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De la expulsin de los jesuitas a la extincin de la Compaa de Jess

* Parte I: 1766-1770*Jos A. Ferrer Benimeli

Fundacin Histrica Tavera 2000

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NOTA INTRODUCTORIAEste trabajo es un complemento y ampliacin de otros anteriores publicados en forma dispersa y que ahora presentamos aglutinados constituyendo un bloque homogneo y cronolgico que abarca en esta primera parte desde 1766 a 1770, es decir desde los motines contra Esquilache y subsiguiente expulsin de los jesuitas de los estados del rey de Espaa, Carlos III, hasta el cnclave de 1769 y primeros meses del pontificado de Clemente XIV, marcados ya por la poltica de las cortes borbnicas empeadas en la total y absoluta extincin de la orden de los jesuitas. En una segunda parte trataremos el perodo de 1770 a 1773, ao en que finalmente se llevara a cabo dicha extincin, tras casi ocho aos de una inalterable poltica de Carlos III y su ministerio, fielmente secundada y en ocasiones incluso superada por las cortes de Versalles y Npoles en una decidida y comn voluntad por acabar con los jesuitas. La correspondencia diplomtica intercambiada entre el duque de Choiseul y su embajador en Espaa, marqus d'Ossun, entre 1766 y 1770 sirve para constatar como se fue configurando el cuadro de culpabilidades que acabara con la expulsin de Espaa, y la extincin ms tarde, de los jesuitas. La complejidad de los temas tratados: motines contra Esquilache, expulsin de los jesuitas de Espaa, Amrica y Filipinas, as como del reino de Npoles e isla de Malta, cuestin del monitorio de Parma, cnclave de 1769 y las presiones a que fue sometido el nuevo Papa Clemente XIV, se van entrelazando en torno y funcin de la extincin de los jesuitas. E1 trabajo que sigue consiste en la aportacin de una correspondencia clave y fundamental para conocer ms en profundidad un hecho hasta ahora tratado desde otras pticas y fuentes, y que puede servir de complemento a la documentacin que sobre esta cuestin se conserva en Simancas y que en su da utilizaron en parte von Pastor, Danvila, Ferrer del Ro y March. El aporte ntegro de la correspondencia diplomtica en cuestin, dejando hablar a sus protagonistas, es el mejor y ms fro exponente para conocer los principales interlocutores, as como la complejidad y duracin en el tiempo de un hecho histrico que cierta historiografa ha manipulado o simplificado en demasa en detrimento de la verdad histrica.

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I. LOS MOTINES CONTRA ESQUILACHE Y LA EXPULSION (17661767)Uno de los temas ms polmicos del siglo XVIII espaol, o si se prefiere, del reinado de Carlos III, ha sido y sigue siendo el de 1os motines contra Esquilache. Causas y consecuencias son centro de atencin de unos y otros casi ms que los propios motines. En este sentido la catalogacin y puesta a disposicin pblica de una parte del archivo personal de Campomanes 1 , y en especial la publicacin del "desaparecido" Dictamen Fiscal de expulsin de 1os jesuitas de Espaa 2 , ha servido para actualizar el tema y descubrir no pocas claves del mismo. Por otra parte las nuevas tendencias historiogrficas, especialmente sensibilizadas y preocupadas por cuestiones socio-agrarias y de subsistencias, han hecho que las causas de los motines de marzo-abril de 1766 hayan cobrado nuevo inters, y que la bibliografa -sin perder del todo su carcter polmico- empiece a ser abundante y mejor documentada. Bibliografa que -cindonos sobre todo a los trabajos especficos que se ocupan de los motines- podramos tal vez sintetizar en los apartados siguientes: 1) La versin "oficial" de los acontecimientos, recogida en las conclusiones fiscales de Campomanes en la que el motn o los motines, los presentan como una maniobra poco menos que exclusiva de jesuitas y terciarios para abortar el proceso reformista incontenible de los gobernantes tachados de herejes y jansenistas 3 . 2) La "tesis" de Egua Ruiz, compartida por Fras, que intenta liberar a 1os jesuitas de toda responsabilidad 4 . 3) La polmica partidista y un tanto maniquea del siglo XIX en la que se plantearon posiciones ideolgicas encontradas y cuyos principales protagonistas fueron Ferrer del Ro por una parte y Vicente de la Fuente y Menndez Pelayo por otra. Pero en la que habra que citar a otros muchos autores incluso ms prximos, como Alfonso Martnez

1 .CEJUDO, J., Catlogo del Archivo del Conde Campomanes (Fondo Carmen Dorado y Rafael

Casset), Madrid, Fundacin Universitaria Espaola.2 .El fiscal Gutirrez de la Huerta habla de que la primera parte del Dictamen haba desaparecido de los Archivos pblicos, y lo hace en octubre de 1815, cuando se plante la cuestin del restablecimiento y vuelta de los jesutas a Espaa. GUTIERREZ DE LA HUERTA, Dictamen del Fiscal don Francisco Gutirrez de la Huerta, presentado y ledo en el Consejo de Castilla (1815), sobre el restablecimiento de los Jesutas, Madrid, 1845. 3 .RODRIGUEZ DE CAMPOMANES, Pedro, Dictamen fiscal de expulsin de los jesuitas de Espaa

(1766-67), Edicin de J. CEJUDO y T. EGIDO, Madrid Fundacin Universitaria Espaola, 1977. PINEDO, Isidoro, Manuel de Ro Su pensamiento regalista, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1983.4 . EGUIA, C. "Un supuesto cmplice del motn de Esquilache. El abate montas Gndara", Boletn

Biblioteca Menndez y Pelayo (julio-sep. 1934. EGUIA, C., Los Jesuitas y el motn de Esquilache, Madrid, C.S.I.C., 1947; FRIAS, L., "Los jesuitas y el motn de Esquilache" en la Historia de Espaa por Rafael Altamira", Razn y Fe, XXIX (1911) 161-178, 277-287.

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Carrasco prologado por Eduardo Barriobero, por poner un ejemplo ms testimonial que trascendente 5 . 4) Los que con menos pasin polmica cargan el acento en el protagonismo polticoreformista de los motines que se suceden como reaccin en cadena. Y aqu encontramos dos grupos bien diferenciados: a) Los que sostienen, como Navarro Latorre, que los motines son espontneos y populares, y b) los que piensan, como Rodrguez Casado y Corona Baratech, que obedecen a un plan superior perfectamente concertado 6 . 5) Este grupo, hoy da uno de los ms numerosos y que ms adeptos tiene, lo constituye, siguiendo a Pierre Vilar, quienes clasifican los motines contra Esquilache especialmente los de provincias- en la mecnica de los motines populares de las clsicas crisis de subsistencias del Antiguo Rgimen. Es la reinterpretacin de los motines segn el modelo francs de la "guerra de las harinas", en el que cobra nuevamente fuerza el hecho de la "espontaneidad"7 .

5 . FERRER DEL RIO, Historia del reinado de Carlos III, Madrid, 1856, pg. 81 y ss.; MENENDEZ Y

PELAYO, Historia de los Heterodoxos espaoles, Santander, 1947, pgs. 116 y ss.; LA FUENTE, Vicente de, 1767-1867. Coleccin de los artculos sobre la expulsin de los jesuitas de Espaa, publicados en la revista semanal "La Cruzada", Madrid, 1868. MARTINEZ CARRASCO, Alfonso, La expulsin de los jesuitas. Precedente histrico de lo acontecido en el siglo XVIII (prlogo de Eduardo BARRIOBERO), Madrid, Ed. Vulcano, 1932.6 NAVARRO LATORRE, J., Hace doscientos aos. Estado actual de los problemas histricos del

"motn de Esquilache", Madrid, Inst. Estudios Madrileos, 1966; RODRIGUEZ CASADO, V., "La revolucin burguesa del XVIII espaol", Arbor, 18 (1951) 5-30; "Poltica interior de Carlos III, Simancas, I, 1950; La poltica y los polticos del reinado de Carlos III, Madrid, 1962; CORONA BARATECH, C. "El motn de Zaragoza del 6 de abril de 1766", Zaragoza, 14 (1961) 197-228; "Los premios de Carlos III a los Broqueleros de Zaragoza por su actuacin en los sucesos de abril de 1766. Los alcaldes perpetuos del Arrabal", en Miscelnea ofrecida al Ilmo. Sr. Dr. Jos Ma. Lacarra y de Miguel, Zaragoza, Universidad, 1968, pgs. 153-173; "El poder real y los motines de 1766" en Homenaje al Dr. Canellas, Zaragoza, Universidad, 1969, pgs. 259-274; "Los sucesos ocurridos desde marzo a mayo de 1766 en Tobarra, Oviedo, Totana, Quesada y Lietor", Cuadernos de Investigacin [Logroo] III (1977) 99-120; Los motines de 1766 en las provincias vascas. La Machinada". Zaragoza, Universidad, 1985; "Los motines en la Gobernacin de Alicante en abril de 1766", Anales de Literatura Espaola [Alicante], 2 (1983) 103132; "Los sucesos de Palencia en abril de 1766", en Homenaje al Dr. D. Eugenio Frutos, Zaragoza, Universidad, 1977, pgs. 93-107; "Los sucesos de Sevilla y Jan en Abril de 1766" Hispania, No. 137 (1977) 541-568; y CORONA MARZAL, Carmen, Documentos del reinado de Carlos III relativos a los sucesos de Lorca en 1766, Zaragoza, Tesis de Licenciatura indita (mayo 1974) 275 fols.7 VILAR, Pierre, "El motn de Esquilache y las crisis del antiguo rgimen", Revista de Occidente, 36

(1972) 233-246, (en francs) Historia Iberica, 1 (197_) 11-33; y VILAR, Pierre, "La Espaa de Carlos III" en Espaa a finales del siglo XVIII, Tarragona, Hemeroteca, 1982, pgs. 97-109. (Extracto en) ARACIL-GARCIA BONAFE, Lecturas de Historia econmica de Espaa: I siglos XVIII-XIX, Barcelona, 1976, pgs. 117-122; ANES, G., "Antecedentes prximos del motn contra Esquilache", Moneda y Crdito, 128 (1974) 219-224; BARAS ESCOLA, Fernando y MONTERO HERNANDEZ, Francisco Javier, Estudio preliminar a Motines y crisis de subsistencias: El motn de los Broqueleros de 1766, Zaragoza, Librera General, 1987, pgs. IX-XLIII; GURRUCHAGA, I., "La machinada del ao 1766 en Azpeitia. Sus causas y desarrollo", Yakintza (San Sebastian) 5'go zenbakiz 1933'ko. Agor-Urila; JIMENEZ MONTESERIN, M., "Los motines de subsistencias de la primavera de 1766 y sus repercusiones en la ciudad de Cuenca", Cuenca, No. 11 y 12 (1 y 2 semestre 1977); OTAZU, A. de, "La represin de la matxinada de 1766", en La Burguesa revolucionaria vasca a fines del siglo XVIII, San Sebastin, Ed. Txertoa, 1982, pgs. 17-103; PALOP, J. M. Hambre y luchas antifeudales: las crisis de subsistencias en Valencia (s. XVIII), Madrid, 1977; PEIRO ARROYO, A., "La crisis de 1763-66 en Zaragoza y el Morn del pan", Cuadernos Aragoneses de Economa [Zaragoza], No. 6 (1981-82) 239-250; RODRIGUEZ, Laura, "El motn de Esquilache y las crisis del Antiguo Rgimen", Revista de Occidente, (107) (1972) 200-247; "Los motines de 1776 en provincias", Revista de Occidente, 122 (1973) 183-207;

