ministro a Mussolini y le encarga formar

gobierno.

1.2 Política interior

Una vez establecido en el poder, tres serán los objetivos principales de Benito Mussolini en

política interior: la paz política, la paz económica y la paz religiosa; algo que nos recuerda el programa

de gobierno del cónsul Napoleón.

Mussolini consideraba que para lograr la paz política y poder gobernar el país debería limitar el

poder de los partidos políticos y sindicatos. Después de las elecciones parlamentarias de 1924, que lo

declararon vencedor, eliminó los partidos políticos y disolvió las Cámaras de representantes; tres años

más tarde, en 1927, suprimió los sindicatos; y en 1928 creó el Gran Consejo Fascista: un intento de

aparentar cierta colegialidad en el gobierno de la nación italiana.

La paz económica tratará de buscarla por medio del desarrollo económico; para lograrlo,

centrará sus esfuerzos en impulsar tres áreas de la economía -la agricultura, la industria pesada, y las

126JOHNSON, Paul. Tiempos Modernos. Ed. Javier Vergara. Bogotá 1989, p. 110.

grandes obras públicas-, para absorber la abundante mano de obra que se encontraba sin trabajo,

resolviendo así un problema económico con graves repercusiones sociales y políticas.

La paz religiosa que, desde la unificación italiana (1870), había desaparecido del horizonte

nacional al expropiar el reino del Piamonte los Estados Pontificios, será otro de los objetivos de

Mussolini para poner orden en el país. En 1929 se firmarán los Pactos Lateranenses entre el Estado

italiano y la Santa Sede, resolviendo el conflicto religioso.

1.3 Política exterior

La política exterior de Mussolini, al menos hasta 1936, se centrará principalmente en mantener

buenas relaciones con Gran Bretaña y Francia, y consolidar la expansión italiana en algunas zonas de

África y en la costa occidental de la península balcánica.

Sin embargo, cuando en 1935 las tropas italianas invaden Abisinia, Gran Bretaña y Francia

aíslan internacionalmente a Italia en la Sociedad de Naciones; entonces Hitler aprovecha la ocasión

para ofrecerle a Mussolini el apoyo de la Alemania nazista y atraerse así a Italia. En 1936, Alemania e

Italia firmarán el Pacto de Acero, un tratado de amistad y alianza entre las dos naciones.

3. El Nazismo en Alemania.

Será el tercer totalitarismo en hacer su aparición en el siglo XX. Alemania será el país que

sufrirá más directamente y con más intensidad este flagelo. Hitler es su principal representante, y el

partido nazista el instrumento que empleará para acabar con la persona y con la libertad. La ideología

del nazismo se apoyará en las ideas evolucionistas y positivistas del siglo XIX, al defender la

superioridad de la raza germánica sobre las demás razas de la tierra, y, por tanto, el derecho de esta

raza a dominar sobre las demás.

3.1 Nacimiento

La Alemania que encontramos después de la Primera Guerra Mundial tiene ciertos parecidos

con la Italia y la Rusia anterior al advenimiento del régimen fascista y comunista, respectivamente.

Alemania atravesará una grave crisis política, social y económica.

Crisis política, porque de la noche a la mañana Alemania pasa a ser una República, por

imposición de los países vencedores de la Primera Guerra Mundial, después de siglos de gobierno

monárquico. Esto implicó rechazo por parte de personas e instituciones partidarias de la monarquía,

falta de preparación de la nueva clase dirigente, y falta de experiencia de las instituciones

democráticas, provocando un vacío de poder por falta de autoridad.

Como en Italia y Rusia, Alemania dispondrá de fuertes partidos políticos de izquierda:

socialistas y comunistas; y como Italia, de un partido nacionalista poderoso, en el que encontrarán

asilo muchos de los excombatientes de la Primera Guerra Mundial, y muchos otros alemanes que

considerarán la República de Weimar y sus gobernantes traidores a la Patria, por haber aceptado las

imposiciones humillantes de la Paz de Versalles. Unos y otros, partidos de izquierda y nacionalistas,

tendrán en común la oposición al gobierno republicano instaurado después de la Primera Guerra

Mundial, y le restarán autoridad.

Junto a la crisis política, Alemania atravesará una grave crisis económica consecuencia de

los ingentes gastos de guerra que le ocasionó la Primera Guerra Mundial, las fuertes

indemnizaciones de guerra que le impusieron los países vencedores, y la crisis económica mundial

de 1929, que se ensañó especialmente con Alemania. Una de las consecuencias de la crisis

económica será el incremento acelerado de personas sin trabajo.

Después de la Primera Guerra Mundial la sociedad alemana se encontraba en crisis: dividida

políticamente, desmoralizada por la derrota sufrida, con cientos de miles de ex-combatientes sin

trabajo.

En esta situación, las ideas de Hitler -supeditar la libertad a la autoridad, para que haya

orden, y subordinar el mundo a Alemania- catalizarán el descontento generalizado de buena parte de

la población alemana, que le respaldará en las elecciones políticas previas a 1933, año en que es

nombrado Canciller por el Presidente de la República alemana mariscal Hindenburg.

3.2 Política interior

La centralización del poder en el partido nazista será el objetivo prioritario de Hitler en

política interior. Para lograrlo, suprimirá los partidos políticos, excepto el nazista; el Reistach o

Parlamento alemán quedará como figura decorativa antes de desaparecer; los sindicatos serán

suprimidos en 1934; el ejército, los medios de comunicación, la educación, y todo aquello que

pudiera restarle poder, serán controlados eficazmente con un estricto sistema policíaco.

Otro de los objetivos de Hitler en política interior será solucionar el grave problema del

paro127

. Para crear puestos de trabajo, impulsará el desarrollo de la industria pesada -sobre todo la

militar- y las obras públicas. Con el aumento del pie de fuerza del ejército, en 1936 desaparecerá el

paro en Alemania.

Lograr la pureza de la raza germánica, mediante la eliminación de elementos contaminantes

-en primer término los judíos- será otro de los objetivos de Hitler dentro de Alemania.

3.3 Política exterior

Los objetivos de Hitler en política exterior básicamente serán cuatro: rescindir las

imposiciones que sufrió Alemania en la Paz de Versalles, crear una Alemania para los alemanes,

lograr un espacio vital para Alemania, y establecer un orden mundial bajo la hegemonía de Alemania.

127 Cuando Hitler es nombrado Canciller alemán en 1933 había más de cinco millones de parados en Alemania.

XIX La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

1. Causas de la guerra.

2. Características.

3. Desarrollo del conflicto.

4. Consecuencias.

La Segunda Guerra Mundial se puede considerar hasta el momento como el mayor conflicto

bélico de la historia de la humanidad, no sólo por su extensión, sino también por su intensidad y por las

consecuencias que acarreó.

Para tratar de comprender este conflicto, conviene buscar sus causas, determinar sus

características, conocer las consecuencias más notables, y lógicamente los hechos más relevantes.

1. Causas de la guerra.

La Segunda Guerra Mundial no estalló repentinamente el primero de septiembre de 1939 como

consecuencia de la invasión de las tropas alemanas a Polonia. Este suceso fue la chispa que desató las

tensiones que se habían ido acumulando entre algunas de las potencias occidentales desde el final de la

Primera Guerra Mundial.

Entre las causas de este conflicto podemos diferenciar unas causas remotas y otras próximas.

1.1 Causas remotas

Entre las causas remotas de la Segunda Guerra Mundial podríamos destacar tres: la Paz de

Versalles, la Gran Depresión, y los Totalitarismos.

La Paz de Versalles

Es la denominación genérica que suele aplicarse al conjunto de tratados que pusieron fin a la

Primera Guerra Mundial, y que significaron la victoria de las naciones que constituyeron la Triple

Entente sobre las que formaban la Triple Alianza128

.

Esa paz, en buena parte estuvo empapada de venganza y odio, sobre todo contra Alemania; fue

una especie de desquite francés frente a las derrotas militares y políticas de su ejército y de su

diplomacia durante la época de la Paz Armada y la Primera Guerra Mundial. Entre otros, el recuerdo de

la guerra francoprusiana de 1870, los conflictos de Tánger y Agadir, aún aleteaban en los ambientes

nacionalistas franceses.

El reordenamiento político instaurado en Europa después de la Primera Guerra Mundial por las

naciones vencedoras, humillaba el sentimiento de los ex-imperios alemán y austríaco; tanto a uno como

al otro les fue impuesto un régimen político republicano, que ponía fin a siglos de régimen monárquico

o imperial.

El reordenamiento territorial de Europa establecido por los vencedores de la Primera Guerra

Mundial desgajó Alemania en dos partes: Prusia oriental y el resto de Alemania; la franja de territorio

que mediaba entre una y otra -el pasillo de Danzig- volvió a Polonia; Alemania tuvo que devolver las

128 Las principales potencias que constituían la Triple Entente en 1918 eran Francia, Gran Bretaña y Estados

Unidos; y la Triple Alianza, el Imperio alemán, el Imperio Austríaco y el Imperio Turco.

regiones de Alsacia y Lorena a Francia, el Ducado de Schleswig a Dinamarca, y todas sus colonias en

África y Asia.

Los territorios bajo soberanía austríaca quedaron reducidos al territorio austríaco: Hungría pasó

a ser nación independiente; las regiones de Bohemia, Moravia y Eslovaquia conformaron

Checoslovaquia; Eslovenia y Croacia fueron integradas en la recién creada Yugoslavia.

Alemania tuvo que pagar por daños de guerra 5.000 millones de dólares, además de buques,

carbón, madera, etc. El ejército alemán quedó reducido a 100.000 hombres, fue obligado a entregar

todos sus aviones y carros de combate, y desmilitarizar la región de la Renania vecina con Francia y

Bélgica.

Pocos años después de finalizar la Primera Guerra Mundial, Alemania fue humillada de nuevo

cuando las tropas franco-belgas ocuparon de 1923 a 1925 la cuenca del Ruhr -una de las zonas

carboníferas más importantes de Alemania- por no cumplir el envío de materiales estipulados en

Versalles129

A la vista de estos hechos se comprende la afirmación de algunos historiadores que consideran

la Segunda Guerra Mundial como una continuación lógica de la Primera..

La Gran Depresión

En octubre de 1929 la Bolsa de Nueva York se hunde estrepitosamente. Lejos de ser un

fenómeno pasajero, puso en marcha una serie de reacciones en cadena que extendieron la crisis a todos

los sectores de la economía y al resto del mundo, durante la década de los años 30130

.

Esta crisis originó una desbandada de capitales norteamericanos que habían sido invertidos en

Alemania los años previos a 1929, y tuvo especiales repercusiones negativas en los países industriales

carentes de materias primas como Alemania y Japón131

.

La crisis económica de 1929 provocó un aumento tan grave del desempleo, que permitió la

aparición del hambre en una de las naciones que habían alcanzado mayor prosperidad en lo que iba

corrido del siglo XX: Alemania.

Los Totalitarismos.

Si a lo anterior le añadimos la aparición o consolidación de los totalitarismos en la Unión

Soviética, Alemania e Italia, y que las doctrinas totalitarias proponían una política exterior agresiva y

dominadora132

, se entiende mejor la actitud de la Alemania de Hitler, de la Italia de Mussolini, de la

Unión Soviética de Stalin, y en otro orden de cosas el militarismo expansionista del general Hideki

Tojo en Japón.

La Alemania nazista pretendía aglutinar todos los pueblos de origen germánico, para subyugar

después los pueblos europeos no germánicos, y, más adelante, disputar con Estados Unidos la

hegemonía mundial.

129 SHIRER, William L. Historia de la II Guerra Mundial y del III Reich. Ed. Océano-Exito. Barcelona, 1980,

pp. 61-67.

130

PAREDES ALONSO, Javier. Historia Contemporánea. Ed. Actas. Madrid, 1990, p. 392.

131

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. Enciclopedia Rialp. Voz Segunda Guerra Mundial. Ed. Rialp.

Madrid, 1984, p. 441.

132

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c.

La Italia fascista, aunque de forma aparatosa, mostraba aspiraciones un tanto más modestas: el

control del Mediterráneo, Mare nostrum, y expandirse por la región danubiana, la península balcánica,

y algunos rincones de África133

.

La Unión Soviética de Stalin pretendía recuperar las naciones que habían conseguido

independizarse del imperio ruso en 1918, después de la paz de Brest-Litovsk (Finlandia, Repúblicas

bálticas, Polonia, Ucrania, etc.), y extender el comunismo a otras naciones.

El caso de Japón, aunque bajo supuestos ideológicos diversos, recuerda la situación alemana.

