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Arte FORTUNY Y MARRUECOS: EL TRABAJO DEL PINTOR SOBRE LA GUERRA DE ÁFRICA (1859-60). Rafael Mendoza Yusta Profesor de Geografía e Historia 1. Introducción: Los primeros pasos artísticos Mariano Fortuny Marsal nace el 11 de junio de 1838 en Reus, siendo el primogénito de una modesta familia. A la temprana edad de 14 años queda huérfano de ambos padres y tanto él como sus hermanos se crían con su abuelo y su tío Antonio, profesor de música de la escuela - temprano interés por la creación plástica y las distintas que se descubre como un joven talentoso, acude desde los nueve años a la escuela de dibujo y más tarde su preceptor lo inscribe en el taller del pintor local Domingo Soberano, donde toma contacto con la disciplina que le apasionará toda su vida. Sin embargo Fortuny no es un artista común, se interesa por todo lo que le rodea y tam- bién acudirá al taller del platero Antonio Bassa, que le enseña la minuciosa técnica de la plata o al del relojero Romualdo Bellvé. Viendo la potencialidad del joven Mariano su abue - lo marcha con él a Barcelona en septiembre de 1852 y aunque será una dura época llena de privaciones, mere- al taller del tallista e imaginero Domingo Talarn, donde adquirirá experiencia en los óleos religiosos. De hecho será el propio Talarn quien interceda para que consiga una pequeña beca de la Obra Pía y la matrícula gratuita para la Academia de Bellas Artes de la Llotja de Barcelo - El aprendizaje puramente académico del pintor se prolongará hasta 1858, completándose además con el trabajo en el taller de Claudio Lorenzale, uno de sus maestros imbuido por la estética nazarena (era de hecho discípulo de Friedrich Overbeck), que viendo sus adelan- tos le permitió inscribirse como aprendiz. Fortuny no se sentiría nunca cómodo, como también veremos más ade- lante, con la pintura de historia; pero en esta época era el género por excelencia y si se quería triunfar y obtener el sus estudios, no quedaba más remedio que plegarse a las exigencias sociales. Es por ello que durante estos años realiza lienzos como Escenas de los Almogávares o Ramón Berenguer III elevando la bandera de Barcelona en el castillo de Foix en Provenza ; obras caracterizadas por una paleta clara y sin sombras que siguen sencillos principios de simetría. Precisamente la segunda obra ci- tada será la que le granjee el éxito y la tan ansiada beca romana por la que todos los artistas contemporáneos pugnaban. No obstante el pintor no agotaba su formación con las enseñanzas académicas. Al igual que muchos jó- venes hubo de dedicarse a otras labores para ganarse el sustento, tales como colorear fotografías o ilustrar libros y publicaciones periódicas, recibiendo en este sentido la merced a sus litografías Les Celebrités Contemporaines, - tivamente para sus obras de género. Tampoco dejó de lado la orfebrería, aprendiendo su minucioso trabajo con el orfebre barcelonés Pomar, que le inició en sus secretos Roma era junto con Paris la capital artística de la época por excelencia. La ciudad estaba repleta de gran- des museos que atesoraban algunas de las obras más importantes de la historia del arte, pero además era uno de los mercados más apreciados por los coleccionistas, jóvenes becados españoles con los que entabló amis- tad durante las largas tertulias que se celebraban en el café El Greco de la Plaza de España. Sin embargo una vez pasada la euforia inicial, Fortuny echa en falta temas “modernos”, pues en sus propias palabras Roma le pare- ce “un vasto cementerio visitado por extranjeros”. Es por ello que aparte de ejecutar los compromisos adquiridos con su institución benefactora, que incluía varios dibu- jos y alguna copia de arte renacentista, se inscribió en la academia Gigi para retratar modelos al natural desde dis - tintos puntos de vista, desarrollando su habilidad para re - su interés por la acuarela, técnica en la que se convertirá en un maestro consumado o el interés por el plenairismo a raíz de una visita a Nápoles, donde conocerá a los au- tores de la escuela de Posilipo. Rafael Mendoza Yusta El trabajo del pintor sobre la guerra de África (1859-60).

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FORTUNY Y MARRUECOS: EL TRABAJO DEL PINTOR SOBRE LA GUERRA

DE ÁFRICA (1859-60).

