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Palabras del Editor

En marzo de 1999 editábamos el primer capítulo de Fotografía Mendocina Actual, que era también el inicio de las E.A.U, las Ediciones de El Amante Universal. Catorce años más tarde y siendo este nuestro séptimo libro damos a luz un nuevo volumen de Fotografía Mendocina Actual. Dos de los cuatro fotógrafos que hoy editamos – Yañez y Púrpura- ya figuraban en la primera entrega (cierto es que en una suerte de trastienda de aquella publicación). Sin embargo, en todos estos años nunca perdimos de vista que merecían un lugar de protagonismo. Imaginábamos incluso un libro a cada uno de ellos consagrado.

En realidad imaginamos muchas cosas hermosas en materia de edición de libros. Luego la dura realidad se encarga de aterrizarnos. Con decir(les) que secretamente esperábamos que nuestra sigla –E.A.U- atraería a algún generoso Sheik de los Emiratos Árabes Unidos, amante de los buenos libros de arte, y con ganas de invertir en un rubro bastante menos rentable que la extracción…No apareció.

El nuestro es otro Oro. No negro, sí de pulpa de celulosa, tinta y cartones de encuadernación. El Oro de los Tigres de papel. Libros impresos: únicos, simples como el anillo de Neruda, irremplazables como el cepillo de dientes. Eternos; por siempre victoriosos en la carrera agobiante de pixeles y soledades del internauta.…………………………………………............................... Bien a contramano de lo usual pensamos que el lector/espectador de nuestros libros no necesita de escritos mas o menos sabios, o peor aún mas o menos pedantes e incomprensibles que lo guíen en la apreciación de las imágenes. Sin contar que la verborragia suele serle mortal a la fotografía. Por eso la correspondencia entre los textos que acompañan las fotos y las fotos mismas de este libro es de otro orden: lo sugerido, lo no explicitado completamente. También el de las tensiones sensibles. Un suplemento de descontracción y gusto por las asociaciones mentales será necesario para valorar esa correspondencia. ………………………………………..............................….. -El periodista Emilio Vera da Souza ha puesto a dialogar, con las fotografías de Coco Yañez, un texto tan sentido y conmovedor como lleno de una amarga ironía. De cualquier forma nunca serán suficientes las palabras que se escriban (esas palabras y esas frases nunca podrán ser escritas) y

las fotos que se tomen para nombrar la tragedia que fue la cárcel, cuando no la tortura, muerte y desaparición de miles de seres humanos durante nuestra última dictadura militar.

-La escritora, poetisa, Eliana Drajer tejió y luego nos cedió un texto que es una fina trama que envuelve y protege las fotografías de Mariana Mora. Que realza y pone en valor las facetas a la vez diferente y comunes de estas imágenes. Y lo hace a la luz de un sentimiento que es también un punto de vista, con el que Mariana a comenzado a estar en el mundo: el de la filosofía sufí.

-La editorial Octubre Rojo, tuvo a bien permitirnos utilizar (acaso en reconocimiento a nuestra simpatía por la gesta de 1917) un curioso fragmento del libro que Olénetiev Piaktov -lugarteniente del legendario explorador Vladimir Arséniev- escribiera sobre sus andanzas por lugares y regiones de innegable parecido a las que ha fotografiado Luciano Pappalardo. -Con la palabra “stampa” en italiano se nombra también a la foto impresa. Miguel García Urbani, hombre de radio y muy talentoso escritor nos ha cedido una de sus hermosas estampas populares y rurales. En ellas, con agudeza, con humor y ternura describe situaciones, lugares, pasiones, alegrías y tristezas de un pueblo chico.

La estrecha cercanía, la identificación y una evidente complicidad con sus modelos habitan y hasta saturan las fotos de Carlos Púrpura. Convertido en el cronista de la gente humilde, sencilla o pobre, de ese mundo casi rural que todavía es Luján de Cuyo.

