Estructura_social_formas_de_conciencia Volumen 1 La Determinacion Social Del Metodo Istvan Meszaros

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    ESTRUCTURA SOCIALY FORMAS DE CONCIENCIA

    VOLUMEN I

    LA DETERMINACIN

    SOCIAL DEL MTODO

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    ESTRUCTURA SOCIALY FORMAS DE CONCIENCIA

    VOLUMEN I

    LA DETERMINACIN

    SOCIAL DEL MTODO

    Istvn Mszros

    Traduccin

    Eduardo Gasca

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    Ttulo original: Social Estructure and Form of Conciousness. Volumen I: The Social

    Determination of Method

    1 edicin, Monthly Review Book, New York, 2003

    1 edicin en Monte vila Editores, 2011

    MONTE VILA EDITORES LATINOAMERICANA C.A., 2011

    Apartado Postal 1040, Caracas, Venezuela

    Telefax: (0212) 485.0444www.monteavila.gob.ve

    Imagen de portada

    Carolina Marcano, 2011

    Diseo de la coleccin

    ABV Taller de Diseo, Waleska Belisario

    Diagramacin

    Sonia Velsquez

    Correccin

    Wilfredo Cabrera

    Hecho el Depsito de Ley

    Depsito Legal N lf5002011300494ISBN 978-980-01-1838-2

    EDICIONESDE LA PRESIDENCIADE LA REPBLICA

    Palacio de Miraflores, Direccin de Archivos y PublicacionesCaracas, Venezuela

    www.venezuela.gob.ve

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    INTRODUCCIN

    COMO todos sabemos, la formacin social dominada por el poder del

    capital se extiende a lo largo de una prolongada poca histrica, todavasin final a la vista. Sin embargo, ms all de los cambios materiales quemarcan la fisonoma intelectual de las fases particulares del desarrollo delsistema del capital, existen tambin algunas continuidades significativas.

    Es precisamente esto ltimo lo que circunscribe a los grandes parme-tros de la poca del capital como un todo, con caractersticas claramenteidentificables. Los comparten los ms diversos pensadores situados en el

    mismo terreno social, como lo veremos en los captulos que siguen.Comprensiblemente, las fases particulares del desarrollo socioeconmicoestn marcadas por significativas innovaciones tericas y metodolgicas,en correspondencia con las cambiantes circunstancias. Es importante des-tacar, sin embargo, que todos esos cambios metodolgicos y transforma-ciones tericas deben amoldarse dentro de los lmites restrictivos delmarco estructural comn que define a la poca en su totalidad.

    La base clasista de las teoras dominantes de la poca del capital comoun todo es, y lo sigue siendo, la personificacin del capital (Marx).Durante varios siglos ha coincidido con la burguesa, tanto en sus fases dedesarrollo ascendentes como bajo las condiciones de su retrogradacinhistrica. En nuestra propia poca, sin embargo, esa relacin se tornamucho ms complicada, como lo veremos en el Captulo 8, que se ocupade los problemas del mtodo en una poca de transicin histrica.

    Pero, de regreso a la fase clsica de los desarrollos capitalistas, lo que

    define desde un comienzo las caractersticas metodolgicas fundamenta-les de las teoras que surgen sobre la base clasista de la burguesa es

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    precisamente la situacin histrica de esa clase como la afianzada fuerzaeconmica de la formacin social bajo el dominio del capital, junto con

    los imperativos estructurales inseparables de ese dominio.En consecuencia, los parmetros metodolgicos de las varias teoras

    que articulan coherentemente los intereses fundamentales de esa baseclasista, independientemente de las diferencias entre los pensadores par-ticulares diferencias que surgen sobre la base del escenario nacionaldado; la relacin de fuerzas localmente prevaleciente y las condiciones dela interaccin social; el papel histricamente cambiante de la clase res-pecto a las potencialidades productivas de la formacin social del capitaly la consiguiente intensificacin de los antagonismos sociales en unaescala global, etctera son fijados para la poca en su totalidad, abar-cando no slo todas sus fases hasta el presente sino, mutatis mutandis,tambin lo que nos aguarda ms all. Se extienden, de hecho, hastadonde el capital pueda ser capaz de afirmarse y reafirmarse tambinen la poca ms compleja de la transicin hacia un nuevo orden socialcomo la fuerza de control significativa del metabolismo social. Porque los

    parmetros metodolgicos fundamentales de las pocas histricas estncircunscritos por los ltimos lmites estructurales de su fuerza de controlmetablico social dominante, y como tales se definen en trminos de laspotencialidades (y, por supuesto, tambin las limitaciones) inherentes almodo de actividad productiva prevaleciente y la correspondiente distri-bucin del producto social.

    Por eso las figuras representativas del horizonte social del capital tie-nen que conceptualizarlo todo de una manera determinada, y no de otra.Y por cuanto los lmites en cuestin son estructuralmente insuperablesya que su supresin requerira de la institucin de un modo de produc-cin y distribucin radicalmente diferente, las principales caractersti-cas metodolgicas de las teoras sintetizadoras que se originan dentro desu marco no pueden ser alteradas significativamente. Porque una altera-cin radical de los lmites en cuestin equivaldra a abandonar comple-tamente el punto de vista de la economa poltica del capital (que se

    corresponde con la perspectiva al servicio de s misma del capital, adop-tada ms o menos conscientemente por los principales pensadores),como el mismo Marx lo hizo en verdad.

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    Ciertamente, como sabemos por la historia pasada, las fronteras meto-dolgicas de la formacin social del capital no pudieron ser alteradas en

    lo fundamental, ni siquiera cuando algunos pensadores excepcionales,bajo circunstancias histricas del todo extraordinarias, se dieron cuentade las contradicciones que se les peda defender, y trataron de idear algu-na forma de conciliacin terica. Un ejemplo notorio al respecto esHegel, como ms adelante veremos en varios contextos muy diferentes.

    LAS caractersticas metodolgicas de los varios sistemas de pensamiento

    que surgen dentro del marco histrico y en apoyo de la formacin socialdel capital, constituyen un conjunto estrechamente entrelazado de deter-minaciones conceptuales.

    Resulta comprensible entonces que todas esas caractersticas sean tam-bin cruciales en lo que atae a la definicin de dichos sistemas de pensa-miento como formas especficas de ideologa. Ms an, son claramentediscernibles a travs de las fases particulares del desarrollo de la forma-

    cin social del capital como totalidad.Debemos concentrarnos en el presente estudio en algunas de las for-

    mas ms importantes de esas caractersticas metodolgicas, que se pue-den resumir como sigue:

    1. Orientacin programtica hacia la ciencia y papel metodolgico/te-rico y prctico clave asignado a la ciencia natural.

    2. Tendencia general alformalismo.

    3. El punto de vista de la individualidad aislada y su equivalente meto-dolgico permanente, el punto de vista de la economa poltica delcapital, visto desde la perspectiva necesariamente prejuiciada yestructuralmente limitadora del sistema establecido.

    4. Determinacin negativa de la filosofa y la teora social.

    5. Supresin de la temporalidad histrica cada vez ms evidente y endefinitiva absolutamente devastadora.

    6. La imposicin de una matriz de categoras dualista y dicotmicasobre la filosofa y la teora social, que prevalece incluso cuando los

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    ms grandes pensadores de todos los tiempos, como Hegel, tratande distanciarse de ella.

    7. Lospostulados abstractos de la unidad y la universalidad como lailusoria superacin de las dicotomas permanentes en lugar de lasmediaciones reales y la superacin meramente especulativa delas contradicciones sociales ms importantes, sin alterar en lo ms m-nimo sus fundamentos causales en el mundo actualmente existente.

    Como veremos, todas estas caractersticas estn vinculadas firmementecon la necesidad de articular y defender determinados intereses sociales

    por parte de las ms destacadas personificaciones intelectuales del capi-tal. Por esa razn stas no pueden evitar ser inseparablemente metodol-gicas e ideolgicas en su determinacin ms profunda.

    NATURALMENTE, es importante subrayar aqu que afirmar la deter-minacin social del mtodo no significa y no puede significar nadamecnico, como tratan de tergiversarlo los pensadores que hoy da se ali-

    nean con los intereses creados materiales e ideolgicos del ordenreproductivo social establecido. En esas relaciones no puede existir nadaunilateral ni mecnico. Por el contrario, la compleja dinmica del de-sarrollo histrico slo puede ser comprendida apropiadamente sobre labase de la reciprocidad dialctica. Fue precisamente as como Marxcaracteriz, ya en una de sus obras iniciales, La ideologa alemana enuna fuerte crtica del enfoque idealista dominante en las discusiones filo-sficas de la poca su visin de la accin recproca evidenciada entrelos varios factores y fuerzas que constituyen el complejo social general.Hablando de su propia valoracin de la irreprimible transformacin his-trica, insista en que

    Esta concepcin de la historia se fundamenta en la exposicin del procesode produccin real comenzando por la produccin material de la vidamisma y la comprensin de la forma de interrelacin conectada a (ygenerada por) ese modo de produccin, es decir, la sociedad civil en sus

    varios estadios, como la base de toda la historia; la describe en su accincomo el Estado, y explica tambin cmo todas las diferentes producciones yformas tericas de la conciencia, la religin, la filosofa, la moral, etctera,

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    surgen de ella, y rastrea el proceso de laformacin de stas tambin a partirde esa base. Por consiguiente, es posible tanto describir todo ello en su tota-

    lidad como tambin la accin recproca que ejercen entre s esos variosaspectos. A diferencia de la visin idealista de la historia, no tiene que bus-car una categora en cada perodo, sino que permanece constantementesobre el terreno real de la historia; no explica la prctica a partir de la ideasino que explica laformacin de las ideas a partir de la prctica material, yen consecuencia llega a la conclusin de que las formas y producciones de laconciencia no pueden ser disueltas mediante la crtica mental, convirtindo-las en conciencia de s o transformndolas en apariciones, espectros,

    quimeras, etctera, sino tan slo mediante lasuperacin prctica de lasrelaciones sociales reales que dan origen a esa patraa ideolgica; que lafuerza motriz de la historia no es la crtica, sino la revolucin, y tampoco loson en la religin, la filosofa ni ningn otro tipo de teora. Muestra que lahistoria no llega a su fin cuando la volvemos conciencia de s como esp-ritu del espritu, sino que cada etapa contiene un resultado material, unasumatoria de fuerzas productivas, una relacin creada histricamente conla naturaleza y de los individuos entre s, que va siendo transferida de gene-racin en generacin por cada predecesor; una masa de fuerzas productivas,fondos de capital y dems circunstancias, que por una parte se ve cierta-mente modificada por la nueva generacin, pero por otra tambin le dicta asta sus condiciones de vida y le confiere un desarrollo definido, un carc-

    ter especial. Muestra que las circunstancias hacen al hombre en igual medidaque el hombre hace a las circunstancias1.