Rafael Mendoza YustaProfesor de Geografía e Historia

1. Introducción: Los primerospasos artísticos

Mariano Fortuny Marsal nace el 11 de junio de 1838en Reus, siendo el primogénito de una modesta familia. Ala temprana edad de 14 años queda huérfano de ambospadres y tanto él como sus hermanos se crían con suabuelo y su tío Antonio, profesor de música de la escuela

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temprano interés por la creación plástica y las distintas

que se descubre como un joven talentoso, acude desdelos nueve años a la escuela de dibujo y más tarde supreceptor lo inscribe en el taller del pintor local DomingoSoberano, donde toma contacto con la disciplina que leapasionará toda su vida. Sin embargo Fortuny no es unartista común, se interesa por todo lo que le rodea y tam-bién acudirá al taller del platero Antonio Bassa, que leenseña la minuciosa técnica de la plata o al del relojeroRomualdo Bellvé.

Viendo la potencialidad del joven Mariano su abue-lo marcha con él a Barcelona en septiembre de 1852 yaunque será una dura época llena de privaciones, mere-

al taller del tallista e imaginero Domingo Talarn, dondeadquirirá experiencia en los óleos religiosos. De hechoserá el propio Talarn quien interceda para que consigauna pequeña beca de la Obra Pía y la matrícula gratuitapara la Academia de Bellas Artes de la Llotja de Barcelo-

El aprendizaje puramente académico del pintorse prolongará hasta 1858, completándose además conel trabajo en el taller de Claudio Lorenzale, uno de susmaestros imbuido por la estética nazarena (era de hechodiscípulo de Friedrich Overbeck), que viendo sus adelan-tos le permitió inscribirse como aprendiz. Fortuny no sesentiría nunca cómodo, como también veremos más ade-lante, con la pintura de historia; pero en esta época era el

género por excelencia y si se quería triunfar y obtener el

sus estudios, no quedaba más remedio que plegarse alas exigencias sociales. Es por ello que durante estosaños realiza lienzos como Escenas de los Almogávares oRamón Berenguer III elevando la bandera de Barcelonaen el castillo de Foix en Provenza; obras caracterizadaspor una paleta clara y sin sombras que siguen sencillosprincipios de simetría. Precisamente la segunda obra ci-tada será la que le granjee el éxito y la tan ansiada becaromana por la que todos los artistas contemporáneospugnaban. No obstante el pintor no agotaba su formacióncon las enseñanzas académicas. Al igual que muchos jó-venes hubo de dedicarse a otras labores para ganarse elsustento, tales como colorear fotografías o ilustrar librosy publicaciones periódicas, recibiendo en este sentido la

merced a sus litografías Les Celebrités Contemporaines,-

tivamente para sus obras de género. Tampoco dejó delado la orfebrería, aprendiendo su minucioso trabajo conel orfebre barcelonés Pomar, que le inició en sus secretos

Roma era junto con Paris la capital artística de laépoca por excelencia. La ciudad estaba repleta de gran-des museos que atesoraban algunas de las obras másimportantes de la historia del arte, pero además era unode los mercados más apreciados por los coleccionistas,

jóvenes becados españoles con los que entabló amis-tad durante las largas tertulias que se celebraban en elcafé El Greco de la Plaza de España. Sin embargo unavez pasada la euforia inicial, Fortuny echa en falta temas“modernos”, pues en sus propias palabras Roma le pare-ce “un vasto cementerio visitado por extranjeros”. Es porello que aparte de ejecutar los compromisos adquiridoscon su institución benefactora, que incluía varios dibu-jos y alguna copia de arte renacentista, se inscribió en laacademia Gigi para retratar modelos al natural desde dis-tintos puntos de vista, desarrollando su habilidad para re-

su interés por la acuarela, técnica en la que se convertiráen un maestro consumado o el interés por el plenairismoa raíz de una visita a Nápoles, donde conocerá a los au-tores de la escuela de Posilipo.

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No obstante la viva curiosidad por el autor y el de-seo de aprender serían pronto satisfechos por un acon-tecimiento histórico, la Guerra de África, que le sacaríade su tranquila vida de pensionando, provocando quetomase nuevos rumbos artísticos hasta ese momento in-sospechados.

2. El primer viaje a Marruecos: Laguerra de África

entre el Reino de España y el Imperio de Marruecosque estalló en otoño de 1859 a causa de uno de losnumerosos incidentes fronterizos que atávicamente sedaban entre ambos países. En esta ocasión la cabilarifeña de Anghera, que en la práctica llevaba una vidaindependiente a los designios del Sultán, había atacado a

una elevación del terreno adyacente a Ceuta que lasautoridades marroquíes habían cedido temporalmente endiversos tratados para que pastasen las ganaderías dela ciudad, pero que el gobierno español había decido

que la defensa de la ciudad quedase comprometida.La destrucción de uno de los escudos de Españaque delimitaba el terreno y la afrenta contra el honorpatrio que ello conllevaba proporcionó el casus belli.Tras acusaciones cruzadas, petición de reparacionesy el correspondiente ultimátum, el gobierno deLeopoldo O´Donell, con el apoyo de la reina IsabelII, declaró formalmente la guerra el 22 de octubre.