País altamente poblado e industrializado, carente de materias primas. Ante la crisis económica de los

años 30, se siente en inferioridad de condiciones frente a la competencia de los países anglosajones en

los mercados del Extremo Oriente. Esto le llevará a buscar el gran espacio oriental en Manchuria

(China), y a partir de 1941 en las colonias asiáticas de las potencias occidentales134

.

1.2 Causas próximas

Entre las causas inmediatas de la Segunda Guerra Mundial podríamos destacar la subida de

Hitler al poder en Alemania en 1933, y la política de reivindicaciones territoriales que llevó a cabo los

años siguientes, aprovechando el pacifismo de los jefes del gobierno británico y francés.

Subida de Hitler al poder en Alemania

En enero de 1933, Hitler, jefe del partido nacional-socialista alemán o partido nazi, es nombrado

Canciller de Alemania. Después de más de diez años de lucha política, logra hacerse con el segundo

puesto en importancia dentro de la República alemana. La grave situación política, social y económica

que atravesaba Alemania, y la fuerza que fue adquiriendo dentro de Alemania el partido nazista, obligó

al Presidente de la República, mariscal Hindenburg, a nombrar Canciller de Alemania a Hitler.

Montado en el caballo del poder, Hitler pudo hacerse con las riendas, empleando todos los

medios necesarios para eliminar cualquier oposición fuera y dentro del partido nazista.

Política de reivindicaciones territoriales de Hitler

En su primera exposición doctrinal Mein Kampf (Mi lucha), Hitler había trazado las líneas

fundamentales del expansionismo nazi, y los tres pasos que deberían dar para lograrlo135

. En primer

lugar, tendrían que unir a todos los alemanes en una patria común; después, conseguir un espacio

vital de influencia germánica en el mundo, a semejanza de Gran Bretaña y Estados Unidos; por

último, establecer un orden mundial bajo la hegemonía de Alemania136

.

133 COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c.

134

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c.

135

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c.

136

El programa completo de Hitler era éste: primero, obtener el control de la propia Alemania, y comenzar el

proceso de depuración racial en el país. Segundo, destruir el acuerdo de Versalles y afirmar la posición de Alemania

como potencia dominante en Europa Central. Todo eso podía realizarse sin necesidad de guerra. Tercero, destruir la

Unión Soviética mediante la guerra, para crear una sólida base de poder económico y estratégico que permitiese organizar

un imperio continental, en el que Francia e Italia serían meros satélites. Cuarto, conquistar un dilatado imperio colonial

en África y construir una Armada oceánica para convertirse en una de las cuatro superpotencias del mundo, junto con

Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón. Quinto, en la generación que siguiese a su muerte, Hitler concebía una lucha

decisiva entre Alemania y Estados Unidos por el dominio del mundo (Cfr. JOHNSON, Paul. Tiempos Modernos p, 349.

Ed. Javier Vergara. Bogotá, 1989).

La expresión unir a todos los alemanes en una patria común, aparentemente parecía una

afirmación lógica y sin malicia; sin embargo, detrás encubría el objetivo de anexionar al Estado alemán

todos aquellos territorios limítrofes donde toda la población o parte de ella fuese de origen alemán.

Una vez constituida la Gran Alemania, habría que edificar el III Reich o tercer imperio alemán,

el Imperio de los mil años, como lo denominaba Hitler. Para esto, necesitaba lo que él llamaba un

espacio vital para Alemania, que no era otra cosa sino el dominio alemán en distintas zonas del

mundo, de modo semejante al que ejercían Gran Bretaña y Estados Unidos.

Hitler sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a Estados Unidos por la hegemonía

mundial. Consideraba que este enfrentamiento tendría lugar en la siguiente generación, después de

haber doblegado a Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética.

Para poder llevar a cabo estos planes Hitler era consciente de la necesidad de tener el suficiente

poder militar y la habilidad política necesarias para imponer su voluntad en Europa y en el mundo.

En cuanto habilidad política no dudaba de sus capacidades: en catorce años había pasado de ser

un simple cabo del derrotado ejército alemán a Canciller de la República alemana. Además, era

consciente de la ventaja que le daba la mentalidad pacifista de sus colegas británico y francés, así como

los graves problemas internos en la Unión Soviética.

En lo que se refiere al poder militar y económico alemán, contaba con el apoyo de las

autoridades del ejército y buena parte de los industriales alemanes. Por eso, desde el momento que

subió al poder, impulsó la industria bélica y la reorganización del ejército; primero, de una forma

encubierta; después, cuando había logrado algunos de sus objetivos expansionistas, sin necesidad de

guardar las apariencias.

Hitler inició la política de reivindicaciones territoriales en 1933, exigiendo el cumplimiento de

uno de los puntos estipulados en la Paz de Versalles, que preveía llevar a cabo un plebiscito en la región

del Sarre, para que la población decidiera si quería o no volver a formar parte del Estado alemán. El

plebiscito se realizó, y los habitantes del Sarre decidieron volver a formar parte de Alemania.

En 1935 Hitler restableció el servicio militar obligatorio e inició la creación de una poderosa

fuerza aérea, mientras el gobierno británico daba su beneplácito para que Alemania reconstruyese la

flota de guerra137

.

En 1936 las tropas alemanas vuelven a ocupar la región de la Renania, en contra de la

desmilitarización impuesta a Alemania en la Paz de Versalles.

Sin embargo, uno de los objetivos principales de Hitler era la integración de Austria a

Alemania, el Anschluss138

, objetivo que llevó a cabo de forma violenta en 1938. Ese mismo año tendría

lugar la incorporación de los Sudetes, una región checa colindante con Alemania, rica en yacimientos

de uranio, al ceder las grandes potencias europeas ante Hitler139

.

En marzo de 1939, Alemania invadirá Checoslovaquia, ante la mirada atónita de Occidente, que

comprendió la necesidad de prepararse para un conflicto bélico ya que la ambición de Hitler parecía no

tener fin.

La anexión de la Alta Silesia, con sus ricos yacimientos carboníferos, y las regiones de Posnania

y Danzig, que separaban Prusia Oriental del resto de Alemania, era el siguiente objetivo de Hitler, para

establecer una Alemania para los alemanes. Sería la chispa que desencadenaría la Segunda Guerra

Mundial.

137 DUROSELLE, Jean Baptiste. Europa de 1815 a nuestros días, p. 95. Ed. Labor. Barcelona, 1974.

138

El sueño de la Gran Austria de Metternich se convirtió casi un siglo después en la Gran Alemania de Hitler.

139

W. Churchil comentaría: "Chamberlain, compelido a escoger entre la guerra y el deshonor, optó por el deshonor,

para encontrarse enseguida con la guerra” (DUROSELLE. p. 442).

En 1939 Hitler reclamó al gobierno polaco dos cosas: la ciudad de Dantzig, internacionalizada

después de la Primera Guerra Mundial, pero poblada principalmente por alemanes; y construir una

autopista extraterritorial que uniera Prusia Oriental con el resto de Alemania.

Ante la negativa del gobierno polaco, que se sabía respaldado por el gobierno francés y

británico, Hitler exigió en agosto de 1939 la devolución de todo el territorio que separaba las dos partes

de Alemania -el corredor polaco o pasillo de Danzig-, alegando el carácter alemán de la población. La

tensión internacional subió dramáticamente.

La incógnita de los gobiernos europeos en ese momento era la actitud que asumiría la Unión

Soviética en caso de un conflicto con Alemania, que parecía inevitable. Ese mismo mes de agosto, se

hizo público un pacto de no agresión establecido entre Alemania y la Unión Soviética140

, que dejó

perplejos a los gobiernos británico y francés, y a Hitler con las manos libres para anexionarse el pasillo

de Danzig. Para Hitler, esta agresión a Polonia sólo encontraría una protesta diplomática por parte de

los occidentales, como había sucedido los años anteriores con la anexión de Austria, los Sudetes, etc.

Por su parte, Francia y Gran Bretaña confiaban que su actitud firme frenaría las ambiciones de Hitler y

le obligarían esta vez a volverse atrás. Las dos partes se equivocaron trágicamente141

.

El 1 de septiembre de 1939, último día garantizado por el alto mando alemán para el éxito de la

ocupación de Polonia, Alemania inició la invasión de ese país. El día 3, después de desesperados

intentos alemanes por llegar a un arreglo, Londres declaró la guerra a Berlín. El mismo día, Francia -

retrechera- se vio obligada a secundar a Gran Bretaña, su aliada. Al enterarse Hitler que Gran Bretaña y

Francia le habían declarado la guerra a Alemania, en contra de sus previsiones, parece que sufrió un

espectacular ataque de nervios142

.

2. Características.

La Segunda Guerra Mundial tendrá unas características peculiares, que la diferenciarán de todas

las guerras anteriores. Es la única a la que se le puede aplicar plenamente el adjetivo de mundial, tanto

por la extensión progresiva del teatro de operaciones -se combatirá en los cinco continentes y en los tres

grandes océanos-, como por la intervención directa en la contienda de las potencias europeas y

extraeuropeas más importantes143

; así como la intervención directa e indirecta en la guerra de casi toda

la población activa de las naciones beligerantes.

En cuanto a la estrategia, la Segunda Guerra Mundial será una guerra por el dominio del espacio

aéreo, una guerra de sorpresas, una guerra de rapidez; además, el dominio de las zonas productoras de

materias primas para la industria bélica -petróleo, hierro, cobre...- ocupará un papel muy importante.

En esta contienda los conflictos bélicos no se limitarán ya a la superficie terrestre o marítima,

sino que el dominio del espacio aéreo supondrá un objetivo estratégico de primer orden, para destruir

o defender los centros industriales, las vías de comunicación, los centros de producción energética, los

núcleos urbanos.

Desde el punto de vista estratégico, la Segunda Guerra Mundial será una guerra de sorpresas,

en la que se procurará engañar al enemigo sobre el momento, lugar y modo de ataque o defensa.

Algunos ejemplos de esta estrategia serán el ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor

en el Pacífico el 7 de diciembre de 1941, el desembarco de las tropas aliadas en el Norte de África el 8

140 Posteriormente se sabría que ese pacto -conocido como acuerdo Molotov-Ribentrop- en sus cláusulas secretas

preveía la repartición de zonas de influencia alemanas y rusas en Europa oriental.

142

COMELLAS, José Luis o.c. p. 442.

143

NÉRÉ, Jacques. Historia Contemporánea. Ed. Labor. Barcelona, 1977. p. 551.

de noviembre de 1942, el desembarco aliado en Normandía el 6 de junio de 1944, el contraataque

alemán en las Ardenas a finales de 1944, etc.

Será también una guerra de rapidez (la Blitzkrieg), que contrastará con la inmovilidad propia

de la Primera Guerra Mundial. La rapidez se conseguirá mediante el uso preferente de la fuerza aérea y

los carros de combate, como sucedió en la invasión alemana de Polonia (1939), Francia (1940), y Rusia

(1941).

El control de las principales zonas de producción de materias primas, será otro objetivo

estratégico en esta guerra. La invasión alemana y británica de Noruega en 1940 pretendía asegurar o

cortar, respectivamente, el abastecimiento de hierro sueco a la industria bélica alemana. Las zonas

petrolíferas fueron objetivos estratégicos importantes para su conquista o su defensa.

En cuanto a las armas, en la Segunda Guerra Mundial se dará especial importancia a la fuerza

aérea, los portaaviones -sobre todo en la guerra del Pacífico-, los carros de combate, y los misiles.

La fuerza aérea se empleará junto con el radar como elemento de defensa; gracias a este

invento británico, Gran Bretaña pudo sobrevivir a los ataques aéreos alemanes durante la batalla de

Inglaterra en 1940. Se empleará también como medio de ataque, para acabar con objetivos no sólo

militares, sino también industriales y civiles; la batalla de Inglaterra o los bombardeos estratégicos

aliados son un ejemplo. También se empleará la fuerza aérea como medio de transporte de soldados y

material; la conquista alemana de la isla de Creta en el Mediterráneo pudo llevarse a cabo en buena

parte por la intervención en masa de paracaidistas alemanes.

Durante la Segunda Guerra Mundial los portaaviones adquieren en los mares una importancia

estratégica de primer orden, al permitir asestar golpes a larga distancia, sin poner sus flotas al alcance

de los cañones enemigos. Los primeros en usar los portaaviones como arma de ataque serían los

japoneses en Pearl Harbor (7-XII-1941).

Se emplearán los carros de combate, no ya como lento acompañante de la infantería, como

sucedió en la Primera Guerra Mundial, sino como artillería móvil, para abrir paso a las tropas de

infantería, adentrarse con rapidez en territorio enemigo y poder atacarles por la retaguardia. El empleo

coordinado de aviones y carros de combate revolucionará el desarrollo de la guerra.

