Fiestas universitarias de antaño edicióndigital serindigena

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Libro memoria que cubre la historia de la participación de los estudiantes universitarios en la vida nacional, desde la instalación de la primera casa de estudios superiores en Chile hasta el presente.

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Proyecto Financiado por el FondoNacional de Fomento del Libro y la Lectura 2012

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

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FIESTAS UNIVERSITARIAS DE ANTAÑO

Sergio Muñoz Martínez

Editorial Fértil Provincia

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No tengo nada contra los bailes de máscarasa condición de que no se exagere la notanada contra la fiesta de la primaveraque cada cual se divierta a su modoa condición de que nos demos cuentade la fragilidad de todo estode la precariedad de todo estode la irrealidad de todo esto

Nicanor Parra en Nuevos Sermones y Predicas del Cristo de Elqui,Poeta laureado en las fiestas primaverales de 1939

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DEDICATORIA

A Rosa Rubilar, que de haber vivido en la baja edad media, se las habría ingeniado para ingresar a un monas-terio y tener la posibilidad de aprender a leer y escribir y, logrado esto, de seguro se habría escapado, para

transformarse en un goliardo, yéndose a la leyenda con Robin Hood, para comenzar su lucha en defensa de las mujeres y la expropiación de los ricos para darle a los pobres, desde la cual la recordamos.

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PALABRAS INICIALES

Los capítulos que componen este libro forman parte de una investigación más amplia que cubre la historia de la participación de los estudiantes universitarios en la vida nacional, desde la instalación de la primera casa de estudios superiores en Chile hasta el presente.

Me he animado a publicarlos porque cuando en el 2011 comenzaron las grandes movilizaciones estudiantiles me llamó la atención la molestia que causó a un senador de gobierno la representación de una coreografía de un ídolo de la música pop enfrente del palacio de gobierno. Más me sorprendió recordar que nunca había oído críticas al espectá-culo, propio de las tradiciones cuarteleras, con que año académico tras año académico se recibe a los estudiantes que ingresan a las universidades, mayoritariamente de propiedad de los conmilitones de aquel senador.

Al ver el thriller masivo por la educación en Chile recordé las tradiciones universitarias de los estudiantes chilenos, por ejemplo, las coreografías de los clásicos universitarios que movilizaban a veces hasta cinco mil estudiantes en un espectáculo similar al que había molestado al senador que en mi época de estudiante había sido instructor de boxeo de jóvenes opositores al gobierno constitucional de aquel entonces.

Como aquellas coreografías también se han repetido en las masivas concentraciones que el país ha visto en pos de la educación gratuita, viéndose también como se reprime a jóvenes cuya única participación en los desfiles ha sido danzar, me he animado a mostrar que estas tradiciones universitarias no sólo han ayudado a nacer actores, poetas y músicos en nuestra Universidad de Chile, sino que también en el pasado impulsaron la aparición de instituciones completas, que pasaron a formar parte de ella como el teatro universitario, actual teatro nacional.

No resulta sorprendente que las autoridades de las universidades chilenas no apoyen las manifestaciones de la vida universitaria que siempre han acompañado a los estudiantes. Las llamadas universidades chilenas hoy en día son poco más que centros de capacitación, y las universidades tradicionales no han tenido más opción que dejarse llevar por la lucha por mostrar resultados en los cuales no se incluyen las fiestas que aquí se cuentan. Como estoy seguro que éstas ayudaron a formar como ciudadanos a los que las organizaron y contribuyeron a su éxito, como fuera el caso de José Tohá o Jorge Peña Hein, entre muchos estudiantes de antaño asesinados por la dictadura militar que ocupara el país a partir de 1973, espero que su ejemplo de ciudadanos sirva a los estudiantes de hoy y sus luchas.

El autor

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LOS GOLIARDOS

Durante el proceso que condujo a la formación de las primeras universidades, a lo largo de la baja edad media, la figura del estudiante aparece asociada a un personaje que pasó a la historia bajo el nombre de goliardo.

Sobre los goliardos no es mucho lo que se sabe, dada la persecución de que fueron víctimas, por parte de los poderes establecidos, particularmente la iglesia, a fin de aislarles. Lo que sí se podría afirmar, es que tuvieron su origen en los monasterios, donde se había refugiado el saber, después de la destrucción del imperio romano por parte de los bárba-ros. En éstos, algunos monjes habían sido relevados del trabajo físico, que en lo fundamental era agrícola, para copiar los libros que se habían salvado de la destrucción, trabajo que no siempre realizaban como penitencia. También hacían investigaciones, principalmente sobre los conocimientos del mundo árabe que se basaba en los clásicos griegos.

El que algunos monjes hubieran podido escapar del duro trabajo físico, había sido posible porque los monasterios habían tomado la dirección de la economía, basada en la agricultura, privilegiando la acumulación por sobre el de-rroche, práctica de los señores feudales, a través de sus torneos, las partidas de caza o en la vagancia por los bosques, buscando aventuras.

Con los excedentes habidos se pudo aumentar el número de monjes que no sólo salvarán libros, sino que también desarrollarán las artes, como el canto y la pintura, que eran necesarios para la liturgia. De esta manera, desde el siglo IX los monasterios, aparte de convertirse en verdaderos centros económicos con una suerte de bancos para el desarrollo rural, se encargaron de la enseñanza necesaria para reproducir y ampliar la labor de la iglesia, y gestionar lo acumula-do, haciendo que en los hechos la administración feudal quedara en sus manos. Así en inglés, la palabra “clerk”, que en castellano significa clérigo sirve, hasta el día de hoy, para designar al que cumple labores de oficina, siendo la misma para el que sirve a la iglesia. Pero, más que nada, la denominación de clérigos era para los hombres cultos de la época, que sabían latín y enseñaban, y que no necesariamente eran monjes.

Al detentar la iglesia el monopolio de la enseñanza durante la alta y baja edad media, primero a través de las escuelas palatinas y luego a través de las escuelas monacales, los que querían aprender, no tenían más que ingeniárselas para acceder a los monasterios que, aparte de ofrecer un techo, un plato de comida y algún vinillo, daban la posibilidad de escapar del ganarse el pan con el sudor de la frente. Cuando, tras la Reforma Gregoriana se redujo el número de obla-tos en los monasterios, la educación que se daba en las aulas monacales, se transformó en un servicio abierto a todos.

Los que aprovecharon esta oportunidad consiguieron acercarse al saber, pero también descubrieron la corrupción imperante en la iglesia, ya que el poder económico de los monasterios había transformado estas instituciones en pres-tamistas, que en no pocos casos practicaban la usura, lo cual, unido a la simonía, alimentaba la corrupción, aparte de otras malas prácticas, como el aprovechar la habilidad de copistas de algunos monjes para falsificar títulos, que permi-tían a la iglesia reclamar tierras y otros bienes. Así se incrementaba aún más su poderío y su consecuente alejamiento de sus supuestas virtudes.

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De esta manera, muchos de los que ingresaban a los monasterios, al no encontrar lo esperado, tan sólo se contenta-ban con obtener las órdenes menores, cuyo rasgo distintivo era la tonsura, lo cual les eximía de determinados tributos debidos a los señores feudales. Conseguidas éstas, se unían a los monjes que desertaban de la vida monástica, desilu-sionados de la vida conventual, hartos de la corrupción, largándose renegados y nuevos aprendices de clérigos a los caminos, que cada vez se veían más animados, producto del renacimiento de las rutas comerciales. Estas sendas que cruzaban los bosques, les vinculaban con todos los marginales de la sociedad medieval, tales como los locos, las prosti-tutas, justicieros de leyenda como Robin Hood o salteadores de caminos.

Paralelamente a estas deserciones que comienza a experimentar la iglesia, y a la aparición de grupos más extremistas que cuestionaban los cimientos de la civilización cristiana, a fines del siglo XI y comienzos del XII, comenzaba el rena-cimiento de las ciudades.

El rasgo distintivo de este auge urbano y la aparición de nuevas ciudades, fue la construcción de catedrales, o ter-minación de las que estaban en sus comienzos, que se sumaron a los monasterios en la labor de enseñar a través de escuelas instaladas a su alero, porque la necesidad de conocimientos iba en incremento. Ya no sólo los necesitaban los señores feudales para redactar sus edictos, por ejemplo, sino que también las ciudades para disputarle derechos a los anteriores, y para preparar ellas una suerte de diplomáticos que las vincularan entre sí.

La más famosa de estas catedrales fue la de Notre Dame en París, cuyo arcediano era Guillermo de Champeaux quien fundó la escuela de San Víctor, la cual tuvo como alumno a quién sería un reputado docente, Pedro Abelardo. Cuando éste superó a su mentor, pudo instalarse como maestro laico en la escuela catedralicia de Notre Dame en 1114, transformándose en un tábano, al estilo socrático, al hacer del cuestionamiento la llave maestra del acceso al conocimiento.

De este modo París se transformó en el paraíso de los que buscaban conocimientos, es decir de los estudiantes, muchos de los cuales eran hombres ricos, y en muchos casos maduros, que podían costearse el desplazamiento a lugares como París o Bolonia, viajes que a veces hacían acompañados de sirvientes y guardaespaldas. Esto significaba que debían contar con recursos económicos para pagarle al maestro, pago que en un principio se efectuaba a través de costosos regalos, además de los gastos de estadía mientras duraban las lecciones. En lo que respecta a los maestros dependientes de la iglesia, a estos no se les pagaba, porque se consideraba que el enseñar era un don otorgado por Dios, y lo que Él da, no se cobra.

Monjes en el scriptorium

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Los desertores de los monasterios considerados clérigos errantes, pero también llamados clérigos renegados, que se unían a los estudiantes en los caminos, no disponían de fortuna. Antes que nada eran vagabundos, y al ir a París esta-ban dispuestos a aceptar la “parisiana fames”, hambre que experimentaban todos los que querían aprender, pero que carecían de recursos económicos.

Estudiantes y maestros debían saber latín, puesto que esa era la lingua franca que permitía la comunicación entre los venidos de casi todos los confines de Europa. Al hablar latín los clérigos vagantes o renegados, producto de sus estudios conventuales, podían relacionarse fácilmente con los estudiantes, pero además contaban con la ventaja de conocer la música y su notación, y con este conocimiento muchos pudieron transformarse en juglares o bufones, y otros podían hacerse sirvientes de los estudiantes ricos. Tampoco les iba mal en las artes poéticas gracias a lo aprendido en los conventos.1

La afluencia de estudiantes a las ciudades que ganaban reputación por sus maestros comenzó a generar barrios, para acomodar a los que venían a estudiar, y los que les acompañaban, como los clérigos errantes. En estos vecindarios pronto aparecían las tabernas y prostíbulos, a los cuales acudían los estudiantes, pero más los clérigos renegados, los cuales declamaban y cantaban al vino, las mujeres y al amor.

Los clérigos renegados que rehusaban transformarse en juglares, bufones o sirvientes de estudiantes ricos, al criti-car prácticamente todas las clases de la sociedad feudal se hicieron enemigos de todos, generalizándose el nombre de goliardos para ellos, nombre posiblemente derivado de Goliath cuya evocación era asociada con el Diablo. En este caso la nominación se originaría en la iglesia, pero también es posible que los mismos clérigos renegados se hayan dado este nombre, en honor a Golías a quien consideraban su patrono. De ahí en adelante Golías ha sido el patrono de los estudiantes. Golías además era el nombre con el cual firmaba Pedro Abelardo.2

Como la iglesia no respondía a los goliardos con sólo anatemas, sino que también organizaba persecuciones y castigos físicos, para cazarlos y raparlos, eliminándoles la tonsura, los perseguidos tuvieron que organizarse en hermandades para poder subsistir, las cuales eran comunes en aquella época. Además, estas cofradías les permitían organizarse mejor para lograr sus objetivos, que no era más que la sobrevivencia en las mejores condiciones posibles.

Cuando los goliardos fueron más allá de la crítica de la iglesia, y sus máximas autoridades pasando al cuestionamiento del sistema político de la época y sus beneficiarios, la nobleza feudal, de la cual surgían los caballeros y sus órdenes militares, que habían fracasado en las cruzadas, la persecución se incrementó. Y la inquina de los que vestían armadu-ras, se acrecentó, cuando los goliardos en sus cantos y poemas hacían ver que las doncellas les preferían a ellos y no a los caballeros.

La condena se materializó cuando en el Concilio de Salzburgo en 1291 los goliardos fueron definidos como “Secta vagorum scholarium, scurriles, maledicos, blasphemos adulationibus importune vacantes, qui clericos in vituperium clericalis ordines profitentur, publice nudi incedunt, in furnis iacent, taberna, ludos et meretrices frequentant, peccatis suis victum sibi emunt, inveterati sectam suam non deserunt”.3

Afortunadamente a los goliardos les sobrevivieron muchos de sus cantos de los siglos XII y XIII, y 300 de ellos se conservaron en un códice único, el cual se encontró en 1803, al secularizarse la antigua abadía benedictina de Beuron, cerca de Munich. Recopilados pasaron a ser conocidos como Carmina Burana, es decir como Canciones de Beurn y popularizados por Carl Off siendo representados hasta el día de hoy como un Ballet Oratorio.4

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Igualmente, el Gaudeamus Igitur (Alegrémonos pues) aunque no se conoce su origen preciso ni el nombre de quien lo compuso, lo cual pudiese haber sido en el siglo XIII, es de factura goliardesca y ha sido adoptado como el himno oficial de los universitarios del mundo. Este en sus estrofas iniciales dice así:

Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez nos recibirá la tierra.

