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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA Filosofía Moderna 2º BACHILLERATO

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

Filosofía Moderna

2º BACHILLERATO

El fin de la Edad Media: Humanismo y Renacimiento

La primera dificultad que se plantea al hablar del Renacimiento es la de señalar con precisión sus límites con respecto a la edad media. Al igual que ocurre con otras clasificaciones históricas resulta difícil deslindar el final de una época y el comienzo de otra, de tal modo que, dependiendo de los historiadores y de los lugares y factores que toman en consideración, podemos considerar que el Renacimiento se desarrolla en los siglos XV y XVI, haciendo avanzar a retroceder sus orígenes a lo largo del siglo XV en función de las consideraciones que hayamos tomado en cuenta, y alargando su final hasta bien entrado el siglo XVII, lo que supone un margen de imprecisión importante.

No menor dificultad representa la cuestión de determinar si el Renacimiento supone una radical ruptura o una continuidad con respecto a la edad media. El desarrollo de la burguesía, clase social impulsora de los ideales renacentistas, comienza en la edad media, y va asociada al desarrollo del individualismo; la penetración de la filosofía griega en occidente se había realizado ya a través de las escuelas de traductores (Toledo, Vich, Nápoles, Palermo...) a lo largo de la edad media, especialmente durante el siglo XIII, lo que supone un despertar "medieval" del retorno a los clásicos, que será otra de las características clave del Renacimiento. Lo mismo ocurre con el desarrollo de la ciencia, mediante la actividad de los medievales Ockham, Oresme y Buridano, a lo que podemos añadir otros acontecimientos importantes que dejarán sentir su influencia con posterioridad, como el descubrimiento de América o de la imprenta.

Pero si es cierto que podemos encontrar algunos elementos de continuidad entre la edad media y el Renacimiento, como los señalados anteriormente, eso no basta para reducir el Renacimiento a una mera continuidad de la edad media. Por supuesto que todas las épocas históricas se generan a partir de otras anteriores en las que podemos encontrar en germen algunos de sus caracteres principales; pero ni el grado de desarrollo de dichos elementos, ni su significación, es reducible al que tenían en la época anterior. Y eso ocurre también con el Renacimiento. Los europeos del siglo XVI tenían una clara conciencia de ruptura con respecto a la edad media, conciencia mantenida por la sucesión de una serie de transformaciones sociales, políticas, religiosas, económicas, culturales, que nacían con una clara voluntad de oposición a lo "medieval". Entre ellas podemos destacar la desintegración de la iglesia y el desarrollo de la reforma luterana, y el de la iglesia anglicana con Enrique VIII, que se producen en el marco de la consolidación de los Estados nacionales y de las monarquías absolutas que van a configurar un nuevo mapa político en Europa, al que hay que asociar el desarrollo de la burguesía y su papel predominante, con la expansión del comercio, lo que supondrá el principio del fin del feudalismo. El desarrollo de la cartografía, el descubrimiento de la brújula, la utilización de la pólvora, son elementos que va a conducir al descubrimiento y colonización de América, lo que provocará un aumento de la desconfianza respecto al saber medieval. El descubrimiento de la imprenta facilitará la circulación de las nuevas ideas.

Características generales del Renacimiento1. El ideal común de este período viene definido por la esperanza de un renacer del ser

humano a una vida verdaderamente "humana", mediante el recurso a las artes, las ciencias, la investigación... poniendo de manifiesto la consideración del ser humano como ser natural, en oposición a la consideración medieval del ser humano como ser-para-Dios.

2. El retorno a los antiguos significa no sólo la recuperación de su obra, sino fundamentalmente el retorno al principio, a los orígenes de la vida humana, cultural, del ser humano. Volver al principio no significa volver a Dios, sino precisamente al terreno del hombre y del mundo humano. De ahí la valoración del pensamiento filosófico pre-cristiano. El retorno significa, además, una conquista. La vuelta a los orígenes, al principio, conlleva la conquista de la personalidad humana. El que este retorno se efectúa mediante las artes y las ciencias, y no mediante experiencias místicas interiores, por ejemplo, significa una búsqueda de la objetividad. En efecto, sólo la objetividad puede poner en evidencia el status original del hombre frente a la naturaleza, es decir, manifestar su origen y su condición humana.

3. Por lo mismo, el hombre es libre de decidir su conducta, de elegir su destino, lo que supone una exaltación de la libertad individual tanto en el orden teológico como el orden cultural y social.

Hobbes (1588-1679)

Pese al hecho de que Hobbes fue uno de los filósofos relevantes del siglo XVII, habiéndose relacionado con Bacon, Gassendi, Descartes (a quien realiza serias objecciones a sus Meditaciones) y habiendo conocido personalmente a Galileo, es decir, a los más significativos filósofos que procuran el paso del pensamiento a la modernidad, no goza entre nosotros de gran consideración su filosofía, lo que no es de extrañar, si tenemos en cuenta que nos hallamos ante un pensador materialista hasta la médula, muy lejos de las concesiones metafísicas de Descartes, y resuelto a aplicar al análisis del ser humano y de la sociedad los mismos presupuestos que al estudio de la Naturaleza. No ha ocurrido así con su pensamiento político, más conocido entre nosotros, del que ofrecemos un resumen a continuación.

La filosofía política de T. Hobbes

En el análisis de la vida social y política Hobbes partirá de la consideración de que la sociedad está compuesta por una multiplicidad de seres individuales conducidos por sus pasiones, intentando explicar como se produce la transición de este individualismo atomista a la construcción de un cuerpo social artificial, o estado, de carácter absolutista. Tradicionalmente se ha considerado la obra política de Hobbes como la fundamentación teórica de la absolutismo.

El estado natural de guerra

En lo que Hobbes llama el estado natural, es decir, el estado en el que se encontraba el ser humano antes de la organización de la vida social, los seres humanos son iguales por naturaleza en facultades mentales y corporales, produciéndose, también de una forma natural, la compensación entre las deficiencias y las cualidades con las que la naturaleza ha dotado a cada cual. Cada ser humano busca su propia conservación, en primer lugar, lo que da origen a la competición y a la desconfianza entre los seres humanos. En este estado natural no existen distinciones morales objetivas, por lo que dicha competición da lugar a un estado permanente de guerra de todos contra todos, en el que cada cual se guía exclusivamente por la obtención de su propio beneficio y, no existiendo moralidad alguna, no hay más límite para la obtención de nuestros deseos, que la oposición que podamos encontrar en los demás. No existiendo distinciones morales objetivas Hobbes considera, pues, que las acciones humanas se desarrollan al margen de toda consideración moral, como resultado de la fuerza de las pasiones, únicos elementos por los que se pueden guiar, en dicho estado, los seres humanos. Dado que no hay lugar para las distinciones morales no se puede juzgar dichas pasiones como buenas o malas. Podría parecer que Hobbes, al hacer depender de las pasiones la acción de los seres humanos en el estado de naturaleza, y al aparecer caracterizado tal estado como una "guerra permanente de todos contra todos", un estado en el que el ""el hombre es un lobo para el hombre", sugiere que las pasiones son un elemento negativo de la conducta humana, que el ser humano es malo por naturaleza.

La ley natural

¿Tiene algún interés el ser humano por salir de ese estado de naturaleza? Pero más importante aún ¿Puede salir de él? ¿O es su naturaleza tal que eso no sea posible? Es necesario, pues, investigar cuál sea la naturaleza del ser humano a fin de poder determinar si el estado de naturaleza es susceptible de ser abandonado o no. Hobbes distingue dos aspectos de la naturaleza humana: las pasiones, que le inclinan hacia la guerra y la paz; y la razón.

El hecho de que haya pasiones que inclinan, de forma natural, al ser humano hacia la paz permite pensar que hay algunos aspectos en la naturaleza humana que posibilitan el acuerdo entre los hombres para la consecución de dicha paz; Hobbes cree que esas pasiones están reguladas por leyes de la naturaleza que pueden ser descubiertas por la razón, y proveen al ser humano de un conjunto de normas de egoísta prudencia (no morales, ni metafísicas), que hacen posible la propia conservación y seguridad.