Rápidamente una ola de fervor patriótico y un cla-mor popular en apoyo a la campaña recorrió el país. Lasprovincias vascongadas por ejemplo recaudaron en po-cos días cuatro millones de reales, los nobles sevillanoscostearon veinticuatro piezas de artillería de montaña, eltorero Cúchares regaló cien bueyes y trescientas ove-

asumió los gastos de una compañía de infantería enteradurante lo que durase la campaña y se crearon cuerposmilitares como los tercios vascongados o los voluntarioscatalanes por citar algunos ejemplos1. Precisamente paradar fe de los gloriosos hechos de armas que iban a pro-tagonizar los voluntarios catalanes, la Diputación de Bar-celona, la misma institución que había pensionado a For-tuny, le iba a realizar el encargo de marchar al África paraentregar, una vez concluida la contienda, cuatro grandeslienzos al óleo y seis medianos de “los acontecimientosmás memorables de la gigantesca lucha”2.

dicha institución dirige al general en jefe español en lossiguientes términos:

“La Diputación Provincial de Barcelona, que sien-te en el pecho de cada uno de sus individuos el fuegodel entusiasmo que abrigan todos sus representados, ha

creído que de algún modo podía rendir el tributo de ad-miración y respeto que le merece […] que mandamos acostas de la provincia al teatro de la guerra al pintor D.Mariano Fortuny con el encargo de trasladar al lienzo loshechos tan memorables que tan hábilmente V.E. dirige, y

fueron, son y deben ser los españoles cuando luchan porsu honor y por su Reina”3.

enero de 1860 y tras pasar por la ciudad condal, dondeobtuvo un crédito de 45000 reales para el desempeño desu misión y numerosas cartas de recomendación dirigi-das a O´Donell, Prim, Ros de Olano y otros tantos per-sonajes de importancia; continúa su viaje en compañíade su amigo y futuro cuñado Jaime Escriú, recalando enValencia, Málaga, Gibraltar y Algeciras, antes de llegar ala ría de Tetuán a bordo del vapor Vasco Núñez de Bal-boa el 12 de febrero.

Para cuando el pintor catalán llega ya se ha desa-rrollado buena parte de la campaña. Tras defender Ceutade los ataques marroquíes y sufrir los estragos del cólera,los españoles habían iniciado la marcha sobre Tetuán aprincipios del año 1860. Posteriormente habían vencido

-tades al temporal que los había dejado sin suministros;

terreno, siempre hostigados por el enemigo, habían lo-grado abrirse paso hasta el valle del río Martín, donde seencontraba la ciudad. Allí, frente al enemigo atrincheradoen las afueras de la misma establecieron su campamento

febrero asaltaron sus posiciones consiguiendo una granvictoria militar en la que fue llamada Batalla de Tetuán.Fortuny llegó tarde para la misma, pero aun así, estudian-do el terreno y tomando apuntes del resto de combatesa los que sí pudo asistir, iniciaría tiempo después uno desus grandes lienzos sobre el episodio.

Los comienzos de su estancia no fueron sin embar-go nada fáciles. Según su biógrafo Davillier, tardó variosdías en llegar al campamento del general Prim y obtenerpermiso para entrar en Tetuán, que por entonces esta-ba vedada a los civiles. Allí pintó sin relajo durante unoscuantos días y a pesar de sus numerosas cartas de re-comendación pasó hambre y hubo de dormir en el suelo,hasta que se encontró con algunos de sus compatriotascatalanes que le ofrecieron algo de bienestar4. A su sa-

permiso para incorporarse al estado mayor del generalPrim que en palabras del periodista francés Carlos Iriarte,corresponsal de Le monde Ilustré y posteriormente bió-grafo del pintor, era ya por entonces una suerte de corteprincipesca que contaba con numerosos artistas, poetasy periodistas ilustres5. Desde ese preciso instante todofueron facilidades para su trabajo.

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El propio Iriarte, que se hallaba alojado con el afa-mado periodista Pedro Antonio de Alarcón, los intérpretes

-ga que el general Ríos, a la sazón gobernador militar deTetuán, dispuso para ellos, debió sentir simpatía por él yle ofreció su hospitalidad. Sin embargo y para su sorpre-

“chiribitiles” de los moros, las extravagantes y ennegreci-das tabernas donde se reunían los vencidos, la impresiónde la calle, el espectáculo de la vida oriental, el episodiocaracterístico6. Siguiendo a este mismo autor, Fortuny, alque describe como un joven de 23 años, robusto, algorudo y taciturno, que demostraba tener más entereza porsus hechos que por sus palabras, desarrolló durante losdos meses que estuvo en el país vecino una frenéticalabor.

