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    Artculos polticos 1910 de Ricardo Flores Magn

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    ARTCULOS POLTICOS 1910Ricardo Flores Magn

    PRESENTACIN

    Al ir capturando y diseando la presente edicin virtual de los Artculos polticos 1910 deRicardo Flores Magn, acudieron a nuestra mente recuerdos relacionados con la elaboracin dela primera edicin en papel de esta obra.

    Fue en el ao de 1980 cuando nos abocamos a realizarla. En aquellos momentos conviva connosotros un compaero de nombre Jol Fieux.

    Este amigo, quien en Francia colaboraba con los compaeros del Atelier Libertaire de la ciudadde Lyon, se ofreci para elaborar la cartula del libro. Nosotros, gustosos, dimos de inmediatonuestra aprobacin, y en efecto, se puso a trabajar y la termin.

    Cabe mencionar que tambin colabor en la diagramacin del nmero cuatro de una revistatitulada Caos que en aquel tiempo editaban un grupo de compaeros de la ciudad de Mxico.

    Tiempo despus, Jol saldra de Mxico para, finalmente, establecerse en la Nicaraguasandinista. All, participara entusiastamente en las labores comunitarias de una revolucincriminalmente asediada, hasta que... cmo poder olvidarlo? ... cmo olvidar aquella maana,cuando, leyendo la prensa en el desayuno, Chantal irrumpe en llanto... para decir con vozentrecortada... mataron a Jol! ? Y despus, leer entre sollozos una nota extensa en la que sedaban pelos y seas del asesinato cometido por la contra . Eran seis brigadistas de la revolucinsandinista de origen suizo, alemn y francs; y ah reconocimos, mal escrito, el nombre denuestro amigo y compaero, Jol Fieux.

    Meses atrs de aqul terrible acontecimiento, habamos recibido una carta suyacomunicndonos del nacimiento de su hijo, de un hijo que no iba a poder departir y jugar con supadre porque balas mercenarias se encargaron de cegar su vida.

    No queramos colocar esta edicin virtual sin recordar a Jol Fieux, de quien, quiz un da destos realicemos una edicin de homenaje, porque tenemos muchos y muy buenos recuerdosas como algunos documentos y cartas que nos envi.

    De la obra que aqu editamos, los Artculos polticos 1910 de Ricardo Flores Magn, realizamostres ediciones en papel; dos de ellas de un tiraje de dos mil ejemplares, y la tercera de milejemplares.

    Chantal Lpez y Omar Corts

    NOTA EDITORIAL

    El ao de 1910 marca, en la historia de Mxico, el inicio de una nueva poca. El movimientorevolucionario comenzado en este ao contra el rgimen porfirista sera irreversible. El

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    porfirismo tocaba a su fin. La larga lucha que remontaba a diez aos atrs, durante la cualfueron miles quienes perdieron la libertad y otros miles la vida, haba logrado su objetivo: unainsurreccin general, multitudinaria.

    Efectivamente, ya varios acontecimientos haban sentenciado a la oprobiosa tirana porfirista;basta recordar los sucesos de Cananea y los de Ro Blanco. Todo ello evidenciaba laincapacidad del rgimen y revelaba la existencia de un ncleo organizativo formado con gente

    de entrega, honestidad y talento indiscutible. Sin duda, la actuacin de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano , formada en 1905 al calor de los acontecimientos nacionales, fuedecisiva para que se lograra el estallido de 191O.

    En agosto de aquel ao, Ricardo Flores Magn, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal salen de lacrcel. Un mes despus Regeneracin reaparece. En l, Ricardo expondra sus conceptossobre la revolucin, las masas, el proletariado, el clero, el Partido Antirreeleccionista y otrostemas ms. Lcidamente analizara punto por punto los elementos que propician o frenan eldesarrollo de toda lucha libertaria. En este vocero, no slo se haca propaganda, se exponatambin claramente que una revolucin es, adems de una lucha armada, un enfrentamiento devalores ticos y que para forjar una sociedad sin opresores es preciso que los individuos queluchan para ese fin, lo tengan bien presente y opongan, en la prctica, frente a frente, esos

    valores.

    Chantal Lpez y Omar Corts

    REGENERACIN

    Aqu estamos. Tres aos de trabajos forzados en la prisin han templado mejor nuestrocarcter. El dolor es un acicate para los espritus fuertes. El flagelo no nos somete: nos rebela.

    Apenas desatados, empuamos de nuevo la antorcha revolucionaria y hacemos vibrar el clarnde combate: Regeneracin . Los malvados palidecen; los buenos levantan las manos yaplauden.

    Regeneracin es el anuncio de una nueva era. Viejo luchador es este peridico; pero siempre joven en sus entusiasmos por la libertad y la justicia, siempre viril en sus demandas por laigualdad y la fraternidad. Por eso, cuando se anunci su salida, los brazos musculosos de lostrabajadores se aprestaron a sostenerlo. Es que a ellos ms que a ningn otro, interesa la vidadel viejo campen de la libertad y de la dignidad humanas; es que a ellos, los esclavos delsalario, los desheredados, los parias en todas las patrias les trae Regeneracin un mensaje deesperanza. En las humildes viviendas se iluminan los rostros en que habra puesto su sello de

    muerte la resignacin; es que el proletario anuncia a la familia que Regeneracin va a salir. Enla fbrica, en el taller, en el campo, en la mina, la buena nueva corre de boca en boca, y pareceque pesa menos la cadena; ms risueo y alegre parece el sol.

    En cambio, en los palacios, es otro el sentimiento que domina. Regeneracin , que es caricia yes alivio para el que trabaja y el que sufre, es fusta y es castigo para los que oprimen yexplotan. El poderoso recuerda con horror con qu fuerza, con qu implacable destreza hemosdejado caer el ltigo sobre sus lomos. Daz y Corral, Creel y Limantour, Reyes y OlegarioMolina, y mil ms, si fueran desnudados por el pueblo, mostraran en sus carnes viejas lossurcos que dej nuestro ltigo al caer.

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    Aqu estamos, con la antorcha de la Revolucin en una mano y el Programa del Partido Liberal en la otra, anunciando la guerra. No somos gemebundos mensajeros de paz: somosrevolucionarios. Nuestras boletas electorales van a ser las balas que disparen nuestros fusiles.De hoy en adelante, los marrazos de los mercenarios del Csar no encontrarn el pecho inermedel ciudadano que ejercita sus funciones cvicas, sino las bayonetas de los rebeldes prontas adevolver golpe por golpe.

    Seria insensato responder con la ley a quien no respeta la ley; seria absurdo abrir el Cdigopara defendernos de la agresin del pual o de la Ley Fuga. Talionizan? Talionicemos! Abalazos se nos quiere someter? Sometmoslos a balazos tambin!

    Ahora, a trabajar. Que se aparten los cobardes: no los queremos; para la Revolucin slo sealistan los valientes.

    Aqu estamos, como siempre, en nuestro puesto de combate. El martirio nos ha hecho msfuertes y ms resueltos; estamos prontos a ms grandes sacrificios. Venimos a decir al pueblomexicano que se acerca el da de su liberacin. A nuestra vista est la esplndida aurora delnuevo da; a nuestros odos llega el rumor de la tormenta salvadora que est prxima adesencadenarse; es que fermenta el espritu revolucionario; es que la Patria entera es un

    volcn a punto de escupir colrico el fuego de sus entraas. No ms paz! , es el grito de losvalientes; mejor la muerte que esta paz infame. La melena de los futuros hroes flota al aire alos primeros soplos de la tragedia que se avecina. Un acre, fuerte y sano aliento de guerravigoriza el medio afeminado. El apstol va anunciando de odo en odo cmo y cundocomenzar la catstrofe, y los rifles aguardan impacientes el momento de abandonar elescondite en que yacen, para lucir altaneros bajo el sol de los combates.

    Mexicanos: a la guerra!

    (De Regeneracin , septiembre 3 de 1910).

    A LOS PROLETARIOS

    Obreros, escuchad: muy pronto quedar rota la infame paz que por ms de treinta aos hemossufrido los mexicanos. La calma del momento contiene en potencia la insurreccin del maana.La revolucin es la consecuencia lgica de los mil hechos que han constituido el despotismoque ahora vemos en agona. Ella tiene que venir indefectiblemente, fatalmente, con lapuntualidad con que aparece de nuevo el sol para desvanecer la angustia de la noche. Y vais aser vosotros, obreros, la fuerza de esa revolucin Van a ser vuestros brazos los que empuenel fusil reivindicador. Vuestra va a ser la sangre que matizar el suelo patrio, como rojas flores

    de fuego. Si algunos ojos van a llorar su luto y su viudez, esos sern los de vuestras madres, devuestras esposas, de vuestras hijas. Vosotros, pues, vais a ser los hroes; vais a ser la espinadorsal de ese gigante de mil cabezas que se llama insurreccin; vais a ser el msculo de lavoluntad nacional convertida en fuerza.

    La revolucin tiene que efectuarse irremisiblemente, y, lo que es mejor todava, tiene quetriunfar, esto es, tiene que llegar a sangre y fuego hasta el cubil donde celebran su ltimo festnlos chacales que os han devorado en esta larga noche de treinta y cuatro aos. Pero es esotodo? No os parece absurdo llegar hasta el sacrificio por el simple capricho de cambiar deamos?

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    Obreros, amigos mos, escuchad: es preciso, es urgente que llevis a la revolucin que seacerca la conciencia de la poca; es preciso, es urgente que encarnis en la pugna magna elespritu del siglo. De lo contrario, la revolucin que con cario vemos incubarse en nada diferirde las ya casi olvidadas revueltas fomentadas por la burguesa y dirigidas por el caudillajemilitaresco, en las cuales no jugasteis el papel heroico de propulsores conscientes, sino el nadaairoso de carne de can.

    Sabedlo de una vez: derramar sangre para llevar al poder a otro bandido que oprima al pueblo,es un crimen, y eso ser lo que suceda si tomis las armas sin ms objeto que derribar a Dazpara poner en su lugar un nuevo gobernante.

    La larga opresin que ha sufrido el pueblo mexicano; la desesperacin que se ha apoderado detodos como el resultado de esa opresin, han fecundado en el alma entristecida del pueblo unasola ambicin: la de un cambio en los hombres del Gobierno. Ya no se soporta a los hombresactuales; se les odia con toda la fuerza de un odio por tanto tiempo comprimido, y la idea fija deun cambio de gobernantes ha venido a empequeecer los ideales; los principios salvadores hanquedado subordinados al solo deseo del cambio en la Administracin Pblica. Un ejemplotristsimo de la verdad de esto se encuentra en ese loco entusiasmo, en esa absurda alegracon que se acogi la candidatura de uno de los funcionarios ms perversos, de uno de los

    verdugos ms crueles que ha tenido la nacin mexicana: la candidatura de Bernardo Reyes.

