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ESTRÓGENOS AMBIENTALES Y BIOÉTICA,
UNA APROXIMACIÓN PROBLEMATIZANTE
Jorge Enrique AlmansaAngela Maria Wilches Florez
ESTRÓGENOS AMBIENTALES Y BIOÉTICA,
UNA APROXIMACIÓN PROBLEMATIZANTE
Primera edición digital
Noviembre, 2013
Lima - Perú
© Jorge Enrique Almansa
Angela Maria Wilches Florez
PLD 0775
Editor: Víctor López Guzmán
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Lima - Perú, enero del 2011
“El conocimiento es útil solo si se difunde y aplica” Víctor López Guzmán Editor
Memorias de los trabajos libres
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Estrógenos ambientales y bioética, una aproximación
problematizante
Jorge Enrique Almansa; Ángela María Wilches Flórez
Resumen
Existe una serie de sustancias que actúan como estrógenos ambientales (EA) y que son
producto del llamado ―desarrollo‖ de las sociedades humanas. Estas sustancias
incluyen plaguicidas, plásticos, hormonas artificiales y gases producto del uso de
motores de combustión, entre otras. Su acumulación en la naturaleza se ha
relacionado con distintas patologías humanas y modificaciones de comportamiento.
Cambios similares se han registrado en otras especies animales. El presente trabajo
busca abordar el problema concreto que representan los EA desde la perspectiva de las
discusiones actuales sobre biopolítica, ética, bioética, ética ambiental y ética de la
responsabilidad.
Efectos de los estrógenos ambientales
Los EA son una serie de sustancias que se encuentran en el ambiente, que han
sido depositadas allí por los seres humanos y que tienen efectos estrogénicos
sobre la fauna y las comunidades humanas. Funcionan como hormonas
femeninas, pero a diferencia de éstas, no son producidas por el organismo, sino
que son resultado del ―desarrollo industrial‖. Algunas empezaron a utilizarse de
manera intensiva, durante la llamada revolución verde en el año 1943. Tales
productos, incrementados en número y actividad, continúan empleándose de
manera masiva en la agricultura. A ellos pertenecen sustancias como Docente-Investigador Facultad De Medicina Veterinaria, Universidad Antonio Nariño, sede Bogotá- Colombia.
Asistente de la Vicerrectoria de Ciencia, Tecnología e Innovación, Universidad Antonio Nariño- Colombia. Tel 051 3384960 Ext
130, 140. E-mail: [email protected].
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plaguicidas y herbicidas. Para la posguerra, otras entraron en el mercado,
hormonas que se han utilizado como anabólicos para la producción eficiente de
animales de granja, en la terapia de reemplazo y a partir de los años 60 en el
control natal. También ha habido una proliferación de distintas clases de
plásticos de usos muy diversos. Estas sustancias, junto con algunos gases que
se generan como producto de los motores de combustión, se encuentran en la
actualidad, ampliamente distribuidas en la naturaleza y, como ya se mencionó,
actúan como EA, xenoestrógenos o disruptores endocrinos. Su amplia
distribución permite fácilmente que plantas, animales y entre estos, seres
humanos, entren en contacto con ellas, que las absorban y las acumulen,
especialmente en sus tejidos grasos. Su actividad se ha asociado con patologías
humanas como cáncer, obesidad, problemas teratogénicos, pubertad precoz,
hermafroditismo, ginecomastia, y posibles modificaciones de comportamiento.
También se han asociado con profundos cambios en la fauna, que incluyen los
mismos aspectos presentados por seres humanos y que se han registrado en
especies tan disímiles como anfibios, cocodrilos, distintos tipos de peces,
águilas, gaviotas y grandes felinos, entre otros. Pero si bien, para los
ecologistas, así como para importantes grupos de investigación las
repercusiones de los EA parecen estar claras, no todas las voces están de
acuerdo. Para muchos, el hecho de que la población mundial se haya
incrementado de manera significativa en los últimos años y que la edad
promedio alcanzada por los seres humanos se haya extendido de manera
importante en tan sólo cincuenta años, se debe precisamente al uso intensivo
de sustancias que han permitido mayores producciones de alimento y que han
constituido herramientas fundamentales en la lucha contra plagas de distinta
naturaleza. La disminución de mortalidad por malaria, al año, tras la
fumigación de vectores con DDT es un ejemplo del impacto positivo de su
empleo. Tales argumentos sin duda soportan la idea de su contribución a
modificar ―positivamente‖ ciertos indicadores, pero no necesariamente son
valederos en la defensa de su inocuidad. También los resultados de
investigaciones científicas apuntan, en no pocos casos, en dirección opuesta.