Los alemanes fueron los primeros en utilizar misiles al final de la Segunda Guerra Mundial -las

bombas V1 y V2-, que permitían bombardear al enemigo sin necesidad de emplear aviones, ya que la

misma bomba tenía autonomía de vuelo y se podía dirigir a su objetivo desde el lugar de lanzamiento.

Un lugar especial habría que dedicarle al arma que quedó como uno de los principales

emblemas de este conflicto: la bomba atómica; empleada por primera vez el 6 y el 9 de agosto de 1945

por el ejército norteamericano contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaky, dejando un

espectro de destrucción terrorífica.

3. Desarrollo del conflicto

El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial se puede considerar desde una perspectiva doble: el

espacio y el tiempo.

En cuanto al espacio, Europa y el Pacífico serán los principales escenarios.

En cuanto al tiempo, se pueden observar dos etapas: la primera, de 1939 a finales de 1942; la

segunda, de 1943 a 1945. La primera etapa se caracterizará por la expansión de las tropas del Eje: Ale-

mania, Italia y Japón; la segunda, por la victoria progresiva de los ejércitos aliados. La línea de separa-

ción de estas dos etapas suele colocarse en la segunda mitad de 1942, cuando se libraron tres

importantes batallas, con la victoria de los aliados: Midway en el Pacífico (VI-1942), El Alamein en

Egipto (X-1942), y Stalingrado en Rusia (XII-1942)144

.

El cuadro de beligerantes durante la Segunda Guerra Mundial estuvo constituido por dos

bloques el Triple Eje y los Aliados. Las principales naciones del primero eran Alemania, Italia y Japón;

mientras que los principales países del bloque aliado eran Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran

Bretaña y Francia.

En 1940 la población del Triple Eje superaba los 187 millones de habitantes, mientras que los

Aliados superaban los 221 millones, sin incluir la población de la Unión Soviética145

.

Británicos y franceses contaban con los recursos de unos dominios coloniales que ocupaban la

cuarta parte del globo. Esta superioridad virtual quedaba contrarrestada, de momento, por una más

completa preparación bélica de los alemanes146

.

A continuación se señalarán cronológicamente los acontecimientos más importantes en el frente

europeo y en el Pacífico.

1939

El primero de septiembre de 1939 Alemania atacó fulminantemente Polonia, apoyándose en la

seguridad que le ofrecía la inexpugnable Línea Sigfrido en el Occidente. Dos días más tarde, Francia y

Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania.

Los polacos contaban con el mismo número de soldados que los alemanes, pero fueron

superados por las tres divisiones de carros de combate de éstos. Fue una de las últimas guerras

románticas: a la caballería blindada alemana, los polacos opusieron su caballería tradicional con un

heroísmo rayano en la locura.

El ejército polaco atacó el centro del ejército alemán, soñando ingenuamente avanzar sobre

Berlín: un movimiento de tenazas alemán los sorprendió por los flancos. A los 15 días estaba decidida

la guerra de Polonia.

Las tropas soviéticas de Stalin, de acuerdo con los alemanes, invadieron sin resistencia la zona

oriental de Polonia.

Los seis meses siguientes fueron de calma casi absoluta. Hitler ofreció por dos veces la paz a

Francia y Gran Bretaña, pero sus propuestas fueron rechazadas147

.

1940

Durante este año, el escenario del conflicto continúa centrado en Europa. Las tropas alemanas

llevarán la iniciativa sobre las tropas franco-británicas.

En abril, los alemanes invaden y ocupan Noruega y Dinamarca.

En mayo, atacarán, derrotarán y ocuparán Francia en algo más de mes y medio.

Durante los meses de agosto y septiembre tratarán de derrotar al único enemigo que les

quedaba: Gran Bretaña. Hitler decide doblegar a los británicos mediante el uso de la fuerza aérea,

bombardeando las ciudades más importantes de Gran Bretaña, y los puntos neurálgicos de su industria

y comunicaciones. Será la batalla de Inglaterra, en la que Hitler no obtuvo la victoria esperada. No

hubo vencedores ni vencidos.

144 REDONDO, Gonzalo. Historia Universal. T. XIII p. 361. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984.

145

PAREDES, Javier. Historia Universal Contemporánea. Ed. Tempo. Madrid, 1994. p. 391.

146

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c. p.442

147

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c. p. 442

Por su parte, Mussolini, después de haber declarado la guerra a Francia en el mes de junio -

pocos días antes de que Francia se rindiera-, envidioso de los éxitos militares de Hitler invadirá en

octubre Grecia y Egipto con escaso éxito.

1941 En abril, en contra de los planes militares de Hitler, el ejército alemán debe ocupar los Balcanes

y Grecia, para ayudar a las tropas italianas que habían sido rechazadas por el ejército griego.

El 22 de junio, Hitler podrá iniciar la segunda parte de los objetivos que se había propuesto años

antes: la búsqueda de un espacio vital para la Gran Alemania en el este de Europa. Con la operación

Barbarroja Alemania invade la Unión Soviética, rompiendo unilateralmente el acuerdo ruso-alemán de

agosto de 1939.

Ese mismo año, el 7 de diciembre, Japón lanzará un ataque sorpresa contra la marina norteame-

ricana del Pacífico, anclada en Pearl Harbor, destruyendo la mitad de su flota, y ocasionando la

intervención estadounidense en la Segunda Guerra Mundial contra las tropas del Eje.

A partir del 7 de diciembre de 1941, se desarrollaron dos guerras paralelas, casi independientes,

pero muy relacionadas entre sí por los beligerantes que se enfrentan. La primera, la más dura y la más

sangrienta, enfrentó a la Wehrmacht -el ejército alemán- con el ejército rojo en las llanuras de Rusia; la

segunda, anfibia y dispersa, enfrentó a norteamericanos y japoneses en el Pacífico148

.

1942

En el primer semestre de este año, las fuerzas militares del Eje alcanzaron su máxima

expansión. Sin embargo, la batalla aeronaval de Midway en el Pacífico (junio), la batalla de El Alamein

en Egipto (octubre) y la de Stalingrado en la Unión Soviética (diciembre), supondrán el comienzo del

declive de los ejércitos del Eje en los principales frentes de la Segunda Guerra Mundial.

En el mes de noviembre, los Aliados desembarcan en el norte de África, para preparar el asalto

al continente europeo por el sur, a través de Italia149

.

1943

A partir del mes de julio, los Aliados desembarcan y comienzan la ocupación de Italia.

En el frente ruso, la ofensiva alemana frenada en el norte, sur y centro - Leningrado, Sta-

lingrado, y Moscú-, dio paso a la contraofensiva de las tropas rusas.

En el Pacífico los norteamericanos comenzaron la reconquista de las islas ocupadas por los

japoneses.

1944

En el teatro de operaciones europeo, las tropas soviéticas avanzaron en todo el frente oriental.

De septiembre a octubre obligaron a Finlandia, Rumania y Bulgaria al armisticio. Invaden el territorio

alemán de Prusia Oriental, y Budapest es sitiada150

.

148 DUROSELLE, Jean Baptiste, o.c. p. 102

149

Stalin quería que el ataque aliado fuese en las costas occidentales de Europa, para disminuir la presión de las

tropas alemanas en el frente ruso. Churchil, en cambio, era partidario de atacar la fortaleza europea por el sur, lo que

llamaba la barriga de Europa, por considerar que sería más fácil derrotar las tropas italianas que las alemanas.

150

DUROSELLE, Jean Baptiste. o.c. p. 103.

El 6 de junio, los aliados desembarcan en Normandía y abren un nuevo frente en Europa

occidental. Alemania debería combatir ahora en tres frentes: el oriental, frente a las tropas soviéticas; en

el frente sur y occidental, frente a las demás tropas de los ejércitos Aliados.

En el Pacífico, los norteamericanos fueron acercándose de isla en isla al archipiélago japonés

para su posterior asalto.

1945

En el frente europeo se produce una carrera contra el tiempo entre las tropas soviéticas y sus

aliados -norteamericanos y británicos- para conquistar Berlín, y ampliar así su futura área de influencia

en Europa central y oriental. El ejército soviético se desplazará más rápido, y en el mes de abril tomará

Berlín, quedando toda la Europa oriental bajo ocupación del ejército soviético.

En el Pacífico, los norteamericanos obligarán al Japón a la rendición incondicional, después de

desalojarlos en buena parte de las islas del Pacífico, y lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima y

Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto, respectivamente.

4. Consecuencias.

La Segunda Guerra Mundial costó a la Humanidad 60 millones de muertos151

, 70 millones de

heridos, y 40 millones de desplazados o sin hogar152

.

Las pérdidas materiales se estiman en un billón y medio de dólares153

. Veinte millones de

toneladas de buques fueron al fondo del mar, y se destruyeron unos tres millones de edificios154

.

De los tres totalitarismos del mundo de entreguerras dos serían eliminados -el fascismo y el

nazismo-, mientras el comunismo, en la Unión Soviética y desde la Unión Soviética, se extendería por

muchas zonas de la tierra en la segunda mitad del siglo XX.

El mundo quedó dividido en dos bloques antagónicos -las democracias liberales y las

democracias populares-, encabezados por Estados Unidos y La Unión Soviética, respectivamente. Este

antagonismo ocasionará la Guerra fría de la postguerra.

La Segunda Guerra Mundial señaló la decadencia de Europa, y el inicio de la descolonización

de África y Asia.

Las consecuencias morales de este conflicto serán de tal calibre, que consiguieron superar las

ocasionadas por la Primera Guerra Mundial. La humanidad contempló durante casi seis años cómo el

hombre era capaz de matar al propio hombre. Las secuelas negativas de la cultura de la Modernidad

parecían haber llegado a su apogeo, intensificando la conciencia de crisis cultural que caracterizará el

siglo XX.

151 Los países que sufrieron una mortalidad mayor en números absolutos fueron: Rusia, con 20 millones de

muertos, China con 12 millones, y Alemania 7,5 millones. En proporción a la población del país, los más castigados

fueron: Polonia, con 6 millones de muertos sobre una población de 35 millones; Yugoslavia, con 2 millones sobre 16;

Grecia, 1,5 millones sobre 7 (cfr. VICENT, Gérard. Aujourd´hui. Ed. Masson. París, 1985, p. 331)

152

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c. p. 448.

153

VICENT, Gérard. Aujord´hui p. 332. Ed. Masson. París, 1985.

154

COMELLAS GARCÍA-LLERA, José Luis. o.c. p. 448

XX LA GUERRA FRÍA: 1945-1989

1. Causas de la Guerra Fría.

2. Características de la Guerra Fría.

3. Etapas de la Guerra Fría.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1945) hasta nuestros días, podríamos afirmar

que las relaciones internacionales han girado principalmente alrededor de dos acontecimientos: el

mundo bipolar y el resurgir de las nacionalidades. Sucesos aparentemente diversos, pero que tendrán

bastante relación entre sí.

El mundo bipolar ha pasado por dos etapas: la Guerra Fría, y la actual división Norte-Sur. El

resurgir de las nacionalidades se ha manifestado principalmente en los procesos de descolonización

de Asia, África, Unión Soviética y Yugoslavia.

Analizaremos en este capítulo uno de estos hechos, quizá el más importante y duradero de la

segunda mitad del siglo XX: la Guerra Fría.

En 1946, pocos meses después que terminase la Segunda Guerra Mundial, Wiston Churchil

pronunció la siguiente frase en la Universidad de Fulton (Missouri): desde Stettin en el Báltico hasta

Trieste en el Adriático un telón de acero ha caído sobre el continente europeo155

. Churchil tenía

motivos para declarar esta frase.

Después de la Conferencia de Yalta (febrero de 1945), estadounidenses y soviéticos trazaron

de mutuo acuerdo un nuevo mapa del planeta. Cada una de las dos grandes potencias organizó sus

áreas de influencia156.

Sin embargo, de la

alianza se pasó pronto a la desconfianza, que ya venía fraguándose durante los últimos

tiempos de la Segunda

Guerra Mundial157. El último acto unánime entre Estados Unidos y

la

Unión Soviética sería el proceso de Nuremberg158.

La frase de Churchil reflejaba lo que iba a suceder en el mundo de postguerra: la división de

las naciones en dos bloques antagónicos: el Primer mundo y el Segundo mundo; dirigidos cada uno

de ellos los Estados Unidos de Norteamérica y por la Unión Soviética. Este enfrentamiento, que en

diversas ocasiones estuvo a punto de provocar un nuevo conflicto bélico mundial, es lo que se suele

denominar Guerra fría.

