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EXCURSIONES. CURSO 2011-12 MES EXCURSIÓN 15 Octubre Potes-Alcornocal de Tolibes-Tudes-La Vega (12Km) 19 Noviembre Subida Peña Cabarga 21 Enero Excursión Aradillos y comida en Fresno del Río 18 Febrero Senda de Cartes a Suances 17 Marzo Villacarriedo 21 Abril Excursión artístico-ecológica: Valles Manzanedo- Valdivieso (norte de Burgos): Monasterio Cisterciense de Santa Mª de Raiciedo. Iglesias Románicas de S. Martín. El rojo- San Pedro de Tejada Junio Jubilaciones

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EXCURSIONES. CURSO 2011-12 MES EXCURSIÓN

15 Octubre Potes-Alcornocal de Tolibes-Tudes-La Vega (12Km)

19 Noviembre Subida Peña Cabarga 21 Enero Excursión Aradillos y comida en Fresno del Río 18 Febrero Senda de Cartes a Suances 17 Marzo Villacarriedo

21 Abril

Excursión artístico-ecológica: Valles Manzanedo-Valdivieso (norte de Burgos): Monasterio Cisterciense de Santa Mª de Raiciedo. Iglesias Románicas de S. Martín. El rojo- San Pedro de Tejada

Junio Jubilaciones

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Marcha a Peña Cabarga

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Desde la Estación de Heras a Santiago de Cudeyo ver plano de google. En la entrada del pueblo hay un panel informativo de la ruta "Peña Cabarga".

Distancia: 3h40min/14km

Camine unos 100 metros desde el panel (115 m) por el camino hacia adelante y gire a la izquierda. Al poco encontrará una señal hacia "Pico Llen, Peña Cabarga" apuntando a la derecha. Siga la señal al bosque de eucaliptos. Junto a un edificio de cemento el camino asfaltado se convierte en una pista de tierra (6min) (145 m). No tome la pista que arranca desde este edificio hacia izquierda, sino vaya todo recto. Más adelante podrá ver la Bahía de Santander.

Cuando la pista se bifurca (18min) (250 m), vaya a la derecha. Alcanzará un claro pequeño donde la pista surge desde el bosque de eucaliptos (28min) (315 m) y lleva sin desnivel a una bifurcación con tres ramales (31min) (310 m). Elija el ramal, que vira bruscamente a la izquierda hacia arriba. Más adelante se abren vistas despejadas sin árboles sobre la costa.

La pista le lleva a un cruce (40min) (380 m), donde un hito le guía a la izquierda hacia el mirador sobre el Pico Llen. La pista se convierte en una senda (49min) (390 m), que discurre un pinar donde encontrará caballos hasta la ladera herbosa de la Peña Cabarga. Suba por la ladera hasta la carretera (1h10min) (545 m) y gire a la derecha hacia el mirador.

Desde Pico Llen (1h14min) (565 m) hacia norte se divisa una gran parte de la marina de Cantabria, en particular de Santander, y el conjunto de la bahía. Hacia el sur se extienden las valles verdes con los Montes Pasiegos al fondo. En el suroeste los Picos de Europa dominan el paisaje.

Regrese por la misma ruta hasta el cruce con el hito (1h48min) (380 m) y continúe todo recto por la pista entre cercas a través de un paisaje undulante. Tras una bajada alcanzará un cruce (2h06min) (300 m). Siga la hermosa pista a la izquierda. Pasará un edificio con una marca de los colores blanco y amarillo (2h17min) (295 m) antes de llegar a un campo herbosa. En el extremo del campo pasará por una verja (2h25min) (300 m), y continuará hacia arriba sin prestar atención a la senda que arranca hacia derecha.

Después de subir a un pastizal encontrará otro edificio con una marca y una flecha apuntando todo recto (2h28min) (315 m). La pista atraviesa el pasto y desciende a un establo. Manténgase a la derecha hacia abajo (2h35min) (275 m). Tras una portilla (2h39min) (240 m) la pista hace una curva a la derecha destacando una vista hacia la Bahía de Santander.

La pista se convierte en un camino asfaltado, que vira a la izquierda (2h54min) (145 m). En el próximo cruce (2h56min) (130 m) y también en el siguiente (2h57min) (120 m), gire a la derecha. La carretera le lleva a Laposta, donde pasará una fuente (3h) (115 m). No haga caso de desvíos, sino siga la carretera principal flanqueada por pastos verdes. Al llegar a un cruce (3h09min) (100 m), vaya todo recto, a través de Santiago de Cudeyo al inicio de la ruta (3h40min).

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Marcha Cartes a Suances: http://ruedalabota.blogspot.com/2011/05/via-verde-del-besaya.html

Villacarriedo - Abionzo – Pico Giniro – Valvanuz – Selaya – Carriedo

. 17 de marzo de 2012

Villacarriedo Itinerario: Carriedo - Abionzo – Pico Giniro – Valvanuz – Selaya

Recorrido total: 13 km

Recorrido en coche: Salida de Teka (9.30 h.), Astillero, Sarón, Villacarriedo. Itinerario a pie: Carriedo(212m) - Abionzo(371m) - Picogeniro(807m) - Santuario de Valvanuz(346m) - Selaya(232m).