Tales leyes, por lo demás, son eternas :" Las leyes de naturaleza son inmutables y eternas, pues la injusticia, la ingratitud, la arrogancia, el orgullo, la iniquidad, el favoritismo de personas y demás no pueden nunca hacerse legítimos, porque no puede ser que la guerra preserve la vida y

la paz la destruya" (Leviatán,XV). Estas leyes de naturaleza a las que se refiera Hobbes son similares a las de la física, y establecen las formas en que, de hecho, actúan los egoístas, la forma en que su psicología les hace actuar. Tales leyes son las siguientes:

a) Primera ley de naturaleza. La búsqueda y el seguimiento de la paz mientras pueda obtenerse.

b) Segunda ley de naturaleza. La capacidad de renunciar a sus propios derechos (lo que abre la posibilidad de establecer un contrato con otros seres humanos).

c) Tercera ley de naturaleza. Cumplimiento de los pactos y acepten las consecuencias que de ellos se siguen (lo que se hace efectivo sólo una vez constituida la sociedad civil).

La razón muestra que es favorable para la conservación de los seres humanos que estas leyes se cumplan: es racional que el ser humano las observe. Este es el sentido de su obligación (en el fuero interno). Pero de hecho tales leyes en estado natural no se cumplen, por lo que se necesita un poder coercitivo para obligar su cumplimiento.

La formación del cuerpo social y la teoría del contrato.

Las causas que mueven a los seres humanos a unirse constituyendo así un cuerpo social son de dos tipos, según Hobbes: causas remotas y causas próximas (el contrato). Entre las causas remotas señala la inseguridad a la que se ven sometidos los seres humanos en estado de naturaleza, y la razón, que comprende la existencia de leyes pero, al mismo tiempo, observa que dichas leyes no se cumplirán sin un poder coercitivo, público, respaldado por la fuerza y capaz de castigar a los infractores.

Las leyes de la naturaleza son, por sí mismas, contrarias a nuestros deseos y pasiones naturales, que conducen a la parcialidad y al orgullo. Podemos, no obstante cumplirlas en estado natural cuando queremos y cuando ello no suponga un riesgo para nosotros. En el caso de que tales leyes se cumpliesen por parte de la gran mayoría de seres humanos, no sería necesaria ninguna forma de gobierno civil ni necesidad alguna de él. Pero, de hecho, las leyes de la naturaleza no se cumplen, dada su oposición a nuestras pasiones, a menos que haya un poder coercitivo con capacidad suficiente para imponernos su cumplimiento.

El motivo final por el que organizarse en sociedad es la preservación de la propia vida y la garantía de una existencia más dichosa. A diferencia de algunos animales, como las abejas y las hormigas, que viven de forma natural sociablemente, los seres humanos sólo pueden alcanzar esta convivencia social por medio de un pacto por el que se genera, simultáneamente, la sociedad civil y un poder común capaz de obligar a todos al cumplimiento del pacto suscrito. El pacto tiene lugar, pues, de cada hombre con cada hombre, "como si todo hombre debiera decir a todo hombre: autorizo y abandono el derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre, o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú abandones tu derecho a ello y autorices todas sus acciones de manera semejante". Este poder común no puede hallarse dividido (contra la división de poderes) sino que ha de ser ejercido por "un hombre o una asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de voces, a una sola voluntad"."

La teoría política de Hobbes pretende fundamentar filosóficamente, no históricamente, el origen de la sociedad civil y la legitimación del poder, su racionalidad (como forma de control del individualismo, al que considera inútil y nocivo). La sociedad, en definitiva, para Hobbes, está fundada sobre el miedo, ya se trate de una sociedad por institución (mediante un pacto) y o de una sociedad por adquisición (violencia del poder).

Descartes (1596-1650)

El filósofo racionalista René Descartes (1596-1650) es considerado como el padre de la filosofía moderna. Su intento de hallar un método lógico-matemático para el conocimiento filosófico ha sido enormemente influyente en la historia de la filosofía posterior. Quizás su aportación más revolucionaria fue considerar al sujeto pensante (el “cogito”) como la piedra angular de todo conocimiento; esta importancia del sujeto y del conocimiento apuntará ya a las temáticas típicas de la filosofía de la modernidad.

Racionalismo y método:

El racionalismo continental es un movimiento filosófico que surgió en el siglo XVII, es decir, en plena modernidad. Se llama continental, porque mientras que en las Islas Británicas se desarrollaba el movimiento empirista según el cual la experiencia juega un papel preponderantepara comprender la realidad, en el continente europeo floreció el racionalismo. Es difícil definir con concreción el racionalismo ya que es considerable la pluralidad de autores que pueden ser llamados racionalistas. Como rasgos más sobresalientes tendríamos la importancia que concede el racionalista a la razón frente a la experiencia o al criterio de autoridad para acceder al conocimiento. También suele ser un rasgo frecuente en los racionalistas la creencia que en la mente de todos los hombres existen ideas o funciones innatas que se activan cuando se produce la experiencia pero que son independiente de ella. Por último, debemos subrayar la importancia que tiene para el racionalismo las matemáticas como modelo de conocimiento por su exactitud y sistematicidad. Precisamente basándose en las matemáticas Descartes construyó su método filosófico para hallar un conocimiento cierto e indudable. Descartes, como muchos otros autores de su tiempo, observaba con desencanto como la matemática o la física eran ciencias que acumulaban conocimientos con el paso del tiempo; sin embargo, se lamentaba el autor racionalista, la filosofía carece de un sistema o método propio que le permita adquirir un conocimiento verdadero y con el que estén de acuerdo todos los filósofos. Para acabar con esa situación el francés se propone construir un método que, como la geometría euclidiana, parta de algún o algunos axiomas indubitables sobre los que construirá, sistemáticamente, todo el edificio del conocimiento filosófico. Según Descartes adquirimos conocimiento de dos maneras, mediante la intuición y la deducción. La intuición capta las verdades simples que surgen de la misma razón de modo inmediato sin posibilidad de dudas. La deducción, por su parte, es un procedimiento intelectual por el que conectamos las verdades simples de la intuición y concluimos otras verdades a partir de ellas.

Las reglas de este método deben ser sencillas y asimilables por todos. De hecho el filósofo racionalista consideró que con cuatro reglas bastarían:

* Primera regla: claridad y distinción: no debemos aceptar como verdad aquello que no sea evidente, claro y distinto. En este primer paso hacemos uso de la intuición, la más mínima duda sobre un conocimiento nos llevará a rechazarlo.

* Segunda regla: el análisis: debemos dividir las dificultades que encontremos durante la investigación tantas veces como sea preciso hasta la máxima simplicidad.

* Tercera regla: orden y síntesis: con esta regla de lo simple pasamos a lo complejo a través de la deducción, de este modo reconstruimos el orden de las ideas.

* Cuarta regla: enumerar y revisar: finalmente debemos enumerar los elementos del análisis y su orden para revisar todo el método y estar seguro de que no hemos omitido elementos ni reglas.

Aplicando este método, Descartes llegó a deducir la existencia del yo (cogito) como algo indubitable y autoevidente.

Duda metódica y cogito:

El filósofo francés se propone con su método hallar una verdad esencial sobre la que construir el edificio de la filosofía, que tendrá una base sólida y evidente. Descartes propone como primera condición de su método no aceptar nada que sea dudable, no le basta con la certeza o con una validez relativa: todo lo que sea cuestionable, aunque sea por las razones más peregrinas, no será considerado verdadero.