Podríamos definir la Guerra Fría

como el conflicto que

, des

de la Segunda Guerra Mundial hasta 1989,

enfrenta en todos

los campos -excepto el enfrentamiento armado directo- las potencias del bloque Oriental con las del Occidental: el primero dirigido por la Unión

Soviética, el segundo por los Estados Unidos

159.

155 PAREDES, Javier. Historia Universal Contemporánea. Ed. Tempo. Madrid, 1994. p.558-559.

156

VALLAUD, Pierre. Atlas geoestratégico del S. XX, p. 6. Ed. Parramón. Barcelona, 1992.

157

En octubre de 1944, pocos meses antes de la conferencia de Yalta, Churchil muy alarmado por los progresos

soviéticos en los Balcanes, viajó a Moscú para acordar con Stalin el siguiente reparto de los países balcánicos y de

Europa central:

Rumanía: Unión Soviética, noventa por ciento; países occidentales, diez por ciento;

Grecia: Unión Soviética, diez por ciento; Gran Bretaña (en acuerdo con USA), noventa por ciento;

Yugoslavia:Unión Soviética, cincuenta por ciento;países occidentales, cincuenta por ciento;

Hungría:Unión Soviética, cincuenta por ciento; los demás, cincuenta por ciento;

Polonia: Unión Soviética, ciencuenta por ciento; países occidentales, cincuenta por ciento;

Bulgaria:Unión Soviética, setenta y cinco por ciento; los demás, veinticinco por ciento.

(cfr. REDONDO, Gonzalo. Historia Universal Ed. Eunsa. Pamplona, 1984. T. XIII p. 432)

158 MATHIEX, Jean. Aujourd,hui. Ed. Masson. París, 1985, II pp. 337-338.

159

MATHIEX, Jean o.c. p. 341

.

Este enfrentamiento será el eje de las relaciones internacionales durante esta época, que se

fundamentarán en el temor a un cataclismo atómico mundial.

1. Ca

usas de la Guerra Fría

Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial

, las diferencias entre Estados Unidos y la Unión Soviética se fueron

acrecentando, hasta llegar al enfrentamiento de los dos colosos del momento en la denominada Guerra Fría.

Las diferencias profundas de tipo ideológico, político y económico, que separa

ban los dos Estados más poderosos de la segunda mitad del

S. XX -Estados Unidos y Unión Soviética-, junto al carácter expansionista internacional propio de la ideología comunista, y el intento de los Estados

Unidos de frenar ese expansionismo, explicarán

la llamada Guerra Fría.

Desde el punto de vista ideológico la Unión Soviética se fundamentaba

en la ideología marxista-leninista o comunista160, m

ientras que

en los Estados Unidos la ideología que prevalece es la liberal.

Desde el punto de vista político, la Unión Soviética estará regida por un sistema totalitario

, centrado en el Partido Comunista; mientras

que Estados Unidos

estará regida por una democracia liberal.

Desde el punto de vista económico, la Unión Soviética se fundamentará en una economía estatalizada y planificada; los Estados Unidos por

una economía capitalista o de mercado.

La cuarta causa

del origen de la Guerra Fría será el expansionismo soviético, que trata de exportar e implantar el régimen comunista a los

demás países del mundo161, recurriendo a diversos

medios para lograrlo: desde la ayuda militar y económica a los nuevos países que surgen de la

descolonización en Africa y Asia durante la segunda mitad del siglo XX

, hasta la creación y apoyo

de partidos políticos y

sindicatos imbuidos por la ideología marxista-leninista en los países occidentales. Algo similar llevarán a cabo los Estados

Unidos para frenar el expansionismo soviético.

El expansionismo soviético se dirigirá en un primer momento hacia los países de Europa

occidental y Asia, posteriormente ampliará su radio de acción a Latinoamérica y África. Estados

Unidos encauzará primero su ayuda hacia los países de Europa Occidental, tomará el relevo de

Francia en el Sudeste asiático, y posteriormente dirigirá su mirada hacia las nuevas naciones

africanas, y hacia Cuba, donde Fidel Castro toma el poder en 1959, y desde Cuba tratará de exportar

la revolución comunista al continente americano.

2. Características de la Guerra Fría.

Los años de la Guerra Fría se van a caracterizar por el temor y la fuerza.

Temor que conducirá a un permanente equilibrio inestable en las relaciones internacionales,

principalmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Temor a que se desate un ataque atómico entre las grandes superpotencias, y produzca un

cataclismo mundial.

Temor a que las tropas soviéticas invadan los países de Europa Occidental.

Temor a que la revolución comunista triunfe y se extienda por Latinoamérica, el continente

asiático, y el continente africano.

Temor que se fundamentará en la fuerza. Fuerza que se apoyará no sólo en el poder de las

armas y de los ejércitos clásicos, sino que empleará nuevas armas y nuevos ejércitos, y se

manifestará en una carrera armamentista sin precedentes, entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

160 U

no de los grandes

totalitarismos del S. XX. El único que salió victorioso después de la S

egunda G

uerra M

undial, porque otros como

el nazismo y el

fascismo cayeron con Hitler y Mussolini.

161 En una ocasión Jrushcóv proclamó ante representantes de países occidentales: vuestros nietos vivirán bajo el comunismo (NIXON

, R. Líderes

. Ed. Planeta.

Bogotá, 1987, p. 172)

.

Fuerza que, además de perfeccionar y multiplicar las armas convencionales, utilizará las

llamadas armas estratégicas: los misiles atómicos.

Fuerza que empleará la opinión pública como arma de ataque y defensa, a través de la

prensa, radio, televisión, cine, publicaciones, etc.

Fuerza que, además de modernizar los ejércitos clásicos, empleará nuevos ejércitos como el

conformado por los servicios secretos de Estados Unidos y la Unión Soviética, la CIA y la KGB.

Fuerza que empleará los llamados ELN -Ejércitos de liberación nacional-, en algunas

regiones de Asia, África y Latinoamérica, contra las autoridades constituidas, aprovechando los

sentimientos anticolonialistas o los abusos de gobiernos dictatoriales.

Fuerza que empleará ejércitos compuestos por intelectuales, políticos y sindicatos de

izquierda, en aquellas naciones donde el comunismo aún no impera.

3. Etapas de la Guerra Fría.

Entre el año 1947 y 1989, años que suelen considerarse como el de inicio y terminación de la

Guerra Fría, podemos establecer cuatro etapas teniendo en cuenta los principales protagonistas de

cada periodo: la primera etapa iría de 1947 a 1953, y podríamos denominarla etapa de Stalin; la

segunda, de 1953 a 1964, se podría llamar etapa de Jrushchóv; la tercera, de 1964 a 1982, etapa de

Breznev; y la cuarta, de 1982 a 1989, etapa de Reagan.

Trataremos de analizar las características de cada una de las etapas teniendo en cuenta cuatro

factores: los principales dirigentes políticos de la Unión Soviética y Estados Unidos, la situación

interna en el bloque oriental y occidental, los hechos más importantes de la carrera armamentista, y

los principales conflictos internacionales de esos años.

3.1 Etapa de Stalin (1947-1953)

Durante los años que van de 1947 a 1953 las relaciones entre las dos superpotencias del

mundo se irán tensionando cada vez más, hasta llegar casi a la ruptura. Ante esa posible

eventualidad, la Unión Soviética y Estados Unidos procuran aumentar y reforzar el número de sus

aliados, mediante instituciones supranacionales de carácter político, militar y económico.

Serán seis años en que los protagonistas principales serán Stalin

y Truman

, Presidentes de la Unión

Soviética, y de los Estados Unidos

.

Inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, Stalin anexiona a la Unión Soviética los Estados bálticos -Estonia,

Letonia y Lituania-,

parte de Polonia, Besarabia -región al Norte de Rumania

-, y Prusia Oriental162.

Las tropas soviéticas se

encuentran estacionadas en Polonia,

zona oriental de Alemania, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria

.

Durante los cinco años siguientes,

Stalin logrará por medio de los partidos comunistas locales

, y la presencia del ejército

rojo, que estos países pasen a ser Estados satélites de la Unión Soviética

, en contra de lo que había acordado con el

Presidente norteamericano en las conferencias de Yalta y Postdam (1945), sobre la realización de

elecciones libres en los países que habían sido ocupados por la Alemania nazista durante la Segunda

Guerra Mundial, de modo que estas naciones decidieran libremente su futura forma de gobierno.

En 1949

Stalin consigue que Mao

Zedong y el Partido comunista se haga con el poder en China,

después de una

guerra civil con los nacionalistas de Chang-Kai-Chek. D

esde China se

iniciará

el expansionismo comunista en el

continente asiático, primero será Corea (1950), después Vietnam (1954)

.

162 VALLAUD,

Pierre. o.c.

p. 24.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hasta

1947, la política exterior de Estados

Unidos tenía como objetivo prioritario volver a su tradicional aislacionismo internacional. Esto se

manifestó en el rápido inicio de la desmovilización de sus tropas y el recorte al presupuesto militar.

Sin embargo, el expansionismo soviético, la intuición del peligro que esto suponía para el

mundo libre, y la consciencia del poder norteamericano, llevaron a Truman a cambiar ese año la

política exterior de los Estados Unidos.

El 12 de marzo de 1947 el presidente norteamericano anuncia al Congreso su intención de

relevar a Gran Bretaña en Grecia y Turquía, para evitar que caigan en manos soviéticas163

, e inicia lo

que se denomina la doctrina Truman: una serie de medidas para tratar de contener el

expansionismo soviético164

.

Una de las primeras medidas que adopta el gobierno norteamericano es

el plan Marshall: la

distribución de 12.500 millones de dólares entre países de Europa, para

ayudarles a su

pronta reconstrucción, de modo que pud

ieran

frenar el expansionismo de

la Unión Soviética en Europa, o salir de su área de influencia,

Otra medida será la creación en 1949

de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)

: un

organismo militar de seguridad y defensa colectiva, formado originariamente por doce naciones165

,

para hacer frente a un posible ataque militar de la Unión Soviética en Europa.

A estas medidas responderá Stalin con la creación del COMECOM en 1949166

, para evitar

que las naciones que habían quedado bajo su área de influencia se vieran tentadas por la ayuda

económica norteamericana; y colocando los cimientos del Pacto de Varsovia: la alianza militar de

la Unión Soviética con los países del Este europeo167

.

En la carrera armamentista, la Unión Soviética alcanza a Estados Unidos en 1949, cuando

logra hacer estallar su primera bomba atómica168

; y los sobrepasa en 1953, al hacer estallar la

primera bomba de hidrógeno; Estados Unidos no logrará esto último hasta 1956. L

os momentos más críticos de

la Guerra Fría durante esta

primera etapa serán

dos: la crisis de Berlín (1948-

1949), y la guerra de Corea (1950-1953).

Crisis de Berlín (1948-1949)

Después de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, el país quedó dividido en

cuatro zonas, lo mismo que su capital, Berlín. Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña y

Francia administrarían cada una de las zonas.

La Unión Soviética ocupaba la zona oriental de Alemania y Berlín. Estados Unidos, Gran

Bretaña y Francia ocupaban la zona occidental de Alemania y Berlín.

163 REMOND, René. El siglo XX. Ed. Vicens Vives. Barcelona, 1980, p. 182.

164

Truman acusaba a la Unión Soviética de haber sofocado la libertad de los países del Este europeo y querer

atentar a continuación contra las democracias de Europa occidental (cfr. MAMMARELLA, Giuseppe. Historia de

Europa Contemporánea p. 135. Ed. Aries. Madrid, 1990.

165

Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega,

Portugal y los Países Bajos.

166

Consejo de Asistencia Económica Mutua, cuya finalidad era conseguir la unión económica de la Unión

Soviética con los países del Este de Europa.

167

Tratado de cooperación y asistencia mutua entre Albania, Bulgaria, Hungría, Polonia, República

Edmocrática Alemana, Rumania, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Fue firmado en Varsovia en el año 1955 y en

esta ciudad tenía su sede el Comité político consultivo, órgano civil de dirección. El organismo militar de dirección, el

Comando unificado de las Fuerzas armadas tenía su sede en Moscú. Albania dejó de participar en 1968. Según

declaraba el Preámbulo, el Pacto de Varsovia fue creado ante el peligro de una nueva guerra y ante la amenaza para la

seguridad que suponía la OTAN (cfr. Atlas histórico integral Spes Ed. Bibliograf. Barcelona, 1993).

168

LEÓN CONDE, Ángel. Guerras del siglo XX. Ed. Salvat. Barcelona, 1981, p. 20.

Norteamericanos, británicos y franceses decidieron unir sus zonas, para crear una nueva

Alemania que sirviera como Estado tapón al empuje soviético en Europa. Esto molestó bastante a

Stalin, quien decidió en junio de 1948 bloquear todas las comunicaciones terrestres -carreteras, vías

fluviales y ferrocarriles- que unían la zona occidental de Alemania con la zona occidental de Berlín.