Los goliardos desaparecieron cuando no resistieron más los ataques de los cuales eran víctimas y cuando las univer-sidades se asentaron, cesando la trashumancia estudiantil, beneficiándose además los estudiantes de becas y hogares otorgados por los poderes establecidos.

Sin embargo dejaron su impronta en todas las actividades estudiantiles derivadas del periodo descrito, y que han existido hasta el día de hoy. La primera de ellas, la alegría de vivir, expresada en el canto, la bebida y el amor, aunque casi siempre unidos a las privaciones, al hambre, y a la sed. También el cuestionamiento de todo o casi todo, lo cual les sigue enfrentando a los que visten de uniforme, ya sea con morisquetas o con enojo, según las autoridades o ellos mismos. Y la trashumancia ha vuelto, aprovechando el mundo globalizado para buscar las pocas universidades gratui-tas que van quedando.

NOTAS

1 El poeta más conocido como de impronta goliardesca es Francois Villon quien murió en la horca por haber asesinado a un religio-so, dejando en un poema póstumo nota de lo que iba a experimentar Sabrá mi cuello que mi culo pesa.2 En latin ‘goliardus’ significa glotón, y en ese caso la figura del padre Tuck que acompaña a Robin Hood en la leyenda, amante de la comida, el vino y que no le hace el quite a las mujeres sería un perfecto goliardo.3 Secta de escolares vagabundos, chocarreros, maledicentes, blasfemos, inoportunos aduladores, que se proclaman clérigos para vituperio del orden clerical, que se exhiben desnudos públicamente, duermen en las tahonas, frecuentan las tabernas, los garitos y las prostitutas, consiguen el sustento mediante el pecado y por estar enraizados en su secta jamás la abandonan.4 Carmina Burana se representó por primera vez en Chile, en agosto de 1953 en el Teatro Municipal, consagrando definitivamenteal Director del Ballet Nacional Chileno de la Universidad de Chile, Ernst Uthoff.

Programa de la representación de Carmina Burana en 1957 por el Ballet Nacional Chileno

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LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA

Tan pronto llegaron a Chile los conquistadores intentaron fundar una universidad en la que sería la capital de la colonia, La Imperial. El intento fracasó por razones más que obvias, la falta de maestros, y así la educación en el Chile colonial tuvo un escaso desarrollo, hasta que en el s. XVIII los criollos fundaron la Universidad de San Felipe, la cual inició sus actividades en 1758.

Ésta, al igual que las anteriores fundadas en la América española, como la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos de Lima, adonde concurrían los estudiantes chilenos que querían acceder a una buena universidad, no podía sino inspirarse en la universidad más antigua de España, la de Salamanca, fundada en 1288, y que seguía el modelo de la Universidad de Bolonia establecida doscientos años antes. En la universidad salmantina, los estudiantes peninsulares pobres, eran identificados en las partidas del rey Alfonso el Sabio “esos escolares que troban y tañen instrumentos para haber mantenencia” lo cual indica reminiscencias goliardescas. Otros, claramente se identificaban con las mismas tradiciones, al tenor de lo que se lee en el Guzman de Alfarache, cuando se describe un cierto tipo de estudiantes, de la siguiente manera: “no querian ver libro, ni atender a lo que habian venido a la Universidad; jamas se les caian las guitarras de las manos, daban mucho entretenimiento, cantaban muy buenos sonetillos y siempre tenian de nuevos, y los sabian hacer muy bien y pasar el instrumento”.

En tanto en La Verdad Sospechosa, cuyo escenario principal también es la Universidad de Salamanca, para la misma época, se dice de los estudiantes:

Sigue cada cual su gusto, hacen donaire del vicio, gala de la travesura grandeza de la locura…

Para la época de estos dos clásicos de la literatura española, en la península se habían formado hermandades de estudiantes, siguiendo las tradiciones del medioevo, que recibieron el nombre de Tunas, nombre muy posiblemente derivado de tunante. En ellas, se agrupaban los estudiantes pobres que iban por fondas y mesones, pidiendo lo mínimo para calmar el hambre, cual era un plato de sopa, la llamada sopa boba; y de ahí que también se les llamara “sopistas”, y que su distintivo fuese una escudilla de madera y cuchara del mismo material. Para conseguir su alimentación contaban con guitarras y bandurrias, con las cuales cantaban coplas populares, que si eran del agrado de los que escuchaban, recibían retribución.

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También los tunos o tunantes, hacían rondas nocturnas para enamorar doncellas, lo cual obviamente originaba pro-testas de los vecinos, molestados en su descanso, pero hacía crecer la buena o mala reputación descrita en los versos anteriores.

Las universidades latinoamericanas, al menos en Chile, que siguieron el modelo de la salmantina, no receptaron estas tradiciones con la profundidad que se habían enraizado en la vida estudiantil española y que perduran allí, hasta el día de hoy.

En lo que se refiere a Chile, es muy posible que el que no haya existido este tipo de vida universitaria en las universida-des que había, similar al descrito en las obras clásicas de la literatura española ya citadas, se haya debido a que nuestra sociedad colonial hasta comienzos del s. XVIII, debía dejar que sus jóvenes partieran a luchar contra los araucanos, que defendían su territorio, haciendo perecer a la flor de los guzmanes del Rey. Esto hacía que Santiago, aunque alejado del campo de batalla, más pareciese un campamento militar, en que las doncellas no tenían más remedio que recluirse en los conventos de la capital, llegando uno de ellos, el de las Agustinas, a tener mas de 400 reclusas.

Cuando las treguas en las Guerras de Arauco comenzaron a hacerse más estables, la vida social en la capital comenzó a nacer, manifestándose en los saraos, que luego se transformaron en malones, llegando más adelante el ánimo festivo a las procesiones religiosas –que no se habían interrumpido, como la de Corpus Christi– a las cuales se unían comparsas de bailarines.

De lo anterior surgieron los carnavales, que estaban en pleno apogeo para la época de la fundación de la Universidad de San Felipe, en el s. XVII, pero no hay registros de participación estudiantil organizada en dichas festividades.

Cuando la Universidad de San Felipe debió dejar paso al Instituto Nacional en 1813, el cual fuera cerrado durante los años de la reconquista española, en donde se concentraron los estudios universitarios hasta que los empezara a impartir la Universidad de Chile, tampoco se registran tradiciones de fiestas o formación de conjuntos musicales uni-versitarios. Llama la atención que cuando estos comienzan a formarse bajo el nombre de estudiantinas, prenden con mayor entusiasmo en los sectores populares, agrupados en sociedades mutuales, cuyos integrantes no accedían a la universidad. Ni tampoco a los ateneos que los ciudadanos de mayores inquietudes culturales organizaban.

Estudiantina de las Lavanderas

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El punto de partida de la réplica de los conjuntos musicales estudiantiles españoles se puede fijar a partir del entu-siasmo que generó en el país la visita que hizo a Chile en 1884 la estudiantina madrileña Figar. Y antes de cinco años, a fines de 1888, nació en Valparaíso la Estudiantina Porteña, dirigida por el bandurrista español Manuel González, la cual realizó varias giras fuera del puerto.

Si bien es cierto que esta tradición no prendió entre los estudiantes de la Universidad de Chile, ni del Instituto Na-cional y su antecesora, la Universidad de San Felipe, en cambio se arraigó entre los universitarios chilenos la preocu-pación por los problemas sociales y políticos camino por el cual llegaron a las fiestas universitarias, de reminiscencias carnavalescas y goliardescas.

El volcamiento a los problemas sociales comenzó entre los estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile, pro-ducto de su contacto con la realidad social del Chile de principios del s. XX lo cual les condujo a promover la educación y la higiene entre las clases populares, antes que los gobernantes comenzaran a preocuparse de la llamada “cuestión social”.

Fue por este camino que se desembocó en la fundación de la primera federación estudiantil del continente, la Federa-cion de Estudiantes de Chile, la FECH, el 16 de agosto de 1906. Esta tuvo sus orígenes en la protesta de los estudiantes de Medicina, que tras haber combatido el cólera en Valparaíso el año anterior, fueron vejados por la oligarquía, cuando se les convocó a ellos y sus profesores a una ceremonia de premiación en el Teatro Municipal. Pero cuando los estu-diantes, sus profesores y profesores ayudantes llegaron al teatro, se encontraron con que no había asientos dispuestos para ellos y sus familiares, salvo en la galería, ya que todo el resto del teatro estaba copado por las autoridades, cuerpo diplomático, y la rancia oligarquía santiaguina, que usaba el teatro para lucirse, en vez de disfrutar de los espectáculos que allí se producían.

Después de esta demostración de que lo que contaba para la oligarquía era el espectáculo de verse ellos mismos dando a conocer a sus hijas casaderas, y no el agradecimiento al altruismo universitario, que era el objetivo de la convo-catoria, los agraviados resolvieron crear la primera federación de estudiantes de América, que agruparía a todos los es-tudiantes de Chile, secundarios, técnicos, y universitarios. La Universidad Católica, fundada en 1888, adonde se habían

Estudiantes de Facultad de Medicina en Valparaíso después de su campaña contra el cólera

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replegado los vástagos de la oligarquía dejando a la clase media emergente la universidad nacional, no fue considerada a los efectos de discutir la creación de la federación de estudiantes, ya que el reglamento estudiantil de la PUC, dictado en 1889, hacía imposible la convivencia entre los estudiantes de ambas universidades, que incluso llegarían a agredirse mutuamente en batallas campales. Los que asistían a la Pontificia Universidad para mantener “la integridad de la fe y la pureza de su corazón” debían evitar “cuidadosamente” “la lectura de libros malsanos i de periódicos hostiles a la relijion; la frecuentacion del teatro i de casas o lugares que sean, bajo cualquier aspecto, sospechosos; las amistades, compañías y reuniones peligrosas”.1

NOTAS

1 Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile 1888-1988. Ricardo Krebs, M. Angélica Muñoz, Patricio Valdivieso. Ediciones Universidad Católica de Chile. Tomo I, pág. 57.

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NACIMIENTO DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA.

A principios del siglo pasado, la Universidad de Chile superaba apenas el millar de estudiantes, en buena parte provenientes de provincia, porque allí no había universidades. Y entre estos, eran mayoría los de Valparaíso, que vivía su época dorada, interrumpida el mismo día de la fundación de la FECH por el terremoto del 16 de agosto de 1906.

En las pensiones estudiantiles nació la bohemia estudiantil las cuales se ubicaban en las calles y barrios aledaños a las principales concentraciones estudiantiles, como Independencia, en donde estaba la Facultad de Medicina. En este caso fueron famosas las calles Carrión, Olivos, Maruri etc., que estaban en la vecindad donde estudiaban los que fueron la vanguardia del movimiento estudiantil.

La convivencia obligada en los mismos espacios hacía que los estudiantes no sólo compartieran estudios, sino que también distracciones, siendo la más común el juntarse a beber y jugar a las cartas. Al carecer los estudiantes de provincia de relaciones sociales en la capital, obligatoriamente debían fortalecer la asociatividad entre ellos, expre-sada en convites que tenían fechas fijas, cuales eran la llegada del giro mensual de parte de sus progenitores, para sacarle una alita, o de una encomienda, particularmente para la época de la celebración de los santos de los regalo-nes, con las comidas favoritas de casa, tales como las gallinas o pavos fiambres, los arrollados, los dulces, la harina tostada etc. Y cuando faltaba la chicha o el vino, o la comida, la alternativa de los estudiantes de Medicina, que eran los principales animadores de la FECH, era ir a los restaurantes del barrio Mapocho, como el Zag-Zig, o concurrir al mercado para comer pequenes.

En estos convivios surgieron las primeras cofradías estudiantiles, como El Camarón con Hipo, cuyo requisito de ingreso era beber de un trago un litro de vino.

También existían Los Caimanes que se anunciaban así:

Somos los Caimanestodos lo deben saber,vemos debajo del aguay vamos tras el placer

Esta cofradía era interescuelas, participando de ella Domingo Gómez Rojas y el poeta laureado de las primeras fies-tas estudiantiles, Roberto Meza Fuentes. También eran parte de Los Caimanes, Camilo Mori y Pedro León Ugalde, más adelante Presidente de la FECH y a veces se integraba a la cofradía, Vicente Huidobro.

El objetivo tanto de Camarones como de Caimanes era pasarlo bien, pero los de Medicina también buscaban alle-gar fondos para las actividades de su centro de estudiantes. También tenían una finalidad política, porque buscaban influir en las elecciones estudiantiles.

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Otros estudiantes participaban, aunque muy minoritariamente, de los primeros grupos literarios, tales como el de Los Diez, animado por Pedro Prado que había sido presidente de la FECH en 1910, y cuyo secretario durante un tiempo fuera el estudiante de Derecho Carlos Contreras Labarca. Este grupo fue el movimiento intelectual más importante de comienzos del siglo pasado y fue el prolegómeno de la generación del año 20 –que albergaría al estudiante Neftalí Reyes– e integraba a artistas plásticos como Francisco González, músicos como Acario Cotapos, poetas como Manuel Magallanes Moure y el mismo Pedro Prado, que con el verso libre iniciara una revolución en la poesía chilena. En este grupo también participó el poeta Domingo Gómez Rojas, que habría de transformarse en el mártir estudiantil de la mítica generación del año veinte.

La FECH pronto se involucró en la vida cívica del país, a través de campañas para democratizar y sanear el sistema electoral, basado en el cohecho y en un sistema de repartición de asientos parlamentarios de características similares al de hoy. También estrechó vínculos con sus congéneres de Latinoamérica, asistiendo a los cuatro primeros Congresos de Estudiantes Americanos. Estos fueron organizados por los estudiantes uruguayos y argentinos, buscando la unidad e integridad cultural de latinoamérica, amenazada por la hegemonía de los EEUU.