Daniel Barraco, Mendoza, Octubre 2013

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Coco Yañez

Mariana Mora

Luciano Pappalardo

Carlos Púrpura

Idea, realización general y cuidado de la ediciónDaniel Barraco

Ediciones de El Amante Universal

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FOTOGRAFIA MENDOCINA ACTUAL 2

© Coco Yañez / Mariana Mora / Luciano Pappalardo / Carlos Púrpura por las fotografías © Daniel Barraco / Miguel García Urbani / Emilio Vera da Souza / Olénetiev Piatkov / Eliana Drajer por los textos

Primera edición: 400 ejemplares, Octubre 2013Ediciones de El Amante UniversalDaniel Barraco / [email protected] de fotografías: Munich SantanaScanner de negativos y retoque digital: Cayetano ArcidiáconoTapa: diseño Luciano Pappalardo y Daniel Barraco / Siluetas Andrés Casciani / Serigrafía Daniel Manchón / Encuadernado: José ZubiríaPerfiles de fotógrafos: Andrés CascianiLogo FOTóGRAFOS MENDOCINOS: Fernando SepúlvedaAnillado: José Luis AnzorenaImpresión de maqueta original: Espacio Color S.A. / Mendoza, ArgentinaDiseño gráfico: Daniel BarracoDiseño, diagramación del armado original y generación de duotonos: Francisco A. Muglia Fotocromía: Fotocromos del Oeste / Mendoza, ArgentinaImpresión final: Impresora Ventura / Mendoza, ArgentinaI.S.B.N.: 978-987-2439-1-3

No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros medios sin el permiso previo y escrito del Editor. Su infracción está penada por la ley 11.723 y 25.446

Otros títulos de la misma editorial:• Fotografía Mendocina Actual (1999)• El truco de perder la infancia (2000)• Mañana vas a ver al Che (2008)• Cartas de Valparaiso (2009)• Ensayos entre luces y sombras (2011)• Bestiario (2013)

Este libro contó con el apoyo financiero de la Municipalidad de Godoy Cruz - Mendoza, Argentina.

También ha colaborado en la edición de este libro: Almacenar diseño y equipamiento.

COCO YAÑEZ (Mendoza, 1945, nacido Jorge) Reportero gráfico. Autodidacta. Exceptuando los años 1977 y 1978 que vivió en Ecuador, desde 1970 hasta su desvinculación en 2009 fue fotógrafo de la corresponsalía de diario Clarín en Mendoza. En Ecuador trabaja en fotografía de ilustración, colabora en Revista Vistazo y otros medios. Ha participado en innumerables proyectos editoriales con variada suerte. Colaboró con Revista Neon de Alemania. Actualmente y desde hace varios años desarrolla un trabajo personal sobre Memoria y Derechos Humanos al tiempo que dicta cursos de fotografía.

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24 DE MArZO El Gordo ya estaba harto. No lo dejaban dormir, no podía salir a caminar, hacía días que no miraba al cielo. De bañarse ya ni se acordaba. Tenía la misma ropa puesta desde que lo llevaron en la camioneta policial Dodge azul azul, en la parte de atrás, sin asientos, junto con otros ocho presos. El Gordo puteaba bajito. Pensaba que era un boludazo por haber pedido durante la asamblea con sus compañeros de trabajo que hicieran una protesta por los despidos injustificados de los cuatro colegas periodistas del diario. Esa misma noche los llevaban presos a los que habían pedi-do la palabra en la reunión. Era un boludazo, pensaba. Cómo no se dio cuenta que entre los presentes estaba el tipo ese al que todos señalaban como botón de la cana y del interventor de la empresa. Le preocupaban los chicos. Eran chiquitos los niños y ¿cómo le explicaría la madre que él estaría ausente tantos días? ¿Qué pensarían los niñitos? Justo a él le venía a pasar. A él, que no se metía en nada, que no le interesaba el sindicato, ni era delegado gremial porque no era peronista. No entendía por qué se lo llevaron preso. A los pocos días de estar en el calabozo, las condiciones del encierro cam-biaron. Entendía menos que antes. De una noche a la otra todo pasó a empeorar. Más encierro, más gritos, más golpes de los carceleros, más llantos de los otros detenidos, más hambre, más frío. Más confusión. Lo único que había cambiado era el día. Hacía memoria y en la cabeza y la cuenta del calendario le decía que era 24 de marzo. Pensaba… qué había de especial en esa fecha para que cambiaran tanto las cosas, y no encontraba respuesta. Había un carcelero, el “Negro” Jorge, que le parecía que lo conocía de antes. No sabía de dónde, pero su cara le resultaba familiar. Habían sido compañeros de la primaria en la escuela Sargento Cabral de Las Heras, pensaba. Todas las noches, cuando se hacía silencio, el “Negro” Jorge, entre insul-tos, le indicaba que se acercara a la mirilla de la puerta del calabozo, le hacía poner la mano y le daba un huevo crudo. Te comés hasta la cáscara,

