eventual - cmpa.es · para soportar mejor la metamorfosis de la ... una novela de Franz Kafka...

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e ventual Fulgencio Argüelles, Paisajes literarios. Nel Amaro, Arqueología industrial. Pablo Prieto, 10 años no son nada. Pablo Texón, Cimbla. Marta Vigil, El diseño editorial. Ana Vanessa Gutiérrez, El tastu la señaldá. Noelia Bueno Gómez, Donde habite el olvido. Fernando Barreiro, Comiendo gusanos. Jos, La maldi- ción. Xuan Bello, Historia de una historia universal. Ricardo Menéndez Salmón, El caso Abramavicius. Alfredo González, Una (microhistoria de amor al estilo Millás). Ra- banillo, El regalo. Nuria Varela, Feminismo en España: de los principios al obligado silencio. Miguel Barrero, Vísperas. Xandru Fernández, El turullu de l´acería. Mauro Díaz, Oscuridades. revista editada por la plataforma juvenil de turón año i · número i

Transcript of eventual - cmpa.es · para soportar mejor la metamorfosis de la ... una novela de Franz Kafka...

eventualFulgencio Argüelles, Paisajes literarios. Nel

Amaro, Arqueología industrial. Pablo Prieto,

10 años no son nada. Pablo Texón, Cimbla.

Marta Vigil, El diseño editorial. Ana Vanessa

Gutiérrez, El tastu la señaldá. Noelia Bueno

Gómez, Donde habite el olvido. Fernando

Barreiro, Comiendo gusanos. Jos, La maldi-

ción. Xuan Bello, Historia de una historia

universal. Ricardo Menéndez Salmón, El

caso Abramavicius. Alfredo González, Una

(microhistoria de amor al estilo Millás). Ra-

banillo, El regalo. Nuria Varela, Feminismo

en España: de los principios al obligado

silencio. Miguel Barrero, Vísperas. Xandru

Fernández, El turullu de l´acería. Mauro Díaz,

Oscuridades.

revista editada por la plataforma juvenil de turón

año i · número i

Xuan Bello (nacido en Pa-

niceiros, 1965). Tras años

destacando dentro del pa-

norama literario asturiano,

autor de libros como La

memoria del mundu (1997)

o La bola infinita (2000),

gana, en 1993 el premio Teodoro Cuesta de poesía,

el más prestigioso de los que se convocan en As-

turias, con El llibru vieyu. Recopila casi toda su po-

esía en 1999 en el volumen La vida perdida, edición

bilingüe publicada por Llibros del Pexe. En el 2002,

la editorial Debate saca a la luz Historia Universal

de Paniceiros, primer libro en castellano del autor,

que fue galardonado con el premio Villa de Madrid

a la mejor obra publicada en el año. En el 2003 sa-

le, también en Debate, Los cuarteles de la memo-

ria, libro basado, como el anterior, en el universo

de Paniceiros, aunque, si en la primera los escritos

hablaban de la infancia, en este segundo es la ju-

ventud la protagonista. Actualmente, está traba-

jando en La historia escondida, que editará Areté,

probablemente para el año que viene, y no ha de-

jado de escribir poemas, sin descartar la publica-

ción de un poemario no muy lejos en el tiempo.

Ricardo Menéndez Salmón

(Gijón, 1971). Escritor y li-

cenciado en filosofía. Ha

publicado el libro de relatos

Los desposeídos, las nove-

las La filosofía en invierno,

Panóptico (KRK Ediciones)

y el ensayo sobre política y estética Crematorio ba-

jo la clepsidra: la poética de Adolf Hitler. Con Los ca-

ballos azules ha obtenido el premio internacional

Juan Rulfo del Instituto de México en París y Radio

Francia Internacional (2003). Su última novela, Los

arrebatados.

XUA

N B

ELLO

Gonzalo Prado Grela nació

en Los Tableros, Asturias, en

1966. Ha ganado diversos

premios de dibujo por toda

la geografía asturiana (Mie-

res, Ujo, Noreña, Pola de Le-

na, Moreda…) y ha expues-

to su obra pictórica y escultórica por todo el territo-

rio nacional (su última exposición, en Manacor). En

la cubierta de esta revista se reproduce una de sus

última obras, parte de una serie de antropomorfos,

realizados con objetos cotidianos y materiales de mi-

nería, que no pueden dejar a nadie indiferente.

GO

NZA

LO P

RA

DO

GR

ELA

RIC

AR

DO

MEN

ÉND

EZ S

ALM

ÓN

Fulgencio Argüelles nació

en Uriés en 1955 y vivió en

Cenera hasta 1975, dos al-

deas mineras asturianas.

Estudió Psicología en Ma-

drid. Ha obtenido varios

premios de relatos cortos,

en español y en llingua asturiana. Ha publicado Los

clamores de la tierra, Letanías de lluvia (premio Azo-

rín, 1992) y El palacio azul de los ingenieros belgas

(premio Café Gijón, 2003).

FULG

ENCI

O A

RG

ÜEL

LES

Ana Vanessa Gutiérrez na-

ció en Urbiés en 1980, aun-

que reside desde los seis

años en El Entrego. Estu-

diante de Derecho en la

Universidad de Oviedo, for-

ma parte activa de la vida li-

teraria de la cuenca del Nalón, participando en ter-

tulias y encuentros literarios. En el 2003 gana el pre-

mio Teodoro Cuesta de Poesía, uno de los más pres-

tigiosos del país, convocado por la Casa de Cultura

de Mieres.

AN

A V

AN

ESS

A G

UTI

ÉRR

EZ

Nacido en Mieres en 1946. Uno de los autores más estimables de la xeneración del sur-

dimientu, aquella que se propuso dignificar el asturiano como lengua de comunicación.

Poeta y novelista, ha publicado diversos libros, entre otros, ¡Falanxista! o el poemario

Pruebes d’autor. Ha colaborado con la revista Eventual desde el primer número, y tam-

bién fue un asiduo de la prensa diaria durante los últimos años. Su última novela, Entós

cuando ñevaba.

NEL

AM

AR

O

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

firm

as

A veces, el escritor se olvida de su propiaconjugación y escala el himalaya de laspalabras en un lanzarse al abismo inver-tido en dirección al cielo para tocarle lospies al mismísimo Dios y convertir el si-lencio del enfermizo monólogo en bál-samo de paisajes encadenados en torno ala cordillera de la abstracción. Los perso-najes de este génesis sin paraíso asciendenentre los matorrales de la memoria porlas calzadas de nunca acabar, soportandoel eco de los pasos de su creador.Cualquier paisaje es un estado del alma yel paisaje literario lo es, además, de la me-moria —enferma de insuficiencias, telúri-ca en sus recuerdos, pero infiel al inocen-te trote de la tierra—. Los escritores de lamemoria, a veces, se han visto obligados ainventar sus propios paisajes —abruptos,desesperados, como universos recién naci-dos de un parto dilatado, furtivo y tenaz—para soportar mejor la metamorfosis de lavida y de las palabras, para doblar la líneadel horizonte personal y ascender las la-deras del propio asombro hasta tirarle delas barbas al mismísimo Dios.García Márquez inventó Macondo, unpaisaje donde los recuerdos se materiali-

zan por la fuerza de la invocación impla-cable y se pasean como seres humanospor los cuartos clausurados de la soledad.Juan Rulfo creó la atmósfera infernal deComala, donde el silencio es tan espesoque puede oírse el girar de los goznes dela tierra.Benet nos trajo el territorio de Región,donde las raíces y los rastrojos y los ma-nantiales se retuercen sobre sí mismoscomo seres atormentados por la lejanía ydonde la gente camina sin avanzar si-guiendo las huellas de su propio dolor yaturdida por los delirios de la guerra.Onetti inventó, como un padre eterno,el microcosmos de Santa María.Luís Mateo Díez creó el Reino de Ce-lama, un mundo donde la nieve supurafiebre y sudor para hacer de él —delmundo— un paciente sin esperanza, unmundo donde los inviernos son infinitosy la distancia es una suerte de oculta-miento. Él consigue, desde la memoriade los filandones y de las abuelas, desdeel culto a la oralidad como la materiaprima que orienta la voluntad y dirige laimaginación hacia el acto creativo, con-figurar un paisaje literario que nos asom-

bra, nos estremece y nos hace más sabiosdel mundo y de nosotros mismos.Mi paisaje literario personal fue y siguesiendo Peñafonte, un lugar plagado depersonajes que estrujan sus memorias, re-tuercen sus historias, componen sus le-yendas y enredan sus sentimientos en laimplacable rueda del tedio, soportandolas letanías de lluvia de la arrogancia y lasfiebres del desdén.Estos paisajes literarios son el paréntesisentre el estrépito de la ciudad real y elsilencio de la muerte. Asistimos —yexistimos— a —en— ellos como unpersonaje más que desempeñará el pa-pel que la nostalgia —o la necesidad—permita representar. Soltaremos las ama-rras, como Juan Preciado ante la visiónde Eudivigis, para dejarnos arrastrar enel vértigo del viaje hacia los interioresde esos personajes habitados por som-bras configuradas por el sol de la imagi-nación.Ese paisaje literario que inventamos pa-ra movernos en él con indulgencia, es sinduda el estado de nuestra alma y estácruzado por las sendas tortuosas de nues-tra memoria.!

mayo ~ junio 3

Pai

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FULGENCIO ARGÜELLES · Primeras líneas

Sumario

Primeras líneas Fulgencio Argüelles · Paisajes literarios

Escritor. Su último trabajo, Seronda

5 Nel Amaro · La deriva

Escritor. Su última novela, Entós cuando ñevaba

6 Pablo Prieto · Seronda

7 Pablo Texón · Relato

8el diseño editorial

Entrevista a Marta Vigil

Textos de Ricardo Menéndez Salmón

12 Ana Vanessa Gutiérrez · Relato

14 Noelia Bueno Gómez · Relato

15 Fernando Barreiro · Desde los sótanos…

16 Jos · Gansos en la sopa

18historia de una historia universal

Entrevista a Xuan Bello

Textos de Alfredo González

22 Ricardo Menéndez Salmón · Relato

Escritor. Su última obra, Los caballos azules

25 Alfredo González · Las palabras perdidas

Cantautor. Su último trabajo, Respirando soledad

26 Rabanillo · Tras os míos güeyos

27feminismo en españa:

de los principios al obligado silencioNuria Varela

Del libro Feminismo para principantes

34 Miguel Barrero · Relato

Escritor. Su última novela, Espejo

36 Xandru Fernández · País zarráu

Escritor. Su última novela, Les ruines

38 Mauro Díaz · Especies gemelas

Los best sellers tienen poco de best y mu-cho de sellers. Son éxitos para el vende-dor, que vende, pero no para el lector,que no lee, sino que únicamente consu-me —compra— lo que está de actuali-dad.Tampoco son éxitos de calidad edi-torial: materiales baratos y textos sin cui-dar. Mirándolo bien ¿para qué emplearmás tiempo y dinero en productos que yase venden como churrros? ¿Quizás porética profesional de los editores hacia susclientes, ya que —por cierto— viven deellos?Por oposición, parece que hubiera ciertas

obras asociadas siempre a la sobriedad, la

pulcritud, una línea de diseño casi esparta-

na, como si un diseño pop y, por ejemplo,

una novela de Franz Kafka fueran incompa-

tibles: ¿existe un cierto miedo al qué dirán

por parte de los editores a la hora de asociar

determinados diseños a determinados nom-

bres?

En las pequeñas editoriales el editor esdios y decide sobre todas las cosas. Haelegido una profesión casi temeraria, conun presente y un futuro inciertos, arries-gando su tiempo, su dinero y su prestigiopersonal con el único aliciente de dedi-carse a aquello que le apasiona. Sus cri-terios editoriales son simples: hacer librosque le gusten, incluso a contracorriente.En las grandes editoriales, al contrario, eleditor es un mero gestor con un objeti-vo también muy claro: publicar autoresque vendan. Por ello, es más prudente ala hora de valorar las preferencias de suslectores. «Nun se puen tener los güevosy los pitinos» pero sí podríamos no irnosa los extremos y quedarnos con, porejemplo, 2 güevos y el pitín. Por parte delas grandes editoriales mimar lo que ofre-cen al lector, crear el hábito de leer librosbien hechos y no limitarse a vender ho-jas que son vertederos de palabras. Porparte de las editoriales que sí cuidan suslibros, concienciarse de cuidar, en la mis-ma medida, su difusión. ¿Para qué sirvenlos libros nonatos? ¿Tiene sentido publi-

car a buenos escritores y no publicitar-los? ¿No es la publicidad coherente deun producto un valor añadido al mismo?¿Qué papel juegan la pintura, la fotografía y

el cine, respectivamente, en el trabajo de un

diseñador gráfico?

Un papel esencial. Nos sirven de refe-rencia para trabajar, aportando ideas, po-tenciando nuestra imaginación y, sobretodo, proporcionándonos algo tan valio-so como la cultura estética visual que, co-mo decía Toulouse-Lautrec a propósitode la pintura, «es como la mierda: se no-ta, no se explica». En nuestro caso, se tie-ne o no se tiene. El recurrir a las demásartes viene también a cubrir un vacío encuanto a formación que tenemos granparte de los diseñadores gráficos en ac-

mayo ~ junio 9

Alberto Corazón, Antonio Pérez, Daniel Gil,

Enric Huguet o Joan Brossa han puesto una

parte muy importante de su talento al servi-

cio del libro como objeto de arte. ¿Qué tiene

el libro de especial para que diseñadores

gráficos de tanto prestigio le hayan presta-

do una atención semejante?

Como desafío gráfico el libro es comple-to, pues pone tanto en acción nuestrosconocimientos de diseño como en alertanuestros sentidos. Un libro se ve, se toca,tiene olor, no caduca… posee caracterís-ticas propias distintas a las de la mera pu-blicidad. Hay diseñadores que considerana otros trabajos —los carteles, por ejem-plo— como la expresión más pura del di-seño y reconocen su desinterés por los li-bros.También hay, dicen, perros verdes.

¿Crees que el libro sigue ocupando una po-

sición de privilegio en nuestra cultura o que

sus días están contados?

No creo que actualmente ocupe un si-tio privilegiado, lo cual bien puede serun mérito.Acercarse a esta cultura es, ca-da día más, como abrir la caja de Pando-ra: salen todos los males. ¿Sabemos escri-bir? ¿Sabemos leer? Sabemos mirar, sí,pero ¿vemos? ¿Tenemos criterios estéti-cos? ¿Elegimos?Cuando acudimos a las librerías, en un nú-

mero elevadísimo de casos, encontramos

que los best sellers, los grandes éxitos del

momento, nos son presentados en envolto-

rios chillones, burdos, casi obscenos, con ti-

pografías para ciegos. ¿Existe un diseño grá-

fico del mal gusto?

8 eventual ~ revista

T E X T O S : R I C A R D O M E N É N D E Z S A L M Ó N · F O T O G R A F Í A : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O M A R TA V I G I L : E L D I S E Ñ O E D I T O R I A L

marta vigil

el diseño editorial

para el público, grande o pequeño, profano o especializado, el diseñador gráfico continúa siendo a día presente, y

salvo contadísimas excepciones, una persona sin rostro. ‹eventual› nos acerca el testimonio —muy ácido, como se

podrá comprobar, aunque enormemente reflexivo— de una de esas profesionales sin rostro responsable de que,

por fuera y por dentro, el libro sea algo más que un continente agradable o un eficaz depósito de palabras. algu-

nos de los diseños más bellos hechos en asturias llevan desde hace años su firma. se llama marta vigil, reivindica

no sólo con orgullo —sino con razones— su oficio y, entre refrán y refrán, nos regala una lección de entusiasmo.

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ABAN

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el criterio del pequeño

editor es simple: hacer

libros que le gusten.

pero en las grandes

editoriales, el editor es

un mero gestor con un

objetivo muy claro:

publicar autores que

vendan

mayo ~ junio 19

He leído en una entrevista tuya que te gus-

tan los «libros que se pueden abrir por cual-

quier parte».

Me gustan los calendarios en los que, ade-más de la fecha y del santo, por detrás apa-rece una historia, y esa historia siempre esdiferente, cada día trae una; cada día des-cubre la eterna novedad del mundo.Otra frase tuya: «Hay que saber de dónde se

viene para, por lo menos, saber a dónde no

se quiere volver».

El olvido es la muerte, y una sociedadque olvida quién fue es una sociedad queestá muriendo.¿Cómo ves la situación actual de la literatu-

ra asturiana?

La situación del teatro, por ejemplo, yano es tan mala. En cuanto a la poesía y laprosa, poco a poco van a ir saliendonombres esenciales.Tenemos la suerte detener entre nosotros a José Luís GarcíaMartín, que ha ejercido un magisterio, através de la tertulia Oliver, imprescindi-ble; y tenemos la suerte también de con-tar con una lengua vieja que vive unmomento de adolescencia, es decir, elproceso de recuperación de la lengua as-turiana. Esto acerca Asturias a procesosliterarios muy dinámicos y de plena mo-

18 eventual ~ revista

T E X T O S : A L F R E D O G O N Z Á L E Z · F O T O G R A F Í A S : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O

entrevista a

Xuan Bellohistoria de una historia

universal

X U A N B E L L O : H I S T O R I A D E U N A H I S T O R I A U N I V E R S A L

aquí, en asturias, tenemos la obligación de

reinterpretar a nuestro modo la cultura

occidental

RABA

NIL

LO

Xuan Bello nació en Paniceiros en el año

1965. Tras años destacando dentro del pa-

norama literario asturiano, autor de libros

como La memoria del mundu (1997) o La

bola infinita (2000), gana, en 1993 el pre-

mio Teodoro Cuesta de poesía, el más pres-

tigioso de los que se convocan en Asturias,

con El llibru vieyu. Recopila casi toda su

poesía en 1999 en el volumen La vida per-

dida, edición bilingüe publicada por Llibros

del Pexe. En el 2002, la editorial Debate sa-

ca a la luz Historia Universal de Paniceiros,

primer libro en castellano del autor, que

fue galardonado con el premio Villa de Ma-

drid a la mejor obra publicada en el año. En

el 2003 sale, también en Debate, Los cuar-

teles de la memoria, libro basado, como el

anterior, en el universo de Paniceiros, aun-

que, si en la primera los escritos hablaban

de la infancia, en este segundo es la ju-

ventud la protagonista. Actualmente, está

trabajando en La historia escondida, que

editará Areté, probablemente para el año

que viene, y no ha dejado de escribir poe-

mas, sin descartar la publicación de un

poemario no muy lejos en el tiempo.

tenemos la suerte de

contar con una

lengua vieja que vive

un momento de

adolescencia, la

suerte de asistir al

proceso de

recuperación de la

lengua asturiana

la historia de la ‹historia universal de paniceiros› es la treta de un realista que nunca aspiró a serlo, la distancia

entre el humo del cigarro y el café, el futuro hecho presente de la literatura asturiana, el hombre que ha logra-

do embaucarnos en una mentira hermosa: el universo empieza y acaba «donde los hombres callan y el silencio es

renuncia», en paniceiros, el lugar de la memoria. xuan bello, narrador de sueños; poeta que aspira a inventar la

verdad contando mentiras.

Que en España no haya habi-

do, hasta la muerte de la dicta-dura franquista, un gran movi-miento de mujeres ni un mo-

vimiento sufragista no quiere decir quehistóricamente no contara con pequeñosgrupos organizados ni con mujeres re-beldes que se negaran a vivir un destinono deseado. Concepción Arenal* fue laprimera que disfrutó de la reclamaciónpor excelencia de todas las feministas:educación superior. En 1882 era DoloresAleu quien defendía su tesis doctoral an-te el tribunal que la examinaba: «Hagouso de un derecho ya indiscutible, pormás que —y esto es lamentable— tengalímites en un corto número de españo-las […] Parece increíble que haya quien

crea y diga que la instrucción de la mu-jer es un peligro […] Hágase, si no, laprueba: póngase al niño y a la niña en lasmismas condiciones, tanto de instruccióncomo de educación, tanto del medio co-mo de los alimentos, tanto de los hábitoscomo de las preocupaciones sociales, ycreo que nos encontraremos con muje-res que saldrán buenas y otras que seráninútiles, lo mismo que pasa con los hom-bres».Aleu se convertía en la primera mujerdoctorada. Fue coetánea de Emilia Par-do Bazán, la gran rebelde, la primera mu-jer en recibir una cátedra de Literatura—que nunca pudo ejercer— en la Uni-versidad Central de Madrid, y la que mássacó los colores a la Real Academia Es-

mayo ~ junio 27

Acentuados los síndromes del tabaco enmi garganta, que se retorcía como un ga-to recién atropellado a cada calada del ci-garrillo mientras mis torturados pulmo-nes respiraban con dificultad el aire vi-ciado de nicotina que inundaba el cuar-to, ya había perdido la cuenta de cuántascajetillas había fumado aquel día, y la no-che amenazaba con ser larga, el insom-nio parecía haberle propinado una bue-na paliza a Morfeo, no se atrevía a hacer-me una visita aquella noche. Ella dormía,plácida, sobre la cama desecha de amor,soñando que me abrazaba.Yo, mientrastanto, la observaba desde lejos, desde elfinal del cuarto, sentado al lado de la ven-tana.Apoyado contra la pared más aleja-da del cuarto, como si la simple distanciafísica no fuera suficiente para estar lejosde sus sueños, de sus brazos.