El primer congreso de estudiantes americanos se realizó en Montevideo en 1908, del 26 de enero al 2 de febrero, con delegaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Chile, Paraguay, Peru y Uruguay. Se discutieron materias estrictamente universitarias, tales como concursos docentes, libertad de cátedra, extensión universitaria etc. Se hizo énfasis en lo que significaba el conocimiento para el avance de nuestros países.

El segundo congreso estudiantil se realizó en Buenos Aires dentro de las actividades celebratorias del primer centena-rio de la independencia argentina, en 1910. En éste se decidió que los estudiantes americanos debían tomar algunas de las tradiciones que databan de la época de los goliardos, y que no se habían perdido en Europa, como los carnavales, y que los estudiantes del nuevo mundo conocían por las actividades de Corda Fratres.1 Para esto se resolvió llamar a con-curso para elaborar un himno de los estudiantes americanos, y a proposición del delegado argentino Delfín Carballo, se acordó celebrar el primer jueves siguiente a la llegada de la primavera, la “Fiesta anual de los estudiantes americanos”.

En Chile no se acogió la iniciativa de inmediato, tal como lo hicieron los estudiantes rioplatenses, porque en los días previos a la llegada de la primavera, Chile tenía su propio carnaval, es decir las Fiestas Patrias, que en el año del cen-tenario, sobresalieron. Además, las semanas adyacentes al Dieciocho, eran y son de feriado para todos los estudiantes.

Sin embargo, en 1915 una delegación estudiantil chilena encabezada por Ernesto Morales Troncoso, presidente del Centro de Estudiantes de Medicina que concurrió a Montevideo a un evento universitario, coincidió allí con la celebra-ción de la fiesta anual de los estudiantes americanos. Entusiasmados por lo que vieron, decidieron dar cumplimiento al mandato del Congreso de Estudiantes Americanos de Buenos Aires de cinco años antes, disponiéndose entonces a ponerlo en marcha en Chile, en octubre de ese año. Le correspondió entonces al Centro de Estudiantes de Medicina organizar las fiestas, el cual nombró una comisión encabezada por Agustín Vigorena para que organizara y llevara a efecto tal evento, el cual se celebró el 23 de octubre de 1915, día que fue decretado feriado escolar por el gobierno de la época. No fue muy difícil para los estudiantes de Medicina celebrar la fiesta, ya que contaban con la más famosa de las cofradías estudiantiles, El Camarón con Hipo, que realizó un pequeño ensayo de lo que sería el numero principal de la

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fiestas, celebrando en un teatro del barrio Independencia, un anticipo de Velada Bufa, al cual fue invitado el vecindario, mediante un corso de estudiantes, con acordeones y violines, que recorrió el vecindario de la Facultad de Medicina, invitando y vendiendo entradas.

El éxito fue doble. Dieron a conocer las fiestas a comenzar ese año, y lograron un excedente que les permitió arrendar una casa en el mismo barrio, el cual se transformó en Club Social de los Camarones y sus invitados e invitadas como la “Rosa Pitrilla, revoltosa y levantisca, Rosa Talma, la sensual, pero de mirada torva y continente patibulario, capaz de dar a cualquiera una puñalada a sangre fría, La Gioconda, que alojaba el agua oxigenada en sus cabellos, la loca fantasía en sus pensamientos y el retorcido treponema en sus cuerdas vocales, La Marisunja, infantil y juguetona, toda fantasía, y Esmeralda, alegre cascabel, pero discreta, distinguida, señorial”.2 De aquí habrían nacido los piuchenes que no “eran una pensión ni una residencial ni menos un hotel sin olvidar que en esos años los pícaros moteles no se conocían ni de nombre”.3

Las festividades que iniciaron la tradición estudiantil que después se hizo extensiva a todo el país se llamaron Fiestas de la Primavera a secas. Esta primera festividad tuvo como componente principal un desfile de disfraces, encabezado por Napoleón I, caracterizado por el estudiante de Medicina Juan Gandulfo, acompañándole a pie un gigantesco esclavo etíope que era otro estudiante de Medicina, Victor de la Fuente. También destacaba en el desfile la personificación de una de los primeros personajes del comic nacional, Von Pilsener, que en la caricatura era una bávaro, y en el disfraz el estudiante de Medicina Marcial Parada.

Al corso le siguió un baile en la terraza del cerro Santa Lucía, amenizado por la orquesta de la FECH, que se había formado en 1910 y que dirigía Alfredo Madrid.

Estudiantes disfrazados para las primeras fiestas de la primavera

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NOTAS

1 La Corda Fratres fue un intento por federar a los estudiantes de todo el mundo que nació en Torino en 1898, de la cual participó Gabrielle D’Annunzio, y que en sus objetivos se adelantó a lo que proclamaría la ONU tras la segunda guerra mundial. Fue pros-crita por Mussolini y alcanzó a tener una representación en Buenos Aires.2 Juventud y Bohemia. Memorial de una generación estudiantil. Imprenta Mercantil. Valparaíso. 1947. Humberto Vera. Pág. 165.3 El Chicho Allende. Ediciones BAT. Santiago de Chile. 1990. Carlos Jorquera. Pág. 63.

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LA PRIMERA REINA DE LA PRIMAVERA

En 1916 las fiestas fueron oficialmente organizadas por la FECH que las convocó mediante un afiche escogido por concurso, y cuyo ganador fue O. Georgi. A ellas se plegaron algunos centros de estudiantes de la Universidad Católica como el de Ingeniería los cuales llamaron a participar del acto inaugural.

A estas fiestas fueron invitados dos estudiantes uruguayos que eran directores de la Oficina de Estudiantes Ameri-canos que tenía su sede en Montevideo y que había sido fundada en el primer congreso de estudiantes americanos, los cuales además vinieron a discutir el programa del IV Congreso de Estudiantes Americanos que debía verificarse en Santiago.

Los diversos eventos se iniciaron con la velada, que pasó a ser parte oficial de las fiestas, y en ella se estrenó el Himno de los Estudiantes Americanos, con letra del poeta peruano José Gálvez y dirigido por el maestro Enrique Soro. Este himno daba cumplimiento al acuerdo del Tercer Congreso de Estudiantes Americanos de Lima de 1912 que había lla-mado a concurso para su elaboración y cuyo coro dice así:

Juventud, juventud, torbellino,soplo eterno de eterna ilusion;fulge el sol en el largo camino,que ha nacido la nueva cancion1

Después del estreno del himno dirigido por el maestro Soro y coreado por el público, se vitoreó a los estudiantes americanos simbolizados en los universitarios uruguayos que había venido a Santiago.

Al día siguiente sábado, se verificó el paseo de comparsas, y en la tarde la matiné de fantasía en la terraza del Club Hípico, porque se había previsto que la explanada del Santa Lucía se haría pequeña. Al anochecer hubo baile, y los que no pudieron ingresar al recinto hípico, festejaron en restaurantes la fiesta ya llamada de la primavera, y que, como se ha dicho, en los años que vendrían, se extendería prácticamente a todas las ciudades importantes de Chile.

El domingo finalizaron las festividades con un paseo campestre a Lo Aguila, nuevamente con los estudiantes urugua-yos como invitados de honor.

A la semana siguiente, el 26 de octubre, hubo que repetir la Velada en el mismo Teatro la Comedia para los que no pudieron ingresar en el estreno. El número principal fue la aparición de la mítica Tórtola Valencia representada por un estudiante de arquitectura, Guillermo González, que al ser descubierto su parecido con la bailarina española, fue obligado a disfrazarse en una caracterización tal, que impresionó a la mismísima artista, que ocasionalmente estaba de paso en Santiago. También se dio a conocer La Juventud Alegre y Confiada de Hugo Donoso, obra que había resultado premiada en el concurso organizado por la FECH para dar a conocer los jóvenes talentos. Igualmente se tuvo que or-

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ganizar una repetición en el Teatro Olimpo de Viña del Mar, ya que fueron muy pocos los viñamarinos que pudieron venir a Santiago a disfrutar del evento.

Estas fiestas se hicieron a beneficio del hogar de estudiantes, anhelo mayoritario entre los universitarios de provincia, iniciativa que Agustín Vigorena como presidente de la FECH impulsaba desde el año anterior con giras a provincia para recaudar fondos.

El año 1917 la FECH resolvió echar la casa por la ventana, movilizando prácticamente a medio Santiago, según la prensa de la época, y oficialmente se la denominó Fiesta de Confraternidad Americana, pero ya para todo el mundo eran simplemente las Fiestas de la Primavera.

Nuevamente se realizaron las mismas actividades del año anterior, pero mejoradas, con la novedad de la elección de un Rey Feo, certámen al cual se hubo de recurrir dado que no se pudo encontrar ninguna alumna que quisiera ser Reina de las Fiestas, en parte por la moral de la época, y en parte por los cánones de belleza de los estudiantes de aquel entonces, pero en ningún caso porque faltasen compañeras universitarias ya que la universidad nacional venía incor-porando alumnas desde que Eloísa Díaz, la primera mujer que ingresara a la Universidad de Chile lo hiciera en 1880.

Se arrendó el Teatro La Comedia para realizar una parodia de los Juegos Florales que la Municipalidad organizaba en el Municipal, y cuando llegó el momento de presentar a la Reina de las Fiestas apareció una silueta de mujer, de espaldas, que al darse vuelta resultó tener abundantes bigotes, para que no cupiese duda de que era un hombre, el cual, a falta de reina había sido escogido por su fealdad y no por la belleza. De ahí nació el Rey Feo que acompañaría a las fiestas hasta su desaparición.

Pero la gran novedad, fue la inauguración de un circo, cuya carpa se ubicó en la parte posterior de la Moneda, entre Teatinos y Morandé, ya que aún no se construía la cara sur del palacio presidencial. Todos las actuaciones fueron ejecu-tadas por estudiantes, siendo parodiados los principales números que presentaban los circos nacionales y extranjeros de paso en el país, tales como luchadores, el ciclista de la vida, cupletistas, etc; abundando los tonies y payasos. El éxito fue tal que hubo que repetir la función al día siguiente, y aún así quedó gente sin poder disfrutar del espectáculo, origi-nándose riñas y desmanes en el afán por entrar a la carpa. Una vez que terminaron las fiestas, el Directorio de la FECH premió a sus artistas circenses, con un banquete en el Cerro Santa Lucía.

También se incorporaron juegos atléticos, y un match de futbol. Esta vez abundaron los carros alegóricos en el desfile de comparsas, que culminó en la Quinta Normal, siendo lo más atractivo un dragón de treinta y seis metros de largo, y seis de alto, presentado por estudiantes de la Pontificia Universidad, los cuales también organizaron una velada en el Municipal. Sin embargo el carro que pasó a la historia fue la Máquina de Mardones, presentado por los estudiantes de Ingeniería de la Chile, que era un camión con una complicada instalación con la cual se hacía alusión a un profesor de la escuela de Beaucheff, de muy enrevesadas explicaciones, Don Pancho Mardones. Cuando un espectador se animó a gritarle a los estudiantes que desfilaban accionando la máquina arriba del camión, para qué servía tal artilugio, la respuesta de un estudiante fue instantánea: ¡Para capar huevones! Con esta talla quedó atrás en popularidad el carro de medicina, que representaba en una jaula a un conjunto de supuestos internos del siquiátrico que simbolizaban a diferentes políticos de la república parlamentaria.

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Esta vez se incorporó una tomadura de pelo, que consistió en disfrazar a un conjunto de estudiantes, uno repre-sentando al presidente de la República de la época –Juan Luis Sanfuentes–, y otros, a todo su gabinete, más la escolta respectiva. Se les hizo aparecer en carrozas a lo Dumont, flanqueados por la guardia presidencial, a lo largo de la Alameda, en dirección a La Moneda, llamando la atención de los que pasaban por la principal avenida de la capital, y haciendo que les saludaran sus correligionarios que divisaron la comitiva desde el Club de la Unión. Se cuenta que allí la carroza presidencial ordenó un alto, corriendo los socios que en ese momento disfrutaban de las comodidades del club, a atender a SE, pidiéndole que aceptara un trago, rechazando la autoridad tal ofrecimiento explicando que no podía aceptar tal atención porque le esperaba un “enharinado” cerca de la Estación Mapocho, abandonando la entrada al recinto de sus correligionarios de la república parlamentaria. Las carrozas y la escolta sorprendieron a la guardia de La Moneda e ingresaron los impostores hasta el despacho presidencial, encontrándose el presidente de la república con su doble, representado por el estudiante César Fuenzalida, y miembros de su gabinete, prácticamente idénticos a los colaboradores del presidente. Posteriormente, ambos mandatarios y sus respectivos ministros, se volvieron a encontrar en el Municipal donde se dice que discutieron amigablemente.

La caracterización de los políticos resultó casi perfecta, porque durante largo tiempo los estudiantes escogidos para la representación, siguieron y estudiaron a los que serían sus personajes.

Estas fiestas dieron origen a la primera película nacional, género en el cual los estudiantes venían incursionando desde un lustro atrás, para su campaña contra el cohecho, conscientes de la importancia que este arte tenía, para los efectos de movilización y divulgación. La película se exportó a Perú y Ecuador.