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Algunos ejemplos se encuentran en la disminución en la concentración de
espermatozoides, el incremento en la presentación de criptorquidia e
hipospadia en hombres, aparentemente expuestos a estrógenos ambientales.
Algunos investigadores, muestran que no hay relación entre presencia de los
estrógenos en suero sanguíneo y presentación de ciertas patologías atribuibles
a ellos. Otros han obtenido resultados positivos al buscarlos, no en suero
sanguíneo, sino en depósito de grasas. Así, mientras que para muchos es un
hecho que existe una relación evidente entre la presencia de tales sustancias en
el ambiente y las alteraciones mencionadas, trabajos recientes no logran
establecer tal conexión de manera inequívoca. Otros trabajos de investigación,
como el presentado por Rivas et al, de la Universidad de Granada, establecen
las concentraciones de Lindano, Aldrin, Dieldrin, p-p´DDT, o-p´DDT, y pp´DDE
y endosulfán y sus metabólitos en grasa de pacientes con cáncer de mama. El
resultado es alarmante ―Las concentraciones de los niveles medios de los
pesticidas son 100 veces superiores a los encontrados en el suero‖. La
evaluación de los juegos infantiles en niñas y niños en cuyos tejidos grasos se
ha detectado la presencia de plaguicidas, determinó que los niños han
feminizado sus prácticas, mientras que las niñas las han masculinizado.
De otra parte, al no reconocerse que los estrógenos ambientales constituyen un
riesgo desde las perspectivas de la salud humana (salud pública), la salud
animal, el cambio de comportamiento, el deterioro ambiental, o la pérdida de
biodiversidad, las medidas correctivas podrían retrasarse de forma peligrosa. A
pesar de todo hay medidas esperanzadoras. La Unión Europea, acaba de
prohibir el uso del Atrazine, basados en las investigaciones realizadas en
Estados Unidos. Esta decisión política resulta interesante en varios sentidos,
pero el más evidente es que se basa en resultados de investigación que
demuestran el impacto negativo del uso de la sustancia. No se trata entonces
de una reflexión sobre los beneficios versus impactos negativos de los EA, es la
consecuencia lógica de los hechos demostrados de manera científica y de una
decisión responsable frente a tales evidencias. Aun cuando la prohibición
parece positiva, también deja clara, la necesidad de trabajar en propuestas
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alternas a la tecnología disponible para la agricultura intensiva, que puedan
generar un cambio profundo en el mediano plazo, pues a pesar de que los
esfuerzos para ampliar cada vez más las producciones ―verdes‖ son inmensos,
lo cierto es que tales productos constituyen un mercado pequeño, exclusivo y
de costos mayores.
Mientras la discusión científica se mantiene en la confrontación de resultados
obtenidos por métodos distintos, la valoración social y política sobre el uso de
los EA parece estar aplazada indefinidamente en la mayoría de los países. Es
decir, a pesar de la evidencia disponible sobre el daño que los EA producen, no
existe todavía claridad conceptual que permita abordajes ideológicos y
tecnológicos que sin apasionamientos, logren generar políticas claras tendientes
a menguar su efecto de manera significativa. En otras palabras, aunque parece
evidente que el ―progreso‖ debe ser redireccionado, los métodos del comercio
liberal redefinidos y el modelo económico y social en general reorientado, no
existen acuerdos al respecto. Algo difícil cuando existen tantos intereses
económicos en juego. Por ahora los esfuerzos se dirigen a las prohibiciones. Sin
embargo, en algunos casos, como el del DDT, la medida no es suficiente: su
vida media puede ser superior a los cincuenta años. Otro aspecto inquietante
es el de las responsabilidades legales y como asumirlas, sobre todo cuando las
distintas industrias son parte de un proceso social conjunto y el conocimiento
sobre los efectos nocivos ha sido posterior a la satisfactoria calificación de sus
atributos.
