Cuando era niño, Agustín jugaba mucho en esta plaza. Cuando se paseaba ahí, imaginaba su porvenir, todas las cosas que le gustaría hacer en su vida futura. Se imaginaba dar la vuelta al mundo con sus 8 años.

Como se encontraba solo, sin amigos, sin una familia que se ocupara de él, Agustín escribía cada día sus sueños en un cuaderno al que estaba muy apegado. Incluso podemos decir que era el único objeto que quería de verdad.

Un día, tomó una decisión: ir en busca de sus sueños más locos. Reunió sus pocas pertenencias y tomó un tren que lo llevó hasta Brasil donde descubrió los placeres de su deporte preferido: el fútbol.

El 12 de julio de 1998, después de integrar el equipo nacional de fútbol, jugó la final del Mundial contra Francia que perderá desgraciadamente. Su sueño de futbolista se acabó ese mismo día.

Notado por su gran talento de simulador en el campo de fútbol, fue contratado para actuar en la mayor tragedia del siglo: el Titanic. Se convirtió en una estrella del cine y uno de los mayores actores de Hollywood.

Con la infancia traumatizante que había tenido y con el dinero ganado, voló hacia África para ayudar a los niños desfavorecidos y sin familia pues él podía sentir su desesperanza. Su asociación se llamó Flor de Esperanza y su símbolo era un cardillo.

Sumergido en un sentimiento de soledad, a pesar de su fama, sintiéndose diferente, incapaz de integrarse, pintó un cuadro que se volvió famoso por todo el mundo. Era un brazo que salía de un campo; el brazo era él y el campo era la representación de los demás.

Quiso poner en tela de juicio su existencia durante una vuelta al mundo en velero. Se detuvo en varios países para descubrir nuevas culturas. Cuando regresó fue reconocido mundialmente, pocos hombres habían conseguido la misma proeza.

Después de todos estos años en los que había almacenado mucho dinero, decidió comprarse un chalet en los Alpes suizos. El esquí fue su nueva pasión. Un día de tormenta, Agustín tomó el riesgo mortal de ir a esquiar. Perdido en la montaña, fue encontrado unas horas más tarde bajo la nieve, rodeado de tres personas.

Algo había sido más fuerte que él. Agustín nunca se había dado cuenta de sus numerosos talentos, su sentimiento de soledad era más fuerte que todo. Quizás esta soledad que tanto llenaba su existencia fuera ficticia ya que el día de su funeral, Agustín logró reunir a personas del mundo entero que no eran sólo admiradores.