Fragmento del libro “Espejo retrovisor” de Juan Villoro
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7/27/2019 Fragmento del libro Espejo retrovisor de Juan Villoro
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Mis primos se ofendieron. No ponan en duda los datos, pero
les molest que yo actuara como azteca. Despus de todo, mi
nombre no era Ilhuicamina ni me expresaba en nhuatl. Habarecitado el guin oficial de la historia de Mxico: ramos aztecas
y luego nos invadieron; cuando nos independizamos, volvimos
a ser aztecas.
De haber sufrido este adoctrinamiento, mi padre difcilmente
habra llegado al mundo prehispnico. Gracias a sus incursiones
filosficas, lo indgena se present como un desfase estimulante,
una oportunidad para comprender en forma crtica el entorno.
Si pudo ser cartagins en el internado de Blgica, a travs de suslecturas se dispuso a ser algo ms raro: mexicano.
Abandonar la biblioteca
El biblifilo Jacques Bonnet ha propuesto crear una asociacin
internacional de propietarios de ms de veinte mil libros para
salvar colecciones privadas. Rara vez los herederos se ocupan de
que esa inmoderada reunin de papeles permanezca unida.
Una biblioteca narra la vida de una mente. Walter Benja-
min reflexion acerca del proceso de autoanlisis que comporta
desempacar los libros en una mudanza. Revisar en desorden los
ttulos que normalmente se mantienen en reposo significa po-
ner a prueba cada adquisicin y revisar la relacin que se tiene
con ella. En verdad requerimos de esos libros? Los merece-mos ms all de su prestigio decorativo? Interesado en el valor
de la clasificacin, Borges seal que ordenar una biblioteca es
un modo de ejercer la crtica.
Resulta casi imposible escribir sin contar con cierto nme-
ro de libros. Robert Musil, que nunca vivi en condiciones que
garantizaran un buen bao o una gran biblioteca, advirti un
curioso rasgo en su conducta: no poda trabajar en la biblioteca
pblica porque ah estaba prohibido fumar; en cambio, en sucasa trabajaba en forma ininterrumpida sin sentir deseos de fu-
mar. Sus libros le servan de ansioltico.
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El cuarto propio que Virginia Woolf reclama para la mujer
que normalmente trabaja como intendente de la casa entera, es
para el escritor el sitio donde los volmenes ms prximos ope-ran como estmulo y talismn.
Pocas veces un biblifilo sucumbe al repentino deseo de des-
hacerse de lo que ha reunido con tanto afn. Ms all de casos
como el de Diderot, que vendi sus libros a precio de oro a Ca-
talina de Rusia y adems qued como albacea de la coleccin,
resulta difcil entender ese gesto de renuncia.
Mientras mi padre se interesaba en la otra campaa del
subcomandante Marcos, decidi donar sus libros a la Universi-dad de Michoacn, con la que haba establecido un trato recien-
te. No escogi la UNAM, donde se form y donde trabaj hasta
ser profesor emrito, sino una institucin ms prxima a los es-
tudios indgenas, heredera del impulso humanista de Vasco de
Quiroga.
La coleccin no tena el alcance de otras eminentes asam-
bleas de textos. Segn relata Bonnet en Bibliotecas llenas de fan-
tasmas, los libros de Georges Dumzil se dispersaron trgica-
mente, mutilando el enciclopdico mapa de sus intereses. Su
discpulo Georges Charachidz logr remediar parcialmente
esta prdida, recuperando los volmenes de la seccin caucasia-
na. Que una biblioteca tenga seccin caucasiana da una idea de
su alcance.
La de mi padre nunca fue tan vasta ni tan precisa. A fin de
cuentas son pocos los espacios dignos de la descripcin borgia-na: El universo (que otros llaman la Biblioteca). Sin embar-
go, representaba una interesante reunin de libros de filosofa e
historia de Mxico.
La noticia de que regalara sus libros me record una sesin
plenaria que celebramos cuando muri mi abuela. Yo tena
unos diez aos y admiraba la extravagante relacin que mi pa-
dre sostena con el dinero: guardaba billetes en un ejemplar de
Das Kapital(en la cuarta de forros anotaba sumas y restas), tenauna irrestricta y dramtica fobia hacia los lujos (si le elogiabas
una corbata, dejaba de ponrsela) y consideraba que toda fortuna
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monetaria era un veneno que deba de daar a los dems. En
aquella reunin, calcada de las sesiones del Bur Poltico del Co-
mit Central del Partido Comunista, fung de secretario de actasy anot una frase que jams olvidara: Hemos recibido un di-
nero que no hemos hecho nada para merecer. Mi abuela haba
dejado tierras, edificios y otras propiedades dainas para nues-
tras almas. La nica manera de purificarnos era regalarlas. Con
enorme entusiasmo, mi hermana de ocho aos y yo votamos por
despojarnos de la inmunda riqueza. Mi padre cerr esta sesin
formativa mencionando candidatos para la donacin: Sergio
Mndez Arceo, obispo de Cuernavaca vinculado a la teologa dela liberacin, y un partido de izquierda que an no se formaba
pero cuando lo hiciera sera magnfico. Con el puo en alto, ce-
lebramos no ser ricos.