Para cumplir con el encargo que tenía de la dipu-tación barcelonesa realizó un gran número de dibujos,acuarelas y bocetos al óleo preparatorios. Muchos deellos se conservan en la actualidad dispersos por gran

número de colecciones y museos, dándose cita en ellos:

diseños de animales entre los que sobresalen caballos,dromedarios o ganado, paisajes de los lugares donde secelebraron las batallas, interiores, monumentos y gentesdel país; particularmente judíos pues los musulmanes po-

Con todos estos trabajos creará un verdadero corpus deimágenes que sería admirado a su vuelta a España y lecosecharía un gran éxito personal.

Apenas con unos papeles ligeramente machadosel catalán pintaba todo lo que aparecía ante él, a vecesincluso, fruto de su juventud y también por qué no decirloingenuidad, ponía sin saberlo su vida en riesgo:

“La viva curiosidad que sentía por las costumbresmarroquíes y el entusiasmo de que estaba poseído, el

deseo de ver, de estudiar, de escudriñar cuanto se referíaa aquellas razas, lleváronle a excursiones y arriesgadascacerías que le causaron en alguna ocasión más de unsobresalto, así como en otros le pusieron en inmediatasrelaciones con los enemigos”7.

Vallejo, otro delos artistas presentesdurante la campañaque escribía para laCrónica de la Guerrade África de Castelar,relata cómo saliendojunto con dos orde-nanzas de caballeríaa tomar unos apun-tes, fue recibido conuna descarga que lehicieron ocho morossin afortunadamentehacerles daño alguno.Pese a todo ello el ar-tista no cejaría en suempeño y no se arredraría en su deseo de captar con suslápices absolutamente todo, como demuestra el hechode que en marzo, durante el combate de Samsa seguíaacercándose mucho a la línea de fuego. Tanto es así queintentado captar el espectáculo que ante él acontecía,una bala una bala levantó piedras y polvo a los pies delcatalán; entonces uno de los soldados más próximos ledijo: “¡Ah esta iba para los pintores!”8.

Días después, el 23 de marzo, pudo asistir a la ba-

igualmente a las negociaciones de paz entre O´Donell yMuley Abbas, los dos caudillos militares que se habían

un croquis del último cuando montaba a caballo para retirar-se, pero también de los sirvientes, los caballos del príncipemusulmán o los caids o capitanes moros que aguardabanjunto a los generales españoles el devenir de las negocia-ciones. La exitosa culminación de las mismas supuso unalivio para todos los presentes y una alegría añadida paralos artistas, pues los hasta hace poco enemigos se dejaronretratar e intercambiaron obsequios con los españoles.

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Joven judía de Tetuán

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cubierto la campaña pusieron rumbo a España. Sin em-bargo Fortuny, al que se le ofreció la posibilidad de ser

país para seguir trabajando y volver con el resto del ejér-cito más tarde; extremo que bien pudo costarle la vida. Sidurante los días precedentes había tenido los sobresal-tos ya comentados, el último de ellos fue sin duda algu-na el más escabroso. No era extraño encontrar tras unabatalla saqueadores de cadáveres o moros que iban arecoger armas y balas, y un día fruto de su entusiasmo sealejó junto con Escriú más de lo que la prudencia acon-sejaba del campamento, siendo sorprendido por variosrifeños que les obligaron a apoyar las rodillas en tierra,disponiéndose a decapitar con sus dos temibles alfanjesa los indefensos prisioneros. Felizmente Escriú tuvo laocurrencia de gritar en voz alta “¡inglis!” y sus captores

-tallas procedentes de Gibraltar que por entonces mero-deaban por el teatro de la guerra, los dejaron marchar.Narrando lo sucedido Fortuny relataba haber sufrido unpánico terrible, sintiéndose afortunado de haber vuelto anacer ese día9.

3. La vuelta a España

Fortuny sale de Marruecos el 23 de abril, coinci-diendo su llegada a Madrid con el día de la entrada en la

-fales. Pese a que sufría un esguince que se había he-cho durante su estancia en Marruecos, visitó las tropasacantonadas junto a la ciudad y realizó además diversoscroquis de la plaza de la leña. Allí en Madrid fue acogidopor el también pintor de origen reusense Francisco SansCabot, en cuyo estudio expuso los trabajos que traía delÁfrica y que le presentó a su amigo Federico de Madrazo,su futuro suegro, pues años después Fortuny casaría consu hija Cecilia entroncando con esta famosa familia de ar-tistas. Pudo asimismo visitar el Prado y con posterioridadvolvió de su periplo a Barcelona vía Almansa y Valencia,llegando a la ciudad condal el día del corpus.

