Evaluación y Acreditación en Educación

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Página | 1 UNIVERSIDAD HISPANOAMERICANA JUSTO SIERRA EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN EN EDUCACIÓN José Edier Yamá Uc Nota del autor El Dr. José Edier Yamá Uc es docente de la Universidad Hispanoamericana Justo Sierra, en el área de Doctorado en educación. La correspondencia de este artículo puede ser enviada a José Edier Yamá Uc, Universidad Hispanoamericana Justo Sierra, Prolongación Av. Del Duque S/N esquina con calle Jade, colonia Vicente Guerrero C. P. 24035, San Francisco de Campeche, Campeche. México. Correo electrónico: [email protected]

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Texto que aporta conceptos sobre los términos evaluación y acreditación como dos acciones relacionados estrechamente en el trabajo de los docentes e instituciones educativas. Explicaciones sobre estas variables educativas desde una perspectiva práctica como producto de la experiencia en el aula.

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UNIVERSIDAD HISPANOAMERICANA JUSTO SIERRA

EVALUACIÓN Y ACREDITACIÓN EN EDUCACIÓN

José Edier Yamá Uc

Nota del autor

El Dr. José Edier Yamá Uc es docente de la Universidad Hispanoamericana Justo

Sierra, en el área de Doctorado en educación.

La correspondencia de este artículo puede ser enviada a José Edier Yamá Uc,

Universidad Hispanoamericana Justo Sierra, Prolongación Av. Del Duque S/N

esquina con calle Jade, colonia Vicente Guerrero C. P. 24035, San Francisco de

Campeche, Campeche. México. Correo electrónico: [email protected]

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Resumen

Este documento ofrece un acercamiento teórico sobre la comprensión de la

relación existente entre los términos evaluación y acreditación, los cuales con

frecuencia son confundidos o mal interpretados sobre todo en su aplicación en el

aula o por instancias administrativas. El análisis teórico se sustenta desde una

perspectiva personal producto de la experiencia como docente y administrador

educativo así como con las aportaciones de especialistas en docencia y

educación. Evaluación y acreditación son tratados como acciones de mucha

importancia en el proceso de enseñar y aprender pero también como parte de un

proceso administrativo o producto de políticas educativas de una región. Ambos

términos siempre ligados con la educación. Al final, una conclusión que define la

postura propositiva del autor.

Introducción

Analizar el tema de la evaluación en educación, es adentrarse en una

variable compleja, apasionante y polémica, sin embargo, es inevitable, pues se

requiere para saber cómo andamos en materia de logros, compete a alumnos,

maestros, directivos, escuelas y sistemas educativos en general. En este trabajo,

reflexionamos sobre su relación con la acreditación como un proceso inmerso

dentro de la evaluación pero que cumple propósitos distintos y que muchas veces

se precisa más, solo buscando la nota antes que la construcción del conocimiento.

Ambos términos tienen una importancia en las políticas educativas de una nación

porque son los instrumentos que nos dicen entre otras cosas, el lugar que

ocupamos en el contexto social.

Para generar el análisis de este tema, se plantea una pregunta que

direcciona las ideas que van llevando hacia una revisión de algunas teorías

expuestas por autores, mismas que se complementan con los productos reflexivos

desde la experiencia teórica y práctica. La construcción de la ideas responden a la

necesidad de comprender por qué los términos de evaluación y acreditación son

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tan incomprendidos, satanizados, poco aceptados por unos y muy exigidos por

otros. Mientras que la autoridad hace esfuerzos para incorporar los mecanismos

para su aplicación, por otro lado, son condenados y crispa el ambiente que se vive

en su entorno.

Como dice Cooper (2010, pág. 501) la evaluación, el proceso de formación

de juicios, depende de la recolección de información y lleva a la toma decisiones,

un proceso totalmente necesario e indispensable si se quiere conocer el estado en

que se encuentra la situación educativa, conocimiento que debe conducir a la

mejora de la calidad de la educación, tanto como lo plantea la reforma educativa

propuesta en México, una evaluación para mejorar, formativa, que persiga la

equidad, reconozca la diversidad, la participación de la sociedad y los maestros. Y

por otra parte, la acreditación como reconocimiento formal de las capacidades y la

demostración del cumplimiento de requisitos normados, representan el proceso

culminante de la evaluación.

Finalizamos este análisis con unas ideas concluyentes que buscan enfatizar

la importancia de estos conceptos siempre con la intención de apoyar el trabajo

particularmente de maestros y autoridades que se involucran en la toma de

decisiones que competen a la evaluación y su relevancia en el sistema educativo.