Miraba atentamente el amasijo de sába-nas y carne dormida del que hacía horaso meses que me había separado, escudri-ñaba en el cómo, intentando buscar al-gún síndrome de familiaridad o de cari-ño, intentando descubrir alguna razónpara volver a formar parte de aquel cua-dro, pero yo mismo, sin darme cuenta,había borrado definitivamente mi ima-gen de su lado, para mí hacia tiempo quedormía sola, conversaba sola… e inclusohacía el amor sola. Pensé en despertarlay hablar con ella de todo esto, en expli-carle lo que hacía tiempo que me estabapasando, en acabar de una vez con todaesa farsa. Estaba cansado de alimentar unavida vacía, inerte de sentimientos, quesólo avanzaba con la monótona fuerza dela inercia que otorga la costumbre.Entonces me levanté de la silla y me

acerqué a la cama con la intención dedespertarla. Me senté a su lado y cuida-dosamente aparte el pelo de su rostro, yde mi boca intentaron salir unas palabrasmudas, ni tan siquiera recordaba ya sunombre, no podía reconocerla, su cara seconfundía con miles de caras totalmenteajenas a mí, y fue inútil cualquier intentode justificarme, no tenía ninguna necesi-dad de hacerlo, tan sólo podía irme, desa-parecer de su vida repentinamente, al igualque ella había desaparecido de la mía.Sin más explicación que la incógnita,pues yo tampoco podría explicarle nada,porque nada sabía, ni tan siquiera a mípodía darme una respuesta de porqué lascosas súbitamente se acaban, desaparecensin dejar rastro ni siquiera en un rincónde la memoria, de cómo el amor se ex-tingue, se ahoga como un fuego sin oxí-geno, de forma silenciosa, sin escándalos,sin señales. Un día te despiertas y ya noestá, se ha ido y no tienes la certeza de sialguna vez ha existido o sólo ha sido unailusión óptica provocada para combatirnuestra propia soledad.Me puse la ropa y busqué otro cigarrillo,pero el paquete que al principio de lanoche estaba repleto, ya sólo conteníauna última dosis de nicotina. Retorné ami rincón, alejado al lado de la ventana,y comencé a fumar aquel cigarro de des-pedida. Las gotas de lluvia salpicaban loscristales empañados de la ventana, y la luzdel amanecer se filtraba por sus prismasdistorsionando el frío paisaje de invier-no. Me puse el abrigo y salí a comprartabaco con la idea de no regresar.Yo sa-bía que ya no la volvería a ver más encuanto cruzara la puerta de aquel cuar-to, que el mejor regalo que le podía ha-cer aquella mañana, el día de su cumple-años, era mi ausencia, pues no se mere-cía a alguien que no era capaz de recor-dar su nombre y ante un «te quiero» lerespondía con un silencio tan profundoque era capaz de ahogar todas sus espe-ranzas.!

26 eventual ~ revista

RABANILLO · Tras os míos güeyos

T E X T O S : N U R I A V A R E L A

dossier

Feminismo en Españade los principios al obligado silencio

«¡Españoles! Franco ha muerto», dijo el presidente Arias Navarro. Y a los dieciséis días,

las españolas celebraban las Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer. ¡Dieciséis

días! tardaron en organizarse. Durante los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1975, quinientas

mujeres llegadas de todos los rincones del país se concentraban en Madrid de forma

clandestina. Nacía el movimiento feminista en España. No tenían tiempo que perder y

había mucho trabajo por delante…

GETT

Y IM

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Hágase la prueba: póngase al niño y a

la niña en las mismas condiciones,

tanto de instrucción como de

educación, tanto del medio como de

los alimentos, tanto de los hábitos

como de las preocupaciones sociales, y

creo que nos encontraremos con

mujeres que saldrán buenas y otras

que serán inútiles, lo mismo que pasa

con los hombres.

Entonces me levanté de la silla y me acerqué a la cama con la intención de

despertarla. Me senté a su lado y cuidadosamente aparte el pelo de su rostro, y de mi

boca intentaron salir unas palabras mudas, ni tan siquiera recordaba ya su nombre

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egal

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[email protected]

Director

Mauro Díaz.

Redacción

Alfredo González, Pablo Prieto, Jos.

Firmas

Fulgencio Argüelles, Nel Amaro, Pablo Prieto,

Pablo Texón, Ana Vanessa Gutiérrez, Noelia

Bueno Gómez, Fernando Barreiro, Jos, Ricardo

Menéndez Salmón, Alfredo González, Alejan-

dro Llaneza, Miguel Barrero, Xandru Fernández.

Entrevistas

Ricardo Menéndez Salmón, Alfredo González.

Dossier

Nuria Varela.

Proyecto gráfico, diseño y maquetación

Mauro Díaz.

Imagen de cubierta

© Gonzalo Prado Grela.

Ilustraciones feminismo en España

© Gettyimages, F. González.

Fotografías

© Alejandro Llaneza, Editorial Complutense.

Edita

Plataforma Juvenil de Turón.

www.turon.info · [email protected]

Colabora

Consejo de la Juventud del Principado de Asturias

www.cmpa.es · [email protected]

Sedes

Casa de la Juventud

Valle de Turón, 33610

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El jueves día 27 de mayo del 2004 leo enLa Nueva España el artículo titulado «Laavenida principal del paisaje protegido»,firmado por el experto en estos temas yturonés militante Ángel F. Ortega, queescribe «de nuevo hemos de cambiar ha-cia la margen izquierda del valle por elpuente pasando a la vera del barrio deSan Francisco, de 1917.»El día 30 de mayo, domingo, en el mis-mo periódico y firmado por Íñigo Do-mínguez, leo el artículo titulado ahora«Turón, parada y senda». «Otro de lospuntos de interés sobre los que se detu-vieron los senderistas fueron el barrio deSan Francisco, originario del año 1917.»Pues mal, y digo yo que de aquel barriode San Francisco del año 1917, por noquedar, ya no queda ni el nombre, puesalgunos «modernos» se empeñaron enrebautizarlo tras su remodelación con elnombre de Nuevo San Francisco.Y has-ta sus preciosos topónimos, como La Ri-baya o Yana Palacio han sido borrados dela memoria colectiva.A muchos inclusoles molesta que alguien le llame todavíaal barrio por su antiguo y familiar nom-bre de «Los Cuarteles» (de San Francis-co, claro). Queda, por quedar, eso sí, la

imagen de su santo patrón, san Francis-co de Asís. Por lo demás seguramente na-die pensó, en los ochenta, cuando se ini-ciaba el derribo de la vieja barriada mi-nera para ir transformándola en una mo-derna urbanización, que llegaría el día enel que los restos de aquellas «cinco largasalineaciones de bloques de dos plantas»(«las rutas de los castilletes en la cuencacentral asturiana: la ruta de los pozos ylas sombras», de Pedro Fandos; Miguel A.Areces y José A. de San Antonio), restosdel glorioso y añorado pasado industrial,serían puestos a la venta para el disfrutede turistas bajo la etiqueta de «arqueolo-gía industrial».Una arqueología industrial que en nues-tro Turón se cacarea más que se protegerealmente, pues para muestras aquí estánla desmochada chimenea de la antiguacentral eléctrica de Hulleras del Turón; la«encarcelada» y legendaria Turón 3; losrestos de una «bomba» pintados con lla-mativos colorines, o la lamentable reha-bilitación del pozu Espinos.Y sé que así no me hago amigos, pero almenos digo lo que veo, padezco y sien-to. Lo demás puede ser demagogia bara-ta y electoralista.!

mayo ~ junio 5

NEL AMARO · La deriva

Restos del glorioso y añorado pasado industrial, serían puestos a la venta para el

disfrute de turistas bajo la etiqueta de «arqueología industrial»

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El Instituto fue algo más que unas aulasen las que nos enseñaban historia, mate-máticas o literatura.Allí dimos nuestrosprimeros pasos, los primeros experimen-tos de un particular (y alternativo) itine-rario académico.Aprendimos a organi-zarnos, a debatir sobre nuestros proble-mas, ofrecer soluciones y movilizarnoscuando era necesario. Conocimos el va-lor de nuestra fuerza y lo ventajoso de sa-ber utilizarla. Fuimos conscientes de lanecesidad de cumplir nuestros deberes,pero también de que se respetaran nues-tros derechos. En aquellas aulas nos em-papamos de conocimientos académicos,pero también comprobamos el valor deaquello por lo que nuestros abuelos y pa-dres habían arriesgado tantas cosas. Con-seguimos formar un grupo de personas

comprometidas y dispuestas a dar muchoa cambio de poco. Fue la gestación de loque después llamamos Plataforma Juve-nil.Parece que fue ayer, pero ya llovió desdeentonces.Han transcurrido diez años, so-mos menos jóvenes (algunos ya superanla mítica —y depresiva— treintena), in-cluso los hay que son papás y mamás. Pe-ro, con independencia de lo que nos re-cuerde el dni, seguimos intentando man-tenernos fieles a nuestro espíritu, a nues-tro compromiso, firmes en nuestra pe-queña aventura.Atrás quedaron los tiempos en los quetransformamos «La Bolera» (origen detantas cosas) en nuestro cuartel general;ahora gestionamos la Casa de la Juven-tud, una experiencia única en Asturiasde gestión compartida de espacios pú-blicos.Atrás quedaron los tiempos en losque teníamos que utilizar los plenos delAyuntamiento para defender nuestrasreivindicaciones, ahora las puertas de lasinstituciones están abiertas de par en par(aunque no consigamos todo lo que nosgustaría).Atrás quedó el solitario traba-jo para dinamizar social y culturalmenteel Valle, ahora disfrutamos de un Atenéuque cumple convenientemente este pa-pel (demostrando lo mucho que puedehacer ese sector público que tanto se cri-tica).Atrás quedaron los años de inacti-vidad e indiferencia, ahora vemos lasobras en marcha (aunque con más lenti-tud de la deseada). En estos diez añoshan sucedido muchas cosas y no todasmalas.No podemos vivir permanentementeanclados en el pesimismo y la resigna-

ción. Si algo hemos aprendido es que lascosas se pueden cambiar, tan sólo es ne-cesario voluntad para hacerlo posible.Nos empeñamos en hacer realidad aque-llo que escribíamos en servilletas, comoplasmación de lo que tan sólo podía per-tenecer al terreno de los sueños, y con-seguimos organizar algo que se llamóSemana de la Juventud.Y después llega-ron cursos, talleres, conferencias, con-ciertos, intercambios con otros países eu-ropeos, iniciativas comunitarias… Pusi-mos nuestro granito de arena para in-yectar una dosis de color a un panoramademasiado acostumbrado al blanco y ne-gro.Hace tiempo que algunos insistimos enque hay que comenzar a escribir un nue-vo capítulo en nuestro particular libro dehistoria.Toca pasar página, enfrentar elfuturo con optimismo y ambición. Xan-dru Fernández, en su último libro (Lesruines), dice que los castilletes son reli-quias del pasado que tan sólo aspiran aser iconos, mobiliario suburbano que es-cape al olvido. Siguen siendo los parien-tes pobres de la torre Eiffel.Tiene toda larazón. Por desgracia, los símbolos de unpasado glorioso también representan quetodo sigue pendiente desde hace dema-siados años, son la alegoría del fracaso co-lectivo (en el que todos tenemos nuestraparte de responsabilidad, aunque algunosmás que otros) de estas Cuencas. Aúnqueda camino por recorrer, y es necesa-rio afrontar la aventura. No podemospermanecer parados.Un profesor nos recordaba con fre-cuencia que estudiar para ampliar nues-tros conocimientos era importante, pe-ro que lo realmente imprescindible erano perder nunca de vista el sentido co-mún, ser libres y ejercer esa libertad contanta generosidad como respeto hacialos demás, soñar despiertos, ser realistasy pedir lo imposible.Algunos hemos in-tentado no decepcionarle.Y lo seguire-mos haciendo.!

6 eventual ~ revista

PABLO PRIETO · Seronda

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Nos empeñamos en hacer realidad aquello que escribíamos en servilletas,

como plasmación de lo que tan sólo podía pertenecer al terreno de los sueños

Garra con remangu la caña y con un to-que d’habilidá llanta’l sedal a co la piedraonde ta esa echadina tan curiosa. Entor-na torpemente la cabeza y mira arguyo-su pal fiyu, como pidiendo la so aproba-ción, de la mesma manera que’l fiyu mi-rara pa él cuarenta años atrás, el día quepescara la so primer trucha. Llevantáran-se a les seis de la mañana y tardara cincohores nada menos en sacar daqué pro-ductivo d’aquello, anque (quien lo vivebien lo sabe) toa una vida merecía la pe-na solo por esi momentu. Lo mesmoqu’esta vez, pararan en L’Agualal.lanza atomar un bocáu de tortiya y chorizu,

pesquemos o non, fartucar vamos fartu-camos, y beber un poco vinu pela bota,¿veslo? yá yes un paisanu.El fiyu asiente cola cabeza, sorrí, col ca-yáu del padre na mano derecha, la verdáque paez un milagru que se mantenga enpie ensin garrase a naide, el médicu nunlo diba creer, nun lo diba creer.—Pa que depués digan que tas malu, ¿eh?L’aire que xibla pente les cañes de los ár-boles, les fueyes marielles qu’alen comosi la gravedá nun esistiera, el fríu quemanca na cara, el ruxir del ríu nel fondudel oyíu… too pa que’l golor a despidi-da, a actu final, sea mayor…—Picó, picó —glaya’l padre emocionáuy desvalíu. Nota que’l corazón va al mes-mu ritmu que’l ríu. Siéntese vivu, tan vi-vu... El fiyu avérase per detrás, ensugan-do les llárimes, que nun me vea llorar,que nun me vea llorar, y pon les manesenriba de les del padre. Éntra-y peles na-rices mui intenso’l golor de la colonia delpaisanu.—Un, dos y tres… ¡pa riba!Les cuatro manes llevanten con fuerza lacaña, que cimbla, que cimbla…!

mayo ~ junio 7

PABLO TEXÓN · Relato

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Entorna torpemente la cabeza y mira arguyosu pal fiyu, como pidiendo la so

aprobación, de la mesma manera que’l fiyu mirara pa él cuarenta años atrás,

el día que pescara la so primer trucha

Alberto Corazón, Antonio Pérez, Daniel Gil,

Enric Huguet o Joan Brossa han puesto una

parte muy importante de su talento al servi-

cio del libro como objeto de arte. ¿Qué tiene

el libro de especial para que diseñadores

gráficos de tanto prestigio le hayan presta-

do una atención semejante?

Como desafío gráfico el libro es comple-to, pues pone tanto en acción nuestrosconocimientos de diseño como en alertanuestros sentidos. Un libro se ve, se toca,tiene olor, no caduca… posee caracterís-ticas propias distintas a las de la mera pu-blicidad. Hay diseñadores que considerana otros trabajos —los carteles, por ejem-plo— como la expresión más pura del di-seño y reconocen su desinterés por los li-bros.También hay, dicen, perros verdes.

¿Crees que el libro sigue ocupando una po-

sición de privilegio en nuestra cultura o que

sus días están contados?

No creo que actualmente ocupe un si-tio privilegiado, lo cual bien puede serun mérito.Acercarse a esta cultura es, ca-da día más, como abrir la caja de Pando-ra: salen todos los males. ¿Sabemos escri-bir? ¿Sabemos leer? Sabemos mirar, sí,pero ¿vemos? ¿Tenemos criterios estéti-cos? ¿Elegimos?Cuando acudimos a las librerías, en un nú-

mero elevadísimo de casos, encontramos

que los best sellers, los grandes éxitos del

momento, nos son presentados en envolto-

rios chillones, burdos, casi obscenos, con ti-

pografías para ciegos. ¿Existe un diseño grá-

fico del mal gusto?

8 eventual ~ revista

T E X T O S : R I C A R D O M E N É N D E Z S A L M Ó N · F O T O G R A F Í A : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O

Marta Vigil

el diseño editorial

para el público, grande o pequeño, profano o especializado, el diseñador gráfico continúa siendo a día presente, y

salvo contadísimas excepciones, una persona sin rostro. ‹eventual› nos acerca el testimonio —muy ácido, como se

podrá comprobar, aunque enormemente reflexivo— de una de esas profesionales sin rostro responsable de que,

por fuera y por dentro, el libro sea algo más que un continente agradable o un eficaz depósito de palabras. algu-

nos de los diseños más bellos hechos en asturias llevan desde hace años su firma. se llama marta vigil, reivindica

no sólo con orgullo —sino con razones— su oficio y, entre refrán y refrán, nos regala una lección de entusiasmo.

Los best sellers tienen poco de best y mu-cho de sellers. Son éxitos para el vende-dor, que vende, pero no para el lector,que no lee, sino que únicamente consu-me —compra— lo que está de actuali-dad.Tampoco son éxitos de calidad edi-torial: materiales baratos y textos sin cui-dar. Mirándolo bien ¿para qué emplearmás tiempo y dinero en productos que yase venden como churrros? ¿Quizás porética profesional de los editores hacia susclientes, ya que —por cierto— viven deellos?Por oposición, parece que hubiera ciertas

obras asociadas siempre a la sobriedad, la

pulcritud, una línea de diseño casi esparta-

na, como si un diseño pop y, por ejemplo,

una novela de Franz Kafka fueran incompa-

tibles: ¿existe un cierto miedo al qué dirán

por parte de los editores a la hora de asociar

determinados diseños a determinados nom-

bres?

En las pequeñas editoriales el editor esdios y decide sobre todas las cosas. Haelegido una profesión casi temeraria, conun presente y un futuro inciertos, arries-gando su tiempo, su dinero y su prestigiopersonal con el único aliciente de dedi-carse a aquello que le apasiona. Sus cri-terios editoriales son simples: hacer librosque le gusten, incluso a contracorriente.En las grandes editoriales, al contrario, eleditor es un mero gestor con un objeti-vo también muy claro: publicar autoresque vendan. Por ello, es más prudente ala hora de valorar las preferencias de suslectores. «Nun se puen tener los güevosy los pitinos» pero sí podríamos no irnosa los extremos y quedarnos con, porejemplo, 2 güevos y el pitín. Por parte delas grandes editoriales mimar lo que ofre-cen al lector, crear el hábito de leer librosbien hechos y no limitarse a vender ho-jas que son vertederos de palabras. Porparte de las editoriales que sí cuidan suslibros, concienciarse de cuidar, en la mis-ma medida, su difusión. ¿Para qué sirvenlos libros nonatos? ¿Tiene sentido publi-

car a buenos escritores y no publicitar-los? ¿No es la publicidad coherente deun producto un valor añadido al mismo?¿Qué papel juegan la pintura, la fotografía y

el cine, respectivamente, en el trabajo de un

diseñador gráfico?

Un papel esencial. Nos sirven de refe-rencia para trabajar, aportando ideas, po-tenciando nuestra imaginación y, sobretodo, proporcionándonos algo tan valio-so como la cultura estética visual que, co-mo decía Toulouse-Lautrec a propósitode la pintura, «es como la mierda: se no-ta, no se explica». En nuestro caso, se tie-ne o no se tiene. El recurrir a las demásartes viene también a cubrir un vacío encuanto a formación que tenemos granparte de los diseñadores gráficos en ac-

mayo ~ junio 9

M A R TA V I G I L : E L D I S E Ñ O E D I T O R I A L

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el criterio del pequeño

editor es simple: hacer

libros que le gusten.

pero en las grandes

editoriales, el editor es

un mero gestor con un

objetivo muy claro:

publicar autores que

vendan

de entonces con el desarrollo de la infor-

mática? ¿Qué lugar ocupa hoy el diseño grá-

fico? ¿Es un arte, una simple técnica, una

prolongación de la cibernética, otra rama

más de la industria de la reproducción?

Sí, las cosas han cambiado.Antes el dise-ño gráfico no entraba en los museos yahora casi se pretende que no salga. Esta-mos rodeados de diseñadores —léase depie y con la boca forrada con pan deoro— que confunden profesión artísticacon profusión artística, y en el diseño notodo es arte. Ser definido y definirse co-mo artista es un anhelo recurrente de losdiseñadores ¿quizás traumatizados con surealidad? En fin, cualquiera puede lla-marse a sí mismo como prefiera, no va-mos a ser menos que el papa.Ya va sien-do hora de que las escuelas de arte ycentros similares —si no peores— asu-man la responsabilidad que les corres-ponde por contribuir a esta distorsión dela realidad, pues son abanderados enmentalizar a los futuros diseñadores co-mo a mineros pal pozu moqueta.Apar-te de enseñar poco y mal, te lanzan a lavida laboral con un equipaje ligero deconocimientos y vacío de humildad, pe-ro en el que nunca falta un ejemplar deMis cuentos de hadas. Deberíamos rei-vindicar que se respete nuestro trabajo—algo que demasiado a menudo se echaen falta— y no que se nos entronice. Unartista tiene un estatus y, a menudo, vivede él. Los curritos vivimos de un sueldopor el que nos quemamos las pestañas.Para la creación de ideas recurrimos atécnicas y a la experiencia, no a donesdivinos ni casualidades, si bien es ciertoque uno nunca sabe al doblar qué es-quina le espera el éxito. Los que nacimosantes de los 70 aún recordamos la famo-sa Eau de chorís, salsa de gochu especia-da con envase en forma de chorizo, quearrasó en el mercado, para perplejidad desu diseñador.¿Crees que se corre el riesgo de que detrás

de cada programa de diseño gráfico se es-

10 eventual ~ revista

T E X T O S : R I C A R D O M E N É N D E Z S A L M Ó N · F O T O G R A F Í A : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O

tivo: somos autodidactas. O bien hemosempezado a trabajar sin habernos for-mado, o bien tenemos estudios que es-taban relacionados con esta profesión ensu día, pero que ahora, en un campo queha sufrido cambios tan rápidos y radica-les, están caducos.El expresionismo alemán y las vanguardias

soviéticas le dieron mucha importancia al di-

seño gráfico, hasta el punto de que éste pe-

netró en los museos entre los años 1890 y

1920. ¿Han cambiado mucho las cosas des-

los diseñadores deberíamos reivindicar que se respete

nuestro trabajo, no que se nos entronice

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Nacida el día de Santa Marta en San Martino (Siero), razón por la cual no se llama Romualda.