En junio celebró en la capital catalana una expo-sición con más de 200 dibujos realizados en Marruecosentre los que había un número importante de bocetos condestino a sus grandes cuadros de batallas. El éxito quecosecha hace que los profesores de la Academia animena la Diputación a costearle un viaje de estudios a París,

las grandes obras históricas orientalistas de los románti-cos franceses, particularmente en la célebre en toda Eu-ropa Batalla de Smahla de Abdelkader de Horace Vernet,pero también otras pinturas de batallas muy conocidascomo La batalla de Nazaret de Gros, La victoria de Mariosobre los cimbrios en Aqua Sextia de Alexandre-GabrielDescamps o La batalla de Poitiers de Delacroix; todasellas grandes machines o grandes telones de proporcio-

nes cinemáticas como las que sus comitentes le habíanencargado, en las que pudiesen observarse con detallerealista a los héroes victoriosos. Fortuny recorrió duran-te su estancia parisina Versalles, así como los museosdel Louvre y Luxemburgo; pero también aprovechó paravisitar a los artistas españoles que se formaban en el ta-ller de maestros como Thomas Couture y contemplar conellos los originales de Adolphe Yvon (conocido por suspinturas sobre las guerras napoleónicas), de Rosa Bon-heur (importante por su pintura animalista y naturalista) y

luz y el color.

De vuelta a Barcelona y antes de partir para su es-tudio romano, donde había pensado ejecutar los gran-des lienzos, compró uniformes y equipos, hizo posar asoldados de diferentes armas que habían participado enlos combates y reprodujo los retratos de los personajes

O´Donell, los generales Prim y Ros de Olano, el conde

4. La batalla de Wad ras y elsegundo viaje a Marruecos

Batalla de Wad Ras, pero no tardó en darse cuenta deque la tarea no iba a ser fácil, pues su estilo fresco ysuelto se adaptaba más al pequeño cuadrito de género otableautin que a la grand machine o gran telón de histo-ria de varios metros que además exigía una teatralidad eimpostura que le desagradaba. No obstante se puso a lalabor con energía y los resultados que obtuvo con el óleopreparatorio fueron muy interesantes.

En la obra se narra un hecho dramático en el queel cuerpo de los voluntarios catalanes a las órdenes deD. Francisco Fort (tras la desaparición del comandanteSungranyes), se vio envuelto en un encarnizado combatecuerpo a cuerpo. Durante el desarrollo de la acción el ge-neral Prim que los mandaba dio la orden de que vadeasenun río para apoyar a otras unidades que estaban siendohostigadas desde la otra orilla por el enemigo, haciéndoloretroceder; sin embargo y desgraciadamente para elloslos caballos de un escuadrón enviado para reforzarlos seasustaron con el alarido de los moros y terminaron poratropellarlos. En ese momento de desorden hicieron apa-rición los Bujaris, la temida caballería negra marroquí quecargó contra ellos sin tiempo ya para formar un cuadrodefensivo, de manera que se trabó la lucha sin cuartel

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Sin embargo y a diferencia de otros cuadros con-vencionales de batallas, nada sabemos de sus protago-

el fragor de la batalla, ocupando el espacio central de lacomposición la despiadada lucha cuerpo a cuerpo entrelos voluntarios catalanes a los que reconocemos por sus

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colorido de verdad a sus obras. Fortuny da muestras desu inteligencia despierta, pues sabe del éxito que obten-drá su desnudo femenino, que además ejecuta con unacabado más “académico” para mejorar su acogimientoen Barcelona.

-na y desde ahí a Tetuán en septiembre de 1862, dondese encontrará con El Ferragi, un moro del rey (cuerporegular de la infantería marroquí), que conoció duran-te su primera estancia y que ya por entonces le sirvióde modelo, al que contrata ahora para servirle de guíaen su periplo. Su intención primera es adentrarse hastalos rincones más recónditos del país en dirección a Fez,para ello aprende algo del dialecto árabe local y viste a lausanza del país con la intención de pasar desapercibidoy por qué no decirlo evitar más sobresaltos, pues la gue-rra hispano-marroquí estaba aún muy reciente. Lamen-tablemente pierde un tiempo precioso al extraviar sus

óleos y colores y aunque El Ferragi logra dar con ellos

Tánger y Tetuán, visitando los lugares donde acontecie-ron las batallas. También pudo observar que el cami-no que él y otros artistas de la Guerra de África habíanabierto, comenzaba a ser transitado por otros pintoresespañoles como Lameyer, el autor de obras como Asal-to de moros a una judería o Moros corriendo la pólvora,con el que coincidió en Tetuán e hizo amistad para losaños posteriores.