Nuestro recorrido por carretera deja a la izquierda las antiguas minas de hierro

de Cabárceno. Explotadas, al menos, desde la época romana hasta hace una decena de años, hoy forman el llamado Parque de la Naturaleza Tras pasar por Sarón y Santa María de Cayón, pasamos la Hoz de Cayón que atraviesa el río Pisueña. Al comienzo, junto al "Puente del diablo", encontramos un antiguo molino convertido en restaurante y al final otro en vivienda. A la salida de la hoz comienza el Valle de Carriedo.

En el primer pueblo del valle: Vega de Villafufre, nacieron los padres del Lope

de Vega. Poeta y dramaturgo del "Siglo de oro". Culto y popular innovador del teatro español

Vente conmigo a Selaya que en aquel pobre rincón aunque agradable aspereza nos sustenta la nobleza como acá la ostentación

Lope de Vega

Notas por gentileza de Miguel Cavia

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Más adelante en Villacarriedo tomaremos la carretera que nos lleva a Abionzo. En ella encontramos el más que centenario Colegio de los Escolapios. "...que proporciona inmensos beneficios en la parte de instrucción, no sólo al pueblo que nos ocupa, sino también a toda la provincia" se decía de él en el Madoz a mediados del siglo diecinueve. Un colegio tradicional con un lugar en la pequeña ¿O grande? historia de la Región. Otro colegio de comienzos de siglo, también de Escolapios, describe Arturo Barea en "La forja de un rebelde":

A las siete en punto de la mañana empieza la misa. Se pasa lista desde las

siete menos cuarto, y los chicos vamos entrando en la iglesia; cada uno se coloca en el último sitio y el cura que está al lado de cada fila le hace una cruz en la lista. De izquierda a derecha del altar se forman primero las listas de los niños pobres por clases; seis clases que reúnen 600 niños. Después por una puerta lateral de la iglesia sale otra fila de chicos, los de pago, que se van dividiendo también en hileras de clases: las seis clases de los seis años de bachillerato y dos clases de párvulos, unos internos y otros mediopensionistas, que comen en el colegio, pero duermen en sus casas. En total catorce filas y catorce curas para guardarlas. Mil doscientos o mil quinientos niños. Cuando se acaba la misa de los chicos entramos en clase. A media mañana y a media tarde formamos en filas de a dos y salimos a los patios a jugar. Después de jugar, volvemos a formar en filas dobles y a volver a clase. Cuando se acaban las clases, en el claustro se forman las filas y salimos del colegio de dos en dos, cada calle con un cura, que no nos suelta hasta que estamos lejos del edificio...

Lo primero que se aprende es a estar en fila en silencio: ¡Orden! ¡ Silencio! gritan en todas las filas los curas. Antes de aprender la letra "A" se aprende a estar en fila, callado. Luego se aprende a leer...

Junto al colegio el interesante Palacio de Soñanes obra del arquitecto italiano

Fontanelli de comienzos del siglo XVIII, es un ejemplo perfecto de barroco italiano con claras influencias de la arquitectura tradicional de la Montaña. Hoy es un hotel que tal vez os recuerde a algún amigo. Sólo su aspecto exterior merece una parada en el camino.

Desde aquí comenzamos a caminar, a través del barrio Camino, hacia

Abionzo, una atalaya en lo alto del valle. Desde allí vamos hacia el sur por la parte alta del monte, derechos hacia la cima. La última parte del ascenso se hace por un cortafuegos de fuerte pendiente (807 m), que hay que subir despacio. Se puede evitar por la derecha (540m).

Desde la cumbre del Pico Giniro vemos cercanos: las Enguinzas y el Castro

Valnera, que domina todas las tierras de Pas desde sus 1707 m. Es la cima más alta entre el Alto Campoo y los Pirineos. En sus faldas nacen los ríos Pas, Miera y Pisueña.

Este último nace en el pueblo del mismo nombre, oculto en un vallecito tras los

montes. Atraviesa los valles de Carriedo y Cayón para reunirse con el Pas en Vargas, cruzar juntos Piélagos y desembocar entre Liencres y Mogro, en uno de los más bellos paisajes de la costa cantábrica.

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Nada más nacer le vemos, desde el monte, cruzar Selaya y Villacarriedo. Prácticamente unidos debido al poblamiento disperso característico de los valles centrales y costeros de Cantabria.

Si te casas en Carriedo con alguna carredana no te faltaran paseos desde Carriedo a Selaya

En el panorama que vemos desde lo alto las casas y cabañas ocupan

prácticamente el valle sin solución de continuidad. Es un paisaje dulce, suave, verde, casi todo él tapizado de prados, dedicado en exclusiva a la cría del ganado vacuno. Pero no es un paisaje natural está muy modificado por la acción del hombre, está muy humanizado. Tampoco es, lo que se entiende por, un paisaje pasiego como el que encontraremos más adelante y es que, a pesar de la proximidad a las tierras de Pas, en Selaya y Carriedo la mayoría de los habitantes no son pasiegos, aunque haya una parte de sus vecinos que si lo sean, y a pesar de la cercanía del Santuario de la Virgen de Valvanuz, considerada patrona de los pasiegos que acuden a la romería que celebra anualmente en su campa el día 15 de agosto.