subversivo hijo de puta”, le decía. Y se quedaba esperando hasta que se comía el huevo, con cáscara y todo. En la celda pegadita a la de él había un viejo, de barba larga y blanca, al que le rompieron los lentes y no veía nada. Caminaba contra las paredes para no caerse y por las noches, cuando el silencio dominaba por sobre el miedo, el viejo recitaba de memoria las páginas que años más tarde, el Gordo descubrió en un libro de la casa de sus padres: “Crimen y castigo”, de Fedor Dostoievski. Al Gordo y al Viejo los trasladaron a la cárcel de La Plata. Lloraban en silencio. El Gordo pensaba en que los chicos estaban mal y que tan lejos no podría visitarlo la María, cuando dieran permisos de visitas. Se equivocaba doblemente el Gordo. Ni los chicos estarían mal ni la María dejó de visitarlo, aunque no la dejaban verlo a veces, aunque la cárcel quedaba a más de mil kilómetros. En el traslado, los juntaron con otros presos de otros lugares. El Mario, psicólogo; el “Pelado” programador de computadoras; el Hugo, que después inventó una empresa periodística maravillosa; el “Manza- nita”, que estaba preso hacía un año. Encontró a uno que era preso con mucha experiencia ya que en cada asonada militar lo llevaban. Era del gremio de ATE de La Plata y todos le decían “El Preso”. Conocía las cárce-les desde Onganía. No dejaba de causarle gracia esa historia al Gordo. Todos eran presos y a ese lo apodaban “El Preso”... Durante el traslado, un santiagueño al que le decían “El Vasco”, le reco-mendó en un tono más sabio que autoritario: “Gordo, cuando estemos en La Plata no le digás nada a los médicos, buscá entre las juntas de las baldosas del piso un alambrito y un hilo y sacá toda el agua del inodoro”. El Gordo no entendía nada. Cuando llegaron a La Plata los hicieron bajar del micro en fila y había una doble pared de hombres de guardapolvo blanco. Había que pasar por el medio. El Gordo se puso pegadito a uno de guardapolvo y pensaba pedirle que lo llevara a la enfermería. Pero cuando estaba por hablar, una lluvia de patadas, trompadas y palazos les cayó a todos en el pasillo for-mado por los “médicos”. Se acordó de los consejos del Vasco y entendió

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todo de repente. En la celda hizo memoria y repasó todos los aconte- cimientos. Los de guardapolvo blanco no eran “médicos”, a eso se refería el Vasco. Y se puso a buscar. Entre las juntas de las baldosas luego de una milimétrica revisión encon-tró un pedacito de alambre doblado como un gancho, y en un hueco más atrás, un hilo largo, resistente y finito. ¿Para qué es esto, se preguntó? ¿Quién lo habrá dejado? ¿Cómo sabía el Vasco que eso estaba en mi cel-da si no sabía adónde me llevaban? Por la noche, muerto de frío, en me-dio de la oscuridad silenciosa y en la densidad del miedo y el cansancio luego de la paliza de bienvenida, decidió seguir con las recomendaciones del Vasco y sacó toda el agua del inodoro. Más tarde escuchó unas voces cercanas. Salían del hueco destinado a las inmundicias. Se aproximó y una voz muy nítida que provenía del caño le decía que se asomara a la ventanita. Así lo hizo y vio las manos del preso de al lado que hacía señas hacia el cielo. Un pulóver oscuro colgaba mágicamente y se balanceaba de reja en reja desde los pisos más altos, en un malabarismo implacable que duró casi toda la noche. Allí se terminó de dar cuenta. Se acordó cuando salían a pescar con el cuñado Juan Carlos al dique Agua del Toro.Armó su precario instrumento de pesca con el hilo y el alam-bre haciendo de anzuelo, y cuando el pulóver llegó a su alcance, pudo pescarlo por las rejas. No salía de su asombro. Comenzó a ponerse el abrigo tan fatigosamente conseguido y cayó un papel de esos de armar cigarrillos al piso. Lo abrió y leyó el mensaje del Vasco, que entre otras cosas decía que estaba en las celdas de arriba. Se acordó del “Negro” Jorge, que lo alimentaba de prepo mientras lo insultaba para disimular y le hacía comer las cáscaras de huevo para no dejar pruebas de su soli-daridad, del Viejo de barba blanca, que era director de un diario y escri-tor muy reconocido. Vió todo en las imágenes, en esas fotos llenas de símbolos.