características barretinas rojas, confundidos y entremez-clados con la colorista caballería enemiga en mil escorzos

en un combate de tales características. Los jinetes ma-rroquíes disparan sus espingardas que también empleancomo mazas contra los españoles, mientras los últimostratan desesperadamente de repelerlos abriendo fuegoy atravesándolos con sus bayonetas, llegando a emplearincluso sus navajas. Se trata de un brillante y minucio-so trabajo lleno de colorido que atrae la atención del es-

y la sensación de movimiento del conjunto. Los lateralesquedan reservados por el contrario a otros episodios se-cundarios, como los muertos o heridos asistidos por suscompañeros, mientras que en el extremo derecho puedeobservarse el puente del Buceja y el grueso del ejérci-to español que avanza hacia la batalla campal que va atener lugar en ese punto. Al fondo queda un paisaje decolinas y la oscura sombra del monte Benider envueltosen el humo de la pólvora.

-mente el boceto de la batalla y dado que la Diputación deBarcelona se halla impaciente por saber de sus progre-sos, envía en 1862 una fotografía del mismo, junto a sufamosa Odalisca y una carta en la que se solicita apoyoeconómico para realizar un segundo viaje a Marruecos

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A su vuelta a Roma el catalán lleva nuevos apun--

puesto a acometer la obra que le obsesionará toda suvida, La batalla de Tetuán. Para que se concentre en ellola Diputación de Barcelona le concede en marzo de 1863una prórroga por otros dos años y le exonera de reali-zar el resto de cuadros comprometidos, aun cuando Labatalla de Wad Ras estaba muy avanzada. No obstante

-caciones que le harían encumbrarse aún más dentro delpanorama de la pintura orientalista, ya que con los apun-tes que tomó elaboró a su vuelta a Roma óleos como Elcentinela árabe o Moros corriendo la pólvora, así comograbados entre los que destaca Familia marroquí

5.La batalla de Tetuán. Elestablecimiento de un nuevo códigovisual

La batalla de Tetuán representa la gran victoria queobtuvo el ejército español el día 4 de febrero de 1860sobre las tropas marroquíes. Concretamente se trata delasalto y captura del campamento enemigo, que a la pos-

mes anterior las tropas españolas se habían estacionadoen la desembocadura del río Martín frente a los campa-mentos de los hermanos del Sultán, Muley Abbas y Mu-

ley Ahmed, que protegían la plaza. El día mencionado lapráctica totalidad de los efectivos se lanzó al asalto trasuna dura preparación artillera, sin que los musulmanespudiesen evitar el desastre. Esa jornada todas las uni-dades dieron muestra de gran valentía, pero obviamenteFortuny puso el acento, una vez más, en el comporta-miento de los voluntarios catalanes y el general Prim. Losvoluntarios liderados por el comandante Sungrayes ca-yeron en un foso que los marroquíes habían excavadofrente a la trinchera perdiendo gran número de hombres,pero el propio Prim los animó a que siguiesen avanzandoy dejando patente una vez más su heroísmo, franqueóel foso y saltó a caballo por una tronera practicada parala artillería enemiga, repartiendo a continuación sablazosentre los aterrorizados servidores de la pieza, mientrasanimados por su ejemplo el resto de las tropas lo seguían.

Desde el punto de vista compositivo Fortuny con-centra una vez más la acción en el centro, desplazandolos puntos de fuga de la amplia perspectiva panorámicaque propone a los laterales, donde igualmente se trasla-dan los episodios secundarios y los elementos contex-tuales del paisaje. A su vez podemos dividir el centro envarias secuencias, en primer término aparece Muley Ab-bas huyendo con la caballería marroquí, en el centro unespacio vacío pero turbio por el polvo de las monturas yel humo de fuego de cañón y fusilería que su amigo Iriartele había aconsejado que introdujese, al fondo el movi-miento arrebatador de la infantería española que avanzade derecha a izquierda como una ola que desborda lastrincheras por todos los puntos. Aunque no existe un focovisual claro, sino que más bien el ojo del espectador zig-zaguea de un lugar a otro ante la multiplicidad de esce-nas, quizás el centro sea el mariscal O´Donell que sable

-de d´Eu al que reconocemos con su blanco uniforme deHúsares de La princesa; junto a ellos la infantería regulary los voluntarios catalanes avanzan irrefrenablementecon la bandera nacional ondeando al viento. Algo más ala derecha el general Prim rebasa saltando a caballo latrinchera enemiga terminando con la vida de sus defen-sores, mientras que más a la derecha aún, observamosa las tropas de Ros de Olano haciendo lo propio. El cam-pamento marroquí es puro caos y desbandada, decenasde cadáveres alfombran el suelo, mientras el resto delos soldados huye o lucha infructuosamente tratando desalvar su vida; numerosas reses y dromedarios quedanabandonados aumentando la sensación de anarquía,entretanto los heridos agonizan y los rifeños aprovechanpara despojar los cadáveres de los caídos.