    Cuando se lanz esa candidatura, no reflexion el pueblo mexicano acerca de la personalidaddel postulado. Lo interesante para l, para el pueblo, era el cambio. La desesperacin popularpareca haberse cristalizado en estas palabras: cualquiera, menos Daz, y como el que est apunto de rodar hacia un abismo, se asi de la candidatura revista como de un clavo ardiendo.Por fortuna, si Reyes es ambicioso, al mismo tiempo es cob8rde para ponerse frente a Daz yluchar contra l. Esa cobarda salv al pueblo mexicano de sufrir una tirana ms cruel, unaopresin ms salvaje, si cabe, que la que actualmente lamenta.

    Para evitar estos lamentables extravos, es preciso reflexionar. La revolucin es inminente: ni elGobierno ni los oposicionistas podrn detenerla. Un cuerpo cae por su propio peso,

    obedeciendo las leyes de la gravedad; una sociedad revolucionaria, obedeciendo leyessociolgicas incontrastables. Pretender oponerse a que la revolucin estalle, es una locura queslo puede cometer el pequeo grupo de interesados en que no suceda tal cosa. Y ya que larevolucin tiene que estallar, sin que nadie ni nada pueda contenerla, bueno es, obreros, quesaquis de ese gran movimiento popular todas las ventajas que trae en su seno y que serianpara la burguesa, si, inconscientes de vuestros derechos como clase productora de la riquezasocial, figuraseis en la contienda simplemente como mquinas de matar y de destruir, pero sinllevar en vuestros cerebros la idea clara y precisa de vuestra emancipacin y engrandecimientosociales.

    Tened en cuenta, obreros que sois los nicos productores de la riqueza. Casas, palacios,ferrocarriles, barcos, fbricas, campos cultivados, todo, absolutamente todo est hecho por

    vuestras manos creadoras y, sin embargo, de todo carecis. Tejis las telas, y andis casidesnudos; cosechis el grano, y apenas tenis un miserable mendrugo que llevar a la familia;edificis casas y palacios, y habitis covachas y desvanes: los metales que arrancis de latierra slo sirven para hacer ms poderosos a vuestros amos, y, por lo mismo, ms pesada yms dura vuestra cadena. Mientras ms producs, ms pobres sois y menos libres, por lasencilla razn de que hacis a vuestros seores ms ricos y ms libres, porque la libertadpoltica slo aprovecha a los ricos. As pues, si vais a la revolucin con el propsito de derribarel despotismo de Porfirio Daz, cosa que lograris indudablemente, porque el triunfo es seguro,si os va bien despus del triunfo, obtendris un Gobierno que ponga en vigor la Constitucin de1857, y, con ello, habris adquirido, al menos por escrito, vuestra libertad poltica; pero en la

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    prctica seguiris siendo tan esclavos como hoy, y como hoy slo tendris un derecho: el dereventar de miseria.

    La libertad poltica requiere la concurrencia de otra libertad para ser efectiva: esa libertad es laeconmica: los ricos gozan de libertad econmica y es por ello por lo que son los nicos que sebenefician con la libertad poltica.

    Cuando la Junta Organizadora del Partido Liberal mexicano formul el programa promulgado enSt, Louis, Mo., el 1 de julio de 1906, tuvo la conviccin, conviccin que tiene todava, firmsimaconviccin que guarda con cario, de que la libertad poltica debe ir acompaada de la libertadeconmica para ser efectiva, Por eso se exponen en el programa los medios que hay queemplear para que el proletariado mexicano pueda conquistar su independencia econmica.

    Si a la lucha que se aproxima no llevis la conviccin de que sois los productores de la riquezasocial, y de que por ese solo hecho tenis el derecho no slo de vivir, sino de gozar de todas lascomodidades materiales, y de todos los beneficios morales e intelectuales de que ahora seaprovechan exclusivamente vuestros amos, no haris obra revolucionaria tal como la sientenvuestros hermanos de los pases ms cultos. Si no sois conscientes de vuestros derechos comoclase productora, la burguesa se aprovechar de vuestro sacrificio, de vuestra sangre y del

    dolor de los vuestros, del mismo modo que hoy se aprovecha de vuestro trabajo, de vuestrasalud y de vuestro porvenir en la fbrica, en el campo, en el taller, en la mina.

    As pues, obreros, es necesario que os deis cuenta de que tenis ms derechos que los que osotorga la Constitucin poltica de 1857, y, sobre todo, convenceos de que por el solo hecho devivir y de formar parte de la humanidad, tenis el inalienable derecho a la felicidad. La felicidadno es patrimonio exclusivo de vuestros amos y seores, sino vuestro tambin y con mejorderecho de vuestra parte, porque sois los que producs todo lo que hace amena y confortable lavida.

    Ahora slo me resta exhortaros a que no desmayis. Veo en vosotros el firme propsito delanzaros a la revolucin para derribar el despotismo ms vergonzoso, ms odioso que ha

    pesado sobre la raza mexicana: el de Porfirio Daz. Vuestra actitud merece el aplauso de todohombre honrado; pero os repito, llevar al combate la conciencia de que la revolucin se hacepor vosotros, de que el movimiento se sostiene con vuestra sangre y de que los frutos de esalucha sern vuestros y de vuestras familias, si sostenis con la entereza que da la conviccin devuestro derecho a gozar de todos los beneficios de la civilizacin.

    Proletarios: tened presente que vais a ser el nervio de la revolucin; id a ella, no como elganado que se lleva al matadero, sino como hombres conscientes de todos sus derechos. Id ala lucha: tocad resueltamente a las puertas de la epopeya; la gloria os espera impaciente deque no hayis hecho pedazos todava vuestras cadenas en el crneo de vuestros verdugos.

    (De Regeneracin , 3 de septiembre de 1910).

    EL DERECHO DE REBELIN

    Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. Una claridad inquietante comienza a disipar lassombras que en el horizonte amonton el crimen, y en la lividez del paisaje parece adivinarse lasilueta de un gigante que avanza: es la Insurreccin.

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    El Buitre Viejo se sumerge en el abismo de su conciencia, hurga los lodos del bajo fondo; peronada haya en aquellas negruras que le explique el por qu de la rebelin. Acude entonces a losrecuerdos; hombres y cosas y fechas y circunstancias pasan por su mente como un desfiledantesco; pasan los mrtires de Veracruz, plidos, mostrando las heridas de sus cuerpos,recibidas una noche a la luz de un farolillo, en el patio de un cuartel, por soldados borrachosmandados por un jefe borracho tambin de vino y de miedo; pasan los obreros de ElRepublicano , lvidos, las ropas humildes y las carnes desgarradas por los sables y las

    bayonetas de los esbirros; pasan las familias de Papantla, ancianos, mujeres, nios, acribilladosa balazos; pasan los obreros de Cananea, sublimes en su sacrificio chorreando sangre; pasanlos trabajadores de Ro Blanco, magnficos, mostrando las heridas denunciadoras del crimenoficial; pasan los mrtires de Juchitn, de Velardea, de Monterrey, de Acayucan, de Tomochic;pasan Ordoez, Olmos y Contreras, Rivero Echegaray, Martnez, Valadez, Martnez Carren;pasan Ramrez Terrn, Garca de la Cadena, Ramn Corona; pasan Ramrez Bonilla, Albertos,Kaukum, Leyva. Luego pasan legiones de espectros, legiones de viudas, legiones dehurfanos, legiones de prisioneros y el pueblo entero pasa, desnudo, mascilento, dbil por laignorancia y el hambre.

    El Buitre Viejo alisa con rabia las plumas alborotadas por el torbellino de los recuerdos, sinencontrar en stos el porqu de la Revolucin. Su conciencia de ave de rapia justifica la

    muerte. Hay cadveres? La vida est asegurada.

    As viven las clases dominantes: del sufrimiento y de la muerte de las clases dominadas, ypobres y ricos, oprimidos y dspotas, en virtud de la costumbre y de las preocupacionesheredadas, consideran natural este absurdo estado de cosas.

    Pero un da uno de los esclavos toma un peridico, y lo lee: es un peridico libertario. En l seve cmo el rico abusa del pobre sin ms derecho que el de la fuerza y la astucia; en l se vecmo el gobierno abusa del pueblo sin otro derecho que el de la fuerza. El esclavo piensaentonces y acaba por concluir que, hoy como ayer, la fuerza es soberana, y, consecuente consu pensamiento, de hace rebelde. A la fuerza no se la domina con razones: a la fuerza se ladomina con la fuerza.

    El derecho de rebelin penetra en las conciencias, el descontento crece, el malestar se haceinsoportable, la protesta estalla al fin y se inflama el ambiente. Se respira una atmsfera fuertepor los eluvios de rebelda que la saturan y el horizonte comienza a aclararse. Desde lo alto desu roca el Buitre Viejo acecha. De las llanadas no suben ya rumores de quejas, ni de suspiros nide llantos: es rugido el que se escucha. Baja la vista y se estremece: no percibe una solaespalda; es que el pueblo se ha puesto de pie.

    Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebao de lomos tostados porel sol, ya no es la muchedumbre srdida de resignados y de sumisos, sino la hueste derebeldes que se lanza a la conquista de la tierra ennoblecida porque al fin la pisan hombres.

    El derecho de rebelin es sagrado porque su ejercicio es indispensable para romper losobstculos que se oponen al derecho de vivir. Rebelda, grita la mariposa, al romper el capulloque la aprisiona; rebelda, grita la yema al desgarrar la recia corteza que cierra el paso;rebelda, grita el grano en el surco al agrietar la tierra para recibir los rayos del sol; rebelda,grita el tierno ser humano al desgarrar las entraas maternas; rebelda, grita el pueblo cuandose pone de pie para aplastar a tiranos y explotadores.

    La rebelda es la vida: la sumisin es la muerte. Hay rebeldes en un pueblo? La vida estasegurada y asegurados estn tambin el arte y la ciencia y la industria. Desde Prometeo hastaKropotkin, los rebeldes han hecho avanzar a la humanidad.

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    Supremo derecho de los instantes supremos es la rebelda. Sin ella, la humanidad andaraperdida an en aquel lejano crepsculo que la Historia llama la Edad de la Piedra , sin ella lainteligencia humana hace tiempo que habra naufragado en el lodo de los dogmas; sin ella, lospueblos viviran an de rodillas ante los principios del derecho divino; sin ella, esta Amricahermosa continuara durmiendo bajo la proteccin del misterioso ocano; sin ella, los hombresveran aun perfilarse los recios contornos de esa afrenta humana que se llam la Bastilla.

    Y el Buitre Viejo acecha desde lo alto de su roca, fija la sanguinolenta pupila en el gigante queavanza sin darse cuenta an del por qu de la insurreccin. El derecho de rebelin no loentienden los tiranos.

    (De Regeneracin , 10 de septiembre de 1910).

