Resumen de Etica General. Prof. Rev. Padre Baltasar Pérez Argos S.J
Etica Autenticidad Resumen
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Seccion 11T - Resumen (Etica de la Autenticidad)
La Ética de la Autenticidad es una obra pionera que analiza los problemas del sistema
económico-social que rige el mundo moderno. Taylor identifica estos problemas en la
ruptura del hombre con su propia esencia, es decir con los principios sociales y morales
que determinan su relación con el mundo, y en la subjetividad del debate que rige los
aspectos más básicos de la vida humana.
En ‘La Ética de la Autenticidad, el autor decide enfocarse en tres de los ‘malestares’ del
sistema económico-social que él identifica como los más preocupantes. El autor apunta
hacia una gran convergencia de opiniones (que se remontan al período de la revolución
industrial), que desde distintos ángulos apuntan hacia diversos patrones de decadencia
en los valores morales del ser humano, y que han ido erosionando el tejido social.
El primero de ellos se refiere al individualismo. Irónicamente, recalca el autor, este
fenómeno, es considerado como uno de ‘los grandes logros de la modernidad’. De
acuerdo con Taylor, vivimos en un mundo donde la gente tiene el derecho a escoger para
sí mismos su propio estilo de vida y elegir concientemente las convicciones a las que se
adhiere. El rango y la diversidad de opciones que se presentan en el mundo moderno
surgen en claro contraste con el rango de opciones que contaban nuestros antepasados.
Este derecho, o derechos, están amparados por los sistemas legales e instituciones
democráticas, de tal forma que la gente no está sujeta a ninguno de los mandatos
sagrados, que regían la forma de vida de las sociedades.
El segundo malestar se refiere al ‘desencanto con el mundo’, la nueva forma de percibir el
mundo y la misión del hombre en el mismo, que Taylor relaciona directamente con el
surgimiento del razonamiento instrumental, es decir, el tipo de razonamiento utilizado para
calcular la aplicación más económica de los medios hacia un fin determinado, donde
maximizar la eficiencia, obtener el mejor ratio de costo-beneficio, se han convertido en los
indicadores de éxito.
Taylor expone que este cambio en la forma de pensar ha tenido un fuerte impacto en la
existencia de los individuos, dejando vidas enteras sujetas al análisis de costo-beneficio.
Aspectos centrales en las vidas de los individuos, que antes eran determinadas utilizando
otros criterios, ahora son decididos utilizando criterios de eficiencia o de costo-beneficio.
Un claro ejemplo es la demanda por crecimiento económico, justificando amplias brechas
en la distribución del ingreso y el bienestar social, o bien, la forma en la que estos criterios
nos hacen insensibles hacia las necesidades del medio ambiente, al borde de desastres
naturales.
El tercer mal ser refiere a la pérdida de libertad del ser humano. Taylor señala que el
individualismo y el razonamiento instrumental están teniendo consecuencias negativas en
la vida y las instituciones políticas que rigen nuestras sociedades. Para Taylor, las
instituciones y las estructuras de una sociedad tecnológica-industrial, restringen
severamente nuestras opciones, forzando a individuos y sociedades a pensar de esta
manera costo-beneficio que, bajo otras circunstancias- utilizando un juicio moral
profundo-, jamás harían, y que puede ser altamente destructivo.
* * *
La ética del trabajo social y la autenticidad. BT’s
1. Introducción:
En el presente ensayo se dará lugar a una reflexión acerca de los aspectos éticos de un
trabajador social aplicados a su uso teórico-práctico, respecto a lo anterior
entenderemos que la ética es definida como: “El término ética, deriva de “ethos”, palabra
que en griego significa costumbre. La ética se define como la” parte de la filosofía que
trata de la moral y de las obligaciones del hombre” (Dicc. Académico). O bien como el
“estudio de los valores y de sus relaciones con las pautas y los planes de acción”, en
tanto “se refiere a la filosofía de lo bueno y de lo malo” (Grazziosi, 1977, p.22)”.
En el trabajo social, se manifiesta desde dos aspectos, según nuestra perspectiva; uno
de ellos está vinculado a la persona en sí, como profesional, y el otro a la ética de
intervención de casos. Siendo esta última la más controversial, debido a los cambios que
se han experimentado, en nuestra sociedad contemporánea.
Por lo tanto el objetivo central de este ensayo nos llevará a una reflexión acerca del
proceso de intervención en la sociedad actual, desde la formación ética y auténtica del
profesional, y como esta se debe ajustar para una mejoría social.
Sin embargo, presentamos algunas inquietudes que analizaremos durante el transcurso
de este análisis, como enfrentar los problemas éticos de la formación de un profesional
frente a una sociedad tan compleja como
menciona Taylor (1994), donde se ve afectada por los tres tipos de malestares, que nos
han provocado consecuencias en las cuales la sociedad se ve afectada. Desde este
aspecto reflexionaremos críticamente sobre cuál debería ser la actitud ética de un
trabajador social frente a esta problemática.
Al reflexionar sobre este tema, pudimos desarrollar varios subtemas los cuales se ven
claramente relacionados en el libro “La ética de la autenticidad” y en la práctica de la
carrera.
2. Conflictos éticos
Al hacer énfasis a los conflictos éticos, nos referimos al modo de interpretar y hacer las
cosas, en lo que nos convoca a como el trabajador social, al momento de intervenir en
algún caso ya sea con familia o comunidad, utiliza su propia racionalidad y ética, lo que en
algunas ocasiones lo hace actuar diferente respecto a lo que realmente debería ser.
Es así como el trabajador social debe ser capaz de resolver un conflicto social de acuerdo
a lo que favorezca de manera adecuada para un mejor pasar al afectado propiamente tal.
Sin tener mayor dificultad al utilizar su ética.
Estos casos suelen ocurrir en los trabajadores sociales que comienzan ejerciendo la
profesión como tal, al verse enfrentados en una primera instancia a distintas realidades de
vida en que se encuentran inmersos los individuos más afectados en la comunidad donde
pertenecen, que por sus condiciones solicitan ayuda. Es así como frente a este impacto
de
necesidad que las personas manifiestan, en un primer momento los que están ejerciendo
recientemente la profesión, sienten que de alguna forma deben ayudar a todos los que se
dirigen donde ellos, ya que si no lo hacen se sienten frustrados y por ende piensan que
son malas personas por no otorgar beneficios a los que lo solicitan.