    Sera sumamente difcil explicar esos aspectos con mayor claridad que

    Marx en las lneas citadas. Pero eso parece importar bien poco a la horade hacer prevalecer los intereses creados materiales e ideolgicos en laempresa, emprendida con tanto afn, de refutar a toda costa a Marx yal marxismo. Adems, no hace falta decirlo, los puntos fundamentales dela crtica que le dirigi Marx a las variantes idealistas de la filosofa en Laideologa alemana son aplicables con igual justificacin a la incapacidadmaterialista de captar la complejidad dialctica del proceso histrico real.Marx lo dej muy en claro en sus tan conocidas Tesis sobre Feuerbach,escritas en el mismo perodo de La ideologa alemana. Resulta pordems revelador, entonces, que la regla general sea siempre la distorsin

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    sistemtica de la posicin del materialismo histrico por no mencionar laidea de materialismo dialctico, que merecera ser tratada y desechada tan

    slo con la profundidad que les damos a las malas palabras indepen-dientemente de que la refutacin la propongan los especulativos adver-sarios idealistas de Marx o los representantes del materialismo positivista.

    Sin embargo, el verdadero punto es que los grandes pensadores de lapoca histrica que estudiamos s adoptaron realmente, en el sentidocabal, la perspectiva del capital cuando participaron muy activamente eneste aspecto en definitiva de enorme importancia. La determinacinsocial del mtodo no significa y no puede significar que la posicinmetodolgica e ideolgica correspondiente a la perspectiva del capital lessea impuesta a los pensadores involucrados, incluidas las figuras destaca-das de la filosofa y la economa poltica burguesa. Lo hicieron de volun-tad propia en el transcurso y a travs del proceso creativo de laarticulacin de la posicin que representa a los intereses, y los valores fun-damentales, de un orden reproductivo social con el cual ellos se identifica-ban. Sonparticipantes conscientes en una empresa que implica siempre el

    conflicto y la confrontacin de conjuntos de valores potencialmente riva-les, aun si los intereses sociales correspondientes no son (o no puedenser, a causa de la inmadurez histrica de las fuerzas sociales relevantes)explicitados por sus adversarios. Porque ni siquiera la ideologa dominan-te ms firmemente afianzada puede ser jams absolutamente dominante.En otras palabras, no puede ser tan totalmente dominante como paraestar en capacidad de ignorar cualquier otra posicin alternativa almenos potencialmente de largo alcance. Ni siquiera cuando la ideologa

    dominante reclama para s el privilegio de representar la sola y nicaperspectiva defendible, que en su visin concuerda cabalmente con lanaturaleza misma, en una de sus versiones2, o cuando, en el mismo senti-do de exclusividad, en otro enfoque se dice que se corresponde con larealidad racional del Espritu Mundial, como veremos ms adelante.

    As, sin que quepa la menor duda, los grandes pensadores de la pocahistrica que consideramos en este libro no solamente adoptaron sino

    adems le dieron forma activamente, y en el sentido genuino consciente-mente tanto cuando originalmente la articularon como cuando deseguidas la renovaron, la posicin que se corresponda con los intereses

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    vitales del sistema del capital. Porque sin la constante renovacin y reafir-macin de sus principios bsicos el orden dominante no poda sostenerse

    apropiadamente. Los pensadores ms importantes en cuestin, de loscuales tendremos oportunidad de ver el desarrollo de sus concepciones,llevaron adelante esa tarea de renovacin con gran coherencia y determi-nacin bajo las cambiantes condiciones y circunstancias de su sociedad, ylo hicieron muy dentro del horizonte general que les ofreci en deter-minados perodos histricos (cuando su clase social se hallaba en ascenso,pero en grado cada vez menor a medida que nos vamos acercando anuestro propio tiempo) un margen significativo para la intervencin crea-

    tiva en el proceso social, a pesar de las limitaciones estructurales en defi-nitiva prevalecientes de los intereses y el poder controlador del capital.

    EL carcter conciente de la participacin, y la responsabilidad histricacorrespondiente, de los grandes representantes intelectuales del capitalno se ve disminuida (y menos an minimizada) por la circunstancia deque ellos adopten y reproduzcan constantemente la ilusin de que en suconcepcin de orden social justo y apropiado estn articulando el intersuniversalde la sociedad, y no solamente de su fuerza estructuralmentedominante. Porque, de nuevo, estamos hablando de un proceso en el quelos pensadores implicadosse apropian activamente de esas ilusiones,que resultan ser las ms convenientes ideolgicamente, y se correspondencon la perspectiva del orden metablico social del capital.

    Es as como a fin de cuentas las grandes figuras de la tradicin intelec-

    tual burguesa terminan ofrecindonos una visin del mundo en la que unaobvia formacin histrica, el orden establecido de la sociedad, que, ade-ms, est tupido de contradicciones antagnicas, es transfigurada en algono slo defendible, presentado sin referencia alguna a ningn tiempo his-trico, sino tambin como el nico modo de intercambio social viable quese pueda concebir. Y es sa tambin la manera como Hegel, el gran pen-sador dialctico, viola su propio principio de la dialctica y, ms revela-doramente an, lo hace en trminos metodolgicos e ideolgicos ennombre del pretendido avance dialctico3 para poder transubstanciarla compulsin real inseparable de un sistema reproductivo establecido,

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    en, tal como el propio Hegel lo reconoce explcitamente, el disfrute uni-versalde cada individuo con intereses propios subsumido bajo el jerr-

    quico modo de control social del capital, estructuralmente afianzado4

    .Segn toda la evidencia a mano, el problema insuperable es que los gran-des representantes intelectuales de la poca del capital que nos ocupa, sinimportar lo grandes que hayan podido ser como pensadores, daban porbuenas laspremisas prcticas fundamentales del orden social establecidoen su combinacin total, como un conjunto de determinaciones profunda-mente interconectadas. Esas premisas prcticas como el divorcio radi-cal entre los medios de produccin y el trabajo; la asignacin de todas las

    funciones de direccin y toma de decisiones en el orden productivo yreproductivo a las personificaciones del capital; la regulacin del inter-cambio metablico social entre los seres humanos y la naturaleza, y entrelos propios seres humanos (inalterable y cada vez ms peligrosamente),sobre la base de las mediaciones de segundo orden del capital; la deter-minacin y el manejo de la estructura de mando poltica de la sociedadbajo la forma del Estado capitalista, etctera resultan tan crucialespara este modo en particular de control social, que no podra funcionardurante ninguna extensin de tiempo si le faltase tan slo una de ellas.Porque fijan los lmites estructurales de la viabilidad de un modo de pro-duccin y distribucin producido histricamente que ha venido echandofirmes races desde hace ya siglos y se resiste con todos los medios a sudisposicin a todo cambio significativo.

    Como ya hemos sealado en pasados estudios, algunas de las grandesfiguras intelectuales que vean el mundo desde la perspectiva del capital,

    como Hegel, reconocan a veces la realidad del movimiento y el cambiohistricos. Sin embargo, las veces en que tal reconocimiento se produjofue siempre con referencia al pasado. El movimiento histrico transfor-mador y el cambio social eran admisibles para quienes vean el mundodesde el punto de vista de la economa poltica, slo en forma de (y en lamedida en que) pudiesen encajar en el marco estrictamente delimitadode las premisas prcticas fundamentales del capital. La importancia delcambio histrico radical y estructuralmente patente la podan subrayarlos grandes pensadores de la burguesa ilustrada en referencia alpasadofeudal, pero al mismo tiempo la negaban en direccin al futuro.

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    profundamente la manera de pensar de la gran mayora de las personasincluso en nuestro tiempo.

    LA dimensin histrica de tales aspectos es fundamental. Por un buennmero de razones es obligatorio destacar su importancia con todo elempeo y la frecuencia posibles.

    Primero, porque la ideologa dominante no puede sustentar sus preten-siones de validez universal sin negar sistemticamente la inescapabilidadde las determinaciones histricas, mediante la eternizacin de su propiaposicin, sin importar cunta distorsin y en nuestro tiempo hastaconstante violacin de los hechos se necesita a fin de hacer verosmil suantihistrica visin del sistema de intercambio reproductivo social pre-suntamente inalterable. La idealizacin de Hayek de las relaciones deintercambio capitalistas a pesar de la especificidad histrica de susantagonismos hondamente arraigados y en ltima instancia explosivoscomo el eternizado orden econmico extendido, que l presenta en

    trminos irreflexivamente positivos, y al mismo tiempo su caracterizacinvituperadora de la alternativa socialista tergiversada burdamente comoEl camino a la servidumbre, proporcionan una ilustracin grfica deesa ignorancia desvergonzada de hasta los hechos histricos ms obvios.