    PREDICAR LA PAZ ES UN CRIMEN

    Trmulo y plido, inquieta la mirada, colgante el belfo, un hombre se abre paso por entre lamultitud, y dando tropezones, arrastrando los pies como si fueran de plomo, sube a la tribuna:es el Miedo quien va a hablar. Filosofa de bestias de cuadra es la que predica. La paz es buena , dice; la paz es un gran bien, La vida es dulce y es amable , prosigue; cuidemos, pues, la vida .

    Momentos antes, altivos tribunos haban sacudido a aquella multitud, y el herosmo, el arrojo yla rebelde audacia haban hecho vibrar aquellas almas, almas proletarias, espritus taciturnos devencidos seculares que, al grito de rebelin, haban sentido levantarse de los ms escondidosrincones de su ser el ansia de los hroes, el coraje de los bravos. Un grito ms, y aquellosesclavos habran dejado caer con rabia ese fardo que los encorva y los somete con mseficacia que el presidio y el cadalso: el respeto a los de arriba. Pero el Miedo se encarama y

    habla; sus palabras pasan sobre aquellas cabezas como un soplo de invierno; y losentusiasmos se apagan, el ansia ardiente se entumece, y aquellos seres humanos, que habanpodido llegar a los umbrales del herosmo e iban ya a franquear sus puertas, abren los ojos conespanto y retroceden para caer de nuevo envilecidos y sumisos a los pies de sus verdugos,repitiendo las palabras malditas: la paz es buena; la paz es un gran bien .

    Esta es la historia de todos los humanos esfuerzos hacia la libertad y la felicidad. Poniendo enriesgo su vida y su bienestar, habla el apstol. Los esclavos se enderezan y escuchan. Lavvida palabra del apstol cae sobre las almas entristecidas por el secular dolor como unblsamo bienhechor. Es un consuelo saber que todos, por el solo hecho de nacer, tenemosderecho a vivir y a ser felices. No somos felices? Es que hay alguien que pone obstculos allibre disfrute de la felicidad. Y el apstol habla entonces del amo, del fraile, del soldado y del

    gobernante. Estos pesan sobre los proletarios desde que apareci el primer ladrn que dijo:este pedazo de tierra es mo , y desde entonces han moldeado a su antojo la inteligenciahumana, amedrentndola unos con el temor al infierno y aterrorizndola otros con el calabozo yla muerte. De aqu deriva el religioso respeto a los de arriba; respeto al fraile que embrutece;respeto al soldado que asesina; respeto al gobernante que oprime; respeto al amo que vive deltrabajo de los parias, y ese respeto prescrito por las leyes, tan admirablemente dispuestas quecon ellas slo se benefician los de arriba y se perjudican los de abajo, oprime a la humanidad, lahace esclava, la hace desgraciada porque quita el derecho al libre examen, arrebata laprerrogativa de gozar de todos los bienes con que nos brinda la naturaleza, nos tienta lacivilizacin y hace al hombre incapaz de levantar la vista y mirar de frente a sus opresores.

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    Contra ese respeto habla el apstol y sus palabras son inyecciones de santa soberbia quevigoriza a las multitudes. El deseo de ser libres se apodera y el espritu de la justicia inmortalparece que al fin se decide a echar sus races en el corazn del hombre. Pero viene el Miedo yhabla; se sobrecogen de terror los corazones; los brazos ms firmes dejan caer con desalientolas armas libertarias y de los labios envilecidos brotan una por una las odiosas palabras: la vida es dulce y amable; cuidemos, pues, la vida .

    Y bien, predicar la paz es un crimen. Predicar la paz cuando el tirano nos deshonraimponindonos su voluntad; cuando el rico nos extorsiona hasta convertirnos en sus esclavos;cuando el Gobierno, y la Burguesa y el Clero matan toda aspiracin y toda esperanza; predicarla paz en tales circunstancias es cobarde, es vil, es criminal. La paz con cadenas es una afrentaque se debe rechazar. Hay paz en la ergstula, hay paz en el cementerio, hay paz en elconvento; pero esa paz no es vida; esa paz no enaltece; esa es la paz de Porfirio Daz, la pazen que medra el eunuco y se prostituye el ciudadano; la paz de los Faraones, la paz de losCzares, la paz de los Csares, la paz de los strapas del Oriente. Una paz as, maldita sea!

    Contra una paz as debemos rebelarnos todos los que todava andamos en dos pies. La muerteen medio de la Revolucin es ms dulce que la vida en medio de la opresin. La libertad o lamuerte, debe ser nuestro grito, y a su conjuro levantmonos todos para aplastar, primero, a los

    cobardes que predican la paz; en seguida, a los tiranos.

    Primero a los cobardes, porque ellos son el ms seguro apoyo de todo despotismo y losenemigos ms peligrosos de todo progreso. Blasfemia , gritan los cobardes. Si, benditablasfemia, responde el revolucionario; blasfemia creadora; blasfemia vidente; blasfemia sabia;blasfemia justa. La blasfemia puso sus manos en los altares y los tronos de la Tierra, y los hizopedazos; la blasfemia se elev al cielo donde otra corte, la celestial, imperaba y la hizo aicoscon la razn dejando en su lugar soles magnficos cuya composicin qumica nos dio a conocer;la blasfemia rompi el freno con que la ignorancia tenia fija a la Tierra en un punto del espacio yla ech a rodar en su elipse gloriosa alrededor del Sol; la blasfemia arranc el rayo de lasmanos de Jpiter y lo redujo a prisin en la botella de Leyden, e infatigable y audaz lablasfemia, despus de haber llegado al cielo y derribado dioses; despus de haber encadenado

    las fuerzas ciegas de la naturaleza; despus de haber descubierto la impostura del derechodivino de los llamados seores de la Tierra; despus de haber escudriado los mares hastaencontrar el protoplasma, o sea la ms pequea raz del rbol zoolgico cuyo ms bello fruto esel hombre, se levanta serena, con la serenidad augusta de la Ciencia, para formular ante elCapital esta sencilla pregunta: por qu reinas?

    Obreros de la Revolucin: cultivad la irreverencia.

    (De Regeneracin , 17 de septiembre de 1910).

    A LA MUJER

    Compaeras: la catstrofe est en marcha, airados los ojos, el rojo pelo al aire, nerviosas lasmanos prontas a llamar a las puertas de la patria. Espermosla con serenidad. Ella, aunque traeen su seno la muerte, es anuncio de vida, es heraldo de esperanza. Destruir y crear al mismotiempo; derribar y construir. Sus puos son los puos formidables del pueblo en rebelin. Notrae rosas ni caricias: trae un hacha y una tea.

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    Interrumpiendo el milenario festn de los satisfechos, la sedicin levanta la cabeza, y la frase deBaltasar se ha convertido con los tiempos en un puo crispado suspendido sobre la cabeza delas llamadas clases directoras.

    La catstrofe est en marcha. Su tea producir el incendio en que ardern el privilegio y lainjusticia. Compaeras, no temis la catstrofe. Vosotras constitus la mitad de la especiehumana, y, lo que afecta a sta, afecta a vosotras como parte integrante de la humanidad. Si el

    hombre es esclavo, vosotras lo sois tambin. La cadena no reconoce sexos; la infamia queavergenza al hombre os infama de igual modo a vosotras. No podis sustraeros a lavergenza de la opresin: la misma garra que acogota al hombre os estrangula a vosotras.

    Necesario es, pues, ser solidarios en la gran contienda por la libertad y la felicidad. Soismadres? Sois esposas? Sois hermanas? Sois hijas? Vuestro deber es ayudar al hombre;estar con l cuando vacila, para animarlo; volar a su lado cuando sufre para endulzar su pena yrer y cantar con l cuando el triunfo sonre. Que no entendis de poltica? No es sta unacuestin de poltica: es una cuestin de vida o muerte. La cadena del hombre es la vuestra ay!y tal vez ms pesada y ms negra y ms infamante es la vuestra. Sois obrera? Por el solohecho de ser mujer se os paga menos que al hombre y se os hace trabajar ms; tenis quesufrir las impertinencias del capataz o del amo, y si adems sois bonita, los amos asediarn

    vuestra virtud, os cercarn, os estrecharn a que les deis vuestro corazn, y si flaqueis, os lorobarn con la misma cobarda con que os roban el producto de vuestro trabajo.

    Bajo el imperio de la injusticia social en que se pudre la humanidad, la existencia de la mujeroscila en el campo mezquino de su destino, cuyas fronteras se pierden en la negrura de lafatiga y el hambre o en las tinieblas del matrimonio y la prostitucin.

    Es necesario estudiar, es preciso ver, es indispensable escudriar pgina por pgina de esesombro libro que se llama la vida, agrio zarzal que desgarra las carnes del rebao humano,para darse cuenta exacta de la participacin de la mujer en el universal dolor.

    El infortunio de la mujer es tan antiguo, que su origen se pierde en la penumbra de la leyenda.

    En la infancia de la humanidad se consideraba como una desgracia para la tribu el nacimientode una nia. La mujer labraba la tierra, traa lea del bosque y agua del arroyo, cuidaba elganado, ordeaba las vacas y las cabras, construa la choza, haca las telas para los vestidos,cocinaba la comida, cuidaba los enfermos y los nios. Los trabajos ms sucios erandesempeados por la mujer. Si se mora de fatiga un buey, la mujer ocupaba su lugararrastrando el arado, y cuando la guerra estallaba entre dos tribus enemigas, la mujer cambiabade dueo; pero continuaba, bajo el ltigo del nuevo amo, desempeando sus funciones debestia de carga.

    Ms tarde, bajo la influencia de la civilizacin griega, la mujer subi un peldao en laconsideracin de los hombres. Ya no era la bestia de carga del clan primitivo ni haca la vidaclaustral de las sociedades del Oriente; su papel entonces fue el de productora de ciudadanos

    para la patria, si perteneca a una familia libre, o de siervos para la gleba, si su condicin era deilota.

    El cristianismo vino despus a agravar la situacin de la mujer con el desprecio a la carne. Losgrandes padres de la Iglesia formularon los rayos de su clera contra las gracias femeninas; ySan Agustn, Santo Toms y otros santos, ante cuyas imgenes se arrodillan ahora las pobresmujeres, llamaron a la mujer hija del demonio, vaso de impureza, y la condenaron a sufrir lastorturas del infierno.

    La condicin de la mujer en este siglo vara segn su categora social; pero a pesar de ladulcificacin de las costumbres, a pesar de los progresos de la filosofa, la mujer sigue

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    subordinada al hombre por la tradicin y por la ley. Eterna menor de edad, la ley la pone bajo latutela del esposo; no puede votar ni ser votada, y para poder celebrar contratos civiles, forzosoes que cuente con bienes de fortuna.

    En todos los tiempos la mujer ha sido considerada como un ser inferior al hombre, no slo por laley, sino tambin por la costumbre, y a ese errneo e injusto concepto se debe el infortunio quesufre desde que la humanidad se diferenciaba apenas de la fauna primitiva por el uso del fuego

    y el hacha de slex.