Desde ese da primordial, mi padre ha luchado para despo-
jarse de excesos. Sin embargo, la donacin de su biblioteca no
formaba parte de esta tendencia austera. Por principio de cuen-
tas, no representaba un lujo (careca de primeras ediciones, vo-
lmenes antiguos, libros inconseguibles). En este sentido, su
coleccin de bhos (que incluye uno del periodo clsico maya)
era ms valiosa. El gesto resultaba significativo porque, ms que
renunciar a la posesin de los libros, mi padre renunciaba a ne-
cesitarlos. El filsofo haba decidido ponerse de parte de la vida;
apostaba por la experiencia, sin el lastre de la especulacin.
Dej que sus cuatro hijos escogiramos algunos tomos y
nadie se atrevi a tomar los de su especialidad. Sin discutir alrespecto, nos pareci obvio que el ncleo duro de sus intereses
deba permanecer intacto, y nos resignamos a ver con nostalgia
anticipada la partida de las cajas que contenan los saldos de su
mente.
EnAntropologa del cerebro, Roger Bartra estudia la cultura
como un circuito neuronal externo al organismo. Pensar, leer y
escribir dependen de ese exocerebro. El de mi padre ira a dar
a una habitacin de Morelia, Michoacn.Me siento liberado, dijo, cuando los libros salieron rumbo
a Morelia. Haba roto una ltima amarra. Quiz el peso de la cul-
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tura lleg a hacrsele opresivo porque se convirti al indigenismo
a travs de una elaborada construccin terica. El largo rodeo
terminaba al fin.En sus consideraciones intempestivas, Nietzsche valora su
condicin de fillogo para curarse de la enfermedad de la His-
toria. Todo ornamento oculta aquello que adorna, escribe. El
lenguaje, entendido como retrica o gran estilo, se asimila a la
poca y se diluye en ella. Saber que las palabras tienen historia,
entender su pasado para otorgarles otro presente, es una fecunda
labor intempestiva. Filologa: letras en el tiempo.
El escritor y poeta Carlos Montemayor (1947-2010) ejem-plifica el papel intempestivo del fillogo. Formado en lenguas
clsicas (tradujo a Virgilio, Catulo, Safo y Pndaro), se convirti
en uno de los principales impulsores del movimiento zapatista y
promovi las lenguas indgenas con pulsin adnica (su empeo
no buscaba preservar literaturas sino fundarlas). Ms cerca de la
filologa que de la antropologa, busc materiales que solamente
podan existir resucitando un pasado perdido.
Toda tradicin permanece abierta y puede renovarse hacia
atrs. Montemayor y mi padre llegaron a la Historia por el cami-
no de la Academia, y ambos buscaron despojarse del andamiaje
intelectual. El autor de Guerra en el parasoentr en contacto
con grupos guerrilleros, no solo para contar su historia, sino
para mediar entre ellos y el gobierno, y el autor de Los grandes
momentos del indigenismo en Mxicopas a la observacin di-
recta de la gestin zapatista en Ocosingo. Abandonar los librosfue una peculiar manera de subrayarlos. Resultaban demasiado
importantes para seguir en su sitio sin representar un freno, una
tentacin de volver a la vida especulativa.
Los filsofos no han hecho sino interpretar el mundo de di-
versos modos; lo que hace falta es transformarlo, reza la ltima
de las Tesis sobre Feuerbach que se convertira en el epitafio de
Marx en el cementerio de Highgate.
Pasemos del materialismo dialctico a otra forma de la pros-pectiva, la psicomagia de Alejandro Jodorowsky: No podemos
cambiar el mundo: podemos empezar a cambiarlo.
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Regalar una biblioteca no es una forma de la accin, sino
una profeca. El gesto no cambia el mundo: anuncia que debe
cambiar.
Identidades lquidas
El escritor cataln Pere Calders pas largos aos de exilio en Mxi-
co sin renunciar a su lengua, registrando con fascinada perplejidad
el malentendido que significa asumir identidades.
El protagonista de su novela Lombra de latzavara(La som-bra del maguey) es un cataln que se casa por inters econmico
con una mexicana rstica, propietaria de una buena cantidad
de cocoteros. En su absurdo pas de adopcin, lucha por preser-
var su catalanidad. Le pone a su hijo Jordi y descubre con horror
que los mexicanos no pueden pronunciar el nombre. Le dicen
Chordi. Para colmo, con su incontenible gusto por los apodos,
acaban por decirle El Chor.
Cuando el protagonista decide presentar a su hijo ante la se-
lecta comunidad del Orfe Catal en Mxico, Jordi llega vestido
como el cabo Rusty, personaje de la serie de televisin Rin-tin-
tn. A su esposa, esto le parece normal: a fin de cuentas, el ideal
secreto de los mexicanos es ser gringos. El ideal manifiesto del
protagonista es volver a su pas para olvidarse de la tierra salvaje
que le brind asilo. Una noche tiene un sueo de esplendor: ha
regresado a Barcelona y vive en un seorial piso de la Diagonal.Es un cataln prspero y feliz. La luz mediterrnea se filtra por
un vitral ambarino. Todo est en su sitio. De pronto oye un rui-
do excesivo, seguido de carcajadas. Un olor condimentado llega
a su habitacin. Qu pasa en la avenida? El personaje se asoma a
la Diagonal y descubre que est llena de mexicanos con sombre-
ros. El olor de los tamales revela que se han apoderado del lu-
gar. El sueo se ha transformado en pesadilla: el cataln export
mexicanos a su paraso.Primo Levi estudi uno de los dramas del superviviente: la
culpa de no haber corrido la misma suerte de los otros. El tema
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