El único medio de comunicación que quedaba con Berlín era el aéreo.

Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron establecer a partir del 26 de junio de ese año un

puente aéreo entre la zona occidental de Alemania y la zona occidental de Berlín, para abastecer de

productos de primera necesidad y materias primas a los 2.500.000 de alemanes que vivían en el

sector occidental de Berlín.

Se establecieron tres corredores aéreos, que arrancaban de las ciudades de Hamburgo,

Hannover y Frankfurt, y convergían en Berlín occidental169

. Estados Unidos amenazó a la Unión

Soviética con un enfrentamiento bélico directo, si derribaban algún avión del puente aéreo.

Casi un año después, en mayo de 1949, Stalin decidió desbloquear los accesos terrestres a

Berlín occidental, al comprobar que su medida no había logrado el objetivo que pretendía: obligar a

sus antiguos aliados que abandonasen Berlín. El puente aéreo norteamericano resultó un éxito desde

el punto de vista técnico y psicológico, y una derrota para los soviéticos.

El compromiso angloestadounidense con Berlín galvanizó a los alemanes de la zona

occidental, dio ventajas a los partidos democráticos que se estaban preparando para las primeras

elecciones políticas, e infirió un golpe grave al comunismo, limitando sus ya comprometidas

posibilidades de expansión en Alemania occidental170

.

Guerra de Corea (1950-1953)171

Una vez conseguidos parte de sus objetivos en Europa, Stalin decidió impulsar el

expansionismo soviético hacia el continente asiático, apoyando la subida al poder de los partidos

comunistas en China (1949) y Corea.

Desde 1894 hasta 1945 la península de Corea era un dominio japonés. Al ser derrotado Japón

en la Segunda Guerra Mundial, la península quedó dividida en dos zonas: la norte, bajo dominio

soviético; la sur, bajo dominio norteamericano. El paralelo 38 marcaba la división de las zonas.

Según acuerdo previo entre la Unión Soviética y Estados Unidos, la ocupación sería

transitoria, y debía concluir con la reunificación del territorio coreano en un solo Estado, mediante

unas elecciones generales de las que saldría un Gobierno democrático.

Las elecciones no se llevaron a cabo, y en 1948, en contra de las recomendaciones de la

ONU, la Unión Soviética y Estados Unidos apoyaron la instauración de dos Estados independientes:

Corea del Norte y Corea del Sur.

Después de una serie de incidentes fronterizos, el 25 de junio de 1950 las tropas norcoreanas

se lanzaron a la conquista del sur, sorprendiendo al ejército surcoreano y a Estados Unidos.

La reacción norteamericana no se hizo esperar. El Gobierno de Washington exigió que la

ONU condenara la invasión, y formara un contingente militar para expulsar las tropas norcoreanas

del sur de la península. El ejército de la ONU al mando del general MacArthur quedó compuesto por

tropas de quince países -entre ellos Colombia-, aunque el noventa por ciento eran soldados

norteamericanos.

169 El 30 de septiembre de 1949 se puso fin al puente aéreo de Berlín, después de haber realizado 277.264

vuelos (cfr. LANGER, William. Enciclopedia de Historia Universal. Ed. Alianza. Madrid, 1984, T. II p. 1696.

170

MAMMARELLA, Giuseppe. Historia de Europa Contemporánea. Ed. Aries. Barcelona, 1990, p. 133.

171

Cfr. LEÓN CONDE, Ángel. Guerras del siglo XX. Ed. Salvat. Barcelona, 1981, pp. 52-55.

En dos meses, de junio a agosto de 1950, las tropas norcoreanas ocuparon prácticamente toda

la península coreana. Sin embargo, a partir de julio, las tropas norteamericanas emprendieron la

contraofensiva, alcanzando en noviembre de ese mismo año las zonas próximas a la frontera china.

La situación militar y política se había invertido completamente en el plazo de seis meses. El

ejército norcoreano parecía aniquilado, y Estados Unidos estaba a punto de lograr su proyecto de

una Corea unificada, con un régimen prooccidental. La primera fase de esta guerra había terminado.

El comienzo de la segunda fase de la guerra se puede situar en el año 1951. En noviembre de

1950, cuando la victoria norteamericana parecía casi segura, intervino masivamente un ejército de

voluntarios de China Popular respaldando al ejército norcoreano, y obligando a las tropas

norteamericanas a replegarse al sur del paralelo 38.

A partir de 1952 el conflicto entró en una fase de estabilización del frente, y la progresiva

importancia del uso de la fuerza aérea de uno y otro bando. Sin embargo, no se alcanzaba a

vislumbrar la paz. Sólo a finales de este año, con la llegada a la Casa Blanca de Eisenhower, un

presidente más flexible que Truman, las negociaciones diplomáticas adquirieron nuevos bríos.

El 27 de julio de 1953 fue firmado el armisticio de P´anmunjon entre la Unión Soviética,

Estados Unidos y China, por el que se volvía a la misma situación previa a la guerra: la partición del

país en dos Estados independientes por el paralelo 38°.

3.2 Etapa de Jrushchóv (1953-1964)

Durante la segunda etapa

, los protagonistas serán

el presidente de la Unión Soviética Jrushc

hóv

(1953-1964), y

los Presidentes de los

Estados

Unidos

Eisenhower (1953-1961) y

Kennedy (1961-1963)

. En menor medida

habría que incluir al presidente de China Popular Mao Zedong.

Con la muerte de Stalin en 1953 y la sustitución de Truman por Eisenhower el mismo año,

comienza una nueva etapa en la Guerra Fría, que se va a caracterizar por un intento de diálogo entre

las dos superpotencias para disminuir la tensión internacional. Esta distensión se reflejará en tres

hechos: el armisticio firmado en 1953 por Estados Unidos y la Unión Soviética, para poner fin a la

guerra de Corea; el acuerdo alcanzado en 1954 entre las dos grandes potencias para finalizar la

guerra en Indochina; y el acuerdo sobre Austria en 1955.

Se inicia lo que algunos historiadores denominan etapa de coexistencia pacífica entre las dos

superpotencias. Los gobernantes de Estados Unidos y la Unión Soviética se reunirán después de

años en las llamadas Conferencias cumbre o conferencias de Paz, en las que parece decidirse el

destino de la humanidad. Durante este período se acordaron dos: la primera se celebró en Ginebra

(Suiza) en 1955; la segunda estaba prevista en 1960 en París pero no llegó a celebrarse, porque

Jrushcóv se negó a participar como protesta al ser derribado un avión espía norteamericano en

territorio soviético172

.

Coexistencia pacífica no significaba abandono del objetivo expansionista de la Unión Soviética

por todo el mundo

, significaba

simplemente cambio de táctica: en lugar de

presionar sólo en los países desarrollados del Occidente -táctica

prevista e

impulsada por Lenin

desde 1921

- se intentaría atraer a los países del tercer mundo173.

Según John Foster Dulles, Secretario de Estado norteamericano con Eisenhower, la coexistencia pacífica que defendía Jrushchóv

significaba paz para el mundo comunista, y lucha y conflicto constante para el mundo no comunista174.

172 REVUELTA, Josemaría. Historia del mundo contemporáneo Ed. Magisterio. Madrid, 1978.

173 DUROSELLE

, J. B. o.c. p. 109.

174

NIXON

, Richard. Líderes p. 192. Ed. Planeta. Bogotá, 1987

.

Otros dos hechos importantes tendrán lugar también durante esta etapa e influirán en el

mundo bipolar: el nacimiento del llamado Tercer mundo después de la conferencia de Bandung

(Indonesia, 1955), y la alianza de Cuba con la Unión Soviética.

Otra característica de esta etapa de la Guerra Fría será la aparición de divisiones dentro de

los dos bloques encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética.

En el bloque oriental se manifestará con los levantamientos populares que tienen lugar en

Berlín (1953), Hungría y Polonia (1956), contra los gobiernos comunistas establecidos y apoyados

por la Unión Soviética; pero más importante será el cisma chino-soviético de los años sesenta.

En los albores de esta década, las relaciones entre la Unión Soviética y la República Popular

China habían comenzado a perder el fervor de los años cincuenta, los años posteriores al triunfo de

la revolución comunista en China. Los motivos del enfriamiento fueron de orden ideológico, y de

primacía en el bloque comunista y en el mundo175

.

La ideología, base de la unidad del bloque comunista se convertirá en principio de

divergencias176

. Mao Zedong proponía una revolución comunista violenta y mundial, mientras

que Jrushchóv era partidario de buscar pacíficamente la instauración del comunismo en el mundo177

.

Junto a las diferencias de tipo ideológico, China Popular comenzará a disputarle áreas de

influencia en el mundo a la Unión Soviética: primero será Mongolia178

, luego Albania179

, más

adelante África y Oriente Medio180

.

Por otra parte, los progresos atómicos de China Popular durante los años cincuenta

comienzan a intranquilizar también a Jrushchóv, que en 1958 denunció un acuerdo chino-soviético

de colaboración en este campo181

; más adelante, en 1964, Jrushchóv firmará con los Estados Unidos

una moratoria para los ensayos nucleares, provocando la ruptura de la China de Mao182

.

El 27 de febrero de 1963 el Partido Comunista chino criticó duramente a la Unión Soviética

por la entrega de aviones a la India y por haber cortado la ayuda económica y militar a China

Popular en 1960183

.

En el bloque occidental, la crisis de Suez (1956) supondrá un distanciamiento entre Estados

Unidos y sus aliados británicos y franceses; sin embargo, la fisura más llamativa de este período en

el bloque occidental será el retiro de Francia de la OTAN a partir de 1959184

.

La carrera armamentista entre las dos superpotencias se reflejará en el establecimiento de

bases aéreas y navales en puntos estratégicos de los distintos continentes; en las pruebas nucleares;

el emplazamiento de misiles de mediano y largo alcance; y la carrera por la conquista del espacio.

175 El 5 de diciembre de 1960, un manifiesto firmado por los dirigentes de 81 partidos comunistas, reunidos en

Moscú desde el 7 de noviembre, propugnó la victoria del comunismo en el mundo por medios pacíficos, y reafirmó el

liderazgo dek Partido soviético en contra de las reivindicaciones chinas (cfr. LANGER, William p. 1656-1657)

176

REMOND, René o.c. p. 201.

177

Ya el 15 de septiembre de 1955, en el VIII Congreso del Partido Comunista Chino que se celebró en Pekín,

Mao Zedong dijo que se estaba dando un indicio de relajamiento en la tensión internacional (cfr. LANGER, William, p.

1911)

178

El 31 de mayo de 1960, la agencia de prensa de China Popular, Xinhua, informó sobre la firma de un tratado

con Mongolia Exterior, hasta ese momento en la esfera de influencia soviética (cfr. LANGER, William, p. 1913)

179

El 27 de octubre de 1961, en el transcurso del XXII Congreso del Partido Comunista soviético, Jrushchóv

atacó a los albaneses y solicitó la expulsión de Hoxha y de Shehu (cfr. LANGER, William, p. 1657)

180

Entre diciembre de 1963 y enero de 1964, el premier chino Zhou Enlai visitó diez países africanos, y el 15

de junio de 1964 China y Yemen firmaron un tratado de amistad por diez años (cfr. LANGER, William, p. 1913)

181

MATHIEX, Jean . Aujourd´hui Ed. Masson. París, 1985, pp. 331-364

182

LEÓN RAMOS, Isabel. Historia Universal Contemporánea Ed. Tempo. Madrid, 1994 p. 464

183

LANGER, William, p. 1913.

184

LANGER, William, p. 1656.

Si en 1949 la Unión Soviética había logrado la primera explosión de una bomba atómica, y

se había igualado en ese terreno con los Estados Unidos, en 1953 obtiene la bomba de hidrógeno,

adelantándose a Estados Unidos en tres años, y a Gran Bretaña en cuatro.

En 1955 son puestos en funcionamientos los misiles de mediano alcance, capaces de alcanzar

los países de Europa occidental desde territorio soviético o de sus satélites europeos; dos años más

tarde, en 1957, podrán ser empleados los misiles intercontinentales.

En la carrera espacial serán también los soviéticos quienes se adelanten a los

norteamericanos. En 1957 logran por primera vez en la historia colocar un satélite en órbita

alrededor de la tierra. Sólo hasta 1958 será creada la NASA en los Estados Unidos para explorar el

espacio. En 1961, la Unión Soviética consigue por primera vez en la historia colocar en órbita una

nave espacial tripulada por un hombre. Sólo un año después, en 1962, lo conseguirá Estados Unidos.