Por esta razón diremos que la aplicación del método cartesiano empieza con la duda metódica. En otras palabras, iremos analizando todos los conocimientos que tengamos en nuestra mente y lo someteremos al juicio de la duda, si ese conocimiento es dudable, no será el conocimiento autoevidente y claro que buscamos para fundar la filosofía. En primer lugar, Descartes desdeña todos los conocimientos que hemos recibido de otras personas o libros. El principio de autoridad, tan caro a la filosofía medieval, queda abandonado desde el primer instante. Después analiza los datos de los sentidos y se pregunta si ellos serán los elementos fundamentales del conocimiento. Descubre que no porque los sentidos nos engañan con facilidad: vemos u oímos cosas que no son tal como los sentidos nos las han mostrado. Sin embargo, podemos pensar que hay cosas en los sentidos dudables y otras no. Que la mesa sea de tal color o forma es dudable ya que los sentidos yerran con frecuencia, pero es difícil dudar que estoy aquí escribiendo en un examen y que lo que me rodea es ciertamente real. Aunque las cosas sean así en apariencia, Descartes demuestra que no lo son con su hipótesis del sueño: en muchas ocasiones he pensado que estaba en otro sitio y creía que todo lo que soñaba era real... ¿y si ahora no estuviera más que en otro sueño del que aún no he despertado? Por tanto, los datos de los sentidos, en su totalidad, son dudables, así que no nos sirven como base para nuestro método. Por último, Descartes considera la verdad de las matemáticas y dice que aunque estemos en un sueño dos más tres siempre serán cinco y que no se da ningún sueño en donde percibamos, por ejemplo, un círculo con esquinas. Son conceptos que repugnan a nuestra mente porque son autocontradictorios. No obstante, tampoco serán las matemáticas el conocimiento indubitable que busca el francés, ya que para destruir la validez de las matemáticas plantea la hipótesis del genio maligno, con la que se pregunta: ¿y si existiera un ser tan poderoso que pudiera engañarme incluso sobre la verdad de las matemáticas? Un ser que se afanase y disfrutase confundiéndome podría hacerme creer que dos más tres son cinco cuando, en realidad, son otra cifra diferente. Aunque el filósofo admite que la hipótesis es descabellada la considera imaginable y como se propuso buscar una verdad absolutamente indudable, debe desdeñar las matemáticas como conocimiento seguro. ¿Qué queda pues? Puede parecer que no queda nada, pero si nos detenemos descubriremos que mientras dudamos pensamos y que aunque estemos en un sueño o nos engañe un genio maligno, los que soñamos y somos engañados tenemos que ser para soñar o ser engañados. En definitiva, si dudo de que existo, pienso, y en el acto de pensar esta contenida, de suya, mi propia existencia. “Pienso, luego existo” (cogito ergo sum) es el primer principio que buscaba Descartes y del que no se puede dudar. Sobre la certeza del yo fundará Descartes su sistema filosófico y, al mismo tiempo, la filosofía moderna que tendrá como motivos centrales la subjetividad y el conocimiento.

Res cogitans y mecanicismo:

Tras demostrar la existencia indubitable del yo a Descartes le queda por demostrar la existencia del mundo externo al sujeto. El sujeto es una res cogitans, es decir una sustancia pensante. En un primer momento podemos dudar, incluso, de que esa cosa pensante tenga un cuerpo que la sostenga ya que la certeza indubitable solo alcanza al yo pensante.

Analizando el pensamiento, Descartes establece que existen tres tipos de ideas:

- Ideas adventicias: son aquellas que, en apariencia, vienen desde fuera del sujeto. Por

ejemplo, un ruido.- Ideas facticias: las crea el sujeto con su imaginación. Por ejemplo, un centauro.- Ideas innatas: son ideas que están en el sujeto desde su nacimiento. No las ha generado

el mundo externo ni él sujeto mismo. Son ejemplos de ideas innatas las ideas de infinito, perfección y, sobre todo, de Dios.

Descartes se propone analizar el origen de las ideas innatas, en concreto de la idea de Dios. Dios aparece en mi mente como un ser perfecto e infinito, siendo yo un ser imperfecto y finito ¿de dónde procede la idea de Dios? No la he podido crear yo mismo ya que no poseo las cualidades de infinitud o perfección que contengo en mi mente, incluso aunque las contenga no puedo abarcarlas con mi pensamiento. Luego esa idea tiene que venir de fuera de mi y solo puede provenir de un ser infinito y perfecto, es decir, de Dios. Por tanto, Dios existe.

Ahora sabemos que existe el yo y que existe Dios pero ¿existe el mundo externo? Observo que en mi mente aparecen objetos que juzgo como existentes, pero debo de admitir que esos objetos no son más que procesos de mi mente. Sin embargo, sé que Dios existe y que la bondad es un rasgo de su perfección, por tanto si Dios me ha dotado de sentidos para conocer el mundo, esos sentidos deben ser fiables para conocerlo. Luego, gracias a la bondad de Dios, puedo establecer que el mundo existe y que su rasgo peculiar, frente a la res cogitans del yo, es poseer extensión (res extensa).

La materia de que está formada en universo físico es una materia en el espacio y en el tiempo, pero que carece de pensamiento según vemos. La materia se mueve por leyes mecánicas y estables, por tanto, el universo, y con él el cuerpo humano, es una enorme maquinaria que se mueve mecánicamente. Esta idea del universo como una maquinaria ordenada influirá en el mecanicismo científico del siglo XVIII y es aún mantenida por cierto cientificismo ingenuo en nuestros días. El hombre como ser pensante es una res cogitans, pero al poseer cuerpo, también es una res extensa. Sin embargo, cuerpo y alma son sustancias radicalmente diferentes, mientras que en los cuerpos existen leyes rígidas que los mueven, el alma humana posee libertad. Por esto podemos concluir que solo el hombre es libre, mientras que los animales son meros autómatas. El problema de como el alma y el cuerpo pueden interactuar siendo realidades tan radicalmente distintas será una cuestión que ocupe al padre de la filosofía moderna, así como a sus sucesores como Malebranche o Leibniz.

COMENTARIO DE TEXTO DE DESCARTES

“Así, a causa de que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había ninguna cosa que fuera como las imágenes que ellos nos transmiten de esa cosa. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, incluso en cuanto a las cuestiones más simples de la geometría y cometen en ellas razonamientos falsos, juzgando que yo estaba expuesto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que había tomado antes por demostradas. En fin, considerando que todos los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos nos pueden venir también cuando dormimos, sin que haya ninguno que, por tanto, sea verdadero, resolví fingir que todas las percepciones que hasta entonces habían entrado en mi mente no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero enseguida me di cuenta de que, mientras quería pensar así que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad pienso luego existo era tan firme y tan segura que hasta las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacer tambalear, juzgué que la podía recibir sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que buscaba” (R. Descartes, Discurso del método, IV)

Spinoza (1632- 1677)

Spinoza fue un filósofo judío holandés cuya familia era de origen castellano (el nombre original de su apellido es Espinosa). Se le considera como uno de los tres grandes filósofos que inauguraron la filosofía racionalista moderna en el s. XVII, después de Descartes y junto a Leibniz, en oposición a la filosofía empirista moderna, inaugurada por Locke, Berkeley y Hume (en los siglos XVII y XVIII).

Spinoza fue el más consecuente de los filósofos racionalistas, dado que defendió la completa autosuficiencia de la razón tanto para comprender la totalidad de la realidad como para alcanzar la felicidad. Se opuso al empirismo, al considerar que la experiencia sensible nos da necesariamente una imagen parcial y deformada de la realidad, debido a la finitud de nuestra capacidad sensible. En cambio, pensaba que todo conocimiento producido únicamente por la razón puede demostrarse a sí mismo sin necesidad de recurrir a la experiencia sensible ni a ninguna autoridad exterior, como sucede con los teoremas de la geometría.

Su principal propuesta filosófica fue una ética racional alternativa a la religión judeo-cristiana dominante en la Europa de su tiempo. En lugar de concebir a Dios como un ser personal dotado de voluntad con un poder y saber infinito, lo definió como una sustancia que abarca la totalidad de lo real, identificándolo, de hecho, con la Naturaleza.

También negó que el alma humana fuese una sustancia, esto es, un ente siempre idéntico a sí mismo, y la concibió como un “modo” o porción de un pensamiento preexistente a cada mente individual, cuya esencia consiste en el esfuerzo o deseo (“conatus” en latín) de seguir existiendo en oposición al resto de fuerzas de la Naturaleza.

En política, defendió la separación de la iglesia respecto al estado, así como la libertad de expresión como base de la convivencia, y la democracia asamblearia como forma política que mejor asegura la paz.

Puede decirse que la filosofía de Spinoza se sitúa en las antípodas de Platón. Al igual que éste, consideró a la geometría como el modelo de conocimiento por excelencia, pero mientras que Platón afirmaba que la realidad estaba escindida en dos mundos, uno inteligible, puro, compuesto de formas siempre iguales a sí mismas, y otro sensible, compuesto de cuerpos materiales, ininteligible, impuro y en perpetuo movimiento; Spinoza consideraba que la realidad es una unidad plenamente inteligible, no compuesta de formas, sino de fuerzas. Es decir, defendió la inmanencia, unidad y racionalidad de todo lo real, en oposición a la tesis de la existencia de un mundo ideal transcendente al material.

Debido a su oposición a las religiones dominantes, Spinoza fue uno de los filósofos más censurados de la historia. Sin embargo, su filosofía tuvo gran influencia en buena parte del pensamiento posterior. Influyó en la tesis de la identidad entre lo real y lo racional característica de la filosofía de Hegel, en el concepto de ideología de Marx; Nietzsche lo consideró explícitamente como precursor, e inspiró la crítica de la noción de “sujeto” que llevó a cabo buena parte de la filosofía francesa del s. XX.