Los pasiegos Existen documentos medievales, fechados en Espinosa de los Monteros

(Burgos), que hablan de la presencia de los pasiegos en estos "Montes de Pas". Estos se extienden por los municipios de San Roque de Riomiera, La Vega de Pas, San Pedro del Romeral y la misma villa de Espinosa.

Los pasiegos, hoy, se dedican por completo a la ganadería lechera, en la que

están especializados. A finales del XIX dejaron las ovejas, cabras y vacas pasiegas que hasta entonces cuidaban y se emplearon en la cría y explotación de la vaca holandesa, para cuyo cuidado han dejado incluso sus huertas y cultivos y han destinado todos sus terrenos a prados, que cultivan y explotan perfectamente adaptados al clima y sus estaciones, a las fuertes pendientes y a los grandes diferencias de altura. Son austeros, no pobres, no desperdician nada, todo lo aprovechan: el terreno, la piedra, los árboles, el agua, las vacas, el abono, los productos y subproductos de la vaca.

Dado que una misma finca puede producir tres cortes de diente: el primero es la

hierba, el seco o el corte de dalle para guardar en el pajar; el segundo, la brena u otoñá, entre agosto y noviembre, y el tercero es el retoño de la primavera para su mejor aprovechamiento, poseen una media de seis cabañas por familia, se ha hecho un pueblo trashumante, cambiando la base de operaciones de la familia cada vez que mudan o cambian de lumbre.

Hacen dos tipos de trashumancia estacional: la vertical, desde la ribera (pastos

bajos) a la ladera (falda) y a la braniza (pastos altos) y la horizontal, que practican dentro de estas zonas. Ayudados de animales (caballos, mulos o asnos) o mediante el cuévano, que llevan a cuestas, transportan la mínima carga posible: ropa de cama, algunos aperos y los utensilios de cocina, además de su rebaño de vacas.

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Debido a las fuertes pendientes no son fáciles de mecanizar las labores agrícolas, por eso la recolección de la hierba exige abundante mano de obra para segar, esparcir, tender, atropar, velortear y empayar. De ahí el continuo mudar, subir y bajar de la braniza a la ribera, ayudándose entre los miembros de la familia, que suele tener un elevado número de hijos, los chicuzus, que desde bien pequeños comparten el trabajo común. Tal vez debido a la difícil orografía del terreno o tal vez por las cargas que suelen mover poseen una forma de andar característica, que se ha querido atribuir, con poco fundamento, a razones étnicas.

Ese constante cambio dificulta las relaciones de vecindad y hace de la familia el

grupo más importante de la cultura pasiega. Esta, radicalmente adaptada al medio, junto con su ganado y sus cabañas dispersas por los montes, forma parte inseparable del paisaje, que ella ha creado, con su trabajo en estos valles.

Las cabañas de las branizas o de verano son sencillas y funcionales, poseen lo

imprescindible para atender al ganado y las necesidades básicas. Son casas de dos plantas: la de abajo para los animales, que además dan calor en invierno, y la de arriba para la familia y la hierba. Su construcción es de piedra, madera y lastras de pizarra. El tejado de dos aguas se cubre con lastras de pizarra que se sujetan con grandes piedras.

A la planta alta se sube por escaleras exteriores de piedra, sin barandillas, a

través de un rellano que se prolonga con la solana o balconada, orientada al sur, desde la que se accede a las habitaciones y el pajar. Las ventanas son pequeñas y están orientadas a la carretera. El piso de arriba está dividido por un tabique de roble que separa las habitaciones del pajar o tascón. Para separar las habitaciones se emplea el bergancio, tejido de varas de avellano revocadas con arcilla. La cocina tiene el fuego bajo, sobre una lastra, y en su centro está el llar para colgar los pucheros. En lugar de chimenea se abre un hueco entre las lastras del tejado, que se tapa con tierra cuando se abandona la cabaña.

La cabaña vividora, en la plaza, se distingue de las cabañas del monte en que

está más acaldada, tiene cocina económica y chimenea, dormitorios separados, ventanas mas grandes, colchones de lana, luz eléctrica y agua corriente. En ella se guarda la ropa buena, para ir a Santander, al médico, al ayuntamiento, a la romería o a la fiesta de la Virgen de Valvanuz, el 15 de agosto en Selaya, por la que los pasiegos sienten gran devoción.

La riqueza de los pasiegos no se mide por su casa o por el mobiliario de la

misma si no por su ganado y sus prados. Esto explica los dichos pasiegos de “tierra cuanta veas, casa en la que quepas” y “las madres de las vacas son los praos.”

Me llamaste pasieguca Dicen que los pasiegos creyendo que era vileza. huelen a suero. Me pusiste un ramillete Pasieguco es el míu de los pies a la cabeza y huele a romero.

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El hábitat pasiego se caracteriza por un núcleo, la villa, la plaza, en el que están la iglesia, la bolera, el ayuntamiento, la tienda y los bares y los barrios que se pueden dividir en varias praderas, varias fincas con vivienda cercanas. (San Roque de Riomiera)

Todo este característico "paisaje pasiego", sus prados, sus cabañas, su

arquitectura, las formas de vida, las costumbres, el folklore, la etnografía, las creencias mágicas, la religiosidad bien conservadas aun forman en conjunto un Patrimonio cultural que exige medidas de conservación urgentes. Hasta ahora solo ha habido algunas meritorias iniciativas individuales o de fundaciones privadas, estudios antropológicos y etnográficos o Museo de las Villas pasiegas en la Vega y el Museo de las amas de cría pasiegas en la “casa de la beata” junto al santuario de Valvanuz por el que pasaremos tras atravesar en nuestro descenso “el robledal de todos”), y no se conocen otras procedentes de las Instituciones mas responsables.