Pensó y entendió. No estaba más solo.

Emilio Vera da SouzaMendoza, septiembre 2013

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Marcha de organizaciones de Derechos Humanos, (Mendoza, Diciembre 2005)

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Acto en Plaza San Martín por los “30 años del Golpe Militar”, (Mendoza, Marzo 2006)

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Acto Plaza San Martín, (Mendoza, Marzo 2006)

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Marcha de 24 de Marzo de 2006, (Mendoza)

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Hebe de Bonafini (centro) y otras Madres de Plaza de Mayo, (Buenos Aires, Marzo 2013)

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Puerta de Juzgado Federal, espera del veredicto de uno de los juicios de Lesa Humanidad, (Mendoza, Diciembre 2012)

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Acusados por delitos de Lesa Humanidad y reflejos de familiares de desaparecidos, (Mendoza, Agosto 2012)

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Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Parque de La Memoria, (Buenos Aires, Febrero 2012)

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Placa que recuerda a los desaparecidos frente a los lugares en donde vivían, Barrio de San Telmo, (Buenos Aires, Marzo 2012)

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María Domínguez, integrante de Madres de Plaza de Mayo, (Mendoza, Octubre 2010)

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MArIANA MOrA (Mendoza,1977) Licenciada y Profesora de Comunicación Social en la UNC. Estudió en la Escuela Contemporánea de Fotografía de Mendoza y luego con Daniel Barraco. Actualmente trabaja como docente y fotógrafa.

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LA BUrBUJA ENSOÑADA

“Cuando abro mis ojos al mundo exterior, me siento como una gota de agua en el océano; pero cuando cierro mis ojos y miro interiormente, veo el universo completo como una burbuja levantándose en el océano de mi corazón”.Hazrat Inayat Khan “La Sinfonía Divina”

Como un mantra sufi*, cada imagen de Mariana orienta nuestra lectura a ese estado de conciencia-inconsciencia donde hombre o mujer, pequeño o adulto, desarrolla una fase permanente de ensoñación.

El sueño despierto o el despertar ensoñado atraviesa las fotografías y allí, nuestros espacios, conscientes o no, permiten ver en cada tonalidad otro mundo que surge.

Así, cada reproducción se convierte en un mantra protector, que es nece-sario ir develando. Esa nueva danza, tan fantasmagórica como su origen, asoma cada vez que uno la descubre.

Un abrazo inmutable, familiar, enraizado. La sombra que juega con su propia sombra. El sueño ancestral de una mujer ancestral. La protección salvaje e infantil de los que duermen. El amparo, paternal y apasionado de los que despiertan. El juego del crepúsculo en el mundo interior de un niño. Y ese mismo juego en el que adolece y se anima. El agua, como sinónimo del descanso eterno, manantial de refugio, ciudadguarida.

Quizás, estas imágenes sean una pequeña muestra de la primera es-tación de Mora, nafs al Ammara, la estación del hombre dormido, en la filosofía sufí. Estación que pronto cruzará a otra escena, arte, circunstan-cia. Estación que pronto cambiará de color, aroma, transparencia.

Como hombre-mujer dormido, pero no un dormido sin estar, sino transi-torio, pasajero, diferente, interior, humano y salvaje, animal y planetario, así va transitando la ficciónrealidad en este nuevo mundo por descubrir. Una burbuja traslúcida, serena, dispuesta a cruzar de estación.