Locke (1632-1704)

La filosofía de Locke se expone en un lenguaje sencillo, alejado de los tecnicismos de la escolástica, aunque no exento de dificultades, dado el distinto significado que atribuye, en distintos pasajes, a términos y expresiones fundamentales en su pensamiento. La filosofía de Locke es considerada "empirista" en el sentido en que Locke afirma que la experiencia es la fuente y el límite de nuestros conocimientos. No se trata sólo de reconocer el valor de la experiencia en el conocimiento, cosa que ya habían tenido en cuenta otros filósofos, sino de considerar la experiencia como legitimadora y limitadora del mismo, afirmación que sólo podrá surgir del análisis detallado del conocimiento humano. En este sentido, es el primer filósofo que considera que el análisis del conocimiento es la primera actividad necesaria del filósofo, a fin de determinar bajo qué condiciones es posible decir algo verdadero.

El liberalismo político de Locke

El estado de naturaleza se caracteriza por la libertad e igualdad de todos los hombres, en ausencia de una autoridad común. Los hombres se mantendrán en ese estado hasta que, por su propia voluntad, se conviertan en miembros de una sociedad política.

A diferencia de Hobbes, para Locke el estado de naturaleza no se identifica con el estado de guerra. Bien al contrario: el estado de guerra constituye una violación, una degeneración del estado de naturaleza, mediante la imposición de la fuerza en ausencia de todo derecho, una desvalorización de lo que el estado de naturaleza debe ser.

Pero ¿Cómo sabemos lo que el estado natural debe ser? Porque existe una ley moral natural que lo regula, y tal ley puede ser descubierta por la razón. Esta ley es universalmente obligatoria, promulgada por la razón humana como reflejo de Dios y sus derechos... Esta ley se impone a los hombres en ausencia de todo Estado y legislación.

La ley moral natural proclama, al mismo tiempo, la existencia de unos derechos naturales y sus deberes correspondientes. Entre ellos, Locke destaca: el derecho a la propia conservación, a defender su vida, a la libertad, y a la propiedad privada...

Los orígenes de la sociedad política: el pacto.

Aunque los hombres poseen (en el estado de naturaleza) una ley natural, no se sigue de ello que todos la respeten de hecho, ni que respeten los derechos de las demás. Por ello, es de interés del ser humano, dice Locke, constituir una sociedad organizada para la más efectiva preservación de sus derechos y libertades, mediante un acuerdo o pacto establecido entre ellos.

La constitución de una sociedad civil supone, no obstante, renunciar a ciertos derechos; pero conlleva unos beneficios que Locke resume en los siguientes términos:

1. Los hombres disponen de una ley escrita que define la ley natural, evitando controversias sobre ella...

2. Se establece un sistema judicial que goza del reconocimiento general y evita arbitrariedades.

3. Se crea un poder capaz de castigar crímenes, y de obligar a ejecutar las sentencias.

4. Se conserva la propiedad privada.

La sociedad civil y el gobierno establecido se basan, pues, en fundamentos racionales, es decir, en el consentimiento. Las restricciones que la sociedad civil impone al estado de naturaleza sólo se pueden justificar mediante el consentimiento: nadie puede ser sacado del estada de naturaleza y ser sometido al poder politica sin su propio consentimiento, libremente.

En el origen de la sociedad civil y del gobierno nos encontramos, pues, con un pacto, con un contrato; y en el pacto el hombre renuncia a sus poderes legislativos y ejecutivos en favor de la sociedad; pero no renuncia a su libertad, aunque si la restringe. Esta dejación de poderes tiene por objeto, precisamente, el disfrutar con más seguridad de su libertad.

Constitución y disolución del gobierno. La división de poderes.

Para Hobbes el mismo acto del contrato generaba simultáneamente la sociedad civil y el Estado. Para Locke no es este el caso: la relación entre el gobierno y sus súbditos queda definida como mandato, es decir, como el encargo de una tarea... Así, mediante el pacto se constituye la sociedad civil y, posteriormente, el pueblo se constituye en asamblea y elige un gobierno al que confía una tarea. Ambos momentos constitutivos están claramente diferenciados.

Además, el poder del Estado no puede estar concentrado en los mismos representantes (contra el absolutismo). Bien al contrario: la garantía de que no se produzca abuso de poder radica en una estricta división del mismo en tres ámbitos diferenciados que deben ser detentados por personas distintas. La división de poderes se estructura como sigue:

1. El poder legislativo constituye el poder supremo en sentido estricto (Asamblea.), pero no es un poder absoluto: tiene que responder de la confianza puesta en él y respetar la ley moral natural...

2. El poder ejecutivo es el encargado de realizar los mandatos del legislativo.

3. El poder federativo encargado de la seguridad del Estado y de las relaciones con el exterior. (Nota: para Locke el poder judicial no es un poder independiente, siendo sólo un aspecto del ejecutivo).

Respecto a la disolución de un gobierno, Locke afirma que un gobierno se disolverá siempre que se de alguna de las siguientes situaciones, según que la causa de su disolución sean internas o externas:

a) Disolución por causas externas: cuando la sociedad que gobierna no pueda perdurar al ser conquistado el Estado por un Estado enemigo.

b) Por causas internas:

Siempre que el legislativo sea modificado arbitrariamente o sometido a un poder absoluto que le impida actuar libremente.

Si el detentor del poder ejecutivo es incapaz de poner las leyes en vigor.

Si el ejecutivo o el legislativo obran contrariamente al mandato encomendado.

Cuando un gobierno queda disuelto por cualquiera de estas causas la rebelión de los súbditos queda justificada.

Hume (1711 – 1776)

Los elementos del conocimiento

Tanto en el Tratado como en la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume comienza la presentación de su filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A diferencia de Descartes, para quien todos los contenidos mentales eran "ideas", Hume encuentra dos tipos distintos de contenidos: las impresiones y las ideas. La diferencia que existe entre ambas es simplemente la intensidad o vivacidad con que las percibimos, siendo las impresiones contenidos mentales más intensos y las ideas contenidos mentales menos intensos. Además, la relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que la del original a la copia: "o, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas". Es decir, las ideas derivan de las impresiones; las impresiones son, pues, los elementos originarios del conocimiento; de esta relación entre las impresiones y las ideas extraerá Hume el criterio de verdad: una proposición será verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna impresión; y falsa sino hay tal correspondencia.

Las impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de sensación, y de reflexión. Las impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los sentidos, y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc; las impresiones de reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos similares. Además, las impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión simple sería la percepción de un color, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de una ciudad.

Las ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas simples son la copia de una impresión simple, como la idea de un color, por ejemplo. Las ideas complejas pueden ser la copia de impresiones complejas, como la idea de la ciudad, o pueden ser elaboradas por la mente a partir de otras ideas simples o complejas, mediante la operación de mezclarlas o combinarlas según las leyes que regulan su propio funcionamiento.

Las leyes de la asociación de ideas

La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta combinación de ideas podremos observar cómo "incluso en nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros mismos sueños", esa asociación se produce siempre siguiendo determinadas leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de causa o efecto.

Cuando la mente se remonta de los objetos representados en una pintura al original, lo hace siguiendo la ley de semejanza. Si alguien menciona una habitación de un edificio difícilmente podremos evitar que nuestra mente se pregunte por, o se represente, las habitaciones contiguas; del mismo modo, el relato de un acontecimiento pasado nos llevará a preguntarnos por otros acontecimientos de la época; en ambos casos está actuando la ley de asociación por contigüidad: en el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en el segundo caso. El caso de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga nuestra mente la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo, actuando en este caso la ley de la causa y el efecto.

Según Hume, pues, son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de ideas, de tal modo que todas las creaciones de la imaginación, por delirantes que puedan parecernos, y las sencillas o profundas elaboraciones intelectuales, por razonables que sean, les están inevitablemente sometidas.

Crítica del principio de causalidad

Como hemos visto en la explicación del conocimiento, el conocimiento de hechos está

fundado en la relación causa y efecto. Esa relación se había interpretado tradicionalmente, bajo la noción del principio de causalidad, como uno de los principios fundamentales del entendimiento, y como tal había sido profusamente utilizado por los filósofos anteriores, tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus concepciones metafísicas.

