Evolución táctica de la Selección Argentina en el Mundial 2014

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ARGENTINA 2-BOSNIA 1. RÍO DE JANEIRO Ensayo y error. Aunque el rival se presentaba accesible, Sabella acudió, en contra de las previsiones de todos, a una de sus formaciones favoritas, con cinco defensores. Más que una precaución excesiva, sonaba a dogmatismo. Zabaleta, Federico Fernández, Garay, Campagnaro y Rojo debían ocuparse solo del lungo Džeko. Y para que ese ejército ocioso le cuidara el rancho a Chiquito Romero, el DT sentó en el banco a Higuaín. Desmesurado. Al cabo de un primer tiempo pobre a pesar de la ventaja 1-0 y con Messi al borde del fastidio, Sabella demostró reflejos para enmendar el error y conformar a su figura principal. Saltaron Higuaín y Gago a la cancha, en lugar de Campagnaro y Maxi Rodríguez. El equipo recuperó posesión, compañía para el diez y profundidad. La victoria no fue holgada, pero la Selección completó un partido aceptable y Messi despertó con un golazo. Todas, óptimas señales. ARGENTINA 1-SUIZA 0. SAN PABLO El rostro de la agonía. Ya estamos en octavos de final, la zona caliente que desalienta los experimentos. Sabella fue consecuente con el diseño que había enhebrado tres victorias seguidas, con Lavezzi desde el comienzo. Los suizos opusieron una estructura cerrada. Y el caudal ofensivo insinuado por las cuatro maravillas de la pelota (que ahora eran tres) no aseguró la prosperidad. Por el contrario: la Selección inauguró el tono agónico que mantendría a lo largo de la serie. Hubo alargue (se repetiría en dos ocasiones), una fajina extenuante para un equipo que no fue al duelo fortuito de los penales solo porque aparecieron Messi y Di María –más vale tarde– para elaborar un gol fantástico, y por el palo derecho de Romero. Hombre dado a conceder solo si vale la pena, Sabella entendió que era el momento de meter mano. Adentrarse en el desierto de lo real. Ahora que venía lo más duro, había que consolidar el mediocampo y la defensa. Mimetizarse con la aridez del contrario. Canjear brillo por seguridad. ARGENTINA 1-BÉLGICA 0. BRASILIA Mascherano, nuevo centro neurálgico. Lucas Biglia había entrado en todos los partidos, siempre como último cambio. Tardío, meramente formal o dilatorio. A pesar del escaso rodaje, Sabella lo eligió como titular, en reemplazo de Gago, y lo ungió escudero de Mascherano. Además, sacrificó a Federico Fernández y en su lugar ingresó Demichelis, marcador central de buen pie. El encuentro en Brasilia fue una bisagra. El centro neurálgico del equipo se desplazó de la zurda de Leo a los testículos de Mascherano. Y Mascherano fue el hombre a rodear, con lo que Leo quedó librado más que antes a su propio repertorio de trucos. De él se esperaba la esporádica iluminación que abriera los partidos. El resto del equipo se ocuparía de lo demás. La baja de Di María por un desgarro agravó el aislamiento. Su reemplazante, Enzo Pérez, de la familia de Estudiantes, contribuyó a la mesura. Con un gol a los ocho minutos, la Selección se abocó a neutralizar a Bélgica, una formación a la que no le sobraban recursos. Su mérito más elogiado fue no dejar hacer. NIGERIA 2-ARGENTINA 3. PORTO ALEGRE Un breve apogeo. Dos triunfos al hilo impedían tocar el equipo. Otra vez un ataque poblado de hombres rápidos y habilidosos, más un cinco de pie sensible (Gago) a la sombra de Mascherano. En este encuentro, la Selección desplegó más cabalmente sus características congénitas. Le dio gran ritmo a la ofensiva, generó muchas situaciones de gol (además de meter tres) y tuvo la posesión el 58% del tiempo, todo un récord para un equipo afecto al contragolpe. Claro que también dejó grietas a espaldas de los mediocampistas. Toma y daca, palo y palo. El frenesí que extasiaba a buena parte de la tribuna y con el que Messi (autor de dos goles) se sentía como pez en el agua. La corrección política, de todas maneras, aconsejaba rememorar la goleada sufrida ante Alemania en el Mundial de Sudáfrica . El primer caído obligó al entrenador a modificar el tablero, que comenzó a configurarse según sus preferencias tácticas. Agüero salió por lesión cuando apenas iban 38 minutos. En su lugar entró Lavezzi, un atacante con aura sexy y mayor recorrido que Agüero. Un jugador polivalente, al que se le podía pedir que se replegara y marcara. HOLANDA 0 (2)-ARGENTINA 0 (4). SAN PABLO Juego de mesa. Sabella definió el cruce con Bélgica con elocuente satisfacción: “Fue el mejor partido en lo que respecta al equilibrio. Excelente desde lo táctico y desde lo estratégico”. Hallada la manija de la pelota, el DT subió la apuesta ante Holanda. Pensó un partido de escritorio, un juego de mesa. Hecho de insinuaciones. Un desafío intelectual entre dos entrenadores. La