Etica Autenticidad Resumen

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Seccion 11T - Resumen (Etica de la Autenticidad) La Ética de la Autenticidad es una obra pionera que analiza los problemas del sistema económico-social que rige el mundo moderno. Taylor identifica estos problemas en la ruptura del hombre con su propia esencia, es decir con los principios sociales y morales que determinan su relación con el mundo, y en la subjetividad del debate que rige los aspectos más básicos de la vida humana. En ‘La Ética de la Autenticidad, el autor decide enfocarse en tres de los ‘malestares’ del sistema económico-social que él identifica como los más preocupantes. El autor apunta hacia una gran convergencia de opiniones (que se remontan al período de la revolución industrial), que desde distintos ángulos apuntan hacia diversos patrones de decadencia en los valores morales del ser humano, y que han ido erosionando el tejido social. El primero de ellos se refiere al individualismo. Irónicamente, recalca el autor, este fenómeno, es considerado como uno de ‘los grandes logros de la modernidad’. De acuerdo con Taylor, vivimos en un mundo donde la gente tiene el derecho a escoger para sí mismos su propio estilo de vida y elegir concientemente las convicciones a las que se adhiere. El rango y la diversidad de opciones que se presentan en el mundo moderno surgen en claro contraste con el rango de opciones que contaban nuestros antepasados. Este derecho, o derechos, están amparados por los sistemas legales e instituciones democráticas, de tal forma que la gente no está sujeta a ninguno de los mandatos sagrados, que regían la forma de vida de las sociedades.

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Seccion 11T - Resumen (Etica de la Autenticidad)

La Ética de la Autenticidad es una obra pionera que analiza los problemas del sistema

económico-social que rige el mundo moderno. Taylor identifica estos problemas en la

ruptura del hombre con su propia esencia, es decir con los principios sociales y morales

que determinan su relación con el mundo, y en la subjetividad del debate que rige los

aspectos más básicos de la vida humana. 

En ‘La Ética de la Autenticidad, el autor decide enfocarse en tres de los ‘malestares’ del

sistema económico-social que él identifica como los más preocupantes. El autor apunta

hacia una gran convergencia de opiniones (que se remontan al período de la revolución

industrial), que desde distintos ángulos apuntan hacia diversos patrones de decadencia

en los valores morales del ser humano, y que han ido erosionando el tejido social.

El primero de ellos se refiere al individualismo. Irónicamente, recalca el autor, este

fenómeno, es considerado como uno de ‘los grandes logros de la modernidad’. De

acuerdo con Taylor, vivimos en un mundo donde la gente tiene el derecho a escoger para

sí mismos su propio estilo de vida y elegir concientemente las convicciones a las que se

adhiere. El rango y la diversidad de opciones que se presentan en el mundo moderno

surgen en claro contraste con el rango de opciones que contaban nuestros antepasados.

Este derecho, o derechos, están amparados por los sistemas legales e instituciones

democráticas, de tal forma que la gente no está sujeta a ninguno de los mandatos

sagrados, que regían la forma de vida de las sociedades.

El segundo malestar se refiere al ‘desencanto con el mundo’, la nueva forma de percibir el

mundo y la misión del hombre en el mismo, que Taylor relaciona directamente con el

surgimiento del razonamiento instrumental, es decir, el tipo de razonamiento utilizado para

calcular la aplicación más económica de los medios hacia un fin determinado, donde

maximizar la eficiencia, obtener el mejor ratio de costo-beneficio, se han convertido en los

indicadores de éxito.

Taylor expone que este cambio en la forma de pensar ha tenido un fuerte impacto en la

existencia de los individuos, dejando vidas enteras sujetas al análisis de costo-beneficio.

Aspectos centrales en las vidas de los individuos, que antes eran determinadas utilizando

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otros criterios, ahora son decididos utilizando criterios de eficiencia o de costo-beneficio.

Un claro ejemplo es la demanda por crecimiento económico, justificando amplias brechas

en la distribución del ingreso y el bienestar social, o bien, la forma en la que estos criterios

nos hacen insensibles hacia las necesidades del medio ambiente, al borde de desastres

naturales.

El tercer mal ser refiere a la pérdida de libertad del ser humano. Taylor señala que el

individualismo y el razonamiento instrumental están teniendo consecuencias negativas en

la vida y las instituciones políticas que rigen nuestras sociedades. Para Taylor, las

instituciones y las estructuras de una sociedad tecnológica-industrial, restringen

severamente nuestras opciones, forzando a individuos y sociedades a pensar de esta

manera costo-beneficio que, bajo otras circunstancias- utilizando un juicio moral

profundo-, jamás harían, y que puede ser altamente destructivo.

* * *

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La ética del trabajo social y la autenticidad. BT’s

1. Introducción: 

En el presente ensayo se dará lugar a una reflexión   acerca de los aspectos éticos de un

trabajador social   aplicados a su uso teórico-práctico, respecto a lo anterior

entenderemos   que la ética es definida como: “El término ética, deriva de “ethos”, palabra

que en griego significa costumbre. La ética se define como la” parte de la filosofía que

trata de la moral y de las obligaciones del hombre” (Dicc. Académico). O bien como el

“estudio de los valores y de sus relaciones con las pautas y los planes de acción”, en

tanto “se refiere a la filosofía de lo bueno y de lo malo” (Grazziosi, 1977, p.22)”.  

En el trabajo social, se manifiesta   desde dos aspectos, según nuestra perspectiva; uno

de ellos está vinculado a la persona en sí, como profesional, y el otro a la ética de

intervención de casos. Siendo esta última la más controversial, debido a los cambios que

se han experimentado, en nuestra sociedad contemporánea.     

Por lo tanto el objetivo central de este ensayo nos llevará a una reflexión acerca del

proceso de intervención en la sociedad actual, desde la formación ética y auténtica del

profesional, y como esta se debe ajustar para una mejoría social.

Sin embargo, presentamos algunas inquietudes que analizaremos durante el transcurso

de este análisis, como enfrentar los problemas éticos de la formación de un profesional

frente a una sociedad tan compleja como

menciona Taylor (1994), donde se ve afectada por los tres tipos de malestares,   que nos

han provocado consecuencias en las cuales la sociedad se ve afectada. Desde este

aspecto reflexionaremos críticamente sobre cuál debería ser la actitud ética de un

trabajador social frente a esta problemática. 