Estos montes originalmente poblados de bosque caducifolio, sobre todo

robles y hayas, estas en menor proporción, los vemos ahora casi desarbolados o poblados de extensiones de robles y pinos Monterrey ( Pinus radiata ), ya que los habituales eucaliptos no suelen plantarse por encima de los 400 m de altitud dado que no soportan las heladas invernales. El arbolado autóctono anterior fue cortado para la construcción de buques de la Real Armada y para ser transformado en los prados actuales. De aquellos bosques originales quedan algunos robledales en la sierra del oeste, Aloños, y en otras laderas de estos valles.

Los prados sustituyeron al ecosistema original sobre todo hace un siglo cuando

se introdujo la vaca frisona, originaria de los Países Bajos, dedicada a la producción de leche de forma intensiva. Sustituyó a las razas autóctonas, menos rentables en ese aspecto. Esta introducción se vio favorecida por las industrias lácteas que se asentaron entonces en las comarcas de Cayón y Piélagos (Nestlé, Sam, y otras menores).

Las fábricas y las vacas introdujeron grandes cambios en los modos de vida y

producción ganadera y transformaron la economía de estos valles, ahora casi exclusivamente ganaderos. Hoy este tipo de ganadería está en plena transformación debido al ingreso de España en la Unión Europea.

La industria láctea, al contrario de lo que pueda parecer, es como la química,

una importante consumidora de agua. Posteriormente la devuelve a los ríos altamente contaminada con detergentes con gran deterioro de la vida en los ríos, antes ricos en cangrejos - ya desaparecidos o sustituidos por especies americanas - truchas y salmones, en trance de desaparición o sustitución por especies foráneas.

Desde la cumbre del Giniro también podemos ver una panorámica que incluye,

por el norte, Peña Cabarga y Santander y por el este, a nuestra izquierda, el macizo calizo de Las Enguinzas y el valle de Merilla.

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En el centro de Selaya se encuentra la Casa - palacio de Donadío, junto a ella una bolera, elemento común en nuestros pueblos, que en este caso conserva a su alrededor unos hermosísimos plátanos y no las feas gradas recargadas de publicidad.

LOS BOLOS Es el juego tradicional más practicado y extendido en esta región. El juego de

bolos, con distintas variantes y modalidades, se practica en todo el mundo. De la antigüedad y frecuencia de su práctica en nuestra región dan fe distintas restricciones, basadas, sobretodo, en consideraciones de tipo religioso, que limitaban su práctica en determinados días de fiesta o durante las horas de misa. Tal vez fueran debidas a que las boleras solían estar cercanas a las iglesias y las plazas de los pueblos. Se sabe que a comienzos del siglo XVII, el Concejo de Santander prohíbe rigurosamente jugar a los bolos en las calles de la villa.

La bolera, sin regular como hoy, era un espacio propio de los pueblos. En ella

se jugaban las partidas de acuerdo con las normas establecidas por la costumbre y en las discrepancias por el juego se acudía a los más experimentados y respetables para que decidiesen.

Este es un juego sosegado que se desarrolla en un ambiente sereno, en los

días tranquilos de verano a la sombra de los árboles que rodean las boleras. En él los jugadores que compiten no comparten, al mismo tiempo, la bolera y no pueden realizar jugadas a la contra, para destruir la jugada del contrario. Se trata de superar la jugada del oponente. Mientras unos juegan los contendientes observan, incluso se elogian y corrigen y los asistentes comentan, disfrutan y aplauden las buenas jugadas independientemente de la "peña" que las realice. En este ambiente sin prisas se desarrollan tertulias y charlas, se favorece la convivencia y el respeto, de manera que al final de las partidas no es raro acabar comentándolas todos juntos en la taberna próxima.

" Una plaza, una calle, un rincón sombreado, es algo que se confunde con la

propia civilización. Los pueblos sin árboles y sin sombras son auténticos aduares incapaces de integrar sentimiento alguno. Un pueblo que dispone de sombras suscita la sociabilidad porque tiene lugares donde la gente puede dialogar cómoda y libremente"

Josep Pla

Estos espacios de convivencia, más que de competición, perdieron su carácter

acogedor con la llegada de los nuevos materiales de construcción y la utilización de sus bancos y asientos para colocar, en ellos, una abundante y antiestética publicidad.

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Hoy se conocen en Cantabria cuatro modalidades de este juego. En la parte más oriental se practican el pasabolo-losa y el pasabolo-tablón. En la zona de San Pedro del Romeral se conserva el bolo-pasiego. Pero la más conocida de las variantes, extendida por toda la región e incluso en otras regiones cercanas es el bolo-palma.

El bolo - palma se juega con nueve bolos colocados en cuadro, caja, en tres

filas de tres. Cada jugador tira dos veces la misma bola, primero desde el tiro, una distancia preestablecida entre catorce y veinte metros, y luego se vuelve a tirar, birlar, desde donde quedó la bola la primera vez sumándose los bolos obtenidos en los dos lanzamientos.