¿Pero qué contiene exactamente la idea de causalidad? Según Hume, la relación causal se ha concebido tradicionalmente como una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto, de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se seguirá, y viceversa, conocido el efecto, la razón está en condiciones de remontarse a la causa que lo produce.

¿Qué ocurre si aplicamos el criterio de verdad establecido por Hume para determinar si una idea es o no verdadera? Una idea será verdadera si hay una impresión que le corresponde. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria" y, por lo tanto, es legítimo su uso, o es una idea falsa a la que no corresponde ninguna impresión?.

Si observamos cualquier cuestión de hecho, por ejemplo el choque de dos bolas de billar, nos dice Hume, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se pone en movimiento (efecto); en ambos casos, tanto a la causa como al efecto les corresponde una impresión, siendo verdaderas dichas ideas. Estamos convencidos de que si la primera bola impacta con la segunda, ésta se desplazará al suponer una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto: ¿Pero hay alguna impresión que le corresponda a esta idea de "conexión necesaria"? No, dice Hume. Lo único que observamos es la sucesión entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda; de lo único que tenemos impresión es de la idea de sucesión, pero por ninguna parte aparece una impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria", por lo que hemos de concluir que la idea de que existe una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto es una idea falsa.

¿De dónde procede, pues, nuestro convencimiento de la necesidad de que la segunda bola se ponga en movimiento al recibir el impacto de la primera? De la experiencia: el hábito, o la costumbre, al haber observado siempre que los dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento de que esa sucesión es necesaria.

¿Cuál es, pues, el valor del principio de causalidad? El principio de causalidad sólo tiene valor aplicado a la experiencia, aplicado a objetos de los que tenemos impresiones y, por lo tanto, sólo tiene valor aplicado al pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos impresión ninguna. Contamos con la producción de hechos futuros porque aplicamos la inferencia causal; pero esa aplicación es ilegítima, por lo que nuestra predicción de los hechos futuros no pasa de ser una mera creencia , por muy razonable que pueda considerarse. Dado que la idea de "conexión necesaria" ha resultado ser una idea falsa, sólo podemos aplicar el principio de causalidad a aquellos objetos cuya sucesión hayamos observado: ¿Cuál es el valor, pues, de la aplicación tradicional del principio de causalidad al conocimiento de objetos de los que no tenemos en absoluto ninguna experiencia? Ninguno, dirá Hume. En ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia, lo que le conducirá a la crítica de los conceptos metafísicos (Dios, mundo, alma) cuyo conocimiento estaba basado en esa aplicación ilegítima del principio de causalidad.

El sentimiento moral y la simpatía:

Hume toma el mismo punto de partida para articular su sistema ético que para construir su teoría del conocimiento: la naturaleza humana. Según Hume, el bien y el mal dependen de la constitución del hombre y de sus sentimientos. Si a los hombres les fuera grato el dolor, aquel que lo provocase sería considerado un benefactor de la humanidad. Por esto rechazaba los sistemas morales que tenían a la razón como juez de sus tribunales. De aquí que se diga que Hume fue el padre del “emotivismo moral”. Es un hecho que existe moralidad ya que en la sociedad humana los hombres hacen uso de la palabra “bueno” y “malo”. Pero Hume considera que los autores que creían que la razón sometía a las pasiones y que, por tanto, todo sistema moral debía fundarse en la razón, estaban equivocados. Por contra, llega a la deducción que es la razón quien obedece a las pasiones. Cuando juzgamos una acción como buena, la juzgamos así porque genera en nosotros un

sentimiento de aprobación. Por ejemplo, aprobamos el gesto de compasión ante alguien que está enfermo. Esta aprobación no depende de una valoración racional de la acción en sí y si se produce es secundaria y adventicia a la aprobación misma. Aunque parezca que Hume cae en el relativismo moral, no es así. A pesar de que admitía que la moral se funda en sentimientos subjetivos, al mismo tiempo consideraba que la naturaleza humana era común, por lo que esos sentimientos subjetivos serían, más o menos, concordantes con todos los hombres. Pero mirando en la experiencia ¿cuándo se produce un juicio moral en la mente del hombre? Para el filósofo empirista, esto tenía lugar cuando el individuo dejaba a un lado sus intereses particulares y tomaba un punto de vista general. Por ejemplo, si yo soy un ladrón, puedo considerar enemigo al que me quita mi botín y lo entrega a personas que las necesitan más que yo, sin embargo, no puedo considerar a esa persona “malvada” ya que no hace daño a la colectividad, sino todo lo contrario. Vemos que nuestras valoraciones morales solo tienen lugar cuando dejamos de lado nuestros intereses, pero también, y esto es especialmente importante, cuando tenemos en mente los intereses colectivos. Si alguien es útil a esos intereses, esa persona merece nuestra aprobación y la calificamos como “buena”. Es posible, por tanto, construir una teoría ética que tenga como fin la aprobación colectiva y,por lo tanto, la utilidad general. Para realizar actos buenos, en definitiva, debemos buscar la utilidad pública. Pero, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que el hombre abandone su propio bien en aras del bien público? Hume responde que en todos los hombres existe un natural sentimiento de “simpatía” hacia los otros hombres; las personas nos reconocemos como tales y sentimos cierta benevolencia entre nosotras. Es posible que haya personas que desoigan este impulso natural o que lo tengan ofuscado por una tara en su naturaleza, estas personas son las que consideramos “malvados”, pues son incapaces de compatibilizar sus intereses individuales con los colectivos.

La Ilustración

El siglo XVIII es el último de la Época Moderna. En este siglo el sistema social, político y económico típico de la Época Moderna, lo que se ha llamado el Antiguo Régimen, entró en crisis. El nuevo tipo de sociedad que se alumbra se caracteriza por adoptar un nuevo modelo económico (el capitalismo industrial) y una nueva forma de gobierno (la democracia representativa). Diversos factores favorecieron e impulsaron estos cambios. Dos fueron los más decisivos: la influencia de las ideas de os filósofos ilustrados y los progresos tecnológicos.

En este siglo, llamado "siglo de las Luces", tienen lugar las revoluciones políticas y económicas que marcan el final de la Época Moderna: la Revolución Americana en 1776, la Revolución Francesa en 1789, y la Revolución Industrial europea.

La burguesía- que puede considerarse revolucionaria- es la protagonista de los cambios políticos y económicos. El capitalismo se afianza como sistema económico y los sistemas absolutistas entren en crisis. La última forma que adoptaron las monarquías absolutas fue el despotismo ilustrado. Su lema más conocido fue "todo para el pueblo pero sin el pueblo". No fue suficiente y al final del siglo, en 1789, la Revolución Francesa dio al traste con el Antiguo Régimen en Francia, iniciándose a partir de entonces una progresiva implantación de los sistemas parlamentarios y constitucionales en el resto de Europa.

El siglo XVIII estuvo marcado por el fenómeno cultural de la Ilustración, que abarca el tiempo que va de la Revolución inglesa en 1688 hasta la Revolución francesa de 1789. La ilustración se originó en Inglaterra, pero se extendió como pólvora por toda Europa.

Los ilustrados creyeron que con ellos la Humanidad había llegado a la "mayoría de edad". Esto se tradujo en un empeño de racionalización de la realidad, que rechazó todo conocimiento fundado en la creencia religiosa. Sólo la explicación de la ciencia era admisible para una mentalidad ilustrada. Al mismo tiempo, las cuestiones no sometidas al estudio de la ciencia debían remitirse a la subjetividad y libertad de pensamiento de cada cual, postulándose la tolerancia (Voltaire) como un valor fundamental. Los ilustrados fueron conscientes de la enorme tarea que suponía la racionalización de todos los aspectos de la realidad, y se entregaron a esta misión con pasión. Fruto de esta actividad fue la "Enciclopedia o Diccionario razonado de las Ciencias, de las Artes, y de los oficios" de Diderot y D´Alembert, en la que se pretendió resumir todo el saber racional de la época.

Otra consecuencia del espíritu ilustrado fue la racionalización de la religión, que condujo al deísmo (doctrina que reconoce un dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo), defendido por J. Toland y Voltaire. Estos pensadores trataron de eliminar de la religión los elementos misteriosos y revelados, reduciendo el requisito para la salvación a muy pocos dogmas: la existencia de dios y la actitud moral.

Igualmente, los progresos de la ciencia, cuya figura estelar fue Newton, y de la técnica, con la invención de las primeras máquinas elementales (mecanismos de la cuerda, reloj, telar mecánico, máquina de vapor), despertaron una inusitada confianza en el progreso científico-tecnológico. Esta confianza condujo a la idea de que la ciencia y la técnica unidas, junto con una educación racional, terminarían por liberar al ser humano de sus necesidades y erradicar todos los males del mundo.

