Filosofía de Los Saberes. Ciencia, Amor, y Muerte

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Revista Argentina de Sociología ISSN: 1667-9261 [email protected] Consejo de Profesionales en Sociología Argentina Díaz, Esther Filosofía de los saberes. Ciencia, amor, y muerte Revista Argentina de Sociología, vol. 8-9, núm. 15-16, 2011, pp. 185-192 Consejo de Profesionales en Sociología Buenos Aires, Argentina Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26922386009 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    Daz, EstherFilosofa de los saberes. Ciencia, amor, y muerte

    Revista Argentina de Sociologa, vol. 8-9, nm. 15-16, 2011, pp. 185-192Consejo de Profesionales en Sociologa

    Buenos Aires, Argentina

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    Filosofa de los saberes. Ciencia, amor, y muerte

    Esther Daz

    1. Avatares cientficos de la industria y el amor

    El desarrollo de la tecnociencia moderna se relaciona histricamente con varios procesos socioeconmicos que fueron calificados como revolucionarios en el contexto de los dispositivos sociales. Revolucin cientfica, Revolucin mercantil, Revolucin industrial. La eclosin espectacular de la industria, a co-mienzos del siglo XIX es tributaria de la maduracin tecnocientfica moderna. Ahora bien, no deja de ser llamativo que en los albores de ese siglo, surja un movimiento contra-cultural que trasciende los conventculos intelectuales y se extiende a la sociedad. Una de sus banderas es la crtica a la racionalidad cient-fica. Me refiero al romanticismo.

    Para tratar de comprender algunos tramos del entretejido histrico que vin-cula industrialismo y romanticismo apelo a la concepcin platnica del amor y a su funcin creativa y social, cuando de verdadero amor se trata. En Platn, el Eros productivo es una tensin entre el deseo como carencia y la idea de amor absoluto. El amante aspira a la posesin total. Ahora bien, para atisbar ese abso-luto hay que trascender el amor a una persona (o a varias) y buscar la idea de amor, es decir su concepto, su esencia. Pero una vez que se accede a la idea del amor surge el anhelo de fecundar, de reproducir, de trascender. Esto impulsa a la accin, a la construccin, a la puesta en obra. Un amor que se quedara en la mera contemplacin sin accin creativa y comunitaria, sera un amor mutilado.

    En el Banquete de Platn, la piesis,1 es decir, la capacidad de crear, es el pasaje del no ser al ser, y slo el amor lo hace posible. 2 Se trata del pasaje del amor-carencia al amor consumado en obras (piesis). El punto de partida es la carencia. Luego, si hay verdadera bsqueda, los ojos del alma vislumbran la verdad y se produce el xtasis. Finalmente, el amante inflamado de amor a la verdad regresa a la polis para transformar en obra su locura de amor. La obra

    1 Piesis, en griego, quiere decir accin, creacin, fabricacin, confeccin, construccin; tambin poesa, composi-cin, poema.

    2 Cfr. Platn, Banquete, 205, b.

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    esther daz

    artstica, o conceptual, o poltica o tcnico-artstica (tjne) es aquella en la que el proceso ertico-potico alcanza su culminacin. En ese proceso la tjne 3 saca a luz las energas ocultas. Las realizaciones sociales derivan de ese pasaje del alma por la belleza,4 posibilitadas por el impulso ertico que permite que lo bello participe en el mundo gracias a su carcter productivo.

    En el Fedro de Platn, aparece otro aspecto de Eros con el que se intenta explicar la inspiracin o el impulso hacia las obras bellas. Se trata de la mana o locura divina, en la que el sujeto se entusiasma. Es decir, es posedo por una divinidad y se conduce como un enajenado. Pues el amor es tambin lo-cura. Pero una locura que es condicin de posibilidad para el encuentro con la belleza. Esa enajenacin es momentnea, es una va, un impulso para poder ascender a la belleza, impregnarse de ella, y retornar a la ciudad preado de futuras realizaciones concretas (discursos, obras, leyes, ciencia).5 Esa mana estimula tambin la paideia, esto es, el proceso educativo. Dicho con palabras actuales, estimula hacia la investigacin y la posibilidad de transmutarla en obras socioculturales.