    Humillada, menospreciada, atada con las fuertes ligaduras de la tradicin al potro de unainferioridad irracional, familiarizada por el fraile con los negocios del cielo, pero totalmenteignorante de los problemas de la tierra, la mujer se encuentra de improviso envuelta en eltorbellino de la actividad industrial que necesita brazos, brazos baratos sobre todo, para hacerfrente a la competencia provocada por la voracidad de los prncipes del dinero y echa garra deella, aprovechando la circunstancia de que no est educada como el hombre para la guerraindustrial, no est organizada con las de su clase para luchar con sus hermanos lostrabajadores contra la rapacidad del capital.

    A esto se debe que la mujer, aun trabajando ms que el hombre, gana menos, y que la miseria,

    y el maltrato y el desprecio son hoy, como lo fueron ayer, los frutos amargos que recoge portoda una existencia de sacrificio, El salario de la mujer es tan mezquino que con frecuenciatiene que prostituirse para poder sostener a los suyos cuando en el mercado matrimonial noencuentra un hombre que la haga su esposa, otra especie de prostitucin sancionada por la leyy autorizada por un funcionario pblico, porque prostitucin es y no otra cosa, el matrimonio,cuando la mujer se casa sin que intervenga para nada el amor, sino slo el propsito deencontrar un hombre que la mantenga, esto es, vende su cuerpo por la comida, exactamentecomo lo practica la mujer perdida, siendo esto lo que ocurre en la mayora de los matrimonios.

    Y qu podra decirse del inmenso ejrcito de mujeres que no encuentran esposo? La carestacreciente de los artculos de primera necesidad, el abaratamiento cada vez ms inquietante delprecio del trabajo humano, como resultado del perfeccionamiento de la maquinaria, unido todo a

    las exigencias, cada vez ms grandes, que crea el medio moderno, incapacitan al hombreeconmicamente a echar sobre s una carga ms: la manutencin de una familia. La institucindel servicio militar obligatorio que arranca del seno de la sociedad a un gran nmero de varonesfuertes y jvenes, merma tambin la oferta masculina en el mercado matrimonial. Lasemigraciones de trabajadores, provocadas por diversos fenmenos econmicos o polticos,acaban por reducir todava ms el nmero de hombres capacitados para contraer matrimonio.El alcoholismo, el juego y otros vicios y diversas enfermedades reducen an ms la cifra de loscandidatos al matrimonio. Resulta de esto que el nmero de hombres aptos para contraermatrimonio es reducidsimo y que, como una consecuencia, el nmero de solteras seaalarmante, y como su situacin es angustiosa, la prostitucin engrosa cada vez ms sus filas yla raza humana degenera por el envilecimiento del cuerpo y del espritu.

    Compaeras: este es el cuadro espantoso que ofrecen las modernas sociedades. Por estecuadro veis que hombres y mujeres sufren por igual la tirana de un ambiente poltico y socialque est en completo desacuerdo con los progresos de la civilizacin y las conquistas de lafilosofa. En los momentos de angustia, dejad de elevar vuestros bellos ojos al cielo; ah estnaqullos que ms han contribuido a hacer de vosotras las eternas esclavas. El remedio estaqu, en la Tierra, y es la rebelin.

    Haced que vuestros esposos, vuestros hermanos, vuestros padres, vuestros hijos y vuestrosamigos tomen el fusil. A quien se niegue a empuar un arma contra la opresin, escupidle elrostro.

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    La catstrofe est en marcha. Jimnez y Acayucan, Palomas, Viesca, Las Vacas y Valladolidson las primeras rachas de su aliento formidable. Paradoja trgica: la libertad, que es vida, seconquista repartiendo la muerte.

    (De Regeneracin , 24 de septiembre de 1910).

    VAMOS HACIA LA VIDA

    No vamos los revolucionarios en pos de una quimera: vamos en pos de la realidad. Los pueblosya no toman las armas para imponer un dios o una religin, los dioses se pudren en los librossagrados; las religiones se deslen en las sombras de la indiferencia. El Corn, los Vedas, laBiblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses tristes como el sol en uncrepsculo de invierno.

    Vamos hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es la tierra. Ya no haymanos que empuen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Al yace en las vitrinas de losmuseos. Las hordas del dios de Israel se hacen ateas. El polvo de los dogmas vadesapareciendo al soplo de los aos.

    Los pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de otro. Las grandesconmociones sociales que tuvieron su gnesis en las religiones, han quedado petrificadas en lahistoria. La Revolucin francesa conquist el derecho de pensar; pero no conquist el derechode vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los pases y detodas las razas.

    Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado alcorazn de la gleba como un roco bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir

    significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad.

    La desigualdad social muri en teora al morir la metafsica por la rebelda del pensamiento. Esnecesario que muera en la prctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombreslibres de la tierra.

    He aqu por qu los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos porabstracciones, sino por materialidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya queforzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y noa determinada casta social.

    Por eso nos escuchan las multitudes; por eso nuestra voz llega hasta las masas y las sacude y

    las despierta, y, pobres como somos, podemos levantar un pueblo.

    Somos la plebe; pero no la plebe de los Faraones, mustia y doliente; ni la plebe de los Csares,abyecta y servil; ni la plebe que bate palmas al paso de Porfirio Daz. Somos la plebe rebelde alyugo; somos la plebe de Espartaco, la plebe que con Munzer proclama la igualdad, la plebe quecon Camilo Desmoulins aplasta la Bastilla, la plebe que con Hidalgo incendia Granaditas,somos la plebe que con Jurez sostiene la Reforma.

    Somos la plebe que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatrovientos como Un trueno esta frase formidable: Todos tenemos derecho a ser libres y felices! Yel pueblo, que ya no espera que descienda a algn Sina la palabra de Dios grabada en unas

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    tablas, nos escucha. Debajo de las burdas telas se inflaman los corazones de los leales. En lasnegras pocilgas, donde se amontonan y pudren los que fabrican la felicidad de los de arriba,entra un rayo de esperanza. En los surcos medita el pen. En el vientre de la Tierra el minerorepite la frase a sus compaeros de cadenas. Por todas partes se escucha la respiracinanhelosa de los que van a rebelarse. En la oscuridad, mil manos nerviosas acarician el arma ymil pechos impacientes consideran siglos los das que faltan para que se escuche este grito dehombres: rebelda!

    El miedo huye de los pechos: slo los viles lo guardan. El miedo es un fardo pesado, del que sedespojan los valientes que se avergenzan de ser bestias de carga. Los fardos obligan aencorvarse, y los valientes quieren andar erguidos. Si hay que soportar algn peso, que sea unpeso digno de titanes; que sea el peso del mundo o de un universo de responsabilidades.

    Sumisin! es el grito de los viles; rebelda! es el grito de los hombres. Luzbel, rebelde, es msdigno que el esbirro Gabriel, sumiso.

    Bienaventurados los corazones donde enraza la protesta. Indisciplina y rebelda!, bellas floresque no han sido debidamente cultivadas.

    Los timoratos palidecen de miedo y los hombres serios se escandalizan al or nuestraspalabras; los timoratos y los hombres serios de maana las aplaudirn. Los timoratos y losserios de hoy, que adoran a Cristo, fueron los mismos que ayer lo condenaron y lo crucificaronpor rebelde. Los que hoy levantan estatuas a los hombres de genio, fueron los que ayer lospersiguieron, los cargaron de cadenas o los echaron a la hoguera. Los que torturaron a Galileoy le exigieron su retractacin, hoy lo glorifican; los que quemaron vivo a Giordano Bruno, hoy loadmiran; las manos que tiraron de la cuerda que ahorc a John Brown, el generoso defensor delos negros, fueron las mismas que ms tarde rompieron las cadenas de la esclavitud por laguerra de secesin; los que ayer condenaron, excomulgaron y degradaron a Hidalgo, hoy loveneran; las manos temblorosas que llevaron la cicuta a los labios de Scrates, escriben hoyllorosas apologas de ese titn del pensamiento.

    Todo hombre -dice Carlos Malato- es a la vez el reaccionario de otro hombre y el revolucionario de otro tambin .

    Para los reaccionarios -hombres serios de hoy- somos revolucionarios; para los revolucionariosde maana nuestros actos habrn sido de hombres serios . Las ideas de la humanidad varansiempre en el sentido del progreso, y es absurdo pretender que sean inmutables como lasfiguras de las plantas y los animales impresas en las capas geolgicas.

    Pero si los timoratos y los hombres serios palidecen de miedo y se escandalizan con nuestradoctrina, la gleba se alienta. Los rostros que la miseria y el dolor han hecho feos, setransfiguran; por las mejillas tostadas ya no corren lgrimas; se humanizan las caras, todavamejor, se divinizan, animadas por el fuego sagrado de la rebelin. Qu escultor ha esculpido

    jams un hroe feo? Qu pintor ha dejado en el lienzo la figura deforme de algn hroe? Hayuna luz misteriosa que envuelve a los hroes y los hace deslumbradores. Hidalgo, Jurez,Morelos, Zaragoza, deslumbran como soles. Los griegos colocaban a sus hroes entre lossemidioses.

    Vamos hacia la vida; por eso se alienta la gleba, por eso ha despertado el gigante y por eso noretroceden los bravos. Desde su Olimpo, fabricado sobre las piedras de Chapultepec, un Jpiterde zarzuela pone precio a las cabezas de los que luchan; sus manos viejas firman sentenciasde canbales; sus canas deshonradas se rizan como los pelos de un lobo atacado de rabia.Deshonra de la ancianidad, este viejo perverso se aferra a la vida con la desesperacin de un

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    nufrago. Ha quitado la vida a miles de hombres y lucha a brazo partido con la muerte para noperder la suya.No importa; los revolucionarios vamos adelante. El abismo no nos detiene: el agua es ms belladespendose.

    Si morimos, moriremos como soles: despidiendo luz.

    Nota.- Este artculo fue escrito en San Francisco, California, en julio de 1907, y publicado en el mismomes en Los Angeles, Cal., en un peridico llamado Revolucin. Despus se volvi a reimprimir en elnmero 5 de Regeneracin, del 1 de octubre de 1910.

    TIERRA

    Millones de seres humanos dirigen en estos momentos al cielo su triste mirada, con laesperanza de encontrar ms all de las estrellas que alcanzan a ver, ese algo que es el todo

    porque constituye el fin, forma el objeto del doloroso esfuerzo, del penoso batallar de la especiehombre desde que sus pasos vacilantes la pusieron un palmo adelante de las especiesirracionales: ese algo es la felicidad.

    La felicidad! La felicidad no es de este mundo , dicen las religiones: la felicidad est en el cielo,est ms all de la tumba . Y el rebao humano levanta la vista, e ignorante de la ciencia delcielo, piensa que este est muy lejos cuando sus pies se apoyan precisamente en este astro,que con sus hermanos constituye la gloria y la grandeza del Firmamento.