Si la bola se detiene entre los propios bolos, queda de caja, entonces el jugador

puede birlarla desde donde quiera, esto se conoce como segar. Si no alcanza a rebasar en su caída una raya que hay entre el tiro y los bolos es bola queda o anulada y si ha derribado algún bolo este no cuenta y tampoco se puede birlar, se pierde.

Este es un juego de habilidad y técnica pues consiste en derribar el máximo

número de bolos. Para ello hay que tirar con fuerza suficiente para rebasar la raya indicada pero no tanta como para que la bola se aleje de los bolos y haga difícil el "birle".

Dependiendo de que el décimo bolo, el emboque, se sitúe a la izquierda, a la

mano, o a la derecha, el pulgar, la bola deberá girar en un sentido o en otro. Y según el recorrido que describa la bola en el suelo con relación a la posición del emboque pueden sumarse diez o más al total de bolos obtenidos. Las normas tienen otras dificultades referidas a las rayas trazadas en el suelo que limitan las zonas de juego.

Los nueve bolos y el emboque, más uno de repuesto, se elaboran en madera

de avellano pues aunque son de menor duración suenan, "cantan", mejor. En cambio los madera de de abedul, más seca y duradera, no cantan tan bien. En cambio las bolas suelen hacerse de madera de encina. A finales del siglo anterior, con el regreso de los indianos de Cuba, los bolos se empezaron a elaborar con torno en la forma que los conocemos ahora. Hasta entonces se trabajaban con azuela, tal vez por los mismos artesanos de nuestros pueblos que hacían las albarcas, rastrillos, horcas, colodras, bieldos, picayas y cualquier otro tipo de útiles domésticos o aperos de labranza. Un reflejo más de la influencia de la madera, el bosque, en nuestras tradiciones.

En el siglo pasado se fueron incluyendo las partidas de bolos en las fiestas de

los pueblos lo que favoreció la extensión del juego por toda la región desde el oriente de Asturias hasta el Asón.

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En este tiene lugar la extensión de las boleras dificultada, en principio, por las diferencias en las normas del juego. También se va configurando una forma de juego unificada y conocida como "bolo - palma montañés". Al modificarse la distancia del punto de lanzamiento de la bola, el tiro, cambia la forma de lanzar la bola y el juego se va convirtiendo en un ejercicio de técnica y habilidad más que de fuerza. De esta manera crece el número de bolos derribados.

Aparecen las "rayas". Las primeras eran circulares, más adelante fueron

evolucionando hacia las actuales siempre dependiendo, dentro de unos márgenes, de la zona o del jugador que las "pone".

Hace ya un siglo se publicó en Puente San Miguel el primer reglamento y en

1919 se formó la Federación de Bolos con el fin de fomentar el juego, regular y unificar las normas y condiciones de su desarrollo. En 1920 se organizó el primer Campeonato Provincial con los tiros a 16, 18 y 20 m. del primer bolo. En él se hacían dos tiradas al pulgar, la bola gira hacia la derecha donde se encuentra el emboque, y dos a la mano.

Crecen boleras. Los jugadores se van "profesionalizando". Se baten récords.

Aumentan las licencias y las peñas el juego se hace más competitivo y formal. Números, marcadores, récords y marcas, ligas, fichajes, premios en metálico, contratos, publicidad... todo ha colaborado al mantenimiento y expansión de los bolos pero ha modificado en gran manera el carácter de las partidas de pueblo y hecho desaparecer el carácter entrañable y apacible de las boleras a la sombra de los árboles.

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Marcha: Valles de Manzanedo y Valdivielso

(Visitas al Monasterio de Santa Mª de Rio Seco y a las Iglesias

románicas de San Martín el Rojo y San Pedro de Tejada)

Itinerario:

Salida desde Teka a las 9,30

Reagrupamiento y café en el Bar de Luena de 10,30 a 11h

Puerto del Escudo Soncillo Torres de Abajo Landraves

Hoz de Arreba Manzanedo (Valle de Manzaneda

RIO SECO: Visita al Monasterio Cisterciense de Santa María de Río Seco (Descripción en páginas siguientes) Comida (¡¡¡¡¡llevar cada uno la suya!!!!)

SAN MARTÍN EL ROJO: Visita a la Iglesia románica de Ntra. Sra. de la Asunción (Descripción en páginas siguientes)

Incinillas Valle de Valdivielso

Puente Arenas: Visita a la iglesia románica de San Pedro de Tejada (Descripción en páginas siguientes)

Regreso

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Monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco

Se encuentra en el Valle de Manzanedo, actual provincia de Burgos, junto al río Ebro, en el territorio donde tuvo su origen el primitivo Condado de Castilla.

Orígenes

Vista del estado actual (2010).

La comunidad que en el siglo XIII se trasladó hasta el Valle de Manzanedo había ocupado un pequeño cenobio en Quintanajuar, en el Páramo de Masa, de donde se trasladaron a finales del siglo XII a San Cipriano de Montes de Oca (La Rioja). Cuando a comienzos del siglo XIII, hacia el año 1204, llegaron al Valle de Manzanedo ocuparon lo que era el antiguo monasterio de Rioseco, perteneciente al

patrimonio de la comunidad de Quintanajuar desde el año 1171 en que lo recibieron como donación de los descendientes de Martino Martini de Uizozes.