    El viaje platnico del alma por la belleza atraves los textos escritos y pas a formar parte del imaginario social occidental, aunque muy acotado; la belleza, hoy, se refugia slo en el arte, pero con limitaciones. Pues su inclusin en el mercado ha convertido a la obra de arte en mercanca. En consecuencia, la valo-racin platnica se ha escindido irremisiblemente. Pero la ruptura se comienza a consumar dramticamente a partir del romanticismo, que es una especie de malestar contra la modernidad, en plena modernidad. Se produce una escisin de Eros. Las dos etapas complementarias de un mismo proceso se convierten en polos opuestos: por un lado, la bsqueda del amor por el amor mismo (ro-manticismo) y, por otro, la industria como produccin social surgida de una tecnociencia al servicio de la acumulacin de capital. El romanticismo coincide,

    3 Tjne, en griego, refiere a industria, obra de arte, ciencia, saber hacer, habilidad, medio, oficio.

    4 En Platn el amor se equipara con la belleza, que es la nica idea que adems de residir en un trasmundo es capaz de configurarse en las personas (a las que amamos porque encontramos bellas). Pero si se trata de verdadero amor, no se detiene en el simple reflejo de la belleza que se puede encontrar en un sujeto. El verdadero amor trasciende los sujetos y aspira alcanzar la idea de amor (es decir la verdad del amor). Algunas lecturas de Platn pretenden que para este autor el amor es contemplacin pasiva. Aqu por el contrario, se interpreta que la contemplacin es slo un estadio en el camino hacia Eros. Estadio que se debe superar para poner en marcha el amor, para hacer obras impregnadas de belleza, tales como ejercer una poltica justa, construir obras de arte o producir otros acontecimien-tos socioculturales positivos.

    5 Cfr. Fedro, 249 c- 250 a. En otros textos platnicos, por ejemplo, Fedn, el buscador ertico de la verdad, al menos metafricamente, debe morir para que su alma alcance la inmortalidad. De todos modos, locura y muerte connotan la condicin de enajenacin del enamorado.

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    avatares cientficos de la industria y el amor

    histricamente, con la consolidacin de la civilizacin industrial burguesa. El exceso de sentimientos de los romnticos se puede leer como una reaccin ante la prepotencia de una racionalidad cientfica instrumental, economicista y ciega ante las injusticias sociales.

    La locura y la muerte para los romnticos dejan de ser un medio y pasan a ser fin, objetivo, meta a ser alcanzada. En el ideal platnico, la mana y el anonadamiento constituan un camino de renuncia a s mismo para acceder a una trascendencia que retornaba enriquecida a la comunidad. En cambio, para el romntico, el amor se ensimisma en la subjetividad. El amor aniquila al amante, lo trastorna, lo mata. Hay que morir de amor o matar por amor. En el romanticismo, la locura del amor deja de ser productiva para la comunidad. Se agota en el amante. Es tan fuerte el impulso de los primeros romnticos hacia el amor puro e inalcanzable, que trasladan esa valoracin del amor a la obra ar-tstica. El romanticismo tardo, tambin denominado segunda bohemia, levanta las banderas del arte por el arte. Es decir, el arte puro, libre de concesiones al pblico, de valores econmicos, de trabajos por encargo. Un arte que se quiere fracasado socialmente. Tener xito hace a un artista sospechoso de aburguesa-miento. Parecera que la actitud romntica quisiera contrarrestar las utilitarias aspiraciones de la sociedad industrial.6

    Pierre Bourdieu estudia las relaciones de fuerzas entre una economa cuyas metas slo atienden a la eficacia, y la resistencia bohemia a ese tipo de econo-ma. Esa resistencia romntica fue constituyendo una manera de sentir que, en cierto modo, se extiende hasta nuestros das. La construccin de los sentimien-tos occidentales realizada por los romnticos fue reciclada por el romanticismo tardo (o segunda bohemia). Y se consolid en las subjetividades en sentido inverso a la consolidacin de una economa de mercado cada vez ms agresiva y desangelada.