    La Tierra forma parte del cielo; la humanidad, por lo mismo, est en el cielo. No hay quelevantar la vista con la esperanza de encontrar la felicidad detrs de esos astros queembellecen nuestras noches: la felicidad est aqu, en el astro Tierra, y no se conquista con

    rezos, no se consigue con oraciones, ni ruegos, ni humillaciones ni llantos: hay que disputarlade pie y por la fuerza, porque los dioses de la Tierra no son como los de las religiones: blandosa la oracin y al ruego; los dioses de la Tierra tienen soldados, tienen polizontes, tienen jueces,tienen verdugos, tienen presidios, tienen horcas, tienen leyes, todo lo cual constituye lo que sellama instituciones, montaas escarpadas que impiden a la humanidad alargar el brazo yapoderarse de la Tierra, hacerla suya, someterla a su servicio, con lo que se hara de lafelicidad el patrimonio de todos y no el privilegio exclusivo de los pocos que hoy la detentan.

    La Tierra es de todos. Cuando hace millones de millones de aos no se desprenda an laTierra del grumo catico que andando el tiempo haba de dotar al firmamento de nuevos soles,y despus, por el sucesivo enfriamiento de ellos, de planetas ms o menos bien acondicionadospara la vida orgnica, este planeta no tenia dueo, Tampoco tenia dueo la Tierra cuando la

    humanidad hacia de cada viejo tronco del bosque o de cada caverna de la montaa unavivienda y un refugio contra la intemperie y contra las fieras. Tampoco tenia dueo la Tierracuando ms adelantada la humanidad en la dolorosa va de su progreso lleg al periodopastoril: donde haba pastos, all se estacionaba la tribu que posea en comn los ganados. Elprimer dueo apareci con el primer hombre que tuvo esclavos para labrar los campos, y parahacerse dueo de esos esclavos y de esos campos necesit hacer uso de las armas y llevar laguerra a una tribu enemiga. Fue, pues, la violencia el origen de la propiedad territorial, y por laviolencia se ha sostenido desde entonces hasta nuestros das.

    Las invasiones, las guerras de conquista, las revoluciones polticas, las guerras para dominarmercados, los despojos llevados a cabo por los gobernantes o sus protegidos son los ttulos de

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    la propiedad territorial, ttulos sellados con la sangre y con la esclavitud de la humanidad; y estemonstruoso origen de un derecho absurdo, porque se basa en el crimen, no es un obstculopara que la ley llame sagrado ese derecho, como que son los detentadores mismos de la Tierralos que han escrito la ley.

    La propiedad territorial se basa en el crimen, y, por lo mismo, es una institucin inmoral. Estainstitucin es la fuente de todos los males que afligen al ser humano. El vicio, el crimen, la

    prostitucin, el despotismo, de ella nacen. Para protegerla se hacen necesarios el ejrcito, la judicatura, el parlamento, la polica, el presidio, el cadalso, la iglesia, el gobierno y un enjambrede empleados y de znganos, siendo todos ellos mantenidos precisamente por los que notienen un terrn para reclinar la cabeza, por los que vinieron a la vida cuando la Tierra estabaya repartida entre unos cuantos bandidos que se la apropiaron por la fuerza o entre losdescendientes de esos bandidos, que han venido poseyndola, por el llamado derecho deherencia.

    La Tierra es el elemento principal del cual se extrae o se hace producir todo lo que es necesariopara la vida. De ella se extraen los metales tiles: carbn, piedra, arena, cal, sales. Cultivndolaproduce toda clase de frutos alimenticios y de lujo. Sus praderas proporcionan alimento alganado, mientras sus bosques brindan su madera y las fuentes sus lneas generadoras de vida

    y de belleza. Y todo esto pertenece a unos cuantos, hace felices a unos cuantos, da poder aunos cuantos, cuando la Naturaleza lo hizo para todos.

    De esta tremenda injusticia nacen todos los males que afligen a la especie humana al producirla miseria. La miseria envilece, la miseria prostituye, la miseria empuja al crimen, la miseriabestializa el rostro, el cuerpo y la inteligencia.

    Degradadas, y, lo que es peor, sin conciencia de su vergenza, pasan las generaciones enmedio de la abundancia y de la riqueza sin probar la felicidad acaparada por unos pocos. Alpertenecer la Tierra a unos cuantos, los que no la poseen tienen que alquilarse a los que laposeen para siquiera tener en pie la pie y la osamenta. La humillacin del salario o el hambre:ste es el dilema con que la propiedad territorial recibe a cada nuevo ser que viene a la vida;

    dilema de hierro que empuja a la humanidad a ponerse ella misma las cadenas de la esclavitud,si no quiere perecer de hambre o entregarse al, crimen o a la prostitucin.

    Preguntad ahora por qu oprime el Gobierno, por qu roba o mata el hombre, por qu seprostituye la mujer. Detrs de las rejas de esos pudrideros de carne y de espritu que se llamanpresidios, miles de infortunados pagan con la tortura de su cuerpo y la angustia de su espritulas consecuencias de ese crimen elevado por la ley a la categora de derecho sagrado: lapropiedad territorial. En el envilecimiento de la casa pblica, miles de jvenes mujeresprostituyen su cuerpo y estropean su dignidad, sufriendo igualmente las consecuencias de lapropiedad territorial. En los asilos, en los hospicios, en las casas de expsitos, en los hospitales,en todos los sombros lugares donde se refugian la miseria, el desamparo y el dolor humanos,sufren las consecuencias de la propiedad territorial hombres y mujeres, ancianos y nios. Y

    presidiarios, mendigos, prostitutas, hurfanos y enfermos levantan los ojos al cielo con laesperanza de encontrar ms all de las estrellas que alcanzan a ver, la felicidad que aqu lesroban los dueos de la Tierra.

    Y el rebao humano, inconsciente de su derecho a la vida, torna a encorvar las espaldastrabajando para otros esta tierra con que la Naturaleza lo obsequi, perpetuando con susumisin el imperio de la injusticia.

    Pero de la masa esclava y enlodada surgen los rebeldes; de un mar de espaldas emergen lascabezas de los primeros revolucionarios. El rebao tiembla presintiendo el castigo; la tirana

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    tiembla presintiendo el ataque, y, rompiendo el silencio, un grito, que parece un trueno, ruedasobre las espaldas y llega hasta los tronos: Tierra!

    Tierra! , gritaron los Gracos; Tierra! , gritaron los anabaptistas de Munzer; Tierra! , grit Babeuf;Tierra! , grit Bakounine; Tierra! , grit Ferrer; Tierra! , grita la Revolucin mexicana, y este gritoahogado cien veces en sangre en el curso de las edades; este grito que corresponde a una ideaguardada con cario a travs de los tiempos por todos los rebeldes del planeta; este grito

    sagrado transportar al cielo con que suean los msticos a este valle de lgrimas cuando elganado humano deje de lanzar su triste mirada al infinito y la fije aqu, en este astro que seavergenza de arrastrar la lepra de la miseria humana entre el esplendor y la grandeza de sushermanos del cielo.

    Taciturnos esclavos de la gleba, resignados peones del campo, dejad el arado. Los clarines deAcayucan y Jimnez, de Palomas y las Vacas, de Viesca y Valladolid, os convocan a la guerrapara que tomis posesi6n de esa Tierra, a la que dais vuestro sudor, pero que os niega susfrutos porque habis consentido con vuestra sumisin que manos ociosas se apoderen de loque os pertenece, de lo que pertenece a la humanidad entera, de lo que no puede pertenecer aunos cuntos hombres, sino a todos los hombres y a todas las mujeres que, por el solo hechode vivir, tienen derecho a aprovechar en comn, por medio del trabajo, toda la riqueza que la

    Tierra es capaz de producir.

    Esclavos, empuad el winchester. Trabajad la Tierra cuando hayis tomado posesin de ella.Trabajar en estos momentos la Tierra es remacharse la cadena, porque se produce msriqueza para los amos y la riqueza es poder, la riqueza es fuerza, fuerza fsica y fuerza moral, ylos fuertes os tendrn siempre sujetos. Sed fuertes vosotros, sed fuertes todos y ricoshacindoos dueos de la Tierra; pero para eso necesitis el fusil: compradlo, pedidlo prestadoen ltimo caso, y lanzaos a la lucha gritando con todas vuestras fuerzas: Tierra y Libertad!

    (De Regeneracin , 1 de octubre de 1910).

    LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD

    Qu lejos est el ideal, qu lejos! Espejismos del desierto, ilusin de la estepa, imagen de unaestrella titilando en el fondo del lago. Primero era un abismo insondable el que separaba a lahumanidad de la Tierra Prometida. Cmo llenar ese abismo? Cmo cegarlo? Cmoalcanzar la risuea playa que adivinamos que existe en la orilla opuesta? El rabe sediento vede repente agitarse a lo lejos la melena de las palmas y hacia all fustiga su camello. Vanaempresa: avanza hacia el oasis y el oasis parece que retrocede. Siempre la misma distanciaentre l y la ilusin, siempre la misma.

    Defendiendo el abismo estn las preocupaciones, las tradiciones, el fanatismo religioso, la ley;para poder pasar es preciso vencer a sus defensores hasta llenar de sangre ese abismo y enseguida embarcarse, nuevo Mar Rojo.

    Y a llenar ese abismo se han dedicado los hombres generosos a travs de los tiempos consangre de los malvados ay! y con su sangre tambin; pero el abismo no se llena; podravaciarse en l la sangre de toda la humanidad sin que por eso se llenase el abismo: es que hayque ahogar en esa sangre las preocupaciones, las tradiciones, el fanatismo religioso y la ley delos que oprimen.

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    Las grandes revoluciones han tenido por objetivo esas tres palabras. Libertad, Igualdad.Fraternidad han figurado inscritas en cien banderas y cientos de miles de hombres las hantenido en sus labios al expirar en los campos de batalla, y, sin embargo, el abismo no se ciega,el nivel de la sangre no sube. Por qu?

    Ninguna revolucin se ha preocupado seriamente por la Igualdad; la Igualdad es la base de laLibertad y de la Fraternidad. La igualdad ante la ley, que fue la conquista de la Revolucin

    francesa, es una mentira que rechaza indignada la conciencia moderna. Las revoluciones hansido incendios superficiales. Pueden arder los rboles de un bosque; pero las races quedarnintactas. Igualmente las revoluciones han sido superficiales, no han ido hasta la raz de losmales sociales, no han escarbado la carne enferma hasta llegar al origen de la llaga, y de eso,los llamados jefes han sido los culpables.

