EVOLUCION DEL CONCEPTO DE CURRICULO
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EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE CURRÍCULO
Por Fred Avila Molina
El concepto de currículo ha evolucionado a lo largo del tiempo, tanto en el plano
teórico como en el práctico. En sus orígenes, este término proviene del latín
curriculum, que a su vez procede de currere, "correr", y significa "carrera"
(Gimeno-Sacristán, 1988, p. 21). En principio, la palabra currículo se entendía en
un sentido un tanto restringido, asociado a los contenidos que debían enseñarse
en una determinada materia o disciplina en las escuelas (p. 22). Sin embargo, esta
noción ha sido ampliamente modificada y reemplazada en la literatura curricular
moderna. Actualmente, no hay una definición del término que sea ampliamente
aceptada; en su lugar se considera un concepto polisémico, cuyas diversas
acepciones dependen del contexto, enfoque y modelo pedagógico al que se
circunscriban los autores en una investigación, artículo o revisión del tema
(Connelly y Lantz, 1991).
En la Edad Media, este concepto estaba compuesto por una clasificación del
conocimiento instrumental llamada trivium, integrado por la Gramática, la Retórica
y la Dialéctica, así como por un grupo de cuatro campos aplicados denominado
cuadrivium (Astronomía, Geometría, Aritmética y Música) (Gimeno-Sacristán,
1988, p. 22). Estas siete disciplinas, impartidas durante siglos en las universidades
europeas, condensaban las ciencias y artes que se suponía debían ser enseñadas
a los miembros de la nobleza y el clero, quienes eran prácticamente los únicos con
acceso a la educación de ese tiempo.
Tiempo después, el concepto de currículo siguió vigente en la cultura anglosajona,
donde se mantuvo ligado a la idea de selección de contenidos y de orden en la
clasificación de los saberes básicos (Gimeno-Sacristán, 1988, p. 22).
Posteriormente, a finales del siglo XIX el currículo tuvo propiamente su origen
como área de teorización e investigación, siendo pionero el norteamericano
Franklin Bobbit, profesor de las universidades de Wisconsin y Chicago. Este autor,
influenciado por el movimiento de la administración científica de Frederic Taylor,
importó de la gestión de eficiencia industrial al campo educativo la idea de la
escuela como una "organización obsoleta" que sólo podía “modernizarse”
utilizando las "técnicas de gestión científica", propias de la industria. Por lo cual, el
objeto de la enseñanza consistía en lograr productos con base en objetivos
(Posada, 2008). A inicios del siglo XX, en su obra El currículo, la primera con este
tema como título, Bobbit definió el currículo como el rango total de experiencias de
entrenamiento, dirigidas o no, que se emplean para completar y perfeccionar el
desarrollo de las habilidades del individuo (Bobbit, 1918, citado por Posada, 2008).
En 1949, el profesor Ralph Tyler, quien es reconocido como un autor clave en el
desarrollo de la teoría curricular, definió al currículo como la suma de las
experiencias de aprendizaje planeadas y dirigidas por la escuela para alcanzar sus
metas educacionales. En esta definición de currículo, las palabras clave son
planificación y dirección en la práctica educativa, las cuales apuntan
necesariamente al cumplimiento satisfactorio de objetivos y metas educacionales
planteadas desde un principio, bajo responsabilidad de la escuela. Esta visión
basada en objetivos tuvo gran permanencia e influencia sobre la evaluación
educativa durante las décadas subsiguientes, siendo retomada por varios autores
como base para sus acepciones del currículo (p. ej. Hilda Taba, los investigadores
Tanner, entre otros).
Luego, en los años cincuenta, Good (1959, p. 60, citado por Cazares, 2004)
sintetizó el concepto de currículo como el plan general de contenidos que la
escuela ofrece a sus estudiantes para prepararlos para su graduación y posterior
ingreso al mundo profesional o vocacional. Este concepto se sitúa en el modelo
curricular academicista (Demuth, 2004), donde todos los contenidos están
debidamente organizados y secuenciados.