“Las lámparas son diferentes/no obstante, la Luz es la misma” asegura el poeta místico musulmán persa Yalal ad-din Rumi. En esa misma Luz, Mora encuentra la madriguera a las sombras del interior y le entrega su brillo propio, convirtiéndola en burbuja ensoñada.

Eliana DrajerMendoza, Octubre de 2013

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Araceli, (Mendoza, 2011)

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Tachi, (Mendoza, 2011)

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Naimah, (Mendoza, 2011)

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Cielo, (Mendoza, 2011)

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Agustín, (Mendoza, 2011)

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Agustín, (Mendoza, 2011)

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Fausto, (Mendoza, 2011)

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Uma, (Mendoza, 2011)

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Sin Título, (Mendoza, 2011)

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Sin Título, (Mendoza, 2010)

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LUCIANO PAPPALArDO (Mar del Plata,1977) reside en Mendoza. Estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC, actualmente trabaja como consultor. Estudió en la Escuela Contemporánea de Fotografía de Mendoza, teniendo como profesores a Sergio Pantaley y Luis Vázquez. Profundizó sus estudios de Visión Fotográfica y laboratorio Fine Print con Daniel Barraco.

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UN EVENtO ExtrAÑO

(Epecuén, 3 de Febrero de 1904) Hacia las 4 de la madrugada me desper-taron sonidos metálicos de cucharas y jarros y platos entrechocándose. Era el Capitán Arséniev- siempre el primero en levantarse, a pesar de haber sido el último en dormir- que ya preparaba el té. Media hora mas tarde dejábamos el lugar llamado Confluencia. En la obscuridad todavía intensa de esa hora adivinábamos los colosales y solemnes murallones de roca, que a varios de nosotros nos recordaron nuestros amados Urales. Somos ocho en la caravana, Dersu y Arséniev van a la cabeza del grupo. Descendemos con dificultad en dirección Sur-Este, hacia donde tenue-mente se vislumbran las primeras luces del día. Rostros pensativos, mi-radas extraviadas, una densa gravitación sobrevuela nuestra caravana: nadie parece tener deseos de entonar las simples canciones que desde siempre han acompañado nuestras caminatas de exploración, releva- miento topográfico y estudio, y que nos permiten sobrellevar mejor el rigor del clima y el peso de teodolitos, trípodes y provisiones. Por el contrario se ha impuesto un silencio del todo inhabitual. Silencio que yo adjudico a los resabios de la embarozosa situación que nos procuró el encuentro de ayer con una mujer – Emma es su nombre- que Arséniev insistió en que conociéramos.

Por el talante familiar, discretamente afectuoso con el que Emma nos vio llegar colegí que tanto Arséniev como Dersu conocían a la mujer. Al parecer de la primera campaña de exploración en 1902. Le pregunté al respecto al Capitán pero se mostró esquivo y hasta incómodo por mi pregunta. En todo caso y para llegar a la minúscula aldea donde habita tuvimos que desviarnos mas de 20kms. del camino que nos habíamos trazado en nuestro plan inicial de exploración.

La mujer vestía unas ropas tan ajustadas y sensuales como insólitas para el lugar. No sería esta la única ni la última sorpresa. Apenas media hora después de nuestra llegada- serían las cinco de la tarde- Arséniev y la mu-jer desaparecieron en la yurta de ésta. Varias horas mas tarde, ya entrada la noche, junto a algunos lugareños que nos acompañaban alrededor del fuego, y casi con estupor, los vimos regresar. Algunos de nosotros bebíamos té y otros una infusión local, amarga, insípida y absurdamente caliente, que la gente del lugar llama “mate”.