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6) Frente al sugestivo modelo anterior que responde vlidamente a no pocos de los motines de provincias, hay que sealar los profundos y bien documentados trabajos de Tefanes Egido y Rafael Olaechea para quienes el caso de Madrid exige una interpretacin ms amplia, en la que uno de los factores principales de los motines contra Esquilache es la actitud antigubernamental de oposicin al Gobierno y al rey. Los protagonistas en este caso seran ciertos sectores de la aristocracia del clero, simbolizados en gran medida en los llamados colegiales mayores o antiguos alumnos de los jesuitas 8 . 7) Finalmente cabra sealar a los que, siguiendo el ejemplo del Prof. Olaechea, de usar los todava infrautilizados fondos diplomticos procedentes de las cancilleras que tenan embajadores en Madrid, hemos optado por dar a conocer esa informacin de primera mano que en muchos casos ofrece noticias y puntos de vista altamente clarificadores para conocer los entresijos de un tema tan complejo como el de los motines, tanto en sus causas como en sus consecuencias 9 . Con este resurgir de estudios, el tema siempre apasionante y apasionado de la expulsin de los jesuitas por Carlos III, que ha recibido todo tipo de tratamiento por la historiografa tradicional, ha vuelto a cobrar tambin cierta actualidad, tanto ms que en muchos casos resulta difcil, por no decir imposible, deslindar o separar ambos temas: el de la expulsin y el de los motines. Nuevas coordenadas permiten ver con ms claridad lo que antes quedaba tal vez difuminado o deformado por polmicas de escuela o simplemente por ideologas ms deseosas de justificar o culpar actitudes que de comprenderlas y explicarlas. De la expulsin de los jesuitas, sus causas, motivaciones y consecuencias, hoy da se sabe los

"The Spanish Riots of 1766", Past and Present, 59 (mayo 1973) 117-143; RUIZ, P., "Los motines de 1766 y los inicios de la crisis del Antiguo Rgimen, en Estudios sobre la revolucin burguesa en Espaa, Madrid, 1979, pgs. 29-112; SOUBEYROUX, J., "Le motn de Esquilache et le peuple de Madrid", Cahiers du monde Hispanique et lusobrsilien. Caravelle, 31 (1978) 59-79.8 EGIDO, Tefanes, "Oposicin radical a Carlos III y expulsin de los jesuitas", Boletn de la Real

Academia de la Historia, CLXXIV (III, 1977) 529-545; "Motines de Espaa y proceso contra los jesuitas. La pesquisa reservada de 1766", Estudio Agustiniano, XI (II 1976) 219-22_, "Madrid 1766: 'Motines de Corte' y oposicin al Gobierno", Cuadernos de Investigacin Histrica [Madrid], 3 (1979) 125-153; CEJUDO, Jorge EGIDO, Tefanes, Introduccin y notas al Dictamen Fiscal de Expulsin de los Jesuitas de Espaa (1766-1767), de Pedro R. de CAMPOMANES, Madrid, 1977, pgs. 5-40; OLAECHEA, Rafael, "Contribucin al estudio de motn contra Esquilache, 1766" en Estudios en Homenaje al Dr. Frutos, Zaragoza, Universidad, 1977, pgs. 213-374; "Resonancias del motn contra Esquilache en Crdoba (1766)", Cuadernos de Investigacin [Logroo], IV (1978) 75-124; Idem en Actas del I Congreso de Historia de Andaluca, Crdoba, 1978, vol. IV, pgs. 81-112.9 FERRER BENEMELI, Jos Antonio, "El motn de Esquilache y sus consecuencias segn la

correspondencia diplomtica francesa. Primera fase de la expulsin y de la extincin de los jesuitas", Archivum Historicum Societatis Iesu [Roma], LIII 105 (Ian-Iun. 1984) 193-219; "D. Ramn Pignatelli y el motn de Esquilache. Una nueva versin del motn de Zaragoza", en Actas del I Symposium del Seminario de Ilustracin Aragonesa, Zaragoza, Diputacin General Aragn, 1987, pgs. 89-102; "El motn de madrid de 1766 en los Archivos Diplomticos de Pars, Anales de Literatura Espaola [Alicante], No. 4 (1985) 157-182; "Sucedi en Graus hace doscientos aos. Notas sobre Aranda y la expulsin de los jesuitas", en Miscelnea ofrecida al Ilmo. Sr. D. Jos Ma. Lacarra y de Miguel, Zaragoza, Universidad, 1968, pgs. 181-212; BUSTOS RODRIGUEZ, Manuel, "Del motn de Esquilache a la inculpacin de los jesutas: visin e informacin portuguesa de la revuelta", Hispanica Sacra, 39 (1987) 211-234.

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suficiente como para no necesitar recurrir a ciertos tpicos decimonnicos que ven complots masnicos 10 donde en realidad no haba sino intereses polticos ms o menos justificados, defendidos con tenacidad y habilidad diplomtica, como lo demuestra precisamente la abundante e interesante documentacin oficial de los embajadores extranjeros acreditados en la primavera de 1766 ante el rey de Espaa. Sobre este particular no deja de ser sintomtico que la conmemoracin del primer centenario de la muerte de Carlos III, en 1888, no pasara desapercibida a una masonera espaola en plena ebullicin en aquella poca, para la que el nico acontecimiento digno de recuerdo y celebracin era "el glorioso e imperecedero hecho de la expulsin de los jesuitas de los dominios espaoles", hecho que, por ejemplo, los miembros de la extremea logia La Amistad, de Fregenal de la Sierra, inscribieron en el libro de oro como digno de tal distincin. Y como manifestacin de sus ideales profundamente antijesuticos, lo celebraron acordando por unanimidad -como as se hizo- ante la conmemoracin de aquella fecha histrica, que el 14 de diciembre, a las 10 horas, en las puertas del edificio masnico, revestido el venerable maestro de las insignias de la Orden, se dispusiera el reparto de 150 panes a los pobres y necesitados, cuyo importe correra a cargo de los fondos de beneficencia de la logia 11 . Afortunadamente el segundo centenario de la muerte de Carlos III en 1988 nos ofreci la posibilidad de volver sobre un tema que fue tan polmico y conflictivo en el siglo XIX, pero que hoy podemos abordarlo con esa serenidad que el tiempo y la distancia dan al historiador, tanto ms que, a diferencia del siglo pasado, ha desaparecido en gran medida esa postura que hizo del ms furibundo anticlericalismo, y especialmente antijesuitismo, bandera poltica de posiciones especialmente polticas, masnicas y librepensadoras 12 . Posturas que llegaron a convertirse tan visceralmente obsesivas e irracionales, como en gran medida eran igualmente irracionales y obsesivas las actitudes antimasnicas y antilibrepensadoras de un amplio sector del clero y de los catlicos de la poca 13 . Sin nimos de terciar tampoco en la polmica actual entre los partidarios de la "espontaneidad" de los motines y los del "complot", s creo que puede ser de utilidad dar a conocer lo que testigos privilegiados del momento vieron y oyeron, aunque en gran medida sean portavoces indirectos de la versin oficial. Me refiero en este caso concreto cmo fue visto el tema del motn de Esquilache, desde la correspondencia oficial francesa, es decir, desde el prisma de su embajador francs en Madrid, marqus d'Ossun -quien llega a calificar el motn de escandalosa

10 FERRER BENIMELI, Jos A., La masonera espaola en el siglo XVIII, Madrid, Ed. Siglo XXI de

Espaa, 1986 (2a. ed.).11 FERNANDEZ FERNANDEZ, Pedro, La masonera en Extremadura, Salamanca, Tesis de

Licenciatura, [en prensa], 1987, fols. 213-214.12 FERRER BENIMELI, Jos, Masonera espaola contempornea, Madrid, Ed. Siglo XXI de Espaa,

1987 (2a. ed.); ALVAREZ LAZARO, Pedro F., Masonera y librepensamiento en la Espaa de la Restauracin, Madrid, Public. Universidad Pontificia Comillas, 1985.13 FERRER BENIMELI, Jos A., "La masonera y la Iglesia en el siglo XIX" en La cuestin social en

la Iglesia espaola contempornea, Madridm, 198, pgs. 227-283.

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revolucin14 - y del de su inmediato superior el duque de Choiseul. Correspondencia en la que se va configurando el cuadro de culpabilidades que acabar con la expulsin de Espaa primero, y la extincin ms tarde, de los jesuitas, que a fin de cuentas, fueron los ms directamente afectados, en cuanto institucin o grupo colectivo, por las consecuencias del motn. Von Pastor afirma que los informes ms cercanos al motn de Esquilache o de los sombreros coinciden en afirmar que slo haba participado en ellos el pueblo bajo, sin existir indicio alguno de la menor participacin del clero o de los jesuitas15 . Afirmacin que el historiador de los Papas basa en la circular del Gobierno dirigida el 26 de marzo es decir, al da siguiente de concluir el tumulto de Madrid- a los embajadores extranjeros, en la que se seala como nica causa de la sonada la prohibicin de la capa de gran vuelo y del sombrero aliancho, y en la que se asegura que no pudo darse con ningn dirigente 16 . Tambin coinciden en la misma apreciacin las primeras cartas de Carlos III a Tanucci del 26 de marzo y 1 de abril; las de Roda a Azara del 26 de marzo y 27 de mayo, y los informes del nuncio al cardenal secretario de Estado, tambin del 26 de marzo 17 . Incluso, en el extenso escrito dirigido a Choiseul por Grimaldi el 2 de abril de 1766 se insiste en que en los tumultos slo haba tomado parte el pueblo bajo, y que "las malas cosechas de los ltimos aos, la caresta de vveres, el odio contra Esquilache exasperado por la idea de ser l el responsable de las deficiencias en el aprovechamiento de vveres, y la prohibicin de cierta clase de sombreros y capas provocaron el motn". En la misma lnea estn los informes dirigidos al ministro de Gracia y Justicia por el corregidor de Madrid, Alonso Prez Delgado (15 abril), por el conde de Aranda (9 abril) y por Valle de Salazar (3, 5 y 6 abril) 18 . De estos documentos, los ms prximos a los acontecimientos en el tiempo y en el espacio, -concluye Pastor- "se desprende que ni contra el clero en general, ni contra los jesuitas en particular se alzaron acusaciones de haber promovido o fomentado el motn"19 . Sin embargo, en la detallada relacin que de la revuelta iniciada en Madrid el 23 de marzo de 1766 hizo el embajador francs desde Aranjuez el 27 de marzo, es decir, tan slo dos das despus de que se calmaran 1os amotinados madrileos, hay ya desde las primeras lneas una alusin directa a los presuntos autores del motn que la

14 Los diversos calificativos usados por Ossun son de revuelta, motn, sediccin y revolucin. 15 PASTOR, L., Historia de los Papas en la poca de la monarqua absoluta, Barcelona, 1937, vol. XXXVI, pgs. 354-355. 16 Minuta para las cartas de noticias que se escriben a las Cortes, del 26 de marzo de 1766. Archivo de

Simancas, Gracia y Justicia 1009.17 Citados por PASTOR, cfr. nota 15. 18 DANVILA, M., Reinado de Carlos III, Madrid, 1856, Vol. III, pgs. 2---; ROUSSEAU, F.,

"Expulsin des Jsuites en Espagne. Demarches de Charles III pour leur scularisation", Revue des Questions Historiques, 75 (1904) 125. Para Pastor el documento ms ponderado a este respecto es el extenso informe del conde de Aranda.19 PASTOR, op. cit., vol. XXXVI, pgs. 355-356.