Al reflexionar sobre este tema, pudimos desarrollar varios subtemas los cuales se ven

claramente relacionados en el libro “La ética de la autenticidad” y en la práctica de la

carrera. 

2. Conflictos éticos

Al hacer énfasis a los conflictos éticos, nos referimos al modo de interpretar y hacer las

cosas, en lo que nos convoca a como el trabajador social, al momento de intervenir en

algún caso ya sea con familia o comunidad, utiliza su propia racionalidad y ética, lo que en

algunas ocasiones lo hace actuar diferente respecto a lo que realmente debería ser. 

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Es así como el trabajador social debe ser capaz de resolver un conflicto social de acuerdo

a lo que favorezca de manera adecuada para un mejor pasar al afectado propiamente tal.

Sin tener mayor dificultad al utilizar su ética. 

Estos casos suelen ocurrir en los trabajadores sociales que comienzan ejerciendo la

profesión como tal, al verse enfrentados en una primera instancia a distintas realidades de

vida en que se encuentran inmersos los individuos más afectados en la comunidad donde

pertenecen, que por sus condiciones solicitan ayuda. Es así como frente a este impacto

de

necesidad que las personas manifiestan, en un primer momento los que están ejerciendo

recientemente la profesión, sienten que de alguna forma deben ayudar a todos los que se

dirigen donde ellos, ya que si no lo hacen se sienten frustrados y por ende piensan que

son malas personas por no otorgar beneficios a los que lo solicitan. 

Con estas situaciones se ve reflejado que utilizan su ética personal y no la ética como

profesional que deberían desde un principio regirse para trabajar con la gente, pero que

actúan como seres éticos recién después de por lo menos un año de trabajo como

profesional.

Con lo ya mencionado acerca de algún tipo de conflicto ético existente en los trabajadores

sociales, queda demostrado cómo reaccionan frente a diversas situaciones que se les

presenten.

3. La autenticidad dentro del trabajo social:

El trabajador social, en su labor, se relaciona y trabaja de forma directa con la sociedad,

cumpliendo un rol de mediador entre las personas que necesitan ayuda o beneficios   y

las diferentes instituciones que los   otorgan.

Cabe destacar que dentro de esta labor, es muy relevante que el profesional posea

autenticidad, que según Charles Taylor (1994), se entiende como un valor muy importante

dentro de la vida de un ser humano, pero que dentro de la sociedad, se ha ido mal

interpretando, tomándolo como algo netamente centrado en el individualismo, de esta

manera no se le da importancia al entorno, dejándolo

como algo totalmente insignificante.

Desde nuestra perspectiva, este es un valor muy importante dentro del Trabajo Social,

porque para realizar una intervención en la sociedad debemos ser auténticos, en el

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sentido de que, tenemos que ser originales y tener muy definida nuestra identidad para

poder exigir que se respete, y así mismo es fundamental que en nuestra labor respetemos

la identidad de los demás para   lograr entablar un buen diálogo, así podremos

entendernos de mejor manera y podremos lograr respuestas   a las problemáticas que

aquejan a las personas.

Mediante el análisis de las lecturas, descubrimos las necesidades que los trabajadores

sociales están destinados a   presentan al tener que intervenir y transformar, por la unión

de comunidades y sociedades.

Dándole identidad a los individuos destacamos lo siguiente “La importancia del

reconocimiento ha quedado modificada y se ha visto intensificada por la comprensión de

la identidad que surge con el ideal de la autenticidad” (Taylor, 1994, p. 81). Es con esto

que tenemos la necesidad de ser reconocidos por la sociedad, ya que el ser auténticos y

valernos por sí mismos nos lleva a crear nuestra identidad y definirla con el paso de los

años, al adquirir una madurez frente a diversas situaciones de la vida. Por lo que el

reconocimiento de los otros hacia uno, nos hace valernos e insertarnos en la vida de

quienes nos rodean.   

4. La ética del trabajo social frente   a la justicia social.

Uno de los principios éticos es que los trabajadores sociales están en contra de la

injusticia social. Por lo tanto debe velar por la mejoría del “bienestar humano y contribuir a

satisfacer las necesidades humanas básicas de todas las personas (…) vulnerables,

oprimidas o que viven en la pobreza” (Salcedo, 1997, p165). Por lo tanto un trabajador  

social está obligado a distribuir e incentivar equitativamente   el uso de recursos adecuado

de un modo justo a las necesidades. Hay que oponerse ante aquellas injusticias y

desigualdades que nos afectan como sociedad, contraponiéndose a todo tipo de exclusión

social, trabajando en solidaridad, donde está presente la preocupación por el bienestar

individual dentro de un contexto social, por lo tanto el trabajador social debe oponerse a

las discriminaciones en todos sus aspectos. Ya que siempre se debe promover el respeto

al valor y dignidad inherente a toda persona, debemos defender y proteger la integridad

de las personas, entendiendo que cada individuo   tiene sus propios valores. Taylor (1994)

señala que todo el mundo tiene derecho a desarrollar su propia forma de vida, fundada en

un sentido propio de lo que realmente tiene importancia o tiene valor, la idea es que

busquen la autorrealización. Este ideal debe ser respetado para la toma de decisiones de

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las personas. Si promovemos el derecho a la participación, aplicada a estas, podríamos

guiar sus decisiones para reforzar sus

acciones que repercutirán en sus vidas.   

Hay que tener presente que a las personas se les debe tratar en su totalidad, vale decir,

con su entorno, comunidad, familia, ya que estos tienen una influencia en las vidas de

modo recíproco, al ser desarrollado de buen modo, genera en las personas una identidad

tanto personal como con su entorno, donde la necesidad   de reconocimiento es

primordial (Taylor, 1994).

                            Podemos desprender:

“Los trabajadores sociales persiguen el cambio social especialmente con y en nombre de

los individuos y grupos de personas más vulnerables y oprimidas. Los esfuerzos de los

trabajadores sociales a favor del cambio social se centran principalmente en asuntos de

pobreza, desempleo, discriminación y otras formas de injusticia social. Estas actividades

buscan fomentar la sensibilidad y el conocimiento de la opresión y de la diversidad cultural

y étnica. Los trabajadores sociales luchan para asegurar el acceso a la información, a los

servicios y recursos necesarios, así como la igualdad de oportunidades y la participación

significativa en la adopción de decisiones a todas las personas.” (Salcedo, 1996, p. 170).