Aunque también será de mucha utilidad informativa para los padres preocupados

por la educación de sus hijos.

¿Por dónde empezar?

En atención al tema que pretendemos desarrollar en esta investigación, es

necesario partir de un cuestionamiento que nos permita dirigir los pasos hacia una

conceptualización de las ideas que lleven a aclarar las dudas y aporten respuestas

para la construcción del conocimiento. En este sentido, nos inclinamos a preguntar

¿qué debemos entender por evaluación y acreditación en educación, cuando

usualmente en diversos contextos educativos, estos términos son manejados con

cierta confusión, ambivalencia o con iguales propósitos? De esta pregunta, deriva

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nuestro análisis que va encaminado a despejar las dudas existentes sobre esta

relación de conceptos y aportar conocimiento para apoyar el trabajo docente,

administrativo y político de los sujetos educativos.

Hacia una comprensión sobre la evaluación

El proceso educativo que se desarrolla en los centros escolares requiere

normativamente ser evaluado, en congruencia con la exigencia de las normas de

calidad en el aprendizaje, la calidad de la enseñanza, y el funcionamiento mismo

de los planteles por un lado, por otra parte, para validar el trabajo que los sujetos

educativos realizan desde el ámbito de su competencia, ya sea como docente,

alumno, directivo o autoridad, traduciéndose esta como una aportación cuantitativa

de los resultados para exponer a manera de informe o rendición de cuentas. De

aquí surge a nuestro juicio una leve confusión sobre las razones que motivan cada

una de las acciones que se llevan a efecto sobre las variables evaluación y

acreditación, totalmente relacionados pero que no son lo mismo ni persiguen los

mismos fines. Como antecedente, hemos escuchado de muchos maestros que; si

la autoridad quiere calificaciones altas, yo se lo doy simplemente para justificar

que las cosas andan bien, pero el aprendizaje real de los estudiantes, sin duda es

otro, mientras que la autoridad al tener datos satisfactorios considera que las

cosas andan bien. Esta aplicación de criterios han contravenido en gran medida

los postulados de una correcta evaluación y abonado a una verdadera

degradación de la aceptación de la validez de la evaluación, sobre todo en el

sector docente y en los alumnos que son quienes finalmente los actores

principales de este hecho educativo. De ahí nuestro interés por contribuir a la

mejora del entendimiento sobre estos temas, en apoyo a todas las partes que

tienen que ver en la toma decisiones evaluativas.

El concepto de evaluación está caracterizado por arrojar diferentes

enfoques que van desde la óptica de los autores hasta la consideración de

aplicaciones sobre las corrientes metodológicas, por lo que nuestra primera

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concepción al respecto, es que no existe ni debe haber una idea concluyente que

fielmente defina a la evaluación que pueda ser aplicable a la generalidad, sino que

determinados enfoques son aplicables según el contexto de desarrollo educativo

donde serán requeridos dichas normas. Sin embargo, existen ideas como la de

Carreño (2010) quien afirma que la evaluación corresponde a la acción de juzgar,

inferir juicios a partir de cierta información obtenida directa o indirectamente de la

realidad evaluada, como también atribuir o negar calidades y cualidades al objeto

evaluado para finalmente, establecer valoraciones relacionados con lo enjuiciado.

La propuesta de Carreño se circunscribe a las prácticas educativas que maestros

y alumnos realizan cotidianamente en el aula, donde después de intervenir sobre

un objeto de estudio o construcción de conocimiento, estos deben ser evaluados

para conocer el grado, logro alcanzado y que al término del proceso evaluativo

deberá emitirse un juicio con base a los datos obtenidos sobre la calidad de los

aprendizajes del estudiante, pero también esta información, es útil para el docente

para conocer su grado de eficiencia en cuanto al trabajo realizado. Una de las

acciones realmente importantes al término de una evaluación es que el maestro

retome la información para tomar las decisiones pertinentes para mejorar su

enseñanza, encaminadas a obtener mejores aprendizajes en sus alumnos. Sin

duda, las perspectivas de maestros, directivos, autoridades y padres de familia,

sobre la evaluación, son diferentes dada las exigencias que cada parte requiere

por la influencia de factores educativos, económicos, administrativos y políticos

que circulan en torno. Solo hay que recordar que la administración escolar no

necesariamente exige lo mismo que un padre de familia que a veces se

contrapone a la del docente que dado el lugar que ocupa en el espacio educativo

tiene requerimientos propios.