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historiografa tradicional viene en llamar "motn de Esquilache" y que el profesor Olaechea prefiere denominar "motines contra Esquilache"20 : Hubo, seor, una revuelta en Madrid comenzada el 23 hacia la tarde por el pueblo ms bajo, pero verosmilmente fomentada y sostenida por 1os sacerdotes, por 1os frailes y por gentes de una especie ms considerable que el bajo pueblo o simples artesanos 21 . Y ms adelante, cuando relata la participacin de franciscanos y dominicos en un intento por calmar al pueblo que quiso ver al rey en el balcn del palacio, vuelve a insistir en la misma idea: Hay que destacar, seor, que slo la canalla entr en el patio del palacio, y que 1os sacerdotes, frailes y gentes distinguidas entre la burguesa, que haban sostenido la sedicin no se hicieron visibles 22 . Quines eran esos sacerdotes y frailes no lo especifica el embajador Ossun en su relato del 23 de marzo, ni en los despachos de das sucesivos en 1os que va siguiendo paso a paso la evolucin de los sucesos. Sin embargo s vuelve a insistir en la premeditacin y falta de espontaneidad de los sucesos de Madrid. Y lo hace concretamente en una carta cifrada, del 10 de abril de 1766, a propsito del motn de Zaragoza, y la reaccin de 1a nobleza, captulo y burgueses que tomaron las armas y acabaron con 1os amotinados, sin necesidad de recurrir a la guarnicin de la ciudad a la que pidieron que no se mezclara en este asunto 23 . El comentario del embajador francs es tajante: Es as, seor, como deberan haberse comportado en Madrid, donde la seguridad que la parte sana de los habitantes han mostrado durante el tumulto prueba bastante claramente que all haba un complot unnimemente formado para echar al marqus de Esquilache 24 . Complot sobre el que una semana despus vuelve a insistir, pues a mediados de abril, o si se prefiere 25 das despus del estallido de la revuelta de Madrid, todava aparecan en la capital "carteles, pasquinadas y cartas annimas"25 . Ello lleva al embajador francs a deducir de forma natural que "personas por encima de 1a hez del pueblo han fomentado y fomentan quizs todava el espritu de sedicin"26 .

20 OLAECHEA, cfr. nota 8 21 Paris, Archives Diplomatiques, Correspondance Politique, Espagne t. 545, fol. 227-240. [En lo

sucesivo A.D.P. 545]. Aqu Ossun se adelant a cualquier otro poltico, pues Du Tillot, Tanucci... no llegan a la misma conclusin hasta fines de abril, es decir un mes ms tarde.22 Ibidem 23 Sobre el motn de Zaragoza, cfr. obras citadas de CORONA y de FERRER BENIMELI, En esta

ltima se incluye toda la bibliografa existente sobre el tema.24 A.D.P. 545, fol. 265. 25 Sobre la xenofobia manifestada contra Grimaldi, cfr. FERRER BENIMELI, Jos A., El motn de

Esquilache y sus consecuencias..., op. cit., nota 15.26 A.D.P. 545, fol. 338.

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Aqu coincide Ossun con lo que ya Aranda apuntaba en su informe del 9 de abril 1766 cuando llama la atencin precisamente sobre el sinnmero de pasquines revolucionarios, por medio de 1os cuales "otra clase procuraba excitar al pueblo y explotar su originaria actitud en la consecucin de sus propios designios"27 . En este tema exista total sintona entre Ossun y Choiseul, pues este ltimo escriba desde Versalles el 29 de abril insistiendo "sobre el despotismo de los frailes que han podido dar lugar a 1as sediciones de Madrid"28 . El 6 de mayo volva Choiseul a la carga desconfiando de los testimonios de sumisin y fidelidad que Su Majestad Catlica haba recibido de la mayor parte de las ciudades de su reino. Para l, el fuego todava no estaba apagado en todas las provincias de Espaa y saba de muy buena fuente que recientemente haba habido motines populares en la frontera cerca de Bayona, y especialmente en Fuenterraba. Por esta razn aboga por medidas del "rigor ms severo"; las tcnicas que podan "detener al populacho y hacerlo entrar en los deberes de la obediencia ms entera a la autoridad del Gobierno". Ms an, no se conseguira nada hasta que "se llegara a descubrir los instigadores" tanto en Madrid como en Zaragoza 29 . En esta ocasin el embajador francs se mostr en desacuerdo con Choiseul en lo relativo a la tranquilidad del pas, pues en el despacho cifrado del 12 de mayo se esforz por convencer al ministro francs de que en Zaragoza la fidelidad y el rigor, con 1os que se haba comportado la parte ms sana de 1os habitantes de la ciudad, "haban establecido slidamente el espritu de sumisin y tranquilidad". Tan slo -aade el embajador- hubo algunos movimientos "en cuatro o cinco ciudades o aldeas de Espaa con ocasin de la caresta del pan", pero como haban sido provocados por el bajo pueblo "y los principales habitantes se apresuraron a apaciguar el tumulto, estas ligeras sacudidas no tuvieron ninguna consecuencia y todo est general, y totalmente pacificado"30 . En realidad aqu el marqus de Ossun parece ser que no estaba correctamente informado, pues no fueron cuatro o cinco, sino casi un centenar, los pueblos y ciudades que experimentaron motines por estas fechas31 . Lo que s llama la atencin es la contraposicin que de forma constante hace Ossun entre 1a capital y aquellas ciudades y pueblos donde el motn fracas porque 1os "principales" o la "parte ms sana de los habitantes" haban reaccionado y apaciguado el tumulto. Sin embargo en Madrid el caso era distinto ya que precisamente eran los

27 Archivo de Simancas, Gracia y Justicia 1009. Cfr. un breve extracto de este documento en

PASTOR, op. cit., col. XXXVI, pgs. 669-670. En el des0pacho del nuncio en Madrid, del mismo da 29 de abril de 1766, se vuelve a insistir que "segn el sentir de personas conspicuas no precedi confabulacin de ninguna especie, sino que el tumulto fue exclusivamente la espontnea explosin de la pasin popular y no el resultado de la meditacin". Vid. PASTOR, XXXVI, pg., 356.28 A.D.P. 545, fol. 338 29 Ibidem, fol. 363. 30 Ibidem, fols. 371-378. 31 El 26 de mayo vuelve a insistir Ossun desde Aranjuez en la cuestin de la tranquilidad reinante en el

pas: "Estad persuadido, seor, a pesar de los avisos que os llegan de varias provincias de Espaa, que el espritu de tranquilidad y sumisin est restablecido en general en este Reino". Ibidem, fol. 431.

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"principales" 1os que estaban detrs del motn, manipulando al bajo pueblo. Quines eran estos "principales" de Madrid lo especifica nuevamente, al igual que lo hiciera al relatar el motn de Madrid: No creis, seor, que el populacho espaol haya tomado el partido general de las revueltas. Estad seguro que slo lo hizo en Madrid, y al presente se sabe bien que el pueblo fue slo el instrumento del que 1os sacerdotes y frailes se han servido, bajo el manto de la religin y con la ayuda del fanatismo, ignorancia y supersticin. Pero tampoco hay que creer, seor, que el espritu de sedicin sea general entre los sacerdotes y frailes; son personajes principales del clero los que han puesto un cierto nmero de sus subalternos en movimiento 32 . A continuacin, el embajador francs explica "el verdadero motivo de esta detestable intriga", que no era otro, para l, que la reforma del escusado llevada a cabo por el marqus de Esquilache, y elevado a doce millones de reales por ao, as como la cuestin del diezmo sobre las tierras de regado 33 . De hecho la visin de Ossun, a primera vista un tanto parcial en la motivacin del motn, est matizada en este mismo despacho cifrado del 12 de mayo de 1766, en el que tambin habla de la "extrema pobreza del populacho espaol", si bien no todas las provincias del reino estaban en la misma situacin. Para el marqus de Ossun "los pueblos eran laboriosos en Galicia, Vizcaya, Navarra, Catalua y en el Reino de Aragn". Tan slo en las Andalucas y las Castillas, sobre todo la Nueva, la pobreza era extrema y la causa vena de que la mayor parte de las tierras pertenecan directamente al Rey, a los Grandes seores, al clero secular y regular. Y aade: "Estos seores descuidan la agricultura; el clero y especialmente los frailes la explotan ellos mismos, y los campesinos que no tienen tierras en propiedad solamente pueden subsistir con el trabajo de sus manos o pidiendo limosna y es esto ltimo lo que de ordinario se prefiere". La solucin para el embajador francs era fcil de remediar "dando las tierras al pueblo con un canon en granos, proporcional a la fertilidad del suelo". De esta forma los propietarios no perderan, sino todo lo contrario, y el Estado obtendra una gran ventaja. Otra de las causas de la pobreza del pueblo era consecuencia, segn Ossun, de 1os derechos considerables que estaban impuestos sobre el consumo con el nombre de alcabalas y millones y rentas provinciales; derechos que suplan al tributo real que no exista en Espaa 34 . En cualquier caso el marqus de Esquilache "era tan universalmente odiado que toda la nacin ha aprobado pblicamente lo sucedido, a pesar del mtodo violento y criminal". Y es aqu donde, de nuevo, vuelve a aflorar la idea de un motn de corte manipulado y no espontneo: "Se han servido de la caresta del pan y de los

32 Cfr. nota 30. El nuncio ya puso en guardia al Vaticano, el 15 de abril, ante los rumores que empezaban a circular sobre la culpabilidad del clero. Cfr. PASTOR, XXVI, pg. 356. 33 FERRER BENIMELI, El motn de Madrid de 1766..., op. cit. 34 A.D.P. 545, fols. 371-378.

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comestibles, del bando contra las capas para agitar al bajo pueblo. Se le ha hecho romper las farolas para excitarlo"35 . Y todava insiste en la idea del complot, esta vez en el intento de extensin del mismo a otras ciudades: La sacudida de semejante acontecimiento ha excitado a particulares, que seguramente no haban tenido parte ninguna en el complot, a escribir cartas annimas, a divulgar pasquines y desafiar al Gobierno. Se sabe que han salido de Madrid insinuaciones a varias ciudades de provincias para comprometerlas a imitar a la capital, pero felizmente no lo han conseguido 36 . El plan de 1os complotistas siempre segn el despacho cifrado del 12 de mayo de 1766 del embajador francs- era elegir el momento en el que el Rey de Espaa hara la estacin del jueves santo para coger al marqus de Esquilache que deba acompaarle, pasearle por las calles sobre un asno, colgarle a continuacin en la plaza mayor, y venir inmediatamente a pedir a Su Magestad Catlica lo que fuere 37 . Queriendo el Rey de Espaa conocer los verdaderos autores de la revuelta, se le ha asegurado que el vil pueblo slo haba sido el agente -pero prosigue el embajador- parece ser que los que podran y deberan descubrir a estos autores no se prestan a los deseos del soberano, y que se contentan con establecer una buena polica 38 y tomar medidas seguras para que no vuelva a suceder jams en Madrid un escndalo semejante 39 . Esta situacin de "falta de inters" por descubrir a los culpables se empieza a clarificar a l s pocos das cuando el 19 de mayo entran ya en escena 1os jesuitas a o propsito del exilio del marqus de la Ensenada. Se trata nuevamente de una carta cifrada en la que Ossun hace saber al jefe de la diplomacia francesa que "el rey de Espaa piensa como vos". Tras estas halagadoras palabras y por supuesto diplomticas por partida doble, viene la explicacin de la coincidencia de pensamientos Que aunque el movimiento de sedicin que hubo de parte del bajo pueblo en la capital y en algunas otras ciudades de su reino se haya apaciguado totalmente, es de la mayor importancia descubrir a los instigadores y conductores secretos del populacho 40 .

35 Ibidem. 36 Ibidem. 37 Ibidem. 38 Sobre los elogios a la actuacin del conde de Aranda, cfr. FERRER BENIMELI, El motn de Esquilache y sus consecuencias... op. cit., nota 28. 39 A.D.P. 545, fol. 371-378. 40 Ibidem, fols. 412-414.