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La ética de la autenticidad – jcast

Para Taylor, filósofo canadiense, el malestar de nuestro tiempo” es lo que

experimentamos como una pérdida o declinación cultural, que se arrastra desde el siglo

XVII. Señala Taylor varios hechos evidentes que entrañan facetas negativas y positivas-

presentes en las culturas postmodernas, aspectos que por no ser bien comprendidos

suelen provocar perplejidad a quienes los observan.

1. Pérdida de sentido de trascendencia.

Aspectos negativos: Individualismo.Nada vale más que nosotros mismos. Esa manera de

pensar es una reacción frente a la antigua rigidez social y nula movilidad dominante

cuando se sobrevaloraba a la sociedad frente a los individuos. Al reaccionar frente a esa

rigidez, junto con el agua de la bañera se ha tendido a botar a la guagua. Con el

desprestigio del antiguo orden se botaron las jerarquías, el sentido de ser sólo una parte

de un algo mayor, de nuestra pertenencia a un todo, a una cadena del ser. Por esa vía se

perdió el sentido de la vida en sociedad, con el consiguiente desencantamiento de ella. Se

perdieron los grandes horizontes sociales y cósmicos de acción. Ello ha llevado a una

pérdida del sentido heroico de la vida. Falta de pasión, de propósitos tras-cendentes, de

una visión más amplia que uno mismo. Vida chata, sin sentido que la trascienda, sin

compromiso con los demás, permisiva, facilista, narcisista, autoindulgente.

Aspectos positivos: Derecho a decidir cómo queremos vivir nuestras convicciones y las

causas con las cuales nos comprometemos. Derecho logrado con lucha contra excesos

del antiguo orden que sobrevaloraba lo trascendente o un algo superior al individuo.

Frecuentemente ese antiguo orden había cuajado en una suerte de rigidez y

sobrevaloración de la sociedad frente al individuo. Se confundió la valoración de la

tradición con indolencia, inseguridad, falta de creatividad y debilitamiento del espíritu de

aventura e innovación. Además, hoy se suele rechazar el voluntarismo, siempre dirigido

por el intelecto, por el yo existencial, por nuestra capacidad de operar y dominar nuestro

medio ambiente. Se prefiere valorar el amor a sí mismo, escuchar las voces interiores, las

voces del ser (Kentenich), las voces del ser esencial(Dürckheim. El egoísmo que hoy se

valora tanto, no será superado por el altruismo y el sacrificio de sí mismo, sino por el amor

a sí mismo. El mandamiento mosaico es ama a tu prójimo como a ti mismo. Sólo puede

amar quien se ama y cuida.

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2. El eclipse de los fines y el desencantamiento consiguiente del mundo.

Aspectos negativos: Hoy prima la razón instrumental, el yo existencial, los medios, so-bre

los fines, la productividad material sobre la fecundidad humana; se valoran los pro-ductos

sobre los frutos, los artefactos sobre los organismos. Definición de pecado: uti frutendi,

fruti utendi, usar lo que es para disfrutar, y disfrutar con lo que es para usar. Confusión de

fines con medios. El hombre y la naturaleza utilizados como simples me-dios, el dinero,

como fin. Sobrevaloración de la tecnología como fin. Las fuerzas socia-les

incontrarrestables del Estado y del mercado, hoy dominados por una cultura empresarial

capitalista, nos imponen una dirección de pecado, lo que Weber llama la Jaula de Hierro.

Aspectos positivos: Ese espectacular desarrollo de la razón instrumental y de los me-dios,

puede adquirir sentido con sólo ponerlo al servicio de fines trascendentes. No lo dice

Taylor pero se puede agregar que ello implica comprender que razón no es sinó-nimo de

intelecto. En las filosofías idealistas, desde el siglo XVII al XIX, la razón pura era sinónimo

de intelecto. En términos más generales la razón siempre ha sido la con-ducta del pensar

que lleva a la verdad, que lleva a acertar(Ortega). Sería de gran fe-cundidad y es urgente

que actuemos de modo de poner nuestra actual capacidad tec-nológica al servicio del

hombre; nuestros talentos al servicio de nuestros dones perso-nales{Nouwen}; nuestro yo

existencial al servicio de nuestro ser esencial {Dürckheim). Así reencantaremos la vida.

Existe la urgencia de pasar desde la actual cultura del “cowboy” -cuya economía

depredadora, materialista y hedonista, presiona al medio-ambiente en un camino de

colapso- hacia una autoexigente cultura de nave espacial.

3. Pérdida de libertad a nivel político.

Apectos negativos: Las dos enfermedes anteriores tienden a producir en el nivel políti-co

algunas temidas consecuencias: Las estructuras institucionales y cuturales de la so-

ciedad tecnológica restringen las posibilidades de elección personal, imponiendo una

pérdida de libertad y una excesiva, inmoral, destructiva e incluso suicida, valoración del

individualismo y de la razón instrumental. Individuos encerrados en su corazón, frag-

mentados, desinteresados en participar activamente en el autogobierno de los grupos

intermedios y de su sociedad nacional. Ello lleva al desarrollo de una suerte de

“democratismo” avanzar hacia un “despotismo blando”sólo formalmente democrático.

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Despotismo de la gestión burocrática y tecnológica. Despotismo del marketing y de los

que controlan los medios.