Así, la discusión sobre biopolítica, ética ambiental, ética de responsabilidad se
encuentra en un punto en el que resulta imposible un abordaje consensuado al
problema. En este sentido. mientras que Hans Jonas formula el principio de
responsabilidad en términos de: ―Obra de tal manera que no pongas en peligro
las condiciones de la continuidad indefinida de la humanidad en la tierra‖ y la
―producción sustentable‖ propende por un uso razonable de los recursos que
garantice la supervivencia y posibilidades de confort de las generaciones
humanas venideras y que, como tal, sea respetuosa del medio ambiente,
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algunos se preguntan si debe ser causa de preocupación una generación de
seres humanos que en la actualidad no existe. La misma idea principal de la
ética nace como una reflexión en torno a aspectos humanos individuales como
la felicidad y la justicia y entonces, el fundamento de una ética ambiental
resulta novedoso y apartado de sus preguntas originales. Es así como los temas
relacionados tanto con EA, como con la bioética constituyen un campo minado
en donde convergen gran cantidad de opiniones de orígenes y direcciones muy
diversas, al intentar rastrear el surgimiento de la problemática generada por
EA, encontramos igualmente una serie de hechos históricos con muy distintas
interpretaciones.
La ―revolución verde‖ iniciada en 1943, gracias a los trabajos de Norman
Borlaug, dio comienzo a una nueva forma de agricultura que canalizó recientes
tecnologías en la producción de alimento a gran escala, este sistema se
convirtió en un nuevo paradigma de producción agrícola y pecuaria. Muy
pronto, las consecuencias ambientales del uso masivo de plaguicidas fueron
evidentes. En 1962, Rachel Carson publicó el libro ―La primavera silenciosa‖,
en donde habló del peligro de usar DDT y otras sustancias químicas empleadas
como pesticidas. Al comenzar la década de los 70, las evidencias sobre el
impacto de ciertas sustancias eran mayores. Maurice Pasquelot, publica ―La
tierra intoxicada‖, en la que no sólo habla de la posible intoxicación aguda con
DDT, sino que recoge evidencias disponibles sobre otras sustancias –hijas de la
tecnología- cuyos efectos indeseables empiezan a ser evidentes. En la
actualidad la lista de EA se está ampliando. El biólogo Tyrone Hayes, de la
Universidad de California en Berkeley, ha realizado aportes fundamentales en
el tema de cómo los EA pueden afectar los sistemas bióticos. El trabajo se
inició, cuando la Compañía Sygenta le solicitó realizar un estudio sobre la
seguridad del producto Atrazine, el herbicida de mayor uso en los Estados
Unidos y posiblemente en todo el mundo. Hoy, el herbicida se puede encontrar
en cantidades peligrosas en el agua lluvia y en el agua de bebida. La
investigación adelantada por el grupo de Hayes demostró la capacidad
feminizante de la sustancia, la disminución de los valores de testosterona y la
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presencia de hermafroditismo y esterilidad en los anfibios estudiados. Vale
anotar que cerca de 70 millones de libras de atrazine son aplicadas cada año,
en los Estados Unidos, tan sólo sobre los cultivos de maíz.
En 1960, se inició el empleo de la píldora anticonceptiva. Desde entonces, las
cantidades de hormonas consumidas con ese propósito han venido en
aumento, actualmente los compuestos usados para este fin y sus metabolitos
son detectados en distintas fuentes de agua. Varios autores relacionan la
presencia de estos EA con la disminución de gran número de especies de peces,
dado que disminuyen la eficacia reproductiva de machos e inducen
transformación de machos en hembras y de esa manera la posibilidad de
reproducción disminuye.