En los años sesenta, Hilda Taba (1962, citada por Cazares, 2004) retomó los
postulados de Tyler, y además señaló que el currículo es en esencia un plan de
aprendizaje compuesto por varios elementos, en donde se tiene una declaración
de metas y de objetivos específicos, un conjunto de contenidos seleccionados y
ordenados, donde se manifiestan patrones de aprendizaje y enseñanza a partir de
una serie de experiencias e incluye un mecanismo de evaluación con sus
respectivos resultados.
Al año siguiente, en 1975 los autores Daniel Tanner y Laurel N. Tanner definieron
el currículo como el conjunto de experiencias guiadas de aprendizaje y los
resultados esperados, formulados mediante una reconstrucción sistemática del
conocimiento y la experiencia, para el crecimiento continuo e intencionado del
aprendiz en sus competencias personales y sociales (Tanner y Tanner, 1975, p.
76, citados por Cazares, 2004).
En 1976, el autor Robert Zais en su libro Principios y Bases del Currículo, expone
que el término currículo es utilizado por los especialistas de dos maneras: bien sea
para indicar un plan para la educación de los alumnos que es calificado como un
Curriculum o el Curriculum como tal, pero también es usado para identificar un
campo de estudios que es definido tanto por el aspecto concreto que trata
(estructura semántica), como por los procedimientos de investigación y práctica
que utiliza (estructura sintáctica)(Zais, 1976, citado por Cazares, 2004).
En la década de los ochenta, los reconocidos teóricos curriculares Gimeno
Sacristán y Pérez Gómez (1983) conceptuaron que el currículo es un proyecto
global integrado y flexible que deberá proporcionar, directa o indirectamente,
bases o principios para planificar, evaluar y justificar el proyecto educativo,
consistiendo así en una propuesta integrada y coherente que no especifica más
que principios generales para orientar la práctica escolar. Aquí, los términos
“proyecto global, integrado y flexible” dotan al concepto de un sentido de gravitas o
peso específico muy interesante, brindándole además coherencia, plasticidad,
completitud y utilidad a este constructo teórico para orientar la práctica educativa.
En esta misma obra, los autores también critican el amplio “espacio” teórico que
existe entre una acepción restrictiva del currículo como un programa estructurado
de contenidos disciplinares y, por otro lado, considerado éste como el conjunto de
toda experiencia que tiene el niño bajo la tutela de la escuela. Esta amplitud
teórica, en palabras de Gimeno Sacristán y Pérez Gómez, favorece el caos y la
confusión, especialmente para los investigadores y académicos que estudian el
campo curricular.
Posteriormente, Wilfred Carr y Sheila Kemmis propusieron que el currículo es una
propuesta o hipótesis educativa que invita a una respuesta crítica de quienes la
ponen en práctica. Un currículo invita a los profesores y a otros a adoptar una
postura investigadora hacia su trabajo, proponiendo la reflexión rigurosa sobre la
práctica como base de la evolución profesional posterior (Carr y Kemmis, 1986, p.
162).
El año 1987 fue un lapso muy productivo en materia de conceptualización del
currículo. En aquel momento, la investigadora Shirley Grundy (1987) propuso que
no se concibiera al currículo como un concepto abstracto o un plan diseñado para
seguir pautas, sino más bien como una construcción cultural que se constituye en
un modo de organizar una serie de prácticas educativas. En este sentido, no
existiría un currículo “a priori” sino un conjunto de creencias, relaciones sociales y
contextos en donde se llevan a cabo tales prácticas. Puede apreciarse en este
concepto una influencia directa de la teoría sociocultural de Vygotsky aplicada a la
práctica educativa, que por aquel entonces gozaba de gran prestigio e influencia
en el campo de la educación.
Adicionalmente, Grundy señaló que el currículo de las escuelas de una sociedad
constituye una parte integrante de su cultura y que para comprender el significado
de cualquier conjunto de prácticas curriculares, éstas han de considerarse como
elementos que surgen a partir de una serie de circunstancias históricas, así
también como el reflejo de un determinado medio social (Grundy, 1987).