La Ilustración dejó una enorme herencia intelectual a nuestro mundo contemporáneo. Así, el ideal de la racionalización de la realidad, la primacía del saber de la ciencia y de la técnica que de ella se deriva, la autonomía moral del individuo y el ideal de la emancipación política a la búsqueda de un autogobierno en el que se logren la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los seres humanos.

En esta época quedaron plenamente formulados el principio democrático – es el pueblo quien debe gobernar- y liberal – el poder debe dividirse, controlarse y respetar los derechos individuales- que inspiran nuestras democracias en la actualidad.

De esta época proviene también un cierto optimismo histórico. Los ilustrados pensaron que la Historia caminaba inevitablemente hacia la realización de la libertad, la igualdad y la

fraternidad, y que el uso de la razón podría anticiparlas. Aunque estas esperanzas se han visto en parte defraudadas en los siglos siguientes por el industrialismo y las dos guerras mundiales.

Con relación a la religión, aunque todavía Kant pretende salvarla, la Ilustración dio lugar a las primeras ideas claramente antirreligiosas, materialistas y ateas, preludio de la filosofía anticristiana de Nietzsche, en el siglo siguientes. Toda la cultura cristiana comenzará a tambalearse en ese siglo. Y los valores cristianos, aunque no desaparecen dejan de ser los únicos.

Rousseau (1712-1778)

Las ideas de Jean-Jacques Rousseau, autor perseguido y exiliado de Francia y de su Ginebra natal, sirvieron de inspiración a los teóricos de la Revolución Americana y Francesa y aún en la actualidad se reivindica como padre de la democracia moderna. Sin embargo el pensamiento de Rousseau se debate entre una fuerte contradicción: aunque pertenece a la Ilustración por su lucha contra el despotismo, su fe en los sentimientos naturales del hombre frente a la razón y a los valores sociales lo perfilan como una antesala del Romanticismo.

El hombre y la Naturaleza

Para conocer la sociedad humana Rousseau se propone analizar al hombre que vive en el estado salvaje previo a la vida comunitaria. El hombre salvaje es un ser amoral pero no inmoral es decir, carece de sentido moral pues lo bueno y lo malo son conceptos que solo se adquieren en sociedad; sin embargo, esto no significa que el hombre sea malo o cruel en el estado natural ya que su comportamiento está definido por dos impulsos: el amor de sí y la piedad. Por el amor de sí el hombre busca su autoconservación y la de su descendencia: comer, beber, reproducirse, tener un cobijo, etc. es lo que busca este instinto de supervivencia que está presente en todos los animales. La piedad es igualmente un impulso natural, gracias a este sentimiento el hombre siente compasión ante el sufrimiento ajeno y se rebela ante este dolor aunque no sea propio. Muchos animales dan muestra de sufrir ante el dolor de sus congéneres e incluso de intentar aliviar ese sufrimiento por lo que Rousseau concluye que en el hombre también existe este impulso natural que modera el amor de sí.

Algunos autores como Hobbes pensaron que el hombre natural viviría en un estado de lucha continua (lucha de todos contra todos) pero Rousseau considera que este argumento parte del error de considerar que los hombres naturales buscan tantos lujos y bienes como el hombre social. Al salvaje le son suficiente muy pocas cosas para satisfacer su amor de sí por lo que no tiene que combatir con sus semejantes continuamente para subsistir. Las guerras son fruto de la avaricia rara vez del hambre, por esto afirma Rousseau que el hombre es bueno por naturaleza pues su impulso de supervivencia (amor de sí) no le lleva a la codicia sino que se conforma con poco y, además, su piedad natural no está anulada por las razones del hombre “civilizado”.

Cuando el hombre vive en sociedad el amor de sí degenera en amor propio; este impulso busca la superioridad y el reconocimiento de los elementos del cuerpo social y es el origen de los vicios del hombre como codicia, lujuria, intemperancia, soberbia, etc. el amor propio surgido en sociedad es el origen de la degeneración de los sentimientos naturales. El amor propio acalla la piedad con razones a las que seríamos sordos si viviésemos en naturaleza; la miseria del pobre, la muerte de un semejante o el desastre del prójimo dejan de conmover a nuestra piedad cuando la razón nos da argumentos que justifican la indiferencia: “si quiere comer que trabaje”, “es un hereje, es justo que muera”, “yo estoy seguro ¿qué me importa lo que le pase?” son razones que nuestra inteligencia nos da para hacer enmudecer los impulsos naturales de la piedad. De aquí viene la famosa frase de Rousseau: “el hombre que medita es un animal degenerado”.

Frente a los valores ilustrados de confianza en la razón y en la sociedad Rousseau traslada su optimismo hacia la naturaleza humana y los sentimientos del hombre; el salvaje y el niño son los hombres verdaderos mientras que el hombre llamado civilizado y el adulto seres corrompidos por la sociedad.

El pacto social

Llegó un momento en donde los hombres no podían seguir viviendo aislados y se agruparon por causa de la presión demográfica o para realizar tareas colectivas como cazar. En los primeros momentos esta vida común no había corrompido al hombre ya que las desigualdades eran solo fruto de la biología y el amor propio y la razón apenas tenían fuerza para cegar a la piedad natural. Sin embargo con la minería y la agricultura los hombres pudieron acumular recursos y nació el concepto de propiedad, por culpa de la propiedad las desigualdades

se incrementaron y el deseo de poseer más provocó guerras, asesinatos y luchas. Es en este momento cuando sí se produce la guerra de todos contra todos: los que no tienen roban a los que tienen y los que tienen intentan robar a los más débiles.

En esta situación caótica los ricos ven la necesidad de crear un orden y una ley que proteja sus propiedades por lo que instituyen el pacto social; sin embargo, para que los carentes de propiedades entren en el pacto social también deben ser beneficiados por él pues si no ¿qué sentido tendría entrar en él cuando sería mejor la lucha de todos contra todos? Por esto el pacto social establece que todos los miembros del pacto son partes indivisibles de un todo y que todos ponen en común todas sus fuerzas para defender los intereses del nuevo cuerpo político. Cuando los poderosos violan el pacto social oprimiendo a una parte del cuerpo político los oprimidos tienen todo el derecho a rebelarse ya que la igualdad y la unidad total del cuerpo social son elementos imprescindibles del pacto.

La soberanía o lo que es lo mismo la capacidad de decidir de los miembros del cuerpo político es indivisible e inalienable. Es decir, la soberanía del cuerpo político es un acto total de todos y cada uno de los miembros de la sociedad que no puede dejar fuera a nadie ya que si así se hiciera la decisión no tendría valor total sino parcial. La soberanía tampoco es alienable, es decir, nadie puede representar a nadie en los actos de decisión soberana ya que la soberanía es colectiva o no es tal. Se puede transferir el poder para ejercer la soberanía pero nunca la soberanía misma, si se entrega la soberanía el pacto social se torna en una relación de señores y súbditos por lo que como tal queda roto.

El modelo político propuesto como ideal por Rousseau se aleja mucho de los estados-naciones actuales; la soberanía inalienable e indivisible que él defiende presupone unos estados reducidos como los cantones suizos a los que perteneció, las polis griegas o la civitas romana de la República.

Kant (1724-1804)

La historia de la teoría del conocimiento y la ética tienen un punto de inflexión en el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804). En teoría del conocimiento su Crítica de la Razón Pura supuso un verdadero “giro copernicano” a la gnoseología, mientras que su ética meramente formal contrasta con las éticas materiales propuestas hasta entonces. Su teoría ética asume como principio la libertad y dignidad de todos los hombres, hecho que conecta su pensamiento con la ideología de las revoluciones burguesas de su tiempo y a través de ellas con la actualidad.