fortaleza defensiva (cuenta pendiente hasta avanzado el Mundial) volvió a distinguir la actuación de la Selección. Y Mascherano, la encarnación carismática de esta identidad exprés modelada por Sabella en el curso de la competencia, alcanzó la cima. Dos victorias personales ante Robben, el Godzilla holandés que Argentina redujo a la inanidad, lo catapultaron como héroe. Fue un partido burocrático, de estudio permanente. Como Messi no hizo la diferencia, nadie la hizo. Solo la tanda de penales, con Romero descollante, confirmando una intuición de Sabella defendida con obcecación, aportó los acordes épicos. La final era la siguiente estación. ALEMANIA 1-ARGENTINA 0. RÍO DE JANEIRO La victoria cultural. La flamante personalidad del equipo, aunque contraria a la versión primigenia, encontró un apoyo unánime entre los hinchas. Se dijo que el equipo representaba la cohesión, el coraje… En fin, abundaron las lecturas simbólicas en busca de lo argentino. Lo cierto es que los resultados exitosos transforman los pareceres y las conductas. Ayer nos gustaban los toques veloces de Agüero y Di María; hoy nos gustan las zambullidas heroicas de Mascherano. Con clima triunfal y adhesión popular, Sabella repitió el equipo. Cubrir espacios, retener la peligrosa línea de volantes de Alemania, no perder el orden jamás. De vez en cuando, si se podía, se ensayarían algunas escapadas mediante el eslalon de Messi. Las cosas salieron según lo previsto. Con más sacrificio que belleza, la Selección le hizo un partidazo a Alemania. Pero cuando se deja solo un cartucho en el tambor del revólver, no existe margen para la equivocación. Y Argentina no tuvo puntería en el instante crucial. Solo eso explica que la copa haya viajado a Europa. Sabella igual ganó su torneo. Su módica batalla cultural. ARGENTINA 1-IRÁN 0. BELO HORIZONTE Volver al modelo. Desde el comienzo, Sabella ratificó a los cuatro ases del mazo (Messi, Higuaín, Agüero y Di María): gran delantera gran, promesa de exuberancia futbolística, más aún ante un rival neófito, el remoto Irán. Lo que el público esperaba. Lo que Leo quería. Sin embargo, el gol se hizo desear. Los veloces improvisadores no se conectaban tan a menudo y, para colmo, los contraataques del débil adversario ponían en aprietos a Romero. Quién lo hubiera dicho. Sobre el final, Messi se rebeló y clavó un zurdazo magistral que destrabó un partido arduo. Pero Sabella tomó nota, con cierta alarma. Por diversos motivos (cansancio acumulado en la larga temporada, lesiones irresueltas), los de adelante no lucían tan afilados. Invertir en ellos todas las aspiraciones sonaba improcedente. Cultor del equilibrio, el entrenador percibió que el cuarteto genial quizá no compensaría la desprotección defensiva. Ni con goles a granel ni con un solidario retroceso en busca de posiciones defensivas. Algo había que hacer. 1 3 2 6 7 4 5 Iba a ser el Mundial de los Cuatro Fantásticos, pero terminó siendo el de Mascherano. Cómo planteó Sabella cada uno de los siete partidos. POR LA EVOLUCIÓN TÁCTICA DE LA SELECCIÓN ARGENTINA BRASIL 2014 Romero Garay Fernández Rojo Mascherano Gago Campagnaro Zabaleta Biglia Rodriguez Di María Messi Agüero Higuaín Romero Garay Demichelis Basanta Mascherano Gago Biglia Di María Messi Palacio Higuaín Lavezzi Zabaleta Pérez Romero Garay Fernández Basanta Rojo Mascherano Gago Biglia Di María Messi Aguero Higuaín Lavezzi Zabaleta Romero Garay Fernández Álvarez Rojo Mascherano Gago Biglia Di María Messi Aguero Higuaín Lavezzi Zabaleta Romero Garay Demichelis Rojo Biglia Messi Palacio Higuaín Lavezzi Zabaleta Pérez Mascherano Rodríguez Aguero Romero Garay Demichelis Rojo Biglia Messi Palacio Higuaín Lavezzi Zabaleta Pérez Mascherano Rodríguez Aguero Romero Garay Fernández Palacio Rojo Mascherano Gago Biglia Di María Messi Aguero Higuaín Lavezzi Zabaleta La Selección llegó al Mundial con un perfil ofensivo y vertiginoso. Con Messi como centro de gravedad, los hábiles Di María, Higuaín y Agüero completaban el motor futbolístico que prometía goles a granel. Por lesiones, defecciones y otras sorpresas, el proyecto romántico que prefería Leo fue mutando hacia la prudencia, el equilibrio y el orden, valores más afines al ideario de Alejandro Sabella, para quien la única verdad es la realidad. Aquí, el recorrido de un equipo al que el entrenador, sin levantar la voz, le cambió la personalidad en un puñado de partidos. Incluido el enroque de Mascherano y Messi en el rol de figura estelar. El público, lejos de reclamar el brillo prometido en las vísperas, aplaudió en forma unánime, demostrando, por si hiciera falta, que el éxito es la ideología más contagiosa. Por Alejandro Caravario ILUSTRACIÓN THE VIZ MACHINE/TOMÁS CROM CIRCUITO DE PASES EN LOS 7 PARTIDOS 76 brando 08•14 08•14 brando 77