Con estas situaciones se ve reflejado que utilizan su ética personal y no la ética como
profesional que deberían desde un principio regirse para trabajar con la gente, pero que
actúan como seres éticos recién después de por lo menos un año de trabajo como
profesional.
Con lo ya mencionado acerca de algún tipo de conflicto ético existente en los trabajadores
sociales, queda demostrado cómo reaccionan frente a diversas situaciones que se les
presenten.
3. La autenticidad dentro del trabajo social:
El trabajador social, en su labor, se relaciona y trabaja de forma directa con la sociedad,
cumpliendo un rol de mediador entre las personas que necesitan ayuda o beneficios y
las diferentes instituciones que los otorgan.
Cabe destacar que dentro de esta labor, es muy relevante que el profesional posea
autenticidad, que según Charles Taylor (1994), se entiende como un valor muy importante
dentro de la vida de un ser humano, pero que dentro de la sociedad, se ha ido mal
interpretando, tomándolo como algo netamente centrado en el individualismo, de esta
manera no se le da importancia al entorno, dejándolo
como algo totalmente insignificante.
Desde nuestra perspectiva, este es un valor muy importante dentro del Trabajo Social,
porque para realizar una intervención en la sociedad debemos ser auténticos, en el
sentido de que, tenemos que ser originales y tener muy definida nuestra identidad para
poder exigir que se respete, y así mismo es fundamental que en nuestra labor respetemos
la identidad de los demás para lograr entablar un buen diálogo, así podremos
entendernos de mejor manera y podremos lograr respuestas a las problemáticas que
aquejan a las personas.
Mediante el análisis de las lecturas, descubrimos las necesidades que los trabajadores
sociales están destinados a presentan al tener que intervenir y transformar, por la unión
de comunidades y sociedades.
Dándole identidad a los individuos destacamos lo siguiente “La importancia del
reconocimiento ha quedado modificada y se ha visto intensificada por la comprensión de
la identidad que surge con el ideal de la autenticidad” (Taylor, 1994, p. 81). Es con esto
que tenemos la necesidad de ser reconocidos por la sociedad, ya que el ser auténticos y
valernos por sí mismos nos lleva a crear nuestra identidad y definirla con el paso de los
años, al adquirir una madurez frente a diversas situaciones de la vida. Por lo que el
reconocimiento de los otros hacia uno, nos hace valernos e insertarnos en la vida de
quienes nos rodean.
4. La ética del trabajo social frente a la justicia social.
Uno de los principios éticos es que los trabajadores sociales están en contra de la
injusticia social. Por lo tanto debe velar por la mejoría del “bienestar humano y contribuir a
satisfacer las necesidades humanas básicas de todas las personas (…) vulnerables,
oprimidas o que viven en la pobreza” (Salcedo, 1997, p165). Por lo tanto un trabajador
social está obligado a distribuir e incentivar equitativamente el uso de recursos adecuado
de un modo justo a las necesidades. Hay que oponerse ante aquellas injusticias y
desigualdades que nos afectan como sociedad, contraponiéndose a todo tipo de exclusión
social, trabajando en solidaridad, donde está presente la preocupación por el bienestar
individual dentro de un contexto social, por lo tanto el trabajador social debe oponerse a
las discriminaciones en todos sus aspectos. Ya que siempre se debe promover el respeto
al valor y dignidad inherente a toda persona, debemos defender y proteger la integridad
de las personas, entendiendo que cada individuo tiene sus propios valores. Taylor (1994)
señala que todo el mundo tiene derecho a desarrollar su propia forma de vida, fundada en
un sentido propio de lo que realmente tiene importancia o tiene valor, la idea es que
busquen la autorrealización. Este ideal debe ser respetado para la toma de decisiones de
las personas. Si promovemos el derecho a la participación, aplicada a estas, podríamos
guiar sus decisiones para reforzar sus
acciones que repercutirán en sus vidas.
Hay que tener presente que a las personas se les debe tratar en su totalidad, vale decir,
con su entorno, comunidad, familia, ya que estos tienen una influencia en las vidas de
modo recíproco, al ser desarrollado de buen modo, genera en las personas una identidad
tanto personal como con su entorno, donde la necesidad de reconocimiento es
primordial (Taylor, 1994).
Podemos desprender:
“Los trabajadores sociales persiguen el cambio social especialmente con y en nombre de
los individuos y grupos de personas más vulnerables y oprimidas. Los esfuerzos de los
trabajadores sociales a favor del cambio social se centran principalmente en asuntos de
pobreza, desempleo, discriminación y otras formas de injusticia social. Estas actividades
buscan fomentar la sensibilidad y el conocimiento de la opresión y de la diversidad cultural
y étnica. Los trabajadores sociales luchan para asegurar el acceso a la información, a los
servicios y recursos necesarios, así como la igualdad de oportunidades y la participación
significativa en la adopción de decisiones a todas las personas.” (Salcedo, 1996, p. 170).
La ética de la autenticidad – jcast
Para Taylor, filósofo canadiense, el malestar de nuestro tiempo” es lo que
experimentamos como una pérdida o declinación cultural, que se arrastra desde el siglo
XVII. Señala Taylor varios hechos evidentes que entrañan facetas negativas y positivas-
presentes en las culturas postmodernas, aspectos que por no ser bien comprendidos
suelen provocar perplejidad a quienes los observan.