Algunos de los momentos más importantes de

la Guerra Fría durante esta

segunda etapa serán

: la

crisis de Suez (1956), la invasión de Hungría por las tropas soviéticas (1956), la crisis de Taiwan, la

construcción del muro de Berlín (1961) y la crisis de los misiles de Cuba (1962).

La crisis de Suez (1956)

El canal de Suez construido a mediados del siglo XIX resultó un punto de comunicación

estratégico entre las naciones europeas y asiáticas, de modo particular para Gran Bretaña. A

mediados del siglo XX era administrado por una Sociedad anglo-francesa.

Con la instauración en Palestina del Estado judío en 1948, por resolución de la ONU, el

mundo árabe entró en conflicto con el nuevo Estado, por considerar esa decisión un atropello para

los intereses de la nación palestina. Esto unió los países árabes que rodeaban el Estado de Israel,

fortaleciendo el movimiento panarabista, del que fue figura principal el presidente de Egipto Nasser.

El movimiento de unidad de los pueblos árabes coincidió con el período de descolonización

de países de Oriente Medio, en el que alcanzaron mucha fuerza los movimientos nacionalistas.

A lo anterior habría que añadir el interés que supuso en esa época la zona del Oriente Medio

para Estados Unidos y la Unión Soviética. Primero, porque les interesaba aumentar su área de

influencia en el mundo; segundo, por el valor estratégico del canal de Suez; y tercero, porque en esa

zona del Asia occidental se encontraban los principales yacimientos petrolíferos del mundo.

Fueron precisamente estos tres factores los que originaron esta crisis internacional, que

surgió en junio de 1956 cuando Nasser decidió nacionalizar el canal que separa el continente

africano del asiático, y que une el mar Mediterráneo con el mar Rojo.

Como esto iba en perjuicio de la Sociedad anglo-francesa propietaria del canal, los gobiernos

de estos dos países decidieron ocupar el canal de Suez, mientras las tropas de Israel ocupaban la

península del Sinaí perteneciente a Egipto.

Ante esta situación, la Unión Soviética decidió apoyar a Egipto, para ganarse su amistad, y

dispuso el envío de su flota en el mar Negro a la zona, llegando a amenazar contra los invasores el

empleo de armas atómicas.

Ante la determinación de la Unión Soviética, Estados Unidos forzó la retirada de sus aliados

-Gran Bretaña, Francia e Israel- del canal de Suez y de la península del Sinaí, originando las

primeras fisuras en el bloque occidental.

La crisis húngara (1956)185

185 Cfr. MONTERO DÍAZ, Julio. Historia del mundo contemporáneo Ed. Tempo. Madrid, 1994, p. 496-497.

Jrushchóv, con su declaración en el XX° Congreso del Partido Comunista Soviético, en

1956, sobre los distintos caminos hacia el socialismo, abría la posibilidad de un comunismo

humanizado. Desde este postulado se estableció en Polonia un gobierno nacional comunista (1956),

pero siempre dentro de la soberanía limitada o dependencia de Moscú.

Alentado por el caso polaco, en Hungría, también en 1956, Imre Nagy protagonizaba un

intento democrático. Nagy contó con el apoyo de los sindicatos, con un sector del partido comunista

húngaro, la Universidad y parte del ejército. Hungría se declaraba neutral, abandonaba el pacto de

Varsovia y pedía la salida de las tropas soviéticas del país.

El Kremlin ante esta postura consideró que el caos húngaro podía provocar una brecha

irreparable en la solidez del bloque oriental, y el día 5 de noviembre las tropas soviéticas ocupaban

Budapest en una lucha desigual con la población civil. Nagy sería ejecutado en Rumania, tras un

juicio sumarísimo.

La ONU condenó la intervención del ejército soviético, pero el mundo occidental mantuvo

una actitud de indiferencia ante el suceso. El paralelismo cronológico con la crisis de Suez pudo

contribuir a que así fuera. En cualquier caso, parecía claro la existencia de un pacto implícito entre

las dos superpotencias sobre sus áreas de influencia en Europa.

Crisis de Taiwan

En 1945, después de terminar la Segunda Guerra Mundial, se reanudó la guerra civil en

China entre el gobierno de Chiang Kai-shek y los comunistas de Mao Zedong.

Cuatro años más tarde, en 1949, las tropas nacionalistas de Chiang Kai-shek fueron

derrotadas por el ejército comunista. Los nacionalistas se refugiaron en la isla de Taiwan,

estableciendo allí el gobierno de la República Nacionalista China. Mao Zedong proclamaba la

República Popular en el resto del territorio chino.

La victoria de Mao Zedong tuvo sus repercusiones en la Guerra Fría, porque, ya durante la

última etapa de la guerra civil, Estados Unidos apoyaba a los nacionalistas de Chiang Kai-shek, y la

Unión Soviética a los comunistas de Mao. Este apoyo continuó durante los años posteriores, cuando

China Popular, sólo reconocida por la Unión Soviética y otros países comunistas, reclamaba el

territorio de China Nacionalista -Taiwan- como territorio propio.

A partir de 1954 los reclamos de Mao Zedong no sólo fueron diplomáticos sino que se

iniciaron una serie de enfrentamientos militares entre las dos Chinas. En diciembre de ese año,

China Nacionalista firmó un tratado de defensa mutua con Estados Unidos186

, iniciándose una etapa

de creciente tensión entre Estados Unidos y China Popular, hasta el punto que, en junio de 1962, el

presidente norteamericano Kennedy afirmó que los Estados Unidos no permanecerían inactivos si

un ataque chino comunista pudiera considerarse amenazador para Taiwan187

.

Ante la firme actitud de Estados Unidos, y las divergencias que habían surgido entre la

Unión Soviética y la República Popular China, Mao Zedong tuvo que aceptar la existencia de la

República Nacionalista China en Taiwan.

Segunda crisis de Berlín (1961)

En 1958 Jrushchóv abrió de nuevo el debate con Estados Unidos sobre el futuro de la

reunificación de Alemania y de la ciudad de Berlín. Planteaba que las dos Alemanias -la Occidental

186 LANGER, William, p. 1915

187

LANGER, William, p. 1916

y la Oriental- deberían ponerse de acuerdo sobre este punto, y la ciudad de Berlín debía ser

desmilitarizada y declarada ciudad libre.

Estados Unidos planteaba para la reunificación de Alemania que, en lugar de ser los

gobiernos quienes acordasen la unión, se llevase a cabo un plebiscito entre la población alemana

para decidir el futuro del país. Esta propuesta fue rechazada por la Unión Soviética, ya que

Alemania Occidental contaba con el doble de población que Alemania Oriental y el plebiscito no

resultaría favorable a sus intereses.

Por otra parte, Estados Unidos consideraba que si las tropas aliadas abandonaban Berlín

occidental, ésta acabaría no como ciudad libre sino como capital de Alemania Oriental.

Estos desacuerdos condujeron a la firma en 1961 de un tratado entre la Unión Soviética y el

gobierno de Alemania Oriental, y la construcción de un muro que separaba las dos zonas de Berlín,

impidiendo el paso de una a otra. El llamado muro de la vergüenza, sería uno de los símbolos

característicos de la Guerra Fría.

Crisis de los misiles de Cuba (1962)188

El régimen revolucionario cubano dirigido por Fidel Castro terminó con el poder del dictador

Batista en 1959. En 1960 el nuevo régimen estableció acuerdos económicos y militares con la Unión

Soviética, y en 1961 proclamó una República marxista en Cuba. Esto, unido a las nacionalizaciones

de propiedades norteamericanas en la isla -que eran muy numerosas-, llevó al gobierno

norteamericano a adoptar una postura hostil contra la Cuba castrista.

En 1961 el Presidente norteamericano Kennedy, aunque no aprobó la invasión de la isla por

el ejército estadounidense, consintió operaciones militares preparadas por la CIA, como el

desembarco de exiliados cubanos en abril de ese año, que fue un completo fracaso.

En octubre de 1962 se conoció en la Casa Blanca la existencia de rampas de lanzamiento de

misiles de medio alcance en Cuba, con posibilidad de llevar cabezas nucleares, y amenazar la

seguridad de Estados Unidos. El gobierno norteamericano decidió el bloqueo naval de la isla

mientras no se desmantelasen las bases de misiles.

Simultáneamente, una escuadra de buques soviéticos se dirigía hacia Cuba dispuesta a

romper el bloqueo naval impuesto por Estados Unidos. La tensión internacional fue en aumento,

temiéndose un enfrentamiento bélico directo entre las dos superpotencias del mundo, y el estallido

de una guerra nuclear.

Ante la firmeza del gobierno norteamericano, los buques soviéticos recibieron de Moscú la

orden de retirarse. El 28 de octubre las bases de lanzamiento de misiles habían sido desmanteladas,

y al día siguiente los navíos norteamericanos suspendieron el bloqueo naval de Cuba; sin embargo,

desde entonces, el gobierno norteamericano y sus aliados establecieron un bloqueo económico a la

isla.

3.3 Etapa de Breznev (1964-1982) Durante la

tercera etapa de la Guerra Fría los

principales protagonistas serán Breznev en la U

nión S

oviética, y

Johnson (1963-1969), Nixon (1969-1974), Ford (1974-1977) y Carter (1977-1981) en E

stados Unidos

.

Mao Zedon continuará en China hasta su muerte en 1976, y ocupará también un papel importante en

la política internacional.

188 cf. MONTERO DÍAZ, Julio, p. 497-498.

Las fisuras entre las naciones que conformaban los dos bloques, que ya habían comenzado a

aparecer en la etapa de Jrushchov, se ensancharán durante estos años.

En el bloque soviético, la ideología comunista, que había sido una de las bases de la unidad

entre los países del bloque, y el expansionismo soviético, se convirtieron durante estos años en

motivo de divergencias, principalmente entre la Unión Soviética y la República Popular China, pero

también entre la Unión Soviética y algunos de sus satélites europeos189

.

En el bloque occidental, sucederá algo parecido. El anticomunismo ideológico y el temor al

expansionismo soviético, que unía los países del bloque occidental, se irá desvaneciendo con el

transcurrir del tiempo. Simultáneamente, el excesivo predominio de Estados Unidos dentro del

bloque, y la progresiva independencia que van adquiriendo las naciones occidentales, fomentarán las

divergencias entre los gobiernos. Francia, por ejemplo, abandonará el mando militar conjunto de la

OTAN en 1966; y, previamente, en 1964, estableció relaciones diplomáticas con China Popular190

sin tener en cuenta el parecer contrario norteamericano.

Precisamente será China Popular la nación que juegue un papel importante entre los dos

bloques en este periodo, transformando poco a poco las relaciones internacionales de un mundo

bipolar a un mundo tripolar: a partir de ahora, Estados Unidos y la Unión Soviética deberán contar

con la opinión de la República Popular China sobre las cuestiones internacionales más importantes.

Esto explicará el ingreso de la República Popular China a la ONU en 1971, y la simultánea

expulsión de China Nacionalista de esa institución, así como el inicio de relaciones diplomáticas

entre Estados Unidos y China Popular en 1972191

.

En cuanto a la carrera armamentista, en la era Breznev encontraremos algunas situaciones

paradójicas. En 1974 y 1979, la Unión Soviética celebra con Estados Unidos una serie de

negociaciones para la limitación de armas estratégicas -acuerdos SALT Y y SALT II-, al tiempo que

incrementa su presupuesto militar del 6 al 8% anual. En 1975 Breznev firmará el acta de la I

Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea -un pacto de enorme importancia en la distensión

entre las dos superpotencias-, y en 1979 desplegará en Europa los misiles móviles nucleares SS20,

motivando una reacción equivalente de la OTAN192

.

Otra característica de este periodo será el ingreso de China Popular en el club de los países

nucleares. En 1964 había hecho estallar su primera bomba atómica, y tres años más tarde

experimentará la bomba de hidrógeno193

.

La carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética alcanzará el culmen durante

estos años. En 1965, un ruso será el primer hombre que pasee por el espacio. Un año después, tanto

la Unión Soviética como Estados Unidos logran el alunizaje de una cápsula espacial no tripulada. El

16 de julio de 1969 el hombre pisará la luna por primera vez en la historia, serán dos

norteamericanos, Armstrong y Aldring, quienes protagonicen este hecho. A partir de este año,

Estados Unidos y la Unión Soviética inician los primeros acuerdos para la colaboración espacial.

En 1970 China Popular lanzará su primer satélite espacial, uniéndose al club de los

espaciales194

.

Los principales acontecimientos de la Guerra Fría durante la etapa de Breznev serán la

guerra de Vietnam (1964-1975), y la invasión soviética de Afganistán (1979).