El colapso de las sociedades comunistas, señala Taylor, ha convertido en innegable lo

que muchos nunca dejaron de advertir: que los mecanismos de mercado son de algún

modo indispensables para una sociedad industrial, por su eficiencia económica, desde

luego, y probablemente también por su libertad. Pero, dice, la estabilidad y ,en conse-

cuencia, la eficiencia, no podrían sobrevivir al abandono de la economía por parte de los

gobiernos, y resulta hasta dudoso que la libertad pudiera sobrevivir mucho tiempo en la

jungla que engendraría un capitalismo realmente salvaje, con sus desigualdades y su

explotación sin compensaciones. Nuestro reto estriba en combinar, de forma que no se

anulen, una serie de modos de actuación que son necesarios conjuntamente pa-ra una

sociedad libre y próspera, pero que tienden también a estorbarse unos a otros: las

asignaciones del mercado, la planificación estatal, las disposiciones colectivas en casos

de necesidad, la defensa de los derechos individuales, y la iniciativa y el control

democráticos efectivos. Pero esto representa un problema, puesto que el funciona-miento

conjunto del Estado burocrático y de las empresas capitalistas reguladas por el mercado,

tiene tendencia a debilitar la iniciativa democrática. El peligro no lo constituye el

despotismo tecnocrático conjunto, estatal-empresarial, sino la fragmentación, a saber, la

incapacidad cada vez mayor de un pueblo de proponerse objetivos comunes y de llevarlos

a cabo. Esto se manifiesta en la atrofia de la capacidad de formar mayorías democráticas

en torno a programas y proyectos coherentes y con sentido, que puedan llevarse a buen

término. Se da así el absurdo de personas que se juegan enteros por la vida, al optar

valientemente por la protección de la ecología, la flora y la fauna, pero que al mismo

tiempo se declaran partidarias del aborto, y viceversa. Esto lleva a una sociedad

fragmentada, cuyos miembros encuentran cada vez más difícil identificarse como

comunidad, con su sociedad política. Una sociedad donde las mayorías - inmersas en un

mundo inconsecuente, inconsistente e incoherente- son víctimas del “marketing” político.

Fragmentarse y perder la capacidad de construir mayorías políticamente efectivas es

como perder los remos en medio del río. En esas condiciones no se puede evitar verse

arrastrado cada vez más por una cultura encuadrada en el atomismo y el instrumenta-

lismo. En suma lo que parece pedir nuestra situación es una lucha compleja y en múl-

tiples planos: intelectual, espiritual y político.

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Aspectos positivos: Si bien todos esos desarrollos conllevan excesos y daños, existe la

interesante posibilidad y necesidad de guiarlos en una dirección positiva. Nuestro

problema es encontrar la forma de guiar esos desarrollos de modo de maximizar sus

beneficios minimizando sus excesos. Esa posibilidad de guía se asocia a una actitud

responsable, testimonial, combatiente y activa, por parte de quienes vivan una cultura de

autenticidad centrada. Ellos deben ser testigos y argumentadores atractivos de esa

posibilidad vital. (El padre Hurtado oraba: "haz Señor que los ateos se conviertan y que

los católicos sean simpáticos"). Taylor aboga por la articulación de argumentos claros,

sencillos y atractivos, que permitan sostener un debate articulado permanente y seductor,

en favor de una cultura de la autenticidad, bien entendida. Es necesario, dice, desplegar

una batalla por ganar los corazones y las mentes.

Necesidad de un debate articulado en favor de la ética de la autenticidad

Muestra Taylor que el debate inarticulado que flota en el ambiente representa,

precisamente debido a esa inarticulación, una oportunidad de mayor fortaleza y capacidad

de seducir o de convencer en el diálogo, de quien tenga las ideas claras. En efecto, el

relativismo de quienes suelen sustentar esas posiciones autoindulgenes, por su

extremismo se autoanula. Cada cual tiene sus propios valores. Se considera un valor, un

signo de respeto, el no criticar o no oponerse a los valores de los demás. Al

sobrecentrarse en su ser, las personas se desconectan de las grandes tendencias que

trascienden el ser individual.

La vida se achata y aplana, con la consiguiente pérdida de sentido de trascendencia y de

seguridad en la propia identidad. Ello conduce:

- A un narcismo o hedonismo sin ideal moral. De haberlo, éste sólo opera en la superficie,

lo que debería tomarse más bien como una pantalla que esconde la autoindulgencia; o

- A la búsqueda desproporcionada de guías, expertos y orientadores espirituales

autodesignados, que se envuelven en el prestigio de la ciencia o en una cierta

espiritualidad exótica que suele esconder su improvisación y vaciedad, con las

consecuencias políticas consiguientes.

La gran mayoría de los estudiantes, aunque desean tener buena opinión de sí mismos,

igual que cualquiera, son conscientes de lo atareados que se encuentran teniendo que

atender a las exigencias, en ocasiones extremas, de su carrera profesional y a sus

relaciones personales. Hay una cierta retórica de autorrealización que da una pátina de

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en-canto a esta vida, pero no hay nada especialmente noble en ello. La lucha por la

supervivencia ha substituido al heroísmo como cualidad digna de admiración. Pero es

importante destacar lo positiva que es la valoración en nuestro tiempo de la autenticidad.

Cada cual se centra en su ser. El ideal moral contemporáneo que sostiene el ideal de la

autorrealización es el de ser fiel a uno mismo, entendiendo por ideal moral una

descripción de lo que sería un modo de vida mejor o superior, en lo que "mejor" o

"superior" se definen, no en función de lo que se nos ocurre o antoja desear o necesitar,

sino de ofrecer una norma de lo que deberíamos desear. Tomada en este sentido la

valoración actual del ideal de la autenticidad puede entrañar una importante fuerza moral.

Como queda dicho, no siempre esa valoración corresponde a un relativismo fácil, ni a una

autoindulgencia o laxitud moral. Mucha gente se siente llamada a obrar de ese modo.

Sienten que se desperdiciarían sus vidas si no actuaran de esa forma. Pero este ideal

desciende a nivel de axioma, algo que no se pone en tela de juicio pero que tampoco se

explica. Como consecuencia nadie articula un discurso sólido en torno a uno de los

ideales constitutivos de la cultura moderna. Sus adversarios, tanto los autoindulgentes

como los integristas, lo desprecian; y sus partidarios, que lo viven en forma autoexigente y

bien entendida no pueden o no saben explicar y fundamentar su posición.