    Segundo, porque el significado de las dinmicas determinaciones hist-ricas a menudo es malinterpretado como algn tipo de necesidad fatalistapor aquellos que no tienen intereses creados para adoptar el punto devista del capital. Y que los interesados en el asunto puedan asumir unaactitud positiva hacia esa necesidad errneamente concebida no esta-blece ninguna diferencia real en este respecto. Porque tambin de esamanera el proceso histrico real se ve distorsionado significativamente yslo puede generar resentimiento, y hasta hostilidad, hacia la idea de latransformacin histrica necesaria. Lo que realmente decide el punto esque, en el proceso interactivo dialctico de las determinaciones histricasdinmicas, nada puede ser tomado como rgido y absolutamente final, lo

    aprobemos o no en el momento. La necesidad histrica resulta ser verda-deramente histrica, no simplemente porque nace con innegable firmezade determinaciones dialcticas altamente complejas, sino tambin porque

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    en el debido momento se convierte en una necesidad en desaparicineine verschwindende Notwendigkeit en palabras de Marx. Ignorar

    ilusoriamente ese aspecto vital de la necesidad histrica puede producirconsecuencias socioeconmicas y polticas devastadoras, como tuvimosque aprender en el siglo XX con el trgico fracaso de algunas estrategiasde envergadura seguidas por el movimiento socialista. Tercero, porque elcontraste entre las visiones de los grandes pensadores del pasado msremoto y algunas concepciones de los mismos problemas en el siglo XXresulta sumamente revelador. Basta con poner aqu nada ms el ejemplodel Discurso del mtodo de Descartes. Como sabemos, Descartes estaba

    muy interesado en la cuestin de la duda metodolgica y en la necesidadde la certeza evidente, y deca al mismo tiempo: No es que en esto hayayo imitado a los escpticos, que dudan hasta de poder dudar y nada bus-can ms all de la incertidumbre misma; porque al contrario, mi pro-psito era tan slo hallar una base para la certidumbre, y apartar la tierrafloja y la arena para llegar hasta la roca o la arcilla7. En total contraste,en la celebrada obra de un historiador del siglo XX no encontramos msque un escepticismo y un pesimismo sin lmites, cuando trata de hacernoscreer que no hay ms sentido en la historia humana del que existe en loscambios de las estaciones o los movimientos de las estrellas; o si hubiesealgn sentido, escapara a nuestra percepcin8. Cuando andaba a labsqueda de la certeza filosfica, Descartes insista en la importanciade hacer del conocimiento algo prctico y til en la gran empresa deldeseado control humano de la naturaleza, poniendo de relieve que

    Crea posible llegar al conocimiento de alta utilidad para la vida; y, dentro

    del espacio de la filosofa especulativa usualmente enseada en las escuelas,descubrir una [filosofa]prctica mediante la cual () podamos tambinaplicarlas a todos los usos a las que se adaptan, y de ese modo convertirnosen amos y seores de la naturaleza9.

    Como contraste, hallamos en la obra de incluso un filsofo del siglo XXtan importante como Edmund Husserl, la oposicin ms rgida entre laactitud terica y la prctica, cuando asevera que

    La actitud terica, aunque ella es tambin una actitud profesional, esabsolutamente imprctica, pues est basada en un deliberado epoch de

    cualquier inters prctico, y por consiguiente aun de aquellos de nivel

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    superior, al servicio de las necesidades naturales dentro del marco de unaocupacin vital gobernada por esos intereses prcticos10.

    No es de extraar, entonces, que al haberse tendido a s mismo una tram-pa ideolgica, Husserl no haya podido hacer ms que postular un llama-do totalmente irreal al herosmo de la razn11 como la contrapartidailusamente predicada para la barbarie nazi12.

    Y finalmente, en contraposicin con la filosofa encerrada en s misma ymonadolgicamente orientada del siglo XX, Descartes tena plena con-ciencia de la importancia de llevar adelante la tarea de la creacin intelec-tual como una empresa colectiva genuina: de modo que, comenzando apartir de donde los que antecedieron dejaron las cosas, y entonces conec-tando las vidas y los trabajos de los muchos, podamos colectivamente irmucho ms lejos13. Slo reviviendo ese ethos y realzndolo significati-vamente de acuerdo con los urgentes requirimientos de nuestro propiotiempo, podremos realmente encarar los problemas que debemos afrontar.

    LA relacin entre la estructura social y las formas de conciencia es defundamental importancia. Lo es porque la estructura social realmenteestablecida constituye el marco general y el horizonte en el que estnsituados los pensadores particulares en todos los campos del estudiosocial y filosfico, y es en relacin con ellos que tienen que definir su con-cepcin del mundo14.

    Como ya mencionamos, los parmetros metodolgicos e ideolgicos

    fundamentales de las pocas histricas particulares, incluida la era delcapital, estn firmemente circunscritos por los ltimos lmites estructuralesde su fuerza social dominante, conjugando el tipo de actividad productivaprevaleciente con la modalidad de distribucin correspondiente. Cual-quier intento terico de escapar de esas determinaciones, en la procuramal concebida de algunas metateoras evasivas, no har ms que daarla empresa filosfica. De hecho, mientras ms abarcante y ms mediadosea el asunto que se escoja, ms obvio resultar su vnculo con las deter-

    minaciones estructurales totalizantes de la poca histrica en cuestin.Y as tiene que ser, en vista del hecho de que no es posible pensar en unaconcepcin de mediacin apropiada en cualquier campo de anlisis sin

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    una comprensin abarcante del campo de estudio en cuestin, tanto sipensamos en la metatica como en la metodologa en general. El anli-

    sis legtimo de los varios discursos por ejemplo el discurso moral, elpoltico y el esttico es inconcebible si no est insertado dialcticamenteen el marco estructural apropiado de las determinaciones generales.Porque los discursos particulares resultan absolutamente ininteligibles sino se les capta comoformas especficas de la conciencia social. Es decir,como formas que estn constituidas histricamente, y por eso mismotransformadas histricamente, en estrecha conexin con las determina-ciones generales de la estructura social de la cual no pueden ser abstra-

    das especulativamente. Adems, est el hecho de que existe una esencialdimensin trans-histrica15 pero decididamente nosupra-histricapara todos esos discursos, como la hay tambin para el anlisis de la meto-dologa en general, ya que su estudio puede ser proseguido a lo largo de lahistoria humana en su totalidad, y sin embargo ese hecho frecuentementeignorado no hace ms que subrayar la importancia de insertarlos, con todolo mediados que puedan ser (como tiene que serlo inevitablemente el an-lisis de la metodologa), dentro de su marco estructural apropiadamente

    abarcante e histricamente definido.A pesar del carcter inevitablemente mediado de los problemas sobre

    el tapete, se nos hace necesario entrar en el estudio de los aspectos quesurgen de las determinaciones metodolgicas e ideolgicas de la pocadel capital. Es as porque resultan ser de suma pertinencia para nuestraspreocupaciones, en trminos no slo tericos sino adems prcticos.Porque no importa cun fuertemente en desacuerdo estamos, como cier-

    tamente tenemos que estarlo, con los principios metodolgicos e ideol-gicos de la tradicin terica inseparable del punto de vista del capital;estar plenamente conscientes de los vnculos de conexin y las continui-dades persistentes, en lugar de slo percibir las abiertas discontinuidades,constituye una condicin esencial para una apropiada comprensinhistrica, que resulta en s misma vital para la elaboracin de estrate-gias sociales y polticas sustentables a largo plazo. Eso significa que esindispensable centrarnos tambin en aquellos elementos de las teoras

    en cuestin que slo deben, y tienen que ser, aufgehoben; es decirdialcticamente reemplazados/preservados elevndolos a un nivel ms avan-zado histricamente, a fin de darles una utilizacin socialmente positiva.

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    Ello es particularmente importante en un perodo de transicin hacia unorden social histricamente viable. En otras palabras, ocuparse apropiada-

    mente de los problemas sobre el tapete constituye una contribucin para latan necesaria transicin a lo que Marx llam la forma histrica nueva,que resulta ser una caracterstica definitoria de nuestro tiempo literalmentevital. Sin duda, las soluciones concebidas desde la perspectiva del capital seamoldaban en el momento de su formulacin a algunos intereses socialesfundamentales, determinados estructuralmente, de acuerdo con la perspec-tiva del capital, y por consiguiente no pueden encajar en el marco de lanecesaria alternativa hegemnica. Sin embargo el hecho sigue siendo que

    las soluciones en cuestin han sido presentadas en respuesta a desafos his-tricos y determinaciones sociales objetivas muy reales que, en un sentidoverdaderamente importante, siguen formando parte de nuestra propiasituacin actual. Porque los desafos histricos objetivos no dejan de existir,ni pierden su fuerza, por el hecho de simplemente recibir desde un puntode vista estructuralmente parcializado ajustado a las premisas prcticasirreformables del capital el tipo de respuestas que resultan ser socialmen-te insustentables a largo plazo. Las cuestiones que la propia realidad socialreproduce constantemente, a pesar de recibir soluciones extremadamenteproblemticas incluso por parte de los ms grandes pensadores bur-gueses del pasado, slo pueden acentuar el peso y la continuada rele-vancia de los mismos problemas subyacentes. As, por sobre todas lascosas, los desafos objetivos que han persistido durante largo tiempoexigiendo respuestas histricamente viables, ejercen hoy da ms presinque nunca. Es se el verdadero tamao de nuestra tarea para el futuro.

    NOTAS

    1. Carlos Marx y Federico Engels, Collected Works (MECW), Vol. 5, InternationalPublishers, Nueva York, pp. 53-54.

    2. Por ejemplo, en la obra fundamental del gran escocs representativo de la Ilustracin,

    Adam Smith.3. Ver G.W.F. Hegel, Philosophy of Right(s/ed.), pp. 130-139.

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    4. Ver, Unificacin a travs del proceso de reproduccin material, el Captulo 7, msadelante.

    5. Adam Smith, Lectures on Justice, Police, Revenue, and Arms, in Herbert W.

    Schneider (ed.),Adam Smiths Moral and Political Philosophy, Hafner PublishingCompany, Nueva York, 1948, p. 320.