Se crió rodeada de otros mamíferos en una aldea de La Pola. A los pocos años cambió los pi-

tos de caleya por los pitíos de les fábriques de La Felguera y el familiar olor del cuchu por los

fedores aspiriniegos de la Bayer. Zurda libre hasta su reclusión en un colegio de monjas —pa-

sando a ser, por esta causa, el paraderu les hosties— siguió ejerciendo su zurdería en la clan-

destinidad. Estudió Diseño Publicitario cuando aún el diseño gráfico no tenía nombre defini-

do, ni sus estudios titulación claramente reconocida, ni existía una demanda laboral que lo

avalase. Inspirada en el oficio de su abuelo —madreñeru— comenzó a trabajar la madera ar-

tesanalmente, fabricando juguetes. Escaparatista, rotulista y escayolista son algunos de los

meandros laborales de su larga lista. Más adelante encarriló su profesión en el mundo del di-

seño, trabajando por su cuenta y para varias editoriales. Al día de hoy su verdadera vocación

—ser millonaria— sigue en el aire, a falta únicamente de un mundano matiz: perres.

conda un artista en ciernes o defiendes co-

mo saludable esa democratización del artis-

ta?

Para muchos infiltrados el ordenador esun objeto de adoración, un ser animadogenerador de ideas, que lo hace todo.Cuando necesitan un trabajo, en vez derecurrir a un profesional, se conviertenen una especie de El Lute «diseño o re-viento». Ellos mismos se lo guisan y se locomen y, como dicen que lo que no ma-ta engorda, muchas veces se llevan inclu-so a clientes que carecen de criterios pa-ra valorar la calidad de un trabajo, sim-plemente porque son más rápidos o másbaratos. Nuestra profesión está, aún hoy,poniéndose continuamente en entredi-cho por cualquiera que considera que di-señar es hacer sus simulacros. Sin embar-go, el diseño, aunque podemos estudiar-lo y practicarlo, no todos somos capacesde aprenderlo/aprehenderlo. Además,existen creencias arraigadas sobre el dise-ño como algo aleatorio, fruto de inspira-ciones momentáneas cuando, por el con-trario, exige —como cualquier otro ofi-cio— conocimientos técnicos, práctica y,por supuesto, trabajo. El ordenador, a pe-sar de su uso casi imprescindible, no esmás que una herramienta.Al diseñador lequeda por hacer precisamente aquelloque el ordenador no puede: pensar.

¿Cómo se enfrenta un diseñador gráfico a un

trabajo de encargo? ¿Y a uno en el que goza

de absoluta libertad?

Muy pocas veces el diseñador trabaja conabsoluta libertad, pues su libertad acabadonde empieza el sí o el no del cliente.Además, nuestros trabajos no respondenal capricho, van a parar a un mercado demárketing, compiten con otros produc-tos, deben vender.A pesar de esto —o precisamente por es-to— cualquiera que estime su trabajo seenfrenta a un nuevo encargo con ilusióny disposición. Superada esta primera fa-se fantasiosa recorremos un tortuoso ca-mino real de ánimo descendente, queempieza con el intento de diálogo conel cliente, pasa por la resignación y aca-ba con la paciencia. Hay clientes empe-ñados en que no hagas bien tu trabajo,con las ideas muy claras —o muy oscu-ras, depende cómo se mire— que despe-dazan tu trabajo cual Saturno devorando asus hijos. ¿Qué diseñador no ha intenta-do alguna vez proteger la esencia —lobueno— de su diseño disimulándolo enuna posición a retaguardia, oculta a lasuperficial visión enemiga? La tipologíade cliente más frecuente es precisamen-te ésta: el llamado cliente caníbal, que secome su propio encargo.También abun-da el cliente siamés, pegado a ti día tras

día, babeando por el ratón. El cliente ac-cidental, que no sabe qué quiere ni si loquiere. El cliente peregrino, que te visi-ta un día sí y otro también. El clientebelicoso: quiere guerra y la tendrá hagaslo que hagas. El cliente burocrático, conun testamento de instrucciones para ha-cer un simple sobre. El cliente improvi-sado, de «un folleto a 4 tintas para ma-ñana». El cliente con horror vacui, que nosoporta los blancos del papel y te pagaúnicamente para que los tapes. El clien-te tsunami: llega y desintegra. El clientehipocondríaco: cree que todo va a salirmal y, como el cliente siempre tiene ra-zón… El cliente pepepótamo, que solomaneja el lenguaje de su grito hipohu-racanado…¿Qué opinión te merece el diseño gráfico que

se está haciendo en Asturias?

Interesante, profesional, con muchas ho-ras de trabajo detrás. Claro que es la opi-nión de una parte implicada y suele de-cirse que en el mundo de los ciegos eltuerto es el rey. Mi concepto sobre estaprofesión no ha cambiado gran cosa conel paso de los años: falta autocrítica y so-bran autocomplacencia y palmaditas enla espalda de algunos que, independien-temente de la calidad de cada uno de sustrabajos, siempre se consideran artistas.En cualquier caso, soñar es gratis.!

mayo ~ junio 11

M A R TA V I G I L : E L D I S E Ñ O E D I T O R I A L

al diseñador le queda por hacer aquello que el ordenador no puede: pensar

Tres de los cristales un iviernu estraña-mente soleyeru. Dende la siella na quem’esmorono dexo prendida la mirada n’-horizontes desconocíos y ensoñaos. Ypienso que, al fin y al cabu, yo nun soimás qu’eso: un suañu contradictoriu ques’arrastra pel mundu palpitando nel vér-tigu y confundiendo nel agua tolos ros-tros de la lluz. Fantasiando cola nada yengañándome al creyer que la vida ye es-to que yo pinto. Fumu de silencios tres delos pórticos d’esta vieya casa. Sol y tarde.Iviernu finxíu o bien disimuláu nel que’lcorazón vuélvese soga y el mieu censura.Siempre me dixeron que la soledá siem-pre foi un mal xuegu pa quien nun lu es-cueye. ¿Qué o quién quixo pa min estiabandonu? Quiciás naide tea la culpa.Pueque fuere yo la qu’empezó a desfacese so-la…Ésta ye una d’eses tardes nes que na-

da ye importante pero too tresciende. Laúltima vez que vini per esta casa díxime-lo calladamente: «Yá nun yes d’equí, ne-na.De nengún llau.Yá nun hai patria, ninfamilia, nin raigaños… ¿Pa qué vuelves?»Aquel añu ñevare con ganes y costómemuncho meter el coche hasta la puertacasa. Pel camín, mentes m’engarriaba colxelu y los resbariones, diba mirando quenun quedaba naide.Otres veces, de la quevenía, tenía qu’andar aparando a ca pocopa saludar a los vecinos.Tomaba un vasuen cada casa («Pa calecer», dicíen ellos) yechábemos cuentes de tol tiempu pasáu,de les faltes d’añu n’añu, de les anécdo-tes vieyes… Y asina pasaben les hores has-ta que, al escurecerín, calaba a casa rindi-da, cuasi col tiempu xustu pa prender lacocina y, ensin munches ganes, desfacerel macutu que traía siempre aburulláu nelmaleteru’l coche.Y sentíame bien porqueequí yera reconocida pola persona quesoi. O que yera… Yá nun m’alcuerdo.Pero la última vegada que vini nun heboparaes, nin vasos, nin parola. Noté que lesfaltes yá yeren munches y dime cuentade qu’esti mundu taba dando les últimes

12 eventual ~ revista

ANA VANESSA GUTIÉRREZ · Relato

¿Qué o quién quixo pa min esti abandonu? Quiciás naide tea la culpa. Pue que fuere yo

la qu’empezó a desfacese sola… Ésta ye una d’eses tardes

nes que nada ye importante pero too tresciende

El t

astu

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eñal

boquiaes.Asina que prometíme nun vol-ver más. Nun tenía sentíu ser l’únicu tes-tigu d’esta lenta agonía.Pero pasó’l tiempu y agora torno porquetengo que llevantame de demasiaos fra-casos y alcuentro qu’esti sitiu, el prime-ru y a la fin el míu, guarda’l secretu delmio renacer. Llego rota; abandonada a lospropios pantasmes de tantu tiempu, colaincertidume de nun saber nada.Tan solaque dafechu refugo de tolo que pudierefaceme feliz.Va tiempu qu’escoyere la destrucción co-mo opción de vida y siento la necesidáde volver al puntu onde entamó too papoder escoyer caminos. P’alcontrar siña-les ente la borrina de la desmemoria.Vuelvo porque echo de menos. Porquela soledá siguía los mios pasos ellí ondetuviere. Porque sentí’l glayíu afogáu d’u-na tierra que tenía abandonada y quequixo recordame qu’escaeciéndola tabaperdiéndome a min. Empezar a olvidalafue l’entamu de la mio derrota, de la miodesesperación.Sentada equí, énte la ventana, toi serena.Fuera pasen les hores lentamente mentesun revolvín desátase na mio conciencia.Como una sacudía brutal, españen namio memoria tolos caminos de la infan-cia que percuerren estes praeres.Tolos sa-bores y tolos golores que quedaron ta-tuaos nel recuerdu y que, en tardes comoésta, vienen de visita cola intención d’a-tormentame, un poco más de lo que yátoi, a golpes de congoxa. Reconozo ungustu especial y estrañu nel cielu la bo-ca. Un tastu que va tiempu nun sentía yque me trai cálides alcordances d’époquesque suaño felices.Ye’l sabor de la señaldá: la señaldá revis-tida d’un ritual cenciellu pero primitivu,qu'hai muncho que nun repito.Recuerdo que va tiempu, nuna de lesmunches tardes que pasaba nesti pueblu,llevóme mio güela de paséu mentes elresto de los de casa andaben a la yerba.Alo cimero una cuesta, cerca’l bebederu les

vaques onde diba de nena a matar guxa-rapos, había un artadal bien grande quedaba bones mores.Yo trabéme a escoyerpeles más grandes y meteles nos bolsos,poniéndome perdida, mentes ella amira-ba pensatible lo que pa min nun yera másqu’un matorral. Entós mio güela fendióun cachu d’artu y pelólu con esmeru.Diómelu a la mano y díxome: «Ten, minina, preba. Nun teas mieu. Escoyí únbien tienru y sabrosu especialmente pa ti.Pásalu despacio.»Metílu na boca con perceguera pero lle-vada pola confianza de los güeyos sere-nos y cómplices de mio güela.Mentes lu mazcaba lentamente, ella dibadiciéndome: «Guarda esi sabor na me-moria. Ésti ye’l tastu del pasáu que per-dimos; de la vida que yá nun vamos vol-ver ver. Hai años la to bisbuela fexo lomesmo comigo. Mentes yo tragaba’l ca-chu d’artu cola cara d’asombru que tasponiendo tu, xuxuriábame al oyíu qu’ha-bría un tiempu nel que diba echar demenos los años perdíos ya irrecuperables.Naquel momentu yo nun entendiere na-da de lo que quería dicime: probable-mente tu tampoco agora. Pero llegó undía nel que la derrota fexo que volvierea esti puntu, cola intención de recuperar,anque fuere un segundu, la memoriatranquila de la infancia. Cuando, colosaños, tu tamién sientas señaldá, has de ve-nir y facer esto.Y esti sabor será’l que tetraiga memoria d’aquellos tiempos nosque la vida yera entá una promesa.»Pueo sentir la voz de mio güela retri-ñendo ente les piedres. Esi tastu amargu-xu desfaciéndose agora nos mios llabiosy pienso nel camín que me trixo hasta

casa. Namás queda yá la cuesta, el bebe-deru y l’artadal formosu, pero entiendola llamada secreta que me reclamó denueu equí, depués de tantu tiempu. Lanecesidá d’echar cuentes cola vida, facercaxa y, col saldu que me reste, perdemecamín alantre.Enantes pensaba que nesta tarde yá nadaimporta pero que too tresciende, y yecierto.La vida ye una sorpresa qu’españa encualquier momentu y yo manténgome ala espera, dende esti requexu tranquiluonde too vuelve a tener sentíu.Faime falta esi rebufu qu’habrá d’arras-trame dica quién sabe ónde y dalgo mediz que’l futuru ta nesi artadal, nesta ca-sa, nesti istante al que, ensin querer,m’en-trego.Y que la vida, la otra vida, aquellavida, tien que seguir ensin min.Podría marchar, pero prefiero quedar sen-tada un poco más, saborguiando la lluzd’esti nueu tiempu qu’apalpo col deséu.Azotando la mirada como cebu dendeesta tierra de niundes pa que dalguién, encualquier llugar (yá nada importa), la to-pe y me devore.!

mayo ~ junio 13

Reconozo un gustu especial y estrañu nel cielu la boca. Un tastu que va tiempu nun

sentía y que me trai cálides alcordances d’époques que suaño felices.

La sala de conferencias estaba a rebosar.Se trataba, sobre todo, de ruidosos estu-diantes cargados de mochilas, carpetas yrisas jóvenes. En las primeras filas fueronacomodándose señores y señoras conmaletín, más serios, menos jóvenes.Asis-tíamos a un ciclo de ponencias sobre elderecho internacional o algo semejante.Yo estaba allí por casualidad, como siem-pre (uno siempre está por casualidad entodos los lugares), cubriendo la breve no-ticia de la que al día siguiente se haríamención en el telediario y la prensa.Desconocía por completo quiénes eranlos ponentes, muestra inequívoca de midesinterés por el asunto. Cumpliría conmi cometido rutinariamente y luego meiría a tomar el café que por la mañana nohabía tenido tiempo de prepararme an-tes de salir de casa.Me disponía a verificar una vez más elenfoque de la cámara de vídeo que habíacolocado sobre el trípode cuando la vientrar en la sala. Solemnemente, con lacabeza bien levantada. Zapatos de tacón,medias claras, traje beige, blusa de seda.Saludó a algunos de los asistentes situadosen las primera filas; alguien de la organi-

zación le dijo algo al oído, ella asintió. Su-bió a la tarima y tomó asiento. Cuandome di cuenta de que ella iba a pronunciarla conferencia, un manojo de ramas secasse agitó en mi estómago. Palidecí, enmu-decí, tropecé con los cables. (No hay pa-réntesis en una vida. Una vida es conti-nua. No hay saltos, aunque sí sobresaltos.El pasado siempre vuelve, y muchas ve-ces incluso revuelve; se le puede dar la es-palda o mirarlo con desprecio por enci-ma del hombro, o arrepentirse de lo he-cho —pero eso no borra lo hecho— ono arrepentirse, no sé si da igual.)Cargué con mi cámara al hombro y de-cidí ocultarme detrás del objetivo, por-que así todo aquello se volvía irrealidado ficción cinematográfica, o al menos eramenos real.Además, desde allí podía ob-servarla detenidamente. Comenzó a ha-blar con voz serena, gestos cuidados. Pro-nunció un discurso brillante: bien arti-culado, bien explicado, claro, conciso.Obviamente se había ganado al audito-rio, que apenas respiraba. Por mi cabeza,más que recuerdos, circulaban imágenes,fantasmas. Alas, sábanas, suspiros. Aquelapartamento de la calle Génova. Sueños,labios, rosas. Cigarrillos compartidos ytantas otras cosas compartidas. Promesasmatutinas, y también promesas vesperti-nas. Paseos, copas, besos.Había cambiado: llevaba el pelo más cor-to y más rubio, la mirada más fría, lasuñas de color rojo. El manojo de ramassecas volvió a agitarse en mi estómago.Decidí que hablaría con ella. La invitaréa un café, hablaremos. Quién sabe, don-de ha habido fuego… A qué se dedica-rá, parece que ha tenido éxito.Ah, el olorde su piel, el calor de sus manos. Seguiráviviendo en la ciudad.Habrá algún hom-bre en su vida.Los aplausos me devolvieron al final demi irrealidad cinematográfica. Hubo va-rias preguntas. Por último, alguien pre-sentó al siguiente conferenciante. Depronto, era urgente medir mis movi-

mientos: la cámara, de nuevo en el trípo-de para que continuase grabando sin mí;yo, abriéndome paso a codazos hacia unade las puerta del fondo para hacerme elencontradizo en el pasillo. Ella no debíade haberme visto aún. Afuera no habíanadie. Me acerqué despacio a la puertapor la que saldría en cualquier momen-to. Oí su voz entre el barullo que llegabadesde dentro. Se acercaba. Su risa de cas-cabeles. Salió.Caminó en dirección haciamí, hacia la salida del edificio. La miré,sonreí. Sus hermosos ojos azules me atra-vesaron como si mi persona fuese de uncristal impecablemente limpio y transpa-rente.Continuó su camino, la cabeza bienalta, dejando tras de sí un delicioso halode perfume y un vago eco de tacones.Las ramas secas se transformaron en unapesada cadena que me atenazaba el pe-cho. Sentí frío. Una especie de zumbidome mareó unos momentos. Entré denuevo en la sala.Aún tenía la grabación,podría observarla y preguntarme cien ve-ces cómo era posible que se tratase de lamisma mujer. Qué habría sido de su dul-ce mirada.Y de aquellas caricias.Al ir a comprobar que la cámara hacía sutrabajo, vi que estaba apagada. No habíagrabado absolutamente nada porque nola había encendido.Y yo, ¿sería yo el mis-mo hombre?En sus años de estudiante de derecho,cuando la conocí, risueña y afable, solíareprochar a los letrados que nunca ha-blasen de justicia. Se enfadaba por ello ydecía que quería dedicar su vida a mejo-rar el mundo. En todo su discurso no ha-bía habido ni una sola alusión a la pala-bra justicia. De camino hacia el solitariocafé que iba a desayunar, unos versos deCernuda invadieron machaconamentemis pensamientos. «Donde habite el ol-vido, / en los vastos jardines sin aurora /donde yo sólo sea / memoria de una pie-dra sepultada entre ortigas / sobre la cualel viento escapa a sus insomnios». Poesía.Nada más. Donde habite el olvido…!

14 eventual ~ revista

NOELIA BUENO GÓMEZ · Relato

Don

de h

abite

el o

lvid

o

Anoche no podía dormir, pasaban las ho-ras y el descanso no me visitaba ni pararecordarme que era un fracasado; mi ce-rebro se torturaba en el recuerdo de mu-jeres cuyo corazón es una fortaleza inex-pugnable de monosilábico centinela, sí,ese cuyo nombre contiene dos letras¿puede que la primera sea una angulosay cortante N? Más adelante te encuen-tras con el negro abismo de un pozo, conla circunferencia interminable y asfixian-te de una O. Con llagados pies me le-vanté de mi humilde camastro encami-nándome seguidamente a la sala de estar.A continuación, el rutinario ritual de tan-tas madrugadas, sentarse y buscar en latelevisión entretenimiento que me alejede negros pensamientos suicidas. Fulanassiliconadas, catadoras de futbolistas y to-reros, maridos traicionados, presentado-res guaperas, humoristas sin gracia, mú-sicas banales, fútbol, sexo, insultos, escu-pitajos, ¿otra vez «Antes muerta que sen-cilla»?, avances informativos, guerras, ase-sinatos, violaciones, corrupción, Maldo-nado augurando soleados y cálidos anti-ciclones mientras en la calle caen chuzosde punta… ¿Y si pruebo en la 2?Hmmm,un documental sobre los barriosbajos neoyorquinos,Tom Waits canta «IceCream Man».Una vez más la televisión no me con-suela, es más, la rasgada voz de Waitsacompañando esas nocturnas imágenesde Nueva York me ha puesto más triste.Me pongo el abrigo y salgo a la calle es-perando que el frío polar del inviernome consuele o me mate.Tras más de doseternas horas deambulando, y conven-cido de que no iba a encontrar ni unpuñetero sitio abierto, me disponía avolver a casa cuando presencié una es-cena que de golpe me hizo olvidar to-dos mis pesares y ver negruras aún másdolorosas que la oscuridad que acechaen mi corazón.Allí, mudo, olvidado, enla oscura y anónima concavidad de unabandonado portal, allí estaba mi desco-

nocido salvador. Canosa y piojosa bar-ba; abrigo tan gris como su vida, abrigoque no abriga ni consuela; raídos panta-lones de pana; apolillado y calado gorrode lana; somier, colchón, sábanas y co-bertor de cartón; ojos a los que ya no lesquedaban lágrimas. Con temblorosasmanos rescataba de un cubo de basuracercano los restos de unas alitas de po-llo que alguien desperdiciara días atrás,el paso siguiente en la operación eraarrancar con las uñas de los pulgares losgusanos que se regocijaban con la pocacarne que quedaba adherida al hueso,unos mordiscos y el estómago aún va-cío. Unos tragos a una botella de coñacbarato robada de la parte de atrás de al-gún bar ayudaba a engullir tan repug-nante manjar.Desde entonces la imagen de aquelhombre se ha convertido en un recuer-do y obsesión constantes. ¿Quién era?¿Cómo había llegado a esa situación?¿Acaso no habremos colaborado todosnosotros en su desgracia? ¿No seremostodos culpables de que mucha gente noencuentre su sitio?!

mayo ~ junio 15

Me pongo el abrigo y salgo a la calle

esperando que el frío polar del invierno

me consuele o me mate. Tras más de

dos horas deambulando, y convencido

de que no iba a encontrar ni un

puñetero sitio abierto, me disponía a

volver a casa cuando presencié una

escena que de golpe me hizo olvidar

todos mis pesares y ver negruras aún

más dolorosas que la oscuridad que

acecha en mi corazón…

Com

iend

o gu

sano

s

FERNANDO BARREIRO · Desde los sótanos…

El espejo vibraba, la tensión hizo que secuartease y poco después se rompió enpedazos, precipitándose al suelo. Un tro-zo, situado en la esquina del marco, aúndesafiaba la ley de la gravedad. Celso seagachó para seguir mirándose en él. Du-rante unos instantes pudo ver su rostroen aquel pequeño fragmento, justo antesde que éste, sin poder soportarlo más, si-guiese, con alivio, el camino de sus com-pañeros.Definitivamente, era demasiado feo.Cual-quier otro espejo hubiese hecho lo mis-mo de tener que reflejar una cara con esahúmeda nariz porcina, esos dientes decaballo, unas grandes orejas de chimpan-cé y un ojo de besugo que le permitía unángulo de visión de 180° pero que dabamucha grima. Por si fuera poco, el ojobueno se le quedó bizco haciendo señasal mús, en el bar del pueblo.