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Con esta nueva manifestacin, compartida al menos a triple banda -Carlos III, Ossun y Choiseul- de un motn dirigido por la clase nobiliaria y eclesistica, se expresa as el embajador de Francia: Carlos III me ha hecho saber, a este respecto, las investigaciones ms exactas y seguidas. Pero, hasta el presente, no han tenido todo el xito deseable. No obstante he comprendido que haba algunos indicios que naturalmente debern conducir al conocimiento de los culpables 41 . Y a continuacin vienen ya las alusiones al binomio marqus de la EnsenadaJesuitas: Es cierto, seor, que el marqus de 1a Ensenada no est entre ellos [1os culpables]. Es todo lo que de positivo he podido descubrir hasta el presente sobre lo que le concierne. Pero no descuidar nada para poder daros las aclaraciones que el rey desea a esta respuesta 42 . El marqus de la Ensenada -prosigue en un intento de retrato de su figura y actividadestuvo la desgracia de ser nombrado por una parte de los sediciosos de Madrid para reemplazar al marqus de Esquilache. Es naturalmente intrigante y ha mostrado ambicin. Su casa estaba siempre llena de sacerdotes, frailes y jesuitas. Tena protegidos en la Magistratura, en las finanzas y en todos los Despachos. Apenas haba empleo que no lo solicitara vivamente para alguno de sus protegidos, ya se tratara de acomodar un proceso, o de hacer una boda. Los grandes y los pequeos se dirigan a l43 . Y a continuacin viene una frase que es clave dada la persona de que se trata: "El confesor del Rey le mira como el mayor amigo de 1os jesuitas". Sin embargo, 0ssun haba tardado casi un mes en descubrir la clave del trinomio Ensenada Jesuitas motn, pues en su despacho del 21 de abril se expresaba en trminos muy distintos, reconociendo que ignoraba el motivo del exilio: El marqus de la Ensenada ha dejado Madrid el l8 del corriente con orden de dirigirse a una ciudad de Castilla la Vieja que se llama Medina del Campo. Se me ha asegurado que se le permitir fijar su residencia en Valladolid. Ignoro el verdadero motivo del exilio. Pero cualquiera que sea, las circunstancias presentes aumentan mucho el desagrado. Todo est tranquilo y en obediencia en Madrid 44 Pero si Ossun informaba a Choiseul el 19 de mayo del protagonismo de los jesuitas en el motn de Madrid, Tanucci lo haca seis das antes a Catanti: Ya se ha llegado en Espaa a la persuasin de que la desgracia ha procedido y procede todava de la canalla clerical, y en verdad, de la clase ms intrigante, 1os jesuitas, entre 1os cuales se han sealado un cierto P. Lpez y un P. Zito como

41 Ibidem. 42 Ibidem. 43 Ibidem. 44 Ibidem, fol. 313.

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satlites de don Zenn (Ensenada), quien, como sabr, ha sido desterrado a Medina del Campo 45 . Como contrapunto y explicacin de las medidas tomadas contra Ensenada aparece en la correspondencia diplomtica francesa otro personaje importante del momento: el duque de Alba, que haba entrado en 1os Comits. Precisamente un par de das antes, el 17 de mayo, era el abate Beliardi -pieza clave de la embajada francesa en Espaa- el que daba noticias del Comit que se haba formado entre 1os Consejeros de Estado y dems secretarios de Estado a fin de discutir las medidas a tomar. Dicho Comit estaba integrado por el duque de Alba, el conde de Fuentes, Wall, el duque de Sotomayor, Massones su hermano, el marqus de Grimaldi, Roda, Muniin, Mzquiz y Arriaga 46 . De todos ellos, segn Beliardi, dos eran claves: el conde de Fuentes y el duque de Alba. Pero entre ambos haba un punto de discordia. Fuentes era pro-jesuta 47 pues tenas dos hermanos jesuitas: Jos y Nicols Pignatelli. En tanto que el duque de Alba no ocultaba su enemiga contra esa Orden. Pero este antagonismo dentro del Comit se resolvi rpidamente. "El conde de Fuentes -escribe Beliardi- se va a Francia 48 , as que el hombre que inspira ms respeto y que goza de todo el crdito en esta asamblea es, sin rplica, el duque de Alba"49 . A continuacin describe as el abate Beliardi al duque de Alba: Este seor es de un carcter violento, siempre tiene rarezas y est lleno de la ambicin de gozar, solo y sin competidores, las bondades y confianza su seor. Todos sus cuidados se dirigen actualmente a conseguir este grado de confianza, pero cuando lo obtenga su ocupacin ser observar y destruir a quienquiera que le pueda hacer sombra o compartir la confianza del Rey50 . Uno de estos iba a ser precisamente el marqus de la Ensenada. Ossun se ocupa de l poco despus de que lo hiciera Beliardi, y nos dice que Ensenada "no era estimado y mucho menos amado por S.M.C.". Por su parte "los Ministros estaban quiz importunados de sus continuas solicitaciones". Todas estas circunstancias reunidas aadir el embajador- "parecen haber bastado, sobre todo en un momento de inquietud y de turbacin, para hacer exiliar al marqus de la Ensenada a cuarenta leguas de la

45 Citado por PASTOR, XXXVI, 359. 46 Sobre este Consejo cfr. nota 23. 47 Por esta razn Ossun, en el despacho cifrado del 10 de abril, ya prevena a Choiseul que "no

comunicara sus reflexiones a Magalln (secretario de la embajada espaola en Paris) ya que lo ms probablemente dara cuanta de ellas a su superior, lo que le podra saber mal". Por otra parte "las personas que han tenido la amistad y la confianza de informarme podran encontrarse comprometidas". A.D.P. 545, fol. 271.48 Reincorporndose a su destino de embajador espaol en Pars, cargo que vena ejerciendo desde el

26 de febrero de 1764 en que present sus credenciales a Luis XV sustituyendo en el cargo al marqus de Grimaldi. El conde de Fuentes haba sido hasta entonces embajador en Londres.49 A.D.P. 545, fol. 401-408. 50 Sobre el duque de Alba cfr. FERRER BENIMELI, El motn de Esquilache y sus consecuencias...

op. cit., nota 40.

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Corte"51 . Pero, en un intento de exculpar a Ensenada de toda posible vinculacin con el motn de Madrid, aade: "Es muy verosmil que no hubo otros motivos ms graves, puesto que el duque de Losada 52 , que es su amigo ntimo y su protector declarado, ha dicho pblicamente que S.M.C. le consideraba como un sbdito fiel y no encontraba nada malo que sus amigos continuasen manteniendo correspondencia con l" 53 . A comienzos de julio todava no se haba borrado la fuerte impresin causada por el motn: "La revuelta del pueblo de Madrid es uno de esos acontecimientos cuya memoria pasar a la posteridad"54 . Por otra parte la idea de que todo haba sido preparado por intereses de clase tambin va cobrando fuerza; al menos as lo expresa el marqus de Ossun cuando escribe que "no se puede dudar que la revuelta del bajo pueblo haya sido preparada por personas de alguna distincin, sea del clero secular, sea del clero regular, sea en fin por particulares del "ordre mitoyen". La especie de moderacin que siempre ha acompaado al desorden, el fanatismo de religin que los sediciosos han mostrado proporcionan ndices ciertos. Queda por saber si la sedicin fue fomentada por corporaciones enteras"55 . Ms adelante, en este largo despacho de veinte folios, hablando del conde de Aranda vuelve sobre la misma idea: El conde de Aranda no desecha ningn medio para llegar a descubrir a los verdaderos autores de la revuelta; muchas personas, incluso de consideracin, son detenidas sin que se sepa qu ha pasado con ellos, y hay toda la apariencia de que al presente [5 de julio] se conoce el fondo de esta detestable intriga. La opinin comn es que ha sido tramada por sacerdotes y frailes. El conde de Aranda me ha dicho incluso y en trminos generales que si no se disminua autoridad de los sacerdotes y frailes en Espaa, el Rey no sera jams dueo. Roda, secretario de estado de Gracia y Justicia, es de la misma opinin, pero uno y otro piensan que la ignorancia y la supersticin de la nacin exigen mucho tacto y prudencia en la aplicacin del remedio 56 . Si de 1os promotores pasamos a las causas, el embajador francs vuelve a distinguir entre el motn de Madrid y los de provincias. El primero "sin duda tuvo como principal objetivo el conseguir la destitucin de Esquilache; pero es no menos cierto que hubo otros". Respecto a 1os motines de provincias "no tuvieron otra finalidad que el hacer bajar el precio del pan y de 1os comestibles"57 . El embajador es tajante al hablar del porqu de la aversin contra Esquilache: "Este ministro se haba hecho odioso a toda la nacin por sus principios arbitrarios, por sus empresas quiz legtimas, pero a menudo inconsideradas, contra el clero y contra 1a

51 A.D.P. 545, fol. 414. 52 El duque de Losada era sumiller de corps o chambeln mayor de Carlos III. 53 Cfr. nota 51. 54 A.D.P. 546, fol. 162-172. 55 Ibidem. 56 Ibidem. 57 Ibidem.

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nobleza. En fin por un rigor excesivo y destructivo en la percepcin de los derechos reales". No obstante -aade Ossunsera no hacer justicia al marqus de Esquilache el dudar de su probidad y adhesin a la persona y al servicio del Rey su dueo. Pero de la misma forma que se puede decir que este ministro tena espritu, una concepcin feliz y mucha facilidad en el trabajo, hay que sealar que careca de las luces necesarias, no conoca bastante a los hombres, y, sobre todo, no haba captado el carcter y el genio de los espaoles. Confiado de la estima y confianza del Rey, su seor, terco en sus ideas, y muy mal rodeado, despreciaba las formas y haca demasiado a menudo uso de la autoridad absoluta 58 . Dejando de lado otros muchos e interesantes aspectos relativos a Carlos III, al duque de Alba, Roda, Mzquiz, Fuentes, el conde de Aranda, el Pacto de Familia, la marina espaola, etc. que tanto en este despacho, como en toda la correspondencia diplomtica mantenida con Pars van saliendo constantemente y que nos dan una panormica interesante de 1a poltica hispano-francesa del momento 59 , nos volvemos a encontrar de nuevo con la cuestin del clero, y ms en concreto con los jesuitas, en el despacho fechado en El Escorial el 14 de julio de 1766. Carlos III ha abandonado ya su refugio de Aranjuez, pero en lugar de volver a Madrid, como era el deseo mayoritario, acababa de instalarse en El Escorial, a donde le haba seguido el embajador francs, quien se manifestaba as: Habra sido muy deseable, seor, como S.M. [el rey de Francia] lo ha pensado, que el Rey de Espaa hubiera querido entrar en su capital, aunque slo hubiera sido por un da. Habra encontrado un pueblo sumiso e incluso enteramente sojuzgado, si bien no se puede decir lo mismo de los sacerdotes, y sobre todo de los frailes. Conservan el mismo espritu y los mismos puntos de vista que fueron la causa secreta de la revuelta de Madrid. No os hablo a humo de pajas, lo he sabido del conde de Aranda, y este magistrado activo que dirige las informaciones secretas que se siguen me ha dicho que no se deba acusar a tal orden en particular, sino individuos de todas las rdenes religiosas de Espaa. Es un gran mal no fcil de remediar. De todas formas -concluye el embajador francs- es ya mucho que sea conocido 60 . Aunque no son nombrados directamente los jesuitas, unas lneas ms abajo, y a propsito de otro asunto, tiene Ossun una frase bastante significativa: La muerte de la reina madre de Espaa no provocar ningn cambio sensible en esta Corte. Solamente habr algunas pequeas intrigas de frailes, y quiz un aumento de confianza por parte del Rey de Espaa respecto a su confesor 61 , pues la reina madre no lo quera y a ello era incitada por el jesuita que la diriga 62 .