    6 Esta actitud se narra en La educacin sentimental de Gustave Flaubert (publicada a mediados del siglo XIX, vase Flaubert, G., La educacin sentimental, Madrid, Ctedra, 1999). Esta novela, a su vez, es trabajada por Pierre Bourdieu para analizar sociolgicamente la construccin de los sentimientos en la modernidad tarda. El autor justifica sus estudios sociolgicos a partir de las propiedades generales de los campos de produccin cultural en los trminos siguientes: La ciencia de las obras culturales supone tres operaciones tan necesarias y necesariamente unidas como los tres niveles de la realidad social que aprehenden: en primer lugar, el anlisis de la posicin del campo literario (o artstico en general) en el seno del campo del poder, y se su evolucin en el decurso del tiempo; en segundo lugar, el anlisis de la estructura interna del campo literario (etc.), universo sometido a sus propias leyes de funcionamiento y de transformacin, es decir la estructura de las relaciones objetivas entre la posicin que en l ocupan individuos o grupos situados en situacin de competencia por la legitimidad; por ltimo, el anlisis de la gnesis de los habitus de los ocupantes de estas posiciones, es decir los sistemas de disposiciones que, al ser el producto de una trayectoria social y de una posicin dentro del campo literario (etc.), encuentran en esa posicin una ocasin ms o menos propicia para actualizarse (la construccin de la trayectoria social como serie de posiciones ocupadas sucesivamente en este campo). Bourdieu, P., Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama, 1995, p. 318.

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    2. La perspectiva burguesa

    El capitalismo se configura desde una moral asptica respecto del cuerpo y de sus placeres. Tal como lo seala Max Weber,7 esa restriccin tica incidi en las prcticas y colabor a fortalecer la situacin econmica de quienes le demostraban al mundo que haban sido elegidos por la divinidad. Prueba de ello era su prosperidad econmica y su robusta salud fsica y moral. Esta nueva tica, descalificadora de las pulsiones corporales, pone un nfasis especial en administrar los impulsos, sobre todo cuando estn relacionados con la fecunda-cin y la descendencia. He aqu el nacimiento del biopoder moderno que los burgueses blandan en aras de su nobleza biolgica. La idea de pertenecer a un sector privilegiado de la especie fue una de las condiciones de posibilidad de los racismos tardo modernos.

    La burguesa, una vez afianzada en los aparatos de poder, instrument los medios para trasladar sus propios valores a la poblacin. No obviamente para hacerla participe de sus privilegios, sino para una mejor domesticacin de los gobernados. Se desarrollaron tcnicas de vigilancia y control con el afn de for-talecer el orden moral y la obediencia laboral. Esta sociedad disciplinaria result funcional a la nueva economa industrial y produjo, sin proponrselo, una nueva figura epocal: la sexualidad. Dice Foucault:

    El establecimiento, durante la primera modernidad, de esa gran tecnologa de doble

    faz anatmica y biolgica, individualizante y especificante, vuelta hacia las realiza-

    ciones del cuerpo y atenta a los procesos de la vida- caracteriza un poder cuya ms

    alta funcin no es ya matar sino invadir la vida enteramente. Se inicia as la era de

    un biopoder [...] En realidad la articulacin [anatmica-biolgica] no se realizar en

    el nivel del discurso especulativo sino en la forma de arreglos concretos que cons-

    tituirn la gran tecnologa del poder en el siglo XIX: el dispositivo de sexualidad es

    uno de ellos y de los ms importantes. Ese biopoder fue, a no dudarlo, un elemento

    indispensable en el desarrollo del capitalismo: ste no pudo afirmarse sino al precio

    de la insercin controlada de los cuerpos en el aparato de produccin y mediante un

    ajuste de los fenmenos de poblacin a los procesos econmicos. 8

    En esas circunstancias no solo desde el poder, tambin desde el saber cientfico se incrementaron los anhelos de escudriar los secretos del surgi-miento de la vida. Los encierros del deseo y los controles ejercidos sobre los