Este suceso ocurrió en un lugar llamadoPrelo, un pueblo situado en el concejode Boal y del que lo único que se podríadestacar es la casona palaciega donde re-sidían nuestro protagonista y su abuelo.Sus habitantes viven de la huerta, el ga-nado, la caza y en un constante estado deansiedad y angustia, debido al sentimien-to de que, en cualquier momento, aquelser podía aparecérseles, a la vuelta de laesquina, dándoles un susto de muerte.Bien es cierto que Celso siempre salía decasa con una frondosa barba postiza, ungorro ruso de orejeras y un parche en elojo de pez; pero su aspecto no mejorabamucho y sus vecinos no podían aguantarmás, los veía hacer corrillos y cuchicheara sus espaldas.Algo estaban tramando…Un día, su abuelo le convocó en el salónprincipal de la casona para hablarle de untema de vital importancia. El abuelo sellamaba Ulises y, como éste, pasó muchotiempo en el mar. Nació en La Habana,el mismo año que España perdió Cuba,y sus primeros recuerdos le sitúan en Pa-namá, donde trabajó como chico del bo-tijo entre los obreros que construyeronel canal.Allí aprendió tres cosas que le se-rian muy útiles: mentir, robar y corrercuando la cosa se pone fea. Con este ba-gaje cultural, se alistó de grumete en elprimer barco que cruzó el famoso canalcon dirección al Pacífico. Sus huesos —porque poco más tenía después de latravesía— fueron a parar a Tahití, dondeaprendió a ganar dinero al servicio de unjudío francés que comerciaba con perlasy copra. Pasados unos años, quiso la suer-te que Ulises heredase todo el negocio yla fortuna de su maestro, pues a éste nose le ocurrió otra cosa que regatear elprecio de las perlas con los habitantes de

una de las miles de islas del archipiélagoy que muy enfadados se lo comieron.Antropófagos creo que les llamaban…pero mejor será que él mismo continúerelatando su historia:

«A tu abuela la conocí en una de aque-llas islas. Era la hermana del hechicero dela tribu, que, desde luego, no aprobabanuestra relación, así que decidimos fu-garnos.Amanecía cuando nuestra barcase separaba del embarcadero, entoncesapareció su hermano en taparrabos, cu-bierto de amuletos y vociferando, muyenfadado, mientras agitaba un palo conuna calavera en un extremo. Esto me diomuy mala espina, pero no supe hasta mu-cho tiempo después que nos había lan-zado una maldición, una especie de malde ojo —sobre todo para el ojo que con-templase a tu padre— por el cual misdescendientes serían más feos que el cu-lo de un mono.Tu abuela me contó to-do esto antes de marcharse a Hollywood,donde trabajó como actriz secundaria,haciendo películas de cine mudo de te-rror. Se acordaba mucho de tu padre; senotaba en las caras de angustia y pánicoque ponía en sus películas, pero, en per-sona, no la volvimos a ver nunca más, só-lo esa foto suya junto a un actor oreju-do, muy repeinado y sonriente, nos re-cuerda su existencia.

»Por aquel entonces, vivíamos en Ar-gentina , a donde nos habíamos desplaza-do huyendo de la maldición.Allí nació tupadre, al que llamamos Pi-fi’o —nombremuy común en el Pacífico sur—, que vi-no a demostrar la cobertura global de lamaldición.Cuando tu abuela se fue, él te-nía 8 años y ya había que tragar saliva pa-ra mirarlo. Mi negocio de cría de capiba-ras no era muy rentable que digamos, asíque decidí acabar de educarlo aquí, en elpueblo de mis antepasados, de los que he-redé esta casona y una mina de carbón enCangas del Narcea.

»A tu padre, siendo ya un chaval —oalgo así— le llamaba poderosamente la

16 eventual ~ revista

JOS · Gansos en la sopa

Sus vecinos no podían aguantar más, los veía hacer corrillos, cuchichear a sus espaldas.

Algo estaban tramando…

La

mal

dici

ón

atención la mina, quizás porque en su os-curidad pasaba más desapercibido a losojos de los humanos, y, sin mi consenti-miento, se metió a trabajar de caballista.Siempre tuvo buena relación con los ani-males, se notaba que tenían muchas co-sas en común. Las mulas adoraban sus in-cisivos, aquellos dientes eran la envidia dela recua y todas trabajaban encantadas alas órdenes de aquel herbívoro de dos pa-tas que compartía con ellas hasta la co-mida.Al final, sólo salía al exterior cuan-do tocaba bañarlas. Una de esas ocasio-nes coincidió con la presencia en Can-gas de un sucio circo ruso lleno de re-miendos en el techo.Yo convencí a tupadre para que fuese a ver el espectácu-lo y acabó convirtiéndose en la atracciónprincipal. Su trabajo como hombre ele-fante le hizo famoso en medio mundo,la gente acudía en masa para contemplarsu espeluznante anatomía, cubierta sola-mente por un taparrabos.Allí se enamo-ró de la mujer barbuda —tu madre—,que afortunadamente —para ella— eraciega, y no se les ocurrió otra cosa quecontinuar la maldición engendrándote ati.Considerando que la culpa de todo eramía, te dejaron bajo mi custodia para ir-se de misioneros a una leprosería de laIndia.

»Los años fueron pasando y tú cada vezeras más feo, una fealdad muy difícil desoportar incluso para un pueblo comoeste. Los gritos que rompían el silenciode la noche no eran producidos por fan-tasmas y brujas como yo te contaba, eranlos gritos de tus vecinos al despertar deuna pesadilla en la que tú siempre eras elprotagonista. Ahora ellos me han pro-puesto un plan para solucionar este pro-blema. En la capital hay unos doctores,que llaman cirujanos, dedicados a repa-rar todo tipo de anomalías corporales;contigo van a tener mucho trabajo y se-guro que saldrá muy caro. En esta carte-ra que te entrego encontrarás una listacon las direcciones de estos admiradores

de Víctor Frankenstein, el dinero recau-dado por los vecinos y mi última bolsade perlas. Mañana cogerás el autobús quesale de Boal, irás convenientemente dis-frazado para no provocar el pánico, y nose te ocurra volver por aquí con la mis-ma cara…»Aún resonaban en su mente las palabrasde su abuelo mientras se dirigía, en taxi,a la última dirección de la lista. Sus visi-tas a las clínicas anteriores se habían re-suelto con estampidas en las salas de es-pera —llenas de gente guapa para sor-presa de Celso—, dos médicos con para-da cardio-respiratoria, otro con crisis epi-léptica y el resto aquejados por una gra-ve flojera intestinal.A esa hora, la policíacomenzaba a mostrar su retrato robot alos transeúntes del centro de la ciudad,iniciando la mayor epidemia de diarreaconocida en la capital.El taxi salió pitando después de dejar anuestro protagonista ante un edificio grissucio. En el tercer piso estaba la consul-ta del doctor Walter Mariphuri, tituladoen el estado de California, según el do-cumento que colgaba de la pared. Sobreel escritorio, una foto de Michael Jack-son estrechando su mano explicaba lapresencia de un cirujano plástico esta-dounidense en Vallobín. Celso no se an-duvo por las ramas, arrojó sobre la mesael dinero, las perlas y todo lo que oculta-ba su rostro; sobraban las palabras, aun-que a Walter le faltaran para describir esaespantosa visión, sólo la experiencia pro-fesional con Jackson y la acuciante falta

de dinero permitieron al doctor aguan-tar el tipo.Tres días y sus noches tardó, inspirándo-se en la altura de su ceja derecha y susprominentes orejas, en copiar el rostro deClark Gable sobre la faz de nuestro ami-go. La recuperación fue lenta y en unasesión de cura descubrió, en la librería dela consulta, una calavera incrustada en unpalo tallado con extraños símbolos. Inte-rrogando a Walter, descubrió que suabuelo fue un hechicero famoso en la is-la de Bora-bora, al que nunca conoció yque, aparte de su apellido, le legó ese fe-tiche tan feo.Desde entonces, la eterna sonrisa de Cel-so realzaba el parecido con su admiradoactor. Sentía pena del doctor, ignorantede que en aquella librería se encontrabala clave para hacerse millonario, pero unmundo saturado de maldiciones agrade-cerá su silencio. Nunca volvió al puebloy el público acude en masa al cine don-de trabaja de acomodador. Entre pase ypase de película le gusta ojear el atlas quese compró para verificar que Bora-boraestá muy cerca de Tahití.!

mayo ~ junio 17

Celso no se anduvo por las ramas, arrojó sobre la mesa el dinero, las perlas y todo lo

que ocultaba su rostro; sobraban las palabras…

He leído en una entrevista tuya que te gus-

tan los «libros que se pueden abrir por cual-

quier parte».

Me gustan los calendarios en los que, ade-más de la fecha y del santo, por detrás apa-rece una historia, y esa historia siempre esdiferente, cada día trae una; cada día des-cubre la eterna novedad del mundo.Otra frase tuya: «Hay que saber de dónde se

viene para, por lo menos, saber a dónde no

se quiere volver».

El olvido es la muerte, y una sociedadque olvida quién fue es una sociedad queestá muriendo.¿Cómo ves la situación actual de la literatu-

ra asturiana?

La situación del teatro, por ejemplo, yano es tan mala. En cuanto a la poesía y laprosa, poco a poco van a ir saliendonombres esenciales.Tenemos la suerte detener entre nosotros a José Luís GarcíaMartín, que ha ejercido un magisterio, através de la tertulia Oliver, imprescindi-ble; y tenemos la suerte también de con-tar con una lengua vieja que vive unmomento de adolescencia, es decir, elproceso de recuperación de la lengua as-turiana. Esto acerca Asturias a procesosliterarios muy dinámicos y de plena mo-

18 eventual ~ revista

T E X T O S : A L F R E D O G O N Z Á L E Z · F O T O G R A F Í A S : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O

entrevista a

Xuan Bellohistoria de una historia

universal

aquí, en asturias, tenemos la obligación de

reinterpretar a nuestro modo la cultura

occidental

la historia de la ‹historia universal de paniceiros› es la treta de un realista que nunca aspiró a serlo, la distancia

entre el humo del cigarro y el café, el futuro hecho presente de la literatura asturiana, el hombre que ha logra-

do embaucarnos en una mentira hermosa: el universo empieza y acaba «donde los hombres callan y el silencio es

renuncia», en paniceiros, el lugar de la memoria. xuan bello, narrador de sueños; poeta que aspira a inventar la

verdad contando mentiras.

mayo ~ junio 19

X U A N B E L L O : H I S T O R I A D E U N A H I S T O R I A U N I V E R S A L

RABA

NIL

LO

Xuan Bello nació en Paniceiros en el año

1965. Tras años destacando dentro del pa-

norama literario asturiano, autor de libros

como La memoria del mundu (1997) o La

bola infinita (2000), gana, en 1993 el pre-

mio Teodoro Cuesta de poesía, el más pres-

tigioso de los que se convocan en Asturias,

con El llibru vieyu. Recopila casi toda su

poesía en 1999 en el volumen La vida per-

dida, edición bilingüe publicada por Llibros

del Pexe. En el 2002, la editorial Debate sa-

ca a la luz Historia Universal de Paniceiros,

primer libro en castellano del autor, que

fue galardonado con el premio Villa de Ma-

drid a la mejor obra publicada en el año. En

el 2003 sale, también en Debate, Los cuar-

teles de la memoria, libro basado, como el

anterior, en el universo de Paniceiros, aun-

que, si en la primera los escritos hablaban

de la infancia, en este segundo es la ju-

ventud la protagonista. Actualmente, está

trabajando en La historia escondida, que

editará Areté, probablemente para el año

que viene, y no ha dejado de escribir poe-

mas, sin descartar la publicación de un

poemario no muy lejos en el tiempo.

tenemos la suerte de

contar con una

lengua vieja que vive

un momento de

adolescencia, la

suerte de asistir al

proceso de

recuperación de la

lengua asturiana

dernidad, como puede ser el caso de laliteratura chicana en Nueva York.Aquí,en Asturias, tenemos la obligación dereinterpretar a nuestro modo la culturaoccidental.Xuan Bello, Pablo Antón Marín Estrada…

¿Podemos hablar de un «realismo mágico

asturiano»?

Más bien, realismo mágico norocciden-tal. El «santo patrón» sería Miguel Torgay los «apóstoles» serían: Álvaro Cun-queiro, Luis Mateo Díez, Ramón Pérezde Ayala… Habría también unos gran-

des evangelizadores: el pueblo asturiano,el pueblo leonés, el pueblo portugués, elpueblo gallego… que son tan generososcon la humanidad que nunca han para-do de inventar historias.¿Cómo fue la experiencia del disco-libro Lavoz del ríu con Flavio Rodríguez Benito?

Fue una confluencia de dos disciplinas:la poesía y la música, que se hizo con laintención de crear una atmósfera hospi-talaria. La casualidad nos juntó a Flavioy a mí en un acto que tuvo lugar en Pa-rís, y Lisardo Lombardía nos ofreció másadelante grabarlo para Fonoastur, si-guiendo así el ejemplo del disco quegrabó Seamus Heaney con el gaitero ir-landés Liam O’Flynn (The poet an thepiper). Este año, en agosto, tenemos pre-visto presentarlo en el festival de Lorient.Háblanos de tu próximo libro, La historia es-condida.Es un libro que aún estoy acabando, quefui anticipando en las páginas del sema-nario Les Noticies, como los anteriores,y que está madurando, poco a poco, enel cajón.Es una reinterpretación del uni-verso de Paniceiros desde el punto devista de las mujeres y, a la vez, una refle-xión sobre la muerte del padre.¿Para cuándo está prevista la presentación?

Para finales del 2005 o principios del2006.Coméntanos algo acerca de la polémica

existente entre la Academia de la Llingua

Asturiana y algún colectivo —como puede

ser el periódico Les Noticies— por el asun-

to de la «fala» o gallego-asturiano.

Yo pertenezco a la Academia de la Llin-gua Asturiana y trabajo en el periódicoLes Noticies; por lo tanto, comprenderásmi perplejidad ante este absurdo. Since-ramente, creo que la Academia de laLlingua Asturiana no estuvo a la altura delas circunstancias desde su fundación. Seconcibió como una especie de reserva delas esencias y no sé si esa era su función.Lamento mucho que no sea otra cosa,pero no soy yo quién para juzgar el tra-

20 eventual ~ revista

T E X T O S : A L F R E D O G O N Z Á L E Z · F O T O G R A F Í A : A L E J A N D R O L L A N E Z A , R A B A N I L L O

«Vi cómo moría un mundo y quiero dar noticia de él», ésa es la His-

toria universal de Paniceiros, un almanaque de recuerdos de la in-

fancia del autor distribuidos en forma de poemas, fotografías o re-

latos cortos. «Aquí estamos todos los que nunca hemos ganado

una batalla», afirma un indio sioux escritor en uno de los relatos

del libro, y quizá así sea, quizá en este libro circulen todos los per-

dedores honestos como Capote, como el capitán Bobes, como Ros

de la Llamiella.

Xuan Bello reinventa el pasado en una lucha por recuperar la iden-

tidad, por recuperar la lengua asturiana en la que la que esta his-

toria universal está escrita originalmente. El alejamiento de la in-

fancia se une con la nostalgia por la pérdida de un mundo irrecu-

perable; Josep Pla se une con Álvaro Cunqueiro y la poesía china,

y la literatura gana un milagro, el milagro de una de las mejores

novelas de los últimos años.

es un poco «extraño» que se recomiende

la no lectura de algunos periódicos

contar con una tercera lengua,

el gallego-asturiano, es una suerte inmensa

vien

e de

la p

ágin

a an

terio

r

Un poema…

«La fuga de la muerte», de Paul Celan.Una película…

Soy poco cinéfilo… Vértigo, de Hitch-cock.Una música…

La de Pedru Pereira y las «VariacionesGoldberg» de Bach.!

sar que los asturianos tenemos una suer-te inmensa, que es poder contar con unatercera lengua, una lengua que hablan unnúmero determinado de personas y que,por tanto, hay que defender y hacer ofi-cial en su territorio.Oficialidá…

El restablecimiento de la justicia en As-turies. Es la equiparación jurídica de losderechos lingüísticos de los asturiano-hablantes y de los castellano-hablantes.Vivimos en un estado que garantiza a to-dos los ciudadanos la igualdad ante la ley,y los que hablamos en asturiano no te-nemos esos mismos derechos.Aconséjanos un libro en prosa

Recomiendo la obra de la poetisa astu-riana Esther Prieto.

mayo ~ junio 21

xuan bello (paniceiros, 1965)

libros publicados

— Los cuarteles de la memoria (2003)

— Historia Universal de Paniceiros (2002)

— La Bola Infinita (2000)

— La vida perdida (recopilación) (1999)

— La memoria del mundu (1997)

— El llibru vieyu (1993)

X U A N B E L L O : H I S T O R I A D E U N A H I S T O R I A U N I V E R S A L

bajo de nadie. Es un poco «extraño», pordecirlo de alguna manera, que se dedi-quen a recomendar la no lectura de pe-riódicos, pero ellos sabrán.Yo nunca di-ría que no se leyera el Lletres Asturianes.¿Qué postura tomas con respecto a la con-

sideración del gallego-asturiano como par-

te de la lengua asturiana?