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ArgentinA 2-BosniA 1. río de JAneiroensayo y error. Aunque el rival se presentaba accesible, Sabella

acudió, en contra de las previsiones de todos, a una de sus formaciones favoritas, con cinco defensores. Más que una precaución excesiva, sonaba a dogmatismo. Zabaleta, Federico Fernández, Garay, Campagnaro y Rojo debían ocuparse solo del lungo Džeko. Y para que ese ejército ocioso le cuidara el rancho a Chiquito Romero, el DT sentó en el banco a Higuaín. Desmesurado.Al cabo de un primer tiempo pobre a pesar de la ventaja 1-0 y con Messi al borde del fastidio, Sabella demostró reflejos para enmendar el error y conformar a su figura principal. Saltaron Higuaín y Gago a la cancha, en lugar de Campagnaro y Maxi Rodríguez. El equipo recuperó posesión, compañía para el diez y profundidad. La victoria no fue holgada, pero la Selección completó un partido aceptable y Messi despertó con un golazo. Todas, óptimas señales.

ArgentinA 1-suizA 0. sAn PABloel rostro de la agonía. Ya estamos en octavos de final, la zona

caliente que desalienta los experimentos. Sabella fue consecuente con el diseño que había enhebrado tres victorias seguidas, con Lavezzi desde el comienzo. Los suizos opusieron una estructura cerrada. Y el caudal ofensivo insinuado por las cuatro maravillas de la pelota (que ahora eran tres) no aseguró la prosperidad. Por el contrario: la Selección inauguró el tono agónico que mantendría a lo largo de la serie. Hubo alargue (se repetiría en dos ocasiones), una fajina extenuante para un equipo que no fue al duelo fortuito de los penales solo porque aparecieron Messi y Di María –más vale tarde– para elaborar un gol fantástico, y por el palo derecho de Romero. Hombre dado a conceder solo si vale la pena, Sabella entendió que era el momento de meter mano. Adentrarse en el desierto de lo real. Ahora que venía lo más duro, había que consolidar el mediocampo y la defensa. Mimetizarse con la aridez del contrario. Canjear brillo por seguridad.