    7 Cfr. Webber, M., La tica protestante y el espritu del capitalismo, Madrid, Istmo, 1998.

    8 Foucault. M., Voluntad de saber, Mxico, Siglo XXI, 1977, pp. 169-170.

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    avatares cientficos de la industria y el amor

    cuerpos, entre otras prcticas sociales, incentivaron la construccin de un co-nocimiento de lo biolgico. La vida entr en la historia mediante tcnicas po-lticas y ambas, vida e historia, entraron en la ciencia. La enunciacin de la teora evolucionista es uno de los frutos cognoscitivos ms excelsos surgidos de la preocupacin por la vida y el devenir temporal. Lo histrico se filtr finalmente en las ciencias de la naturaleza. Interesa marcar ac el paralelismo histrico en el que se dan el surgimiento de los dispositivos de sexualidad, las maquinarias de vigilancia, el surgimiento de la bio- poltica y, consecuente con ella, de la tanato- poltica.

    Resulta sorprendente que estas implicancias del orden del deseo se entre-tejan con la ascendente clase social burguesa que ha llegado a consolidarse al mismo tiempo que el desarrollo de la ciencia, que posibilit el industrialismo y la compulsin al control para fijar a los individuos en el sistema productivo. Tampoco deja de llamar la atencin que esas prcticas relacionadas con la tec-nociencia y con el mercado (fundamentalmente con la industria) hayan pro-ducido tambin un plus de deseo. El decimonnico movimiento romntico es tributario de estos acontecimientos.

    3. Las transformaciones tecnolgicas y la muerte

    Bourdieu analiza estos aspectos socioculturales desde la literatura y el arte romnticos relacionndolos con las prcticas sociales contemporneas a esas ma-nifestaciones artsticas. En Las reglas del arte afirma que estamos en un mundo econmico al revs: el artista slo puede triunfar en el mbito simblico per-diendo en el mbito econmico (por lo menos a corto plazo), y al contrario (por lo menos a largo plazo).9

    Desde el punto de vista de la bohemia, el aumento del capital simblico debe ser equivalente a la disminucin del capital econmico. La produccin industrial pierde as todo vnculo con Eros y la belleza. Se degrada en obras sin ideales, en trabajo enajenado y en tecnologa sin poesa. Se trata de una tcnica arrancada del cosmos significativo comunitario. Una ciencia sin conciencia, una produccin sin belleza, un proceso social sin amor. La tjne se divorcia del amor. Los conceptos modernos de deseo y de produccin se han constituido desde la escisin. Por una parte, el amor se refugia en lo imposible y, por otra, la pro-duccin se entrega a la tecnocracia. Y si bien este desgarramiento se ha generado

    9 Ibidem, p. 130.

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    a partir de una innegable escisin al nivel de las prcticas, ha generado asimismo un ideario valorativo. Es el imaginario de una experiencia en la que la sntesis platnica de Eros y piesis ha sido destruida y reorientada hacia dos territorios que se dan la espalda. Uno privado, el de Eros desgarrado, otro pblico, el de la produccin mercantilista. sta ya no responde a un ideal cvico o tico social, sino simplemente a excelencias econmicas orientadas segn la fra racionalidad cientfico-tcnica propia de la modernidad. Paradjicamente, el comienzo de la produccin desapasionada es contemporneo del amor pasin.

    En el Eros romntico no hay apertura a la trascendencia hacia otra perso-na, porque el deseo aspira ms a la muerte y la locura que a la verdad, el bien o la belleza. Esta actitud puede captarse, por ejemplo, en los escritos de nuestro mximo romntico, Esteban Echeverra. En La cautiva la muerte parece darle a la protagonista una armona esttica superior a cualquiera que pudiera haber gozado en vida.10

    A veces, parecera que, en el romanticismo, lo ms importante es el otro, ya que se enloquece o se muere por amor a otra persona. Y esto podra interpre-tarse como un modo de trascendencia. Pero lo que no se tiene en cuenta es que en realidad se enloquece o se muere por uno mismo. Lo que no se puede soportar es la herida narcisista. Ese dolor profundo, ese ataque al yo que significa la indiferencia, el desprecio, la prdida o el abandono. En el romntico la energa ertica se introyecta en el sujeto amante, envenenndolo.