58 Ibidem. 59 Que sern objeto de posteriores estudios. 60 A.D.P. 546, fol. 208-221. 61 El P. fray Joaqun Eleta, tambin llamado P. Osma, por su lugar de origen. 62 Cfr. nota 60. Este jesuita se llamaba el P. Bramieri.

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El 21 de julio [1766] Ossun escribe a Choiseul un despacho cifrado -al igual que el anterior del da 5- en el que ya se habla abiertamente -aunque sin mencionarla expresamente- de la Compaa de Jess como la causante del motn de Madrid. Y tambin en este despacho se dilucida claramente quines eran los que verdaderamente manejaban los hilos que, poco a poco, se iban tejiendo en contra de los jesuitas: El rey de Espaa me ha hecho el honor de decirme que todo estaba sumiso y tranquilo en Madrid y en el reino. Que se seguan con xito las informaciones secretas cuyo objetivo es el descubrir a los autores de la revuelta. Este monarcaaade el embajador francs- solamente trata de este interesante asunto con su confesor y con Roda, secretario de Gracia y Justicia. Este ltimo me ha dicho hace tres das con el mayor secreto que haba presunciones muy fuertes de que era nicamente una cierta sociedad religiosa, de la que ya os he mandado el nombre 63 , la que haba urdido esta detestable trama. Sea de ello lo que fuere, ignoro el partido que S.M.C. juzgar a propsito tomar, si las pruebas de un hecho tan grave llegaran al ltimo grado de certeza; pero he credo entrever que hay inclinacin a dar a este Prncipe los consejos ms enrgicos 64 . Esta afirmacin bien explcita de Roda adquiere todava mayor importancia si la comparamos con la de Aranda, anterior en slo unos das, y recogida -como hemos visto- en el despacho del embajador francs fechado el 14 de julio, en la que taxativamente Aranda dijo a Ossun, a propsito de los responsables de la revuelta "que no se deba acusar de ella a una orden concreta, sino a individuos de todas las rdenes religiosas de Espaa"65 . As se explica que 0ssun cuando el 21 de Julio descubre a Choiseul el pensamiento de Roda, que difiere totalmente del de Aranda, concluya su despacho pidiendo a su ministro prudencia: "Todo esto, seor, exige el mximo secreto, pues sin duda no ignoris el sealado afecto que el conde de Fuentes ha profesado a la Sociedad de la que se trata"66 . Pero este afecto del embajador espaol en Pars estaba justificado -como hemos visto- ya que tena dos hermanos Jesuitas -los padres Jos y Nicols Pignatelli- quienes por otra parte eran primos del conde de Aranda. Afecto que tambin era compartido por otras muchas personas y protectores, lo que exiga una especial discrecin y secreto en las pesquisas que se estaban realizando. El propio Ossun se expresaba as el 31 de Julio (1766): Las informaciones secretas, seor, de 1as que os he dado cuenta, continan sin cesar, pero todava no han suministrado pruebas concluyentes contra 1a sociedad en cuestin, y esta sociedad tiene tantos protectores y criaturas en todos los estados, tanta actividad, sagacidad y habilidad en sus maniobras, que hay

63 Evidentemente se trata de la Compaa de Jess, pero curiosamente en la correspondencia

diplomtica consultada no aparece el despacho anterior a que alude Ossun.64 A.D.P. 546, fol. 234-237. 65 Ibidem, fol. 208-211. 66 Ibidem.

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gran apariencia de que jams se llegarn a constatar legtimamente las maniobras de 1as que se la sospecha 67 . Finalmente -concluye el embajador con una frase sintomtica en la que apunta a Roda sin mencionarlo expresamenteel ministro de Estado que dirige estas informaciones me ha asegurado que los indicios eran tantos y tan fuertes que las semipruebas eran en tan gran nmero que no dudara en mirar y tratar a esta sociedad como muy culpable, sobre todo tratndose de una materia de estado tan grave, sobre 1a que no deberan obtenerse pruebas legalmente completas para tomar una determinacin rigurosa; no obstante, seor, dudo mucho que 1a opinin de este ministro sea seguida 68 . Esto nos lleva a replantear la cuestin del papel desarrollado en todo este asunto por el conde de Aranda 69 -sobre el que tanto carga las tintas el P. March repitiendo el retrato esteriotipado que de Aranda hiciera Menndez y Pelayo 70 - que se centr, sobre todo, en el restablecimiento del orden pblico, en tanto que las pesquisas e investigaciones sobre 1os culpables de los alborotos fue quedando en manos de Roda, Campomanes y del confesor real. Es posible que esta actitud influyera en la trama que se iba urdiendo en torno a la orden o cuerpo de 1os jesuitas. Pero unos y otros no ignoraban la vinculacin afectiva del conde con algunos jesuitas, educadores suyos durante su infancia, y consejeros espirituales de su mujer despus; vinculacin acrecentada familiarmente como en el caso de sus primos 1os Pignatelli, e incluso -como llegara a enterarse por esas fechascon la existencia de un hermano suyo de sangre que tambin era jesuita 71 . As no es de extraar que algunos 1o consideraran poco menos que "protector" de los jesuitas, y entre ellos su compatriota Roda, "gran recogedor de noticias e interceptor de cartas" -como lo califica el P. March- quien en carta confidencial escrita a Azara un ao antes (el 15 de junio de 1765) deca refirindose precisamente al conde de Fuentes y su primo el conde de Aranda: El P. Isidro Lpez ha escrito al P. Andrs [a Roma] para que all le saquen del General de los jesuitas una carta de hermandad amplsima, porque el conde de Fuentes se la pidi antes de partir [como embajador] a Francia. Celebrar justamente su gran devocin a la Compaa. Este es an ms fantico que su primo Aranda 72 .

67 Ibidem, fol. 275-276. 68 Ibidem. 69 OLAECHEA, R. y FERRER BENIMELI, J.A., El Conde de Aranda (Mito y realidad de un poltico

aragons, Zaragoza, Librera General, 1978, 2 vols.70 MARCH, J.M., El resturador de la Compaa de Jess, beato Jos Pignatelli y su tiempo, Barcelona, 1935, vol. I, pg. 110. 71 OLAECHEA, R., "En torno al ex-jesuita Gregorio Iriarte, hermano del conde de Aranda",

Archivum Historicum Socitatis Iesu [Roma}, 33 (1964) 157-234.72 Ibidem, pg. 230, nota 29.

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"Fanatismo" del que en el Archivo de Simancas hay constancia fidedigna en la abundante correspondencia de Aranda en el perodo que va del 9 de abril al mes de julio de 1766. En ninguna de estas cartas culpa a 1os jesuitas ni colectiva ni individualmente. El propio Danvila, al extractar esta correspondencia, afirma solemnemente que "no existe en ella dato alguno concreto contra 1os Jesuitas"73 . Mientras Aranda pasa a un segundo plano en la correspondencia mantenida entre Ossun y Choiseul, el que va cobrando protagonismo es Roda, como se pone de manifiesto en el despacho del 27 de octubre de 1766. Protagonismo compartido, en este caso, con Choiseul, quien manifiesta un especial empeo en enviar "pruebas" a Espaa de la culpabilidad de los jesuitas en los recientes motines. Ossun, acusando recibo de las mismas, escriba as desde El Escorial: He recibido el despacho del 13 de este mes con que me habis honrado, as como la copia de una carta de Sartine y diez y seis legajos de papeles del Sr. Trebos 74 relativos a su correspondencia con 1os Jesuitas de Espaa, con el General de esta sociedad, y con algunos otros espaoles. He remitido estos papeles a Roda, as como las copias de vuestro despacho y de la carta de Sartine. Este ministro ha recibido todo con mucha satisfaccin. Y a continuacin tiene un interesante comentario del embajador francs en el que se alude al conde de Aranda y a su convencimiento de que el delito no poda ser atribuido a toda la Compaa sino a algunas individualidades. Choiseul demostraba lo contrario con el envo de las cartas secuestradas en Francia: Estas piezas han sido inmediatamente remitidas al Presidente de Castilla. Ellas servirn para destruir la alegacin que hacan 1os jesuitas de que su general y su sociedad no haban tenido ninguna parte en e1 asunto de que se trata, y que eran, sin duda, individuos de la sociedad cuya maniobra, aunque reprehensible no deba ser imputada al Cuerpo entero 75 . Ahora veremos qu derroteros toma este asunto, y no faltar en informaros de 1as consecuencias que tendr 76 . A partir de aqu, lgicamente, el protagonismo de los jesuitas en la correspondencia diplomtica francesa cobra mayor intensidad que va in crescendo hasta el momento de la expulsin, expulsin que fue rpidamente comunicada a Pars en un largo despacho escrito desde Madrid el 2 de abril de 1767 en el que se explicaba lo ocurrido la noche del 31 de marzo, fecha en la que se llev a cabo la detencin de los jesuitas de Madrid y sus alrededores. Deca as: S.M.C. habindose determinado expulsar a los jesuitas de las tierras de sus dominios, tanto de Europa como de Amrica, todos los que residan en Madrid y en las ciudades vecinas fueron enterados la noche del 31 de marzo al 1 de este mes. Los que estaban establecidos a 40 o 50 leguas de la capital, han debido ser detenidos hoy, y los dems jesuitas, que habitan desde el centro del reino a 1as

73 DANVILA, op. cit., vol. III, pg. 18. 74 Sobre este librero de Bayona, cfr. lo que se dice en el Dictamen fiscal de Campomanes sobre la expulsin de los jesuitas, en la parte VII (Oposicin a los reyes) nmeros 711 a 715. 75 Cfr. nota 60. 76 A.D.P. 547, fols. 257-258.

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fronteras sern detenidos el 3 del corriente 77 , todo bajo la direccin de oficiales de justicia de confianza, protegidos por tropas. Deben ser llevados sin detenerse a los depsitos generales que han sido establecidos, de donde marcharn por divisiones hacia los puertos donde deben embarcar para ser transportados lo ms rpido que sea posible a los Estados del Soberano Pontfice. Los novicios son excluidos se les enviar a casa de sus padres. Los jesuitas que todava no han hecho los votos sern libres de quedar en Espaa o de seguir a sus hermanos. La separacin se har en los depsitos generales. El rey de Espaa ha acordado 500 libras de pensin a los exiliados que han hecho los votos y a los sacerdotes, y 450 libras a los que habiendo hecho los votos son slo clrigos. Los jesuitas que no hayan hecho los votos y quieran quedar en la Orden, pasarn a Italia como los profesos, pero no gozarn de ninguna pensin. Las mismas rdenes han sido enviadas hace ya ms de un mes a las Indias espaolas, y todos los jesuitas que hay all establecidos, sin exceptuar a los de Paraguay78 deben ser conducidos al Puerto de Santa Mara, de donde se les har pasar a Italia. Tras esta serie de detalles tcnicos aada el embajador: Es el Conde de Aranda, seor, el que ha sido encargado por S.M.C. de dirigir esta gran y delicada operacin. Las medidas que l ha tomado para Madrid y las ciudades vecinas han sido tan justas y secretas que la emigracin de los padres de la sociedad ha sido totalmente ejecutada sin el menor alboroto desde la medianoche del 31 de marzo a las 8 de la maana del 1 de este mes. Este suceso no ha causado ninguna sensacin molesta en la capital; parece, al contrario, que ha sido generalmente aplaudido. El Conde de Aranda haba previsto la direccin de los colegios de jesuitas, y ha encontrado el nmero de regentes suficientes para que las lecciones no se interrumpieran, ni siquiera el 1 de este mes, y ha puesto en cada colegio directores de confianza. Todos los bienes muebles e inmuebles, ttulos, archivos y papeles particulares han sido tomados y secuestrados, y sern escrupulosamente inventariados. Ha permitido a cada individuo llevar los libros y ropa de su uso, tabaco y chocolate. Todos los jesuitas viajan en coches y son tratados con humanidad, atencin y caridad. Slo les est prohibido escribir y recibir cartas, as como el hablar con nadie. Por lo dems, como el decreto que expulsa a los jesuitas y las rdenes subsiguientes que ha dado el Conde de Aranda han sido impresos, tendr el honor de enviarle ejemplares tan pronto como pueda procurrmelos 79 . Finalmente conclua la carta con esta frase bastante sintomtica:

77 En la Carta Circular dirigida por Aranda, el 20 de marzo de 1767, a los Jueces Reales Ordinarios de

todos los pueblos en que existan casas de la Compaa, as como en el Pliego Reservado se indicaba que ambos documentos se deban abrir solamente el dos de abril y no antes sin embargo en una Nota aadida al Pliego se adelantaba la fecha un par de das: "a los destinos en que se anticip la execucin, se previno lo siguiente: No obstante que estaba dispuesto no poner en efecto esta resolucin hasta la noche del dos al tres de abril, pasar V----- a practicarla en la del 31 de este para verificarla al amanecer del primero de abril, respecto a haberse adelantado tambin igual da en esta Corte, y parages prximos a ella. Madrid, 28 de marzo de 1767 Aranda". [Cfr. Coleccin del Real Decreto, pgs. 4-6]. Aun cuando en la Corte se realiz en la noche del 31 al 1, en algunos lugares ms apartados, por ejemplo en el Colegio de Graus (Huesca), se llev a cabo en la madrugada del 3 de abril.78 Sobre la expulsin de los jesuitas del Paraguay, cfr. FERRER BENIMELI, Jos A., La expulsin de

los jesuitas de las misiones del Paraguay en Rev. Paramillo [Univ. Cat. del Tchira], No. 9-10 (1990) 397-416.79 Sobre el Conde de Aranda y los jesuitas, cfr. FERRER BENIMELI, J. A. Sucedi en Graus..., op.

cit., y OLAECHEA-FERRER BENIMELI, El Conde de Aranda... op. cit, vol. I, pgs. 128-172.

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El rey de Espaa, seor, se ha dignado decirme ayer por la maana, que slo se haba determinado a la expulsin de los jesuitas ante la certeza de varios hechos muy graves, bien justificados, claramente probados e incluso juzgados, y con el beneplcito de los Magistrados ms ilustrados de este reino, incluso de los que haban estado ms ligados a los jesuitas. Este monarca ha aadido que hubiera preferido no haber sabido tanto sobre el sistema y sobre la conducta de esta peligrosa sociedad 80 . Pocos das despus, el 6 de abril, el embajador Francs remita a Pars el original impreso de la Coleccin del Real Decreto de 27 de febrero de 1767 para la ejecucin del extraamiento de los Regulares de la Compaa 81 , la Pragmtica Sancin de S.M. en fuerza de Ley para el extraamiento de estos Reinos a los Regulares de la Compaa, ocupacin de sus Temporalidades, y prohibicin de su restablecimiento en tiempo alguno, con 1as dems precauciones que expresa 82 , as como la traduccin de la carta escrita por Carlos III al Papa, el 31 de marzo, a propsito de la expulsin de los jesuitas, y que deca as en la versin Francesa conservada en el Quai dOrsay: Trs Saint Pre. Personne ne sait mieux que Votre Saintet que le premier devoir dun Souverain est de veiller la conservation paisible de son Etat, de son honneur et la tranquillit intrieure de ses Peuples. Pour satisfaire a cette obligation, je me suis vu dans la ncsit puissante d'operer promptement l'expulsion de tous les jsuites qui se trouvent tablies dans 1es Royaumes de ma domination, et de les envoyer dans l'Etat Ecclsiastique o ils seront inmediatement sous la direction sage et sainte de votre Batitude trs digne Pre et conducteur de tous les fidles. Je tomberais dans l'indiscrtion surchargeant la Chambre Apostolique de la dpense qu'exigera l'entretien de ces Pres Jsuites que le sort a fait naitre mes sujets, si je n'avais pris comme je l'ai dj fait, des mesures pour qu'il soit fourni chacun d'eux pendant sa vie, de quoi y pourvoir suffisamment. Cela tant, je prie Votre Saintet de regarder cette rsolution de ma part simplement comme un rglement indispensable d'oeconomie, qui a t fait aprs un mur examen et les rflexions les plus profondes. En me rendant cette justice, Votre Saintet donnera surement sa sainte bndiction apostolique cette determination et, ainsi que je l'en prie, a toutes mes actions tendantes galement au plus grand honneur et gloire de Dieu. Du Pardo Royal le 31 Mars 176783 . Con motivo del envo de esta carta, el embajador comunicaba que "la expulsin de los jesuitas continuaba ejecutndose con una tranquilidad perfecta", de forma tal que el da 13 de este mes estaran ya todos en los diferentes puertos en donde deban embarcar. Y aada: "Esta sociedad posea grandes bienes en Espaa: se me ha asegurado que las rentas de los inmuebles ascienden al menos a dos millones y medio

80 A.D.P., 548, fols. 268-271. 81 Ibidem, fols. 185-199. 82 Ibidem, fols. 272-278 (traduccin al francs) y fols. 279-286 (versin original en castellano). 83 Ibidem, fols. 265-266.

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de libras cada ao 84 . E1 mobiliario ser verosmilmente muy considerable, y se sospecha que los jesuitas eran mucho ms ricos en las Indias que en Europa"85 . El 13 de abril comunicaba puntualmente que respecto a la expulsin de los jesuitas "las rdenes dadas haban sido ejecutadas en general con la ms grande precisin, y con una indiferencia y tranquilidad llamativas de parte del pueblo y del pblico". Todos estos padres -aada- "llegaron ayer a los puertos en los que deben embarcarse y no se perder un instante en hacerlos pasar a Italia". Y en un interesante post-scriptum, escrito de puo y letra del propio embajador, aada "unas confidencias del rey de Espaa sobre los motivos que le haban determinado a la expulsin de los jesuitas" y que enlazan nuevamente con el motn de Esquilache y con el clebre Dictamen fiscal que hoy da tan bien conocemos. Son unas confidencias importantes por cuanto reflejan muy bien los motivos esgrimidos ante Carlos III para decidirle a aceptar la expulsin que su equipo ministerial haba preparado cuidadosamente: El rey de Espaa, seor, se ha dignado esta maana entrar en conversacin conmigo sobre la conducta que los jesuitas han tenido en su reino y me ha hecho el honor de decirme que haba tenido pruebas ciertas de que varios miembros de esta Sociedad se haban encontrado disfrazados en medio de la revuelta que hubo en Madrid el ao pasado, animando y dirigiendo a los amotinados; que haban distribuido mucho dinero en aquella ocasin, anunciando que era de parte y por cuenta de la difunta reina madre; que la misma Sociedad trabajaba desde 1759 en preparar una revolucin en estos reinos con el pretexto de la conservacin de la fe y la sana doctrina, que, segn ellos, deba tener lugar bajo el prncipe reinante, y que permitira la venida a Espaa del rey Fernando; que la historia de las capas, sombreros y rechazo de Esquilache haba sido pretexto aparente en Madrid; que en los otros lugares haban tomado el de la caresta del pan, de un corregidor bribn, de un intendente odioso, en fin, aquellos otros que parecan ms apropiados para excitar al pueblo; que el fondo del proyecto era exterminar a todos los Borbones de Espaa; pero que felizmente el tumulto haba sido anticipado al domingo de ramos, en lugar del jueves santo, da indicado para aprovechar el momento en el que la familia real hara las estaciones. El rey de Espaa, seor, tras haberme asegurado que tena pruebas irrevocables de todos los hechos, ha terminado diciendo que si tena algn reproche que hacerme del dictamen de los jesuitas era el de no haberlos tratado segn el rigor de la justicia 86 . Hoy da, que disponemos de una abundante documentacin sobre el tema, nos resulta tanto ms llamativo el doble juego que se sigui, utilizando el miedo del rey, y, en cierto sentido, su ingenuidad, para convencerle de la veracidad de algunos de los motivos expuestos confidencialmente al embajador, y cuya falsedad es a todas luces evidente.

84 En la Coleccin del Real Decreto, pgs. 13-14, se da la lista del 1___ 118 poblaciones en las que existan casas de los jesuita: 34 en la provincia de Castilla, 30 en la de Toledo, 31 en la de Andaluca y 23 en la de Aragn. 85 A.D.P. 548, fol. 303. 86 Ibidem, fol. 322.

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De todas formas, el propio embajador francs era consciente de ello, como as lo manifest el 1 de junio de 1767, reconociendo que "a pesar las pruebas legales y ciertas, una parte de lo imputado a los jesuitas de Espaa no haba existido". Sin embargo -aada- "no se puede poner en duda un hecho que se ha hecho pblico y que ha sido probado por la declaracin jurdica de ms de mil testigos oculares; es decir, que varios Padres disfrazados estaban entre los amotinados el 23 de marzo del ao pasado, animndoles, dirigindoles y distribuyendo dinero". En cualquier casoconcluye contradicindose en cierto sentido con lo primero- "esta conducta no confirmara la verdad de las otras iniquidades que se les imputa, si no estuvieran suficientemente probadas como, en efecto, lo estn"87 . El hecho caus cierto impacto en la corte de Versalles, como no tard en comunicar Choiseul a su embajador el 21 de abril, aludiendo a su carta del da 2 en la que relataba la expulsin de los jesuitas de los estados de la monarqua espaola "tanto de Europa como de las otras partes del mundo": Le he ledo al rey todos los detalles contenidos en vuestro despacho y S.M. ha juzgado que era preciso que los religiosos de esa sociedad que vivan bajo el dominio de S.M.C. fuesen muy culpables para haber determinado al monarca a tomar contra ellos un partido tan decisivo. El rey ha probado totalmente esta resolucin porque era necesaria a la tranquilidad de Espaa y al servicio del rey, su primo. A esto aada Choiseul que el deseo del rey era que su embajador, en cuanto tuviera ocasin de hablar a S.M.C. de los jesuitas, le pidiera en nombre del rey que le pusiera al corriente de cuanto pudiera descubrirse en las pesquisas que se hicieran en Espaa sobre los jesuitas o en lo que ya se hubiera descubierto, relativo a los intereses de Francia o a la persona del rey. Pues si algo exista era esencialmente importante que S.M. fuera advertida a fin de que tomara las precauciones convenientes. A modo de justificacin final aada que al haber en Espaa muchos jesuitas franceses la peticin confidencial hecha a S.M.C. "no deba atribuirse a ninguna curiosidad indiscreta, sino nicamente a motivos razonables de prudencia"88 . Y una semana ms tarde, el 28 de abril, volva Choiseul a insistir en el sentido de la solidaridad del rey francs para con su primo en circunstancias tan delicadas diciendo "que el rey haba quedado vivamente impresionado y afectado de las circunstancias que el rey de Espaa haba querido confiarle sobre el particular". Y recomendaba al embajador que "deba aprovechar la primera ocasin natural que se presentara para asegurar a este Prncipe que S.M. comparta con el ms tierno inters todos los sentimientos que haban afectado el corazn de S.M.C. y que le haban determinado a resolucin que haba tomado con tanta clemencia como firmeza"89 .