En el caso de las dioxinas y PCBs, compuestos considerados por la EPA como
cancerígenos en humanos se ha logrado establecer que se relacionan con
problemas como disminución de la edad reproductiva, pubertad precoz,
inmunodepresión, trastornos en el desarrollo mental y retardo en el crecimiento
intra y extrauterino, tanto en animales como en el hombre.
Hoy, después de décadas de aplicación de plaguicidas y herbicidas es evidente
que los problemas para los cuales se usan tienden a persistir, por lo que su
empleo debe hacerse permanente, incrementarse o cambiarse por moléculas
nuevas más eficientes debido a la presentación de fenómenos de resistencia. Su
uso es promovido por empresas, instituciones gubernamentales y Estados,
como una de las fórmulas que salvarán a la humanidad, todo ello porque el
proceso se encuentra inmerso en el mercado creado por el capitalismo desde el
que se promueve la creación de empresa y el uso intensivo de la tierra con
miras a eliminar la hambruna. Sin embargo, estas tecnologías profundizan
desigualdades existentes, aceleran la degradación ambiental e introducen
nuevos riesgos para la sociedad.
Con el objeto de plantear un análisis del uso de EA desde la bioética es
necesario retomar aspectos propuestos desde la ética ambiental, que plantean
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el compromiso con la naturaleza y la existencia de deberes con respecto a las
generaciones futuras, los animales, las plantas y los objetos inanimados;
preocupaciones morales a distintas escalas, entre los que se incluyen los seres
humanos, otras especies animales, los ecosistemas y el planeta; la necesidad de
reconocer límites a los modelos de desarrollo económico y las pretensiones
humanas de transformar la naturaleza. V.R Potter en 1971 al proponer el
término de bioética hacía especial énfasis ―en los dos ingredientes más
importantes para adquirir esa nueva sabiduría que tan desesperadamente
necesitamos: conocimiento biológico y valores humanos‖.
En todo esto se encuentra un fin moral, el bienestar de la tierra y todos sus
habitantes, este aspecto previamente ha sido analizado por Aldo Leopold quien
plantea la tesis según la cual la especie humana puede sobrevivir sólo si el
ecosistema que la integra es capaz de reponerse y sobrepasar la violencia
ejercida por el ser humano a lo largo de la explotación económica de la
naturaleza. Habla de la ética de la tierra, que debe reflejar la evidencia de una
conciencia ecológica y mostrar una convicción de responsabilidad individual
por la salud de la tierra, entendiendo salud como la capacidad de la tierra de
renovarse ella misma. Adicionalmente, aporta una visión novedosa de justicia
que la bioética, incorpora a su sabiduría, a favor de las relaciones simbióticas
cultura- naturaleza: una cosa es justa cuando tiende a conservar la integridad,
la estabilidad y la belleza de la comunidad biótica‖. La ética, dice Leopold no
tiene razones para no integrar en la comunidad ética a aquellos que se puedan
ver dañados por el hombre en la simbiosis evolutiva, esto es, a los suelos, el
agua, las plantas y los animales. En general la bioética debe hacer un análisis y
reflexión sobre el uso de los estrógenos ambientales que conlleven a dar aportes
que permitan encontrar respuestas claras que lleven a decidir que hacer con
su utilización y sobre todo abrir el espacio interdisciplinario para encontrar
opciones de reemplazo a muchos de estos compuestos. De acuerdo con A.
Kraus, ―Tras el fracaso de los modelos que rigen a la humanidad lo único que
podría detener la destrucción del ser humano y de la Tierra, es la bioética,
sobre todo la bioética laica. Con frecuencia se repite, y es cierto, que la bioética
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es la filosofía del siglo XXI‖. Para finalizar se debe decir que la reflexión
propuesta, no es sólo sobre el uso de los EA. Los plaguicidas, los herbicidas, las
hormonas sintéticas, los plásticos, lo motores de combustión, son algunos de
los reflejos de la sociedad que hemos construido. El calentamiento global, la
pérdida de porciones importantes de la capa de ozono, el deterioro y la
desaparición de bosques son algunos de los efectos más discutidos. La reflexión
que proponemos es sobre el sistema de vida alcanzado por la humanidad y el
deterioro medio ambiental que el mismo conlleva.
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MEMORIAS