ArgentinA 1-BélgicA 0. BrAsiliAMascherano, nuevo centro neurálgico. Lucas Biglia había

entrado en todos los partidos, siempre como último cambio. Tardío, meramente formal o dilatorio. A pesar del escaso rodaje, Sabella lo eligió como titular, en reemplazo de Gago, y lo ungió escudero de Mascherano. Además, sacrificó a Federico Fernández y en su lugar ingresó Demichelis, marcador central de buen pie. El encuentro en Brasilia fue una bisagra. El centro neurálgico del equipo se desplazó de la zurda de Leo a los testículos de Mascherano. Y Mascherano fue el hombre a rodear, con lo que Leo quedó librado más que antes a su propio repertorio de trucos. De él se esperaba la esporádica iluminación que abriera los partidos. El resto del equipo se ocuparía de lo demás. La baja de Di María por un desgarro agravó el aislamiento. Su reemplazante, Enzo Pérez, de la familia de Estudiantes, contribuyó a la mesura. Con un gol a los ocho minutos, la Selección se abocó a neutralizar a Bélgica, una formación a la que no le sobraban recursos. Su mérito más elogiado fue no dejar hacer.

nigeriA 2-ArgentinA 3. Porto Alegreun breve apogeo. Dos triunfos al hilo impedían tocar el equipo.

Otra vez un ataque poblado de hombres rápidos y habilidosos, más un cinco de pie sensible (Gago) a la sombra de Mascherano. En este encuentro, la Selección desplegó más cabalmente sus características congénitas. Le dio gran ritmo a la ofensiva, generó muchas situaciones de gol (además de meter tres) y tuvo la posesión el 58% del tiempo, todo un récord para un equipo afecto al contragolpe. Claro que también dejó grietas a espaldas de los mediocampistas. Toma y daca, palo y palo. El frenesí que extasiaba a buena parte de la tribuna y con el que Messi (autor de dos goles) se sentía como pez en el agua. La corrección política, de todas maneras, aconsejaba rememorar la goleada sufrida ante Alemania en el Mundial de Sudáfrica . El primer caído obligó al entrenador a modificar el tablero, que comenzó a configurarse según sus preferencias tácticas. Agüero salió por lesión cuando apenas iban 38 minutos. En su lugar entró Lavezzi, un atacante con aura sexy y mayor recorrido que Agüero. Un jugador polivalente, al que se le podía pedir que se replegara y marcara.

HolAndA 0 (2)-ArgentinA 0 (4). sAn PABloJuego de mesa. Sabella definió el cruce con Bélgica con

elocuente satisfacción: “Fue el mejor partido en lo que respecta al equilibrio. Excelente desde lo táctico y desde lo estratégico”. Hallada la manija de la pelota, el DT subió la apuesta ante Holanda. Pensó un partido de escritorio, un juego de mesa. Hecho de insinuaciones. Un desafío intelectual entre dos entrenadores. La fortaleza defensiva (cuenta pendiente hasta avanzado el Mundial) volvió a distinguir la actuación de la Selección. Y Mascherano, la encarnación carismática de esta identidad exprés modelada por Sabella en el curso de la competencia, alcanzó la cima. Dos victorias personales ante Robben, el Godzilla holandés que Argentina redujo a la inanidad, lo catapultaron como héroe. Fue un partido burocrático, de estudio permanente. Como Messi no hizo la diferencia, nadie la hizo. Solo la tanda de penales, con Romero descollante, confirmando una intuición de Sabella defendida con obcecación, aportó los acordes épicos. La final era la siguiente estación.