El afiche oficial fue disenado por Isaías Cabezón, quien también ganó el concurso del año siguiente.El año 1918 las fiestas estudiantiles siguieron mejorando en calidad. Se incorporó un Salón de Primavera cuyo primer

premio consistió en un viaje a Europa. Esto fue posible porque las fiestas se habían convertido en la principal fuente de financiamiento de la FECH, que había trasladado su Club de Estudiantes al local Edwards de Ahumada 73, alhaján-dolo lujosamente e incrementando su biblioteca que actuaba coordinada con la Biblioteca Nacional. Según Santiago

Afiche oficial de las fiestas de O. Georgi. Año 1916

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Labarca, presidente de la Fech para ese año, las fiestas de 1918 dejaron una utilidad de trescientos mil pesos “cuyo poder adquisitivo equivaldría hoy al de mil millones (…) cuya contabilidad y movimiento de fondos estuvieron bajo el control del Centro de Estudiantes del Instituto Superior de Comercio (…) Además todo el mundo trabajaba gratis. No había burocracia estudiantil”.2

Las fiestas del año 1919 tuvieron la novedad de que por primera vez se eligió Reina, labor que estuvo a cargo del direc-torio de la FECH, el cual “solicitó” a una estudiante del Liceo 3 de Niñas, Carmen Pizarro Pinochet, que fuese la Reina, la cual tenía 16 años cumplidos. Lograr que la estudiante secundaria contara con el permiso de sus padres puso a prueba todas las habilidades persuasivas de la Comisión de Belleza encargada de buscar a la primera Reina de las Fiestas, atri-butos que más tarde a muchos de ellos como políticos, les llevara a destacar en la vida nacional.3

La Reina tuvo su poeta laureado, el estudiante del Instituto Pedagógico Roberto Meza Fuentes , quien, considerándose bajo y gordo para aparecer en escena, convenció a un estudiante de Leyes, Rafael Frontaura, famoso porque era el ani-mador de las fiestas de su escuela, la de Derecho, junto a Carlos Cariola. Frontaura aceptó, pero como un caballero que

La primera Reina de la Primavera, Carmen Pizarro Pinochet

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era, puso como condición el declamar con un antifaz de color rojo, para que el éxito que pertenecía a su compañero del Pedagógico, permaneciera en el misterio.

Meza Fuentes hubo de adaptar a la exigencia los versos iniciales quedando así:

Pierrot romántico y poeta,ha descorrido este telónporque ha teñido la caretacon sangre de su corazón

Fue tan aclamado Frontaura como Pierrot, que se cuenta que resolvió regalar su memoria de prueba y abandonar sus estudios de derecho, que ya le tenían a las puertas de la licenciatura, para dedicarse al teatro.

Pero el apogeo de las Fiestas de la Primavera estaba peligrosamente cercano al año veinte.

Afiche oficial de Isaías Cabezón para las fiestas de 1917

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NOTAS

1 Se cuenta que entre los restos saqueados de la residencia presidencial que ocupara Salvador Allende hasta el 11 de septiembre de 1973, y desde donde partiera a su muerte ese mismo día, se encontraron hojas de un cancionero estudiantil que incluía el Himno de los Estudiantes Americanos cuyos versos iniciales estaban escritos a la entrada del Club Estudiantil saqueado y destruido el 21 de julio de 1920, por los antecesores de los saqueadores de 1973.2 Crónicas Políticas de Wilfredo Mayorga aparecidas en la Revista Ercilla bajo el nombre Del cielito Lindo a la Patria Joven. Recopi-ladas por Rafael Sagredo Baeza. DIBAM. Ediciones RIL. Santiago. 1998. Pág. 143.3 El periodista Hernán Millas reunió en octubre de 1974 a Carmen I y a su poeta laureado Roberto Meza Fuentes para rememorar aquellas fiestas. Ver Habráse Visto. Hernán Millas. Editorial Andres Bello. Santiago 1993. Allí cuenta que Carmen I falleció una semana después de efectuado el reportaje.

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LA DIVISIÓN DE LAS FIESTAS

A fines de 1918 la FECH había comenzado a ceder su local de la calle Ahumada para el funcionamiento de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional.1 Los vientos de cambio, que se harían más fuertes con la candidatura del Cielito Lindo, llevaron a que la oligarquía comenzara a atacar a la FECH. Primero, fortaleciendo la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos –ANEC– que comenzó a organizar sus propias fiestas de la primavera para la “jeunesse dorée” de la época, que la celebraba en sus salones, y no mezclada con el populacho y el siutiquerío. En estas fiestas “se ungía, generalmente, una niña de popular belleza, con cualidades morales, de fortuna y de gran situación social”. La casa de esta Reina se transformaba en “un Club de Estudiantes, había entrada libre a todas horas y así la mesa del almuerzo, la de once y la de comida, durante todo el reinado, era un verdadero banquete estudiantil, por la noche venían cantidades de estudiantes y de comisiones que eran agasajados cordialmente por SM”.2

“… como la Reina pertenecía a la alta sociedad, todos y todos querían tomar parte en la velada por lo que, a más de los cuadros organizados por los estudiantes, algunos llenos de sprit y jamás decayendo en lo chabacano y hasta en lo grosero, como lo vimos en aquellas veladas en que ya las universidades se habían separado y que trajeron el despresti-gio y por fin la liquidación de esta fiesta, presenciamos escenas teatrales sencillamente encantadoras que habrían sido aplaudidas por el más exigente público…”3

Más adelante, la ofensiva gubernamental contra la FECH, que no apoyaba como tal al candidato del Cielito Lindo, se transformó en un ataque frontal, que culminó con asaltos sucesivos al Club de Estudiantes culminando en su destruc-ción total.

Como aún no estaba resuelto el diferendo de Tacna y Arica el pretexto que tuvo la “canalla dorada” para asaltar la FECH fue que ésta, estaba “vendida al oro peruano”.4 El fundamento de esta acusación residía en que en la Primera Convención de la FECH, verificada ese mismo año, se había sometido a consideración por parte de un director de la federación, el profesor Carlos Vicuña Fuentes que se devolviera al Perú, Arica y Tacna, lo cual no pasó de ser un voto propuesto para su consideración. Se decía que la prueba de que los estudiantes estaban vendidos, era lo lujoso de su club, supuestamente alhajado con dineros peruanos, y que en sus salones colgaba un retrato del Presidente del país vecino, el cual en verdad era de Valentín Letelier, en homenaje al apoyo que había dado a la FECH para su fundación.

Lo que sucedía era que viendo la oligarquía que el triunfo de Alessandri era una posiblidad cierta, decretó una movi-lización de las fuerzas armadas chilenas hacia la frontera norte, maniobra que el pueblo llamó la “guerra de Don Ladis-lao”, por el nombre del ministro de guerra. Con esta ‘gesta’ se pretendía desviar la atención pública de la justa electoral, además de sacar de Santiago regimientos supuestamente alessandristas, elección que terminó ganando Alessandri, por estrecho margen.

La FECH no era alessandrista, ni tampoco llamó a votar por Luis Emilio Recabarren, candidato en aquellas elecciones. Tampoco era anarquista. Sólo había llamado a luchar contra el cohecho, propuesta que había acogido con entusias-

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mo Alessandri, a la larga, el principal beneficiario de tal acción. Los estudiantes habían denunciado la guerra de Don Ladislao, como una farsa para impedir la realización de las elecciones presidenciales, y afirmar el dominio oligárquico, amagado por la candidatura del León de Tarapacá. Y en cuanto a la opinión del profesor Carlos Vicuña Fuentes, la FECH defendió su derecho a tener tal punto de vista.

El país que votó el año 20 estaba dividido, y los estudiantes también. Algunos, como los de Agronomía, juntaban cigarrillos para las tropas que partían al norte, y otros, realizaban colectas para comprar aeroplanos, como lo hacían las hermosas estudiantes de Odontología. Mientras tanto los federados, es decir los estudiantes de la FECH, sesionaban casi a diario en su local, para continuar la campaña de denuncias, hasta que en la tarde del 21 de Julio de 1920 culmi-naron los asaltos al local de la FECH, dirigidos desde el Club de la Unión, en el cual se había puesto una lista de los estudiantes que había que castigar, entre ellos a los hermanos Gandulfo, que eran descritos como terribles anarquistas.

Y en verdad Juan Gandulfo era uno de los pocos federados que militaba en la IWW.5

La turba que asaltó el Club de los Estudiantes fue dirigida por bravos oficiales del ejército “vencedor jamás vencido”, que seguramente se creían descendientes de los caballeros de las cruzadas. Incluso participó del asalto un futuro santo de la iglesia chilena y cuyo nombre actualmente lleva una universidad local. La sede de la FECH defendida por sólo cinco estudiantes fue completamente destruida y saqueada, lo cual motivó que uno de los defensores del local al huir por las cornisas de los edificios vecinos les gritara “Sean patriotas pero no ladrones”.

Portada del libro dedicado a Juan Gandulfo Guerra., compilado por González Vera

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El piano del club fue arrojado a la calle y los jóvenes oligarcas y el lumpen que se les había unido, ya suficientemente embriagados con el trago que se les había ofrecido en el Club de la Unión, y con lo que bebieron en el saqueo a la cantina del Club de Estudiantes, decidieron condecorarse mutuamente usando como medallas las teclas del piano que hacían colgar en sus ojales. Esa noche no pudo concluir la caza al estudiante, porque los asaltantes ya en tren de conver-tirse en guardias blancas, difícilmente podían mantener el equilibrio, de tal modo que se dirigieron a La Moneda, desde donde nuevamente se les arengó, lo cual motivó que los que estaban sobrios se dirigieran a los portales de la Plaza de Armas en búsqueda de estudiantes que habían acudido al centro a defender su local.

Entre los detenidos de la FECH, a los cuales se les abrió un proceso denominado “de los subversivos”, digitado por el gobierno, estuvo el poeta Domingo Gómez Rojas, anarquista, quien, a raíz de las torturas sufridas, enloqueció y murió en la carcel, dos meses después del saqueo y destrucción del Club de estudiantes y sede de de los federados.

Fue velado en el local semi destruido, y en sus funerales se distribuyeron unas tarjetas que mostraban por un lado al Juez del montaje, transformado en victimario y en el otro lado su víctima, junto a los versos de su poema Miserere.

“La juventud, amor, lo que se quiere…ha de irse con nosotros. Miserere!...

La belleza del mundo y lo que fuere…morirá en el futuro. Miserere!...

La tierra misma lentamente muere…con los astros lejanos. Miserere!...

Y hasta quizá la muerte que nos hiere…también tendrá su muerte. Miserere!”

Al volverse a reunir el directorio de la FECH se decidió que pese a todo, ese año había que realizar nuevamente la Fiesta de la Primavera, que tuvo el mismo éxito de las anteriores, pero sin su masividad. Al baile concurrió, saliendo de su escondite, el presidente de la FECH, Santiago Labarca, reclamado en el proceso que llevara a la muerte a Domingo Gómez Rojas, quien, aunque disfrazado con barba y bigotes, era fácil de reconocer por su cojera. Este detalle había convencido a los astutos sabuesos que la captura del dirigente de la FECH sería sencillísima, pero no contaron con que aparecieron decenas de estudiantes aparentemente lisiados, y en cuanto los policías le saltaron al que parecía Labarca, se dieron cuenta de que en torno a ellos y su presa, se movían varios cojos. Antes, el estudiante de Ingeniería había hablado en el funeral del poeta escapando aquella vez de la detención porque sus compañeros de la FECH –algunos de ellos armados– enfrentaron a los pesquisas.

Las fiestas del año veinte nuevamente tuvieron como poeta laureado a Meza Fuentes quien en su canto claramente evocó la tragedia que por decisión de los estudiantes debía trocarse en alegría:

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Juventud…en corona de estrellas la corona de espinasde tu frente se cambia y tu dolor,en fiestarespondes las blasfemias con palabras divinasy tienen tus heridas perfumes de floresta

NOTAS

1 La Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional fue un parlamento obrero que junto a otras organizaciones tales como la FECH, durante poco más de un año, hasta la destrucción del local de la Federación, logró movilizar casi la cuarta parte de la ciudad de Santiago exigiendo el abaratamiento de la alimentación popular, con medidas tales como suprimir el impuesto a la importación de ganado argentino, y el establecimiento de ferias libres.2 Un Mundo que se Fue. Eduardo Balmaceda Valdés. Editorial Andres Bello. Santiago de Chile 1969. Pág 234.3 Idem Página 235.4 Al parecer aún no fluía hacia Chile “el oro de Moscú”.5 La International Workers of the World es una internacional sindical revolucionaria de raíz anarquista fundada en USA en 1905.

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FIN DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA DEL AÑO VEINTE

El gobierno de Alessandri, que se había impuesto por un estrecho margen a su rival Barros Borgoño, no vaciló en febrero de 1921 en realizar la masacre de San Gregorio, la cual fue denunciada por los estudiantes provocando el enfren-tamiento con el gobierno. Alessandri y su ministro Arancibia Lazo, conscientes de lo que podía significar la FECH, como elemento agitacional, decidieron impulsar la creación de una Federación estudiantil adicta al gobierno. Así, a la sombra de La Moneda, nació la Federación Nacional de Estudiantes, en donde reconocieron filas personajes como González Von Marées, de la Escuela de Derecho, que en la década siguiente sería fundador del nacismo chileno.

Pese a todo, la FECH volvió a realizar las Fiestas de la Primavera, con el abierto boicot del gobierno que presionó a au-toridades municipales y dueños de locales para que no se los cediesen a la FECH y su fiesta. Pese a todo, los estudiantes lograron conseguir el circo Strongman para realizar su propio espectáculo basado en la ridiculización del montaje que el gobierno hacía de los procesos abiertos a los estudiantes.