En el occidente de Asturies hay unas40 000 personas, entre el río Eo y el ríoNavia, que hablan una variedad lingüís-tica que se incluye dentro del sistemalingüístico galaico-portugués. Esto es unhecho objetivo que no da lugar a discu-sión, pero sí a matices: es un habla detransición entre el gallego y el asturianoque tiene unos rasgos asturianos muynotables. Mi opinión al respecto es pen-

RABA

NIL

LO

Vasili Pávlovich Aksentiev, conde deAbramavicius, había nacido en San Pe-tersburgo en 1883. Heredero de una in-calculable fortuna, célibe y sin hijos, larevolución de octubre del 17 le arrancósus propiedades en Nizhni-Nóvgorod,con sus muchas desiátinas de magníficosbosques y campos cultivables, sus legio-nes de almas campesinas, sus asombrosasreservas de cebada, grano y azúcar. Sinembargo, la colectivización de sus tierrasy la conversión de su residencia veranie-ga en escuela pública para los desdenta-dos hijos de los mujiks, no impidieronque huyera a Francia llevando consigouna nada despreciable cantidad de oro,las joyas de su abuela Ekaterina Filípov-na, amante del divino Pushkin, y un le-gado de iconos del período bizantinotardío sin rival en Occidente.La riqueza del conde de Abramavicius

era sólo comparable a su excentricidad.Fanático por tradición y cínico por voca-ción, el noble destinaba todo su tiempoal fetichismo. Obsesionado con la crea-ción de un museo que reflejara la provi-dencial labor que Rusia había desempe-ñado en el curso de la historia, viajó aParís rodeado de lujo y maravillas, por-tando en su equipaje (cuatro coches deposta tirados por caballos lapones y uncarguero, el Evónimus, que recorrió eltrayecto que une los puertos de Sajalin yLe Havre) tesoros tales como el primerucase firmado por Iván IV el Terriblecontra la expansión de los boyardos, allápor 1566, el puñal con que Sofía de An-halat, futura Catalina II, hizo degollar asu marido, Pedro III, mientras dormía elsueño de los borregos, y el cáliz de plataen el que Alejandro I y Napoleón Bona-parte degustaron vinos del Mosela en Er-furt antes de convertirse en enemigosirreconciliables.Abrumado por la artritis, aunque arreba-tado por la belleza de la mansión versa-llesca que arrendó al poco de pisar suelogalo, con el paso de las décadas el condede Abramavicius parecía haber olvidadosu pasión coleccionista, hasta que un su-ceso en apariencia inocuo le puso sobrela pista de otro tesoro de incalculable va-lor: el perdido cráneo del difamado sta-retsz Grigori Efímovich Rasputin, cura-dor del zarévich Alexis, muerto a manosde intrigantes palaciegos meses antes deladvenimiento bolchevique.Un mediodía de agosto de 1953, mien-tras podaba con mimo un rosal, se acer-có al conde uno de sus caballerizos,Via-cheslav Efímov, a contarle que su primoGuennadi Kosma, recién llegado de Po-lonia, solicitaba permiso para guardar en

las bodegas ciertos documentos compro-metedores que había conseguido evadirde la Unión Soviética. Efimov le asegu-ró al conde que su primo Gennadi, cola-borador del general Kornílov durante laépoca del gobierno Kérenski, se había la-brado una merecida fama de anticomu-nista. El conde de Abramavicius aceptó aregañadientes: le agobiaba el calor y nodeseaba discutir con su subordinado acer-ca de la ideología política de un familiar.Aquella misma noche, vencido por eldolor de sus articulaciones y asediado porel fantasma bigotudo de Josef Stalin, nopudo resistir la tentación de visitar la bo-dega para degustar, a falta de ampollas demorfina, un delicioso burdeos de Sauter-nes con el que su amigo Pierre Barna-vaux, duque de Bellerval y descendientepor vía directa del heroico mariscal Klei-ber, le había obsequiado durante las pa-sadas fiestas navideñas.Estaba limpiando con una gamuza húme-da una botella de Château-Nairac cuan-do vio junto a la escalera una cartera re-pujada en piel de carnero, con las inicia-les G.K. cuidadosamente estarcidas al la-do del cierre. El conde, indiscreto, proce-dió a exhumar su contenido, encontran-do una lista de apellidos que nada le de-cían (Kagamánov,Ajmátova, Kucharski,Piej,Orlovaki,Nikitin), diversos mapas delVolga, el Dniéper, el Dvina y otros ríosimportantes, un puñado de pasaportesgrasientos de procedencia británica y, ba-jo un doble fondo, escondido a la vista, unpequeño libro encuadernado en madera.Al conde de Abramavicius el corazón ledio un vuelco, la fatiga de las piernasle desapareció al instante y blasfemó en sulengua materna, que desde hacía mesessólo empleaba con los mozos de cuadra,los jardineros y su costurera particular.El volumen en cuestión era la famosísi-ma Istoria ruscoi revoliutsii de DmitriSeschkiavinski, antiguo preceptor de laprincesa Tatiana, caído en desgracia a re-sultas del robo de varias cartas compro-

22 eventual ~ revista

RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN · Relato

La riqueza del conde de Abramavicius era sólo comparable a su excentricidad. Fanático

por tradición y cínico por vocación, el noble destinaba todo su tiempo al fetichismo

El c

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amav

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In memoriam, Georges Perec

metedoras, y único conocedor, en cali-dad de sepulturero, del lugar exacto don-de la cabeza de Rasputin fue enterradatras ser arrojado el resto de su cuerpo alNeva. Durante años fue un secreto a vo-ces que la intelligentsia bolchevique ha-bía buscado el manuscrito en vano, te-miendo que, al ver la luz el documento,una turbamulta de visionarios, santonesy lunáticos pusiera patas arriba la reciénnacida república.A la muerte del preceptor, acaecida enMarruecos en 1935, país al que llegó poruna ruta descabellada (China, Japón, For-mosa, Irak, Egipto,Túnez) huyendo delos incansables mastines del Ejército Ro-jo, se sabía que la obra había ido a parara manos de un periodista español desta-cado en Tánger, un tal Jiménez de Elis-buru, monárquico radical, quien a su vez,y enterado de la plétora de conspirado-res que perseguía el libro, lo aprendió dememoria antes de bañarlo en una solu-ción de ácido cítrico, turba y permanga-nato que, según indicaciones de la anti-gua sabiduría sufí, volvía invisibles lostextos. Hecho esto, el español regresó asu patria, e hizo grabar en el libro ahorablanco, junto a la fórmula que devolvía alas páginas su legibilidad, la leyenda Subrosa, que en latín no sólo hace referenciaal hermoso mes de mayo sino a todoproceso cuyo curso sumarial es secreto.La rocambolesca historia, narrada por unerudito rusófilo de origen finés, AarvoPähola, coetáneo del propio conde deAbramavicius y profesor emérito en losEstados Unidos, concluía con la desapa-rición del libro blanco durante la tomade Madrid (Jiménez de Elisburu, que cu-bría el avance de los nacionales, halló lamuerte al ser mordido por un perro con-tagiado de rabia). Pähola, en su estudioWho’s who in russian affairs, OxfordUniversity Press, Nueva York, 1948, ma-nejaba tres hipótesis de trabajo: o bien ellibro había caído en manos de los mili-cianos, con lo que su suerte —Pähola di-

xit— estaba echada; o bien Jiménez deElisburu había cedido el ejemplar a algúnallegado (Pähola aportaba hasta quincetestimonios de familiares y amigos quecalificaban al periodista de «reservado,hermético y misántropo»); o bien el di-funto Seschkiavinski, antes de morir detifus, había escrito a Jiménez de Elisburuel nombre de la persona que, allá en laindómita Rusia, debería recibir sus me-morias para así restituirlas al pueblo cre-yente, su único y legítimo propietario.Cuando el conde de Abramavicius des-cubrió la figura del sabio laureado con elíndice sobre los labios, cuando admiró laexactitud con que el rótulo Sub rosa ha-bía sido trazado hasta cinco veces conmano experta, cuando al pasar las amari-llentas páginas advirtió la caligrafía ba-rroca y apretada del español con la rece-ta mágica que devolvía al lector los in-marcesibles arcanos del texto, sus crista-linas carcajadas debieron remover en sutumba los cenicientos huesos del mismí-simo Luis XIV.

*****

A la mañana siguiente el conde llamó aEfímov y le anunció que deseaba reunir-se con su primo de inmediato. Instruidopor el caballerizo para llegar hasta unmodesto apartamento del bulevar Huys-mans, el conde penetró en una horriblehabitación de alquiler, con paneles demetal en las paredes y suelos de hule, re-pleta de ridículos bibelots y fotografíasde Veronica Lake con media cara tapada.El conde fue sincero. Le ofrecía a Kosmacinco millones de francos por su silencioy el libro. Kosma, que parecía saber muybien lo que tenía entre manos, aseguróque no aceptaría menos de veinte millo-nes, añadiendo que había recorrido me-dia Europa con una bomba de relojeríaen sus alforjas buscando a un médicofrancés, un tal Sismondi, que poseía laclave para devolver el libro a su estadoprimitivo. Atónito por la revelación, el

conde se enteró por boca del primo deEfímov que la fórmula copiada por Ji-ménez de Elisburu resultaba de todopunto falsa, y que la verdadera combina-ción obraba en poder del mencionadogaleno, que en su momento había aten-dido a Seschkiavinski durante sus penúl-timas horas.A lo que se ve, desconfiandode ambos hombres, el preceptor habíadecidido ceder a cada uno la mitad de susecreto, para que de ese modo ningunode ellos pudiera aprovecharlo a su antojo.—Pero entonces Pähola se equivocaba—respondió emocionado el conde.—No exactamente —sentenció con unasonrisa lúbrica el primo del caballerizo.La verdad es que las tres hipótesis, poruna suerte de circunstancias que no ha-ríamos mal en calificar de milagrosas, lle-garon a confirmarse. En efecto, Jiménezde Elisburu, antes de partir hacia Madrid,dejó el original a un compañero suyo defatigas, un tal Salmones, sin decirle unapalabra acerca de su fantástico conteni-do. Salmones, que vivía en Gijón, al nor-te del país, fue visitado una noche en sudomicilio por una patrulla de republica-nos. Entre otros papeles sospechosos, re-quisaron la Istoria de Seschkiavinski.Hasta aquí, las hipótesis del amigo y delos milicianos se cumplían de modo par-cial. El giro inesperado se producía mástarde. Los soldados, que se habían lleva-do el libro más por diversión que por cu-riosidad, al ver que su título estaba en ru-so y que en sus primeras páginas apare-cía la figura de un viejo llevándose undedo a los labios, un abstruso latinajo ylo que parecía ser una simple receta decocina, decidieron gastarle una broma asus victoriosos camaradas.Tomando losdatos prestados de un viejo programa demano de la gira que realizó por Españael ballet Kírov durante el invierno de1931, remitieron el libro a la atención deSerguéi Moiséievich Nekrásov, supuestoburócrata con cargo de consejero en elMinisterio de Industria.

mayo ~ junio 23

Y aquí es donde la hegeliana astucia dela razón o algún demiurgo caprichosohacen su aparición en escena. SerguéiMoiséievich Nekrásov no sólo existía, si-no que era profesor de lenguas muertasen el Politécnico Lenin de Moscú.El efi-ciente y tozudo sistema de correos so-viético, a pesar de que la dirección delremite era absolutamente falsa, consiguiódar, entre más de cien millones de varo-nes, con el nombre que aparecía en elhumilde papel de estraza del que se sir-vieron los milicianos asturianos para en-volver su inocente broma (huelga men-cionar que resulta paradójico, dado el ce-lo y la desconfianza casi legendaria quese le suponen a un funcionario comunis-ta, que ningún alma bella expurgara elcontenido del paquete).Al descubrir loque el hado había puesto ante sus ojos,Nekrásov, antiguo seguidor trotskista quedespreciaba profundamente la política deexpansión de Stalin, sus purgas, pogromosy violencia despótica, no lo dudó un ins-tante. Como hombre culto no era ajenoa la existencia del manuscrito de Sesch-kiavinski; como hombre traicionado ensus ideales decidió venderlo, a cambio deun módico precio, a un grupo de nostál-gicos del periclitado régimen.Durante trece años el libro permanecióen lugar seguro, oculto en una recoletadacha de Tsárskoie Seló, hasta que se des-cubrió el paradero de Sismondi y el en-lace fue enviado en su búsqueda. El res-to era fácil de deducir.Todo hombre tie-ne un precio: el de Kosma era veinte mi-llones de francos. La causa zarista dejó deinteresarle desde el momento en queabandonó Varsovia.El conde de Abramavicius debería ha-berse detenido a reflexionar, haciéndoseservir un té bien amargo en un samovarde plata. Debería haber sospechado delos dientes mellados y sucios de sarro deKosma, de la imposible historia del libroque viaja de China a Marruecos y de Gi-jón a Moscú; debería haber dudado del

cuento de la fórmula mágica y del trots-kista arrepentido, de un azar de prontodesmelenado que hace que coincidan lasalucinaciones de un escritor de Helsinkicon los deseos ocultos de un temerariopreceptor de princesas; pero la codicia,el afán de gloria o acaso simplemente elaburrimiento de un hombre ya viejo,guiaron esa misma noche sus pasos haciala consulta de un lujoso piso no muy le-jos del Quai de Conti, donde fue recibi-do por un hombre feísimo, de medianaestatura, con un curioso parecido a Re-né Descartes, que dijo llamarse Ferdi-nand Sismondi. El estomatólogo, hom-bre más versado en objetos hermososque Kosma pero no por ello menos am-bicioso, consintió en oficiar de brujo acambio de dos de los iconos bizantinospropiedad del conde de Abramavicius, decuya existencia estaba sobradamente in-formado gracias a la lectura de revistas dearte.—Soy un gran admirador suyo —acertóa decir a su noble visitante.Sismondi procedió con gusto. Exigió Elmilagro de Chonoé, obra pintada en el si-glo xvii que representa al arcángel Mi-guel golpeando la tierra con su cayado, yel espléndido Cristo en el atrio del in-fierno, también de la misma época, don-de se reproduce el descenso del Hijo alos Campos Elíseos tal y como aparecenarrado en Mateo 28, 1-10, Marcos 16,1-8 y Lucas 24, 1-12.El conde no regateó. Una semana mástarde se realizó el trueque en su propiacasa. Sismondi no se prestó a taumaturgiaalguna para devolver al libro sus caracte-res cirílicos, obviando el azufre, los acóli-tos de Mefistófeles y las llamaradas azu-les.Trajo la poción en un vulgar frasco decocina que vertió sin especial esmero so-bre el original. Kosma cogió el dinero enmetálico y se evaporó en el aire cálido deVersalles. El médico tuvo la deferencia decompartir una copa de Corton Charle-magne con su anfitrión. Después apretó

con fuerza su diestra, hizo una genufle-xión hasta el suelo y se marchó sin vol-ver la vista atrás. El conde de Abramavi-cius, cara a cara con la grafía de sus ante-pasados, derramaba lágrimas robustas.

*****

De repente, justo al final de la página 45,tras narrar con todo lujo de detalles losgustos alcohólicos de Rasputin y descri-bir a la Virubova, la gran bruja de pala-cio, como «una señorita de San Peters-burgo vulgar y necia, y además fea, conuna cara que parecía una burbuja demanteca al derretirse», el texto de Sesch-kiavinski se convertía en ininteligible. Lapágina 46 reservaba al conde de Abra-mavicius una desagradable sorpresa: unavulgar lista de la compra («cuatro puerrosgrandes, dos kilos de zanahorias, tres-cientos gramos de queso de cabra, baca-lao, un tarro de jarabe de grosella, una es-coba») escrita con letra burda y un tantoinfantil. Las siguientes páginas acabaronpor sumirle en una profunda melancolía:números de teléfono, borradores de car-tas comerciales, caricaturas de mujeres yanimales, direcciones bancarias y hasta un«Viva el cska de Moscú» que le provocóuna irritación gástrica.Buscó a Efímov hasta el alba. Mandó queregistraran burdeles, cantinas e inclusohospitales por si había sufrido un acci-dente de motocicleta, pero el caballerizose había volatilizado. El apartamento delbulevar Huysmans estaba desierto. Noquedaban ni las fotografías de Veronica La-ke.La portera, interrogada ante un conso-mé de pollo a las dos de la madrugada,ne-gó conocer a Kosma o, en su defecto, acualquier hombre de aspecto eslavo ydentadura infecta.Tampoco en el Quai deConti hubo suerte. Era cierto que allí vi-vía un médico llamado Ferdinand Sis-mondi, pero el buen hombre pasaba losveranos en Ostende, en la casa de campode sus suegros. No, le aseguró en las esca-leras un mozo que estudiaba en la univer-

24 eventual ~ revista

sidad y regresaba de tomarse unos tragos,el señor Sismondi no se parecía a Descar-tes, sino más bien a Maurice Chevalier.Una vez más el caso Abramavicius pusode manifiesto la estrecha relación exis-tente entre el talento para la farsa y lanecesidad que experimentan ciertoshombres de ser engañados por sus se-mejantes. Parece improbable que unapersona tan versada en asuntos de podercomo era el conde, se dejase tomar elpelo de esa forma. Pero tampoco resul-ta extraño suponer que, desde el primermomento, desde la petición de Efímovy el descenso a la bodega, el conde hu-biera aceptado de buen grado aquel jue-go en que parte de su fortuna estaba so-bre el tapete.Así, no traicionaremos de-masiado la verdad al inferir que VasiliPávlovich Aksentiev, conde de Abrama-vicius, aburrido de Versalles, los france-ses y sus rosas blancas, nostálgico de lostiempos en que coleccionaba retales dehistoria para las generaciones futuras,consintió en aceptar una trama tan fan-tástica como bien urdida, poniendo alservicio de la misma la bondad de sus se-tenta inviernos…

*****

¿La bondad?En febrero de 1955 dos estafadores conpasaporte húngaro, Atanas Szabo yMihail Ashkenazy, fueron detenidos enViena por intentar vender iconos falsos,del bizantino tardío, a una pareja de tu-ristas de Indianápolis que, para su des-gracia, resultaron ser agentes del depar-tamento contra el fraude. Un tercercómplice, amparado bajo el alias de Gyu-la Reti, fue detenido fechas más tarde enSalzburgo, en su habitación del hotelCarlton, no muy lejos del museo Wolf-gang Amadeus Mozart, mientras intenta-ba desesperadamente convencer a un ho-nesto jubilado de que los francos que de-seaba cambiar por coronas austriacas eranmoneda de curso legal.!

Qué cosas… Hace un par de días, cuan-do llegué a casa,me encontré con que al-gún gracioso había dejado allí una cuna.Sin siquiera mirar su contenido me pu-se muy nervioso sólo de imaginar la tra-gicomedia que podría suponer mi pater-nidad y al bajarla escaleras abajo, para quealguien viniera a recogerla, se puso a dis-cutir con un escalón un tanto rebeldeque le había manoseado las ruedas: quépoco respeto, es usted un grosero, menu-do atrevimiento… y entre tanta discu-sión a la cuna se le cayó la c. No iba yoa dejarla así, que yo soy un caballero, asíque, para solucionar el problema, tuveque ir al súper a ver si tenían alguna cpero nada, que estábamos de rebajas y lasc habían salido muy baratas y, claro, quiénno quiere tener una c en casa por si aca-so.Así fue que tuve que subir a casa conuna, muy angustiado, porque dice mimadre que no es bueno llevar descono-cidas a casa.Aquella una parecía buena muchacha,pero tenía un leve problema de promis-cuidad y todo el día arriba-abajo. Claro,

la vecina se quejaba por el ruido y yo ledecía que ya, pero que vaya problema,que la una todo el día quería y que yono sabía cómo deshacerme de ella. En-tonces la vecina me dijo que ella teníapor ahí una l muy vieja de cuando laguerra y eso.Y así fue cómo, gracias a mivecina —extraña cosa—, la luna durmióconmigo aquella noche. Hicimos elamor muchas veces porque yo echaba unpoco de menos la promiscuidad de una,pero al día siguiente la l de la vecina queera de la guerra y eso, estaba algo vieja yse rompió, y volvió una a casa y vaya lío.Me gustaba que volviera pero, claro, lavecina… qué les voy a contar. Comomedida de urgencia volví al súper a poralguna letra por cara que fuera y me re-comendaron una t, que estaban saliendomuy rentables las t.Así que llegué a casay me encontré con que tenía una tuna yahí empezó mi ruina. No me dejan dor-mir y mi vecina me ha denunciado porruido y, además, no hacemos el amor.Cualquier día les robo la t y me vuelvocon una, la echo de menos…!

mayo ~ junio 25

ALFREDO GONZÁLEZ · Las palabras perdidas

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Acentuados los síndromes del tabaco enmi garganta, que se retorcía como un ga-to recién atropellado a cada calada del ci-garrillo mientras mis torturados pulmo-nes respiraban con dificultad el aire vi-ciado de nicotina que inundaba el cuar-to, ya había perdido la cuenta de cuántascajetillas había fumado aquel día, y la no-che amenazaba con ser larga, el insom-nio parecía haberle propinado una bue-na paliza a Morfeo, no se atrevía a hacer-me una visita aquella noche. Ella dormía,plácida, sobre la cama desecha de amor,soñando que me abrazaba.Yo, mientrastanto, la observaba desde lejos, desde elfinal del cuarto, sentado al lado de la ven-tana.Apoyado contra la pared más aleja-da del cuarto, como si la simple distanciafísica no fuera suficiente para estar lejosde sus sueños, de sus brazos.

Miraba atentamente el amasijo de sába-nas y carne dormida del que hacía horaso meses que me había separado, escudri-ñaba en el cómo, intentando buscar al-gún síndrome de familiaridad o de cari-ño, intentando descubrir alguna razónpara volver a formar parte de aquel cua-dro, pero yo mismo, sin darme cuenta,había borrado definitivamente mi ima-gen de su lado, para mí hacia tiempo quedormía sola, conversaba sola… e inclusohacía el amor sola. Pensé en despertarlay hablar con ella de todo esto, en expli-carle lo que hacía tiempo que me estabapasando, en acabar de una vez con todaesa farsa. Estaba cansado de alimentar unavida vacía, inerte de sentimientos, quesólo avanzaba con la monótona fuerza dela inercia que otorga la costumbre.Entonces me levanté de la silla y me

acerqué a la cama con la intención dedespertarla. Me senté a su lado y cuida-dosamente aparte el pelo de su rostro, yde mi boca intentaron salir unas palabrasmudas, ni tan siquiera recordaba ya sunombre, no podía reconocerla, su cara seconfundía con miles de caras totalmenteajenas a mí, y fue inútil cualquier intentode justificarme, no tenía ninguna necesi-dad de hacerlo, tan sólo podía irme, desa-parecer de su vida repentinamente, al igualque ella había desaparecido de la mía.Sin más explicación que la incógnita,pues yo tampoco podría explicarle nada,porque nada sabía, ni tan siquiera a mípodía darme una respuesta de porqué lascosas súbitamente se acaban, desaparecensin dejar rastro ni siquiera en un rincónde la memoria, de cómo el amor se ex-tingue, se ahoga como un fuego sin oxí-geno, de forma silenciosa, sin escándalos,sin señales. Un día te despiertas y ya noestá, se ha ido y no tienes la certeza de sialguna vez ha existido o sólo ha sido unailusión óptica provocada para combatirnuestra propia soledad.Me puse la ropa y busqué otro cigarrillo,pero el paquete que al principio de lanoche estaba repleto, ya sólo conteníauna última dosis de nicotina. Retorné ami rincón, alejado al lado de la ventana,y comencé a fumar aquel cigarro de des-pedida. Las gotas de lluvia salpicaban loscristales empañados de la ventana, y la luzdel amanecer se filtraba por sus prismasdistorsionando el frío paisaje de invier-no. Me puse el abrigo y salí a comprartabaco con la idea de no regresar.Yo sa-bía que ya no la volvería a ver más encuanto cruzara la puerta de aquel cuar-to, que el mejor regalo que le podía ha-cer aquella mañana, el día de su cumple-años, era mi ausencia, pues no se mere-cía a alguien que no era capaz de recor-dar su nombre y ante un «te quiero» lerespondía con un silencio tan profundoque era capaz de ahogar todas sus espe-ranzas.!