No existen noticias anteriores de este antiguo monasterio situado en una pequeña explanada al norte de donde se establecieron definitivamente hacia el año 1236, y cuyas ruinas todavía podemos visitar. En el lugar ocupado por el primitivo monasterio de Rioseco todavía se pueden ver las ruinas de la iglesia conventual, que después del traslado al nuevo monasterio fue la parroquia de Nuestra Señora de Parrales.

Al parecer, como consecuencia de la grave inundación que sufrió el monasterio en 1216, se organizó el traslado a un solar próximo situado en una zona algo más elevada. El traslado a la que sería la definitiva ubicación de esta comunidad cisterciense se hizo en 1236. En el siglo XIV, Rioseco formaría uno de los más potentes patrimonios económicos de los cistercienses castellanos. Seguirían años de penuria y crisis a mediados del s. XV y años de crecimiento como en el s. XVII.

Guerra de la Independencia y desamortización

Desde 1808 a 1809 las tropas francesas alojadas en Medina embargaron buena parte de los granos almacenados, y desde este último año hasta el 29 de junio de 1814 los monjes tuvieron que exclaustrarse. Aunque volvieron a él, no duraron mucho ya que, el 29 de octubre de 1820, durante el Trienio Liberal, "los comisarios del gobierno revolucionario tomaron posesión de este monasterio". En pública subasta celebrada en Villarcayo, serían vendidos buena parte de sus bienes. El monasterio quedó sin vender. Abandonado, fue en parte aprovechado por la gente del lugar como almacén, parroquia y cementerio.

En 1855, a falta de licitantes, Francisco Arquiaga, comisario provincial de la subasta, cargó con aquella belleza inútil y desolada. Arquiaga desde el principio cedió el templo para el culto, estando éste magníficamente equipado: retablos, cuadros, órgano, pila bautismal, etc., hasta que su nieta Margarita Arquiaga lo cedió a la Archidiócesis y comenzó su expolio,

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saqueo y degradación. Según cuentan algunos vecinos del valle, algunas de las estatuas de santos de la orden sirvieron hace años de relleno de la cercana presa del Ebro.

Descripción

Su claustro es de estilo herreriano y conserva una preciosa escalera de caracol. Aún se mantienen los muros de la iglesia en pie, y las bóvedas conservan algunos restos de policromía. Su Cartulario se conserva en el Archivo Histórico Nacional (códice 91B).

Texto: Wikipedia

Iglesia de Ntra. Señora de la Asunción

La pequeña y hoy, salvo por la tenacidad de su único vecino, prácticamente despoblada localidad de San Martín del Rojo se sitúa en el Valle de Manzanedo, a apenas 10 km al oeste de Villarcayo y a poco más de 4 km al noroeste de Rioseco.

Con la inmediata Quintana del Rojo, apenas separada por medio kilómetro, formaron un único núcleo de población, erigiéndose entre ambos barrios como principal este de San Martín, emplazado sobre un altozano. Sin embargo, el Libro Becerro de las Behetrías los considera por separado, coincidiendo sólo en ser behetría de Pedro Fernández de Velasco, pues en estos años centrales del siglo XIV únicamente Fuente Humorera se refleja en el Becerro como propiedad del inmediato monasterio de Santa María de Rioseco. No obstante, sabemos que los bernardos de Rioseco poseían bienes en Quintana del Rojo, obtenidos por compra y trueque con la colegiata cántabra de San Martín de Elines, y también en San Martín, al menos desde 1324, fecha del testamento de doña Sancha Gómez de Porres quien les lega "todo lo que he en Sant Martin del Rojo". En 1337 doña Juana, hija de María Díaz de Rueda, añadió al dominio monástico sus propiedades en "Sant Martin del Roijo". En junio de 1442 el abad de Rioseco y los vecinos de San Martín del Rojo -"ayuntados en la eglesia de Santa Maria del dicho logar segund que lo avemos de uso e de costumbre de nos ayuntar a campanna tannida para nuestros negocios"-, firmaron una avenencia sobre los términos respectivos y los derechos de pasto. En dicho compromiso actúa entre los apoderados del pueblo el clérigo de San Martín, Juan Pérez. La sentencia de dicho arbitrio fue emitida en julio del mismo año. El Cartulario de Rioseco recoge la donación de un solar con su vivienda, efectuada en 1447 por el monasterio a favor del citado clérigo de San Martín del Rojo, así como las compras de diversas heredades en su término en 1453, 1454, 1459, 1503 y 1504.