Cuando evaluamos siempre se deberá preguntarse porqué se evalúa, cómo

se evalúa, para quién evaluar y tratar de responder estas preguntas con la

finalidad de saber hacia dónde vamos en evaluación, sino se conocen las

respuestas a estas interrogantes se caería en una práctica sin sentido, con

resultados que no conducen a nada y que no trae mejoras en la calidad de los

aprendizajes y más allá de eso, un buen funcionamiento de los centros escolares.

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Para contrarrestar lo anterior surge una evaluación denominada formativa, que

como reconoce Black y William (1998) citado por Anijovich (2010) los estudiantes

mejoran su desempeño, contribuye a que los estudiantes sean más

independientes en el aprendizaje a través del manejo de contenidos en el aula, en

este caso, el alumno es el centro de la evaluación formativa, es el receptor y

participante más activo de los procesos de retroalimentación, monitoreo y

autorregulación de sus aprendizajes. Es de notarse que este enfoque evaluativo

mira básicamente hacia el papel del alumno como sujeto central en el proceso de

enseñanza que desarrolla el maestro y en consecuencia las condiciones de

evaluación que se aplicarán, también lo tomarán en cuenta al tomar las decisiones

necesarias. Una evaluación formativa particularmente se refiere a que los

docentes promueven en sus alumnos procesos metacognitivos, construyen niveles

de calidad de producción, recogen datos, analizan y hacen aportes de sus

alumnos, retroalimentan, y comunican claramente los objetivos a lograr en el

tratamiento de los contenidos. A su vez los estudiantes muestran libremente sus

fortalezas y debilidades ante el conocimiento y son conscientes de la utilidad de la

retroalimentación en su autoestima y motivaciones lo que los convierte en sujetos

más seguros de sí mismos.

Una alternativa evaluativa es la que propone Cázares y Cuevas (2012)

quienes piensan que la evaluación es un proceso continuo, dinámico y flexible

dirigido a la generación de conocimiento sobre el aprendizaje, la práctica docente

y el programa en sí mismo, construido a partir de la sistematización de evidencias.

El problema de la evaluación es multifacética de ahí que existan diferentes

perspectivas al respecto, a pesar de todo, en ella coinciden aspectos comunes

que nos llevan a pensar que su utilidad se enfoca para conocer el logro de los

alumnos, el trabajo de los maestros, el funcionamiento de las escuelas, la

viabilidad de los programas de estudio y la reorientación de políticas públicas. Por

eso, indudablemente es un proceso complejo, polémico, trascendental, y muchas

veces incompleto e insustancial. En las últimas fechas, al menos en México se

tiene dificultades para su comprensión en la inserción en el proceso educativo que

abarca no solo el aprendizaje de los alumnos sino también la evaluación hacia el

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trabajo docente o su incorporación al servicio profesional docente. Circunstancia

propiciada por la falta de información precisa, clara y oportuna así como por el

origen de las reglas propuestas que vinieron más del ámbito externo educativo

que del propio sector de los verdaderos protagonistas del cambio que serían los

alumnos y los maestros.

La evaluación basada en competencias es una opción factible de realizarse

si se siguen las pautas establecidas, como tomar en cuenta las condicionantes de

utilidad ya formuladas pero también si en verdad queremos transformaciones en la

práctica evaluativa, pues hay que recordar que las competencias se refieren a las

habilidades, destrezas y actitudes que se dominan y necesitamos las evidencias

que demuestren estos hechos en la persona. Actuaciones o construcciones de los

alumnos y maestros relacionadas con la competencia, que nos permitan discernir

el nivel de desarrollo obtenido. Estos resultados han de notarse en el

conocimiento, en el producto, en el desempeño y en la actitud de los evaluados.

Lo que lo convierte en un reto educativo para todos incluyendo el sector

administrativo que en ocasiones carece de los mecanismos más adecuados para

su implementación en el sistema educativo. Instrumentos como la capacitación,

los materiales, la tecnologización, el acercamiento a los sujetos y los tiempos; son

aspectos que requieren atenderse para una evaluación eficaz bajo el enfoque por

competencias.