87 Ibidem, fols. 320 v. 88 Ibidem, fol. 347. 89 Ibidem, fol. 363.

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Por su parte el embajador francs, en su despacho del 21 de mayo, comentaba la satisfaccin de Carlos III por la aceptacin y aprobacin que haba tenido la expulsin de los jesuitas de sus Reinos: No debo omitiros, seor, que S.M.C. ha observado con placer que el Parlamento de Pars haba adoptado en su ltimo decreto varios artculos de la Pragmtica que ordena la expulsin de los jesuitas espaoles. Este monarca se ha dignado decirme a este propsito que estaba satisfecho de que su conducta hubiera sido generalmente aprobada; que se haba visto forzado, como soberano, a hacer lo que haba hecho, aunque estuviera afligido como Carlos. Estas palabras, seor, que os trasmito literalmente, sealan la enormidad de la conducta de los jesuitas de este reino y al mismo tiempo la clemencia natural del Prncipe que lo gobierna. Hubiera deseado vivamente, seor, que S.M.C. me hubiera instruido confidencial y directamente sobre los motivos que le determinaron a expulsar a los jesuitas. Incluso me tom la libertad de insinurselo al rey de Espaa, poco despus de la expulsin; y fue en aquella ocasin cuando se dign decirme lo que os envi muy literalmente en un postscriptum de uno de mis despachos anteriores 90 , que escrib de mi propia mano 91 . Tambin desde Portugal lleg el apoyo y felicitacin por la medida tomada. Es nuevamente el embajador francs el que comunica a Choiseul el 27 de abril que "S.M.C. le haba hecho el honor de decirle que el Rey de Portugal haba testimoniado al marqus de Almodvar, su embajador, la satisfaccin ms viva por la expulsin de los jesuitas, y que le haba asegurado que este suceso importante hara ms fcil la conciliacin de las diferencias que existan en las Indias entre las dos Coronas". Ms an, "este monarca haba aadido que en adelante estara constantemente dispuesto a dar a S.M.C. pruebas esenciales de su sincera amistad"92 . Pero Carlos III, que reciba el apoyo sincero de las cortes de Portugal y de Francia, no esperaba, sin embargo, que la reaccin del Papa a su carta fuera tan tajante y negativa. El 30 de Abril, el embajador francs dedicaba su despacho a hablar de este asunto. Tras recordar la carta de S.M.C. por la que haba informado al Papa, por un correo extraordinario, del partido que haba tomado de expulsar a los jesuitas de su reino, pasa a comentar la respuesta de Su Santidad al rey de Espaa, recibida "por su expreso que lleg anteayer a la tarde": El Breve del Soberano Pontfice contiene las ms vivas instancias de suspender la expulsin de la Compaa y de limitarse a castigar rigurosamente a todos los individuos de esta orden que se hallen culpables. Este Breve fue remitido ayer por la maana al marqus de Grimaldi por el auditor de la Nunciatura, dada la situacin extrema en que se encuentra reducido el cardenal Palavicini, Nuncio Apostlico, desde hace veinte das por una fiebre maligna a la que es probable sucumba. El Auditor aadi verbalmente que tena orden de declarar que en caso de que el Rey Catlico no juzgara oportuno hacer caso a las splicas de Su Santidad, no recibira a los jesuitas expulsos en sus Estados. Y conclua el embajador:

90 Cfr. Nota 86. 91 A.D.P. 548, fol. 434-439. 92 Ibidem, fol. 352. Cfr. tambin BUSTOS, op. cit. en nota 9.

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Es el mismo rey de Espaa, seor, quien se ha dignado comunicarme lo que os indico. Este monarca persiste en la resolucin de no suspender la expulsin de los jesuitas, pero me ha parecido inclinado a no exigir que Su Santidad los reciba en sus Estados 93 . Efectivamente, en la carta de Carlos III al Papa, que tambin se conserva esta vez, en versin italiana, en los Archivos Diplomticos de Pars, se limita a justificar la medida adoptada como "estrecho deber del gobierno de sus sbditos, y no solo para su bien y tranquilidad temporal, sino incluso para su felicidad eterna". Razn sta por la que su corazn se haba llenado de amargura y dolor al leer la carta de Su Santidad en respuesta a su aviso de expulsin de sus dominios ordenado a los regulares de la compaa. Como buen hijo -aada- "no era su intencin, ni inters, ver inmerso en lgrimas de afliccin al padre que amo y respeto. Yo amo la persona de Vuestra Santidad por sus virtudes ejemplares, yo venero en ella al Vicario de Cristo"94 . La correspondencia del mes de mayo se inicia con una carta del da 2 en la que el embajador comunica haber transmitido a S.M.C., en nombre del rey, su deseo de conocer las informaciones que se pudieran descubrir relativas a Francia o a la persona del rey. A este propsito, S.M.C. se haba dignado responderle que "no recordaba por lo que haba odo hasta el momento presente que hubiera nada relativo a la persona del rey su primo, pero que ordenara a Roda remitirle inmediatamente una nota con todas las particularidades resultantes de los procedimientos hechos y por hacer que pudieran interesar a Francia". Tambin aada que haba hablado del particular con Grimaldi y con Roda, y que en cuanto tuviera alguna noticia la remitira lo ms rpidamente posible 95 . Finalmente anunciaba que Grimaldi haba enviado al conde de Fuentes un expreso en el que se hablaba de los jesuitas expulsos96 . La copia de dicha carta, traducida al francs, tambin se encuentra en los Archivos Diplomticos franceses. Con esta carta se introduce un nuevo tema que va a ocupar durante semanas y meses a la diplomacia de ambos pases: el encontrar un pas y lugar donde desembarcar a los ms 3.000 Jesuitas que el Papa no admita bajo ningn pretexto en sus Estados Pontificios, como as lo haba confirmado el ministro de S.M.C. Roma por un expreso en el que se deca que "Su Santidad le haba declarado formalmente que no recibira a los jesuitas expulsos en los Estados de la Santa Sede". Ante esta resolucin, el rey de Espaa, tuvo el honor de decir al embajador francs "que no intentara en absoluto vencer la repugnancia del Santo Padre, pero que los jesuitas no volveran ms a estos reinos"97 .

93 Ibidem, fol. 365-366. 94 Ibidem, fol. 367. 95 Este es un tema que se va repitiendo de forma reiterada prcticamente todas las emanas -Choiseul

pidiendo informacin y d'Ossun excusndose con promesas que le hacen pero que no acaban de materializarse hasta que el 11 de noviembre finalmente remiten a Paris la documentacin solicitada (cfr. nota 112) de escaso valor, lo que da a entender que no consiguieron antes nada mejor.96 A.D.P. 548, fols. 373-374. 97 Ibidem, fol. 391 v.

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El por qu de esta atencin con el embajador francs se deduce claramente de la carta citada que Grimaldi haba enviado al embajador espaol en Pars, el conde de Fuentes, con fecha 2 de mayo de 1767: He enviado, seor, un correo a Roma, el 3l de marzo ltimo, con una carta del rey para el Papa en la que S.M. le haca partcipe de la resolucin que acababa de tomar relativa a la expulsin de los jesuitas de todos sus reinos, envindolos al Estado Eclesistico con toda comodidad y decencia. Tan pronto Su Santidad recibi esta noticia escribi por un correo un Breve dirigido al cardenal nuncio en el que recomienda a los mismos jesuitas, y pide que se suspenda o que se difiera la susodicha resolucin. Al mismo tiempo que se reciba este Breve por medio del Auditor (a causa de la enfermedad del Nuncio) el rey supo que la Corte de Roma rechazaba el recibir en sus Estados a los jesuitas de Espaa, y S.M. orden en consecuencia declarar al ministerio del Papa en los trminos ms precisos y ms positivos que aunque S. M. tenga toda razn para estar sorprendido, viendo que el Papa no quiere en sus Estados a sus sbditos, que acaba de recomendar a S. M. con tanta eficacia, y que rechaza el asilo y la proteccin a los jesuitas espaoles, mientras que no puso dificultad a todos los jesuitas portugueses y a una gran parte de los franceses teniendo adems los jesuitas espaoles pensiones ms que suficientes para vivir sin suponer una carga a Su Santidad, no obstante S. M. reconoce que cada soberano es dueo de hacer en su casa lo que le parezca. Tambin se debe declarar al Papa que a pesar de todo los jesuitas llegarn a los Estados de Su Santidad, para que el mundo y la cristiandad vean que el rey no ha omitido nada de su parte, y entonces Su Santidad ser dueo de recibirlos o no recibirlos segn juzgue ms a propsito; y finalmente que en este ltimo caso S. M. toma el partido de hacerlos conducir pero que jams pondrn el pie en ningn pas del dominio de S. M. La extraa insinuacin hecha por la Corte de Roma de no querer recibir a los jesuitas espaoles en su Estado, puede ser interpretado de diferentes maneras, y da lugar a una infinidad de reflexiones, pero sin entrar en ellas debo, seor, informaros de la ltima determinacin del rey. Por diferentes avisos que se han recibido de algunos puertos creemos que varios de los barcos que conducen a los jesuitas ya llevan algunos das de navegacin y que los otros al presente se habrn hecho ya a la mar. Unos y otros se dirigen hacia el Estado Eclesistico. Y es aqu donde el rey de Espaa transfiere su problema, en gran medida, al rey de Francia para que l le ayude a buscar una solucin que por otra parte ya haban tomado y decidido desde Madrid: En este estado de cosas, habiendo sido todo bien considerado, el Rey ha credo indispensable elegir otro lugar a donde poder enviar estos jesuitas para caso de que la Corte de Roma persista siempre en la idea de no recibirlos; y S.M. se ha fijado a este efecto en la isla de Crcega. Aunque la necesidad fuerza por as decir a tomar este partido, el rey ha hecho la reflexin de que la Repblica de Gnova tal vez se molestar viendo que se enva a la isla de Crcega un nmero tan considerable de gente, y que las sumas bastante elevadas que los jesuitas gastarn all cada ao circularn en un pas habitado en gran parte por los enemigos de la misma Repblica. Para evitar toda ocasin de desagrado y para poner a la Repblica de Gnova en estado de decidirse por la recepcin de los jesuitas espaoles en las plazas que posee o bien para que ellos vayan a la parte de la isla en posesin de los rebeldes, el rey me ha ordenado despachar un correo a Gnova a fin de exponer al Gobierno la urgente necesidad en la que S. M. se encuentra de tomar un partido,