    Los jefes han sido siempre menos radicales que el grupo de hombres a quienes pretendendirigir y esto tiene su razn de ser: el poder vuelve conservador al hombre y no slo eso, sinoque lo encaria con el mando. Para no perder su posicin los jefes moderan su radicalismo, locomprimen, lo desfiguran, evitan los choques con los intereses contrarios; y si por la naturalezade las cosas mismas el choque es inevitable y la lucha armada es una necesidad, los jefesprocuran siempre arreglrselas de tal modo que su posicin no se vea en peligro, y concilian,

    tanto como pueden, los intereses de la revolucin con los intereses de los dominadores,consiguiendo con ello disminuir la intensidad del choque, la duracin de la lucha,conformndose con obtener un triunfo ms o menos fcil. El ideal... el ideal queda muy lejosdespus de estas luchas de enanos. Con ellas se consigue barrer la superficie y nada ms.

    Por eso, a pesar de la sangre derramada a travs de los tiempos; a pesar del sacrificio detantos hombres generosos; a pesar de haber lucido en cien banderas las bellas palabrasLibertad, Igualdad, Fraternidad, existen an las cadenas, la sociedad se divide en clases y laguerra de todos contra todos es lo normal, lo legal, lo honrado, lo que los serios llaman el orden ,lo que los tiranos llaman el progreso y lo que los esclavos, ciegos por la ignorancia yacobardados por siglos de opresin y de injusticia, veneran y sostienen con su sumisin.

    Es necesario ahondar, es preciso profundizar. Los jefes son cobardes; los jefes no ahondan niprofundizan. El impulso revolucionario tropieza siempre con el moderantismo de los llamadosdirectores, hbiles polticos si se quiere, pero sin nervio revolucionario. Sobre lo que esnecesario poner valerosamente las manos, si se quiere hacer obra revolucionaria y no obra depolticos vulgares, de ambiciosos de puestos pblicos, es sobre la propiedad territorial; puesmientras la tierra contine siendo la propiedad de unos cuantos; mientras haya millones deseres humanos que no cuentan ms que con el reducido espacio de tierra que ha de amortajarsu cadver cuando mueran; mientras los pobres continen trabajando la tierra para sus amos,cualquiera revolucin no tendr otro desenlace que el cambio de amos, a veces ms cruelesque aquellos a quienes se acaba de destronar.

    La Revolucin es inminente. De un momento a otro anunciar el Cable a todas las naciones del

    mundo que el pueblo mexicano est en rebelin. Los atentados de la tirana son cada vez msbrutales, cada vez ms cnicos. Porfirio Daz est loco: ya no se conforma con arrebatar la vidaa los hombres: est asesinando mujeres, cuyos cadveres deja abandonados para que se loscoman los perros. La Bestia Vieja est precipitando la Revolucin, y de ella se aprovecharn lasambiciones si el pueblo no toma posesin de la tierra.

    Libertad, Igualdad, Fraternidad: tres bellas palabras que se hace necesario convertir en tresbellos hechos. Pongamos los revolucionarios la mano sobre ese dios que se llama derecho de propiedad territorial , y hagamos que la tierra sea para todos.

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    Si se va a derramar sangre, que sea en provecho del pueblo. Derramar sangre por elevar uncandidato a la Presidencia de la Repblica, es un crimen, porque el mal que aflige al pueblomexicano no se cura con quitar a Daz y poner, en su lugar, a otro hombre. Supongamos que elciudadano ms honrado, el ms bueno de los mexicanos, triunfa por medio de las armas yocupa el lugar en que ahora se enseorea el ms perverso y el ms criminal de los mexicanos:Porfirio Daz. Lo que har ese hombre ser poner en vigor la Constitucin de 1857. El pueblo,por lo tanto, tendr derecho a votar; tendr derecho a manifestar con libertad sus ideas; la

    Prensa no tendr mordaza; los Poderes de la Federacin sern independientes unos de otros;los Estados recobrarn su soberana; no habr ms reeleccin. En suma, el pueblo mexicanoobtendr lo que se llama libertad poltica. Pero se hara con eso la felicidad del pueblo? Elderecho de votar, el derecho de reunin, el derecho de escribir sobre cualquier materia, la no-reeleccin, la independencia de los Poderes podran dar pan, albergue y vestido al pueblo?

    Una vez ms hay que decirlo: la libertad poltica no da de comer al pueblo; es necesarioconquistar la libertad econmica, base de todas las libertades y sin la cual la libertad poltica esuna sangrienta irona que convierte al Pueblo-Rey en un verdadero rey de burlas; porque si enteora es libre, en la prctica es esclavo. Hay, pues, que tomar posesin de la tierra; arrancarlade las garras que la detentan y entregarla al pueblo. Entonces si tendrn pan los pobres;entonces si podra llegar a ser libre el pueblo; entonces, con un esfuerzo ms, nos acercaremos

    al ideal que vemos lejos porque los directores de revoluciones no han tenido el valor de derribardolos, de matar preocupaciones, de hacer pedazos la ley que protege ese crimen que se llamapropiedad territorial. Es preciso, sin embargo, hablar con honradez. La toma de posesin de latierra por el pueblo ser un gran paso hacia el ideal de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Un granpaso solamente; pero, gracias a l, tendr el pueblo oportunidad para adquirir la educacin quele hace falta para llegar a constituir, en un porvenir ms o menos cercano, la sociedad justa ysabia que hoy es slo una hermosa ilusin.

    Y mientras no se avance valerosamente por el camino de la liberacin econmica, no se harobra sana. La libertad no puede existir mientras sea una parte de la sociedad la que haga lasleyes para que las obedezca la parte restante; pues fcil es comprender que nadie har una leyque sea contraria a sus intereses, y como la clase que posee la riqueza es la que hace las

    leyes, o, al menos, la que ordena que se hagan, estas tienen que resultar, en todo, favorables alos intereses del Capital, y, por lo mismo, desfavorables para los intereses de los pobres. Heaqu la razn de por qu la ley no alcanza a castigar a los ricos ni molesta a stos para nada.Todas las cargas sociales y polticas recaen sobre el pobre. Las contribuciones tienen que serpagadas, exclusivamente, por los pobres; los servicios gratuitos, como rondas, fatigas y otras,pesan, exclusivamente, sobre las espaldas del pobre; el contingente para el Ejrcito se reclutanicamente entre los proletarios, y en la casa pblica no se degradan las hijas de la burguesa,sino las hijas de los pobres. No poda ser de otro modo: sera absurdo pensar que los ricoshacen la ley contra ellos mismos.

    Puede, en tales condiciones, existir la igualdad? Socialmente la igualdad es una quimera bajoel rgimen actual. Cmo pueden ser iguales el pobre y el rico? Ni en ilustracin, ni en el modo

    de vestir, ni en la manera de vivir se parecen la clase dominadora y la clase dominada. Eltrabajo del pobre es rudo y fatigoso; su vida es una serie de privaciones y de angustias,ocasionadas por la miseria; sus distracciones son escasas: el alcohol y el amor; no puedenparticipar de los goces del rico porque cuestan mucho dinero, y, adems, no tiene el vestido quese necesita para codearse con la gente elegante; el descuido en que ha vivido no ha sido loms a propsito para adquirir maneras distinguidas; la grande pera y el gran drama, aparte deser diversiones muy costosas, requieren cierta preparacin artstica o literaria que no puedentener los pobres, empujados, desde nios, a ganarse el pan para poder vivir, En cuanto a laigualdad ante la ley es la ms grande de las majaderas que los aspirantes a gobernar ofrecen alas multitudes. Si socialmente es imposible la igualdad entre los hombres mientras haya clasessociales, no lo es menos polticamente. Los jueces se declaran a favor de los ricos y en contra

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    de los pobres al pronunciar sus sentencias; el ejercicio del derecho electoral resulta siempredirigido, organizado y llevado a cabo por las clases dominantes, por ser las que tienen tiempopara ello, quedando a los pobres nicamente el derecho de llevar las boletas a las casillaselectorales con el nombre que han escogido los directores y organizadores de la eleccin; dedonde resulta que los proletarios eligen a quien las clases dominantes quieren que elijan; elderecho de manifestar libremente las ideas no puede ser ejercitado por los pobres, que no hanpodido adquirir la ilustracin necesaria para escribir o hablar en pblico, y de ese derecho

    tambin se aprovechan, casi exclusivamente, las clases dominadoras. Y si se recorre la lista detodos los derechos polticos, se llegar igualmente a la conclusin de que los pobres no puedenejercitarlos porque sus tareas de esclavos apenas les dejan el tiempo absolutamente necesariopara desentumecer sus miembros en las cortas horas de sueo; no tienen la representacinsocial que dan la educacin, la independencia econmica y aun el simple traje elegante, ycarecen de la ilustracin necesaria para competir, con ventaja, con las lumbreras intelectualesde la burguesa.

    Fraternidad! Qu fraternidad puede existir entre el lobo y el cordero? La desigualdad socialhace a las clases sociales enemigas naturales unas de otras. Los poseedores no puedenabrigar sentimientos de amistad para los desheredados, en quienes ven una amenazaconstante para el disfrute tranquilo de sus riquezas, mientras los pobres tampoco pueden

    abrigar sentimientos fraternales para aquellos que los oprimen y les merman el producto de sutrabajo. De aqu nace un antagonismo constante, una querella interminable, una lucha solapaday a veces abierta y decisiva entre las dos clases sociales, lucha que da vida y fuerza asentimientos de odio, a deseos de venganza que no son los ms apropiados a la creacin delazos fraternales y de amistad sincera, imposibles en las relaciones del verdugo y de la victima.Pero no es esto todo. Hay todava algo ms que impide a los seres humanos acercarse, abrirseel corazn y ser hermanos. La lucha por la vida, aunque sea vergonzoso confesarlo, reviste, enla especie humana, los mismos caracteres de brutalidad y de ferocidad que en las especiesinferiores animales. El egosmo impera en las relaciones entre los hombres. No educada laespecie humana en la solidaridad y el apoyo mutuo, cada cual va en pos del pan a disputarlo asus semejantes, del mismo modo que los perros hambrientos se disputan a mordidas elderecho de roer un hueso hediondo. Esta es una verdad en todas las clases sociales. El rico,

    envidioso de la riqueza de otro rico, le hace la guerra para aumentar sus tesoros con losdespojos del de su clase. A eso se le llama, con la hipocresa de la poca, la competencia. Elpobre, por su parte, es enemigo de sus hermanos igualmente pobres. El pobre ve un enemigoen otro pobre que se acerca, tal vez a alquilarse por menos precio. Si hay una huelga, no faltanhambrientos dispuestos a hacer traicin a sus hermanos de clase, ocupando los lugares de loshuelguistas. De este modo las cosas, la fraternidad es un sueo, y en su lugar slo hallamos elodio de una clase contra otra clase: el odio de los individuos de una misma clase entre si; laespantosa guerra de todos contra todos, que deshonra a la raza humana y retarda eladvenimiento de ese da de amor y de justicia con que suean los hombres generosos delmundo.