Desde una postura crítica, existen voces como la de Ibarra y Porter (2007,

pág. 149) quienes apuntan que la evaluación que hoy se practica no persigue en

realidad evaluar; por el contrario, su propósito fundamental es dirigir, tanto como

sea posible, las conductas de los académicos para despojarlos del control de su

trabajo y sus productos. No creemos del todo que tajantemente sea esa la

intención, sin embargo, actualmente se observan acotaciones normativas que

intentan reorientar el rumbo de la evaluación, utilizando mecanismos de control

como la remuneración, los estímulos y los procesos de certificación, que van

dirigiendo los pasos de los docentes y su relación con la evaluación, hacia

caminos que poco tienen que ver con los propósitos evaluadores iniciales como

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sería la valoración de conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes. Estas

acciones hacen que los maestros se adapten, se ajusten, entren en conflicto y se

resistan ante el sistema que les impone nuevas reglas que consideran injustas.

Cuando se habla de evaluación generalmente se piensa que está dirigido a

los estudiantes, poco a los maestros y casi nada sobre el sistema educativo, sin

embargo, es necesario ampliar esta práctica educativa al funcionamiento del

sistema, para detectar lo que Lafourcade (2008) afirma, pueda ser útil para

proveer información sobre la situación del servicio en un momento dado, y es

coyuntural porque las condiciones van variando por la misma dinámica del propio

sistema. También muestra los resultados del plan de estudios aplicado, aunque

pocas veces sobre las insuficiencias que podrían haber ocurrido durante el

proceso de logro. Debido a que cuando se evalúa al sistema las acciones

evaluativas se enfocan más en variables generales y no precisamente sobre

temas concretos. Lafourcade reconoce que la evaluación de sistemas educativos

en los países particularmente latinoamericanos, obedece más a presiones de la

sociedad, por agentes externos al sistema, que por su propio interés. No hay que

descartar que algunas de las causas de esta acción se origina por la falta de

recursos debido a los altos costos que implica evaluar a todo un sistema, por lo

que se prioriza la evaluación sobre los aprendizajes.

La evaluación es un tema complejo debido a sus múltiples perspectivas de

análisis, aplicación e interpretación, de lo que no debe haber duda, es de su vital

importancia en todo proceso de trabajo educativo, en todos los sentidos, en la

búsqueda de mejorar los resultados del aprendizaje de los estudiantes, el trabajo

docente y la eficacia del funcionamiento de los sistemas educativos.

¿Qué es la acreditación?

La acreditación es una práctica inmersa dentro del proceso de evaluación

que consiste en impulsar o reconocer la calidad de los saberes, de los alumnos o

de cualquier sujeto que ha sido objeto de evaluación. En ocasiones este ejercicio

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suele estar acompañado de errores por negligencia, desconocimiento o falta de

elementos de juicio normativo que marcan las reglas de este paso. La acreditación

pocas veces cualitativa y mayormente cuantitativa, se enmarca en la llamada era

de la evaluación, para demostrar los índices de calidad institucional, que

generalmente muestran los avances en los indicadores de crecimiento que van

relacionados a la calidad. Es de reconocerse que la realidad expresa que los datos

cuantitativos no siempre reflejan las condiciones cualitativas de la práctica

educativa que se da en las aulas entre alumnos y maestros. Para aclarar la idea,

es necesario saber si se evalúa para enseñar y aprender mejor o para acreditar

los conocimientos, pues ambas persiguen finalidades diferentes, ambos

constituyen una práctica de evaluación pero con sistemas referenciales distintos.

De ahí que, no hay que sobredimensionar a una sobre la otra, ambas son

importantes y necesarias. La acreditación legitima los saberes y asume una actitud

verificadora sobre los conocimientos adquiridos. A pesar de ello, la exigencia

social de que mientras más calificación es mejor porque sabe más, no siempre

están intrínsecamente relacionados, lo que nos pone a pensar que deben

realizarse prácticas evaluativas más eficaces para obtener los resultados que se

necesitan dependiendo de la finalidad que se trate. Para María del Cármen Palou

de Maté, la acreditación implica rendir cuenta de los resultados de los

aprendizajes logrados en un determinado tiempo y en un nivel específico de

escolaridad. Esta acreditación es la convalidación, certificación y legitimación de

un mínimo de conocimientos, establecidos en los programas de estudio que son

aplicados al estudiante, como exigencia social, que le da en ocasiones demasiada

importancia, al ubicar a las instituciones o alumnos en un ranking de calidad, sin

fijarse tanto en las posibilidades reales de producción.