    6. Adam Smith, The Wealth of Nations, Adam and Charles Black, Edimburgo, 1863,p. 273.

    7. Ren Descartes, A Discourse on Method, Everyman Edition, Dent and Sons,Londres, 1957, p. XVI.

    8. Sir Lewis Namier, Vanished Supremacies: Essays on European History, 1812-1918,

    Penguin Books, Harmondsworth, 1962, p. 203.

    9. Ren Descartes, ob, cit., p. 49.10. Philosophy and the Crisis of European Man, en Edmund Husserl, Phenomenology

    and the Crisis of Philosophy, Harper & Row, Nueva York, 1965, p. 168.11. Ibd., p. 192. Ver el estudio de esos problemas en el Captulo 7.12. Lukcs sola recordar que cuando Max Scheler le estaba hablando con gran entusias-

    mo acerca del modo novedoso como Husserl enfocaba la filosofa centrndose en lareduccin fenomenolgica, y le deca que con la ayuda de ese mtodo era posible ana-lizar hasta al diablo y al infierno metindolos dentro del corchete metodolgicoapropiado, la irnica respuesta del filsofo hngaro fue s, haz eso, y cuando abras elcorchete tendrs que encararte con el propio diablo. Y fue eso precisamente lo que leocurri a Husserl en 1935, cuando buscaba a tientas alguna respuesta para la barbarienazi en su conferencia en Praga acerca de La filosofa y la crisis del hombre europeo.

    13. Ren Descartes, ob. cit., p. 50.14. Aunque no emplea la expresin estructura social, Hegel quiere reconocer de algn

    modo el papel determinante de las condiciones histricas dadas cuando escribe:resulta tan absurdo imaginar que una filosofa pueda sobrepasar a su mundo con-temporneo como lo es imaginar que un individuo saltar por encima de su propio

    tiempo, que saltar en Rodas (The Philosophy of Right, p. 11.) Pero emplea esa per-cepcin conciliadora en aras del cierre de la historia en la actualidad racional delpresente, idealizndola a travs del Espritu Mundial como el eterno presente.

    15. Platn y Aristteles constituyen grandes ejemplos de cun atrs se remonta en la his-toria la preocupacin por algunos aspectos importantes de los discursos moral, polticoy esttico, subrayando al mismo tiempo la importancia tanto de la dimensin transhis-trica como de la inescapable especificidad, histricamente limitada, de las visionesque ellos elaboraron.

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    poco a poco es la expectativa de resolver los problemas de la hu-manidad tan slo mediante el avance de la ciencia y la tecnologa de la

    produccin. Es decir, la expectativa de resolver los problemas identifi-cados sin ninguna necesidad de una intervencin significativa en el planode la propia estructura social de confrontaciones antagnicas.

    En ese sentido, nada tiene de accidental que, a partir de Descartes, lacuestin de cmo cumplir el dominio del hombre sobre la naturalezahaya sido atendida con inexorable intensidad y unilateralidad. En conse-cuencia, la tarea de la filosofa ha de ser definida aunada a la realizacinde ese objetivo. Como argumentaba Marx:

    Que Descartes, como Bacon, anticip una alteracin en la forma de la pro-duccin, y el sometimiento prctico de la naturaleza por el Hombre, comoresultado de la alteracin de los mtodos de pensamiento, resulta evidenteen su Discours de la mthode. Dice all: es posible [gracias a los mtodosque l introdujo en la filosofa] alcanzar un conocimiento muy til en la viday, en lugar de la filosofa especulativa que se ensea en las escuelas, encon-trar unafilosofa prctica mediante la cual, conociendo la fuerza y la accin

    del fuego, el agua, el aire, las estrellas, el firmamento y todos los demscuerpos que nos rodean con la misma precisin con la que conocemos lasdiversas destrezas de nuestros trabajadores, podamos emplearlas de lamisma manera en todos aquellos usos a los cuales se adaptan, y entonces

    convertirnos en dueos y seores de la naturaleza, contribuyendo as a la

    perfeccin de la vida humana. En el prefacio al Discurso sobre el comercio(1691), de Sir Dudley North, se declara que el mtodo de Descartes habacomenzado a liberar a la Economa Poltica de las viejas fbulas y nocionessupersticiosas acerca del oro, el comercio, etctera. En general, sin embar-go, para los primeros economistas ingleses sus filsofos fueron Bacon yHobbes, en tanto que en un perodo posterior el filsofopar excellence de laEconoma Poltica en Inglaterra, Francia e Italia fue Locke3.

    Al mismo tiempo, la cuestin estrechamente relacionada de cmo lesera posible a la humanidad alcanzar el dominio conciente de las condi-ciones materiales y humanas de la reproduccin social(en otras palabras:

    el dominio de los hombres sobre s mismos, es decir, sobre las condi-cionessociales de la existencia y el intercambio humano entre ellos)que inevitablemente tambin afecta, frustra y en definitiva hasta anula la

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    realizacin de la tarea ms limitada del dominio del hombre sobre la natu-raleza es ignorada por completo, o ms o menos subordinada mecnica-

    mente a la de cmo asegurar el autodesarrollo de la ciencia y la produccinmaterial, que en la realidad social establecida equivale a la obediencia aciegas a los imperativos del valor de cambio en autoexpansin.

    Dentro de esa perspectiva, los objetivos legtimamente factibles de laactividad humana tienen que ser conceptuados en trminos de progresomaterial mediante la agencia de las ciencias naturales, permaneciendo cie-gos a la dimensin socialde la existencia humana en trminos que no seanesencialmente funcionales/operativos y manipuladores. Porque una visinalternativa necesitara abandonar el punto de vista de la economa polti-ca, equivalente a la perspectiva del capital, que tiene que ver incluso en eltrabajo viviente nada ms que un factor material de la produccin.

    No es de extraar, entonces, que a lo largo de un lapso de varios siglos senos ofrezca constantemente la misma ideologa de orientacin cientfica,en tantas versiones diferentes, desde la concepcin cartesiana de la filoso-fa prctica y su objeto hasta los recientes postulados de la segunda y

    tercera revolucin industrial, la revolucin tecnolgica, la revolucinelectrnica y la revolucin de la informacin, como se argumenta en laParte Uno de mi libro sobre El poder de la ideologa4. Porque el comndenominador de toda esa diversidad es el deseo de hallar soluciones paralos problemas y deficiencias de la vida social identificados que estnsujetos a interpretaciones rivales y al conflicto inconciliable en las pers-pectivas estratgicas estrictamente dentro de los confines de la cienciay la tecnologa.

    Se supone que la racionalidad evidente en s misma de estas ltimashabla por s misma, y sus remedios estipulados por definicin (en virtudde su racionalidad tcnica o tecnolgica eminentemente indisputa-ble) excluyen la posibilidad de confrontaciones antagnicas y el peligrode un cambio social estructural fundamental.

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    BEHAVIORISTAS Y WEBERIANOS

    MIENTRAS ms nos acercamos al presente, y ms abiertamente afloran

    las contradicciones sociales bsicas, ms se acenta el carcter apologticode las teoras que se siguen identificando con la perspectiva del capital alservicio de s misma, que circunscribe la orientacin de la economa polticaburguesa. Su preocupacin principal asume formas cada vez ms manipu-ladoras y tecnocrticas. Como resultado, la idea misma de la escogenciahumana se torna extremadamente problemtica, hasta el punto de casialcanzar la insensatez, independientemente de las diferencias, muy dispu-

    tadas pero en realidad bastante superficiales, entre los varios pensadores.Un behaviorista como R.F. Skinner no vacila en descartar abiertamente

    la idea de la escogencia humana misma como una ilusin, a favor de supropio concepto manipulador, argumentando que

    Un organismo puede ser reforzado por se le puede hacer escogercasi cualquier estado de cosas establecido () A la decisin que voy atomar sola asignrsele al territorio de la tica. Pero ahora estamos estudian-

    do combinaciones similares de consecuencias positivas y negativas, ascomo condiciones colaterales que afectan el resultado, en el laboratorio.Hasta a unapaloma se le puede ensear autocontrolen alguna medida! Yese trabajo nos ayuda a entender la operacin de ciertas frmulas entreellas losjuicios de valor que el saber popular, la religin y la psicoterapiahan promovido en inters de la autodisciplina. El efecto observable de todadeclaracin del valor es la alteracin de la relativa efectividad de los reforza-dores. () El control interno no es ms que una meta externa. () si valo-

    ramos los logros y las metas de la democracia no podemos rehusarnos aaplicar la ciencia al diseo y construccin de los patrones culturales, aunquepodamos entonces encontrarnos en algn sentido en la posicin de los con-troladores [de Orwell]5.

    Sin embargo, el hecho de que escoger haya sido entrecomillado,mientras que la nocin de la autodisciplina de la paloma es tratada contoda seriedad, no debe ocultarnos la identificacin de las opiniones de

    Skinner con las de quienes estn ansiosos de incorporar algunos impera-tivos morales abstractos en pro de la deseada manipulacin tecnolgica.