26 eventual ~ revista

RABANILLO · Tras os míos güeyos

Entonces me levanté de la silla y me acerqué a la cama con la intención de

despertarla. Me senté a su lado y cuidadosamente aparte el pelo de su rostro, y de mi

boca intentaron salir unas palabras mudas, ni tan siquiera recordaba ya su nombre

El r

egal

o

Que en España no haya habi-

do, hasta la muerte de la dicta-dura franquista, un gran movi-miento de mujeres ni un mo-

vimiento sufragista no quiere decir quehistóricamente no contara con pequeñosgrupos organizados ni con mujeres re-beldes que se negaran a vivir un destinono deseado. Concepción Arenal* fue laprimera que disfrutó de la reclamaciónpor excelencia de todas las feministas:educación superior. En 1882 era DoloresAleu quien defendía su tesis doctoral an-te el tribunal que la examinaba: «Hagouso de un derecho ya indiscutible, pormás que —y esto es lamentable— tengalímites en un corto número de españo-las […] Parece increíble que haya quien

crea y diga que la instrucción de la mu-jer es un peligro […] Hágase, si no, laprueba: póngase al niño y a la niña en lasmismas condiciones, tanto de instruccióncomo de educación, tanto del medio co-mo de los alimentos, tanto de los hábitoscomo de las preocupaciones sociales, ycreo que nos encontraremos con muje-res que saldrán buenas y otras que seráninútiles, lo mismo que pasa con los hom-bres».Aleu se convertía en la primera mujerdoctorada. Fue coetánea de Emilia Par-do Bazán, la gran rebelde, la primera mu-jer en recibir una cátedra de Literatura—que nunca pudo ejercer— en la Uni-versidad Central de Madrid, y la que mássacó los colores a la Real Academia Es-

mayo ~ junio 27

T E X T O S : N U R I A V A R E L A

dossier

Feminismo en Españade los principios al obligado silencio

de concepción arenal a clara campoamor, del acceso a la educación superior al

derecho al voto… en este texto, habitado por mujeres como emilia pardo bazán,

teresa claramunt, maría de maeztu, zenobia camprubí, margarita nelken… y to-

das aquellas de las que nunca se quiere hablar, nuria varela rescata del olvido

las historias silenciadas de quienes han jugado un papel decisivo en el devenir de

este país, de los derechos universales y, también, de las libertades individuales

del libro ‹feminismo para principiantes›

GETT

Y IM

AGES

Hágase la prueba: póngase al niño y a

la niña en las mismas condiciones,

tanto de instrucción como de

educación, tanto del medio como de

los alimentos, tanto de los hábitos

como de las preocupaciones sociales, y

creo que nos encontraremos con

mujeres que saldrán buenas y otras

que serán inútiles, lo mismo que pasa

con los hombres.

pañola —a la que, por sus respuestas an-te las peticiones de ingreso, parece que elreconocimiento de las mujeres no le im-portaba lo más mínimo—. Antes quePardo Bazán ya habían intentado entrarGertrudis Gómez de Avellaneda y Con-cepción Arenal. Ninguna lo consiguió.La Real Academia permaneció cerrada alas mujeres ¡300 años!, hasta 1981, cuan-do Carmen Conde, por fin, rompió elabuso. Pero ninguna aspirante fue tan ex-plícita como Pardo Bazán: «Que se otor-gue al mérito lo que es sólo del méritoy no del sexo».Se cerraba el siglo xix con las españolasen la universidad y en las artes, aunqueel mundo del conocimiento permanecíasin conquistar —los intelectuales aún

aceptaban muy mal la competencia en elfeudo del saber—. La enorme cultura ycuriosidad de Emilia Pardo Bazán* nosiempre fueron reconocidas con admira-ción. La sociedad la calificó, a modo deinsulto, de heterodoxa, atea, pornográfi-ca, naturalista y feminista.¿Por qué se ha de continuar llamándonos se-

xo débil?

Los varones no sólo aceptaron mal lacompetencia intelectual, lo mismo ocu-rrió en las fábricas. En esa época, en laque las españolas comenzaban a asomar-se por la universidad, miles de mujeres yatrabajaban en la industria en condicionesde extrema dureza.Aunque España per-manecía ajena a las ideas más modernaso renovadoras, la industrialización, co-menzada de forma tímida a finales del si-glo xix, incorporó masivamente a lasmujeres. La tremenda situación en la quese encontraban las trabajadoras quedó re-flejada en los informes de la Comisiónde Reformas Sociales creada en 1883. Se-gún éstos, las mujeres trabajaban entredoce y catorce horas diarias en condi-ciones infrahumanas, en centros indus-triales con pésimas condiciones higiéni-cas y, en la mayoría de los casos, situadosa kilómetros de distancia de sus hogares.Así las cosas, ese mismo verano se con-voca en Sabadell la huelga de las sietesemanas, que movilizó a miles de traba-jadoras y en la que destacó Teresa Clara-munt,* una de las primeras españolasobreras con discurso feminista.La reacción a esta protesta en Sabadell nose hizo esperar. En España, el siglo xxcomenzaba con la ley de trabajo de mu-jeres y niños, promulgada en 1900. Fuela primera de una serie de medidas le-gislativas que limitaron el trabajo de lasmujeres en la industria. Como bien di-jeron las socialistas feministas europeas,no se trataba de proteger a las mujeres,sino de echarlas del trabajo remunerado.Sus compañeros, en vez de defenderigual salario a igual trabajo, y con ello

28 eventual ~ revista

F E M I N I S M O E N E S P A Ñ A : D E L O S P R I N C I P I O S A L O B L I G A D O S I L E N C I O

La tremenda situación en la que se

encontraban las trabajadoras quedó

reflejada en los informes de la

Comisión de Reformas Sociales creada

en 1883. Según éstos, las mujeres

trabajaban entre doce y catorce horas

diarias en condiciones infrahumanas,

en centros industriales con pésimas

condiciones higiénicas y, en la mayoría

de los casos, situados a kilómetros de

distancia de sus hogares

CONCEPCIÓN ARENAL. Nacida en El Ferrol (1820), de-

cide estudiar en Madrid. Para ello, se viste de hom-

bre y acude como oyente. La Inquisición se abolió en

1834, así que lo de Arenal fue más que un acto de re-

beldía. Reformista, toda su vida hizo lo que quiso con

inteligencia. El precio: esconder que era una mujer.

En 1860 escribe La beneficencia, la filantropía y la

caridad, obra que mereció el premio de la Real Aca-

demia de Ciencias Morales y Políticas. Hubo de pre-

sentarla con el nombre de su hijo, sospechando que

no galardonarían a una mujer. Así, Arenal se con-

vierte en la primera mujer premiada por una acade-

mia. Comparte las colaboraciones periodísticas en

el diario La Iberia con su esposo, Fernando García

Carrasco. Viuda, su mejor amigo demuestra que era

ella quien realmente escribía y, por lo tanto, lo justo

de mantenerle el trabajo, y el sueldo, único ingreso

para ella y sus dos hijos. El director acepta pero de-

cide pagarle la mitad que a su esposo. En 1865 pu-

blica Cartas a los delincuentes, obra pionera en la

que trata de demostrar que la delincuencia es resul-

tado de la marginación social. En 1868 da a conocer

La mujer del porvenir, estudio seguido en obras pos-

teriores por autoras como Emilia Pardo Bazán.

F. G

ON

ZÁLE

Z

Concepción Arenal, primera

mujer en disfrutar de la

reclamación por excelencia de

todas las feministas: educación

superior (dibujo de F. González,

tomado de Ellas mismas,

mujeres que han hecho historia

contra viento y marea, María

Teresa Álvarez, La esfera de los

libros, 2003)

evitar que a las mujeres se les bajaran lossueldos, convirtiéndose en competenciailícita, y conseguir que el trabajo se re-partiera por igual entre ambos sexos, op-taron por lo contrario, hicieron huelgas,entre ellas las de varias fábricas de pastade Barcelona, donde llegaron a estar cua-tro meses sin trabajar, hasta que consi-guieron expulsar a las mujeres.Pero las obreras debieron pensar algo si-milar a lo dicho en 1846 por CarolinaCoronado sobre las mujeres en el arte:«Es inútil que decidan si la poetisa debeo no existir, porque no depende de lavoluntad de los hombres». En 1930, eranel 12,6% del total de la mano de obra. Sinembargo, las condiciones sociales paraellas fueron tremendamente restrictivas.Su vida laboral no solía superar los 25-30años —por matrimonio o nacimiento delos hijos eran obligadas a abandonar eltrabajo asalariado y dedicarse por enteroa la familia; sus empleos se considerabansubsidiarios a los del esposo; para ellas, lasopciones profesionales estaban limita-das—. En todos los campos las puertasestaban cerradas para las mujeres, pero és-tas demostraron una audacia insólita.El ángel del hogar

Las españolas, todas, por decreto, teníanque ser ángeles, eso sí, recluidos en sushogares.A comienzos del siglo xx, hastaque Clara Campoamor, casi en solitario,hace del voto femenino un derecho irre-nunciable, en España sólo existía un mo-delo femenino aceptado socialmente. Lamujer era consideraba inferior por su de-bilidad física y psíquica y, por lo tanto, es-taba justificada su permanente tutela porun varón; primero el padre; luego, el ma-rido; porque lo adecuado era estar casa-da, y ser madre, el único objetivo vital. Seruna mujer soltera era lo peor que podíaocurrir y sólo el convento se aceptabacomo alternativa.Además de estas obliga-ciones sociales y de servicio a los demás,también tenían obligaciones de carácter,debían ser obedientes, abnegadas, humil-

des y cariñosas; debían estar siempre dis-puestas para las atenciones que requirie-ran el resto de los miembros de la fami-lia. Una única virtud era inexcusable: te-ner probada honradez o, en palabras dePardo Bazán, «poseer o simular poseeruna única virtud, la castidad». Este idealde «ángel del hogar» era defendido por losdiscursos teológicos y científicos, y cues-tionado por obreras y feministas. Comolas contradicciones se hicieron evidentes,se modeló el discurso patriarcal paraadaptarlo a los nuevos tiempos: el con-cepto de inferioridad natural se sustituyópor el de las diferencias biológicas y psi-cológicas entre hombres y mujeres. Deesta manera, con nuevo vocabulario, el finseguía siendo el mismo: hombres y mu-jeres tienen distintos derechos y capaci-dades; por lo tanto, las mujeres puedentrabajar y recibir una educación que lespermita sobrevivir en caso de necesidad,pero el matrimonio y la maternidad con-tinúan siendo su prioridad, su fin vital. Elíndice de analfabetismo en el siglo xx eraaltísimo; entre las mujeres, la cifra llegabaal 71%. De ahí que en las tres primerasdécadas del siglo la educación fuera ungran campo de batalla y de trabajo.

mayo ~ junio 29

T E X T O S : N U R I A V A R E L A

EMILIA PARDO BAZÁN. Había nacido en A Coruña, en 1851. Fue hija única de una familia con

economía desahogada. Con 17 años ya estaba casada con José Quiroga, con quien tendrá un

hijo y dos hijas. Las filias y fobias políticas de su padre llevaron al joven matrimonio de Gali-

cia a Madrid y de allí por media Europa. Cuando en 1873 la familia regresa a Madrid, Emilia

Pardo Bazán tiene 22 años y ya había aprendido inglés, francés y alemán.

La escritora comienza a publicar novelas con reconocimiento del público hasta que escribe

unos artículos sobre el naturalismo que resultan muy polémicos y la colocan en el centro de

todas las críticas. No sólo literarias, claro: se le reprocha que esté casada, que tenga hijos,

que sea mujer, en definitiva. La presión es tal que su marido, hasta entonces cómplice y ad-

mirador de su obra, le exige que abandone la literatura. Pardo Bazán elige abandonarlo a él y

el matrimonio se separa. La primera novela de la escritora tras esa ruptura es La Tribuna, una

obra novedosa y sólidamente documentada que defiende los derechos de las cigarreras, una

actividad industrial ocupada en España masivamente por mujeres.

Además de las obligaciones sociales

y de servicio a los demás, las

mujeres también tenían

obligaciones de carácter, debían ser

obedientes, abnegadas, humildes y

cariñosas; debían estar siempre

dispuestas para las atenciones que

requirieran el resto de los miembros

de la familia. Una única virtud era

inexcusable: tener probada

honradez, en palabras de Pardo

Bazán, «poseer o simular poseer

una única virtud, la castidad.»

Intelectuales, modernas y sufragistas en el

Lyceum Club

En 1910, después de tanta rebeldía, por finlas españolas pueden asistir a la universi-dad. En los años siguientes irán abriendola Residencia de Estudiantes —defiendeidéntica educación para hombres y mu-jeres—, la Junta de Ampliación de Estu-dios e Investigaciones Científicas —gra-cias a sus becas muchas españolas se for-man en el extranjero—, el Instituto In-ternacional de Madrid y la Residencia deEstudiantes para Mujeres. Con la apertu-ra de estas instituciones, jóvenes comoMaría de Maeztu o Victoria Kent, porejemplo, recibieron una extraordinariaformación.Pero además, el sufragismo no había su-

cedido en vano.Aunque en países comoEspaña apenas se vivió, dejó un halo delibertad tras de sí que modificó la vida depequeñas élites de mujeres en toda Euro-pa. Se conjugaron los deseos de libertadde las mujeres con pequeñas modifica-ciones legales de los respectivos gobier-nos, obligados a seguir el ritmo social. Es-paña no fue una excepción. En 1918coinciden dos hechos importantes. Seaprueba el estatuto de funcionarios pú-blicos, que permite el servicio de la mu-jer al Estado —sólo en las categorías deauxiliar—.Clara Campoamor, en correos,y María Moliner, en el cuerpo de archi-veros y bibliotecarios, fueron de las pri-meras mujeres que aprovecharon las ren-dijas de acceso al empleo.Y en ese mis-mo año, el 20 de octubre, un grupo demujeres se reunieron en el despacho deMaría Espinosa de los Monteros, consti-tuyendo la Asociación Nacional de Mu-jeres Españolas (anme). En ella se integraun grupo heterogéneo de mujeres de cla-se media, maestras, escritoras, estudiantesy esposas de profesionales entre las queestaban María de Maeztu, Clara Campo-amor,Victoria Kent, Elisa Soriano o Be-nita Asas. La anme se coordina con otrosgrupos de mujeres y juntas forman elConsejo Supremo Feminista de España.Siguiendo esta onda expansiva surgiránotras organizaciones: la Unión de Muje-res de España, la Juventud UniversitariaFeminista,Acción Femenina o la Cruza-da de Mujeres Españolas, donde destacala periodista Carmen de Burgos. Fueronestas últimas, las agrupadas en la Cruza-da, quienes organizaron el primer actopúblico feminista en España: en 1921 secelebra la primera manifestación de lasfeministas españolas. Las militantes reco-rrieron el centro de Madrid repartiendoun manifiesto a favor del derecho al vo-to de las mujeres. El texto estaba firma-do por un amplio grupo, desde PastoraImperio a la marquesa de Argüelles o lasfederaciones obreras de Alicante.Todo es-

30 eventual ~ revista

TERESA CLARAMUNT. Militante destacada del Mo-

vimiento Libertario Español y fundadora de un gru-

po anarquista de trabajadoras. Su actividad cesó

tras una dura represión. En 1891 contrajo una pará-

lisis en la cárcel, lo que le impidió continuar su lu-

cha obrera, y en 1929 habló por última vez en un mi-

tin. Ya en 1899, escribía: «En el orden moral, la fuer-

za se mide por el desarrollo intelectual, no por la

fuerza de los puños. Siendo así, ¿por qué se ha de

continuar llamándonos sexos débil? […] El califica-

tivo parece que inspira desprecio; lo más, compa-

sión. No, no queremos inspirar tan despreciativos

sentimientos; nuestra dignidad como seres pen-

santes, como media humanidad que constituimos,

nos exige que nos interesemos más y más por nues-

tra condición en la sociedad. En el taller se nos ex-

plota más que al hombre, en el hogar doméstico he-

mos de vivir sometidas a capricho del tiranuelo ma-

rido, el cual, por el solo hecho de pertenecer al se-

xo fuerte, se cree con derecho de convertirse en re-

yezuelo de la familia […] Hombres que se apellidan

liberales los hay sin cuento […] pero ni los hombres

por sí, ni los partidos políticos avanzados se preo-

cupan lo más mínimo por la dignidad de la mujer».

F E M I N I S M O E N E S P A Ñ A : D E L O S P R I N C I P I O S A L O B L I G A D O S I L E N C I O

En España sólo existía un modelo

femenino aceptado socialmente. La

mujer era consideraba inferior por su

debilidad física y psíquica y, por lo

tanto, estaba justificada su

permanente tutela por un varón;

primero el padre; luego, el marido;

porque lo adecuado era estar casada,

y ser madre, el único objetivo vital

La residencia de señoritas,

iniciativa de María de Maeztu. En

las imágenes, la biblioteca,

plano para para una excursión,

una carta de Marie Curie

agradeciendo las atenciones

recibidas en una visita y

autorización paterna para la

asistencia a un baile.

to ocurría mientras el sistema político dela restauración agonizaba. El golpe de es-tado de Primo de Rivera, el 13 de sep-tiembre de 1923, acabó definitivamentecon él estableciendo una dictadura mili-tar. La presentación que hizo Primo deRivera de su régimen es antológica: «Es-te movimiento es de hombres. El que nosienta la masculinidad completamente ca-racterizada, que espere en un rincón, sinperturbar los días buenos que para la pa-tria preparamos». Tras esa declaración deprincipios, respecto a las mujeres el ge-neral opta por el paternalismo.Así que,paradójicamente, fue con la dictadura dePrimo de Rivera cuando se promulgó elestatuto municipal, que otorgó el voto alas mujeres… salvo a las casadas —es de-cir, la mayoría—, con el fin de evitar dis-cusiones en los hogares. Un voto que noera para todas y que no sirvió para nada,porque no se pudo ejercer durante la dic-tadura, salvo en una especie de simulacroelectoral con el que el dictador pretendía

reforzar su régimen. Este amago de refe-réndum se celebró el 11 de septiembre de1926, y en él se permitió, por primeravez, participar a todos los españoles ma-yores de 18 años, sin distinción de sexo.Como diría Clara Campoamor años des-pués: «Lo que la dictadura le concedió ala mujer fue la igualdad en la nada».En ese ambiente paternalista, falto de li-bertades, se abre el Lyceum Club, en1926. Lo fundó María de Maeztu con elgrupo de mujeres de la Residencia deSeñoritas, creada para suplir la falta de es-pacio público cultural que tenían. El Ly-ceum fue concebido como un espacio dedebate y reflexión similar a los clubes demujeres que existían por Europa. En élse reúnen las dos generaciones de espa-ñolas que protagonizaban los primerospasos de la rebeldía. María de Maeztu,María Goyri, Victoria Kent, Isabel deOyarzábal, María Lejárraga, MargaritaNelken… El Lyceum fue respetado ycriticado casi en la misma medida.Mien-

tras que los medios de comunicación ge-neralmente recurrían a sus socias pidien-do opinión sobre determinados asuntos,algunos personajes públicos llegaron acalificarlo como «el club de las maridas»,por el número de esposas de hombresilustres que allí se reunían. Claro que lasmaridas no eran menos ilustres que ellos.Allí estaban, por ejemplo, Zenobía Cam-prubí, esposa de Juan Ramón Jiménez;Encarnación Aragoneses, esposa de Go-bera, creadora, bajo el pseudónimo deElena Fortún, de Celia, y María Lejárra-ga, que durante toda su vida escribió lasobras que firmaba su marido, GregorioMartínez Sierra. El Lyceum se convirtióen un referente intelectual, bandera de laindependencia de las mujeres.Clara Campoamor: el derecho al voto

La primera iniciativa sobre el derecho delas mujeres al voto llegó en 1907. Se pre-sentaron dos propuestas. Ninguna plan-teaba igualdad de condiciones, pero, aunasí, sólo nueve diputados votaron a favor.Un año después, siete diputados republi-canos vuelven a proponer una enmien-da: las mujeres —sólo las mayores de edademancipadas y no sujetas a la autoridadmarital— podrían votar en eleccionesmunicipales —pero no ser elegidas—. Lapropuesta también fue rechazada. En1919, Burgos Mazo lo intenta de nuevo.Su proyecto de ley electoral otorgaba elvoto a todos los españoles de ambos se-xos y mayores de 25 años, pero impedíaque las mujeres pudieran ser elegibles. Lapropuesta establecía dos días para celebrarlos comicios, uno para los hombres y otropara las mujeres. Ni siquiera se debatió.Después llegaría el simulacro del régimende Primo de Rivera.Una vez acabada la dictadura militar einstaurada la Segunda República, MiguelMaura sale por la tangente y apuesta porel pragmatismo frente a la justicia. Dictaun decreto para regular las elecciones pa-ra diputados de la Asamblea Constitu-yente en el que decide para las mujeres

mayo ~ junio 31

Un amago de referéndum se celebró en 1926, y en él se permitió, por primera vez,

participar a todos los mayores de 18 años, sin distinción de sexo. Como diría Clara

Campoamor: «Lo que la dictadura le concedió a la mujer fue la igualdad en la nada».