Lo que nunca imaginaron los estudiantes fue que aquellas fiestas quedarían en la historia, porque el poeta laureado que inauguró los eventos fue un estudiante del lluvioso sur de Chile, el que bajo el seudónimo de Sachka Yegulev, dio a conocer La Canción de la Fiesta. En el acto en el cual se dio a conocer el poema, su autor, que más adelante sería conocido como Pablo Neruda, no pudo concurrir a leerlo en persona, por lo que fue leído por Roberto Meza Fuentes, el cual hasta la aparición del estudiante de Temuco había sido el máximo poeta de las fiestas estudiantiles.

Con estas fiestas comenzaba a cerrarse un ciclo en la vida estudiantil, ya que el año 1922 la FECH comenzó la lucha por la Reforma Universitaria que significó la toma de la Casa Central por parte de los estudiantes y posterior ocupación de la rectoría por parte de la policía, y la suspensión como estudiante de la Universidad, hasta 1924, del presidente de la FECH, el alumno del Pedagógico Eugenio González, y posterior Rector de la universidad nacional.

Portada de Claridad que reproduce La Canción de la Fiesta

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Las fiestas se realizaron ese año, siendo la novedad el estudiante Osvaldo Sagües que imitó al León de Tarapacá en la Velada Bufa, siendo tan buena la caracterización que la novedad llegó a los oídos presidenciales contándose que Alessandri pidió ver al imitador de la federación que era su enemiga. Habría encontrado tan buena la imitación que le prometió un puesto en su gobierno al estudiante para que le pronunciara los discursos, lo cual se materializó con un cargo en la Subsecretaría de Guerra para el Guatón Sagües.

En 1923 también hubo fiestas, pero continuó la animosidad de La Moneda y la competencia de la federación go-biernista, llamada por los estudiantes fisco nacional, la cual era obra del Ministro del Interior de Alessandri, el radical Arancibia Lazo, y que se caracterizaba por su avidez por los fondos fiscales y de todo tipo, lo cual les llevó más de una vez a robarse el producto de las fiestas por ellos organizadas. En cuanto a las de la ANEC, lo recaudado era destinado al Bando de Piedad, y seguían siendo el gran acontecimiento de la juventud oligárquica.

El año 1924 la FECH no organizó eventos. Los estudiantes estaban demasiado interesados en observar y en ocasiones hasta dialogar con los militares que habían iniciado un movimiento de jóvenes oficiales, que terminaría por llevar al país a una dictadura. Mientras ésta duró, se realizaron fiestas cuando se pudo, y los centros que seguían a la FECH se encargaron de organizarlas, siempre en competencia con las de la ANEC, las cuales ponían el acento más en la vida so-cial desarrollada en los salones, en vez de la movilización popular, al estilo de los carnavales, cuya característica siempre había sido, bajo el disfraz o el antifaz, mezclar a ricos y pobres.

El éxito de las fiestas de la FECH que veían su ocaso, provino de un movimiento juvenil que vislumbró que solo no podía realizar sus objetivos, plasmados en su famosa Convención del año veinte, y que tenía que ir tras la búsqueda de un aliado, cual era la clase obrera, surgiendo la llamada solidaridad obrero estudiantil cuyo máximo exponente fue el poeta mártir Domingo Gómez Rojas representante de la IWW.

Pero la FECH no sólo buscó apoyo entre los obreros, sino que también entre los intelectuales, vinculándolos a través de sus revistas: Juventud fundada en 1911, y Claridad que comenzó a aparecer en 1920 y duró hasta 1934.

Ellas crearon el espacio que permitió un florecimiento cultural que marcó época, ayudando al surgimiento de la mí-tica generación del año veinte, que echó las bases del Chile que sería destruido en 1973.

Esta generación no se diferenciaba mayormente de la precedente, en cuanto a las condiciones de vida de los estudian-tes. El hambre seguía campeando en las pensiones y las normas sociales de la época seguían exigiendo a los estudiantes una forma de vestir difícil de costear para los más pobres, y a medida que se encogía el presupuesto estudiantil había que ir abandonando las casas de familia y caer a los conventillos. Este cambio de residencia originaba una procesión en la cual los amigos del que se cambiaba le transportaban en su catre sus pertenencias, abriendo el desfile uno que hacía de portaestandarte, enarbolando un palo de escoba, del cual colgaba la bacinica del que iba a su nueva residencia.

Un estudiante de Medicina, Adolfo Asenjo, recordaba su pensión del año 20 que “llamábamos la ‘Mac Swiney’ en recuerdo de aquel patriota irlandés Terencio Mac Swiney, alcalde de Cork, que el año 1920 se dejó morir de hambre en la cárcel por la libertad de Irlanda. En aquella pensión la comida era tan pobre, que sólo se veía en la mesa caldo de papas y cebolla, y nuestros compañeros pasaban más hambre que el patriota irlandés”.1

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Como ya se ha dicho la vida en pensiones mejoraba cuando llegaba una encomienda de casa, la cual reunía a los estu-diantes que ya habían pasado los ritos de iniciación, tal como decía la Historia de la Vida del Buscón: “Viva el compañero y sea admitido en nuestra amistad, y goce la preeminencia del antiguo: pueda tener sarna ande manchado y padezca el hambre que todos”.

Destruido el Club de Estudiantes que contaba con todas las comodidades de un sitio de este tipo de aquella época, tales como bar, biblioteca, servicio de peluquería etc., los centros de reunión pasaron a ser los restaurantes. Los es-tudiantes de Medicina, en Independencia, quedaban como vecinos de “La Adela”, y en San Pablo al llegar a Bandera, estaba “El Jote”. Y más allá, en Bandera en dirección al sur, estaba “El Hércules”, siguiéndole el “Teutonia” que con-trataba propaganda en Claridad. A ellos llegaba, en muchas de sus noches, Neruda, con sus amigos también poetas e igualmente estudiantes del Pedagógico, como Romeo Murga, Tomás Lago, Rubén Azocar, o Víctor Barbieris. Estos poetas conformaban la banda o pandilla de Neruda, la Banda Negra, para quien posteriormente sería su archienemigo, Pablo de Rokha.2

Carlos Díaz Loyola se había matriculado en las carreras de Derecho e Ingeniería, pero nunca asistió a clases, confor-mándose con colaborar en Juventud, y participar en la bohemia que rebalsara con su prestigio Neruda, después de su consagración en las Fiestas de la Primavera de 1921.

Entre estos poetas y sus rivalidades se puede encontrar el símil entre los goliardos y los estudiantes. Con el tiempo Volodia Teitelboim camarada y biógrafo de Neruda, diría de uno de ellos, Joaquín Cifuentes, apodado el Ratón Agudo: “Es un maestro de la cantina, un rey de la blasfemia, el que imparte a sus discípulos, como un apóstol del vino, las llamadas enseñanzas de la hombría criolla. El hombre ha nacido para tomar, para fornicar, para desafiar lo establecido. Tenía algo de anarquista primitivo. No dibujaba claramente la frontera que lo separaba del hampa. Era el predicador de una terrible y envolvente hermandad. Manejaba el leguaje flamígero. Era el bardo del verbo insultante. El sucesor de todos los mal hablados de la historia, un fuera de la ley manejador de cuchillos y de frases como relámpagos, un semianalfabeto que tenia la sabiduría que viene de abajo cuando esta se traduce en negación individualista, salvaje y sin destino”.3 ¡Qué mejor retrato de un goliardo, aunque del Mapocho! Y qué mejor retrato de un abad, denunciando a los desviados del buen camino.

Opereta de Pedro J. Malbrán

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Al hacer un balance de esta primera etapa de las fiestas de la primavera, la que impulsara la mítica generación del año veinte, se puede afirmar que lo más relevante fue el impulso que las fiestas dieron a las artes escénicas que en las décadas posteriores dieron origen al teatro universitario, y a los clásicos universitarios.

Los estudiantes no sólo incursionaron en la opereta con Pedro J. Malbrán sino que éste también llevó las fiestas al cine filmando Cuando Chaplin Enloqueció de Amor en la cual nos muestra al cómico, interpretado por un sosías encontrado en las aulas universitarias, Carlos Valsasmini, paseándose por los entornos santiaguinos, tales como el cerro Santa Lucía, viviendo un amor de estudiante y mostrando a estos en sus fiestas de la primavera dando a conocer como era su vida en las pensiones, tan pobres como las viviendas que mostrara Chaplin en sus obras, y como se las ingeniaban para improvi-sar sus disfraces, para poder participar en las fiestas, así como sus afanes revolucionarios. El autor de esta película, Pedro J. Malbrán, también fue el primero en transmitir en Chile un partido de fútbol por radio. Otro autor premiado en las fiestas estudiantiles fue Hugo Donoso el cual debutó con un sainete titulado La Juventud Alegre y Confiada cubriéndose de fama en 1916 con Los Payasos se Van, obra teatral que fuera llevada al cine por Pedro Sienna, y que es considerada una de las primera películas del cine nacional.

Pedro Sienna, actor de reparto en “Los Payasos se Van”

NOTAS

1 Idem. Wilfredo Mayorga pag. 170.2 Pablo de Rokha fue el autor del mote “La Banda Negra” en el escrito ‘Bacalao y la Banda Negra’: “Pero el feto nacional de la culebra demagógica –Bacalao– nada hubiese hecho sin el auxilio y las lavativas retórico-poético-políticas de la Banda Negra. Yo recuerdo los tiempos ‘crepuscularios’ de Neftalí en el que los borrachos de la Ñata-Ines y El Jote, o Papapietro, o los bolseros del Ratón Agudo, presididos y dirigidos por Tomas, Diego, Rubén, hacían decir a Rojitas Jimenez, el hipante angel demoníaco de la ralea, que se caía de ebrio: ‘se ha curado el primer poeta de Chile’, señalando a Bacalao, que andaba disfrazado y mendigando, en trueque horrible, aplausos por halagos” en El Bacalao. Diatribas antinerudianas y otros textos. Compilación de Leonardo Sanhueza. Sine Qua Non. Santiago. 2004, Pág. 91.3 Neruda.Volodia Teitelboim. Editorial Losada S.A. Buenos Aires. 1985. pag 97. Sin embargo ya antes, Neruda lo había inmortalizado en Residencia en la Tierra en el poema Ausencia de Joaquín, el cual murió en Buenos Aires en 1929.

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EL RENACER DE LAS FIESTAS UNIVERSITARIAS En agosto de 1930 se reconstituyó la FECH, siendo elegido como presidente Julio Barrenechea, estudiante de leyes. El

Centro de Estudiantes de Derecho había mantenido el espíritu de la federación, particularmente a través de su revista Mástil. En ella confluía la política y la literatura y entre sus animadores hubo políticos y poetas como el nombrado Ba-rrenechea, Oscar Waiss, Augusto Santelices, etc. Sus lugares de reunión seguían siendo los de la generación precedente, particularmente El Hércules, adonde llegaba a veces, Salvador Allende, de Medicina.

Por aquellos años, Augusto Santelices se hizo popular con un poema escrito en 1929, titulado “A la Botella”, el cual no sólo era número obligado en actos estudiantiles, sino que también tuvo que recitarlo en la radio y teatros. Más adelante lo incorporó a su repertorio el artista popular Abraham Lillo Machuca más conocido como Tony Caluga quien terminó de popularizarlo por los pueblos de Chile desde la pista de su circo.

La FECH volvió a vivir sus días de gloria cuando se transformó en el detonante del golpe final a la dictadura de Ibañez, después de haberse tomado la Casa Central, y cuando se unieron a los estudiantes de la Chile, los de la Católica, liderados por el líder estudiantil de Derecho Bernardo Leighton. La FECH fue retribuída por el primer gobierno civil con un local en calle Agustinas, entre Teatinos y Morandé, en donde hoy está la estatua de Diego Portales .

El primer proyecto en el cual se puso a trabajar la federación fue la reanudación de las fiestas de la primavera para ese mismo año de 1931.

Nuevo local de la FECH tras la caída de Ibáñez

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Pese a la crisis mundial que había comenzado en 1929 los estudiantes se las ingeniaban para celebrar en otros lugares que no fueran las pensiones. En 1932 cuando Neruda volvió de Rangoon en donde había residido como cónsul de Chile, Barrenechea le recibió con una comida en el Martini, simbolizando así el reencuentro de dos generaciones y su misma lucha. Naturalmente se recitó el poema A la botella.

Aquellos primeros años de la década del treinta del siglo pasado fueron los más agitados que le hubiera tocado vivir a una generación estudiantil, sólo comparables a los que habrían de transcurrir cuarenta años después. Los estudiantes no sólo vieron caer la dictadura sino que también se incorporaron a la República Socialista de 1932, de tan efímera duración, a través de dos ex dirigentes de la federación del año 20. Uno fue Eugenio González, que encabezó el Minis-terio de Educación en los doce días que duró la experiencia, y el otro fue Oscar Schnake, como Secretario General de Gobierno.

Al año siguiente los estudiantes vieron como se insurreccionaba la marinería y su derrota. Producto de ese ambiente los estudiantes cambiaron la forma de elegir a su reina, haciendo que todos los estudiantes participaran de su elección y ella pasó a llamarse Compañera Universitaria.

Esta vez las festividades cuyo nombre oficial fue Fiesta de la Primavera se extendieron por una semana, y la novedad fue la celebración de la Primera Feria de Arte en el Museo de Bellas Artes, siendo el número principal un concierto de “80 organilleros chilenos”, cuyos instrumentos tocaron al unísono, teniendo como coro a los loros y monos que porta-ban esos trabajadores.