    La Revolucin est para estallar. Todos, luchadores y no luchadores, nos vamos a ver

    arrastrados por el grandioso movimiento. Nadie podr permanecer indiferente al gran choque.Hay necesidad, pues, de escoger una bandera. Si se desea simplemente el cambio de amos,hay Partidos, fuera del Liberal, que luchan solamente por tener nuevos Presidente yVicepresidente; pero todos aquellos que deseen hacer obra revolucionaria verdadera, obraprofunda y grande que beneficie a los pobres, que vengan a nuestras filas, que se agrupen bajola bandera igualitaria del Partido Liberal , y, unidos, arrancaremos la tierra de las pocas manosque la detentan para drsela al pueblo, y nos acercaremos al ideal de Libertad, Igualdad yFraternidad por medio del bienestar del mayor nmero.

    (De Regeneracin , 8 de octubre de 1910).

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    CARNE DE CAON

    Es la hora de reflexionar. Por siglos y siglos la tarea de pensar, de estudiar, de reflexionar haestado a cargo de las llamadas clases directoras de la sociedad: los intelectuales y los ricos. Lamasa no ha pensado, y, naturalmente, los que lo han hecho por ella se han pagado con crecesese servicio , en perjuicio de las multitudes. Pero ha llegado el momento de reflexionar; hallegado el momento de decidir si hemos de continuar los pobres bajo la interesada direccin delos intelectuales y los ricos, o si valerosamente tomamos por nuestra cuenta el estudio denuestros problemas, y confiamos a nuestras propias fuerzas la defensa de nuestros intereses.Ya es tiempo de hacerlo; escojamos: o rebao arrastrable o falange de seres conscientes; lavergenza o la gloria.

    Arrastrados por el inters de las clases directoras, las masas proletarias han venidoderramando su sangre a travs de los tiempos. Siempre ha habido descontento entre lospobres, descontento ocasionado por la miseria y la injusticia, por el hambre y la opresin. Por lomismo, el proletariado ha estado siempre dispuesto a rebelarse con la esperanza de alcanzarcon la victoria un cambio favorable a sus intereses; pero como los proletarios no han pensadocon su cabeza, sino que han sido las clases directoras quienes han pensado por ellos, quieneshan encaminado las tendencias de los movimientos insurreccionales, ellas han sido las nicasque se han aprovechado de los sacrificios de la clase trabajadora.

    Ved, pues, el proletariado, cun importante es que emprenda por su propia cuenta la conquistade su bienestar. Cada vez que las clases directoras necesitan de la fuerza del nmero paraasegurar una victoria que las beneficie, acuden al proletariado, a la masa siempre dispuesta arebelarse, seguras de encontrar hroes en la turba que cordialmente desprecian, pero a la queentonces adulan, halagan sus pasiones y hasta aplauden y estimulan sus vicios y sus extravos,como se pasa la mano por el lomo de las bestias para someterlas por la dulzura cuando no esnecesario emplear el fuete.

    De ese modo las masas proletarias han sido lanzadas a la guerra, han sido empujadas acometer empresas contrarias a sus intereses. Guerra de conquista, guerras comerciales,guerras coloniales, insurrecciones polticas, todo se ha hecho con la sangre de los proletarios,aplaudidos a rabiar mientras comprometen la vida como hroes, despreciados y escupidos alda siguiente de la victoria en que es necesario que alguien se encargue de sembrar el grano,de cuidar el ganado, de hacer vestidos, de fabricar casas, siendo entonces bajados a puntapis,los hroes, del pedestal que les form la adulacin interesada de las clases directoras, para ir areanudar su trabajo en el surco, en el taller, en la fbrica, en la mina, en el camino de hierro,llevando cada uno, como nica ganancia, un papelote en que consta la declaracin oficial de suvalor, una medalla de cobre para que luzca sobre sus harapos en los grandes das, y algunascicatrices, aparte de los malos hbitos contrados en la promiscuidad de los cuarteles, mientraslos intelectuales y los ricos se reparten las tierras del pas conquistado, y de la nacin cuyoGobierno ganaron con el sacrificio de la plebe y derrochan en la orga y en el lujo el copioso

    botn que los hambrientos arrebataron a los vencidos.

    Y esto ha venido repitindose desde tiempo inmemorial; siempre burlados los de abajo, siempregananciosos los de arriba, sin que la experiencia haya abierto los ojos al rebao; sin que elchasco, constantemente repetido, haya hecho revolucionar a la masa, la haya hecho pensar. Lamuchedumbre actual es la misma muchedumbre inflamada e inocente que llev sobre loshombros a los grandes capitanes de la antigedad: la muchedumbre de Alejandro, la chusmade Ciro, la plebe de Cambises, el rebao de Scipin, las multitudes de Anibal, los brbaros deAtila, pensaban lo mismo que las turbas napolenicas, las chusmas conquistadoras delTransvaal, la plebe americana de Santiago y de Cavite y las legiones amarillas triunfadoras en

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    Manchuria. La psicologa de las masas contemporneas es la misma de las masas francesasde 1789, de las masas de Hidalgo de 1810, de las masas republicanas de Portugal en estosdas. Siempre lo mismo: el sacrificio de los generosos proletarios en beneficio de las clasesdominadoras; el sufrimiento y el dolor de los humildes en provecho de los intelectuales y de losricos.

    Todo esto ha sido as, porque no se han hecho el propsito los proletarios de encauzar los

    movimientos populares hacia un fin favorable a sus intereses, sino que han obedecido lasrdenes de la minora dominadora que, como es natural, ha trabajado siempre en favor de susintereses de clase. As, por ejemplo, en las guerras de conquista, en las guerras comerciales ycoloniales, guerras que el Gobierno de una nacin lleva contra el pueblo de otra nacin, paraextender sus dominios territoriales o conquistar mercados exteriores que consuman losproductos industriales o agrcolas de la nacin dominadora, el proletariado no hace otra cosaque dar su sangre sin obtener, en cambio, ningn beneficio material. Los grandes industriales,los grandes comerciantes, los banqueros y los hombres del Gobierno son los que se beneficiancon esas guerras. Al proletariado no le queda ms que la gloria, si es posible que puedan dargloria los asesinatos en grande escala, cometidos contra pueblos extraos para satisfacer laabsurda codicia de los reyes de la industria, de la banca y del comercio. Es ms feliz elproletariado ingls de hoy, despus del triunfo de las armas inglesas en el Transvaal? Es ms

    feliz el pueblo norteamericano como consecuencia del triunfo del Ejrcito de los Estados Unidossobre el Ejrcito espaol? El japons de hoy disfruta de ms comodidades que antes deltriunfo sobre Rusia? Nada de eso: ingleses, norteamericanos y japoneses continanconfrontando los mismos problemas sociales, agravados an ms por el aumento de poder queel ensanche territorial o la adquisicin de nuevos mercados dieron a las clases directoras.

    Y en cuanto a las revoluciones, puede observarse el mismo resultado. Hechas para obtener lalibertad poltica solamente, las masas proletarias que la han hecho triunfar con su sangre, hansido tan esclavas despus de los movimientos insurreccionales como lo eran antes de derramarsu sangre. Nuestra propia historia nos suministra ejemplos suficientes para demostrar esa granverdad, que puede parecer blasfemia a los que no se preocupan de ahondar las cuestiones, alos conservadores de instituciones polticas cadas ya en completo desprestigio. La insurreccin

    de 1810, que nos dio la independencia poltica, no tuvo el poder de dar, al pueblo hambrientode pan y de instruccin, lo que necesitaba para su engrandecimiento, y eso se debi a que elproletariado no se hizo el propsito de tomar por su cuenta su redencin, encauzando elmovimiento del mrtir Miguel Hidalgo hacia un fin provechoso para la clase trabajadora. Elmovimiento de insurreccin contra Santa-Anna, iniciado en Ayutla, y que tuvo como resultado lapromulgacin de la Constitucin de 1857, tampoco tuvo el poder de dar pan e instruccin alpueblo trabajador. Le dio libertades polticas que, como es bien sabido, slo aprovechan a losque ocupan lugar prominente en la vida poltica y social, pero no al proletariado que por su faltade dinero, de instruccin y an de representacin social, se encuentra subordinado en un todo ala voluntad de las clases directoras. Del movimiento de Ayutla no sac tampoco provecho elproletariado por no haber encauzado l mismo ese movimiento al fin prctico de obtener unbeneficio para su clase. La insurreccin de Tuxtepec, que arrastr al pueblo en pos de la

    bandera Sufragio Efectivo y No Reeleccin , reconquist para las masas la alternabilidad de loscargos de eleccin popular, y tuvo como resultado el despotismo que hoy lamentamos en elterreno poltico y el recrudecimiento de la miseria y del infortunio del pueblo obrero, por nohaberse hecho cargo la clase trabajadora de la direccin del movimiento revolucionario dePorfirio Daz, y por haber confiado su porvenir a las clases directoras de la sociedad.

    Ahora una nueva revolucin est en fermento. Los excesos de la tirana porfirista lastiman atodos, a proletarios y a no proletarios, a hombres y a mujeres, a ancianos y a nios. Acaparadoel poder poltico en pocas manos, el nmero de personas de las clases directoras que se hanvisto obligadas a dejar en esas pocas manos la parte del poder que tienen bajo todos losgobiernos, se ha entregado, naturalmente, a trabajar por la reconquista de su poder. Como en

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    todos los tiempos, esas clases directoras bajan hasta el proletariado ahora que necesitan de lafuerza del nmero, y lo acarician, lo adulan, ponen en juego la tradicional artimaa de aplaudirlehasta aquello que merece censura; pasan, en fin, la mano por el lomo del monstruo paraatraerlo por la dulzura, sin perjuicio de hacer ms dura la esclavitud en las haciendas, mspenoso y menos remunerativo el trabajo en las fbricas, en los talleres y en las minas al dasiguiente de la victoria alcanzada con la sangre, con el sacrificio, con el herosmo de las masasproletarias.

    Proletarios: es la hora de reflexionar. El movimiento revolucionario no puede detenerse, tieneque estallar por la naturaleza misma de las causas que lo producen; pero no hay que temer esemovimiento. Es preferible desearlo y aun precipitarlo. Es mejor morir defendiendo el honor,defendiendo el porvenir de las familias, que continuar sufriendo, en medio de la paz, la afrentade la esclavitud, la vergenza de la miseria y de la ignorancia. Pero, compaeros, no dejis alas clases llamadas directoras la tarea de pensar por vosotros y de arreglar la revolucin demodo que resulte favorable a sus intereses. Tomad parte activa en el gran movimiento que va aestallar, y haced que tome la direccin que necesitis para que la revolucin sea esta vezprovechosa a la clase trabajadora. Recorred las pginas de la Historia, y en ellas encontrarisque en las luchas armadas en que han tomado participacin las clases directoras habisrepresentado el papel de carne de can, simplemente porque no quisisteis daros la pena de

    pensar con vuestra cabeza y de acometer, por vosotros mismos, la tarea de vuestra redencin.Recordad que la emancipacin de la clase trabajadora debe ser obra de los trabajadoresmismos, y esa emancipacin comienza por la toma de posesin de la tierra. Alistos, pues, parala gran revolucin; pero llevando el propsito de tomar la tierra, de arrancarla de las garras deesos seores feudales que hoy la tienen para ellos. Slo hacindolo as no seris carne decan, sino hroes que sabrn hacerse respetar en medio de la revolucin y despus deltriunfo, porque tendris, por la sola adquisicin de la tierra, el poder necesario para alcanzar,con poco esfuerzo ya, vuestra total liberacin.