1. Pérdida de sentido de trascendencia.
Aspectos negativos: Individualismo.Nada vale más que nosotros mismos. Esa manera de
pensar es una reacción frente a la antigua rigidez social y nula movilidad dominante
cuando se sobrevaloraba a la sociedad frente a los individuos. Al reaccionar frente a esa
rigidez, junto con el agua de la bañera se ha tendido a botar a la guagua. Con el
desprestigio del antiguo orden se botaron las jerarquías, el sentido de ser sólo una parte
de un algo mayor, de nuestra pertenencia a un todo, a una cadena del ser. Por esa vía se
perdió el sentido de la vida en sociedad, con el consiguiente desencantamiento de ella. Se
perdieron los grandes horizontes sociales y cósmicos de acción. Ello ha llevado a una
pérdida del sentido heroico de la vida. Falta de pasión, de propósitos tras-cendentes, de
una visión más amplia que uno mismo. Vida chata, sin sentido que la trascienda, sin
compromiso con los demás, permisiva, facilista, narcisista, autoindulgente.
Aspectos positivos: Derecho a decidir cómo queremos vivir nuestras convicciones y las
causas con las cuales nos comprometemos. Derecho logrado con lucha contra excesos
del antiguo orden que sobrevaloraba lo trascendente o un algo superior al individuo.
Frecuentemente ese antiguo orden había cuajado en una suerte de rigidez y
sobrevaloración de la sociedad frente al individuo. Se confundió la valoración de la
tradición con indolencia, inseguridad, falta de creatividad y debilitamiento del espíritu de
aventura e innovación. Además, hoy se suele rechazar el voluntarismo, siempre dirigido
por el intelecto, por el yo existencial, por nuestra capacidad de operar y dominar nuestro
medio ambiente. Se prefiere valorar el amor a sí mismo, escuchar las voces interiores, las
voces del ser (Kentenich), las voces del ser esencial(Dürckheim. El egoísmo que hoy se
valora tanto, no será superado por el altruismo y el sacrificio de sí mismo, sino por el amor
a sí mismo. El mandamiento mosaico es ama a tu prójimo como a ti mismo. Sólo puede
amar quien se ama y cuida.
2. El eclipse de los fines y el desencantamiento consiguiente del mundo.
Aspectos negativos: Hoy prima la razón instrumental, el yo existencial, los medios, so-bre
los fines, la productividad material sobre la fecundidad humana; se valoran los pro-ductos
sobre los frutos, los artefactos sobre los organismos. Definición de pecado: uti frutendi,
fruti utendi, usar lo que es para disfrutar, y disfrutar con lo que es para usar. Confusión de
fines con medios. El hombre y la naturaleza utilizados como simples me-dios, el dinero,
como fin. Sobrevaloración de la tecnología como fin. Las fuerzas socia-les
incontrarrestables del Estado y del mercado, hoy dominados por una cultura empresarial
capitalista, nos imponen una dirección de pecado, lo que Weber llama la Jaula de Hierro.
Aspectos positivos: Ese espectacular desarrollo de la razón instrumental y de los me-dios,
puede adquirir sentido con sólo ponerlo al servicio de fines trascendentes. No lo dice
Taylor pero se puede agregar que ello implica comprender que razón no es sinó-nimo de
intelecto. En las filosofías idealistas, desde el siglo XVII al XIX, la razón pura era sinónimo
de intelecto. En términos más generales la razón siempre ha sido la con-ducta del pensar
que lleva a la verdad, que lleva a acertar(Ortega). Sería de gran fe-cundidad y es urgente
que actuemos de modo de poner nuestra actual capacidad tec-nológica al servicio del
hombre; nuestros talentos al servicio de nuestros dones perso-nales{Nouwen}; nuestro yo
existencial al servicio de nuestro ser esencial {Dürckheim). Así reencantaremos la vida.
Existe la urgencia de pasar desde la actual cultura del “cowboy” -cuya economía
depredadora, materialista y hedonista, presiona al medio-ambiente en un camino de
colapso- hacia una autoexigente cultura de nave espacial.
3. Pérdida de libertad a nivel político.
Apectos negativos: Las dos enfermedes anteriores tienden a producir en el nivel políti-co
algunas temidas consecuencias: Las estructuras institucionales y cuturales de la so-
ciedad tecnológica restringen las posibilidades de elección personal, imponiendo una
pérdida de libertad y una excesiva, inmoral, destructiva e incluso suicida, valoración del
individualismo y de la razón instrumental. Individuos encerrados en su corazón, frag-
mentados, desinteresados en participar activamente en el autogobierno de los grupos
intermedios y de su sociedad nacional. Ello lleva al desarrollo de una suerte de
“democratismo” avanzar hacia un “despotismo blando”sólo formalmente democrático.
Despotismo de la gestión burocrática y tecnológica. Despotismo del marketing y de los
que controlan los medios.
El colapso de las sociedades comunistas, señala Taylor, ha convertido en innegable lo
que muchos nunca dejaron de advertir: que los mecanismos de mercado son de algún
modo indispensables para una sociedad industrial, por su eficiencia económica, desde
luego, y probablemente también por su libertad. Pero, dice, la estabilidad y ,en conse-
cuencia, la eficiencia, no podrían sobrevivir al abandono de la economía por parte de los
gobiernos, y resulta hasta dudoso que la libertad pudiera sobrevivir mucho tiempo en la
jungla que engendraría un capitalismo realmente salvaje, con sus desigualdades y su
explotación sin compensaciones. Nuestro reto estriba en combinar, de forma que no se
anulen, una serie de modos de actuación que son necesarios conjuntamente pa-ra una
sociedad libre y próspera, pero que tienden también a estorbarse unos a otros: las
asignaciones del mercado, la planificación estatal, las disposiciones colectivas en casos
de necesidad, la defensa de los derechos individuales, y la iniciativa y el control
democráticos efectivos. Pero esto representa un problema, puesto que el funciona-miento
conjunto del Estado burocrático y de las empresas capitalistas reguladas por el mercado,
tiene tendencia a debilitar la iniciativa democrática. El peligro no lo constituye el
despotismo tecnocrático conjunto, estatal-empresarial, sino la fragmentación, a saber, la
incapacidad cada vez mayor de un pueblo de proponerse objetivos comunes y de llevarlos
a cabo. Esto se manifiesta en la atrofia de la capacidad de formar mayorías democráticas
en torno a programas y proyectos coherentes y con sentido, que puedan llevarse a buen
término. Se da así el absurdo de personas que se juegan enteros por la vida, al optar
valientemente por la protección de la ecología, la flora y la fauna, pero que al mismo
tiempo se declaran partidarias del aborto, y viceversa. Esto lleva a una sociedad
fragmentada, cuyos miembros encuentran cada vez más difícil identificarse como
comunidad, con su sociedad política. Una sociedad donde las mayorías - inmersas en un
mundo inconsecuente, inconsistente e incoherente- son víctimas del “marketing” político.