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    El weberiano Robert Nisbet, por ejemplo, da por descontada la preo-cupacin por el logro racional y calculado de metas que, cada vez ms

    en nuestra sociedad, son metas autnomas y autojustificativas, y la con-trapone a un deseo vacuo e impotente de responsabilidad individual.Lo que resulta sumamente revelador en toda esa empresa, es que aun sies posible concebir que dicha responsabilidad individual sea marginal-mente operativa aunque no puede serlo en modo alguno, puesto que ala nocin en su totalidad, desprovista por completo de cualquier funda-mento real, tan slo la sostiene la fuerza de un deber ser impotente,de ninguna manera alterara las prcticas sociales dominantes que son

    aceptadas incondicionalmente por el autor. Porque, segn l:El progreso mismo de las tcnicas administrativas modernas ha creado unproblema en el mantenimiento y nutricin del pensamiento y la accin indivi-dual. () Gracias a su triunfo de la racionalidad, la administracin cientficaha reducido en mucho el espacio necesario, en mucho la friccin intelectual ymoral que debe poseer la individualidad tica si quiere prosperar. () Dichaadministracin, y todo lo que ella implica, puede demasiado a menudo disi-

    par la atmsfera informal y desafiante que la gente creativa necesita.Las determinaciones apologticas tras el vaco debe ser de Nisbet de

    una responsabilidad individual y una creatividad elitesca, quedan enclaro cuando l toca algunos factores sociales vitales, pero nada mscon el fin de exonerarlos de su responsabilidad bien real. Como l lo dice:

    Sin duda, la defensa militares el contexto de gran parte de la tecnologa delpresente, pero yo argumentara6 que los imperativos tecnolgicos han alcan-

    zado un grado tal deprimaca que no es probable que algn cambio en laescena internacional pueda hacerles contrapeso. La tecnologa modernaposeesus propias estructuras caractersticas,sus tendencias intrnsecas,suscdigos morales.

    Nisbet aborda de igual modo los graves problemas materiales y con-tradicciones sociales de los pases surgidos de los antiguos imperios colo-niales, que l describe con la vaciedad acostumbrada como culturas nooccidentales. No ve en su situacin apremiante en realidad, la condi-cin de una explotacin continuada de dimensiones asombrosas msque una dislocacin simblica con profundas consecuencias morales.

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    materiales del orden establecido, y define las tareas en trminos deconstruir un nuevo orden social bajo un liderazgo competente, que l

    identifica con los pocos acaudalados y educados9

    .Puesto que Mannheim da por asegurado al orden establecido, su preo-

    cupacin primordial est confinada al desarrollo de la conduccin delmtodo del valor democrtico, comogradualmente lo han venido consi-guiendo las democracias anglosajonas10.

    Y la esencia cnicamente manipuladora de su estrategia educativacientfica se pone al descubierto cuando propugna un tipo de ilustra-

    cin para aquellos que estn destinados a desempear el papel del lide-razgo competente, radicalmente diferente del de simple hombre

    si nuestra democracia del presente llega a la conclusin de que ese marco mental [es

    decir, el postulado socialmente vacuo que anteriormente l propugn para fortale-

    cer los poderes intelectuales del ego11] resulta indeseable, o de que es impractica-

    ble o todava no factible all donde estn involucradas las grandes masas, debemos

    tener el valorde incorporar ese hecho en nuestra estrategia educativa. En este caso

    deberamos admitir y fomentar, en ciertas esferas, los valores que influyen directa-

    mente en las emociones y lospoderes irracionales del hombre, y al mismo tiempo

    concentrar nuestros esfuerzos en la educacin para la percepcin racional,all donde

    ello est dentro de nuestro alcance [es decir, seguimos favoreciendo a los pocos

    acaudalados] . () La solucin me parece que est en un tipo degradualismo en la

    educacin, que reconozca etapas de entrenamiento en las que hallen su lugar apro-

    piado tanto el enfoque irracionalcomo el racional. Algo de esa visin haba en el

    sistema planificado de la Iglesia Catlica, que trataba de presentarle la verdad al

    hombresencillo a travs de imgenes y los procesos dramticos del ritual, e invitabaal educado a encarar esa misma verdad en el nivel de la argumentacin teolgica12.

    As, de nuevo, la empresa del socilogo cientfico tiene como objeti-vo la produccin del necesario consenso y compromiso y la concilia-cin de las valoraciones antagnicas13 mediante el diseo de unatcnica para llegar a un acuerdo en torno a las valoraciones bsicas14 yun mecanismo de coordinacin y mediacin de los valores15. La posibi-lidad de que los antagonismos sociales no sean meramente diferencias enla valoracin (suspendida en el aire sutil) que sern puestas bajocontrol por la institucionalizacin de las imgenes y rituales irracionales,

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    bles de ese mismo horizonte de orientacin cientfica a travs de las dife-rentes fases del desarrollo histrico del capital. Porque la que ha sido

    expulsada necesariamente desde el propio inicio de ese desarrollo es laposibilidad de cambios sociales radicales que podran socavar los dicta-dos materiales espontneamente impuestos del capital.

    Toda mejora legtima tiene que ser perfectamente contenible dentro delos parmetros estructurales de dichos dictados, y cuanto est por fuerade ellos, o apunte ms all de ellos, queda ipso facto ocultada del horizonteintelectual burgus, puesto que no puede ser amoldada a las premisasmateriales de la sociedad establecida.

    Y puesto que las prcticas productivas dominantes estn aunadas indi-solublemente a las prcticas de las ciencias naturales bajo el rgimen dela lgica del capital, los intereses materiales del valor de cambio en auto-expansin y los intereses ideolgicos de la definicin del mejoramientosocial en sus trminos coinciden necesariamente, reduciendo el impor-tantsimo concepto de control sociala conformidad con las presuposicio-nes e imperativos estructurales del orden establecido.

    Es precisamente esa coincidencia de los dos intereses fundamentales dela expansin productiva a travs de la ciencia, por una parte, y la confor-midad ideolgica con los requerimientos de la concepcin del mejora-miento social tan slo en esos trminos predeterminados por lo materialy socialmente contenibles, por la otra con su poderoso impacto sobrela ayuda a la perpetuacin del dominio del capital, lo que hace alpunto de vista de la economa poltica de orientacin cientfica a lo

    largo de su prolongada historia.

    NOTAS

    1 Carlos Marx, Capital, Vol. 1, p. 390.2 Kant, Critique of Pure Reason, p. 476.3 Carlos Marx, Capital, Vol. 1, p. 390.

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    CAPTULO 2LA TENDENCIA GENERAL AL FORMALISMO

    FORMALISMO Y CONFLICTIVIDAD

    A PRIMERA vista esta tendencia resulta por dems sorprendente, puestoque est aunada, como acabamos de ver, al punto de vista de la economapoltica en su orientacin programtica hacia las metas materiales/expan-sionistas de los logros productivos (definidos tecnolgicamente).

    Pero no obstante, estamos ante las manifestaciones ms variadas delformalismo, desde la fundamentacin axiomtica (modelada sobre lageometra analtica) que Descartes quiere darle a su filosofa prcti-

    ca, pasando por el postulado que hace la Ilustracin de la conformidadcon las leyes formales de la razn, hasta llegar al reduccionismo feno-menolgico riguroso de Husserl, por no mencionar las arbitrarias cate-gorizaciones del pensamiento por parte del positivismo lgico.

    Para hacer las cosas ms desconcertantes an, a veces hasta asistimos aesfuerzospolticamente genuinos por escapar de la camisa de fuerza delpunto de vista de la economa poltica y la individualidad aislada, motiva-dos por un compromiso hondamente sentido ante la injusticia flagrante yel sufrimiento humano, que, sin embargo, siguen estando atrapadosfilo-sficamente por el formalismo abstracto del horizonte general dentro delcual se constituy originalmente el pensamiento de esos filsofos. Bastepensar al respecto en el ejemplo particularmente revelador del monu-mental intento de Jean-Paul Sartre por hacer inteligible el proceso de latotalizacin en la historia real, en su marxisante Crtica de la razn dia-lctica. Porque, a pesar de los esfuerzos conscientes del autor, su obra

    permanece bloqueada en el nivel de las estructurasformales de la histo-ria (en expresin de Sartre), y no puede asir los aspectossustantivos dela dinmica histrica.

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    La explicacin de esa conjuncin paradjica entre las determinacionesmateriales capitalistas y el formalismo filosfico resulta, de nuevo, incon-

    cebible si no se ponen de relieve las funciones ideolgicas histricamenteespecficas de los numerosos sistemas tericos que comparten, y a su pro-pia manera apoyan activamente aunque en modo alguno siempre aconciencia la base social inherentemente antagnica. Porque la fun-cin primordial del formalismo (determinado por lo social y afincado enlo material) con el que nos encontramos en las ms variadas concepcio-nes del mundo burguesas, es lograr un cambio conceptual de envergadu-ra. El corolario ideolgico de dicho cambio es transferir los problemas y

    las contradicciones de la vida real, de su plano social dolorosamente real,a la esfera legislativa de la razn formalmente omnipotente, trascen-diendo as, idealmente, en trminos de los postulados formales univer-salmente vlidos, la conflictividad real; o, cuando la superacin generalde las contradicciones y antagonismos antes prevista ya no sigue siendoadmisible, transformarlos en conflictos del ser como tal formalistamen-te dicotomizados y ontolgicamente insuperables, como en el caso delexistencialismo moderno.

    PARA entender el significado de esas mistificadoras transformacionesconceptuales de la conflictividad real, debemos relacionarlas con su basematerial histricamente especfica. Porque en las races de las teorizacio-nes formalistas y las racionalizaciones ideolgicas del mundo del capitalhallamos el perverso formalismo prctico del modo de produccin capi-

    talista, con sus imperativos estructurales y sus determinaciones de valorabstractas/reductoras.

    Ms an, lo que es importante tener en mente es que la tendencia for-mal a la universalidad impuesta en la prctica, que constituye una delas principales caractersticas definitorias de ese modo de produccin,apuntala directamente en el plano de la conciencia social tres interesesideolgicos vitales:

    1) La transformacin abstracta/reductora de las relaciones humanasdirectas en conexiones materiales y formales cosificadas, simultneamen-te mediadas y oscurecidas por las mediaciones de segundo orden del sis-

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    tema productivo y distributivo capitalista, formalmente jerarquizadas ylegalmente protegidas. Las rupturas prcticas y las separaciones formales

    de la produccin de mercancas generalizada, con su inexorable tenden-cia a la universalidad equivalente, en el ltimo anlisis, a constituirun modo de dominacin histricamente nico, al que ninguna sociedadde este planeta puede escapar, se pueden identificar:

    a) en la alienacin al trabajo viviente de las condiciones de la actividadproductiva resuelta, y su conversin en trabajo muerto o cosificadocomo capital;

    b) la expropiacin y conversin de la tierra en mercanca alienable (ovendible), y la determinacin formal de su parte legtima, comoarriendo, en el sistema general de la produccin capitalista; y

    c) la extensin universal de los imperativos deshumanizadores de la pro-duccin e intercambio de mercancas sobre todas las reas del inter-cambio humano, incluidos los reguladores espirituales tradicionalesdel metabolismo social. Todo esto se ve rodeado, sancionado, protegi-do en su carcter aparte formal, y ms o menos controlado por un sis-

    tema legal formalmente codificado, ejercido por los varios rganosdel Estado capitalista, para as adaptarse, y fortalecerlo, al forma-lismo prctico subyacente del propio sistema productivo.