    Tened presente una vez ms que el simple cambio de mandatarios no es fuente de libertad, yque cualquier programa revolucionario que no contenga la clusula de la toma de posesin dela tierra por el pueblo, es un programa de las clases directoras, de las que no pueden luchar

    contra sus propios intereses como lo demuestra la historia, de las que slo acuden a la masa, ala plebe, a la chusma, cuando necesitan hroes que las defiendan y se sacrifiquen por ellas,hroes que pocas horas despus del triunfo pueden verse con los ijares sangrando bajo laespuela de sus amos.

    Proletarios: tomad el fusil y agrupaos bajo la bandera del Partido Liberal , que es la nica que osinvita a tomar la tierra para vosotros.

    (De Regeneracin , 15 de octubre de 1910).

    LA CADENA DE LOS LIBRES

    Al leer las Constituciones de los pueblos cultos de la Tierra, el filsofo no puede menos quesonrer. El ciudadano, segn ellas, es casi un ser todopoderoso, libre, soberano, amo y seorde presidentes y de reyes; de ministros y de generales; de jueces, magistrados, diputados,senadores, alcaldes y un verdadero enjambre de grandes y pequeos funcionarios. Y elciudadano, con un candor que la experiencia no ha podido destruir, se cree libre... porque la leylo dice.

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    Dentro del territorio nacional todos nacen libres , dice nuestra Constitucin. Libres!, y con losojos de la imaginacin vemos al pen encorvado sobre el surco: dej el lecho antes de quesaliera el sol; volver a l mucho despus de que haya cerrado la noche. Libres!, y en lafbrica, negra, nauseabunda, estruendosa, se agita una multitud de seres sudorosos,

    jadeantes, envejecidos en plena edad viril. Libres!, y dondequiera vemos a hombres y mujeres,ancianos y nios trabajar sin descanso para poder llevar a la boca un pedazo de pan, nada msque lo suficiente, lo estrictamente necesario para que el trabajador pueda reanudar sus labores.

    Suceda acaso todo lo contrario cuando por la ley estaba instituida la esclavitud? Trabaja,siquiera, menos el hombre hoy, que es ciudadano libre , que cuando era esclavo?

    El esclavo era ms feliz que lo es hoy el trabajador libre. Como haba costado dinero al amo,ste cuidaba al esclavo; lo haca trabajar con moderacin, lo alimentaba bien, lo abrigabacuando hacia fro, y si se enfermaba, lo confiaba a los cuidados de algn mdico. Hoy lospatrones no se cuidan de la suerte de sus trabajadores. No costndoles dinero la adquisicin destos, los hacen desempear tareas agotantes que en pocos aos acaban con su salud, noimportndole que las familias de los trabajadores carezcan de comodidades y de alimentacin,porque stas no les pertenecen.

    El trabajador de hoy es esclavo como lo fue el de ayer, con la nica diferencia de que tiene la

    libertad de cambiar de amo; pero esa libertad la paga bien caro desde que no goza de lascomodidades, de las atenciones, de los cuidados de que era objeto el esclavo de antao y sufamilia. Pero si hay que dolerse de la situacin del trabajador moderno, no hay, por eso, quesuspirar por los tiempos en que la esclavitud era legal. Debemos buscar los medios msapropiados para destruir el rgimen actual, ya que la experiencia nos demuestra que eltrabajador de hoy, que lleva pomposamente el nombre de ciudadano , es un verdadero esclavosobre el cual no slo pesa la autoridad del amo, sino que, adems, tiene que soportar sobre lasdbiles espaldas todas las cargas sociales y polticas, de cuyo peso la ley ha libradomaosamente a las clases ricas e ilustradas, para hacerlas caer, con toda su abrumadorapesadumbre, sobre el proletariado exclusivamente.

    La esclavitud y el salariado, que son la misma cosa, con la nica diferencia del nombre, se

    fundan en lo que se llama el derecho del capital. Se supone, por la ley, que el Capital es de lapropiedad del que lo posee, quien, por llamado derecho de accesin, tiene derecho aapropiarse de todo lo que se produzca con ese Capital. Pero, tiene alguien derecho adeclararse dueo del Capital?

    El Capital, segn la Economa Poltica, es trabajo acumulado. La maquinaria, los edificios, losbuques, las vas frreas, son trabajo acumulado, esto es, obra de trabajadores intelectuales ymanuales de todas las pocas hasta nuestros das, y, por lo mismo, no se ve la razn por lacual ese Capital deba pertenecer a unos cuantos individuos. El Capital, en efecto, es el trabajode generaciones laboriosas que pusieron su ciencia, su arte o simplemente su trabajo manualpara formarlo. La maquinaria moderna no es ms que el perfeccionamiento llevado a cabo enella por generaciones de inventores, de obreros, de artistas, cada uno de los cuales puso su

    parte de trabajo para producir los complicados mecanismos que hoy admiramos, y que,debiendo pertenecer a todos, porque son el resultado de una obra colectiva, pertenecen, sinembargo -porque as lo dispone la ley, la ley hecha por los ricos- a unos cuantos individuos.

    Si el Capital es la obra de las generaciones laboriosas de la especie humana, como esindudable, no puede pertenecer a un reducido nmero de individuos, sino que a todos los queestn dispuestos a seguir los pasos de las generaciones anteriores que se esforzaron enaumentarlo y mejorarlo con su trabajo personal. Esto es lo que la justicia y la lgica aconsejan;pero la ley, para la cual son estorbos molestos la lgica y la justicia, ordena lo contrario: es poreso por lo que el proletariado tiene que ponerse a las rdenes de un amo para poder vivir,

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    permitiendo que el producto de su trabajo pase casi ntegro a los bolsillos de los detentadoresde la riqueza social.

    Por eso el filsofo, al leer las Constituciones de los pueblos cultos, la nuestra inclusive, nopuede menos que sonrer. La palabra ciudadano es un sarcasmo, la palabra libertad es unairona, y los tan llevados y trados derechos del hombre lo amparan todo, menos lo que esesencial, el primordial derecho, sin el cual la especie humana queda a merced de todas las

    injusticias y es pasto de la miseria, de la prostitucin y del crimen: el derecho de vivir.

    Todos los derechos estn garantizados, menos el de vivir. El derecho a la vida es la base detodos los derechos, y consiste en la facultad que tiene todo ser humano de aprovecharampliamente, por el slo hecho de venir a la vida, todo lo que existe, sin ms obligacin que lade permitir a los dems seres humanos que hagan lo mismo, dedicndose todos a laconservacin y fomento de la riqueza social.

    Veis, proletarios, que tenis derecho a algo ms que la limosna que se os da por vuestro trabajocon el nombre de salario. Tenis derecho a percibir ntegro el producto de vuestro trabajo,porque el Capital es de todos, hombres y mujeres, ancianos y nios. El salario, por lo tanto, esun ultraje; es la cadena de los libres, la cadena que es preciso quebrantar para que la palabra

    ciudadano deje de ser un ultraje por aplicrsela a verdaderos esclavos. Si eso se hace, sehabr obtenido la libertad econmica.

    La tarea, sin embargo, no es fcil. No slo se oponen a la realizacin de ese hermoso ideal laley y sus sostenedores el fraile, el soldado, el polizonte, el juez y toda la mquinagubernamental, sino que, al lado de todo ese sistema opresivo, est la pasividad de lasmultitudes, la inaccin de las masas acostumbradas a la servidumbre y al ultraje hasta el gradode considerar como absolutamente natural y muy en orden que el pobre sea la bestia de cargadel rico y que el Gobierno sea el padrastro feroz, facultado por la divinidad para castigar a lospueblos. Es necesario que la masa piense de otro modo, que comprenda sus derechos paraque est dispuesta a reivindicarlos, siendo el principal de los derechos el derecho a la vida.

    Ardua tarea de educacin requiere eso, y no basta con ir a las escuelas oficiales para obtener laeducacin. Las escuelas oficiales educan al pueblo en el sentido de hacer de cada hombre unsostenedor del sistema actual. Si en las escuelas oficiales se aprendiera a desconocer elderecho que tienen los capitalistas a apropiarse el producto del trabajo de los proletarios, losEstados Unidos, por ejemplo, habran dado un paso en la va de la libertad econmica, puescasi todos los norteamericanos saben leer y escribir. Pero en las escuelas se ensea todo locontrario: se ensea al nio a admirar la destreza con que algunos hombres saben sacarprovecho del sudor y la fatiga de sus semejantes, para convertirse en reyes del acero, delpetrleo y de otras cosas. En la escuela se ensea al nio que el ahorro y la laboriosidad son elorigen de las grandes fortunas de esos Cresos modernos que dejan boquiabiertos a losimbciles, cuando la experiencia demuestra que slo las malas artes, la violencia y el crimenpueden acumular la riqueza en las manos de un hombre.

    El pueblo, pues, necesita educacin, pero distinta de la educacin oficial, cuyos programas hansido sugeridos o dictados por los interesados en perpetuar la esclavitud de los pobres enbeneficio de los audaces y de los malvados. La educacin de las masas, para que seaverdaderamente provechosa y vaya de acuerdo con las conquistas que ha logrado hacer elpensamiento humano, es preciso que est a cargo de los trabajadores, esto es, que ellos lacosteen y sugieran los programas educacionales. De este modo se conseguir que la juventudproletaria entre de lleno a la vida, bien armada de las ideas modernas que darn a lahumanidad el suspirado bien de la justicia social.

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    Al lado de la educacin proletaria debe estar la unin de los trabajadores, y as, con la uninsolidaria de los explotados y su educacin, se lograr romper para siempre la cadena malditaque nos hace esclavos a los pobres y amos naturales a los ricos: el salario, y se entregar lahumanidad al disfrute libre e inteligente de todo cuanto han podido acumular las generacionesanteriores y que est actualmente en poder de un reducido nmero de modernos negreros.

    Pero para que el proletariado mexicano pueda unirse y educarse, necesita antes que cualquiera

    otra cosa, algn bienestar material. Las largas horas de trabajo, la insuficiente alimentacin, laspsimas condiciones de los lugares de trabajo y de habitacin, hacen que el trabajadormexicano no pueda progresar. Cansado por la labor prolongada, apenas si le queda tiempopara descansar por medio del sueo para reanudar su tarea de presidiario. Por lo mismo, no lequeda tiempo para reunirse con sus compaeros de trabajo, y discutir y pensar juntos sobre losproblemas comunes al proletariado, ni tiene h