Fragmentarse y perder la capacidad de construir mayorías políticamente efectivas es
como perder los remos en medio del río. En esas condiciones no se puede evitar verse
arrastrado cada vez más por una cultura encuadrada en el atomismo y el instrumenta-
lismo. En suma lo que parece pedir nuestra situación es una lucha compleja y en múl-
tiples planos: intelectual, espiritual y político.
Aspectos positivos: Si bien todos esos desarrollos conllevan excesos y daños, existe la
interesante posibilidad y necesidad de guiarlos en una dirección positiva. Nuestro
problema es encontrar la forma de guiar esos desarrollos de modo de maximizar sus
beneficios minimizando sus excesos. Esa posibilidad de guía se asocia a una actitud
responsable, testimonial, combatiente y activa, por parte de quienes vivan una cultura de
autenticidad centrada. Ellos deben ser testigos y argumentadores atractivos de esa
posibilidad vital. (El padre Hurtado oraba: "haz Señor que los ateos se conviertan y que
los católicos sean simpáticos"). Taylor aboga por la articulación de argumentos claros,
sencillos y atractivos, que permitan sostener un debate articulado permanente y seductor,
en favor de una cultura de la autenticidad, bien entendida. Es necesario, dice, desplegar
una batalla por ganar los corazones y las mentes.
Necesidad de un debate articulado en favor de la ética de la autenticidad
Muestra Taylor que el debate inarticulado que flota en el ambiente representa,
precisamente debido a esa inarticulación, una oportunidad de mayor fortaleza y capacidad
de seducir o de convencer en el diálogo, de quien tenga las ideas claras. En efecto, el
relativismo de quienes suelen sustentar esas posiciones autoindulgenes, por su
extremismo se autoanula. Cada cual tiene sus propios valores. Se considera un valor, un
signo de respeto, el no criticar o no oponerse a los valores de los demás. Al
sobrecentrarse en su ser, las personas se desconectan de las grandes tendencias que
trascienden el ser individual.
La vida se achata y aplana, con la consiguiente pérdida de sentido de trascendencia y de
seguridad en la propia identidad. Ello conduce:
- A un narcismo o hedonismo sin ideal moral. De haberlo, éste sólo opera en la superficie,
lo que debería tomarse más bien como una pantalla que esconde la autoindulgencia; o
- A la búsqueda desproporcionada de guías, expertos y orientadores espirituales
autodesignados, que se envuelven en el prestigio de la ciencia o en una cierta
espiritualidad exótica que suele esconder su improvisación y vaciedad, con las
consecuencias políticas consiguientes.
La gran mayoría de los estudiantes, aunque desean tener buena opinión de sí mismos,
igual que cualquiera, son conscientes de lo atareados que se encuentran teniendo que
atender a las exigencias, en ocasiones extremas, de su carrera profesional y a sus
relaciones personales. Hay una cierta retórica de autorrealización que da una pátina de
en-canto a esta vida, pero no hay nada especialmente noble en ello. La lucha por la
supervivencia ha substituido al heroísmo como cualidad digna de admiración. Pero es
importante destacar lo positiva que es la valoración en nuestro tiempo de la autenticidad.
Cada cual se centra en su ser. El ideal moral contemporáneo que sostiene el ideal de la
autorrealización es el de ser fiel a uno mismo, entendiendo por ideal moral una
descripción de lo que sería un modo de vida mejor o superior, en lo que "mejor" o
"superior" se definen, no en función de lo que se nos ocurre o antoja desear o necesitar,
sino de ofrecer una norma de lo que deberíamos desear. Tomada en este sentido la
valoración actual del ideal de la autenticidad puede entrañar una importante fuerza moral.
Como queda dicho, no siempre esa valoración corresponde a un relativismo fácil, ni a una
autoindulgencia o laxitud moral. Mucha gente se siente llamada a obrar de ese modo.
Sienten que se desperdiciarían sus vidas si no actuaran de esa forma. Pero este ideal
desciende a nivel de axioma, algo que no se pone en tela de juicio pero que tampoco se
explica. Como consecuencia nadie articula un discurso sólido en torno a uno de los
ideales constitutivos de la cultura moderna. Sus adversarios, tanto los autoindulgentes
como los integristas, lo desprecian; y sus partidarios, que lo viven en forma autoexigente y
bien entendida no pueden o no saben explicar y fundamentar su posición.
Las Fuentes Filosóficas de esta Valoración de la Autenticidad
Los orígenes de esta ética se encuentran en Descartes cuya exigencia consiste en que
cada persona piense por sí misma en forma autorresponsable; o en el individualismo
político de Locke que trataba de hacer a la persona y a su voluntad, anteriores a la
obligación social; o en corrientes dieciochezcas donde el contacto con nuestros
sentimientos morales deja de ser un medio para actuar correctamente y se convierte en
algo que hemos de alcanzar con el fin de ser verdaderos y plenos seres humanos. Ahora
la fuente con la que hemos de entrar en contacto reside en lo profundo de nosotros
mismos. Pensamos en nosotros mismos como en seres dotados de una profundidad
interior. Dios nos habla a ese centro interior. Según Rousseau soy libre, en el sentido de
libertad "para", de libertad autodeterminada, cuando decido por mí mismo sobre aquello
que me concierne, cuando elijo mi forma de servir, sin ninguna coacción externa. Esta
libertad "para", ha constituido una idea de inmenso poder en nuestra vida política. Existe
una desviación perversa de esa forma de libertad, es la libertad "de". Se trata de una
forma negativa de libertad: soy libre "de" hacer lo que desee, lo que se me antoje, sin
intereferencias ni influjo de parte de la sociedad. Esta forma de libertad basada en el
capricho y no en la elegancia, lleva al libertinaje, y da origen a las formas pervertidas de
autenticidad.