Todo el combate transcurre en un paisaje luminoso,salpicado de colinas con un mar Mediterráneo azul inten-so al fondo. A la izquierda de la lucha se ven las tiendascónicas de color blanco que serán capturadas en breve,destacando entre ellas una más vistosa que es la del her-mano del Sultán, poco después llevada a la penínsulacomo trofeo de guerra. Dominando los campamentos

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sobre una colina la torre Geleli, desde la que los marro-quíes habían cañoneado a los españoles. Al fondo la ríacon sus arenosas playas y el cabo Negro que las tropashabían tenido que franquear en las semanas anteriores.

Fortuny dedicó mucho tiempo y esfuerzo a estaobra, sin embargo nunca se sintió satisfecho con ella. Elproblema radicaba una vez más en que no se trataba deun estilo en el que el autor se sintiese cómodo. Al igualque había hecho con su Batalla de Wad Ras, se habíaservido de numerosos apuntes y bocetos para llevarlosa la escena, pero en esta ocasión, debido también a susmucho mayores dimensiones (dos metros de altura porcasi diez de anchura) parecen un tanto inconexos entresí. Por otra parte el lienzo se resintió de las dudas que elautor tuvo, ya que aunque empezó trabajando fervoro-samente en la obra, se nota como recuerda su biógrafoYxart que está pintada en épocas diferentes por la des-igual calidad que se observa en ella10. Tampoco gustó alos amantes del género histórico la visión de un enemigodesorganizado que no parece oponer mucha resistenciaante el avance español, el hecho de que no se recono-ciese con exactitud a los protagonistas de la batalla, lacircunstancia de que no se estableciera una jerarquía en-tre los personajes representados, la falta del sentido delheroísmo épico o la teatralidad que se demandaba; as-pectos sí presentes en las versiones del enfrentamientoque ejecutaron otros artistas como Rosales o Palmaroli,a los que el catalán critica por pintar batallas sin haberacudido a una de ellas.

Paradójicamente como señala Torres González, elprincipal logro de la tela es la consecución de un códigovisual novedoso y alejado de los convencionalismos es-tereotipados que solía estar presentes en las pinturas deesta temática11, concentrándose en el dinamismo de laacción y el exotismo de los vencidos. Baste decir a esterespecto que por ser original, debe tratarse del primerlienzo de historia en que el ejército victorioso y protago-nista está en un segundo plano con respecto al derrota-do, que ocupa el lugar preminente en el cuadro. En todocaso, resulta una obra embriagadora por su movimiento,colorido y la manera de introducir al espectador en unabatalla de la que se vuelve casi partícipe; por no hablar

de la economía de medios, ya que con simples brocha-zos, casi esbozos, y una pincelada esponjosa es capazde transmitir un realismo inmediato.

Pese a todo el artista nunca estuvo contento conel resultado; tanto es así que renunció a presentarlo ala Exposición Nacional de 1868 por considerarlo pocodecoroso. El enorme lienzo, permanentemente instala-do en su estudio romano como acreditan las fotos de laépoca, fue poco a poco abandonado en favor de otrostrabajos que le interesaban más; el artista se encontrabaen la cima de su carrera y tenía numerosos encargos deimportantes marchantes franceses como Goupil, de ma-nera que aunque obtuvo una nueva prórroga por parte de

adeudadas. Ello no quiere decir que se desligase de latemática orientalista que tantas alegrías y prestigio le ha-bían reportado, al contrario realizó un tercer y último viajea Marruecos en 1871, acompañado de los pintores Tapiróy Ferrándiz.

Fortuny fallece en Roma en el mes de noviembre de1874 a la temprana edad de 36 años fruto de una perfora-ción de estómago que venía sufriendo desde hacía años.Desaparece así uno de los grandes genios de la pinturaespañola de todos los tiempos. Felizmente en la actuali-dad los dos lienzos de batallas que Fortuny pintó sobre laGuerra de África se pueden contemplar en España. A sumuerte la institución catalana se apresuró para comprarLa batalla de Tetuán por una suma de 50.000 francos12,no llegando a salir a subasta en el hotel Druot de Pariscomo en un principio se había previsto y en la actualidadpuede contemplarse en el Museo Nacional de Arte de Ca-taluña. Por lo que respecta a la otra gran obra, La Batallade Wad Ras, el pintor se la había regalado a su amigoBuenaventura Blau, secretario de la Diputación. Fue ven-dida al Estado en 1878 tras una difícil negociación por suelevado precio y hoy puede verse en el Museo del Prado.El resto de sus obras marroquíes se encuentran disper-sas por numerosos museos y colecciones privadas, tantonacionales como internacionales.