Las Fuentes Filosóficas de esta Valoración de la Autenticidad

Los orígenes de esta ética se encuentran en Descartes cuya exigencia consiste en que

cada persona piense por sí misma en forma autorresponsable; o en el individualismo

político de Locke que trataba de hacer a la persona y a su voluntad, anteriores a la

obligación social; o en corrientes dieciochezcas donde el contacto con nuestros

sentimientos morales deja de ser un medio para actuar correctamente y se convierte en

algo que hemos de alcanzar con el fin de ser verdaderos y plenos seres humanos. Ahora

la fuente con la que hemos de entrar en contacto reside en lo profundo de nosotros

mismos. Pensamos en nosotros mismos como en seres dotados de una profundidad

interior. Dios nos habla a ese centro interior. Según Rousseau soy libre, en el sentido de

libertad "para", de libertad autodeterminada, cuando decido por mí mismo sobre aquello

que me concierne, cuando elijo mi forma de servir, sin ninguna coacción externa. Esta

libertad "para", ha constituido una idea de inmenso poder en nuestra vida política. Existe

una desviación perversa de esa forma de libertad, es la libertad "de". Se trata de una

forma negativa de libertad: soy libre "de" hacer lo que desee, lo que se me antoje, sin

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intereferencias ni influjo de parte de la sociedad. Esta forma de libertad basada en el

capricho y no en la elegancia, lleva al libertinaje, y da origen a las formas pervertidas de

autenticidad.

Después de Rousseau, Herder plantea que cada cual tiene su forma original de ser

humano. Existe cierta forma de ser humano que constituye mi propia forma. Estoy

destinado a vivir mi vida de esta forma y no a imitación de la de ningún otro. Debo ser fiel

a mi mismo. Si no lo soy pierdo de vista la clave de mi vida, y lo que significa ser humano

para mí. Al adoptar una posición instrumental conmigo mismo, puedo perder la capacidad

de escuchar mi voz interior. Dürkheim diría: al centrarme en mi yo existencial puedo

perder mi contacto con mi ser esencial. Ser fiel a uno mismo significa ser fiel a la propia

originalidad, y eso es algo que sólo yo puedo descubrir y enunciar. Al enunciarlo me estoy

definiendo a mí mismo frente a los que me rodean. Estoy realizando un potencial que es

en verdad el mío propio. Este es el trasfondo que otorga fuerza moral a la cultura de la

autenticidad, aún en sus formas más degradadas, absurdas o trivializadas.

Una errada comprensión de este concepto de libertad, racionalizado primero por los

Jacobinos y posteriormente por Hegel y Marx, constituye una de las fuentes de los

totalitarismos modernos: "la voluntad general", el libertinaje irrestricto de las mayorías, no

puede permitir oposición alguna en nombre de la libertad. Esa confusión de libertad con

libertinaje, condujo a las conocidas dictaduras de las mayorías por sobre el bien común.

Entre el fuerte y el débil es ley la que libera, libertad la que oprime(Lacordaire).

Es necesario distinguir entre el ideal moral de la autenticidad y el relativismo blando. En

efecto, frente a la potencia del ideal de la autenticidad hay dos fuerzas o corrientes

humanas que en los hechos aunque no en la intención se le oponen:

- Los relativistas blandos, autocomplacientes, facilistas, hedonistas o narcisistas, irres-

ponsables y sin sentido de trascendencia. Las personalidades gelatinas. En adelante los

"auténticos"(entre comillas). Por sus excesos desprestigian este noble ideal.

- Los que, escandalizados por éstos, rechazan al relativismo blando sin distinguirlo del

autoexigente, por considerarlo atentatorio contra las tradiciones y los valores

trascendentes.

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Horizontes ineludibles de una argumentación razonada

No es posible discutir sobre lo que está bien o está mal con una persona que no acepta

exigencia moral alguna. Para quien desee argumentar en favor de una etica de la auten-

ticidad, en forma razonada y desde una perspectiva moral, cabe preguntarse cuáles son

las condiciones inherentes a la vida humana que conducen inescapablemente al ideal de

la autenticidad. Un razgo fundamental de la vida humana es su carácter

fundamentalmente dialógico.

Mediante nuestra adquisición de ricos lenguajes de expresión humana nos convertimos

en agentes humanos plenos, capaces de comprendernos a nosotros mismos y, por ello,

de definir una identidad por medio de esos lenguajes. Entre esos lenguajes Taylor incluye,

en su sentido amplio, los del arte, del gesto, del amor y similares. La génesis de la mente

humana no constituye algo que cada cual logre por sí mismo, no es mono-lógica, sino

dialógica. Nuestra identidad se define siempre en diálogo y a veces en lucha, con las

identidades que nuestros otros significativos, en especial nuestros padres, quieren

reconocer en nosotros. Y, aunque demos la espalda a algunos de ellos al punto de que

desaparezcan de nuestras vidas, la conversación con ellos, en especial con aquellos cu-

yo amor y atención nos configuraron en lo más temprano de nuestras vidas, continuará

para siempre dentro de nosotros.

Esa conversación no debe llevarnos a caer en alguna forma de dependencia posterior

respecto de ellos, pero debe primar en nuestras conversaciones nuestra naturaleza dia-

lógica. Al respecto es importante distinguir entre las relaciones que nos ayudan a definir-

nos y aquellas necesarias para realizarnos. Pero no se debe reducir nuestras relaciones a

esos dos ámbitos. Nuestra comprensión de las vivencias puede transformarse por medio

de nuestro disfrute de ellas en común con las personas que amamos. Algunas de esas vi-

vencias se nos hacen accesibles solamente por medio de ese disfrute en común. Como

consecuencia nos costaría un gran esfuerzo, y probablemente muchas rupturas desga-

rradoras, impedir que formen nuestra identidad aquellos a quienes amamos. Nuestra iden-

tidad es "quién somos" y " de donde venimos". Nuestra identidad se manifiesta como la

voluntad de realizar nuestro sueño o proyecto de futuro. Como tal nuestra identidad

constituye el trasfondo en el que nuestros gustos, deseos, opiniones y aspiraciones,

cobran sentido. Si algunas de las cosas a las que doy más valor me son accesibles sólo

en relación a la persona que amo, entonces esa persona se convierte en algo interior a mi

identidad.

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Esto es válido aún en el caso de que ese amor se dirija hacia Dios (heremita) o hacia un

público futuro (artista solitario. La formación y el sostén de nuestra identidad, en ausencia

de un esfuerzo heroico por romper nuestra existencia corriente, siguen siendo dialógicos a

lo largo de nuestra vida. Esas formas más egocéntricas y narcisistas de la cultura

contemporánea son manifiestamente inadecuadas. En efecto, las formas que op-tan por

formas facilistas de autorrealización sin considerar la importancia y exigencias de

nuestros lazos con los demás, o la importancia de las exigencias de cualquier tipo que

emanan de algo trascendente, que están más allá o fuera de los deseos o aspiraciones

humanas- son contraproducentes por cuanto destruyen las condiciones para realizar la

autenticidad misma, la búsqueda y realización de la propia identidad.