189 En 1968 la Unión Soviética invadirá Checoslovaquia, y el pueblo polaco se sublevará en 1969.

190

LANGER, William, p. 1680

191

LANGER, William, p. 2213

192

MONTERO DÍAZ, Julio, p. 499

193

LANGER, William, p. 1913 y 1915

194

LANGER, William, p. 1915

Guerra de Vietnam195

Los orígenes de la guerra más larga del siglo XX, y una de las más mortíferas, parten de la

colonización francesa de Indochina en el siglo XIX. Francia se lanzó a la conquista y ocupación

militar de la península en 1859. Durante décadas, la colonia francesa se desarrolló prósperamente,

hasta que, después de la derrota de Francia ante Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Indochina

quedó a merced de los japoneses, aliados de la Alemania hitleriana. En 1945, con la caída del

Imperio nipón, el Gobierno francés se planteó la recuperación de su antigua colonia, pero chocó con

los cambios experimentados durante la guerra mundial en la población de Indochina, que se había

empapado de sentimientos nacionalistas.

Entre los diferentes grupos que se oponían activamente a la presencia colonial francesa en

Indochina destacaría el Vietminh, un movimiento guerrillero dirigido por el Partido Comunista

Indochino.

En septiembre de 1945, después de la rendición de Japón y antes de que las tropas coloniales

francesas pudieran intervenir, el líder del Vietminh, Ho Chi Minh, proclamó la República

Democrática de Vietnam en la zona norte de la península. Las tropas coloniales francesas intentaron

reducir al Vietminh mediante continuas operaciones de limpieza, pero con escasos resultados.

En 1949, la victoria de Mao Zedong en China, transformó radicalmente el problema

vietnamita. Lo que hasta entonces era un conflicto colonial entre Francia y el Vietminh, adquirió una

importancia estratégica de primer orden para la Unión Soviética y Estados Unidos. Para los

primeros, Indochina era el siguiente paso en la expansión del comunismo en el continenete asiático;

para los segundos, Indochina se convirtió en objetivo número uno para detener la expansión

comunista en Asia.

Un año después, en 1950, Vietnam quedó dividida de hecho en dos zonas: la norte

controlada por el Vietminh y apoyada por el bloque comunista, y la sur controlada por los franceses

y apoyada por el bloque occidental196

. Se repetía la misma situación de Corea.

En 1954 tuvo lugar la batalla de Diem Bien Phu, en la que el Vietminh derrotó a las tropas

francesas, y obligó buscar una solución negociada, que se llevó a cabo en Ginebra. Allí se acordó,

además del cese al fuego, la independencia de Laos, Kampuchea (Camboya) y Vietnam, las tres

naciones de la península indochina.

En el caso de Vietnam, se afirmaba su unidad, pero se establecía una división al sur y al

norte del paralelo 17°, mientras se llevaban a cabo unas elecciones en 1956, que confirmaran la

reunificación del país. Como en Corea, las elecciones tampoco se llevaron a cabo y la nación

continuó dividida.

Durante los diez años siguientes, la oposición al Gobierno de Vietnam del Sur, por parte de

Vietnam del Norte y de buena parte de la población campesina de Vietnam del Sur, fue en aumento,

y se materializó en el Vietcong, un ejército guerrillero filocomunista. Ante el peligro del avance

comunista en Asia, Estados Unidos decidió intervenir directamente en el conflicto vietnamita a

partir de 1964.

La guerra de guerrillas del Vietcong y el apoyo que recibió del ejército regular norvietnamita,

terminaron por derrotar la tecnología más avanzada del ejército norteamericano. En 1973, se decretó

195 LEÓN CONDE, Ángel. Guerras del siglo XX Ed. Salvat. Barcelona, 1981, pp. 40-49

196

En enero de 1950, China Popular, la Unión Soviética y los demás países del bloque comunista, reconocieron

diplomáticamente a la República Edmocrática de Vietnam, presidida por Ho Chi Mingh. Al mes siguiente, Estados

Unidos y los principales países occidentales reconocieron al Estado libre de Vietnam del sur, presidido por el antiguo

emperador Bao Dai.

el alto al fuego y la retirada de las tropas norteamericanas; pero la lucha armada continuaría hasta

1975, cuando el ejército survietnamita es derrotado, y el país queda unificado bajo un régimen

comunista, que posterormente se extendería a Laos y Camboya.

Invasión soviética de Afganistán (1979)197

Desde 1957 la Unión Soviética y Estados Unidos estaban ayudando económicamente al

gobierno afgano para salvar la economía de este país.

En julio de 1973, un golpe de Estado pone fin a la influencia estadounidense en Afganistán,

y supone un acercamiento de Kabul a Moscú.

Cinco años después, otro golpe de Estado, apoyado por la Unión Soviética, instaura un

gobierno de tendencia comunista, y proclama la República Democrática de Afganistán.

Ante la oposición de los diversos movimientos mujahiddines afganos (guerrillas islámicas) al

gobierno prosoviético de Kabul, el día 24 de diciembre de 1979, el ejército soviético invade

Afganistán, acudiendo a la llamada de auxilio del gobierno amigo198

.

Meses antes, la revolución islámica había derribado en Irán al régimen prooccidental del sha

Reza Pahlevi, amenazando extenderse a los países vecinos, entre ellos Afganistán. La invasión

militar soviética de este país pretendía no tanto perder un aliado en Asia, sino evitar que la

revolución islámica se extendiera a las Repúblicas soviéticas colindantes con Afganistán, habitadas

principalmente por musulmanes199

; la presencia del ejército soviético en esa región, podía servir

también de trampolín para alcanzar las aguas del Océano Índico, y acercarse a los ricos yacimientos

petrolíferos de Irán, Irak y Arabia.

Estados Unidos trató de frenar el expansionismo soviético en esta región de Asia, apoyando

la guerrilla islámica afgana, a través de Pakistán.

Después de diez años de guerra las tropas soviéticas fueron retiradas de Afganistán,

convirtiéndose este país en el Vietnam de la Unión Soviética.

3.4 Etapa de Reagan (1982-1989)

La última etapa de la Guerra Fría tendrá como protagonistas al Presidente norteamericano

Reagan (1981-1989), y los soviéticos Andropov (1982-1984), Chernenko (1984-1985) y Gorvachov

(1985-1991).

El hecho más importante de este período será el final de la Guerra Fría, después de la caída

de los regímenes comunistas en varios países de Europa Oriental. Este hecho quedó simbolizado por

la desaparición del muro de Berlín en 1989, la disolución oficial de la Unión Soviética, el

Comecom, y el Pacto de Varsovia , en 1991.

Serán años en que la descomposición política, social y económica, dentro de la Unión

Soviética y de los países que conformaban el bloque comunista, saldrá a flote ante los intentos de

reforma y claridad promovidos por Gorvachov, y la presión armamentista norteamericana.

CONFLICTOS DE LA GUERRA FRÍA

1945-1946 Irán 1 URSS Gran Bretaña

1945-1947 Turquía URSS USA

197 MONTERO DÍAZ, Julio o.c. p.499

198

LANGER, William o.c. p. 2228

199

LEÓN CONDE, Ángel o.c. p. 63

1945-1949 Grecia URSS USA

1945-1954 Indochina 1 URSS Francia

1948 Checoslovaquia 1 URSS USA

1948 Finlandia URSS

1948-1949 Berlín 1 URSS USA

1948-1953 Yugoslavia URSS Yugoslavia

1950-1953 Corea URSS USA

1951-1953 Irán 2 URSS USA

1953 Berlín 2 URSS

1954 Guatemala USA URSS (?)

1954- Taiwan CHINA USA

1955-1975 Indochina 2 CHINA USA

1956 Polonia URSS POLONIA

1956 Hungría URSS HUNGRÍA

1956 Suez URSS USA

1957 Jordania

1958 Siria

1958 Líbano

1958 Irak

1958-1962 Berlín 3 URSS USA

1960 Tíbet CHINA Tíbet

1960-1962 Himalaya CHINA

1960-1964 Congo URSS USA

1961-1962 Cuba URSS USA

1965-1973 Vietnam 3 CHINA USA

1966 Santo Domingo USA

1968 Checoslovaquia 2 URSS Checoslovaquia

1979-1989 Afganistán URSS USA

Presidentes de los Estados Unidos de

América durante la Guerra Fría

1945-1949 Harry S. Truman 1949-1953 Harry S. Truman 1953-1957 Dwight D. Eisenhower 1957-1961 Dwight D. Eisenhower 1961-1963 John F. Kennedy 1963-1965 Lyndon B. Johnson 1965-1969 Lyndon B. Johnson 1969-1973 Richard Nixon 1973-1974 Richard Nixon 1974-1977 Gerald Ford 1977-1981 Jimmy Carter 1981-1985 Ronald Reagan 1985-1989 Ronald Reagan

XXI LA DESCOLONIZACIÓN

1. Causas de la descolonización.

2. La descolonización de Asia.

3. La descolonización de África.

4. Consecuencias de la descolonización

Uno de los fenómenos más importantes de la Historia en la segunda mitad del siglo XX será la

independencia de las colonias que habían establecido en Asia y África algunas naciones europeas un

siglo antes, y la consiguiente aparición de numerosos Estados en el escenario mundial. Este fenómeno

histórico recibe el nombre de Descolonización.

La Descolonización afectó a más de la mitad de la superficie de la tierra200

, y repercutió

notablemente en las relaciones internacionales.

Desde el punto de vista cronológico, este proceso se puede dividir en dos etapas: la primera

correspondería a la descolonización de Asia, y se podría encuadrar entre 1946 y 1954; la segunda etapa

correspondería a la descolonización de África, y abarcaría desde 1956 a 1966. Entre una y otra etapa

encontraremos un hecho simbólico, la Conferencia de Bandung (Indonesia) en 1955, de la que nació el

llamado Tercer Mundo, y que supuso para Asia el fin de la transición del colonialismo a la

independencia, y para África el comienzo del proceso de independencia201

.

Algunas de las causas de esta diferencia cronológica en el proceso descolonizador de Asia y

África podríamos encontrarlas, en términos generales: en la mayor tradición histórica, política y cultural

de las colonias asiáticas sobre las africanas; el mayor camino recorrido en el itinerario de la

independencia por las colonias asiáticas en comparación con las colonias africanas, de modo particular

con las del África negra; la mayor distancia geográfica existente entre las colonias asiáticas y sus

metrópolis europeas, que entre estas últimas y sus colonias africanas.

El proceso de descolonización se llevó a cabo unas veces por vías pacíficas, otras -las más

numerosas- de forma violenta. En unos casos, el proceso descolonizador se llevó a cabo

paulatinamente, en otros de forma rápida. En términos generales, podríamos decir que la

descolonización británica se llevó a cabo de modo pacífico y paulatino, mientras que la descolonización

francesa fue violenta -sobre todo en Indochina y Argelia-, y quizá precipitada. Gran Bretaña aceptó con

realismo el hecho de la descolonización. No ocurrió lo mismo con Francia, que después de la Segunda

Guerra Mundial estaba empeñada en reconstruir su imperio colonial202

.

1. Causas de la descolonización.

Una de las causas de la descolonización será el despertar del sentimiento nacionalista en las

colonias asiáticas y africanas durante el siglo XX. Sentimiento nacionalista que hunde una de sus

raíces en la ideología liberal, conocida y asimilada por algunos estudiantes de las colonias que van a

realizar sus estudios universitarios en países occidentales, y que les llevará a defender para su pueblo

el derecho a existir como naciones libres, y el derecho a gobernarse.

Otra causa de la descolonización podríamos encontrarla en la Segunda Guerra Mundial. Las

colonias asiáticas y africanas asistieron con sorpresa a las derrotas sufridas en 1940 por Gran Bretaña,

200

MONTERO, Julio, o.c. p. 445.

201

MONTERO, Mercedes Historia Universal Contemporánea Ed. Tempo. Madrid 1994, p. 457.

202

MONTERO, Mercedes o.c., p. 458.

Francia y Holanda ante los ejércitos de la Alemania hitleriana. Sus efectos se dejaron sentir de manera

profunda en el sudeste asiático, donde se sumaron pronto las victorias de Japón en Asia, que acabaron

de arruinar el prestigio de los ejércitos coloniales europeos203

.

Podríamos señalar como tercera causa de la descolonización la Carta del Atlántico, firmada el

14 de agosto de 1941 por Estados Unidos y Gran Bretaña, en la que se enunciaba el derecho de cada

pueblo a elegir la forma de gobierno bajo la cual debe vivir; idea que fue confirmada en la

Conferencia de Postdam (julio-agosto de 1945) por los países Aliados204

. Estas declaraciones estaban

destinadas a las naciones europeas que habían sufrido la dominación nazista durante la Segunda Guerra

Mundial, pero fueron recogidas y hábilmente utilizadas por los líderes nacionalistas de las colonias

asiáticas y africanas para condenar la colonización y defender la independencia de sus pueblos205

.