También se organizó un festival de teatro universitario lo cual fue el impulso definitivo para que en 1934 se fundara el CADIP –Conjunto Artístico del Instituto Pedagógico– que, animado por el estudiante de esa escuela universitaria,

Compañeras Universitarias de las Fiestas de la Primavera de 1931

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Pedro de la Barra, logró sumar a otros conjuntos de teatro como el LEX de la Escuela de Derecho, constituyendo así el

Departamento de Teatro de la FECH. Éste a su vez devino en 1941 en Teatro Experimental de la Universidad de Chile,

debutando oficialmente al año siguiente en la celebración del primer centenario del Alma Mater.

Previamente la actividad de Pedro de la Barra se había concentrado en el campo de la música. Antes de ser estudiante

del Pedagógico había estudiado flauta traversa en el Conservatorio, lo cual le ayudó a dar nacimiento a la Banda Afó-

nica en el Instituto Pedagógico, que pronto se transformó en la gran animadora de las fiestas estudiantiles. El éxito de

este conjunto impulsó a un estudiante de Ingeniería, José Goles, a replicarle desde su escuela creando otro conjunto

estudiantil, la Banda Sincrónica, que sería la base del más famoso de los conjuntos universitarios de aquella época: Los

Estudiantes Rítmicos. Estos, desde 1939, año de su nacimiento, se hicieron famosos casi de inmediato, con un foxtrot de

su creación El Paso del Pollo, pero que todo el mundo denominó El Pobre Pollo, llevando alegría a buena parte del país,

a través de la radio y la industria fonográfica, en una década que finalizaba convulsionada por los sacrificios derivados

de la crisis, tales como las ollas comunes, los albergues. y el terremoto de Chillán de 1939.

Los Estudiantes Rítmicos fueron más que una estudiantina, ya que aunque incorporaban instrumentos típicos de

éstas, como mandolinas y bandurrias, también agregaron instrumentos característicos de orquestas, como el piano,

y aún algunos de su invención, como el bajófono, que también los lucía como lutiers. Y gracias a los orígenes eslavos

de Goles pudieron incorporar melodías e instrumentos típicos de los países de los cuales emigraron a Antofagasta los

antepasados de este estudiante.

Las fiestas continuaron, y con el afán de hacerlas cada vez más acordes con los tiempos que se vivían, que eran los

del Frente Popular, apoyado mayoritariamente por los estudiantes de la universidad nacional. De este modo, en las del

año 1939 se sacó el baile de coronación de la Reina a la Plaza de la Constitución, transformándolo en un baile popular.

Los Estudiantes Rítmicos

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Las otras actividades fueron las habituales, tales como el circo cuya carpa se ubicó en Alameda con Cienfuegos, y la feria y el cabaret aprovecharon el recién inaugurado Estadio Nacional. Estas fiestas fueron presididas por Luisa I de la Escuela de Medicina, y el poeta laureado fue Nicanor Parra.

Las fiestas de la primavera volvieron a desaparecer el año en que el mundo se sumió en la Segunda Guerra Mundial y junto con ellas desapareció Carlos Martel. Éste habría sido un francés que habría arribado a nuestro país después de la primera conflagración mundial, habiéndose quedado en estas tierras prendado de una porteña, la cual le habría abandonado poco después de enamorarlo. Sin saber por que rutas, su dolor le habría conducido hasta los estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile, que le acogieron en una de sus cofradías, hasta que un buen día desapareció, para reaparecer cadáver en la mesa de autopsias, como un NN, donde fue reconocido por uno de sus cófrades, ya casi médico, quien habría decidido rescatarlo y momificarlo para seguirlo teniendo en los machitunes estudiantiles.

En aquellos años treinta hubo una fiesta de la primavera con un sketch llamado La Clínica en el cual aparecía una momia. Quizá el éxito no fue tanto, ya que la obra no volvió a repetirse, quedando la momia abandonada en manos de un estudiante, cuyos descendientes decidieron entregarla al Museo Nacional de Historia Natural desde dónde volvió a la Facultad de Medicina, lugar en que se le puede visitar.1

Otros dicen que el esqueleto de Carlos Martel nunca actuó, y que sólo se limitó a acompañar a los estudiantes que le habían creado un mecanismo para que pudiera empinar el codo, es decir, le habían articulado el brazo para que, poniéndole un vaso en los huesos de la mano pudiera llevarlo hacia su calavera, en el ademán de beber.

Los menos doctos respecto de las tradiciones estudiantiles opinan que la articulación había sido hecha para poder esconder el esqueleto en algún armario.

NOTAS

1 La entrega en comodato de Carlos Martel por parte del Museo Nacional de Historia Natural al Museo de Anatomía de la Facultadde Medicina se verificó en 25 de mayo del 2012.

Las fiestas de la primavera se extendieron por todo el país

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LOS CLÁSICOS UNIVERSITARIOS

A fines de la década del treinta las fiestas de la primavera comenzaron a ser acompañadas por otro evento universi-tario que terminó profesionalizándose, el clásico universitario, que enfrentaba a los equipos de futbol de la universidad nacional y la universidad pontificia.

Hasta 1937 los deportistas de la UC estaban integrados a un solo club universitario, pero querían separarse de éste ya que era hegemonizado por los estudiantes de la Universidad de Chile. Aunque la pontificia universidad tenía la Fe-deración Deportiva de la UC, quería competir de igual a igual, en lo que ya era el espectáculo de masas indiscutido de la nación, el fútbol profesional. Preparándose para llegar a ser los futuros rivales de la Universidad Chile, la Federación Deportiva de la UC realizaba giras a provincia para darse a conocer, en las cuales integraban “aparte de los deportistas un cuadro artistico y hasta oradores. Eugenio Vidal de ‘Los Cuatro Huasos’ nos acompañaba. ¿Y por qué los oradores? Ellos en los pueblos decían lo que era la Universidad Católica. Estaban a cargo del avisito”.1 Para reforzar esta campaña que buscaba dar a conocer lo que era en el ámbito del deporte la universidad privada alguien dijo ‘En la ANEC (Asocia-ción Nacional de Estudiantes Catolicos) hay varios que son pico de oro. Hablan estupendo. Hablen con Panchito Vives (fue párroco de Santa Ana, capellán de la ANEC y vicerrector de la UC) y consíganselos’. Así llegaron Eduardo Frei, Manuel Garretón, Bernardo Leighton. Todavía ellos no pensaban fundar la Falange”.2

Con esa experiencia, la UC llegó al primer clásico universitario, que se jugó en 1938 en el Estadio Militar y el cual fue un amistoso.3 Un año antes, en abril, se había fundado el Club Deportivo de la UC, y la aspiración de los cruzados,

era incorporarse a la división de honor, en la cual llevaba unos meses la Chile. Los de la Católica, ya con experiencia en escenificaciones, llegaron con gorritos blancos y celestes para identificarse, además de petardos para celebrar, en caso de triunfar, dando origen así a lo que sería su barra.

Al año siguiente la Católica, ya en la división de honor, se encontró con una Universidad de Chile que no tuvo muchas dificultades para organizar una barra, basada en su experiencia de las fiestas de la primavera.

El partido se jugó en el recién inaugurado estadio nacional, y las barras se instalaron en lo que serían en adelante sus lugares oficiales, la Chile en la Tribuna Sur dirigida por Alejandro Gálvez y la Católica en la Tribuna Norte con Gustavo Aguirre como su director.

Asistieron los rectores de ambas universidades, Juvenal Hernández de la Universidad de Chile, y Carlos Casanueva de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Ésta fue la primera experiencia de un teatro de masas basado en el actuar de las barras. La acción de éstas descansó en la improvisación, característica de nuestros artistas circenses y sus rutinas, siendo las tallas que iban y venían, prin-cipalmente de parte de quienes conducían las barras, el grueso de las presentaciones. Por ejemplo, los de la Católica utilizando la canción “Cucurrucu Paloma” en una ocasión entonaron:

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Corre, Fernando Riera,corre, cucurrucu…

Replicando inmediatamente la barra de la Chile

Anda a cantarle a tu abuelacucurrucu…

Más adelante comenzó a comentarse la actualidad deportiva o política, en tono de chunga, lo cual daba origen a la denominada “copucha”, la cual se presentaba al inicio o en el entretiempo.

En 1940 la barra de la Universidad de Chile entonó por primera vez el himno del club deportivo en el Estadio Nacio-nal, el cual durante mucho tiempo fue confundido con el himno de la Universidad, de posterior aparición, estrenado para el primer centenario del Alma Mater, siendo de autoría de Julio Barrenechea, en tanto que el himno del Club Deportivo es obra de varios estudiantes y es un canto de reminiscencias goliardas.

Ser un romántico viajeroy el sendero continuarir más alla del horizontedo remonta la verdady en desnudo de mujercontemplar la realidad

Cuando se realizó el primer clásico nocturno en 1943, que tuvo como invitado especial al canciller de Brasil de visi-ta en nuestro país, la barra de la UC estrenó su llamada “máquina infernal”, la cual le tomó alrededor de tres años a sus estudiantes de Ingeniería, diseñarla y ponerla en marcha. Se componía de 12 mil ampolletas de colores repartidas en 800 tableros, que sobre las cabezas de otros tantos integrantes de su barra, se encendían y apagaban, formando enormes figuras y frases, lo cual requería una gran coordinación para encender los interruptores de acuerdo con las instrucciones de sus diseñadores. La primera máquina infernal, si bien fue un exito tecnológico financieramente no lo fue tanto, ya que costó $ 100.000 de la época, que era más que todo el borderó, y por poco, casi se creyó que provenía del averno, ya que sus múltiples cortocircuitos, generaron más de un amago de incendio.

La incorporación de este artilugio trajo como consecuencia que surgieran espías en la barra de la Chile, para prevenir en el futuro sorpresas de este tipo, arma que más adelante también debieron de usar los de la Católica. Pese a todo, la UC siguió sorprendiendo con el uso de destrezas mecánicas, tales como el hacer aterrizar un pequeño avión en el césped del coliseo.

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Los clásicos fueron alcanzando tal grado de profesionalización, para hacer cada vez mejor el espectáculo, que tuvo como consecuencia que muchos estudiantes perdieron más de un año académico, buscando apabullar de cualquier forma al rival. También más de uno dejó su carrera original, para derivar a las artes escénicas.

Como las representaciones de masas requerían de muchos voluntarios, la pontificia universidad comenzó a incor-porar secundarios de los colegios católicos, haciendo lo mismo con los de la enseñanza fiscal, los de la Chile. De esta manera los clásicos se hicieron una experiencia única, cual fue el teatro de masas, que en los primeros años puso en ventaja a la Católica, que aunque tuvo teatro universitario dos años después que la Chile, vislumbró a través de uno de sus miembros, Germán Becker, la oportunidad que el duelo de barras ofrecía. Poner en escena este teatro de masas en un principio se basó en la confección de un libreto que narraba situaciones, con diálogos y efectos visuales y sonoros grabados de antemano, y que con mímica eran representados en el césped.

Este espectáculo, único en el mundo, abrió una nueva etapa en los clásicos. Dejaron de ser una prolongación de las Fiestas de la Primavera y pasaron a ser teatro de masas, captando un nuevo público que no se interesaba tanto por el fútbol, y que comenzaba a ir al Estadio Nacional por la función teatral.

La culminación de esta primera etapa se dió en 1955 cuando los dos clubes unieron sus barras para hacer una historia de los clásicos teatralizando los comienzos del arte dramático de la época griega y romana, para culminar con una anto-logía de lo mejor representado en los eventos universitarios, ya definitivamente incorporados a las fiestas universitarias

El recuerdo del ambiente de aquella epoca quedó marcado por una marcha-canción y Los Estudiantes Ritmicos fue-ron activos participantes en las fiestas de la primavera. La marcha canción con letra de Gustavo Campaña fue dedicada a la Reina de la Primavera SM Nina I cuyo coro dice así:

Cascabel, de dulce y claro tintinearel corazón nos va diciendo

La FECH quiso revivir los clásicos sin afán de lucro

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que hay en toda promesauna azul y luminosa realidadque allá en el fondo del caminoesperándonos está,adelante confiados y alegresfirme el alma…y que al ritmo de este cantoBajo el cielo claro azultriunfe el sueño de la juventud…

NOTAS

1 Revista Ercilla. 2 Idem.3 Desde el punto de vista futbolístico el primer enfrentamiento se verificó en 1909 con resultado de 3 : 3.

Los candidatos a la presidencia, en el Clásico de 1970

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LA MÁS CONTROVERTIDA ELECCIÓN DE REINA

En 1948 la presidencia de la FECH estuvo a punto de ser ganada por un comunista, el estudiante del pedagógico Fernando Ortiz, en plena represión de su partido. La lista ganadora, la del Frente Demócrata Cristiano, encabezada por el estudiante de Medicina José Barzelatto decidió volver a realizar las Fiestas de la Primavera las cuales comenzarían a mostrar cada vez más una preocupación por lo que sucedía en el país, producto de la coyuntura política que se vivía, lo cual significó que en la fiesta que marcó el reinicio de la tradición, los encargados de su organización tuvieron que impedir que compitiera el carro oficial de la FECH puesto que representaba el campo de concentración de Pisagua.

En estas fiestas triunfó la candidata de los estudiantes comerciales, Amalia Acuña, y se aprovechó el clásico nocturno de ese año para coronarla. Al año siguiente venció por primera vez la representante de los estudiantes secundarios, María Figueroa Nuñez del Liceo 7 de Providencia. El baile de coronación se realizó en el Estadio Nacional el cual atrajo a alrededor de 40 mil personas finalizando las fiestas con un éxito económico que le significó a la FECH un millón de pesos a su haber.