    2) La articulacin formalmente consistente y la difusin general de lasigualdades (o equivalencias) requeridas:

    a) por el funcionamiento prctico del mecanismo productivo y distri-butivo del capital;

    b) por el desarrollo global del sistema del capital mediante la afirma-cin de su irresistible universalidad (que constituye, por supuesto,una seudouniversalidad, ya que es una formacin histrica estricta-mente determinada y limitada, que tiene que reclamar para s elestatus de eterna validez); y

    c) la legitimacin ideolgica de la produccin generalizada e intercam-bio de mercancas como el solo y nico sistema social inobjetable,

    sobre la pretendida fundamentacin de que regula el intercambio detodos los individuos basndose en la igualdad, en concordancia

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    con los Derechos del Hombre. (Y, por supuesto, en conformi-dad con esto ltimo, se conviene sobre la base de la pretensin

    doblemente afortunada y conveniente que la codificacin capita-lista de los Derechos del Hombre no slo se deriva directamentede las reglas formales de la Razn misma, sino tambin que est enperfecta sintona con las determinaciones ms profundas de lanaturaleza humana como tal.)

    3) La eliminacin, a la vista, de la dimensin histrica de la vida socioe-conmica tanto en direccin al pasado como al futuro gracias a la per-versa metamorfosis categorial resultante de las prcticas abstractas/reductoras, y slo en un sentidoformaligualadoras, que prevalecen en losintercambios materiales mismos y, al mismo tiempo, hallan sus equivalen-cias conceptuales mistificadoras en el nivel de la teora filosfica y social.

    * En consecuencia en vista del hecho de que el concepto de cambiosocial radical (especialmente si se le formula con referencia a la escalaglobal, lo que acarrea la necesidad de afrontar las grandes complejidadesy la disparidad de desarrollos de muchas sociedades diferentes pero

    profundamente interconectadas) resulta simplemente inconcebible sin elcarcter dinmicamente abierto del futuro, la reduccin de la tempora-lidad a la contigidad del presente extingue ipso facto en esas teoras laposibilidad de transformaciones estructurales fundamentales.

    * Lo que se nos ofrece, en cambio, como la nica perspectiva viable,son las medidas parciales o por cuentagotas de los ajustes manipulado-res y los correctivos afinadores dentro del marco general del capital,

    en conformidad con la presentizacin unidimensional de la temporali-dad como el eterno presente.

    * Por consiguiente, toda accin que no pueda ser cumplida dentro delos horizontes atemporales de dicha contigdad convenientementemanipuladora, sino que recurra, por el contrario, a la perspectiva his-trica de un cambio estructural de desenvolvimiento progresivo, contodas sus mediaciones necesarias y su correspondiente escala temporal,se ve descalificada a priori sobre la base de la racionalidad formalestipulada por las caractersticas funcionales centrales del marco socio-econmico establecido.

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    consistencia lgica, y trasladados formalmente al terreno aparte delemotivismo (bajo una variedad de nombres similares), con la misma

    confianza en s mismo solipsista con la que Fichte respondi a las objecio-nes de que los hechos contradecan a su teora diciendo: umso schlimmeres fr die Tatsachen1.

    Como resultado, una vez que las ilusiones de la Ilustracin son deja-das atrs histricamente y enterradas como meras ilusiones por los segui-dores de esa misma tradicin filosfica que originalmente las propuso,presenciamos desarrollos verdaderamente asombrosos. Porque en elsiglo XX hasta los contenidos ms atroces pueden ser amoldados sin difi-cultad dentro del marco categorial neutral de esa filosofa, con tal deque la inhumanidad sustantiva de las proposiciones propugnadas seamanejada con la adecuada consistencia formal.

    En ese respecto hay ejemplos que recordar a montones, desde la reco-mendacin neopositivista y emotivista tica de Bertrand Russell deatacar a la Unin Sovitica con armas nucleares siempre y cuandopodamos hacerlo sin peligro de autodestruccin (de la que despus se

    arrepinti y, para su honor, denunci con gran pasin), hasta los concep-tos anestsicos (del tipo daos colaterales), las analogas del teatromilitar pulcramente formalizadas y las simetras escalatorias arbitraria-mente estipuladas de la teora de juegos.

    Sin duda, dadas ciertas presuposiciones, tiene sentido, en el nivel dela consistencia formal, sugerir que es mejor exterminar solamente unadcima parte de la humanidad que la totalidad de ella. Sin embargo, lo

    que se deja fuera de consideracin en recomendaciones como sa es lamonstruosidad de las propiaspresuposiciones materiales que se dan pordescontadas es decir, la aceptabilidad de la destruccin de cientos demillones de seres humanos, como si se tratase de una calamidad naturalinevitable, en lugar de concentrarse en cmo eliminar las causas deldesastre previsto, pero permanece oculta tras la fachada de proporcio-nalidad formal eminentemente sensible. En verdad, no obstante, cual-quier sistema de pensamiento que pueda abstraerse, en el curso de sus

    deducciones formales elaboradas, de sus necesarias, aunque no explci-tas presuposiciones materiales, o pretenda ser capaz de transferirlas

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    a un terreno de las emociones por separado, slo puede conducir a laarbitrariedad total en materias de tal importancia, literalmente vital.

    El problema est en que las presuposiciones materiales o sustantivas encuestin concernientes a los objetivos humanos resultan inherente-mente cualitativas en sus determinaciones. El absurdo intento del utili-tarismo de reducir esas cualidades humanas concretas a cantidadesabstractas, para as poder aplicarles su medida de la proporcionalidadcomo la base de los juicios de valor, est modelado sobre las relacionesde valor formales/reductoras universalmente afirmadas del capital. Conuna diferencia significativa, sin embargo. Porque el capital posee en lafuerza de trabajo cuantificable una base objetiva para la operacin exito-sa de su medida, y resuelve en la prctica el problema de la inconmen-surabilidad ponindolo todo bajo un comn denominador dentro delmarco estructural de un sistema de dominacin y subordinacin materiallegalmente salvaguardado.

    Por el contrario, la aplicacin utilitaria del procedimiento reductor ycuantificador del capital a la esfera filosfica de los juicios de valor carece

    de una fundamentacin objetiva. Porque si bien a la sociedad de la mercan-ca no le representa ninguna dificultad regular, sobre una base cuantitativaabstracta, las variedades cualitativamente inconmensurables de placerque se pueden comprar en una galera de arte (o en un burdel), a lo que lesson aplicables, como a casi cualquier otra cosa, las mismas reglas prcti-cas de cosificacin y explotacin, la cosa se torna muy distinta cuando setrata de convertir esas transacciones en el modelo del discurso moral.

    En consecuencia, la arbitrariedad constituye un rasgo resaltante de eseenfoque desde su momento inicial. No puede ofrecer ms que una racio-nalizacin ideolgica de las relaciones de poder material establecidas,aunque en sus primeras versiones todava estaba aunada a algunas ilusio-nes liberales. Su vaga retrica acerca de la mayor felicidad para lamayor cantidad es, por supuesto, rotundamente vacua como criteriopara evaluar acciones, independientemente de las virtudes de la exacti-tud cientfica que se le pretende conceder a veces.

    Sin embargo, lo que resulta ideolgicamente ms significativo es lanaturaleza misma de la orientacin utilitaria en s. Porque la aplicacin

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    de su criterio de evaluacin abstracto/cuantificador no puede ms queocultar a la vista la modalidad fundamental ineludiblementesustantiva

    y cualitativa del intercambio humano (y la correspondiente distribu-cin de la felicidad) en la sociedad capitalista, a saber, la dinmica de ladominacin y lasubordinacin.

    Obligadamente, los conjuntos de valores en contienda surgen, y losgrupos sociales que los sostienen combaten para imponer sus pretensio-nes rivales, dentro del marco prctico, jerrquico, sustantivo y cualitativode esa dominacin y subordinacin. Pero es precisamente tal articulacinestructural histricamente especfica y tangible de las condiciones socioe-conmicas del discurso moral, la que desaparece bajo el carcter cuanti-tativo abstracto de los nmeros utilitarios (no importa cun grandes opequeos) a los que se ven convenientemente reducidos tanto los domi-nadores como los explotados como meros individuos.

    LA influencia directa del utilitarismo en el neopositivismo resulta aqu

    de importancia secundaria, ya que nuestro inters primordial est puestoen los propios procesos socioeconmicos abstracto/reductores que lasdistintas tendencias filosficas reflejan de una u otra manera.

    Puesto en trminos generales, lo que importa realmente es que su abs-traccin de las determinaciones cualitativas/sustantivas le abre las puertashasta a la forma de arbitrariedad ms extremada, ya que la base materialsobre la que podran afincarse las reglas formales ha sido abandonada.Las reglas mismas a menudo son anunciadas ad hoc, como lo requiera laconveniencia, y su pretendida consistencia y autonoma es demostradacon la ayuda de meras analogas, en ausencia de una fundamentacin sus-tantiva asumida abiertamente que pudiese ser sometida a prueba.