En el extremo oriental y más elevado del derruido caserío, rodeada por un pretil que delimita el recinto, se alza su iglesia parroquial, modesto edificio de planta basilical levantado en buena sillería labrada a hacha y con numerosas marcas de cantero, cuya estructura románica

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sólo se ha visto alterada por el añadido de una espadaña barroca sobre su hastial occidental y el cuerpo adosado al sur albergando la escalera de caracol que le da servicio, la sacristía adosada al sur del presbiterio y la reforma de las cubiertas de su nave, ésta única, dividida en tres tramos, rematada por cabecera de breve tramo recto presbiterial y retranqueado ábside semicircular, y con portada abierta en un antecuerpo del tramo medio. Cúbrese la cabecera con bóveda de cañón en el presbiterio y cascarón en el hemiciclo, ambas sobre imposta de nacelas escalonadas. Da paso a la capilla, desde la nave, un arco triunfal doblado de medio punto hoy deforme, apoyado en sendas semicolumnas alzadas sobre plintos, basas molduradas con toros -el inferior con garras- y escocia recta. Coronan estos soportes dos capiteles vegetales, de hojas nervadas con remate avolutado y piñas en los ángulos de la epístola -cuyo cimacio se decora con trama de rombos y rombos partidos-, y hojas cóncavas con pitones superpuestas a otras entorchadas en el del evangelio, de diseño similar a otras cestas de Huidobro. Al exterior, el liso tambor absidal se reforzó con sendos contrafuertes prismáticos que rematan en talud a la altura de la cornisa, decorada ésta con puntas de diamante y soportada por canecillos, la mayoría de simple nacela y otros ornados con un rabelista, una máscara monstruosa, una figura femenina exhibicionista, un deteriorado personaje sedente y prótomo de bóvido. En el eje del hemiciclo se abre una estrecha saetera de derrame interior, rodeada por un arco de medio punto ornado con un bocel sogueado, motivo frecuente en la decoración de esta área septentrional de la provincia y que se repite con profusión en este edificio. Al costado meridional del presbiterio se adosó una pequeña sacristía moderna cubierta con cielo raso, cuyo acceso interior alteró la primitiva ventana que daba luz a la cabecera, restando únicamente de ella el chaflán de su contorno, decorado con banda de contario y círculos concéntricos, motivos que se repiten en el interior de la ventana absidal. La nave se articula en tres tramos hoy cubiertos por sendas bóvedas de crucería simple de factura moderna que sustituyen a la probable bóveda de cañón primitiva, reforzada por fajones seguramente doblados que volteaban sobre responsiones prismáticos con semicolumnas adosadas, éstos conservados y aprovechados como soportes de los arcos y nervios actuales. En el muro sur del tramo oriental de la nave se abre una estrecha ventana en torno a una saetera de derrame interior. Presenta hacia la nave arco doblado de medio punto, el exterior ornado con un bocel sogueado y dientes de sierra y el interno con dientes de sierra, sobre una pareja de columnas acodilladas de basas áticas, cuyos capiteles muestran, el izquierdo dos cabecitas, una masculina y otra femenina y bolas, y el derecho, sobre el fondo liso de la cesta, un acróbata que alza inverosímilmente sus piernas, sujetas con ambas manos al estilo de las típicas representaciones de las sirenas de doble cola. Repite esta ventana al exterior su estructura, con arco de doble rosca decorado con zigzag y chambrana de bocel sogueado y nueva hilera de dientes de sierra, sobre cimacios de chaflán escalonado y una pareja de columnas de capiteles sumariamente decorados con bolas, pinas, cabecitas humanas y volutas. Las dos parejas de semicolumnas sobre las que apeaban los primitivos fajones se coronan con capiteles de similar rudeza de talla, de los cuales el más interesante es el meridional del tramo más próximo a la cabecera, decorado con dos músicos y una danzarina con los brazos en jarras llevándose una mano al pecho, acompañados por curiosas aves -especie de pavos reales similares a otras de Tartalés de los Montes y Condado de Valdivielso-, que lucen aparatosos penachos,- el músico de la cara que mira al altar toca una gran viola con arco que parece sostener el propio pájaro que le escolta, mientras que su compañero hace sonar un instrumento de viento, fracturado como los brazos de la figura. Frente a éste, la cesta del muro norte se orna con dos toscas y desproporcionadas parejas de cuadrúpedos