Dejaré para otro momento un comentario sobre esta bebida, así como sobre el ritual que acompaña su ingesta. Prefiero ahora volver sobre el regreso de Arséniev y la mujer. Al silencio estupefacto que provocó esta “reaparición” sobrevino un murmullo cómplice, y risas entrecortadas, de alguna forma vulgares, recorrieron el grupo: la maravillosa mata de ca-bellos castaños de la mujer estaba en completo desorden, cubriéndole un rostro que adivinábamos bello, pero que al fin de cuentas nunca pu-dimos ver claramente durante las casi 12 horas que permanecimos en el lugar. Sin embargo lo más extraño venía de Arséniev, quien se mostraba huraño, al tiempo que no lograba controlar sus bostezos. Siendo yo el encargado de los suministros me pidió que le consiguiese aguja e hilo. Cuando se los alcancé se dio a la tarea de surzir unos desgarros evidentes que tenía su camisa, y luego a intentar repegar dos botones que habían sido arrancados. No había concluído con el primero de los botones cuan-do Emma lo reemplazó en la tarea: nuevamente se propagó el murmullo entre mis camaradas y creo que la ambigüedad y el equívoco de la situa- ción llegaron en ese instante a su clímax. Sólo Dersu Uzala permanecía en total silencio, su pipa de abedul entre los dientes y una apacible sonrisa en los labios. Alguien, en medio de las risas nerviosas, dejó caer el nom-bre de Svetlana, la esposa de Arséniev, quien junto a su hijo, el pequeño Petia, lo esperaba en Javarovsk. Arséniev levantó la mirada y con ojos cansados recorrió el grupo imponiendo de nuevo el silencio con su leg-endaria autoridad.

Como queda dicho al comienzo de este relato, muy temprano en la madrugada siguiente a este extraño evento – es decir hoy- levantamos campamento para dirigirnos a la zona de Epecuén. Allí nos esperaba un paisaje de devastación- producto de inundaciones recientes- de una con-movedora y excepcional belleza.

Olénetiev Pyaktov( “ Viajes con Vladimir Arséniev, Ediciones Octubre Rojo, Moscú, U.R.S.S, 1926.

Con la amable autorización del editor)

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Laguna de Epecuén, (Buenos Aires, 2011)

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Malargüe, (Mendoza, 2011)

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Confluencia, (Mendoza, 2011)

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Las Heras, (Mendoza, 2010)

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Emma, (Mendoza, 2011)

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Punta del Diablo, (Uruguay, 2013)

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Barreal, (San Juan, 2010)

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Orillas del Río Mendoza, (Mendoza, 2010)

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Cementerio, Volcán, (Jujuy 2012)

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Hotel en ruinas, Laguna de Epecuén, (Buenos Aires, 2011)

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CArLOS PÚrPUrA (Mendoza, 1964) Hijo y nieto de fotógrafos. Realiza estudios de abogacía hasta que descubre su pasión por las artes, en particular la fotografía. Sus primeros maestros fueron además de su abuelo y su padre, Nato Stocco, Edgardo Galdeano y Angel Pescara. Se perfecciona más tarde con Daniel Barraco. Actualmente vive y trabaja en Luján de Cuyo, Mendoza.

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LA FOtO DEL tUErtO

Tal vez lo que Tapia más disfrutaba de su oficio era la discrecionalidad de las elecciones: él seleccionaba el suceso, el tiempo, la luz, los personajes, el alto y el ancho de la imagen. De la realidad total, del tiempo puesto a rodar, impune, él sacaba (arrancaba) un trozo cualquiera que se con-vertiría en el molde del recuerdo.

Nadie sabía cuán llena estaba aquel día la cancha, ni lo mal que jugaba ese número cuatro, lo que ahora importa es lo que quedó, la fotografía en la que aparece en un gesto teatral ese mismo número cuatro, como un héroe, haciendo hasta lo imposible por alcanzar una pelota, que parece capturar, que todos jurarían que capturó cuando ven la foto, pero que realmente se fue por la línea de costado.

Así, un mal cuatro es glorificado por una imagen detenida; la cara de un chico con gesto pícaro, que ahora es un adulto despreciable, lo salva del peor de los olvidos, aunque yo no es él. El Tuerto Tapia disfrutaba de la impunidad de su foco a distancia, mejorando o empeorando todo a placer, todo, hasta aquel día cuando los químicos le fueron revelando la imagen que él hubiese matado por no ver jamás.

Incluso antes de iniciarse en el oficio de la fotografía había fantaseado más de una vez con toparse con un hallazgo como aquel: una toma vul-gar, como las miles y miles que sacaba por año, una foto más que sin embargo escondiera un detalle por fuera de las normas de la realidad.