Criticismo, razón teórica y razón práctica

A finales del siglo XVIII se consideraba que el conocimiento de la ciencia era un conocimiento certero y totalmente fiable. Ante esto, Kant se interroga sobre como es posible el conocimiento de leyes universales en el ámbito de la experiencia. Esta investigación y su crítica ala teoría del conocimiento de empiristas y racionalistas, se denomina criticismo. La complejidad del problema del conocimiento está en que la ciencia hace afirmaciones universales, sin embargo, como ya mostró Hume, esas leyes universales no pueden ser fruto de la mera experiencia ni de la inducción. Por tanto, no son deducibles leyes con validez universal por una mera reiteración de experiencias. Según Kant nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no es solo experiencia. Los hechos empíricos no muestran ninguna ley, son solo hechos de los que tenemos un conocimiento sensible. Hay algo más, además de la experiencia, que permite construir conocimiento y es la razón. Por esto, se dice que el filósofo alemán adopta una postura intermedia entre el empirismo (todo conocimiento procede de la experiencia) y el racionalismo (el conocimiento procede prioritariamente de la razón). Para analizar como es posible el conocimiento, Kant distingue entre dos formas de conocimiento: el conocimiento empírico o a posteriori y el conocimiento a priori. El conocimiento a posteriori procede de la experiencia y, por tanto, es individual y particular. Por contra, el conocimiento a priori es independiente de los datos empíricos, es un conocimiento puro y por lotanto sus juicios son universalmente válidos y necesarios. Todo conocimiento se expresa con juicios que pueden ser válidos o no. Dependiendo de la distinción entre tipos de conocimientos existen, también, diferentes tipos de juicios. Los juicios analíticos a priori, son aquellos en los que la verdad del predicado está comprendida en la propia composición del juicio. El problema de este tipo de juicios es que no aportan conocimiento, y son meramente explicativos. Por ejemplo, "El triángulo tiene tres ángulos" es un juicio analítico a priori, necesariamente verdadero, pero la noción "triángulo" contiene el predicado "tener tres ángulos"; no se aporta un nuevo conocimiento con este juicio. Los juicios sintéticos a posteriori dependen de la experiencia y aportan conocimiento nuevo, pero su validez no es universal. "Algunos perros comen hierba" es un hecho de la experiencia, en el concepto "perro" no está "comer hierba", por lo tanto, se añade conocimiento con este juicio, pero no como ley universal y necesaria. Por último, existen los juicios sintéticos a priori, que son una novedad conceptual de Kant, que aumentan el conocimiento y, además, tienen validez universal. Por ejemplo, “todo lo que ocurre, tiene una causa” es un juicio sintético, ya que el predicado “causa” no está dentro del concepto “ocurrir”. Sin embargo, no es un juicio sintético a posteriori, pues no necesito de comprobación experimental para saber que es universalmente verdadero. Por tanto, es un juicio sintético, porque añade conocimiento que no se encuentra en la definición del sujeto de la oración, y es un juicio a priori, porque no depende de la experiencia y tiene carácter universal. Las ciencias naturales y la matemática construyen conocimiento gracias a la formulación de juicio sintéticos a priori. Otra cuestión será saber como son posibles estos juicios. Para Kant, la razón tiene la capacidad de formular principios. La razón teórica formula juicios, como los que hemos visto. El uso teórico de la razón nos permite conocer el mundo. Sin embargo, al hombre no le basta con conocer sino que debe actuar, para esto existe un uso práctico de la razón. La razón práctica no emite juicios sino imperativos que sirven para guiar la conducta de los hombres. Un ejemplo de imperativo sería “no mentirás”. La razón es una sola, cuando hablamos de razón teórica o práctica, hablamos de usos de esa

razón. Un uso cognitivo y un uso moral, igualmente necesarios para el hombre.

Las condiciones de posibilidad de la ciencia y la metafísica

Uno de los problemas fundamentales de la filosofía moderna fue el conocimiento. Kant heredará este problema que tomará, en este autor alemán, la forma de tres preguntas: ¿Cómo esposible el conocimiento matemático?; ¿cómo es posible el conocimiento de las ciencias físicas?; y,finalmente, ¿es posible el conocimiento filosófico y si lo es cómo? Vemos que en el planteamiento del problema hay dos supuestos: primeramente, Kant asume que el conocimiento matemático y físico es un hecho. Piensa el autor ilustrado que las matemáticas han dado muestra de validez desde casi sus inicios, mientras que las ciencias físicas han mostrado su validez sobradamente desde los descubrimientos de Newton. El segundo supuesto del que parte el filósofo alemán, es que la filosofía no ha mostrado validez como conocimiento objetivo y, por tanto, a diferencia de la ciencia, nos podemos plantear si es posible o no tal conocimiento. La obra más importante de Kant es la “Crítica de la razón pura”, en la parte titulada “Doctrina trascendental de los elementos” encontramos tres apartados que pretenderán responder a las preguntas antes expuesta: la Estética trascendental, que responderá a por qué y cómo es posible el conocimiento matemático; la Analítica trascendental, que analizará las condiciones de posibilidad de la ciencia física; y, por último, la Dialéctica trascendental que trata de dirimir si es posible un conocimiento metafísico o no. Kant utiliza la palabra “Estética” en su sentido etimológico, es decir, como “sensación”, de tal modo que en la Estética trascendental analizará las formas de la sensibilidad humana. Según el filósofo de Königsberg, los objetos activan los sentidos del hombre y este los intuye en su sensibilidad. Ningún objeto se da fuera de la sensibilidad, podemos entender conceptos sin necesidad de sensibilidad, por ejemplo, el concepto de unicornio puede ser pensado y, en cuantoque es pensado es un concepto; pero el concepto unicornio no es un objeto ya que no es percibido por la sensibilidad. Estos objetos que son procesados por el hombre con la facultad de la sensibilidad son la materia prima de todo conocimiento real. Todos los objetos que son intuidos por la facultad de la sensibilidad están ubicados en parámetros espacio-temporales. El espacio y el tiempo son como el eje de coordenadas en donde intuimos todas nuestras sensaciones; son, por tanto, intuiciones puras que posibilitan la sensibilidad. Sin espacio ni tiempo no sería posible ninguna intuición sensible ni, por tanto, ningún conocimiento cierto. Frente a Newton, Kant concluye que espacio y tiempo no son realidades absolutas sino que son condiciones de posibilidad de nuestra sensibilidad. En otras palabras, espacio y tiempo son formas que tiene la sensibilidad humana de estructurar sus objetos. No tienen objetividad más allá del acto de intuición sensible, son subjetivas en el sentido de que son fruto de la forma que tenemos los hombres de captar los objetos sensibles, sin embargo, son objetivas en el universo humano, ya que todos los hombres comparten ese modo de intuir los objetos. Las matemáticas son objetivas en ese mismo sentido ya que esa ciencia analiza las intuiciones puras del espacio y tiempo. La geometría analiza la intuición pura del espacio y la aritmética la del tiempo. Por eso no es posible la contradicción en las matemáticas si son bien planteadas, porque tratan de entidades que están en la estructura de la sensibilidad de todos los hombres que son capaces de sensación. Sin embargo, el hombre no solo comprende el mundo a través de la sensibilidad sino que también gracias al entendimiento es capaz de captar conceptos. De como aprehendemos la realidad a través del entendimiento trata la “Analítica trascendental”. Para Kant la intuición sensible sin entendimiento es ciega y el entendimiento sin la sensibilidad está vacío. Si debe ser posible el conocimiento, debe de proceder de la experiencia pero debe, también, ir más allá de ella.Por ejemplo, cuando decimos “un hombre empuja una manzana roja al suelo desde una mesa y cae” pensamos que estamos, sencillamente, expresando una experiencia sensible desnuda pero no es así. En esa oración, existen categorías que no nos la dan la sensibilidad desnuda: el concepto de manzana o de hombre, la relación causa efecto (la manzana cae porque la empujan) o la cualidad de la “rojeidad”. Todas esas categorías son impuestas por las estructuras de nuestroentendimiento, del mismo modo que el espacio y tiempo eran impuestos a la intuición sensible por nuestra subjetividad. Si careciéramos de esas categorías, el mundo sería un flujo incesante