Ese ideal implica definirme, lo que significa encontrar lo que resulta significativo en mi

diferencia con respecto a los demás. No es significativo, por ejemplo, mi número de pelos

o mi altura igual a un arbol de un bosque de Siberia. Mis autodefiniciones reconocibles y

valorables son aquellas que tienen una significación humana o que pueden ser conside-

radas por la gente de modo que la tengan: mi capacidad de articular verdades

importantes, o tocar el clavicordio mejor que nadie, o revivir la tradición de mis

antepasados. Mis autodefiniciones deben ser reconocidas por los demás, o debemos

creer que lo serán si logramos perfeccionar su expresión; o son consideradas sagradas

por nosotros, o creemos que son valoradas por Dios. No podemos suprimir o negar los

horizontes contra los cuales las cosas adquieren significación para nosotros, negación

que se da con frecuencia en nuestra civilización subjetivista. Es la existencia de un

horizonte de significado lo que hace que, con anterioridad a la elección algunas cosas

valgan la pena, otras algo menos, y otras no la valgan en absoluto.

Los horizontes constituyen algo dado son , juicios sintéticos a priori, como los conceptos

de espacio y tiempo- se asocian a nuestras creencias. El sentido y la significación de mi

vida provienen de que elijo algo noble, valioso y por tanto significativo en la configuración

de mi propia vida. Los seres humanos podemos optar entre nuestra autocreación y auto-

desarrollo; o formas más fáciles de escabullirnos, de dejarnos llevar por la corriente, de

someternos a las masas, y demás. A menos que ciertas opciones tengan más significado

que otras, la idea misma de autoelección cae en la trivialidad y por lo tanto en la incohe-

rencia. En alguna forma los horizontes de significado, nuestro proyecto de futuro, se

refieren a cuestiones importantes. La autorrealización no puede centrarse, como en

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algunas formas de cultura contemporánea, en la transgresión por la transgresión, en la

simple oposición a las exigencias de la sociedad o de la naturaleza, cerrándose a la

historia y a la solidaridad. Esas formas narcisitas y egocéntricas son desde luego

superficiales y trivializadas, son angostas y chatas. Ellas huyen de las estipulaciones

esenciales de una etica de la autenticidad. Cerrarse a las exigencias que proceden de

más allá del yo, supone suprimir precisamente las condiciones de significación y, por

tanto, cortejar a la trivialización.

Quienes se autoaprisionan en el yo existencial se autoanulan, destruyen las condiciones

en que una persona puede realizarse. Sólo puedo definir mi identidad contra el trasfondo

de aquellas cosas que tienen importancia, ello implica que no puedo poner entre

paréntesis a la historia, la naturaleza, la sociedad, las exigencias de la solidaridad, todo

salvo lo que encuentro en mí. Ello implicaría eliminar a todos los candidatos que podrían

tener im-portancia para reencantar la vida. Sólo si existo realmente en un mundo en el

que la histo-ria, o las exigencias, o las necesidades de mi prójimo humano, o los deberes

del ciudadano, o la llamada de Dios, o alguna otra cosa de ese tenor, tiene una

importancia que me es crucial, puedo yo definir una identidad para mí mismo que no sea

trivial. La autentici-dad, sigue Taylor, no sólo no es enemiga de las exigencias que

emanan de más allá del yo; presupone esas exigencias. Esto es algo que puede decirse,

es un argumento que puede darse -la razón no carece de poder- a quienes se hallan en

los modos más trivializados, egocéntricos, facilistas y narcisistas, de la cultura de la

"autenticidad". Pero no sólo existen argumentos positivos en favor del poderoso ideal

moral de la autenticidad, se pueden señalar también efectos contraproducentes en esas

formas de realización que niegan nuestros vínculos y responsabilidad para con los demás.

La Necesidad de Reconocimiento

La crítica moderna de la cultura de la autenticidad se alimenta del hecho de que la

valoración de la "autenticidad" hedonista alienta una comprensión puramente personal de

la autorrealización, convirtiendo las diversas asociaciones, comunidades y vínculos

personales en las que se entra, en puramente instrumentales. Ello resulta antitético para

cualquier compromiso más intenso con la comunidad. Al supeditar toda vinculación

suprapersonal a la propia realización se asigna un papel cada vez más marginal a la

ciudadanía política, a todo sentido de pertenencia y a toda lealtad a algo superior. Ello

lleva al desencantamiento y a la pérdida del sentido trascendente de nuestra vida. El

Page 16: Etica Autenticidad Resumen

individualismo de la anomia y de la descomposición no tiene ética social alguna. La

búsqueda y valoración de la propia identidad, entendida como un principio o ideal moral,

debe ofrecer una perspectiva sobre cómo debería vivir un individuo entre los demás.

En la cultura actual de la autorrealización se engarzan dos modos de existencia social:

- Todo el mundo debería tener el derecho y la capacidad de ser uno mismo, se dice. Bien

entendido este aserto, todos tenemos el deber de autoexigirnos y autodesarrollarnos para

llegar a ser nosotros mismos. Mal entendido éste por el relativismo blando, lleva a que

nadie tiene derecho a criticar los valores de los demás. Licencia para transgredir, para ser

autoindulgente, facilista y narcisista.

- En segundo lugar esta cultura pone gran énfasis en las relaciones en la esfera de la

intimidad, en especial en las relaciones sentimentales. Se las considera escenario

primordial de autoexploración y autodescubrimiento y como una de las más importantes

fuentes de autorrealización. Esto coloca el centro de gravedad de la vida buena no en

cierta esfera superior, sino en la "vida corriente", la vida de la producción y de la familia,

del trabajo y del amor. Es en este ámbito de relación dialógica con los demás -en el

acuerdo o en la lucha, con su reconocimiento de nosotros- del que dependo del otro de

manera crucial para avanzar en mi proceso de autodescubrimiento y donde logro

progresar en forma dialógica en el reconocimiento de mi propia identidad.

Dos cambios se han potenciado mutuamente para hacer inevitable la preocupación por la

identidad y el reconocimiento en la sociedad moderna:

- El derrumbamiento de las jerarquías sociales que solían ser la base del "honor".