    Mientras ms nos acercamos al presente ms perversas se tornan lasmanifestaciones de esa tendencia. Al final del camino, la obscenidad delpensamiento estratgico, que trata la cuestin de la supervivenciaen trminos de algn juego (cuyas reglas formales son mostradas,

    con fro desapasionamiento autolaudatorio, en el teatro de guerraeuropeo o en cualquier otro teatro), ilustra grficamente la desinte-

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    gracin moral e intelectual de un modo de razonamiento slo sustentadopor deducciones circulares y analogas arbitrariamente estipuladas2.

    Por ende, la tendencia pronunciada (y, mutatis mutandis, a travs de lalarga historia de la tradicin filosfica burguesa reconocible) a divorciarformalmente a las categoras de su base social, y convertirlas en discur-sos autorrerefenciales, regidos por reglas formales que permiten lamayor arbitrariedad respecto a las contenidos categoriales mismos, esoriginada, y contina siendo reproducida en forma cada vez ms extrema,por intereses ideolgicos claramente identificables.

    LA AFINIDAD ESTRUCTURALDE LAS INVERSIONES PRCTICAS E INTELECTUALES

    SIN embargo, es importante subrayar aqu que las determinacionesmateriales e ideolgicas que nos ocupan afectan no slo las articulacionesintelectuales ms o menos sistemticas de las relaciones sociales estable-cidas, sino adems a la totalidad de la conciencia social. La racionalidad

    formal que es idealizada (y fetichizada) en el discurso terico dominan-te como si se tratase de un avance intelectual que se genera a s mismo,de hecho encaja a la perfeccin en los procesosprcticos de abstraccin,reduccin, compartimentacin, equivalencia formal y dehistoriacinque caracterizan al establecimiento y consolidacin del metabolismosocioeconmico capitalista en su totalidad.

    As, los filsofos que tratan de deducir la estructura social y la maqui-

    naria institucional/administrativa del capitalismo moderno a partir delespritu del clculo racional, etctera, ponen la carreta delante de losbueyes y representan el mundo del capital de manera invertida, en con-cordancia con el punto de vista de la economa poltica. Porque la meto-dologa de esta ltima tiene que tratar al resultado histrico exitosamentealcanzado (o sea, la autoalienacin del trabajo y su conversin en capi-tal) como el punto departida evidente en s mismo e inalterable (es decir,caractersticamente dehistorizado).

    En ese sentido, las varias transformaciones e inversiones tericas con lasque nos encontramos en el transcurso del desarrollo filosfico burgus, no

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    Y NO obstante, todas esas irracionalidades socialmente especficas, apesar de la predisposicin subjetiva de quienes las originan, son, a su pro-

    pia manera tan peculiar, a la vez racionales y representativas. Es as por-que surgen necesariamente de un basamento socioeconmico cuyasdeterminaciones estructurales fundamentales son compartidas, y percibi-das de una forma caractersticamente pero en modo alguno caprichosa-mente distorsionada, por todos los involucrados, sean ellos destacadosfilsofos, economistas, cientficos polticos, y otros intelectuales, o bienslo participantes espontneos en el sentido comn prevaleciente de lacotidianeidad capitalista.

    Ciertamente, no es posible hacer inteligible la hegemona de la ideo-loga dominante en trminos de su pretendido poder autnomo. Nisiquiera si se est dispuesto a atribuirle un abanico de instrumentosmaterialmente ilimitado y diablicamente perfeccionado. Antes bien, elrgimen normalmente preponderante de la ideologa dominante slopuede ser explicado en trminos de la base existencial compartida a queacabamos de referirnos. Porque las inversiones prcticas constantemente

    reproducidas que genera el sistema socioeconmico establecido parael cual las varias manifestaciones tericas e instrumentales de la ideologadominante contribuyen activamente en el nivel apropiado constituyen,en la paralizante contigidad de su materialidad ineludible, la determina-cin ms fundamental en ese respecto.

    En verdad, slo la profunda afinidad estructuralentre las inversionesprcticas y las intelectual/ideolgicas puede hacer inteligible el enormeimpacto de la ideologa dominante sobre la vida social. Un impacto que enel mundo real resulta incomparablemente ms extendido de lo que cabaesperar del tamao relativo de sus recursos directamente controlados, ydespliega sin impedimentos la influencia de la ideologa dominante sobrelas vastas masas del pueblo en forma de capacidad para predicarles a losconversos, de ser se el caso, bajo circunstancias normales. Y de modoparecido, el derrumbe repentino de las formas ideolgicas y las prcti-cas institucionales antes dominantes, experimentado histricamente en

    ms de una ocasin (aunque de ninguna manera necesariamente perma-nente, o siquiera duradero), bajo las circunstancias de una crisis de enver-gadura, slo puede hallar explicacin en la parlisis efectiva de las

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    inversiones prcticas, de otro modo materialmente sustentadas y espont-neamente reproducidas, como resultado de la crisis en cuestin.

    LA CONCILIACIN DE LAS FORMAS IRRACIONALES

    A FIN de comprender mejor esa intrincada relacin entre las inversionesprcticas mistificadoras, las transformaciones abstracto/reductoras ylas equivalencias formales absurdas, por una parte, y sus conceptuacionestanto por parte del sentido comn ordinario como de las sofisticadassntesis terico/ideolgicas, por la otra, consideremos algunos de los princi-pales reguladores del metabolismo socioeconmico capitalista.

    En ese respecto, quiz en ninguna otra parte resulte ms ostensible lairracionalidad que nos ocupa que en el establecimiento de conexiones es-purias de igualdad formal entre entidades cualitativamente diferentes que,prima facie, nada tienen que ver en lo absoluto las unas con las otras.Como lo expone Marx en una parte bastante difcil pero muy importantede El capital:

    La relacin de una porcin del plusvalor, del arriendo () con la tierra esen s misma absurda e irracional, porque las magnitudes que aqu estamosmidiendo la una frente a la otra son inconmensurables un valor de usoparticular, un pedazo de tierra de muchos por muchos pies cuadrados, poruna parte, y el valor, especialmente el plusvalor, por la otra. Eso noexpresa, de hecho, otra cosa que, bajo las condiciones dadas, el propietariode tantos pies cuadrados de tierra le permite al arrendatario arrancar una

    cierta cantidad de trabajo no pagado, que el capital que se revuelca en esospies cuadrados como un cerdo entre las patatas, ha realizado. Peroprimafacie la expresin sera la misma si uno quisiese hablar de la relacin entre unbillete de cinco libras y el dimetro de la Tierra.

    Sin embargo, la conciliacin de las formas irracionales en las que ciertasrelaciones econmicas aparecen yse hacen valer en la prctica no tiene quever con los agentes activos de esas relaciones en su vida diaria. Y puestoque stos estn acostumbrados a movilizarse de un lado a otro en esas rela-ciones, no encuentran ningn misterio en ellas. Se sienten tan ensu casa,como el pez en el agua, entre las manifestaciones, que estn separadas de

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    sus conexiones internas y resultan absurdas cuando se aslan por s mismas.Lo que Hegel dice con referencia a ciertas frmulas matemticas es aplica-

    ble aqu: lo que al sentido comn ordinario leparece irracionales racional, ylo que leparece racionales en s irracional3.

    As, la irracionalidad del sentido comn, a la que las mistificacionesideolgicas sistemticas pueden adherirse fcilmente, nace del mismosuelo que las conceptuaciones sofisticadas que constantemente refuer-zan a diario la conciencia de sus prejuicios absurdos. Ms importantean, en el contexto presente, cabe destacar que la absurdidad prcticaque constituye su basamento comn se corresponde simultneamen-

    te tambin con la nica racionalidad y normalidad factible del ordenestablecido, como queda de manifiesto en los reguladores ms vitales desu metabolismo socioeconmico como un todo.

    Necesariamente, la irracionalidad prctica de la separacin de las mani-festaciones de sus conexiones internas constituye un aspecto importantede ese sistema de reproduccin social. Pero los factores materiales claveno pueden permanecer por mucho tiempo, y no lo hacen, suspendidos en

    su separacin irracional. Porque si as lo hiciesen resultara totalmenteimposible ejercer las funciones metablicas esenciales, y en consecuenciatoda la estructura erigida sobre ellas se derrumbara.

    Por eso la exitosa conciliacin de las formas irracionales mencionadapor Marx es un requerimiento elemental del sistema del capital desde sucomienzo mismo, y contina sindolo a lo largo de su prolongada historia.Para decirlo de otra manera, el sistema regulador del capital, dinmico

    pero inherentemente problemtico e irracional, sigue siendo viable slohasta tanto sus formas irracionales puedan ser conciliadas exitosamenteunas con otras en la viabilidad del proceso de reproduccin social mismo.

    En definitiva, es la eficacia prctica del capital social totallo que concilialas formas irracionales y supera operacionalmente su separacin. El capi-tal social total no es, al contrario de lo que afirman algunas tergiversacio-nes, una abstraccin terica (o un tipo ideal), sino una substanciasocial bien real. Se manifiesta y se hace valer objetivamente, como el regu-

    lador final del metabolismo socioeconmico, mediante una multiplicidadde prcticas productivas, distributivas y administrativas coherentemente

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    articuladas aunque, por supuesto, inmanentemente antagnicas bajomuchos de sus aspectos y las instrumentalidades correspondientes.

    Adems, como lo veremos en un momento, la totalidad del trabajo esigualmente incorporada al capital social total, si bien en una formanecesariamente cosificada.

    Las mismas consideraciones concernientes al imperativo conciliadorobjetivamente fundamentado son aplicables tambin a la evaluacin delas varias teoras. Porque una inspeccin ms de cerca revela que losaspectos conciliadores claramente identificables de todas las filosofasconcebidas desde el punto de vista de la economa poltica del capitalbien sea que pensemos en el sistema hegeliano o en algunas teoras delsiglo XX no son, ms o menos en extenso, aberraciones de los pensa-dores en cuestin. Por el contrario, constituyen los parmetros ideol-gicos definitivos y absolutamente incorregibles de toda la tradicinfilosfica, y estn marcados por los lmites objetivos y los imperativosestructurales insuperables del propio orden socioeconmico establecido.