    Tnatos, como pulsin de muerte, aparece tambin en la hiperproduccin capitalista. As como la tcnica genera ms tcnica, la produccin engendra ms produccin. La superproduccin es absorbida por energas destructivas, como la industria blica o el consumo basado en la obsolescencia. En consecuencia, se puede afirmar que a partir del siglo XIX, la subjetividad y la produccin se desa-rrollan en esferas independientes entre s. Lo privado y lo pblico se separan de manera tajante. Pues la productividad que ya no se origina en Eros, ni se media-tiza a travs de valores compartidos, se retrotrae sobre s misma convirtindose en tecnologa vendible. Y no se trata de que la productividad carezca totalmente de Eros, se trata de un Eros vaco de trascendencia, fijado al mrquetin, acarto-nado, estereotipado, mecnico.

    El Eros platnico pretende ser comunitariamente frtil; pues en un primer momento es del orden de la subjetividad, pero luego se mediatiza para trasto-carse en emprendimiento objetivo, hace poltica, elabora arte, produce obras

    10 Echeverra, E., La cautiva, Buenos Aires, Losada, 1998, p. 106.

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    avatares cientficos de la industria y el amor

    comunitarias. El amor romntico, en cambio, se ensimisma en las subjetividades y, con el paso del tiempo, se convierte en amor burgus, es decir, en matrimonio.

    Los romnticos haban tomado distancia de la cultura cientfico-industrial a la que adheran los modernos en general. Y, para diferenciarse de ellos, recha-zaban los beneficios econmicos del arte y dignificaban los amores no corres-pondidos, imposibles o perdidos. Pero, como una burla del destino, el arte hoy se cotiza en millones de dlares, la familia burguesa hegemoniza el reaseguro afectivo confundindolo con las comodidades domsticas, y el ideal prioritario ya no es un amor esquivo que produce desgarros interiores, sino el acceso a una correcta aplicacin de la racionalidad cientfica que podra abrir la puerta del tan deseado xito econmico.

    Los defensores incondicionales del progreso cientfico dicen que nada debe detener el desarrollo de la ciencia. Pero, no es la fisin del tomo una consecuencia de ese desarrollo?, y los desequilibrios ambientales?, y la ex-plotacin de cobayos humanos por parte de laboratorios multinacionales? Se puedo decir que eso es tcnica no ciencia. Pero existe tcnica sin ciencia o ciencia sin tcnica? Existe ms bien tecnociencia. Es decir una amalgama de conocimiento y sofisticacin instrumental instalados de manera natural en nuestras sociedades. Pero nadie parece detenerse a reflexionar sobre las con-secuencias ticas, naturales y sociales que trae aparejadas cada nueva vuelta de tuerca de la tecnociencia. Las consideraciones ticas deberan comenzar antes de las investigaciones bsicas y no (como estamos haciendo ahora) frente a la consumacin tcnica.

    El vaco de significado de las transformaciones tecnolgicas surge, entre otras cosas, porque las ciencias naturales se desarrollan ms rpidamente y con mucho ms apoyo econmico que las ciencias humanas y las polticas sociales. Adems, las inversiones en investigacin humanstica son nfimas comparadas con las inversiones en tecnologa dura. Esto provoca grandes desajustes entre la sofisticacin tcnica, los valores, la legislacin y las condiciones concretas de vida de la poblacin en su conjunto. Existe indiferencia hacia las inquietudes ticas, econmicas, psicolgicas, espirituales, as como ante las injusticias so-ciales. Habra que debatir, consensuar y construir objetivos valiosos que surjan de intercambios comunitarios, sin apelar prioritariamente al xito econmico y la prolongacin incondicionada de los ciclos vitales, sino considerando la calidad y el sentido de la vida. Hay objetivos del conocimiento cientfico que se construyen sin interaccin con las mltiples realidades sociales, y tcnicas que se orientan sin valores y esperanzas compartidas. Ante esta realidad cabe

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    concluir que los fines que desatienden las necesidades bsicas de la comunidad son vacos y los medios que obedecen slo a intereses econmicos y secto-riales son ciegos.

    Esther Daz

    Doctora en Filosofa por la Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Directora de la Maestra Meto-

    dologa de la Investigacin Cientfica, Departamento de Humanidades y Arte de la Universidad

    Nacional de Lans.