Después de Rousseau, Herder plantea que cada cual tiene su forma original de ser
humano. Existe cierta forma de ser humano que constituye mi propia forma. Estoy
destinado a vivir mi vida de esta forma y no a imitación de la de ningún otro. Debo ser fiel
a mi mismo. Si no lo soy pierdo de vista la clave de mi vida, y lo que significa ser humano
para mí. Al adoptar una posición instrumental conmigo mismo, puedo perder la capacidad
de escuchar mi voz interior. Dürkheim diría: al centrarme en mi yo existencial puedo
perder mi contacto con mi ser esencial. Ser fiel a uno mismo significa ser fiel a la propia
originalidad, y eso es algo que sólo yo puedo descubrir y enunciar. Al enunciarlo me estoy
definiendo a mí mismo frente a los que me rodean. Estoy realizando un potencial que es
en verdad el mío propio. Este es el trasfondo que otorga fuerza moral a la cultura de la
autenticidad, aún en sus formas más degradadas, absurdas o trivializadas.
Una errada comprensión de este concepto de libertad, racionalizado primero por los
Jacobinos y posteriormente por Hegel y Marx, constituye una de las fuentes de los
totalitarismos modernos: "la voluntad general", el libertinaje irrestricto de las mayorías, no
puede permitir oposición alguna en nombre de la libertad. Esa confusión de libertad con
libertinaje, condujo a las conocidas dictaduras de las mayorías por sobre el bien común.
Entre el fuerte y el débil es ley la que libera, libertad la que oprime(Lacordaire).
Es necesario distinguir entre el ideal moral de la autenticidad y el relativismo blando. En
efecto, frente a la potencia del ideal de la autenticidad hay dos fuerzas o corrientes
humanas que en los hechos aunque no en la intención se le oponen:
- Los relativistas blandos, autocomplacientes, facilistas, hedonistas o narcisistas, irres-
ponsables y sin sentido de trascendencia. Las personalidades gelatinas. En adelante los
"auténticos"(entre comillas). Por sus excesos desprestigian este noble ideal.
- Los que, escandalizados por éstos, rechazan al relativismo blando sin distinguirlo del
autoexigente, por considerarlo atentatorio contra las tradiciones y los valores
trascendentes.
Horizontes ineludibles de una argumentación razonada
No es posible discutir sobre lo que está bien o está mal con una persona que no acepta
exigencia moral alguna. Para quien desee argumentar en favor de una etica de la auten-
ticidad, en forma razonada y desde una perspectiva moral, cabe preguntarse cuáles son
las condiciones inherentes a la vida humana que conducen inescapablemente al ideal de
la autenticidad. Un razgo fundamental de la vida humana es su carácter
fundamentalmente dialógico.
Mediante nuestra adquisición de ricos lenguajes de expresión humana nos convertimos
en agentes humanos plenos, capaces de comprendernos a nosotros mismos y, por ello,
de definir una identidad por medio de esos lenguajes. Entre esos lenguajes Taylor incluye,
en su sentido amplio, los del arte, del gesto, del amor y similares. La génesis de la mente
humana no constituye algo que cada cual logre por sí mismo, no es mono-lógica, sino
dialógica. Nuestra identidad se define siempre en diálogo y a veces en lucha, con las
identidades que nuestros otros significativos, en especial nuestros padres, quieren
reconocer en nosotros. Y, aunque demos la espalda a algunos de ellos al punto de que
desaparezcan de nuestras vidas, la conversación con ellos, en especial con aquellos cu-
yo amor y atención nos configuraron en lo más temprano de nuestras vidas, continuará
para siempre dentro de nosotros.
Esa conversación no debe llevarnos a caer en alguna forma de dependencia posterior
respecto de ellos, pero debe primar en nuestras conversaciones nuestra naturaleza dia-
lógica. Al respecto es importante distinguir entre las relaciones que nos ayudan a definir-
nos y aquellas necesarias para realizarnos. Pero no se debe reducir nuestras relaciones a
esos dos ámbitos. Nuestra comprensión de las vivencias puede transformarse por medio
de nuestro disfrute de ellas en común con las personas que amamos. Algunas de esas vi-
vencias se nos hacen accesibles solamente por medio de ese disfrute en común. Como
consecuencia nos costaría un gran esfuerzo, y probablemente muchas rupturas desga-
rradoras, impedir que formen nuestra identidad aquellos a quienes amamos. Nuestra iden-
tidad es "quién somos" y " de donde venimos". Nuestra identidad se manifiesta como la
voluntad de realizar nuestro sueño o proyecto de futuro. Como tal nuestra identidad
constituye el trasfondo en el que nuestros gustos, deseos, opiniones y aspiraciones,
cobran sentido. Si algunas de las cosas a las que doy más valor me son accesibles sólo
en relación a la persona que amo, entonces esa persona se convierte en algo interior a mi
identidad.
Esto es válido aún en el caso de que ese amor se dirija hacia Dios (heremita) o hacia un
público futuro (artista solitario. La formación y el sostén de nuestra identidad, en ausencia
de un esfuerzo heroico por romper nuestra existencia corriente, siguen siendo dialógicos a
lo largo de nuestra vida. Esas formas más egocéntricas y narcisistas de la cultura
contemporánea son manifiestamente inadecuadas. En efecto, las formas que op-tan por
formas facilistas de autorrealización sin considerar la importancia y exigencias de
nuestros lazos con los demás, o la importancia de las exigencias de cualquier tipo que
emanan de algo trascendente, que están más allá o fuera de los deseos o aspiraciones
humanas- son contraproducentes por cuanto destruyen las condiciones para realizar la
autenticidad misma, la búsqueda y realización de la propia identidad.