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enfrentados dos a dos, cuyas largas patas se muerden mutuamente los de la cara occidental. Los capiteles que delimitan el tramo occidental reciben, el del muro sur dos mascarones humanos al que sendas rudísimas aves picotean la boca, flanqueando la roseta incisa con talla en reserva que campea en el frente, y el del norte una roseta similar esta vez acompañada por volutas, piñas y hojas lanceoladas y nervadas. La portada se abre en un antecuerpo del muro meridional, componiéndose de arco de medio punto levemente peraltado y liso rodeado por cuatro arquivoltas profusamente decoradas, sobre jambas escalonadas en las que se acodillan dos parejas de columnas. La arquivolta interior decora su perfil achaflanado con dientes de sierra excisos y ornamentales de trépano, y la segunda recibe un haz de tres boceles, más grueso el central. La tercera se decora con tosquísimas figurillas, dispuestas en sentido longitudinal, atadas por una cadena cuyos eslabones discurren por la parte externa de la arquivolta, situándose en sus extremos sendas figuras demoníacas: la más occidental es un demonio desnudo de grotesco rostro y cabellos llameantes, que alza en su diestra una llave mientras con la otra mano sujeta la cadena que arranca del grueso grillete de su cuello; en el salmer derecho se dispone otro demonio, éste bajo la forma de un ángel de cuya cabeza brotan dos grandes cuernos de carnero. Entre ambos seres maléficos sufren el tormento varias figuras humanas, encadenadas entre sí y con gruesas argollas rodeando sus cuellos, en variadas actitudes: un personaje sedente con un libro abierto sobre su regazo y alzando una cruz en su diestra, otro ataviado con túnica corta que porta un báculo o cayado, uno más, quizá en actitud de baile, con los brazos en jarras, y junto a él un músico haciendo sonar un instrumento de viento, un portador de cayado que lleva su diestra al zurrón que porta en bandolera, otro haciendo sonar el olifante, un tocador de viola con arco y otros dos muy maltrechos, uno de los cuales porta un cayado del tipo visto. Más o menos en el centro del arco, interrumpen esta serie de pecadores presas de sus vicios, mensaje que ya vimos en Soto de Bureba, Bercedo, Almendres o Vallejo de Mena, una cabeza monstruosa de puntiagudas orejas que devora por el tronco a una figura que alza su brazo derecho y dos cabecitas encadenadas. La arquivolta externa decora su chaflán con rosetas de botón central y cruces inscritas en clípeos y talladas en reserva -en los salmeres- y una sucesión de cruces resarceladas con puntos de trépano, que más parecen querer imitar motivos propios de los herrajes que hacer alusión a orden militar alguna, como peregrinamente han sugerido algunos autores. Corre bajo los arcos una imposta de menudo taqueado, salvo en el arco, donde ésta se sustituye por un reticulado con bolitas que parece remedo del típico tallo vegetal con hojarasca. En los capiteles de las dos parejas de columnas de la portada manifiesta el artífice idéntica impericia a la hasta ahora vista. El exterior del lado izquierdo muestra la cesta lisa, sólo decorada por dos tallos avolutados que penden del dado central de su ábaco, ornándose el interior con un muy rasurado personaje ataviado con túnica corta recogida con cinturón que alza sus manos asiendo un tallo con una mano y alzando una especie de maza o lanza con la otra. El interior del lado derecho del espectador muestra una pareja de aves afrontadas bajo un mascarón monstruoso y tallo con brotes avolutados, con un pitón gallonado entre ellas y simples puntos de trépano en forma de estrella y recuadro ocupando el resto de la cesta, coronada por ábaco con dados. En el capitel exterior asistimos al combate entre dos rasurados infantes que alzan sus espadas y se protegen con muy perdidos escudos. Esta bárbara escultura, obra popular de un cantero poco ducho en el arte del relieve, parece encontrar su inspiración en los motivos recurrentes en los templos del entorno, como lidobro, Turzo, El Almiñé, Incinillas, Condado de Valdivielso, Almendres, etc.

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Bajo idénticos parámetros se mueve la hilera de canecillos que soportaban la perdida cornisa del primitivo tejaroz que coronaba el antecuerpo, decorados con una cabecita teniendo un barril, un descabezado personaje y un cuadrúpedo, un prótomo de cérvido, un probable acróbata y una pareja de aves de cuellos entrelazados. Y similar rudeza hasta el punto de pensar en una misma poco ducha mano, volvemos a ver en la pareja de capiteles hoy reutilizados -retallándolos en parte- en el moderno pórtico que recubre la fachada meridional, procedentes del arco triunfal de la arruinada iglesia de Fuente Humorera. El más oriental es casi un remedo del de temática juglaresca que vimos en el interior, con sendos músicos haciendo sonar, uno un rabel cuyas cuerdas estira un ave emplazada sobre una hoja de punta curva con bola, y el otro un instrumento de viento, flanqueando una figura femenina con los brazos en jarras en actitud de danza. El otro capitel insiste en la temática festiva, con una figura femenina que se lleva una mano a la sien y la otra al vientre y una especie de domador que alza una fusta en su diestra y sujeta las riendas de un caballo con la otra mano, ambos rodeados de botones vegetales excavados e inscritos en clípeos con zigzag. Al fondo de la nave, bajo el coro, se conserva una sencilla pila bautismal de traza románica y copa semiesférica lisa sólo ornada con un bocel en la embocadura, que mide 92 cm de diámetro por 61 cm de altura, alzándose sobre un tenante cilíndrico con simple basa de 34 cm de alto. El sabor popular del edificio y su escultura monumental, unido al melancólico paisaje que la despoblación impone, convierten a esta iglesia, a nuestro entender, en obligada referencia de la más rural y auténtica expresión del maridaje entre fe y folclore, y ello en una fecha imprecisa de la segunda mitad del siglo XII. Su estado de conservación, como el de tantas otras, es preocupante. Autor del texto: José Manuel Rodríguez Montañés Enciclopedia del Románico - Fundación Santa María la Real

Iglesia románica de San Pedro de Tejada

El templo de San Pedro de tejada es uno de los monumentos románicos burgaleses más completo y conservado.

La construcción es de una sola nave dividida en dos tramos mediante arco fajón, contrafuerte exterior y bóveda de cañón.

La cabecera consta de presbiterio rematado en capilla absidal que está dividida en tres paños por un par de contrafuertes, prismáticos en su zona inferior y columnas entregas en la superior.

Una imposta ajedrezada y cinco arcos de medio punto embellecen el conjunto.

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La portada tiene una serie de arcos concéntricos, entre los que alternan bocelones, sogueados, cañas con bolas y rosetas. Destacan los canecillos que representan al Tetramorfos y a los Evangelistas y el friso inferior con esculturas de los Apóstoles, presididos por Cristo, junto a un león sujetando a un hombre y un fragmento de la Sagrada Cena.

La torre se eleva sobre el crucero y destaca la estructura de columnas y vanos geminados muy finos.