Las fiestas de 1950 comenzaron con un tinte polémico impulsado desde el Ministerio de Educación, ya que el Ministro de aquel entonces, Bernardo Leighton, puso en el tapete la cuestión de las fotos con que se publicitaba a las postulantes a Reina considerando que “Liceanas de 16 años son exhibidas en poses que no aceptaría una vedette” agregando “No imitemos de Estados Unidos las cosas malas que sólo proclaman la superficialidad de muchos de sus habitantes”.1 La FECH coincidió con las preocupaciones de Leighton, aunque la controversia se centró no en las poses que criticaba el joven ministro, sino que en el traje de baño, que en su mayoría eran dos piezas, y en ningún caso bikini, que había aparecido, más o menos como lo conocemos hoy día, dos años antes en Francia.

La FECH, que organizó las fiestas de la primavera de ese año acababa de ser ganada por la izquierda, representada por el estudiante de derecho José Tohá. Como las fiestas anteriores habían mostrado un buen resultado económico y dado que aún se necesitaban recursos para reconstruir la Escuela de Medicina que se había incendiado a fines de 1948, se resolvió darle un gran realce a las de ese año, para allegar fondos que ayudaran a la reconstrucción.2

Para que las fiestas retomaran las tradiciones de antaño de hermandad latinoamericana, se invitó a la reina de las fiestas estudiantiles peruanas, la estudiante de derecho de la Universidad de San Marcos, Renée Amezaga Villarreal a participar de las fiestas de una universidad en la cual alrededor de un 10% no eran chilenos. Estos en su gran mayoría eran refugiados que huían de las dictaduras que asolaban el continente, la mayoría de las cuales se habían instalado con la bandera del anticomunismo.3 Otros venían porque para esa época la Universidad de Chile era, sino la mejor de la América Hispana, una de las mejores. Bordeaba los diez mil alumnos, y desde que había entrado en vigencia su estatuto orgánico de 1931, la universidad nacional se había transformado en el principal pilar de la cultura nacional, contando con un teatro, un ballet, una editorial, orquesta sinfónica, escuelas de temporada etc. que la llevaban a cumplir funcio-nes propias de un ministerio de la cultura.

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Se resolvió también, en pos de la amplitud de las fiestas y considerando que ya eran patrimonio de todo el país, ha-cer énfasis en que desde que éstas se habían reiniciado dos años antes, podían participar clubes deportivos, colonias extranjeras etc., en la presentación de candidatas a reinas, con lo cual se abría la opción de que fuera elegida Reina de la Primavera alguna joven que no fuera estudiante.

La decisión integradora de la FECH le había abierto las puertas –a lo menos simbólicamente– a los sectores popula-res que no tenían acceso a la universidad nacional, la cual impartía principalmente carreras liberales, que eran las que otorgaban prestigio social. En todo caso, la universidad cumplía su cometido de ser un excelente vehículo de movilidad social ascensional para las clases medias, y semillero de dirigentes políticos y sociales.4

Sin embargo, la prosecución del modelo de desarrollo imperante de la época, de sustitución de importaciones, re-quería de una universidad técnica, la cual había sido creada en 1947. Ésta, la Universidad Técnica del Estado5 fue rápi-damente visualizada como formadora de mecánicos o electricistas, en contraposición a las universidades tradicionales, proveedoras de los cuadros llamados a gobernar.

Así, si en la década del veinte la división entre estudiantes había sido entre jóvenes oligárquicos y los hijos de la clase media en ascenso, ahora era entre estudiantes de las universidades tradicionales versus no sólo los estudiantes técnicos, sino que también los de los vespertinos y nocturnos, que querían la misma consideración social de la cual gozaban los ocupantes de las universidades que existían en aquella época, las dos católicas, la Santa María, la de Concepción y la universidad nacional.

Pero el simbolismo de la decisión de abrir la competencia para que cualquiera joven pudiera ser ungida Reina de la Primavera, no contaba con que se postulara a ser monarca de las fiestas una auténtica mujer de overol que no era ni siquiera estudiante, sino que una trabajadora de FAMAE.6 Más aún, la postulante al cetro de Reina de la Primavera 1950 era apoyada por el Club Deportivo Colo Colo, que con el tiempo sería el archirival futbolístico de la Universidad de Chile.

Y en cuanto a consideraciones estéticas esta candidata de overol, Natacha Méndez, era una postulante segura al cetro de cualquier torneo de belleza, incluso más allá de nuestras fronteras.7

La candidata no estudiante fue postulada por su vecindario, el cual se caracterizaba por su organización, el de la población Pedro Montt, inaugurada y entregada a sus moradores en 1940, y situada en las cercanías de dos grandes fábricas, FAMAE y YARUR. Y en las canchas deportivas de ese barrio sobresalía como basquetbolista la candidata Na-tacha Méndez, quien pronto logró también el apoyo de la Federación de Estudiantes Mineros e Industriales de Chile, antecesora de la combativa FEUT –Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado–.

Hasta ese momento la Reina no era elegida por el método de venta de votos, sino que por electores. Pero esta vez, ya que se trataba de recaudar fondos, se determinó que triunfaría la candidata que vendiese más votos.

Las fiestas, desde la partida resultaron muy peleadas, lo cual era reflejo del entusiasmo que habían puesto los estu-diantes de la universidad nacional para conjurar la amenaza que se cernía desde el entorno de las universidades tradi-cionales, percibidas como una torre de marfil, alejadas del pueblo.

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Este cuadro era producto de que el país comenzaba a vivir el ascenso de las luchas populares que culmina-rían veinte años más tarde, pese a la represión del partido comunista, así como de la aparición de un movi-miento populista que prometía barrer con la corrupción que había campeado en los gobiernos anteriores, lo cual hizo que la campaña de elección de reina inevitablemente tomara un giro “antipituco”.

El clímax de las fiestas fue el escrutinio, que se verificó en el Teatro Caupolicán que dió como triunfadora a Gloria Legisos, la candidata de las Escuelas de Ingeniería y de Constructores Civiles, y los barrios de Conchalí e Independencia, pese a que los sindicatos obreros habían llegado con paquetes de votos a favor de la candidata que había polarizado la elección. Pero, los apoderados de las otras postulantes de la Universidad de Chile, habían llegado con dinero en efectivo, y, al ver la demostración de fuerzas del Natachismo, compraron votos de Gloria Legisos, en vez de los de sus represen-tadas, para lo cual habían sido mandatados, y provistos de dinero.

Sin embargo, pese al triunfo de Gloria Legisos en los escrutinios, la Reina debía ser escogida por un jurado de entre las tres primeras mayorías, dentro de las cuales se contaba en segundo lugar por votos vendidos, Natacha Méndez. Esta comisión, presidida por el Rector de la Universidad de Chile de la época, Juvenal Hernández, inclinó la balanza defini-tivamente a favor de la candidata de Ingeniería y Construcción Civil argumentando que era una fiesta de estudiantes y una estudiante debía ser la Reina.8

Natacha Méndez fue nombrada virreina y se le otorgó una corona de plata. Pero, al momento de la velada en el Mu-nicipal en que se ofreció una magnífica puesta en escena basada en la colaboración de los estudiantes de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales entre los cuales sobresalían Jorge Peña Hein a cargo de la partitura, y Octavio Cintolessi a cargo de la coreografía, Natacha Méndez se retiró del teatro, según ella porque fue insultada. Inmediatamente vol-vieron a enfrentarse con empujones y pugilatos sus seguidores con los de la monarca oficial, conatos que ya se habían visto en el día del escrutinio, debiendo hablar Natacha Méndez, para apaciguar a sus seguidores, desde un vehículo de Carabineros, antecesor del Grupo Móvil y de sus actuales FFEE.

Con sus partidarios avivando a la deportista trabajadora y hasta ese momento Virreina de las fiestas, se inició una segunda fiesta de la primavera paralela a la oficial, que no fue más allá por la oposición de la Intendencia y por la nego-ciación entre autoridades, FECH y partidarios de Natacha, que hubieron de conformarse con que ella fuera proclamada Reina del Pueblo.

Natacha Méndez en una boda en 1950

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En ese carácter, en declaraciones posteriores dijo: ”yo acepté feliz la designación. Me gusta que sea precisamente la gente pobre la que se divierta. Que este carnaval sea netamente popular y no para privilegiados. Que se haga llegar la auténtica alegría hasta los barrios pobres, a las viviendas humildes, a los ranchos y a las chozas. Y que la corona que se ciña sea netamente popular. La fiesta que se inicia esta semana será precisamente para ellos. Para que no haya hogar donde no lleguen la alegría y el clamor de la juventud. Que no haya diferencias de clase”.9

Si no hubiera sido por el hecho de que en la víspera de la culminación de las fiestas Santiago despertara con la noticia que emitían los principales noticieros radiales en cuanto a que había caído un platillo volador en los faldeos del Cerro San Cristóbal, en Pedro de Valdivia Norte, estas fiestas habrían pasado a la historia por la representación tan clara de la fractura social que aparecía ante los ojos del país. Y pobreza, que se notó en la ausencia de disfraces y proliferación de máscaras, como único atuendo carnavalero, aunque también aparecieron los cabezones, que más adelante serían excelentemente aprovechados en los clásicos.

Todo esto se olvidó ante la caída del platillo volador que conmocionó a todos los lugares adonde llegaban las trans-misiones radiales, y en Santiago a lo menos, ya había un ambiente de expectación respecto de estas naves, porque un periódico de la plaza, La Opinión, casualmente, había iniciado una serie sobre estos artefactos que podrían venir de otros planetas, o ser un arma secreta de los rusos llevados a pelear la guerra fría.

Como Chile siempre ha tenido emprendedores por viveza o necesidad, pronto se organizó un recorrido de micros especial que llevaba curiosos –por dos pesos– desde el centro a lo que todavía era un predio de escasas viviendas, en donde se encontraba el platillo, ladeado, refulgente y humeando de vez en cuando como un tren pronto a partir. Por supuesto que pronto se encontró a un testigo ocular de la caída que había visto las llamas y fenómenos atmosféricos inexplicables que precedieron a la caída o aterrizaje. Y todo ambientado por La Opinión que sacó una edición extra, periódico que siguiendo con las casualidades era vecino de la sede de la FECH en plena Alameda.

Los que primero llegaron se encontraron con la zona acordonada por carabineros a caballo y a pie, a una distancia que impedía ver en detalle el navío, y a la espera de especialistas en vehículos espaciales, si es que los había, los cuales sí podrían acercarse en la medida que trajeran trajes protectores acordes. Esto hizo que pronto llegara otro emprendedor con un telescopio para poder acercarse visualmente al platillo.

Voto a favor de Natacha Méndez

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También participaban del cerco al artefacto, efectivos de las FFAA, que un observador acucioso habría deducido que eran todos oficiales, y no conscriptos, dada su estatura, ademanes corteses y manos sin callosidades, todo muy distinto al contingente que anualmente las FFAA reclutaban entre los hijos de pobladores, obreros y campesinos.

Mientras los periodistas y curiosos más cultos se veían prontos a entrar a una repetición de la escenificación de La Guerra de Los Mundos, todo Santiago estaba en vilo, dudando si ir o no hacia el lugar del suceso, en el cual ya estaba el adicto militar estadounidense10 y el de Su Majestad Británica, así como el de la Argentina Justicialista, que tomaba fotos discretamente para los científicos de nuestros vecinos, los cuales ya experimentaban con una bomba atómica y habían construido un avión a chorro.

Entre los curiososos llegaron miembros del poder legislativo, pero uno de ellos con más años de circo que los estu-diantes, notó algo que no concordaba con la puesta en escena, concretamente que el oficial de carabineros a cargo, lucía un objeto metálico, en circunstancia de que a ellos se les había prevenido que de acercarse, debían hacerlo sin cintu-rones, cuyas hebillas metálicas podían atraer campos electromagnéticos de elevada peligrosidad. Igualmente dañinos podían resultar los suspensores si contaban con pinzas metálicas.

En otras palabras, el que quisiera acercarse debía hacerlo sujetándose los pantalones, gesto que quizás de qué modo podían tomar los ocupantes del platillo volador, si es que estaban vivos o, los curiosos que podrían interpretar que nuestros honorables parlamentarios de antaño, estaban más que prestos a bajarse los pantalones ante cualquiera.

Sin embargo, cuando el padre conscripto se convenció de que era una pitanza de los estudiantes, dado que reconoció a un oficial de la FACH que le constaba que sólo hacía unos pocos días estaba en su práctica universitaria, le pidió al oficial de carabineros que continuaran con la broma, para ver si en complicidad, podían hacer caer a los integrantes de la Comisión de Defensa del Senado que venían en camino.

Al ver la sonrisa de satisfacción de los parlamentarios que emprendían la retirada, se cuenta que el agregado militar norteamericano vaciló, y no se acercó al primer anillo de seguridad.

Cuando el número de curiosos amenazaba con desbordar a los uniformados que cuidaban su seguridad, se abrió una escotilla del disco volador, apareciendo Gloria Legisos y su Rey Feo, anunciando que las Fiestas de la Primavera estaban en curso.

La broma había sido posible porque los estudiantes habían conseguido que el Presidente de la República autorizara al Director General de Carabineros para que se sumara a la tramoya, aislando la zona para que el disco volador que había sido fabricado en el Estadio Nacional, fuera trasladado en la madrugada del día viernes al lugar de su supuesta caída. Igualmente eran cómplices en el acordonamiento estudiantes disfrazados de miembros de las FFAA.