Ese ideal implica definirme, lo que significa encontrar lo que resulta significativo en mi
diferencia con respecto a los demás. No es significativo, por ejemplo, mi número de pelos
o mi altura igual a un arbol de un bosque de Siberia. Mis autodefiniciones reconocibles y
valorables son aquellas que tienen una significación humana o que pueden ser conside-
radas por la gente de modo que la tengan: mi capacidad de articular verdades
importantes, o tocar el clavicordio mejor que nadie, o revivir la tradición de mis
antepasados. Mis autodefiniciones deben ser reconocidas por los demás, o debemos
creer que lo serán si logramos perfeccionar su expresión; o son consideradas sagradas
por nosotros, o creemos que son valoradas por Dios. No podemos suprimir o negar los
horizontes contra los cuales las cosas adquieren significación para nosotros, negación
que se da con frecuencia en nuestra civilización subjetivista. Es la existencia de un
horizonte de significado lo que hace que, con anterioridad a la elección algunas cosas
valgan la pena, otras algo menos, y otras no la valgan en absoluto.
Los horizontes constituyen algo dado son , juicios sintéticos a priori, como los conceptos
de espacio y tiempo- se asocian a nuestras creencias. El sentido y la significación de mi
vida provienen de que elijo algo noble, valioso y por tanto significativo en la configuración
de mi propia vida. Los seres humanos podemos optar entre nuestra autocreación y auto-
desarrollo; o formas más fáciles de escabullirnos, de dejarnos llevar por la corriente, de
someternos a las masas, y demás. A menos que ciertas opciones tengan más significado
que otras, la idea misma de autoelección cae en la trivialidad y por lo tanto en la incohe-
rencia. En alguna forma los horizontes de significado, nuestro proyecto de futuro, se
refieren a cuestiones importantes. La autorrealización no puede centrarse, como en
algunas formas de cultura contemporánea, en la transgresión por la transgresión, en la
simple oposición a las exigencias de la sociedad o de la naturaleza, cerrándose a la
historia y a la solidaridad. Esas formas narcisitas y egocéntricas son desde luego
superficiales y trivializadas, son angostas y chatas. Ellas huyen de las estipulaciones
esenciales de una etica de la autenticidad. Cerrarse a las exigencias que proceden de
más allá del yo, supone suprimir precisamente las condiciones de significación y, por
tanto, cortejar a la trivialización.
Quienes se autoaprisionan en el yo existencial se autoanulan, destruyen las condiciones
en que una persona puede realizarse. Sólo puedo definir mi identidad contra el trasfondo
de aquellas cosas que tienen importancia, ello implica que no puedo poner entre
paréntesis a la historia, la naturaleza, la sociedad, las exigencias de la solidaridad, todo
salvo lo que encuentro en mí. Ello implicaría eliminar a todos los candidatos que podrían
tener im-portancia para reencantar la vida. Sólo si existo realmente en un mundo en el
que la histo-ria, o las exigencias, o las necesidades de mi prójimo humano, o los deberes
del ciudadano, o la llamada de Dios, o alguna otra cosa de ese tenor, tiene una
importancia que me es crucial, puedo yo definir una identidad para mí mismo que no sea
trivial. La autentici-dad, sigue Taylor, no sólo no es enemiga de las exigencias que
emanan de más allá del yo; presupone esas exigencias. Esto es algo que puede decirse,
es un argumento que puede darse -la razón no carece de poder- a quienes se hallan en
los modos más trivializados, egocéntricos, facilistas y narcisistas, de la cultura de la
"autenticidad". Pero no sólo existen argumentos positivos en favor del poderoso ideal
moral de la autenticidad, se pueden señalar también efectos contraproducentes en esas
formas de realización que niegan nuestros vínculos y responsabilidad para con los demás.
La Necesidad de Reconocimiento
La crítica moderna de la cultura de la autenticidad se alimenta del hecho de que la
valoración de la "autenticidad" hedonista alienta una comprensión puramente personal de
la autorrealización, convirtiendo las diversas asociaciones, comunidades y vínculos
personales en las que se entra, en puramente instrumentales. Ello resulta antitético para
cualquier compromiso más intenso con la comunidad. Al supeditar toda vinculación
suprapersonal a la propia realización se asigna un papel cada vez más marginal a la
ciudadanía política, a todo sentido de pertenencia y a toda lealtad a algo superior. Ello
lleva al desencantamiento y a la pérdida del sentido trascendente de nuestra vida. El
individualismo de la anomia y de la descomposición no tiene ética social alguna. La
búsqueda y valoración de la propia identidad, entendida como un principio o ideal moral,
debe ofrecer una perspectiva sobre cómo debería vivir un individuo entre los demás.
En la cultura actual de la autorrealización se engarzan dos modos de existencia social:
- Todo el mundo debería tener el derecho y la capacidad de ser uno mismo, se dice. Bien
entendido este aserto, todos tenemos el deber de autoexigirnos y autodesarrollarnos para
llegar a ser nosotros mismos. Mal entendido éste por el relativismo blando, lleva a que
nadie tiene derecho a criticar los valores de los demás. Licencia para transgredir, para ser
autoindulgente, facilista y narcisista.
- En segundo lugar esta cultura pone gran énfasis en las relaciones en la esfera de la
intimidad, en especial en las relaciones sentimentales. Se las considera escenario
primordial de autoexploración y autodescubrimiento y como una de las más importantes
fuentes de autorrealización. Esto coloca el centro de gravedad de la vida buena no en
cierta esfera superior, sino en la "vida corriente", la vida de la producción y de la familia,
del trabajo y del amor. Es en este ámbito de relación dialógica con los demás -en el
acuerdo o en la lucha, con su reconocimiento de nosotros- del que dependo del otro de
manera crucial para avanzar en mi proceso de autodescubrimiento y donde logro
progresar en forma dialógica en el reconocimiento de mi propia identidad.
Dos cambios se han potenciado mutuamente para hacer inevitable la preocupación por la
identidad y el reconocimiento en la sociedad moderna:
- El derrumbamiento de las jerarquías sociales que solían ser la base del "honor".
Entendiendo por tal el reconocimiento que lleva a otros a valorar a alguien más allá de la
base inicial de respeto a su dignidad de ser humano. Para que algunos gocen de honores
es esencial que no todos puedan gozar de ellos.