de sensaciones sin relaciones entre sí; la estabilidad y relación de esas intuiciones sensibles son aportadas por categorías a prioris de nuestro entendimiento. Estas categorías son tan subjetivas y objetivas como las intuiciones puras de nuestra sensibilidad, es decir como el espacio y el tiempo. Las categorías no aportan conocimiento si no están asociadas a intuiciones sensibles, sin ellas, las categorías se mueven en el vacío estérilmente. El divorcio entre entendimiento y sensibilidad genera ilusiones o reflexiones que pueden o no tener un referente real, pero que al no poderse contrastar carecen de valor cognitivo real. El hombre con las formas subjetivas de la sensibilidad y con las categorías capta el mundo tal y como aparece en su mente, esto es lo que Kant denomina “fenómeno”. El mundo del conocimiento es un mundo fenoménico, pero ese mundo fenoménico debe ser en sí mismo algo distinto a como lo vemos, lo que sea el mundo en sí es inaccesible a la mente humana porque en el momento en el que lo captemos, ese mundo en sí entra en nuestra captación a través de nuestras estructuras mentales subjetivas, es decir como fenómeno. El mundo en sí es denominado por Kant “noúmeno”. La Analítica trascendental explica, por tanto, como son posible los juicios sintéticos a priori en las ciencias físicas: los conceptos con los que se construyen la ciencia no dependen de la experiencia sino de las formas a priori del entendimiento, sin embargo, precisan de la sensibilidad o experiencia para verificarse. Pasamos ahora a explicar la “Dialéctica trascendental”. Según Kant el conocimiento humano está limitado por la experiencia, pero la razón del hombre se siente impulsada a ir más allá de la experiencia buscando comprender ámbitos que sobrepasan el conocimiento basado en la sensibilidad. Cuando la razón hace esto produce ideas. Dios, el alma y el mundo son ideas ilusorias que crea la razón pretendiendo unificar lo que conoce. Ni el alma, ni Dios, ni el mundo como totalidad son objeto de experiencia, así que, aunque la razón tienda naturalmente a construir esas ideas, esas ideas no tienen ni pueden tener un referente en la experiencia. En otras palabras, no es posible conocer nada de Dios, ni del yo ni del mundo de modo certero, solo podremos construir conjetura sobre estas ideas. Esto no implica, por ejemplo, que Dios no exista, sino simplemente que no podemos afirmarlo con certeza, es objeto, únicamente de nuestra fe. La filosofía, por tanto, alimenta ese impulso de nuestra razón por crear ideas, es necesaria e inevitable, pero carece de objetividad y no podrá ser nunca verdadera ciencia, toda vez, que los objetos de su reflexión no proceden de la experiencia sino que son meras ideas unificadoras de nuestra razón.

Ética universal, el hombre como fin:

Para Kant es un hecho que lo único objetivamente bueno es una buena voluntad. La inteligencia, el valor, la riqueza y todo lo que solemos considerar valioso dejan de tener valor y se vuelven incluso cosas perniciosas si van acompañados de una voluntad torcida. También la felicidad, meta de muchas teorías éticas, tiene un valor relativo frente a la buena voluntad ya que la felicidad del malvado genera repulsión al observador objetivo como si solo fuéramos dignos de ser felices cuando poseemos una buena voluntad. Que la buena voluntad es buena incondicionalmente podemos demostrarlo como sigue. La naturaleza no hace nada en vano, si un ser natural posee un órgano para satisfacer una función ese órgano es adecuado y perfecto para esa función. El hombre posee razón e instinto y la razón no tiene solo una función teórica sino también práctica que busca el bien moral. Pero la razón difícilmente nos puede hacer felices, el hombre sabio descubre pronto que todas las preocupaciones que nos muestra nuestro intelecto (muerte, enfermedad, pobreza, incertidumbre...) y que los actos buenos de nuestra razón práctica no conducen a la felicidad; sin embargo, el hombre sencillo haya la felicidad sin necesidad de su razón con su mero instinto. Concluye Kant que si el fin del hombre fuera la felicidad la naturaleza no nos hubiese dotado de una razón práctica que elabora juicios morales que no conducen por sí mismos a la felicidad. De este modo sostiene Kant que el hombre ha sido dotado por la naturaleza de razón práctica para otro fin más alto que la felicidad: el bien moral. El bien moral se manifiesta claramente en el concepto de deber. La búsqueda de la felicidado de la riqueza nos fuerza a acciones cuyo valor está condicionado a la consecución de un fin mientras que los actos del deber impuestos por nuestra razón práctica tienen valor por sí mismos. De este modo concluimos que los actos morales no son evaluables por sus resultados

porque no son elegidos para alcanzar algo sino por ellos mismos. El resultado de un acto bueno puede ser perjudicial pero el acto seguirá siendo bueno porque lo importante de un acto moral es el principio por el que se realiza. Para mostrar esto Kant habla de tres tipos de actos: los actos por deber, conforme al deber o contra el deber. Utilizando el famoso ejemplo del tendero, Kant nos explica que un tendero puede actuar conforme al deber al no engañar a un niño en su comercio para defender su negocio de la mala fama. ¿Es este acto por deber? No, porque no se ha hecho por sí mismo, no se ha realizado por respeto al deber sino buscando algo; el acto tampoco es contra el deber ya que el tendero no engaña sino que es un acto conforme al deber, es decir, hecho “como si” se obrase guiado por el deber pero realmente guiado por fines espurios. Kant criticará de este modo muchas de las teorías éticas cristianas ya que ser bueno para ser recompensado por Dios en el cielo es igualmente un comportamiento conforme al deber pero no por deber. Los actos mandados por el deber tienen forma de imperativo categórico. Además del imperativo categórico existen imperativos hipotéticos que mandan algo para conseguir otra cosa, “si quieres ser famoso haz X”, son mandatos condicionados por un fin. El imperativo categórico manda por sí mismo sin fin alguno, por respeto al deber. Si el hombre es capaz de mandarse a sí mismo es claro que es un ser libre; mientras que los demás entes se guían por leyes naturales de causa-efecto el hombre es capaz de ser autónomo, es capaz de decidir por si mismo como actuar con indiferencia del mundo natural de leyes. En esta libertad reside la dignidad específica del ser humano. El imperativo categórico debe mandar por sí mismo, sin mirar otros objetivos que él mismo por lo que debe ser universal más allá de cualquier circunstancia. De este modo Kant enuncia este imperativo como “obra de tal manera que puedas querer que el principio que guíe tu acción sea un principio universal”. Por ejemplo, si decido eludir las deudas con excusas para no pagar ¿puedo querer que este principio sea universal, es decir, puedo querer que todos los hombres lo sigan? Dice Kant que no es posible querer un mundo así ya que nadie confiaría en nadie y el principio “es bueno eludir las deudas si se puede” se autodestruiría. El hombre es un ser autónomo y libre, no es por lo tanto un eslabón más de la cadena de causas sino que su libertad moral lo convierte en algo valioso en sí mismo. Mientras que los objetos son “cosas para algo” el hombre es principio de la cadena de causas por lo que tiene dignidad. Así otro modo de enunciar el imperativo categórico podría ser “obra de tal manera que te relaciones con los hombres siempre como fin y nunca sólo como medio”. En el ejemplo anterior veríamos que no es legítimo usar a las otras personas como instrumentos para obtener dinero, las estaríamos usando como medios no como seres valiosos en sí. Naturalmente la voluntad del hombre busca la felicidad mientras que la razón moral busca el bien por lo tanto en muchas ocasiones se produce el conflicto entre nuestro deseo de felicidad y nuestro deber; cuando esto ocurre el instinto usa de todo tipo de argumentos capciosos para seducirnos e imponerse a nuestros sentimientos morales. Generalmente el hombre vive atrapado en este conflicto por lo que es necesaria la reflexión filosófica sobre el bien moral, para delimitar con claridad la naturaleza del deber frente a los intentos del deseo de felicidad de confundirnos. La ética de Kant es una ética formal porque mientras que otras teorías éticas han buscado elmodo de alcanzar un fin (la felicidad, la tranquilidad, el Cielo...) y son por lo tanto “instrucciones para”, la ética kantiana propone que nos centremos en la forma de nuestras decisiones éticas. A pesar de su rigorismo la ética de Kant no deja de ser una meta noble y un firme alegato a favor de la libertad y la dignidad intrínseca de todos los seres humanos.

fuentes:

http://www.acfilosofia.orghttp://filex.eshttp://filosofia.laguia2000.comhttp://www.webdianoia.com

COMENTARIO DE TEXTO DE KANT

“Ahora yo digo: el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como fin. Todos los objetos de las inclinaciones tienen sólo un valor condicionado, pues si no hubiera inclinaciones y necesidades fundadas sobre las inclinaciones, su objeto carecería de valor. Pero las inclinaciones mismas, como fuentes de las necesidades, están tan lejos de tener un valor absoluto para desearlas, que más bien debe ser el deseo general de todo ser racional el librarse enteramente de ellas. Así pues, el valor de todos los objetos que podemos obtener por medio de nuestras acciones es siempre condicionado. Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen, empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio los seres racionales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho (y es un objeto de respeto).”

(I. KANT, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Trad. de M. García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1983, pp. 82 y 83)