T E X T O S : N U R I A V A R E L A

Tertulia en el Lyceum, otra

iniciativa de María de Maeztu. En

sus actos colaboraron, entre

otras, María Goyri, María

Lejárraga, Zenobía Camprubí,

Victoria Kent, Isabel de

Oyarzábal, Encarnación

Aragoneses… Las fotografías de

estas páginas reproducen las

publicadas en El voto de las

mujeres (1877-1978), Editorial

Complutense, 2003.

el sufragio pasivo, es decir, no puedenelegir pero sí ser elegidas. De los 470 es-caños, sólo tres mujeres obtuvieron actade diputada en aquellas elecciones dejunio de 1931: Clara Campoamor,* porel Partido Radical, y Victoria Kent, por elPartido Radical Socialista; la tercera,Margarita Nelken, que se presentó conel psoe, tuvo que esperar a tener la na-cionalidad española.Tres entre 470, peroaun así, molestaban, incluso al mismísi-mo presidente de la República. ManuelAzaña escribe en sus diarios, 5 de enerode 1932: «Esto de que la Nelken opineen cosas de política me saca de quicio. Esla indiscreción en persona. Se ha pasadola vida escribiendo sobre pintura y nun-ca me pude imaginar que tuviese ambi-

ciones políticas. Mi sorpresa fue grandecuando la vi candidata por Badajoz. Hasalido con los votos socialistas derrotan-do a Pedregal; pero el Partido Socialistaha tardado en admitirla como diputado.Se necesita vanidad y ambición para pa-sar por todo lo que ha pasado la Nelkenhasta conseguir sentarse en el Congreso[…] La Campoamor es más lista y máselocuente que la Kent, pero también másantipática».Por mucho que le disgustara a Azaña, lapresencia de la antipática Campoamor enlos debates parlamentarios resultó deter-minante para que la constitución de 1931no discriminara a las mujeres. Se habíasugerido la siguiente redacción: «No po-drán ser fundamento de privilegio jurí-dico: el nacimiento, la clase social, la ri-queza, las ideas políticas y las creenciasreligiosas. Se reconoce en principio laigualdad de derechos de los dos sexos».Clara Campoamor protestó con ironíaese «en principio» tan poco convincen-te: «Se trata simplemente de subsanar unolvido en que, sin duda, se ha incurridoal redactar el párrafo primero de este ar-tículo. Se dice en él que no podrán serfundamento de privilegio jurídico el na-cimiento, la clase social, la riqueza, lasideas políticas y las creencias religiosas.Sólo por un olvido se ha podido omitiren este párrafo que tampoco será funda-mento de privilegio el sexo». Finalmen-te, consiguió que se enmendara el ar-tículo.Después, defendió el voto femenino. En1931 convenció con su último discurso auna mayoría de diputados.Votaron con-tra el sufragio femenino Acción Repu-blicana, el Partido Radical Socialista, deVictoria Kent, y el Partido Radical, deClara Campoamor, que no consiguiópersuadir ni a uno solo de sus compañe-ros.A favor, votaron los diputados de laderecha, pequeños partidos republicanosy nacionalistas y el psoe, con cualificadasexcepciones, como la de Indalecio Prie-

32 eventual ~ revista

CLARA CAMPOAMOR. Había nacido en Madrid en

1888. De familia humilde, tuvo que trabajar duro an-

tes de poder licenciarse en Derecho a los 36 años. A

partir de 1932, una vez aprobada la Ley de Divorcio

en las Cortes, dedicó la mayor parte de su actividad

a este tipo de causas, llevando adelante dos divor-

cios muy célebres: el de la escritora Concha Espina

de su marido Ramón de la Serna y el de Josefina

Blanco de Ramón María del Valle-Inclán. Fue Clara

Campoamor una mujer coherente con sus ideas sin

importarle las consecuencias. Cuando el general Pri-

mo de Rivera quiso contar con ella para la Asamblea

Nacional de la dictadura le rechazó, igual que hizo

cuando la Academia de Jurisprudencia le concedió

la Gran Cruz de Alfonso XII. Años después, el Go-

bierno la nombró directora general de Beneficencia,

pero en 1934 abandonó su cargo y su partido, tras

realizar un viaje oficial y contemplar los efectos de

la brutal represión de la revolución de Asturias, or-

denada por el Gobierno al que representaba. Cuan-

do en 1936 gana las elecciones el Frente Popular,

también con el voto de las mujeres, nadie le pidió

disculpas. Al comenzar la guerra se exilió y ya no pu-

do regresar a España antes de su muerte, en 1972.

F E M I N I S M O E N E S P A Ñ A : D E L O S P R I N C I P I O S A L O B L I G A D O S I L E N C I O

¿No hemos quedado en que el voto

es la expresión de la voluntad

popular? […] Mal podríamos decir

que nuestra república es el fruto del

deseo de toda España si

pudiésemos sospechar que la otra

parte de la sociedad española, las

mujeres, no están de acuerdo

F. G

ON

ZÁLE

Z

En la ilustración, Clara

Campoamor, cuya presencia en

los debates parlamentarios

resultó determinante para que la

constitución de 1931 no

discriminara a las mujeres

(dibujo de F. González, tomado

de Ellas mismas, mujeres que

han hecho historia contra viento

y marea, María Teresa Álvarez,

La esfera de los libros,

2003)

to. Que Clara Campoamor defendiera elsufragio femenino y que Victoria Kent seopusiera, provocó burlas y chanzas. Kentpropuso que se aplazara la concesión delvoto a las mujeres; no era, decía, unacuestión de la capacidad de la mujer, si-no de oportunidad para la República. Elmomento oportuno sería al cabo de al-gunos años, cuando las mujeres pudiesenapreciar los beneficios que les ofrecía larepública. Campoamor replicaba que lasmujeres habían demostrado sentido de laresponsabilidad social, que el índice deanalfabetos era mayor entre los hombresy que sólo aquéllos que creyesen que lasmujeres no eran seres humanos podíannegarles la igualdad de derechos.Advir-tió a los diputados de las consecuenciasde defraudar las esperanzas que las mu-jeres habían puesto en la República:«¿No hemos quedado en que el voto esla expresión de la voluntad popular? […]Mal podríamos decir que nuestra repú-blica es el fruto del deseo de toda Espa-ña si pudiésemos sospechar que la otraparte de la sociedad española, las muje-res, no están de acuerdo».No acabó ahí la lucha por el sufragio. Lascrónicas periodísticas hablan de un granguirigay entre los casi quinientos diputa-dos el día de la votación. Dos meses des-pués del debate, un representante de Ac-ción Republicana redactó una enmiendaen la que proponía que las mujeres pu-dieran votar en las elecciones municipa-les, pero no en las generales. La enmien-da llevó a una segunda votación en la quepor fin se aprobó el sufragio femenino.Enel artículo 36 de la constitución españolade 1931 se pudo leer: «Los ciudadanos de

uno y otro sexo,mayores de 23 años, ten-drán los mismos derechos electorales con-forme determinen las leyes».Gracias a esepar de líneas, en las elecciones generalesde 1933, las españolas consiguen votar porprimera vez. Fue una victoria casi perso-nal de Clara Campoamor, aunque alenta-da por los pequeños grupos de las mo-dernas, intelectuales y sufragistas.No eranmuchas, pero sí vehementes.Como ejem-plo, el discurso de María Lejárraga, en1931, mientras se desarrollaban las discu-siones y las votaciones sobre el sufragio:«¡A conquistar España, españolas! Y no seavergüencen ustedes de la pelea, no les dérubor proclamarse de una vez para siem-pre feministas. Están ustedes obligadas aserlo por ley de naturaleza. Una mujerque no fuese feminista sería un absurdotan grande […] como un rey que no fue-se monárquico».Pero en 1933 la derecha arrasó en las ur-nas.Todo el mundo encontró una claraculpable: Clara Campoamor. Ni siquieraella pudo renovar su escaño.Echar la cul-pa de la victoria de la derecha a las mu-jeres era, como mínimo, una conclusiónsuperficial. Se trataba de un problema deestrategia y unidad, como se encargaríande demostrar las elecciones de febrero de1936, con la vuelta al poder de la iz-quierda gracias al triunfo del Frente Po-pular. Pero como afirmó Campoamor:«El voto femenino fue, a partir de 1933,la lejía de mejor marca para lavar las tor-pezas varoniles».Tras las elecciones de 1936, MargaritaNelken y Matilde de la Torre volvierona obtener escaño.Victoria Kent regresa ala cámara y se estrenan Julia Álvarez Re-

sano y Dolores Ibárruri, Pasionaria. Entotal, nueve mujeres en tres legislaturas.Ibárruri llegó a ser vicepresidenta de lasCortes en 1937.También el parlamentovasco tuvo una diputada durante la Re-pública,Victoria Uribe Lasa. Pertenecíaal Partido Nacionalista Vasco (pnv), unaformación que no permitió la afiliaciónde mujeres hasta 1933.Otro triunfo conseguido en la Repúbli-ca fue la ley del divorcio. Había pocospaíses europeos en los que no se hubie-ra aprobado una ley al respecto. Sin em-bargo, la ley de divorcio española, cuan-do por fin fue aprobada en 1932, fue unade las más progresistas.A pesar de las di-ficultades, las tesis sufragistas se anotaronsus triunfos en la España republicana. Laconcesión del voto y la ley del divorciofueron logros de las mujeres, pero logrostan efímeros como el propio régimen re-publicano. La guerra civil y la dictaduratras la victoria de las fuerzas franquistasen el 1939 darían al traste con todo loconseguido. Habría que esperar al cierrede ese largo y desgarrador periodo de 40años para que las mujeres recuperaran elpunto de partida que significó la con-quista del voto en 1931.Tras la guerra civil, llegó el exilio, el fran-quismo y la represión. Miles de mujeresfallecieron en la contienda y durante laspersecuciones posteriores, y otras muchassalieron de España. Luchadoras anónimasy rebeldes ilustres como Rosa Chacel,Clara Campoamor, Elena Fortún, Dolo-res Ibárruri,Victoria Kent,María Lejárra-ga, María Teresa León, María de Maeztu,Federica Montseny, Margarita Nelken,María Zambrano… Todas ellas se irán alexilio, y en sus maletas se llevarán sus lu-chas, sus esperanzas, sus trabajos. Con supartida desaparecerán también todos lossenderos abiertos por esas mujeres repu-blicanas que iban camino de ser mujereslibres. Las que se quedaron no pudieroncontinuar el trabajo. Sufrieron la dura re-presión, la obligación del silencio.!

mayo ~ junio 33

T E X T O S : N U R I A V A R E L A

La ley del divorcio en España, cuando por fin fue aprobada en 1932, fue una de las más

progresistas. Ésta ley y la concesión del voto fueron logros de las mujeres, pero logros

tan efímeros como el propio régimen republicano

La última vez que coincidimos los tresjuntos nos dijo que estábamos acabados,que nos habíamos conformado con re-signarnos ante una vida que alguien noshabía impuesto sin un motivo concretoy que —y al decirlo levantaba mucho losbrazos y gesticulaba con la mirada clava-da en el cielo— él no iba a seguir ese ca-mino, que no podía asumir una historiaque alguien había escrito por él y quepensaba hacer lo que estuviera en su ma-no para diluir aquellas líneas y sustituir-las por otras más apetecibles y conformesa la concepción que de sí mismo tenía.Fue en el transcurso de un paseo —unatarde de invierno bastante desapacible,con un cielo gris como el futuro y unaniebla que de alguna manera oscurecíael color verdoso de las olas que rompíanen la playa— por la bahía, el paseo ma-rítimo desierto —apenas nos cruzamos

con diez personas, todas embutidas ensus abrigos y bufandas, con paso rápidoy ansiosas por llegar a ningún sitio—,una o dos semanas antes de perderle elrastro.Tenía la mirada encendida, en par-te por el énfasis que ponía en cada pala-bra que salía de su boca y en parte porlas copas con las que habíamos dado porconcluida la sobremesa iniciada horasatrás, y a ratos nos miraba con una mez-cla de compasión o ira, como si nocomprendiese nuestro escepticismo an-te una decisión que él consideraba irre-prochable. Tú —decía mirando a Luismientras lo señalaba con su índice dere-cho, protegido bajo un guante de lanaazul marino—, mírate, no eres ni la som-bra de lo que fuiste hace unos años; tunovia de toda la vida, convertida en es-posa, el negocio paterno ahora en tusmanos, y ya no le has pedido más a la vi-da, ya la has finiquitado.Y tú —ahora meseñalaba a mí con una mirada no menosacusatoria—, tú en el fondo eres igual,tus clases de literatura y el librito de poe-mas que has conseguido publicar en esaeditorial andrajosa han dado por satisfe-chas tus expectativas, estáis muertos.Ydespués miraba al vacío y se hacía el si-lencio durante unos minutos, hasta queLuis —probablemente el más conse-cuente— volvía a decir algo acerca de laimprocedencia de su huida y desatabauna tormenta que concluía de nuevocon los mismos reproches, similares mi-radas, idénticos gestos. Nos despedimosy él se fue en dirección al barrio antiguo.Luis y yo cogimos otro camino. No nosdirigimos la palabra.Lo vi por última vez unos días más tarde—pero yo entonces no sabía lo que ibaa pasar ni las circunstancias que iban a ro-

dear su marcha ni lo que ocurriría aundespués, tras su huida (o al menos su co-nato) y antes de que el teléfono sonaseen mi casa a las tres de la madrugadaaquel lunes de febrero—, una noche enuna cafetería a la que yo había ido conuna chica —una compañera del institu-to, una interina que se fue al año si-guiente y no dejó más huella en mi vidaque la de una marca de carmín en unacamisa que ya no uso— con la única in-tención de empezar un flirteo amorosoque tardaría casi un mes en encontrar suconcreción. Entró sin vernos —estába-mos sentados a la entrada, bajo la puertagiratoria, en una mesa rectangular juntoa las escaleras— con su larguísimo abrigoy fumando uno de esos cigarrillos negrosque alguien le traía desde Alemania. Seacodó en la barra mientras echaba cortascaladas y acompañaba con un golpeteodel talón el ritmo de la melodía que sa-lía de los altavoces. Se giró y nos vio yvino a sentarse con nosotros, ni siquierapidió permiso. Nos comentó —deberíadecir me comentó, pues la presencia allíde mi amiga (entonces aún era sólo eso)no parecía importarle— que su plan ca-da vez estaba más cerca de cumplirse, queya tenía preparado lo que iba a hacer yque una vez iniciado todo no podríamosdetenerle, no nos daría oportunidad pa-ra impedirle que corrigiese su historia yni siquiera nos permitiría contactar conél hasta que hubiera pasado un tiempo,hasta que su idea no fuese una realidadconsolidada y total sobre la que edificarlos cimientos de una nueva existencia ala que ya creía llegar con retraso. Pase loque pase, nos dijo —me dijo—, no re-gresaría a la ciudad, no daría pie a nadiepara reírse de su claudicación ni escu-charía el más mínimo consejo, ni tan só-lo una nimia llamada de atención. Lue-go volvió a la barra con su copa en lamano y se quedó allí de pie, estático, conla mirada fija en las curvas —o eso creoyo— de una mujer entrada en años que

34 eventual ~ revista

MIGUEL BARRERO · Relato

Lo vi por última vez unos días más tarde , pero yo entonces no sabía lo que iba a pasar

ni las circunstancias que iban a rodear su marcha ni lo que ocurriría aun después

Vís

pera

s

© J

ULI

A VI

CEN

TE

fumaba sentada en un taburete. Dentrode poco irá hacia ella, pensé, y le conta-rá sus planes, la misma historia que nosha contado a todos mil veces, e intenta-rá llevársela a la cama, como hace siem-pre. No me dio tiempo a comprobarlo,porque mi entonces amiga —un pocodesairada por la interrupción— propusodestinos más apetecibles y no tardamosen tomar el camino de salida. Desde lapuerta le hice un gesto con la mano queno vio o no quiso ver.Mucho tiempo después —cuando yahubo pasado lo que no podía suceder deotra manera (aunque antes nadie habríasido capaz de evitarlo ni aún de prede-cirlo) y todos habíamos aprendido aaceptar una realidad intolerable unosmeses atrás— un amigo común a lostres, al que habíamos perdido de vistaunos años antes, me comentó que habíacoincidido con él en la estación el día desu marcha. Estaba en el andén —corro-boraba con la mirada furiosa de quienhabía perdido para siempre una de laspocas posibilidades que ofrece la vida pa-ra anticiparse al destino cuando éste des-cubre las cartas que terminarán deci-diendo la partida— fumando y pasean-do su mirada por las vías y los viajeros.No lo reconoció al instante —o por lomenos lo fingió para ganar un tiempoprudencial, para elucubrar si aquel suje-to bajo y regordete que se le acercabacon el rostro colorado y sudoroso a pe-sar del frío y le posaba su mano carnosasobre el hombro era digno de compartirsu secreto, su último propósito—, ycuando lo hizo lo único que le dijo fueque se iba por un tiempo de la ciudad,que le había salido un trabajo fuera —ymostraba entre sus dedos (probablemen-te cubiertos de los guantes de lana azulque llevaba siempre en invierno, sus ma-nos eran muy sensibles al frío) el billeteque había sacado unos meses antes, mu-cho antes de nuestro encuentro en la ca-fetería, y también de aquel paseo desde

el que Luis (aunque él afirme que se de-bió a una concatenación de casualidadesy no a una intención explícita) no vol-vió a dirigirle la palabra— y que iba apasar allí, al menos, seis meses. Nuestroantiguo amigo —ignoro qué ha sido deél en los años que ha permanecido fue-ra de nuestras vidas, como también ig-noro si en aquel momento, en aquel an-dén de la estación en una mañana tan in-vernal como sólo pueden serlo los atar-deceres en esta ciudad, se dio cuenta deque el otro, al mismo tiempo que lemostraba el billete, albergaba un brillo enla mirada que delataba su mentira— noobtuvo más información a pesar de quese molestó en buscarla. Pero el otro nole dio respuesta, todo lo más alguna fra-se incongruente y la promesa de un re-encuentro en un futuro tan vago comoinexistente.Fue esa noche de la conversación en elandén —aunque yo no supiese hasta untiempo después de aquel encuentro—cuando sonó en mi cuarto el teléfono.Ami lado dormía mi amiga —que enton-ces ya no lo era, o no sólo eso— y no lle-

gó a despertarse mientras descolgaba elauricular y escuchaba al otro lado la vozde Luis preguntando si era yo quien es-taba al aparato. Ni siquiera me dio tiem-po a desperezarme, a imponerle un tonomedianamente tolerable a una voz queparecía surgida de todos los infiernos po-sibles. Ha muerto, dijo —y su voz meta-lizada resonó en mis oídos durante todoel día, primero en la cama mientras se-guía hablando y después en la ducha, enel dormitorio mientras me ponía lo pri-mero que encontraba en el armario ypedía a mi amiga (ya era algo más) queavisase en el instituto de que no iría a tra-bajar, y aún más tarde, en los pasillos delhospital y en el tanatorio (el rostro de-formado por la muerte, las mejillas re-pentinamente enflaquecidas y unos labiosamoratados en los que creí observar (pe-ro no se lo dije a nadie) una sonrisa desatisfacción última), y no remitió su ecohasta dos días después, cuando ya estabaen una urna que Luis se ofreció, no sincierta superstición, a albergar en su casay, por lo tanto, comenzó irremediable-mente a convertirse en pasado y dejó demanera definitiva de interferir en nues-tras vidas—, lo han encontrado en unapeadero de pueblo, no saben las causas.Hizo una pausa y tragó saliva mientrasmis ojos —que aún no habían consegui-do vencer del todo la tenacidad del sue-ño— trataban de mirarse a sí mismos enel espejo del armario. No, no las saben,continuó… No las sabrán nunca.!