- La comprensión de la importancia de descubrir mi forma de ser original, mi propia
identidad. Entendiendo por ésta la conciencia de tener un proyecto de vida o ideal
personal y la voluntad de realizarlo. Para decubrir mi identidad por mí mismo no debo
elaborarla aisladamente sino debo negociarla y reconocerla por medio del diálogo, en
parte abierto, en parte introyectado con otros. El problema de la identidad interiormente
derivada, personal y original, es que no se disfruta de este reconocimiento a priori. Ha de
ganárselo por medio del intercambio, y se puede fracasar en el empeño.
En el plano social, la comprensión de que las identidades se forman en diálogo abierto, no
configurado por un guión social previamente definido, ha convertido la política del
reconocimiento en un plano de igualdad, en algo más central y acentuado. El
reconocimiento en ese plano de igualdad no es solamente la forma apropiada de una
sociedad democrática saludable. Su rechazo puede causar perjuicios a aquellos a
quienes se les niega. La negación del reconocimiento puede constituir una forma de
opresión.
En el plano social el principio crucial es el de justicia, lo que implica igualdad de
oportunidades para el desarrollo de la propia identidad, con reconocimiento de las
diferencias pertinentes. En la esfera interpersonal el respeto a la intimidad de la relación
sentimental y la lealtad mutua, son fundamentales para formar la identidad.¿Puede,se
pregunta Taylor, un modo de vida centrado en la búsqueda de la autenticidad justificar el
tratar a nuestras asociaciones como meramente instrumentales?¿Es necesario para una
ética de la autenticidad reconocer una fuerte lealtad a una república de ciudadanos, al
propio matrimonio o a cualquier forma de organización intermedia suprapersonal?.Taylor
responde a esto en dos planos:
- Plano social. A primera vista podría parecer que la respuesta en este plano puede ser
afirmativa si se cumple con la condición teórica de que se pueda tratar a todas las per-
sonas de la misma manera, reconociendo sus diferencias. Ello nunca es así por dos
razones: En toda organización que viva una noción fuerte de bien común sus miem-bros
respaldarán por este mismo hecho las vidas de aquellas personas que apoyen mejor esa
noción, aumentando el reconocimiento otorgado a esas personas y sus probabilidades de
éxito.
Por esa vía se aumentan, además, las probablilidades de éxito de la organización. El
contribuir a la preservación y desarrollo de los valores comunes, y al perfeccionamiento,
desarrollo y éxito de las organizaciones de que formamos parte pasa a ser así algo
primordial. Por otra parte no es posible reconocer y respetar las diferencias y valorar más
tal o cual elección de ideal personal, sin un horizonte compartido de valoración y
significado.
- Plano personal.¿Podemos encarar nuestras relaciones personales como instrumenta-les
para nuestra realización y, por ende, como fundamentalmente tentativas?. Ello sería
actuar de una forma que se anula a sí misma. Parece ser ilusoria la idea de que uno
puede elegirse a sí mismo sin reconocer un horizonte de significado que va más allá de la
elección. Nuestras relaciones cimentadas en el amor forman parte de nuestra identi-dad.
De ello se desprende que no pueden considerarse, en principio y de antemano, como
prescindibles y destinadas a ser sustituidas. Toda interrupción de una relación de amor
implica una pérdida de identidad. Para que exista una disposición a construir una relación
sólida con otro, no sólo es necesario confiar en ese otro, sino creer que él confía en uno.
Debe existir una confianza compartida de que ambos apuestan lealmente a una
construcción mutua con visión de futuro.
El deslizamiento hacia el subjetivismo
El ideal moral de la autenticidad tal como lo plantea Taylor se muestra lleno de tensión,
viviendo en un ideal que no llega a aprehenderse del todo, pero que pone en tela de juicio
muchas de las prácticas de la cultura hedonista y narcista. Esta se caracteriza por un
fuerte egocentrismo que se atiene a una visión subjetivista de las convicciones morales
como meras proyecciones que no pueden ser acendradas ni alteradas por la razón.
Ciertamente las coacciones externas -responder a las obligaciones con nuestra familia o a
la lealtad de-bida a una causa o principio más amplios- pueden hacer más difícil
permanecer fiel a una identidad frágil y en conflicto. Olvidar esas coacciones puede
aparecer a veces como la única vía de supervivencia. Pero esos conflictos probablemente
han existido siempre. Lo que es necesario explicar es la facilidad relativamente mayor con
la que ahora pueden desecharse o deslegitimarse estas coacciones externas.
Muchos contemporáneos recorren despreocupados, en su monotemática búsqueda del
propio desarrollo, caminos que nuestros antepasados se habrían resistido mucho a
seguir.
En efecto, de haber avanzado por un camino similar de autoafirmación, nuestros
predecesores se habrían visto declaradamente atormentados ante sí mismos por una
irreprimible sensación de hacer mal, de fracaso o de desafío indebido de un orden
legítimo. La explicación de este fenómeno parece encontrarse parcialmente en dos
deslizamientos, uno en la esfera de la cultura popular de nuestro tiempo hacia formas
egocéntricas de "autenticidad"; y el otro en la "alta" cultura orientada hacia una forma de
nihilismo o relativismo.
- En la cultura popular. En este plano cabe mencionar la eclosión de nuevas formas
políticas que pusieron en tela de juicio las antiguas jerarquías, que permitieron el
desarrollo de nuevas modalidades de vida económica y otorgaron mayor papel al
mercado y a la iniciativa empresarial. Ello legitima el riesgo, la apuesta a las posibilides de
una idea o proyecto de futuro. No siempre se gana pero sólo puede ganar el que se la
juega y persevera. Quien acierte será reconocido. Se valora más al que basa su ser en
sus obras originales, que al que se viste con las obras de sus antepasados, al que vive de
su nobleza.