Entendiendo por tal el reconocimiento que lleva a otros a valorar a alguien más allá de la

base inicial de respeto a su dignidad de ser humano. Para que algunos gocen de honores

es esencial que no todos puedan gozar de ellos.

- La comprensión de la importancia de descubrir mi forma de ser original, mi propia

identidad. Entendiendo por ésta la conciencia de tener un proyecto de vida o ideal

personal y la voluntad de realizarlo. Para decubrir mi identidad por mí mismo no debo

elaborarla aisladamente sino debo negociarla y reconocerla por medio del diálogo, en

parte abierto, en parte introyectado con otros. El problema de la identidad interiormente

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derivada, personal y original, es que no se disfruta de este reconocimiento a priori. Ha de

ganárselo por medio del intercambio, y se puede fracasar en el empeño.

En el plano social, la comprensión de que las identidades se forman en diálogo abierto, no

configurado por un guión social previamente definido, ha convertido la política del

reconocimiento en un plano de igualdad, en algo más central y acentuado. El

reconocimiento en ese plano de igualdad no es solamente la forma apropiada de una

sociedad democrática saludable. Su rechazo puede causar perjuicios a aquellos a

quienes se les niega. La negación del reconocimiento puede constituir una forma de

opresión.

En el plano social el principio crucial es el de justicia, lo que implica igualdad de

oportunidades para el desarrollo de la propia identidad, con reconocimiento de las

diferencias pertinentes. En la esfera interpersonal el respeto a la intimidad de la relación

sentimental y la lealtad mutua, son fundamentales para formar la identidad.¿Puede,se

pregunta Taylor, un modo de vida centrado en la búsqueda de la autenticidad justificar el

tratar a nuestras asociaciones como meramente instrumentales?¿Es necesario para una

ética de la autenticidad reconocer una fuerte lealtad a una república de ciudadanos, al

propio matrimonio o a cualquier forma de organización intermedia suprapersonal?.Taylor

responde a esto en dos planos:

- Plano social. A primera vista podría parecer que la respuesta en este plano puede ser

afirmativa si se cumple con la condición teórica de que se pueda tratar a todas las per-

sonas de la misma manera, reconociendo sus diferencias. Ello nunca es así por dos

razones: En toda organización que viva una noción fuerte de bien común sus miem-bros

respaldarán por este mismo hecho las vidas de aquellas personas que apoyen mejor esa

noción, aumentando el reconocimiento otorgado a esas personas y sus probabilidades de

éxito.

Por esa vía se aumentan, además, las probablilidades de éxito de la organización. El

contribuir a la preservación y desarrollo de los valores comunes, y al perfeccionamiento,

desarrollo y éxito de las organizaciones de que formamos parte pasa a ser así algo

primordial. Por otra parte no es posible reconocer y respetar las diferencias y valorar más

tal o cual elección de ideal personal, sin un horizonte compartido de valoración y

significado.

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- Plano personal.¿Podemos encarar nuestras relaciones personales como instrumenta-les

para nuestra realización y, por ende, como fundamentalmente tentativas?. Ello sería

actuar de una forma que se anula a sí misma. Parece ser ilusoria la idea de que uno

puede elegirse a sí mismo sin reconocer un horizonte de significado que va más allá de la

elección. Nuestras relaciones cimentadas en el amor forman parte de nuestra identi-dad.

De ello se desprende que no pueden considerarse, en principio y de antemano, como

prescindibles y destinadas a ser sustituidas. Toda interrupción de una relación de amor

implica una pérdida de identidad. Para que exista una disposición a construir una relación

sólida con otro, no sólo es necesario confiar en ese otro, sino creer que él confía en uno.

Debe existir una confianza compartida de que ambos apuestan lealmente a una

construcción mutua con visión de futuro.

El deslizamiento hacia el subjetivismo

El ideal moral de la autenticidad tal como lo plantea Taylor se muestra lleno de tensión,

viviendo en un ideal que no llega a aprehenderse del todo, pero que pone en tela de juicio

muchas de las prácticas de la cultura hedonista y narcista. Esta se caracteriza por un

fuerte egocentrismo que se atiene a una visión subjetivista de las convicciones morales

como meras proyecciones que no pueden ser acendradas ni alteradas por la razón.

Ciertamente las coacciones externas -responder a las obligaciones con nuestra familia o a

la lealtad de-bida a una causa o principio más amplios- pueden hacer más difícil

permanecer fiel a una identidad frágil y en conflicto. Olvidar esas coacciones puede

aparecer a veces como la única vía de supervivencia. Pero esos conflictos probablemente

han existido siempre. Lo que es necesario explicar es la facilidad relativamente mayor con

la que ahora pueden desecharse o deslegitimarse estas coacciones externas.

Muchos contemporáneos recorren despreocupados, en su monotemática búsqueda del

propio desarrollo, caminos que nuestros antepasados se habrían resistido mucho a

seguir.

En efecto, de haber avanzado por un camino similar de autoafirmación, nuestros

predecesores se habrían visto declaradamente atormentados ante sí mismos por una

irreprimible sensación de hacer mal, de fracaso o de desafío indebido de un orden

legítimo. La explicación de este fenómeno parece encontrarse parcialmente en dos

deslizamientos, uno en la esfera de la cultura popular de nuestro tiempo hacia formas

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egocéntricas de "autenticidad"; y el otro en la "alta" cultura orientada hacia una forma de

nihilismo o relativismo.

- En la cultura popular. En este plano cabe mencionar la eclosión de nuevas formas

políticas que pusieron en tela de juicio las antiguas jerarquías, que permitieron el

desarrollo de nuevas modalidades de vida económica y otorgaron mayor papel al

mercado y a la iniciativa empresarial. Ello legitima el riesgo, la apuesta a las posibilides de

una idea o proyecto de futuro. No siempre se gana pero sólo puede ganar el que se la

juega y persevera. Quien acierte será reconocido. Se valora más al que basa su ser en

sus obras originales, que al que se viste con las obras de sus antepasados, al que vive de

su nobleza.