La cuarta causa de la descolonización podríamos encontrarla en la debilidad de las potencias

europeas para mantener el control sobre sus imperios coloniales, después de la Segunda Guerra

Mundial.

Otra causa del Coloniamlismo será la Guerra Fría. El enfrentamiento entre Estados Unidos y la

Unión Soviética llevará a las dos superpotencias a tratar de ganar áreas de influencia, apoyando la

indepedencia de los territorios coloniales en Asia y África.

2. La descolonización de Asia

Si la revolución rusa de 1905 tuvo escaso eco en Europa, el que levantó en Asia fue muy

considerable; y tanto más fuerte cuanto más honda era la tradición nacional. A finales del mismo

año cinco se inició la revolución en Persia. En 1907 fue posible percibir el efecto de la revolución

rusa en la India. Dos años más tarde, Gran Bretaña se vería obligada a admitir un indio en el

Consejo Ejecutivo del virrey. Antes, en 1908, el Imperio otomano fue también conmovido por la

revolución. Y en 1911 el Imperio chino pasó a ser una República. También a Indonesia llegó la

influencia de la revolución rusa: en 1916 se creó en las Indias Orientales neerlandesas un Consejo

del Pueblo que incluyó representantes nativos206

.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 el mundo árabe de Asia Occidental, que

se encontraba bajo el dominio del Imperio turco, entraría en ebullición. Gran Bretaña y Francia

alentaron los nacionalismos árabes, para desgastar internamente al Imperio turco, uno de sus

principales enemigos en la contienda mundial207

.

Todas estas conmociones, al igual que lo sucedido en Rusia, no fueron sino los actos

primeros de un proceso más largo y hondo. Fueron revoluciones liberales realizadas -tanto en Rusia

como en los países asiáticos- por el equivalente de las burguesías europeas del XIX208

.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los países europeos que tenían colonias en África y

Asia se plantearon la necesidad de ayudar al desarrollo económico y social de esas regiones, como un

modo de corresponder a la ayuda que habían recibido en hombres y materias primas durante el

conflicto; sin embargo, no se plantearon en ese momento concederles autonomía política, y menos la

independencia.

203

MIÉGE, Jean-Louis, o.c. p. 160.

204

MONTERO, Mercedes. o.c., p. 450.

205

MIÉGE, Jean-Louis, o.c. p. 160.

206

REDONDO, Gonzalo. Historia Universal T. XII p. 393. Ed. Eunsa. Pamplona, 1984

207

REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XII p. 393.

208

REDONDO, Gonzalo. o.c. T. XII p. 393.

La situación colonial en Asia en ese momento no había variado sensiblemente desde el punto de

vista territorial. Sólo Japón, después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, había perdido sus

dominios en el continente asiático: Corea, Taiwan, Manchuria... Las otras potencias coloniales

mantenían sus posesiones en Asia: Gran Bretaña, principalmente en el subcontinente índico, Palestina y

Jordania; Francia en la península de Indochina, Siria y Líbano; Holanda en lo que hoy es Indonesia; y

Estados Unidos en Filipinas.

Sin embargo, en la mentalidad de muchos de los habitantes de las colonias asiáticas, el sentido

independentista se había desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial. En unos casos, porque

durante el periodo de ocupación japonesa, éstos habían concedido la independencia de iure a algunas

colonias europeas, y una cierta autonomía; en otros, los japoneses fueron considerados como nuevos

colonizadores, y, por tanto, enemigos que había que combatir hasta expulsarlos del suelo patrio,

fomentando la mentalidad nacional. Una vez derrotados los japoneses al finalizar la Guerra Mundial,

los naturales de las colonias se sentían con el derecho a la autodeterminación.

Las primeras colonias asiáticas que alcanzarán la independencia (1946 y 1947) serán las de Asia

Occidental: Jordania, Palestina, Líbano y Siria, que se encontraban bajo mandato de Gran Bretaña y

Francia desde el final de la Primera Guerra Mundial. El segundo turno corresponderá, en 1947-1948, a

las colonias británicas en Asia Central: India, Pakistán, Ceilán (actual Sri Lanka), Birmania. La tercera

etapa, en 1954, correspondería a las colonias francesas de Asia Oriental: Vietnam, Laos y Camboya.

Filipinas e Indonesia, colonias norteamericanas y holandesas, alcanzarán la independencia en

1946 y 1949, respectivamente.

En la descolonización de Asia encontramos una diferencia interesante en la actitud de Gran

Bretaña por una parte, y Francia y Holanda por otra, respecto a sus colonias.

Gran Bretaña, después de ciertas reticencias, concederá pronto la independencia a sus grandes

colonias asiáticas, sin llegar a enfrentamientos bélicos; sólo Malasia permanecerá bajo dominio

británico hasta 1957. En cambio, Holanda y Francia se resistirán a ceder sus colonias asiáticas.

Holanda, sólo después de tres años de enfrentamientos bélicos con las fuerzas independentistas,

aceptará la independencia de Indonesia. Francia, se resistirá aún más tiempo a ceder sus colonias en la

península Indochina. Ocho años de guerra, y la derrota en Dien-Bien-Fu, les obligará a aceptar la

realidad de la independencia de Vietnam, Laos y Camboya.

3. La descolonización de África

Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial prácticamente todo el continente africano dependía de

algunos países europeos, principalmente Gran Bretaña y Francia. La única nación independiente en

teoría -Liberia- no pasaba de ser una colonia de la Firestone209

.

Seis años después de terminar la guerra mundial, comenzó la independencia de las primeras

colonias africanas: Libia en 1951, Marruecos, Túnez y Sudán en 1956.

A partir de 1956, los procesos de independencia se acelerarían, alcanzando su apogeo en 1960,

cuando alcanzaron la independencia 17 nuevos países de África. Ese año, Francia concedió la

independencia a casi todas sus colonias africanas; sólo Argelia y Djibouti continuarían bajo dominio

francés; la primera, hasta 1962; la segunda, hasta 1977.

En el caso de las colonias francesas, una causa importante de la rapidez con que se llevó a cabo

la descolonización fue la subida del general De Gaulle a la Presidencia de la República en 1958; desde

el primer momento, quisó descargar a Francia del peso político, militar y económico que suponía

mantener sus colonias en África.

209 MONTERO, Mercedes. o.c. p. 457.

Según algunos autores el proceso de descolonización en el continenete africano se llevó a cabo

de forma precipitada, sobre todo en las colonias francesas, acarreando desajustes políticos, sociales y

económicos, que aún perduran en muchos de los nuevos países.

Con algunas excepciones como Sudán (1956) y Ghana (1957), las colonias británicas en África

alcanzaron la independencia entre 1960 y 1966.

En este proceso de descolonización la ONU tuvo una influencia notable.

4. Consecuencias de la descolonización

La gran conmoción que produjo en el mundo la descolonización, influyó notablemente en las

relaciones internacionales. El centro de gravedad de los conflictos bélicos se desplazó hacia los

territorios de Asia y Africa: guerra de Indochina (1946-1954), guerra de Corea (1950-1953), crisis iraní

(1951-1953), nacionalización del Canal de Suez (1956), guerra de Argelia, disturbios en el Congo...210

.

La composición de la Asamblea de las Naciones Unidas se vio profundamente transformada por

la admisión de nuevos miembros211

; muchos de ellos formaron el grupo de los No Alienados: tratando

de evadirse -aunque con poco éxito- de la influencia del bloque occidental y del bloque comunista.

El problema más grave para Europa lo constituyó el regreso a la metrópoli de millones de

colonos instalados en los territorios de Ultramar. Sólo para Francia, en casi diez años -de 1956 a 1965-,

fueron reinstalados en la metrópoli casi 1.410.000 repatriados212

.

En los nuevos países, los problemas fueron mayores: las instituciones políticas y

administrativas, de corte occidental, importadas por los países colonizadores, no se adecuaban a la

realidad social, política y económica de la nueva nación; la ausencia de una clase política nativa para

ocupar los cargos de mayor responsbailidad nacional, agravó el caos interno de los nuevos países; la

reestructuración de la economía, no ya en función de los imperativos de la antigua metrópoli sino de las

necesidades del nuevo Estado; y la delimitación de las fronteras de la descolonización fueron otros

problemas que surgieron a raíz de la descolonización213

La descolonización se convirtió muchas veces en la máscara de un neocolonialismo económico

y cultural, sin obligaciones administrativas, políticas o sociales214

.

210

MIÉGE, Jean-Louis. o.c. p. 168.

211

En el momento de su creación (1945), la ONU contaba con 51 miembros, cuatro de ellos

africanos y nueve asiáticos; el 1 de enero de 1964 -casi veinte años después- estaban representados

113 Estados, de ellos 35 africanos y 24 asíaticos (cfr. MIÉGE, Jean-Louis, o.c. p. 168).

212

MIÉGE, Jean-Louis, o.c. p. 170.

213

MIÉGE, Jean-Louis, o.c. pp. 172-173.

214

MIÉGE, Jean-Louis, o.c. p. 166 y 169, 172-174.

DESCOLONIZACIÓN

Fecha de independencia Metrópolis Continente

1946 Etiopía Italia Africa

1946 Filipinas Estados Unidos Asia E

1946 Jordania Gran Bretaña Asia W

1946 Líbano Francia Asia W

1946 Siria Francia Asia W

1947 India Gran Bretaña Asia C

1947 Pakistán Gran Bretaña Asia C

1948 Birmania Gran Bretaña Asia E

1948 Ceilán Gran Bretaña Asia C

1949 Indonesia Holanda Asia E

1951 Libia Italia Africa

1954 Camboya Francia Asia E

1954 Laos Francia Asia E

1954 Vietnam del Norte Francia Asia E

1955 Conferencia Bandung

1956 Marruecos Francia Africa

1956 Sudán Gran Bretaña Africa

1956 Túnez Francia Africa

1957 Ghana Gran Bretaña Africa

1957 Malasia Gran Bretaña Asia E

1958 Guinea Francia Africa

1960 Benin Francia Africa

1960 Burkina Faso Francia Africa

1960 Camerún Francia Africa

1960 Congo Bélgica Africa

1960 Congo Francia Africa

1960 Costa de Marfil Francia Africa

1960 Chad Francia Africa

1960 Gabón Francia Africa

1960 Madagascar Francia Africa

1960 Malí Francia Africa

1960 Mauritania Francia Africa

1960 Niger Francia Africa

1960 Nigeria Gran Bretaña Africa

1960 Rep. Centroafricana Francia Africa

1960 Senegal Francia Africa

1960 Somalia Gran Bretaña Africa

1960 Togo Francia Africa

1961 Sierra Leona Gran Bretaña Africa

1961 Tanzania Gran Bretaña Africa

1962 Argelia Francia Africa

1962 Burundi Bélgica Africa

1962 Ruanda Bélgica Africa

1962 Uganda Gran Bretaña Africa

1963 Kenia Gran Bretaña Africa

1964 Malawi Gran Bretaña Africa

1964 Tanzania Gran Bretaña Africa

1965 Gambia Gran Bretaña Africa

1965 Rhodesia (Zimbawe) Gran Bretaña Africa

1965 Zambia Gran Bretaña Africa

1966 Botswana Gran Bretaña Africa

1966 Lesotho Gran Bretaña Africa

1968 Guinea Ecuatorial España Africa

1968 Swazilandia Gran Bretaña Africa

1974 Guinea-Bissau Portugal Africa

1975 Angola Portugal Africa

1975 Monzabique Portugal Africa

1977 Djibouti Francia Africa

1990 Namibia Sudáfrica Africa Fuente: MONTERO, Mercedes. Historia Mundial Contemporánea. Madrid 1994, pp.449-461; Atlante Storico deAgostini. Novara 1993, p 101; Atlas

Histórico Vox. Barcelona 1993, p. 65.

Países miembros de la ONU

ONU 1945 1960 1975 1990 1997

TOTAL 50 99 142 159 185

AFRICA 4 27 49 54 54

AMERICA 22 22 29 35 35

ASIA 9 23 33 35 45

EUROPA 13 25 27 28 41

OCEANIA 2 2 4 7 10

INCREMENTO 49 43 17 26 Fuente: ONU UNITED NATIONS MEMBER STATES 9 octubre 1997

ONU 1945

AFRICA

AMERICA

EUROPA

ASIA

OCEANIA

ONU 1960

OCEANIA

ASIA

EUROPAAFRICA

AMERICA

ONU 1997

OCEANIA

AFRICA

AMERICA

EUROPA

ASIA