La broma que había sido creación de Germán Becker, que empezaba a echar a andar una empresa de publicidad, tuvo como consecuencia que el despliegue de recursos impidiera que hubiera tiempo para preparar el carro con el cual la Reina debía dirigirse al día siguiente al baile popular en la Plaza de la Constitución, debiendo llegar ésta en un automó-vil descubierto junto a su invitada, monarca de los estudiantes peruanos.

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NOTAS

1 Ercilla. 31 de octubre de 1950, pág 3.2 La Escuela de Medicina fue finalmente reconstruida en 1952.3 Por ejemplo, Shafik Handal de El Salvador quien era estudiante de la Universidad de Chile, el cual, treinta años más tarde fuera un importante dirigente comunista e impulsor de la coalición que gobierna su país.4 Un claro ejemplo era el presidente de la época que, de modesto estudiante de provincia, había llegado a primer mandatario y posteriormente presidente de un banco y entusiasta sostenedor de la dictadura instaurada en 1973.5 El primer Rector de la UTE fue el dirigente estudiantil de la Universidad de Chile del año veinte, Santiago Labarca. 6 Natacha Méndez había ingresado por concurso a FAMAE proviniendo de una familia de militares.Su padre, que pronto fue bau-tizado por la prensa como Don Natacho, era teniente de Ejército en retiro.7 Natacha Méndez antes de ser candidata a Reina en Chile, había estado en Perú, como basquetbolista, provocando admiración por su belleza.8 El presidente de la FECH, José Tohá, era compañero de partido, el Socialista Popular, con el padre de Natacha, lo cual le hacía difícil oponerse al Rector, dado el ambiente de politización ya mencionado.9 Zig Zag. Nº 2382. Pág. 22.

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FIN DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA

La fiestas fueron reeditadas con altos y bajos por unos años más, despareciendo hasta 1960, en que tras el terremoto y maremoto de Valdivia de ese año, los estudiantes resolvieron realizar un carnaval panamericano para agradecer la solidaridad recibida de todo el mundo, y que sirvió como experiencia para que las directivas de las federaciones estu-diantiles nuevamente intentaran revivir, al año siguiente, las Fiestas de la Primavera. Lo más relevante de aquel festival fue el espacio que los estudiantes dieron a una artista popular, que con su familia venía de exponer en París y en Europa, pero que aún no era debidamente reconocida en Chile, Violeta Parra.

En 1961 se llevaron a cabo las últimas fiestas de la primavera. Se eligió reina a una estudiante de Economía, Mercedes Taborga, y a un popular actor del ITUCH, Jorge Boudon, como Rey Feo.

Lamentablemente ya al inicio de las fiestas, cerca del local de la FECH que estaba en la Alameda se produjeron los primeros incidentes que fueron atribuidos a “Hordas coléricas”.1 Estos coléricos, o jóvenes caóticos eran un fenómeno nuevo, resultante de la irrupción de un nuevo actor social, la juventud, que pujaba por acceder a los modelos que el cine norteamericano había comenzado a mostrar desde que se estrenara en Chile en 1955 Semilla de Maldad.2 El problema era que que para imitar esos modelos había que tener un poder adquisitivo que muy pocos jóvenes chilenos tenían, casacas de cuero, motos, acceso a las discoteques de moda de la época, etc. Y se creía que eso lo tenían los jóvenes universitarios, creadores y ejecutores de las fiestas. Y los que no lo tenían, en vez de patear piedras, se manifestaban a través del vandalismo.

De ahí entonces a arruinar las fiestas, es decir destruir la imagen que supuestamente los universitarios tenían, había un solo paso, ya demostrado por el lumpen que había irrumpido en el centro de Santiago en la asonada de los días 2, 3 y 4 de abril de 1957, ocasión en la cual los estudiantes de la FECH habían tenido que proteger del saqueo más de un local comercial.3

SM. Mercedes I Baila con el Rey Feo, el actor Jorge Boudon del ITUCH

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Las fiestas tuvieron que suspenderse, porque al día siguiente de iniciadas, se intentó asaltar una armería de la calle San Diego, mientras muchos coléricos bailaban rock and roll en las capotas de los automóviles y otros acorralaban a las jovencitas y comenzaban a desvestirlas.

Las Fiestas de la Primavera, en su formato clásico, nunca más han vuelto a alegrar la vida de los chilenos. Mucho menos hemos podido emular a nuestros vecinos que tienen carnaval, cuestión que se intentó cuando las fiestas se reiniciaron en su última etapa, la que se iniciara en 1948.

Afortunadamente los clásicos universitarios habían tenido un giro, a partir de su versión nocturna de 1959, en el cual Rodolfo Soto presentó “Recuerdos de Cocoliche”, que era un gigantesco muñeco de mimbre de ocho metros de altura –lo cual lo hacía proporcional a las dimensiones del estadio– que tocaba un piano igualmente gigante, de seis metros de teclado y más de tres metros de altura. Para darle vida en su interior trabajaban cinco personas encargadas de mover su cabeza, brazos, ojos, boca, con lo cual Cocoliche podía enhebrar la nostalgia a través de rondas infantiles, cuentos, etc.

Al año siguiente Rodolfo Soto presentó Fantasía de Pilín, el cual también era un muñeco gigante, dos metros más grande que Cocoliche, que se movía al ser accionado por cuerdas desde partes del estadio que habían sido oscureci-das. También se recurrió a la participación masiva del público haciendo que este se entrelazara a través de sus manos, expresando la solidaridad del país con las víctimas del más devastador terremoto que habíamos tenido, tragedia que había sido representada en el espectáculo mediante un diálogo de Pilín con una Campana.

En cuanto a las Fiestas de la Primavera éstas continuaron bajo forma de Semanas Universitarias reducidas al ámbito de cada universidad; es decir las respectivas federaciones universitarias hacían una semana de recepción a los nuevos estudiantes denominada “Semana Mechona”. Vale decir, se reproducía la fiesta de la primavera enmarcada en el ám-bito de cada escuela universitaria, sin participación popular.

Estas fiestas mantenían el mismo formato de la Fiesta de la Primavera es decir tenían Velada Bufa, broma, baile de coronación de la reina de cada escuela, que era elegida por diversas competencias2 y venta de votos o remates de diversos cachureos. Famosas fueron las regatas del Mapocho que organizaban los estudiantes de Derecho emulando la competencia en el Támesis que enfrenta a los remeros de Oxford y Cambridge, con la única diferencia que las em-barcaciones de los estudiantes de leyes santiaguinos, eran cualquier tipo de embarcación que flotara, como tinas de baño, balsas etc.

No siempre los espectáculos ofrecidos a los estudiantes fueron dignos de una federación de una trayectoria como la de la FECH. En 1968, en medio de la lucha por la Reforma Universitaria se anunció en la Escuela de Medicina el show de la procreación, que consistía en que un estudiante debía copular con una artista profesional en la mesa de uno de los catedráticos de esa Facultad. El show no se realizó porque el estudiante procreador se embriagó antes de salir a escena, y fue incapaz de iniciar su performance, es decir ni siquiera podía encaramarse a la mesa. En verdad, aquel frustrado show en parte se inspiraba en las acciones que los estudiantes parisinos habían realizado ese mismo año durante las jornadas de mayo, cuando buscaban desacralizar la cátedra universitaria llevando a tomar posesión de éstas –simbólicamente– a trabajadoras del sexo.

La novedad de estas fiestas eran los foros que trataban un tema de actualidad como la Reforma Agraria, la Revo-lución Cubana, etc., lo que reflejaba el clima que comenzaba vivir Chile, de intensa lucha ideológica en la cual había

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gran coincidencia cual era la necesidad de la Revolución, discrepándose sólo en el modelo revolucionario, lo cual haría que una generación comenzase a pensar más en el compromiso que en la diversión.

La FECH intentó revivir los clásicos universitarios ‘auténticamente universitarios’ es decir hechos por estudiantes. Estos se realizaron en 1966 y 1967 y no constituyeron nada nuevo.

Solamente los Clásicos Universitarios efectuados en los enfrentamientos de los clubes deportivos universitarios si-guieron manteniendo el espiritu de las fiestas de la primavera, pero cada vez más profesionalizados y transformándose en una fiesta nacional. En ese carácter dignatarios extranjeros como el presidente Saragat de Italia o la Reina Isabel del Reino Unido fueron espectadores de los clásicos de 1965 y 1968.

La Federación de Estudiantes de Chile había dejado de ser el espacio que proyectaba poetas, actores, o escritores tales como los de la generación anterior, la de Jodorowsky y Peña Hein por sólo citar un par de ejemplos. Algunas razones de esta carencia están a la vista. La FECH nunca más había vuelto a tener una revista como Juventud o Claridad de aparición en los años 20, y las generaciones que vinieron tras la del 50, volcaron sus inquietudes artísticas en otros espacios, principalmente los brindados por el Partido Comunista de Chile, que no sólo impulsaba lo que se llamaría el neofolklore. Igualmente las artes escénicas como el Teatro del Pueblo surgido de las Juventudes Comunistas, en su sede de Avda. Matta, con el apoyo de los actores de izquierda y comunistas del ITUCH. O el Quilapayún, impulsado por un estudiante del Instituto Pedagógico.

No es del caso especular qué resultado habría tenido una fiesta con una velada bufa diseñada por Raúl Ruiz, y con la participación de los estudiantes de Bellas Artes, como Raúl Becerra, de la década del sesenta, impulsores de los prime-ros happening santiaguinos, en la Feria del Parque Forestal.

Las Fiestas de la Primavera requerían de buenos organizadores y lo mejor de la generación de los años sesenta y setenta optó más por el activismo político en vez de las fiestas. De tal modo que hasta el año de la desaparición de la democracia en Chile hubo recepciones de mechones, las cuales eran masivas, celebradas en el Caupolicán, dada la democratización que tuvo el acceso a la Universidad durante el gobierno de la Unidad Popular.

Regatas del Mapocho

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Tras el Golpe grandes animadores de las fiestas de antaño fueron asesinados, como José Tohá, Vicepresidente de la República en los años de la Unidad Popular y ex alumno de la Escuela de Derecho. Igual suerte corrió a manos de la Caravana de la Muerte Jorge Peña Hein del Conservatorio. Freddy Taberna del Instituto Pedagógico por lo menos tuvo la suerte de enfrentar cara a cara a sus verdugos, que le fusilaron. Otros están desaparecidos hasta el día de hoy como Ricardo Ramírez de Construcción Civil.

La dictadura una vez instalada quiso hacer un remedo de las Fiestas de la Primavera invitando a los jóvenes a partici-par de una festividad que emulaba a las festividades de antaño titulada Por la Alameda del 900.

Con el Estadio Nacional transformado en campo de concentración, una avenida de Santiago vio un remedo de las Fiestas de la Primavera en la cual los hijos de aquellos que con mano mora, como dijera Allende en sus palabras finales, se aprestaban a apoderarse de un país, y muy principalmente de sus universidades, disfrazados con los trajes auténticos de sus antepasados, con los cuales ellos se paseaban por la Alameda de las Delicias, antes de que cayera el orden oligár-quico combatido por los estudiantes de la FECH del año veinte, iniciadores de las Fiestas de la Primavera.

Así se iniciaba un ajuste de cuentas más, entre los descendientes de los goliardos, y los descendientes de los caba-lleros, sostenedores del orden que se iniciara tras el Golpe, que en su base tiene la privatización de la educación y la Universidad.

NOTAS

1 El término colérico habría tenido su origen en la teoría clásica de los cuatro humores, ya que aquel ligero de temperamento, según los antiguos griegos, correspondería a este tipo de personalidad.2 También a raíz de esta película los coléricos eran llamados los semilla de maldad.3 En 1957, el gobierno de la época soltó a la patilla, es decir el lumpen encarcelado, para que protagonizara los destrozos y saqueos, y así desprestigiar al Comando contra las Alzas, en el cual jugaba un importante papel la FECH, que organizara las jornadas de protesta.4 Una de las pruebas para ganar votos, en una de las semanas mechonas consistió en sacar un pelo de la barba del Ministro Tohá, tarea que naturalmente debía ser ejecutada por las candidatas.

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BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA

Colecciones de Revistas:JuventudClaridadZig ZagPacífico MagazineVEAErcillaRevista Estadio (Todas de Santiago de Chile, aparecidas entre 1905 a 1962).

DiariosEl Mercurio(Santiago de Chile, de 1905 a 1962).

Libros-El Estudiante de la Mesa Redonda. German Arciniegas. Editorial EDHASA. Buenos Aires. Segunda Edición. 1957.-Juventud y Bohemia. Humberto Vera. Imprenta Mercantil. Valparaíso. 1947-Crónicas Políticas de Wilfredo Mayorga. Recopilación de Rafael Sagredo. Ediciones RIL. Santiago de Chile. 1998-Historia Contemporánea de Chile. Volumen V. Niñez y Juventud. Gabriel Salazar y Julio Pinto. LOM Ediciones.

Santiago de Chile. 2002.-Neruda. Volodia Teitelboim. Losada. Buenos Aires. 1985.-Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Mario Góngora. Editorial Universitaria.

Santiago de Chile. 1986.

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ÍNDICE

PALABRAS INICIALES 9

LOS GOLIARDOS 11

LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA 15

NACIMIENTO DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA 19

LA PRIMERA REINA DE LA PRIMAVERA 23

LA DIVISIÓN DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA 29

FIN DE LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA DEL AÑO VEINTE 33

EL RENACER DE LAS FIESTAS UNIVERSITARIAS 37

LOS CLÁSICOS UNIVERSITARIOS 41

LA MÁS CONTROVERTIDA ELECCIÓN DE REINA 45

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Se terminó de imprimir en el mes de agosto de 2012, en Imprenta América. Valdivia, Chile.

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