La desviación de esa valiosa y esforzada búsqueda de la propia identidad es el
individualismo egocéntrico. Este se fortalece enormemente por estár enraízado en su
práctica cotidiana, en la forma en que cada cual hoy se gana la vida y se relaciona con los
demás en la vida política. El individualismo llega así a parecer la única perspectiva
concebible. Las perversión egocéntrica puede adoptar dos formas o sentidos: por una
parte centrando la realización del individuo, convirtiendo sus lazos personales en algo
puramente instrumental; otorgando cada vez más importancia a la razón instrumental; y
empujando hacia un atomismo social, y por otra considerando la realización como algo
que atañe solamente al yo, descuidando o deslegitimando las exigencias que provienen
de algo que esté más allá de nuestros deseos o aspiraciones, como la historia, la
tradición, la sociedad, la naturaleza o Dios. Por otra parte, la mayor movilidad y las
concentraciones urbanas, impuestas por nuestro tiempo, tien-den a romper los viejos
lazos generando contactos más impersonales y casuales que impulsan el atomismo
social.
- En la "alta" cultura. Desde hace siglo y medio se ha estado produciendo un movimiento
hacia una especie de nihilismo o negación de todos los horizontes de significación:
Baudelaire, Nietzshe, Foucault, Derrida. La crítica por esos pensadores de nuestras
categorías ordinarias hasta el punto de "desconstruir" incluso la idea de autenticidad y la
noción misma del yo y su crítica de los "valores" como algo creado en forma caprichosa
por el hombre y no como una respuesta a llamados de la propia na turaleza fortalece, sin
pretenderlo, las formas egocéntricas y autoindulgentes de "autenticidad" y les otorga una
cierta pátina de justificación filosófica profunda. Conforme esta cultura "superior" se va
filtrando en la cultura popular de la "autenticidad", se produce la confluencia de ambas
culturas. Este fenómeno es especialmente peligroso entre estudiantes universitarios.
Ellos, aún con todas sus dudas sobre sí mismos, quedan con una sensación de poder y
de libertad sin límites que no impone norma alguna, prontos a gozar de su "libertad" que
en verdad no pasa de ser un libertinaje extremo.
Moral y Búsqueda de la Identidad
La noción de que cada uno de nosotros tiene una forma original de ser persona conlleva
que cada uno tenga que descubrir lo que significa ser nosotros mismos.
Descubrimos realmente lo que tenemos en nuestro interior, lo que nos habita, cuando da-
mos expresión en nuestra vida, en nuestras palabras y acciones a lo que es original en
nosotros. La autenticidad es en sí misma una idea de libertad; implica que yo mismo
encuentre el propósito de mi vida, ésto sugiere una íntima conexión entre el
autodescubrimiento y la creación artística.
El arte se constituye en la forma paradigmática con la que la gente alcanza la
autodefinición. Mi autodescubrimiento pasa por la creación, por la realización de algo
original y nuevo. Forjo un nuevo lenguaje artístico, una nueva forma de pintar, una nue-va
métrica o forma de poesía, una nueva forma de bailar, un nuevo modo de escribir novela,
una nueva forma de organizar y por medio de ello y sólo por ese medio, me convierto en
aquello que soy y que guardo en mi interior. Pero suele ocurrir que una creación entre en
conflicto con la moral o con los usos establecidos. Las exigencias de fidelidad a uno
mismo, el contacto con nuestro ser esencial y la armonía en nuestro interior, podrían ser
bastante diferentes de las exigencias del "trato correcto" que se espera demos a los
demás. La noción aneja de que la conformidad social puede ser un enemigo de la
autenticidad, nos imponen la idea de que la autenticidad tendrá que luchar contra algunas
reglas impuestas exteriormente.
El hecho de que exista desarmonía entre un uso aceptado y lo que sentimos como
exigencia de autenticidad, podría ser un indicio de que ese uso no es "correcto". Al menos
existe una diferencia de noción entre uno y otra. Es evidente que dado que la autenticidad
entraña originalidad, exige rebelarse contra algunas convenciones. En resumen la
autenticidad entraña creación y construcción así como descubrimiento, originalidad y, con
frecuencia, oposición a usos, reglas y moral de la sociedad. Pero también requiere
apertura a horizontes valóricos y de significado, y una autodefinición en el diálogo. Puede
y suele haber tensión entre uno y otro polo pero resulta erróneo privilegiar simplemente a
uno sobre el otro. Es esto lo que las tendencias tan de moda de la "desconstrucción"
encierran hoy en día.
Dan énfasis a la naturaleza constructiva y creativa de nuestros lenguajes expresivos,
mientras olvidan por completo la necesidad de horizontes valóricos, enfatizando las
formas extremas de transgresión a las reglas y usos sociales, impulsando la amoralidad
de la creatividad, a la vez que olvidando su entramado dialógico, que nos liga a los
demás. Así, los valores que se asocian a la persona resultan invisibles para quienes, en la
línea de Heidegger, sólo valoran el lenguaje. Incluso se da entre los "creativos" el que a
falta de verdadera capacidad creativa actúen como si la mera transgresión de usos
respetados fuera, por si sola, arte.
La Lotta Continua
Señala Taylor que está en la naturaleza de la clase de incremento de la libertad que
caracteriza a nuestro tiempo, que la gente pueda elevarse o degradarse. No hay nada que
pueda asegurar jamás un ascenso sistemático e irreversible a las alturas. La naturaleza
de una sociedad libre estriba en que será siempre escenario de una lucha entre formas
superiores e inferiores de libertad. Ninguno de los bandos puede acabar con el otro, pero
pueden desplazarse sus líneas.
Por medio de la acción social, el cambio político y la captación de corazones y mentes,
podemos ayudar a que las formas mejores ganen terreno. El camino de superación de la
actual crisis podría allarse mediante una alianza de personas que posean visiones éticas
trascendentes, con personas que vivan una perspectiva científica no comprometida, y/o
visiones éticas más tradicionales, en la línea de búsqueda de una rica comprensión del
ideal ético de la autenticidad aquí expuesto.
Finalmente propone Taylor adoptar como propio el lema de las Brigadas Rojas italianas,
la "lucha continua", pero ahora argumentando en favor del ideal de la autenticidad. El eje
de esa lucha se centraría, agregamos, en nuestra capacidad de responder en forma
afirmativa a las preguntas de Paulo VI: ¿viven ustedes conforme a lo que creen, hablan
conforme a lo que viven?. (A mi juicio estas dos geniales preguntan son una síntesis
perfecta del trabajo de Taylor).