También en 1987, el profesor español Miguel Zabalza, en su libro Diseño y
Desarrollo Curricular sostiene que el currículo es el conjunto de los supuestos de
partida, de las metas que se desea lograr y los pasos que se dan para alcanzarlas;
también comprende el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que se
considera importante trabajar en la escuela año tras año, así como la razón de
cada una de esas opciones (Zabalza, 1987).
Ese mismo año, en el libro Psicología y Currículo, César Coll definió al currículo
como un proyecto que preside las actividades educativas escolares, precisa sus
intenciones y proporciona guías de acción adecuadas y útiles para los docentes,
quienes tienen la responsabilidad directa de su ejecución (Coll, 1987).
Por otra parte, en el contexto iberoamericano, el investigador curricular Gimeno
Sacristán (1988) ofrece otro concepto sobre el currículo en el que sostiene que
éste consiste en una selección regulada de los contenidos a enseñar y aprender
que, a su vez, regulará la práctica didáctica que se desarrolla durante la
escolaridad.
Otro concepto muy interesante del currículo lo propuso la profesora Shirley
Kemmis en 1988, quien señaló que éste es un producto de la historia humana y
social y un medio a través del cual los grupos poderosos han ejercido una
influencia muy significativa sobre los procesos de reproducción de la sociedad,
incidiendo, y quizá controlando, los procesos mediante los cuales eran y son
educados los jóvenes (Kemmis, 1988). Aquí puede apreciarse una marcada
influencia del enfoque crítico social sobre la concepción del currículo como un
mecanismo de control social y elemento dictaminador de un modelo de individuo,
el cual sería formado a imagen y necesidad de la élite dueña de la economía y la
industria.
Años después, en 1992, el investigador en política educativa de origen sueco Ulf
Lundgren definió el currículo como una selección y organización de contenidos,
destrezas y fines para la reproducción social, así como la indicación de métodos
relativos a cómo han de impartirse tales contenidos seleccionados.
Adicionalmente, Lundgren sostiene que detrás de todo currículo existe un código
(curricular) o conjunto homogéneo de principios según los cuales se llevan a cabo
la selección, organización y métodos de transmisión de los contenidos educativos
(Lundgren, 1992). Esta concepción conserva rasgos de la percepción europea del
currículo basada en contenidos, pues algunos de los sistemas educativos
escandinavos han sufrido pocas modificaciones a lo largo de las últimas décadas.
En años recientes, el autor Gimeno Sacristán, al revisar una nueva edición de su
celebrado libro El Currículo: una reflexión sobre la práctica, definió nuevamente al
currículo, esta vez considerándolo como el contenido cultural que las instituciones
educativas tratan de difundir entre quienes las frecuentan, así como los efectos
que dicho contenido provoque en sus receptores (Gimeno-Sacristán, 2010, p.12).
Es notable en este concepto el punto de encuentro del autor con la propuesta
conceptual de Grundy (1987) en cuanto a la cultura como centro, fuente y
escenario del currículo.
En el contexto colombiano, la Ley 115 de 1994, por la cual se expidió la Ley
General de Educación, en su artículo 76 definió al currículo como “el conjunto de
criterios, planes de estudio, programas, metodologías, y procesos que contribuyen
a la formación integral y a la construcción de la identidad cultural nacional, regional
y local, incluyendo también los recursos humanos, académicos y físicos para
poner en práctica las políticas y llevar a cabo el proyecto educativo institucional”
(Ley 115 de 1994). Este concepto sigue vigente en el país; en el decreto 230 de
2002, por el cual se dictan normas en materia de currículo, evaluación
y promoción de los educandos y evaluación institucional en Colombia, sólo sufrió
un pequeño cambio al ser suprimida la palabra programas.
BIBLIOGRAFÍA
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action research. Lewes: Falmer Press.
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Coll, C. Psicología y Currículo. Barcelona: PAIDOS Ed.
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Madrid: Ediciones Morata.
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Grundy, S. (1987). Curriculum: product or praxis? Lewes: Falmer Press.
Kemmis, S. (1988). El curriculum: más allá de las teorías de la reproducción.
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