Rafael Mendoza Yusta El trabajo del pintor sobre la guerra de África (1859-60).

Page 8: FORTUNY Y MARRUECOS: EL TRABAJO DEL PINTOR SOBRE LA … y Marruecos.pdf · en un maestro consumado o el interés por el plenairismo a raíz de una visita a Nápoles, donde conocerá

Arte

6. Concluciones

Las vivencias en Marruecos de Fortuny tuvieronun efecto decisivo el resto de su vida. En el país vecinodescubrió su vocación orientalista, un tema que no dejónunca a pesar del paso de los años. Paradójicamente no

dibujos, acuarelas, bocetos y demás estudios que trajodel país marroquí, muchos de los cuales se emplearonademás para la confección de grabados u óleos de pe-queño tamaño.

El éxito artístico que alcanzó el autor catalán tuvocomo consecuencia que muchos jóvenes pintores siguie-sen su estela, y aunque algunos lo hiciesen por cues-tiones comerciales (se demandaban tantos cuadros detemática orientalista que se llegó a hablar de “moroma-nía”) y otros tantos no pisasen nunca el territorio africano,

citar a Tapiró, Ricardo de Madrazo o Moragas en primerlugar, pero también a José Villegas Cordero, Fabrés y

-lismo sea vanguardista; todo lo cual es muestra innega-ble de la valía e importancia del repertorio orientalista delautor catalán.

Rafael Mendoza Yusta

NOTAS

1. Acaso Deltell, Salvador: Unaguerra olvidada, la campaña de Ma-rruecos de 1859 y 1860, Inédita Edi-tores, Barcelona, 2007, p. 26.

2. García Felguera, María delos Santos: “¡Matad a todos los tes-tigos!, Contra la pintura de historia”,en Anales de Historia del Arte n.3, Servicio de Publicaciones de la

1991-92. p. 263.3. Archivo Histórico de la Dipu-

tación de Barcelona, Legajo 1386,expediente 5. Cfr. De Valverde Con-treras, Beatriz: “La Guerra de Áfricay la Pintura: La Batalla de Tetuán y

la Batalla de Wad Ras de Mariano-

das Nacionales de Historia Militar,Sevilla, 2006, pp. 1122-1123.

4. Davillier, Charles: Fortuny, savie, son oeuvre et sa corresponden-ce. Ed. Auguste Aubry, Paris, 1875,p.19.

5. Iriarte, Carlos: Les artistascélébres: Fortuny, Librairie de l´art,París, 1889, p. 6.

6. Ibid.7. Yxart Moragas, José: For-

tuny -blioteca Arte y Letras, Barcelona,1882, p. 53.

8. Davillier, op. cit., p. 19.9. Ibid., p. 20.10. Yxart, op. cit., p. 85.11. Torres González, Begoña:

Fortuny, un mundo en miniatura, Ed.LIBSA, Madrid, 2007, pp. 208-211.

12. Matilla Tascón: Antonio:“Testamentaria del pintor Fortuny”,en Boletín del Seminario de Estu-dios de Arte y Arqueología n. 45,

532.

BIBLIOGRAFÍA

Acaso Deltell, Salvador: Unaguerra olvidada, la campaña deMarruecos de 1859 y 1860, InéditaEditores, Barcelona, 2007.

Davillier, Charles: Fortuny, savie, son oeuvre et sa corresponden-ce, Ed. Auguste Aubry, Paris, 1875.

García Felguera, María de losSantos: “¡Matad a todos los testi-gos!, Contra la pintura de historia”,en Anales de Historia del Arte n.3, Servicio de Publicaciones de la

1991-92, pp. 261-272.Iriarte, Carlos: Les artistas céle-

bres: Fortuny, Librairie de l´art, Pa-rís, 1889.

Matilla Tascón, Antonio: “Tes-tamentaria del pintor Fortuny”, enBoletín del Seminario de Estudiosde Arte y Arqueología -sidad de Valladolid, 1979, pp. 530-534.

Torres González, Begoña: For-

tuny, un mundo en miniatura, Ed.LIBSA, Madrid, 2007.

Yxart y Moragas, José: Fortuny;

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Guerra de África y la Pintura: La Ba-talla de Tetuán y la Batalla de WadRas de Mariano Fortuny”, en Actasde las XIII Jornadas Nacionales deHistoria Militar, Sevilla, 2006, pp.1112-1135.

El trabajo del pintor sobre la guerra de África (1859-60).