En atención a la incidencia social que sufre la acreditación, ésta a veces se

sobredimensiona y hace que el alumno solo busque ir tras la calificación y no

precisamente para aprender, lo que le causa frustración cuando observa

resultados adversos a sus expectativas. Una solución al respecto sería primero

ocuparse más en aplicar estrategias de aprendizaje eficaces y el docente, innovar

su enseñanza. A su vez, una sociedad más comprensiva redireccionando su

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expectativa sobre la evaluación de una visión castigadora hacia una mediadora y

humanista.

Los sistemas educativos establecen normas para regular la acreditación de

los conocimientos, tal es el caso de México que publica el acuerdo 696 en el diario

Oficial de la federación con fecha 20 de septiembre de 2013, en el que especifica

en el artículo 4° párrafo B, que la acreditación corresponde al juicio mediante el

cual se establece que un alumno cuenta con los conocimientos y habilidades

necesarias en una asignatura, grado escolar o nivel educativo. En este sentido, se

observa que hay información clara sobre el concepto, quizá lo que falta es una

minuciosa interpretación, una comunicación oportuna hacia los aplicadores e

instrumentos eficaces para llevarlo a efecto en las instancias que corresponden.

La acreditación como legitimación de los conocimientos adquiridos debe ser

congruente con las capacidades demostradas por el estudiante o el docente según

sea el caso, aunque su característica generalmente cuantitativa no llegue del todo

a ser conforme a la subjetividad del conocimiento.

Conclusiones

En el proceso de enseñanza y aprendizaje que se desarrolla entre el

alumno y el docente, se ´presenta de manera inherente la evaluación de los

conocimientos, mismas que aportan información sobre las condiciones en que se

encuentran los niveles de logro de los estudiantes, esta información será

interpretada, analizada y utilizada para establecer estrategias de mejora para

elevar la calidad de los aprendizajes y tomar decisiones necesarias para el cambio

educativo. Es de reconocer que la evaluación también compete a los maestros y a

los sistemas educativos y nadie puede estar al margen de participar en ella con la

finalidad de construir un mejor sistema educativo para el bien de la sociedad.

Mientras que la acreditación forma parte de este proceso evaluativo cumple un

propósito diferente, validando los saberes, competencias y capacidades de los

sujetos evaluados. Es importante que las personas involucradas en el proceso

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evaluativo encuentren un punto de convergencia donde tomen acuerdos para

establecer las mejores reglas para la valoración de los conocimientos, el

funcionamiento de las escuelas y del propio sistema educativo y no entrar en

conflicto que sería más catastrófico. La educación de un país requiere normas

claras para todos los participantes, desde qué se va a aprender, hasta cómo se va

a evaluar, lo que implica toma de decisiones oportunas para evitar el rezago

educativo que tanto daña a una sociedad en general. En el contexto cultural las

formas cambian y en el tema de la educación, también las formas cambian, por lo

tanto, es ilusorio pensar que las cosas necesariamente van a estar estáticas.

Evaluar para rendir cuentas sobre lo aprendido es importante, pero más aún para

mejorar sobre los resultados, los procesos y la planeación.

Desde esta visión, evaluación y acreditación son complementarios y ambos

son útiles para fines distintos y no hay que dar mayor peso a uno sobre el otro,

sino reconocer su importancia para la estructuración de un complejo pero

igualmente interesante proceso en la educación.

Referencias

Acuerdo número 696 por el que se establecen normas generales para la

evaluación, acreditación, promoción y certificación en la educación básica. (2013).

México. Diario oficial de la federación.

Anijovich, R. De Camilloni, A. R. W. Capelletti, G. Hoffmann, J. Katzkowicz, R.

Mottier L. L. (2010). La evaluación significativa. Buenos Aires. Editorial

Paidós.

Carreño, H. F. (2010). Enfoques y principios teóricos de la evaluación. México.

Editorial Trillas.

Cázares, A. L. Cuevas De la G. J. F. (2012). Planeación y evaluación basadas en

competencias. México. Editorial Trillas.

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Cooper, J. M. (2010). Estrategias de enseñanza, guía para una mejor instrucción.

México. Editorial Limusa, S. A. de C. V.

Lafourcade, P. D. (2008). La evaluación en organizaciones educativas centradas

en logros. México. Editorial Trillas.

Ibarra, C. F. Porter, G. L. (2007). Dilemas de la evaluación del trabajo académico:

¿estamos preparados para transitar del castigo a la valoración? En Díaz B.

A. y Pacheco, M. T. Evaluación y cambio institucional. México. Editorial

Trillas.