mayo ~ junio 35

Mucho tiempo después, cuando ya hubo pasado lo que no podía suceder de otra

manera y todos habíamos aprendido a aceptar una realidad intolerable unos meses

atrás, un amigo común me comentó que había coincidido con él en la estación…

Una vegada más, ellí tábemos los cuatro.No cimero del cuetu, al final —o al prin-cipiu— de la cai, observábemos, ensinvela, la pindia cuesta que nacía nos nue-sos pies, fundiéndose na tierra, coles sosdos docenes de socavones y les sos cuasicuatrocientes resquiebres anegrazaes peronde la yerba puxaba por abrise camín,asomando los sos verdes y enfermos fila-mentos y dexándolos ellí, enriba l’asfal-tu, como babaya o postielles. La nuesacai. Onde teníemos nacío y crecío. On-de siguíemos creciendo. Onde entá nostrataben como a nenos, onde trataben alos nenos como a perros. La nuesa que-rida y pindia cai.Más p’arriba d’onde tábemos nun habíanada. Dábemos-y el llombu a la nada.Como muncho, una viesca d’ocalitos, ydetrás d’ella, suponíemos, otra viescamás, y otra, y otra: peor que nada. Pela

cai p’abaxo, aguzábemos la vista y co-lumbrábemos la carretera y, un poco másp’allá, l’acería onde trabayaben los nue-sos pas. Alcuando brotaben de l’aceríaunes prietes nubones, unes llaparaes ro-xes, unos caínes verriondos. La borrinayera a veces tan compacto que tolo quenos arrodiaba paecía que lo tuviera vo-mitao l’acería.Pero aquella mañana nun mirábemos pala carretera. Abaxo, na otra punta de lacai, faciendo sonar la so flauta de pan,l’afilador entamaba la so lenta ascensiónente los bloques de cases de fachada ocreonde vivíemos. Llevaba la bicicleta ga-rrada pel guía. Yera imposible xubiraquella cuesta en bicicleta. Naide nunmiraba pa él dende les cases, sólo nós. Lespuertes y les ventanes paecíen trancaescon vigues y peslleres, tapiaes con lladri-yos y cementu, y eso que munches d’e-lles taben abiertes, siempres abiertes, has-ta n’iviernu, pero non por ello yera me-nor la sensación de que les teníen clau-surao pa siempres con dalgún tipu de pe-gamentu aisllante.Yeren dos fileres de ca-ses escalonaes, qu’ascendíen pela cuestacomo animales desganaos de llombosimprobablemente cuadrangulares.Yerauna d’aquelles mañanes grises onde, sigritabes, nun había ecu, la to voz fundía-se na borrina y, nostante, volvía apaecerdellos metros más p’abaxo. Daniel grita-ra: «¡Afilador!», y a toos nos paeció quenun gritara abondo, incluso entamemosa emburrialu, nerviosos, colos coldos,afalándolu a repitir la llamada: «¡Afila-dor!». Sólo que, unos segundos más tar-de, sentimos el gritu, repitíu, rebotar alláabaxo, na otra punta de la cai, y vimos alafilador llevantar la cabeza, quitar dexunta los llabios la flauta de pan, y hasta

podíemos velu ceguñar, tentando d’es-tremar les nueses siluetes ente la borrina.Yera curtiu de vista.Y mui lentu. Danieltenía una voz tovía infantil, cuasi de ne-na, y debió de sonar, nos oyíos del afila-dor, como la voz d’una muyer, d’una d’a-quelles muyeres, les nueses madres, quenun s’asomaben yá cuando él pasaba, quepermanecíen aisllaes tres d’aquellos lla-driyos invisibles, detrás d’aquelles puer-tes y ventanes tapiaes.Yera una voz tande nena que yá nin siquiera nos burllá-bemos de Daniel.Nun sabemos qué pensó, si ye que pen-só dalgo, l’afilador: seique miró p’arribay p’abaxo, calculando’l desnivel, la dis-tancia, cruxíen-y los güesos namás quecon pensalo.Allarribones había una se-ñora con dalgo p’afilar, un cuchiellu,unes tisories, a saber.Tenía que xubir to-la cuesta si quería averigualo.Yera comover un cascoxu trepar per una muria,cuando sabes que, namás que tea a doscentímetros de coronar l’ascensión, vasda-y un golpucu asina como si nada, conun déu, y vas mandalu de vuelta al sue-lu.Asina yera.Y dábemonos coldazos, yponíemos la mano delantre la boca, pro-curando tapar les nueses risaes, anque l’a-filador nun podía venos rir dende ellíabaxo, nin siquiera sabía que yéremosnós, cuatro guah.acos, a fin de cuentes.Alcuando dame por pensalo y faigocuentes.Yeren venticuatro, les cases, do-ce a cada llau de la cai, seis edificios deplanta y pisu.Venticuatro families, y sólonós cuatro. Había cuatro homes solteros,dos vilbes, tres vilbos y quince matrimo-nios de vieyos ensin fíos, o seique condalgún fíu viviendo lloñe, na ciudá qui-ciás, y eso yá yera lloñe asgaya, anqueagora, cuando lo pienso, les veces que lopienso, nun me paez tanta la distancia.Nun víemos munchos foriatos. Xente depasu, en mui rares ocasiones. D’a diariuvenía’l panaderu cola furgoneta, y uneshores depués otra furgoneta que trayíacomestibles, verdura fresco y fruta.Y una

36 eventual ~ revista

XANDRU FERNÁNDEZ · País zarráu

El t

urul

lu d

e l’a

cerí

a

Yera una d’aquelles mañanes grises onde, si gritabes, nun había ecu, la to voz

fundíase na borrina y, nostante, volvía apaecer dellos metros más p’abaxo

vegada al mes, el colchoneru.Y l’afilador,tovía daquella, mui de ralo en ralo.Diba yá permediando la costera, ensinaparase a descansar, cola bicicleta, ondellevaba la máquina d’afilar y la caxa colaferramienta, garrada pel guía. Retorcíe-monos de risa. Coldazos. Pataes. Si espe-rábemos más, diba venos. Diba estremarlos nuesos rostros, diba pensalo meyor ydescubrir que nun había nenguna muyercon nengún cuchiellu naguando polossos servicios. ¿Qué esperábemos?De nuevu, como siempres, tenía que seryo.Asina que fui y garré’l cubu de la ba-soria, un cubu de plásticu, negru, d’unmetru d’altor, y púnxilu horizontal, a losmios pies, y cuando yá la figura del afi-lador nun podía tar más a tiru, cuando yánun podíemos esperar un segundu más,emburrié’l cubu con toles mios fuerces.El cubu echó a rodar, despacio. Foi ga-rrando velocidá, aumentaba vertixinosa-mente la velocidá según baxaba pelacuesta. En dalgún cachu paecía que dibaaparase, por aciu d’un bache o un min-diu d’asfaltu, pero’l pilancu nun facíaotro que sapialu a mayor velocidá. L’afi-lador quedárase quietu, pero nun s’apar-tara. Miraba p’aquella cosa negra que ba-xaba rodando y creciendo pela cuesta.Mexábemonos de risa. «¡Bola va!», gritóDaniel, pero l’home nun s’apartaba, per-manecía ellí en metá de la cuesta con bi-cicleta y too, seique pensando si teníaque soltar la bicicleta y salir corriendo o,al contrariu, enfotase en salvar la so fe-rramienta de trabayu, l’ardiluxu col queganaba’l pan, podía ser too una falcatrúapa birlla-y la bicicleta y la máquina d’a-filar. Eso debía pensar. Seique nun-y diotiempu a pensar tanto.El trallazu arrefundiólo too pelos aires: elcubu, l’afilador, la bicicleta, la máquinad’afilar.Too salió disparao, en toes direc-ciones, rotando como una sucesión depeonces que chocaren ente elles. L’es-trueldu rebotó na borrina y espardiósecomo una fola per tola cai, y les nueses

madres, gritando incluso enantes de sa-ber qué taba pasando, salieron disparaes ala cai, como si’l proyectil tamién tuvieraalgamao les cases y estes arrefundiaren alesterior a tolos sos habitantes. Un vieyu,dos, y les madres, les nueses madres, toogüeyos arriba y abaxo, acusbiando alre-dor ente la borrina.La mio ma averóse al home espurríupámpana abaxo que paecía una cuyarapadende’l llugar onde tábemos nós.Agoraque lo pienso, nin siquiera se nos ocurrióescondenos o salir corriendo. Siguíemosmorriendo de risa, anque la risa, agora,yera una risa xelada, porque darréu dibenxubir les nueses madres, les sos amenacesascendiendo pela cuesta.Y nun ye que-yos tuviéremos miéu, pero sí-y lu teníe-mos a lo qu’elles preludiaben, lo qu’a-nunciaben ensin dicir pallabra: los nue-sos pas diben volver del trabayu, dibenrecibir puntualmente les noticies del día,davezu tan escases y insignificantes quenun abastaben pa facelos llevantar la mi-rada del platu mientres comíen, y esta ve-gada los nuesos pas diben arremellar losgüeyos, engurriar la frente, apertar los lla-

bios y salir, agora ellos, disparaos a bus-canos, a cazanos y castiganos como a pe-rros desobedientes.Podíemos sentilo, toes aquelles amenacesrebuyendo ellí abaxo, colos mandiles gri-ses y les chaquetes de puntu, les zapatie-lles de cuadros y les madreñes resonandoenriba l’asfaltu, alredor de la figura delafilador pámpana abaxo, desfechu, des-compuestu, igual que la bicicleta y la má-quina d’afilar que fueren aparar al finalde la cai.Entós oyimos el turullu de l’acería. Res-gando la borrina como una navaya, d’a-baxo arriba, estripando la borrina comoun corón.Les muyeres y los vieyos dexaron d’a-tender pal mancáu y volvieron los rostroscontra’l cielu, contra l’acería, d’onde si-guía brotando un agullíu metálicu, co-mo’l llancíu d’un xuguete frayáu.Más tarde, en pasando unes hores, la no-ticia del accidente na acería diba correrpela cuesta arriba y abaxo, revolviéndo-lo too según pasaba, ensin que quedarayá rastru nengún de compasión pal afi-lador mancáu. Naide nun diba reñenos,nun diba haber amenaces nin castigos.Alcuérdome de ver al afilador allonxaseente la borrina, depués de recoyer la bi-cicleta y la máquina y la ferramienta, de-pués de caciplar pente les sos coses a lacata de dalguna avería irreparable, y al-cuérdome de sentir un respigu d’amar-gor al contemplau allonxase coxicandopela carretera, dexándonos atrás, ensindedicanos siquiera un insultu o un puñuzarráu amenazando al cielu.Alcuérdomede pensar: «¡Quietu! ¡Nun marches! ¡Dala vuelta, ven acá, insúltame, pégame, sá-came los güeyos!». Seique nun lo pensa-ba entá, pero diba llegar a pensalo, diballegar a querer habelo gritao.El mio pá volvió a casa, al cabu d’un mes,inútil de cintura p’abaxo, con aquella es-plandente siella de ruedes que yo diba te-ner qu’emburriar, cai arriba, hasta la finde los díes.!

mayo ~ junio 37

Y la mirada se volvió precisa, como si elcristalino hubiese despertado de un largointermedio, del oscuro desliz de una fuer-za dormida, escondida en las esquinas dela voluntad, y entonces vio las arrugas, losvalles cicatrizados, aquel relieve lunar, es-téril e inalterable, de cauces secos y altu-ras abandonadas, gris, ingrávido, y recor-dó, manteniendo su cara pegada a la su-perficie del volante, aquella afición infan-til, aquella manía de mirar de cerca las co-sas, imaginando que en la calidad y la tex-tura, en el relieve de los suelos, de losmuebles y de los objetos pudiera escon-derse un mapa por descubrir, una geo-grafía inédita,minúscula, donde la posibi-lidad de ver, de interpretar un mundo im-probable, escondieran un acto creador, in-genuo, como la propia infancia, y enton-ces dudó, aún apoyado sobre el cuero delvolante, con los ojos cercanos y abiertos,justo encima de aquel paisaje inexplica-ble, entre arrastrarse o actuar, entre dejar-se llevar por aquella máquina hacia la úl-tima curva o retomar el volante, recon-ducir, reincorporarse. Pensó en ella y alzóla vista. Redujo dos marchas. Se afirmó.Tensó los nudillos antes de tomar la cur-va, haciendo girar aquella geografía decuero cosido y accidentes imaginados.Pordos veces aceleró de nuevo, cambiando lavelocidad, enfocando el discurrir de líneasdiscontinuas, atropelladas, engullidas bajoel chasis, devoradas, y aquellas dos lucesrojas, nimias, de otro coche, justo al fon-do, lejos. Ella me estará esperando, rumióvocalizando el pensamiento, y sintió la fal-

ta de afirmación en aquella voz como unaire frío y aislado en el pecho. No basta-ría decir he sido, sí, yo he sido, en algúnlugar del tiempo, alguien que ha buscado,pensó proyectando las imágenes, imagi-nándola, inventando el encuentro, y pen-só que nada de aquello le pertenecía, co-mo si fueran otros los que hubieran deci-dido por ellos, los que hubieran ordena-do y construido aquella escena condena-da a repetirse.Quiso compaginar las pala-bras, evitar que se unieran solas bajo unamecánica preconcebida, quiso decir heexistido independiente, pero añadió,he si-do, y sin embargo, lo fui sin elección, sinhaberme apartado de todo lo previo, loajeno a mí, y de nuevo eran otras voces lasque decidían y hablaban.Y entonces ace-leró de nuevo.Las dos luces rojas se apro-ximaron, definiéndose. Por un momentocreyó ver los números de su matrícula enla placa del otro coche.Tal vez esté persi-guiéndome a mí mismo,presumió, tal vezsea una sombra, especulando, tal vez aho-ra pueda adelantarme, se dijo odiando lapropia voz.Y presionó el acelerador, aúnmás, haciendo enloquecer las líneas pre-cipitadas, el asfalto, la humedad de la tie-rra desapareciendo bajo el bastidor. Lle-garé en dos horas, continuó, antes de queel sol amanezca sobre el continente.Y en-tonces lo vio. Podría haber adelantado sinmás, siguiendo la línea recta del pensa-miento, pero hubo de girarse,movido porun instinto parecido al que le haría vol-verse ante un escaparate. El mismo gesto,en aquel otro coche, la misma cara repo-sada sobre el volante, sobre el mismo re-lieve de las manías de la infancia, la mis-ma ropa, el físico duplicado.Solamente losojos, sin vida, parecidos a los de una mu-ñeca olvidada, le parecieron distintos. Fí-jate tú también, incluso eso es aparente, ysintió que de nuevo era otro el que pen-saba por él, y que era otro, idéntico, su-plantándole en un momento igual al quehabía vivido, el que viajaba en aquel co-che. No llegó a pensar en el sosias, en la

egocéntrica imagen de la réplica, porquesupo entonces, aun antes de levantar la ca-beza, con la certeza que nunca hubiera te-nido al pensar en ella, antes incluso de re-conocer en el retrovisor las luces blan-quecinas de todos los coches agolpadostras él, colapsados en una frenética carre-ra, persiguiéndole, y también, tal vez, ates-tando los kilómetros que podría haber pordelante, que aquel mundo estaba lleno dedobles.Y dudó entre acelerar aún más oparar, o arrastrarse o claudicar, y entoncesse dijo, Ella no existe. Por un momentoolvidó el odio, la idea insoportable, la noexclusividad, necesitado de alguna certe-za antes de decidirse a acabar con aquelmal sueño, y aquella frase, aquél no exis-te, aquella ausencia pasó a través de él sindaño, como si en el límite las verdadespudieran entonces digerirse, o todo locontrario, como si pudieran entonces pa-sar inalteradas, ajenas a la bilis del enten-dimiento y las tripas de la memoria. Noexiste, se repitió, pero podría existir, y esola hace real, y ya no era él quien hablaba;también aquello estaba dicho.Y en las vo-ces y en todo lo ordenado ya no había en-gaño ni consuelo.Volvió el miedo, el úl-timo, y quiso odiar a todos los idénticosque viajaban en aquellos coches, no sóloen aquella carretera, tal vez en todas lasposibles, en las que aún no existen, lle-nando todos los instantes que él hubieratenido, y sintió la soberbia y la inquina co-mo una herida en los labios.Y entonces lamirada se volvió distinta, lejana, intentan-do abarcar una geografía mayúscula, todaslas estribaciones, las líneas, y era aquellauna mirada falta de ilusiones, lisa, triste-mente uniforme, en la que se esconderíanlas carreteras, los valles cicatrizados, las al-turas grises, todos lo coches y todos losidénticos vistos desde lejos como una ma-raña de hilos malgastados, que aún están,pero que ya no existen, envueltos por labruma nocturna del mal sueño, una den-sa oscuridad que engulle los sonidos queaún no suenan de las primeras colisiones.!

38 eventual ~ revista

MAURO DÍAZ · Especies gemelas

Osc

urid

ades

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

Nel Amaro · Pablo Prieto · Fulgencio Argüelles · Pa-

blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

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Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

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tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

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blo Texón · Ana Vanessa Gutiérrez · Noelia Bueno Gó-

mez · Fernando Barreiro · Pablo Texón · Rabanillo ·

Jos · Nuria Varela · Xuan Bello · Ricardo Menéndez

Salmón · Alfredo González · Miguel Barrero · Xandru

Fernández · Mauro Díaz · Nel Amaro · Pablo Prieto ·

Fulgencio Argüelles · Pablo Texón · Ana Vanessa Gu-

tiérrez · Noelia Bueno Gómez · Fernando Barreiro ·

Pablo Texón · Rabanillo · Jos · Nuria Varela · Xuan Be-

llo · Ricardo Menéndez Salmón · Alfredo González ·

Miguel Barrero · Xandru Fernández · Mauro Díaz ·

libro

s y

auto

res Este libro propone un apa-

sionante recorrido por la

historia y por los temas que

son objeto de su estudio.

Sugiere colocarse unas ga-

fas violetas para percibir

mejor cómo se ve la vida

con la mirada feminista y aspira a transmitir su es-

píritu: una teoría de la justicia que ha ido cambian-

do el mundo y que trabaja día a día para conseguir

que los seres humanos sean lo que quieran ser y vi-

van como quieran vivir, sin un destino maracado por

el sexo con el que hayan nacido.

Nuria Varela. Feminismo para principiantes. Pró-

logo de Espido Freire. Ediciones B (Barcelona,

2005). 416 páginas.

FEM

INIS

MO

PA

RA

PR

INCI

PIA

NTE

S

Ningún título más explícito que Les ruines para ha-

blar del valle, para desmenuzar el presente de esa

radiografía de la crisis. Una línea narrativa perfec-

tamente elaborada y un uso perfecto y novedoso

del recurso del flashback —une la actualidad y la

época de la guerra civil constantemente sin necesi-

dad de realizar el manido corte de capítulo—, lo-

gran, en muchos momentos, alcanzar un clima de

tensión fílmico. La profundidad psicológica de los

personajes, especialmente del protagonista, David,

o la minuciosa descripción de una realidad bien co-

nocida para el autor —aunque siempre desde un

punto de vista de ficción— podrían sitúan al lector

en cualquier punto de la cuenca minera, aunque se

refiera concretamente a uno. En definitiva, Les rui-

nes mantiene a Xandru Fernández en la cumbre de

una literatura asturiana, tristemente, poco conoci-

da, pero cada vez más interesante.

LES

RU

INES

Licenciada en Ciencias de la

Información, Nuria Varela

ha trabajado en el semana-

rio Panorama, ha cubierto

la guerra de Bosnia, el sitio

de Sarajevo, los campos de

refugiados en Croacia y el

golpe de Estado en Rusia. Desde 1993 trabaja en In-

terviú, donde ha realizado reportajes sobre la ma-

tanza de Acteal en Chiapas, la vida en los campa-

mentos de refugiados saharauis, la situación de Af-

ganistán y de los campos de refugiados afganos en

Pakistán tras la llegada de los talibanes. Ha publi-

cado gran cantidad de reportajes sobre mujeres y

coopera con distintos grupos y plataformas contra

la violencia de género.

NU

RIA

VA

REL

A

Nacido en Turón, en 1970.

Profesor, licenciado en filo-

sofía, y escritor. Uno de los

nombres esenciales de la li-

teratura asturiana contem-

poránea. Premio Xosefa Xo-

vellanos de novela en dos

ocasiones: El club de los inocentes (1994) y El sua-

ñu de los páxaros de sable (1999), y premio de po-

esía Xuan María Acebal con Servidume (2000). Tam-

bién ha traducido al asturianu obras de escritores

tan importantes como Franz Kafka y Thomas Mann.

Entre sus últimos trabajos, País cerrado y Les rui-

nes.

Xandru Fernández. Les ruines. Ediciones Trabe (As-

turias, 2005).

XA

ND

RU

FER

ND

EZ

Alfredo González nació en

Oviedo, en 1981. Cantautor,

licenciado en Historia, ha

realizado estudios de piano

y ha editado varios trabajos

dicográficos: Respirando

soledad (2001), Caña y urna

(2002) y Donde se esparce la hiel (2003). Su último

álbum, La vida de alquiler (estudios Miller), se es-

trenaba en el 2004. Tiene previstos varios concier-

tos, a lo largo de todo el calendario, en Madrid y As-

turias, donde viene interpretando su música. Su pró-

ximo trabajo, Escrito en servilletas, se editará a fi-

nales de verano.

ALF

RED

O G

ON

ZÁLE

Z Miguel Barrero (nacido en

Oviedo, 1980) pasó su in-

fancia y adolescencia en

Mieres. Tras licenciarse en

Periodismo por la Univer-

sidad Pontificia de Sala-

manca, pasó una tempora-

da en Madrid. Actualmente vive en Gijón, donde

colabora con el diario El Comercio. Ha ganado va-

rios concursos de cuentos, y algunos de sus rela-

tos fueron publicados en la revista literaria Aula 13

y en el diario La Nueva España. En el 2004 obtuvo

el premio Asturias Joven de narrativa por su nove-

la Espejo.

MIG

UEL

BA

RR

ERO

e ventual . revista

EDITA

Plataforma Juveni l de Turón

COL ABO RA

Consejo de la Juventud del Pr incipado de Astur ias

mayo-junio · mmv [email protected]