La fotografía fue sacada a las cinco de la tarde de un domingo terrible de febrero en el Bajo Luján; ese día el Tuerto se había cargado el equipo al hombro buscando esos detalles que suelen gustar: el costumbrismo, la pared descascarada, la sonrisa desdentada del guardabarrera, el perro flaco durmiendo la siesta en el umbral, esas cosas.

Imágenes por el estilo que el Tuerto había ido a buscar a esa barriada popular de Luján de Cuyo. Y mientras hartaba a su máquina, escuchó no muy lejos una gritería de gente enfervorizada, era la parcialidad de Luján Sport Club que ese día se medía con Chacras de Coria, o La Academia Chacras de Coria Fútbol, como rumbosamente habían bautizado al club un grupo de señores de buena posición.

A Tapia le llamó la atención el color de la camiseta del local, Luján, color granate, borravino, vinotinto, no le salía la palabra adecuada pero sabía que le daba sed.

El Tuerto se metió a la cancha con el salvoconducto de su Leica y foto-grafió al equipo local en la clásica formación de cinco jugadores en cuclillas y seis parados, más algunos arrimados.

La imagen era repetida pero perfecta: esas camisetas tintas, el pasto pelado, la pelota desgastada en las manos del número diez, la seriedad impenetrable del arquero, eso fue lo primero que vio el Tuerto Tapia cuan- do la imagen fue ganando forma en la cubeta, pero después cuando los contornos se fueron definiendo, pudo ver el resto, mejor dicho, al personaje que faltaba: el jugador extra del equipo, el único sonriente, a pesar de la corona de espinas que le flagelaba la frente, pero él la lucía como una vincha para alejarse el largo cabello del rostro.

El jugador estaba descalzo y la foto mostraba que la camiseta granate estaba oscurecida por la sangre en el costado derecho.

El Tuerto conservó la foto por algunos años pero finalmente nunca se la mostró a nadie, temía que lo tomaran por un charlatán y pasar de ser un anónimo observador a un tipo con delirios místicos.

Ese domingo por la tarde Luján Sport Club le ganó a Chacras de Coria por 2 a 1, no jugó muy bien, pero ganó. De vez en cuando el de la foto vuele a jugar, aunque es un pésimo número cuatro.

Miguel García UrbaniMendoza, Diciembre 1984

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Silvio, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1988)

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Don Zicatto, Las Compuertas, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa de 1995)

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Cuidador de coches, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1996)

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Polo y Rulo, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1996)

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Abuelo, Luzuriaga, Maipú, (Mendoza, circa 1995)

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Don Velázquez, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1997)

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Dame Fuego, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1998)

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Policía, Carrodilla, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1995)

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Vendedor de “Hamlet”, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1993)

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Recolector, Luján de Cuyo, (Mendoza, circa 1995)

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AGrADECIMIENtOS

Daniel Barraco y Ediciones de El Amante Universal desean agradecer muy especialmente al Señor Intendente del Departamento de Godoy Cruz, Mendoza, Licenciado Alfredo V. Cornejo, sin cuya decidida participación económica este proyecto no habría visto la luz. También a Lucía Pannocchia quien desde un comienzo se interesó en nuestro libro.

Asimismo queremos agradecer la amable colaboración del Secretario de Gobierno de dicho municipio, Licenciado Humberto Mingorance, del Subdirector de Gestión Territorial Pedro San Martín y de la Licenciada Gabriela Testa, Directora de Cultura y Turismo de Godoy Cruz.

Han colaborado estrechamente en la realización de este libro Luciano Pappalardo y Marisa Ortiz, Cayetano Arcidiácono, Munich Santana, Rubén Avaltroni, César Lafalce, Francisco A. Muglia, Gustavo y Fernando Ventura, Daniel Manchón, José Zubiría, José Luis Anzorena, Nicolás Giuliani, Eliana Drajer, Miguel García Urbani y Emilio Vera da Souza. Y muy particularmente Mario Ruarte.

Por supuesto va nuestro agradecimiento a los fotógrafos editados en este volumen.

Finalmente las E.A.U agradecen la solidaria colaboración de Ediciones Octubre Rojo y de Madame Yvette Troispoux.

Dedicatoria: para Teny Alós, en el océano de tu recuerdo.

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