    Naturalmente, esos imperativos estructurales resultan interiorizados

    y conceptualmente transformados por los pensadores que los adoptancomo las premisas naturales (en todo caso no mencionadas), queconstituyen el fundamento de su sntesis y evaluacin de la totalidadsocial establecida.

    Dada la naturaleza de las premisas objetivas sobre cuya base se levan-tan las conceptuaciones tericas totalizadoras, lo que encontramosaqu es, de nuevo, un equivalente funcional de la generalidad homo-

    geneizadora del capital social total, aunque en filosofa se le traslada ala universalidad abstracta de la razn, bajo la cual todo debe sersubsumido, o de lo contrario verse excluido del discurso racionalcomo tal.

    HAY que destacar, sin embargo, que el requerimiento bsico que surgedel piso social, vis--vis la teora filosfica, no necesita de otra restriccin

    que la exigencia de producir una adecuada conciliacin de las propiasformas irracionales, y hacerlo de manera que resulte ser factible bajo lascircunstancias prevalecientes. La realizacin de esa tarea no implica

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    necesariamente, en todas las ocasiones, la autoidentificacin positiva cons-ciente de los filsofos involucrados con los estrechos intereses de clase

    encarnados en esas formas. Lo que los intelectuales tienen que encarar demanera directa es el imperativo de contribuir directamente a la concilia-cin de las formas, en trminos de la cual podamos darles sentido a todoslos principios prcticos reguladores del metabolismo social del capital.

    Puesto que tales principios reguladores se hacen valer en la prcticaprescindiendo de que les gusten o no a los filsofos particulares, y dadoque la empresa terica de darles sentido a las formas irracionales no traeconsigo ipso facto la aceptacin entusiasta de su esencia deshumanizado-ra, en las figuras representativas de ese enfoque puede coexistir subjeti-vamente un grado considerable de crtica en lo referente a los detallesreconocible, entre otras, en todo el llamado anticapitalismo romnti-co con su positivismo acrtico, en cuanto concierne a la tarea gene-ral de la conciliacin de las formas irracionales.

    En este respecto, la separacin formalista de las categoras de su basa-mento social es una aliada paradjica de la crtica parcial, ya que for-

    talece las ilusiones de autonoma e independencia intelectualvis--vis la realidad perversa del mundo real.

    Slo en situaciones de intensa confrontacin de clases se ve borrado enla prctica ese margen de crtica, transformando la conexin, en origenaltamente mediada, entre la conciliacin filosfica de las formas irraciona-les y los intereses de clase correspondientes en manifestaciones directas(a veces incluso abiertamente profesadas) de apologtica social.

    HOMOGENEIZACIN FORMAL/REDUCTORAY EQUIVALENCIA DEL VALOR UNIVERSAL

    ES aqu donde podemos apreciar realmente la importancia de las deter-minaciones formalizadoras del capital, tanto en la contigidad de losintercambios socioeconmicos como en sus complejas racionalizacionesen el plano de la filosofa y la teora social.

    Desde el punto de vista del capital como regulador general del metabo-lismo social, el asunto primordial es la transformacin reductora de la

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    variedad, potencialmente infinita, de valores de uso en valoruniformementemanipulable, sin el cual no sera posible establecer y reproducir las ubicuas

    relaciones de intercambio de la produccin de mercancas generalizada.Significativamente, entonces, hasta que el proceso prctico de abstrac-

    cin reductora y equivalencia formal no llega a su difusin general en eltranscurso del desarrollo capitalista, abarcando al trabajo viviente comouna mercanca tan mercanca como todas las dems a las que el trabajoprima facie absurdamente ha sido equiparado, el significado racionalde esa prctica de equivalencia de los valores generalizada continaresultando totalmente ininteligible para quienes tratan de darle sentido,no importa cun penetrante haya sido su visin en otros respectos.

    Las dificultades inherentes a los problemas a que aqu hacemos referen-cia derrotaron incluso a gigantes de la filosofa como Aristteles, quien fueel primero en analizar tal cantidad de formas, sean del pensamiento, lasociedad o la naturaleza, y entre ellas tambin la forma del valor4.

    La situacin misma de Aristteles es bastante paradjica. Porque, poruna parte, su posicin filosfica no le impone la conciliacin de las for-

    mas irracionales a la que no puede escapar nadie que comparta elpunto de vista de la economa poltica del capital. Por otra parte, sinembargo, tampoco le ofrece la perspectiva desde la cual podra estimar elinmenso potencial dinmico de las relaciones de valor ubicuamente pre-valecientes, ni siquiera en una forma unilateral y caractersticamente dis-torsionada, como s lograron hacerlo los economistas polticos en unaetapa muy posterior del desarrollo.

    As, en lugar de intentar la conciliacin terica de las contradiccionesque percibe, Aristteles concluye sus reflexiones sobre el problema mis-tificador del valor insistiendo un tanto ingenuamente en que resulta

    en realidad imposible que tales cosas dismiles puedan ser conmensurables, esdecir cualitativamente iguales. Una equivalencia as no puede ser ms quealgo extrao a su naturaleza real, en consecuencia tan slo un sucedneopara propsitos prcticos5.

    Al mismo tiempo, no obstante, en el lado positivo, la edad de la ino-cencia de Aristteles, en lo que concierne al todava mnimo domi-nio del capital, le permite aprehender las muchas formas que l analiza

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    como inseparablemente asociadas con lasubstancia, su categora bsica,en tanto que la tendencia fundamental de la filosofa burguesa es, por el

    contrario, la transformacin reductora de las relaciones sustantivas contodas sus determinaciones cualitativas, no importa cun variadasen conexiones categorialesformales.

    En realidad la prctica socioeconmica perversa pero bien real de lasmetamorfosis formales reductoras, que produce la conmensurabilidaduniversalno como un sucedneo para propsitos prcticos ms omenos fortuitos, sino, por el contrario, como la ley ineludible y omniabar-cante de los intercambios materiales e intelectuales simultneamentehace tambin que la gente se vuelva acostumbrada a funcionar, con efica-cia operacionalnormalmente inalterada, dentro del marco de las equi-valencias que en verdad igualan la absurdidad de correlacionar billetesde cinco libras con el dimetro de la Tierra. La nica racionalidad que elcapital necesita y por supuesto, tambin dictamina e impone con xitoes precisamente la racionalidad operacionaly estrictamente econmicade los individuos involucrados en el proceso de su reproduccin ampliada,

    sin importar las consecuencias.En el transcurso del desarrollo histrico, las reglas prcticas vitales de

    esa racionalidad operacional (o funcional) se hacen valer mediante lairracionalidad sustantiva de la subsuncin directa de los valores de uso bajo(y su dominacin por) el valor de cambio. Ms an, las contradiccionesinsuperables implicadas en esa relacin no necesitan, en absoluto, produ-cir ninguna complicacin o aprehensin, gracias al marco prctico de lasequivalencias formales ubicuas en las que los propios individuos particu-lares adecuadamente reducidos estn insertados, como mercancas oalgn tipo de valores de cambio. Un marco que cumple la homogenei-zacin formal y la equivalencia abstracta de la mayor de las diversida-des, incluida la conversin en mercanca del trabajo humano, los deseos,las aspiraciones, etctera. Un marco universal de cosificacin formalmen-te consistente que los individuos no slopueden sino en verdad tienenque dar por hecho.

    As, la conciliacin de las formas irracionales al ocultar su irracio-nalidad sustantiva y su inconmensurabilidad bajo la eficacia operacional,preponderante en la prctica, de la racionalidad formal, que se abstrae

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    radicalmente de todos los aspectos irrelevantes (es decir,sustantivos/cualitativos/inigualables) de las correlaciones instituidas es en primer

    lugar la tendencia espontnea de los propios procesos socioeconmicosreductores y homogeneizadores.

    La contribucin especial conciliadora de los varios filsofos que articu-lan sistemticamente el punto de vista de la economa poltica surgesobre la base de esos procesos materiales. La importante funcin ideol-gica que las filosofas y las teoras sociales deben cumplir consiste en ele-var la ya cumplida ruptura de la racionalidad formal, desde su basesustantiva hasta el nivel de las determinaciones categoriales eternas.

    Para cumplirla, tienen que construir sofisticadas redes y desde Kanthasta Max Weber ostensiblemente diferentes de racionalizacin eter-nizadora, en concordancia con las condiciones histricas cambiantes dela autorreproduccin siempre en expansin del capital. Lo que se man-tiene constante es la tendencia eternizadora misma, por una parte, y latransustanciacin de la racionalidad operacional del capital en racionali-dad formal o racionalidad como tal, por la otra. Y, por supuesto, el

    formalismo metodolgico caracterstico de esa tradicin filosfica lesproporciona a ambas un adecuado apuntalamiento ideolgico.

    LA SUBSTANCIA SOCIAL DE LA RACIONALIDAD OPERACIONAL

    LA relacin entre la compartimentacin formal de la prctica socioeco-nmica, por una parte, y las conceptuaciones de ese proceso por el sen-

    tido comn y la teora, por la otra, es extremadamente complicada.Hablando de la articulacin tridica del mecanismo regulador capitalistay de la frmula trinca correspondiente con la que la economa polti-ca la teoriza, Marx describe as el impacto de las transformaciones for-males mistificadoras (que tienen lugar en el mundo material mismo)sobre la conciencia social:

    hasta los mejores voceros de la economa clsica continan ms o menosatrapados en el mundo ilusorio que su crtica haba disuelto desde elpunto de vista burgus no poda ser de otra manera y por consiguientetodos caen en mayor o menor grado en inconsistencias, medias verdades y

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    contradicciones sin resolver. Por otra parte, a los agentes reales de la produc-cin les resulta igual de natural sentirse completa