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y que no hay ningn otro ms conveniente que el que acabo de hablar. El rey est persuadido que el Senado de Gnova consentir que los jesuitas espaoles queden en la isla de Crcega, reflexionando sobre todos estos importantes motivos y sobre la ventaja que el comercio del pas debe obtener de la circulacin de 200 o 300 mil piastras por ao, y a fin de que tampoco resulte ninguna dificultad ni estorbo por parte de las tropas francesas que estn actualmente de guarnicin en aquellas plazas de la isla, S. M. me ha ordenado tambin que os informe de todo, seor, a fin de que hagis todas las diligencias necesarias para que el rey su primo enve lo antes posible las rdenes oportunas a los comandantes franceses de dichas plazas encargndoles reciban a los jesuitas espaoles con toda humanidad y contribuyan a su establecimiento conforme vayan llegando 98 . Aunque Crcega perteneca a la Repblica de Gnova desde 1274 99 , sin embargo la isla sufri una gran inestabilidad poltica pasando por varias manos. En 1420 se apoder de ella Alfonso V de Aragn. De 1553 a 59 pas a manos de los franceses, pero en 1559 Francisco II de Francia devolvi la isla de Crcega a la Repblica de Gnova. Sin embargo no lograron vencer la anarqua dominante en la isla y en el siglo XVIII las rebeliones adquirieron gran importancia. En 1730 una sublevacin general, acaudillada por Luigi Giofferi, triunf, y una asamblea general corsa reunida en Corte, en 1735, proclam la separacin de Crcega y Gnova. Poco despus un aventurero alemn, el barn Teodoro de Neuhof, con ayuda inglesa, se proclamaba rey con el nombre de Teodoro I. Los genoveses acudieron a los franceses en 1738 para recuperar la isla. Pero la intervencin francesa no trajo la paz, ya que poco despus la isla se vio perturbada por la agitacin de Pasquale Paoli que poco a poco fue ganando terreno siendo expulsados los genoveses que solo lograron conservar algunas plazas en la costa. Y es precisamente en este momento delicado cuando Carlos III aade un nuevo problema a la isla intentando desembarcar en ella a unos tres mil jesuitas espaoles rechazados de los Estados Pontificios. Esta es la razn por la que la diplomacia espaola se vio forzada a jugar la doble baza genovesa y francesa, e incluso la del propio rebelde Paoli, a pesar que de hecho era Francia la duea de la isla, como lo sera tambin jurdicamente unos meses despus cuando los genoveses hartos de la situacin corsa cedieron la isla a Francia, en 1768, por dos millones de francos. Aunque los corsos renovaron la lucha contra Francia, la batalla de Pontenuevo, en 1769, dio la victoria definitiva a los franceses. Paoli se fug con los ms comprometidos y la isla qued convertida en provincia francesa. A este escenario de guerra e inestabilidad poltica pens Carlos III enviar a los jesuitas expulsos. Pero este captulo del desembarco y establecimiento de los jesuitas espaoles en Crcega exige un estudio pormenorizado e independiente, en el que no voy a entrar ahora. Sin embargo, si creo oportuno dar a conocer la respuesta que Choiseul dio al embajador francs en Madrid, el martes 11 de mayo de 1767, a

98 Ibidem, fols. 376-378. 99 A principios del siblo XII se disputaban la isla los genoveses y los pisanos, si bien desde que

Gregorio VII reclam en 1077 la soberana sobre la isla, y Urbano II hizo valer sus derechos en favor del obispo Daimberto, de Pisa, y sus sucesores, la isla estaba en manos de los pisanos. Pero la victoria de los genoveses en Meloria, en 1274, donde fue derrotada la flota pisana, pizo caer la isla en manos de aquellos a quienes Pisa la cedi definitivamente en 1299.

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propsito de este asunto, ya que en ella se plantea toda la problemtica que va a aflorar durante semanas y meses antes de que este difcil asunto quedara del todo resuelto y los jesuitas supervivientes pudieran finalmente abandonar los barcos en los que llevaban recluidos desde los primeros das de abril y que los primeros jesuitas no podran abandonar hasta finales de julio cuando tras cuatro meses de incierta y penosa navegacin obtuvieron finalmente la autorizacin para poder desembarcar en Crcega. As se expresaba Choiseul: El conde de Fuentes me dijo que la determinacin del rey de Espaa era que si el Papa no quera recibir a estos religiosos en los estados la Santa Sede, los hara transportar a Crcega, y este embajador me ha requerido pida al rey sus rdenes para que las tropas de S. M. que se encuentran en esa isla no constituyan ninguna oposicin al desembarco de los jesuitas sino que al contrario les den seales de humanidad. No hay ninguna dificultad por parte de los franceses en aquella isla. Pero al mismo tiempo, seor, no puedo dejar de prescribiros que representis al marqus de Grimaldi que ser muy difcil a ese nmero de jesuitas poder subsistir en Crcega y encontrar all incluso asilos donde poner su cabeza a cubierto. Aparentemente no se tiene en Espaa idea del estado actual de Crcega, pues si tuvieran informaciones justas sobre el particular, se hubieran apercibido que es imposible fsicamente a ese desgraciado pas contener tres mil extranjeros, y sera infinitamente mejor desembarcarlos de grado o de fuerza en las costas del Estado Eclesistico donde encontraran subsistencia por medio del dinero, en tanto que en un pas en el que con dinero, sin saber la lengua, en medio de agitaciones y de los bandidos ms terribles, les va a ser imposible subsistir 100 . Como se puede apreciar la diplomacia de Choiseul es clara y hbil. No hay problema terico alguno en el desembarco, pero si los hay en la prctica. Problemas para cuya solucin sern necesarios cuatro largos y difciles meses de negociaciones, para finalmente conseguir que los jesuitas fueran admitidos, no en la parte de la isla ocupada por los franceses, sino en la que estaba en manos de los rebeldes 101 . Pero si el tema de los jesuitas a partir de la fecha de esta carta, 11 de mayo de 1767, tiene una derivacin monogrfica digna de estudio aparte, no lo es menos el segundo asunto abordado por Choiseul en su misiva al embajador francs en Espaa, y es el de lanzar la idea e iniciar el trmite de la disolucin absoluta de la orden de los jesuitas, con lo que se inicia un largo e intenso perodo de negociaciones diplomticas que manifiesta la ntima colaboracin que las cortes de Francia, Espaa, Npoles, Portugal, Viena y Parma no tardaran en establecer para llevar a feliz trmino, ocho aos despus, la idea tan tempranamente expuesta por Choiseul.

100 A.D.P. 548, fols. 405-407. 101 El 17 de agosto poda comunicar Ossun a Choiseul que finalmente los jesuitas espaoles estaban en

Crcega, y Paoli les trataba con distincin en Algayola, en donde se haba hecho el dueo. "Este jefe de los rebeldes -aada el embajador francs- ha, incluso, hecho pblico un Edicto por el que ordena que estos Padres sean considerados y favorecidos en toda la isla". Todava el 7 de septiembre aada el embajador francs que "todos los jesuitas espaoles haban sido ya desembarcados en Crcega, pero que no se tena todava la certeza de ello" [A.D.P., 549, fols. 255-6, y 328-329]. Efectivamente el 21 de septiembre, vuelve Ossun sobre el tema para decir una vez ms que todos los jesuitas espaoles haban sido desembarcados en Crcega, segn las ltimas cartas de Gnova que sealaban que los 570 que todava se encontraban en el Puerto de Genova deban pasar inmediatamente a Ajacio "donde todo est tranquilo gracias al arreglo provisional concertado con el general Peoli" [A.D.P., 549, fol. 394].

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II. PRIMEROS PASOS DIPLOMATICOS PARA LA EXTINCION (176768)El primer documento en el que se alude directamente a la extincin est escrito por Choiseul, el 11 de mayo de 1767, cuando todava no se haban resuelto los problemas de Crcega y los jesuitas expulsos seguan su larga odisea mediterrnea sin poder desembarcar en ningn puerto 102 . Choiseul, comentando en un largo despacho su entrevista con el rey, escriba a Ossun en estos trminos: Le he dicho al Rey, al darle cuenta del partido que haba tomado el Rey de Espaa, que lo mejor sera, segn mi parecer, que el Rey [de Francia], el Rey de Espaa, la Reina Emperatriz [de Austria] y el Rey de Portugal se uniesen para convencer al Papa a disolver absolutamente la orden religiosa de los jesuitas; que ya no haya general ni miembros de esta sociedad, y todos 1os participantes entrasen en el derecho comn de su nacimiento. Si el Papa se determinare a este acto sensato a peticin de las principales potencias, creo que hara un gran bien a la religin fomentando la aproximacin a la Santa Sede y fortificando esa unidad tan necesaria para el mantenimiento de la buena doctrina; unidad que se romper insensiblemente si el Papa se empea en sostener una Orden reprobada por las potencias catlicas. Pronto se confundir al protector con el protegido, y la animosidad caer tanto sobre la Santa Sede como sobre los jesuitas que pronto existirn solo en Roma. Por otra parte el Papa al disolver esta orden religiosa pone a las Potencias en la disyuntiva de admitir en su seno a los sbditos dispersos de esta religin que ya no tendrn ni general ni rgimen. Finalmente cuando ya no exista la Orden, ya no se hablar de sus miembros, en tanto que si sigue existiendo 1a religin lo sufrir. Creo habroslo probado. Los prncipes se vern comprometidos personalmente, y sus humanos sentimientos no podrn sufrir las vejaciones que ellos o sus tribunales estn obligados a ordenar contra sbditos que ciertamente no todos son culpables. En fin, 1os mismos jesuitas sern muy felices de poder liberarse de todas las trabas que les impiden volver al seno de su patria y de su familia, y vivir sin temor bajo las leyes de sus pases. Los buenos y honestos jesuitas gozarn del beneficio de su honestidad, de su virtud y de la ley; los que no sean honestos experimentarn la severidad de esas mismas leyes, pero no se atacar ya a nadie porque sea jesuita, porque esta denominacin no existir. De donde concluyo que el Papa, los reyes y los jesuitas debern estar contentos de la resolucin que propongo; pero es preciso un vehculo a esta idea, y es lo que he propuesto con energa ante el rey. Su Majestad me ha respondido que un paso de esta ndole exiga reflexin, de forma que no era necesario hablar de ello ministerialmente al marqus de Grimaldi, sino solamente darle la idea como ma y del conde de Fuentes 103 ; idea que os presento para que el rey de Espaa y su ministerio la tomen en consideracin104 .

102 Odisea que durara hasta el mes de septiembre. 103 Segn Roda era fuentes el que sin cesr estimulaba a Choiseul a impulsar la supresin de la Compaa, para hacer posible as el regreso a Espaa de sus hermanos, los dos Pignatelli, por haberle declarado estos que jams abandonara la propia voluntad la Orden. Roda a Azara, 4 de agosto de 1767. Citado por PASTOR, op. cit, t. XXXVI, pg. 567. 104 Archives Diplomatiques. Paris [A.D.P.], Correspondance Politique, Espagne, vol. 548, fol. 405-

407. En lo sucesivo A.D.P. 548.

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Dez das ms tarde daba cuenta Ossun de su conversacin con Grimaldi que, a fin de cuentas, debi de ser lo suficientemente "oficial" dentro del carcter privado pedido por Choiseul, puesto que una copia de la carta en cuestin, escrita por Choiseul a Ossun, se encuentra en el Archivo de Simancas 105 . As se expresaba Ossun el 21 de mayo en despacho cifrado escrito desde Aranjuez: El despacho con el que me habis honrado el 11 de este mes trata de dos temas relativos a los jesuitas. Os he respondido sobre el primero, en mi carta de hoy n 25 106 . Me queda el entreteneros sobre el segundo que versa sobre la disolucin absoluta de la orden religiosa de los jesuitas. Ya he comunicado a Roda y Grimaldi cuanto os habis dignado escribirme sobre este tema. A uno y otro les he encontrado de la misma opinin que vos; y el ltimo me ha confiado haber ya entregado a S.M.C. lo que el conde de Fuentes haba escrito sobre este particular, es decir, lo mismo que contiene nuestro despacho. Este ministro no se ha explicado sobre 1a forma de pensar del rey su seor pero despus he tenido ocasin de conocerla por cuanto este monarca se ha dignado hablarme con elogio del decreto del Parlamento de Pars del 9 de este mes 107 . Me tom la libertad de preguntarle si se haba fijado en el penltimo prrafo de este decreto, y S.M.C. me respondi que la peticin que el Parlamento de Pars haca all al Rey le pareca dictada por un celo ilustrado y muy bien situado; que la disolucin absoluta de la orden religiosa de los jesuitas sera muy deseable. Pero que convena no precipitar las gestiones relativas a este objetivo, y tomar tiempo para reflexionar en los medios de obtenerla 108 . Tras esta manifestacin del pensamiento de Carlos III respecto a la abolicin de los jesuitas, que por otra parte es frecuente en la correspondencia mantenida con su antiguo ministro napolitano Tanucci, el embajador francs prosigue expresando, esta vez, la forma de pensar de Grimal