AleMAniA 1-ArgentinA 0. río de JAneirola victoria cultural. La flamante personalidad del equipo, aunque

contraria a la versión primigenia, encontró un apoyo unánime entre los hinchas. Se dijo que el equipo representaba la cohesión, el coraje… En fin, abundaron las lecturas simbólicas en busca de lo argentino. Lo cierto es que los resultados exitosos transforman los pareceres y las conductas. Ayer nos gustaban los toques veloces de Agüero y Di María; hoy nos gustan las zambullidas heroicas de Mascherano.Con clima triunfal y adhesión popular, Sabella repitió el equipo. Cubrir espacios, retener la peligrosa línea de volantes de Alemania, no perder el orden jamás. De vez en cuando, si se podía, se ensayarían algunas escapadas mediante el eslalon de Messi. Las cosas salieron según lo previsto. Con más sacrificio que belleza, la Selección le hizo un partidazo a Alemania. Pero cuando se deja solo un cartucho en el tambor del revólver, no existe margen para la equivocación. Y Argentina no tuvo puntería en el instante crucial. Solo eso explica que la copa haya viajado a Europa. Sabella igual ganó su torneo. Su módica batalla cultural.

ArgentinA 1-irán 0. Belo HorizonteVolver al modelo. Desde el comienzo, Sabella ratificó a los

cuatro ases del mazo (Messi, Higuaín, Agüero y Di María): gran delantera gran, promesa de exuberancia futbolística, más aún ante un rival neófito, el remoto Irán. Lo que el público esperaba. Lo que Leo quería. Sin embargo, el gol se hizo desear. Los veloces improvisadores no se conectaban tan a menudo y, para colmo, los contraataques del débil adversario ponían en aprietos a Romero. Quién lo hubiera dicho.Sobre el final, Messi se rebeló y clavó un zurdazo magistral que destrabó un partido arduo. Pero Sabella tomó nota, con cierta alarma. Por diversos motivos (cansancio acumulado en la larga temporada, lesiones irresueltas), los de adelante no lucían tan afilados. Invertir en ellos todas las aspiraciones sonaba improcedente. Cultor del equilibrio, el entrenador percibió que el cuarteto genial quizá no compensaría la desprotección defensiva. Ni con goles a granel ni con un solidario retroceso en busca de posiciones defensivas. Algo había que hacer.

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Iba a ser el Mundial de los Cuatro Fantásticos, pero terminó siendo el de Mascherano. Cómo planteó Sabella cada uno de los siete partidos.

Por la evolución táctica de la

Selección argentina

BRASIL

2014

Romero

Garay

Fernández

Rojo

Mascherano

Gago

Campagnaro

Zabaleta

Biglia

Rodriguez

Di María

Messi

Agüero

Higuaín

Romero

Garay

Demichelis

Basanta

Mascherano

Gago

Biglia

Di María

Messi

Palacio

Higuaín

Lavezzi

Zabaleta

Pérez

Romero

Garay

Fernández

Basanta

Rojo

Mascherano

Gago

Biglia

Di María

Messi

Aguero

Higuaín

LavezziZabaleta

Romero

Garay

Fernández

Álvarez

Rojo

Mascherano

Gago

Biglia

Di María

Messi

Aguero

Higuaín

Lavezzi

Zabaleta

Romero

Garay

Demichelis

Rojo

Biglia

Messi

Palacio

Higuaín

Lavezzi

Zabaleta

Pérez

Mascherano

Rodríguez

Aguero

Romero

Garay

Demichelis

Rojo

Biglia

Messi

Palacio

Higuaín

Lavezzi

Zabaleta

Pérez

Mascherano

Rodríguez

Aguero

Romero

Garay

Fernández

Palacio

Rojo

Mascherano

Gago

Biglia

Di María

Messi

Aguero

Higuaín

Lavezzi

Zabaleta

La Selección llegó al Mundial con un perfil ofensivo y vertiginoso. Con Messi como centro de gravedad, los hábiles Di María, Higuaín y Agüero completaban el motor futbolístico que prometía goles a granel. Por lesiones, defecciones y otras sorpresas, el proyecto romántico que prefería Leo fue mutando hacia la prudencia, el equilibrio y el orden, valores más afines al ideario de Alejandro Sabella, para quien la única verdad es la realidad. Aquí, el recorrido de un equipo al que el entrenador, sin levantar la voz, le cambió la personalidad en un puñado de partidos. Incluido el enroque de Mascherano y Messi en el rol de figura estelar. El público, lejos de reclamar el brillo prometido en las vísperas, aplaudió en forma unánime, demostrando, por si hiciera falta, que el éxito es la ideología más contagiosa.

Por Alejandro Caravario

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CirCuito de pases en los 7

partidos

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