La desviación de esa valiosa y esforzada búsqueda de la propia identidad es el

individualismo egocéntrico. Este se fortalece enormemente por estár enraízado en su

práctica cotidiana, en la forma en que cada cual hoy se gana la vida y se relaciona con los

demás en la vida política. El individualismo llega así a parecer la única perspectiva

concebible. Las perversión egocéntrica puede adoptar dos formas o sentidos: por una

parte centrando la realización del individuo, convirtiendo sus lazos personales en algo

puramente instrumental; otorgando cada vez más importancia a la razón instrumental; y

empujando hacia un atomismo social, y por otra considerando la realización como algo

que atañe solamente al yo, descuidando o deslegitimando las exigencias que provienen

de algo que esté más allá de nuestros deseos o aspiraciones, como la historia, la

tradición, la sociedad, la naturaleza o Dios. Por otra parte, la mayor movilidad y las

concentraciones urbanas, impuestas por nuestro tiempo, tien-den a romper los viejos

lazos generando contactos más impersonales y casuales que impulsan el atomismo

social.

- En la "alta" cultura. Desde hace siglo y medio se ha estado produciendo un movimiento

hacia una especie de nihilismo o negación de todos los horizontes de significación:

Baudelaire, Nietzshe, Foucault, Derrida. La crítica por esos pensadores de nuestras

categorías ordinarias hasta el punto de "desconstruir" incluso la idea de autenticidad y la

noción misma del yo y su crítica de los "valores" como algo creado en forma caprichosa

por el hombre y no como una respuesta a llamados de la propia na turaleza fortalece, sin

pretenderlo, las formas egocéntricas y autoindulgentes de "autenticidad" y les otorga una

cierta pátina de justificación filosófica profunda. Conforme esta cultura "superior" se va

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filtrando en la cultura popular de la "autenticidad", se produce la confluencia de ambas

culturas. Este fenómeno es especialmente peligroso entre estudiantes universitarios.

Ellos, aún con todas sus dudas sobre sí mismos, quedan con una sensación de poder y

de libertad sin límites que no impone norma alguna, prontos a gozar de su "libertad" que

en verdad no pasa de ser un libertinaje extremo.

Moral y Búsqueda de la Identidad

La noción de que cada uno de nosotros tiene una forma original de ser persona conlleva

que cada uno tenga que descubrir lo que significa ser nosotros mismos.

Descubrimos realmente lo que tenemos en nuestro interior, lo que nos habita, cuando da-

mos expresión en nuestra vida, en nuestras palabras y acciones a lo que es original en

nosotros. La autenticidad es en sí misma una idea de libertad; implica que yo mismo

encuentre el propósito de mi vida, ésto sugiere una íntima conexión entre el

autodescubrimiento y la creación artística.

El arte se constituye en la forma paradigmática con la que la gente alcanza la

autodefinición. Mi autodescubrimiento pasa por la creación, por la realización de algo

original y nuevo. Forjo un nuevo lenguaje artístico, una nueva forma de pintar, una nue-va

métrica o forma de poesía, una nueva forma de bailar, un nuevo modo de escribir novela,

una nueva forma de organizar y por medio de ello y sólo por ese medio, me convierto en

aquello que soy y que guardo en mi interior. Pero suele ocurrir que una creación entre en

conflicto con la moral o con los usos establecidos. Las exigencias de fidelidad a uno

mismo, el contacto con nuestro ser esencial y la armonía en nuestro interior, podrían ser

bastante diferentes de las exigencias del "trato correcto" que se espera demos a los

demás. La noción aneja de que la conformidad social puede ser un enemigo de la

autenticidad, nos imponen la idea de que la autenticidad tendrá que luchar contra algunas

reglas impuestas exteriormente.

El hecho de que exista desarmonía entre un uso aceptado y lo que sentimos como

exigencia de autenticidad, podría ser un indicio de que ese uso no es "correcto". Al menos

existe una diferencia de noción entre uno y otra. Es evidente que dado que la autenticidad

entraña originalidad, exige rebelarse contra algunas convenciones. En resumen la

autenticidad entraña creación y construcción así como descubrimiento, originalidad y, con

frecuencia, oposición a usos, reglas y moral de la sociedad. Pero también requiere

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apertura a horizontes valóricos y de significado, y una autodefinición en el diálogo. Puede

y suele haber tensión entre uno y otro polo pero resulta erróneo privilegiar simplemente a

uno sobre el otro. Es esto lo que las tendencias tan de moda de la "desconstrucción"

encierran hoy en día.

Dan énfasis a la naturaleza constructiva y creativa de nuestros lenguajes expresivos,

mientras olvidan por completo la necesidad de horizontes valóricos, enfatizando las

formas extremas de transgresión a las reglas y usos sociales, impulsando la amoralidad

de la creatividad, a la vez que olvidando su entramado dialógico, que nos liga a los

demás. Así, los valores que se asocian a la persona resultan invisibles para quienes, en la

línea de Heidegger, sólo valoran el lenguaje. Incluso se da entre los "creativos" el que a

falta de verdadera capacidad creativa actúen como si la mera transgresión de usos

respetados fuera, por si sola, arte.

La Lotta Continua

Señala Taylor que está en la naturaleza de la clase de incremento de la libertad que

caracteriza a nuestro tiempo, que la gente pueda elevarse o degradarse. No hay nada que

pueda asegurar jamás un ascenso sistemático e irreversible a las alturas. La naturaleza

de una sociedad libre estriba en que será siempre escenario de una lucha entre formas

superiores e inferiores de libertad. Ninguno de los bandos puede acabar con el otro, pero

pueden desplazarse sus líneas.

Por medio de la acción social, el cambio político y la captación de corazones y mentes,

podemos ayudar a que las formas mejores ganen terreno. El camino de superación de la

actual crisis podría allarse mediante una alianza de personas que posean visiones éticas

trascendentes, con personas que vivan una perspectiva científica no comprometida, y/o

visiones éticas más tradicionales, en la línea de búsqueda de una rica comprensión del

ideal ético de la autenticidad aquí expuesto.

Finalmente propone Taylor adoptar como propio el lema de las Brigadas Rojas italianas,

la "lucha continua", pero ahora argumentando en favor del ideal de la autenticidad. El eje

de esa lucha se centraría, agregamos, en nuestra capacidad de responder en forma

afirmativa a las preguntas de Paulo VI: ¿viven ustedes conforme a lo que creen, hablan

conforme a lo que viven?. (A mi juicio estas dos geniales preguntan son una síntesis

perfecta del trabajo de Taylor).